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Teorías éticas – Textos para el Tema [1] Introducción

Sobre los conceptos de moral y ética

Definición de Ética: “4. Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones
del hombre” (DRAE)

Definición de Moral: “Una moral es un sistema [de normas] que define un particular
tipo de restricciones sobre la conducta, unas restricciones cuya tarea principal es
proteger los intereses de personas distintas al propio agente y que se presentan ante
el agente como desafíos para sus inclinaciones naturales o para sus tendencias
espontáneas de acción” (J. L. Mackie)

Ejemplos de normas:

[1] “No pisar el césped”, “Prohibido fumar”

[2] En una reunión de trabajo, no es conveniente quitarse los zapatos / No es


conveniente ponerse a bostezar durante una cena con invitados (especialmente en tu
propia casa).

[3] No se debe engañar a una persona para aprovecharse de ella.

“Vergüenza médica en México: agua en vez de quimioterapia a niños con


cáncer”

La noticia del fraude en la administración de quimioterapia a niños enfermos en el


estado mexicano de Veracruz ha conmocionado al país. Según ha reconocido
el gobernador Miguel Ángel Yunes, durante la administración de Javier Duarte, hoy
fugado de la justicia, los pacientes infantiles recibieron agua destilada en lugar de
los fármacos necesarios.

"Era un componente inerte, era agua prácticamente destilada. Nos parece un pecado
brutal, un atentado contra la vida de los niños. Se está terminando de analizar y en su
momento se presentarán las denuncias", ha declarado.

www.redaccionmedica.com, 17/01/2017

1
Clasificación (orientativa) de teorías éticas (siguiendo aproximadamente a E.
Tugendhat)

TIPO EJEMPLOS

Tradicionalistas Ética religiosa (cristianismo, etc.)


Ética comunitarista (Hegel)

No cognitivistas Amoralismo (¿Nietzsche?)

Subjetivismo
- Existencialismo (Kierkegaard,
Sartre)
- Emotivismo (Stevenson)

Relativismo (Marx, antropología cultural,


etc.)

Cognitivistas Contractualismo (Hobbes)

Racionalismo (Kant)

Teorías del sentimiento moral


(Schopenhauer)

Utilitarismo (Mill)

Intuicionismo (Moore)

Ética del discurso (Habermas, Apel)

2
Sobre la ética religiosa

Eutifrón: En cuanto a mí, afirmaría que es piadoso lo que agrada a todos los dioses y
que, por el contrario, lo que todos los dioses odian es impío.
(…)
Sócrates: ¿Qué decimos, pues, sobre lo piadoso, Eutifrón? ¿No es amado por todos
los dioses, según tus palabras?
Eut.: Sí.
Sóc.: ¿Acaso porque es piadoso o por otra causa?
Eut.: No, por esta.
Sóc.: ¿Luego, se lo ama porque es piadoso, pero no es piadoso porque se lo ama?
Eut.: Sí.
(…)
Sóc.: Por tanto, lo agradable a los dioses no es lo piadoso, Eutifrón, ni tampoco lo
piadoso es lo que agrada a los dioses, como tú dices, sino que son dos cosas
diferentes.
Eut.: ¿Cómo es eso, Sócrates?
Sóc.: Porque hemos acordado que lo piadoso es amado porque es piadoso, pero no
que es piadoso porque es amado. ¿No es así?

Platón, Eutifrón

La idea es que no podemos considerar que Dios, o los dioses, sean arbitrarios.
Debemos pensar que su decisión de prohibir o permitir algo está basada en la justicia.
Los dioses deben ajustarse a aquello que es sagrado o justo, exactamente igual que
nosotros.
S. Blackburn, Sobre la bondad

(…) Aunque Dios hablase realmente con el hombre, éste nunca puede saber si es
Dios quien le habla. Es absolutamente imposible que el hombre pueda captar a través
de sus sentidos al ser infinito y reconocerlo como tal, diferenciándolo de los seres
sensibles. Sin embargo, sí puede llegar a convencerse de que, en determinados
casos, esa voz que cree escuchar no puede corresponder a Dios; ya que, por muy
majestuosa y sobrenatural que pueda parecerle la manifestación en cuestión, si lo que
se le ordena contraviene la ley moral, habrá de tomarla por un espejismo.

