Você está na página 1de 54

LOS COMENTARIOS REALES

El autor tituló a su obra como comentarios reales, en el sentido de que consideraba


su testimonio como el más veraz, diferenciándose así de los cronistas españoles,
quienes, según su opinión, no tenían ese atributo. Para demostrar su autoridad,
resaltaba el hecho de ser un descendiente de los antiguos gobernantes peruanos,
que conocía a cabalidad su lengua (quechua o runasimi). No obstante, una lectura
crítica es capaz de evidenciar una versión interesada en enaltecer a los
antepasados incaicos en detrimento de otros pueblos y de civilizaciones anteriores.
En ese sentido, el Inca Garcilaso afirma que antes del Tahuantinsuyo, estos
territorios eran algo «desastroso» y que el mundo preinca estuvo sumido en el
oscurantismo y la barbarie (la “era de la gentilidad”), contradiciéndose a sí mismo,
pues en su obra menciona a grandes culturas regionales contemporáneas de los
incas, como la Chincha y la Chimú, así como grandes centros religiosos como
Tiahuanaco y Pachacámac, todas las cuales tenían un alto grado de desarrollo; pero
aún más, las modernas investigaciones arqueológicas sobre otras culturas preincas
más antiguas como la Chavín, Paracas, Moche y Nasca así como el descubrimiento
de sitios como Caral, terminaron por demostrar definitivamente como errónea la
apreciación del escritor.
Otro punto que se cuestiona al autor es negar el hecho de que bajo los incas se
hacían sacrificios humanos, en un intento de crear una imagen idealizada del
Incario. Garcilaso admite que aquella era una práctica ancestral anterior al imperio
inca, y que precisamente la misión de los incas fue la de civilizar a los pueblos
bárbaros. Sin embargo, los testimonios de los demás cronistas y la propia evidencia
arqueológica comprueban que sí hubo sacrificios humanos bajo el Imperio, pero
cabe preguntar, a favor de Garcilaso, si en realidad hubo una tendencia a abandonar
dichas prácticas, que por lo demás no parecen haberse realizado en la escala que
lo hicieran otras civilizaciones americanas, como las de Mesoamérica. Recordemos
que el Imperio incaico apenas tenía un siglo de existencia al momento de la llegada
de los españoles y se hallaba en pleno proceso de consolidación, que se truncó por
dicha invasión.
Siguiendo las pautas de los historiadores de entonces, Garcilaso empieza su relato
con la descripción física del mundo, aunque sin extenderse en el asunto. Explica
que la división en “Viejo” y “Nuevo Mundo” no era geográfica sino solo dos
modalidades de un mismo mundo. Señala que el clima variado del Perú no solo está
condicionado por su cercanía a la línea ecuatorial, sino por sus altitudes con
respecto al mar. Relata también una historia que había escuchado de boca de viejos
conquistadores, sobre un pre-descubrimiento de América realizado por el piloto
español Alonso Sánchez de Huelva, unos años antes del viaje de Colón. Luego
remite a la Historia del cronista Gómara para quienes deseasen enterarse más
sobre los viajes del navegante genovés. Otro asunto que le toma interés es la
deducción del nombre Perú: refuta la suposición de aquellos que lo consideraban
derivado de la voz quechua "pirua" (pirhua o granero), o del nombre Ofir bíblico;
para él, deriva del vocablo "pelu" o "beru", con que los indios de las actuales costas
del Pacífico colombiano y ecuatoriano designaban a ríos. El nombre del Perú ya era
usado por los españoles desde antes que arribaran al territorio peruano. Luego el
autor señala los límites del Perú, al norte hasta el río Ancasmayo, en los confines
de Pasto y Popayán, y al sur hasta el río Maule, en Chile; al oriente llegaba hasta la
región de los Antis o selva, territorio cuya columna vertebral lo constituye «aquella
nunca jamás pisada de hombres ni de animales ni de aves, inaccesible cordillera de
nieves», los Andes.
LIBRO PRIMERO: Se intercala la historia de Pedro Serrano, un náufrago español
que sobrevive en una isla inhóspita, relato que constituye toda una joya literaria y
que parece haber sido la fuente de inspiración de Daniel Defoe para su novela
Robinson Crusoe. Finalizada las descripciones geográficas, el autor pasa a relatar
la historia del Perú. Sostiene que antes de los incas los pobladores del antiguo Perú
eran muy primitivos y salvajes, que practicaban la idolatría, el canibalismo y los
sacrificios humanos, así como costumbres sexuales nefandas como el incesto y la
sodomía, así como usaban venenos y hechizos, época toda que se conoce como la
gentilidad. Y que precisamente para rescatar de la barbarie a estos habitantes, el
Sol envió a sus hijos, Manco Cápac y Mama Ocllo, que salieron de las aguas del
Lago Titicaca con la misión de fundar una población donde se hundiera una barreta
de oro que llevaban consigo, lo que ocurrió en la falda del cerro Huanacauri, cerca
de donde se elevó la ciudad Cuzco, futura cabecera del Imperio inca. Esta leyenda
archiconocida es solo relatada por Garcilaso; ningún otro cronista la consigna, por
lo que hay una seria sospecha de que él fuera el inventor de la fábula. El autor
menciona también otra variante de esta leyenda sobre el origen de los incas, así
como la forma en que la pareja real civilizó a sus vasallos, enseñándoles la
agricultura, la textilería y otros oficios, así como a rendir culto al Sol como dios
principal, obedecer las leyes y a abandonar sus prácticas aberrantes. Se describen
también las insignias de la realeza inca. Manco Cápac fue pues el primer inca y
antes de morir dejó un testamento, encargando a sus hijos que recordaran siempre
que eran hijos del Sol y que cumplieran siempre las leyes dadas por su padre, y que
fueran mansos y piadosos con sus vasallos. Otro de los mandatos que diera el padre
Sol era la de someter a las poblaciones primitivas por la fuerza del convencimiento,
a quienes debían ofrecer, a cambio de su vasallaje, una nueva religión, nuevas leyes
y costumbres para que vivieran como hombres y no como brutos. Solo en caso de
que se mostraran esas poblaciones belicosas y reacias, los incas podían aplicar la
fuerza de las armas. Finaliza el capítulo con una explicación del significado de los
nombres reales de los incas.
LIBRO SEGUNDO: En este libro el autor trata sobre la idolatría de los Incas de la
segunda edad, y su origen. Afirma que los incas rastrearon al Dios verdadero, que
tuvieron una cruz en un lugar sagrado del Cuzco, que creyeron en la inmortalidad
del alma y la resurrección universal. Explica el significado de la palabra huaca y
explica la adoración que daban al Sol y sus sacrificios de llamas, más no de seres
humanos. Describe sus sacrificios y ceremonias, y que sus leyes religiosas fueron
impuestas por el primer Inca; sobre sus leyes y la división del imperio en cuatro
distritos o suyus (Chinchaysuyu, Contisuyu, Collasuyu, Antisuyu), y cómo
registraban a sus vasallos por decurias, a la cabeza de los cuales se hallaba un
decurión o chunca camayoc.
Luego pasa a narrar la vida y hechos de Sinchi Roca, el segundo rey de los Incas,
quien luego de dedicar las debidas exequias a su padre, salió del Cuzco en
campaña hacia el sur, al Collasuyu, logrando someter por la fuerza del
convencimiento a los indios puquinas y canchis. Llegó hasta el pueblo de Chuncara,
a 20 leguas hasta donde su padre había dejado los límites de su reino.
Le sucedió su hijo Lloque Yupanqui, el tercer inca, cuyo nombre significa zurdo
destacado. Éste salió también a hacer conquistas; mientras que los canas salieron
y se sometieron voluntariamente, los ayaviris se resistieron, por lo que tuvieron que
ser sometidos por las armas, para que sirviera de escarmiento al resto de pueblos.
Luego el Inca capturó la fortaleza de Pucara, cerca de la actual Puno. Tras algunos
años, Lloque Yupanqui se dirigió a la provincia de los collas, inmensa comarca en
torno al Lago Titicaca, cuya población se dedicaba a la ganadería de auquénidos y
a la agricultura. Los collas, a fin de escapar de la suerte de los ayaviris, se reunieron
en Hatuncolla (Colla la grande) y aceptaron ser vasallos de los incas. La siguiente
provincia en someterse a los incas fue la de Chucuito; otros pueblos siguieron su
ejemplo. Al oeste envió a sus generales, que sometieron los poblados hasta las
faldas de la cordillera de los Andes, ya cercana a la costa. Acabadas las conquistas,
Lloque Yupanqui regresó al Cuzco y el resto de su vida los dedicó a los oficios de
la paz.
El autor deja por un momento de lado los relatos bélicos y pasa a exponer sobre las
ciencias que los Incas desarrollaron. En Astrología supieron hacer la cuenta del año
y los solsticios y equinoccios; narra también cómo explicaron los eclipses del Sol, y
lo que hacían cuando ocurrían los de la Luna. En medicina conocieron muchas
yerbas medicinales; también tuvieron conocimientos de Geometría, Geografía,
Aritmética y Música. En el campo de la poesía tuvieron amautas o filósofos que
componían tragedias y comedias, y a los haravicus o poetas, que recitaban poesías
amorosas. Finaliza el autor este libro dando cuenta de los pocos instrumentos que
los indios tuvieron para realizar oficios como la metalurgia y la platería, pese a lo
cual destacaron en tales artes.
LIBRO TERCERO: En este libro se relata la vida y hechos de los incas Mayta Cápac
y Cápac Yupanqui.
Mayta Cápac, el cuarto rey Inca, luego de visitar a sus vasallos, tal como era la
costumbre de su casta, salió en campaña con 10.000 guerreros, en dirección al
Collao, que por ser tierra plana parecía más fácil de conquistar. Llegó al
Desaguadero al que cruzó con balsas; pasó cerca de las ruinas de Tiahuanaco, que
el autor describe citando a otros cronistas. El Inca se dirigió hacia la provincia de
Hatunpacassa, a la mano izquierda del Desaguadero, y conquistó Cac-yauiri,
episodio del que se contaba la leyenda de que los collas dispararon sobre los incas
sus flechas y piedras pero estas se volvieron contra ellos. Los collas, derrotados se
rindieron y aceptaron ser vasallos del Inca. Conocido este suceso por los demás
pueblos collas, muchos se redujeron voluntariamente, como las tres provincias de
Cauquicura, Mallama y Huarina (al S.E. del lago Titicaca). Luego el Inca mandó a
sus maeses de campo en dirección al mar, donde invadieron la provincia de
Cuchuna, cuyos pobladores se atrincheraron en un fuerte (posiblemente Cerro Baúl,
cerca de Moquegua) y se rindieron tras un largo sitio. Allí los incas castigaron
severamente a quienes usaban venenos contra sus adversarios. Mayta Cápac
prosiguió sus conquistas y sometió a otras tres provincias collas: Llaricassa
(Larecaja), Sancauan (San Gabán) y Huaychu; en esta última sus habitantes
opusieron resistencia pero luego se rindieron. Luego el Inca construyó el primer
puente de mimbre o colgante que en el Perú se hizo, para cruzar el río Apurímac,
causando gran admiración. Muchos pueblos se redujeron voluntariamente, atraídos
por la fama del Inca. Las conquistas prosiguieron, llegando hasta Parihuana Cocha
(Parinacochas) y Coropuna. A Mayta Cápac le sucedió su hijo Cápac Yupanqui, que
se convirtió así en el quinto rey inca. Continuando la expansión del imperio, este
Inca salió del Cuzco con 20.000 hombres y se dirigió al Cuntisuyu, donde conquistó
más provincias. La provincia de Yanahuara se redujo voluntariamente, pero la
Aymara, de naturaleza rebelde y agresiva, se negó a rendir vasallaje a los incas.
Pero finalmente, al ver el poderío de sus adversarios, los aymaras se rindieron, y
sus curacas se vieron obligados a besar las manos del Inca. También fueron
sometidos los quechuas de Cotapampa y Cotanera. En la costa fueron anexados
los valles de Acarí, Caravelí, Camaná y Quilca. Por última vez el Inca salió en
campaña hacia el Collao; en el Desaguadero mandó a construir un famoso puente
de paja y enea (puente colgante); y sometió Chayanta, así como otras cinco
provincias grandes, entre otras menores.
Por su parte, su hijo, el príncipe Inca Roca, redujo muchas y grandes provincias
mediterráneas y marítimas, pasando por Amancay (Abancay), Nanasca (Nasca) y
Arequipa. Por entonces se iniciaron los traslados de poblaciones a otras provincias,
método de control político llamado mítmac (mitimaes). Luego el autor se explaya en
la descripción de la casa y templo del Sol (Coricancha) y sus grandes riquezas, los
sitios de los sacrificios y los atributos del sumo sacerdote o Uíllac Umu.
Finaliza el libro con la descripción del templo del Titicaca y sus leyendas.
LIBRO CUARTO: Empieza tratando sobre la casa de las vírgenes escogidas
dedicadas al Sol (Acllahuasi), sobre sus estatutos y ejercicios, la veneración de los
indios hacia las cosas que hacían las escogidas, y la ley contra los que las violasen.
No solo en el Cuzco, sino en las distintas provincias del Imperio existían estas casas
de escogidas; el autor desmiente que estas vírgenes eran entregadas por mujeres
a los curacas y los capitanes, ya que estaban dedicadas exclusivamente al Sol y al
Inca.

