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HOMILÍA EN LA FIESTA DE SAN JOSÉ.


19.03.2018, HUACHO.

Su Excelencia Mons. Antonio Santarsiero, obispo de Huacho, reverendos sacerdotes,


religiosas y religiosos, queridos seminaristas, amados fieles. Como pueblo de Dios —
pueblo santo porque Jesucristo es Santo—, unidos visiblemente hoy como una sola
grey, hemos sido convocados en la fiesta del Señor San José para la memorable
bendición de este bello Seminario dedicado a él.

¿Por qué a San José?


La Sagrada Familia no se comprende sin un Padre, San José, sin una Madre, la Virgen y
sin un Hijo, que es Jesús. Entonces Jesús no habría nacido de manera tan “normal” si no
hubiese nacido en el seno de una familia completa, con una madre y un padre. San José
es el padre verdadero de Jesús porque fue a él a quien Dios, Eterno Padre, le confió la
delicada tarea de cuidar de la educación, la formación y la preparación de Jesús de
Nazareth a fin de que cumpliera la misión de ser El Salvador. Es en gratitud a San José
y por admiración a él que se le dedica este Seminario Diocesano en su honor.

San José en la vida de Jesús y del seminarista, futuro sacerdote


Hoy las ciencias modernas, especialmente la psicología evolutiva y las neurociencias,
sostienen que en la configuración armoniosa de la personalidad se requiere la
combinación de lo que aporta la madre, que es algo importante y fundamental, pero
también lo es lo que aporta el padre. Sobre todo, en los hijos varones, la figura
masculina del padre, integrada y ensamblada a la madre, genera en ellos seguridad,
firmeza en las convicciones, estabilidad emocional, fortaleza anímica, moral y física y
dota a los muchachos del sentido de la justicia, del deber, del amor a la verdad y de una
libertad responsable; protegidos por sus padres, ellos aprenderán a proteger
amorosamente a sus familias. De manera que ahora nos damos cuenta del papel
benéfico del rol paterno y de su específica e irreemplazable función educativa y
madurativa. Por eso en el Seminario la figura paterna de San José es tan necesaria,
apreciada y amada.

San José fue el padre cariñoso, el educador amoroso y el proveedor primoroso de la


Casa y Hogar de Nazareth. Se prodigaba en gestos de ternura y afecto para con su
Esposa —María Santísima— y su divino Hijo —Jesús—, haciendo de custodio de la
vida y del amor de su Sagrada Familia. Por eso queremos que San José sea invitado
también en la formación, acompañamiento y afianzamiento humano y espiritual de estos
Seminaristas a fin de que se sientan custodiados por él, así como Jesús de Nazareth
recibió de San José, calor, abrigo, techo, protección, cuidados y amor. Por eso San José
se queda en esta casa haciendo el papel de custodio de la vocación de los Seminaristas,
futuros sacerdotes, así como el contribuyó con su presencia a formar en Cristo al
hombre perfecto siendo garante de su desarrollo en gracia y sabiduría delante de Dios y
de los hombres.

El Seminario es una Escuela de Evangelio


Vivir, educar, trabajar y visitar el Seminario comunidad y escuela del Evangelio, es
tocar con la mano el estilo de seguimiento de Cristo, como los apóstoles y las primeras
comunidades; visitarlo será encontrarse con la Buena Noticia de la Esperanza, donde
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tiene su morada el Espíritu Santo que guía a la Iglesia y guía cada vocación. Es el lugar
donde se busca y conoce a Cristo mediante la lectura personal y comunitaria del
Evangelio, es proclamar el Misterio de Cristo con nuestras palabras y acciones en donde
la Eucaristía es el centro y culmen de la vida personal y comunitaria.
El Seminario es el lugar donde se vive la esperanza cristiana, esa hermosa tensión
escatológica del “ya, pero todavía no”, debe ser el lugar donde se vive como resucitados
y se va construyendo el hombre nuevo, porque Cristo es nuestra Esperanza y esta
Esperanza no defrauda.
En este sentido cada miembro de la comunidad es signo de esperanza para otros, ya que
la comunidad del Seminario debe tener la convicción de ser
o Familia de Jesús, o Prolongación de la Casa de Nazaret. o Escuela de las
Bienaventuranzas.
o Que vive la experiencia del Cenáculo: Tabor, Getsemaní, Gólgota y Nueva Jerusalén.

o Que junto a toda la Iglesia clama incesantemente: “¡Ven, Señor, Jesús!”. Seminario,

Comunidad formativa y educadora.


