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DINÁMICAS Y
TÉCNICAS DE GRUPO
introducción
DINÁMICA DE GRUPOS.
1. ¿Qué es la dinámica de grupos? (p. 4)
2. El “Grupo”. (p. 6)
3. La motivación. (p. 15)
4. La comunicación (p. 17)
5. El liderazgo. (p. 20)
6. Los roles dentro del grupo. (p. 23)
7. El educador. (p. 26)
TÉCNICAS DE GRUPO.
8. ¿Qué son las técnicas de grupo?. (p. 30)
9. Técnicas de presentación. (p. 32)
10. Técnicas para crear ambiente. (p. 34)
11. Técnicas de conocimiento. (p. 35)
12. Técnicas de expresión. (p. 36)
13. Técnicas de estudio y trabajo de temas. (p. 38)
14. Técnicas de evaluación. (p. 39)
Introducción
Todo buen educador (catequista, profesor, monitor...) de grupos debe tener unos
conocimientos básicos sobre las leyes de funcionamiento del grupo, al tiempo que debe
tener una capacidad para interpretar lo que sucede y habilidad para lograr el
comportamiento más conveniente por su parte y por parte de cada uno de los miembros
del grupo.
Para facilitar este objetivo nace este cuaderno, cuyo único fin es aportar unos breves
apuntes sobre la teoría de dinámica de grupos, así como un resumen de distintas técnicas
aplicables a nuestra labor pastoral y educativa, de modo que faciliten y aumenten nuestro
conocimiento y nuestros recursos.
Hemos de tener siempre en cuenta que cualquier aprendizaje experimental y dinámico
ha de conectar, de forma práctica tres factores:
1. La experiencia vivida.
2. La realidad que se vive.
3. La realidad que se espera vivir.
Dinámica de grupos
1. ¿QUÉ ES LA DINÁMICA DE GRUPOS?
Desde 1944 se conoce con el nombre de dinámica de grupos la parte de la
psicosociología que analiza el grupo en cuanto a su actitud y comportamiento (aunque en
España el termino dinámica de grupos se refiere también al conjunto de métodos prácticos
para trabajar con grupos -hacer una dinámica- esta acepción en el presente cuaderno la
nombraremos como técnicas de grupo).
Tras más de 50 años de investigación se ha comprobado que el grupo es un
instrumento formidable para el autoconocimiento, para conocer a los otros, para conocer al
propio grupo en cada momento y, en general, a los grupos que viven procesos similares.
La dinámica de grupos observa, analiza, contrasta y universaliza la vida de los grupos
pequeños, siempre y cuando se den unas condiciones previas, de experimentación y
estudio, que se resumen básicamente en que haya una auténtica comunicación.
Para que esta comunicación se pueda dar, es necesario que el grupo someta a crítica la
manera convencional de comunicarse abriéndose a otras formas más eficaces de hacerlo,
así como también es necesario un espacio y un clima adecuado.
La experiencia nos dice que el grupo pequeño es donde las relaciones pueden ser más
vivas, auténticas, controladas y evaluadas. Este tipo de grupos posibilita también un
proceso de grupo en el que se experimentan las reacciones ante las distintas fases, ante
la autoridad, ante la propia imagen y la de los demás y ante la posible autonomía del
grupo.
La dinámica de grupos se convierte de esta manera en “una filosofía de la dirección y
conducción de grupos, ciertas técnicas de trabajo y formación, y el conjunto de
conocimientos sobre la naturaleza de los grupos y las leyes de su desarrollo. Estudia la
psicología de los grupos, su historia íntima y la constante evolución de su estructura” (A.
Francia).
Para que estos fines se alcancen el grupo debe intentar cubrir, al menos, tres
necesidades básicas:
Necesidad de inclusión, integración y valoración en el grupo.
Necesidad de control, de participación plena (con derechos y responsabilidades).
Necesidad de afecto, de valoración como persona no por lo que se hace, sino por lo
que se es.
