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PROPUESTA DE PROGRAMA

LISTA “MANOS MORENAS Y LIMPIAS”

“Se trata de una izquierda no repetitiva ni añorante, que logre dar cuenta efectivamente
de los profundos cambios producidos en Chile, América Latina y el mundo en los últimos
quince años. Una izquierda que se renueva en la búsqueda de nuevas respuestas a los
viejos problemas que han adquirido manifestaciones diferentes, sacando las valiosas
lecciones de su experiencia pasada, en un doble proceso de reafirmación y de autocrítica”.

Clodomiro Almeyda

Introducción:

Vivir en el presente muchas veces no nos permite ser capaces de percibir que nos
encontramos en una especie de grieta, en un momento histórico de transformaciones en
Chile y en el mundo, resultado de casi cinco décadas de globalización y neoliberalismo que
han conducido a los pueblos a un incremento sin precedentes de la riqueza privada y de la
desigualdad, conllevando a un significativo aumento de las tensiones y las incertidumbres,
así como a coyunturas críticas, como la más grave crisis medioambiental y migratoria que
se haya visto. Resulta relevante esclarecer el presente para así construir un proyecto
político futuro desde la Juventud Socialista.

El tránsito del capitalismo hacia una fase neoliberal desde la primera mitad de los años 70’
ha conllevado a la estructuración de un grupo social hegemónico a nivel transnacional, que
ha impuesto una gobernanza internacional basada en el predominio del mercado sobre lo
estatal, llevándose por encima a la voluntad popular expresada en la democracia. La
financiarización de la economía y deslocalización de las fuerzas productivas son ciertamente
parte de ello. Curiosamente, los alcances de la miseria actual se corresponden con el
diagnóstico que hiciera Marx hace más de un siglo: hoy el mercado capitalista ofrece una
imagen donde no sólo se le priva al viejo proletariado industrial y al nuevo proletariado
tercerizado de gran parte de la protección social a pesar de tener una ocupación, sino que
además la ganancia financiera de las rentas del capital es más grande que nunca para la
oligarquía.

La elección de Donald Trump y el auge de los nacionalismos en Europa son expresión de esa
crisis y el carácter antidemocrático de la profundización del neoliberalismo. Hay muchos
más puntos de contacto de los que se cree habitualmente entre los gobiernos neoliberales
y los gobiernos neonacionalistas, ambos salvajes y destemplados. Ahora, como nada es
estático, las transformaciones de las estructuras internacionales y el debilitamiento de las
antiguas fuerzas imperialistas -como Estados Unidos- han llevado a una redistribución del
poder hacia China, desde el Occidente industrializado hacia la emergencia de Asia,
generando las condiciones para una creciente disputa por la hegemonía geopolítica, donde
concurren un conjunto de potencias autoritarias en planos contrapuestos.

En ese contexto, la globalización neoliberal está siendo contestada mediante el alzamiento


de movimientos sociales y políticos que demandan, al interior de los países, una vida digna
mediante el aseguramiento por parte del Estado de libertades civiles y derechos sociales.
¿En qué lugar se debe situar el socialismo democrático hoy? Ciertamente es una duda difícil
de responder, toda vez que gran parte de la intelectualidad de izquierda transmite dudas,
temores, críticas y pocas salidas ante la situación actual. “Es más fácil imaginar el fin del
mundo que el fin del capitalismo” diría Jameson. Las sociedades en las que vivimos están
marcadas por una dualidad difícil de resolver: por un lado, el malestar por la situación socio-
económica ha aumentado por el mayor acceso a conocimiento e información, existiendo
una masa de indignados en contra de las consecuencias del capitalismo como no existió
desde la Segunda Guerra Mundial. Y por otro, la falta total de una orientación normativa,
de un sentido histórico que clarifique el objeto de la crítica, por lo que se genera un silencio
incómodo. El desacoplamiento de la indignación y la orientación, entre la protesta y la
posibilidad de una sociedad mejor, es lo verdaderamente característico de tiempos como
los nuestros, donde el socialismo real ha dejado de existir y la socialdemocracia (en su fase
de tercera vía) ha dejado de ser una respuesta. El dominio de una lógica donde el horizonte
político se vislumbra tras la figura de un individuo ha dejado de lado la posibilidad de
construir un proyecto socialista que sea el horizonte político, dañando significativamente la
capacidad de construir orgánicamente un Partido a la altura de la coyuntura histórica a la
que nos acercamos en el tiempo.

Lo anterior, sin embargo, puede tener distintas causas. Muchos señalan que es la mirada
socialista la que está en decadencia ante el surgimiento de la nueva derecha. Nada más
aparente: aseveraciones como esas ocultan que es el orden liberal, ese que se construyó en
el consenso de Washington, el que está en declive, ante un mundo cada vez más
angustiosamente tenso e inseguro. Es la expansión ilimitada de los derechos individuales,
el multiculturalismo, la disciplina fiscal, la globalización comercial y la protección de las
minorías, todas ideas hegemónicas antes que realidades, las que están perdiendo su
encanto.

Una mayor polarización desde la derecha –no necesariamente impulsada o querida desde
la izquierda– contra el orden imperante, el auge del mayoritarismo como fundamento de la
acción política, el desvalor de la intelectualidad y la ciencia, la reivindicación del militarismo,
una confusa estrategia económica, entre otros, son las banderas que ha tomado la ola
política desde la derecha, populista y nacionalista. Al parecer, tendremos que lidiar con una
ordenación ideológica cada vez más oscura.

