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DATOS ESTADÍSTICOS
Sin embargo, la mayor parte de la población no ubica a la depresión como un problema grave,
pese a que sus efectos pueden ir desde un daño neuronal hasta la muerte a causa del suicidio.
Solo un 25% recibe atención, y el 75% restante convive con la enfermedad sin recibir tratamiento
y de ellos solo un 35% es consciente de la enfermedad.
El Estudio mundial de salud mental del 2014 estima que en el Perú el 29% de la población urbana
entre los 18 y 65 años ha presentado algún trastorno mental en su vida.
En el Perú, 334 personas se quitaron la vida en el 2016, 267 de esas muertes fueron provocadas
por la depresión.
El 25% de menores entre 12 y 17 años ha tenido deseos de morir, y de ellos el 3,6% intentó
suicidarse. Estos cuadros en su mayoría están asociados a maltrato, abuso o abandono. La
familia muchas veces es la raíz del problema.
Las personas no toman la salud mental como un problema serio, y menos aún la prevención.
Sobre la atención en Lima (estimaciones en base a los estudios epidemiológicos realizados por
el INSM):
Antes del 2015, cuando los centros de salud comunitarios no existían, y una persona podía
demorar hasta tres meses para obtener una cita. Durante ese tiempo el paciente empeoraba o
hasta podía suicidarse.
En junio del 2012 se promulgó la Ley 29889, con la cual se garantizaban los derechos de las
personas con problemas de salud mental y se establecía una reforma en la atención integral de
estos pacientes.
Vínculo maternal. El estrés puede aparecer desde que nacemos y se relaciona con el vínculo con
la madre. Si ella brinda al niño alimento y cuidado cada vez que este lo requiera, el vínculo será
bueno; de lo contrario, habrán problemas emocionales.
“El niño es muy vulnerable y cualquier falla adaptativa en la primera etapa lo va haciendo
vulnerable para la siguiente etapa. El estrés infantil tiene que ver con dos elementos
fundamentales: el abandono o la negligencia en su cuidado y estos van a variar de acuerdo con
la edad del niño”, detalla.
Explica que existe una depresión en el primer año de vida, denominada anaclítica, que se
apreciaba en los niños hospitalizados, desvinculados de sus padres. Ellos no dejaban de llorar
por atención y, tras un tiempo, al darse cuenta de que no les harían caso, guardaban energía y
se ponía en fase de espera. Bajaban su nivel de funcionamiento, esperando que los rescaten” y
así entraban en fase depresiva.
Las distintas caras. “En la medida que se crece, la expresión de la depresión y la ansiedad
empieza a ser más tenue. Hay niños que lloran y lloran, que no están seguros con nadie más que
con la mamá, que no quieren quedarse en el colegio (ansiedad y depresión por la separación),
pero ya más grandes se vuelven temerosos y tímidos.
A unos les sudan las manos, tienen tics, se comen las uñas, se sacan el cabello, presentan
manifestaciones de angustia de tipo conductual”, detalla el experto.
Al crecer, la depresión se evidencia de otras maneras. A los 11 o 12 años, los síntomas toman
formas de ideas. Se les ve tristes, expresan temores a varias cosas.
Lo mismo pasa con las personas que cuando hay mucho tráfico gritan porque alguien se les cruzó
o que cuidan en exceso a sus hijos.
En la sociedad nos damos mucho argumento para justificar nuestra ansiedad, estrés y
depresión”, señala Castillo. El adulto que es violento o tolera la violencia presenta síntomas.
La depresión se forma a lo largo de la vida y existen factores genéticos que nos predisponen a
ella. Los eventos impactantes, como la muerte de alguien, actúan como detonantes, pero en
general los recuerdos de infancia terminan siendo determinantes. Esos traumas pueden hacer
la diferencia entre el suicidio y la vida”, señaló a El Comercio Humberto Castillo, ex director del
INSM, y actual director del centro de investigación y desarrollo en salud mental de la Universidad
Peruana Cayetano Heredia.
HIPOTESIS DE TESIS
¿QUE TIPO DE AMBIENTE ESCOLAR? BAJA IMPLICANCIA Y CON PROFESORES CON POCA
CAPACIDAD PARA ABORDAR ESTOS TEMAS