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Pierre Bourdieu

El baile
de los solteros
La crisis de la sociedad campesina
en el Bearne

Traducción de Thomas Kauf

facu~tzd de FHcs~:d:3 y I·f:..:marid3des ~ UJJ.C.


:Blii1iOTEGA SJELl\iill K. ~a EJLüABlHY'

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EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
B:BU~T:C.'\

IN'JEZ'iTP.R!O f ~'?-
r-:.:G. F~L Y HUMAN.
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6
Le bal des célibataires
© Éditions du Seuil
París, 2002

Publicado con la ayuda del Ministerio ftancés


de Cultura-Centro Nacional del Libro

El baile de Navidad se celebra en el salón in-


terior de un café. En el centro de la pista, brillan-
Diseño de la colección: temente iluminada, bailan una docena de parejas,
Julio Vivas al son de unas canciones de moda. Son, principal-
Ilustración: Photo DR
mente, «estudiantes)>, alumnos de secundaria o de
los institutos de las ciudades vecinas, en su mayo-
ría hijos del lugar. Y también hay algunos solda-
·-···•'•"--· ~~e~

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FA.J,;;.__.L:,.J "'~.:...·.,-·v
1)' ,_. 1 (\C"' .c.;A. ¡·
. . . ~, ' dos, muchachos de la ciudad, obreros o emplea-
1 dos, que visten pantalón vaquero y cazadora de
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' ......~ --~~-·-· 1 "-···"-·':_'_ _ !
1
cuero negro y llevan la cabeza descubie~ta o som-
~-~"-'1··ra
~- ~:l~. w.. .3 brero tirolés. Entre las bailarinas hay varias mu-
L¡;0gr álica ....... ! ~ .....
1
1 chachas procedentes de los caseríos más alejados,
............ ~-.?::-~_3-J_;
, . . . . ·" "
que nada diferencia de las demás nativas de Les-
quire que trabajan en Pau como costureras, cria-
N' Inventario ... :,:·,~.!.:,:._:__:, ... das o dependientas. Varias adolescentes y niñas de
diez o doce años bailan entre sí, inientras ·los Cha-
vales Se persiguen y se zarandean entre las parejas.
© EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2004
Pedró de la Creu, 58 Plantados al borde de la pista, formando una
08034 Barcelona masa oscura, un grupo de hombres algo mayores
ISBN, 84-339-6212-4 observan en silencio; todos rondan los treinta
Depósito Legal: B. 42708-2004 años, llevan boina y visten traje oscuro, pasado de
moda. Como impulsados por la tentación de par-
Primed in Spain
ticipar en el baile, avanzan a veces y estrechan el
Liberduplex, S. L., Constitució, 19, 08014 Barcelona espacio reservado a las parejas que bailan. No ha
faltado ni uno de los solteros, todos están allí. Los sala de la fonda, donde se pondrán a beber senta-
hombres de su edad que y~ éstán casados han de- dos unos frente a otros. Cantarán a voz en grito
jado de ir al baile. O sólo van por la Fiesta Mayor antiguas canciones bearnesas prolongando hasta
o por la feria: ese día todo el mundo acude al Pa- quedar afónicos unos acordes discordantes, mien-
seo y todo el mundo baila, hasta los «viejos». Los tras, al lado, la orquesta toca twists y chachachás.
solteros no bailan nunca, y ese día no es una ex- Y, en grupos de dos o de tres, se alejarán lenta-
cepción. Pero entonces llaman menos la atención, mente, cuando acabe la noche, camino de sus re-
porque todos los hombres y las mujeres del pueblo cónditas granjas.
han acudido, ellos para tomarse unas copas con P!ERRE BOURDIEU 1
los amigos y ellas para espiar, cotillear y hacer con-
jeturas sobre las posibles bodas.
En los bailes de ese tipo, como el de Navidad
o el de Año Nuevo, los solteros no tienen nada
que hacer. Son bailes «para los jóvenes», es decir,
para los que no están casados; los solteros ya han
superado la edad núbil, pero son, y lo saben, «in-
casables». Son bailes a los que se va a bailar, pero
ellos no bailarán. De vez en cuando, como para
disimular su malestar, bromean o alborotan un
poco.
Tocan una marcha: una muchacha se acerca
al rincón de los solteros y le pide a uno que baile
con ella. Se resiste un poco, avergonzado y encan-
tado. Da una vuelta por la pista de baile subrayan-
do deliberadamente su torpeza y falra de agilidad,
un poco como hacen los viejos el día del baile de
la asociación de agricultores y ganaderos, y hacien-
do guiños a sus amigos. Cuando acaba la canción,
va a sentarse y ya no bailará más. «Ése», me dicen,
«es el hijo de An ... [un propietario importante].
La chica que lo ha invitado a bailar es una vecina.
Lo ha sacado a dar una vuelta por la pista para que
esté contento.}} Todo vuelve a la normalidad. Se-
guirán allí hasta la medianoche, casi sin hablar, en l. Véase «Reproduction interdite. La dimension symbolique de la
medio del ruido y las luces del baile, contemplan- domination économique••, en Études rurales, 113-114, enero-junio de 1989,
do a las inaccesibles muchachas. Luego irán a la pág. 9.
INTRODUCCIÓN

Los artículos recopilados aquí remiten en tres ocasiones al


mismo problema, pero cada vez con un bagaje teórico más pro-
fundo porque es más general y, no obstante, tiene mayor base
empírica. 1 Y, por ello, pueden resultar interesantes para aquellos
que deseen seguir una investigación de acuerdo con la lógica de
su desarrollo y llevarlos al convencimiento, que yo siempre he
tenido, de que cuanto más profundiza el análisis teórico, más
cerca está de los daros de la observación. Creo, en efecto, que,
cuando se trata de ciencias sociales, la trayectoria heurística tie-
ne siempre algo de viaje iniciático. Y tal vez no sea del todo ab-
surdo ni esté del todo desplazado considerar una especie de Bil-
dungsroman, es decir, de novela de fonnación intelectual, la
historia de esta investigación que, tomando como objeto los pa-
decimientos y los dramas asociados a las relaciones entre los se-
xos -así rezaba, más o menos, el título que había puesto, mucho
antes de la emergencia de los gender studies, al artículo de Les
Temps ínodernes dedicado a este problema-, ha posibilitado o ha
obrado una auténtica conversión. El término conversión no es,
a mi parecer, exagerado para designar la transformación, a la vez

l. Pierre Bourdieu, «Célib-at et condition paysanne)), en Etudes rurales,


5-6, abril-septiembre de 1962, págs. 32-135; «Les stratégies matrimoniales
dans le sysú!me de reproduction)), en Annales, 4-5, julio-octubre de 1972,
págs. 1105-1127; «Reproduction im:erdire. La dimension symbolique de la
domination économique», op. cit., págs. 15-36.

11
intelectual y afectiva, que me ha llevado de la fenomenología de la postura del observador es el uso intensivo al que recurro en-
la vida afectiva (fruto también, tal vez, de los afectos y de las tonces de la .fotografía, del mapa, del plano y de la estadística;
aflicciones de la vida, que se trataba de negar sabiamente), a una todo tiene cabida allí: aquella puerta esculpida ante la que ha-
visión del mundo social y de la práctica a la vez más distanciada bía pasado mil veces o los juegos de la fiesta del pueblo, la edad
y realista, y ello gracias a un auténtico dispositivo experimental y la marca de los automóviles y la pirámide de las edades, y en-
para propiciar la transformación del Erlebnis en Erfohrung, es trego al lector el plano anónimo de una casa familiar en la que
decir, del saber en experiencia. Esta mudanza intelectual conlle- jugué durante roda mi infancia. El ingente trabajo, infinitamen-
vaba muchas implicaciones sociales puesto que se efectuaba me- te ingrato, que requiere la elaboración estadística de numero-
diante el paso de la filosofía a la etnología y a la sociología y, sísimos cuadros de gran complejidad sobre poblaciones rela-
dentro de ésta, a la sociología rural, situada en el peldaño infe- tivamente importantes sin la ayuda de la calculadora o del
rior dentro de la jerarquía social de las disciplinas, y que la re- ordenador participa, como las no menos numerosas entrevistas
nuncia electiva que implicaba ese desplazamiento negativo en el asociadas a amplias y profundas observaciones que llevo a cabo
espacio universitario tenía como contrapartida el sueño confuso entonces, de una ascesis de aire iniciático.
de una reintegración en el mundo natal. A través de la inmersión total se realiza una reconciliación
En el primer texto, escrito a principio de los años sesenta, con cosas y personas de las que el ingreso en otra vida me había
en un momento en el que la etnografía de las sociedades euro- alejado insensiblemente y cuyo respeto impone la postura etno-
peas es casi inexistente y en el que la sociología rural se mantie- gráfica con la máxima naturalidad. El regreso a los orígenes va
ne a una distancia considerable del «terreno», me propongo, en parejo con un regreso, pero controlado, de lo reprimido. De
un artículo acogido entusiásticamente en Études rurales por todo ello apenas quedan huellas en el texto. Si algunos comen-
Isaac Chiva (¿quién pondría hoy a disposición de un joven in- tarios finales, imprecisos y discursivos, sobre la distancia que
vestigador desconocido casi medio número de una revista?), re- media entre la visión primera y la visión erudita permiten adi-
solver ese enigma social que es el celibato de los primogénitos vinar el propósito de reflexividad que presidía inicialmente
en una sociedad conocida por su apego furibundo al derecho toda la empresa (para mí se trataba de «hacer un Tristes trópicos
de primogenitura. Todavía muy cercano de la visión ingenua, al revés»), nada, salvo tal vez la ternura contenida de la descrip-
de la que, sin embargo, pretendo disociarme, me. lanzo a una ción del baile, evoca el clima emocional en el que se llevó a
especie de descripción total, algo desenfrenada, de un mundo cabo mi investigación. Pienso, por ejemplo, en el punto de par-
social que conozco sin conocerlo, como ocurre con todos los tida de la investigación: la foto de (mi) curso, que uno de mis
universos familiares. Nada escapa a la furia cientificistá de condiscípulos, empleado en la ciudad vecina, comenta con un
quien descubre con una especie de enajenamiento el placer de escueto y despiadado «incasable» referido a aproximadamente
objetivar tal como enseña la Guide pratique d'étude directe des la mitad de los que salen en ella; pienso en rodas las entrevistas,
comportements culturels, de Maree! Maget, espléndido antídoto a menudo muy dolorosas, que he mantenido con viejos solteros
hiperempirista contra la fascinación que ejercen entonces las de la generación de mi padre, que me acompañaba con fre-
elaboraciones estructuralistas de Claude Lévi-Strauss (y de la cuencia y que me ayudaba, con su presencia y sus discretas in-
que da fe suficiente mi artículo sobre la casa cabileña, que escri- tervenciones, a despertar la confianza y la confidencia; pienso
bo más o menos en esa época). El signo más manifiesto de la en aquel antiguo compañero de escuela, al que apreciaba mu-
transformación del punto de vista que implica la adopción de cho por su finura y su delicadeza casi femeninas, y que, retirado

12 13
de los antiguos intercambios matrimoniales controlados por las
con su madre en una casa espléndidamente cuidada, había ins-
familias. Todo, en cierto sentido, estaba, pues, presente, de en-
crito en la puerta del establo las fechas de nacimiento de sus
trada, en la descripción primera, pero de una forma tal que,
terneras y los nombres de mujer que les había puesto. Y la con-
como dirían los filósofos, la verdad sólo se manifestaba ocul-
tención objetivisra de mi propósito se debe, sin duda, en parte
tándose.
al hecho de que tengo la sensación de cometer una especie de
No es baladí lo que se perdería obviando, lisa y llanamente,
traición, lo que me ha llevado a rechazar hasta la fecha cual-
el apéndice del primer artículo, que pude elaborar con la cola-
quier reedición de textos que la publicación en revistas eruditas
boración de Claude Seibel y gracias a los recursos del Instituto
de escasa difusión protegía contra las lecturas malintencionadas
bretón de Estadística: lleno de gráficos y de cifras, plantea una
o voyeuristas.
comprobación y una generalización puramente empíricas apli-
No tengo gran cosa que añadir sobre los artículos ulteriores
cadas al conjunto de los departamentos bretones de los resulta-
que no haya sido dicho ya. Sin duda, porque los progresos que
dos obtenidos a escala de un municipio bearnés (y ya compro-
reflejan se sitúan dentro del orden de la reflexividad entendida
bados a nivel del cantón, a requerimiento meramente rutinario
como objetivación científica del sujeto de la objetivación y por-
e ingenuamente castrador de un cátedra sorbonero al que tuve
que la conciencia de los cambios de punto de vista teórico del
que consultar). Especie de impecable callejón sin salida, limita
que son consecuencia se expresa en ellos con bastante claridad.
la investigación a una comprobación positivista que fácilmente
El segundo, que marca de forma harto manifiesta la ruptura
podría haberse coronado con una conformación y una formula-
con el paradigma estructuralista, a través del paso de la regla a
ción matemáticas. El empeño de investigación teórica y empíri-
la estrategia, de la estructura al habitus y del sistema al agente
ca podría, sin duda, haberse limitado a eso, para satisfacción
socializado, a su vez animado o influido por la estructura de las
general: ¿no descubrí, acaso, al albur de unas lecturas que te-
relaciones sociales de las que es fruto, se publicó en una revista
nían que servir para preparar un viaje al Japón, que los campesi-
de historia, Les Anna!es, como para señalar mejor la distancia
nos japoneses conocían una forma de celibato muy similar al de
respecto al sincronismo esrructuralista; preparado por la larga
los campesinos bearneses? En realidad, sólo el establecimiento
posdata histórica, escrita en colaboración con Marie-Claire
de un modelo general de intercambios simbólicos (cuya robus-
Bourdieu, del primer artículo, contribuye considerablemente a
tez he podido comprobar en múltiples ocasiones, en ámbitos
una comprensión justa, es decir, historizada, de un mundo que
tan diversos como la dominación masculina y la economía do-
se desvanece. El último texto, que se inscribe en el modelo más
méstica o la magia del Estado) permite dar cuenta a la vez de
general, es también el que permite comprender de forma más
las regularidades observadas en las prácticas y de la experiencia
directa lo que se desvelaba y se ocultaba a la vez en el escenario
parcial y deformada que tienen de ellas los que las padecen y las
inicial: el pequeño baile que yo había observado y descrito y
VIVen.
que, con la despiadada obligatoriedad implícita en la palabra
El recorrido, cuyas etapas señalan los tres artículos recopi-
«incasable», me había hecho intuir que estaba ante un hecho
lados aquí, me parece adecuado para dar una idea bastante
social muy significativo, era, en efecto, una realización concreta
exacta de la lógica específica de la investigación en ciencias so-
y perceptible del mercado de bienes simbólicos que, al unificar-
ciales. Tengo, en efecto, la impresión, que se fundamenta, tal
se a escala nacional (como hoy en día, con efectos homólogos,
vez, en las particularidades de un habitus, pero que la experien-
a escala mundial), había condenado a una repentina y brutal
cia, al cabo de tantos años de investigación no ha dejado de co-
devaluación a quienes tenían que ver con el mercado protegido
15
14
rroborar, que sólo la atención prestada a los datos más triviales, Primera parte
que otras ciencias sociales, que también hablan de mercado, se
sienten legitimadas a obviar, en nombre de un derecho a la abs- Celibato y condición campesina
tracción que sería constitutivo del proceder científico, puede
llevar a la elaboración de modelos comprobados de modo em-
pírico y susceptibles de ser formalizados. Y ello, en especial,
porque, cuando se trata de cuestiones humanas, los progresos
en el conocimiento del objeto son inseparablemente progre-
sos en el conocimiento del sujeto del conocimiento que pasan,
quiérase o.no, sépase o no, por el conjunto de los trabajos hu-
mildes y oscuros a través de los cuales el sujeto cognosciente se
desprende de su pasado impensado y se impregna de las lógicas
inmanentes al objeto cognoscible. Que el sociólogo que escribe
el tercer artículo poco tenga en común con el que escribió el
primero tal vez se deba, en primer término, a que se ha cons-
truido a través de una labor de investigación que le ha permiti-
do reapropiarse intelectual y afectivamente de la parte, sin
duda, más oscura y más arcaica de sí mismo. Y también a que,
gracias a ese trabajo de objetivación anamnéstica, ha podido
reinvertir en un retorno sobre el objeto inicial de su investiga-
ción los recursos irreemplazables adquiridos a lo largo de una
investigación que tomaba como objeto, indirectamente, al me-
nos, el sujeto de la investigación, así como en los estudios ulte-
riores que la reconciliación inicial con un pasado que represen-
taba un lastre le facilitó llevar a cabo.
París, julio de 2001

16
facultad ñe FL'r;sci~f2 y r~}:Jnt::wldade¡s- U..r;JA,-
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~~!J .t.\Jn. "~''' • Ji..
b.W.'i.í.ii ,.. ~¿' LJ..ii.tílit~
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¿Por qué paradoja el celibato masculino puede representar


para los propios solteros y para su entorno el síntoma más rele-
vante de la crisis de una sociedad que, por tradición, condena-
ba a sus segundones a la emigración o al celibato? No hay na-
die, en efecto, que no insista en la condición y la gravedad
excepcionales del fenómeno. «Aquí>>, me dice un informador,
weo primogénitos de 45 años y ninguno está casado. He esta-
do en el departamento de Altos Pirineos y allí pasa lo mismo.
Hay barrios enteros de solteros». (J.-P. A., 85 años). Y otro in-
formador comenta: «Tienes montones de tíos de 25 a 30 años
que son "incasables''. Por mucho que se empeñen, y poco em-
peño le ponen, ¡pobres!, no se casarán» 1 (P. C., 32 años).
Sin eÍJ'lbargo, el mero examen de las estadísticas basta para
convenceíse de que la situación actual, por grave que sea, no
carece de precedentes: entre 1870 y 1959, es decir, en casi no-
venta años, constan, en el registro civil, 1.022 matrimonios, o
sea, una media de 10,75 matrimonios anuales. Entre 1870 y
1914, en cuarenta y cinco años, se celebraron 592 matrimo-
nios, una media de 13,15 matrimonios anuales. Entre 1915 y

l. Este estudio es el resultado de investigaciones efectuadas en 1959 y


1960 en el pueblo que llamaremos Lesquire y que está situado en el Bearne,
en el centro de la zona de colinas, entre los ríos Gave de Pau y Gave de Olo-
rón.

19
1939, en veinticinco años, 307 matrimonios, 12,80 de media. l. EL SISTEMA DE LOS INTERCAMBIOS
Por último, entre 1940 y 1959, en veinte áños, se contrajeron MATRIMONIALES EN LA SOCIEDAD DE ANTAÑO
173 matrimonios, una media de 8,54. No obstante, debido a la
merma paralela de la población global, la caída del índice de
nupcialidad se mantien~ relativamente baja, como muestra el A los que prefieren permanecer en el hogar pa-
cuadro siguiente: 1 terno [este régimen sucesorio], proporciona la
tranquilidad del celibato con las dichas y alegrías
Evolución del número de matrimonios e índice de nupcialidad de la familia.
FRÉDÉRJC LE PLAY,
Año de Población Número de Índice de L 'Organisation de la fomille, pág. 36
censo global matrimonios nupcialidad
(2MIP x 1.000)
1881 2.468 11 8,92 o/o Antes de 1914 el matrimonio se regía por unas reglas muy
1891 2.073 11 10,60 o/o estrictas. Porque comprometía todo el futuro de la explotación
1896 2.039 15 14,60 o/o
familiar, porque era ocasión de una transacción económica de
1901 1.978 11 11,66 o/o
18,44 o/o la máxima importancia, porque contribuía a reafirmar la jerar-
1906 1.952 18
1.894 16 16,88 o/o quía social y la posición de la familia dentro de esa jerarquía,
1911
1921 1.667 15 17,98 o/o era un asunto que competía a todo el grupo más que al indivi-
1931 1.633 7 8,56 o/o duo. La familia era la que casaba y uno se casaba con una fa-
1936 1.621 7 8,62 o/o milia.
1946 1.580 15 18,98 o/o La investigación previa que se lleva a cabo en el momento
1954 1.351 10 14,80 o/o del matrimonio abarca a toda la familia. Porque llevan el mis-
mo apellido, los primos lejanos que viven en otros pueblos
A la vista de estas cifras, uno tiende a concluir que todos los tampoco se libran: «Ba. es muy rico, pero sus parientes de Au.
informadores caen en el engaño o en la inconsecuencia. El mis- [pueblo vecino] son muy pobres.» El conocimiento profundo
mo que afirmaba: <<[ ...] veo primogénitos [...] y ninguno está ca- de los otros qUe requiere el carácter permanente de la coexis-
sado», afiade: <<Había antes segundones viejos y los hay ahora. t~cia se basa en la observación de los hechos y gestos ajenos
[... ] Había muchos que no estaban casados.» ¿Cómo explicar, en -se hace broma a costa de esas mujeres del lugar que se pasan la
estas condiciones, que el celibato masculino sea percibido como vida, ocultas tras los postigos entornados de sus ventanas, es-
algo excepcionalmente dramático y absolutamente insólito? piando la calle-, en la confrontación constante de los juicios re-
feridos a los demás -lo que constituye una de las funciones de
los «Cotilleos»-, en la memoria de las biografías y de las genea-
l. El índice de nupcialidad (entendido como el número de matrimo- logías. En el momento de tomar una decisión tan seria como la
nios en un año por mil habitantes) se sitúa alrededor del 15 o/o todos los años
en Francia. Hay que introducir algunas correcciones a los índices que se pre-
de escoger una esposa para el hijo o un esposo para la hija, es
sentan aquí. Así, en 1946 y en 1954 el número de matrimonios fue anormal- normal que se movilice todo el arsenal de esos instrumentos y
meme alto. En 1960 el índice de nupcíalidad sólo alcanzó el 2,94. esas técnicas de conocimiento, que se utilizan de forma menos

20 21
sistemática en el transcurso de la vida cotidiana.I Éste es el con- metálico. Por supuesto, la costumbre mandaba que me dieran
texto en que hay que comprender la costumbre, vigente hasta un ajuar, que no se consideraba dote. ¡Eso hacía que por fuerza
1955, de «quemar los pantalones» del hombre que, habiendo se me abriera alguna puerta (que hesé urbi ue porte)! Mi novia
tenido relaciones con una mujer, se casa con otra. tenía una hermana. En estos casos, la primogénita obt~ene el
La primera función del matrimonio consiste en asegurar la tercio de todos los bienes con el acuerdo de los padres. Según
continuidad del linaje sin comprometer la integridad del patri- es costumbre, mi dote de 4.000 francos debía ser reconocida
monio. En efecto, la familia es, ante todo, un apellido, índice mediante capitulaciones. En el supuesto de que se vendiera la
de la situación del individuo dentro de la jerarquía social y, a finca dos años ·después de la boda por un importe total de
este respecto, manifestación de su preeminencia o recordatorio 16.000 francos, el reparto habría sido el siguiente, una vez res-
de su humilde condición: «Cabe decir que cada individuo, en tituida la dote (tournedot): primogénita, 1/3 + 1/3 = 8.000
el campo, tiene una aureola que procede de su familia, de sus francos; segundona, 114 = 4.000 francos. Las capitulaciones
títulos de propiedad, de su educación. De la grandeza y de la instituyen que el reparto definitivo no se hará hasta el falleci-
proyección de esa aureola depende todo su futuro. Hasta los miento de los padres. Llegamos a un acuerdo mi futuro suegro
cretinos de buena familia, de familias cotizadas, se casan con fa- y yo. Otorgará un tercio a su hija mayor mediante capitulacio-
cilidad» (A. B.). Pero el linaje consiste, ante todo, en una serie nes. Ocho días después, en el momento de firmar las capitula-
de derechos sobre el patrimonio. De todas las amenazas que se ciones ante notario, se echa atrás. Da su consentimiento al ma-
ciernen sobre él y que la costumbre tiende a alejar, la más gra- trimonió, pero se niega a conceder el tercio, aunque "reconoce
ve, sin lugar a dudas, es la que se plantea con el matrimonio. Se la dote". En este caso, el yerno tiene los poderes limitados. Me-
comprende, pues, que el acuerdo entre ambas familias se pre- diante el reintegro de la dote, pueden obligarle a irse. Es un
sente en forma de una transacción regida por las reglas más ri- caso más bien raro, porque las mejoras suelen otorgarse de una
gurosas. vez y para siempre con las capitulaciones. El padre de mi novia
fue víctima de la mala influencia de una tercera persona allega-
«Cuando tenía 26 años [1901], me puse en relaciones con da de la casa que pensaba que mi presencia en el hogar men-
una muchacha que se llamaba M.-F. Lou., mi vecina, de 21. guaría la influencia en la familia de su «amigo". "La tierra es
Mi padre había fallecido, así que se lo comuniqué a mi madre. mala, y tu yerno tendrá que buscarse algún empleo; irá de un
Había que solicitar la autorización paterna y materna y, hasta lado para otro; y tú serás su criado.'' La negativa en el último
los 21 años, había que firmar una "notificación" que se presen- momento a concedernos el tercio por contrato nos hirió en
taba al alcalde. Y la chica igual. En caso de oposición, se reque- nuestro ~or propio, a mi novia y a mí. Ella dijo: "Vamos a es-
rían tres «notificaciones». Como yo era el segundón, mi herma- perar ... Vamos a buscarnos una casa {ue case). No vamos a ser
no mayor, el primogénito, que estaba casado, vivía en casa. Mi aparceros ni criados ... Tengo dos tíos que viven en París, los
novia era heredera. Normalmente, tendría que haberme instala- hermanos de mi madre, me encontrarán un empleo [en bear-
do en casa de mis suegros. Yo tenía 4.000 francos de dote, en nés]." Yo le dije: "Estoy de acuerdo. No podemos aceptar ese
rechazo. Además, siempre nos sentiríamos resentidos." Ella:
l. Véase Marcel Maget, «Remarques sur le village comroe cadre de re-
"Pues me marcho a París. Nos escribiremos." Fue a hablar con
cherches anthropologiques}), Bulletin de psychologie du groupe des étudiants de el alcalde y con el cura y se marchó. Yo proseguí mi aprendizaje
psychologie de l'universíté de Paris VIII, n. 0 7-8, abril de 1955, págs. 375-382. de capador en B. [un pueblo cercano].

22 23
»Yo intentaba colocarme en algún lado. Como era segun- instituye a una hembra como heredera. Si se prefiere que el he-
dón menor, y no había podido casarme, tenía que encontrar un redero sea un varón, es porque así se asegura la continuación
empleo, una tienda. Fui a las Landas y a los departamentos pró- del apellido y porque se considera que un hombre está mejor
ximos. Encontré la casa de la viuda Ho., y se la quise comprar. capacitado para dirigir la exploración agrícola. La continuidad
Estaba a punto de firmar los papeles (passa papes) con otra per- del linaje, valor supremo, puede quedar garantizada indistinta-
sona. Monté una tienda, un café, y seguí con mi oficio de capa- mente ¡:íor un hombre o por una mujer, puesto que el matri-
dor, y, en cuanto pude, me casé con mi novia, que regresó de monio entre un segundón y una heredera cumple esa función
París. Mi suegro venía todos los domingos a casa. La "calderilla" exactamente igual que el matrimonio entre un primogénito y
que su hija rechazaba, se la daba a los niños. Cuando falleció, una segundona. En ambos casos, en efecto, las reglas que rigen
mi mujer cobró su parte de la herencia sin mejora legal. No ha- los intercambios matrimoniales cumplen su función primera, o
bía tenido ajuar ni dote. Se había ido de su casa y se había libe- sea, la de garantizar que el patrimonio se va a mantener y a
rado de la autoridad paterna. Su hermana, más dócil y cinco transmitir en su integridad. Encontramos una prueba suple-
años más joven, había obtenido el tercio al casarse con un cria- mentaria de ello en el hecho de que cuando el heredero o la he-
do de la comarca. "Éste está acostumbrado a que le manden'', redera abandonan la casa y la tierra, pierden su derecho de pri-
dijo mi suegro. Pero se equivocaba, porque tuvo que alquilar la mogenitura porque éste es inseparable de su ejercicio, es decir,
finca a su yerno, y marcharse de la granja» (J.-P. A.). de la dirección efectiva de la hacienda. Se pone así de manifies-
to que este derecho no está vinculado a una persona concreta,
Este caso, por sí solo, ya plantea los problemas principales. hombre o mujer, primogénito o segundón, sino a una función
En primer lugar, el derecho de primogenitura integral, que tan- socialmente definida; el derecho de primogenitura no es tanto
to podía favorecer a las hembras como a los varones, sólo puede un derecho de propiedad como el derecho, o mejor, el deber de
comprenderse relacionado con el imperativo fundamental, es actuar como propietario.
decir, la salvaguarda del patrimonio, indisoluble de la continui- Asimismo era necesario que "el primogénito fuera no sólo
dad de la estirpe: el. sistema bilateral de sucesión y de herencia capaz de ejercer su derecho, sino de garantizar su transmisión.
conduce a confundir el linaje y la «casa>> como conjunto de las Como si se tratara de una fábula, resulta significativo que se
personas poseedoras de derechos permanentes sobre el patrimo- pueda contar hoy en día que a veces, en los casos en que el pri-
nio, aunque la responsabilidad y la dirección de la hacienda in- mogénito no tenía hijos o fallecía sin descendencia, se le pidiera
cumban a una única persona en cada generación, lou meste, el a un segundón ya mayor, que permanecía soltero, que se casa-
amo, o la daune, el ama de la casa. Que el derecho de primoge- ra para asegurar la continuidad de la estirpe (J.-P. A.). Sin tra-
nitura y la condición de heredera (heretere) puedan recaer en tarse de una verdadera institución sancionada por el uso, el ma-
una hembra no significa, en absoluto, que el uso sucesorio se trimonio de un segundón con la viuda del primogénito, al que
rija por la igualdad entre los sexos, lo que contradiría los valo- heredaba, era relativamente frecuente. Después de la guerra de
res fundamentales de una sociedad que otorga la primacía a los 1914-1918 los matrimonios de este tipo fueron bastante nume-
varones. En la realidad, el heredero no es el primogénito, hem- rosos: «Se arreglaban las bodas. En general, los padres presiona-
bra o varón, sino el prjmer varón, aunque llegue en séptimo lu- ban en ese sentido, en interés de la familia, para que tuviera des-
gar. Sólo cuando hay únicamente hembras, para desespero de cendencia. Y los jóvenes aceptaban. Los sentimientos no
los padres, o bien cuando el primogénito se ha marchado, se contaban» (A. B.).

24 25
La regla imponía que el título de heredero recayera auto- estaba empeñada, y el cabeza de familia podía rescatarla me-
máticamente en el mayor de los hijos; sin embargo, el cabeza diante una cantidad fijada previamente. Cuando una familia
de familia podía modificar el uso establecido en aras del interés sólo tenía dos hijos, como en el caso analizado aquí, el uso local
de la casa: así sucedía cuando el hijo mayor no era digno de su establecía que en las capitulaciones se otorgara un tercio del va-
rango o cuando existía una ventaja real en que uno de los otros lor de la finca al hijo.menor. Cuando había n hijos (n > 2), la
hijos heredase. Aunque el derecho de modificar el orden de la parte de cada segundón era·(P- P/4)/n, y la del primogénito,
sucesión no le perteneciera, el cabeza de familia poseía una au- P/4 + (P- P/4)/n, donde P designa el valor atribuido a la ha-
toridad moral tan grande, y aceptada de modo tan absoluto por cienda. La dote se calculaba de la manera siguiente: se hacía
todo el grupo, que el heredero según el uso no tenía más re- una valoración estimada lo más precisa posible de la finca, oca-
medio que acatar una decisión dictada por el afán de garantizar sionalmente recurriendo a peritos locales, para lo que cada par-
la continuidad de la casa y de dotarla de la mejor dirección po- te aportaba el suyo. Como base de la valoración se tomaba el
sible. precio de venta de una finca del barrio o del pueblo vecino.
A la vez linaje y patrimonio, la «casa>> (la maysou), perma- Luego se estimaban a tanto el «jornal>> (journade) los ·campos,
nece, mientras pasan las generaciones que la personifican; es los bosques o los helechales. Eran unos cálculos bastante exac-
ella la que lleva entonces un apellido mientras que los que la tos, y por ello todos los aceptaban. «Por ejemplo, para la finca
encarnan a menudo sólo se distinguen por un nombre de pila: Tr., la valoración estimada fue de unos 30.000 francos [hacia el
no es infrecuente que llamen «Yan dou Tinou», es decir, Jean año 1900]. Eran el padre, la madre y seis hijos, un varón y cin-
de Tinou, de la casa Tinou, a un hombre que figura en el regis- co hembras. Al primogénito le dan el cuarto, o sea, 7.500 fran-
tro civil, por ejemplo, con el nombre de Jean Cazenave; puede cos. Quedan 22.500 francos que hay que dividir en cinco par-
ocurrir a veces que el apellido siga unido a la casa incluso cuan- tes. La parte de las segundonas es de 3.750 francos, que puede
do ha quedado deshabitada, y que se les dé a los nuevos ocu- convertirse en 3.000 francos en efectivo y 750 francos en ropas,
pantes. En tanto que es la encarnación de la casa, el capmay- sábanas, toallas, camisones y edredones, es decir, en ajuar, lou
soue, el jefe de la casa, es el depositario del apellido, y de los cabinet (el armario), que siempre aporta la novia>> (J.-P. A.).
intereses del grupo, así como del buen nombre de éste. Así, Resumiendo, el importe de la dote era siempre una función de-
todo concurría a favorecer al primogénito (el aynat, o el hérete terminada del valor del patrimonio y del número de hijos. No
o el capmaysoué). Sin embargo, los segundones también tenían obstante, las normas consuetudinarias no sólo parecían variar
derechos sobre el patrimonio. Virtuales, estos derechos sólo se con el tiempo y según los pueblos, sino que nunca se aplicaban
volvían reales, las más de las veces, cuando se concertaba su con un rigor matemático, en primer lugar porque el cabeza de
boda, que siempre era objeto de capitulaciones: «Los ricos familia siempre conservaba la potestad de incrementar o de re-
siempre hacían capitulaciones, y los pobres también, a partir de ducir la parte del primogénito y los segundones, y después por-
500 francos, para "invertir" la dote (coulouca !'adot).>> (J.-P. A.). que la parte de los solteros no dejaba de ser virtual y, por lo
Por ende, l'adot designaba a la vez la parte de la herencia co- tanto, permanecía integrada en el patrimonio. La observación
rrespondiente a cada hijo, varón o hembra, y 1a donación efec- de la realidad recuerda que no hay que caer en la tentación de
tuada en el momento de la boda, casi siempre en efectivo, para establecer modelos demasiado sencillos.
evitar la fragmentación del patrimonio, y sólo excepcionalmen- El «reparto» solía llevarse a cabo de forma amistosa, en el
te en tierras. En este último caso, se consideraba que la tierra momento del matrimonio de alguno de los hijos. Entonces se

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«instituía» al primogénito en su función de capmaysoue, de ca- estaba dominado por la escasez del dinero líquido, a pesar de la
beza de la casa y de sucesor del padre. A ve~es, la «institución posibilidad, prevista por la costumbre, de escalonar los pagos a
del heredero» se efectuaba por testamento. Así obraron muchos lo largo de varios años, y que a veces podía alargarse hasta el fa-
cabezas de familia en el momento de marchar al frente, en llecimiento de los padres, ocurría en ocasiones que resultara
1914. Tras la valoración de la hacienda, el cabeza de familia en- imposible efectuar el pago de una compensación y que no que-
tregaba a aquel de los segundones que se iba a casar un importe dara más remedio que proceder al reparto cuando se casaba
equivalente a su parte de patrimonio, y definía al mismo tiem- unos de los segundones, cuya dote tenía que pagarse entonces
po la parte de los demás, parte que recibían bien en el momen- con tierras. Así se llegó a la liquidación de muchas haciendas.
to de casarse, bien tras el fallecimiento de los padres. Dejarse «Tras los repartos, dos o tres familias vivían a veces en la misma
engañar por la palabra reparto constituiría una grave equivoca- casa, y cada cual disponía de su rincón y de su parte de las tie-
ción. De hecho, la función de todo el sistema consiste en reser- rras. La habitación con chimenea siempre revertía, en estos ca-
var la totalidad del patrimonio para el primogénito, pues las sos, al primogénito. Así ocurrió con las haciendas de Hi., Qu.,
«partes» o las dotes de los segundones tan sólo son una compen- Di. En el caso de An., hay trozos de tierra que nunca se han
sación que se les concede a cambio de su renuncia a los dere- reintegrado. Algunos pudieron recomprarse después, pero no
chos sobre la tierra. 1 todos. El reparto creaba unas dificultades terribles. En el caso
Buena prueba de ello es que el reparto efectivo era conside- de la finca Qu., que se repartieron los tres hijos, uno de los se-
rado una calamidad. El uso sucesorio se basaba, en efecto, en la gundones tenía que rodear todo el barrio para poder llevar sus
primacía del interés del grupo, al que los segundones tenían caballos a un campo alejado que le había correspondido» (P.
que someter sus intereses personales, bien contentándose con L.). «Había primogénitos que, para ser dueños, tenían que ven-
una dote, bien renunciando a ella cuando emigraban en busca der propiedades y también se dio el caso de que vendieran la
de empleo, bien, si se quedaban solteros, viviendo en la casa del casa y luego no la pudieran recuperan> 1 U.-P.A.).
primogénito y trabajando las tierras de sus antepasados. Por O sea, la lógica de los matrimonios está dominada por un
ello, sólo en última instancia se lleva realmente a cabo el repar- propósito esencial: la salvaguarda del patrimonio; actúa en una
to, o bien cuando, debido a desavenencias familiares, o a la in- situación económica particular, cuyo rasgo principal estriba en
troducción de nuevos valores, se acaba tomando lo que no es la escasez de dinero, y está sometida a dos principios fundamen-
más que una compensación por un derecho verdadero sobre tales, como son la oposición entre el primogénito y el segundón,
una parte de la herencia. Así, hacia 1830, las tierras y la casa de por una parte, y, por otra, la oposición entre matrimonio de aba-
Bo. (casona de dos plantas, de dus soules) acabaron repartidas jo arriba y matrimonio de arriba abajo, punto de encuentro don-
entre los herederos, que habían sido incapaces de llegar a un
acuerdo amistoso; desde entonces está «toda surcada por zanjas l. En aplicación del principio según el cual los bienes de abolengo per-
y setos» (toute croutzade de barats y de plechs). 2 Como el sistema tenecen más al linaje que al individuo, el retracto de sangre, o gentilicio,
otorgaba a cualquier miembro de un linaje la posibilidad de recuperar la po-
l. El carácter gracioso que debía de tener la dote antiguamente se refle- sesión de bienes que hubieran sido alienados. La {<casa madre» (la maysou
ja en el hecho de que el padre era muy libre de fijar su importe según sus mayrane) conservaba «derechos de ·retracto>) (lous drets de retour) sobre las tie-
preferencias, pues ninguna regla estricta establecía sus proporciones. rras cedidas como dote o vendidas. Por ello, «cuando se vendían esas tierras,
2. Había unos especialistas, llamados barades (de barat, zanja), que ve- y como se sabía que tales casas tenían derechos sobre ellas, el vendedor se las
nían de las Landas y cavaban las zanjas que dividían las fincas. ofrecía en primer lugar a sus propietarios» Q.-P. A.).

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de se cruzan, por una parte, la lógica del sistema económico, que a la estricta lógica de la economía. Por mediación de la dote la
tiende a clasificar las casas en grandes y pequeñas, según el tama- lógica de los intercambios matrimoniales depende estrechamen-
ño de las haciendas, y, por otra parte, la lógica de las relaciones te de las bases económicas de la sociedad.
entre los sexos, según la cual la primada y la supremada pertene- En efecto, los imperativos económicos se imponen al pri-
cen a los hombres, particularmente, en la gestión de los asuntos mogénito con un rigor muy particular porque ha de conseguir,
familiares. De lo que resulta que todo matrimonio es función, en el momento de su matrimonio, una dote suficknte para po-
por una parte, del lugar que ocupa cada uno de los contrayentes der pagar la dote de sus hermanos y hermanas menores sin tener
en la línea sucesoria de su respectiva familia y del tamaño de ésta, que recurrir al reparto ni a la amputación de la hacienda. Esta
y, por otra, de la posición relativa de ambas familias en la jerar- necesidad es igual para todas las «casas», ricas o pobres, porque
quía social, a su vez función del valor de su hacienda. la dote de los segundones crece proporcionalmente con el valor
Debido a la equivalencia entre la parte del patrimonio here- del patrimonio, y también porque la riqueza consiste esencial-
dada y la dote (ladot; del verbo adouta, dotar), el importe de mente en bienes raíces y el dinero en efectivo es escaso. La elec-
ésta queda definido de forma casi matemática 1 al mismo tiempo ción de la esposa o del esposo, del heredero o de la heredera, tie-
que las pretensiones del beneficiario; de igual modo, las preten- ne una importancia capital, puesto que contribuye a determinar
siones de la familia del futuro cónyuge respecto a la dote que el importe de la dote que podrán recibir los segundones, el tipo
calcula recibir se rigen de forma estricta por el tamaño de la ha- de matrimonio que podrán contraer e incluso si les será fácil
cienda. En consecuencia, los matrimonios tienden a celebrarse contraerlo; a cambio, el número de hermanas y, sobre todo, de
entre familias equivalentes desde el punto de vista económico. hermanos menores por casar influye de forma considerable en
Sin duda, una gran hacienda no basta para que una familia sea esa elección. En cada generación se plantea al primogénito la
considerada grande. N un ca se otorgará carta de nobleza a las ca- amenaza del reparto, que ha de conjurar a toda costa, bien ca-
sas que sólo deben su elevada posición o su riqueza a su codicia, sándose con una segundona provista de una buena dote, bien
a su empecinada laboriosidad o a su falta de escrúpulos, y que hipotecando la tierra para conseguir "dinero, bien obteniendo
no saben poner de manifiesto las virtudes que legítimamente prórrogas y aplazamientos. Se cornpre~de que, en circunstan-
cabe esperar de los poderosos, particularmente, la dignidad en el cias semejantes, el nacimiento de una hija no sea recibido con
comportamiento y el sentido del honor, la generosidad y la hos- entusiasmo: «Cuando nace una hija en una casa», reza el prover-
pitalidad. Y, a la inversa, la calidad de gran familia puede sobre- bio, «Se desploma una viga maestra>> (Cuan bat ue hilhe hem ue
vivir al empobrecirrúento. Por mucho que en la vida cotidiana maysou, que cat u pluterau). N o sólo la hija constituye una ame-
la riqueza represente sólo un aspecto más en la consideración naza de deshonor, además hay que dotarla: encima de que «no
que merece una familia, cuando se trata de matrimonio la situa- se gana el sustento» y no trabaja fuera de casa como un hombre,
ción económica se impone como factor primordial. La transac- se marcha una vez casada. Durante el tiempo que permanece
ción económica a la que el matrimonio da pie es demasiado im- soltera constituye una carga, mientras que un hijo aporta una
portante para que la lógica del sistema de valores no ceda el paso valiosísima ayuda, pues evita tener que contratar criados. Por
ello casar a las hijas se convierte en una prioridad.
l. Así estaban las cosas hacia 1900 en el pueblo de Lesquire~ pero el sis- Los análisis anteriores permiten hacerse una idea de lo es-
tema no funcionaba, en un pasado más lejano~ de una forma tan rígida~ pues trecho que es el margen de libertad.
la libertad del cabeza de familia era mayor.

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«He visto renunciar a una boda por cien francos. El primo- interés. No es infrecuente que los padres se encarguen de hacer
génito deseaba casarse. "¿Cómo vas a pagár a tus hermanos me- fracasar los proyectos de matrimonio. Podían desheredar (des-
nores? Si quieres casarte, vete." En la casa de T r. había cinco se- hereta) al primogénito que se casara en contra de su voluntad.
gundo nas, los padres trataban al primogénito de un modo «Eugene Ba. quería casarse con una chica, guapa pero pobre.
especial. Le reservaban los mejores bocados y lo colmaban de Su madre le dijo: "Si te casas con ésa, hay dos puertas; ella en-
atenciones. Su madre no dejó de mimarlo hasta que empezó a trará por ésta y yo saldré por aquélla, o tú." La chica se enteró,
hablar de casarse ... Para las hijas no había carne ni bocados ex- no quiso esperar a que él la dejara y se marchó a América. Eu-
quisitos. Cuando llegó el momento de casar al primogénito, géne vino a nuestra casa, lloraba. Mi mujer le dijo: "Si le haces
rres de sus hermanas ya estaban casadas. Quería a una joven de caso a mamá ... " "¡Pues me casaré, a pesar de todo!" Pero la
La. que no tenía un céntimo. Su padre le dijo: "¿Quieres casar- cbica se había ido sin despedirse»' (J.-P. A) La madre desem-
te? He pagado [por] las hijas menores, tienes que traer cuartos peñaba un papel capital en la elección de la esposa. Y se com-
para pagar [por] las otras dos. La mujer no está hecba para que prende, teniendo en cuenta que ella es la daune, el ama de la
la pongan en el aparador' [es decir, para ser expuesta]. No tiene casa, y que la mujer de su hijo tendrá que someterse a su auto-
nada. ¿Qué va a aportar?" El chico se casó con una chica de E. ridad. Solía decirse de las mujeres autoritarias: «No quiere sol-
y recibió una dote de 5.000 francos. El matrimonio no funcio- tar el cucharÓn>> (nou boou pas decha la gahe), símbolo de la au-
nó bien. El primogénito empezó a beber y desmejoró. Murió toridad en el gobierno de la casa. 2
sin descendencia. Tras una serie de conflictos, hubo que devol- Que los matrimonios eran mucho más asunto de las familias
ver la totalidad de la dote a la viuda, que se volvió a su casa. que de los individuos es algo que evidencia todavía el hecho de
Poco después de la boda del primogénito, hacia 1910, una de que la dote, por lo general, se entregaba al padre o a la madre del
las hijas menores se casó en La., con una dote de 2.000 francos. cónyuge y sólo excepcionalmente, es decir, sólo en el caso de que
Cuando estalló la guerra, hicieron volver a la hija que se había sus padres ya no vivieran, al propio heredero. Algunas capitula-
casado en S. [la finca colindante] para que ocupara el lugar del
primogénito. Las arras hijas, que vivían más lejos, en Sa., La. y l. El mismo informador cuenta un montón de casos similares, entre
Es., se disgustaron mucbo ante esa decisión. Pero el padre ha- los cuales destaca el siguiente: «B. tenía novia en su barrio. Él no contaba
bía escogido a una hija casada con un vecino para incrementar gran cosa. Su madre le dijo: <<¿Te vas a casar con ésa, qué aporta? Si entra por
su patrimonio» 2 (J.-P. A., 85 años). esta puerta, yo saldré por aquélla con mí hija [la hermana pequeña]". Vino a
verme y me dijo: "Perdiou! (¡Válgame Dios!) Tú, tú estás casado; quiero ca-
sarme. ¿Dónde tengo que ir?" La chica se marchó a América. Volvió muy re-
La autoridad de los padres, custodios del patrimonio que finada y bien vestida, y ni siquiera se dignó a mirar a B. ¡Y~ ves ... !~~
hay que salvaguardar y aumentar, se ejerce de forma absoluta 2. El manejo del cucharón es prerrogativa de la dueña de la casa. A la
cada vez que hay que imponer el sacrificio del sentimiento al hora de sentarse en la mesa, mientras el puchero hierve, es ella quien echa las
sopas de pan a la sopera. Ella es quien sirve el cocido y las legwnbres; cuan-
l. Lou bache-re, mueble que solía colocarse frente a la puerta de la habi- do todo el mundo-se ha sentado, coloca la sopera encima de la mesa, remue-
tación noble (lou salou) o, más a menudo, en la cocina, y en el que se expo- ve la sopa con el cucharón, para que se enfríe un poco, y luego deja el man-
nía la mejor vajilla. do en dirección al cabeza de familia (abuelo, padre o tío), que se sirve en
2. Los Tr. poseen la mayor hacienda de Lesquire (76 ha). Varias casas primer lugar; Mientras tanto la nuera se ocupa en otros menesteres. Para re-
antaño habitadas (~o., Ha., Ca., Si., Si.) fueron agregándose progresiva- cordar a la nuera quien manda y ponerla en su lugar, la suegra le dice: (<To-
mente a su patrimonio. davía no suelto el cucharón.»

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dones prevén que en caso de separación el suegro puede limitar- la gestión. La esposa tenía sobre los bienes dotales aportados por
se a pagar los intereses de la dote; la hacienda no sufre merma y su marido derechos idénticos a los de un hombre sobre la dote de
el yerno puede volver a casa si hay reconciliación. Toda dote lle- su esposa. Más exactamente, eran sus padres quienes, mientras vi-
va inherente un derecho de devolución (tournedot) en el caso de vieran, disponían de las rentas producidas por los bienes aportados
que se extinguiera la descendencia del matrimonio en vista del por su yerno y los administraban.
cual se había constituido, y ello durante varias generaciones. Por De modo que la dote tenía una triple función. En primer
regla general, si el primogénito fallece sin hijos, su esposa puede lugar, confiada a la custodia de la familia del heredero, o de la
quedarse y conservar la propiedad de la dote; también puede re- heredera, que se encargaba de su gestión, tenía que integrarse en
clamar la propiedad de la dote y marcharse. Si la esposa fallece el patrimonio de la familia fruto de ese matrimonio; en caso de
sin hijos, también hay que devolver la dote. El tournedot repre- disolución de la unión, como consecuencia de la separación de
sentaba una seria amenaza para las familias, especialmente para los cónyuges, un supuesto harto infrecuente, o del fallecimiento
las que habían recibido una dote muy elevada. Lo que significa- de uno de ellos, si había hijos, iba a parar a éstos, pero el cónyu-
ba una razón de más para evitar los matrimonios demasiado des- ge supérstite conservaba el usufructo, y si no los había, volvía a
iguales: «Supongamos que un hombre desea casarse con la hija la familia de quien la hubiera aportado. En segundo lugar, por
de una familia rica. Ella le aporta una dote de 20.000 francos. la dote aportada, la familia garantizaba los derechos de uno de
Sus padres le dicen: "Tomas 20.000 francos, convencido de ha- los suyos en el nuevo hogar; cuanto más elevada era la dore, en
cer un buen negocio. De hecho, vas a labrar tu ruina. Has recibi- efecto, más asegurada quedaba la posición del cónyuge sobreve-
do la dote por capitulaciones. V as a gastar una parte. Si te ocurre nido. Aquel o aquella que aporta una dote considerable «entra
un accidente, ¿cómo vas a devolverla si tienes que hacerlo? N o como "amo'' o como "ama" (daune) en el nuevo hogar».l Lo
podrás." Los matrimonios salen caros, hay que hacer frente a los que explica la renuencia a aceptar una dote demasiado elevada.
gastos del banquete, mandar arreglar la casa, etcétera» (P. L.). Por último, por muy cierto que fuera, como se ha dicho más
Un gran alarde de protecciones consuetudinarias tiende a garan- arriba, que el matrimonio es un asunto demasiado serio para ex-
tizar el carácter inalienable, imprescriptible e intocable de la cluir o relegar a· un segundo plano las consideraciones económi-
dote: la costumbre autorizaba al padre a exigir una garantía para cas, también es preciso implicar unos intereses económicos im-
la salvaguarda de la dote; la mayoría de las capitulaciones incluían portantes para que el matrimonio se convierta de verdad en un
unas condiciones de «colocación» del importe total de modo que asunto serio. En el momento de crear un nuevo «hogar» la
estuviera seguro y conservara su valor. En cualquier caso, la nue- transacción económica sancionada mediante capitulaciones asu-
va familia no tocaba la dote por temor a que uno u otro cónyuge me a la vez el papel de compromiso y de símbolo del carácter sa-
pudiera fallecer antes de que nacieran los hijos. La esposa conser- grado de las relaciones humanas instauradas por el matrimonio.
vaba la propiedad de la dote y el marido sólo tenía el usufructo. De todo lo que antecede se desprende que el primogénito
En realidad, el derecho de usufructo sobre los bienes muebles, el no podía casarse «demasiado arriba», por temor a tener que de-
dinero, por ejemplo, equivalía a un derecho de propiedad, pues volver algún día la dote y perder toda autoridad sobre el hogar,
el marido sólo estaba obligado a devolver el equivalente en canti-
dad y en valor. Tanto es así, que un primogénito podía utilizarlo l. El importe de la dote adquiere una relevancía especial cuando se tra-
para dotar a sus hermanos menores. En cuanto a los bienes in- ta de un hombre, por ejemplo, un segundón que entra en el hogar de una
muebles, sobre todo, la tierra, el marido sólo tenía el usufructo y heredera.

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ni «demasiado abajo», por. temor a deshonrarse con una unión daune desde que pone los pies en la casa gracias a su dote (qu'ey
matrimonial desacertada y encontrarse erl la imposibilidad de entrade daune), es respetada desde el principio» (P. L.). Pero, en
dotar a sus hermanos y hermanas más jóvenes. Pero si, cuando se consecuencia, la autoridad del marido queda en entredicho, y es
habla de «matrimonio de abajo arriba>> (maridadje de bach ta sabido que nada hay peor, desde el punto de vista campesino
haut) o de «matrimonio de arriba abajo>> (de haut ta bach), se que una explotación agrícola dirigida por una mujer.
toma siempre la perspectiva del varón (como muestra la selec- El respeto de este principio adquiere una importancia deci-
ción de ejemplos), ello se debe a que la oposición no tiene el mis- siva cuando se trata de un matrimonio entre un segundón y
mo sentido según se trate de un hombre o de una mujer. Como una heredera. En el caso de Eugene Ba., analizado anterior-
el sistema de valores confiere una preeminencia absoluta a los va- mente (pág. 33), la autoridad absoluta de la madre procedía del
rones, tanto en la vida social como en la gestión de los asuntos hecho de que era la heredera de la casa y de que su marido era
domésticos, resulta que el matrimonio de un hombre con una de origen más humilde. <<Ella era la daune. Era la heredera. Ella
mujer de condición más elevada es visto con muy malos ojos; lo era todo en aquella casa. Cuando un segundón se instala en
por el contrario, el matrimonio inverso cumple con los valores el hogar de una gran heredera, ella sigue siendo la dueña>> Q.-P.
profundos de la sociedad. Mientras la mera lógica de la econo- A.). El caso límite es el del hombre de origen humilde, el cria-
mía tiende, por la mediación de la dote, a propiciar el matrimo- do, por. ejemplo, que se casa con una heredera. Así, «una hija
nio entre familias de riqueza sensiblemente equivalente, ya que de buena familia se casó con uno de sus criados. Ella tocaba el
los matrimonios aprobados se sitúan entre dos umbrales, la apli- piano, y el armonio en la iglesia. Su madre estaba muy bien re-
cación del sistema que se acaba de definir introduce una disime- lacionada y recibía a gente de la ciudad. Tras diferentes inten-
tría en el sistema según se trate de hombres o de mujeres. Para tos de matrimonio, finalmente, se casó con su criado, Pa. Éste
un varón la distancia que media entre su condición y la de su es- siempre fue considerado de casa de Pa., nunca de la de su espo-
posa puede ser relativamente grande cuando juega a su favor, sa. Le decían: "Tendrías que haberte casado con una buena
pero ha de ser muy reducida cuando juega en su contra. Para campesinita; habría significado otra ayuda para ti." Vivía dis-
una mujer el esquema es simétrico e invertido. gustado consigo miSmo; lo consideraban como el último mono
De lo que resulta que el heredero ha de evitar a toda costa de la casa. No podía relacionarse con las amistades de su mujer.
tomar por esposa a una mujer de condición superior a la suya; No pertenecía al mismo mundo. Quien trabajaba era él, mien-
en primer lugar, corno se ha mencionado, porque la importan- tras ella dirigía y se lo pasaba bien. Siempre se sentía molesto y
cia de la dote recibida constituye una amenaza para la hacienda, cohibido, y también resultaba molesto para la familia. Ni si-
pero también porque todo el equilibrio de las relaciones domés- quiera tenía suficiente autoridad para imponerle la fidelidad a
ticas resulta amenazado. No es infrecuente que la familia y, muy su mujer» 1 Q.-P. A.). De aquel que se casa con una mujer de
especialmente, la madre, principal interesada, se oponga a seme- rango más elevado se dice que se coloca como <<criado sin suel-
jante matrimonio. Las razones son evidentes: una mujer de ex- do» (baylet chens soutade).
tracción humilde se somete mejor a la autoridad de la suegra.
Siempre se le recordará, si falta hace, su origen: «Con lo que has l. P. L. cuenta otro caso: «H., criado en una casa, estaba enamorado de
las tierras que cultivaba. Sufría (pasabe mau) cuando la lluvia no llegaba. ¡Y el
aportado ... >> {Dap ,-o qui as pourtat...). Sólo cuando fallezca su granizo! ¡y codo lo demás! Acabó casándose con la dueña. Todos esos tíos
suegra podrá decirse de ella, como suele hacerse, <<ahora la nuera que hacen "matrimonios de abajo arriba" están marcados de por vida. Se
es daune>). La hija de familia acomodada, por el contrario, «es sienten molestos y cohibidos.»

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Si, tratándose de una mujer, se desaprueba el matrimonio culturales: gracias a él, la familia conserva la integridad de su pa-
de arriba abajo, s6lo es en nombre de la moral masculina, moral trimonio y perpetúa su nombre. Para comprobar que el matri-
del pundonor, que prohíbe al hombre casarse con una mujer de monio entre una heredera y un segundón, por el contrario, corre
condici6n superior. Del mismo modo, obstáculos econ6micos siempre el riesgo de contradecir los imperativos culturales, basta-
aparte, nada se opone a que la primogénita de una familia mo- rá con analizar la situaci6n familiar resultante de ello. Para em-
desta se case con un segund6n de una familia acomodada, pezar, ese matrimonio determina una ruptura definitiva y clara
mientras que un primogénito de familia modesta no puede ca- en el ámbito de los intereses econ6rnicos, entre el segund6n y su
sarse con una segundona de familia acomodada. Resulta mani- familia de procedencia; mediante una compensación, hecha
fiesto, pues, que si los imperativos económicos se aplican con el efectiva en forma de dote, el segund6n renuncia a todos sus de-
misrno rigor cuando se trata de hombres o de mujeres, la l6gica rechos sobre el patrimonio. La familia de la heredera, a cambio,
de los intercambios matrimoniales no es exactamente idéntica se enriquece con aquello que la otra familia acaba de perder. El
para los hombres que para las mujeres y posee una autonomía yerno se desprende, en efecto, de todo lo que aporta en beneficio
relativa porque se presenta como el punto donde se cruzan la de su suegro quien, a título de aval, puede otorgarle una hipote-
necesidad econ6mica e imperativos ajenos al orden de la eco- ca sobre todos sus bienes. Si ha aportado una dote considerable y
nomía, concretam.ente, aquellos que resultan de la primacía se ha impuesto por su trabajo y por su personalidad, se le honra
otorgada a los varones por el sistema de valores. Las diferencias y se le trata como al verdadero amo; en el caso contrario, tiene que
econ6micas determinan imposibilidades de hecho, y los impera- sacrificar su dote, su trabajo y, a veces, incluso su apellido en bene-
tivos culturales, incompatibilidades de derecho. ficio del nuevo hogar, sobre el cual sus suegros piensan seguir
Así pues, como el matrimonio entre herederos quedaba manteniendo su autoridad. No es infrecuente que el yerno pierda,
prácticamente excluido, debido, sobre todo, a que implicaba la de hecho, su apellido y sea designado por el nombre de la casa. 1
desaparici6n de un nombre y de un linaje, 1 y también, por razo-
nes económicas, el matrimonio entre segundones, el conjunto
l. Así, en la familia Jasses (nombre ficticio), a los yernos sucesivos
del sistema tendía a propiciar dos tipos de matrimonio, concre-
siempre se les ha llamado, hasta la fecha, por su nombre de pila seguido por
tamente, el matrimonio entre primogénito y segundona y el ma- el apellido de un antepasado, cabeza de familia de importante proyección,
trimonio entre segundón y primogénita. En estos dos casos el hasta el punto de dar nombre a la casa: «Aunque era un hombre honrado y
mecanismo de los intercambios matrimoniales funciona con el bueno, el nombre de Jan de Jasses, procedente de Ar., poco comunicativo,
grado máximo de rigor y de simplicidad: los padres del heredero apenas se mencionaba (mentabut}. Del yerno actual se habla algo más, pero
se le conoce como Lucien de Jasses>> Q.-P. A.).
(o de la heredera) instituyen a éste (o a ésta) como tal, los padres
del hijo menor (o de la hija menor) le constituyen una dote. El ]ASSES
matrimonio entre el primogénito y la hija menor cumple perfec- 1
o~6 Jacques de ]ASSES
tamente los imperativos fundamentales, tanto económicos como
1 (apellido en el registro civil: Lasserre)
l. Exceptuando, tal vez, el caso en el que ambos herederos sean hijos fallecido joven ~ Í ~ Genevieve de }ASSES
únicos y sus fincas estén próximas, este tipo de matrimonio está mal conside-
rado. «Es el caso de Tr., que se casó con la hija de Da. Se pasa el día yendo y
fallecido en 1918 6 O j 6 Jan de]ASSES (Lacoste)
viniendo de una finca a otra. Siempre está en camino, siempre en todas par-
tes, nunca en su casa. La presencia del amo es necesaria>> (P. L.). O ~ 6 Lucien de JASSES (Laplume)

38 39
Además, como hemos visto, por poco q¡;te fuera su familia más interés personal puedan inmiscuirse. Así, y a pesar de que, por lo
humilde que la de su mujer, por poco que tuviera una personali- demás, eran ellos los árbitros encargados de hacer respetar las reglas
dad más bien discreta, el segundón acababa asumiendo un papel de juego, de prohibir los matrimonios desacertados y de imponer,
subalterno en un hogar que nunca era del todo verdaderamente prescindiendo de los sentimientos, las uniones conformes a las re-
el suyo. Para aquellos segundones que no conseguían casarse con glas, «los padres, para favorecer a un segundón o una segundona
una heredera gracias a la dote, a veces incrementada con un pe- predilectos, les permitían amasar un pequeño peculio (lou cabau);
queño peculio (lou cabau) laboriosamente amasado, no había les concedían, por ejemplo, un par de cabezas de ganado que, en-
más salida que la de marcharse a buscar oficio y empleo en una tregadas en gasalhes, 1 reportaban sus buenos beneficios».
empt:esa, en la ciudad o en Améríca. 1 Era muy poco frecuente, Así pues, los individuos se mueven dentro de los límites de
en efecto, que se arriesgaran a arrastrar las incertidumbres de una las reglas, de tal modo que el modelo que se puede construir no
boda con una segundo na, el «matrimonio del hambre con las ga- representa lo que se ha de hacer, ni tampoco lo que se hace,
nas de comer»; algunos de los que contraían semejante enlace «se sino lo que se tendería a hacer al límite, si estuviera excluida
colocaban con su esposa como criados a pensión completa» {bay- cualquier intervención de principios ajenos a la lógica del siste-
lets apensíou) en las exploraciones agrícolas o en la ciudad, y re- ma, tales como los sentimientos.
solvían así el problema más difícil, el de encontrar vivienda {ue Que los elementos de las diagonales principales de la ma-
case) y empleo. Para los demás, y sobre todo los más pobres, tan- triz que figura a continuación sean nulos, salvo dos (probabili-
to si eran criados o empleados por cuenta ajena o en su propia fa- dad 1/2), se debe a que los matrimonios entre dos herederos o
milia, sólo quedaba el celibato, puesto que estaba excluido que einre dos segundones están excluidos en cualquier caso, y más
pudieran fundar un hogar permaneciendo en la casa paterna. 2 aún cuando a ello se suma la desigualdad de fortuna y de rango
Ése era un privilegio reservado al primogénito. En cuanto a las social; la disimetría que introduce el matrimonio entre una pri-
segundonas, parece que su situación siempre fue más llevadera mogénita de familia humilde y un primogénito de familia
que la de los segundones. Debido, principalmente, a que repre- acaudalada se explica por el hecho de que las barreras sociales
sentaban un lastre, había prisa por casarlas, y sus dotes, en gene- no se imponen con el mismo rigor a las mujeres y a los hom-
ral, solían ser mayores que las de los varones, lo que incrementa- bres, pues aquéllas pueden casarse de abajo arriba.
ba considerablemente sus posibilidades de matrimonio.
Pese a la rigidez y al rigor con el que impone su lógica, particu- Familia acaudalada Familia humilde

larmente a los varones, sometidos a las necesidades económicas y a Primogénito Segf!_ndón Primogénito Se¡;undón
los imperativos del honor, ese sistema no funciona nunca como un Familia {Primogénita o 1 o o
mecanismo. Tiene siempre suficiente «juego» para que el afecto o el acaudalada Segundo na 1 o o o

l. En el barrio de Ho., hacia. 1900, sólo había una casa que no contara Familia {Primogénita o 1/2 o 1
con un emigrado a América, por lo menos. Había en Olorón redutadores humilde Segundo na 1/2 o l o
que animaban a los jóvenes a marcharse: hubo muchos que se fueron duran-
te los malos años entre 1884 y 1892.
2. Hasta cierto punto, los imperativos propiamente culturales, concreta l. Contrato amistoso mediante el cual se entrega a un amigo de confian-
y principalmente la prohibición del matrimonio de abajo arriba, se impo- za, tras haber hecho una valoración, una o varias cabezas de ganado; los pro-
nían a los segundones con menos rigor. ductos se comparten, así como los beneficios y las pérdidas que da la carne.

