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MARX,
PENSADOR
DE L A
TECNICA
BARCELO N A, 1969
Traducido al castellano por Eniú/ue M o
lina, del original francés M ARX PEN*
SEUR DE L A T E C H Ñ IQ U E , publicado
por Les f.ditions de Mimiit, París.
Ktcnriul. 50 - B a r c e l o n a - 12
K a r l M arx
(E n L a C aceta Renana d e l 14 de
ju lio de 1842)
K a r l M arx
(E n su Tesis d o c to r a l)
P r e fa c io
P A R A C O M P R E N D E R E L PE N SA M IEN T O DE M A R X
* * *
* * *
O
t'oiiio una som bra laicizada del pecado origin al. Esta lucha p o r la
producción de la vida, lucha sostenida p o r los h om bres que trabajan,
ftostenida con y co n tra o tro s hom bres, y con tra la naturaleza, es lo
que soroca las fu erzas vivas.
Ese «m a l», cuyo secreto intenta p en etrar M arx, ¿habría p o d id o
n o instaurarse? ¿ N o es inherente al d esa rro llo m ism o de las fuerzas
vivas? Y , de o tra parte, ¿p or qu e n o podem os p o r m enos que pensar
en el «p e c a d o o rig in a l»?
E l D ios del G énesis había o rd en a d o a Adán, e l p rim e r hom bre,
que n o com iese d el á rb o l d el co n ocim ien to en el ja rd ín del E dén que
éste d eb ía cu ltiva r y gu ardar; el h om b re era lib r e de co m er de tod o
árbol del jardín , e x cep to del qu e era el árbol d el c o n o c im ie n to del
b ien y d el m a l: «S in em b a rgo , p o r lo qu e respecta a l árbol del con o
cim ien to del bien y d el m al, n o com erás de él; pues e l dia en que
com as d e él, m o rirá s », d ice el E tern o al h om bre. Su m an dam ien to
no fu e respetado, la n ega tivid a d cu m p lió su o b ra y el h om b re y la
m u jer se h icieron m ortales, m o rta le s p ero cog n o s ccn te s; pues, des
pués de h ab er co m id o la fruta proh ibida, «lo s o jo s de am bos se
a b rie ro n »; en lo sucesivo, las generacion es q u e suceden a Adán y
Eva han de co n ta r con qu e la desgracia pesará sobre sus vidas: el
paraíso se p ierd e para los h om bres hechos m o rta les y cognosccntes
a causa d el pecado o rigin a l. Pues el E tern o d ice al p rim e r h om b re
m ortal: « P o r cuanto has escuchado la v o z de tu m u jer, y c o m id o del
á rb o l d e qu e te m andé n o com ieses, m aldita sea la tierra p o r tu
causa: con grandes fa tiga s sacarás d e ella el a lim en to en to d o el
curso de tu vida. Espinas y a b ro jo s te produ cirá, y com erás hierbas
de la tierra. M ed ian te el su dor de tu ro s tro com erás el pan, hasta
q u e vuelvas a la tierra de qu e fu iste fo rm a d o : pu esto qu e p o lvo
eres, y a ser p o lvo torn a rás». E l C ielo condena así al p rim e r h om bre
y a tod a su posterid ad a tra b a ja r duram ente en la tierra, a ser p ris io
n eros de la necesidad de la p r o d u c c ió n ; y e l E tern o a flig e tam bién
con la desgracia la reprodu cción , pues dice a la p rim era m u jer
m o rta l: «M u ltip lic a ré tus d o lores en tus preñeces; con d o lo r parirás
a tus h ijos, y estarás b a jo la potestad de tu m a rid o, y él te d o m i
n ará».
E l h om bre crea d o p o r el E te rn o d el p o lv o de la tierra y a im agen
de D ios, y la m u jer, sacada del h om bre, ayuda y com pañera, porqu e
« n o es bueno qu e e l h om bre esté s o lo », estaban destinados o rig in a l
m en te a ser in m ortales y felizm en te fecundos, dado qu e tenían co m o
m isión m u ltip lica rse y lle n a r la tie rra s o m etié n d o la y d om inándola,
rein a n d o sobre todas las dem ás cria tu ra s. Después de la ca íd a y la
expu lsión del paraíso, se hacen m ortales, destinados a v o lv e r a la
tierra y condenados a p rod u cir y a re p ro d u cir con fatigas, luchas y
su frim ien tos para a rran ca r a la tierra sus bienes; y así co m o luchan
co n tra la n atu raleza para sa tisfa cer sus necesiddes vitales, a sí luchan
tam bién en tre ellos para sa tisfa cer sus deseos. E l h om b re y la m u jer
q u e han o b ed ecid o a la le y de la n egatividad y han co m id o del árbol
d el con o cim ien to d el bien y d el m al adqu ieren así e l con ocim ien to;
sus o jo s se abren y e llo s llegan a ser incluso « c o m o d io s e s ». ¿NTo es,
pues, hum ano qu e lo s m ortales, a rroja d o s del paraíso y condenados
* (d ib u ja r y u su frir en la tierra, quieran lleg a r a s e r efectiva m en te
■i iiini» d io s e s » y realiza r el paraíso en la tierra ? ¿ Y n o es igualm ente
iwiiliiilot para quienes evolu cionan sobre la tierra humana in tentar
Isii/nt se a la conquista de los cielo s divin os — anim ados p o r el esp íritu
il* I o n constru ctores de B abel, que habían dich o ya: «con stru yám on os
nuil ciudad y una torre cuya cim a llegu e hasta e l ciclo , y hagam os
(u ltim o nuestro n om bre, para que no seam os dispersados p o r la faz
de* toda la tie rra »?
I'.l conocim iento, que acom pañ ó al n acim ien to de los prim eros
• r i o humanos, prosegu irá su cam in o. Adán conoció a Eva, que
ro n cib ió y p arió. D ado qu e e l pecado o rigin a l fu e d eb id o a una
fractura, a una dislocación d e un mundo uno, d ivin o y «n a tu ra l», y la
Invusión del co n ocim ien to señaló esa fractu ra, es consecuente que los
hom bres qu ieran su perar m ediante el co n o cim ien to operan te la m i
nería que a fecta a la produ cción de la vida.
Profeta ju d ío llegad o tarde, M arx parece o ír todavía — aun cuando
fuese m uy le jo s — el ec o d el Antiguo Testamento * P ero q u iere que
lu hum anidad em pren da un cam in o qu e d e je a trás los pecados o ri
ginales y las m aldicion es correspond ientes. M a rx exige el verd a d ero
conocim iento, el recon o cim ien to de la verd a d era n atu raleza social del
hom bre, la tom a de con cien cia de tod a su m iseria, con e l fin de
que el h om bre sea totalm en te lib era d o — m ediante este n uevo con o
cim ien to y esta nueva conciencia — d e las cadenas qu e lo ataban al
curso d el d ev en ir h istórico. E l pecad o o rigin a l es puesto en tela de
Juicio y negado: el tra b a jo debe d e ja r de ser alienante: el h om bre
debe llegar a ser el señ or de la tierra sin caer b a jo los golpes de
ningún señor hum ano o divin o. Al asign arle al h om b re co m o tarca la
conquista de la tierra en recon cilia ción con sigo m ism o, con los dem ás
y con la totalidad de tod o lo que es, M arx vacía de dioses el c ielo
e incluso q u iere a b o lir la du alidad ciclo-tierra.
M arx tiene tras él to d o un m undo — de proced en cia griega y
romana, judia, cristiana, europea y moderna — . Su pensam iento
q u iere esta r exen to de presupuestos m ctafísicos, p ero los presu
puestos en general y los m cta físicos en p a rticu la r n o son siem pre
fáciles de aprehender. In clu so cuando n o q u iere h acer o b ra de filó
so fo , piensa en c ierta m edida filo só fica m en te; hace «c o n c r e to » algo
q u e le vien e de lejos. E xp lícita m en te, su sistem atización qu iere ser
cien tífica, pues a él le im p orta ante to d o co m p ren d er m ediante el
saber p o sitivo ( y con dem asiada frecu en cia p o sitiv is ta ) el p roceso del
d esarrollo h istórico de la hum anidad, con el fin de qu e e l m undo
sea prácticam en te tran sform ado en un m undo a la m edida d e la a cti
vid a d del h om bre. P ero lo que se da p o r c ie n tífic o n o bebe sola
m ente en las fu entes de la ciencia. P o d ría d ecirse que M arx explícita
cien tífica m en te sus presupuestos im p lícitam en te filo só fico s , es decir,
m etafísicos, si n o es qu e su tra b a jo « científico » n o a d m ite ser desig-
(ü * *
Un sum ario esb ozo de los m om entos con stitu tivos d e la génesis
y d el d esarrollo del pensam iento de M arx se presen taría así: D ife
ren cia de la filo s o fía de la naturaleza en D e m ó c r ito y en E p ic u ro
(1840-41; tesis d octoral, inédita hasta 1902). C rític a de la filo s o fía del
E sta d o de H eg el (e stu d io qu e ha qu edado en su fo rm a de notas
críticas, elaborado hacia 1843 y pu blicado m ucho después de la m uerte
de M arx, acaecida en 1883). In tr o d u c c ió n a ¡a c r itic a de la filo s o fía
del D e re c h o de H eg el (1844). La cu es tión ju d ía (1844). E c o n o m ía
p o lític a y filo s o fía (m an u scritos econ óm ico-filosóficos, redactados
en París en 1844 e in éditos hasta 1932). Im Sagrada F a m ilia , o c rític a
de ¡a c ritic a c r ític a ; c o n tra B ru n o B au er y c on s ortes (en colaboración
tiin Ufigi'U, quien, sin em bargo, no redu elo más qu e algunos pa
De Hegel a M arx
M arx pen sad or es y sigue siendo rigu rosam en te in com pren sib le
•In la onto-tco-logía de H egel. A través d el extrañ o d iá lo go qu e los
religa — y los o p o n e — , la dialéctica, después de h ab er sid o fundada,
pensada y violen tada p o r el saber absoluto, se hace in vertir, se pone
n nndar con los pies y pierde un p o co la cabeza; parece v en ir a ser
efectivam en te h istoria m undial, praxis total; b a jo el im pulso p ro p io
de Marx, lleva a cabo una m utación. La h istoria ya n o es el lugar
y el tiem p o del despliegue del espíritu absoluto; se co n v ierte en his
toria del d esa rro llo de la técnica. E l M u n do d e ja de ser e l mundo
en deven ir del espíritu , para co n vertirse en el m undo d e la activid a d
humana. E l p rob lem a d el « m o t o r » y del sentido de la h istoria queda
sin em b a rgo abierto, pues si el id ea lism o n o alcanza a fundarlos,
el con traid ca lism o no se a treve a rebasar — in terro ga tiva m en te —
la obsesión de un ú ltim o fundam ento. Y el M undo, ¿acaso n o sigue
siendo una potencia — ni esp iritu al ni m a te r ia l— dis tin ta del h om
bre, una pregu nta que no a d m ite respuesta redu ctiva, un h orizon te
q u e no se d e ja con qu istar totalm ente?
Del saber absoluto a la praxis total
10. Cítu deformada de los dos primero» versos del poema de Schillnr Freunds-
chaft.
11. Ideología alemana; pd. francesa: Oeuvres philosnphiqucy, t. IV, p. 179.
12. Filosofía del Etftírllu, edición citada, t. II, p. 303.
contra el «m a te ria lis m o » y el «p o s itiv is m o ». Renunciam os a in dicar
aquí, aun cuando n o fuese sin o a grandes rasgos, la h istoria y el
destin o del h egelian ism o y más especialm en te del h egelian ism o de iz
qu ierda, con el qu e se relacion a M arx, qu e se opon e a la v e z a H egel
y a él. Y a ten drem os ocasión de en co n tra m os sobre la m archa con
todos esos person ajes que entran en escena después de la caída del
telón. D igam os p o r el m om ento, sim plem ente, qu e e l m o vim ien to
del h egelian ism o de izqu ierda — L u d w ig Feuerbach, D avid F ried rich
Strauss, Bruno B a u er y M ax S t im e r — se en trega a una crítica
radical y p o sitivista de la re ligió n , tratan do de n atu ralizar y de huma
n izar e l plan team ien to de los problem as; só lo tien e o jo s p ara el desa
rro llo de la naturaleza hum ana sobre la tierra, p e ro este m ovim ien to
con cibe estas realidades m ism as de una m anera estrecha y reduc-
tiva, ingenua e in dividu alista. Consum e los restos del pensam iento
d e H egel, y cual los enanos, sus representantes intentan su b ir sobre
las espaldas d el gigante, im aginan do que así ven más lejo s. Éstos
o frec en el tip o de la reflex ión unilateral, obnubilada, obsesa p o r un
tem a fijo y ciega para tod o lo qu e la rebase. R efirién d o se a ellos,
M arx n o cesa d e iro n iza r y d e rid icu liza r la s tentativas de quienes
pretenden h aber rebasado a H egel. «S u p o lém ica contra H eg el y
en tre ellos m ism os se redu ce a qu e cada uno tom a un la d o del
sistem a hegelian o y lo vu elve ta n to contra to d o el sistem a co m o con
tra los lados tom ados p o r los otros. E m pezaron p o r tom ar categorías
hegelianas puras y n o alteradas, tales co m o sustancia y conciencia
d e sí, p ero después profan aron esas categorías con n om bres m ás m un
danos, tales co m o género, el único, el h om bre, etc.».13 L o qu e M arx
reproch a a esos crític o s profan os es «n o h aber abandonado el terren o
de la filo s o fía », es decir, d e la abstracción (esp ecu la tiv a ); p o r con
siguiente, e llo s n o pueden rebasar a H eg el y perm anecen ligados a
él p o r vínculos de m ala dependencia.
M arx q u iere desenm ascarar a «eso s b o rrego s qu e se tienen y son
ten idos p o r lo b o s » y se aprovechan d el «p ro c e s o de p u trefacción del
sistem a h egelia n o», del «p ro c e s o d e corru p ción del esp íritu abso
lu to ». H egel ya había lleva d o a sus ú ltim as consecuencias, a su
«exp resió n m ás pu ra», la con cepción idealista e id eológica ; para él
ya n o se trata d e «in tereses re a le s » sino de «p u ro s pensam ientos».
É l consum ó la o b ra de la filo s o fía especulativa. «H e g e l m ism o, al final
d e la filo so fía de la historia, recon oce qu e “ considera únicam ente la
p rogresión d el c o n c e p to ” y qu e ha expuesto en la h istoria “ la verda
dera te od ice a ” ».M L os id eólogos qu e lo critican — sin abandonar el
terren o de las ideas abstractas — profan an to d o lo qu e aún era consi
d era d o co m o sagrado, y consideran el m undo de las representaciones
religiosas y teológicas co m o un m undo alien ad o de la conciencia de
sí d el h om b re individual. R abiosam en te se entregan a la crítica
teórica y verbalista, y su única preocu pación es el h om b re indi
vidual — ser natural V m a terial; to d o lo que fu e tra n sferid o a Dios,
gracias a l desposeim ien to del h om bre, debe ser rein teg ra d o p o r el
20. Tesis sobre i'e u erb a ch ; cd. francesa: Oeucres phtíosvphiques, t. VI,
p. H 3 .
21. IhUl.. p. 14.3-144.
icuH/aiion histórica ni humana puede a b o lirlo ; la verdadera verdad,
I » realidad total, la totalidad abierta de tod o lo que es en el pasado-
presente-porvenir. rebasa toda realización p o sitiva y particu lar, por
grandiosa qu e ésta sea; aunque las realidades ónticas expresen cl ser
#n devenir, no lo agotan jam ás. M arx, p o r su parte, arran ca — m uy
•con cretam en te» — d e un análisis crític o del m undo h istórico pre-
•ente, y em pren de el desenm ascaram iento d e la verdadera y real
naturaleza de la alienación. N o se detien e p o r tanto en las consta
taciones trágicas; su pensam iento se desarrolla m u y rápid am en te y
desem boca en seguida en la perspecLiva salvadora de la recon cilia
ción total, que realizará plenam ente, en el porven ir, cl naturalismo-
huí nanism o-comunismo. La tragedia se hace asi rebasar p o r la ac
ción histórica y social, práctica y m aterial, de los h om bres concretos:
el dram a se c o n v ertirá en acción desalienada que realizará al nivel
de la historia universal el sen tido (sen sib le ) de la realidad real.
M arx se sujeta a H egel, lo «p ro lo n g a » y d es a rro lla dialécticam ente
un m om ento del pensam iento de su m aestro, irru m p ien d o en uno
de las regiones de la realidad total, captando uno de sus aspectos
v considerando esa región y ese aspecto co m o fuente de tod a realidad
esencial, figu ra capital de to d o cuanto es. E l m undo h istórico y so
cial, m o vid o p o r las fuerzas p rodu ctivas que ponen en m o vim ien to a
quienes las ponen en m ovim ien to, constitu ye a los o jo s de M arx el
espacio y el tie m p o en los qu e se desarrolla el dram a. El m undo es
a sus o jo s la tota lid a d de lo qu e es, ta l co m o ella se descubre por
v en la actividad produ ctora de los hom bres. E l M u n do (t o t a l) es
ciertam ente con siderado co m o un todo, un tod o que com p orta , sin
em bargo, dos aspectos: el aspecto esencialm ente real, m a teria l, y el
aspecto d eriva d o y secundario, c l aspecto esp iritu a l. D oble es tam
bién la naturaleza de la alien ación ; ésta es fu n dam en talm en te real,
efectiva y m a teria l, d e una parte, e ideológica , s u p eres tru ctu ra l y
epifenom énica, de otra. H eg el era el m e ta fís ico para qu ien la tota
lidad una en globaba orgán icam en te todas sus dim ensiones y todas
mis regiones — dado que cl pensam iento, la naturaleza y la h istoria
obedecen al m ism o r it m o — y tod a du alidad era reab sorbida en la
unidad. M arx es prin cip alm en te el pensador que in terp reta una de
term inada h istoria; p o r consiguiente, p rivileg ia un á m b ito en relación
a los dem ás y un e je de investigaciones, desprecian do cl resto. 1.a
m etafísica se transm uta en él en fís ica social, ya que la filo s o fía debe
ser superada en p rovech o d e su realización en el naturalism o-hu
m anism o realizado, esto es, en el com unism o. En M arx, la negati-
vidad y la alienación, m om en tos esenciales d e la m archa d el Espíritu
hegeliano, se hacen m a terialm en te h istóricas y sociales; el mundo
h istórico es co n ceb id o de una cierta m anera, aunque sea considerado
com o el m u n do total. M a rx lleva así a sus extrem as consecuencias
revolucionarias y prácticas una parte del sistem a de pensam iento es
peculativo de H cgcl. La totalidad absoluta d e H egel se transm uta
en algo d istin to: se hace d islo ca r para p o d er ser reem plazada — des
pués del rebasam ien to d e la a lie n a c ió n — p o r una totalidad concreta,
por la totalidad concreta y real del d es a rro llo total de la produ c
tividad de lo s hom bres.
M arx se esfu erza en desplegar una visión global y con creta ; p ero
su m irada, aun qu erien do abarcar el ritm o y e l sen tido del m o v i
m ien to de la h istoria universal de la hum anidad, se fija m u y p a rti
cu larm ente en la sociedad burguesa y capitalista, occiden tal y eu
ropea. M enos in teresa d o en saber si esta visión abarca efectiva m en te
toda la h istoria d el pasado, qu iere, ante todo, in te rp reta r el presente
y lo que en él p rep a ra el p o rv e n ir h istórico y m undial. Pues lo
que se d esa rro lló en el seno de la h istoria burguesa y capitalista,
occiden tal y europea, ¿no es lo q u e tiende hacia la expansión plan e
taria?
En toda la violen cia d e su despliegu e, el esfu erzo de M arx apunta
a un o b je tiv o : d a r soluciones p rácticas y concretas a los problem as
teóricos y abstractos, resolver e fe c tiv a y eficazm en te los únicos p ro
blem as dignos de ser resueltos y cuya solución es posible: los pro
blem as reales, reales a los o jo s de una sensibilidad «r e a l» . R ein aba
un va cío inm enso tras la consum ación d e la gran em presa de H egel.
q u e unía con víncu los indisolubles — con vín cu los de iden tidad —
lo lógico, lo h istórico y lo en cico p léd ico en e l C írcu lo de la tota
lidad. E ste va cío reinaba a la ve z en el m undo d el «p e n s a m ie n to » y
en el m undo de la «re a lid a d », y la unión — y la sep a ra ción — de esos
dos m undos seguía estan do vacía d e sentido. M a rx se disp on e a
llen a r e l vacío. A n im a d o p o r un p ro fe tis m o ju d ío m uy racionalista,
desenm ascara el e r r o r y la m entira, la m iseria y la alien ación del
estado de cosas existen te, para p rep a ra r el cam in o a un p orven ir
m e jo r, que realice la felicid a d terrestre. D enunciando violen tam en te
las m ix tifica cio n es y las ilusiones de la conciencia, sale a cam paña
con tra toda m ística, en n om bre de un saber real al servicio de la
praxis produ ctiva. Fu n dador de una visión de la h istoria destinada
a ten er una en orm e repercusión m undial, cen tra esa visión en lo que
él llam a la realid ad del ser hum ano, y con cibe a éste co m o un ser
m o vid o p o r sus im pulsos naturales, sus necesidades y sus deseos
vitales, qu e tiende a d a r a éstos co m p leta satisfacción y qu e sufre
cru elm en te p o r el hecho de la in satisfacción y la alienación de los
m ism os. E l h om b re es in terp retad o, así, en lo qu e está considerado
co m o su verdadera naturaleza, la cual no ha h ech o otra cosa que
a lienarse en su historia, ya qu e la esencia del h om b re es con ju n
tam ente, y de m an era inseparable, natural, hum ana y social. El
pen sam iento de M arx — naturalista, hum anista y s o c ia lis ta — es a
la vez a n trop o ló gico e h istórico; su ra íz y su d esa rro llo im plican
e l radicalism o a n a lítico y redu ctivo que lo redu ce to d o a los datos
preten d idam en te p o sitivo s, para denunciar ra d icalm en te lo d a d o en
n om bre de una p o sitivid a d qu e se realiza rá ín tegram en te en el p o r
venir. E l h o m b re en la h istoria n o es y a con siderado co m o un
p ro b le m a m eta físico, y m etafísicam cn te h istórico, sin o co m o una rea
lidad, alienada de su p ro p ia naturaleza, qu e es necesario, m ediante
la supresión p ositiva de la alien ación , recon stitu ir de m od o práctico,
d ep on ien do tod o lo que la obstaculiza, en la tierra o en e l «c ie lo ».
