Você está na página 1de 16

ATEOS E INCREYENTES, O SEA, IDÓLATRAS

En una de las bitácoras anteriores veíamos que, si


se habla con propiedad, no existen ateos ni increyentes.
Presento mis disculpas si la calificación: "idólatras" suena
hiriente a los oídos de los que se proclaman ateos o
increyentes, a veces no sin cierto aire de autosuficiencia y
superioridad.
1. EL CONOCIMIENTO ANALÓGICO DE LO DIVINO
1.1. ¿Dios a la luz de la razón humana como el
color rojo según los ciegos de nacimiento?
Invito al lector a hacer la experiencia de averiguar
qué entiende un ciego de nacimiento por alguno de los
colores, por ejemplo el rojo. Siempre que lo he intentado,
me han pedido puntos de referencia o identificación de
ese color, y siempre desde lo acústico. Es lógico, pues los
ciegos –tal vez por compensación- suelen tener muy
desarrollado el sentido de la audición. En esa circunstancia
uno se ve obligado a comparar el color rojo, el color más
fuerte y excitante, con el sonido fino, penetrante del
violín. ¿Pero, qué diría el ciego de nacimiento si lograra
ver? Y esto a pesar de que la imagen visual y la acústica
son de la misma naturaleza (ondas vibratorias), aunque de
distinta frecuencia.
Entre Dios y la razón humana hay una distancia
“infinitamente” mayor que entre el color y el sonido. Por
eso nuestro conocimiento de lo divino a la luz de la razón
es analógico, simbólico, metafórico.
1.2. Es relativamente fácil saber que Dios existe, muy
difícil saber cómo es Dios
El pensador español Xavier Zubiri (Naturaleza,
historia y Dios, Editora Nacional, Madrid 19787, p. 353) pone
en relieve unas palabras de santo Tomás se Aquino (Summa
Theol I q. 2 a. 1 ad 1um): “Conocer a Dios de cierta manera
confusa es algo que nos está naturalmente inserto (…). Pero
esto no es conocer simpliciter que Dios existe. De la misma
manera que conocer que alguien viene no es conocer a Pedro,
aunque sea Pedro el que viene”. Con otras palabras, una cosa
es saber que alguien viene y otras saber quién es o cómo es
el que viene. Para saber que alguien viene no suele ser
necesario aplicar la oreja a la tierra como en las películas de
indios estadounidenses para escuchar el galope lejano de los
caballos; se presiente la mayor o menor cercanía de alguien
por sus pisadas, olor, etc. Es fácil saber que Dios existe, muy
difícil conocer cómo es Dios. Más aún, en épocas de
predominio sensorial como la helenística y la actual, puede
resultar difícil hasta llegar al conocimiento de la existencia de
Dios por medio de la razón.
A la pregunta: ¿cómo es Dios?, el cristianismo tiene
una respuesta maravillosa: ¡Jesucristo! Pero, en esta bitácora,
nos acercamos a Dios desde la razón, no desde la revelación
y fe cristiana.
1.3. La pértiga de la analogía
Seguramente todos, en la retransmisión de los
juegos olímpicos, hemos visto cómo en los saltos con pértiga
–tras muchas horas de entrenamiento- los atletas son
capaces de saltar muchísimos más metros que sin ella. Dada
la distancia infinita entre Dios y el ser humano, en el
conocimiento racional de Dios, el hombre da un salto
gigantesco apoyándose en la analogía como en una pértiga.
La analogía es un modo de conocimiento en parte
adecuado y en parte inadecuado. Lo metafísico, lo espiritual,
mucho más lo divino no tiene más que una lengua o lenguaje
para expresarse, a saber, el simbólico. No puede ser pensado
ni hablado sino por medio de símbolos y metáforas, cuya base
es siempre la analogía.
Anthony Flew (1923-2010) fue ateo radical,
militante, hasta que la pértiga de la ciencia moderna le lanzó
hasta la creencia en la Mente infinita, divina. En un congreso
celebrado en Nueva York el año 2004, ante la extrañeza de
todos, reconoció que había abandonado el ateísmo y que lo
había hecho impulsado por los adelantos científicos
(complejidad del ADN, descubrimiento de las leyes
astrofísicas, etc.,) y por la razón, ya que "la ciencia destaca
tres dimensiones de la naturaleza que están señalando a
Dios", a saber, "la naturaleza no es ciega, obedece a leyes; la
vida está organizada de modo inteligente y dotada de
finalidad; la mera existencia de la naturaleza". "Ahora creo
que el universo ha sido fundado por una inteligencia infinita y
que las intrincadas leyes del universo ponen de manifiesto lo
que los científicos han llamado la Mente de Dios" (cf. su Dios
existe, Trotta, Madrid 2012). Si se confronta este libro con el
primero publicado por él: Dios y filosofía, se comprobará el
cambio completo operado en este pensador.
