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Empleadas domésticas, alquiladoras de útero, trabajadoras del sexo y

trabajadoras del care… La “desamalgama conyugal” en el contexto


neoliberal: ¿liberación o nuevas formas de apropiación?1

Jules Falquet

Históricamente, los análisis feministas dominantes de la sociedades


industriales han sostenido que el acceder a una retribución monetaria (por la
entrada, aunque sea parcial, al mercado de trabajo) constituía un avance para las
mujeres, porque les permitía autonomizarse de la institución familiar,
generalmente dominada por los hombres, a la vez que desmitificaba el carácter
supuestamente natural y por tanto gratuito de las actividades que les son
asignadas (Delphy, 1970 y en una perspectiva diferente, Dalla Costa et James,
1972, Federici, 2012 [1975]). En Francia, los primeros análisis sobre la
globalización señalaron como uno de sus elementos positivos el acceso creciente
de las mujeres al mercado de trabajo (Hirata y Le Doaré, 1998). En un principio,
la atención se centró en el trabajo industrial —a través del estudio de la
deslocalización y de las maquiladoras2 en las zonas francas. Sin embargo,
rápidamente, los análisis se volcaron al desarrollo del sector de los “servicios”, y
a la internacionalización de la reproducción social —vinculada al
desmantelamiento del Estado social, al envejecimiento de la población y al
crecimiento de la tasa de actividad laboral de las mujeres. De hecho, una parte
cada vez mayor de las actividades generalmente consideradas como “femeninas”
(el trabajo doméstico, procreativo, sexual y de care3) parece haber salido del
marco conyugal-familiar (en el cual estas actividades son intercambiadas por la
manutención en especie de la persona que las lleva a cabo, manutención
altamente variable en su forma de un hogar a otro), para ser puesta en el
mercado, donde se realiza a cambio de una remuneración4.
                                                                                                                       
1
Una versión levemente diferente de este texto existe en francés: 2016 : “Transformations néolibérales
du travail des femmes : libération ou nouvelles formes d’appropriation ?”, in Araújo Guimaraes,
Nadya ; Maruani, Margaret ; Sorj, Bila (coords.), Genre,race et classe. Travailler en France et au
Brésil. Paris : l'Harmattan (coll. Logiques sociales). pp 39-52.
2
Fábricas de ensemblaje típicas de las zonas francas.
3
NdT: dejamos en el original en inglés el término, tal como lo hace la autora. Las teorías del care
(“cuidado”, “atención”, “asistencia”) surgen en Estados Unidos en la década de los 80 alrededor de los
estudios de Carol Gilligan sobre el sentido moral femenino (por otra parte muy criticados por su
esencialismo). En los años 90, Joan Tronto (mencionada más abajo en el artículo) desarrolla la idea de
una “ética de los cuidados” como postura filosófica que puede ser propuesta tanto para los hombres
como para las mujeres.
4
Es importante notar que en algunas formas de colonización y esclavitud, especialmente en el modelo
de la plantación colonial del siglo XVIII, las esclavas (y también algunos esclavos, pero en un grado
mucho menor) realizaban este tipo de actividades reproductivas para sus patrones y patronas, fuera del
marco familiar y sin remuneración salarial. Por otro lado, el tipo de retribución (ya sea en dinero o en
especies) y su monto son un tema de capital importancia, tanto para las personas que realizan este tipo
de tareas como para quienes se benefician de ellas, y para la organización social en su conjunto.

  1  
Simultáneamente, las instancias políticas y económicas dirigentes
promueven hoy el desarrollo del empleo femenino y su formalización
(profesionalización y reconocimiento) con una retórica “pro mujeres”. Fatiha
Talahite (2010), economista argelina radicada en Francia, ha mostrado cómo el
hecho de poner a las mujeres en el mercado laboral y la autonomización que se
espera que esto provoque, se han vuelto requisitos, medidos con diferentes
índices, para obtener préstamos. La OIT y la OCDE realizan estudios sobre las
transformaciones de las políticas sociales y promueven activamente la
importación de mano de obra, principalmente femenina, para sustituir a las
esposas “nacionales” que ahora son requeridas en el mercado laboral (Kofman et
Al, 200; Ito, 2010). Cada vez más voces —algunas de las cuales se reivindican
incluso como feministas— se suman a este entusiasta coro a favor de la
actividad laboral de las mujeres. Así, aunque genere cierto malestar entre
algunas feministas la multiplicación de las “muchachas” y “nanas” migrantes
y/o racializadas, un consenso se ha creado alrededor de la necesidad de
reconocer y extender el trabajo de care, considerado noble, incluso “ético” (y
“femenino”) frente a una economía liberal totalmente deshumanizada por la
lógica exclusiva del beneficio. Se intenta presentar el “alquiler de úteros” como
un gesto humanitario, o casi un derecho humano a tener hij@s, para las personas
que no quieren o no pueden recurrir al embarazo propio pero desean
absolutamente tener hij@s que perpetúen sus genes5. Finalmente, una
importante corriente de opinión, formada por hombres de negocios, economistas
e incluso ONGs en nombre del feminismo6, defienden la idea de que la
prostitución debería ser considerada como un trabajo como cualquier otro y que
constituiría un empleo, si bien no ideal, que permitiría a las personas poco
cualificadas en otros ramos, pero decididas, enriquecerse de forma relativamente
rápida y fácil.

