Você está na página 1de 3

APUNTES DE CLASE: LA SOCIEDAD ARGENTINA EN LA DÉCADA DE 1930

Transformaciones en la estructura social argentina

Durante la década de 1930 se comenzó a configurar una sociedad más compleja en la Argentina, quedando
diseñado el perfil de una moderna sociedad de masas.
En primer lugar, se configuraron y consolidaron nuevas y poderosas fracciones burguesas, producto del
peso creciente de la industria y del capital norteamericano en la economía. Según Khavisse, Basualdo y
Aspiazu (1988), se consolidaron dos grandes fracciones: la primera vinculada a los negocios e intereses
ingleses, compuesta por grandes productores pampeanos; y la segunda vinculada a empresas e inversores
norteamericanos, compuesta por grupos económicamente más diversificados que volcaron parte de la renta
agropecuaria (las ganancias producidas en la producción agro-ganadera) a la inversión industrial.
A su vez, se observó un crecimiento considerable de los sectores medios, producto de las nuevas fuentes de
trabajo generadas por el desarrollo industrial y la expansión del aparato estatal. Sin embargo, el cambio más
radical se dio en los sectores trabajadores, en los cuales se produjo el pasaje de una clase obrera de origen
migrante (europea) y predominantemente vinculada a los servicios (es decir, industrias asociadas al modelo
agroexportador – como los obreros ferroviarios, portuarios, etc. -), a un proletariado industrial, integrado
mayoritariamente por mano de obra nativa y concentrado en las nuevas fábricas creadas durante la ISI
(industrialización por sustitución de importaciones).

Migraciones

Un factor fundamental que incidió en las reconfiguraciones y cambios de composición étnica de los sectores
obreros (proceso también conocido como argentinización de los sectores populares), fue la transformación en
los flujos migratorios que caracterizaron al país durante la década del ‘30. Esto se debe a la confluencia de
dos procesos: por un lado, se redujo significativamente la migración ultramarina (esto es, procedente de
Europa), y por el otro, se intensificaron y cobraron gran magnitud las migraciones internas, transformándose
en grandes proveedoras de mano de obra al proceso económico que se encontraba desarrollando. La
combinación de la contracción del empleo rural (como consecuencia de la crisis del ‘29) y el incremento
significativo de la actividad industrial en los centros urbanos del gran Buenos Aires y el Litoral (por el
desarrollo de la ISI), resultaron en un foco de atracción para los desempleados de las zonas urbanas y para
las poblaciones del campo, iniciando un proceso que bien se podría caracterizar como un éxodo rural-
urbano.
Una expresión de esta expansión urbana se manifestó en la proliferación de “villas miserias”, asentamientos
residenciales precarios (con condiciones de habitabilidad paupérrimas), consolidándose como unidades
urbanas clave. En ellas, los sectores populares (gran parte de ellos procedentes del interior del país)
desarrollaron nuevas identidades y construyeron y profundizaron importantes redes asociativas (sociedades
de fomento, mutuales, clubes deportivos) que reemplazaron al Estado en una serie de funciones a la vez que
demandaba insistentemente su intervención.

