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Año: 2018
La mita Potosina
La visita toledana había enumerado en los pueblos, viejos o nuevos, a los tributarios
del lugar. A mediados del siglo XVII, distingue en la población sujeta a la mita a los
naturales u originarios que representan el 64% del total y otros dos grupos: los yanaconas
(14.2%) y forasteros (21.8%) que son los no descendientes de tributarios censados por
Toledo. El esquema del Virrey Toledo implicaba que si un individuo dejaba el pueblo
perdía sus tierras, pero en su nuevo lugar de residencia estaba exento de pagar tributo y
concurrir a la mita, lo cual genero preocupación por la reducción de originarios en las zonas
de mita, por el doble fracaso de las reducciones y la provisión de mano de obra forzada, la
migración era la forma de huir a las cargas coloniales, buscando refugio en las zonas
exentas de mita (esa reducción de individuos será el argumento de los curacas locales para
justificar el incumplimiento en el pago del tributo). Sin embargo, Tándeter, toma otra visión
de este problema, la de Thierry Saignes: plantea que las migraciones del siglo XVII deben
ser vistas desde la larga duración de la tradición andina, cuando los pueblos accedían
directamente a los recursos (control vertical de los archipiélagos). En el siglo XVII, habrían
empleado estrategias para conseguir los recursos para afrontar las cargas del sistema
colonial como el trabajo asalariado en los centros mineros, la participación en el mercado
por medio del comercio y el transporte, etc. Se intentaron una serie de reformas para
revertir el descenso en los números de la mita, pero, como se dijo anteriormente, termino
por caer abruptamente y de forma total en la segunda mitad del siglo.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, se dan arreglos entre los empresarios y los
mitayos para que, durante los descansos de la mita, pudieran desempeñarse en trabajos
libres y de esta forma “beneficiarse con los sueldos más altos de este tipo de trabajo”. Sin
embargo la sobreexplotación seguía existiendo, porque el empresario se veía más
beneficiado por la falta de límites de la mita. La única preocupación real de este grupo era
la rentabilidad inmediata y en consecuencia se alteraron las jornadas de trabajo impuestas
en 1570 por el virrey Toledo (suplantación del trabajo por horas por trabajo por cuotas a
cumplir o tareas), otros cambios fueron dirigidos a disminuir el costo del pago de altos
salarios, reduciendo la alternancia entre mita y descanso, lo que también suponía una
reducción en el número de migrantes, pero ninguna de estas acciones cambio la realidad de
la mita que ya se ha citado.
La explotación de las familias indígenas no acababa solo con las tareas de la mita y
las dificultades de su manutención por la problemática de los salarios insuficientes para
cubrir su reproducción, continuaban con las faenas, los trabajos no pagos impuestos más
allá de las tareas (limpieza de caminos y herramientas, trasporte de masas de metales
amalgados, etc. en el cerro e ingenios) y fuera de los trabajos de la minería propiamente
dicha, la imposición de trabajos domésticos como el trabajo en la obra en la capital, por
ejemplo, durante las faenas de los distintos días de la semana. Esto mismo aplica para el
resto de las familias de los migrantes, como lo confirma la residencia y utilización de las
mujeres e hijas de los mitayos, en las casas de los empresarios, en tareas domésticas, lo que
confirma, para Tándeter, el uso compulsivo de la mano de la fuerza de trabajo mitaya para
diversas tareas. Los mitayos de mina estaban, además, expuestos a quedar atrapados en
explosiones y derrumbes (aunque los números no parecen haber sido muchos) y la
proliferación de enfermedades como la silicosis que, a pesar de ser de larga evolución,
afecto a las comunidades con muertes simultaneas, lo que sumado a las sequias y
hambrunas, provoco el aumento de la mortalidad y puso en peligro la reproducción de la
comunidad indígena.
