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En esta época, ya la escuela a schola, palabra que significa lagar de reclutamiento, constituía una
congregación de carácter monástico. La sujeción a reglas, o a la Regla, con mayúsculas, significaba la
adopción de una disciplina absolutamente regida por una autoridad y que demandaba una fidelidad y
lealtad a toda prueba
El monopolio eclesiástico de la instrucción, pese a tas conflictos con la autoridad política y a sus muchos
enfrentamientos, logró mantenerte durante varías centurias por razón de la influencia determinante del
papado.
Fue hasta el surgimiento de las primeras economías mercantiles en los siglos XI y XII cuando surgieron
las primeras universidades libres, pero estos no lograron su consolidarían sino hasta el siglo XIII,
paralelamente con el nacimiento de las primeras órdenes religiosas, como fue el caso de los dominicos y
franciscanos
Ya para entonces los estudiantes pagaban por la enseñanza, incluyendo el caso de los llamados maestros
vagantes que llegaban a las ciudades anfitrionas para cumplir con la función pedagógica aunque dando
preferencia a los nuevos centros económicos, sociales y culturales
Los exámenes procedían mediante un interrogatorio sujeto a métodos y procedimientos muy similares a
los actuales, mientras que la educación guerrera que era esencialmente caballeresca y la enseñanza técnica
se depositaba en las llamadas corporaciones, que se caracterizaban por ser agrupaciones gremiales para la
transmisión directa del saber técnico a través de la instrucción personal del maestro al alumno.
Con el surgimiento de las primeras manifestaciones burguesas afloró la enseñanza libre, la cual
correspondía a una percepción selectiva y elitista de maestros y alumnos correspondientes a las clases
acomodadas, pero sujetándose los primeros a un cierto grado de especialización, de tal suerte que se
elegía a un conocedor por cada especialidad y se buscaba que el educando tuviese mediante la enseñanza
de muchos una mejor percepción del mundo
Comenzó a florecer el humanismo como una manifestarían aristocrático-cultural, pero sobre todo como
una visión conservadora y burguesa propia de los nobles y de las clases privilegiadas. En suma, una etapa
de transición entre la antigüedad y la modernidad, sin demérito de caracterizarse por el humanismo.
Obviamente, se trata de las siglos propias de la Reforma, la Contrarreforma la Utopía y los barruntos de
los que habría de ser, posteriormente, la Revolución.
Esta época se caracterizó por la expansión del espíritu, la difusión del humanismo, la propagación de
otros estilos de vida, el establecimiento de otras composiciones estructurales, la dinámica de la libertad de
pensamiento y la contraposición con las visiones monolíticas de la antigüedad, así como por toda una
serie de conceptos innovatorios de la mentalidad tradicional, incluyendo lo ruptura con los viejos
equilibrios políticos, las antiguas nociones del poder, los modos de producción, las concepciones
religiosas, las tradiciones artesanales y la difusión de la cultura hacía los estratos inferiores de la sociedad.
La Reforma representó un primer enfrentamiento de la mentalidad tradicional consigo misma. La Iglesia
Protestante, al confrontarse con la Iglesia Católica originó una postura contrareformista caracterizada por
la censura a múltiples libros, la represión a ciertas lecturas e incluso a la sátira de las teorías contrarías.
Como producto de la época un Índice de libros prohibidos que prácticamente impedía cualquier clase de
instrucción sobre los avances de la época. Algunos califican esta parte de la historia como oscurantismo.
La propia crisis económica y las condiciones de marginación de las grandes masas, así como explotación
e injusticia, provocaron el surgimiento de múltiples concepciones utópicas orientadas al ideal de
reordenar la sociedad y cambiar el estado de cosas Los utopistas representan la protesta de la época que
posteriormente te convirtiera en protesta revolucionaria.
Por esta misma época, en pleno siglo XVII, uno de los exiliados y perseguidos con motivo del desorden
imperante fue Juan Amos Comenio, precursor de la pedagogía moderna.
Dada la preferencia del autor de la obra que se comenta, más por los literatos que por los pensadores,
nada raro resulta que comience por referirnos los textos de los dramaturgos franceses como fue el caso de
Racine y Moliere, en vez de ocuparse de los grandes pensadores del siglo coma Rousseau, Voltaire,
Diderot, D’Alambert, Montesquieu, etc. A los que finalmente alude en forma excesivamente breve.
También te refiere a los movimientos revolucionarios norteamericanos y francés de fines de dicho siglo,
sin que de tales señalamientos pueda desprenderse apreciación alguna de su parte en torno al tema
pedagógico, salvo el de la enseñanza mutua, propio de Inglaterra, entendido como una simple mejora de
la educación por razón del método didáctico del que se ocupó
También destaca la obra en Suiza de Pestalozzi, dentro de la propia línea de Rousseau, esencialmente
sentimental y emotiva, pero orientada a destacar la necesidad de una educación que superara las
imperantes condiciones de miseria tanto de la fábrica como de la escuela.