Movimiento obrero

El golpe militar de 1930 y la crisis económica iniciaron un período de repliegue para el movimiento
obrero. A pesar de que en el año 1930 se unificarían las distintas federaciones sindicales en una central
única, la Confederación General del Trabajo (CGT), los altos índices de desocupación, la caída de salarios
y la actitud represiva del Estado privaron de fuerzas al sindicalismo. En el período 1930-1935 se alcanzaron
los niveles más bajos de conflictividad laboral en la historia del movimiento obrero argentino.
Pero con la reactivación económica de 1935, se crearon condiciones favorables para abrir un nuevo ciclo de
luchas obreras: el aumento progresivo de los niveles de ocupación y el crecimiento económico que no se
plasmaba en una redistribución a los sectores obreros (esto es, en aumentos de salarios) alentó las luchas
reivindicativas, fortaleciendo la capacidad de negociación de los sindicatos.
En este período se pudo observar la creación de nuevos sindicatos (organizados a nivel nacional y por ramas
de actividad), entre los cuales predominaban aquellos de ideología comunista (quienes constituían el objetivo
principal de las políticas represivas del Estado), como los metalúrgicos, textiles, madereros y de las carnes. A
su vez, crecieron en importancia los sindicatos socialistas, los cuales se consolidaron como hegemónicos,
desplazando de dicha posiciones a los sindicalistas.
La tendencia al decrecimiento de las luchas obreras que caracterizó a la década del ‘30 en la Argentina, se
puede vincular a: a) las políticas represivas del Estado (que desalentaban las manifestaciones y
movilizaciones obreras); b) la declinación del anarquismo y el ascenso del socialismo y sindicalismo
moderado, que eran más propensos y abiertos a la negociación que a la huelga; c) la actitud de creciente
intervención estatal en la problemática social (si bien los gobiernos conservadores no presentaban simpatías
con el movimiento obrero, se mostraron más preocupados para controlarlo, interviniendo en los conflictos
laborales y solucionándolos antes de que desemboquen en huelgas). En este último punto, fue fundamental el
rol cada vez más activo que adoptó el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), que comenzó a
intermediar y arbitrar en los conflictos, extendiendo gradualmente la práctica del convenio colectivo de
trabajo.

Iglesia

Uno de los actores sociales que cobra gran relevancia durante el período conocido como Década Infame, fue
la Iglesia Católica. Recordemos que la Iglesia Católica había perdido gran parte de su influencia en la
política argentina, desde que la consolidación del Estado argentino sobre bases y premisas liberales habían
dictaminado la separación entre Estado e Iglesia, desplazando a esta última de numerosos sectores que
controlaban (por ejemplo, declarando la educación laica, el matrimonio civil, el registro civil etc.). Pero con
el golpe cívico-militar de 1930 los principios y doctrinas liberales comienzan a ser cuestionados, y la Iglesia
Católica busca extender su ámbito de influencias en la sociedad.
Siguiendo al historiador Fortunato Mallimaci (1992), frente al declive del liberalismo (por su vinculación
con la crisis del ‘29) y del comunismo (producto de la represión impuesta por la dictadura de Uriburu), el
catolicismo encuentra un espacio para extender su doctrina religiosa como una matriz cultural hegemónica.
Esto es, la Iglesia católica buscaba expandir su área de influencia, consolidándose como la cultura dominante
en la sociedad argentina (difundiendo sus doctrinas de pensamiento, modos de comprender la realidad social,
prácticas y ritos a todos los ciudadanos). Esta búsqueda de aumentar su presencia en la sociedad se puede ver
reflejada, por ejemplo, en el crecimiento de las instituciones tradicionalmente vinculadas con la Iglesia como
colegios primarios y secundarios relacionados a órdenes religiosas o parroquias. Pero, a su vez, esta
propagación de la doctrina católica estuvo facilitada por lo que el autor denomina como dispositivo del
catolicismo integral argentino. Este dispositivo refiere a un conjunto de instituciones cuya finalidad era la
de difundir la doctrina católica, penetrando en diversos sectores y estratos de la sociedad (tanto en las
diferentes clases sociales, como segmentos etarios 1), a saber: los Cursos de Cultura Católica (espacios de
debate intelectual y filosófico en torno a la ideología católica, formado por jóvenes intelectuales y
profesionales), la Acción Católica Argentina (espacios de actividad social y cultural, tanto para sectores de
clase alta y media, como trabajadora) o la Revista Criterio (órgano de difusión de la doctrina católica de gran
audiencia). Estas instituciones se complementan con organizaciones previamente fundadas por la Iglesia,
como los Círculos de Obreros que ofrecían servicios asistenciales (socorro mutuo, enseñanza gratuita,
espacios de ocio y divertimento, atención médica, bibliotecas, etc.) a los sectores trabajadores, buscando
disputar la influencia de otras corrientes ideológicas consideradas nocivas, como el comunismo o socialismo.
Se consolida así un catolicismo integral, que buscaba penetrar en todos los ámbitos y estratos de la
sociedad. Para ello, era necesario ocupar un rol o papel central en el Estado, desde el cual proyectar su
doctrina al resto de la sociedad. El momento central de este proceso fue el Congreso Eucarístico
Internacional de 1934, el cual convocó y movilizó a cientos de fieles argentinos que ocuparon las calles de
Buenos Aires, celebrando los ritos ceremoniales propios de la Iglesia Católica. Este inmenso desfile y
convocatoria reflejó el gran poder de movilización que denotaba el catolicismo, hecho que no fue ignorado
por el gobierno de Agustín P. Justo. De este modo, al comprender la importancia que significaba el contar
con el respaldo de la Iglesia, los distintos gobiernos de la época (que recordemos, se encontraban basados en
el fraude y, por ende, contaban con poca legitimidad) buscaron ganarse el apoyo de los sectores eclesiásticos
para poder contar, así, con el reconocimiento de los fieles católicos (por ejemplo, habilitando la creación de
nuevas diócesis). Progresivamente, se fue vinculando la idea de “argentinidad” con la de Iglesia,
reconociéndose al catolicismo como el “fundamento de la patria y de la nacionalidad” y produciéndose una
relación cada vez más íntima entre Estado e Iglesia.