40 41
Si se adopta el principio de diferenciación utilizado por los Las «familias relevantes», que no son necesariamente las más ri-
propios habitantes de Lesquire, uno se vé abocado a oponer las cas del momento, son percibidas y se perciben a sí mismas
«casas relevantes>> y las «casas humildes», o también los «campe- como formando parte de una auténtica nobleza. De lo que se
sinos relevantes» y los «campesinos humildes» (lous paysantots). desprende que la opinión pública tarda en otorgar su reconoci-
¿Se corresponde esta distinción con una oposición manifiesta miento a los «nuevos ricos», al margen de su riqueza, estilo de
en el ámbito económico? De hecho, aunque la distribución de vida o éxito.
los bienes raíces permita diferenciar tres grupos, las fincas de Resulta de todo ello que las jerarquías sociales que la con-
menos de 15 hectáreas, que alcanzan la cifra de 17 5, las fincas ciencia común distingue no son ni totalmente dependientes ni
de 15 a 30 hectáreas, que suman la cifra de 96, y las fincas de totalmente independientes de sus bases económicas. Ello es pa-
más de 30 hectáreas, que llegan a la cifra de 31, las separaciones tente cuando se trata de contraer matrimonio. N un ca falta, sin
no son demasiado insalvables entre las tres categorías. Los apar- duda, en el. rechaw de las uniones que se tienen por desacerta-
ceros y los granjeros son poco numerosos; las fincas diminutas das la consideración del interés económico, debido a que en el
(menos de 5 ha) y los latifundios (más de 30 ha) constituyen matrimonio se produce una transacción de gran relevancia. Sin
una proporción ínfima dentro del conjunto, respectivamente, embargo, de igual modo que una familia de poco renombre
12,3 %y el 10,9 %. De lo que se desprende que el criterio eco- puede hacer grandes sacrificios para casar a uno de sus hijos en
nómico no tiene entidad suficiente para determinar por sí solo una familia relevante, el primogénito de una casa relevante
diferenciaciones sensibles. Sin embargo, la existencia de la je- puede rechazar un partido más ventajoso desde una perspectiva
rarquía social es algo que se siente y se afirma de forma mani- económica para casarse según su rango.
fiesta. La familia relevante no sólo es reconocible por la exten- Como más bien distingue jerarquías sociales que clases es-
sión de sus tierras, sino también por determinados signos trictamente determinadas por la economía, la oposición entre
externos, tales corno la importancia de la casa: se distinguen las casas relevantes y humildes se sitúa en el orden social y es relati-
casas de dos plantas (maysous de dus soules) o «casas de amo» vamente independiente de las bases económicas de la sociedad.
(maysous de meste) y las casas de una sola planta, residencia de Aunque no sean nunca del todo independientes, hay que dis-
granjeros, de aparceros y de campesinos humildes. La «Casona» tinguir las desigualdades de rango y las desigualdades de fortu-
se define por el gran porrón que da acceso al patio. «Las muje- na, porque inciden de manera muy diferente sobre la lógica de
res», afirma un soltero, «miraban más el porrón (lou pourtale) los intercambios matrimoniales.
que el hombre.» La familia importante también se distingue La oposición basada en la desigualdad de rango separa de la
por un estilo de vida; objeto de la estima colectiva y honrada masa campesina a una aristocracia rural distinta no sólo por sus
por todos, tiene el deber de manifestar en grado máximo el res- propiedades, sino, sobre todo, por la «nobleza» de su origen, por
peto por los valores socialmente reconocidos, si no por respeto su estilo de vida y por la consideración social de la que es objeto;
del honor, al menos por miedo de la vergüenza (per hounte ou implica la imposibilidad (en derecho) de determinados matri-
per aunou). El primogénito de una familia relevante (lou gran monios considerados desacertados, en nombre de unas razones
aynat) ha de mostrarse digno de su nombre y del renombre de primero sociales y luego económicas. Pero, por otra parte, las
su casa; y para ello, más que cualquier otro, tiene que encarnar desigualdades de fortuna se manifiestan con cada matrimonio
las virtudes del hombre de honor (homi d'aunou), es decir, la particular, incluso dentro del grupo al que se pertenece por la
generosidad, la hospitalidad y el sentimiento de la dignidad. jerarquía social y a pesar de la homogeneidad de las extensiones

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de tierras poseídas. La oposición entre una familia más rica y vos. Como el caso, por ejemplo, de los primogénitos víctimas de la
una familia menos rica no es nunca el equivalente de la oposi- autoridad excesiva de los padres. «P. L.-M. [artesano del pueblo,
ción entre los «relevantes» y los «humildes». Aun así, debido al de 86 años de edad] nunca disponía de dinero para salir; no salía
rigor con el que la necesidad económica domina los intercam- nunca. Otros se habrían rebelado contra el padre, habrían tratado
bios matrimoniales, el margen de disparidad admisible perma- de ganarse un poco de dinero fuera de casa; él se dejó dominar.
nece siempre restringido de tal modo que, más allá de un um- Tenía una madre y una hermana que estaban al tanto de todo lo
bral determinado, las diferencias económicas hacen que resurja que sucedía en el pueblo, fuera cierto o f.úso (a tor ou a dret ), sin
la barrera, e impiden, de hecho, los enlaces. Así, junto a la linea salir nunca. Dominaban la casa. Cuando él habló de casarse, se
de separación que separa dos grupos jerárquicos dotados de aliaron con el padre. "¿Para qué quieres una mujer? Ya hay dos en
cierta permanencia debido. a la estabilidad relativa de sus bases casa." Hada novillos en la escuela. Nunca le decían nada. Se loto-
económicas, las desigualdades de fortuna tienden a determinar maban a broma. La culpa de todo la tiene la educación» Q.-P. A).
puntos de segmentación particulares, y ello muy especialmente
cuando se trata de contraer matrimonio. La complejidad que re- Nada más ilustrativo que este testimonio de un viejo soltero
sulta de estos dos tipo de oposición se duplica debido al hecho (I. A.) nacido en 1885, artesano domiciliado en el pueblo:
de que las reglas generales nunca se salen de la casuística espon- «Nada más acabar la escuela, me puse a trabajar con mi padre
tánea; ello es así porque el matrimonio no se sitúa nunca plena- en el taller. Fui al servicio en 1905, serví en el XIII Regimiento
mente en la lógica de las alianzas o de la lógica de los negocios. de cazadores alpinos, en Chambéry. Conservo muy buen re-
Conjunto de bienes muebles e inmuebles que forman la cuerdo de mis escaladas en los Alpes. Entonces no había esquís.
base económica de la familia, patrimonio que ha de mantenerse Nos atábamos a las botas unas tablas redondas, lo que nos per-
indiviso a lo largo de las generaciones, entidad colectiva a la mitía subir hasta la cima de los puertos. Al cabo de dos años de
que cada miembro de la familia ha de subordinar sus intereses y servicio militar, volví a casa. Tuve relaciones con una muchacha
sus sentimientos, la «casa» es el valor de los valores, respecto al de Ré. Habíamos decidido casarnos en 1909. Ella aportaba una
cual todo el sistema se organiza. Bodas tardías que contribuyen dote de 10.000 francos y el ajuar. Era un buen partido (u bou
a limitar la natalidad, reducción del número de hijos (dos por partir). Mi padre se opuso formalmente. En aquel entonces, el
pareja como media), reglas que regulan la herencia de los bie- consentimiento del padre y de la madre era imprescindible. 1
nes, celibato de los más jóvenes, todo contribuye a asegurar la '~No, no debes casarte.'' No me dijo sus motivos, pero me los
permanencia de la casa. Ignorar que ésa es también la función dio a entender. "No necesitamos a ninguna mujer aquí." No
primera de los intercambios matrimoniales significaría vedarse éramos ricos. Había que alimentar una boca más, cuando ya te-
la comprensión de su estructura. níamos a mi madre y a mi hermana. Mi hermana sólo estuvo
fuera de casa seis meses, después de casarse. Volvió en cuanto
enviudó y sigue viviendo conmigo. Por supuesto, podía haber-
Con semejante lógica, ¿quiénes eran los célibes? Sobre todo, me marchado. Pero, en aquel entonces, el primogénito que se
los segundones, especialmente, en las familias numerosas y en las l. A la vez <<jurídicamente>~ y materialmente. Sólo la familia podía ga-
familias pobres. El celibato de los primogénitos, raro y excepcio- rantizar un «hogar equipado)) (lou ménadje garait), es decir, el mobiliario do-
nal, se presenta como ligado a un funcionamiento demasiado rí- méstico: el "aparador", el armario; la caja de la cama (lárcaillieyt), el somier,
gido del sistema y a la aplicación mecánica de ciertos imperati- etcétera.

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instalaba con su esposa en una casa indep\'ndiente era una ver- liar. Además, mientras los padres viviesen, sus derechos a la pro-
güenza [u escarnz; 1 es decir una vergüenza que desacredita y ridi- piedad no pasaban de virtuales. «Los padres soltaban el dinero con
culiza tanto al autor como a la víctima]. La gente habría dado cuentagotas ... Los jóvenes a menudo no tenían ni para salir. Ellos
por supuesto que se había producido una pelea grave. No había trabajaban y los viejos se quedaban el dinero. Algunos salían a ga-
que mostrar ante los demás los conflictos familiares. Por su- narse unos dinerillos para sus gastos fuera; se colocaban durante
puesto, habría tenido que irse lejos, alejarse del avispero (tiras de una temporada como cocheros o jornaleros. Así, hacían algún di-
la haille: literalmente, "zafarse del brasero"). Pero era difícil. Me nero, del que podían disponer a su antojo. A veces, cuando tenía
afectó mucho. Dejé de bailar. Las chicas de mi edad estaban to- que ir a hacer el servicio militar, daban al hijo menor algún pecu-
das casadas. Las otras ya no me atraían. Y a no me interesaban lio (u cabau): o bien un rinconcito de bosque que podía explotar,
las chicas para casarme; antes, sin embargo, me gustaba mucho o bien uri par de ovejas, o una vaca, lo que le permitía ganar un
bailar, sobre todo, los bailes antiguos, la polca, la mazurca, el poco de dinero. Por ejemplo, me dieron una vaca que le dejé a un
vals ... Pero la quiebra de mis proyectos de boda había roto algo: amigo en gasahles. Los primogénitos, muy a menudo, no tenían
se me habían pasado las ganas de bailar, de tener relaciones con nada y no podian salir. 'Tú te quedarás con todo" {qu'at aberas
otras chicas. Cuando salía, los domingos, era para ir a jugar a las tout) decían los padres 1 y, mientras, no soltaban nada. Muchos,
cartas; a veces echaba un vistazo al baile. Trasnochábamos, en- antes, se pasaban toda la vida sin salir de casa. No podían salir por-
tre chicos, jugábamos a las cartas, luego regresaba a casa hacia que no tenían ni un céntimo que fuera suyo, para invitar a unas
medianoche., (Entrevista realizada en bearnés.) copas. Y eso que entonces con cuatro perras te pegabas una buena
juerga con tres o cuatro amigos. Había familias así donde siempre
Pero, sobre todo, era entre los capmaysoul!s, los primogénitos habían tenido solteros. Los jóvenes no tenían personalidad; esta-
de las familias campesinas relevantes, donde los imperativos eco- ban acogotados por un padre demasiado duro, (J.-P.-A).
nómicos se ejercían con más fuerza, donde más abundaban los ca- Que algunos primogénitos estuvieran condenados al celiba-
sos de ese tipo. Quienes querían casarse en contra de la voluntad to, debido a la autoridad excesiva de los padres, no quita que,
de los padres no tenían más remedio que marcharse, exponiéndo- normalmente, hicieran buenas bodas. «El capmaysoue tiene don-
se a ser desheredados en beneficio de otro hermano o hermana. de escoger" (P. L.). Pero las posibilidades de matrimonio se re-
Pero marcharse le resultaba mucho menos fácil al primogénito de ducen paralelamente con el nivel social. Sin duda, al contrario
una familia campesina relevante que a un segundón. «El primogé- que a los primogénitos de las familias relevantes, los segundones
nito de la familia Ba. [cuya historia se relata en la página 33, el ma- de origen más humilde, ajenos a las preocupaciones de los enla-
yor de Lesquire, no podía irse. Había sido el primero en el pueblo ces desacertados y a las trabas suscitadas por el pundonor o el
que llevó chaqueta. Era un hombre importante, éoncejal del ayun- orgullo, tenían, en ese aspecto, una libertad de elección mayor.
tamiento. No se podía ir. Y, además, tampoco era capaz de mar- Sin embargo, y a pesar de la sentencia que reza que más vale
charse para ganarse la vida. Estaba demasiado enmoussurit ( "ense- gente que dinero {que bau mey gen qu'argen), también tenían,
ñoritado"de moussu, señor), (J.-P. A.). Obligado a mostrarse a la más por necesidad que por orgullo, que tomar en consideración
altura de su circunstancia, el primogénito era víctima, más que la importancia de la dote que la esposa aportaría.
cualquier otro, de los imperativos sociales y de la autoridad fami-
l. Una sentencia que se pronuncia a menudo irónicamente, porque se
l. El verbo escami significa <ámitar burlonamente, caricaturizan). presenta como el símbolO de la arbitrariedad y de la tiranía de los ancianos.

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Junto al segundón que huye de la casa familiar y se marcha unas cuantas pacas de heno, que habían quedado al raso a mer-
a la ciudad, en busca de algún empleo módesto, o a América ced de la tormenta, y que habría recogido si hubiese estado alli.
para hacer fortuna, 1 también existe el que se queda junto al pri- Ya se me había pasado la edad de casarme. Las chicas de mi
mogénito por apego a la patria chica, al patrimonio familiar, a edad se habían marchado o estaban casadas; con frecuencia me
la casa, a la tierra que siempre ha trabajado y que considera sentía triste en mis momentos de asueto; me los pasaba bebien-
suya. Entregado absolutamente, no piensa en el matrimonio. do con los amigos, que, en la mayoría de casos, estaban en la
Su familia tampoco tiene prisa en verlo casado y trata a menu- misma situación que yo. Le aseguro que, si pudiera volver atrás,
do de retenerlo, durante un tiempo, por lo menos, al servicio dejaría a mi familia sin pensármelo dos veces y me colocaría en
de la casa; algunos condicionaban la entrega de la dote a la con- algún sitio,. y tal vez me casaría. La vida seria más agradable
dición de que el segundón se aviniera a trabajar junto al primo- para mí. Para empezar, tendría una familia independiente, sólo
génito durante un número determinado de años; otros se limi- mía. Y, además, el segundón, en una casa, nunca trabaja lo su-
taban a prometer un aumento de la parte. En ocasiones, se ficiente. Siempre tiene que estar en la brecha. Se le echan cosas
llegaban a firmar auténticos contratos de trabajo entre el cap- en cara que un patrón jamás se atrevería a reprochar a sus cria-
maysoue y el segundón cuya situación era la de un criado. dos. Mi único refugio, para tener un poco de tranquilidad, es
encerrarme en casa de Es.; 1 en el único rincón habitable he ins-
«Yo era el último de una familia de cinco hermanos. Antes talado un catre» (testimonio recogido en bearnés).
de la guerra de 1914 (nació en 1894), estuve de criado en casa Por sendas opuestas, el segundón que se marchaba a la ciu-
de M., y luego en casa de L. Guardo muy buen recuerdo de esa dad para ganarse la vida y el hijo menor soltero que se quedaba
época. Después hice la guerra. Cuando volví, me encontré una en la casa garantizaban la salvaguarda del patrimonio campesi-
familia mermada: un hermano muerto, el primogénito, el ter- no. 2 «Había unos segundones ancianos en unas casas que esta-
cero amputado de una pierna, el cuarto un poco atontado por ban a unas dos horas de camino (unos 7 u 8 kilómetros), en
la guerra. Estaba contento de haber vuelto a casa. Mis herma- casa de Sa., en casa de Ch., en el barrio Le., que venían a misa
nos me mimaban, los tres eran pensionistas, mutilados de gue- al pueblo, sólo los dias de fiesta y que, a sus setenta años, nunca
rra. Me daban dinero. El que estaba enfermo de los pulmones habían estado en Pau o en Oloron. Cuanto menos salen, me-
no podía valerse solo, yo le ayudaba, le acompañaba a las ferias nos ganas de salir tenían. Claro, tenían que ir caminando. Y
y a los mercados. Tras su muerte, en 1929, pasé a depender de para ir caminando a Pau, hay que tener ganas. Si no tenían
la familia del segundo de mis hermanos, que se había converti- nada que hacer allí, pues, sencillamente, no iban. Y no tenían
do en el primogénito. No tardé en darme cuenta de lo aislado nada que hacer allí. El primogénito era el que salía. Ellos eran
que estaba en esa familia, sin mi otro hermano ni mi madre, los pilares de la casa. Aún quedan algunos» Q.-P. A.).
que tanto me mimaban. Por ejemplo, un dia que me torné la li- La situación del criado agrícola se pareda bastante a la del
bertad de ir Pau, mi hermano me echó en cara que se perdieran segundón que se quedaba en casa. A diferencia del obrero agrí-

l. Cadettou, el segundón, es un personaje de la tradición popular en el l. Ejemplo de casa que ha conservado su nombre, a pesar de haber te-
que a los bearneses les gusta reconocerse. Vivo, astuto, malicioso, se las arre- nido diversos propietarios y de estar abandonada en la actualidad.
gla siempre para hacer que el derecho le favorezca y salir airoso de las adver- 2. El segundón tenía, en principio, el usufructo vitalicio de su parte.
sidades gracias a su ingenio. Cuando moría, si se había quedado soltero, ésta revertía al heredero.

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cola jornalero, que sólo consigue «jornales» (journaus) en vera- menadje garnit) de nuestros padres, es decir los rebaños, el co-
no y se queda a menudo sin trabajo durarii:e todo el invierno y rral, la casa, las herramientas agrícolas, etcétera, lo que le facili-
los días de lluvia, que con frecuencia no tiene más remedio que taba las cosas para casarse. La chica con la que yo tenía relacio-
aceptar trabajos a destajo (a preys-heyt) para llegar a final de nes se marchó a la ciudad; suele ocurrir, las chicas no esperan.
mes {ta junta), y que gasta prácticamente todo lo que gana Lo tienen más fácil para irse, para "colocarse" en la ciudad
(«cinco céntimos al día, y la comida, hasta 1914») para com- como criadas, deslumbradas por alguna amiga. Yo, mientras,
prar pan o harina, el criado {lou baylet) goza de mayor seguri- me divertía a mi manera, con otros chicos que estaban en el
( ·"'.
dad.' Contratado para todo el año, no tiene que temer la llega- mismo caso que yo. Nos pasábamos noches enteras {noueyteya, ·~!...
da del invi€rnO ni los días de lluvia, pues tiene comida y techo literalmente: "pasarse de juerga" toda la noche», noueyt) en el ;:::_:. u

··"
y le lavan la ropa. Con su salario, puede comprarse tabaco e ir a café; jugando a las cartas hasta el amanecer, haciendo pequeñas
«tomar una copa» los domingos. Pero, a cambio, el viejo criado "comilonas". Casi siempre hablábamos de mujeres, las dejába-
tenía que resignarse al celibato las más de las veces, ora por ape- mos muy mal, por supuesto. Y al día siguiente poníamos verdes :. ; ~

go a la casa y devoción por sus patrones, ora porque no dispo- a los compañeros de la juerga de la noche anterior>> (N., criado
nía de suficiente dinero para establecerse y casarse. Para el cria- agrícola, nacido en 1898; entrevista realizada en bearnés).
do, casi siempre un segundón de familia modesta, como para el
obrero, el matrimonio era muy difíciL y en estas dos categorías En las relaciones entre los sexos y en las bodas era donde ~
2 'e
sociales es donde más abundaban antes los solteros. más se ponía de manifiesto la conciencia de la jerarquía social.
t'
«Como era segundón, me colocaron muy temprano, a los <<En el baile, ningún segundón de familia humilde {u caddet '
'<:-
diez años, como criado en Es. Allí tuve relaciones con una chi- de petite garbure) se acercaba demasiado a la hija menor de Gu.
ca. Si nos hubiéramos casado, habríamos hecho, como dicen, [un campesino importante]. Los otros segundones en seguida
"el matrimonio del hambre con las ganas de comer" (lou mari- hubieran dicho: ¡Menudo pretencioso! ¡Pretende camelársela
daje de la hami dap la set). Éramos tan pobres el uno como la por su dote! Los criados que tenían buena planta sacaban a ve-
otra. El primogénito, claro está, ya tenía la "casa con todo" (lou ces a bailar a las herederas, pero no solía ocurrir. Había un cria-
do bien parecido que era aceptado por la buena sociedad; iba
l. Se distinguía antes entre lous mestes o capmaysou'es, es decir, los detrás de la heredera de Es. Y se casó con ella. Todo el mundo
{<amos>), relevantes o modestos; lous bourdes-mieytades, los aparceros; lous "puso el grito en cielo" al ver que se casaba con ella. Era algo ex-
bourdes en aftrme, los granjeros; lous oubres, los obreros, y lous baylets, los cria-
dos. Un criado muy bien colocado ganaba de 250 a 300 francos anuales antes
traordinario. Todo el mundo estaba convencido de que sería su
de 1914. Si ahorraba mucho, podía esperar poder comprar una casa con unos esclavo. De hecho, no fue ni remotamente así: adoptó el com-
diez o doce años de salario y, con la dote de alguna muchacha y un poco de portamiento de los padres de su mujer, que acababan de volver
dinero prestado, comprar una granja y algo de tierra. El jornalero, por el con- de América y vivían de renta, se convirtió en un señor y no vol-
trario, no tenía prácticamente ninguna esperanza de prosperar. En cuanto ha- vió a trabajar. Todos los viernes iban a Olorón» Q.-P. A.).
bían hecho la primera comunión, a los niños y a las niñas los colocaban como
criados o sirvientas (gouye).
2. La diferencia de edad entre los cónyuges era, como media, mayor La lógica de los intercambios matrimoniales tiende a salva-
antes que ahora. No era infrecuente que hombres maduros, pero ricos y de guardar y a perpetuar la jerarquía social. Pero, más profunda-
familia relevante, se casaran con muchachas de 20 a 25 años. mente, el celibato de determinadas personas se encuentra inte-

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grado en la coherencia del sistema social y, por ello, tiene una óbice para que también se practique, en la sociedad de antaño y
función social evidente. Por mucho que cOnstituyera una espe- aún en la actual, una segregación de los sexos brutal. Desde la
cie de fallo del sistema, el celibato de los primogénitos no era, infancia, chicos y chicas están separados en los bancos de la es-
en el fondo, más que el efecto lamentable de una afirmación ex- cuela y en el catecismo. De igual modo, en la iglesia, los hom-
cesiva de la autoridad de los padres, piedra angular de la socie- bres se agrupan en el coro o en el fondo de la fila central de
dad. En lo que a los demás se refiere, segundones e individuos bancos, cerca de la puerta, mientras las mujeres se acomodan
de origen humilde (de petite garbure), granjeros, aparceros, en los bancos laterales y los primeros de la fila central. El café
obreros agrícolas y, sobre todo, criados, su celibato se inscribe es un lugar reservado a los hombres, y cuando las mujeres de-
en la lógica de un sistema que rodea profusamente de protec- sean decirles algo a sus maridos no van ellas personalmente,
ciones al patrimonio, valor supremo. En esa sociedad en la que sino que mandan a sus hijos. Todo el aprendizaje cultural y el
el dinero es escaso y caro, 1 donde lo esencial del patrimonio lo conjunto del sistema de valores tienden a desarrollar en los
constituyen los bienes raíces, el derecho de primogenitura, cuya miembros de uno y otro sexo actitudes de exclusión recíprocas
función estriba en garantizar las tierras trasmitidas por los ante- y a crear una distancia que no puede cruzarse sin turbación.I
pasados, es inseparable de la dote, compensación otorgada a los De tal modo que la intervención de las familias era, en cierro
segundones para que renuncien a sus derechos sobre las tierras modo, impuesta por la lógica del sistema, y también la del «Ca-
y la casa. Pero, a su vez, la dote conlleva una amenaza: por ello samentero» o «casamentera»> llamado trachur (o talame, en el
se hace todo lo posible para evitar un reparto que arruinaría a la valle del Gave de Pau). «Hacía falta un intermediario para ha-
familia. La autoridad de los padres, la fuerza de las tradiciones, cer que se encontraran. Una vez se han hablado, ya marcha.
el apego a la tierra, a la familia y al apellido determinan al se- Hay muchos que no tienen oportunidad de conocer a chicas o
gundón a sacrificarse, ora marchándose a la ciudad o emigrando que no se atreven a ir a su encuentro. El anciano cura ha arre-
a América, ora permaneciendo en la finca, sin esposa ni salario. 2 glado muchos matrimonios entre familias relevantes de biem-
Basta, para explicar que el matrimonio constituye un asun- pensantes. Por ejemplo, B. no salía, era úmido, apenas iba al
to que pertenece más a la familia que al individuo, y que se lle- baile; el viejo cura va verle: "Te has de casar." La madre: "Ha-
va a cabo según los modelos estrictamente definidos por la tra- bría que casarlo, pero no encuentra con quien, es difícil." "No
dición, mencionar su función económica y social. Lo que no es hay que mirar la dote", dice el cura: "hay una chica que será para
usted [la madre] un tesoro." Lo casa con una chica pobre, con
l. Todos los informadores suelen insistir en la escasez del dinero líqui-
la hija de unos aparceros a los que conocía a través de una tía
do: «No había dinero, ni para las salidas de los domingos. Se gastaba poco.
Una tortilla y una·chuleta o un pollo era todo lo que pedíamos que nos hi- muy devota. El cura también ha arreglado el matrimonio de L.
cieran [en la fonda]» (A. A.). <-Ahora hay una abundancia de dinero que en- En muchos casos ha conseguido que antiguas familias que no
tonces no había. La gente no es más rica, pero circula más dinero; quien po- estaban dispuestas a rebajarse aceptaran una boda con hijas de
día vivir en su casa y ahorrar unos céntimos era feliz, pero no quien tenía familias pobres. Muy a menudo, el vendedor ambulante (crou-
que comprarlo todo, el obrero, por ejemplo. Ése era el más desdichado de
jétayre) hacía las veces de trachur. La madre le decía: "Quiero
todos» (F. L.).
2. A la inversa de otras regiones rurales, Lesquire ignoraba las bromas
rituales que suelen hacerse a los solteros, varones o hembras, durante los car- l. 'El lenguaje es revelador: las expresiones ha bistes (literalmente: <dan-
navales, por ejemplo. (Véase. A. Van Gennep, Manuel de folklore frantais, zar miradas>}) y parla ue gouyate (literalmente: <<hablar a una chica») signifi-
tomo I, 1 y 2, París, Éditions Auguste Picard, 1943-1946.) can (<cortejar».

52 53
casar a mi hijo." Él lo hablaba con gentes que tenían hijas casa- hombre rudo, y tenía que saber comportarse como «hornhre
deras en Ar., Ga., Og., y los demás lugares por los que él pasa- sociable»; lo que no quita que siempre se insistiera en las cuali-
ba. Muchos matrimonios se arreglaban así. Otras veces, el que dades de campesino. Sobre todo, hablando de matrimonio, lo
hada de intermediario era un pariente o algún amigo. Se habla- esperado era que un hombre fuera trabajador y supiera trabajar,
ba el asunto con los padres de la chica y luego se le deda al y que fuera capaz de dirigir su explotación, tanto por su com-
mozo: "Vente conmigo, vamos a pasear, te voy a presentar."» petencia como por su autoridad. Que no supiera trabar amistad
(P. L., 88 afios). Era costumbre, una vez el trato concluido, '(amigailha's) con las mujeres y que pusiera tanto empeño en el
ofrecer algún obsequio al trachur y convidado al banquete de trabajo que descuidara sus deberes sociales no solía tenérsele
boda. De quien había arreglado el matrimonio solía decirse: demasiado en cuenta. El juicio colectivo era inmisericorde, por
«Se ha ganado un par de botas» (que sa gagnat u pa de bottines). el contrario, con quien se' atreviera a «dárselas de señor» (mous-
En este contexto ha de comprenderse el tipo de matrimo- sureya) en detrimento de sus tareas de campesino. «Era dema-
nio llamado barate en la llanura del Gave y crouhou en Lesqui- siado señorito (moussu); no era bastante campesino. Muy buen
re, por el que se unen dos hijos de una familia (dos hermanos o mozo para salir a pasear, pero sin autoridad» (F. L., 88 años).
dos hermanas, o un hermano y una hermana) con dos hijos de Toda la educación básica preparaba a las muchachas a percibir
otra. «La boda de uno de los hijos proporciona a los demás la y a considerar a los pretendientes en función de las normas ad-
ocasión de conocerse, y se saca buen provecho de ella» (P. L.). mitidas por la comunidad.' «Al "señorito" que le hiciera la cor-
Nótese que, en este caso, salvo si una de las familias tiene más te, la joven campesina le habría contestado corno la pastora de
de dos hijos, no hay entrega de dote. la canción: "You q aymi mey u bet hilh de paysa" (Yo prefiero un
La restricción de la libertad de elección tiene, pues, tam- buen hijo de campesino).»Z
bién su lado positivo. La intervención directa o mediata de la
familia, sobre todo de la madre, hace que se vuelva innecesaria l. De igual modo, el varón sólo podía admitir y adoptar el ideal co-
la búsqueda de una esposa. Se puede ser bruto, patoso, tosco y lectivo, según el cual la esposa ideal era una buena campesina, apegada a la
tierra, laboriosa, «apta para trabajar dentro de la casa y fuera, en el campo,
grosero sin perder todas las posibilidades de llegar a casarse. El
sin miedo a que le salgan callos en las manos y capaz de conducir el ganado))
más joven de la familia Ba., «celoso, arisco, cascarrabias (roug- (F. L.).
nayre), desagradable con las mujeres, malo>>, ¿no fue novio de la 2. «¿Quieres, hermosa pastora, darme tu amor?
hija de An., la heredera más guapa y rica de la comarca? Y tal Te seré fiel hasta el final de mis días.
vez no sea una exageración pensar que, gracias a ese mecanis- You q'aymi mey u bet hilh de paysil....
¿Por qué, pastora, eres tan cruel?
mo, la sociedad garantiza la salvaguarda de sus valores funda-
Et bous moussit ta qu "et tan amourous?
mentales, en concreto, las «virtudes campesinas}}. ¿Acaso no (¿Y usted, señor, por qué está tan enamorado?)
opone la conciencia tradicional el «Campesino» (lou paysa) al N o me gustan todas esas señoritas .. .
«señor» (lou moussu)? Sin duda, de igual modo que se oponía al E you moussit qu 'em .foutis de bous... (y yo, señor, me río de usted)>) (re-
campesino enmoussurit, «aseñoritingado», el buen campesino se copilado en Lescquire en 1959).
oponía al campesino empaysanit, «acampesinado», al hucou, 1 al
Existe una retahíla de canciones que, como ésta, presentan a una pasto-
ra que, astuta y sin pelos en la lengua, dialoga con un franchimll.n de la ciu-
l. Este término tiende a designar en la actualidad al soltero, literalmen- dad (nombre peyorativo aplicado a quien se esfuerza en hablar francés, fran-
te, al «gato que maulla)). chimandeya).

54 55
2. CONTRADICCIONES INTERNAS Y ANOMIA tema hasta en sus consecu~ncias más extremas, y por ello podía
ser percibido como el sacrificio natural del individuo al interés
colectivo; en la actualidad, el celibato se padece como un des-
tino absurdo e inútil. En un caso, acatamiento de la regla, es
decir, anomalía normal; en el otro caso, desajuste del sistema,
es decir, anomia.
Las manos que aplauden en los teatros y los cir-
cos dejan descansar los campos y los viñedos.
COLUMELA LOS NUEVOS SOLTEROS

El celibato se presenta como el signo más manifiesto de la


crisis que aqueja al orden social. Mientras en la antigua socie-
A todas las familias campesinas se les plantean fines contra- dad el celibato iba estrechamente ligado a la situación del indi-
dictorios: la salvaguarda de la integridad del patrimonio y el viduo en la jerarquía social, fiel reflejo, a su vez, del reparto de
respeto de la igualdad de derechos entre los hijos. La importan- los bienes raíces, aparece hoy en día como ligado, ante todo, a
cia relativa que se otorga a cada uno de estos dos fines varía se- la distribución en el espacio geográfico.
gún las sociedades, así como los métodos empleados para alcan- Sin duda, la eficacia de los factores que tendían a propiciar
zarlos. El sistema bearnés se sitúa entre los dos extremos: la el celibato antiguamente no ha quedado en suspenso. La lógica
herencia de uno solo, habitualmente el primogénito, y el repar- de los intercambios matrimoniales sigue dominada por la jerar-
to equitativo entre todos los hijos. No obstante, la compensa- quía social. Un cuadro que diferencia a los solteros nativos de
ción otorgada a los segundones no es más que una concesión los pueblos' según la categoría socioprofesional, la edad, el sexo
debida al principio de la equidad; la costumbre sucesoria privi- y la cuna evidencia a las claras que las posibilidades de matri-
legia abienamente la salvaguarda del patrimonio, otorgado al monio menguan paralelamente con la situación socioeconómi-
primogénito, sin que lleguen a sacrificarse totalmente, como ca (véanse páginas siguient-es).
antiguamente en Inglaterra, los derechos de los segundones.
Con el celibato de los segundones y la renuncia a la herencia el El porcentaje de solteros crece regularmente a medida que
sistema se cumpliría en toda su lógica y alcanzaría el extremo se va hacia las categorías sociales inferiores: el 0,47% de los sol-
hacia el que tiende, pero que nunca alcanza, porque eso equi- teros son grandes hacendados, el 2,81% son hacendados media-
valdría a exigir de toda una categoría social un sacrificio absolu- nos, el 8,45 o/o son hacendados pequeños (es decir, el 11,73% en
to e imposible. el conjunto de los propietarios de tierras), el 4,22% son obreros
Que el mismo fenómeno que, antiguamente, parecía caer agrícolas, el 2,81% son aparceros y granjeros, el 11,73 o/o son
por su propio peso sea percibido ahora como algo anormal sig- criados y el 69,50% son ayudantes fumiliares. Hay que ponde-
nifica que el celibato de cierras personas, que se aceptaba y con-
tribuía a salvaguardar el orden social, representa ahora una l. La población aglomerada (que se designará de ahora en adelante
amenaza para los fundamentos mismos de este orden. El celiba- bajo el nombre de pueblo) es de 264 personas; la población dispersa (case-
to de los segundones no hacía más que cumplir la lógica del sis- ríos) es de 1.090 personas.

56 57
rar estas cifras teniendo en cuenta la importancia numérica de las Solteros nativos de los caseríos de Lesquire
diferentes categorías. 1 Entre aparceros y granjeros, el porcentaje
de solteros llega al 28,57%; entre obreros agrícolas al 81,81 o/o; Ran&._o eor el nacimiento y sexo
entre criados al 100 o/o. 2 Aunque, como antiguamente, las posibi- Condición social y edad V H Totales
lidades de matrimonio son mucho menores para los individuos Primo- Segun- Primo- Segun-
que pertenecen a las categorías más desfavorecidas, obreros agrí- génito dón génita dona
colas y criados en particular, resulta que el índice de solteros es
Grandes hacendados
relativamente elevado entre los propietarios de fincas. Los 28 ca- (más de 30 ha)
bezas de explotación solteros y los 22 primogénitos que, con los l. 21 a 25 años
padres vivos, han sido incluidos entre los ayudantes familiares, 2. 26 a 30 años 1 1
representan al 22,32 o/o del conjunto de propietarios agrícolas de 3. 31 a 35 años
los caseríos. 4. 36 a 40 años
5. 41 años y más
Hacend-ados medianos
(15 a 30 ha)
l. 21 a 25 años
2. 26 a 30 años 1 1
l. Véase apéndice III: <<Taille des familles selen la catégorie socioprofes-
3. 31 a 35 años
sionnelle des chefs de famille}), cuadros III A y B, en P. Bourdieu, «Célibat et
4. 36 a 40 años
condition paysanne)), op., cit. págs. 123-124.
2. A pesar de haberse convertido en algo muy escaso (y por ello muy 5. 41 años y más 4 1 5
valioso), los criados no gozan de una situación mucho mejor de la que goza- Hacendados peq ueiíos
ban hace cincuenta años. T oralmente sometidos a unos amos a menudo au- (menos de 15 ha)
toritarios que procuran denigrados en públíco para depreciarlos y evitar así que l. 21 a 25 años 1 2
1
se los quiten, ni siquiera pueden pensar en casarse. Es posible hacerse una
2. 26 a 30 años 1 1
idea más cabal de su condición gracias al testimonio de uno de ellos, nacido
en 1928: «Fui a la escuela hasta los once años, en el barrio de Rey. Mi padre 3. 31 a 35 años 1 1
tenía una pequeña finca de ocho hectáreas, de helechos y bosque, viñedos, 4. 36 a 40 años 1 1 2
algunos prados y tres fanegas de maíz. Yo tenía un hermano mayor y una 5. 41 años y más 12 12
hermana retrasada; me pusieron a trabajar en casa de L, como criado. Es un Apareceros y granjeros
puesto arduo, los patrones son exigentes. Estuve allí como un esclavo duran-
l. 21 a 25 años
te seis años. Estaba molido, física y moralmente. Me quedé deshecho. Había
que reírle todas las gracias al amo, como un cretino. Con el consentimiento 2. 26 a 30 años 2 2
de mis padres conseguí liberarme del amo e ir a casa de R., un pariente, du- 3. 31 a 35 años
rante ocho meses antes de marchar al servicio militar. Cuando me licencia- 4. 36 a 40 años
ron, trabajé de obrero agrícola. Es duro, pero no es una esclavitud como ha- 5. 41 años y más 3 1 4
cer de criado. Después, trabajé en varias empresas de los alrededores. Trabajé
para el grupo escolar, para la traída de aguas. Ahora estoy en la fábrica de la-
drillos. ¿Casarme? ¡Ay, si fuera poli, encontraría veinte novias! ¡Mire qué gor-
das están las mujeres de los gendarmes! No dan golpe.»

58 59
Solteros nativos de los pueblos de Lesquire (continuación) génito corre peligro. Aunque, evidentemente, el capmaysoue se
casa más fácilmente que el criado o el obrero agrícola, no es in-
Rango por el nacimiento y sexo frecuente que se quede soltero, a pesar de todo, mientras el se-
Condición social y edad V H Totales gundón de familia modesta encuentra esposa.
Primo- Segun- Primo- Segun- Pero lo esencial es que la oposición entre los primogénitos
génito dón génita dona por un lado, y los segundones, los obreros y los criados, por el
otro, queda relegada a un segundo plano, sin quedar abolida,
Obreros agrícolas
sin embargo, por la oposición entre el ciudadano del pueblo y
l. 21 a 25 años 1 1
el campestno del caserío.
2. 26 a 30 años 1 1
3. 31 a 35 años 1 1
Estado civil de los habitantes de Lesquire
4. 36 a 40 años 1 1
en función de la edad, del sexo y de la residencia
5. 41 años y más 3 1 1 5
Criados Pueblo Caseríos
l. 21 a 25 años 1 1 2
Edad Totales
2. 26 a 30 años 6 6 Solteros Casados Solteros Casados
3. 31 a 35 años V H V H V H V H
4. 36 a 40 años 1 1 2
Nacidos entre:
5. 41 años y más 3 12 15
1933 y 1929 4 2 4 4 30 14 5* 13 76
Ayudantes familiares (21 a 25 años)
l. 21a25años 15 14 3 13 45
2. 26 a 30 años 14 9 1 9 33
3. 31 a 35 años 12 6 21 1928 y 1924 1 1 6 4 36 15 14 20 97
3
4. 36 a 40 años 4 10 (26 a 30 años)
3 3
5. 41 años y más 10 14 2 13 39 1923 y 1919 1 4 6 20 3 13 24* 71
Totales 89 71 8 45 213 (31 a 35 años)

1918 a 1914 1 7 5 14 3 14 14 58
Hay que observar, por otra parte, que se cuentan 89 pri- (36 a 40 años)
mogénitos solteros (o sea, el 55,6%), entre los cuales hay 49 de
antes de 1914 9 9 54 67 63 15 204*257** 678
menos de 35 años, contra 71 segundones (o sea, el44,4o/o), en-
Totales 15 13 75 86 163 50 250 328 980
tre los cuales hay 38 de menos de 35 años. En cuanto a las chi-
cas, la relación se invierte, pues las primogénitas sólo represen-
tan el 15 o/o de las solteras, contra el 84 o/o de las segundonas. De * Entre ellos un viudo.
** Entre ellas una viuda.
lo que cabe extraer unas primera conclusión: las posibilidades
*** Entre ellos 16 viudos.
de matrimonio dependen menos de la situación socioeconómi-
**** Entre ellos 95 viudas.
ca que antiguamente. El privilegio del propietario y del primo-

60 61
Población de Lesquire Residente en Residente en Totales caseríos (es decir, una relación de 1 a 1,9). Así, mientras la oposi-
en 1954 ele.ueblo los caseríos ción entre el pueblo y los caseríos está muy marcada en lo que a los
Menores de 21 años 75 299 374 hombres se refiere, resulta igual a cero si considerarnos el conjunto
Mayores de 21 años 189 791 980 de la población femenina adulta, aunque, con todo, las mujeres de
Totales 264 1.090 1.354 los caseríos de la joven generación están desfavorecidas respecto a
sus mayores, pero infinitamente menos que los hombres.'
Si establecemos un balance de los resultados obtenidos has-
Mientras los solteros varones mayores de 21 años represen- ta el momento, parece manifiesto, en primer lugar, que las po-
tan sólo el 16,44 o/o de la población masculina del pueblo, for- sibilidades de matrimonio son siete veces mayores para un
man el 39,76% de la población masculina de los caseríos (es hombre de la joven generación (de 31 a 40 años) residente en
decir, 2,4 veces más), cuando el porcentaje para el conjunto de el pueblo que para uno de la misma generación nacido en los
la población alcanza el35,38o/o. En el grupo que tiene entre 31 caseríos; y, en segundo lugar, que la disparidad entre las mu-
y 40 años las diferencias son más nororias. 1 Los solteros forman chachas de los caseríos y las del pueblo es mucho menos impor-
el8,35o/o de la población masculina del pueblo y el55,73o/o de tante que entre los mozos, pues las chicas del pueblo sólo tie-
la población masculina de los caseríos, y el hecho esencial con- nen dos veces menos de posibilidades de quedarse solteras que
siste en que el índice de solteros ha pasado del 23,6 o/o pata los las chicas de los caseríos. 2
varones de los caseríos de más de cuarenta años, es decir, la vie-
ja generación, a 55,73% para los hombres entre 31 y 40 años,
es decir, la joven generación, o sea, un crecimiento del simple l. Si consideramos la población femenina residente en Lesquire (pres-
cindiendo de las mujeres nacidas en Lesquire y casadas o domiciliadas en la
al doble. ciudad), queda patente que, en el pueblo, una mujer de más de 21 años de
Entre las mujeres el fenómeno presenta un aspecto muy dife- cada siete es soltera, y el índice sube a dos de cada 11 para las mujeres de 21
rente. Parriendo de que el número de mujeres que emigra del mu- a 40 años. En los caseríos la proporción es la misma para las mujeres de más
nicipio, para trabajar en la ciudad o pata casarse, es mucho mayor de 21 años: alcanza 113 para las mujeres de 21 a 40 años. La influencia de la
que el número correspondiente de hombres, la comparación en- residencia sobre las posibilidades de matrimonio también afecta, pues, a las
mujeres que permanecen en Lesquire.
tre el índice de solteros de los varones y el índice correspondiente
2. Consideremos sólo la distribución marginal de los datos siguientes:
de las mujeres no se justifica. No sucede lo mismo con la compa-
ración entre el índice de mujeres solteras del pueblo y de mujeres Hombres Mujeres
de los caseríos. Las mujeres solteras representan el 13,13% de la Solt:eros Casados Tot:al Solt:eras Casadas Total
población femenina del pueblo mayores de 21 años, contra el Pueblo 15 75 90 13 86 99
13,22% en los caseríos; parriendo de que el porcentaje para el Caseríos 163 250 413 50 328 378
conjunto del municipio es del13,20 o/o, la diferencia es desprecia- Toral 178 325 503 63 414 477
ble. En el pueblo las solteras constituyen el17,39o/o de la pobla-
ción femenina entre 21 y 40 años de edad, contra el 33 o/o en los La residencia y el estilo de vida correlativo influyen (de forma muy sig-
nificativa, x 2 = 16,70) en el estado civil: hay cinco veces más hombres casa-
dos que solteros en el pueblo y sólo dos veces más (1,99) en los caseríos. Por
l. La edad media en el momento del matrimonio es de 29 años para el contrario, la residencia no influye de forma significativa (x2 = 0,67) en el
los hombres y de 24 para las mujeres. estado civil de las mujeres.

62 63
LOS FACTORES QUE HAN TRANSFORMADO EL SISTEMA cada vez contaron menos. Hoy día casi nadie les concede im-
DE LOS INTERCAMBIOS MATRIMONIALES portancia. ¿Qué valor tiene el dinero? Habría que pedir mucho.
Una hacienda que valía 20.000 francos antes de 1914 vale ahora
La aparición de esos fenómenos anormales revela que el sis- cinco millones. Nadie podría pagar unas dotes en proporción.
tema de intercambios matrimoniales, en su conjunto, ha sufrido ¿Qué representa ahora una dote de 15.000 francos? Así que a
una profunda transformación cuyas causas esenciales hay que nadie le importa» (P. L.-M.). Por todo ello, la dependencia de
conocer antes de analizar la situación actual. Ese sistema empe- los intercambios matrimoniales respecto a la economía mengua
zó a tambalearse cuando se resquebrajó la institución de la dote, o, mejor dicho, cambia de forma; en vez de la posición en la je- -;--:•.
' ;;.:-.:;)
que era su clave de bóveda. En efecto, con la inflación que si- rarquía social definida por el patrimonio agropecuario, es ahora
guió al final de la Primera Guerra Mundial, la equivalencia en- mucho más la condición social-y el estilo de vida que lleva apa- ""'
--'~
·:t:
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tre la dote como parte del patrimonio y la dote como donación rejado-lo que determina el matrimonio. ~~
~
otorgada al que se casa no pudo seguir manteniéndose. «Des- Pero no sólo se tambalea la base económica del sistema: ,_)
''::E
pués de la guerra pensábamos que aquellos "precios de locura" también ha habido una profunda transformación de los valores.
~
bajarían. Hacia 1921 la vida empezó a bajar, y los cerdos y las En primer lugar, la autoridad de los mayores,· que se basaba, en '''-'-t

~::~-;
terneras bajaron; pero sólo fue un movimiento aislado que no última instancia, en el poder de desheredar, se debilita, en parte
tuvo continuidad en el tiempo. Pocos meses después, los precios por razones económicas, en parte debido a la influencia de la
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volvieron a dispararse. Y eso significó una verdadera revolución: educación y de las ideas nuevas. 1 Los padres que han pretendido
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los ahorradores quedaron arruinados; ¡cuántos pleitos y peleas manifestar su autoridad amenazando a los hijos con desheredar- r;..:>
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¿;~
entre propietarios y aparceros, entre granjeros y amos! Pasó lo los han provocado la dispersión de su familia, pues los jóvenes
mismo con los repartos: las segundonas, casadas desde hacía
tiempo, pretendían una revisión al alza de la here-ncia de acuer-
emigran a la ciudad. Y eso es cierto, sobre todo por lo que refie-
re a las chicas, que antes estaban encerradas en casa y se veían J~
,;; ~
do con los valores del momento. Para los matrimonios, las dotes obligadas a aceptar las decisiones de sus padres. «¿Cuántas chi-
cas hay hoy día que se queden en casa? Ni una. Como tienen
instrucción, todas tienen empleo. Prefieren casarse con un em-
Reagrupemos ahora los datos marginales referidos a los solteros:
pleado, les da igual. Trae un "salario" todos los días. De lo con-
Solteros Casados Total trario, hay que trabajar todos los días en la incertidumbre. ¿An-
Pueblo 15 13 28 tes? ¿Y adónde había que marcharse? Ahora pueden, saben
Caseríos 163 50 213 escribir ... » G.-P. A.). «Las chicas salen tanto como los chicos; y
Total 178 63 241 son a menudo mucho más espabiladas ... Eso es por la instruc-

De lo que cabe concluir que la residencia no ejerce la misma influencia l. Hay familias en las que la autoridad de los padres sigue siendo abso-
sobre los hombres que sobre las mujeres, ni sobre los hombres del pueblo luta. {{Recientemente, a una de las chicas Bo., la mayor, aún la casaron con
que sobre los hombres de los caseríos. Como ya quedó establecido que la di- un chico de la montaña; el muchacho vino a vivir a Lesquire. La madre ur-
vergencia no depende de la diferencia de situación entre las mujeres del pue- dió la boda de su hija pequeña, que tenía 16 años, con el hermano mayor del
blo y las mujeres de los caseríos, ni entre los hombres del pueblo y las muje- marido de su hija mayor. Solía decir: "Hay que casarlas jóvenes, luego quie-
res del pueblo, sólo puede deberse a la situación particular de los hombres de ren elegir ellas")) Q.-P. A). A este tipo de boda se lo llama barate (ha ue ba-
los caseríos. rate).

64 65
ción. Antes había chicas colocadas en la ciudad, por supuesto. maradería son inexistentes. No hay relaciones constantes entre
Ahora tienen un empleo; incluso estudian formación profesio- los chicos y las chicas. El matrimonio cumple la función de se-
nal y todo eso ... Antes muchas chicas se colocaban para ganarse ñuelo. Antes tal vez funcionara, pero ahora no. El matrimonio
algún dinero para el ajuar, y luego volvían. ¿Por qué iban a vol- con un campesino está desvalorizado. Se han quedado sin argu-
ver ahora? Ya no hay costureras. Con la instrucción, se marchan mentos de seducción>> (P. C., 32 años, aldeano). El mero hecho
cuando quieren>> (P. L.-M.). de acercarse a una chica y dirigirle la palabra es todo un proble-
El debilitamiento de la autoridad paterna y la apertura de ma. Aunque -y tal vez por ello- se conocen desde la infancia,
los jóvenes a nuevos valores han privado a la familia de su papel el más insignificante acerc:¡uniento adquiere la máxima impor-
de intermediario activo en la conclusión de los matrimonios. tancia porque quiebra bruscamente la relación de mutua igno-
Paralelamente, la intervención del casamentero (lou trachur) se rancia y de mutuo retraimiento que caracteriza el trato entre los
ha vuelto mucho más infrecuente. 1 Así, la búsqueda de un jóvenes de uno y otro sexo. 1 A la timidez y a la torpeza del chi-
compañero es algo que depende ahora de la libre iniciativa de co se suman las sonrisas bobas y la actitud avergonzada de la
cada cual. Con el sistema antiguo se podía prescindir de «corte- chica. No disponen del conjunto de modelos gestuales y verba-
jar>> y se podía ignorarlo todo del arte de hacer la corte. Hoy les que podrían propiciar el diálogo: estrecharse la mano, son-
todo ha cambiado. La separación entre los sexos no ha hecho reír, bromear, todo resulta problemático. Y, además, está la opi-
más que ampliarse con la relajación de los vínculos sociales, nión que observa y juzga, que otorga al encuentro más trivial el
particularmente en los caseríos, 2 y con el espaciamiento de las valor de un compromiso irreversible. Si se dice de dos jóvenes
ocasiones de coincidir y conocerse. Más que nunca, los «inter- que «se hablan», lo que se quiere, realmente, decir es que van a
mediarios» serían ahora imprescindibles; pero «los jóvenes son casarse... No existen, no pueden existir, las relaciones neutras.
más "orgullosos" que antes; se sentirían de lo más ridículos si Además, todo tendía antes a favorecer al buen catnpesino,
los casaran>> 0.-P. A.). La generación joven, en general, ha deja- pues el valor del dueño de una hacienda dependía del valor de
do de comprender los modelos culturales antiguos. Un sistema ésta, y viceversa. Las normas que regían la selección de la pareja
de intercambios matrimoniales dominado por la regla colectiva eran válidas, por lo menos a grandes rasgos, para el conjunto de
ha dado paso a un sistema regido por la lógica de la competi- la comunidad: el hombre cabal había de reunir las cualidades
ción individual. En este contexto el campesino de los caseríos
l. {{Carecen de confianza en si mismos. No se atreven, después de ha-
está especialmente indefenso.
berla estado contemplando durante quince años, a acercarse a una chica.
A la vez porque son infrecuentes y porque todo el aprendi- "No es para mí", se dicen para sus adentros. Van a la escuela. Trabajan des-
zaje tiende a separar y a enfrentar las sociedades masculina y fe- apasionadamente. Tienen el certificado de estudios o el nivel elemental. Si
menina, las relaciones entre los sexos carecen de naturalidad y los padres no los empujan, es la norma (las cosas están cambiando, desde
de libertad. «Para seducir a las chicas, el campesino promete el hace unos años), se vuelven a la finca y poco a poco se van amodorrando.
matrimonio, o deja que lo supongan; el compañerismo y la ca- Llevan una vida tranquila, disponen de un poco de dinero de bolsillo los do-
mingos. Se van al servicio militar, se hunden un poco más, se conforman.
Regresan, van pasando los años y no se casan» (A. B.). <{Hay que verlos. Se
l. Un hecho significativo: las jóvenes generaciones no conocen el tér- muestran tensos en presencia de las chicas. No saben expresar sus sentimien-
mino trachur, ni las costumbres de antaño. Todavía hay personas que pre- tos. Están avergonzados. Y no les falta razón. Tienen la oportunidad de ha-
tenden arreglar matrimonios. Pero se las considera con cierta ironía. blar durante cinco mim,uos cada quince días con una chicas en las que tal
2. V éanse págs. 93 y siguientes. vez no han parado de pensar durante esos quince días}} (P. C.).

66 67
que le convertían en un buen campesino y en un «hombre so- han unas buenas dotes para "colocarlas'' en las casas de los cam-
ciable» y alcanzar un justo equilibrio entre lou moussu y lou hu- pesinos; saben que, con el dinero de ahora, esa dote, que tantos
cou, entre el patán. y el hombre de ciudad, a fin de cuentas. La sacrificios les ha costado, ya no vale nada. Prefieren mandar
sociedad actual está dominada por sistemas de valores divergen- afuera a sus hijas con un pequeño ajuar y cuatro chavos en el
tes: además de los valores propiamente rurales, como los que bolsillo; así saben que después no se les quejarán de que traba-
acabamos de definir, hay ahora otros procedentes del entorno jan como una esclava a la que siempre tratan igual que a una ex-
urbano y adoptados principalmente por las mujeres; dentro de traña» (P.-L. M.). (Véase también apéndice V.)
esta lógica, quienes salen privilegiados son el «señor>> y el ideal Menos vinculadas a la tiérra que los varones (que los primogé-
de sociabilidad urbana, totalmente distinto del ideal antiguo, nitos, en cualquier caso), pertrechadas con la instrucción mínima
que tenia que ver, sobre todo, con las relaciones entre los hom- imprescindible para adaptarse al mundo urbano, parcialmente li-
bres; juzgado según estos criterios, el campesino se convierte en beradas de las obligaciones familiares gracias al debilitamiento de
el hucou. las tradiciones, más rápidas a la hora de adoptar los modelos
Pero el hecho esencial es, sin duda, que esta sociedad, anta- de comportamiento urbanos, las chicas pueden emigrar a las ciu-
ño relativamente cerrada sobre sí misma, se ha abierto de forma dades o a los pueblos más f.ícilmente que los chicos. Para calibrar
clara hacia el exterior. De lo que resulta, en primer lugar, que la importancia relativa de la migración de los hombres y de las
los primogénitos, atados a un patrimonio que no pueden aban- mujeres, basta comparar el número de chicos y de chicas nacidos
donar sin deshonor, tienen a menudo más dificultades para ca- en Lesquire durante un periodo determinado y que fueron censa-
sarse -sobre todo, cuando se trata de pequeños hacendados- dos en 1954, con el número de chicos y de chicas cuyo nacimiento
que sus hermanos menores que han abandonado la tierra y se fue inscrito en el registro civil durante el mismo periodo.
han marchado a la ciudad o a las aglomeraciones próximas. Pero
el éxodo es, esencialmente, algo femenino, porque las mujeres, Comparación de los nativos y de los censados
como hemos visto, están mucho mejor pertrechadas que antaño
para enfrentarse a la vida urbana y siempre aspiran, y cada vez Años de nacimiento
más, a alejarse de la servidumbre de la vida campesina. «Las chi- 1923 1928 1933 1938
cas ya no quieren ser campesinas. No les resulta fácil encontrar a a a a Total
mujer a muchos jóvenes, hijos de granjeros, de aparceros e in- 1927 1932 1937 1942
cluso de hacendados, sobre todo, cuando la hacienda está en un l. Chicos
lugar perdido en el campo, lejos de la escuela y de la iglesia, de Nacidos en Lesq uire 88 80 65 40 273
las tiendas, de un lugar de paso, y más aún si el sitio es agreste, Residentes en Lesquire en 1954 67 49 44 33 193
Emigrados 21 31 21 7 80
la tierra escasa y dura de trabajar. Todo empezó después de
Porcentaje de emigrados 24% 38% 32% 17% 29%
1919. Cuando los hijos de campesino que no llevaban el amor a
la tierra en la sangre empezaron a marcharse en busca de em- 2. Chicas
pleo, las chicas pudieron encontrar partidos que les garantiza- Nacidas en Lesquire 86 65 71 47 269
ban una vida de ocio y más acomodada, una casa donde podían Residentes en Lesquire en 1954 40 41 40 35 156
ser "dueñas" (daunes) desde el primer día. Antaño, antes de la Emigradas 46 24 31 12 113
Porcentaje de emigradas 53% 27% 43% 29% 42 o/o
inflación, los padres de las chicas casaderas (maridaderes) les da-

68 69
Este cuadro no sólo evidencia un importante descenso de la do masculino). Así pues, las mujeres están motivadas para pre-
natalidad (es decir, superior al 50% entre 1923 y 1942), sino pararse para la marcha desde las postrimerías de la adolescencia
que pone de manifiesto que las mujeres emigran de Lesquire mu- y a apartarse de los hombres del pueblo, mientras que los hom-
cho más que los hombres: entre las personas de 27 a 31 años en bres tratan de establecer su porvenir en la comarca natal.
1954, emigraron 2,22 veces más mujeres que hombres (y 1,4 ve- Un análisis de la ratio por sexos de las diferentes categorías
ces en lo que se refiere a los años 1923 a 1942). A grandes rasgos, de edad (según el censo de 1954) confirma estas observaciones.
seis mujeres y cuatro hombres abandonan el pueblo cada año.
Las mujeres se marchan pronto, desde la adolescencia. Los hom- Ratio por sexos y diStribución según la residencia
bres tardan más; sobre todo entre los 22 y los 26 años, es decir,
después del servicio militar. La magnitud del éxodo femenino Pueblo Caseríos Conjunto
Categoría Ratio Ratio Ratio
(42 %, es decir, casi una de cada dos mujeres) no ha de ocultar la
de edad p. sex. p. sex. p. sex.
emigración masculina (29 %, o sea, casi uno de cada tres hom- V H V H V H
bres), pues si no resultaría incomprensible el crecimiento relativo
Antes de 1893 24 41 61,53 105. 125 86,06 129 166 80,12
del celibato femenino de la joven generación que ha permane- 1893-1902 16 18 88,88 70 52 134,61 86 70 122,85
cido en los caseríos, y cabría la tentación de explicar el índice pa- 1903-1912 19 19 100 87 74 117,56 106 93 113,97
rológico de celibato masculino por una penuria de mujeres.' 1913-1922 13 14 92,82 63 42 150 76 56 135,71
Con todo, los habitantes de Lesquire tienen una percep- 1923-1932 19 13 146,15 97 67 144,77 116 80 145
ción correcta de la situación objetiva: no hay informador que 1932-1954 32 36 88,41 157 151 103,98 189 187 96,25
no invoque el éxodo de las mujeres, sobreestimándolo las más Total 123 141 88,48 579 511 113,97 702 652 108,53
de las veces. De lo que resulta que las mujeres tienen la espe- 1.354
ranza de marchar de Lesquire, mientras que la mayoría de los
hombres se sienten condenados a quedarse allí (y ello tanto más Si recordamos que, para el conjunto de Francia, es en 1954
cuanto que se tiende a minimizar, en términos relativos, el éxo- de 92, vemos que la ratio por sexos de la población de Lesquire
es anormalmente elevada; baja para las personas de más de 60
l. Las causas del celibato de las mujeres no son exactamente las mismas años y para las de menos de 22, demasiado jóvenes para emigrar,
que las del celibato de los hombres. No hay duda de que algunas mujeres si- es muy alta para todas las categorías intermedias, lo que permite
guen sometidas a determinismos parecidos a los que propician el celibato de concluir que el índice de emigración es más importante para las
los hombres. Es el caso de algunas muchachas empaysanides, rústicas, mal ves-
tidas, torpes; como sus compañeros de infonunio, se quedan comiendo pavo
mujeres que para los hombres, y, sobre todo, en los caseríos,
en el baile y para vestir santos. Es el caso de algunas herederas que se quedan pues la ratio por sexos de la población que vive en el pueblo es
en casa para no abandonar a sus padres, o el de las mujeres que se que- siempre inferior a 100, excepto los años 1923 a 1932.
dan junto a un hermano condenado al celibato; hay parejas de solteros de esta
índole en una treintena de casas. También están las chicas que tienen mala
fama y a las que los jóvenes, por miedo al ridículo y al qué dirán, no se atre-
CONTRADICCIONES INTERNAS
ven a cortejar. Por último, para algunas muchachas del pueblo, el celibato se
debe a la imposibilidad de encontrar un partido que corresponda a sus aspira-
ciones y a su estilo de vida, de modo que prefieren permanecer solteras antes Así, por la acción de diversas causas, una auténtica reestruc-
que casarse con un campesino de los caseríos. turación se ha llevado a cabo. Sin embargo, aunque sus condi-

70 71
dones de ejercicio sean del todo distintas, el principio funda- cual tenía una función esencial se ha desmoronado, lo único que
mental que domina la lógica de los intercambios matrimoniales, hace este principio es incrementar la anomia. «Ahora la necesi-
es decir, la oposición entre los matrimonios de abajo arriba y los dad de una mujer es mayor. Ni se plantea ahora rechazar un ma-
matrimonios de arriba abajo, se ha conservado. Y ello porque trimonio~ como antes, por una cuestión de dote» (J.-P. A.). Y,
ese principio está estrechamente vinculado a los valores funda- así y todo, aunque la necesidad incite a transgredir los principios
mentales del sistema cultural. En efecto, por mucho que la antiguos, éstos actúan todavía, en cierto modo, como un freno y
igualdad sea absoluta entre los hombres y las mujeres en lo refe- una rémora. Las madres, por ejemplo, se preocupan mas de «ca-
rente a la herencia, todo el sistema cultural sigue dominado por sar>> a las hijas que a los hijos, Id que ahora debería ser prioritario
la primacía conferida a los hombres y a los valores masculinos.' para ellas. Las normas antiguas (convertidas en «prejuicios}}) si-
En la sociedad de antaño, la lógica de los intercambios ma- guen obstaculizando más de una boda entre el primogénito de
trimoniales dependía estrechamente de la jerarquía social, que, una familia relevante y una muchacha de baja cuna.! Por ello,
en sí misma, constituía un reflejo de la distribución de los bienes entre los hombres de los caseríos, globalmente desfavorecidos,
raíces; más aún, su función social estribaba en salvaguardar esa algunos lo están por partida doble; aquellos que ya lo estaban
jerarquía y, a través de ella, el bien más valioso, el patrimonio. con el sistema antiguo, los segundones que se quedan en casa y
De lo que resulta que los imperativos de orden económico eran los más pobres, aparceros, granjeros, criados.
al mismo tiempo imperativos sociales, imperativos de honor. La exagerada preocupación por el importe de la dote, el te-
Casarse de arriba abajo no sólo significaba poner en peligro la mor a los gastos que acarrean los fastos de la boda, el banquete
herencia de los antepasados, sino también, y sobre todo, rebajar- en la casa, que es de tradición en el momento del casorio, la
se, poner en entredicho un apellido y una casa y, con ello, poner compra del ajuar, que se expone ante los invitados, la renuencia
en peligro todo el orden social. El mecanismo de los intercam- de las muchachas ante la perspectiva de soportar la autoridad
bios matrimoniales era el resultado de la conciliación armoniosa excesiva de los suegros, que conservan el control del presupues-
de un principio propio de la lógica específica de los intercambios to de gastos y de la explotación agrícola, son obstáculos o im-
matrimoniales (e independiente de la economía) y de principios pedimentos que a menudo hacen fracasar los proyectos de ma-
pertenecientes a la lógica de la economía, es decir, las diferentes
normas impuestas por el afán de salvaguardar el patrimonio, ta- l. Toda una categoría de solteros (sobre todo entre los hombres de 40
les como el derecho de los primogénitos o la regla de la equiva- a 50 años) surge como «producto>) de este desfase entre las normas antiguas y
lencia de las fortunas. Sin duda, la influencia de las desigualda- la nueva situación. {<Algunos jóvenes de familias relevantes que no quieren
rebajarse y que no se habían dado cuenta del cambio de situación se han
des económicas sigue siendo perceptible. No obstante, mientras quedado así, solteros. Es; por ejemplo, el caso de Lo., uno de esos campesi-
que antaño, porque se integraba en la coherencia del sistema, nos de Lesquire que, después de la guerra, tuvieron el viento en popa. Hijo
este principio sólo impedía unos matrimonios para propiciar de una familia acomodada, con dinero en el bolsillo, siempre bien vestido,
otros, todo sucede hoy en día como si la necesidad económica se ha frecuentado el baile durante bastante tiempo. Forma parte de esos campe-
ejerciera sólo de forma negativa, impidiendo sin propiciar. Y, sinos, hijos d~ buena familia, adinerados, que tenían cierto éxito por todas
esas· razones y que todavía no habían tenido "fracasos" por ser campesinos.
porque sigue funcionando, mientras que el sistema dentro del
Es indudable que alguna de las muchas chicas a las que "miró por encima del
hombro" no le vendría mal ahora. Sin embargo, no parece lamentar haber
l. La existencia de una diferencia de edad importante (cinco años, co- dejado pasar la ocasión. Se consuela, todas las semanas, con un pintou (jarra
mo media) a favor del marido constituye otro índice. de medio litro de vino) con sus compañeros de desgracia... >) (P. C.).

72 73
trimonio. Va pasando el tiempo; la chica, entre tanto, ha «pes- han sido menos numerosas que los herederos, tienden a esca-
cado» al gendarme o al cartero. Con ellos todo es sencillo: no sear aún más.
hay problema de dote, de ajuar, de ceremonias ni de despilfa- Mientras que para los aldeanos, y más generalmente para
rros en fiestas, ni, sobre todo, de cohabitación con la suegra. los asalariados de los sectores no agrícolas, la mayor parte de los
Aunque sigue ejerciendo una influencia determinante so- impedimentos antiguos han desaparecido, éstos siguen vigentes
bre el mecanismo de los intercambios matrimoniales, la opo- para los campesinos de los caseríos, como pone de manifiesto la
sición entre los primogénitos y los segundones tiene hoy un extraordinaria escasez de uniones entre dos herederos (4%).
significado funcional muy diferente. El estudio de cien matri- Los matrimonios entre heredúos y segundonas y, menos fre-
monios inscritos en el registro civil entre 1949 y 1960 es escla- cuentemente, entre herederas y segundones, siguen siendo la
recedOr: se cuentan, en efecto, 43 matrimonios entre un here- regla. Pero la existencia de un índice de solteros elevado, inclu-
dero y una segundona, 13 entre un segundón y una heredera, so entre los herederos, evidencia, una vez más, que el sistema
40 entre dos segundones y sólo 4 entre dos herederos. Así, los antiguo ha conservado suficiente vigencia para imponer la ob-
matrimonios entre segundones, excepcionales antaño, se han servancia de los principios fundamentales, pero no para propi-
vuelto ahora casi tan numerosos como los matrimonios entre ciar de forma efectiva aquello que esos principios pretendían
herederos y segundonas. Resulta comprensible si se observa, garantizar. En efecto, la lógica del sistema tendía a hacer que,
por una parte, que los segundones casados con segundonas sue- por una parte, el patrimonio no pudiera ser alienado, parcelado
len estar empleados en sectores no agrícolas, y, por la otra, que, o abandonado y que, por otra parte, el linaje se perpetuase; con
para la gente del pueblo, la oposición entre el primogénito y el este fin casaban siempre al heredero o a la heredera, quienes,
segundón tiene una función muy secundaria en los intercam- cuando no tenían hijos, cedían sus derechos a un segundón.
bios matrimoniales, pues los diferentes tipos de matrimonio se Si, de estas dos funciones, la primera se cumple -más eficaz-
distribuyen al azar. Mucho menos dependientes que amaño de mente, tal vez, que nunca, porque la marcha de los segundones
la «Casa>} porque se han garantizado otras fuentes de ingresos y de las mujeres aleja la amenaza del reparto y deja la tierra al
que les permiten instalarse en otro lugar, mucho menos pen- primogénito o a quien ocupa su lugar-, 1 el celibato del primo-
dientes del importe de la dote, los segundones no dudan en ca- génito anticipa el final del linaje. Del antiguo sistema sólo que-
sarse con segundonas sin bienes. dan para los campesinos de los caseríos los determinismos ne-
La escasez relativa de matrimonios entre herederas y segun- gativos.
dones se debe, esencialmente, a que, por el mero hecho de mar- Así pues, aunque el índice de solteros haya crecido percep-
charse de casa, muchas herederas que se casan fuera del pueblo tiblemente en los últimos años, la transformación de los ínter-
o en el propio Lesquire renuncian al derecho de primogenitura,
que recae las más de las veces en un hermano menor. Es el l. Los segundones que han emigrado a la ciudad están mucho menos
caso, principalmente, de las primogénitas de familias numero- apegados a sus derechos sobre la tierra. «¿Qué quieres que haga con la tíerra
sas que no pueden esperar para casarse a que sus hermanos me- el segundón que se ha marchado a la ciudad, que tiene un empleo de obrero
o de funcionario? De todos modos, lo único que puede hacer es venderla.
nores hayan alcanzado la mayoría de edad y que prefieren mar-
Muchos prefieren una compensación en dinero, pero también los hay que
charse a la ciudad. También es el caso, muy frecuentemente, de tienen que conformarse con promesas>> (A. B.). Otros factores tienderi a
las «herederas modestas>>, que ceden la primogenitura a un her- afianzar la posición del primogénito, como la reducción del tamaño medio
mano menor. Por todo ello las herederas, que desde siempre de las familias en los cas~ríos (Véanse págs. 98-99).

