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AHORA VA A LEER EL PROFESOR:

Consideraciones en torno a la lectura en voz alta realizada por el docente en el aula

Cecilia Beuchat
Pontificia Universidad Católica de Chile

Entre las múltiples actividades que se pueden llevar a cabo en la sala de clases,
encaminadas a que los niños se contacten con los libros, y muy en especial, con la literatura, está
la lectura en voz alta hecha por el profesor. Junto a la narración de cuentos, debería formar parte
de la rutina semanal, a lo largo de todo el sistema educacional.

La lectura en voz alta, realizada por el educador, permite desarrollar una serie de conductas
valiosas. Es una actividad relativamente sencilla, no requiere de gran preparación y tampoco
acarrea gastos. Es considerada además, como uno de los factores más influyentes en los niños
pequeños y debería formar parte de todo programa de lectura (Routman, 1991).

Leer a niños y jóvenes puede ser también llevada a cabo por padres de familia,
bibliotecarios, y en general, por personas interesadas en fomentar el gusto por la lectura.

El presente artículo tiene como objetivo analizar este tipo de actividad, a la luz de la
investigación, con el fin de establecer la importancia que reviste, y aportar algunas sugerencias
para llevarla a cabo en la sala de clases.

Una actividad con grandes beneficios

Diversos autores plantean que el hecho de que los profesores lean en voz alta a sus alumnos,
desarrolla numerosas conductas, y postulan que debe realizarse ojalá a diario y en todos los
niveles de la educación (Johns y Van Leisburg,1994; Cramer,1994; Cullinam,1987, entre otros).

A modo de ejemplo, dos estudios ya clásicos en la bibliografía especializada sobre el tema,


ilustran resultados interesantes: el primero de ellos, realizado por Cohen en 1968, con niños de
segundo año que eran lentos para leer. Al profesor del grupo experimental se le entregaron 50
libros para que dispusiera de ellos y se los leyera a lo largo del año escolar. El grupo incrementó
significativamente el conocimiento de palabras, la calidad del vocabulario y la comprensión de
lectura. En el grupo control, no hubo cambios. El segundo estudio, hecho por Chomsky en 1976,
con niños de tercer año básico, con dificultades lectoras, tuvo igualmente efectos positivos.

Otras investigaciones también han demostrado resultados favorables. Por ejemplo , el


estudio de Sirota (1971), realizado en un quinto año básico al que se le leyó durante 20 minutos
al día, cuyos alumnos incrementaron tanto la cantidad como la calidad de su propia lectura
voluntaria.

Estos resultados no deben sorprender. Por su naturaleza, la actividad de leer a nuestros


alumnos tiene una serie de ventajas.

En primer lugar hay que partir de la base de que el docente conoce la obra, la ha preparado,
y puede entonces imprimir en la lectura, un ritmo adecuado, contagiar con la voz, haciendo uso de
los matices necesarios, en una forma natural.
Por otra parte, en el contacto emocional y físico que se establece, se da la maravillosa
oportunidad de crear lazos afectivos y sociales en conjunto. Se trata de compartir algo que hace
gozar tanto al maestro como a sus alumnos. El profesor puede mirar a su auditorio, reír,
emocionarse, y conversar sobre lo escuchado. La lectura en voz alta es una excelente oportunidad
de acercamiento y una posibilidad para conocerse mejor.

Es también interesante resaltar el hecho de que los niños tienen en esta actividad, un modelo
lector que puede contribuir en la formación de su propia desempeño lector.

Una de las conductas que más se ve favorecida es la del escuchar, especialmente en su


forma apreciativa, poco contemplada actualmente dentro del sistema escolar. El escuchar
apreciativo es el escuchar por placer, por el mero gusto de recibir algo que es bello, leído por
alguien que lee bien, y que también disfruta de la calidad estética del texto. Pero también se
puede desarrollar la capacidad de escuchar analíticamente.