S ensible solam en te a lo qu e se o fre c e a la p ercep ción sensible,
M arx re c o rre un cam in o bastante largo, según su ritm o de marcha,
ex p lo ra un paisaje su ficien tem en te vasto y escudriña los lom os de
lo# habitantes de un determ in a d o m undo. D e los o jo s d e l alm a y
del espíritu no q u iere saber nada, ni de las rutas y lo s senderos que
rio conducen a un punto fijo , ni d e los paisajes que n o adm iten
contornos lim itados, ni d e los secretos que es prácticam en te im p o
nible penetrar.
* * *
6. Engels añadirá: “es decir, para hablar con exactitud, la historia trans
mitida por escrito” . Él rs quien, con su Origen de la familia, de la projticdad
privada y del Estado (aparcado en 1884, y por tanto después de la muerte de
Marx), da al marxismo su «qu em a dialéctico de la historia universal, que parte de
una tesis: el comunismo primitivo (sociedad sin propiedad privada y sin clases),
a la cual se opone una antítesis: las sociedades divididas en clases (sobre todo, las
sociedades greco-romanas y esclavistas, medievales y feudales, modernas y bur
guesas-capitalistas). y que d»-semboca en «na negación de la negación (síntesis):
rl socialismo-comunismo, paso de la “ prehistoria", primitiva y civilizada, u la
historia verdadera. En Marx no rncontramos esta visión de un comunismo primi
tivo de propiedad enteramente comunitaria, especie de edad de oro y de paraíso
perdido que se volveiá a hallar realizado al término del proceso dialéctico de
la historia universal en un nivel consciente y superior. Marx empieza directamente
con el hombre histórico que, mediante el trabajo social, se opone a la naturaleza,
se aliena on y por el trabajo, la división del trabajo y su estatuto de ‘■trabajador";
pero los hombres pueden rebasar eso y desalienane económica, social y total
mente. No obstante. Marx admitía también una cierta forma primitiva de pro
piedad colectiva, una cierta forma do comunidad primitiva de lu que se. han
apartado la propiedad privada y el derecho privado. “ La historia 1 presenta
la propiedad colectiva (en los indios, los eslavos, los antiguos celtas, por ejemplo)
como la forma original que, en forma de propiedad comunal, continúa desem
peñando, durante mucho tiempo, un papel importante.” (Apéndice a la Contr. a
la críe, de ¡a econ. pol., edición Costes, p. 209). Marx admite que el trabajo en
común, en su forma todavía natural, se halla en el origen de la hLstoria de todos
lo» pueblos civilizados, sin que por eso tal estado de cosas fuese armonioso ni
rl hombre fuese verdaderamente hombre. En la Contribución a la critica de la
fcottomia político, escribo en nota (p. 45) lo que repite después, también en
que abstrae lam en te u niversal, so b revola n d o las tres grandes épocas
— Antigüedad greco-rom ana. E d ad M ed ia feudal y M od e rn id a d bur
guesa y c a p ita lis ta — , c e rtific a y a d m ite la realidad y la posibilidad
de una so lu c ió n ca ta stró fica a la lu ch a de clases: e l a n iq u ila m ie n to
co m ú n de las dos clases en lu ch a ; asi pues, la tra ged ia n o siem p re
desem boca en una solu ción progresista, cosa que los m arxistas o l
vidan con dem asiada frecuencia.
M arx concluye de nuevo: « L a sociedad burguesa m oderna, nacida
del derru m b am ien to de la sociedad feudal, n o ha a b o lid o los anta
gonism os de las clases. N o ha h ech o o tra cosa q u e sustituir p o r
nuevas clases, p o r nuevas condiciones de opresión, p o r nuevas form as
de lucha, las antiguas. P e ro nuestra época, la ép oca de la burguesía,
se distingue en que ha sim p lifica d o las oposicion es de clase. Cada
v e z más. la sociedad en tera se d iv id e en dos gran des cam pos en e
m igos, en dos grandes clases directa m en te opuestas una a o tra : la
Burguesía y el P ro leta ria d o .»
M a rx tiene constantem ente la m ira puesta en este du alism o fun
dam ental: burgueses'cajñtalistas, ex p lo ta d o res y opresores, y traba
ja d o res -p roleta rios , exp lota d os y o p rim id os; p a rtien d o de este dua
lism o, y aun cuando é l n o qu iera ser dualista sin o d ialéctico, piensa
constantem ente de una m anera dualista, e incluso m aniquea. La
vid a m aterial de los h om bres y sus pensam ientos, la estructura eco
nóm ica y las superestructuras ideológicas, son ilum inadas p o r esta
lu z que o p on e radicalm en te lo verd a d ero y lo n o-verdadero, las luces
y las tinieblas, el bien y el mal. N o hay salida que conduzca al reba-
sam iento (es decir, a la su presión ) d e los antagonism os sin o en la
victo ria total y absoluta de las realidades fundam entales sobre los
epifenóm enos. Sin em bargo, n o es tan fá c il a d m itir la verdad uni
versal de esta visión , ni que « la h istoria de tod a sociedad, hasta
* * *
8. Marx conoda muy bien las intcrprrtadonos begelianas de Hcrádito (de ios
Cursos sobre la historia de la Filosofía) y la voluminosa monografía do Ferdinand
Lasalle, D ie Philosophie Ilerakleiios des Dunklen von Ephesos, Berlín, 2 vol.,
1858. En carta a Engels del 1 de febrero de 1858, Marx reprocha a Lasalle d
haber repetido uno por uno los pensamientos hegelianos relativos a Hcrádito. Cf.
la obra citada de Lasalle, ed. Cassirer, Berlín, 1920, Vorhemcrkxtnn.
III. La máquina. L a industria.
La civilización tccnicista.
* * *
10. "En nuestros días, cada cosa parece preñada su contrario — escribe
M arx— . Lu máquina, que posee el maravilloso poder de abreviar el trabajo y
de hacerlo más productivo, trae el hambre y el exceso de faUga. Por un ex
traño capricho del destino, las nuevas fuentes de riqueza se transforman en
fuente de zozobra. Diríase que cada victoria de !a técnica se paga con una
claudicación moral. A medida que el hombre se haré dueño d r la naturaleza,
se toma esclavo de sus semejantes y de su propia infamia. Incluso parece que la
pura luz de la ciencia reclame, para resplandecer, las tinieblas de la ignorancia.
Todas nuestras invenciones y todos nuestros progresos no parecen tener otro
resultado que dotar de vida y de inteligencia a las fuerzas materiales y degradar el
hombre a mía fuerza material. Este contraste de la industria y de la ciencia
modernas con las oondiriones sociales do nuestro tiempo es un herho patente,
aplastante, innegable. Algunos partidos políticos pueden deplorarlo, otros pueden
anhelar ser liberados de la técnica moderna y al mismo tiempo de los conflictos
modernos. O, también, pueden creer que un progreso tan notable en la industria
dom ina ya al conju n to. A sí es co m o las abstracciones m ás gene
rales no nacen sin o en e l d esarrollo co n creto m ás rico, en e l que
un solo elem en to aparece com ú n a varios, redunda en tod os.» ( A p én
d ice a la C o n trib u c ió n a la c rític a de la eco n o m ía p o lític a , E d ición
Costes, p. 294.) Esta situación se h alla realizada en los E stados
Unidos y. p o r o tra s razones, en Rusia. O igam os a M arx: «E s c estado
de cosas ha alcanzado su m áxim o de evo lu ció n en los Estados Unidos,
la fo rm a más m od ern a de la sociedad burguesa. A llí es, pues, donde
a la abstracción d e la ca tegoría " t r a b a jo ” , “ tra b a jo en g e n era l” , tra
,n
b a jo sans phrases pu n to de p a rtid a de la econ om ía m oderna, llega a
ser verdad práctica. P o r consiguiente, la abstracción m ás sim ple, que
la econ om ía m odern a pone en cabeza, y qu e expresa una relación m uy
antigua y vá lid a para tod as las fo rm as de la sociedad, sólo en esa
abstracción aparece co m o prácticam en te verdadera, en cuanto cate
go ría de la sociedad más m o d ern a .» ( I b i d . ) L o qu e cara cteriza a
la sociedad m ás m oderna, la in du strialización m ás evolu cionada, el
reinado del m aqu inism o con qu istador y la civiliza ció n más tecn o
lógica, ¿se en contraría tam bién en una sociedad técn icam en te subde-
sarrollada? Las líneas q u e acabam os de c ita r prosiguen así: « S e p o
d ría d e c ir qu e la in d iferen cia hacia el tra b a jo d eterm in ado, q u e en
los Estados U nidos es un prod u cto h istórico, aparece en Rusia, p o r
ejem p lo , co m o una predisposición natural. Pero, p rim eram en te, hay
una en diablada d iferen cia en tre qu e unos b árb aros estén predis
puestos a d eja rse em p lea r en lo qu e sea, y que unos civiliza d o s se
em pleen en e llo p o r sí m ism os. Y , en segundo lu gar, a esa in d i
feren cia hacia un tra b a jo determ in a d o corresp on d e prácticam ente,
en los rusos, el apego tradicion al a un tra b a jo en teram ente d eter
m in ado del qu e só lo pueden arrancarles unas in flu encias venidas d el
e x te rio r.» (Ib id ., pp. 294-295.)
La m ecanización y la au tom atización extrem as del tra b a jo , la
tran sform ación de to d o lo qu e es y de to d o lo qu e se hace en piezas
d e un m aqu inism o industrial, el tecn icism o abstracto y autonom izado,
desarrollados hasta el m áxim o p o r las sociedades más m odernas e
in vadien do los países técnicam ente su bdesarrollados, conducen hacia
su negación. E ste estado d e cosas, qu e tra n sform a a tod os los h om
bres en o b rero s libres de ven d er su fu erza de tra b a jo y que desarrolla
una in d iferen cia total en cu anto al m od o de tra b a jo , puede y debe
cond u cir a la lib era ción de todos los tra b a ja d ores, al rebasam iento
La alienación política
La p o lítica se basa, según M arx, en la econom ía, qu e la determ ina.
La p olítica corresp on d e a la esfera de la superestructura. Es la
fo rm a que organ iza las fuerzas p rodu ctivas y económ icas, e l m aterial
real de la sociedad; pero asim ism o d eform a la lógica del d esarrollo
de la econ om ía: es una fo rm a congelada d e l devenir. L a alienación
p o lítica constitu ye la expresión — alienada — de la alienación econó
m ica. Así, la p o lítica y el Estado aparecen co m o p oderes alienados,
pero tam bién alienantes.
La sociedad civil y el Estado
* * *
3. N i que decir tiene que, en opinión del fundador del marxismo, la apli
cación de lo* principios comunistas se haría según unas modalidades concretas y
particulares. En un Prólogo, redactado en 1872, para el Manifiesto del partido
comunista, Marx y Engels subrayan que "la aplicación práctica de estos princi
pios dependerá siempre y en todas partes de las condiciones históricamente
dadas*' (Ed. Costes, p. 42). Lo que queremos subrayar nosotros es la orientación
política que toma el movimiento comunista, ya en vida de Marx. El adversario
encarnizado de la filosofía política de Hegel y de la política en general no pudo
evitar de ninguna manera conceder a la emancipación de los trabajadores una
importancia primordial mente política. Ya en 1844 escribía Marx en el diario
Vorteárts de París: “ La revolución en general, es decir, el derribo del poder
existente y la disgregación del antiguo estado de cosas, es un acto político. Pero
sin revolución el socialismo no podría realizarse. El socialismo tiene necesidad de
este acto político en la medula de destrucción y de disgregación. Pero tan pronto
como su actividad organizadora comienza y su alma personal, al mismo tiempo que
su objetivo propio, se manifiesta, el socialismo se desembaraza de su envoltura
política." (E l rey de Prutía y la reforma social, Oeuvres philosophiqves, Ed. Cos
tes, t. V. p. 244).
e l p rop ó sito de M arx en m arxism o. Y a Lenin en ¿Q ué h a cer?
habla de la trip le persp ectiva de la lu cha del p roleta ria d o — e co n ó
m ica , p o lític a y te órica (siem p re nos en contram os con este esquem a
trip a rtito — y de la necesidad d e su bordin ar, en el curso de la lucha,
lo eco n óm ico a la p o lítico . E fectiva m en te, el p o d e r p olítico, ligado,
p o r supuesto, a la econ om ía y a la técnica, parece m anifestarse to
davía más visib lem en te qu e los fa cto res econ óm icos; la h istoria de
estos ú ltim os cien años nos m uestra qu e la lucha de las naciones
(realid ad es en verd a d h arto desatendidas p o r M a rx ) y de lo s Estados
se conm ina con la lucha de clases e incluso llega a dom inarla. Pues
la volu ntad de poder, en pugna con la técnica, llega a so m eter así
la econom ía, y la p o lítica desarrolla su p rop ia dialéctica, despliega
su volu ntad de poder.
N o es nuestra in tención a p lica r el pensam iento de M arx a la
realid ad m etam arxiana y m arxista. Q u erem os d e ja r h ablar a M arx,
y ca p ta r su discurso, discurso cargado de cuestiones, co m o tod o gran
discurso. La vin cu lación con la re a lid a d qu e hace p ro fe sió n de segu ir
a M arx plantea un p roblem a im p orta n te que n o puede ser resu elto
a la ligera y d e una m anera unívoca. ¿Se p o d ría a p lica r la palabra
de los E van gelios — h abida cuenta de las d iferen cia s que separan
las dos vision es y las dos re a liza cio n e s— a la realidad que pre
tendía ser cristiana?* E l pensam iento siem p re em pren de su vu elo y la
realidad posee su propia pesantez, sin que p o r eso el pensam iento sea
irreal o no-real. En ch oqu e con las cuestiones del pensam iento y
con los prob lem a s de la realidad, e l h o m b re y la hum anid ad se
p ro p o n e n tareas q u e ellos n o pueden resolver, pues n o tod o p erte
nece al terren o del dato y de la práctica. E l pen sam iento pu ede en
d eterm in ados m om entos captar lo qu e es y d esp eja r el ca m in o al
p orven ir, p ero el ser en d even ir hurta el cu erpo tam bién. L o m ism o
sucede con el pensam iento p olítico, tom a n d o el térm in o « p o lít ic o » en
su sen tido h istórico y fo rm ad or. O ccid en te ha visto nacer L a R ep ú
b lica de Platón , I a Ciudad de D io s de San Augstin, el M a n ifie s to
com u n is ta de M arx, en el curso d e su historia, qu e tiende a hacerse
universal y planetaria. Sin em bargo, ningún pen sador ha pen etrado
ja m á s e l enigm a de esta H isto ria , aun cuando lo ilum inase. M arx
tam poco, sin ser p o r eso «u tó p ic o *. E l se a p licó a d escifra r la rea
lidad, presta n d o o íd os a la v o z de la tragedia de los h om bres que
ascendían de la tierra a l ciclo , aunque no creyese de ninguna m anera
en el cielo . ¿H a b ría p o d id o hablar u o b ra r de o tr o m o d o ? E l pensa
m ien to piensa lo qu e es, y la acción p o lítica constru ye y destruye
ciudades e Im p erios, sin qu e eso sig n ifiq u e que el pensam iento sea
ineficaz.
102
L IB R O I V
La alienación humana
L os seres humanos, protagonistas visib les e in visibles del devenir,
sujetos y o b je to s de la h istoria, qu e desarrollan una técnica y se
desarrollan gracias a ella, se alienan tam bién en relación a sí m ism os
y a su esencia; pierden su verd a d era existen cia en la lucha p o r la
subsistencia, llegan a ser ajen os a sí m ism os. E l h om bre, tal co m o
M arx lo considera, tiene una naturaleza esencialm ente h istórica, y
esta naturaleza (h is tó ric a ) del h om b re es lo que se ha ex terio
riza d o y alien ad o en el cu rso d el d ev en ir de la hum anidad. E l h om
bre es el ser d e todos lo s seres — de las re a lid a d e s — a través de
los cuales se m an ifiesta; su esencia es la d e una universalidad, la
de una com unidad de posibilidades; él es, pues, el ser gen érico
( G attungsw esen) y com u n ita rio ( G em einw esen) qu e se ha alien ad o a
través de la vid a económ ica, p o lítica , fa m ilia r y humana. L a supresión
de la alien ación dará nacim iento, p o r consiguiente, al h om b re tota l, al
h om bre q u e llega a ser a q u ello q u e verdad eram ente é l es, porqu e
su naturaleza haya llegad o a ser — dado que esencialm ente lo es —
humana.
I. Las relaciones entre los dos sexos
y la familia
6 hijos están excluidos del comercio sexual recíproco) y. a éste, ln familia pu-
nalüa (que excluye a su vez las relaciones entre hermanos y hermanas) y después
la familia sindiásmico (basada en uniones por parejas; uniones bastante clásticos,
sin embargo); éstas son las grandes formas evolutivas de la familia en el cuno
di* la prehistoria salvaje y bárbara, de las cuales los pueblos primitivos actuales
nos ofrecen todavía algunos ejemplos. Con la familia patriarcal (que significa la
gran denota histórica del sexo femenino, es decir, la inversión del derecho ma
ternal y la perdida para la mujer de su papel de gobierno ea la casa), entramos en
los dominios de la historia (escrita); finalmente, la última forma de este proceso
de reducción es la familia monogámica, fundada en la dominación del hombre,
tipo de relación que, desde la Edad Media, dice Engels, para no decir desde el
Cristianismo, implica et amor sexual individual. La monogamia y el amor sexual
individual, aún criando deban su nacimiento a unas condiciones de propiedad de
terminadas, parecen constituir el tipo do relación más elevado; así incluso on un
porvenir post-eapitalista, se mantendrán, y lo que desaparecerá será el predominio
del hombre y la indisolubilidad del vinculo, os decir, las dificultades opuestos al
divorcio. La plena igualdad de loa dos sexos y el amor temal Individual y com
partido (en tanto en cuanto dure) se realizarán, pues, plenamente, después del
derrumbamiento del capitalismo, sin que sea posible ver las formas siguientes de
la evolución de los vínculos entre los dos sexos. La inclinación reciproca del
hombre y de la mujer hallará por si sola las formas adecuadas de su realización
después de la desaparición de toda presión económica.
co m o presupuesto y co m o fu n dam en to la fa m ilia . S iend o las rela
ciones de la propiedad privada unas relacion es qu e ligan (es decir,
a lien an ) la com u nidad ilusoria y sus m iem b ros al m undo natural y
o b je tiv o , es evid en te qu e « e l m a trim o n io es, in discu tiblem ente, una
fo rm a de la p ro p ie d a d privad a exclu siva » (E c . F il., p. 20.) P ro
piedad privada, m a trim on io y fa m ilia son los fu ndam entos prácticos
sobre los cuales se eleva la dom in ación d e la burguesía. La insti
tución de la fa m ilia (b u rgu esa ) descansa en cuestiones m uy em p í
ricas — a saber: e co n ó m ica s— , y el verd a d ero cu erpo de la fa m ilia
es e l estado d e fortu na. L o qu e en general im pulsa a lo s individu os
a] m a trim on io es e l ju ego com b in a d o del hastío y de lo s intereses
pecuniarios, y n o la va lid ez autónom a de la fam ilia. Asi, aunque
la disolu ción de la fa m ilia se vea realizada prácticam en te, dado que
la acción de la d isgregación real se hace cada v e z m ás general, la
in stitu ción persiste, porqu e su existen cia ha llegad o a ser necesaria
p o r su conexión con el m od o de produ cción de la sociedad civil.
Adem ás, la disolu ción de la fa m ilia ha s id o proclam ad a tam bién,
teóricam ente, p o r los socialistas franceses e ingleses y p o r los nove
listas franceses; hasta p o r los filó s o fo s alem anes, qu e acabaron por
a d vertirla — d ice M a rx iró n ic a m e n te — . D isolu ción de la fam ilia
sign ifica dos cosas: d is o lu ció n rea l y ocu rrid a efectiva m en te, puesto
que los burgueses m ism os son los protagonistas de esa disolución
en la práctica, y d is o lu c ió n necesaria, es decir, recon o cim ien to de esc
estado de cosas p o r la conciencia y supresión de la fa m ilia — en su
fo rm a b u rgu esa — a través d el m o vim ien to p ro le ta rio y desalie-
nador.
L a fa m ilia continú a existien d o y perm an ece relativa m en te intacta
en teo ría porqu e en la práctica es uno de lo s fundam entos sobre los
qu e la burguesía eleva su dom in ación ; el burgués h ip ócrita (h ip ó
crita p o r esen cia ) n o se co n fo rm a a la institu ción, en particu lar,
p e ro la institución se m antiene, en general. E l m a trim on io y la
fa m ilia se ven negados, en la teo ría y en la práctica, in dividu alm ente,
p e ro se m antienen, en la teoría y en la p ráctica, socialm ente. E l
h astío y e l va cío de la existen cia alienada, lo s intereses del din ero,
la crític a teó rica del m a trim on io y de la fa m ilia y su d isgregación
práctica form an parte in tegran te de la fa m ilia y del m a trim on io y
n o desem bocan de ninguna m an era — d en tro de los m arcos capi-
talitas y b u rgu eses— en la disolu ción y en e l rebasam ien to e fe c
tivos. La h ipocresía gen era l d e la existen cia burguesa e r ig e en m u n do
sacrosanto la existen cia in decen te de esta rcifica ció n ( y deshum ani
za c ió n ) de las relacion es en tre los dos seres. Y esta m ism a hipo
cresía, fundada en con d icion es m u y em píricas, encuentra tam bién sus
escapatorias y sus salidas de em ergencia, especialm en te en el adul
te rio y la prostitu ción .
Sin em bargo, en la m edida en que el h om b re considera — es de
cir, e v a lú a — a la m u je r co m o presa y sirvien te de la volu ptuosidad,
expresa toda su p ro p ia e in fin ita degradación y alienación. En las
relacion es sexuales extra-m aritales — y en p a rticu la r la prostitu
c ió n — esta alien ación d e la verd a d era natu raleza social de h om bre
se m an ifiesta de una m anera tod avía más in fam e, pues la prósti
tuciún está basada cu una relación m ercan til que hace a quien
p rostitu ye más alien ad o aún y más alienante qu e qu ien es p rosti
tuido. El din ero, qu e posee la p rop ied a d de p o d er a p rop iá rselo todo,
com prán dolo, puede p o r consigu ien te co m p ra r tam bién el «a m o r »;
sien do é l m ism o la prostitu ta universal, la alcahueta universal en tre
las necesidades humanas, confunde, in vierte y cam bia p o r sus co n
trarias todas las propiedades naturales d e l ser hum ano gen érico y
com u n itario y «fu e rz a a los co n tra rios a darse un b eso».
