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Moderadora:

Yolit

Staff de Traducción

Yolit AleG Valentina W33


Elizeen Alexiacullen Evelin
whiteshadow Roo Anderssen Judithld
Edith1609 Bixillo VivianDarkbloom
Dulce RoO. Hariel
Mais020291 Sprinkling Vafitv
Akanet Sooi.luuli Auroo_J
Omakehell Isane 33 Anelisse
GioEliVicRose

Staff de Corrección
Marce Doyle* Nony_mo

Rose_vampire Fher_n_n

amiarivega Yolit

Samylinda *Prisper*

Micca.F

Recopilación y revisión:
Marce Doyle* Xhessii
Página 2

Diseño:
July22
Sinopsis Capitulo 21
Prólogo Capitulo 22
Capitulo 1 Capitulo 23
Capitulo 2 Capitulo 24
Capitulo 3 Capitulo 25
Capitulo 4 Capitulo 26
Capitulo 5 Capitulo 27
Capitulo 6 Capitulo 28
Capitulo 7 Capitulo 29
Capitulo 8 Capitulo 30
Capitulo 9 Capitulo 31
Capitulo 10 Capitulo 32
Capitulo 11 Capitulo 33
Capitulo 12 Capitulo 34
Capitulo 13 Capitulo 35
Capitulo 14 Capitulo 36
Capitulo 15 Capitulo 37
Capitulo 16 Capitulo 38
Capitulo 17 Capitulo 39
Capitulo 18 Capitulo 40
Capitulo 19 Próximo libro:
Capitulo 20 Sobre la Autora
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En la Ciudad de la Luz, dos amantes están predestinados a
luchar contra un destino que está destinado a separarlos una y otra vez
eternamente. Cuando los padres de Kate Mercier mueren en un trágico
accidente de coche, ella deja su vida, y sus recuerdos, atrás para vivir
con sus abuelos en París. Para Kate, la única manera de sobrevivir es
escapar de su dolor en el mundo de los libros y el arte parisino. Hasta
que conoce a Vincent.

Misterioso, encantador y devastadoramente atractivo, Vincent


amenaza con derretir el hielo alrededor del vigilante corazón de Kate
con tan solo su sonrisa. A medida que comienza a enamorarse de
Vincent, Kate descubre que él es un revenant, un ser no-muerto cuyo
destino le obliga a sacrificarse a sí mismo una y otra vez para salvar la
vida de los demás. Vincent y otros como él están unidos en una guerra
centenaria contra un grupo de revenants malos que sólo existen para
asesinar y traicionar. Kate se da cuenta de que si sigue su corazón,
nunca podrá estar a salvo.

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Traducido por Alexia Cullen

Corregido por Marce Doyle*

La primera vez que había visto la estatua en la fuente, no tenía ni


idea de lo que era Vincent. Ahora, cuando miraba la belleza etérea de
las dos figuras conectadas, el apuesto ángel, con sus rasgos duros y
oscuros, centrado en la mujer que acunaba en sus brazos extendidos,
que era todo dulzura y luz, no podía faltar el simbolismo.

La expresión del ángel parecía desesperada. Obsesionado,


incluso. Pero también tierno. Como si él estuviera mirándola para
salvarle y no al revés. Y de repente todo, el nombre de Vincent para mí
me vino a la mente: mon ange. Mi ángel. Me estremecí, pero no de frío.

Jeanne había dicho que mi encuentro había transformado a


Vincent. Yo le había dado una “nueva vida”. Pero, ¿estaba esperando él
que yo salvara su alma?

Página 5
Traducido Por Yolit.

Corregido por Mlle_Janusa.

A
mis dieciséis años conocí el sueño de vivir en una ciudad
extranjera. Pero ir desde Brooklyn a París después de la
muerte de mis padres era todo menos un sueño hecho
realidad. Era más bien una pesadilla.

Podría haber sido en cualquier lugar, en realidad, y no me habría


importado, estaba desconectada de mis alrededores. Vivía en el pasado,
aferrándome desesperadamente a cada trozo de mi vida anterior. Era
una vida que había dado por sentada, pensado que duraría para
siempre.

Mis padres habían muerto en un accidente de coche hace solo


diez días después de que consiguiera mi licencia de conducir. Una
semana más tarde, mi hermana Georgia decidió que las dos nos iríamos
de Estados Unidos para vivir con nuestros abuelos paternos, en
Francia. Seguía todavía demasiada traumatizada como para darle
batalla.

Nos mudamos en el mes de enero. Nadie esperaba que


volviéramos a la escuela tan pronto. Así que acabamos de pasar los días
intentando hacer frente a nuestra propia desesperación. Mi hermana
frenéticamente bloqueaba su dolor saliendo cada noche con los amigos
que había hecho durante nuestras visitas de verano. Mientras yo me
convertía en un desastre agorafóbico.

Algunos días conseguía salir del apartamento y hasta andar por


la calle. Entonces, me encontraba corriendo de nuevo a la protección de
nuestro hogar y alejada del aire opresivo, donde sentía como si el cielo
se cerrara sobre mí. Otros días, me despertaba apenas con la energía
suficiente para caminar a la mesa a desayunar y luego volver a mi
cama, donde pasaba el resto del día en un estupor de pena.

Finalmente, nuestros abuelos decidieron que debíamos pasar


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unos meses en su casa de campo. “Para un cambio de aire”, dijo Mamie,


que me hizo recordarle que no hay ninguna diferencia en la calidad del
aire que pueda ser tan dramática como la que existe entre Nueva York y
París.

Pero como de costumbre, Mamie estaba en lo cierto. Pasar la


primavera al aire libre nos hizo mucho bien, y para finales de junio
estábamos mejor, aunque sólo quedaba un mero reflejo de lo que
éramos antes, funcionó lo suficiente para volver a París y a la “vida
real”. Es decir, si la vida podía ser llamada “real” otra vez. Por lo menos
empezaba, de nuevo, en un lugar que me encanta.

No hay ningún lugar mejor que París en junio. Aunque pasé cada
verano allí desde que era un bebé, nunca deja de llegarme ése “zumbido
de París”, cuando camino por las calles de verano. La luz es diferente de
cualquier otro lugar. Como si estuviera sacada de algún cuento de
hadas, la varita-mágica agitándose te hace sentir como si
absolutamente cualquier cosa pudiera suceder en cualquier momento, e
incluso sin sorprenderte.

Pero esta vez era diferente. París era la misma que había sido
siempre, pero yo había cambiado. Incluso la ciudad chispeante, que
brilla intensamente no podía penetrar aquel velo de oscuridad que
sentía tan pegado a mi piel. París es conocida como la Ciudad de la Luz,
bien, para mí se había convertido en la Ciudad de la Noche.

Pase el verano más o menos sola, cayendo rápidamente en una


rutina solitaria: desayunar en el oscuro apartamento lleno de
antigüedades, de Papy y Mamie, pasar la mañana escondida en uno de
los cines parisinos oscuros que proyectaban películas clásicas durante
todo el día, o frecuentar uno de mis museos favoritos. Volver a casa y
leer el resto del día, cenar y acostarme en la cama, mirar fijamente el
techo, esperando mi sueño ocasional; repleto con pesadillas.
Levantarme. Repetir.

Los únicos intrusos en mi soledad eran los correos electrónicos de


mis amigos en casa. “¿Cómo va la vida en Francia?”, decían siempre.

¿Qué podía decir? ¿Deprimente? ¿Vacía? ¿Quiero a mis padres de


regreso? En lugar de eso mentía. Les decía que estaba muy contenta de
estar en París. Que era una buena idea de Georgia y que mi francés era
muy fluido debido a que nos encontrábamos con mucha gente. Que no
podía esperar para empezar en mi nueva escuela.
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Mis mentiras no tenían la intención de impresionar. Sabía que


sentían pena por mí y sólo quería asegurarles que estaba bien. Pero
cada vez que pulsaba enviar y luego volvía a leer por encima mi e-mail,
me daba cuenta de cuán grande era el abismo que estaba entre mi vida
real y la ficción que había creado para ellos. Y eso me hizo deprimirme
aun más.

Finalmente, me di cuenta que en realidad no quería hablar con


nadie. Una noche me senté durante quince minutos con las manos
sobre el teclado, buscando desesperadamente algo levemente positivo
para decirle a mi amiga Claudia. Hice click sobre el mensaje y, después
de tomar una respiración profunda, borré totalmente mí dirección de
correo electrónico de Internet. Gmail me pregunto si estaba segura. “Oh,
sí”, dije mientras hacia click en el botón rojo. Una enorme carga
desapareció de mis hombros. Después de eso empuje mi ordenador
portátil en un cajón, no lo abriría otra vez hasta empezar la escuela.

Mamie y Georgia me animaron a salir y conocer gente. Mi


hermana me invitó a salir con ella y su grupo de amigos para tomar el
sol en la playa artificial creada a orillas del río, o a los bares para
escuchar música en vivo, o en los clubes donde se bailaba las noches de
fin de semana. Después de un rato, se dieron por vencidos de
preguntar.

—¿Cómo puedes bailar, después de lo sucedido?—le pregunté


finalmente a Georgia una noche mientras ella se sentaba en el piso de
su habitación, maquillándose frente al espejo rococó dorado que había
sacado de una pared y lo apoyaba contra una estantería.

Mi hermana era dolorosamente hermosa. Su cabello rubio rojizo


estaba cortado como la forma de un duendecillo que sólo su cara, con
pómulos sorprendentemente altos podría llevarlo. Su piel melocotón-
crema estaba salpicada de pequeñas pecas. Al igual que yo, era alta. A
diferencia de mí, que tenía una figura de octavos de final. Mataría por
sus curvas. Ella parecía de veintiuno en lugar de una tímida chica a
pocas semanas de los dieciocho años.

Se volvió hacia mí.

—Me ayuda a olvidar —dijo aplicando una nueva capa de rímel—,


me ayuda a sentirme viva. Estoy tan triste como tú, Katie-Bean. Pero
esta es la única forma que conozco para tratar con ello.

Sabía que estaba siendo sincera. La oía en su habitación todas


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las noches, sollozando, al igual que su corazón, había sido destrozado


en pedazos.
—No te hace ningún bien estar abatida —continuó en voz baja—.
Debes de pasar más tiempo con la gente. Para distraerte. Mírate —dijo
poniendo su rímel a un lado y tirando de mi hacia ella. Volvió mi cabeza
para hacer reflejar mi rostro al lado suyo.

Al vernos juntas, jamás se imaginarían que éramos hermanas. Mi


largo cabello castaño estaba sin vida, mi piel, que gracias a los genes de
mi madre nunca se bronceaba, era más pálida que de costumbre.

Y mis ojos azul-verdoso eran tan diferentes a los sensuales de mi


hermana, de gruesos párpados, “mirada de dormitorio”. “Ojos de
almendra”, así llamaba mamá a los míos, muy a mi pesar. Preferiría
tener una forma de ojos que evocara encuentros candentes a que se
describan como una nuez.

—Eres hermosa —concluyó Georgia. Mi hermana… mi única


alentadora.

—Sí, dicen que tengo una multitud de chicos haciendo fila fuera
de la puerta —le dije con una mueca, alejándome de ella.

—Bueno, no vas a encontrar novio pasando todo el tiempo sola. Y


si no dejas de ir sólo a museos y salas de cines, vas a parecer como esas
mujeres del siglo diecinueve en sus libros que siempre se estaban
muriendo por tanta hipocresía, o lo que sea —se volvió hacia mí—.
Escucha, no quiero molestarte en lo de salir conmigo, si me concedes
un deseo.

—Sólo llámame hada madrina —dije tratando de sonreír.

—Toma tus malditos libros, sal a la calle y siéntate en un café. A


la luz del sol o a la luz de la luna, no me importa en cual. Sólo sal al
aire libre y respira una buena porción de aire contaminado de esos
perdidos consumistas del siglo diecinueve, llena tus pulmones de ellos.
Rodéate de gente, por el amor de Dios.

—Pero, ya veo gente —comencé.

—Leonardo Da Vinci y Quentin Tarantino no cuentan —


interrumpió.

Me quedé en silencio.
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Georgia se levantó y ató la correa de su bolso elegante y pequeño


bolso de mano en el brazo.
—No eres tú la que estás muerta —dijo—. Mamá y papá sí lo
están. Y quisieran verte vivir.

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Traducido por ro0.

Corregido por Mlle_Janusa.

—¿A dónde vas? —Mamie preguntó, sacando su


cabeza de la cocina mientras abría la puerta
delantera.

—Georgia dijo que mis pulmones estaban necesitados de la


contaminación de París —respondí, deslizando mi mochila sobre mi
hombro.

—Tiene razón —dijo, parándose frente a mí. Su frente apenas


alcanzaba mi barbilla, pero su perfecta postura y sus tacones de
regulación de ocho centímetros, la hacían parecer mucho más alta. Sólo
tenía un par de años más de los setenta, el aspecto joven de Mamie le
restaba por lo menos una década.

Cuando era una estudiante de arte, ella había conocido a mi


abuelo, un exitoso vendedor de antigüedades quien la adulaba como si
fuese una de sus invaluables estatuas antiguas. Ahora, ella pasaba sus
días restaurando viejas pinturas en su estudio con techo de vidrio en la
planta superior del edificio de apartamentos.

—¡Allez, file!1 —dijo, parándose frente a mí en toda su compacta


gloria—. Andando. Esta ciudad podría utilizar a la pequeña Katya para
alumbrarla.

Le di a mi abuela un beso en su suave mejilla con esencia de


rosa, y agarrando mi juego de llaves de la mesa del vestíbulo, me
encaminé a través de las puertas de madera, descendí las escaleras
marmoladas de caracol hasta la calle de abajo.

París está dividido en veinte vecindarios o distritos, y cada uno es


llamado por su número. El de nosotros, el séptimo, es un viejo y rico
vecindario. Sí quieres vivir en la parte más moderna de París, no puedes
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¡Allez, file!: ¡Vamos, en marcha!
ir al séptimo. Pero desde que mis abuelos viven a poca distancia del
boulevard Saint-Germain, el cual está lleno de cafés y tiendas y queda
sólo a quince minutos de la orilla del río Seine, ciertamente no me
puedo quejar.

Di un paso fuera de la puerta hacia los brillantes rayos del sol y


bordeé el parque frente al edificio de mis abuelos. Estaba lleno de
árboles ancestrales y dispersos, con bancos de madera verde, dando la
impresión, por el par de segundos que toma cruzarlo, de que París es
una pequeña ciudad en vez de la capital de Francia.

Bajé la Rue du Bac2, pasando un puñado de tiendas de ropa


demasiado cara, decoración de interiores y antigüedades. Ni siquiera me
detuve mientras pasaba por la cafetería de Papy, a la cual él nos había
llevado desde que éramos bebés, donde nos sentábamos y tomábamos
agua de menta mientras Papy hablaba con cualquier cosa que se
moviera. Sentarme junto a un grupo de sus amigos, o incluso en la
terraza del mismísimo Papy, era la última cosa que quería. Estaba
forzada a encontrar mi propia cafetería.

Había estado sopesando la idea de otros dos locales. El primero


estaba en una esquina, con un interior oscuro y una ronda de mesas
apretadas alrededor de la acera en las afueras del edificio. Era,
probablemente, más tranquila que mi otra opción. Pero cuando entré, vi
una línea de hombres viejos sentados calladamente en sus asientos a la
orilla de la barra del bar con vasos de vino rojo frente de ellos. Sus
cabezas lentamente volviéndose para ver al nuevo cliente, y cuando
vieron que era yo, se veían tan asombrados como si estuviera usando
un traje gigante de pollo. Deberían tener también un cartel de ―Sólo
hombres viejos‖ en la puerta, pensé, y me apresuré a mi segunda
opción, un bullicioso café unas cuantas cuadras más lejos bajando la
Rue.

Por su fachada de vidrio, el iluminado interior del Café Sainte-


Lucie se sentía espacioso. Su soleada terraza exterior tenía sus buenas
veinticinco mesas, las cuales generalmente estaban ocupadas. Mientras
me dirigía hacia una mesa vacía en una esquina alejada, supe que este
era mi café. Sentí enseguida que pertenecía aquí. Empujé mi bolso bajo
la mesa y me senté de espaldas al edificio, asegurando una vista a la
terraza completa así como también la calle y la acera a su lado.
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2
Rue du Bac: Es una calle donde creo que hay una capilla famosa en París.
Una vez sentada, llamé al mesero y le dije que quería una
limonada, y luego saqué una copia de La edad de la inocencia, la cual
había elegido de mi lista de verano de la escuela que empezaría en
septiembre. Envuelta en el fuerte olor a café filtrándose por todos los
lados, me sumergí en el lejano universo de mi libro.

—¿Otra limonada? —la voz francesa vino flotando a través de las


calles de New York en el siglo diecinueve a mi mente, arrastrándome
groseramente de vuelta al café parisino. Mi mesero se quedó parado a
mi lado, sosteniendo una bandeja redonda encima de su hombro y
luciendo como un saltamontes estreñido.

—Oh, claro. Um… de hecho, creo que tomare un té —dije,


dándome cuenta que su intrusión significaba que había estado leyendo
una hora aproximadamente. Hay una regla silenciosa en los cafés
franceses, una persona puede sentarse en una mesa todo el día si
quiere, mientras ordene algo para beber cada hora. Es como rentar una
mesa.

Brevemente, observé alrededor antes de volver a mirar la página,


pero di una segunda mirada cuando noté a alguien mirándome a través
de la terraza. Y el mundo a mí alrededor se congeló cuando nuestras
miradas se encontraron.

Tuve el más extraño presentimiento sobre este tipo. Me había


sentido así con extraños antes, donde parecía como si hubiera pasado
horas, semanas, incluso años con esa persona. Pero en mi experiencia,
sólo había sido un fenómeno de un solo lado, la otra persona nunca me
notaba.

Ahora, este no era el caso. Podría jurar que él sentía lo mismo.


Por la forma en que aun sostenía su mirada, sabía que me había estado
observando por un tiempo. Me quitaba el aliento; con el cabello negro
un poco largo, ondeando hacia arriba y hacia abajo por su frente. Su
piel olivácea me hacía pensar que o el pasaba mucho tiempo afuera o
venía de algún lugar muy al sur y más soleado que París. Y los ojos que
me miraban directamente eran tan azules como el océano, delineados
con gruesas pestañas negras. Mi corazón saltó de mi pecho y sentí
como si alguien hubiera sacado todo el aire de mis pulmones. Para mi
vergüenza, no pude apartar la mirada.
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Unos pocos segundos pasaron, y luego él se volvió a sus dos


amigos, quienes reían ruidosamente. Los tres eran jóvenes y hermosos,
y brillaban con esa especie de carisma que justificaba el hecho de que
cada mujer en el lugar estaba bajo un hechizo. Si lo notaban, no lo
demostraba

Sentado junto al primer chico, estaba un increíblemente guapo


chico, construido como de piedra, con el cabello corto y piel color
chocolate. Mientras lo miraba, él se dio vuelta con una sonrisa de
conocimiento, como si el entendiera como no podía resistir mirarlo.
Sacudiéndome de mi trance voyerista, mis ojos volvieron a mi libro por
unos segundos, y al tiempo que me arriesgue a echar una mirada, él se
había dado la vuelta. A su lado, mirando lejos de mí, había un chico de
constitución delgada, pero fuerte, con la piel un poco bronceada, con
patillas y pelo ondulado castaño, contando animadamente una historia
que mando a los otros dos a reírse a carcajadas.

Estudié al que había captado mi atención primero. Aunque


probablemente tenía unos años más que yo, adiviné que no tenía aún
los veinte. Se apoyó en su silla en esa suave forma de caballero francés.
Pero había algo un poco frío y duro en su cara que sugería que su
postura relajada era sólo una fachada. No era que él se viera cruel. Era
más como que lucía… peligroso.

Aunque me intrigaba, conscientemente borré la cara del chico de


pelo oscuro de mi cabeza, convencida que las apariencias perfectas de
más peligro probablemente significaban malas noticias. Cogí mi libro y
volqué mi atención a los más confiables encantos de Newland Archer.
Pero no pude evitar mirar otra vez, a hurtadillas, cuando el camarero
volvió con mi té. Molesta, no podía volver al ritmo en mi libro.

Cuando se levantó de su mesa media hora más tarde, llamó mi


atención. Podías sentir la concentrada tensión femenina en el aire
mientras los tres chicos pasaban por la terraza. Como si un grupo de
modelos de ropa interior de Armani hubiese caminado directamente al
café al unísono, sacando toda su ropa.

La mujer mayor a mi lado se inclinó a su compañera de café, y


dijo:

—Repentinamente se sintió un calor que no es propio de esta


estación, ¿no lo crees? —su amiga río en acuerdo, abanicándose con el
menú forrado de plástico mientras se comía con los ojos a los chicos.
Sacudí mi cabeza en disgusto; no había forma de que esos tipos no
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pudieran sentir las docenas de miradas lujuriosas que les disparaban a


sus espaldas mientras se alejaban.
Repentinamente, probando mi teoría, el chico de pelo oscuro me
miró de vuelta, confirmando que lo estaba observando, sonriendo con
aire de suficiencia. Sintiendo como la sangre corría a mis mejillas,
escondí mi cara en mi libro para que no pudiera tener la satisfacción de
verme sonrojar.

Traté de leer las palabras de la página por unos pocos minutos


antes de rendirme. Mi concentración se había roto. Pagué por las
bebidas, y dejando la propina en la mesa, me dirigí de vuelta al Rue du
Bac.

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Traducido por Elizzen

Corregido por Marce Doyle*

L a vida sin los padres no resultaba más fácil.

Empecé a sentirme como si estuviera cubierta por


una capa de hielo. Estaba fría por dentro. Pero me aferre a
la frialdad para salvar la vida: ¿quién sabe qué podría
pasar si dejaba que el hielo se derritiera y realmente empezara a sentir
cosas otra vez? Probablemente me convertiría en una idiota llorica y
volvería a ser completamente inútil como lo había sido en los primeros
meses después de que murieran mis padres.

Echaba de menos a mi padre. Su desaparición de mi vida se


sentía insoportable. Ese apuesto hombre francés que le caía bien a todo
el mundo desde el momento en que miraban sus sonrientes ojos verdes.
Cuando me vio y su cara se iluminó con una expresión de pura
adoración, supe que siempre tendría un fan en este mundo,
animándome desde el margen a pesar de cualquier estupidez que podría
cometer en esta vida.

En cuanto a mamá, su muerte arrancó mi corazón, como si fuera


una parte de mí que fue extirpada con un escalpelo. Era mi alma
gemela, un “espíritu afín” como solía decir ella. No es que siempre nos
lleváramos bien. Pero ahora que no está, tuve que aprender a vivir con
este enorme y ardiente agujero que su ausencia dejó en mi interior.

Si pudiera escapar de la realidad aunque sólo fuera por unas


horas durante la noche, puede que mis horas estando despierta fueran
más soportables. Pero dormir era mi pesadilla personal. Podría estar
tumbada en la cama hasta sentir sus aterciopelados dedos recorriendo
mi cara con entumecimiento, y pensaría: ¡Por fin! Media hora después
estaba despierta otra vez.

Una noche no sabía que más hacer, cabeza sobre mi almohada y


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ojos abiertos mirando fijamente el techo. Mi despertador marcaba la


una de la madrugada. Pensé en la larga noche que tenía por delante y
me escurrí de la cama pescando la ropa que llevaba el día anterior y
poniéndomela. Saliendo fuera al pasillo, vi la luz saliendo por debajo de
la puerta de Georgia. Le di unos golpecitos y giré el pomo.

—Hola —me susurró Georgia estando boca abajo. Estaba


tumbada completamente vestida en su cama, su cabeza en los pies de
esta—. Acabo de llegar a casa —añadió.

—Tú tampoco puedes dormir —comenté. No era una pregunta.


Nos conocíamos demasiado bien—. ¿Por qué no vienes a dar un paseo
conmigo? —pregunté—. No puedo aguantar estar toda la noche
despierta en mi cuarto. Sólo es julio y ya me he leído todos los libros
que tengo. Dos veces.

—¿Estás loca? —dijo Georgia, girando sobre su estomago—. Es


mitad de la noche.

—De hecho se podría decir que es el principio de la noche. Solo es


la una. La gente sigue en la calle. Y aparte, París es la ciudad…

—… más segura del mundo —Georgia terminó mi frase—. La frase


favorita de Papy. Él debería conseguir un trabajo en la Junta de
turismo. Vale, ¿por qué no? Tampoco me voy a quedar dormida.

Caminamos de puntillas hasta el principio del pasillo y, con un


clic silencioso, abrimos la puerta y la cerramos detrás de nosotras. Una
vez abajo en el vestíbulo, nos paramos para ponernos nuestros zapatos
y entonces salimos entrando en la noche.

La luna llena colgaba sobre París, pintando las calles con un


resplandor plateado. Sin una palabra, Georgia y yo nos dirigimos hacia
el río. Había sido el centro de nuestras actividades desde que
empezamos a venir aquí cuando éramos pequeñas y nuestros pies
conocían el camino.

En la orilla del río, bajamos los escalones de piedra hacia el paseo


que se extendía millas por París a lo largo del agua y desencadenaba en
el este con los vastos adoquines. La presencia masiva del Museo de
Louvre era visible desde la otra orilla. No había nadie más en el lugar,
tampoco abajo en el muelle o arriba al nivel de la calle. La ciudad
estaba en silencio excepto por el murmullo de las olas y el sonido de los
esporádicos coches.
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Caminamos durante unos minutos sin hablar, antes de que


Georgia se parara abruptamente y me agarrara del brazo.
—Mira —susurró, señalando hacia el Puente de Carrousel3 que
cruzaba nuestro paseo por arriba unos 15 metros adelante. Una chica
que parecía tener nuestra edad se balanceaba en el ancho pasamanos
de piedra inclinándose peligrosamente sobre el agua—. ¡Oh, Dios mío!
¡Va a saltar! —exhaló Georgia.

Mi mente corrió mientras calibraba la distancia.

—El puente no es lo suficientemente alto para que se mate.

—Eso depende de lo que esté debajo del agua, cuán profundo es.
Ella está cerca de la orilla —respondió Georgia.

Estábamos demasiado lejos para ver la expresión de la chica, pero


sus brazos se envolvían alrededor de su estomago mientras miraba
abajo la frías y oscuras olas.

Nuestro enfoque se desplazó rápidamente al túnel bajo el puente.


Incluso durante el día era espeluznante. Los vagabundos dormían
debajo cuando hacía frío. De hecho, nunca había visto a nadie ahí
mientras pasaba rápidamente a través de su putrefacta humedad hacia
la luz del sol del otro lado. Pero los viejos y sucios colchones y
separadores hechos de cajas de cartón hacían claro que, para unas
almas desafortunadas, el túnel era un lugar privilegiado de los bienes
inmuebles parisinos. Y ahora, de su poca realista oscuridad venían
sonidos de una refriega.

Hubo un movimiento en el puente. La chica todavía permanecía


inmóvil encima de la barandilla, pero ahora un hombre se aproximó a
ella. Andaba despacio, cuidadosamente, lo suficiente para no asustarla.
Cuando estuvo a un tiro de piedra estiró un brazo, ofreciéndole a la
chica su mano. Pude escuchar una leve voz; él intentaba convencerla
para bajar.

La chica se dio la vuelta para mirarle y el hombre levantó su otra


mano, estirando ambos brazos hacia ella, suplicándole para que se
alejara del borde. Ella sacudió su cabeza. Él dio otro paso más hacia la
chica. Ella envolvió sus brazos herméticamente alrededor de su torso y
saltó.

Realmente no fue un salto. Fue más bien como una caída. Como
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si le estuviera ofreciendo su cuerpo como sacrificio a la gravedad y

3 El Puente del Carrousel (en francés: Pont du Carrousel) es un puente parisino sobre
el río Sena que une el I Distrito y el VII Distrito de la ciudad. Su nombre se debe a la
cercanía del Arco de Triunfo del Carrusel.
dejándole que hiciera lo que quisiese con ella. Se arqueó hacia delante,
su cabeza golpeando el agua segundos después.

Sentí algo tirar de mi brazo y me di cuenta de que Georgia y yo


nos agarrábamos la una a la otra mientras presenciábamos la horrenda
escena.

—Oh, Dios mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío —rítmicamente
coreaba Georgia en voz baja.

Un movimiento arriba en el puente separó mis ojos de la


superficie de agua iluminada por la luna donde estaba buscando
cualquier rastro de la chica. El hombre que había intentado convencerla
para bajar estaba ahora en el borde del puente, sus brazos extendidos
transformando su cuerpo en la forma de una cruz mientras se lanzó con
fuerza hacia delante. El tiempo pareció detenerse mientras él se quedó
suspendido en el aire como una gigante ave de rapiña entre el puente y
la negra superficie del agua.

Y durante ese segundo partido, la luz de una farola de la orilla del


rio cruzó por su rostro. El reconocimiento se sacudió a través de mí.
Era el chicho del Café Sainte-Lucie.

¿Qué demonios hacia él aquí intentando disuadir a una chica


adolescente de un intento de suicido? ¿O sólo era un transeúnte que
decidió involucrarse?

Su cuerpo cortó limpiamente la superficie del agua y desapareció


de la vista.

Un grito salió desde debajo del puente y siluetas agachadas


aparecieron en la turbia oscuridad del túnel.

—¿Qué cojo….? —exclamó Georgia. Fue interrumpida por un


destello de luz y un sonido metálico agudo mientras dos figuras
empezaron a surgir en la oscuridad.

Espadas. Estaban luchando con espadas.

Georgia y yo nos acordamos de que teníamos piernas en ese


mismo momento y empezamos a ir rápidamente hacia atrás hacia la
escalera por la que habíamos venido. Antes de que pudiéramos
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alcanzarla, la forma de un hombre se materializó en la oscuridad. No


tuve tiempo de gritar antes de que me agarrara por los hombros para
detenerme antes de masacrarle, Georgia se quedó paralizada.
—Buenas noches, señoritas — salió su suave barítono.

Mis ojos trataron de reenfocar su objetivo, la escalera, hacia la


persona que me impedía llegar allí.

—Suéltame —conseguí balbucear envuelta en mi miedo, y él


inmediatamente soltó su agarre. Dando un paso atrás, me encontré a
pocos centímetros de otro rostro familiar. Su pelo estaba escondido bajo
una gorra negra ajustada en su cabeza, pero podría reconocerle en
cualquier lugar. Era el amigo musculoso del chicho que se había
zambullido en el Sena.

—No deberían estar solas aquí abajo tan tarde en la noche —dijo
él.

—Ahí atrás está pasando algo —jadeó Georgia—. Una pelea.

—Procedimiento policial —dijo, dándose la vuelta e iluminando


detrás de nosotros, dirigiéndonos rápidamente hacia la escalera.

—¿Procedimiento policial con espadas? —pregunté incrédula,


mientras corríamos arriba hacia el nivel de la calle.

—Actividad de bandas —dijo brevemente, girando la cabeza hacia


la escalera—. Yo en vuestro lugar me iría lo más lejos posible de aquí —
dijo sobre su hombro mientras bajaba la escalera al mismo tiempo.
Corrió hacia el túnel al mismo tiempo que dos cabezas aparecieron
sobre la superficie del agua cerca de la orilla. Sentí una oleada de alivio
cuando los vi con vida.

El tipo que nos había dirigido lejos de ahí llegó justo en el


momento en que llegaron a tierra y sacó al saltador arriba hacia la
seguridad.

Un aullido de dolor rompió el aire de la noche, y Georgia agarró


mi brazo.

—Vámonos lejos de aquí.

—Espera —vacilé—. ¿No deberíamos hacer algo?

—¿Cómo qué?
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—¿Cómo llamar a la policía?

—Ellos son de la policía —dijo dudando.


—Sí, claro. Ellos no se parecen en nada a unos policías. Podría
jurar que conozco a esos dos tipos de nuestro vecindario. —Nos
quedamos de pie mirando entre nosotras sin poder hacer nada durante
unos segundos, tratando de encontrarle sentido a lo que acabábamos
de ver.

—Bueno, a lo mejor nuestro vecindario está bajo vigilancia por un


equipo encubierto de SWAT4 —dijo Georgia—. Ya sabes, Catherine
Deneuve vive justo abajo en nuestra calle.

—Sí, claro, como que Catherine Deneuve tiene a su propio tío


bueno del equipo SWAT cazando en el vecindario a los acosadores de
famosos con espadas.

Incapaces de contenernos, de repente nos echamos a reír.

—No deberíamos reírnos. ¡Esto es serio! —Georgia se rió


tontamente, secándose una lagrima perdida de su mejilla.

—Lo sé —me sorbí las lágrimas, serenándome.

Abajo, cerca del rio, la chica y su salvador habían desaparecido y


la pelea sonaba más lejos que antes.

—Ves, de todas formas ya se ha terminado —dijo Georgia—. Es


demasiado tarde para hacer algo, incluso si quisiéramos.

Nos dimos la vuelta hacia el paso de peatones, justo como las dos
figuras que corrieron por las escaleras detrás de nosotras. Fuera de mi
visión periférica, los vi aproximarse a toda velocidad y agarraron a
Georgia del brazo para empujarla fuera de su camino. Pasaron
corriendo tan solo a unos centímetros de nosotras; dos hombres
enormes vestidos con ropas oscuras y gorras bajadas alrededor de sus
caras. Un destello de metal brilló entre uno de sus largos abrigos.
Saltando en el coche, arrancaron con un rugido. Pero antes de alejarse,
se detuvieron a nuestro lado y frenaron yendo a paso de tortuga. Podía
sentir como nos miraban fijamente por las oscuras ventanillas.

—¿Qué estáis mirando? —gritó Georgia, y éstos desaparecieron


calle abajo. Permanecimos ahí un momento, aturdidas. La luz del
semáforo se puso en verde y Georgia enganchó su brazo en el mío
cuando pisamos la calle.
Página 21

4 El término SWAT hace referencia a las unidades especializadas en intervenciones


especiales de gran peligro de diversos cuerpos policiales de Estados Unidos.
—Una noche rara —dijo finalmente, rompiendo el silencio.

—La frase del año —repliqué—. ¿Deberíamos decirle a Mamie y a


Papy sobre todo esto?

—¿Qué? —rio Georgia—. ¿Y arruinar la ilusión de Papy de “París


es seguro”? Ellos no nos dejarían salir de casa nunca más.

Página 22
Traducido por Sprinkling

Corregido por Marce Doyle*

C
uando me paré fuera en la reconfortante seguridad de la
luz del día la mañana siguiente, los eventos de la noche
pasada parecían irreales. No había habido nada sobre lo
que habíamos visto en las noticias. Pero Georgia y yo no podíamos
dejarlo tan fácilmente.

Discutimos esto más que algunas veces, aunque no nos


acercamos a entender que estaba sucediendo. Nuestras teorías corrían
en cosas mundanas, como fanáticos de Mazmorras y Dragones jugando
a ser actores para un más dramático y gracioso escenario de viaje en el
tiempo con doncellas y caballeros.

Aunque continué haciendo toda mi lectura en el Café Sainte-


Lucie, no había visto el misterioso grupo de chicos guapos de nuevo.
Después de un par de semanas, conocía todos los mozos tan bien como
los dueños, y varios de los clientes regulares llegaron a ser caras
familiares: pequeña mujeres ancianas con sus Yorkshire terrier de tazas
de té, los que llevaban en un bolso de mano y alimentaban de sus
platos. Hombres de negocios con trajes caros, hablando
interminablemente en sus celulares y comiéndose con los ojos a todas
las chicas bonitas que caminaban allí. Parejas de todas las edades
agarrándose las manos por debajo de la mesa.

Una tarde de sábado estaba sentada en mi mesa regular en la


esquina izquierda de la terraza, leyendo Para matar un Sinsonte5.
Aunque esta era mi tercera vez leyéndolo, algunos pasajes aun traían
lágrimas a mis ojos. Como una lo estaba haciendo ahora.

Usé mi truco de enterrar uñas en la palma, el cual, si lastimaba lo


suficiente, podría salvarme de llorar en público. Desafortunadamente,
hoy no estaba funcionando. Podría decir que mis ojos se estaban
poniendo rojos y vidriosos. Esto es lo que necesito, llorar en frente de la
Página 23

5 http://www.bedincuba.com/cuba/fotos/fauna_sinsonte.jpg
regular multitud del café solo me haría conocida para ellos, pensé,
mirando hacia arriba para ver si alguien se había dado cuenta de mi.

Y ahí estaba el. Sentado a algunas mesas de distancia,


mirándome tan intensamente como la primera vez. Éste era el chico con
el cabello negro. La escena del río con el saltando de un puente para
salvar la vida de alguien, se sintió como si no hubiese pasado más que
en un surrealista sueño. Aquí estaba, en la abierta luz del día, bebiendo
café con uno de sus amigos.

¿Por qué?, casi digo esto en voz alta. ¿Por qué tenía que agarrar
todo lo lloroso de un libro cuando éste demasiado guapo para ser cierto
chico Francés estaba frente a mí a simplemente diez pies de distancia?

Chasqueé mi libro cerrándolo y dejé algo de dinero en la mesa.


Pero solo cuando empezaba a ir hacia la salida, la anciana mujer en la
mesa junto a la mía se levantó y comenzó a juguetear con su enorme
pila de bolsas de compras. Me removí impaciente hasta que finalmente
uno de ellos se giró.

—Lo siento, querida, pero estaremos otro minuto. Solo ve


alrededor nuestro. —Y ella prácticamente me empujó hacia donde los
chicos estaban sentados.

Yo había duramente dado un paso más allá de su mesa cuando


escuché una fuerte voz llegando de atrás mío.

—¿No estás olvidando algo? —alguien dijo en Francés.

Me giré para ver al chico parado a centímetros de distancia de mí.


El era aún más guapo que lo que había parecido de lejos, cuando su
aspecto estaba agudizado con esa misma pedernal frialdad de la que me
había dado cuenta la primera vez que lo había visto. Ignoré la repentina
sacudida en mi pecho.

—Tu bolso —el dijo, sosteniendo mi bolsa de libros hacia mí,


balanceando la correa entre dos dedos.

—Um —dije, arrojada por su proximidad. Luego, viendo su irónica


expresión, me esforcé. El piensa que soy una completa idiota por dejar
mi bolso detrás—. Que amable de tu parte —dije rígidamente,
alcanzando mi bolso mientras trataba de salvar algún desecho restante
Página 24

de confianza dejada en mi.

Echó sus brazos hacia atrás, dejándome agarrar aire.


—¿Qué? —él pregunto, divertido—. ¿Por qué estas enojada
conmigo? No es como si lo hubiese robado.

—No, por supuesto que no —resoplé, esperando.

—Entonces… —el dijo.

—Entonces… si está todo bien contigo, sólo tomare mi bolso de


vuelta —dije, alcanzando mi bolso y agarrando las correas esta vez. No
lo dejo ir.

—¿Qué te parece un intercambio? —ofreció, una sonrisa doblando


las esquinas de su boca—. Te doy tu bolso si me dices tu nombre.

Lo mire, incrédula, y luego le di al bolso un fuerte tirón justo


cuando lo dejo ir. El contenido se derramó en una pila en la acera.
Sacudí mi cabeza con incredulidad.

—¡Genial! ¡Te lo agradezco muchísimo!

Tan graciosamente como pude, me agaché en mis rodillas y


comencé a meter mi labial, máscara, billetera, teléfono, y lo que parecía
como un millón de lapiceras y pequeños trozos de papel, en mi bolso.
Miré de nuevo hacia arriba para verlo inspeccionando mi libro.

—Para Matar un Sinsonte. ¡En ingles! —comentó, su voz teñida


con sorpresa. Y luego, con un ligero acento pero en perfecto inglés,
dijo—: Gran libro, ¿has visto la película… Kate?

Mi boca cayó abierta.

—Pero… ¿cómo sabes mi nombre? —me las arreglé para


pronunciar.

El levantó su otra mano y me mostró mi licencia de conducir, que


incluía una foto de mi cara excepcionalmente mala. Para este punto mi
humillación era tan grande que ya no pude mirarlo a los ojos, aunque
sentí su mirada quemándome.

—Escucha —dijo, acercándose—. Estoy realmente apenado. No


era mi intención hacerte tirar tu bolso.

—Deja de hacer alarde de tus impecables habilidades lingüísticas,


Página 25

Vincent, ayuda a la chica a pararse, y déjala tomar sus cosas e irse —


llegó otra voz en francés. Me giré para ver a mi atormentador amigo, el
chico con el cabello rizado, sosteniendo mi cepillo para el pelo con una
expresión de suave diversión con arrugas en su rostro con restos de
barba sin afeitar.

Ignorando la mano que “Vincent” estaba extendiendo para


ayudarme a levantarme, me tambaleé en mis pies y me sacudí.

—Aquí tienes —dijo, tendiéndome mi libro.

Lo tomé con un embarazoso asentimiento.

—Gracias —repliqué secamente, tratando de no correr mientras


hacía la más rápida salida posible fuera del café hacia la calle. Mientras
esperaba para que la luz del semáforo cambiara, cometí el error de
mirar atrás. Ambos chicos estaban mirando en mi camino. El amigo de
Vincent le dijo algo y sacudió la cabeza. No puedo imaginar que estarán
diciendo de mí, pensé y gemí.

Poniéndome más roja que la luz del semáforo, crucé la calle sin
mirar hacia ellos de nuevo.

Por los próximos días vi la cara de Vincent en todos lados. En el


almacén de la esquina, subiendo los escalones del metro, sentado en las
terrazas de todos los cafés por los que paso. Por supuesto, cuando miro
mejor a cada uno de estos chicos, ninguno es realmente él. Para mi
gran molestia, no pude parar de pensar en él, y aún más molesto, mis
sentimientos estaban equitativamente divididos entre auto protectora
cautela y agolpamiento desvergonzado.

Para ser honesta, no era desagradecida por la diversión. Por una


vez, tenía algo más en qué pensar además de accidentes
automovilísticos fatales y en qué demonios iba a hacer por el resto de
mi vida. Pensaba que lo había más o menos resuelto antes del
accidente, pero ahora mi futuro se estiraba ante mí como un signo de
interrogación de una milla de largo. Se me ocurrió que esta fijación por
este “chico misterioso” podría ser solo el modo en que mi mente me
estaba dando un respiro de mi confusión y dolor. Y finalmente decidí,
que si este era el caso, no me importaría.

Casi una semana había pasado desde mi encuentro con Vincent


en el Café Sainte-Lucie, y aunque había hecho mis sesiones de lectura
allí un hábito diario, no había visto ni rastro de él o de sus amigos.
Página 26

Estaba instalada en lo que ahora consideraba mi mesa privada en una


esquina, terminando otra novela de Wharton del plan de estudios de la
escuela (mi futura profesora de inglés era obviamente una gran
fanática), cuando noté una pareja de adolescentes sentados en la
terraza en frente mío. La chica tenía el cabello corto y rubio y una
tímida risa, y el modo natural en que estaba inclinada hacia el chico
junto a ella me hizo pensar que eran una pareja. Pero cuando moví mi
escrutinio hacia él, noté cuán parecidos eran sus rasgos, aunque su
cabello era de un rojo dorado. Debían ser hermano y hermana. Y una
vez que esta idea apareció en mi mente, supe que era correcta.

La chica de repente levantó la mano para detener a su hermano


de hablar y comenzó a escanear la terraza como si buscara a alguien.
Sus ojos se situaron en mí. Por un segundo vaciló, y luego me saludó
con urgencia. Me señaló a mi misma con una mirada interrogadora.
Ella sacudió la cabeza y luego hizo un gesto, haciendo señas para que
me acercara.

Preguntándome que podría posiblemente querer, me paré, y


lentamente hice el camino hacia su mesa. Ella se puso de pie,
alarmada, e indicándome que me apurara.

Justo mientras dejé mi pequeño rincón seguro contra el muro y


caminé alrededor de su mesa, un enorme estruendo vino de detrás de
mí, y me encontré derribada de plano sobre el suelo. Pude sentir mi
rodilla punzando y levanté mi cabeza para ver sangre en el suelo debajo
de mi cara.

—¡Mon Dieu6! —gritó uno de los mozos, y pasó por encima de las
mesas y sillas caídas para ayudarme a levantarme. Lagrimas de
conmoción y dolor llenaron mis ojos.

Sacó un paño del delantal que traía en la cintura y me secó la


cara con el.

—Solo tienes un pequeño corte en la ceja. No te preocupes. —Miré


hacia abajo, a mi ardiente pierna, y vi que mis jeans habían sido
rasgados por completo y que mi rodilla estaba completamente raspada.

Mientras me chequeaba a mi misma sobre mis lesiones, me di


cuenta de que la terraza estaba en completo silencio. Pero en vez de
enfocarse en mi, los atónitos rostros de los espectadores del café
estaban mirando detrás de mí.

El mozo paró de limpiar mi ceja para mirar sobre mi hombro y


Página 27

sus ojos se ampliaron con alarma. Siguiendo su mirada, vi que mi mesa

6
En francés en el original.
había sido demolida por un enorme pedazo de mampostería tallada que
había caído de la fachada del edificio. Mi cartera estaba tirada a un
lado, pero mi copia de Casa de Alegría sobresalía de donde estaba
clavado debajo de la enorme piedra, exactamente donde yo había estado
sentada.

Si no me hubiese movido, estaría muerta, pensé, y mi corazón


corrió tan rápido que me dolía el pecho. Me giré de nuevo hacia la mesa
donde el hermano y la hermana habían estado sentados. Excepto por
una botella de Terrier y dos vasos llenos apoyados en el medio de un
puñado de cambio, estaba vacía. Mis salvadores se habían ido.

Página 28
Traducido SOS por Alexia Cullen

Corregido por rose_vampire

E
staba tan conmovida que no lo podía dejar por un
momento. Finalmente, después de permitir al personal de
la cafetería utilizar la mitad de su botiquín de primeros
auxilios en mí, insistí en que podía hacerlo en mi casa por mi propia
cuenta y me tambaleé hacia atrás, sintiendo mis piernas como bandas
de goma. Mamie estaba saliendo por la puerta principal cuando llegué.

—¡Oh, mi querida Katya! —chilló, después le expliqué lo que


había sucedido, y dejando caer su querido bolso Hermès7 en el suelo,
echó sus brazos sobre mí. Luego, recogiendo nuestras cosas, me llevó
de vuelta a casa, me metió en la cama e insistió en tratarme como si
fuera una tetrapléjica en lugar de su ligeramente raspada nieta.

—Ahora, Katya, ¿estás segura de que estás cómoda? Puedo


traerte más almohadas si quieres.

—Mamie, estoy bien, de verdad.

—¿Todavía te duele la rodilla? Puedo poner algo más en ella.


Quizás debería estar elevada.

—Mamie, la trataron con un millón de cosas de su botiquín en la


cafetería. Es sólo un rasguño de verdad.

—¡Oh, mi querida niña! Pensar lo que podría haber sucedido —


presionó mi cabeza en su pecho y acarició mi pelo hasta que algo en mí
se rompió y empecé a llorar.

Mamie me arrulló y me abrazó hasta que grité.

—Sólo estoy llorando porque soy débil —protesté por mis


lágrimas, pero la verdad era que me estaba tratando igual como hubiera
hecho mi madre.
Página 29

7
Hermès: marca de moda muy conocida sobre todo por sus bolsos.
Cuando Georgia vino a casa, escuché a Mamie contarle sobre mi
“experiencia cercana a la muerte”. Mi puerta se abrió un minuto
después y mi hermana corrió dentro mirándome tan blanca como un
fantasma. Se sentó silenciosamente en el borde de mi cama mirándome
fijamente con los ojos grandes.

—Está bien, Georgia. Sólo estoy un poco arañada.

—Oh, Dios mío, Katie-Bean, si algo te hubiera sucedido… eres


todo lo que me queda. Recuerda eso.

—Estoy bien. Y nada va a sucederme. Me mantendré lejos de los


edificios cayéndose a pedazos por ahora. Lo prometo.

Forzó una sonrisa y extendió su mano para tocar la mía, pero


mantuvo su mirada fija.

Al día siguiente, Mamie se negó a dejarme salir de casa,


insistiendo en que me relajase y me “recuperase de mis lesiones”.
Obedecí, siguiéndole la corriente, y pasé la mitad de la noche leyendo
en la bañera. No fue hasta que me hube perdido en el agua caliente y
con un libro, que mis nervios se apoderaron de mí, y me senté allí,
temblando como una hoja. No me había dado cuenta de lo tan asustada
que me había dejado el estar cerca del edificio en ruinas hasta que metí
mi cabeza en la bañera durante varias veces con agua caliente para
calmarme. En última instancia, me quedé dormida con pequeñas
plumas de vapor elevándose desde el agua a mí alrededor.

Cuando pasé por la cafetería al día siguiente, estaba cerrada, y la


acera de enfrente del edificio estaba acordonada con una cinta de
policía de plástico amarillo. Los trabajadores en mono azul eléctrico
estaban elevando el andamio para que los constructores empezaran a
estabilizar la fachada. Tendría que encontrar otro lugar para mi lectura
al aire libre. Sentí una punzada de decepción cuando me di cuenta de
que ese era el único lugar en el que tenía la oportunidad para ver a mi
obsesión reciente. ¿Quién sabía cuánto tiempo pasaría antes de que me
encontrara con Vincent otra vez?

Mi madre comenzó a llevarme a museos cuando yo era una niña


pequeña. Cuando fuimos a París, ella, Mamie y yo nos poníamos en
marcha en la mañana para “una pequeña muestra de la belleza” como
Página 30

mi madre la llamaba. Georgia, que estaba aburrida en el momento en el


que llegábamos a nuestra primera pintura, por lo general optaba por
quedarse atrás con mi padre y mi abuelo, quienes se sentaban en los
cafés y conversaban con sus amigos, colegas de trabajo y cualquiera
que hubiera deambulado por ahí. Pero juntas, Mamie, mamá y yo
peinábamos los museos y galerías de París.

Así que no fue una gran sorpresa cuando Georgia me dio una
excusa vaga de “planes anteriores” cuando le pregunté si vendría al
museo arrastrándose conmigo unos días más tarde.

—Georgia, te has estado quejando de que nunca hago nada


contigo. ¡Esta es una invitación válida!

—¡Sí! Casi tan válida como invitarte a un rally de camiones


monstruosos. Pregunta de nuevo si planeas hacer algo realmente
interesante.

Para mostrar su buena voluntad, me dio un abrazo amistoso


antes de que cerrara la puerta de su habitación en mi cara. Touché.

Partí en solitario a Le Marais8, un barrio de ciudad de la casa de


mis abuelos. Tejiendo mi camino a través de sus pequeñas calles
medievales finalmente llegué a mi destino: el palacio, la construcción de
la vivienda del Museo de Picasso. Además del universo alternativo
ofrecido por un libro, el espacio reservado de un museo era mi lugar
favorito para ir. Mi madre decía que yo era una escapista del corazón…
que yo prefería mundos imaginarios al real. Es verdad que siempre he
sido capaz de tirar de mí misma fuera de este mundo y sumergirme en
otro. Y me sentía preparada para una sesión de relajante de arte-
hipnosis.

Mientras caminaba a través de las gigantescas puertas del Museo


Picasso, dentro de sus salas de blanco estériles, sentía el ritmo de mi
corazón lento. Dejé que la calidez y la tranquilidad del lugar me
cubrieran como una manta suave. Y como era mi costumbre, caminé
hasta que me encontré la primera pintura que realmente me llamó la
atención, y me senté en un banco para afrontarlo.

Dejé que los colores absorbieran mi piel. Los enrevesados de la


composición, las formas torcidas me recordaban cómo me sentía por
dentro, y mi respiración disminuyó cuando comencé con la división en
zonas. Las otras pinturas de la sala, el guardia de pie cerca de la
puerta, el olor fresco de la pintura en el aire a mí alrededor, incluso el
Página 31

8
Le Marais: Le Marais ('La Marisma', en francés) es un barrio de París, Francia
situado en el III y IV distrito parisinos, en la margen derecha.
pasar de los turistas, se desvanecían en un fondo gris que rodeaba esta
esquina de color y luz.

No sé cuánto tiempo me senté allí antes de que mi mente


emergiera lentamente de su auto impuesto trance y escuchara voces
bajas viniendo de detrás de mí.

—Ven aquí. Basta con mirar los colores.

Una pausa larga.

—¿Qué colores?

—Exactamente. Es como te dije. Va desde la paleta audaz y


brillante de algo como Les Demoiselles D´Avignon9 a este rompecabezas
monótono gris y marrón en apenas cuatro años. ¡Qué presumido! Pablo
siempre había tenido que ser el mejor en todo lo que ponía su mano, y
como estaba diciéndole a Gaspar el otro día, lo que realmente me hace
un tictac apagado es…

Me volví a la curiosidad de ver el origen de esta fuente de


conocimiento, y me congelé. Permaneciendo a tan solo quince metros de
mí estaba el amigo de pelo rizado de Vincent.

Ahora que lo vi de frente, quedé impresionada de cómo era de


atractivo. Había algo de una resistencia descuidada en él, el cabello
desaliñado, la cerdosa barba afeitada y las manos grandes y ásperas
que gesticulaban con pasión hacia la pintura. Por el estado de sus
ropas, las cuales estaban manchadas de pintura, supuse que podría ser
un artista.

Eso me ocurrió en una fracción de segundo. Porque después de


eso, todo lo que podía ver era a la persona que estaba de pie con él. El
chico de pelo negro como el azabache. El chico que había establecido su
residencia permanente en los oscuros rincones de mi mente desde el
primer momento en que le vi. Vincent.

¿Por qué tienes que caer en el chico más improbable e inaccesible


de París? Él era demasiado hermoso y demasiado distante, como alguna
vez me diera cuenta de verdad. Rompí mi mirada fija a lo lejos, me
incliné hacia adelante y apoyé la frente en mis manos. No sirvió de
nada. La imagen de Vincent estaba indeleblemente grabada en mi
Página 32

mente.
9
Les Demoiselles D´Avignon: este es un enlace en el que se puede apreciar el cuadro
al que hace referencia http://www.terra.es/personal/asg00003/picasso/avignon.html
Me di cuenta de que cualquier cosa que fuera sobre él, le hacía
parecer un poco frío, casi peligroso, de hecho aumentaba mi interés en
vez de asustarme. ¿Qué estaba mal conmigo? Nunca antes había ido a
por los chicos malos, esa era la especialidad de Georgia. Mi estómago se
tensó mientras me preguntaba si tuviera el coraje de levantarme y
hablar con él.

Pero no tuve la oportunidad de ponerme a prueba. Cuando


levanté la cabeza, ellos se habían ido. Me dirigí rápidamente a la
entrada de la sala de al lado y miré dentro. Estaba vacía. Y entonces,
casi salté fuera de mi piel, cuando una voz baja detrás de mí dijo:

—Hola Kate.

