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Aprender a priorizar: clave de

salud y bienestar psicológico

Valeria Sabater 4 mayo, 2018


en Desarrollo personal0 compartidos




Aprender a priorizar va más allá de saber cómo hacer una buena gestión del
tiempo. Priorizar significa organizar la propia vida, clarificar valores, recordar qué es
importante y qué es mejor postergar o incluso dejar ir. Nuestras prioridades deben
estar siempre en sintonía con los propios objetivos, los mismos que como un faro,
deben alumbrar e inspirar nuestro camino.
Cabe decir que, a pesar de la cantidad de recursos que tenemos a mano para
hacerlo, esta sigue siendo nuestra tarea pendiente. Por lo general, el ser humano
tiende a diluirse en esa vorágine cotidiana que lo envuelve. Es más, en la
actualidad, y debido a la hiperestimulación constante nos cuesta mucho más
priorizar. Recibimos demandas e información constante, y nuestra atención,
como un músculo poco entrenado, se deja llevar sin recordar cuáles son sus
objetivos, cuál su propósito.
“No pongas tu corazón en tantas cosas”.

-Epícteto-

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Ahora bien, la necesidad de clarificar prioridades va más allá incluso de la mera
productividad personal. Estamos ante una habilidad multinivel y transversal que
impacta en cada ámbito de nuestra vida. Porque quien sabe y recuerda qué es lo
verdaderamente importante, camina mejor en sus relaciones, en su trabajo y
en su desarrollo emocional.

Aprender a priorizar, esa eterna cuenta


pendiente
¿Por qué a algunos nos cuesta tanto aprender a priorizar? La respuesta es
simple: porque vivimos preocupados. Nuestra mente va a menudo mucho más
rápido que la vida porque se siente superada, presionada. Queremos llegar a todo,
satisfacer a todos, resolverlo todo. Así, cuando cerramos los ojos por la noche lo
hacemos con la incómoda sensación de que al día siguiente nos despertará una
gran lista de tareas pendientes.
Cuando se intensifican, la ansiedad y el estrés intentan tomar el mando. Y cuando
esto ocurre, todo se enreda y se desbarata hasta difuminar por completo cualquier
objetivo propuesto. Aprender a priorizar implica, por encima de todo, minimizar.
Debemos aprender a economizar esfuerzos para orientarlos a objetivos
definidos… y algo así solo puede lograrse a través de una mente relajada que
sabe centrar su atención en lo que es importante.
Todo ello nos lleva a su vez a una conclusión muy concreta. Alzarnos como buenos
gestores de nuestro tiempo y de nuestras prioridades no se logra a través de una
simple herramienta. No vale con hacernos la clásica lista de “objetivos
vitales”. Aprender a priorizar va de la mano del propio desarrollo
personal. Implica dar forma a una mente más centrada capaz de identificar
oportunidades. Significa usar las emociones en beneficio propio para potenciar
la motivación.
Y requiere a su vez algo esencial: buenas dosis de valentía y habilidades
directivas. Esas con las que decidir qué nos conviene en cada instante y qué es
mejor dejar a un lado.

Clarificar propósitos, reducir la complejidad,


priorizar
Quien tiene dudas para clarificar sus prioridades permitirá que poco a poco
las de los demás pasen a ser las suyas. Es así de simple. Al no tener nuestros
propios propósitos bien delineados ni metas importantes en las que motivarnos
cada día, llegamos a considerar que las ajenas son más relevantes. Algo así no es
solo un verdadero problema, sino una forma de dejar en ruinas el castillo de nuestra
autoestima.
Veamos por tanto qué pasos deberíamos seguir para iniciarnos en este campo del
desarrollo personal.

Si no clarificas tus propósitos, alguien lo hará por ti


Si queremos aprender a priorizar, el primer paso no puede ser otro más que el
de clarificar propósitos. Para hacerlo, no vale solo con preguntarnos qué es lo
más importante para nosotros. Porque lo más probable es que al instante surja ese
trinomio fundamental: familia, salud y bienestar económico.

Debemos ir más allá. Preguntémonos lo siguiente:

 ¿Qué es lo que quiero para mí en esta vida?


 ¿Qué es lo que me apasiona?
 ¿Cómo me gustaría verme dentro de 5 años?
 ¿Qué es lo que me define de verdad y que los demás no ven o no le dan importancia?

Priorizar no es gratis, a veces tenemos que dejar


cosas atrás
Priorizar significa elegir entre varias cosas para quedarnos con una. Implica subir un
objetivo de entre nuestra lista de tareas. Significa también saber diferenciar entre lo
urgente y lo importante. Aún más, y esto es quizá lo que puede costarnos mucho
más: aprender a priorizar nos obliga muy a menudo a tener que dejar cosas (y
personas) atrás.

Debemos estar muy preparados para ello, porque aunque priorizar implique a veces
un coste, tendrá como resultado la felicidad, la potenciación de la autoestima y
alcanzar nuestros propósitos vitales.

Reducir la complejidad
La complejidad habita en nuestra mente y también en nuestra vida. Cuando
sufrimos ansiedad nuestras prioridades se difuminan, y nuestro presente se vuelve
confuso, abigarrado de pensamientos, preocupaciones y temores. Asimismo,
cuando llenamos nuestras agendas de ocupaciones, de citas, compromisos, tareas
y obligaciones estamos haciendo lo mismo. La complejidad nos domina y nos
aleja de nuestras auténticas prioridades.
Por ello, un modo sensacional de resolver este problema es trabajar diariamente en
nuestro equilibrio, interno y externo. Prácticas como el mindfulness pueden
ayudarnos a relajar la mente. A su vez, en lo que se refiera a nuestra cotidianidad
externa, nada mejor que aplicar lo que se conoce como el minimalismo.

