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Una vez que se ha admitido que el Derecho consiste en un sistema de normas, cabe
preguntarse quiénes y conforme a cuáles procedimientos tienen capacidad para producir
normas, para modificarlas o dejarlas sin efecto. A esto corresponde el tema de las fuentes
del Derecho.
De acuerdo con las definición precedente, la expresión fuente formal señala tres cosas
distintas: a) los procedimientos de creación de normas; b) las formas en que las normas se
exteriorizan, y c) los continentes en que encuentran como contenidos las normas. Así, por
ejemplo, una ley, en nuestro sistema legal, está sujeta a un procedimiento de formación, que
la Constitución reglamenta, pero también se exterioriza en los enunciados, frases, que
forman los artículos o partes textuales, y en cuanto al continente, la ley consiste en un texto
escrito, promulgado y publicado, y que tiene fecha y número.
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De acuerdo con esta idea, se puede hacer un estudio de las distintas maneras de
producir Derecho, considerando la clase de potestad y quiénes la detentan.
Tomando pie en Los modos de creación de las normas jurídicas en el Derecho chileno,
(de los profesores Lucas Sierra y Antonio Bascuñán Rodríguez), se pueden distinguir tres
grandes modos o formas de creación de Derecho:
2. Las normas creadas por el ejercicio de las potestades públicas obligan a todos, en
cambio las normas creadas por los particulares, por lo general, sólo obligan a
quienes las han aceptado.
3. El ejercicio de las potestades públicas está sometido a los criterios y pautas que
conciernen al interés público, en cambio, el ejercicio de las potestades particulares
está regido por el interés particular.
4. Por último, las potestades públicas están gobernadas por el principio fundamental
del Derecho público, recogido en la Constitución, de que ningún órgano del Estado
tiene otros derechos o atribuciones que los expresamente conferidos por la
Constitución o las leyes. En cambio, la actividad privada está regida por el
principio contrario: puede hacerse todo lo que no se encuentre expresamente
prohibido.
La producción de Derecho por parte del Estado es compleja y revela una diversidad de
agentes con capacidad para crearlo. Los artículos 5°, 6° y 7° de la Constitución Política
establecen los principios fundamentales que gobiernan esta materia.
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El artículo 5° dice: “La soberanía reside esencialmente en la nación. Su ejercicio se
realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las
autoridades que esta Constitución establece. Ningún sector del pueblo ni individuo alguno
puede atribuirse su ejercicio”.
Se puede construir el siguiente cuadro, para exhibir quiénes tienen capacidad para
producir Derecho por parte del Estado, qué clase de potestad poseen en cada caso y qué
forma exterior adopta el ejercicio de esa potestad.
Este cuadro, construido según las explicaciones de Sierra/Bascuñán, ofrece una visión
completa de quiénes poseen la capacidad o potestad de producir Derecho, qué clase de
potestad poseen y qué forma jurídica producen.
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La potestad constituyente es la capacidad de producir esa forma de Derecho que se
denomina Constitución Política, y corresponde a las normas jurídicas superiores
jerárquicamente en el sistema legal. Tienen el mismo rango que la propia Constitución las
leyes de Reforma Constitucional. En general, los procedimientos de generación de estas
normas, el quórum necesario para establecerlas, está regulado de manera especial. Los
autores distinguen entre potestad constituyente originaria y potestad constituyente
constituida. La primera se relaciona con la nociones de soberanía y poder soberano,
recogidas en los artículos de la Constitución citados antes. El ejercicio de la soberanía se
realiza por los órganos establecidos o instituidos, que son el Congreso y el Presidente de la
República. También interviene la ciudadanía, como un todo, en la forma de plebiscitos.
De aquí puede establecerse que los actos de producción del Derecho por parte del
Estado no sólo requieren sujetarse a exigencias formales, sino que tienen que respetar los
derechos esenciales, expresión que cubre los derechos humanos.
Los Decretos con Fuerza de Ley (DFL) son el producto del ejercicio de la potestad
legislativa del Presidente de la República, en una situación muy especial: el Congreso
delega su potestad legislativa en el Presidente de la República, para que en un cierto plazo
dicte estos Decretos con Fuerza de Ley, sobre ciertas materias. El artículo 32, N° 3° de la
Constitución, al indicar las atribuciones especiales del Presidente de la República, dice:
“Dictar, previa delegación de facultades del Congreso, decretos con fuerza de ley sobre
las materias que señala la Constitución”.
