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Por razones vinculadas con las vías de difusión de la información, las migraciones
comienzan allí donde primero hay noticias (cerca de los puertos) y luego penetra hacia el interior.
Las migraciones del período tardo colonial exhiben mecanismos semejantes a los posteriores, se
trata de procesos migratorios en cadena. Estos contienen a su vez amplios procesos de movilidad
secundaria que muchas veces hacen que Buenos Aires sea apenas un punto intermedio hacia
otros. La movilidad espacial podía ocurrir por un largo intervalo de años en la región hasta que la
persona recalaba en un lugar.
En relación a composición de los ciclos migratorios, es necesario aclarar que a medida que
nos acercamos al siglo XIX hay una progresiva ampliación del movimiento transoceánico a nuevas
regiones y grupos sociales.
DESPUES DE CASEROS
Caseros promueve un desplazamiento de intelectuales y militantes de una a otra orilla y
un crecimiento mayor de algunos flujos, como el de migrantes de Francia, que había sido en parte
obstaculizado por los conflictos armados sostenidos con ese país durante el periodo rosista.
Luego de Caseros, lo que cambia es el papel del Estado: los gobiernos buscan promover la
inmigración. El impacto de las iniciativas fue moderado, comparado con el papel desempeñado
por las cadenas de migración, y el activismo de los agentes de la emigración1. De todos modos, los
más relevantes seguían siendo los amigos y parientes.
Las redes sociales habían establecido las premisas para una expansión de la emigración
europea antes de que la retorica pro migratoria se convirtiese en un lugar común entre los
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Agentes o ganchos ayudan a la emigración de jóvenes candidatos.
intelectuales argentinos y antes que el Estado interviniera activamente en promoverla. Con todo,
esas retoricas y esas iniciativas crearon un clima muy favorable para la acogida de los inmigrantes
y a partir de allí también para su éxito social.
Los intelectuales argentinos se encontraron ante la posibilidad de formar una “nueva
sociedad” mediante el aporte europeo: no se trataba solo de poblar sino también de civilizar. El
papel de la inmigración, en el pensamiento de estos intelectuales, era mucho más vasto que el de
proveer mano de obra para una economía en expansión: la inmigración debía cambiar a la
Argentina, para ello, la inmigración debía proceder de la Europa más desarrollada GOBERNAR =
POBLAR = CIVILIZAR.
Los efectos de los discursos y las leyes pro migratorias no influyeron significativamente en
el volumen y los ritmos del movimiento migratorio. De mayor importancia serian las acciones de
propaganda llevadas a cabo por los cónsules argentinos o por agentes especialmente designados.
La inmigración creció sostenidamente en las décadas 1850-1860, atraída sobre todos por el ciclo
de prosperidad de la economía argentina.
La emigración es desde las épocas tempranas un fenómeno ampliamente urbano en las
zonas del litoral. Ese afluir hacia algunas ciudades no era resultado de un movimiento secundario
luego de fracasada la experiencia rural. Era, en cambio, parte de movimientos que encontraban en
los comparativamente altos salarios y en las ocupaciones disponibles en el sector artesanal y
comercial de las ciudades un buen justificativo para permanecer allí.
Colonias agrícolas: un aspecto decisivo para que la colonización agrícola pudiese tener
viabilidad era la existencia de un sistema de comunicaciones por lo cual muchas de las iniciativas
estuvieron vinculadas a procesos especulativos ligados a las empresas constructoras de vías
férreas.
