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1. Terapia de Conducta:
Sin embargo, la crisis diagnóstica no afecta a la terapia de conducta (TC), ya que ésta
basaba sus conocimientos y procedimientos en principios generales del funcionamiento
psicológico (aprendizaje y regulación de conducta) sin basarse en categorías diagnósticas,
sino en la evaluación de los problemas psicológicos en términos funcionales de
“exceso, deficiencia o inadecuación”.
Por otra parte, hay que reconocer que la ansiedad y la depresión son: experiencias,
condiciones o categorías existenciales, antes que categorías clínicas, que ponen de relieve
el modo de estar en el mundo.
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De esta forma, y actualmente, las categorías diagnósticas siguen en pie, pero no como
conjunto de síntomas, sino como figuras con estructura, cuyo patrón organizativo, o
desorganizador, sería un patrón patógeno de evitación o de hiper-reflexividad que se
arremolina y configura de diversas maneras reconocibles.
El esquema ABC es utilizado tanto por parte del enfoque cognitivo como del enfoque
contextual.
Este modelo propuesto por Ellis como modelo de la terapia racional-emotiva, se ha ido
desarrollando hasta convertirse en un modelo terapéutico, la terapia racional
emotivo-conductual (TREC).
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consecuencias problemáticas, mediante la entrevista, cuestionarios, escalas y
auto-registros.
Según este esquema, se establece una relación colaboradora con un cierto aspecto
colaborativo entre terapeuta y cliente.
El terapeuta propone al cliente una nueva concepción de su problema (la determinación
de C por B, no siempre fácil de asumir), y le compromete a ponerla en práctica.
Así, la conducta puede tener más de una consecuencia, es decir, puede tener varios
reforzadores que la mantienen. Técnicamente, se entienden como programas de
reforzamiento concurrentes, como suele ser el caso en las conductas de interés clínico.
Los antecedentes se especifican según su función.
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1. Clases de conducta disponibles (repertorios conductuales que resulten
inadecuados para uno mismo, por deficientes o excesivos o que sean perturbadores
para otros).
2. Regulación inapropiada (control débil, demasiado fuerte o inadecuado por parte de
las condiciones discriminatorias, de las consecuencias o de las reglas).
Se puede considerar la intervención clínica según las operaciones que realiza el terapeuta;
estas se refieren a las prácticas efectivas que realiza, a una categorización lógica del
proceder técnico. Se distinguen seis tipos de operaciones terapéuticas que se dan en la
práctica:
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-Sesión clínica. Las contingencias manejables están provistas por el terapeuta. Pueden ser
artificiosas (sistema de puntos) y naturales (relación interpersonal).
La sesión clínica puede contener ensayos de conducta y otros ejercicios prácticos,
incluyendo la exposición en vivo.
-Ámbito institucional. Ámbitos educativos y psiquiátricos en los que se ha desarrollado el
análisis aplicado de la conducta. Contexto diseñado según un sistema de contingencias en
el que se incluyen las comunidades terapéuticas (“vales de incentivos” para el tratamiento
de las adicciones).
-Vida cotidiana. La disposición de los cambios del ambiente cotidiano puede estar mediada
por el propio cliente (asumiendo el auto-control) o por otras personas que participen en la
terapia. Los cambios pueden consistir en arreglos en la estructura espacial o temporal y en
el trato interpersonal.
5. Disposición de funciones motivacionales. Operaciones de establecimiento,
operaciones que alteran la función de los reforzadores y de los estímulos discriminativos y,
en definitiva, de todas las relaciones de la contingencia de 3 términos. Se consideran
también “operaciones de establecimiento” ciertos acontecimientos de la vida como el éxito,
el fracaso, la pérdida, la emergencia y todas aquellas circunstancias que alteran la relación
habitual con las cosas como por ejemplo la depresión.