Explica enseguida cómo se casaban los indios del común y por qué casaban al
príncipe heredero con su hermana; detalla las diferentes maneras de heredar el
gobierno; cómo se criaban a los hijos; la vida y ejercicio de las mujeres casadas;
cómo se visitaban las mujeres y cómo trataban su ropa. Menciona también la
existencia de mujeres públicas o rameras, llamadas pampayrunas, que vivían en
chozas alejadas de las poblaciones y eran muy menospreciadas.
Luego el autor retoma la historia de la realeza inca y se ocupa de Inca Roca, sexto
rey, quien conquistó muchas naciones, llegando hasta Antahuaylla (Andahuaylas),
donde sometió a los Chancas, etnia muy brava y guerrera que incluía a otras
muchas naciones como Hancohuallu, Uramarca, Uillca (Vilcas), Utunsulla, que
ocupaban los actuales departamentos de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica,
aunque se sometieron de muy mala gana y con la velada esperanza de rebelarse
no bien se presentase la ocasión. De vuelta al Cuzco, Inca Roca vivió en paz
algunos años y envió a su hijo Yahuar Huaca a la conquista del Antisuyu, región
oriental colindante con la selva amazónica. Explica que el nombre de este príncipe
significaba “el que llora sangre” y que fue bautizado así por haber llorado
efectivamente sangre cuando era muy niño. Tiempo después Inca Roca salió
nuevamente en campaña dejando en el gobierno a su hijo; el inca se dirigió esta
vez a la provincia de Charcas, en el altiplano andino, pero los pueblos se mostraron
hostiles y especialmente los jóvenes se negaron a someterse y dejar sus idolatrías;
sin embargo, fueron convencidos por los viejos para que acataran el vasallaje al
Inca. La dominación inca se amplió así hasta los territorios donde después se
fundarían Chuquisaca y La Paz, en la actual Bolivia. Luego Inca Roca volvió al
Cuzco y descansó en paz, dando sabias leyes y fundando escuelas para los nobles
en el Cuzco; se citan algunos de sus dichos sentenciosos, según los recogió el
padre Blas Valera.
Luego de su muerte le sucedió su hijo Yáhuar Huaca, que fue así el séptimo Rey,
siendo éste más hombre de paz que de guerra. Pero aun así envió un ejército de
20.000 hombres bajo el mando de su hermano Apumayta, con dirección al sureste
del Cuzco hasta el mar, campaña que permitió la conquista inca desde la costa de
Arequipa hasta Tacana (Tacna). Otra expedición fue enviada a la conquista de
algunas provincias del Collasuyu. El Inca se hallaba enfrascado en estas campañas,
cuando debió afrontar los problemas causados por su hijo mayor, designado para
sucederle, quien era díscolo y de mal carácter. Cansado de intentar doblegar su
ánimo, lo recluyó en el paraje campestre de Chita, a diez km al oeste del Cuzco,
poniéndole al cuidado del ganado del Sol, bajo amenaza de muerte si volvía a
presentarse en el Cuzco. No obstante la amenaza, al cabo de tres años el joven se
presentó ante su padre, diciendo que tenía un mensaje de parte de alguien más
grande que él. Enojado Yahuar Huaca, pero picado por la curiosidad de saber quien
sería ese otro “más grande” que él, recibió a su hijo, quien le contó lo siguiente: «…
señor, sabrás que estando yo recostado hoy a medio día (no sabré certificarme si
despierto o dormido) debajo de una gran peña de las que hay en los pastos de
Chita… se puso delante un hombre extraño, en hábito y en figura diferente a la
nuestra; porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido era largo
y suelto que le cubría hasta los pies; traía atado por el pescuezo un animal no
conocido.» El personaje de dicha visión, quien dijo llamarse Viracocha, le advirtió
que se preparaba mucha gente de armas en las provincias sujetas por los incas y
de otras aún no sujetas, para marchar contra el Cuzco con la intención de destruirla.
Yahuar Huaca al oír tal relato se enfureció y no quiso creerle tomando todo como
inventos disparatados. Ordenó pues a su hijo que volviera de inmediato a Chita,
amenazándolo con matarlo si regresaba. Tres meses después, llegaba al Cuzco la
noticia del levantamiento de los feroces Chancas, quienes con un ejército nutrido al
que se sumaron otras naciones del Chinchaysuyu, se acercaban peligrosamente al
Cuzco. Atemorizado, Yahuar Huaca abandonó la ciudad y se refugió en Muyna.
Enterado de la noticia, su joven hijo abandonó su retiro de Chita y partió presuroso
al Cuzco; en el camino se encontró con su padre, a quien ásperamente reprochó su
conducta. Luego organizó la defensa del Cuzco y fue conocido desde entonces
como Viracocha Inca, pues todos conocían ya sus visiones.
LIBRO QUINTO: El autor explica cómo se acrecentaban y repartían las tierras a los
vasallos, la orden que tenían estos en labrar sus tierras, y la fiesta con que labraban
las tierras del Inca y las del Sol. La tierra que daban a cada indio, y cómo la
beneficiaban. La repartición del agua para regar y cómo castigaban a los
descuidados. El tributo que daban al Inca, y la cuenta de los orones. La provisión
de armas y bastimentos que tenían para los soldados. El oro y plata y otras cosas
de estima no eran tributo obligatorio, sino presentadas voluntariamente, pues solo
eran tenidas como ornamentos. La guarda y gasto de los bastimentos. Daban de
vestir a los vasallos. No hubo pobres mendigantes. El orden y división del ganado y
de los animales extraños. Leyes y ordenanzas de los Incas para el beneficio de los
vasallos. Cómo conquistaban y domesticaban los nuevos vasallos. Cómo proveían
los ministros para todos oficios. La razón y cuenta que había en los bienes comunes
y particulares. En qué pagaban el tributo. La cantidad de él, y las leyes acerca de
él. Citando a Valera, detalla el orden y razón para cobrar los tributos. El Inca
premiaba a los curacas que le presentaban cosas preciadas.
Luego el autor retoma la historia de los incas y se ocupa del príncipe Inca Viracocha,
que fue el octavo Rey. Éste, luego de dejar a su padre en Muyna, volvió al Cuzco a
organizar la defensa, ante la amenaza de los chancas, y recibió inesperadamente
la ayuda de sus vasallos quechuas, que odiaban a los chancas pues antaño habían
sufrido su tiranía. La batalla entre incas y chancas se libró en Sacsahuana, cerca
del Cuzco, y el resultado parecía indeciso pues ambos rivales se batieron con
bravura, hasta que una fuerza de aliados quechuas fueron en auxilio de los incas
atacando el flanco derecho de los chancas, y estos empezaron a flaquear. Muchos
lugareños se fueron también sumando a las fuerzas del Inca en gran número, tan
así que tiempo después surgió la leyenda de los puraraucas o de las piedras que
se convertían en guerreros. Después de ocho horas de lucha los incas se alzaron
en triunfo; tanta sangre corrió que el campo de batalla se denominó desde entonces
Yahuarpampa o campo de sangre. El Inca Viracocha se dirigió a la tierra de los
chancas pero se mostró generoso y no desató su venganza sobre las mujeres y
niños, por lo que la población quedó muy agradecida. Luego retornó al Cuzco y se
entrevistó con su padre Yahuar Huaca, a quien desposeyó del imperio. El autor
explica enseguida el significado del nombre Viracocha, y por qué los indios
apodaron así a los españoles: según su versión era porque el fantasma aparecido
en sueños al joven inca era barbudo y vestido con túnica, similar a la traza de los
hispanos. También desmiente la versión de que Viracocha era un dios superior al
Sol, sino que era hijo de éste y hermano de los incas, según la mitología inca. En
memoria a este dios, el Inca Viracocha levantó un templo en Cacha, a 16 leguas al
sur del Cuzco; allí también hizo levantar una estatua de piedra que representaba a
la deidad. Este templo sería después destruido por los españoles. También en
memoria de su victoria sobre los chancas, mandó pintar en una peña altísima la
figura de dos cóndores. Acabados los festejos, el Inca salió y recorrió su imperio,
anexando nuevas provincias como Huaytará y los Pocras (Huamanca); luego
continuó sucesivamente al Contisuyu y al Collasuyu, llegando hasta Charcas, donde
le salió al encuentro una embajada de indios del reino de Tucma o Tucumán, lejano
en 200 leguas, los cuales le pidieron ser sus vasallos. Acabada la visita del
Collasuyu, el Inca pasó al Antisuyu, poblada por gentes más rústicas. Mientras
tanto, el jefe chanca Hancohuallu, no queriendo estar bajo la sujeción de los incas,
decidió partir con su gente hacia la selva. El territorio despoblado por los chancas
(actual departamento de Apurímac) fue repoblado con mitimaes traídos de diversas
regiones del imperio. El Inca Viracocha fue muy aficionado a retirarse al valle de
Yucay, lugar agradable donde construyó edificios; amplió también el templo del Sol.
Vivió algunos años de paz y tuvo con su esposa, la coya Mama Runtu, un hijo al
que puso por nombre Pachacútec, que significa el que transforma el mundo, nombre
que al principio quiso ponerse a sí mismo, pero luego se quedó con el de Viracocha
pues así le empezaron a llamar sus súbditos. También se cuenta que vaticinó la
llegada de los españoles. Fallecido, fue llorado por todos y su cuerpo fue
momificado a la usanza de los incas, y cuenta el autor que vio su momia en Lima,
hacia 1560, adonde fuera trasladado por los españoles junto con los cuerpos de
otros incas.
LIBRO SEXTO: Empieza con la descripción de la casa real de los Incas, sobre su
fábrica y ornamento; la manera como contrahacían de oro y plata todo cuanto había
para adornar dichas casas. Los criados de la casa real y los que traían las andas
del rey; las salas que servían de plaza, y otras cosas de las casas reales. Los
entierros de los reyes incas, cuyas exequias duraban un año. Las cacerías
solemnes o chakus que los reyes hacían en todo el reino. El sistema de correo de
postas a cargo de corredores llamados chasquis. El sistema de contabilidad por
hilos y nudos llamados quipus, de cuya gran fidelidad da fe el autor.

