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Biblioteca de Alejandría
https://www.xatakaciencia.com/sabias-que/cinco-cosas-increibles-sobre-la-biblioteca-de-alejandria-el-
centro-del-saber-del-mundo-antiguo
La Biblioteca de Alejandría
En la República y el Imperio romano, fueron las bibliotecas públicas romanas, las que
fueron poco conocidas, los aristócratas, intelectuales, políticos, quienes se enorgullecían de
poseer grandes e importantes bibliotecas, los compradores de libros.
Sin embargo, buena parte de esas bibliotecas se constituyeron con los botines de libros
que los ejércitos conquistadores saquearon en las ciudades de imperio griego, hasta el
punto de que fue una moda poseer artículos de la cultura griega. Otra fuente de
adquisición de libros fue la misma Biblioteca de Alejandría que vendía las copias de sus
libros.
Para el caso de bibliotecas famosas confiscadas como botín de guerra, una de ellas fue la
de Aristóteles quien, además de haber sido un prolífico escritor de libros, también fue un
gran comparador y dueño de una gran biblioteca, la que, luego de ser heredada por sus
discípulos Teofrasto y Neleo, fue adquirida por Apelicón de Teos y terminó en el botín de
guerra del general Sila cuando este saqueó a Atenas en el años 86 a. C. Otra, la de Lúculo el
Joven, heredero de la biblioteca que su padre había llevado a Roma en los años 71-70 a. C.,
cuando fue derrotado por Mitríadates. En esa biblioteca acostumbraba leer Catón.
Una de esas bibliotecas se hizo célebre en tiempos recientes por haber sido descubierta
en la llamada Villa de los papiros en Herculano. La biblioteca de Lucio Calpurnio Pisón,
suegro de Julio César, descubierta en Herculano, calcinada, pero preservada por las
cenizas ardientes de la erupción de monte Vesuvio en el año 79 de nuestra era, ella que
furon sepultadas Pompeya y Herculano. Gracias a esa catástrofe es que se sabe que esa
biblioteca poseía 1.838 rollos, entre los cuales se han rescatado la mayor colección de
escritos epicúreos aplicando avanzados procesos de recuperación. Como que allí, en
aquella villa, llamada Villa de los Papiros, se reunía un grupo de epicúreos del que hacía
parte Filodemo de Gadara y en el que participaban el mismo Julio César y su suegro con
otros cortesanos. Esta historia se puede leer en Michel Onfray, Contra-historia de la
filosofía, I, página 217 y siguientes.
Sobre estas primeras bibliotecas privadas de Roma, como bibliotecas de conquista, da
cuenta Guglielmo Cavallo, Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, Madrid,
1998, p. 100.
El primer editor
No se sabe si en Atenas hubo editores que manejaran el negocio de los libros, así que el
primer editor del que se tenga registro fue un romano como lo cuenta Tönnes Kleberg en
su texto: Comercio librario y actividad editorial en el Mundo Antiguo:
“El primer editor-librero de Roma cuyo nombre nos es conocido —y en cierto
modo el primero de todos— es el amigo de Cicerón, Tito Pomponio Ático, quizá uno
de los editores-libreros mencionados por Luciano. Cicerón, el maestro de la prosa
romana, desplegó, como se sabe, una actividad literaria de magnitud bastante
considerable. Fue mérito de su amigo Ático el que esta obra tuviese una difusión
coronada por el éxito” (En: Guglielmo Cavallo (Dir.), Libros, editores y público en el
Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial, Madrid, 1995. p. 66).
Miniatura del siglo XV de Jean Miélot representa al propio autor trabajando y rodeado de códices, mientras
compila sus Miracles de Nostre Dame, su libro en el que esta miniatura aparece.
https://es.wikipedia.org/wiki/Scriptorium
El códice
Uno de los aportes más revolucionarios para la producción de libros fue el codex. Esa es
la denominación para la configuración de los libros por páginas y hojas escritas por ambos
lados, las que luego eran cocidas y empastadas en la forma de libro, el mismo formato que
todavía se usa hoy. A veces se doblaban o plegaban los pliegos de papel o pergamino y se
formaban cuadernos de varias hojas y páginas para ser encuadernados, cocidos y
empastados. Esa es La técnica que emplean las imprentas actuales para aprovechar su
mayor capacidad y extensión para la impresión. A esta modalidad se la llama códice,
nombre que se conserva también para algunos otros usos relacionados.
El desarrollo del códice en la historia del libro se remonta a los siglos finales del imperio
griego, cuando fueron utilizados para conservar los documentos legales y administrativos
de los Estados o para editar libros para el consumo popular, pues los temas serios todavía
se manejaban en los rollos de papiro y pergamino.
Con el advenimiento del cristianismo se hizo popular el códice para la divulgación de los
mensajes de las iglesias y de esa manera se fue estableciendo como formato estándar en el
negocio y la publicación de otros libros tanto de venta popular como los de aquellos con
asuntos serios que eran adquiridos por los aristócratas, las bibliotecas y los lectores
intelectuales.
Para mayor información, ver: Guglielmo Cavallo (Dir.), Libros, editores y público en el
Mundo Antiguo. Guía histórica y crítica, Alianza Editorial, Madrid, 1995, p. 110 y ss.
El códice fue mantenido y perfeccionado como método para el armado y conservación de
los libros en las abadías, monasterios y conventos que en la Edad Media se encargarían de
preservarlos, copiarlos, traducir, comentar y adaptar a las creencias políticamente
correctas impuestas por el Vaticano.
Pero de esas oscuridades en la historia del libro durante la Edad Media hablaré en la
siguiente Lectura lúdica.