74 75
cambios matrimoniales no puede describirse como una mera crece sensiblemente (un 8,08 %). Si se distribuyen los matri-
modificación cuantitativa de la distribución de los distintos ti- monios con un cónyuge de fuera del municipio según la dis-
pos de matrimonio. Lo que se observa, en efecto, no es la de- tancia que media entre el lugar de procedencia de éste y Les-
sagregación de un sistema de modelos de comportamiento que quirre, se constata que el área principal de los intercambios
se verían sustituidos por meras reglas estadísticas, sino una ver- coincide, hoy como antaño, con el círculo de 15 kilómetros de
dadera reestructuración. Un sistema nuevo, basado en la oposi- radio dentro del cual se llevaban a cabo el 91,33% de los ma-
ción entre el aldeano y el campesino de los caseríos, tiende a trimonios, contra solo el 80,31% hoy, 1 y, por otra parte, que la
ocupar el lugar del sistema antiguo, basado en las oposiciones proporción de matrimonios ídentro de un radio superior a 30
entre el primogénito y los segundones por una parte, y entre el kilómetros (área VII), desde siempre relativamente elevada, ha
grande y el pequeño hacendado (o el no hacendado), por otra. crecido de manera considerable en el transcurso del período re-
Considerado aisladamente, el sistema de los intercambios ma- ciente (véase el cuadro siguiente)
trimoniales de los campesinos de los caseríos parece contener
dentro de sí mismo su propia negación, tal vez porque sigue Variación del área matrimonial según la residencia
funcionando en tanto que sistema dotado de reglas propias, las
o o Am- Am- 0-5 5,1 10,1 15,1 20,1 25,1 30,1 Toral
de tiempos pretéritos, cuando se encuentra sumido en un siste- Pue- Case- bos bos km -10 -15 -20 -25 -30 -:Y
ma estructurado según principios diferentes. ¿No será precisa- blo- río- del del km km km km km mds
mente porque continúa constituyendo un sistema por lo que case- pue- case- pue-
río 9 blo 9 río blo
este sistema resulta autodestrucrivo?
1871-1884 15 12 56 11 39 21 25 3 2 2 10 196
En o/o del
número
CAMPESINOS Y ALDEANOS total de
matrimo-
Para definir la función de la oposición recientemente surgi- nios 7,65 6,12 28,57 5,61 19,8910,71 12,75 1,53 1,02 1,02 5,10 100
da entre aldeanos y campesinos de los caseríos bastará con ana-
1941-1960 4 54 8 25 21 22 2 3 3 25 168
lizar, por un lado, los intercambios matrimoniales entre unos y
En% del
otros, y, por otro lado, sus áreas de matrimonio respectivas. 1 número
Entre 1871 y 1884 los matrimonios entre nativos del munici- total de
pio representaban el 47,95% del número total de matrimo- matrimo-
nios. En el período de 1941 a 1960, sólo representaban el nios 2,38 0,59 32,14 4,7614,9412,50 13,09 1,19 1,78 1,78 14,94100
39,87%. Los intercambios matrimoniales entre el pueblo y los
caseríos han disminuido considerablemente; si antes represen- Para explicar la extensión del área de los matrimonios, y
taban el 13,77% de los matrimonios, sólo representan ahora el también la práctica desaparición de los intercambios entre el
2,97 %. Paralelamente, el índice de matrimonios con el exterior pueblo y los caseríos, hay que estudiar la proporción de los ma-
l. El número de matrimonios consanguíneos es mm1mo: sólo nueve
l. Véase la pirámide de edad de los habitantes de Lesquire, suprimida en dispensas fueron concedidas por la Iglesia entre 1908 y 1961, ambos inclusi-
esta edición, en P. Bourdieu, «Célibat et condition paysanne}), op. cit. pág. 73. ve, para matrimonios entre primos de primero y segundo grado.

76 77
pueblo, y los aldeanos el 45,5 o/o de sus esposas en los caseríos
trimonios de cada tipo en función del número total de matri-
(pues la población del pueblo representa el 24 o/o de la pobla-
monios de cada una de las cuatro categorías, lo que evidenciará
ción de los caserios); en función del número total de matrimo-
el crecimiento relativo de las áreas respectivas de matrimonio y
nios, las uniones entre un hombre del pueblo y una mujer de
al mismo tiempo la estructura de la distribución de los diferen-
los caseríos representaban el 7,65 o/o y las uniones entre un
tes tipos de matrimonio para cada categoría (véase el cuadro si-
mozo de los caserios y una mujer del pueblo, el 6,12 o/o.
guiente).
Aunque, en el periodo reciente, los aldeanos sigan tornando
Hombres de o Caserío- o Caserío- oCaserio- al21 ,2 o/o de sus esposas en los qserios, contra el45,5 o/o de anta-
los caseríos 'i! Pueblo :?Caserío :? Exterior ño, los matrimonios entre hombres de los caserios y mujeres de
(n ~ 12) (n 56) (n ~ 38) los pueblos son excepcionales, ya que la última boda de este tipo
1871-1884
(n ~ 106) 11,2% 52,8 o/o 35,8 o/o hay que buscarla en el año 1946. 1 Un mow de los caseríos no
1941-1960 (n ~ 1) (n ~54) (n ~ 43) tiene, pues, prácticamente ninguna posibilidad de casarse con
(n ~ 98) lo/o 55.1 o/o 43,8% una aldeana, pues ésta considera este tipo de matrimonio como
o Pueblo- o Pueblo- o Pueblo- algo inconcebible, incluso aunque tuviera que quedarse soltera.
Hombres del pueblo :; C , 5? Exterior Pero la persistencia de un flujo de intercambios en una única di-
aserzo :? Pueblo
(n ~ 7) rección no debe ocultar que la masa global de los intercambios
1871-1884 (n ~ 15) (n ~ 11)
(n ~ 33) 45,5 o/o 33,3% 21,2% entre el pueblo y los caseríos experimenta una caida brutal; res-
1941-1960 (n ~ 4) (n = 8) (n ~ 17) pecto a los años anteriores a 1900, los matrimonios entre el pue-
(n = 19) 21,2% 42,1 o/o 36,7% blo y los caseríos representaban el13,77o/o del número total de
matrimonios, contra el 2,97 o/o en el periodo reciente. Paralela-
o Pueblo- o Pueblo- o Pueblo-
Mujeres del pueblo mente, se observa, por una parte, una intensificación de los in-
f? Caserío :? Pueblo :?Exterior
tercambios dentro del pueblo y dentro de los caserios, es decir, la
1871-1884 (n ~ 12) (n ~ 11) (n ~ 14)
formación de dos núcleos de relaciones matrimoniales, y, por
(n ~ 37) 32,4% 29,7% 37,8%
1941-1960 (n = 1) (n ~ 8) (n ~ 10) otra parte, un crecimiento de los intercambios con el exterior.
(n ~ 9) 5o/o 42,6% 53,2 o/o Este crecimiento de la proporción de matrimonios exterio-
res no adquiere el mismo significado para las diferentes catego-
Mujeres de O Caserío- o Caserío- o Caserío-
:? Exterior
rías, aunque se manifieste en grados distintos en cada una de
los caseríos :? Pueblo :?Caserío
ellas. La existencia de un doble marco de referencia, de dos sis-
1871-1884 (n = 15) (n ~56) (n ~ 43)
temas de valores contrastados, urbano y rural, implica que
(n- 114) 13,1% 49,1 o/o 37,7%
(n = 4) (n ~ 54) (n ~ 41) comportamientos o regularidades similares puedan ocultar sig-
1941-1960
(n = 99) 4,1 o/o 54,5 o/o 41,3%
l. Obsérvese que, por mucho que los intercambios matrimoniales en-
tre el pueblo y los caseríos fueran antaño bastante más importantes y equili-
La comparación entre ambos períodos pone de manifiesto brados que en la actualidad, los hombres del pueblo siempre han tomado
que la distinción entre el pueblo y los caseríos influía muy poco por esposas a más mujeres de los caseríos que los hombres de los caseríos a
en el antiguo sistema de intercambios matrimoniales. Los cam- mujeres del pueblo, tendencia que no ha hecho más que afianzarse en el de-
curso de los últimos años.
pesinos de los caseríos tomaban el 11,2 o/o de sus esposas en el
79
78
níficados totalmente diferentes. Así, por ejemplo, la extensión áreas más alejadas, habida cuenta de que el aumento principal se
del área matrimonial de las mujeres, tanto en el pueblo como refiere a los matrimonios en un radio superior a 30 kilómetros.
en los caseríos, se debe a que les resulta relativamente fácil ha- En el pasado, los matrimonios fuera del municipio representa-
cerse adoptar por un habitante de ht ciudad y adaptarse a la ban siempre una proporción elevada del total; en efecto, en la ló-
vida ciudadana, mientras que cuesta imaginarse a un campesi- gica del sistema antiguo, sólo el primogénito y, generalmente,
no de los caseríos, en el supuesto de que consiga tener un as- uno de los segundones se casaban dentro del municipio o en los
pecto suficientemente ciudadano para resultar seductor, que sea caseríos colindantes. Los segundones que no querían quedarse
capaz de hacer que una ciudadana acepte y adopte la vida de la solteros no tenían más remedió que buscar mujer lejos. Una vez
granja. 1 casados, trabajaban a veces en pueblos más o menos lejanos,
De lo que resulta que la extensión del área matrimonial pero conservaban unos vínculos estrechos con su casa y por ello
puede ser imputable a razones opuestas según se trate de las mu- seguían siendo ciudadanos de Lesquíre. Ahora, dado que mu-
jeres y de los hombres y, en otro sentido, de los campesinos y de chos primogénitos se quedan solteros mientras que los matrimo-
los aldeanos. Puede ocurrir que uno se case más lejos porque nios entre segundones se multiplican, es normal que la propor-
quiere y puede, porque el matrimonio en un pueblo alejado y, ción de matrimonios en un radío superior a 5 kilómetros haya
más aún, en la ciudad, es anhelado como una liberación; puede crecido considerablemente (del18,7o/o al34,5o/o). Buscando pa-
ocurrir, exactamente a la inversa, que uno esté obligado a tomar reja lejos, preferentemente en un caserío remoto o «atrasado>}, el
mujer en un lugar alejado porque no la encuentra más cerca. campesino de los caseríos espera escapar al yugo de las reglas tra-
Basta con analizar el área matrimonial de los hombres de los dicionales (véase cuadro siguiente).
caseríos para convencerse de la importancia de esa oposición. Para los hombres del pueblo el fenómeno presenta un as-
¿No resulta evidente que la proporción de los matrimonios en pecto absolutamente diferente. Que el 73,8 o/o de ellos se casen
un radío de 5 kilómetros se ha reducido de forma considerable en un radio de 5 kilómetros basta para evidenciar que no tienen
(del 16,9% al 9,1 o/o)? Debería ser suficiente para evidenciar la problema a la hora de tomar esposa, incluso en el interior de
dificultad que la gente de los caseríos tiene para encontrar espn- una área restringida; y es conocido que el índice de solteros es,
sa, suponiendo que se ignorara la existencia de un índice de sol- por lo demás, muy bajo. El incremento de la proporción de ma-
teros elevado. Se constata, paralelamente, un crecimiento, distri- trimonios exteriores, correlativo con la caída (112) de los Ínter-
buido de forma muy homogénea, de los matrimonios en las cambios con los caseríos, pone de manifiesto que el pueblo se ha
ido apartando progresivamente de sus caseríos y abriéndose ha-
l. En lo que a las mujeres respecta, las cifras no son plenamente signifi- cía otros pueblos o hacía las ciudades. En efecto, aunque el
cativas porque una importante proporción de los matrimonios {difícil de va-
lorar con precisión) se celebra fuera del municipio y, por lo tanto, no figura
círculo de 15 kilómetros de radío, dentro del cual se realizaba
en el registro civil. Cabe siri embargo, a tÍtulo indiCativo, comparar los datos antaño la totalidad de los matrimonios, siga constituyendo el
estadísticos referidos a las mujeres del pueblo y a las mujeres de los caseríos: área principal de los intercambios, se cOnstata una importante
la proporción de matrimonios fuera del municipio es claramente más elevada proporción de matrimonios que supera los 30 kilómetros el
en aquéllas (53,2%) que en éstas (41,3%), mientras que en el pasado las ci- (10,5%). Prueba ello que el aldeano, cuyo espacio social es mu-
fras eran prácticamente idénticas (37,8°/o contra 37,7%). Se comprende fá-
cho más amplío que el de los caseríos, tiene la posibilidad de to-
cilmente, puesto que las chicas del pueblo están, por lo general, más {{urbani-
zadas» que las de los caseríos (es sabido, por otra parte, que el índice de mar esposa lejos e incluso a veces en las ciudades.
mujeres solteras es más elevado en los caseríos que en el pueblo). De hecho, una <;lefinicíón geográfica de los matrimonios tal

so 81
Distribución por categoría de matrimonios exteriores según el alejamiento del lugar de origen del cónyuge
Área] Áreall Área]]]
Área IV Área V Área V7 Área V71
0-5km 5,1-10 km 10,1-15 km
15,1-20 km 20,1-25 km 25,1-30km 30km~mds Total
Hombres de 1871-1884 (n = 18) (n= 7) (n = 6)
(n= 1) (n = 1) (n = 1) (n = 38)
los caseríos (n = 106) 16,9 o/o 6,6% 9,4%
0,9% 0,9% 0,9 o/o 35,8 o/o
1941-1960 (n= 9) (n = 11) (n = 12)
(n = 2) (n = 2) (n = 7) (n = 43)
(n 98) 9,1 o/o 11,2 o/o 12,2 o/o
2%
Hombres del 1871-1884 (n = 4) (n = 1) (n = 2)
(n = 7)
pueblo (n = 33) 12,1 o/o 3% 6,2 o/o
21,2
1941-1960 (n = 2) (n= 2) (n = 1)
(n = 2) (n = 7)
(n 19) 10,5 o/o 10,5% 5,2 o/o
10,5 o/o 36,7%
Mujeres del 1871-1884 (n = 4) (n = 2) (n = 2)
(n = 1) (n = 2) (n = 3) (n = 14)
pueblo (n = 37) 10,8 o/o 5,4% 5,4%
2,6% 5,4% 8,1 o/o 37,8%
1941-1960 (n= 2) (n = 3) (n = 2) (n = 3) (n = 10)
(n 19) 10,5% 15,7% 10,5% 15,7% 53,2 o/o
Mujeres de 1871-1884 (n = 13) (n = 11) (n = 11)
(n= 2) (n = 6) (n = 43)
los caseríos (n = 114) 11,4% 9,6% 9,6%
1,8% 5,2% 37,7%
1941-1960 (n = 12) (n = 5) (n = 9)
(n = 1) (n = 1) (n = 13) (n = 41)
(n = 99) 12% 5o/o 9%
lo/o lo/o 13% 41,3%

vez no dé cuenta de lo esencial. El matrimonio de una mujer de que a una mujer, por muy campesina que sea, acostumbrada al
un caserío de Lesquire con un hombre de otro caserío, por muy trabajo fácilde la llanura del Gave, le va a costar acostumbrarse a
alejado que se encuentre en el mapa, debería colocarse en la mis- la condición que le tocaría en suerte en una remota granja perdi-
ma categoría que un matrimonio con un hombre de otro caserío da entre los caseríos y, a mayor abundamiento, a una chica de la
de Lesquire, y claramente diferenciado del matrimonio con un ciudad; habituadas ya a una existencia análoga, las muchachas de
hombre de la ciudad vecina. Las áreas geográficas no coinciden los caseríos vecinos o de los pueblos de la zona de las colinas eran
con las áreas sociales. Para el campesino de los caseríos el área de más propensas a aceptar esta vida y a conformarse con ella. Naci-
los matrimonios se extendía antes hasta las regiones de colinas das y criadas en una región relativamente cerrada a las influen-
entre los dos Gaves, donde abundan los municipios compuestos cias exteriores, eran menos exigentes y valoraban a sus parejas
por un pequeño pueblo y una población dispersa muy numero- eventuales según unos criterios que a ellos les resultaban menos
sa, distribuida en granjas construidas en las laderas y en las mon- desfavorables. Además, el área de los matrimonios coincidía con
tañas bajas. Hay varias razones para ello: en primer lugar, los la zona en la que no se sentían demasiado desplazados.' Allí se
modelos implícitos que orientan la elección de una esposa inci-
taban a buscar una buena campesina, acostumbrada al trabajo
l. Para los habitantes de la llanura del Gave, la gente de la región de las
duro y dispuesta a aceptar la vida dificil que le espera; es evidente colinas son moutagnoous, es decir, {{rústicos)}• ({bastos)). Son motivo de burla

82 83
celebran bailes a los que se atreven a ir, y que contribuyen a de- campesino, para empezar, porque, según la lógica misma del
finir las relaciones de «camaradería» de las que se siguen los in- sistema, son ellas las que circulan, después porque asimilan con
tercambios matrimoniales. Por ello las ciudades que se frecuen- mayor rapidez que los hombres algunos aspectos de la cultura
tan con mayor asiduidad, sobre todo, por los mercados, no son, urbana (cosa que habrá que explicar), y, por último, porque la
en absoluto, aquellas con las que esos intercambios son más in- regla implícita que prohíbe a los hombres el matrimonio de
tensos. arriba abajo sólo puede favorecerlas.
Pero, desde hace unos años, ese mundo cerrado en el que De lo que se deduce que los intercambios matrimoniales
uno se sentía entre los suyos y en su casa se ha abierto. En los entre los caseríos campesinos y la ciucJad tienen que efectuarse,
caseríos del área principal de los matrimonios, como en los ca- por fuerza, en una sola dirección. Por ejemplo, así como a un
seríos de Lesquire, las mujeres vuelven la mirada mucho más nativo d~ los caseríos ni se le ocurriría, salvo excepciones, ir al
hacia la ciudad que hacia su caserío o hacia los caseríos vecinos, baile en una ciudad próxima, los ciudadanos acuden a menudo
que sólo les prometen más de lo mismo, de eso de lo que precisa- en grupo a los bailes campesinos, donde su aspecto ciudadano
mente quieren escapar. 1 Los modelos y los ideales urbanos han les proporciona una ventaja considerable sobre los campesinos.
invadido el ámbito reservado del campesino. De lo que resulta, Por ende, aun en el supuesto de que su área de bailes fuera tan
en primer lugar, que las muchachas se muestran renuentes a ca- reducida como la de los mozos, de todos modos las chicas de
sarse con un campesino que sólo puede proponerles una vida los caseríos podrían conocer a los chicos de la ciudad. Muy es-
que ellas conocen demasiado bien. Además, cada vez aceptan casas son, por el contrario, las chicas de la ciudad que, salvo
con mayor dificultad la idea de someterse a la autoridad de los cuando se celebra la fiesta mayor del pueblo, acuden a los bailes
padres de su marido, que «no están dispuestos a dimitir» (nous campesinos, aunque, llegado el caso, hay grandes probabilida-
bolín pas desmete), y, en particular, se niegan a renunciar ante des para que desprecien a los campesinos. Simplificando, po-
notario a sus derechos a la propiedad. Temen a menudo la tira- dría decirse que cada hombre se encuentra situado en una área
nía de la anciana daune, que pretende conservar el mando en la social de matrimonio, y la regla establece que puede tomar es-
casa, particularmente cuando el padre carece de autoridad por- posa fácilmente en su área y en las áreas inferiores. De lo que
que ha hecho un matrimonio de abajo arriba (véase apéndice cabría deducir que mientras el habitante de la ciudad puede, teó-
V1: caso de la familia S.). De lo que resulta, en segundo lugar, ricamente, casarse con una chica de la ciudad, del pueblo o de
que la movilidad espacial y social de las mujeres, más dispues- los caseríos, el campesino de los caseríos está limitado a su área.
tas, en general, a adoptar los modelos y los ideales urbanos, ha Un nativo de Lesquire tenía antes más del90% de posibili-
aumentado mucho más que la de los hombres. Tienen muchas dades de escoger esposa en un radio de 15 kilómetros alrededor
más posibilidades de encontrar un partido fuera del mundo de su residencia. Cabria, por lo tanto, esperar que la amplia-
ción reciente de esta área vaya pareja con un incremento de las
su facha, su habla ruda y gangosa (la gente del llano dice you (yo), los de los posibilidades de matrimonio. De hecho, no es eso lo que ocu-
cerros dicen jou). rre. La distancia social impone unas limitaciones mucho más
l. Todos los fenómenos constatados en los caseríos pueden observarse
rigurosas que la distancia espacial. Los circuitos de los inter-
también en los demás pueblos del cantón, que están, en relación con el pue-
blo de Lesquire, en la misma situación que los caseríos. Así, la población del cambios matrimoniales se desgajan de su base geográfica y se
cantón pasó de 5.260 habitantes en 1836 a 2.880 en 1936. El éxodo feme- organizan en torno a nuevas unidades sociales, definidas por el
nino es en todas partes muy importante. hecho de compartir algunas condiciones de existen<;:ia y un esti-

84 85
3. LA OPOSICIÓN ENTRE EL PUEBLO
lo de vida determinado. El campesino de los caseríos de Lesqui-
Y LOS CASERÍOS
re tiene hoy tan pocas posibilidades de casarse con una chica de
Pau, de Olorón o incluso del pueblo vecino como las que tenía
antaño de casarse con una chica de cualquier caserío remoto del Como antaño, el alma del campesino está en la
País Vasco o de Gascuña. idea alodiaL Odia por instinto al hombre de la
ciudad, al hombre de las corporaciones, de los gre-
l m mios y cofradias, como odiaba al señor, al hombre
Posíbi- Presti- Posibi- Presti- de los derechos feuda!es. Su gran preocupación, de
lidad de gio lidad de gio acuerdo con una expresión del antiguo derecho
matri- matri- que no ha olvidado, consiste en expulsar al foras-
monio monio tero. Quiere reinar en solitario sobre la tierra y,
o Pueb.-? Cas. + gracias a esa dominación, hacerse el amo de las
oCas.-? Cas. + +
'?Otro caserío + + 2 Otro caserío + ciudades e imponerles su ley.
?Pueblo - + ?Pueblo + +
PROUDHON, La Capacité politíque
2 Otro pueblo + 9 Otro pueblo + +
9 Gran ciudad ± + des classes ouvrieres, pág. 18.
9 Gran ciudad - +
Il IV
Posibi- Presti- Posibi- Presti-
lidad de gio Esta reestructuración del sistema de intercambios matrimo-
lidad de gio
matri- matri- niales podría ser correlativa de una reestructuración de la socie-
monio monio dad global en torno a la oposición entre el pueblo y los caseríos
'? Cas.-oCas. + '? Pueb.-oCas. + que sería a su vez, el producto de un proceso de diferenciación
O Otro caserío + O Otro caserío + que tendería a conferir al pueblo el monopolio de las funciones
o Pueblo + + OPueblo + +
urbanas. Así, pues, antes de analizar el papel que representa ·esa
O Ouo pueblo + + O Otro pueblo + +
O Gran ciudad + +
oposición en la experiencia de los habitantes de Lesquire y, al
O Gran ciudad ± +
mismo tiempo, en sus comportamientos, hay que describir, a
partir de los datos objetivos, sus génesis y su forma.
En una pequeña depresión, donde confluyen los valles de
los ríos Baise y Balsole, las casas del pueblo se aprietan forman-
do una línea de fachadas continua a lo largo de la calle mayor,
a ambos lados de la iglesia y de la plaza central donde se agru-
pan los organismos principales de la vida del pueblo: ayunta-
miento, estafeta de correos, oficina de la caja de ahorros, escue-
la, comercios y cafés. Situado en el límite de la ladera y de la
depresión húmeda, el pueblo parece haber surgido a causa del
atractivo de los prados que bordean el río y de los viñedos que
cubren las colinas circundantes.

87
86
A su alrededor, sobre las laderas de las colinas, cuya altitud queño valle (Labagnere). Extendido a lo largo de varios kilóme-
varía entre 200 y 400 metros, s<; esparcen las granjas de los ca- tros por las colinas, el barrio constituía en el pasado una unidad
seríos, situados a distancias que oscilan entre 200 metros y un vecinal muy concurrida.
kilómetro. Construidas casi siempre en la cumbre de las colinas Aunque, por el mero hecho de su situación, el pueblo
y en las laderas más altas, están rodeadas de viñedos, de cam- siempre ha desempeñado un papel de centro administrativo,
pos, de huertos y de bosques. Aunque así evita la humedad, las artesanal y comercial, la oposición que domina hoy toda la vida
nieblas y, sobre todo, las heladas del fondo de los valles, la elec- pueblerina ha ido adquiriendo su forma actual progresivamen-
ción de este emplazamiento dificulta, a menudo, el acceso y te, sobre todo, desde 1918.
obliga a buscar agua excavando pozos que superan a veces los
15 o 20 metros de profundidad. Caminos vecinales, asfaltados Distribución de los cabezas de familia por categorías
parcialmente en 1955, unen las casas al pueblo, pero las más socioprofesionales
alejadas sólo disponen de pistas forestales en mejor o peor esta-
Categorías 1881 1911 1954
do, a veces impracticables en invierno porque, con frecuencia,
socioprofesionales Caseríos Pueblos Caseríos Pueblos Caseríos Pueblos
bordean los barrancos (arrees) excavados por los arroyos que
descienden hacia el Baise. Se trata del arquetipo del paisaje ru- Hacendados 345 l3 280 15 224 6
ral, en el que cada finca está cuidadosamente delimitada por Aparceros,
frondosos setos. Cada finca constituye un pequeño ámbito ais- granjeros 18 - 25 - 21 1
Peones agrícolas 20 1 22 10 11 4
lado, con sus campos generalmente dispuestos en lo alto del ce-
Obreros 17 30 4 3 5 6
rro o en los rellanos, sus viñedos en la ladera expuesta al sol, sus
Comerciantes 2 20 3 13 - 12
bosques en las pendientes empinadas y en los valles encajona- Profesiones liberales - 8 - 9 - 3
dos, sus prados en las hondonadas húmedas. La homogeneidad Artesanos 31 36 27 29 11 23
de las condiciones físicas, consecuencia de una tierra demasiado Cuadros y
compartimentada para facilitar la formación de fincas extensas, funcionarios 4 l3 6 14 8 10
permite a cada granja aislada disponer de diversos elementos Ejército, policía - - - 5 - 5
del paisaje agrario, de modo que, en distancias reducidas, coe- Inactivos - 3 2 15 2 6
xisten los cultivos más variados. Muchas fincas antaño cultiva- Jubilados 5 8 2 3 6 17
das son ahora yermas, y los matorrales invaden los campos que Total 442 132 371 116 288 95
rodean las granjas abandonadas. Incluso el viñedo, orgullo del
campesino, ha retrocedido mucho tras las crisis filoxéricas de En 1911 el 78,4 o/o de los cabezas de familia residentes en el
1880 y de 1917, y debido a la penuria de mano de obra como pueblo viven de ingresos no agrícolas, contra el 88,4% en
consecuencia de la Primera Guerra Mundial. 1954. De hecho, las cifras minimizan la amplitud del proceso
En un radio de 6 a 7 kilómetros alrededor del pueblo, el há- de urbanización. En realidad, sólo el 7,3 o/o de los cabezas de fa-
bitat se distribuye de forma muy homogénea. No obstante, se milia residentes en el pueblo se dedican efectivamente a profe-
distinguen algunos caseríos o barrios que, a grandes rasgos, co- siones agrícolas (cuatro de los seis hacendados no explotan por
rresponden a unidades morfológicas, por ejemplo, una zona de sí mismos sus tierras), contra el21,5o/o en 1911. Además, antes
colinas delimitada por dos depresiones (barrio Rey) o un pe- de 1914, exceptuando los funcionarios, los habitantes del pue-

88 89
blo eran «todos un poco campesinos» O.-P. A.). Todos los arte- Preferían amputar la superficie reservada a la vivienda restán-
sanos y tenderos del pueblo tenían tierra y ganado; hoy día, dole el ancho del pasillo que daba acceso desde la calle hasta el
aunque el comercio haya conservado su carácter indiferenciado, granero, situado en la parte trasera de la casa, anteS que muti-
pues las tiendas de ultramarinos también pueden ser carnicerías lar el huerto, ya muy estrecho, restándole el ancho de un cami-
o panaderías, o cafés, o bazares, todos los comerciantes, así no. En el patio interior, a veces en la parte trasera de la casa,
como los artesanos, 1 han renunciado a sus actividades agrícolas. estaban la pocilga y el gallinero; más allá, el granero, con el es-
Los prados junto a la orilla del río, muy codiciados porque el tablo, el lagar y el henil; después, el huerto, lengua de tierra
heno es escaso y caro, y también porque se pueden arrendar del ancho de la casa y de un centenar de metros de longitud,
durante el invierno para los rebaños que bajan de la montaña, delimitado a ambos lados por una !hilera de parras. 1 Pese a las
pertenecían en su práctica totalidad a seis familias del pueblo.2 transformaciones, el interior de las casas sigue organizado en
Casi rodas las familias tenían vacas. No había casa en el pueblo función de los imperativos técnicos de la agricultura, ya que la
que no tuviera su viñedo (donde siempre crecían algunos árbo- preocupación por el cÓnfort no es, ni mucho menos, priorita-
les frutales, melocotoneros, cerezos y manzanos) en las laderas ria. Por ello, las fachadas ciudadanas ocultan el pasado campe-
vecinas. En cuanto un habitante del pueblo alcanzaba cierta sino2 (véase fig. 1).
holgura económica, compraba un viñedo o, mejor aún, un pra- En 1911 , el 13, 1 o/o de los cabezas de familia de los caseríos
do; siguiendo un sistema de valores típicamente campesino, no viven de ingresos no agrícolas, contra el 11,5 o/o en 1954.3 Pero
relacionaba el prestigio, como el aldeano de hoy, con la acumu- las mutaciones acaecidas en los últimos veinte años son más
lación o la ostentación de bienes de consumo, tales como el au- profundas de lo que expresan los números. Antes, hacia 1900,
tomóvil o la televisión, sino la extensión de su patrimonio agrí- había de seis a diez «posadas>> por barrio; el de Lembaeye, por
cola. Y todo el mundo, así en el pueblo como en los caseríos, se ejemplo, donde hoy no queda ninguna, contaba con una dece-
enorgullecía de no servir en su mesa más que el vino de su vi- na; cada una tenía su quillier, su bolera. 4 La gente también acu-
ñedo, o supuestamente tal ... día para jugar las cartas. Se celebraban bailes. A lo largo de la
Las casas conservan todavía hoy la huella de ese pasado; carretera de Pau a O !orón había una veintena de posadas don-
casi todas han mantenido el gran portón con arco de medio
punto que se abría para dar paso a los carros cargados de heno. l. La mayoría de huertos conservan algunas vides aunque, debido a las
heladas y a la edad de los pies, la cosecha es prácticamente inexistente.
l. Se cuentan seis cafés, a saber: un café propiamente dicho, un café 2. Podría considerarse otro indicio de una mayor interpenetración entre
vinculado a la tienda de ultramarinos, otro a la carnicería, otro a la tienda de el pueblo y los caseríos el hecho de que catorce casas del pueblo pertenecían,
ultramarinos y a la carnicería, y dos, por último, a la posada. Dos tiendas de hacia 1900, a campesinos de los caseríos. Once de ellas carecían de puerta co-
ultramarinos hacen a la ve:z de panadería. Algunas formas de artesanía han chera, cosa que se comprende porque sólo hacían las veces de vivienda ocasio-
desaparecido o experimentan una crisis profunda: por ejemplo, por orden, nal o se alquilaban a peones agrícolas o a pequeños artesanos; cuatro de ellas
los tejedores (dos en 1881), los zapateros y los almadrañeros (12 en 1881 las ocupaban sus propietarios, que habían abandonado los caseríos. A falta de
contra siete en 1911 y dos, sin trabajo, en 1954); entre los herrador~ y los casa, muchos campesinos de los caseríos tenían una familia amiga que podía
herreros, los hay que han podido adaptarse dedicándose a la forja artística o a alojarlos (para calzarse, almorzar, etcétera) los domingos y los días de fiesta.
la planchisterfa del automóviL 3. El número de peones agrícolas se ha reducido aproximadamente un
2. Los prados han permanecido hasta hoy (salvo una excepción) en po- 50% entre 1881 y 1954.
sesión de esas seis familias relevantes de las que, desde hace un siglo, han sali- 4. El quillier, la bolera, es el lugar techado colindante con la posada don-
do la mayoría de alcaldes y de concejales. de está dibujado el espacio cuadrado en el que se disponen los nueve bolos.

90 91
Figura l. Plano típico de una casa de pueblo de paraban los carreteros y la gente que acudía al mercado. To-
das han desaparecido. Hasta 1914, y ello a pesar de que había
cuatro panaderías en el pueblo, todas las casas (en el mismo
pueblo) tenían su horno y hadan su pan, cada ocho días, para

u
Cal!
'-'a.uC toda la semana; 1 sólo en las fiestas o las ocasiones excepcionales
se iba a buscar pan a la panadería. Eran numerosos los campesi-
Cuarto de estar nos que siguieron haciendo su propio pan durante mucho
tiempo después de 1914. Hasta 1920 los panaderos no empe-
«Salón>> Cocina
zaron a repartir el pan por el campo, con una carreta tirada por
un caballo. De igual modo, tampoco se compraba carne en la
Pasillo Chimenea carnicería~ salvo en las grandes ocasiones; el «cocido» de buey
era el plato de los días de fiesta y de las bodas. 2 El resto del
tiempo la gente se alimentaba con lo que producía la granja,
particularmente conservas de tocino, de oca y de pato, pues la

!Bode~ 1 Pocilga carne se consideraba un lujo, y a mayor abundamiento, por su-


puesto, la de la carnicería. El café se conocía desde 1880, pero
sólo se bebía los días de fiesta. El consumo de azúcar (que se
compraba en terrones) era mucho más reducido que hoy día.
¡::
..,
·¡y
En pocas palabras, la aparición de nuevas necesidades y la faci-
o" >
o- lidad de los transportes han ido incrementando progresivamen-
e;¡
".,o.
Patio ~
te la dependencia económica respecto al pueblo de los barrios
..,2 " aislados. A cambio, la dependencia de una parte de la pobla-
.S "ó ción del pueblo respecto a su clientela campesina también se ha
8 incrementado. Por lo tanto, desde una perspectiva económica~

Lagar = la urbanización del pueblo ha ido pareja con una «campesiniza-


ción» de los caseríos.
@
Y así sucede en todos los ámbitos de la existencia. El barrio
era antes una unidad muy viva. Constituía, en primer lugar, un
Cobertizo de grupo de vecindad que se reunía para llevar a cabo labores co-
herramientas
Establo munes durante las celebraciones familiares y las fiestas. En los

Salida l. La mesture, un pan basto de maíz, se consumía hasta 1880-1890.


al huerto Fue sustituida por la biaude, un pan a base de trigo y de maíz.
~ 2. En 1881 había en Lesquire dos carniceros. Vendían, como media,
de una a dos terneras cada domingo. Para Navidad, antes de 1900, mataban
una docena de vacas. La costumbre exigía que se hiciera una daube, un esto-
fado que se comía al salir de la misa del gallo.

93
92
entierros, por ejemplo, los «primeros vecinos» iban casa por casa ba hasta el amanecer. «La esperouquere era la fiesta de la juven-
invitando al conjunto de las familias del barrio. <<Había una "se- tud. Se comía poco: castañas, pimientos. Ahora hay que servir
ñal" del barrio [es decir, unas referencias que indicaban sus lí- café, queso ... Pero se hacían batallas a golpe de peroques. Nos re-
mites]. Los ancianos se la decían a los jóvenes. Ello representaba íamos. A veces hacíamos la "mascarade". Cogíamos una calabaza
mucha gente, porque el barrio era muy grande. Hacían falta vacía y encendíamos una vela. ¡Lo que nos reíamos!» (J.-P. A).
bastantes hombres para llevar el cuerpo, lo que era muy pesado; Las labores colectivas no eran el único motivo de alegria.
el cadáver iba envuelto en un sudario de lino tejido en la casa «Había muchos menos bailes en el pueblo que ahora. Pero se ha-
(lou linrou dou fans), y ese sudario, a su ve:z., iba envuelto en una cían muchos bailes en el campo. Entre los 17 y los 30 años bailé
sábana que llevaban seis hombres, sujetándola por los nudos de mucho, el mounchicou, la crabe (la cabra). Nos reuníamos cuatro
las esquinas. A partir de 1880 empie:z.a a conocerse el ataúd (lou o cinco vecinos en una granja o en una esquina de un prado.
bahut), hecho con cuatro tablones de madera. Su utilizaban dos Casi cada semana. Había músicos (lous baladis) que tocaban el
barras bien pulidas que se pasaban por las "dos asas de mimbre" baile, o alguien que cantaba, y marcaba el compás con el timbal.
que había acopladas en cada lateral del ataúd. Los portadores, Los jóvenes se frecuentaban mucho más que ahora. La gente se
que eran cuatro, se turnaban hasta haber completado el camino conocía más por barrios. Se trababa conocimiento aprovechan-
que llevaba al cementerio. El ataúd no se cerraba hasta el último do las fiestas. La gente vivía más junta (lou mounde que biben mey
momento, para que todos pudieran ver al finado. No se podía amasse), barrio por barrio. Ahora cada cual vive más encerrado
cerrar el ataúd antes de que toda la gente del barrio hubiera lle- en si mismo. Ahora todo el mundo se queja, a pesar de que hay
gado. U no llegaba, decía las oraciones, echaba agua bendita con dinero ... Antes, la gente vivía mucho más feliz. Las "peleas" (lous
el laurel y luego estrechaba la mano a todo el mundo» 1 (J.-P. patacs), el trabajo, las fiestas ... Todo eso se acabó. La gente ya no
A.). La solidaridad entre los miembros del mismo barrio tam- vive feliz como antes. Tampoco hay juventud ahora. Vivíamos
bién se manifestaba en el momento de las labores colectivas: más felices, nos creíamos felices» (J.-P. A.).
houdjere (de houdja, binar) y liguere, binado y «ligado» de la vid, Así pues, debido a que los vínculos de vecindad (lou besiat,
labores en el transcurso de las cuales los grupos de trabajadores conjunto de los vecinos, besis) y de barrio eran muy fuertes, la
se respondían con sus cantos de una ladera a otra, pelere o pele- densidad social era muy grande en esos caseríos donde hoy la
pare, battere, trilla, esperouquere, deshojado del maíz (de gente se siente perdida y aislada. 1 Desde 1918 el barrio ha deja-
peroques, las hojas ásperas que envuelven la mazorca). Las es- do de constituir una verdadera unidad. Muchas labores colecti-
perouqueres, por ejemplo, duraban tres semanas o un mes en vas han desaparecido, ora debido a la introducción de maquina-
otoño. Todo el barrio, es decir, entre cuarenta y cincuenta mo- ria, ora porque las fiestas a las que daban lugar resultaban
zos y mozas, se juntaba para deshojar el maíz. Iban de casa en demasiado caras. ¿No es acaso corriente hoy día que los campe-
casa, todas las tardes, hasta el Día de Difuntos. Cuando se fina- sinos más ricos y más conocidos por su sentido del honor y su
lizaba el trabajo en una casa, un sábado habitualmente, se hacía hospitalidad manden matar a su cerdo por el carnicero del pue-
una fiesta (las acabiailhes, de acaba, concluir). Se jugaba y baila- blo? Organizadas por los jóvenes del pueblo, las grandes fiestas,
l. En el pueblo dos vecinas iban casa por casa, cada una por una acera l. El primer vecino, {{aquel al que se llama en primer lugar en caso de
de la calle, para convidar al entierro. Esta costumbre se conservó hasta 1950, defunción, es el de la casa de enfrente. Con ese primer vecino se puede co-
más o menos. «Muchas mujeres no querían hacerlo. Lo encontraban ridícu- municar mediante señales, signos. El segundo vecino (lou contrebesi) es el de
lo» (A. B.). la casa de al lado» Q.-P. A).

