Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
Instituto de Historia
Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia con mención en ciencias políticas.
1
Índice temático.
INTRODUCCIÓN. ............................................................................................................... 3
ANTECEDENTES DE ESTUDIO ...................................................................................... 7
I.- El crucial siglo VII: el contexto histórico. ..................................................................... 8
II.- La historiografía cristiana medieval y el género cronístico:
Marco teórico-conceptual. ................................................................................................ 17
III.- El problema del siglo VII Oriente y su eco en las crónicas hispanas:
Estado de la cuestión......................................................................................................... 23
CAPITULO 1.
LAS CRONICAS HISPANAS Y SU RELATO. ................................................................. 30
1.1.- Las crónicas hispanas: principales características. ................................................... 31
1.2.- El relato de las crónicas hispanas sobre Oriente....................................................... 36
CAPITULO 2.
LAS FUENTES ORIENTALES Y SU RELATO. .............................................................. 48
2.1.- Las fuentes orientales: principales características. ................................................... 49
2.2.- El relato de las fuentes orientales sobre el siglo VII. ............................................... 56
2.3.- Algunas fuentes no historiográficas. ........................................................................ 68
CAPITULO 3.
CONSTRASTES Y POSIBILIDADES. .............................................................................. 76
3.1.- Una fuente occidental reveladora. ............................................................................ 77
3.2.- El contraste final, problemas de trasmisión y fuentes perdidas. ............................... 84
3.3.- La construcción del siglo VII en las crónicas hispanas. ......................................... 101
CONCLUSIONES ............................................................................................................ 109
BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 115
I.- Fuentes primarias ....................................................................................................... 116
II.- Estudios Modernos ................................................................................................... 119
III.- Otros ........................................................................................................................ 124
IV.- Índice de imágenes y cuadros. ................................................................................. 125
2
INTRODUCCIÓN.
La Crónica Bizantino-Arábiga, escrita en España entre los años 741 y 744 d.C., relata
que el emperador Heraclio (610-641), después de destruir el reino de los persas, regresó
“felizmente” a la nueva Roma. Pocos años más tarde, los sarracenos se “rebelaron” y atacaron
las provincias romanas, Heraclio advirtió a su hermano Teodoro que no se enfrentara contra
ellos, pues el emperador no era “desconocedor de la ciencia de la astrología”.1
Escrita también en España, unos diez años después, la Crónica Mozárabe del 754
cuenta que una vez destruido el reino persa, el pueblo romano no atribuyó la victoria a Dios,
sino al propio Heraclio, quien aceptando el mérito vanidosamente, regresó a Constantinopla.
Entonces se le presentaron en sueños muchas visiones que le advertían sería destruido por
los “ratones del desierto”, llegando así a temer un terrible castigo divino. Pocos años después,
los sarracenos se rebelaron, apropiándose por astucia de las provincias romanas.2
Entre los siglos VII y VIII de la Era Cristiana, el “Viejo Mundo” sufrió cambios
dramáticos: hacia el año 600 d.C. se consolidaban en Europa la cristiandad latina, el
pontificado romano y los reinos germánicos. El Mediterráneo y el Cercano Oriente eran
dominados desde hacía siglos por dos grandes y poderosos imperios, renovados pero de muy
antiguo origen: Persia y Roma – o “Bizancio”-, quienes disputaban por la hegemonía
“universal”. Para entonces el Mediterráneo seguía siendo, en buena medida, un “lago
romano”, unido también, desde varios siglos atrás, por la religión cristiana. Para el año 711
d.C. todo eso había cambiado. Un nuevo actor histórico, el Islam, había irrumpido en este
escenario destruyendo Persia, quitando las más prósperas provincias a Bizancio, rompiendo
para siempre la unidad romana y cristiana del Mediterráneo, conquistando España y
amenazando seriamente a la cristiandad tanto en Occidente como en Oriente.
1
Crónica Bizantino-Arábiga, 11-12. p.10.
2
Crónica Mozárabe del 754, 4-6. p. 29.
3
El punto de inflexión que este siglo representa para la historia universal justifica
hablar de un “crucial siglo VII”.3 Momento crítico que, como veremos, dejó su huella en los
contemporáneos, por ello, quienes presenciaron estos cambios fueron verdaderamente
“testigos de un mundo en crisis”.4 Su testimonio llega a nosotros de forma fragmentaria y
oscura por las diversas vicisitudes del tiempo y el azar, e implica varios problemas asociados
a la crítica textual, pero la excepcionalidad de su contenido bien merece el esfuerzo que
implica su comprensión. En Oriente y Occidente, los primeros vestigios sobre este momento
crítico corresponden a fuentes no historiográficas, pero nos han llegado también algunos
registros históricos, contemporáneos o casi contemporáneos a los hechos, algunas veces
recogidos en obras que se escribieron algunas décadas –o más de un siglo- más tarde.
En el año 711 d.C. la España cristiana entró en contacto directo con la expansión
árabe y fue anexada a los dominios del Islam. Los testimonios directos de este proceso son
escasos y destacan entre ellos dos crónicas latinas elaboradas en España algunas décadas tras
la conquista: la Crónica Bizantino-arábiga (c.741-744) y la Crónica Mozárabe del 754.
Como fuentes para conocer la conquista árabe de España, estos testimonios han sido
extensamente analizados por una bibliografía imposible de resumir en pocas líneas.5
3
El concepto de “crucial siglo VII” lo hemos tomado del profesor Paul H. Freedman, ver la sección de contexto.
4
Howard-Johnston, James, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the
Seventh Century. New York, Oxford University Press, 2010. pp.1-16.
5
Los múltiples estudios de Don Claudio Sánchez-Albornoz (España y el Islam, 1943, España un enigma
histórico, 1957, La España musulmana, 1960) son aún de referencia obligada. Para una visión más actualizada:
4
Estas fuentes han sido estudiadas también desde la paleografía, la filología, la historia
política, militar, intelectual y cultural. Sin embargo, casi no han sido analizadas como fuentes
para los sucesos de Oriente, poco se ha profundizado en las diferencias entre sus relatos y
apenas se ha investigado su relación con la historiografía oriental o los orígenes de sus
noticias sobre la última guerra romano-persa y las conquistas árabes.
Como muestran los fragmentos que inician este apartado, cuando se refieren a
Bizancio y el Islam en el siglo VII, estas dos crónicas hispanas presentan grandes
coincidencias, pero también importantes diferencias: ¿Cuál es la razón de estas
particularidades en obras similares, muy cercanas geográfica y temporalmente? ¿Se debe a
distintas intenciones o inclinaciones ideológicas? ¿A la utilización de distintas fuentes?
¿Acaso circulaban por el Mediterráneo distintas versiones y tradiciones sobre lo sucedido en
Oriente? ¿Por qué los cronistas privilegiaron distintas versiones? ¿Cuál era la interpretación
que cada uno hacía de estos hechos y su intención al registrarlos? Esta esta investigación
pretende abordar estas preguntas y problemas.
Para ello, analizaremos las noticias sobre los hechos orientales del siglo VII en la
Crónica Bizantino-arábiga (c.743-744) y la Crónica Mozárabe del 754. En particular, el
ascenso de Heraclio al trono imperial (608-610), el rol de este emperador en el final de la
última guerra romano-persa (603-628), la “aparición” de los árabes y su victoria sobre las
fuerzas bizantinas (634-636). Indagaremos sobre sus fuentes comparándolas con los
principales testimonios “orientales” que podrían haber utilizado. Finalmente, intentaremos
Collins, Roger, The Arab Conquest of Spain, 710–797. Oxford, Blackwell, 1989 o Manzano Moreno, Eduardo,
Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus. Barcelona, Crítica, 2006.
5
comprender las interpretaciones que los cronistas dieron a estos hechos, y valorarlas más allá
de su medio local, en el contexto del Mediterráneo de los siglos VII y VIII d.C.
6
ANTECEDENTES DE ESTUDIO
7
I.- El crucial siglo VII: el contexto histórico.
El período histórico que comienza en el año 601 d.C. y termina en el 700 d.C.
comenzó a llamar seria y masivamente la atención de los investigadores desde que se
publicaron los estudios de Henri Pirenne y se difundió su famosa tesis. 6 Para los eruditos
expertos en Bizancio, el Islam y el Cercano Oriente, sin duda que la importancia formativa
del período les resultaba clara desde mucho antes. Pero el alcance universal que estos hechos
alcanzarán en los siglos venideros comenzó a ser verdaderamente valorado, en buena parte,
gracias a la tesis que presentó Pirenne a finales de los años veinte.
Según Pirenne no fueron las invasiones, ni la crisis, ni ningún suceso de los siglos IV
y V d.C. lo que puso fin a la civilización grecorromana. Pues estos hechos no acabaron con
la unidad del Mundo Mediterráneo que era su base. En cambio, fue a partir del siglo VII con
la expansión del Islam que este mundo se comienza a fragmentar, ubicando el fin del Mundo
Antiguo y el “paso a la Edad Media” a inicios del siglo VIII, cuando la unidad del
Mediterráneo se rompe definitivamente, dejando de ser un “lago romano”. Desde entonces
en Occidente empezará a gestarse una nueva unidad que se consolidará con los carolingios.
Los historiadores llevan ya varias décadas discutiendo sobre dicha tesis, y lo cierto es
que las fuentes sobre las que se asentaba -principalmente fuentes arqueológicas relativas a
patrones de asentamiento urbano y comercio- han cambiado bastante. En la actualidad es
difícil sostener como Pirenne que la expansión del Islam haya significado un retroceso
abrupto y radical en el comercio y la vida urbana del Mediterráneo. Las evidencias actuales
parecen apoyar los planteamientos que hablan de un período de transición, de una
transformación estructural paulatina en la vida del Mediterráneo entre los siglos III y IX d.C.,
visión sobre las que se han posicionado los principales estudios de la Antigüedad Tardía.7
6
La tesis es formulada por primera vez en Pirenne, Henri, Medieval Cities: Their Origins and the Revival of
Trade. New Jersey, Princenton University Press, 1952 (año original: 1925). pp. 3-25. Luego, es retomada en su
ya clásico libro Mahoma y Carlomagno de 1937.
7
Revisar Brown, Peter, El Mundo en la Antigüedad Tardía, Madrid, Taurus, 1989. Cameron, Averil, El Mundo
Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. 395-600. Barcelona, Crítica, 1993. Ubierna, Pablo, El Mundo
Mediterráneo en la Antigüedad Tardía 300-800 d.C. Buenos Aires, Editorial Eudeba, 2007. Estos libros ofrecen
una visión de conjunto del período, también actualizan la discusión sobre la tesis de Pirenne.
8
Sin embargo, aun en la actualidad los principales expertos en la Antigüedad Tardía -
como Peter Brown y Averil Cameron– consideran que, pese a las correcciones y
matizaciones, las “cuestiones esenciales” de la tesis del historiador belga siguen en pie. Es
decir, si bien en el comercio, en los patrones urbanos y en muchos otros ámbitos, parece
haber existido una mayor continuidad de la que pensaba Pirenne, el siglo VII sigue siendo el
momento crucial en la transformación del Mundo Mediterráneo, a partir del cual este
comienza a perder su unidad y fragmentarse a nivel político, religioso y socio-cultural.8
8
Cameron, El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. 395-600. pp. 10-11.
9
Haldon, John, Byzantium in the Seventh Century: The Transformation of a Culture. Cambridge, CUP, 1997.
Kaegi, Walter E. Heraclius Emperor of Byzantium. Cambridge, CUP, 2003.
10
Crone, Patricia; Coock, Alan, Hagarism: The Making of Islamic World. Cambridge, CUP, 1980.
9
Los testimonios historiográficos sobre el momento clave cuando, tras la última guerra
entre Persia y Bizancio (603-28), el Islam irrumpe en el cercano oriente desde la Península
Arábiga y se expande por el Mediterráneo, han recibido atención de diversos estudios, desde
el ya mencionado de Patricia Crone y Michael Cook, y el completo trabajo de Robert G.
Hoyland Seeing Islam as Others Saw it hasta el invaluable libro de James Howard-Johnston
Witnesses to a world crisis.11 Estos estudios se han nutrido con la creciente incorporación de
fuentes orientales, y la consideración de espacios –como Persia, Siria y Armenia- que habían
sido marginales en el estudio de la Antigüedad Tardía hasta hace un par de décadas, y también
de los enfoques que analiza la “imagen del otro” en el primer encuentro con el Islam.12
Por otra parte, el recientemente publicado libro de José Soto Chica Bizancio y los
Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642) es una revisión
minuciosa y cabal del proceso que va desde la última guerra romano-persa hasta las primeras
conquistas árabes. Se trata de una extraordinaria contribución, en español, que nos ayuda a
comprender la primera mitad del siglo VII con una visión actualizada y novedosa que se
asienta en un increíblemente completo y meticuloso trabajo de las más variadas fuentes. En
varios artículos Soto Chica trabaja también la proyección de estos temas hacia la segunda
mitad del siglo VII y otras zonas como el Norte de África o España. 13
11
Hoyland, Robert G, Seeing Islam as Others Saw it. Princeton, Darwin Press, 1997.
12
En español, un ejemplo de lo primero es el libro de Ubierna, El Mundo Mediterráneo en la Antigüedad
Tardía. Sobre lo segundo podemos mencionar el libro de Tolan, John, Sarraceno: el islam en la imaginación
medieval europea. Valencia, Universitat de Valencia, 2007.
13
Soto Chica, José, Bizancio y los Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642).
Granada, Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas, 2010. La referencia a los artículos puede
encontrarse más adelante o en la bibliografía.
10
Estos distintos trabajos han ido contribuyendo a la construcción de un conocimiento
cada vez más preciso sobre el siglo VII, a la vez que a una valoración más acabada respecto
a su importancia. En un contexto de transformaciones socio-económicas y emergencia de
identidades religiosas, étnicas y locales que estaban paulatinamente mudando la fisonomía
del antiguo Mundo Mediterráneo, la gran guerra romano-persa (603-628) y la expansión
árabe que la siguió (632-711) fueron momentos decisivos.
Es cierto que el mundo, desde China hasta Roma pasando por Persia y las estepas del
Asia central, había vivido cambios considerables desde el siglo III d.C. 14 Dichos cambios
habían sido particularmente notorios en el Occidente romano, donde el orden político había
terminado por colapsar y ceder paso a las estructuras de los reinos germánicos, a la vez que
un cristianismo centrado en el pontificado romano cobraba un nuevo sentido e importancia.
Pero hasta mediados del siglo VII, el Oriente seguía siendo dominado y disputado por las dos
principales potencias del mundo antiguo: Roma y Persia. El enfrentamiento entre la
civilización grecorromana y la mesopotámico-irania era una constante que –con altos y bajos,
tensiones y distenciones- se mantenía desde los tiempos de Heródoto. Además, pese al breve
poder naval vándalo destruido por la “reconquista” de Justiniano, el Mediterráneo en su
conjunto, seguía siendo un lago romano.
La gran guerra romano-persa -que se inició en el año 603 pero que tiene sus momentos
más críticos entre la conquista persa del oriente romano del 613-21 impulsada por Cosroes
II Parviz, y las campañas ofensivas del emperador Heraclio que se inician en el 622 y
terminan con su triunfo en el 628- fue un punto de inflexión con tremendas consecuencias
para los siglos venideros. Por un lado, evidenció muchos de los cambios que se estaban
realizando. Si bien el enfrentamiento de Roma y Persia era tradicional, esta última guerra
tuvo características inusitadas. Nunca antes los diversos “grupos marginales” étnicos y
religiosos: ávaros, armenios, sirios, árabes, egipcios, nestorianos, jacobitas, coptos, judíos…
habían tenido tanta importancia en el conflicto de las dos potencias.
14
Revisar Altheim, Franz, Le déclin du Monde Antique. París, Payot, 1953. En donde se analizan las
transformaciones históricas que vive el Mediterráneo antiguo desde una perspectiva “universal” que incorpora
la estepa asiática y el Lejano Oriente. También Herrera Cajas, Héctor, “La estepa euroasiática: un peculiar
espacio histórico.” Dimensiones de la cultura bizantina. Arte, poder y legado histórico. Santiago de Chile, UGM
– CEGBN “Fotios Malleros”, 1998.
11
Además, nunca antes la guerra se había revestido con tanta fuerza de espiritualidad
religiosa y escatología como nos muestran el robo y recuperación de la cruz, las conversiones
forzosas de judíos, las poesías de Pisides, los textos escatológicos y apocalípticos. Las formas
de entender y definir la identidad social en torno al Mar Mediterráneo comenzaba a cambiar,
la civilización grecorromana se estaba replegando frente a la nueva religiosidad, a los
diversos grupos étnicos y culturas locales.15
Por otro lado, la guerra agotó los recursos económicos, militares y humanos de las
dos grandes potencias del mundo antiguo que controlaban buena parte del Mediterráneo y el
Cercano Oriente, las dejó maltrechas y desorganizadas. Aprovechando el vacío de poder que
estas dejaron mientras se recuperaban, un grupo étnico hasta entonces marginal, los árabes,
-que comenzaban a unificarse en base a una nueva identidad religiosa y política-, irrumpió
en la escena cambiando el curso de la historia.
15
Sobre este proceso y el interesante concepto de micro-cristiandades relacionado al mismo ver Brown, Peter,
El primer milenio de la Cristiandad, Barcelona, Crítica, 1997. pp. 16-27 y 148-192. y también Ubierna, El
Mundo Mediterráneo en la Antigüedad Tardía. Pp. 7-9, 22-42, 61-79.
12
En el siglo VII, la crisis de las potencias del mundo antiguo y la irrupción de un actor
histórico nuevo y de importancia decisiva cambiaron, para siempre, el curso de la historia
universal justificando la utilización del concepto “crucial siglo VII” para aludir al período en
cuestión, los principales sucesos que lo marcaron y su trascendencia histórica.16
16
El concepto lo hemos tomado de las clases dictadas por el profesor Paul H. Freedman en la Universidad de
Yale, en el curso “The Early Middle Ages, 284-1000” del 2011, que está disponibles en internet gracias al
sistema “Open Yale courses”: http://oyc.yale.edu/history/hist-210 (4-11-2014, 11:35). Siguiendo a Freedman
el desarrollo paralelo de las civilizaciones griega-ortodoxa, islámica y cristiana occidental -que en cierto sentido
sustituyeron las grandes civilizaciones antiguas- con su proyección hasta la modernidad justifican esta
apreciación. La importancia que tienen el Islam y la situación del Cercano Oriente en la geopolítica mundial
actual son un ejemplo de como el crucial siglo VII sigue repercutiendo en nuestro presente.
13
Imagen 1.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 600 d.C.
14
Imagen 2.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 700 d.C.
15
Imagen 3.- Europa y el Mediterráneo hacia el año 800 d.C.
16
II.- La historiografía cristiana medieval y el género cronístico:
Marco teórico-conceptual.
17
Aurell, Jaume; Balmaceda, Catalina; Burke, Peter; Soza, Felipe, Comprender el pasado: una historia de la
escritura y el pensamiento histórico. Madrid, Akal, 2013. p. 96.
18
Ibíd. p. 99.
17
Por lo tanto, para comprender la historiografía medieval es necesaria una
aproximación conjunta a la lógica interna del texto y al contexto social, político y cultural
del que ha surgido: lo que Gabrielle Spiegel llama la “lógica social del texto”.19
19
Spiegel, Gabrielle, The Past as Text the theory and practice of medieval historiography. Baltimore, John
Hopkins University Press, 1997. pp. 3-28.