Lo que propongo aquí es un marco de análisis más crítico, feminista-


materialista e imbricacionista7, que se basa en el trabajo que presenté para mi
                                                                                                                       
5
La reivindicación de un supuesto derecho a tener hij@s en igualdad con las parejas heterosexuales
juega un papel importante para legitimar estas prácticas, especialmente por parte de grupos gays
masculinos. No entraré aquí en el tema de la adopción, diferente y complejo, que implica muchas
veces la creación de niñ@s “adoptables” (ya sea por robo descarado o por medio de políticas
“sociales” que descalifican generalmente las madres empobrecidas y/o racializadas, con el resultado
de quitarles sus hij@s).
6
En América Latina, importantes fondos son destinados a grupos LGBT que tienen como objetivo
explícito el desarrollar estas prácticas (por ejemplo, a través del reconocimiento del trabajo sexual
como un trabajo válido como cualquier otro) en el marco de lo que ellos y sus financiadores nombran
“el Otro feminismo”. Uno de los grupos emblemáticos de esta tendencia es la organización argentina
Mulabi: Memoria del taller Construyéndonos, 2009, Buenos Aires, p. 5.
7
En el sentido de la imbricación de tres grandes dinámicas sociales que organizan tanto el trabajo
como la actividad laboral: las relaciones sociales estructurales de sexo, de “raza” y de clase. Esta
imbricación ha sido históricamente puesta en evidencia y analizada en profundidad por las feministas
y las mujeres “racializadas”, en primer lugar por las feministas negras estadounidenses (Combahee

  2  
HDR8 (Falquet, 2012 b). Sin negar que muchas veces el acceso al trabajo
asalariado, o al menos, a una retribución monetaria (es decir, a la explotación)
pueda constituir un progreso (como aconteció en la salida progresiva del
feudalismo del sistema esclavista de plantación del siglo XVIII, o en otros
sistemas sociales donde las relaciones económicas dependían de las relaciones
sociales (Polanyi, 1983 [1949])), intentaré mostrar aquí que la salarización o
profesionalización de las actividades “femeninas”, es un “progreso” muy
relativo. Siguiendo el trabajo de Colette Guillaumin (1992 [1978]), que teorizó
la apropiación privada y colectiva de las mujeres y también el de Paola Tabet
(20049) sobre la amalgama conyugal y el continuum del intercambio económico-
sexual, me preguntaré aquí si la multiplicación —fuera de la institución
conyugal— de empleadas domésticas, mujeres “útero de alquiler”, trabajadoras
del sexo y trabajadoras del care (es decir, el pasaje de lógicas de apropiación
privada a formas de apropiación colectiva) permite un progreso para las mujeres
(y para qué mujeres en particular), o si esto genera simplemente una nueva
forma de apropiación de las mujeres, que prolonga no solamente las anteriores
lógicas patriarcales sino también las lógicas racistas-coloniales y clasistas.

1. El marco teórico feminista materialista francófono: la


heterosexualidad, la apropiación y la amalgama conyugal

Los análisis feministas materialistas francófonos son un marco teórico


particularmente sólido para analizar las transformaciones de la actividad laboral
de las mujeres en el contexto de la globalización neoliberal. Brevemente,
recordaré aquí algunos de sus fundamentos, que a menudo son presentados y
comprendidos de manera truncada y simplista, en especial por desconocer el
trabajo fundamental de Guillaumin sobre la apropiación de las mujeres.

A. Leer a Wittig con Guillaumin  

Monique Wittig lo dejó muy claro (2007 [1980]): la situación general de


las mujeres —su misma existencia social— está basada en el sistema
ideológico-político-económico de la heterosexualidad10. En otros términos, la
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
River Collective, 2006 [1979], Davis, 1983). Por mi parte, he mostrado en un artículo reciente cómo la
perspectiva feminista materialista francófona permitía comprender dicha imbricación, mucho mejor
que la perspectiva de género (Falquet, 2012 b).
8
NdT: La HDR (“Habilitation à diriger des recherches”) es un grado al que tod@ profesor@ puede
aspirar en la universidad francesa y que, una vez obtenido mediante la presentación de sus
antecedentes académicos y de un proyecto de investigación original, le permite orientar estudiant@s
de doctorado, así como dirigir equipos de investigación.
9
La grande arnaque. Sexualité des femmes et échange économico-sexuel fue publicado en francés en
2004, pero reúne textos traducidos al francés que aparecieron a partir de 1987.
10
Como es sabido, la heterosexualidad en el sentido que le da Wittig a esta palabra, no refiere a un

  3  
creencia ciega, nunca examinada y menos aún científicamente comprobada, de
que existe una irreductible “diferencia sexual”, implica que ser socialmente una
mujer significa ser sistemáticamente complementaria de los “hombres”, y estar
fundamentalmente, sino exclusivamente, destinada a entrar en la institución del
matrimonio, la familia y la maternidad —con todo lo que eso implica en
términos de inserción específica —y en posición desfavorecida— en la vida
social y especialmente en el mercado de trabajo.

Sin embargo, el análisis de Wittig no puede entenderse sin el concepto


central de las relaciones sociales estructurales de sexage11, propuesto por Colette
Guillaumin (1992 [1978])12. Las relaciones de sexage son relaciones de
apropiación, que conciernen a la individualidad física en su totalidad, lo cual
incluye el espíritu y el cuerpo de las mujeres. Sin embargo, contrariamente a lo
que indica el sentido común, ese cuerpo apropiado no es visto prioritariamente
como sexual o procreativo sino, más globalmente, como un “cuerpo-máquina-
de-fuerza-de-trabajo”. Es por eso que la apropiación no es una simple relación
interindividual libidinosa o machista, sino “una relación de clase generalizada
donde el conjunto de una clase está a disposición de la otra” (Guillaumin, 1992
[1978]: 21- 22). Las relaciones de apropiación se caracterizan, entre otras cosas,
por no medir ni contar el trabajo que, bajo formas y prestaciones muy diversas,
hacen las personas apropiadas.

La apropiación tiene, según Guillaumin, cuatro expresiones concretas: la


apropiación del tiempo, la apropiación de los productos del cuerpo, la obligación
sexual y, finalmente, la carga física de l@s miembr@s del grupo (lo cual incluye
ocuparse de los miembros masculinos válidos del grupo) (idem: 19-29). Es
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
conjunto de prácticas sexuales sino que a un sistema político. También para ella (y para mí), las
mujeres no son definidas por rasgos biológicos sino por su posición en las relaciones sociales de sexo,
las que a su vez están cimentadas por el pensamiento straight.
11
Colette Guillaumin es una de las principales teóricas del feminismo materialista/radical francés que
surgió a finales de los años ‘70 alrededor de la revista Questions Féministes (1978-1981), cuya
principal característica es pensar a los sexos fuera de cualquier elemento naturalista, desarrollando, al
contrario, la idea de que son formados dialéctica e históricamente por “relaciones sociales
estructurales de sexo” (“rapports sociaux de sexe”, concepto que, a diferencia del de género, permite
evitar apoyarse en un supuesto sexo “biológico”, y que permite además pensar más fácilmente la
articulación con las demás relaciones sociales estructurales, en especial de clase y de raza). En uno de
sus principales libros, Sexo, raza y práctica del poder. La idea de Naturaleza, plantea que las mujeres
constituyen una clase social de sexo apropiada por la clase de los hombres a través de la relación
social de sexage, ya sea ésta privada (matrimonio heterosexual) o colectiva (por ejemplo en el caso de
las prostitutas o de las monjas) (Guillaumin, 1992). Ella deriva la noción de “sexage” de la de
“servage” (servidumbre), que era la condición de semiesclavitud de lxs siervxs durante el feudalismo.
Para más elementos en español sobre el feminismo materialista francófono, ver la introducción de El
patriarcado al desnudo. Tres feministas materialistas. Curiel, Ochy & Falquet, Jules (eds), 2005,
Brecha Lésbica, Bogotá. 175 p. On line: https://brechalesbica.wordpress.com/publicaciones/
12
Lamentablemente, much@s seguidor@s de Wittig, como Judith Butler, ignoran el trabajo de
Guillaumin, y de esa forma se pierden de un enorme componente del pensamiento de la autora.