Bien puede servir como ejemplo de lo dicho el mito del sacrificio que Abraham quiso
llevar a cabo, degollando e incinerando a su único hijo (la pobre criatura, sin saberlo,
llegó incluso a acarrear la leña para esa hoguera), basándose en un mandato divino.
Abraham tendría que haberle respondido a esa presunta voz de Dios, aun cuando
descendiese (visiblemente) del cielo: “Que no debo asesinar a mi buen hijo, es algo
bien seguro; pero de que tú, que te apareces ante mí, seas Dios, es algo de lo que no
estoy nada seguro, ni tampoco puedo llegar a estarlo”
Kant, El conflicto de las facultades

3
Sobre el amoralismo

No existen los fenómenos morales, sino una interpretación moral de los fenómenos —

Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §108

Cuando el hombre daba un sexo a todas las cosas no creía estar jugando, sino haber
obtenido una intuición profunda: — sólo mucho más tarde reconoció el colosal alcance
de este error, y aún hoy quizás no lo ha reconocido del todo. — Del mismo modo, el
hombre ha añadido a todo lo que existe una relación con la moral, y ha cargado sobre
los hombros del mundo un significado ético. Alguna vez esto tendrá tanto valor, y no
más, que el que hoy tiene la creencia en la condición masculina o femenina del sol.

Nietzsche, Aurora, §3

[Los sentimientos morales] quedarían suprimidos si dejáramos de juzgar de manera


moral. No tenemos ninguna razón para estar indignados por la acción de otro o para
estar resentidos, e incluso no podríamos entender en absoluto tales sentimientos si no
juzgáramos su acción como mala. (…) Estos sentimientos presuponen que nos vemos
a nosotros mismos y a nuestros prójimos como libres (imputables). (…) Retiramos
esos sentimientos cuando, en un caso particular, consideramos que a alguien no se le
pueden imputar sus actos; vemos al otro entonces no como un ser autónomo, sino, por
ejemplo, como un psicópata, ya sea de manera transitoria o permanente. No obstante,
resulta difícil imaginar que pudiéramos comportarnos frente a todos los seres humanos
de esta manera. [De este modo queda probado] cuán profundamente penetra nuestras
relaciones intersubjetivas la suposición de la libertad.

Tugendhat, Lecciones de ética, 1

4
Sobre el subjetivismo

[A] los juicios morales de una persona meramente consignan o expresan sus propias
actitudes.

[B] con los juicios morales no se puede probar, decidir o mostrar que sean verdaderos
como puede hacerse con los enunciados científicos; son cuestión de opinión
individual.

[C] no hay hechos morales; sólo hay la clase de hechos que la ciencia o la
observación común pueden descubrir, y los valores que las personas asignan a estos
hechos.

El enunciado [A] es ante todo o falso o inofensivo. Es falso si pretende que los juicios
morales enuncian las actitudes de quien los profiere en el sentido de enunciar que
quien los profiere tiene esas actitudes. Pues si así fuera, serían simplemente
observaciones autobiográficas, reemplazables sin pérdida alguna por enunciados que
sean explícitamente de la forma “mi actitud hacia esto es…” o “mi sentimiento ante
esto es…”. Pero si así fuera, no existirían desacuerdos morales interpersonales;
cuando dos personas expresan lo que normalmente consideraríamos que son puntos
de vista en conflicto, no se trataría en absoluto de puntos de vista en conflicto, sino
que todo sucedería más bien como si, yendo dos personas en un bote, una de ellas
dijera que se siente enferma y la otra replicara, por su parte, que ella no. Pero es un
hecho evidente que existen desacuerdos morales genuinos, y que los puntos de vista
morales pueden entrar en conflicto. (…) [Las pretensiones de los juicios morales] no
son meramente autobiográficas, sino una clase de pretensión que es rechazada por
quien profiere un juicio moral contrario. Por tanto, no se limitan a describir la actitud
que tiene el hablante.

