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El centro del artículo consiste pues, en la responsabilidad y límites que tienen los
denominados actos “ultra vires” en nuestro medio. La posibilidad de anularlos o de
restarles eficacia se descartó ante una serie de argumentos de orden práctico y
doctrinal, a los que se añade lo dispuesto por los artículos 19 y 173 de nuestra Ley
Societaria, que regulan la determinación de la responsabilidad de los representantes.
Se denominan actos ultra vires aquellos que realizan los apoderados de una sociedad
mercantil y que no están contemplados expresamente en el objeto social.
Sin embargo, es usual que en las sociedades anónimas los órganos societarios tengan
poderes muy amplios para realizar toda clase de operaciones, tanto el Directorio como
la Gerencia (y la propia Junta General de Accionistas) deben conducir los actos de la
sociedad dentro del gran cause del objeto social.
I. INTRODUCCIÓN
En el Derecho Societario se considera ultra vires la actuación de los órganos de
administración de una sociedad (directorio y gerencia) que excede el objeto social
enunciado en el estatuto social.
Es cierto que determinados actos Ultra Vires pueden constituir o esconder alguna
situación dolosa que se vincule a un delito o a la preparación del mismo, sin embargo,
la actitud jurídica ante esta situación deberá reemplazar o ser complementario a los
efectos societarios.
La aplicación de la Doctrina de los actos ultra vires determina el campo de acción
dentro del cual la sociedad puede desarrollar sus actividades. Por ende, se le considera
como un mecanismo destinado a prevenir que la sociedad debidamente registrada
realice alguna transacción que exceda límite de su capacidad contractual, la cual ha
sido previamente determinada en el pacto social dentro de la cláusula que señala el
objeto social.
La importancia del tratamiento del acto Ultra Vires tiene relación inmediata con la
validez de los compromisos y obligaciones que asume la sociedad y los efectos que
estos actos tienen respecto de terceros implicados con el acto, así mismo, resulta
importante su estudio por las responsabilidades que deberán asumir aquellos
administradores de la sociedad que tuvieron a su cargo la decisión o ejecución del Acto
Ultra Vires.
En el Derecho anglosajón y, principalmente, a la interpretación de la jurisprudencia
inglesa. Sería así ultra vires el principio según el cual adolece de nulidad absoluta todo
acto de una sociedad que exceda el objeto social; como consecuencia de ello, la
sociedad no respondería por ninguno de los efectos del acto nulo y los accionistas no
tendrían facultad para convalidar ni ratificar dichas operaciones ni sus consecuencias.
Para efectos del presente estudio, no nos ocuparemos del fenómeno ultra vires
respecto de los actos administrativos expedidos por las entidades que forman parte
del sector público, dado que se encuentran reguladas dentro del marco regulatorio del
Derecho Administrativo. En lo que respecta al derecho comercial; se considera ultra
vires a toda actuación por parte de los órganos de dirección o representación de una
sociedad fuera del objeto enunciado en el pacto social (instrumento público de
constitución). Así, para los regímenes jurídicos que tienen incorporado el Principio
Ultra Vires a través de normas positivizadas, la celebración de todo negocio jurídico
por parte de una sociedad fuera de los límites de su objeto social se considera ultra
vires, porque todos estos actos van más allá de la fuerza, competencia o autoridad que
le confiere la ley y la propia autonomía de voluntad de los accionistas al constituirla.
El Principio Ultra Vires tiene su origen en el derecho anglosajón, siendo utilizado por
primera vez en el derecho de sociedades comerciales en el fallo relativo al caso
Ashbury Railway Carriage y Iron Co.Lid vs Riche presentado ante la “Casa de Lores”
(tribunal) del Reino Unido (1875). En este caso, las partes debatían sobre la
interpretación de la norma que regulaba del objeto social en el Companies Act de
18622. La controversia legal tuvo como centro definir si a las sociedades, al igual que a
las personas naturales, el derecho les permitía llevar a cabo realizar todo tipo de
actividades siempre que fueran lícitas, o si, en su defecto, las actividades realizadas
por las sociedades que no estuvieren autorizadas expresamente dentro del objeto
social debían reputarse prohibidas y por tanto, ilegales. El Tribunal encargado adoptó
la segunda tesis bajo el argumento de que, la aplicación del Principio Ultra Vires
suponía una doble protección: Por un lado, protegía a los accionistas porque se
encontraban en conocimiento permanente de las actividades a realizar por su
compañía, otorgándoles la seguridad de que su inversión no se aplicaría en actividades
distintas de las que ellos habían previsto, y al mismo tiempo, se protegía a terceros
contratantes y acreedores permitiéndoles una debida evaluación respecto a si las
actividades a desarrollar por la sociedad al momento de la contratación eran
productivas o si estarían sujetas a variación, determinado de esta manera si las
condiciones de la contratación o del otorgamiento del crédito resultaban favorables de
cara a su recuperación a futuro.