Luego el autor se ocupa de las conquistas, leyes y gobierno del Inca Pachacútec,
noveno Rey. Este hizo una visita a su imperio, que le tomó tres años; luego envió a
su hermano, el general Cápac Yupanqui, hacia el Chinchaysuyu, donde conquistó
a la nación Huanta, cuyo principal centro era Sausa (Jauja). Este mismo general
anexó también Tarma y Pumpu (Bombón), hasta llegar a la provincia de Chucurpu,
en los Antis (colindante con la selva amazónica). Luego las tropas incaicas se
trasladaron a Ancara y Huaylas, donde castigaron merecidamente a los sométicos
(sodomitas) por las aberraciones que cometían. Luego se describen los edificios,
leyes, y nuevas conquistas que Pachacutec ordenó hacer a su hermano, que esta
vez llevó a su sobrino, llamado Inca Yupanqui. Una nueva campaña se abrió en el
Chinchaysuyu, donde se sometió a la provincia de Pincu, pero otros pueblos —
Huaras (Huaraz), Piscopampa (Piscobamba) y Cunchucu (Conchucos)— se
negaron con soberbia a aceptar el yugo de los incas, debiendo ser sometidos con
hambre y astucia militar. Más al norte, el curaca de Huamachuco, hombre sabio, se
rindió ante los incas; en cambio los Cassamarcas se resistieron con las armas pero
a la postre se rindieron. De retorno al Cuzco, Cápac Yupanqui y su sobrino
sojuzgaron a los Yauyos. Luego de tres o cuatro años de paz, los incas retomaron
las conquistas, esta vez de los valles de la costa al norte de Nanasca, poblado por
los yungas. Tras ocupar sin resistencia los valles de Ica y Pisco, se enfrentaron al
poderoso señor de Chincha, que al frente de su súbditos resistió tenazmente hasta
que no le quedó otra opción que la de rendirse. Esta fue una conquista de
importancia superlativa pues el valle de Chincha era muy fértil y poblado. Luego el
autor pasa a describir la fiesta principal de los incas, la rendida en homenaje al Sol
o Inti Raymi, y cómo se preparaban para ella. Se detallan los ceremoniales, el
sacrificio del cordero (llama), los agüeros y el fuego. También menciona la
ceremonia del huaracu (huarachicu) o de iniciación de los príncipes de la realeza,
equivalente al armarse de caballeros. Retomando la historia de las conquistas de
los incas, el general Cápac Yupanqui pidió nuevos refuerzos al Cuzco para
proseguir sus conquistas sobre los yungas de la costa, refuerzos que le llegaron
junto con el príncipe Inca Yupanqui, junto con el cual marchó contra Chuquimancu,
señor de cuatro valles: Runahuánac (Lunahuaná), Huarcu (Huarco), Malla (Mala) y
Chillca (Chilca). En Huarcu se produjo un encuentro sangriento, pero la guerra se
prolongó demasiado hasta que el hambre empezó a acosar a los súbditos de
Chuquimancu, quien, presionado por los suyos, se rindió a los incas. En memoria a
esta conquista los incas elevaron la fortaleza de Huarcu. Continuando hacía el norte,
los incas invadieron el señorío de Cuismancu, que abarcaba los valles de Rímac y
Pachacámac, regiones célebres por dos santuarios que daban oráculos: el del dios
hablador del Rímac, en la actual Lima (posiblemente la huaca Pucllana), y el del
dios Pachacámac, cuyo nombre significa el que mueve la tierra al cual Garcilaso lo
define como un dios no conocido, siendo su templo el más majestuoso y adonde los
indios de todas las regiones iban en romería. Cuismancu no quiso someterse a los
incas y opuso resistencia; finalmente los incas pactaron su sometimiento a cambio
de respetar sus cultos; el autor afirma que ello se debió a que los incas reconocían
también como deidad superior al dios Pachacámac. Tras esta conquista hubo paz
por seis años, luego de los cuales los incas salieron nuevamente en campaña, esta
vez para conquistar el reino del Gran Chimú, en la costa norte. Esta vez las fuerzas
incas estuvieron comandadas por el príncipe Inca Yupanqui y contaron con el apoyo
de los yungas de Chuquimancu y Cuismancu, antiguos enemigos de los chimúes.
La guerra fue larga y sangrienta. Con grandes esfuerzos los incas avanzaron por
Parmunca (Paramonga) y Santa, y no pudiendo doblegar la resistencia del enemigo,
el príncipe inca pidió más refuerzos, que le llegaron en número de 20.000 soldados,
y ante lo cual el Gran Chimú, viendo que era imposible resistir más y presionado por
sus propios súbditos, se rindió, sometiéndose en vasallaje a los incas. Cuenta el
autor que en memoria de esta conquista, los incas elevaron la fortaleza de
Paramonga (aunque ésta es en realidad preinca). Ya viejo, Pachacútec descansó
de las conquistas y se dedicó a los oficios de paz. Construyó templos del sol en las
principales poblaciones de su imperio, así como casas de escogidas y depósitos o
graneros. Amplió también el Cuzco y levantó nuevos edificios. Dejó su imperio a su
hijo Inca Yupanqui, al que tuvo con la coya Anahuarque. Finaliza el autor este libro
citando a Valera sobre otras obras de Pachacútec en lo que respecta a la creación
de escuelas y sus leyes para el buen gobierno, así como algunos de sus dichos
sentenciosos.
LIBRO SÉPTIMO: Empieza mencionando las colonias que hacían los Incas,
trasladando poblaciones hacia zonas despobladas. Llamábase a la gente así
trasladada mitimaes y por lo general se trataban de poblaciones belicosas que eran
desarraigadas de su lugar de origen a fin de tenerlas vigiladas. Otra política de los
incas era criar a los hijos de los señores o curacas en la corte del Cuzco, a fin de
quechuizarlos.
Luego cita el autor al padre Valera sobre la importancia de la lengua cortesana de
los incas o lengua general del Perú, el quechua o runasimi, en un mundo andino
regionalizado donde existían muchas lenguas y dialectos. Se describe la tercera
fiesta principal de los incas (la primera era el Inti Raymi y la segunda, la del
huarachicu, ya mencionados en el anterior libro) que se llamaba Cusquieraymi y era
también en homenaje al Sol; había una cuarta fiesta importante, llamada Citua, que
era dedicada a la expulsión de las enfermedades y otras penas, con un ayuno
previo. Enseguida se describe la imperial ciudad del Cuzco, cuyos barrios
representaban a todo el imperio; se describe el sitio de las escuelas, el de tres casas
reales, y el de las escogidas, así como los barrios y casas que había al oeste del
arroyo.
Luego el autor retoma la historia imperial inca y relata las conquistas de Inca
Yupanqui, hijo y sucesor de Pachacútec y décimo Rey. Este Inca es incluido
exclusivamente por Garcilaso en la lista real incaica, pues otros cronistas no lo
mencionan. Partió a conquistar el país de Musu (o Moxos), cruzando la provincia de
los Chunchos y adentrándose más en la selva amazónica; sobre esta expedición
orlada por los incas con proezas fantásticas, quedaban algunos rastros que los
españoles comprobaron cuando hicieron entradas en dicha provincia. El Inca intentó
también la conquista de la provincia de los chiriguanas, más allá de Charcas, pero
fracasó. Su siguiente plan fue la conquista del reino de Chili, al sur de sus dominios,
región poblada por los belicosos araucos (araucanos). Tras un meticuloso
preparativo, se puso en marcha un poderoso ejército inca, que llegó a sumar 50.000
soldados y que realizó una marcha triunfal desde Atacama, pasando por Copayapu
(Copiapó), Cuquimbu (Coquimbo), hasta llegar al valle de Chili, que da nombre a la
provincia. Luego continuaron más al sur y llegaron hasta el río Maulli. No contentos
con haber extendido las fronteras del Imperio más de 500 leguas de largo, los incas
siguieron más al sur, pero se encontraron con la feroz resistencia de los
purumaucas. No viendo mayor beneficio en reducir a poblaciones extremadamente
brutas y salvajes, los incas retrocedieron y fijaron la frontera en el río Maulli. Luego
el autor se extiende relatando el descubrimiento de Chile por obra de los españoles,
la llegada del gobernador Pedro de Valdivia, la guerra entre españoles y araucos,
la muerte de Valdivia (1554), luego de la cual los indios se mantuvieron en pie de
guerra durante 50 años y todavía seguían así al momento de escribir la obra el autor,
según las últimas noticias desgraciadas que le llegaron de Chile sobre una rebelión
general en 1599. Volviendo a la historia inca, tras poner punto final a las conquistas,
Inca Yupanqui llevó una vida quieta hasta su muerte, por enfermedad. Dejó como
sucesor a su hijo Túpac Inca Yupanqui, que tuvo en la coya Chimpu Ocllo.
Los últimos capítulos de este libro el autor los dedica a la descripción de la fortaleza
del Cuzco, Sacsayhuamán, y la grandeza increíble de sus piedras. Considera que
lo más admirable de esta obra arquitectónica son los tres muros de la cerca,
pasadas las cuales existía una plaza larga y angosta donde había tres torreones
fuertes, el del medio circular y los de los flancos cuadrados. Menciona a los cuatro
maestros mayores de la fortaleza y relata la historia de la piedra cansada, un
inmenso bloque pétreo que no llegó a su destino.
LIBRO OCTAVO: En este libro el autor relata las conquistas de Túpac Inca
Yupanqui, undécimo Rey, cuyo nombre significa el que relumbra o resplandece.
Empezó por preparar la conquista de los Chachapuyas o Chachapoyas, situada al
oriente de Cajamarca, pero previamente debía someter a la provincia de
Huacrachucu (que significa tocado o sombrero de cuerno), cuyos habitantes
resistieron con las armas hasta que acataron ser vasallos del Inca. Luego se relata
la conquista de los primeros pueblos chachapoyas, llamados también chachas,
quienes trabaron brava resistencia en Cúntur Marca y Cassamarquilla. Los incas
prosiguieron la conquista de otros pueblos y naciones bárbaras, que eran más
propiamente dicha behetrías habitadas por gente muy salvaje y bestial. Una vez
sujetos a los incas, estos se encargaron de civilizarlos, tan así, que dos de esas
provincias, Cascayunca y Huancapampa, llegaron a ser de las mejores del imperio.
Otras tres provincias belicosas y tenaces, Cassa, Ayahuaca y Callua, que fueron
conquistadas después. Luego Túpac Yupanqui se dedicó a visitar su imperio,
ordenando levantar en varios puntos grandes edificios como casas reales,
depósitos, casas de escogidas, etc. pasado algunos años reemprendió las
conquistas: la siguiente provincia en ser anexada fue la de Huánucu, en la sierra
central del Perú, cuyo principal centro (Huanucopampa) se convirtió en la cabecera
de muchas provincias. Luego se aprestó a realizar la conquista de la provincia de
los Cañaris, gente belicosa y valiente, en el actual territorio de Ecuador. De camino
hacia allí, sometió a la provincia de los Paltas, indios que se deformaban la cabeza
y en cuyo territorio cultivaban unos frutos muy preciados llamados también paltas
(aguacates). Llegado al país de los cañaris, el Inca hizo a estos los requerimientos
acostumbrados, es decir les dio la opción de rendirse pacíficamente o de tomar las
armas para medirse con las suyas; los cañaris, luego de deliberar entre ellos,
aceptaron someterse. Los incas construyeron en ese país canales, acequias, así
como edificios; especialmente se engalanó con muchas construcciones
Tumipampa, que se convirtió en la cabecera de la región. Luego continuaron las
conquistas de otros pueblos, entre ellos los huancavilcas, hasta llegar a los confines
del reino de Quito. Tras algunos años de quietud, Túpac Inca Yupanqui organizó la
conquista de Quito, reino extenso y muy rico, para lo cual apercibió 40.000 soldados
que se concentraron en Tumipampa. Pero el rey de Quito era muy bárbaro y tosco,
y por ende muy belicoso, y sin más, rechazó los requerimientos del Inca. Los
quiteños resistieron durante mucho tiempo trabando varios combates indecisos con
las tropas del Inca. Viendo éste que la guerra se prolongaba demasiado, ordenó a
su joven hijo Huayna Cápac que se ejercitase en la milicia y le encomendó el mando
de 12.000 hombres. Trasladado al frente de lucha, Huayna Cápac se destacó pese
a su juventud y fue ganado poco a poco el reino de Quito, al punto que su padre
decidió volver a descansar al Cuzco, dejándole el mando de la campaña. La
conquista de Quito duró tres años, y se cuenta que el rey quiteño murió de pena al
ver perdido la mayor parte de su reino. Huayna Cápac prosiguió las conquistas
marchando más al norte; conquistó la provincia de Quillacenca y llegó hasta Pastu,
Otauallu y Caranque, quedando en esos parajes fijaba la frontera septentrional del
Imperio. Rematada así las conquistas de las provincias del norte, Huayna Cápac
regresó al Cuzco a dar cuenta a su padre, siendo recibido en triunfo. El autor cuenta
que el príncipe casó tres veces, y nombra a sus esposas: Pillcu Huaco, Raua Ocllo
y Mama Runtu; la primera no le dio hijos y las restantes fueron consideradas al
mismo tiempo como coyas o reinas legítimas y dieron descendencia. Pasado algún
tiempo de quietud y sosiego, el Inca Túpac Inca Yupanqui enfermó gravemente e
hizo su testamento, dejando el imperio a su hijo Huayna Cápac. Su cuerpo fue
embalsamado según la costumbre inca; el autor vio su momia en el año de 1559, y
según él, parecía tener vida.
Luego Garcilaso hace una larga enumeración descriptiva de las riquezas naturales
nativas del Perú: los animales mansos y bravos, las mieses y legumbres, frutas y
aves, piedras y metales preciosos. Trata sobre el maíz (que en la lengua del Perú
se llamaba zara; maíz es nombre de origen caribeño), y una semilla llamada quinua
que los españoles llamaron mijo, así como otras semillas como los purutus (frijoles)
y el tarwi (chocho); de las legumbres que se crían debajo de la tierra (papas, ocas,
batatas); de las frutas de árboles mayores (pepinos, guayabas, pacaes, paltas,
lucmas); del árbol mulli y del pimiento o uchu (ají), este último infaltable en los
potajes nativos; del árbol maguey y de sus propiedades; del plátano, piña y otras
frutas sabrosas; de la preciada hoja llamada cuca o coca, y del tabaco; del ganado
manso y las recuas que había (se refiere a las llamas y alpacas); del ganado bravo
(guanacos, vicuñas, tarucas) y otras sabandijas (zorros, zorrillos, vizcachas), así
como leones (pumas), osos, tigres, micos y monas; de las aves bravas de tierra y
agua bravas y mansas; de las perdices, palomas y otras aves menores; las
diferentes especies de papagayos y su mucho hablar. Menciona y describe también
a cuatro ríos famosos: Amazonas o Río Grande, Apurímac, Marañón y el Río de la
Plata o Paraguay; así como el pescado que se cría. Finaliza tratando sobre las
esmeraldas, turquesas y perlas, el oro y la plata, el azogue, y cómo se fundían los
metales antes de los españoles.
LIBRO NOVENO: Empieza el autor narrando las grandezas y magnanimidades de
Huayna Cápac, el decimosegundo soberano inca, quien inició su reinado haciendo
una visita general a su imperio. Tuvo por entonces un hijo, al que después llamó
Huáscar Inca, cuyo nombre, que significa soga o maroma (Huasca), fue debido a
que en homenaje a su nacimiento su padre ordenó hacer una pesada cadena de
oro de 700 pies de largo. Huayna Cápac tuvo otro hijo, llamado Atahualpa, quien,
según afirma Garcilaso, nació en Quito, siendo su madre la hija del rey quiteño
sometido (aunque ahora se puede asegurar que en realidad nació en Cuzco y que
fue hijo de una coya cuzqueña). Enseguida se detallan las conquistas de Huayna
Cápac, que sometió pacíficamente a diez valles de la costa entre Pacasmayo y
Tumbes, para después regresar a Quito, donde pasó dos años construyendo
edificios. Luego volvió a ponerse en campaña y se dirigió a Túmpiz o Tumbes,
habitada por gente “regalada y viciosa”, quienes de buena gana aceptaron la
dominación inca; allí el Inca construyó una fortaleza, un templo de sol y una casa
de escogidas. Luego castigó a los indios huancavilcas que en el reinado de su padre
habían matado a las autoridades incas. Luego de hacer otra visita al Imperio,
Huayna Cápac se dirigió contra la isla de la Puná, cerca de Tumbes, donde reinaba
un reyezuelo llamado Tumpalla, quien aceptó ser vasallo del Inca, aunque de mala
gana y con el propósito de rebelarse a la menor ocasión. En efecto, al momento en
que las autoridades incas pasaban en barcas hacia la isla, fueron atacados
intempestivamente por la gente de Puná y arrojados al mar, siendo asesinados a
golpes usando como garrotes sus propios remos. La respuesta de Huayna Cápac
no se hizo esperar y el castigo contra los de Puná fue terrible: los principales
rebeldes fueron ejecutados de diversas formas: unos fueron degollados, otros
ahorcados y algunos descuartizados. Otra rebelión protagonizaron los
Chachapoyas, al este de Cajamarca; contra quienes marchó enseguida Huayna
Cápac, pero antes de llegar a su destino un cortejo de mujeres chachapoyas,
encabezadas por la que fuera concubina de su padre Túpac Inca Yupanqui, rogó
por el perdón de los suyos, esgrimiendo muchas razones que convencieron al Inca.
Luego Huayna Cápac se dirigió a la costa del actual Ecuador, donde sometió a
pueblos primitivos, como los Manta, que adoraban a una esmeralda y que
practicaban la sodomía y otras costumbres sexuales nefandas. Luego de someter
a otros pueblos, el Inca continuó más al norte, hasta llegar a Passau, ya debajo de
la línea equinoccial, poblado de gente más salvaje y bruta todavía. Ante tan
desoladora visión, Huayna Cápac retrocedió, pues consideró que aquellos salvajes
no merecían tenerlo por señor.
Luego Garcilaso, citando al cronista Cieza, trascribe una leyenda de gigantes que
supuestamente habitaron la punta de Santa Elena y cuyos restos óseos podían aun
verse en su tiempo. Cuenta también que durante una fiesta del Inti Raymi, el Inca
se atrevió ver al Sol en plena ceremonia, lo que fue tomado por mal presagio por
los indios. Durante otra visita que hizo a sus reinos, se enteró de la sublevación de
los Caranques, nación situada en los confines del reino de Quito, que como salvajes
que eran, mataron y se comieron a las autoridades del Inca. Huayna Cápac mandó
su ejército contra los rebeldes, quienes fueron sometidos y castigados
merecidamente: unos 2000 fueron degollados y arrojados en una laguna que desde
entonces se llamó Yahuarcocha o laguna de sangre. Cuenta enseguida el autor que
Huayna Cápac decidió darle el Reino de Quito a su hijo Atahualpa, pues era su
preferido, y que Huáscar, que era el legítimo heredero del Imperio, aceptó la
voluntad paterna. Menciona también los dos caminos incas que surcaban
transversalmente el Imperio, uno de la costa y el otro de la sierra (el Cápac Ñan), y
sobre las noticias que Huayna Cápac tuvo de los españoles que por entonces
recorrían la costa norte del Imperio; también sobre las señales vistas en el cielo que
anunciaron por entonces la caída del Imperio Inca y el cambio radical de la forma
de la vida andina que se avecinaba. Finalmente, Huayna Cápac enfermó y murió, y
en su testamento ordenó a sus súbditos que obedecieran a los extranjeros invasores
que ya se acercaban, pues éstos eran poderosos e imbatibles, de acuerdo a una
profecía antigua, que aseguraba que tal suceso ocurriría tras el duodécimo Inca.
Luego, el autor describe las animales, plantas y otras cosas que los castellanos
trajeron al Perú: las yeguas y caballos, cómo los criaban al principio, y lo mucho que
valían; las vacas y bueyes, y sus precios altos y bajos; los camellos, asnos y cabras,
y sus precios y mucha cría; las puercas y su mucha fertilidad; las ovejas y gatos
caseros; los conejos y perros castizos; las ratas y la multitud de ellas; las gallinas y
palomas; el trigo; la vid y el primero que produjo uvas en el Cuzco; el vino, y el
primero que lo hizo en el Cuzco, y sus precios; el olivo y sobre quien lo llevó al Perú;
las frutas de España y la caña de azúcar; las hortalizas, flores y yerbas; el lino,
espárragos, biznagas y anís.
Luego menciona los nombres nuevos para nombrar a las diversas generaciones
nacidas en el Perú: criollo, mestizo, mulato, cholo, entre otros. Retomando la historia
inca, el autor cuenta que una vez muerto Huayna Cápac, reinaron sus dos hijos
unos cuatro o cinco años en paz: Huáscar como Sapa Inca y Atahualpa como rey
de Quito. Sin embargo, Huáscar se dio cuenta del error de su padre de dar a
Atahualpa el gobierno de una inmensa provincia del norte, pues así quedaba
bloqueada la ampliación de la frontera norte por parte de la casta cuzqueña, pues
en el resto de las fronteras se había llegado a límites infranqueables, como el mar,
las selva y el territorio al sur del Maule, poblado de salvajes. También entrevió que
tal partición del imperio contradecía el mandato del primer inca Manco Cápac, que
solo admitía un imperio incaico único. Con tales razones, Huáscar invitó a su
hermano que fuera al Cuzco para que jurara como su vasallo, en aras de un interés
mayor como la unidad del Imperio. Atahualpa, con astucia, simuló acatar la orden,
pero pidió permiso para llevar consigo a miles de sus vasallos, a fin de celebrar
fastuosamente las exequias de su padre, lo que Huáscar, sin sospechar malicia,
aceptó. Secretamente, Atahualpa ordenó a sus generales que organizaran
batallones y que le siguieran sigilosamente en su marcha al Cuzco; solo cuando ya
estaba cerca del Cuzco ordenó a sus tropas que enarbolaran sus insignias y
marcharan en orden de batalla contra Huáscar. Sus principales maeses de campo
eran Challcuchimac y Quisquis; sus tropas superaban los 30.000, mayormente
soldados experimentados en las últimas guerras de conquista realizadas por
Huayna Cápac. Huáscar, sorprendido, convocó a sus tropas pero ya era tarde y solo
pudo reunir unos 10.000 de los suyos y otras tropas del Contisuyo, que eran
inexpertas, mientras otras con más experiencia y número, las del Collasuyo,
tardarían en llegar por su lejanía. Hubo una serie de encuentros, hasta que la batalla
definitiva se dio cerca del Cuzco, en Quepaypampa, donde los atahualpistas
triunfaron, merced a su mayor número y experiencia militar. Aquel campo se conoció
después como Yahuarpampa o campo de sangre. El mismo Huáscar fue capturado
y atado. Atahualpa, por naturaleza cruelísimo, ordenó una matanza de toda la
familia de su hermano, sin respetar niños ni mujeres; se describe la manera
espeluznante cómo se cumplió esta orden, aunque algunos de la casta cuzqueña
lograron salvarse, entre ellos, según cuenta Garcilaso, estuvieron su madre y su tío,
Isabel Chimpu Ocllo y Francisco Huallpa Túpac Yupanqui, que por entonces eran
unos muchachos. Pero la ira de Atahualpa se cebó también con los criados de la
casa real y poblaciones enteras fueron diezmadas. Otro en salvarse fue el que
después sería príncipe Manco Inca, otro de los hijos de Huayna Cápac. La crueldad
de Atahualpa fue tan extremada que en tiempos de la conquista española todavía
los supervivientes de la masacre guardaban odio profundo hacia quien
consideraban un inca advenedizo o auca (traidor) y hasta dudaban si en realidad
era hijo de Huayna Cápac, ya que su conducta contrastaba con la natural piedad y
benevolencia de los antiguos incas. Es por ello que Garcilaso, que tenía también
sangre inca, no incluye a Atahualpa en su lista de los reyes incas.
Finaliza el libro contando su autor que por el año 1603 se enteró que existían todavía
más descendientes de la sangre real de los Incas, que suplicaban entonces a Su
Majestad española excepciones de tributos y se quejaban de otras vejaciones que
se les hacían.

EDIPO REY
Edipo Rey es una obra de Teatro escrita por Sófocles que narra la historia de Edipo,
un desventurado príncipe de Tebas, hijo de Layo y de Yocasta. Poco antes de que
Layo y Yocasta se casaran el oráculo de Delfos les advirtió de que el hijo que
tuvieran llegaría a ser asesino de su padre y esposo de su madre. Layo tuvo miedo,
y en cuanto nació Edipo, encargó a uno de sus súbditos que matara al niño, pero
dicha persona no cumplió con la orden de matar a Edipo, solo perforó los pies del
bebé y lo colgó con una correa de un árbol situado en el monte Citerón, faltando a
su lealtad al rey Layo y también por el horror que le producía la orden que le habían
dado,

Por ese lugar pasó Forbas, un pastor de los rebaños del reyde Corintio, escuchó los
grandes lamentos y llanto del bebé y lo recogió entregándoselo para su cuidado a
Polibio. La esposa de Polibio, Peribea se mostró encantada con el bebé y lo cuidó
con cariño en su casa, dándole por nombre Edipo, que significa "el de los pies
hinchados".

Edipocreció bajo el cuidado de Polibio y Peribea, y al llegar a los catorce años ya


era muy ágil en todos los juegos gimnásticos levantando la admiración de muchos
oficiales del ejército que veían en él a un futuro soldado. Uno de sus compañeros
de juegos, con la envidia que le producían las capacidades de Edipo lo insultó y le
dijo que no era más que un hijo adoptivo y que no tenía honra. Ante todo lo que
había escuchado y atormentado por las dudas, Edipo preguntó a su madre si era
adoptivo o no, pero Peribea, mintiendo, le dijo a Edipo que ella era su auténtica
madre. Edipo, sin embargo, no estaba contento con las respuestas de Peribea y
acudió al oráculo de Delfos, quien le pronosticó que el mataría a su padre y se
casaría con su madre, y además le aconsejó que nunca volviese Corinto, lugar
donde nació. Al oír esas palabras Edipoprometió no volver jamás a Corinto, y
emprendió camino hacia Fócida. En su viaje se encontró a un horrible monstruo, La
Esfinge. La Esfinge tenía cabeza, cara y manos de mujer, voz de hombre, cuerpo
de perro, cola de serpiente, alas de pájaro y garras de león y desde lo alto de una
colina detenía a todo aquel que pasara junto a ella y le hacia una pregunta, y si no
se la contestaban, la Esfinge les provocaba la muerte.

Creonte el rey de Tebas tenía una hermana llamada Yocasta. Creonte prometió dar
la mano de su hermana y el trono de Tebas a aquel que consiguiera descifrar el
enigma de la Esfinge. Dicho enigma era: ¿cuál es el animal que por la mañana tiene
cuatro pies, dos al mediodía y tres en la tarde?. Edipo que deseaba la gloria más
que nada dio respuesta al misterio de la Esfinge diciendo que era el Hombre, pues
en su infancia anda sobre sus manos y sus pies, cuando crece solamente sobre sus
pies y en su vejez ayudándose de un bastón como si fuera un tercer pie. La Esfinge,
enormemente furiosa porque alguien hubiera dado la respuesta correcta , se suicidó
abriéndose la cabeza contra una roca.

Entonces Edipo se casó con Yocasta y vivieron felices durante muchos años
teniendo varios hijos cuyos nombres son: Etéocles, Polinice, Antígona e Irmene. Un
día hubo una gran peste que arrasó a toda la región sin que tuviera remedio alguno,
y el oráculo de Delfos informó de que tal calamidad solo desaparecería cuando el
asesino de Layo fuese descubierto y echado de Tebas. Edipo animó
concienzudamente las investigaciones como buen rey que era pero éstas
descubrieron lo que realmente había ocurrido: había matado a Layo, su padre y se
había casado con Yocasta, su madre.