  4  
significativo que esta última dimensión de la apropiación, la carga física de l@s
miembr@s del grupo, incluyendo a los hombres válidos, sea casi siempre
invisibilizada, cuando podría ser muy útil para esclarecer las teorías del care. Se
trata, de hecho, de uno de los privilegios fundamentales de los hombres, que les
permite no solamente exonerarse de cualquier trabajo de atención a l@s demás,
sino también beneficiarse ellos mismos de ese tipo de atención. Curiosamente, la
mayoría de las investigaciones sobre el care, al centrarse solamente en las
personas consideradas como vulnerables (niñ@s, enferm@s y ancian@s),
esconden la enorme cantidad de care gratuito que reciben constantemente los
hombres sanos, muchas veces de parte de mujeres mayores, más pobres y hasta
menos saludables (principalmente sus madres).

Guillaumin distingue dos componentes de la apropiación, íntimamente


relacionados: la apropiación privada y la apropiación colectiva. La apropiación
privada se realiza a través del matrimonio o de sus avatares —la institución
“matrimonio” no es más que una de las posibles formas institucionales de la
relación global de apropiación. Las monjas y las prostitutas son los dos ejemplos
que Guillaumin da de la apropiación colectiva, a lo que las teóricas
quebequenses Danielle Juteau y Nicole Laurin añaden más tarde las mujeres
“útero de alquiler” (1988). Aunque Guillaumin no haya profundizado sobre la
relación entre la apropiación individual y la colectiva, hace hincapié en la
existencia de contradicciones entre una y otra; contradicciones que son centrales
en la dinámica de las relaciones sociales de sexo, que están lejos de ser estáticas.

B. Los aportes de Paola Tabet

Desde sus primeros trabajos, la antropóloga italiana Paola Tabet se


esforzó en demostrar que algunas de las actividades naturalizadas realizadas por
las mujeres podían, de hecho, ser analizadas como trabajo en el sentido
marxiano del término, aun cuando no fueran remuneradas. En un primer
momento, mostró magistralmente cómo la procreación podía entenderse como
un trabajo (1985): según las épocas y las culturas, las trabajadoras pueden ser
más o menos libres de decidir cuándo trabajar, qué tipo y cantidad de producto
proporcionarán y lo más importante, beneficían de derechos variables en
relación a l@s niñ@s que traen al mundo (desde el derecho a interrumpir
embarazos no deseados, hasta el deber de proporcionar niñ@s para un linaje o
para un Estado). Escribiendo en una época en la que ya se popularizaban las
“nuevas tecnologías reproductivas”, Tabet las incluyó en su discusión sobre las
posibles estrategias de liberación de las trabajadoras de la procreación —
subrayando a la vez su potencial de alienación, según quienes las controlen y en
qué contexto.

A continuación, Tabet se centró en el “trabajo del sexo” (2004). Al

  5  
comienzo de su reflexión, constató que en numerosas sociedades occidentales y
no occidentales, las relaciones sexuales entre mujeres y hombres eran
sistemáticamente acompañadas de un “regalo”, de valor y naturaleza variables,
pero siempre dado por el hombre a la mujer. Tabet analizó este (contra-)don
como prueba de un intercambio desigual: no se trata del intercambio de una
sexualidad por otra (en cuyo caso no habría necesidad de un contra-don) sino de
una “sexualidad” femenina cosificada como “servicio sexual” que se
intercambia contra una compensación material, ya sea en especie o en efectivo.
Tabet nombra estas relaciones intercambio económico– sexual.

Como este concepto ha sido objeto de malos entendidos y de varios


intentos de recuperación, cabe recordar que está profundamente arraigado en la
perspectiva feminista materialista, que plantea la existencia de una relación de
clase, profundamente desigual, entre mujeres y hombres. Tabet explica que:

Los elementos que contribuyen conjuntamente a esta relación de clase


[la más compleja, la más sólida y la más sostenible que hay [...]] son,
en el plano económico, [...] la división sexual del trabajo y el acceso
diferenciado las mujeres a los recursos, a los medios de producción y al
conocimiento en las sociedades estudiadas, de lo que resulta un gap
técnico [...] y, en la historia de las sociedades capitalistas, entre otros,
las diferencias entre los salarios y el trabajo doméstico gratuito
realizado por las mujeres” (Tabet, 2004: 169)

Tabet también forjó el concepto del continuum del intercambio


económico-sexual, para superar la falsa oposición entre prostitutas y mujeres de
bien (esposas) que impregna los discursos dominantes en Occidente. Tabet
muestra así que en uno de los extremos del continuum encontramos mujeres que
proporcionan un trabajo sexual precisamente delimitado (preferentemente por
ellas mismas) a cambio de una remuneración contante y sonante lo más alta
posible, que les pertenece en su totalidad. En las zonas intermedias del
continuum se encuentran las prostitutas que dependen de proxenetas, junto a las
mujeres “mantenidas” o “ayudadas” por varios amantes, y a otras a las que
diferentes hombres arrancan “favores sexuales” a cambio de un puesto de
trabajo o un lugar donde dormir. En el otro extremo del espectro se encuentran
las esposas, a las que el contrato matrimonial garantiza un “mantenimiento” más
o menos importante (Delphy, 1998 [1970]), a cambio de lo que Tabet llama
“amalgama conyugal”. Ésta abarca una gama muy amplia de prestaciones
aparentemente inseparables unas de otras y legitimadas por el amor y/o el deber,
que Tabet separa en trabajo sexual, trabajo procreativo, trabajo doméstico y
trabajo emocional.