La última parte del material está dedicada al análisis de las relaciones entre los
caciques y la comunidad, los empresarios y las autoridades que hacían de intermediarios
entre las partes (capitanes enteradores). Tándeter comienza afirmando que, con el cuadro
expuesto a lo largo del texto, no sorprende que los tributarios intentaran huir de la mita y
que sus consecuencias generales fueran la migración a zonas exentas de la misma y la
generalización de forasteros en el espacio andino. Pero, además de la migración, existía
otro mecanismo para eludir la mita, ya analizado por muchos autores, que era el pago en
moneda a los caciques encargados de la confección de la lista de futuros migrantes, lo que
formo una especie de tributo anual que el cacique recaudaba de los sectores más
acaudalados de la comunidad. Esta práctica estuvo presente desde finales del siglo XVII,
hasta el fin de la institución de la mita y fue aceptada por curas y corregidores para hacer
más fácil el cobro de tributos, repartos y obvenciones (pero genero problemas entre los
caciques y estos últimos cuando el cacique se reservaba exclusividad, protegiendo a los
tributarios de las exacciones eclesiásticas). El reclutamiento de la mita le dio al cacique un
poder que se pone en evidencia en la creación de verdaderos mercados de hombres (no
acaudalados de la comunidad) enviados a trabajar hasta el próximo envió de la mita, lo que
hace pensar, para Tándeter, de nuevo en la visión entre la protección de la comunidad y el
enriquecimiento individual de los caciques.
En cuanto a los capitanes enteradores, se instituyeron como mediadores entre los
empresarios españoles y los migrantes. Las comunidades veían la responsabilidad de su
protección trasladadas a la figura de los enteradores y los caciques también sacaban
provecho de este cargo. Los enteradores también tenían la responsabilidad de responder por
el entero de la población de la mita ante los empresarios en las cuestiones de
compensaciones contractuales a los mismos por la huida de los migrantes, y en ocasiones
podían ser puestos presos por los empresarios españoles hasta el pago de la deuda.
Wolf, E., Europa y la gente sin historia, Buenos Aires, F.C.E, pp. 165-192
V- Los iberos en América: este apartado del libro de Wolf comienza con la
presentación de la vuelta de Colon, en 1493, de su primer viaje a las indias. Un año después
Castilla-Aragón y Portugal firmaron el tratado de Tordesillas, el cual delimito sus esferas
en las tierras recientemente descubiertas. Se trataba de una línea a 370 leguas al oeste de las
islas de Cabo Verde y por lo cual Castilla, creyendo que disponía de una ruta directa al
Oriente, reclamó todas las tierras al oeste de esa línea, adquiriendo la mayor parte del
hemisferio occidental. Por otro lado, Portugal tomó todas las tierras al este de la línea y se
posesiono del Brasil. En 1521 termina la conquista de México por Hernán Cortez y en 1533
Pizarro toma Cuzco. En 1541 los castellanos pusieron las bases de una nueva ciudad,
Santiago de Chile, pero la nueva sociedad se dividirá desde sus orígenes entre los naturales
de las tierras, llamados “indios”, y los españoles llamados “gentes de razón” que estaban
por encima de los primeros. Estas gentes de razón tampoco pertenecías a la misma clase,
entre los conquistadores figuraban nobles, comuneros, ricos y pobres y luego de la
conquista se dividirán aún más en capas con frecuencia antagónicas, pero que mantenían un
interés en común: mantener su superioridad como conquistadores sobre los conquistados y
llegar a controlar a los indios,
La gran mortandad: esta afecto, como expone Wolf, primeramente a las islas del
caribe, luego salto a la tierra del litoral bajo de meso y Sudamérica en general. Finalmente
alcanzó las mesetas del interior: la Española tenia, en 1492, aproximadamente un millón de
habitantes y para 1520 estaba casi deshabitada. La causa fue la propagación de los
organismos patogénicos del viejo mundo, a los cuales los naturales no eran inmunes
(viruela, sarampión, males respiratorios, etc.). Entre 1520-1600 hubo al menos catorce
grandes epidemias en Mesoamérica y tal vez diecisiete en la zona de los Andes. Sin
embargo es necesario, para el autor, conocer las condiciones político- sociales que
permitieron la rápida proliferación de enfermedades: el uso desenfrenado del trabajo indio
en la búsqueda de oro, la intensificación de la esclavitud y las correrías en busca de
esclavos. Tanto en Mesoamérica, como en la zona de los Andes, es probable que la
desnutrición acrecentara la virulencia de las nuevas enfermedades y que la baja de la
población ayudara a quebrar las unidades políticas de los imperios Inca y azteca.
Por otra parte, para canalizar hacia España el flujo de plata, la corona hizo un
monopolio real de los viajes y del comercio a las indias. La entidad encargada de dicho
control fue la casa de contratación de Sevilla, que autorizaba a los barcos y comerciantes,
expedía permisos para transporte de pasajeros y mercancías y recibía la plata de las indias.