Aunque suene a paradoja, es verdad que, en el
universo, hay más idea, leyes, proyecto en evolución o
desarrollo que materia. Los adelantos científicos favorecen a
la fe cristiana. Antes se acusaba a la Iglesia, especialmente a
los eclesiásticos, de oponerse a la ciencia. Como muestra ahí
siguen unos cuantos tópico que, de tan repetidos, suelen ser
aceptados acríticamente por el vulgo. En cambio, ahora son
los obstinados en oponer ciencia-fe, ciencia religión, y en
promover el subjetivismo relativista de la ideología de género
los que lo hacen cerrados a los avances científicos (el ADN, la
existencia expansión de universo desde el Big-Bang, etc.,).
2. LA ACTITUD ICONOCLASTA Y LA IDOLÁTRICA
Para el lenguaje religioso es válida la afirmación
aplicada a toda obra artística en el pedestal del busto de Paul
Adam (1862-1910) junto al palacio Chaillot de París: L´ art est
l´ oeuvre d´ inscrire un dogme dans un symbole, o sea,
expresión de una verdad, de un significado, por medio de un
significante (cf. M. Guerra, Simbología románica. FUE, Madrid
19933, 11ss.; 59-98, etc.,). Prescindo de la cuestión sobre la
distinción entre signo y símbolo de suerte que este sería el
signo religioso, sagrado (cf. R. Alleau, De la nature des
symboles, Paris 1958; J. Maritain, Signe et symbole, “Revue
Thomiste” 38 -1938- 299-330).
2.1. Todo signo (palabra, imagen, símbolo, metáfora)
consta de significante y de significado
Todo signo consta de significante y de significado.
Son como el cuerpo y el espíritu vivificador, perceptible a
través de lo corporal. Cuando oímos una palabra del idioma
materno, captamos la imagen acústica, pero saltamos por
encima de la sucesión material de sus letras y sílabas a no ser
por alguna circunstancia especial, por ejemplo, la tartamudez
del hablante, la borrosidad de la escritura. Conozco a un
español que, en su viaje desde Alemania a Roma, tenía
intención de hacer algunas paradas; una de ellas
imprescindible en Florencia. El tren se detuvo. Por sus
cálculos, el viajero supuso que sería la estación de Florencia,
pero en el letrero se leía Firenze. Hizo algunas averiguaciones
sin conclusiones seguras. Se decidió. Bajo el tren. Acertó al
unir el significante Firenze con su correspondencia latina y
española: Florentia, Florencia.
El error puede brotar de la adulteración de la
naturaleza de cada uno de estos dos ingredientes.
2.2. La iconoclastia o eliminación del significante en
lo religioso
“Iconoclasta” es “el que rompe” (klástes en griego) o
destruye la "imagen” (eikón, eikónos en griego, de donde
“icono”), el significante o -en su acepción amplia-
simplemente lo margina. En el griego de nuestros días se
escribe eikón (con caracteres griegos, no latinos como estos),
pero se pronuncia ikón, ikónos; en español se escribe y se
pronuncia "icono".
2.2.1. La iconoclastia tradicional o destrucción de
las imágenes
La iconoclastia tradicional destruye el significante, o
sea, la imágenes religiosas por creer que se interponen entre
lo significado (Jesucristo, la Virgen, etc.,) y el creyente,
deformando su relación auténtica e íntima con lo divino. En el
cristianismo la herejía de los iconoclastas floreció en el siglo
VIII y siguientes.
Hay religiones anicónicas, o sea, que prohíben el uso
de imágenes humanas, no de signos geométricos, palabas,
etc., por ejemplo e judaísmo y sobre todo el islam. De ahí que
los talibanes destruyeran las gigantescas estatuas de Buda en
Afganistán. De ahí el mismo afán destructor por parte de los
miembros del Estado Islámico en las ciudades conquistadas
por ellos.
