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“ Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi, sancte Pater, semper et ubíque
grátias ágere per Fílium dilectiónis tuae Iesum Christum…”
Esta parte del prefacio me sirve como guía y punto de partida al resumir todo lo que
he aprendido no sólo en la clase sino también en las lecturas que hemos hecho a lo largo
del semestre. Mi motivo al tomar estos párrafos no es reducir toda la ciencia teológica
dentro de los limites de sus palabras. Simplemente es un intento de desarrollar lo que he
aprendido con el fin de que los contenidos teológicos presentados en la clase no se quedan
solamente como ideas puramente teoréticas, sino que intento a integrar y relacionar el
estudio de la Teología con la vida cristiana vivida diariamente dentro la comunidad eclesial y
celebrada en la Liturgia.
El programa de nuestra materia incluye básicamente seis temas que son esenciales
para con nosotros en cuanto que intentamos no solamente a ser buenos y ilustrados
alumnos de Teología sino sobre todo intentamos a ser buenos teólogos y católicos. En
todos los temas, lo que he visto como algo común es que todos hablan de Dios, aunque de
diversas formas y perspectivas. Conviene subrayar, en primer lugar, que este Dios que
hemos hablado en la clase o de que estamos estudiando no es un Dios que es producto de
mi pensamiento o mi sentimiento interior. No es un Dios que se identifica con una idea
absoluta y abstracta o que se asemeja con una “energía” anónima. Ni es tampoco Dios
quien sólo se halla en nuestros manuales.
Considero como primera parte de nuestro programa o como parte introductoria los
temas en los que se desarrollan la naturaleza de Teología como ciencia, la relación esencial
entre la revelación (Teología) y el conocimiento natural de Dios (Filosofía), y la relación de
Teología con otras ciencias particulares, con la Historia, de modo concreto.
El estudio sobre Dios no solamente nos invita a pensar, sino nos invita, sobre todo, a
creer y a rezar. Por eso nuestra profesora, Isabel Maria Leon Sanz, nos ha recordado en sus
clases que el primer encuentro de fe y razón tiene lugar en la mente del una persona que es
un creyente, y que nuestro afán de comprender tiene que ser movido por el amor (Fides
quearens intellectum). La instrucción Donum Veritatis también nos recuerda que un buen
teólogo no es solamente el que busca una comprensión unitaria, con rigor y precesión,
sobre los misterios de la fe, sino que también, y sobre todo, el que intenta a vivir una vida
santa. De la misma manera, nuestro estudio teológico tiene que ayudarnos no solamente
comprender a Dios, sino que tenemos que ser verdaderamente enamorados de Dios,
enamorados de Jesucristo. Nuestro estudio deber ser un medio oportuno de conocer, seguir
y amar a Cristo. De aquí hablar de Dios se necesita un corazón puro, no contaminado por el
mundo (como San Juan lo entiende). Y puesto que al hablar de Dios no nos sitúa al mismo
de nivel de Él tenemos que tener humildad y hablar de Él rezando.
Ahora, Dios se acerca a nosotros a través de su palabra. Pero esta palabra va mas allá
de lo que está escrita, porque en realidad esta palabra se hace persona, en Jesucristo, el
Verbo de Dios que se hizo hombre. Con San Jerónimo podemos decir que la ignorancia de
las Escrituras es ignorancia de Cristo. De aquí se entiende por qué la Iglesia ha venerado
siempre la Escritura como venera el cuerpo del Señor. Esto nos recuerda que nunca
tenemos que despreciar el texto sagrado. Cada vez que leemos la Palabra de Dios en la
Liturgia se hace posible nuestro encuentro personal con Cristo, por eso tenemos que estar
siempre bien preparados cada vez que la proclamamos. Además nos estimula no solamente
a leer la Biblia, sino meditarla y llevarla en la oración, escucharla en la Liturgia porque de
aquí conoceremos más de cerca al Señor. Jesucristo no solo se entrega y se acerca a
nosotros por su cuerpo eucarístico sino también por su palabra.
la escolástica) sino a se dedica más a buscar a Dios con su corazón, poniendo en práctica
cada día ese amor (credo ut experiar). De ahí quiero señalar la importancia de las palabras
del Papa Benedicto XVI cuando dijo en la abadía cisterciense austriaca “en su anhelo de
obtener el reconocimiento de un riguroso carácter científico en el sentido moderno, la
teología puede perder el aliento de la fe. Pero así como una liturgia que olvida dirigir la
mirada a Dios es, como tal, casi insignificante, de igual modo una teología que ya no está
animada por la fe, deja de ser teología; acaba por reducirse a una serie de disciplinas más o
menos relacionadas entre sí. En cambio, donde se practica una "teología de rodillas", no
faltará la fecundidad para la Iglesia. Nuestra luz, nuestra verdad, nuestra meta, nuestra
satisfacción, nuestra vida no es una doctrina religiosa, sino una Persona: Jesucristo.” Por
ello adquiere sentido decir “ semper et ubíque grátias ágere per Fílium dilectiónis tuae
Iesum Christum…”
Con esto quiero terminar reiterando otra vez sus palabras “en efecto, Dios no es
jamás simplemente el objeto de la teología; al mismo tiempo, también es siempre su sujeto
vivo. Por lo demás, la teología cristiana no es jamás solamente un discurso humano sobre
Dios, sino que al mismo tiempo es siempre el Logos y la lógica en la que Dios se revela. Por
eso la intelectualidad científica y la devoción vivida son dos elementos del estudio que, en
una complementariedad irrenunciable, dependen una de otra.” Quiero tener estos dos
elementos como mis “brújulas” a lo largo de mis investigaciones teológicas.