Entre 1503-1600 llegaron a Sevilla desde América más de 7 000 000 de libras de plata, lo
que triplicó la cantidad que había en Europa de dicho metal, la corona se quedaba con casi
un 40% como ajuste de impuestos americanos o en pago del quinto real sobre toda la
producción argentífera. Hubo además exportaciones secundarias, como la cochinilla, el
índigo y el cacao, que tuvieron su importancia en las exportaciones desde el nuevo mundo.
La cochinilla es un insecto que produce un colorante rojo y se requieren unos 70 000
insectos para producir una libra de colorante, encomenderos y corregidores presionaban a
las comunidades nativas a recoger y procesar los insectos (en la segunda mitad del siglo
XVI, la cochinilla ocupo el segundo lugar en las exportaciones de Nueva España). Por otro
lado el índigo y el cacao también tuvieron su importancia, el primero produce un tinte azul,
que se obtiene macerando las hojas de un arbusto y dejando que el caldo resultante se haga
panes y fue producido usando trabajo temporal de nativos; en el caso del segundo, bajo
dominio de los españoles, se obligó a la población nativa a pagar con cacao sus tributos y
algunas mercancías. Funcionarios y encomenderos exigían entregas de cacao en sus
tributos, pero las altas tasas de mortalidad limitaron la producción de cacao en América.
España se llevaba del nuevo mundo todas estas materias primas y regresaba
productos manufacturados y de lujo de precio muy elevado, producidos, en buena parte,
fuera de España (sobre todo en el noroeste de Europa). El precio que se les fijaba producía
impuestos y derechos aduaneros al estado y el intercambio estaba en manos de
comerciantes que, en lado europeo estaban organizados en el consulado y gremio de
comerciantes de Sevilla y en lado americano en los gremios de Nueva España y Lima. A
medida que la minería de plata alcanzó un papel central en la economía de las indias
hispanas, significó una gran alteración en las políticas de gobierno: del interés inicial de
asegurar el control real de gobernantes sobre gobernados a políticas dirigidas
primordialmente a maximizar la minería y garantizar sus abastecimientos.
Hacia 1570 había ya en Brasil unos 60 ingenios que producían 180 000 arrobas de
azúcar al año, después de 1570 la producción brasileña creció exponencialmente y luego de
1627 fue de más de un millón de arrobas. El foco de la producción fue el ingenio, que no
solo molía la caña producida en sus propias tierras, sino también la de cultivadores libres
que probablemente aportaban la mitad de la caña. El trabajo esclavo, primero de indios y
luego de africanos fue importante, pero también el de trabajadores libres fue muy
significativo.
Desde un principio buena parte del azúcar producido por Portugal era enviada a los
países bajos, y los holandeses, en 1629, invadieron Pernambuco y ocuparon por 15 años los
azucareros hasta que en 1645, la población del Brasil holandés, dirigida por los endeudados
productores luso-brasileños, se levantó contra ellos. De la guerra de guerrillas que siguió,
los luso-brasileños controlaron el campo y los holandeses debieron replegarse a las
ciudades costeras (resistieron en Recife hasta 1654 cuando capitularon). Los holandeses
volvieron la vista al caribe y a mediados de 1640, holandeses provenientes de Brasil,
enseñaron a colonos ingleses el cultivo de la caña de azúcar, y muy pronto el azúcar
transformó el panorama económico y político de las islas.
El fraile evangelizador fue otro de los agentes que contribuyo al gran cambio en la
ecología de Nueva España, fueron sumamente activos en la introducción y adaptación de
plantas y animales, de las técnicas agrícolas y de regadío (cada convento, monasterio y
pueblo de indios fundado por los misioneros tuvo su huerto de árboles frutales europeos y
huertas con nuevos tipos de vegetales.)
Pese a que las haciendas surgieron para el abastecimiento de los mercados urbanos y
mineros, como explica el cuadro expuesto por Florescano, los estudios sobre ellas muestran
que estas haciendas coloniales buscaban ser autosuficientes en cuanto a productos básicos,
para esto crearon un complejo productivo complementario e interrelacionado (lo que no
producía una en cantidades suficientes, le era proporcionado por otra hacienda) para de esta
manera evitar el mercado abierto.