Esta filosofía de vida se basa en un mantra muy concreto: “identifica lo esencial y


elimina todo lo demás”. Significa dar un paso hacia ese territorio para dar forma a un
estilo de vida donde otorgar valor a lo que nos inspira, a lo que nos hace sentir bien,
a lo que nos enriquece emocionalmente. Todo lo demás se considera superfluo…

Para concluir. Si deseamos aprender a priorizar, debemos ser capaces de crear


una realidad más consciente donde nos acompañen siempre unos propósitos
claros. Solo así seremos capaces de construir nuestros caminos… sabiendo decidir
qué nos conviene en cada momento y qué rumbo es el más propicio.
La dirección de tu vida la marcan tus valores, no tus objetivos
La dirección de tu vida puede que pienses que la marquen tus objetivos. Sin embargo, tus
valores tienen una importancia mucho mayor. Ver más»
La dirección de tu vida la
marcan tus valores, no tus
objetivos
Alicia Yagüe Fernández 19 febrero, 2017 en Desarrollo personal7 compartidos




¿Qué huella te gustaría dejar cuando todo termine? A veces podemos
encontrarnos con la sensación de no tener el control. Parece que somos un gran
autobús siguiendo las indicaciones de los pasajeros que nos acompañan en el
viaje. Tomamos decisiones que la gente de alrededor nos recomienda y terminamos
cogiendo calles que van en una dirección muy diferente a nuestros valores.
Cargamos con una mochila de inseguridad que pesa cada vez más, dejando nuestros
valores en la cuneta. Como resultado no somos conscientes de que el tiempo
prende igual de rápido que una mecha, y que dar marcha atrás no siempre es
posible.
Tomamos caminos que no nos llenan, no nos convencen y nos presionan. Caminos
que nos indican desde fuera, nos los repiten insistentemente bajo los convincentes
títulos de “es lo mejor para ti” “créeme, es lo correcto” “ahora es lo que te
toca”. Entonces un día te descubres conduciendo sin las manos al volante.
“De alguna forma, hemos llegado a la creencia errónea de que no somos más que carne,
sangre y huesos y eso es todo. Por lo que dirigimos nuestros valores a cosas materiales”

-Maya Angelou-

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Los valores son direcciones de vida


Para empezar, un valor no es un resultado en sí mismo, no es una meta; un valor no
se agota, siempre está ahí. Los valores definen las palabras que vas a utilizar
para darle forma al argumento de tu vida: aceptación, persistencia, orden,
conformidad, imparcialidad o intimidad. Una larga lista compuesta de direcciones que
te permite decidir qué objetivos son los que realmente importan.
Por lo tanto, una vida valiosa es el resultado de actuar al servicio de lo que valoras
realmente. El problema es que muchas veces no sabemos identificar cuáles son
esos valores y qué relación tienen con nuestras áreas vitales. Existen nueve
áreas principales que componen nuestra vida: las relaciones familiares, las relaciones
íntimas o de pareja, las relaciones sociales, el trabajo, la educación, el ocio, la
espiritualidad, la ciudadanía y la salud.
“La madurez se consigue cuando una persona pospone placeres inmediatos por valores a
largo plazo”

-Joshua Loth Liebman-


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A cada área le damos un nivel de importancia y en cada una actuamos de diferente


manera para solucionar los obstáculos que surgen. Sin embargo, la trampa está
en que muchas veces las soluciones que ponemos en marcha no coinciden con
nuestros principios. Por eso hacemos cosas de las que nos arrepentimos o nos
bloqueamos al tomar decisiones. Todo ello nos lleva a sentirnos desbordados,
agotados o perdidos.
Lamentos a destiempo
Bronnie Ware, una enfermera canadiense, recopiló a lo largo de varios años los
últimos arrepentimientos de sus pacientes en la unidad de cuidados paliativos. Un
artículo publicado posteriormente por Harvard Business Review lo
corroboraba, existen 5 lamentos comunes que se repiten en las personas que van a
fallecer:

 Ojalá hubiera vivido una vida fiel a mí mismo y no lo que querían los demás.
 Me gustaría no haber trabajado tan duro y haber disfrutado más tiempo con mi pareja y
familia.
 Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
 Tendría que haber contactado más con mis amigos.
 Me hubiese gustado ser más feliz.
“La felicidad es el estado de consciencia que procede del logro de los valores propios”
-Ayn Rand-

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Las personas se arrepienten de soltar las riendas de su vida, de haber perdido


tiempo junto a sus seres queridos, de no haberse expresado por evitar conflictos con
los demás o por tener miedo. Nos atrapamos en un conformismo mediocre. Nos
enjaulamos en nuestra rutina y dejamos de lado el tiempo y esfuerzo que merecen lo
que realmente nos importa.
La felicidad es una elección, el miedo al cambio nos encadena a hábitos que no
nos producen satisfacción. Pasamos más tiempo haciendo creer a los demás que
somos felices que siéndolo.

Tú eliges hacia dónde ir


Piensa que la clave está en adelantarnos a esta frustración, en encontrar nuestros
valores y en plantearnos objetivos que den sentido a los trayectos que elegimos. Los
profesionales de la psicología ayudamos a las personas a pasar del discurso a
la acción. El primer paso es identificar tus valores y su jerarquía en función del
momento vital en el que te encuentras.
A partir de ahí se establecen metas a corto y largo plazo. Es decir, los valores
formarán los pilares sobre los que nos iremos marcando objetivos a lo largo
del tiempo. Objetivos que realmente nos aportan sentido y con los que tendremos la
oportunidad de superarnos y de sentirnos cómodos.
Más adelante concretaremos y planificaremos esos objetivos en acciones. Esta es la
parte que más miedo da por las dificultades que anticipamos. Realizar cambios nos
produce inseguridad y queremos huir para evitar afrontarlos. Desde la psicología
trabajamos durante todo el proceso para superar los obstáculos y las
barreras. Piensa que no hay mayor bienestar que aquel que se consigue a
través de elecciones propias.
“Abre tus brazos al cambio, pero no dejes ir tus valores”

-Dalai Lama-

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Valora a quien te dedica su tiempo, porque nunca lo recuperará
El tiempo no es oro, el tiempo es vida. Por eso, valora cada segundo que los demás pasan
contigo porque en buena medida te...Ver más »

Valora a quien te dedica su


tiempo, porque nunca lo
recuperará
Gema Sánchez Cuevas 28 julio, 2016 en Psicología17 compartidos




Tenemos la mala costumbre de no valorar el tiempo que los demás nos
dedican. Una conversación, un abrazo, una sonrisa, un cómo te encuentras, un “lo
hago porque sé que te gustaría” o simplemente un gesto de acompañamiento. Hay
miles de actos diarios de las personas que nos rodean que no valoramos.
No hace falta que los segundos, horas o minutos procedan de nuestros familiares,
amigos o pareja. El tiempo de los desconocidos también se vuelve importante
cuando, por ejemplo, gracias a ellos el día puede comenzar con una sonrisa porque
sus buenos días estaban cargados de alegría o nos dan ese empujón que
necesitábamos. La grandeza de las personas está en esos detalles de pequeño
tamaño, pero de grandes efectos y afectos.
Valoro los segundos de escucha, apoyo y aprecio que los demás me dedican porque me
ofrecen parte de su vida. Ellos saben que compartir el tiempo es regalar vida.