Vincent se cernía sobre mí, su rostro a unos buenos seis


centímetros por encima. Mi mano voló hacia mi pecho en estado de
alarma.

—¡Gracias por el ataque de corazón! —di un grito ahogado.

—¿Así que ese es un hábito tuyo dejar tu bolsa detrás para poder
entablar una conversación? —sonrió y asintió con la cabeza al banco
donde había estado sentada. Situado debajo de él, estaba mi bolsa de
libros—. ¿No sería más fácil caminar hacia un chico y decir hola?

El ligero rastro de burla en su voz evaporó mi nerviosismo. Fue


reemplazado por una indignación abrasadora que nos sorprendió a
ambos.

—¡Bien! ¡Hola! —gruñí con mi garganta apretada con furia.


Marchando hacia el banco, cogí mi bolso y caminé fuera de la sala.

—¡Espera! —me llamó, corriendo hacia mí e igualando mi paso—.


¡No quise decirlo así! Lo que quise decir…

Llegué a detenerme y le miré fijamente, esperando.

—Lo siento —dijo, exhalando profundamente—, nunca he sido


conocido por mi conversación chispeante.

—Entonces, ¿porqué siquiera haces el esfuerzo? —le reté.

—Porque. Tú eres… no sé… graciosa.


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—¿Graciosa? —pronuncié lentamente cada sílaba y le disparé mi


“eres completamente alguien de aspecto raro”. Mis puños se elevaron de
forma automática para descansar en mis caderas—. Por lo tanto,
Vincent, ¿viniste con el propósito expreso de ofenderme o hay algo más
que quieras?

Vincent puso la palma de su mano en su frente.

—Escucha. Lo siento. Soy un idiota. ¿Podemos… podemos


empezar de cero?

—¿Empezar qué desde cero? —pregunté sin convicción.

Dudó durante un segundo y luego tendió su mano.

—Hola. Soy Vincent.

Sentí que mis ojos se estrecharon cuando sopesé su sinceridad.


Agarré su mano con la mía, agitándola un poco más duro de lo que
quería.

—Soy Kate.

—Encantado de conocerte, Kate —dijo Vincent desconcertado.


Hubo como cuatro segundos de silencio, durante el cual continué
mirándole fijamente—. Así que, ¿vienes aquí a menudo? —murmuró
inseguro.

No pude evitarlo, pero de repente me eché a reír. Él sonrió


obviamente aliviado.

—Um, sí, en realidad. Tengo ese tipo de cosas por los museos, no
sólo por Picasso.

—¿Una “cosa”?

El inglés de Vincent era tan bueno que era fácil olvidar que no era
su primer idioma.

—Quiero decir que me gustan los museos. Mucho —expliqué.

—Está bien. Lo tengo. Te gustan los museos pero no Picasso en


particular. Por lo tanto… ¿vienes aquí cuando quieres meditar?

Le sonreí, mentalmente dándole unos puntos por intentarlo tan


bien.
Página 34

—¿A dónde fue tu amigo? —pregunté.

—Despegó. A Jules realmente no le gusta conocer a nuevas


personas.
—Encantador.

—Así que, ¿eres británica? ¿Americana? —dijo, cambiando de


tema.

—Americana —respondí.

—Y la chica que he visto por tu barrio sería tú…

—Hermana —dije lentamente—. ¿Has estado espiándome?

—Dos chicas lindas se trasladan a la zona. ¿Qué se supone que


debo hacer?

Una oleada de alegría recorrió mi cuerpo por sus palabras. Él


pensaba que yo era linda. Pero también pensó que Georgia era linda, me
recordé a mí misma. La ola desapareció.

—Oye, la cafetería del museo cuenta con una máquina de


expreso10. ¿Quieres tomar un café mientras me cuentas qué otras cosas
tienes por “cosas”? —Me tocó en el brazo. La ola oficialmente estuvo de
vuelta.

Nos sentamos en una pequeña mesa frente a un capuchino


humeante.

—Así que, ahora que he revelado mi nombre y nacionalidad a un


completo desconocido, ¿qué más quieres saber? —pregunté, removiendo
la espuma en mi café.

—Oh, no sé… la medida de tus zapatos, película favorita, destreza


atlética, el momento más embarazoso, golpearme.

Sonreí.

—Um, número de calzado diez11, Breakfast at Tiffany’s,


absolutamente sin habilidades atléticas y demasiados momentos
embarazosos para enumerar antes del cierre del museo.

—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que obtengo? —bromeó.


Página 35

10 Espresso: El café expreso es una bebida de origen italiano (también café espresso o
café exprés). Es un tipo de preparación del café. Debe su término a la obtención de
esta bebida a través de una cafetera expreso. Se caracteriza por su rápida preparación
y por su sabor más concentrado.
11
Calzado del diez: Equivale a un 42 europeo, en cm unos 27.
Sentí a mi defensa derretirse en este lado sorprendentemente
encantador y decididamente no peligroso de él. Con el apoyo de Vincent,
le hablé sobre mi antigua vida en Brooklyn, con Georgia y mis padres.
De los veranos en París, de mis amigos de casa, con los que tenía, por
ahora, perdido todo contacto. De mi amor sin límites por el arte y mi
desesperación al descubrir que no tenía ningún talento para la creación
del mismo. Me empujaba para obtener más información, y llené los
espacios en blanco con las bandas, la comida, las películas, los libros y
todo lo demás bajo el sol. Y a diferencia de la mayoría de los chicos de
mi edad que había conocido en casa, parecía genuinamente interesado
en cada detalle. Lo que no le dije fue que mis padres estaban muertos.
Me refería a ellos en tiempo presente, y dije que mi hermana y yo nos
habíamos trasladado con nuestros abuelos para estudiar en Francia. No
era del todo mentira. No tenía ganas de contarle toda la verdad. No
quería su lástima. Quería parecer como cualquier otra chica normal que
no había pasado los últimos siete meses aislándose en un mundo
interior de pena. Sus preguntas de tiro rápido me hicieron imposible
preguntarle nada a cambio. Así que cuando finalmente lo dejamos, se lo
reproché.

—De acuerdo, ahora me siento completamente expuesta, sabes


muchas más cosas sobre mí y yo no sé nada de ti.

—Ajá, eso es parte de mi nefasto plan.

Sonrió cuando el guardia del museo cerró las puertas detrás de


nosotros.

—¿Cómo podría esperar que digas sí para reunirnos nuevamente


si ponía todo sobre la mesa la primera vez que hablamos?

—No es la primera vez que hablamos —le corregí, tratando de


ignorar tranquilamente el hecho de que parecía estar pidiéndome que
me fuera.

—De acuerdo. Es la primera vez que hablamos sin mi queriendo


insultarte —repasó.

Caminamos a través del jardín del museo hacia las piscinas


reflectantes, donde los gritos de los niños estaban celebrando el hecho
de que todavía estaba el calor y el sol a las seis de la tarde, chapoteando
Página 36

alrededor del agua en éxtasis.


Vincent caminaba ligeramente encorvado con las manos en sus
bolsillos. Por primera vez, le sentí una pequeña pizca de vulnerabilidad.
Tomé la ventaja de esto.

—Ni si quiera sé la edad que tienes.

—Diecinueve —dijo.

—¿Qué haces?

—Estudiar.

—¿De verdad? Porque tu amigo dijo algo sobre ti estando en la


fuerza policial. —No podía evitar el rastro de sarcasmo en mi error.

—¿Qué? —exclamó, llegándose a parar completamente.

—Mi hermana y yo vimos que rescataste a una chica.

Vincent me miró fijo sin comprender.

—La chica que saltó del Puente Carrusel12 durante esa pelea de
pandillas. Tu amigo nos acompaño lejos y nos dijo que era un
procedimiento policial.

—¡Oh! ¿Lo hizo? —murmuró Vincent, su expresión asumiendo la


mirada endurecida que había tenido la primera vez que me encontré
con él.

Hundió sus manos en sus bolsillos y continuó caminando. Nos


estábamos acercando a la parada del metro. Reduje mi ritmo para
conseguir un poco más de tiempo.

—Entonces, ¿qué son, chicos, policías encubiertos? —No podía


creerlo por un momento, pero intenté que sonara sincero. Su repentino
cambio en su estado de ánimo me intrigó.

—Algo como eso.

—Qué, ¿algo así como un tipo de equipo de SWAT13?

No respondió.

12
Puente Carrusel: iniciado en 1831 en la prolongación de la rue des Saints-Peres en
Página 37

la orilla izquierda del Sena, el puente original fue conocido bajo ese nombre hasta su
inauguración, en 1834, cuando el rey Luis Felipe I lo nombró Pont du Carrousel, ya
que abrió en la margen derecha de la orilla del río Palacio del Louvre, cerca del Arco de
Triunfo del Carrusel frente a las Tullerías .
13
SWAT: policía especializada en Estados Unidos.
—Eso fue muy valiente, por cierto —insistí —Tu inmersión en el
río. ¿Qué tenía que hacer la chica en la lucha de la banda bajo el
puente, de todos modos? —pregunté, cavando más hondo.

—Um, no debería hablar sobre ello —dijo Vincent, estudiando el


hormigón a unos cuantos centímetros delante de sus pies.

—Oh, sí, por supuesto —dije a la ligera—. Realmente pareces


joven para ser un policía.

No podía dejar una sonrisa burlona propagándose a través de mis


labios.

—Te dije… soy estudiante —dijo, dándome una sonrisa incierta.

Él podía decirlo pero no me lo tragaba.

—Sí, de acuerdo. No vi nada, no oí nada —dije dramáticamente.

Vincent se echó a reír, su buen estado de ánimo regresó.

—Así que… Kate, ¿qué haces este fin de semana?

—Um… no hay planes —dije, maldiciendo silenciosamente a mis


mejillas enrojecidas.

—¿Quieres hacer algo? —preguntó, con una sonrisa tan


encantadora que mi corazón se olvidó de golpear.

Asentí, ya que no podía hablar.

Tomando mi silencio como una vacilación, añadió rápidamente:

—No como una cita formal o algo así. Simplemente pasando el


rato. Podemos… dar un paseo. Pasear por el barrio Marais14.

Asentí de nuevo y me las arregle para salir.

—Eso sería genial.

—De acuerdo. ¿Qué hay del sábado por la tarde? A la luz del día.
En público. Una cosa perfectamente segura para hacer con un chico
que apenas conoces.
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14
Marais: Le Marais es un distrito de moda con negocios y empresas del ámbito legal y
bancario. En él reside la población judía más importante de Europa. Se lo considera
uno de los barrios más cosmopolitas del viejo continente.
Tendió sus manos como para mostrar que no estaba escondiendo
nada.

Me eché a reír.

—No te preocupes. Incluso si no eres de un equipo del SWAT, no


te tengo miedo.

Tan pronto como salió de mi boca, me di cuenta de que tenía


miedo. Sólo un poco. Me preguntaba una vez más si eso era lo que me
atraía de él. Quizás la muerte de mis padres me había dejado con una
falta de auto preservación y era la señal de peligro que estaba
buscando. O tal vez estaba atraída por el aura vaga del alejamiento
intocable que emanaba. Quizás todo él era para mí un desafío. Sea cual
fuere la razón, era efectiva. De verdad me gustaba este chico. Y quería
verle de nuevo. Noche, día, no importaba. Yo habría estado allí.

Levantó una ceja y sonrió.

—Sin miedo de mí. Cómo… de divertido.

No podía ayudarme a mí misma a través de la risa.

Asintiendo con la cabeza en otra dirección del bulevar, dijo:

—Probablemente Jules esta esperándome. Nos vemos el sábado.


¿Nos vemos fuera de la Rue du Bac de la estación del metro a las tres?

—El sábado a las tres.

Confirmé mientras él se daba la vuelta y se alejaba. No creo que


pudiera estar exagerando mucho al decir que mis pies no tocaron el
suelo en todo el camino a casa. Página 39
Traducido por: sooi.luuli

Corregido por: rose_vampire

V
incent me estaba esperando cerca de la entrada del metro.
Mi corazón quedó atrapado en mi garganta cuando me
pregunté —no por primera vez— por qué este chico tan
hermoso para ser verdad tenía algún interés en la simple y anticuada…
está bien, tal vez ligeramente bonita, pero no significa hermosa a su
nivel… yo. Mi inseguridad se desmoronó cuando vi a su rostro
encenderse mientras me acercaba.

—Viniste —dijo mientras se inclinaba para darme los bises, esos


besos al aire lanzados en cada mejilla por lo que los europeos son
famosos. Si bien me estremecí cuando su piel tocó la mía, mis mejillas
estuvieron calientes por unos buenos cinco minutos después.

—Por supuesto —dije, aprovechando de cada gota de mi “fría y


confidente” reserva, ya que, a decir verdad, me estaba sintiendo un
poco nerviosa—. Entonces, ¿a dónde vamos?

Comenzamos a caminar por los escalones hacia las vías del


subterráneo.

—¿Has estado en el Village Saint-Paul? —preguntó.

Sacudí mi cabeza.

—No me suena.

—Perfecto —dijo, pareciendo satisfecho consigo mismo pero sin


dar más explicación.

Apenas hablamos en el tren, pero no fue por la falta de


conversación. No sé si es sólo una cosa cultural o que los mismos
trenes son tan silenciosos, pero tan pronto como la gente entraba al
vagón de la plataforma, se callaba.
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Vincent y yo nos quedamos uno al frente del otro, sosteniéndonos


del poste central de acero para mantener el equilibrio, verificando a los
otros pasajeros, quienes estaban ocupados verificándonos. ¿He
mencionado que verificar a la gente es el pasatiempo nacional de
Francia?

Cuando giramos en una esquina y el tren se movió bruscamente


hacia un lado, él puso un brazo alrededor de mis hombros para
estabilizarme.

—¿Ni siquiera hemos llegado allí y ya estás haciendo un


movimiento? —me reí.

—Por supuesto que no. Soy un caballero de la cabeza a los pies —


respondió con voz tranquila—. Lanzaría mi abrigo sobre un charco por
ti cualquier día.

—No soy una damisela en apuros —repliqué mientras el tren se


detenía en una parada.

—¡Uf!... bueno, eso es una cosa buena —dijo, dando un fingido


suspiro de alivio—. ¿Qué hay entonces de abrir la puerta por mí?

Sonreí abiertamente mientras levantaba la palanca de la puerta


de metal y pisábamos la plataforma.

Salimos de la parada de Saint-Paul directamente hacia el frente


de la enorme iglesia clásica llamada Église Saint-Paul.

—Solía venir aquí cuando era chica —le dije a Vincent mientras
me esforzaba por ver hacia la decorativa fachada.

—¿En serio?

—Sí. Cuando venía a visitar a mis abuelos durante el verano,


había una chica con la que solía jugar justo allí. —Señalé a un edificio a
unas pocas puertas lejos—. Su padre nos contaba que esta calle era
usada para las justas en la Edad Media. Sandrine y yo solíamos
sentarnos en los escalones de la iglesia y pretender que estábamos en la
mitad de un torneo medieval. —Cerré mis ojos y estuve de vuelta, hace
diez años, reviviendo los sonidos y los colores de nuestro imaginario
torneo—. Ya sabes, siempre pensé que si los centenares y centenares de
fantasmas de París pudieran materializarse todos de una vez, podrías
encontrarte rodeado de la gente más fascinante. —Me detuve, de
repente avergonzada de que le estuviera soltando tonterías a este chico
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que apenas conocía con detalles de uno de mis mundos de ensueño.

Vincent sonrió.
—Si yo estuviera dirigiéndome a un desafío, ¿me haría el favor de
tomarse de mi brazo, buena dama?

Fingí hurgar en mi mochila.

—Parece que no puedo encontrar mi pañuelo de encaje. ¿Qué hay


de un Kleenex?

Riendo, Vincent lanzó un brazo alrededor de mis hombros y me


apretó con fuerza.

—Eres increíble —dijo él.

—Eso es un definitivo aumento de “divertido” —le recordé,


incapaz de evitar que mis mejillas enrojecieran de placer.

Nos dirigimos a una calle lateral que desciende en el río. Allí, a


mitad de camino, Vincent dio un paso a través de la gran entrada de
madera de un edificio de cuatro pisos, tirándome tras él.

Como muchos bloques de apartamentos parisinos, este había sido


construido en torno a un patio interior refugiado de la calle. Los patios
más modestos son apenas tan grandes como una cama gigante, con
solo el espacio suficiente para albergar contenedores de basura del
edificio. Otros son grandes, algunos incluso tienen árboles y bancos,
formando un tranquilo refugio para los residentes alejados de la
concurrida calle.

Este patio era enorme y tenía pequeñas tiendas, e incluso un café


al aire libre, dispersas entre los apartamentos de la planta baja, algo
que nunca había visto antes.

—¿Qué es este lugar? —pregunté.

Vincent sonrió y tocó mi brazo, señalando a otra entrada abierta


en el lado opuesto del patio.

—Esto es sólo el comienzo —dijo él—. Hay alrededor de cinco de


estos patios todos unidos en la calle, así que puedes perderte tanto
tiempo como quieras sin ver o escuchar el mundo exterior. Son todas
galerías de arte y tiendas anticuadas. Pensé que te gustaría.

—¿Gustarme? ¡Lo amo! ¡Esto es increíble! —dije—. No puedo creer


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que no haya estado aquí antes.


—Es fuera de lo común. —Vincent parecía orgulloso de su
conocimiento de los lugares de París apartados del camino. Y yo estaba
tan feliz de que me quisiera junto a él para explorarlos.

—Cierto que sí —estuve de acuerdo—. Está casi completamente


oculto del exterior. Así que… has estado aquí antes. ¿Dónde
comenzamos?

Dimos un paseo por las tiendas y las galerías llenas de todo,


desde viejos pósteres hasta antiguas cabezas Buda. Para una ciudad
palpitante con turistas de verano, las tiendas tenían sorpresivamente
pocos visitantes, y nosotros paseamos por los lugares como si fueran
nuestros tesoros privados.

Cuando miramos en una tienda de ropas anticuadas, Vincent se


detuvo en frente de una caja de vidrio que contenía joyería.

—Hey, Kate, tal vez puedas ayudarme. Necesito conseguir un


regalo para alguien.

—Seguro —dije, esforzándome por ver en la caja mientras el


comerciante levantaba la tapa para nosotros. Toqué un bonito aro de
plata con un ramo de flores curvándose afuera de su superficie.

—¿Qué le gustaría a alguien de tu edad? —dijo, tocando un


pendiente enjoyado en forma de cruz.

—¿De mi edad? —me reí—. Sólo soy tres años más joven que tú.
Tal vez menos, dependiendo de tu cumpleaños.

—Junio —dijo.

—Está bien, entonces dos años y medio.

Él se rió.

—Está bien, me atrapaste allí. Es sólo que no estoy seguro de lo


que le gustaría. Y su cumpleaños se acerca.

Sentí como si alguien me hubiera golpeado en el estómago. Qué


idiota había sido, había malinterpretado totalmente sus intenciones.
Obviamente él sólo me ve como una amiga… una amiga con el
suficiente buen gusto como para ayudarlo a elegir un regalo para su
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novia.

—Hmm —dije, cerrando mis ojos e intentando ocultar mi


consternación. Los forcé a que se volvieran a abrir y miré en la caja—.
Supongo que depende de su gusto. ¿Usa ropas más femeninas y
floridas, o es más… um… de jeans y camisetas como yo?

—Definitivamente no floridas —dijo, sofocando una risa.

—Bueno, creo que esto es realmente bonito —dije, señalando a


una cuerda de cuero con un pendiente de plata en forma de lágrima
colgando de ella. Mi voz titubeó cuando intenté, sin éxito, tragar el nudo
en mi garganta.

Vincent se inclinó más de cerca a la pieza.

—Creo que tienes razón. Eres una genio, Kate. —Levantó el collar
de la caja y se lo entregó al comerciante.

—Voy a esperarte afuera —dije, y me fui mientras él hurgaba en


sus bolsillos en busca de su billetera.

Contrólate, me reprendí. Había parecido demasiado bueno para


ser verdad y lo había sido. Él era sólo un chico realmente amigable. Que
decía que yo era tierna. Pero a quien le debe solamente gustar llevarse
bien con las chicas lindas mientras compran joyería clásica para su
novia. Me pregunto cómo se ve ella. Mis manos estaban apretadas tan
fuertemente que mis uñas clavaron pequeñas zanjas en las palmas de
mis manos. El dolor se sentía bien. Aliviaba algo del escozor en mi
pecho.

Vincent salió de la tienda, metiendo un pequeño sobre en los


bolsillos de sus jeans mientras cerraba la puerta detrás de él. Al ver mi
rostro, se detuvo abruptamente.

—¿Qué está mal? —preguntó.

—Nada —dije, sacudiendo mi cabeza—. Sólo necesitaba algo de


aire.

—No —insistió—. Algo te está molestando.

Sacudí mi cabeza con firmeza.

—Está bien, Kate —dijo, enlazando su brazo con el mío—. No te


voy a forzar a hablar. —La presión de su brazo contra el mío me llenó de
calidez, pero mentalmente la aparté. A estas alturas estaba tan
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acostumbrada a la autoprotección que casi era un reflejo.


Salimos como si tal cosa de ese patio y entramos a otro,
caminando en silencio por unos minutos cuando nos detuvimos a mirar
en las vidrieras de las tiendas.

—Entonces —dije, finalmente. Sabía que no debería decirlo, pero


no podía evitarlo—. ¿Quién es tu novia?

—¿Disculpa? —preguntó.

—Tu novia. A la que le compraste el collar.

Él se detuvo y me miró.

—Kate, el regalo es para un amiga... que resulta ser una chica.


Una muy buena amiga. —Sonaba incómodo. Me pregunté por un
segundo si era verdad, entonces decidí darle el beneficio de la duda.

Vincent estudió mi rostro.

—¿Pensaste que te estaba pidiendo que me ayudaras a elegir un


regalo para mi novia? Y eso te hizo sentir... —Por la sonrisa
extendiéndose en sus labios, podía decir que estaba a punto de decir
algo que me avergonzaría, así que comencé a alejarme.

—¡Espera, Kate! —dijo, alcanzándome y enlazando su brazo con el


mío nuevamente—. Lo siento.

Decidí jugar a la indiferente al respecto.

—Tú me dijiste que no era una cita normal cuando me invitaste a


venir. ¿Por qué debería importarme si tienes una novia?

—Absolutamente —dijo él, dándome una fingida mirada seria—.


Sí, tú y yo sólo somos amigos... saliendo en un paseo amigable. Nada
más, ni nada menos.

—¡Exactamente! —estuve de acuerdo, mi corazón dando un giro


un poco doloroso.

Esbozó una gran sonrisa, e inclinándose, me besó en la mejilla.

—Kate —susurró—, eres tan crédula.


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Traducido SOS por Alexiacullen y Elizzen

Corregido por Fher_n_n

T
uve la oportunidad de disfrutar del sentido de sus palabras
exactamente tres segundos antes de que pusiera un brazo
firme sobre mis hombros y comenzara a dirigirme hacia la
salida.

―¿Qué…? ―comencé, pero su férrea expresión me tranquilizó y


seguí su iniciativa caminando constantemente, pero no corriendo del
todo, hacia una entrada.

Una vez en la calle, se dirigió hacia el metro.

—¿A dónde vamos? —pregunté, sin aliento por mi ritmo rápido.

Vi a alguien con quien no quería toparme. Deslizó su teléfono


celular de su bolsillo y marcó velozmente un número. Al no obtener
respuesta, colgó y lo intentó con otro.

—¿Te importaría decirme qué está pasando? —pregunté,


confundida por su cambio de personalidad repentina. En un instante
un Príncipe Encantador se había transformado en un Chico de Agente
Secreto.

—Tenemos que encontrar a Jules —dijo Vincent, hablando más


para sí mismo que para mí—. Su estudio de pintura está a la vuelta de
la esquina.

Me detuve y, puesto que me había sujetado por el brazo, lo


empujé hacia atrás.

—¿De quién estamos huyendo?

Tomó un gran esfuerzo para Vicent recomponerse.

—Kate. Por favor, permíteme explicarme después. Es


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verdaderamente importante que encontremos a uno de mis… amigos.


La maravillosa sensación de hace cinco minutos había
desaparecido. Ahora sentía ganas de decirle que siguiera adelante sin
mí. Pero considerando lo que mis días habían consistido últimamente,
decidí lanzar la precaución (y el aburrimiento) al aire y seguirle. Me
llevó a un edificio de apartamentos que prácticamente rezumaban con
el viejo encanto de París cerca de la Iglesia de Sant Paul. Subimos por
una escalera de madera fuertemente enrollada hacia el rellano del
segundo piso. Vincent llamó una vez ante de empujar la puerta abierta.

Las paredes del estudio estaban cubiertas de pinturas por todo el


camino hasta lo alto del techo. Desnudos reclinando colgaban junto a
paisajes de ciudad de aspecto geométricos. La sobrecarga visual de
color y forma era tan abrumadora como el fuerte olor a aguarrás. En la
esquina, alejada de la habitación, una mujer increíblemente hermosa
estaba tendida a través de un sofá verde esmeralda. Vestida con una
bata de baño pequeña que apenas la cubría, bien podría haber estado
desnuda.

—Hola, Vincent —lo llamó a través de la habitación, con una baja


voz ronca que no podría haber ajustado mejor con su belleza seductora
que si la hubiera adquirido en un ya set emparejados.

El amigo de Vincent, Jules, salió de un pequeño cuarto de baño


más allá del sofá. Limpiando algunos pinceles goteando sobre un trapo,
dijo sin levantar la mirada:

—Vincent, hombre. Acababa de empezar aquí con Valerie.


¿Recibiste la llamada de Jean Baptiste?

—Jules, tenemos que hablar —dijo Vincent con un sentido de


urgencia que hizo que Jules sacudiera su cabeza hacia arriba. Me miró
con sorpresa y luego, viendo la cara de Vincent, su propia oscuridad.

—¿Qué está pasando?

Vincent se aclaró la garganta, mirando inexpresivamente a Jules.


Pronunció sus palabras con cuidado.

—Kate y yo estábamos caminando alrededor de la Villa Sant Paul


y vi a “alguien” allí.

La palabra en clave significó algo para Jules. Sus ojos se


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estrecharon.

―Fuera ─dijo mirándome de reojo y se dirigió hacia la puerta.


—Vuelvo enseguida, Kate —dijo Vincent—. ¡Oh! Y esta es Valerie,
una de las modelos de Jules.

Y habiendo hecho esta presentación, siguió a Jules hacia las


escaleras, la puerta cerrándose detrás de él.

Un caballero, incluso durante una crisis, pensé, sorprendida por


la sangre fría de Vincent en asegurarse de que estaba presentando a la
Chica Desnuda antes de dejarnos solas.

—Hola —dije.

—Bonjour —respondió, aburrida. Recogiendo un libro del suelo, se


acomodó para leer. Me quedé cerca de la puerta, mirando a las pinturas
mientras intentaba escuchar qué estaba pasando fuera.

Sus voces eran murmullos pero pude tomar algunas palabras.

—… no puede hacer nada sin copia de seguridad —estaba


diciendo Vincent con un poco más de pesar en su voz.

—Estoy contigo ahora. Ambrose puede ser nuestro tercero —


respondió Jules.

Hubo silencio, y luego Vincent estaba hablando con alguien en el


teléfono. Colgó y le dijo:

—Está en camino.

—¿Por qué demonios la trajiste contigo? —sonó incrédulo Jules.

—No estoy de servicio veinticuatro/siete15. Ella está conmigo


porque teníamos una cita —la voz baja de Vincent viajó a través de la
fina puerta de madera con facilidad.

Lo llamó una cita, pensé con mucho más placer del que podía
derivar bajo las circunstancias.

—Eso es exactamente el porqué no puede estar aquí —continuó


Jules.

—JB sólo dijo que no podía llevar personas a casa… no veo por
qué no puede venir aquí.
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Sus voces eran cada vez más bajas.

15
Veinticuatro/siete: veinticuatro horas al día los siete días de la semana.
Salí pitando de cerca de la puerta, manteniendo un ojo en Valerie,
que me miró y volvió su mirada hacia el libro. Obviamente a ella no
podría importarle menos si yo estuviera escuchando.

—Tío, en cualquier lugar que tenga una dirección permanente


está fuera de mis límites para… “citas”. O lo que sea. Sabes las reglas.
En cualquier caso, ¡la cita ha terminado!

Hubo un embarazoso silencio, en el cual imaginé que era tomado


por un montón de miradas en acción hacia abajo chico a chico, y luego
la puerta se abrió y Vincent entró, buscando una disculpa.

—Kate. Lo siento, tengo que ocuparme de algo. Caminaré contigo


hasta el Metro.

Esperaba de él diera una explicación, pero no llegó ninguna.

―Está bien ─dije, intentando sonar como si no me importara―.


Pero no te preocupes por esperarme en el Metro. Daré algunos paseos
por mi propia cuenta. Caminaré hasta la calle Rosiers para ir de
compras o algo así.

Pareció aliviado, como si fuera el responsable de lo que había


esperado.

—Al menos bajaré las escaleras contigo.

—No, de verdad, está bien —dije, sintiendo como una pequeña


nube de ira se formaba dentro de mí. Obviamente, algo iba en eso de lo
que yo no sabía nada. Pero era todavía el grosero de Jules exigir que yo
lo permitiera. Sin mencionar la cobardía de Vincent cediendo.

―Insisto ─dijo, abriendo la puerta para mí, siguiéndome por el


pasillo. Jules de pie, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando
ceñudo hacia nosotros.

Vincent me acompaño abajo por las escaleras, llegando hacia el


patio.

—Lo siento —dijo—. Hay algo que está pasando, algo de lo que
tengo que ocuparme.

—¿Te refieres a las cosas de policías? —dije, incapaz de esconder


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mi sarcasmo.

—Sí, algo por el estilo —dijo evasivamente.


—Y no puedes hablar sobre ello.

—No.

—Vale. Bueno, supongo que nos veremos por ahí… —dije,


tratando de ocultar mi desilusión con una sonrisa.

—Nos vemos pronto —dijo y estiro su mano para alcanzar la mía.


A pesar de que no estaba muy contenta con él, su toque me calentó
hasta los dedos de los pies—. Lo prometo —añadió, luciendo como si
quisiera decir algo más. Entonces, dándole un apretón a mi mano, se
giró para volver al edificio. Mi mal humor disminuyó un poco con su
gesto, y me alejé hacia la puerta no sintiéndome plantada del todo, pero
tampoco muy a gusto con como habían cambiado las cosas.

Empecé a caminar hacia el norte, tratando de decidir entre visitar


las tiendas en la Rue des Rosiers o dar un paseo debajo las galerías que
daban sombra cerca de la plaza del siglo diecisiete llamada Place des
Vosges. Ni siquiera estaba a la mitad de la manzana cuando decidí
cambiar de opinión. Quería saber lo que estaba pasando con Vincent.
La curiosidad me estaba matando y si no podía conseguir respuestas,
me iría a casa.

Me paré en el puesto de crepés afuera del café Dome y espere


mientras el vendedor extendía la mantequilla sobre la bien caliente
parrilla circular. No podía dejar de desear que Vincent estuviera aquí,
consiguiendo un crepé conmigo mientras miraba a la gente entrar y
salir de la estación del metro al otro lado de la calle. Como si lo hubiera
provocado con mi deseo, divisé a Vincent acercándose a la entrada con
Jules. Empezaron a bajar la escalera.

Esta es mi oportunidad para descubrir que está pasando con esa


farsa de ser policía, pensé. Vincent había dicho que había algo de lo que
tenía que ocuparse. Basándome en su comportamiento en la Villa
Saint-Paul, parecía más bien que era alguien de quien tenía que
ocuparse. Quería saber lo que era. Pensé que si iba a seguir viéndole, o
lo que sea que estábamos haciendo, debería saber sobre cualquier
actividad misteriosa en la que podría estar involucrado.

—Et voilà, mademoiselle —dijo el vendedor, pasándome un crepé


envuelto en una toalla de papel. Le señale el cambio que había dejado
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encima del mostrador y dije:

—Merci —mientras corrí hacia la entrada del metro.


Una vez pasados los torniquetes, encontré a los chicos yendo
hacia el túnel del tren. Cuando llegue debajo de las escaleras, los vi de
pie a la mitad del andén. Antes de que pudieran darse cuenta de que
estaba ahí, me tire encima de uno de los bancos de plástico que
recubrían la pared.

Fue entonces cuando vi al hombre.

Sólo a unos metros de donde estaban Vincent y Jules, un hombre


bien parecido, de unos treinta y tantos con un traje oscuro, estaba de
pie en el borde del andén sujetando un maletín con una mano y con la
otra en su frente. Parecía como si estuviera llorando.

En todos estos años yendo en el Metro de París había visto


algunas cosas raras. Vagabundos haciendo pis en las esquinas. Un loco
despotricando sobre el acoso del gobierno. Bandas de niños
ofreciéndose a ayudar a los turistas con su equipaje y después
desaparecer con él. Pero nunca había visto llorar en público a un
hombre adulto.

El zumbido del aire precedente al tren vino en una ráfaga por el


túnel, y el hombre alzó la vista. Tranquilamente, dejó su maletín en el
suelo, se agachó, y usando una mano para estabilizarse en el borde del
andén, saltó hacia las vías.

—¡Oh, Dios mío! —Sentí las palabras que salían de mi boca en


forma de un grito, y desesperadamente miré a los lados para ver si
alguien más se había dado cuenta.

Jules y Vincent se giraron hacia mí, ni siquiera mirando al


hombre de las vías a pesar de que le estaba señalando con mis dos
manos como una loca. Sin hablar, ellos asintieron con la cabeza el uno
al otro antes de que cada uno fuera rápidamente en la dirección
contraria. Vincent se acercó a mí y cogiéndome de los hombros, intentó
apartarme de las vías.

Luchando con él, saqué mi cabeza para ver a Jules saltando del
andén a las vías y empujar al ahora sollozante hombre fuera de su
camino. Con el tren acercándose a unos metros de distancia, él toco su
frente con el dedo índice en un despreocupado saludo.
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El sonido fue terrible. Se escuchó un ruido ensordecedor de los


frenos del tren, demasiado tarde para evitar el desastre, y entonces un
ruido sordo del metal golpeando la carne y los huesos. Vincent había
prevenido que yo no viera el verdadero choque, pero un instante del
penúltimo segundo se alojó en mi cabeza: la tranquila cara de Jules
asintiendo hacia Vincent mientras el tren corría detrás de él.

Sentí como mis rodillas cedían y se desplomaban hacia delante


tan solo con los brazos de Vincent evitando que me cayera. Se
escucharon gritos por todas partes, y el alto ruido de un hombre
sollozando que venía desde las vías. Sentí como alguien me levantó y
empezó a correr. Y entonces, todo se volvió tan silencioso y negro como
una tumba.

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Traducido por Isane33

Corregido por Fher_n_n

D
esperté por el olor a café cargado y levanté la cabeza de
entre mis rodillas dobladas. Estaba afuera, sentada en la
acera, con la espalda contra la pared de un edificio.
Vincent se agachó delante de mí, con una diminuta taza de humeante
café a pocos centímetros de mi cara, agitándolo alrededor como sales
aromáticas.

—Vincent —dije, sin pensar. Su nombre se sintió natural viniendo


de mi boca, como si lo hubiese estado diciendo toda mi vida.

—Así que me seguiste —dijo, con aspecto sombrío.

Mi cabeza empezó a dar vueltas a medida que un punzante dolor


de cabeza se materializaba justo encima de mi nuca.

—Ay —gemí, alcanzándola y masajeándola con mi mano.

—Bebe esto, luego pon la cabeza hacia abajo, entre tus rodillas —
instruyó Vincent. Colocó la taza en mis labios, y lo lancé hacia atrás de
un solo trago.

—Eso está mejor. Voy a llevar esta taza de regreso a la cafetería


de al lado. No te muevas, ya regreso —dijo cuando cerré los ojos.

No hubiera podido moverme si hubiera querido. Ni siquiera podía


sentir mis piernas. ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? Y luego los
recuerdos regresaron a mí, aplastándome con su horror.

—¿Te sientes lo suficientemente fuerte como para tomar un taxi?


―Vincent estaba de vuelta, en cuclillas para poner su rostro al nivel del
mío—. Tuviste una fuerte impresión.

—¡Pero… tu amigo! Jules —dije, incrédula.


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—Sí, lo sé —frunció el ceño—. Pero no podemos hacer nada al


respecto ahora. Tenemos que mantenernos lejos de aquí —Se puso de
pie y señaló un taxi. Alanzándome sobre mis pies y apoyándome con un
brazo fuerte sobre mis hombros, cogió mi bolso y me acompañó hasta el
auto esperando.

Vincent me ayudó en el interior y, pasando rápidamente a mi


lado, le dio al conductor la dirección de una calle no muy lejos de la
mía.

—¿A dónde vamos?—le pregunté, de repente interesada. Mi mente


racional me dio un golpecito en el hombro para recordarme que estaba
en un coche con alguien que no había hecho más que ver a su amigo
morir frente a un tren a toda velocidad, pero se veía tan tranquilo como
si esto sucediera todos los días.

—Puedo llevarte a tu casa, pero preferiría mantenerte en la mía


hasta que te calmes. Se se encuentra a sólo unas calles de distancia.

Probablemente podría "calmarme" mejor en mi propia casa que en


la suya. Mi pensamiento se vio interrumpido cuando el significado de
sus palabras hizo clic.

—¿Sabes dónde vivo?—jadeé.

—Ya he confesado seguir a todas partes a las nuevas


importaciones estadounidenses en nuestro barrio. ¿Recuerdas? —Me
dedicó una sonrisa encantadora.

—Además, ¿quién siguió a quién hoy en el Metro16?

Me sonrojé mientras me preguntaba cuántas veces él me había


visto mientras vagaba, ignorando que estaba siendo vigilada.

Y entonces el recuerdo de Jules en el Metro regresó y un


estremecimiento me sacudió.

—Solo no recuerdes. No recuerdes —susurró Vincent. En ese


momento, sentí que mis emociones tiraron en dos direcciones opuestas.
Estaba asustada y confundida por la indiferencia de Vincent hacia la
muerte de Jules, pero quería desesperadamente que él me consolara.

Su mano estaba casualmente en su rodilla, y tuve el fuerte deseo


de agarrarla y presionarla contra mi cara fría. Para aferrarme a él y
evitar caer más profundo bajo la ola de miedo que amenazaba con
Página 54

hundirme. El destino de Jules era un eco demasiado alto del accidente

16
Metro: abreviación de Chemin de Fer Metropolitain (en español: «ferrocarril
metropolitano»).
de mis padres. Sentí como si la muerte me hubiese seguido a través del
Atlántico. Se arrastraba a lo largo de mi estela, amenazando con
quitarme a todos los que conocía.

Y como si Vincent hubiese oído mis pensamientos, su mano se


deslizó sobre el asiento y tiró de mis dedos desde donde estaban
atrapados entre mis rodillas. Cuando dobló mi mano dentro de la suya
instantáneamente me sentí envuelta en una sensación de seguridad.
Apoyé la cabeza en el reposacabezas y cerré los ojos por el resto del
viaje.

El taxi se detuvo frente a un muro de piedra de diez metros de


altura, fijado con enormes puertas de hierro. Sus barras fueron
ajustadas por detrás con láminas de metal negro que con buen gusto
bloqueaban la vista de lo que había dentro. Gruesas vides de glicinas17
cubrieron los bordes de la pared, y un par de árboles majestuosos eran
visibles detrás de la barrera.

Vincent le pagó al taxista, luego vino a mi lado y abrió la puerta


para mí. Me acercó a una columna con un sistema de seguridad
audiovisual de alta tecnología integrado.

La cerradura hizo clic después de que él escribió el código de


seguridad en un teclado. Presionó la puerta abierta con una mano y tiró
de mí con suavidad detrás de él con la otra. Di un grito ahogado cuando
abarqué nuestro entorno.

Estaba de pie en el patio empedrado de un hôtel particulier18, uno


de esos castillos en la ciudad que los parisinos ricos construyeron como
sus viviendas en la ciudad en los siglos XVII y XVIII. Este fue construido
con enormes piedras de color miel, y alcanzó su punto máximo con un
techo de pizarra color negro, con buhardillas de manera uniforme a lo
largo de su longitud. La única vez que había visto uno de estos edificios
de cerca fue cuando mamá y Mamie me llevaron con ellas en una visita
guiada.

En el centro del patio había una fuente circular tallada en


granito, su cuenca de color gris oscuro era lo suficientemente grande

17
Glicinas: son plantas del genero Wisteria. Se cultivan como plantas de decoración
debido a sus racimos de flores primaverales y de su espeso follaje.
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Hôtel particulier: es un tipo de vivienda se encuentra en Francia y Bélgica, que
consiste en una casa lujosa y extensa construida en una ciudad, en principio, en
varios pisos, diseñados para ser habitada por una sola de la familia (y sus ayudantes
en general).
como para nadar unos pocos trazos de ancho. Sobre las salpicaduras de
agua había una figura de piedra de tamaño natural de un ángel
llevando a una mujer dormida en sus brazos. Su cuerpo era visible a
través de la tela de su vestido, el cual fue trabajado muy finamente por
el escultor que la pesada piedra se transformó en la más fina gasa. La
frágil belleza de la mujer se vio compensada por la fuerza del ángel que
la llevaba, sus alas enormes doblándose de forma protectora sobre las
dos figuras. Era un símbolo de la combinación de belleza y peligro, y
emitía un aura siniestra a través del patio.

—¿Vives aquí?

—No soy el dueño de la casa, pero sí, vivo aquí ―dijo Vincent,
caminando conmigo a través del patio hasta la puerta principal.

—Vamos a llevarte dentro.

Al recordar la razón por la que estaban allí, el sonido del cuerpo


de Jules al ser aplastado por una tonelada de metal resonó en mis
oídos. Las lágrimas que había estado guardando comenzaron a fluir.

Vincent abrió la puerta tallada y me condujo a un vestíbulo


enorme con una escalera doble acabando cualquiera en un balcón con
vista a la habitación. Una araña de cristal del tamaño de un
Volkswagen Beetle se cernía sobre nuestras cabezas, y alfombras
persas con incrustaciones de flores de piedra y enredaderas cubrían el
suelo de mármol. ¿Qué es este lugar?, pensé.

Lo seguí a través de otra puerta que daba a un pequeño cuarto de


techo alto que parecía que no había sido tocado desde el siglo XVII, y
me senté en un antiguo sofá tieso. Sosteniéndome mi cabeza en mis
manos, me incliné hacia delante y cerré los ojos.

—Ya regreso —dijo Vincent, y oí la puerta cerrarse cuando salía


de la habitación.

Después de unos minutos me sentí más fuerte. Descansando mi


cabeza contra el sofá, estudié el cuarto imponente. Pesadas cortinas en
la ventana bloqueaban la luz del día. Una araña delicada, que parecía
que se había establecido originalmente con velas en lugar de las
bombillas eléctricas con formas de llamas que ahora llevaba, arrojó la
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luz suficiente para iluminar las paredes que estaban llenas de pinturas.
Una docena de rostros malhumorados, los antiquísimos aristócratas
franceses me fruncían el ceño.
Una puerta para los criados oculta en la pared del fondo se abrió
y Vincent caminó a través de ella. Puso una gran tetera de porcelana
con forma de dragón y una taza a juego sobre la mesa frente a mí junto
a un plato de galletas delgadas como papel. La fragancia del té
concentrado y de las almendras flotó por el aire desde la bandeja de
plata.

—Azúcar y cafeína. La mejor medicina del mundo —dijo Vincent


mientras se sentaba en un sillón tapizado a unos pocos pies de
distancia.

Traté de tomar la pesada tetera pero me temblaban las manos con


tanta fuerza, que sólo conseguí hacer un ruido estrepitoso contra la
taza.

—Aquí, permíteme hacer eso —dijo mientras se inclinaba y vertía


el té—. Juana, nuestra ama de llaves, hace el mejor té. O al menos eso
he oído. Yo soy más un hombre de café.

Palidecí por su charla trivial.

—Muy bien, detente. Simplemente detente allí mismo. —Los


dientes me castañeteaban. No podía decir si eran mis nervios
destrozados o el temor incipiente de que algo estaba muy mal.

—Vincent… quienquiera que seas —Estoy en su casa y ni siquiera


sé su apellido, me di cuenta un instante antes de continuar—. Tu amigo
acaba de morir hace un rato, y tú estás hablándome sobre… ―mi voz se
quebró —¿sobre café?

Una expresión defensiva se registró en su rostro, pero permaneció


en silencio.

—Oh, Dios mío —dije en voz baja, y comencé a llorar de nuevo—.


¿Qué te pasa?

La sala quedó en silencio. Podía oír los segundos de un reloj de


pared enorme en la esquina haciendo tic-tac. Mi respiración se calmó y
me sequé los ojos, tratando de serenarme.

—Es cierto. No soy muy bueno para mostrar mis emociones —


admitió Vincent, finalmente.
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—No mostrar tus emociones es una cosa. Pero, ¿salir corriendo


después de que tu amigo fue derribado por un tren del metro?
En voz baja, cuidadosamente medida, dijo:

—Si nos hubiésemos quedado, habríamos tenido que hablar con


la policía. Ellos nos habrían cuestionado, como deben haber hecho con
los testigos que se quedaron. Quería evitar eso —hizo una pausa— a
toda costa.

El frío caparazón de Vincent estaba de vuelta, o apenas había


comenzado a notarlo de nuevo. Un entumecimiento se extendió hasta
mis brazos y en todo mi cuerpo cuando comprendí lo que él estaba
diciendo.

—Así que eres… —me atraganté—. ¿Eres qué? ¿Un criminal?

Sus ojos oscuros y melancólicos estaban atrayéndome hacia él


mientras mi mente me decía que escapara. Muy lejos.

—¿Qué eres? ¿Estas siendo buscado por la policía? ¿Buscado por


qué? ¿Robaste todos los cuadros en esta sala? —Me di cuenta que
estaba gritando y bajé mi voz—. ¿O es algo peor?

Vincent se aclaró la garganta para ganar tiempo.

—Digamos que no soy el tipo de persona que a tu madre le


gustaría que frecuentaras.

—Mi mamá está muerta. Mi papá, también. —Las palabras


escaparon de mis labios antes de que pudiera detenerlas

Vincent cerró los ojos y presionó sus manos en su frente como si


le doliera.

—¿Hace poco?

—Sí.

Él asintió solemnemente, como si todo tuviera sentido.

—Lo siento, Kate.

Sin embargo, para lo mala persona que era, se preocupa por mí. El
pensamiento cruzó por mi mente de manera tan abrupta que no pude
impedir que provocara una reacción.
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Mis ojos se llenaron de lágrimas. Tomé la taza de té y la llevé a


mis labios.
El líquido caliente se deslizó por mi garganta hasta el estómago, y
su efecto calmante fue inmediato. Mis pensamientos se sentían más
claros. Y por extraño que parezca, sentí mayor control sobre la
situación. Él sabe quién soy ahora, aunque no sé absolutamente nada
sobre él.

Mi revelación parecía haberlo conmovido. Vincent estaba ya sea


luchando por mantenerse bajo control, pensé, o para no contar algo.
Decidí aprovechar este momento de debilidad aparente para sacar
conclusiones.

—Vincent, si estás en tal… situación de peligro, ¿por qué rayos


intentarías ser mi amigo?

—Te lo dije, Kate, te había visto por el barrio —sopesó sus


palabras cuidadosamente—, y parecías alguien que me gustaría
conocer. Fue probablemente una mala idea. Pero, obviamente, no
estaba pensando.

Mientras hablaba, su voz pasó de ser cálida a un frío carámbano.


No podría decir si estaba enojado consigo mismo por haberme
involucrado en cualquier lio en el que estaba metido, o conmigo por
sacar el tema. No importaba. El efecto de su frialdad repentina fue el
mismo: me estremecí, sintiendo como si alguien hubiese caminado
sobre mi tumba.

—Estoy lista para irme —le dije, parándome repentinamente.

Se puso de pie y asintió con la cabeza.

—Sí, te llevaré a casa.

—No, eso está bien. Conozco el camino. Yo… preferiría que no me


acompañaras. —Las palabras vinieron de mi parte racional. La parte
que me estaba instando a salir de la casa lo más rápido posible. Pero
otra parte de mí se arrepintió tan pronto como las pronuncié.

—Como quieras —dijo, y me condujo de nuevo a través del gran


vestíbulo, abrió la puerta del patio.

—¿Segura que vas a estar bien? —insistió mientras bloqueaba la


puerta, esperando por una respuesta antes de que me dejara salir. Me
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metí debajo de su brazo para escurrirme, pasando a pulgadas de su


piel.
Mi error fue inhalar como lo hice. Él olía a madera de roble y a
pasto y leña. Olía como los recuerdos. Como años y años de recuerdos.

—Te ves débil otra vez. —Su duro caparazón apenas se abrió lo
suficiente como para mostrar un atisbo de preocupación.

—Estoy bien —le contesté, tratando de sonar segura de mí


misma, y luego viéndolo allí de pie, tranquilo y sereno, reformulé mi
respuesta—. Estoy bien, pero tú no deberías estarlo. Acabas de perder a
un amigo en un horrible accidente y estás allí de pie como si nada. No
me importa quién eres o lo que has hecho para hacerte correr de esa
manera. Pero para que no te afecte… tienes que estar seriamente en
mal estado.

Una oleada de emoción cruzó rostro oscuro de Vincent. Parecía


molesto. Bueno, es bastante.

—No te comprendo. Y no quiero comprenderte. —Mis ojos se


entrecerraron con disgusto. —Espero no volver a verte —dije, y comencé
a caminar hacia la puerta.

Sentí un fuerte apretón en mi brazo, y batí mi cabeza alrededor


para ver que Vincent estaba a pulgadas detrás de mí. Se inclinó hasta
que su boca estuvo al lado de mi oreja.

—Las cosas no son siempre lo que parecen, Kate —susurró, y


cuidadosamente me soltó el brazo.

Corrí hacia la puerta principal, que ya estaba abriéndose para


dejarme pasar. Una vez estuve afuera, comenzó a cerrarse. Un fuerte
estruendo que sonaba como porcelana siendo estrellada contra el
mármol procedía de algún lugar dentro de la casa.

Me quedé inmóvil, mirando hacia atrás a las enormes puertas de


metal. Mi intuición me dijo que había hecho algo malo. Que había
juzgado mal a Vincent. Pero todas las señales apuntaban al hecho de
que él era alguna clase de criminal. Y por los sonidos de destrozo que
todavía emanaban de la casa, tal vez incluso podría ser uno violento.
Negué con la cabeza, preguntándome cómo pude haber perdido mi
capacidad para razonar sólo por una cara bonita.
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Traducido por Dullce

Corregido por amiarivega

D
urante las semanas que siguieron, no podía dejar de
reproducir los acontecimientos de ese día en mi mente
una y otra vez como un disco rayado. Desde fuera debía
de tener el mismo aspecto. Me levanté, hice mi lectura en un café
alternativo, de vez en cuando miraba la TV, y traté de unirme a Georgia
y a las conversaciones de mis abuelos que estaban sentados en la mesa
de la cena. Aun así, parecían saber que yo estaba preocupada. Pero no
tenían ninguna razón para adivinar mi estado de ánimo oscuro por
nada nuevo.

Cada vez que Vincent se abría paso en mi mente trataba de


empujarlo hacia afuera. ¿Cómo pude haber estado tan equivocada? El
hecho de que él formaba parte de algún tipo de red criminal tenía más
sentido ahora que me acordé de aquella noche en el río. Debe haber
habido algún tipo de guerra de pandillas pasando en los bajos fondos.
Incluso si es un mal tipo, al menos salvó la vida de esa niña, me fastidió
mi conciencia.

Pero sea cual sea su pasado, no podía justificar su


distanciamiento frío después de que Jules fuera golpeado por el tren.
¿Cómo alguien puede dejar a su amigo en un estado de muerte para
asegurar su propia seguridad ante la ley? Todo esto me heló hasta los
huesos. Sobre todo sabiendo que ya había empezado a sentir algo por
él.

La forma coqueta con la que me había ridiculizado en el Museo


Picasso. Su intensa expresión cuando me tomó la mano en el patio de
Jules. El consuelo que me hizo sentir cuando puso su mano sobre la
mía en el taxi. Estos instantes se mantuvieron intermitentes en mi
memoria, recordándome por qué me había gustado. Los empujé a un
lado una y otra vez, disgustada conmigo misma por haber sido tan
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ingenua.

Por último, Georgia me arrinconó una noche en mi habitación.


—¿Qué te pasa? —preguntó ella, con su tacto habitual. Se arrojó
sobre mi alfombra y se apoyó más o menos contra un aparador de valor
incalculable que nunca usé porque tenía miedo de romper las manijas.

—¿Qué quieres decir? —le respondí, evitando sus ojos.

—Quiero decir, ¿qué diablos te pasa? Yo soy tu hermana, sé


cuando algo anda mal.

Yo había insistido en hablar con Georgia, pero ni siquiera podía


imaginar por dónde empezar. ¿Cómo iba a decirle que el chico que
vimos saltar desde el puente era en realidad un criminal con el que
había estado saliendo; es decir, hasta que vi cómo se alejaba de la
muerte de su amigo sin derramar aunque sea una sola lágrima?

—Bueno, si no quieres hablar sólo puedo empezar a adivinar,


pero no te vas a salir de ésta. ¿Estás preocupada acerca de cómo
empezar en la nueva escuela?

—No.

—¿Es por los amigos?

—¿Qué amigos?

—¡Exactamente!

—No.

—¿Chicos?

Algo en mi cara demostró que sí, porque enseguida se inclinó


hacia mí, cruzando las piernas en un decir cuéntame más.

—Kate, ¿por qué no me hablas de… quien quiera que sea… antes
de llegar a esto?

—No me hablas de tus novios.

—Eso es porque hay demasiados de ellos. —Ella se echó a reír y,


a continuación, al recordar mi estado de ánimo bajo, agregó: —Además,
a ninguno de ellos vale la pena mencionarlos, todavía —esperó.

No había manera de decir que no le interesaba esto.


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—Está bien, hay un chico que vive en el barrio y hablamos un par


de veces hasta que me enteré de que era una mala noticia.
—¿Cómo de malo es la mala noticia? ¿Casado?

Yo no podía dejar de reír.

—¡No!

—¿Drogadicto?

—No. Quiero decir, yo no lo creo. Es más como… —Veía la


reacción de Georgia—. Es más como alguien que está en problemas con
la ley. Al igual que un criminal o algo así.

—Sí. Yo diría que es una mala noticia —admitió pensativa. —


Suena más como alguien que serviría para eso, en realidad.

—Georgia —le grité, lanzando una almohada hacia ella.