Según otras versiones, el asesinato se descubrió porque Edipo le enseñó a Yocasta


el cinturón del anciano al que había matado, y que Edipo robó por su valía. Yocasta,
después de este descubrimiento se suicidó y Edipo, abrumado por la gran tragedia,
creyó no merecer más ver la luz del día y se sacó los ojos con su espada. Sus dos
hijos le expulsaron de Tebas y Edipo se fue al Ática donde vivió de la mendicidad y
como un pordiosero, durmiendo en las piedras.

Con él viajaba Antígona que le facilitaba la tarea de encontrar alimento y le daba el


cariño que requería. Una vez, cerca de Atenas, llegaron a Colono, santuario y
bosque dedicado a las Erinias, que estaba prohibido a los profanos. Los habitantes
de la zona lo identificaron e intentaron matarlo pero las hermosas palabras de
Antígona pudieron salvar su vida. Edipopasó el resto de sus días en casa de Teseo,
quien le acogió misericordiosamente. Otra versión afirma que murió en el propio
santuario pero antes de expirar Apolo le prometió que ese lugar sería sagrado y
estaría consagrado a él y sería extremadamente provechoso para todo el pueblo de
Atenas.
En una época Layo y Yocasta gobernaban la ciudad de Cadmo, era un reino muy
fructífero en todos los aspectos, sin embargo, un día por obra de los enviados del
dios Apolo, llegó a oídos de los reyes una profecía la cual se cumpliría en algún
tiempo.

Tal predicción consistía en que el hijo de Layo se habría de convertir en su asesino


y en el esposo de su madre a la cual también le tendría que engendrar hijos.
Después de un tiempo, los reyes de los Cadmeos, tuvieron un hijo al cual Layo
mandó a matar con uno de sus siervos porque tenía miedo de que su primogénito
le diera muerte; a los tres días de nacido, el niño tenía perforados los pies por un
garfio de hierro e iba a ser arrojado desde la montaña Citerón, pero el siervo que
tenía un noble corazón, no cumplió las órdenes de su rey y llevó al niño a otro reino
cerca de Cadmo.

En Corintio, el siervo regaló al bebé a un empleado de los reyes de dicho lugar, el


cual condujo al niño hasta el palacio real donde Pólibo y Merope (los reyes)
adoptaron a aquél inocente.

Después de unos años, el bebé creció con el nombre de Edipo, nombre atribuido
por las heridas de sus pies; un día Edipo se encontraba en una fiesta en la cual una
persona ebria le dijo que los reyes de Corintio no eran sus verdaderos padres, así
mismo le hizo saber acerca de la profecía que estaba marcada en su destino la cual
decía que en un tiempo Edipo habría de matar a su padre y casarse con su madre.
Lleno de incertidumbre, el soberano consultó con sus padres el comentario del
borracho, pero sus padres negaron rotundamente aquel chisme.

Como Edipo había comprobado que sus verdaderos padres eran Pólibo y Merope,
salió del reino para no cometer ninguna de las atrocidades que estaban
establecidas, y un día vagando por el cruce o intercepción de tres caminos, se
encontró con una caravana de hombres que custodiaban un carruaje, pero como el
conductor lo empujó, Edipo lo atacó y finalmente mató a todas las personas que
iban ahí menos a un siervo que logró escapar.

Luego, Edipo llegó a Cadmo y salvó al pueblo del tributo que le daban a la esfinge
y así la población lo coronó rey y se casó con Yocasta, juntos gobernaron el reino y
tuvieron cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Cierto día en la ciudad de Cadmo,
la población de ese lugar encabezada por los ancianos, pide ayuda a su rey para
que acabe o busque un remedio contra las enfermedades que están azotando a
todas las personas y que están matando a niños, mujeres, adultos y ancianos. Edipo
decide ayudarlos porque no le queda otro remedio ya que él es una persona muy
importante para Cadmo.

Entonces el reymanda a su cuñado llamado Creonte a visitar al dios Apolo para que
éste le diera un consejo y así acabar con la peste de la cual sufría su patria, al
regresar a Cadmo, todavía encontró a los ancianos en reunión con el rey, por eso
dijo las instrucciones del dios frente a todos ellos. Apolo había dicho que se
acabarían los padecimientos si se resolvía un crimen que fue cometido hace mucho
tiempo y que por obra de la esfinge ya no es asunto para recordar por ninguno de
los ahí presentes; se tenía que aclarar el asesinato del rey anterior a Edipo llamado
Layo.

Después de oír éstas palabras, el rey Edipo hizo, muchas sanciones al que fuera el
culpable y mandó a toda la población en busca de aquel asesino que mató al anterior
rey. Una acusación era el exilio otra, que nadie le abriera las puertas de su casa y,
otra más era que nadie le podía hablar ni admitirlo en sus plegarias o sacrificios
porque era todo un criminal y debía ser castigado. Todo lo que se sabía y lo que se
decía del asesinato de layo era que lo habían matado unos bandidos.

Por otra parte, una vez que hubo terminado la reunión de Edipo y el pueblo de
Cadmo, se apareció ante el rey un adivino llamado Tiresias el cual dijo al gran
gobernante que moderara sus palabras y acusaciones ante el asesino que aún no
conocía ya que de lo contrario le podían pasar cosas muy malas; sin embargo, Edipo
no hizo caso a éstas palabras del adivino que provocaron su enojo y cólera, así que
lleno de coraje el soberano insultó mucho a Tiresias y lo echó de su palacio.

El pobre ciego (adivino), también se enojó e insinuó al gran rey la culpabilidad de


tal asesinato, pero Edipo no se dejó y lo acusó de complicidad con Creonte para
quitarle la corona y quedar su cuñado como único y legítimo rey, después de éstas
últimas palabras, Tiresias se fue.

Edipo se quedó pensando en lo que le había dicho el adivino, así que habló con
Creonte, su cuñado para aclarar el mal entendido, pero todas las explicaciones por
parte de su cuñado fueron en vano, ninguna hacía cambiar de parecer en Edipo la
idea de fraude y complicidad por parte de Creonte y el adivino.

Después, el magnánimo rey de Cadmo, habló con su esposa Yocasta, la cual le dijo
que no se afligiera con todo lo que le habían dicho ya que era seguro que nada de
lo mencionado por el adivino podía ser verdad, y así en el gobernante cesó por un
rato su duda.

Luego de un tiempo de hablar con su mujer, ésta le indicó que hace mucho tiempo
ella estuvo casada con Layo, el rey que yacía muerto, y que de él tuvo un hijo. Una
terrible noticia había llegado a sus oídos por parte del oráculo de Apolo, tal profecía
decía que el hijo de Layo habría de matar a su padre, casarse con su madre y
engendrarle hijos, es decir, que el hijo de Layo habría de ser su asesino, esposo de
su esposa y padre de sus hermanos.

También a Layo en ese tiempo le había llegado tal noticia, por lo que él optó por
atar al niño de los pies, y llevarlo hacia las afueras de Cadmo para matarlo. Yocasta
del mismo modo le dijo a Edipo que el rey Layo en el momento de su muerte iba
acompañado de unos siervos, y de los cuales sólo sobrevivía uno que había sido
mandado lejos por temor a Edipo, porque en el momento que vio a Edipo, sus ojos
se llenaron de miedo y desesperación por lo que pidió un cambio de lugar de trabajo,
lejos del rey.

Posterior a esto, Edipo hizo llamar a aquel siervo para aclarar sus dudas, pues ya
sospechaba ser el asesino de Layo. Enseguida, llegó un mensajero a palacio, el
cual daría noticia al gobernante Edipo; el enviado decía que el rey había heredado
la fortuna de su padre Pólibo que estaba muerto y que por tal motivo debía ir a su
lugar de origen para reclamar la corona y el reino de Corintio

Luego de oír éstas palabras del mensajero, Edipo no sospechó más de su inocencia
en el asesinato, pero también recordó que un día le hicieron llegar una noticia
parecida a la que oyó Yocasta que consistía en que, en un tiempo Edipo iba a matar
a su padre y se habría de casar con su madre para tener hijos con ella, por tal motivo
recordó que se fue de su lugar de origen y en un camino se encontró con un grupo
de personas que custodiaban un carruaje, uno de los conductores empujó al joven
y éste mató a todos los que iban ahí, menos a uno que logró escapar. Con tales
reminiscencias, el rey de Cadmo, pensaba en su inocencia y en su culpabilidad al
mismo tiempo que también temía por todas las sanciones puestas al culpable por él
mismo.

Después de ésta noticia llegó uno de los criados de palacio el cual anteriormente
había ayudado a Layo a deshacerse de aquel hijo que le iba a quitar la vida al rey.

Éste criado, le dijo a Edipo que hace mucho tiempo de sus propias manos le hizo
entrega a una persona de las afueras de Cadmo, un niño, el cual fue crecido en una
familia buena, y eso era todo lo que sabía.

Con todas éstas indagaciones a Edipo le llegaba a la cabeza la idea de que él era
el asesino de su padre Layo y que se había casado con su madre Yocasta para
tener hijos, inmediatamente de pensar y colocar al descubierto al culpable, la buena
madre y esposa de Edipo se suicidó debido a todos lo problemas que tenía y todas
las faltas y orgías que había cometido con sus propio hijo.

Edipolleno de culpa, se quitó la vista y mandó llamar a Creonte su cuñado, el cual


iba a castigarlo y habría de ser testigo de las profecías cumplidas, dichas por el
oráculo de Apolo. Creonte fiel servidor de Cadmo, exilió a Edipo que antes de irse
se despidió de sus hijas y pidió a su cuñado y tío que cuidara de sus tesoros más
preciados, por que él desde donde estuviera no podría hacerlo; con esto
automáticamente Creonte quedó como rey de Cadmo y Edipo se marchó.

