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A pesar de que hay una organización modular del psiquismo, la modularidad no
es absoluta.
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Cada sistema motivacional tiene efectos sobre los otros y le imprime
transformaciones. Por ejemplo, el sistema narcisista puede activar a la
sexualidad, la cual es utilizada no por el placer pulsional que produce sino para
generar una imagen grandiosa (el caso del machismo), con lo cual la
sexualidad queda sobresignificada como signo de la potencia del sujeto. La
sexualidad es activada o desactivada, entonces, sobre la base de la
gratificación o de la ansiedad narcisista que produce (ej. pérdida del deseo
sexual porque hace sentir a una mujer como indigna o, en el caso del hombre,
tras repetidos episodios de eyaculación precoz).
Por otra parte, la articulación entre los sistemas motivacionales determina que
un cambio en uno de ellos produzca efectos, incluidos síntomas, de acuerdo a
cuál es el sistema con el que está vinculado. El diagrama siguiente trata,
precisamente, de ilustrar qué sucede cuando las necesidades/deseos de un
sistema, en este caso el del apego, no son satisfechos. La forma en que
repercutirá en el sujeto dependerá del sistema con el cual se relacione el
apego. Si el apego aseguraba la autoconservación –se buscaba al otro para
sentirse seguro, protegido-, cuando falla el apego surgirán sentimientos de
peligro, con síntomas que podrán tomar la forma de trastornos hipocondríacos,
cuadros persecutorios, etc. Si el apego había servido, y era la condición que la
sustentaba, para lograr la regulación psicobiológica en base a la presencia del
otro/a, cuando se rompa el apego aparecerán síntomas de desregulación en
este sistema (por ej. desorganización, despersonalización, etc.). Si el apego
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apuntalaba al narcisismo, la pérdida de aquél generará un descenso de la
autoestima.
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deformación que hace de los demás. Esto le permite mantener un razonable
sentido de realidad.
Hay claros indicios de que tiene dificultad para sostener por sí misma un
balance narcisista adecuado, necesitando de otros -especialmente de su novio-
para que actúen como objetos del self (selfobjects) que la calmen y ayuden a
disminuir su tendencia a ser dominada por dudas, obsesiones y rituales.
La paciente se vive como muy diferente de la madre. Sin embargo, resulta clara
la identificación con ésta en un aspecto concreto: grita como la madre para
hacer que los otros satisfagan sus deseos, intentando que éstos compensen
sus déficits estructurales. Agresividad defensiva que luego la hace sentir
culpable y asustada de la respuesta de los otros significativos. Un punto que
merece exploración es si sus remordimientos conscientes son porque no
cumple con ideales superyoicos de cómo tendría que comportarse para ser una
“buena” persona o si con ellos trata de aplacar y hacerse perdonar por sus
seres significativos. Es decir, culpa defensiva impulsada por deseos de
autoconservación y apego.
Los temas indicados antes deben ser retomados por el terapeuta a medida que
vayan apareciendo, sea en el vínculo transferencial o en las relaciones con
otras personas que surgen en la narrativa dela paciente. Ella parece preparada
para beneficiarse de un tipo de terapia que promueva insight no sólo acerca de
sus limitaciones, ansiedades y defensas sino también de sus recursos. Pudiera
ser que ella haya rechazado el reconocimiento de estos recursos para no
competir con una madre percibida como poderosa y narcisista, necesitada de
ser la figura central de la casa. Al respecto, existe el riesgo de que un enfoque
centrado exclusivamente en déficits estructurales, en ansiedades y defensa, le
refuerce una imagen de ella como ser patológico e insuficiente.
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un sentimiento de armonía con sus personajes significativos. Una de las
consecuencias más perjudiciales de su sometimiento es la creación de dudas
acerca de sus propias percepciones, haciéndola sentir insegura acerca de qué
es real y qué es imaginado por ella, así como los rituales obsesivos como
formas de reaseguramiento.
Una actitud del terapeuta en que éste pudiera reconocer errores o limitaciones
–sin exhibicionismo ni seducción demagógica con su “humildad”- ayudaría a la
paciente a incrementar su sentimiento de que el otro –a diferencia de la madre-
puede escuchar sus argumentos/críticas, y que toda relación implica
negociación de diferencias, a veces irreconciliables, pero con legitimación de
las posiciones de uno y otro de los participantes. Encuentro, por tanto, de
individualidades que no requieren del sometimiento de una a la otra, de
identificaciones compulsivas/defensivas, para mantener el vínculo. Apertura,
por tanto, a una intersubjetividad no fusional sino estructurada en base a
sujetos que se reconocen como teniendo deseos, angustias y concepciones
del mundo legítimamente diferentes.
NOTAS
(1) El término defensa arrastra la connotación de su origen en la obra de Freud: procesos por
los cuales alguien trata de no enterarse conscientemente de ciertos temas –impulsos, deseos,
etc.- que entran en contradicción con otras representaciones conscientes. Los
términos reequilibración o regulación los empleamos para significar que son formas que van
más allá de la diferencia consciente/inconsciente reprimido: alguien se reequilibra, por ejemplo,
ante un sentimiento de apatía, de vacío, de aburrimiento mediante la búsqueda de un otro que
actúe como estimulante, vitalizante. La categoría de reequilibración o de regulación es más
amplia que la de defensa, incluyendo a ésta como una de sus modalidades. La regulación
puede ser autorregulación o regulación a través de un otro.