20
Ibíd. pp. 59-64.
18
del tiempo.21 Muchos análisis se centran en resaltar estas particularidades, pero Catalina
Balmaceda señala que, si bien son importantes, ninguna de estas anula el carácter histórico
de estas obras. También advierte que hay distintos géneros y variantes dentro de la
historiografía cristiana, y que estas características propias no se harán presentes de igual
forma todo el tiempo.22
Por tanto, para analizar las crónicas hispanas del siglo VIII es necesario comprender
primero el género al cuál pertenecen. Pedro Galán Sánchez señala que la crónica es un género
historiográfico que se origina con Eusebio de Cesarea – aunque tiene precedentes - y que se
caracteriza por cuatro factores claves: “1. La cronología, como eje sobre el que gira y se
construye toda obra cronística, en cuanto a la estructura. 2. El estilo plano, esto es, la total
ausencia de pretensiones literarias, en cuanto a la expresión. 3. El universalismo, espacial,
temporal, y temático, en cuanto al contenido. 4. La visión providencialista de la historia,
producto directo del carácter cristiano de los autores, en cuanto a la filosofía que anima estas
obras”.23 Universalismo y providencialismo son características de la historiografía cristiana
que se mantienen en la crónica, mientras que el eje cronológico así como un estilo plano y
sintético serían las particularidades del género.
21
Momigliano, Arnaldo, “Historiografía pagana e historiografía cristiana en el siglo IV d.C.” y “El tiempo en
la historiografía antigua”. Ensayos de historiografía antigua y moderna. Ciudad de México, FCE, 1993.
22
Ibíd. pp. 64-68.
23
Galán Sánchez, Pedro, El Género historiográfico de la Chronica. Cáceres, Universidad de Extremadura,
1994. pp. 15-16.
24
Sánchez Salor, Eustaquio, “El providencialismo en la historiografía cristiano-visigótica de España.”. Anuario
de estudios filológicos, Vol. 5, 1982. pp. 179-181.
19
sentido del devenir humano. El universalismo historiográfico estaba inspirado por el
universalismo en la doctrina cristiana y visión de mundo cristianas, pero este no implicaba
que toda obra tuviese un marco espacio-temporal verdaderamente universal: las primeras
obras intentaban abarcar un ámbito más o menos universal, en muchos casos esto luego se
fue reduciendo a una narración más bien local de una época, pero persistió como una
concepción universal de la historia en su conjunto, concepción sustentada además en que
muchas obras se veían así mismas como una continuación de otra o parte de un conjunto. 25
Eustaquio Sanchéz Salor concuerda con Galán al señalar que en las crónicas, dentro
de la historiografía cristiana “El ingrediente fundamental del subgénero es, como su nombre
indica, la cronología: pretende sobre todo determinar la fecha de los sucesos históricos.”
Como buena parte de la historiografía cristiana, el género se habría originado con una
finalidad apologética: revelar a los paganos que el cristianismo no era un credo sin tradición,
demostrando la antigüedad de la historia sagrada y poniéndola en paralelo con la historia de
los pueblos antiguos, motivo del cual surge su tendencia a los isocronismos.26 Pero con el
tiempo la cronología comparada que elaboró Eusebio para demostrar la tradición que
respaldaba el cristianismo, va cediendo paso a una más instrumental que sirve para ordenar
los hechos en un registro histórico, el universalismo espacial, temporal y temático en algunos
casos se va reduciendo al tiempo-espacio particular del cronista. Pues, como señala Galán
Sánchez, si bien la cronología, el estilo plano, el universalismo y providencialismo son los
constituyentes esenciales del género, que desde Eusebio de Cesarea, estarán en mayor o
menor medida presentes en todas las crónicas, estos habrán de sufrir importantes
modificaciones a lo largo del tiempo.27
Para Galán Sánchez, el género de la crónica presenta una evolución ambivalente, por
un lado los constituyentes esenciales nunca desaparecen -tendencia que este autor denomina
“estatismo”-, pero la forma y fuerza con que se manifiestan va cambiando mucho en el
25
Aurell; Balmaceda; Burke; Soza, Comprender el pasado: una historia de la escritura y el pensamiento
histórico. pp. 65-68.
26
Sánchez Salor, Eustaquio, Historiografía latino-cristiana. Principios, contenido, forma. Roma, L’Erma,
2006. pp. 33-34.
27
Galán Sánchez, El Género historiográfico de la Chronica. pp. 211-213.
20
tiempo según las distintas finalidades de las crónicas -tendencia que llama “dinamismo”-. En
el caso de España, tenemos la Crónica de Hidacio que es casi una historia local
contemporánea aunque que sigue teniendo al Imperio Romano como un referente universal,
mientras que en la Crónica de Juan de Biclaro el centro pasa a ser el reino hispano-godo y,
con la Crónica de Isidoro, la cronología y el universalismo retoman su importancia.28 Como
veremos, la Crónica Bizantino-arábiga (743-744) y la Crónica Mozárabe del 754 siguen, a
grandes rasgos, estos mismos principios y esquema con leves variaciones.
Las crónicas, como toda forma de relato, no pueden considerarse objetivas, pero no
por ello hay que asumirlas como falaces o poco fiables. Sin duda, muchos cronistas
manipularon los hechos que narraban a favor de sus intereses –ideológicos, políticos,
sociales, etc...- pero la crónica era un género con pretensiones de veracidad. Cuando un
cronista escribía debía ser creíble para sus lectores, tergiversar en su relato los hechos del
pasado no puede haber sido fácil pues, si se adulteraban hechos del pasado lejano se podía
28
Ídem.
29
Por ejemplo, véase el análisis en Martín, José Carlos, “La "Crónica Universal" de Isidoro de Sevilla:
circunstancias históricas e ideológicas de su composición y traducción de la misma”. Iberia: Revista de la
Antigüedad, Nº4, 2001, pp. 199-207.
21
chocar con la autoridad de otros textos, y si se falseaban hechos más contemporáneos se
podía entrar en conflicto con la memoria social, los recuerdos trasmitidos de forma oral.
Por esto, las crónicas suelen registrar hechos que, para la sociedad de su época, eran
creíbles, si a veces narran historias de milagros o intervenciones de Dios en una batalla no
era porque a los cronistas les gustase inventar fabulas o eran menos críticos, sino porque ese
tipo de relatos circulaban y eran perfectamente admisibles en la sociedad cristiana de la
época. Es probable que en la mayoría de las crónicas sea mucho mayor la cantidad de hechos
históricos corroborados por otras fuentes que las invenciones y “fabulaciones”.
Por tanto, las crónicas hispanas del siglo VIII tienen que ser analizadas: 1) como
artefactos literarios que siguen ciertos esquemas de género y despliegan un relato mediante
distintas construcciones discursivas que condicionan su contenido, 2) como fuentes históricas
que, mediante la recopilación de distintos testimonios, nos entregan algunas informaciones
relativamente fiables sobre los hechos que relatan, y 3) como fuentes histórica respecto a un
contexto de composición que influye sobre su forma y contenido, las crónica nos permite
conocer este contexto a la vez que dicho contexto es necesario para explicar y comprender
las crónicas.30
30
Para una visión general sobre la historiografía de la época, y sobre los orígenes del género cronistico pueden
consultarse también Croke, Brian y Emmett, Alanna, “Historiography in Late Antiquity: An Overview” y “The
Origins of Christian World Chronicle” ambos en History and Historians in Late Antiquity, Australia, Pergamon
Press, 2011.
22
III.- El problema del siglo VII Oriente y su eco en las crónicas hispanas:
Estado de la cuestión.
Los testimonios sobre el “crucial siglo VII”: es decir sobre la época de la última guerra
romano-persa y las conquistas árabes, han recibido la atención de diversos estudios, como el
de Crone y Cook, R. G. Hoyland, W.E. Kaegi, Howard-Johnston y Soto Chica que
mencionábamos. Lo interesante sobre los testimonios escritos de dicho período es que no
solo son –junto a los restos materiales- los principales vestigios que nos permiten
reconstruirlo, sino que además nos muestran cómo los contemporáneos, y las generaciones
que les siguieron, percibieron, vivieron e interpretaron estos hechos dramáticos.
Ahora bien, las fuentes orientales sobre el “crucial siglo VII” han sido objeto de
diversos estudios a los que nos hemos referido, pero dichos sucesos dramáticos no solo fueron
percibidos por sus testigos directos en Oriente. Su noticia, o al menos su eco, llegó hasta los
hombres del Mediterráneo Occidental, quienes se dieron cuenta de su importancia, los
registraron para la posteridad y buscaron darles sentido según la propia situación en que vivan
y su propia visión del mundo. Aquellos testimonios no han recibido la misma atención de los
estudios especializados, y merecen ser también considerados pues nos aproximan al impacto
que estos acontecimientos del siglo VII en Oriente tuvieron sobre todo el mundo conocido y,
en particular, sobre el Occidente cristiano.31
31
Las repercusiones generales que la crisis del siglo VII en Oriente tuvieron sobre Occidente fueron estudiadas
y destacadas por Paul Lemerle en un breve artículo llamado “Les répercussions de la crise de lʼEmpire dʼOrient
Au VII Siecle sur les pays dʼOccident”. Settimane di studio del centro italiano di studi sullʼ alto medioevo, V.
Spoleto, Presso la sede del centro, 1958. pp. 713-731.
23
Como consecuencia de estos mismos sucesos, a comienzos del siglo VIII el Reino
visigodo de Toledo -ubicado en el extremo más occidental del Mediterráneo- fue
conquistado, y la Península Ibérica, casi en su totalidad, pasó a formar parte de los dominios
del Islam. Los testimonios para conocer esta conquista y los primeros tiempos de la España
musulmana son bastante escasos. Destacan entre ellos un par de fuentes historiográficas: dos
crónicas latinas elaboradas en España algunas décadas tras la invasión árabe: la Crónica
Bizantino-arábiga del 741 y la Crónica Mozárabe del 754, compuestas en España cuando
aún vivían quienes habían experimentado los sucesos de fines del siglo VII y comienzos del
VIII, y cuando los testimonios –orales y escritos- sobre los dramáticos acontecimientos de
Oriente aún circulaban por el Mar Mediterráneo como noticias de hechos “recientes”.
32
Collins, The Arab Conquest of Spain 710–797. Manzano Moreno, Conquistadores, emires y califas. Los
omeyas y la formación de al-Andalus. Véanse también los múltiples estudios de Sanchéz-Albornoz.
33
Las ediciones de dichas crónicas aquí citadas son las de José Carlos Martín y López Pereira, ver bibliografía.
24
clave en la construcción ideológica del ideal neogoticista, las ideas de Reconquista y la
identidad hispana.34
Pese a ello, estas crónicas casi no han sido ponderadas como testimonio para estos
sucesos orientales, ni analizadas en el marco de un contexto mediterráneo, excepto por el
estudio que César E. Dubler le dedicó a la Bizantino-arábiga hace ya más de sesenta años,
los trabajos de José Soto Chica, y algunas líneas reciénteme escritas López Pereira respecto
a la Crónica Mozárabe del 754.
34
Barkai, Ron, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval. Madrid, RIALP,
2007. Bronisch, Pierre Alexander, Reconquista y Guerra Santa. Granada, EUG, 2006. Homet, Raquel, “La
Pérdida de España: Mito motor de la Reconquista”, Temas Medievales, Nº4, 1994. Maravall, José Antonio, El
Concepto de España en la Edad Media. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981. Wolf, Kenneth
Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. Liverpool, LUP, 1999.
35
Dubler, César E. “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”.
Al‑Andalus 11, 1946. pp. 297-334.
25
Respecto a la Crónica Mozárabe del 754, Dubler nota algunas de las diferencias en
el contenido, señala que esta fue escrita por un hispano-cristiano, que utilizó algunas de las
mismas fuentes orientales de la Bizantino-arábiga, además de utilizar la misma Bizantino-
arábiga como fuente e incorporar algunas fuentes visigodas, con información sobre España,
de las que esta carecía.36
Dicha interpretación tiene sentido, y probablemente sea hasta cierto punto correcta.
Pero una mirada atenta a las crónicas revela que las diferencias van mucho más allá de los
36
Ídem.
37
Díaz y Díaz, Manuel C, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. Settimane di
studio del centro italiano di studi sull`alto Medioevo, XVII, Spoleto, 1970. p. 315.
38
Martín, José Carlos, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. e-Spania, 1, 2006, p. 3.
39
Barkai, El enemigo en el espejo.... pp. 24-31.
26
juicios y actitudes, muestra que ciertos hechos aparecen detalladamente en una crónica y no
son mencionados por la otra, así como narraciones con distintas versiones y noticias sobre el
emperador Heraclio, el fin de la última guerra romano-persa, la posterior derrota romana
frente a los árabes y la atribución de responsabilidad sobre estos hechos. Como veremos con
detenimiento más adelante.
Uno de los pocos en abordar recientemente las crónicas hispanas en relación a los
sucesos del “crucial siglo VII” en Oriente es José Soto Chica, quien, en su libro y varios
artículos, contrasta su testimonio con las fuentes orientales para esclarecer ciertos problemas
específicos.41 Pero en sus minuciosos estudios no ha abordado directamente el problema de
la composición de estas crónicas y su relación con las distintas fuentes orientales que
pudieron nutrirlas o influirlas.42
José E. López Pereira es otro de los pocos autores que se ha detenido en el problema
de las fuentes orientales, tras el estudio de Dubler, en su estudio crítico sobre la Crónica del
40
Aurell, Balmaceda, Burke, Soza, Comprender el pasado: una historia de la escritura y el pensamiento
histórico. pp. 65-96.
41
Soto Chica, José. “África disputada: los últimos años del África bizantina” y “Egipto, los árabes y la conquista
de la Libia Marmárica, Pentápolis y Tripolitania. 642-698”, en L. A. García Moreno – E. Sánchez Medina
(eds.), El 711 y otras conquistas: Historiografía y Representaciones, Madrid, 2014 (en prensa). Soto Chica, J.;
Berenjeno, A.M. “La última posesión bizantina en la Península Ibérica: Mesopotamenoi-Mesopotaminoi.
Nuevas aportaciones para su identificación”. En: II Jornadas de Estudios Bizantinos: De Roma a Bizancio: el
territorio en el sureste peninsular. Almería, 10 y 11 de enero de 2014. Además del libro ya citado.
42
Pese a ello, las conversaciones mantenidas por e-mail con el Doctor Soto Chica, en donde amablemente
compartió sus apreciaciones sobre el asunto aquí trabajado, fueron tremendamente ilustrativas sobre este
problema, y por ello, estamos infinitamente agradecidos.
27
754. El anónimo mozárabe, según este autor, hace referencia a Roma meramente como
encuadre cronológico obligado por la tradición del género cronístico y la perspectiva
universal, por eso se limita prácticamente a mencionar los emperadores y sus años de
reinado.43 Excepción a esta tendencia es el caso de Heraclio a quien la Crónica Mozárabe
otorga un espacio singular. Según López Pereira, el anónimo mozárabe, dentro de su visión
providencial de la historia, considera a Heraclio y los romanos como responsables de desatar
el castigo divino que toma forma en la “sublevación” y expansión militar de los árabes. 44
Más allá de esto el autor no se detiene a analizar las particularidades del relato sobre Oriente,
como el sueño de Heraclio o la forma en que los árabes derrotan a los romanos.
López Pereira nota, además, que las diferencias entre ambas crónicas y algunos
detalles de la Crónica del 754, sugieren también la utilización de algunas fuentes distintas.
Enumera una variedad de documentos que podrían haber difundido las noticias sobre Oriente
en Occidente, como el Chronicon Mundi de Juan de Nikiu, el Chronicon Paschale y la obra
de Jorge de Pisidia, sugiere que frente a la Bizantino-arábiga –que descarta como fuente
directa- la Crónica del 754 habría hecho uso del mencionado latérculo bizantino para el
encuadre cronológico, junto con noticias obtenidas de “alguna crónica proveniente de
Constantinopla” e informaciones orales, fruto de los frecuentes contactos que aún en su época
existían entre Bizancio y España. López Pereira no se detiene a analizar las diferencias
43
López Pereira, José, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754. Zaragoza, Anubar, 1980. pp. 21-36.
44
Ibíd, pp. 28-30. Similar planteamiento puede verse en el ya mencionado libro de Ron Barkai.
45
Ibíd, p. 96.
28
concretas en ambos relatos ni profundiza en relación con estas fuentes y la imagen que queda
respecto a las fuentes orientales de la Crónica Mozárabe del 754 nos parece un tanto vaga y
difusa.46
Los planteamientos que se han realizado hasta el momento sobre las fuentes de las
crónicas hispanas resultan muy sugerentes pero, a nuestra juicio, no del todo definitivos. Un
análisis comparativo del relato de ambas crónicas, que indague en las diversas fuentes
orientales y que contribuya a esclarecer la forma en que estas noticias del siglo VII d.C.
viajaron por el ámbito del Mar Mediterráneo, fueron recibidas y reinterpretadas en el medio
local hispano del siglo VIII, queda todavía pendiente.
46
Ibíd, pp. 97-99.
29
CAPITULO 1.
LAS CRONICAS HISPANAS Y SU RELATO.
30
1.1.- Las crónicas hispanas: principales características.
47
Sobre la trasmisión textual y las características generales de ambas obras pueden consultarse los trabajos de
Carlos Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)” y López Pereira, Estudio Crítico sobre
la Crónica Mozárabe del 754. pp. 16-17.
48
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 2.
49
Ibíd. p. 8.
31
Mucho se ha debatido sobre la autoría de la Crónica Bizantino-arábiga. Antaño
algunos estudiosos postularon un origen egipcio u oriental, pero como señalábamos, C.E.
Dubler, en el primer análisis crítico profundo sobre la dicha crónica, argumentó que esta era
obra de un autor hispano, probablemente levantino, con conocimiento al menos
rudimentarios del griego, recientemente convertido al Islam y con acceso a varias fuentes
orientales.50
50
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
283-349.
51
Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 315.
52
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 6.
53
Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 314.
32
La Crónica Mozárabe del 754 fue atribuida tradicionalmente a un obispo de Pax Iulia,
actual Badajoz, llamado Isidoro Pacense. Así lo creyeron varios eruditos humanistas, como
Prudencio de Sandoval, a partir de unas palabras de Pelayo de Oviedo, y lo seguía
sosteniendo el Padre Enrique Flórez en el siglo XVII. En 1849 R. Dozy desmintió
completamente dicha atribución y en 1885 J. Tailhan siguió su análisis publicando una
edición de la crónica que tituló como Anónimo de Córdoba. Mommsen publicó su propia
edición que incluyó en los MGH y tituló Continuatio Isidoriana Hispánica por considerarla
una continuación de la crónica de San Isidoro de Sevilla.54
La Crónica Mozárabe del 754 sigue también la estructura y estilo propios del género,
aunque, ocasionalmente, abandona el estilo lacónico y breve, por una descripción más
detallada y un lenguaje retorico. Narra cronológicamente los acontecimientos que suceden,
tanto en la Península Ibérica y su frontera norte, como en el oriente bizantino y musulmán.
Se inicia en el año 611 d.C., con la investidura imperial de Heraclio, y termina indicando que
ha comenzado el año 754. A diferencia de la Crónica Bizantino-arábiga, el autor de la
Crónica del 754 es claramente un hispano-cristiano: si bien presta atención a algunos sucesos
de oriente centra la mayor parte de su crónica en la Península, registra minuciosamente los
asuntos eclesiásticos como concilios e incluso historias milagrosas y, finalmente, su actitud
54
López Pereira, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754. pp. 16-17.
