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Cabe antes que nada dar un breve repaso de algunas concepciones vigentes al momento
de finalizar el siglo XIX. Hasta ese momento, pese a las enormes diferencias que se
habían gestado en lo que respecta a definir el valor y los alcances del arte, siempre
prevaleció una intención de lograr belleza a través de este. En este sentido, pude decirse
que siempre subyació un elemento platónico en la mentalidad artística anterior al siglo
XX, aspecto al que pudo haber contribuido el cristianismo.
Basta con recordar que muchos expertos definen la existencia de períodos cíclicos en la
historia del arte. Así, el Renacimiento exhibió un intenso aspecto platónico en el cual se
rescataron variables típicas de la cultura grecorromana, con respeto por la simetría, los
patrones clásicos de belleza y la figura humana. Estas características son llamadas
apolíneas (en referencia al dios griego de la belleza, Apolo). El Renacimiento fue
sucedido por el Barroco, un período breve, profundamente explosivo y plagado de
creatividad, en el cual estos cánones se relativizaron para incluir también parámetros
más aleatorios e incluso sombríos. Estas características suelen definir como dionisíacas
(por el dios griego del vino, Dionisio). El neoclasicismo y el romanticismo representan
dos etapas posteriores y homólogas del Renacimiento y el Barroco, en ese orden.
Asimismo, vale recordar que el siglo XXI ha incorporado al arte moderno el concepto
asociado de arte digital, en el cual muchos creadores aplican tecnologías informáticas
para dar lugar o complementar otro tipo de obras, ya sea de índole gráfico o musical.
Los recursos digitales han llegado para quedarse en forma definitiva en el mundo del
arte actual, con un mayor o menor grado de influencia que depende de la disponibilidad
y variables culturales propias del artista y su entorno social.
Ciertamente, puede señalarse una cuota de subjetividad a la hora de evaluar una obra en
particular. No obstante, el cuestionamiento extremo de pautas que eran respetadas hasta
fines del siglo XIX conllevo a una banalización del arte. En efecto, si la belleza es
relativa, entonces cualquier elemento es bello, y si el arte no tiene por que atenerse a
criterios estéticos, entonces cualquier expresión es artística. El tratamiento de estas
cuestiones será capital para definir el futuro de la cultura. La viralización del arte ha
convertido en realidad a cada usuario en una suerte de crítico de mayor o menor
idoneidad, por lo cual los gustos y placeres asociados con el arte moderno pueden
disfrutarse de un modo personalizado y con grandes posibilidad de elección por parte de
cada individuo.
A finales del S. XIX y principios del S. XX Europa vivía en una situación caracterizada por la
inestabilidad social, la rivalidad económica y política entre las distintas naciones, que
desemboca en la Primera Guerra Mundial, y una fecunda productividad en el ámbito científico e
intelectual. En ello el arte se vio afectado y empezaron a surgir múltiples corrientes que se
denominaron "ismos", eran las diferentes rupturas con los modelos de belleza dominantes en la
época. No todas las tendencias se suceden linealmente en el tiempo, sino que muchas son
coetáneas y tienen interrelaciones entre sí. Las vanguardias no se pueden entender intentando
establecer un orden cronológico, hasta la II Guerra Mundial tienen lugar las primeras
vanguardias artísticas o vanguardias históricas, mientras que pasada la guerra aparecen las
segundas vanguardias y el postmodernismo.
Las raíces del arte contemporáneo las encontramos a finales del S. XIX. El Impresionismo y el
Postimpresionismo constituyen un punto de partida para las corrientes del S. XX. Dentro de
las vanguardias históricas, las más destacadas fueron el fauvismo, el expresionismo, el
cubismo, el futurismo, el constructivismo, el neoplasticismo, el dadaísmo y el surrealismo.
Todas tienen una serie de elementos comunes en su ideología, pero no en lo estilístico. Existe
una conciencia de grupo dentro de cada uno de ellos y lo dejan reflejado en sus respectivos
manifiestos. Niegan el pasado y buscan un nuevo lenguaje expresivo basado en una visión
diferente de la realidad, a la que ya no imitan, interpretan. El deseo de novedad los lleva a
experimentar con el color, las formas y la composición.
El fauvismo sustituyó la paleta de tonos naturalistas empleada por los impresionistas por un
fuerte colorido y un dibujo de trazo muy marcado para crear un mayor énfasis expresivo.
George Braque y Henri Matisse fueron algunos de sus integrantes.
Los expresionistas valoraron los contenidos y las actitudes emocionales, la expresión del
propio yo, por ello la composición se hace desgarrada y el color más violento, con contenidos
simbólicos. El primer grupo expresionista se fundó en Alemania y fue conocido como Die
Brûcke (El Puente). Destacan Emil Nolde, Ernest Kichner, Kart Schmidt - Rottluft y Erich
Heckel. A finales de 1910 se constituyó Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), formado por
Kandinsky, Franz Mare y El Lissitsky.
El cubismo enfatiza la superficie plana y la bidimensionalidad del lienzo y propone una forma
de perspectiva basada en la multiplicidad de los puntos de vista. En una primera fase,
denominada cubismo analítico los artistas buscaron la descomposición de las formas
tridimensionales en múltiples elementos geométricos a partir de la fragmentación de elementos
cúbicos y proyecciones planas. En una segunda fase, denominada cubismo sintético, se
desarrollaron experiencias con el collage. Materiales como la madera, papeles de periódico,
fotografías o plumas se combinaron con pigmentos planos en la composición del cuadro. Las
obras son más decorativas y las evocaciones figurativas más explícitas.
Robert Delaunay, Picasso, Juan Gris y Frantisek Kupka son destacados exponentes del
cubismo pictórico y Pablo Gargallo y Julio González de la escultura cubista en España.
Los artistas del futurismo italiano, especialmente Gini Severini, Humberto Boccini, Carlo Cará
y Giacomo Balla, trabajaron un estilo que se ha denominado cubismo dinámico porque se
interesaron por la representación del movimiento y la velocidad a través de la repetición rítmica
de líneas e imágenes.
El cubismo también influyó en la aparición del arte no figurativo o abstracto. El suizo Paul
Klee produjo algunas acuarelas abstractas. Los artistas rusos como Maliévich, Rodchenko y
Vladímir Tatlin, evolucionaron hacia un arte abstracto construido geométricamente.
Los surrealistas trataron de ir más allá de la realidad visible asegurando la superioridad del
subconsciente y la importancia de los sueños en la creación artística. Trabajaron con un estilo
figurativo Marx Ernst, Salvador Dalí, René Magritte y Van Ray, mientras que a la corriente
abstracta pertenecieron Jean Arp, André Masson, Yves Tanguy y Joan Miró.