Así fue como Edipo, en un tiempo rey de Cadmo, mató a su padre, se casó con su
madre y tuvo hijos con ella sin saberlo y fue el más desdichado de los desdichados.
HAMLET
La historia comienza en el Palacio de Dinamarca, en donde dos soldados, durante
su vigilancia nocturna, observan un fantasma que presenta un enorme parecido al
difunto Rey Hamlet. Horacio, amigo del príncipe Hamlet, también es testigo de dicha
escena, por lo tanto deciden darle pronto aviso al joven príncipe de dichos sucesos.
En el salón del Palacio, Claudio, hermano del rey difunto, festeja su boda con
Gertrudis, madre de Hamlet, y exhorta a todos los presentes a reconocer el nuevo
contrato nupcial entre la reina y él, lo cual, tras la muerte del rey dos meses antes,
lo convierte en el nuevo monarca de Dinamarca y padrastro del príncipe Hamlet.
Asimismo, anuncia que ha tomado medidas contra Fortimbrás, hijo del rey de
Noruega quien perdió sus tierras en un combate justo contra el rey Hamlet. Laertes,
hijo de Polonio, interrumpe al solicitarle a Claudio su permiso para regresar a
Francia. Dado que Polonio, consejero del reino, ya aprobaba dicha decisión, Laertes
es libre de marcharse con la bendición del rey. Concluido esto, Claudio le pide a
Hamlet que no se acongoje más por la muerte del rey, pues desea que lo considere
como su nuevo padre. Sin embargo, el príncipe demuestra su negación ante este
matrimonio; Gertrudis, le ruega a su hijo que deje de lamentarse por los muertos y
que trate de ser feliz.
Hamlet, en su soledad, se lamenta profundamente por el casamiento entre su madre
y su tío, desaprueba la actitud de Gertrudis, la juzga y la condena por incestuosa.
Horacio interrumpe sus pensamientos para informarle lo que ha visto al fantasma
de su padre. Hamlet, asombrado, solicita que lo lleven ante este espíritu cuanto
antes.
En las afueras del Palacio, la sombra vuelve a aparecerse y Hamlet decide seguirle
para averiguar la causa de su tormento. El fantasma es el espíritu condenado de su
padre, quien ha venido a contarle a su hijo el asesinato que cometió su tío al verter
veneno en su oído mientras dormía, asimismo le pide que no apruebe el nuevo
matrimonio y que vengue su muerte.
Días después, el rey Claudio hace llamar a dos amigos de Hamlet, Ricardo y
Guillermo, ya que ha escuchado rumores acerca de la extraña actitud de su sobrino
y por ello, les solicita que averigüen la causa de su locura. Polonio le comenta a
Claudio que cree que la locura de Hamlet proviene del enorme amor que éste siente
por Ofelia, su hija, y la forma en la que ella ha tenido que rechazar a Hamlet desde
que descubrió su relación amorosa. Así pues, propone organizar un encuentro
vigilado entre Ofelia y el príncipe para confirmar dichas suposiciones.
Ricardo y Guillermo se presentan ante Hamlet para averiguar la razón de su locura,
mas éste evade sus preguntas sin evidenciar sus verdaderas causas y propósitos.
Claudio es informado de esto y comienza a sentir miedo y preocupación por esta
peligrosa locura, más se reconforta un poco al saber que Hamlet planea presentar
una obra con el nuevo grupo de comedia que llegó al pueblo.
En la galería del palacio, Claudio y Polonio se esconden para espiar al príncipe y a
Ofelia. Ella, temerosa y consciente de que es observada, se acerca a Hamlet para
darle las cartas de amor que éste le ha dado, sin embargo, Hamlet consciente del
plan y de que es observado, la rechaza y la juzga, evidenciando su resentimiento
hacia Gertrudis y el matrimonio, a través de Ofelia. Ante esto, Claudio descubre que
Hamlet no está loco por un desamor, ya que sus palabras producen otro mensaje,
por ello decide enviarlo a Inglaterra con el pretexto de cobrar los tributos atrasados.
Polonio le sugiere que espere a que Gertrudis hable con su hijo para descubrir las
causas verdaderas de las acciones de Hamlet y mientras tanto él se ocultará para
escuchar la conversación entre ambos.
En el salón del palacio, todos se disponen a presenciar la obra de teatro que Hamlet
ha preparado para el rey y la reina, cuyo argumento refleja el asesinato cometido
contra su padre, el amor eterno que Gertrudis le promete al rey y la forma en la que
ésta ha fallado a su palabra. Esta sátira crítica desemboca en la partida del rey y la
reina a mitad de la representación por indignación. Ricardo y Guillermo,
consternados por el hecho, confrontan a Hamlet para pedirle una explicación, éste,
enfurecido y con frases críticas, se burla de ellos y se retira para ver a su madre.
En la habitación de la reina, Polonio se oculta detrás de unos tapices y Gertrudis
espera la llegada de su hijo. Hamlet arriba al cuarto y le reclama a su madre los
actos incestuosos y la forma en la que ella a decidido olvidar al rey Hamlet.
Gertrudis, atemorizada de que Hamlet la lastime, pide socorro y Polonio hace
evidente su presencia en la habitación, de tal suerte que Hamlet saca su daga y lo
asesina pensando que es su tío. Hamlet le pide a su madre que recapacite bien, él
se lleva le cuerpo de Polonio y lo oculta en la galería del palacio. Claudio enfadado
de estos actos, decide enviar a Hamlet a Inglaterra junto con Guillermo y Ricardo,
en donde será asesinado por órdenes de su tío, ya que otro tipo de represalia no
funcionaría por el amor que el pueblo y Gertrudis sienten por el príncipe.
Días después, en las fronteras de Dinamarca, Fortimbrás le pide a su criado
presentarse ante el Rey Claudio para mostrarle su respeto y solicitarle su permiso
para pasar por el territorio danés y conquistar las tierras de Polonia.
En el Palacio, Ofelia ha perdido completamente la razón, tanto por la muerte de su
padre como por los rechazos y palabras hirientes de Hamlet. Claudio y Gertrudis,
preocupados por su demencia, solicitan que la vigilen.
Laertes, hermano de Ofelia e hijo de Polonio, arriba al palacio, junto con el pueblo
sublevado, con el ávido deseo de vengar la muerte de su padre. El rey se declara
inocente de su muerte y le explica que Hamlet no ha sido debidamente castigado
por el aprecio que le tiene el pueblo. Ofelia entra a la sala y hace evidente su
incurable locura, la cual afecta el ánimo de Laertes y jura vengar la muerte de su
pardre.
En casa de Horacio, un mensajero le lleva un par de cartas de Hamlet, una para
Claudio y otra para él; en éstas, Hamlet explica que no consiguió llegar a Inglaterra
debido a una ataque pirata durante el viaje, asimismo le cuenta que Guillermo y
Ricardo siguen en camino a Inglaterra. Claudio, al enterarse de que Hamlet regresa,
planea con Laertes la muerte del príncipe: ambos se confrontarán en una batalla de
esgrima, Laertes untará su espada con veneno y Claudio le ofrecerá a Hamlet,
durante la batalla, una bebida envenenada en caso de que el primer plan no
funcione. Gertrudis los interrumpe para anunciar el suicidio de Ofelia ahogada en el
río y ante esto, Laertes decide llevar a cabo dicho plan.
Hamlet, al regresar, es informado de la batalla contra Laertes; con miedo y malos
presentimientos, se dispone a luchar contra él, a quien antes de iniciar el combate
le pide disculpas por los agravios cometidos por su demencia. El rey Claudio le
ofrece a Hamlet la bebida envenenada, sin embargo, éste se niega a tomarla y
Gertrudis la bebe para brindar por su hijo. Tras una intensa lucha, Laertes y Hamlet
resultan heridos por las espadas envenenadas, a su vez, la reina agoniza por el
veneno en la bebida y acusa a Claudio de traición. Laertes, al darse cuenta de las
consecuencias de sus planes con el rey, confiesa que tanto la espada como la
bebida están envenenadas y el tiempo de vida que les queda a los tres es muy
corto. Hamlet, en sus últimos alientos, persigue al rey y lo asesina, asimismo le pide
a Horacio que cuente la historia que ha presenciado para salvar el honor del trono.
Fortimbrás arriba al Palacio para informar acerca de la conquista de Polonia, sin
embargo, éste se encuentra con la muerte de toda la familia real y ante esto, se
proclama el nuevo rey de dichas tierras, mas no sin antes, reconocer que el príncipe
Hamlet hubiera sido un excelente y digno rey.
Acto I
Escena I
(En la puerta del palacio). Bernardo, uno de los guardias del reino, llega a sustituir
el puesto de Francisco, otro guardia, durante su vigilancia nocturna.
Escena II
Horacio y Marcelo llegan a donde está Bernardo y observan el fantasma del rey
Hamlet. Primero creen que es el espíritu de Fortimbrás rey de Noruega, quien fue
asesinado por el rey Hamlet tras un combate en donde el vencedor sería acreedor
de las tierras del perdedor. Horacio y Bernardo están convencidos que es el espíritu
del rey Hamlet y concuerdan comentarle este suceso al príncipe Hamlet.
Escena III
(En el salón del palacio). Claudio, nuevo rey de Dinamarca, anuncia sus planes de
defensa contra el tío del joven Fortimbrás de Noruega.
Escena IV
Laertes, hijo de Polonio, le solicita a Claudio su permiso para regresar a Francia,
éste le da su bendición. Gertrudis y Claudio están celebrando su boda a dos meses
de la muerte del rey Hamlet. Gertrudis, madre de Hamlet, le pide a su hijo que no
regrese a estudiar a Witemberg, sino que permanezca al lado de ella y de su tío,
ahora, padre.
Escena V
Una vez solo, Hamlet se lamenta y reprocha las acciones de su madre. Cree que
nadie podrá remplazar al rey y considera incestuoso el matrimonio contraído entre
Claudio y Gertrudis.
Escena VI
Horacio, amigo de Hamlet, le informa acerca del fantasma. Hamlet decide
acompañarlo esa misma noche para hablar con el espíritu.
Escena VII
Laertes se despide de su hermana Ofelia y le aconseja tener cuidado y cordura con
enamorarse de Hamlet.
Escena VIII
Polonio se despide de Laertes y le da consejos para el futuro.
Escena IX
Polonio le pide a Ofelia que sea precavida con el príncipe Hamlet y que conserve
su honor.
Escena X
(Afuera del palacio). Horacio, Marcelo y Hamlet esperan la aparición del fantasma.
Al pasar de las 12:00 de la noche, el espíritu le pide a Hamlet que le siga.
Escena XI
Horacio y Marcelo, temiendo por el bienestar de Hamlet, le siguen de lejos para
cuidarlo.
Escena XII
La sombra (el espíritu) le confiesa la verdadera causa de su muerte, ya que todo el
reino en Dinamarca creía que el rey Hamlet había a causa de la picadura de una
serpiente mientras éste dormía, sin embargo, éste fue asesinado por su hermano
quien le aplicó unas gotas venenosas en el oído. La sombra le pide a Hamlet que
vengue su muerte, que tolere las acciones de su madre y que siempre lo recuerde
a él.
Escena XIII
Marcelo y Horacio llaman a Hamlet y le preguntan lo ocurrido, sin embargo, éste
evade sus preguntas y tanto la sombra como él, los hace jurar por su espada, nunca
mencionar lo que han visto.
Acto II
Escena I
(Dentro del palacio). Polonio le pide a su criado Reinaldo que acompañe a Laertes
a París y procure averiguar lo que hace su hijo.
Escena II
Ofelia le comenta a Polonio sobre las actitudes extrañas que ha adoptado Hamlet,
pareciera que está loco y la única explicación que concluyen es porque Ofelia,
siguiendo los consejos de su padre, ha rechazado las citas y cartas de Hamlet.
Escena III
Claudio y Gertrudis le piden a Ricardo y Guillermo (cortesanos y amigos de Hamlet)
averiguar qué es lo que ocurre con el príncipe, pues cada vez es más notorio su
trastorno emocional.
Escena IV
Polonio anuncia la llegada de los embajadores de Noruega y le comenta a Claudio
que cree conocer los motivos de la locura de Hamlet.
Escena V
Voltiman, cortesano y mensajero del rey de Noruega, avisa que los armamentos
que había fabricado su sobrino ya no afectarán más al gobierno de Dinamarca y
que ellos desean luchar contra Polonia, por tanto, necesitan que Claudio les
conceda el paso libre para ejecutar dichas acciones.
Escena VI
A raíz de una carta de Hamlet para Ofelia, Polonio explica que cree que el amor de
Hamlet hacia Ofelia, es la causa de su locura, asimismo propone organizar un
encuentro vigilado entre la pareja para descubrir si esto es verdad.
Escena VII
Polonio cuestiona a Hamlet, pero éste lo evade con respuestas agudas, sarcásticas
y aparentemente, incoherentes.
Escena VIII
Ricardo y Guillermo visitan a Hamlet para averiguar las causas de su locura, sin
embargo Hamlet los evade y de manera metafórica, advierte que no está loco.
Escena IX
Polonio avisa la llegada de los cómicos y grandes actores del reino. Hamlet, en tono
burlón y con sus acciones, desea que Polonio crea que verdaderamente está loco.
Escena X
Hamlet le solicita a los cómicos que representen La Muerte de Gonzago junto con
algunos textos que él mismo agregará.
Escena XI
Hamlet cree que a través del teatro y las reacciones que éste provoca, podrá
descubrir si su tío es culpable o no del asesinato de su padre.
Acto III
Escena I
(Dentro del palacio). Ricardo y Guillermo le informan a los reyes que desconocen
las causas de la locura de Hamlet. Asimismo, informan que Hamlet les invita a asistir
a la obra ese día por la noche.
Escena II
Claudio, Gertrudis, Polonio planean el encuentro entre Hamlet y Ofelia para
averiguar si de allí proviene su locura. Ofelia está dispuesta a cooperar con dicho
plan por la salud de Hamlet.
Escena III
Polonio le da a Ofelia un libro para leer mientras espera a Hamlet. Claudio y Polonio
se ocultan para escuchar.
Escena IV
Hamlet pronuncia el famoso monólogo del ser o no ser. Ofelia, quien a un lado leía
su libro, le pregunta a Hamlet cómo sigue, éste con dureza, la ataca fuertemente, le
niega su amor y le dice se vaya a un convento.
Escena V
Ofelia se lamenta por el trastorno que padece Hamlet. Se siente desdichada por
haber presenciado esta escena.
Escena VI
Claudio percibe que en las palabras de Hamlet no hay locura, sino aflicción oculta
en su aparente trastorno y por ello decide enviarlo a Inglaterra con el pretexto de
cobrar los tributos atrasados. Polonio, por el contrario, cree que la locura de Hamlet
proviene de un amor no correspondido.
Escena VII
Polonio le propone a Claudio que la reina intente descubrir la demencia de Hamlet
a solas, mientras tanto, él se ocultará para escuchar lo que ocurre e informarle
oportunamente a Claudio.
Escena VIII
(En el salón del palacio). Antes de iniciar la obra de teatro, Hamlet le aconseja al
cómico cómo interpretar el papel que le ha dado.
Escena IX
Hamlet le pregunta a Polonio si vendrá la reina para iniciar pronto con la obra.
Escena X
Hamlet le pide a Horacio que examine las reacciones de su tío ante la obra para
comparar impresiones.
Escena XI
Los reyes toman sus lugares y la obra da inicio. La primera escena revela el
asesinato del rey por su propio hermano, y cómo éste desposa a la reina.
Escena XII
Durante la obra, Hamlet hace comentarios sarcásticos tanto hacia su madre como
a Ofelia.
Escena XIII
El diálogo entre los cómicos refleja un deber ser que Hamlet esperaba de su madre,
es decir, la obra refleja la crítica que Hamlet le hace a Gertrudis por haberse casado
con el asesino de su padre.
Escena XIV
Hamlet continúa siendo sarcástico con Ofelia, la humilla, tanto a ella como a su
madre en cualquier oportunidad. Mientras tanto se observa al tercer cómico verter
el veneno en el oído del duque; den ese momento, Claudio, indignado, se levanta y
se retira.
Escena XV
Hamlet y Horacio comentan acerca de la asombrada reacción del rey al presenciar
la escena del asesinato del duque.
Escena XVI
Ricardo y Guillermo le comentan a Hamlet que el rey está muy enojado por lo
acontecido y que la reina desea verlo. Asimismo, inútilmente, tratan de averiguar
qué le ocurre a Hamlet.
Escena XVII
Hamlet se da cuenta que Ricardo y Guillermo tratan de averiguar lo que le ocurre
por órdenes de los reyes, sin embargo, éste no menciona ni una palabra y es astuto
al continuar demostrando su locura ante sus “amigos”.
Escena XVIII
Polonio le avisa a Hamlet que la reina desea verlo.
Escena XIX
Monólogo reflexivo en el que Hamlet se propone ser duro y herir a su madre con
sus palabras.
Escena XX
(En el estudio de Hamlet). Claudio, al ver el peligro que corre su reinado con la
“locura” de Hamlet, les pide a Ricardo y Guillermo que acompañen a Hamlet hasta
Inglaterra.
Escena XXI
Polonio le informa a Claudio que Hamlet ya va en camino para hablar con su madre
y que éste les vigilará.
Escena XXII
Claudio, en su soledad, se arrepiente de sus actos, se siente perseguido y culpable,
busca el perdón de Dios y la forma para remediar sus fallas, sin embargo, está
consciente de que su crimen lo acechará.
Escena XXIII
Hamlet, al ver a Claudio solo, se dispone a matarlo con su espada, sin embargo,
reflexiona y concluye que esa sería una muerte fácil para el asesino.
Escena XXIV
Claudio concluye que sus palabras no serán escuchadas por Dios y por tanto deberá
continuar con sus planes.
Escena XXV
Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a Hamlet, mientras tanto él se ocultará
detrás de los tapices para poder escuchar la conversación.
Escena XXVI
(En la habitación de Gertrudis). Hamlet llega a la habitación de Gertrudis y ambos
comienzan a discutir. Hamlet se exalta y su madre pide socorro porque cree que su
hijo la lastimará. Polonio, a punto de salir de su escondite, es descubierto y
asesinado por Hamlet, quien piensa que la persona oculta es su tío. Hamlet
compara con su madre las diferencias entre ambos reyes y le recrimina su
hipocresía, su deslealtad y su incestuoso matrimonio. Gertrudis se arrepiente y le
ruega a su hijo que se detenga, ya que sus palabras verdaderas, la hieren
profundamente.
Escena XXVII
Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a Hamlet, mientras tanto él se ocultará
detrás de los tapices para poder escuchar la conversación.
Escena XXVIII
Hamlet le dice a su madre que debe partir para Inglaterra con Ricardo y Guillermo
para entregar 2 cartas, pero ante esto, él será sumamente precavido. Hamlet se
despide de su madre y se lleva, arrastrando, el cuerpo de Polonio.
Escena XXIX
Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a Hamlet, mientras tanto él se ocultará
detrás de los tapices para poder escuchar la conversación.
Acto IV
Escena I
(Dentro del palacio). Gertrudis le avisa a Claudio que Hamlet ha asesinado a
Polonio. Claudio toma la determinación de enviar a Hamlet a Inglaterra al darse
cuenta del peligro que éste representa.
Escena II
Claudio le pide a Ricardo y a Guillermo que encuentren el cuerpo de Polonio para
llevarlo a una capilla.
Escena III
Guillermo y Claudio le piden a Hamlet que les diga dónde ha dejado el cuerpo de
Polonio, sin embargo, éste se niega a revelar su paradero.
Escena IV
Monólogo de Claudio en donde se advierte su temor hacia Hamlet así como su
impotencia para castigarle, ya que Hamlet es muy querido por las multitudes y una
medida fuerte provocarían una revuelta en Dinamarca.
Escena V
Ricardo le informa al rey que no saben dónde está el cuerpo de Polonio. Claudio
pide que Hamlet se presente, cuanto antes, ante él.
Escena VI
Claudio le exige a Hamlet que revele el paradero de Polonio, asimismo, le informa
que deberá irse a Inglaterra.
Escena VII
Monólogo de Claudio en donde se hacen ver sus intenciones y deseos de dar
muerte a Hamlet cuanto antes. Claudio está convencido, que gracias a su petición
al mandatario de Inglaterra, Hamlet será asesinado allá.
Escena VIII
(En las fronteras de Dinamarca). Fortimbrás le solicita a su capitán presentarse ante
el rey Claudio para solicitar el paso libre por el reino, como se había acordado.
Escena IX
Ricardo, Guillermo y Hamlet se encuentran con el capitán de Fortimbrás. Hamlet
desea saber a dónde se dirigen con un ejército tan grande, el capitán informa que
van a Polonia y hace evidente su avaricia por conquistarla.
Escena X
Monólogo reflexivo y crítico de Hamlet en donde desaprueba la avaricia inútil por
poder de Fortimbrás.
Escena XI
(En la galería del palacio). Horacio le pide a Gertrudis que vea a Ofelia, quien ha
perdido total y absoluta razón.
Escena XII
Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a Hamlet, mientras tanto él se ocultará
detrás de los tapices para poder escuchar la conversación.
Escena XIII
Ofelia comienza a cantar haciendo alusión a su padre, a Hamlet y a Laertes.
Escena XIV
Claudio se lamenta ante Gertrudis por la locura de Ofelia y la ausencia de Hamlet.
Asimismo, se ha enterado de que Laertes ha regresado de Francia.
Escena XV
Un enorme estruendo se escucha en el palacio y un caballero le informa al rey que
Claudio ha vencido a los soldados del rey y que la gente del pueblo lo está
proclamando como el nuevo rey.
Escena XVI
Laertes entra al palacio y le exige al rey una explicación sobre la muerte de su padre.
Escena XVI
Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a Hamlet, mientras tanto él se ocultará
detrás de los tapices para poder escuchar la conversación.
Escena XVII
Ofelia entra vestida de blanco y con una guirnalda de flores silvestres diciendo
locuras. Laertes se conmueve al ver a su hermana trastornada y jura vengar, tanto
la muerte de su padre como la locura de Ofelia.
Escena XVIII
Claudio le pide a Laertes que primero escuche su versión en privado para después,
tomar las medidas pertinentes.
Escena XIX
(En casa de Horacio). Un criado le presenta a Horacio 3 cartas de parte de Hamlet.
Escena XX
En una de las cartas, Hamlet le dice a Horacio que ha sido secuestrado por piratas
durante su viaje a Inglaterra, Ricardo y Guillermo siguen en camino y todo esto se
lo explicará a su regreso. Asimismo, le pide que entregue las cartas a los reyes.
Escena XXI
(En el gabinete del rey). Claudio se excusa ante Laertes y confiesa que Hamlet no
ha sido castigado porque tanto el pueblo, como Gertrudis aman al príncipe.
Escena XXII
Un guardia interrumpe y le da a Claudio las cartas de Hamlet.
Escena XXIII
Al leer las cartas de Hamlet, Claudio se da cuenta de que éste regresa a Dinamarca.
Laertes siente que su venganza está próxima y con estos fines Claudio propone un
plan para asesinar a Hamlet: ambos se enfrentarán en una batalla de esgrima,
Laertes bañará su espada de veneno y Claudio le ofrecerá una bebida envenenada
durante el combate.
Escena XXIV
Gertrudis entra agitadamente y anuncia que Ofelia se ha suicidado ahogada. Ante
esto, Laertes se propone a seguir el plan de Claudio.
Acto V
Escena I
(En un cementerio junto a la iglesia). Polonio le sugiere a Gertrudis que cuestione a
Hamlet, mientras tanto él se ocultará detrás de los tapices para poder escuchar la
conversación.
Escena II
Hamlet y Horacio llegan al cementerio y le preguntan al sepulturero quién será
enterrado, más no les informan con claridad. Los tres personajes hablan acerca de
la existencia del ser humano y su valor después la muerte. Hamlet y Horacio se
ocultan porque el rey, la reina, Laertes y los cortesanos entran al cementerio para
enterrar a Ofelia.
Escena III
Laertes solicita abrazar a su hermana por última vez y es entonces cuando Hamlet
descubre que es Ofelia quien ha muerto y sale de su escondite para verla. Laertes,
al ver a Hamlet, se avienta sobre él para pelear contra él. Claudio aprovecha dicha
situación para decirle a Laertes que pronto estarán los preparativos listos para sus
planes.
Escena IV
(En la recámara de Hamlet). Hamlet le cuenta a Horacio que leyó las cartas
traicioneras del rey Claudio en donde se le solicita a Inglaterra que le corten la
cabeza, sin embargo, Hamlet las rescribió solicitando el inmediato asesinato de
Ricardo y Guillermo.
Escena V
Enrique, un cortesano del reino, le avisa a Hamlet que Claudio ha apostado que
Hamlet puede vencerle a Laertes.
Escena VI
Hamlet accede a luchar contra Laertes y Enrique se retira para avisarle a Claudio.
Escena VII
Un caballero le pregunta a Hamlet si está listo para iniciar la batalla, asimismo le
dice que la reina ha solicitado que su hijo se disculpe con Laertes.
Escena VIII
Hamlet le comenta a Horacio que tiene un mal presentimiento, sin embargo, está
listo para morir si así lo dispone su destino.
Escena IX
(En el salón del palacio). Hamlet se disculpa con Laertes y ambos escogen sus
espadas para dar inicio a la batalla. Claudio brinda a la salud de Hamlet y le ofrece
una bebida, la cual se niega tomar. Gertrudis toma la copa envenenada y bebe a la
salud de su hijo. Hamlet y Laertes se hieren mutuamente y la reina, agonizando,
denuncia que la copa estaba envenenada. Claudio trata de huir pero Hamlet lo
asesina. Laertes confiesa que él también ha cometido traición y que en menos de
media hora, tanto Hamlet como él morirán por el veneno en las espadas. Horacio
desea tomar de la copa envenenada para morir con su amigo, pero Hamlet le pide
que permanezca vivo para contar la verdad y poder salvar el honor de la familia.
Escena X
Un caballero anuncia que Fortimbrás ha regresado victorioso de Polonia. Hamlet le
pide a Horacio que dé su voto de aprobación para que Fortimbrás sea el nuevo rey
de las tierras. Hamlet muere.
Escena XI
Fortimbrás arriba junto con 2 embajadores de Inglaterra a la escena del crímen.
Horacio solicita que se coloquen los cuerpos en una tumba a la vista del público
para explicar los sucesos sangrientos. Fortimbrás sabe que él es merecedor
próximo de la corona, sin embargo, admite que de estar vivo Hamlet, sería un gran
monarca.
EL CONDE DE MONTECRISTO

