Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
ajustan los enfrentamientos cognitivos e ideológicos del momento. En definitiva, la historia de la democracia es la historia de la sucesión
de las figuras de la comunicación política que paulatinamente han dominado y estructurado la vida democrática. Su función consiste en
llegar a seleccionar en los discursos contradictorios del momento aquel discurso o aquellos discursos a los cuales habrán de adherirse los
públicos.
No todos los discursos públicos y políticos entran en la comunicación política del momento. Únicamente forman parte de ella, aquellos
sobre los cuales se estructuran los enfrentamientos. Esto muestra la importancia de la interacción conflictiva de las tres dimensiones de la
democracia: la información, la política y la comunicación. Muestra asimismo el lugar del público en este proceso a través de la opinión
pública y muestra el papel en última instancia dominante de la política en relación con la comunicación. En efecto, el empeño de toda fase
de comunicación política es ciertamente la decisión y la acción política, y no la comunicación. En virtud de su función de integración, de
legitimación y de exclusión de los temas que no forman parte de los empeños políticos del momento, la comunicación política es el
verdadero motor del espacio público.
Por lo demás, es un concepto clave del funcionamiento de la democracia de masas. Sólo que curiosamente ha sido objeto de escasa
atención por parte de los analistas, quienes terminaron por identificar la comunicación política con todo lo que tiene que ver con el
marketing o con el lugar cada vez mayor que ocupa la comunicación en la política. Se han concentrado en la ”función de agenda” que en
definitiva no es más que un aspecto de la comunicación política, es el caso en que los periodistas logran más o menos imponer su propia
jerarquía de los problemas. Pero esta función de agenda es demasiado simple, aunque nos resulta seductora para comprender ese juego
complejo de enfrentamiento y de legitimación del discurso. En última instancia, hay tantas funciones de agenda como combinaciones
entre los principales actores: periodistas, políticos, organizaciones públicas, acontecimientos. El éxito del vocablo agenda se debe a la
racionalización simple que introduce en un juego complejo e imprevisible de relación de fuerzas. Por ejemplo, ese concepto no permite
hacer aparecer con suficiente nitidez lo que distingue las situaciones normales de crisis o de elecciones.
111
En el sentido que yo le doy, la comunicación política permite pasar de los puntos de vista sectoriales de la política, que se expresan por los
medios o bien por sondeos o por discursos políticos, a un enfoque que trata de comprender la interacción entre los tres órdenes. Por otra
parte, la comunicación política es un concepto más importante en el caso de la democracia de masas que en el de la democracia elitista de
ayer. En efecto, la comunicación política de ayer incumbía a una élite; hoy, considerando el sufragio universal, es una comunicación en
gran escala. Y son precisamente las modalidades de articulación de las tres dimensiones constitutivas de la política en esta gran escala las
que dan toda su importancia a la comunicación política.
Pero en lugar de interesarse por las modalidades de interacción entre estas tres lógicas, la mayor parte de los analistas hace hincapié ya en
los discursos, ya en las elecciones, ya en los sondeos, ya en los medios y rara vez en el resultado de su interacción. En realidad, la
comunicación política es un equilibrio inestable entre lógicas contradictorias, equilibrio inestable pero que da sentido a los
enfrentamientos de la democracia de masas.
En este trabajo, me propongo estudiar las contradicciones de la comunicación política tales como existen en las democracias de la Europa
occidental donde quizás hayamos desarrollado con la mayor claridad estas tres direcciones contradictorias, equivalentes desde el punto de
vista de la legitimidad: la información, la política y la comunicación. ¿Cuáles son las contradicciones que amenazan este */• equilibrio
precario e inestable? Las contradicciones resultan de la ruptura de ese equilibrio entre las tres lógicas. Para decirlo con una expresión que
está de moda en la investigación sobre la comunicación, la comunicación política es el objeto de un enfrentamiento en su propio seno que
tiende a alcanzar”el dominio de la función de agenda”.
112
Pero aquí se trata de una función de agenda un tanto compleja, pues presenta dos niveles. El primer nivel es el de la relación de fuerzas
entre estos tres discursos, cada uno de los cuales procura imponer su representación de la situación política a los otros dos, a fin de obtener
un dominio parcial y siempre frágil de la agenda de la comunicación política. Y el segundo nivel es el la relación entre la comunicación
oficial (la que se ve) y el estado real de los debates en la sociedad. Lo peor sobreviene cuando se produce un”desacoplamiento” entre la
comunicación política, por un lado, y las contradicciones y los problemas que aquejan a la sociedad, por otro. La comunicación política es
pues el empeño de una lucha para obtener el dominio de la agenda en dos niveles: en el nivel interno de la comunicación política entre los
discursos y en el nivel externo entre la comunicación política y el resto de la sociedad. Las diez contradicciones que examinamos aquí
ilustran las dos funciones de agenda de la comunicación política y la fragilidad de ese espacio simbólico plagado de conflictos.
