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Las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) son sociedades anónimas que tienen por
objetivo administrar un fondo de pensiones y otorgar a sus afiliados las prestaciones que
establece la ley. Se financian a través del cobro de comisiones a sus afiliados y podrán
aumentar los ahorros de estos mediante inversiones.
A través del Decreto Ley Nº 3.500, publicado en noviembre de 1980, se cambió el antiguo
sistema de pensiones (INP, cajas de empleados, etc.) que consistía en un fondo de ahorro
común al que aportaban todos los trabajadores. Ahora hay un sistema de capitalización
individual, en que cada persona tiene una cuenta individual para su pensión de vejez.
Es obligatorio para todos los trabajadores dependientes. A partir del año 2018, todos los
independientes que trabajan a honorarios tienen la obligación de cotizar en una AFP.
La cuenta personal de cada afiliado a una AFP que contiene sus cotizaciones por renta, ahorros
voluntarios, intereses ganados por las inversiones de la AFP, entre otros. Al jubilar, el afiliado
recibirá el saldo total de esta cuenta, en pagos mensuales.
Si es empleador debe pagar las cotizaciones a través de las planillas de pago disponibles en las
agencias de las AFP en las cuales debe identificar: a los trabajadores, su remuneración
imponible, el período al que corresponde y el monto cotizado. Esto también lo puede hacer a
través del sitio web http://www.previred.cl.
Los 10 primeros días del mes siguiente al que se recibió la remuneración. Si un empleador se
atrasa en el pago, se le aplicarán reajustes, intereses y una multa de media UF. La multa es de
0.75 UF por cada trabajador cuyas cotizaciones no se declaran.
Si usted es independiente, deberá esperar al mes siguiente pues la ley impide a la AFP recibir
una cotización fuera de plazo.
No. La ley impide que esos fondos sean utilizados para otro fin que no sea la pensión de vejez.
Para trabajos pesados. Los requisitos son tener al menos 20 años de cotizaciones en cualquier
sistema previsional; realizar un trabajo calificado como pesado por la Comisión Ergonómica
Nacional (CEN) y haber cotizado adicionalmente en la AFP un 1% ó 2 % de su renta imponible,
según el desgaste producido por el trabajo pesado.
Para el resto de los trabajadores. Que la pensión mensual que reciba el trabajador sea superior
al 50% del promedio de sus remuneraciones de los últimos diez años, y que la pensión sea a lo
menos igual al 110% de la pensión mínima que asegura el Estado.
En caso de muerte los fondos de la cuenta individual se usarán para pagar las pensiones de los
beneficiarios legales del afiliado (cónyuge e hijos) o herederos. Si no hay beneficiarios ni
herederos, el dinero pasa al Estado. La AFP no se queda con nada de los ahorros.
Antes todas las cuentas individuales eran invertidas de la misma forma. Con el sistema de
multifondos, la AFP separa los dineros en cinco fondos de inversión, con distinto riesgo
capitalizador. El afiliado debe voluntariamente elegir uno de estos fondos según su interés de
ganancia de rentabilidad. También puede elegir dividir sus ahorros en un máximo de dos
fondos. La idea es que el afiliado elija el tipo de inversión y nivel de riesgo en que se usarán sus
fondos.
El tema de las AFP es complejo y requiere ir a los fundamentos cada vez que se presenta algún
cambio en ciernes. Una y otra vez hay que explicar sus ventajas y desventajas. Veamos.
Segunda ventaja: el sistema de AFP es administrado por privados y supervisado por el Estado.
Actualmente gran parte de las pensiones que paga la ONP las tiene que asumir el Estado con
recursos de los impuestos de todos los peruanos. No con lo que proviene de la cotización
pasada de los jubilados. Si el sistema estatal peruano, que explica cerca de la mitad de afiliados
y más de un tercio de cotizantes, hubiese sido de capitalización individual, no tendríamos que
subsidiar a una minoría “privilegiada” que recibe una pensión del Estado. Además, hay que
reconocer que los gestores de inversión que trabajan para las AFP son lo mejor del mercado.
No sabemos si es el caso de los gestores de fondos de la ONP, que además están más
restringidos para diversificar sus inversiones.
Primera desventaja: el costo de administración. Sin duda aún hay espacio de reducción. Las
AFP son una suerte de cartel monopólico. Tienen clientes obligados por ley a “comprarles” el
servicio de administración de fondos. No hay posibilidad de competencia real ya que las
barreras de entrada son muy altas. La administración de fondos para jubilación debería ser
más abierta, aunque siempre regulada para evitar estafas e irresponsabilidades. De esta
manera, se podrían reducir los costos y ampliar el “menú” de opciones según cada aportante.
Segunda desventaja: su carácter obligatorio. Este es el debate de base. Los liberales sostienen
que el paternalismo de imponer por ley el ahorro para la jubilación es una restricción a los
derechos de propiedad. La legislación actual se basa en la lógica del Estado protector que
considera que es inconveniente dejar a ciudadanos poco informados la responsabilidad de
manejar su dinero. “Yo quiero mi plata”, dijo una aportante, con su cuenta en mano, en un
reportaje dominical. Y no le falta razón.
Como no hay ningún candidato liberal para las próximas elecciones, el debate sobre las AFP no
cuestionará el carácter obligatorio de los aportes. El terreno está entonces servido para una
reforma que termine con el cartel monopólico privado y, ojalá, también con el sistema estatal
de reparto.