Para nosotros, como educadores que somos, la dinámica de grupos se convierte en un
instrumento para orientar, integrar, prevenir, concienciar, promocionar, decidir... la marcha
de nuestros grupos en general y de nuestros muchachos/as en particular. La riqueza
educativa de un grupo (que camina abierto y en disposición de analizar y aprender lo que
sucede en cada momento) no elimina, más bien potencia, la preocupación por el cuidado
de lo personal y de lo íntimo (en contraste con el individualismo que nace de una
interiorización cerrada en un yo insolidario). Todo lo que sucede en el grupo es interesante,
es analizable, tiene sus porqués y es fuente de saber. Lo que se analiza en actitud positiva
humaniza, desdramatiza, cura y crea.
Si lo miramos desde la perspectiva cristiana y ya que la persona (a imagen y semejanza
de Dios) es relación, todo lo que ayude a mejorar las relaciones ayudará, por tanto, al
crecimiento personal, dará mayor calidad humana (base sin la cual no se puede construir
la identidad cristiana) al grupo y dinamizará y humanizara la sociedad, sentando las bases
para una transformación evangélica del mundo.
2. EL “GRUPO”
El gran protagonista de nuestra acción pastoral y educativa no es meramente un
conjunto de personas, reducidas en número y unidas por una finalidad común en base a la
cual se relacionan entre sí, sino que además se convierte en el lugar de referencia para las
relaciones humanas y en un campo de fuerzas que nos ayudarán o nos frenarán en
nuestro camino hacia el Padre.
Entresacando los factores para la existencia de un grupo hay dos de ellos
determinantes: las relaciones y el proyecto común. Para que un grupo exista es
necesario un numero de personas que permita a todos los componentes relacionarse entre
sí de una forma directa y múltiple que genere interacción y una influencia mutua entre
todos los miembros. Pero es también necesario que todos los miembros se orienten al
mismo objetivo, lo acepten y trabajen para su consecución.
Las posibilidades del grupo vienen condicionadas, en gran parte, por el pasado de cada
uno de los miembros que forman dicho grupo. Cada miembro trae consigo un montón de
condicionantes que afectaran la marcha de todo el grupo: intereses, necesidades, formas
de relacionarse, mecanismos de defensa, heridas, esquemas de valores, carencias
afectivas, complejos, miedos, frustraciones, seguridades, recursos, motivaciones...
De igual manera influyen en el conjunto las condiciones del aquí y ahora que vive el
grupo: lugar de reunión, número de componentes, estilo de relaciones, liderazgo, clima,
lenguaje, actitudes...
Una vez aproximado el concepto de grupo quizás la primera pregunta que deberíamos
plantear a la hora de afrontar el resto del tema es ¿por qué nos reunimos en grupos?
Vivir solo es imposible (el hombre es un animal social), pero la vida de pareja y de grupo
resulta muy difícil, aunque al mismo tiempo, se torna en una aventura apasionante (más
aun desde la perspectiva cristiana).
Existen muchas razones por las cuales nos reunimos en grupo, citando sólo algunas de
las más importantes (a nivel psicosociológico) nos reunimos para:
Satisfacer necesidades: físicas, afectivas, sociales, de seguridad, de autorrealización...
Seguir a un líder que nos ofrece garantías de determinados valores, intereses o
esperanza de lograrlos.
Vivir un clima relacional que parece existir o es posible conseguir.
Encontrar una serie de actividades programadas o programables en las uno se pueda
sentir a gusto.
Hacer nuestros los objetivos concretos del grupo con el que nos identificamos.
Disponer de materiales y recursos.
Contar con la fuerza o el prestigio social del grupo.
Alcanzar metas o actividades que no son posibles, o son más difíciles, en solitario.
El grupo permite un mejor desarrollo individual (el autoconocimiento y la confrontación
con los demás diseñan el perfil de la identidad y la autoaceptación) así como un mejor
desarrollo social (en el grupo sepueden aprender actitudes y comportamientos desde unas
relaciones humanas auténticas, desde la cooperación, la participación, el compromiso...).