La comunicación política no llega a administrar estos dos niveles y lo que está en discusión es su condición misma como lugar de
representación, de simbolización y de lectura de los objetivos políticos del momento. Por último, la comunicación política es una de las
piezas esenciales del modelo democrático, junto con el principio de soberanía y el principio de elección.
1. La sociedad civil absorbida por el espacio público
Si la sociedad civil es históricamente anterior al nacimiento del espacio público y, desde un punto de vista teórico, condiciona la aparición
de éste, hoy corremos el riesgo de ver el fin de esa separación.
Para Dominique ”la sociedad civil es la vida social organizada según su propia lógica, especialmente asociativa, que asegura la dinámica
económica, cultural y política”. Para Franfois Rangeon, ”Antes de ser una concepción, una idea, la sociedad civil evoca en primer lugar un
conjunto de valores positivos: la autonomía, la responsabilidad, el hecho de que los individuos mismos se hagan cargo de sus propios
problemas. Por su dimensión colectiva, la sociedad civil parece escapar a los peligros del individualismo e incitar a la solidaridad. Por su
dimensión civil, evoca la emancipación de la tutela estatal, pero también de los valores más afectivos, tales como la intimidad, la
familiaridad. 113
Así se explica la reactivación reciente de la pareja sociedad civil/ Estado.”4 En otras palabras, la sociedad civil es uno de los procesos
dominantes de la representación que la sociedad tiene de sí misma. Esa representación se extiende paulatinamente con el proceso de
laicización y separación del orden temporal y del orden espiritual. La influencia de la política sobre esta sociedad civil contribuye a hacer
que ésta sea aun más visible y esté más presente.
En cuanto al espacio público, su extensión está vinculada con la democratización. El espacio público traduce el fenómeno de politización
de la mayor parte de las cuestiones de la sociedad, en el sentido de que en la democracia casi todas las cuestiones son objeto de
enfrentamientos y de negociaciones. ”El espacio público es el espacio simbólico en el que se oponen y se responden los discursos en su
mayor parte contradictorios, formulados por los diferentes actores políticos, sociales, religiosos, culturales, intelectuales, que componen
una sociedad” (Wolton, 1990). Ese espacio es una zona intermedia constituida en la época de la Ilustración -Kant fue el primero en hablar
de la cuestión- entre la sociedad civil y el Estado. Esa zona está vinculada pues con el doble fenómeno de laicización y racionalización de
la sociedad. ¿Cuál es la consecuencia de esta extensión del espacio público?
Una consecuencia es la disminución del papel de la sociedad civil. Pero, simultáneamente, la extensión del espacio público logra ampliar
el espacio político y por lo tanto, la política. El riesgo que se corre entonces es la sobredimensión de la comunicación política, con una
especie de superposición de los diferentes espacios: comunicación política, espacio político, espacio público, sociedad civil. ”Todo se hace
político”, como se suele decir, cuando en realidad el esquema democrático implica, por el contrario, una autonomía de las instancias, una
distinción entre lo público y lo privado, una separación entre la política y todo lo demás.
114
Hasta podemos decir, como lo ha recordado Jean-Michel Besnier, que”la separación” es el símbolo de la democracia, si se la compara con
todas las otras formas de régimen político no democráticas que valorizan en cambio la unidad. La separación es el reconocimiento del
principio fundamental del derecho a la oposición, el reconocimiento del hecho de que la legitimidad no es algo que se adquiere para
siempre.
El efecto perverso de la democratización, al socializar ésta todos los aspectos de la realidad social, al hacerlos entrar en el espacio público,
y luego al politizarlos, consiste en reducir esa separación entre los diferentes espacios, una separación que tiene una importancia teórica
cierta puesto que evita la confusión de las referencias
y explica la función de la comunicación política. En efecto, ésta es el proceso en virtud del cual, en una duración de tiempo dada, se
distinguen entre numerosas cuestiones potenciales los temas alrededor de los cuales se realiza el enfrentamiento político. Si todo es
política, ya no cabe hablar de comunicación política ¡puesto que todo es comunicación política! Dicho de otro modo, lo que importa aquí
es preservar un límite”más allá del cual la lógica política” no debe extenderse. Si ya no existe ninguna frontera entre los espacios civil,
público y político, tampoco existe ya un proceso dinámico permanente de la comunicación política que discrimine lo que, en un momento
dado, habrá de constituir el empeño político del momento. En consecuencia tampoco habrá entonces funcionamiento democrático.