En cam bio, «esta b lece a l h o m b re en cuanto ho m b re , y su relación
con el m undo co m o una relación hum ana; entonces, puedes cam
b ia r e l a m o r únicam ente p o r el am or, y la confian za únicam ente p o r
la confianza. [ . . . ] Cada una de tus relacion es con cl h om bre y con
la naturaleza debe ser una m a n ife sta ció n (X u s s e ru n g ) d etenninad a,
y corresp on d ien te al o b je to de tu volu n ía d , de tu vid a ind ivid ual
real. S i amas sin p ro vo ca r un a m o r en recip ro cid a d (G e g e n lie h e ),
es decir, si tu a m o r en cuanto a m o r n o produ ce a m o r en re cip ro
cidad, si, m an ifesta n d o tu vida [ y n o alien án dote con su e x te rio ri
za ció n ] en cuanto h om b re qu e ama, n o haces de ti un h o m b re am ado,
cn íon ces tu a m o r es im p oten te, es una desgracia [d es g ra cia in h e
ren te en tal caso a la con d ición hum ana y n o ya al régim en s o c ia l]»,
leem os en E c o n o m ía p o lític a y filo s o fía (p . 114). P ara qu e las rela
ciones en tre lo s dos sexos puedan desalienarse, hace fa lta que el m a
trim o n io (b u rg u és), y to d o lo q u e lo condiciona, lo rodea y lo
acom paña, ca m b ie a la ve z d e fo rm a y d e conten ido. Pues la fa m ilia
no es sino uno d e lo s m odos particu lares d e la produ cción y cae
b a jo las leyes generales de ésta. Así, la supresión d e la propiedad
privada y d e la vid a e co n ó m ica separada n o puede ser disociada
de la supresión de la fa m ilia (Id . a i, p. 223). Supresión positiva
y e fe c tiv a d e la p rop ied a d privada sign ifica, según M arx, apropiación
de la verd a d era vida hum ana (ge n érica y to ta l) y supresión radical
de tod a alienación. E l h om b re de fa m ilia se in corp o ra rá así a su
existencia hum ana, in disolu b lem en te in dividu al y com u n itaria. D e lo
que se trata es d e la su p resión — a n iq u ila m ie n to — de la propiedad
privada, y no de su gen era liza ción y extensión; p o r consigu iente, la
supresión del m a trim on io n o sign ifica de ninguna m anera com unidad
d e m u jeres — co n v eríid a s así en p rop ied a d co m ú n — , que es lo que
parece desear to d o «co m u n ism o grosero e ir r e fle x iv o ». M arx con
dena este com unism o, q u e n o sería o tra cosa que una u niversali
zación del ca p ita lism o y que n iega la p erson alidad d el h om bre, inser
tándolo en un proceso de n ivelación co n tra rio a la verd a d era natu
raleza d el h om bre. E l rebasam ien to d e la alienación, e ró tic a en tre
otras, d el h om bre, con d u cirá al h om b re a in corporarse a «s u exis
tencia hum ana, es decir, s o c ia l»}
Aun cuando haya p o d id o e sc rib ir qu e « la m ás a l (a función del
cuerpo es la a ctivid ad sexual (G é s c td e c h ts td tig k e it)» (C r ític a de la filo
sofía d e l E sta d o de H egel, p. 89), M arx n o considera en m o d o alguno
10. Recordemos una vez mis todo «¡f> luego de fuerzas, de potencias y de
impotencias, que se revela tanto a través del ser del hombre como a través del
ser de la cosa. El ser humano es un ser que se manifiesta (¿lussem); su actividad
esencial es esa manifestación (Awtserung); sin embargo, ello constituye una ex
terioridad (Ausseriichkeil), y lo que es más, una desposesión (EnUiussewng), una
alienación (Veráusserung, Entfremdung). “ La propiedad privada aliena^no sola
mente la individualidad de los hombres, sino también la de las cosas", escribe
Marx (Id . a i, t. V il, p. 243).
(das G eg en s tiin d lich e) n o residiese en la determ in ación d e su ser.
E l n o crea ni establece o b je to s sino p o rq u e es esta b lecid o p o r unos
o b jeto s , porqu e es, p o r su origen , naturaleza.» ( E c . F il., pp. 75-76.)
El hom bre, ser in m ediatam en te natural, ser su b jetivo -o b jetivo , ser
i-cal y activo, ser del hacer: he ahí e l punto de partida de M arx,
la posición de la qu e él parte para analizar la alienación qu e el
h om bre sufre. H1 h om b re es, más que un su jeto, o un o b je to , una
activid a d sensible. La naturaleza del h o m b re , hum ana y social, es lo
que hace que «e n el a cto de establecerse, é l n o abandona “ su actividad
p u ra " para c re a r e l o b je to , sino q u e su p rod u cto o b je tiv o m an ifiesta
sim plem ente su activid a d ob je tiv a , su activid a d en cuanto actividad
de un ser natural o b je t iv o » (I b i d . )
S in duda alguna, e l trabajo produ ctivo, esa creación d e ob jetos,
es la realización de las fuerzas esenciales, sustanciales y o b jetiva s
d e l h om bre; sin em bargo, la m an ifestación de su vida es la aliena
ción d e su vida, su con cretización es su abstracción. L o qu e es la
realid ad m ism a esencial del h om b re se c o n v ie rte en una actividad
ajena. Ix> que le lig a al m undo en su con ju n to — m undo natural
« y » social que constitu ye la esencia del h om b re — le hace a jen o al
m undo y a sí m ism o; to d o le abandona tom ando la fo rm a del ha
ber. E l hacer con los dem ás se co n vierte, p o r consiguiente, en poseer
y ser poseído. E l h om bre se c o n v ie rte así en un sim p le o b je to , e
igualm ente evalúa los seres y las cosas en cuanto o b jeto s . E l ser
d el h om b re ya no se d irige hacia las realidades p o r am istad y p o r
a m o r a esas realid ad es, sin o ú nicam en te para poseerlas. A través
d el d even ir h istórico realiza d o r y alienante, e l h om bre «e fe c tú a » y
traiciona su esencia natu ralm ente com u n itaria y naufraga en un
eg o ísm o com erciante. En este m undo, el d ev en ir del ser ha sido
tra icion a d o p o r el hacer, y naufraga d efin itiva m en te en el haber.
E l h om b re se ha em p ob recid o a l crea r tod o e l m undo in m en so de
las riquezas, hasta el punto de co n vertirse en ese Y o a c tiv o que tiene
un Y o con cien cia y qu e dice: y o tengo, m ío ; « e s » ese ser qu e me
dian te el trabajo só lo aspira a h acer suyo to d o lo que es y se hace.
E l ser hum ano, sin em bargo, alcanza la única, verd a d era y real
o b jetiva ció n cuando, lejo s de tran sform arse y d e tra n sfo rm a rlo tod o
en o b jeto , se o b je tiv a hum anam ente, es d e c ir natural « y » social-
m entc, y sabe recon o cer la sociedad hum ana y sus obras en toda
la o b jetivid a d de la una y de las otras. S ólo de esta m anera realiza
com u n itariam en te su in dividu alidad en vez d e alienarla. L a supre
sión d e la propiedad privada y d el m undo total qu e ella condiciona
p erm itirá la o b jetiva ció n plen aria d e las fu erzas o b je tiv a s que anim an
al su jeto humano. Esta supresión debe c o rr e r parejas con la su
presión de la co n d ición que ha hecho de tod os los h om b res unos
trabajadores. « E l h om bre no se pierde, entonces y solam en te, en
o b je to , cuando éste se co n v ierte en o b je to h u m a n o u h om bre o b je
tivo. E so sólo es p o sib le si ese o b je to se co n v ierte en un o b je to
socia l, co m o la sociedad se co n v ierte en ser para el en ese o b jeto.
P o r e l hecho de qu e, en toda la sociedad, la realidad o b je tiv a se
co n v ierte para e l h om bre en la realid ad de las fuerzas esenciales del
hom bre, la realid ad humana y p o r consiguiente la realid ad de sus
propias fu erzas esenciales, tocios los o b je to s llegan a ser existentes
pora él en cuanto o b je tiv a c ió n (V crg e g e n s ta u d lin c h u n g ) de sí m ism o,
en cuanto o b jeto s qu e m an ifiestan y realizan su in dividu alidad, en
cuanto sus o b jeto s , es decir, o b jeto s d e él m is m o .» (Ib id ., p. 31.)
L o que este texto am bigu o y p oliva len te parece q u erer d e c ir es que
m ediante el despliegue o b je tiv o , sensible, m aterial, real efe ctivo, del
ser humano o b je tiv o , es decir, d e l h om bre, ser in disolublem en te
natural y social, in dividu al y com u n itario, la riqu eza d e la realidad
humana (s u b je tiv a ) y de las realizaciones de las fuerzas esenciales
del h om b re pu ede llegar a ser para los hom bres, para la sociedad
de los in dividu os, un cam p o en el que se m an ifiesten y se recon oz
can las fuerzas del ser hum ano qu e se realiza en e l hacer. E l ser
d el h om bre pertenece a la naturaleza sensible y m aterial, y e l h om
bre n o puede aprop ia rse la naturaleza si n o es m aterialm en te; a p ro
piársela y aprop ia rse n o sign ifica en m od o algu no poseer unos o b
je to s naturales o produ cidos, es decir, esta r alienado, exp rop ia d o, p o r
los poderes alienantes de la propiedad. La p ro p ia m aterialid ad de
cada ser hum ano sólo existe co m o in dividu alización de la m ateria
lidad hum ana total; de e llo se sigue qu e e l s e r hum ano reniega de
sí m ism o y se aliena al q u erer poseer a los dem ás seres hum anos en
cuanto ob jetos. El co n ten id o d el h om bre, su verdadera realidad
( w ahre W ir k lic h k e it), está constitu ido p o r su esencia o b jetiva , q u e no
está, de ninguna m anera, separada de la m a terialid ad ex terio r. La
alien ación es lo qu e separa el con ten id o d e la fo rm a, lo su b jetivo
de lo o b je tiv o , lo in te rio r de lo ex terio r, la m ateria del espíritu.
L a m a terialid ad de la n atu raleza con stitu ye a l hom bre; la natu
raleza es en c ie r to m o d o el p rim er o b je to , y las fu erzas sustanciales
y su bjetivas d el h om bre sólo tienen su realización o b je tiv a en los
o b jeto s — naturales y produ cid os — . M arx n o trasciende la fase de
la filo s o fía qu e la filo s o fía m odern a v iv e desde D escartes: la f ilo -
sofía de la s u b je tivid a d ; n o es gen eralizan do la su bjetivid ad en la
sociedad, y h aciéndola o b je tiv a , co m o se la rebasa verdaderam en te.
Es esencial d e esta filo s o fía n o lleg a r a v e r cla ro en la cuestión de
lo su b jetivo y lo o b je tiv o , cuestión im p orta n te para esta filo s o fía
aunque sigue ca recien d o de fundam ento. M arx p a rte del hom bre:
un su jeto que es o b je tiv o . E l s e r del h o m b re es real y su aspiración
es realizan te, realizadora y realista. Pero, ¿qu é sign ifica aqu í re a li
d a d ? ¿E s a lgo d istin to de la o b jetivid a d sensible? N o lo parece. Es
real, es verdad eram ente real— co m o d ice a m enudo M a r x — lo que
es ob jetiva m en te de una m anera sensible. E l h om bre-su jeto es p o r
consigu ien te un ser o b je tiv o real.
M arx opera con toda una determ in ada concepción m eta física de
la realidad, o b je tiv id a d sensible y em p írica m en te aprehensible, y no
llega de ninguna m anera a lib ra rse d e este o b je tiv is m o realista, así
co m o tam poco se lib ra de la in flu encia de la filo s o fía de la subje
tividad, o d el pensam iento de los su jetos o b jetivo s. S in em bargo,
lucha co n tra la m ala o b jetivid a d , es d ecir, con tra la reifica ción . La
realid ad d el hom bre, a l ca er en los d om in ios de la reifica ción , se
d esp oja de su realidad; cada h o m b re y todos los h om bres se des
pojan asi de su realidad, de su hum anidad, e incluso las cosas se
alienan. La co sifica ció n fetich ista aliena la o b jetivid a d y la realidad,
rom p e los m arcos de la relación que une al h om b re a la naturaleza,
al h om b re a los h om bres, a los h om bres a las cosas, y tra n sform a
todas esas relacion es en relacion es en tre cosas, relacion es falsa
m ente o b jetiva s e inversam ente realistas. La relación social de
h om b re a h om bre es, en virtu d de su esencia com u n itaria, el p rin
cip io fu ndam ental de la verdadera práctica qu e puede realizarse a
través de un h acer dcsalicnado. La naturalidad, la sociabilidad, la
hum anidad, la m aterialid ad , la o b je tiv id a d y la realidad, es decir, la
escncia de lo qu e es, se han alien ad o hasta ahora, desnaturalizán
dose, des-social izándose, deshum anizándosc, desm aterializándose, co-
sificándosc, desobjetiván dose aun tran sform án dolo tod o en o b jeto ,
desrealizándose. N o obstante, el rebasam ien to de la reificación puede
p e rm itir a la esencia d el h om bre realizarse y desplegarse plen a
m ente en el hacer, que ya n o con d u ciría al haber. L o qu e M a rx no
ve, ni puede ver, es qu e tal ve z e l cosism o, la re ifica ció n , el o b je ti
vis m o ( e l « m a lo » ), e l rea lis m o (s ó r d id o ) son las consecuencias nece
sarias e in evitables de to d o ese m o vim ien to al que pertenece todavía
su p ro p io pensam iento y que p riv ile g ia la ob je tiv id a d , la realidad,
la ex p erien cia sen sib le, potencias p rivilegia d a s p e ro desconectadas
d el resto y carentes aún d e fundam ento. É l n o v e ni puede plan
tearse la cuestión cru cial: ¿c ó m o una consecuencia y una serie de
consecuencias pueden ser activa m en te rebasadas sin pararse en
a q u e llo d e lo qu e son consecuencias?
E l rebasam ien to radical de la alienación, piensa M arx, p erm itirá
al h om bre, p o r p rim era vez en la h istoria u niversal de la hum anidad,
realiza r plenam ente sus necesidades, todas sus necesidades, sin nau
fra g a r en la reifica ció n , sin ser d om in a d o p o r las fuerzas negativas
de la desposesión, de la fru stración . La necesidad d el ser hum ano es
in fin ita m en te rica, y su p rop ia necesidad in te rio r le im pulsa, im pe
riosa e incansablem ente, hacia la realización ex terio r. E l h om b re n o
es solam en te rico en necesidades; la pobreza — la pobreza humana
y n o la pob reza produ cid a a rtificia lm e n te p o r la acum ulación de
las riqu ezas en m anos d e los p o s e e d o re s — puede tam bién a d q u irir
un sign ificad o hum ano y social, pues fo rm a p arte de esas necesi
dades que dirigen al h om bre hacia los seres y las cosas; puede y
debe, en una sociedad que haya su p rim id o la alienación, con stitu ir
el vín cu lo p o sitivo qu e une e l ser hum ano a la suprem a riqu eza — a
los dem ás seres h u m a n o s— . La pobreza puede a sí re c ib ir un signi
ficado, dado que es esa necesidad humana del h om b re p o r el hom bre.
Lo necesidad d e l h om bre, su pasión activa, le im pulsa hacia los
o b jeto s d el m undo m aterial. P ero el « o b je t o » de la activid a d humana
— su m eta, su o b je tiv o — se ha a lien ad o y hace que tod o naufrague
en la cosificación , la reifica ció n , cl fetich ism o; la real o b jetiva ció n
no ha acaecido, nunca ha a ca ecid o todavía verdaderam en te. E l h om
bre, su jeto con stitu ido p o r o b je tiv id a d , llega a ser a jen o a sí m ism o
y al m undo a l tom arse p o r un sim ple o b je to (r e ific a d o ) y a l q u erer
poseer unos ob jetos. La alienación fu ndam ental separa e l su jeto del
o b jeto , y es fu en te de esta alien ación dualista; la alien ación radical
y total, que preside todas las alienaciones particulares, se revela a
través de todas las realidades particu lares, en todos los cam pos d e la
actividad, c in clu so en la p rop ia alienación del hom bre. Las fuerzas
sustanciales del ser hum ano se reifica n , e l h om b re v iv e en el in te rio r
de un m undo de o b jeto s (d e o b je to s a jen o s), es conducido hacia
la apropiación « o b je t iv a » y poseedora, p ero falsa y abstracta, abs
traída de la verdadera realid ad o b je tiv a p e ro n o reifica d a . L o que
y o ten g o y lo qu e y o q u ie r o tener, lo qu e e l o t r o tien e y qu e yo
q u ie ro tam bién tener, tod a esta d ia léctica en tre los deseos (su b je
tivo s) y la posesión (fa lsa m en te o b je tiv a ), to d o este círcu lo que
vincula el ser, e l h acer y el h aber es in fern al, es d ecir, antinatural,
inhumano, antisocial. « L a alien ación aparece tam bién en el sentido
de que m i m e d io de subsistencia es el d e o tr o , en q u e todas las
cosas son al m ism o tiem p o a lgo de o tr o , en que mi actividad es
otra , n o acabada [ . . . ] en que un p o d er in h u m a n o dom in a en gen era l.»
( Ib id ., p. 66.) E ste h a ce r qu e desem boca en un haber, incluso en
un no-haber, este despliegue d el rem a d o de las poten cias antinatu
rales, antisociales, inhum anas, tod a esta «a lie n a c ió n », ¿no es, sin
em bargo, más esencial a la h istoria hum ana d e lo qu e M arx piensa?
¿ N o es gracias al h acer antinatu ral co m o la h istoria se ed ifica ?
M arx piensa que después del rebasam ien to de la alien ación el hacer
realizará el ser; su p rim id o el haber, tod o será y se hará en la plenitud;
tod o lo que es a b stra íd o d e la realid ad será reem plazado p o r lo
co n creto en su totalidad y en la totalidad. Pero, ¿to d o h acer n o es
y n o seguirá sien do «a lie n a n te », sobre to d o cuando este hacer tom a
la form a de la en orm e y m odern a m aqu inaria técnica? E sta potencia
m ediadora en tre las necesidades de los h om bres y tod o lo que es y
puede produ cirse, esta dispensadora de m edios de existencia, esta
fo rm id a b le jit¡Xovt¡, ¿puede d e ja r de c o m p o rta r alterid a d c «in h u
m a n id a d »? Una v e z más, los o jo s de M arx no ven este problem a,
porq u e m iran a o tra parte. Están acaparados p o r lo que qu ieren
hacer que d eje d e ser, esto es, la tiranía del tra b a jo en cuantro tra
bajo, la propiedad privada en cuanto posesión desposeedora.
La victo ria d el h ab er sobre el h acer y el ser se m an ifiesta de
una m anera en teram en te visib le en e l a h o rro , fo rm a consum ada del
em b a rgo d el o b je to (r e ific a d o ) sobre el ser del h om bre, p o d e r que,
en n om bre de la p rop ied a d p rivada, p riva al h om bre de tod o lo que
redunda en él, fu erza qu e im p id e al h om b re gastar y gastarse. Pues
« la econ om ía p o lítica , esa cien cia de la riqueza, es, pues, al m ism o
tiem p o, la cien cia del renu nciam iento, de la indigencia, d el a h o rro.
[ . . . ] E sta cien cia de la industria m aravillosa [y . ante todo, el m o vi
m ien to eco n óm ico real qu e la fundam enta, hay qu e le e r ] es al m ism o
tiem p o la cien cia d e la ascesis, y su verd a d ero ideal es e l avaro
a s cé tico p ero u s u rero y e l esclavo a s cé tico p e ro p ro d u c to r. Su ideal
m o ra l es e l o b r e r o ... » (Ib id ., pp. 53-54). E l h om bre, cu yo ser p r o
fu n d o reside en ese m o vim ien to qu e da existen cia a las riquezas,
pu esto que él m ism o es im pulsado p o r la riqu eza de sus necesidades,
a l co n vertirse en o b r e r o — o in clu so en cap italista — se aliena tanto
en relación a su a ctivid a d co m o en relación a l p rod u cto de su acti
vid a d ; sólo tien e un deseo: tener, o incluso d e ja r aparte para poder
tener. A sí renuncia, a la vez, a su ser y a las o b jetiva cio n es d e su
hnccr, incluso renuncia a poseer directam en te, y sólo procu ra aho
rrar, es decir, en riq u ecerse em pob recién dose. Esta redu cción de la
vida hum ana se m an ifiesta m uy particu larm en te en el ob rero, el p ro
letario, aunque la alien ación haya tran sform ado a tod os los hom bres
en sim ples ob reros, en «tra b a ja d o re s ». E l o b re ro d eb e ten er estira
dam ente con q u é v iv ir, para p o d e r p rod u cir y reprodu cirse, y no
debe ten er volu ntad de v iv ir sin o para tener. E l hom bre, en m edio
de sus propias obras, está esencialm ente desposeído de lo qu e redun
da en é l — p e r o n o en cuanto te n e r — y, m ientras no se le ahorra
ninguna fa tiga, debe ca p ita lizar y atesorar, si es rico, o «h a c e r
econ om ías», si es pobre. La teo ría econ óm ica del a h orro n o es. al
n ivel de la econ om ía política, sin o la expresión alienada de la real
fu n ción alienante del a h orro en el cen tro d el m o vim ien to econ óm ico,
p rod u cto r y ex p ro p ia d o r. E l a h o rro n o afecta solam ente a la vida
econ óm ica del h om b re; su existen cia total se ve em pob recid a y redu
cida. «C u a n to m enos com es, bebes, com pras libros, vas al teatro,
al baile, al restaurante, m enos piensas, amas, teorizas ( th e o re ti-
s ie rs t), cantas, actúas, sientes, etc.; y cuanto más ahorras, m a y or
se hace tu tesoro, a resgu ardo de las p olilla s y de los ladrones, tu
capital. Cuando m enos eres, m enos m an ifiestas ( aüsserst) tu vida; y
cuanto más tienes, m a y or es tu vid a alienada ( entdusseertes L e b e n ),
más econ om izas a expensas de tu ser alien ado (e n tfre m d e te n W e s e n ).»
(Ib id ., p. 54.)
E l hacer y el p rod u cir, la a ctivid a d hum ana, la técnica, han con
du cido a los h om bres al cen tro de la fo rm a m ás evolu cionada de la
alienación, la alien ación del m undo m od ern o, la cual ha redu cido
extrañam ente el ser del h om bre, im p on ién d ole redu cción sobre re
ducción. T o d o el despliegue d el hacer eco n óm ico ha ten ido p o r
resultado e l rein a d o en el que es n ecesario «h a c e r econ om ías» para
ser, es decir, n o ser, y eco n om iza r tod o lo qu e hace que el h om bre
sea h om bre y lo une al m undo d e la plenitud. C om pren dam os bien
la tan generosa crític a m arxiana del a h o rro : más allá de toda m oda
lidad económ ica particu lar del a h orro, esta crític a apunta a la cosa
m ism a; apunta a lo n egativo d el lu jo, de la p rodigalidad y de la
riqu eza qu e se despliegan en e l m undo m oderno; apunta al fu n da
m en to m ism o del aspecto hum ano — de hecho, inhum ano — de esas
potencias que reducen al h om bre a la im poten cia. «P ro d ig a lid a d y
a h orro, lu jo y m iseria, riqu eza y pobreza son la m ism a cosa. Y no
son solam en te tus sentidos inm ediatos, co m o el com er, etc., lo que
debes econ om izar, sino que tam bién debes a h o rra r la participación
en los intereses generales, la piedad, la confian za, etc., si quieres
ser econ óm ico, si no q u ieres q u e tus ilusiones te lleven a la perdición.
