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Terapia Cognitiva Conductual:

1. Terapia de Conducta:

El DSM-5 puso de relieve la crisis de los sistemas diagnósticos tradicionales, proponiendo


dos alternativas:
1. La búsqueda de dimensiones transdiagnósticas, es decir, procesos psicológicos
subyacentes comunes a distintas topografías clínicas.
2. El uso de categorías diagnósticas clásicas reducidas, como problemas
neuróticos, psicóticos, del desarrollo y de la personalidad.

Ambas propuestas son coherentes como salida a la crisis diagnóstica, pero


contradictorias.

Sin embargo, la crisis diagnóstica no afecta a la terapia de conducta (TC), ya que ésta
basaba sus conocimientos y procedimientos en principios generales del funcionamiento
psicológico (aprendizaje y regulación de conducta) sin basarse en categorías diagnósticas,
sino en la evaluación de los problemas psicológicos en términos funcionales de
“exceso, deficiencia o inadecuación”.

Se entiende por “nuevas terapias” a la terapia de aceptación y compromiso, la


psicoterapia analítica funcional, la terapia de conducta dialéctica y la activación conductual,
que ponen el énfasis en el ambiente o situación, así como en el contexto social verbal del yo
y en la relación clínica como contexto del cambio terapéutico. [Terapias de tercera
generación o contextuales, transdiagnósticas]

El enfoque transdiagnóstico y el categorial pueden ser ambos válidos, en el sentido de ser


fenómenos existentes y ser conveniente su distinción y uso. Así, las terapias de tercera
generación no dejan de usar categorías diagnósticas.

Por otra parte, hay que reconocer que la ansiedad y la depresión son: experiencias,
condiciones o categorías existenciales, antes que categorías clínicas, que ponen de relieve
el modo de estar en el mundo.

Así, la depresión tiene que ver con la pérdida de la dirección o el sentido.


Ambas experiencias son necesarias para un buen ajuste, sin embargo, pueden perder esa
función adaptativa, dando paso al proceso de rumia más que de reflexión, de
preocupación reiterada y de evitación (más que de afrontamiento) que sumerge en un
bucle o "círculo neurótico".
Este proceso de rumia, preocupación y de evitación es una dimensión transdiagnóstica
patógena común que se arremolina más bien como ansiedad o depresión según el centro
de gravitación esté en el futuro (ansiedad) o en el pasado (depresión), que también
depende del estilo de personalidad preocupado o pensativo de cada uno.

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De esta forma, y actualmente, las categorías diagnósticas siguen en pie, pero no como
conjunto de síntomas, sino como figuras con estructura, cuyo patrón organizativo, o
desorganizador, sería un patrón patógeno de evitación o de hiper-reflexividad que se
arremolina y configura de diversas maneras reconocibles.

1.1 Esquema A-B-C:

El esquema ABC es utilizado tanto por parte del enfoque cognitivo como del enfoque
contextual.

1.1.1 Enfoque cognitivo:

El ABC del enfoque cognitivo presenta la siguiente caracterización:


-A: acontecimientos de la vida relacionados con determinadas consecuencias emocionales
y conductuales que definen un problema o trastorno psicológico, C.
-B: medicaciones cognitivas, creencias (beliefs), imágenes y pensamientos que se tiene
sobre los acontecimientos y demás circunstancias de la vida (A). Si presentan un signo
negativo (irracional, catastrófico, autoderrotista), acarrean consecuencias problemáticas
como ansiedad, pánico, depresión.
-C: problema o trastorno psicológico.

Este modelo propuesto por Ellis como modelo de la terapia racional-emotiva, se ha ido
desarrollando hasta convertirse en un modelo terapéutico, la terapia racional
emotivo-conductual (TREC).

Según este esquema, el análisis psicológico o evaluación conductual empieza por


determinar el problema en términos conductuales (lo que se hace o deja de hacer) y de las
reacciones emocionales.
Mientras que el clínico trata de relacionar estos problemas con acontecimientos y
circunstancias actuales y pasadas de la vida del cliente (situación ansiógena, síntomas
psicóticos).

Así, el principal interés, y la mayor dificultad, están en identificar las creencias y


pensamientos derivados de estos posibles antecedentes que han resultado en las

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consecuencias problemáticas, mediante la entrevista, cuestionarios, escalas y
auto-registros.

Según este esquema, se establece una relación colaboradora con un cierto aspecto
colaborativo entre terapeuta y cliente.
El terapeuta propone al cliente una nueva concepción de su problema (la determinación
de C por B, no siempre fácil de asumir), y le compromete a ponerla en práctica.