55
Ibíd. pp. 13-16., Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 315.,
también en Collins, The Arab Conquest of Spain. p. 57.
56
Wolf, Kenneth Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. pp. 25-28.
33
hacia los árabes –nunca habla del Islam como tal- es al menos fría y despreciativa, si es que
no abiertamente hostil.57
Como señalábamos, ambas crónicas hispanas siguen una estructura cronológica muy
propia de su género, la Bizantino-arábiga comienza utilizando la Era hispánica y luego la
abandona, prefiriendo seguir los años de reinados de emperadores y califas, situación que ha
dado para muchas especulaciones. La Crónica del 754 da una importancia mucho mayor a
los cómputos cronológicos y es más precisa, no solo utiliza constantemente la Era hispánica
y la Era del mundo, también cruza estas con los distintos gobiernos y con el calendario árabe,
además de incluir al final un apéndice cronológico.
En las dos crónicas predomina el estilo plano y neutro, limitándose a registrar los
principales acontecimientos en el año que les corresponde, sin comentar sus causas, ni
enjuiciar sus consecuencias, aunque en ciertos momentos este deja paso a otro tipo de
expresiones. Esto es evidente en la Crónica Mozárabe del 754, con el famoso lamento por la
“Pérdida de España”, un notable excursus retórico que se introduce en relación a la conquista
árabe del 711. Sí bien es el más evidente, como veremos no es el único episodio de ésta
crónica en donde se rompe el tradicional estilo lacónico del género.
En cuanto al universalismo especial y temático del género cronístico, este sin duda se
ha ido restringiendo desde los tiempos de Eusebio, pero no deja de estar presente en cierta
forma. Como señala José Carlos Martín la Crónica Bizantino-arábiga pareciera tener la
intención expresa de ligar los acontecimientos de la Península con los sucesos del Oriente en
donde ha surgido el Islam como una forma de explicar y legitimar el dominio árabe. 58 En
este sentido, se trataría de incluir a Hispania en un nuevo marco universal que ya no es el
Imperio Romano, sino la comunidad islámica.
57
Ver el ya citado libro de Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval.
58
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. p. 5.
34
vista formal sigue siendo el principal marco de referencia- y el Oriente árabe. En cuanto al
providencialismo, resulta evidente en numerosos pasajes de la Crónica del 754 –como el de
Heraclio que analizaremos más adelante- pero mucho menos claro –aunque no del todo
imposible- en la Bizantino-arábiga.
35
1.2.- El relato de las crónicas hispanas sobre Oriente.
Para abordar el problema planteado parece necesario volver sobre las fuentes, lo que
nos dicen las crónicas hispanas sobre los sucesos de Oriente y la forma en que lo relatan.
De inmediato, pero sin establecer ninguna conexión entre ambos sucesos, la Crónica
Bizantino-Arábiga narra, con algo más de detalle, las primeras conquistas de los árabes:
59
Crónica Bizantino-Arábiga. 6-7, p. 9.
60
Ibíd. 11. p. 10.
36
Durante el séptimo año del citado príncipe [Heraclio], los sarracenos, enemigos de
las provincias de los romanos, rebelándose atacan estas mediante rápidas e inesperadas
incursiones más que por medio de una guerra abierta. Teodoro, hermano de Eraclio Augusto,
se enfrentó a ellos en muchos combates. Al ser informado de ello Eraclio, advirtió a su
hermano que no luchase en modo alguno contra esas gentes. Eraclio no era, en efecto,
desconocedor de la ciencia de la astrología, y no ignoraba por ello cuál sería el resultado de
la guerra en el caso de que esta se produjese.
Teodoro al frente de muchos soldados romanos trabó combate (contra los sarracenos)
frente a la ciudad de Gabata. Pero fue tal el pavor que los enemigos causaron entre las legiones
romanas y la violencia de su ataque, que apenas quedaron unos pocos (entre los romanos) que
pudieron llevar la noticia (de la derrota romana). En esta batalla murió incluso Teodoro, el
hermano de Augusto. Los sarracenos, tras conocer la noticia de esta matanza tan grande que
se había causado a los nombres romanos, liberados del miedo al nombre romano, se
apoderaron definitivamente de las provincias que ya tiempos atrás habían invadido y situaron
la capital de su reino en Damasco, la más rica de las ciudades de Siria.63
61
Ibíd. 12-13. p. 10.
62
Como veremos más adelante el tema de los vaticinios será importante en el recuerdo occidental de Heraclio.
63
Ibíd. 16. p. 10.
37
De esta forma, “pese a la advertencia de Heraclio” y a reunir un gran ejército, su
hermano Teodoro y el ejército romano fueron derrotados cerca de Gabata por el terrible y
violento ataque de los árabes. La importancia de la batalla se explica señalando que tras ella
los árabes ocupan permanentemente –en lugar de sólo saquear- las provincias orientales
romanas y establecen su capital en Damasco. Finalmente la crónica narra que:
64
Ibíd. 16. p. 10.
65
La hidropesía, hoy más comúnmente conocida como edema, es la retención de líquido en los tejidos. Hoy se
sabe que no es realmente una enfermedad, sino un síntoma que puede acompañar varias enfermedades
comúnmente relacionadas con el corazón, el hígado y los riñones.
66
Ibíd. 19-43. pp. 10-15.
67
Esto último me lo hizo notar el Doctor José Soto Chica, mis agradecimientos por sus comentarios.
38
La Crónica Mozárabe del 754 se inicia con la sublevación de Heraclio, señalando
también que esta se habría iniciado por amor a Flavia, el pacto con Nicetas y que Heraclio
llega primero a Constantinopla por el mar, Focas es capturado por los bizantinos y
ajusticiado, tras lo cual Heraclio se hace nombrar emperador, mientras Nicetas, “atravesando
los asperezas del desierto” lucha contra los persas y recupera las provincias perdidas.68 En
esta primera parte la Crónica del 754 es casi idéntica a la Bizantino-arábiga, excepto porque
señala, con cierto tono reprobatorio quizás, que Heraclio se apura en elevarse como
emperador –sin mencionar nombramiento del Senado- mientras el general Nicetas, avanza
en el desierto y lucha contra los persas para restaurar las provincias imperiales. La Crónica
del 754 relata luego cómo los persas volvieron a conquistar estas provincias y:
Pero Cosroes que era más orgulloso, como es normal entre los filisteos, envió a la
lucha a un bastardo, cual otro Goliat. Asustados todos los guerreros de Heraclio vuelven pie
atrás. Entonces Heraclio, confiando en el auxilio del Señor, abalanzándose sobre él, lo mata
de un solo lanzazo.69
68
Crónica Mozárabe del 754. 1-2, p. 25.
69
Ibíd. 3. p. 27.
39
La Crónica del 754 continúa su narración de esta forma:
Forzada de esta forma la dispersión de los persas siguió atacándolos hasta la ciudad
de Susa, su capital y emporio. Una vez destruido el reino de Cosroes y sometido al poder
imperial, el pueblo no atribuyó a Dios el mérito de la victoria sino al propio Heraclio, y
aceptándolo este vanidosamente, llegó de vuelta a Constantinopla. Finalmente, después de
ser recompensado generosamente el ejército subió al trono celebrando un glorioso triunfo.
Este Heraclio, como ya hemos dicho, sometió a los persas sublevados, y con sus
luchas restableció las provincias imperiales. Engreído por las alabanzas del pueblo,
atribuyendo, segundo dicen, el mérito de la victoria no a Dios sino a sí mismo, temió un duro
castigo, presagiando que sería grave, según una espantosa visión que tuvo. […]
Los Sarracenos, en la era 656, año séptimo del imperio de Heraclio, inducidos por
Mahoma, su caudillo, a la rebelión, se apropian más por astucia que por fuerzas de Siria,
Arabia y Mesopotamia, y devastan las provincias, no tanto con una invasión declarada cuanto
por sus reiteradas alargadas. Así, con habilidad y engaños, no por fuerzas, atacan a las
ciudades fronterizas del imperio, y luego, sacudiéndose el yugo de su cerviz se rebelan
abiertamente. Y ya en la era 656, año séptimo del imperio de Heraclio, invaden su reino y
pretenden hacerse con él luchando enérgicamente con múltiples y variados resultados.71
70
Ibíd. 4-5. pp. 27-29.
71
Ibíd. 6-8. p. 29.
40
La Crónica del 754 registra la “rebelión” de los árabes de forma similar a la Bizantino-
arábiga. Pero a diferencia de esta, que no hace conexión alguna, el cronista del 754 vincula
dicha “rebelión” con los sucesos anteriores, señalando que Heraclio temía un castigo divino
por haberse atribuido, vanidosamente, el mérito de la victoria sobre los persas.
Tras esto, la Crónica del 754 continúa su detallado relato de la siguiente manera:
72
Ibíd. 9. p. 31.
41
Así pues, como ya hemos dicho, en la era 653, año cuarto del imperio de Heraclio,
los árabes se sublevan, y en la 656 atacan a Teodoro, hermano de Augusto; después de
cansarlo en casi diez años de lucha, acaban por vencerlo, agotado como estaba por la guerra
y, aunque se resistía duramente, lo matan, entonces instalan oficialmente su reino en
Damasco, gobernándolos Mahoma su profeta, una vez perdido el miedo al nombre romano.73
En estas líneas resulta significativa la palabra que utiliza la Crónica del 754, y que se
ha traducido como “sublevan”: si anteriormente había dicho, de similar forma a la Bizantino-
arábiga, que los árabes fueron llevados a la rebelión, en latín Rebellia, aquí dice “Arabas
tirannizant”, literalmente: los árabes se “tiranizaron”, lo que podría indicar que para el
cronista se trata de un levantamiento claramente violento e ilegítimo, el que se consolida con
la presagiada derrota de Teodoro, tras la que el “nombre romano” pierde su prestigio.74
Respecto a los emperadores romanos y sus guerras con los árabes, sigue la misma
línea que la Bizantino-arábiga y algunos hechos son presentados de forma casi idéntica,
como el asedio de Constantinopla por Yzit, hijo de Moabia (674-678 d.C.). Sin embargo, y
pese a la poca atención que empieza a prestar a Oriente, contiene de todas formas algunas
noticias que se distinguen, como la batalla naval entre árabes y bizantinos en tiempos de
Constante, nieto de Heraclio (c. 655 d.C.), la que no es mencionada por la Bizantino-arábiga
73
Ibíd. 11. p. 31.
74
No es del todo claro pues el concepto de tiranía se utiliza con varios sentidos en la España de la época. En
otros momentos de la obra el anónimo mozárabe utiliza el concepto siguiendo a San Isidoro, para referirse a
quienes se rebelaron contra la autoridad legítima, quienes tomaron o intentaron tomar el poder de forma violenta
e ilegal, lo que parece apoyar nuestro planteamiento. Sobre el problema ver Orlandis, José, “En torno a la noción
visigoda de tiranía” Anuario de Historia de Derecho Español, N° 29, 1959. pp. 5-43.
75
Ibíd. 21-34. p. 39-53.
42
y además, en la Crónica del 754 dicha batalla es mencionada en dos momentos con distinta
valoración, sugiriendo el uso de dos fuentes distintas como plantea López Pereira, quien notó
dicha curiosidad.76
Resulta útil resumir los puntos comunes y las diferencias de ambas crónicas. En el
ámbito de las concordancias podemos encontrar: la sublevación de Heraclio contra Focas por
amor a Flavia, el pacto con Nicetas, el triunfo y coronación de Heraclio. La guerra contra los
persas; gran batalla entre los romanos, liderados por Heraclio, y los persas, liderados por
Cosroes, triunfo de Heraclio que llega hasta Susa, destruye y somete el reino de los persas,
regresando con gloria a Constantinopla. Poco tiempo después, los árabes liderados por
Mahoma, se rebelan y realizan incursiones en las provincias del Oriente romano. Heraclio,
mediante la astrología u otros mecanismos, vaticina el resultado de la guerra y advierte a su
hermano Teodoro. Este reúne un gran contingente de fuerzas romanas y se enfrenta a los
árabes cerca de la ciudad de Gabata en una batalla, resultando totalmente derrotado. Tras esta
los árabes se apropian de las provincias orientales romanas e instalan su capital en Damasco.
Continúan entonces las conquistas de los árabes, quienes se enfrentan a los emperadores
romanos numerosas veces con suerte diversa. De ambas crónicas se podría inferir una actitud
favorable, o a lo menos neutra, hacia los descendientes de Heraclio.
En el ámbito de las diferencias, en cambio: la Crónica del 754 señala que Heraclio se
hace elevar a emperador mientras Nicetas avanza por el desierto combatiendo a los persas,
la Bizantino-arábiga silencia esto y en cambio señala que Heraclio es nombrado por el
Senado. Esta misma cuenta que Heraclio reúne a un ejército y se enfrenta a Cosroes,
derrotándolo, sometiendo el reino de los persas y regresando con gloria a Constantinopla, sin
dar mucho detalle de esta guerra. En cambio, la Crónica del 754 introduce aquí el relato sobre
el pacto y el combate, en donde Heraclio mata al siervo de Cosroes con la ayuda de Dios,
tras ello narra de forma similar a la Bizantino-arábiga el sometimiento del reino persa, pero
introduce un juicio: los romanos y Heraclio pecan de vanidad al atribuirle a él la victoria y
no a Dios.
76
Ibíd. 28. p. 47.
43
La Bizantino-arábiga registra la rebelión de los árabes, sin establecer ningún tipo de
conexión con los hechos que nos ha presentado antes. Habla de rápidas incursiones sobre las
provincias romanas y exalta las virtudes de Mahoma reconociéndole, incluso, la capacidad
de conocer los hechos futuros. Señala que Heraclio había previsto el desenlace de una guerra
con los árabes gracias a la ciencia astrológica y advierte a su hermano, Teodoro, quien se
enfrenta a los árabes y es destruido por la violencia de su ataque, tras ello los árabes
establecen su capital en Damasco. Narra la muerte de Mahoma señalando que sus seguidores
lo reconocen y honran como profeta, y la muerte de Heraclio, señalando lacónicamente que
esta fue causada por la hidropesía.
La Crónica Mozárabe del 754 establece claramente un vínculo con los hechos
anteriores, narra que Heraclio, tras su triunfo frente a los persas, tiene un sueño profético que
alude a los árabes y teme un castigo divino por su pecado de vanidad, tras ello los árabes se
rebelan “tiránicamente” y atacan mediante engaños las provincias romanas, aunque es
consciente de que Mahoma es considerado un profeta y luego lo dice, lo llama caudillo y
omite cualquier palabra sobre sus virtudes o la consideración que le tienen los árabes.
Heraclio confirma su sueño mediante consultas astrológicas y advierte a su hermano
Teodoro, quien reúne una gran fuerza romana, pero dicho ejército es atacado por una
enfermedad que lo desmoraliza y tras ello es destruido por los árabes, quienes se instalan en
Damasco, gobernados por Mahoma.
44
ser un reflejo de los errores en las propias fuentes orientales, otros derivan de la conversión
y correlación con los distintos sistemas de datación.77 Ambas crónicas resumen en una gran
batalla definitiva lo que en realidad fueron varias, en parte siguiendo una tendencia general
de las fuentes a confundir las batallas de Ajnadayn y Yarmuk.78 Finalmente, las dos crónicas
consideran que el ataque árabe contra las provincias romanas se inicia en vida de Mahoma,
lo que aparece en otras fuentes y podría llegar a no ser del todo incorrecto, pero sin duda la
Crónica del 754 se equivoca al señalar que este llegó a gobernar desde Damasco.79
Más allá de esto, los relatos que se ubican al inicio de estas crónicas, llaman la
atención por varias razones. En primer lugar, como varios de los expertos han señalado, la
Crónica Bizantino-arábiga tiende a dedicar bastante atención a los asuntos de Oriente,
dejando más bien de lado los asuntos de la Península Ibérica, donde a veces sólo menciona
quien gobierna y por cuantos años, en cambio la Crónica Mozárabe del 754 dedica bastante
más atención a estos últimos y suele referirse muy brevemente a Oriente, a veces apuntando
solo los nombres del califa y emperador de turno.80 Pero en esta primera parte que hemos
analizado, y en oposición al conjunto de ambas obras, la Crónica del 754 parecen entregar
bastantes más detalles de los sucesos de Oriente que la Bizantino-arábiga.
Por una parte, la Bizantino-arábiga ofrece una visión hasta cierto punto “neutra” de
Heraclio, su sublevación y su enfrentamiento con Persia. Cuenta que el pueblo depuso a
Focas y el Senado le nombró emperador, luego que sale a enfrentar a los persas y triunfa
sobre ellos, pero aquí no dice nada más sugerente sobre su visión de Heraclio. No establece
77
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
326-327. Es necesario recordar que nuestras crónicas utilizan la Era hispánica así como los años de reinado de
emperadores, reyes y califas, ocasionalmente la Era del Mundo, el año de la indicción y la Era islámica, en
Oriente se utilizaban además otros sistemas y la conversión de uno a otro requería cálculos de cierta
complejidad.
78
Jandora, John, “The Battle of Yarmuk: a reconstruction”. Journal of Asian History, Vol. 19, No. 1, 1985. pp.
11-12. El problema parece derivar de una serie de coincidencias entre ambas batallas, Ajnadayn habría sido la
primera derrota romana y Yarmuk la definitiva, pero en ambas los romanos son comandados por un Teodoro y
mientras Adjnadayn fue cerca de un lugar llamado Gabatha, Yarmuk lo fue cerca de Gabitha.
79
Soto Chica, Bizancio y los Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642). pp. 297-
330.
80
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
325-326. Díaz y Díaz, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año 1000”. p. 314
45
ninguna conexión entre estos hechos y las conquistas árabes. Respecto a los árabes, su
actitud, como señala acertadamente Ron Barkai, oscila entre la neutralidad y una cierta
simpatía: no juzga explícitamente su ataque sobre las provincias romanas.81 Pero sí resultan
curiosas algunas cosas sobre esto: primero la exaltación de la figura de Mahoma como un
hombre noble, sabio, virtuoso y respetado, segundo, que diga que Mahoma conocía “lo que
habría de ocurrir” y que Heraclio, mediante la astrología, se enteró del resultado desfavorable
de la guerra contra los árabes. Finalmente, el contraste entre el relato de la muerte de Mahoma
y Heraclio podría ser también significativo.
Por otra parte, la Crónica del 754 comienza presentando una visión un tanto más
compleja de Heraclio en donde el contraste con Nicetas tiene un cierto tono crítico, luego se
introduce el relato del pacto y el combate donde Heraclio es presentado, primero como un
guerrero elegido de Dios, con claras referencias al Antiguo Testamento, pero que luego de
derrotar a los persas con su ayuda cae en la vanidad. Estos hechos son vinculados claramente
con las conquistas árabes mediante la mención del sueño. Los árabes tienen una
caracterización mucho más negativa, se apoderan de las provincias romanas gracias al engaño
y a una enfermedad, su conquista no parece ser mérito propio, sino la falla de otros.
Sin duda, muchas cosas se pueden inferir a partir de los relatos de ambas crónicas, así
lo han hecho Dubler, Díaz y Díaz, Barkai, López Pereira y Carlos Martín, pero como
proponíamos al comienzo, nos parece que antes de realizar un análisis completo del
significado y sentido de ambos relatos es necesario indagar sobre las fuentes de los mismos,
pues solo con este contraste puede apreciarse plenamente cómo los cronistas hispanos
construyeron su narración sobre el pasado y una interpretación histórica del mismo.
