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Poder Judicial de la Nación

Causa N° 46.071, “Sr. Fiscal s/


delegación”
Juzgado N° 12 Secretaría N° 23

Reg. N° 1038

//////////////nos Aires, 15 de septiembre de 2011.-


VISTOS Y CONSIDERANDO:
I.- El Sr. Fiscal interpuso recurso de apelación a fs. 2/7 contra
el decreto de fs. 90 por medio del cual el titular a cargo del Juzgado Federal N°
USO OFICIAL

12, Secretaría 23 le delegó la investigación en los términos del art. 196 del
C.P.P.N.
Para el acusador, la válvula de admisibilidad de la pretensión
recursiva radica en la lesión final, por imposible o tardía reparación ulterior, del
ejercicio de la función que el constituyente le asignó al Ministerio Público Fiscal,
así como de la autonomía con que aquel dotó a ese órgano como resorte
institucional de una estructura triádica del proceso penal y, entonces, como
vehículo de imparcialidad del juez. Por último, consideró también comprometido
el principio republicano de gobierno.
El Fiscal argumentó que más allá del anclaje de la facultad
prevista por el art. 196 del C.P.P.N. en un sistema mixto de enjuiciamiento, debe
ser leído como una chance, mas no como una cláusula potestativa que admita la
distorsión de la discrecionalidad en arbitrariedad. La limitación está dada, según
el recurso, por el tiempo: el juez no puede delegar en cualquier momento –y
menos aun como castigo- la investigación al Ministerio Público Fiscal, sino que,
en su caso, debe hacerlo en forma inmediata a la recepción de la denuncia.
Desde otro plano, sostuvo que la jurispudencia que admite
delegaciones fuera de ese plazo en virtud de “tendencias pretorianas” de refuerzo
del sistema acusatorio de enjuicimiento logra, en los hechos, consecuencias
adversas a la finalidad declarada. El Sr. Fiscal entendió que la delegación, en
cualquier momento del proceso, convierte al acusador en auxiliar del Juez y
entonces, se rompe el equilibrio diseñado por el constituyente para garantizar la
imparcialidad. Por ello, sostuvo que la reforma procesal no debía intentarse
dentro del proceso, sino por los canales políticos pertinentes, pues advirtió que la
lógica inquisitiva logra imbuir aun la más buena de las intenciones.
II.- La Sala ya tuvo oportunidad de descartar la viabilidad de
apelaciones contra decisiones de la especie, en función de la falta de
configuración de un gravamen de imposible o tardía reparación ulterior. Se
sostuvo que: “…el artículo 196 del Código Procesal Penal de la Nación concibe
la transferencia de la dirección de la investigación por parte del Juez Instructor
como una facultad eminentemente discrecional, sin que quepa restringir la latitud
de esa atribución en base a plazos distintos de aquellos que enmarca la etapa
instructoria…” (ver, por ejemplo, c/n° 44.286, “Señor Fiscal”, rta. el 27/4/2010,
reg. N° 348, entre muchas otras).
Se explicó que esta lectura es la que mejor se adecua al
modelo constitucional del proceso, que en la práctica amplía las posibilidades de
que el Fiscal investigue. Un modelo de enjuiciamiento acorde con estas pautas es
una garantía del individuo y no de los órganos del Estado, cuyas disputas no
debieran afectarle. Al mismo tiempo, la introducción del artículo 120 en la CN,
si alguna modificación produjo al paradigma procesal fue justamente a favor de
una separación mucho más estricta de las funciones de acusar y juzgar (Fallos
327:5863), por lo que no se comprende la existencia de un agravio a raíz de una
disposición que contribuye justamente con dicha separación (cfr. c/n° 45.212,
“Fiscal Federico Delgado s/queja”, rta. el 10/2/2011, reg. N° 66, entre otras).
Si bien es cierto que el principio republicano de gobierno
requiere el establecimiento de un sistema de frenos y contrapesos en el ejercicio
del poder y que, en esta dirección, no es concebible un órgano de poderes
ilimitados, también lo es que el primer gran límite a las facultades del juez de
instrucción, dado por el modelo acusatorio de enjuiciamiento –aun cuando haya
ingresado a la ley procesal nacional sólo en forma mixta-, ha sido la separación
de las funciones de acusar y de juzgar.
Desde el momento en que las garantías y principios invocados
por el recurrente han sido previstas a favor del justiciable, el recurso ha fallado
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en demostrar cómo el decreto apelado, en el caso concreto, ha comprometido