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El gran valor del tiempo

“Cuentan que un viajero cruzando el desierto vio a un árabe pensativo sentado


al pie de una palmera, junto a sus camellos cargados. El viajero supuso que era
un mercader de objetos de valor y que se dirigía a vender sus joyas, perfumes y
tapices a alguna ciudad vecina.

Como llevaba demasiado tiempo sin hablar con alguien, se acercó al mercader
pensativo y le dijo:

-Buen amigo, ¡salud! pareces muy preocupado. ¿Puedo ayudarte en algo?

-¡Ay! -respondió el mercader– Me encuentro muy afligido porque acabo de


perder la joya más valiosa de todas…

-Bueno, la perdida de una joya seguro que no es gran cosa para ti. Llevas gran
cantidad de ellas en tus camellos y seguro que no te costará reponerla.

-¿Reponerla? -exclamó el mercader- ¡Si fuera tan sencillo! No conoces el valor de


mi pérdida…

-¿Cuál es la joya que has perdido? – preguntó el viajero.


-Una joya como ninguna otra, que no volverá hacerse jamás. Se encontraba
tallada en un pedazo de piedra de la vida y realizada en el taller del tiempo.
Sus adornos eran veinticuatro piezas brillantes, agrupados a su alrededor sesenta
más pequeños… Es imposible que se llegue a reproducir otra joya con similares
características.

-Debía ser preciosa, sí – expresó el viajero – Pero, con mucho dinero ¿no podrías
hacerte otra igual?

–La joya perdida era un día… Y un día que se pierde, no vuelve a


encontrarse...”
Tras este cuento, ¿qué es un día para ti? ¿qué significa tu tiempo? Un minuto es
suficiente para dejar una huella imborrable en el corazón de otra
persona, elegir lo que quieres hacer o disfrutar de lo que acontece. Lo
importante es ser consciente del momento presente y aprovecharlo con las
personas que deseas y de la manera que gustes, sabiendo valorar también la
dedicación hacia ti de los otros.
Mientras que el dinero aunque se pierda puede recuperarse, el tiempo perdido no
vuelve. No desperdicies ni gastes el tiempo en lamentarte por no haberlo
sabido aprovechar en su momento. A partir de ahora, aprovéchalo y valóralo
como unos de bienes más preciados que existe.

El tiempo no se exige, se elige


Hay quien no es capaz de percibir el esfuerzo de otras personas por hacerle su
rutina más llevadera, dar color a sus días grises o querer disfrutar de su compañía.
Hay personas que ven como obligación lo que en realidad es una elección por parte
de los otros. Hay para quien el tiempo de los demás pasa desapercibido, quien
lo valora como si fuera un tesoro y quien lo exige al otro, como si fuera suyo.
Cada uno de nosotros es libre de a quién y cómo dedicar su tiempo. No
olvidemos que los minutos, horas y segundos son fragmentos de nuestra vida y
nadie tiene potestad para decidir libremente sobre ellos.
Dedicar tiempo se traduce en me importas, te quiero, te apoyo, adoro tu
compañía y eso no tiene precio ni un equivalente material. Porque
definitivamente, dedicar tiempo es dedicar vida.
Por eso, ni debemos exigir al demás parte de su tiempo, ni tenemos que mendigarlo
a quien solo piensa en sí mismo. El tiempo no se compra, no se intercambia ni se
vende. Pasar tiempo con el otro es una elección que brota desde el interior y
permite conectarnos emocionalmente con los otros.
Cuido a las personas que me dedican su tiempo porque me ofrecen te quieros y me
importas encriptados, pero cargados de sentimientos.

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El tiempo es el mayor regalo que existe


Valora a quien te escribe, a quien te habla, te escucha, te hace un favor, te
acompaña o se acuerda de ti porque lo quiere, porque le gusta, porque lo
siente. Las personas que te regalan su tiempo comprenden que es lo más grande
que pueden darte ya que saber ofrecerlo es hablar el lenguaje del
corazón. Agradéceselo porque además el tiempo ofrece la posibilidad de forjar
recuerdos que despertarán más adelante sentimientos de alegría, nostalgia y
aprecio.
El mejor obsequio que podemos hacer a las personas que nos dedican su tiempo es
valorarlo y regalarles parte del nuestro.

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Si traduces los ratos que los demás pasan contigo en el lenguaje afectivo
comprenderás que hay más te quieros y me importas de los que
esperabas. Por eso, valora cada segundo con ganas que los demás te dedican,
porque en buena medida te están ofreciendo el mayor regalo que existe: parte de su
vida.
El don de las buenas personas está en los pequeños detalles
Las buenas personas no llevan pancartas proclamando que lo son. Traen luz en su alma,
aliento en sus ojos y son hábiles artesanas de...Ver más »

El don de las buenas personas


está en los pequeños detalles
Valeria Sabater 22 octubre, 2015
en Emociones400 compartidos