Los israelitas se cansan de esperar por la estancia
prolongada de Moisés en el Sinaí. Aarón accede a sus deseos
y les hace el becerro de oro como imagen de Yahvé. Moisés
enojado “lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó en agua y
se lo hizo beber a los hijos de Israel” (Ex 32, 20). Si pudiéramos
entrevistar a los adoradores del becerro de oro, seguramente
no nos darían del mismo la interpretación metálica y
caricaturesca que, al explicar este pasaje, a veces se ofrece de
los judíos exagerando su tópica “veneración” del oro y del
imperialismo económico. Sin duda nos hablarían del toro-
buey Apis, epifanía de la diosa madre Tierra y de la
vegetación, así como de su culto y procesiones por el Nilo,
contemplados por ellos durante su prolongada residencia en
Egipto. La iconoclastia de Moisés fue provocada por la
idolatría de su pueblo.
2.2.2. La iconoclastia mitigada moderna: el laicismo
masónico y el marxista/comunista
El fundamentalismo radicalizado destruye las
imágenes, por ejemplo: el de signo religioso (el yihadismo
islámico, etc.,). Es fundamentalista porque aspira a someterlo
todo (también lo no específicamente religioso: lo político,
comercial, lo judicial, etc.,) a la regulación exclusiva de El
Corán.
Por su parte el fundamentalismo no religioso, por
ejemplo: el laicista de origen e impronta masónico acepta
solamente lo común a todas las religiones; pretende recluir lo
específico de las distintas religiones concretas en el foro o
recinto de la conciencia individual y dentro de los templos, sin
presencia ni influjo en lo público.
A su vez el fundamentalismo antirreligioso practica
también el laicismo, pero con extremosidad. El laicismo de
impronta marxista y comunista, sobre todo en sus rachas
revolucionarias, destruye y quema las imágenes, profana los
templos, asesina a sacerdotes, etc. A uno de los jóvenes
burgaleses, beatificados el 23 de abril de 2016 en la catedral
de Burgos, cuando fue detenido en Suances (Cantabria)
durante la persecución religiosa del siglo XX en España, le
propusieron respetar su vida si se arrancaba el crucifijo
colgante de su cuello. El joven no accedió y es mártir. En los
periodos no revolucionarios retiran por la fuerza las cruces de
los espacios públicos como están haciendo ahora en China.
El laicismo de origen e impronta tanto masónicos
como marxistas promueven ahora la retirada de las cruces y
de los restantes signos cristianos de los espacios y edificios
públicos en España. Así no se respetan uno de los derechos
humanos elementales, la libertad religiosa.
2.3. La idolatría o confusión del significante y del
significado
Si la iconoclastia destruye el significante, la
idolatría lo confunde e identifica con el significado. Los
idólatras hacen realidad la figura desorientada de quien
mira el dedo, que señala hacia la Luna, tan obsesivamente
que no ve más allá del dedo, quedándose sin ver la Luna.
La idolatría es como el fundamento y la clave de todas las
deformaciones de lo divino y de lo religioso, incluso de su
negación (ateísmo, increencia) y de su marginación
(agnosticismo). Quien dice negar la existencia de Dios,
implícitamente está tallándose la imagen de un ídolo (>
eídolon = “apariencia, mera idea visible o imagen, sin
consistencia real” en griego), que puede ser cósico (Dinero,
Droga, Ciencia, etc.,) o simplemente imaginario (Placer,
etc.,) e incluso el propio YO, objeto de adoración narcisista.
Siempre que se peca gravemente, se quita a Dios del altar
interior del ser humano y, en su lugar, se pone un “ídolo”,
a veces visiblemente como la entronización de la diosa
Razón –representada por una corista de la Opera parisina-
en la hornacina de Nuestra Señora” en la catedral
homónima. Notre Dame de París durante la época del
Terror de la Revolución francesa.
La Razón ensoberbecida, endiosada es capaz de
reproducir aumentados "los monstruos de la Razón" de
Goya. Los revolucionarios jacobinos, adoradores de la
diosa Razón, de la diosa Libertad y de la diosa Humanidad,
destruyeron totalmente 10.000 casas (el 20% del total),
masacraron todo el ganado y mataron a más de 250.000
católicos, labradores en su mayoría, conforme a un
programa elaborado en París y ejecutado en la Bretaña
(años 1793-1796). Es el "genocidio de la Vendée" como lo
calificó Secher (en su estudio: Le genocide franco-
française: la Vendée vengée, cf. cap. 23 en Vittorio
Messori, Leyendas negras de la Iglesia, Planeta, Barcelona;
Rino Commilleri, Los Monstruos de la Razón. Viaje por los
delirios utopistas y revolucionarios, Rialp, Madrid 1995).