Por otro lado, generar buenas políticas públicas para la gente no basta para producir
automáticamente respaldo en la acción de gobierno: invisibilización y opresión de
demandas legítimas de la sociedad va generando daño. Que algunos liderazgos de izquierda
en la región hayan reproducido el clientelismo, la corrupción y la convivencia con el
empresariado también afectan, por muy loables que hayan sido sus fines, pues no
corresponden a la ética socialista. A su vez, el discurso neodesarrollista que prometía abrir
las fronteras a una mayor inversión extranjera y así generar un mayor valor agregado a
nuestras exportaciones a la vez que abandonar la dependencia de las materias primas,
terminó en megaproyectos que llegaron a la región profundizando el extractivismo, los
cuales después de una década, con la primera disminución en los precios de los
commodities, han generado crisis económicas y políticas brutales.

En particular, el pesimismo de la izquierda latinoamericana ante la ola derechista debe ser


superado, con la promoción de una nueva camada dirigencial, bajo una profunda reflexión
estratégica y el desarrollo de procesos democráticos serios. En ese sentido, el punto
respecto del triunfo de AMLO en México es relevante: si bien su horizonte programático
está unos pasos atrás en lo anti-neoliberal de los gobiernos progresistas, la insistencia en la
cuestión moral es destacable, toda vez que ha sido en eso que han naufragado estos
últimos. En el intertanto, hemos de tener confianza en el fin de este ciclo pensando en el
fin de todos los ciclos: en que las transformaciones que vivió nuestro continente
garantizarán que una arremetida contra-reformista encontrará resistencia y descontento, a
partir de la base organizada que tienen nuestros partidos en la sociedad, así como por los
movimientos sociales autónomos.

La Juventud Socialista debe ser el espacio que dé al partido militantes con capacidad de
mirar hacia el futuro y estar a la vanguardia de la lucha contra las contradicciones del capital,
sirviendo en la formación y educación para dar al partido militantes que puedan servir a la
causa socialista y en la lucha contra la explotación en todos los espacios y formas. La
izquierda va a tener que cambiar para adecuarse a la astucia de una derecha que, siguiendo
la premisa neoliberal de que el fin justifica los medios cuando se trata de resguardar el
mercado, es capaz de utilizar cualquier fórmula para hacerse con el poder político. Y la
Juventud debe poder adelantarse a la generación de políticos que descansan sobre los
hombros de esta derecha y continuará su legado y defensa de las burguesías explotadoras.
Tal como surgió la importante izquierda latinoamericana en los ’00, a partir de las ruinas de
las transiciones de los ’90, mucho de lo que se hizo en estos años debe ser reapropiado y
resignificado para evitar que triunfe al final de la década un relato que tache de
irresponsable el cambio político a partir de la derrota en este ciclo, así como también una
narración autocomplaciente que impida criticar lo que ha ocurrido en el periodo, ratificando
que la búsqueda de un nuevo orden socio-económico sigue siendo nuestra principal razón
de existir como organización.

Política nacional:

Durante este 2018 hemos estado lamentando la dura derrota sufrida a manos de Sebastián
Piñera y Chile Vamos en las elecciones presidenciales. Poco a poco, se ha ido desarrollando
este nuevo ciclo político post-transición, con la aparición del Frente Amplio y el fin de la
Nueva Mayoría, dando espacio para el reordenamiento de las casas partidarias y el tiempo
para reflexionar sobre la identidad de ellas.
Nuestro pueblo ha elegido darnos un lugar en la oposición luego del gobierno liderado por
nuestra compañera Michelle Bachelet. La derecha, el empresariado y los medios de
comunicación no nos han hecho la tarea sencilla cada vez que se ha intentado tocar sus
intereses económicos, políticos, sociales y morales.

El Partido Socialista y su Juventud, en ese contexto, no pueden arrogarse la potestad de ser


la única fuerza representativa de la cultura política socialista en Chile. Es su tronco principal,
pero no la única expresión socialista, por lo que cabe repensar el presente del socialismo
chileno como un “área”, tal como la definiese Raúl Ampuero.

Para ello, es importante guiarse por lo planteado por Tomás Moulián en medio de la
renovación socialista: una apuesta por refundar una teoría mediante un “un doble
movimiento de ruptura y continuidad”. Así, la actual delimitación de lo que es el área
socialista se puede comprender por medio del análisis de los elementos de quiebre y
vigencia que acompañaron al proceso de renovación socialista. Tal como en 1964, cuando
un grupo de jóvenes militantes se escinden del PS para luego ser parte de la fundación del
MIR, o como luego la DC sufriera dos divisiones por la izquierda (MAPU e Izquierda
Cristiana), hoy abundan las organizaciones que se representan en las ideas socialistas.

¿Qué es lo que entonces agrupa a una posible área socialista en la actualidad? Pues bien, la
valoración de la democracia como eje y espacio de acción, y con una consecuente lucha por
su radical profundización por medio de la participación de los actores sociales, la valoración
de lo político, de la construcción de mayorías, y un reconocimiento de la tradición
autónoma, libertaria y no dogmática de las corrientes socialistas del siglo XX. En general,
cada uno de estos elementos forma parte de las declaraciones de principios y matrices
conceptuales de las organizaciones políticas que uno podría afirmar como parte del área
socialista (por ejemplo, MA, SOL, IL, IA, RD, PPD o PR, por nombrar algunas).