Los pequeños detalles edifican vidas enteras. Hay quien no lo percibe, hay
quien no es capaz de ver el esfuerzo por parte de otras personas por hacerles la
existencia más fácil, por aportar luz en esos días oscuros y por desenredar nudos
donde solo hay madejas. Hay para quien las buenas personas pasan
desapercibidas.
Las buenas personas no llevan pancartas ni acostumbran a hablar demasiado
de sí mismas, porque en ocasiones, cometen el error de descuidarse un poco y
mirar más por las necesidades ajenas. Pero no se dan cuenta. Es su esencia, su
forma de ver el mundo: dándolo todo por los demás.
Suele decirse que son las buenas personas las que nos dan auténtica felicidad. Por su
parte, aquellas más complicadas y con doble cara que acostumbran a traernos pesares, nos
ofrecen experiencia. Lo creamos o no, ambas son partes indispensables de esta vida
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¿Cuántas buenas personas custodias en tu vida? La casualidad quiso que formaran


parte de tu día a día, y que te enriquecieran con sus palabras y esa
sutil humildad que no sabe de egoísmos.
Es más, también tú puedes ser una de esas personas acostumbradas “a dar
luz a los demás”, de las que desean por encima de todo la felicidad de los suyos
cuidando al extremo cada detalle, cada situación. Buscas dibujar sonrisas en rostros
familiares, y no… Tampoco tú pides nada a cambio. Porque es tu naturaleza,
porque es tu forma de entender la vida.

Los grandes corazones se conocen con los


pequeños detalles
Puede que hace mucho que no te dediquen esos pequeños detalles que alegran
el corazón. No obstante, es posible que cuando menos te lo esperes, alguien te
sorprenda haciéndote un favor que no esperabas, o preocupándose por ti de
una forma tan sincera que te sientas extrañado/a.
En ocasiones la bondad humana nos deja sin palabras. No podemos más que
emocionarnos los actos de personas anónimas que sin llevar alas a su espalda, traen polvo
de hadas en sus bolsillos para dar felicidad a nuestros caminos…

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Suele decirse que el mejor homenaje que se le puede hacer a las buenas
personas es imitarlas. Ahora bien, compartirás con nosotros la idea de que no
todos pueden hacerlo. De que no todo el mundo sabe practicar la bondad
humana. Así pues, la auténtica pregunta que nos viene al respecto sería… ¿Las
buenas personas nacen o se hacen?
 Desde la neurociencia hay muchas voces que defienden la tendencia innata del ser humano
hacia la bondad. Sería algo arraigado a nuestra biología y que ensalza la psicología
positiva.
 Las experiencias tempranas, los estilos de crianza, el contexto social y educativo, y las
experiencias posteriores, podrían hacer que esta tendencia natural sufra las consecuentes
variaciones.
 El propio acto de dar, de ofrecer, de ayudar y atender, debería ser por sí mismo un acto
capaz de ofrecer felicidad y equilibrio interior. Sin embargo, no son muchas las personas
que llegan a adquirir esta capacidad.

El arte de la bondad como ejercicio de empatía


Las buenas personas ni siquiera son conscientes de la capacidad
de empatizar que tienen con sus semejantes. Sienten los dolores del mundo y
los internalizan como propios, de ahí, que busquen cada día conseguir ese equilibrio
externo para sentirse bien con ellas mismas.

Su bondad es altruista y se ofrece a cambio de nada. Para ellos/as el tiempo no


existe, sus prioridades quedan relegadas y no existen distancias y aún menos las
exigencias o los reproches.
El donde la humildad, donde los detalles son
importantes
Quien nace con corazón humilde sabe muy bien la grandeza que se esconde
tras los detalles. Sabe que un gesto, que una caricia, que unas palabras de ánimo
y ser el rostro que sabe escuchar, hace mucho más que cualquier bien material.
No acumules cosas, no te apegues a lo material. Rodéate de buenas personas que hagan
mágico tu mundo, y si no las encuentras, conviértete tú en una de ellas

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Las buenas personas también se pueden cansar de


serlo
En efecto, si a lo largo de tu vida has practicado el maravilloso arte de abrir tu
corazón a los demás, de preocuparte por hacer lo mejor cada día por quienes te
rodean, es posible que en algún momento hayas llegado al límite. Y llegará, desde
luego, porque aunque las buenas personas no quieren recibir nada a
cambio, sí deben ser reconocidas. ¿La razón?
 Quien no es reconocido no es valorado.
 Quien no es valorado se adentra en el abismo de la “no existencia”.
 En ocasiones, los demás pueden llegar a acostumbrarse a tus buenas acciones, las dan por
sentadas y los ruegos se vuelven ya en exigencias.
 Quien no encuentra valoración a sus esfuerzos acabará deshilachándose como una tela
que no puede dar más de sí. Y no importará su fortaleza o su belleza, porque también las
buenas personas pueden acabar rompiéndose.
No lo permitas. Cuida a las buenas personas que te rodean como tus bienes
más preciados. Y cuídate tú, sin dudar nunca en poner límites y sin caer en el error
de que por decir “no” o “basta”, dejas de ser un alma noble.
Imágenes cortesía Lucy Cambell, Aidan Heune, Marion K.

Me gusta la gente que acepta a los demás tal y como son


Me gusta la gente que acepta a los demás tal y como son, que no prejuzga ni critica. Me
gustan porque saben que no...Ver más »

Me gusta la gente que acepta a


los demás tal y como son
Raquel Aldana 29 noviembre, 2015 en Psicología81 compartidos





Me gusta la gente que acepta a los demás tal y como son, que no prejuzga, que
no critica. Me gustan porque conocen sus límites y saben bien que aunque no es
oro todo lo que reluce, siempre hay algo en el interior de las personas que
merece una sonrisa.
Esto es lo que verdaderamente tiene sentido en un mundo de imperfectos. Todos
somos merecedores de afecto y de aceptación. Por eso, tener esto claro y
ponerlo en práctica nos hace mejores personas no solo a los ojos de los demás,
sino a los ojos de nuestro propio interior.
Así, nuestra capacidad para relacionarnos con el mundo tendrá mucho que
ver con nuestro diálogo interno respecto a los demás. Es decir, que si siempre
procuramos comprender la trascendencia de los comportamientos ajenos y
buscamos razones y aspectos positivos, entonces la luz que emanamos iluminará
nuestro recorrido por la vida.