Y el artículo 64 dice:
Los Tratados Internacionales son los acuerdos entre Estados. Están sujetos a un
procedimiento distinto que las leyes: negociación, aprobación y ratificación. La
negociación es la facultad exclusiva del Presidente de la República. La aprobación la otorga
el Congreso, y se sujeta a los mismas trámites que una ley, pero no se pueden presentar
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indicaciones. El Congreso ratifica el Tratado, y una vez dada su aprobación ratificatoria,
pasa a formar parte del sistema legal. .
El Decreto Ley es una expresión, propia de nuestra cultura jurídica, que no emana de la
potestad legislativa regular, sino de un gobierno de facto. El problema de su validez tiene
que descomponerse en dos partes. En una primera, el Decreto Ley presupone una potestad
que emana de un poder que busca asimilarse al poder soberano de la teoría del poder
constituyente, pero plantea el tema de la legitimidad, pues el poder constituyente originario
es legítimo según la doctrina política, no así el poder asumido de facto.
Hay que tener presente, además, que la cuestión de la validez de los Decretos Leyes se
plantea asimismo después que han sido establecidos, y ello se responde conforme el criterio
del reconocimiento o aceptación, como ha ocurrido en nuestro país, en los períodos de
quiebre institucional.
“Ejercer la potestad reglamentaria en todas aquellas materias que no sean propias del
dominio legal, sin perjuicio de la facultad de dictar los demás reglamentos, decretos e
instrucciones que crea conveniente para la ejecución de las leyes”.
Por la primera se entiende la potestad del Presidente de la República para dictar los
decretos, reglamentos e instrucciones necesarios para la aplicación de las leyes producto del
ejercicio de la potestad legislativa.
Las potestades de los órganos autónomos, como el Banco Central, las Municipalidades,
el Consejo Nacional de Televisión y las Corporaciones Públicas, son las facultades que
poseen estos organismos para establecer Derecho en la forma de Acuerdos, ordenanzas,
Decretos o Reglamentos.
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“La facultad de conocer de las causas civiles y criminales, de resolverlas y de hacer
ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley”.
De acuerdo con este enunciado, la potestad jurisdiccional está integrada por tres
facultades distintas: la facultad de conocer de las causas civiles y criminales, la facultad de
resolverlas y la facultad de hacer ejecutar lo juzgado.
“Para que una persona se obligue a otra por un acto o declaración de voluntad es
necesario: 1° que sea legalmente capaz; 2° que consienta en dicho acto o declaración y su
consentimiento no adolezca de vicio; 3° que recaiga sobre un objeto lícito; 4° que tenga una
causa lícita”
Cualquiera persona, legalmente capaz, puede intervenir o producir un acto que genere
derechos u obligaciones. La capacidad es la regla general, y las incapacidades son la
excepción en nuestro sistema legal. Lo esencial es que la persona consienta y su voluntad
esté exenta de vicios, como el engaño o el desconocimiento de circunstancias que de
haberlas conocido no habría celebrado el acto. El objeto de la voluntad es la creación de
una obligación de dar, hacer o no hacer, que no esté prohibida, y la causa lícita se refiere a
que exista una causa real que mueve al acto o contrato.
Las personas pueden ser naturales y personas jurídicas. La celebración de actos que
producen derechos y obligaciones exige por lo general una manifestación de voluntad. La
tendencia que se ha venido acentuando es la de poner algunas exigencias, no bastando la
sola manifestación de voluntad, como, por ejemplo, la escrituración, o la celebración de
actos en ciertos formularios o con otras exigencias.
En estricto rigor, no existe una potestad creadora de Derecho. Lo que sucede es que el
Derecho reconoce ciertas formas jurídicas nacidas espontáneamente por la práctica de los
individuos que componen una comunidad determinada. La costumbre no tiene valor
derogatorio o modificatorio de reglas establecidas legalmente, sólo valen como prácticas
asociadas a normas ya existentes, como ocurre en el comercio o en otros contratos como el
arrendamiento, siempre que puedan probarse. El artículo 2° del Código Civil establece:
“La costumbre no constituye derecho sino en los casos en que la ley se remite a ella”.