Los niños que tienen oportunidad de escuchar lecturas, toman conciencia de la gramática
narrativa, se familiarizan mejor con los personajes, el ambiente y el tema de los cuentos, y luego
lo trasladan a sus propias lecturas (1986).La habilidad para anticipar información también se
acrecienta (Cooper, 1986).

Igualmente es posible que se familiaricen con diversos estilos y con estructuras


gramaticales más complejas ( Fisher y Ellemann, 1984).

El poder conversar después de la audición propicia las relaciones sociales, y ofrece una
oportunidad para el desarrollo del lenguaje oral, pues se crea un clima de confianza que motiva a
la expresión personal.

La razón más poderosa, sin embargo, para considerar la lectura en voz alta hecha por el
docente, es la motivación que surge en torno a ella. Se produce un entusiasmo mutuo, y en los
niños nace el deseo de querer leer también (Frick, 1986).

Stewig (1982), hace una interesante observación al señalar que si el profesor leyera un
poema a diario, el niño tendría la oportunidad de escuchar aproximadamente 180 poemas en un
año escolar. Si les leyera durante 5 minutos, diariamente, 5 a 6 páginas, la cantidad de textos que
los niños escucharían sería muy considerable. Naturalmente el investigador establece esto dejando
en claro que la actividad no constituye la única forma de entrega de la literatura; más bien sus
alcances apuntan a la toma de conciencia de lo importante que puede resultar el hacerlo en forma
regular.

Una actividad para cualquier edad

En nuestro medio es frecuente escuchar que la actividad de leer a los niños es propia de los
cursos inferiores del sistema. Sin embargo, la investigación demuestra que puede ser productiva
también en los cursos medios y superiores, incluyendo entre estos últimos, los de la educación
media (D'Angelo, 1991; Templeton, 1991; Frick, 1986).

Personalmente, como docente universitaria, tengo la experiencia de haber obtenido


resultados bastante satisfactorios, con futuros maestros, y con docentes en ejercicio, en cursos de
perfeccionamiento, al leerles textos literarios.

En estos mismos cursos he sentido la impresión de que los maestros que hacen clases en
cursos superiores temen muchas veces el rechazo de los alumnos, por considerarlo una actividad
más propia de los alumnos menores. Sin embargo, al realizar la experiencia con alumnos mayores,
han comprobado que no es así y han obtenido resultados favorables.

Interesante en este sentido, es el estudio de Alicia Mendoza (1985), el cual indicó que en
una muestra de 520 niños entre 5 y 13 años, el 74% del grupo de los varones, y el 73% de las
niñas, de cuarto a sexto básico, respondían que les gustaba que les leyeran.

En el grupo con niños de nivel de transición a tercer año básico, los porcentajes eran de
94% en los hombres, y de 95% en las niñas, favorables a escuchar la lectura del educador.

En esta misma investigación se pudo comprobar altos porcentajes de niños y niñas que
manifestaban interés por conversar sobre lo escuchado y deseos de releer o de revisar el material
escuchado después de clases.

Al preguntárseles cuáles eran las ventajas de que a uno se le leyera, muchos respondieron
que comprendían mejor y que era entretenido. Uno de ellos afirmó: "Cuando tus ojos no están
ocupados, tu imaginación está libre para volar". (p.527)

La selección de un repertorio

El profesor que desea incluir entre sus actividades la de leer a sus alumnos, deberá tener en
cuenta que no todas las obras son igualmente adecuadas para ello, así como también las obras que
han de ser narradas tienen sus características propias. Hay obras que deben ser guardadas como
verdaderos tesoros para que las lean los niños solos.

En primer término, como todo repertorio, este deberá contemplar un amplio y variado
espectro de obras. Es un mito el creer que sólo se deben incluir obras narrativas. La poesía puede
resultar también de gran atractivo. La selección debe abarcar estilos diferentes, sin olvidar las
obras de origen folclórico.

En este sentido, el profesor encuentra en la actividad de leer una excelente oportunidad de


introducir a sus alumnos en nuevas formas literarias.

