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CONFESIONAL E HISTÓRICA
Esta es quizás una razón por la que doctrinas que en el fondo sigan
identificándose con el sincretismo romano-indígena, sean nuestra
experiencia más familiar de siglos y de más fácil adaptación en
nuestras tierras que otras doctrinas que difieran más con esta
familiaridad. Este es el ambiente, el contexto en que por siglos
hemos aprendido a ver el mundo, culturalmente hablando por
supuesto. Pensamos en doctrinas como el sacramentalismo, el
sacerdotalismo, el continuismo, el misticismo, una adoración no
regulada por la Palabra de Dios y más, que han hallado
espectacular cabida tanto en tierras católicas romanas como
evangélicas en nuestro medio, pues es exactamente lo que hemos
heredado históricamente por aquel sincretismo antes mencionado.
Los católicos romanos consideran al sacerdote romano sin
ruborizarse como una especie de mediador, un ungido especial con
alguna influencia mayor, que puede conectar al individuo común
con la divinidad. Se les ha instruido que Dios habla por la Biblia,
pero también por sus portavoces autorizados. Se les ha instruido
que la divinidad - por vía de todos sus santos- opera milagros por
doquier. Se ha hecho dependiente al individuo, no de Dios sino de
una estructura autorizada que media en su relación con Dios.
Además, se ha puesto al adorador como parámetro de la adoración
y no a Dios, por lo que adorarle ha tenido que ver más con el
individuo que con las Escrituras Sagradas.