Romper con la idea de las personas tóxicas


Cada vez hay más voces que se alzan en contra del uso del calificativo
“tóxico” para referirnos a personas que nos resultan difícil de tratar. Así, si
bien es una forma de hablar que hoy en día resulta clara, atractiva y universal,
tenemos que meditar nuestra manera de catalogar a los que nos rodean.
En este sentido debemos pensar que no hay personas tóxicas, sino seres
humanos con problemas. Estos problemas pueden afectarnos en mayor o menor
medida pero quizás llamando a una persona “tóxica”, sumamos un problema más a
su vida y a nuestra manera de convivir con ello.
Es decir, que a la primera persona a la que afecta la idea de las personas
tóxicas es a quien lo usa. ¿Por qué? Porque una persona tóxica podemos ser
nosotros mismos, nuestros familiares, nuestros padres, nuestros hijos o nuestros
amigos. Además, alguien que rechaza a las personas tóxicas, no acepta a los
demás tal y como son.
O sea que la dualidad “tóxico/no tóxico” puede resultar peligrosa en el sentido de
que deja caer que los demás son los malos y que los demás son sus víctimas. Esto
nos impide relacionarnos con responsabilidad, firmeza y compasión y nos hace
correr huyendo sin ningún destino y a lo loco.
Y esto, por decirlo de una manera metafórica, hará que impactemos contra los mismos
muros emocionales que estamos intentando esquivar.

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Todos tenemos conflictos y sombras, todos
somos personas
Las personas no son aceptables o no aceptables. Somos simplemente
personas dentro de nuestra propia complejidad. Todos somos aceptables en la
medida en la que nos esforcemos por cultivar los aciertos en vez de estigmatizar por
los fallos.
Por eso, en lugar de criminalizar los problemas de los demás o los nuestros propios, quizás
es importante que empecemos por aprender a detectar los conflictos de los demás y a
actuar de manera correcta ante ellos.

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Al fin y al cabo, aquel que acepta a los demás tal y como son, es hábil viendo
en el interior de las personas y, sobre todo, empatizan y tienden una mano a los
demás en vez de mostrar actitudes victimistas y agresivas o defensivas.

Todos conocemos lo que es sentir envidia y sabemos lo destructora que


puede llegar a ser. ¿Acaso no hay nadie que se compare con los demás o que en
algún momento haya sentido cierta alegría o confort con los errores ajenos?
Es humano sentirlo y es humano sentir en contra de nuestros propios valores.
La envidia puede ser desorbitada en algunas personas, lo cual resultará una gran
fuente de sufrimiento y como compañeros de vida podemos ayudar a sobrellevarla.

Evidentemente no todos sentimos envidia, manipulamos o mentimos todo el


rato. Pero sí que todos somos esas “personas tóxicas” tan terribles de vez en
cuando o esporádicamente. Todos criticamos, interna o exteriormente, todos
somos interesados en alguna ocasión o nos comportamos de manera egocéntrica y
victimista en otras.
No nos gustan las personas que no ayudan o no aceptan a los demás. ¿Por qué íbamos a
hacerlo nosotros? Nos estaríamos convirtiendo en lo mismo que sentenciamos (¡qué irónico
suena esto!).

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Protégete si es necesario, pero no huyas despavorido de aquellas personas
que tienen problemas o que han mostrado su lado menos amable. Acepta a los
demás tal y como son e intenta resolver sus sufrimientos sin críticas y sin juicios.
Y es que, si no lo hacemos, nos convertimos en un estilo de persona del que
huiríamos. Sé consciente de que todos tenemos sombras, acéptalas y
desaparecerá gran parte de la oscuridad que las caracteriza. Entonces (y solo
entonces) podrás contemplar la gran belleza que a todos nos acompaña.

Aceptar a los demás tal como son


¿Experimentas a menudo ira, resentimiento o celos con aquellos que no se comportan
como tú pretendes? Estos juegos tan negativos reflejan dinámicas de manipulación...Ver
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Aceptar a los demás tal como


son

Paula Aroca 16 junio, 2013 en Psicología13 compartidos





¿Eres capaz de aceptar a cada quien como es? ¿O a menudo experimentas ira,
resentimiento, celos y otros sentimientos negativos hacia aquellos que no se
comportan como tú pretendes?

Estos juegos tan negativos reflejan dinámicas de manipulación que


contribuyen al estrés, a los conflictos y, en definitiva, a herir los sentimientos
de los demás.

Aceptar las diferencias


Realmente todos somos únicos, tanto en nuestra perspectiva de la vida como en
nuestras actitudes, sentimientos y experiencias. Nunca ha habido un duplicado
exacto de nosotros, ni nunca lo habrá. Eres irrepetible, no existe nadie como tú
en todo el mundo, ¿eres consciente de ello?
Son justamente las diferencias y características personales las que hacen que
la vida sea interesante, un desafío. El trato con otras personas que ven la vida de
forma diferente es lo que hace más ricas a las relaciones. Lo lamentable es que
estas diferencias a menudo pueden llevar (si no se gestionan bien) a conflictos sin
resolver, a estrés y decepciones.
Es fundamental aceptar la singularidad de los individuos, sin embargo, no es
tan sencillo como decirlo. En las relaciones de pareja, por ejemplo, nos hacemos
una idea de cómo debe ser nuestra “media naranja” y cómo debe actuar según
nuestros estándares y esperamos que lo haga así. Por supuesto, esto no va a
ocurrir y los problemas surgirán, siempre y cuando tengamos expectativas rígidas.
No podemos culpar a los demás por no ser como a nosotros nos gustaría. El
porqué de una relación de pareja o amistad es pasarlo bien juntos, lograr un
enriquecimiento mutuo, no cambiar a nadie.

No todo nos va a agradar


Hay algo que tenemos que tener claro: ¿la conducta del otro que no nos gusta
es incorrecta?, ¿o es solo que nosotros haríamos las cosas de otra forma? Al
no establecer esta diferenciación, acabamos viendo muchas actitudes que no nos
gustan de nuestra pareja o nuestros amigos.
No debemos exigir de los demás que actúen, piensen y trabajen igual que nosotros,
porque esa actitud nos va a ocasionar problemas, indefectiblemente. Cuando
estamos mirando lo que hacen los demás, nos perdemos la oportunidad de
disfrutar el presente con ellos, sin establecer juicios paralelos.

