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El mesianismo de Jesús y su condición divina (2-27-01)

Hoy escribe Antonio Piñero

Una vez que hemos dedicado una serie de postales/notas a uno de nuestros temas, ayudar con una serie de notas a construir una
introducción al complejo pensamiento de Pablo de Tarso, vamos a detenernos un momento para volvernos de nuevo al otro gran
tema de este blog de “Cristianismo e historia”: la divinización de Jesús. Así variamos de modo que no les resulte tan pesadas las
disquisiones sobre un mismo asunto.

Hasta el momento -en torno a la posible divinización de Jesús- hemos examinado las siguientes cuestiones: la religión y la
religiosidad de Jesús; el Dios de Jesús: Dios como Padre y el caso especial de “Abbá”, etc.; Jesús como hijo de Dios: su “filiación
divina”. En todos estos temas hemos ido indicando, por medio del análisis de los pasajes pertinentes, que Jesús no dijo en
ninguna parte que él fuera “hijo de Dios” en un sentido óntico, físico o real, tal como lo podría entender un griego o romano de su
época. Y hemos ido insinuando que si lo hubiera dicho, los judíos de su época lo hubieran considerado un loco. La divinización
completa de un ser humano era -y es- impensable en el judaísmo.

Ahora nos toca examinar en unas cuantas notas si Jesús aceptó, o no, el título de “mesías”; y si lo aceptó, si ello podría significar
en su mentalidad y autoconciencia una idea especial de “filiación divina” en el sentido real del término como acabamos de
aclarar. Este tema lo he tratado ya en el otro blog de “Religiondigital”, por lo que aquí seré mucho más sintético, añadiendo alguna
nota o idea nueva.

La elucidación de este tema no tiene más fuentes que las cristianas: los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento, más un
conocimiento general del judaísmo de la época. Y entre los Evangelios las deducciones más importantes se basan en especial en
una lectura crítica del Evangelio de Marcos.

No existe consenso entre los estudiosos del Nuevo Testamento ni siquiera sobre el punto central de la cuestión, a saber si Jesús
llegó realmente en algún momento de su vida a considerarse a sí mismo el mesías esperado de Israel. Sin embargo, algo hubo
de haber, pues el desarrollo del judeocristianismo inmediatamente posterior a la muerte de Jesús no se entiende ni se explica de
modo conveniente si el Nazareno careció totalmente de conciencia mesiánica.

La hipótesis de la existencia de una conciencia mesiánica en Jesús no excluye el que luego ésta pudiera ser completada y
remodelada intelectual y teológicamente por los evangelistas sinópticos, es decir, Marcos, Mateo y Lucas. Desde luego, estos
evangelistas la suponen, aunque posteriormente pudieran presentarla a la luz de la fe de ellos mismos y de su comunidad en un
Cristo ya divino. Hay, pues, que admitir como posibilidad muy real que la imagen del mesianismo de Jesús que ellos, los
evangelistas, ofrecen esté un poco distorsionada…, precisamente porque gracias a su fe, formada después de la muerte de Jesús y
la creencia en su resurrección, veían las cosas de Jesús de otra manera.

Parece sumamente probable que aunque hubiera una época de la vida de Jesús, al principio, en la que éste no pensara de sí mismo
que era el mesías, o que no debía manifestarse como tal, al final de su carrera terrestre sí opinó que era conveniente una
clarificación y llegó a considerarse a sí mismo como el mesías de Israel, al menos empujado por sus partidarios. Una serie de
pasajes evangélicos apuntan en esta dirección, a saber que Jesús se consideró a sí mismo mesías al final de su existencia terrena.
Será nuestra tarea examinar estos pasajes. Y también si se puede barruntar o descubrir que el posible interés teológico de los
evangelistas es un factor distorsionador de lo que bien pudo ser la realidad.

Pero no adelantemos ideas. Tenemos que partir de la curiosa constatación de que:

· En el Antiguo Testamento no hay "mesianismo"

· El mesianismo se forma por unas circunstancias históricas determinadas que parten desde la época del exilio en Babilonia de prte
del pueblo judío.

· Para rastrear la formación de las concepciones y expectativas mesiánicas debemos a recurrir a lo qyue hoy se llaman Apócrifos
del Antiguo Testamento, pero que en época de Jesús y en los dos siglos anteriores no lo eran, sino escritos muy respetados.