2. La confusión entre espacio público y espacio político; el fin de la frontera entre vida pública y vida privada
La existencia de la comunicación política supone pues la distinción entre lo público y lo privado, a saber, por un lado, lo que en un
determinado momento es tema de discursos públicos que pueden ser objeto de un enfrentamiento político y por otro lado, lo que
permanece dentro de la esfera privada, en una escala interpersonal o de pequeños grupos y que en todo caso no está destinado a ser
debatido en la plaza pública. En treinta años de vida política hemos visto no pocos ejemplos en los que los temas del desempleo, de la
ciudad, de la educación, de la seguridad, de la formación profesional, de la autonomía regional, de la condición de las mujeres, de la
inmigración, del acondicionamiento de la ciudad, de las relaciones internacionales, de la descolonización... no han ocupado el mismo
lugar en el espacio público y a fortiori en la comunicación política.
Ciertos temas relativos al individuo, como las costumbres y la reproducción, hasta”salieron” de la esfera privada para hacerse”públicos”.
En cambio, otros temas como el de los ex combatientes o el de la descolonización, hasta hace poco muy importantes, abandonaron la
esfera pública por falta de objeto. Otros temas, como por ejemplo el de la posición de los comerciantes, han seguido el mismo camino, en
tanto que otros discursos, correspondientes al sector terciario y a la informatización, por ejemplo, que antes no presentaban “ningún
problema”, entran progresivamente en la esfera política a causa de su peso social y de las mutaciones técnicas. Estos pocos ejemplos
demuestran que la comunicación política como forma temporaria de los enfrentamientos cambia con el correr del tiempo. Y es esa
sucesión de formas diferentes lo que cada vez estructura y da sentido a los empeños de la política, esencia de la vida democrática.
115
En otras palabras, hay tres niveles: privado /público, sociedad civil/ espacio público, espacio público / espacio político. La comunicación
política supone estas tres distinciones. La politización o, por lo menos el hecho de hacer pública la esfera privada, reduce esta separación
de los tres niveles. Al hacerlo, la politización altera también el carácter específico de la comunicación política como articulación
temporaria de los tres discursos y de las tres lógicas. Por ejemplo, hoy todos los problemas, incluso los más privados (ayer se habría
dicho,”hasta los más morales”) como la sexualidad, las costumbres, la reproducción, la moral, están en el dominio público y son objeto de
enfrentamiento político. Esos problemas hasta son objeto de legislaciones y entran así directamente en la esfera de la comunicación
política. Los problemas del SIDA asimismo favorecieron el paso de lo privado a lo público y a lo político.
La relación entre esfera privada, espacio público, espacio político y comunicación política nunca fue tan directa como hoy. Cuanto más se
comunican los espacios y las lógicas de naturaleza diferente, más difícil es discernir la función de esa forma específica de interacción que
es la comunicación política y lo que en ella está en juego. La eficacia de la comunicación política dentro del sistema político general
depende justamente de esta autonomía y separación de instancias.
Para decirlo de otra manera, cuanto más se comunica todo, más necesario es mantener la distinción, o bien, ¿es posible que una sociedad
viva sin la distinción de lo público y lo privado, es decir, sin una autonomía de estas tres instancias: lo privado, lo público, lo político?5
Lo peor es creer que hay un”progreso” en la desaparición de estas distinciones, siendo así que ellas constituyen la esencia del
funcionamiento de la sociedad democrática. En este aspecto, la comunicación política es un concepto central, pues permite discernir si se
mantiene una diferencia entre esas lógicas donde se distinguen los espacios, o bien, por el contrario, si se da una fusión de los espacios. Si
la comunicación política desempeña un importante papel particular, esto es señal de que las instancias en cuestión permanecen separadas y
son autónomas. Si la comunicación política lo devora todo, ésta es señal de que la autonomía indispensable para el funcionamiento de las
sociedades democráticas ha desaparecido.