Si atendemos, además, a motivos eclesiales, el grupo (la comunidad) es la respuesta
a un Padre que nos llama a vivir como hermanos. Ya en el Vaticano II, al pretender una
renovación teológico-pastoral de la Iglesia, se apostó por una vivencia más comunitaria de
la fe y es aquí donde el grupo cobra su gran importancia. «El grupo como ámbito de
educación en la fe, es algo más que un medio pedagógico, una moda para trabajar con los
jóvenes o forma de desmasificación. El grupo de fe es una autentica experiencia de
Iglesia. Y ello por dos motivos fundamentales:
«La fe cristiana se transmite y se vive en comunidad. Allí donde hay un grupo de
creyentes unidos en el nombre de Jesús, está la Iglesia. La experiencia positiva o
negativa que los destinatarios tengan de su propio grupo de fe, va condicionar en
gran parte la imagen futura de la Iglesia y el grado de pertenencia y compromiso con
ella.
«Todo itinerario de fe ha de desembocar en la integración responsable y activa del
joven en una comunidad cristiana adulta de la Iglesia local o diocesana, y a través de
esta sentirse miembro de la Iglesia universal» (Itinerario de educación en la fe. Guía
del educador).
El grupo se convierte de esta manera, en una magnifica experiencia de vida eclesial,
que desarrolla la dimensión comunitaria y el sentido de pertenencia a la Iglesia y que hace
posible vivir la riqueza de la acción de Dios en cada uno de sus miembros.
Si miramos la pedagogía de Jesús, el grupo se presenta también como el método
elegido por Él para llevar a cabo su misión. Jesús reúne a los suyos junto a Él, forma
comunidad con ellos y les va desvelando la buena noticia del Reino.
La interacción o el intercambio que se produce entre los miembros del grupo, necesita
siempre una comunicación (no siempre verbal) de forma múltiple, es decir, que permita la
participación de todos los miembros en todas las direcciones (no sólo con el educador).
Se nos presenta en este punto el problema del tamaño del grupo, que influirá en las
actitudes participativas, en la fluidez del diálogo y de las relaciones interpersonales, en la
facilidad para alcanzar el consenso, en la riqueza y profundidad del tratamiento de los
temas... Como ya hemos comentado anteriormente, el grupo pequeño es la mejor opción
metodológica para resolver estos problemas. Los expertos suelen concretar un número de
miembros entre 6 y 12 personas. Un número superior a 12 personas comenzaría a
dificultar la comunicación y un número inferior a 6 personas empobrecería el trabajo
(aunque la determinación concreta de estos límites se tendría que hacer en función del
trabajo, objetivos, calidad de los componentes...).
Tenemos que tener también en cuenta la homogeneidad-heterogeneidad del grupo. La
variedad proporciona mayor riqueza al grupo (diversidad de opiniones, contraste de
pareceres, creatividad...) pero al mismo tiempo ralentiza la marcha del grupo por la
necesidad de conciliar e integrar todas las posturas. La diversidad admisible en el grupo
La cohesión o la tendencia del grupo a permanecer unido así como su resistencia a las
fuerzas (internas o externas) que tienden a debilitar su unidad. La base de esta cohesión
está principalmente en el grado de adhesión de los distintos miembros al grupo. Esta
adhesión viene determinada por múltiples factores relacionados con la vida del grupo.
Enumeramos a continuación, una serie de factores elaborados de forma positiva para el
crecimiento del grupo:
Ambiente adecuado para que facilite y contribuya a la espontaneidad, la
participación y la cooperación.
Relaciones interpersonales cordiales, sinceras y de colaboración, de forma que
todos nos hallemos cómodos y a gusto con los demás.
Liderazgo distribuido entre todos los miembros según las capacidades y habilidades
de cada uno (según sus dones) de modo que se favorezca el logro de los objetivos.
Flexibilidad en las normas para poder adaptarse a las situaciones, a menudo
cambiantes, de la vida del grupo.
Consenso en la toma de decisiones y en la forma de llevarlas a cabo, no excluir a
nadie, y procurar que todos aporten su parte al proyecto común, de modo que todos
se sientan integrados.
Comprensión del propio proceso, distinguiendo entre lo que decimos y cómo lo
decimos (actitudes, reacciones, roles, tensiones, escapes). No sólo es importante el
tema propuesto sino cómo nos expresamos o cómo reaccionamos ante dicho tema.
En el proceso (tanto personal como de grupo) cada cosa tiene su momento.