—Lo siento, lo siento. No debería bromear al respecto. Tienes


razón. No suena como material de buen novio, Katie-Bean. Así que,
¿por qué no te das palmaditas en la espalda por no conseguir
profundizar demasiado antes de descubrir y estar en tu alegre camino
de vuelta a la tierra de los chicos?

—Simplemente no puedo creer que me había equivocado con él.


Parecía tan perfecto. Y tan interesante. Y…

—¿Guapo? —interrumpió mi hermana.

Me caí de nuevo en mi cama y me quedé mirando el techo.

—Oh, Georgia. No es guapo. Es maravilloso. Al igual que un


infarto increíble. No es que importe ahora.

Georgia se puso de pie y me miró.

—Siento que no funcionara. Hubiera sido bonito estar fuera de


casa disfrutando un poco de un francés caliente. No voy a seguir
molestándote al respecto, pero tan pronto como estés lista para
comenzar a vivir de nuevo, me lo haces saber. Hay partidos casi todos
los días por la noche.

—Gracias, Georgia —dije, extendiendo la mano para tocar su


mano.
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—Cualquier cosa para mi hermanita.

Y luego, sin siquiera notarlo, el verano había terminado


oficialmente y ya era hora de comenzar la escuela.
Georgia y yo hablamos francés con fluidez. Papá siempre hablaba
con nosotras, y nos habíamos pasado tanto tiempo en París durante las
vacaciones, que el francés viene para nosotras con la misma facilidad
que el inglés. Así que podría haber ido a una escuela secundaria
francesa. Sin embargo, el sistema francés es tan diferente del americano
que hubiésemos tenido que hacer todo tipo de tareas extras para
graduarnos.

El Colegio Americano de París es uno de esos extraños lugares en


las ciudades donde los expatriados extranjeros se apiñan en un círculo
defensivo y tratan de pretender que todavía están de vuelta en casa. Lo
vi como un lugar para las almas perdidas. Mi hermana lo vio como una
oportunidad para hacer amigos internacionales que se pueden visitar
en sus países de origen durante las vacaciones escolares. Georgia trata
a sus amigos como ropa, felizmente comerciando unos por los otros
cuando es conveniente, pero no de una manera cruel.

En cuanto a mí, siendo muy joven, sabía que tenía sólo dos años
con estas personas, algunas de las cuales volverían a su país de origen
antes de que el año escolar acabara.

Así que después de caminar a través de las enormes puertas


delanteras en el primer día de escuela, me dirigí directamente a la
oficina para obtener mi horario y Georgia se dirigió directamente a un
grupo de chicas de aspecto intimidante y empezó a charlar con ellas
como si las hubiera conocido toda su vida. Nuestros aspectos sociales
fueron moldeados dentro de nuestros primeros cinco minutos.

Yo no había ido al museo, ya que había visto a Vincent en el


Museo Picasso, así fue con una sensación de inquietud que me acerqué
al Centro de Pompidou19 una tarde después de la escuela. Mi profesor
de historia nos había asignado en los proyectos del siglo XX los
acontecimientos que suceden en París y tenía elegido los disturbios de
1968.

Diga “Mayo del 68”20 y cualquier persona francesa de inmediato


pensará en la huelga general del todo el país que llevó a la economía de
Francia a un alto. Yo estaba centrándome en la lucha violenta que llevó
semanas de duración entre la policía y los estudiantes universitarios en
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19Centro de Pompidou: nombre más común para designar al Centro Nacional de Arte
y Cultura Georges Pompidou de París (Francia).
20Mayo del 68: cadena de protestas que se llevaron a cabo en Francia durante los

meses de mayo y junio de 1968.


La Sorbona21. Se suponía que íbamos a escribir nuestros documentos
en primera persona, como si hubiésemos vivido los acontecimientos. Así
que en lugar de mirar a través de los libros de historia, me decidí a
buscar periódicos de la época para encontrar los relatos personales.

Los materiales que necesitaba estaban en la gran biblioteca,


ubicados en los pisos segundo y tercero del Centro Pompidou. Pero
desde que las otras plantas alojaban el Museo Nacional de París de Arte
Moderno, pensaba en seguir mis estudios de arte con un poco de
investigación artística bien merecida.

Una vez instalada en una de las cabinas de visualización de la


biblioteca, pasé a través de los estantes de microfilms de los días de los
disturbios de mayor confrontación. Después de haber leído que el 10 de
mayo fue un día de lucha acalorada entre policías y estudiantes,
escaneé la página principal de ese día, tomé algunas notas y luego fui
más allá de los titulares para leer los editoriales. Era difícil imaginar
qué tipo de violencia ocurre justo al otro lado del río, en el Barrio
Latino, un cuarto de hora a pie de donde yo estaba sentada.

Saqué el carrete y lo sustituí por otro. Los disturbios habían


comenzado el 14 de julio, durante el día de la independencia de
Francia. Muchos de los estudiantes, así como los turistas que visitaban
París para las festividades, fueron trasladados a hospitales cercanos.
Tomé notas de las primeras páginas y luego volteé de nuevo a las dos
páginas de obituarios22 y sus acompañantes fotos en blanco y negro. Y
ahí estaba él.

En la mitad de la primera página. Era Vincent. Tenía el pelo más


largo, pero se veía exactamente como hace un mes. Mi cuerpo se
convirtió en hielo como yo al leer el texto.

Bombero Jacques DuPont, diecinueve años de edad, nacido en La


Baulé, Pays de la Loire23, fue asesinado en el turno de la noche pasada
en un incendio en el edificio que se cree que ha sido provocado por una
bomba molotov lanzada por los manifestantes estudiantiles. El edificio

21La Sorbona: término utilizado para referirse a la Universidad de París.


22Obituarios: Son artículos noticiosos sobre el fallecimiento de alguien donde se da a
conocer un poco de su vida. Además se anuncia a amigos y familiares el lugar y la
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hora donde será velado y enterrado.

23La Baulé, Pays de la Loire: región de Francia ubicada al oeste del país que consta
de cinco departamentos.
residencial de la 18 rue Champollion24 estaba en llamas cuando DuPont y
su colega, Thierry Simon (obit., sección S) entraron en el edificio y
comenzaron a sacar a sus habitantes, que habían tomado refugio de los
combates en la adyacente Sorbona. Atrapado en las llamas, DuPont
murió antes de que pudiera ser evacuado al hospital y su cuerpo fue
recibido en la morgue. Doce ciudadanos, entre ellos cuatro niños, deben
sus vidas a estos héroes locales.

No puede ser él, pensé. A menos que él sea la viva imagen de su


padre, que pasó de procrear un hijo antes de morir a… (miré hacia
atrás en la necrología) los diecinueve. Lo cual no es imposible…

Como mi razonamiento a pique, me remití a la página siguiente y


escaneando las S, allí estaba “Simon”: Thierry Simon. El musculoso
hombre que nos había alejado a Georgia y a mí de la lucha en el río.
Thierry tenía un voluminoso afro en la foto, pero llevaba la misma
sonrisa confiada que me había atontado ese día en la terraza de la
cafetería. Sin duda era la misma persona. Pero hace más de cuarenta
años.

Cerré los ojos con incredulidad y luego los volví a abrir para leer
el párrafo debajo de la foto de Thierry. Decía lo mismo que Jacques,
excepto que daba a su edad como veintidós y lugar de nacimiento París.

—Yo no lo entiendo —susurré, aturdida, apreté un botón en la


máquina para imprimir las dos páginas. Después de regresar los
carretes de microfilm a la parte delantera del escritorio, me fui de la
biblioteca en un sueño y vacilé antes de subirme a la escalera mecánica
para la siguiente planta. Me senté en el museo hasta que me di cuenta
de qué hacer a continuación.

Mis pensamientos estaban siendo halados en diez direcciones


distintas hasta que me vi en una inmensa galería con bancas en el
centro del salón. Sentada, puse mi cabeza en mis manos tratando de
despejar mi mente.

Por último, levanté la vista. Estaba en la sala dedicada al arte de


Fernand Léger25, uno de mis pintores franceses favoritos de principios y
mediados del siglo XX.
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24Champollion: vía del 5to. Distrito de París situada cerca de La Sorbona, conocida
por albergar numerosos teatros de arte y ensayo.
25 Fernand Léger: pintor cubista francés.
Estudié las superficies de dos dimensiones llenas de brillantes
colores primarios y formas geométricas con una sensación de regreso a
la normalidad. Miré por encima de la esquina donde estaba mi pintura
favorita de Léger: una con un robot de aspecto de la I Guerra Mundial
con soldados sentados alrededor de una mesa, fumando pipas y
jugando a las cartas.

Un joven se paró frente a ella, dándome la espalda mientras se


inclinaba más a inspeccionar algo en la composición. Era de mediana
estatura, pelo corto marrón y sucio. ¿Dónde lo he visto antes?, pensé,
preguntándome si se trataba de alguien de la escuela.

Y luego se volvió y mi boca se abrió en la incredulidad. El hombre


de pie ante mí en la galería era Jules.

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Traducido por Gio_Rose

Corregido por amiarivega

M
i cuerpo ya no se sentía conectado con mi mente. Me
levanté y caminé hacia el fantasma. O estoy pasando por
una crisis mental que empezó en la biblioteca, pensé, o el
tipo de pie delante de mí es un fantasma. Ambas explicaciones parecían
más probables que la alternativa: que Jules había, de hecho,
sobrevivido a un choque frontal con un tren de metro, no sólo en una
sola pieza, al parecer ileso.

Cuando estaba a unos metros de distancia me vio, y por una


fracción de segundos, vaciló. Luego se volvió hacia mí con una mirada
completamente en blanco.

—Jules —le dije con urgencia.

—Hola —dijo con calma—. ¿Te conozco?

—Jules, soy yo, Kate. Visité tu estudio con Vincent, ¿recuerdas? Y


te vi en la estación del metro ese día del… accidente.

Su expresión cambió de blanco a divertida.

—Me temo que me has confundido con otra persona. Mi nombre


es Thomas y no conozco a nadie llamado Vincent.

Thomas, mi pie, pensé, con ganas de sacudirlo.

—Jules. Yo sé que eres tú. Estabas en ese accidente horrible


cuando… ¿hace poco más de un mes?

Él meneó la cabeza y se encogió de hombros, como si dijera: Lo


siento.

—Jules, tienes que decirme lo que está pasando.


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—Escucha, eh, ¿Kate? No tengo ni idea de qué estás hablando,


pero déjame que te lleve a ese banco. Debes estar sobreexcitada. O
perturbada.
Él me tomó por el codo y comenzó a dirigirme a las butacas.

Tiré de mi brazo y me puse frente a él con los puños cerrados.

—Sé que eres tú. No estoy loca. Y no sé lo que está pasando. Pero
acusé a Vincent de ser cruel por huir de tu muerte. Y ahora resulta que
estás vivo.

Me di cuenta de que mi voz había ido aumentando cuando vi a un


guardia de seguridad alzar la cabeza en nuestra dirección. Le lancé una
mirada furiosa a Jules cuando el hombre uniformado se acercaba a
nosotros y preguntó:

—¿Hay un problema aquí?

Jules miró a los ojos del guardia con calma y dijo:

—No hay problema, señor. Parece que me han confundido con


otra persona.

—¡Claro que no! —le susurré por lo bajo, luego me fui, caminando
rápidamente hacia la salida. Volteando para ver a Jules y al guardia
mirándome, salí a grandes zancadas del museo y bajé corriendo las
escaleras mecánicas.

Sólo había un lugar a donde podía ir.

El viaje en metro de vuelta a mi barrio pareció interminable, pero


finalmente me encontré corriendo por las escaleras del metro con la luz
del sol desapareciendo y dirigiéndome hacia la rue de Grenelle. De pie
ante la enorme enredadera que cubría el muro, toqué el timbre. Se
encendió una luz encima de mi cabeza y miré hacia arriba a una
cámara de video de vigilancia.

—Oui —preguntó una voz después de unos segundos.

—Es Kate. Soy… —hice una pausa momentánea, perdiendo el


valor. Pero recordando la crueldad de mis últimas palabras a Vincent,
hablé con renovada resolución—. Soy una amiga de Vincent.

—Él no está. —La voz masculina crujía metálicamente a través


del pequeño altavoz en la parte inferior del teclado.
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—Necesito hablar con él. ¿Puedo dejar un mensaje?

—¿No tienes su número de teléfono?


—No.

—¿Y usted es una amiga? —la voz sonaba escéptica.

—Sí, quiero decir que no. Pero tengo que hablar con él. Por favor.

Hubo un momento de silencio y luego escuché un clic que


significaba que la puerta había sido abierta. Se abrió lentamente hacia
el interior. Al otro lado del patio, se encontraba un hombre de pie en la
puerta abierta. Mi corazón se redujo un centímetro cuando vi que no
era Vincent.

Me acerqué rápidamente a través de las piedras para hacer frente


al hombre, tratando de llegar a algo que decir que no me hiciera sonar
como una persona loca. Pero cuando llegué, todas las palabras se me
escaparon. A pesar de que parecía ser de unos sesenta años, sus ojos
verdes estaban descoloridos, como de varios siglos de envejecimiento.

Su pelo largo y gris estaba liso con pomada, y su rostro estaba


marcado por una larga y ganchuda nariz de aspecto noble. De
inmediato reconocí en su rostro y en su vestidura la marca de la
aristocracia francesa.

Si no hubiera conocido a los de su tipo en los clientes del negocio


de antigüedades de Papy, hubiera reconocido sus rasgos de los retratos
de la nobleza colgando en cada castillo francés y el museo. Familias
antiguas. Dinero antiguo. Este palacio de casa debe ser el suyo.

Su voz me interrumpió en medio pensamiento.

—¿Estás aquí para ver a Vincent?

—Sí… quiero decir, sí, monsieur.

Él asintió con la cabeza, cuando corregí mis modales de acuerdo a


su edad y rango.

—Bueno, lamento informarle que, como he dicho antes, no está


aquí.

—¿Sabe usted cuándo va a volver?

—En pocos días, creo yo.


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No sabía qué decir. Se volteó para irse y, sintiéndome totalmente


incómoda, le dije:
—Bueno, ¿al menos podría dejarle un mensaje?

—¿Y de qué mensaje se trata? —preguntó secamente, ajustando


el pañuelo de seda anudado al cuello de su impecable camisa de
algodón blanco.

—¿Podría… podría yo escribir? —balbuceé, luchando con la


tentación de salir corriendo—. Lo siento por interponerme con su
tiempo, señor, pero, ¿le importaría si yo le escribo un mensaje?

Levantó las cejas y estudió mi rostro por un momento. Entonces,


abriendo la puerta detrás de él para dejarme pasar, dijo:

—Muy bien.

Entré en el magnífico vestíbulo y esperé mientras cerraba la


puerta detrás de nosotros.

—Sígueme —dijo, me llevó a través de una puerta lateral a la


misma habitación donde Vincent me había traído el té. Hizo un gesto a
un escritorio y una silla, y dijo—: Puedes encontrar papel y bolígrafos
en el cajón.

—Tengo conmigo, gracias —dije, acariciando mi bolsa de libros.

—¿Quieres que te mande un poco de té?

Asentí con la cabeza, pensando que eso me dará unos minutos


para pensar en qué escribir.

—Sí, gracias.

—Entonces, Jeanne le traerá su té y le mostrará la salida. Usted


puede dejar la nota de Vincent con ella. Au revoir, mademoiselle. —Me
dio una seca inclinación de cabeza y luego cerró la puerta detrás de él.
Di un suspiro de alivio.

Tirando de una pluma y un cuaderno de mi bolso, arranqué un


pedazo de papel y lo miré durante un minuto entero antes de empezar a
escribir. Vincent, yo empecé.

Estoy empezando a entender lo que querías decir cuando dijiste


que las cosas no son siempre como parecen. Encontré tu foto, y la de tu
Página 71
amigo, en las páginas de los obituarios26 de 1968. Y entonces, justo
después, vi a Jules. Vivo.

No me puedo imaginar qué significa todo esto, pero quiero pedir


disculpas por las cosas malas que he dicho, después que me has tratado
con tanta amabilidad. Te dije que no quería volver a verte de nuevo. Me
retracto.

Por lo menos ayúdame a entender lo que está pasando, así no


terminaré en un manicomio, en alguna parte, parloteando acerca de las
personas muertas por el resto de mis días.

Tu turno.

Kate.

Doblé la nota y esperé. Jeanne nunca llegó. Vi que pasaban los


minutos en el reloj del abuelo, cada vez más nerviosa con cada segundo
que pasaba. Finalmente, comencé a preocuparme de que tal vez se
suponía que debía ir a buscar a Jeanne. Tal vez estaba esperándome en
la cocina con mi té. Entré al vestíbulo. La casa estaba en silencio.

Me di cuenta, sin embargo, que una puerta frente a mí estaba


entreabierta. Caminando lentamente hacia ella, me asomé en el interior.

—¿Jeanne? —dije en voz baja. No hubo respuesta. Abrí la puerta


y entré en una habitación que era casi idéntica de la que había venido.
Tenía la misma puerta pequeña en la esquina por la que Vincent me
había traído el té. La puerta de servicio, pensé.

Al abrirla, vi un pasillo largo y oscuro. Con mi corazón en la


garganta, me dirigí hacia una puerta de vidrio al final, con la luz
iluminando sus paneles. La puerta se abrió en una gran cocina,
cavernosa. No había nadie allí. Di un suspiro de alivio y me di cuenta de
que había tenido miedo de encontrarme con el dueño de la casa una vez
más.

Decidí dejar la nota en el buzón de correo a la salida y corrí de


vuelta por el pasillo. Ahora que la luz de la cocina estaba detrás de mí,
vi varias puertas puntuando en el largo pasillo y noté que una estaba
entreabierta. Una cálida luz brillaba desde el interior. Tal vez esta era la
habitación del ama de llaves.
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26Obituarios: Son artículos noticiosos sobre el fallecimiento de alguien donde se da a


conocer un poco de su vida. Además se anuncia a amigos y familiares el lugar y la
hora donde será velado y enterrado.
—¿Jeanne? —grité en voz baja. No hubo respuesta.

Me quedé inmóvil un instante antes de sentirme impulsada por


una atracción irresistible. ¿Qué estoy haciendo?, pensé mientras me
acercaba a la puerta. Pesadas cortinas bloqueaban la luz del exterior,
como en las otras habitaciones. La única iluminación provenía de unas
cuantas lámparas pequeñas dispersas alrededor de mesas bajas.

Entré en la habitación y cerré suavemente la puerta detrás de mí.


Sabía que era una locura. Pero la parte racional de mi cerebro había
perdido la batalla y yo ahora estaba en piloto automático al entrar sin
autorización en la casa de alguien para satisfacer mi curiosidad. Mi piel
se sentía como si estuviera siendo pinchada por millones de pequeños
dardos de adrenalina cuando comencé a mirar a mí alrededor.

A mi derecha, rodeada de estanterías, había una chimenea de


mármol gris. Por encima de la repisa de la chimenea, colgaban dos
enormes espadas cruzadas por encima de la empuñadura. Las otras
paredes estaban cubiertas de fotografías enmarcadas, algunas en
blanco y negro, y otras en color. Eran todos retratos.

No parecía haber ningún sentido en la colección. Algunas de las


personas en ella eran ancianos, algunos jóvenes. Unas cuantas fotos
parecían haber sido tomadas hace cincuenta años, y otras lucían
contemporáneas. La única cosa que ataba era que todos ellos eran
francos: los sujetos no sabían que les habían tomado una foto. Una
colección de extraños, pensé, cambiando la mirada hacia el otro lado de
la habitación.

En un rincón había una enorme cama con dosel adornado con


tela blanca translúcida. Me dirigí hacia ella para echar un vistazo más
de cerca. A través de la tela de gasa podía ver la silueta de un hombre
acostado en la cama. Se me heló el corazón.

No me atrevía a respirar, tiré de la cortina a un lado.

Era Vincent. Estaba tumbado encima de las cubiertas,


completamente vestido, sobre su espalda con los brazos a los costados.
Y no parecía que estaba durmiendo. Parecía que estaba muerto.

Levanté una mano y le toqué el brazo. Estaba tan frío y duro


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como un maniquí de tienda. Retrocediendo, lloré.


—¿Vincent? —Él no se movió. —¡Dios mío! —susurré,
horrorizada, a continuación fijé los ojos en una foto enmarcada en la
mesa al lado de su cama. Era mía.

Mi corazón dejó de latir en mi pecho y sostuve la mano en mi


garganta, retrocedí hasta que mis hombros golpearon con la chimenea
de mármol y solté un grito aterrado. Justo en ese momento la puerta se
abrió y una luz del techo se encendió. Jules estaba en la puerta.

—Hola, Kate —dijo ominosamente y luego, volviéndose para


apagar la luz de nuevo, él asintió con la cabeza y dijo—: Parece que el
juego ha comenzado, Vincent.

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Traducido por Mais020291

Corregido por Yolit

—V
as a tener que venir conmigo. —Jules tenía una
expresión severa. Cuando se dio cuenta que no
podía moverme, tomó mi brazo y me llevó hacia
la puerta.

—Pero, Jules —dije, la conmoción disminuyo lo suficiente como


para poder hablar—. ¡Vincent está muerto!

Jules se volteó hacia mí y me miró. Debo de haberme visto como


una víctima traumada. Sé que parecía una, mi voz sonaba
completamente temblorosa.

—No, él no lo está. Él está bien. —Tomó mi mano y me jaló hacia


el pasillo. Yo me eché hacia atrás.

—Escúchame, Jules —dije, empezando a sonar histérica—, yo lo


toqué. Su piel estaba fría y dura. ¡Él está muerto!

—Kate —dijo sonando casi enojado—, no puedo hablar de esto


contigo ahora mismo. Pero tienes que venir conmigo. —Me sostuvo
gentilmente de la cintura y me llevó por el pasillo.

—¿A dónde me estás llevando?

—¿A dónde debería llevarla? —se preguntó a sí mismo. No lo dijo


con un tono reflexivo, como las personas que suelen hacer una
pregunta sabiendo la respuesta. Sonaba como si él no supiera la
respuesta y estuviera esperando a que alguien más le responda.

Mis ojos se abrieron. Jules estaba loco. Tal vez tuvo algún golpe
en la cabeza en el accidente del metro, pensé. Tal vez estaba
criminalmente loco y había asesinado a Vincent y lo había dejado en su
cama y ahora me estaba llevando a algún lugar para matarme también.
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Mis pensamientos se estaban saliendo de control: ahora estaba en una


película de suspenso. Aterrorizada, intenté soltar mi mano de su agarre,
pero él aumentó la presión.
—Te estoy llevando a la habitación de Charlotte —dijo,
respondiendo su propia pregunta.

—¿Quién es Charlotte? —pregunté, con voz temblorosa.

—¡No intento asustarla! —dijo Jules, deteniéndose. Se volteó, con


rostro exasperado—. Escucha, Kate. Sé que tuviste un trauma ahí
dentro, pero el haber estado en esa habitación ha sido completamente
tu culpa. No la mía. Ahora voy a llevarte a un lugar para que te calmes,
y no voy hacerte daño.

—¿Me puedo ir?

—No.

Una lágrima corrió por mi mejilla. No podía impedirlo. Estaba tan


confundida y asustada como para calmarme, y tan aterrorizada que no
podía no llorar mientras él me veía: verme débil o frágil era lo último
que quería. Miré el suelo.

—¿Ahora qué? —dijo, soltando mi mano—. ¿Kate? ¿Kate? —Sus


rudos modales se suavizaron—. Kate.

Me encontré con sus ojos mientras me limpiaba las lágrimas con


mis dedos temblorosos.

—Dios mío, te he aterrorizado —dijo, mirándome de buena


manera por primera vez. Se alejo un paso—. Todo lo he hecho mal. Soy
un idiota. —Ten cuidado, me dije a mí misma, puede que él esté
actuando. Pero, de todas maneras, está haciendo un trabajo increíble con
el remordimiento.

—Está bien, déjame explicar —dudó—, lo más que pueda. No voy


hacerte daño. Te lo juro, Kate. Y te prometo que Vincent está bien. No
es lo que parece. Pero necesito hablar con los demás, las otras personas
que viven aquí, antes de dejarte ir.

Asentí. Jules estaba actuando de una manera más tranquila que


hace unos minutos. Y se veía tan arrepentido que casi (pero no del todo)
sentí pena por él. Incluso, si quiera escapar, pensé, no podría pasar por
la reja de seguridad.
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Alcanzó mi mano, esta vez de manera más pacífica, como si


quiera colocarla confortablemente en mi antebrazo, pero yo retrocedí.
—Está bien —me calmó, alzando sus manos en el aire con gesto
de rendición—. No te volveré a tocar.

Ahora se veía realmente apenado.

—Lo sé —dijo, hablando al aire—, soy un completo idiota —


empezó a caminar por el pasillo hacia el vestíbulo.

—Por favor, sígueme Kate —dijo con voz abatida.

Lo seguí. ¿Qué otra opción tenía?

Me llevó hacia las escaleras en forma de caracol, hacia la segunda


planta y por el pasillo. Abriendo la puesta de la habitación oscura,
encendió las luces y se quedó en el pasillo mientras yo entraba.

—Ponte cómoda. Puede que tome un tiempo —dijo, evadiendo mis


ojos. Cerró la puerta detrás de mí. Sonó el seguro de la puerta.

—¡Oye! —grite agarrando la manilla y moviéndola.


Definitivamente estaba cerrada.

—Tenía que hacerlo. No podemos tenerla rondando por la casa —


Jules estaba hablando otra vez consigo mismo mientras se desvanecían
sus pisadas.

No había nada más que pudiera hacer, además de mirar por la


ventada del segundo piso y observar la reja principal. Eso no va a
suceder, pensé, y me resigné al pensar que no tenía ningún tipo de
poder y no podía hacer nada hasta que alguien le quite el seguro a la
puerta.

Hubiese sido peor que ir a la cárcel, pensé, mirando alrededor. Las


paredes estaban alineadas con un patrón de color rosa de seda, y
cortinas verdes que estaban recogidas a ambos lados de las ventanas,
las cuales tenían paneles superiores en forma de corazón. Muebles de
dormitorio, pintados y delicados, se encontraban alrededor de las
esquinas de la habitación. Me senté en un sofá tapizado de seda.

El temblor de mi cuerpo se calmó, y después de un largo rato, me


permite estirarme y recostar mi cabeza en el almohadón, estirando mis
piernas en el suelo. Cerré mis ojos por un segundo, y los efectos del
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estrés y del miedo, salieron al igual que mi cerebro. Me sentía como una
luz.
Deben de haber pasado horas hasta que me desperté. Podía ver el
cielo de la noche aproximándose a través de la ventana, y por un
momento delirante, pensé que estaba de regreso en mi habitación de
Brooklyn.

Luego mis ojos se enfocaron en un candelabro largo con sus


brazos terminando en un delicado vaso lleno de flores. El techo estaba
pintado de tal forma que parecía un cielo lleno de nubes con ángeles
bebés y gordos con sus brazos llenos de cintas de flores.

Por un segundo no sabía en donde estaba. Luego, recordando, me


incorporé.

—Estás despierta —dijo una voz a través de la habitación. Mire


alrededor en busca del sonido. Era la chica con el cabello rubio y
recortado, la que me había salvado de ser aplastada por una roca. ¿Qué
está haciendo aquí?, pensé.

Se sentó acurrucada en un sillón junto a una chimenea de piedra


ornamentada. Lentamente y vacilante, se puso de pie y caminó
cuidadosamente hacia mí. La luz del candelabro brillaba por su cabello,
haciéndolo resplandecer como bronce. Sus mejillas y labios eran de
color de las rosas rosadas aterciopeladas del jardín de mi Mamie. Sus
altos pómulos partían sus hermosos ojos, su iris de un verde
fascinante.

La chica estaba ahora a mi lado, y tímidamente mostró su mano


para tomar la mía.

—Kate —dijo con una voz tímida, sacudiendo mi mano y


dejándola ir—. Soy Charlotte.

—Tú eres la que salvaste mi vida —murmuré.

Riendo, ella tomó una silla y se sentó frente a mí.

—Esa no fui yo realmente —sonrió—. Quiero decir, fui yo, pero no


fui responsable por salvarte la vida. Es algo complicado —dijo, cruzando
sus piernas con picardía. Alrededor de su cuello, colgaba un cordón de
cuero con una medalla de plata en forma de lágrima.

Así que esta es la chica con la que Vincent era tan cercano, pensé
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con consternación, mis ojos viajaron desde la parte de atrás de su collar


hasta su rostro elegante. Ella tenía más o menos mi edad, pero era un
poco menor. Vincent me había dicho que era solo una amiga. No podía
dejar de preguntarme qué tan cercanos habían sido.

—Bienvenida a mi habitación —dijo.

Mi corazón de encogió. ¿Ella vive en esta casa?

—Es impresionante —logré decir a duras penas.

—Me gusta llenarme de belleza —dijo, lanzándome una sonrisa


avergonzada.

Con su corte de hombre y su figura larga, vestida con unos jeans


ajustados y negros, además de una blusa de rayas, no podían ocultar
su sorprendente belleza femenina. Aunque parecía como si ella quisiera
eso. Ni siquiera tenía que intentarlo, te deja sin respiración, pensé,
introduciéndome en mi mente mientras me daba cuenta que nunca
sería capaz de competir con Charlotte.

No podía hablar, mi garganta estaba tan cerrada, llena de celos al


pensar que ella había visto a Vincent todos los días. En su despertar en
esa hermosa habitación, sabiendo que Vincent estaba ahí, en la misma
casa que ella.

Y luego, recordé como se había visto él en la cama de abajo, e


intente no templar por mi pequeñez. Aunque Jules me había que él no
estaba muerto, él se había visto completamente muerto para mí. Ya no
sabía que pensar. Pero estar celosa de esta chica no iba a ayudar en
nada.

—¿Qué le pasó a Vincent? —pregunté

—Ah. La pregunta del millón de euros —dijo suavemente—. Y la


que he pedido especialmente no responder. Aparentemente los chicos
no confían en mí. La discreción y el tacto no son mis puntos fuertes. Sin
embargo, me pidieron que me quede aquí contigo, en caso de que te
asustaras e intentaras escapar a penas despertaras —vaciló un
momento—. Así que… ¿vas a asustarte y escaparte?

—No —dije frotando mi frente—. Quiero decir, no lo creo —y luego


alarmada exclamé—. ¡Mis abuelos! ¡Seguro han entrado en pánico! ¡He
estado fuera toda la noche!
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—No, no lo harán —dijo sonriendo—. Les mandamos un mensaje


de texto desde tu celular diciéndoles que pasarías la noche con una
amiga.
El alivio fue reemplazado por un pensamiento de alegría.

—¿Así que no me puedo ir? ¿Me estás manteniendo prisionera?

—Eso lo hace sonar un poco melodramático —dijo.

Sus ojos se veían como si estuviera acostumbrada a tomar


muchas cosas, y dejar pocas. Los ojos de una mujer mayor reflejando el
espíritu de una niña pequeña.

—Viste cosas que no debiste. Ahora tenemos que decidir cómo


afrontar la situación. Tú sabes… como control de daños. Tú fuiste quien
mordió la manzana, Kate. Aunque con una serpiente tan guapo, no
puedo culparte.

—¿No vas hacerme daño? —pregunté.

—Respondiste a la pregunta —dijo, y puso sus dedos en mi brazo,


una sensación caliente de paz parecía estar fluyendo por su tacto, y me
sentía llena de tranquilidad.

—¿Qué estás haciendo? —pregunte, mirando hacia el lugar donde


su piel toca la mía. Si no me hubiese sentido tan relajada, estoy segura
de que hubiera soltado por la extrañeza de su gesto. Ella no dijo nada,
pero las esquinas de su boca se curvaron un poco y retiró su mano.

La miré directamente a los ojos y pregunté.

—¿Nadie más me hará daño?

—Me asegurara que no lo hagan.

Hubo un toque en la puerta. Charlotte se levantó.

—Es tiempo.

Me tendió su mano para tomar la mía. No pude evitarlo y mire


hacia el collar de nuevo y vacilé.

—¿Qué anda mal? —preguntó y tocó la lagrima de plata.

Algo en mi rostro debe de haberle dicho, porque si expresión


cambio mientras decía.
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—Vincent contó que recogiste mi collar. Estoy contenta que él te


haya tenido en ese momento, nunca sé con lo que pueden venir los
chicos —sonrió y presionó mi mano en un gesto amigable.
—Vincent es como mi hermano, Kate. No hay absolutamente nada
entro los dos… excepto esta larga historia de presentes de cumpleaños
aburridos. Rompiste mi racha de perdedora. Es la primera vez en años
que él me ha dado algo además de su reciente y favorito CD.

Rió, y los celos que me habían estado punzando como agujas,


cesaron un poco. Ciertamente, ella habló de él como un hermano. Tomé
su brazo.

Mientras caminábamos hacia la puerta, noté que las paredes


tenían los mismos revoltijos de fotografías que había visto en la
habitación de Vincent. Pero esta colección estaba hecha de pintura
bonita de madera y marcos de esmalte, pegados a la pared con lazos.

—¿Quiénes son esas personas? —pregunté.

Sus ojos se movieron casualmente hacia la dirección dónde


estaba mirando, y guiándome hacia la puerta, ella dijo.

—¿Ellos? Bueno. Kate, dado que no puedo tomar crédito por


haberte salvado la vida, a esas personas sí las salvé.

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Traducido por ValentinaW33

Corregido por Yolit

C
harlotte me guio bajando las escaleras por el pasillo de
sirvientes hasta la habitación de Vincent. Dudé cuando lo
vi descansado sobre las almohadas en su cama. Se veía
muy débil y pálido como una hoja de papel. Pero estaba vivo. Mi
corazón dio un brinco en mi pecho, asó por la emoción de verlo vivo,
como por el miedo. ¿Cómo era posible?

—¿Vincent? —pregunté cautelosamente—. ¿Eres tú? —la


pregunta sonaba un poco estúpida. Se veía como él, pero tal vez él
estaba poseído por… no lo sé, algún tipo de criatura alienígena o algo
así. En este punto, las cosas eran lo suficientemente extrañas como
para creer casi cualquier cosa.

El sonrió y supe que en realidad si era él.

—No puedes ser… ¡Tú estabas muerto! —tuve que forzar las
palabras irracionales de mi boca.

—Tal vez solo tengo el sueño pesado —lo escuché decir con voz
baja y lenta haciendo un gran esfuerzo.

—Vincent, tú estabas muerto. Yo te vi. Te toqué. Lo sé… —mis


ojos se llenaron de lágrimas al recordar la morgue de Brooklyn y los
cuerpos de mis padres sobre las camillas—. Sé como se ve alguien
muerto.

—Ven aquí —dijo. Me moví lentamente hacia él, sin saber que
esperar. Levantó su mano y tocó la mía. No estaba frío como antes, pero
tampoco se sentía totalmente humano.

—¿Ves? —dijo, las esquinas de sus labios se curvaron hacia


arriba—. Estoy vivo.
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Me moví hacia atrás, quitando mis manos de las suyas.

—No entiendo —dije, sin confiar en mi voz—. ¿Qué te pasó?


Me miró con resignación

—Siento haberte mezclado en esto. Fui egoísta. Pero no pensé que


fuera a pasar de esta forma. No lo pensé… de ninguna manera.
Obviamente.

El sentimiento de alarma que generalmente siento, fue sustituido


por una escalofriante sensación de miedo por lo que venía. No podía
imaginar con qué tipo de revelación iba a salir. Pero la pequeña voz
dentro de mí dijo, Lo sabías. Y me di cuenta que si lo sabía.

Sabía que había algo diferente en Vincent. Lo sentí, incluso antes


de ver su foto en los obituarios. Era algo, solo un poco fuera de lo
normal, pero muy oscuro para recordarlo. Así que lo ignoré. Pero ahora
lo iba a saber. Sentí un escalofrío de expectativa. Vincent me vio
estremecer y frunció el ceño con arrepentimiento.

Nos interrumpió el sonido de alguien tocando a la puerta.


Charlotte se levantó a abrirla y se movió a un lado mientras, uno por
uno, las personas entraban a la habitación.

Jules caminó hacia mi primero y, tocando gentilmente mi


hombro, preguntó.

—¿Te sientes mejor?

Asentí con la cabeza.

—Estoy muy, muy apenado por la forma en la que manejé las


cosas —dijo con remordimiento—. Fue una reacción, al tratar de
alejarte de Vincent lo más pronto posible. Fui duro contigo. No estaba
pensando.

—De verdad, está bien.

Una figura familiar caminó detrás de él y lo apartó de forma


amistosa. El chico musculoso del río se dirigió a Jules y dijo:

—¿Tratando de acapararla sólo para ti? —Y después,


agachándose para llegar a mi altura, tendió su mano—. Kate,
encantado de conocerte. Soy Ambrose —dijo en una voz barítona espesa
como la melaza. Después, cambiando a un Ingles con perfecto acento
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Americano dijo—: Ambrose Bates de Oxford, Mississippi. ¡Es bueno


conocer a un compañero compatriota es esta tierra de Franceses locos!
Claramente disfrutando el hecho de haberme sorprendido,
Ambrose rió profundamente y me dio una palmadita en el brazo antes
de sentarse en un sofá junto a Jules, dándome un guiño amistoso.

Un hombre que jamás había visto antes, se me acercó e hizo una


pequeña y nerviosa reverencia.

—Gaspard —se presentó el mismo simplemente. Era mayor que


los demás, terminando los treinta, más que cerca a los cuarenta años.
Alto y demacrado, con los ojos hundidos y un mal corte de cabello negro
sobresaliendo en todas direcciones. Dio media vuelta y camino hacia los
otros.

—Éste es mi hermano gemelo, Charles —dijo Charlotte, que se


había quedado a lado mío mientras se hacían las presentaciones. Ella
tiró hacia adelante al pelirrojo copia de ella misma. Haciendo una
reverencia y dándome un beso de burla en la mano, dijo
sarcásticamente—: Es agradable verla de nuevo, ahora que no está
lloviendo mampostería. —Sonreí insegura hacia él.

No sé si fue mi imaginación, o si de verdad todos dieron un paso


hacia atrás, pero repentinamente parecía como si los únicos en la
habitación fuésemos yo y el hombre frente a mí. Era el caballero
aristocrático de ayer, el dueño de la casa. Aunque todos me habían
recibido de una manera amable, mi anfitrión no estaba sonriendo.

De pie delante de mí, hizo una reverencia rígidamente desde la


cintura.

—Jean-Baptiste Grimond de la Reynière —dijo, mirándome


fijamente a los ojos—. A pesar de que el resto de mi parentesco reside
aquí, esta es mi casa y yo, por mi parte, siento que su presencia aquí es
muy imprudente.

—Jean-Baptiste —la voz de Vincent vino desde atrás de mí—.


Nada de esto fue intencional. —Se recostó pesadamente en la almohada
y cerró los ojos, aparentemente había usado toda su energía para decir
esas cinco palabras.

—Tú, joven… tú fuiste el que rompió las reglas al traerla a


nuestra casa, en primer lugar. Nunca les había permitido traer a
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ningún de sus amantes humanos aquí, e hicieron alarde de mi mandato


más notorio.
Sentí mis mejillas arder al oír sus palabras, pero no estaba segura
si era por la parte de “humanas” o “amantes”. Ya nada tenía sentido.

—¿Que se suponía que hiciera? —Vincent argumentó— ¡Ella


acababa de ver a Jules morir! Estaba en shock.

—Ese era un problema que tú debiste de resolver. En primer


lugar, ni siquiera deberías de haberte metido con ella. Y ahora vas a
tener que limpiar el desorden por ti mismo.

—Ah, relájate JB —dijo Ambrose, inclinándose hacia atrás y


dejando caer sus brazos por todo el respaldo del sofá—. No es el fin del
mundo. La hemos investigado y definitivamente no es un espía. De
cualquier modo, ella no es exactamente el primer humano en saber qué
somos.

El hombre mayor le dio una mirada fulminante.

El hombre que se presentó como Gaspard habló con voz


temblorosa.

—Si me es permitido aclarar… la diferencia aquí es que cualquier


otro humano que interactuó con nosotros era… ah… era escogido
individualmente de familias que han servido a Jean-Baptiste por
generaciones.

¿Generaciones?, pensé con consternación. Una sensación de frio


recorrió mi espalda de inicio a fin

—Ahora, usted —Jean-Baptiste continúo con indisimulado


desagrado—, la conozco por menos de un día, y ya se está
entrometiendo en la privacidad de mi linaje. Usted es cada vez más
inoportuna y no bienvenida.

—¡Shh! —exclamó Jules—. No escondas tus verdaderos


sentimientos Grimond. Ustedes los veteranos de verdad necesitan
aprender a abrirse y expresarse. —Jean-Baptiste actuó como si no
hubiese escuchado nada.

—¿Bueno, entonces que se supone que haremos? —dijo


Charlotte, haciendo frente a nuestro anfitrión.
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—De acuerdo, deténganse. Todos —dijo Vincent con una


respiración vana—. Ustedes son mi linaje. ¿Quién vota por que le
digamos a Kate?
Ambrose, Charlotte, Charles y Jules levantaron sus manos.

—¿Y qué les gustaría que hiciéramos? —Vincent dirigió su


pregunta a Jean-Baptiste y Gaspard.

—Ése es su problema —dijo Jean-Baptiste. Se quedo viéndome


unos pocos segundos más y después, dio media vuelta y se dirigió
rápidamente fuera de la habitación, golpeando la puerta fuertemente al
cerrar.

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Traducido por Evelin

Corregido por Samylinda

—E ntonces —dijo Ambrose con una sonrisa, frotándose


las manos—. La mayoría gana. Qué comience la
fiesta.

—Aquí —dijo Charlotte, tirando un par de cojines del sofá al


suelo. Sentándose de manera hindú en uno, me sonrió y palmeó el otro
tentadoramente.

—Está bien —Vincent me tranquilizó cuando vacilé y soltó mi


mano.

—Kate —dijo Jules—, ¿te das cuenta de que lo que hablamos aquí
no sale de estas paredes?

Las palabras de Vincent fueron lentas y precisas:

—Jules tiene razón. Nuestras vidas están en tus manos una vez
que lo sabes, Kate. Odio forzar ese tipo de responsabilidad en alguien,
pero la situación ha ido demasiado lejos. ¿Prometes mantener nuestro
secreto? Incluso si tú —eso sonó como si él se estuviera quedando sin
aliento— incluso si te vas hoy y decides nunca más regresar.

Asentí con la cabeza. Todo el mundo esperaba.

—Lo prometo —susurré, lo cual fue lo mejor que pude hacer con
un nudo en la garganta del tamaño de un pomelo. Algo extremadamente
raro estaba ocurriendo aquí, y tenía muy pocas pistas para suponer qué
era. Pero con el uso frívolo de Jean-Baptiste de la palabra “humano”, y
Vincent y Jules aparentemente resucitados, sabía que me había metido
en algo profundo, y no sabía que tanto esto podría asustarme.

—Jules… tú comienzas —dijo Vincent, cerrando los ojos y


luciendo más muerto que vivo. Jules midió la situación y decidió tener
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compasión—. Tal vez sería mejor si dejamos que Kate nos pregunte lo
que ella quiera.
¿Por dónde empezar?, pensé, y luego recordé lo que había
establecido todo en un espiral descendente en el primer lugar.

—Vi una foto de ti y Vincent en un periódico de 1968 que decía


que habían muerto en un incendio —dije, girándome hacia Ambrose.

Él asintió con una sonrisa pequeña, instándome.

—Así que, ¿cómo puedes estar aquí ahora?

—Bueno, me alegra que estamos comenzando con las preguntas


fáciles —dijo él, estirando sus brazos poderosos y luego inclinándose
hacia mí—. La respuesta sería… ¡porque somos zombis! —Y él dejó salir
un horrible gruñido, abriendo la boca y mostrando los dientes mientras
cerraba sus manos como si fueran garras.

Viendo mí aterrorizada expresión, Ambrose comenzó a golpearse


la rodilla con la mano.

—Es broma —se rió, y luego, calmándose, me miró


tranquilamente—. Pero no seriamente. Somos zombis.

—No somos zombis —dijo Charlotte, su voz se levantó con


molestia.

—El término correcto, creo que sería, ahh, no-muerto —dijo


Gaspard con voz vacilante.

—Fantasmas —dijo Charles, sonriendo con picardía.

—Dejen de asustarla, chicos —dijo Vincent—. ¿Jules?

—Kate, es mucho más complicado que eso. Nos llamamos a


nosotros mismos revenants27.

Los miré uno por uno.

—Ruh-vuh-nahnt —Jules pronunció lentamente, pensando que


no entendí.

—Conozco la palabra. Significa, “fantasma” en francés. —Mi voz


temblaba. Estoy sentada en una habitación con monstruos, pensé.
Indefensa. Pero no podía permitirme el lujo de desesperarme ahora.
¿Qué me harían si lo hiciera? ¿Qué me harían si no lo hago? A menos
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27
Revenant: palabra en Francés. Aparecido. Hace referencia a fantasma.
que fueran la clase de monstruos que podían borrar los recuerdos de
las personas, ahora estaba inmersa en su secreto.

—Si nos remontamos al inicio de la palabra, en realidad significa


“aquel que regresa” —ofreció Gaspard con un tono pedante.

Aunque la habitación era cálida, temblaba. Todos me miraron


expectantes, como si yo fuera el proyecto de su grupo de ciencia.
¿Estallaría o sólo me desinflaría?

Charles susurró:

—Ella se va a enloquecer y huirá, como dije.

—Ella no va a enloquecer y huir —argumentó Charlotte.

—Bien, todo el mundo afuera. —La voz de Vincent se hizo más


contundente de que lo había sido hasta ahora—. Sin ofender, pero
preferiría hablar con Kate yo mismo. Los chicos están haciendo un
desastre de esto. Gracias por sus votos de confianza, pero por favor…
váyanse.

—Imposible. —La habitación se quedó en silencio mientras todo el


mundo miró a Gaspard. Su voz perdió su autoridad, y el comenzó a
tocarse la uña—. Quiero decir, si me lo permite —balbuceó
tímidamente—. Vincent, no puedes hacerte cargo de la tarea de
informar a la humana, quiero decir Kate, tú. Todos estamos afectados
por esta infracción. Todos necesitamos ser conscientes de la
información que ella tiene… y la que no tiene. Y tendré que darle un
informe a Jean-Baptiste después. Antes de que se le permita salir.

Mi tensión disminuyó sólo una fracción. Me van a dejar salir. Ese


conocimiento se convirtió en mi luz al final de un terrible y oscuro
túnel.

—Yo podría, ah, también señalar que estás demasiado débil


incluso para sentarte derecho —continuó Gaspard—. En tu condición,
¿cómo se puede esperar que manejes la explicación de algo con tanta
importancia para nosotros?

El silencio duró un minuto mientras todos miraban a Vincent.


Finalmente él suspiró.
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—Bien. Entiendo. Pero por el amor de Dios, traten de


comportarse. —Él me miró y dijo—: Kate, por favor siéntate conmigo. Al
menos eso me dará una ilusión de tener la situación bajo control.
Levantándome, caminé hacía la cama y miré cómo Vincent se
esforzaba por levantar su brazo y tomar mi mano en la suya. Al instante
en que nuestras pieles se tocaron, sentí la misma paz que tuve cuando
Charlotte me tocó en su habitación. Estaba inundada por una marea de
calma y seguridad, como si nada malo pudiera suceder mientras
Vincent sostuviera mi mano. Esta vez supe que eso tenía que ser alguna
especie de truco sobrenatural.

Me senté con cautela en un lado de la cama, mirando el rostro de


Vincent mientras lo hacía.

—No tengo dolor —me aseguró, sosteniendo mi mano cuando me


senté a su lado.

—Bien. Kate, primero que todo, me estás tocando —dijo Vincent


para que todos escucharan—. De manera que no soy un fantasma.

—Y no somos zombis reales —dijo Charles con una sonrisa—, o él


ya te hubiera arrancado el rostro.

Vincent lo ignoró.

—No somos vampiros ni hombres lobo ni cualquier cosa de la


cual deberías tener miedo. Somos revenants. No somos humanos —él
hizo una pausa, tomando fuerzas—, pero no vamos a lastimarte.

Traté de serenarme antes de hablar con la voz más constante que


pude reunir.

—Así que ustedes están… muertos. Pero parecen vivos, excepto


por ti —dije, dudando mientras miraba a Vincent—. A pesar de que te
ves mejor que anoche —reconocí.

Vincent estaba grave.

—Jules, ¿podrías contarle a Kate tu historia? Es probablemente la


mejor manera de explicarlo. Gaspard tiene razón, no puedo manejarlo.

Jules atrapó mi mirada y no la dejó ir.

—De acuerdo, Kate. Sé que esto va a sonar increíble, pero nací en


1897 en una pequeña villa no muy lejos de París. Mi papá era doctor y
mi mamá era partera. Mostré talento artístico, así que a la edad de
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dieciséis, ellos me enviaron a estudiar pintura a París. Mi educación fue


interrumpida cuando fui reclutado para la guerra en 1914. Luché
contra los Alemanes por dos años, hasta que en septiembre de 1916 fui
asesinado en acción. Batalla de Verdun. Y ese sería el final de mi
historia… si no hubiera despertado tres días después.

La habitación estaba en silencio, mientras trataba de organizar en


mi mente lo que él había dicho.

—¿Te despertaste? —Finalmente me las arregle para hablar. El


chico que veía no parecía mayor a los veinte, pero estaba proclamando
tener más de cien años.

—Técnicamente, “animado” —ofreció Gaspard, levantando el dedo


para decir su punto—. No “despertado”

—Regresé a la vida —aclaró Jules.

—Pero, ¿cómo? —pregunté con incredulidad. El agarre de Vincent


en mi mano reforzaba mi valor—. ¿Cómo pudiste regresar a la vida? A
menos de que no estuvieras realmente muerto en primer lugar.

—Oh, estaba muerto. No hay duda sobre eso. No puedes estar en


muchas partes y vivir. —La sonrisa de Jules se volvió un gesto de
arrepentimiento cuando me vio palidecer.

—Dale a la dama un descanso —dijo Ambrose—. Estamos


dándole todo a la vez. —Él me miró—. Existe ésta especial… ¿cómo
debería llamarla? Que no suene muy Zona Twilight, sino “Ley del
Universo”, ¿verdad? Se dice que si bajo ciertas circunstancias mueres
en el lugar de alguien más, luego regresarás a la vida. Estás muerto por
tres días. Luego despiertas.

—Animar —corrigió Gaspard.

—Te despiertas —insistió Ambrose—. Y, salvo por estar tan


hambriento como el infierno, eres justo como eras antes.

—Excepto que después de eso no duermes —añadió Charles.

—¿Has escuchado hablar alguna vez de TMI28, Chucky? —


preguntó Ambrose, apretándose las manos con exasperación.

—Kate —dijo Charlotte en voz baja—, morir y ser animado son


cosas realmente duras para el cuerpo humano. En cierto modo nos llevó
a un ciclo de vida diferente. “Ser animado” es una buena manera de
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decirlo. Estamos tan animados que cuando despertamos vamos por

28 TMI: abreviatura de la frase en ingles “Too much information” que traduce en


español “Demasiada información”
más que tres semanas sin parar. Luego nuestro cuerpo se apaga y
“dormimos como los muertos” por tres días. Como Vincent lo acaba de
hacer.

—Te refieres a que estamos muertos por tres… —Charles


comenzó a corregirla.

Charlotte lo interrumpió:

—No estamos muertos. Lo llamamos “estar dormido”. Nuestro


cuerpo está en un tipo de hibernación, pero nuestra mente sigue activa.
Y una vez que nuestro cuerpo despierta, regresamos en pocas semanas
a nuestra absoluta, pero sin sueño, normalidad.

Charles murmuró:

—Sí, claro.

—Bueno, se podría decir que eso es lo elemental de la historia —


dijo Gaspard amablemente.

—¿Estabas… dormido ayer? —le pregunté a Vincent.

Él asintió.

—El fin de los tres días —dijo—. Ahora, estaré bien por lo menos
por un mes.

—No luces muy bien para mí —respondí, mirando la palidez de su


piel.

—Toma varias horas recuperarse de la inactividad —dijo Vincent


con una sonrisa débil—. Para un humano sería como tener una cirugía
de corazón abierto. No te levantas de la cama tan pronto el efecto de la
anestesia pasa.

Eso tenía sentido. Si continuaba con las analogías humanas. Yo


podría ser capaz de soportar todo este raro escenario un poco mejor.
Por la manera en que estaban hablando, claramente no estaban
acostumbrados a explicar la situación. Era mi elección entender las
cosas. Me di vuelta hacia Jules.

—Tienes más de cien años.


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—Tengo diecinueve —dijo.

—¿Así que ustedes nunca envejecen? —pregunté.


—Oh sí, envejecemos. Mira a Jean Baptiste, ¡él murió a los treinta
y seis pero está en sus setenta! —dijo Charles.

—¿Y cuántos años tendría Jean Baptiste si no hubiera… ya


saben? —busqué a tientas algunas palabras.

—Doscientos treinta y cinco —contestó Gaspard sin vacilar y


mirando a los otros continuó—: ¿Puedo?

Charles asintió y el resto permaneció en silencio.

—Después de ser animados, envejecemos a la misma velocidad


que cualquier otra persona. Sin embargo, cada vez que morimos, somos
reanimados a la misma edad que morimos la primera vez. Jules murió
cuando tenía diecinueve, por lo tanto cada vez que muere, comienza de
nuevo a los diecinueve. Vincent tenía dieciocho cuando murió, pero no
ha muerto por, ¿cuánto hace? ¿Un poco más de un año? —él dirigió la
pregunta a Vincent, pero lo interrumpí.

—¿Qué quieres decir con “cada vez que mueres”? —pregunté. La


escalofriante sensación estaba haciendo otra aparición. Vincent apretó
su agarre en mi mano.

—Digamos que hay mucha gente que necesita ser salvada —dijo
Jules, guiñando un ojo.

Lo miré, tratando de entender a lo que se estaba refiriendo. Luego


mis ojos se abrieron violentamente.

—¡El hombre en el metro! —jadeé—. ¡Le salvaste la vida!

Él asintió.

—Pero, ¿cómo?... quiero decir, no… —exclamé al no ser capaz de


formar un solo pensamiento mientras una docena inundaron mi mente
simultáneamente. Recordé a Vincent yendo tras la chica y a Charlotte
salvándome de la muerte por aplastamiento.

—Moriste salvando a alguien y lo sigues haciendo después de la


muerte —dije finalmente. Tal vez fuera algo obvio, pero finalmente la
bombilla se había encendido por encima de mi cabeza.

—Es la única razón de nuestro ser —dijo Vincent—. Estamos


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ligados a esa misión por el resto de nuestra existencia.