3. El igualitarismo o el fin de la responsabilidad social de las élites
Alexis de Tocqueville fue el primero en mostrar (y lo hizo brillantemente) la contradicción ineluctable, y desastrosa para la democracia,
entre libertad e igualdad. La libertad es la condición para que aparezca la democracia, la igualdad representa el destino normal del
movimiento de democratización. El igualitarismo que resulta d este proceso hace más difícil la manifestación y el tratamiento de 1
política, sobre todo hoy cuando el movimiento igualitario es más fuerte que en la década de 1850. El discurso sobre la igualdad va
acompañado progresivamente de una descalificación de las élites. Por 1o demás, es la idea misma de élite la que se ha ido atacando,
aunque en virtud de los diplomas y de los concursos las sociedades igualitaria’ han mantenido el peso y el papel de las élites. Lo cierto es
que lo que hoy se pone en tela de juicio es la idea de jerarquía social, de la cua la élite es el símbolo, por más que paralelamente surjan
nuevas des igualdades. En realidad, se ha formado una situación de verdadera; engañada alrededor del elitismo. Condenado en nombre del
igualitarismo, el elitismo subsiste en nombre de la meritocracia que aparentemente no está en contradicción con el igualitarismo.
116
La meritocracia ha vuelto a gozar de todos los privilegios de elitismo de ayer, pero no tiene el sentido de la responsabilidad social, moral y
estética que acompañaba a las élites de antes. En otras palabras, la meritocracia tiene todas las ventajas en cuanto a privilegios y ninguna
responsabilidad social. Mejor dicho, el discurso oficial continúa negando, en nombre del igualitarismo, los valores de] elitismo, cuando en
realidad hasta nuestras sociedades igualitarias continúan estando marcadas por la conservación del papel de las élites. Ese papel ya no se
presenta como un valor que hay que defender o merecer, pues existe como una realidad privilegiada. En este sentido, cabe pues hablar de
un engaño de bobos.
La igualación nos da el falso sentimiento de una democratización. Y esto resulta particularmente cierto en política: cada uno cree
encontrarse en el nivel de “todos” para concebir y analizar los problemas de cualquier índole. El igualitarismo político expresa cierta
deslegitimación del lugar de las élites, cuando en realidad la jerarquía social no sólo permanece en los hechos, sino que asimismo continúa
siendo esencial desde el punto de vista del funcionamiento social. Una vez aceptado el principio de la igualdad, hay que admitir el
principio complementario de las diferencias. No como fuente de desigualdades, sino como condición de funcionamiento de una sociedad.
Reconocer, valorizar y hacer responsables a las élites es preferible a lo que se observa hoy, a saber, la negación de su papel. En nombre del
igualitarismo dominante, las élites están poco legitimadas, cuando en realidad su poder es verdadero aunque no tengan las
responsabilidades éticas y estéticas que deberían resultar de su posición. Para decirlo de otra manera, desde el punto de vista de los valores
de una sociedad democrática, sería mejor reconocer y valorizar el papel de las élites asignándoles las responsabilidades que resultan de su
posición, en lugar de abrazar la postura actual del avestruz que, en nombre de cierto discurso igualitario, les niega valor, siendo que la
realidad de su influencia es segura, aunque no tenga las responsabilidades correlativas.
117
En definitiva, la comunicación política como lugar del enfrentamiento de los discursos con miras a la conquista y el dominio del poder
político y de los discursos conexos, desempeña así un papel central: o bien refuerza esa ideología de la igualdad que niega la realidad, o
bien contribuye a preservar el rol esencial de las diferencias que de ninguna manera está en contradicción con la igualdad política. Si todos
los discursos tienen la misma índole, desaparece la “diferencia de potencial” que anima, justifica y estructura los enfrentamientos
discursivos. No por eso desaparece la política, pues las contradicciones permanecen, pero desaparece uno de los dispositivos esenciales de
la “puesta en escena”6 (en el sentido objetivo del término) del sistema democrático. La falsa perspectiva ofrecida por la comunicación
política es entonces contradictoria del objetivo democrático, el cual consiste en asegurar el enfrentamiento de los discursos, y no en hacer
creer en su ilusoria igualdad. ¿Cuál es el resultado? La comunicación política puede fortalecer el poder de los ”expertos” que poseen una
autoridad, a menudo desproporcionada, por el simple hecho de que en un universo de discursos ”iguales” es ciertamente necesario
preservar criterios de jerarquía. El fortalecimiento del poder de los expertos puede ser el resultado paradójico del fenómeno de la
igualación de los discursos.
Por último, el igualitarismo suprime las diferencias que permiten a los discursos estructurarse y enfrentarse. Y puede ser importante la
responsabilidad de la comunicación política en la degradación y mala comprensión del concepto de igualdad. La manera en que la
comunicación política admite o no admite las diferencias es esencial para luchar contra cierta ideología igualitaria. Esto nos recuerda
algunas críticas del discurso aristocrático formuladas hace más de un siglo respecto del discurso democrático. Por eso la victoria de los
valores democráticos debe ocupar el centro de los debates esenciales a fin de asegurar el buen funcionamiento de la democracia de masas.
118