Evaluación continua, de manera que podamos saber si respondemos al proyecto del
grupo o a los intereses particulares de algún/algunos miembros.
Como último factor, importantísimo para dar cohesión al grupo y facilitar la adhesión de
sus miembros, tenemos que resaltar la elaboración del objetivo. La adhesión profunda se
dará cuando los objetivos individuales de cada miembro del grupo se identifiquen con los
objetivos del propio grupo. Para ello es fundamental un objetivo claramente establecido y
del que todos se sientan partícipes.
En buena medida el grupo girará durante su recorrido en torno a los objetivos: nace por
unos objetivos, se define por sus objetivos, se orienta, se organiza, se actúa y se evalúa
en razón de los objetivos. La claridad con la que se defina el objetivo (sin ambigüedad, sin
dispersión...), la correspondencia con los intereses y las necesidades reales de los
miembros del grupo, el conocimiento y la comprensión que cada uno de los miembros del
grupo tenga de dichos objetivos, la aceptación y el compromiso para realizarlos y la
posibilidad real de poder alcanzarlos, harán posible una auténtica cohesión dentro del
grupo y como consecuencia un mayor crecimiento del mismo.
3. LA MOTIVACIÓN
Todo buen educador debe ser esencialmente un buen motivador, debe saber sacar de
cada uno de los miembros del grupo el máximo provecho para el crecimiento personal de
cada individuo y del propio grupo. Para ello es necesario saber motivar a cada uno en
particular para tocar los resortes necesarios que favorecerán dicho crecimiento. Es
necesario acercarnos a las personas, no sólo observarlas en sus fenómenos psíquicos y
sus manifestaciones, sino también comprender por qué obran así, sus motivaciones. Una
buena motivación estimula la creatividad, la cohesión grupal, la pertenencia, la fidelidad al
grupo y a los objetivos, la valoración de los otros...
Las motivaciones son con frecuencia inconscientes y complejas, hay multitud de
factores que modifican la conducta (intelectuales, afectivos, sociales, fisiológicos...) y a
menudo están en íntima interacción.
La mayoría de los autores coinciden en cuatro motivaciones fundamentales del ser
humano. Son vivencias o deseos que constituyen los resortes profundos de la conducta
humana y serán por tanto de vital importancia para el progreso y buen funcionamiento de
los grupos:
Seguridad: este deseo puede satisfacerse, en parte, con cosas materiales. También
puede satisfacerse con valores, creencias, experiencias, relaciones, normas de
conducta definidas...
Reconocimiento: este deseo se satisface cuando la persona , o el grupo, es alguien
para otros. Es necesario que se reconozca la valía de cada uno, que se tiene un
sitio, que cuentan conmigo.
Afecto: este deseo se satisface al sentirse querido, aceptado como persona (por lo
que se es y no por lo que se tiene). Es necesario que los otros le expresen
inteligiblemente que él es importante para ellos, que se comparta intimidad, que se
esté presente en la vida de los otros. Surge también el deseo de amar a otros, con
un amor correspondido y expresado.
Nueva experiencia: este deseo se satisface con la búsqueda de nuevas relaciones,
nuevas situaciones, nuevos roles, nuevas responsabilidades... Aunque, en principio,
lo conocido nos ofrece seguridad y somos reacios al cambio finalmente la seguridad
se acaba adquiriendo ampliando los campos de los saberes experimentados y de las
relaciones construidas, facilitando el entrenamiento para las situaciones cambiantes
de nuestra sociedad.
4. LA COMUNICACIÓN
El grupo es una red privilegiada de comunicaciones ya que todos sus miembros se
convierten en emisores y receptores. Para que esto se dé hemos de superar dos tipos de
comunicación: unidireccional (uno habla, normalmente el educador, y los demás escuchan)
y bidireccional (intervienen todos pero sólo en relación con una única fuente, normalmente
el educador).
El tipo de comunicación que buscamos es, por tanto, pluridireccional, de forma que nos
permita una circulación de ideas, sentimientos, creencias y vivencias que contribuyan al
crecimiento del grupo, haciéndonos conscientes de que a mayor participación y
profundidad en la comunicación de todos y entre todos, obtendremos un mayor
crecimiento.