94 95
baile de la asociación de agricultores ganaderos, de Navidad y tres, para charlar sentados en los bancos de madera dispuestos
de Afio Nuevo, de la Virgen de Agosto, etcétera, se celebran en en la acera, delante de la mayoría de casas. En estos bancos se
el pueblo. sientan también lous carrerens (los habitantes de la calle, carrere)
En la sociedad de antaño la dispersión en el espacio no era los domingos por la mañana para conversar, mientras miran
percibida como tal, debido a la fuerte densidad social vinculada pasar a los campesinos «endomingados>>. Para éstos, los bancos
a la intensidad de la vida colectiva. Hoy día, como las labores son el símbolo de la mala idea y de la ociosidad de la «gente de
comunes y las fiestas de barrio han desaparecido, las familias ciudad». Muchos campesinos, para no tener que desfilar bajo la
campesinas perciben más concretamente su aislamiento. Es in- mirada irónica de los aldeanos, prefieren pasar por los estrechos
dudable que el automóvil ha acortado las distancias, sobre todo ;_;.
caminos que llevan a la plaza principal dando un rodeo, tras
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desde que se han· asfaltado los caminos vecinales principales; haber bordeado los huertos situados detrás de las casas. Por li- ;:.-.~~
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pero el alejamiento «psicológico>> sigue tan grande como .siem- mitado que sea el horizonte, por amortiguado que llegue el fra- :.::1.:-::
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pre, y ello se manifiesta a través de la función otorgada al auto- gor de la ciudad y de la vida moderna, la población aglomerada ''""'
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móvil. A un campesino, salvo en contadas excepciones, no se le alrededor del campanario conforma una sociedad abierta a las
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ocurriría coger el coche para asistir a una reunión del club de- influencias exteriores. Debido a su aislamiento, los campesinos
portivo o del comité de fiestas, ni tampoco para ir al cine el do- sólo cuentan, las más de las veces, con las ocasiones que el pue- q
mingo por la tarde. Es significativo que las reuniones que ante- blo les ofrece, es decir, la misa de los domingos y las fiestas. Su
ceden a las elecciones municipales y cantonales se celebran en única fuente de información sobre el acontecer municipal pro-
el pueblo, pero también en los diferentes caseríos. A la ciudad viene de los aldeanos. 1
se va en coche, como antes se iba en carro; más deprisa, pero Así, la barrera entre la ciudad y el campo, entre el campesi- --~~~
no más a menudo ni por razones nuevas. ¿Acaso no se ha con- no y el ciudadano, que pasaba antes entre las gentes de Pau y ::·::'.1
~ ~ .
vertido el coche en el heredero de las funciones del carro? Se de Olorón y las gentes de Lesquire sin distinción, separa ahora ;~~
utiliza en primer lugar para el transporte de los productos de la a los aldeanos, lous carrerens; y a los campesinos de los caseríos.
tierra y para los desplazamientos puramente utilitarios. Mien-
~~~
La oposición entre el campesino y el ciudadano se inicia en lo _,-;_

tras que el 41,4% de los coches de los aldeanos tienen menos más hondo de la comunidad aldeana.
de cinco años y están destinados al transporte de personas (con- No estará de más, antes de describir las formas más mani-
tra el 14,6% en los caseríos), el 63,4% de los coches pertene- fiestas que reviste hoy esa oposición, mostrar cómo se traduce a
cientes a los campesinos tienen más de veinte años (según datos un nivel más profundo, el de la demografía por ejemplo. Mien-
del impuesto municipal de circulación de 1956) .1
l. A propósito de una área rural dividida en doce distritos escolares
La concentración del hábitat mantiene una fuerte cohesión que tienen un nombre tradicional y que forman una comunidad consciente
social a pesar de que las técnicas tradicionales de ocio colectivo de si misma, J. M. Williams evidencia la disolución de estas unidades de ve-
hayan desaparecido: el pueblo es el campo del chismorreo; las cíndad (neighbourhoods), que tienden a fundirse en la comunidad aldeana.
noches de verano, los vecinos se reúnen, en grupos de dos o de Entre los fenómenos correlativos del cambio de estructura y de función de
esas unidades, observa la emigración de los artesanos de los distritos rurales
hacia el centro de la aldea, la concentración de las actividades <{culturales}) en
l. Véase cuadro, suprimido en esta edición, en P. Bourdieu, {(Célibat el pueblo, y la diferenciación social de la población (véase An American
et condition paysanne}), op. cit., pág. 87. Town, Nueva York, 1906).

96 97
tras la diferencia de tamaño entre la familia media del pueblo y familia, que agrupaba a varios matrimonios y a los criados; el
la del caserío era sólo de 0,94 en 1881, en 1911 era de 1,79 y número de personas que viven solas no para de crecer, sobre
todo, en la categoría de jubilados e inactivos.
de 1,13 en 1954. La diferencia decreciente entre 1911 y 1954
es imputable, por una parte, a un ligero incremento (desde El fenómeno es manifiesto cuando se considera la propor-
1945) del tamaño de la familia del pueblo y, por otra, a la ción de familias compuestas por cuatro personas y más (inclui-
dos los criados) en las diferentes épocas.
mengua regular de la familia del caserío. 1
Ligeramente superior en 1881 (1 a 1,7), la proporción de las
Tamaño medio de la familia familias grandes es, en 1954, tres veces mayor entre los propieta-
rios de tierras que entre los habitantes del pueblo. Ya en 1911 la
1881 1911 1954 familia del pueblo tomó su forma actual, pues la proporción de
Pueblo 3,56 2,52 2,71 familias de cuatro personas y más eia más de seis veces inferior a
Caserío 4,51 4,31 3,84 la proporción correspondierlte entre los propietarios de tierras
de los caseríos. Las consecuencias de esas diferencias morfológi-
En general, la familia del caserío es sensiblemente mayor cas son considerables, en especial, en lo que se refiere al matri-
que la del pueblo, ya que un número más elevado de personas monio. En efecto, además de constituir, para la joven pareja, y
muy especialmente para la flamante esposa, un fardo considera-
vive bajo el mismo techo.
ble, la gran familia ejerce un control e impone unas obligaciones
Número Población Número de que cada vez resultan menos llevaderas para las mujeres de la jo-
Años
de casas total habitantes ven generación. «Los jóvenes, sobre todo las mujeres, ya no pue-
habitadas por casa den soporrar la gran familia. Por ejemplo, en mi casa, la mujer,
Pueblo Caseríos Pueblo Caseríos Pueblo Caseríos tiene que aguantar a la abuela del marido, el padre y la madre del
4,8 4,8 marido, la hermana del marido y las tías del marido, que vienen
1881 97 418 471 2.468
322 1.656 3,5 4,2 de vez en cuando. ¡Menuda carga!» (P. C.).
1901 92 367
1911 92 293 355 1.601 3,1 4,5
83 339 259 1.408 3,1 4,1 Propietarios de Conjunto de fomilias Conjunto de fomilias
1921
94 273 258 1.096 2,7 4 tierras de los caseríos de los caseríos del e.ueblo
1954
1881 53% 47% 31 o/o
1911 46% 43% S%
La diferenciación entre pueblo y caserío data de los últimos
1954 36% 32 o/o lO%
cincuenta años. Antes, tanto en el pueblo como en el caserío,
dominaba la familia grande. Al «ciudadanizarse», el pueblo ha
Para comprender, desde otro punto de vista, la oposición
adquirido los caracteres demográficos de la ciudad: disminuye
el número de hijos, la pareja tiende a ocupar el lugar de la gran entre el pueblo y los caseríos se ha distribuido la totalidad de
los individuos censados en Lesquire en 1954 según la distancia
l. V éanse los cuadros que representan el tamaño de las familias de en relación con su lugar de nacimiento.
acuerdo con la categoría socioprofesional del cabeza de familia y la residencia Se ve que el 73,2 o/o de los hombres y el 65,9 o/o de las muje-
(pueblo o caseríos) según los censos de 1881, 1911 y 1954, suprimidos en
res del municipio han nacido en un radio inferior a cinco kiló-
esta edición, en P. Bourdieu, op. cit., págs. 119-124.

99
98
metros, es decir, en el territorio del término municipal o de los las profesiones liberales, las más de las veces oriundos del mismo
municipios colindantes. Mientras estos índices, entre los aldea- pueblo o de la región, utilizaban casi siempre el bearnés en sus
nos, son sólo del 58,5 o/o para los hombres y del 52,6 o/o para las relaciones con la población campesina. La gente hablaba francés
mujeres, resultan manifiestamente más elevados para la pobla- con dificultad, un poco como una lengua extranjera, y todo el
ción de los caseríos, esencialmente rural y sedentaria: el 73,6 o/o mundo era consciente de ello. Se experimentaba una especie de
para los hombres y el 69,6 o/o para las mujeres. En el pueblo, en pudor al hablarlo, por miedo al ridículo, al que se expone lou
cambio, los hombres y las mujeres nacidos a una distancia supe- ftanchiman, que se esfuerza en intentar hablar francés. Después
rior a treinta kilómetros representan, respectivamente, el 16,2 o/o de 1919, debido a las mezclas habidas durante la guerra, debido
y el 20,5% de su categoría, contra el 6,3 o/o y el 4,3 o/o para las a la presencia de refugiados ante los cuales no se puede hablar
categorías correspondientes de los caseríos. Por lo tanto, encon- bearnés, el empleo del francés se expande, sobre todo en el pue-
tramos en el pueblo una población mucho más mezclada que, blo. Desde 1939 es muy frecuente que los niños hablen francés
por esta misma razón, puede estar mucho más abierta al mundo en casa y que los adultos recurran al francés para dirigirse a ellos.
extenor. Por mucho que, exceptuando a algunos adolescentes y a los
forasteros que no son de la región, casi todos los habitantes del
Sexo y lugar de residencia
pueblo sepan hablar bearnés, es para ellos una cuestión de or-
Zonas Lugar de Pueblo Caseríos Conjunto gullo expresarse sólo en francés y consideran el «patois», el idio-
nacimiento ma vernáculo, una lengua inferior y vulgar; se burlan de los pa-
·--
V H Total V H Total V H Total leros toscos cuyo bearnés afrancesado produce efectos cómicos,
O a5 km' que destrozan el francés aunque no cejan en su empeño, por
- Lesquire 64 61 125 402 317 719 466 378 844 pretensión o inconsciencia (ftanchimandeya). Para el campesi-
-Otros no, por el contrario, el bearnés es el modo de expresión espon-
municipios 8 13 21 40 39 79 48 52 100 táneo, íntimamente vinculado con las preocupaciones de la
existencia cotidiana; es la lengua de la imprecación y del insul-
2 5,1 a !O km 10 11 21 24 42 66 34 53 87
10,! a 15 11 16 27 52 73 125 63 89 !52 to, de la broma y del retruécano, del dicho y del proverbio; la
3
4 15,1 a 20 3 4 7 11 11 22 !4 15 29 lengua de la vida familiar, del trabajo de la tierra y del merca-
5 20,1 a 25 3 2 5 9 2 11 12 4 !6 do. Dos campesinos serían incapaces, sin sentirse ridículos, de
6 25,1 a 30 4 5 9 4 2 16 8 17 15 departir sobre su cosecha o sobre el ganado en una lengua que
7 30 km y más 20 29 49 37 25 62 57 54 111 no fuera el bearnés. Debido a los vocablos franceses dialectali-
8 Total 123 141 264 579 511 1.090 702 652 1.354
zados que paulatinamente tienden a ocupar el lugar del antiguo
término bearnés, y también a los cada vez más numerosos prés-
Donde puede verse la manifestación más clara y significativa tamos importados del francés, sobre todo en el ámbito de las
de esta oposición es en el ámbito lingüístico. Antes de 1914 el técnicas y de las instituciones modernas, esa habla está induda-
bearnés era la lengua utilizada por el conjunto de los habitantes blemente cada vez más adulterada; no obstante, conserva su
del municipio, tanto dentro de la familia como en las relaciones gracia y su fuerza, su genio, en resumidas cuentas. El francés,
sociales. La escuela era prácticamente el único lugar donde se ha- en el polo opuesto, es la lengua de las relaciones con el mundo
blaba exclusivamente francés. Los funcionarios, los miembros de urbano y, al mismo tiempo, la lengua en la que uno se siente

lOO 101
incómodo, como cuando se pone el traje de los domingos para por ello se comprende que pueda adquirir la forma de un ho-
ir a la carrere; es como el mundo de las oficinas, donde uno se menaje.
siente inerme y vulnerable.' El funcionario suscita actitudes ambivalentes.' Por un lado,
«Muchos ahora quieren hablar francés. Del servicio militar, en tanto que encarnación concreta del Estado, es la víctima por
de la guerra, lo que han aprendido es que a los jefes hay que sustitución dd resentimiento dirigido contra los «amos de París»
hablarles en francés» (A. B.). El uso de la lengua francesa es el (lous mestes ou lous commandans de París) y contra el Estado, «el
homenaje, a menudo forzado y renuente, que el campesino tri- mayor ladrón». Se le considera «el gandul del pueblo» (lou ftnian
buta al moussu de la ciudad y a sus papeles; y, por más que a de la carrere), 2 el «rentista», el hombre de las manos blancas, que
menudo sea capaz de expresarse en un francés absolutamente siempre está a la sombra, aquel al que le cae un buen sueldo to-
correcto, valora que se opte por dirigirse a él en bearnés, mani- dos los meses, por mucho que granice o hide, y sin cansarse,
festación, en cierto de modo, de una voluntad de establecer una mientras que los campesinos trabajan duro, sin garantía de futu-
relación más directa, más familiar y más igualitaria. ro, para producir los bienes que él consume. «¡Diablos!», dicen.
Entre las últimas casas del pueblo donde se habla francés y ¡Qué vidorra se da! (que s'at bire bet:O Puede llevar camisas blan-
las primeras granjas aisladas, separadas a veces por un centenar cas. Claro, corno no suda a menudo. La pluma no produce callos
escaso de metros, donde se habla bearnés, pasa la frontera entre en las manos. ¡Vaya enchufe que han encontrado! El trabajo de
lo cabe llamar, permítanme los neologismos, la <<ciudadanidad>> un gendarme ... ¡El sudor de un peón caminero! Y el carrero ...
y la «campesinidad>~. 2 Así pues, en el epicentro mismo de su bien temprano acaba su horario [de trabajo]. Pueden jugar su
propio mundo, el campesino descubre un mundo en el que ha partida de cartas. ¡Qué sí, que eso sí que son buenos empleos,
dejado de estar en su casa. vaya chollo!» (P.L.-M.). Así pues, para los nativos de los caseríos,
Objetivamente, el pueblo sólo existe gracias a los caseríos, el hombre del pueblo es realmente el burgués,. el que ha deserra-
debido a que vive, casi exclusivamente, de actividades del sector do de la tierra y ha roto los vínculos que lo relacionaban con su
terciario; sin embargo, esta relación de dependencia permanece medio o ha renegado de ellos.
abstracta, de modo que no aflora a la conciencia. El campesino, Pero, por orra parre, el habitante del pueblo, administrador
por el contrario, experimenta concretamente su dependencia, local o funcionario, cumple la función de mediador entre el cam-
no respecto al pueblo, en tanto que colectividad, sino respec- pesino y el Estado. A título de representante de la Administración
to a determinadas personas de las que tiene una necesidad con- central, en tanto que depositario de la autoridad gubernamental,
creta. La relación de dependencia es inmediata y personal, y el funcionario es la encarnación concreta del Estado. A medida
que se incrementa la intervención del Estado en la vida diaria del
l. Los campesinos de los caseríos suelen hablar francés con un acenco campesino y, paralelamente, el poder de la Administración, los
muy marcado. La pronunciación de la r, muy fuerte, que constituye su rasgo funcionarios van siendo más respetados y considerados. ¿Acaso
más característico, se conserva entre los habitantes de la aldea que han tenido
el bearnés como lengua materna, aunque desaparece entre los jóvenes. El l. La actitud del campesino respecto al funcionario parece conformarse
acento de las muchachas de los caseríos suele ser menos marcado que el de los a un modelo más general, concretamente, el que rige las relaciones entre el
chicos. Algunos <(semiciudadanos)) del pueblo tratan de corregir su acento. campesino y la persona culta en muchas civilizaciones no industriales.
2. Existen, evidentemente, excepciones. En particular, el uso del bear- 2. El respeto que suscita la persona culta no excluye nunca la ironía,
nés se ha conservado entre los artesanos (en contacto más estrecho con el incluso cierto desprecio; aunque sea percibida, en determinados aspectos,
ámbito rural) y entre los trabajadores agrícolas. como imprescindible, nunca deja de ser considerada un parásito.

102 103
no está el campesino, las más de las veces, en la posición del solici- los caseríos está muy contenta de poder "conversar en el café"
tante? Bien porque no sabe rellenar él mismo sus documentos, (debisa au caft) con un "señor" del pueblo: alcalde, concejal,
bien porque no se aclara con las formalidades o porque tiene repa- funcionario, cartero, gendarme, etcétera; en resumidas cuentas,
ros para llamar él mismo al veterinario, el caso es que tiene que re- con todos los que ostentan una parcela de la autoridad central.
currir a los escribans de la carrl:re, es decir, más o menos, a los Aún siguen un poco "impresionados" por esa ~'élite" bien situa-
«chupatintas de la ciudad». El término peyorativo que emplea d.i en el pueblo, por todas esas personas que están "bien coloca-
para nombrarlos basta para mostrar que nunca reconoce plena- das". No hay que olvidar que hace cincuenta años un gendarme
mente su superioridad. Sin embargo, no se le ocurriría ir a cobrar exigía una dote de 3.000 francos y podía aspirar a casarse con
su pensión, a rellenar un formulario en el ayuntamiento o a la cualquier segundona de una familia importante.! Y desde en-
consú!ta del médico sin llevar una docena de huevos o un litro de tonces la cosa ha ido a más. Cada muchacho era "sopesado" y
vino. Lo que representa, sin duda, una manera de reconocer un "clasificado". Cuando obtenía un empleo, era todo un aconteci-
servicio prestado, pero también una forma de rendir homenaje. miento. Se convenía en un "señor". Por todo ello los campesi-
«¡No basta con leer todo ese papelamen! No se entiende nos siguen estableciendo una respetuosa reserva en sus relacio-
nada o se entiende todo al revés!» (P.L.-M.). Para el campesino nes con lou carreren. Se sienten felices de invitarlo en el café. El
la relación entre el individuo y la Administración no puede es- "ciudadano" es quien lleva la voz cantante; comenta y discute
tablecerse, como en la sociedad urbana, a través de unos inter- las noticias con desparpajo y seguridad. Lous .branes (los habi-
mediarios impersonales e intercambiables, gendarme o funcio- tantes de la landa [brane], los paletos) del rincón más alejado del
nario, depositarios anónimos de una autoridad anónima y sin barrio de Laring o de Lembeye se guardarán muy mucho de in-
rostro que se manifiesta a través de ellos y permanece irreducti- terrumpir, pero no pierden una sílaba, para poder contarlo todo
ble a esta manifestación, pues el Estado no es más que un hori- y divertir a la familia, una vez en casa. ¿Dónde se entera uno de
zonte siempre inalcanzable de una serie indefinida de términos los "secretos de Estado" si no es en el pueblo? De vuelta al ho-
medios. El campesino sustituye el desconcertante contacto con gar, analizan sus relaciones con los carrerens. Suelen valorarlos
la impersonalidad masiva de la Administración por una rela- con claridad y buen criterio, sobre todo después de haber paga-
ción de persona a persona, con tanta más disposición a fiarse y do ellos la cuenta en el café>> (A. B.).
a ponerse entre sus manos cuanto más inerme está, identifica la N o es extraño, en esas condiciones, que los «ciudadanos»
función con el funcionario y sólo reconoce a la Administración siempre hayan monopolizado el poder político. Los sucesivos
a través de quienes la representan. La estafeta de correos es el alcaldes y diputados a las asambleas departamentales son siem-
cartero, y si éste está de vacaciones no queda más remedio que pre maestros, médicos, secretarios de ayuntamiento o hacen-
volverse para casa sin haber realizado la gestión que lo había lle- dados del pueblo, mientras que los campesinos no pasan de te-
vado a ella. 1 nientes de alcalde o de concejales. Y eso que, al ser una amplia
Pero sería un error atribuir exclusivamente al interés la reve-
rencia que el campesino siente hacia el «burgués». «La gente de
l. «En mi época, para casarse con un gendarme, había que tener una
l. Hoy día los campesinos tratan de dar a sus hijos la instrucción míni- buena dote: 3.000 francos. En G. había una chica que se casó con uno. La
ma imprescindible para la vida moderna. «Todo campesino avispado quiere familia pasó muchas dificultades. Estuvo largo tiempo endeudada. Se exigía
tener un hijo inteligente para hacer que estudie ... ¡Es necesario poder com- esa dote porque la mujer de un gendarme no tenía que trabajar, no tenía que
prender las cosas!» O. L.). tener relaciones con el público), 0.-P. A.).

104 105
mayoría, los campesinos de los caseríos habrían podido elegir a pesinos que algunos de esos «notables>}, funcionarios o miem-
uno de los suyos.' Lo que pasa es que el campesino suele ser bros de las profesiones liberales, que adoptan complacidos una
tan critico y ambivalente consigo mismo como lo es con el actitud paternalista o protecrora respecto a los salvajes de los
«ciudadano» o el funcionario. El orgullo de si mismo, unido campos y de los bosques, entre los cuales se sienten exiliados y
al desprecio por el «ciudadano)>, coexiste en él, si no con la ver- cuyos intereses y preocupaciones no comparten; puesto que
güenza de sí, al menos con una conciencia aguda de sus defi- forman una pequeña sociedad cerrada, pretenden presentarse
ciencias y límites. Por mucho que el «ciudadano» se convierta como una aristocracia intelectual, por oposición a los paletos y
en el blanco de su ironía siempre que puede, es decir cuando «destripaterrones» que los rodean. También, las más de las ve-
está en grupo o entre campesinos, se siente incómodo, torpe y ces, en las capas más bajas de la sociedad «ciudadana>>, las más
respetuoso cuando tiene que tratar con él de tú a tú. ¿No resul- cercanas a los campesinos por su cultura, su lenguaje y su men-
ta significativo que los -mejores chistes, los más graciosos, traten talidad, es donde suelen esmerarse más en distinguirse del pay-
de lo torpe y de lo ridículo que es un campesino y, muy espe- sanlls, el campesinote ridículo. En la mayoría se percibe, más o
cialmente, cuando se encuentra entre «ciudadanos»? Así pues, menos explícito, el sentimiento de estar en posesión de «dere-
cuando se trata de dirigir los intereses municipales y, a mayor chos de burguesía>>, de pertenecer a un mundo más civilizado,
abundamiento, de establecer relaciones con las autoridades de más educado y más culto.
la ciudad, al campesino ni se le pasa por la cabeza delegar en un Sin duda, el campesino da pie a menudo a la ironía o a la
campesino. Porque está al tanto de las reglas administrativas y caricatura. Desde tiempos inmemoriales, por ejemplo, debido
de las sutilezas de la vida política nacional, porque forma parte, al desfase en el atuendo, ha sido objero de burla. Mientras que
por su función, del mundo de las oficinas y de las administra- lous moussits de la carrere ya vestían chaqueta en 1885, los cam-
ciones, porque dispone de tiempo para ello y, sobre todo, por- pesinos seguían llevando sus blusones de lino, tejidos, cosidos y
que «sabe hablar>>, el aldeano del pueblo, y, en especial; el fun- bordados en casa. Cuando el uso de la chaqueta ya estaba gene-
cionario, le parece al campesino predestinado para asumir el ralizado, hacia 1895, los hombres casados salían «con la cha-
papel de mediador entre él y la ciudad. queta de la boda>> (dap la beste d'espousat), si todavía estaba en
Por su parte, sobre todo cuando tiene un barniz de instruc- buen estado, mientras los solteros aún llevaban el blusón.
ción y ha adquirido el aspecto de un hombre de la ciudad, el «jVaya, qué facha tenían! jLlevaban unas boinas enormes! Para
aldeano se muestra a veces despectivo con los oriundos de los que parecieran más grandes y se aguantaran tiesas, les ponían
caseríos. No cabe establecer mayor distanciamiento de los cam- un armazón de mimbre. Había que verlos pasar, un día de tor-
menta, cuando el viento les hinchaba y les levantaba el blusón,
l. También puede conjeturarse que, debido a sus rivalidades, los cam- poniendo al descubierto su faja roja. A veces la boina salia vo-
pesinos, en definitiva, prefieren designar a un carrben antes que distinguir a lando y rodaba como un aro, y ellos, torpemente, trataban de
uno de los suyos. ({Claro que no son más amables entre sí [que respecto a un recuperarla>> (P. L.-M., 88 años, habitante del pueblo). Todavía
"ciudadano"]. De un campo a otro se vigilan y se espían: "Jean, hay que pre- hoy, y eso que se visten lo mejor que pueden para no llamar la
parar el arado, fulano ha empezado a arar o a podar la vid." Hay quienes tie-
atención, se reconoce a los campesinos endomingados por sus
nen fama de ser siempre los primeros a la hora de iniciar los diversos ciclos
de las labores agrícolas. Otros, siempre a la zaga. Los hay que son el eterno
trajes mal cortados, comprados a precio de saldo en una tienda
objeto de todos los sarcasmos. Asimismo, hay familias que tienen fama de de confección. Con la enorme boina en la cabeza, los calcetines
poco hospitalarias. ¡Nadie escatima las críticas hacia ellash) (A. B.). gruesos y chillones asomando por debajo del pantalón mal

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planchado y demasiado corto, los zapatos pasados de moda, 1 rentistas, 1 esta ciudad de mentirijillas es incapaz de asumir el
esconden las manos en los bolsillos de la chaqueta, completa- papel de foco de incitación económica, y ello, muy especial-
mente arrugada en la espalda. Acostumbrados a caminar con mente, en el ámbito agrícola. La historia de los últimos años es
toscos zuecos por terreno difícil y desigual y cargando con pesa- una buena prueba de ello. Las capas media y baja del campesi-
dos fardos, tienen una caminar lento y patoso: branasses (o bra- nado de los ·caseríos son las que han producido la nueva élite
nes), moradores de la landa, aubiscous (nombre de una gramí- rural, mientras que los notables del pueblo conservaban los po-
nea), bouscasses (hombre del bosque, boscq), escanoulhes (especie deres tradicionales. Hogar del Campesino, CUMA (Cooperati-
de cebolla), laparous o lagas (garrapata), son ejemplos de motes va de Utilización de Maquinaria Agrícola, creada en 1956),
peyorativos aplicados al paysanas de Soubole, al «campesinote de Centro de Estudios Técnicos y Agrícolas (fundado en 1960):
Saoubole>>, 2 palurdo, torpe, sucio, malcarado y mal vestido. todas estas instituciones nuevas son fruto de la iniciativa de jó-
Esa superioridad que el aldeano se arroga, el campesino venes agricultores; son ajenas tanto a la antigua aristocracia
nunca se la reconoce plenamente. El aldeano no es un ciuda- campesina, a los campesinos importantes, como a los notables
dano, pero pretende serlo. Y eso lo sabe hasta el más palurdo, de la aldea, más preocupados por garantizarse la dirección de
como también sabe que el aldeano del pueblo del que él es los asuntos locales mediante medidas más o menos demagógi-
campesino también tiene su ciudadano. A los aires de ciuda- cas que por trabajar en pos de una renovación en profundidad
dano nuevo rico que el «aldeano aburguesado» adopta a menu- de la economía rural. 1 Debido a que monopoliza las funciones
do para con él, el campesino sabe responder con silenciosa iro- urbanas, a que concentra los comercios, las posadas, las admi-
nía o aludiendo a su origen común: «¡Sabemos de dónde sale!» nistraciones, el pueblo está suficientemente «urbanizado» para
O bien: <Óu padre llevaba zuecos ... » que los caseríos puedan parecer, a ojos propios y ajenos, por
El campesino sólo se percibe como campesino en presencia contraste, campesinos. Pero está lejos de estarlo lo suficiente
del «ciudadano»; pero el ciudadano, por su parte, sólo existe para arrastrarlos, ni por sus iniciativas, ni por su ejemplo.
como tal por oposición al campesino. De una forma más gene-
ral, la aldea sólo es ciudadana por oposición a sus caseríos
campesinos. Por la mentalidad y el estilo de vida de sus habi-
tantes, el pueblo podría parecer una ciudad si no fuera porque
no cumple las funciones más importantes de ésta. Como ha
perdido la casi totalidad de sus grandes hacendados, sólo cuen-
ta con notables «terciarios)>, que pueden aportar ejemplos de
innovación en el ámbito del consumo, pero no de la produc- l. En 1958, 28 de los 95 cabezas de familia que había en el pueblo vi-
ción. Residencia de funcionarios y de miembros de las profe- vían de una jubilación civil (administración de correos, enseñanza) o militar
siones liberales, de artesanos y comerciantes, de jubilados y de (policía, ejército) contra sólo dos en los caseríos.
2. La CUMA cuenta en 1958 con veinticinco miembros. Todos son ex
l. En el campo los zapatos apenas se desgastan, porque sólo se usan miembros del Círculo de Jóvenes, una organización católica. Se trata de pe-
una vez por semana, para ir al pueblo. Muchos campesinos llevan zuecos y queños y medianos propietarios; los grandes propietarios tienen medios para
no se ponen los zapatos hasta llegar al pueblo. adquirir un tractor y disponen de superficies cultivables suficientes. Según
2. Nombre de lugar imaginario cuya pesadez evoca un país silvestre y diferentes informadores, se necesitan de 15 a 20 hectáreas arables, es decir,
retrasado. una finca de 30 a 40 hectáreas, para que el tractor sea rentable.

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4. EL CAMPESINO Y SU CUERPO esta competición; y, con mayor exactitud, por qué se muestra
tan poco adaptado, tan desconcertado, en las ocasiones institu-
cionalizadas de encuentro entre los sexos.
Dada la separación marcada y clara que media entre la so-
Platón, en sus Leyes, considera que no hay plaga ciedad masculina y la sociedad femenina, y dadas la desapari-
en el mundo más perjudicial para su ciudad que la ción de los intermediarios y el relajamiento de los vínculos so-
de permitir que la juventud se tome la libertad de ciales tradicionales, los bailes que se celebran periódicamente
cambiar en el vestir, en los modales, en los bailes, en el pueblo o en las aldeas vecinas se han convertido en la úni-
en los ejercicios y canciones de una forma a otra. ca ocasión de encuentro aprobada socialmente. Por ende, re-
MONTAIGNE, Ensayos, I, XLIII presentan una ocasión privilegiada para poder aprehender la
raíz de las tensiones y de los conflictos.
El baile de Navidad se celebra en la trastienda de un· café.
Por mucho que los datos de la estadística y de la observa- En el centro de la pista, una docena de parejas baila con mucha
ción permitan establecer una estrecha correlación entre la voca- soltura los bailes de moda. Son, ante todo, <<estudiantes» (lous
ción por el celibato y la residencia en los caseríos, por mucho estudians), es decir, los alumnos de los institutos o de los cole-
que la perspectiva histórica autorice la interpretación de la rees- gios privados de las ciudades próximas, en su mayoría oriundos
tructuración del sistema de los intercambios matrimoniales so- del pueblo. También hay algunos paracaidistas, muy seguros de
bre la base de la oposición entre el pueblo y los caseríos como sí mismos, y unos pocos ciudadanos, obreros o empleados; un
una manifestación de la transformación global de la sociedad, par o tres de ellos llevan sombrero tirolés, pantalón vaquero y
aún queda por determinar si se trata de un aspecto de esa opo- cazadora de cuero de color negro. Entre las chicas que bailan
sición que esté en una correlación más estrecha con la vocación hay varias procedentes de los caseríos más remotos y alejados,
al celibato; a través de qué mediaciones el hecho de residir en el vestidas y peinadas con elegancia, incluso con originalidad al-
pueblo o en los caseríos, y las características económicas, socia- gunas, y también hay nativas de Lesquire que trabajan en Pau o
les y psicológicas inherentes a ello, pueden actuar sobre el me- en París, modistas, criadas o dependientas. Todas tienen aspec-
canismo de los intercambios matrimoniales; por qué la influen- to de ciudadanas. Algunas muchachas, varias chiquillas de diez
cia de la residencia no se ejerce de la misma manera sobre los a doce años, bailan entre sí, mientras los chicos se persiguen y
hombres y sobre las mujeres; si existen diferencias significativas se dan empujones entre las parejas que bailan.
entre la gente de los caseríos que se casa y la que está condena- De pie, al borde de la pista, formando una masa oscura, un
da al celibato; en resumen, si el hecho de haber nacido en el grupo de espectadores, de más edad, observa en silencio. Como
pueblo o en un caserío constituye una {(condición forzosa» o impulsados por la tentación de participar en el baile, de vez en
{<condición aceptada tácitamente» del celibato. cuando avanzan, con lo que reducen cada vez más el espacio
Mientras que en la sociedad de antaño el matrimonio era, adjudicado a las parejas que bailan. Son los solteros. Están to-
ante todo, un asunto de la familia, ahora la búsqueda de la pa- dos, no falta ninguno. Los varones de su misma edad que ya es-
reja es algo que, como es sabido, pertenece a la iniciativa del in- tán casados no van al baile. Sólo acuden cuando se celebra la
teresado. Lo que se trata de comprender mejor es por qué el fiesta mayor del pueblo, la de la asociación de agricultores y ga-
campesino de los caseríos está intrínsecamente desfavorecido en naderos. Ese día no falta nadie, todos están en el Paseo y todo

llO 111
el mundo baila, hasta los «viejos». Pero los solteros no bailan podrían ser mis hijas ... Voy a comer un bocado y luego volveré.
nunca y ese día no es una excepción. Durante las noches de Y además soy demasiado viejo para bailar. Un buen vals, eso sí
fiesta mayor llaman menos la atención, porque todos los hom- que lo bailaría, pero no tocan valses. Y los jóvenes tampoco sa-
bres y todas las mujeres del pueblo hacen acto de presencia, ben bailar el vals.» «¿Y tú crees que esta noche habrá chicas de
ellos para charlar con los amigos y ellas para espiar, chismorrear más edad?» «Sí; bueno, veremos.» «Y tú, ¿por qué no bailas tú?
y hacer mil conjeturas sobre las bodas posibles. Pero en los bai- Mira yo, te lo prometo, si tuviera mujer, bailaría.» Dice el habi-
les menores, como el de Navidad o el de Año Nuevo, a los sol- tante del pueblo: «Sí, y si bailaran, tendrían mujer. No tienen
teros no se les ha perdido nada. Son bailes a los que se va para remedio.}} Otro: «¡Bueno, mira, por nosotros no te preocupes,
bailar y ellos no bailarán, y lo saben. Son bailes para los jóve- que no lo pasamos mal!>> Cuando acaba el baile, dos solteros se
nes, es decir los que no están casados, y aunque ellos ya han su- van lentamente. Un coche arranca; se detienen. ¿Ves? Miran el
perado la edad núbil, son, y lo saben «incasables». A ratos, coche igual como miraban a las chicas hace un rato. Y no tie-
como para ocultar su embarazo, alborotan un poco. Una baile nen ninguna prisa, de verdad ... Van a estar vagando, demorán-
nuevo, una «marcha»: una muchacha se dirige al rincón de los dose todo lo que puedan.>>
solteros y trata de arrastrar a uno de ellos hacia la pista. Éste se Este modesto baile campestre es, pues, el escenario de un ver-
resiste, avergonzado y encantado a la vez. Da unos pasos por la dadero choque de civilizaciones. A través de él irrumpe en la vida
pista, acentuando deliberadamente su torpeza, un poco como campesina todo el mundo de la ciudad, con sus modelos cultura-
hacen los viejos cuando bailan el día de la fiesta mayor, y mira les, su música, sus bailes, sus técnicas corporales. Los modelos tra-
riendo a sus amigotes. En cuanto el baile acaba, vuelve a sentar- dicionales de los comportamientos festivos se han perdido, o bien
se y ya no bailará más. «Ése» me dicen, «es el hijo de An. [un han sido sustituidos por modelos urbanos. En este ámbito, como
importante hacendado]; la chica que lo ha ido a buscar es una en los demás, la iniciativa pertenece a la gente que vive en el pue-
vecina. Lo ha sacado a bailar para complacerlo.» Las cosas vuel- blo. El lugar de los bailes de antaño, que llevaban el marchamo
ven a su cauce. Allí seguirán, hasta medianoche, sin hablar ape- campesino en el nombre (la crabe [la cabra], lou branlou, lou
nas, inmersos en el estruendo y la luminosidad del baile, con- mounchicou, etcétera), en sus ritmos, en su música y en su letra lo
templando a las chicas inaccesibles. Luego irán a la sala de la ocupan ahora los bailes importados de la ciudad. Y hay que reco-
posada y beberán sentados frente a frente. Algunos se desgañi- nocer que las técnicas corporales constituyen auténticos sistemas,
tarán cantando viejas canciones bearnesas, prolongando hasta solidarios de todo un contexto cultural. No es éste el lugar para -
quedarse sin voz unos acordes disonantes, mientras al lado la analizar los hábitos motrices propios del campesino bearnés, ese
orquesta toca rwists y chachachás. Y luego, en grupitos reduci- habitus que deja al descubierto al paysanas, al campesino pesado te
dos, emprenderán lentamente el camino de regreso hacia sus y torpón. La observación popular ha sabido captar a la perfección
granjas aisladas. esa hexis en la que se basan los estereotipos. «Los campesinos de
En la sala del café tres solteros, sentados a una mesa, beben · antaño», explicaba un anciano residente en el pueblo, «solían ca-
mientras charlan. «¿No bailáis?» «No, eso, para nosotros, perte- minar con las piern·as enarcadas, como si fueran patizambos, y
nece al pasado ... » Mi compañero, un habitante del pueblo, me con los brazos arqueados>> (P. L.-M.). Para explicar esa actitud
dice disimuladamente: <<¡Menudo embustero! ¡No ha bailado aludían a la postura del segador. La observación crítica del ciuda-
en su vida!» Otro: «Yo espero a que den las doce. Eché un vis- dano, hábil a la hora de percibir el habitus del campesino como
tazo hace un rato, sólo hay jóvenes. N o es para mí. Esas jóvenes una verdadera unidad sintética, privilegia la lentitud y la pesadez

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del gesto al andar; el hombre de la brane es, para el habitante del los bailes modernos lo son de la civilización urbana; al exigir la
pueblo, aquel que, aun cuando pise el firme alquitranado de la ca- adopción de nuevos usos corporales, reclaman un auténtico cam-
rrere, sigue caminando por un terreno desigual, dificultoso y em- bio de «naturaleza», pues los habitus corporales son lo que se per-
barrado, aquel que arrastra sus pesados zuecos o sus recias botas cibe como más natural, sobre lo que la acción consciente no tiene
aun cuando lleva puestos sus zapatos de los domingos, aquel que asidero. Piénsese en bailes como el charlestón o el chachachá, en
siempre camina a grandes y lentas zancadas, igual que cuando los que los dos miembros de la pareja se sitúan frente a frente y
avanza con la aguijada apoyada en el hombro y se gira de vez en van dando saltitos y pasitos cortos, sin cogerse nunca.! ¿Hay algo
cuando para llamar a los bueyes que le siguen. Indudablemente, más ajeno al campesino? ¿Y en qué ocupar esas manazas siempre
no se trata de una descripción antropológica 1 de verdad; pero, por abiertas, con los dedos bien separados? Además, la mera observa-
un ládo, la etnografía espontánea del ciudadano aprehende las ción y las declaraciones dan fe de ello, al campesino le cuesta
técnicas del cuerpo como un elemento de un sistema y postula adoptar los ritmos del baile moderno. «Ba. ha bailado unos cuan-
implícitamente la existencia de una correlación, al nivel del signi- tos pasodobles y unas javas; solía cogerle una buena delantera a la
ficado, entre la pesadez en el andar, la confección barata de la ropa orquesta. Para él, nada de compases del dos por cuatro ni del tres
o la torpeza de la expresión; y, por otro lado, indica que es, sin por cuatro. Al ataque, y ya está a pisar los pies, o lo que fuera, lo
duda, en el nivel de los ritmos donde podríamos encontrar el importante era la velocidad. No tardó en verse relegado al papel
principio unificador (confusamente intuido) del sistema de las ac- de mero espectador. Nunca ha ocultado su contrariedad por no
titudes corporales características del campesino. Si recordamos la haber aprendido a bailar mínimamente bien» (P. C.). El66o/o de
anécdota de Mauss sobre las desventuras de un regimiento britá- los solteros no sabe bailar (contra el20o/o de los casados); pero por
nico al que se le asignó una banda militar francesa, es manifiesto lo menos un tercio de ellos suele acudir al baile.
que el campesino empaysanit, es decir, «acampesinado)}, no está en Además, los modales y la indumentaria son algo que los de- ·
su elemento cuando va al baile. 2 En efecto, de igual modo que los más, y en particular las mujeres, perciben inmediatamente
bailes de antaño eran solidarios de roda la civilización campesina,3 como símbolo de la condición económica y social. En efecto, la
hexis corporal es, ante todo, signum social. 2 Esto resulta especial-
l. Véase J.-L. Pelosse, «Contriburion a l'étude des usages tradition- mente cierto, tal vez, para el campesino. Lo que se llama «aspec-
nels)>, Revue internationale d'ethnopsychofogie norma/e et pathologique, Édi- to campesino>> es, sin duda, el residuo irreductible del que los
tions internationales, Tánger, vol. l, n. 0 2. más abiertos al mundo moderno, los más dinámicos y los más
2. Mauss, Sociologie et Anthropo!ogie, pág. 366.
3. El deporte nos brinda una espléndida ocasión para comprobar una vez l. Cure Sachs (Weltgeschíchte des Tanzes, Berlín, 1933, citado por
más estos análisis. En el equipo de rugby, deporte ciudadano, figuran casi ex- Mauss, Sociologie etAnthropologie, pág. 380) opone las sociedades marrilinea-
clusivamente «ciudadanos» del pueblo. De nuevo, como en el baile, los {<estu- les en las que se baila más bien sin moverse de sirio, contoneándose, a las so-
diantesn y los carrerens están preparados, gracias a su aprendizaje cultural, para ciedades patrilineales en las que, al parecer, la fuente del placer se situaría en
mostrarse diestros en un juego que exige habilidad, astucia y elegancia tanto el desplazamiento. Tal vez quepa aventurar la sugerencia de que la renuencia
como fuerza. Como han presenciado partidos de rugby desde la infancia, po- que manifiestan muchos jóvenes campesinos a bailar podría explícarse por la
seen, antes incluso de empezar a jugar, el sentido del juego. Los juegos que se reticencia ante esa especie de «feminización}> de una imagen profundamente
practicaban antiguamente los días de fiesta (lou die de Nouste-Dame, el 15 de arraigada de sí mismos y del propio cuerpo.
agosto, fiesta patronal del pueblo), lous sauts (los saltos de longitud), loujete- 2. Por este motivo, antes que esbozar un análisis metódico de las técni-
barres (tirar a la barra), las carreras, los bolos, exigían, ante todo, cualidades cas corporales, nos ha parecido preferible exponer la imagen que de él se forma
atléticas y permitían a los campesinos hacer gala de su fuerza. el ciudadano y que el campesino tiende a interiorízar, de mejor o peor grado.

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innovadores en su actividad profesional, no consiguen despren- bo. Porque lo concibe como cuerpo de campesino tiene una per-
derse.' cepción negativa. Porque lo concibe como «acarnpesinado» tiene
Pero, en las relaciones entre los sexos, es la hexis corporal lo conciencia de ser un campesino «acampesinado>). No es exagera-
que constituye el objeto primero de la percepción, a la vez en sí do afirmar que la toma de conciencia de su cuerpo es para él la
misma y a título de signum social. Si es un poco torpe, y va mal ocasión privilegiada de la toma de conciencia de su condición
afeitado y mal vestido, el campesino es percibido de inmediato campesina.
como el hucou (el búho), poco sociable y hosco, «malcarado Esta conciencia negativa de cuerpo, que le impulsa a desoli-
(escu), patoso (desestruc), gruñón (arrebouhiec), a veces grosero darizarse de él (a diferencia del ciudadano), que le inclina a una
(a cops groussé), poco amable con las mujeres (chic amistous dap actitud introvertida, fundamento de la timidez y de la torpeza, le
las hénnes)» (P. L.-M.). Se dice de él que n'ry pas de here, es de- prohíbe el baile, así como las actitudes sencillas y naturales en
cir, literalmente, que «no es de feria>> (para ir a la feria la gente presencia de las chicas. En efecto, incómodo con su cuerpo, se
solía vestirse con sus mejores galas), que no es presentable. Así muestra tímido y torpe en rodas las situaciones que requieren sa-
pues, particularmente atentas y sensibles, debido a su forma- lir del propio ser u ofrecer el propio cuerpo como espectáculo.
ción cultural, a los gestos y a las actitudes, a la vestimenta y a Ofrecer el cuerpo como espectáculo, en el baile, por ejemplo,
los modales en general, propensas a sacar conclusiones de la presupone que uno acepta exteriorizarse y que tiene una con-
apariencia física acerca de la personalidad profunda, las muje- ciencia satisfecha de la propia imagen que se entrega a los demás.
res, más abiertas a los ideales ciudadanos, juzgan a los hombres El temor al ridículo y la timidez, por el contrario, están relacio-
en función de unos criterios ajenos: calibrados con ese patrón, nados con una conciencia aguda del propio ser y del propio
carecen de valor. cuerpo, con una conciencia fascinada por su corporeidad. Así
Al verse en semejante situación, al campesino no le queda pues, la renuencia a bailar no es más que una manifestación de
más remedio que interiorizar la imagen de sí mismo que se for- esa conciencia aguda de la campesinidad que se expresa asimis-
man los demás, por mucho que se trate de un estereotipo. Acaba mo, como hemos visto, mediante la burla y la ironía acerca de sí
percibiendo su cuerpo como cuerpo marcado por la impronta mismo; particularmente, en los chistes, cuyo desdichado prota-
social, como cuerpo empaysanit, acampesinado, que lleva el cuño gonista es siempre el campesino enfrentado al mundo ciudadano.
de las actitudes y de las actividades asociadas a la vida campesina. Así, la condición económica y social influye sobre la voca-
Por ende, se siente incómodo con él y lo percibe como un estor- ción al matrimonio, principalmente, a través de la mediación de
la conciencia que los hombres adquieren de esa situación. En
l. Toda una categoría de solteros responde a esa descripción. «Ba. es
efecto, el campesino que toma conciencia de sí mismo tiene mu-
un chico inteligente, de aspecto muy agradable, que ha sabido modernizar su
granja y que tiene una hermosa finca. Pero nunca ha sabido bailar mínima- chas posibilidades de concebirse como campesino en el sentido
mente bien (véase el texto citado en la pág. anterior). Siempre se ha quedado peyorativo. V alga como prueba de ello el hecho de que quienes
mirando a los demás, como la otra noche, hasta las dos de la madrugada. Es descuellan entre los solteros son o bien los campesinos más «acam-
el caso típico del chico que no ha tenido oportunidades de acercarse a las pesinados)), o bien los campesinos más conscientes y mayor con-
chicas. Nada, ni su inteligencia, ni su situación, ni su físico, habría debido ciencia de lo que pervive en ellos de campesino. 1
significar un impedimento a la hora de encontrar mujer>} (P. C.). <{Co. baila-
ba correctamente, pero sin llegar a poder pretender nunca, a causa de su cla-
se, sacar a bailar a chicas que fueran algo más que "campesinas"» (P. C.). l. Muchos hombres que residen en el pueblo son, objetivamente, tan pale-
Véase también el texto citado en la pág. 118, referente al caso de Pi. tos como algunos campesinos de los caseríos, pero no tienen conciencia de serlo

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Es natural que el hecho de conocer a una chica lleve el ma- un tango ... Nada mejor que la falta de relaciones y de contactos
lestar al paroxismo. Es, en primer lugar, para el campesino la con personas del sexo opuesto para acomplejar al más pintado.
ocasión de sentir, con más fuerza que nunca, la zozobra que Y la cosa se pone mucho más seria si el individuo es algo tími-
le produce su cuerpo. Además, debido a la separación entre los do por naturaleza; se puede vencer la timidez cuando se está en
sexos, la chica es todo un misterio. «Pi. participó en tres excur- contacto permanente con mujeres, pero también puede agra-
siones organizadas por el cura. Poca playa, por los bañadores varse en el caso contrario. El miedo al ridículo, que es una for-
provocativos. Excursiones mixtas con chicas del mismo movi- ma de orgullo, también puede frenar. La timidez, a veces un
miento, la Juventud Agraria Católica. Esas salidas, harto infre- poco de falso orgullo, el hecho de proceder de un caserío perdi-
cuentes, una o dos al año, se hacen antes del servicio militar. do en las colinas, todo eso levanta una barrera entre una chica y
Las chicas permanecen en círculos cerrados durante esas salidas. un chico lleno de cualidades» (P. C.).
Por mucho que canten juntos, y se produzca algún tímido es- Las normas culturales que regulan la expresión de los senti-
carceo, uno tiene la sensación de que allí nada puede nacer en- mientos contribuyen a dificultar el diálogo. Por ejemplo, el
tre los participantes de uno y otro sexo. El compañerismo entre afecto entre los padres y los hijos se expresa mucho más con ac-
chicos y chicas no existe en el campo. Para poder tener una re- titudes y gestos concretos que con palabras. «Antaño, cuando
lación de compañerismo con una chica hay que saber qué es el aún se cosechaba manualmente con la hoz, los segadores avan-
compañerismo y saberla comprender. Para la mayoría de chicos zaban en una hilera. Mi padre, que trabajaba a mi lado, si me
una chica es una chica, con todo lo que las chicas tienen de veía cansado, cortaba en mi hilera, sin decir nada, para que pu-
misterio, con esa gran diferencia que hay entre ambos sexos, y diera tomarme un respiro» (A. B.). No hace mucho, el padre y
un foso muy difícil de franquear. Una de los mejores medios el hijo se sentían incómodos si coincidían en el café, sin duda,
para codearse con mujeres [el único que existe en el campo] es porque podía suceder que alguien contara en su presencia chis-
el baile. Tras unos tímidos intentos y un aprendizaje que no tes verdes o tuviera unas palabras subidas de tono, lo que ha-
llegó más allá de la java, Pi. no insistió. Se saca a bailar a una bría provocado, en ambos, un malestar insoportable. El mismo
vecina que no se atreve a decir que no; por lo menos un baile. pudor domina las relaciones entre los hermanos y las hermanas.
Bailar una o dos veces por baile, es decir cada quince días o Todo lo que pertenece al ámbito de la intimidad, de la «natura-
cada mes, es poco, muy poco. En cualquier caso, demasiado leza», está proscrito en las conversaciones. Aunque le gusta par-
poco para poder andar recorriendo los bailes fuera del pueblo ticipar, como protagonista o corno mero oyente, en las conver-
con alguna posibilidad de éxito. Así se convierte uno en un es- saciones salaces, el campesino es de una discreción toral en lo
pectador de los que miran cómo bailan los demás. Que los que se refiere a su propia vida sexual y, sobre todo, afectiva.
mira hasta las dos de la madrugada y que luego se vuelve a casa En general, los sentimientos no constituyen un tema del
pensando que los que bailan se lo pasan la mar de bien; así se que esté bien visto hablar. La torpeza verbal, que se suma a la
va ahondando el foso. Si uno tiene ganas de casarse, la cosa se torpeza corporal, es fuente de malestar, tanto para los chicos
pone seria; ¿cómo acercarte a una chica que te gusta? ¿Cómo como para las chicas; sobre todo, cuando éstas han aprendido,
pillar la ocasión al vuelo, sobre todo cuando no eres un "lanza- en las revistas femeninas y en las novelas sentimentales, el len-
do"? Pues sólo queda el baile. Fuera del baile no hay salva- guaje estereotipado de la sentimentalidad urbana. «Para bailar,
ción ... ¿Cómo empezar a charlar y llevar la conversación hacia no basta con saber marcar el paso, con poner un pie delante del
un tema que le hace sentirse violento? Mil veces mejor bailando otro. Y eso, para algunos, ya no resulta tan fácil. También hay

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que saber conversar un poco con las chicas, después de haber chicos rechazan porque está mal visto socialmente. En una socie-
bailado y durante el baile. Hay que saber hablar de algo más, dad dominada por los valores masculinos todo contribuye, por el
mientras se está bailando, que de labores agrícolas y del tiempo contrario, a favorecer la actitud hosca y burda, tosca y batallado-
que hace. Y no hay muchos que sean capaces de ello, (R. L.). ra. Un hombre demasiado pendiente de su indumentaria, de su
Que las mujeres sean mucho más capaces y más rápidas aspecto, sería considerado excesivamente «enmonsíeur6>, «señori-
que los hombres a la hora de adoptar los modelos culturales ur- to», o, lo que es lo mismo, afeminado. En consecuencia, mientras
banos, tanto corporales como indumentarios, se debe a diferen- los hombres, debido a las normas dominantes en su primera edu-
tes razones convergentes. En primer lugar, están mucho más cación, padecen una especie de ceguera cultural (en el sentido en
motivadas que los hombres, porque la ciudad representa para el que los lingüistas hablan de «Sordera cultural») 1 en lo tocante al
ellas la esperanza de la emancipación. Consecuentemente, las «aspecto» en su conjunto, desde la hexis corporal hasta la cosméti-
mujeres ofrecen un ejemplo privitegiado de esta «imitación ca, las mujeres están mucho mejor preparadas para percibir e in-
prestigiosa» de la que hablaba Mauss.' El atractivo y el influjo tegrar en su comportamiento los modelos ciudadanos, tanto en
que ejercen los nuevos productos o las técnicas nuevas de con- lo tocante al vestir como a las técnicas del cuerpo.2 La campesina
fortabilidad hogareña, los modelos de urbanidad y cortesía o las habla bien la lengua de la moda de la ciudad porque la entiende
diversiones y entretenimientos ciudadanos resultan en gran me- bien y la entiende bien porque la «estructura» de su lengua cultu-
dida de que se reconoce en ellos el distintivo de la civilización ral la predispone para ello. Lo que los campesinos y las campesi-
urbana, identificada, con razón o sin ella, con la civilización a nas perciben, tanto en el ciudadano y en el mundo ciudadano
secas. La moda viene de París, de la ciudad, el modelo se impo- como en los demás campesinos, depende, pues, de su sistema cul-
ne desde arriba. Las mujeres aspiran con fervor a la vida ciuda- tural respectivo. En consecuencia, mientras que las mujeres
dana, y esta aspiración no es disparatada, porque, según la lógi- adoptan primero los signos externos de la vida urbana, los hom-
ca misma de los intercambios matrimoniales, ellas se mueven bres asumen modelos culturales más profundos, en particular en
de abajo arriba. Por lo tanto, y en primer lugar, es del matri- los ámbitos técnico y económico. Y es comprensible que así sea.
monio de lo que esperan el cumplimiento de sus aspiraciones. La ciudad es para la campesina, en primer lugar, los grandes al-
Como depositan todas sus esperanzas en él, están muy motiva-
das para adaptarse adoptando los modales y el aspecto de la l. Ernst Pulgram (Introduction to the Spectography ofSpeech, Mouton et
mujer de la ciudad. Cíe, 1959) habla de cultural dea.fmuteness, es decir, de «Sordomudez cultural)).
Pero hay más: las mujeres, por su formación cultural, están Véase también N. S. Trouberzkoy, Principes de phonologie, págs. 55-56 y 66-67.
2. La indumentaria constituye una faceta relevante de la apariencia glo-
preparadas para fijarse en los detalles externos de la persona y,
bal. En ese ámbito es donde mejor se manifiesta la <{ceguera cultural)) de los
más particularmente, en todo lo que se refiere al «aspecto» en las hombres respecto a determinados aspectos de la civilización ciudadana. La
diferentes acepciones del término. Se da por sentado que poseen mayoría de los solteros viste un terno confeccionado por el sastre del pueblo.
el monopolio del criterio de gusto. Todo el sistema cultural pro- «Algunos tratan de lucir un atuendo más informal. Pero combinan unos co-
picia y favorece esa actitud. N o es extraño ver a una chiqtülla de lores que no pegan ni con cola. Sólo en las familias donde la madre está al
día, o, mejor aún, cuando las hermanas -mucho más al tanto de lo que se
diez años discutiendo con su madre o con sus compañeras del
lleva- se ocupan del asunto, se ve a campesinos bien vestidos)) (P. C.). En ge-
corte de una falda o de una blusa. Es un tipo de conducta que los neral, para un chico, el hecho de tener hermanas redunda en un aumento de
sus posibilidades de casarse. Gracias a ellas puede conocer a otras chicas;
l. Loe. cit. pág. 369. también ocurre a veces que con ellas aprende a bailar.

120 121
macenes. Aunque algunos, de hecho, estén reservados para unos las revistas femeninas, de los folletines, del cine, de las cancio-
pocos, la mayoría de comercios se dirige a rodas las clases. <<En lo nes de moda emitidas por la radio, 1 las chicas adoptan también
que a la indumentaria se refiere», comenta Halbwachs, <<todo el unos modelos de relación entre los sexos y un tipo de hombre
mundo la luce en la calle y los individuos de las diferentes clases ideal que es el polo opuesto del campesino «acampesinado». Así
se confrontan, se observan, de modo que tiende a instaurarse se fue constituyendo todo un sistema de expectativas que en
cierta uniformidad a este respecto. Existe una unidad de mercado modo alguno el campesino podía cumplir. Mucho ha llovido
para los alimentos y, en cierta medida, para la indumentaria.» 1 desde los tiempos de las pasrorcillas cuya única ambición con-
Partiendo del carácter unilateral y superficial de su percepción de sistía en casarse con un «buen hijo de campesino». Asistimos
la ciudad, es normal que la joven campesina asocie la vida urbana ahora al desquite del señorito.
a un tipo determinado de indumentaria y de peinados, signos Debido a la dualidad de marcos de referencia, consecuencia
manifiestos, en su opinión, de la liberación; en pocas palabras, de la penetración diferencial, según los sexos, de los modeles
que sólo vea, como suele decirse, su lado bueno; por ello se com- culturales urbanos, las mujeres valoran a sus compañeros cam-
prende, por una parte, que la ciudad ejerza sobre ella una auténti- pesinos aplicando unos criterios que no les dejan ninguna posi-
ca fascinación que, a través de ella, se hace extensible a todo lo bilidad. Se comprende entonces que muchos agricultores diná-
ciudadano, y, por otra parte, que copie de la ciudadana los signos micos se queden solteros. Así, entre las explotaciones agrícolas
externos de su condición, es decir, lo que sabe de ella. donde hay solteros, el 14 o/o, pertenecientes rodas ellas a campe-
Desde tiempos inmemoriales, con el fin de prepararlas me- sinos de posición económica desahogada, están modernizadas.
jor para el matrimonio, y también porque no eran tan impres- En la nueva élite rural, en particular entre los miembros de la
cindibles en la granja como los chicos, muchas familias, por Juventud Agrícola Católica y de la Cooperativa de Utilización
ejemplo, mandaban a sus hijas como aprendizas, al acabar la de Material Agrícola, hay muchos que no están casados. Por
enseñanza primaria, con una costurera, por ejemplo._ Desde la mucho que contribuya a otorgar algún prestigio, la moderni-
implantación del bachillerato elemental es menos gravoso para dad en el ámbito técnico no propicia necesariamente el matri-
las familias que lo acaben las hijas que los hijos, cosa que sólo monio. <<A chicos como La., Pi., Po., sin duda, de los más in-
puede redundar en un incremento de la atracción ejercida por teligentes y más dinámicos de la comarca, hay que meterlos
la ciudad y del desfase entre los sexos. 2 En la ciudad, a través de en el apartado de los "incasables". Y eso que se visten bien y sa-
len mucho. Han introducido métodos nuevos, cultivos nue-
l. Halbwachs, Esquisse d,une psychologie des classes sociales, París, 1955, vos. Algunos han arreglado sus casas. Da la sensación de que,
pág. 174. en este ámbito, los idiotas se espabilan mejor que los otros»
2. Distribución de los alumnos de bachillerato elemental de Lesquire
(P. C.). Antiguamente el soltero nunca acababa de ser conside-
según el sexo y la categoría socioprofesional de los padres en 1962:
rado un adulto por la sociedad, que distinguía con claridad las
Caregoría socio¿rof:sional de los zadres responsabilidades encomendadas a los jóvenes, es decir, a los
Sao Agricul- Asa/a- Comer- Arte- Cuadros Obreros Otros Toral solteros, por ejemplo, la preparación de las fiestas, y las respon-
tores rúufo, ciantes sanos medios sabilidades reservadas a los adultos, tales como el consejo muni-
a íc.
Masculino 9 2 2 1 1 4 2 21
Femenino 17 - 5 2 2 3 2 31 l. Como las mujeres se quedan más en casa que los hombres, también
Total 26 2 7 3 3 7 4 52 escuchan más la radio.

122 123
cia, consecuencia de la falta de expectativas de futuro a largo
cipal; 1 hoy en día el celibato es considerado cada vez más una plazo. Cosa que, una vez más, un testimonio pone de manifies-
fatalidad, de modo que deja de parecer algo imputable a los in- to: «Fui a casa de Mi., en el barrio de Houratate. Tiene una casa
dividuos, a sus defectos y a sus imperfecciones. «Cuando perte- bien cuidada, rodeada de abetos. Perdió a su padre y a su madre
necen a una familia importante, se los disculpa; sobre todo, hacia 1954 y tiene ahora unos cincuenta años. Vive solo. "Me
cuando a la relevancia de la familia hay que sumar la relevancia avergüenzo de que me vea usted vestido así.'' Estaba avivando la
de una personalidad fuerte. La gente dice: "Es una pena, con la llama de un fuego encendido en el patio para hacer la colada.
finca magnífica que tiene, y lo inteligente que es, etc." Si tiene "Me habría gustado hacerle pasar y hacerle los honores. No ha-
una personalidad fuerte, acaba imponiéndose a pesar de todo, bía venido usted nunca. Pero, sabe usted, tengo mucho desor-
si no, queda mermado» (A. B.). El relato de una mujer que, en den. Cuando se vive solo ... Las chicas ya no quieren venir al
calidad de vecina, .fue a ayudar en el momento de la matanza campo. Estoy desesperado, sabe usted. Me habría gustado fun-
del cerdo a la casa de dos solteros, de 40 y de 37 años, todavía dar una familia. Habría hecho algunos arreglos, por este lado de
resulta más esclarecedor: «Les dijimos: "¡Anda que no hay des- la casa [es costumbre hacer algo en la casa cuando se casa el ma-
orden!" ¡Menudos pájaros (aquets piocs)! ¡Y sólo con tocar sus yor]. Pero ahora la tierra no tiene remedio. No quedará nadie.
platos! ¡Estaban tan sucios! N o sabíamos dónde mirar. Los Ya no tengo ánimo para trabajar la tierra. Por supuesto, ha veni-
echamos fuera. Les dijimos: "¿No os da vergüenza?" "¡En vez do mi hermana, viene de vez en cuando. Está casada con un fe-
de casaros ... !" "¡Que eso lo tengamos que hacer nosotras ... !" rroviario. Viene con su marido y con su hijita. Pero no puede
"¡Necesitaríais una mujer que se ocupara de eso!" Ellos, cabiz- quedarse aquí"» 1 (A. B.). Al drama del soltero hay que sumar a
bajos, se alejaban. Cuando hay una daune, las mujeres, vecinas menudo la presión de la familia, que se desespera al ver que su
o parientas, vienen para echar una mano. Pero cuando no hay estado se prolonga indefinidamente. «Los abronco», decía una
mujeres, han de decidirlo todo» (M. P.-B.). madre cuyos dos hijos ya mayores siguen solteros, «les digo:
Que el 42 o/o de las granjas en las que hay solteros (de las "¡Menudo miedo le tenéis a las mujeres! ¡Os pasáis la vida be-
cuales el 38 o/o pertenecen a campesinos pobres) estén en declive biendo! ¿Qué haréis cuando falte yo? ¡Es cosa vuestra, yo no
contra el 16o/o, solamente, de las explotaciones pertenecientes a puedo hacerlo por vosotros!", (viuda A., 84 años). Y otra, diri-
individuos casados pone de manifiesto la existencia de una co- giéndose a un compañero de su hijo: «Vas a tener que decirle
rrelación evidente entre el estado de la explotación y el celibato; que se busque mujer, tendría que haberse casado al mismo
pero el declive de la finca puede ser tanto efecto como causa del tiempo que tú. Es terrible, te lo aseguro. Estamos aquí los dos
celibato. Percibido como una mutilación social, el celibato de- solos, como perdidos» (referido por P. C.). Cada cual, sin duda,
termina en muchos casos una actitud de dimisi6n y de renun- tiene su orgullo y su pundonor y trata de ocultar lo lamentable
de la situación, extrayendo tal vez de una larga tradición de celi-
l. El matrimonio marca una ruptura en la existencia. De la noche a la bato los recursos de resignación que le resultan imprescindibles
mañana se acabaron los bailes, las salidas nocturnas. Es frecuente que jóvenes
para soportar una existencia sin perspectivas de presente ni de
que tenían mala fama cambien de repente de comportamiento y, como suele
decirse, «vuelvan al redih. «Ca. no se perdía ni un baile. Se ha casado con l. Las consideraciones de la gente suelen ser severas, pero coinciden
una chica más joven que no había salido nunca. Le ha hecho tres hijos en con las conclusiones de los propios solteros. «Ya no tienen ganas de trabajar.
tres años. Ella no sale, por mucho que se muera de ganas. A él ni se le pasa Hay cincuenta así que no se casan. Son odres de vino. Sólo los quieren para
por la cabeza llevarla al baile o al cine , aunque sólo sea de vez en cuando. beber en la carrúe... La tierra está jodida)) (B. P.).
Todo eso se acabó. Se ponen cualquier cosa, ni se fijam} (P. C.).
125
124
futuro. Sin embargo, el celibato es una oportunidad privilegiada
para experimentar la calamidad de la condición campesina. CONCLUSIÓN
Que, para expresar su desamparo, el soltero diga que «la tierra
está jodida», se debe a que no puede no aprehender su condi-
ción como determinada por una necesidad que pesa comO una
losa sobre la clase campesina en su conjunto. El celibato de los
hombres es algo que todos viven como el indicio de la crisis
mortal de una sociedad incapaz de garantizar a los más innova-
dores y a los más intrépidos de sus primogénitos, depositarios
del patrimonio, la posibilidad de perpetuar el linaje, o en pocas
palabras, incapaz de salvaguardar sus propios cimientos y de dar
paso a la adaptación innovadora al mismo tiempo.

«Las chicas ya no quieren venir al campo ... » Los juicios emi-


tidos por la sociología espontánea son, por esencia, partidistas y
unilaterales. Sin duda, la constitución del objeto de investigación
como tal presupone también la selección de una faceta determi-
nada. Pero, dado que el hecho social, cualquiera que sea éste, se
plantea como pluralidad infinita de facetas, ya que se presenta
como un entramado de relaciones que hay que desmadejar una
por una, esa selección no puede aprehenderse como tal, conside-
rarse provisional y superarse mediante el análisis de otras facetas.
La primera tarea de la sociología consiste, tal vez, en reconstituir
la totalidad a partir de la cual cabe descubrir la unidad de la con-
ciencia subjetiva que el individuo tiene del sistema social y de la
estructura objetiva de éste. El sociólogo trata, por una parte, de rea-
prehender y de comprender la conciencia espontánea del hecho
social, una conciencia que, por esencia, no se replantea, y, por
otra parte, de aprehender el hecho en su propia naturaleza, gra-
cias el privilegio que le proporciona su situación de observador
que renuncia a «actuar lo social» para pensarlo. Así pues, ha de
reconciliar la verdad del dato objetivo que su análisis le ha permi-
tido descubrir y la certeza subjetiva de quienes lo viven. Cuando,
por ejemplo, describe las contradicciones internas del sistema de
intercambios matrimoniales, precisamente cuando esas contra-
dicciones no afloran como tales en la conciencia de quienes las
padecen en tanto que víctimas, sólo está tematizando la expe-
126
127
riencia vivida de esos hombres que experimentan concretamente A. A., 81 años, nacido en Lesquire; domiciliado en un ca-
esas contradicciones en forma de la imposibilidad de casarse. serío; viudo; sabe leer y escribir; campesino; entrevistado en
Aunque no se permita otorgar ningún crédito a la conciencia que bearnés.
los sujetos conforman de su situación, ni tomar al pie de la letra F. L., 88 años, nacida en Lesquire; domiciliada en un case-
la explicación que de la misma facilitan, toma lo suficientemente río; casada; sabe leer y escribir; campesina; entrevistada en bear-
en serio esa conciencia para tratar de descubrir su fundamento nés.
auténtico, y no se da por satisfecho hasta que consigue abarcar en J. L., 65 años, nacida en Lesquire; domiciliada en un case-
la unidad de una comprensión la verdad inmediatamente perci- río; casada; sabe leer y escribir; campesina; entrevistada en bear-
bida por la conciencia vivida y la verdad laboriosamente adquiri- nés.
da por la reflexión científica. La sociología no merecería tal vez R. L., 35 años, nacido en Lesquire; domiciliado en el pue-
ni una hora de dedicación y esfuerzo si limitara sus aspiraciones blo; casado; sabe leer y escribir; comerciante; entrevistado en
al único fin de descubrir los hilos que mueven a los individuos a francés.
los que observa, si olvidara que está ocupándose de los hombres, V da. A., 84 años, nacida en Lesquire; domiciliada en un
aun cuando éstos, a imagen de los títeres, estén jugando a un jue- caserío; sabe leer y escribir; campesina; entrevistada en bearnés.
go cuyas reglas ignoran, en pocas palabras, si no se impusiera la B. P., 45 años, nacido en un pueblo vecino; domiciliado en
tarea de devolver a esos hombres el sentido de sus actos. un caserio; casado; nivel de escolaridad básico (CEP); campesi-
no; entrevistado en bearnés.
L. C., 42 años, nacido en un pueblo vecino; domiciliado en
LOS INFORMADORES el pueblo; casado; nivel de escolaridad básico (CEP); comer-
ciante; entrevistado en francés.
J.-P. A., 85 años, nacido en Lesquire; domiciliado en el El lector encontrará, en otro aparrado, en las declaraciones
pueblo, pero vivió toda su juventud en un caserío; viudo; nivel de los solteros, los principales datos referidos a ellos.
de escolaridad básico (CEP); entrevistado alternativamente en En vez de hacer una transcripción fonética, hemos preferi-
francés y en bearnés. do optar, para transcribir las declaraciones en el habla local, la
P. C., 32 años, nacido en Lesquire; domiciliado en el pue- ortografía tradicionalmente empleada en la literatura en lengua
blo; nivel de escolaridad elemental; cuadro medio; entrevistado bearnesa.
en francés.
A. B., 60 años, nacido en Lesquire; domiciliado en el pue-
blo; casado; nivel de escolaridad elemental; mando medio; en-
trevistado en francés, con breves incursiones en bearnés.
P. L., 88 años, nacido en Lesquire; domiciliado en un pue-
blo; viudo; nivel de escolaridad básico (CEP); campesino; en-
trevistado en bearnés.
P. L.-M., 88 años, nacido en Lesquire; domiciliado en el
pueblo; soltero; nivel de escolaridad básico (CEP); artesano;
entrevistado alternativamente en bearnés y en francés.

128 129
'<:o._

APÉNDICE! Béarn. Así, ya en el siglo XVIII, los juristas bearneses de Maria


Apuntes bibliográficos* [1 y 2], Labourt [3] y Mourot [4 y 5] escribieron glosas y co-
mentarios de los Fors de Béarn, en particular sobre las cuestio-
nes de dote y de usos sucesorios. Pero la única edición de los
Fors, absolutamente mediocre [6], recopila lecciones, a menudo
muy adulteradas, de textos de épocas diversas que deberían ser
objeto de una labor crítica previa, como observaba Rogé [7 y
8], antes de proceder a su análisis. A falta de una edición de