Nacionalismo

1 Un segmento etario refiere a un rango de edad. Por ejemplo, la distinción entre niños, jóvenes, adultos y ancianos.
Durante la Década Infame, se podrá observar la proliferación de otros actores sociales que cobrarán gran
importancia en la historia argentina: los grupos nacionalistas de derecha. Según el historiador Daniel
Lvovich (2006), los nacionalismos de derecha son un conjunto de organizaciones políticas, publicaciones e
intelectuales a ellas vinculadas, que irrumpen en la escena pública argentina a finales de la década del ‘20.
Cuentan con una serie de rasgos en común como: a) antiliberalismo (se oponían a la democracia, al sufragio
universal y al parlamentarismo); b) antiizquierdismo (rechazaban de forma exacerbada toda expresión de
socialismo o comunismo); c) fuertes vínculos con el catolicismo; d) tradicionalismo (cierta nostalgia hacia
un pasado idealizado, una cultura y conciencia nacional perdida que se debe recuperar frente a las amenazas
de las influencias extranjeras y sus doctrinas – liberalismo y comunismo); e) corporativismo (sistema político
y de organización pregonado por el fascismo, en creciente expansión en Europa). A su vez, una característica
que define a estos nacionalismos de derecha fue la incorporación de la violencia a sus prácticas y
manifestaciones. Estas prácticas violentas no sólo se expresaban bajo la forma de enfrentamientos armados
entre grupos nacionalistas y militantes radicales o izquierdistas, sino también como ataques contra
manifestaciones, locales o periódicos socialistas, comunistas, radicales o sindicales, o incluso el asesinato de
militantes y dirigentes de izquierda (entre los que se encuentran el diputado provincial socialista de Córdoba
José Guevara o el intento fallido de asesinato de Alfredo Palacios).
Entre las principales organizaciones nacionalistas de esa época se encontraban la Legión Cívica Argentina
(LCA), la Acción Nacionalista Argentina (ANA), la Afirmación de una Nueva Argentina (ADUNA) y la
Alianza de la Juventud Argentina (AJN). A su vez, existían numerosos órganos de prensa nacionalistas como
los diarios Bandera Argentina y Crisol que pregonaban y difundían estas ideologías y doctrinas.

Bibliografía consultada

• Aspiazu, D.; Basualdo, E. y Khavisse, M. (1988). El nuevo poder económico de los ochenta. Buenos
Aires, Legasa.
• de Luque, S. y Scaltritti, M. (2008) “Una década de transición: el Estado y la sociedad argentinos durante
los años 30”. En AA.VV Historia argentina contemporánea. Pasados presentes de la política, la economía y
el conflicto social, Buenos Aires, Dialektik Editora.
• Lvovich, D. (2006). El nacionalismo de derecha. Desde sus orígenes a Tacuara. Buenos Aires, Capital
Intelectual.
• Mallimaci, F. (1992) “El catolicismo argentino, desde el liberalismo integral a la hegemonía militar”. En
AA.VV. 500 años de cristianismo en la Argentina. Buenos Aires, Centro Nueva Tierra.

Você também pode gostar