La comunicación no es sólo verbal, la persona se comunica y la persona comunica.
Todo es comunicación, intencional o no: los gestos, la postura, la ropa, la colocación en la
sala, la mirada, la sonrisa... Siempre estamos comunicando. Otra cosa será que se nos
atienda y se nos entienda. Como ya hemos visto anteriormente, es importante estar
atentos a este tipo de comunicación por lo que pueda expresar en sí misma, en cuanto al
grado de interés, aceptación, integración... de cada individuo.
Principios básicos de toda comunicación
Ponerse en la situación de aquél con quien queremos comunicarnos.
Barreras de la comunicación
Diferencias de cada persona que nos hacen reaccionar conforme a nuestra propia
originalidad, interviniendo en el diálogo apoyados en nuestra propia experiencia,
conocimientos y perspectivas, intentando que prevalezca nuestro punto de vista.
Juicios de valor que nos llevan a encasillar a las personas y a perder objetividad y
escucha, así como al rechazo y oposición a sus propuestas.
Plegarnos sobre nosotros mismos de manera que sólo estemos pendientes de
expresar nuestras propias ideas o una determinada postura personal, haciendo que
nos desconectemos de lo que ocurre en el grupo para encontrar la forma y el
momento de transmitir nuestro pensamiento.
El miedo al cambio o a la crítica que nos dificulta el atender y aceptar proposiciones
o sugerencias de los otros si cuestionan nuestros planteamientos y posturas y nos
exigen un cambio.
Utilizar un lenguaje incomprensible o lejano con los demás. Hablar sin convicción,
monótonamente, usar términos complicados o excesivamente técnicos, hablar
demasiado rápido, no prestar atención al auditorio, en definitiva no ponerse en el
lugar del que escucha.
5. EL LIDERAZGO
En todo grupo, cada persona actúa sobre el grupo, unos más, otros menos; unos
mediante la amabilidad, otros a base de astucia, otros a base de espontaneidad, etc. El
liderazgo de un grupo se distribuye de forma variable según las personas que formen el
grupo, según la tarea realizada, según el momento vital del grupo, según las fuerzas de
cada uno, etc., presentándose distintas clases de líderes que recurrirán a distintas fuentes
de poder.
Como ya hemos visto anteriormente, las relaciones con la autoridad van a ser una
fuente de conflicto para el grupo, tanto para aquellos que presenten problemas para
aceptar dicha autoridad, como para los que creen dependencias con dicha autoridad. Por
eso la figura del líder (el educador por su función siempre será uno de los líderes del
grupo) es de vital importancia durante el proceso. De hecho el líder tiene en su mano,
sobre todo en las primeras etapas, que el grupo madure en mayor o menor grado y con
mayor o menor rapidez según ejerza un liderazgo positivo o negativo.
Un líder positivo es aquél que favorece el crecimiento del grupo en general y de cada
uno de sus miembros en particular desarrollando la función de personalización propia del
grupo, buscando la consecución de los objetivos del grupo mediante la aplicación de
métodos que potencien al grupo, y a cada uno, en su ser, su hacer y su saber. El liderazgo
positivo es aquél que sabe ejercer la “autoridad” desde el servicio a los otros, de modo que
facilita y “aúpa” el crecimiento de cada uno para que llegue a lo que está llamado a ser,
haciendo de cada uno el protagonista y “autor” de su propio crecimiento.
Un líder negativo es aquel que utiliza su poder en contra de las personas o en contra del
propio grupo. Manipula o establece los objetivos en base a criterios subjetivos recurriendo
al método que más le conviene. Se dan también liderazgos negativos debido a un mal uso
del poder a causa de motivaciones torcidas, debidas en muchos casos a una falta de
autoestima o a ansias enfermizas de poder. Se manifiestan así actitudes muy críticas con
los demás, necesidad de reconocimiento exagerada, autoritarismo, incapacidad para
aceptar la corrección, infravaloración de los demás, inculpación de sí mismo (victimismo),
búsqueda de recursos para alcanzar el poder y situarse en posición de dominio...