81
Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes en la España Medieval. pp. 26-27.
46
Cuadro de síntesis 1.- Contrastes del “relato oriental” de las crónicas hispanas.
- -
Sublevación de Heraclio
contra Focas por Flavia.
Heraclio es nombrado Heraclio “se hace elevar al Pacto con Nicetas y carrera
emperador por el Senado. trono”. por el trono.
47
CAPITULO 2.
LAS FUENTES ORIENTALES Y SU RELATO.
48
2.1- Las fuentes orientales: principales características.
Existe una gran variedad de escritos orientales, historiográficos y literarios, que nos
sirven como fuente para los tiempos de Heraclio y las primeras conquistas árabes. Estos
provienen de diversas regiones: Constantinopla, Egipto, Siria, Armenia, y mientras que
algunos son relativamente contemporáneos a los hechos, otros son bastante tardíos, pero
recogen o compilan testimonios anteriores.82 Examinar de forma exhaustiva absolutamente
todas estas fuentes iría más allá de las intenciones y límites de este trabajo, pero sí nos parece
pertinente y realizable revisar de forma minuciosa las principales fuentes escritas que podrían
haber influido en la composición de las crónicas hispanas. Partiremos señalando cuáles son
estas y algunas de sus características generales.
82
Para visión general sobre la historiografía del período Foot, Sarah; Robinson, Chase (ed.), The Oxford History
of Historical Writing. Vol. 400-1400, Oxford, OUP, 2012. pp. 201-238. Una síntesis de buena parte de estos
testimonios puede encontrarse en el ya citado libro de Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis…
83
Ibíd. pp. 44-59., y Chronicon Paschale 284-628 AD, Liverpool, Liverpool University Press, 2007. Traducción
con introducción y notas por Michael y Mary Whitby. Introducción, pp. ix-xxviii.
49
Otro testimonio escrito “directo” pero que no tiene un carácter propiamente
historiográfico, sino literario, es la obra poética de Jorge de Pisidia, también llamado Jorge
Pisides. No se sabe mucho de este poeta, excepto que provenía de Antioquía en Pisidia, Asia
Menor, que poseía un buen nivel de educación con conocimiento de los textos clásicos y
cristianos, que fue ordenado como clérigo y se unió a la administración patriarcal (c. 610) en
donde fue archivero, entre otros cargos, que comenzó a escribir poesía y llamó la atención
del emperador Heraclio en torno al año 622 pasando a convertirse en poeta oficial del
emperador y de la corte hasta su muerte (c. 632) y acompañándolo en varias de sus campañas,
es posible que fuera un fiel e incluso un cercano amigo de Heraclio.84
84
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. pp. 16-35. Pertusi, Agostino, Giorgio di Pisidia poemi i
Panegirici epici. Ettal, Buch-Kunstverlag, 1959 (ver estudio introductorio).
85
Palmer, Andrew; Brock, Sebastian; Hoyland, Robert, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles.
Liverpool, Liverpool University Press, 1993.
50
del Cercano Oriente que no tuvieron necesariamente un impacto en Armenia. La historia
narra desde las primeras revueltas armenias contra el poder Sasánida (c.450-451 d.C.) hasta
las guerras árabo-bizantinas, llegando al año 654. Su principal foco es la guerra romano-
persa, el papel de Armenia en el enfrentamiento de las grandes potencias y la figura de
Cosroes II Parviz, el “maldito por Dios”.86
Estas son las principales fuentes orientales escritas en el siglo VII que se han
conservado hasta nuestros días, y que de alguna forma podría haber llegado a los cronistas
hispanos del siglo VIII. Pero también tenemos varias fuentes historiográficas importantes
redactadas en época posterior, que no podrían haber sido conocidas por nuestros cronistas
hispanos. Sin embargo, recopilan e incorporan importantes materiales que no se conservaron
de forma independiente hasta nuestros días y que sí podrían haber sido conocidos por
nuestros cronistas. Por tanto, dichas obras deben ser revisadas frente a la posibilidad de
poseer estas una fuente en común con las crónicas hispanas.
86
Ibíd. pp. 70-97., y The Armenian History attributed to Sebeos. Liverpool, Liverpool University Press, 1999.
Traducción con notas por R.W Thomson, comentario de J. Howard-Johnston. Introducción, pp. xxxi-xlvii.
87
The Chronicle of John, Bishop of Nikiu. New Jersey, Evolution Publishing, 2007 (Publicación original:
Londres, 1916). Traducción e introducción de R.H. Charles. pp. iii-xii., y Howard-Johnston, Witnesses to a
world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 181-191.
51
El propósito de esta obra parece haber sido continuar el género clásico de la Historia,
abandonado en Bizancio desde Teofilacto Simocates. Cubre así desde el año 602 –cuando
termina la Historia de Simocates- hasta el 769, pero no sigue la tradición histórica clásica de
ceñirse a los testimonios orales directos, recurriendo a fuentes escritas para cubrir eventos
distantes a su propio tiempo. Sigue sí el enfoque eminentemente político del género,
resumiendo bastante la historia eclesiástica y privilegia los asuntos externos frente a los
internos, aunque siempre desde la perspectiva de la capital. La Historia Breve parece haber
utilizado, como fuente principal para su primera parte, una “crónica constantinopolitana”,
continuadora de Juan de Antioquía, que habría sido redactada en la década del 640 d.C., junto
a otras fuentes complementarias, como algún registro histórico de origen siriaco que
probablemente conoció. 88
88
Nikephoros, patriarch of Constantinople, Short History. Washington D.C., Dumbarton Oaks, 1990. Texto,
traducción y comentario de Cyril Mango. Introducción. pp. 1-19.
89
De hecho Teófanes fue luego venerado como Santo, y los datos históricos de su vida se mezclan con los
hechos piadosos de las hagiografías. Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of
the Middle East in the Seventh Century. pp. 269-271.
90
The Chronicle of Theophanes Confessor. Oxford, Clarendon Presss, 1997. Traducción, introducción y
comentarios de Ciril Mango y Roger Scott. pp. xliii-lxxiv., y Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis.
Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 270-274.
52
La Cronografía es, en buena medida, un recuento cronológico de sucesos históricos
realizado a partir de una gran compilación de distintos documentos. Por ello, resulta
particularmente valiosa a la vez que problemática. Sus fuentes parecen haber sido muchas y
tan diversas como la Historia Tripartira, el Brevario de Eutropio, la Historia de las Guerras
de Procopio, la Crónica de Malalas, la Historia de Simocates, y otras. Para el período que
nos interesa podemos mencionar: los poemas de Jorge de Pisidia, las continuaciones de la
crónica de Juan de Antioquía, una fuente siríaca que se ha identificado como Teófilo de
Edesa, otras crónicas hoy perdidas como la del Patricio Trajano, una compilación de
despachos oficiales y un testimonio detallado de las campañas de Heraclio sobre el que se ha
especulado mucho.91
Como señalábamos al comienzo, estas son las principales fuentes orientales que
quizás podrían, directa o indirectamente, haber influido sobre las crónicas hispanas del siglo
VIII. No son todas las que hay, pues eso hubiese excedido los límites y capacidades de este
trabajo. Como las noticias analizadas son principalmente hechos políticos y militares, hemos
privilegiado la historiografía, exceptuando la obra de Jorge de Pisidia que es poética pero
91
The Chronicle of Theophanes Confessor. pp. lxxiv-xcv., y Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis.
Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century. pp. 274-295.
92
Ibíd. pp.192-236. Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 85-221.
53
relata igualmente este tipo de hechos y puede, hasta cierto punto, considerarse como el
testimonio histórico de un testigo contemporáneo.
Existen algunas fuentes historiográficas para el siglo VII que no nos detendremos a
analizar directamente pues se han perdido casi por completo y solo nos han llegado de forma
extremadamente fragmentaria por medio de otros textos muy posteriores. Las fuentes
tempranas de la Siria occidental pueden ser trabajadas gracias al trabajo de Andrew Palmer
y Sebastian Brock, pero otras como la crónica siríaco-nestoriana de Seert o la crónica real
persa conocida como el Khwadaynamag, libro de los reyes o de los señores, resultan más
complejas. También hay algunas fuentes que se refieren a asuntos demasiado ajenos –
historia eclesiástica o local – y tienen una importancia marginal para nuestro propósito, como
por ejemplo la Historia de Albania de Movses Daskhurantsi. No hemos dejado de considerar
estas fuentes, pero las limitaciones del trabajo nos impiden detenerlos a analizar cada una de
estas y, por ello, confiamos en la reseña de las mismas realizada por Howard-Johnston.93
También excluimos las fuentes islámicas, pues su historiografía es muy tardía. Sin
duda la influencia de la tradición oral árabe sobre las crónicas hispanas del siglo VIII no es
descartable, como ya había señalado Dubler. Pero la historiografía árabe que se conserva,
como Al-Tabari (839-923) no solo es posterior a las crónicas hispanas, sino que además
incorpora fuentes anteriores no islámicas haciendo muy complejo el trabajo de discernir qué
elementos pertenecen a la tradición musulmana. La influencia de la tradición árabe-islámica
en las crónicas hispanas es problema digno de otro estudio completamente aparte.94
93
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh
Century. pp. 59-67, 105-128, 138-157, 313-354.
94
Sobre la influencia árabe-islámica en las crónicas hispanas: Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de
741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp. 329-331. Sobre los problemas de la historiografía
54
Aún no resulta necesario entrar en el problema de la trasmisión textual, o el cómo
llegaron dichas fuentes a la Península Ibérica. El marco de referencia del mismo fue
planteado ya por Dubler en su clásico estudio y volveremos sobre ese punto. Sin embargo,
creemos que primero habría que contrastar el contenido de nuestras crónicas hispanas con
estos testimonios orientales para analizar las posibles relaciones inter-textuales e influencia
y, desde ahí, entrar en el problema de la trasmisión.
árabe como testimonio: Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle
East in the Seventh Century. pp. 358-379.
55
2.2.- El relato de las fuentes orientales sobre el siglo VII.
En este punto, vamos a iniciar el contraste del relato de las crónicas hispanas con las
principales fuentes orientales que hemos mencionado. En las crónicas hispanas primero
tenemos el relato de la sublevación de Heraclio contra Focas por amor a Flavia, la carrera
por el trono de Heraclio con Nicetas y la victoria del primero. Señalábamos que dicha
narración es bastante similar en la Crónica Bizantino-arábiga y en la C. del 754, la mayor
diferencia es la mención a la avanzada por el desierto de Nicetas combatiendo a los persas
que hace la mozárabe. Pues bien ¿Que dicen de este episodio las fuentes orientales?
95
Chronicon Paschale. 609-610. pp. 149-153.
96
Jorge de Pisidia, In Heraclium ex Africa redeuntem. pp. 77-83.
97
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 1-75.
56
por el trono.98 La Crónica de Juan de Nikiu cuenta que Focas hizo prisioneras a las mujeres
de Heraclio el Viejo y Heraclio el Joven, entre ellas Flavia, mas no relaciona este hecho
directamente con la rebelión, ni mucho menos lo considera su causa. 99 Juan de Nikiu narra
la sublevación contra Focas con mucho detalle, especialmente los enfrentamientos que
durante esta se produjeron en Egipto. La figura de Nicetas es clave, pero este siempre actúa
como un general subordinado y fiel a los Heraclios, y nunca aspira al trono. La Crónica
narra la llegada de Heraclio el Joven a Constantinopla y el derrocamiento de Focas, aunque
no contiene nada similar a la historia de la carrera por el trono.
98
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 31-34. pp. 57-68.
99
Juan de Nikiu, Crónica. Cap. CVI, 1-5. p. 167.
100
Nicéforo, Historia Breve. 1-2. pp. 35-37.
57
sublevación. Heraclio arriba a Constantinopla, derrota a Focas y el pueblo se subleva
asesinándolo. Heraclio entra al palacio y es coronado por el patriarca Sergio.101
101
Teófanes, Cronografía. 296-299 (AM 6100-6102). pp. 424-428.
102
Crónica de 1234, en The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. 22. Pp. 126-127.
103
Miguel el Sirio, Crónica. En Chronique de Michel le syrien. París, Ernest Letroux. 1901. Traducción de
J.B. Chabot. Tomo II. Libro X, Cap. XXV. p. 378.
104
Chronicon Paschale. 628. pp. 182-183.
58
como el combate singular, aunque ello no resulta tan claro. En la Expeditio Persica, el
principal poema de Pisides sobre la guerra, suele describir a Cosroes y los persas como
cobardes que rehúyen el combate, mientras que Heraclio, valientemente, busca enfrentarse a
ellos en una batalla definitiva.105 Aquí también exalta que Heraclio va a la batalla vestido
como un soldado más y participa en ella junto con sus hombres y al frente de ellos.106 Además
en toda la obra de Jorge de Pisidia el emperador Heraclio es representado como un “soldado
de Dios”, un humilde y piadoso general de los ejércitos del pueblo elegido cristiano contra
los impíos bárbaros persas.107
105
Jorge de Pisidia, Expeditio Persica III, 3: 1-75. pp. 115-119.
106
Ibíd. 3: 80-145. pp. 118-122.
107
Por ejemplo en 3: 250-255. p. 127 o en 3: 385-405. p. 133.
108
“Un eroe ti mostrasti strappando dagli artigli del drago ucciso il vello d´oro i veleni di Medea, ma
trafiggendolo con il (S.) Legno.” Jorge de Pisidia, In restitutionem S. Crucis. II. 20-25.
109
El dragón puede ser una alusión a Cosroes y los persas, pero, en el lenguaje poético de Pisides, Cosroes y
los persas –o bárbaros en general- pueden ser también una alusión al mal. Por ello sacar resulta complejo
especular a partir de sus palabras.
59
en estos fragmentos. Varios de los mismos también pueden verse como alusiones a Heraclio
combatiendo en primera línea e incluso dando muerte a Cosroes.110
Las fuentes siríacas del siglo VII registran lacónicamente las campañas de Cosroes,
luego las que dirigió en respuesta Heraclio y, tras la muerte del primero, la firma de un tratado
de paz, con algunos detalles particulares aunque nada revelador para nuestro propósito.112
110
Esta tesis sobre los fragmentos alusivos a la guerra fue planteada por L. Sternbach, y confirmada
recientemente por Howard-Johnston, ver la introducción de Pertusi, Giorgio di Pisidia…, y los fragmentos
aludidos en Jorge de Pisidia, Heracliadis III acroaseos fragmenta, 1-57, pp. 292-307.
111
Pertusi, Giorgio di Pisidia poemi, I. Panegirici Epici. Introducción. p. 31.
112
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 13-23.
113
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 38. pp. 83-84.
60
reprende por haber huido. Por ello, estos comienzan a tramar un complot en su contra, para
finalmente nombrar un nuevo rey y asesinarle.114
La Historia Breve del patriarca Nicéforo, pese a ser más tardía, contiene una
descripción bastante detallada de la guerra romano-persa. Su relato es particularmente
interesante cuando llega a este punto:
114
Ibíd. Cap. 39. pp. 84-85.
115
Nicéforo, Historia Breve. 14:1-17. pp. 60-61. Traducción propia a partir de la versión bilingüe griego-inglés
de Cyril Mango: “When Chosroes had been informed that Herakleios was close to the Persian royal residence,
he sent out him a brave and experienced general named Razates. This man drew up [his forces] against the
emperor and, coming forward in front of his lines, delivered a challenge to a duel. When Herakleios realized
that none of his men would volunteer, he went forth him-self against the barbarian. Being an expert archer,
[Razates] discharged an arrow which grazed the emperor´s lips. He then shot a second arrow which scraped his
ankle. Now Herakleios urged on his horse, and one of his body-guard, who was ahead of him, sliced off with
his sword the shoulder of Razates; and when the latter had fallen down, the emperor speared him and
straightaway cut off his head. At the sight of this victory the Roman army was filled with ardor. Perceiving the
emperor´s boldness, they moved energetically against Persians, whom they utterly defeated and pursued, killing
a great number of them”.
61
Esta extraña narración es el primer relato oriental que guarda cierto parecido con la
historia del combate singular contenido en la Crónica del 754. En ambas versiones, Cosroes
envía a uno de sus hombres – un general o un siervo - desafiando a los romanos a un duelo
singular, en ambas se exalta que, mientras Cosroes envía a otro, Heraclio pone personalmente
su vida en peligro. Aun cuando Nicéforo señala que Heraclio gana con la ayuda de un hombre
de su guardia, lo que resulta un tanto extraño por el tono general del relato, igualmente se
exalta la valentía del emperador, probablemente por haberse expuesto cargando contra las
flechas de un hábil arquero persa, táctica que quizás era vista como cobarde pudiendo
justificar la intervención del guardia imperial.
116
Teófanes, Cronografía. 313-314 (AM 6116). pp. 444-445. Traducción propia a partir de la versión de Cyril
Mango y Roger Scott. “A giant of a man confronted the emperor in the middle of the bridge and attacked him,
but the emperor struck him and threw him into the river. When this man had fallen, the barbarians turned to
flight // and, because of the narrowness of the bridge, jumped into the river like frogs // whilst others were being
killed by the sword (…) the emperor did cross to the other side and bravely opposed the barbarians whit a few
men of his guard”.
62
Curiosamente se ha considerado que una parte de este fragmento podría ser una
referencia literal o parafraseada a uno de aquellos poemas perdidos de Jorge de Pisidia en
donde relataba distintos episodios de la guerra.117
El emperador cargó al frente de todos y se encontró con el comandante de los persas y, con
el poder de Dios y la ayuda de la Theotokos, lo abatió, y aquellos que habían avanzado con
él retrocedieron. Entonces el emperador se encontró con otro persa en combate y también lo
derribó. Hasta un tercero lo atacó y alcanzó con una lanza, hiriendo su labio, pero el
emperador acabó con él también.118
117
Jorge de Pisidia, Heracliadis III acroaseos fragmenta, 18. p. 298.
118
Ibíd. 317-319. (AM 6118). pp. 448-449. “The emperor sallied forward in front of everyone and met the
commander of the Persians, and, by God´s might and the help of Theotokos, threw him down, and those who
had sallied forth with him were routed. Then the emperor met another Persian in combat and cast him down
also. Yet a third assailed him and struck him with a spear, wounding his lip; but the emperor slew him, too…”
63
En la Crónica del 754 la sublevación de los árabes y su invasión es vista
negativamente, como un castigo desatado por la vanidad de Heraclio en su triunfo sobre los
persas, castigo que puede prever por un sueño profético. Los árabes hacen la guerra mediante
el engaño y su victoria es apoyada por una enfermedad o peste que cae sobre el ejército
romano, tras su victoria se instalan en Damasco gobernados por Mahoma.
Según la Historia Breve del patriarca Nicéforo, los sarracenos comenzaron sus
incursiones en territorio romano, pues no habían recibido el pago habitual en su comercio
con el Imperio. Heraclio envía a Teodoro, no su hermano, sino el tesorero imperial y le ordena
no trabar batalla, mas como este Teodoro tenía en mente rebelarse, ataca inesperadamente a
los árabes cerca de Gabitha, quienes lo emboscan y derrotan completamente. Luego, el
119
Pseudo-Sebeos, Historia. Cap. 42. pp. 94-96.