No debe omitirse aquí, que el docente también puede leer textos de no ficción, como
lecturas informativas de enciclopedias, revistas y diarios.

Muchos teóricos advierten que el requisito principal para elegir una obra es que le guste al
profesor. Sólo así podrá imprimirle ese tono que contagia y sumerge realmente al auditor.

La calidad estética del texto y su contenido, debe ser también considerado en forma crítica.
Todo profesor debería preguntarse si realmente vale la pena entregarle la obra al alumno.

En cuanto a las estructuras, los textos van variando a través de los años. En los primeros
cursos , como es sabido, son relatos cortos, con mucho diálogo, personajes definidos, tramas
claras, y temas sencillos. Los textos llamados predecibles son especialmente recomendables
durante este período.

A medida que se avanza en la experiencia, se podrán buscar obras más extensas, cuidando
siempre que no contengan demasiadas descripciones. No hay que olvidar que el niño está
escuchando, y no tiene el texto delante.

El contar con un repertorio facilita bastante la tarea cuando en el establecimiento no se


cuenta con una biblioteca, o con suficientes ejemplares para cada uno de los alumnos.

Algunas sugerencias metodológicas

Con el fin de sistematizar aquellos aspectos metodológicos que apuntan a un efectivo


resultado, es necesario recordar que :

- La lectura hecha por el profesor es una actividad más entre muchas otras posibilidades de
plantear la lectura en un curso. Un programa de desarrollo lector debe contemplar numerosas y
variadas formas.

- La lectura hecha por el profesor no es una actividad comodín que viene a llenar algún
espacio no ocupado por actividades escolares planificadas.

- Al igual que en el caso de la narración de cuentos, la lectura debe ser preparada con
antelación por parte del docente. Por mucha práctica que se tenga es necesario conocer el texto
antes.

- La actividad puede ser realizada a diario, considerando la edad de los receptores y su


rango de atención y concentración.

- La lectura hecha por el profesor debería estar presente muy en especial, en los cursos
donde la lectura independiente del alumno aún no está desarrollada en una forma suficiente, o en
aquellos cursos en que el interés por la lectura es bajo o ha decaído por diversos motivos.

- No siempre es necesario leer un texto completo. Es bastante frecuente que el profesor deje
inconclusa su lectura para retomarla al día siguiente. En este caso, se recomienda dejarlo en un
punto realmente atractivo.

Este tipo de actividad es especialmente recomendable para encaminar la llamada “lectura


casera”. El profesor puede anticipar la lectura de algún libro leyendo algún capítulo e invitando a
los alumnos a continuar en casa.

- El profesor puede aprovechar la oportunidad para dar a conocer autores y tipos de libros,
entregando al inicio o al final de su lectura, en forma amena, datos sobre quién escribió la obra, y
otros aspectos interesantes para los niños.

En algunos casos también resulta atractivo el presentarle el libro físicamente, es decir


resaltando una hermosa portada, una edición especial, o alguna ilustración.
- Es conveniente que el libro permanezca en la sala durante un tiempo después de haber
sido leído. A muchos niños les gusta releer u observar las ilustraciones.

- Antes de leer, el profesor deberá crear una atmósfera propicia, vale decir, una
organización física adecuada, y un clima de expectativa y apertura.

Antes, durante y después de la lectura

Por lo general, se recomienda efectuar actividades previas a la lectura. El educador puede


familiarizar a los niños con la temática de lo que se les va a leer, aprovechar los conocimientos
previos que pueden tener, aclarar ciertos términos que pueden incidir en la comprensión, plantear
algunas predicciones, etc.

En otros momentos bastará con hacerles una invitación a compartir algo entretenido y bello.

Mientras se lleva a cabo la experiencia, se pueden ir observando las reacciones de los


auditores. No siempre es bueno interrumpir la lectura, pero ello es perfectamente posible, si hay
algún aspecto que aclarar.