T o d o lo que te pertenece debes h acerlo venal, es decir, ú til.» (Ib id .,
página 56.)
* * *
11. Marx llama a lo* impulsos que animan las necesidades humanas naturales
Triebe, y Freud empleará el mismo vocablo para designar lo que nosotros tra
ducimos hahitualmente por instintos. Tanto para el uno como para el otro, el
hombre está definido ante todo — y de una manera “ metafísica'*— como un
ser, animal, natural y humano, llevado por sus impulsos hacia la satisfacción ob-
jetivu y sensible (pero no solamente material) de sus necesidades. Este movimiento
se realiza en la sociedad de los hombres. No obstante, las necesidades y los deseos
quedan, hasta nueva orden, insatisfechos y frustrados. Las necesidades mismas no
se detienen en ninguna parte, sino que crecen hasta cl infinito. Marx y Freud
exigen un reconocimiento y una satisfacción plenas de los impulsos, sin pregun
tarse si esa dialéctica así concebida comporta un término. El estudio sobre Marx
y Freud — y sobre el marxismo y el psicoanálisis— todavía está por hacer. El
joven Marx y cl viejo Freud — el de El porvenir de una ilusión y El malestar
en la civilización — coinciden de una manera muy especial. (Cf. nuestros ensayos
El " mito de la medicina" en el siglo xx, Esprit. n.° 11, 1958, y Freud y el mal
estar en la civilización, Arguments. n.* 18, 1060.) Pero ni Marx ni Fríud vieron,
ni sospecharon, lo que otro, entre los dos, supo ver y se atrevió a definir como
voluntad de poder, couto voluntad de la voluntad infinita. Pues es la voluntad
de poder lo que se apodera de los hombres después do la muerte de Dios y pro
pulsa al SUfetó humano no al sujeto subjetivo, sino al hombre-sujeto objetivo —
liada la dominación, siempre insatisfecha y siempre crccicntc, sobre la totalidad
do los “ objetos” , cu un mudo nihilista que ha precipitado y disuelto el Ser en
el deveuir sin meta y sin fin. Nos referimos a Nietzsche.
oD jetos ue la p rop ia scnsiouiuau. o c r sca sio ic es s ti jK / r «m e .
h om b re en cuanto s e r sensible es, p o r consigu iente, un ser s u frie n te
y, p orq u e es ser qu e sien te su su frim ien to, un ser apasionado. La
pasión (d ie L eid e n sch a ft) (d ie P a s s io n ) es la fu erza esencial del hom
bre qu e persigu e con en ergía su o b je to .» (Ib id ., p. 78.) E l su fri
m ien to congén ito del h om bre, su naturaleza, qu e experim en ta la pa
sión y las pasiones, alim en ta su acción; el h om b re no sería a ctivo si
no fuese pasión. P e ro el h om bre n o es p rim eram en te pasión, sino
acción. En cuanto activid a d sensible, es, de entrada, s e r de la pasión
activa. La necesidad, el su frim ien to, se m ueven en él en acción que
apunta al rebasam ien to d e la necesidad y del su frim ien to; su acción
m ism a es apasionada. La pasión (e n los dos sen tidos d el v o ca b lo )
parece ca ra cterizar al h om b re en cuanto tal; en plena ép oca de la
alienación, el lado acción d e la pasión sigue sien do alien an te y es
tando alienado; después de la supresión de la alienación, la pasión-
acción de lo s h om b res desplegará sus verdaderas fuerzas. N o hay
que con fu n d ir la verd a d era pasión d el h o m b re y la in q u ie tu d que se
a podere de él, la angustia — p sicológica y m oral — , que es un signo
de la alien ación d e su existencia. Pues la inqu ietu d angustiada que
se a p o d era d el h om b re burgués y le hace tan vu ln erable a todas las
m ísticas y a todas las m ix tifica cio n es idealistas y espiritu alistas (no-
o b jetiva s y des-reales), le jo s d e s e r un rasgo esencial de la natu
raleza h istórica del h om bre, n o es o tra cosa qu e la com pañ era nece
saria del tra b a jo y del hastío, d el va cío y de la alien ación conse
cu tivos a l régim en cap ita lista y burgués, que m an tiene al h om bre en
estado de in ferio rid a d y le im pulsa a replegarse sobre su «in te r io
rid a d ». En cam bio, la «in q u ie tu d » d el p ro leta rio es p ro p ia d e la
a flicció n violen ta y aguda, y le hace revolu cio n ario, le im pulsa a la
lucha a m u erte, inspira su acción d irig id a hacia la verd a d era a p ro
piación del m undo ex terio r: es pasión conquistadora.
M arx, lejo s de q u erer re d u cir a nada to d o v es tig io d e su frim ien to
hum ano, de desgracia humana, de «p o b r e z a » hum ana, piensa qu e la
alienación es lo qu e im p id e a esas realidades tom a r su verdadero
sentido hum ano. E l régim en eco n óm ico y social que é l co m b a te a
m u erte alien a igualm ente el su frim ien to, la desgracia, la pasión, la
«p o b re z a », las necesidades de los h om bres, separándolas d e las esen
cias y de los o b je to s que les son, unas y o tros, propios. N o obs
tante, e l su frim ien to sig n ifica tivo , la desgracia in heren te al ser del
h om bre, la pasión activa, m erecen ser desalienados, pues com portan
un ric o con ten ido hum ano, y asim ism o constituyen fu entes de la
acción. P e ro la acción n o debe s e r obnu bilan te, co m o lo es ahora.
Pues la econ om ía p o lítica y la p sicología burguesas n o saben hacer
ju sticia ni a las verdaderas necesidades vitales, ni a las necesidades
de descanso, ni a la acción, ni a la pasión. La necesidad de descanso
d el h om b re se h alla alienada tam bién, y la desenfrenada ca rrera hacia
la p rop ied a d im p id e qu e esta necesidad llegue a ser una necesidad
hum ana enriqu ecedora.
T o d a s las m an ifestaciones d el ser hum ano y todas las negativi-
dades que é l im p lica están, p o r consigu iente, alienadas. Los h om
bres son tales co m o se m anifiesta n, piensa M arx, p ero su m an ifes
(ación es alienación. ¿D ónde está, pues, su ser? E l h om bre es una
su b je tivid a d o b je tiv a , m aterial, real, sensible; p ero lo s o b je to s le
reifica n , la realid ad le des-realiza, el m undo sensible carece de
sentido. ¿Qué es, p o r tanto, la verdadera o b jetivid a d y realid ad , el
sig n ifica d o de la sen sibilidad? E l h om bre es d e fin id o co m o una
a ctivid a d sensible, un ser qu e p rod u ce y es p rod u cid o; p e ro e l tra
b a jo es e x te rio riz a c ió n de u n o m ism o y la produ cción desposesión.
¿Cuál es, pues, el h acer que hace s e r a uno m ism o?
N o esperem os h allar una respuesta a esas preguntas; M a rx opera
con pensam ientos, sin pararse a elu cidar sus propios pensam ientos
operatorios. £1 ataca p o r el fla n co de la crític a y del análisis, de la
polém ica y de la negación. D efin e m uy b revem en te al h om bre, a fir
m a determ inadas cosas en cu anto a su ser, establece su esencia y
habla largam en te de la alienación del h om bre, d e las m an ifesta
ciones degeneradas de su ser, de las tra icion es de su esencia. É l,
el apóstol de la observación hum ana em p írica y o b jetiva , ex en to de
tod o presupuesto m e ta fís ico o filo s ó fic o , d escrib e ciertam en te a los
hom bres co m o los ve, p ero no parece a d m itir que el h om b re no
alien ad o haya e x istid o alguna vez. E l pensam iento — con e l qu e él
o p e r a — d el v e rd a d ero h o m b re real y g en é rico , la m edida de las
alienaciones, es un pen sam iento altam en te m eta físico: p recede y re
basa toda exp erien cia sensible, o b je tiv a , real, em p írica , natural, so
cial, etc., etc. Y c o n este pensam iento m e ta fís ico (a n trop ológico-
h is tó ric o ) va a ser con el qu e M a rx va a a rrem eter con tra las de
más concepciones m etafísicas del h om b re — con tra toda con cep
ción (m e ta fís ic a ) d el h o m b re — y en p a rticu la r con tra la de H egel.
P o r e l hecho de q u e la concepción m ism a d el h om b re es una de las
fo rm as d e la alien ación , p o r el hecho de qu e el h om bre se aliena
m ás al in terp retarse d e determ in ada manera, esta lucha con tra las
consecuencias an tropológicas de una filo s o fía le parece absoluta
m ente necesaria.
M a rx se alza, p o r consiguiente, a este n ivel, con tra su gen ial « p r e
d ec e s o r» H egel, so b re tod o e l de la F e n om en olog ía del E s p ír itu
— «v e rd a d e ro lu gar de origen y secreto de la filo s o fía h e g e lia n a »— ,
porqu e piensa qu e e l ú ltim o filó s o fo m antiene la alien ación del hom
bre, la ju s tific a con su pensam iento, con la h ipocresía de su m oral
y con su m en tira filo só fica . Para H egel, d ice M arx, el ser d el h om
b re es su conciencia d e sí, su yo, su sí m ism o, su conciencia. P o r
consiguiente, «to d a alien ación del ser hum ano n o es nada más que
alien a ción de la co n c ie n cia de si. L a alien ación de la conciencia de sí
no es considerada co m o ex p res ió n (A u s d ru c k ), expresión qu e re fle ja
en el pensam iento, d e la real alien ación del ser hum ano. La aliena
c ió n real, o más b ien qu e aparece co m o real, n o es, según su esencia
ocu lta más íntim a — y qu e só lo ha sido sacada a la lu z p o r la filo
s o fía — , nada más qu e el fe n ó m e n o (E r s c h c in u n g ) de la alienación
del ser hum ano real, de la co n c ie n cia de sí. P o r esa razón, la ciencia
que co m p ren d e to d o eso se llam a fe n o m e n o lo g ía .» (Ib id ., pp. 72-73.)
H egel es acusado de in te rp reta r a l h om bre en cuanto su bjetivid ad
egoísta, de un lado, y ser espiritu al, del o tro ; p o r tanto, no capta
la naturaleza social d el h om bre, ni su realid ad sensible, y en tiende
la alien ación real en cuanto alien ación de la conciencia de sí. El
hom bre co n creto y total no ex iste para él, puesto qu e é l no v e más
que al h om bre abstracto, p arte de una tota lid a d espiritu al. M arx
com pren de a H egel a su m anera: le vio le n ta y le con train tcrp reta
al in terp retarlo; n o obstante, perm an ece atado a él c im pulsa en
una d irección las consecuencias de la m eta física hegeliana. M arx
q u ie re desalienar al h om bre, a l h om b re que hasta ahora n o ha apa
recido sino a tra vés de sus alienaciones.
El h om bre m arxian o es natural « y » social, in dividu al « y » com u
nitario, y se m anifiesta, m an ifestación qu e es una alienación, en y
p or la actividad sensible, la práctica social. Sin preocuparse de sus
propios presupuestos m etafísicos, pu esto que n adie ha v is to todavía
a esa persona hum ana cuya esencia se aliena, M a rx escrib e: « E l
in dividu o es e l ser social. L a m an ifestación de su vid a — incluso
cuando n o aparece en la fo rm a in m ediata de una m an ifestación
c o m u n ita ria realizada al m ism o tiem p o con o t r o s — es, pues, una
m anifestación y una a firm a ción de la vid a socia l. La vid a individual
y la vid a genérica del h om b re no son d ife r e n te s ...» {Ib id ., p. 27.)
L o qu e constitu ye la vid a in dividu al « y » la v id a gen érica del h om
bre, su naturaleza real, activa ( w irk lic h y w irk e n d ), su esencia e fe c
tiva y efic a z, su o b jetivid a d , es ju stam en te la activid a d sensible. Al
hablar d e la realidad, d e la o b jetivid a d , de la sensibilidad, de la
m aterialidad. M a rx tiene puesta constantem ente la vid a en la a cti
vidad real, o b je tiv a , sensible, m aterial, el h acer p rod u cto r, la praxis.
L o que él reproch a fu n dam en talm en te a H eg el es su m etafísica espe
culativa c «in a c tiv a ». L o que é l reproch a a quienes se en fren taron
con H egel, los hegelianos de izquierda, es su m eta física m aterialista
e igualm ente «in a c tiv a ». L o que é l propon e es una «m e ta fís ic a » que
reniegu e de sí m ism a realizán dose en la a ctivid a d (m a te ria l). La
actividad qu e el idealism o conoce y recon oce no es una actividad
puesto qu e es espiritu al. L a a ctivid a d qu e e l m a terialism o con oce y
recon oce no es una actividad, pu esto qu e es m ecánica, y n o humana.
La p rim e ra tesis s o b re Feuerb ach rechaza ju n tam en te el esp iritu a
lism o idealista de H eg el y el m a terialism o realista d e lo s hegelianos
de izq u ierd a : « E l d efecto capital de to d o m a terialism o d el pasado
(in clu id o en cl Feu erbach ) es qu e só lo con sidera el o b je to , la rea
lidad, e l m undo sensible b a jo la fo rm a de o b je to o de co n te m p la ció n ,
pero no co m o a ctivid a d sensible-hum ana, co m o praxis, su b jetiva
mente. P o r eso cl la d o a c tiv o en oposición a l m a terialism o es desa
rro lla d o de m o d o abstracto p o r el id ea lism o (q u e, naturalm ente, no
conoce la real y sensible actividad en cuanto ta l).»
M arx q u iere q u e el tra b a jo práctico, tra n sfo rm a d o r y produ ctor,
la totalidad de la praxis social que ha p o sib le la satisfacción de la
totalidad de las necesidades naturales, sea recon o cid o tanto en su
realidad y m a terialid ad com o en su alienación. E ste tra b a jo es esen
cialm ente p rá ctico y o b je tiv o ; pues el tra b a jo te ó ric o d eriva de él
y, to d o lo más, puede com p ren d erlo. N o obstante, la p rá ctica y la
reulidad no son verdaderas en cuanto tales; fu en tes de la verdad,
han ven ido a ser, p o r o b ra de la alienación, alienadas y alienantes,
y oponen un fre n o a la en ergía de la activid a d verd a d era. N i toda
rcanunu ni tocia practica son verdaderam en te reales. luí verdadera
y real praxis n o consiste de ninguna m anera en una activid a d acotada,
lim itada, egoísta y negociante, fetich ista y reifica n te — lo que M arx
llam a la praxis «e n su fo rm a de aparición sórdid a y j u d í a » — . sino
en una práctica qu e habrá rebasado radicalm en te la alienación, una
activid a d total, abierta, com u nitaria, perpetu am en te revolu cion aria,
qu e lib era rá a la vez a los h om bres y las cosas y a p rop ia rá no-pose
sivam ente el m u n do tota l, esto es, el m undo del H o m b re y de la
Naturaleza. Esta praxis es la única verd a d eram en te revela d o ra , y la
realid ad que le corresp on d e es la única a fectiva m en te verd a d era. En
resum en: toda la exterio riza ció n d el h om b re sigue sien do práctica
de la alienación. L a p rim e ra tesis so b re Feuerbach, cuya p rim era
p arte acaba d e ser citada, prosigu e en estos térm in os: «Feu erb a ch
q u iere unos o b jeto s (O b je k te ) sensibles, realm en te d iferen tes de los
o b jeto s d el pensam iento; p ero n o in terp reta la actividad humana
m ism a co m o a ctivid a d o b je tiv a ( gegenstdndliche T a tig k e it). É l consi
dera, pues, en La esencia del C ristia n ism o, solam ente la relación
teórica co m o auténtica relación hum ana, en ta n to que la praxis n o es
captada y fija d a sin o en su fo rm a de aparición sórdid a y ju día
( s ch m u tzigjü d isch en E rs c h e in u n g s fo n n ). A sí, él n o com pren de el sig
n ifica d o de la “ re vo lu cio n a ria ” activid a d crítico-práctica.»
Es precisam ente esta perm an ente activid a d revolu cion aria, crítica,
práctica y antiespecu lativa lo que M arx o p on e a H egel y a Feuer
bach. Su tarea es desalienar al h om bre, práctica y efectivam en te,
m ediante la praxis desalienada. V o lv ie n d o la espalda al ser pensado
y a la conciencia de sí, al saber absolu to y a la dia léctica d e las
esencias pensadas, M a rx m ira a qu ien es el p o rta d o r de tod o eso,
al h om b re real p e ro alienado. H e g e l n o «p o n e » al h om bre co m o un
ser co n creto qu e despliega una activid a d real y realizadora, sino
co m o una con cien cia de sí, e in clu so llega a h acer que la conciencia
de sí establezca la coseidad (D in g h e it) en general, piensa M arx. En
consecuencia, el h om b re n o es un ser natural, p ro vis to de fuerzas
sustanciales o b je tiv a s y sensibles, qu e tien e unos o b je to s reales y
sensibles co m o o b je to de su necesidad y o b je tiv o de su acción; no
es más que su jeto espiritu al, fra g m en to del espíritu absolu to, con
cien cia de sí, qu e encuentra, a través de su m an ifestación, no la
realidad de las cosas sino la coseidad establecida p o r la conciencia
de sí. L os produ ctos d e la activid a d humana aparecen en esta p ers
p ectiva co m o produ ctos del esp íritu absoluto, elem en tos espirituales,
seres ideales, m om en tos de la tota lid a d ideal. Ile g e l es acusado, así,
de n o ten er o jo s para la tragedia qu e se está representan do en la
tierra, la única tragedia; de con siderarla co m o un reestren o de la
representación de las ideas celestes. M a rx recon oce qu e su visió n de
la «con cien cia desd ich ad a» con tien e elem en tos gram áticos y críticos,
aunque en una fo rm a alienada, p o rq u e el su jeto y los o b je to s del
d even ir h istórico siguen sien do conciencias d e sí y o b jeto s estable
cidos p o r el esp íritu . La real alien ación del h om b re n o d e ja de
apa recer co m o una alienación de la con cien cia de sí, y la o b je
tividad se disuelve en la espiritu alidad. De esta manera, H eg el rebasa
solam ente el o b je to (o b je t o de la co n cien cia), y m antiene tanto la
alienación del ser humano real co m o la alien ación de las cosas reales.
H ace tod o eso, es decir, piensa todo eso, p o rq u e n o ha visto que el
h om bre es un ser natural, sensible, que tiene su naturaleza fu era
de él m ism o, que participa en el m o vim ien to de la N atu raleza y
constitu ye el lu gar su b jetivo d e las fuerzas subjetivas, un ser que
n o ha hecho o tra cosa qu e alien arse m ediante su hacer, un ser despo
seído de sus p rop io s productos.
La in terpretación m arxiana de H eg el es, com o tod a in terpretación
creadora, una in terpretación deform a n te. Con H egel, la m etafísica
o cciden tal se consum a, y esta filo s o fía desem boca en el espíritu ab-
soluto-saber absoluto, en la aprehensión de lo absolu to en cuanto
S u jeto y p o r e l S u je to histórico. M arx tom a la contram arch a de
este pensam iento, aun continuándolo, y establece cl su jeto hum ano
en cuanto o b je tiv id a d de las fuerzas esenciales y m ateriales del hom
bre, fuerzas que se m anifiestan en la acción. T o d a acción ha estado
hasta hoy alienada, p e ro la sola práctica pu ede desalienar el ser del
h om b re y co lm a r o b jetiva m en te sus necesidades. M arx reprocha a
H egel e l co n fu n d ir la conciencia de sí d el h om b re (s e r esp iritu al)
con la realidad m aterial de su vida alienada; el n o ca p ta r la aliena
ción real y ca p ta r la alien ación de la conciencia de si de una
m anera alienada, es d ecir, especu lativa y abstracta. La vida humana
se co n v ierte así en una vida filo só fica , la existen cia efe ctiva en una
existencia pensada. Pensam iento y filo s o fía m antienen, p o r consi
guiente, la alien ación humana, trágicam en te m aterial, ju stifica n el
estado de cosas existentes y no lo rebasan sin o m ctafisicam en te. La
m oral que d eriva de esta concepción es co n form ista e h ip ócrita y
lleva al h om bre a la aceptación de lo qu e es, d e su ser alienado, de
su h acer alicn ador; la conciencia m oral «re b a s a » la ex terioriza ción
en pensam iento, para m e jo r m antenerla en la realid ad : « ...y p o r eso
e l rebasam ien to (A u fh e b u n g ) de la ex terio riza ció n [a lie n a c ió n ] se con
vierte en una co n firm a ción de la alienación, o, más aún, ese m o vi
m ien to d e p ro d u cirs e u n o m is m o , de o b je tiv a rs e u n o m ism o, en
cuanto e x te rio riz a c ió n de u n o m is m o y a lien a ción de u n o m is m o , es,
para H egel, la m a n ifesta ción v ita l y hum ana absoluta y, p o r esta
razón, la ú ltim a qu e sea su p rop io o b je tiv o , basada en sí m ism a y
llegada a su s e r ...» (£ c . FU., p. 87.)
A l atacar las falsas in terpretacion es de la actividad humana, las
ilusiones de la conciencia de sí, M arx apunta sobre to d o a sus
presupuestos prácticos y a sus consecuencias «é tic a s ». La base de
toda alien ación es y sigue siendo, para él, el tra b a jo en régim en de
propiedad privada; cl m o vim ien to eco n óm ico real y m aterial es lo
que con d icion a los m ovim ien tos id eo ló gico s y éticos alienadores. La
m o ra l, rein o au ton om izado en cu yo in te rio r e l h om b re prosigu e su
vida alienada, n o es una instancia autónom a: está condicion ada por
los procesos de la produ cción y sirve p a ra en m ascarar el sentido de
los m ism os, esto es, c l sinsentido de lo s m ism os. Las potencias del
haber son las qu e rigen la m oral, y ésta expresa de una m anera disi
mulada los m andam ientos de la econ om ía p olítica . La conciencia
m oral, lejo s de m an ifestar y de gu iar c l ser del h om bre, tal co m o
éste ser se descubre en el hacer, es una de las fo rm a s y de las
fuerzas de la alien ación ; tiene su ra íz en la alien ación real, y sirve
a la causa d e la represión de las necesidades naturales y sociales,
o b jetiva s y m ateriales. La m o ra l es una d e las piezas m aestras del
e d ific io (su p erestru ctu ra !) que m antiene la alien ación humana y sus
estructuras reales. N o tiene ni independencia ni d ev en ir p ropio, ex
presa el proceso vita l y m aterial de la actividad humana, d eform a n d o
su sen tido; no tiene h istoria propia, dado que está ligada a la h istoria
del d es a rro llo de la produ cción m aterial, esto es, a la h istoria de la
ex terioriza ción — d e la alienación — del h om bre. Cuando una do-
term inada m oral entra en con trad icción con las condicion es socia
les existentes, eso no se p rodu ce p o r razones m orales, sino porqu e
las con d icion es m o ra les existentes han en trado en con trad icción
con las fu erzas produ ctivas existentes y ponen trabas a su desarrollo.