64
ejército romano sigue sufriendo continuas derrotas a manos de los sarracenos quienes exigen
tributos y regalos.120
Teófanes narra la conquista árabe de Palestina con bastante detalle, para él, esta se
produce a instancias de los judíos, del falso profeta Mahoma y sus sucesores, pero también
porque los romanos dejaron de pagar a los árabes de la frontera para que contuvieran a sus
semejantes de más al sur.121 Relata que cuando los árabes comenzaron sus incursiones sobre
los territorios romanos, hubo un terremoto en Palestina y un signo con forma de espada
apareció en el cielo. Más adelante menciona brevemente la derrota de Teodoro -el hermano
del emperador- en Gabitha, sin dar muchos detalles sobre la misma.122
Resulta muy difícil establecer coincidencias entre las breves noticias que nos entregan
las crónicas hispanas sobre las guerras romano-árabes y los sucesos de oriente posteriores a
la conquista de palestina, con el detallado relato del Pseudo-Sebeos o Juan de Nikiu. Sí
120
Nicéforo, Historia Breve. 20-23. pp. 68- 73.
121
Teófanes, Cronografía. 333-336 (AM 6122-6123). pp. 463-466.
122
Ibíd. 336-337 (AM 6124). pp. 467-468.
123
Crónica de 1234, pp. 147-148.
65
parecen tener más relación con los hechos que registran Nicéforo, Teófanes el Confesor y los
cronistas siríacos.
Las dos crónicas hispanas del siglo VIII narran que el emperador Constante reunió
más de mil naves y luchó contra los árabes del califa Moavia en una batalla naval (655),
siendo derrotado y teniendo que huir.125 El Pseudo-Sebeos no llega a registrar esta batalla,
posiblemente porque termina su historia antes o a la par de dicha batalla. Juan de Nikiu,
quizás por estar tan centrado en la conquista de Egipto, tampoco la menciona.
124
Nicéforo, Historia Breve. 27. p. 77. Teófanes, Cronografía. 340 (AM 6132). p. 74. Desconocemos la
verdadera causa de muerte del emperador Heraclio.
125
Crónica Bizantino-arábiga, 24. p. 11 y Crónica Mozárabe del 754, 28. p. 47.
126
Teófanes, Cronografía. 346 (AM 6146). p. 482.
127
Palmer, Brock, Hoyland, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 179-180.
66
Justiniano II ofreciéndonos la imagen de un déspota terrible, curiosamente las crónicas
hispanas parecen dar una valoración casi positiva de este emperador y mostrar como
ilegítimas las rebeliones contra su mandato.128
Sin pretender haber realizado una revisión completa, sino solo ejemplificadora, es
conveniente detener aquí el examen de las principales fuentes orientales, pues mientras más
se avanza en el contenido hacia el siglo VIII, es cada vez más difícil que las crónicas hispanas
hayan tomado su material de fuentes orientales escritas, pues los hechos de este siglo eran ya
prácticamente contemporáneos. Como ya hemos señalado nuestra intención no era hacer una
revisión exhaustiva de todos los testimonios historiográficos orientales que existen para el
siglo VII, pero sí revisar las principales obras que pueden haber sido usadas como fuentes de
información por las crónicas hispanas del siglo VIII o compartir con ellas fuentes comunes.
128
Nuevamente agradecemos a José Soto Chica por hacer notar esto en sus comentarios.
67
2.3.- Algunas fuentes no historiográficas.
Jorge de Pisidia presenta a Heraclio como un libertador que salvó el Imperio del tirano
Focas, un gobernante cristiano caracterizado por la virtud y la piedad, un general valiente e
inteligente que lucha como uno más al frente de sus hombres y derrota a los enemigos
mediante la estrategia y el coraje, un soldado de Dios que guía al pueblo elegido contra los
enemigos bárbaros e idólatras. Exalta la victoria de Heraclio sobre los persas mediante una
épica religiosa con continuas referencias a los clásicos y, sobre todo, a las Sagradas
Escrituras. En los fragmentos de sus poemas perdidos, hay continuas referencias a Heraclio
como un héroe en la guerra contra los bárbaros persas y el malvado Cosroes. Incluso parece
que llega a aludir, de forma metafórica, a que Heraclio habría dado muerte a Cosroes con su
lanza. Construye así un imaginario particular, en relación a los eventos históricos, que podría
quizás haber influido sobre las crónicas hispanas.129
Existen otras fuentes no historiográficas que también hacen algo similar y deben ser
consideradas. Si bien existe una gran cantidad de ellas, por razones de tiempo y espacio nos
limitaremos a las tres que nos parecen particularmente significativas y distintas entre sí: la
Homilía de Teodoro Synkellos sobre el sitio del 626 como ejemplo de literatura político-
religiosa en tiempos de Heraclio; los “Platos de David” como fuente material e iconográfica
de esta misma época, y el Apocalipsis del Pseudo-Metodio como ejemplo de las formas que
toma el pensamiento escatológico, tras la conquista árabe del Cercano Oriente.130
129
Jorge de Pisidia, Expeditio Persica II, III, In restitutionem S. Crucis…. Revisar los apartados anteriores
sobre el combate de Heraclio.
130
Varias de estas fuentes no historiográficas del siglo VII han sido trabajadas por Averil Cameron en
“Byzantium and the Past in the Seventh Century: The Search for Redefinition.” The Seventh Century, change
and continuity. London, The Warburg Institute, 1992. pp. 250-276.
68
Poco se sabe este Teodoro, excepto que era un eclesiástico que ostentaba el cargo de
Synkellos: responsable de las relaciones entre el poder civil y el patriarcado, y al que en el
año 626 el Patriarca le encomendó redactar una homilía –sermón religioso- en relación al
sitio ávaro-persa de Constantinopla. La Homilía sobre el sitio de Constantinopla es muy
interesante porque pese a ser un sermón religioso es también una narración sobre los sucesos
históricos asociados al sitio del 626, y también porque revela el desarrollo de todo un
imaginario bizantino asociado a esta última guerra con Persia.131
131
Howard-Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 146-149.
132
Teodoro Synkellos, Homilía sobre el sitio de Constantinopla del año 626. Traducción al castellano inédita
del Doctor José Marín R. [en base a Makk, Ferenc, “Traduction et Commentaire de l´Homélie écrite
probablement par Théodore le Syncelle sur le Siège de Constantinople en 626”. Acta Universitatis de Attila
József Nominatae, Opuscula Byzantina III, Szeged, 1975, pp. 9-47].
133
Marín Riveros, José. “Bizancio en el siglo VII: Entre historia y profecía. Notas en torno a los sucesos del
año 626”. Byzantion Nea Hellás, 30, 2011. pp. 41-73.
134
Ibíd. pp. 54-66.
69
Una fuente distinta son los llamados “Platos de David”, una serie de nueve discos de
plata descubiertos en Chipre en 1902 que actualmente se encuentran en el Museo
Metropolitano de Arte de Nueva York y en el Museo Arqueológico de Nicosia, Chipre.135
Suzanne Spain, en un revelador artículo sobre estos platos, plantea que una serie de
paralelismos entre las figuras de Heraclio y David, llevaron a que el pensamiento bizantino,
profundamente impregnado del Antiguo Testamento, comenzara a recurrir habitualmente a
dicha comparación, particularmente, en medio de la dramática guerra con Persia como
muestra la Homilía de Synkellos. Si bien Heraclio obtuvo una categórica victoria militar, esta
no aplacó las críticas de ciertos círculos por la transgresión moral de su matrimonio con su
sobrina. Para consolidar su autoridad, en este contexto, Heraclio promovió activamente esta
imagen de sí mismo como un campeón de Dios, un “Nuevo David”, política en la que se
enmarcan actos como la restitución o re-invención de la Santa Cruz. Los “Platos de David”
habrían sido elaborados en este contexto, entre los años 628-630, como un objeto de
propaganda imperial encargado por el mismo Heraclio o algún oficial de la corte. 137
135
Fotos detalladas en: Morales, E.; Norris, M.; Schwarz, A.; Watts, E., A Masterwork of Byzantine Art. The
David Plates: The Story of David and Goliath. New York, The Metropolitan Museum of Art, 2001.
136
Ibíd. pp. 6-9.
137
Spain Alexander, Suzanne, “Heraclius, Byzantine Imperial Ideology, and the David Plates”. Speculum, Vol.
52, No. 2, 1997. pp. 217-237.
70
Uno de los más notables platos de este conjunto es el que representa el combate entre
David y Goliat, en una línea similar a la de Suzanne Spain dicha obra ha sido planteada por
Steven H. Wander como una representación alegórica del triunfo de Heraclio contra el tirano
Focas, pero sobre todo, de la victoria sobre Cosroes –a la que Pisides también alude
alegóricamente como un combate- o al duelo singular entre Heraclio y el general persa
Razates que, como veíamos, algunas fuentes tardías relatan.138
Estas fuentes escritas y materiales son algunos ejemplos –en un línea similar podrían
considerarse algunos escritos de Sofronio, Patriarca de Jerusalén- de lo que parece haber sido
una forma de representar la figura del emperador Heraclio y la guerra contra Persia, que se
generalizó en los círculos oficiales –civiles y eclesiásticos- del poder y se buscó difundir
activamente. Una representación imbuida de espiritualidad religiosa, sacralidad, referencias
bíblicas y cierta efervescencia escatológica.
Wander, Steven H., “The Cyprus Plates: The Story of David and Goliath”. Metropolitan Museum Journal,
138
139
Leader, Ruth E. “The David Plates Revisited: Transforming the Secular in Early Byzantium”. The Art
Bulletin, Vol. 82, No. 3. 2000. pp. 407-427.
71
Pueden mencionarse el Apocalipsis de Zorobabel, el Libro de Elías, la Caída de
Jerusalén de Antíoco Estratego, y la traducción siríaca del Pseudo-Calístenes entre otros
varios textos similares.140
En estos escritos comienza a cobrar fuerza una interpretación escatológica, y aún más,
mesiánica y milenarista, de los eventos recientes de la guerra romano-persa. En algunos de
estos textos apocalípticos, particularmente aquellos redactados por una intelectualidad
cristiana favorable al bando romano y a Heraclio, comienza a surgir la llamada “leyenda del
último emperador”. Entremezclando la tradición bíblica -los pueblos de Gog y Magog-, la
tradición helenística -su encierro por parte de Alejandro Magno-, y la tradición milenarista -
un reino de paz y justicia que se instaurara en la tierra antes del fin de los tiempos-, surge la
creencia de que un último emperador, rey de los griegos, derrotará a estos pueblos e instaurará
un reino de paz antes de la segunda venida de Cristo. En el contexto de la guerra, diversos
grupos judíos y cristianos creen que el fin de los tiempos es inminente, de modo que la
leyenda se usa como estrategia retórica y política en un momento de efervescencia
escatológica, es la afirmación de que, antes del fin, triunfará el Imperio romano-cristiano. 141
Cuando la guerra termina con la victoria de Heraclio y la derrota total de Persia puede
haber parecido que se había superado la crisis y se instauraba un reino cristiano de paz y
justicia, visión que Heraclio buscó explotar en la figura triunfante de un nuevo David. Pero
entonces aparece el Islam, que destruye Persia y arrebata al Imperio las provincias orientales
en donde se había producido esta apocalíptica. Hay un desconcierto general, no se sabe qué
hacer con un Imperio derrotado, una Persia completamente destruida y un nuevo actor que
no estaba en la tradición y a quien no se conoce bien: los árabes musulmanes.
140
Ubierna, Pablo, “Recherches sur l’apocalyptique syriaque et byzantine au vii siècle: la place de l’Empire
romain dans une histoire du salut”. Bulletin du centre d’études médiévales d’Auxerre, Hors série n° 2, 2008.
141
Ubierna Pablo, “La «leyenda del Último Emperador» en Bizancio y el Cercano Oriente cristiano (ss. VII-
X). Una instrumentalización del género apocalíptico”. Los caminos inexhauribles de la Palabra, Buenos Aires,
LUMEN-ISEDET, 2002. pp. 463-493. También en: “La leyenda del Último Emperador”. Clase extraordinaria
dictada por P. Ubierna en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Viña del
Mar, 16 de Noviembre del 2010. En ella el profesor Ubierna analizó la leyenda como recurso retorico e
instrumento político en un contexto de efervescencia escatológica, vinculándola con la teoría política y
escatología imperial bizantina así como a la tradición apocalíptica, y contraponiendo esta con la tradición extra-
oficial de los Patria Constantinopolitana en el contexto de crisis producido por las conquistas islámicas.
72
Al comienzo no se sabe qué hacer: ¿Quiénes son y qué son estos bárbaros? ¿Paganos,
herejes? Pero poco a poco los cristianos van formándose una imagen de ellos y elaborando
una nueva interpretación escatológica de la historia, en donde el Islam tiende a ser visto como
un azote o castigo divino por los pecados -o por tal o cual herejía dependiendo del punto de
vista del autor- uno de los pueblos de Gog y Magog, un signo del fin de los tiempos.
La situación se agravó cuando, a fines del siglo VII, la dominación árabe comenzó a
consolidarse, mientras la población local empezó a arabizarse y convertirse al Islam, los
impuestos se hicieron más pesados y sobre la ciudad santa de Jerusalén, eje del mundo para
los distintos grupos cristianos y judíos, se construyó la Mezquita de la Roca. En este contexto,
hacia el año 692 aparece una obra que se presenta a sí misma como una visión revelada por
Dios a Metodio, importante obispo del siglo IV d.C. Es el Apocalipsis del Pseudo-Metodio,
que explica el Islam como un azote enviado por Dios para castigar los múltiples pecados de
los cristianos y un crisol de prueba para los fieles, pero rebaja su jerarquía, diciendo que no
se trata de Gog y Magog: no es más que uno de los varios precursores del Anticristo, aún han
de venir múltiples calamidades y tragedias. Además el Apocalipsis enfrenta el esplendor de
la dominación islámica volviendo a la “leyenda del último emperador”: el dominio de los
árabes y otros bárbaros sobre los cristianos no durará mucho pues antes del fin de los tiempos,
el rey de los griegos, favorecido por Dios, destruirá a todos los infieles e instaurará un reino
de paz y justicia que será el verdadero preludio del fin de los tiempos.142
142
Ubierna, “La «leyenda del Último Emperador» en Bizancio y el Cercano Oriente cristiano (ss. VII-X). Una
instrumentalización del género apocalíptico”. pp. 485-494.
143
Ibíd. pp. 463-468. y Tolan, Sarraceno: el islam en la imaginación medieval europea. pp. 72-78.
73
Las fuentes tratadas en este apartado, aunque no aportan en cuanto a noticias
históricas, sí ofrecen una muestra del imaginario que revistió estos hechos en Oriente e
influyó en la forma en que estos eran percibidos, comprendidos e interpretados por las
poblaciones cristianas. Múltiples fuentes muestran que la última guerra romano-persa y la
figura de Heraclio adquirieron dimensiones épico-religiosas con constantes referencias
bíblicas, entre ellas la imagen de un Heraclio triunfante que se presenta como “Nuevo
David”. Estos sucesos despertaron cierta efervescencia escatológica, pero la interpretación
escatológica de la historia alcanza su clímax cuando se vuelve necesario re-elaborar los
esquemas explicativos para comprender las transformaciones dramáticas que ha vivido el
mundo con la irrupción de un nuevo actor histórico que llega a dominar el Oriente: el Islam.
Podemos tener plena certeza de que esta interpretación llegó a Occidente con el
Apocalipsis del Pseudo-Metodio, y que llegó a ser muy influyente, como lo muestran obras
ya del siglo XI como la de Adso de Montier-en-Der.144 Sabemos incluso que se conoció y
fue muy influyente en la España del siglo IX, como en la elaboración de la Crónica Profética,
y también que es probable que circulase desde antes entre los mozárabes andalusíes. Por
tanto, es bastante posible, aunque no demostrable, que los autores de las crónicas hispanas
del siglo VIII conociesen ya alguna versión.145
144
Me refiero a la “Epistola Adsonis ad Gerbergam reginam de ortu et tempore antichristi”. Editada por Sackur,
Ernst, Sibyllinische Texte und Forschungen. Berlín, Halle, 1898. Analizado por Flori, Jean, El Islam y el fin de
los tiempos. Madrid, Akal, 2010. pp. 180-185.
145
Vázquez de Parga, Luis, “Algunas notas sobre el Pseudo Metodio y España”. Habis, Nº 2, 1971. pp. 143-
153. El autor demuestra la difusión e influencia de distintas versiones y traducciones del texto siríaco en España.
74
Imagen 4.- Plato con el combate de David y Goliat (posible alusión a Heraclio).
Hecho en plata, 49,3 cm de diámetro, c. 629-630.146
146
“Plate with the Battle of David and Goliath”. The Metropolitan Museum of Art, New York.
http://www.metmuseum.org/collection/the-collection-online/search/464377 (7-10-2014, 12:35 am)
75
CAPITULO 3.
CONSTRASTES Y POSIBILIDADES.
76
3.1.- Una fuente occidental reveladora.
Es una fuente que ha suscitado mucho debate sobre su composición y autoría desde
que Bruno Krusch, en su edición crítica para las Monumenta Germaniae Historica de 1883,
propuso que la Crónica habría sido obra de tres autores distintos. Teoría que fue aceptada
por varios especialistas, entre ellos J. M. Wallace-Hadrill en la traducción al inglés que
realizó en 1960, pese a la teoría que recibió críticas de Ferdinand Lot, Marcel Bardot y León
Levillain, siendo además re-formulada por en 1934 por Siegmund Hellmann quien propuso
dos autores. La teoría de múltiples autores predominó hasta 1963, cuando Walter Goffart
volvió a defender el planteamiento de una autoría simple o individual con nuevos y
significativos argumentos.147
147
El desarrollo del debate, hasta los años sesenta, puede seguirse en Goffart, Walter, "The Fredegar Problem
Reconsidered". Speculum Vol. 38, N°2, 1963. pp. 206–241.
Goffart, Walter. “Reseña de: Collins, Roger. Die Fredegar-Chronikon. MGH Studien und Texte vol. 44.
148
77
Pues bien, esta Crónica de fines del siglo VII, si bien centra su atención en los reinos
francos y sus vecinos, está “obligada” por su carácter universal a hacer referencia al Imperio,
por ello relata también algunos de los importantes sucesos orientales a los que nos hemos
referido. Respecto a la llegada al poder de Heraclio señala:
Parecido a un demente, él [Focas] había arrojado los tesoros al mar, afirmando que
los entregaba como presentes a Neptuno. Los senadores se dieron cuenta de que él iba, con
su locura, a destruir el Imperio. A partir de las maniobras de Heraclio, el senado, después de
haber detenido a Focas y haberle roto manos y pies, le ataron una roca en el cuello y lo
lanzaron al mar. Heraclio, con el acuerdo del senado, fue elevado al Imperio.149
Esta curiosa versión de los eventos que llevaron a Heraclio al poder tiene algunos
elementos comunes con las crónicas hispanas y las fuentes que hemos analizado, pero
también elementos únicos. Fredegario habla del ataque persa y su devastación de las
provincias romanas y de cómo Heraclio les salió al encuentro, entonces cuenta que:
149
Fredegario, Crónica. 63. Traducción propia al castellano realizada en colaboración con Juan Pablo Prieto
Iommi en base a la edición bilingüe latín-francés de Devillers, Oliver; Meyers Jean, Frédégaire. Chronique des
temps mérovingiens. Turnhout, Brepols, 2001. pp. 152-155. Mis agradecimientos a Juan Pablo por su ayuda.