Lo miré. Ni siquiera sabía cómo reaccionar. Mi mente estaba en


blanco.
—Creo que es tiempo de terminar esta sesión de preguntas y
respuestas —les dijo Vincent a los otros—. Kate se está sobrecargando
con información. Y estoy muy cansado para continuar.

—No puedes contarle… —comenzó Gaspard.

—¡Gaspard! —gritó Vincent, y luego cerró los ojos por el


esfuerzo—. Juro… que no le diré a Kate nada más… de importancia…
sin consultárselo a ustedes primero. Lo juro. —Vincent dibujó una X en
su pecho y miró al hombre.

—Bien, entonces —dijo Ambrose, levantándose—. Ahora que


hemos terminado asustando a la humana, quiero decir, Kate-Lou —él
se paseaba y me dio una palmada en el hombro cariñosamente—, es
hora de algo de comer. —Y caminó por la puerta.

Charlotte tocó mi brazo suavemente mientras los otros salían.

—Ven a desayudar con nosotros. A ti es probable que no se te


permita… — miró a Vincent— salir de inmediato, de todos modos.

—¿Qué hora es? —pregunté, dándome cuenta que no tenía idea


que cuanto tiempo había dormido.

Charlotte miró su reloj.

—Casi las siete.

—¿Siete de la mañana? —pregunté, sorprendida de que hubiera


dormido en una casa extraña bajo tales circunstancias—. Gracias, pero
creo que me quedaré. Y hablaré con Vincent.

—Deberías comer —dijo Vincent en voz baja—. De todos modos,


Jean Baptiste va a venir furioso por esa puerta en unos cuantos
minutos después de que Gaspard lo actualice.

—Déjame quedarme contigo hasta entonces —le dije—. Iré a


buscarte cuando Jean Baptiste me eche a patadas. —le dije a Charlotte.

—¡Bien! —dijo ella con una sonrisa alentadora y cerró la puerta


detrás de ella.

Me di vuelta hacia Vincent. Pero antes de que pudiera abrir mi


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boca para hablar, él robo mis palabras.

—Lo sé —dijo—. Tenemos que hablar.


Traducido por Akanet

Corregido por Samylinda

E
stábamos por nuestra cuenta. Finalmente. Y lo que
debería haber sido una situación terrorífica, yo... sola en
un viejo castillo... sentada junto a alguien que acababa de
descubrir que era un monstruo, bueno, no era terrorífico en absoluto.
Increíblemente, parecía más incómodo que cualquier otra cosa.

Me senté frente a él en su cama, a este muchacho que parecía


estar al borde de la muerte. Incluso en su estado de debilidad era
hermoso. Yo tenía todas las razones para tener miedo, pero en lugar de
eso, estaba cautivada por la emoción más extraña. Me sentía protectora
hacia él.

—Así que... —dijo Vincent.

—Así que... ¿eres inmortal?

—Me temo que sí.

Se veía cansado y preocupado, y por primera vez, muy vulnerable.


De repente me sentí como si tuviera todo el poder en mis manos. Lo
cual, con respecto a nosotros, supongo que era cierto.

—¿Cómo te hace sentir eso? —preguntó.

—Um. Es mucho para asimilar de una sola vez. Pero sin duda
explica cosas. —Sentí que sus dedos agarraban los míos—. Es la razón
por la que no tengo miedo en este momento, ¿porque estás sosteniendo
mi mano?

—¿Qué quieres decir? —dijo con una sonrisa desigual.

—Es uno de tus súper poderes, ¿no? ¿Qué es? ¿El toque
tranquilizante o algo así?
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—¡Súper poderes! —se rió entre dientes—. Um. Sí, señorita


perceptiva. ¿Cómo te diste cuenta de eso?
—Charlotte lo utilizó en mí antes. Y dudo que pudiera haber
atravesado esta reunión informativa, sin los pocos golpes que me diste.

Las comisuras de la boca ligeramente curvadas. Sus dedos se


aflojaron y luego se volvieron a curvar alrededor de mi mano.

—Ya veo. Y no, a pesar de que te estoy tocando, no estoy


haciendo el “toque tranquilizante” como tú lo llamas. No sucede cada
vez que te toco. Tengo que desearlo. Pero por el momento, pareces estar
manejándolo bien por tu cuenta.

Eché un vistazo a su mesita de noche y vi que mi foto había sido


colocada hacia abajo. Descansando en la parte superior de ella, estaba
la carta que le había escrito el día anterior. Ya parecía como años atrás.

—Recibiste mi nota —le dije.

—Sí. Eso ayudó a explicar por qué te volviste toda acosadora


conmigo —él se rió—. Todavía no puedo creer que Jean Baptiste te
dejara entrar. Es tanto su culpa que me hayas encontrado, como la mía
por haberte traído aquí la primera vez. Definitivamente no voy a dejarlo
que me chantajee con eso. Cómo te las arreglaste para convencerlo de
que te dejara pasar de la puerta delantera, nunca lo entenderé.

La risa de Vincent estaba bordeada con algo que sonaba como


victoria.

—Eres increíble —dijo, sus ojos irradiando calor.

Me senté allí disfrutándolos hasta que los cerró y puso su cabeza


de nuevo contra la almohada.

—¿Estás bien? —le pregunté, preocupada.

—Sí, estoy bien. Sólo estoy sintiéndome muy débil. ¿Te importaría
darme algo de esa mesa? —Él asintió con la cabeza hacia una bandeja
plegable instalada junto al cabezal de su cama, conteniendo una gran
variedad de frutas y nueces.

Cogí un plato de dátiles y luego volví a sentarme junto a él con


ello.

—Gracias —dijo, tocando mi mano de nuevo antes de recoger una


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fruta y echarla en su boca.

—Así que el collar era para Charlotte —le dije, observando su


rostro cuidadosamente.
Él sonrió.

—¿Ves? Amiga mujer. No novia. Sólo alguien a quien he conocido


por cuanto... ¿el último medio siglo?

—No es que importe —le dije rápidamente, avergonzada.

—Por supuesto que no —dijo Vincent, fingiendo una mirada seria


y asintiendo con solemnidad.

Bajé la mirada a mis manos.

—Dijiste que se necesita un tiempo para recuperarse de... lo que


sea. ¿Cuándo estarás de nuevo en pie?

—Depende de en qué condición te encuentras cuando te vuelves


inactivo. No estaba herido ni nada, así que para esta noche estaré como
nuevo. Mejor, en realidad.

Me di cuenta de que estaba tratando de aligerar el ambiente, pero


se veía tan cansado que no podía evitar sentir pena por él.

—Oh, Vincent.

—No es malo, en realidad, Kate. De hecho, es bueno tener un


tiempo de inactividad... para recargar un poco, ya que después de esto
no voy a dormir otra vez en semanas.

Mi ceño fruncido lo hizo detenerse.

—No necesitamos hablar de esto ahora. No te preocupes por mí,


sin embargo. Yo soy el que está preocupado por ti. ¿Cómo… cómo
estás?

Puse los ojos en blanco y reí.

—Bueno, si no estás haciendo la cosa calmante y no he


enloquecido y me he escapado de tu casa rápidamente gritando,
supongo que estoy bastante bien.

—Increíble —dijo otra vez.

—Está bien, basta con la adulación —bromeé—. Guárdalo para la


próxima víctima que traigas sin poder hacer nada hasta tu guarida.
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La risa de Vincent se vio interrumpida por el sonido de la puerta


abriéndose. Me volví para ver a Jean-Baptiste entrando a grandes
zancadas en la habitación con Gaspard caminando junto a él.
—Kate, ve a buscar a Charlotte y a los otros —dijo Vincent en voz
baja—, pero una vez que te digan que te puedes ir, no te vayas sin
volver a verme. Por favor.

Gaspard me acompañó hasta la puerta abierta.

—Están en la cocina —dijo, indicando el lado más lejano del


pasillo. Entonces, dejándome en el pasillo, cerró la puerta detrás de él.

Seguí el delicioso aroma de pan fresco hacia la cocina, pero


titubeé frente a la puerta de vaivén. Tomando una respiración nerviosa,
la abrí de un empujón y entré. Toda la pandilla estaba sentada
alrededor de una mesa enorme de roble. Como uno, levantaron la
mirada y esperaron a que yo hiciera algo.

Ambrose rompió el hielo.

—¡Entra, humana! —dijo con voz como de Star Trek aminorada


un poco por una boca llena.

Charlotte y Charles se echaron a reír, y Jules me hizo señas hacia


una silla vacía a su lado.

—Así que sobreviviste a la ira de Jean-Baptiste —dijo—. Muy


valiente.

—Muy estúpida por venir aquí —añadió Charles, sin levantar la


mirada de su plato.

—Charles —lo regañó Charlotte.

—Bueno, ¡lo fue! —dijo Charles a la defensiva.

—¿Qué te gustaría, querida? —interrumpió una voz maternal por


encima de mi hombro.

Me volví para ver a una mujer regordeta de mediana edad que


llevaba un delantal. Tenía suaves mejillas sonrosadas y el pelo canoso
rubio atado en un moño.

—¿Jeanne? —pregunté.

—Sí, querida Kate —respondió ella—. Esa soy yo. He estado


escuchando todo sobre tu agitada noche de los demás. Siento, no
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haberte podido conocer antes, pero a diferencia del resto aquí, necesito
una noche de sueño reparador.
—Entonces, no eres... —vacilé.

—No, no es uno de nosotros —respondió Jules—. Pero la familia


de Jeanne ha estado al servicio de Jean-Baptiste por...

—Más de doscientos años —dijo Jeanne, terminando la frase


mientras ponía una montaña de huevos revueltos en el plato de
Ambrose. Él le dedicó una sonrisa encantadora, y le dijo—: Cásate
conmigo, Jeanne —inclinándose para besar la mano que sostiene la
cuchara de servir.

—En tus sueños —se rió ella, y le golpeó juguetonamente la mano


con la cuchara.

Poniendo un puño en su cadera, ella alzó la vista hacia el techo


como si tratara de recordar un poema que había aprendido de memoria.

—Mi tátara-tátara-tátara-abuelo, además de unos cuantos, fue el


ayudante del señor Grimod de la Reynière, y fue a la guerra con él
cuando luchó en tiempos de Napoleón. Fue ese antepasado, sólo quince
en el momento, a quien el señor Grimod salvó, apartándolo de un
empujón de la trayectoria de una bala de cañón que le quitó su propia
vida. Es una buena cosa que el chico estaba decidido a traer de vuelta
el cuerpo de señor desde Rusia para el entierro, porque él estaba allí
tres días después cuando el señor se despertó y fue capaz de cuidar de
él. Y mi familia ha estado con el señor desde entonces.

Ella relató esta increíble historia como si describiera su viaje al


mercado esa mañana. Debía parecer natural para ella después de haber
sido criada por una madre y una abuela que le contaron la misma
historia. Pero yo me sentía abrumada mientras mi mente trataba
serpentear alrededor de las repercusiones.

—Gracias, Jeanne. Kate parecía casi normal otra vez hasta que
empezaste a hablar —dijo Jules.

—Estoy bien —le respondí, sonriéndole—. Sólo comeré un poco de


pan y el café, gracias.

Jeanne empujó una cápsula de café en una cafetera de alta


tecnología y la encendió antes ir apresuradamente hacia el horno y
sacar una bandeja de cruasanes.
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—Me voy —dijo Charles, empujando su silla debajo de la mesa, y
después de chocar con frialdad los puños con Jules y Ambrose, salió de
la cocina sin una segunda mirada hacia mí.

Miré a los otros.

—¿Fue algo que dije?

—Kate —dijo Ambrose, riendo entre dientes—, tienes que


recordar, que a pesar de que el cuerpo de Charles, debe ser de ochenta
y dos, su nivel de madurez se ha quedado atascada en los quince años.

—Iré con él —trinó Charlotte, aparentemente avergonzada por la


grosería de su gemelo—. Adiós, Kate. —Ella se inclinó para besarme en
ambas mejillas—. Estoy segura de que vamos a verte pronto.

—Entonces, ¿qué pasa ahora? —pregunté mientras la puerta se


cerraba detrás de ella. Me sentía extrañamente dividida entre el deseo
de volver a la casa de mis abuelos y ver a mi familia real, viva y que
respiraba, y el deseo de permanecer aquí, entre estas personas que,
después de sólo unas pocas horas de conocerme, ya parecían
aceptarme. O por lo menos la mayoría de ellos lo hacía. Sin importar
que no eran humanos.

Antes de que alguien pudiera responder, Gaspard insertó su


cabello de puercoespín por la puerta.

—Te puedes ir, Kate. Pero Vincent pidió verte cuando te vayas a
ir. —Él desapareció de nuevo en el pasillo.

Mientras me ponía de pie, Jules se levantó y dijo:

—¿Quieres que te acompañe a casa?

Ambrose asintió con la cabeza, y con la boca llena dijo:

—Acompáñala a su casa.

—No, está bien, puedo llegar a casa por mi cuenta.

—Te acompaño hasta la puerta, entonces —dijo Jules, empujando


su silla debajo de la mesa.
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—Adiós, Jeanne. Gracias por el desayuno. Adiós, Ambrose —dije,


mientras Jules amablemente abría la puerta para que yo pasara
primero y me acompañaba por el largo pasillo hasta la puerta de
Vincent. Entré y él cerró la puerta detrás de mí, esperando en el pasillo.
—Entonces, ¿qué te han dicho? —le pregunté, acercándome a la
cama. Vincent se veía más blanco y más débil que antes, pero me sonrió
consoladoramente.

—Está bien. He prometido asumir completa responsabilidad por


ti.

Aunque no sabía lo que eso significaba, me sentía dividida entre


pensar que no necesitaba una niñera, por un lado, y más bien gustarme
la idea de ser la protegida de Vincent en el otro lado.

—Puedes ir a casa ahora —continuó—, pero como Jean-Baptiste


dijo antes, no puedes hablar de nosotros a nadie. No es que te vayan a
creer de todos modos, pero tratamos de estar tan debajo del radar como
sea posible.

Lo miré con curiosidad.

—¿Has oído hablar de los vampiros? —preguntó, sonriendo


misteriosamente.

Asentí con la cabeza.

—¿Has oído hablar de los hombres lobo?

—Por supuesto.

—¿Habías oído hablar de nosotros alguna vez?

Negué con la cabeza.

—Eso se llama “mantenerse por debajo del radar”, querida Kate.


Es en lo que somos buenos.

—Lo entiendo. —Tomé su mano extendida.

—¿Puedo verte de nuevo en unos pocos días? —preguntó.

Asentí con la cabeza de repente con incertidumbre al pensar en lo


que el futuro podría traer. Haciendo una pausa en la puerta, dije:

—Ten cuidado —y entonces me sentí estúpida de inmediato. Él


era inmortal. Él no tenía que tener cuidado—. Quiero decir, descansa —
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me corregí.

Él sonrió, divertido por mi confusión, y me saludó.


—Milady —Jules dio un paso adelante, haciendo una reverencia
como un portero en una película de Merchant-Ivory, y puse mi mano
sobre su brazo—. ¿Nos vamos? —No pude evitar reírme. Iba a hacer
todo lo posible para reivindicarse por molestarme.

De vuelta en el gran vestíbulo, cogí mi mochila. Cuando salí


fuera, me tocó el brazo y me dijo:

—Escucha. Lo siento, fui grosero antes hoy, ya sabes... en mi


estudio y en el museo. Te juro que no era nada personal. Sólo estaba
tratando de proteger a Vincent y a ti... y a todos nosotros. Ahora que es
demasiado tarde para eso, bueno, por favor acepta mis disculpas.

—Entiendo totalmente —le dije—. ¿Qué otra cosa podías hacer?

—Menos mal, me perdonó —dijo, con la mano en el corazón, su


alegría obviamente volviendo—. Así que, ¿estás segura de que estarás
bien? —me preguntó, dando un paso más cerca con una mirada que me
llamó la atención como algo más que amistosa preocupación por mi
bienestar. Él me vio leer su rostro y me sonrió con coquetería,
levantando una ceja como si estuviera haciendo una pregunta.

—Estaré bien, de verdad. Gracias —le respondí, ruborizándome, y


crucé el umbral hacia los adoquines.

—Vince irá a verte tan pronto como le sea posible —dijo, metiendo
sus manos en los bolsillos de su pantalón vaquero y asintiendo con la
cabeza a modo de despedida.

Le devolví el saludo y salí lentamente del patio hacia la calle más


allá, sintiendo como si estuviera en un sueño.
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Traducido por Judithld

Corregido por Marce Doyle*

E
l fin de semana pasó borroso, con mi cuerpo haciendo una
cosa y mi mente de vuelta en la casa de la rue de Grenelle.

No sabía cuándo llegaría el aviso de Vincent. El


lunes por la mañana, cuando Georgia y yo salíamos hacia la escuela, vi
un paquete en la puerta del edificio con mi nombre impreso en una
cursiva hermosa y pasada de moda. Lo abrí, y desde el interior saque
una tarjeta blanca y espesa en la que estaba escrita la frase "Pronto. V.
"

—¿Quién es V? —pidió a Georgia, con las cejas levantadas.

—Oh, sólo un tipo.

—¿Qué tipo? —preguntó mientras se paraba bruscamente y me


agarraba el brazo.

—¿El criminal?

—Sip —me reí, soltándome y arrastrándola hacia el metro—. Sólo


que él no es un criminal. Él es. . .

—Es un revenant, un tipo de no-muerto-ángel de la guarda-


monstruo que va salvando vidas humanas.

—Él sólo se junta con algunas personas raras.

—Hmm... creo que debería reunirme con él.

—De ninguna manera, Georgia. Ni siquiera sé si voy a seguir


viéndolo. No necesito que intervengas y compliques las cosas antes de
que realmente decida si me gusta.

—Oh, pero si a ti te gusta.


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—Está bien, me gusta. Quiero decir, voy a seguir viéndome con él.
—Ella me miró con escepticismo.
—No puedo explicarlo, Georgia. Simplemente no hables de eso.
Me comprometo a decírtelo si pasa algo.

Caminamos en silencio durante unos dos segundos antes de que


ella dijese:

—No te preocupes. No voy a tratar de robártelo.

La golpeé con mi mochila a medida que corría por las escaleras


del metro.

Vincent había dicho que quería verme "pronto," pero estábamos


en el cuarto día, y yo había comenzado a preguntarse si alguna vez
fuese a verlo de nuevo. Tal vez había cambiado de opinión acerca de mí
una vez que se había fortalecido. O tal vez Jean-Baptiste había
cambiado para él. Con solo pensar en su nota ya tenía ganas de verle.

Después de la última campanada de las clases del martes, salí de


la escuela y me dirigí hacia la parada del bus. Me detuve cuando vi a un
figura familiar de pie al cruzando la calle. Era Vincent.

Su pelo negro brillaba bajo el sol de finales de septiembre,


radiando vida y energía. Parecía una especie de criatura mitológica
perfecta. Ahí fue cuando caí en la cuenta que él era en realidad una
especie de criatura mitológica perfecto. Me estaba quedando sin aliento.
Y aunque sus ojos estaban ocultos detrás de unas gafas de sol, vi la
curva de sus labios torcerse en una sonrisa cuando me vio que salía de
las puertas del instituto.

Una vintage Vespa roja estaba estacionada donde estaba


esperándome, y mientras cruzaba la calle hacia él, alzó un casco a
juego. Después de cuatro días esperar, sentí el deseo de lanzar mis
brazos alrededor de él, pero cuando llegué a un paso, dudé, recordando
cómo se veía la última vez que lo había visto.

Había estado a punto de morir. Allí tumbado, casi sin vida, en su


cama, como la escena de una película de terror antigua y de blanco y
negro. Y ahora allí estaba, cuatro días más tarde, con todos los poros de
su cuerpo rezumando salud. ¿Qué es lo que me pasa? debería estar
huyendo de él tan rápido como pudiese, no muriéndome por sus
huesos. Monstruo, no humano, me recordé.
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Él me vio vacilar, y aunque él ya se había inclinado para darme la


bienvenida, dio un paso atrás y esperó a que yo diese el primer paso.
—Hola. Pareces mucho más. . . vivo —le dije, parpadeando, le
dediqué una sonrisa tensa mientras que dentro de mí la batalla entre el
impulso y la cautela continuaba.

Él sonrió y se frotó la nuca con una mano, con una expresión de


un cruce entre avergonzado y pidiendo disculpas.

—Sí. Caminemos y ya de paso hablamos. . . —su voz se


desvaneció al ver mi expresión cuidadosa.

Decídete, pensé, presionándome para moverme. Tendí la mano


tomando el casco de repuesto de su mano.

—Por lo tanto, la parte del truco de regreso-desde-los-muertos…


—le dije cogiendo el casco.

La expresión de Vincent fue uno de un alivio inmediato.

—Sí, voy a tener que mostrarte cómo funciona en algún momento


—se rió y, pasando una pierna sobre la moto, me tendió una mano.

Lo tomé con vacilación. Hacía calor. Dulzón, mortal. Me instalé


detrás de él y empujó todas las persistentes dudas de nuevo a un
rincón de mi mente.

—¿A dónde vamos? —le pregunté finalmente, dejándome sentir la


emoción que había estado luchando para liberarse.

—Sólo a dar un pequeño paseo por la ciudad —dijo, aceleré la


Vespa y comenzó a moverse por la calle.

Agarrarse a Vincent se sentía como estar en el cielo y conducir a


través de París en una vintage Vespa, como la mejor aventura que había
tenido en años. Cruzamos un puente sobre el Sena en París y
callejeamos por la ciudad pasando a lo largo de la orilla del río. El agua
brillaba a la luz en otoño.

Después de un paseo de veinte minutos, llegamos a la Île Saint-


Louis, una de las dos islas naturales en el medio del Sena que están
conectados al continente por puentes y vinculadas entre sí por una
pasarela.
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Vincent encadenó la scooter a una puerta y luego, tomándome de


la mano, me condujo por un largo tramo de escalones de piedra hasta la
orilla del agua.
—Oye, lo siento, no pude verte antes —dijo, caminando por el
muelle conmigo de la mano—. Tenía un trabajo que hacer para Jean-
Baptiste, llegué tan pronto como pude.

—Está bien —le respondí, absteniéndome de hacerle preguntas.


Prefería olvidarme de todas las extrañas cosas de novela de fantasía, los
eventos del fin de semana anterior. Quería fingir que éramos sólo un
niño y una niña pasando una tarde a orillas del río. Pero tenía una
sensación de que la fantasía no duraría por mucho tiempo.

Cuando nos acercamos a la punta de la isla, la estrecha acera se


abría a una terraza de adoquines de gran tamaño.

—Este lugar está siempre lleno de gente durante el verano, pero a


nadie se le ocurre venir aquí el resto del año. Esta vacía para nosotros
—dijo Vincent llevándome al lado norte.

Se apoyó en el borde de la terraza, extendió su mano sobre la


piedra y extendió la otra mano para que yo la tomase. Me sentí como si
fuéramos las dos últimas personas sobre la faz de la tierra. Este
caballero de brillante armadura que me había arrastrado a su pequeña
isla de paz en medio de la ajetreada ciudad y quería se siente conmigo
por unos pocos momentos su cuento de hadas. Esto no podía ser real.

Vimos las ondas del río con su corriente rápida y sus reflejos.
Enormes nubes hinchadas erraban a través de una amplia extensión de
cielo que pocas veces veía al caminar entre los edificios de la ciudad.
Las olas chocaban fuertemente contra la pared, su sonido montándose
en un crescendo al estrellarse contra las embarcaciones de motor. Cerré
los ojos y dejé que la tranquilidad del lugar fluyese a través de mí.

Vincent me tocó la mano, rompiendo el hechizo. Su frente estaba


llena de preocupación, ya que él parecía buscar palabras. Por fin habló.

—Sabes lo que soy, Kate. O por lo menos lo básico.

Asentí con la cabeza, preguntándose qué podría venir después.

—La cosa es. . . Quiero llegar a conocerte. Tengo una sensación


acerca de ti que no he tenido con los demás por mucho, mucho tiempo.
Pero siendo lo que soy hace las cosas… —hizo una pausa— más
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complicadas.

Al ver su expresión de dolor, deseé tocarlo, darle seguridad,


gastando hasta la última gota de mi auto-control para permanecer
quieta y mantener la boca cerrada. Había pensado, obviamente, sobre lo
que quería decir, y yo no quería distraerlo.

—Has sufrido sola una gran pérdida. Y la última cosa que quiero
es hacer las cosas más dolorosas para ti de lo que ya son. Si yo fuera
una persona normal que viviese una vida cotidiana, ni siquiera
estaríamos hablando acerca de esto. Podríamos salir juntos, ver cómo
iba y si las cosas funcionaba de maravilla. Si no, tomaríamos cada uno
nuestro propio camino. Pero no puedo hacer eso con la conciencia
tranquila. No contigo. No puedo permitir que alguien por la que siento
algo profundo inicie esto sin saber todas las consecuencias. Sabiendo
que soy diferente. Que no tengo idea de lo que podría pasar si vamos
más allá... —Parecía abatido por su propias palabras, pero decidido a
soltarlo todo—.Odio tener que hablarte de esta manera. Es demasiado…
demasiado rápido.

Hizo una pausa por un momento y miró donde reposaban


nuestras manos, separadas por escasos centímetros de adoquines.

—Kate, yo no puedo dejar de querer estar contigo. Así que te


explicaré todo para que tú lo pienses. Para que decidas lo que quieres.
Quiero intentarlo. Para ver cómo podemos ser. Pero me iré ahora si me
das tu palabra de que sólo tú sabrás lo que puedes manejar. Lo que
sucederá después con nosotros, depende de ti. No tienes que decidir
ahora mismo, pero sería bueno saber cómo te sientes acerca de lo que
he dicho.

Dibujando con mis pies que colgaban del borde del muelle, pase
mis brazos alrededor de mis piernas. Me mecí hacia atrás y hacia
adelante por unos pocos minutos en silencio e hice algo que rara vez me
permitía hacer. Pensé en mis padres. Acerca de mi madre.

Ella se burlaba de mí por ser impetuosa, pero me dijo que


siempre siguiera mi corazón.

—Tienes un alma vieja —dijo una vez—. Yo no diría esto a


Georgia, y por amor de Dios, no se le digas nunca que te dije esto. Pero
ella no tiene la misma intuición que tu. La misma capacidad de ver las
cosas por lo que son. No quiero que tengas miedo de ir tras las cosas
que realmente quieres en la vida. Porque creo que vas a querer las
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cosas correctas.

Si ella sólo pudiera ver lo que yo quería ahora, se comería sus


palabras.
Pasé los ojos de los barcos que paseaban a Vincent, sentado
inmóvil a mi lado, estudié su perfil mientras miraba hacia el agua,
perdido en sus propios pensamientos. Ni siquiera era una opción. ¿A
quién trataba de engañar? Ya había tomado la decisión desde la
primera vez que lo vi, aunque mi mente racional tratase de decirme lo
contrario.

Me incliné hacia él. Alcanzándole con mi mano, deslicé mis dedos


por su brazo. Volvió la cabeza y me miró con un anhelo que hizo que mi
corazón saltara. Me lavé los labios contra la superficie de bronce de la
mejilla y me preparé tener la fuerza para decir las palabras que yo sabía
que tenía que decir.

—No puedo, Vincent. No puedo decir que sí.

Sus ojos mostraban el dolor, incluso la desesperación, pero no


sorpresa. Mi respuesta fue la que él había esperado.

—No estoy diciendo que no, tampoco —continué, y se relajó


visiblemente—. Voy a necesitar algunas cosas si vamos a empezar a
vernos. —Dejó escapar una risa baja y sexy.

—Así que haciendo demandas, ¿no? Bueno, escuchémoslas.

—Quiero un acceso ilimitado.

—Suena interesante. ¿Para qué, exactamente?

—Para la información. No puedo hacer esto si no lo entiendo.

—¿Necesitas saberlo todo de inmediato?

—No, pero no quiero sentirme como si me estuvieras ocultando


nada.

—Me parece justo. Mientras vaya en ambos sentidos.

Una ligera sonrisa levantó las comisuras de sus labios


perfectamente esculpidos. Aparté la vista, antes de perder valor.

—Necesito saber cuando no te voy a ver por un tiempo. Cuando


hagas la cosa esa de sueño-mortal. Así que no me preocuparía que te
hubiese pasado algo. O mis incesantes preguntas.
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—De acuerdo. Eso es bastante fácil, cuando las cosas van bien.
Pero si algo llegara a suceder. . . queda invalidado.
—¿Algo como qué?

—¿Te acuerdas de que te dije acerca de cómo me mantenía joven?

—Oh. Sip. —Esas palabras devolvieron la terrible imagen de Jules


saltando delante del tren—. ¿Quieres decir que si fueses a “salvar a
alguien”?

—Entonces asegúrate de hablar con uno de mi tribu.

Me acordé de haberle oído usar esa palabra antes.

— ¿Por qué dices “tribu”?

—Es como nos llamamos unos a otros.

—Suena a estereotipo de la edad media, pero vale —le dije con


escepticismo.

—¿Algo más? —me preguntó, mirándome como un niño travieso a


la espera de recibir su castigo.

—Sí. No tiene por qué ser inmediato, pero... tienes que conocer a
mi familia.

Vincent se echó a reír, un sonido rico que me sorprendió con


diversión y alivio. Se inclino hacia mí, me tomó en sus brazos y dijo:

—Kate. Sabía que eras una chica chapada a la antigua. Una niña
a la caza de mi corazón.

Me dejé derretir entre sus brazos durante unos segundos, y luego


me eche hacia atrás y puse la expresión más grave que pude hacer en
estas circunstancias.

—No me comprometo a nada, Vincent. Sólo para la próxima cita.

De repente sentí que el viejo yo, la yo anterior la accidente de


Brooklyn, me estaba mirando desde afuera al nuevo yo, el yo que ni
siquiera hace un año se había visto obligada a crecer instantáneamente.
El yo, que había sido un campo de batalla marcado por la tragedia. Me
quedé sorprendida de presenciarme a mi misma sentada al lado de este
chico impresionante y hablando de esas cosas con él. ¿Cómo diablos me
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había transformado tan rápidamente en esta persona sensata? ¿Cómo


podía estar sentada allí, con estoicismo, cuando se estaban
estableciendo las condiciones para algo que yo quería más que
cualquier otra cosa que jamás había deseado?
El instinto de conservación. Esas cuatro palabras vinieron a mi
mente, yo sabía que lo que estaba haciendo estaba bien. Todo mi ser se
había hecho trizas cuando perdí a mis padres. No quería abrirme por si
Vincent caía. En el fondo sabía que había sobrevivido a duras penas a
la “desaparición” de mis padres. No podía sobrevivir a otra más.

Página 110
Traducido por Judithld

Corregido por Marce Doyle*

—C
aminemos —dijo Vincent y, ayudándome a
ponerme de pie, extendió el brazo para
sostenerme. Dimos un paseo mientras veíamos
barcos navegar junto a nosotros a través del agua verde oscura, dejando
tras ellos una estela espumosa y enviando grandes y rizadas olas a
golpear contra las piedras bajo nuestros pies.

—Entonces, ¿cómo... moriste? Me refiero a la primera vez —le


pregunté.

Vincent se aclaró la garganta.

—¿Puedo esperar hasta más tarde para contarte mi historia? —


preguntó, sonando incómodo—. No quiero parecerte completamente
raro cuando te cuente cómo solía ser antes de tener la oportunidad de
enseñarte cómo soy ahora. —Me dirigió una sonrisa incómoda.

—¿Eso significa que tampoco tengo que hablarte sobre mi


pasado? —le repliqué.

—No —se quejó—. Sobre todo porque apenas he empezado a


entenderte. —Hizo una pausa—. Por favor, no me preguntes todavía.
Haz cualquier otra pregunta, sólo que esa no.

—Está bien, qué tal... ¿por qué tienes una foto mía al lado de tu
cama? —inquirí

—¿Te ha acojonado? —dijo, riendo.

—Sí, un poco —admití—. Aunque lo vi alrededor de un segundo


después de haberte encontrado muerto en tu cama, por lo que el
acojonante ya era bastante alto.
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—Bueno, Charlotte y yo tuvimos que pelearnos por esa —dijo—.


¿Te diste cuenta de las fotos de mis paredes?
—Sí. En las de Charlotte también había. Ella dijo que había gente
a la que había salvado.

Él asintió con la cabeza.

—Son nuestros “rescates”. Y después de que te salváramos,


ambos reclamamos tu foto.

—¿Cómo es eso? —pregunté, confundida.

—Bueno, ¿te acuerdas de ese día en la cafetería cuando casi te


convertiste en historia en París?

Asentí con la cabeza.

—Charlotte te hizo una seña, ese es el por qué de que te movieras


a tiempo para evitar la piedra que caía. Pero yo soy el que le dijo lo que
iba a suceder.

—¿Estabas allí? —pregunté, parándome en seco y levantando la


mirada hacia él.

—Sí... en espíritu. No en cuerpo —dijo Vincent mientras me


arrastraba con él.

—¿En espíritu? Pensé que habías dicho que no sois fantasmas.

Vincent puso su mano sobre la mía, y yo empecé a sentirme como


si me hubieran inyectado una mini dosis de tranquilizantes.

—Ya basta con la cosa del “toque relajante”. Sólo explícalo. Puedo
manejarlo.

Vincent dejó su mano sobre la mía, pero la sensación de calidez


desapareció. Él sonrió con aire de culpabilidad, como si le hubieran
pillado copiando en un examen.

Sin darme demasiadas palmaditas en la espalda a mí misma,


sentí que estaba manejando las cosas bastante bien. Aparte de
descubrir que el chico que me gustaba era inmortal, pensé que me
estaba tomando las lecciones de cómo funcionan las cosas
sobrenaturales con calma. No me había asustado. Mucho. Bueno,
excepto cuando vi a Jules morir. Y encontré las fotos de la necrológica.
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Y me encontré a Vincent “muerto” en su cama. Todo lo cual era


totalmente comprensible que me asustara en ocasiones, me aseguré.

Vincent estaba hablando, así que intenté concentrarme.


—Volveré al estado espiritual. Pero lo que te estaba diciendo sobre
mí estando con Charlotte y Charles… es nuestro modus operandi como
revenants. Por lo general, viajamos en grupos de tres, cuando
“andamos”. Eso es lo que lo llamamos estar... uhm... de patrulla. De
esta forma si pasa algo…

—¿Como le pasó a Jules en el metro?

—Exactamente. Entonces los demás alertarán a Jean-Baptiste,


quien se asegurará de que recuperamos el cuerpo.

—¿Y cómo hace eso? ¿Tiene contactos en la morgue de la ciudad?

Lo dije en broma, pero Vincent sonrió y asintió.

—Y en la policía, entre otras organizaciones.

—Qué práctico —dije, intentado no parecer sorprendida.

—Mucho —estuvo de acuerdo—. Probablemente piensan que


Jean-Baptiste es algún tipo de gánster o necrófilo, pero por la cantidad
de dinero que paga por los servicios que necesita parece ser que hace
que la gente se olvide de las preguntas.

Me quedé en silencio, pensando en lo complicado que el negocio


de salvar la vida a los no muertos debe ser. Y aquí estoy yo, colándome
sin darme cuenta en su fiesta cuidadosamente planeada. No me extraña
que no estuviera en la lista VIP de invitados de Jean-Baptiste.

—Charlotte me explicó sobre cómo cuando estamos inactivos


nuestros cuerpos están muertos pero nuestras mentes siguen activas.

Asentí.

—Ella estaba simplificando un poco. En realidad, el primero de


los tres días inactivos estamos muertos en “cuerpo y mente”. Todo está
apagado, como si fuéramos cualquier otro cadáver. Pero el segundo día
cambiamos a otro modo… estamos muertos sólo en cuerpo. Si hemos
sido heridos desde la última hibernación, nuestro cuerpo empieza a
curarse a sí mismo. Y nuestras mentes se despiertan. Durante dos días
nuestra consciencia puede como… desprenderse del cuerpo. Podemos
viajar. Podemos hablar los unos con los otros.
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No me lo podía creer. Había más “reglas revenants”. Esto no puede


ponerse más raro, pensé.
—¿Flotando por ahí fuera de vuestros cuerpos? Ahora entiendo
por qué Charles dijo que erais fantasmas.

Vincent sonrió.

—Cuando nuestras mentes abandonan el cuerpo, lo llamamos


estar volant.

—¿Volant como “volar”?

—Exactamente. Y mientras estamos volant tenemos una especie


de sexto sentido refinado. No es exactamente adivinación, pero sí
podemos intuir cuando algo va a pasar para que los otros puedan
utilizarlo para salvar a alguien. Es como ver el futuro, pero sólo con lo
que está pasando cerca de nuestra inmediata ubicación, y sólo es un
minuto o dos de donde estamos.

Tacha eso... se puede poner más raro.

Vincent debe de haber sentido la vacilación en mi paso y supuso


correctamente que me estaba abrumando. Me llevó a un banco de
piedra a un lado del muelle y se sentó conmigo, dándome tiempo para
procesar toda aquella imposible historia. Ante nosotros, el reflejo de los
edificios a lo largo del río ondulaba sobre la superficie del agua.

—Sé que suena extraño, Kate. Pero es uno de los dones que
poseemos como revenants. Uno de nuestros únicos “súperpoderes”,
como tú dices. Como cuando nos viste a Jules y a mí en el metro, en
realidad había tres de nosotros allí. Ambrose estaba volant, y nos avisó
justo antes de que aquél hombre saltara. Jules dijo que lo agarraría,
mientras que yo te protegía de verlo. —Vincent sonrió con una sonrisa
un poco avergonzado—. Ambrose es también la razón de que nos
topáramos contigo en el Museo Picasso. Él te vio desde fuera y le sugirió
a Jules que apareciera en el interior para «una lección de Cubismo».

—Pero, ¿cómo sabía Ambrose siquiera quién era yo? —pregunté,


incrédula.

—Hacer que me tope contigo es la idea que tiene Ambrose de una


broma. Yo había estado hablando de ti a los demás, incluso antes de
que te salváramos en el café.
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Cogió una hoja muerta y empezó a desmenuzarla entre los dedos.

—¿Lo hiciste? —jadeé, estupefacta—. ¿Qué es lo que has estado


diciendo?
—Eh... ¿no te gustaría saberlo? —Sonrió con picardía—. No puedo
revelar todos mis secretos de un tirón. ¡Permíteme mantener al menos
un ápice de dignidad!

Puse los ojos en blanco y esperé a ver qué era lo que vendría
después. Pero secretamente estaba emocionada por esta revelación.

—En cualquier caso, el día en que casi fuiste aplastada por la


mampostería, estaba volant con Charlotte, y Charles y vio el edificio
cayendo a pedazos un minuto antes de que ocurriera. Le dije a
Charlotte que tenías que moverte, y ella te hizo un gesto para que
vinieras. Es por eso que ambos reclamamos tu foto para nuestro “Muro
de la Fama”. —Él sonrió y desvió la mirada de la hoja ahora hecha
jirones a mis ojos, midiendo mi reacción.

—¿Pero por qué las fotos? ¿Son —me estremecí— trofeos?

—No. No es como si nos regodeáramos. O compitiéramos. Es algo


más profundo —dijo Vincent, su sonrisa fue reemplazada por una
mirada de inquietud—. Es difícil no llegar, en cierto modo, a…
obsesionarnos... con nuestros rescates, especialmente por los que
morimos. Morir repetidamente no es fácil. Y es difícil no querer saber
después qué ha pasado con la persona por la que mueres. Si la
experiencia cercana a la muerte cambió su vida. Si el sacrificio que
hiciste les provocó un efecto mariposa a ellos, a su familia, las personas
que los conocen, y así sucesivamente. —Él se rió incómodamente—. Si
no tuviéramos cuidado, podríamos acabar acechándolos. A veces
ocurre. Es una trampa fácil para aquellos a los que no se les advierte.
Por suerte, Jean-Baptiste tiene un par de cientos de años como no-
muerto en su haber. Él nos mantiene en el Triple-Recon Plan. —Sonrió
Vincent—. Podemos volver y fotografiar nuestro rescatados después
salvarlos. Luego podemos ir en forma de volant dos veces para
comprobarlos, pero no se recomienda otro tipo de comunicación.
Después de eso, tenemos que satisfacernos con buscar en Google el
contenido de nuestro corazón.

—Así que Ambrose casi tiró esa regla por la ventana cuando nos
obligó a estar en la misma sala del museo.

Él sonrió.
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—Las reglas ya eran un poco jodidas. Como he dicho, mi


fascinación por ti empezó mucho antes del incidente edificio en ruinas.
Vincente evitó mis ojos. Tiró los restos de la hoja destrozada al
agua, estiró la mano y cubrió mi mano con la suya. Oí una campana de
alarma sonando en la parte trasera de mi mente mientras escudriñaba
la información que él me había dado. Y entonces algo hizo clic.

—Vincent, ¿estás diciendo que a pesar de que no moriste por mí,


te convertiste en un obseso por mí después de salvarme la vida?

—Más obseso —admitió Vincente, sin dejar de mirar hacia otro


lado.

—Así que, si la obsesión es inevitable, ¿entonces qué me hace


diferente a cualquier otra de tus rescatados? Tal vez la razón por la que
me gustas es que acabo mudarme a tu calle y nuestros caminos se
cruzan con más frecuencia que con la mayoría. Tú me salvaste, pero en
lugar de desaparecer de tu vida como todos los demás, yo seguía
apareciendo y alimentaba tu obsesión. ¿Cómo sabes que no es por eso?
—Se quedó en silencio—. Es eso, ¿no? —Negué con la cabeza con
desaliento. Un nudo de desesperación se apoderó de mi estómago—. Me
pregunto cómo alguien como tú podría enamorarse de alguien como yo.
Cómo has pasado de actuar como si yo fuera una estúpida admiradora
el primer par de veces que te vi, a mirarme como si yo fuera la chica de
sus sueños. Y esa es la respuesta. No tiene nada que ver conmigo. Es
una especie de adicción a antinatural a salvar vidas que va junto con
ser revenant.

Sabía que no podía ser verdad, me dije a mí misma.

Vincent agachó la cabeza poniéndola entre sus manos y se sentó


como por un minuto, masajeándose las sienes antes de hablar.

—Kate, he salvado a cientos de mujeres y nunca he sentido esto


por ninguna de ellas. Yo estaba interesado en ti antes de que te salvara
la vida. Lo admito, la parte de salvarte te hizo más inolvidable. En cierto
modo se selló mi decisión de conocerte. Tal vez me porté como un
imbécil la primera vez que hablamos, pero ha pasado mucho tiempo
desde que me he dejado sentir nada por nadie. Me falta práctica siendo
humano. Tienes que creerme.

Busqué algún indicio de engaño en su rostro. Parecía


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completamente sincero.

—Entonces, tienes que ser honesto conmigo, Vincent —dije—. Si


de repente te das cuenta de que eso es todo lo que soy —un rescatado
del que has logrado ser cercano— entonces me gustaría saberlo
inmediatamente.

—Voy a ser honesto, Kate. Nunca te mentiré.

—O esconderme cosas debería saber.

—Te doy mi palabra.

Asentí con la cabeza. El sol ya se estaba poniendo, y las luces


comenzaron a aparecer en los edificios por encima de nosotros, sus
reflejos rebotaban en el agua como llamas oscilantes.

—Kate, ¿qué estás sintiendo?

—¿Honestamente?

—Honestamente.

—Miedo.

—Deja que te lleve a casa —dijo Vincent, con el lamento llenando


su voz. Él se levantó y me llevó a su lado.

¡No!, pensé. Y en voz alta dije tartamudeando:

—No... todavía no. No vamos a terminar hoy así. Vamos a hacer


otra cosa. Algo normal.

—¿Quieres decir hablar de algo más que de la muerte, los


espíritus que vuelan e inmortales obsesionados?

—Eso estaría bien —dije.

—¿Qué me dices de cenar? —dijo Vincent.

—Está bien. —Asentí con la cabeza—. Sin embargo, déjame


decirle a Georgia que no voy a cenar en casa.

Saqué el teléfono móvil del bolso y escribí un mensaje de texto:

Salgo a cenar. Por favor, dile a M y P que no llegaré muy tarde.

Vincent agarró mi mano y entrelazó los dedos con los míos,


enviando pequeñas ondas de choque a través de mi corazón. Mi teléfono
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sonó cuando llegamos a la cima de las escaleras. Era Georgia.

—¿Sí?
—Así que, ¿con quién vas a cenar?

—Así que, ¿por qué lo quieres saber? —sonreí, mirando de reojo a


Vincent.

—Digamos que me estoy tomando en serio mi papel como tu


tutora legal —ronroneó.

—Tú no eres mi tutora legal.

Georgia se echó a reír.

—¿Con quién estás?

—Un amigo.

—¿V?

—En realidad, sí.

—Oh, Dios mío, ¿adónde vais? Me pasaré y simplemente fingiré


que estaba en la zona así puedo echarle un vistazo.

—De ninguna manera, y además, aún no sé ni dónde vamos a ir.

Vincent me dirigió una sonrisa socarrona.

—¿Georgia? —preguntó. Asentí con la cabeza, y él cogió el


teléfono.

—Hola, ¿eres Georgia? Vincent al habla. ¿Debería haber aclarado


esta cita contigo antes de salir con tu hermana? —Se rió, y podría decir
que Georgia ya estaba usando su irresistible encanto con él. Finalmente
dijo—: No, no creo que conocer a los viejos estuviera en nuestros planes
para esta noche, pero estoy seguro que nos conoceremos pronto. Porque
no, ¿preguntas? —Me guiñó un ojo, y me estremecí. Era increíble cómo
me afectaba. De un modo peligroso.

—Vas a tener que preguntárselo a tu hermana. Ella lleva la voz


cantante.
Página 118
Traducido SOS por Alexia Cullen y AleG

Corregido por Marce Doyle*

N
os sentamos uno frente al otro con una pequeña mesa en
un restaurante cueva en el Marais29. Decenas de velas
encendidas iluminaban el espacio a nuestro alrededor.
Nuestras piernas estaban cruzadas debajo de la mesa, la mía
descansando entre las de él, y la sensación de su cuerpo tocando el mío
dejó a mi sangre en una constante ebullición desde el momento en que
nos sentamos hasta que nos fuimos.

Seguí intentando luchar contra los sentimientos de que Vincent y


yo éramos realmente una pareja. Era nuestra primera cita verdadera,
después de todo, y además de la poca creíble información de Vincent
que me había dado sobre su capa monstruosa, no sabía nada de él. No
era el momento de bajar la guardia. Decidí sacar las cosas a la luz.

—Has estado hablando inglés conmigo toda la tarde y todavía no


has cometido ningún error —le felicité mientras esperábamos a que
nuestra comida llegara.

—Cuando duermes tan poco como lo hacemos nosotros, tienes un


montón de tiempo para cosas como libros y películas. He preferido leer
en el idioma original y ver las películas sin tener que leer los subtítulos.
Así que he logrado aprender mis favoritos: inglés, italiano y algunas
lenguas escandinavas.

—Bueno, estoy empezando a sentirme intimidada.

—Estoy seguro de que si tuvieras décadas suficientes para


trabajarlo, me lo mostrarías completamente ─respondió, con sus ojos
vivos por el parpadeo de las velas.
Página 119

29
Marais: barrio de París, Francia situado en el III y IV distrito parisinos, en la margen
derecha. Hoy en día está delimitado al oeste por rue du Temple, al este por el
boulevard Beaumarchais, al norte por la rue de Bretagne y al sur por el río Sena. Le
Marais es un distrito de moda con negocios y empresas del ámbito legal y bancario.
En él reside la población judía más importante de Europa. Se lo considera uno de los
barrios más cosmopolitas del viejo continente.
El camarero sirvió nuestros platos delante de nosotros.

—Buen provecho —dijo Vincent, esperando a que yo cogiera mi


cuchillo y tenedor antes de tocar la suya.

—Así que comes comida normal —comenté, mirando a Vincent


cortar un pedazo de su Magret de Pato30.

—¿Qué? ¿Esperabas que me pidiera cerebros crudos? Pensé que


íbamos a mantenernos lejos de los temas de conversación sobrenatural
esta noche —dijo con una sonrisa.

—¡No todas las noches tengo cena con un inmortal! —bromeé—.


Dame un poco de margen.

—Comemos cosas normales. Bebemos cosas normales. No


dormimos, excepto cuando estamos aletargados, que en realidad no
cuenta como dormir. De todos modos todo lo demás trabaja de la
misma… —sus ojos se estrecharon descaradamente y sus labios
formaron una sonrisa sexy —O eso es lo que he oído.

Me sonrojé y me concentré intensamente en mi plato.

—¿Kate?

—¿Mmm?

—¿Cuál es el resto de tu nombre?

Me encontré con sus ojos.

—Kate Beaumont Mercier. Beaumont es el apellido de soltera de


mi madre.

—Es francés.

—Sí, tengo raíces francesas en ambas partes de mi familia. De


todas formas, nombrar a tus hijos después de tu apellido de soltera es
una cosa del Sur. Y en el Sur es donde mi madre creció. En Georgia, en
realidad.

—Ahora todo está cayendo en su lugar —sonrió Vincent.


Página 120

—¿Y tú?

30Magret de Pato: filete de carne magra, cortada de la pechuga de un ganso o un


pato cebado.
—Vincent Pierre Henri Delacroix. En Francia tenemos dos
segundos nombres. Pierre es el nombre de mi padre y mi abuelo era
Henri.

—Suena muy aristocrático.

—Tal vez sí, de toda la vida —se rió Vincent—. Pero mi familia no
era nada como la de Jean─Baptiste. Es fácil decir de qué tipo de origen
es.

—Jean─Baptiste —murmuré—. No parece muy enamorado de mí.

La cara de Vincent se ensombreció.

—Quiero que sepas que aunque Jean─Baptiste es como mi propia


familia, su opinión sobre ti no me importa. Si deseas gustarle entonces
te aseguraré: vendrá. Tienes que ganarte su confianza… no la da con
facilidad. Pero hasta entonces, estás conmigo. Respetará mi elección y
será cortés a partir de ahora.

Vincent vio la duda en mi rostro y se apresuró a decir:

—Esto es, por supuesto, si queremos seguir viéndonos el uno al


otro. Lo cual deseo que hagamos.

Asentí con la cabeza para mostrar que lo entendía, y Vincent, al


parecer aliviado al ver que yo no había hecho una carrera después de
su diatriba demasiado ferviente, cambió de tema.

—¿Así que tú y tu hermana sois muy cercanas?

—Sí, ella ni siquiera es dos años mayor que yo, así que siempre
hemos bromeado acerca de ser gemelas. Pero somos totalmente
diferentes.

—¿Cómo es eso?

Me di un mordisco y pensé en cómo describir a mí hermana, la


mariposa social, sin hacer que sonara superficial.

—Georgia es una extrovertida total. No es como si yo fuera


exactamente una tímida, pero no me importa pasar tiempo conmigo
misma. Mi hermana tiene que estar con gente de veinticuatro y
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veintisiete. En Nueva York todo el mundo la conocía. Siempre se las


arreglaba para encontrar las mejores fiestas y estaba rodeada
continuamente de su séquito: miembros de la banda, DJs, artistas del
performance.
—Y déjame adivinar… tú estabas demasiado ocupada leyendo y
yendo a los museos para unirte a ella.

Me reí cuando vi la sonrisa irónica de Vincent.

—No. Fui con ella a veces. Pero yo no era el centro de atención


como Georgia. Yo sólo era la hermana pequeña de Georgia a lo largo del
paseo. Ella se encargaba de mí. Siempre designaba a alguien de su
grupo para asegurarse de que yo tenía un buen rato.

No expliqué cómo Georgia siempre elegiría una “cita” para mí:


chicos magníficos con pantalones de cintura baja que, para mi
sorpresa, entusiasmadamente asumían el reto de entretener a la
hermana de Georgia. Algunos de estos montajes se habían convertido
en algo más. No mucho más, en realidad, pero si algunos de esos chicos
daban la casualidad de estar en una fiesta con Georgia y yo iba, sabía
que tenía alguien con quien bailar, sentarme cerca, y quizás besar en
alguna esquina oscura de la habitación más tarde en la noche. Georgia
los llamaba mis “chicos fiestas”.

Ahora, con Vincent sentado en la mesa enfrente de mí, más


mayor que la vida, ellos parecían como fantasmas. Sombras, en
comparación con él.

—Me preocupaba cómo podría manejar el tener que renunciar a


su trono de reina de la vida nocturna cuando nos mudamos —
continué—, pero la subestimé. Está bien en su camino para alcanzar el
mismo nivel aquí.

—¿Diferente ciudad, misma escena?

—Ella esta, básicamente, fuera, todas las noches que Papy y


Mamie no la obligan a quedarse en casa. Pero, a diferencia de en Nueva
York, no voy con ella.

—Lo sé —dijo, pinchando una patata con el tenedor, y luego se


detuvo y miró rápidamente para ver si me había dado cuenta de su
desliz.

—¿Qué? —le pregunté, sorprendida, y entonces las palabras de


Ambrose volvieron a mí de repente. Hemos estado comprobando sus
Página 122

salidas, y no es una espía. —¡Nos has estado siguiendo!

Sintiendo al mismo tiempo alago y horror, puse mis piernas


detrás de él y le mantuve a mi lado de la mesa.
—Nadie estaba siguiendo a Georgia, sólo siguiéndote a ti. Y era
yo. Por lo menos después del día que hablamos en el Museo Picasso.
Después de eso sentí que te debía un poco de privacidad. Fueron
Ambrose y Jules, una vez que supieron que yo estaba… interesado en
ti, insistieron en asegurarse de que no eras un peligro para nosotros.
Sin embargo, yo nunca dudé de ti. Honestamente.

—¿Un “peligro”? —le pregunté consternada.

Vincent suspiró.

—Tenemos enemigos.

—¿Qué quieres decir?

—Cambiemos de tema —dijo Vincent—. Lo último que quiero es


en envolverte en algo que podría ponerte en riesgo.

—¿Tú estás en riesgo? —pregunté.

—No contactamos con ellos muy a menudo. Pero cuando lo


hacemos, termina en que cada lado quiera destruir al otro. Así que si
me pediste que fuera honesto, tengo que decir que sí. Pero he tenido
décadas de experiencia protegiéndome a mí mismo. No quiero que te
preocupes.

De repente, recordé mi caminata aquella mañana con Georgia a lo


largo del muelle.

—La noche que te vi sumergirte en el Seine después de esa chica.


Personas estaban peleando debajo del puente. Con espadas.

—Bien, entonces realmente los has visto. Esos eran los Numa.

Incluso la palabra sonaba a maldad. Me estremecí.

—¿Qué son?

—Son lo mismo que nosotros, pero al contrario. Son aparecidos,


pero su destino no es salvar vidas. Es destruirlas.