¿Qué hacer cuando consideramos que un


comportamiento es indeseable?
Aquí ya no se trata de aceptar a los demás como son, sino de un comportamiento
que tú no aceptas, basado en tus propios códigos de conducta. En estos casos, lo
importante es comentar el tema y dialogar con la persona acerca de su
actitud. Las formas son importantes a la hora de pedir a alguien que cambie porque
en ocasiones podemos echar todo a perder y conseguir justamente lo contrario a lo
que buscábamos.
Nadie cambia sin más, simplemente porque adivinan lo que tú quieres; no
funciona así. Y si esperas que esto ocurra, vas a ir enfadándote cada día más,
hasta que un día cualquiera “todo explote.”
Es mucho más productivo y eficaz comentar con el otro qué es lo que te
molesta, explicarle qué te afecta y cómo te hace sentir. De esa forma el otro no
se siente insultado, ni tampoco agredido y así es más probable que cambie su
actitud. Asimismo, es obvio que nosotros tenemos que estar abiertos a los
comentarios de los demás cuando nos sugieran que cambiemos algo, a fin de
buscar la forma de convivir mejor y más a gusto.
¿A quién queremos cambiar? Si la lista es muy larga, quizás sea hora de reflexionar
al respecto. Probablemente ello signifique que tenemos bastante trabajo que hacer
sobre nosotros mismo antes de encontrar la verdadera felicidad.
Fotografía cortesía de Jeremy Blanchard




FIN

ORDEN DE PRIORIDADES

El orden es más importante de lo que a menudo creemos

Todas las virtudes y valores humanos están interrelacionados. La virtud


del orden es la coordinadora de todas las virtudes, la que consigue que
mejoremos de una manera armónica y equilibrada.

El orden empieza en la cabeza y, desde ahí, se transmite y se ejecuta


en todos los aspectos de la vida. Ese orden mental consiste en una
clara escala de valores que establece las prioridades de los
aspectos clave de nuestra vida. (En esta galería os proponemos
un orden)

Galería fotográfica
Tengo un amigo que se quejaba mucho porque su esposa era tan
ordenada para las cosas de la casa, todo en su sitio, limpio, ordenado y
reluciente que él se sentía como aprisionado, incómodo por no poder
actuar con espontaneidad.

Todos le comprendemos y somos conscientes de que el orden no es una


manía que nos cohíbe sino un valor que mejora las personas.

La esposa citada de mi amigo olvidaba esas prioridades y ponía el frío


orden material de las cosas por delante de la afabilidad.

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Para respetar ese orden mental es preciso tenerlo bien entendido y


asimilado y un esfuerzo constante de la voluntad para respetarlo.

Todas las empresas e instituciones tienen un programa anual de objetivos


que lleva asociado un presupuesto anual. Esos programas y presupuesto
son los puntos de referencia para saber si está cumpliendo con las
prioridades seleccionadas.

En el plano individual ocurre exactamente lo mismo, hay que señalarse:

1.- Organizar la propia vida

2.- establecer un orden en la mente

2.- Clarificar valores

3.- Recordar que es importante, y que es mejor postergar o


incluso dejar ir.

4.- Objetivos y metas personales,

5.- Planes,
y, …respetarlo.

Tanto las personas como las instituciones tienen inteligencia y


libertad para cambiar el orden de sus prioridades, pero deben
hacerlo de manera razonada y no caprichosa.

Los que pertenecemos a la cultura latina tenemos mucho que aprender


del sentido del orden y disciplina de las culturas nórdicas y los nórdicos
deben incorporar de la cultura latina la capacidad de improvisar
y adaptarse cuando surgen imprevistos, lo que es muy frecuente.

Nuevas Metodologías, Organizadores Gráficos, Rutinas de Pensamiento, Trabajo


cooperativo
Técnicas para aprender a pensar PB Prioridades
Básicas
Publicado por
orientación Andújar
el 20 febrero, 2014

Algunos aspectos son más importantes que otros

Algunos factores son más importantes que otros.

Algunos propositos

Algunos objetivos…

Algunas consecuencias.

Algunos detalles.

En el proceso de pensamiento acerca de una situación, una vez usted se ha formado un número
determinado de ideas, debe decidir cuáles de éstas son las importantes.

Características:

 Es muy importante tener primero tantas ideas como sea posible y luego empezar a
escoger las prioridades.
 Diferentes personas pueden tener diferentes prioridades en una misma situación.
 Ud. debe saber exactamente la razón por la cual escogió algo como una prioridad.
 Es muy difícil escoger los aspectos más importantes y luego comenzar por el otro
extremo, rechazando los menos importantes, para observar, lo que nos queda.
 No se deben ignorar las ideas, aun cuando no fuesen escogidas como prioridades, y
deben ser consideradas después de estas.

EJEMPLO PB Prioridades Básicas


Establecer una tabla o jerarquía de valores Personal
- Dios

- Principios(esencia)

- Valores

- Virtudes

- Realidad(existencia)

- Leyes

- Normas y reglamentos

- Tradiciones y costumbres
- Opiniones personales (clichés, tendencias, refranes, creencias)

DINAMICA DEL FUNCIONAMIENTO DE LOS VALORES Y VIRTUDES

1.- Contemplación.

2.- Aceptación.

3.- Rechazo.

4.- Tolerancia.

5.- Priorización.

¿Qué diferencia hay entre valores y


virtudes?
Las virtudes como camino para vivir cerca de Dios y cumplir con nuestra
misión aquí en la Tierra.

Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

El hombre fue creado por Dios para vivir eternamente en amistad con
Él. Por lo tanto, el hombre está destinado a la vida eterna y debe vivir
de cara a ella.

Para alcanzarla se necesita la gracia que Dios nos otorga. En otras


palabras, Dios es quien da la santidad. Pero como Dios, siempre, va a
respetar la libertad, alcanzar la santidad implica una respuesta de parte
del hombre.

La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso


de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes.
Las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien.
Podemos tenerlas desde que nacimos o podemos adquirirlas después.
Son un medio muy eficaz para colaborar con Dios, pues implican que
hemos decidido, libre y voluntariamente, hacer el bien, es decir, cumplir
con el plan de Dios.