En esa tarea de compresión, se han ido incorporando nuevos elementos: crisis de


representación democrática, mundialización de las migraciones, terrorismo, seguridad,
reivindicaciones feministas y por las identidades de género, luchas medioambientales, ética
política, entre otras.

Por cierto, hay contradicciones que potencian aún más las diferencias dentro de dicha
“área”: la disputa generacional, las disyuntivas entre el progresar y el conservar, el
derrotero de los gobiernos progresistas, entre otros, sin embargo, cada una de éstas deben
ser discutidas y conducidas a un proyecto común socialista. Superior a estas honestas
diferencias, el hecho de la existencia de un área socialista definida en la actualidad debe
llamar a todas y todos aquellos que se sienten parte de un ideario común, a buscar espacios
de convergencia.

Para analizar el escenario político de la izquierda luego de lo que fue la última elección
presidencial, y con el objeto de ir sacando lecciones para el crecimiento y reestructuración
de este, es necesario hacerlo abandonando el prisma binario al que nos acostumbró la
transición. Recurrir a las sombras de la dictadura, al chantaje moral, al caos o yo, sofismas
que en algún momento tuvieron éxito en los que estaban fuera de la órbita de la
Concertación, en verdad no tienen sentido ante la irrupción de nuevos actores políticos. La
posibilidad de desplegar una agenda de transformaciones favorables para las y los
explotados de nuestro país tiene un correlato fáctico relevante, para no perder en el
horizonte de lo que está ocurriendo en Chile: las fuerzas que hoy representan un ideario
socialista, en el amplio sentido, lograron elegir casi 50 diputados, sin contar al Partido
Comunista y otras fuerzas de centroizquierda como ecologistas, humanistas y
ciudadanistas, algo que no es usual en términos históricos. Esto permite situarnos sobre
escenarios cada vez más favorables a la construcción de un proyecto de mayoría, debiendo
proyectar la Juventud para aportar con cuadros jóvenes que puedan ser parte de ese
proyecto de largo plazo.

Habiendo afianzado un desarrollo institucional sin quiebres en los últimos diez años, es
momento de dar un gran salto adelante. El sentido común y la militancia en la Juventud
exigen que estemos a la altura de los desafíos del presente, debiendo participar en la
discusión nacional, regional y local, buscando siempre influir sobre la toma de decisiones y
hacerse cargo de su rol representativo de las generaciones del siglo XXI. No podemos
descansar sobre los hombros del presente como si se tratase de un pasado imposible de
influir, debemos ser capaces de actuar y seguir la lucha de Carlos Lorca, de Exequiel Ponce,
de Carolina Wiff, de Carmen Lazo, de Julieta Kirkwood, de Raúl Ampuero, de Ricardo Lagos
Salinas, de Michelle Peña, entre tantos y tantas.

En ese contexto, la Juventud debe reflexionar sobre cuál rol le cabe en el proceso. La JS ha
sido la principal escuela de formación -con o sin proponérselo- de líderes y lideresas para el
Partido en el último tiempo, siendo una importante herramienta para la orgánica interna.
Sin embargo, tiene una deuda en cuanto a salir de sus conflictos intestinos, así como en su
permeabilidad con los movimientos sociales y su despliegue electoral.

En cuanto a lo primero, la JS debe salir de sus pequeñeces cotidianas. Un Partido sin


Juventud es una casa que se quedara sin herederos, tarde o temprano. Es nuestro deber
tener altura de miras para saber qué es realmente importante y qué puede ser fácilmente
resuelto. Por una parte, esto implica que la profundización de la política de lotes debe ser
radicalmente atenuada mediante la apertura de espacios comunes, erradicando así la lógica
de ser espacios concentrados tras figuras, y reemplazarlos por sectores tras un proyecto
político con ideas y propuestas, teniendo como centralidad la lucha por la Juventud chilena
y disputa de espacios de sentido común contra la ultraderecha.

Por otra, debe la JS significarle al Partido algo más que solo un espacio de separación para
quienes poseen cierto límite de edad, forzado a ser la escuela de formación y educación
socialista para dar al partido militantes con capacidad de liderazgo. La posibilidad de
articularse con los sectores emergentes de la política nacional debiera ser tarea prioritaria
para la dirección de la JS, como vanguardia intelectual y política del PS.
La posibilidad de darle realce a la Juventud Socialista como agente político válido y
contundente no pasa sólo por reafirmar la pertenencia a una generación en particular,
cuyos límites pueden tender a ser difusos: bien sabemos que las malas prácticas, las faltas
a la ética y la probidad, las acciones contrarias a una organización democrática y construida
colectivamente y el alejamiento respecto del ideario socialista son cuestiones que,
lamentablemente, podemos observar en distintas generaciones. Del mismo modo,
reconocemos una potencia fundamental en la incorporación de la experiencia y el trabajo
mancomunado con nuestros/as compañeros y compañeras de distintas realidades y
contextos. Negar lo anterior nos acerca a la posibilidad de un análisis miope respecto a la
agencia que, como jóvenes, nos cabe en la construcción de un Partido profundamente
socialista y democrático, para la consecución de una sociedad más justa. Efectivamente, es
posible construir un relato que como jóvenes nos encuentre en el trabajo, pero será sólo
aquel que emerja desde las definiciones políticas que elaboremos en nuestros espacios de
deliberación, y hagamos carne en la construcción permanente en nuestros territorios,
espacios estudiantiles, sindicatos y frentes sociales en general.