“Lo sagrado se manifiesta siempre a través de algo.
El hecho de que ese algo (…) sea un objeto del mundo
inmediato o de la inmensidad cósmica, una figura divina, un
símbolo, una ley oral e incluso una idea carece de
importancia” (M. Eliade, Tratado de Historia de las Religiones,
Cristiandad, Madrid 1974,50-51). La idolatría consiste
precisamente en quedarse en ese “algo” sin saltar a lo divino
en sí mismo. Es una forma de quedarse "sin Cristo, sin Dios y
sin esperanza" (Ef 2,12) como -según san Pablo- los judíos en
algunos periodos de su historia.
Idolátrica es la magia imitativa, pues identifica el
símbolo con lo simbolizado en tal medida que quien la
practica, está convencido de que, una vez puesto el
significante, se realizará necesariamente su significado por
obra de su misma eficacia, “por arte de magia”. Las acciones
benéficas o maléficas (pinchazos, alfilerazos, cortes, etc.,) que
se hacen sobre “el doble”, ya sea una imagen suya (fotografía,
muñeca) o cosa de su pertenencia (pelo, ropa) repercutirán
sobre el individuo racional o irracional real en virtud de una
energía cósmica, impersonal.
El riesgo idolátrico se cierne asimismo sobre la
religiosidad popular en la medida en que se identifique lo
divino o lo mariano con su estatua, a veces contrapuesta a
otra imagen de la misma realidad. Piénsese, por ejemplo, en
el enfrentamiento ya tradicional entre los devotos de la
Macarena y de la Virgen de Triana en Sevilla, más agudizada
durante las procesiones de Semana Santa. La mejor
formación de sus cofrades y su unidad en torno a la jerarquía
católica y a su magisterio han evitado la ruptura, o sea, el
considerarlas imágenes de dos “Vírgenes María” distintas, no
lo que realmente son: dos imágenes de la misma persona, la
Virgen María, Madre de Jesucristo y nuestra.
Piénsese también en las llamadas “religiones civiles,
políticas”, “sustitutorias” de las tradicionales mayoritarias en
los diversos países para uso de las masas “descreídas” de la
modernidad y posmodernidad. Entre ellas descuellan las que
recurren e invitan al activismo revolucionario para cambiar la
realidad social y “salvar” la sociedad, por ejemplo el nazismo,
el comunismo, el nacionalismo radicalizado. Ya en 1936 se
llamó “religión atea” al comunismo con el materialismo
dialéctico como su dogmática especifica (Jacques Maritain,
Humanisme integral, Aubier, Paris 1968, 45). Algunas de estas
religiones ideológicas han sacrificado millones de víctimas en
holocausto de sus ideales.
La idolatría es una continua tentación de la
autosuficiencia de los hombres cuando se olvidan de que
nada ni nadie-exceptuada la sacratísima humanidad de
Jesucristo- puede identificarse con Él o lo Absoluto, con Dios.
El sentido religioso de las religiones alternativas será tanto
menos metafórico y más realmente religioso cuanto sus
deptos más se dirijan a “algo” o "alguien” convertido
subjetivamente en “Algo, Alguien” verdaderamente
“absolutizado”, o sea, “idolatrado, divinizado” en las
creencias y prácticas de sus adeptos (cf. las clases de estas
religiones en M. Guerra, Historia de las Religiones, B.A.C.
Madrid 20104, 37-40).
2.4. El hombre no tiene, es religión
Lo afirma Xavier Zubiri, el mayor filósofo de lengua
española del siglo XX al mismo tiempo que figura competente
en física cuántica o moderna: "La religación -religatum esse,
religio, religión, en sentido primario- es una dimensión
formalmente constitutiva de la existencia (...). El hombre no
tiene religión, sino que, velis nolis ("quieras o no quieras"),
consiste en religación, religión" (Naturaleza, historia, Dios...,
373. Se respeta la cursiva del original).
2.4.1. "Todos esos son idólatras, no ateos"
(Dostoievski)
El ser humano es creyente por su misma naturaleza.
La fe es un integrante esencial de la naturaleza humana, como
lo son los sentidos, la razón, el sentimiento, la libertad. Hablo
de la fe humana, que es confianza en el otro, fiarse del otro.
Y esto es válido también para la religiosidad natural. El
hombre puede ser definido como "animal, racional, religioso"
(cf. mi libro, El enigma del hombre, Eunsa, Pamplona 19993,
217-260).
