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LA RESPONSABILIDAD SOCIAL E INDIVIDUAL POR LOS ACTOS

ULTRA VIRES EN LA SOCIEDAD ANÓNIMA

Autores: Ortecho Villacorta Diego Jesús

Paredes Campos Génesis Estefany

Verástegui Rodríguez Nadia Mabel

Resumen: En este artículo analizaremos teniendo como base a la Ley General de


Sociedades, la posibilidad de sostener en nuestro ordenamiento jurídico que las
facultades conferidas por las sociedades anónimas a sus representantes se encuentran
limitadas, de acuerdo a cómo se encuentre definido su objeto social.

El centro del artículo consiste pues, en la responsabilidad y límites que tienen los
denominados actos “ultra vires” en nuestro medio. La posibilidad de anularlos o de
restarles eficacia se descartó ante una serie de argumentos de orden práctico y
doctrinal, a los que se añade lo dispuesto por los artículos 19 y 173 de nuestra Ley
Societaria, que regulan la determinación de la responsabilidad de los representantes.

Se denominan actos ultra vires aquellos que realizan los apoderados de una sociedad
mercantil y que no están contemplados expresamente en el objeto social.

El cumplimiento estricto del objeto social es de importancia en la vida societaria, pues


aquél representa la razón misma de la existencia del ente jurídico. Es el negocio para el
cual se formó la empresa.

Sin embargo, es usual que en las sociedades anónimas los órganos societarios tengan
poderes muy amplios para realizar toda clase de operaciones, tanto el Directorio como
la Gerencia (y la propia Junta General de Accionistas) deben conducir los actos de la
sociedad dentro del gran cause del objeto social.

I. INTRODUCCIÓN
En el Derecho Societario se considera ultra vires la actuación de los órganos de
administración de una sociedad (directorio y gerencia) que excede el objeto social
enunciado en el estatuto social.
Es cierto que determinados actos Ultra Vires pueden constituir o esconder alguna
situación dolosa que se vincule a un delito o a la preparación del mismo, sin embargo,
la actitud jurídica ante esta situación deberá reemplazar o ser complementario a los
efectos societarios.
La aplicación de la Doctrina de los actos ultra vires determina el campo de acción
dentro del cual la sociedad puede desarrollar sus actividades. Por ende, se le considera
como un mecanismo destinado a prevenir que la sociedad debidamente registrada
realice alguna transacción que exceda límite de su capacidad contractual, la cual ha
sido previamente determinada en el pacto social dentro de la cláusula que señala el
objeto social.

La importancia del tratamiento del acto Ultra Vires tiene relación inmediata con la
validez de los compromisos y obligaciones que asume la sociedad y los efectos que
estos actos tienen respecto de terceros implicados con el acto, así mismo, resulta
importante su estudio por las responsabilidades que deberán asumir aquellos
administradores de la sociedad que tuvieron a su cargo la decisión o ejecución del Acto
Ultra Vires.
En el Derecho anglosajón y, principalmente, a la interpretación de la jurisprudencia
inglesa. Sería así ultra vires el principio según el cual adolece de nulidad absoluta todo
acto de una sociedad que exceda el objeto social; como consecuencia de ello, la
sociedad no respondería por ninguno de los efectos del acto nulo y los accionistas no
tendrían facultad para convalidar ni ratificar dichas operaciones ni sus consecuencias.

