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TALENTO DIGITAL

MINIATURIZACIÓN

La carrera por hacer el chip


más pequeño del mundo
Ya hay procesadores más pequeños que una célula. ¿Pueden
llegar a ser menores que un átomo? Te contamos la vertiginosa
búsqueda de la miniaturización más extrema

Fotografía de un nanochip con microscopio electrónico de barrido. GETTY

Madrid - 6 ABR 2017 - 20:29 CEST

Si las cosas están hechas de átomos… ¿Se pueden


hacer cosas más pequeñas que un átomo? No se
SERGIO C. FANJUL
trata de filosofía, es una pregunta que pone de
relieve uno de los límites que actualmente enfrenta
el acelerado desarrollo tecnológico. Según la Ley
de Moore, enunciada por Gordon Moore,
cofundador de Intel, en 1965, la potencia
tecnológica se dobla cada dos años, y a menor
coste. Esto significa un crecimiento exponencial del
número de transistores que se puede meter en un
procesador.

Aunque no es una ley propiamente dicha, sino más bien una tendencia
empírica, la Ley de Moore se ha venido cumpliendo con cierta exactitud.
Sin embargo ahora se topa con un límite físico: el tamaño de los
transistores está llegando a órdenes atómicos: no se pueden hacer
transistores más pequeños que un átomo; además la pequeñez presenta
otros problemas relacionados con la naturaleza cuántica de la materia o la
disipación de calor. En definitiva: el proceso de miniaturización y aumento
de potencia que ha hecho que llevemos máquinas prodigiosas en nuestros
bolsillos se topa de frente con un muro.

“Se habla mucho del fin de la Ley de Moore, pero


MÁS INFORMACIÓN
nosotros estimamos que le quedan al menos diez
B(it) + Á(tomo) + N
(eurona) + G(en)= años de vida”, dice Simón Viñals, director de
¡Bang! Tecnología de Intel Iberia, “hay abiertas muchas
líneas de investigación en nuevos materiales y
tecnologías”. A finales de marzo la empresa celebró
en San Francisco un congreso centrado en la célebre
ley, en el que presentó sus nuevos transistores de 10
Diez cosas que la nanómetros (las anteriores tecnologías eran de 45,
inteligencia artificial 32, 22 y 14 nanómetros). Ahora, en un milímetro
puede hacer por ti
cuadrado caben cien de estos ingenios. Un átomo de
¿Eres de letras? La silicio mide en torno a 0,24 nanómetros y la
sociedad digital te Universidad de Berkeley ha llegado a presentar
necesita
prototipos de transistor de 1 nanómetro: el límite
anda cerca. En el congreso, el vicepresidente de
Intel, Stacy J. Smith, explicó que si el progreso de otras disciplinas hubiera
avanzado al ritmo de la ley de Moore, ya podríamos viajar trescientas
veces más rápido que la velocidad de la luz, alimentar a la población
mundial con un solo kilómetro cuadrado de terreno o viajar al Sol usando
solo unos litros de gasolina. Son ejemplos imposibles, pero que dan una
idea de la rapidez, el bajo consumo y la densidad de transistores de su
tecnología.

Para hacernos una idea del avance, el físico Ramón Aguado, investigador
del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) propone una
bonita metáfora: “En un microprocesador, en los años setenta, había dos
mil transistores: el número de espectadores que cabe en un teatro. Hoy en
ese teatro hemos conseguido meter mil millones de personas, es decir,
hay mil millones de transistores en un procesador”. ENIAC, construido en
1943 para calcular trayectorias balísticas y considerado el primer
ordenador, ocupaba una habitación entera y pesaba 27 toneladas. Podía
hacer 5.000 sumas o 3.000 multiplicaciones por segundo. Hoy cualquier
smartphone tiene una potencia más de mil veces superior y cabe en la
palma de la mano. ¿Cómo se ha obrado este prodigio?

Cómo se hicieron las cosas pequeñas


Conviene entenderlo desde el principio. En un plano abstracto, la
información se reduce a los dígitos 0 y 1 (de ahí lo de digital). En la
práctica esos 0 y 1 se traducen en corriente eléctrica (el 1) y ausencia de
corriente (el 0). Para construir ordenadores hace falta poder manejar
miles de pequeños interruptores que dejan pasar o no electricidad. En el
ENIAC estos interruptores eran las válvulas de vacío, una especie de
bombillas que ocupaban mucho espacio y se fundían con frecuencia. El
progreso tuvo un punto de inflexión con la invención, en 1947 y gracias a la
física de los semiconductores (particularmente el silicio, de ahí Silicon
Valley), de un nuevo tipo de interruptor: el transistor.

Evolución del tamaño de los transistores

10.000

9.000
Medidas transistores
Create line charts

Con la llegada del transistor comienza el proceso de miniaturización y la


Ley de Moore. A finales de los años 50 aparece el circuito integrado lo que
permite fabricar procesadores de manera industrial; hoy se fabrican en
obleas mediante el proceso de fotolitografía, es decir, se imprimen con
luz, de forma similar a una fotografía analógica. Cada vez se pueden meter
más transistores en cada procesador, cada vez son más pequeños. Y a
más transistores (a más interruptores de ceros y unos), más operaciones
por segundo, más potencia de cálculo, más y más avanzadas aplicaciones
tecnológicas.

