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Con el tema de la santidad existe, aunque cueste creerlo, una gran falta de
entendimiento de profundidad y amplitud.
A lo largo de los años los creyentes han tomado una variedad de ideas de
todo tipo acerca de lo que es la santidad.
Una de las ideas más comunes es que la santidad significa “ser diferente del
mundo”. Esto llevó a la Iglesia a vestirse diferente, cortarse el pelo de una
manera diferente e inventar una moda diferente para asistir a la iglesia.
Generalmente los varones iban con saco y corbata y las mujeres con el pelo
recogido y faldas largas.
La idea era parecer diferente a la gente del mundo, por eso la gente cuando
los veía así vestidos los domingos ya sabían quiénes eran. Por años se pensó
que eso era dar testimonio ¡pero el problema era que aún esos mismos
creyentes cuando estaban fuera de la iglesia no utilizaban ese tipo de
vestimenta!
Todas estas cosas por cierto son importantes en su contexto, pero el hecho
de vivir estas cosas no es lo que nos hace santos.
Pensemos por un instante a lo que Dios llama santo. Cuando Dios llamó a
Moisés en medio de la zarza, llamó a ese lugar “santo” (Éxodo 3:1-5), pero
eso no significaba que esa zarza era “más santa” que las demás. También
Dios llamó santo al Monte Sinaí (Éxodo 19:23) pero eso no significaba que
hubiera sido ese monte más moral que las otras montañas.
Los primeros seis días eran buenos días, en realidad Dios dijo en Génesis
1:31 que todo era “bueno en gran manera” o muy bueno, pero no eran santos
sino días comunes, ordinarios. Para Dios el séptimo día era un día especial.
Dios ha designado ciertas cosas como santas y él nos pide que las tratemos
en forma especial. Cuando honramos lo que santo, caminamos en santidad y
Su presencia habita en nosotros. La santidad es la llave para tener una vida
sobrenatural.
Estoy seguro con lo que le he compartido hasta el momento que usted está
siendo sacudido en su forma de pensamiento sobre lo que es la santidad.
¡Dios nos está renovando la mente para que podamos ver, sentir y pensar las
cosas como Dios la ve, siente y piensa ¡y experimentemos de una vez por
toda la hermosura de la santidad!
Dinero santo
¿Sabía usted que el dinero puede ser santo? Así lo dice el Señor, cuando el
designó el principio del diezmo de nuestras entradas. Levítico 27:30-32 dice:
“Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los
árboles, de Jehová es; es cosa dedicada (en el texto original dice “santa”) a
Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte
de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que
pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado (en el texto original dice “santo”)
a Jehová.”
Como ya hemos visto en Génesis 2:3 Dios designó un día de nuestro tiempo
como santo. Lo recuerda posteriormente en los Diez Mandamientos en Éxodo
20:8-11 “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y
harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no
hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu
bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días
hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y
reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo
santificó (lo declare santo).”En cuanto al día de reposo existe mucha
confusión en el pueblo de Dios y generalmente se ha enseñado que no
debemos guardarlo.
En realidad Isaías 58:13-14 dice lo contrario: “Si retrajeres del día de reposo
tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo,
glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni
buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás
en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la
heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.”.
Lugares santos
Los lugares donde Dios manifiesta su presencia son lugares santos. La zarza
era algo santo; el Monte Sinaí era santo; el Tabernáculo era un lugar santo y
el templo era santo. Todos los lugares para adorar a Dios eran santos,
especiales para Dios.
Gente santa
Dios designa a muchas personas como santas, como ser: Los apóstoles y
profetas (Efesios 3:5); a nuestros hermanos y hermanas en Cristo son santos
( (1 Co. 1:2; Ef. 3:8; 4:12; Col. 1:2; nuestro cónyuge es santo (1 Co. 7:14)
entre otros. Cuando honramos lo que Dios llama santo, somos bendecidos.
Hemos hablado de personas y cosas santas, pero es muy importante que nos
enfoquemos en lo principal. Yo le pregunto: ¿Qué fue lo que hizo que la zarza
fuera santa? ¿Qué fue lo que hizo que el Monte Sinaí fuera santo? ¿Qué fue
lo que hizo que el Lugar Santísimo del Tabernáculo fuera santo? La respuesta
es: La presencia de Dios. Sin la presencia de Dios no puede haber santidad ni
la manifestación genuina de la hermosura de la santidad en nuestras vidas.
Aquí es donde muchos nos confundimos lo que es vivir en santidad, por eso
caemos en el legalismo de “hacer o no hacer algo” o si algo “es bueno o
malo”. Pensamos que la santidad es mi esfuerzo por ser una mejor persona.
Anteriormente dijimos que la única manera de manifestar la hermosura de la
santidad es gracias a la presencia del Espíritu Santo. Si no fuera por el Señor,
que es santo, no hay manera de manifestar la hermosura de la santidad.
Si usted leyó las cartas a los Corintios se dará cuenta que en esta iglesia
había muchos problemas morales. ¡Había pecado en la congregación! Por eso
Dios en vez de condenarlos y mandar fuego del cielo, les exhorta diciendo:
Iglesia de Corinto, ustedes son especiales, son míos, ¿Para qué vivir de forma
común u ordinaria como el resto de la gente que no me conoce, hundidos en
el pecado, si ustedes son santos y especiales para mí?