El autor comienza por sintetizar los matices que estima dominantes en la primera mitad de este siglo. Y
son ellos: universalidad, gratuidad, estatismo, laicismo, renovación cultural y abordaje del problema del
trabajo.
La Revolución Industrial representó una época de innovación maquinista para rebasar la producción
artesanal individual o grupal y las viejas corporaciones gremiales por un proceso de producción en serie,
de esclavitud del hombre a la máquina y de explotación del propio ser humano, sobre todo mujeres y
niños, en tareas interminables que arruinaban su salud y sus vidas en aras del aprovechamiento del tiempo
y la rentabilidad plenas.
La producción artesanal dejó de ser rentable ante la eficacia de la explotación industrial, e incluso en las
minas la maquinización comenzó a desplazar al hambre, las protestas sociales y hasta las utopías
socialistas fueron la consecuencia obligada del fenómeno social que a la vez subordinaba la dignidad
humana o simplemente la desplazaba
La Iglesia por su parte, debido al proceso intervencionista del Estado en el área de la pedagogía, comenzó
a perder más aceleradamente el monopolio educativo que hasta entonces conservara.
El autor refiere con algún grado de detalle la evolución de la escuela infantil en Italia y de las escuelas
técnicas y universitaria sobre todo en Francia
Este capítulo se inicia por una breve referencia a las revoluciones burguesas y a la reforma de la
instrucción, pero pese a que ese sea el subtítulo adaptado por el autor, omite referirnos cuáles hayan sido
las revoluciones burguesas a las que quiso referirse y es muy poca lo que nos informa sobre la supuesta
reforma anunciada
Antes bien, pasa a referirse en segunda numeral a las primeras resistencias de la Iglesia Católica en torno
a las tesis socialistas y comunistas, llevándose con tales señalamientos, mediante manifiestas condenas, a
la educación laica que progresivamente iba imponiendo el Estado como respuesta al elitismo burgués
Ahora bien, el socialismo marxista, a diferencia del pensamiento utópico, era notoriamente materialista y
no idealista, par lo que una de sus primeras exigencias fue la educación publica y gratuita, la abolición del
trabajo fabril de las niños, la integración de la educación con los procesos productivos, etc., de tal manera
que ello chocaba con los privilegios de la burguesía de los que tenía que hacerse cómplice la Iglesia de su
tiempo.
El autor destaca el papel de las mujeres precursoras de un tipo de enseñanza esencialmente liberadora de
sus papeles serviles y dentro de un rol de explotación y de subordinación machista que la condenaba a
mantenerse dentro de una opresión ya milenaria caracterizada por el abuso y la explotación más
indiscriminadas.
La proclividad del autor por las citas literarias nuevamente ahora a mediados del capítulo citando a
Tolstoi y pretendiendo con ello el nacimiento de una nueva concepción educativa que, desde luego, está
muy lejos de ser verdad.
Finalmente alude a lo que denomina escuela norteamericana, como sí fuese alguna clase de modelo
particular a observar, y que, a mi juicio, tampoco tiene tal calidad.
El autor se ocupa de referirnos la hipótesis de una nueva escuela surgida con posterioridad a la Primera
Guerra Mundial, partiendo de las trabajos de John Dewey en los Estados Unidos de Norteamérica y de
Shadski, Blonski, Kruptskaia y otros en la ahora desaparecida Unión Soviética Dentro del sistema
socialista de principios del presente siglo se refiere nuevamente a la tesis del trabajo-instrucción, y de su
contraposición con lo que se dio en llamar educación liberalista, democrática y libre, sin ahondar
realmente en la temática de arden pedagógico sino, más bien, perdiéndose en conjeturas de carácter
histórico-político a sociológico-conceptuales que hacen volver las ojos a Marx, Engels, Owen, etc., sin
otro señalamiento que la preeminencia de la educación tecnológica como premisa del desarrollo
económico.
Insiste en las posiciones ideológicas de Lenin con respecto a la escuela-trabajo, así como en los llamados
salones pedagógicos de Makarenko, aunque no sin destacar la originalidad del pensamiento de este
último, por lo demás tan controvertido en sus aplicaciones concretas, ya que pese a la admiración que
despertaba entre los pedagogos de la época, no por ello dejaba de resultar controversial y hasta discutible
para muchos más.
Par contraste, las llamadas democracias burguesas contaban, según el propio autor, con un nueva
demiurgo en la persona y la obra de John Dewey Las tesis sociales y socializantes de la educación
orientadas a la noción de escuela activa y progresista se enlazaba con las nociones de la escuela-
instrucción de los socialistas, aunque sin descuidar los aspectos sociológicos que ya se manifestaban en su
tiempo. Su teoría de las tres erres, correspondientes en inglés a reading, (w)riting y (a)rithmetic, o sea
leer, escribir y hacer cuentas obedecía a la concepción de la llamada instrucción de taller, que se
anunciaba en su obra La Educación de Hoy.