O frecien do un ideal alien ado a la vid a humana alienada, la m o ra l se
opone a l d esarrollo total de la naturaleza humana, m antiene y sal
vaguarda el tra b a jo alien ad or e im p id e que las necesidades se enca
minen hacia su satisfacción plena a través de un hacer desalienado
que ninguna traba detendría.
N i la m oral espiritu alista, ni la m oral pasivam ente m aterialista
llegarán a erigirs e en verdaderas potencias educadoras. L a m oral
espiritu alista no con cede ningún lu gar a la a ctivid a d revolu cion aria
del h om bre; la m oral m a terialista n o concede su ficiente lu gar a esa
actividad, capaz de ro m p e r las cadenas de la alienación, que hacen
del h om bre un su jeto aislado y de las cosas unas realidades reifi-
cadas. « L a teoría m aterialista de qu e e l h om bre es prod u cto de las
circunstancias y de la educación o lvid a que las circunstancias son
m od ificad as p o r los h om bres y qu e el edu cador d eb e ser edu cado a
su vez. Conduce, p o r tanto, a d iv id ir la sociedad en dos partes,
una de las cuales es su perior a ella. La coin cid en cia d e la m o d i
fica ción de las circunstancias y d e la m o d ificación de la actividad
hum ana o de la m o d ifica ción de uno m ism o só lo puede com pren
derse y racion alm en te co m o praxis re v o lu c io n a ria *, declara la te rcera
tesis s o b re Feuerbach. E l ser hum ano es lo qu e él m an ifiesta m e
dian te el hacer, p ero toda m anifestación no ha sid o más qu e alie
nación y e l hacer es a lien ad or; en consecuencia, só lo un h acer dcs-
alicn ad or puede ro m p e r radicalm en te las cadenas de la alienación. El
hacer qu e desem boca en el h aber es la ra íz de la alien ación ; el hacer
m o vim ien to eco n óm ico real y la conciencia m oral de la econom ía
p o lítica están del lado de lo que hay qu e rebasar, puesto q u e velan
p o r el m an tenim ien to d el tra b a jo alien ado y del haber a expensas
d el ser d el h om bre y de las verdaderas potencias de su actividad.
Pues la m oral consum a tanto la alien ación humana co m o la alien a
ción de la conciencia de sí, y n o se opon e sino de una m anera apa
ren te a la econ om ía p olítica ; ciertam en te, se hace abstracción d e la
m oral en la m edida en que hace econ om ía p olítica , y se hace abs
tracción de la econ om ía p o lítica en la m edida en qu e se hace m oral;
sin em bargo, en realidad, la m oral sirve ( y p e rju d ic a ) a la econom ía,
im p on e un fren o a la produ cción y al consum o — a las satisfac
ciones d e las necesidades — . n o opon ién dose a la econom ía, sino com
p oniendo con ella. « L a m oral de la econ om ía p o lítica [ y de su base
m i l ] es la ganancia, el trabajo y la econ om ía, la sob ried a d — p ero
la econ om ía p o lítica m e p rom ete satisfacer m is n ecesid ad es— . La
econ om ía p o lítica de la m o ra l es la riqu eza en buena conciencia, en
virtu d, etc. — pero, ¿cóm o pu edo y o ser virtu oso si n o soy; có m o
puedo ten er una buena conciencia si n o sé n a d a ?— . E sto está fun
dado en la esencia de la alien ación : qu e cada esfera m e apliqu e
una m edida d ife ren te y contraria, una la m oral, o tra la econ om ía p o lí
tica, porqu e cada una es una alien ación determ in ada del h om b re y
cada una fija un círcu lo p a rticu la r de la actividad esencial alienada,
dado qu e cada una se co m p o rta ante otra alienación de una m a
nera alien ad a.» (E c . FU., p. 57.)
* * *
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M arx esc rib ió tam bién algunos p a sa jes d e un som b río dram a en
verso, O u la n em , una n ovela satírica en la qu e recon oce am argam ente
que «n u estro tiem p o ya no puede c ro a r ep o p ey a s» ( E l E s c o rp ió n y
F é lix ), un d iálogo, C leante, o D e l p u n to de p a rtid a y del d e s a rro llo
n ecesario de la filo s o fía ,* y se p rop o n ía, m u cho más tarde, e sc rib ir
para sus h ijas un dram a sobre lo s Gracos, cosa que nunca lle g ó a
hacer. E l esfu erzo tenso del pen sam ien to filo s ó fic o , el tra b a jo cien
tífic o y eco n óm ico y la d irección d e la acción p o lítica y práctica ale
ja ro n a M a rx de la poesía; sin em b a rgo , el a rte n o d e jó de fascinarle.
H o m e ro , E squ ilo (e l p o eta de la tra ged ia y de la reb eld ía d e P r o
m e te o ), Dante, Shakespeare y G o eth e (e l a u to r d e Fausto, el perso
n a je que m ediante la acción q u ie re con q u ista r e l m u n d o) siguen
sien do sus poetas, y é l los con sideraba — a E s q u ilo , a Shakespeare
y a G oeth e, sobre t o d o — co m o lo s más poderosos genios poéticos
d e la hum anidad; tod os lo s años re leía a E sq u ilo en el o rigin a l. En
tre los prosistas y los novelistas, C ervantes. D id erot y Balzac gana-
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la contem plación n o práctica tien e su p ro p io fu lgo r, m ira esas esta
tuas (ro ta s ). « Y , sin em bargo, eso s dioses no son una ficción de
E picuro. Son los dioses plásticos d e l a rte griego . [ . . . ] La calm a
teórica es un elem en to capital d el c a rá c te r d e las divin idades griegas,
com o d ice el m ism o A ristó teles: “ lo qu e es lo m e jo r n o tien e nece
sidad de acción, pues es para si m is m o su p ro p io f i n " . » ( D ife re n cia
de la filo s o fía de la naturaleza e n D e m ó c r ito y en E p ic u ro , Cos
tes, p. 32.)
L o qu e M arx adm ira en el a rte p lá stico de los griego s es la hum a
nidad lum inosa de ese arte, qu e cris ta liz a en fo rm as in dividu ales
la vida de la Ciudad antigua. C iu dad qu e está basada, sin em bargo,
en la distin ción de los h om bres en ciudadanos libres y en esclavos
produ ctores. E sta m ism a hum anidad lum inosa, ¿caracteriza tam bién
la ep op eya y la tra ged ia ? M arx n o ha captado en una sola m irada
la belleza tran qu ila d el a rte plástico y el terro r sagrado de la poesía
trágica. L o que él h ab ría de a d m ira r en la poesía era sobre todo la
lib erta d individual d el s e r hum ano, d e los héroes de la gu erra de
T ro y a y d e U lises, d e P ro m eteo y de Antígona, a rie sgo de in terp retar
la A n tigü edad de una m anera d em asiado m oderna y hum anista. Del
a rte orien tal y asiático, se aparta; ese a rte n o le interesa, com o
tam poco le interesa la h istoria o rie n ta l y asiática. E l m undo em pieza
verd a d eram en te a h acerse m u n d o c o n los griegos. Es en O ccidente
donde la luz despunta. E l a rte o rie n ta l es tosco, desm esurado, tene
broso, inhum ano, y expresa la tira n ía y la su perstición despótica.
P e ro el a rte g rie g o debía m o rir. Parece que debía m o rir porqu e
« la in d ivid u a lid a d abstracta es la lib e rta d resp ecto al m o d o de ser,
no la lib e rta d en el m o d o de ser; n o está en con d icion es de resplan
decer a la luz del m o d o de ser.* (Ib id ., p. 51.) E l a rte g rieg o debía
m o rir, parece, co m o debía m o rir tam bién la filo s o fía griega, con los
tres ism os qu e suceden a A ristó teles, e l A leja n d ro M agno de la filo
sofía griega; estoicism o, ep icu reism o y escepticism o son esas form as
consum adas de la conciencia de sí su b jetiva , abstracta y fo rm a l, que
n o se realiza en su m o d o de ser, p o r lo cual sigue sien do conciencia
in dividu al y alienada. «U n a in m o rta l m u erte arran ca la m o rta l v id a »
d el pen sam iento y del arte, de los in d ivid u os y d e las ciudades h elé
nicas, dado que la con cien cia si n o llega a expresar el m undo total
en deven ir, porqu e su libertad sigu e sien do «n e g a tiv a », libertad res
p ecto al m o d o de ser que n o se re a liza en e l ser en d ev en ir de la
totalidad. Las fo rm as d e a rte y las fo rm as d e conciencia, sucumben
a la deb ilidad del d es a rro llo de las fu erzas p rod u ctiva s; p o r lo menos,
asi piensa M arx en su p rim era ju ven tu d .
¿ Y q u é m iram os nosotros, h om b res m odernos, en el a rte antiguo?
¿C óm o es d efin id a esta m irada p o r el M arx de la m adurez? H allán
donos en o tr o gra d o de d esa rro llo d e la produ cción m aterial (y espi
ritu a l), ¿qu é pod em os buscar to d a v ía en una ép oca conclusa para
siem pre? E l p rob lem a es tu rbador, y e l fu n d a d or d el m arxism o está
tu rbado y lo seguirá estando. É l tra ta de plan tearlo, si n o de resol
verlo, en un tex to inacabado, re d a cta d o p o r el tiem p o del tra b a jo
sobre la C o n trib u c ió n a la c ritic a de la eco n o m ía p o lític a y titu lado
In tro d u c c ió n a una c r ític a de la eco n o m ía p o lític a (este texto, que
no hay qu e co n fu n d ir con e l P r ó lo g o a la C o n trib u c ió n ..., está p u b li
cado en las edicion es recientes co m o A p én d ice a la C o n trib u c ió n ).
En esta In tro d u c c ió n a una c r ític a de la eco n o m ía p o lític a está a n o
tada la «d esigu a ld a d en tre la produ cción m aterial y, p o r e jem p lo , la
produ cción a rtís tic a »; y M arx m ism o nos pone en guardia con tra to d o
progresism o fo rm a l d icien d o que « e l co n cep to de p rog reso no debe,
p o r o tra p arte, ser com p ren d id o en la abstracción h ab itu a l». (.Con
trib u c ió n ..., A pén dice, In tr o d u c c ió n a una c r ític a ..., Costes, p. 301).
El a rte, ese secto r particu lar de la produ cción , no seguiría, p o r tanto,
el m o vim ien to p rog resiv o d e la técnica. « E s sabido que, en el arte,
algunos p erío d o s flo recien tes n o están d e ninguna m anera en rela
ción con el d esa rro llo gen eral de la sociedad, ni, p o r consiguiente,
co n la base m aterial, la osam enta de su organ ización . P o r e jem p lo ,
los griegos com parad os con los m odernos, o incluso Shakespeare. En
lo qu e con ciern e a algunas fo rm as d el a rte, p o r e je m p lo la epopeya,
incluso está recon o cid o q u e nunca pueden s e r produ cidas en sus
form as clásicas, qu e hacen época en e l m undo, desde qu e la produ c
ción a rtística aparece en cuanto tal; así pues, en la esfera m ism a del
arte, algunas fo rm acion es im p orta n tes só lo son posibles en un grado
in fe rio r de la evolu ción artística. S i eso es c ie rto d e la relación de
los d iferen tes gén eros d el a rte en la esfera del a rte m ism o, es m enos
asom broso qu e suceda lo m ism o con la relación de la esfera total
d e l a rte con el d esarrollo general d e la sociedad. La d ific u lta d con
siste solam en te en la aprehensión general de estas contradicciones.
T a n pron to c o m o están especificadas, son exp lica b les.» (Ib id ., p á
gin a 302.)
E l d es a rro llo — a m enudo re g r e s iv o — d el a rte no obedece posi
tivam en te al d esa rro llo d e las fuerzas p rodu ctivas. In clu so sucede
co n frecu en cia lo con trario. E l d esa rro llo de determ in adas fuerzas
produ ctivas y m ateriales fren a o m ata el d esa rro llo de las form as
artísticas y espirituales. E n el m om en to en que e l a rte se m ani
fiesta en cuanto p ro d u c c ió n artística, determ in adas fo rm acion es im
portantes se hacen im p osib les. T o d a esta con trad icción , ¿es e x p li
cable, sin em bargo, tan p ro n to co m o se halla esp ecifica d a ? ¿R esu elve
M arx el p rob lem a esp ecifico qu e le preocupa, a saber: el a rte griego
antiguo en su relación con la técnica m odern a? E l texto del qu e nos
ocupam os dice aún: « E s sabido qu e la m ito lo g ía griega no fue sola
m ente el arsenal del a rte griego , sin o su tierra. La visión de la
naturaleza y de las relaciones sociales, qu e es el fu n dam en to de la
im aginación griega , y, en consecuencia, del a rte griego , ¿es posible
con los trabajos au tom áticos, los ferro ca rriles, las lo com otora s y el
te lé g ra fo eléc trico ? ¿Q ué es V u lca n o co n tra R o b erts e t Cié., Jú piter
co n tra el pararrayos y H erm es con tra e l C réd ito M o b ilia rio ? T o d a
m ito lo g ía rebasa, dom in a y disp on e las fu erzas de la naturaleza en
la im aginación y m ediante la im aginación; p o r tanto, desaparece
cuando se llega a d o m in a r esas fuerzas realm en te. ¿Q ué v a a hacer
la Fam a al la d o de la P r in tin g house s q u a re 7* E l a rte g rie g o presu-
8. El subrayado es nuestro.
uvouiiuuu uc tu iccnica produ ctiva m oderna; no obstante, podem os
a dm irar todavía las obras de a rte qu e una produ cción rebasada o fr e
ce a nuestro consum o. Este con su n to es, en resum idas cuentas, bas
tante anodino.
El a rte c ris tia n o — m onum ental, «a p la s ta n te » y «v e n e ra d o » — no
parece h ab er reten id o la atención de M arx, y sin duda é l n o lo
considera d ign o de contin u ar «v iv ie n d o » en la m em o ria h istórica y
«a r tís tic a » d e la hum anidad. Su anticristianism o v io le n to le im p ide
ju s tific a r d e algún m o d o el a rte plástico de la cristian dad. De esencia
religiosa m u cho m ás qu e «m ito ló g ic a », este arte, inseparable de la
religión ilu soria que lo inspira, constitu ye c l co lm o de la alienación re
ligiosa en fo rm a artística. A sí y todo, M arx, pensador doble y pen
sador de la dualidad, adm iraba sum am ente a Dante, c l poeta de la
E d a d M ed ia cristian a y feu dal. ¿E s qu e la catedral poética de la
D ivin a C om ed ia no estaba tan alienada co m o las catedrales de pied ra?
Al arte cristian o, y a los artes qu e se volvía n hacía él. o p on e Dante
el a rte pagano y griego , a rte nacido, sin em bargo, de la división a lie
nante del tra b a jo , a rte qu e da fo rm as plásticas a los dioses, a rte
basado en una sociedad esclavista de p rod u ctivid ad subdesarrollada.
E l hecho de qu e c l a rte g rieg o expresase una sociedad qu e p riv ile
giaba el v a lo r en uso, es d ecir, la can tid ad esp ecífica de las cosas,
y n o som etid a todavía al v a lo r en ca m b io y al rein ado de la cualidad
rcificada y m ercan tilizada. este hecho, ¿ «ju s t ific a » la sociedad griega
y el a rte que a ella corresponde?*
En cuanto al a rte «c ris tia n o ca b a lleresco » y «m o d e rn o fe u d a l»,
esto es. cl a rte ro m á n tico , era con sid era d o p o r M a rx co m o fran ca
m ente reaccion ario. La p rim era m an ifestación d el rom a n ticism o es
considerada co m o una reacción contra la R evolu ción Francesa y su
ob ra liberadora y desacralizante; esta rcación rom án tica se propon e
el reto rn o a la Edad M ed ia cristiana, feu dal y tenebrosa. M arx está
con tra tod o rom an ticism o, p o rq u e piensa qu e tod o ro m a n ticism o está
vu elto hacia cl pasado y hacia lo rebasado. La segunda m an ifesta
ción del rom a n ticism o con stitu ye una reacción con tra el proceso de
la revolu ción socialista y com unista: m ira, p o r encim a d e la Edad
M edia, hacia las épocas p rim itiva s y arcaicas de los d iferen tes pue
blos. E l rom a n ticism o no está a b ierto a l p o rven ir. « L a im p recisión ,
la delicadeza íntim a y el én fasis s u b je tiv o » del rom an ticism o, su
cu lto del h éroe y el p rin cip io cristiano, ca b a lleresco y feu dal qu e lo
rige, así co m o su nostalgia de un reto rn o a la (p re te n d id a ) natu
raleza, m uestran tod a la im p oten cia del rom an ticism o para ca p ta r el
presen te y el m o vim ien to de las fu erzas o b je tiv a s qu e se despliega
ante sus ojos.
N o esperem os h allar en M arx un análisis «s is te m á tic o », h istórico,
estético o filo s ó fic o de las diversas épocas de a rte y d e los diferen tes
géneros y estilos artísticos: sus visiones del a rte y de la poesía son
a la v e z profu ndas y sum arias, pen etran tes y deficien tes. ¿Se puede
siqu iera a firm a r categóricam en te que M arx sea e l apologista de un
arte realista (s i es verdad que sabem os lo que es el rea lis m o y, sobre
* n *
11. Marx precisa, en la página anterior a rste pasaje, que es necesario dis
tinguir cuidadosamente “ el trabajo directamente productivo, que debe s«r orga
nizado” en la sociedad comunista, y “ el trabajo que no es directamente produc
tivo" y en el que cada cual debe poder expresarse libremente. El arte forma parte
del trabajo que no es directamente productivo. Cf. Ibid., p. 14.
■una m archo, el ú ltim o filó s o fo «s is te m á tic o » de O ccidente, H egel, se
aplica ana ve/, más, y d e una manera concluyente, a la verd a d del
arte, en sus C ursos sob re la estética. E l a rte en p rim er lugar, la
religión después y la filo s o fía fin alm en te, constituyen los tres m o
m entos del esp íritu absolu to que se re a liza en la h istoria del M undo.
E l arte es la revelación de la verdad absoluta, en fo rm a sensible, la
representación sensible d el ideal, la puesta en form a de un con ten ido;
el a rte — cuya esencia es la p o e s ía — es una expresión de lo divino.
L a re lig ió n expresa lo absolu to a un g ra d o su p erior al d el a rte y se
apoya en la representación de la fe. Finalm ente el pensam iento, en
fo rm a de filo s o f ía capta m ediante la V e rn u n ft, el co n cep to y la idea,
la realidad m ism a de la verd a d d el ser en d even ir d e la totalidad;
sin em bargo, la filo s o fía tam bién d eb e ser rebasada en y p o r el v e r
d a d ero saber (a b so lu to ), el real saber d e la W issenschaft. H eg el v io
así que el E sp íritu rebasa el a rte; e incluso p re v io qu e el a rte podría
llegar a ser a lgo n o absolu tam ente n ecesario, que desde un d eter
m in ado m om en to podría perten ecer a l pasado. H egel n o qu ería de
c ir que ya n o h abría obras d e arte, qu e tod o m o vim ien to y toda
p rodu cción a rtístico s cesarían. £1 piensa qu e el a rte ya no es para
n osotros una necesidad absoluta, que ya n o tenem os la necesidad
absoluta de en carn ar y de presen tar un con ten ido ideal en una fo r
m a artística y sensible. L a esencia sagrada de la poesía y del arte
ya no se m an ifestaría; su verdad con stitu tiva y decisiva y a n o sería
necesaria al m undo.
A lgunos pasajes de la E s té tic a se im p on en a la m editación , al
plantear, y n o resolver, una cuestión m uy gra ve que habitualm entc
tratam os con excesiva ligereza; nos ponen fren te al p rob lem a del
a rte — y n o de la teoría del arte, esto es, de la e s té tic a — . E l arte
ha llegad o a ser para n osotros un o b je to , p e ro «c o m o nuestra cultura
n o se cara cteriza precisam ente p o r un desbordam ien to de vida, y
c o m o nuestro esp íritu y nuestra alm a ya n o pueden v o lv e r a hallar
la satisfacción qu e procu ran los o b je to s anim ados de un sop lo de
vida, puede d ec irse qu e situándonos en el pu n to de vista de la cul
tura, de nuestra cultura, ya n o estarem os en con d icion es de apreciar
el a rte en su ju s to va lo r, de d a m o s cuenta de su m isión y d e su
dignidad. A nuestras necesidades espiritu ales ya n o les procu ra el
a rte la satisfacción q u e o tro s pueblos han buscado y h allado en él.
N u estras necesidades e intereses se han trasladado en la esfera de
la representación, y, para satisfacerlos, hem os de llam ar en nuestra
ayuda a la re flex ió n , a lo s pensam ientos, a las abstracciones, a
representaciones abstractas y generales. P o r eso el a rte ya no
ocupa, en lo que hay d e verd a d eram en te v iv o en la vida, e l lu gar que
ocupaba en o tr o s tiem pos, y las representaciones generales y las
reflexion es han tom ado la delantera. Esta es la razón p o r la qu e en
nuestros días nos in clinam os a en tregarn os a reflexion es, a pensa
m ientos acerca del arte. Y el a rte, tal co m o es en nuestros días, está
dem asiado hecho para lleg a r a ser o b je to de pen sam ientos.» ( E s té ti
ca, cd. francesa A u bier, 1944, t. I, p. 24.) Y algunas páginas m ás a d e
lante, H egel lleva hasta el len gu a je estas cuestiones, qu e siguen en
pie: « L a o b ra de a rte es incapaz, p o r tanto, de satisfacer nuestra
ú ltim a necesidad de A bsolu to. E n nuestros días ya no veneram os
una o b ra de arte, y nuestra a ctitu d respecto a las creacion es del
a rte es m u cho más fr ía y re flex iva . A n te ellas nos sentim os m ucho
más lib res de lo qu e podían sen tirse los h om bres d e antaño, cuando
las obras de a rte eran la ex p re sió n m ás elevad a de la Id ea . L a obra
de a rte solicita n uestro ju ic io ; n o so tro s som etem os su con ten ido y
la exactitu d de su represen tación a un exam en re flex ivo . Respetam os
e l arte, lo adm iram os: a h ora bien , y a n o vem os en é l algo que no
p o d ría ser rebasado, la m a n ifesta ció n ín tim a de lo A bsolu to; lo some
tem os al análisis de n uestro pen sam iento, y e llo , n o con la intención
de p ro v o c a r la creación d e nuevas o b ra s de arte, sino, más bien, con
la fin a lid a d d e recon o cer la fu n ción d e l a rte y su lu gar en el con ju n to
de nuestra vida. Los felic es días d e l a rte g rieg o y la edad de oro
de la a lta E dad M ed ia están conclusos. Las con d icion es generales
del tiem p o presen te n o son m u y fa vo ra b les para el a rte .» (Ib id .,
pág. 30.) Y pocas líneas después, e l pen sador a qu ien M arx hace eco,
el pen sador que tal v e z n o sola m en te abarcó e l «p a s a d o » y su «p r o p io
p resen te», sin o qu e supo m ira r h acia e l p o rven ir, d ice: « Desde rodos
estos p u n to s de vista, e l a rte para n o s o tro s , queda, res p ecto a su des
tin a ció n suprem a, c o m o una cosa d e l pasado.1* P o r eso ha p erd id o
para n osotros to d o lo qu e tenía d e au ténticam ente verd a d ero y vivo ,
su realid ad y su necesidad de an ta ñ o, y p ara lo su cesivo se halla
relega d o en nuestra represen tación . L o qu e una ob ra de a rte suscita
en n osotros es, a l m ism o tiem p o q u e un goce d irecto, un ju ic io sobre
el con ten ido y sobre los m edios de expresión, y tam bién sobre el
gra d o de adecuación de la ex p re sió n a l con ten id o.»