esas características, los autores modernos se han volcado, prin-
cipalmente, en el estudio del Fuero reformado de 1551, de los
documentos de jurisprudencia que abundan a partir del siglo
XVI y, con más ahínco todavía, de los comentarios que los juris-
La supervivencia en las provincias pirenaicas, Bigorra, Lave- consultos de los siglos XVII y XVIII han proporcionado de todos
dán, Bearne y País V asco, de un derecho consuetudinario origi- esos textos. Pese a basarse en el Fuero reformado y en la juris-
nal cuyas normas sólo podían conservarse contraviniendo de prudencia de los últimos siglos de la monarquía, el estudio de
manera flagrante los principios y la legislación del Código Ci- Laborde sobre la dote en el Bearne [9] y el de Dupont [10] so-
vil, no podía menos que suscitar la curiosidad de historiado- bre el régimen sucesorio bearnés presentan un gran interés.
res y de juristas. «El derecho bearnés [... ]>>, escribe Pierre Luc, La voluminosa tesis de A. Fougeres [11] se limita, en lo que al
«Se presenta como un derecho esencialmente consuetudinario, Bearne se refiere, a préstamos de las obras anteriores.
muy escasamente influido por el derecho romano, y ofrece el Los historiadores del derecho han llegado a la conclusión
gran interés de ser un derecho testimonial. Así, por ejemplo, la de que los textos consuetudinarios deberían ser utilizados con
prestación del juramento probatorio con los cojuramentados, prudencia porque presentan un derecho relativamente teórico,
la constitución de rehenes en materia de fianza, la deuda_ no que contiene unas reglas obsoletas y omite disposiciones vigen-
amortizable, la facultad de pago en especie de las obligacio- tes. Las actas notariales les han merecido la consideración de
nes estipuladas en dinero efectivo son, en los siglos XIV y XV, fuente capaz de proporcionar informaciones sobre la práctica
de uso corriente, cuando estas prácticas ya habían caído en de- real. El modelo de este tipo de investigación lo aporta P. Luc
suso, en algunas regiones, desde hacía dos siglos e incluso más» [12]. Partiendo de los registros de los notarios, estudia primero
[12, págs. 3-4]. Que el Bearne haya suscitado el interés de ju- las condiciones de vida de las poblaciones rurales y el régimen
ristas y de historiadores se debe a que los usos locales, a diferen- de las tierras, la estructura de la familia bearnesa y las reglas que
cia de lo que ocurría en la mayor parte de las provincias me- rigen la conservación y la transmisión de su patrimonio; y, en
ridionales de Francia, se mantuvieron pese al contacto con el una segunda parte, los procesos técnicos y jurídicos de la explo-
derecho romano. tación del suelo, en el ámbito de la familia y en el ámbito de la
Durante mucho tiempo los estudios jurídicos o históricos comunidad, y diversos problemas de economía rural tales como
se basaron únicamente en los fueros locales, es decir los Fors de el crédito y la actividad de intercambio.
La comparación entre las informaciones que se han podido
* Redactados en colaboración con M.-C. Bourdieu. obtener mediante la mera investigación etnográfica sobre el pa-

130 131
sado de la sociedad bearnesa y los datos que los historiadores y fecunda organización social; pero a su vez tuvo que padecer la
juristas han podido extraer de los documentos (consuetudina- influencia de la ley y de las costumbres, que hasta entonces no
rios y actas notariales) podrá servir de base para una reflexión le habían afectado gracias a una excepcional conjunción de cir-
metodológica sobre las relaciones entre la etnología, la historia cunstancias favorables. El Código va obrando; la equiparación
y, más precisamente, la historia del derecho. progresa: la familia troncal agoniza, la familia troncal ha muer-
Asimismo, en las montañas del Bearne y de la Bigorra es tO» (pág. 298).
donde el adversario más famoso del Código de Napoleón, Fré- A los teóricos de la escuela de Le Play cabe objetar, además
déric Le Play, situó el modelo de la familia troncal, ideal, en su de los datos de la investigación etnográfica, los trabajos de
opinión, de la institución familiar que él oponía al tipo inesta- Saint-Macary [14], quien, basándose en actas notariales de los
ble sUrgido de la aplicación del Código civil [13]. Tras haber siglos XVIII y XIX, ha mostrado la pervivencia de los usos suce-
definido tres tipos de familia, a saber, la familia patriarcal, la fa- sorios y de las reglas matrimoniales a pesar del Código civil.
milia inestable, característica de la sociedad moderna, y la fami- Los diferentes autores atribuyen a causas muy diversas la
lia troncal, Frédéric Le Play trata de describir esta última (pág. 29 permanencia de la institución familiar y de los usos sucesorios
y siguientes) y de poner de manifiesto las ventajas que propor- que le son inseparables. Para J. Bonnecaze, por ejemplo, «el
ciona a cada uno de sus miembros: «Al heredero, en compensa- mantenimiento de la ~oncepción orgánica de la familia en las
ción de pesadas obligaciones [este régimen sucesorio], le confie- poblaciones rurales del Bearne tiene un único origen, a saber: la
re la consideración que se otorga al hogar y al taller de los propia alma bearnesa de la que es el reflejo». [15] Esta «alma» se
antepasados; a los miembros que se casan fuera de la familia, les caracterizaría por un profundo misticismo que se expresa en el
garantiza el apoyo de la casa troncal con las gracias de la inde- culto a la casa y en el espíritu de sacrificio a los valores del gru-
pendencia; a los que prefieren permanecer en el hogar paterno, po, unido a un concepto muy realista de las ventajas económi-
les concede la tranquilidad del celibato con las alegrías de la fa- cas y sociales vinculadas a la organización de la familia troncal.
milia; a todos les salvaguarda, hasta la vejez más extrema, la di- Otros han basado la explicación de la persistencia de los
cha de recuperar en el hogar paterno los recuerdos de la prime- modos de vida y de los usos en la incidencia de los factores geo-
ra infancia» (págs. 36-37). ,<AJ instituir en cada generación un gráficos e históricos. El Bearne fue el único Estado feudal que se
heredero, la familia troncal agrícola no sacrifica el interés de los liberó totalmente de la autoridad del rey de Francia, y el vizcon-
segundones al del primogénito. Al contrario, condena a éste a de de Bearne el único que se arrogó totalmente sus derechos.
renunciar durante toda su vida, a favor de sus hermanos, y lue- Ahí radica la explicación de que, de todas las antiguas provin-
go de sus hijos, al fruto de su trabajo. La familia obtiene el sa- cias, el Bearne fuera la que más vivió al margen del reino de
crificio del interés material a través de una compensación de Francia; el talante independiente y el rechazo a integrarse en la
orden moral: la de la consideración vinculada a la posesión del comunidad se mantendrán hasta la Revolución. Al cabo de un
hogar paterno» (pág. 114). En una segunda parte, Le Play pre- siglo de la unión a Francia, los intendentes, empeñados en im-
senta una monografía de la familia Melouga, prototipo de la fa- . poner las leyes y los usos de la monarquía centralizadora, se-
milia troncal del Lavedán en 1856; un epílogo de E. Cheysson guían topándose con la desconfianza y la hosrilidad de los órga-
describe la desaparición de esa familia, por el influjo de la ley y r¡qs representativos de la comunidad bearnesa, el Parlamento de
de las costumbres: «La familia Melouga se mantuvo, hasta estos Pau y los Estados de Bearne. La pervivencia de esa resistencia
últimos tiempos, como una muestra tardía de una poderosa y nacional presuponía una poderosa cohesión interna. Y, en efec-

132 133
ro, los dos grupos que conformaban la población bearnesa, los Pese a estar principalmente dedicada a la historia política e
pastores de los valles de la montaña y los campesinos de la lla- institucional, la obra de P. Tucoo-Chalaa [19] aporra una con-
nura, presentaban organizaciones sociales distintas, pero carac- tribución capital a la historia de la sociedad bearnesa de entonces
terizadas ambas por un importante grado de integración. y muy particularmente a la historia de las clases rurales integrada
Todo induce a pensar, pues, que es en una historia original en la historia general del vizcondado. Sin pretender presentar un
donde hay que buscar la razón de la permanencia de modelos estudio exhaustivo del señorío rural, P. T ucoo-Chalaa destaca su
culturales profundamente originales. La historia del Bearne originalidad; pone de manifiesto que la oposición de tipos de
nunca se ha estudiado desde esa perspectiva, por lo que nos ha vida y de intereses que separa a los habitantes de las montañas y
parecido necesario buscar en las investigaciones ya publicadas de las llanuras domina toda la historia del Bearne y explica, des-
los elementos de un estudio de esas características, a falta de de muchos aspectos, la evolución de la sociedad bearnesa hasta la
poder presentar, a la vista de las carencias de la documentación, Revolución francesa. La necesidad de proteger el ámbito de los
una verdadera síntesis. bienes raíces de la segregación se debe en gran parte al hecho de
En lo referido a la Edad Media, los autores se han dedicado que las poblaciones montañeras impusieron a los campesinos de
principalmente al estudio de la vida rural y de la organización las llanuras severas servidumbres sobre las tierras incultas que
social de las poblaciones pirenaicas. Hay abundante documen- podrían haber permitido la extensión del patrimonio a través de
tación en la primera parte de los estudios de Théodore Lefebvre la roturación.
[17] y Henry Cavailles [18], así como buenas bibliografías. La Sobre determinados aspectos particulares de la historia de
historia de las poblaciones rurales de las llanuras es mucho me- las clases rurales, se pueden consultar las obras de J.-B. Laborde
nos conocida. Sin embargo, la obra de Pierre Luc, anterior- [20 y 21], autor de un manual de historia del Bearne bien do-
mente citado [12], presenta un cuadro detallado de la vida ru- cumentado y ampliado con los resultados de diversas investiga-
ral, de las técnicas agrícolas y de la condición de las poblaciones ciones personales [ 16]. Entre el campesinado de la llanura figu-
rurales en los siglos XIV y XV. Aunque la obra habría mejorado raba todavía una importante proporción de siervos en la Edad
si se hubiera planteado en un contexto histórico y hubiera recu- Media, como evidencian las obras de Paul Raymond [22 y 23].
rrido al método comparativo. Así, por mucho que la notable Sólo dentro del marco del movimiento de las bastides (plazas
estabilidad del ámbito rural bearnés parezca ligada a los usos fuertes), que no cobró amplitud hasta época tardía, a principios
sucesorios y matrimoniales, sólo se puede dar razón de la per- del siglo XIV, les llegó la liberación.
manencia de esos usos recurriendo al estudio del señorío y de la La historia de las instituciones de la Edad Media constituye
comunidad de besis (!ou besiat o besiau). Aunque, como pensa- una fuente de valiosas informaciones sobre el nacimiento de la
ba Marc Bloch, «esos dos tipo de vínculos no sean antinómi- nación bearnesa. Permite seguir, a través de la extensión de los
cos, sino más bien todo lo contrario, se refuercen mutuamen- fueros y de los privilegios y a través del progreso de las libertades
te», ¿no habría que buscar en la investigación del señorío rural municipales, la formación de ese pequeño Estado independien-
caracterizado por sus modestas dimensiones y por una organi- te, dotado de una legislación notable que garantizaba a los bear-
zación simplificada (pues el entramado de derechos feudales neses la posibilidad de una amplia participación en los asuntos
parece haber estado aquí menos enmarañado que en otros luga- públicos. Instituciones como los Estados de Bearne, o, a escala
res) una de las razones de la cohesión interna de las pequeñas municipal, las asambleas de besis y sus jurats surgen a la vez
comunidades campesinas? como una fuerza de integración de la sociedad, aunque sólo fue-

134 135
'
ra por su papel en el mantenimiento de la lengua bearnesa y de nes más recientes y más sintéticas sobre dicho período son las de
los usos locales, y como la expresión de una sociedad fuerte- Maurice Bordes [27, 28 y 29]. Al parecer, fue durante ese perío-
mente integrada. Los datos de base sobre la historia de las insti- do cuando mejor se manifestó la estabilidad de la sociedad bear-
tuciones están recopilados por P. T ucoo-Chalaa en el capítulo nesa. En efecto, mientras que en otras regiones la economía y la
XIII de la Histoire des institutions au Moyen Áge con el título sociedad rurales experimentaron un vuelco con los inicios de la
«Les institutions de la vicomté de Béarn (x-xve siecles)» [25]. revolución agrícola, en el Bearne las transformaciones técnicas y
Más antigua, discutida en algunos puntos por P. Tucoo- económicas parecen haber contribuido a robustecer la cohesión
Chalaa, la obra de Léon Cadier [26] sigue, no obstante, siendo la interna de la sociedad y a reforzar las bases económicas.
obra de referencia para todo el período de establecimiento de las El hecho que domina la historia rural del siglo XVIII es la d
instituciones. Saca a la luz el doble origen feudal y <<democráti- expansión demográfica. Tras largos siglos de estabilidad demo-
z
::::.) ;~.5
co» de los Estados. Aunque procedan, en efecto, de la antigua gráfica (sólo había padecido una hemorragia de población a re- tf) ~¿;

i~-f'J
corte feudal, que era a su vez una institución particularmente sultas de la Guerra de los Cien Años), el Bearne experimentó
poderosa e influyente gracias a la independencia de los vasallos también un crecimiento de la población en la segunda mitad del
nobles respecto al señor feudal, el dilatado proceso de transfor- siglo XVIII, pero, si nos referimos a las cifras aducidas por J.-B. F
mación de esa corte en una asamblea representativa de los tres Lafond, en una proporción menor que otras regiones [31]. El '-.4
estados de la provincia sólo puede comprenderse en relación con problema estriba en averiguar si ese crecimiento fue lo suficien-
el desarrollo de las libertades municipales y burguesas; pero ¿aca- temente importante para acarrear, como en otras provincias, la ~¡ ~1
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so no habían hallado éstas un suelo fértil en el espíritu de inde- formación de una clase de braceros. Todo induce, más bien, a 2? [-~
pendencia que animaba a las comunidades debido a los privile- pensar lo contrario, puesto que se sabe que se tradujo en un mo-
gios y a las libertades diversas de las que los vizcondes de Bearne vimiento de emigración hacia el extranjero, hacia España en ~~
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las habían dotado a partir de los siglos XII y XIII? particular, y que resulta, por otra parte, que esa sociedad, dada "C'Jc:::>
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El vigor de las antiguas instituciones feudales, el liberalis- su estructura, podía integrar este leve excedente: incluso cuando :;:¡S
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mo del señor feudal y la importancia de los derechos y las liber- la finca familiar ya no podía alimentar a toda la familia, los hijos ti:
tades adquiridos por las comunidades y los pueblos contribuye- que se marchaban para ganarse el sustento como empleados
ron al establecimiento de esa institución liberal que otorgaba conservaban vínculos estrechos con la casa y la hacienda fami-
-ya desde las postrimerías de la Edad Media- un lugar igual a liar. De este modo los segundones que conformaban la gente
los nobles y los plebeyos, que iba a asumir un papel tan pre- humilde de criados y braceros, seguían unidos a la organización
ponderante en el gobierno y la administración del país y que social tradicional. La lentitud del crecimiento de población con-
iba a ejercer una influencia tan importante sobre la legislación tribuye a explicar también el escaso desarrollo de las ciudades y,
y a estimular la resistencia a la asimilación al reino de Francia. a la vez, de la industria y del comercio, como evidencia el abate
«Pocas son l.as provincias de la antigua Francia», concluye L. Roubaud en su cuadro de la economía bearnesa en 1774 [32].
Cadier, «que tuvieran unas instituciones tan liberales como el Debido a que siempre se mantuvo poco numerosa, la clase bur-
pequeño estado independiente del Bearne.» guesa nunca se apoderó de una parte significativa del patrimo-
No existe ningún estudio de conjunto sobre la evolución de nio campesino, sino todo lo contrario, pues, tras haber inverti-
la sociedad y de la economía rural bearnesas en los últimos siglos do durante mucho tiempo sus ingresos en la adquisición de
del Antiguo Régimen y durante la Revolución. Las investigacio- ganado, se dedicó, sobre todo, a la adquisición de las tierras de

136 137
los nobles, por razones de prestigio. Se comprende que, en esas táculo que, en Francia, era tan nuevo para mí que a duras pe-
condiciones, los diversos modos de aprovechamiento indirecto, nas creía lo que veían mis ojos. U na sucesión de gran número
el arrendamiento rústico en particular, nunca hayan alcanzado de casas de campesinos bien construidas, limpias y confortables,
una relevancia especial. todas de piedra, con cubiertas de tejas, con su huertecito cada
Dueño de sus tierras, el campesino puede cercarlas relativa- una, cercado por setos de espinos bien recortados, con muchos
mente pronto, gracias a la estructura del territorio. {(En el Bear- melocotoneros y otros árboles frutales, preciosos robles disper-
ne [... ] cada municipio, o casi, poseía, junto a su ('llano", de sos entre los setos y árboles jóvenes cuidados con el delicioso es-
tierra arable en su totalidad, sus "laderas" cubiertas de helechos, mero especial que sólo cabe esperar de quien es su propietario.
de aulagas enanas, de gramíneas, donde cada año los campesi- De cada casa depende una explotación, perfectamente cercada,
nos desbrozaban la superficie de unos campos condenados a con bordes de césped, bien cortados y cuidados, alrededor de
una pronta desaparición>> [33]. Esos carrascales constituían los campos de trigo, con barreras que permiten pasar de un cer-
grandes pastos naturales cuya existencia posibilitó la supresión cado a otro. Los hombres van bien vestidos y llevan boinas ro-
de la dula y con ello de los barbechos en las tierras labradas. jas. Toda la comarca está enteramente en manos de pequeños
Además, los usos sucesorios y matrimoniales habían preservado propietarios, pero evitando que las granjas resulten demasiado
los bienes raíces de la segregación parcelaria que pudo, en otros pequeñas de modo que sus moradores estén abocados a una
lugares, obstaculizar el movimiento de los cercados [30]. mala vida de estrecheces. Todo desprende un aire de aseo, ani-
La comparación entre los cuadros de la economía bearnesa mación y bienestar. Es manifiesto en sus casas y en sus establos,
presentados por el intendente Lebret en 1703 [34] y por el pre- de reciente construcción, en sus pequeños huertos, en sus setos,
fecto Serviez [35] a finales de siglo evidencia la importancia de en los patios que se extienden delante de sus puertas, incluso en
la transformación de las técnicas y de los cultivos resultantes de sus gallineros y en los tejados que cubren sus pocilgas. Un cam-
este movimiento. Paralelamente, se acometen trabajos de rotu- pesino no puede pensar en el bienestar de sus cerdos si su pro-
ración de tierras sin cultivar, favorecidos por los edictos de Clos, pia felicidad depende de un contrato de alquiler de nueve años.
y a veces incluso de los ejidos, obras que estimulaban los inten- N os encontramos, efectivamente, en el Bearne, a pocas millas
dentes y las autoridades locales (d'Étigny, en partic;,lar). Marc de la cuna de Enrique IV. ¿Deben los campesinos todos esos be-
Bloch ha mostrado con qué egoísmo los señores bearneses lu- neficios a ese buen príncipe? El espíritu bondadoso de ese buen
charon contra las servidumbres colectivas; pero ningún estudio monarca aún parece reinar sobre el país; cada campesino tiene
indica cuál fue la actitud de los municipios en ese asunto [36 y una gallina para su caldo» [38, tomo II, págs. 146 y 147].
37]. La supresión de los barbechos, la introducción de las plan- Así pues, la mejora de las condiciones de vida parece haber
tas forrajeras, y, sobre todo, del maíz, mencionado ya en 1644 fortalecido las bases económicas de la sociedad campesina y ha-
por L. Godefroy, contribuyeron a mejorar considerablemente el ber contribuido a la pervivencia de una clase de propietarios mo-
nivel de vida, y ello de modo tanto más notable cuanto que el destos en la que existe, sin duda, una jerarquía, pero no los en-
crecimiento demográfico había sido relativamente escaso [17]. frentamientos brutales que se observan en otras regiones. Que la
Se comprende así que Arthur Young pudiera, en 1787, encon- sociedad bearnesa haya sido capaz de salvaguardar su originali-
trarse en Bearne con el espectáculo de una prosperidad única en dad tal vez se deba a que ha permanecido ajena a los grandes mo-
el reino de Francia. «He tomado por el camino de Moneng vimientos contemporáneos, debidos al desarrollo de las ciudades,
[Monein, a diez kilómetros de Lesquire] y he visto un espec- y, más generalmente, a su situación marginal. Pero, por encima

138 139
de todo, esa sociedad siempre ha manifestado una conciencia cla- [2] De Maria, Mémoires et Éclaircissements sur le for et cou-
ra de sus valores y un firme propósito de defender los fimdamen- tume de Béarn (obra manuscrita, Archives départementales des
tos de su orden económico y social. No abundan, en efecto, las Basses-Pyrénées).
sociedades donde esa voluntad se haya expresado de un modo tan
consciente y tan institucionalizado. El municipio era un besiau~ [3] Labourt, Les fors et Coutumes de Béarn (obra manuscri-
es decir, «Un conjunto de vecinos que poseían el derecho de ve- ta, Bibliotheque municipale de Pau).
cindad». Cada besi tenía derecho de pasto, de montanera, de tala,
de recogida de leña y de aprovechamiento de los helechos en los [4] Mourot (J.-F.), Traité des dots suivant les príncipes du
bienes comunales. Tenía el privilegio de participar en las asam- droit romain, conflré aves les coutumes de Béam, de Navarre, de
bleas del municipio y de ser sólo él elegible para las funciones de Soule et la jurisprudence de Parlement (citado por L Laborde,
responsabilidad. El derecho de vecindad, derecho personal en las La Dot dans les fors et coutumes de Béarn, pág. 15).
ciudades, era en el campo un derecho real vinculado a la posesión
por herencia de una casa y con ello de una extensión de tierras; el [5] Mourot (J.-F.), Traité des biens paraphernaux, des aug-
municipio, preocupado por mantener un número constante de ments et des institutions contractuelles~ avec celui de l'avitinage
besis y de fincas, regulaba muy estrictamente el acceso al título (citado por L Laborde, ibid.).
de besi. Un recién llegado (el poublan) sólo podía adquirir el dere-
cho de vecindad con el consentimiento de la asamblea munici- [6] Mazure (A.) y Hatoulet (J.), Fors de Béarn, législation
pal, tras prestar juramento y abonar una cantidad de dinero [39 inédite du XI' au XIII' siecle, con traducción en la página opues-
y 31]. Esas asambleas, sin duda, constituían un fiel reflejo de ta, notas e introducción, Pau, Vignancour, París, Bellin-Man-
la jerarquía social; los magistrados municipales, que solían perte- dar, Joubert, s.f. (1841-1843).
necer a las «familias relevantes» campesinas, tenían obligaciones
y cargos adecuados a sus derechos y a la consideración que el [7] Rogé (P.), LesAnciens Fors de Béarn, Tolosa, París, 1908.
municipio les otorgaba. Manifestaciones todas ellas de una gran
integración social. Se comprende, pues, que una sociedad tan po- [8] Brissaud (J.) y Rogé (P.), «Textes addirionnels aux anciens
derosamente organizada para la defensa de sus propios funda- Fors de Béarn», Tolosa, 1905 (Bulletin de runiversité de Toulouse,
mentos haya podido conservar prácticamente intacto su acervo mémoires originaux des focultés de droit et de lettres, serie B, n.o III).
de reglas de usos y costumbres pese a los cambios profundos in-
troducidos por la Revolución y por el Código civil [ 14]. [9] Laborde (L), La Dot dans les fors et coutumes du Béarn,
Burdeos, 1909.

l. OBRAS CONSAGRADAS A LOS USOS Y COSTUMBRES [10] Dupont (G.), «Du régime successoral dans les coutu-
BEARNESES mes du Béarn», tesis, París, 1914.

[1] De Maria, Mémoires sur les dots de Béarn, y su apéndice: [11] Fougeres (A.), «Les droits de famille et les successions
«Mémoires sur les coutumes et observances non écrites de Béarn» au Pays basque et en Béarn, d'apres les anciens textes», tesis,
(obra manuscrita, Archives départementales des Basses-Pyrénées). París, 1938.

140 141
[12] Luc (P.), «Vie rurale et pratique juridique en Béarn [20] Laborde Q.-B.) y Lorber (P.), ,<Affranchissement des
au XIV' et XV' siécles>>, tesis de derecho, Tolosa, 1943. bestiaux, fondation des bastides en Béarn aux XIII', XIV' sié-
cles>>, en Revue d'histoire et d'archéologie du Béarn et du Pays has-
[13] Le Play (F.), L'Organisation de la famille selon le vrai que, 1927.
modele signalé par l'histoire de toutes les races et de tous les temps,
con un epílogo y tres apéndices por los señores E. Cheysson, F. [21] Laborde Q.-B.), «La fondation de la bastide de Bruges
Le Play y C. Cannet, 3. a ed. completada con documentos nue- en Béarn,, en Revue d'histoire et d'archéologie du Béarn et du
vos por A. Focillon, A. Le Play y Delaire, París, 1884. Pays basque, 1923-1924, y separata, Pau, 1924.

[14] Sainr Macary Q.), «Les régimes matrimoniaux en Bé- [22] Raymond (P.), «Enquéte sur les serfs en Béarn sous
arn avant et apres le Code civil>>, tesis, Burdeos, 1942; «La dé- Gaston Phébus>>, en Bulletin de la Société des Sciences, des lettres
sertion de la terre en Béarn et dans le Pays basque>>, tesis, Bur- et des arts de Pau, 2. a serie, t. VII, 1877-1878; separata, Pau,
deos, 1942. 1878.

[15] Bonnecaze Q.), La Philosophie du Code Napoléon ap- [23] Raymond (P.), Le Béarn sous Gaston Phébus, dénom-
pliqué au droit de la famille. Ses destinées dans le droit civil con- brement des maisom de la vicomté de Béarn, extracto del tomo
temporain, 2.a ed., París, 1928. VI del inventario sumario de los Archives des Basses-Pyrénées,
Pau, 1873, en 4. 0

II. ESTUDIOS DE HISTORIA DEL BEARNE Y DE LA REGIÓN [24] Fay (Dr. H.), Histoire de la lepre en France, tomo I:
PIRENAICA Lépreux et cagots du Sud-Ouest, París, 1909.

[16] Laborde Q.-B.), Précis d'histoire du Béarn, Pau, 1941, [25] Tucoo-Chalaa (P.), «Les institutions de la vicomté de
343 págs. Béarn (X'-XV' siecles)>>, en Histoire des imtitutions au M oyen Age,
publicada bajo la dirección de Lot (F.) y Fawtier (R.), t. I: Les Ins-
[17] Lefebvre (Th.), Les Modes de vie dans les Pyrénées titutiom seigneuriales, cap. XIII, París, PUF, 1957, en 8. 0 XII.
atlantiques orientales, A. Colín, 1933, en 8. 0 , 778 págs, 158
ilustraciones. [26] Cadier (L.), Les États de Béarn depuis leur origine jus-
qu 'au commencement du XIV" sü:cle, París, Cadier, 1888.
[18] Cavailles (H.), La Vie pastora/e et agricole dans les
Pyrénées des Gaves, de lAdour et des Nesles, París, A. Colín, [27] Bordes (M.), Conrábution a l'étude de l'enseignement
1931, en 8. 0 , 414 págs., XIII grabados. et de la vie intellectuelle dans les pays de lzntendance dAuch au
XVIII' siecle, Auch, Impr. Cochevaux, 1958, en 8. 0 , 83 págs.
[19] Tucoo-Chalaa (P.), Gaston Phébus et la Vicomté de
Béarn (1343-1391). [28] Bordes (M.), D'Étigny et lAdministration de l'inten-
dance dAuch (1751-1767), Auch, Cochevaux, 1957, 1034

142 143
págs., 2 vols., VII grabs., despl. en carpeta, tesis de letras, París, [38] Young (A.), Voyages en France en 1787 1788 et 1789,
1955. traducido y editado por Henri Sée, París, A. Colín, 1931, 3
vols.
[29] Bordes (M.), «Recueil de lerrres de l'intendant d'É-
tigny», en 4. 0 , 691 págs., tesis complementaria de letras, París, [39] Tucat (J.), Espoey, village béarnaís, sa víe passée et pré-
1956. sente, Pau, 1947.

[30] Habakkuk (H. J.), «Family strucrure and economic


change in nineteenth cenrury Europe», en The ]ournal ofEco-
nomíc History, Londres, XV, 1955 (contiene una importante
bibliografía).

[31] Lafond (J.-B.), «Essai sur le Béarn pendant l'adminis-


tration de d'Étigny>>, en Bulletín de la Socíété des Scíences, des
lettres et des arts de Pau, tomo XXXVII, 1909, págs. 1-263.

[32] Roubaud (Abate), «L'agriculrure, le commerce et !'in-


dustrie en Béarn en 1774» (extracto del]ournal de l'agricult:ure, du
commerce, des arts et: des finances), en Bulletín de la Socíété des Scien-
ces, des lettres et des arts de Pau, tomo XXXIX, 1911, págs. 207-226.

[33] Bloch (M.), Les Caracteres orígínaux de l'hístoire rurale


fran¡:aise, París, A. Colín, 2.a ed., 1955, 2 vols.

[34] Bloch (M.), memoria publicada por Soulice en el Bu-


lletín de la Socíété des Scíences, des lettres et des arts de Pau, 2. a se-
rie, tomo XXXIII, 1905, págs. 55-150.

[35] Serviez, Statístiques du département des Basses-Pyrénées,


París, año X, 140 págs.

[36] Durand (H.), Histoire des biens communaux en Béarn


etdanslePaysbasque, Pau, 1909.

[37] De Boilisle, Correspondance des controleurs généraux des


finances avec les intendants des provinces, París, 3 vols. (s. f.).

144 145
APÉNDICE U lluvias, malas herramientas, arados sin juego delantero (aret) y
no teníamos abonos. Muchos se vieron obligados a pedir pres-
tado. Los campesinos estaban en manos de los acreedores; "los
devoradores de pobres" {lous minjurs de praubes} que obligaron
a más de uno a vender. Bo. tenía una deuda de 500 francos
pendiente de cobro. Se enfada con su deudor, así que le manda
un requerimiento para que le pague. Luego una orden de em-
bargo. La daune ya tenía una deuda de 1.800 francos contraída
con otro acreedor. Resumiendo, aBo. ni le pagaron. En 1892,
un año pésimo, La. [importante hacendado del pueblo] coge a
algunos empleados, sin comida: los hombres, 1 franco diario,
Evolución de la población entre 1836 y 1954 las mujeres, 12 perras chicas [60 céntimos]. Había que trabajar
en cadena para ir subiendo la tierra de los viñedos en cestos.
Año Pueblo Caseríos %Pueblo! Total Dísmi- Los hombres cargaban los cestos y las mujeres los pasaban de
Caseríos nución {%) mano en mano. Tuvo treinta obreros. No reclutó a más. Tenía
1836 499 2.330 21 2.829 demasiada gente» Q.-P. A.). Entre 1881 y 1896 la disminución
1866 2.541 10,1 de población experimenta una importante reducción (1,7 o/o).
1881 471 1.997 24 2.468 2,8 1893 todavía fue un año pésimo. Durante mucho tiempo se
1891 407 1.666 24 2.073 16 habló de la «sequía de 1893» (la séquere de 93). «1894 y 1895
1896 374 1.665 23 2.039 1,7 fueron años estupendos, el trigo estaba magnífico, con la llega-
1901 322 1.056 19 1.978 2,9 da de los abonos. Llovió el primero de mayo. Mientras duró la
1906 328 1.624 20 1.952 1,6 cosecha del maíz no llovió. El maíz estaba precioso.» Hasta
1911 293 1.601 18 1.894 2,9 1914 el índice de disminución permanece prácticamente cons-
1921 259 1.408 18 1.667 11,4
tante. <<Alrededor de 1905 hubo años muy buenos. Las huelgas
1931 262 1.371 19 1.633 2
de los vendimiadores del Midi significaron un verdadero vuel-
1936 258 1.363 19 1.621 0,7
1946 303 1.277 19 1.580 2,5
co, un nuevo éxodo. Desde entonces, todo va mejor. El vino
1954 258 1.093 18 1.351 14,4 no ha dejado de subir. El vino del Midi de segunda cosecha,
que parecía agua, llegaba a Olorón a 5 céntimos el litro. Los
campesinos hacen huelga contra los traficantes. Aquí no se po-
Entre 1836 y 1954 la población del municipio se redujo a día vender el vino. Antes .de 1905 un buen tonel de vino se
la mitad. El éxodo rural está en relación directa con la crisis de vendía a 25 o 30 francos el litro. A partir de 1905, a 100 fran-
la agricultura. Así, la reducción de la población global llega al cos el litro. El vino del Midi se pagaba a 20 céntimos el litro y
16 o/o entre 1881 y 1891. Ahora bien, sabemos que hubo, entre el vino de aquí había subido. La gente vivía bien» Q.-P. A.) La
1881 y 1891, varios años sucesivos de malas cosechas, lo que guerra de 1914-1918 significa una nueva caída brutal de la po-
acarreó un importante movimiento de éxodo rural: «Sembrábá- blación (11 ,4 o/o). En el conjunto del municipio se producen
mos trigo y no recuperábamos ni la simiente. Había heladas, 94 muertes en la guerra. Entre 1926 y 1946 el éxodo rural ex-

146 147
perimenta otro período de reducción. Durante esos años, salvo APÉNDICE III
1932, las cosechas son buenas. Después de 1945 el movimiento Diálogo entre un habitante del pueblo y un soltero
de éxodo rural se reanuda, y es comparable en importancia al
de los años 1881-1891 (14,4 o/o), pero imputable a causas muy
diferentes. Antiguamente el campesino abandonaba el campo
huyendo de la miseria, ahora lo hace atraído por la ciudad. El
factor esencial de la sangría demográfica es el éxodo hacia la
ciudad, aunque la caída de la natalidad también influye (véanse
los cuadros sobre el tamaño de las familias). El Bearne siempre
ha sido un país de emigración para los segundones desde tiem-
pos inmemoriales. Antes, sin embargo, se iban por la falta de
tierras; ahora, en cambio, lo que falta son brazos. <<Ya casi no
quedan aparceros, ni empleados, ni obreros agrícolas. Los hijos Aparece en la plaza de la iglesia poco después de mediodía.
e hijas de truque-tarrots aus cams dous autes (los que rompen te- Va empujando una bicicleta manchada de barro y descolorida,
rrones en los campos de otros) han emigrado en busca de una con las alforjas llenas de comestibles (ultramarinos, etcétera), y
vida más fácil o, por lo menos, de un sueldo más seguro» (P. una voluminosa choyne [hogaza de pan de dos kilos] atravesada en
L.-M.). El fenómeno más reciente es el éxodo de las mucha- el manillar. Pesadote de aspecto, viste un viejo terno raído, de uso
chas, que ya no quieren trabajar en oficios de campesinas. prolongado en muchos domingos y días de mercado, una boina
La disminución que se constata en Lesquire es un fenóme- deformada por las inclemencias meteorológicas, unos pantalones
no general en el conjunto de los cantones rurales del Bearne. de rayas deshilachados en los bajos, que dejan al descubierto unos
Entre 1946 y 1954 el departamento de Basses-Pyrénées ha au- calcetines descoloridos enfundados en unos chanclos de goma.
mentado su población en 4.200 habitantes mientras que las «-¿Hoy no va a almorzar temprano?
ciudades han crecido el doble, lo que permite calibrar la merma -Desde luego que no ... Pero desayuné bien antes de sa-
de población global del campo. Los cantones que no se solapan lir. .. Solemos comer un buen bocado por la mañana, a eso de
con una zona urbana o que no poseen un centro industrial acti- las nueve.
vo han perdido habitantes. El municipio de Lesquire es uno de -¿Usted es el que se encarga de hacer la compra?
los más afectados por la emigración, puesto que la disminución -Pues sí. .. , mamá tiene ochenta años. Me ha dicho: "Tú
es del 14 o/o, contra el ll o/o en Accous, el lOo/o en Aramits, el puedes montar en bici y de un salto ir a por el pan y pasar por
9 o/o en Lembeye. la tienda de comestibles. "J
-¿No hay ningún tendero ambulante que pase por donde
viven?
-Vivimos demasiado lejos, el panadero, que también lleva
comestibles, llega hasta la granja de Pé.; por poco, pero hasta
donde nosotros no llega. Ya me fastidiaba tenerme que mudar

l. Tu qué pots courre en bicyclete, ben mé coueilfe lou pa é las épíceríes.

148 149
de ropa y venir hasta aquí... Hay como unos seis kilómetros de -¡Es orgulloso y tozudo corno los vascos! Lo vendió todo y
casa a la carrere. l se marchó a trabajar a Pau, como empleado .en una empresa.'
-¿No tiene algún vecino que venga al pueblo? -¿En el barrio ya no queda nadie?2
-Imagínese ... , vivo solo con mi madre. Mi vecino Ja. viene -Desde que la familia de Ju., el primer vecino, se marchó,
a trabajar a mi casa. Ha abandonado su pequeña propiedad que ya no tenernos a nadie que pueda hacernos la cornpra.3
heredó en régimen de indiviso con J a ... ¿Qué quiere usted que -Claro, los Ju., una familia numerosa que hacía bulto en
haga solo en esa casa desde que murió su tío? Con cuarenta ese rincón remoto.
años, cómo va a encontrar o a tomar mujer. El otro vecino, -Y santamente que han hecho marchándose. Los jóvenes,
Rémi, vive solo con su madre de ochenta años. Su casa se está cuatro hermanos y una hermana, tenían bicicletas y motocicle-
cayendo a trozos y dentro de poco no tendrá ni una habitación tas, incluso un coche viejo, al final. ¡Cómo quería usted que fue-
habitable. ran al pueblo! Tenemos ochocientos metros de pésimo camino,
-¡Anda! ¡Qué barrio más desolado! casi impracticable. Un camiasse (mal camino) destrozado por las
-¡Ni que lo diga! La granja Di. estaba ocupada hasta marte- aguas. Les ha costado pagar las máquinas y todo lo demás ... Les
rou [Todos los Santos] por el hijo El. han hecho un buen fuvor obligándolos a vender su pequeña ex-
-¿También él ha abandonado la tierra? plotación por un bocado de pan. Además ahora todos esos jóve-
-Le gustaba mucho: el lugar es alegre (gauyous), aunque nes ganan buenos sueldos y se han casado en Pau, en T olosa.
muy pendiente. Se había organizado. Su hermana del molino -El camino ése, ¿no se podría ponerlo en condiciones?
venía a ocuparse de la colada. 2 Ja. iba a vigilar el establo cuando -Pensé hacerlo yo cuando volví del campo de concentra-
él venía al pueblo a comprar o a la partida de cartas los sábados ción alemán. Un kilómetro de camino no es moco de pavo, y
por la tarde. N o podía aguantar indefinidamente ahí a solas y sólo tengo aJa., a P. y aMo. para echarme una mano ... Si fue-
encontrar una mujer se había vuelto una necesidad ... ra más joven ... pero la guerra nos ha hecho perder mucho tiem-
-Me pregunto cómo un hombre solo podía aguantar en un po ... Y además estoy solo. ¿Tanto trabajo, para quién?4
rincón remoto y tan aislado. -Tendría que haber encontrado una compañera ...
-Tenía una voluntad de hierro, y era muy mañoso y traba- -Sí, tiene usted razón.5 Pero esta guerra, y el cautiverio en
jador; ¡lloraba cuando el alguacil le trajo el desahucio! el campo de concentración ... ¡Sí, así tendría que haber sido! Mi
-¿Le daba miedo el cambio? padre trabajaba más a gusto. 6 Un hombre solo ... solo, está per-
-Le dolía separarse de sus animales. Las tierras estaban dido en la tierra. Hacer la comida, ocuparse de la colada, sacar
bien preparadas y prometían buenas cosechas. Tenía la sensa- el ganado a pastar y vigilarlo. Encender la lumbre, ir al merca-
ción que las razones que le daban para echarle (lou counyet) no
eran «válidas». l. Quey trop fier et cabourrut coum u basqou! Qua d'a benut tout et quey
-¿No recurrió al consejo paritario? partít ta Pau tríbaílha dens ue entreprese.
2. Dens lou quartíf: n y soun pas arres mey?
3. Despuch qué fa famíl!e déou fu. -lou purmé besí- e soun partíts, n 'a-
l. Mes que se tabem manquat per prim ... Oh que m"enbestiabe d'em bem pas arres mey t'as ha las coumissíous.
chanya et de ha lo u ca mí... qu y a pres de 6 kí!ometres de nouste a la carrere. 4. Et puch que souy tout: soul- Ta quí ha tout aco ...
2. L 'endret que y gayous bien qué hf:re en penen. Que s 'ere organísat. - La 5. Qu 'abet raisou.
so déu Moulí queou biene ha la bougade. 6. Lou mé pay que tribaílhabe dap mey de gous.

150 151
r
do, mantener la puerta abierta. ¡Hoy en día, de los campesinos, bien en el baile. Para nosotros, los hómbres de mi edad, esta
las mujeres no quieren saber nada!' guerra, y luego el cautiverio, ha sido un gran estorbo para fun-
-¿Y eso por qué? No iban a ser desdichadas con mozos se- dar un hogar. Mientras todas las mujeres de nuestra edad se
rios como usted ... 2 han instalado en la ciudad, y algunas en el campo. Las que que-
-La cosa viene de antiguo. ¡Ellas saben lo que son las cosas daban, miraban la "posición", el "portón" [símbolo de la im-
en una granja! Oyen las quejas de sus padres. Hay que recono- portancia de la casa] tanto o más que al hombre.'
cer que no siempre se cosecha lo que se ha sembrado. Nunca -Comprendo que el gusto por el trabajo se pierda en estas
hay nada seguro. Hace falta mucha paciencia con los viejos que condiciones. 2
siguen guardando la llave de los dineros. ¡Y el dinero es necesa- -"Tienes que casarte", dice la gente.3 Corno usted com-
rio para poder modernizarse! Tuve que comprar una máquina prenderá, los que pueden encontrar algo mejor, incluso sin
segadora y trabajo donde sea, por mucha pendiente que haya, buscarlo, se van, es el caso de la familia Ju. y de muchas joven-
pero hay que caminar bien derechito para salir adelante.3 citas. En otro lugar, cobra un sueldo, por exiguo que sea ... y
-Pero ¿tienen ayudas?4 además, con razón o sin ella, el oficio de campesino está muy
-Sí, la Caja de Crédito Agrícola, el Departamento de Obras desprestigiado. 4
Rurales.5 Pero hay que hacer que rente, hay que reintegrar bas- -¡Es una pena, claro!
tante rápido el capital. Todo eso, las chicas lo oyen en casa. Se -Sí, es una pena tener que ofr cómo se dicen algunas cosas
discute y a menudo se acaba peleando: "El vecino se ha compra- que desaniman. Seguiré mientras pueda, pero ¿y después? Me
do el tractor."6 Así que todas las chicas abandonan la casa y no voy corriendo. Le he entretenido ... Usted también tiene cosas
tardan en irse a la ciudad por un salario de 20.000 francos, y que hacer. Venga a verme, si le apetece, pero cuando el tiempo
buena comida y buen alojamiento. Ya no se les llenan los chan- mejore. Mamá debe de pensar que me he demorado bebiendo5
clos de barro y pueden ir al cine.? [apintoua's, de pintou, medio litro de vino].
-¿Nunca ha salido con chicas? -Adiós, señor.»
-Había muchas chicas, antes) en mi barrio, ¡una hermosa Desaparece por el callejón detrás de la casa La., donde la
jUventud! Mi hermana se casó bastante joven con un buen pri- costumbre manda que los de su barrio se cambien de zapatos y
mogénito del barrio de Rey. Le gustaba bailar y lo pasaba muy equilibren la carga en sus motos o en sus bicicletas antes de en-
frentarse al largo trayecto que les separa de sus casas.
l. Guida e guarda lou bestia. Ha luts dens la maysou. Ha lous marquats,
tiene la porta uberte. Ouey ne bolin pas mey d'u paysa la hennes.
2. Mes perqué?... pourtan ne seren pas malerouses dap gar~ons serious
coum bous... l. Quéspiaben la pousissiou, lou portau autan coum l'homi.
3. Lou semia n éy pas toustemt lou recoltat; arré dé fixe- que cau hb-e de 2. Que coumpreni que !ou gous deu tribai! ques per hens aqueros coundi-
patience dat lous bíeílhs quí toustem tienen lous sos. S'en y a abans des poude tiom.
equipa! Qu 'ey poudut croumpam ue <:{aucheuse mécaniqueN et que coupí pertout 3. Quet cau maridat, se disen lou mounde.
per tan penen qué sie (300. 000) mes que cau tira de dret ta s 'en sourti. 4. Ailhous que toque «U mes» per tan petit que sie... Et puch a tor Oti a
4. Mes quet aydats? raisou lou mestié de paysa quey here descridat.
5. Oui, lo u Crédit agricole, !ou génie ruraL 5. Que tirerey tan qui pousqui, mes apres? Qué m'escapi. .. fe vous fois per-
6. Lou besi qua croumpat lou tractur. dre votre temps - vous avez du travail vous aussi... venez me voír síp he plasé
7. N'an pas mey <<la hangue~> aus esclops et que podin ana tau cinéma. mes cuan hu te-ms sie mey beroy. Mama qué ba pe-asa quém souy apintouat...

152 153
APÉNDICE IV que valga. Y además están los viejos. Nadie quiere provocarles
Otro diálogo entre un habitante del pueblo y un campesino dolor. A todo el mundo le gustaría mimarlos, acariciarlos. Pero
se pasa uno la vida peleando porque tiene demasiadas preocu-
paciones, porque está demasiado cansado. Las chicas quieren
tener su independencia, poder comprarse algo que les guste sin
tener que rendir cuentas. No, ninguna va a querer venir a vivir
aquí"» (L. C.).

«Mira, el otro día fui a casa de Ra., uno de los más ricos de
la comarca. Le dije: "Tú te crees que eres el amo de tu granja
¿verdad? Crees que todos esos campos y esos viñedos re perte-
necen. Te crees rico. Pues mira lo que te digo, tú eres el esclavo
de tu tractor. ¿Qué es lo que tienes con todas esas tierras? Sí,
tienes millones de bienes al sol, 4 o 5 millones. ¿Y luego qué?
Calcula lo que ganas; sí, toma papel y lápiz. A ver si te enteras,
los métodos de antes se han acabado; ahora el campesino que
no hace números, que no se pasa el día con la libreta y el lápiz
en la mano, no va a ninguna parte. Calcula lo que le das por
hora de trabajo a tu padre, a tu madre, a tu hermana que te
echan _una mano, calcula lo que ganas tú. Ya verás que acabarás
cogiendo la cartera y tirándola a la basura. Supón que quieres a
una chica: ¿tú crees que querrá venir aquí, para pasarse el día
currando y volver por la noche a casa y tener que ordeñar las
vacas, molida (harte de mau)? Las hijas de campesino conocen
la vida de campesino: la conocen demasiado para querer a un
campesino. ¿Y levantarse todas las mañanas a las cinco? Aunque
te quiera, preferiría casarse con un funcionario de correos, ¿te
enteras? Sí, un cartero o un gendarme incluso. Cuando la vida
es demasiado dura, no se tiene ni tiempo para el amor. Se pasa
uno el día currando. ¿Dónde está el amor? ¿Qué significa el
amor? Vuelves a casa molido. ¿A eso le llamas tú vida? No hay
chica que la quiera, una vida así. No hay sentimiento ni afecto

154 155
APÉNDICE V mayrane' [la tierra de los antepasados], al barrio. ¿Irme a otra
La historia ejemplar de un segundón de familia humilde parte, y para qué? Cobro la pensión corno ex combatiente y
desde que tengo sesenta y cinco años el retiro de los trabajado-
res jubilados. Estoy bien de salud y me siento muy feliz de po-
der ocuparme, sin que me moleste nadie, de las labores del
campo. Quiero mucho a esos campos, llevo cuarenta años tra-
bajándolos, mientras que los de las fincas vecinas están abando-
nados.»
c..?
.¿:¿.::_

OTRO SEGUNDÓN DE FAMILIA HUMILDE


(CONVERSACIÓN EN BEARNÉS)
Nacido en 1885, Lo. es el primer segundón de una familia
de siete hijos que vive en una pequeña finca (20 ha. aprox.). Ha J. Lou., nacido el 16 de noviembre de 1896 en Sa.: «En
ido a la escuela hasta los 12 años. En 1916 trabaja en las minas mis tiempos la vida era muy dura. Yo era el penúltimo de una
Essen hasta 1918 en calidad de prisionero de guerra. 1 «Cuando familia de seis hijos. Mis padres no eran muy espabilados y se
regresé, mi hermano mayor se había casado. Pasé dos años con ganaban la vida con dificultad. Eran aparceros en casa de Ha.,
la familia, trabajando. Fuimos mucho de juerga después de la donde tenían unas pocas tierras que tuvieron que vender para
guerra. Yo no bailaba, pero jugábamos partidas de cartas inter- pagar una deuda. Así que, desde muy joven, me "colocaron"
minables y hacíamos "verbenas" en los cafés. En 1923 me mar- como a mis hermanos. Me llegó el turno cuando tenía siete
ché de casa. ¿Por qué? Me sentía incómodo teniendo que pactar años y me vine a ganarme el sustento a casa de Ba. Guardaba el
un sueldo con mis padres o con la nueva familia de mi herma- ganado en los bosques. Las vi de todos los colores y pasé ham-
no. Me marché para emplearme como criado en casa de un pa- bre y miedo (de bets bent:es de pou y de hami). ¿La escuela? ¡La
riente, en la del hermano mayor del marido de la hermana; te- mayor parte del tiempo las mujeres de la casa o las vecinas me
nía mi edad y él solo tenía que llevar toda la finca, que era llamaban para que llevara las vacas a pastar o me ocupara de ir
grande. Había vuelto enfermo de la guerra y tenía una familia a comprar! ¡El sueldo, de diez francos anuales, a menudo ya lo
numerosa. Murió en 1960. La viuda y los hijos -ya son mayores habían cobrado por adelantado (crubat d'abance)! El plato fuer-
ahora- me consideran como el jefe de la explotación. te era la media sardina salada, a veces con una patata hervida.
-¿Por qué no se casó? ¡Ay, los jóvenes de hoy no saben la suerte que tienen! ¡Cuánto
-Tendría que haber encontrado a una heredera. Yo no te- más tienen, más se quejan (mey e an mey es plagnen)! Alrededor
nía dinero para instalarme por mi cuenta. Y, además, me sentía de los 12 años hice la primera comunión en esa casa. Cuando
feliz así. Me sentía apegado a esta casa, a los hijos, a la "terre me hicieron la revisión médica, me declararon inútil para el
servicio militar por estrecho de pecho. No me gustaba bailar.
l. Sólo consignamos aquí los pormenores más significativos. Las auto-
¡Cuánta miseria había! He conocido a mujeres, madres de fa-
biografías otorgan una imponancia más que considerable al servicio milirar y milia numerosa, que se "entregaban" por dos perras chicas.
a la guerra. Con eso compraban el pan. Cuando habría podido salir, ¡no te-

156 157
nía dinero para vestirme! La pequeña finca donde vivo desde APÉNDICEV1
hace tiempo la tengo gracias a mis abuelos. Le habían dado a Autoridad excesiva de la madre y celibato
mi madre 2.000 francos de dote con la condición de que los
empleara con el fin exclusivo de comprar tierras que no podría
venderse mientras viviese. Mis hermanos y hermanas me acosa-
ban para conseguir su parte. Tuvieron que esperar a que nues-
tra madre muriera en 1929. En ese momento, les tuve que dar
su parte mientras que yo había sudado sangre trabajando ·esa
tierra.
»¿El matrimonio? No había dinero. ¿Cómo casarse? (Quin
se cale marida?) Íbamos a pasar las noches en las posadas de
Lesquire (qu 'anabem, noueyteya en las auberyes), a veces a Pau.
Y o fui uno de los famosos cupe/es. Llamaban así a los mozos FAMILIA SÉ
que habían sido declarados inútiles para el servicio militar, pero
que fueron llamados a filas en 1916. A la vuelta, exploté mi pe- «El padre pertenecía a una familia relevante. Discreto, muy
queña finca con la ayuda de unas cuantas empleadas. Nos he- bien educado, un poco bebedor. Se casa con una mujer más jo-
mos corrido algunas noches de juerga de espanto, con algunos ven (en parte gracias a su pensión de guerra) y de una familia muy
compinches del barrio, solteros como yo o mal casados.» importante, guapa y algo pretenciosa. Ella le da cuatro hijos.
No se atrevía a oponerse a los deseos de su mujer. Como
había dinero [la pensión], ella llevaba un tren de vida un poco
disparatado. Acudía al mercado los lunes y los jueves para man-
tenerse al corriente de los chismes locales y para hacer valer el
relumbrón de la familia en Pau.
A los críos los atan corto. Les hadan sentir que eran de
familia relevante. Estaban hechizados por la madre, que toma-
ba todas las decisiones. En los asuntos importantes, los hijos
siempre respaldan la opinión de la madre. La hija salía con un
gendarme. Con el pretexto de que estaba enferma, la tuvieron
como quien dice secuestrada durante dos años. La madre se
oponía a la boda porque el gendarme era de una familia dema-
siado humilde. A partir de ahí, la autoridad de la madre se afir-
ma. Normalmente, un hombre ha de pensar más en la granja
que en la casa. El ganado es sagrado. A menudo el establo y la
granja están mejor cuidados y son de mayor tamaño que la casa;
pero resulta que las granjas han ido cayendo una tras otra. Una
casa dirigida por una mujer no tarda en irse al suelo. Hay deci-

158 159
siones que una mujer no puede ni sabe tomar. La hija acabó ca- Los conflictos siempre vienen de las mujeres. Las nueras
sándose. Uno de los chicos consiguió casarse en G. Había teni- virtuales tienen miedo de los conflictos con las suegras. Las ma-
do que marcharse, pues la pensión del padre se acabó cuando dres viejas dicen: "Tendrían que casarse . ., Pero es una manera
murió (1954). Los hijos, recurriendo a un albañil, reconstruye- de hacerse valer. También hay muchos solteros que dicen:
ron una parte de su granja. Ahora el matrimonio para ellos ni se "¡Mientras esté mamár' La madre vieja adquiere una importan-
plantea. No tienen ni asomo de personalidad. No salen. Ni ha- cia exagerada. La presencia de la madre reduce la urgencia del
blar de plantearse una modernización de la maquinaria. Acaban matrimonio. También puede ocurrir a veces que sea un freno ...
de comprar una segadora. Los pastos están descuidados y llenos En condiciones así todo va a peor. El utillaje es rudimenta-
de aulagas. Y los árboles sin podar. Los vi, el otro día, ¡a trancas rio y las ganancias insignificantes. El mantenimiento del utilla-
y barrancas estaban reparando un rastrillo de madera!. La casa je es muy importante. Las máquinas van por delante de la casa.
está descuidada. La madre sigue firme, empeñada en defender el U na mujer no puede estar al tanto ni hacerse cargo de esas co-
prestigio de la familia relevante, un propósito desproporcionado sas, un eje que gira mal, etcétera. La casa, tan importante antes,
con el estado actual de la finca» (A. B.). está ahora descuidada, hay goteras en el tejado. Tienen miedo
de recurrir al Crédit Agricole [caja de ahorros agrícola] porque
ya están endeudados y, además, mama ne bou pas (mamá no
FAM!UAJA quiere). La madre gestiona, más o menos, el presupuesto. Ellos
no pueden comprar prácticamente nada. Tienen dificultades
«El padre estaba jubilado y era muy buena persona, y oca- para pagar el entierro de la madre (1959).
sionalmente un bebedor considerable. No tenía salud y estaba Son víctimas de la educación. El tiempo parece consumirlo
muy gordo. Pero, sobre todo, había vuelto "sonado" de la gue- todo. Los tres hermanos son más conscientes cada día que pasa
rra y no mostraba nada de carácter en casa. Su mujer se impuso de su incapacidad para reaccionar pese a contar con ayuda ex-
a toda la gente de la casa. Muy autoritaria. Iba con mucha fre- terna. Producen una sensación de fatalidad. Están aplastados
cuencia al mercado, los lunes y los jueves, para estar al tanto de por el peso de las ruinas. En condiciones semejantes el matri-
las noticias, cuidar las relaciones, mantener su influencia, dárse- monio ni se plantea. La situación financiera es difícil, la reputa-
las de daune (dauneya). Con la consiguiente pérdida de tiempo, ción dudosa, la boda de uno u otro de los tres hermanos se
y los gastos y las compras; y, además, cuando la mujer sale, la vuelve imposible. Se habló de la boda posible del mayor (48
casa queda vacía. El follón. Cotilleos, fotonovelas, las mujeres años) con una muchacha del barrio, de origen vasco, veintidós
así introducen en la casa preocupaciones de otra naturaleza. La años más joven que él. Es un buen chico, ¡pero demasiado pa-
casa por dentro está descuidada y dejada. La granja no está en rado y demasiado torpe para esa muchachita vasca tan vivara-
condiciones. La mujer sigue acudiendo al mercado a vender al- cha y explosiva! Y eso que tienen una finca preciosa junto al
gunas docenas de huevos y tener un pretexto para poder ir a lindero del bosque. Actualmente, ellos mismos se ocupan de la
Pau. Los hombres empiezan a acostumbrarse a cocinar un colada, además de las labores del campo» (A. B.).
poco. Es una deshonra para un hombre y se sale de las normas Nacido en 1922, el mayor, que se convirtió, a la muerte de
establecidas. Poco a poco se van desanimando; cada vez acuden su madre, en 1959, en el jefe de una explotación de 30 hectá-
más tarde al trabajo. La mujer es quien lleva la granja. Ella se reas de las cuales hay 1O de bosques y helechos, fue a la escuela
preocupa de la comida, de que los hombres estén presentables. municipal hasta los 13 años, luego trabajó en la explotación fa-

160 161
miliar hasta el servicio militar, ayudado por sus dos hermanos APÉNDICE VII
menores. Reclutado en los campos de trabajo juvenil en 1942, Un intento de generalización: el celibato en dieciséis cantones
fue enviado a Alemania como STO [Servicio del Trabajo Obli- rurales de Bretaña
gatorio] en 1943, donde estuvo empleado como tornero en una
fábrica de Sajonia. «El trabajo allí es mucho más duro que en el
campo.» Fue liberado en 1945.
«Cuando murió la madre, nos encontramos los tres solos.
¿Y cómo casarse? Nunca hemos bailado. Íbamos a veces al baile
para mirar. La vida no es muy risueña. Tenemos preocupacio-
nes muy serias, los gastos de reparación del tejado. No somos
ricos. Yo hago la comida, arreglo la ropa y me ocupo de lavar
los platos. Cuando matamos el cerdo, vienen los vecinos y nos
echan una mano. No es un día muy divertido. A los vecinos, y Con el propósito de comprobar si los fenómenos constata-
sobre todo a las vecinas, no les faltan pretextos para meter el dos en el Bearne presentan un carácter de generalidad, hemos
dedo en la llaga."
optado por estudiar dieciséis cantones del centro de Bretaña (es
decir, 135.433 habitantes) cuya población se ha reducido en
más de un 10% entre el censo de 1948 y el de 1954. 1 Esta inves-
tigación (efectuada en colaboración con el señor Claude Seibel,
administrador del Instituto Nacional de Estadística) ha puesto
de manifiesto una marcada subnupcialidad de los hombres en el
conjunto de la zona estudiada. A falta de poder diferenciar con
mayor precisión la población aglomerada de la población disper-
sa, hemos separado, dentro de cada zona seleccionada, los muni-
cipios con más de mil habitantes aglomerados en la cabecera.
Por último, se ha dividido la fracción rural de la zona estudiada
en función de la categoría socioprofesional del cabeza de familia
(véase cuadro en páginas siguientes)
l. Los cantones escogidos son los siguientes: en Cótes-du-Nord, Bour-
briac, Callac, Corlay, Gouerec, Mael-Carhaix, Rostrenen, Saint-Nicholas-du-
Pelem; en Finisthe, Carhaix, Cháteauneuf-du-Faou, Huelgoat, Pleyben, Si-
zun; en Morbihan, Cleguerec, La Faouet, Gourin, Guéméné-sur-Scorff. Los
municipios siguientes, que cuentan con más de mil habitantes aglomerados en
la cabecera, han quedado excluidos del estudio; en Cótes-du-Nord, Callac,
Rostrenen; en Finisrete, Carhaix, Chiteauneuf-du-Faou, Huelgoat, Pleyben;
en Morbihan, Le Faouer, Gourin, Guéméné-sur-Scorff. De los 123 munici-
pios de la zona estudiada hemos conservado 114, todos rurales y caracteriza-
dos por su baja densidad (45 habitantes por kilómetro cuadro como media).

162
163
1 f

Proporciones de solteros: comparaciór¡ entre la Bretaña central y la ciudad de Rennes

Zona de estudio (16 cantones de la Bretaña interior) Ciudad de Rennes


CSP del cabeza a!("fcolas CSP del cabeza no a:z:rícolas con¡unto conjunto
Sexo mase. Sexo'Ém. Sexo mase. - - Sexo fem. Sexo mase. Sexo fi:m. Sexo mase. Sexo fi:m.
Población toral 46.122 41.936 21.131 - - 26.244 67.253 68.180 51.203 61.514
Porcentaje lOO lOO lOO 100 lOO lOO lOO lOO

Solteros 53,4 o/o 44,4 o/o 45,3 o/o 35,8 o/o 50,9 o/o 41,1 o/o 45,2 o/o 43,4 o/o
De los cuales: hijos 43,6 39,2 38,6 27,4 42 34,6 38,7 33,7
Cabeza familia 3,7 1,1 3,9 5,4 3,8 2,8 2,7 4,5
Otros parientes 3,1 2,9 1,4 1,7 2,6 2,5 0,6 1,2
Pensionistas y criados 3 1,2 1,4 1,3 2,5 1,2 3,2 4

Casados 19.865 19.838 10.096 10.390 29.961 30.228 26.702


43,1 o/o 47,3 o/o 47,8 o/o 39,7 o/o 44,5 o/o 44,3 o/o 51,4% 43,4 o/o

De los cuales: Cabeza familia 0,3 44,8 1,4 40,6 0,7 48,6 l,l
38,7
Esposa - 42,1 - 35,6 - 39,6 0,1 40
Hijos 2,9 3,4 2,4 2,2 2,7 2,9 1,8 1,7
Ascendientes 0,9 l,l 0,2 0,3 0,7 0,8 0,2 0,2
Otros 0,6 0,4 0,4 0,2 0,5 0,3 0,7 0,4
Viudos y divorciados 3,5 o/o 8,3 o/o 6,9 o/o 24,5 o/o 4,6 o/o 14,6 o/o 3,4 o/o 13,2 o/o
De los cuales: Cabeza familia 1,9 4,6 5,7 21,8 3,1 11,2 2,6 10,7
Ascendien res 1,3 3,3 0,7 1,9 1,1 2,8 0,3 1,8
Otros 0,3 0,4 0,5 0,8 0,4 0,6 0,4 0,7
Población de 18 a 47 años 20.637 17.500 7.836 8.134 28.473 25.634 22.086 26.730
Porcentaje del total 44,8 41,7 37,1 31 42,4 37,6 43,1 43,5

100 lOO lOO 100 100 lOO lOO lOO


Solteros 52 o/o 32,7 o/o 38,9 o/o 26 o/o 48,4 o/o 30,5 o/o 29,2 o/o 31,6 o/o
De los cuales: Hijos 38,9 27,8 29,9 18,5 36,4 24,8 17 17,6
Cabeza familia 4,3 0,7 4,2 3,5 4,3 1,5 4,7 5,2
Otros parientes 3,8 2,4 1,9 1,6 3,3 2,2 1,1 1,4
Pensionistas y criados 5,0 1,8 2,9 2,4 4,4 2 6,5 7,4

Casados 47,3 o/o 65,5 o/o 59,9 o/o 69,8 o/o 50,8 o/o 66,9 o/o 69,3 o/o 64,5 o/o
De los cuides: Cabeza familia 40,2 0,3 53,3 2 43,8 0,8 64,1 1,6
Esposa - 56,4 - 60,7 - 57,8 - 58,5
Hijos 6,3 7,4 6 6,7 6,2 7,6 4,1 3,8
Otros 0,8 0,8 0,5 0,4 0,7 0,7 1,1 0,6
Viudos y divorciados 0,7 o/o 1.8% 1,1 o/o 4,2 o/o 0,8 o/o 2,6 o/o 1,5 o/o 3,9 o/o

164 165
1

Se ve que, en la población agrícola, el porcentaje de solte-


ros de sexo masculino de 18 a 47 años de edad alcanza el 52 %
-de los cuales el 38,9 o/o de hijos del cabeza de f.amilia y 5 o/o de
criados- contra el 38,9 o/o entre la población no agrícola y el
29,2 o/o en la ciudad de Reunes. Para la franja de edad de 29 a
38 años, el porcentaje de solteros declarados como hijos del ca-
beza de f.amilia es particularmente elevado entre la población
agrícola, o sea el 28,3 o/o (sobre el41 %) contra el 5,7 o/o (sobre
el 11,8 o/o) en Rennes para la misma franja de edad.
Siempre menor que entre los hombres, o sea el 32,7 o/o
contra el 52 o/o en las categorías agrícolas, el 26,0 o/o contra
38,9% en las categorías no agrícolas, el índice de soltería de las
mujeres no parece independiente (relativamente, al menos) de
la residencia y de la categoría socioprofesional. Las curvas de la Foto 1: La labranza.
gráfica derecha ponen de manifiesto una concordancia notable
entre los índices de las diferentes categorías, mientras que la Las mujeres no sólo se ocupan del corral y, en especial, del ganado: también par-
ticipan de manera activa en las labores del campo, como la siega del heno y los
comparación entre las dos gráficas evidencia hasta qué punto cereales y la vendimia. Asimismo, les toca guiar la yunta durante la labranza, una
difiere la situación de los hombres y de las mujeres. 1 rarea particularmente cansada porque hay que obligar a los bueyes a arar recto.
Así) a mayor escala y en una región diferente, se observan
hechos idénticos a los constatados en Lesquire: los hombres que
viven de la agricultura y residen en regiones remotas tienen una
posibilidad sobre dos de quedarse solteros; las mujeres, por su
parte, no son tributarias de los determinismos vinculados al lu-
gar de residencia o a la profesión. Que las explicaciones pro-
puestas para Lesquire, muy probablemente, sirvan para dar ra-
zón del fenómeno global no quita que no se puede deducir de la
identidad de los efectos una identidad de las causas y que un
análisis sociológico de las condiciones particulares resulta im-
prescindible.

Fo~o 2: Vista aérea de la parte oeste del pueblo de Lesquire.

Las casas del pueblo se aprietan, formando una línea de fachadas continua, a
lo largo de la calle Mayor. Casi todas han conservado la puerta de arco de
medio punto que servía para dar paso a las carretas cargadas de heno. En el
l. Para la comparación con los daros válidos para roda Francia, véase la patio interior, situado en la paree trasera de la casa, están la pocilga, el galli-
revista Population, n.0 2, 1962, págs. 232 y siguientes. nero y las conejeras. Más allá, el granero, con el establo, el lagar y el henil.
Luego, el huerto, una lengua de tierra del ancho de la casa y de un centenar
166 de metros de longitud delimitada a ambos lados por una hilera de parras.
Foto 5: Una granja aislada de las colinas.
La casa y los graneros forman un patio cerra-
do por los cuatro lados, lo que confiere al con-
junto la apariencia de una fortaleza.

Foto 3: La parte este del pueblo de Lesquire.

Foto 4: El centro del pueblo. Foto 6: Una casona abandonada.


Foto 7· El baile de la asociación de agricultores y ganaderos.

Foto 9: El baile de la asociación de agricultores y ganaderos.


Plantados al borde de la pista, un grupo de hombres mayores observan en si-
lencio. Como impulsados por la tentación de participar en el baile, avanzan a
veces y estrechan el espacio reservado a las parejas que bailan. No ha faltado
ni uno de los solteros, todos están allí. El día del baile de la asociación de agri-
cultores y ganaderos todo el mundo acude al Paseo, y todo el mundo baila,
hasta los «viejos». Los solteros no bailan nunca, y ese día no es una excepción.
Pero entonces llaman menos la atención, porque todos los hombres y las mu-
Foto 8: El baile de la asociación jeres del pueblo han acudido, ellos para tomarse unas copas con los amigos y
de agricultores y ganaderos. ellas para espiar, cotillear y hacer conjeturas sobre las posibles bodas.
Segunda parte

Las estrategias matrimoniales en el sistema


de las estrategias de reproducción
El beneficiario del mayorazgo, el hijo primogé-
nito, pertenece a la tierra. Ella lo hereda.
K. MARX,
Esbozo de una crítica de la economía política

El hecho de que las prácticas a través de las cuales los cam-


pesinos bearneses trataban de garantizar la reproducción de su
linaje al mismo tiempo que la reproducción de sus derechos
sobre sus instrumentos de producción presenten unas regulari-
dades evidentes no permite considerarlas el producto de la obe-
diencia a unas reglas. Hay que romper, en efecto, con el juridi-
cismo que impregna todavía la tradición etnológica y que
tiende a tratar cualquier práctica como ejecución: ejecución de
una orden o de un plan en el caso del juridicismo ingenuo, que
actúa como si las prácticas fueran directamente deducibles de
reglas jurídicas expresamente constituidas y legalmente sancio-
nadas o de prescripciones consuetudinarias en las que se inclu-
yen sanciones morales o religiosas; 1 ejecución de un modelo in-

l. Entre las innumerables pruebas de que la etnología no sólo ha toma-


do prestados de la tradición jurídica conceptos, herramientas y problemas,
sino también una teoría de la práctica que nunca resulta tan manifiesta como
en la relación que establece entre los ((nombres de parentescO>> y las «actitudes
de parentescO>>, bastará con citar el empleo eufemístico que hace Radcliffe-
Brown {que aún decíafother-righty mother-right, «derecho del padre» y «de-
recho de la madre», para referirse al patriarcado y al matriarcado) del término
inglés jura!: «El término», comenta Louis Dumont, «es difícil de traducir. Ve-
remos que no sólo quiere decir «legal" o «jurídico". Se trata de las relaciones
que «pueden definirse hablando de deberes y de derechos", de deberes y de
derechos consuetudinarios, exista sanción legal o sólo sanción moral even-
tualmente complementada mediante una sanción religiosa. Se trata, en suma,

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consciente, en el caso del estructuralismo, que restaura, bajo el entre la partitura musical y su ejecución. 1 De hecho, el sistema
velo de lo inconsciente, la teoría de la práctica del juridicismo de las disposiciones inculcadas por las condiciones materiales
ingenuo al representar la relación entre la lengua y la palabra, o ., de existencia y por la educación familiar (por ejemplo, el habi-
entre la estructura y la práctica, sobre el modelo de la relación tus) que constituye el principio generador y unificador de las
prácticas es fruto de las estructuras que esas prácticas tienden a
de las relaciones que son objeto de prescripciones precisas, formales, trátese
reproducir, de modo que los agentes sólo pueden reproducir, es
de personas o de cosas>> (L. Dumont, Introduction a deux théories d"anthropo-
logie socíale, París, Mouton, 1971, pág. 40). Ni que decir tiene que una teoría decir, reinventar inconscientemente o imitar conscientemente,
de la práctica semejante no habría sobrevivido en una tradición etnológica como a todas luces evidentes, o como las más convenientes o,
que más bien habla el lenguaje de la regla que el de la estrategia, si no tuviera sencillamente, más cómodas, las estrategias ya comprobadas
afinidad-con los presupuestos inscritos en la relación entre el observador y su que, porque han regido las prácticas desde siempre (o, como
objeto y que se imponen en la construcción misma del objeto mientras no
dicén los antiguos expertos de los usos consuetudinarios, «des-
sean explícitamente tomados como objeto. A diferencia del obsetvador, ca-
rente del dominio práctico de las reglas que trata de aprehender en las prácti- de tiempos inmemoriales»), parecen inscritas en la naturaleza
cas y en los discursos, el indígena sólo consigue aprehender el sistema de las de las cosas. Y como todas esas estrategias, tanto si se trata de
relaciones objetivas -del que sus prácticas o sus discursos representan otras las que pretenden garantizar la transmisión del patrimonio en
tantas actualizaciones parciales- mediante secciones, es decir, en forma de rela- su integridad y la conservación de la familia en la jerarquía eco-
ciones que sólo se presentan de una en una, o sea, sucesivamente, en las situa- nómica y social como de las que pretenden garantizar la conti-
ciones de urgencia de la vida cotidiana. Con lo que, impulsado por la interro-
gación del etnólogo a efectuar una reconsideración reflexiva y casi teórica
nuidad biológica del linaje y la reproducción de la fuerza de
sobre su práctica con, en la mejor de las hipótesis, la asistencia del etnólogo, trabajo, distan mucho de ser automáticamente compatibles, a
el informador mejor informado produce un discurso que aúna dOs sistemas pesar de la coincidencia de sus funciones, sólo el habitus, en
opuestos de lagunas: en tanto que discurso de la familiaridad, silencia todo lo cuanto sistema de esquemas que orientan rodas las opciones sin
que no hace &Ita expresar porque es de cajón; en tanto que discurso para elfo- conseguir la explicación completa y sistemática, puede funda-
rastero, sólo puede seguir siendo completamente inteligible siempre y cuando
excluya todas las referencias directas a casos particulares (es decir, a grandes
mentar la casuística imprescindible para salvaguardar, en cada
rasgos, todas las informaciones directamente vinculadas a nombres propios caso, lo esencial, aun a costa de un quebrantamiento de las
que evocan y resumen todo un sistema de informaciones previas). Como el «normas» que sólo existen como tales para el juridicismo de los
indígena se siente tanto menos propenso a recurrir confiadamente al empleo etnólogos.
del lenguaje de la familiaridad cuantO menos familiarizado le parece estar
quien le interroga con el universo de referencia de su discurso (lo que trasluce
en la forma de las preguntas planteadas, particulares o generales, ignorantes o mente) tienden a impedirle alcanzar la verdad objetiva de esa aprehensión ob-
informadas), se comprende que sean tan pocos los etnólogos capaces de intuir jetivante: el acceso a ese conocimiento del tercer género presupone, en efecto,
la distancia entre la reconstrucción cient.ífica del mundo indígena y la expe- que uno se dote del medio de percibir lo que hace que el conocimiento obje-
riencia indígena de ese 'mundo, que únicamente se revela en los silencios, las tivo del mundo social sea radicalmente irreductible a la experiencia primera
elipsis y las lagunas del lenguaje de la familiaridad, abocado a una circulación de ese mundo que construye la verdad de cualquier experiencia indígena del
restringida a un universo de conocimiento mutuo casi perfecta·donde todos mundo social.
los individuos son nombres propios y rodas las situaciones <(lugares comu- l. Citando sólo a Saussure: 11La parte psíquica tampoco está entera-
nes». Las condiciones mismas que conducen al etnólogo a una aprehensión mente en juego: el lado ejecutivo no está implicado, pues la ejecución nunca
objetivante del mundo social (y, en particular, la situación de forastero, que es obra de la masa; siempre es individual y el individuo siempre la domina;
implica la realización real de todas las rupturas que el sociólogo atento a no la llamaremos la palabra>} (F. de Saussure, Cours de linguistique générale, Pa-
encerrarse en las ilusiones de la familiaridad está obligado a ejecutar decisoria- rís, Payot, 1960, págs, 37-38).

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Así pues, la transgresión del principio de la preeminencia nen a una distancia considerable de la realidad de las prácticas,
masculina que constituye la cesión a las mujeres de no sólo una o los antropólogos que, mediante sus estáticas taxonomías, he-
parre de la herencia, sino de la condición de heredero (hére- rencia las más de las veces del derecho romano, plantean falsos