En seguida se ocupa de Bertrand Russell, sobre todo en su obra La Educación y el Orden Social, ya que la
orientación del famoso pensador inglés era la de coordinar el pleno desarrollo individual a través de la
cohesión social. El industrialismo y los procesos de socialización, según sus planteamientos preliminares,
eran altamente demandantes de una integración o unificación en la que no se amenazara el desarrollo
particular del individuo, pero, a la vez, que se procurara su integración a ellos
Para Russell el liberalismo y el socialismo se entrelazan y propician una reconciliación permanente entre
el individuo y el ciudadano en virtud de que no pueden sustraerse a la doble condición que se manifiesta
en ambos sistemas
Lógicamente, combatía todo autoritarismo educativo y se oponía a la enseñanza cerrada que prescindiera
del manejo experiencial como sustento de cualquier clase de pedagogía posible. Su pragmatismo era
obvio y militante, pues no descartaba el papel social y político del individuo ni la permanencia, durante su
vida, dentro del engranaje socio-cultural en el que se hubiere formado y al que debía rendir el tributo de
una fidelidad y una identidad fundamentales
Una vez remontado el periodo de los llamados temas universales en materia pedagógica, nos dice el autor
que comenzaron a proliferar los llamados temas moleculares, es decir, los de carácter psicológico y
racionalista que atendían predominantemente al individuo, aunque no por ello se excluían de la
posibilidad de considerar la llamada psicología social o colectiva.
La psicología fisiológica de Wundt, con base en los precedentes de Herbart, así como los estudios
psicofisiológicos de Pavlov y las primeras teorizaciones pragmáticas de William James, crearon el
ambiente propicio para este psicologismo educativo que encontró en Freud la expresión máxima. Pero
junto a las tendencias fisiologistas y pragmatistas afloraron las naturalistas, representadas por Wertheimer
y Kóhler, que se oponían al asociacionismo mecanicista, sobre todo de la escuela fisiologista rusa de
Pav1ov centrada en la tesis de los reflejos condicionados y, por ende, en una pedagogía derivada de la
acción estimulada o provocada en el educando, para llevar sus enfoques hacia el análisis de las conductas,
pero no en su expresión mecanicista sino de individualidad y personalidad.
Jean Piaget reconsideró todos estos enfoques en forma abreviada al incorporar las tesis evolucionistas que
comenzaban a imperar en el pensamiento de la época e inducir las premisas del asociacionismo y la
Gestalt o psicología gestáltica, en la que se atiende más a la perspectiva del diálogo como elemento
educativo por excelencia por sobre las mecánicas y pragmatismos del pasado reciente. A Piaget se unió
Vigodski.
Dentro del régimen italiano de esta porción del siglo que se comenta, especialmente bajo el régimen
fascista, sobresalieron los planteamientos de Gentile y Lombardo, aunque antagónicos en sus
perspectivas, así como el izquierdismo de Bottai.
Pero fue Antonio Gramsci, casi toda su vida activa en prisión, quien vino a configurar la visión
neomarxista del problema pedagógico, es decir, a revincular el fenómeno político que las escuelas
psicologistas habían descuidado
Es suma esta porción del siglo XX se caracterizó por una verdadera revolución general en la perspectiva y
apreciación del fenómeno pedagógico, pero, especialmente, por la incorporación de los factores
psicológicos y políticos como sus ingredientes inevitables en toda consideración futura sobre las
perspectivas del tema
Tubo una basta obra, entre las que se encuentran títulos como la ya citada Adagi-
Adagiorum collectame (1500); Esrchiridiom militis chistisni (1502); Laus stultitiae
(1511); De ratione studii et instituendi pueros comentarii (1512); Colloquiarum
familiarum formaloe (1518); De libero arbitrio (1524); Libellus novas et elegans de
pueris statim ac liberaliter instiuendis (1529)
Fue tal su influencia en el pensamiento europeo (sobre todo en los siglos XVI y XVII)
que incluso hubo una corriente basada en sus teorías: el erasmismo. Su obra tiene
una clara influencia teológica, dado que pertenecía a los agustinos, y en ella se ve un
intento de renovar tanto la iglesia como el papado. Abogaba además por “una reforma
gradual de la sociedad” (Diccionario de las ciencias de la educación, Vol I) como
compensación a las críticas que sobre religión, sociedad y pedagogía había hecho.
Erasmo de Rótterdam
Maestros: ni pesados ni severos
De "La temprana educación liberal de los niños" hemos seleccionado unos párrafos,
donde Erasmo de Rotterdam recusa los castigos corporales en las escuelas. "Hoy en
día -escribe en 1511- no vemos a hombre tan ruin, tan inútil, tan poca cosa que el
vulgo no le atribuya suficiente aptitud para regentar una escuela." Un comentario más
que lapidario de la pluma de un pensador radical en los albores de la modernidad.