Respecto de lo segundo, no se sigue necesariamente que haya una pérdida de conexión con
la sociedad, dado que tenemos participación en el mundo estudiantil, feminista, sindical,
medioambiental, entre otros, pero no se aprovecha para conectar entre institucionalidad y
sociedad. No se trata de inventar la rueda: hay que potenciar las áreas de la Juventud que
tienen buen desarrollo, invirtiendo en formación de cuadros, potenciando los liderazgos,
abriendo espacios para dar su visión y articulando con los movimientos acciones.

La Juventud Socialista debe comprender que su orgánica debe extenderse más allá de las
murallas del Partido, incorporando así a la ciudadanía dentro del proyecto político
socialista, para lo cual debe erradicarse la lógica de buscar dirigir el espacio público y el
mundo social para que este sirva al Partido. Es indispensable otorgar grados de autonomía
a todos los espacios sociales dirigidos por socialistas, debiendo ser el partido quien sirva a
la construcción de estas mayorías, en este sentido la Juventud Socialista debe operar con el
objetivo de facilitar este trabajo, y combatir las voluntades interventoras. No hay fines
partidarios superiores a los de las masas explotadas.

Potenciar nuestras áreas de trabajo, vincularnos con el mundo social y articularnos con los
actores políticos pertenecientes a nuestra área de pensamiento será posible desde un
proceso de reflexión que parta de cuestionamientos elementales, posibles y urgentes de
llevar a cabo tanto dentro de nuestra Juventud como en diálogo con las distintas fuerzas
socialistas. Es imprescindible formular un análisis de los fenómenos sociales en los que nos
encontramos inmersos, dando cuenta de qué actores son los que están tomando
protagonismo, cuáles son las contradicciones que hacen emerger estos actores y conflictos,
de qué manera es posible agudizar las condiciones de resolución de esos conflictos en favor
de los sectores dominados y explotados y cómo, con todo, nos vincularemos con aquellos
sectores que aspiramos a representar y con quienes debemos realizar un trabajo en
conjunto.
En tercer lugar, y en vinculación con la reflexión anterior, todo grupo político tiene su
momento en las elecciones. Como JS hemos sido permanentes actores en las elecciones
populares, ganando espacios en las Municipalidades (16 concejales) como en el Congreso
(2 diputados). Sin embargo, este despliegue electoral debe ser fortalecido de cara a la
próxima elección municipal y regional, así como en el largo plazo, mirando a las
presidenciales del 2021. Se ha demostrado en el tiempo, con datos empíricos, que las
candidaturas jóvenes tienen buenos resultados, aun cuando generalmente el Partido no
cede los espacios más articulados. Para tener a las y los mejores al servicio del país y sus
comunidades, debemos prepararnos y ser una herramienta afilada para presentar una
buena lista de candidatos/as, al alero de nuestro Partido.

Feminismo Socialista:

“Comenzamos a constatar que había profundas diferencias entre los postulados teóricos
de igualdad, libertad, fraternidad y nuestra vida concreta. Esa comparación nos provocó
una tremenda rebeldía, ¿por qué aquello que se dice no se ha practicado con respecto de
nosotras también? Y esta rebeldía nos llevó inmediatamente al feminismo. El feminismo
es la rebeldía ante las tremendas diferencias entre lo que se postula para todo el género
humano y lo que vivenciamos concretamente las mujeres”

Julieta Kirkwood

A nivel país, ha irrumpido una nueva ola del movimiento feminista, que ha cuestionado una
serie de configuraciones a partir de contradicciones de clase, género, sexo, raza, origen y
territorio, contra las estructuras que sostienen un orden patriarcal y una desigualdad
inherente, en pos de la consecución de una sociedad libre de opresiones.

El actual proceso impulsado por el movimiento feminista chileno deviene de acciones y


reflexiones anteriores, acomulación historica que tensiona una vez más el orden capitalista
y patriarcal vigente en la sociedad chilena, nudo que no resulta indiferente para la relación
entre feminismos y política partidaria. Un gesto de aquello es el reconocimiento de las
luchas de mujeres y feministas socialistas que, desde muy tempranamente, antepusieron
en su acción política el feminismo y los derechos humanos, para combatir las desigualdades
y discriminaciones inherente de los sistemas que componen lo social, político, económico y
cultural, pero también la orgánica partidaria de la que fueron o aún son parte.

Develar esas historias como un ejercicio urgente de memoria y arraigo identitario, que
reconozca contribuciones, gestos, luchas e incidencias de las mujeres en la transformación
del Partido Socialista y los desafíos país, hoy se torna imperativo. Y, más aún, cuando nuevas
estrategias y formas de organización replicadas del movimiento feminista, de carácter
horizontal, redistributiva del poder, adquieren mayor presencia en la militancia feminista
del Partido y la Juventud Socialista.
En palabras de Kirkwood, esto implica una labor por erradicar las diferencias entre lo que
se postula para todo el género humano y lo que vivencian concretamente las mujeres, así
como la remoción de la cultura patriarcal que domina el ejercicio del poder y las relaciones
en el ámbito de la política. Esto debe constituirse en un principio rector y ético que vierta
de contenido la declaración feminista de la Juventud y sea coherente con las prácticas, para
avanzar hacia una mayor profundización de la democracia partidaria, reconociendo efectivo
de las libertades, autonomías y posibilidad de disenso de la militancia feminista.