te, masculino y héretere, femenino) es la óptima para llamar la problemas tales como los que engendraría aquí la distinción ca-
atención del observador atento, es decir, prevenido, a todas las nónica entre los sistemas de sucesión monolineales y los siste-
estrategias desplegadas para defender los intereses (socialmente mas bilaterales o de cognación. 1
definidos) del linaje o, lo que es equivalente, la integridad del Todo obliga, por el contrario, a plantearse que el matrimo-
patrimonio. De igual modo que los etnólogos han reducido al nio no es fruto de la obediencia a una regla ideal, sino el pro-
matrimonio con la prima de filiación paralela el sistema matri- ducto de una estrategia que, corno echa mano de los principios
monial de las sociedades bereberes y árabes porque ese tipo de profundamente interiorizados de una tradición particular, pue-
matrimonio, que no representa más que una estrategia matri- de reproducir, más inconsciente que conscientemente, ésta o
monial entre muchas, y no la más frecuente, forzosamente de- aquélla de las soluciones típicas que distingue explícitamente esa
bía parecerles el rasgo distintivo de ese sistema por referencia a tradición. El matrimonio de cada uno de sus vástagos, primogé-
las taxonomías de la tradición etnológica, de igual modo la ma- nito o segundón, varón o hembra, plantea a la familia un pro-
yoría de analistas han caracterizado el sistema sucesorio bearnés blema particular que sólo puede resolver recurriendo a todas las
por el «derecho de primogenitura integral», que tanto podía fa- posibilidades ofrecidas por las tradiciones sucesorias o matrimo-
vorecer a la hembra como al varón, porque la sujeción a los niales para garantizar la perpetuación del patrimonio. Corno si
constreñimientos de su cultura jurídica los condenaba a apre- todos los medios fueran buenos para cumplir esa función supre-
hender corno un rasgo distintivo de ese sistema lo que no es ma, puede recurrirse a estrategias que las taxonomías del juridi-
más que una transgresión de los principios en los que se mani- cismo antropológico inducirían a considerar incompatibles,
fiesta todavía la fuerza de los principios. En efecto, sólo la nece- tanto cuando se transgrede el «principio de la predominancia
sidad de conservar a toda costa el patrimonio dentro del linaje del linaje,, tan estimado por Forres, para dejar en manos de las
puede llevar a la solución desesperada que consiste en enco- mujeres la perpetuación del patrimonio como cuando se tiende
mendar a una mujer la tarea de asegurar la transmisión del pa- a minimizar o incluso a anular, mediante artificios jurídicos si es
trimonio, fundamento de la continuidad del linaje, en el caso necesario, las consecuencias nefastas para el patrimonio de las
de fuerza mayor constituido por la ausencia de descendiente concesiones inevitables al régimen bilateral de sucesión o cuan-
varón y sólo en este caso: es sabido que la condición de herede- do, más generalmente, se somete a las relaciones objetivamente
ro no recae en el primer vástago nacido, sino en el primer hijo
varón, incluso cuando ocupa el último lugar en el orden crono- l. Los errores inherentes al juridicismo nunca se presentan de modo
lógico de los nacimientos. Este trastrocamiento de la represen- tan manifiesto como en los trabajos de los historiadores del derecho y de los
tación tradicionalmente admitida se impone de manera indis- usos, a los que su formación, y también la naturaleza de los documentos que
cutible en cuanto se deja de considerar las reglas sucesorias o utilizaban (tales como, en particular, las actas notariales, amalgama de caute-
matrimoniales como normas jurídicas, al contrario de lo que las jurídicas producidas por los notarios profesionales, conservadores de una
tradición erudita, y de procedimientos efectivamente propuestos por los uti-
hacen los historiadores del derecho que, incluso, y sobre todo, lizadores de sus servicios) inducían a canonizar en forma de reglas formales
cuando se basan en el estudio de actas notariales, meros regis- las estrategias sucesorias y matrimoniales (véanse las notas bibliográficas, en
tros de los fallos del sistema (actuales o potenciales), se mantie- particular,las números 9, 10, 12 y 14. págs. 209-10).

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inscritas en el árbol genealógico a todas las manipulaciones ne- tanto, fáciles de tomar o, mejor aún, lo que el espacio hodológi-
cesarias para justificar ex ante o ex post los paralelismos o las co, es decir, físico, de los recorridos y de los itinerarios realmen-
alianzas más conformes con el interés del linaje, es decir, con la te efectuados es para el espacio geométrico de un mapa como
salvaguarda o el incremento de su capital material o simbólico. representación imaginaria de todos los caminos y todos los iti-
«Resulta que han descubierto que son parientes muy cercanos nerarios teóricamente posibles; y, ampliando la metáfora, las re-
de los X.», decía un informador, «desde que éstos se han conver- laciones genealógicas no tardarían en borrarse, cual caminos
tido en "importantes", con la boda de su hija con el hijo de Y.» abandonados, si no fueran objeto de un mantenimiento conti-
Se suele olvidar que los árboles genealógicos sólo existen como nuo, aun cuando sólo sean utilizadas de forma discontinua. Se
tales, sobre todo, en las sociedades que carecen de escritura, gra- menciona a menudo lo difícil que resulta restablecer una rela-
cias a 1a labor de construcción del etnólogo, el único capaz de ción que no se ha mantenido en buen estado mediante inter-
hacer existir tota simul o sea, en su totalidad en la simultanei- cambios regulares de visitas, de cartas, de obsequios, etcétera.
dad, en forma de un esquema espacial capaz de ser aprehendido («No podemos dar la impresión de que sólo vamos para pedirles
uno intuitu y recorrido indistintamente en cualquier dirección, un favor»): del mismo modo que el intercambio de obsequios
a partir de cualquier punto, la red completa de las relaciones de oculta su verdad objetiva espaciando en el tiempo unos actos
parentesco a varias generaciones, de la que el conjunto de rela- cuyo «toma y daca» revela de forma cínica su reversibilidad por
ciones entre parientes contemporáneos, que es un sistema de rela- el mero hecho de yuxtaponerlos en la sincronía, la continuidad
ciones de uso alternativo, no representa en sí mismo más que una de las relaciones mantenidas en el decurso del tiempo como si
parte. 1 Las relaciones de parentesco efectiva y actualmente co- sólo interesaran por sí mismas oculta la función objetiva de las
nocidas, reconocidas, practicadas y, como suele decirse, «culti- relaciones que con toda claridad pondría de manifiesto una uti-
vadas», son, para la genealogía construida, lo que la red de cami- lización discontinua de los beneficios que son susceptibles de
nos realmente mantenidos, frecuentados y recorridos, y, por lo conllevar en cada caso. Como el mantenimiento de las relacio-
nes incumbe, evidentemente, a aquellos que, al ser los que más
beneficio esperan de ellas, no pueden a la vez mantenerlas en es-
l. Los cabileños distinguen explícitamente entre los dos puntos de Vista
que se pueden adoptar sobre las relaciones de parentesco según la situación,
tado de funcionamiento y ocultar su función más que (<cultiván-
o sea, según la fonción asignada a esas relaciones, es decir, thaymath, el con- dolas)) continuamente, la parte de los parientes «útiles» entre los
junto de los hermanos, y thadjadith, el conjunto de los descendientes de un «parientes teóricos}) detallados en la genealogía no para de cre-
mismo antepasado, real ,o mítico. Se invoca el thaymath cuando se trata de cer, sin que haga fulta hacer nada para ello, a medida que uno se
oponerse a otro grupo; por ejemplo, si el dan es atacado: es una solidaridad eleva en las jerarquías reconocidas por el grupo: en resumen,
actual y activa entre individuos unidos por vínculos de parentesco reales, que
pueden remontarse hasta la tercera o cuarta generación; el grupo que une el
son los sobrinos los que hacen el nepotismo. Basta, en efecto,
thaymath representa_ sólo una sección, más o menos amplia, segtin las cir- con preguntarse por qué y cómo acuden a los poderosos todos
cunstancias, de la unidad total de solidaridad teórica que designa el thadja- esos sobrinos, sobrinos nietos y sobrinos bisnietos para darse
dith en cuanto conjunto de relaciones de parentesco genealógicamente fun- cuenta de que si los más importantes son también los que tie-
dadas. « Thaymath es de ahora, thadjadith es de ayer)), se dice, y con ello se nen las familias más importantes, mientras que los <(parientes
manifiesta que la «fraternidad» (thaymath) representa un papel infinitamente
pobres» son también los más pobres en parentela, es porque, en
más real que la referencia al origen común, con la que más bien se expresa el
esfuerzo para justificar ideológicamente una unidad amenazada que el senti- ese ámbito como en cualquier otro, el capital va al capital, pues
miento de una solidaridad viva. la memoria de la parentela y la propensión a cuidarla es función

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de los beneficios materiales o simbólicos que se pueden conse- matrimonial también ha de garantizar la salvaguarda del patri-
guir «cultivando>> los lazos familiares. 1 monio, y ello en un universo económico dominado por la esca-
sez del dinero. 1 Como la parte del patrimonio tradicionalmente
heredada y la compensación pagada en el momento del matri-
Admitiendo que el matrimonio de cada uno de los hijos re- monio son, de hecho, lo mismo, es el valor de la finca lo que fija
presente para una familia el equivalente de una jugada en una el importe del adot (de aCÚJut!t, hacer una donación, dotar), el
partida de cartas, se ve que el valor de esa jugada (calibrado se- cual determina, a su vez, las ambiciones matrimoniales de quien
gún los criterios del sistema) depende de la calidad del juego, tiene derecho a él, del mismo modo que el importe del aCÚJt exi-
en el doble sentido, es decir, de la mano corno conjunto de car- gido por la familia del futuro cónyuge depende de la importan-
tas recibidas, cuya fuerza es definida por las reglas del juego, y cia de los bienes de quien aspira a entrar en ella. De lo que resulta
de la forma, más o menos hábil, de utilizar las cartas. En otras que, por la mediación del aCÚJt, la economía regula los intercam-
palabras, dado que las estrategias matrimoniales siempre se pro- bios matrimoniales, habida cuenta de que los matrimonios tien-
ponen, por lo menos en las familias más favorecidas, hacer un den a celebrarse entre familias de posiciones parecidas desde una
«buen matrimonio» y no sólo un matrimonio, es decir, optimi- perspectiva económica. Indudablemente, no basta poseer una
zar los beneficios y/ o minimizar los costes económicos o simbó- gran hacienda para ser una familia relevante: jamás serán consi-
licos del matrimonio en tanto que transacción de un tipo muy deradas tales las casas que sólo deben su rango o su riqueza a su
particular, esas estrategias se rigen en cada caso por el valor del codicia, a su tesón en el trabajo o a su falta de escrúpulos, y que
patrimonio material y simbólico que puedé ser invertido en la son incapaces de manifestar las virtudes que cabe esperar de los
transacción y por el modo de transmisión del patrimonio que grandes, en particular, la dignidad en el porte y el sentido del ho-
define los sistemas de intereses propios de los diferentes pre- nor, la generosidad y la hospitalidad; y, a la inversa, la cualidad
tendientes a la propiedad del patrimonio asignándoles derechos de familia relevante puede sobrevivir al empobrecimiento. 2 La
diferentes sobre el patrimonio según su sexo y su rango de naci-
miento. Resumiendo, el modo de sucesión especifica, en función l. La investigación que ha servido de base a estos análisis se efectuó en
de criterios tales como el rango de nacimiento, las posibilidades 1959 y en 1960, y.se retomó luego, en 1970 y en 1971, en el pueblo al que
matrimoniales genéricamente vinculadas a los descendientes de llamaremos Lesquire y que está situado en el Bearne, en el corazón de la co-
una misma familia en función de la posición de esa familia en la marca de colinas situadas entre el Gave de Pau y el Gave de Olorón.
jerarquía social, identificada, de manera principal, pero no ex- 2. En las relaciones entre los sexos, era con ocasión de la celebración de
una boda cuando se afirmaba con mayor rotundidad la conciencia de la jerar-
clusiva, con el valor económico de su patrimonio. quía socíal: «En el baile, un segundón de medio pelo (u caddet de petíte garbu-
Por mucho que su función primera y directa consista en pro- re) no se acercada demasiado a la segundona de los Gu. (campesino importan-
porcionar los medios de garantizar la reproducción del linaje, y, te]. Los demás no habrían tardado en decir: "Es un pretencioso. Quiere sacar a
por lo tanto, la reproducción de su fuerza de trabajo, la estrategia bailar a la primogénita de esa casa importante." Algunos criados bien parecidos
sacaban a bailar a veces a las herederas, pero no era frecuente}) 0.-P. A.). ¿Co-
rresponde a una oposición clara en el ámbito económico la fuerte distinción
l. O sea, que la utilización de las-genealogías como ideología tendente establecida entre las «casas relevantes>> y los <<pequeños campesinos» (lou pay-
a justificar las estructuras pol.íticas vigentes (en el caso de la tribu árabe, por santots)? De hecho, aunque el historiograma que representa la distribución de
ejemplo) no es más que un caso particular y particularmente significativo de los bienes raíces permita distinguir tres grupos, en concreto, las haciendas de
las .funciones que pueden asignarse a las estructuras de parentesco. menos de 15 hectáreas (175), las haciendas entre 15 y 30 hectáreas (96) y las

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oposición que aleja de la masa de los campesinos a una «aristo- peto por los valores del honor (aunou), y por la consideración so-
cracia» distinta no sólo por su capital material, sino también por cial de la que es objeto, implica la imposibilidad (de derecho) de
su capital simbólico, calibrado en función del valor del conjunto determinados matrimonios considerados uniones desacertadas.
de la parentela, en ambos linajes y a lo largo de varias generacio- Esos grupos de condición ni son del todo dependientes ni del
nes, 1 por su estilo de vida, que ha de poner de manifiesto su res- todo independientes de sus bases económicas, y, aunque nunca
falte la consideración del interés económico en el rechazo de la
haciendas de más de 30 hectáreas (31), las líneas de división entre esas tres cate- unión desacertada, una «casa- humilde)} puede hacer grandes sa-
gorías nunca son muy marcadas. Los aparceros (bourdes-míeyrades) y los granje- crificios económicos para casar a una de sus hijas con un «primo-
ros (boitrdes en affi-rme) son muy poco numerosos; las haciendas diminutas génito de familia relevante» («¡Lo que he tenido que hacer para
(menos de 5 hectáreas) y las grandes haciendas (más de 30 hectáreas) repre-
colocarla donde está! Con las otras no voy a poder hacerlo»),
sentan una proporción ínfima en el conjunto, el 12,3 o/o y el 10,9 o/o, respec-
tivamente. De lo que resulta que el criterio económico no tiene entidad para mientras que un primogénito de «familia releVante)} puede re-
determinar por sí solo unas discontinuidades importantes. Sin embargo, la per- chazar un partido más ventajoso desde el punto de vista econó-
cepción que se tiene de las diferencias de condición que marcan la oposición mico para casarse de acuerdo con su rango. Pero el margen de
entre los dos grupos de familias es intensa. La familia relevante no sólo es reco- disparidad admisible sigue siendo restringido, y, más allá de un
nocible por la extensión de su hacienda, sino también por todo un conjunto de umbral determinado, las diferencias económicas impiden, de
signos, tales como el aspecto exterior de la casa: se distinguen casas de dos plan-
tas (maysous de dus soules) o «casonas» (maysous de meste) y las casas de una sola hecho, las uniones. En resumen, las desigualdades de fortuna
planta, vivienda de los granjeros, aparceros y campesinos humildes; la <<casona» tienden a determinar puntos de segmentación particulares, en el
se designa también por el portón monumental que da paso al patio. (<Las chi- interior del campo de las parejas posibles, es decir, legítimas, que
cas», afirma un soltero, (<miraban más el portón (lou pourtalé) que el hombre.>, la posición de su familia en la jerarquía de los grupos de condi-
l. Así calculaba un informador cuando se le pidió que explicara por qué ción social asigna objetivamente a cada individuo («Madeleine,
consideraba que una boda reciente era un «buen matrimonio••: <<El padre de
la chica que fue [a casarse] a casa de Po. era un segundón de La. de Abos que
la pequeña de los P., tendría que haber ido a parar a casa de los
vino a Saint-Faust para casarse en una buena casa. El primogénito de la fami- M., L. o F.»).
lia, hermano de éste, había conservado la casa en Abos; era maestro, pero lue- Los principios que, mediante el adot, tienden a excluir los
go se marchó a la SNCF [ferrocarriles nacionales franceses] a París. Se casó matrimonios entre familias demasiado desiguales, consecuencia
con la hija de La.-Si., un comerciante importante de Pardies. Todo eso lo sé de una especie de cálculo implícito de óptimos con el propósito
porque se lo oí decir a mi madre. De sus dos hijos, uno es médico en París
[médico interno residente de un hospital], el otro es inspector de la SNCF. El
de optimizar el beneficio material y simb6lico susceptible de ser
padre de la chica que fue a casa de Po. es el hermano de ese personaje.» Se ha proporcionado por la transacción matrimonial dentro de los lí-
podido comprobar en muchos otros casos que los agentes poseen una infor- mites de la independencia económica de la familia, se combi-
mación genealógica total a escala del ámbito de matrimonio (lo que presupo- nan con los principios que otorgan la supremacía a los hombres
ne una movilización y una actualización permanentes de la competencia): de y la primacía a los primogénitos para definir las estrategias ma-
lo que resulta que un engañoso farol es prácticamente imposible (·~Ba. es muy
trimoniales. El privilegio otorgado al primogénito, mera retra-
importante, pero su familia, cerca de Au., es insignificante»), pues cualquier
individuo puede ser devuelto en cualquier momento a su verdad objetiva, es ducción genealógica de la primacía absoluta conferida al man-
decir, al valor social (según los criterios indígenas) del conjunto de sus parien- tenimiento de la integridad del patrimonio, y la preeminencia
tes a lo largo de varias generaciones. N o ocurre lo mismo cuando se trata de reconocida a los miembros varones del linaje, concurren, como
un matrimonio lejano: «Quien se casa lejos,, dice el proverbio, 1<0 engaña o es se verá, para propiciar una homogamia estricta al prohibir a los
engañado [sobre el valor del producto].))
hombres los «matrimonios de abajo arriba» que podría suscitar
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el afán de optimización del beneficio material y simbólico: el se liquida en el momento de la boda, casi siempre en metálico
primogénito no puede casarse demasiado arriba, no sólo por re- para evitar el fraccionamiento de la hacienda, y, excepcional-
mor a tener que devolver algún día el ador, sino también, y, mente, en forma de parcela de tierra (mera fianza, entonces,
sobre todo, porque su posición en la estructura de las relacio- siempre susceptible de ser rescatada mediante pago de un im-
nes de poder doméstico resultaría amenazada, ni demasiado porte fijado de antemano), a menudo se identifica equivocada-
abajo, por temor a deshonrarse con una unión desacertada y mente con una dore, por mucho que no sea más que la contra-
encontrarse así ante la imposibilidad de poder dorar a los se- partida otorgada a los segundones a cambio de su renuncia a la
gundones; en cuanto al segundón, que puede menos aún que el tierra. Pero es necesario, aquí también, no caer en el juridicismo
primogénito afrontar los riesgos y los costes materiales y simbó- que, sustituyendo las genealogías por la matriz catastral, presen-
licos de ·la unión desacertada, tampoco puede, sin exponerse a taría como las. normas de aplicación universal de un «régimen
una condición dominada y humillante, caer en la tentación de sucesorio» tan irreal como los modelos mecánicos de los inter-
contraer un matrimonio manifiestamente muy por encima de cambios matrimoniales, un procedimiento que sólo ofrecería un
su condición. En la medida en que representaba para las fami- recurso último al cabeza de familia preocupado por la salvaguar-
lias campesinas una de las ocasiones más importantes de llevar da de la integridad del patrimonio.! La escasez extrema de dine-
a cabo intercambios monetarios y, al mismo tiempo, intercam- ro líquido (debida, al menos en parte, a que la riqueza y la con-
bios simbólicos idóneos para afianzar la posición de las familias dición social se calibraban en primer lugar en función del
aliadas en la jerarquía social y para reafirmar al mismo tiempo tamaño de la hacienda) hace que, a pesar de la posibilidad pro-
esa jerarquía, el matrimonio, que podía determinar el aumento,
la conservación o la dilapidación del capital material y simbóli- sible de la hacienda recurriendo, en caso de litigio, a expertos locales, escogi-
co, constituía, sin duda, la base de la dinámica y de la estática dos por las diferentes partes. Se llegaba a un acuerdo sobre el precio del «jor-
de toda la estructura social, evidentemente, dentro de los lími- nal» (joumade) de campos, bosques o helechales tomando como base de la
tes de la permanencia del modo de producción. valoración el precio de venta de alguna finca del barrio o del pueblo vecino.
Esos cálculos eran bastante exactos y, por ello, aceptados por todos. «Por
El discurso jurídico, al que los informadores suelen recurrir ejemplo, para la finca Tr. la estimación fue de 30.000 francos [hacia 1900].
para describir la norma ideal o para dar cuenta de algún caso Vivían allí el padre, la madre y seis hijos, un chico y cinco chicas. Al primo-
singular tratado y reinterprerado por el notario, reduce a reglas génito le dan el cuarto, o sea, 7.500 francos. Quedan 22.500 francos que hay
formales, a su vez reductibles a fórmulas casi matemáticas, las que dividir en seis partes. La parte de las segundonas es de 3.750 francos,
complejas y sutiles estrategias mediante las cuales las familias, que puede convertirse en 3.000 francos pagados en metálico y 750 francos
de ajuar, como sábanas, toallas, trapos de cocina, camisas, edredones, lou ca-
que son las únicas que tienen competencia (en el doble sentido binet (el armario), que siempre aportaba la novia}> Q.-P. A.).
del término) en esas materias, tratan de navegar sorteando los l. Todo parece indicar que es la transformación de las actitudes econó-
peligros contrarios: cada segundón tiene derecho a una parte micas y la introducción de nuevos valores lo que, presentando lo que no era
determinada del patrimonio, 1 el adot, que, porque, en general, más que una compensación de la equidad como un derecho verdadero sobre
el patrimonio, ha llevado a los campesinos bearneses a recurrir cada vez más
al empleo de las armas ofrecidas por el sistema jurídico y a los servicios de los
l. Igual al tercio de la hacienda cuando la familia cuenta con dos hijos, juristas que, conscientemente o no, tendían a producir la necesidad de sus
la parte del hijo menor es de (P-P/4)/n, siendo entonces la parte del primo- propios servicios por el mero hecho de formular las estrategias matrimoniales
génito P/4 + (P-P/4)/n, donde P designa el valor atribuido a la hacienda y n o sucesorias en el lenguaje y la lógica del derecho erudito y de cargarlas así de
el número total de hijos. Se procedía a la estimación lo· más precisa po- virtualidades contrarias a su principio.

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porcionada por la costumbre de escalonar los pagos a lo largo de como suele decirse, «hacen al primogénito», y diferentes infor-
varios años, e incluso posponerlo, a veces, hasta el fallecimiento madores afirman que en tiempos pasados el padre era libre de
de los padres, el pago de la compensación resultaba a veces im- decidir según su santa voluntad el importe de la compensación
posible: no quedaba más remedio entonces que recurrir al re- otorgada a los segundones, pues ninguna regla fijaba las pro-
parto en el momento de la boda de uno de los segundones o de porciones; en cualquier caso, sabiendo que eri numerosas fami-
la muerte de los padres, es decir, saldar los adots en forma de tie- lias los jóvenes matrimonios carecían, hasta el fallecimiento de
rras, con la esperanza de restaurar algún día la unidad del patri- los «viejos», de toda información y, a mayor abundamiento, de
monio reuniendo el dinero necesario para recomprar unas tie- cualquier control sobre las finanzas familiares (ya que el fruto
rras vendidas para pagar los adots o dadas en forma de adots.I de todas las transacciones importantes, como las ventas de ga-
Pero la finca familiar habría estado muy mal protegida si el nado, quedaba bajo la custodia de la anciana dueña de la casa y
adoty, por ende, el matrimonio hubieran dependido totalmen- «a buen recaudo>> guardado en el armario -!ou cabínet-), cabe
te y en todos los casos del valor del patrimonio y del número la duda acerca de la aplicación literal de las reglas jurídicas, al
de herederos legítimos, y si no se hubieran conocido otros me- margen de los casos que el derecho .y sus notarios tienen que
dios para alejar la amenaza de la segregación, unánimemente conocer, es decir, los casos patológicos, o los que produce por
considerada una calamidad. 2 De hecho, son los padres quienes, anticipación el pesimismo jurídico y que, siempre previstos en las
capitulaciones, son estadísticamente excepcionales: 1 en efecto,
el cabeza de familia siempre tiene la libertad de hacer de más y
l. En aplicación del principio según el cual los bienes de abolengo no
de menos con las «reglas» (empezando con las del Código Ci-
pertenecen tanto al individuo como al linaje, el retracto de sangre, o gentili-
cio, concedía a cualquier miembro del linaje la posibilidad de recuperar lapo- vil) para favorecer, más o menos secretamente, a uno u otro de
sesión de cualesquiera bienes que hubieran sido alienados. «La "casa madre" sus hijos, con donaciones en metálico o con ventas ficticias (ha
(la maysou mayrane) conservaba "derechos de retracto" (lous drets de retour) bente, «hacer venta»). Nada sería más ingenuo que llamarse a
sobre las tierras entregadas como dote o vendidas.» Es decir, «cuando se ven- engaño con el término de «reparto>> que se emplea a veces para
dian esas tierras, se sabia que tal o cual casa tenia derechos sobre ellas y se le
ofrecían en primer lugarn G.-P. A.).
designar los «apaños» de familia que tratan de evitar la segrega-
2. Aunque no se haya pensado, en el momento de la investigación, en ción de la hacienda, o sea, da institución del heredero», efec-
proceder a una interrogación sistemática para tratar de determinar con qué
frecuencia se producían las segregaciones en el decurso de un período deter-
minado, parece que los ejemplos son escasos, incluso excepcionales y, debido segregada entre tres hijos, uno de los segundones tenía que dar la vuelta al ba-
a ello, fielmente conservados por la memoria colectiva. Se cuenta así que, ha- rrio para llevar los caballos a un campo alejado que le había sido atribuido»
cia 1830, las tierras y la casa deBo. [una gran casona a dus solé] fueron segre- (P. L.). «A veces, para seguir siendo los amos, había primogénitos que ponian
gadas entre los herederos que no habian sido capaces de entenderse amistosa- sus tierras en venta [para presentarse ellos mismos como compradores]. Pero
mente: desde ese día, está toda ((cruzada por zanjas y setoS>> {toute croutzade de también pasaba a veces que no conseguian recomprar la casa» G.-P. A.).
barat:s y de plechs). (Habia especialistas que venían de las Landas y que cava- l. Todo hace suponer que las innumerables cautelas con las que las ca-
ban zanjas pára dividir las propiedades.) <<A resultas de las segregaciones, ocu- pitulaciones protegen el adot, y que tratan de garantizar su «inalienabilidad,
rría a veces que dos o tres matrimonios convivian en la misma casa, cada uno su imprescriptibilidad y su carácter de no embargable)} (garantias y avales,
con sus habitaciones y con su parte de las tierras. Es el caso de las haciendas «colocación)}, etcétera), son fruto de la imaginación jurídica. Asi, la separa-
de Hi., Qu., Di. En casa de An. hay pedazos de tierra que nunca se ha podido ción de los cónyuges, es decir, la disolución de la unión, circunstancia que,
reintegrar. Algunos se han podido recomprar después, pero no todos. La se- según las capitulaciones, implicaría la restitución de la dote, es algo descono-
gregación creaba unas dificultades terribles. En el caso de la hacienda de Qu., cido en la sociedad campesina.

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ruada las más de las veces amistosamente (lo que no excluye monio y para evitar las virtualidades de división de la hacienda
que se selle mediante una capitulación firmada ante notario), familiar como conjunto de relaciones concurrentes de apropia-
en el momento de la boda de uno de los hijos, y otras veces ción del patrimonio que representa cada matrimonio. Todo su-
mediante testamento (muchos procedieron así, en 1914, al par- cede como si todas las estrategias se engendraran a partir de un
tir al frente): tras valoración previa de la hacienda, el cabeza de número reducido de principio implícitos. El primero, la prima-
familia definía los derechos de cada cual, del heredero, que po- cía de los hombres sobre las mujeres, hace que, aunque los dere-
día no ser el primogénito, 1 y de los segundones, que aprobaban chos de propiedad puedan transmitirse a veces por mediación
a menudo de buen grado disposiciones más ventajosas para el de las mujeres y, en abstracto, se pueda identificar la familia (la
heredero que las del Código Civil e incluso que las de los usos «Casa>>), grupo monopolista definido por la apropiación de un
y costumbres y que, cuando su boda daba pie a un procedi- conjunto determinado de bienes, con el conjunto de quienes os-
miento de ese tipo, se les daba una compensación cuyo equiva- tentan derechos de propiedad sobre ese patrimonio, indepen-
lente recibirían los demás segundones bien en el momento de dientemente de su sexo, la condición de heredera sólo puede re-
su boda, bien al fallecer los padres. caer en una mujer, como hemos visto, en última instancia, es
Pero, una vez más, también sería llamarse a engaño y caer decir, en ausencia de herederos varones, ya que las hijas están
en la trampa del juridicismo ir multiplicando los ejemplos de condenadas a la condición de segundonas, independientemente
transgresiones anómicas o reguladas de las supuestas reglas suce- de su orden de nacimiento, por la mera existencia de un único
sorias: aunque no sea seguro que, como afirmaban los antiguos chico, aun siendo el más joven; cosa que se comprende cuando
gramáticos, «la excepción confirme la regla», tiende en cualquier se sabe que la condición de «cabeza de la casa» (capmaysoue), de-
caso, en tanto que tal, a acreditar la existencia de la regla. De he- positario y garante del apellido, del buen nombre y de los inte-
cho, hay que tomar en serio las prácticas que evidencian que to- reses del grupo, implica no sólo derechos sobre la hacienda, sino
dos los medios son buenos para proteger la integridad del patri- también el derecho propiamente político de ejercer la autoridad
dentro del grupo, y, sobre todo, de representar y de implicar a la
familia en sus relaciones con los otros grupos. 1 Dentro de la ló-
l. El cabeza de familia podía sacrificar, en aras del interés del patrimo-
nio, la norma consuetudinaria que exigía que el rítulo de heredero recayera gica del sistema, ese derecho sólo puede corresponder (a la
normalmente en el primogénito varón: así ocurría cuando el mayor era in- muerte de los padres) a un ho.mbre, o sea, al mayor de los agna-
digno de su rango o existía alguna ventaja real si heredaba otro hijo (por dos, o, en su defecto, al marido de la heredera, heredero a través
ejemplo, en el caso de que un segundón pudiera fácilmente propiciar por su de las mujeres que, al convertirse en el representante del linaje,
matrimonio la unión de dos fincas colindantes). El cabeza de familia poseía
tiene que sacrificar en algunos casos incluso hasta su apellido en
una autoridad moral tan grande y tan unánimente aprobada por todo el gru-
po que el heredero, según los usos y costumbres, no tenía más remedio que
acatar una decisión impuesta por el anhelo de garantizar la continuidad de la l. El jefe de la <<casa>> tenía el monopolio de las relaciones exteriores y,
casa y dotarla de la mejor dirección posible. El primogéniro perdía automáti- en particular, de las transacciones importantes, las que se trataban en el mer-
camente su título si abandonaba la casa, pues el heredero era siempre, como cado, con lo que se veía investido de la autoridad sobre los recursos moneta-
vemos ahora con claridad meridiana, aquel de los hijos que se quedaba en el rios de la familia y, con ello, sobre toda la vida económica. Confinado en la
terruño, en casa. E incluso vemos ahora a ancianos cabezas de familia sin hi- casa las más de las veces (lo que contribuía a reducir sus posibilidades de ma-
jos que buscan, no siempre con éxito, a un verdadero heredero, es decir a un trimonio), el segundón sólo podía adquirir cierta independencia económica
pariente, por lejano que sea -un sobrino, por ejemplo-, que acepte quedarse acumulando (por ejemplo, con el fruto de una pensión de guerra) un peque-
en la finca y cultivar la tierra. ño peculio envidiado y respetado.

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aras de la «casa» que se lo ha apropiado al poner entre sus manos nezca al primogénito y que el primogénito pertenezca a la tierra,
sus tierras.I El segundo principio, la primada del primogénito que la tierra herede, pues, de quien la hereda, para establecer
sobre los segundones, tiende a hacer del patrimonio el verdade- una estructura generadora de prácticas conformes con el impe-
ro objeto de las decisiones económicas y políticas de la familia. 2 rativo fundamental del grupo, es decir, la perpetuación de la in-
Al identificar los intereses del cabeza de familia designado con tegridad del patrimonio.
los intereses del patrimonio se tienen más posibilidades de de- Pero sería una ingenuidad creer que, a pesar de la labor de
terminar su identificación con el patrimonio que con cualquier inculcación ejercida por la familia y continuamente reiterada
otra norma expresa y explícita. Afirmar la indivisibilidad del po- por todo el grupo, que recuerda machaconamente al primogéni-
der sobre la tierra, otorgado al primogénito, equivale a afirmar to, sobre todo, de casa relevante, los privilegios y los deberes
la indivisibilidad de la tierra y a determinar al primogénito a vinculados a su rango, la identificación se lleva siempre a cabo y
convertirse en su -defensor y garante. 3 En resumen,_ basta con siempre sin conflictos ni dramas. Los fracasos de la labor de in-
plantear la ecuación fundamental que hace que la tierra perre- culcación y de reproducción cultural hacen que el sistema nun-
ca funcione como un mecanismo y que no ignore las contradic-
l. Para convencerse de la autonomía relativa de los derechos políticos en ciones entre las disposiciones y las estructuras que pueden ser
relación con los derechos de propiedad, basta considerar las formas que adopta percibidas como conflictos entre el deber y el sentimiento, ni
la gestión del adot. Por mucho que la mujer siguiera conservando teóricamen- los ardides tramados para asegurar la satisfacción de los intereses
te la propiedad del adot (pues la obligación de restituir el equivalente en canti- individuales dentro de los límites de las conveniencias sociales.
dad y en valor siempre podía llegar a volverse efectiva), el marido ostentaba la Por ello los padres, que, en otros casos, podían modificar libre-
facultad de hacer uso de él y, una vez asegurada la descendencia, podía utili-
zarlo para dotar a los segundones (las limitaciones a su derecho de usufructo
mente los usos y costumbres para satisfacer sus inclinaciones
eran, evidentemente, más estrictas, ya que se trataba de bienes inmuebles, y, (permitiendo, por ejemplo, que su hijo predilecto amasara un
en panicular, de tierras). Por su lado, como la mujer tenía sobre los bienes modesto peculio), 1 se sentían obligados a prohibir las uniones
aportados por su marido idénticos derechos a los de un hombre sobre la dote desacertadas y a imponer, pasando por encima del sentimiento,
de su esposa, los padres de la esposa disponían de las rentas producidas por los las uniones más idóneas para la salvaguarda de la estructura so-
bienes aportados por su yerno, los cuales administraban mientras vivían.
2. Cada vez que se ponen, como sujeto de la frase, nombres colectivos ta-
cial salvaguardando la posición del linaje dentro de esta estruc-
les como la sociedad, la familia, etcétera, habría que preguntarse si, como re- tura; o, dicho de otro modo, a conseguir del primogénito que
queriría un empleo riguroso de esa clase de conceptos, el grupo en cuestión pagara el precio de su privilegio subordinando sus propios inte-
constituye realmente una unidad por lo menos en el planteamiento directa- reses a los del linaje: «Yo he visto renunciar a una boda por cien
mente considerado, y, en caso de respuesta positiva, a través de qué medios francos. El primogénito quería casarse. "¿Cómo vas a pagar a
se alcanza esa unificación de las representaciones de las prácticas o de los in-
tus hermanos menores? ¡Si quieres casarte con ésa, vete!" En
tereses. El problema se plantea aquí con especial agudeza, puesto que 1~ su-
pervivencia de la casa y de su patrimonio depende! de su aptitud para conser- casa de T r. había cinco segundo nas; los padres habían estableci-
var la integración del grupo.
3. Prueba de que el «derecho de primogenitura)) no es más que la afir- l. De los muchos subterfugios para favorecer a un hijo, uno de los más
mación transfigurada de los derechos del patrimonio sobre el primogénito, la corrientes consistía en otorgarle, bastante antes de que se casara, dos o tres ca-
oposición entre primogénito y segundones sólo es pertinente en las familias bezas de ganado que, entregadas en gasalhes (contrato amistoso mediante el
dotadas de patrimonio y carece de significado para los pobres, minifundistas, cual se entregan a un amigo de toda confianza, tras haber evaluado su valor,
obreros agrícolas o criados (({No hay primogénito ni segundón>>, dice un in- una o varias cabezas de ganado, se reparten los productos entre las partes, así
formador, «cuando el comedero está vacío))). como los beneficios y las pérdidas sobre la carne), producían buenas ganancias.

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do un régimen de favor para el primogénito. Siempre le daban medios necesarios para mantener su rango, y tenía menos liber-
el mejor bocado, y lo trataban a cuerpo de rey. A menudo las tad que los segundones de su familia, o que los primogénitos de
madres miman a sus primogénitos hasta que empiezan a hablar rango inferior: «El padre "soltaba)) los cuartos con mucha parsi-
de casarse... Para las hijas, ni carne ni nada. Cuando llegó el monia ... A menudo, no tenían ni para salir. Los jóvenes trabaja-
momento de casar al primogénito, tres hijas ya estaban casadas. ban y los viejos se quedaban los cuartos. Los había (segundones)
El chico quería a una muchacha de La. que no tenía un cénti- que se ganaban algún dinero de bolsillo fuera de casa: se coloca-
mo. El padre le dijo: "¿Quieres casarte? He pagado [por] tres de ban durante una temporada como cocheros o como jornaleros.
tus hermanas, has de traer dineros para pagar [por] las dos que Así tenían un poco de dinero, del que podían disponer a su an-
quedan. La mujer no está hecha para ser puesta en el aparador tojo. A veces, cuando se iba al servicio militar, al segundón le
(lou bachere), (es decir para lucirla). Ella no tiene nada. ¿Qué daban un pequeño peculio (u cabau): un rinconcito de bosque
puede aportar? ¿Su sexo?" El muchacho se casó con una hija de que podía explotar, o dos corderos, o una vaca, lo que le permi-
E. Y recibió una dote de 5.000 francos. El matrimonio no fun- tía ganarse algún dinero. A mí me dieron una vaca, que entre-
cionó. Él empezó a beber y se embruteció. Murió sin hijos.» 1 gué a un amigo en gasa/hes. Los primogénitos, muy a menudo,
Los que querían casarse en contra de la voluntad de los padres no tenían nada y no podían salir. "Lo tendrás todo" {qu 'atabe-
no tenían más remedio que abandonar la casa y correr el riesgo ras t:out), decían los padres, y, mientras, no soltaban ni un cénti-
de verse desheredados en beneficio de otro hermano o hermana. mo.»I Así pues, la autoridad de los padres, que constituía el ins-
Pero, obligado a mostrarse a la altura de su rango, el primogéni- trumento principal de la perpetuación del linaje cuando los
to de casa relevante, más que cualquier otro, en ningún caso po- intereses de los padres coincidían con los del linaje, el caso más
día recurrir a semejante extremo, en flagrante ruptura con rodas frecuente, podía volverse en contra de su fin legítimo y obligar
las normas del grupo: «El primogénito de Ba., el más relevante al celibato, único medio de oponerse a un matrimonio rechaza-
de Lesquire, no se podía marchar. Fue el primero del pueblo do, a los primogénitos que no podian rebelarse contra la impo-
que llevó chaqueta. Era un hombre importante, concejal del sición de sus padres ni renunciar a sus sentimientos. 2
ayuntamiento. No podía emigrar. Y, además, tampoco era ca-
paz de ganarse la vida. Estaba demasiado "enseñoritingado" (en- l. Esta fórmula, a menudo expresada irónicamente porque viene a ser
moussurit, de moussU, señor)>> (J.-P. A.). Por otra parte, mientras el símbolo de la arbitrariedad y de la tiranía de los «viejos>), conduce al prin-
los padres viviesen, los derechos del heredero sobre la finca per- cipio de las tensiones específicas engendradas por todo modo de trammisión
del poder y de los privilegios que, como éste, hace pasar sin transición de la
manecían virtuales, de modo que no siempre disponía de los clase de los herederos que no tienen nada a la de propietarios legítimos: se
trata en efecto de conseguir que los herederos acepten las servidumbres y los
l. La continuación de la historia no es menos edificante: <<Tras una se- sacrificios de un estado de minoría de edad prolongado en nombre de las
rie de peleas, hubo que devolver la dote a la viuda, que regresó a su casa. gratificaciones lejanas relacionadas con el mayorazgo.
Poco después de la boda del primogénito, hacia 1910, una de las segundonas 2. Toda la crueldad de esta situación teratológica, desde el punto de vis-
se casó en La., también con una dote de 2.000 francos. Cuando estalló la ta de las normas mismas del sistema que erige la continuidad del linaje en el
guerra, hicieron volver a la segundona que estaba casada en casa de S. [una valor supremo, está presente en ·este testimonio, recogido en bearnés, de un
finca colindante] para que ocupara el puesto del primogénito. Las otras se- viejo soltero (I. A.), nacido en 1885, artesano y domiciliado en el pueblo:
gundonas, que vivían más lejos, se enfadaron mucho por esa elección. Pero «Empecé a trabajar en el taller justo al acabar el colegio, con mi padre. Fui
el padre había optado por una hija casada con un vecino para incrementar el llamado a filas en 1905 y serví en el XIII regimiento de cazadores alpinos, en
patrimonio>> O.-P. A., 85 años en 1960). Chambéry [ ... ].Al cabo de los dos años de servicio militar, volví a casa. Em-

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Pero el estudio de estos casos patológicos, siempre excepcio- ver la dificultad, haciéndola desaparecer, cuando, con la compli-
nales, en los que la autoridad ha de afirmarse expresamente para cidad del azar biológico que hace que el primogénito sea un va-
reprimir los sentimientos individuales, no ha de hacer olvidar to- rón, se puede dejar la sucesión en manos de un hijo único. En
dos los casos en los que la norma puede permanecer tácita por- efecto, los padres pueden ejercer una acción sobre la mano limi-
que las disposiciones de los agentes se ajustan objetivam€nte a las tando el número de cartas cuando están satisfechos con las que
estructuras objetivas, pues esta «conveniencia>} espontánea obvia han recibido: de ahí la importancia capital del orden de apari-
cualquier recordatorio de las conveniencias. ¿Cómo obtener de ción de las cartas, es decir del azar biológico que hace que el pri-
los segundones, los sacrificados por la ley de la tierra, lo que no mogénito sea un chico o una chica. La relación que vincula las
siempre se consigue sin esfuerzo del heredero, el privilegiado del diferentes estrategias de reproducción que son las estrategias de
sistema? Indudablemente, no hay que olvidar, corno incitaría a fecundidad y las estrategias matrimoniales hace que, en el primer
hacerlo la autonomización de las estrategias matrimoniales, que caso, se pueda limitar a éste el número de hijos y no en el otro
las estrategias de fecundidad también pueden contribuir a resol- caso. Si la llegada al mundo de una hija nunca es recibida con en-
tusiasmo («Cuando nace una hija en una casa», dice el proverbio,
pecé a salir con una chica de Ré... Habíamos decidido casarnos en 1909. Ella «cae una viga maestra»), es porque representa, en todos los casos,
aportaba una dote de 10.000 francos con el ajuar. Era un buen partido {u bou una carta mala, por mucho que, puesto que se mueve de abajo
partit). Mi padre se opuso formalmente. En aquel entonces, el consentimien-
arriba, ignore los obstáculos sociales que se imponen al varón y
to del padre y de la madre era imprescindible [a la vez <<jurídicamente>> y ma-
terialmente; sólo la familia podía garantizar <<el menaje complero» -lou mé- pueda, de hecho y de derecho, casarse por encima de su condi-
nacije garnit-, es decir, los enseres domésticos: el aparador, el armario, la caja ción: heredera, es decir, hija única (un caso nada frecuente, pues-
de la cama -el arcalhéyt-, el somier, etcétera]. "No, no debes casarte." No me to que siempre se espera tener un «heredero»), o hermana mayor
dijo sus razones, pero me las dio a entender: "No necesitamos a una mujer de una o varias hermanas, sólo puede garantizar la conservación
aquí." No éramos ricos. Habría sido una boca más que alimentar, y ya esta-
y la transmisión del patrimonio exponiendo el linaje, puesto
ban mi madre y mi hermana. M.i hermana sólo se marchó de casa durante seis
meses, después de su boda. En cuanto enviudó, regresó y sigue viviendo con- que, en caso de matrimonio con un primogénito, la «casa» resul-
migo. Por supuesto, podría haberme marchado. Pero antes que el primogéni- ta, en cierto modo, anexada a otra y que, en caso de matrimonio
to se instalara con su mujer en una casa independiente era una vergüenza [u con un segundón, el poder doméstico queda en manos (después
escarni, es decir una afrenta que cubre de oprobio tanto al autor como a la de la muerte de los padres al menos) de un forastero; a la hija me-
víctima). La gente habría supuesto que nos habíamos peleado. No había que nor sólo se la puede casar, y, por lo tanto, dotar, porque no es de-
exponer en público los conflictos familiares (...]. Quedé muy tocado. Dejé de
ir a bailar. Todas las chicas de mi edad estaban casadas. Y las otras ya no me
seable, como en el caso de un chico, que se vaya lejos ni que se
atraían (... ]. Cuando salía los domingos, era para jugar a las cartas; a veces quede en la casa, soltera, debido a que la fuerza de trabajo que
echaba un vistazo al baile. Pasábamos las veladas entre hombres, jugábamos a puede prestar no está en consonancia con la carga que impone. 1
las cartas y luego regresaba a casa hacia media noche.» El testimonio del in-
formador coincide con el del .interesado: {(P.-L._ M. [artesano del pueblo, 86 l. Podía ocurrir, en las familias relevantes que contaban con los medios
años en 1960] nunca tenía cuartos para salir: no salía nunca. Otros se habrían para permitirse ese gasto adicional, que los padres se las arreglaran para que
rebelado contra el padre, habrían tratado de ganar algún dinero fuera de casa; una de las hijas se quedara en la casa. <<En casa de L., de D., Maríe era la pri-
él se dejó dominar. Tenía una hermana y una madre que sabían todo lo que mogénita, podría haberse casado. Acabó convertida en la segundona y, como
pasaba en el pueblo, fuera cierto o -falso, sin salir nunca. Ellas dominaban la rodas ellas, se pasó la vida haciendo de criada sin cobrar. La embrutecieron.
casa. Cuando él habló de casarse, ellas hicieron piña con el padre. «¿Para qué No hicieron gran cosa para que se casara. Así la dote quedaba en casa, todo
una mujer? ¡Si ya hay dos en casa!")> (J.-P. A.). quedaba en casa. Cuida de los padres ahora.»

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Supongamos ahora el caso en el que en la descendencia evitaba tocar el adot, por temor a que uno u otro de los cónyu-
hay, por lo menos, un varón, independientemente de su rango: ges pudiera fallecer antes de que nacieran los hijos. 1 El riesgo
el heredero puede ser hijo único o no, y en este último caso que se puede llamar político está, sin duda, tomado más direc-
puede haber un hermano (o varios) o una hermana (o varias) o tamente en consideración en las estrategias, porque incide en
un hermano y una hermana (o varios hermanos y/o hermanas uno de los principios fundamentales de todas las prácticas: la
en proporciones variables). Cada uno de estos juegos que pre- disimetría que la tradición cultural esrablece a favor del varón
senta, por sí mismo, unas posibilidades muy desiguales de éxi- y que obliga a adoptar un punto de vista masculino para valo-
to con una estrategia equivalente, autoriza diferentes estrate- rar un matrimonio («de arriba abajo» significa siempre, implí-
gias, desigualmente fáciles y desigualmente rentables. Cuando citamente entre un varón de rango inferior y una mujer de
el heredero es hijo único, 1 el único juego, desde la perspectiva rango superior) hace que, exceptuando los obstáculos econó-
de la estrategia matrimonial, estribaría en la obtención, me- micos, nada se oponga a que una primogénita de familia hu-
diante el matrimonio con una rica segundona, de un adot lo milde se case con un segundón de familia relevante, mientras
más abultado posible, es decir, en una entrada de dinero sin que un primogénito de familia humilde no puede casarse con
contrapartida (tan sólo un déficit de alianzas), si la búsqueda una segundona de familia relevante; y también hace que, de
de la optimización del beneficio material o simbólico que cabe todos los matrimonios que la necesidad económica impone,
esperar de la boda, recurriendo incluso a estrategias de engaño sólo cuenten con reconocimiento pleno las uniones en las que
mediante el farol (siempre muy difíciles y arriesgadas en un a la disimetría que la arbitrariedad cultural establece en favor
universo de conocimiento mutuo casi perfecto), no estuviera del varón se suma una disimetría de mismo sentido entre las
limitada por los riesgos económicos y políticos implícitos en situaciones económicas y sociales de los esposos. Cuanto más
un matrimonio desproporcionado o, como suele decirse, de elevado es el importe del adot, en efecto, tanto más reforzada
abajo arriba. El riesgo económico lo representa el tournadot, el resulta la posición del cónyuge adventicio. Por mucho que,
reintegro o devolución de la dote que puede exigirse si el mari- como hemos visto, el poder doméstico sea relativamente inde-
do o la esposa fallecen antes del nacimiento de un hijo, el cual pendiente del poder económico, el importe del adot constituye
provoca unos temores desproporcionados con su probabilidad: uno de los fundamentos de la distribución de la autoridad en
«Supongamos que un hombre se casa con la hija de una fami- el seno de la familia y, en particular, de la fuerza de la que dis-
lia relevante, que le aporta una dote de 20.000 francos. Los ponen la suegra y la nuera en el conflicto estructural que las
padres del marido le dicen: "Coges los 20.000 francos, con-
vencido de hacer un buen negocio. De hecho, estás labrando
l. Pagado normalmente al padre o a la madre del cónyuge, y sólo ex-
tu ruina. Has recibido una dote mediante capitulaciones. Una cepcionalmente, es decir, sólo en el caso de que ya no tuviera padres, al pro-
parte te la vas a gastar. Supón que sufres un accidente. ¿Cómo pio heredero, el adot tenía que integrarse en el patrimonio de la familia resul-
vas a devolver el dinero si tienes que hacerlo? No podrás." Es tante del matrimonio; en caso de disolución de la unión, o de fallecimiento
que casarse cuesta muy caro, hay que cubrir los gastos de la de uno de los cónyuges, pasaba a manos de los hijos, cuando los había, y el
cónyuge superviviente conservaba el usufructo o, en el caso contrario, volvía
fiesta, arreglar la casa, etcétera>> (P. L.). Por regla general, se
a la familia de quien lo había aportado. Algunas capitulaciones prevén que,
en caso de separación, el suegro puede limitarse a pagar los intereses del adot
1. El peligro de que desaparezca el linaje debido al celibato del primo- aportado por el yerno, que puede esperar reincorporarse a la familia en un
génito es prácticamente nulo en el período orgánico del sistema. caso de reconciliación.

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enfrenta.l Por ello, en tanto que dueña y señora del hogar, la su primogénito se casa con una segundona de familia numerosa:
madre_que, en otros casos, podía utilizar todos medios a sulos en vista de la equivalencia aproximativa (que pone de manifies-
alc;,;;::e para impedir una boda «de arriba abajo», era la prime- to la anfibología de la palabra adot) entre el adot abonado en el
ra en oponerse a la boda de su hijo con una mujer de condi- momento de la boda y la parte del patrimonio correspondiente,
ción demasiado elevada (relativamente), consciente de que so- estando todo a la par entre los patrimonios que tienen posibili-
metería más fácilmente a su autoridad a una muchacha de dades de aparejarse, el adot de una muchacha de familia muy
-
~-:__r,
origen humilde que a una de esas jovencitas de familia impor- rica, pero muy numerosa, puede no ser superior al de una se-
tante de las que se dice que «entran [como] dueñas de la casa>> gundona única de familia media. El equilibrio que se establece
(qu'ey entrade daune) en su nueva familia.2 El «matrimonio de entonces, aparentemente, entre el valor del adot aportado y el
abajo ·arriba>> representa una amenaza para la preeminencia que valor del patrimonio de la familia puede ocultar una discordanc
el grupo reco.noce a los miembros varones, ratito en la vida so- cia generadora de conflictos en la medida en que la autoridad y
cial como en el trabajo y en los asuntos domésticos y, al defen- la pretensión a la autoridad dependen tanto del capital material
der su autoridad, es decir, sus intereses de dueña y señora de la y simbólico de la familia de origen como del importe de la dote.
casa, la suegra no hace más que defender los intereses de su li- La boda de un primogénito con una primogénita plantea con la
naje de las usurpaciones exteriores. 3 máxima agudeza el problema de la autoridad política en la fami-
N unca es un importante el riesgo de disimetría que cuando lia, sobre todo, cuando existe una disimetría a favor de la here-
dera. Salvo en los casos en que, asociando a dos vecinos reúne
l. Se solía decir de una mujer autoritaria: «No quiere soltar el cucha-
dos fincas, este tipo de matrimonio tiende a instalar a los cón-
rón>>, símbolo de la autoridad sobre el hogar. El manejo del cucharón es el yuges en la inestabilidad entre los dos hogares, cuando no es en
atributo de la dueña de la casa: en el momento de sentarse a la mesa, mien- la separación pura y simple de las residencias. En el conflicto
tras la olla hierve, ella echa las rebanadas de pan en la sopera, y vierte en ella abierto o larvado a propósito de la residencia, lo que se dirime,
el potaje y las legumbres; cuando todo el mundo está sentado, lleva la sopera aquí como en todas partes, es la dominación de uno u otro lina-
a la mesa, remueve la sopa con el cucharón, y luego coloca el mango en di-
je, es la desaparición de una «casa>> y del apellido vinculado a
rección al cabeza de familia (abuelo, padre o río), que se sirve en primer lu-
gar. Mientras, la nuera hace otra cosa. Para recordar a la nuera cuál es su lu- ella. 1 Tal vez porque la cuestión de los fundamentos económi-
gar, la suegra le dice: «Todavía no te doy el cucharón.»
2. La evocación de la transacción matrimonial es el argumento último l. No deja de ser significativo que, en todos los casos referidos, las fincas
en los conflictos por el poder doméstico: «Cuando se aporta lo que has apor- momentáneamente reunidas se separen a menudo a partir de la generación si-
tado tú ... n (dap ro qui as pourtat). Y, de hecho, el desequilibrio inicial es a ve- guiente, pues cada uno de los hijos recibe una de ellas como herencia. Así, dos
ces de tal calibre que sólo tras el fallecimiento de la suegra podrá decirse de la de las familias más relevantes de Lesquire habían acabado uniéndose gracias
joven nuera: <<Ahora la nuera es daune.)) a la boda de dos herederos que seguían viviendo cada uno en su casa («no se
3. De hecho, el peso relativo de los cónyuges en la estructura del poder sabe cuándo se juntaban para hacer a sus'hijos})): el mayor de sus hijos (nacido
doméstico es el fundamento de las estrategias matrimoniales de la familia, hacia 1890) recibió la finca del padre, el primer hermano menor la de lama-
pues la madre está tanto más en disposición de seguir la senda abierta por su dre, la primera segundona, una finca heredada de un tío sacerdote, otras dos
matrimonio, es decir, de casar a su hijo en su pueblo o en su barrio de ori- segundonas, sendas casas en el pueblo. Cuando se pregunta acerca de los ma-
gen, y, por lo tanto, de reforzar con ello su posición dentro de la familia, trimonios entre primogénitos, la reprobación que suscitan es siempre la mis-
cuanto más importante es la dote que ha aportado. Lo cual equivale a decir ma y se exp-resa en los mismos términos: «Es el caso de Tr., que se casó con l:i
-y veremos otras pruebas más adelante- que en cada boda se implica toda la hija de Da. Se pasa la vida yendo de una finca a la otra. Siempre está de cami-
historia matrimonial del linaje. . no, nunca está donde debería estar. La presencia del amo es necesaria» (P. L.).

194 195
cos del poder doméstico se aborda en este caso con más rea- historia matrimonial de la familia.' A pesar de las apariencias, el
lismo que en otros, 1 y porque, con ello, las representaciones y caso del primogénito que tiene una hermana (o varias hermanas)
las estrategias están más cerca de la verdad objetiva, la socie- es muy diferente de aquel que tiene un hermano (o varios her-
dad bearnesa sugiere que la sociología de la familia, tan fre- manos): si, como indican espontáneamente todos los informa-
cuentemente pasto de los buenos sentimientos, podría no ser dores, el adot de las chicas es casi siempre superior al de los chi-
más que un caso particular de la sociología política: la posi- cos, lo que tiende a aumentar sus posibilidades de matrimonio,
ción de los cónyuges en las relaciones de fuerza domésticas es porque no hay más remedio, como hemos visto, que casar esas
y, hablando como Max Weber, sus posibilidades de éxito en la bocas inútiles, y cuanto antes mejor. En el caso de los segundo-
rivalidad por la autoridad familiar, es decir, por el monopolio nes, la estrategia puede ser más compleja, en la medida, para em-
del ejercicio legítimo del poder en los asuntos domésticos, nun- pezar, en que la abundancia, o incluso la superabundancia de
ca es independiente del capital material y simbólico (cuya natu- mano de obra, suscita un apetito de tierra que sólo puede redun- 0
raleza puede variar según las épocas y las sociedades) que han dar en beneficio del patrimonio. Consecuentemente, hay menos -Z~
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aportado. prisa por casar al segundón (salvo, tal vez, en las familias relevan- ~:;.,-';)

Pero el heredero único sigue siendo, pese a todo, algo relati- tes, al primero de los segundones) que por casar a la segundona o '"<, '""
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vamente insólito. En los otros casos, de la boda del heredero de- incluso al primogénito. Se puede, y es el caso más normal, y el ~~:?
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pende en buena medida el importe del adotque podrá ser entre- más conforme con sus intereses, o, por lo menos, el más confor- ;;.._-:
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gado a los segundones, y, por lo tanto, también el matrimonio me con los intereses del linaje, casarlo con una heredera: si se f::
que podrán hacer e incluso si conseguirán casarse: es decir, que casa en una familia de rango igual (es el caso más frecuente), su- x.: ~
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la estrategia buena consiste, en este caso, en obtener de la familia poniendo que aporte un buen adoty se imponga por su fecundi- ('j

de la esposa un adotsuficiente para pagar el adotde los segundo- dad y su trabajo, se le acaba honrando y tratando como auténti- u.::
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nes y/ o de las segundonas sin verse obligado a recurrir al reparto co dueño; 2 en el caso contrario, es decir, cuando se casa «de <~~
o a la hipoteca de la finca y sin por ello gravar el patrimonio con abajo arriba», tiene que sacrificarlo todo a la nueva casa de la que u: }"'-'".G
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la amenaza de una restitución de dote excesiva o imposible. Lo sus suegros pretenden «seguir siendo dueños»: su adot~ su trabajo --e; ~~
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que, dicho sea de pasada, en contra de la tradición antropológica y a veces su apellido (Jean Casenave pasa a ser, por ejemplo, "'
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que trata cada boda como una unidad autónoma, equivale a que «Yan dou Tinou», Jean de la casa Tinou).3 Dado que, por una ;-;j
~
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cada transacción matrimonial sólo puede ser comprendida en fk-,

tanto que momento en una serie de intercambios materiales y l. El rango de la boda en el conjunto de las bodas de los hijos de una
misma familia puede también tener un peso determinante. Así ocurre cuando
simbólicos, pues el capital económico y simbólico que una fami-
el primero que se casa absorbe todos los recursos de la familia. O bien si la
lia puede implicar en la boda de uno de sus hijos depende en hija menor se casa antes que la mayor, que a partir de entonces se vuelve más
buena medida de la posición que ese intercambio ocupa en la difícil de «colocan' en el mercado matrimonial, porque se recela que tenga al-
gún defecto oculto; en ese caso, se decía del padre: «Le ha puesto el yugo a la
ternera más joven (l'anouí!le) antes que a la mayor (la bíme).»
1. Se cuenta que, para afianzar su autoridad sobre la pareja, el recién 2. El proverbio describe con mucho realismo la situación del segundón
casado (lou nobí) tenía que poner el pie sobre el vestido de la novia, a ser po- en el seno de su nueva familia: {(Si es un capón, nos lo comeremos; si es un
sible en el momento de la bendición nupcial, mientras que la novia tenía que gallo, nos lo quedaremos.>>
doblar el dedo de modo que impidiera que el novio le introdujera hasta el 3. Aunque concebido para garantizar la continuidad del linaje y la
fondo la alianza. transmisión del patrimonio, al igual que el matrimonio entre primogénito y

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parte, muy pocos eran los que no se echaban atrás ante las incer- ta de la familia, el segundón sea infinitamente preferible a la se-
tidumbres del matrimonio con una segundona, llamado a veces gundona, puesto que su matrimonio suele resultar menos costo-
est-erlou, estéril, y también «matrimonio del hambre con las ga- so que el de ésta y su celibato incomparablemente más útil. La
nas de comer» (del que los más pobres sólo se podían librar colo- ventaja que representan los mozos es tanto más importante, por
cándose con su esposa como «criados con derecho a comida y te- supuesto, cuanto más extensa sea la familia: la boda de tres o
cho», bayle~s a pensiou), y, por otra parte, que la posibilidad de cuatro hijas crea, en efecto, incluso en las familias más relevan-
fundar un hogar permaneciendo en la casa paterna era un privi- tes, una serie de dificultades casi insuperables, que pueden inclu-
legio reservado al primogénito, a aquellos segundones que no so significar la fragmentación de la hacienda. Es decir, que todo
conseguían casarse con una heredera gracias a su adot, incremen- el sistema se basa, en última instancia, en las estrategias de fecun-
tado con un pequeño peculio laboriosamente amasado (lou ca- didad: I considérese como prueba, negativa, de lo que antecede el
bau), no les quedaba más remedio que la emigración a la ciudad
o a América y la esperanza de aprender un oficio y de establecer-
destajo {ñ pres-heyt) para llegar a final de mes (ta juntii), que gasta práctica-
se, o el celibato y la condición de criado, en casa propia o ajena mente todo lo que gana («hasta 1914, cinco céntimos diarios y la comida>})
(para los más pobres). 1 Se comprende que, desde el punto de vis- para comprar pan o harina, el criado (lou baylet) con contrato anual tiene la
manutención (mesa, techo y ropa) asegurada. Un muy buen criado ganaba
segundona, el matrimonio entre segundón y primogénita sólo es plenamente entre 250 y 300 francos anuales antes de 1914. Si era muy ahorrador podía
admitido cuando, por su situación económica, el «yerno}) ostenta una autori- tener la esperanza de llegar a comprarse una casa con 10 ó 12 años de sueldo
dad que lo coloca en situación de imponerse como cabeza de su nueva fami- y, con la dote de una muchacha y un pequeño préstamo, adquirir una granja
lia. En todos los demás casos -el del matrimonio entre el criado y la {<dueña>> y tierras. Pero estaba a menudo condenado al celibato: «Como era segundón,
no representa más que un ejemplo límite-, se transgreden los imperativos muy pronto, a los diez años, me colocaron como criado en Es. Allí tuve rela-
culturales fundament:ales: «Cuando un segundón de familia humilde se ins- ciones con una chica. Si nos hubiéramos casado, habría sido, como dicen,
tala en casa de una heredera de familia relevante, ella sigue siendo la dueña.» <{las bodas del hambre con las ganas de comen}. :Éramos tan pobres uno
Q.-P. A.). «Una chica de familia relevante se casó con uno de sus criados. como la otra. El primogénito, por supuesto, podía disponer de todos los en-
Ella tocaba el piano, se encargaba del armonio en la iglesia. Su madre estaba seres de la casa (!ou menadje garnit) de los padres, o sea, el ganado, el corral,
muy bien relacionada y recibía a gente de la ciudad. Tras varios intentos de la casa, la maquinaria agrícola, etcétera, lo que facilitaba las cosas a la hora de
matrimonio, acabó decidiéndose p_or su criado Pa. Éste siempre ha seguido pasar por la vicaría. La chica con la que yo tenía relaciones emigró a la ciu-
siendo considerado un hombre de la casa Pa. Le decían: "Tendrías que ha- dad; pasa a menudo, la chica no espera. Lo tiene más fácil para marcharse,
berte casado con una buena muchachita del campo, te habría sido bastante para colocarse como criada en la ciudad, siguiendo los pasos de alguna ami-
más útil." Él vivía en una situación incómoda. Lo consideraban el último ga. Yo, mientras, me divertía a mí manera, con otros mozos que estaban en
mono. No podía relacionarse con las antiguas amistades de su mujer. No era el mismo caso que yo>> (N., criado, nacido en 1888); (entrevista realizada en
del mismo mundo. Él era el que trabajaba, y ella la que dirigía y se lo pasaba bearnés). La condición de jornalero, antaño más mísera que la del criado, ha
bien. Siempre se sentía incómodo y también resultaba embarazoso para la fa- mejorado, por lo menor en valor relativo, con la generalización de los inter-
milia. Ni siquiera tenía bastante autoridad para imponerle la fidelidad a su cambios monetarios y la mejora de la situación del mercado de la mano de
mujer)} Q.-P._A.). «H., criado en una casa, era un enamorado de la tierra que obra agrícola como consecuencia del éxodo rural y de la creación de algunos
trabajaba. Sufría cuando la lluvia no llegaba. ¡Y el pedrisco! ¡Y todo lo demás! empleos no agrícolas. Con ello, la situación del criado y las relaciones de de-
Acabó casándose con la dueña. Todos esos tíos que se casan de abajo arriba pendencia que ésta implica tienden a parecer insoportables.
acaban marcados para toda la vida)} (P. L.). l. Entre otras, el matrimonio tardío, que tiende a limitar la fecundidad:
l. Contrariamente al obrero jornalero, que sólo encuentra «jornales» así, durante el período de 1871 a 1884, la edad media en el momento de ca-
(journaus) durante el verano y se queda a menudo todo el invierno y los días sarse es de 31 años y medio para los hombres y de 25 años para las mujeres,
de lluvia sin trabajar, que est-á a menudo obligado a aceptar los trabajos a contra, respectivamente, 29 y 24 años para el período 1941-1960.

198 199
hecho de que los más pobres, todos propietarios de fincas modes- opuestas, quien se marchaba a la ciudad para ganarse la vida, o a
tas, criados y jornaleros, en cualquier caso excluidos del juego, se América buscando fortuna, y quien se quedaba en casa, a la que
excluyan ellos mismos por el tamaño excesivo de sus familias. aportaba su fuerza de trabajo sin incrementar los gastos familia-
En resumen, nos quedamos cortos si decimos que nadie tie- res y sin menoscabar la hacienda, contribuía a la salvaguarda del
ne prisa por casar a los segundones; poco empeño le ponen y, en patrimonio. 1 La adhesión a los valores tradicionales y a la divi-
un universo de dirigismo matrimonial, este descuido es suficien- sión consuetudinaria de las tareas y de los poderes entre los her-
te para mermar considerablemente sus posibilidades de matri- manos inculcada desde la infancia, el apego al patrimonio fami-
monio. Puede llegarse a veces al extremo de subordinar la entre- liar, a la casa, a la tierra, a la familia y, sobre todo, tal vez, a los
ga de la dote a la condición de que el segundón consienta a hijos del primogénito, podían inducir a muchos segundones a
trabajarjunto al primogénito cierto número de años, o a estable- aceptar esa vida que, según la formulación espléndidamente fun-
cer con él auténticos contratos de trabajo o incluso a darle espe- cionalista de Le Play, <<permite a un tiempo la quietud del celiba-
ranzas de que su parte se verá aumentada. Había, sin duda, un to y las alegrías de la familia». 2 Como todo le incita a invertir, e
sinfín de formas más de convertir a un segundón en un solterón, incluso a invertir en exceso, en una familia y en un patrimonio
desde el matrimonio fallido hasta la actitud acomodaticia que que tiene todas las razones del mundo para considerar como su-
hacía que «Se le pasara sin darse cuenta» la edad del matrimonio, yos, el segundón que se queda en casa representa (desde el punto
con la complicidad de las familias, consciente o inconsciente- de vista de la familia, es decir, del sistema) el caso extremo «ideal»