Un buen líder esta llamado a cuidar las funciones básicas del grupo de una
manera especial:
En cuanto a la función de producción el líder debe presentar los objetivos con
claridad, proporcionar las indicaciones oportunas para realizar el trabajo, fomentar la
evaluación, revelar los roles de cada uno en el grupo promocionando la integración
de cada uno de ellos en la estructura grupal y proponer -y en algunos casos tomar-
las decisiones necesarias para alcanzar los objetivos del grupo...
Asimismo el líder debe procurar mostrar una serie de actitudes que ofrezcan al
grupo una cierta seguridad:
Preocuparse por las necesidades de cada uno (integración, participación y afecto)
haciéndose cercano, disponible y dispuesto a la escucha y al diálogo, e intentando
resolver, en la medida de lo posible, las tensiones surgidas...
Ayudar a la integración de cada uno dentro del grupo. Conocer a cada uno en
particular, hacerle partícipe y definir, en cuanto sea posible, su aportación al proyecto
y su responsabilidad. Relacionar sus necesidades con las del grupo y ayudarle a
realizar sus objetivos o a clarificarlos (según su momento vital, su preparación...).
Relacionar su tarea con la de cada uno de los otros miembros y crear un espíritu de
equipo en el que todos se sientan necesarios para lograr los objetivos...
Valorar a cada uno por lo que es, procurar que cada uno se sienta importante, cuidar
los detalles, reconocer los logros de cada uno y su importancia dentro del proyecto,
saber escuchar a cada uno en particular...
Evaluar periódicamente su propio crecer como persona en todas las dimensiones y
su servicio al grupo: autoconocimiento, conocimiento de cada uno de los miembros
del grupo, proyecto, conocimiento de la realidad del grupo y de su entorno,
formación, cuidado de cada uno de los miembros del grupo, liderazgo como servicio
o como fuente de poder, motivaciones viciadas...
7. EL EDUCADOR
Como hemos visto en los distintos apartados del cuaderno, la figura del educador cobra
una especial importancia de cara al desarrollo del proceso del grupo, y especialmente en
las primeras etapas, donde su papel determinará en gran medida el buen funcionamiento
del grupo y su crecimiento.
Partimos de una visión del educador como aquella persona “enviada” (nuestra actuación
como educadores dentro del grupo nunca es a nivel particular, sino en el marco de una
comunidad que nos envía y de la cual nos hacemos testigos) a un determinado grupo, de
modo que lo cohesiona, lo impulsa y lo ayuda a caminar para lograr sus objetivos
(objetivos que, en nuestro caso, siempre tendrán como fin último el crecimiento integral de
la persona). No hablamos, por tanto, de la simple transmisión de unos contenidos más o
menos estructurados y presentados de forma didáctica, ni de la persona excepcional,
distinta de los demás miembros del grupo, sino de una persona vocacionada, que como
parte activa de una comunidad se siente enviado por ella para animar y ayudar en el
proceso de crecimiento de un grupo.
Este tipo de animación de grupos necesita una serie de actitudes para el desarrollo de
las funciones propias del educador dentro del grupo.
Actitudes básicas del educador.
Conocer y aceptar a las personas como son. No partir de juicios que anulen a las
personas ni de expectativas que las aprisionen. Trabajar con la realidad de cada uno
y ayudar a crecer con el convencimiento de la valía personal (oculta o manifiesta) de
cada miembro del grupo y de su aportación valiosa al proyecto común.
Ayudar al grupo a tomar conciencia de su situación. En un primer momento el grupo
no puede ser autónomo y habrá que ayudarle a romper las dependencias y favorecer
un clima de auténtica comunicación, de forma que crezca en autonomía y libertad y a
partir de ahí afrontar la corresponsabilidad.
Aceptar ser cuestionado. Poner nuestros dones al servicio del grupo implica un
modelo de autoridad en el que es posible la comunicación en todos los sentidos, de
modo que nuestra función pueda ser cuestionada y evaluada por el propio grupo,
permitiendo a éste expresar sus necesidades y aspiraciones y replantear a partir de
ahí los objetivos, métodos y técnicas necesarios, así como los distintos roles de cada
uno y el modo de ejercerlos.