—No entiendo.
Página 123

—Nos convertimos en inmortales cuando morimos mientras


salvamos la vida de alguien. Ellos ganan su inmortalidad tomando
vidas. Al universo parece que le gusta el equilibrio. —Su sonrisa era
amarga.
—¿Quieres decir que ellos son asesinos resucitados? —Sentí una
fría hoja de pánico rasgar un camino desde mi estomago hasta mi
corazón.

—No sólo asesinos. Todos ellos traicionaron a alguien para que


muriera.

Inspiré profundamente.

—¿Qué? Espera un minuto. ¿Quieres decir que cualquier persona


que muere después de traicionar a alguien para que muera se convierte
en un inmortal malvado?

—No, no todos. Sólo algunos. Es como nosotros. No todo el


mundo que muere salvando a alguien más es resucitado. Te lo explicaré
en otro momento… es un poco complicado. Todo lo que necesitas saber
es que los Numa son malos. Son peligrosos. Y nunca mueren porque
siguen asesinando. Lo que les facilita esa línea de trabajo es que
básicamente son mafiosos glorificados, se mueven entre la prostitución
y las drogas, y para legalizar sus negocios comerciales, tienen bares y
discotecas. No es sorprendente, que en su mundo, la oportunidad de la
muerte y la traición venga con la suficiente frecuencia.

—¿Y esas eran las… cosas, que peleaban debajo del puente esa
noche?

Vincent asintió.

—La chica que iba a saltar se había involucrado con ellos. La


habían llevado a la decisión de suicidarse, y luego la acompañaron para
asegurarse de que en realidad lo hiciera.

—Pero se veía tan joven. ¿Cuántos años tenía?

—Catorce.

Me estremecí.

—¿Entonces por qué estabas allí? —pregunté.

—Charles y Charlotte estaba paseando con Jules al volante. Jules


lo vio antes de que ocurriera y corrió a casa para avisarnos a mí y a
Página 124

Ambrose. Cuando llegamos a la escena, los gemelos sostenían a algunos


de los Numa bajo el puente mientras la chica… bueno viste que sucedió.
La agarré justo antes de que saltara.
—¿Capturaste a… los chicos malos? —No quería decir esa
palabra, había tenido un efecto tan perturbador en mí.

—Dos de ellos, sí. Otro par se escapo.

—Así que tu no sólo salvas gente. También la matas.

—Los Numa no son gente. Si tenemos la oportunidad de destruir


a un aparecido del mal, lo hacemos. Los humanos siempre pueden
cambiar; es por eso que nosotros evitamos matarlos. Siempre hay una
posibilidad de redención en su futuro. Pero no los Numa. Comenzaron
su camino mientras fueron humanos. Una vez que han sido aparecidos,
están más allá de cualquier esperanza de salvación.

Así que Vincent era un asesino, pensé. Un asesino de chicos-


malos, pero al fin y al cabo un asesino. No estaba segura de cómo me
sentía al respecto.

—¿Y la chica que se lanzo desde el puente?

—Está bien.

—¿Estás obsesionado con ella?

Vincent se rio.

—Ahora que se que está bien, no. —Debajo de la mesa, él empujo


mis piernas de nuevo entre las suyas, y parte de la calidez volvió—. Sólo
soy afortunado de que los aparecidos no puedan leerse la mente unos a
otros, porque Jean-Baptiste podría matarme si sabe que te he contado
acerca de los Numa.

—¿Violación de la seguridad? —Me reí.

Vincent sonrió.

—Sí, pero confió en ti, Kate.

—No hay problema —dije— Probablemente ya sabes esto por tu


red de espías, pero no tengo a nadie a quien decírselo así quisiera. No
es como si tuviera una multitud de amigos esperando escuchar mi
chisme inmortal.
Página 125

Vincent se rió.

—No. Pero me tienes a mí.


—Seré extra cuidadosa para no parlotear acerca de los monstruos
que te rodean, entonces.

—¿Cómo es que hablamos por dos horas y todavía no sé nada


acerca de ti? —me quejé mientras salíamos del restaurante.

—¿Qué quieres decir? —respondió Vincent, encendiendo la


moto—. Te dije un montón de nosotros.

—Acerca de ti como un grupo, muchísimo, pero de ti como


persona, nada. —Grité por encima del ruido del motor—. No dejaste que
te hiciera ninguna pregunta. Me pones en desventaja.

—Súbete. —dijo, riendo. Me subí detrás de él y envolví mis brazos


a su alrededor, sintiéndome cerca a la felicidad.

Cruzamos el río y empezó a dirigirse hacia nuestra parte de la


ciudad. Con el viento golpeando mi pelo violentamente sobre el borde
del casco, y el cálido cuerpo de mi… potencial novio presionado contra
mí, desee que él siguiera conduciendo hasta que llegáramos al Océano
Atlántico, por más de cuatro horas. Pero cuando el museo de Louvre
apareció a la vista al otro lado del Seine, Vincent aminoró la marcha y
se detuvo junto al río. Apago la motocicleta y la parqueó en un poste
antes de tomar mi mano y llevarme hacia el río.

—Ok, pregunta algo —dijo.

—¿A dónde me llevas?

Vincent se rió.

—¿Tienes una pregunta y vas a usarla en eso? Okey, Kate. Ya que


has sido tan paciente, responderé. —Subimos sobre el Pont des Arts
(Puente de las artes), una pasarela de madera que cruza el rio, y
empezamos a cruzarlo.

La ciudad estaba iluminada como un árbol de navidad, y los


reflejos de las iluminaciones del puente la hacían parecer majestuosa y
Página 126

de otro mundo. La Torre Eiffel brillaba en la distancia y el reflejo de la


luna resplandecía sobre la superficie del agua arremolinada debajo de
nosotros.
Alcanzamos el centro del puente, Vincent me llevo gentilmente
hacia la baranda lateral y se puso detrás de mí, me envolvió en sus
brazos y tiró de mí más cerca de él. Cerré mis ojos e inhalé, llenando
mis pulmones con el olor característico del agua del río, que a lo largo
de los años había llegado a comparar con un estado de tranquilidad. Mi
corazón latió lentamente, y mientras los músculos de Vincent se
flexionaban alrededor de mis hombros, latía más rápidamente.

Nos quedamos allí, juntos, mirando la Ciudad Luz por unos


momentos eufóricos antes de que él inclinara su cabeza hacia abajo y
susurrara:

—La respuesta a la pregunta de adonde te estaba llevando seria…


al lugar más hermoso en París. Con la chica más hermosa que he
tenido la suerte de ver, y la cual espero que desesperadamente se
encuentre conmigo otra vez. Tan pronto como sea posible.

Mire por encima de mi hombro y observe su expresión sincera. Él


me giro lentamente hacia él. Me miro durante un minuto entero con sus
grandes ojos oscuros, como si intentara memorizar cada centímetro de
mi cara. Luego levanto su mano para cepillar un mechón de pelo hacia
atrás, metiéndolo suavemente detrás de mi oreja mientras levantaba
mis labios hacia los suyos.

Nuestra piel apenas se tocaba. Él estaba dudando, como si


supiera lo que quería pero tuviera miedo de alejarme. Nuestros labios se
rozaron, y sentí como si una fibra sensible fuera tocada dentro de mí, y
mi cuerpo estuviera tarareando una nota musical pura. Poco a poco
levante mis brazos para colocarlos alrededor de su cuello, con miedo de
que un movimiento brusco pudiera romper el hechizo. Pero cuando sus
labios se encontraron con los míos, una vez más, la magia se intensificó
y la nota creció hacia un clímax que bloqueó cualquier otro sonido.

París desapareció. El vaivén de las olas bajo nosotros, el zumbido


de los carros pasando al otro lado del río, el susurro de las parejas que
caminaban de la mano… todo desapareció, y Vincent y yo éramos las
únicas personas en la tierra.
Página 127
Traducción SOS por Alexia Cullen.

Corregido por Mlle_Janusa.

A
lgo crujió a los pies de mi cama. Obligué a un ojo a abrirse
y, a través de la bruma de un sueño interrumpido, vi a mi
hermana posada en el borde de mi colchón. Parecía
demasiado excitada para este momento de la mañana. ¿O todavía era
de noche? Levantando una ceja, ordenó:

—¡Cuéntame todo! —y luego, arrancando las sábanas que tiré


sobre mi cabeza, trató de sonar grave—. ¡Si no lo haces, no te permitiré
verle de nuevo!

Gimiendo, me limpié los ojos legañosos y me apoyé sobre mis


codos.

—¿Qué hora es? —bostecé, dándome cuenta de que Georgia


estaba completamente vestida.

—Tienes exactamente quince minutos para prepararte para la


escuela. Te dejé dormir hasta tarde.

Miré hacia mi reloj y vi que tenía razón. Presa del pánico, me


quité las mantas y empecé a saltar por la habitación, agarrando un
sujetador y unas bragas del cajón, excavando a través de una pila de
ropa limpia doblada y puesta en una silla.

—Pensé que después de que llegaras tan tarde podrías necesitar


algo de sueño extra —susurró.

—Muchas gracias, Georgia —gemí, resbalando una camiseta


limpia roja sobre mi cabeza y rebuscando en mi armario un par de
vaqueros. Y luego, teniendo un flashback de la noche anterior, me
hundí en mi puesto sobre la cama—. ¡Oh, Dios mío! —dije cuando sentí
que mis labios formaban una sonrisa soñadora que revelaba todo.
Página 128

—¿Qué sucede? ¿Te besó?

Mi rostro encendido debía haberle dicho todo, porque mi hermana


saltó y dijo:
—¡Eso es todo! ¡Tengo que conocerlo!

—Para, Georgia, me estás avergonzando. Dame un poco de tiempo


para averiguar, incluso, si me gusta el chico —dije, cuando metí los pies
por los pantalones y me puse de pie para subirlos por mis caderas.

—Hemos pasado por esto antes —dijo mi hermana, agarrándome


por el hombro y analizando mi cara por un segundo, buscando —. Y
siento informarte, Katie-Bean, pero por lo que parece, ya es demasiado
tarde para eso.

Y salió brincando de la habitación, sonriendo y aplaudiendo con


sus manos.

—Me alegro de proporcionarte el entretenimiento de la mañana —


me quejé y me incliné para atarme los cordones de los zapatos.

El día pasó rápidamente, caía en un estado de ensueño tan


pronto como me sentaba en cada clase y pasaba las horas meditando
sobre la noche anterior. Parecía demasiado bueno para ser verdad;
Vincent confesando sus sentimientos por mí en el río, la cena con velas
y luego… mi corazón se sacudía cada vez que pensaba en el beso en el
Ponts des Arts. Y de cómo después de que Vincent me llevó a casa y me
dio otro beso, corto pero increíblemente delicado, en frente de mi
edificio.

El aspecto de total devoción que había visto en sus ojos cuando


me tomó en sus brazos me había conmovido. No había sabido si tener
miedo de él o responderle del mismo modo. Pero no podía permitirme
corresponderle. No estaba preparada para bajar la guardia.

A la hora del almuerzo, me volví hacia mi teléfono para checar mis


mensajes. Georgia siempre me enviaba unos cuantos mensajes tontos
durante el día, y efectivamente, había dos mensajes de ella: una queja
sobre su profesor de física, y el segundo, también obviamente, enviados
desde su teléfono.

Te quiero nena, V.

La escribí de vuelta:
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Creí haberte dicho que te largarás anoche, asqueroso acosador


francés.

Su respuesta llegó de vuelta inmediatamente:


¡Que sí! Tus mejillas de remolacha, sonrojadas, de esta
mañana sugieren lo contrario… ¡mentirosa! Estás enganchada por
él.
Gemí y estuve a punto de dar la vuelta a mi teléfono, cuando vi
que había un tercer texto de DESCONOCIDO. Tecleé sobre él y leí:

¿Puedo recogerte en la escuela? ¿Mismo lugar, misma hora?

Le envié un mensaje de vuelta:

¿Cómo conseguiste mi número?

Me llamé a mí mismo desde tu teléfono mientras estabas en el


baño del restaurante anoche. ¡Te advertí que éramos acosadores!

Me reí y di las gracias a mi buena estrella porque los revenants no


pudieran leer los pensamientos, aunque tenía que haber recordado ver
lo que hice en los días en los que él estaba flotando alrededor de la
ciudad como un espíritu que todo lo ve.

Sí, a las 3, nos vemos luego.


Escribí, y durante el resto del día renuncié a toda la pretensión de
estar prestando atención en clase.

Me estaba esperando cuando salí por las puertas. Mi ritmo


cardíaco se aceleró cuando lo vi casualmente apoyado contra un árbol
cerca de la parada de autobús. No pude evitar una enorme sonrisa
propagándose a través de mi cara.

—¡Hey, preciosa! —dijo, dándome un casco cuando me acerqué a


la Vespa. Se subió sus gafas de sol y se inclinó hacia adelante para
besarme en cada mejilla.

Y, ese gesto insignificante que se repetía decena de veces al día en


Francia, cada vez que decías hola o adiós, cada vez que presentabas a
alguien o te topabas con un amigo, esos dos pequeños besitos que
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conforman los bises31, de repente, asumieron un significado totalmente
diferente para mí.

En lo que se sintió como una cámara lenta, las mejillas de


Vincent tocaron las mías, y en ese momento, mis pulmones se olvidaron
de respirar. Se echó un poco hacia atrás y nuestros ojos se encontraron
cuando se inclinó hacia mi otra mejilla y rozó sus labios suavemente
sobre mi piel. Abrí mi boca para respirar intentando enviar un poco de
oxígeno a mi cerebro.

—Mmmmmm —dijo con un brillo en sus ojos —. Eso fue


interesante.

Su sonrisa era contagiosa, y me encontré a mí misma riendo


mientras cogía el casco de sus manos y lo ponía sobre mi cabeza,
agradecida por la oportunidad de esconder mi cara mientras me
serenaba.

—Dado que está inusualmente frío el día de hoy, me preguntaba


si te verías envuelta en algunos de los mejores chocolates calientes de
París —dijo mientras pasaba su pierna sobre la moto.

—¿Así que ahora estás seduciendo a colegialas con la promesa del


chocolate? Eres un hombre malo, Vincent Delacroix —me reí cuando
encendió el motor.

—¿Por lo tanto eso te hace aceptar mi oferta? —gritó por encima


del ruido de la Vespa mientras nos alejábamos.

—Intencionadamente crédulo ─dije, envolviendo mis brazos


alrededor de su cuerpo caliente y cerrando mis ojos de placer.
Página 131

31Bises: la palabra bises está mal utilizada, pues basta con decir "bis", que es una
palabra latina, es decir un clasicismo que se usa en los espectáculos, para nombrar la
repetición de una actuación que se hace por petición del público.
Traducido por Vivian Dark Bloom.

Corregido por Mlle_Janusa.

E
sa noche, Georgia me arrinconó en mi habitación
después de la cena.

—Entonces, ¿a dónde fuiste después de la escuela?


Te estuve esperando.

—Vincent me recogió después de la escuela y me llevó a Les Deux


Magots.

Los ojos de Georgia se abrieron como platos.

—¿Lo has visto dos días seguidos?

—Bueno, hoy realmente no cuenta, ya que sólo lo vi por quince


minutos. Tuve que apurarme porque tengo un examen mañana y debo
estudiar.

—¡Eso no importa! ¡Santo cielo, esto se está volviendo serio! —Se


puso cómoda en el borde de mi cama—. Cuéntame más sobre este ex
criminal y misterioso hombre.

—Bueno —le dije, escogiendo con cuidado mis palabras—. Es un


estudiante.

—¿Dónde?

—Um, en realidad no lo sé.

Georgia me miró, dubitativa.

—¿Qué estudia?

—Ah… ¿Literatura? Eso creo —aventuré.


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—¿Tampoco sabes qué está estudiando? Bueno, ¿y entonces de


qué hablan?
—Oh, de otras cosas. Tú sabes. Arte. Música —Muertos vivientes.
Inmortalidad. Zombies malvados. No había forma de que pudiera
contarle a Georgia algo sobre él.

Georgia me miró por un momento, y luego replicó.

—De acuerdo. Si no quieres contarme nada sobre él, está bien. Tú


tampoco sabes mucho sobre mi vida, pero no es porque yo esté
intentando excluirte. He dejado de invitarte a salir porque sé que dirás
que no.

—Está bien, Georgia. ¿Con quién estás saliendo?

Mi hermana negó con la cabeza.

—No te daré información si tú tampoco me la das.

Me estiré para tomar su mano y le expliqué:

—Georgia, no es que esté intentando excluirte de mi vida


intencionalmente. Sabes que he tenido dificultades con… bueno, con
todo, pero finalmente me estoy recuperando y prometo esforzarme más.

—¿Entonces, saldrás conmigo este fin de semana?

Hice una pausa.

—De acuerdo.

—¿Con Vincent?

—Mm…

Georgia me lanzó una mirada, que decía: ¿Ves?

—Está bien, está bien. Saldremos con Vincent. Pero nada de


discotecas, Georgia, por favor.

El mal humor de Georgia desapareció al instante y dio saltos de


alegría sobre mi cama.

—De acuerdo, nada de discotecas. ¿Qué opinas de un


restaurante?
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—Claro. Comprobaré si anda por aquí cerca. —Más bien si está


vivo.

—Llámalo ahora.
—¿Me darías algo de privacidad, por favor?

—Está bien —concedió Georgia, inclinándose para darme un beso


en la frente. Caminó hacia la puerta y luego volteó—. Gracias, hermana.
De verdad. Será bueno tenerte de vuelta.

Las luces de la calle se prendían conforme íbamos caminando


hacia la estación del metro. Vincent y Ambrose, quienes charlaban
estando apoyados contra el kiosco de revistas, se enderezaron al vernos.
Mi corazón se derritió desastrosamente cuando Vincent caminó hacia
mí y me besó en la mejilla y luego, volteando hacia Georgia, le dedicó su
más atractiva sonrisa.

—Y tú debes ser la guardiana legal de Kate… quiero decir, su


hermana. Georgia, ¿no es así?

Georgia se rió y exclamó con coquetería.

—Bueno, ¡sólo mírate! ¡Katie sí que sabe cómo elegirlos! —parecía


que ella quisiera quedarse ahí toda la noche, mirando fijamente sus
ojos.

—¡Georgia! —exclamé, negando con la cabeza.

Ignorándome, Georgia miró a Ambrose por encima del hombro de


Vincent, dedicándole un guiño coqueto.

—No te preocupes, Katie-Bean. Parece que Vincent trajo a alguien


para mantenerme ocupada. Y tú eres…

—Ambrose. Es un placer conocer a la encantadora hermana de


Kate —dijo en francés, mirándome de reojo. Lo entendí. Si ella sabía
que él era americano, empezaría con sus preguntas. Quizás demasiadas
preguntas, aunque yo estaba segura de que estaba acostumbrado a
inventar historias—. ¿Y a dónde planean llevarnos, señoritas?

—Pensé que podríamos ir a un pequeño restaurante en el


vecindario catorce —dijo.

Vincent y Ambrose se dieron una mirada fugaz cuando el teléfono


Página 134

de Georgia empezó a sonar.

—Disculpen —dijo, y se volteó para responder la llamada.

—No es nuestro vecindario favorito —dijo Ambrose en voz baja.


—¿Por qué? —pregunté.

—Es como su territorio. Tú sabes, esa gente de la que te hablé.


Los del otro bando —dijo Vincent, dando un vistazo para asegurarse de
que Georgia no lo hubiera escuchado.

—¿Qué nos pueden hacer estando fuera en un vecindario


ocupado y acompañados por dos humanas? —preguntó Ambrose. Se
quedó mirando fijamente al espacio por un segundo, y luego asintió con
la cabeza y me miró—. Jules me pidió que te dijera: “hola, preciosa”.

—¡Oye, cuidado! —dijo Vincent.

—Él dice: “¿qué harás al respecto?” —dijo Ambrose, empujando a


Vincent.

—¿Jules ha entrado en estado volant… aquí? ¿Ahora? —pregunté


sorprendida.

—Sí —dijo Vincent—. No estamos en servicio esta noche, desde


luego, pero él insistió en venir. Dijo que no quería perderse toda la
diversión.

—¿Puedo hablar con él? —pregunté.

—Cuando entramos en ese estado sólo nos pueden oír otros


revenants, los humanos no. Así que Jules puede oír lo que dices en voz
alta, pero sólo puede responder a través de mí o de Ambrose —dijo
Vincent—. Pero debes tener cuidado —hizo un gesto hacia Georgia,
quien estaba colgando la llamada.

—Qué mal —dijo ella—. Tenía un par de amigos que nos


acompañarían, pero no podrán venir.

—¿Nos vamos? —preguntó Ambrose, ofreciéndole formalmente su


brazo a Georgia para que lo tomara. Ella rió con delicadeza, cogiendo su
brazo y luego bajaron las escaleras.

Cuando estuve segura de que no me oirían, dije:

—¡Hola, Jules!

Vincent rió y dijo:


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—Parece que alguien se ha enamorado.

—¿A qué te refieres? —pregunté.


—Jules quiere que te diga que es una pena que te hayas
enamorado de alguien tan aburrido como yo. Él desearía tomar mi lugar
y mostrarte cuán bien puede tratar un hombre viejo a una señorita —
volvió a hablar con el aire—. Sí, así es, amigo. ¿Acaso tienes como
veintisiete años más que yo? Bueno, por el momento ambos tenemos
diecinueve, así que deja de molestar.

Hice un cálculo mental rápido. Jules me había dicho que nació al


final del siglo diecinueve, lo que quería decir que Vincent debió haber
nacido cerca de 1920. Sonreí mientras guardaba la información para
procesarla más tarde. Si Vincent no me iba a decir nada, quizás podría
tratar de averiguarlo por mi cuenta.

Nos bajamos del metro cerca del descuidado Cementerio de


Montparnasse y caminamos por una calle peatonal repleta de bares y
cafés. Nos detuvimos frente a un restaurante que tenía cerca de veinte
personas paradas afuera.

—¡Este es! —dijo Georgia entusiasmada.

—Georgia, mira cuánta gente está esperando. Nos tomará una


eternidad encontrar una mesa.

—Ten un poco de fe en tu hermana mayor —me dijo—. Una amiga


mía trabaja aquí. Apuesto a que puedo conseguirnos una mesa ahora
mismo.

—Adelante. Te esperaremos aquí afuera —le dije, llevando a


Vincent y Ambrose al otro lado de la calle, lejos de la multitud. Nos
apoyamos contra la puerta de una tienda cerrada y veíamos como
Georgia se esforzaba por pasar entre la gente.

—Tu descripción de ella fue precisa —sonrió Vincent mientras me


rodeaba con su brazo y me apretaba el hombro con afecto.

—Mi hermana, el fenómeno —dije, disfrutando el abrazo.

Ambrose estaba de pie a mi otro costado mirando a la multitud y


asintiendo con la cabeza a una voz en su mente, cuando
repentinamente se detuvo y miró fijamente a Vincent.
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—Vin, Jules dice que ve al Hombre en el vecindario. A unas


cuadras de aquí.

—¿Sabe que estamos aquí? —preguntó Vincent.


Ambrose negó con la cabeza.

—No lo creo.

Vincent me soltó y dijo:

—Kate, tenemos que salir de aquí. Ahora.

—¡Pero, Georgia! —pregunté, mirando hacia la puerta de vidrio.


Podía ver a mi hermana en el interior, charlando con la anfitriona.

—Iré por ella —dijo Vincent, y empezó a empujar a la


muchedumbre para intentar pasar. Justo entonces, dos hombres que
habían pasado caminando, saltaron sobre Ambrose, empujándolo
violentamente contra la pared. Él gruñó e intentó agarrarlos, pero los
hombres lo esquivaron y se alejaron rápidamente, mientras él chocaba
con el suelo.

—¡Oigan, deténganse! —les grité, cuando doblaban en la


esquina—. ¡Que alguien los detenga! —grité a la multitud de personas al
otro lado de la calle. La gente volteó y miró hacia donde yo señalaba,
pero los hombres habían desaparecido. Todo esto había sucedido tan
rápido que nadie lo notó.

—¡Vincent! —grité en dirección a la multitud. Vincent volteó y,


viéndome alarmada, luchó por volver hacia donde yo estaba.

—Ambrose, ¿estás bien? —pregunté, en cuclillas junto a él—.


¿Acaso ese hombre…? —empecé, pero luego me detuve al notar que su
camiseta estaba rota desde el cuello hasta el pecho y toda empapada de
sangre. No se movía.

¡Oh, por favor!, que no esté muerto, pensé.

Había visto mucha más violencia en este último año que en toda
mi vida. Pregunté, aunque no por primera vez, ¿por qué a mí? No se
supone que las adolescentes estén tan familiarizadas con la mortalidad,
razoné con amargura, mientras un sentimiento de pánico brotaba desde
mi estómago. Me arrodillé al lado de su cuerpo inmóvil.

—¿Ambrose, puedes oírme?


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Alguien salió de la multitud y caminó hacia nosotros.

—Oye, ¿está bien? —justo entonces, Ambrose se estremeció, e


inclinándose hacia delante con ambas manos, se levantó del suelo.
Mientras lo hacía, cerró su chaqueta, escondiendo eficazmente la
sangre de su camiseta, aunque ya había un charco bastante grande en
el suelo—. Oh, por Dios, Ambrose, ¿qué sucedió? —pregunté. Le ofrecí
mi brazo y apoyó todo su peso sobre mí.

—No soy Ambrose. Soy Jules —las palabras salieron de los labios
de Ambrose, pero sus ojos miraban ciegamente hacia delante.

—¿Qué? —pregunté confundida.

Finalmente, Vincent nos alcanzó.

—Es Ambrose —dije—. Lo apuñalaron o le dispararon, algo así.


Está delirando. Me acaba de decir que era Jules.

—Debemos sacarlo de aquí antes de que regresen con refuerzos


para llevarse su cuerpo —me dijo Vincent en voz baja. Luego, con una
voz más fuerte le dijo a un grupo pequeño de personas que venían a
ayudarnos—. Está bien, está bien… ¡gracias! —cogió uno de los brazos
de Ambrose y lo colocó sobre su hombro.

—¿Qué hay de Georgia? —pregunté preocupada.

—Quienquiera que haya hecho esto, te vio parada junto a


Ambrose. Es muy peligroso que estés aquí.

—No puedo dejar a mi hermana —dije, volteándome para ir entre


la multitud por ella.

Vincent me cogió del brazo y me jaló hacia él.

—Ella estaba dentro del restaurante cuando atacaron. Está a


salvo. ¡Ven conmigo! —me ordenó y cogí el otro brazo de Ambrose, y lo
coloqué detrás de mi espalda. Estaba caminando, pero se veía muy
débil. Cuando llegamos al final de la cuadra, Vincent llamó un taxi y
nos acomodó dentro, cerrando la puerta con un golpe. Miré hacia la
calle mientras nos alejábamos. No había ninguna señal de Georgia.

—¿Está bien? —preguntó el chofer, mirando a través de su


retrovisor y fijándose en el gran hombre que se había derrumbado en su
asiento trasero.

—Está ebrio —respondió Vincent, sacándose el suéter mientras


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hablaba.

—Bueno, asegúrense de que no vomite en mi cabina —dijo el


hombre, moviendo su cabeza en señal de disgusto.
—¿Qué sucedió? —me preguntó Vincent suavemente en inglés,
mirando de reojo al conductor para ver si podía entender. Le entregó su
suéter a Ambrose, quien abrió el cierre de su chaqueta y lo guardó bajo
su camiseta. Luego apoyó su cabeza contra el asiento que estaba en
frente de sí.

—Sólo estábamos parados allí cuando dos hombres lo empujaron


contra la pared. Se fueron corriendo antes de que supiera qué había
sucedido.

—¿Viste quién lo hizo? —preguntó.

Negué con la cabeza.

Ambrose dijo:

—Fueron dos de ellos. No pude verlo venir antes de tiempo, o te lo


habría advertido.

—Está bien, Jules —dijo Vincent, poniendo su mano sobre la


espalda de Ambrose para mostrarle su apoyo.

—¿Por qué acabas de llamarlo Jules?

—Ambrose no está ahí. Es Jules —dijo Vincent

—¿Qué? ¿Cómo? —pregunté aterrorizada mientras me alejaba


rápidamente de la figura que se hallaba desplomada a mi costado.

—Ambrose está inconsciente o… muerto.

—Muerto —respondió Ambrose.

—¿Va a… volver a la vida? —pregunté horrorizada.

—El ciclo vuelve a empezar cuando nos matan. El primer día de


nuestra inactividad empieza al segundo que morimos. No te preocupes,
Ambrose volverá a la vida en tres días.

—¿Entonces qué está haciendo Jules? ¿Lo ha poseído?

—Sí. Él quería sacar a Ambrose fuera de ese lugar antes de que


nuestros enemigos regresaran y se llevaran el cuerpo.
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—¿Tú puedes hacer eso, quiero decir, poseer a alguien?

—A otros revenants, sí, bajo ciertas circunstancias.


—¿Cómo cuáles?

—Como, por ejemplo, si su cuerpo se encuentra aún en buena


forma y puede moverse —al ver mi asombro, aclaró—. Si están en una
sola pieza y el rigor mortis32 no se ha establecido.

—Eww—hice una mueca.

—¡Tú preguntaste! —miró hacia el conductor, quien, juzgando por


su falta de interés, se encontraba totalmente ajeno a nuestra
conversación.

—¿Y qué hay de los humanos? —pregunté.

—Si están vivos, sí, pero sólo con su permiso y considerando que
es muy peligroso para el estado mental del humano tener dos mentes
activas a la vez —dijo, golpeándose la frente—. Se volverían locos si
durara mucho tiempo.

Me estremecí.

—No pienses en eso, Kate. Casi nunca sucede. Es algo que sólo
hacemos en situaciones extremas, como esta.

—¿Qué… te estoy asustando, mi querida Kates? —las palabras


salían de los labios de Ambrose.

—Sí, Jules —respondí, arrugando mi nariz—. Honestamente,


puedo decir que completamente con los pelos de punta en este
momento.

—Genial —dijo, mientras una sonrisa se formaba en los labios de


Ambrose.

—Jules, es un mal momento para hacer bromas —dijo Vincent.

—Lo siento, hombre. Es que no siempre consigo hacer trucos de


magia para un humano.

—¿No puedes únicamente concentrarte en detener la hemorragia,


si es posible? El conductor se molestará mucho si arruinamos su
asiento trasero —susurró Vincent.
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32
Rigor mortis: es un signo reconocible de muerte que es causado por un cambio
químico en los músculos que causa un estado de rigidez e inflexibilidad en las
extremidades y una dificultad para mover o manipular el cadáver.
—Entonces, si ya lo mataron, ¿por qué querrían regresar por su
cuerpo? ¿Por qué lo matarían en primer lugar si ya saben que va a
revivir en tres días? —pregunté a Vincent, ignorando su conversación
surrealista.

Vincent parecía estar analizando si debería decírmelo o no.


Entonces, mirando que el cuerpo de Ambrose se había desplomado
sobre el mío, susurró:

—Es la única forma en la que pueden destruirnos. Si nos matan y


luego queman nuestro cuerpo, nos vamos por siempre.

Georgia estaba furiosa, y yo no la culpaba.

Para cuando llegamos a la casa de Vincent, ya habíamos peleado


por mensajes de texto.

Georgia: ¿Dónde están, chicos?

Yo: Ambrose enfermó. Debimos llevarlo a casa.

Georgia: ¿Por qué no regresaron a buscarme?

Yo: Lo intentamos. No logramos pasar a través de la multitud.

Georgia: De verdad te odio ahora mismo, Kate Beaumont Mercier.

Yo: Realmente LO SIENTO MUCHO.

Georgia: Encontré a unos amigos aquí que me rescataron de una


completa humillación. Pero aun así te odio.

Yo: Lo siento.

Georgia: NO te he perdonado.

Vincent y yo intentamos ayudar a Ambrose, pero se enderezó


después de salir del taxi y soltó nuestras manos.

—Yo me encargo. Rayos, este chico es pesado. ¿Cómo puede


siquiera moverse con todos estos músculos abultados?
Página 141

Cuando llegamos a la puerta, Vincent volteó hacia mí, se veía


preocupado.

—Creo que iré a casa —le dije, adelantándome.


Parecía aliviado.

—Puedo acompañarte si esperas unos minutos hasta que lo


ponga cómodo.

—No, estaré bien. En serio —dije. Y curiosamente, era cierto. A


pesar de todo el horror y rareza de la noche, me sentía extrañamente
bien. Puedo manejarlo, pensé dentro de mí mientras salía a través de las
grandes puertas para ir hacia la casa de mis abuelos.

Página 142
Traducido por Hariel

Corregido por Micca.F

G
eorgia enfurruñada no es una vista agradable. Aunque me
había disculpado un millón de veces, ella no me hablaba.

Las cosas eran muy incómodas en casa. Mamie y


Papy trataron de ignorar el hecho de que algo estaba mal, sin embargo
el quinto día después de mi imperdonable crimen, Papy tiró de mí y me
dijo:

—¿Por qué hoy no vienes conmigo y me ves trabajar? —Le dio un


vistazo a la amenazadora silueta de Georgia y me dirigió una mirada
significativa, como si dijera “no podemos hablar aquí”—. Han pasado
meses desde que pasaste por allí, y tengo una gran cantidad de
inventos que no has visto.

Después de la escuela fui directamente a la galería de Papy.


Entrar a su tienda era como ingresar a un museo. Con la luz atenuada,
las antiguas estatuas estaban alineadas una frente a la otra desde
diferentes lugares de la habitación, y las vitrinas mostraban artefactos
hechos de cerámica o piezas de metales preciosos.

—Ma Princesse33 —cantó Papy cuando me vio, rompiendo el


silencio sepulcral de la habitación. Me estremecí. Ese era el apodo que
mi padre usaba para mí, y nadie me había llamado así desde su
muerte—. Viniste. Entonces, ¿qué es lo que te parece nuevo?

—Él, para empezar —dije, señalando a una estatua de tamaño


real de un joven de aspecto atlético avanzando con un pie y
manteniendo un puño cerrado firmemente a su lado. Le faltaba el otro
brazo y su nariz.

—Ah, mi kouros34 —dijo Papy, caminando hacia la estatua de


mármol—. Siglo V a.C. Un verdadero tesoro. El gobierno de Grecia hoy
Página 143

en día no le habría dejado salir del país, pero lo compré a un


33
Ma Princesse: significa “mi princesa” en francés.
34
Kouros: es una estatua de un varón joven, fechada a partir del Periodo Arcaico del
arte griego (sobre 650 al 500 a. C.).
coleccionista suizo cuya familia lo adquirió en el siglo XIX. —Me
condujo hacia un precioso relicario colocado en una vitrina—. Nunca
sabes lo que puedes conseguir estos días con todas esas dudosas
procedencias.

—¿Cuál es este? —pregunté, deteniéndome frente a un gran


jarrón negro. Su superficie estaba decorada con una docena o más de
figuras humanas coloreadas de rojo en dramáticas poses. Dos grupos
armados se enfrentaban, y en medio había un hombre desnudo de
aspecto feroz de pie al frente de cada ejército. Ellos llevaban lanzas
dirigidas hacia el grupo al que hacían frente—. Soldados desnudos.
Interesante.

—Ah, el Amphora. Es cien años más reciente que el Kouro.


Muestra dos ciudades en batalla, liderados por su numina.

—¿Su qué?

—Numina. Singular de numen. Un tipo de dios romano. Ellos son


parte hombre, parte deidad. Pueden ser heridos, pero no asesinados.

—Entonces puesto que son dioses, ¿pelean desnudos? —


pregunté—. ¿No es necesaria una armadura? Suenan como fanfarrones
para mí.

Papy se rió entre dientes.

Numina, pensé, y murmuré:

—Suena como Numa.

—¿Qué dijiste? —exclamó Papy, su cabeza se movió de un tirón


del jarrón para mirarme fijamente. Parecía como si alguien lo hubiera
abofeteado.

—Dije que sonaba parecido a Numa.

—¿Dónde escuchaste esa palabra? —preguntó.

—No lo sé… ¿TV?

—Lo dudo seriamente.


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—No lo sé, Papy —dije, rompiendo su mirada como láser y


buscando algo más en la galería que pudiera sacarme de aquella
situación—. Probablemente lo leí en un libro viejo.
—Hmm. —Asintió con vacilación aceptando mi explicación pero
manteniendo su mirada de preocupación.

Confiaba en Papy para escuchar de cada dios arcaico y monstruo


que ha existido. Le había dicho a Vincent que aquellos revenants, o al
menos la rama maldita de revenants, no estaban tan “bajo el radar”
como ellos pensaban.

—Así que gracias por la invitación, Papy —dije, aliviada de


cambiar de tema—. ¿Hay algo más de lo que quieras hablarme? Además
de estatuas y jarrones…

Papy sonrió débilmente.

—Te pedí que vinieras aquí para saber qué es lo que pasa entre tú
y Georgia. ¿Esto es sólo una pelea? —dijo, mirando al jarrón—. ¿O toda
una guerra? No es que sea mi problema. Sólo me pregunto si ustedes
están planeando acordar una tregua y restaurar la paz en la casa. Si
esto continúa por más tiempo, tendré que dejar un importante e
imprevisto viaje de negocios.

—Lo siento, Papy —dije—. Todo es mi culpa.

—Lo sé. Georgia dijo que tú y algunos jóvenes la dejaron tirada en


el restaurante.

—Sí. Hubo una especie de emergencia y tuvimos que irnos.

—¿Y no tuviste suficiente tiempo para traer a Georgia contigo? —


preguntó con escepticismo.

—No.

Papy tomó mi brazo y suavemente me condujo de vuelta al frente


de la tienda.

—No suena como una cosa que tú harías, princesse. Y no suena


muy caballeroso por parte de tus acompañantes.

Negué con la cabeza en acuerdo con ello, pero no había nada que
pudiera decir para defenderme.

Cuando llegamos a la puerta delantera, dijo:


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—Ten cuidado con quien escoges pasar el tiempo, chérie35. No
todos tienen un corazón tan bueno como el tuyo.

—Lo siento, Papy. Lo resolveré enseguida con Georgia. —Le di un


abrazo y salí de la oscura habitación, parpadeando por la luz del sol. Y
después de escoger un bouquet de margaritas Gerbera de un florista del
vecindario, fui a casa para un último esfuerzo para hacer las paces con
mi hermana. No sé si fueron las flores, o si ella estaba lista para
perdonarme y olvidarlo. Pero esta vez, mis disculpas funcionaron.

En lugar de disuadirme de ver a Vincent, el discurso de Papy me


hizo ansiar verlo incluso más. Habían sido unos cinco días largos, y
aunque planeamos vernos durante el fin de semana y hablar por textos
y teléfono cada día, parecía una eternidad. Después de mi misión de
reconciliación con Georgia, tomé el teléfono para llamarlo. Pero antes de
terminar de marcar, vi su nombre aparecer en la pantalla de mi celular
empezando a sonar.

—Justo estaba llamándote —dije, riéndome.

—Sí, bueno. —Su aterciopelada voz vino desde el otro extremo de


la línea.

—¿Está Ambrose levantado y por allí? —pregunté. A mi petición,


me había estado poniendo al corriente de la recuperación de su
pariente. El día después de haber sido apuñalado, la herida comenzó a
cerrar, y Vincent me aseguró que, como de costumbre, Ambrose estaría
como nuevo una vez que él despertara.

—Sí, Kate. Te dije que está bien.

—Sí, lo sé. Aún me cuesta creerlo, eso es todo.

—Bueno, puedes verlo por ti misma si quieres venir. Pero,


¿quieres salir primero? Ya hemos logrado conducir a Les Deux Magots
sin que nadie muera o sea mutilado, pienso que podría llevarte allí de
nuevo.

—Claro. Tengo algunas horas hasta la cena.

—¿Te recojo en cinco minutos?


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—Perfecto.

35
Chérie: significa “querida” en francés.
Vincent estaba esperándome fuera en su Vespa cuando bajaba
las escaleras.

—Eres rápido —dije, tomando su casco.

—Lo tomaré como un cumplido —respondió.

Era el primer día frío de octubre. Estábamos sentados fuera del


café en el boulevard Saint-Germain, bajo una especie de lámpara alta
que nos proveía de un espacio caliente y se encontraban por toda la
terraza del café una vez que comenzó a hacer frío.

El calor que irradiaba calentaba mis hombros mientras el


chocolate caliente lo hacía por dentro.

—Esto es chocolate —dijo Vincent mientras vertía una espesa lava


de chocolate derretido en su taza y agregaba leche humeante de una
segunda jarra. Nos sentamos y observamos a la gente caminar con
abrigos deportivos, sombreros y guantes por primera vez en el año.

Vincent se inclinó hacia atrás en su asiento.

—Entonces, Kate, mi cielo —empezó. Levanté las cejas y se rió—.


Bien, simplemente Kate. En nuestro acuerdo de revelación, pensé
ofrecerte responder a una pregunta.

—¿Qué pregunta?

—Cualquier pregunta, mientras pertenezca al siglo veintiuno y no


al siglo veinte.

Lo pensé por un momento. Lo que realmente quería saber era


quién fue antes de morir. La primera vez. Pero obviamente no estaba
listo para decírmelo.

—Bien. ¿Cuándo fue la última vez que moriste?

—Hace un año.
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—¿Cómo?

—Un rescate de incendio.

Hice una pausa, preocupada por cuán lejos me dejaría llegar.


—¿Duele?

—¿Qué duele?

—Morir. Quiero decir, supongo que la primera vez es lo mismo


que cualquier otra muerte. Pero después de eso, cuando mueres por
salvar a alguien… ¿duele?

Vincent estudió mi expresión cuidadosamente antes de


responder.

—Tanto como si tú, como un humano, son golpeados por un tren.


O asfixiados bajo una pila de madera en llamas.

Mi piel hormigueó mientras trataba de pensar en el hecho que


algunas personas… o revenants… lo que sea… experimentaran el dolor
de la muerte no sólo una vez sino repetidamente. Por elección. Vincent
vio mi inquietud y tomó mis manos. Su toque me calmó, pero no en una
manera sobrenatural.

—Entonces, ¿por qué lo haces? ¿Es esto sólo un exagerado


sentido de servicio a la comunidad? ¿O el pago de tu deuda con el
universo por ser inmortal? Quiero decir, respeto el hecho que salves la
vida de las personas, pero después de unos pocos rescates, ¿por qué no
sólo te permites envejecer, como Jean-Baptiste, hasta finalmente morir
de viejo? —Hice una pausa—. ¿Has muerto de viejo?

Ignorando mi última pregunta, Vincent se inclinó hacia mí y me


habló muy serio, como si me estuviera haciendo una confesión.

—Debido a que, Kate, es como una compulsión. Es como presión


que aumenta dentro tuyo hasta que tienes que hacer algo para
liberarlo. El motivo “filantrópico” o “inmortal” no haría que el dolor y
trauma lo valgan. Va contra nuestra naturaleza no hacerlo.

—Entonces, ¿Jean-Baptiste lo ha resistido por cuánto…? ¿Treinta


años seguidos?

—Cuanto más tiempo eres un revenant, más fácil es lograr


resistirse. Incluso con un par de siglos a cuestas, le toma una
gigantesca cantidad de autocontrol. Creo que él tiene una muy buena
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razón. Él no sólo protege nuestro pequeño clan, sino que apoya otros
grupos de revenants alrededor de la ciudad. No puede estar muriendo a
diestra y siniestra y seguir manejando aquella responsabilidad.
—Bien —reconocí—. Entiendo que sientas una compulsión a
morir. Pero eso no explica el por qué, de entre todas las muertes, haz
hecho cosas como saltar al río Sena en un intento de suicidio.
Obviamente no ibas a morir de eso.

—Correcto —dijo Vincent—. Las ocasiones donde en realidad


morimos salvando a alguien son raras. Una vez… dos veces por año
como máximo. Usualmente sólo estamos haciendo cosas como prevenir
que chicas lindas sean aplastadas por el derrumbe de algún edificio.

—Muy cortés —dije, dándole un toque con el codo—. Pero eso es


exactamente lo que quiero decir. ¿Dónde está la recompensa en eso?
¿Es esa también una compulsión?

Vincent me miró incómodo.

—¿Qué? Es una pregunta válida. Seguimos hablando del siglo


veintiuno —dije a la defensiva.

—Sí, pero estamos yendo un poco más allá de la pregunta


original. —Mientras estudiaba mi expresión obstinada, su celular sonó.

—Vaya, salvado por la campana —dijo, guiñándome un ojo


mientras contestaba. Escuché una voz aguda llena de pánico viniendo a
través de la línea—. ¿Está Jean-Baptiste contigo? Bien. Trata de
calmarte, Charlotte —dijo tratando de tranquilizarla—. Estaré allí.

Vincent sacó su billetera y puso algo de cambio en la mesa.

—Es una emergencia familiar. Tengo que ir a ayudar.

—¿Puedo ir contigo?

Negó con la cabeza mientras nos poníamos de pie para salir.

—No. Ha habido un accidente. Podría ser un poco… —hizo una


pausa, sopesando sus palabras— desagradable.

—¿Quién?

—Charles.

—¿Y Charlotte está con él?


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Vincent asintió.

—Entonces quiero ir. Ella sonaba alterada. Puedo ayudarla


mientras tú cuidas de… lo que sea que necesites hacer.
Levantó la vista hacia el cielo, como si esperara por alguna
inspiración divina sobre cómo explicarme las cosas.

—Esto no es como normalmente sucede. Como te decía:


generalmente morimos por alguien una vez o quizás dos veces al año.
Es una casualidad que tanto Jules y Ambrose murieran justo cuando
tú y yo empezamos a salir.

Llegamos a la moto. Vincent le quitó el seguro y se puso el casco.

—Esta es tu vida, ¿no? Y me prometiste no ocultarme cosas.


Entonces quizás esto es algo que debería ver si quiero saber qué
significa realmente salir con un revenant. —Una vocecita dentro de mí
me decía que me diera por vencida, que fuera a casa y me alejara de los
problemas de la familia de Vincent. La ignoré.

Él tocó mi rígida mandíbula con un dedo.

—Kate, realmente no quiero que vengas. Pero si insistes, no te


detendré. Esperaba que tuviésemos más tiempo antes de que tuvieras
que ver la peor parte de esto, pero estás en lo correcto, no debería
protegerte de nuestra realidad.

Colocándome mi casco, me metí detrás de él en la moto. Vincent


arrancó el motor y se dirigió hacia el río. Fuimos pasando por la torre
Eiffel y se detuvo en un pequeño parque en frente del puente Grenelle.
Conocía el sitio porque es el final de la ruta de los botes de turismo
antes de dirigirse de vuelta al centro de París.

Uno de esos botes turísticos se detuvo a la orilla del río, y frente a


él había una ansiosa multitud que observaba desde fuera de la cerca
protectora de las barreras policiacas. Dos ambulancias y un camión de
bomberos estaban aparcados en el césped al lado del río con sus luces
intermitentes.

Vincent apoyó la moto contra un árbol sin preocuparse por


ponerle seguro y me llevó de la mano caminando hacia el cerco para
hablar con un policía que estaba de pie detrás de él.

—Soy su familia —le dijo al hombre, quien no se movió, pero le


dirigió una mirada inquisitiva a su superior.
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—Déjelo pasar. Es mi sobrino —dijo una voz familiar, y Jean-


Baptiste caminó a zancadas a través de la cuadrilla de paramédicos y
apartó la barrera a un lado para dejarnos pasar. Vincent mantuvo su
mano envuelta fuertemente alrededor de mi muñeca, haciendo evidente
que yo iba con él.

Ahora que teníamos una vista despejada y completa, vi tres


cuerpos en la orilla del río. Uno estaba a gran distancia de los otros.
Era un niño pequeño, probablemente de cinco o seis años de edad, y
estaba recostado en una camilla, envuelto en una manta. Una mujer
estaba sentada junto a su cabeza, llorando silenciosamente mientras
frotaba su cabello mojado con una toalla. Después de un momento, los
dos paramédicos flanquearon al tembloroso pequeño para ayudarlo a
sentarse dando la espalda a los otros dos cuerpos, mientras ellos
hacían algunas preguntas al niño y a la mujer. Él obviamente estaba
bien.

A diferencia del cuerpo que se encontraba a pocos metros de allí.


Era una niña pequeña, probablemente de la misma edad del muchacho,
con la cabeza tendida en un charco de sangre. Una angustiada mujer
estaba sentada a su lado, gritando ininteligiblemente.

Oh no, pensé, no sé si seré capaz de manejar esto. Necesité todas


mis fuerzas para permanecer calmada y no romper a llorar. Sabía que
no sería de ninguna ayuda si empezaba a perderla.

Y por último, a otros tres metros más allá, estaba el tercer cuerpo,
este era un adulto. No podía decir si era un hombre o una mujer porque
la cara estaba cubierta de sangre. Una manta de emergencia estaba
cubriendo el cuerpo, el cual estaba lejos de necesitarlo en busca de
calor. Ellos deben estar ocultando algo sangriento, pensé, y entonces mis
ojos se fijaron en la chica arrodillada a su lado.

A diferencia de los otros sobrevivientes, Charlotte no estaba


histérica. Estaba llorando amargamente, pero el lenguaje de su cuerpo
comunicaba derrota en lugar de shock.

Sus manos estaban en el extremo de la manta, haciendo presión


hacia abajo al cuerpo de su hermano, como si estuviera tratando de
impedir que volara en el aire. Miró alrededor cuando Vincent la llamó
por su nombre, y al vernos, se puso de pie.

—Todo estará bien, Charlotte —susurró Vincent a la vez que sus


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brazos la rodeaban—. Lo sabes.

—Lo sé —sollozó—. Pero eso no lo hace más fácil…


—Shh. —Vincent la interrumpió, sosteniéndola contra él en un
fuerte abrazo, antes de permitirle ir y conducirla hacia mí—. Kate vino
para acompañarte. Puede llevarte a casa en un taxi si quieres.

— No. —Charlotte negó con la cabeza, al mismo tiempo que


agarraba mi mano como si fuera una red de seguridad—. Esperaré
hasta que ustedes lo lleven en la ambulancia.

Vincent volteó hacia mí.

—¿Estarás bien? —pronunció. Asentí, y nos dejó para caminar


hacia Jean-Baptiste. Los dos hombres se aproximaron a una tercera
ambulancia que acababa de llegar. Ambrose bajaba de la cabina del
lado del pasajero viéndose tan fuerte y sano como un modelo de folleto
de gimnasio.

Charlotte se derrumbó en el suelo y pasaba su mano sobre la


manta que cubría a Charles como si intentara calentarlo con la fricción.

—Entonces —dije amablemente—, si no quieres hablar de ello,


sólo dilo. Pero, ¿qué pasó?

Ella exhaló profundamente, su rostro cansado me dio una idea de


cómo se vería si tuviera su verdadera edad. Levantó su temblorosa
mano y señaló hacia el desértico bote turista.

—El bote. Estaba rentado para una fiesta de cumpleaños infantil.


Charles y yo estábamos paseando cerca, con el volant Gaspard, y él nos
hizo saber de los dos niños antes de que cayeran. Charles saltó y llegó
al niño antes de que se hundiera. Nadó hacia la orilla y me lo dejó,
donde le di al niño respiración boca a boca. Luego cuando regresó por la
niña, el motor estaba arrastrándola debajo. Él trató de alcanzarla, pero
la hélice del bote la golpeó primero. Y entonces lo alcanzó a él.

Su voz era fría mientras relataba la historia, pero tan pronto como
terminó, empezó a llorar silenciosamente de nuevo, sus hombros se
agitaban contra mi brazo. Sentí lágrimas en mis ojos y me pellizqué
fuerte. Contrólate, pensé. Charlotte no necesita que llores junto a ella.

Miré a la orilla hacia el agua mientras dos policías buceadores


emergían. El paramédico que estaba de pie junto a Ambrose los notó
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también y caminó enérgicamente en su dirección. No fue hasta que


estuvo a unos pocos metros que noté que ellos llevaban un objeto hacia
él, y comencé a entender qué es lo que sucedía. Charlotte sintió la
tensión de mi cuerpo y miró hacia los buceadores.
—Oh, Dios. Ellos lo encontraron —dijo monótonamente mientras
el paramédico alargaba la mano para alcanzar una bolsa de plástico,
medio llena de agua sangrienta.

No podía detener las lágrimas esta vez, y a través de mi visión


borrosa observé lo que sostenía. Mi cuerpo se entumeció y el aire dejó
mis pulmones tan violentamente como si hubiera sido golpeada en el
estómago. En la bolsa había un brazo humano.

Página 153
Traducido por Dullce

Corregido por Micca.F

F
ue cuando los Paramédicos metieron en una bolsa el
cuerpo que lo perdí. Mientras miraba, la bolsa de plástico
se replicó y entonces había dos. Y ahora era a mis padres a
quienes estaba viendo en las bolsas, mi cuerpo después de haber volado
a través del Atlántico y hacia atrás en el tiempo a la morgue de la
Ciudad de Nueva York, ni siquiera hace un año.

Ni siquiera me mostraban a mi papá. Pero yo había insistido en


ver a mi mamá, quien, con "sólo" una fractura en el cuello, se consideró
más presentable que mi padre mutilado. Y ahora estaba de regreso en
esa habitación, mirando el pulimento de uña de coral en los dedos
desnudos de mi madre. Georgia se puso a mi lado llorando mientras me
arrancaba mechones de cabello y trenzaba con ellos los de mi madre. Yo
sabía que iba a ser incinerada, y quería una parte de mí que la
acompañara. En ese pensamiento, mis recuerdos llegaron a su fin, pero
me quedé en la escena, dispuesta a dejar a mi madre en la
deslumbrante habitación blanca.

—Kate, ¿Kate? —Manos fuertes me dieron vuelta hasta que la


cara de Vincent estaba a centímetros de la mía—. ¿Estás bien? —
preguntó.

Asentí con la cabeza, con aturdimiento.

—¿Por qué no vas en la ambulancia mientras yo voy a buscar la


moto para luego encontrarnos allí?

Asentí con la cabeza de nuevo y traté de mantenerme unida


mientras me ubicaba entre Charlotte y el conductor en la cabina del
vehículo.

Cuando llegamos a la casa de Jean-Baptiste, Jeanne nos recibió


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en la puerta principal. Tomó a Charlotte lejos de mí y la llevó al piso de


arriba hacia su habitación de una manera familiar que dejaron en claro
que habían pasado por esto antes. A través de la ventana del pasillo, vi
a Jean-Baptiste dándole un fajo de billetes al conductor de la
ambulancia mientras Jules llevaba la bolsa del cuerpo difícil de manejar
por la puerta grande, y con cuidado la colocó en el suelo. Logré
tambalearme por el pasillo a la habitación de Vincent, donde me tiré
boca abajo en su cama y me permití llorar.