El conflicto judicial se desarrolla entre 1992 y 1995, antes de la vigencia de la Ley


General de Sociedades (1998), e involucra a empresas de dos importantes grupos
empresariales peruanos: los grupos Raffo y Romero. La importancia de los grupos
empresariales involucrados, los prestigiosos abogados involucrados en la defensa de
los intereses de uno y otro grupo, así como la falta entonces de una definición
legislativa de los temas materia de conflicto, hicieron que el asunto sea notorio y
seguido con mucho interés por la comunidad jurídica nacional La solución
transaccional a la que se llegó finalmente, así como la poca profundidad de algunas de
las resoluciones judiciales emitidas en los procesos vinculados al conflicto,
determinaron la ausencia de criterios jurisprudenciales orientadores.
La solución transaccional a la que se llegó finalmente, así como la poca profundidad de
algunas de las resoluciones judiciales emitidas en los procesos vinculados al conflicto,
determinaron la ausencia de criterios jurisprudenciales orientadores.
II. DEFINICIÓN
Desde el punto de vista etimológico ULTRA VIRES, es una expresión que se encuentra
constituida por 2 voces, ambas de origen latino ULTRA significa “MAS ALLÁ” y VIRES
cuyo significado se le atribuye a “Fuerza” o Competencia. La conjunción de estas
locuciones se entiende como “Mas allá de la fuerza o la competencia”. De manera
general esta expresión ha servido para calificar todo acto cuya ejecución sobrepasa la
Ley o el acuerdo.
En el campo del Derecho, se hace referencia a esta terminología para señalar a todo el
conjunto de actos o negocios jurídicos emitidos por entes públicos o privados que
excedan las atribuciones o facultades que les confiere el mandato expreso de la ley.
Califican como actos ultra vires, las actuaciones administrativas que no se ajusten al
principio de la legalidad, la extralimitación de las competencias de un funcionario
público, o los acuerdos de voluntades celebrados por las entidades privadas que
generen derechos y obligaciones que no se encuentren comprendidos y/o
contemplados expresamente dentro de su objeto social.
Por ello, podemos definir al Principio Ultra Vires como el principio jurídico que
considera nulos los actos de las entidades públicas o privadas que rebasan el límite de
la ley, y cuyo objetivo es prevenir que una autoridad administrativa o entidad de
derecho privado o público actúe más allá de su competencia o autoridad.
La consecuencia jurídica estándar que los sistemas jurídicos conceden al Principio Ultra
Vires, no es otra que la sanción de nulidad de todos aquellos actos celebrados por las
entidades públicas o privadas que rebasan el límite de la ley, en tanto la observancia
irrestricta de este principio constituye una norma de orden público que se sustenta en
el deber de prevención que ejerce el Estado, a través del Órgano Jurisdiccional,
respecto de cualquier autoridad administrativa o entidad de derecho privado o público
actúe más allá de las competencias o facultades que la autoridad de la ley le confieren.

Para efectos del presente estudio, no nos ocuparemos del fenómeno ultra vires
respecto de los actos administrativos expedidos por las entidades que forman parte
del sector público, dado que se encuentran reguladas dentro del marco regulatorio del
Derecho Administrativo. En lo que respecta al derecho comercial; se considera ultra
vires a toda actuación por parte de los órganos de dirección o representación de una
sociedad fuera del objeto enunciado en el pacto social (instrumento público de
constitución). Así, para los regímenes jurídicos que tienen incorporado el Principio
Ultra Vires a través de normas positivizadas, la celebración de todo negocio jurídico
por parte de una sociedad fuera de los límites de su objeto social se considera ultra
vires, porque todos estos actos van más allá de la fuerza, competencia o autoridad que
le confiere la ley y la propia autonomía de voluntad de los accionistas al constituirla.

La aplicación de este principio a través de su materialización en normas legales de


carácter imperativo, encuentra su razón de ser en el establecimiento de un mecanismo
destinado a prevenir que una sociedad debidamente registrada realice alguna
transacción que exceda el límite de su capacidad contractual, previamente delimitada
en su pacto social dentro de la cláusula referida a su objeto; determinando los límites
internos de la personalidad jurídica de la sociedad y el ámbito dentro del cual podrá
desarrollar sus actividades.