Confianza en sí mismo. No buscar el reconocimiento o la aceptación en base a
nuestras necesidades de imagen o afecto, sino centrar nuestra atención en las
necesidades del grupo de forma objetiva. Confiar en la tarea encomendada por la
comunidad de origen y en la idoneidad del proceso para alcanzar los objetivos (creer
en lo que hace).
Ser modelo de conducta. El educador es observado por los demás miembros del
grupo como ejemplo de comportamiento: debemos, por tanto, ofrecer una actitud
coherente entre lo que decimos y lo que vivimos, tenemos que ofrecer un testimonio
de vida reflejado en actitudes (escucha, tolerancia, alegría, compromiso,
disponibilidad, respeto, entrega, dialogo, unidad...) que se hagan patentes en cada
9. TÉCNICAS DE PRESENTACIÓN
Al llegar a un grupo todos experimentamos una cierta inseguridad en cuanto a cómo
seremos aceptados por el resto del grupo y cuál es nuestro papel dentro del mismo, estos
interrogantes deben ser respondidos desde el primer momento de modo que se cree un
clima de confianza y libertad que nos ayude a integrarnos.
Las técnicas de presentación pretenden, en una apretada síntesis, mostrarnos lo
que hay detrás de cada uno de los miembros del grupo, su objetivo principal consiste en
que cada uno se presente al grupo de manera relativamente rápida y eliminando al
máximo las resistencias.
El educador deberá crear un clima de aceptación, cercanía y alegría, de modo que
pueda darse un conocimiento mutuo y se facilite la relación de todos con todos. Habrá que
estar atento para evitar los «cortes» que inhiban la expresión personal y participar
activamente y de forma entusiasta en la técnica para dar ejemplo y romper el hielo.
Ejemplo: El detective
Tiempo: 40 minutos.
Material: cartulinas blancas 10 x 12, imperdibles, bolígrafos.
Desarrollo:
1. Se reparten las cartulinas a cada participante y se les dan las siguientes
instrucciones:
-en el ángulo superior derecho escribid tres adjetivos que os definan con bastante
exactitud.
-en el ángulo superior izquierdo escribid vuestras tres aficiones favoritas.
-en el ángulo inferior derecho escribid alguna cosa que habéis hecho y de la que os
sintáis orgullosos.
-en el ángulo inferior izquierdo escribid las tres cosas que más deseáis en la vida.
2. Se recogen las cartulinas y se barajan para repartirlas de nuevo.
3. Cada uno hace de detective para encontrar al dueño de la cartulina. No hay que
mostrar la cartulina a nadie sino preguntar sólo sobre lo que hay escrito en la tarjeta.
Una vez encontrado se escribe su nombre y se le pone con el imperdible en el
pecho.
4. Al final en el grupo cada uno comenta brevemente su propia cartulina.
Evaluación:
-aspectos positivos y negativos.
-¿qué hemos aprendido? ¿de qué nos ha servido?.
-¿qué hemos conocido de los otros que no sabíamos antes?.
Ejemplo: El cartero
Tiempo: 30 minutos.
Material: sillas.
Desarrollo:
1. se hace un círculo con tantas sillas como participantes menos una.
2. en el centro del círculo se coloca el cartero (el que no tiene silla) y dice: «soy el
cartero y traigo cartas para los que tengan... gafas, pelo rubio, camisa roja...»
3. los que se dan por aludidos cambian de sitio y el cartero intenta sentarse.
4. el que no consigue sentarse hace de cartero.
Ejemplo: Sobrevivir
Tiempo: 30 minutos
Desarrollo:
1. Se hacen grupos de 6-7 personas y el educador presenta el ejercicio: «estamos en
alta mar. El barco en el que navegamos se hunde y sólo hay un bote salvavidas que
soporta sólo dos personas. Ante esta situación cada uno da las razones por las que
cree que debe sobrevivir. Indica la utilidad de su vida para los demás. Nadie en el
grupo debe evadirse de la lucha por la supervivencia». Cada grupo elige un
secretario que participa en el ejercicio como observador.