El nuevo esquema ABC empleado por la terapia racional emotivo-conductual incluye:


-Discusión (D). Sugiere el aspecto cognitivo basado en el análisis empírico, la reatribución
causal, la exploración de respuestas alternativas, la anticipación imaginada de
consecuencias, el uso auto-regulatorio del lenguaje y la adopción de otra interpretación o
valoración de las cosas.
-Experimentación (E). El aspecto conductual se resuelve frecuentemente en el ensayo de
conducta, la exposición en vivo, la realización de tareas para casa, la programación de
actividades, el entrenamiento de habilidades y la realización de experimentos conductuales.

1.1.2 Enfoque contextual:

En el A-B-C del enfoque contextual, B es la conducta (behavior), C son las


consecuencias producidas por tal conducta en calidad de reforzadores de la misma, y A
son los antecedentes en cuyas condiciones ocurre la conducta.

Así, la conducta puede tener más de una consecuencia, es decir, puede tener varios
reforzadores que la mantienen. Técnicamente, se entienden como programas de
reforzamiento concurrentes, como suele ser el caso en las conductas de interés clínico.
Los antecedentes se especifican según su función.

Distingue 4 condiciones antecedentes principales:


1. EC. Situaciones definidas por su aspecto evocador de respuestas emocionales.
2. ED. Situaciones definidas por el control de estímulo cuya función se denomina estímulo
discriminativo.
3. Operaciones de establecimiento. Situaciones definidas por su papel en alterar las
funciones discriminativas y reforzantes de los estímulos presentes.
4. Control. Situaciones definidas por el control del lenguaje sobre la conducta. La conducta
puede ser tanto “conducta motora” (no verbal) como conducta verbal y, se identifica en
términos de conducta gobernada por reglas, una distinción que es pareja de la conducta
moldeada por contingencias.

Por otra parte, la conceptualización de los problemas psicológicos se atiene al análisis


funcional que describe los problemas psicológicos en términos conductuales y especifica
sus condiciones.
De esta manera, los problemas tienen que ver con alguno de los siguientes dos grandes
aspectos de la función operatoria de la conducta:

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1. Clases de conducta disponibles (repertorios conductuales que resulten
inadecuados para uno mismo, por deficientes o excesivos o que sean perturbadores
para otros).
2. Regulación inapropiada (control débil, demasiado fuerte o inadecuado por parte de
las condiciones discriminatorias, de las consecuencias o de las reglas).

En general se diferencian 3 formas de intervención:


1. Intervenciones con base en la exposición. Exposición del sujeto ante ciertas
situaciones evitadas o en la presentación de determinados estímulos, cuyas técnicas
clásicas son la exposición prolongada y la desensibilización sistemática.
2. Intervenciones con base en el manejo directo de contingencias. Disposición de
alguna condición discriminativa y reforzante (control de estímulo, el moldeamiento o
sistemas de organización de contingencias).
3. Intervenciones con base en el control verbal. Uso del lenguaje como principal
instrumento terapéutico. En estas condiciones terapéuticas, la conducta verbal supone tanto
un “manejo indirecto” de contingencias (relativas a la vida cotidiana), como un “manejo
directo” de las contingencias que funcionan en la sesión de terapia. [Psicoterapia analítica
funcional]

1.2 Operaciones terapéuticas:

Se puede considerar la intervención clínica según las operaciones que realiza el terapeuta;
estas se refieren a las prácticas efectivas que realiza, a una categorización lógica del
proceder técnico. Se distinguen seis tipos de operaciones terapéuticas que se dan en la
práctica:

1. Observación de la conducta. No supone una intervención, pero forma parte de la


evaluación. Tarea inicial, especialmente, cuando se trata de establecer una línea-base del
funcionamiento de la persona en una situación determinada.
El mayor interés de la observación es el establecimiento de relaciones funcionales.
2. Presentación de estímulos. Puede ir desde los ítems de un test, hasta las
confrontaciones con ciertos asuntos indagados en una entrevista y situaciones sociales que
comprometen una actuación.
3. Disposición de condiciones antecedentes. Se incluyen “operaciones” que intervienen
en alguna circunstancia en cuya presencia se da la conducta.
Según el esquema A-B-C (enfoque contextual), son relativas a condiciones antecedentes
(A). Presentan varias formas según la función modificada:
-Control de estímulo. Disposición de alguna función discriminativa.
-Control discriminativo. Puede consistir en un control verbal.
-Función de estímulo EC. Reforzadores dispensados por el terapeuta, efecto reforzante
intrínseco a la realización conductual. [Exposición en vivo o en imágenes]
4. Disposición de condiciones consecuentes. Operaciones que suponen un arreglo de
las consecuencias de la conducta. [Manejo de contingencias] Se distinguen 3 contextos
de aplicación:

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-Sesión clínica. Las contingencias manejables están provistas por el terapeuta. Pueden ser
artificiosas (sistema de puntos) y naturales (relación interpersonal).
La sesión clínica puede contener ensayos de conducta y otros ejercicios prácticos,
incluyendo la exposición en vivo.
-Ámbito institucional. Ámbitos educativos y psiquiátricos en los que se ha desarrollado el
análisis aplicado de la conducta. Contexto diseñado según un sistema de contingencias en
el que se incluyen las comunidades terapéuticas (“vales de incentivos” para el tratamiento
de las adicciones).
-Vida cotidiana. La disposición de los cambios del ambiente cotidiano puede estar mediada
por el propio cliente (asumiendo el auto-control) o por otras personas que participen en la
terapia. Los cambios pueden consistir en arreglos en la estructura espacial o temporal y en
el trato interpersonal.
5. Disposición de funciones motivacionales. Operaciones de establecimiento,
operaciones que alteran la función de los reforzadores y de los estímulos discriminativos y,
en definitiva, de todas las relaciones de la contingencia de 3 términos. Se consideran
también “operaciones de establecimiento” ciertos acontecimientos de la vida como el éxito,
el fracaso, la pérdida, la emergencia y todas aquellas circunstancias que alteran la relación
habitual con las cosas como por ejemplo la depresión.
6. Disposición de funciones verbales. El lenguaje es tanto un medio como un objetivo del
cambio psicológico. Se distinguen 4 tipos principales de operaciones verbales dadas en
terapia:
-Operaciones verbales consistentes en reglas que gobiernan la conducta no verbal.
Funciones verbales por las que se especifican las contingencias y/o las conductas mediante
la descripción de las circunstancias de una manera que facilita el contacto con la realidad.
Prescripción de la conducta. Se instruye acerca de la conducta para conocer mejor cómo
actuar (análisis funcional, contratos conductuales).
-Operaciones verbales que establecen funciones motivacionales. Mediante el lenguaje
se puede alterar la función motivante tanto del reforzador como del discriminativo. Son una
variación de las “reglas” anteriores.
-Operaciones verbales que reparan en la propia conducta verbal. El lenguaje es a
menudo objeto de reparo y de reparación por parte del propio hablante. En terapia, no se
trata únicamente de aclarar lo que se quiere decir o de subrayar algo, sino también de
especificar las implicaciones de lo que se dice y, en su caso, de modificar o ajustar el
significado. Por ello, prácticamente, todas las psicoterapias tienen sus “operaciones
lingüísticas”. Las operaciones verbales se pueden identificar como reglas autoclíticas,
noción introducida por Skinner para sugerir la conducta verbal que repara en otra clase de
conducta verbal del propio hablante.
-Operaciones verbales consistentes en la alteración de reglas. Las “reglas establecidas”
constituyen el sentido común y, por tanto, son el trasfondo con que el que se cuenta. Así, el
lenguaje no es meramente algo que se usa, sino que habita y conforma las creencias.
Si la dificultad se encuentra en reconocer este trasfondo de esquemas, creencias, contexto,
reglas o contingencias, más difícil será su reestructuración. Hay que destacar ciertas
intervenciones en este sentido:
a) Proceder como diálogo socrático. Puede ser visto en este contexto como una
forma de moldeamiento. En general, el diálogo socrático parece terapéuticamente
tan correcto que apenas hay terapia que no se reconozca en él, aunque es la terapia

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de conducta la que mejor se aviene con el diálogo socrático. Se vería como la
construcción del conocimiento mediante aproximaciones sucesivas sabiamente
moldeadas, esto es, disponiendo condiciones antecedentes y consecuentes en
forma sistemática.
b) Uso de la paradoja. Descoloca y reestructura el sentido común o contexto en el que
se inscribe un problema. Tiene un amplio uso en Terapia de Conducta.
c) Uso de la metáfora. Compara algo difícil de captar, a través de su semejanza con
algo que se ofrece con toda su nitidez en el aspecto relevante y que funciona. Puede
ayudar a ver de otra manera un problema y de este modo recontextualizar su
sentido.

Finalmente, esta presentación de las operaciones terapéuticas desde el enfoque contextual


(tomando la lógica del análisis de la conducta), tiene un alcance crítico y, a la vez,
reconstructivo del enfoque cognitivo.
Así, el enfoque cognitivo se nutre en la práctica de técnicas de por sí conductuales,
pudiendo decirse que las técnicas propiamente cognitivas son, en rigor, “operaciones que
disponen funciones verbales”.