En consecuencia, el feminismo socialista debe anunciarse en enclave revolucionaria y en su


propio lenguaje de rebeldías, sin abandonar la autonomía que le provee el movimiento
feminista. Posicionar demandas mediante el alzamiento rupturista del orden patriarcal,
desbordando la institucionalidad y el espacio público de la protesta, pues, esa potencialidad
transformadora del feminismo y la adecuada conducción política, posibilitará pujar los
cambios sustantivos para las mayorías sociales sucumbidas al actual sistema capitalista en
su fase neoliberal.

En ese marco, la teoría unitaria que las feministas marxistas plantean acerca de desmitificar
que el sistema patriarcal sea autónomo del sistema capitalista, sino muy por el contrario,
ambos constituyen una totalidad compleja, contradictoria y versátil que establece
dinámicas de explotación y alienación de una clase sobre otra, es transcendental ya que el
foco es la reproducción de las relaciones sociales en virtud de la acumulación capitalista.
Por lo tanto, el acento debe estar situado en los modos en que la producción y reproducción
de la sociedad se lleva a cabo es clave, precisamente para volcar visible el trabajo
reproductivo de la fuerza de trabajo, que es devaluado y no remunerado, el deterioro de
las condiciones de vida, la precarización de los trabajos, el endeudamiento como elemento
catalizador del sistema capitalista que empobrece a las comunidades y las políticas
extractivistas que desencadenan escasez en los territorios, por mencionar algunas.

El capitalismo crea continuamente relaciones explotación y dominación en virtud del orden


que busca perpetuar y el momento histórico en que se ubica, es por ello que, la
reproducción social es un elemento central de la acción política feminista contra la
precarización de la vida, siendo necesario en el actual contexto chileno del siglo XXI,
rechazar el liberalismo progresista de toda acción política, ya que es parte del problema y
no la solución, donde la unidad con sectores liberales, no hace más que engrosar los costos
para las mujeres, atomizar las demandas cruciales del movimiento feminista y los derechos
de las mujeres.

Hoy, en el gobierno de Piñera, en nombre de la protección de las familias se ha apostado


por reforzar una lógica de agobio a las mismas, al legitimar que deben hacerse cargo
privadamente de los cuidados, ya sea pagando a trabajadoras de casa particular o por medio
del trabajo gratuito y sin reconocimiento de mujeres y niñas cuyas familias no pueden pagar
en el mercado por trabajos domésticos; todo esto para impedir, soterradamente, construir
una sociedad que garantice derechos sociales y supere las desigualdades socioeconómicas
que contienen en su matriz desigualdades de género. De esta manera seguirá primando el
endeudamiento para la subsistencia cotidiana y el sacrificio de personas -en la gran mayoría
de los casos mujeres- que deben asumir las labores domésticas para asegurar la crianza de
los hijos e hijas y la atención de personas mayores o enfermas entre otras tareas.

La arremetida conservadora del neoliberalismo que se vive en Chile y también en la región


viene a re-editar el matrimonio entre clase empresarial y orden conservador propia del
sistema neoliberal, que atenta contra los derechos de las mujeres, disidencias sexuales y de
las mayorías sociales en su conjunto. Las discusiones que suscitó el protocolo de objeción
de conciencia institucional son un ejemplo contundente de ello y muestran cómo se urde la
trama entre mercantilización de derechos sociales, intereses empresariales que reproducen
un conservadurismo misógino y reproducción de las desigualdades sociales y de género. Se
observa así la manera en que, bajo argumentos como el derecho a recibir atención de salud,
se defiende un lucrativo negocio que impide fortalecer una red pública que cubra las
necesidades de la población y que no deje a las mujeres a merced del conservadurismo
misógino de determinadas instituciones.

En ese sentido, la lucha por el aborto libre supone la reescritura de la historia de las propias
mujeres, un reconocimiento y cuestionamiento al disciplinamiento sobre sus
corporalidades y, por ende, pone en jaque un orden social, político, económico y moral que,
para su preservación, busca perpetuar sus dispositivos de dominación. Pero por sobre todo,
se constituye en una cuestión de clase, donde las mujeres empobrecidas y trabajadoras se
encuentran aún más expuestas en practicar abortos clandestinos, debido a no contar con
el sustento económico para realizarlo de manera segura, arriesgando sus vidas e integridad.
Sin duda alguna, es una lucha decisiva para el desacoplamiento de dicho orden, en pos de
una sociedad radicalmente democrática, justa y libertaria.

Por otra parte, la educación superior, que recientemente ha sido el escenario de potentes
tomas, es también un claro ejemplo de la relación contradictoria entre la promesa
neoliberal de ascenso social y reproducción de las desigualdades de género, toda vez que
la masificación del ingreso a la educación terciaria, principalmente entre las mujeres -que
es el grupo que ha experimentado la mayor alza en matrícula-, redunda en el reforzamiento
de las divisiones sexuales del trabajo y de las desigualdades sociales. Las carreras más
feminizadas, que son las orientadas a los servicios y los cuidados, son a su vez las más
precarizadas y las peor pagadas. Si a esto le sumamos que la masificación del acceso a la
educación superior se ha hecho por las vías del endeudamiento de las y los estudiantes y
sus familias y de subsidios estatales a instituciones privadas que lucran con la educación,
tenemos nuevamente dibujadas las amarras entre derechos mercantilizados, subsidios
estatales a empresas educacionales y reproducción de desigualdades sociales que
contienen en sí desigualdades de género: una educación de mercado sexista.

Abrir este diálogo con las fuerzas críticas, feministas y democratizadoras en el amplio
espectro de la oposición es vital para una nueva fuerza progresista y de izquierda en Chile.
Para ello, las luchas por la recuperación de los derechos sociales del mercado sexista, que
cosifica los cuerpos, precariza mayormente los trabajos y somete a mayor violencia, cobran
particular relevancia en la lucha feminista por amplificar su alcance y profundidad, al revelar
aspectos que hasta hace poco permanecían invisibles.