La religión o mejor la religiosidad es una nota y
manifestación específicamente humana. No se da en ningún
otro ser dotado de materia o vivo sobre la Tierra. El hombre
es religioso en virtud de su racionalidad. Por eso la fe es un
requisito imprescindible para la felicidad. Una muestra: en
cuanto uno de los cónyuges pierde la fe en el otro, en cuanto
desconfía de su fe/fidelidad hacia él, entrará en la calle de la
amargura entretejida de sospechas, discusiones,
distanciamientos, separación, divorcio.
Evidentemente la fe como constitutivo
antropológico es válido para la fe humana, no para la
sobrenatural que se mueve en el plano de la gratuidad por ser
un don o gracia de Dios.
Tiene razón el genial novelista ruso F. Dostoievski: "El
hombre no puede vivir sin arrodillarse... Si rechaza a Dios, se
arrodilla ante un ídolo de madera, de oro o simplemente
imaginario. Todos esos son idólatras, no ateos; idólatras es el
nombre que les cuadra" (El adolescente en Obras completas,
II, Madrid 196910, 1787; he completado su traducción
deficiente e incompleta con la dada por Henri de Lubac, El
drama del humanismo ateo, Epesa, 1949, 401; también
Encuentro, Madrid 2008). Parece como si Dostoievski hubiera
leído el Contra Celso (1,2,240) de Orígenes (siglos II-III). Si se
niega la existencia de la divinidad e incluso cuando se lucha
contra ella y contra cualquiera manifestación religiosa se está
tallando la imagen de un ídolo. La crisis religiosa actual no
elimina la fe religiosa, sino que la sustituye por otra
inmanentista, desvinculada de la transcendencia.
2.4.2. La "muerte de Dios" (Nietzche) lleva a la
"muerte del hombre" o de la naturaleza humana
Por eso, porque la religación con lo divino es
constitutivo formal del ser humano y el hombre es
necesariamente religioso, "la muerte de Dios" (Fr. Nietzsche)
desemboca en "la muerte del hombre", en la disolución de la
naturaleza humana, que estamos presenciando en nuestros
días. La actual ofensiva del relativismo y del laicismo trata de
destruir la realidad y creencia ancestral de la naturaleza
humana en cuanto algo permanente y universal, base de los
derechos humanos inherentes a todo hombre al margen de
su color, salud, nacionalidad, religión, etc. Ya apenas casi ni se
alude a las exigencias de la "ley natural".
Todo queda a merced de los vaivenes
socioculturales, incluso el sexo y la sexualidad. De ahí que la
ideología de género pretenda anular el sexo en cuanto
realidad biológica, aunque está marcada en el ADN desde el
inicio de su ser embrionario. La sustituye por el deseo, por no
decir capricho, individual en sintonía con el clima
sociocultural, sobre todo si la tecnología puede realizarlos,
mucho más si es a cuenta y a costa del Estado, o sea, de los
impuestos o del dinero de los contribuyentes.
"Un loco, según Nietzche en su La gaya ciencia,
recorre la ciudad con un farol en la mano" mientras repite:
"`¡Busco a Dios! ¿Que adónde se ha ido Dios? Os lo voy a
decir. Lo hemos matado: ¡Vosotros y yo! Todos somos su
asesino (...) ¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!".
Y concluye su relato con estas palabras: "Todavía se cuenta
que el loco entró aquel mismo día en varias iglesias y entonó
en ellas su Requiem aeternam Deo. Una vez conducido al
exterior e interpelado, contestó siempre la misma frase:
¿Pues, qué son ahora ya estas iglesias más que tumbas y
panteones de Dios?".
El hombre moderno anda inquieto buscando
alocadamente al mismo tiempo a Dios y, como el filósofo
cínico de la antigüedad griega, también a mediodía con un
farol al hombre. Pero, a este lo estamos matando mientras se
entona el Requiem aeternam homini en tantos "abortorios" y
hospitales donde se practica el aborto y la eutanasia activa -
según dicen- "por buenos sentimientos, por compasión". El
hombre no encontrará ni a Dios ni al hombre hasta que,
dejando de obrar alocada e irracionalmente, recobre la razón
y respete la ley eterna o divina, eco del querer del "Dios
Amor" (1Jn 4,8,14), que resuena en la ley natural y se refleja
en los derechos humanos.