Con este argumento, sin embargo, no se renuncia a la posibilidad de que los


enunciados morales, pese a no ser directamente descriptivos, puedan, no obstante,
tener la función de expresar la actitud del que los enuncia. Esta pretensión es en sí
misma incontestable e inofensiva; pues en sí misma no tiene otro alcance que el de
decir que de un hombre que hace un juicio moral puede afirmarse (si ese juicio es
sincero) que está expresando su actitud en relación con una determinada cuestión
moral, y esto no es sostener ningún punto de vista distintivamente subjetivista sobre
los juicios morales. De un hombre que hace sinceramente un juicio de hecho puede
decirse que está expresando su creencia sobre un asunto de hecho, y esto no es
defender una concepción subjetivista de los juicios de hecho. La interpretación
subjetivista entra en liza cuando se afirma que alguien que hace un juicio moral está
expresando su actitud, y que esto es todo lo que hay que decir sobre el asunto.

Bernard Williams, Introducción a la ética

5
(…) Pudiera juzgarse que siempre que afirmamos que una acción o clase de acciones
es justa o injusta, estamos meramente haciendo una afirmación acerca de los
sentimientos de alguien hacia la acción o clase de acciones de que se trata. Es esta
una opinión que parece ser muy comúnmente mantenida en una forma o en otra. (…)
Cada uno de nosotros, de acuerdo con esta opinión, está haciendo una afirmación
acerca de sus propios sentimientos: cuando yo afirmo que una acción es justa, todo lo
que quiero decir es, sencillamente, que yo experimento un sentimiento particular
respecto a la acción; y cuando tú haces la misma afirmación, todo lo que quieres
significar es que tú experimentas el sentimiento en cuestión hacia la acción. Desde
luego, podrían adoptarse diferentes opiniones sobre cuál es el sentimiento que
afirmamos tener, si lo tenemos. Algunos podrían decir que cuando llamamos justa a
una acción estamos simplemente afirmando que nos gusta o nos agrada; y que
cuando llamamos injusta a una acción estamos simplemente afirmando que nos
disgusta o nos desagrada. Otros podrían decir, más plausiblemente, que no es el mero
agrado o desagrado lo que expresamos en estos juicios, sino una clase peculiar de
agrado y desagrado que tal vez podría ser llamado un sentimiento de aprobación
moral o de desaprobación moral, según los casos. (…)

(…) La opinión que estamos considerando es incompatible con hechos evidentes. Y


esto es así porque en ella se contiene una curiosa consecuencia de la que no siempre
parece que se dan cuenta aquellos que la mantienen, y esta consecuencia está, a mi
parecer, en pleno desacuerdo con los hechos. La consecuencia es ésta. Si cuando un
hombre dice “Esta acción es justa” y otro contesta “No, no es justa”, cada uno de ellos
está siempre haciendo meramente una afirmación acerca de sus propios sentimientos,
evidentemente se deduce que realmente no hay nunca ninguna diferencia de opinión
entre ellos: que en realidad el uno nunca contradice realmente lo que el otro está
afirmando. No hay más contradicción entre ellos que si uno hubiera dicho “Me gusta el
azúcar” y el otro hubiera contestado “A mí no”. En tal caso, pues, no hay conflicto
alguno de opiniones, ni contradicción entre uno y otro; pudiera darse el caso de que
las afirmaciones de cada uno fuesen igualmente verdaderas; puede muy bien darse el
caso de que a un hombre realmente le guste el azúcar, y a otro realmente no le guste.
El uno, por lo tanto, nunca niega lo que el otro afirma. Ahora bien, lo que implica la
opinión que estamos considerando es que, cuando un hombre mantiene que una
acción es justa y otro mantiene que no lo es o que es injusta, tampoco aquí nunca uno
niega lo que el otro afirma. Implica, por lo tanto la curiosísima consecuencia de que
nunca dos hombres pueden diferir en opinión respecto de lo justo y lo injusto. Ahora
bien, el hecho de que implique esta consecuencia es, seguramente, suficiente para
condenarla. Es un hecho claro de toda claridad que, cuando yo afirmo que una acción
es injusta y otro hombre afirma que es justa, algunas veces hay una diferencia real de
opinión entre nosotros: aquel está negando algunas veces la misma cosa que yo estoy
afirmando. Pero si esto es así, entonces no es posible el caso de que cada unuo de
nosotros esté meramente haciendo un juicio acerca de sus propios sentimientos;
puesto que tales juicios nunca pueden contradecirse uno a otro.