Ética Socialista:

La legitimidad que la ciudadanía da a un partido político le da razón a su existencia, siendo


relevantes las bases sociales a los que representa y que se sienten identificados con el
mensaje político partidario. Sin embargo, el escenario se vuelve difuso y complejo cuando
estas bases existen, pero no sienten ningún poder de representación con un movimiento o
partido. Para la experiencia socialista, ligada a ratos a la corrupción, burocratización,
aburguesamiento (como transformación de la identidad de clase), la utilización de violencia
y abuso de poder, acoso o violencia de género, o la asociación ilícita con fines económicos
personales, han resultado verdaderos golpes a la imagen no solo de un partido o
movimiento, sino también a la causa socialista. Estos hechos no solo resultan, en general,
emanados desde sectores y grupos dirigenciales aislados, sino que afectan directamente el
trabajo y compromiso de una gran mayoría de la militancia no ligada a estos hechos.

El Partido Socialista no ha estado aislada de estas situaciones, atravesando hoy un difícil


momento debido a la presunta participación de algunos militantes en acciones que el
sentido común reprocha, y que, por lo demás, contrarían los más elementales valores de la
ética socialista.

Al abordar estas situaciones surge en un primer momento la duda respecto a lo que es la


ética socialista, y es que, en realidad, no es que exista un manual que detalle en qué consiste
esta ética. Sin embargo, existe un consenso al menos general de que estos se basan en el
rechazo a la explotación, el respeto y cuidado por el otro por el hecho de ver en el otro a un
igual, la honestidad y defensa de lo injusto, la solidaridad y el rechazo a la obtención de
riqueza económica a través de la explotación de otros individuos.

Corresponderá a la institucionalidad partidaria dar a luz espacios competentes que


sancionen a los responsables de las transgresiones a esta ética, debiendo ser parte del
actuar militante el cuestionamiento a estos hechos, pero asumirlos, permitiendo reflexionar
en torno a estos y la misión histórica partidaria. El Partido Socialista debe ser una escuela
de hábiles profesionales de la política, en el sentido positivo y noble de la expresión, sino
también de mujeres y hombres probos en la conducción de los distintos espacios políticos
y sociales, cuyo único interés sea la emancipación y bienestar de los sectores explotados

La Juventud Socialista juega un rol fundamental en la construcción de la institucionalidad


partidaria que permita sancionar y dictaminar sobre estas situaciones, aportando, en
primer lugar, con la generación de un Código de Ética socialista que permita reforzar estos
valores en nuestra militancia, contribuyendo en la formación política de la juventud y alejar
actos que atenten contra el proyecto socialista.
Desde esta perspectiva, creemos que, si nuestro fin es la construcción de una sociedad
socialista, los medios utilizados para dicho objetivo deben estar, de igual manera, inspirado
en los valores de esta doctrina. Resulta imposible conceptualizar a cabalidad qué
entendemos por socialismo, pero seguramente existe convergencia en que fenómenos
como el narcotráfico, el acoso y violencia de género, la discriminación, el enriquecimiento
a través de la ilegalidad y el abuso del poder institucional, o el empleo de la violencia para
obtener influencia y dinero, no sólo son ajenas a nuestra identidad; son expresiones
situadas en las antípodas de nuestro proyecto, y como tal debemos combatirlas sin
términos medios.

No importa que las intenciones de quienes utilicen estas prácticas busquen, finalmente,
objetivos que podamos compartir todos, pero mientras se amparen en el tipo de acciones
que transgredan una ética socialista, no serán jamás banderas que levantaremos los
socialistas. Es imperativo condenar todo tipo de violencia contra la mujer, la xenofobia, el
racismo, la homofobia, la discriminación por clase social. Resulta difícil zanjar en definitiva
qué es el socialismo o el proyecto socialista, pero sí debemos tener la valentía para
denunciar y combatir aquello que no pertenece a nuestra conducta y tradición.

Orgánica:

a) Formación Política

La construcción de una alternativa socialista requiere de las condiciones óptimas para poder
dar a luz una propuesta política que conlleve a un trabajo a largo plazo. La Juventud
Socialista debe servir en pos de este objetivo como un espacio que dé al Partido militantes
con capacidad de ser dirigentes sociales y políticos que puedan contribuir en la construcción
de esta alternativa. Es por ello, que la Juventud debe ser vista como un espacio de la
vanguardia socialista, pudiendo servir como un espacio de formación y educación sobre
nuestra militancia para hacer los cambios que requiere el Partido y el proyecto socialista.
Este trabajo requiere de una juventud con capacidad para mirar al futuro e instaurar en la
conciencia socialista ciertas cuestiones relevantes para el presente y futuro que requieren
que, desde nuestra militancia temprana, sean claras.

Este trabajo no debe ser pensado como la construcción de un objetivo o una meta socialista,
sino que la institucionalidad de la juventud debe funcionar con ese rol; sólo de esta manera
se podrá construir una juventud con capacidad de conducción que se posicione en el Partido
como un espacio de vanguardia y relevancia.