El Principio Ultra Vires tiene su origen en el derecho anglosajón, siendo utilizado por
primera vez en el derecho de sociedades comerciales en el fallo relativo al caso
Ashbury Railway Carriage y Iron Co.Lid vs Riche presentado ante la “Casa de Lores”
(tribunal) del Reino Unido (1875). En este caso, las partes debatían sobre la
interpretación de la norma que regulaba del objeto social en el Companies Act de
18622. La controversia legal tuvo como centro definir si a las sociedades, al igual que a
las personas naturales, el derecho les permitía llevar a cabo realizar todo tipo de
actividades siempre que fueran lícitas, o si, en su defecto, las actividades realizadas
por las sociedades que no estuvieren autorizadas expresamente dentro del objeto
social debían reputarse prohibidas y por tanto, ilegales. El Tribunal encargado adoptó
la segunda tesis bajo el argumento de que, la aplicación del Principio Ultra Vires
suponía una doble protección: Por un lado, protegía a los accionistas porque se
encontraban en conocimiento permanente de las actividades a realizar por su
compañía, otorgándoles la seguridad de que su inversión no se aplicaría en actividades
distintas de las que ellos habían previsto, y al mismo tiempo, se protegía a terceros
contratantes y acreedores permitiéndoles una debida evaluación respecto a si las
actividades a desarrollar por la sociedad al momento de la contratación eran
productivas o si estarían sujetas a variación, determinado de esta manera si las
condiciones de la contratación o del otorgamiento del crédito resultaban favorables de
cara a su recuperación a futuro.

Desde entonces, todas las legislaciones que forman parte del Sistema Anglosajón
incorporaron este fallo histórico como sustento del Principio Ultra Vires dentro del
Derecho Consuetudinario, adaptándolo a criterios más modernos acorde con el
fenómeno de la globalización que ha modificado sustancialmente la realidad
comercial de las empresas. Actualmente, los ordenamientos jurídicos inmersos en
este sistema reconocen como características comunes a las consecuencias de la
aplicación del Principio Ultra Vires:
La sociedad no podrá demandar para reclamar los derechos que le pudieran
corresponder por motivo del acto ultra vires; ninguna persona podrá demandara la
sociedad para reclamar los derechos que le puedan corresponder como consecuencia
de dicho; los directores de la sociedad asumen la responsabilidad del acto.

III. El Principio Ultra Vires en la Ley General de Sociedades y la Responsabilidad


de los Socios

Conforme hemos detallado en el capítulo precedente, en el derecho de sociedades


comerciales el Principio Ultra Vires se encuentra íntimamente relacionado con el
objeto social, entendido como “la(s) actividad(es) a las que va a dedicarse la sociedad
o que ésta puede ejecutar en desarrollo de su objeto o negocio central".

La configuración de un negocio jurídico celebrado por la sociedad excediendo las


actividades contempladas dentro de su objeto social, se encuentra íntimamente
relacionada a los alcances de la representación de los socios o administradores de la
sociedad y la determinación de su responsabilidad ante la sociedad, en caso de que
dichos actos le causen perjuicio. Si bien es cierto, la rígida doctrina anglosajona, tal
como lo expone Enrique ELÍAS, "considera nulos, para todos sus efectos legales, los
actos de una sociedad que exceden el objeto social o no sean cercanamente derivados
del mismo. Como resultado, la sociedad no responde por ninguno de los efectos del
acto nulo y los accionistas no tendrían facultad para convalidar o ratificar a posteriori
dichas operaciones ni sus consecuencias"; no es menos cierto también que esta teoría
ha venido perdiendo adeptos al punto que no pocas legislaciones contemporáneas han
venido excluyendo la aplicación de esta institución, tal y como se ha suscitado en el
derecho peruano.

La Ley General de Sociedades peruana, si bien es cierto no contempla expresamente la


inaplicación del Principio Ultra Vires, del tenor de lo dispuesto por su Art. 12, se
concluye que la celebración de un acto de esta naturaleza no se encuentra viciado de
nulidad per se, en tanto que, una vez celebrado el acto ultra vires, éste obliga a la
sociedad frente a los terceros, sin perjuicio de derecho de la sociedad a adoptar la
medidas legales pertinentes destinadas a obtener un resarcimiento económico por
parte de los directores por los daños causados en su perjuicio.