6. Disposición de funciones verbales. El lenguaje es tanto un medio como un objetivo del
cambio psicológico. Se distinguen 4 tipos principales de operaciones verbales dadas en
terapia:
-Operaciones verbales consistentes en reglas que gobiernan la conducta no verbal.
Funciones verbales por las que se especifican las contingencias y/o las conductas mediante
la descripción de las circunstancias de una manera que facilita el contacto con la realidad.
Prescripción de la conducta. Se instruye acerca de la conducta para conocer mejor cómo
actuar (análisis funcional, contratos conductuales).
-Operaciones verbales que establecen funciones motivacionales. Mediante el lenguaje
se puede alterar la función motivante tanto del reforzador como del discriminativo. Son una
variación de las “reglas” anteriores.
-Operaciones verbales que reparan en la propia conducta verbal. El lenguaje es a
menudo objeto de reparo y de reparación por parte del propio hablante. En terapia, no se
trata únicamente de aclarar lo que se quiere decir o de subrayar algo, sino también de
especificar las implicaciones de lo que se dice y, en su caso, de modificar o ajustar el
significado. Por ello, prácticamente, todas las psicoterapias tienen sus “operaciones
lingüísticas”. Las operaciones verbales se pueden identificar como reglas autoclíticas,
noción introducida por Skinner para sugerir la conducta verbal que repara en otra clase de
conducta verbal del propio hablante.
-Operaciones verbales consistentes en la alteración de reglas. Las “reglas establecidas”
constituyen el sentido común y, por tanto, son el trasfondo con que el que se cuenta. Así, el
lenguaje no es meramente algo que se usa, sino que habita y conforma las creencias.
Si la dificultad se encuentra en reconocer este trasfondo de esquemas, creencias, contexto,
reglas o contingencias, más difícil será su reestructuración. Hay que destacar ciertas
intervenciones en este sentido:
a) Proceder como diálogo socrático. Puede ser visto en este contexto como una
forma de moldeamiento. En general, el diálogo socrático parece terapéuticamente
tan correcto que apenas hay terapia que no se reconozca en él, aunque es la terapia
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de conducta la que mejor se aviene con el diálogo socrático. Se vería como la
construcción del conocimiento mediante aproximaciones sucesivas sabiamente
moldeadas, esto es, disponiendo condiciones antecedentes y consecuentes en
forma sistemática.
b) Uso de la paradoja. Descoloca y reestructura el sentido común o contexto en el que
se inscribe un problema. Tiene un amplio uso en Terapia de Conducta.
c) Uso de la metáfora. Compara algo difícil de captar, a través de su semejanza con
algo que se ofrece con toda su nitidez en el aspecto relevante y que funciona. Puede
ayudar a ver de otra manera un problema y de este modo recontextualizar su
sentido.
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establezcan los objetivos de la terapia por anticipado, sin perjuicio de su
renegociación.
2. Dirección. Las terapias directivas son aquéllas en las que el terapeuta adopta un
papel activo en la dirección de la terapia. Un papel directivo toma la forma de la
interpretación del “material” presentado por el cliente. La interpretación es la técnica
analítica por excelencia. Mientras que un papel permisivo lo daría una actitud
no-directiva figurada cual espejo que refleja lo que pone el cliente.
3. Actividad. Una terapia directiva parece suponer una implicación activa del cliente,
mientras que una permisiva sugiere más bien un sujeto pasivo. Sin embargo, hay
terapias en las que el terapeuta puede ser activo y el cliente pasivo. Así, las terapias
que confían el cambio al insight, al reajuste del sistema comunicacional o a la
información, están contando con un sujeto pasivo, por más que invoquen la actividad
de procesos mentales.
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7. Unidades problemáticas. El cliente de una terapia psicológica puede ser un
individuo, una pareja, una familia, un grupo o toda una comunidad, denominados
aquí “unidades problemáticas”. En general, todas las terapias se muestran aptas
para entender y atender cualquier unidad problemática. Más en particular,
probablemente, no haya terapia que no tenga una versión de aplicación individual,
familiar y de grupo.
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