CAPITULO I
Edmundo Dántes era un marinero que llegó a Marsella y tiene un plática con el
señor Morrel, y con Danglars con quien no se lleva muy bien.
CAPITULO II
Dantés visita a su padre y su vecino los visita el cuál es amigo de Danglars pero
también se lleva muy bien con Dantés.
CAPITULO III
Fernando quiere con Mercedes que es la novia de Edmundo pero ella lo quiere solo
como un hermano y cuando llega Dantés a casa de Mercedes Fernando se enoja y
se va, y Danglars y Caderousse lo provocan como de broma para que tome
venganza y Fernando se la cree.
CAPITULO IV
Danglars y Fernando planean hacer que encarcelen a Dantés acusándolo en una
carta anónima.
CAPITULO V
Danglars y Caderousse se alegraron que lo planeado de la carta fuera solo una
broma. En el banquete de bodas apresan a Dantés porque lo acusan de
Bonapartista y Danglars y Caderousse sospechan de Fernando, pero les da miedo
hablar.
CAPITULO VI VIII
Villefort es un hombre que va a sustituir al procurador del rey y al él le toca el asunto
de Dantés, y cuando lo interrogan se dan cuenta que en una carta que él traía que
no había leído decían cosas muy importantes del papá de Villefort y le dicen que no
hable nada de eso y lo dejan libre y el obedece.
CAPITULO VII
Al siguiente día lo llamaron y lo llevaron en una lancha a una isla que cuando se dio
cuenta era el Castillo de IF que era una prisión.
CAPITULO VIII
Mientras está ahí en lo único que piensa es en Mercedes y que quería hablar con el
gobernador porque el no era culpable de nada pero no lo dejaban.
CAPITULO X
El rey se preguntaba por Napoleón porque había rumores de que iba a entrar.
CAPITULO XII
Villefort y su padre Noirtier charlan de aquella carta que se habían traído de la Isla
de Elba en la cual decía que Noirtier era bonapartista.
Entonces el Sr. Noirtier quiere ir a ver al rey.
CAPITULO XIII
Napoleón había regresado al trono y el Sr. Morrel fue con Villefort a pedir que
liberaran a Dantés ya que el reino de Luis XVIII había caído, pero no logró nada.
Luego volvió a subir Luis XVIII y el padre de Dantés perdió esperanzas y murió.
CAPITULO XIV
El gobernador va a visitar a los calabozos porque era su encargo y visita a los
peligrosos donde había locos y también estaba Dantés el cuál pidió que le
explicaran la razón por la que estaba ahí.
Un día oyó unos ruidos y estuvo como tres horas oyéndolos y tratando de
descifrarlos y decidió tocar la pared para ver si se callaba y si si se callaba concluiría
que era un preso, toco y si se callo el ruido; Dantés quiso asegurarse de sí su vecino
en realidad había dejado de trabaja, por lo que escucho con atención. Todo seguía
muy silencioso, Dantés supuso que su vecino desconfiaba del, pero no perdió la
esperanza y siguió trabajando buscando, hasta que haló un obstáculo y reconoció
que había hallado una viga que atravesaba, y cerraba el agujero. Dantés se
desesperó y empezó a reclamarle a Dios.
CAPITULO XV
Y mientras se quejaba en voz alta, oyó que le contestaban “¿Quien habla de Dios y
desesperación al mismo tiempo?” Dantés empezó a hablar con esa persona que
estaba al otro lado y empezaron a dar Datos suyos para identificarse, (el vecino era
el número 27) No se trataba mas que de un viejo que llevaba encerrado cuatro años
mas que Edmundo, este le contó de sus planes de hacer un hueco que llevaba ya
haciendo desde tiempo atrás, pero que lo malo era que daba al jardín donde había
guardias. Después de platicar un rato, los dos concluyeron que
Seguirían haciendo su conspiración en secreto para luego de ahí escapar al mar.
CAPITULO XVII
El abate Faría ( el vecino del calabozo de Dantés) era un viejo sabio y audaz y todo
era por sus más o menos 12 años que llevaba en el Castillo de If. Tenía un Pasadizo
donde podía pasar al otro Calabozo (el de Dantés) y tenía lugares ocultos donde
guardaba cosas que había fabricado como por ejemplo unas plumas que había
hecho a base de Hollín y vino. Cuando Dantés se encontraba con él, se pusieron a
adivinar y resolver quien era el que había conspirado contra él, y descubrieron:
Que Danglars no quería que Dantés fuera capitán del Faraón; Fernando lo odiaba
por ser prometido de mercedes; Ellos dos y Caderousse ebrio, habían escrito la
carta en la taberna del tío Pánfilo.Que Noiriter era padre de Villefort.
CAPITULO XXIV
Al Abate le daban como ataques que él decía “accesos” y le salía espuma por la
boca y luego quedaba como muerto y cuando sintió que le iba a dar uno, le dio
instrucciones a Edmundo de darle unas gotas de un vino. Ya que le dio, Dantés hizo
lo prometido y el Abate despertó pero en esta ocasión quedó muy débil y le dijo a
Dantés que él tendría que escapar solo, puesto que él ya no podría nadar.
CAPITULO XVIII
Faría le contó a Edmundo la historia de la familia de su Jefe del cual era secretario,
(Spada) y como fue que no llegaron a tener muchas riquezas, y las herencias que
entre estos se dejaban también le enseño un trozo de papel en el cuál había un
escrito incompleto, mismo que Faría había completado, hablaba de un tesoro y el
abate se lo regaló a Dantés y le indicó donde se encontraba (En la Isla de Monte-
Cristo entre unas grutas) puesto que Faría consideraba a Dantés como su hijo.
Pasó un tiempo hasta que a Faría le dio otro Acceso y en este Falleció, lo que hizo
Dantés fue que a la hora de que metieron el cadáver del viejo en una bolsa,
intercambio el cuerpo, metiendose él en la bolsa y fue arrojado al mar, que era el
cementerio del Castillo de If. Nadó y nadó, vio que un bote se estrellaba y cuando
otro bote lo recogió, él inventó que él iba a bordo de ese bote para que no lo
descubrieran, EL bote que lo recogió se llamaba “ la joven Amelia” los cuales eran
unos contrabandistas, y se empezó a llevar muy bien con uno llamado Jacopo,
la Joven Amelia fue a la isla de Monte Cristo,, porque estaba solitaria y podían estar
ahí sin que los descubrieran, La noche antes de la partida, Dantés no pudo dormir,
y se la pasó soñando con Grutas, le dijo al dueño del barco que Edmundo iba a
manejar el barco toda la noche, Dantés se confundió cuando le dijeron que ahí, no
había grutas, pero pensó que debían de estar escondidas.
Nadie sabía los planes de Edmundo y este tenía miedo de que lo descubrieran, al
otro día cogió una escopeta y con la excusa de que le gustaba la caza se fue de
excursión, Jacopo insistió en acompañarlo, pero por suerte encontraron luego luego
un animal y lo cazaron y Edmundo le dijo a Jacopo que se adelantara para irlo
Guisando y mientras el siguió buscando las grutas, encontró unas marcas en el piso
pero estas lo llevaron a donde había una roca circular colocada sobre una base
sólida, decidió regresarse con todos y casi cuando llegaba se cayó a un hoyo que
media como 15 pies y todos corrieron a auxiliarlo y lo encontraron ensangrentado y
el les dijo que estaba bien y que se fueran a comer, Jacopo les dijo a todos que iban
a embarcarse hasta el Atardecer para esperar a que Dantés se recuperara pero él,
no quiso y les pidió lo dejasen solo y de regreso como en unos dos días lo recogieran
en la isla, que tan solo le dejaran una escopeta y balas, sus compañeros se fueron
y él subió hasta las rocas mas altas para ver como se alejaba la embarcación;
Dantés había fingido que estaba lastimado.
Dantés regresó a donde había visto la roca circular y pensaba que como había
podido subir aquella roca ya que era muy pesada, Entonces pensó que no la habían
subido sino la habían hecho bajar y empezó a buscar huellas que indicaran eso;
luego encontró una pared donde había un agujero, entonces metió pólvora para
mover la roca, se hizo pedazos la base y Dantés pudo mover la piedra, Descubrió
una tapa, la cual quitó y entró a una gruta, recordó que en la carta de Spada que le
había dado Faría hablaba de que el agujero mas lejano de la segunda gruta, buscó
y encontró muchas piedras sobrepuestas, las abrió con un pico y pasó a la segunda
gruta, en esta localizó el rincón mas lejano y excavó hasta que encontró un cofre
con el escudo de la familia Spada, lo abrió y vio tres secciones, en una había
escudos de oro, en la otra barras de oro y en la tercera piedras preciosas; Después
de eso salió de la gruta, cubrió la roca, comió y descansó.
CAPITULO XXV
Danés fue a Marsella con los contrabandistas y les pide que investiguen acerca de
su padre y de Mercedes, mientras tanto Dantés se fue a Génova, luego recibió
noticias de que su padre Luis Dantés había fallecido, lo cual ya se esperaba, lo que
no se esperaba era que le dijeran que Mercedes había desaparecido.
Entre Bellegarde y Beaucaire había una posada a la que llamaban “la posada del
puente de Gard” ahí vivían el posadero llamado Gaspar Caderousse y su esposa
enferma a la que él llamaba Carconta, él pasaba los días en la puerta de su casa
esperando que algún viajero se detuviera, un día pasó un Abate tocó la puerta le
abrió el posadero, le pregunto si el sería el antiguo sastre de la calle de Meilhan y
si había conocido a un marino llamado Dantés, el abate le platico que Dantés había
muerto y que antes de morir le había encargado repartiera un diamante que valía
50 mil francos entre sus tres mejores amigos, Mercedes y su padre, Caderousse le
dijo que su padre había muerto de hambre y que Fernando no era su amigo y no le
había sido fiel con su mujer, entonces Caderousse le pregunto si no conocía la
historia de lo que había pasado y aunque estaba indeciso en contársela, decidió
relatársela.
Empezó diciéndole como en la comida del día de la boda Dantés
fue arresatado, el señor Morrel, amigo de Dantés, fue a suplicar que lo liberaran y
el padre de Dantés, adolorido, se encerró en su casa en donde sólo lo visitaban
Mercedes y el Sr. Morrel. Cada vez vivía mas aislado hasta que enfermó de
gastroenteritis y el doctor le dijo que dejara de comer, lo que lo alegró, hasta que
murió de hambre; Mercedes había querido trasladarlo varias veces a su casa, pero
este nunca quiso.
Dos amigos más de Dantés, Fernando y Danglars, lo acusaron de ser un agente
bonapartista por medio de una carta, el abate le pregunto a Caderousse que porque
no lo había defendido y este le dijo que lo embriagaron y le dijeron que podían
acusarlo también de estar de parte de Bonaparte, luego Danglars y Fernando
hicieron mucha fortuna y ganaron títulos y después Fernando regresó a Marsella y
le declaró su amor a Mercedes, y terminó casándose con ella.
Mercedes se convirtió en una gran señora y aprendió dibujo, música y fue
acumulando riquezas, pero aún así nunca fue feliz. El Sr. Morrel fue el que más
visitó al padre de Dantés y la noche antes de morir el Sr. Dantés, dejó una bolsa de
seda en su casa con dinero para que se pagaran todos los gastos de este después
de morir. Con el tiempo, el Sr. Morrel hizo gran fortuna pero luego la perdió y vive
arruinado, así terminó el relato y el abate dijo a Caderousse que él pensaba que él
había sido el único amigo de Dantés, por lo que él merecía solo el diamante, se lo
entregó y partió.
Caderousse se apresuro a ir al pueblo para ver si el diamante era real.
Al día siguiente un caballero inglés de 32 años llegó con el alcalde de Marsella a
preguntar sobre los rumores que existían de la ruina de la casa Morrel, este lo envió
con el Sr. Boville diciéndole que él estaba mas involucrado, pues había invertido
mas dinero en la casa Morrel; el señor Boville era un inspector de cárceles.
El caballero inglés llegó con el Sr. Boville y le preguntó acerca de los rumores y este
le dijo que estaba desesperado pues le había prestado 200 mil francos y la quiebra
de la casa Morrel era irremediable; el inglés comentó que él venía de la casa
Thomson y French de Roma y que ellos tenían relación con la casa Morrel y les
interesaba comprarle el crédito, lo cual alegro mucho al inspector.
Platicando el inglés le dijo que él había tenido en esa cárcel un amigo llamado el
abate Faría y que le interesaba ver sus registros, los cuales el inglés revisó
encontrando lo que le interesaba que era la denuncia echa de Dantés por Danlgars
la cual sustrajo sin que el inspector se diera cuenta y se despidió.
CAPITULO XXX
El inglés llegó a la casa Morrel en la que de todos los empleados anteriores sólo
quedaba un joven llamado Manuel y un viejo cajero llamado Coclés, el inglés pidió
hablar con el Sr. Morrel diciendo de donde venía y que tenía negocios con él, la hija
lo condujo a un cuarto, el inglés le enseño todos los documentos que tenía de sus
deudas y le pregunto que como los iba a pagar y Morrel le dijo que llegando su
buque Faraón con la venta de la mercancía lo pagaría, entonces llegaron sus
empleados y su hija llorando informando que el buque había naufragado, entonces
Morrel dijo que ya no podría pagar debido a esa desgracia, el inglés le ofreció una
prorroga de 3 meses para el pago, se despidió y salió diciéndole a la hija de Morrel
que un día recibiría una carta firmada por Simbad el marino y que por raro que
pareciera, llevara a cabo lo que ahí se indicaba.
Transcurrieron los meses de prórroga y lleg el tiempo de pagar. Morrel sabía que
no tendría dinero. Su esposa y su hija mandaron llamar a su hermano que vivía en
Nimes, y veían con miedo como Morrel se encerraba en su cuarto y escribía lo que
parecía ser un testamento. Llego su hijo Maximiliano y después de saludar a su
madre y hermana fue con su padre. Julia la hija recibió en ese momento la carta de
un mensajero donde indicaba que fuera a cierta dirección y era firmada por Simbad
el Marino. Morrel explico a su hijo la necesidad de quitarse la vida para que su familia
no perdiera el honor si no pagaban e hizo entender esto a su hijo. Pidió que lo dejara
solo y en ese momento llegó su hija con una bolsa de seda que contenían los
documentos que el debía ya pagados, un diamante como dote de Julia. Todos
pensaron que era un milagro y en eso llegó la esposa diciendo que había llegado al
muelle el navío Faraón y todos acudieron al muelle y vieron que era cierto y
pensaron era un milagro. A lo lejos se alejó una persona que observaba la escena.
CAPITULO XXXI
El barón Franz d'Epinay y Alberto de Morcef se reúnen en Roma. Alberto va a
Nápoles mientras que Franz se queda.
Franz asiste de cacería a Monte-cristo donde se encuentra con algunos
contrabandistas que en realidad no lo eran sino que eran que eran en realidad
viajeros por placer bajo el mando de “Simbad el Marino”
“Simbad el Marino” tenía su palacio en las grutas de Monte-cristo por lo que invito a
Franz a pasar a comer y a conocer su palacio.
Después de cenar y probar el hachís Franz se queda inconsciente, pierde la razón
y empieza a alucinar cosas.
CAPITULO XXXII
Franz al despertar percató que “Simbad el Marino” ya no estaba y después de una
breve cacería partió de regreso hotel con Alberto de Morcef.
Ahí tuvieron una discusión con Pastrini el hotelero acerca de los carruajes para el
carnaval.
CAPITULO XXXIII
Franz y Alberto dan un paseo en Roma y discuten por nueva cuenta con el hotelero
el cuál les advierte del bandido Luigi Vampa y les cuenta las historia de este.
CAPITULO XXXIV
Alberto y Franz comenzaron su visita al coliseo. Al estar en el Coliseo Franz se
separa del grupo y percata entre las sombras la presencia de un 6º individuo.
Este individuo comienza a hablar con otro desconocido sobre las sentencia de un
tal Peppino.
Al regreso del coliseo Alberto y Franz asisten a un concierto de opera y por segunda
vez en Roma se encuentran a “Simbad.”
Al fin después de un tiempo encontraron estos dos personajes (Alberto y Franz) la
manera de ir al carnaval, el Conde de Monte-cristo los invita, y este conde no era ni
más ni menos que el mismo “Simbad el Marino.”
CAPITULO XXXV
Al despertar por la mañana Alberto y Franz se presentan en la habitación del conde
de Monte-cristo y después de una charla y de almorzar se dirigieron a presenciar