mente propensas a retener al servicio de la casa, por lo menos del criado que, a menudo tratado como «miembro de la familia»,
durante una temporada, a «aquel criado sin sueldo». 1 Por vías acaba viendo su vida privada invadida y, en cierto modo, anexa-
da por la vida familiar de su patrón, y que, consciente o incons-
l. Bastará como prueba un testimonio bastante típico: «Yo era el menor cientemente, es estimulado a invertir una parte importante de su
de una familia de cinco hermanos. Antes de la guerra de 1914 [nació en tiempo y de sus afectos privados en su familia de prestado, y, en
1894], estuve de criado en casa de M., y más tarde en la de L. Guardo muy particular, en los hijos, y que tiene que pagar las más de las veces
buen recuerdo de aquella época. Luego hice la guerra. A mi regreso, me en- con la renuncia al matrimonio la seguridad económica y afectiva
contré con una familia mermada: un hermano, el primogénit;o, muerto en el
frente, el tercero, amputado de una pierna, el cuarto un poco alelado por la
guerra. [... ] Mis hermanos me mimaban, los tres cobraban una pensión, por la
invalidez. Me daban dinero. El que estaba enfermo de los pulmones no podía casarme. La vida sería más agradable para mí. Primero, tendría una familia in-
valerse solo, yo le ayudaba, le acompañaba a las ferias y a los mercados. Tras su dependiente, sólo mía. Y luego, un segundón, en una casa, aunque se deslo-
muerte, en 1929, pasé a depender de la familia del hermano de más edad que me, nunca trabaja bastante. Siempre ha de estar en la brecha. Se le hacen unos
me quedaba, el segundo, ahora primogénito. Entonces fue cuando tomé con- reproches que un patrón jamás se atrevería a hacer a sus criados.))
ciencia de mi aislamiento en el seno de esa familia, sin mi hermano y sin mi l. El segundón tenía, en principio, el usufructo vitalicio de su pane.
madre, que tanto me mimaban. Por ejemplo, un día que me tomé la libertad Cuando moría, si seguía soltero, revertía al heredero.
de ir a Pau, mi hermano me reprochó que se perdieran unas pacas de heno que 2. «Había dos ancianos, segundones, que vivían en casas situadas a dos
había empapado la tormenta y que habría podido poner a buen recaudo si me horas de camino (unos siete u ocho kilómetros) del pueblo, en casa de Sa.,
hubiera quedado. Se me había pasado la edad de casarme. Las chicas de mi en casa de Ch., en el barrio Le., y que acudían a misa al pueblo, aunque sólo
edad se habían marchado o estaban casadas; me sentía triste a menudo y mis los días de las fiestas y que, a los setenta años, jamás habían estado en Pau o
momentos de libertad me los pasaba bebiendo con los amigotes, que, en la en Olorón. Cuanto menos salen, menos ganas de salir tienen (... ]. El que sa-
mayoría de los casos, estaban en la misma situación que yo. Le aseguro que, si lía era el primogénito. Ellos eran los pilares de la casa. Todavía quedan algu-
pudiera volver atrás, dejaría a mi familia cuanto antes para colocarme, y tal vez nos)) G.-P. A.).

200 201
que le garantiza su participación en la vida de la familia. 1 O sea virtud, la salud y la hermosura de las chicas, la dignidad y el ar-
que el hijo menor es, permítaseme la expresión, la víctima estruc- dor en el trabajo de los mozos, sin por ello dejar de identificar,
tural es decir, socialmente designada, y, por lo tanto, resignada, bajo esos disfraces, los criterios realmente pertinentes en la lógi-
de un sistema que, haciendo alarde de un auténtico lujo protec- ca del sistema, es decir, el valor del patrimonio y el importe del
cionista, despliega toda una retahíla de cautelas alrededor de la adot. Si el sistema puede funcionar, en la gran mayoría de los
«casa», entidad colectiva y unidad económica, entidad colectiva casos, basándose en los criterios menos pertinentes desde el
definida por su unidad económica. punto de vista de los principios reales de su funcionamiento, es,
en primer lugar, porque la educación familiar tiende a garanti-
zar una estrechísima correlación entre los sistemas primarios
Todo sucede como si las estrategias matrimoniales preten- desde el punto de vista del sistema y las características primor-
dieran corregir los fallos de las estrategias de fecundidad: hay, diales desde la perspectiva de los agentes: de igual modo que el
sin embargo, juegos con los cuales o contra los cuales, el mejor primogénito de familia relevante tiene que encarnar más que
jugador nada puede hacer, como, por ejemplo, en el caso parti- cualquier otro las virtudes que adornan al «hombre de honor>>
cular de las descendencias demasiado numerosas y demasiado (homi d'aunou) y al «buen campesino», la «heredera de familia
cargadas de hijas. La pericia que se manifiesta en el arte de las relevante» o la «buena segundona» no pueden permitirse los
estrategias matrimoniales no se refleja en el orden del discurso deslices que les están permitidos a las hijas de familia humilde.
porque, salvo accídent:e, tiende a excluir los conflictos entre el Y ello también es así porque la educación recibida desde que na-
deber y el sentimiento, la razón y la pasión, el interés colectivo y cen, reforzada por todas las experiencias sociales, tiende a impo-
el interés individual, que, igual que la norma para resolverlos o ner unos esquemas de percepción y de valoración, en una pala-
para superarlos, proceden de los «fallos» de ese tipo de instinto bra, unos gustos que se aplican, entre otros, a las parejas sexuales
socialmente producido que es el habitus inculcado por las con- y que, al margen incluso de todo cálculo propiamente económi-
diciones de existencia, a su vez transcritas y transfiguradas en los co o social, tienden a rehuir la unión desacertada: como en to-
consejos y en los preceptos del discurso ético y pedagógico. Se das partes, el amor feliz, es decir, el amor socialmente aprobado,
comprende lo artificial y sencillamente extrínseco que resulta por lo tanto predispuesto al éxito, no es más que esa especie de
interrogarse sobre las relaciones entre las estructuras y los senti- amor fati, ese amor del propio destino social, que une a las pare-
mientos: los individuos, y hasta las familias, sólo son capaces de jas socialmente predestinadas por las vías en apariencia azarosas
reconocer los criterios más abiertamente confesables, como la y arbitrarias de una elección libre. Y todo sucede como si las dis-
cordancias más manifiestas, las que hacen que se considere es-
l. Se cuenta que, a veces, cuando el primogénito no tenía hijos o moría candaloso el matrimonio entre un hombre pobre y una heredera
sin descendencia, se pedía a un viejo segundón que hubiera permanecido sol- rica, pero fea, o mucho mayor que él, representaran la incerti-
tero que se casara para asegurar la continuidad del linaje. G.-P. A.). Sin tra- dumbre mínima necesaria para posibilitar el disimulo y el des-
tarse de una auténtica institución, la boda del segundón con la viuda del pri- conocimiento de la armonía preestablecida y la transfiguración
mogénito, al que hereda (leviratO), era relativamente frecuente. Después de la
del destino en libre elección.
guerra de 1914-1918 los matrimonios de este tipo fueron bastante numero-
sos: {{Se hacían arreglos, los padres, en general, incitaban a ello, en interés de
la familia, por los hijos. Y los jóvenes aceptaban. No se andaban con senti- Las imposiciones que inciden sobre cada elección matrimo-
mentalismos)) (A. B.). nial son tan numerosas, y forman parte de unas combinaciones

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tan complejas, que superan en cualquier caso la conciencia de
ni tampoco de las estrategias de fecundidad, ni tan sólo de las
los agentes -incluso aunque se las domine en otro ámbiro-,
estrategias pedagógicas, es decir, del conjunto de las estrategias
con lo que no hay manera de contenerlas en el marco de las re-
de reproducci6n biológica, cultural y social, que todo grupo des-
glas mecánicas que la representación implícita de la práctica
pliega para trasmitir a la generación siguiente, mantenidos o
como ejecución de normas explícitas y expresas o de modelos
aumentados, los poderes y los privilegios que él mismo ha here-
inconscientes obliga a inventar de la nada y en número infinito
dado.
para dar razón de la diversidad infinita de las prácticas y, en
particular, de las estrategias que permiten conciliar, equilibrar
y, a veces, anular dichas imposiciones. A todos los peligros con
los que el matrimonio amenaza la propiedad y, a través de ella,
a la familia que aquél tiene la función de perpetuar -ya que las
compensaciones concedidas a los segundones siempre amena-
zan con determinar la fragmentación del patrimonio que el pri-
vilegio otorgado al primogénito tiene la función de evitar a
roda costa- se opone todo un sistema de paradas y de «golpes»,
como los de la esgrima o del ajedrez. Lejos de ser meros proce-
dimientos, análogos a los que la imaginación jurídica inventa
para torcer el derecho, y reducibles a reglas formales y explici-
tas, esas estrategias son el fruto del habitus, como dominio
práctico del reducido nómero de principios implicitos a partir
de los cuales se engendran una infinidad de prácticas que pue-
den regularse sin ser fruto de la obediencia a unas reglas que,
«espontáneamente» reguladas, dispensan de la explicación, de la
invocación y de la imposición de la regla. Porque es fruto de las
estructuras que tiende a reproducir y porque, más precisamen-
te, implica el sometimiento «espontáneo» al orden establecido y
a las órdenes de los guardianes de ese orden, es decir los ancia-
nos, ese habitus contiene el principio de soluciones, fenoméni-
camente muy diferentes, tales como, por ejemplo, la limitación
de los nacimientos, la emigración o el celibato de los segundo-
nes, que, en función de su posición en la jerarquía social, de su
rango en la familia, de su sexo, etcétera, los diferentes agentes
aportan a las antinomias prácticas engendradas por unos siste-
mas de exigencias que no son automáticamente compatibles.
Asi pues, las estrategias propiamente matrimoniales no debe-
rían disociarse sin hacer abstracción de las estrategias sucesorias,

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205
APUNTES BIBLIOGRÁFICOS* mente mediocre [6], agrupa lecciones a menudo muy corruptas
de textos de épocas diversas que deberían ser objeto de una la-
bor crítica, como observaba Rogé [7 y 8], antes de ser analiza-
dos. A falta de una edición de esas características, los autores
modernos se han volcado, principalmente, en el estudio del fue-
ro reformado de 15 51, de los documentos de jurisprudencia,
que abundan a partir del siglo XVI, y, más a menudo aún, de los
comentarios que los jurisconsultos de los siglos XVIII y XVIII han
proporcionado de esos diferentes textos. Aunque se basen en el
fuero reformado y la jurisprudencia de los últimos siglos de la
monarquía, el trabajo de Laborde sobre la dote en el Bearne [9]
y el de Dupont [1 O] sobre el régimen sucesorio bearnés presen-
La supervivencia en las provincias pirenaicas, Bigorra, Lave- tan un gran interés. La voluminosa tesis de A. Fougeres [11] se
dán, Bearne y País Vasco, de un derecho consuetudinario origi- limita, en lo que al Bearne se refiere, a préstamos de las obras
nal que, contrariamente a lo ocurrido en la mayoría de las pro- anteriores.
vincias meridionales de Francia, ha resistido al contacto con el Los historiadores del derecho han llegado al descubrimien-
derecho romano, no ha dejado de suscitar la curiosidad de his- to de que los textos consuetudinarios deberían utilizarse con
toriadores y juristas. «El derecho bearnés [... ]», escribe P. Luc, prudencia porque presentan un derecho relativamente teórico,
«se presenta como un derecho esencialmente consuetudinario, que contiene reglas obsoletas y omite disposiciones vigentes.
muy escasamente influido por el derecho romano, y por ello Las actas notariales les han merecido la consideración de fuente
presenta el gran interés de ser un derecho testimonial. Así, por capaz de suministrar informaciones sobre la práctica real. El
ejemplo, la prestación del juramento probatorio con los cojura- modelo de este tipo de investigación nos lo proporciona P. Luc
mentados, la constitución de garantes en materia de fianzas, la [12]. A partir de los registros de los notarios, estudia primero
fianza rescatable, la facultad de pago en especie de las obligacio- las condiciones de vida de las poblaciones rurales y el régimen
nes estipuladas en metálico son, en los siglos XlV y XV, de uso de tenencia de la tierra, la estructura de la familia bearnesa y las
corriente, cuando esas prácticas ya habían caído en desuso, en reglas que rigen para la conservación y la transmisión de su pa-
algunas regiones, desde hacía dos siglos y más» [12, págs. 3-4]. trimonio; y, en una segunda parte, los procedimientos técnicos
Durante mucho tiempo los estudios jurídicos o históricos se y jurídicos de la exploración del suelo, en el ámbito de la fami-
han basado únicamente en los documentos consuetudinarios, es lia y en el ámbito del municipio, y diferentes problemas de eco-
decir, en Les Fors de Béarn. Por ello, ya desde el siglo XVIII, juris- nomía rural tales como el crédito y los intercambios.
tas bearneses, como de Maria [1 y 2], Labourt [3] y Mourot [4 y En jas montañas del Bearne y de Bigorra es donde el adver-
5], redactaron comentarios y glosas de los Fors de Béarn, en par- sario más famoso del Código de Napoleón, Frédéric Le Play, si-
ticular, sobre las cuestiones de la dote y de las costumbres suce- tuó el modelo de la familia troncal, ideal, en su opinión, de la
sorias. Pero la única edición existente de los fueros, absoluta- institución familiar que él oponía al tipo inestable surgido de la
aplicación del Código Civil [13]. Tras haber definido tres tipos
* Redactados en colaboración con M.-C. Bourdieu. de familia, o sea, la familia patriarcal, la familia inestable, carac-

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terística de la sociedad moderna, y la familia troncal, Frédéric [1] De Maria, Mémoires sur les dots de Béarn, y su apéndi-
Le Play describe esta última (págs. 29 y siguientes) y muestra las ce: «Mémoires sur les coutumes et observances non écrites de
ventajas que proporciona a cada uno de sus miembros: «Al he- Béarn» (obra manuscrita, Archives départementales des Basses-
redero, en compensación de pesadas obligaciones, este [régimen Pyrénées).
sucesorio] confiere la consideración inherente al hogar y al taller [2] De Maria, Mémoires et Éclaircissements sur le .for et cou-
de los antepasados; a los miembros que se casan fuera, les ga- tume de Béarn (obra manuscrita, Archives départementales des
rantiza el apoyo de la casa troncal con las gracias de la indepen- Basses-Pyrénées).
dencia; a los que prefieren permanecer en el hogar paterno, les [3] Labourt, Les.fors et Coutumes de Béarn (obra manuscri-
permite a un tiempo la quietud del celibato y las alegrías de la fa- ta, Biblioteca Municipal de Pau).
milia; a todos les salvaguarda, hasta la vejez más extrema, la di- [4] Mourot (J.-F.), Traité des dots suivant les príncipes du
cha de recuperar en el hogar paterno los recuerdos de la primera droit romain~ conféré aves les coutumes de Béarn~ de Navarre~ de
infancia>> (págs. 36-37). <<Al instituir en cada generación un he- Soule et la jurisprudence du Parlement (citado por L. Laborde,
redero, la familia troncal agrícola no sacrifica el interés de los La Dot dans les .fors et coutumes de Béarn, pág. 15).
segundones al del primogénito. Al contrario, condena a éste a [5] Mourot (J.-F.), Traité des biens paraphernaux, des aug-
renunciar durante toda su vida, a favor de sus hermanos, y lue- ments et des imtitutions contractuelles, avec celuí de lávit:ínage
go de sus hijos, al fruto de su trabajo. La familia obtiene el sa-. (citado por L. Laborde, in.fra).
crificio del interés material a través de una compensación de or- [6] Mazure (A.) y Hatoulet (J.), Fors de Béarn, légíslation
den moral: la de la consideración vinculada a la posesión del inédite du x¡e au XIIY síecle, con traducción al lado, notas e in-
hogar paterno» (pág. 114). En una segunda parte, Le Play pre- troducción, Pau, Vignancour, París, Bellin-Mandar, Jouberr, s.
senta una monografía de la familia Melouga, prototipo de la fa- a. (1841-1843).
milia troncal del Lavedán en 1856; un epílogo de E. Cheysson [7] Rogé (P.), Les Anciens Fors de Béarn, Tolosa, París,
describe la desaparición de esa familia, por el influjo de la ley y 1908.
de las costumbres: <<La familia Melouga se mantuvo, hasta estos [8] Brissaud (J.) y Rogé (P.), <<Textes additionnels aux an-
últimos tiempos, como una muestra tardía de una poderosa y ciens Fors de Béarn», Tolosa, 1905 (Bulletin de l'université de
fecunda organización social; pero, a su vez, tuvo que padecer la Toulouse, mémoires origínaux des focultés de droit et de lettres, se-
influencia de la ley y de las costumbres que hasta entonces no rie B, n. 0 III).
la habían afectado gracias a una excepcional conjunción de cir- [9] Laborde (L.), La Dot dans les .fors et coutumes du Béarn,
cunstancias favorables. El Código va obrando; la equiparación Burdeos, 1909.
progresa: la familia troncal agoniza, la familia troncal ha muer- [10] Dupont (G.), <<Du régime successoral dans les coutu-
to» (pág. 298). A los teóricos de la escuela de Le Play cabe ob- mes du Béarn», tesis, París, 1914.
jetar, además de los datos de la investigación etnográfica, los [11] Fougeres (A.), <<Les droits de famille et les successions
trabajos de Saint-Macary [14], quien, basándose en actas nota- a u Pays basque et en Béarn, d' apres les anciens textes», tesis,
riales de los siglos XVIII y XIX, ha mostrado la perviveni:ia de los París, 1938.
usos sucesorios y de las reglas matrimoniales a pesar del Código [12] Luc (P.), «Vie rurale et pratique juridique en Béarn
Civil. [15]. aux XIV' et XV' siécles», tesis de derecho, Tolosa, 1943.
[13] Le Play (F.), L 'Organisatíon de la fomille selon le vraí

208 209
modele signalé par l'histoire de toutes les races et de tous les temps, Tercera parte
con un epílogo y tres apéndices por los señores E. Cheysson, F.
Le Play y C. Cannet, 3.• ed. completada con documentos nue- Prohibida la reproducción
vos por A. Focillon, A. Le Play y Delaire, París, 1884. La dimensión simbólica de la dominación económica
[14] Saim-Macary (J.), «Les régimes matrimoniaux en Bé-
arn avant et apres le Code civil», tesis, Burdeos, 1942; «La dé-
sertion de la terre en Béarn et dans le Pays basque», tesis, Bur-
deos, 1942.
[15] Bonnecaze (J.), La Philosophie du Code Napoléon ap-
pliqué au droit de la fomille. Ses destinées dans le droit civil con-
temporain, 2.• ed., París, 1928.

210
El campesino sólo se vuelve «estúpido» allí don-
de se encuentra aprisionado entre los engranajes
de un gran imperio cuyo mecanismo burocrático
o litúrgico le resulta ajeno.
MAx WEBER, El judaísmo antiguo

La propuesta que me han hecho de volver, tanto tiempo


después, sobre el problema del celibato me llena de gozo y me
perturba a la vez. Pues siento un afecto muy especial por ese
antiguo trabajo 1 que, aunque tributario de todas las incerti-
dumbres de los primeros pasos, me parece contener el principio
de varios desarrollos de primera magnitud de mi investigación
posterior: pienso, por ejemplo, en nociones como habitus, es-
trategia o dominación simbólica, que, sin culminar siempre en
la explicación completa, orientan todo el texto, o en el esfuerzo
de reflexividad que lo inspira de principio a fin y que se expre-
sa, no sin cierta ingenuidad, en su conclusión. Y si no me lo
impidiera el temor de dar la impresión de que me dejo llevar
por la complacencia, podría mostrar cómo la reapropiación de
una experiencia social más o menos reprimida que ese trabajo
propició probablemente facilitó, a título de socioanálisis previo,
la instauración de una relación con la cultura, culta o «popu-
lar», a la vez menos tortuosa y torturada que la que los intelec-
tuales de cualquier procedencia suelen mantener con todo lo
que se refiere al pueblo o a la cultura. Pero no puedo evitar
cierto malestar en el momento de reabrir, sin contar con la dis-
posición y el tiempo necesarios para sumergirme en ellos a fon-

l. P. Bourdieu, «Célibat et condition paysanne>}, Études rurales, 5-6,


abril-sepriembre de 1962, págs. 32-135.

213
do, los archivos donde han dormido durante tanto tiempo los l. ADDENDA ET CORRIGENDA
documentos y las notas que escribí a principios de los años se-
tenta para la publicación en inglés (a raíz de la amable iniciati-
va de Julian Pitt-Rivers) de una versión corregida y aumentada
del artículo de Études rurales: ¿cómo determinar, en el fárrago
de esa obra abandonada, lo que sigue vigente, tras ramos traba-
jos importantes, y, en primer lugar, los reunidos aquí? ¿De qué
manera, sin reescribir de arriba abajo el artículo inicial, como
me había propuesto, podría transmitir los principios funda-
mentales de las correcciones y de los añadidos que me habría
gustado introducir?

N o volveré sobre la primera parte, donde. traté de describir


la lógica de los intercambios matrimoniales en la sociedad de
antaño, pues el artículo titulado «Les stratégies matrimoniales
dans le systeme des stratégies de reproduction» [«Las estrategias
matrimoniales en el sistema de las estrategias de reproducción»]
(Annales, 4-5, julio-octubre de 1972, págs. 1105-1127) había
sido concebido para ocupar el lugar de la antigua descripción de
la lógica de los intercambios matrimoniales tal como se presen-
taba antes de la crisis cuya manifestación más visible la constitu-
ye el celibato de los herederos: por mucho que hubiese sido
pensada contra la manera, dominante entonces, de concebir las
relaciones entre las estructuras del parentesco y las estructuras
económicas, ese análisis, en efecto, no daba cuenta de la lógica
práctica de las estrategias mediante las cuales los agentes trata-
ban de sacar el mayor partido posible de sus «triunfos» específi-
cos (tamaño de la haciendo, orden de nacimiento, etcétera). La
comparación entre el propósito inicial de expresar mediante una
formulación de aspecto formal la relación, materializada por el
adot, entre las estructuras económicas (establecidas de acuerdo
con la distribución de las haciendas según su tamaño) y las es-
tructuras matrimoniales, y la reconstrucción final del conjunto
de las imposiciones (o de los factores determinantes) que orien-
tan las estrategias matrimoniales representa una buena ocasión
para observar, en los pormenores concretos de la investigación,

214 215
la ruptura con la visión estructuralista que ha sido necesario lle- durante mucho tiempo excluidas de hecho de la gran tradición
var a cabo, particularmente en los procesos de interrogación y etnológica, resultan lo suficientemente próximas para permitir,
de observación y en el lenguaje empleado, para estar en disposi- una vez superada la distancia social, una relación de proximidad
ción de elaborar una teoría adecuada de la práctica y de com- teórica con la práctica que se opone tanto a la participación fu-
prender las «elecciones}} matrimoniales de los agentes en tanto siona! en la experiencia vivida por los agentes que persigue de-
que fruto de las estrategias, sensatas, pero no deseadas, de un terminada mística populista como a la objetivación distante que
habitus objetivamente ajustado a las estructuras. 1 El progreso teó- cierta tradición antropológica, haciendo de necesidad virtud,
rico y metodológico es a su vez, inseparable de una conversión constituye en partido metodológico.
de la relación subjetiva del investigador con su objeto, pues la En cuanto al análisis estadístico de las posibilidades diferen-
exterioridad un poco altiva del observador objetivista es susti- ciales de matrimonio o de celibato, hemos tenido, para mayor
tuida por la proximidad (teórica o práctica) que facilita la rea- rigurosidad, que rehacer los cálculos tomando como población
propiación teórica de la relación indígena con la práctica. No es madre ya no (como en el artículo de 1962) el conjunto de las
casual, en efecto, que la introducción de un punto de vista que personas residentes en Lesquire en el momento de la investiga-
coloca a los agentes, y sus estrategias, en posición central, ocu- ción, sino el conjunto de cohortes afectadas (véase cuadro en el
pando el lugar de las estrategias sacralizadas por la visión estruc- anexo). Lo que significaba dotarse del medio para establecer los
turalista, haya acabado imponiéndose a propósito de sociedades índices de emigración diferenciales según diferentes variables
que, como las comunidades campesinas del ámbito europeo, (sexo, año de nacimiento, categoría socioprofesional del padre,
orden de nacimiento y localización -en la población o en los ca-
l. Los descubrimientos científicos tienen a menudo el ambiguo privile- seríos- del domicilio) al mismo tiempo que las posibilidades de
gio, en antropología, de volverse evidentes en cuanto han sido adquiridos, y, matrimonio de los emigrantes y de los sedentarios según esas
salvo invocando la experiencia, a fin de cuentas meramente subjetiva, del es-
mismas variables. De hecho, esas estadísticas, muy largas y difí-
fuerzo que han requerido, no hay mejor prueba, por lo menos para fines pe-
dagógicos, del trecho recorrido, que los sucesivos estados de la investigación
ciles de establecer (pues las informaciones sobre los emigrantes
que ha sido necesaria para alcanzarlos o las correcciones o los añadidos, apa- han de recogerse oralmente entrevistando a toda una serie de in-
rentemente mínimos, que, mejor que las autocríticas estrepitosas, permiten formadores), confirman, precisándolas, las conclusiones ya al-
ver la lenta progresión de la conversión intelectuaL También cabe dar una canzadas: cabe, en efecto, dar por sentado (con la prudencia que
idea del movimiento de la investigación evocando el estado histórico de la requiere la exigüidad de los efectivos) que las posibilidades de
problemática en relación con la cual se ha constituido (véase P. Bourdieu,
«De la regle aux stratégies}), in Choses dítes, París, Éditions de Minuit, 1987).
marcharse son mucho mayores para las mujeres que para los
Llama la atención que, en una puntualización a propósito de un artículo que hombres, sobre todo, en los caseríos, donde el excedente de hom-
describía la emergencia y la reciente difusión del concepto de estrategia limi- bres llega a proporciones impresionantes; que, para los hombres,
tándose, as usual a la producción anglosajona (G. Crow, <{The use of the las posibilidades de quedarse en el terruño aumentan con el ta-
concept of "strategy" in recent sociologicallitterature>>, Sociology, 23 [1), fe- maño del patrimonio; y que aunque, en conjunto, la posibili-
brero de 1989, págs. 1-24), David H. Morgan, que también investiga en este
dad de emigrar sea claramente menor para los primogénitos que
ámbito, recuerde que los primeros usuarios de ese concepto, así como el nue-
vo «paradigma>> que introducen en etnología y en sociología, aparecieron en para los segundones (61 % contra 42%), los efectos del derecho
la esfera de la sociología de la historia de la familia y del personal doméstico de primogenitura ya no son perceptibles para los propietarios
(véase D. H. J. Morgan, «Strategies and sociologists: a comment on Crow», modestos. Por lo que hace a las mujeres, no se observa relación
Sociology, 23 [!],febrero 1989, págs. 25-29). significativa entre la emigración y el tamaño de la hacienda o el

216 217
orden de nacimiento, pues la proporción de mujeres de familia dades de quedarse soltero aumentan muchísimo con el hecho de
relevante que abandonan el terruño es incluso ligeramente supe- no emigrar, sobre todo, en los caseríos) y estrechamente vincula-
rior a la de las otras. En cuanto a las posibilidades de matrimo- dos al mismo sistema de factores (el sexo, la categoría socioprofe-
nio son, en igualdad de circunstancias, claramente superiores para sional de origen y, para los agricultores, el tamaño de la hacienda,
los que se van que para los que se quedan, 1 y, entre éstos, más el orden de nacimiento y, por último, el domicilio, en el pue-
elevadas para los habitantes del pueblo que para los habitantes blo o en los caseríos). Lo que la estadística de las relaciones entre
de los caseríos. 2 Pero el hecho más importante, y que hiere pro- ese sistema de factores más o menos estrechamente interconecta-
fundamente a los interesados, es que, para los que se quedan en dos y las posibilidades de emigrar o de contraer (más o menos jo-
los caseríos, las probabilidades de matrimonio prácticamente no ven) matrimonio capta es el efecto de las transformaciones globa-
varían, en función del tamaño de la hacienda o del orden de na- les del espacio social y, más precisamente, de la unificación del
cimiento, por lo que los «primogénitos relevahtes}} o, en cual- mercado de los bienes simbólicos tal como se ha ejercido diferen- "
quier caso, herederos de patrimonio relevantes pueden verse cialmente sobre los diferentes agentes según su apego objetivo
condenados al celibato. 3 (máximo entre los primogénitos de las familias relevantes) y sub-
De hecho, la emigración y el celibato están estrechamente jetivo (es decir, inscrito en los habitus y las hexis corporales) al
interrelacionados (en particular, en la medida en que las posibili- modo de existencia campesino de antaño. En ambos casos se ca-
libra, en cierto modo, la resultante tangible de la foerza de atrac-
l. No ocurre lo mismo con las mujeres -pues las que se han quedado ción ejercida por el campo social de ahora en adelante unificado
en el municipio tienen un índice de celibato ligeramente inferior (el 18% en torno a unas realidades urbanas dominantes, que ha conlleva-
globalmente, o sea el22% en el pueblo y el17,5o/o en los caseríos) que el de
do la apertura de los núcleos aislados, y de la foerza de inercia que
las que se han marchado (24%), lo que resulta comprensible, puesto que se
enfrentan a un mercado menos difíciL los diferentes agentes le contraponen en función de las categorías
2. De una serie de cuadros estadísticos, establecidos a partir de los pa- de percepción, de valoración y de acción constitutivas de su habi-
drones de los años 1954, 1962 y 1968 para los diferentes municipios del tus. La unificación del campo social, cuya unificación del merca-
cantón de Lesquire, se desprende que en todas partes se observan las regula- do de los bienes simbólicos y, por ende, del mercado matrimo-
ridades ya advertidas en Lesquire, pues la intensidad del celibato masculino
nial representa una faceta, se efectúa a la vez en la objetividad
alcanza índices muy elevados, análogos a los de los caseríos de Lesquire, en
los pequeños municipios aislados y remotos, y muy parecidos en los caseríos -por efecto de todo un conjunto de factores tan diferentes como
de éstos, debido a su alejamiento de cualquier centro urbano, su hábitat dis- la amplificación de los desplazamientos impulsada por la mejora
perso y su estructura socioprofesional, mientras que disminuye en el único de los medios de transporte, la generalización del acceso a alguna
municipio que está cerca de una ciudad obrera (Olorón), y posee una frac- forma de enseñanza secundaria, etc.- y en las representaciones.
ción relativamente significativa de obreros. Cabe la tentación de decir que sólo se efectúa en la objetivi-
3. La noción de primogénito o de heredero ha de interpretarse de
acuerdo con su significado social y no con el biológico. En la situación
dad -lo que acarrea unos fenómenos de eliminación diferencial
tradicional, la arbitrariedad de la definición social podía quedar oculta: ca- de los que el celibato de los herederos constituye el ejemplo más
si inevitablemente, era el primogénito biológico quien era tratado y actua- significativo- porque se efectúa en la subjetividad de los agentes
ba como primOgénito social, es decir, como heredero. Hoy día, a causa que otorgan un reconocimiento a la ve:z arrebatado y aceptado a
de la marcha de los primogénitos, un segundón puede ser investido de la unos procesos orientados hacia su propia sumisión y mediante
condición de heredero. El heredero ya no es sólo el que se queda porque es
esa misma subjetividad.
el primogénito, sino también el que es el primogénito porque se ha que-
dado.

218 219
Porcentaje de residentes en el municipio y, de éstos, de solteros~ 2. «DEL MUNDO CERRADO AL UNIVERSO INFINITO»
según el domicilio, el sexo y el tamaño de la hacienda, de las
personas nacidas en Lesquire antes de 1935 1

Pueblo Caseríos
Residentes Residentes Residentes Residentes

Propietarios modestos
(+criados) V 28,5* * 43 57
H 50* * 33,5 15,2
Medios V 75* * 70,5 61,5
H 100* * 50 22
Grandes V 100* * 82 55,5
* Al retomar el título de la famosa obra de Alexandre Koyré,
H 40* 43 33,5
Otras profesiones V 58,5 14 33,5 * sólo se pretende evocar el conjunto de procesos que, en el orden
H 23,5 50 36,5 * económico, pero también, y, sobre todo, en el simbólico, han
Conjunto V 54 15,5 49,5 56,5 corrido paralelos con la apertura objetiva y subjetiva del mundo
H 33,5 22 37 17,5 campesino (y, más generalmente, rural) y han neutralizado pro-
* Cifras nulas o demasiado pequeñas (y dadas a título indicativo).
gresivamente la eficacia de los factores que rendían a afianzar la
autonomía relativa de ese mundo y a posibilitar una forma par-
l. Adoptando (en 1970) 1935 como límite superior de las cohortes con- ticular de resistencia a los valores centrales: o sea, mencionando
sideradas, nos situábamos por encima de la edad media de matrimonio de los sólo los más importantes, la escasa dependencia respecto al mer-
hombres (29 años) y de las mujeres (24 años) y cerca del límite superior de la cado, sobre todo, en materia de consumo, gracias al privilegio
edad en la que el matrimonio resulta cada vez más difícil (sólo se cuentan 4 ó 5
otorgado a la ascesis del auroconsumo (de la que la homogamia
casos de matrimonio pasados los 35 años).
constituye un aspecto) y el aislamiento geográfico, acentuado
por la precariedad de los medios de transporte (vías y vehícu-
los), que tendría a reducir el ámbito de los desplazamientos y a
propiciar el confinamiento en un mundo social de base local e
imponía a la ve:z la interdependencia y el interconocimiento
más allá de las diferencias económicas o culturales. Ese confina-
miento objetivo y subjetivo posibilitaba una forma de particula-
rismo cultural basado en la resistencia, más o menos asegurada,
frente a las normas ciudadanas, especialmente en materia de
lengua, y una especie de localcentrismo, en materia de religión y
de política: por ejemplo, las elecciones políticas corrientes se
efectuaban en gran parte por referencia al contexto inmediato,
es decir, en función de la posición ocupada en la jerarquía en el

220 221
seno del microcosmos cerrado que tendía a velar como una pan- se frente a valores dominantes en tanto que antagonistas, al menos
talla el macrocosmos social y la posición relariva que el micro- subjetivamente, y no sólo en tantO que otros (invocando la vieja
cosmos, globalmente, ocupaba (así, a parrir de un nivel deter- oposición platónica del enantíon y del héteron, que bastaría para es-
minado de la jerarquía local, había que ser, en cierto modo, clarecer muchas discusiones confusas sobre la «cultura popular»).
practicante y conservador, y, para un campesino «relevante>>, La dependencia limitada y velada va dando progresivamente paso
asistir de manera habitual a las ceremonias religiosas y llevarle al a una dependencia profunda y vislumbrada, incluso reconocida.
cura vino de misa era una cuestión de pourtale [puerta principal Se ha descrito a menudo la lógica y los efectos del reforzamiento
de la casa], es decir, de rango social). En otras palabras, la posi- de la dominación de la economía de mercado sobre la pequeña
ción ocupada en el espacio social por ese microcosmos dorado agricultura (en la que se incluyen los campesinos más «grandes>> de
de sus jerarquías sociales propias, de sus dominantes y de sus Lesquire). Para la producción, la explotación agrícola depende
dominados, así como de sus conflictos de «clases>>, no tenía efec- cada vez más del mercado dé los bienes industriales (maquinaria,
to práctico en la idea que los campesinos se hacían de su mundo abonos, etcétera) y sólo puede hacer frente a las inversiones necesa-
y de la posición que ocupaban en él. 1 rias para modernizar el equipo productivo y optimizar los rendi-
La unificación del mercado de los bienes económicos y sim- mientos recurriendo a préstamos que, en tanto que tales, compro-
bólicos riene como primer efecto el de hacer desaparecer las con- meten el equilibrio financiero de la empresa agrícola y la abocan a
diciones de existencia de valores campesinos capaces de plantear- un tipo determinado de productos y de mercados. Para la comer-
cialización también depende cada vez más estrechamente del mer-
l. Las categorías de derecha e izquierda, propias del campo político cado de productos agrícolas y, más precisamente, de la industria
central, no rienen, en absoluto, el mismo senrido en el macrocosmos y en el alimentaria (en el caso particular, la que se encarga de la recogida
microcosmos local (en el supuesto de que rengan algún sentido en este con- de la leche). Debido a que sus gastos de explotación dependen de
texto). A la allodóxia estructural, que resulta de la autonomía relativa, al me- la evolución general de los precios, particularmente industriales,
nos subjetiva, de las unidades de base local, y no a la dispersión espacial,
como sugiere Marx, con la metáfora del saco de patatas, es imputable la sin- sobre los que no tienen influencia alguna, y, sobre todo, a que los
gularidad constante de las romas de posición polú:icas de los campesinos y, beneficios dependen cada vez más de precios garanrizados (como
más generalmente, de los rurales. Para explicar totalmente esa allodóxía, cu- los de la leche o del tabaco), los avatares de la coyuntura de los pre-
yos efectos distan mucho de haber desaparecido, hay que tomar en considera- cios tienden a ocupar, en la realidad y en su visión del mundo, el
ción todo un conjunto de rasgos característicos de la condición campesina y lugar que correspondía antaño a los avatares de la naturaleza: a tra-
rural, que sólo podemos mencionar aquí: el hecho de que las imposiciones in-
herentes a la producción se presenten en forma de relaciones naturales más
vés de la intervención económica de los poderes públicos -y, en
que a través de relaciones sociales {pues los horarios y los ritmos de la produc- particular, del índice de precios-, es una acción política, adecuada
ción parecen determinados exclusivamente por los ritmos de la naturaleza, e para suscitar reacciones políticas, lo que ha hecho su aparición en
independientemente de cualquier voluntad humana; y el éxito de la empresa el mundo casi natural de la economía carnpesina. 1 Cosa que tiene
parece depender de las condiciones climáticas más que de las estructuras de la
propiedad o del mercado, etcétera); el hecho de que la dependencia universal l. Por mucho que siempre se oculte, ante los propios ojos de quienes
respecto a la opinión de los demás adopte una forma muy particular en esos son responsables de ella, aduciendo justificaciones técnicas, la política de pre-
mundos cerr~dos donde cada cual está siempre expuesto a la mirada de los cios depende fundamentalmente del peso del campesinado en la relación de
demás y condenado a coexistir con ellos de por vida (es el argumento ({¡Bien fuerzas políticas y del interés que represente para los dominantes el manteni-
hay que vivirh) invocado para justificar el sometimiento prudente a los vere- miento de la existencia de una agricultura precapitalista cara, pero política-
dictos colectivos y la resignación al conformismo), etcétera. mente segura, es decir rentable en otro sentido (y necesaria, como se ha descu-

222 223
el efecto de inclinar hacia una visión más politizada del mundo La subordinación creciente de la economía campesina a la
social, pero cuya tendencia antiestatal procede todavía en gran lógica del mercado no habría bastado, por sí sola, para determi-
parte de la ilusión de la autonomía, que es la base de la autoexplo- nar las profundas transformaciones ocurridas en el mundo ru-
tación. La representación desdoblada, incluso contradictoria, que ral, empezando por la emigración masiva, si ese proceso no hu-
estos pequeños propietarios convertidos en casi asalariados se ha- biera estado vinculado en sí mismo, por una relación de
cen de su condición, y que se expresa a menudo en unas tomas de causalidad circular, a una unificación del mercado de los bienes
posición políticas a la vez indignadas y conservadoras, tiene su ra- simbólicos idónea para determinar el declive de la autonomía
zón de ser en las ambigüedades objetivas de una condición pro- ética de los campesinos y, con ello, la debilitación de sus capa-
fundamente contradictoria. Todavía dueños, al menos en apa- cidades de resistencia y de rechazo. Se suele admitir que, de for-
riencia, ·de la organización de su actividad (a diferencia del ma muy general,Ja emigración fuera del sector agrícola es fun-
obrero, que aporta al mercado su fuerza de trabajo, ellos venden ción de la relación entre los salarios-en la agricultura y en los
productos), propietarios de medios de producción {edificios y ma- sectores no agrícolas y de la oferta de empleo en esos sectores
quinaria) que pueden representar un capital invertido muy consi- (establecida en función del índice de no empleo industrial).
derable (pero, de hecho, imposible de realizar en dinero líquido), Cabría así plantear un modelo mecánico sencillo de los flujos
no consiguen sacar de un trabajo a menudo duro, sacrificado y migratorios presuponiendo, por una parte, que existe un campo
poco gratificante simbólicamente, aunque cada vez más califica- de atracción con diferencias de potencial tanto mayores cuanto
do, más que unos ingresos inferiores a los de un obrero calificado. mayor es el desfase de las situaciones económicas {nivel de in-
Debido a un efecto no deseado de la política tecnocrática, en par- gresos, índice de empleo), y, por otra, que los agentes oponen a
ticular en materia de subvenciones y de crédito, se han visto abo- las fuerzas del campo una inercia o una resistencia que varía se-
cados a contribuir, por sus inversiones de todo tipo, a la instaura- gún diferentes factores.
ción de una producción tan poderosamente socializada, de hecho, Pero ese modelo sólo resulta del todo satisfactorio si se ol-
corno la de las economías llamadas socialistas, especialmente a tra- vidan las condiciones previas de su funcionamiento, que nada
vés de las imposiciones que se ejercen sobre los precios y·sobre el tienen de mecánicas: así, por ejemplo, el efecto del desfase en-
propio proceso de producción, pero conservando la titularidad tre los ingresos en la agricultura y fuera de ella sólo puede ejer-
nominal y también la responsabilidad del aparato de producción, cerse en la medida en que la comparación~ como acto consciente
con todas las incitaciones a la autoexplotación que ello conlleva. o inconsciente de puesta en relación, se vuelve posible y social-
mente aceptable y representa una ventaja para el modo de vida
ciudadano, del que el salario no es más que una dimensión en-
hierto en los años 1980, para que el campo conserve sus atractivos estéticos).
¿Se afirmaría con idéntica brutalidad la voluntad tecnocrática de intensificar tre muchas otras; es decir en la medida en que el mundo cerra-
el éxodo rural para reducir el despilfarro e introducir en el mercado del em- do y finito se abre y empiezan a caer progresivamente los velos
pleo industrial a los trabajadores y los capitales actualmente «desviados)> por subjetivos que volvían impensable cualquier especie de acerca-
la pequeña agricultura, si la pequeña burguesía ciudadana, ávida de ascenso y miento entre ambos universos. Dicho de otro modo, las venta-
deseosa de respetabilidad, no hubiera ocupado el lugar, en el sistema de las
jas asociadas a la existencia urbana sólo existen y actúan si se
alianzas políticas, de un campesinado que se ve así abocado hacia unas formas
de manifestación a la vez violentas y localizadas (debido, particularmente, a
vuelven ventajas percibidas y valoradas, si, por consiguiente,
su aislamiento respecto a las demás fuerzas sociales) en las que se expresan ro- son aprehendidas en función de categorías de percepción y de
das sus contradicciones? valoración que hacen que, dejando de pasar inadvertidas, de ser

224 225
ignoradas (pasiva o activamente), se vuelvan perceptibles y va- la tierra y por la casa, porque son mujeres, segundones o pobres.
lorables, visibles y deseables. Y, de hecho, la atracción del Así pues, sigue siendo el orden antiguo lo que define el orden en
modo de vida urbano sólo puede ejercerse sobre mentes previa- el que uno se aleja de él. Las mujeres, que, en tanto que objetos
mente convertidas a sus atractivos: la conversión colectiva de la simbólicos de intercambio, circulaban de abajo arriba, y por ello
visión del mundo es lo que confiere al campo social inmerso en·. eran espontáneamente propensas a mostrarse diligentes y dóciles
un proceso objetivo de unificación un poder simbólico basado respecto a las conminaciones o a los atractivos ciudadanos, son,
en el reconocimiento unánimemente otorgado a los valores do- con los segundones, el caballo de Troya del mundo urbano. Me-
minantes. nos apegadas que los hombres (e incluso que los segundones) a la
La revolución simbólica es el producto acumulado de innu- condición campesina, y menos comprometidas con el trabajo y
merables conversiones individuales que, a partir de un umbral con las responsabilidades de poder, o sea, por ende, menos pen-
determinado~ se implican mutuamente en una carrera cada vez dientes de la preocupación por el patrimonio que hay que «con-
más precipitada. La trivialización que experimenta todo aquello servar», mejor dispuestas respecto a la educación y a las promesas
a lo que acabamos por acostumbrarnos induce, en efecto, a olvi- de movilidad que ésta contiene, introducen en el centro del
dar la extraordinaria labor psicológica que presupone, muy es- mundo campesino la mirada ciudadana que devalúa y descalifica
pecialmente en la fase inicial del proceso, cada uno de los aleja- las {(virtudes campesinas».
mientos de la tierra y de la casa; y habría que invocar el esfuerzo Así, la reestructuración de la percepción del mundo social
de preparación, las ocasiones propicias para favorecer o desenca- que es crucial en la conversión individual y colectiva es indisocia-
denar la decisión, las etapas de un alejamiento psíquico siempre ble del fin de la autarquía psicológica, colectivamente mantenida,
difícil de llevar a cabo (la ocupación profesional a media jorna- que convertía el mundo hermético y cerrado de la existencia fa-
da en el pueblo, como cartero o como chófer, proporciona, por miliar en una referencia absoluta. Referencia tan absolutamente
ejemplo, el trampolín para dar el salto a la ciudad) y, a veces, indiscutida que el alejamiento selectivo de aquellos que, segun-
nunca completado (como prueban los esfuerzos, que duran dones o segundo nas pobres, tenían que abandonar la tierra, por y
toda una vida, de los emigrantes a la fuerza para <<acercarse» a la mediante el trabajo o el matrimonio, constituía aun así un home-
región natal). naje tributado a los valores centrales y reconocido como tal. 1 La
Cada uno de los agentes concernidos pasa, simultánea o su- conversión colectiva que ha abocado a emigraciones cada vez más
cesivamente, por fases de confianza en sí mismo, de ansiedad numerosas y que acabará afectando a los mismísimos supervi-
más o menos agresiva y de crisis de autoesrima (que se expresa en vientes es inseparable de lo que no queda más remedio que califi-
el lamento ritual del ocaso de los campesinos y de la «tierra>>: «la
tierra está jodida»). La propensión a recorrer más o menos depri- l. El desmoronamiento simbólíco de los valores campesinos es hoy tan
sa la trayectoria psicológica que conduce al vuelco de la tabla de absoluto, que hay que recordar algunos ejemplos dpicos de su afirmación
los valores campesinos 'depende de la posición ocupada en la an- triunfante. Por ejemplo, esta denuncia de su degradación expresada justo an-
tigua jerarquía, a través de los intereses y de las disposiciones aso- tes de la Segunda Guerra Mundial por la esposa de un «heredero relevante»
de Denguin a propósito de otro <(gran heredero»: «¡X. casa a su hija con un
ciados a esa posición. Los agentes que oponen la resistencia más
obrero!>> (en realidad, un pequeño propietario de Saint-Faust que trabajaba
débil a las fuerzas de atracción externas, que perciben antes y como empleado en la Casa del Campesino). O esta exclamación ofendida a
mejor que los demás las ventajas asociadas a la emigración, son propósito de una familia relevante de Arbus cuya hija única se había casado
aquellos que sienten menos apego objetiva y subjetivamente por con un funcionario: «Dap u emplegat.~, (<<¡Con un empleado!»).

226 227
car de revolución copernicana: el lugar central, inmutable, sede 3. lA UNIFICACIÓN DEL MERCADO MATRIMONIAL
de una jerarquía también inmutable y única, no es más que un
punto cualquiera en un espacio más amplio, o, peor aún, un pun-
to bajo, inferior, dominado. El municipio, con sus jerarquías (la
oposición, por ejemplo, entre los campesinos «grandes» y los «pe-
queños»), acaba resituado en un espacio social más amplio dentro
del cual los campesinos, en su conjunto, ocupan una posición do-
minada. Y aquellos mismos que copaban las posiciones más ele-
vadas en ese mundo de repente relegado acabarán, a falta de llevar
a cabo ·a tiempo las conversiones y las reconversiones necesarias,
por pagar todos los platos rotos de la revolución simbólica que
afecta al orden antiguo en un punto estratégico: el mercado ma-
trimonial; como la explotación agrícola se sitúa en un entorno En tanto que mercado absolutamente particular donde es a
económico y en un mercado del trabajo que la condena a no te- las personas, con todas sus propiedades sociales, a lo que concre-
ner más mano de obra que la doméstica, ese mercado condiciona, tamente se pone.precio, el mercado matrimonial constituye para
en efecto, muy directamente, la reproducción de la mano de obra los campesinos una ocasión particularmente dramática de descu-
agrícola y, con ello, de la empresa campesina. brir la transformación del sistema de valores y el hundimiento
del precio social que se les atribuye. Eso es lo que revelaba, de
forma especialmente dramática, el modesto baile de Navidad,
punto de partida de toda la investigación, que se manifiesta, al
cabo de un prolongado trabajo de construcción teórica, amplia-
do sobre la marcha a objetos empíricos ftnoménicamente del
todo distintos, como la realización paradigmática de todo el pro-
ceso que ha abocado a la crisis del orden campesino del pasado.'
El baile es, en efecto, la forma visible de la nueva lógica
del mercado matrimonial. Resultado de un proceso por medio del
cual los mecanismos autónomos y autorregulados de un merca-

l. Habría que uatar, a propósito de este ejemplo, de aclarar lo que suele


llamarse intuición. La escena concreta mediante la cual se representa el pro-
blema es un auténtico paradigma conductual que condensa, en forma sensible,
toda la lógica de un proceso complejo. Y no es indiferente que el carácter alta-
mente significativo de la escena sólo se revele al principio a una percepción
interesada, incluso profundamente sesgada, como dicen los tratados de «me-
todología>>, porque <;ont.iene la carga de todas las resonancias afectivas y de to-
das las colaboraciones emocionales que implica la participación simpática en
la situación y en el punto de vista, doloroso, de las víctimas.

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do matrimonial cuyos límites se extienden mucho más allá del miento y hasta su «físico», la unificación del mercado neutraliza
mundo campesino tienden a ocupar el lugar de los intercambios los mecanismos sociales que garantizaban a ese campesino, den-
regulados del pequeño mercado local, subordinado a las normas tro de los límites de un mercado restringido, un monopolio de
y a los intereses del grupo, permite ver, concretamente, el efecto hecho, muy propio para proporcionarle todas las mujeres nece-
más específico -y más dramático- de la unificación del mercado sarias para la reproducción social del grupo, y sólo éstas.
de los intercambios simbólicos y la transformación que, en este En materia de matrimonio, como en cualquier otra especie
ámbito como en otros, corre pareja con el paso del mercado local de intercambio, la existencia de un mercado no implica, en modo
a la economía de mercado.' Según la formulación de Engels, los alguno, que las transacciones sólo obedezcan a las leyes mecáni-
agentes «han perdido el control de sus propias interrelaciones so- cas de la competencia. Numerosos mecanismos institucionales
ciales»; las leyes de la competencia se imponen «a pesar de la tienden, en efecto, a garantizar al grupo el dominio de los inter-
anarquía, en y por la a:narquía». 2 Los herederos de familia rele- cambios y a protegerlo contra los efectos de la «anarquía» a la
vante condenados al celibato son las víctimas de la competencia que se refería Engels, y que se suele olvidar, a causa de la espon-
que domina de ahora en adelante un mercado matrimonial hasta tánea simpatía que inspira el modelo «liberal», que, como en el
la fecha protegido por las imposiciones y los controles, a menu- teatro clásico, libera a los enamorados de los imperativos de la
do mal tolerados, de la tradición. Al determinar una devaluación razón de Estado doméstica. Así, en el antiguo régimen matrimo-
brutal de todos los productos del modo de producción y de re- nial, como la iniciativa del matrimonio no pertenecía a los inte-
producción campesino, de todo lo que las familias campesinas resados, sino a las familias, los valores y los intereses de la ((casa»
pueden ofrecer, como la tierra y la vida en el campo o el ser del y de su patrimonio tenían más posibilidades de imponerse en
campesino, su lenguaje, su atuendo, sus modales, su comporta- contra de las fantasías o los azares del sentimiento.' Y ello tanto
más cuanto que toda la educación familiar predisponía a los jó-
l. Los informadores oponen explícitamente los dos modos de instaura- venes a someterse a las conminaciones parentales y a aprehender
ción de las relaciones que conducen al matrimonio: la negociación entre las
a los pretendientes según las categorías de percepción propia-
familias, a menudo sobre la base de vínculos anteriores, y el contacto directo,
cuya ocasión, prácticamente, siempre se presenta en el baile. La libertad que mente campesinas: ya que el «buen campesino» se reconocía por
da la interacción directa entre los interesados, así liberados de las presiones el rango de su casa, vinculado, inseparablemente, al tamaño de
familiares y de todas las consideraciones económicas o éticas (por ejemplo, la su hacienda y a la dignidad de su familia, y también por unas vir-
«fama)) de la muchacha), tiene como contrapartida el sometimiento a las le- tudes personales como la autoridad, la competencia y el ardor en
yes del mercado de los individuos abandonados a su libre albedrío.
el trabajo, mientras que la buena esposa era, ante todo, la «buena
2. La distinción que establece K. Polanyi entre «los mercados aislados>>
(iso!ated markets) y «la economía de mercado>> {market economy), es decir,
más precisamente, entre los <(mercados regulados•• (regulated markets) y el l. La institución más típica del antiguo régimen matrimonial era, evi-
<<mercado autorregulado•• {se/f-regu!ating market) (véase K. Polanyi, The Great dentemente, el casarr1entero -o la casarr1enrera- (llamado trachur o talamé),
Transformation, the Política! and Economíc Origine ofour Time, Bosron, Bea- prácticamente institucionalizado o espontáneo. En un universo donde la se-
con Press, 1974, págs. 56-57, 7."- reed., 1967), aporta una importante pre- paración entre los sexos, siempre muy nítida, sin duda no ha dejado de au-
cisión al análisis marxista de la «anarquía>> de la «producción socializada>> mentar debido al debilitaJniento de los vínculos sociales tradicionales, parti-
(socialized production) en la que <<el producto gobierna a los productoreS>> (the cularmente en los caseríos, y al espaciamiento de las ocasiones tradicionales
product govems the producers): la existencia de un mercado no basta para de encuentro -como las labores del campo colectivas-, la laxitud del nuevo
crear la economía de mercado mientras el grupo conserve el dominio de los régimen matrimon~al sólo puede redundar en un reforzamiento de la ventaja
mecanismos de intercambio. de los ciudadanos.

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campesina», resistente y trabajadora, y preparada para aceptar la que los hombres a adoptar los modelos y los ideales urbanos, son
condición que se le ofrecía. Como nunca habían conocido «otra renuentes a casarse con un campesino que les promete aquello
cosa», las muchachas de los caseríos vecinos y de toda la zona de mismo de lo que quieren huir (entre otras cosas, la autoridad de
colinas estaban más dispuestas a conformarse con la existencia los suegros, que «no están dispuestos a renunciar>), y, muy espe-
que el matrimonio les prometía; nacidas y criadas en una área re- cialmente la tiranía tradicional de la anciana daune, que pretende
lativamente cerrada a las influencias exteriores, tenían menos conservar el mando en la casa, particularmente cuando él padre
posibilidades también de valorar a sus eventuales parejas según carece de autoridad porque hizo un matrimonio de abajo arriba).
criterios heterodoxos. Así, antes de 1914, el mercado matrimo- Por último, y, sobre todo, tienen más posibilidades de encontrar
nial de los campesinos de los caseríos de Lesquire se extendía a un partido fuera del mundo campesino, para empezar, porque,
toda la región comprendida entre el Gave de Pau y el Gave de según la lógica misma del sistema, son ellas las que circulan, y de
Olorón, conjunto económica y socialmente muy homogéneo de abajo arriba. De lo que resulta que los intercambios matrimonia-
municipios compuestos, como Lesquire, de un pequeño núcleo les entre los caseríos campesinos y los pueblos y las ciudades sólo
todavía muy campesino y de granjas dispersas por las laderas y pueden efectuarse en un único sentido. Como prueba la presen-
las colinas.' El dominio del grupo sobre los intercambios se afir- cia, en los modestos bailes campesinos, de jóvenes ciudadanos a
maba en la restricción del tamaño del mercado matrimonial me- los que su desenvoltura y su aspecto proporcionan una ventaja in-
dido en distancia geográfica y, sobre todo, en distancia social. estimable sobre los campesinos, el mercado matrimonial antigua-
Por más que, en ese ámbito, como en otros, el mundo campesino mente controlado y prácticamente reservado está ahora abierto a
jamás haya conocido la autonomía y la autarquía totales que los la competencia más brutal y más desigual. Mientras que el ciuda-
etnólogos a menudo le atribuyen, aunque sólo fuera limitándose dano puede escoger entre diferentes mercados matrimoniales je-
al ámbito del pueblo, sí había sabido conservar el control de su rarquizados (ciudades, pueblos, caseríos), el campesino de los ca-
reproducción asegurando casi la totalidad de sus intercambios seríos está confinado a su área y sometido a la competencia,
matrimoniales dentro de un «mercado pertinente» extremada- incluso dentro de ésta, de rivales mejor pertrechados, por lo me-
mente reducido y socialmente homogéneo: la homogeneidad de nos simbólicamente. La extensión reciente del área matrimonial
las condiciones materiales de existencia y, por consiguiente, de los de los campesinos de los caseríos, lejos de indicar el acceso a un
habitus, es, en efecto, la mejor garantía de perpetuación de los va- grado de libertad superior y de conducir, con el crecimiento de los
lores fundamentales del grupo. espacios de matrimonios posibles, a un aumento de las posibilida-
Ese mundo hermético en el que uno se sentía en casa y entre des de matrimonio, expresa, por el contrario, sencillamente, la ne-
los suyos paulatinamente se ha ido abriendo. En los caseríos del cesidad en la que se encuentran los más desfavorecidos de exten-
área principal de los matrimonios, así como en los caseríos de Les- der el área geográfica de prospección, pero dentro de los límites de
quire, las mujeres vuelven cada vez más la mirada hacia la ciudad la homogeneidad social (o, mejor aún, para mantener esa homo-
antes que hacia su caserío o los caseríos vecinos. Más dispuestas geneidad), y de dirigir sus expectativas, a la inversa de sus herma-
nas, hacia los caseríos más remotos del País V asco o de Gascufia. 1
l. Los diferentes barrios de Lesquire tenían, dentro del área común,
sectores propios, definidos por la asistencia privilegiada a los mismos merca-
dos y a las mismas fiestas o, más precisamente, por la utilización de los mis- l. Sin pretender establecer aquí una teoría general de los intercambios
mos autocares (que conducían a la población de los distintos barrios en di- matrimoniales en las sociedades socialmente diferenciadas, quisiéramos, tan
recciones diferentes y posibilitaban contactos entre los usuarios). sólo, indicar que la descripción de los procesos de unificación del merca-

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Como suele ocurrir cuando un orden social empieza a bas- aquellos que, bien relacionados y cortejados, desperdician su
cular, sobre todo, de forma imperceptible, los antiguos domi- momento, el filo de los años 1950, cuando el matrimonio toda-
nantes contribuyen a su propio declive. Por ejemplo, porque se vía es algo fácil para los campesinos «grandes, («Muchas chicas
someten al sentido de su cota de condición social, lo que les im- que no le parecieron un bocado digno de su paladar delicado le
pide rebajarse y llevar a cabo a tiempo las revisiones necesarias e vendrían ahora como anillo al dedo», dícese de uno de ellos). O,
incluso recurrir a las estrategias de la desesperanza que la dureza por ejemplo, porque aplican a la nueva situación principios anti-
de los tiempos impone a los más desfavorecidos. Es el caso de los guos que los inducen a actuar a destiempo. Como esas madres
herederos de buena familia que se enclaustran en el celibato tras que se preocupan de buscar un partido para su hija cuando me-
varios intentos infructuosos con muchachas de su rango o de jor harían pensando en el chico o las que, más numerosas toda-
vía, rechazan en tanto que uniones desacertadas matrimonios
do matrimonial no implica, en modo alguno, la adhesión al modelo del mer- que tendrían que haber recibido como milagros. Las respuestas
cado matrimonial unificado que actúa, en estado implícito, en las teorías co- del habitus que, cuando coincide con el mundo, pueden hacer
munes de la <<elección del cónyuge>> y que, postulando la homogeneidad de
las funciones de la homogamia (sin ver que puede tener sentidos opuestos se-
pensar en un cálculo racional, pueden, por el contrario, venir a
gún afecte a privilegiados o a desposeídos), erige la atracción del semejante contrapelo cuando, enfrentado a un mundo diferente del que lo
por su semejante, según la intuición del sentido común («cada oveja con su ha producido, el habitus gira, en cierto modo, loco y proyecta so-
pareja))), es decir, la búsqueda de la homogamia, en principio universal, pero bre un mundo del que han desaparecido las estructuras objetivas
sin contenido, de la homogamia. Sin embargo, no se trata tanto de caer en la del que es fruto la expectativa de esas estructuras.
ilusión opuesta, que consistiría en tratar los diferentes mercados matrimonia-
Indudablemente, el desfase entre los habitus y las estructuras,
les (por ejemplo, el mercado «campesino>>, que sigue funcionando, a trancas
y barrancas) como otros tantos universos separados, libres de cualquier de- y los fallos de comportamiento consiguientes, son motivo de re-
pendencia. De igual modo que sólo se puede dar razón de las variaciones de consideraciones críticas y de conversiones. Pero la crisis no en-
salarios según las regiones, los sectores o las profesiones, siempre y cuando se gendra automáticamente la toma de conciencia; y el tiempo nece-
abandone la hipótesis de un mercado del trabajo único y unificado y se re- sario para comprender el nuevo curso de las cosas es, sin duda,
nuncie a agregar artificialmente datos heteróclitos buscando las leyes estruc-
tanto más dilatado cuanto mayores son el apego objetivo y subje-
turales de funcionamiento propias de los diferentes mercados, sólo se pueden
comprender las variaciones que se observan en las posibilidades de matrimo- tivo al antiguo mundo, así como los intereses y las inversiones en
nio de las diferentes categorías sociales, es decir, del precio que reciben los los retos que plantea. Por este motivo, se invierte el privilegio eón
productos de su educación, teniendo en cuenta que existen diferentes merca- tanta frecuencia. De hecho, los diferentes agentes recorren, a ve-
dos jerarquizados y que los precios que las diferentes categorías de los ({casa- locidades diferentes según los intereses invertidos en el antiguo y
deros» pueden recibir dependen de las posibilidades que tengan de acceder a en el nuevo sistema, con avances y retrocesos, la trayectoria que
los diferentes mercados y de su escasez en esos mercados, es decir, del valor,
que tengan en ellos (y que puede calibrarse a partir del valor material o sim- conduce del antiguo régimen matrimonial al nuevo, a costa de
bólico del bien matrimonial contra el que han sido intercambiados). Mien- una revisión de los valores y de las representaciones asociadas a
tras que los más favorecidos pueden extender el área geográfica y el área so- uno y a otro. Y el efecto más característico de la crisis revolucio-
cial de los matrimonios (dentro de los límites de la unión desacertada), los naria, que se expresa en profecías profilácticas, en previsiones que
más desfavorecidos pueden verse condenados a ampliar el área geográfica hacen las veces de exorcismo -del tipo da tierra está jodida>>-, es
para compensar la restricción social del área social en la que pueden encon-
trar pareja. Las <,ferias de solteros>>, la primera de las cuales se organizó en Es- esa especie de desdoblamiento de la conciencia y del comporta-
parros, en las Baronías, en 1966, sólo se pueden comprender dentro de esa miento que induce a actuar sucesiva o simultáneamente según los
lógica, la de las estrategias de la desesperanza. principios contradictorios de ambos sistemas antagonistas.

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La estadística establece, así, que los hijos de campesinos, nos», que se expresa en la anarquia de los intercambios del
cuando consiguen casarse, se casan con hijas de campesinos, mercado matrimonial, multiplica la crisis del valor del campe-
mientras que las hijas de campesinos se unen a menudo a no sino, de sus bienes, de sus productos, y de todo su ser, en el
campesinos. Esas estrategias matrimoniales manifiestan, en su mercado de los bienes materiales y simbólicos. La derrota inte-
antagonismo mismo, que el grupo no quiere para sus hijas lo rior, experimentada a escala individual, origen de esas traicio-
que quiere para sus hijos o, peor aún, que no quiere, en el fon- nes aisladas, cometidas al amparo de la soledad anónima del
do, a sus hijos para sus hijas, aunque sí quiera a sus hijas para mercado, desemboca en ese resultado colectivo y no deseado,
sus hijos. Recurriendo a estrategias estrictamente inversas se- la huida de las mujeres y el celibato de los hombres.
gún tengan mujeres que colocar o que tornar, las familias cam- El mismo mecanismo es lo que lo que origina el cambio de
pesinas revelan que, por efecto de la violencia simbólica, esa actitud de los campesinos respecto al sistema de enseñanza, ins-
violencia de la que uno es a la vez objeto y sujeto, cada una de trumento principal de la dominación simbólica del mundo ciu-
ellas está escindida en contra de sí misma: mientras la endoga- dadano. Porque la escuela es lo que se presenta como lo único
mia ponía de manifiesto la unicidad de los criterios de evalua- capaz de enseñar las aptitudes que el mercado económico y
ción, o sea, el acuerdo del grupo consigo mismo, la dualidad el mercado simbólico exigen con una urgencia cada vez ma-
de las estrategias matrimoniales evidencia la dualidad de los yor, corno la utilización de la lengua francesa o el dominio del
criterios que el grupo utiliza para calibrar el valor de un indivi- cálculo económico, la resistencia opuesta hasta la fecha a la es-
duo, o sea su propio valor en tanto que clase de individuos. colarización y a los valores escolares se desvanece. 1 La sumisión
Según una lógica análoga a la que rige los procesos de infla- a los valores de la escuela impulsa y acelera el renunciamiento a
ción (o, en un grado de intensidad superior, los fenómenos de los valores tradicionales. Con ello, la escuela cumple su función
pánico), cada familia o cada agente contribuye a la deprecia- de instrumento de dominación simbólica, y contribuye a la
ción del grupo en su conjunto, pues esa depreciación es la base conquista de un nuevo mercado para los productos simbólicos
de sus estrategias matrimoniales. Todo sucede corno si el gru- ciudadanos: precisamente allí donde en efecto no consigue pro-
po simbólicamente dominado conspirara contra sí mismo. Ac- porcionar los medios para apropiarse de la cultura dominante
tuando como si su mano derecha ignorara lo que hace la iz- es donde logra, al menos, inculcar el reconocimiento de la legi-
quierda, contribuye a instaurar las condiciones del celibato de timidad de esa cultura y de aquellos que poseen los medios de
los herederos, y del éxodo rural, que por lo demás lamenta apropiársela.
corno una calamidad social. Dando a sus hijas, a las que solía
casar de abajo arriba, a ciudadanos, manifiesta que asume,
l. El declive progresivo del valor de las lenguas vernáculas en el mer-
consciente o inconscientemente, la representación ciudadana cado de los intercambios simbólicos constituye tan sólo un caso particular
del valor actual y rebajado del campesino. Siempre presente, de la devaluación que sufren todos los productos de la educación campesi-
pero reprimida, la imagen ciudadana del campesino se impone na: la unificación de ese mercado ha resultado nefasta para todos esos pro-
incluso en la conciencia del campesino. El desplome de la cer- -duetos, modales, objetos, atuendos, relegados al orden de lo caduco y vul-
titudo sui que los campesinos habían conseguido defender con- gar o artificialmente conservados por los eruditos locales, en el estado
fosilizado de folclore. Los campesinos entran en los museos de artes y tradi-
tra viento y marea de todas las agresiones simbólicas, incluidas ciones populares, o en esas especies de reservas de paletos disecados que son
las de la escuela integradora, multiplica los efectos del replan- los ecomuseos, en el momento en el que salen de la realidad de la acción
teamiento que lo provoca. La crisis de los «valores carnpesi- histórica.

236 237
La correlación que une los índices de escolarización y los vara de medir, los productos deJa educación campesina, y, en
índices de celibato de los agricultores (establecidos a escala re- particular, los modales campesinos de comportamiento con las
gional) no ha de leerse como una relación causal. Eso signifi- mujeres, poco valor tienen: el campesino se vuelve «campesi-
caría olvidar que ambos términos de la relación son fruto del no», en el sentido que el insulto ciudadano otorga a este adje-
mismo principio, aun cuando la educación pueda contribuir, tivo. Según la lógica· del racismo que se observa también entre
a su vez, a reforzar la eficacia de los mecanismos que produ- las clases, el campesino está constantemente obligado a contar
