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o Que junto a toda la Iglesia clama incesantemente: “¡Ven, Señor, Jesús!”. Seminario,
Todas las comunidades cristianas y en especial el Seminario tienen que ser, como lo
quiere la Iglesia, “auténticas escuelas de oración” y tiene que estar lleno de un ambiente
especial, ya que la oración es “como el aire que respira el cristiano” y hay que vivirla en
todas sus formas, “donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de
ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha
y vivencia de afecto hasta el “arrebato del corazón”... que no aparta del compromiso en
la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los
hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios”, esta
oración tiene que ir desde la oración personal, la celebración de la Eucaristía, la Liturgia
de Las Horas, el Culto Eucarístico, la lectura de la Palabra, etc. hasta el rezo del Santo
Rosario tanto a nivel personal y comunitario.
El Papa Francisco nos dice que San José no sabía y ni siquiera se imaginaba que lo que
él estaba cuidando era la vida de una Iglesia naciente. Sus más bellas palabras dirigidas
a San José las pronunció en la Plaza de San Pedro celebrando la Solemnidad de San
José el 19 de marzo de 2013 y con la cual dio inicio a su pontificado. Por algo también
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luce en su escudo pontificio la llamada “flor de San José”, evocando esta profunda
devoción suya.
Fue en el Templo de San José donde recibió el llamado a la vida consagrada. Una tarde
de primavera, el 21 de septiembre de 1954, Jorge Bergoglio, de 17 años, se iba a
encontrar con sus amigos y amigas para celebrar el Día del Estudiante cuando al pasar
por la parroquia de San José de Flores, a la que siempre acudía, le pasó algo que él
nunca planeó. Solo sintió un impulso de ingresar. Y ahí recibió el llamado. San José fue
la mediación de esa llamada vocacional.
El 19 de enero de 2015, el Papa Francisco también nos regaló una confesión muy
personal, que ya en algunas oportunidades, también lo había mencionado. En la misma,
relató lo siguiente: “Yo quisiera decirles también una cosa personal. Yo quiero mucho a
San José porque es un hombre fuerte y de silencio y en mi escritorio tengo una imagen
de San José durmiendo y ¡durmiendo cuida a la Iglesia! ¡Y cuando tengo un problema,
una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José, para que lo
sueñe!... ¡Esto significa para que rece por ese problema!"
Como el Papa, igualmente yo, siendo Cardenal, me quedo sorprendido ante el silencio,
la humildad y todo lo que nos enseña San José. Ojalá que todo esposo y padre fueran
devotos de este gran Santo e imitáramos sus grandes virtudes, sin duda alguna que
cambiaríamos esta sociedad en la que cada día, parece aumentar el porcentaje de Padres
y esposos ausentes en el hogar.
Muy querido Monseñor Antonio, creo que su testimonio de Fe y confianza en San José
es extraordinario; como Oblato de San José que es Usted ha de tener grandes
experiencias que remarcan la grandeza de la devoción. Al ver construido este hermoso y
elegante seminario yo me pregunto ¿cuánto trabajó
y ayudó San José en esta edificación? Y la respuesta me fluye natural: seguramente que
mucho. Yo lo creo así. Por eso nuestro homenaje de gratitud y de admiración al Jefe del
Hogar de la Sagrada Familia se vuelve hoy liturgia y eucaristía. Continuamos nuestra
celebración sabiendo que para San José este seminario será su casa y en ella habitará
feliz, y para San José los Seminaristas serán, cada uno un hijo, hasta formar en Ustedes
al Cristo Sacerdote, que con sus manos ungidas consagra el pan y alimenta al Pueblo.
Que así sea.