Desde entonces, todas las legislaciones que forman parte del Sistema Anglosajón
incorporaron este fallo histórico como sustento del Principio Ultra Vires dentro del
Derecho Consuetudinario, adaptándolo a criterios más modernos acorde con el
fenómeno de la globalización que ha modificado sustancialmente la realidad
comercial de las empresas. Actualmente, los ordenamientos jurídicos inmersos en
este sistema reconocen como características comunes a las consecuencias de la
aplicación del Principio Ultra Vires:
La sociedad no podrá demandar para reclamar los derechos que le pudieran
corresponder por motivo del acto ultra vires; ninguna persona podrá demandara la
sociedad para reclamar los derechos que le puedan corresponder como consecuencia
de dicho; los directores de la sociedad asumen la responsabilidad del acto.
Siendo la regla que los representantes obligan a la sociedad por todos los actos que
hayan celebrado a nombre de ella y siendo que algunos de estos actos podrían ser
interpretados como contrarios a lo normado por el objeto social (ultra vires), surge la
pregunta respecto a qué sucede en este último caso y cuál es la situación de los
terceros que han contratado con la sociedad.
Nuestro ordenamiento jurídico es muy preciso cuando aclara que quienes no están
autorizados para ejercer la representación de la sociedad no la obligan con sus actos,
aunque los celebren en nombre de ella, Por tanto, para el tercero que contrata con la
sociedad, la ley sólo le exige la obligación de verificar si los representantes de la
sociedad que contrataron a nombre de ésta ostentaban facultades suficientes para
demostrar que ha actuado de buena fe. Otorgados por los órganos correspondientes
de la sociedad, el cual estaba inscrito en el registro como tal, la ley peruana protege el
derecho del tercero contratante respecto de la prestación a la que la sociedad queda
obligada. Queda claro entonces que nuestra legislación protege al tercero de buena fe
cuando excluye toda posibilidad, de oponer en su contra la nulidad de un acto ultra
vires.
EL CASO ROMERO VS. RAFFO
La controversia judicial
Ante el inicio de una serie de acciones legales que tenían como objeto rematar las
garantías otorgadas por Inversiones Shapaja S.A. y con la finalidad de evitar que los
inmuebles afectados fueran vendidos a precios inferiores a su valor de mercado, la
demandada dispuso entregar algunos de sus bienes como dación en pago, honrando
así sus obligaciones ante los acreedores garantizados por ella; tal decisión fue
adoptada por acuerdo de junta general extraordinaria de accionistas.
En ese contexto, Carlos Raffo Dasso, accionista minoritario de Inversiones Shapaja S.A.
y otros socios de ésta, impugnaron judicialmente la adjudicación en pago efectuada
por aquella, alegando los siguientes argumentos:
Somos de la postura que plantea Echaiz, al precisar que los alcances del objeto social
establecido en el Estatuto, no debe efectuarse desde una perspectiva estrictamente
legal, sino mediante una interpretación global y sistemática de dicho estatuto y del
conjunto de cláusulas que lo componen (ECHAIZ MORENO, 2012).
CONCLUSIONES
El objeto social debe estar constituido por una o más actividades, negocios u
operaciones siempre y cuando estén debidamente determinada es decir
descritas detalladamente, este objeto incide en las actividades de la sociedad,
en los derechos que tienen los socios y en la seguridad de los terceros.
RECOMENDACIONES
Que nuestra legislación adopte una regulación distinta a la que existe en nuestra Ley
General de Sociedades, respecto a los actos ultra vires y la protección del tercero
contratante de buena fe, generaría mayores beneficios en el desarrollo económico de
las sociedades.
http://ius360.com/privado/corporativo/ultra-vires-el-latinazgo-mas-famoso-
del-derecho-societario-peruano/
https://www.monografias.com/trabajos49/validez-actos-ultra-vires/validez-
actos-ultra-vires2.shtml