Siendo la regla que los representantes obligan a la sociedad por todos los actos que
hayan celebrado a nombre de ella y siendo que algunos de estos actos podrían ser
interpretados como contrarios a lo normado por el objeto social (ultra vires), surge la
pregunta respecto a qué sucede en este último caso y cuál es la situación de los
terceros que han contratado con la sociedad.

Al respecto, Enrique ELÍAS añade sobre la legislación peruana: "Para determinar si un


acto es o no ajeno al objeto nuestro sistema legal es mucho más elástico, cuando se
trata de los efectos del acto ultra vires nuestra ley se aparta radicalmente del sistema
anglosajón. Es inadmisible que la nulidad de un acto ultra vires realizado por una
sociedad afecte a un tercero de buena fe que contrató con representantes
debidamente facultados por la sociedad".

En palabras de Jesús RUBIO, las sociedades mercantiles como personas jurídicas,


dependen de la voluntad y actividad de las personas físicas que con una u otra
naturaleza las integran. Es entonces que para Heliodoro SÁNCHEZ RUS, los
administradores son "un órgano de existencia necesaria al que la ley encomienda la
representación de la sociedad en sus relaciones con terceros, función ajena, en
principio, a la competencia de la junta". Agrega también este autor que el poder de
representación de los administradores se "extiende, como mínimo, a todos los asuntos
pertenecientes al giro o tráfico de la empresa, noción que alude al ámbito de las
actividades propias de la sociedad anónima de que se trate, y, por tanto, resulta
equivalente al concepto de objeto social".

Nuestra legislación busca seguir el derrotero de las tendencias modernas en materia


de actos ultra vires, que tienen como eje central la protección de los terceros de buena
fe. Bien hace BEAUMONT al expresar que es "obvio que los terceros de buena fe no
pueden perjudicarse por actos de representantes de la sociedad, con quienes
contratan, y respecto de los cuales (actos o contratos), aquellos han abusado o se han
excedido, al pactar sobre tópicos ajenos o marginales al objeto social". Esta solución,
que tiende a resguardar a los terceros de buena fe, se basa en la teoría germánica de
la apariencia y que atribuye a las sociedades una capacidad general que les permite
realizar todos los actos jurídicos compatibles con su naturaleza, aun cuando no estén
previstos en el objeto.

Nuestro ordenamiento jurídico es muy preciso cuando aclara que quienes no están
autorizados para ejercer la representación de la sociedad no la obligan con sus actos,
aunque los celebren en nombre de ella, Por tanto, para el tercero que contrata con la
sociedad, la ley sólo le exige la obligación de verificar si los representantes de la
sociedad que contrataron a nombre de ésta ostentaban facultades suficientes para
demostrar que ha actuado de buena fe. Otorgados por los órganos correspondientes
de la sociedad, el cual estaba inscrito en el registro como tal, la ley peruana protege el
derecho del tercero contratante respecto de la prestación a la que la sociedad queda
obligada. Queda claro entonces que nuestra legislación protege al tercero de buena fe
cuando excluye toda posibilidad, de oponer en su contra la nulidad de un acto ultra
vires.
EL CASO ROMERO VS. RAFFO

En la década de 1970, se produce la alianza estratégica del Grupo Romero con el


Grupo Raffo y ambos “compartieron” tanto accionistas como administradores con el
propósito de apoyarse mutuamente y realizar ciertos negocios en común. En ese
contexto, el Grupo Romero - Raffo consiguió en el Perú un éxito corporativo y una
expansión empresarial poco comunes, gracias al establecimiento de una política de
acción conjunta sobre la base de una firme y clarísima dirección unificada.