78
patricio de los persas.150 El emperador Cosroes, vencido y confundido con los persas, se batió
en retirada; luego Cosroes es asesinado por los suyos acorde a sus métodos tiránicos. Los
persas, batidos en retirada, regresaron a sus tierras.151
Este extraño relato tiene varias similitudes con el combate contra Razates que es
relatado por Nicéforo, pero también tiene varias particularidades frente a este y algunas
semejanzas con las crónicas hispanas y otros referentes. Se asemeja al relato de Nicéforo en
que Heraclio enfrenta a un “patricio” de los persas –que podría ser Razates- en un combate
singular frente a sus ejércitos, ambos combatientes avanzan a caballo, Heraclio obtiene la
victoria mediante un método un tanto engañoso y le corta la cabeza a su enemigo.
Como era muy versado en las letras, él se dedicó a la astrología. Se dio cuenta así
que, por la voluntad de Dios, el imperio iba a ser devastado por los pueblos circuncidados.
Envío rápidamente así una embajada a Dagoberto, el rey de los francos, y le solicitó ordenar
que todos los judíos de su reino fuesen bautizados según la fe católica. Dagoberto cumplió
directamente esta solicitud.
150
El original latino dice que desenvaino un Uxum, termino raro y difícil de traducir que parece referirse a
alguna suerte de hoja curva poco común, Oliver Devillers y Jean Meyers lo traducen como Kandjar para
“preservar el exotismo del término”. Ibíd. p. 156.
151
Fredegario, Crónica. 64. pp. 154-157.
79
En todas las provincias del imperio, Heraclio decretó hacer lo mismo, pues ignoraba de dónde
es que este azote vendría a golpear al imperio.152
Aquí nuevamente aparece una semejanza clara entre la Crónica de Fredegario y las
crónicas hispanas, Bizantino-arábiga y del 754, pues en todas estas aparece la idea de que
Heraclio pudo predecir de algún modo las conquistas árabes mediante la astrología. La
mención a la política de conversión de judíos, que sabemos fue real en Oriente y según
Fredegario se extendió al reino franco es un elemento nuevo.153 Más interesante aún es que
esta predicción astrológica de Heraclio solamente la tenemos en las fuentes occidentales, lo
más cercano en las fuentes orientales es la mención de Teófanes a un signo con forma de
espada que aparece en el cielo antes de las conquistas, pero nada más. La descripción con la
que Fredegario inicia el relato de las conquistas árabes es igualmente curiosa:
Los hijos de Agar, o Saracenos, como lo atestigua el libro de Orosio: una nación
circuncidada, se mantenía desde hacía tiempo ya sobre las laderas del Cáucaso, por encima
del mar Caspio y sobre la tierra llamada Ercólide.154 Vueltos ya numerosos, tomaron
finalmente las armas y se lanzaron sobre las provincias del emperador Heraclio para
saquearlas.155
152
Fredegario, Crónica. 65. pp. 156-157.
153
Herrera Cajas, Héctor, “Dagoberto y Heraclio, un capítulo de historia diplomática.” Dimensiones de la
cultura bizantina. Arte, poder y legado histórico. Santiago de Chile, UGM – CEGBN “Fotios Malleros”, 1998.
pp. 86-87.
154
Según O. Devillers y J. Meyers es la Cólquide o Cólquida, la tierra del legendario vellocino de oro que para
los antiguos se ubicaba en el Caucaso, cercana al Mar Negro correspondiéndose más o menos con la actual
Georgia, que en el siglo VII estaba en formación como un reino vasallo de Bizancio llamado Lázica.
155
Fredegario, Crónica. 66. pp. 156-157.
80
¿Cómo explicar este error? ¿Desconocía Fredegario la Península Arábiga? ¿No tenía
conocimiento de los árabes? Sería extraño, pues ya lo antiguos conocían esta península y
ubicaban en ella a los sarracenos, y aunque algunos cristianos occidentales como Isidoro no
sean explícitos en esta ubicación, no queda para nada claro cómo llega Fredegario a ubicarlos
en el Cáucaso.
Algunas líneas más adelante, cuando se relata que tras una primera derrota de los
romanos Heraclio comienza a organizar sus fuerzas para la revancha, se dice:
Una gran multitud de soldados fue reunida de todas partes, de todas las provincias
del Imperio; Heraclio hizo enviar una embajada a las puertas Caspias, broncíneas puertas que
el macedonio Alejandro Magno había hecho construir sobre el mar Caspio, y que él había
ordenado cerrar a causa de las multitudes de naciones por entero bárbaras que habitaban más
allá de las cimas del Cáucaso. Heraclio demandó entonces abrir estas puertas. Sacó de ellas
ciento cincuenta mil soldados, comprometidos en base al oro [mercenarios] para ayudarle a
combatir a los Sarracenos.156
Devillers y Meyer sugieren que estas últimas palabras podrían derivar del apoyo que
los bizantinos recibían de los Jázaros. Si bien es posible, más bien pareciera que, aunque
Fredegario no lo señala explícitamente, tanto el relato sobre los mercenarios como el que
ubicación a los sarracenos en el Cáucaso, se relaciona claramente con la leyenda de Alejandro
y los pueblos de Gog y Magog. Como explicábamos en el capítulo anterior, entre los
cristianos de Oriente las conquistas islámicas fueron interpretadas escatológicamente en base
a estas leyendas, los árabes eran vistos como los pueblos de Gog y Magog o como uno de sus
precursores, bárbaros hechos para la devastación que anunciaban el fin de los tiempos.
156
Fredegario, Crónica. 66. pp. 158-159.
81
¿Cómo puede entenderse entonces esta referencia? ¿Es posible que algún texto
semejante circulase ya por Occidente? Quizás se conocía algún texto oriental elaborado en
la década del 640 que no ha llegado hasta nosotros, pero como no hay ninguna referencia al
mismo es más probable que algunas tradiciones y leyendas, similares a las del Pseudo-
Metodio, ya circulaban en Occidente desde antes por vía oral.
Los dos ejércitos habían establecido sus campamentos uno cerca del otro, de manera
que el combate fuese sin dudas al día siguiente. Esa misma noche, el ejército de Heraclio es
golpeado por la espada de Dios: en el campamento, cincuenta y dos mil de los hombres de
Heraclio encontraron la muerte en sus camas.157
Como ellos ya se estaban acercando a Jerusalén, Heraclio vio que no podía oponerse
a su violencia. Entonces sufrió una profunda amargura y tristeza y, a causa de su desdicha,
abrazó pronto la herejía de Eutiques [Monofisismo], abandonando el culto de Cristo y
casándose con la hija de su hermana. Víctima de la fiebre, terminó su vida en sufrimiento.158
157
Ídem.
158
Fredegario, Crónica. 66. pp. 158-161.
159
La particularidad del relato de Fredegario sobre Heraclio y el Oriente ha sido destacada por Paul Lemerle,
quien considera este como una de las más tempranas manifestaciones de la leyenda occidental de Heraclio. Pese
reconocer que este relato debe ser una deformación basada en noticias orientales, Lemerle no profundiza sobre
las posibles fuentes del mismo, su significado o implicancias, ni menciona las crónicas hispanas. Lemerle, Paul,
“Les répercussions de la crise de lʼEmpire dʼOrient Au VII Siecle sur les pays dʼOccident”. pp. 729-731.
82
árabes es también muy extraño. Quizás la fuente original era un clérigo intransigente que
vinculó lo tres “pecados” de Heraclio: su segundo matrimonio, su política religiosa y su
derrota frente a los sarracenos, pero también podría ser lo contrario, la deformación de una
fuente que buscaba justificar estos actos de Heraclio, sus únicas faltas, como causados por la
desesperación que le provocó la derrota a manos de los árabes.160 Resulta difícil saberlo, pero
es claro que aquí el relato difiere bastante de las crónicas hispanas.
160
Kaegi, Walter E, Heraclius Emperor of Byzantium. pp. 265-299.
161
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica.”, López
Pereira, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754., Goffart, Walter, "The Fredegar Problem
Reconsidered".
83
3.2.- El contraste final, problemas de trasmisión y fuentes perdidas.
¿Cuál es entonces el balance final que surge del contraste entre todas estas fuentes?,
¿dónde se originaron las noticias sobre oriente que relatan las crónicas hispanas del siglo
VIII?, ¿cómo llegaron hasta la Península Ibérica estas noticias?
Los múltiples puntos de contacto en el relato, y sobre todo, la existencia de una fuente
occidental más temprana, la Crónica de Fredegario, que no parece haber sido conocida por
las crónicas hispanas, y cuyo relato se acerca bastante al de Nicéforo, Teófanes y las fuentes
siríacas tardías, llevan a suponer que estas semejanzas no pueden ser una coincidencia y que
un cuerpo común de información oriental debe haber circulado por el Mar Mediterráneo y
llegado de algún modo hasta Occidente.162
162
La existencia de información similar en una fuente franca redactada cerca del año 660 d.C. como la Crónica
de Fredegario induce a pensar también que es muy improbable que dicha información llegase a las crónicas
hispanas del siglo VIII mediante fuentes islámicas, pues se trataría de una información que ya circulaba por el
Occidente cristiano en la segunda mitad del siglo VIII.
84
En ninguna de las fuentes orientales, que hemos podido revisar, hemos encontrado
nada similar a la idea de que Heraclio se habría enterado de las futuras conquistas árabes
mediante alguna predicción astrológica; lo más cercano es la mención que hace Teófanes a
un signo que aparece en el cielo, mientras que en Fredegario, en cambio, hay un relato con
grandes semejanzas y más detallado. La narración de la derrota del ejército romano
comandado por Teodoro tiene ciertas semejanzas con Teófanes y la historiografía siríaca, la
alusión que aparece en la Crónica del 754 a una enfermedad podía tener un correlato en las
palabras, más alegóricas, de Fredegario.
Ofrecemos una serie de cuadros de síntesis que ilustran este contraste, es importante
recordar que hemos realizado la comparación desde el relato de las crónicas hispanas y, por
tanto, la información aquí presentada no es exhaustiva para las relaciones que puede haber
entre las propias fuentes orientales.
85
Cuadro de síntesis 2.- Contraste general de contenidos.
Heraclio y Cosroes acuerdan Podría haber existido algo Relato tiene grandes
decidir la guerra en un combate similar en Pisides, pero no es similitudes con la
singular, Cosroes envía a un seguro. Crónica Mozárabe del
bastardo, cual Goliat, al que 754 y también con
Heraclio mata de un lanzazo, Nicéforo.
con el auxilio de Dios. Un par de menciones
similares en Teófanes.
El combate es acordado
Solamente en la Crónica entre Heraclio y
Mozárabe del 754. Sí aparece un relato similar Cosroes, pero este
en Nicéforo, pero con varias manda a un patricio,
diferencias, pues el combate Heraclio es mencionado
es contra el general Razates, como Nuevo David,
Heraclio carga contra sus pero gana con un truco.
flechas y lo mata con ayuda
de un guardia.
86
forma de predicción Lo más cercano es la
astrológica, de la aparición de mención de Teófanes a un
los árabes y sus conquistas. signo en el cielo que presagia
la aparición de los árabes y
sus conquistas.
Relato similar en la Crónica
Bizantino-arábiga y C.
Mozárabe del 754.
Los árabes hacen rápidas Hay cierta semejanza con el Cierta semejanza con el
incursiones contra los romanos, relato de Teófanes. relato de la C. Mozárabe
Heraclio advierte a su hermano del 754.
Teodoro del peligro pero este se
enfrenta a los árabes de todos Hay cierta semejanza con la
modos y el ejército romano es historiografía siríaca tardía. Se señala que el ejército
destruido cerca de Gabata. En donde el ejército de de Heraclio es “golpeado
Teodoro es destruido como por la espada de Dios”
juicio de Dios por su muriendo varios miles
Relato similar en la Crónica “herejía”. de hombres antes de ser
Bizantino-arábiga y C. derrotados por los
Mozárabe del 754. En esta árabes.
última se agrega que el ejército
de Teodoro es afectado por una
enfermedad.
87
Justiniano es II visto con Nicéforo, Teófanes y las
neutralidad o incluso de forma fuentes síricas tardías
positiva por las crónicas recuerdan a Justiniano II
hispanas, que nada dicen de sus como un tirano terrible.
crímenes.
88
Cuadro de Síntesis 3.- Puntos comunes entre las fuentes.
89
Cuadro de Síntesis 4.- Cantidad de puntos comunes.163
C. C. C. de HB de C. de Hist.
Bizantino- Mozárabe Fredegario Nicéforo Teófanes siríaca
arábiga del 754
C.
bizantino-
arábiga X 4 3 3 4-5 3
C.
Mozárabe
del 754 4 X 5 3 4-5 3-4
C. de
Fredegario
3 5 X +2 +2 +2
HB. de
Nicéforo
3 3 2 X +4 +3
C. de
Teófanes
4-5 4-5 1-3 +4 X +3
Hist.
siríaca
3 3-4 2 +3 +3 X
163
Se refiere a la cantidad de puntos comunes en relación al relato de las crónicas hispanas, por eso cuando se
presentan los puntos comunes entre las propias fuentes orientales o entre estas y la Crónica de Fredegario, se
señala un + indicando que hay por lo menos esa cantidad de puntos comunes, pero podrían haber otros más.
90
Como puede apreciarse en los cuadros de síntesis, ambas crónicas hispanas tienen,
por lo menos, tres o más puntos de contacto en su relato tanto con Nicéforo, como con
Teófanes, como con la historiografía siríaca tardía, y no se trata de semejanzas menores que
se puedan atribuir a la casualidad, sino historias claramente perfiladas como la carrera por el
trono y el combate singular. La Crónica de Fredegario coincide en muchos puntos con las
crónicas hispanas y también en varios otros con estas mismas fuentes orientales.
Sin embargo, todas estas fuentes orientales fueron redactadas entre los siglos IX y
XIII d.C. y, por tanto, son posteriores a las crónicas hispanas del siglo VIII y no podrían
haber sido conocidas por ellas. Como en los testimonios orientales más tempranos que han
llegado hasta nosotros no existe rastro alguno de estos paralelismos y relatos comunes, solo
una conclusión es posible: que existen uno o varios testimonios orientales perdidos que
fueron fuente común de las crónicas hispanas, la Crónica de Fredegario, Nicéforo, Teófanes
y la historiografía siríaca tardía. ¿Pero cuáles podrían haber sido estos testimonios?
Partiendo por la Historia Breve del patriarca Nicéforo ¿Cuáles fueron sus principales
fuentes para el siglo VII y los sucesos que nos interesan? Cyril Mango y James Howard-
Johnston concuerda en que, entre sus principales fuentes para el período, se encuentran la
Crónica de Juan de Antioquía y su continuación, o más probablemente una Crónica
Constantinopolitana posterior, que hubiese incluido a Juan de Antioquía y su continuación,
es decir un segundo continuador de la misma. Esta Crónica habrá sido escrita en la capital
imperial, por un simpatizante del monotelismo, entre los años 640-650 d.C. que decidió
extender la obra de Juan de Antioquía hasta su propio tiempo, llevándola a finales del reinado
de Heraclio. También se podría haber nutrido de otras fuentes menores, compilaciones breves
y quizás alguna fuente siríaca.164
Los principales expertos concuerdan en que existió una Crónica de Juan de Antioquía
y tuvo continuadores, pero lo que nos ha llegado de esta no es más que un conjunto muy
heterogéneo de breves fragmentos que suscitan numerosos problemas textuales, filológicos
164
Mango, C., en Nikephoros patriarch of Constantinople Short History, Introducción. pp. 12-18. Howard-
Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 244-250. Howard-Johnston postula la posibilidad de una fuente
siríaca oriental cercana a la corte persa como explicación a lo que parecen ser huellas de ciertos sesgos anti-
romanos, como el episodio del duelo entre Heraclio y Razates.
91
e históricos, en relación a los cuales, Van Nuffelen ha propuesto recientemente que las obras
de historiografía bizantina deben ser vistas como “textos vivos”, que solían ser
continuamente retocados, comentados y continuados por muchos escritores distintos, muchas
veces manteniendo el nombre del autor original.165 La hipotética Crónica
Constantinopolitana, que según Cyril Mango y Howard-Johnston sería la principal fuente de
Nicéforo, tiene pleno sentido en esta línea, y los argumentos sobre su existencia son bastante
contundentes, el problema es que no tenemos prácticamente nada de esta Crónica para
contrastar con las fuentes hispanas, y poco sabemos de ella más de lo que ya se ha dicho.
Van Nuffelen, Peter, “John of Antioch, inflated and deflated. Or: How (not) to Collect Fragments of Early
165
166
Mango; Scott, The Chronicle of Theophanes Confessor. Introducción. p. lxxiv.
167
Ibíd. Introducción. pp. lxxiv-xci. Entre las fuentes menores pueden mencionarse los archivos patriarcales,
así como breves recuentos cronológicos bizantinos y orientales.
92
Resulta además bastante claro que Teófanes poseía un detallado testimonio para las
campañas ofensivas que dirigió Heraclio contra Persia y que no ha llegado hasta nuestros
tiempos. Según Howard-Johnston este testimonio parece haber sido un prolijo trabajo
historiográfico redactado por encargo del emperador y en base a documentos oficiales de su
cuartel general cerca del año 628 d.C. Esta idea de una historia oficial de las campañas persas
de Heraclio ha cobrado aceptación entre los especialistas, como Cyril Mango, para quienes
el detalle que adquiere el relato de Teófanes en este punto solo puede explicarse por una
fuente semejante. Howard-Johnston ha planteado además que dicha historia podría haber sido
encargada a Jorge de Pisidia y que habría circulado por el Cercano Oriente, desde donde
habría llegado a Teófanes cuando era ya desconocida en Bizancio.168
Para el periodo posterior a la última guerra romano-persa y los primeros éxitos del
Islam tanto Nicéforo como Teófanes parecen haber utilizado la Crónica Constantinopolitana
(c.640-50 d.C.) que continuaba a Juan de Antioquía. Howard-Johnston supone también la
existencia de una crónica o historia oficial redactada en Constantinopla cerca del año 720
d.C. que habría servido a Nicéforo y Teófanes como fuente para las décadas siguientes. De
dicha fuente habrían tomado ambos su visión negativa del gobierno de Justiniano II, lo que
podría explicar la ausencia de la misma en las crónicas hispanas, que difícilmente habrían
tenido acceso a una fuente tan tardía, el autor de dicha fuente podría ser el “patricio Trajano”
que, según la Suda, escribió en tiempos de Justiniano II. Finalmente, Teófanes debe la mayor
parte de información sobre este periodo a la traducción griega y continuación de Teófilo de
Edesa traída de Oriente por Jorge Sincelo, fuente que no habría poseído Nicéforo.169
168
Howard-Johnston, James. “The official history of Heracliusʼ Persian campaigns” originalmente en The
Roman and Byzantine Army in the East, ed. E. Dabrowa, Cracovia, 1994. pp. 57-87. Reditado en East Rome,
Sasanian Persia and the End of Antiquity. Cornwall, Ashgate Variorum, 2006.
169
Howard-Johnston, Witnesses to a World Crisis. pp. 256-260, 274-279, 295-299-307.
93
siríacas del siglo VII que Palmer y Brock compilaron, ¿Cuál es entonces el origen de estos
puntos comunes?