Crisis de 1873
El impacto de la crisis sobre economías vulnerables a las oscilaciones internacionales,
como la Argentina, haría disminuir drásticamente el número de inmigrantes. El impacto externo
influyó tanto sobre el precio de las exportaciones como cobre el flujo de capital externo,
agravando los problemas de déficit público y de balanza de pagos del país. Un politica de
austeridad reduciría la inversión pública, lo que se sumaría a la caída del nivel de actividad en el
sector privado. En algunas áreas rurales, las plagas de langostas afectaron gravemente la
producción de las colonias Todo esto influiría sobre la demanda de fuerza de trabajo que era
atraída tanto por las obras publicas como por el sector secundario de la economía. La reacción
de los inmigrantes fue disminuir las llegadas, incrementar los retornos y reunificar los grupos
familiares divididos. Para lo que decidieron permanecer, la crisis ofreció buenas posibilidades de
futuro, pero los costos debieron reducirse, lo cual explicó la reducción del flujo migratorio.
Los inmigrantes que ocupaban espacios más consolidados en los ámbitos urbanos
aparecen muy activos en la aparición del Club Industrial de 1875. Esta entidad reunía a un
conglomerado heterogéneo compuesto por industriales y artesanos y pequeños comerciantes. El
peso en ella de inmigrantes propietarios de pequeños talleres puede vincularse con la ideología
proudhoniana reflejada en su diario más afín: El Industrial.
Una de las respuestas de la elite argentina ante la crisis fue la sanción de una ley de
inmigración y colonización en 1876. Ella establecía una normativa general que daba la iniciativa
general al gobierno federal por sobre los estados provinciales, que habían sido hasta entonces los
más activos al respecto. Parte del debate parlamentario en torno a la ley escondía algunas
resistencias de los representantes de provincias muy activas a esa injerencia del Ejecutivo. Este
nuevo marco jurídico era más impersonal que las iniciativas anteriores2. La nueva ley no expresaba
preferencia alguna acerca de cuáles europeos eran sus beneficiarios.
La ley marcó el inicio de un largo debate entre los partidarios de la inmigración
espontanea, en contraposición a los que defendían otra “asistida” y que sus detractores llamaran
artificial. ¿debía el Estado argentino alentar y a la vez seleccionar a los inmigrantes o era por el
contrario la “selección natural” consagrada por las leyes del mercado o por las del darwinismo
social la que debía producir autónomamente los migrantes que debían llegar a la Argentina? La ley
de 1876 se inclinaba hacia la inmigración asistida al consagrar el principio de intervención del
Estado que, antes o después, penalizaría a ciertos grupos en beneficio de otros, aunque por el
momento las finanzas públicas impidiesen políticas más activas. La ley excluía a los
latinoamericanos de todo beneficio.
Sus efectos serian poco visibles a corto plazo. A partir de 1883 la combinación entre
expansión de la frontera agropecuaria y de las obras publicas, de la industria y el comercio, por los
efectos de eslabonamiento con el dinámico sector primario y un mercado interno en crecimiento,
promovería la irrupción de lo que se llamará la emigración de masas.
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La ley sistematizaba un conjunto de beneficios efectivos y conformaba un conjunto orgánico bajo el control
del Estado. La creación del Departamento General de Inmigración, dependiente primero del Ministerio del
Interior y luego del de Relaciones Exteriores, venía a sustituir a la mixta Comisión Central de Inmigración en
la que participaban figuras destacadas del comercio y de las distintas comunidades inmigrantes.
FLUJOS MIGRATORIOS, EXPANSION ECONOMICA, POLITICAS DE PROMOCION
Rasgos de la inmigración de masas: hombres jóvenes, origen rural, uso de las “cadenas
migratorias”, fluctuación de porcentaje de retornos.
El destino argentino entre los migrantes del Mediterráneo parece haber sido preferido por
grupos con un horizonte de migración de más largo plazo, que podían priorizar el tener mejores
empleos y vivir en una sociedad que para ellos era menos discriminatoria y/o con menos distancia
lingüística (en comparación con los EEUU).
Las excepcionales condiciones que había en la economía argentina en la década de 1880
se combinaban con cambios que se producían en los países de Europa durante la gran crisis agraria
de fines del siglo XIX. La migración de masas en la Argentina coincide con una expansión de la
oferta global europea que duplica el porcentaje de emigración por habitante de la década de 1870
a la de 1880.