Ello se traduce principalmente en que cada una de las organizaciones conformantes


del mencionado grupo de empresas está interesada en sostener a las restantes,
motivada por el principio del interés grupal, puesto que sabe que con tal
comportamiento promueve el crecimiento íntegro del grupo empresarial y,
eventualmente, recibirá una prestación semejante (económica, financiera, contractual
o de otra índole) cuando así lo requiera. Por citar un ejemplo concreto diremos que los
directores de todas las empresas pertenecientes al Grupo Romero - Raffo tenían
facultades expresas para otorgar garantías (fianzas y avales) en favor de cualquier otra
empresa - hermana.

La controversia judicial

Fábrica de Tejidos San Cristóbal S.A. y Consorcio Peruano de Confecciones S.A.


(pertenecientes originalmente al Grupo Raffo y a las cuales denominaremos en
adelante como las empresas deudoras) atravesaban una difícil situación económica. En
ese sentido, Inversiones Shapaja S.A. (empresa integrante del Grupo Romero-Raffo,
dedicada exclusivamente al negocio inmobiliario y a la que también nos referiremos
como la demandada) se constituyó como fiadora solidaria ante los diversos acreedores
de las empresas deudoras, procediendo a constituir hipotecas sobre varios inmuebles
de su propiedad, con lo cual los afectó al pago de diferentes obligaciones.

Ante el inicio de una serie de acciones legales que tenían como objeto rematar las
garantías otorgadas por Inversiones Shapaja S.A. y con la finalidad de evitar que los
inmuebles afectados fueran vendidos a precios inferiores a su valor de mercado, la
demandada dispuso entregar algunos de sus bienes como dación en pago, honrando
así sus obligaciones ante los acreedores garantizados por ella; tal decisión fue
adoptada por acuerdo de junta general extraordinaria de accionistas.

En ese contexto, Carlos Raffo Dasso, accionista minoritario de Inversiones Shapaja S.A.
y otros socios de ésta, impugnaron judicialmente la adjudicación en pago efectuada
por aquella, alegando los siguientes argumentos:

* Que la junta general extraordinaria de accionistas ha decidido ilegalmente disponer


de los activos de la sociedad, sin ningún beneficio evidente para ésta y con el sólo
ánimo de pagar deudas de terceras empresas, afectando gravemente el patrimonio
social.
* Que se ha contrariado el verdadero objeto social para el cual Inversiones Shapaja
S.A. fue constituida.
* Que existe conflicto de intereses entre los directores de la demandada y las
empresas deudoras.

Posteriormente, Inversiones Shapaja S.A., debidamente representada por su gerente


general, contesta la demanda solicitando que la misma sea declarada inadmisible por
cuanto los demandantes no habría cumplido con presentar el certificado que acredita
el depósito de sus acciones en una institución de crédito; adicionalmente, solicita que
la referida demanda sea declara infundada basándose en las siguientes
consideraciones:
* Que los acuerdos fueron adoptados por unanimidad por todos los socios
concurrentes a la junta general extraordinaria de accionistas, los mismos que
representaban el 92.49% del capital social.
* Que el acuerdo adoptado no modifica ni altera el patrimonio social de la demandada,
toda vez que en la misma magnitud en que se reduce el activo de la empresa (al dar
sus bienes en pago), se reduce su pasivo (obligaciones por pagar a terceros), de forma
tal que el patrimonio de Inversiones Shapaja S.A. se mantiene inalterable.
* Que no puede hacerse referencia a empresas beneficiadas por el acuerdo de dación
en pago cuando estamos frente al cumplimiento de obligaciones, las mismas que, en
última instancia, han favorecido a todo el Grupo Romero-Raffo.
* Que el acuerdo adoptado no modifica ni altera el objeto social de la demandada.