Los conceptos de intercambio económico-sexual y de amalgama conyugal

  6  
permiten explorar aspectos prácticos de lo que Guillaumin califica como
apropiación colectiva, mostrando su continuidad (mucho más que su
contradicción) con la apropiación privada en el contexto del matrimonio y de la
heterosexualidad en el sentido de Wittig. Voy a explorar aquí la idea de una
“des-amalgama conyugal” para poner a prueba la hipótesis según la cual una tal
des-amalgama podría representar una mejora para la clase de mujeres13.

2. Globalización neoliberal y transformación de la actividad de las mujeres

A lo largo de los años 80, marcados por las victorias de Thatcher en Gran
Bretaña y Reagan en los Estados Unidos, seguidas por la imposición de los
primeros planes de ajuste estructural por parte de las instituciones
internacionales, aparecen varios análisis del nuevo orden económico que se
estaba instalando (por ejemplo, los trabajos de la alemana Maria Mies sobre la
economía global (1986) o de la italiana Silvia Federici (2001) sobre el ajuste
estructural de los 80 en Nigeria). En general, se observa una afluencia cada vez
mayor de las mujeres al mercado de trabajo remunerado, aunque en condiciones
muy precarias e informales. Algunos análisis insisten en la transformación del
trabajo industrial, especialmente en la creciente deslocalización a través de las
maquiladoras y de las zonas francas. Otros se interesan por las actividades
“típicamente femeninas”, en su mayoría relacionadas con la reproducción social:
es sobre éstas que insisto, ya que parecen estar en el centro de las
transformaciones y son, sin duda, las más estudiadas desde la academia
feminista.

A. Las precursoras del análisis: Juteau y Laurin

Las sociólogas quebequenses Danielle Juteau y Nicole Laurin (1988) han


sido las primeras en utilizar la perspectiva feminista materialista para analizar
los cambios en la actividad de las mujeres en el Quebec de los años 80, que
prefiguran el esquema neoliberal que luego se fue generalizando. Juteau y
Laurin constatan para empezar que cada vez más mujeres están en el mercado
laboral, pero no en cualquier posición:

Las mujeres se encuentran masivamente en el mercado laboral llamado


                                                                                                                       
13
Aunque partiendo de bases diferentes, mi trabajo se acerca aquí a la corriente feminista marxista del
“salario contra el trabajo doméstico”. Esta corriente, de la cual Maria Rosa Dalla Costa y Selma James
(1972), así como Silvia Federici (2012 [1975]) son las voces más reconocidas, defiende el
asalariamento de las diferentes prestaciones que las mujeres proporcionan a los hombres, como una
manera de desnaturalizar ese trabajo y, más aún, de luchar contra la idea misma de que las mujeres
deberían ofrecer gratuitamente a los hombres, todo tipo de servicios, desde la sonrisa amable al jefe o
al marido hasta la crianza de l@s niñ@s. Para una explicación esclarecedora sobre las diferencias
teóricas entre las corrientes materialista y marxista, ver Juteau y Laurin, 1988.

  7  
“secundario”14, en empleos precarios (contratos temporales no fijos, a
tiempo parcial, trabajos de estación), en empleos degradados (por la
tecnología o de otra manera) y en otros trabajos subalternos, mal
pagados, de bajo estatus, que siempre han ocupado. (Juteau y Laurin,
1988: 199)

Para ellas, el Estado y la empresa privada juegan un papel importante en


este desarrollo: “en las condiciones económicas actuales, la empresa capitalista
y Estado-patrón necesitan la fuerza de trabajo femenina, barata, poco calificada,
dócil y dominada por un conjunto de restricciones.” (1988 : 198-199). Juteau y
Laurin añaden que

en este contexto, la apropiación privada y la apropiación colectiva de


las mujeres ya no son más contradictorias entre sí, sino que se vuelven
sencillamente solidarias la una de la otra. Las condiciones del trabajo
asalariado de las mujeres son tales que ellas deben, además de trabajar
fuera del hogar, mantenerse al servicio de los hombres en la familia,
para poder garantizar su subsistencia y la de sus hijos. Reciprocamente,
el peso de las cargas domésticas y familiares las vuelve reclutas ideales
para este mercado laboral [llamado secundario]. (1988: 199)

Este punto es crucial: así como lo hace Tabet, Juteau y Laurin hacen
hincapié en que la apropiación colectiva no es necesariamente contradictoria con
la apropiación privada. Al contrario, parecen volverse complementarias, lo cual
es un duro golpe a la idea según la cual la salarización de las mujeres puede
liberarlas de la apropiación privada.

En general, Juteau y Laurin creen que la apropiación colectiva está


avanzando sobre la apropiación privada: “En nuestra opinión, la forma colectiva
de la apropiación de las mujeres, ya sea institucional o interindividual, está
actualmente en progreso y podría convertirse en la principal forma de opresión”
(1988: 194). Las teóricas insisten en el papel del Estado, el cual acompaña este
proceso:
La estrecha dependencia de las mujeres y de sus hij@s hacia el Estado es
al mismo tiempo el signo, la condición y la consecuencia de la
generalización de la apropiación colectiva de las mujeres, bajo múltiples
modos, institucionales e interindividuales [...]. Por la intermediación del
Estado, [...] la clase de los hombres compensa en parte las pérdidas que
                                                                                                                       
14
Según ellas lo explican: “Esta última noción [el mercado de trabajo llamado secundario] designa
[…] una reestructuración importante de la estratificación económica y social que ha supuesto la
creación, en las sociedades capitalistas, de un nuevo proletariado compuesto mayoritariamente por
mujeres. También forman parte de este grupo personas mayores, jóvenes y personas que pertenecen a
grupos étnicos minoritarios.” (Juteau y Laurin, 1988: 199).