El proceso coincidió y fue alimentado principalmente por una notable expansión de la
economía argentina: la expansión de la frontera agropecuaria permitió la puesta en producción de
millones de hectáreas que fue acompañada por un crecimiento de la red ferroviaria y que generó
un proceso de actividades conexas que los inmigrantes ocuparon. Todo el proceso atrajo
inversiones extranjeras muy numerosas en el sector de los transportes, servicios y finanzas, lo que
permitió un significativo aumento de los ingresos y gasto de un Estado que no dejó de
endeudarse. Así se generaron nuevas fuentes de trabajo en otras actividades, como la
construcción de infraestructura.
En la Argentina el papel de las políticas del Estado para atraer inmigrantes en este periodo
ocuparon un lugar acotado. Era la economía la que brindaba el principal incentivo para emigrar.
Hay que hacer una diferencia entre dos grupos de inmigrantes. Los que tenían una larga
tradición migratoria y aquellos expulsados súbitamente del Viejo Mundo y que se embarcaron con
noticias menos ciertas y sin contactos. Estos últimos eran los que usaban el servicio de la Oficina
de Trabajo que existía en el hotel de inmigrantes para conseguir empleo o los que eran reclutados
en los portones por mediadores y contratistas. Eran los grupos más antiguos los que menos
requerían de estos servicios.
Se reconocen dos grandes oleadas de inmigrantes hasta la Primera Guerra Mundial: 1)
década de los 80 familias de colonos decididos a aprovechar las posibilidades que brindaban las
tierras disponibles debido a la expansión de las fronteros y los precios altos de los granos; en estos
años empiezan a sonar voces alarmadas ante el curso que tomaba la inmigración: muchas quejas
concernían al predominio de los italianos y al deseo de incorporar migrantes de la parte más
avanzada de Europa. 2) Imitando a Brasil, el gobierno argentino inicio una política de pasajes
subsidiados. Esta sirvió sobre todo para aumentar la llegada de españoles (en mayor medida que
los demás), franceses, belgas y británicos. A través de esta política, que excluía formalmente a los
italianos, llegarían colonos holandeses y judíos de Rusia. La mayoría de los pasajes se canalizaría
hacia aquellos lugares donde ya existía un lobby de intereses previos destinado a promover la
inmigración.
La política de pasajes subsidiados se reveló como un fracaso. Las tasas de retorno de las
personas llegadas a través de estas vías fueron altas, y la percepción de algunos funcionarios
argentinos fue que era preferible volver a la inmigración espontánea. Las elites de las
comunidades inmigrantes consolidadas y una parte de los dirigentes argentinos sostenían que
mientras la inmigración espontanea seleccionaba a los más fuertes, la promovida por el Estado
reclutaba a los más débiles. La experiencia fue bastante negativa incluso para los mismos
inmigrantes. La cuantía de arribos, sumada a la aun mayor de la inmigración espontanea, generó
un enorme desorden en la gestión.
Más allá de toda polémica, fue el quiebre de las finanzas del Estado nacional con la crisis
de 1890 lo que puso final a las posibilidades de financiar la inmigración.
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Se relaciona con el inicio de una “pedagogía de las estatuas” y de los llamados “lugares de memoria”.
La crisis desalentó nuevos desplazamientos y fue un duro golpe para los inmigrantes ya
instalados. La depreciación de los ingresos hizo menos significativas las remesas que los
inmigrantes enviaban sus países de origen, en muchos de cuyos lugares los efectos de la crisis
argentina se hicieron sentir en las familiar rurales. La recuperación del flujo migratorio europeo en
la década del 90 fue lenta, más aun que el de la economía real. Con todo, no debe establecerse
una correlación muy estrecha entre las oscilaciones de la economía y el flujo de población,
debiéndose incluir también el problema de las expectativas de los inmigrantes alimentadas por la
información que recibían de amigos y parientes en la Argentina.
