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ser un recurso estatal o turístico que imaginara al campo para comodidad exclu-
siva del capitalino. Las obras de muralistas que fueron más allá de la Ciudad de
México y las grandes ciudades de la época aún esperan un merecido estudio.
No obstante, durante los años treinta y cuarenta, Plancarte trabajó como misio-
nero cultural y maestro normalista en “El Mexe”, Hidalgo; en Tamatán, Tamauli-
pas; en Comitancillo, Oaxaca; en Oaxtepec y Xoxocotla, Morelos; en El Cami-
chín, Jalisco; en el Istmo de Tehuantepec; en Tenería, Estado de México; en
Soltepec, Tlaxcala. Debido a su congruente compromiso con la época en la que
vivía, en todo sitio donde trabajó, promovió que las paredes públicas sirvieran
para dejar de menospreciar la alfabetización, la guerra contra el fanatismo y,
sobre todo, a sus héroes del diario, los que hacían posible la subsistencia con
su trabajo.
Al finalizar la agitada década de 1920, luego de la enseñanza básica, León Quizá por su ausencia del país, se desvanecieron en cierta forma los vínculos
Plancarte se inscribe a los 14 años en la Escuela de Pintura, Escultura y Talla con la generación de artistas mexicanos que habían logrado considerable reco-
Directa -antecedente de la actual Escuela Nacional de Pintura y Escultura “La nocimiento. A su regreso a México en 1960, prácticamente debió partir desde
Esmeralda”-, que funcionaba en el Ex-Convento de la Merced. Poco después cero en cuestiones básicas como encontrar empleo y restaurar un patrimonio
sería parte de los jóvenes que participan del ánimo promovido por el régimen familiar abandonado en Centroamérica.
callista por incentivar la creatividad popular a través de las Escuelas de Pintura
al Aire Libre, cuyo empuje se debe especialmente a Alfredo Ramos Martínez. Durante los siguientes nueve años mientras fue dedicándose a la caricatura, al
óleo y a las estampas en linóleum y piedra litográfica -que lo llevarían más tarde
Plancarte cursó tres años en la Escuela Libre que el pintor Jorge Enciso dirigía a formar parte de la Sociedad Mexicana de Grabadores- trabajó alternadamen-
entonces por los rumbos de Churubusco. La enseñanza aquí se vinculaba con te en la Escuela Nacional de Maestros y para la Sección de Enseñanzas Artísti-
las vanguardias y era abierta en el sentido de experimentar también con nuevas cas del INBA, donde reencontró a muchos de sus excompañeros en las misio-
formas y técnicas del arte, al tiempo de admitir vigorosas corrientes de lo tenido nes culturales. A su vez, ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas - Aca-
entonces por “primitivo y exótico”. El interés por experimentar se contraponía a demia de San Carlos como profesor de Dibujo, Pintura, Grabado y Litografía.
la severidad y el arcaísmo de la Academia de San Carlos. Con ello, el artista Ahí, fiel a sus alumnos y principios, no sólo simpatizó con el movimiento estu-
que se formaba en las Escuelas Libres entablaba contacto con el medio rural, diantil de 1968, sino que colaboró en el diseño y la confección de mantas y pro-
los paisajes, los rasgos indígenas de buena parte de la gente, las virtudes del paganda.
trabajo y sus antiguas tradiciones. Diríase que el espíritu que conducía el arte
en estas escuelas -y que León Plancarte no abandonaría en su propia obra o al De gran calva, estatura regular, “blanco-colorado”, nariz ancha, labios gruesos
compartir sus enseñanzas- fue el nacionalismo postrevolucionario. como su voz, y manos largas, inquietas, León Plancarte, pintor, grabador,
músico… alegre, dicharachero, leal al tequila y las composiciones igual de
Empapado por esos ideales, en un momento cierto, pero fugaz e irrepetible de Vivaldi que de Agustín Ramírez, apasionado con el arte prehispánico, coleccio-
la historia del siglo XX mexicano, Plancarte y muchos de sus contemporáneos nista de libros, historietas, suplementos culturales y anécdotas divertidas, buen
complementaron su formación no sólo estudiando arte u otros oficios y discipli- caminante y mejor amigo e incansable bohemio, entonador de La modesta
nas como la Agronomía, sino que se tomaron en serio el desafío de la transfor- Ayala, Ya voló la paloma y El Adiós del soldado. Indomable antimperialista y an-
mación; se pusieron botas, empacaron los libros en las mochilas y llevaron sus tifascista, entrañable y extrañable padre, se levantó de su mesa de trabajo, lavó
conocimientos como misioneros culturales a lugares por los que “ni Dios había sus pinceles, guardó sus gubias, gomas y lijas, hizo a un lado sus infaltables go-
pasado” y a donde muchos de estos predicadores de Geología, Aritmética, losinas, apagó su tocadiscos; gravemente enfermo entró al hospital y salió de
Dibujo o Higiene, en vez de gracias obtenían desconfianza y hasta eran desore- esta vida el 18 de abril de 1969. Sabemos que antes de irse se preocupó por
jados. dejar lo mejor de sí mismo a través de una vida sustanciosa, amorosa, alegre,
y de su arte.
S.L.P.M