· Para rastrear también esas concepciones mesiánicas hay que acceder a los textos de los Manuscritos del Mar Muerto, pues ellos
nos dan una idea de lo que pensaban los esenios y muchos sacerdotes del Israel de tiempos de Jesús e inmeditamente anteriores.
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El mesianismo de Jesús y su condición divina (2-27-01)

Hoy escribe Antonio Piñero

Una vez que hemos dedicado una serie de postales/notas a uno de nuestros temas, ayudar con una serie de notas a construir una
introducción al complejo pensamiento de Pablo de Tarso, vamos a detenernos un momento para volvernos de nuevo al otro gran
tema de este blog de “Cristianismo e historia”: la divinización de Jesús. Así variamos de modo que no les resulte tan pesadas las
disquisiones sobre un mismo asunto.

Hasta el momento -en torno a la posible divinización de Jesús- hemos examinado las siguientes cuestiones: la religión y la
religiosidad de Jesús; el Dios de Jesús: Dios como Padre y el caso especial de “Abbá”, etc.; Jesús como hijo de Dios: su “filiación
divina”. En todos estos temas hemos ido indicando, por medio del análisis de los pasajes pertinentes, que Jesús no dijo en
ninguna parte que él fuera “hijo de Dios” en un sentido óntico, físico o real, tal como lo podría entender un griego o romano de su
época. Y hemos ido insinuando que si lo hubiera dicho, los judíos de su época lo hubieran considerado un loco. La divinización
completa de un ser humano era -y es- impensable en el judaísmo.

Ahora nos toca examinar en unas cuantas notas si Jesús aceptó, o no, el título de “mesías”; y si lo aceptó, si ello podría significar
en su mentalidad y autoconciencia una idea especial de “filiación divina” en el sentido real del término como acabamos de
aclarar. Este tema lo he tratado ya en el otro blog de “Religiondigital”, por lo que aquí seré mucho más sintético, añadiendo alguna
nota o idea nueva.

La elucidación de este tema no tiene más fuentes que las cristianas: los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento, más un
conocimiento general del judaísmo de la época. Y entre los Evangelios las deducciones más importantes se basan en especial en
una lectura crítica del Evangelio de Marcos.

No existe consenso entre los estudiosos del Nuevo Testamento ni siquiera sobre el punto central de la cuestión, a saber si Jesús
llegó realmente en algún momento de su vida a considerarse a sí mismo el mesías esperado de Israel. Sin embargo, algo hubo
de haber, pues el desarrollo del judeocristianismo inmediatamente posterior a la muerte de Jesús no se entiende ni se explica de
modo conveniente si el Nazareno careció totalmente de conciencia mesiánica.

La hipótesis de la existencia de una conciencia mesiánica en Jesús no excluye el que luego ésta pudiera ser completada y
remodelada intelectual y teológicamente por los evangelistas sinópticos, es decir, Marcos, Mateo y Lucas. Desde luego, estos
evangelistas la suponen, aunque posteriormente pudieran presentarla a la luz de la fe de ellos mismos y de su comunidad en un
Cristo ya divino. Hay, pues, que admitir como posibilidad muy real que la imagen del mesianismo de Jesús que ellos, los
evangelistas, ofrecen esté un poco distorsionada…, precisamente porque gracias a su fe, formada después de la muerte de Jesús y
la creencia en su resurrección, veían las cosas de Jesús de otra manera.

Parece sumamente probable que aunque hubiera una época de la vida de Jesús, al principio, en la que éste no pensara de sí mismo
que era el mesías, o que no debía manifestarse como tal, al final de su carrera terrestre sí opinó que era conveniente una
clarificación y llegó a considerarse a sí mismo como el mesías de Israel, al menos empujado por sus partidarios. Una serie de
pasajes evangélicos apuntan en esta dirección, a saber que Jesús se consideró a sí mismo mesías al final de su existencia terrena.
Será nuestra tarea examinar estos pasajes. Y también si se puede barruntar o descubrir que el posible interés teológico de los
evangelistas es un factor distorsionador de lo que bien pudo ser la realidad.

Pero no adelantemos ideas. Tenemos que partir de la curiosa constatación de que:

· En el Antiguo Testamento no hay "mesianismo"

· El mesianismo se forma por unas circunstancias históricas determinadas que parten desde la época del exilio en Babilonia de prte
del pueblo judío.

· Para rastrear la formación de las concepciones y expectativas mesiánicas debemos a recurrir a lo qyue hoy se llaman Apócrifos
del Antiguo Testamento, pero que en época de Jesús y en los dos siglos anteriores no lo eran, sino escritos muy respetados.

· Para rastrear también esas concepciones mesiánicas hay que acceder a los textos de los Manuscritos del Mar Muerto, pues ellos
nos dan una idea de lo que pensaban los esenios y muchos sacerdotes del Israel de tiempos de Jesús e inmeditamente anteriores.

· Finalmentre: hay que impostar el tema del mesianismo de Jesús desde los orígenes de la predicación de éste para entenderlo
correctamente.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología
Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y
ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”,
“Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también
editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo
Testamento.

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