  8  
las nuevas modalidades de apropiación conllevan para las mujeres. Las
prestaciones de desempleo, las prestaciones maternales15 y todas las
demás formas de asistencia del Estado, proporcionan a las mujeres y a
sus hij@s el mínimo vital que ni sus patrones, ni sus padres, ni sus
maridos sus o amantes les garantizan, a largo plazo16. (1988: 201).

Juteau y Laurin ofrecen un análisis relativamente convencional de las


lógicas del Estado de bienestar desde una perspectiva feminista (Walby, 1990),
pero también muestran las consecuencias de la crisis del Estado que comienza
en aquél entonces y empeora con las reformas neoliberales, y que “ha generado
también la reconstitución de diversas formas de servicios voluntarios [sin pago],
gestionados por las iglesias y otras organizaciones privadas, para los cuales las
mujeres son mano de obra gratuita y ejército de reserva” (Juteau y Laurin, 1988:
202). Su reflexión permite entonces incluir el desarrollo de los servicios de care
desde un punto de vista económico e histórico, y no como un nuevo ideal moral
y social para sociedades deshumanizadas por el neoliberalismo.

B. De las “mujeres globales” a la gestación subrogada17

Contemporáneamente y en una perspectiva teórica diferente, el libro


coordinado por Barbara Ehrenreich y Arlie Russell Hochschild popularizó el
término de “mujeres globales”, producidas por la globalización, visibilizando
tres grandes figuras: las “nanas”, las “muchachas” y las “trabajadoras sexuales”
(Nannies, Maids and Sex Workers) —de las cuales una parte cada vez mayor son
migrantes transnacionales (2003). El hecho de juntar estas tres figuras,
generalmente opuestas por la moral social dominante, es interesante por varios
motivos. En primer lugar, porque recuerda la evidencia empírica e histórica:
puede ser que se hable de la misma mujer en diferentes momentos del día o de
su vida. Sin embargo, a menudo es estudiada como si fuera diferentes personas,
y la estudian vari@s investigador@s. En segundo lugar, el cociente “suma
ganada en relación al trabajo efectuado” (incluyendo la cantidad de tiempo
invertido y la dificultad de la tarea) para cada tipo de trabajo es a menudo
presentado como opuesto (beneficios rápidos y elevados para las escorts,
salarios de miseria y semanas interminables para las empleadas domésticas), sin
pasar por ninguna evaluación seria. Por último, mientras que el trabajo de las
domésticas y de las niñeras es socialmente útil, la utilidad social de la
prostitución es extremadamente menor. Se podría incluso decir que su única
                                                                                                                       
15
En el sentido de ayudas económicas estatales.
16
A lo que agregan: “Al mismo tiempo, por medio del Estado – garante del orden, legislador,
gendarme – la clase de los hombres se asegura el control institucional, es decir, colectivo e
impersonal, de la clase de las mujeres” (1988 : 201).
17
NdT: traducimos así la sigla francesa “GPA” (“gestation pour autrui”), literalmente “gestación para
otra persona”.

  9  
“utilidad” es garantizar al conjunto de los hombres y casi exclusivamente a
ellos, la satisfacción casi instantánea de sus “fantasías sexuales” —gracias a la
cosificación de la sexualidad femenina, obtenida muy a menudo a precios
bajísimos o, simplemente, arrebatada.

A pesar esta pista abierta por Ehrenreich y Hochschild, las investigaciones


sobre las mujeres en la globalización han tendido a dividirse en dos ramas que
poco comunican entre ellas. Por un lado, una serie de investigador@s ha
definido un nuevo campo llamado “trabajo sexual”, presentado como un trabajo
igual a cualquier otro. De hecho, los organismos internacionales están
presionando para que se lo incluya en el cálculo del PBI. Por otro lado, una gran
cantidad de literatura se ha desarrollado sobre la internacionalización de la
reproducción social.

En esta área, algun@s economistas vinculad@s a la OIT y a la OCDE se


han interesado en la forma en que el Estado planifica y realiza —en mayor o
menor medida— la privatización de los servicios y las subsecuentes
transformaciones de las políticas públicas (Kofman y otras, 2001; Walby, 1997).
Otr@s, en una perspectiva más micro y a menudo filosófica, cada vez más
difundida en la opinión pública y en las principales formaciones
socialdemócratas (el Partido Socialista de Martine Aubry en Francia), alimentan
un discurso cada vez más fuerte sobre la importancia del care y de reconocer la
vulnerabilidad de todas las personas (Tronto, 2009) así como la necesidad de
desarrollar una sociedad de “cuidados” como alternativa al capitalismo
neoliberal inhumano.

Así, mientras que las herramientas feministas materialistas permiten


analizar juntos los trabajos sexual, doméstico y de cuidado, estas actividades y
las personas que las realizan (aunque puedan ser las mismas) se han vuelto
objeto de análisis separados, por investigador@s poco conectad@s un@s con
otr@s, de l@s cuales además, much@s no necesariamente tienen perspectivas
feministas. En cuanto al último elemento de la amalgama conyugal —el tan
importante trabajo de procreación—, aunque suscite cada vez más
investigaciones debido al rápido desarrollo de la gestación subrogada (las
mujeres “úteros de alquiler”), la mayoría de los análisis lo separa radicalmente
del resto de las actividades de las mujeres. El reciente trabajo de la periodista
sueca Kasja Ekis Ekman (2013), que pone en paralelo la prostitución y la
gestación subrogada como dos actividades particularmente alienantes para las
mujeres, constituye una de las pocas excepciones.

El trabajo de procreación realizado en el marco de la gestación subrogada


puede considerarse como la máxima expresión de la desamalgama conyugal. Sin
dudas, no hay nada nuevo en el hecho de que una mujer tenga un@ niñ@ y

  10  
luego l@ abandone y/o ceda voluntaria o involuntariamente a otro linaje, a otra
persona o a una institución (religiosa, estatal o militar, por lo general). Como lo
dijimos, Tabet (1985) ha analizado cuidadosamente las posibles formas de la
alienación y la explotación de este trabajo de gestación en diferentes culturas y
períodos. La novedad aquí radica, por un lado, en la complejidad de las
tecnologías utilizadas, que hace imposible cualquier auto-organización o
autogestión del trabajo por parte de las mujeres que lo realizan, por otro lado, en
la existencia de complejos acuerdos financieros y legales que crean nuevas
normas en torno a la gestación subrogada y, finalmente, en el carácter cada vez
más impersonal y transnacional de estos acuerdos y en el jugoso mercado que
representan. Las grandes sumas de dinero que están en juego representan, a
veces, más de lo que una mujer puede aspirar a ganar en toda su vida
(Rudrappa, 2014). Y además ¡qué maravillosa oportunidad para desnaturalizar la
maternidad, tanto para la mujer que se limita a alquilar su útero, como para la
que puede convertirse en madre sin pasar por el embarazo! Tal es en todo caso
el mensaje de una parte importante de la literatura en este campo.