Yo sabía que no estaba llorando por la muerte de Charles. Me


acababa de estallar todo junto. Y me sentí en el mismo borde del
abismo que finalmente había logrado arrastrarse fuera unos pocos
meses atrás. Sentí la tentación abrumadora de inclinarme hacia
adelante, tan sólo una pulgada, y dejarme caer de cabeza en la
reconfortante oscuridad.

La idea de dejar que mi mente dejara mi cuerpo atrás era


tentadora. Ni siquiera tendría que limpiar el desorden.

Alguien se sentó en la cama, pero yo seguí con mi cara hundida


en la almohada. La cálida voz de Vincent vino encima de mí.

—Está bien, Kate. Sé que es muy difícil ver algo así, y me gustaría
que no lo hubieses hecho. Sólo tienes que recordar que no es un mortal
real frente a la muerte. Y que todo es por una razón. Charles salvó la
vida de un niño pequeño, renunciando a la suya. Temporalmente.

Sus palabras fueron a través de mis oídos, pero se detuvieron en


mi cerebro. No podía procesar lo que estaba diciendo. Simplemente no
tenía ningún sentido de acuerdo a todo lo que había aprendido o
experimentado en la vida. No podía cortar mis sentimientos, sabiendo
que alguien estaba destrozado por la hélice de un barco, incluso si fuera
un muerto sólo "temporalmente".

—¿Es Charles...? —comencé.

—Todo el mundo está bien. El cuerpo de Charles está de regreso


en su habitación. Él va a estar en perfecto estado en unos cuantos días.
Charlotte está muy bien ahora que lo tiene de nuevo aquí en casa y
puede ver como se cura. —Hizo una pausa—. Tú eres la única que me
preocupa.

Traté de tamizar lo que había visto, lo que me había dicho y


pensar racionalmente, pero todo dentro de mí lo rechazó. Me deslice
lejos de Vincent y él tiró de mi mano hacia la suya. No podía mirarlo.
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—¿Cómo puedes vivir así? —le pregunté por último, me temblaba


la voz.
—Bueno, he tenido mucho tiempo para acostumbrarme a ello —
dijo, mordiéndose el labio inferior.

—¿Exactamente cuánto tiempo? —Mi voz sonaba vacía. Sabía que


Vincent había estado guardando cosas de mí por una razón, pero me
molestaba el hecho de que todavía sabía tan poco de él.

—¿Quieres oír esto ahora? —preguntó, y suspiró.

—Tengo que oír esto ahora —respondí en voz baja.

—Nací en 1924.

Hice los cálculos.

—Tienes ochenta y siete años.

—No, tengo diecinueve. Morí en 1942, cuando tenía dieciocho


años. Ha pasado un año desde que morí por rescatar a alguien, así que
tengo diecinueve. Nunca he estado casado. Nunca he tenido hijos.
Nunca he experimentado nada de lo que me haría sentir mucho más
viejo de lo que soy ahora.

—Pero has visto cómo pasan los años. Has tenido ochenta y siete
años de vida.

—Si esto es lo que llamamos vida —dijo, sacudiendo la cabeza—.


Pero es un comercio cerrado. Puedo llegar a actuar como un ángel de la
guardia con un deseo de muerte, y a cambio tengo una cierta versión de
la inmortalidad. —Su voz estaba teñida con algo justo antes de la
amargura. Lamento, tal vez.

Él trató de sonreír, y luego me miró suplicante.

—Por favor, Kate. ¿Puedes ser lo suficiente honesta como para


decir algo? Este ha sido un día lo suficientemente duro para ti sin que
yo te moleste con la ciencia ficción.

Asentí con la cabeza. Pasó los dedos por mi pelo y tiró de un


mechón suelto metiéndolo detrás de mi oreja. Me estremecí con su
contacto.

—¿Qué pasa, Kate? Por favor habla conmigo —suplicó.


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Mis pensamientos volaron en una docena de direcciones


diferentes. Por último, me miró de frente, preparándose a sí mismo para
oír las palabras difíciles.
—Tengo que ser honesta. Nunca me he sentido así antes. Yo
nunca he... —Mis ojos buscaron el límite máximo de algo que me diera
valor para continuar, pero no encontraron nada. Suspiré
profundamente antes de encontrarme con su mirada—. Nunca he
sentido esta atracción por alguien…

La cara de Vincent era de concentración, pero sus ojos estaban


llenos de tormento mientras esperaba el veredicto que sabía que se
avecinaba.

Me esforcé para continuar.

—No me puedo imaginar tener que vivir lo que ha ocurrido hoy de


manera regular. Y cuando te toque a ti, será aún peor. No puedo
soportar la idea de verte morir una y otra vez. Me recuerda a la muerte
de mis padres.

Me atraganté con mis palabras y empecé a llorar, y Vincent se


acercó a mí, pero puse una mano para detenerlo.

—Si yo terminara amándote, no podría vivir así. En constante


agonía. Sabiendo que vas a resucitar, o lo que sea que pase después.
Eso no sería suficiente para compensar el tener que vivir tu muerte una
y otra vez. No puedes pedirme que lo haga. No puedo hacerlo.

Me levanté bruscamente, secándome las lágrimas, y me tambaleé


hacia la puerta. Él me siguió en silencio por el pasillo hasta el vestíbulo
y se quedó inmóvil, tomé mi abrigo de la banca y comencé a luchar con
la manija de la puerta. Vincent la abrió para mí, me puso una mano en
el hombro y suavemente me volvió hacia él.

—Kate, por favor, mírame. —Yo no podía levantar los ojos a su


cara—. Entiendo —dijo.

Por fin levanté la mirada y él la sostuvo. Sus ojos hundidos.


Vacíos.

—Siento mucho el dolor que te he causado —susurró, y dejó caer


la mano de mi hombro.

Me di la vuelta para irme mientras todavía tenía fuerzas para


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dejarlo, y cuando la puerta se cerró detrás de mí, empecé a correr.


Traducido por Omakehell, AlexiaCullen y Yolit

Corregido por rose_vampire.

L
legué a mi habitación y me encerré en ella sin ver a mis
abuelos o a Georgia. Me acurruqué en un rincón de mi
cama, el tiempo pareció detenerse y quedarse quieto. Me
sentía desgarrada entre la certeza de que había hecho lo correcto y la
duda persistente de que en el espacio de diez minutos había arruinado
cualquier posibilidad que pudiera haber tenido para un futuro brillante
y esperanzador. Por amor.

Aunque no le había conocido durante mucho tiempo, sentí que, si


las cosas continuaban de la forma en la que habían sido, me podría
enamorar de Vincent. No había ninguna duda al respecto. Y si esto
fuera sólo un punto de partida, sabía que no podría ser solo un poco de
romance desenfadado. Mi corazón sería arrebatado. Estaba segura de
eso.

Y sintiendo todo esto sobre él, no podía arriesgar el dolor de verlo


repentinamente herido, muerto o incluso destruido. Había dicho que
eso era posible: su inmortalidad tenía estos límites. Después de perder
a papá y mamá, me negaba a perder a alguien a quien amaba. Y el viejo
dicho estaba de regreso. Debe ser “mejor no haber amado, que amar y
haberlo perdido”. Había hecho lo correcto, me recordaba. ¿Entonces por
qué se siente como si hubiera cometido el mayor error de mi vida?

Me envolví arropada en una manta y me moví lentamente en la


más profunda miseria. Dejé que el dolor me consumiera. Me lo merecía.
Nunca debí haberme abierto.

Unas horas después, Mamie golpeó para decirme que era la hora
de cenar. Me tomó un segundo componer mi voz y luego grité:

—No estoy hambrienta, Mamie. ¡Gracias!


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Unos minutos más tarde oí un suave golpeteo en la puerta.

—¿Puedo entrar? —la voz de Georgia llegó desde el otro lado y, sin
esperar una respuesta, mi hermana y mi abuela se escurrieron con
cautela en la habitación. Sentadas a ambos lados de mí, pusieron sus
brazos a mí alrededor y esperaron.

—¿Es por papá y mamá? ―preguntó finalmente Georgia.

—No, por una vez no se trata de papá y mamá ―chisporroteé,


medio riendo—. Al menos, no es sólo acerca de papá y mamá.

—¿Es Vincent? —preguntó.

Asentí con la cabeza entre lágrimas.

—¿Ese Vincent… ─sentí a Mamie y Georgia mirarse por encima de


mi cabeza— ha hecho algo para herirte?

—No, fui yo. Es que no puedo… —¿Cómo podía posiblemente


explicarles esto a ellas?—. No podía permitirme acercarme a él. Se
siente como demasiado riesgo.

—Sé lo que quieres decir —dijo Georgia—. Tienes miedo de amar a


alguien de nuevo. En el caso de que desaparezcan también.

Puse la cabeza sobre el hombro de Mamie y suspiré.

—Es demasiado complicado.

Alisando mi cabello hacia atrás con su mano y plantándome un


beso en la parte superior de mi cabeza, respondió en voz baja:

—Siempre lo es.

Compré una bolsa llena de novelas en una tienda inglesa y luego


me retiré a la oscura cueva de mi habitación, diciendo a Mamie que
estaba “hibernando” por el fin de semana. Ella lo entendió, y después de
dejar un plato con agua, té, fruta y un surtido de queso y galletas
saladas en mi tocador, me dejó sola. Pasé el resto de mi día en la
historia de otro. En los escasos momentos que dejé el libro, mi propio
dolor regresaba en puñaladas ardientes. Me sentía como el objetivo de
un lanzador de cuchillos del circo. Si tuviera mi mente inmovilizada,
podría evitar ser golpeada por las palas zumbando en mi cabeza. Al
final conseguí quedarme dormida, pero al momento me desperté al
tener unos sueños oscuros y tortuosos de los que me olvidé una vez
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abrí los ojos.

No podía hacer otra cosa que mirar de reojo, a ver si me


encontraba con Vincent apareciendo de entre las sombras. ¿Vendrá a
verme cuando se convierta en un volant?, me planteaba. De hecho,
ahora mismo podría estar flotando alrededor de la habitación, o puede
que no, puede que fuese un caso de aquí te pillo, aquí te mato y que eso
no fuese suficiente como para que el intentase verme de nuevo. ¿Eso es
lo que quería, no?, me dije a mí misma. ¿No es así?

Si me iba a permitir que mis pensamientos vagasen de esa


manera, eso sería mi fin, así que me desconecté para el mundo y dejé a
mi cuerpo llevarme sin que mi mente participase. De todas maneras,
parecía como si me estuviese derrumbando. Como si no pudiese vivir
sin él. Era autosuficiente, independiente. Puede que no feliz, pero no
estaba triste tampoco, solo… estaba ahí.

Llegar al instituto era un alivio, me ayudaba a pasar esos días,


tan estúpidamente monótonos. Al volver a casa un día, sentí una leve
descarga de claridad. Solo habían pasado dos semanas desde que
dejase a Vincent, cuando para mí se habían hecho meses. Me había
felicitado a mí misma por completar la maratón, cuando apenas había
tocado la línea de salida.

Cuando entre en el metro de camino a casa me encontré una


figura sorprendentemente familiar en una cabina de teléfono cercana.
Cuando me miro, gritó:

—¡Kate! —mientras me miraba fijamente. Se acercó para darme


dos besos.

—¡Charlotte, menuda sorpresa! —dije sonriendo, mirando


alrededor para ver si había alguien más con ella.

—Estoy esperando a Charles, que viene por ahí —dijo, mirando el


metro que estaba detrás de mí.

Charles subió las escaleras, con todos los miembros intactos,


viéndose más sano de lo que se había visto nunca, pero más enfadado.

—¿Qué hace la humana aquí? —preguntó, con el ceño fruncido.

—Erm, tengo un nombre y, respondiendo a tu pregunta, vivo aquí


—le contesté—. No eres la única persona que vive en París y que usa “la
Rue du Bac Metro”.
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—No, quiero decir, ¿qué haces aquí con Charlotte?

—Sencillamente me encontré con ella, accidentalmente. — ¿Por


qué me estoy excusando con él, como si fuese una adolescente?, me
pregunté sorprendida.
—Pensé que una vez dejaste a Vincent, no te volvería a ver.

—Bueno —le dije, poniendo una sonrisa falsa—. Ya esta,


Charlotte, me encanto verte, pero me tengo que ir.

Me giré para irme, pero Charles gritó a mi espalda

—¿Sencillamente no tienes suficiente de nosotros, los chicos


muertos, eh? ¿Qué quieres ahora de nosotros? ¿Qué salvemos tu vida
de nuevo? ¿O nos vas a dirigir de nuevo a una trampa mortal, como
hiciste con Ambrose?

—¿De qué estás hablando? —le grité, volviéndome para hacerle


frente.

—De nada, sencillamente olvida lo que te dije —me dijo, metiendo


sus manos en los bolsillos, se giró de espaldas a mí.

Charlotte me miró como disculpándose.

—¿Qué? ¿Qué he hecho ahora? —di un grito ahogado.

—Nada, Kate. No hiciste nada. No te preocupes, es un problema


de Charles.

—Bueno, entonces, ¿por qué me atacan de esa manera? —Yo


todavía estaba inmóvil, en shock.

—Oye, ¿quieres ir caminando hasta el río? —preguntó, haciendo


caso omiso a mi pregunta—. Tenía esperanza de encontrarnos por la
calle algún día, ya que somos vecinas, pero no se dio el caso. Al ver que
no sucedía y verte yendo hacia el metro, decidí ir hacia allá también.

—No me digas que me seguías —le dije, medio en broma.

Charlotte no respondió, pero me sonrió como una gata.

—¿Qué? ¿Has sido tú la que me estaba siguiendo?

—No te preocupes, Vincent no me lo pidió. Es sólo que es lo que


solía hacer y cuando lo estamos haciendo sin parar, es difícil no seguir
a las personas que nos interesan.
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—¿Te intereso?

—Sí.

—¿Por qué?
—Vamos a ver. Tú eres la primera chica que a Vincent le ha
interesado desde que se convirtió en revenant. Lo que ya te califica
como fascinante.

—No puedo hablar… de él —empecé a protestar.

—Está bien. Vamos a evitar el tema de Vincent por completo. Lo


prometo.

—Gracias.

—También me interesas porque… —Por primera vez se veía


mucho más joven, como la quinceañera que era—. Tenía la esperanza
de que llegáramos a ser amigas, antes de que lo dejaras, creo. Es un
poco aburrido salir con chicos todo el tiempo. Afortunadamente Jeanne
está ahí, o si no, ya me habría vuelto loca.

Mi expresión debió de ser rara, porque se apresuró a explicar.

—No es que pueda salir y hacer amistad con cualquier ser


humano. Ellos no entenderían. Pero como tú ya sabes lo que somos…

La interrumpí gentilmente.

—Charlotte, estoy muy halagada de que quieras ser mi amiga. Me


agradas mucho, también. Pero todavía estoy muy molesta porque
Vincent quisiera salir contigo y no encontrarse conmigo, eso es
demasiado duro para mí.

Ella apartó la mirada y asintió con la cabeza con indiferencia,


como si debiera distanciarse de mí.

—Pensé que salías con Charles la mayor parte del tiempo —dije.

—Oh, eso últimamente no se puede —dijo tratando de sonar fría,


pero no lo hacía muy bien. Su voz temblaba mientras ella continuaba—.
Así recientemente he salido sin él, por mi propia cuenta a lo que estoy
acostumbrada —su intento de parecer valiente se fue arruinando por
las lágrimas que corrían por sus mejillas mientras se alejaba.

—¡Espera! —dije, agarrando su mano y tirando de ella hacia mí.

Mirando al suelo, se limpió una lágrima.


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—Lo siento. Las cosas han sido en cierto modo… difíciles


últimamente.
Supongo que no soy la única con problemas, me dije, mientas mi
decisión se iba desmoronando a medida que vi la tristeza en su rostro.

—Bueno sí. Vamos a caminar al río —sus ojos vacíos los reconocí
como los míos, y logré esbozar una sonrisa cuando ella me tomó del
brazo y caminamos por la calle juntas.

Cuando nos acercamos al agua, me señaló un taller de


taxidermia36 de antigüedades.

—Mi madre y yo solíamos ir siempre ahí —dije—. Es como un


zoológico, con la excepción de que todos los animales están muertos.
Ahora ni siquiera puedo pasar sin pensar en mi mamá. No me he
atrevido a entrar, por si acaso tengo un colapso allí mismo en el centro
de todas las ardillas de peluche.

Charlotte se río. Esa era la respuesta que buscaba.

—Así es como me sentía mucho después de que mis padres


murieran. Todo me recuerda a ellos. París se sentía como un pueblo
fantasma para mí durante muchos años después —dijo mientras
caminábamos por las escaleras del muelle.

—¿Tus padres murieron? Quiero decir, ¿antes que tú? —le


pregunté. El agujero en mi corazón comenzaba a doler otra vez.
Empezamos a dar un paseo mas allá de la línea de casas flotantes37 que
fueron amarradas a la orilla del río.

Charlotte asintió con la cabeza.

—Fue en la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación. Mis


padres tenían una imprenta clandestina en nuestro apartamento cerca
de Sobornne, donde mi padre enseñaba. Los alemanes los encontraron
y les dispararon. Charles y yo estábamos en casa de mi tía esa noche,
probablemente nos habrían matado también. Nos sentimos orgullosos
de nuestros padres y de seguir sus pasos. Así que cuando empezamos a
oír hablar de las redadas… —ella hizo una pausa, y luego explico—,
cuando la policía detuvo a los Judíos para enviarlos a los campos de
concentración —asentí para demostrarle que entendía y continuó— nos
escondimos con algunos amigos de la escuela y sus padres en nuestro
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36 Taxidermia: Del griego "taxi" (arreglo o colocación) y el griego "dermis" (piel), se


define como el arte de disecar animales para conservarlos con apariencia de vivos y
facilitar así su exposición estudio y conservación
37 Casas Flotantes: http://st-listas.20minutos.es/images/2011-04/286714/3192497

640px.jpg
apartamento, en una habitación con una pared falsa donde se había
ocultado la imprenta. Nos aseguramos de tener lo suficiente para
alimentar y vestir a los seis durante más de un año antes de que un
vecino se diera cuenta y nos reportara a todos.

Me detuve en el lugar.

—¿Quién podía hacer tal cosa? —dije, horrorizada.

Ella se encogió de hombros y continúo, tomando mi brazo


obligándome a moverme otra vez.

—Hemos sido capaces de conseguir que la familia de alguna


manera estuviera segura en otro lugar donde esconderse, pero Charles
y yo fuimos capturados al día siguiente y nos dispararon.

—Apenas puedo creer lo que sucedía justo aquí en París.

Charlotte asintió con la cabeza.

—Ellos dicen que treinta mil de nuestros “residentes” fueron


fusilados en el transcurso de la Ocupación. Al menos, ese era la cifra
oficial. Algunos en realidad eran los infractores. Sin embargo, otros eran
transeúntes inocentes que fueron tomados como rehenes y asesinados
para vengar a sus compatriotas de resistencia.

—Eso fue muy valiente por tu parte y la de Charles, ayudar a esas


familias.

—Bueno, ¿no habrías hecho tú lo mismo? ¿Cómo podríamos


haber actuado de otra manera?

Nos acercamos a un banco de piedra y se sentó.

—No sé —respondí finalmente—. Quiero creer que yo habría


actuado como lo hicieron ustedes. Pero debe de haber muy pocas
personas que en realidad sean tan valientes. Tal vez por eso se
convirtieron en uno de ellos. Quiero decir, en un revenant.

—Eso es lo que piensa Jean-Baptiste. Que salvar vidas estaba


programado en nosotros. Que fue algo natural. ¿Quién sabe? —Hizo
una pausa, pensativa—. Lo que sí sé, es que ahora puedo ahorrar a
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otros el dolor que pasé cuando mis padres murieron por salvar vidas, el
evitarlo hace que nuestra existencia sea más fácil de soportar.

Asentí con la cabeza y la miré mientras ella mordía sus uñas


pensativa.
—Entonces, ¿qué pasa con Charles? —pregunté por fin.

—Todo esto es parte de la misma historia —dijo—. Ha tenido


dificultades para hacer frente a su incapacidad de salvar la vida de esa
niña en el accidente del barco. En el último par de semanas ha estado…
—parecía que estaba pensando en cuando decirme— obsesionado con
ella.

—¿Va a superarlo con el tiempo? —pregunté.

Ella se encogió de hombros.

—Finalmente le dije a Jean-Baptiste sobre él esta mañana. Él


hablara con Charles.

—Tal vez eso ayude —le ofrecí.

Ella sacudió la cabeza, como si no estuviera convencida.

—Vamos a cambiar de tema.

—Bueno —dije tomando un nuevo tema de conversación—.


Entonces, ¿qué hay de malo en vivir en una casa llena de hombres
calientes? Excluyendo a Gaspard y Jean-Baptiste, es decir, quienes
supongo que pueden ser “calientes” a su manera —fui bajando la voz.

Ella se echó a reír.

—Definitivamente no es caliente —estuvo de acuerdo—. Hay tanta


testosterona embalada en el aire, me sorprende que no me creciera el
bigote solo por respirar allá.

Ahora fue mi turno de reír. Se sentía extraño en mí, como si


repentinamente hablara en chino. No se sentía natural, pero tampoco
se sentía mal.

Charlotte me lanzó una sonrisa irónica, orgullosa de haber


atravesado mi armadura.

—Honestamente —reconoció—, todos son como una familia para


mí. Hemos vivido juntos durante décadas.

—Los revenants que viven fuera tienen que trasladarse


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continuamente de forma que los lugareños no los reconozcan una vez


que han muerto por salvar a alguien. Siempre están en movimiento,
como Jean-Baptiste, de un hogar a otro en el país. La mayoría de ellos
se adaptan muy bien. Pero yo no puedo hacerlo. Esos hombres son toda
la familia que tengo, y nunca podría dejarlos.

—¿Alguna vez has…? —hice una pausa, insegura de cómo podría


sonar mi pregunta.

—¿Qué? —preguntó Charlotte intrigada.

—¿Tenido novio?

Charlotte suspiró.

—Es tan difícil para mí tener novio como tener una miga.
Supongo que al principio podría inventar alguna excusa para
desaparecer 3 días cada mes, pero no funcionaría por mucho tiempo. Y
después desaparecer por unos días cada vez que muero. No,
simplemente no podría funcionar. Y no puedo tener relaciones
ocasionarles como Jules y Ambrose las tienen. Cuando me enamoro, me
apego.

—¿Así que has estado enamorada antes?

Ella se sonrojó y bajó la mirada hacia sus manos.

—Sí, pero eso no hace… no se sentiría del mismo modo —sus


palabras fueron casi inaudibles.

—Entonces, ¿por qué no sales con un revenant?

Se inclinó hacia adelante dibujando una sonrisa triste en sus


labios, se abrazó a ella misma y miró hacia el agua.

—No hay muchos de nosotros, por lo que las opciones son


bastante escasas.

Yo no sabía que responder, así que tomé su mano y le di un


apretón alentador. Ella sonrió y luego dijo:

—Será mejor que vuelva a casa. Por Charles. Gracias por la


charla. Ni siquiera puedo decirte lo bueno que es para mí para el rato
con una chica.

Me sentí de la misma manera. Yo no había hecho amigos aquí en


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París. Y aunque eso significara pasar el tiempo con alguien que era
prácticamente un miembro de la familia de Vincent, tenía que admitir
que me gustaba estar con Charlotte.
—Lo volveremos a repetir —le prometí.

Si soy amiga de Charlotte, estaré obligada a enfrentar a Vincent de


un momento a otro, una pequeña voz en mi mente me dio un codazo. Oh
cállate, le dije, preguntándome si el dolor de mi corazón no se iría
nunca. Tenía que, decidí. Cuando más tiempo pasaba lejos de Vincent,
mejor me sentiría. De eso estaba segura.

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Traducido por Vafitv

Corregido por rose_vampire

E
n lugar de mejorar, la siguiente semana me sentí peor, y
para el viernes, una sigilosa desesperación comenzó a
engullirme cuando me di cuenta que el fin de semana se
extendía por delante sin una sola actividad planeada como distracción.

En el almuerzo, giré mi teléfono para ver mis mensajes de texto


diarios de Georgia.

¿Has visto a tu–sabes-quien vestida como mujerzuela?

El cálculo apesta.

Saldré ésta noche, ¿quieres venir?

Vacile, y luego me obligué a responder al último texto: ¿Dónde?

Ella me escribió de inmediato

Nos vemos después de la escuela.

A las cuatro, Georgia estaba esperándome en la puerta con una


expresión de puro asombro.

―De ninguna manera, Katie-Bean… ¿estás realmente saliendo


conmigo esta noche?

―Depende ―dije alegremente, intentando no sonar tan


desesperada como me sentía―. ¿A dónde vas?

―Hay una fiesta de baile en un club subterráneo. El dueño es un


muy buen amigo mío ―ella me dedicó una sonrisa traviesa. Mi hermana
es incorregiblemente coqueta―. En serio, es un lugar realmente genial,
está en un laberinto de antiguas bodegas de vinos que funciona bajo un
par de edificios cerca de Oberkampf38.Está siempre lleno de músicos y
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artistas, te va a encantar. ―Aunque mi corazón no estaba en la

38
Oberkampf: es un barrio de París muy de moda y con muchos establecimientos de
diversión.
discoteca, esta era mi única oferta para el fin de semana. En realidad,
durante el mes, si estaba siendo realista―. Estoy dentro ―dije―. ¿A qué
hora te vas?

―Alrededor de las nueve.

Cogimos el autobús a la ciudad y después cambiamos al metro.


Una vez en nuestra calle, le dije a Georgia:

―No tengo ganas de ir a casa todavía. Creo que voy a pasear. No


te vayas sin mí.

―Voy a elegir tu atuendo ―dijo ella, sonriendo, y nos dirigimos


hacia nuestra calle. Me dirigí en otra dirección y caminé más allá
pasando el concurrido boulevard Saint-Germain a la deriva, a través de
las pequeñas calles sinuosas que cruzan la zona junto al río.

En una esquina muy transitada, había un café con una amplia


terraza donde mi abuela me llevaba de niña por la deliciosa tarta tatin,
una tarta de manzana horneada servida al revés con un glaseado de
caramelo. El café se llamaba La Palette, al igual como en la paleta de un
artista. Su nombre se remonta a cuando era un lugar de reunión para
los pintores y escultores locales. Estaba demasiado lejos de casa para
haberlo elegido mi café local, pero sin duda digno de las visitas
ocasionales. El gélido viento invernal soplaba por las calles y la terraza,
normalmente llena, estaba prácticamente desierta. Me abrí camino a
través de la puerta de entrada hacia el cálido, delicioso olor a café. Un
camarero llamo mi atención e hizo un gesto hacia una mesa vacía en
una posición casi escondida detrás de la puerta de entrada. Perfecto. El
anonimato era exactamente lo que quería hoy.

Me senté, guardando mi bolso debajo de la mesa, y comencé a


echarle un vistazo a la clientela del café mientras esperaba que el
camarero volviera. Un grupo de estudiantes de rowdily charlaba en una
esquina. Varias mesas con empresarios con bebidas ubicadas encima
de sus documentos. Una mujer de apariencia sorprendente en sus
treinta, sentada sola.

Me concentré en la última de ellos. Espeso cabello rubio, casi


blanco, su cabello bajaba por sus hombros, sus pómulos altos y ojos
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azules claros, su aspecto era vagamente escandinavo.

Un hombre dándome la espalda se acercó a ella desde la barra del


café. Se sentó frente a ella, cogió la taza de y agotó los residuos con un
rápido movimiento. Luego, llegó a cogerle la mano que yacía con
delicadeza sobre la mesa.

Él le dijo algo a ella y su mirada descendió de él a la mesa. Vi una


lágrima correr por su hermosa mejilla, y se levantó sacudiendo
automáticamente la mano del hombre. Él aliso un mechón suelto de su
cabello platinado detrás de la oreja en un movimiento que reconocí.

Y con una repentina comprensión, mi corazón se detuvo. Un


helado escalofrío se apodero de mí, agarré mi bolso y tiré el salero de
cristal al piso, donde se destrozó ruidosamente. Los ojos de la mujer
volaron hacia mí mientras ella dijo algo a su compañero.

Él se volvió en mi dirección y se congeló con una mirada de


devastación que estropeaba su hermoso rostro. Mi instinto no se había
equivocado.

Era Vincent.

Justo en ese momento, el camarero se materializó frente a mí,


sosteniendo una escoba y un recogedor.

―Lo siento ―me las arreglé para decir, abruptamente agarré mi


abrigo de la silla y empujé tropezando fuera del café.

Corrí todo el camino a casa, mi rostro tan entumecido que se


sentía como si hubiese recibido un disparo lleno de Novocaína39. Lo
dejé, me recordé a mí misma, no al revés, ¿Por qué no debería él haber
encontrado alguien más?

La idea vino a mí, podría haber mentido sobre no estar


enamorado de alguien desde su romance de niñez. Podría haber estado
con la hermosa rubia todo el tiempo. Mi corazón destrozado me dijo que
estaba equivocada, sin embargo. Vincent no me mentiría. Y tampoco lo
haría Charlotte cuando dijo que yo fui la primera chica de la que
Vincent se había enamorado desde que se convirtió en un revenant.
Desafortunadamente, admitir que él estaba libre de culpa, y que yo era
la que se había alejado, no hizo que el dolor en el pecho doliera menos.

Cuando llegué a casa, fui directamente a la habitación de Georgia


y abrí la puerta sin llamar.
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39 Novocaína: Es un fármaco que bloquea la conducción nerviosa, previniendo el


inicio y la propagación del impulso nervioso.
―Vamos a ir ―dije sin aliento. Ella sonrió y levantó un vestido
corto de encaje.

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Traducido SOS por Alexiacullen

Corregido por Fher_n_n

A
lrededor de las nueve salimos de la casa y nos subimos a
un coche que esperaba fuera. Me apreté en el asiento
trasero con dos chicas que reconocí de la escuela mientras
que Georgia saltó hacia el asiento del acompañante y le dio a un chico
guapetón, que yo nunca había visto, un beso en los labios.

Sabía que esa era la forma de Georgia de decir hola a los chicos
que le gustaban, así que decidí preguntarle por los detalles más tarde.
Hizo las presentaciones.

—Lawrence, británica; Mags, irlandesa; Ida, sueca; esta es mi


hermana, Kate, que está en la desesperada necesidad de una buena
salida nocturna. Si se va a casa aburrida, os tendré a todos
personalmente como responsables.

Puso en marcha la radio, Lawrence dirigió el coche hacia el río y


nos fuimos.

El bar estaba en un barrio un poco agreste en el lado este de


París, una zona popular entre los artistas, modelos y músicos que
todavía no lo habían hecho a lo grande. Varios bares de moda habían
aparecido allí en los últimos años, y las aceras estaban llenas de
pequeños grupos de personas con pantalones en las caderas,
temblando de frío cuando fumaban fuera.

Nos detuvimos frente a un edificio en un callejón que parecía


temblar por el ritmo palpitante de la música de adentro. Un gran
portero estaba de pie en la puerta, vestido solo con unos vaqueros y
una camiseta blanca que se estiraba ajustadamente a través de los
músculos de sus impresionantes pectorales. Lawrence gritó algo sobre
la música a todo volumen, y el hombre entreabrió la puerta abierta para
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dejarnos entrar.

El espacio era tan grande como un salón de baile, pero con una
altura de solo unos dos metros y medio. Una cabina de DJ estaba
situada en uno de los lados, con una larga barra fluorescente encendida
recorriendo el largo de la pared de enfrente. La sala estaba tallada en
piedra en bruto, con columnas de hormigón sosteniendo el techo. Focos
blancos instalados en las esquinas de las paredes la hacían una cueva
desigual inquietantemente teatral.

—¡Bebidas! —gritó Georgia, y nos dirigimos hacia el bar. En un


acento británico empalagoso, Lawrence me preguntó qué quería y cogió
para ambos una Cocal-cola.

—Conductor asignado —dijo, guiñándome un ojo y sonriendo.


Chocamos nuestros vasos en un brindis y luego volvió a inclinarse
hacia atrás en la barra.

—¿Así que tú y Georgia... ? —le pregunté a Lawrence, dejando


que llenara el espacio en blanco.

—No —respondió, sonrió formándose hoyuelos en sus mejillas—.


Me gustan los chicos.

—Entiendo —le dije, bebiendo de mi pajita, y nos giramos para


evaluar el alcance de la sala.

Nunca dejé de admirar el talento impecable de Georgia para


encontrar los lugares más nuevos y populares para pasar el rato. Gente
guapa bailando en el medio de la pista, mientras que otros se
mezclaban en los bordes, con los hombros caídos y flacuchos, con
caderas fuera de onda alzándose. Me di cuenta de una famosa actriz
joven que se sentaba en un rincón, con una pandilla de admiradores
fingiendo no adularla y que se extendían a través de un montón de
cojines en un nicho escavado en la pared, vi a un cantante de una
banda británica de moda.

Mi hermana estaba a pocos metros de mí, besando a un chico,


futuro modelo, en las mejillas, cuando vi una figura de facciones duras
caminando lentamente pero sin pausa a través de la habitación hacia
nuestra dirección. La gente le daba una palmada en la espalda mientras
se abría paso entre la multitud.

Cuando estuvo a pocos metros, Georgia dejó la copa en la barra y


echó los brazos al aire mientras él la cogió por la cintura.
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—Georgia, mi sensual belleza sureña —dijo, bajándola al suelo.


Yo sonreí.
El hecho de que nunca había vivido en el sur era un punto
discutible. Georgia había utilizado la docena de días de fiestas o así que
pasamos en el estado natal de mi madre en cultivar un acento de
melaza espesa que Scarlett O´Hara hubiera cambiado su enagua.
Cuando estaba con humor, utilizaba su voz cansina, junto con su
nombre, dando a entender que veníamos de un lugar más “exótico” que
Brooklyn. Los extranjeros, por lo menos los que no hablaban inglés lo
suficientemente bien como para notar los acentos, se la comían.

El hombre se inclinó para darla un beso en los labios. El hecho de


que este duró unos segundos más que los otros que había estado
otorgando a la derecha y la izquierda, me hizo sospechar que debía de
ser alguien especial. Y tomándole de la mano, lo arrastró delante de mí.
Finalmente obtuve una visión sin obstáculos de la multitud, vi que era
todo lo que Georgia prefería, todo combinado en un solo hombre. Al
menos seis-cinco, parecía una mezcla entre un surfista y un jugador de
fútbol: azotado por el viento el cabello rubio y la piel bronceada, pero lo
suficientemente sólido para levantárselo con una sola mano a través de
una línea defensiva completa. Sus ojos castaños eran tan claros y
cristalinos que parecían mantequilla congelada. Y la forma en que
sostenían a Georgia con una forma de propiedad confirmaba que ellos
eran un solo elemento.

—¡Nos encontramos finalmente! La hermana pequeña de Georgia,


Kate. He oído hablar de ti. No me dijiste que era tan guapa, Georgia.

Mi hermana arrastró sus palabras.

—Ahora, ¿por qué iba a hacer una cosa así? —Girándose hacia mi
dijo—: Kate, este el Lucien. Es el dueño del bar.

—Encantada de conocerte —le dije.

Apretó los hombros de Georgia y se inclinó para susurrarle algo al


oído. Entonces, extendiéndose en su altura completa, hizo una señal
hacia el camarero indicando nuestro grupo.

—Dulce Georgia Brown —silbó Lawrence a mi lado— bebidas


gratis toda la noche. Tu hermana tiene el toque mágico.

—Lo sé —admití cuando vi a Lucien besar la mano de mi


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hermana antes de permitir que él mismo se tirara a lo lejos como un


encargado de aspecto desesperado. Cuando desapareció entre la
multitud, sonrió y me guiñó un ojo.
Un grupo de chicos de aspecto desaliñado entró en la sala y se
dirigieron hacia nosotros. Lawrence se inclinó y dijo:

—Alerta de banda. Estos chicos son el grupo nuevo más caliente


en la ciudad.

—Entonces tienen que ser amigos de Georgia. —Suspiré.

Sonrió y asintió con la cabeza mientras se acercaban. Uno caminó


hasta Georgia, y sin mediar palabra, la sacó a la pista de baile. Se
inclinó más y le gritó algo al oído, y luego me sonrió cuando uno de sus
amigos se acercó y me cogió de la mano.

—¡Alex! —gritó el hombre, peinándose el pelo largo de los ojos.

Bailamos al lado de Georgia y su amigo durante


aproximadamente un par de canciones. Los destellantes ojos azules y
una sonrisa coqueta de Alex definitivamente bombearon de nuevo mi
corazón. La forma en la que me sonrió agradecido me mostró que no le
importaba que le asignara como mi “chico fiesta”. Era guapo. Era
humana. ¿Por qué no fui capaz de relajarme y disfrutar por mí misma?

Finalmente, me incliné para decirle a Alex que me iba a tomar un


trago. Me miró con pesar y con la mímica de un beso sensual mientras
me alejaba. Mentalmente me di una patada por mi estupidez, pero sabía
que no podía hacer otra cosa. No esta noche. No por un tiempo. No fue
sino hasta que la cara de Vincent dejó el dolor de mi cerebro en paz.

Lawrence se había ido por un momento cuando regresé a la


barra, pero al verme, el camarero de forma automática me sirvió otro
vaso de cola. Lo cogí y me fui a sentar a un cojín de cuero gigante
contra la pared.

Recostada contra la fría piedra, entrecerré los ojos mientras


observaba los movimientos ondulatorios de las grandes masas unos
pocos minutos antes de cerrar los ojos. Dejé que el trabajo de la música
con su trance golpeara en mi cerebro. Unos segundos después oí una
voz suave y baja decir:

—¿Cansada?
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Al abrir los ojos vi que Lucien había agarrado un cojín y estaba


sentado a mi lado. Le sonreí. No parecía precisamente tan severo ahora
que no estaba luchando contra una multitud de parásitos, pero había
un aura ligera de capa subterránea de hielo cerniéndose sobre él. Ser
dueño de uno de los bares más de moda en la ciudad tenía que tener un
efecto sobre el ego, me dije.

—No estoy muy cansada, sólo que no tengo ánimo de bailar.

—Así que, ¿tiene la hermana de Georgia novio?

Bueno, este chico es realmente directo.

—¡Ah, no! —le dije—. No por el momento.

—Bien —dijo, frotándose las manos para el efecto—. ¡Esa es una


buena noticia para mis amigos!

—Um. Yo… no estoy realmente en el mercado.

—Pero no te opondrías a conocer gente. —Levantó una ceja rubia


peluda.

—Actualmente…

No dispuesto a escuchar mi respuesta, se levantó y cogió mi vaso


vacío volviendo a la barra y regresó con uno lleno.

—Tendrás que venir con Georgia a una fiesta que voy a tener en
un par de semanas. Todo el mundo que sea alguien estará allí. —Se
puso en cuclillas y me entregó la copa—. Y por supuesto estarás.

Su palmada juguetona en mi hombro me dio una reacción


visceral inesperada; retrocedí. Por el modo en que su cuerpo se tensó
mientras permanecía de pie, me di cuenta de que él lo había notado.
¿Qué pasa contigo?, me regañé, sorprendida por mi reacción. Él sólo
estaba tratando de ser amable, pero tengo que estar muy fuera de la
práctica de la interacción social. Antes de que pudiera decir algo para
compensar el hombro frío no intencionado, se giró para hablar con
alguien que había estado esperando impacientemente por su atención.
Tomé un sorbo de mi cola y comprobé mi teléfono: ni si quiera era
medianoche.

Levantándome sobre mis pies, me abrí camino entre los bailarines


hasta que llegué a Georgia. Me dio una sonrisa interesada y negué con
mi cabeza.
Página 176

—Lo siento, Georgia. No puedo engancharme en esto. Regreso a


casa —grité por encima de la música, haciendo un gesto hacia la puerta
en el caso de que no pudiera oírme.
Ella asintió con la cabeza.

—¿Vas a estar bien regresando sola?

—Voy a tomar un taxi.

Georgia me dio un abrazo y luego le dijo algo al chico con el que


estaba bailando. Sonriendo, él cogió mi mano y me condujo a través de
la pista hacia la entrada. Mientras cogía mi abrigo, sacó un teléfono
móvil y pidió un taxi para mí, llevándome fuera a la calle y esperando
conmigo hasta que se detuvo en la acera.

—Gracias —le dije después. Él hizo un gesto caminando ya de


regreso al bar.

Cuando abrí la puerta del taxi, miré hacia atrás al callejón y vi a


Lucien fuera, hablando por su teléfono celular. Cuando alzó la vista y
captó mi mirada levanté la mano para decirle adiós. Me lanzó una
sonrisa confidente y me saludó. Un chico pelirrojo que estaba con él
volvió la cabeza para ver quién estaba saludando a Lucien, pero
rápidamente desvió la mirada.

Respiré profundamente y seguí mirando mientras el coche se


alejaba. Un segundo fue suficiente para que yo reconociera al chico con
la amargura en su rostro. Era Charles.

Página 177
Traducido por Isane33✰

Corregido por Fher_n_n

N
o escuché a Georgia llegar a casa esa noche, y dormí
hasta altas horas de la mañana. Cuando desperté, fue por
una sensación de expectativa.

Medio dormida, el rostro de Vincent del día anterior, flotaba en mi


mente. Cuando él escaneaba el café con una expresión melancólica, me
sentí abrumada con una mezcla de nostalgia y orgullo. El guapo
muchacho moreno, era mío. Con este pensamiento una deliciosa
sensación me envolvió, y poco a poco abrí los ojos.

Y entonces mi consciente le lanzó una patada a mi corazón.


Vincent no era mío. Era de otra persona. Y yo estaba de nuevo dentro
del agujero negro de tristeza y pesar que había sido mi prisión por las
últimas tres semanas.

Tomé la decisión de salir de la casa, decidí desayunar en el Café


Sainte-Lucie, el cual me di cuenta había vuelto a abrir el día anterior.

En el camino más allá de la sala, vi a Papy en su sillón, leyendo


un periódico y luciendo completamente como una versión mayor de mi
padre. A sus setenta y un años, todavía lucía una cabeza llena de
cabello. Su apariencia aristócrata, la cual había sido heredada por
Georgia, por desgracia había saltado justo por encima de mí.

Miró por encima de su periódico.

—¿Cómo está mi princesa? —preguntó, empujando sus gafas de


lectura hacia su frente.

—Estoy bien Papy. Sólo voy a desayunar con J.D. —Retuve mi


ejemplar de El Guardián entre el Centeno antes de meterlo en mi bolso.
Cogió mi mano en la suya y la colocó en el brazo de la silla al lado de él,
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utilizando el lenguaje de señas de los abuelos para, Quédate un minuto.

Papy dijo en voz baja:

—Mamie dice que está preocupada por ti. ¿Quieres hablar?


Negué con la cabeza y le di una sonrisa de agradecimiento.

—Sabes que estoy aquí siempre que me necesites —dijo, tirando


sus gafas de regreso a su nariz.

—Gracias, Papy —susurré, apretando su mano antes de volver a


salir.

Nunca podría hablarle de mis problemas. Incluso si solo acabara


de romper con un regular novio humano, Papy realmente no podría
entender. Él y Mamie vivían en un mundo de sueños en perfecto
funcionamiento. Todavía estaban locamente enamorados y se pasaban
el tiempo haciendo cosas que ambos disfrutaban. Tenían una vida
normal. Una vida estable. Tenían todo lo que quería.

El dueño del café me dio la bienvenida personalmente, me sentó


en la parte delantera de la sala, donde tendría algo de intimidad. Tomé
un sorbo de mi café crème y comí un croissant a medida que me perdía
en mi libro. Debió haber sido media hora después, cuando me di cuenta
que la silla frente a mí estaba ocupada. Jules se sentó frente a mí con
una sonrisa maliciosa en su rostro, sus ojos castaños brillando con
humor.

—Así que, Miss Estados Unidos, pensaste que podrías hacer un


acto de desaparición y simplemente abandonarnos a todos. No tienes tal
suerte.

Casi reí de alegría al verlo de nuevo, pero hice como que no me


importara, preguntando:

—¿Qué pasa con ustedes chicos muertos? ¿Están siguiéndome, o


qué? ¡Anoche, Charles, y ahora tú!

—¿Vistes a Charles?

—Sí, él estaba en este club al que fui muy cerca de Oberkampf. —


Mi voz se desaceleró cuando vi el asombro de Jules.

—¿Qué club?

—Honestamente, no sé ni cómo se llamaba. No había ni un cartel


ni nada.
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—¿Te dijo algo?

—No, justo estaba saliendo cuando lo vi parado afuera. ¿Por qué?


Jules consideró lo que le había dicho, luego cambió la
conversación a una dirección diferente.

—Así que… ¿cuándo vas a volver?

Mi sonrisa se desvaneció.

—No puedo, Jules.

—No puedes, ¿qué?

—No puedo volver. No puedo permitirme estar con Vincent.

—¿Qué hay de estar conmigo, entonces? —Viéndolo hacer un


guiño en forma insinuante, me reí—. No me puedes culpar por
intentarlo —dijo, agarrando mi mano a través de la mesa y entrelazando
sus dedos con los míos.

Le lancé una sonrisa avergonzada y dije:

—Eres incorregible.

—Y tú estás ruborizada.

Puse mis ojos en blanco en dirección al techo y dije:

—Siendo el joven, artista apuesto, Jules, estoy segura que tienes


un montón de chicas solamente derribando tu puerta.

—Sí, nosotros, los chicos muertos realmente ligamos a las chicas.


—Soltó mi mano y se sentó en su silla, con una expresión arrogante—.
En realidad, desde que has negado rotundamente mis atenciones, me
siento libre de decir que tengo varias novias que veo rotativamente, sólo
para asegurarme de que nada sea demasiado serio.

—¿Es una de ellas la modelo con poca ropa que vi en tu estudio


aquel día?

—“Aquella” es una mera relación profesional. A diferencia de lo


que sería lo nuestro si solamente me das una oportunidad. —Él frunció
sus labios en un beso sensual.

—Oh, Jules. ¡Detente!— Gemí y le di un puñetazo fingido el brazo.


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—¡Ay! —Dijo, frotando el lugar con su mano—. Maldita sea, no


eres solamente bonita, sino que también eres capaz de dar un golpetazo
tremendo.
—Si vas sentarte aquí y torturarme, entonces puedes levantarte y
volver a aquella lujosa morgue en la que viven —dije.

—¡Ooooh! ¡Ella se atreve a enviar lejos al pobre chico zombi con


vergüenza! ¿Qué pasa si traigo noticias?

Levanté la vista hacia él.

—¿Noticias de qué?

—La noticia de que Vincet está languideciendo por ti. Que está
inconsolable. —El tono de Jules era serio ahora—. Que no solo es
técnicamente un “muerto viviente”… ahora también es emocionalmente
uno.

Mi estómago se apretó y luché por mantener mi voz firme.

—Mira, Jules, lo siento mucho. Quería darle una oportunidad,


pero después de ver a Charles ser llevado a casa en una bolsa para
cadáveres… —Hice una pausa. Jules me miraba con desafío en sus
ojos. Eso me dio fuerzas.

—No puedo permitirme enamorarme de Vincent si eso significa


tener un recordatorio constante de la muerte. He tenido suficiente de
eso para hacer frente en el último año.

Él asintió con la cabeza.

—Sé acerca de eso. Siento lo de tus padres.

Tomé una respiración profunda, y mi dolorido corazón se


endureció mientras hablaba.

—Además, no creo que estés siendo honesto conmigo. Ayer vi a


Vincent compartiendo un momento muy tierno con una rubia. —Jules
actuó como si no me hubiera oído. Volteando su mantel individual, llevó
un lápiz de artista de carboncillo fuera del bolsillo de su camisa y
comenzó a garabatear sobre el mismo. Hablaba mientras dibujaba.

—Vincet quería que te echara un vistazo. No se atreve a acercarse


a ti. Dice que no quiere causarte más sufrimiento. Después de verte
correr fuera de La Palette ayer, él tenía miedo de que pudieras haber
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llegado a la conclusión equivocada. Lo cual es obvio que hiciste.

Sentí mi temperamento estallar.

—Jules, vi lo que vi. ¿Cuánto más obvio podría haber sido?


Jules atrapó mi mirada.

—Kate, obviamente no eres tonta, así que estoy dando por hecho
que debes ser increíblemente ciega. Geneviève es una de nosotros. Es
una vieja amiga la cual es como una hermana para nosotros. Vincent
está enamorado, pero no de ella.

Mi respiración se cortó en mi garganta.

Satisfecho de que él había conseguido mi atención, miró con


calma de regreso a su papel, concentrándose intensamente en hacer
sus garabatos a medida que él continuaba.

—Él está tratando de resolver las cosas. De encontrar una


solución a la situación. Me pidió que te dijera eso.

La mirada de Jules parpadeó hacia mí y luego regresó a su


mantel individual.

—No está mal —dijo. Arrancó un trozo cuadrado y, a


continuación, de pie, me lo entregó.

Era un bosquejo de mí, sentada en la cafetería. Me parecía Venus


de Botticelli, irradiando serenidad y encanto natural.

—Parezco hermosa —dije con asombro, levantando la vista del


dibujo a su rostro serio.

—Eres hermosa —dijo, agachándose y besándome suavemente en


la frente, antes de girar y caminar a grandes pasos fuera de la cafetería.

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Traducido por Mais020291

Corregido por amiarivega

C
uando llegué a casa la tarde siguiente, luego de otra
sesión de lectura de libros en el Café Sainte-Lucie, Mamie
estaba saliendo del apartamento con un visitante. La
mayoría de sus clientes, distribuidores de pinturas y conservadores de
museos, venían los días de semana durante las horas de trabajo. Así
que si alguien venía el fin de semana podías estar seguro que era un
coleccionista privado.

El hombre bien vestido estaba de pie en el pasillo, dándome la


espalda, sosteniendo un paquete grande, delgado y marrón, esperando
a que mi Mamie cerrara con llave la puerta principal detrás de ellos.

—Puedes tomar el elevador y yo llevaré las pinturas por las


escaleras —estaba diciendo ella cuando el hombre se volteó. Era Jean-
Baptiste.

—¡Oh! —exclamé. Mi cuerpo se congeló mientras mi mente


luchaba por encima de esta colisión frontal entre dos mundos: el clan
de los muertos vivientes con el que casi me mezclé y mi propia familia
mortal.

—Mi querida niña, te he asustado. ¡Mis disculpas! —Su voz sonó


suave y monótona, como si estuviera leyendo un guión. Estaba vestido
como si fuese la primera vez que lo veía, utilizando un traje costoso con
un pañuelo de seda con estampado en su cuello, y el cabello gris
cuidadosamente aceitado y peinado hacia atrás de su rostro
aristocrático.

—Katya, querida, este es un nuevo cliente: monsieur Grimod de


La Reyniere. Monsieur Grimod, mi nieta, Kate. Llegaste a casa en el
momento preciso, querida. ¿Podrías cargar esta pintura por las
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escaleras hacia mi estudio? Creo que va a ser muy grande para


colocarlo en el elevador.

Jean-Baptiste continuó mirándome con asombro mientras Mamie


abría la puerta hacia el pequeño elevador. Podía sentir mi enojo
aumentar mientras él levantaba su presumida ceja. Su transgresión
hacia mi mundo se sentía como una violación.

Como en muchos apartamentos parisinos, nuestro elevador era


pequeño. Apenas entraban dos personas, una junta a la otra; pero una
tercera, o una pintura grande en este caso, era imposible.

Alcé la pintura cuidadosamente por las esquinas y empecé a


caminar hacia arriba los tres tramos de escaleras restantes. La pintura
era casi la mitad de mi tamaño en altura, pero el marco había sido
retirado, así que no pesaba.

Llegué al final de las escaleras al mismo tiempo que Mamie


desbloqueaba la puerta del estudio y conversaba animadamente con
Jean-Baptiste mientras ingresaban. Observé la parte de atrás de su
forma rígida y me pregunté lo que el “tío” de Vincent estaba haciendo
aquí en mi casa. Primero Jules, ahora ¡Jean-Baptiste!, pensé. ¿Cómo
podía seguir adelante si la “familia” de Vincent seguía apareciendo en
mi vida? Mis emociones habían estado en un modo de montaña rusa
desde que había hablado con Jules, pero estaba determinada a
continuar con mi decisión original, estaba poniendo mi corazón en
peligro si continuaba viendo a Vincent.

Al tiempo que ingresaba por la puerta, respiré el olor confortante


de las pinturas de óleo y se insertaron profundamente en mis
pulmones. El estudio de Mamie siempre había sido uno de mis lugares
favoritos para pasar el rato.

Seis habitaciones de criadas que ocupaban el piso completo de


arriba habían sido combinadas para lograr un lugar grande de trabajo,
y la mayor parte del techo había sido eliminado para instalar claraboyas
de vidrio esmerilado que inundaban la sala con la difusa luz solar.

Los proyectos actuales de restauración de Mamie estaban


esparcidos por la sala sobre caballetes. Una pintura antigua y oscura de
un rebaño de vacas en un prado se situaba al frente de una pintura
colorida y brillante del post impresionismo de unas niñas bailando
cancán alzando sus piernas y levantado sus enaguas en una baile. Esta
última parecía asustar a una mujer española vestida de negro, que
pudorosamente sostenía un ventilador delante de sus labios en un
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lienzo cercano.

—Echémosle un vistazo a este —dijo Mamie, tomando el paquete


de mis manos y recostándolo en una mesa de trabajo grande en el
centro de la habitación. Cuidadosamente removió el papel y luego volteó
la pintura y la sostuvo para inspeccionarla. Era un retrato de tamaño
natural de un joven de la cintura para arriba, utilizando un uniforme de
soldado azul oscuro que parecía de la edad de Napoleón y un sombrero
alto de plumas. El modelo era obviamente el mismo Jean-Baptiste.

—Sin duda se puede ver la semejanza familiar —dijo Mamie con


admiración, mirando hacia la pintura y a su cliente una y otra vez.

Inclinándose, él tocó un pequeño corte en el lienzo, al nivel de la


frente del señor.

—La lágrima está aquí —dijo él.

—Bueno, es un corte limpio, así que será fácil de reparar. Sólo un


parche en la parte de atrás y no tendremos que tocarlo. ¿Con qué me
dijiste que se hizo la incisión?

—No dije nada, pero fue un cuchillo.

—Oh —exclamó Mamie con sorpresa

—Nada de qué preocuparse. Los nietos juegan brusco, sabe.


Tienen prohibidos jugar en el estudio desde ahora —dijo él, mirándome
calmadamente mientras hablaba.