G. E. Moore, Ética, Madrid: Encuentro, 2001, pp. 47-48, 53.

6
Sobre el relativismo

[El relativismo es] posiblemente la idea más absurda que se haya defendido jamás en
filosofía moral. (…) Consiste en tres proposiciones: que “correcto” significa (…)
“correcto para una sociedad dada”; que “correcto para una sociedad dada” ha de ser
entendido en sentido funcionalista; y que (por consiguiente) es incorrecto que los
individuos de una sociedad condenen, interfieran en, etc., los valores de otra sociedad.

(…) [La tesis relativista] es claramente inconsistente, ya que en su tercera proposición


hace una afirmación sobre lo que es correcto e incorrecto en el trato de uno con otras
sociedades, y para ello se hace uso de un sentido no relativo de “correcto” no
permitido por la primera proposición. La pretensión de que los sacrificios humanos, por
ejemplo, eran “correctos para” los Ashanti, se acaba tomando en el sentido de que los
sacrificios humanos eran correctos entre los Ashanti y esto, a su vez, en el sentido de
que los sacrificios humanos entre los Ashanti eran correctos; esto es, que no es de
nuestra incumbencia interferir en ellos. Pero esto último no es ciertamente la clase de
afirmaciones que la teoría permite. A lo más que la teoría puede dar cabida es a la
afirmación de que es correcto para (es decir, es funcionalmente valioso para) nuestra
sociedad la no interferencia con la sociedad de los Ashanti y, en primer lugar, esto no
es, ciertamente, todo lo que se estaba diciendo, y en segundo lugar, es muy dudoso
que tal cosa sea verdad.

La confusión central del relativismo es la de tratar de extraer, a partir del hecho de que
las sociedades tienen diferentes actitudes y valores, un principio a priori no relativo
para determinar la actitud de una sociedad hacia otra; esto es imposible. (…)

Es esencial a la moralidad y a su papel en toda sociedad que ciertas clases de


reacciones y motivaciones queden fuertemente internalizadas, y éstas no pueden
evaporarse sin más por el hecho de que uno se vea confrontado con seres humanos
de otra sociedad. Al igual que de gustibus non est disputandum no es una máxima que
se aplique a la moralidad, tampoco es la de que “cuando estés en Roma, haz lo que
los romanos”, que como mucho no es más que un principio de etiqueta.

Nada de esto significa que queramos negar el hecho obvio de que muchos han
interferido en otras sociedades cuando no deberían haberlo hecho; han interferido sin
comprensión, y a menudo con una brutalidad mucho mayor que la de cualquiera de las
prácticas que trataban de atajar. Lo único que estoy tratando de decir es que no puede
considerarse como una consecuencia de la naturaleza de la moralidad misma el que
ninguna sociedad deba inmiscuirse nunca en los asuntos de otra, o que los individuos
de una sociedad, cuando se ven confrontados con las prácticas de otra, si son
racionales deban reaccionar con aceptación. Sacar estas consecuencias es el paso
característico (e inconsistente) que da el relativismo vulgar.

B. Williams, Introducción a la ética

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