M arx, que se ocupa m u y p a rticu la rm en te de la filo s o fía del arte
d e H egel, a p o rta su respuesta a l p ro b le m a d el a rte y dice lo qu e el
a rte es, lo qu e ha llegad o a ser en e l m undo m odern o y lo qu e será.
Según todo lo que liem os visto, p a re ce que, en su opinión, el a rte y
la poesía constituyan una techné basada en el n o-desarrollo o en el
su bdesarrollo de la técnica y fo rm e n parte del m undo de la alie
nación ideológica, del m undo id e a l; p o r consiguiente, necesariam ente
han d e ser su prim idos, parece, p o r e l d esa rro llo desalienador y total
d e la praxis total de los h om bres, que trabajan socialm en te para
apropiarse, tran sform án dolo, e l m u n do natural y m aterial. D el m is
m o m o d o qu e la Oetupia se halla su bordin ada a la x p á t'.s , sin qu e el
fu n dam en to m ism o d e la distin ción en tre am bas sea suficientem ente
exp lora d o, así la rot7)3t<;, en cu a n to esencia de la xéXvrj, se halla
subordinada tam bién a la y la xéXvrj tom a e l sen tido de
T écn ica (p ro d u cto ra ). D e esta su erte, la te X víj es separada de la
cpóotg, y la crXr^sia se halla disu e!ta en e l Sp-pv, e l cual n o es sino
e l p rod u cto de la en ergía p ro d u cto ra y práctica d e los hom bres, que
qu ieren satisfacer sus n ecesidades vitales tran sform an do la natura
leza. N o h ay o tra actu alidad que la realid ad constan tem en te actua
lizada, en cuanto realiza ción y p rod u cción de o b jetos aptos para
satisfacer el consum o. E l e sp len d o r d e la belleza verd a d era se halla
a b so rb id o p o r la verd a d era — es d ecir, la p o ten te y e fe c t iv a — rea-
* *■ *
N o es solam ente e l pensam iento filo s ó fic o y m e ta fís ico el que eslá
a lien ad o: la cie n cia n o lo está menos. 1.a actividad cien tífica no
constitu ye un p roceso au tón om o que posea su p rop ia lógica interna.
E l d even ir real de la activid a d produ ctora d eterm in a la «h is to ria »
del saber y de la activid a d cien tífico s. N o hay h istoria de la ciencia,
considerada ésta co m o in depen dien te de la a ctivid a d prod u ctiva m a
terial. La m ateria m ism a de la a ctivid a d cie n tífic a es dada al traba*
ja d o r c ie n tífic o co m o p rod u cto social; lo que éste hace — aunque él
pueda im aginarse qu e lo hace p o r sí m is m o — , lo hace socialm ente,
es d ecir, gracias a la técnica y a la sociedad. Y habiendo estado
hasta ahora alienada la técnica de tod a sociedad, ¿cóm o p o d ría no
esta rlo la ciencia?*
A l luchar con tra la naturaleza para arran ca rle los bienes de los
que tiene vita lm en te necesidad, el h om b re constitu ye tam bién las
cien cia s de la naturaleza; en el curso de su h istoria, ela b ora la cien
cia de la h is to ria : su activid a d p o lítica se expresa en la cien cia de la
e co n om ía p o lític a . Las relacion es prácticas, qu e unen y opon en a los
h om bres a la naturaleza y en tre ellos, están m aterialm en te en la
base de toda teo ría cien tífica . Estas relacion es están sin em b a rgo
alienadas; p o r consigu iente, la exp resión teó rica y cien tífica de las
* * *
M arx n o q u iere deten erse en el co n ocim ien to teó rico del m o vi
m ie n to h istórico. N o se interesa, ta m p oco, en la crític a p o r la crí
tica. Pues la crític a , le jo s de co n s titu ir una «p a s ió n d e la cabeza»,
es, p o r el con trario, « la cabeza d e la pasión ». « L a crític a n o es una
pasión de la cabeza, es la cabeza de la pasión. N o es un bisturí,
es un arm a. Su o b je to es su en e m ig o , al cual q u iere, n o refu tar,
sin o a n iq u ila r.» ( I n t r . a la c r it. d e la fil. del der. de H egel, t. I,
p. 87.) E l estado social y to ta l d e la alienación, desde m ucho tiem
p o atrás parcialm en te co m p ren d id o, critic a d o y refu tado, no se atrae
las ira s de la crític a negadora d e M arx sin o p o rq u e éste qu iere
p rep a ra r su radical y total su presión, capaz, y sólo ella, d e cond u cir
a la hum anidad hacia un p o rv e n ir a b ierto . E n ese sentido, « e l arm a
d e la crític a no p o d ría en m o d o a lgu n o reem p la za r a la crític a de las
arm as; la vio len cia m aterial debe s e r d errib a d a p o r la violen cia m a
te ria l.» (Ib id ., p. 96.) T o d a te o ría teorética ha estado alienada,
p orqu e n o ha captado la verd a d d e la realid ad , la alien ación de la
a ctivid a d de los h om bres. E l p en sam ien to ela b ora d o p o r M arx, aun
qu e se in icia en la cabeza d el pen sador, q u iere ser in stru m en to p rác
tico y revolu cion ario, palanca de la em an cipación m aterial del p ro le
ta ria d o y de la hum anidad. E l p a sa je qu e acabam os de c ita r p ro
sigue en estos térm inos: « p e r o la te o ría tam bién se hace violencia,
vio len cia m aterial, tan pron to c o m o capta a las masas. La teoría
es capaz de ca p ta r a las masas, tan p ro n to co m o p roced e p o r de
m ostracion es ad h o m in e m , y hace d em ostracion es ad h o n iin em tan
p ro n to com o se hace ra d ic a l.» ( I b i d . ) « S e r radical — prosigue
M a r x — es tom a r las cosas en la ra íz ; ahora bien, p ara e l hom bre,
la raíz es e l h om b re m is m o .» (Ib id ., pp. 96-97.) Y algunas líneas
m ás adelante, precisa qu e « e l h o m b re es, para el h om bre, el ser
su p rem o » y que, p o r consigu ien te, el im p e ra tiv o c a te g ó ric o d e la
em an cipación com p leta d el s e r natural y social d el h om bre só lo pue
de fo rm u la rse así: « in v e r tir todas las rela cion es en e l in te rio r d e las
cuales el h om b re es un ser re b a ja d o , esclavizado, abandonado, des
p recia b le.» (Ib id ., p. 97.)
E l h om bre, triste h éroe de la alien ación , debe co n v ertirs e en el
héroe ju b ilo so de la recon cilia ción ; después d e la inversión, m e
diante la violen cia m aterial, de todas las relacion es que alienan al
hom bre, e l rein ado d el h u m a n ism o real, del hum anism o consum ado,
puede y debe instaurarse. Este hum anism o sign ificará la consum a
ción de la verd a d era naturaleza d e l h om bre, d e su esencia social,
puesto qu e el h om b re es un ser c o m u n ita rio p o r esencia. E l pensa
m ien to filo s ó fic o qu e recon oce la verdadera naturaleza social del
h om bre y pone al desnudo la alienación de la historia humana
— pensam iento filo s ó fic o que denuncia el ca rá cter id eo ló gico d e toda
la filo s o fía del p a s a d o — tom a una parte activa en el adven im ien to
d e la em ancipación hum ana; p e ro n o en cuanto pensam iento filo
só fico (p u ro ). Tran sform án dose en h erram ien ta de la revolu ción ,
cam biándose en violen cia m aterial, es com o ese pensam iento puede
co n trib u ir activam en te a la in stau ración del natu ralism o humanista,
e l cual, a su vez, lo suprim irá, puesto que él m ism o se habrá con
v ertid o en realidad. «A s í co m o la filo s o fía halla en el p roleta ria d o
sus arm as m ateriales, el p ro leta ria d o halla en la filo so fía sus arm as
in telectu a les.» ( Ib id ., p. 107.) Pues los h éroes de la em ancipación
del h om bre, y no solam en te d e los trabajadores, son los proleta rios,
los seres hum anos más deshum anizados. «1.a filo s o fía es la cabeza
de esa em ancipación, y el p ro le ta ria d o es e l corazón. La filo s o fía
n o pu ede realizarse sin la supresión del p roleta ria d o , y el p ro leta
riado no puede su prim irse sin la realización d e la filo s o fía .» (Ib id .,
páginas 107-108.)
La supresión d e la filo so fía m edian te su realización, la supresión
d el p ro leta ria d o m ediante la em ancipación del h om bre, la supre
sión de la propiedad privada m edian te el m o vim ien to com unista, la
supresión de todas las fo rm as de la alienación, constitu ye la solución
del en igm a de la h istoria, el fin de la tragedia. Esta solución radical
y total n o puede p o r m enos que d is o lv e r todos los vínculos — e c o n ó
m icos, p o lític o s , re lig io so s e id e o ló g ic o s — , si es verdaderam en te re
volu cion aria; pues tod os esos vín cu los m antienen la alien ación del
h om bre. N o basta con su p rim ir uno d e esos víncu los, hay qu e su pri
m irlo s todos y al m ism o tiem po. « N i qu e d ec ir tien e — escrib e M arx
(E c . F il., p. 6 3 )— qu e la supresión de la alienación parte siem p re
de la fo rm a de alien ación qu e es la form a d o m in a n te ».1 La alie
nación tom a ciertam en te fo rm as d iferen tes, p e ro la alien ación eco
n óm ica constitu ye la ra íz de tod a alien ación y d e todas las form as
que ésta puede tom ar. Así, la b a ta lla se entabla en p rim erísim o lugar
co n tra la p rop ied a d privada.
L a solución d el en igm a de la h istoria n o reside, sin em bargo, en
un c o m u n is m o g ro s e ro y m ecá n ico, un com u n ism o que «s u p rim e »
la p rop ied a d p riva d a generalizándola. La desalienación no pu ede ser
únicam ente económ ica. E l com u n ism o grosero n o su prim e la con d i
ción m ism a del o b rero , sino que, p o r e l con trario, la extien d e a todos
los h om bres: «L a p osesión física e inm ediata sig n ifica p ara él el
• » •
* * *
* * *
* * *
13. ...wleder ín ilue Cewall kckommen, escrita- Marx ¡Koner, p. 363); sin
embargo, “ los hombres toman de nuevo bajo su poder" lo que todavía no ha
estado nuuca bajo su poder efectivo.
sin csfuer/o, lo qu e M arx en tiende p o r la su p resión del tra b a jo tal
corn o éste se ha p ro d u c id o hasta ahora. Una ve z su prim ida la
cond ición del tra b a ja d o r, en cuanto tra b a ja d o r, todos los h om bres
trabajarán p rodu ctivam en te, y em pezará una nueva era de trabajo;
éste se c o n v ertirá en una m an ifestación de la vida hum ana y d eja rá
d e ser un m ed io de ganarse — es decir, de p erderse — la vida. Cuan
do M arx se hace verd a d eram en te d ifíc il de segu ir es cuando habla de
la supresión de la d iv is ió n d e l tra b a jo. « L a tran sform ación , p o r la
división del trabajo, de las potencias (re la c io n e s ) personales en po
tencias o b jéta les fs a c h lic h e ) n o puede ser su prim ida p o r e l hecho de
desem barazarse de la representación general, sin ó únicam ente p o r
el hecho de qu e los individu os se su bordinen de n uevo ( w ied e r) esas
potencias o b jeta les y suprim an la división del trabajo. E sto no es
posible sin la com u n idad.» (Ib id ., pp. 225-226.) L a división del tra
b a jo y toda especialización alienante qu e ella im p lica , ¿pueden ser
efectiva m en te rebasadas p o r una com u nidad qu e diera lib re cu rso al
d esarrollo d e la industria, de las m áquinas y de la técnica revolucio-
nadora? E l pen sador de la técnica planetaria, el analista realista de
la división d el tra b a jo , ¿se torna id ílic o y soñador a l precon izar el
tra b a jo tota l? ¿Se representa él esa a ctivid a d n o d ivid id a de los
m iem b ros de la sociedad com unista en fo rm a s «n a tu ra les», «p r im i
tiva s» y artesanales? V olcán dose con una cierta ternura sobre el a rte
sano m edieval, cuya situación n o d eja d e estar determ in ada p o r la
estructura econ óm ica y feu dal de la sociedad, escrib e: « P o r eso los
artesanos d e la Edad M edia se interesaban tod avía en su tra b a jo es
pecial y en la destreza, y este in terés p o d ía lleg a r a un c ie rto sen tido
a rtístico de n o mucha altura. P ero p o r lo m ism o, tam bién, el a rte
sano m edieval se absorbía totalm en te en su tra b a jo , tenía respecto
a él un co m p o rta m ien to sum iso y le estaba subordinado, m ucho más
que el o b rero m oderno, a qu ien su tra b a jo le es in d iferen te.» (Ib id .,
pág. 206.) N o puede tratarse de v o lv e r al tra b a jo artesano y m ed ie
val. Pero, ¿cóm o se representa M arx esa actividad total, totalm ente
nueva y todavía inédita?
N o hay qu e o lv id a r qu e el régim en com unista habrá tra n sfor
m ado to d o lo que es natural en p rod u cto de la activid a d social de
los hom bres, pu esto qu e se habrá efectu a d o una com p leta u tilización
de las fu erzas de la naturaleza p ara fin es hum anam ente sociales. E l
n a tu ra lism o con su m a d o sign ifica te c n icis m o consum ado, pues e l hu
m anism o socialista y com unista realizará e l «d e s p o jo de toda natu
ralidad (A b s tre ifu n g a lle r N a tu n v ü c h s ig k e it) » . (Ib id ., p. 243.) Supri
m id o Dios, y som etida y tran sform ada la naturaleza en realid ad hu
m ana y social, la a ctivid a d práctica d e los h om bres ya n o tendrá
qu e habérselas con una naturaleza in depen dien te d e los hom bres.
S u p rim ien d o la p rop ied a d p rivada y la d ivisión d e l trabajo, e l régi
m en com unista efectu a rá a l m ism o tiem p o « la su presión de la o p o s i
ción en tre la ciu dad y el cam p o [su p resión q u e ] es una de las p r i
m eras condiciones de la co m u n id a d ». (Ib id ., p. 202.) L o que hace
del uno un «a n im a l ciu d a d a n o» y lim ita d o , y d el o tr o un «a n im a l
ca m p estre» todavía más lim ita d o , lo qu e sustenta esta oposición .
habrá d eja d o de ex istir gracias al d e s a rro llo total de la técnica p ro
du ctiva, gracias a la co m p leta in du strialización y socialización de la
naturaleza. T a m b ién desaparecerá — a este n iv e l— la división del
tra b a jo en tra b a jo m a teria l y m an u al y tra b a jo esp iritu al e in te
lectual.
V o lvem o s a pregu n tar: ¿cóm o se presen tará con cretam en te el des
pliegu e de la potencia del tra b a jo n o d ivid id o ? Y lo pregu ntam os a
M arx m ism o, quien, después de h a b er in sistido en el «h e c h o » de que
las actividades del h om b re derivarán verd a d eram en te d e su voluntad,
sin qu e ninguna estabilización y fija c ió n de la a ctivid a d social in ter
ven ga p ara tu rbar la fe lic id a d de la praxis total, recu rre a una es
p ecie de ilu stración de su tesis. E s M arx, el im p lacab le negador
de la realid ad existen te, qu ien a fir m a p ositiva m en te, en cuanto a la
realidad nueva, lo que vam os a c ita r. P rim era m en te nos d ice que
en la sociedad n a tu ra l (n a tu rw ilc h s ig c n G e s e lls ch a ft), sociedad técni
cam ente subdesarrollada, en la q u e la activid a d n o está d ivid id a
lib rem en te sin o naturalm ente, el a c t o p ro p io d el h om bre se co n v ier
te en una potencia extraña y hostil qu e lo subyuga. P o r tanto, las
activid a d es de ese estadio, tod avía dem asiado p róxim as a la natu
raleza, n o son elegidas p o r la vo lu n ta d lib re d e l h om bre, sin o que le
son im puestas n atu ralm ente: e l h o m b re es cazador, pescador, pastor,
y está fo rza d o a segu ir siéndolo. P o r consiguiente, n o p o d ría tratarse
d e una reanudación de esas a ctivid a d es naturales, p ero n o volu n ta
rias, al nivel del naturalism o trasm u tado en socialism o humanista.
Y he a q u í lo qu e sucederá en la socied a d c o m u n is ta : «E n la sociedad
com u n ista ( i n der k o m m u n is tis c h e n G e s e lls ch a ft), en la qu e cada
cual n o tiene un círcu lo exclu sivo d e activid a d , p ero puede p erfec
cionarse en cu alquier ram a, la so cied a d regu la la produ cción general
y m e da a sí la posib ilid a d de h acer h oy esto y mañana aqu ello, de
cazar p o r la mañana, pescar p o r la tarde, pastorear p o r la noche,
c ritic a r después de la cena, sin c o n v e rtirm e nunca en cazador, pesca
dor, p a sto r o c rític o , y siguiendo m i gusto d el m o m en to .» (Ib id .,
página 175.) E n el m undo d e la técn ica plan etaria y d el m ás poten te
d es a rro llo de las fu erzas p rodu ctivas, en el m undo que habrá trans
fo rm a d o com pletam en te la natu raleza en h istoria y d es p o ja d o todo
lo qu e es de su ca rá cter natural, e n e l m undo q u e ya no conocerá
la distin ción d e l tra b a jo en tra b a jo m aterial y tra b a jo espiritu al,
ni la oposición de la ciu dad y e l ca m p o, e l h om b re com unista podrá,
pues, según su volu n ta d y su gu sto d el m om en to, dedicarse a esas
activid a d es p rim itiva s, antiguas y m ed ieva les: p o d rá cazar, pescar,
p a storea r y c ritic a r. E sta visión a n ticip ad ora de las actividades del
h om b re tota l en e l seno de la so cied a d tota l, co n m oved o ra p o r su
ingenuidad y sus co lores cam p estres e id ílicos, enunciada p o r e l ad
v ersa rio fan ático d e tod a id eo lo g ía y de toda u topía, ¿no es ideo
ló gica ? E n cu alqu ier caso, hace p e n sa r; hace pen sa r qu e la supresión
d e la v id a econ óm ica y de toda a lien ación econ óm ica p o r una orga
nización esencialm ente econ óm ica y p o r la reglam en tación com u
nista de la produ cción plantea p rob lem a s que M a rx n o consideraba.
El rebasam ien to d el tra b a jo y d e la división d el tra b a jo — tales
corno han e x is tid o — p o r el d e s a rro llo gigan tesco y universal de
la técnica p rod u ctiva desem bocarán en una realidad m u cho más
p ro b le m á tica qu e aqu ella en la que el h om b re p o d rá cazar, pescar,
pastorear o critica r, según su gu sto y la h ora d el día. Incluso en
cuanto p royección im aginaria, esta pre-visión, ¿no sigue sien do te rri
blem ente trivia l, y n o nos m uestra, en co lo res sum am ente idílicos,
el rebasam ien to de las «d ife r e n c ia s » en e l m undo de la in -diferencia
generalizada? O bien, la a ctivid a d d el h om bre, su activid a d p o li
técnica, ¿será del orden del Juego? E l ju e g o , ¿con stitu irá el «s e n tid o »
de la acción hum ana que habrá su perado la búsqueda del sentido,
sin zozo b ra r p o r e llo en e l absurdo y el sinsentido? M arx nos p erm ite
m a n eja r esta «h ip ó te s is », sin fo rm u la rla explícitam en te. ¿H a b rá una
actividad humana glo b a l, en la qu e se fundirán en su unicidad el
tra b a jo p ro d u ctivo y crea d or, la activid a d poética, las ocupaciones de
recreo, y esa a ctivid a d única será Juego? H ablan d o d el tra b a jo p ro
d u ctor de va lo res reifica d o s, M a rx denuncia el ca rá cter fundam en
talm en te in interesante y n o atrayen te de este tra b a jo , y d ice que
e l tra b a ja d o r n o goza de su a ctivid a d en cuanto «ju e g o ( S p ie l) de
sus propias fu erzas co rp o ra les y esp iritu ales» ( E l C apital, t. I. Édi-
tions Sociales, p. 181.) P e ro no nos d ice nada m ás acerca de la
p osib ilid a d de una apertu ra futura en la dim ensión d e l ju ego.
* * *
L a lib era ción total del h om bre m ediante la lib era ción d el p r o le
tariado revolu cio n ario debe re cu rrir a una vía p olítica , destinada a
d esem bocar en la supresión de la alien ación p o lítica y de la vida
p o lítica m ism a. En p rim e r lugar, el p roleta ria d o debe d errib a r el
E stado existente, potencia organ izada y organ izad ora d el estado de
cosas existente. «T o d a clase qu e aspire a la dom inación, aun cuando
su dom inación con d icion e — co m o es el caso d el p r o le ta ria d o — la
supresión de tod a la v ie ja fo rm a d e la sociedad y de la d o m in a ció n
en general, d eb e p rim eram en te con q u ista r para sí e l p o d er p o lítico ,
p ara presen tar de nuevo su in terés co m o e l in terés general, a lo cual
se v e o b ligada en e l p r im e r m o m e n to .» (Id . al., p. 174.) P o r el
hecho de qu e los in dividu os só lo buscan su in terés p articu lar, ese
in terés general, qu e expresa sus intereses reales, les parecerá « e x
tra ñ o » al p rin cip io; p e ro serán educados p o r — y gracias a — su
p ro p ia acción revolu cion aria.