En algunas ocasiones se podrá cortar en alguna parte la lectura y pedirles a los niños que
hipoteticen sobre cómo va a continuar. Esto es adecuado cuando la atención decae. Sin embargo,
si el curso está atento e interesado, no habría para qué interrumpir.

No siempre es necesario efectuar actividades después de leer. No se debe olvidar, que la


lectura constituye una instancia en que se comparte algo bello, que se disfruta en conjunto y que
no hay necesidad de realizar actividades. Naturalmente que pueden plantearse ocasiones en que se
harán, y que estarán encaminadas a desarrollar una serie de conductas valiosas para el programa
de lenguaje. Aquí se recomiendan en especial, la conversación espontánea, el comentario libre y la
expresión de opiniones y sentimientos. No es necesario que el educador se apure en formular
preguntas. La reacción primera es , sin duda, muy valiosa.

Está además la discusión, cuyo objetivo fundamental es el guiar a los alumnos a pensar en
una forma reflexiva, con el fin de profundizar el conocimiento de la obra.

A través de las discusiones, especialmente en los cursos medios y superiores, los alumnos
aprenden que no hay interpretaciones únicas acerca de lo que lee, que se puede discrepar y que es
necesario respetar los puntos de vista de los demás.

Dice Olilla (1991) , sobre este punto:

" El simplemente leerles a los alumnos tiene muchos méritos, pero leerles y discutir luego el
cuento, resulta más valiosos aún para el desarrollo de conductas lectoras (p.20).

En el caso de las preguntas que formula el profesor sobre el contenido de lo escuchado, se


insiste en no agotar la obra; no abusar de las preguntas explícitas, y considerar las de orden
valorativo y proyectivo.

En síntesis, leer un hermoso cuento, una leyenda, un poema, una información interesante,
puede constituir una experiencia de gran valor para educadores y educandos. Una experiencia que
bien vale un espacio importante en el quehacer escolar.

Referencias bibliográficas

Chomsky, Carol (1976). “After decoding what”. Language Arts , 53 (3) ; 288-296.

Cohen, Dorothy (1968). "The effect of literature on vocabulary and reading achievement",
Elementary English, 45; 209-213.

Cooper,J.D. (1986). Improving reading comprehension. Boston: Houghton, Mifflin.

Cullinam, Bernice (1987).”Children´s literature: the natural way to learn to read.” En : Bernice
Cullinam (Editor) : Children's literature in the reading program. Newark, Delaware: IRA.

D'Angelo, Karen (1991). Webbing with literature. Boston: Allyn and Bacon.

D'Angelo, Karen.(1988). Language Arts: exploring connections. Boston : Allyn and Bacon.

Fisher, Carol J. y Elleman B.(1984). "The reading aloud remedy", Instructor, enero; 66-68.

Frick,Hollee A. (1986). "The value of sharing stories orally with middle grade students. Journal
of Reading, 29; 300-303.

Johns Jerry L. y Van Leirsburg Peggy (1994). “ Promoting the reading habit: considerations and
strategies”. En: Eugene Cramer y Marietta Castle (Editores): Fostering the love of reading .
Newark, Delaware, IRA.

Mendoza, Alicia (1985)."Reading to children: their preferences", The Reading Teacher, 38 (6)
;522- 527.

Olilla, Lloyd (1991). "Home and school together helping beginning readers succeed". En : Jay,
Samuel S. y Farstrup, Alan E. (Editores): What research has to say about reading. Newark,
Delaware, IRA.

Routman, Regie (1991). Invitations, changing teachers and learners K-12. Portsmouth, NH:
Heinemann.

Sirota,Beverly (1971). The effect of a planned literature program of daily oral reading by the
teacher on the voluntary reading of fifth grade children. New York University.

Stewig, Warren (1982). Teaching the Language Arts in early childhood.

New York: Holt, Rinehart and Winston.

Templeton, Shane (1991). Teaching the integrated Language Arts.


Boston: Houghton Mifflin Co.

© 2000 Curso de perfeccionamiento. Cecilia Beuchat. Prohibida su reproducción. Texto con fines
didácticos.

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