tales intereses.
De hecho, las únicas referencias al sub-lite radican en el paso
del tiempo sin que el Juez hubiese tomado medidas conducentes a los efectos de
averiguar las circunstancias de modo, tiempo y lugar del hecho investigado.
Dicho temperamento habría frustrado, según el recurrente, el éxito de la
investigación, al menos desde el punto de vista que esa parte le habría impreso.
Pero justamente esto demuestra la conveniencia de que quien reviste el rol de
titular de la acción elija la prueba que va a utilizar eventualmente para sostener la
acusación.
En efecto, sin perjuicio de que la investigación se inició en el
fuero de instrucción en orden a lo estipulado por el art. 196 bis del C.P.P.N. y
que esta Sala consideró las falencias de la investigación señaladas por el
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recurrente (cfr. c/n° 46.047, “NN s/ competencia”, rta. el 1/9/2011, reg. N° 973),
lo cierto es que no se advierte el modo en que la actividad del Juez Federal, tras
haber recibido el expediente de su par de instrucción, habría comprometido la
función asignada al Ministerio Público Fiscal. Ello, si se tiene en cuenta que, a
partir de que se le delegó la investigación, el acusador llevó a cabo con diligencia
las medidas urgentes anteriormente omitidas y conducentes para establecer los
extremos del hecho investigado. En esta dirección, aun cuando el Fiscal lea la
delegación como una suerte de castigo por haber apelado la incompetencia
parcial declarada por el Juez y luego revocada por esta Sala, lo cierto es que la
impronta que, a través de la delegación, se le ha dado al proceso, responde más
al modelo constitucional de lo que podría hacerlo una devolución de la
investigación al juez por no haberla dispuesta “a tiempo”.
En este sentido, la “tendencia” que el Fiscal critica –por
pretoriana y vaga-, no hace otra cosa que orientarse en función del modelo
constitucional, el cual sólo da directrices que deben ser interpretadas en su mejor
luz. Por ello, si existen visagras que dejan espacio para la entrada de una más
robusta faceta acusatoria, la lectura compatible con tales guías es aquella que
prefiere, con el norte de los derechos del justiciable, el fortalecimiento de ese
modelo a través de la separación de las funciones de acusar y de juzgar, lo cual
podría lograrse no sólo con el ejercicio discrecional por parte del juez de la
facultad que le asigna el art. 196 del C.P.P.N., sino también a través del pedido
del Sr. Fiscal, desde un primer momento, de que dicha facultad sea ejercida. En
este último supuesto, si el juez denegara la solicitud, sí podría verse el gravamen
irreparable para el Ministerio Público Fiscal que en el sub-lite no se advierte.
Lo expuesto nada dice, por cierto, en relación con casos
como el fallado por la Sala V de la Cámara del Crimen e invocado por el Sr.
Fiscal en apoyo de su tesis, pues en ese caso, el problema radicó en la eventual
multiplicidad de investigadores y en el eventual compromiso de otros derechos
del justiciable.
Toda vez que, en consecuencia, no se ha demostrado la
concurrencia de un gravamen de imposible o tardía reparación posterior, el
Tribunal RESUELVE:
DECLARAR MAL CONCEDIDO el recurso de apelación
interpuesto a fs. 2/7 por el SR. Fiscal (artículos 438, 444, segundo párrafo, 449 y
450 del Código Procesal Penal de la Nación).
Regístrese, hágase saber y devuélvase. Sirva lo proveído de
muy atenta nota de envío.

Fdo.: Eduardo R. Freiler - Eduardo G. Farah - Jorge L. Ballestero.


Ante mí: Sebastián N. Casanello, Secretario de Cámara.

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