2. En cada grupo se empieza el debate por la supervivencia. Mientras se va
discutiendo el secretario anota las razones de cada uno para sobrevivir y añade
también las réplicas y ataques de los otros.
3. Se intercambian los secretarios entre los grupos y sin indicar los nombres se dicen
las razones de cada uno para sobrevivir. El otro grupo escuchadas las razones dice
quienes deben sobrevivir y da sus motivos. El secretario vuelve a su grupo de origen
y da cuenta del resultado.
4. En el gran grupo se cuentan los resultados que los secretarios han obtenido.
Evaluación:
-diálogo acerca de las razones para sobrevivir ¿son válidas? ¿por qué sí o por qué
no?
-¿cómo nos hemos sentido?
Ejemplo: El negociador
Tiempo: 60 minutos
Material: bolígrafos y papel para las notas
Desarrollo:
1. se divide el grupo en subgrupos de 4 personas, de modo que cada subgrupo
realizará por separado el mismo trabajo (subtítulo para una fotografía, lema de una
campaña....)
2. cada grupo realizará el trabajo (obtener un lema) y luego hará una lista con 12
condiciones para defender su lema ante los demás grupos. Nombrará un negociador
para que represente al grupo en el debate posterior;
3. los negociadores de cada grupo se juntarán en el centro de la sala de manera que
tengan detrás a los demás miembros de su propio grupo;
4. se iniciará el debate entre los negociadores, si los miembros de un grupo quieren
intervenir pueden hacerlo, pero sólo por escrito, en una nota que entregarán a su
negociador si ningún comentario. Las notas que se pasen al negociador tienen
carácter imperativo de modo que el negociador tiene que atenerse a la sugerencia
hecha, mientras no sea anulada por otra nota de algún miembro de su grupo.
Evaluación:
-¿cómo se han escuchado durante la negociación?
-¿cómo nos hemos sentido sin poder hablar?
-aptitud de los negociadores para comprender los mensajes y aceptar las ordenes
-¿cómo hemos reaccionado si alguien de nuestro grupo daba una orden al negociador
sin consultar antes al resto del grupo?
-¿se han defendido posturas a toda costa o hemos intentado ver cuál era el mejor
lema?
-Aplicación al grupo de las conclusiones de la evaluación.
Cuestionario:
Señala cómo te sientes tú respecto del contenido de cada frase, de acuerdo con esta
calificación: nunca o casi nunca; pocas veces; unas veces sí y otras no; con
frecuencia; siempre o casi siempre.
No pienses demasiado. Contesta rápidamente, con lo primero que te venga al pensar
en cómo te sientes tú en el grupo. No hay repuestas buenas ni malas. La respuesta
correcta es aquella que indica cómo te sientes realmente. No pongas tu nombre.
«Yo en este grupo...
Puedo expresar con libertad mis ideas
Puedo expresar mis sentimientos con libertad
Me siento a gusto
Me siento solo y decepcionado
Me relaciono sólo con unos pocos
Me siento nervioso
Suelo aparentar algo distinto de lo que soy
Siento que estamos mal guiados por el educador
Me siento inseguro de mí mismo
Soy consciente de cómo me ven los demás
Tengo la impresión de que me ignoran
Tengo la impresión de que se preocupan por mí
2.- De todos los motivos expuestos para reunirnos en grupo ¿cuáles son los tres
que nos parecen más importantes?, ¿por qué?.
3.- ¿En qué etapa se encuentra nuestro grupo?. Responded a las tres preguntas
(dentro-fuera, arriba-abajo, cerca-lejos ) para clarificar las necesidades del
grupo (pensad una técnica que nos permita llevar esta evaluación al grupo).
4.- ¿Qué medios concretos puedo poner para motivar adecuadamente la marcha
del grupo?. Concretando para los miembros que están en situaciones más
difíciles con respecto al grupo ¿qué puedo hacer para motivarles? (pensad en
cada caso particular).
8.- Haced memoria de la última técnica que habéis empleado con vuestro grupo
analizando y comentando:
- ¿cuál era su objetivo?
- ¿qué tipo de técnica empleamos?
- ¿cuál fue nuestro papel?
- ¿qué resultado obtuvimos? ¿por qué?