2. Una nueva gran estafa para las mujeres menos privilegiadas del
mundo

Treinta años después de las obras Tabet y Guillaumin, y con la


perspectiva que ahora tenemos sobre los cambios neoliberales que afectan la
actividad, el trabajo de las mujeres, ¿podemos alegrarnos del decaimiento de la
apropiación privada, del debilitamiento de los lazos matrimoniales y de la
“conyugalidad heterosexual”, gracias a la creciente mercantilización de las
tareas de la amalgama conyugal?

A. Cuando la imbricación de las relaciones sociales arruina la fiesta

En primer lugar, hay que señalar que las condiciones subyacentes de la


apropiación de las mujeres no han cambiado mucho, o al menos no para todas
las mujeres. En su texto de 1978, Guillaumin describía cinco formas de
apropiación de la clase de las mujeres por parte de la de los hombres18: el
mercado de trabajo, el confinamiento en el espacio, la demostración de fuerza
(los golpes), la coacción sexual, el arsenal jurídico junto con el derecho
consuetudinario (Guillaumin, 1992 [1978]: 39-45). Recordemos que también
para Tabet (2004), estas son las condiciones estructurales específicas que
obligan a la mayoría de las mujeres a entrar en el continuum de intercambio
                                                                                                                       
18
Estas formas de apropiación pueden o no ser específicas de las relaciones de sexage. De hecho, en
las relaciones sociales de “raza”, como las analiza Guillaumin, se encuentran varias de esas formas de
apropiación. Lo mismo sucede con las relaciones de explotación (de clase).

  11  
económico-sexual: una fuerte restricción del acceso a los recursos, una clara
privación de conocimientos en la mayoría de las áreas (especialmente en materia
sexual, técnica y profesional) y la amenaza permanente de usar la violencia en
su contra.

Por lo visto, estas condiciones se han transformado muy poco. La crisis


económica prolongada y generalizada que golpea a la mayoría de los países es
un recordatorio brutal de que el mercado de trabajo no se ha vuelto más
acogedor para la mayoría de las mujeres no privilegiadas del mundo. Así, si bien
es cierto que algunas mujeres tienen más libertad y dinero para circular, viajar e
incluso hacer turismo, el endurecimiento de las leyes de migración internacional
(incluso aquellas destinadas a “proteger” las mujeres de la supuesta “trata de
blancas” (Guillemaut 2008)) ilustra claramente las nuevas condiciones de
confinamiento en el espacio que encierran a la mayoría de las mujeres, de
acuerdo con la antigua lógica heterosexual, sexista, clasista y colonial. Sobre la
violencia y la coacción sexual, es casi imposible ofrecer una mirada unificada,
cuantitativa y universal. Sin embargo y para tomar solo algunos temas, el
desarrollo del feminicidio en la mayoría de los países latinoamericanos (Fregoso
y Barejano, 2010), y de las guerras en un sinnúmero de países del Sur, parecen
indicar un aumento de la violencia contra las mujeres, a pesar de que
teóricamente, cada vez más leyes nacionales e internacionales las protegen. En
cuanto al acceso al conocimiento, se han desplegado importantes campañas por
la educación de las mujeres y las niñas. Pero los acuerdos de la OMC que
tienden a la privatización y comercialización de la educación vuelven mas caro
el acceso a las escuelas y universidades y debilitan los sistemas escolares
públicos, llevando a muchas familias a sacrificar primero los estudios de las
niñas. En lo que concierne el acceso a los recursos, aunque los organismos
internacionales realicen grandes campañas a favor del acceso de las mujeres a la
propiedad (de la tierra y de la vivienda, en particular), se observan
simultáneamente fenómenos de expropiación y expulsión masiva de las mujeres
más pobres, tanto en el Norte como en el Sur (desde l@s campesin@s indígenas
expulsad@s de sus tierras ancestrales por las multinacionales extractivistas, las
represas, las guerras o las catástrofes ambientales, hasta las familias proletarias
urbanas de España o Estados Unidos desahuciadas por la crisis de las hipotecas
subprime). Por último, en términos de derecho positivo o consuetudinario, hay
que observar con gran atención los avances del derecho internacional, pero
también las dificultades en su aplicación y los recursos limitados que se le
dedican; y en paralelo, los retrocesos evidentes en el derecho de familia y en el
estatuto personal de las mujeres, vinculadas al fortalecimiento de las tendencias
más conservadoras de las tres religiones monoteístas – en este caso también,
España y Estados Unidos son ejemplos paradigmáticos, por ejemplo en relación
la interrupción voluntaria del embarazo.

  12  
Por lo tanto, en una perspectiva de imbricación de las relaciones sociales
de sexo, “raza” y clase, es interesante analizar quién practica la des-amalgama y
en qué condiciones. La mayoría de los servicios desamalgamados son de hecho
ofrecidos a muy bajo precio por mujeres racializadas y/o proletarizadas,
migrantes ilegalizadas por un sistema jurídico cada vez más restrictivo que
regula la inmigración y la ciudadanía; y/o por mujeres del Sur que ejercen “a
distancia” (como las mujeres que producen bebés ajenos en la India o en
Ucrania, o las trabajadoras sexuales cuyas imágenes y prestaciones circulan por
internet). Es importante examinar de cerca las condiciones materiales, y
especialmente las condiciones jurídicas, del ejercicio de estas actividades así
como el estatuto legal (situación migratoria y ciudadanía) de quienes las ejercen.
Se confirma así que los análisis de la socióloga estadounidense Evelyn Nakano
Glenn (1992), sobre las instituciones, las leyes y las violencias específicas que
históricamente se han utilizado en Estados Unidos para obligar a ciertos
segmentos de la población a llevar a cabo actividades de care (mujeres negras,
racializadas y migrantes, especialmente), pueden ser fácilmente aplicados a la
organización actual de la internacionalización de la reproducción social. Como
ya se ha dicho, las leyes que rigen la movilidad de las mujeres y, sobre todo, lo
que he llamado “heterocirculación de las mujeres” (Falquet, 2012 a), es decir,
las leyes de migración y, más ampliamente, los sistemas jurídicos que las privan
de los derechos a los que acceden los ciudadanos de sexo masculino, son
fundamentales para obligar a algunas mujeres a vender en el mercado, por
separado y a bajo precio, los servicios tradicionalmente intercambiados en el
contexto conyugal.