E l d erro ca m ien to y la an iqu ilación del E stado existente, p o r la
revolu ción , es la p rim erísim a tarea del p roleta ria d o . Pues para éste
no se trata de apoderarse pu ra y sim plem ente d e la m áquina de
E stado en teram en te dispuesta, para h acerla fu n cion ar de o tr o m odo.
E l v ie jo a parato estatal d eb e s e r a n iqu ilado, y la clase ob rera , una vez
tom ado el poder, no d eb e contin u ar adm in istran do con la antigua
m áquina bu rocrática. En una ca rta céleb re, M a rx escrib e a Kugcl-
m ann: «E n e l ú ltim o ca p ítu lo de m i 18 B ru m a rio , digo, co m o verás
si lo relees, qu e la p róxim a ten tativa de la revolu ción en Francia
consistirá, n o ya en h acer que la m áquina bu rocrática y m ilita r
pase a otras m anos, co m o su cedió hasta ahora, sin o en ro m p e rla .
É sta es la con d ición p rim era de toda revolu ció n verd a d eram en te po-
p u la r...» ( t a rín aci n a c u o tu uc j o /j , . « ...... — - ------------
1871, pp. 79-80.) El paso d el ca p ita lism o al socialism o n o puede ha
cerse pacíficam en te. La revolu ción e s necesaria, e instaurará la d ic
tadura d e l p ro le ta ria d o qu e p e r m itirá a l p ro leta ria d o organizarse,
em p eza r la ed ifica ción del so cia lism o y an iq u ila r a sus adversarios.
«E n tr e la sociedad cap ita lista y la so cied a d com u n ista se sitúa el
p erío d o d e tran sform ación revolu cio n aria de aqu élla en ésta. A lo
cual corresp on d e un p erío d o de tran sición p o lítica cu yo Estado no
p o d ría ser o tra cosa qu e la d icta d u ra re v o lu cio n a ria d e l p ro le ta
ria d o..» ( C ritic a de los p rog ra m a s d e G oth a y de E r fu r t , É d ition s
Sociales, p. 34.) La dictadu ra del p ro le ta ria d o y el E stado qu e a
e lla corresp on d e son rigu rosam en te provision ales, pasajeros, y están
abocados a la desaparición. N acid a d e la lucha econ óm ica — y p ri
m ord ial — d el p roleta ria d o , su lucha p olítica , estrech am en te ligada a
la p rim era, apunta a la conquista d e l p o d er p o lítico . L a sociedad es
e l fu n dam en to del E stado; eso es c ie r to respecto a la sociedad
burguesa y capitalista y respecto a la sociedad qu e conduce al socia
lism o y al com u n ism o; el E stado d e este p erío d o tra n sitorio estará
en teram en te su bordin ado a la so cied a d y no a d q u irirá realidad in de
pendiente; y lo qu e es m ás: está d estin a d o a desaparecer. L o m ism o
sucede con la lucha de clases, re s o rte d el d ev en ir de «to d a sociedad
hasta a h o ra » y p a rticu la rm en te de la sociedad de los ú ltim os siglos;
esta lucha de clases conduce a la revolu ció n p roleta ria y a la d icta
dura revolu cion aria del p ro leta ria d o , potencias qu e conducen a la
hum anidad a la sociedad sin clases. L a dictadu ra del p roleta ria d o
pone la nota fin a l a la lucha de cla ses y su prim e los antagonism os
d e clase.1'
M arx, den u n ciador d el E stado, d e l d e re ch o y d e la vida p o lítica ,
teó rico en carn izad o d e la supresión radical del Estado, del derech o
y de la vida p o lítica , y visio n ario d e una sociedad sin clases y sin
Estado, sociedad qu e ya n o separará la esfera de la activid a d social
y socialista en econ om ía y política, sabe, sin em bargo, qu e el Estado,
el d erech o (c o e r c itiv o ) y la p o lític a no pueden ser a b o lid os in m e
diatam en te. C on sideran do el fa m o s o p erío d o tra n sitorio co m o una
realid ad in evitable, escribe: «C on lo que tenem os qu e habérnoslas
ahora es con una sociedad com u nista, n o tal co m o se ha d esarrolla d o
p a rtien d o de su p ro p io fu n dam en to, sino, p o r e l con trario, tal com o
acaba de s a lir de la sociedad cap ita lista ; una sociedad, p o r consi-
15. Kn F.l Estado y la Revolución; la doctrina riel marxismo acerca del Estado
y las tareas del proletariado en la recolvción (1017). Lonin quiso “reconstituir la
verdadera doctrina de Marx [y sobre todo de Engels] acerca del Estado.” Él
establece las tareas de la revolución proletaria, en cuanto al Estado, como signo.
Destruir el antiguo aparato burocrático y militar, destrozar lu antigua máquina
burocrática y militar del Estado existente. I-a supresión del Estado burgués debe
conducir, sobre la base del ''centralismo proletario*, a la “ reorganización socialista
del Estado” , forma revolucionarla y pasajero, indispensable al Estado. El nuevo
Estado suprime el ejercito permanente y lo sustituye por el pueblo armado. Su
prime también el parlamentarismo y la burocracia: establea; la elegibilidad ge
neral y la revoeabilidad completa — en todo momento y sin excepción alguna —
de todos los funcionarios, cuyos emolumentos son reducidos al salario de obrero.
Todas las funciones públicas son transformarlas en fundones administrativas, con
lo Cual, propiamente bahlando, dejan de ser políticas. El Estado nuevo marcha
hacia su destrucción; “ el Estado en vías de destrucción puede ser llamado, a
un cierto grado de ésta, Estado no político" {Oeui.rej choisiat, t. II, Moscú, 1917.
p. 212). Las instituciones mismas dejarán de existir. “ En efecto, paru suprimir el
Estado, es necesario que las fundones del Estado se transformen en operaciones
de control y de registro, tan simples que estén al alcance de la inmensa mayoría y,
después, de la totalidad de la población” (p. 224). El proceso de destrucción será
largo y duro, y la destrucción no tendrá lugar efectivamente más que en e’ co
munismo integral. Mancillas y anarquistas tienen, pues, un objetivo común: la
sociedad sin clases ni Estado; pero se distinguen radicalmente en cuanto a los
medios que preconizan para conseguirlo. I>min escribió todo esto en el otoño de
1917, en vísperas de la revolución que apuntaba a la planificación de la economía
y de la sociedad rusas. El Estado soviético ha recorrido después un cierto camino.
Es de subrayar que Lcnin no da indicaciones acerca del partido del proletariado,
partido que, do revolucionario, so translonua un día en partido en el poder, en
partido de Estado.
sin esta rlo p rácticam en te? M arx, q u e no qu iso a cep ta r la distinción
en tre la verdad de la teo ría (a b s tra c ta ) y la de la práctica (co n c re
ta), ¿sucum be a l p o d er alienante de esta du alidad? Pues la teo ría no
d eja de p rocla m ar la verd a d del com u n ism o, sin pronunciarse dem a
siado acerca de los m ed ios p rácticos que la realizarán. Se nos dice
qu e « e n la fo rm a de la Sociedad, s e constituyen, p o r tanto, unos
órgan os sociales; así, p o r e jem p lo , la activid a d en sociedad inm ediata
con otros, etc..., se ha co n v ertid o en un órgan o de m a n ife sta ció n de
la vida y en un m o d o de a p ro p ia ció n de la vid a h u m a n a .» (E c .
FU., p. 31.) ¿Qué fo rm a s de org a n iza ció n tom arán esos órganos
d e m an ifestación de la vid a ? ¿A tra vés de qué org a n is m o s adm in is
tra tivo s se m an ifestará la volu n tad de la global apropiación d e la
vida hum ana?
L e jo s de resp on d er a estas pregu n tas, M arx insiste en el hecho
de qu e esta a p ro p ia ció n está trip le m e n te condicion ada: p o r el gra d o
de d esa rro llo de las fu erzas p rod u ctiva s, p o r los in dividu os a p ro
piantes, p o r la m an era co m o ella m ism a se lle v e a efecto. «E s ta
apropiación está p rim eram en te co n d icion a d a p o r el o b je to del que
haya que apropiarse, una v e z que la s fuerzas p rodu ctivas se hayan
hecho una totalidad y só lo existan d e n tro del m a rco de un co m ercio
u niversal. E sta aprop ia ción d eb e ten er, p o r tanto, d e ese lado ya, un
ca rá cter universal qu e responda a la s fu erzas produ ctivas y al co
m ercio. [ . . . ] La aprop ia ción está después cond icion ada p o r ios indi
vidu os apropiantes. [ . . . ] La a p ro p ia ció n está adem ás condicionada
p o r la m anera co m o debe ser efe ctu a d a .* (Id . al., pp. 241-242-
243.) L o s in d iv id u os a p ro p ia n te s y la m anera co m o la apropiación
naturalista, hum anista, socialista y com unista es efectu ada tienen,
pues, un co m etid o im p orta n te p o r desem peñar, y la suerte de esa
apropiación, en una am plísim a m ed id a , depende d e ello. E l co m e
tid o d e los je fe s llam ados a co n d u c ir el m o vim ien to lib era d o r tam
p oco es desdeñable. L os je fe s pueden acelerar p o sitiva m en te o re ta r
d a r n egativam en te la evolu ción d e l socialism o-com unism o. «S e ría
evid en tem en te m uy có m o d o co n s tru ir la h istoria u niversal, si la lu
cha sólo fu ese entablada con posib ilid a d es in fa lib lem en te fa vo ra
bles. D e o tra parte, esta lucha sería de n atu raleza sum am ente mís
tica, si las "ca su a lid a d e s ” n o tu viesen en ella papel alguno. E stos
casos contin gen tes en tra n n atu ralm en te en la m archa general de la
evolu ción y se ven com pensados p o r otras casualidades. P ero la
a celera ción o el re ta rd o d e l [m o v im ie n to ] dep end en en gran m edida
de sem ejantes “ ca su a lid a d es" — e n tre las cuales fig u ra tam bién la
“ casu a lid a d ” del ca rá cter de las personas que p rim e ro están a la
cabeza del m o vim ien to .» (C a rta de M a rx a K u gelm a n n , del 17 de
a b ril de 1871, contin u ación de la c ita d a a n teriorm en te; en G u e rra
d r i l , p. 81.)
L a lu cid ez — una cierta lucidez, en todo c a s o — no ha fa lta d o p o r
tanto a M arx, en cuando a las p o sib ilid a d es, pocas o muchas, d e la
evolu ción p olítica . A veces él sabe q u e la victo ria total y lum inosa
de los o b rero s revolu cion arios es co sa extrem ad am en te d ifíc il; qu e
a una etapa de la v ic to ria de los o b re ro s corresp on d e una nueva lucha
que se term in a con la d erro ta de lo s obreros; qu e una clase puede
h acer la revolu ción y ésta resu lte en p ro ve ch o de o tra clase. Sabiendo
to d o eso, M a rx sigue co n fia n d o en el p o rv e n ir de la tota l em anci
pación humana.
Para qu e esta em an cipación se realice, es n ecesario, previam en te,
qu e el m o vim ien to com u n ista su bvierta violen tam en te la base m ism a
de todas las antiguas con d icion es de produ cción y d e co m ercio , qu e
aniqu ile las fo rm as políticas y adm in istrativas del antigu o a parato
bu ro crá tico d e l Estado, qu e d esp oje d e su ca rá cter preten d idam en te
natural tod os los datos q u e pasan p o r naturales y constituyen así
una traba a la potencia creadora del p roleta ria d o en m archa. T o d o
debe ser so m etid o a la con cien cia , a la volu n ta d y a la p o te n cia de
los in dividu os unidos; lo qu e parecía p o d e r e x istir in depen dien te
m ente de los in dividu os es consagrado a la an iqu ilación, pu esto que
to d o lo que existe es p rod u cto de la activid a d humana. E l com u
n ism o inaugura una era en teram en te hum ana: « ...p o r p rim era vez,
trata con co n ocim ien to d e causa todos los presupuestos naturales
c o m o creacion es d e los h om b res d el pasado, lo d esp oja de su carác
te r natural y los som ete a la p oten cia de los in dividu os u nidos.»
(Id . al., p. 231.) L o s h om bres nuevos, m aterialistas prácticos, seres
desem barazados de las antiguas estructuras y superestructuras, tra
tan, en su esfu erzo práctico, « c o m o inorgánicas las condicion es crea
das p o r la produ cción y el co m ercio del pasado, sin im aginarse,
em pero, qu e las generacion es pasadas hubiesen ten ido co m o plan o
co m o destino p rop o rcion a rles unos m ateriales, y sin c re e r qu e esas
condiciones eran inorgánicas para los in dividu os qu e las crea b a n ».
( ib id .). En el cu rso de la evolu ción d el m o vim ien to desalienador, la
organ ización ya no ven drá a su perponerse a lo orgán ico, y to d o lo
qu e es «o r g á n ic o » y «n a tu ra l» ex istirá gracias a la técnica liberada
de to d o enclave. La a ctivid a d personal ya n o será «t r a b a jo » lim i
tado, sino qu e co in cid irá co n la plenitud de la vid a m aterial; la
h istoria será tran sform ada com pletam en te en historia u niversal; tod o
lo qu e es será u niversalizado. Los in dividu os particulares, liberados
de toda p articu larid ad y de todas las barreras econ óm icas, políticas,
nacionales e ideológicas, «será n puestos en relaciones prácticas con
la produ cción ( in clu so e s p iritu a l) * d el m undo e n te ro y puestos en
con d icion es de a d q u irir la capacidad d e go za r de esa produ cción u ni
versal de toda la tierra (crea cion es de los h o m b res ).» (Ib id ., pá
ginas 181-182.)
T o d o este proceso m ilitan te, desalien ador y a p ro p ia d o r conducirá
a la hum anidad hacia la segunda fase d el socialism o, la sociedad
com unista prop ia m en te hablando, el rein a d o de la recon ciliación
triu nfante. Todas las oposicion es habrán sid o rebasadas, y lo s m ie m
b ros de la co lectivid a d ya n o particip arán en el go ce según su tra b a jo,
s in o según sus necesidades. L a necesidad m óvil de la a ctivid a d hu
mana, se h allará en teram en te satisfecha en la sociedad com unista
plena. Pues, en la p rim era fase d el socialism o-com unism o, sociedad
que «to d a v ía lleva los estigm as d e la antigua sociedad, d e cuyos
flan cos ha sa lid o », el in d ivid u o sólo puede consu m ir p ro p o rc io n a l
* * #
17. D er Kuinrnunimtus ist die not wendigc Cesta]t ui>d das energische Prin-
zip der n¡i«listen Zukunft, aber der Kommunisimi* ist nirht ais solcher das Ziel
drr mcnj.chlichcn Gesellschaft. (Nationaldk. u. Pililos., Kroner. p. 248).
18. He aquí c! texto alemán de este pasaje decisivo: Die Ceschichtc wird
sio bringen uud jene Bcwenung, dic wir in Cedanken schon ais eínc *ich selbst
aufb^bende wisseu, wlrd in dor Wirklichkeít *:imm selir reuhen und weitláufigen
Prozcss duichmueben. Ais cinen wirklichen Fortschritt míissen wir c* obcr bo-
trachten. dass wir vou vorn hercin sowohl von der Beschriinkheit ais dem Ziel
der gesclúcldichcn Hewegung, und cin sie überbictendcs Bemmtseiu erworben
haben. (//rirf., p. 265).
e fe c tiv o es al m ism o tiem p o un proceso de autosupresión. E sta con
ciencia, tan d ifíc il d e apreh en der y d e a d q u irir, nunca en teram ente
real y casi siem p re ilu soria y alienada, r e fle jo de la práctica y con d i
ción de toda verd a d era práctica, esta con cien cia reap arece aquí, y
n o hace nada m enos qu e sobrepasar, desde ahora, el m o vim ien to real
d el com u n ism o m ism o, ya qu e éste n o puede escapar ni a su lim i
tación ni a su rebasam ien to futuro. A si pues, el te ó ric o del com u
n ism o sabe — ¿ o lo sospecha solam ente? — qu e el m o vim ien to p rá c
tic o y real (d e l com u n ism o en tre o tr o s ) es lim itado, ya qu e su
o b je tiv o n o es e l ú ltim o fin del d even ir h istórico; y lo qu e es más:
esc m o vim ien to se halla, desde el p r im e r m om en to, sobrepasado p o r
el p en sam iento y la con cien cia . T o d o s los esfu erzos de M arx para
co n ced er al m o v im ie n to de la realidad más realid ad que a la d ialéc
tica de la c o n c ie n cia n o im p iden qu e este ú ltim o sea a ctivo desde
e l p rin cip io y sobrevu ele fin a lm en te e l d even ir h istórico.
E l socialism o-com unism o, en cuanto natu ralism o hum anista, parte
de la conciencia y va a parar a la conciencia, que lo rebasa. ¿ N o
hablam os leíd o en M arx qu e el socialism o «p a r te de la con cien cia
te ó ric a y p rá c tic a m e n te sensible del h om b re y de la naturaleza consi
dera d os co m o e l s e r »? (Ib id ., p. 40.) E l com u n ism o p arte, pues,
d e la conciencia teórica y práctica y de la conciencia de sí d el h om
bre, d e esa conciencia qu e es, en p rin cip io , epifenom énica. C ierta
m ente, esta conciencia se desarrolla en el cu rso de la p ráctica histórica
m ediante la cual e l h om bre p rolo n ga la naturaleza y hace qu e ésta
« s e a », p e ro la concepción m arxiana d e l pensam iento, d e l co n o ci
m ien to y de la conciencia, aun q u erien d o ser «m a te ria lis ta » y «e m p í
ric a », n o escapa al «in teiec tu a lism o ». La conciencia es y sigue sien do
m ás avanzada q u e la situación real. Pues « la conciencia puede pa
re cer en ocasiones más avanzada que las condicion es em p írica s del
m ism o m om en to; así, en las luchas d e una época posterior, es posible
apoyarse, co m o en autoridades, en teó rico s a n teriores.» (Id . al.,
página 235.) T o d o parece in dicar que el pensam iento no se deja
a b so rb e r en teram en te en e l com u n ism o real. Sin em bargo, debería
c o in c id ir ín tegram en te con e l m o vim ien to realizador. ¿Q u iere eso
d e c ir qu e e l pensam iento se m u eve — cuando es verdaderam en te
p en sa m ien to — en la dim ensión del p o rv e n ir y qu e su tiem p o actual
nunca lo a gota? M a rx pensaba que n o basta con qu e « e l pensa
m ien to tienda hacia la re a lid a d »; « la re a lid a d m ism a debe ten der
hacia el p en sam ien to». Esa tendencia hacia n o puede, em p ero , anu
lar, la p rop ia tensión del pensam iento.
III. La supresión de la filosofía
mediante su realización
C U EST IO N E S A B IE R T A S
* * *
* * *
6. Id . a/., p. 181.
a s i, ioua la teoría m arxiana d e la desalienación total p o r la supre
sión d e la alien ación econ óm ica fu ndam ental lleva el p eso d el que
ella ha q u erid o descargar a la humanidad. Con una loca ingenui
dad, M a rx crcc qu e tod o el abanico — o m e jo r: toda la p irá m id e —
de las alienaciones será su prim ido ip so ja c to con la supresión d e su
base única. P o r m om entos, y en d iferen tes p eríod os de su vida,
M a rx se in terro gó acerca de la persp ectiva tota lm en te a b ierta que
supuestam ente se a b riría tras la supresión d e la propiedad privada.
En el m es de sep tiem b re de 1843, escribía a su am igo R u ge: «A s í
especialm ente, el c o m u n is m o es una abstracción dogm ática; y aqu í
tengo en consideración no un com u n ism o cualquiera, im a gin a rio o
posible, sino el com u n ism o realm en te existente. [ . . . ] A b o lición de la
p rop ied a d privada y com u n ism o n o son en m o d o alguno id é n tic o s ...»
(C ostes, t. V , p. 207.) Después, M arx nunca v o lv ió a pronunciarse
d e esta m anera acerca de la n o iden tidad en tre la supresión d e la
p rop ied a d privada y el com unism o. T o d o lo co n tra rio: siem p re sos
tu vo la tesis de su identidad, esto es, de qu e « p o r la revolu ció n
com u n ista [ . . . ] y la supresión de la p rop ied a d p riva d a — q u e se
id en tifica con e lla — [ . . . ] la h istoria se tra n sform a com pletam ente
en h istoria m u n d ia l». ( I d . al., p. 181.) O tam bién: « E l c o m u n is m o
en cu anto supresión p o s itiv a de la p rop ied a d privad a co m o alien a
ción d e sí d el h om b re y, p o r e llo , a p ro p ia ció n real del ser h um an o
p o r y p ara e l h o m b re.» ( E c . fil., p. 22.) Sin em bargo, M arx n o
pu do escapar al pensam iento qu e se pregunta si tod o lo que niega
una potencia n o queda a fecta d o p o r lo que es negado. É l v io que
e l com unism o, en cu anto m o vim ien to de negación de la p rop ied a d
p rivada, n o d ejaba de estar in fecta d o p o r a q u ello que él negaba.
M arx nunca lleg ó a d istin gu ir com pletam en te y radicalm en te e l c o
m u n ism o vu lga r y g ro s e ro d el com u n ism o totalm en te desalienador.
N i siqu iera llegó a v e r — p r e v ie n d o — que la ex p rop ia ción de los
capitalistas no p o n d ría necesariam ente fin a la explotación d el h om
b re p o r e l h om bre, y qu e la sim ple supresión de la propiedad privada
d e los m edios de produ cción no co in cid e con el fin a l e fe c tiv o de toda
expropiación . M arx n o p a ró m ientes en la volu ntad de p od er; fue
incapaz de p re v e r qu e la volu ntad de p o d er y d e aprop ia ción podría
nuevam ente consolidarse y agruparse después d e la supresión d e la
propiedad privada. Su pasión rcdu ctiva le im p id ió v e r qu e la p ro
piedad privada n o es la fuente p rim era y el fu n dam en to ú nico de
toda explotación y, m enos aún, d e tod as las alienaciones. É l creyó
firm em en te qu e una e x p lo ta ció n de la naturaleza p o r lo s hom b res,
fu n dada en una técnica liberada de la p rop ied a d privada, no traería
con sigo ninguna e x p lo ta ció n de los h o m b re s p o r los hom bres.
L os pensadores de gen io llegan, sin em bargo, a captar, a veces
en un relám pago, lo que no c o rro b o ra sus tesis. M arx e n tre v ió que
e l com u n ism o tenía n ecesariam ente q u e d e fin irse en rela ción a la
p rop ied a d privada que é l q u iere a b o lir. Su p ro p ia verdad qu eda así
contam inada p o r lo m ism o que ella com bate. T a l vez habría que
pensar incluso qu e a q u ello qu e subsista en él co m o alienación, será
una alien ación tanto m ás aguda cuanto qu e los h om bres qu e la vivan
tendrán conciencia de ella. E l com u n ism o constitu ye la negación
q u e niega la negación del h o m b re (la propiedad p riva d a ). Es la
negación de la negación, y lo que él niega señala su positividad.