Para contribuir en esto, la Juventud Socialista debe promover programas de educación


continuos que sirvan de formación para la militancia. En la actualidad los trabajos de
formación se han limitado a espacios centralizados donde la militancia se agrupa de manera
ocasional para trabajar en la formación de su militancia, quedando incapacitados, por
diversos motivos, de realizar actividades formativas en el resto de comunas y núcleos
socialistas. Debe haber una escuela nacional en que se difuminen las odiosas diferencias de
lotes, tomando en cuenta la experiencia de FES con la escuela Transformando.

A su vez, la formación debe ser más amplia que sólo teórica y política, contribuyendo en
ampliar el margen de acción de la Juventud fuera de los espacios secundarios y
universitarios, y otorgar así las herramientas para formar dirigentes sociales que
contribuyan a la construcción de mayorías. Por ello, la necesidad de realizar escuelas de
gestores territoriales resulta fundamental, permitiendo a nuestra militancia introducirse en
espacios sociales y poder realizar un trabajo efectivo dentro del territorio.

En segundo lugar, esto se debe complementar con la creación de fondos concursables,


tomando en cuenta la buena experiencia partidaria, teniendo como resultado un buen
mecanismo para democratizar, al menos en una primera instancia, la formación política de
nuestra militancia. Se espera con ello tender a democratizar la formación de nuestros/as
militantes en consideración de las realidades y contextos de cada espacio y, en esa misma
línea, que nuestra orgánica completa, en sus distintos niveles, asuma la responsabilidad de
la formación política socialista. Todo ello, partiendo de un programa mínimo general, en
torno al cual se concursen estos fondos.

De esta manera, se aportará con los recursos necesarios para que la Juventud, a lo largo de
todo el país, pueda ser artífice de espacios de formación partidaria al margen del alero e
influencia del Partido. Sin embargo, esto deberá realizarse bajo la más estricta
responsabilidad militante para y con los fondos destinados, debiendo ser debidamente
registrados y archivados los gastos y recursos utilizados para la realización de cada uno de
estas instancias.

b) Democratización de la Juventud

Nuestra Juventud durante el año 2019 debe celebrar un nuevo Congreso Ordinario. Esta es
la máxima instancia que tiene nuestra institucionalidad, la cual puede generar cambios
ideológicos, programáticos y orgánicos plenos, incluso pudiendo cerrar la JS.

Durante la Conferencia de este año, se presentaron una serie de propuestas interesantes


para mejorar el funcionamiento de la JS. Si bien hay que hacer una diferencia entre
sustancia (militancia) y forma (estatutos), esta es una oportunidad para avanzar, reformar
y consolidar cambios que son pedidos hace tiempo.

En primer lugar, hay un grito de las regiones de ser más parte de la JS. En ese sentido, la
creación de un Consejo de Presidentes Regionales puede ser una idea interesante, que le
dé un espacio orgánico concreto al nivel regional. Deberá contar con facultades claras que
ejercer, dándole relevancia de cara a las elecciones municipales.

En segundo lugar, se requiere darle profundidad a la Comisión Política de la JS, procurando


que sea el centro donde se debate efectivamente la contingencia. Hoy, tanto por las
ausencias como por su falta de líneas, no cumple su rol, sino como cuenta de las acciones
de la Juventud en el Partido y la organización de eventos anuales. Esto, sin embargo, pasa
en gran parte por la fuerza que le dé la militancia a esta instancia, procurando dar insumos,
generar discusión, cumpliendo con las tareas, entre otros.

En tercer lugar, debe haber un mayor compromiso de las autoridades de la JS para con su
militancia. Hoy no hay casi ninguna responsabilidad política por dejar morir espacios
nacionales, regionales o locales. En ese sentido, se requiere de forzar que se realicen
cuentas de las acciones y reportes continuos de lo que se hace en los cargos. No puede
pasar que Direcciones Regionales o Comunales no tengan consejos o ampliados en todo un
período: debe haber un castigo a ese dirigente que no realiza el trabajo, que no genera
formación, que no da insumos a su gente.

c) Buscar el lugar de la JS en la política nacional

Hoy el gran tema en el socialismo es cómo lograr unir partidos y tendencias tan lejanas
como el socialcristianismo, el liberalismo, la socialdemocracia, el comunismo y distintas
expresiones socialistas, para construir una plataforma política que permita competir de
igual a igual con la derecha oficialista en las municipales como en la presidencial. Este
objetivo tiene dificultades, con condiciones objetivas y subjetivas que no han permitir que
se sienta en la misma mesa desde la DC hasta el FA.

Nuestro rol en ese contexto es lograr ampliar la plataforma opositora juvenil, sosteniendo
relaciones con fuerza entre la Convergencia Progresista y la Convergencia del FA. Los lazos
construidos a nivel estudiantil deben ponerse al servicio de la causa política, sin
mezquindades ni oportunismos. En el mundo estudiantil, sindical, juvenil, feminista,
medioambiental, la JS debe ser el émbolo del trabajo opositor.

Adyacente a lo anterior, es abrir la lucha por las juventudes políticas en general. La reforma
a los partidos políticos generó vacíos en materia de Juventudes graves: no tenemos
reconocimiento jurídico, no tenemos fondos especiales asignados, no tenemos
participación en la estructura adulta. Todo esto abre oportunidades, pero también asuntos
que deben ser aclaradas por el Estado, buscando que la participación juvenil en política sea
más y mejor, que las Juventudes sean espacios atractivos para estar y que la formación de
cuadros sea asegurada con fondos estatales.