La tendencia a subir de los arrendamientos y el empeoramiento de las condiciones
ofrecidas a los colonos en las zonas de colonización más antiguas explican el corrimiento hacia el
oeste, paralelo al ferrocarril, donde las condiciones de los contratos eran más favorables para
tantas familias de agricultores.
Hubo modificaciones en la composición profesional de los migrantes. Decrecía el número
de agricultores y subían en cambio tanto el de los jornaleros y sin profesión como el de los
artesanos. Estos cambios pueden ponerse en relación con las expectativas de los migrantes, con
los cambios en los lugares de origen o con las condiciones en que eran ofrecidas las tierras en los
programas de colonización o en el mercado. En compensación, tenían ahora más peso relativo las
oportunidades que surgían en la vida urbana.
Entre los mecanismos de promoción de la inmigración, creció la importancia de las
cadenas migratorias y disminuyó la de las políticas del Estado.
Al llegar, una buena parte de los inmigrantes vivía en una casa propiedad de un
connacional y trabajaba en un fábrica de la que era dueño otro de su misma nación. Había una
cierta afinidad entre determinados oficios y origen nacional. A esto se le suma la presencia del
asociacionismo étnico.
El problema de lograr la integración de los inmigrantes siguió latente. Aparecen en esta
década movimientos más visibles que los fenómenos sociales indicados antes. En 1893 los colonos
suizo alemanes se resistieron al pago de tributos y repelieron a la policía; tuvieron pronta
solidaridad de sus vecinos (también inmigrantes pero de otras nacionalidades). Esto fue un
antecedente de la masiva participación de batallones de los colonos europeos en la revolución
radical que estalló en julio de 1893. Los episodios revelaron: el poderío y la cohesión de los
inmigrantes en algunas zonas rurales, y la situación de disconformidad en que se encontraban
respecto a un Estado que era visto como promotor de un conjunto de arbitrariedades. Además se
evidencio la debilidad del Estado provincial.
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Uno de los más tenaces mitos argentinos, el de la tierra de promisión, era utilizado recurrentemente para
negar la posibilidad de que la agitación social, fenómeno europeo, pudiera repetirse en las tierras
americanas. Por eso, debía ser necesariamente importado por agitadores extranjeros.
obstáculo para la auspiciada integración. El programa de educación patriótica tenia dentro de los
grupos dirigentes y la opinión publica muchas menos resistencias que en el pasado. Esa ausencia
de resistencia revela hasta qué punto la noción de la necesidad de su implementación estaba
mucho más arraigada en las elites argentinas.
La nueva forma de educación requirió la construcción de un relato que sirviera para leer el
pasado nacional. Esa lectura estaba encargada de proveer un espacio de autoidentificación común
a los hijos de los inmigrantes. Al mismo tiempo, la recusación de la inmigración y de su papel en la
sociedad requiere la construcción de una lectura diferente del pasado argentino, en el cual se
encuentra un agente positivo alternativo al inmigrante: la tradición nativa indoamericana o la
tradición hispano-católica; que serán las dos tradiciones perdurables del nacionalismo argentino.
A partir del Centenario ya no habrá consenso acerca de la valoración de los rasgos
positivos y negativos de la identidad argentina.
Una vasta literatura desde el nacionalismo consideró al Partido Socialista como un
movimiento extranjero y extranjerizante, por lo cual el dilema entre internacionalismo y
nacionalismo no dejó nunca de estar presente. En relación al problema de la nacionalización de los
inmigrantes, el partido estuvo siempre a favor de que los inmigrantes tomaran la ciudadanía
argentina. Esto se debía a que el potencial “mercado de votos” de los socialistas eran los
inmigrantes que no tomaban la ciudadanía y por ende no podían votar.
Un tema paralelo al de nacionalizar a los inmigrantes fue el de “civilizarlos”. La elite
argentina buscaba convertirse en el grupo de referencia de la sociedad toda para poder
asegurarse el proceso de disciplina social.