Pese a sus esfuerzos para p a rtir ú nicam en te de la p o s ició n d el hom
b re — el ser p o r e x c e le n c ia — , del h om bre en cuanto totalidad del
m undo humano, su jeto o b je tiv o y p ro d u c tiv o qu e se basa únicam ente
en su p ro p io fundam ento, pese a to d o s estos esfuerzos, la persp ectiva
d e M arx está fu ertem en te a fectada de to d o lo que, a ju ic io d e él,
niega al h om b re y lo reifica. E n un pasaje m uy m al con serva d o del
m a n u s crito e c o n ó m ic o -filo s ó fic o d e 1844, podem os le e r lo qu e sigue:
« S i designam os e l com u n ism o m ism o, p o r ser n egación de la nega
ción, co m o a propiación d el ser h um ano que se m ediatiza p o r la nega
ción d e la p rop ied a d p rivada [ . . . ] m ien tra s que a través de él [d e l
co m u n ism o ] la alien ación de la v id a humana persiste y sigue siendo
tanto m a y or cuanto que se tiene con cien cia de lo que ella es [ . . . ]
en ton ces sólo es p o sib le con su m arla con la puesta en funciona
m ien to del com u n ism o».1 E in m ed ia ta m en te después de este pasaje
delicad o, M arx d ice lo qu e y a le h em os o íd o d ecir: qu e la historia
lleva rá a cabo este m o vim ien to, el cu a l ten drá que re co rrer un p ro
ceso d u ro y largo, y qu e deb em os co n sid era r co m o un real progreso
h a b er adqu irido, desde el p rin cip io, la conciencia tanto del ca rá cter
lim ita d o co m o d el o b je tiv o d el m o v im ie n to h istórico, y una con
cien cia que rebasa ese m o vim ien to real.
E l com unism o, pues, aunque supuestam ente supere tod a alien a
ció n , sigue estan do in fecta d o y a fe c ta d o de su co n trario, y la nega-
tivid a d qu e él im p lica conducirá a su rebasam iento. En los m o
m entos de su m a y or clarividen cia, M arx piensa la p rob lem á tica del
com u n ism o, in terro ga n d o sobre ella . É l q u iere d e lim ita r radical
m ente e l ca p ita lism o d el socialism o-com unism o, sin pararse a v e r lo
q u e, n acid o d el p rim ero, pasaría a l segundo. M arx no qu ería ni podía
v e r en la persp ectiva de la econ om ía y de la sociedad socialistas y
com u nistas lo qu e en ellas gen era liza ría y co lectiviza ría e l capita
lism o, socializando, p o r así d ec irlo , la sociedad burguesa. M arx no
v io co m p leta m en te a q u ello en lo q u e e l socialism o, e l com u n ism o y
e l m a terialism o p rá ctico son los h ered e ros de la burguesía, d el capi
talism o y del positivism o. M a rx n o estaba en condiciones de com
p ren d er qu e las fo rm a s de vid a d igam os burguesas son más aptas
p ara s o b re vivir que la burguesía m ism a; así, se n egó a ver en la
sociedad nueva una d em ocra tiza ción fu ndam ental y una u niversali
zación de las «fo r m a s bu rgu esas», una prolon ga ción de esa extraña,
só lid a y erra n te «b u rg u es ía » — c o n o sin burgueses.
E l com unism o, qu e q u iere a b o lir la vida econ óm ica separada y el
m o d o econ óm ico de la produ cción de la vida tal co m o ha existido
hasta ahora, qu e q u iere lib e ra r a lo s h om bres d el p o d er econ óm ico,
se defin e, sin em bargo, p o r su orga n ización esencialm ente econ óm ica
(I d . al., p. 231.) ¿C óm o p o d ría su ced er d e o tr o m odo, si es c ie rto
q u e el com u n ism o es un m o v im ie n to práctico, qu e persigu e unos o b
je tiv o s prácticos con m edios p rácticos? ¿ N o es in evitable que así
2. Puos, hasta que la alienación sea superada, “ el mundo Invertido será el mun
do real", escribe Marx a Ruge ( t V., p. 199). Marx quiere, pues, invertir el mundo
invertido para instaurar un mundo real. Hasta esta inversión radical, el mundo ín-
vnrtido seguirá siendo el mundo real.
antiguas. Su ca rá cter «e s p ir itu a l» co n stitu ye precisam ente proble
ma. En cuanto potencias esp iritu ales, en cuanto fuerzas del pensa
m ien to y de la conciencia, d ife re n te s de la técnica y la práctica
m ateriales, dem uestran p o r su sola existen cia — aun cuando sólo
fu era co m o potencias de segu ndo r a n g o — qu e la unidad n o es total
ni carece de fisuras. ¿ N o habrá, pues, fu n dam en to u n itario para la
em presa hum ana qu e se p rop o n e l a conquista del m undo? L o que
rebasa a la técnica, ¿continu ará su bsistiendo, pese a tod os los es
fu erzos d e la técnica p ara an exion árselo? ¿ N o d eja rá e l m undo de
c o m p o rta r un d o b le aspecto?
M a rx fu e siem p re un resu elto a d versa rio d el dualism o. N i el
du alism o p la tón ico (q u e sin em b a rgo , en sus orígenes, todavía n o
abandonaba la fis is ), ni e l du a lism o cristian o (a l que M arx llam a
« r e a l» ), ni el du alism o «a b s t r a c t o » de los tiem p os m odern os lo
graron superar verdaderam en te la o p o s ició n en tre la hum anidad del
h om bre, d e una p arte, y to d o lo q u e la niega, d e otra parte. Con
los tiem p os m odern os, esa o p o s ició n alcanza su m ás a lto pu n to de
d esa rro llo y lo abarca to d o en su p r o p ia abstracción . «1.a oposición
abstracta re flex iva só lo co rresp o n d e al m undo m oderno. L a Edad
M edia es el du alism o rea l; la época m odern a, el dualism o a b s tra c to .»
( C r it. filos , del E st. de H egel, p . 72.) L a época m oderna, la
época de la c iv iliz a ció n , nos d ice M a rx , en la m ism a obra, «separa
la esencia o b je tiv a d el h om b re d el h om bre m ism o, y la considera
co m o una esencia únicam ente ex te rio r, m aterial. N o tom a el conte
n ido d e l hom bre p o r su verdadera realidad ( w ahre W ir k lic h k c it)».*
La era com unista consum ará los tiem p os m odern os e inaugurará al
m ism o tiem p o una era nueva. La p rá c tic a com unista, qu e se propon e
y q u ie re la conqu ista del m undo en n om b re del h om bre, ¿p od rá
su p rim ir el dualism o, en cuanto ta l, así co m o tod o du alism o? Los
h om bres de la técnica desalienada, destinados a realiza r la palabra
d el A n tigu o Testam en to asum iendo, libres de tod o pecado y de toda
m aldición , la dom in ación de la tierra , ¿ign orarán las desgarraduras
dualistas? Lanzados a la con q u ista d e la tierra — « o b je to general
d el tra b a jo h u m an o**— si no del universo, los su jetos o b jetivo s,
lib era d os d e tod a p roh ib ició n , ¿estarían tam bién libres de to d o peso
sobre su actividad sensible? En su lucha p o r a propiarse la tierra , las
aguas y el a ire h aciéndolos hum anos, ¿lo s con qu istadores d el planeta
ign ora rá n — o serán insensibles a — toda m ord edu ra? C iertam en te
van a p ro d u cir técnicam ente su v id a y a reprodu cirse de una m anera
u o tra ; ¿bastará con eso? M arx d e ja un c ie rto esp acio a « la produ c
ción d el m u n do en tero (in clu so e sp iritu a l); p ero se calla en cuanto
a la esencia y a la m an ifestación d e esa produ cción espiritual.
E l m u n do g rieg o v iv ió y pensó en e l h orizo n te de la Fisis, en el
ord en del Cosm os d o m in a d or del C aos. A la era de la Fisis sucedió
la era de la C reación. El m undo cristian o tom aba su a p o yo en el
C rea d o r d el m undo, m u n do sacado de la nada y abocado al A poca
lipsis. D esde un determ in ado m o m e n to surgió una tarea inédita: pa-
3. En Krüncr, p. 99.
4. E l Capital. I. p. 181.
sar a la era de la produ cción , a la era de la creación del h om bre
p o r el h om bre, a la época de la fa b rica ción del m undo, a la a p ro
piación u n iversal de todas las creacion es (h u m an as) p o r todos los
hom bres. El h om bre, dándose cuenta de qu e é l es su p ro p ia raíz,
o m e jo r, llegan do a serlo, se pon d rá en m archa, gracias a la revo
lu ción radical, hacia la satisfacción total de sus necesidades ra d i
cales, m o viliza n d o una técnica in tegral. Las necesidades radicales
son, según el ra d icalism o hum anista de M arx, la necesidad de a li
m entó, la necesidad de h a b ita ción , la necesidad de vestido. M arx
tom a la precau ción de añadir: « y algunas o tra s cosas m á s», d eja n d o
así la puerta a b ierta a la m an ifestación de otras necesidades. Leem os
de su plum a: «P a ra v iv ir es necesario, ante todo, c o m e r y beber, a lo
ja rse, ves tirse y algunas otras cosas m á s.» (Id . al., p. 165.) A cerca
de esas algunas otra s cosas más (n o c h einiges a n d e re ), M arx es p oco
explícito. Á v id o d e totalidad, siem p re q u iere p a rtir de la totalidad
d e las necesidades humanas, y ex ige la satisfacción tota l de éstas
m ediante la a ctivid a d sensible, p ráctica, politécn ica y u niversal. Todas
las necesidades y tod os los sentidos — «fís ic o s y esp iritu ales» (E c .
FU., p. 3 0 )— han estado y están alien ados; en consecuencia, es
necesario, m edian te la supresión « d e los dos la d o s» d e la alien ación
(ib id ., p. 25), h acer p o sib le la satisfacción necesaria d e las n ece
sidades elem entales, de aquellas qu e son indispensables para v iv ir :
com er, beb er, vestirse, habitar; las dem ás necesidades, qu e se derivan
de algún m o d o d el destino siem pre o scu ro d e la superestructura y
de las poten cias espiritu ales, son m ucho m enos esenciales.
M arx q u iere d e v o lv e r al h om bre la dign idad qu e éste todavia no
ha ten id o nunca. Sin duda, sospecha qu e la sim ple, y co m p leja, p ro
ducción d e la vid a y su reprodu cción n o bastan para h acer la vida
hum ana digna de ser vivid a. Pero, ¿hay en M arx a lgo más qu e una
sospecha d e ello ? É l condena con veh em en cia la concepción burguesa
y filistea d e una vid a redu cida a las operacion es qu e debe efectu a r
e l anim al para n o m o rir y p a ra perpetu arse co m o especie. « L o qu e
e llo s qu ieren [lo s pequeños bu rgu eses], v iv ir y rep rod u cirse ( y nadie,
d ice G oethe, va, sin em bargo, más allá de eso ), el anim al lo q u iere
ta m b ién », escrib e M a rx a R u ge (t . V , p. 196). P e r o é l qu iere, p re c i
sam ente, su p rim ir ese m undo para el cual las cosas suceden asi.
« E l sen tim ien to de su dignidad personal, la libertad , había, ante todo,
qu e desp erta rlos en el pecho de esos h om bres. S ó lo ese sen tim ien to
que, con los griegos, desapareció de este m undo y, con el cristianism o,
se desvaneció en e l v a p o r azul d el cielo , puede h acer nuevam ente d e
la sociedad una com u n idad d e h om bres con vistas a sus fin es más
ele v a d o s ...» ( I b i d . ) E stos fin e s m ás elevados de la com u nidad hu
m ana qu e h ab rá su perado la alien ación de sí y los fetich ism os socia
les, n o logram os en treve rlo s m uy bien. M a rx n o nos ayuda en abso
lu to a ello. A b o lid a la reifica ció n , m an teniendo los hum anos, con
sus sem ejantes y con las cosas, unas relacion es humanas, ¿qué sur
girá co m o fin elevad o en esa situación nueva? Y ese fin , ¿ p o r en cim a
de qu é se elevará ? M arx q u ie re q u e el h om b re recu p ere e l m undo
del h om bre, su hum anidad, su sen tim ien to de sí (S e lb s tg e fi'ú il),
pues e l hom bre, co m o leíam os en la C o n trib u c ió n a la c ritic a de la
filo s o fía del d e re ch o de H egel, « o bien no se ha conqu istado todavía
a sí m ism o, o bien ya se ha p e r d id o de n u e vo » (p . 84). M arx
tiende hacia e l rebasam ien to sim u ltá n eo y co n ju n to d el su jeto y de
los ob jetos. Deben s e r aniqu ilados y rebasados a la vez el su jeto
y los o b jeto s , en cuanto tales. Q u edará entonces su vín cu lo, ni su bje
tivo ni o b je tiv o , ante e l cu al y p o r el cual ello s se desvanecen y p ie r
den su particu laridad. Q ue el s u je to ha de s e r rebasado, estam os
dispuestos a a d m itirlo . P ero al m is m o tiem p o va en e llo el reba
sam iento de las o b jeto s ; la técnica tran sform a tan profu n dam en te
los o b je to s qu e éstos d eja n d e ser o b je to s . L os ó v t u y los < p a t v o t i v a
de la physis han c ed id o el sitio a lo s en tia crca ta de los cristianos,
y a éstos han su cedido los o b jeto s o o m o tem a de los m odernos. La
técnica plan ificada y planetaria se p ro p o n e el rebasam ien to d el su jeto
y de los o b jeto s , en p rovech o d e un proceso constante de incesante
produ cción . E l proceso d e la p r o d u c c ió n — su ritm o y su estilo —
es m u cho más im p orta n te que los p ro d u c to s perecederos.
E l « s u je t o » o b je tiv o , y sobre to d o p ro d u c tiv o , rebasando en su
a ctivid a d la su b jetivid ad (in d ivid u a lista y la o b jetivid a d reifica d a ),
es el fu n dam en to «m e ta fís ic o » y «o n t o ló g ic o » d e la técnica. La libe
ración d e la técnica qu e se trata de o p e r a r apunta al d es a rro llo fulgu
rante d e la p rod u ctivid ad con q u ista d ora . E l ser d e l h om b re — na
tural, hum ano, s o c ia l— c o in c id irá en ton ces con e l ser en d ev en ir de
la técnica, cuya m archa conducirá la sociedad hum ana al naturalis
m o-hum anism o-socialism o, esto es, a l hum anism o real, realista y p o
sitivo, al com u n ism o práctico. Así, el h om b re va a re in teg ra r su ser.
efe ctu a r un r e to m o sobre sí, re s u rg ir y reconqu istarse, aunque, a
causa del n o-desarrollo tota l de la técn ica, nunca haya sido todavia
lo qu e en el p o rve n ir puede ser. E l m u n do de la totalidad de lo que
es — y puede h a c erse— se h allará fu n d a d o en la acción, la praxis,
la produ cción y el tra b a jo ; así, los h om b res produ cirán incansable
m ente, y sin fin a lid a d qu e rebase la técnica, produ ctos destinados a
ser consum idos, y p o r tanto, aniqu ilados. La totalidad del ser coin
cid irá d e ese m o d o con la to ta lid a d de la p rod u ctivid ad humana,
qu e será para sí m ism a su p ro p io fu n dam en to y su p ro p io fin. A qu e
llo de lo que la técnica puede a p o d era rse constitu ye, m ás aún que
la tota lid a d de lo aprehensible, la T otalid ad . E l pen sam iento de
M a rx se re fie re a la totalidad «s e n s ib le » del ser, tal co m o ésta se
d eja apreh en der y d isp on er p o r la técn ica. La re d u c c ió n d el m undo
a la p ro d u c c ió n de la técnica im p lica la posición d e la técnica co m o
fu n dam en to del ser y m o to r d el d even ir. A hora bien, el M undo, en
cuanto totalidad abierta, ¿se d e ja apreh en der p o r la tecn ología?
¿C óm o responderá a esta en orm e p r o v o c a c ió n ?
S iem p re y cuando qu e se co m p ren d a el térm in o en toda su am
p litu d y su verdadera profu n didad, ya sería tiem p o , quizás, d e em
p eza r a co m p ren d er e l pensam iento de M arx co m o una T ecn o log ía .
L a tecn ología con stitu iría incluso e l cen tro d el pensam iento mar-
xiano, su in tención y su n ervio. La tecn ología tien e en su p o d er las
llaves d el m undo; p o r el d even ir tecn o ló g ic o , el h om b re se produ ce
en cu anto h om b re; pues la n atu raleza se hace h istoria y la h istoria
se tra n sform a en h istoria u n iversa l d el m undo. L a técnica tiende
los puentes en tre el pasado, el presen te y el p o rven ir, que con sti
tuyen el ritm o del tiem p o histórico, del deven ir d e las conquistas
d el h om bre. En la tecn olo gía reside tam bién — y prin cip alm en te —
el secreto del d o b le aspecto d el m undo y del la d o d o b le d e la a lie
nación, el m u n do espiritu al qu e re fle ja y sublim a las in su ficien cias
d el m undo m aterial. Finalm ente, la tecn ología tien e en su p o d e r e l
secreto de los víncu los q u e unen la te o ría y la p rá ctica , el pensa
m ie n to y la a cción , el lo g o s y la techné. Pues p a rtien d o de una d eter
m inada con cepción de la técn ica es co m o se efectú a la distin ción
m ism a d el pensam iento (t e ó r ic o ) y de la a ctivid a d (p rá c tic a ), dado
q u e el logos se hace m e d ir p o r el patrón de una praxis estableci
da co m o d ife ren te y e l pensam iento se v e desestim ado, de entrada,
co m o a ctivid a d teórica, con lo cual p ierd e tod a im p ortan cia decisiva.
E so sign ifica qu e to d o pensam iento será, en el p o rven ir, de esencia
técnica. E l tota l d es a rro llo de la técnica, plen itu d te cn ológ ica , ab
sorb erá los pensam ientos y las ideas, el d esa rro llo id e o ló g ico . Los
id eólogos ya n o tendrán v o z en e l capítu lo; se habrán hecho ine-
senciales e inoperantes.1
M arx, «ú ltim o filó s o fo » y pen sador de la técnica, nos o fre c e su
pensam iento en tod a su riqu eza y en toda su m iseria. N o s da a
pensar to d o lo que — gracias a él — surge co m o p rob lem a e in terro
gación. La riqu eza de su pensam iento im p lica las cuestiones en las
q u e é l n o ha pensado, qu e se presen tan a n osotros y se im ponen
a nuestro pensam iento. A través del pensam iento de M arx surge
la riqu eza ( y la m is e ria ) de lo qu e él no ha pensado. A la luz de
lo que un pen sador ha visto podem os n osotros m ism os v e r las la
gunas y las brechas de su pensam iento y de lo qu e nos qu eda p o r ver.
Cuanto más ric o y más p ro fu n d o es un pensam iento, más cuestiones
n o resueltas y abiertas contiene, cuestiones qu e n o existían antes de
él, en cuanto tales. M a rx ha em pezado a pensar la técnica. A hora
nos corresp on d e a n osotros pensar y ex p erim en tar la técnica con
qu istad ora y planetaria.
5. Es Marx mismo quien nos pone sobre la pista. Un siglo entero de mar-
xistus y antimarxistas 110 lia llegado a comprender el potente resorte del pensa
miento marciano. Sin embargo, Marx menciona la técnica. "Darwin ha llamado
la atención sobre la historia de la tecnología natural, es decir, sobre la formación
de los órganos de las plantas y de los animales considerados como medios de
producción para la vida. 1-a historia de los órganos productivos del hombre so
cial, báse material de toda oigum/ueíón social, ¿no es digna de una atención
semejante? ¿Y no sería mis fácil llevar esta empresa a buen fin, puesto que, como
dice Vico, la historia del hombre se distingue de la historia de la naturaleza en
que nosotros hemos hecho aquélla y uü está? La tecnología (die Technotogie) des
cubre la relación activa del hombre a la naturaleza, el proceso inmediato de
producción de su vida, y, por consiguiente, de sus condiciones de vida sociales y
de las representaciones espirituales que de ellas se derivan." {El Capital, libro
1 .t n. p. 59).
Nota final
H EG EL
S o b re H E G E L
KARL MARX
L a com pren sión d e l m arxism o presu pone una lectu ra seria y una
m ed itación continuada de la o b ra de su fu n dador. E l n ú cleo filo
s ó fic o de la obra d e M arx, e l m o v im ie n to d el pensam iento m arxian o
y su puesta en práctica no cesan de plan tear problem as. M arx mis
m o decía, hacia e l fin d e su vida, que él n o era m arxista. Parece que,
pese a lo d os nuestros esfuerzos, n o hem os llegad o tod avía a co m
p ren d er verdaderam en te el pensam iento fu lgu ran te de M arx, ni tam
p o co el m o vim ien to te ó ric o y sobre to d o p rá ctico que, nacido de este
pensam iento, hace profesión d el m ism o. ¿E s todavía dem asiado pron
to para lleg a r a ello ?
B io b ib lio g ra fia
T ra d u c cio n e s francesas
R e co p ila cio n e s
O b ra s
C o rre s p on d en cia
F R IE D R IC H E N G E L S
P rin c ip a le s obras
M a rx is m o ru s o y so v ié tico
S o b re el m a rx is m o so v ié tico
M a rx is m o c h in o
« M a rx is m o o c c id e n ta l»
S o b re M a rx v el m a rxis m o
Obras y estu dios de enseñanza, d e crític a y de discusión*
6. lin algunas revista:* — sobre todo desde 1945 — R? pueden encontrar intere
santes estudios y discusiones, a ixx:es vivas y llenas de atisbos. C í.: “ Rcvuc socialis
ta” (principalmente desde 19-16), "Esprit” (desde 1032), “ La l’ensée rpvue du ra-
tionulisme moderno” (desde 1939), “ Les Temps Modomes” (desde 1945), “ Cahiers
intomixtionaux de sodologie” (desde 19-10), “ La xevue intemationale” (1945-1951),
"L u nouvelle critique, revue du marxisme militant" (desde 194fl), “ Les Lettres noti-
velles" (desde? 1953), “ Arguments” (1956-1962), “ F.tudes de marxologie'* (desde
1959), “ Soeialisine ou Barbarie” (desde 1949).
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M a rx is m o y psicoanálisis
P r e f a c i o ......................................................................................................... 7
L IB R O 1
DE H E G E L A MARX
L IB R O II
L A A L IE N A C IÓ N E C O N Ó M IC A Y S O C IA L
L IB R O I I I
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L A P E R S P E C T IV A D E L A R E C O N C IL IA C IÓ N
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