las ejecuciones (que eran un acto que daba apertura al carnaval) en la que solo fue
asesinado Andrea y Peppino fue salvado.
CAPITULO XXXVI
El carnaval había comenzado después de la ejecución en la cual había escapado
Peppino. Franz y Alberto comenzaron a agarrar ambiente en el carnaval mientras
que el conde de Monte-cristo seguía serio como siempre
Después de dar varias vueltas el conde se baja al palacio de de Rospolli y Alberto
y Franz disponen del carruaje.
Después del carnaval, asistieron otra vez a la opera, está vez al palco del conde.
Al día siguiente partieron otra vez en un carruaje del conde. Franz va a visitar al
Papa Gregoriano XVI mientras que Alberto coqueteaba con la aldeana.
CAPITULO XXXVII
Al terminar el carnaval Franz volvió al Hotel. Al ver que Alberto no regresaba salió
a buscarlo.
Después de buscarlo por muchos lados y mucho tiempo le llego una carta de parte
de Alberto donde decía que Luigi Vampa lo tenía secuestrado y lo matarían si no se
pagaban 6'000 piastras.
Al platicar con el conde de Monte-cristo, se dirigieron a las catacumbas de San
Sebastián donde fueron por Alberto. Después de charlar con Luigi Vampa, y al
recordarle lo que el conde hizo por el y por Peppino, Alberto salió libre.
CAPITULO XXXVIII
Al despertar por la mañana los dos personajes van a agradecer nuevamente al
conde y le hacen saber de su partida de regreso por lo que el conde hace una cita
con Alberto en Paris. El 21 de Mayo a las 10:30 de la mañana en París, número 27,
calle de Helder.
CAPITULO XXXIX
Llegó la fecha en que se habían quedado de ver Alberto y el conde. Se presentó,
antes de la hora fijada el señor Luciano Debray y el señor de Beauchamp quién
llegó un poco después que el antes mencionado.
Después de una conversación entre estos 3 individuos sobre la sociedad aristrocata
en París llegaron el caballero Chateau-Renaud y el señor Maximiliano Morrel.
Después de que Alberto les relata la historia de cómo conoció al conde de Monte-
cristo y de las riquezas que este tenía, sus amigo se burlaron de el y no le creyeron.
Pero a las diez y media en punto llegó el conde.
Almorzaron.
CAPITULO XL
Mientras almorzaban tuvieron una larga plática los 6 personajes. Hablaron del
hachís que Monte-cristo tomaba, de los ladrones de las catacumbas de San
Sebastián, de la razón por la que el conde conocía a Luigi Vampa.
También hablaron sobre conseguirle una casa al conde en donde quedarse en
París, pero este ya había comprado una.
CAPITULO XLI
Al terminar el almuerzo y ya retirados todos. Alberto le enseño su casa y todos los
cuartos y antigüedades que contenía esa casa.
Después le presentó a sus padres. La madre de Alberto de Morcef era, sin duda,
Mercedes, la antigua novia de Dantés.
Después el conde se retiro a su casa y Alberto se quedó hablando con su madre
acerca de Monte-cristo.
CAPITULO XLII
El conde de Monte-cristo llegaba a una de las casas que iba a adquirir donde lo
esperaba el señor Bertuccio quien era su administrador y el notario que le endosaría
sus casa.
CAPITULO XLIII
Una de las casas estaba localizada a las puertas de París en Autevil. Entraron a la
casa, que pertenecía antes al marqués de Saint-Meran papa de la señora de
Villefort. Recorrieron la casa para conocerla mejor
Al llegar al jardín Bertuccio le confeso que en esta misma casa el había vengado la
muerte de su hermano y había matado a Villefort, esa era la causa por la que estaba
nervioso.
CAPITULO XLIV
Bertuccio le narró al conde como había sido su venganza a Villefort
Al matar a Villefort, después de haberlo espiado durante 3 meses, salva a un niño
que Villefort había intentado matar. Bertuccio al no saber que hacer lo lleva a un
orfanato.
Después de ocho meses recupera al niño y lo cuida como a un hijo el cuál era muy
malo con la “hermana” de Bertuccio.
También se relato la venta del diamante que el “sacerdote” le había dado a
Caderousse. Un joyero se lo había comprado por 45 mil francos.
CAPITULO XLV
El joyero regreso a la casa de Caderousse y acepto su hospitabilidad. Después el
señor de Bertuccio despertó y percato que Caderousse había matado al joyero y le
había robado el diamante.
Después huyó y los aduaneros encontraron a Bertuccio en la casa y lo culparon.
Esa fue la razón por la que estuvo en la cárcel.
Después de oír la historia el conde regresó a su casa en París donde recibió a su
esclava griega.
CAPITULO XLVI
Por la mañana el conde de Monte-cristo recibió una visita del barón Danglars se
hizo no estar presente.
El conde, como uno de sus caprichos, compró los caballos del coche de Danglars
ya que eran mejores y más bellos que los suyos.
Al presentarse Monte-cristo con Danglars, este le hizo burla porque la casa
Thomson y French le había otorgado crédito ilimitado.
Al quedar sorprendido Danglars con la fortuna del conde, le fue a presentar a la
baronesa.
CAPITULO XLVII
Al presentarse con la baronesa de Danglars se dio cuenta de que los caballos tordos
que había comprado eran de ella.
Al día siguiente Alí, el sirviente del conde les salvó la vida a la señora de Villefort y
a su hijo ya que los caballos de la señora de Danglars se habían desembocado.
CAPITULO XLVIII
El señor de Villefort, quién nunca se presentaba en público, fue a la casa de Monte-
cristo a darle las gracias por salvar a su esposa.
Tuvieron una larga platica sobre la sociedad en París y sobre como el conde se
sentía un ser superior a todos, como Atila. Era el “azote de Dios.”
CAPITULO L
Monte-cristo parte a casa de la familia Morrel.
Se relata una descripción de la casa de los Morrel, donde lo esperaban con ansias.
Después de platicar en la casa Morrel sobre el desconocido que los había salvado
de la miseria unos años antes.
Maximiliano revela que su padre antes de morir les había dicho que el caballero que
les había dado el diamante, el barco y había pagado las deudas era ni mas ni menos
que Edmundo Dantes.
CAPITULO LI
El capitulo comienza con la narración de una casa en la que vivía Valentina Villefort,
la prometida de Franz d'Epinay.
Maximiliano de Morrel estaba enamorado de ella.
Después de estar un rato juntos se tuvieron que separar ya que alguien buscaba a
Valentina.
CAPITULO LII
Como fue mencionado en el capítulo anterior el conde de Monte-cristo fue a casa
de los Villefort pero el Sr. De Villefort no estaba presente por lo que se quedó a
conocer a la familia.
Al quedarse solos la Sra. De Villefort y el conde se pusieron a hablar de la historia
de Mitridato, que era un rey que tomaba veneno para hacerse vulnerable. (el conde
también hacia eso.)
Hablaron de los conocimientos de la química, de venenos como el arsénico y la
estricnina.
CAPITULO LIII
Se llevaba a cabo un concierto de opera en la Academia Real de Música donde se
encontraba toda la aristrocacia de París.
En el palco del antiguo embajador de Rusia, entró Monte-cristo con Haydée y todas
las miradas fueron dirigidas hacia ellos y el caro vestido de la griega.
Haydée al ver al conde de Morcef se desmayo ya que el había sido el que había
vendido a su padre, el pachá, a los turcos y esa era la razón de la riqueza de Morcef.
CAPITULO LIV
Alberto de Morcef y Luciano Debray fueron a visitar al conde de Monte-cristo a su
palacio.
Alberto comentó que su madre, Mercedes, no estaba de acuerdo con el casamiento
de Alberto y Eugenia Danglars ya que la condesa de Morcef no quería a la familia
Danglars.
El conde iba a recibir al mayor Calvacanti y a su hijo Andrea.
CAPITULO LV
Llegó el mayor Bartolomé Cavalcanti a la casa de Monte-cristo. Había acudido con
el conde ya que a los 5 años de vida de su hijo se lo habían robado y tenía 15 años
buscándolo por lo que el abate Busoni la había dicho que Monte-cristo le podía
ayudar.
El conde había encontrado a Andrea Cavalcanti y se lo presentaría a su padre.
CAPITULO LVI
El conde entro al salón donde se encontraba Andrea Cavalcanti que buscaba a su
padre, el conde le dijo que su padre estaba ahí presente.
En realidad estos dos sujetos no eran padre e hijo, si no unos ladrones
CAPITULO LVII
Maximiliano Morrel había ido a visitar otra vez a Valentina, y hablaron sobre como
Maximiliano quería mucho al conde.
CAPITULO LVIII
Los señores de Villefort la dijeron a Noirtier que su nieta Valentina se cazaría con
Franz d'Epinay.
Como Valentina no quería cazarse, Noirtier y ella lucharían porque no se llevara a
cabo la boda por lo que hablaron al notario.
Cabe notar que Noirtier era paralítico 100% y no podía hablar.
CAPITULO LIX
Llegó el notario y trató de aprender la manera para comunicarse con Noirtier.
El testamento dejaba todo a Valentina si no se casaba con Franz y si si se casaba,
el dinero sería para los pobres.
La riqueza de Noirtier era de 900'000 francos
CAPITULO LX
Después de hecho el testamento llego el conde de Monte-cristo a casa de los
Villefort.
Hablaron acerca del testamento de Noirtier, de Valentina
Al acabar la conversación, Monte-cristo se dirigió a conocer los telégrafos.
CAPITULO LXI
Monte-cristo no fue en la tarde como lo había dicho, sino a la mañana siguiente al
telégrafo en la torre de Montlhery, en la torre cuestiona al hombre sobre su salario
y trabajo, después lo soborna para que cambie el mensaje que va a recibir y este
acepta. El nuevo mensaje decía: “El rey Don Carlos ha huido de Borgues y ha
entrado a España por la frontera de Cataluña. Barcelona se ha sublevado ha favor
suyo”. Al recibir el mensaje Debray va a avisarle a Danglars que debe vender todos
sus cupones del empresario español a cualquier precio. Danglars vendió todo perdió
500 mil francos. Al otro día en “el Monitor” se leí que la noticia carecía de
fundamentos y que no era cierto, así Danglars perdió un quebrado de millón de
francos.
CAPITULO LXII
Bertuccio se excede en cuanto al arreglo de la casa que compró el Conde. Esta
llevaba 20 años vacía, y quedo bastante bella la casa, lista para recibir los invitados
que el Conde esperaba entre ellos: Danglars Villefort, Morrel, Debray, etc... Cuando
Bertuccio vió a Villefort palideció por que el creía haberlo matado, entonces debía
ser un fantasma.
La reunión continúo con la cena.
CAPITULO LXIII
La cena fue todo un festín oriental, con peces traídos del Valga y el Fausto. Después
el Conde llevo a dar un tour por la casa, todos estaban asombrados por la
transformación de esta en solo 6 días.
La baronesa, esposa de Danglars acordó una cita con Villefort.
CAPITULO LXIV
El Sr. Cavalcati acordó una cita con Danglars para hablar de negocios y después
su hijo Andrea se dispuso a irse, en ese momento se topo con un mendigo el cual
resulto ser Caderousse, un viejo amigo el cual sabía la verdad de él y de sus bienes
y le pidió lo presentara como un familiar.
CAPITULO LXV
Debray después de dejar a los Villefort en su casa se dispuso a llevar a la baronesa
a su casa. Cuando Danglars llegó despidió a Debray y se dispuso a hablar con su
esposa, la acuso de ser responsable de su perdida de 700 mil francos y también a
Debray por su noticia errónea. Danglars le pidió la cuarta parte de lo perdió, lo cual
le causo indignación.
CAPITULO LXVI
Danglars visita al Conde para hablar de negocios, le agradece el haberle presentado
a los Cavalcati. Danglars especula casar a su hija con Andrea Cavalgati, pero el
Conde le recuerda que ella esta comprometida con Alberto, hijo de Francisco
Montego. Danglars se va.
CAPITULO LXVII
A las 12:30 la baronesa de Danglars se reúne con Villefort en su oficina, discute
sobre la supuesta muerte de su hijo y Villefort le contó que descubrió que el niño no
murió, que fue abandonado en un hospicio y que no supo más.
Concluyeron que el Conde conocía su secreto.
CAPITULO LXVIII
La condesa de Montego y su hijo Alberto visitan al Conde. Alberto hace externa su
apatía por su futura esposa, esconde le informa que tal vez no deba casarse con
ella. Alberto invita al Conde a un baile a encargo de la condesa y le pide invite a
Andrea Cabalcnti.
CAPITULO LXIX
Villefort manda a un hombre con el abate Busoni, supuesto amigo del Conde, Así
conoce que el Conde tiene como enemigo a Lord Wilmore, que el nombre verdadero
es Zaccone; este hombre va con el hombre y consigue respuestas más extensas.
CAPITULO LXX
El Conde va a l baile de la condesa donde se esta divulgando su pasado a los
invitados. Mercedes insiste en que el Conde coma algo pero este se niega, lo que
la hace palidecer. El Conde le informa a Danglars de la quiebra de dos de sus
clientes, por lo tanto perdida de dinero.
CAPITULO LXXI
La condesa conduce al Conde al invernadero, donde le ofrece frutas que el se
rehúsa a aceptar. Ella le pregunta si son amigos y el pálido le contesta que sí.
Alberto llega e informa de la muerte del abuelo materno de la esposa de Villefort.
CAPITULO LXXII
Los Villefort se retiraron a su casa al saber la noticia, mas tarde llego la abuela de
Valentina (hija de Villefort). Luego llego el doctor con el que se hizo constatar la
muerte de Sr. De Sain-Meran. Valentina casi confiesa sus ceñimientos por Morrel.
El notario llega para arreglar el contrato de matrimonio con Valentina.
CAPITULO LXXIII
Valentona salio al jardín y se encontró con Morrel, este ya sabe que la van a casar
por lo cual le propone que se fuguen, se resiste pero acepta. Morrel se asustó pues
Valentina no salió al encuentro y presintió que algo había pasado en efecto, la
abuela de ella murió. Valentina le presenta al Sr. Nortier (su otro abuelo) y le
confiesa sus sentimientos hacia Morrel. Morrel le cuenta sus 2 planes para evitar la
boda y el Sr. Nortier se opone a ambos, resuelve que la solución esta en él.
CAPITULO L XXIV
Alos dos días, los que se reunieron a celebrar un entierro se asombraron por los
dos que se realizaron. Al fin del entierro Villefort llamó a Franz d' Epinay para que
firmara el contrato de matrimonio con Valentina. El Sr. Nortier lo llama, lo que da
esperanza a Valentina.
CAPITULO LXXV
Cuando todos los que fueron llamados estuvieron en le mismo salón que el Sr.
Nortier, este mediante unas cartas confeso haber sido el quien mato al padre de
Franz.
CAPITULO LXXVI
Cuando Montecristi llegó a casa de los Danglars ya se encontraban en el salón la
baronesa, Eugenia y Andrea Cavalgati.
El Conde discutió los recientes sucesos con la baronesa y con el barón, su idea de
casar a Eugenia con Cavalganti, aunque esta ya estaba comprometida con Alberto.
Al final desistió.
CAPITULO LXXVII
Alberto acompaña al conde a su casa. El conde le presenta a Haydee su esclava a
quien le ordena contar su triste historia de cómo paso de ser una princesa a una
esclava omitiendo el nombre del traidor y la traición cometida contra su padre que
desencadeno todo.
CAPITULO LXXVIII
El conde Morcef va a pedir la mano de Eugenia al barón Danglars pero este se la
niega. Al día siguiente en el diario “el imperial” sale una nota que Alberto califico de
calumnia en contra de su padre por lo cual decide retar a duelo a Beauchamp
director del diario si no se retracta y solicita al conde sea su testigo; este le pide
aclare las cosas con Beauchamp quien queda de investigar la nota y dar su
respuesta en tres semanas.
CAPITULO LXXIX
Morrel va a casa de los Villefort a ver al Sr. Nortier quien esta acompañado de
Valentina y esta le dice la buenas noticias se ira a vivir con su abuelo esta ya la
incluyo en su testamento de nuevo y en su presencia la podrá visitar y si después
quieren casarse dará el permiso. Borrois sirviente del Sr. Nortier muere
envenenado.
CAPITULO LXXX
El doctor D' Avrigany acusa a valentina de ser la responsable de los
envenenamientos pero su padre la defiende y acusa a su hija lo que le ofende y
este le retira sus servicios. Solo la Sra. Villefort tiene una sonrisa gélida y fatídica.
CAPITULO LXXXI
Andrea Cavalcati va a pedir la mano de Eugenia al barón Danglars quien se alegra.
La conversación pasa a ser de intereses y aprovechando Andrea cambia unos