En su Crónica, Miguel el Sirio reconoce haber hecho uso de una historia del siglo IX
escrita por el patriarca Dionisio de Tel-Mahrē (818-845 d.C.) que cubría desde el año 582
hasta el 842 y estaba dividida en dos partes, una dedicada a la historia eclesiástica y otra a la
secular. La Crónica de 1234 se basó en la misma, y ambas obras tardías incluyeron extractos
textuales de la misma. Si bien dicha fuente se ha perdido, en base a un minucioso estudio de
la historiografía posterior, Andrew Palmer ha reconstruido parte de la misma y la ha incluido
en su compilado de fuentes siríacas.170
Sin embargo, existen puntos comunes entre Teófanes y la historiografía siríaca tardía
que no pueden explicarse por la historia de Dionisio, sino por un testimonio más temprano,
que puede identificarse casi con seguridad con la historia perdida de Teófilo de Edesa que es
citada por el propio Dionisio –en su prefacio recogido por Miguel el Sirio-, que parece haber
sido utilizada también por Teófanes y por Agapio de Hierápolis en el siglo X. Teófilo fue un
importante intelectual cristiano que vivió en la corte abasí a mediados del siglo VIII cuyos
textos sobre astrología parecen haber sido muy conocidos. Robert G. Hoyland estudió el
problema y elaboró una reconstrucción hipotética de la historia de Teófilo de Edesa, sus
planteamientos han sido apoyados por J. Howard-Johnston quien también aborda los
problemas de esta fuente.171
170
Palmer; Brock, The Seventh Century in the West-Syrian Chronicles. pp. 85-110.
171
Hoyland, Robert G., Theophilus of Edessa´s Chronicle and the Circulation of Historical Knowledge in Late
Antiquity and Early Islam. Liverpool, LUP, 2011.
172
Ibíd. pp. 7-42.
94
Según Howard-Johnston, la historia de la carrera por el trono entre Heraclio y Nicetas
podría tener su origen en la anecdótica historia de Teófilo de Edesa. Lo curioso es que esta
historia de la carrera también aparece en Nicéforo y por ello Howard-Johnston admite que la
historia también habría podido existir paralelamente en alguna fuente griega desconocida.173
Pero Howard-Johnston no repara en que esta historia aparece también en las crónicas
hispanas que son bastante anteriores. Robert Hoyland sí nota las similitudes que existen con
la Crónica Bizantino-Arábiga, pero el principal problema que suscita esta relación para
nosotros es que la crónica de Teófilo se habría redactado cerca del año 750 d.C. y por tanto,
no podría haber sido usada directamente por las crónicas hispanas.174
Pues bien, esto nos lleva a preguntarnos ¿Cuáles fueron las fuentes utilizadas por
Teófilo? El problema de las fuentes de Teófilo de Edesa es tremendamente complejo por tres
razones: primero porque lo que tenemos de él es una reconstrucción hipotética hecha en base
a fuentes posteriores. Segundo pues sabemos que Teófilo dominaba el griego, el siríaco y
posiblemente el árabe, teniendo acceso a fuentes muy diversas. Finalmente, porque muchas
fuentes del siglo VII se han perdido o nos han llegado de forma muy fragmentaria. Robert
G. Hoyland abordó este problema y especuló que Teófilo podría haber utilizado la misma
Crónica de Juan de Antioquía que mencionábamos antes y sus continuadores –incluyendo
quizás la Crónica Constantinopolitana- y también varias fuentes siríacas perdidas, como por
ejemplo una crónica del Norte de Siria escriba cerca del año 730 d.C. y la Crónica Universal
de Jacobo de Edesa que llegaba hasta el año 692 d.C.175
¿Es posible que la historia de la carrera por el trono y otros puntos comunes de las
diversas fuentes orientales y occidentales provengan de la aquella Crónica
Constantinopolitana (c.640-50 d.C.) o de algún otro continuador de Juan de Antioquía?
Bien podría ser así, y dicha crónica bizantina podría haber circulado paralelamente
por Occidente y Oriente, siendo traducida al latín e incorporada en la tradición siríaca, mas
173
Howard-Johnston, Witnesses to a world crisis. p. 203.
174
Hoyland, Robert G., Theophilus of Edessa´s Chronicle and the Circulation of Historical Knowledge in
Late Antiquity and Early Islam. pp. 16-19.
175
Ibíd. pp. 23-29.
95
ello es netamente especulativo y no que explica exactamente cuál sería el origen de esta
historia que no aparece en las fuentes del siglo VII que se han conservado. Además, aunque
fuera cierto, solo explicaría las semejanzas entre estas fuentes, pero no las diferencias ¿Qué
pasa, por ejemplo, con la historia del combate entre Heraclio y Razates que aparece en
Nicéforo? No tendría sentido que el origen de ella sea el mismo, pues no aparece en Teófanes
ni en la tradición siríaca, pero entonces ¿de qué fuente provino y como llegó está a Occidente?
El estado actual de nuestros conocimientos respecto a las fuentes orientales del siglo
VII d.C. no nos permite avanzar mucho más allá de esto. Frente a las múltiples preguntas y
problemas que aún quedan, solo se puede suponer y especular, pero el recorrido no ha sido
en vano, pues nos permite levantar algunas conjeturas.
Muy probablemente, deben haber existido por lo menos dos –podrían ser más- fuentes
orientales, redactadas entre mediados del siglo VII y los primeros años el siglo VIII, que no
han llegado íntegras hasta nuestro tiempo, pero que fueron utilizadas por la posterior
historiografía bizantina, siríaca y occidental. Una de ellas contenía, entre muchas cosas, la
historia de la carrera por el trono, la derrota de Teodoro a manos de los árabes y la batalla
naval en tiempos de Constante. La otra contenía alguna historia sobre un combate singular
entre Heraclio y algún guerrero persa.
96
Se podría especular sobre la posibilidad de que en realidad solo hubiera existido la
primera fuente, y la noticia sobre el combate singular de Heraclio se hubiese generado
realmente en Occidente, desde donde luego viajó al Oriente y fue recogida por Nicéforo. Pero
esto es muy poco probable por varios factores. En primer lugar, porque no tenemos
absolutamente ningún indicio de alguna fuente occidental de este tipo que circulase por
Oriente; en segundo lugar, porque en Nicéforo no existe ningún otro rastro de utilización de
una fuente occidental, lo que además hubiese sido muy impropio de su estilo y composición.
También pues – como vimos en el capítulo segundo - es justamente en el Oriente del siglo
VII donde existía el ambiente de exaltación épica y religiosa, y de representaciones artístico-
literarias asociadas, que explica mejor el origen de la historia.
No es necesario que sean exactamente dos fuentes tampoco, podrían haber sido más.
Como señalábamos en el capítulo segundo, es muy probable que, en su visión del Islam,
todas estas fuentes occidentales y orientales fueran influenciadas por los apocalipsis y otros
textos religiosos o pseudo-históricos similares, que interpretaban las conquistas árabes bajo
un sentido providencial o escatológico. La difusión del Apocalipsis del Pseudo-Metodo, texto
de origen siríaco, por oriente y occidente, con traducciones griegas y latinas, y con gran
influencia en Francia y España, demuestra que las fuentes escritas podían circular por el
Mediterráneo de la época, y que las fuentes orientales podían llegar a ser accesibles para
Occidente.176
176
Vázquez de Parga, “Algunas notas sobre el Pseudo Metodio y España”. pp. 143-153.
177
Dubler, “Sobre la Crónica arábigo-bizantina de 741 y la influencia bizantina en la Península Ibérica”. pp.
297-334.
97
De esta forma, es posible que la primera fuente común a la que nos referíamos fuera
efectivamente una fuente escrita, mientras que la segunda, aquella que inspiró la historia del
combate de Heraclio, fuera en realidad una leyenda difundida de forma oral, que quizás
formara parte de una tradición de poemas o cuentos populares vagamente inspirados en
Pisides o en la iconografía imperial de la época. Algunos ecos de esta poesía parecen haber
repercutido en textos posteriores, como la mención a la “espada de Cosroes” en el Diyenís
Akrita.178 Estas leyendas orales habrían sido recogidas tardíamente por Nicéforo y también
habrían viajado a Occidente en donde se fueron transformando y acrecentando, pudiendo ser
la fuente tras Fredegario y la Crónica Mozárabe, y también la base de aquella imagen heroica
de Heraclio como el primer cruzado que elaboró Occidente en los siglos posteriores.179
178
Castillo Didier, Miguel, Epopeya de Diyenís Akritas. Santiago, CEBNH “Fotios Malleros”, 1994. p. 20.
179
La leyenda épica de Heraclio se desarrollará mucho en el Occidente de la época de las cruzadas y los siglos
posteriores, algunos elementos de la misma parecen estar ya presentes en los relatos que hemos analizado, así
por ejemplo, en la historia de las cruzadas Guillermo de Tiro, en la historia de la recuperación de la Cruz va a
quedar registrada en el siglo XIII en la Leyenda Dorada de Santiago de la Voragine. Ver Marín Riveros, José,
Cruzada, Guerra Santa y Yihad. Valparaíso, EU-PUCV, 2003. pp. 69-70. Esta leyenda también repercute en el
arte, como el ciclo de frescos pintador por Piero della Francesca en la Italia del siglo XV y conocidos como
Leggenda della Vera Croce, que incluyen una representación de un combate en donde Heraclio vence y decapita
a Cosroes, para estas imágenes y un análisis ver el sitio creado por Marilyn Aronberg Lavin (Professor of Art
History, Princeton, NJ) en http://projects.ias.edu/pierotruecross/ (27-10-2014, 11:35 am).
180
Vallejo Girvés, Margarita. “Bizancio y el Mediterráneo entre finales del siglo V y principios del siglo VIII.
Navegando por un mar romano”. Paz de la Hoz, María y Mora, Gloria (eds.), El oriente griego en la Península
Ibérica. Epigrafía e historia, Madrid, Real Academia de Historia, 2013. pp. 263-279.
98
de migración desde el Oriente, personajes y comunidades de origen griego, egipcio y siríaco
aparecen en África, Italia y España durante todo el siglo VII.181
No se puede olvidar que, hasta comienzos del siglo VII, los bizantinos mantuvieron
una presencia militar efectiva en la Península, ni que, hasta finales del mismo ciclo, se había
mantenido bizantino el norte de África –base del poder de Heraclio- así como Sicilia y las
Islas Baleares, enclaves que mantenían el contacto del Imperio con toda la zona del
Mediterráneo Occidental. Esta presencia geopolítica sostenida, la continuidad del comercio
incluso cuando esta llegó a su fin, y la evidencia de un considerable movimiento de personas,
fácilmente explican y sustentan la trasmisión de fuentes provenientes de distintas partes del
Oriente bizantino hacia Occidente y la Península Ibérica.182
Es cierto que muchos intelectuales occidentales de los siglos VI, VII y VIII ya no
manejaban bien el griego, como por ejemplo el mismo Isidoro de Sevilla. Pero constatada la
presencia de marineros, comerciantes, clérigos e incluso comunidades permanentes de origen
oriental ¿cómo se comunicaba esta gente? Es casi seguro que en la segunda mitad del siglo
VII y primera del VIII debió haber en la Península Ibérica o en algún otro lugar de Occidente
– África, Sicilia, las Baleares, Italia- gente de origen oriental capaces de traducir del griego
–quizás incluso del siríaco– al latín. Los propios conquistadores árabes en un comienzo
habrían necesitado de esta gente. Por tanto, resulta muy posible que las fuentes orientales que
hemos mencionado hayan sido llevadas a Occidente, probablemente por clérigos orientales
emigrados, quienes pudieron a su vez traducirlas y difundirlas.183
181
Interesantes resultan los casos de clérigos y comunidades cristianas griegas, egipcias y sirias, algunas
monofisitas, que aparecen en España y otras partes de Occidente. Ibíd. pp. 274-276.
182
Ibíd. pp. 272-276. Ver el libro de Vallejo Girvés, Margarita, Hispania y Bizancio, una relación desconocida.
Madrid, Akal, 2012. En el cual compila y sintetiza una enorme cantidad de estudios de la autora, desde 1993
hasta el 2012, ofreciendo una visión de conjunto que incorpora una considerable cantidad de fuentes,
bibliografía clásica y actualizada.
183
Las fuentes orientales utilizadas por las crónicas hispanas bien pudieron ser traducidas en la Península Ibérica
o también venir ya traducidas desde otros lugares de Occidente. La presencia de la historia de Heraclio en
Fredegario sugiere que esta podría haber llegado a Occidente vía Italia.
99
Ahora bien, considerando todo lo anterior, ¿qué podemos deducir respecto a la
recepción e interpretación de las noticias de Oriente y la consecuente construcción de un
relato histórico sobre estos sucesos en las crónicas hispanas?, ¿qué podemos aportar a los
análisis sobre estas crónicas?
100
3.3.- La construcción del siglo VII en las crónicas hispanas.
Según hemos visto, parece bastante probable que varias fuentes orientales con
noticias sobre los eventos dramáticos del siglo VII, la última guerra romano-persa y
conquistas árabes, circulasen por el Mediterráneo Occidental desde la segunda mitad del
mismo siglo VII y fuesen conocidas en la Península Ibérica mediante traducciones locales o
traídas desde afuera. ¿Cómo fue la recepción de estas fuentes en la Península Ibérica?, ¿cómo
las utilizaron los cronistas hispanos? y ¿qué factores influyeron en la construcción de una
imagen del “crucial siglo VII”, de Heraclio y los árabes en estas crónicas hispanas?
184
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. pp. 2-6.
Galán Sánchez, El Género historiográfico de la Chronica. También Van Nuffelen, “John of Antioch, inflated
185
and deflated. Or: How (not) to Collect Fragments of Early Byzantine Historians”.
101
Parece probable que la base utilizada por el cronista de la Bizantino-arábiga haya
sido una de las continuaciones perdidas de la Crónica de Juan de Antioquía o la Crónica
Constantinopolitana, que a su vez se había basado en esta, o alguna fuente similar, la que
probablemente circulaba por Occidente desde las últimas décadas del siglo VII d.C. y ofrecía
un esquema cronológico general con los principales hechos del Imperio durante la primera
mitad del siglo VII, como el golpe de Focas, la sublevación de Heraclio y la guerra con Persia,
llegando a incluir, quizás, las primeras noticias sobre la irrupción de los árabes de Mahoma
en el Cercano Oriente.186
Dicha fuente sirvió como eje central y fue probablemente complementada utilizando
fuentes hispano-godas, algunas otras fuentes orientales como la Crónica de Juan de Nikiu y
otras de menor importancia, muy probablemente varias tradiciones orales árabes y quizás
alguna historia árabe escrita de comienzos del siglo VIII. La utilización de una fuente
oriental, basada en la Crónica de Juan de Antioquía o similar, como base y eje estructurador
sobre la que se añadieron algunas noticias hispanas y una perspectiva pro-islámica, permite
superar el problema planteado por algunos de que el contenido de la Crónica Bizantino-
arábiga tendría dos partes un tanto diferenciadas. 187
186
Ídem.
187
Martín, “Los Chronica Byzantia-Arabica (Estudio introductorio)”. pp. 4-5
102
Para ello no habría tenido sentido confeccionar una historia árabe, sino una crónica
latina en base a fuentes cristianas. Por esto tampoco se presenta de forma directa una visión
completamente negativa del reino visigodo o de Bizancio, lo que habría levantado quizás
demasiadas sospechas o animadversiones. En cambio, se redacta una crónica parca y sencilla
que a partir de una fuente oriental presenta los hechos como si fueran un registro objetivo, en
el que se destacan sutilmente algunos aspectos escabrosos de la historia bizantina, mientras
se recurre a la tradición árabe para exaltar al profeta y al Islam, como el contraste que puede
apreciarse entre los relatos de las muertes de Mahoma y Heraclio. Posiblemente se deba a la
misma cautela, la poca atención dedicada a la conquista del reino godo y los asuntos de la
Península. De esta forma, se utilizaba la historia del “crucial siglo VII” para romper
ingeniosamente con la idealización del pasado romano-godo e inclinar los ánimos hacia una
cierta simpatía por el nuevo dominador.
El anónimo mozárabe tomó los elementos que había a su disposición para construir
su crónica, intentando dar respuesta a estas preguntas. Alguna versión de la misma crónica
oriental utilizada por la Bizantino-arábiga -por tanto probablemente basada en la Crónica de
Juan de Antioquía- le sirvió para complementar las fuentes hispano-godas con los recientes
sucesos de oriente y darle a su obra un encuadre universal. La historia de Heraclio, el
emperador que había derrotado a los persas como un campeón elegido por Dios, pero que
luego había sido derrotado por los árabes, la que sabemos circulaba por Occidente, ya sea
como una tradición oral o en alguna fuente escrita, le entregaba un buen punto de partida. La
tradición providencialista que caracterizaba el pensamiento histórico cristiano, quizás
alimentada por tradiciones orientales que ya veían a los árabes bajo una óptica similar, le
serviría como esquema interpretativo.
103
Como señalábamos al comienzo de este trabajo, varios estudiosos se han referido a la
interpretación que la Crónica del 754 hace de las conquistas árabes. Algunos, como Ron
Barkai plantean que esta explica la conquista árabe de España de forma providencialista
como un castigo divino por los pecados de la elite visigoda que se había embarcado en una
lucha civil fratricida.188 Raquel Homet, en cambio, señala que el cronista mozárabe interpreta
la conquista en la línea providencialista como “pérdida del paraíso prometido”, pero que
nunca establece de forma explícita una relación de esta con los pecados de los godos y que
la idea de pecado y castigo solo está presente en el relato de Heraclio.189 Por otro lado,
Kenneth Baxter Wolf postula que el anónimo mozárabe podría no haber querido interpretar
la conquista de España como un castigo divino para evitar que, siguiendo la tradición
visigoda, se identificara a los árabes musulmanes como un nuevo pueblo elegido.190
Alexander Pierre Bronisch plantea que la Crónica Mozárabe sí interpreta la conquista de
España como un castigo divino, aunque por temor a la posible represión del régimen sólo la
señala mediante alusiones veladas, como la historia de Heraclio.191
188
Barkai, El enemigo en el espejo: cristianos y musulmanes... pp. 24-31.
189
Homet, “La Pérdida de España: Mito motor de la Reconquista”. pp. 94-98.
190
Wolf, Kenneth Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. pp. 39-42.
191
Bronisch, Reconquista y Guerra Santa. pp. 126-132 y 140-141.
104
arábiga- que daba cuenta de estos sucesos. También por esto se inicia dedicándoles a estos
sucesos bastante espacio y luego a medida que avanza, aunque cada vez se centre más en la
Península, mantiene el encuadre cronológico universal que desde el comienzo de la obra
relaciona a los gobernantes hispanos – godos o árabes – con los emperadores romanos y,
luego, también con los califas de Damasco.
Como la Crónica universal de Isidoro de Sevilla llegaba hasta los primeros años del
reinado de Heraclio, y como el inicio de las conquistas árabes había sido bajo el gobierno del
mismo, al anónimo mozárabe debe haberle parecido natural comenzar su crónica en este
punto. Además la historia de Heraclio, o más bien su leyenda, que se originó en Oriente y
que por entonces ya debe haber circulado por Occidente –como lo demuestra Fredegario-
contenida en un texto escrito o como tradición oral, quizás alimentada por la iconografía,
ofrecía una imagen muy interesante para ser utilizada como punto de partida: un emperador
romano y cristiano que luchó contra los persas bárbaros y paganos, que como un nuevo David
se enfrentó en combate singular contra un siervo de Cosroes y lo derrotó con la ayuda de
Dios, pero cuyo reinado no terminó con gloria sino con la derrota romana y la pérdida de sus
provincias orientales a manos de los árabes de Mahoma.