La virtudes la disposición habitual y firme de hacer el bien y se adquiere


por repetición de actos o por un don de Dios.

La virtud permite a la persona no sólo hacer el bien, sino dar lo mejor


de sí misma. La persona debe de superarse siempre como hombre y
como cristiano.

El objetivo de una vida virtuosa es llegar a ser semejantes a Cristo, no


es un perfeccionismo, donde la persona elimina defectos porque
considera que no debe de tener tal o cual falla, esto sería un vanidoso
mejoramiento de sí mismo. Tampoco es un narcisismo de verse bien,
que todos piensen que es lo máximo. La virtud no es una higiene moral
por la cual limpio mi persona.

Las virtudes son hábitos operativos, es decir, hay que actuarlos. No se


trata de tener buenas intenciones, "pensar tengo que ser más
ordenado", hay que ser más ordenado.

Por ello es que el hombre debe encauzar las pasiones para ser un
hombre íntegro. Porque las virtudes de adquieren por medio de actos
virtuosos.

La perfección de la que hablamos es un crecimiento armónico de toda la


personalidad, por eso al crecer en una virtud crecen las demás porque el
ejercicio de una virtud implica la práctica de otras. La laboriosidad exige
ser ordenado, responsable, etc. La paciencia implica la tolerancia, la
aceptación, la flexibilidad, etc.

Diferencias entre virtud y valor.

Hoy en día se admira a las personas que ganan mucho dinero, a las
grandes estrellas de la televisión o de la música, a los grandes
deportistas.

Todas estas personas realizan actos buenos. Estos actos son buenos en
sí mismos y tienen un fin bueno, pero no nos hacen crecer como
hombres. No podemos asegurar que un jugador de basquetbol de fama
mundial sea mejor persona que nosotros, únicamente porque él sabe
meter canastas de tres puntos y nosotros no.

Las habilidades físicas, deportivas o intelectuales, ciertamente son


dones que hay que desarrollar con esfuerzo, pero que por sí mismas, no
nos convierten en personas mejores, sino únicamente en mejores
pianistas, deportistas o matemáticos.

También, hay que distinguir las virtudes de los valores humanos.


Los valoresestán orientados al crecimiento personal por un
convencimiento intelectual: sabemos que si estamos limpios, seremos
mejor aceptados por los demás; sabemos que si mantenemos
ordenadas nuestras cosas, podremos encontrarlas cuando las
busquemos.

Los valores son bienes que la inteligencia del hombre conoce, acepta y
vive como algo bueno para él como persona.

Las virtudes son acciones que nacen del corazón y están orientadas
directamente a un bien espiritual. Estas nos hacen crecer como
personas, a imagen de Dios.

Las virtudes nos llevan a la perfección, pues disponen todas nuestras


potencias, todas nuestras cualidades, nuestra personalidad entera, para
estar en armonía con el plan de Dios; orientan toda nuestra persona, no
sólo nuestros actos, hacia el bien.

Para entender mejor la diferencia entre valor y virtud, analicemos cómo


cambia un valor de acuerdo con las circunstancias que lo rodean. Son
diferentes:
- una persona que cuida a su tía enferma porque quiere su herencia.
- una persona que cuida a su tía enferma porque ésta le cae muy bien.
- una persona que siempre está dispuesta a cuidar a cualquier enfermo,
aún sin conocerlo, por amor a Dios y a los hombres.

Aunque la acción es la misma en los tres casos, solamente la tercera es


una virtud, por ser habitual y permanente. En los otros dos casos, la
persona vive el valor del servicio. En el tercero, la persona tiene la
virtud del servicio.

Las habilidades están orientadas a “hacer bien” algo específico. Nos


hacen ser mejores en algo, pero no mejores como personas.
Los valores humanos son un bien que la inteligencia humana toma como
tal. En sí mismos son neutros, y dependen del uso que les demos.
Puestos en práctica, los valores nos hacen crecer como personas.

Las virtudes están orientadas a cumplir el plan de Dios. Su fin es hacer


siempre el bien, independientemente de las circunstancias. Nos hacen
crecer como personas, nos perfeccionan, nos santifican y edifican la
sociedad por ser algo habitual y permanente.

Tipos de virtudes"

Virtudes humanas: son rectos comportamientos según la ley natural.


Perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan
nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta
según la razón y la fe. Se adquieren mediante el esfuerzo humano. Ej.
Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc.

Pero para alcanzar la salvación no bastan las virtudes humanas


naturales, alcanzar la vida eterna no es posible sin la ayuda de Dios y la
acción del Espíritu Santo.

Virtudes cardinales: son las virtudes humanas más importantes. Se


llaman “cardinales” porque son los ejes en torno a los cuales giran las
demás. Cardine en latín, significa el eje de la puerta. Son: la prudencia,
la fortaleza, la justicia y la templanza.

Virtudes cristianas: Son rectos comportamientos según el ejemplo de


Cristo en el Evangelio. Podríamos mencionar la mansedumbre.

Virtudes teologales: son las que se reciben de Dios por su acción


sobrenatural en el alma. Fe, esperanza y caridad.

Virtudes evangélicas: son especiales acentos del Evangelio entre


muchas virtudes que practicó nuestro Señor Jesucristo. Por ejemplo la
humildad, la castidad, la pobreza.

Todo lo que sea contrario a la virtud son malos hábitos, que llamamos
vicios.

Virtudes cardinales

Prudencia: es la capacidad de conocer, en cada circunstancia, lo que se


debe hacer o evitar para conseguir un fin bueno, y elegir medios
apropiados para realizarlo. Para guiar el juicio de la conciencia, aplica
los principios morales al caso particular.

El hombre prudente decide y ordena según este juicio. Esta es la virtud


por excelencia.