La situación de las mujeres no privilegiadas por su posición de “raza” y


de clase, que constituyen numéricamente la mayoría de la clase de las mujeres y
que son, al mismo tiempo, la parte de esta clase que tiene más que ganar con la
destrucción del patriarcado, merece especial atención de las activistas y de las
teóricas feministas. Sin embargo, su situación es profundamente diferente a la de
las mujeres más privilegiadas —aunque todas sean oprimidas en las relaciones
sociales de sexo. En concreto, muchas mujeres no privilegiadas que ofrecen en
el mercado laboral las tareas de la amalgama conyugal, apenas obtienen a
cambio una remuneración muy baja que no les permite salir realmente de la
dependencia a la institución familiar-conyugal. Sucede incluso que algunas
desean, al contrario, (re)ingresar a esta institución, con la esperanza de escapar a
condiciones salariales demasiado duras, o de trabajar en condiciones menos
malas. Así, por ejemplo, la socióloga Chaïb Sabah (2008) ha mostrado que, para
el caso de Francia, aunque muchas mujeres migrantes se vean obligadas a
trabajar fuera de la familia, los poderes públicos no las ayudan en absoluto en la
gestión de las tareas de la amalgama conyugal, que estas mujeres siguen
teniendo que llevar a cabo simultáneamente. De manera más general, de cara a
la flexibilización extrema de las condiciones de trabajo y a los salarios

  13  
especialmente bajos, es lógico que muchas cajeras de supermercado o
empleadas domésticas no tengan como ideal el escapar de la familia y del
trabajo del hogar, sino más bien el retirarse, en la medida de lo posible, del
trabajo asalariado, según ha destacado la socióloga Mirjana Morokvasic
(2010), al analizar ciertaa falta de entendimiento entre algunas feministas
alemanas y algunas migrantes del Este en los años 70. Finalmente, todo esto
arroja nuevas luces sobre la paradoja destacada por la antropóloga Nasima
Moujoud (2008): muchas mujeres a quienes las leyes migratorias han
transformado en indocumentadas, se ven obligadas a casarse para obtener los
papeles que les permitan acceder al empleo formal. Es decir, se ven forzadas a
entrar a la apropriación privada para poder entrar al mercado laboral…

B. Del desamalgamaje conyugal al continuum neoliberal de apropiación  

En su trabajo, Juteau y Laurin proponían distinguir dos modelos distintos


de sexage. El primero se basa en la especialización y la diferenciación funcional
de las mujeres —unas confinadas en la apropiación privada y otras en la
apropiación colectiva. El segundo, que se desarrolla en los años 80, implica que
cada mujer sea “todo”, sucesiva e incluso simultáneamente: “ahora somos todas
religiosas; además, somos a la vez esposas, amantes, madres, amas de casa,
trabajadoras honorarias, trabajadoras asalariadas. ¿Se nos permitirá agregar que
también somos todas, en cierto sentido, prostitutas? ¿No es ese, de hecho, el
mensaje transmitido por la pornografía y la publicidad [...]?” (Juteau y Laurin:
202). Este movimiento continuo cada vez más dinámico entre la apropiación
individual y la colectiva, que las autoras señalan, puede ser interpretado como
un aumento de la movilidad de las mujeres en el continuum del intercambio
económico-sexual revelado por Tabet. Esta situación no constituye en realidad
ninguna novedad para la mayoría de las mujeres no privilegiadas y/o de países
no occidentales y/o ex-colonizados; significa sin embargo una transformación
significativa para las mujeres de clase media occidental.

Juteau y Laurin también muestran cómo las transformaciones en la


apropiación invisibilizan y hasta confieren a la opresión un aspecto de libertad
—una de las características sobresalientes de la ideología neoliberal:

Por un lado, la apropiación colectiva, especialmente la que se realiza a


través de las instituciones, no se considera como una explotación o una
dominación de clase, y sin embargo, lo es, debido a la invisibilidad y al
anonimato que proporciona a los que dominan. Los hombres, individual
o colectivamente, dan cada vez menos la impresión de ser responsables
del destino de las mujeres y de las restricciones que pesan sobre ellas.
Por otro lado, la apropiación privada se vive como una libertad: la
libertad de elegir su pareja y el tipo de unión con esa pareja, de tener

  14  
hij@s o no con esa pareja, de romper, divorciarse, vivir sola, volver a
empezar… (Juteau y Laurin 202-203)

Por último, y de manera más general, Juteau y Laurin estiman que la


apropiación privada no ha desaparecido y que tampoco esta a punto de ser
reemplazada por la apropiación colectiva. Por el contrario, la apropiación
privada “continúa floreciendo y sus prácticas se han diversificado: al
matrimonio y a la familia convencional se añaden el concubinato, el amor libre,
la familia reconstituida, la familia monoparental, etc.” (Juteau y Laurin: 199).
Hoy en día, el desarrollo de las migraciones internacionales y la dificultad de
circular “sin papeles”, contribuyen al aumento de las familias transnacionales,
en la que son las mujeres mayoritariamente las que se quedan solas con niñ@s y
otras personas dependientes. De este modo, la apropiación privada tiende a
volverse limitada en el tiempo, esporádica o serial. Esto la vuelve menos
“segura”, en términos económicos para las mujeres, sobre todo para aquellas
mujeres no privilegiadas que pueden perderlo todo de un momento para otro19.