El Trigésimo Juzgado Civil de Lima emitió sentencia y resolvió declarar infundada la


demanda interpuesta por Carlos Raffo Dasso y otros, en base a los fundamentos que
seguidamente parafraseamos:

* Según se desprende del artículo 29 del estatuto de Inversiones Shapaja S.A., el


directorio está facultado para otorgar garantías a favor de terceras empresas y que
habiéndose acordado adjudicar en pago diversos bienes de la demandada a favor de
los acreedores de las empresas deudoras, su consecuencia jurídica es el pago, no
pudiendo considerársele ilegal.
* El hecho que Inversiones Shapaja S.A. hubiera adjudicado parte importante de sus
activos para honrar las obligaciones que mantenía con las empresas deudoras no
constituye un criterio legal válido para concluir que dichos acuerdos resultan
contrarios a la Ley.
* Las empresas deudoras están integradas, a su vez, por empresas de las cuales los
demandantes son accionistas, sin que este hecho fuera desvirtuado por los actores, lo
que permite inferir la existencia de intereses comunes más que contrapuestos entre
ellas, máxime si se tiene en cuenta tanto la demandada como las mencionadas
empresas deudoras forman parte de un mismo grupo empresarial.

Contra la sentencia reseñada, los demandantes interponen recurso de apelación,


solicitando revocar la resolución de primera instancia y, en consecuencia, declarar
fundada su demanda. Posteriormente, la Tercera Sala Civil de la Corte Superior de
Justicia de Lima revocó la sentencia recurrida declarando improcedente la demanda
interpuesta, toda vez que los demandantes habrían accionado judicialmente sin antes
depositar los títulos y sin que se haya expedido la constancia de depósito por la
institución de crédito correspondiente, a efectos de adjuntarla a la demanda para
ejercitar sus derechos, atendiendo a lo prescrito en el artículo 145 de la Ley General de
Sociedades.

Análisis del caso

Somos de la postura que plantea Echaiz, al precisar que los alcances del objeto social
establecido en el Estatuto, no debe efectuarse desde una perspectiva estrictamente
legal, sino mediante una interpretación global y sistemática de dicho estatuto y del
conjunto de cláusulas que lo componen (ECHAIZ MORENO, 2012).

Para lograr esto, deben establecerse clausulas absolutamente claras, lejanas de


complejidades, el estatuto debe delimitar las funciones de cada uno de los órganos de
la sociedad y si esta no fuera lo sumamente clara, se deberá recurrir a los propios
fundadores, que son las personas llamadas a interpretar, el sentido del objeto social.

CONCLUSIONES

El objeto social debe estar constituido por una o más actividades, negocios u
operaciones siempre y cuando estén debidamente determinada es decir
descritas detalladamente, este objeto incide en las actividades de la sociedad,
en los derechos que tienen los socios y en la seguridad de los terceros.

RECOMENDACIONES

Que nuestra legislación adopte una regulación distinta a la que existe en nuestra Ley
General de Sociedades, respecto a los actos ultra vires y la protección del tercero
contratante de buena fe, generaría mayores beneficios en el desarrollo económico de
las sociedades.

A continuación detallaremos las recomendaciones:

 Considero que el artículo 11 de la Ley General de Sociedades debe ser


modificado en el sentido que el objeto social debe ser indeterminado. Y que
exista la posibilidad de quienes quieren limitar y/o restringir el objeto social lo
pueda hacer como excepción, es decir la regla general debe ser la
indeterminación. El único límite sería que las actividades deberían estar
permitidas por ley. La indeterminación del objeto social eliminaría las
controversias sobre si los negocios u operaciones exceden o no el objeto
social.
 Frente a la primera recomendación debería haber normatividad que proteja al
accionista minoritario frente a las decisiones de los mayoritarios en los casos
que al momento de la constitución del objeto social han optado por la
indeterminación del objeto social

http://ius360.com/privado/corporativo/ultra-vires-el-latinazgo-mas-famoso-
del-derecho-societario-peruano/

https://www.monografias.com/trabajos49/validez-actos-ultra-vires/validez-
actos-ultra-vires2.shtml

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