Vivir, educar, trabajar y visitar el Seminario comunidad y escuela del Evangelio, es
patentizar el seguimiento de Cristo como los apóstoles y las primeras comunidades;
visitarlo será encontrarse con la Buena Noticia de la Esperanza, donde tiene su morada
el Espíritu Santo que guía a la Iglesia y guía cada vocación. Es el lugar donde se busca y
conoce a Cristo mediante la lectura personal y comunitaria del Evangelio, es proclamar
el Misterio de Cristo con nuestras palabras y acciones en donde la Eucaristía es el centro
y culmen de la vida personal y comunitaria.

Todas las comunidades cristianas y en especial el Seminario tienen que ser, como lo
quiere la Iglesia, “auténticas escuelas de oración” y tiene que estar lleno de un ambiente
especial, ya que la oración es “como el aire que respira el cristiano” y hay que vivirla en
todas sus formas, “donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de
ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha
y vivencia de afecto hasta el “arrebato del corazón”... que no aparta del compromiso en
la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los
hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios”, esta
oración tiene que ir desde la oración personal, la celebración de la Eucaristía, la Liturgia
de Las Horas, el Culto Eucarístico, la lectura de la Palabra, etc. hasta el rezo del Santo
Rosario tanto a nivel personal y comunitario.

Un Papa devoto de San José


San José es una de las devociones italianas e hispanoamericanas más difundidas, y el
Papa Francisco es claramente devoto de San José. Cuando el Papa Francisco nos habla
de San José, nos dice siempre que San José es Custodio, que ese es su oficio, cuidar,
hacerse cargo de eso que le vino inesperadamente, un Hijo, un Hijo que no había
engendrado, hacerse cargo de una mujer a la que amaba.

El Papa Francisco nos dice que San José no sabía y ni siquiera se imaginaba que lo que
él estaba cuidando era la vida de una Iglesia naciente. Sus más bellas palabras dirigidas
a San José las pronunció en la Plaza de San Pedro celebrando la Solemnidad de San
José el 19 de marzo de 2013 y con la cual dio inicio a su pontificado. Por algo también
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luce en su escudo pontificio la llamada “flor de San José”, evocando esta profunda
devoción suya.

Fue en el Templo de San José donde recibió el llamado a la vida consagrada. Una tarde
de primavera, el 21 de septiembre de 1954, Jorge Bergoglio, de 17 años, se iba a
encontrar con sus amigos y amigas para celebrar el Día del Estudiante cuando al pasar
por la parroquia de San José de Flores, a la que siempre acudía, le pasó algo que él
nunca planeó. Solo sintió un impulso de ingresar. Y ahí recibió el llamado. San José fue
la mediación de esa llamada vocacional.

El 19 de enero de 2015, el Papa Francisco también nos regaló una confesión muy
personal, que ya en algunas oportunidades, también lo había mencionado. En la misma,
relató lo siguiente: “Yo quisiera decirles también una cosa personal. Yo quiero mucho a
San José porque es un hombre fuerte y de silencio y en mi escritorio tengo una imagen
de San José durmiendo y ¡durmiendo cuida a la Iglesia! ¡Y cuando tengo un problema,
una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José, para que lo
sueñe!... ¡Esto significa para que rece por ese problema!"

Como el Papa, igualmente yo, siendo Cardenal, me quedo sorprendido ante el silencio,
la humildad y todo lo que nos enseña San José. Ojalá que todo esposo y padre fueran
devotos de este gran Santo e imitáramos sus grandes virtudes, sin duda alguna que
cambiaríamos esta sociedad en la que cada día, parece aumentar el porcentaje de Padres
y esposos ausentes en el hogar.

Muy querido Monseñor Antonio, creo que su testimonio de Fe y confianza en San José
es extraordinario; como Oblato de San José que es Usted ha de tener grandes
experiencias que remarcan la grandeza de la devoción. Al ver construido este hermoso y
elegante seminario yo me pregunto ¿cuánto trabajó
y ayudó San José en esta edificación? Y la respuesta me fluye natural: seguramente que
mucho. Yo lo creo así. Por eso nuestro homenaje de gratitud y de admiración al Jefe del
Hogar de la Sagrada Familia se vuelve hoy liturgia y eucaristía. Continuamos nuestra
celebración sabiendo que para San José este seminario será su casa y en ella habitará
feliz, y para San José los Seminaristas serán, cada uno un hijo, hasta formar en Ustedes
al Cristo Sacerdote, que con sus manos ungidas consagra el pan y alimenta al Pueblo.
Que así sea.

Oscar Andrés Cardenal Rodríguez Maradiaga, sdb


Arzobispo de Tegucigalpa.

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