2.5. La idolatría, la constante de lo malo en la Biblia
La revelación divina habla y retrata, a veces con
gruesos trazos negros, todas las clases de flaquezas humanas
y de pecados: envidias (a veces criminales, fratricidas como la
de Caín), fornicaciones y adulterios que en ocasiones llevan al
homicidio (caso de David), bestialidad, desobediencias,
traiciones, robos, saqueos, genocidios, usura, etc. Pero
propiamente nunca aparece en la Biblia el ateo; no nos dice
qué piensa Dios del ateísmo y de la increencia. Parece como
si no ofreciera respuesta a una cuestión y realidad de máxima
actualidad e interés especialmente en nuestros días.
En la Biblia hay personas y personajes que viven
como si Dios no existiera. Pero la Palabra de Dios las llama
“idólatras”, nunca “ateos”. (Ef 5,5; Filp 3,19), etc. Si se lee la
Biblia en su realidad y perspectiva verdadera, se cae en la
cuenta de que, en la Biblia, la idolatría -indirectamente el
ateísmo y la increencia- es su tema clave de lo negativo y
malo. Sus protagonistas sienten constantemente la atracción
a separarse de Dios, postrándose ante ídolos de piedra, de
madera o de metal (seducción de las religiones telúrico-
mistéricas de los pueblos convecinos: Egipto, cananeos, etc.,),
también de realidades “idolatradas” de fabricación personal
o tribal. Se trata de idólatras o ateos e increyentes en
Yahvé/Dios prácticos y a veces también teóricos (Sap 13,1,
etc.,). Son individuos merecedores de que Dios les aplique el
más humillante de los calificativos: “irracionales (álogos)”,
“insensatos, necios”: “Dice el irracional en su corazón: `no
existe Dios´” (Ps 13 -12-,1; 53-52-, 1). A veces esta estulticia
es resultado de la miopía (Sap 6,8-9). Otras veces, además de
insensatos y estúpidos, son malvados porque consciente y
voluntariamente reemplazan a Dios por falsos ídolos o
“absolutos”, lo cual los transforma en “inexcusables” (Rom 1,
18-31), y, para colmo, “no solo las (idolatrías,
homosexualidades, injusticias, homicidios, calumnias,
envidias, codicias, etc.) practican, sino que incluso aplauden a
los que las hacen” (Rom 1,32).
Ya el pecado original, el primero y arquetipo de todos
los demás, es descrito en el Génesis bíblico (3,5) como fruto
podrido del ansia de “transformarse en dioses conocedores
del bien y del mal”, o sea, idolatrándose así mismo.
Posteriormente lo ha intentado de tantas maneras como
pecados, aunque siempre mediante la idolatría más o menos
manifiesta del Yo. A veces lo ha pretendido
caricaturescamente como Apseto de Libia, uno de los
primeros gnósticos. Encerró muchos loros en una pajarera.
Los soltó cuando aprendieron a decir “Apseto es dios”. Fueron
repitiéndolo por toda Libia e incluso por Grecia con asombro
de sus habitantes hasta que se descubrió el truco (Ireneo,
Aduer. Haer 1,23,1 –siglo II-; Hipólito Refut 7-9 –siglo III-).
Incluso puede erigirse en la tragedia de una época.
Lo afirma Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, en
su obra L´ Homme révolté (1951, p. 178; “El hombre en
rebeldía”): “Cómo vivir sin la gracia (o sea, sin Dios y sin su
ayuda) es el problema que domina el siglo XX” y, si hubiera
vivido más años, habría añadido: "y también del XXI”, en el
cual el hombre sigue empeñado en incrementar el autismo
religioso caracterizado por el ensimismamiento idolátrico. Es
que con palabras del filósofo Maurice Blondel, que no me
cansaré de repetir y meditar, los hombres tenemos que
escoger “o excluir de nosotros toda otra voluntad distinta de
la nuestra o entregarnos al ser que no somos nosotros, como
al único salvador. El hombre aspira a ser dios. El dilema es
este: ser dios sin Dios y contra Dios, o ser dios con Dios y por
Dios” (La acción, B.A.C., Madrid 1996, 404), es decir, o la
idolatría o la religiosidad.
Como broche de oro, el consejo de despedida de san
Juan en su primera carta: “Hijos míos, guardaos de los ídolos”
(1Jn 5, 21), la sorpresa de san Pablo: “¿Es que los ídolos son
algo?” (1Cor 10,19) y su mandato afectuoso: “Queridos míos,
huid de la idolatría” (1Cor 10,14).
Manuel GUERRA GÓMEZ

Você também pode gostar