Los límites físicos


Además del propio tamaño de los transistores, cada vez más cerca del
tamaño de los átomos, en el mundo de lo cada vez más pequeño surgen
otros inconvenientes. Uno es la aparición de efectos cuánticos: la materia
a pequeña escala se rige por otras leyes, ahí abajo es bastante probable
que una partícula atraviese una barrera de potencial. Sería lo equivalente a
que en nuestro mundo una pelota atravesase un muro. Se llama efecto
túnel y es una de las extrañas cualidades de lo cuántico. “Con el efecto
túnel la corriente empieza a tener menos precisión y los umbrales de
funcionamiento empiezan a ser peores”, explica Aguado.

Otro de los límites físicos es la disipación de calor. “Cuanto más pequeño


es el transistor más potentes son los procesadores, pero también generan
más calor”, dice Aguado, “uno de los retos tecnológicos es optimizar
velocidad respecto a calor”. Porque si hay demasiado calor el aparato,
sencillamente, se puede quemar. De ahí que los ordenadores suelan llevar
un sistema de ventiladores que producen ese característico sonido y olor.

¿Qué soluciones se proponen?


Existen varias: la creación de
circuitos integrados con varias
capas bidimensionales de
transistores, la investigación de
nuevos materiales (“por
ejemplo, aleaciones de
semiconductores como el silicio
con germanio, o materiales
como el grafeno o el fosforeno”,
señala Viñals), transistores de
un solo electrón (que consumen Un ingeniero trabaja con un ordenador cuántico
D-Wave 2000Q.
menos potencia) o la utilización
en paralelo de varios
procesadores, como ya se usan.
Ya que llegará el momento en el que no se podrá miniaturizar más y hacer
así más potente los procesadores, la tecnología ofrece estas vías
secundarias para seguir adelante.

La computación cuántica
Pero la vía que parece que supondrá un cambio cualitativo es la
computación cuántica. En esta disciplina los estados posibles no son solo
el 0 y el 1, sino una superposición de ambos estados, como en el famoso
caso del gato de Schrödinger que está muerto y vivo al mismo tiempo. Así,
del bit tradicional, pasamos al qubit. La capacidad de computación
crecería de tal manera que todavía es difícil imaginar sus consecuencias.
Por lo pronto uno de los efectos más señalados es que un ordenador
cuántico podría volar por los aires todos los sistemas de encriptado, por
ejemplo el de las tarjetas de crédito. “Para encriptar una tarjeta de crédito
hay, básicamente, que descomponer en dos factores un número muy
grande. Es una operación que a un ordenador normal le podría llevar miles
de años, pero que un ordenador cuántico podría realizar en un tiempo
razonable”, explica Joaquín Fernández Rossier, investigador en
nanoelectrónica en la Universidad de Alicante y en el International Iberian
Nanotechnology Laboratory (INL). “Pero no va a ser más rápido
enfrentando problemas normales”, añade, “sino que van a poder resolver
de forma eficiente que lo ordenadores normales no pueden resolver”.
Todas las grandes empresas tecnológicas ya se han posicionado respecto
a la computación cuántica y trabajan en su desarrollo. La división IBM Q,
de IBM, presentó en mayo de 2016 su primer prototipo de procesador,
consistente en cinco qubits. Google y la Nasa también están trabajando en
ellos (con la participación de investigadores de la Universidad del País
Vasco). La compañía canadiense D-Wave Systems ya vende ordenadores
cuánticos: su modelo D-Wave 2000 Q, disponible desde junio y valorado
en 15 millones de dólares, tiene dos mil qubits. Por su parte, la Comisión
Europea anunció el año pasado el lanzamiento de un programa de mil
millones de euros dedicado al desarrollo de esta computación, el Quantum
Flagship. La llaman la Segunda Revolución Cuántica. “Son proyectos a
largo plazo, no tendremos un ordenador cuántico en casa en cinco años”,
dice Fernández Rossier, “los ordenadores cuánticos aún son de gran
tamaño y muy sofisticados: necesitan superconductores, temperaturas
cercanas al cero absoluto, etc.”.

El procesador cuántico del D-Wave Q2000 es entre 1.000 y 10.000 veces superior a uno
tradicional.

Pero, ¿no es suficiente?


La pregunta que puede asaltar nuestra cabeza ante la necesidad de que
continúe el progreso tecnológico es la siguiente: ¿no es, por el momento,
suficiente el nivel tecnológico que la humanidad ha alcanzado? ¿Es
necesario mantener un crecimiento exponencial tan prodigioso como el
que se ha vivido los últimos 50 años?
“La Ley de Moore es una tendencia que sigue la industria microelectrónica
para que su negocio sea rentable”, explica Francesc Pérez, investigador
del Centro Nacional de Microelectrónica (CNM) del CSIC. Digamos que la
industria se sostiene en el continuo avance, en la continua oferta de
nuevos productos más potentes y nuevas prestaciones. Se ha llamado la
obsolescencia tecnológica a esa necesidad a cambiar un equipo antiguo
por uno nuevo aunque el anterior no haya llegado al límite de su vida útil.
Hay quien utiliza un ordenador durante más de 10 años y hay quien lo
cambia cada dos, aunque aún funcione. “Los nuevos modelos ni siquiera
tienen que tener procesadores más potentes, también puede tratarse de
una mejor pantalla o una cámara con mayor resolución”, dice Pérez. Son
otras vías de avance tecnológico, al menos en su vertiente comercial.

Para Viñals el desarrollo tecnológico debe continuar: “Los usuarios van a ir


demandando nuevas prestaciones, las necesidades van a ir cambiando y
cada vez habrá más gente conectada y más dispositivos. La tecnología
está llegando con fuerza al coche inteligente y el Internet de las Cosas
cada vez será más importante en nuestra vida”, dice el director de
Tecnología de Intel Iberia. “Este desarrollo será beneficioso para todo el
mundo, tanto para el usuario final como para la industria”, concluye.

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