pagares con él y espera recibir el dinero al día siguiente. Efectivamente los recive y
deja algo para Caderousse quien los rechaza y lo cita en su casa donde cuenta un
plan que tiene. Andrea piensa que Monte-cristo es su padre.
CAPITULO LXXXII
Monte-cristo recibe una carta donde le informan que robaran su casa, que debe
tomar precauciones. Él deduce que lo quieren asesinar y se enfrenta con su
sirviente Alí al peligro, uno de los criminales resulta ser Caderousse quien confiesa
la identidad de Andrea Cavalcati que en realidad es un presidiario llamado
Benedetto. El conde lo obliga a escribir en una carta la verdad dirigida al barón
Danglars. Al salir de la casa lo hieren tres veces, moribundo pide ayuda al abate
Busoni que es un disfraz del conde. Él también es Lord Wilmore.
CAPITULO LXXXIII
Caderousse todavía moribundo pide un médico para prolongar su vida y así delatar
a su asesino que es Benedetto asegura él. Monte-cristo se revela ante él y le resulta
familiar a Caderousse, el conde lo hace escribir y firmar su acusación. En sus
últimos suspiros el conde le revela su identidad y después Caderousse muere. Al
llegar la policía ven al abate Busoni rezando junto al cuerpo con Alí a un lado.
CAPITULO LXXXIV
Al cumplirse el plazo Alberto fue a encontrarse con Beauchamp quien confirmó que
la nota era cierta traía consigo desde Janina la declaración de cuatro respetables y
de los más importantes ciudadanos con sus firmas validadas por el cónsul de que
su padre entrego a el castillo del visir Alí-Tebelín por dinero.
CAPITULO LXXXV
Beauchamp lleva a Alberto a ver al conde de Monte-cristo quien lo invita a irse con
él de viaje a Normandía, al océano. Alberto acepta y quedan de verse a las circo,
los treinta y dos caballos del conde divididos en ocho relevos para cubrir las
cuarenta leguas del viaje estaban ya dispuestos, al día siguiente de su partida en el
periódico se detallo más sobre la nota escrita hacia ya tres semanas se dio el
nombre de responsable del conde de Morcef, inmediatamente recibida la noticia
Alberto que se encontraba en el tercer día de viaje regresa a su casa.
CAPITULO LXXXVI
Al llegar inmediatamente Alberto visita a Beauchamp para pedir una explicación de
lo sucedido. Este le cuenta que no tuvo otra alternativa más que contarle el juicio de
su padre, como al parecer lo iban a absolver cuando en ese momento presentaron
antes de la votación a Haydée quien relato los hecho y pruebas de lo sucedido, por
lo cual se concluyó que el conde de Morcef era culpable.
CAPITULO LXXXVII
Beauchamp continuo su relato con su salida y le contó a Alberto que Danglars
escribió a Janina y este concluyó que el escando fue por culpa de Danglars así que
acompañado por Beauchamp, Alberto va a casa de Danglars y lo enfrenta y reta a
duela sin embargo este se defiende con reflexiones que hacen a Alberto sospechar
que todo fue planeado por Monte-cristo.
CAPITULO LXXXVIII
Alberto acompañado todavía por Beauchamp va a casa del Monte-cristo pues este
ya debió haber regresado de su viaje, sin embargo solo se entera de que ira a la
opera. En la opera Alberto pide una explicación al conde, al no recibirla reta al conde
y quedan de batirse al día siguiente a las ocho.
CAPITULO LXXXIX
Esa misma noche en su casa Monte-cristo encontró Mercedes, quien fue a
suplicarle que dejará vivir a su hijo, el conde le cuenta su razón para vengarse y aun
así cede pero para sorpresa de Mercedes dice que la sangre de su hijo no correrá,
en su lugar será la de él. Mercedes se retira confiando que la divina providencia
evitara que alguno muera.
CAPITULO LXXXX
Monte-cristo no durmió nada esa noche, arreglo su testamento y cuando llegaron
Morrel y su cuñado Manuel, sus testigos se fue al lugar de la cita. En el lugar ya se
encontraban Beauchamp y Chateau-Renaud y se les unieron Franz y Debray, a los
diez minutos llegó Alberto a quien su madre contó la historía de Edmundo y excusas
y ambos quedaron en paz.
CAPITULO XC
El conde de Monte-Cristo que se encontraba sumamente nervioso, pensaba solo en
la muerte, así que se puso a escribir de nuevo su testamento, al terminar de escribir
las ultimas líneas Haydée, leyó que todo se lo heredaba a ella y una cierta fortuna
a Morrel.
Al llegar Morrel, Beauchamp, Chateau-Renaud, tuvieron una platica acerca de las
armas, aclarando el Conde que no las necesitarían.
Después acudieron al encuentro, en donde Alberto Morcef dijo unas palabras que
conmovieron al conde de Monte-Cristo. De este modo reflexionó Alberto, de que
había cometido una falta que ahora se encontraba reparada.
CAPITULO XCI
Alberto ya encontrándose en su casa, teniendo la idea de marcharse comenzó a
escribir un inventario al igual que su madre Mercedes. Entre ellos surge una platica,
la cual es interrumpida cuando llega una carta del Conde, en la cual le cuenta una
anécdota de amor, para así darle a entender que debe hacer lo que su conciencia
le dicte y no lo que su orgullo sugiere.
CAPITULO XCII
Llegando a la casa del conde Haydée ya se encontraba esperandolo, pero en unos
pocos momentos llega el señor de Morcef. Sin embargo antes de batirse, el señor
de Morcef sufre ciertas indisposiciones que tubo que retirarse a su casa, en donde,
su esposa e hijo ya estaban marchando, de pronto se escucho un balazo que salía
del dormitorio del conde.
CAPITULO XCIII
Valentina se encuentra muy enferma, así que toma cuatro cucharadas del jarabe de
su abuelo, pero esa mañana el agua le había sabido mas amarga que ese jarabe.
Después de unos minutos llegaron la Señora de Danglars y Eugenia su hija a
anunciar que esta se casaría con el príncipe Cavalcanti, después de que dieron la
noticia y comprendieron que debían marcharse Valentina se desvanecido de nuevo
y lentamente se quedo inmovil.
CAPITULO XCIV
De inmediato el conde de Villefort va por el doctor d'Avringy y Morrel se dirige a la
casa del Conde de Monte-Cristo y desesperado le confiesa su amor por Vlentina,
de la misma manera le pide ayuda para no dejarla morir, a esto el conde le dice que
si Valentina no a muerto después de las doce de la noche ya no morirá. El doctor
d'Avringy observa que Noirtier había acostumbrado a Valentina a un veneno para
que no pudiera morir si le daban una veneno.
CAPITULO XCV
Eugenia consigue tener una entrevista con su padre, en la cual le dice que no quiere
casarse, pero este comenzó a dar muchas escusas y razones por las cuales
Eugenia debía casarse con aquel hombre, así que finalmente esta acepta.
CAPITULO XCVI
Acercandose la fecha de la boda de Eugenia se llega a cabo el contrato del
matrimonio. Cavaltani le pide al conde de Monte-Cristo que lo entregue, pero este
no acepta, así que acepta tomar parte en la firma del contrato. Cuando este llega a
la reunión causa relajo entre los curiosos, pero en seguida, un momento después,
llegaron unos gendarmes a tomar preso a Cavaltani o Benedetto, quien era un
asesino , pero de este ya no se veía nada.
CAPITULO XCVII
Después de lo ocurrido Eugenia decide retirarse esa misma noche, así que , entre
ella y Luisa, preparan las maletas y se visten, Eugenia como hombre para poder
utilizar el pasaporte que le había otorgado el conde de Monte-Cristo.
CAPITULO XCVIII
Andrea que había escapado inteligentemente, se oculto en una posada esa noche,
al ida siguiente se levanto mas tarde, a esta hora ya se encontraban gendarmes
buscándolo en la posada, por mas que intento escaparse, fue a parar en la
habitación en la que se encontraban Eugenia y la señorita d'Avringy y ahí fue
detenido y desde entonces se encontraba en la cárcel de la consejería.
CAPITULO XCIX
La Barronesa va a casa del señor de Villefort a suplicarle que no condene a Andrea,
sino que lo deje escapar, al menos hasta que se casara su hija. Después de muchos
intentos y no lograrlo se retiró.
CAPITULO C
Cuatro días después de su caída, Valentina se encontraba a ratos bien y a ratos
mal, con mucho cuidado se introducía la poción a su habitación por manos del
doctor d'Abringy, para disminuir el riesgo de un asesinato. Esa noche Valentina se
encontraba despierta y observo que por las puestas del librero comenzaba a salir
una figura humana, era el conde de Monte-Cristo que le venia a advertir que alguien
quería matarla y que ella podría saber quien era ese alguien, pero ella debía hacer
que creyeran que se encontraba dormida para que el pudiera ayudarla si sucedía
algo.
CAPITULO CI
Valentina temblaba mientras esperaba a dicha persona, una media hora después
de haber pasado las 12:00 entró alguien a la habitación y le llamo tres veces por su
nombre, cuando Valentina le pudo ver reconoció a la señora de Villefort, su
madrastra, esta vertió el veneno y se fue. Monte-Cristo salió de nuevo y depositada
la confianza de Valentina en el, este le dio un pastilla que comenzó a dejarla
dormida.
CAPITULO CII
Después de un momento la Señora de Villefort regresa para ver el efecto de este,
Valentina estaba muerta. Al ida siguiente la enfermera pidió socorro, y el doctor
d'Abringuy dijo esta muerta, muerta, y esto lo escucho Morrel mientras entraba a la
habitación.
CAPITULO CIII
Maximiliano confiesa a Villefort el noviazgo que había entre su hija y el, y le promete
ser el vengador de su hija, a el se une el doctor d'Abringy, el medico forense muy
respetablemente hizo su trabajo y se retiro. Cuando llego el sacerdote cerró todas
las puertas para que no se le molestara a Nortier.
CAPITULO CIV
Durante el entierro de Valentina, Danglars tiene una platica con Bovsille, acerca de
cinco millones que le acababa de dar Monte-Cristo a otro hombre. Al retirarse del
entierro Danglars saco el dinero de sus cajones y un pasaporte que aun tenia dos
meses por vencerse, hizo una carta a su esposa y se retiro.
CAPITULO CV
En el cementerio de Pere.Lachaice fue sepultada Valentina, en un momento Monte-
Cristo observó a Morrel sacando la conclusión de que este se quería matar. En
seguida fue a la casa de Morrel a suplicarle no se matara, tal fue la desesperación
que en ese momento le confeso que el era Edmundo Dantés, quien le había salvado
la vida a su padre, después de platicar un momento Monte.-Cristo le prometio que
si no lo curaba el mismo le daría el veneno mas mortífero. Así que se lo llebó a vivir
a su casa.
CAPITULO CVI
La Barronesa se encuentra con Defray en un hotel para comentarle que su esposo
la ha abandonado y que ella no sabia que hacer, esperando una respuesta de amor
solo recibió una suma importante de dinero con la cual podría vivir bien el resto de
su vida. En la habitación continua se encontraban Marcela y Alberto que con
cuidado hacían las cuentas y planeaban el uso de su dinero, se encontraron con
Defray pero solo se saludaron. Alberto le dijo a su madre que con la cantidad que le
acababa de dar ella podría vivir bien durante dos años. Al día siguiente se retiro
Marcela y dudosa iba en el coche.
CAPITULO CVII
En la carcel conocida como “foso de los leones” por los mismos presos, se
encontraba Benedetto; Bertuccio va a visitarle para ver su condición. Para
Benedetto o Andrea los demás eran gente de otro tipo, pero ya se había ganado su
respeto.
CAPITULO CVIII
El lunes debía realizarse la primera sesión tribunal y ante todo Villefort, esa mañana
se encontraba ya listo con la señora Villefort, a la que le pedía ella misma hiciera
justicia y así no tenerla que acusar de un asesinato, al parecer ya la habían
descubierto.
CAOPITULO CIX
Se lleva a cabo la audiencia en donde todos participan y en donde la señora de
Villefot aun se ve como una buena mujer, a esta audiensia no acudió el conde de
Monte.Cristo ya que el formaba parte del drama.
CAPITULO CX
Se lleva a cabo el interrogatorio a Benedetto que ayudo contestado las respuestas
al parecer muy sinceramente excepto por la de su nombre, ya que según el no lo
conocia, pero si conocía el de su padre que era el señor de Villefort, quien de bebé
lo había sepultado vivo pero en realidad un hombre lo había salvado y llevado a una
casa cuna; de ahí fue adoptado y desde pequeño, según se redacta, el llevaba ya
el crimen dentro. El señor de Villefort sedio su lugar a su sucesor
CAPITULO CXI
Llegando a su casa el señor de Villefort busco a su esposa que aun medio
consciente le dijo que se llevaba lo suyo; el busco a su hijo que ya se encontraba
muerto, en ese momento baja a la habitación de Nortier y lo ve con Boinier, pero en
realidad este era el Conde de Monte-Cristo, que le confeso que el era Edmundo
Dantés, y este observando a la mujer e hijo de Villefort muertos se retiro a su casa
donde le dijo a Morrel que partirían al día siguiente .
CAPITULO CXII
Morrel va a visitar a su hermana, pero Monte-Cristo va a buscarle, para marcharse
ya y así fue. Llegan a un puerto en donde el conde se encuentra con Mercedes y
plativan ambos acerca de lo que les a pasado los ultimas días y ella solo le dice que
espera que Alberto sea feliz.
CAPITULO CXIII
Monte-Crosto platicaba con un guardia acerca de un calabozo, hablaba del calabozo
en el que el había sido encerrado, después de recordar su calabozo, de reconocerlo
y de recordar su pasado regreso con Morriel. Luego le platico su pasado sin decir
que era el pasado de el, para de esta manera hacerle ver que hay gente mas
desgraciada que el y aun así se podía resignar; terminando de decirle esto cada
uno regreso por donde venia quedando de verse el cinco de octubre.
CAPITULO CXIV
Danglars va a cobrar el dinero del recibo del Conde de Monte-Cristo, Peppino que
no confía en; el ayuda a denunciarlo y ponerlo prisionero, ya que había sido
descubierto en la salida de Roma.
CAPITULO CXV
Al despertar dentro de una terrible gruta, Danglars, vio que se encontraba vivo y con
el todas sus pertenencias, pero, sin saber que hacer mejor espero. Durante el día
hubo muchos cambios de guardias, el ultimo fue Peppino, quien se encontraba
comiendo unos garbanzos con tocino, Danglars con hambre le pregunto que si lo
querían matar de hambre, pero a esto Peppino respondió que no, así que le
pregunto que, que deseaba de comer, este con mucha hambre, le pidió una ave; le
llevaron un pollo, pero antes de poderlo comer este tenía que pagarlo, este tenía un
costo de cien mil francos.
CAPITULO CXVI
Siguiendo hambriento y con sed Danglars pidió una botella de vino, pero esta
costaba mucho, le preguntó a Peppino si este quería quitarle su dinero de esa
manera, así que Peppino le contestó, no lo se, eso lo decide mi jefe, Dnglars le pide
que le llamen al jefe, pero este en realidad tiene a otro jefe a quien obedecer, aun
así este se presenta, y le dijo que lo único que se cobraría serian los cinco millones
que este llevaba, pero Danglars se negó, de todas maneras tubo que ir pagando
poco a poco sus alimentos. Cuando ya solo le quedaban cien mil francos, y se
encontraba ya casi sin vida pidió piedad, a lo cual una voz le pregunta que si se
arrepentía de todo lo que había hecho, este respondió que sí. Dicho esto, la voz que
era la voz de Monte-Cristo le perdonó y le dejo ir.
CAPITULO CXVII
Justamente como lo habían dicho, Morrel y el conde de Monte-Crosto se reunieron
en aquella caverna, después de una platica reflexiva Morrel hizo ver al conde que
no se había curado y que quería morir, entonces Monte-Cristo le dio una cucharada
de una sustancia verdosa, la cual lo dejo derruido, pero antes de cerrar
completamente los ojos escucho a Valentina que lo llamaba.
Mientras Morrel dorimia, el Conde de Monte-Cristo y Valentina sostuvieron una
platica dentro de la cual se revelo el amor que Haydée sentía por él y este por ella.
Al día siguiente el conde de Monte-Cristo y Haydée ya habían partido, dejando el
conde una carta; al terminar de leerla, se despidieron de su padre Morrel y de su
hermana Valentina y realizaron la reflexión de que la sabiduría humana se regia por
dos palabras; confiar y esperar.

Você também pode gostar