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Escritor y profesor universitario.
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La comida como cultura, Ediciones Trea, España, 2004 (traducido del italiano por Silvia Blanco
Flecha), pp. 9-10.
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Sin embargo, más allá de esta visión de la comida como cultura, el acto de comer
contiene un gesto íntimo, muy especial. Disfrutarle es como realizar un viaje por los
sentidos gracias a fórmulas tradicionales en torno a las alacenas y los fogones,
sapiencias heredadas, decires antiguos en relación a la mesa, recetas acarreadas por
generaciones o comidas matizadas por las creencias religiosas. En este acto íntimo se
conjugan vista, oído, olfato, gusto, tacto, memoria, creencias. De allí que podamos
hablar de raíces culinarias que han de saberse conservar y mejorar. De esto trata el libro
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del “rapsoda de Mérida”, Tulio Febres Cordero, Cocina criolla o guía del ama de casa,
editado por primera vez en 1899 por su propia empresa tipográfica, El Lápiz, y
recientemente reeditado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los
Andes. Su contenido es cocina de inspiración y de tradición que huele a leña, a culantro
(finas hojas aromáticas, que bien pudiesen ser llamadas hojas santas por la magia que
inspiran al olfato y al gusto), a canela, a pimienta fresca, al rocío del cebollín recién
cultivado. Ingredientes todos que recuperan e intensifican un legado de sabores
transmitido por las diferentes generaciones en aquella Mérida finisecular.
Don Tulio, como mejor se le conoce, trató desde el principio que su guía fuese para
alivio del ama de casa, para facilitarle la dura tarea de alimentar a los suyos día tras día.
De manera que lejos de sentirse agotada por sus menesteres domésticos, se llenara de
satisfacción al ser artífice y depositaria de una gesta familiar y cultural. En cada una de
las recetas se conjugan las enseñanzas familiares: comida, hospitalidad, generosidad,
frugalidad, arte y técnica culinaria. El recetario se convierte así en amalgama de
placeres útiles. Lo único que parece estar presente en Don Tulio, al recoger las
diferentes formas de preparar variados platos, es la voluntad de transmitirlos y
compartirlos con sus allegados.
Algo que llama la atención en este libro es la connotación cocina criolla que utiliza
el autor. Lo de la guía del ama de casa es más claro, pues es ésta la destinataria
privilegiada de la obra. Lo que no deja de contener, sin embargo, signos de una
estructura social muy matriarcal, donde la cocina está reservada exclusivamente a la
mujer. Pero, ¿a qué se refiere el autor cuando dice criolla? ¿Acaso está pensando en la
comida nacional o en una suerte de comida local? Pues hoy en día, para nosotros criollo
es sinónimo de algo nacional, venezolano. Alguna luz se puede extraer de este párrafo
escrito por Don Tulio:
hará más que distribuir nobles sentimientos en cada guiso, como en una suerte de
llevada de batuta del concierto culinario.
ALQUIMIAS Y SABORES
Habría que rastrear documentos, releer recetas y menús caseros de la época para
reconstruir y demostrar la riqueza de la gastronomía y de la cultura merideñas: sus
orígenes, su evolución. Todo esto de seguro impondría una forma de comer a la
merideña lo que hasta cierto momento se transmitió de generación a generación. Tengo
mis dudas si esto sigue siendo así. Lo que se nos hace cierto es que la culinaria
merideña, como toda otra culinaria, es interminable, infinita. Para la elaboración de
algunos platos pueden invertirse horas y horas, mientras que otros pueden ser cosa de
poco tiempo y esfuerzo. Lo importante es que en la preparación los ingredientes
armonicen de una u otra manera, primero entre sí y luego con el paladar.
Las alquimias y el sabor que Don Tulio nos ofrece son uno de los mejores
argumentos para que la cocina merideña sea retomada hoy día como un acto cultural.
De hecho, hay algunos cocineros de la región que lo están haciendo con gran dedicación
y empeño. Sus restaurantes se han ido convirtiendo en referencia cultural que reúne los
saberes de generaciones, de productos que han ido mutando con los años, al ritmo de los
ingredientes producidos en nuestros Andes y de otros recientemente introducidos, al
ritmo de múltiples tradiciones e innovaciones. La idea es construir un fascinante
tinglado gastronómico, a partir de una cocina tradicional como la que nos convida Don
Tulio, donde todos los platos se elaboren al paso del tiempo, armoniosamente y
transmitidos de generación en generación. Hay que aprender lo de la madre, lo de las
abuelas, lo de las abuelas de las abuelas. Así se estará haciendo de la cocina la mejor
expresión de la cultura, de nuestra cultura merideña. Apegados a ese rigor que revela el
autor a la hora de escribir sus recetas, nuestros restauradores del presente irán
elaborando sus platos conforme a fórmulas ancestrales. De esta manera cocina y cultura
sazonadas con la palabra autenticidad serán un cuento de nunca acabar. Por aquello de
que tanto la cocina como la lectura de cuanto se come y como se come son también
cultura.