Para ejercer la prudencia hay 8 partes integrales que son muy


importantes. Cinco pertenecen a lo intelectual y tres a la práctica:
Memoria: recordar los éxitos y fracasos del pasado ayuda a orientar
sobre lo que hay que hacer. La experiencia es madre de la ciencia.
Inteligencia: conocer el presente nos ayuda a discernir sobre lo bueno o
malo, conveniente e inconveniente.
Docilidad: saber pedir y aceptar consejo de personas que saben más.
Nadie puede saber todas las respuestas.
Sagacidad: disposición para resolver los casos urgentes cuando no hay
tiempo de pedir consejo.
Razón: cuando después de una meditación madura se resuelven casos
por sí mismos.
Providencia: parte principal de la prudencia, igual a providencia, es
fijarse en el fin que se pretende. Para actuar con prudencia hay que
ordenar los medios al fin.
Circunspección: es tomar en consideración las circunstancias para juzgar
según ellas, si es conveniente o no hacer o decir algo. Hay ocasiones en
que lo que se pretende es bueno y conveniente, pero debido a las
circunstancias, puede resultar negativo. Ej. Corregir a alguien cuando
hay personas ajenas presentes.
Cautela o Precaución: ante los impedimentos externos que pueden ser
obstáculos para conseguir lo que se pretende. Ej. Evitar la influencia de
las malas compañías.

Habrá momentos en que se podría prescindir de alguna de estas cosas,


pero si lo que se pretende es importante se deben tomar en cuenta
todas ellas. ¡Cuántas imprudencias se cometen por no tomarse el
trabajo de hacerlo!.

La prudencia se ejerce no solamente en lo personal, sino que también


tiene una parte social que se dirige al bien común y abarca el gobierno,
la política, la familia y lo militar.

Pecados contra la prudencia:


No buscar a Dios como valor supremo.
La imprudencia que se divide en tres:
La precipitación que es actuar inconsiderada y precipitadamente,
guiados por la pasión o capricho.
La inconsideración por la cual se desprecia o se descuida el atender las
cosas necesarias.
La inconstancia que es abandonar los propósitos por motivos sin
importancia.

La imprudencia nos puede llevar a aceptar una circunstancia que nos


aleja de Dios. O a buscar a Dios en un medio que no conduce a Él.

La negligencia que supone la falta de interés por actuar eficazmente en


lo que debe hacerse. Es diferente de la inconstancia porque en ella no
hay ni siquiera el interés por actuar. Cuando se refiere a algo pertinente
a la salvación, el pecado de negligencia es grave. No toda negligencia es
pecado contra la prudencia.

El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de


consejo.

La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al


prójimo lo que le es debido.

Es la virtud que equilibra nuestro trato con las demás personas. Es una
virtud muy compleja, una madeja con muchos hilos.

Para que se diga que alguien es justo hay que apartarse de cualquier
mal que dañe al prójimo o a la sociedad y hacer el bien debido al otro.
No basta con no hacer un mal, sino que hay que darle lo que se merece.

Tipos de justicia:
Conmutativa: dar a cada uno lo que merece. Y lo puede merecer por
contrato o por derecho adquirido.
General o legal: dar a la sociedad lo necesario para obtener el bien
común. Ej. Pagar impuestos para que haya hospitales.
Distributiva: dar lo necesario a cada miembro de la sociedad, según sus
derechos naturales o adquiridos.
Social: proteger los derechos naturales de la sociedad y de sus
miembros. Es decir, ni defender tanto a la sociedad que se perjudique a
los ciudadanos, ni defender tanto los derechos de los individuos que
perjudiquemos a otros y a la sociedad.
Vindicativa: restablecer la justicia lesionada. Porque quien perjudica los
derechos de otros tiene el deber de repararlos.
El don del Espíritu Santo correspondiente a esta virtud es el don de
piedad.
La fortaleza: es la virtud que asegura la firmeza y la constancia en la
búsqueda del bien, superando los obstáculos que se presentan en el
cumplimiento de las propias responsabilidades.

Cualquier hombre de bien puede tener esta virtud, pero en el caso del
cristiano esta virtud tiene que estar cimentada en el amor a Dios.

Pecados contra la fortaleza:


La pereza, que es madre de todos los vicios.
La comodidad excesiva, la ley de menor esfuerzo.
La impaciencia, la inconstancia, la terquedad, la insensibilidad o dureza
de juicio, la ambición, la vanagloria, la presunción, la pusilanimidad.
El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de la
fortaleza.

La templanza es la virtud que modera la atracción de los placeres y


procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio
de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de
la honestidad.

Cuando decimos moderar nos referimos a controlar, no a reducir la


cantidad. No hay templanza en emborracharse sólo una vez cada tres
meses, sino en saborear el alcohol sin perder el dominio sobre sí mismo.

Hablamos de equilibrio, porque hay sistemas espartanos que llevan a la


excesiva rigidez y provocan verdaderos trastornos en la personalidad.

Los medios que ayudan a vivir la virtud de la templanza son:


Vigilar: porque los instintos no mueren.
Orar: porque el pecado original nos ha desequilibrado y la
concupiscencia actúa.
Sacrificio, porque los instintos hay que disciplinarnos con esfuerzo y
continuidad. Hay que caminar por la “senda derecha”.
El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don del
temor.

¿Cómo adquirir las virtudes?

Las virtudes no se adquieren de un día para otro, sino mediante el


esfuerzo diario, la repetición de actos buenos que nacen del corazón,
pero no sólo eso: forzosamente necesitamos de la ayuda de Dios, pues
es muy fácil que, debido al ambiente o la distracción, las utilicemos sólo
para nuestra propia conveniencia y nos quedemos sólo en los valores
humanos.
Es cuestión de proponérnoslo y trabajar en ello. No nos dejemos vencer
por la cobardía, por los fracasos, por el respeto humano. Necesitamos
ser tenaces y perseverantes, esforzándonos continuamente por
superarnos. Confiando y aprovechando las gracias que Dios nos puede
dar.

Si hacemos esto todos los días, nos daremos cuenta, de pronto, de que
ya hemos alcanzado las virtudes que tanto deseábamos y muchas otras
que ni siquiera habíamos imaginado.

Algunas personas te podrán decir que las virtudes son propias de los
santos pero no de las personas como nosotros. Que Dios ayuda a los
santos y como magia se convierten en personas virtuosas. Recuerda que
las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas.
Requieren de nuestro esfuerzo y constancia. El hombre virtuoso es el
que practica libremente el bien. Catecismo de la Iglesia Católica, nn.
1803-1845

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