Por último, en vez de una oposición entre la apropiación privada y la


colectiva, parece existir una convergencia cada vez mayor. Según Juteau y
Laurin: “La estructura en serie de esta apropiación privada se está acercando
cada vez más, desde el punto de vista teórico, a la de la apropiación colectiva en
el contexto de la interacción individual y no de la interacción institucional, como
puede verse en la prostitución.” (p. 200). Como han demostrado Juteau y Laurin,
uno de los ejes de esta articulación entre la apropiación individual y la colectiva
es la responsabilidad económica y cotidiana por l@s niñ@s y las personas
dependientes, que sigue pesando sobre las mujeres (lo cual descarga a los
hombres de esa tarea); a esto se agrega que los poderes públicos se desentienden
cada vez más del tema. Al día de hoy se estima (con variaciones regionales
significativas), que un tercio de los hogares del mundo están encabezados por
mujeres. Se trate de madres solteras, divorciadas, viudas, de mujeres separadas
temporal o definitivamente de su pareja emigrada o de mujeres migrantes
acompañadas de niñ@s, encontramos en el núcleo de estas lógicas la díada
“madre-hij@” que tan bien ha descrito Delphy (1998 [1974]), cuya precariedad
y pobreza estructurales son claves para entender las lógicas laborales de las
mujeres. Hoy en día se agrega a esto, para muchas de ellas, el tener que ocuparse
de parientes cada vez más mayores y dependientes, debido al envejecimiento
poblacional y al desentendimiento del Estado, así como también la carga de
hombres en edad activa, pero enfermos por causa de las migraciones o de la
guerra20.
                                                                                                                       
19
Esta es una observación clásica cuando el divorcio se vuelve repentinamente fácil, como por
ejemplo en Francia con la Revolución de 1789 o en Rusia en 1917: esta medida no es necesariamente
favorable a las mujeres.
20
A raíz de la invasión a Afghanistán e Irak, el gobierno lanzó su mayor programa de “intervención

  15  
*

Espero haber demostrado aquí que, a pesar de que se remonten a los años
70 y 80, los trabajos de Guillaumin y más tarde los de Juteau y Laurin sobre la
apropiación, así como los de Tabet sobre la amalgama conyugal y el continuum
del intercambio económico-sexual, son particularmente útiles para pensar las
transformaciones actuales de la actividad y el trabajo de las mujeres en el
contexto de la globalización neoliberal. Sin embargo, es necesario volver a
centrar la atención en la experiencia y situación de aquellas miembras de la clase
de las mujeres no privilegiadas por la “raza” y por la clase. Constatamos que
para ellas, los cambios son relativamente menores, ya que siguen transitando
entre la apropiación privada y la colectiva, “prefiriendo” incluso a veces la
apropiación privada, a pesar de ser a menudo empujadas hacia la apropiación
colectiva por el sistema jurídico, en función de las necesidades de mano de obra
que tengan las otras categorías sociales. Lo que en un primer momento parece
ser una paradoja, muestra que en los hechos, la oposición señalada por
Guillaumin entre la apropiación privada y la colectiva no es idéntica para el
conjunto de la clase de las mujeres. Sólo algunas mujeres privilegiadas por su
clase y “raza” pueden realmente esperar escapar de la apropiación privada,
gracias a su entrada en las relaciones de explotación (el asalariamiento), en
términos de (semi)igualdad con los miembros de la clase de los hombres.

El haber puesto en evidencia la existencia de la apropiación colectiva que


constituye la base de la apropiación privada, así como la noción de amalgama
conyugal y el concepto de un continuum del intercambio económico-sexual que
une el matrimonio a la prostitución, siguen siendo, sin embargo, resultados
particularmente importantes de la teorización feminista materialista francófona.
Estos conceptos, además de poner las bases para un pensamiento dinámico,
capaz de captar tanto la transformaciones como las continuidades, permiten
comprender los vínculos entre actividades que las ciencias sociales (y las
políticas públicas) tienden a considerar por separado, lo cual vuelve más difícil
su análisis, y sobre todo, vuelve opaca la organización estructural de las
relaciones sociales de sexo, pero también de “raza” y clase que se encuentran
detrás de lo que a veces describen como avances. Creo haber demostrado que no
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
psicológica”, dirigido a los ex soldados y a sus familias: se trata de que las familias (las mujeres de la
familia) se ocupen de gestionar y curar los síntomas de estrés postraumático sufrido por los soldados.
Por otro lado, muchos son los migrantes que regresan a su tierra discapacitados, heridos o en mal
estado de salud mental debido al periplo de migración y/o a la vida como trabajador indocumentado.
Son sus esposas (y sus hijas una vez que crecen), las que están destinadas a cuidarlos, aun cuando a
veces apenas los (re)conocen.

  16  
basta —o mejor dicho, ni siquiera tiene sentido— que algo sea un “avance”
desde el punto de vista del género, si no lo es también desde el punto de vista de
la “raza” y de la clase.

Podemos entonces comprender que, para algunas mujeres, el proceso de


separación completa del trabajo doméstico, sexual, de procreación y emocional,
así como su comercialización, podría ser un paso hacia adelante; mientras que
para otras es una obligación más, que no contribuye de ninguna manera a
liberarlas de las relaciones sociales de sexo opresivas. De hecho, según el nivel
de remuneración de las tareas des-amalgamadas y según las condiciones de
trabajo concretas, la des-amalgama puede permitir o no el acceso a una
independencia económica real. En la mayoría de los casos, implica una inserción
especialmente problemática, tanto en la institución de la familia, muchas veces
degradada (deslegitimada, dislocada por la migración y la creciente facilidad
para romper los lazos) como en un mercado laboral informal, donde la situación
de las mujeres es muy poco deseable. Sin embargo, asistimos a una
visibilización de estas tareas des-amalgamadas: su existencia es presentada
como algo positivo, o incluso deseable, deben ser profesionalizadas y
perpetuadas por los poderes públicos, l@s capitalistas y las empresari@s que
compran estos “servicios”. Pero una vez que un análisis feminista materialista y
que tiene en cuenta la imbricación de las relaciones sociales, haya demostrado
que los beneficios para la mayoría de las mujeres son mínimos, surge una
pregunta doble: ¿qué pasa con l@s beneficiari@s individuales del trabajo de las
mujeres y de su apropiación, especialmente los hombres? ¿Y qué pasa con l@s
beneficiari@s colectiv@s, especialmente con las ganancias obtenidas a través de
estos cambios en la organización del trabajo?

Traducido del francés por Lucia Campanella

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