105
esquemas de la historiografía visigoda tiene más sentido. Sin embargo, la historiografía
cristiana había interpretado a ciertos pueblos como un “castigo de Dios” sin conferirles la
categoría de “elegidos”, con anterioridad y durante las mismas conquistas árabes.192 Además,
de ser ciertos los planteamientos de Wolf, y el cronista quisiera presentar a los árabes como
simples conquistadores sin otra connotación, ¿cuál sería el sentido de la historia de Heraclio?
este narración al inicio de la crónica claramente sugería algo distinto.
192
Por ejemplo, los invasores bárbaros en el Chronicon de Hidacio de Chaves.
193
Es posible que esta interpretación haya sido alimentada por el conocimiento de textos que establecían el
vínculo entre las conquistas árabes y los pecados de la cristiandad, como los apocalipsis siríacos.
194
El análisis planteado aquí lo desarrollamos más detenidamente en otro trabajo que actualmente está por ser
publicado: “La Pérdida de España: el tópico de la lamentación y el sentido providencial en la Crónica Mozárabe
del 754” (Intus Legere Historia, 2015, artículo en prensa).
106
En este sentido, el relato sobre Heraclio, que no es una invención del cronista -como
pareciera desprenderse de otros análisis- sino una tradición que ya circulaba por Occidente,
cualquiera haya sido su formato, y que le sirvió al anónimo mozárabe como un punto de
partida que iniciaba su crónica –que es en cierto sentido la historia trágica de las conquistas
árabes- con un episodio histórico aleccionador, ejemplar y moralizante: la historia del
emperador Heraclio, un campeón de Dios que cayó en el pecado de la vanidad desatando el
inició de las conquistas árabes. No se trata de culpar a los romanos por la situación de España,
sino de mostrar a los lectores cómo todos los males y tragedias del mundo son consecuencia
de nuestros pecados. Para el cronista mozárabe no se trata de inventar un cuento, sino de un
hito del siglo VII que daba inicio a la dramática época que le tocaba narrar, un hecho que
muy posiblemente consideraba histórico y por ello particularmente revelador.195
195
El carácter educativo y moralizante de la historia, que ya existía en el mundo clásico, cobra nueva fuerza e
importancia en época cristiana, puesto que la historia, como realización providencial del plan divino entrega al
hombre ejemplos concretos y reales de como el pecado lleva a la perdición. Sobre esto ver Sánchez Salor,
Historiografía latino-cristiana. Principios, contenido, forma o “El providencialismo en la historiografía
cristiano-visigótica de España”. La Crónica Mozárabe es mucho más moralizante que polémica, aunque habla
de la victoria de los “europeos” frente a los árabes en Poitiers, no parece concebir la posibilidad de una
“Reconquista”, y lo que realmente ensalza es la historia eclesiástica y la vida de los hombres santos que
mantienen su fe pese a cualquiera de las vicisitudes del contexto, su esperanza no es política sino escatológica.
196
Marín Riveros, José, Cruzada, Guerra Santa y Yihad. pp. 69-70.
107
intencionalidad que animaba su obra. Mejor era simplemente señalar que, pese a sus triunfos
sobre los persas, Heraclio había sido derrotado por los árabes y murió de hidropesía sin gloria
alguna, para luego destacar la virtuosa figura contemporánea de Mahoma.
Resulta entonces evidente que estas crónicas hispanas construyeron una imagen del
“crucial siglo VII” y del emperador Heraclio de acuerdo a sus propias posiciones frente al
Islam y sus conquistas, según a las distintas intencionalidades que animaban sus obras y a lo
que podríamos llamar sus inclinaciones ideológicas o su visión de mundo incluso. En esta
línea tienen sentido los planteamientos de autores como Barkai, Wolf y Bronisch. La figura
de Heraclio resultaba “útil” como una imagen ejemplificadora del imperio romano-cristiano
que triunfaba sobre los bárbaros persas pero era derrotado por los árabes de Mahoma.
197
Como señalábamos al comienzo, a raíz de los planteamientos de Catalina Balmaceda y Jaume Aurell, la
historiografía antigua y medieval al igual que la nuestra se basa en una pretensión de veracidad y en el uso de
testimonios. La diferencia entre nosotros y ellos se encuentra en los criterios que utilizamos para discernir qué
testimonios son confiables y qué hechos resultan admisibles o creíbles.
108
CONCLUSIONES
109
En defnitiva ¿Qué conclusiones podemos sacar tras el recorrido que realizamos por
el Mediterráneo de los siglos VII y VIII y sus fuentes? Es momento de intentar responder las
múltiples preguntas que nos suscitaban las crónicas hispanas y planteábamos en el comienzo
de este trabajo, además de sintetizar nuestro aporte para la comprensión del crucial siglo VII.
Al comenzar este trabajo resultaba evidente que existían notables semejanzas entre la
Crónica Bizantino-arábiga y en la Crónica Mozárabe del 754 respecto a la narración de los
sucesos del “crucial siglo VII” en Oriente, pero también algunas importantes divergencias.
Los principales estudios apuntan a que dicha semejanza no es fruto de una dependencia
directa de una crónica frente a la otra, sino de la utilización de fuentes orientales comunes,
mas no resultaba muy claro cuáles eran estas. En cuanto a las discrepancias que aparecen en
el relato de las crónicas, prácticamente todos los expertos las atribuían exclusivamente a las
diferencias en las inclinaciones religiosas a la intencionalidad o ideología de los dos
cronistas. Poco se había profundizado en el origen y trasmisión de historias, como la carrera
por el trono que presentan ambas crónicas o en el combate singular de Heraclio que relata la
Crónica Mozárabe del 754.
110
Un examen minucioso de las principales fuentes utilizadas por la historiografía
bizantina –Nicéforo y Teófanes- y siríaca tardía para el “crucial siglo VII”, en contraste con
las crónicas hispanas y Fredegario, permitió deducir cuáles podrían haber sido las principales
fuentes comunes entre todas estas, aunque como ellas no se han conservado íntegras hasta
nuestros días, las conclusiones en dicho ámbito quedan más bien en lo especulativo.
Pese a ello, la evidencia apunta a la existencia de, al menos, dos fuentes de origen
oriental que circularon por el Mediterráneo e influyeron sobre esta historiografía explicando
sus puntos comunes. La primera de ellas parece haber sido una crónica redactada en Oriente
entre mediados y finales del siglo VII, muy probablemente una continuación perdida de una
crónica de la que solo se conservan algunos fragmentos y se conoce como Crónica de Juan
de Antioquía, o quizás una fuente que se ha llamado Crónica Constantinopolitana, redactada
en la capital entre los años 640-650 d.C. y basada en la anterior. Episodios como la carrera
por el trono entre Heraclio y Nicetas y quizás también la derrota de Teodoro frente a los
árabes, entre otros, fueron tomados de esta fuente, que habría servido como base para ambas
crónicas hispanas, Nicéforo, Teófanes y la historiografía siríaca tardía.
Considerando lo anterior, pudimos volver sobre las crónicas hispanas y su relato con
una nueva mirada y plantear que dichas crónicas construyeron una imagen del “crucial siglo
VII”, utilizando las fuentes orientales disponibles que circulaban por el Mediterráneo –en
cuyo examen nadie se había detenido desde el estudio de C.E. Dubler de 1946-, de acuerdo
a sus propios intereses e inclinaciones político-religiosas.
111
El autor de la Crónica Bizantino-arábiga hizo uso de aquella crónica oriental,
aparentemente basada en la de Juan de Antioquía, como base y marco general,
complementándolo con algunas fuentes hispanas y árabes. De esto modo podía narrar, en un
formato tradicional, una historia universal aunque centrada en los orígenes del Islam, su
expansión, consolidación y luchas contra Bizancio. La intención tras ello era introducir
sutilmente, entre los súbditos hispanos, la idea del Islam como una potencia de igual rango a
los antiguos imperios –e incluso más virtuosa- y legitimar así su dominio sobre la Península.
El mozárabe decidió iniciar su Crónica del 754 con una sucesión de hechos históricos
que le parecían particularmente reveladores. La historia semi-legendaria de Heraclio: un
emperador romano que luchó contra los persas paganos y, cual nuevo David, se enfrentó en
combate singular con un guerrero de Cosroes derrotándolo con la ayuda de Dios y alcanzando
un gran triunfo, pero cuya vanidad desató las conquistas árabes y terminó su reinado sin
ninguna gloria. Dicha historia, cuya base se originó probablemente en el ambiente de
exaltación épico-religiosa propio del Oriente del siglo VII, para entonces ya circulaba por el
Mediterráneo occidental –probablemente con ciertas distorsiones- contenida en alguna fuente
escrita perdida o como tradición oral. Estos hechos, que el cronista mozárabe probablemente
consideraba históricos y reales, eran muy ilustrativos para comenzar una historia
providencialista y trágica sobre la época de las conquistas árabes.
De esta forma, las semejanzas y diferencias en el relato que las crónicas hispanas
elaboraron respecto al “crucial siglo VII” se explican en parte por las distintas
intencionalidades, inclinaciones político-religiosas y visión histórica de los dos cronistas, el
autor de la Crónica Bizantino-arábiga y el de la Mozárabe del 754. Sin embargo, no es tan
simple como que estos cronistas hayan proyectado sus subjetividades directamente sobre el
relato, inventando o tergiversando los hechos.
112
Así comprendimos que, en realidad, los cronistas hispanos del siglo VIII actuaron de
manera bastante similar a como lo hace un historiador actual: frente a un problema histórico
exploraron los testimonios que tenían disponibles, seleccionaron dichas fuentes según cuales
les parecían creíbles y pertinentes, integraron e interpretaron estas en un esquema y narración
histórica que le diera sentido a los hechos del pasado. Desde nuestra perspectiva actual quizás
fueron bastante parciales y su crítica textual no fue la más adecuada, pero tenía sentido en
base a su concepción del conocimiento y su visión de mundo. De esta manera, las semejanzas
y diferencias en el relato sobre el “crucial siglo VII”, se deben no sólo a las intencionalidades,
inclinaciones o visiones de estos cronistas, sino también a la utilización que hicieron de
fuentes comunes y fuentes distintas, aspecto que nadie había destacado hasta ahora.
113
En tercer lugar, mediante este análisis de las crónicas hispanas esperamos haber
contribuido a una mejor comprensión del género cronístico y de la historiografía cristiana,
tardo-antigua y medieval. El análisis de esta historiografía nunca debe olvidar que, si bien
esta suele incluir lo que para nosotros son parcialidades, “distorsiones ideológicas” y relatos
legendarios o fantásticos, sigue siendo historiografía, que se fundamenta en una pretensión
de veracidad y en la utilización de testimonios –frecuentemente escritos, a veces orales- para
la construcción de su relato. Vale la pena recordar las palabras de uno de los más grandes
exponentes de la historiografía cristiana medieval: Beda el Venerable, que en el prefacio de
su historia se refiere a sus fuentes señalando que “según la verdadera ley de la historia” ha
recopilado para la posteridad los hechos según los cuentan aquellos testimonios que le
parecieron fiables.198 El historiador actual no puede trabajar los testimonios historiográficos
exactamente igual que cualquier “fuente literaria”, como si en base a sus intenciones e
inclinaciones los autores inventaran los hechos, pues al analizar los testimonios
historiográficos siempre se debe considerar la pregunta por las fuentes de los mismos.199
198
Beda el Venerable, Historia eclesiástica del pueblo de los anglos. Madrid, Akal, 2013. Edición y traducción
de José Luis Moralejo. pp. 43-45.
199
Esto no quiere decir que la historiografía no pueda analizarse, en el discurso, como una fuente literaria.
200
Herrera Cajas, Héctor, "La Germania de Tácito. El problema del significado del escudo". Tiempo y Espacio,
N°5, Chillán, 1995 (Redición del original de 1957). pp. 97-98.
114
BIBLIOGRAFÍA
115
I.- Fuentes primarias
- Moralejo, José Luis. Beda el Venerable, Historia eclesiástica del pueblo de los
anglos. Madrid, Akal, 2013.
Chronicon Paschale.
Crónica de 1234.
- Palmer, Andrew; Brock, Sebastian; Hoyland, Robert, The Seventh Century in the
West-Syrian Chronicles, including two seventh-century Syriac apocalyptic texts.
Liverpool, Liverpool University Press, 1993.
Crónica Bizantino-Arábiga.
- Lopez Pereira, José Eduardo, Crónica Mozárabe del 754. Zaragoza, Anubar,
1980.
Fredegario, Crónica.
116
- Collins, Roger. Die Fredegar-Chronikon. MGH Studien und Texte vol. 44.
Hannover: Hahnsche Buchhandlung, 2007.
- Wallace-Hadrill, John M., The fourth book of the chronicle of Fredegar: with its
continuations. Westport, Greenwood Press, 1960.
- Charles, R. H., The Chronicle of John, Bishop of Nikiu. New Jersey, Evolution
Publishing, 2007 (Publicación original: Londres, 1916).
Pseudo-Metodio, Apocalipsis.
- Palmer, Andrew; Brock, Sebastian; Hoyland, Robert, The Seventh Century in the
West-Syrian Chronicles, including two seventh-century Syriac apocalyptic texts.
Liverpool, Liverpool University Press, 1993.
117
Pseudo-Sebeos, Historia.
- José Marín R., “Teodoro Synkellos, Homilía sobre el sitio de Constantinopla del
año 626.” Traducción inédita en base a la edición de Ferenc Makk.
Teófanes, Cronografía.
118
II.- Estudios Modernos
Aurell, Jaume; Balmaceda, Catalina; Burke, Peter; Soza, Felipe, Comprender el pasado:
una historia de la escritura y el pensamiento histórico. Madrid, Akal, 2013.
Cameron, Averil
- “Byzantium and the Past in the Seventh Century: The Search for Redefinition.” The
Seventh Century, change and continuity. London, The Warburg Institute, 1992.
Brown, Peter,
Collins, Roger, The Arab Conquest of Spain, 710–797. Oxford, Blackwell, 1989
Crone, Patricia; Coock, Alan, Hagarism: The Making of Islamic World. Cambridge,
CUP, 1980.
Croke, Brian y Emmett, Alanna, History and Historians in Late Antiquity, Australia,
Pergamon Press, 2011.
Díaz y Díaz, Manuel C, “La historiografía hispana desde la invasión árabe hasta el año
1000”. Settimane di studio del centro italiano di studi sull`alto Medioevo, XVII, Spoleto,
1970.
Foot, Sarah; Robinson, Chase(ed.), The Oxford History of Historical Writing. Vol. 400-
1400, Oxford, Oxford University Press, 2012.
119
Galán Sánchez, Pedro, El Género historiográfico de la Chronica. Cáceres, Universidad
de Extremadura, 1994.
Goffart, Walter,
- “Reseña de: Collins, Roger. Die Fredegar-Chronikon. MGH Studien und Texte vol. 44.
Hannover: Hahnsche Buchhandlung, 2007”. The Medieval Review, 2009.
- "La Germania de Tácito. El problema del significado del escudo". Tiempo y Espacio,
N°5, Chillán, 1995 (Redición del original de 1957).
Howard-Johnston, James,
- Witnesses to a world crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh
Century. New York, Oxford University Press, 2010.
- “The official history of Heracliusʼ Persian campaigns” originalmente en The Roman and
Byzantine Army in the East, ed. E. Dabrowa, Cracovia, 1994. pp. 57-87. Reditado en
East Rome, Sasanian Persia and the End of Antiquity. Cornwall, Ashgate Variorum,
2006.
Hoyland, Robert G, Seeing Islam as Others Saw it. Princeton, Darwin Press, 1997.
Jandora, John, “The Battle of Yarmuk: a reconstruction”. Journal of Asian History, Vol.
19, No. 1, 1985.
Leader, Ruth E. “The David Plates Revisited: Transforming the Secular in Early
Byzantium”. The Art Bulletin, Vol. 82, No. 3. 2000.
120
Lemerle, Paul, “Les répercussions de la crise de lʼEmpire dʼOrient Au VII Siecle sur les
pays dʼOccident”. Settimane di studio del centro italiano di studi sullʼ alto medioevo, V.
Spoleto, Presso la sede del centro, 1958.
López Pereira, José, Estudio Crítico sobre la Crónica Mozárabe del 754. Zaragoza,
Anubar, 1980.
- “Bizancio en el siglo VII: Entre historia y profecía. Notas en torno a los sucesos del año
626”. Byzantion Nea Hellás, 30, 2011.
Morales, E.; Norris, M.; Schwarz, A.; Watts, E., A Masterwork of Byzantine Art. The
David Plates: The Story of David and Goliath. New York, The Metropolitan Museum
of Art, 2001.
Pirenne, Henri,
- Medieval Cities: Their Origins and the Revival of Trade. New Jersey, Princenton
University Press, 1952 (Publicado originalmente en 1925).
Sánchez-Albornoz, Claudio,
121
- La España musulmana. Buenos Aires, El Ateneo, 1960.
Spain Alexander, Suzanne, “Heraclius, Byzantine Imperial Ideology, and the David
Plates”. Speculum, Vol. 52, No. 2, 1997.
Spiegel, Gabrielle, The Past as Text the theory and practice of medieval historiography.
Baltimore, John Hopkins University Press, 1997.
- Bizancio y los Sasánidas: De la lucha por el Oriente a las conquistas árabes (565-642).
Granada, Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas, 2010.
- “África disputada: los últimos años del África bizantina”, L. A. García Moreno – E.
Sánchez Medina (eds.), El 711 y otras conquistas: Historiografía y Representaciones,
Madrid, 2014 (en prensa).
Soto Chica, J.; Berenjeno, A.M. “La última posesión bizantina en la Península Ibérica:
Mesopotamenoi-Mesopotaminoi. Nuevas aportaciones para su identificación”. En: II
Jornadas de Estudios Bizantinos: De Roma a Bizancio: el territorio en el sureste
peninsular. Almería, 10 y 11 de Enero de 2014.
Ubierna, Pablo,
122
- “La «leyenda del Último Emperador» en Bizancio y el Cercano Oriente cristiano (ss.
VII-X). Una instrumentalización del género apocalíptico”. Los caminos inexhauribles
de la Palabra, Buenos Aires, LUMEN-ISEDET, 2002.
- “Bizancio y el Mediterráneo entre finales del siglo V y principios del siglo VIII.
Navegando por un mar romano”. Paz de la Hoz, María; Mora, Gloria (eds.), El oriente
griego en la Península Ibérica. Epigrafía e historia, Madrid, Real Academia de Historia,
2013. pp. 263-279.
Van Nuffelen, Peter, “John of Antioch, inflated and deflated. Or: How (not) to Collect
Fragments of Early Byzantine Historians”. Byzantion, 82, 2012.
Vázquez de Parga, Luis, “Algunas notas sobre el Pseudo Metodio y España”. Habis, Nº
2, 1971.
Wander, Steven H., “The Cyprus Plates: The Story of David and Goliath”. Metropolitan
Museum Journal, Vol. 8, 1973.
Wolf, Kenneth Baxter, Conquerors and Chroniclers of Early Medieval Spain. Liverpool,
LUP, 1999.
123
III.- Otros
Freedman, Paul H. “The Early Middle Ages, 284-1000”, 2011. Curso de la Universidad de
Yale disponible en el sistema “Open Yale courses”:
Piero della Francesca, Leggenda della Vera Croce. Colección de frescos del siglo XV,
Basílica de San Francisco, Arezzo. Fotografías de la colección en el sitio creado por Marilyn
Aronberg Lavin, Professor of Art History, Princeton, NJ.
124
IV.- Índice de imágenes y cuadros.
Imágenes
Cuadros
125