—Bueno, si pudiera esperar aquí, he dejado mi cuaderno de


recibos en el apartamento. Kate, ¿podrías hacerle un buen café a
monsieur Grimod? —Asintió hacia una cafetera que estaba situada en la
esquina de la mesa y desapareció por la puerta, dejándola abierta
detrás de ella.

El viejo y yo nos quedamos de pie, sin ningún tipo de emoción,


hasta que escuchamos el sonido del antiguo elevador prenderse. Luego
tomó un paso hacia mí.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Tenemos que hablar —dijo con su voz autoritaria, aumentando


mis nervios—. Jules me dice que viste a Charles. Por favor, dime dónde.

Decidí que mientras más rápido le dijera a Jean-Baptiste lo que


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quería escuchar, más rápido se iría.

—Él estaba de pie fuera del club al que fui cerca a Obrkampf. Era
un día viernes, alrededor de la medianoche.
—¿Con quién estaba? —Aunque parecía que nada pasaba, podía
decir por el palpitar de la esquina de su boca que las cosas no andaban
bien.

—Parecía como si hubiese ido solo. ¿Por qué?

Miró hacia la puerta, como si calculara el tiempo que tenía para


hablar.

—Vine aquí por dos razones. —Habló rápido y suave. —La


primera era para preguntarte por Charles. Él desapareció unos días
después —miró hacia el retrato con disgusto —de jugar con su cuchillo
con sus habilidades de lanzamiento.

—Y la segunda era para dar una visita insospechada a tu familia.


Necesitaba saber de dónde eras.

Mi enojo regresó en un segundo.

—¿Qué? ¿Me estás espiando? ¿A qué te refieres con de dónde


vengo? ¿Si mis abuelos tienen dinero? —Sacudí mi cabeza con
disgusto—. Bueno, sí lo tienen, pero no tanto como tú. No entiendo por
qué importa de todas maneras.

Empecé a caminar lejos de él, hacia la puerta.

—¡Detente! —ordenó, y lo hice. —El dinero no me importa. El


carácter sí. Tus abuelos son honorables. Y seguros.

—¿Suficientemente honorables para arreglar tu pintura?

—No. Suficientemente honorables para tomar mi confianza. Si es


que se da la necesidad del caso.

Mientras el sentido de sus palabras me llenó, mi espalda empezó


a temblar. Él estaba espiando a mi familia para ver si era lo
suficientemente buena para Vincent. No debe de haber recibido el aviso
de que todo estaba definitivamente terminado.

—Nunca habrá la necesidad. No se preocupe, monsieur Grimod,


no volveré a entrometerme en su preciosa vida y hogar de nuevo.

Horrorosamente, sentí una lágrima correr por mi mejilla y la quité


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enojada.

Las líneas afiladas de su rostro se suavizaron. Tocando mi brazo


suavemente con sus dedos, dijo:
—Pero querida chica, tú debes volver. Vincent te necesita. Está
inconsolable.

Miré hacia el suelo y sacudí mi cabeza.

Jean-Baptiste colocó sus perfectos dedos con manicure debajo de


mi barbilla y la levantó hasta que mis ojos se encontraron con los
suyos.

—Él desea realizar sacrificios extremos para estar contigo. Tú no


nos debes, a él, nada, pero te rogaré que por favor vengas para
escucharlo.

Mi solución se empezó a deshacer.

—Lo pensaré —susurré.

Asintió, satisfecho.

—Gracias —Su voz crujió mientras sus labios decían palabras que
él raramente hablaba. Caminó rápidamente hacia la puerta y empezó a
descender por las escaleras mientras yo escuchaba ascender el
elevador.

Mamie salió, mirando hacia su cuaderno, y luego hacia mí


cuando pasó la puerta. Observando alrededor del estudio vacío,
confundida, preguntó:

—¿Bueno, a dónde se fue?

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Traducido por Sprinkling

Corregido por amiarivega

E
staba Lloviendo. Fuerte. Vi las gotas de lluvia golpeando
mis ventanas desde el piso hasta el techo con una fuerza
que las hacía rebotar en un charco que se estaba
formando en mi balcón.

Había estado pensando en Vincent desde que Jean-Baptiste me


había hablado unas horas antes, comparando lo que el había dicho con
lo que Jules me había contado en el café. Vincent estaba tratando de
resolver las cosas. De encontrar una solución, ¿tendría que darle una
oportunidad para hablar o sólo me estaría abriendo a mí misma al
riesgo de más dolor?

¿Qué es mejor, pensé, ser salvada y sufrir sola, o correr el riesgo


del dolor y realmente vivir? Aunque mi cabeza y corazón estaban
dirigiéndome en dos direcciones diferentes, estaba segura que no quería
que mi vida se pareciese a lo que había sido por las últimas tres
semanas: una monótona existencia vacía de color, calor y vida.

Caminé hacia la ventana y miré el oscuro cielo, deseando que la


respuesta a mi pregunta pudiera estar impresa en simples letras a
través de las nubes de lluvia. Mi mirada descendió hacia el parque que
estaba debajo y vi la forma de un hombre apoyado contra la entrada del
parque. Estaba parado en la torrencial lluvia, sin paraguas, mirando
hacia mi ventana. Salí hacia el balcón.

Una ráfaga de aire frío me atrapó y estuve inmediatamente


empapada por la lluvia que golpeaba, pero era capaz de ver el rostro
vuelto hacia arriba, tres historias a continuación. Era Vincent. Nuestros
ojos se encontraron.

Vacilé por un segundo. ¿Debería?, me pregunté, antes de notar


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que ya había tomado mi decisión. Esquivando de nuevo mi habitación,


agarré una toalla de una silla y me sequé la cara y el cabello mientras
buscaba mis botas de lluvia. Sacándolas de debajo de mi cama, corrí
por el pasillo, choqué con Mamie fuera de la cocina.
—Katya, ¿a dónde vas? —preguntó.

—Tengo que salir. Te llamaré si se me hace tarde —dije mientras


me ponía mi abrigo y agarraba mi paraguas.

—Está bien, cariño. Sólo cuídate. Está lloviendo torrencialmente


afuera.

—Lo sé, Mamie —dije, agarrándola y abrazándola violentamente


antes de correr fuera por la puerta.

—¿Qué te sucede? —escuché su llamado mientras la puerta


golpeó detrás de mí y corrí por las escaleras.

Una vez fuera de la puerta de entrada doblé en la esquina del


edificio hacia el parque y luego llegué a una parada abrupta. Aquí
estaba él. Parado en la azotante lluvia, mirándome con una expresión
que me hizo parar en seco. Era una expresión de mareante alivio. Como
si él hubiese venido a través de una laguna de clara agua cristalina en
el medio del desierto. Reconocí esto porque sentía exactamente lo
mismo.

Bajé mi paraguas y me lancé sobre él. Sus fuertes brazos se


envolvieron alrededor mío, levantándome del suelo en un desesperado
abrazo.

—Oh, Kate —respiró, acariciando su cabeza contra la mía.

—¿Qué estás haciendo aquí afuera? —pregunté.

—Tratando de estar tan cerca tuyo como sea posible —dijo,


besando las gotas de lluvia de mi mejilla.

—¿Cuánto tiempo…? —empecé a preguntar.

—Se ha convertido en una especie de hábito. Sólo estaba mirando


hasta que vi tu luz encendida. Nunca pensé que me verías —respondió,
dejándome abajo. —Pero vamos a sacarte de la lluvia. ¿Quieres ir
conmigo? ¿A casa? ¿Así podemos hablar?

Asentí. Recogió mi paraguas y, sosteniéndolo sobre nuestras


cabezas, envolviendo un brazo alrededor de mis hombros, me abrazó
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todo el camino.

Mientras caminábamos en la moteada luz del vestíbulo, miré a


Vincent y jadeé. Estaba demacrado. Había perdido peso y sus huecos
ojos tenían negros círculos debajo de ellos. No había notado esto en La
Palette, teniendo otras cosas, como un guapo revenant rubio, en mi
mente. Pero parados aquí, a un par de pies de distancia de él, su
deteriorado estado era inequívoco.

—¡Oh, Vincent! —dije, llegando hacia su rostro.

—No he estado bien —explicó, agarrando mi mano antes de


tocarlo y doblándola en la suya. Tan pronto como tocó la mía mis
adentros se volvieron en un pegajoso embrollo caliente. —Vamos a mi
habitación —dijo, y me condujo por el pasillo de los criados a través de
su puerta abierta.

Las cortinas habían sido abiertas. Rescoldos esparcidos brillaban


en la chimenea y la habitación olía a una hoguera. Me paré y miré a
Vincent adhiriendo algo de leña para encender el fuego de nuevo. Apiló
unos troncos antes de volverse hacia mí.

—¿Tienes frío? —preguntó.

—No sé si es frío o nervios —admití, y tendí mi mano para


mostrarle como estaba temblando. Inmediatamente se acercó para
tomarme en sus brazos.

—Oh, Kate —respiró, besando la parte superior de mi cabeza. Lo


sentí temblar cuando sus labios cepillaban mi cabello.

Tomó mi cabeza en sus manos y sus palabras salieron


precipitadamente en un torrente.

—No puedo decirte cuánto he luchado durante las últimas


semanas. Traté de desaparecer de tu vida. De dejarte ir. Quería que
fueses capaz de vivir una vida normal, una vida segura. Y estaba casi
convencido de que había hecho lo correcto hasta que vine a verte.

—¿Viniste a verme? ¿Cuándo? —pregunté.

—Hace una semana. Tenía que ver si estabas bien. Te vi ir y venir


por días. No te veas como si lo estuvieras haciendo mejor. Actualmente
parecías peor. Y luego cuando Charlotte escuchó a tu hermana y a tu
abuela hablando en el café, supe que había estado mal dejarte ir.

—¿Qué escuchó? —pregunté, con un mal sentimiento


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formándose en hueco en mi estómago.


—Estaban preocupadas por ti. Hablaban sobre depresión. Sobre
qué deberían hacer por ti. Sobre si Georgia podría devolverte a Nueva
York.

Viendo mi conmoción, Vincent me sentó en el sofá y se sentó a mi


lado. Sus dedos amasaban los míos distraídamente mientras hablaba, y
el movimiento y la presión me hacían sentir más conectada a la tierra.

—Estuve hablando con Gaspard sobre esto. Él sabe tanto, o tal


vez más que Jean-Baptiste sobre nosotros. Sobre nuestra situación
como revenant. Sentía que había encontrado una solución con la que
podíamos vivir. Que no demandara mucho de ti. Una existencia casi
normal. ¿Puedes oír?

Asentí y traté de contener mi sentimiento de esperanza. No tenía


idea de sobre qué estaba hablando.

—Me arrepiento de no decirte más sobre mí desde el principio.


Sólo no quería asustarte. Pensé en colocar una barrera entre nosotros
dos. Por lo que quiero empezar desde el principio.

Primero: mi historia. Nací en 1924, como te dije, en un pequeño


pueblo en Bretaña. Nuestro pueblo estaba ocupado poco después de
que los alemanes invadieran en 1940. Ni siquiera tratamos de luchar
contra ellos. No teníamos las armas y todo pasó demasiado rápido para
preparar una defensa.

Estaba enamorado de una chica llamada Hélène. Habíamos


crecido juntos y nuestros padres eran mejores amigos. Un año antes de
que la Ocupación empezara, le pedí que se casara conmigo. Teníamos
sólo diecisiete años, pero la edad no parecía tener importancia en la
impredecible atmósfera de guerra en la que vivíamos. Mi madre nos
instó a esperar hasta que tuviéramos dieciocho, y lo hicimos.

Nuestro pueblo estaba a merced de la guarnición alemana


estacionada cerca y se esperaba que les proporcionáramos comida,
bebida y municiones. Así como… otros servicios extraoficiales. —Podía
oír la furia ascendiendo en la voz de Vincent mientras continuaba, pero
me mantuve en silencio, sabiendo que volver a visitar esos recuerdos
debía ser duro para él.
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—Mis padres y yo estábamos comiendo la cena en la casa de


Hélène la noche en que dos oficiales alemanes, borrachos, se
aparecieron en la puerta de su familia, demandando vino. El padre de
Hélène les explicó que ellos recién habían entregado todo el contenido
de su bodega a la armada y no tenía nada para ofrecerles.

—¡Vamos a verlo! —dijo uno de ellos y, sacando sus pistolas,


ordenaron a Hélène y a su hermana menor desnudarse. Su madre se
precipitó hacia los oficiales, gritando su protesta. Ellos le dispararon,
luego se volvieron y dispararon a mi madre, quien había saltado para
defender a su amiga. Mi padre fue el próximo en ser asesinado.

El padre de Hélène se lanzó detrás de la puerta por el rifle de caza


que guardaba escondido allí, pero antes de poder apuntar, uno de los
alemanes lo sacó y le disparó en una pierna, el otro me apuntaba con la
pistola mientras trataba de saltarle. Ellos… atacaron… a Hélène y a su
hermana. Hélène armó una pelea. Le dispararon, también. —La voz de
Vincent se agrietó, pero sus ojos se habían vuelto tan duros como
piedras.

—Tres de nosotros fuimos dejados para enterrar a nuestros


muertos. Me ofrecí a quedarme y cuidar al padre de Hélène y a su
hermana, pero me pidieron que fuese a luchar contra nuestros
atacantes en su lugar. Me fui esa misma noche para enlistarme en la
Maquis.

—La Resistencia —dije.

Asintió.

—El brazo rural de la Resistencia. Nos escondimos en el bosque


durante el día y descendíamos a los campos alemanes en la noche,
robando armas, comida y asesinando cuando podíamos.

Un día, dos de nosotros fuimos arrestados a la luz del día por


sospechas de asalto a un cobertizo de armas la noche anterior. Aunque
yo no había tenido parte en el asalto, el amigo con el que estaba había
organizado todo. Ellos no tenían nada de nosotros. Pero estaban
determinados a hacer pagar a alguien por el escándalo.

Mi amigo tenía esposa y un chico en su pueblo natal. Yo no tenía


nada. Les dije que había sido yo, y me dispararon en la plaza de la
ciudad como un ejemplo para el resto de los habitantes.
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—Oh, Vincent —dije, horrorizada, y mis manos se levantaron


hacia mi boca.
—Está bien —dijo suavemente, bajando mis brazos y mirándome
firmemente a los ojos—. Estoy aquí ahora, ¿no?

Continuó.

—La historia estaba en los diarios al día siguiente, y Jean-


Baptiste, quien se estaba quedando en la casa de una familia del área,
fue al hospital local donde me habían dejado. Afirmando ser un
familiar, se llevó mi cuerpo con él y cuidó por mí hasta que me levanté
dos días después.

—¿Cómo supo que tu eras… como él?

—Jean-Baptiste tiene la visión, es como una especie de radar


para la transformación de los muertos vivientes. Ve auras.

—¿Cómo el tipo de las auras New Age? —pregunté


dubitativamente.

Vincent rió.

—Sí, de ese tipo. Trató de explicármelo una vez. Las auras de los
revenants tienen su propio color y vibración. Después de su primera
muerte, Jean-Baptiste podía ver revenants a millas de distancia. Dijo
que es como un reflector apuntando hacia el cielo.

Así es como encontró a Ambrose un par de años atrás, después


de que su batallón americano fuese sacrificado en un campo de batalla
de Lorraine. Jules murió en la Primera Guerra Mundial, los gemelos en
la Segunda Guerra Mundial y Gaspard en una guerra de mediados del
siglo XIX entre Francia y Australia.

—¿Gaspard era un soldado?

Vincent rió.

—¿Te sorprende esto?

—¿No sería un poco demasiado nervioso para la batalla?

—Fue un poeta forzado a ser un soldado. Un alma demasiado


sensible para haber visto lo que hizo en los campos de batalla.
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Asentí pensativamente.

—¿Entonces la mayoría de ustedes murieron durante tiempos de


guerra?
—Los tiempos de guerra son sólo el tiempo más fácil para
encontrar gente que está muriendo en lugar de otros. Esto debería
pasar todo el tiempo, pero usualmente pasa desapercibido.

—Entonces, lo que estás diciendo es que hay gente muriendo por


toda Francia que podría volver a la vida… bajo las circunstancias
adecuadas.

Mi cabeza dolía. Todo esto era un poco abrumador, aun después


de haber tenido más de un mes para acostumbrarme a la idea de que el
mundo en el que vivía no era sólo como uno siempre lo había conocido.

Vincent rió.

—Kate, no es sólo algo francés. Te apostaría que caminando te


cruzaste con un gran número de revenants en Nueva York sin saber que
estabas cruzando caminos con un zombi.

—¿Entonces por qué tú? Quiero decir, en particular. Podría


adivinar que la mayoría de los bomberos que salvan vidas o soldados no
se despiertan tres días después.

Vincent dijo:

—Aún no entendemos por qué algunas personas están


predispuestas a ser revenants. Jean-Baptiste piensa que es algo
genético. Gaspard cree que sólo es el destino, que algunos humanos
sólo han sido escogidos. Nadie encontró pruebas de que hay algo más
que eso.

Me pregunté si era magia o naturaleza lo que había creado a


Vincent y a los otros. Se estaba haciendo difícil para mí distinguir entre
ambos, ahora que las reglas que me habían enseñado se estaban
volviendo al revés.

Vincent se acercó a la mesa y me sirvió un vaso de agua. Lo tomé


agradecida y di un sorbo mientras lo veía apilar algunos troncos más en
el ahora disminuido fuego.

Se puso en el piso delante de mí. El sofá era tan bajo y Vincent


tan alto que sus ojos estaban justo debajo de los míos mientras hablaba
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cautelosamente ahora, cuidadosamente, pensando cada palabra.

—Kate, estuve tratando de adivinar cómo trabajar con esto. Te


dije que una vez viví hasta los veintitrés. Esto fue cinco años evadiendo
la compulsión de morir. Jean-Baptiste me había pedido que aguantara,
así yo podía conseguir un título de abogado para poner en orden los
papeles de mi familia. Esto fue duro, pero era capaz de hacerlo. Me dio
esta tarea porque él sabía que yo era más fuerte que los otros. Y yo lo
había visto resistiendo sus propios impulsos durante un máximo de
treinta y cinco años en una época. Por lo que sé que es posible. La
mujer con la que me viste el otro día, rn La Palette… —Vincent llevaba
una mirada de dolor.

—Sí, Geneviève. Jules me dijo que era sólo una amiga.

—Esperé que le creyeras. Sabía que esto se vería…


comprometedor. Pero le pedí a Geneviève que se reuniera conmigo ese
día, así podía preguntarle sobre su situación. Ella está casada. Con un
humano.

Mi mandíbula se abrió.

—Pero… ¿cómo?

—Su muerte original fue más o menos al mismo tiempo que la


mía. Ella acababa de casarse. Y su esposo vivía. Así que cuando ella
vivió, volvió con él, y ha vivido con él desde entonces.

—Pero él debe tener…

—Está en sus ochentas. —Vincent terminó mi pensamiento.

Mi mente trató de envolverse a sí misma alrededor del


pensamiento de la hermosa mujer rubia casada con un hombre lo
suficientemente mayor para ser su abuelo. No podía imaginar cómo
sería su vida.

—Ellos están locamente enamorados, pero es una vida dura —


Vincent continuó—. Ella no es capaz de controlar sus impulsos de
morir, y su esposo la alentaba a seguir el destino que estaba tratando
como un revenant. Está orgulloso de ella, y ella lo adora. Pero pronto
será su turno de morir y ella estará sola. Esta es una opción, pero no
una que le pediría a alguien más que soporte.

Vincent se inclinó hacia delante y tomó mis manos junto a las


suyas. Sus manos eran calientes y fuertes, y su toque envió una oleada
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de emoción a través de mi cuerpo que se presentó en mi corazón.

—Kate —dijo—, puedo mantenerme lejos de ti. Esta podría ser


una existencia miserable, pero lo puedo hacer si sé que eres feliz. Pero
si quieres estar conmigo, también, puedo ofrecerte esta solución: puedo
resistir agonizando por tanto tiempo como esté contigo. He hablado con
Jean-Baptiste y encontramos un modo para mí de manejarlo. No te
pondré entre el repetitivo trauma de vivir entre mis muertes. No puedo
hacer nada sobre el hecho de que estarás sin mi presencia física por
tres días al mes. Pero puedo controlar el resto. Y lo haré. Si decides
darme la oportunidad.

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Traducido por Yolit

Corregido por Micca.F

Bien… ¿qué podía decir?

Dije:

—Sí.

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Traducido por Beatriix Extrange

Corregido por Yolit

N
os sentamos en el suelo, acurrucados uno al lado del otro
de cara al fuego.

—¿Tienes hambre? —preguntó Vincent

—La verdad es que sí —confesé, sorprendiéndome. No había


tenido mucho apetito durante más o menos… tres semanas.

Mientras él iba a la cocina, telefoneé a mi abuela.

—Mamie, ¿te importaría si me saltara la cena? Voy a comer fuera.

—Por el tono de tu voz, ¿acertaría al adivinar que esto es sobre un


chico, cierto?

—Sí, estoy en la casa de Vincent.

—Bueno, bien por ti. Espero que puedas aclarar todo esto y unirte
a nosotros otra vez en la tierra de los vivos —me estremecí. Si ella
supiera.

—Tenemos un mucho sobre lo de que hablar —dije—. Igual estaré


fuera hasta la tarde.

—No te preocupes, querida Katya. Pero recuerda que tienes


colegio mañana.

—No hay problema, Mamie.

Mi abuela estuvo en silencio durante tanto tiempo que me


pregunté si habría colgado.

—¿Mamie? —pregunté después de unos segundos.


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—Katya —dijo lentamente, como si estuviera reflexionando algo.


Entonces, con voz decidida, continuó: —Cariño, olvida lo que acabo de
decir. Creo que es mejor conseguir arreglar las cosas que ser sensatos
sobre tener una buena noche de sueño. ¿Vive Vincent con sus padres?
—Con su familia.

—Eso es bueno. Bien, si decides pasar la noche, llámame para


que no me preocupe.

—¿Qué? —exclamé.

—Sí, significa que si tienes que tomarte un día enferma, entonces


está bien. Tienes mi permiso para quedarte en casa de su familia… en
tu propia cama por supuesto.

—¡No va a pasar nada entre nosotros! —empecé a protestar.

—Lo sé —podía escuchar su sonrisa a través del auricular—.


Tienes casi diecisiete años, pero eres mayor que eso en tu mente. Confió
en ti, Kate. Solo ten cuidado con las cosas y no te preocupes por venir a
casa por mí.

—Eso es muy… progresista para ti, Mamie —dije, paralizada por


la sorpresa.

—Me gusta pensar que soy moderna —bromeó, y después dijo


ardientemente—: Vive, Katya. Sé feliz. Corre riesgos. Diviértete —y colgó
el teléfono.

Mi abuela me acababa de dar permiso para quedarme a dormir


con mi novio. Eso se lleva el premio de la rareza del día, decidí.

Incluso más que la promesa de Vincent de no morir por mí.

Volvió con una bandeja inmensa de comida.

—Jeanne nos ayuda otra vez —dijo Vincent, dejando la bandeja


en la mesa. Tenía pilas de embutidos cortados en rodajas finas,
salchichón, quesos, barras de pan y cinco o seis tipos diferentes de
aceitunas. Había una botella de agua, zumo y una tetera de té. Frutas
exóticas estaban apiladas en un bol y diminutos macarrones de colores
diferentes estaban amontonados en una pirámide en un plato de tarta
de pie alto.

Me metí una pequeña bola de queso de cabra fresco en mi boca y


le siguió una rodaja de tomate secado al sol empapado de aceite.
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—Me siento malcriada —dijes soñadoramente, inclinando mi


cabeza en el hombro de Vincent. Se sentía tan bien tocarle después de
tres semanas con solo mi almohada para abrazar.
—Bien. Así es exactamente como quiero que te sientas. La única
manera en la que puedo compensar esta situación extraordinaria es con
algo extraordinario.

—Vincent, es genial solo estar aquí contigo. No necesito nada


más.

Él sonrió y dijo:

—Eso ya lo veremos.

Mientras comíamos, algo que Jean-Baptiste había dicho antes ese


día saltó a mi mente.

—Vincent, ¿qué le pasó a Charles?

Estuvo en silencio por un momento.

—¿Qué te ha contado Jean-Baptiste?

—Que Charles lanzó un cuchillo a su retrato y huyó.

—Sip. Bueno, eso es el final de la historia. Empezó con el


naufragio del barco y se volvió más lioso.

—¿Qué pasó?

—Bien, el día después del rescate, cuando su mente despertó de


nuevo, Charles tuvo a Charlotte ayudándole a localizar a la madre de la
niña que había muerto. La empezó a seguir en su forma fantasma,
regodeándose en la culpa de no haber salvado a la niña. Después de
resucitar un par de días más tarde, comenzó a acosar a la mujer.
Dejando regalos en su puerta. Llevando flores a la funeraria. Incluso
asistió al funeral de la niña.

—Escalofriante.

Vincent asintió

—Charlotte estaba preocupada y le contó a Jean-Baptiste toda la


historia. Él hizo sentar a Charles y le prohibió ver a la mujer. Incluso
menciono el enviarlo con las gemelas a una de sus casas en el sur para
distanciar a Charles de la situación hasta que regresare a la
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normalidad. Y ahí es cuando Charles perdió la cabeza. Estaba fuera


control, maldiciendo sobre cuán injusto era todo eso. Como no quería
ser un revenant por toda la eternidad, forzado a sacrificarse por gente a
la que ni siquiera conocía, y exiliado si intentaba involucrarse en sus
vidas. Culpo a Jean-Baptiste por alimentarlo y cuidar de él después de
despertar, y por no dejarlo morir “como la naturaleza quería” después
de ser disparado. Y ahí es cuando lanzó el cuchillo.

—¡Al menos no se lo lanzó a Jean-Baptiste!

—Podría haberlo hecho, por la forma en que hirió a JB. Entonces


salió de la casa y Charlotte tuvo una especie de crisis nerviosa —
Vincent hizo una pausa—. Estamos seguros de que volverá una vez que
lo haya sacado de su sistema.

—Parece que estuviera resentido incluso antes del accidente del


barco —dije.

—Sip. Siempre ha sido el que tiene la mente más existencialista


de todos nosotros. No que no haya pensado durante mucho tiempo y
duramente sobre nuestro propósito aquí. El solo tuvo el tiempo más
difícil de aceptándolo.

Eso explicaría mucho, pensé, sintiéndolo un poco por Charles.

—¿Cuándo se fue?

—Hace dos días.

—Eso es cuando lo vi —dije—. El viernes por la noche, un poco


después de la medianoche.

—Eso es lo que Jean-Baptiste dijo. Así que… ¿estabas yendo a


discotecas sin mí? —me dio una sonrisa burlona. Podía decir que
estaba intentando aligerar el ambiente cambiado de tema.

—Estaba intentado quitarme las penas bailando.

—¿Funcionó?

—No.

—Quizá funcionaría si yo estuviese allí —dijo con aire de


suficiencia—. ¿Deberíamos de ir a bailar alguna noche?

—No lo sé. Nunca he visto un chico muerto bailar. ¿Crees que


puedas mantener mi ritmo? —bromeé, y como respuesta, Vincent
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agarró mis hombros y se inclinó hacia delante para presionar sus labios
firmemente contras los míos.
Mis sentidos estuvieron concentrados al instante en esos pocos
diminutos milímetros en los que nuestra piel se tocaba. Y entonces
rompió la conexión, dejando mi corazón martilleando en mi garganta,
como si el beso hubiese tirado de él hacia arriba fuera de mí pecho.

—¿Lo tomo como un sí? —jadeé.

—Te he echado de menos —dijo, y se inclinó por más.

—Es tarde. Deberías volver —dijo Vincent después de un par de


horas de estar tumbados en el sofá, acurrucados poniéndonos al día
con todos mis fracasos.

—La verdad, tengo permiso especial de Mamie para quedarme en


la casa de tu familia esta noche, por si necesito tiempo para arreglar las
cosas contigo —sentí una sonrisa malvada extenderse por mi rostro.

—¿Qué? —por su cara de sorpresa, parecía que finalmente le


había contado algo impáctate en vez de usual—. ¿Tengo a tu abuela de
mi parte? ¿Nunca pararán los milagros?

—No estoy segura de que esté exactamente de tu parte, es más de


la mía. O incluso de la suya. No quiere que me consuma en la miseria
bajo su propio techo.

Vincent rió.

—Bueno, no querríamos usar mal la confianza de Mamie. Puedes


coger mi cama. No la necesito de todos modos —me guiñó el ojo—.
Cualquier cosa para pasar más tiempo con ma belle Kate.

Me derretí por dentro.

Mientras él se concentraba en conseguir reavivar el fuego, me


levanté y vagué alrededor de su habitación, mirando sus cosas en busca
de más pistas para saber quién era realmente este chico misterioso.
Cuando alcancé su mesilla de noche, me paralicé. Donde mi foto había
estado había un pequeño jarrón de flores.
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—Le di tu foto a Charlotte —dijo Vincent, acercándose a mí por


detrás—. Era demasiado duro para mí ver tu foto cada día cuando sabía
que no te podía ver en persona.
Le toque el brazo para demostrarle que no estaba decepcionada.

—Te daré otra. Ese no era el más halagador de los retratos, debo
decir.

—Buena idea —dijo Vincent, sacando una cámara de la mesilla de


al lado de su cama, la sostuvo como un trofeo.

—¿Ahora mismo? —hice una mueca, preguntándome si lucia tan


cansada como me sentía.

—¿Por qué no? —preguntó de pie a mi lado, puso su brazo


alrededor de mi hombro y sostuvo la cámara delante nuestro—. Estate
quieta. Es mejor sin flash —dijo, y presiono el botón de disparo. Dio la
vuelta a la cámara para que pudiéramos ver la foto.

Mi corazón estaba en mi boca mientras miraba la imagen de mi


misma de pie al lado de este chico parecido a un dios. Sus ojos estaban
medios cerrados, y en la tenue luz de la habitación, los círculos debajo
de ellos le hacían realmente parecer más atractivo que nunca, pero con
una insinuación de oscuridad.

Y yo… bien, estaba brillando. A su lado, lucía como si estuviera


donde se suponía que tenía que estar. Y también lo sentía.

Nos sentamos en la cama de Vincent y hablamos hasta tarde en


la noche. Finalmente mis ojos empezaron a cerrarse por sí solos, y él me
pregunto si quería dormir.

—Querer, no. Necesitar, puede. Lástima que tu insomnio revenant


no se me pueda pegar —sonreí, sofocando un bostezo.

Sacó una camiseta azul-verdosa clara de un armario y me la


lanzó a través del cuarto.

—Para que haga juego con tus ojos —dijo.

Puse los ojos en blanco ante el cursi comentario, pero estaba


secretamente satisfecha de que supiera mi color exacto de ojos. La
camiseta era suficientemente grande como para que me llegara hasta la
mitad de los muslos.
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—Perfecto —dije, y alcé la mirada para darme cuenta de que


Vincent se había dado la vuelta para dar la cara a la pared.

—Continúa —dijo con una pícara voz.


—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, riendo.

—Si estoy forzado a ver a Kate Mercier desvestirse hasta quedarse


en ropa interior en mi propia habitación, me temo que no podré ser
capaz de responder ante Mamie por lo que pueda ocurrir —la ronquera
de su voz me hizo desear, durante un segundo, que siguiera con su
amenaza.

Empujando la camiseta a través de mi cabeza dije:

—Vale, estoy decente.

Se dio la vuelta y me miró, silbando entre dientes.

—¡Eres más que decente! Luces prácticamente comestible.

—Pensaba que los revenants no comían carne humana —me


burlé, ruborizándome a mi pesar.

—Nunca reivindiqué que jamás decayésemos si nos empujaban


más allá de nuestros límites —replicó Vincent.

Preguntándome si todas nuestras conversaciones iban a ser así


de extrañas, sacudí la cabeza con una sonrisa y saqué mi teléfono de mi
bolsa. Envié un mensaje de texto a Georgia, pidiéndole que dijera en el
colegio que estaba quedándome en casa “por motivos personales” y que
llevaría una nota de mi abuela el martes.

Y poco después, sentada en la cama con mi espalda contra la


pared y mi cabeza en el hombro de Vincent, me dormí.

Cuando me levanté por la mañana, estaba cubierta con sábanas y


descansaba en una almohada de plumas suave como un susurro.
Vincent se había ido, pero había una nota en la mesa.

¿Alguna vez alguien te ha dicho lo linda que eres cuando duermes?


El impulso de despertarte y decírtelo era demasiado tentador, por lo que
me fui en vez de arriesgarme con tu ira privada de sueño. Jeanne tiene
desayuno para ti en la cocina.

Poniéndome la ropa de los días anteriores con prisa, caminé


atontada a través del pasillo hacia la cocina. Cuando Jeanne me vio
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entrar, dio un grito y, corriendo hacia mí, agarró mi cabeza entre sus
regordetas manos y plantó un enorme beso en mis mejillas.

—Oh, mi pequeña Kate. Es bueno tenerte de vuelta. Estaba tan


contenta cuando Vincent me contó que nos ibas a visitar anoche. ¡Y
realmente comió esta mañana, para variar! Pensé que estaba en huelga
de hambre, pero solamente estaba tan enfermo por perderte… —Se paró
a sí misma, poniendo una mano sobre su boca—. Escuchándome
alargarme, y te acabas de levantar. Siéntate, siéntate. Te conseguiré
algo de desayunar. ¿Café o té?

—Café —dije, halagada por toda la atención.

Jeanne y yo charlamos mientras comía. Quería saber todo sobre


mi familia, de dónde era, y cómo era vivir en Nueva York. Me quedé un
poco después de terminar de comer, pero no podía esperar para ver a
Vincent.

Jeanne lo podía ver. Levantando mi taza vacía y el plato, me echó


fuera de la cocina.

—Estoy segura de que no quieres gastar aquí el día conmigo. Vete


a buscar a Vincent. Está trabajando en el gimnasio.

—¿Dónde está el gimnasio? —pregunté, curiosa por un lado de la


vida de Vincent que no conocía todavía.

—Tonta de mí, sigo pensando que conoces el camino, cuando solo


has estado aquí un par de veces. Está en el sótano. La puerta de la
izquierda nada más dejar la cocina.

Los oí antes de verlos. El repiqueteo de acero contra acero. La


respiración pesada, los gruñidos y exclamaciones. Sonaba como si la
banda sonora de los efectos especiales de una película de artes
marciales estuviera siendo puesta a todo volumen en una habitación del
eco. Llegué al pie de las escaleras y di un grito ahogado mientras
miraba alrededor.

El cuarto se extendía por toda la longitud de la casa. El techo de


piedra estaba curvado en un arco de barril. Pequeñas ventanas estaban
talladas en la parte de arriba de la pared a través de su longitud, a lo
que debería ser nivel del suelo fuera. Rayos de sol se dirigían hacia la
habitación, transformando las motas de polvo que se movían en
remolinos en espeluznantes columnas de humo.

Las paredes estaban cubiertas con armas y armaduras, de todo


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desde ballestas, escudos y espadas medievales hasta hachas de guerra


y picas. Mezcladas había espadas más contemporáneas y una colección
de rifles y viejas armas de la marina.
En medio de la sala, Vincent estaba balanceando una enorme
espada de dos manos hacia otro hombre, cuyo pelo negro estaba echado
hacia atrás en una corta cola de caballo. Él rechazó el golpe,
sosteniendo su propia hoja de aspecto peligroso para desviar el golpe.
Su velocidad y fuerza eran asombrosas.

Vincent llevaba puesto pantalones negros de karate, pero estaba


descalzo y sin camiseta. Cuando giró con la espada, sus abdominales
duros como una roca y su ancho pecho se tensaron a la vez que
levantaba y bajaba el arma. Tenía los rasgos cincelados, pero no
hinchados como Ambrose. Su cuerpo era perfecto.

Tras unos minutos de descarado espionaje, di un paso hacia la


habitación, y el otro hombre me miró y asintió.

—¡Kate! —llamó Vincent, corriendo hacia mí. Cogió mi cara entre


sus manos y me dio un sudoroso beso en los labios—. Buenos días,
mon ange —dijo—. Gaspard y yo estábamos justo haciendo ejercicio.
Habremos acabado en unos minutos.

—¡Gaspard! —exclamé—. ¡No te había reconocido!

Con su salvaje pelo echado hacia atrás, casi parecía… normal. Y


en la intensidad de la pelea, había perdido toda su torpeza y vacilación.

—No dejes que la usual apariencia del poeta loco de Gaspard te


engañe —indicó Vincent, leyendo mi mente—. Ha dedicado los últimos
ciento cincuenta y pico años a estudiar armamento, y se digna a
servirnos como instructor de artes marciales a nosotros los más
jóvenes.

Gaspard metió la espada en su vaina. Se acercó y, haciendo una


media reverencia, dijo:

—Madeimoselle Kate. Debo decir que es un placer verla aquí de


nuevo —sin su espada en la mano, rápidamente perdió sus suaves
maneras y se transformó en el hombre nervioso que había conocido una
vez antes.

—Quiero decir… bajo las circunstancias… esto es, con Vincent


siendo tan inconsolable…
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—Si paras ahí —reí—, todavía seré capaz de tomarlo como un


cumplido.
—Sí, sí. Por supuesto —sonrió nerviosamente y asintió hacia la
espada de Vincent, en el suelo—. ¿Te gustaría probarlo, Kate?

—¿Tienes seguro de vida? —reí—. Por que muy posiblemente


podría matarnos a los tres si me dejas sostener una hoja mortal.

—Quizá quieras quitarte ese jersey —dijo Vincent. Tímidamente


me lo quité para revelar solo una camiseta sin mangas debajo. Él silbó
apreciativamente.

—¡Páralo! —susurré, ruborizándome.

Gaspard levantó su espada, y su rostro se volvió calmado.


Suavemente me instó a ir hacia delante con su barbilla. Vincent se
posicionó detrás de mí, sosteniendo la empuñadura en mis manos entre
las suyas.

La espada parecía que hubiese sido robada del set de Excalibur, el


tipo con el que veías caballeros en armaduras tambaleándose por ahí
bajo su inmenso peso. La empuñadura tenía la forma de una cruz, lo
suficientemente larga como para que encajara una mano tras la otra y
aun así dejando un montón de espacio.

Juntos, Vincent y yo levantamos la espada del suelo. Después


Vincent la soltó, y cayó al suelo.

—Vaca sagrada, ¿cuánto pesa esa cosa? —pregunté.

Vincent rió.

—Ejercitamos con las espadas más pesadas para que cuando


usemos algo más pequeño y manejable, sea como sujetar una pluma.
Prueba ésta —dijo, y agarró un florete más pequeño de la pared.

—Vale, puedo manejar esta —reí, probando su peso en mi mano.

Gaspard estaba de pie preparado, avancé con Vincent de pie


detrás de mí, con sus brazos alrededor de los míos. Sintiendo su torso
desnudo presionado firmemente contra mi espalda y su piel cálida
rozando mis brazos desnudos, olvidé qué estaba haciendo durante un
momento y la espada se cayó al suelo.
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Forzándome a concentrarme, la levanté verticalmente.


Concéntrate, pensé. Quería al menos tener una oportunidad pasajera
para evitar la completa humillación.
Me enseñaron unos movimientos tradicionales de esgrima a
cámara lenta, y después cambiaron a movimientos más dinámicos, más
estilo artes marciales, desciende y gira. Pasados cinco minutos, ya
estaba sin aliento. Con vergüenza, se lo agradecí a Gaspard, diciendo
que mejor no participaba durante el resto de la sesión y empezaba de
cero en otra ocasión.

Tomando la espada de mi mano, Vincent apretó mi muñeca de


forma pícara y me dejó ir. Vi desde el margen durante la siguiente
media hora mientras ellos cambiaban de un arma a otra, los dos
exponiendo una impresionante maestría con cada una.

Finalmente oí pasos en la escalera, y Ambrose entró en la


habitación.

—Así que, Gaspard, ¿has acabado de jugar con el enclenque y


estás preparado para un hombre de verdad? —se mofó, y entonces,
notándome, me sonrió anchamente.

—Katie-Lou, estaré bien. ¿Así que no conseguimos asustarte para


siempre?

Sonreí y sacudí la cabeza.

—No correrán con esa suerte. Parece que tendrán que seguir
conmigo.

Me abrazó, y después se inclinó hacia atrás para mirarme


cariñosamente.

—Por mí genial. Podríamos usar algo de bombón por aquí.

Pasar el tiempo en una casa llena de hombres, iba a ser bueno


para mi autoestima, pensé, si esos hombres estaban o no técnicamente
vivos.

—Vale, retrocede, Ambrose. Puedes ser mayor que yo, pero tengo
una espada —dijo Vincent.

—¿Oh, de verdad? —rió Ambrose y, alzando la mano, agarró un


hacha de guerra tan alta como él de la pared—. ¡Veamos qué tienes,
Romeo!
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Y con eso, los hombres empezaron una lucha a tres bandas que
superaba cualquier cosa que hubiera visto en las películas, y sin efectos
especiales de Hollywood.
Finalmente Vincent pidió un tiempo muerto.

—No es que no pudiera luchar contra ti durante todo el día,


Ambrose, pero tengo una cita, y es de mala educación tener a una dama
esperando.

—Conveniente eso, justo cuando te estabas empezando a cansar


—se rió Ambrose. Volviéndose a su maestro, frenó hasta un ritmo más
sostenible.

Vincent levantó una toalla de una silla y se secó el sudor de la


cara.

—Ducha —dijo—. Solo será un minuto.

Caminó hasta una esquina del cuarto y dio un paso adelante


entrando en una caja de pino del tamaño de un sauna, con una larga
alcachofa de ducha sobresaliendo de la abierta parte de arriba.

Ambrose y Gaspard continuaron su ejercicio, el hombre mayor


luciendo como si pudiera seguir durante horas sin una pausa. Observé,
asombrada, mientras paraban y cambiaban de armas, y empezaban
una especie de juego de pies estilo esgrima mientras gritaba
instrucciones.

Hasta que había levantado ese mandoble, nunca imaginé qué tan
difícil podían ser las artes marciales. Las películas las hacen parecer
tan fáciles, con todo el volar pared arriba y el acrobático juego de
espadas. Pero aquí, con el sudor y los gruñidos y la fuerza gastada en
cada movimiento, comprendí que estaba presenciando una habilidad
verdaderamente imponente. Estos hombres eran letales.

El siseo de la ducha paró, y Vincent salió con solo una toalla


alrededor de su cintura. Parecía un dios salido directamente de un
cuadro del Renacimiento, su piel marrón, estirada fuertemente sobre su
torso musculoso y su pelo negro cayendo en su cara en ondas. Me
sentía como si estuviera en un sueño. Y entonces ese sueño caminó
directo hacia mí y me tomó de la mano.

—¿Vamos arriba? —preguntó.


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Asentí, muda.
Traducido por sooi.luuli

Corregido por Samylinda

U
na vez que estuvimos en su habitación, Vincent sacó
algunas ropas limpias de su armario con paneles colocado
en la pared. Sonrió ampliamente hacia mí.

—¿Pensabas mirar? —Me ruboricé y me di vuelta.

—Entonces, Vincent —dije, pretendiendo inspeccionar su


colección de fotografías mientras lo escuchaba vestirse detrás de mí—.
¿Puedes venir a cenar este fin de semana para conocer a mis abuelos?

—Finalmente, ella lo pide. Y desafortunadamente, debo declinar.

—¿Por qué? —pregunté, sorprendida. Me volví para verlo


acercándose hacia mí con una expresión divertida.

—Porque no estaré en ninguna condición para conocer a tu


familia este fin de semana, mucho menos para conversar o incluso
sentarme apoyado en una mesa de comedor.

—Oh —dije—. ¿Cuándo estás inactivo? —Mi voz se apagó cuando


la extraña palabra se escapó de mi garganta.

Él agarró su celular de una mesa y verificó el calendario.

—Jueves veintisiete.

—Eso es Acción de Gracias —dije—. No tenemos escuela el jueves


y viernes.

—El reloj no se detiene por ningún hombre, especialmente de mi


tipo. Lo siento.

—Bueno, ¿qué hay de antes entonces? —pregunté—. Hoy es


lunes. ¿Qué hay de mañana a la noche?
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Él asintió.
—Eso funcionaría. Es una cita. Entonces… ¿conocer a tus
abuelos? ¿Qué debería usar? —Me tomó el pelo.

—Mientras no uses una bolsa para transportar cadáveres, debería


creer que lo harás sólo bien —me reí, volteándome nuevamente a su
colección de portarretratos.

Entre los brotes de cabeza de pollos angelicales, soldados de


batallas gastados y fuertes matones adolescentes, estaba una vieja foto
en blanco y negro de una adolescente. Su oscuro cabello se ajustaba al
estilo del cabello de 1940, usaba un vestido floreado con hombros
cuadrados. Sus dos manos estaban elevadas a un costado de su cabeza,
donde aseguraba una margarita detrás de su oreja. Sus oscuros labios
estaban abiertos en una sonrisa traviesa. Estaba impresionante.

—¿Quién es esta? —pregunté, sabiendo la respuesta antes de que


las palabras hubieran dejando mi boca.

Vincent se acercó por detrás de mí y colocó sus manos en mis


brazos. Olía frescamente a limpio, como jabón de lavanda y alguna
especie de champú almizclado. Me hundí de vuelta en él, y envolvió sus
brazos a mí alrededor.

—Esa es Hélène —dijo suavemente.

—Era hermosa —murmuré.

Dejó caer su cabeza para apoyar su mentón sobre mi hombro,


besándolo suavemente antes de que lo hiciera.

—Hasta que te vi, no me permití pensar en ninguna otra mujer


además de ella. Mi vida desde su muerte la he gastado vengándola.

Al escuchar el dolor en su voz, pregunté:

—¿Nunca encontraste a los soldados que lo hicieron?

—Sí.

—¿Y tú…?

—Sí —contestó antes de que pudiera decir las palabras—. Pero no


fue suficiente. Tuve que irme tras todos los otros villanos asesinos que
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podía encontrar, e incluso cuando los peores ocupantes y colaboradores


se hubieron ido, no fue suficiente.
Era duro pensar en Vincent destruyendo a las personas, ya sean
humanos o fantasmas. Aunque, ahora que había visto cuán bien
luchaba, sabía que él y sus semejantes eran capaces de sacar un arma.
¿Pero qué tipo de persona podía pasar más de medio siglo pensando
sólo en venganza?

El frío y peligroso filo que nos había atraído y me había alarmado


cuando nos conocimos… tenía una base. Ahora sabía lo que era. Me
imaginé a su rostro contraído con furia, y me encogí ante el
pensamiento.

—¿Qué pasa, Kate? —dijo Vincent—. ¿Preferirías que descolgara


la foto? —Me di cuenta de que aún estaba mirando la fotografía de
Héléne.

—¡No! —dije, volviéndome para mirarlo—. No, Vincent. Es una


parte de tu pasado. No me siento intimidada por el hecho de que aún
piensas en ella.

Mientras las palabras salían de mis labios, me di cuenta de que


estaba mintiendo. Me sentía intimidada por esta hermosa mujer. El
único amor de Vincent. Incluso aunque el estilo de pelo y las ropas la
colocaban seguramente hace setenta años, él había guardado su
recuerdo tan cerca que había influenciado todo lo que había hecho, y no
hecho, desde que murió.

—Fue hace mucho tiempo, Kate. A veces se siente como si fuera


ayer, pero usualmente se siente como toda una vida. Fue hace una
vida. Hélene se ha ido, y espero que me creas cuando te digo que no
tienes competencia, de ella ni de nadie más.

Se veía como que tenía más para decir pero no podía decidirse
cómo hacerlo. No lo presioné. Salir del tema de las ex novias estaba
bien para mí. Lo agarré de la mano y lo conduje a otra parte. Y aunque
dejamos las fotos detrás, mi sensación de descontento continuó.

—Ponte cómoda. Ya vuelvo —dijo él, y dejó la habitación. Volví mi


atención a los estantes, los cuales estaban alineados con libros de
varios idiomas, todos mezclados. La mayoría de los de habla inglesa los
reconocí. Teníamos un gusto similar en material de lectura, pensé,
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sonriendo.

Al ver una fila de álbumes gruesos de fotos en un estante más


bajo, lo saqué y lo abrí. 1974-78 estaba escrito a mano en la cubierta
interior, y me reí tontamente mientras comenzaba a hojear, viendo fotos
de Vincent usando ropas hippie y cabello largo con patillas. Incluso
aunque había algo ridículo sobre los estilos, él era igual de atractivo
entonces como lo era hoy en día. Nada había cambiado excepto sus
accesorios.

Volteé una página y vi a Ambrose y a Jules de pie juntos en una


competencia enorme de afros. En otra página, Charlotte estaba usando
maquillaje estilo Twiggy40 y un mini vestido, y posaba al lado de un
Charles que se veía como un Jim Morrison adolescente, pelo
desaliñado, sin camisa, con filas de collares con mostacillas. No pude
dejar de reírme en voz alta ante eso.

—¿Qué es tan divertido? —preguntó Vincent, cerrando la puerta


tras él. Colocó una botella de agua y un par de vasos en la mesa y se
giró hacia mí—. Ah, has encontrado mi alijo secreto de fotografías de
chantaje.

—Muéstrame algunas más, esas son divertidísimas —dije,


inclinándome para encajar el álbum de vuelta en su sitio.

Me puse nuevamente de pie para encontrarlo parado a pulgadas


de mí.

—No lo sé, Kate. Tragar lo suficiente mi orgullo para mostrarte


fotos de mí viéndome como un payaso por la mayoría del siglo veinte
podría costarte algo.

—¿Cuánto? —respiré, paralizada por su cercanía repentina.


Inconscientemente humedecí mis labios.

—Umm. Veamos —susurró, mientras levantaba sus manos hasta


mi cintura y me sostenía firmemente. Sus dedos masajearon la parte
baja de mi espalda, haciendo que mis rodillas se deshicieran.

—Podría costarte unos cuantos besos aquí…

Inclinó su cabeza hacia el costado de mi cuello y mantuvo su boca


a una pulgada de mi oído, exhalando cálido aliento sobre mi piel. Sentí
que la piel de gallina aumentaba por todo mi cuerpo mientras
lentamente él se inclinaba hacia delante y presionaba sus labios en el
costado de mi cuello.
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40Twiggy: es una forma de maquillar los ojos que estuvo de moda en los años 60.
Este estilo da la impresión de unos ojos grandes y tristes.
Me estremecí y suspiré instintivamente cuando comenzó a abrirse
camino cuesta abajo con besos suaves. Entonces se movió lentamente
hacia mi garganta. Cuando llegó al lugar entre mis clavículas, se detuvo
y dijo:

—O tal vez aquí… —y lo sentí tocar cuidadosamente con la punta


de su lengua mi suave piel en su hueco.

Gemí y extendí los brazos alrededor de su cuello. Me atrajo más


cerca y, manteniendo su ritmo tortuosamente lento, comenzó a besar
mi garganta en pequeños pasos hasta que alcanzó mi barbilla. Mi
cabeza cayó, y él la ahuecó con una mano, sosteniéndome mientras sus
labios hacían el corto camino de mi barbilla a mi boca.

—O aquí —dijo, deteniéndose antes de rozar sus labios contra los


míos tan ligeramente que mi cuerpo se lanzaba en anticipación. Esperé,
pero nada más vino. Forzando a abrir mis ojos, vi que los suyos estaban
cerca, una mirada de concentración y fuerza de voluntad arrugando su
frente. Comenzó a retroceder y su agarre en mí se aflojó.

Dejé pasar un segundo. Y entonces, en desesperación, agarré su


rostro y lo atraje de vuelta hacia mí. Nuestros labios se encontraron, me
aplasté contra él y arrojé mis brazos alrededor de su cuello. Él se
tambaleó ligeramente hacia delante y levantó su mano hacia la pared
para sostenerse. Sentí la presión de la estantería detrás de mis hombros
y me eché contra ella, atrayéndolo a él hacia mí.

—¡Whoa! —dijo finalmente, arreglándoselas para librarse de mi


agarre. Dio un paso hacia atrás, jadeando y manteniéndome lejos de
él—. Kate, no voy a ir a ningún lado —dijo con una fingida mirada de
reproche en su rostro—. Tengo que advertirte que mi habitación no es el
mejor lugar para organizar un asalto sobre mí. Es donde estoy en lo
más débil, y con mi cama a tan sólo veinte pies de distancia.

Intenté concentrarme en sus palabras, pero no podía regresar de


nuevo al mundo real.

—Y tú te ves tan tentadora —dijo, su respiración entrecortada


desacelerando—, que encuentro muy difícil resistirme llevarte a la cama
aquí y ahora.
Página 214

Él se giró y rápidamente se alejó de mí, lanzando sus cortinas a


un lado y abriendo la ventana para dejar entrar el aire frío de
noviembre. Sentí a sus dedos helados despejar la bruma en mi cabeza,
y deslizándome por la estantería hasta quedar sentada.
—Podrías estar más cómoda por aquí —dijo Vincent,
recogiéndome en sus brazos fuertes y depositándome sobre el sofá.
Colocó un vaso de agua en frente de mí—. Algo para enfriar su pasión,
¿mademoiselle? —murmuró, con una sonrisa divertida.

Asentí agradecida y bebí del vaso hasta el fondo. Entonces,


entregándoselo de vuelta, rodé hacia el respaldo del sofá en un intento
de enterrar mi rostro. Oh mi Dios. ¿Qué he hecho?, pensé, encogiéndome
ante el recuerdo de saltar sobre él y prácticamente devorar su rostro,
justo en el momento en que había dejado claro que estaba rendido.

—¿Qué, Kate? —se rió Vincent, apartando mis manos de mi


rostro enrojecido.

—Lo siento —dije, con una voz quebrada. Me aclaré la garganta—.


Perdón por… um… saltar sobre ti en tu propia habitación. Usualmente
no…

—Está bien —dijo Vincent, silenciándome con una mirada en su


rostro como si estuviera a punto de partirse de la risa.

—No, no lo está. Usualmente no me lanzo sobre las personas.


Quiero decir, sólo he besado a unos tres chicos en mi vida, y es la
primera vez que me he ensimismado así. Estoy un poco… avergonzada.
Y sorprendida.

Vincent dejó de intentar controlarse y se echó a reír. Entonces,


inclinándose y besándome en la frente, dijo:

—Bueno, es una buena sorpresa, entonces, Kate. No puedo


esperar a tener otra oportunidad. Pero no aquí. En algún lugar muy
seguro. Como en la Torre Eiffel con unos cientos de turistas japoneses
de pie a nuestro alrededor.

Asentí, secretamente aliviada de que quisiera ir despacio, pero al


mismo tiempo preguntándome el por qué.

Vincent leyó mis pensamientos.

—No es que no quiera llevar las cosas… más lejos. Créeme.