Lo anterior puede ser complementado con la posibilidad de levantar líneas de trabajo en


las que la JS se involucre seriamente y darle relevancia comunicacional. De la experiencia
internacional, se puede replicar la idea de tener campañas semestrales para levantar temas
como Juventud, tales como trabajo decente, asuntos indígenas, mundo sindical, deporte,
cultura y arte, entre otros, teniendo presente el momento de la ley de presupuesto para
pelear temas juveniles. Es una tarea fundamental, al respecto, la construcción de una línea
política clara, tanto sobre las coyunturas que aparezcan como al panorama general de
nuestro país, que sea socializada de manera efectiva entre nuestra militancia, planteándola
con fuerza en los espacios en los que trabajamos. Esta debe ser la hoja de ruta para la
política comunicacional de nuestra Juventud.

Estos puntos no son posibles de realizar sin que la Mesa Nacional de la JS no tenga el apoyo
de un equipo profesional en temas periodísticos, redes sociales y diseño gráfico. Uno de los
importantes avances de la Presidencia del cro. Melo fue el establecer ese equipo en favor
de la Juventud y de esa manera no depender de voluntariados de nuestros militantes en
esos temas. Es prioritario formalizar nuevamente este secretariado con funcionarios/as
para la JS, y de esa manera darle fuerza a la orgánica.

d) Rol internacional de la Juventud

La JS ha tenido desde hace años un destacado rol a nivel internacional. Nuestra plataforma
mundial es la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY), instancia que reúne a
las orgánicas juveniles del socialismo, la socialdemocracia y el laborismo. De forma
continua, desde la Presidencia de IUSY de Álvaro Elizalde y Felipe Jeldres, hemos tenido
participación a ese nivel, como la Juventud de Allende y Bachelet. A pesar de las legítimas
críticas, esta es una organización que permite compartir experiencias, políticas públicas y
debates con símiles internacionales, siendo provechosa en esa misión y representando una
gran diferencia con la Internacional Socialista adulta (siendo la única instancia juvenil
internacional que efectivamente funciona cotidianamente).

Esto debe ser consolidado y democratizado, abriendo espacios para la militancia para su
formación. En primer lugar, el dinero o el ingreso no puede ser un límite para ejercer política
internacional: la JS debe asegurar, junto con el Partido, la posibilidad de estar presente en
distintas actividades. Tener un presupuesto anual destinado a esto es fundamental, así
como la apertura a la militancia de la formación internacional en temas como diversidad
sexual, feminismo y estudiantil.

En segundo lugar, el establecimiento de un instructivo de viajes internacionales es relevante


para lograr un mayor estándar de probidad y transparencia. Cada salida al extranjero debe
dejar algo para la JS a nivel nacional, a través de charlas, foros o actividades enmarcadas en
la temática de la actividad internacional.

En tercer lugar, si bien IUSY es nuestro referente en el mundo, no podemos olvidar nuestro
carácter latinoamericano: los lazos con juventudes de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador,
Venezuela, Colombia, Argentina, Uruguay, entre otros, deben ser construidos, creados y
renovados en el tiempo, en favor siempre de la institucionalidad y no de los personalismos.

e) Rol Juventud Socialista en el mundo digital

El desarrollo de las tecnologías ha permeado con creces las prácticas humanas y sociales,
de la cual, los partidos políticos no están ajenos. Es por ello, que los canales tradicionales
que se expresan los socialistas deben ser refrescados, canalizando las expectativas de la
militancia actual. El objetivo es construir canales digitales que faciliten la comunicación y
organización, mediante el uso de herramientas tecnológicas que generen un impacto en la
acción política tradicional. De esta manera, se busca fortalecer al partido socialista con las
bases militantes, simpatizantes y/o futuros compañeras y compañeros.

El trabajo digital trasciende lo aspectos estéticos, por lo que apunta a una práctica de datos
que permita establecer un orden socialista. Aunque la televisión mantiene la mayor
atención como espacio de comunicación, el campo digital constituye un frente importante
por el cual canalizar el impulso político. Lo digital es complementario a las prácticas y
orgánica del Partido: generando una herramienta neutra.

e.1) Propuestas para una acción digital:

De una política análoga a una política digital: Proponemos articular un campo digital que
sirva de espacio relacional para la militancia socialista. Se trata de un cambio tecnológico
en el que subyace uno cultural, pues, teniendo como fundamento la identidad histórica del
Partido, queremos promover la actualización de la interfaz con la que se coordina opera,
fortaleciendo la interrelación.
De cuadros políticos a políticos cibercomunitarios: Proponemos impulsar el conocimiento
de herramientas tecnológicas para una militancia digital. El trabajo político tradicional hoy
puede ser potenciado a través de una presencia digital, la que con una estrategia adecuada
abre un espacio de acción política.
De la brocha al pixel: Proponemos apoyar las líneas gráficas desde una estética digital que
se replique en los distintos espacios donde haya una orgánica del Partido. Generar una
identidad gráfica fortalecerá la pertenencia, así como identificará los mensajes a un espacio
particular: el Partido Socialista.

e.2) Propuestas en la práctica:

Desarrollo de software web para computador y App: Proponemos que el Partido esté a la
mano de todo militante.
Credencial Digital: Proponemos que los militantes puedan identificarse como tal,
vinculándose con el medio y permitiendo acceder a las plataformas que el Partido ofrezca.
Censo Digital: Proponemos georefenciar a los militantes elaborando una coordinación de
información disponible para las estructuras orgánicas del Partido.
Protocolos Digitales: Proponemos reestablecer protocolos digitales que le permitan al
Partido un ahorro de tiempo y trabajo en la coordinación interna del Partido.

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