cen el celibato de los hombres.! La unificación de los mer- en su práctica con la representación de sí mismo que los ciu-
cados económico y simbólico (del que la generalización del dadanos le devuelven; y a reconocer también en los desmenti-
recurso al sistema de enseñanza constituye sólo una faceta) dos que él le contrapone la devaluación a la que le somete el
tiende; como hemos visto, a transformar el sistema de referen- ciudadano.
cia respecto al cual los campesinos sitúan su posición dentro Se percibe de inmediato la aceleración que el sistema de
de la estructura social; uno de los factores de la desmoraliza- enseñanza puede introducir en el proceso circular de devalua-
ción campesina, que se manifiesta tanto en la escolarización ción. En primer lugar, no hay duda de que posee por sí mis-
de los hijos como en la emigración o en el abandono de las mo un poder de apartamiento que puede bastar para desbara-
lenguas locales, reside en el paulatino deterioro del velo de las tar las estrategias de afianzamiento mediante las cuales las
relaciones sociales de base local que contribuía a ocultarles la familias tratan de dirigir las inversiones de los hijos de prefe-
verdad de su posición en el espacio social: el campesino apre- rencia hacia la tierra antes que hacia la escuela -cuando la
hende su condición por comparación con la del funcionario propia escuela no ha bastado para desanimarlos mediante sus
subalterno o del obrero. La comparación ya no es abstracta o sanciones negativas-. Ese efecto de deculturización no se ejerce
imaginaria, como antes. Se lleva a cabo en las confrontaciones tanto por la virtud del propio mensaje pedagógico como por
concretas en el seno mismo de la familia, con los emigrantes y la mediación de la experiencia de los estudios y de la condi-
sobre todo, probablemente, en las relaciones de competencia ción de cuasiestudiante. La prolongación de la escolaridad
real en las que los campesinos se las tienen que ver con los no obligatoria y el alargamiento de la duración de los estudios co-
campesinos, cuando se produce una boda. Otorgando en la locan, en efecto, a los hijos de los agricultores en situación de
práctica la preferencia a los ciudadanos, las mujeres recuerdan «colegiales}}, incluso de «estudiantes», aislados de la sociedad
los criterios dominantes de la jerarquización social. Con esta
l. Cuanto más han permanecido dentro del sistema de enseñanza, más
l. Resulta prácticamente imposible restablecer, a escala regional, el sis- posibilidades tienen los hijos de los campesinos de abandonar la explotación
tema de factores explicativos que determinan las estrategias matrimoniales de agrícola. Enrre los hijos de agricultores, los que han cursado una enseñanza
los agricultores. Vista 1a heterogeneidad de las explotaciones agrícolas, en el técnica o general, secundaria o superior, son los más proclives a apartarse de
seno mismo de la región, habría que poder tomar en consideración a la vez el la agricultura por oposición a los que sólo han recibido una formación pri-
tamaño de la explotación, el ciclo de vida de la familia, el número de hijos, maria o una enseñanza agrícola. Además de haber sido preparados explícita o
su distribución por sexo, su éxiro escolar respectivo, etcétera. Así, un explota- implíciramem:e para ejércer un oficio no agrícola o para vivir en el entorno
dor agrícola que tuviera un hijo de veinticinco años y una finca de veinte urbano, se ven afectados por un lucro cesante tanto más considerable, si se
hectáreas no podía jubilarse a los sesenta años y dejar la granja a su hijo, que dedican a la agricultura, cuanto que determinados umbrales de superficie de
gustosamente se habría hecho cargo de ella. Si tuviera una explotación algo explotación y de capital no llegan a alcanzarse. Por último, son los más aptos
mayor, podría segregada provisionalmente en dos; si la diferencia de edad para tener un buen conocimiento de la oferta de empleos no agrícolas y para
entre su hijo y él fuera mayor, podría dejársela al cumplir los sesenta. desplazarse hacia las zonas donde las perspectivas de ingresos son mayores

238 239
campesina por todo su estilo de vida y, en particular, por sus sino que también tienden a propiciar la aparición, en la con-
ritmos temporales. 1 Esta nueva experiencia tiende a desreali- ciencia de los campesinos, de una imagen cat~trófica de su
zar prácticamente los valores transmitidos por la familia y a futuro colectivo. Y la profecía tecnocrática que anuncia la de-
orientar las inversiones afectivas y económicas no ya hacia la saparición de los campesinos sólo puede afianzar esa represen-
reproducción del linaje, sino hacia la reproducción, a través tación confiriendo sentido y coherencia a los múltiples indi-
del individuo singular, de la posición ocupada por el linaje en cios parcelarios que deducen de la experiencia cotidiana. El
la estructura social. En este caso, una vez más, es, sobre todo, efecto de desmoralización que ejerce una representación pesi-
a través de la acción que ejerce sobre las chicas como la escue- mista del futuro de la clase contribuye al ocaso de la clase que
la llega a los hijos de agricultores destinados a reproducir la lo determina. De lo que resulta que la competencia económi-
familia y la propiedad campesina: la acción de deculturización ca y politica entre las clases también se lleva a cabo a través de
encuentra un terreno particularmente propicio entre las chi- la manipulación simbólica del porvenir: la previsión, esta forma
cas, cuyas aspiraciones tienden siempre a organizarse en fun- racional de la profocía, resulta idónea para favorecer el adveni-
ción del matrimonio, y que por ello están más atentas y son miento del porvenir que profetiza. No hay duda de que la in-
más sensibles a los modos y a los modales urbanos y al con- formación económica, cuando se limita a poner de manifiesto
junto de indicadores sociales que definen el valor de las pare- y a divulgar ampliamente, hasta a los propios «interesados»,
jas potenciales en el mercado de los bienes simbólicos; por lo las leyes de la economía de mercado que condenan a los pe-
tanto, son también más propensas a retener de la enseñanza queños agricultores, a los pequeños artesanos y a los pequeños
escolar, sobre todo, los signos externos de la urbanidad ciuda- comerciantes, contribuye, debido al efecto de la dialéctica de
dana. Y resulta significativo que, como si, una vez más, se hi- lo objetivo y de lo subjetivo, al cumplimiento de los fenóme-
cieran cómplices de su destino objetivo, los campesinos escola- nos que describe. La desmoralización es siempre una forma
ricen más y durante más tiempo a sus hijas.l particular de self-fúlfilling profocy, de profecía que se cumple a
N o sólo esos mecanismos tienen el efecto de separar a los sí misma. El campesinado representa un caso límite y, a este
agricultores de sus medios de reproducción biológica y social, título, particularmente significativo, de la relación entre los
determinismos objetivos y la anticipación de sus efectos. Por-
(véase P. Daucé, G. Jegouzo, Y. Lambert, La Formation des enfonts dágricul- que han interiorizado su porvenir objetivo, y la representación
teurs et leur orientation hors de lágriculture. Résultats d'une enquete exploratoi- que de él tienen los dominantes, que tienen el poder de con-
reen Ille-et-Villaine, Rennes, INRA, 1971). tribuir a hacerlo mediante sus decisiones, los campesinos em-
l. En 1962, el 41,1 o/o de las hijas de explotadores agrícolas entre 15
prenden acciones que tienden a poner en peligro su reproduc-
y 19 años estaban escolarizadas contra sólo el 32 o/o sólo de los chicos (véa-
se M. Praderie, ~~Héritage social et chances d' ascension)), en Darras, Le ción.
Partage des bénéfices, Éditions de Minuit, 1966, pág. 348). Aunque los ín- El reto del conflicto sobre las representaciones del porvenir
dices de escolarización de chicos y de chicas sean similares entre los no es más que la actitud de las clases en declive frente a este
10-14 años y los 20-24 años, llama la atención que las chicas de 15 a 19 declive: o bien la desmoralización, que conduce a la desbanda-
años, y especialmente aquellas cuyo padre dirige una explotación de más da, como suma de huidas individuales, o bien la movilización,
de diez hectáreas, estén mucho más escolarizadas que los chicos (Véase
{{Environnement économique des exploitations agricoles frans:aises>), Statis- que conduce a la búsqueda colectiva de una solución colectiva
tiques agricoles, 86, octubre de 1971, págs. 156-166 [suplemento, serie de la crisis. La diferencia puede estribar fundamentalmente en
~(Études)>]). la posesión de los instrumentos simbólicos que permitan ál

240 241
grupo hacerse con el control de la crisis y organizarse con el 4. OPINIONES DEL PUEBLO <<SANAS»
fin de atajarla mediante una respuesta colectiva en vez de huir
de la degradación, real o temida, sumido en el resentimiento
reaccionario y la representación de la historia como complot. 1

l. De forma general, la alienación económica que conduce a la violen-


Como ya he reiterado hasta la saciedad el poco crédito que
cia reaccionaria de la sublevación conservadora es al mismo tiempo una alie-
nación logicopolítica: los agentes en declive recurren al racismo o, más gene- merece la sociología espontánea, y estoy más decidido que nun-
ralmente, a la falsa concretización que ubica en un grupo tratado como chivo ca a recusar todas las formas de «cháchara cotidiana>> sobre lo
expiatorio (judíos, jesuitas, masones, comunistas, etcétera.) el principio de cotidiano que vuelven a imperar hoy, al cabo de un ciclo de la
sus dificultades actuales y potenciales porque no disponen de los esquemas de moda intelectual, me siento legitimado para recordar que las la-
explicación que les permitirían comprender la situación y movilizarse colecti- mentaciones o las indignaciones de los primeros interesados de-
vamente para modificarla en vez de refugiarse en el pánico de los subterfugios
individuales. En el caso particular, es indudable que la reivindicación regio-
signan a menudo problemas que la investigación científica con
nalista o nacionalista constituye una réplica específica y sensata a la domina- frecuencia ignora o esquiva. Es lo que ocurre con el celibato de
ción simbólica resultante de la unificación del mercado, y ello contra las dife- los herederos que, alrededor de la década de los sesenta, en un
rentes formas de economicismo que, en nombre de una definición restringida momento en el que un discurso populista determinado ensalza-
de la economía y de la racionalidad, y a falta de comprender como tal la eco- ba la emergencia de una nueva élire campesina, parecía concen-
nomía de los bienes simbólicos, reducen las reivindicaciones propiamente sim-
bólicas, que siempre se introducen de una forma más o menos confusa en los
trar toda la angustia de las familias rurales. De hecho, si se
movimientos língüísticos, regionalistas o nacionalistas, al absurdo de la pa- acepta la teoría según la cual la reproducción biológica de la fa-
sión o del sentimiento (véase, por ejemplo, esta declaración típica de Ray- milia agrícola forma parte de las condiciones de funcionamien-
mond Cartier en Paris-Match del21 de agosto de 1971 a propósito de las rei- to de la empresa agrícola en su forma tradicional,' se compren-
vindicaciones de los católicos irlandeses: <<Nada hay más absurdo, la de que la crisis que afecta a la institución matrimonial, piedra
emigración de unos o de otros significará un desastre económico. Pero no es
el interés, ¡lamentablemente!, lo que rige el mundo, el mundo se rige por la
angular de todo el sistema de estrategias de reproducción, ame-
pasión»). De hecho, lo que resulta absurdo, y que reduce al absurdo las tres
cuartas partes de los comportamientos humanos, es la distinción clásica entre l. Véase A. V. Chayanov on the Theory of Peasant Economy, D. Thor-
las pasiones y los intereses, que hace olvidar la existencia de intereses simbóli- ner, B. Kerblay, R. E. F. Smith, eds., Homewood, Illinois, Richard D. lrwin
cos absolutamente tangibles y adecuados para .fundamentar en razón (simbóli- Co., 1966 (y, en particular, la introducción de B. Kerblay, publicada tam-
ca) comportamientos a primera vista tan perfectamente «pasionales» como las bién en Cahiers du Monde russe et: soviétique V [4] octubre-diciembre de
luchas lingüísticas, algunas reivindicaciones feministas (como el vaivén entre 1964, págs. 411-460); D. Thorner, ({Une théorie néo-populiste de l'écono-
he y she del nuevo discurso universitario anglosajón) o determinadas formas roie paysanne: L'École de A. V. Chayanov•>, Annales, 6, noviembre-diciem-
de reivindicaciones regionalistas. bre de 1966, págs. 1232-1244.

242 243
naza la existencia misma de la «casa» campesina, unidad indiso- poderes en alternativas ficticias, imposición o acatamiento vo-
ciable de un patrimonio y de toda la gente que compone la luntario, manipulación centralista o autoengaño espontaneísta,
casa: muchos propietarios medios que, según las estadísticas na- impiden comprender totalmente la lógica infinitamente sutil
cionales, han sido los grandes beneficiarios de la leve concen- de la violencia simb6lica que se instaura en la relaci6n oscura
traci6n de tierras que el declive de las pequeñas fincas posibilit6 para sí misma entre los cuerpos socializados y los juegos sociales
y que se han mostrado más modernizadores, tanto en el aspecto en los que se hallan inmersos.'
técnico como en el ámbito de las asociaciones o de los sindica-
tos, se han visto afectados por el celibato: al dejar tantas tierras
sin herederos, el celibato de los primogénitos ha llevado a cabo
lo que los meros efectos de la dominaci6n econ6mica y de la
degradación, al menos relativa, de los ingresos agrícolas, no ha-
brían podido lograr.'
Por mucho que, tras la lectura de esos análisis, se llegue al
convencimiento de que la dominaci6n simb6lica que se ejerce
impelida por la unificaci6n del mercado matrimonial ha repre-
sentado un papel determinante en la crisis específica de la re-
producci6n de la familia campesina, hay que reconocer que la
atenci6n prestada a la dimensi6n simb6lica de las prácticas, le-
jos de representar una huida idealista hacia las etéreas esferas de
la superestructura, constituye la condición sine qua non y no
s6lo en este caso, de una verdadera comprensi6n (que cabe cali-
ficar, si se desea, de materialista) de los fen6menos de domina-
ci6n. Pero la oposici6n entre la infraestructura y la superestruc-
tura o entre lo económico y lo simbólico no es más que la más
zafia de las oposiciones que, al encerrar el pensamiento de los

1. Al cabo de un estudio sobre los factores de desaparición de las explo-


taciones agrícolas, André Brun concluye que «las "bajas" de agricultores ex-
plotadores son, esencialmente, resultado de la mortalidad y de las jubilacio- l. Aunque no me gusta demasiado el ejercicio, típicamente escolar, que
nes)) (véase «Perspectives sur le remplacement des chefs d' exploitation consiste en pasar revista, para diferenciarse de ellas, a todas las teorías concu-
agricole d'apres l'enquéte au I110e de 1963)), en Statístique agricole, suple- rrentes dd análisis presentado -entre Otras razones, porque puede hacer creer
mento 28, julio de 1967). En 1968, en Lesquire, el 50% de los agricultores que responde únicamente a un afán de diferenciarse-, quisiera hacer hinca-
tenía más de 45 años, de los cuales más de la mitad eran solteros, y la pobla- pié en la gran diferencia que media entre la teoría y la violencia simbólica en
ción campesina mostraba un neto retroceso, debido al déficit de nacimientos tanto que desconocimiento basado en el ajuste inconsciente de las estructu-
consecuencia del celibato y de la tardanza matrimonial. En 1989 la genera- ras subjetivas a las estructuras objetivas de la teoría foucaldiana de la domi-
ción directamente afectada por la crisis de los años sesenta concluye su ciclo, nación como disciplina y adiestramiento; o también, en otro orden de co-
y una parte muy importante de las haciendas va a desaparecer con su propie- sas, entre las metáforas de la red abierta y capilar y un concepto como el de
tario. campo.

244 245
ANEXO

Distribución de las personas nacidas en los caseríos de Lesquire antes de 1935 según su residencia en 1970
(en Lesquire o en otro lugar), su sexo, la profesión de su padre (y para los agricultores, el tamaño de su hacienda),
su orden de nacimiento y su estado civil
-
Agri cultores
Profosión del padre Pequeño (<15 ha) Medio {15-30ha) Grande (>30 ha) Otros* Total
NR Primo- Segun- Total NR Prima- Segun- Total NR Primo- Segun- Total
d/
E."'~vr-v <hVn ¿:;,<:;UirbV dón génito dón
Varones solteros 3 14 18 35 5 44 16 3 2 5 2 58
R
E Varones casados 1 12 14 27 6 4 10 3 1 4 5 46
S
1 Toral varones 4 26 32 62 11 15 26 6 3 9 7 104
~ Mujeres solteras 1 6 7 4 4 2 2 13
~ Mujeres casadas 3 7 26 36 2 12 14 1 3 4 8 62
~ Total mujeres 3 5 32 45 2 16 18 1 5 6 8 75
Total 7 34 64 105 13 31 44 7 8 15 15 179
Varones solteros 2 4 8 14 1 1 3 18
E
M Varones casados 5 12 51 38 1 9 10 1 l 2 10 90
l
G Toral varones 7 16 59 82 1 10 11 1 1 2 13 108
~ Mujeres solteras 4 1 11 16 2 18
g Mujeres casadas 12 9 51 72 8 10 18 2 6 8 10 108
S Toral muieres 16 10 62 88 8 10 18 2 6 8 12 126
--~
Total 23 26 121 170 9 20 29 3 7 10 25 234
Residentes + emigrados 30 60 185 275 22 51 73 10 15 25 40 413
A' Varones 14 1 12 27 1 1 2 4 1 1 2 8 41
'
e'' Mujeres 8 3 10 21 2 2 2 2 10 35
o'
o
Total 22 4 22 48 1 1 4 6 1 3 4 18 76
'
* Los datos referidos a los criados y obreros agrícolas, artesanos y comerciantes
y empleados (carteros, gendarmes, etcétera) no han podido detallarse aquí.

246 247
POST-SCRlPTUM
Una clase objeto

«PAGUE, PAYSA!»* (¡PAGA, CAMPESINO!)

Si una cosa es verdad, es que la verdad del mundo social es


un entramado de luchas: porque el mundo social es, por una
parte, representación y voluntad; porque la representación que
los grupos tienen de si mismos y de los otros grupos contribuye
en gran medida a hacer que los grupos sean lo que son y hagan
lo que hacen. La representación del mundo social no es un
dato o, lo que es equivalente, una grabación, un reflejo, sino el
fruto de innumerables acciones de construcción que están siem-
pre ya hechas y que siempre hay que rehacer. Está depositada
en las palabras comunes, términos perlocucionarios que tanto
contribuyen a hacer el sentido del mundo social como a grabar-
lo, consignas que contribuyen a producir el orden social infor-
mando el pensamiento de ese grupo y produciendo los grupos
a los que designan y movilizan. En pocas palabras, la construc-
ción social de la realidad social se lleva a cabo en y a través de
innumerables actos de construcción antagonista que los agentes

* Expresión bearnesa que se utilíza en contextos muy diferentes para


decir, sencillamente, que hay que pagar los platos rotos o, en un sentido más
específico, que siempre es el débil, el pobre, el campesino, el que paga, el que
apechuga, el timado, el que está equivocado. Según la etimología popular,
sin duda fundada en el caso particular, podría tratarse de la exclamación que
se profieie cuando el Estado impone nuevos gravámenes.

249
efectúan, en cada momento, en sus luchas, individuales o co- tos como en sus métodos, a las diferentes variantes adaptadas a
lectivas, espontáneas u organizadas, para imponer la representa- las corrientes actualizadas de la historia de las ideas, y, en parti-
ción del mundo social más conforme con sus intereses; se trata, cular, a la que, dándose ínfulas de radicalismo crítico, se dedica
por supuesto, de unas luchas muy desiguales, ya que los agentes a derrotar a adversarios ya muertos y enterrados. «No cuesta
poseen un dominio muy variable de los instrumentos de pro- gran cosa», afirmaba Engels, «atacar con argumentos generales
ducción de la representación del mundo social (y, más aún, de la esclavitud y otras cosas por el estilo, y descargar sobre seme-
los instrumentos de producción de esos mismos instrumentos), jante infamia una indignación moral superior. Lamentablemen-
y también porque los instrumentos que tienen a su disposición te, no se hace con ello más que enunciar lo que todo el mundo
inmediata, listos para su empleo, y en particular el lenguaje co- ya sabe, a saber, que esas instituciones antiguas ya no correspon-
rriente, son, por la filosofía social que vehiculan en estado im- den a nuestras condiciones actuales ni a los sentimientos que
plícito, muy desigualmente favorables pára ·sus intereses según determinan en nuestro fuero interno esas condiciones. Pero eso
la posición que ocupen en la estructura social. no nos enseña nada nuevo sobre el modo en que esas institucio-
-~----'
Por ello la historia social de las representaciones sociales del nes surgieron, ni sobre las causas por las que subsistieron, ni so-
mundo social forma parte de las críticas previas de la ciencia del bre el papel que han representado en la historia.»' A falta de ser :.:3 ::·.?
~,_,,:;.

mundo social que vehicula, en particular en las oposiciones a las capaz de volver a aprehender las necesidades que confieren a las ;..;;q

que recurre, (Gemeinschaft!Gesellschaft, folk!urban, etcétera) para instituciones y a los comportamientos su necesidad histórica, la ~:-a
• • ..¡

pensar el mundo social, o en las divisiones según las cuales se or- «investigación» histórica, que debería facilitar los medios de per-
ganiza (sociología rural y sociología urbana, etc.) toda la filosofía seguir y revelar el inconsciente de clase, le facilita un velo que se
social que se halla inscrita en las oposiciones más corrientes de vuelve, por lo demás bastante transparente cuando, por ejem- .¡
la experiencia corriente del mundo social (ciudad/ campo, ru- plo, se pretende demostrar que la Escuela, ese invento de curas y ''
'
ral/urbano, etcétera). El inconsciente, decía más o menos Dur- pastores, pergeñado por pequeñoburgueses, funciona gracias a
kheim, es la historia: el único medio de apropiarse del todo el pequeñoburgueses represivos para transformar a los obreros en
propio pensamiento del mundo social consiste en reconstituir la burgueses más burgueses que los propios burgueses. 2 Lo que, en ,.~

~
génesis social de los conceptos, productos históricos de las luchas este caso como en otros, posibilita y, pese a los reparos, vuelve
históricas que la amnesia de la génesis eterniza y convierte en necesaria, la indignación burguesa contra los pequeñoburgueses
i-:;
- ·:.1
algo estático. La historia social o la sociología (tal vez) no sería
digna de una hora de esfuerzo si no la animara ese propósito de
l. F. Engels, Anti-Dühríng, París, Éditions sociales, 1971, págs. 213-
·--:--ª
reapropiación del pensamiento científico por sí mismo que es
214. También podríamos haber citado a Antonio Gramsci, CEeuvres choísíes,
constitutivo del propósito científico más actual y acrivo.l París, Éditions sociales, 1959, págs. 153-155.
Esa sociología histórica de los esquemas de pensamiento y 2. Véase A. Querrien, .Généalogíe_ des équípements collectífi, fes équípe-
de percepción del mundo social se opone, tanto en sus propósi- ments de normalísatíon, l''écofe prímaíre, París, CERFI, 1975. Quienes en-
cuentren- el {(resumen)) sumario (o «primario>> ... ) pueden leer las páginas 111
l. Lo que, en concreto, significa que, cuando se transforma en una y 135, para el retrato del maestro de escuela en tanto que plumífero atonta-
acumulación positivista de informaciones más o menos anecdóticas sobre los do por la labor de rellenar formularios y registros o en tanto que pequeño-
especialistas de tiempos remotos, al margen de cualquier referencia a las burgués onanista o sadomasoquista, y las páginas 140 y 145 para la lección
obras que hayan producido, la historia social de las ciencias sociales carece de mundología burguesa para maestros de escuela pequeñoburgueses y para
prácticamente de interés. sus sueños de poder.

250 251
y contra los proletarios a los que aburguesan con sus escuelas o Para que la historia social merezca la consideración de psico-
sus sindicatos, es, además de las disposiciones del habims bur- análisis del espíritu científico y de la conciencia social tiene que
gués, la ignorancia de las condiciones sociales de producción de reconstruir completamente, es decir, mediante una tarea propia-
los agentes y de las instituciones que ellos hacen funcionar o, mente interminable, las condiciones sociales de producción de
con mayor precisión, la indiferencia a las formas específicas que las categorías sociales de percepción y de representación del
adopta la explotación en las diferentes categorías de explotados, mundo natural o social en las que puede fundamentarse la reali-
y, muy especialmente, entre los pequeñoburgueses, cuya aliena- dad misma de este mundo cuando, transformada en lienzo artís-
ción específica reside en el hecho de que a menudo se encuen- ticamente construido y en paisaje arquitectónicamente acondi-
tran en la tesitura de hacerse cómplices obligados y consintien- cionado, la naturaleza misma impone las normas de su propia
tes de la explotación de los demás y de sí mismos. 1 percepción, de su propia apropiación y cuando la perspectiva
De este modo los cuentos para no dormir de las abuelas bur- deja de ser un punto de vista ordenador sobre el mundo y pasa a
guesas se convierten en el cuento chino de las muchachitas con
veleidades rebeldes (sin causa) de la burguesía. Pero no acaba abí de los nacimientos, la exigencia relacional, la psicopedagogia, se difundirán
la cosa: la indignación retrospectiva también es una forma de siguiendo las mismas modalidades, según el mismo intervencionismo tecnocráti-
justificar el presente. En efecto, al denunciar, como el que más, 2 co que se emplearon antaño para vender las cajas de ahorros y la escolariza-
el empleo de métodos firmes en la época de los métodos suaves, ción: la incitación promociona! y la culpabilizac.ión consiguiente de las fa-
milias que, por su oposición y renuencia, echan a perder las oportunidades
o a las damas caritativas que leían al barón de Gerando en la épo- de sus miembros. En el lanzamiento de la planificación familiar resuenan
ca de la asistenta social que cita a Lacan, ese cuento liberado (del los ecos de un discurso que tiene más de dos siglos de antigüedad[ ... ]» (la cur-
esfuerzo de investigación histórica) contribuye a legitimar el úl- siva es mia) Q. Donzelot, op. cit., págs. 199-200). Esa historia de pocos
timo estado de las instituciones de dominación que deben la vuelos aúna todas las condiciones de un elevado rendimiento simbólico en
parte más específica de su eficacia al hecho de que siguen perma- el mercado de los productos culturales: el vaivén incesante entre las alusio-
nes cómplices al presente -ideales para producir el efecto de una «gran crí-
neciendo absolutamente irreconocibles, entre otras razones, por-
tica>)-, y las referencias inconexas y descontextualizadas al pasado -óptimas
que se definen precisamente contra la retaguardia «superada».3 para conferir una apariencia de <(gran cultura>-~- y el batiburrillo de exigen-
cias resultante obvian a la vez la necesidad de cualquier investigación siste-
l. El propósito mismo de aprehender las razones de ser, además de estar mática sobre el presente -que no haría más que restar altura filosófica al
excluido por el desprecio de clase, presupone algo absolutamente distinto de discurso- y de cualquier investigación en profundidad sobre el pasado
la mera consulta de unos textos pintorescos surgidos al azar hojeando los re- -que, resituando las instituciones y las prácticas en el sistema que les otorga
gistros de la Biblioteca Nacional. Basta saber a costa de qué ingente esfuerzo su sentido y su necesidad sociológica, constituida el pasado en tanto que
los historiadores (véase J. Ozouf, Nous les maitres d'écoles, París, Gallimard! pasado y anularía el objeto de indignación retrospectiva-. Y, para funda-
Julliard, 1967, y F. Furet y J. Ozouf, Lire et Écrire, 2 vols., París, Éditions de mentar esos pocos vuelos, superficiales y objetivistas, que obvian absoluta-
Minuit, 1978) han podido responder a semejante cuestión zanjada de pasada mente el- estudio de los agentes y las investigaciones a veces interminables
(pág. 151) para convencerse de que, como enJean-Baptiste de la Salle y Frei- que éste impone, basra con remitirse a esa especie de finalismo de lo peor
net según Anne Querrien, la innovación es, en Anne Querrien y en todos los que reduce la historia al devenir casi mecánico de instancias intemporales e
autores de la misma cuerda, «fruto de la voluntad de no cansarse>->- (pág. 145). impersonales de nombres alegóricos: ((En pocas palabras, tratar de compren-
2. J. Donzelot, La Police des fomilles, París, Éditions de Minuit, 1977. der el ifecto socialmente decisivo del trabajo social [llamado en otro lugar «lo
3. <(Y naturalmente, como antaño, es entre las familias obreras, las fami- asistencial)}J a partir de la combinación estratégica de las treS imtancias que lo
lias "necesitadas", donde van a ejercer su labor misionera propagando esas componen: lo judicial, lo psiquiátrico y lo educativo.)) U. Donzelot, op. cit.,
normas nuevas que tan bien les permiten vivir. La «libertad sexual", el control págs. 93-94).

252 253
ser el orden mismo del mundo. El mérito del espléndido libro de huyen directamente a esa labor de objetivación (pintores, escri-
Raymond Williams, The Country and the City, 1 estriba en recor- tores, periodistas, etcétera), sino también porque tienen los me-
dar no sólo que la percepción del propio mundo natural no tiene dios de prefigurar su propia objetivación mediante toda una la-
nada de natural-cosa que sabíamos desde hace mucho, en parti- bor de representación, como se decía antes, es decir, mediante
cular gracias a la auténtica genealogía social de las categorías de una teatralización y una estetización de su persona y de su
percepción del mundo natural obra de Erwin Panofsky-,2 sino comportamiento con el objetivo de poner de manifiesto su
también que es indisociable de una relación con el mundo social; condición social y, sobre todo, de imponer su representación.
que el punto de vista sobre el mundo natural y, a fortiori, sobre el En resumen, el donúnante es aquel que consigue imponer las
mundo social depende de la altura social desde el que se toma. normas de su propia percepción, ser percibido como se percibe
Así, la representación burguesa del mundo, trátese del «paisaje na- él mismo, apropiarse de su propia objetivación reduciendo su
tural» del landscape gardening o de la psicología aparentemente verdad objetiva a su propósito subjetivo. Por el contrario, una
ahistórica de las novelas de Jane Austen y de George Eliot tales de las dimensiones fundamentales de la alienación estriba en el
como las analiza Raymond Williams, revela en una forma objeti- hecho de que los dominados han de contar con una verdad ob-
vada la verdad de la relación burguesa con el mundo natural y so- jetiva de su clase que no es obra de ellos, con esa clase-para-otro
cial que, como la mirada distante del paseante o del turista, pro- que se les impone como una esencia, un destino, un fotum, es
duce el paisaje como paisaje, es decir, como decorado, paisaje sin decir, con la fuerza de lo que se expresa con autoridad: como
campesinos, cultura sin cultivadores, estructura estructurada sin siempre están solicitados para asumir el punto de vista de los
labor estructurante, finalidad sin fin, obra de arte. El misterio del demás, una mirada y un juicio ajenos, siempre están expuestos
«hechizo eterno)) del arte burgués se desvanece cuando se ve todo a volverse extraños para sus propios ojos, a dejar de ser los suje-
lo que, en la literatura o en la pintura (por no hablar de la músi- tos del juicio que poseen sobre sí mismos, el centro de perspec-
ca), funciona como denegación (en el sentido freudiano) de las re- tiva de la mirada que echan sobre sí mismos. De todos los gru-
laciones sociales, predispone a la obra de arte para ser reactivada, pos dominados, la clase campesina, sin duda porque nunca se
si no indefinidamente, cuanto menos mientras no se le pida nada ha dotado, o porque nunca la han dotado, del contradiscurso
más que lo que originariamente está dispuesta a ofrecer, es decir, capaz de constituirla en sujeto de su propia veJ;dad, es el ejem-
una evocación neutralizada del mundo social que habla de ese plo por antonomasia de la clase objeto, obligada a formar su
mundo de tal modo que todo sucede como si no hablara de él. propia subjetividad a partir de su objetivación (y está muy cer-
Dominadas incluso en la producción de su imagen del ca en este aspecto de las víctimas del racismo). De esos miem-
mundo social y, por consiguiente, de su identidad social, las bros de una clase desposeída del poder de definir su propia
clases dominadas no hablan, son habladas. Los dominantes identidad ni siquiera se puede decir que son lo que son, puesto
poseen, entre otros privilegios, el de controlar su propia objeti- que el término más corriente para designarlos puede funcionar,
vación y la producción de su propia imagen: no sólo porque ante sus propios ojos, como un insulto: el recurso al eufemis-
poseen un poder más o menos absoluto sobre- quienes contri- mo, agricultor, hacendado, así lo pone de manifiesto. Enfrenta-
dos a una objetivación que les revela lo que son o lo que han de
l. 1<... Williams, The Country and the City, Londres, Chatto and Win-
ser, no tienen más alternativa que la de asumir la definición (en
dus. 1973.
2. E. Panofsky, La Perspectíve comme forme syrnbolique, París, Éditions su versión menos desfavorable) que les es impuesta o que la de
de Minuit, 1975. definirse reaccionando en contra de ella; resulta significativo

254 255
que la representación dominante esté presente en el seno mis- ción, que remite el campesinado al museo y que convierte a los
mo del discurso dominado, en la propia lengua en la que se ex- últimos campesinos en guardianes de una naturaleza transfor-
presa y· se piensa a sí mismo: el «palurdo}>, el «patán», el «pale- mada en paisaje para ciudadanos, constituye el complemento
to», el «destripaterrones», el «rústico» que habla con «acento del necesario de la desposesión y de la expulsión. Son, en efecto, las
terruño» tiene su equivalente prácticamente idéntico (en bear- leyes del beneficio diferencial, la forma fundamental del bene-
nés) en la expresión paysanas empaysanit, el campesinote «acam- ficio de distinción, las que asignan a los campesinos sus reser-
pesinado», cuyos esfuerzos para chapurrear en mal francés vas, donde podrán bailar y cantar a placer sus canciones cam-
(francimandeja) son motivo de burla y que por su torpeza e in- pesinas, para mayor satisfacción de etnólogos y de turistas
habilidad, por su ignorancia y su inadaptación al mundo ur- urbanos, mientras su existencia sea económica y simbólicamen-
bano se convierte en el protagonista predilecto de los chistes te rentable.
más típicamente campesinos. Se comprende que sean, evidentemente, pocos los grupos
La formación de una identidad fundamentalmente heteró- que mantienen unas relaciones menos sencillas con su propia
noma, reacciona! y, por lo tanto, a veces reaccionaria, se torna identidad, que, en una palabra, estén más condenados a la «in-
tanto más dificil cuanto que las imágenes con las que ha de autenticidad» que esos «simples» en los que todas las tradiciones
contar son en sí mismas contradictorias con las funciones para conservadoras buscan el modelo de la existencia «auténtica». No
las que quienes las producen las utilizan. Es indudable que es nuevo que los campesinos, siempre enfrentados a la domina-
prácticamente nunca se piensa en los campesinos en sí mismos ción inseparablemente económica y simbólica de la burguesía
y para sí mismos, y que hasta los discursos que exaltan sus vir- urbana, no tengan más alternativa que la de representar, para
tudes o las del campo no son más que una forma eufemizada o los urbanitas y también para sí mismos, los diversos papeles de
disimulada de hablar de los vicios de los obreros y de la ciudad. campesino: el del campesino respetuoso, que cae en el populis-
Mero pretexto para prejuicios favorables o desfavorables, el mo popular, y habla de su tierra, de su casa y de sus animales
campesino es objeto de expectativas por definición contradicto- con expresiones que remiten a las redacciones de la escuela pri-
rias, puesto que sólo debe su existencia en el discurso a los con- maria, o el del campesino heideggeriano, que piensa ecológica-
flictos que se resuelven referidos a él. Así, en la actualidad, los mente, que sabe tomarse su tiempo y cultivar el silencio y que
diferentes sectores del campo de producción ideológica le pre- asombra a los residentes de fin de semana con su sabiduría "pro-
sentan al mismo tiempo las imágenes de sí mismo más incom- funda, sacada de quién sabe dónde, o, también, el del campesi-
patibles. Paradoja particularmente llamativa en el orden de la no «acampesinado» que asume, con un deje de ironía y de des-
cultura, y, sobre todo, de la lengua, donde algunas fracciones precio, el papel de «simple», de «destripaterrones», de buen
de intelectuales, impulsados por la lógica de sus intereses espe- salvaje o incluso de cazador furtivo, a veces un poco brujo, que
cíficos, les exigen, por ejemplo, que recuperen sus lenguas ver- asombra sobremanera a los urbanitas tanto por su habilidad
náculas en el momento en el que las exigencias tácitas de los para encontrar setas o para poner trampas como por sus dotes
mercados económico, matrimonial y escolar les imponen, más de ensalmador o sus creencias de tiempos remotos.
brutalmente que nunca, su abandono. Pero puede que la con- Y la constitución de la identidad colectiva plantea a los
tradicción sea más aparente que real, puesto que las divisiones campesinos (Y a la ciencia social) unos problemas que no son
más irreductibles subjetivamente pueden organizarse objetiva- más sencillos que los de la identidad individual. Es conocida la
mente en una división de la labor de dominación: la folcloriza- historia ejemplar de los campesinos Bocage, que, impulsores de

256 257
las reivindicaciones más radicales en 1789, proporcionaron ÍNDICE DE CONCEPTOS*
unos pocos años más tarde a la contrarrevolución vandeana sus
partidarios más encarnizados. 1 Obligados a constituirse contra,
primero contra el clero y sus propiedades, y luego contra la
burguesía urbana, gran acaparadora de tierras y de revolucio-
nes, los campesinos (a los que hay que sumar las fracciones del
mundo rural que representan, en cieno modo, su límite, como
los trabajadores de los bosques, antítesis absoluta de los habi-
tantes del pueblo) parecen condenados a esos combates de reta-
guardia contra las revoluciones a las que a veces han servido,
porque la forma específica de la dominación que padecen hace
que estén desposeídos también de los medios de apropiarse el
sentido y los beneficios de su rebelión: sin pretender conside- Anomia, 56-57, 72-73, 183- familiar, 46-47, 195-196.
rarlos invariantes de una condición campesina de la que sólo la 184. moral, 26, 184 n.
ceguera ciudadana ignora la inmensa diversidad, el caso es que Apellido, 52.
la estrechez del campo de las relaciones sociales, que, propician- continuación del -, 26, 38- Baile, 7-9, 13, 14, 46, 51, 53,
do la falsa contextualización, orienta a menudo equivocada- 39 70n, 73n, 83-84, 85, 91,
mente la rebelión, la estrechez del horizonte cultural, la igno- Véase también linaje. 95-96, 111-15, 117, 118,
rancia de todas las formas de organización y de disciplina Área matrimonial, 76-77, 80- 120, 124n, 153, 162, 177n,
colectiva, las exigencias de la lucha individual contra la natura- 84, 178 n, 232-233, 234n. 229, 230n, 233.
leza y de la competencia por la posesión del suelo, y tantos de las mujeres, 80, 84-85. Beneficio, 176, 179-180, 192.
otros rasgos de sus condiciones de existencia predisponen a los - de los hombres, 80-82,
campesinos a esta especie de individualismo anarquista que les 85-86. Capital, 175, 226.
impide concebirse a sí mismos como miembros de una clase ca- véase también intercambios material y simbólico, 174,
paz de movilizarse para imponer una transformación sistemáti- matrimoniales; endogamia. 180, 195-196.
ca de las relaciones sociales. Por este motivo, incluso cuando re- Aristocracia campesina, 43, Celibato, 70n, 123-126, 218-
presentan su papel de foerza de revolución, como en tantas 107, 109, 178. 219.
Autoridad de los segundones, 19,
revoluciones recientes, tienen todos los números para parecer,
de los antepasados, 52, 65. 28, 40, 44, 49, 52, 56,
pronto o tarde, reaccionarios, por no haber podido imponerse
- del marido, 37, 196n, 198-200, 204.
como foerza revolucionaria. 2
197. de los segundones y salva-
- de los padres, 24, 32, 39, guarda del patrimonio,
l. P. Bois, Paysans de l'Ouest, des structures économiques et sociales aux 45-47,52,65,66, 73,84, 44, 48-49, 201.
opinions politiques depuis t'époque révolutionnaire, París-La Haya, Mouton, 189. de los primogénitos, 44,
1960.
2. Véase P. Bourdieu, «Une dasse objet», Actes de la recherche en scien- "' Este índice, así como el onomástico que viene a continuación, son
ces sociales, 17-18, noviembre de 1977, págs. 2-5. obra de Valérie Janicot.

258
259
Fat:uP"sd de r-r0~:r::!f2 y F,.:;--;;;nr::'::;de:s- Il~J.C.
_,~GTIGA "'J
47, 52, 60, 75, 81, 189- de primogenitura integral, - escolar, 104n, 122; Véase 238; véase también jerar-
190n, 192 n, 244 172. también enseñanza. quía social.
de los herederos, 215, de propiedad, 25, 34, Emigración, 48, 52, 198-201, Éxodo rural, 48, 52, 65-66,
218,230,232,241 185, 186n, 188. 204,218-219,225-227,238. 68-69, 70, 84n, 146-148,
y disrribu~ión en el espa- de retracto {tournedot), índice de-, 71, 217; entre 199, 201, 224n, 236.
cio geográfico, 57, 62-63, 29n, 34, 192. los hombres, 69, 70, 217;
110,218-219. de usufructo, 34. - entre las mujeres, 69-70, Familia
función social del-, 51-52. romano, 130, 173,206. 217. división de la-, 185.
índice de -, 57-58, 62-63, sobre el patrimonio, 22-25, Endogamia, 36, 79-30, 236. pequeña, 38, 41, 193;
70, . 75, 80, 81, 166, 39,176. Véase también área matrimo- gran-, 30, 35-36, 41-42,
218n, 238. sobre la tierra, 28, 52. nial. 46, 73, 177-179, 191n,
Casa {maysou), 23, 26, 29n, 73, transmisión del-, 185. Enseñanza, 219, 236-240. Véa- 193-194.
74,244. Desheredación, 33, 65. se también educación escolar. modelo de la - troncal, 132-
como entidad colectiva y Dominación Estirpe, 24, 25, 185, 191. 133, 208.
unidad económica, 44, económica, 223-225, 244, intereses de la -, 172, 174, - patriarcal, 132, 207.
185,202. 257. 187, 189, 194, 197. esplendor de una-, 21-22.
continuidad de la-, 26. masculina, 72, 121, 172, reproducción de la -, 169, Véase también casa.
cabeza de la - {capmaysoue), 179, 185. 178, 240; véase también
24, 26, 28, 61, 185. simbólica, 213, 233, 236- genealogía; relaciones de Genealogía, 21, 174-176,
dueña de la - {daune), 24, 237,242n,244,257. parentesco. 178n, 179,181,254.
33, 35, 68, 84. Dote (adot), 33-34, 38-39, 47- Estrategias, 213, 216n; véase Véase también linaje; relacio-
Véase también familia. 48,54,64,73-74,131,179- también regla. nes de parentesco.
Caserío, 61-63, 66, 70n, 71, 180, 186n, 191-193, 196- de fecundidad, 190, 191,
73, 75-76, 78-85, 87-91, 197,203, 215. 199, 202, 205; véase tam- Habitus, 14, 15, 113, 115,
98-106, 108-111, 232-233. determinación del importe bién índices de nupciali- 171, 202, 204, 213, 216,
Véase también pueblo. de la -, 26-27, 30, 177, dad. 219, 232, 235, 252.
Cultura urbana, 85, 120-121, 180-181n, 194-195. de reproducción, 11 n, 171, Heredera, 36-37,74, 185, 191.
237. funciones de la-, 27-30, 35, 191,205,215,232,243. condición de la -, 24-25,
Véase también modelos urba- 52, 177, 180-181, 196. matrimoniales, lln, 172, 172, 185.
nos. salvaguarda de la -, 33-34, 173n, 176-177, 179, Heredero
182, 183n. 181n, 185, 190-192, derecho del -, 183-184.
Densidad social, 95. Véase también herencia. 194n, 202, 215, 236, condición del -, 172, 218n
Derecho 238n institución del -, 27-28,
consuetudinario, 34, 130- Educación, 65-66, 227. Véase también matrimonio. 132, 183-185, 207.
131, 206. familiar, 171,200-201. Estructuras matrimonio entre - , 38-39,
de primogenitura, 12, 24, campesina, 55, 237n, 238- económicas, 215. 40-41, 74-75, 195n
52,74, 172, 186n,217; 239. - sociales, 14, 180, 185, Véase también régimen suce-

260 261
sano; sistemas de suce- Jerarquía social, 21, 30, 57, 72, economía de -, 223, 230, Primogénito (aynat), 24-25,
sión. 140, 176, 180, 204, 220, 241. 28, 31, 33, 34, 38, 42-44,
Herencia, 26-27, 56, 72. 238. matrimonial, 196-197, 46-47,56,59,69, 75n, 179,
Véase también dote. existencia de la-, 42-43. 218n, 221, 228-233, 184n, 186-188, 195, 203-
Hexis, 113. - y reparto de los bienes rai- 237, 244, 256; véase tam- 205, 217-218.
corporal, 115-116, 121, ces, 57, 65, 72. bién intercambios matri- oposición entre el - y el se-
219. conciencia de la-, 51, 177n moniales. gundón, 29, 47, 60, 74,
como signum social, 116. Véase también estructuras so- escolar, 256. 186n.
Homogamia, 36, 54, 177, 179, ciales. Modelos urbanos, 68-69, 84, Véase también rango de naci-
188, 197, 221, 234n 113,120,121,123,225,233. miento.
Honor Linaje, 22, 26, 29n, 38, 182n, Pueblo, 61-63, 69, 70n, 71, 74,
imperativos de -, 40, 72. continuidad del -, 22, 25, Normas, 55, 67, 72, 73, 119, 77-82, 86, 87, 88-94, 95-
valores de -, 38, 42, 177, 75. 171, 181, 188, 204, 221, 106,108-111,112-113,232.
178-179,203. principio de la predominan- 230,253. oposición entre el - y el ca-
cia del-, 173. serío, 87-89, 97-106,
Índices de nupcialidad, 19-20. Véase también casa; patrimo- Objetivación, 12, 14, 16, 217, 108-110,217-218.
Véase también estrategias de nio. 254-255. Véase también caserío.
fecundidad. Orden social, 140, 249.
Indivisibilidad Matrimonio crisis del-, 57, 234-235. Rango, 46-47.
- de la tierra, 186. como transacción económi- peligros que amenazan el -, de nacimiento, 24-25, 30,
Intercambios matrimoniales, ca, 21, 35, 43. 72. 57, 176, 179, 185, 191-
15, 83-84, 85-86, 233n. «de abajo arriba», 29, 36, 192, 215, 219; Véase tam-
- y economía, 177. 37n, 40n, 41, 72, 84, Patrimonio, 28, 34-35. bién primogénito; régi-
función de los-, 25, 47. 120, 191, 192, 194, 197, desmenuzamiento del -, 26. men sucesorio.
lógica de los -, 29-31, 38, 198n,227,233,236. apego al-, 48, 201. desigualdades de -, 43.
40, 43, 51, 57, 64,71-72, «de arriba abajo», 29, 36, integridad del-, 22, 25, 39, Véase también homogamia.
75, 120, 215; véase tam- 38, 72, 85, 193-194, 56, 171, 172, 179, 181, Reflexividad, 213.
bién estrategia matrimo- 214. 184-185, 187. - como objetivación cientí-
nial. exterior, 77-78, 79-81. material y simbólico, 176. fica, 14.
reestructuración de los -, función económica y social salvaguarda del -, 24, 29, propósito de -, 13.
76, 78-87, 11 o. del-, 21-22, 38-39, 180. 32,49,56,72, 177,201. Régimen sucesorio, 131, 207.
revolución de los -, 64-65, Véase también estrategia ma- valor del-, 27, 52, 176-177, Véase también rango de naci-
75-76. trimonial. 182, 195, 203. miento; sistemas de suce-
sistema de los-, 66, 127. Mercado Véase también linaje. sión.
Véase también mercado ma- de los bienes simbólicos, Poder Regla, 26, 57, 85, 130, 170n,
trimonial; modelos de los 14, 219, 222, 223, 225, doméstico, 180, 191, 193- 171-172, 180-182,203-204,
intercambios simbólicos. 237,240. 196. 207-208.

262 263
Véase también estrategia. Véase también estrategias de ÍNDICE ONOMÁSTICO
Relaciones de parentesco, 174- fecundidad.
176.
Véase también genealogía; es- Unión [matrimonial] desacer-
tirpe. tada, 41, 43, 47, 179, 180,
l87,203,234n,235.
Sexo costes materiales y simbóli-
relaciones entre los -, 11, cos de la [matrimonial]
24, 30, 51, 36, 67, ll6, desacertada, 180.
123, l77n. Urbanización, 89, 93, 109.
separación de los -, 53, 66,
lll, liS, 23ln. Vida urbana, imitación de los
Sistemas de sucesión, 24-26, estilos de-, 121-122,240.
27-28, 44-45, 56, 172-174, Véase también cultura urba- Bloch, M., 134, 138, 144. Fay, H., 143.
183-184. na. Bois, P., 258n. Forres, 173.
Bonnecaze, J., 133, 142, 210. Fougeres,A., 131, 141,207,209.
Bordes, M., 137, 143.
Brissaud, J., 141, 209. Godefroy, L., l38n.
Brun, A., 244n. Gramsci, A., 25ln.

Cadier, L., 136, 143. Habakkuk, H. J., 144.


Cavailles, H., 134, 142. Halbwachs, M., 122.
Cheysson, E., 132, 142, 208, Hatoulet, J., 141, 209n.
210.
Chiva, l., 12. Jegouzo, G., 240n.
Columela, 56.
Crow, G., 216n. Kerblay, B., 243n.
Koyré, A., 221.
Daucé, P., 240n.
De Maria, 131, 140, 141, 206, !.aborde, J.-B., 131, 135, 141,
209. 142, 143, 207, 209.
Donzelot, J., 25ln, 253n. Labourt, 131, 141, 206, 209.
Dumont, L., l69n, l70n. Lafond, J.-B., 137, 144.
Dupont, G., 10, 141, 207, Lambert, Y., 240n.
209. Lebret, 138.
Durand, H., 144. Lefebvre, Th., 134, 142.
Le Play, F., 19, 132-133, 142,
Engels, F., 230-231,251. 201,207,208,209,210.

264 265
Lévi-Strauss, C., 12. Rogé, P., 131, 141, 207, 209. ÍNDICE
Luc, P., 130, 131, 134, 142, Roubaud (abate), 137, 144.
206, 207, 209.
Sachs, C., 115n.
Maget, M., 12, 22n. Saint-Macary, J., 133, 142,
Marx, K., 169, 222n. 208, 210.
Mauss, M., 114, 115n. 120. Saussure, F., 171n.
Mazure, A., 141, 209. Seibel, C., 15, 163.
Montaigne, M. de, ll O. Serviez, 138, 145.
Morgan, D. H.J., 216n.
Mourot, J.-F., 131, 141, 206, Thorner, D., 243n.
209. Troubetzkoy, N. S., 121n.
Tucat, J., 145.
Panofsky, E., 254. T ucoo-Chalaa, P., 13 5, 136, Exergo....................................... 7
Pelosse, J.-L., 114n. 142, 143. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Polanyi, K., 230n. Primera parte
Praderie, M., 240n. Van Gennep, a., 52n. CELIBATO Y CONDICIÓN CAMPESINA . . . . . . . . . . . . . . . 17
Proudhon, 87. l. El sistema de intercambios matrimoniales
Pulgram, E., 121n. Weber, M., 196, 213. en la sociedad de antaño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Williams, J. M., 97n. 2. Contradicciones internas y anomia . . . . . . . . . . . . 56
Querrien, A., 251n, 252n. Williams, R., 254. 3. La oposición entre el pueblo y los caseríos . . . . . . . 87
4. El campesino y su cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 O
Radcliffe-Brown, 169n. Young, A., 138, 145.
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Raymond, P., 135, 143.
Apéndice!
Apuntes bibliográficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Bibliografía temática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Apéndice!!
Evolución de la población entre 1836 y 1954 . . . . . . . . . 146
Apéndice 111
Diálogo entre un habitante del pueblo y un soltero ..... 149
Apéndice IV
Otro diálogo entre un habitante del pueblo
y un campesino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154

266
Apéndice V
La historia ejemplar de un segund6n
de familia humilde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 156
Otro segund6n de familia humilde . . . . . . . . . . . . . . . . . 157
Apéndice Vl
Autoridad excesiva de la madre y celibato . . . . . . . . . . . . 159
Apéndice Vll
Un intento de generalizaci6n: el celibato en dieciséis
cantones rurales de Bretaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Segunda parte
LAS ESTRATEGIAS MATRJMONIALES EN EL SISTEMA
DE LAS ESTRATEGIAS DE REPRODUCCIÓN • . . . . . . . . . 167
Apuntes bibliográficos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206
Lista bibliográfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 209
Tercera parte
PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN. LA DIMENSIÓN
SIMBÓLICA DE LA DOMINACIÓN ECONÓMICA . . . . . . 211
l. Addenda et corrigenda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
2. «Del mundo cerrado al universo infinito» . . . . . . . 221
3. La unificaci6n del mercado matrimonial . . . . . . . . 229
4. Opiniones del pueblo «Sanas» . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
Anexo ....................................... 246
Post-scriptum. Una clase objeto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
Índice de conceptos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
Índice onomdstíco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265
COLECCIÓN ARGUMENTOS

Hans Magnus Enzensberger, Detalles


2 Roger Vailland, Lacios (Teoría del Libertino)
3 Georges Mounin, Saussure (Presentación y textos)
4 Barrington M o ore Jr ., Poder político y teoría social
5 Paolo Caruso, Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan
6 Roger Mucchielli, Introducción a la psicología estructural
7 Jürgen Habermas (ed.), Respuestas a Marcuse
8 André Glucksmann, El Discurso de la Guerra
9 Georges Mounin, Claves para la lingüística
1O Marthe Robert, Acerca de Kafka. Acerca de Freud
11 Wílhelm Reich, Reich habla de Freud
12 Edmund Leach, Un mundo en explosión
13 Timothy Raison (ed.}, Los padres fundadores de la ciencia social
14 Renato De Fusca, Arquitectura como (<mass medium»
15 Jean-Michel Palmier, Introducción a Wilhelm Reich
16 Wolfgang Abendroth y Kurt Len k (eds.), Introducción a la ciencia
política
17 Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía
18 Joseph M. Gillman, Prosperidad en crisis
(Crítica del keynesianismo)
19 Giulio C. Lepschy, La lingüística estructural
20 Roland Barthes y otros, La teoría
21 B. Trnka y otros, El Círculo de Praga
22 Gilles Deleuze, Proust y los signos
23 Georges Mounin, Introducción a la semiología
24 Didier Deleule, La psicología, mito científico
25 Raymond Bellour, El libro de los otros
26 Gaston Bachelard, Epistemología
27 Georges Mounin, Claves para la semántica
28 Xavier Rubert de Ventós, La estética y sus herejías
(11 Premio Anagrama de Ensayo)
29 Guy Rosolato, Ensayos sobre lo simbólico
30 Otto Jespersen, La filosofía y la gramática
31 Karl Marx, Friedrich Engels, Cartas sobre las ciencias
de la naturaleza y las matemáticas
32 Dominique Lecourt, Bachelard
33 Eduardo Subirats, UtoPía y subversión
34 Antonio Escohotado, De physis a polis (La evolución del
pensamiento filosófico griego desde Tales a Sócrates)
35 Jenaro Talens, El espacio y las máscaras {Introducción a la lectura
deCernuda)
36 Sebastíán Serrano, Elementos de lingüística matemática
(111 Premio Anagrama de Ensayo)
37 Harry Belevan, Teoría de lo fantástico
38 Juliet Mitchell, Psicoanálisis y feminismo 75 Antonio Elorza, La razón y la sombra (Una lectura política de Ortega
39 Armando Verdiglione (ed.), Locura y sociedad segregativa y Gasset) (XII Premio Anagrama de Ensayo)
40 Eugenio Trías, El artista y la ciudad 76 Angel López García, El rumor de los desarraigados (Conflicto
(IV Premio Anagrama de Ensayo) de lenguas en la península ibérica)
41 J. M. Castellet, Literatura, ideología y política (XIII Premio Anagrama de Ensayo)
42 Osear Masotta, Ensayos lacanianos 77 Hans Magnus Enzensberger, El interrogatorio de La Habana Y otros
ensayos
43 Pierre Raymond, La historia y las ciencias
78 René Girard, Mentira romántica y verdad novelesca
44 Georges Canguilhem, El conocimiento de la vida
79 Jean Baudri\lard, La izquierda divina
45 Jacques Lacan, Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión
80 Antonio Campillo, Adiós al progreso
46 Emmon Bach, Teoría sintáctica
81 René Girard, El chivo expiatorio
47 Sebastián Serrano, Lógica, lingüística y matemáticas
82 Joaquín Lleixa, Cien años de militarismo en España
48 José Luis Pardo, Transversales
(XIV Premio Anagrama de Ensayo)
49 Roger Dadoun. Cien flores para Wilhelm Reich
GiBes Lipovetsky, La era del vacío
83
50 Eugenio Trías, Meditación sobre el poder Patricia Highsmith, Suspense (Cómo se escribe una novela
84
51 Sigmund Freud - George Groddeck, Correspondencia de intriga)
52 Norman F. Oixon, Sobre la psicología de la incompetencia militar 85 Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la postguerra española
53 Giorgio Colli, Después de Nietzsche (X:V Premio Anagrama de Ensayo)
54 Antonio Escdhotado, Historias de familia (Cuatro mitos sobre sexo y 86 Carmen Martín Gaite, Usos amorosos del dieciocho en España
deber) 87 Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento
55 Jordi llovet, Por una estética egoísta (Esquizosemia) 88 Jean-Didier Vincent, Biología de las pasiones
(VI Premio Anagrama de Ensayo) Enrique Lynch, La lección de Sheherezade
89
56 Jonathan Cu!ler, La poética estructuralista (El estructuralismo, Jean Baudri!lard, El otro por sí mismo
la lingüística y el estudio de la literatura)
90
91 Fernando Savater (ed.), Filosofía y sexualidad
57 Pierre Legendre, El amor del censor (Ensayo sobre el orden
dogmático) 92 Paul Virilio, Estética de la desaparición
58 Sigmund Freud, Escritos sobre la cocaína 93 Raoul Vaneigem, Tratado de saber vivir para uso de las jóvenes
generaciones
59 Pere Gimferrer, Lecturas de Octavio Paz
(VIl Premio Anagrama de Ensayo) 94 Pasea! Bruckner y Alain Finkielkraut, El nuevo desorden amoroso
60 Jorge M. Guitart y Joaquín Roy (eds.), La estructura fónica 95 Carme Riera, La Escuela de Barcelona
de la lengua castellana (XVI Premio Anagrama de Ensayo)
61 Sebastián Serrano, Signos, lengua y cultura 96 Carmen Martín Gaite, El proceso de Macanaz
62 Eugenio Trías, El lenguaje del perdón (Un ensayo sobre Hegel) 97 Carmen Martín Gaite, El cuento de nunca acabar
63 Juan García Ponce, La errancia sin fin: Musil, Borges, Klossowski 98 José Luis Pardo, La banalidad
(IX Premio Anagrama de Ensayo} 99 Joachim Unseld, Franz Kafka (Una vida de escritor)
64 Catherine Clément, Vidas y leyendas de Jacques Lacan 100 Víctor Gómez Pin, Filosofía (El saber del esclavo)
65 Josep Muntañ"ola, Poética y arquitectura (Una lectura (XVII Premio Anagrama de Ensayo}
de la arquitectura postmoderna) 101 Vicente Verdú, Días sin fumar
66 André Glucksmann, Cinismo y pasión 102 Michel Foucault, Esto no es una pipa (Ensayo sobre Magritte)
67 Fernando Savater, Invitación a la ética 103 Josep R. Llobera, Caminos discordantes
(X Premio Anagrama de Ensayo) 104 René Girard, La ruta antigua de los hombres perversos
68 José Jiménez, El ángel caído (La imagen artística del ángel 105 María Charles, En el nombre del hijo
en el mundo contemporáneo) Marina Tsvietáieva, El poeta y el tiempo
106
69 Luis Racionero, Del paro al ocio
107 Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero
(XI Premio Anagrama de Ensayo)
108 Fernando Savater, Humanismo impenitente
70 René Girard, La violencia y lo sagrado
109 Josep M. Colomer, El arte de la manipulación política
71 Fernando Savater, Las razones del antimilitarismo y otras razones (XVIII Premio Anagrama de Ensayo)
72 Eugenio Trías, Filosofía y Carnaval y otros textos afines
110 Josep R. Llobera, La identidad de la antropología
73 Hans Magnus Enzensberger, Migajas políticas 111 Pedro Azara, De la fealdad del arte moderno
74 Jean Baudril!ard, Las estrategias fatales 112 Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo
113 Alain Finkielkraut. La memoria vana (Del crimen contra 154 Juan Antonio Ramírez, Ecosistema y explosión de las artes
la humanidad) (Condiciones de la Historia~ segundo milenio)
114 Enrique Lynch, El merodeador 155 Roberto Calasso, Los cuarenta y nueve escalones
115 Jean Baudrillard, La transparencia del mal 156 Gurutz Jáuregui, La democracia en la encrucijada
116 Enrique Gil Calvo, La mujer cuarteada 157 Julio Quesada, Ateísmo difícil (En favor de Occidente)
117 Hans Magnus Enzensberger, Mediocridad y delirio 158 Paolo Flores d'Arcais, El desafío oscurantista ('Etica y fe en la
118 Antonio Escohotado, El espíritu de la comedia doctrina papal)
(XIX Premio Anagrama de Ensayo) 159 José Antonio Marina, Ética para náufragos
120 Jean Baudrillard, La guerra del Golfo no ha tenido lugar 160 Wolfgang Schivelbusch, Historia de los estimulantes (El paraíso,
121 José Luis Brea, Las auras frías el sentido del gusto y la razón)
122 Óscar Guasch, La sociedad rosa 161 Margarita Ríviere, La década de la decencia (Intolerancias
pret-B-porter, moralina mediática y otras incidencias de Jos
123 Bernard-Henri Lévy, Las aventuras de la libertad
años noventa)
124 Enrique Vila-Matas, El viajero más lento
162 Daniel Cassany, La cocina de la escritura
125 Diane Ackerman, Una historia natural de los sentidos
163 Javier Echeverría, Cosmopolitas domésticos
126 José Antonio Marina, Elogio y refutación del ingenio (XXIII Premio Anagrama de Ensayo)
(XX Premio Anagrama de Ensayo)
164 Martin Amís, Visitando a Mrs. Nabokov (y otras excursiones)
127 Robert Hughes, Barcelona
165 Carlos García Gua!, La Antigüedad noveláda
128 Pedro Azara, Imagen de lo Invisible
166 René Girard, Shakespeare (Los fuegos de la envidia)
129 Sergio Gonzá!ez Rodríguez, El Centauro en el paisaje
167 Pierre Bourdieu, Las reglas del arte (Génesis y estructura del
130 Robert Hughes, A toda crítica (Ensayos sobre arte y artistas) campo literario)
131 Salvador Paniker, Filosofía y mística (Una lectura 168 Claude Fischler, El (h)omnívoro (El gusto, la cocina y el cuerpo)
de los griegos)
169 Paul Ormerod, Por una nueva economía (Las falacias de las
132 Claude Lévi-Strauss, Historia de Lince ciencias económicas)
133 Hans Magnus Enzensberger, La gran migración Santiago Alba Rico, Las reglas del caos (Apuntes para una
170
134 Gilles De!euze y Félix Guattari, ¿Qué es la filosofía? antropología del mercado)
135 Greil Marcus, Rastros de carmín (Una historia secreta del siglo xx) 171 Harold Bloom, El canon occidental
136 Thomas Szasz, Nuestro derecho a las drogas 172 Michel Foucault, Gilles Oeleuze, Theatrum Philosophicum
137 Daniel Pennac, Como una novela & Repetición y diferencia
138 Carmen Martín Gaite, Agua pasada 173 Pere Gimferrer, Itinerario de un escritor
139 Antonio Escohotado, Rameras y esposas 174 Gil!es Deleuze, Crítica y clínica
140 Soledad Puérto!as, La vida oculta 175 Xavier Rubert de Ventós, Ética sin atributos
(XXI Premio Anagrama de Ensayo) 176 Antonio Escohotado, Historia elemental de las drogas
141 Enrique Gil Calvo, Futuro incierto 177 Félix de Azúa, Salidas de tono (Cincuenta reflexiones
142 Jean Baudrillard, La ilusión del fin de un ciudadano)
143 Enrique Ocaña, El Dioniso moderno y la farmacia utópica 178 Pascal Bruckner, La tentación de la inocencia
144 Norbert Bilbeny, El idiota moral (La banalidad del mal 179 Seamus Heaney, De la emoción a las palabras (Ensayos literarios)
en el siglo xx) 180 Vicente Verdú, El planeta americano
145 José Antonio Marina, Teoría de la inteligencia creadora (XXIV Premio Anagrama de Ensayo)
146 Luis Racionero, Oriente y Occidente (Filosofía 181 Jean Baudrit!ard, El crimen perfecto
oriental y dilemas occidentales) 182 José Antonio Marina, El laberinto sentimental
147 Vicente Malina Foix, El cine estilográfico 183 Gabriel Zaid, Los demasiados libros
148 Gílles Lipovetsky, El crepúsculo del deber (La ética indolora de los 184 Román Gubern, Del bisonte a la realidad virtual
nuevos tiempos democráticos) (La escena y el laberinto)
149 Alberto Cardin, Dialéctica y canibalismo 185 Josep R. Uobera, El dios de la modernidad (El desarrollo
150 Hans Magnus Enzensberger, Perspectivas de guerra civil del nacionalismo en Europa occidental)
151 Robert Hughes, La cultura de la queja (Trifulcas norteamericanas) 186 Perry Anderson, Los fines de la historia
152 Miguel Merey, Deseo de ser piel roja 187 Edward W. Said, Cultura e imperialismo
(XXII Premio Anagrama de Ensayo) 188 Furio Colombo, Últimas ·noticias sobre el periodismo
153 José Luis Guarner, Autorretrato del cronista (Manual de periodismo internacional}
189 H. Reeves, J. de Rosnay, Y. Coppens y D. Simonnet, 223 Gilles Lipovetsky, La tercera mujer
La historia más bella del mundo (Los secretos
de nuestros orígenes) 224 Hans Magnus Enzensberger, Zigzag
190 225 Félix de Azúa, Baudelaire y el artista de la vida moderna
Oliver Sacks, Un antropólogo en Marte
226 Xavier Rubert de Ventós, De la identidad a la independencia:
191 Oliver Sacks, Migraña
la nueva transición
192 Harold Bloom, Presagios del milenio (La gnosis de los ángeles.
227 J.C. Carriére, J. Da!mau, U. Eco, S. Jay Gould, El fin de los tiempos
el milenio y la resurrección}
193 228 Antonio Tabucchi, La gastritis de Platón
Píerre Bourdieu, Razones prácticas (Sobre la teoría de la acción)
194 229 Manuel Delgado, El animal público
Norbert Bilbeny, La revolución en la ética (Hábitos y creencias
en la sociedad digital) (XXVII Premio Anagrama de Ensayo)
(.'>001 Premio Anagrama de Ensayo) 230 Miguel Dalmau, Los Goytisolo
195 John Ralston Saul, La civilización inconsciente 231 Román Gubem, Proyector de luna (La generación del 27 y el cine)
196 Antonio Escohotado, La cuestión del cáñamo (Una propuesta 232 Oliver Sacks, La isla de los ciegos al color
constructiva sobre hachís y marihuana) 233 David Oeutsch, La estructura de la realidad
197 Pierre Bourdieu, Sobre la televisión 234 Josep Muñoz Redon, Filosofía de la felicidad
198 Jordi Bailó y Xavier Pérez, La semilla inmortal (Los argumentos 235 Xavier Rubert de Ventós, El laberinto de la hispanidad
universales en el cine) 236 A. Langaney, J. C!ottes, J. Guilaine, O. Simonnet, La historia
199 José Miguel G. Cortés, Orden y caos (Un estudio cultural más bella del hombre
sobre lo monstruoso en el arte) 237 José Antonio Marina y Marisa López Penas, Diccionario de los
200 José Antonio Marina, El misterio de la voluntad perdida sentimientos
201 Adam Phillips, Flirtear (Psicoanálisis, vida y literatura) 238 Pierre Bourdieu, La dominación masculina
202 Perry Anderson, Campos de batalla 239 Richard Sennett, La corrosión del carácter (Las consecuencias
203 Alain Finkielkraut, La humanidad perdida personales del trabajo en el nuevo capitalismo)
(Ensayo sobre el siglo XX) 240 Perry Anderson, Los orígenes de la posmodernidad
204 Fritjof Capra, La trama de la vida (Una nueva perspectiva 241 Enrique Gil Calvo, Medias miradas (Un análisis cultural de
de los sistemas vivos) la imagen femenina)
205 Eric S. Grace, La biotecnología al desnudo (Promesas 242 Jean Baudri!lard, Pantalla total
y realidades) 243 Diane Ackerman, Una historia natural del amor
206 Xavier Rubert de Ventós, Critica de la modernidad 244 José Antonio Marina, Crónicas de la ultramodernidad
207 Osear Tusquets Blanca, Todo es comparable 245 Jordi Salló, Imágenes del silencio (Los motivos
208 J. Bottéro, M.-A. Ouaknin, J. Moingt, La historia más bella de Dios visuales en el cine)
(¿Quién es el Dios de la Biblia?) 246 Carlos Monslváis, Aires de familia (Cultura y sociedad
209 Jean Baudrillard, El paro:Xista indiferente en América Latina)
(Conversaciones con Philippe Petit) (XXVIII Premio Anagrama de Ensayo)
210 Margarita Riviére, Crónicas virtuales 247 Albert Forment, José Martínez: la epopeya de Ruedo ibérico
(La muerte de la moda en la era de los mutantes) 248 Harold Bloom, Cómo leer y por qué
211 Josep M. Colomer, la transición a la democracia: el modelo español 249 Carmen Martín Gaite, la búsqueda de interlocutor
212 Alejandro Gándara, Las primeras palabras de la creación 250 Jean-Pierre Vernant, El universo, los dioses, los hombres
(XXVI Premio Anagrama de Ensayo) (El relato de los mitos griegos)
213 Mercedes Odina y Gabriel Halevi, El factor fama 251 Michel Houellebecq, El mundo como supermercado
214 Daniel Cohn-Bendit y O!ivier Duhamel, Pequeño diccionario del euro 252 Guy Oebord, In girum imus nocte et consumimur igni
215 Félix de Azúa, Lecturas compulsivas (Una invitación) 253 Osear Tusquets Blanca, Dios lo ve
216 Anselm Jappe, Guy Debord 254 José Antonio Marina y María de la Válgoma, La lucha por la dignidad
217 Adam Phillips, Monogamia (Teoría de la felicidad política)
218 Oliver Sacks, Con una sola pierna 255 Xavier Rubert de Ventós, Dios, entre otros inconvenientes
219 José Antonio Marina, La selva del lenguaje 256 Viviane Forrester, Una extraña dictadura
220 Arundhati Roy, El final de la imaginación 257 Claudio Magris, Utopía y desencanto (Historias, esperanzas
221 Pierre Bourdieu, Contrafuegos (Reflexiones para servir e ilusiones de la modernidad)
a la resistencia contra la invasión neoliberal) 258 Pascale Casanova, La República mundial de las Letras
222 Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas 259 Didier Eriban, Reflexiones sobre la cuestión gay
260 Alain Finkielkraut. La ingratitud 293 José Antonio Marina, El rompecabezas de la sexualidad
(Conversación sobre nuestro tiempo) 294 Rafael Chirbes, El novelista perplejo
261 Adam Phillips, La bestia en la guardería 295 Pierre Bourdieu, Las estructuras sociales de la economía
(Sobre la curiosidad y otros apetitos) 296 Adam Phillips, La caja de Houdini (Sobre el arte de la fuga)
262 Nora Catelli, Testimonios tangibles (Pasión y extinción 297 Martin Amis, La guerra contra el cliché {Escritos sobre literatura)
de la lectura en la narrativa moderna) 298 Oliver Sacks, El tío Tungsteno (Recuerdos de un químico precoz)
(XXIX Premio Anagrama de Ensayo)
299 Oliver Sacks, Veo una voz (Viaje al mundo de los sordos)
263 Helena Béjar, El mal samaritano (El altruismo en
300 Vicente Verdú, El estilo del mundo {La vida en el capitalismo
tiempos del escepticismo)
264 J.-M. Pelt, M. Mazoyer, T. Monod, J. Girardon, de ficción)
La historia más bella de las plantas (Las raíces de nuestra vida} 301 Fritjof Capra, Las conexiones ocultas (Implicaciones sociales,
265 José Manuel Naredo, Por una oposición que se oponga medioambientales, económicas y biológicas
266 Guy Debord, Consideraciones sobre el asesinato de de una nueva visión del mundo)
Gérard Lebovici 302 Josep Casals, Afinidades vienesas (Sujeto, lenguaje, arte)
267 Rícardo Piglia, Cñtica y ficción (XXXI Premio Anagrama de Ensayo)
268 lan Buruma, Anglomanía (Una fascinación europea) 303 Tomás G. Perdiguero, La responsabilidad social de las empresas
269 Christían Salman, Tumba de la ficción en un mundo global
270 Juan Vi lloro, Efectos personales 304 Richard Sennett, El respeto (Sobre la dignidad del hombre en un
271 Roger Bartra, Cultura y melancolía (Las enfermedades mundo de desigualdad)
del alma en la España del Siglo de Oro} 305 Pierre Bourdieu, El oficio de científico (Ciencia de la ciencia y
272 Antonio Vi!anova, Nueva lectura de «La Regenta» de Clarín reflexividad)
273 Pierre Bourdieu, Contrafuegos 2 (Por un movimiento 306 André Brahic, Paul Tapponier, Lester R. Brown y Jacques Girardou,
social europeo)
La historia más bella de la Tierra
274 José Antonio Marina, Dictamen sobre Dios
307 Gilles Upovetsky, Metamorfosis de la cultura liberal
275 Haro!d Bloom, Shakespeare (La invención de lo humano}
308 José Antonio Marina, Los sueños de la razón {Ensayo sobre
276 Luciano Canfora, Una profesión peligrosa (La vida
la experiencia política)
cotidiana de los filósofos griegos)
309 Sebastia Serrano, El regalo de la comunicación
277 Jasen Epstein, La industria del libro {Pasado, presente
y futuro de la edición) 310 Elisabeth Roudinesco, La familia en desorden
278 René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago 311 Didier Eribon, Una moral de lo minoritario (Variaciones sobre un
279 tema de Jean Genet}
Román Gubern, Máscaras de la ficción
312 George Monbiot, La era del consenso (Manifiesto para un nuevo
280 Oliver Sacks, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero
281 orden mundial)
Jean Baudril!ard, Contraseñas
313 John Lewis Gaddis, El paisaje de la histoña (Cómo los historiadores
282 Carmen Martín Gaite, Pido la palabra
representan el pasado)
283 Vicenc; Navarro, Bienestar insuficiente, democracia incompleta
314 Jordi Gracia, La resistencia silenciosa (Fascismo y cultura
{Sobre lo que no se habla en nuestro país)
(XXX Premio Anagrama de Ensayo) en España)
284 Pierre Bourdieu, Lección sobre la lección (XXXII Premio Anagrama de Ensayo)
285 P. Picq, J-P Oigard, B. Cyrulnik, K.L Matignon, La historia más 315 Rafael del Águila, Sócrates furioso {El pensador y la ciudad)
bella de los animales 316 Roberto Bolaño, Entre paréntesis (Ensayos, artículos y discursos}
286 Harold Bloom, El futuro de la imaginación 317 Román Gubern, Patologías de la imagen
287 Roberto Calasso, La literatura y los dioses 318 Pierre Bourdieu, El baile de los solteros
288 Tomás Abraham, Situaciones postales 319 Gilles Lipovestky, El lujo eterno (De la era de lo sagrado al tiempo
289 Alessandro Baricco, Next (Sobre la globalización y el mundo de las marcas)
que viene) 320 Atan Pauls, El factor Borges
290 Frédéric Beigbeder, Último inventario antes de liquidación
291 Félix de Azúa, Diccionario de las Artes
292 Susan George y Martin Wolf, La globalización liberal {A favor y en
contra)

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