1.3 Caracterización de la Terapia de Conducta:

La TC se puede caracterizar como una terapia breve, directiva, activa, centrada en el


problema, orientada al presente, que supone una relación colaboradora y en la que el
cliente puede ser un individuo, una pareja, una familia, un grupo o una comunidad.

No obstante, estas características son dimensionales de modo que su posición en ellas es


más gradual que discreta y, en todo caso, relativa con respecto a las otras terapias.

1. Duración. En general, se consideran terapias breves las que llevan menos de 30


sesiones, siendo en torno a 15 el punto de referencia. Así, son terapias breves,
además de la TC, la terapia estratégica, la terapia existencial y la terapia
experiencial. Las terapias de larga duración remiten a más de 100 sesiones
(psicoanálisis clásico). Hay ciertas terapias dentro de la propia TC que pueden
resultar de larga duración, como la TC de los trastornos de personalidad, la
psicoterapia analítica funcional y la terapia de conducta dialéctica.
También se ha de matizar que el psicoanálisis, en su adaptación al “mercado
terapéutico” ha desarrollado psicoterapias que pueden ser breves.
En cuanto a la duración y frecuencia de las sesiones de la TC, la sesión suele durar
entre 1 y 2 horas. Las primeras quizá son más largas, para después estabilizarse en
torno a una hora. La frecuencia suele ser de una vez por semana, si bien al
comienzo pudieran ser 2 y posteriormente hacerse más espaciadas.
Así mismo, dentro de cada sesión, el terapeuta puede seguir una agenda o proceder
según un orden abierto. No obstante, conviene que el terapeuta y el cliente

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establezcan los objetivos de la terapia por anticipado, sin perjuicio de su
renegociación.

2. Dirección. Las terapias directivas son aquéllas en las que el terapeuta adopta un
papel activo en la dirección de la terapia. Un papel directivo toma la forma de la
interpretación del “material” presentado por el cliente. La interpretación es la técnica
analítica por excelencia. Mientras que un papel permisivo lo daría una actitud
no-directiva figurada cual espejo que refleja lo que pone el cliente.

3. Actividad. Una terapia directiva parece suponer una implicación activa del cliente,
mientras que una permisiva sugiere más bien un sujeto pasivo. Sin embargo, hay
terapias en las que el terapeuta puede ser activo y el cliente pasivo. Así, las terapias
que confían el cambio al insight, al reajuste del sistema comunicacional o a la
información, están contando con un sujeto pasivo, por más que invoquen la actividad
de procesos mentales.

4. Orientación. Las terapias orientadas al problema toman como objetivo resolver el


problema presentado, sin suponer que fueran necesarios otros cambios
“estructurales”. Mientras que, las terapias orientadas a la personalidad, no
consideran resuelto el problema si no se dan otros cambios que consideran más
básicos como puedan ser el autoconocimiento psicoanalítico, el crecimiento
personal, la toma de responsabilidad o la reestructuración cognitiva. Los enfoques
dinámicos (psicoanalíticos, experienciales y existenciales) tienen una clara
orientación a la personalidad, sin embargo, la TC y la terapia estratégica serían
ejemplos mixtos, aunque más orientados al problema.

5. Tiempo. La terapia gestáltica, la psicoanalítica, la terapia estratégica, así como en


general las experienciales, están basadas en el presente. Así, y aunque la TC está
igualmente orientada al presente, su lógica con base en el aprendizaje supone más
un cambio diacrónico paso a paso (de cara al futuro).

6. Relación. Probablemente, todas las terapias se declaren a favor de una relación


colaboradora, entendiéndose por relación colaboradora la participación activa del
cliente en una labor terapéutica dirigida por el clínico, como profesional experto en el
que confía. [TREC] Esta colaboración, en algunas, quizá se diluya en sus extremos,
bien como relación autoritaria (impositiva), básica en la terapia psicoanalista y la
terapia estratégica, bien como relación de igualdad (fingida) presente en la terapia
estratégica familiar o la terapia de Rogers.

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7. Unidades problemáticas. El cliente de una terapia psicológica puede ser un
individuo, una pareja, una familia, un grupo o toda una comunidad, denominados
aquí “unidades problemáticas”. En general, todas las terapias se muestran aptas
para entender y atender cualquier unidad problemática. Más en particular,
probablemente, no haya terapia que no tenga una versión de aplicación individual,
familiar y de grupo.

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