Quiero. —Sus ojos estaban ardiendo. El latido de mi corazón se aceleró
Página 215

en consecuencia—. Pero absolutamente no aún. Quiero disfrutar el


conocerte sin acelerar… el evento principal. —Pasó su dedo por la línea
de mi mandíbula y bajó por mi cuello—. La espera será divertida, pero
no va a ser fácil.
Mientras se inclinaba para rozar sus labios ligeramente contra los
míos, sentí como si hubiera ganado oficialmente el Concurso del Novio
Perfecto. Manos abajo. Aunque por el momento no puedo evitar desear
que no fuera tan perfecto, pensé, mi temperatura aumentando ante su
toque mientras terminaba besándome, y me aparté. Intentando
distraerme y evitar la combustión espontánea, enderecé mis ropas y
suavicé mi cabello desordenado.

—Mejor salimos de aquí antes de ignorar todo lo que dije. Te


llevaré a casa —dijo, agarrando nuestros abrigos y mi mochila. Abrió la
puerta y me esperó.

—Debo decir, tenía mis sospechas —dijo misteriosamente.

—¿Sospechas de qué? —pregunté.

—Que había una bestia salvaje escondiéndose tras esa conducta


a la antigua.

Mordiéndome el labio, caminé más allá de él y fui a la entrada.

Página 216
Traducido por Roo Andresen y SOS por Alexiacullen

Corregido por Samylinda

I
rse a casa esa noche fue como despertar de un largo sueño.
Cuando estaba con Vincent ocasionalmente me olvidaba de
toda esa cosa de revenant, pero seguía sintiendo que vagaba
por un escenario surreal de Salvador Dalí41. El mundo de Mamie y Papy
se sentía maravillosamente confortante después de veinticuatro horas
en una pintura surrealista.

—¿Entonces? —dijo Georgia mientras nos sentábamos a la


mesa—. ¿Cuál es el status de ésta “cosa” con Vincent? ¿Tu fiesta de
pijama les dio suficiente tiempo a ustedes dos para resolver sus
problemas? —me sonrió con malicia y metió un trozo de pan en su
boca.

Mamie le dio toquecitos en el brazo con desaprobación y dijo:

—Katya nos dirá lo que quiera que sepamos cuando ella quiera.

—Está bien, Mamie —ofrecí—. Georgia no puede evitar vivir


vicariamente a través de mí, ¡puesto que no tiene vida de la cual hablar!

—¡Ja! —dijo Georgia.

Papy rodó los ojos, obviamente preguntándose cuándo su pacífico


hogar se había convertido en una casa de hermandades.

—¿Entonces? —preguntó Georgia, persuasiva.

—Parece que hemos resuelto las cosas —dije, y turnándome hacia


Mamie, pregunté—: ¿Está bien si viene a cenar mañana en la noche?

—Por supuesto —respondió con una gran sonrisa.

—¡Wuu-huu! —alentó Georgia—. No más Kate atascada en su


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habitación. Debería ir a su casa y darle las gracias yo misma.

41 Salvador Dali: Marqués de Dalí de Púbol, fue un pintor español considerado uno de
los máximos representantes del surrealismo.
—Es suficiente, Georgia —dijo Papy.

—Puedes agradecerle mañana por la noche —dije, y rápidamente


cambié el tema de conversación.

A las siete y media de la siguiente noche recibí un mensaje de


Vincent:

Buenas noche, ma belle. ¿Podrías darme tu código?

Le envié el código de cuatro números y dos letras, y un minuto


después, nuestro timbre sonó. Presioné el intercomunicador para que
pudiera abrir la puerta hacia las escaleras.

—Tercer piso a la izquierda —dije a través del comunicador.

Mi pulso se aceleró mientras abría la puerta principal y esperaba


por él en el pasillo. Subió las escaleras en poco tiempo, cargando un
gran ramo de flores en una mano y una bolsa en la otra.

—Estas son para tu Mamie —dijo, inclinándose para darme un


rápido y suave beso en los labios.

Mi pulso se aceleró tanto que se saturó. Vincent levantó sus cejas


sugestivamente.

—¿Vas a pedirme que entre o estabas probando si podía cruzar la


entrada sin invitación? —Luego susurró—: Soy un revenant, no un
vampiro, chérie. —Su expresión de burla me hizo olvidar mis nervios, y
tomando un respiro para componerme, tomé su mano y lo conduje
hacia la entrada.

—Mamie está aquí —dije, mientras ella salía de la cocina hacia


nosotros. Había ido a la peluquería en la mañana y lucía
espléndidamente elegante en un vestido blanco y negro y tacones de
cuatro pulgadas.

—Tú debes ser Vincent —dijo ella, inclinándose para besar sus
mejillas, su perfume de gardenias nos rodeaba como un abrazo de
abuela. Se separó un paso para verlo bien. Parecía estar calificándolo, y
por su expresión, había sacado un diez.
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—Para usted —dijo él, extendiendo el gran arreglo de flores.

—Oh, son de Christian Tortu —dijo, mirando la tarjeta de la


florería—. Que tierno.
—Tomaré tu abrigo —dijo, y Vincent se sacó su campera,
revelando una ramera de algodón azul incrustada en unos pantalones
de pana oscura.

Yo apenas podía creer que este chico increíblemente apuesto se


había arreglado y había traído flores para impresionar a mí familia. Lo
había hecho todo por mí.

—Papy, me gustaría presentarte a Vincent Delacroix —dije


mientras mi abuelo se acercaba desde su estudio.

—Encantado de conocerlo, señor —dijo Vincent formalmente


mientras estrechaban sus manos. Luego levantó la bolsa y dijo—: Para
usted.

Tomándolo, Papy extrajo una botella, y pareció sorprendido al


inspeccionar la etiqueta.

—¿Château Margaux, 1947? ¿Dónde lo has encontrado?

—Es un regalo de mi tío, quien dice que ya ha tenido el placer de


conocerla, madame —dijo Vincent mirando a Mamie.

—¿Uh? —dijo ella, con cierto interés.

—Recientemente le llevó una pintura para reparar. Monsieur


Grimod de La Reynière. —Los ojos de Mamie se abrieron de par en par.

—¿Jean-Baptiste Grimod de La Reynière es tu tío?

Vincent asintió.

—He vivido con él desde que mis padres murieron.

—Oh —dijo Mamie, suavizando su mirada—. Lamento escuchar


que tienen eso en común con nuestra Katya.

Temiendo que hubiera más preguntas personales, tomé a Vincent


de la mano y rápidamente lo conduje hacia el living.

—¿Te gustaría beber algo? ¿Quizás un poco de gaseosa? —


preguntó Papy mientras nos sentábamos junto al fuego.
Página 219

—Sería genial. Gracias —dijo Vincent.

—Sí, por favor —dije, asintiendo a Papy, y él dejó la habitación


justo cuando Georgia entraba.
Lucía radiante en un vestido verde de seda que hacía que mi
propio vestido negro pareciera monótono. Vincent se levantó con
cortesía.

—Georgia —comenzó—, sé que Kate te disculpó por mí luego de


haberte dejado en aquel restaurante. Pero te lo quería decir
personalmente. Lo lamento mucho. Nunca lo hubiera hecho si Ambrose
no hubiera estado en tan mal estado. Aun así, fue imperdonable.

—Me considero una persona muy comprensiva —dijo ella, con


sólo un tinte de su falso acento sureño—. Si no fueras tan lindo, no
estoy segura de dejarte pasar esta. Aunque, bajo las circunstancias… —
dijo con suspenso, mientras besaba lentamente sus mejillas.

—¡Por el amor de Dios, Georgia! ¿Podrías tratar de dejar algo de él


para mí? —exclamé, sacudiendo la cabeza sin poder creerlo.

—Voy a tomar eso como que estoy perdonando —dijo Vincent,


riendo.

Las comidas en Francia pueden durar horas. Y cuando hay


invitados, usualmente ocurre. Por fortuna, puesto que esta noche era
noche de escuela, sólo pasamos media hora sobre cada curso. No quería
que mis abuelos tuvieran suficiente tiempo para pasar de las
conversaciones corteses a preguntas personales con mi invitado
misterioso.

—Así que, Vincent, ¿adivino que eres un estudiante? —preguntó


Papy cerca de la mitad del hors d’oeuvres42. Vincent contestó que
estaba estudiando leyes—. ¿A tan temprana edad? No quiero
entrometerme, ¿pero cuántos…? —Mi abuelo dejó la pregunta al aire
para no tener que preguntar directamente.

—Tengo diecinueve. Pero mi tío me puso tutores privados, así que


estoy un poco más adelantado.

—¡Chico con suerte! —Papy asintió con aprobación.

Después de eso, Vincent contrarrestó más preguntas personales


hacia él. Papy estaba encantado de contarle en detalle sobre sus
negocios y los viajes que había hecho para recolectar los objetos
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especiales que comerciaba, los cuales lo habían llevado por todo el


Oriente Medio y el Norte de África.

42 Hors d’oeuvres: aperitivos.


Vincent mencionó su interés en armas antiguas, y esa
conversación sola nos condujo hacia el plato principal, un bife tierno
como manteca. Mamie le preguntó sobre la colección de pintura de su
tío, y parecía impresionada por su conocimiento sobre artistas y
períodos de estilísticos.

Para el momento que llegamos al postre, Vincent y mi familia


hablaban y reían juntos como si se hubieran conocido por años.

Él y Georgia bromeaban juntos y se burlaban de mí, y podía ver a


Mamie echar un vistazo entre Vincent y yo, viéndose complacida con lo
que veía.

Finalmente, después de acomodarnos en la sala con café expreso


y un plato de trufas de chocolate, Mamie le preguntó a Vincent si le
gustaría acompañarnos a cenar nuevamente en dos semanas.

—El nueve de diciembre es el cumpleaños número diecisiete de


Kate, y puesto que se negó a que le hiciéramos una fiesta, pensamos
que podríamos hacer una cena informal aquí en casa.

—Ahora, eso sí que es información interesante —dijo Vincent,


sonriéndome ampliamente.

Puse la cabeza en mis manos y sacudí la cabeza.

—No me gusta hacer gran cosa acerca de los cumpleaños —me


quejé.

Vincent hizo un gesto hacia los demás y dijo:

—Bueno, ¡lástima que al resto de nosotros sí!

—¿Está todo arreglado, entonces? —preguntó Mamie, mirándome


por aprobación.

Hice una mueca, pero aun así asentí.

—Ahora que estamos mandando invitaciones de izquierda a


derecha, ¿qué tal si vienes conmigo y Kate el viernes por la noche,
Vincent? —preguntó Georgia.

—Me encantaría, pero ya tengo planes para esa noche —dijo


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guiñándome un ojo.

—¡No, con Kate no! —dijo Georgia a la defensiva—. Le prometió a


mi amigo Lucien que iría a su club. Y por lo que escuché, vas a querer
acompañarla, puesto que él prometió un suministro de amigos para
todas las chicas solteras que…

Georgia se detuvo a media oración, viendo la mirada oscura que


se expandía en el rostro de Vincent.

—¿Estás hablando de Lucien Poitevin? —preguntó él.

Georgia asintió.

—¿Lo conoces?

El rostro de Vincent se volvió de un rojo encendido en segundos.


Parecía una olla a presión a punto de estallar.

—Se de él. Y sinceramente, incluso si no tuviera planes, me


negaría. —Podía decir que estaba reprimiéndose para permanecer en
calma.

—¡Vincent! —susurré—. ¿Qué…? —Él me detuvo al tomarme de la


mano y sin intención, esperaba, apretándome tan fuerte que dolía. Esto
oficialmente no es nada bueno, pensé.

—¿Quién este tal Lucien Poitevin? —preguntó Papy preocupado,


frunciendo el ceño a Georgia.

—¡Es un muy buen amigo! —se defendió, dándole una mirada a


Vincent.

La habitación se quedó en silencio. Vincent finalmente se inclinó


hacia ella y dijo en una voz diplomática:

—No diría esto si no estuviera cien por ciento seguro, pero Lucien
Poitevin no merece ni siquiera estar en la misma habitación que tú,
Georgia, mucho menos ser contado entre tus amigos.

Todos se quedaron con la boca abierta. Georgia, por una vez,


parecía haberse quedado sin palabras. Lucía como si la hubieran
abofeteado. Y luego le hubieran vaciado un balde de hielo por la
espalda.

Mamie y Papy se miraron de una manera que quedaba claro que


ya habían estado preocupándose por las actividades nocturnas de
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Georgia.

Georgia nos dio a Vincent y a mí, una mirada maligna y luego se


levantó abruptamente y se marchó.
Mamie rompió el silencio.

—Vincent, ¿podrías clarificar por qué piensas que Georgia no


debería asociarse con este hombre?

Vincent miraba la mesa de café.

—Disculpen por causar que esta adorable cena terminara de mala


forma. Es sólo que sé acerca de esta persona, y no me gustaría que
nadie que estimo tenga algo que ver con él. Pero dije demasiado.
Nuevamente, mis disculpas por alterar a su nieta en su propia casa.

Papy sacudió la cabeza y levantó una mano, como si hiciera un


gesto de que no había problema, y Mamie se levantó para recoger las
tazas. Mientras me levantaba para ayudarla, dijo:

—No te preocupes, Vincent. Tratamos de mantener una medida


de sinceridad y honestidad en esta casa, así que tus comentarios no son
mal acogidos. Estoy segura de que Georgia se disculpará por su
comportamiento la próxima vez que te vea.

—No lo apuestes —dije en voz baja.

Escuchándome, Vincent asintió.

—Debería irme —dijo—. Estoy seguro que tendrán un día


ocupado mañana.

—Te acompañaré —dije, con la intención de interrogarlo una vez


fuera.

Papy se levantó para tomar el abrigo de Vincent. Luego de


agradecerles a mis abuelos por la velada, Vincent salió al pasillo. Yo lo
seguí, tomando mi abrigo y cerrando la puerta detrás de nosotros.

—¿Qué…? —empecé.

Vincent puso un dedo sobre mis labios, y mantuvimos un silencio


tenso hasta que salimos a la calle. Tan pronto como la puerta se cerró
detrás de nosotros, me tomó de los hombros y me miró intensamente.

—Tu hermana está en grave peligro.


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Mi confusión se transformó en alarma.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué pasa con Lucien?

—Es mi enemigo jurado. El líder de la París Numa.


Me sentía como si alguien me hubiera levantado y me hubiera
tirado contra una pared de ladrillos.

—¿Estás seguro que hablamos de la misma persona? —pregunté,


no queriendo creerlo—. Porque cuando lo conocí…

—¿Lo conociste? —dijo Vincent ahogado—. ¿Dónde?

—En el club donde fui a bailar con Georgia.

—¿El mismo lugar en el cual viste a Charles?

—Si… de hecho, Charles estaba hablando con él afuera cuando


me fui. No veo…

—No. Esto es terrible —dijo Vincent cerrando los ojos.

—Vincent, dime qué está ocurriendo —dije, con un sentimiento de


nauseas subiendo por mi garganta. Si Lucien era un monstruo, ¿qué
significaba eso para mi hermana? Me dio escalofríos pensar en el beso
que mi hermana y Lucien habían compartido esa noche en el club. Ella
obviamente no sabía de su lado oscuro. Georgia no podía ver más allá
de su nariz cuando se trataba de perspicacia. Como cuando mi madre
se había lamentado cuando un novio de Georgia fue arrestado por robo:
“No puede ver el mal en las personas. Tu hermana no es estúpida, sólo
que no posee ni un gramo de intuición.” Esta vez este error, podría ser
fatal, pensé.

Vincent sacó su celular del bolsillo.

—¿Jean-Baptiste? Lucien tiene a Charles. Estoy seguro. Sí…


estaré ahí en un minuto.

—¡Por favor! ¡Dime algo! —supliqué.

—Tengo que ir a casa. ¿Puedes venir conmigo?

—No —dije sacudiendo la cabeza. Tenía que volver a subir y


limpiar el desastre que el huracán Vincent había dejado para mi familia.

—Tengo que irme —dijo.

—Entonces te acompañaré a tu casa —insistí—. Puedes contarme


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en el camino.
—Bien —dijo, tomando mi mano y comenzando a caminar por las
calles tenuemente iluminadas hacia su casa—. Así que, Kate. ¿Sabes
cómo en cada historia hay un chico malo?

—Supongo.

—Bueno, Lucien es el chico malo en mi historia.

—¿Cómo que tu historia? —me aventuré algo intranquila—. Es


decir, ¿es sólo el hecho de ustedes dos estando en lados opuestos de lo
malo y lo bueno?

Vincent negó con la cabeza.

—No. Soy yo contra él. Tenemos una larga historia.

—Espera —dije, juntando las piezas en mi cabeza—. ¿Es el chico


del cual ustedes siempre se están refiriendo? ¿“El Hombre”, o lo que
sea? —Me detuve, pensando—. ¿Fue Lucien el que viste en la Villa
Saint-Paul… y el cual Jules descubrió cerca cuando apuñalaron a
Ambrose?

Vincent asintió.

—¿Quién es él? —pregunté.

—Como humano, durante la Segunda Guerra Mundial, él era


parte de la milicia Francesa, o la Milice, una fuerza paramilitar formado
por el gobierno Francés controlados por Alemanes para luchar contra la
resistencia.

—¿El régimen Vichy43?

Vincent asintió.

—Además de ejecutar y asesinar miembros de la Resistencia, la


Milicia ayudó a la deportación de judíos. Eran famosos por sus métodos
de tortura, podían extraer información y confesiones de cualquiera de
sus capturados. Para ser sincero, eran más peligrosos que la Gestapo o
la SS, puesto que eran de los nuestros, hablaban el idioma, sabían la
topografía de los pueblos y eran vecinos y amigos de la gente que
Página 225

43 Régimen Vichy: conocido formalmente como Estado Francés (État Français), se


denomina así al estado dirigido por el Mariscal Philippe Pétain que surgió tras la
derrota francesa en 1940 y que estableció su capital en la pequeña ciudad de Vichy.
http://www.historiasiglo20.org/GLOS/franciavichy.htm
traicionaban. —Vincent me miró a los ojos—. Fue una época oscura
para mi país.

Asentí y permanecí callada. Cruzamos una avenida de tres


carriles y continuamos hacia su casa.

—Lucien traicionó a cientos, o directamente, miles, de sus


compatriotas hacia sus muertes, torturando y asesinando para llegar a
la jerarquía de la organización. Rápidamente se convirtió en un líder en
el régimen Vichy y el ministerio de propaganda.

—En Junio de 1944, un grupo de combatientes de la Resistencia,


vestidos como miembros de la Milicia, irrumpieron en el edificio del
Ministerio de Información donde Lucien y su esposa habían sido
trasladados por su seguridad. Era tarde en la noche. Encontraron a la
pareja en la cama y la mataron.

Me quedé boquiabierta. Parecía como si estuviera contando la


historia desde su experiencia personal.

—¿Fuiste uno de ellos? —me aventuré a decir.

Vincent asintió con la cabeza.

—Junto con un par de los otros revenants. El resto eran humanos


que no sabían lo que éramos nosotros.

—Pero Lucien entones era todavía humano. Me dijiste que los


revenants intentan no matar a humanos.

—Nuestro fin era capturar y encarcelar a Lucien hasta que


pudiera ser juzgado por las autoridades por sus crímenes. Pero la
familia de un humano en nuestro había sido asesinada por el mismo
Lucien, y no pudo contenerse. Les disparó a ambos.

Me estremecí ante la escena sangrienta recreada en mi mente. En


historias como estas, uno siempre quiere que los chicos malvados sean
liquidados. Pero pensar en el acto en sí, ser fusilado junto a tu esposa…
en su cama. Era demasiado terrible para tenerlo en cuenta.

—Lucien recordó nuestras caras a partir de aquella noche, y


cuando regresó como revenant, nos persiguió. Tuvo éxito en matar a la
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mayoría de los humanos que habían tomado partido en el asesinato, y


finalmente fue capaz de de destruir a los otros dos revenant
involucrados. Soy el único que queda. Hemos llegado el uno hasta el
otro en varias ocasiones, pero nunca ha podido matarme. Ni yo a él.
—Entonces ¿por qué rayos habría estado Charles hablando con
él? —pregunté.

—Eso es lo que tienes que entender acerca Charles. No es un mal


chico. Sólo está estropeado. Te dije que había tenido dificultades para
aceptar nuestro destino. Es una existencia difícil, continuamente
viviendo y muriendo. Cuando salvas a alguien y los ve continuar a tener
una buena vida, esto hace que se sienta que todo vale la pena. Pero a
veces las cosas no salen así.

—La persona que rescataste de un intento de suicidio vuelve a


intentarlo y lo consigue. El chico que salvaste de un negocio de drogas
que salió mal, no ve eso como una razón para enmendar su camino y
vuelve al desorden en el que se encontraba antes. Esa es una razón por
la que Jean Baptiste no quiere que sigamos la vida de nuestros
rescatados demasiado cerca.

—Pero uno de los peores sentimientos es cuando lo intentas y


fallas. Charles no pudo salvar a la niña. Salvó al otro chico, pero no
puede centrarse en ese éxito. Está obsesionado con su fallo. Y las
consecuencias en la madre del chico.

—Tiene un buen corazón —continuó en voz baja—. Quizás


demasiado bueno para un corazón. Pero esto fue el colmo para él. La
única razón que puedo pensar de esto es que Charles pudo ir a Lucien
es porque no puede hacer frente a nuestro estilo de vida durante más
tiempo. Quiere morir. Si se pone en sus manos, todo lo que tiene que
hacer es pedirle que le mate y queme su cuerpo. Y todos ellos estarán
muy felices de complacerlo.

—¿Está cometiendo suicidio? —Paré de caminar, horrorizada por


el pensamiento de que Charles se entregara a su muerte.

—Eso es lo que parece —Vincent cogió mi brazo y tiró de mí hacia


adelante. Casi estábamos ahí.

—Si Lucien es un asesino despiadado, entonces… ¿qué pasa con


Georgia?

La historia de Charles era desgarradora, pero en lo único que


podía pensar en este momento era que mi hermana podía estar en
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peligro.

—¿Cuál es su relación? —preguntó Vincent.


—Parece que están en una especie de noviazgo.

—¿Crees que es serio?

—Georgia no lo hace serio.

Vincent pensó sobre ello.

—Lucien siempre está rodeado de mujeres, no tendría ninguna


razón para matar a alguien como Georgia. Si ella no se deja atrapar por
su clan y sus actividades, entonces probablemente lo peor es que corre
el riesgo de estar acostumbrándose a estar con él y él la abandone.

Bueno, eso es reconfortante, pensé, no del todo consolada. Estaba


enrollándose con un maniaco homicida, pero si no se involucra
demasiado, debe estar bien. A pesar de que todavía estaba asustada, las
palabras de Vincent me habían hecho sentir menos pánico. Era cierto:
Georgia nunca se involucraba demasiado en alguien excepto en sí
misma.

Llegamos a la puerta de Jean-Baptiste. Vincent tomó mi mano en


la suya.

—Escucha. Siento si he estropeado las cosas entre tu hermana y


tus abuelos esta noche. Pero no podía estar sentado allí y no decir nada
después de oír su mención de ese… monstruo.

—No, tenías razón. Y no importa dónde lo dijiste, delante de todos


o uno a uno, Georgia hubiera tenido la misma reacción.

—Tienes que hablar con ella —alentó—. Incluso si las cosas no


van demasiado lejos con Lucien, está saliendo con algunas personas
peligrosas.

Asentí con la cabeza.

—Haré mi mejor esfuerzo.

El peligro estaba constantemente al acecho en la sombra de


Vincent y sus parientes. Pero ahora que uno de los miembros de mi
familia estaba en peligro, parecía mucho más real. Me hacía sentir más
cercana a él. Ahora teníamos un enemigo común. Pero esperaba que
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Georgia pudiera escucharme y eliminarse ella misma de ese peligro.

—¿Qué vas a hacer ahora? —le pregunté.

—Voy a traer a los demás y empezar a buscar a Lucien abajo.


La voz de Vincent cedió una octava más baja y sus ojos brillaban
con furia. Parecía letal.

—Vas a tener cuidado, ¿verdad? —pregunté, con el miedo


agarrándome cuando me di cuenta de lo que eso podría significar.

—Lo haría ésta noche si pudiera. Pero hay una razón por la que
no han sido capaces de acabar con él todavía. Si no quiere ser
encontrado, no vamos a encontrarle. Las cartas están en sus manos.

Luego, viendo mi expresión, algunos de las líneas de su mirada


suave salieron de sus rasgos.

—No te preocupes, Kate. Intenta venir mañana después de la


escuela, si es posible.

—¿Estarás todavía vivo mañana después del colegio?

—Sí —dijo con sus labios. Pero sus ojos estaban contando una
historia diferente. Haría cualquier cosa para destruir a este enemigo.
Estaba claro que su propia seguridad no era su prioridad.

—Siento tener que dejarte así —dijo Vincent, atrayéndome hacia


él y rozando sus labios contra los míos. Cada punto de contacto con su
cuerpo parecía disparar una lluvia de chispas de fuego dentro de mí.
¿Es un afrodisíaco peligroso?, me pregunté. Preferiría que él esté a salvo
que tener una celebración del 4 de Julio con los nervios de punta. Pero
desde que no tengo opinión, le agarré más fuerte y le respondí con un
beso.

Demasiado pronto se apartó.

—Me tengo que ir.

—Lo sé. Buenas noches, Vincent. Por favor, permanece a salvo.

—Buenas noches, mon ange44.

Llamé suavemente en la puerta del dormitorio de Georgia.


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Violentamente se abrió un segundo después, y mi hermana se


encontraba allí mirando como una Furia45.

44 Mon ange: expresión en francés que traduce en español “mi ángel”.


—¿Qué demonios fue eso? —rugió, cerrando la puerta con un
golpe detrás de mí.

Me senté en el borde de su cama mientras ella se tiró boca abajo


sobre una alfombra blanca y suave en el centro del suelo y me miró
fijamente.

—Siento que Vincent te avergonzara delante de Papy y Mamie.


Pero por lo que él me dijo, Lucien suena verdaderamente como malas
noticias.

Georgia casi escupe su respuesta.

—¿Oh, sí? Exactamente, ¿qué dice?

—Dice que Lucien es un tipo… una clase de organización mafiosa.


—Intenté recordar cómo había descrito Vincent a los Numas esa noche
en el restaurante Marais—. Y que sus colegas están involucrados en
todo tipo de negocios ilegales.

—¿Cómo qué?

—Prostitución, drogas…

—¡Oh, dame un descanso! —Georgia puso en blanco sus ojos—.


Has visto a Lucien. Es un empresario. Tiene bares y clubes por toda
Francia. ¿Por qué en el mundo tendría que participar en cosas como
esas? —Me miró con disgusto.

—De verdad, no creo que Vincent hiciera eso —contesté.

—¿Sí? —preguntó amargamente —¿Cómo es que le conoce?

—No le conoce —mentí. La última cosa que quería hacer era una
especie de enlace entre Vincent y Lucien con Georgia y conmigo en
medio—. Sólo conoce su reputación.

Hice una pausa, sopesando como de lejos debía ir.

—Dice que incluso hay socios de Lucien que están involucrados


en asesinatos.

Georgia parecía conmocionada por un momento, y luego negó con


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la cabeza.

45 Furia: son las tres deidades vengadoras de la mitología romana.


—Estoy segura de que en el mundo en el que Lucien se mueve
tiene que haber algunos negocios turbios. Debe ajustarse al territorio.
Pero sugerir que podría trabajar con asesinos… lo siento, no me lo creo.

—De acuerdo —dije—, no tienes que creerlo. Pero, ¿lo has visto de
nuevo?

—Kate, si incluso apenas nos estamos viendo. No es serio. Sólo


nos vemos en público. Estoy segura de que tiene citas con otras
personas. ¡No es gran cosa!

—Bueno, si no es gran cosa, y aún existe la más mínima


posibilidad de que él sea una mala noticia, entonces, ¿por qué no te
limitas… ya sabes… a deshacerte de él? Por favor, Georgia. No quiero
preocuparme por ti.

Por una fracción de segundo después de escuchar mi voz


suplicante, ella parecía desconcertada, y luego, una mirada terca se
apoderó de su bonito rostro.

—No tengo que verle de nuevo. Pero voy a verlo de nuevo. No creo
una palabra de lo que tú o Vincent han dicho sobre él. ¿Y por qué tú y
tu nuevo novio se entrometen en mi vida privada de todos modos?

Sabía que no podía decir una cosa que cambiara su pensamiento.


Y, ¿cómo podría decirlo de cualquier manera? ¿La razón por la que mi
novio odia al tuyo es porque Vincent es un zombi bueno y Lucien un
zombi malo?

Sólo podía esperar que ella perdiera el interés por Lucien antes de
que algo malo sucediera. Ahora estaba realmente enojada. Su fina capa
de pecas estaba convirtiéndose en manchas rojas por su ira. Conocía a
mi hermana, y cuando ella llegaba a este punto, no había más
razonamiento con ella. Comencé a ponerme de pie, pero ella se levantó y
se me adelantó a la puerta. Abriéndola, me señaló al pasillo.

—Vete.
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Traducido por Akanet

Corregido por *Prisper*

A
l día siguiente, Georgia se fue de la escuela antes incluso
de que yo llegara a la mesa del desayuno. Desde detrás de
su periódico, Papy preguntó con voz cansada

—Chicas, ¿están ustedes en la Cuarta Guerra Mundial, o es la


quinta?

No la vi entre las clases, y desapareció después. Mi hermana


estaba evitándome, y eso dolía. Pero yo sabía que había hecho lo
correcto al advertirle acerca de Lucien. Vincent había dicho que nada le
podría suceder. Pero en estas circunstancias, “podría”, para mí, era una
palabra demasiado grande.

Me dirigí hacia lo de Jean-Baptiste de camino a casa, enviándole


mensajes de texto a Vincent desde la calle, y las puertas se estaban
abriendo en el momento en que llegué. Él estaba esperándome, la
misma mirada de preocupación en su rostro que había tenido cuando
me dejó la noche anterior.

—¿Alguna novedad? —le pregunté mientras caminábamos a su


habitación.

—No. —Se inclinó hacia delante y abrió su puerta, haciéndose a


un lado con cortesía para dejarme pasar antes de seguirme adentro.
Hay algunas ventajas al salir con un hombre de otra época, pensé.
Aunque soy una gran creyente de la igualdad de género, la caballería
tenía altas puntuaciones en mi libro.

—Estuvimos afuera toda la noche buscando. Es como si todo el


Numa en la ciudad sólo se hubiera levantado y desaparecido. Fuimos a
cada bar y restaurante en el que sabemos tienen algo que ver, y sólo
vimos trabajadores humanos, ni rastro de ellos.
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—Eso podría haber sido realmente peligroso, ¿no? —Traté de


imaginar lo que sucedería en un enfrentamiento entre los revenants
buenos y malos. Los no muertos saltando por ahí con espadas entre la
clientela asustada de la barra.

—Si ellos hubieran estado allí, entonces podría haber sido


peligroso. Pero con humanos alrededor, no se atreverían a atacarnos.

Pensé en Ambrose siendo apuñalado a sólo unos pocos metros de


distancia de una multitud de humanos, y sospeché que Vincent le
estaba restando importancia al peligro para mi beneficio.

—Pero nadie estaba a la vista para que pudiéramos interrogarlos.


Ellos no tienen una residencia fija como nosotros. Por lo tanto, es
imposible saber el lugar donde residen.

—¿Cómo se lo está tomando Charlotte? —pregunté.

—Nada bien —dijo Vincent—. Ella está fuera con los demás en
este momento, buscando.

—¿Por qué no estás con ellos?

—Esta noche es la “gran noche”. Y ya me estoy sintiendo débil. No


sería de mucha ayuda si en realidad encontramos algo.

—¿Así que cuando empieza... lo de la inactividad? —pregunté.

—Durante la noche —respondió—. La noche en que comienzo la


inactividad, por lo general termino viendo películas y cargando algunas
calorías, ya que no soy bueno para nada más. —Hizo un gesto con su
mano hacia la mesa de café, que estaba preparada con el té y un
surtido de mini pasteles.

Lo miré con expresión divertida.

—¿Jeanne?

—¿Quién más? —respondió con una sonrisa—. Cada vez que


pasas por aquí, ella actúa como si estuviéramos recibiendo visitas de la
realeza.

—Oh, ella debería hacerlo —dije, sosteniendo mi barbilla un poco


más alta antes de tirarme en el sofá con el fin de atacar a un mini
pastel de chocolate—. Así que, ¿dónde está la televisión? —pregunté.
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—Oh, las veo en nuestra sala de proyecciones. Ambrose es un


aficionado al cine, y convenció a Jean-Baptiste de construir nuestro
propio cine aquí. Está en el sótano, junto al gimnasio.
—Ahora, eso es algo que me encantaría ver —le dije.

—Puedo tener justo una o dos de tus películas favoritas


esperando abajo por ti. Incluso podríamos ordenar una pizza y cenar
con estilo. ¿Es una cita?

—¡Una cita real! ¡Acepto! —Estuve a punto de chillar, y entonces,


tratando de atenuar mi entusiasmo, continué—. Sólo porque afirmas
que serás una compañía muy aburrida, por supuesto. De lo contrario,
estaría bien aquí sentada, mirando fijamente a tus ojos toda la noche.

Vincent hizo una pausa, mirándome con recelo por un segundo, y


luego, sonriendo, preguntó.

—¿Sarcasmo?

—Sí —me reí—. Eres bastante rápido para un viejo.

—Maldita sea, y yo pensé que había encontrado por fin una


verdadera romántica —bromeó, y entonces vaciló mientras una mirada
seria se apoderaba de su rostro—. Hablando de compañía aburrida, ¿te
importaría hablar de lo que haremos mientras estoy dormido?

—Claro —dije, preguntándome qué podría venir después.

—Mañana estaré muerto en cuerpo y mente. Preferiría que no me


veas cuando soy incapaz de comunicarme. Pero a partir del viernes por
la mañana, mi mente estará despierta. Por lo que, para que no vayas a
sentir como que te estoy acosando, ¿tengo tu autorización para venir a
verte...en forma de volant?

—Hmm. Esta tiene que ser la oferta más extraña que he recibido
—Me reí—. No lo sé... ¿puedes hacer algo para hacerme saber que estás
ahí? ¿Cómo escribirme un mensaje de texto fantasmal? ¿O hacer que
mi pluma se mueva?

Él negó con su cabeza.

—Sólo si aparece alguien que puede escucharme, como Charlotte


o Jules.

Pensando en mi habitación desordenada, la que esperaba que él


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no hubiera visto ya en secreto mientras flotaba por ahí, repliqué.

—¿No vas a estar en “recorridos del deber” con alguien?


Vincent sonrió, pequeñas líneas de fatiga plegándose en las
esquinas de sus ojos.

—Bueno, sí, si alguien está de recorrido caminando estaré


acompañándolo. Pero me gustaría venir a verte en mi tiempo de
inactividad.

—Entonces, ¿por qué no vengo aquí? —pregunté—. De esa


manera el que este en casa puede “interpretar” para mí.

—Si no te importa, eso estaría bien —dijo Vincent. Me di cuenta


de que estaba sosteniéndose en el sofá con una mano.

—¿Estás bien, Vincent? —pregunté.

—Sí. A pesar de que estoy empezando a sentirme débil. No hay


problema. —Él exhaló profundamente y se sentó en el sofá junto a mí—.
Así que mañana no hay caso, pero me encantaría verte el viernes.

—Trato. Vendré en la mañana. Dado que mañana es Acción de


Gracias en Estados Unidos, no hay escuela ni mañana ni el viernes.
Simplemente traeré mis deberes y los haré aquí.

Pedimos pizza y nos acurrucamos en el sofá a esperar a que


llegara.

—¿Cómo te fue anoche con Georgia? —preguntó.

Yo había estado evitando escrupulosamente el tema, con la


esperanza de que no tendría que decirle a Vincent que había fracasado.

—No nos estamos hablando —admití.

—¿Qué pasó?

—No le dije que conocías a Lucien. Tenía miedo de que le pudiera


decir algo. Sólo le dije que conocías su reputación, y el tipo de negocios
criminales por los que él y sus compañeros eran conocidos. Ella no se lo
tragó. Quiere que tú y yo permanezcamos apartados de sus cosas.

—Estás molesta —dijo, envolviendo sus brazos a mí alrededor.

—Sí. Estoy molesta...no debido a que Georgia y yo estamos


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peleando. Eso no es nada fuera de lo normal. Estoy molesta porque


tengo miedo por ella. Ella me dijo que sólo se están viendo el uno al otro
casualmente. Pero no puedo evitar preocuparme.
—Has hecho todo lo posible —dijo Vincent—. No puedes controlar
a tu hermana. Simplemente tratar de sacarlo de tu mente.

Es más fácil decirlo que hacerlo.

Después de que nuestras pizzas fueron entregadas, nos


trasladamos a la planta baja, a la sala de proyección, y nos dejamos
caer en un gran viejo y gastado sofá de cuero para ver Breakfast at
Tiffany`s, la cual Vincent había sacado de su vasta colección de
películas. Sentados allí, en el cuarto oscuro y comiendo rebanadas de
champiñones y queso parmesano, por una vez, en realidad sentí como
que Vincent y yo estábamos haciendo algo que una pareja real y normal
haría...es decir, si no pensaba en lo que iba a pasar con él después de
la medianoche.

Me fui alrededor de las nueve. El insistió en acompañarme a casa,


y dimos un paseo a lo largo de las oscuras calles de París a paso de
tortuga. Parecía tan débil como si en realidad tuviera ochenta y siete
años de edad. Era difícil creer que este mismo hombre había estado
blandiendo una espada con el peso de un sofá sólo unos pocos días
antes. Cuando llegamos a mi puerta, me dio un beso lento, tierno y giró
para irse.

—Ten cuidado —le dije, sin saber las reglas de etiqueta al decir
adiós a alguien que iba a pasar los próximos tres días muerto. Vincent
me guiñó un ojo y me mandó un beso, y al doblar la esquina, se había
ido.

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Traducido por Vafitv

Corregido por *Prisper*

M
amie había preguntado si queríamos tener la tradicional
cena de Acción de Gracias como en EE.UU, pero ni a
Georgia ni a mí nos daba la gana. Cualquier cosa de
América me recordaba a casa. Y la casa me recordaba a mis padres.
Pregunté a Mamie si podíamos tratarlo como cualquier otro día, y ella
estuvo de acuerdo.

Así que me pase el día de Acción de Gracias en mi cama leyendo,


tratando de no pensar en mi novio muerto sobre su cama a pocas
cuadras de distancia.

El viernes por la mañana, caminé los cinco minutos de mi casa a


Jean-Baptiste. De pie frente a las enormes puertas, escribí el código
digital que Vincent me envió por mensaje en la caja de seguridad, y
miré las puertas abrirse de golpe.

Una vez en la puerta de entrada, no estaba segura si debía tocar o


simplemente caminar. Cuando levanté la mano, la puerta se abrió y
Gaspard se paro frente a mí, retorciéndose las manos nerviosamente.

—Mademoiselle Kate —dijo, y me dio una torpe reverencia.

—Vincent me dijo que estabas aquí. Entra, entra. —Él ni siquiera


intento darme los bises y, con miedo que mi sola presencia le diera un
ataque al corazón, no insistí—. ¿Alguna noticia? —pregunté.

—Lamentablemente, no —dijo Gaspard—. Vuelvo a la cocina.


Vincent me dice que te pregunte si quieres tomar un café.

—No, no, acabo de desayunar. Estoy bien.

—Ah, está bien entonces. Vincent dice que si quieres volver a su


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habitación, que está listo para ayudarte con… ¿trig? —Gaspard parecía
confundido.

—Trigonometría —le dije riendo—. Y luego, al aire, dije—: Gracias,


Vincent, pero lo deje en casa. Tienes la oportunidad de mirar por
encima de mi hombro e iluminarme en ingles de la historia de Europa
hasta hoy en día.

Gaspar rio con una carcajada nerviosa.

—Vincent dice que yo debería ser el único que te ayudara con eso.
¡Oh! ¡Oh! Es verdad, he estado alrededor para ver un poco de la
historia. Pero yo no quiero aburrirlos con mis cuentos.

Presintiendo que ayudar a una adolescente con su tarea de


historia sería la última forma que le gustaría gastar su mañana,
amablemente lo rechacé. Su alivio era evidente.

—Charlotte esta fuera, pero voy hacerle saber que estas aquí
cuando regrese.

—Gracias —respondí.

La habitación de Vincent era como yo la había visto la primera


vez. Las ventanas y cortinas cerradas. El hogar despedía frío. Y Vincent
frío sobre la cama. Sentí un escalofrió cuando vi su figura inmóvil
detrás de las cortinas de gasa de la cama.

Cerrando la puerta detrás de mí, coloqué mi bolso sobre el sofá y


me acerqué a la cama. Él estaba allí, completamente inmóvil.
Desprovisto de vida. Me sorprendió lo diferente que parecía de alguien
que simplemente estaba durmiendo, con su pecho en perpetuo
movimiento, el aliento que entra y sale de su boca. Tirando las cortinas
hacia atrás, con cuidado me senté sobre la cama y lo miré fijamente.
Magnífico, incluso en la muerte.

—Bien, me siento un poco tonta hablando contigo de esta manera


—le dije a la habitación vacía—. Como si en un minuto fueras a saltar
fuera del armario y saldrías riendo.

La habitación estaba silenciosa.

Dudando, pasé mis dedos suavemente hacia abajo por su brazo


frío, tratando de no retroceder ante la sensación inhumana de su piel.
Entonces, incluso más lentamente, me incliné para tocar su boca con
mi pulgar. La piel estaba fría pero suave, me emocioné ante la
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sensación de mis dedos sobre las curvas de sus labios, perfectos.

Le acaricié el cabello grueso, ondulado, con mi mano antes de que


mis labios tocaran ligeramente los suyos. No sentí nada. Vincent no
estaba allí.
—Estoy tomando ventaja de la situación —susurré,
preguntándome si estaba allí para oírme—. Ya que no puedes decir que
no incluso si quieres. —Aunque la habitación quedó en silencio, fui
poseída por un extraño sentimiento, como si alguien estuviese
escribiendo en una tablilla en mi mente. Se sentía como si un gran
esfuerzo se estuviera gastando. Como si un enorme peso estuviera
siendo desplazado. Y luego, estas dos palabras poco a poco se
materializaron en mi cabeza:

Soy tuyo.

—Vincent, ¿fuiste tú? —respondí, asustada. Mi cuerpo se sentía


como un árbol ensartado con un millón de luces de navidad que habían
sido encendidas a la vez.

—Bueno, sí es que eras tú, de alguna manera me estoy


asustando. Pero eso está bien. Y si no eras tú, entonces debo estar
completamente perdida por salir con un chico muerto. Muchas gracias
por poner en peligro mi salud mental —dije fingiendo sarcasmo, pero
malamente, ya que estaba temblando.

Casi podía sentir una sensación de diversión flotando a través de


la sala, pero era tan débil, que asumí que lo estaba inventando.

—Ahora me estás haciendo paranoica —dije—. Antes de empezar


a hacer una personificación de Juana de Arco a la audiencia de voces,
creo que pienso trabajar en mi tarea de historia.

Silencio.

Dejé las cortinas de la cama abiertas, de modo que yo pudiera


verlo. Fui a sentarme en el sofá, sacando mis libros de mi bolsa y las
extendí sobre la mesa de café.

Fue entonces cuando me di cuenta de un sobre sentado sobre su


mesita de noche. Vi mi nombre escrito en la hermosa escritura de
Vincent, y saqué una hoja de papel grueso desde el interior. Fue
grabada con las iniciales VPHD centrada en el borde inferior, y rodeado
con un borde de lianas y hojas.

Kate, así empezó.


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No siempre soy el mejor en expresarme a ti, así


que estoy aprovechando el hecho de que seré
completamente insensible cuando leas esto, y por lo
tanto, incapaz de ensuciar las cosas.

Quiero darte las gracias por darme una


oportunidad. La primera vez que te vi, yo sabía que
había encontrado algo increíble. Y desde entonces,
todo lo que quería era estar contigo tanto como sea
posible.

Cuando pensé que te había perdido, me debatía


entre el deseo de que ir detrás de ti y querer lo mejor
para ti, quiero que seas feliz. Viéndote a ti tan
miserable durante las semanas que estuvimos
separados, me dio valor para luchar por
nosotros…para encontrar una forma para que las
cosas funcionen. Y verte feliz nuevamente en los días
que hemos estado de nuevo juntos, me hace pensar
que hice lo correcto.

No puedo prometerte una experiencia común,


Kate. Me gustaría poder transformarme en un
hombre normal y estar allí para ti siempre, sin el
trauma que define mi vida como The Walking Dead.
Puesto que no es posible, sólo puedo asegurarte que
haré todo lo que esté en mi poder para compensarlo.
Para darte un novio lo más normal posible. No tengo
ni idea lo que esto significara exactamente, pero
estoy deseando averiguarlo. Contigo.

Gracias por estar aquí, mi bella. Mon Ange. Mi


Kate.

Tuyo completamente,

Vincent.

¿Qué hacer después de leer la carta de amor más romántica, la


única carta de amor, para el caso, que alguna vez hayas recibido?

Caminé hacia la cama, y subiendo en su alto colchón, me senté


junto al cuerpo de Vincent. Tome su rostro frío con mi mano cálida, y
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luego acaricie su cabello con mis dedos. Comencé a llorar.

Lloré por la pérdida de mi vida anterior. Por los días cuando me


despertaba en mi antigua habitación, bajaba las escaleras y veía a mi
madre y padre sentados en la mesa del desayuno esperándome. Lloré
porque jamás los volvería a ver, y mi vida nunca sería la misma.

Pensé en cómo, después de todas aquellas perdidas, había


encontrado a alguien que me amaba. Él no lo había dicho, pero yo lo
había visto en sus ojos, y leído en las palabras que él había escrito. Mi
mundo normal se había ido, en más de un sentido. Pero tengo la
oportunidad para la felicidad completamente de nuevo. Un mundo
mejor a la ciencia ficción y las películas de terror, quizás, pero también
uno donde podía encontrar la ternura, la amistad y el amor.

A pesar de que anhelaba a mi antigua vida, yo sabía que me


habían dado una segunda oportunidad. Fue aquí mismo, suspendido
como un fruta madura delante de mis ojos.

Todo lo que tenía que hacer, era extender mi mano y tomarla.


Pero primero tenía que dejar de lado lo que estaba agarrando con los
nudillos blancos de miedo: el pasado.

Me ofrecían una nueva vida a cambio de la antigua. Se sentía


como un regalo. Me sentía como si estuviera en casa. Abrí mi mano y lo
deje ir. Y entonces, lloré hasta que mis ojos hinchados iban a la deriva
cerrándose, y me quedé dormida.

Cuando me desperté una hora más tarde, yo no sabía dónde


estaba durante unos segundos. Y entonces, sentí el frío cuerpo de
Vincent a mi lado, y estaba impregnada de una inmensa sensación de
paz que me hizo sentir más fuerte que yo haya tenido antes.

Oí un ruido y me di vuelta para ver que Charlotte asomando su


cabeza por la puerta.

—Pasé antes, pero estabas dormida. ¿Estás levantada ahora?

—Si —dije, sentándome y saliendo de la cama.

—Ah, bueno —Ella se deslizó dentro y cerró la puerta—. Has


estado llorando —dijo, después de besar mis mejillas.
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Asentí con la cabeza.

—Estoy bien ahora. Pero no te ves tan enérgica tú misma.


El brillo normalmente radiante de Charlotte se había vuelto
pálido, y toda la vida que parecía estar surgiendo y chispeando
alrededor de ella antes, había desaparecido. Parecía triste y agotada.

—Es Charles—dijo ella.

—¿Todavía no hay ninguna noticia? —le pregunté, tirando de ella


hacia abajo para sentarse a mi lado en el sofá.

Ella movió la cabeza, desconsolada.

—He tratado de llamarle un millón de veces. He dejado docenas


de mensajes. Hemos puesto todos los lugares controlados por Numa
bajo vigilancia, han pagado nuestros informantes, e incluso asaltaron
un antiguo almacén donde pensábamos que podría ser que lo
mantienen. Y no hemos encontrado nada.

—Lo siento —Sin saber que más decir, le froté el hombro para
reconfortarla.

—Él es mi hermano gemelo, Kate. Nunca hemos estado separados


a excepción de cuando estamos inactivos. Me siento como si hubiera
perdido la mitad de mi misma. Y me da mucho miedo por él.

Asentí con la cabeza.

—Vincent me dijo que lo sospechaba.

—Simplemente no lo entiendo —susurró ella, sacudiendo la


cabeza.

Se inclinó hacia mí y yo abracé su esbelta figura contra la mía


propia.

—Vincent nos ha dejado solas los últimos minutos, pero él dice


que quiere ser parte de la conversación ahora.

—Está bien —le dije.

Ella asintió, escuchándolo a él, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Qué dijo él? —pregunté.


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—Él dijo: “todos somos almas perdidas aquí. Es bueno que nos
tengamos el uno al otro”.
Vincent tiene razón, pensé, a pesar de que no soy un revenant, yo
encajo bien adentro. Tomé un paquete de Kleenex de mi bolso y le
entregué uno a ella.

Ella se secó los ojos y luego me miró, sorprendida.

—¡Vincent dice que él habló contigo esta mañana, y que has oído!

—Así que no lo estaba imaginando —le dije, sorprendida.

—Pregúntale lo que dijo.

—Él dice que dijo: “soy tuyo”.

—¡Eso es! —dije, saltando del sofá y mirando por encima de su


cuerpo antes de darme cuenta por enésima vez que él no estaba allí—.
Pero, ¿cómo es posible? —le pregunté—. Él me dijo una vez que los
revenants solo se pueden comunicarse con otros revenants cuando
están en volant.

Charlotte escuchó y luego dijo:

—Vincent dice que ha estado estudiando desde entonces. Es raro,


pero han sido reportado casos donde un humano y un revenant han
estado juntos durante años y años. Genevieve es la única revenant que
conoce de eso. Y su esposo puede obtener impresiones de lo que ella
quiere, pero él no puede oír las palabras.

—Pero hemos estado juntos durante semanas, no años —dije


dudosamente—. ¿Cómo puede funcionar para nosotros?

—Él dice que no tiene ni idea, pero quiere intentarlo de nuevo —


dijo Charlotte animadamente.

—Bien —dije, caminando hacia la cama.

—No, ven aquí —dijo Charlotte—. Simplemente te distraerá mirar


su cuerpo. Él dice: “cierra tus ojos y bloquea todo lo demás fuera. Como
lo harías en los museos”. —Sonreí al recordar el trance inducido por el
arte que él había visto en mí en el Museo Picasso. Cerré mis ojos y
respiré lentamente, dejando que la tranquilidad de la habitación
impregnara mi cuerpo. Lentamente, comencé a sentir la misma
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sensación que tenía antes. De alguien tratando de escribir letras en mi


mente.

—¿Qué estás escuchando? —me preguntó ella.


—No oigo nada. Soy un poco de ver cosas…… como si alguien
estuviera escribiendo las palabras.

—Él dice que tú estás tratando de visualizar. Deja de usar tu ojo


interior y utiliza el oído interno. Como si estuvieras escuchando música
que se escucha desde lejos. Trata de afinar y sintonizar.

Me concentré, y empecé a oír una especie de ruido silbante, como


el viento a través de las hojas o una especie de estática.

—Él dice que dejes de intentar tan fuerte y sé justa —dijo


Charlotte.

Me relajé, y la estática se convirtió en un ruido que cruje, como


una bolsa de plástico siendo soplada alrededor en una brisa. Y
entonces, lo oí. Ponts des Arts.

—¿Pont des Arts? —dije en voz alta.

—¿Quieres decir, el puente que cruza el Sena? —preguntó


Charlotte, confundida, y luego asintió con la cabeza—.Vincent dice que
fue el sitio de un importante evento.

Me eche a reír.

—Um, si esa podría ser la primera vez que nos besamos.

La cara triste de Charlotte se iluminó.

—Oh, Dios mío. Yo siempre supe que Vincent sería terriblemente


romántico una vez que el encontrara la persona correcta. —Ella se
apoyó en el sofá, entrelazando las manos sobre su corazón—. Qué
suerte tienes, Kate.

Practicamos nuestras habilidades de comunicación muertos


vivientes- a-humano por la siguiente media hora, con Charlotte que se
doblaba de la risa por mis respuestas de las señales y los ejercicios
tontos de Vincent.

—¿Luchar contra la……..pelusa en la cama? —le pregunté,


confundida.

—¡No, la noche de los muertos vivientes! —Charlotte se río a


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carcajadas.

Finalmente yo acertaba en la mayor parte de las frases correctas,


aunque todavía no podía oír una voz que sonara como Vincent
pronunciándose. Era más bien como las palabras que salían de la nada.
Y solo unas pocas a la vez.

—¿Ve a buscar el almuerzo? —pregunté finalmente.

—¡Muy bien! ¡Eso es bueno! Vincent dice que es hora de un


descanso para almorzar, y que Jeanne está esperando por nosotros.

Cuando llegamos a la cocina, Jules y Ambrose estaban


saboreando un almuerzo de pollo asado y papas fritas, y Jeanne estaba
sentada junto a ellos, absortos en su recapitulación de la misión de
exploración de la mañana.

Ella se levanto de un salto cuando vio a Charlotte y a mí entrar en


la sala y gesticuló, los lugares ya establecidos para nosotros.

—Hey, chicos, Vincent puede hablar con Kate. Ya


saben….mientras que el esta volant —dijo Charlotte con una mirada de
suficiencia en el rostro.

Todo el mundo se congeló y se quedaron mirándome, pero


después de un segundo, Jeanne se despegó y anunció:

—No estoy completamente sorprendida. Siempre he dicho que yo


podría sentir a todos flotando alrededor cuando están volant. Incluso
puedo decir que uno de ustedes está ahí. Pero nadie me creyó.

—¡Eso es imposible! —exclamó Ambrose de asombro, y al aire


dijo—: ¡De ninguna manera , Vincent!

—No es exactamente imposible —respondió Jules—. Vincent me


dijo que él había estado estudiando los registros de Gaspard por los
ejemplos de relaciones de revenant-humanas, y había encontrado unos
relatos sin fundamentos de la comunicación.

—Lo sé —respondió Ambrose—. Él me dijo eso, también. Pero


aquellos eran solo rumores de historias anormales. Vincent confía en
ampliar los limites y probarlo por sí mismo.

Curiosa, le pregunté.

—¿Qué tipo de rumores sin fundamento están ahí afuera? ¿Algo


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que yo debería saber?

Ambrose hizo reventar una patata frita en la boca y masticó con


una sonrisa traviesa.
—Tú piensas en todas las historias de miedo de fantasmas, Katie
Lou, todos los cuentos de viejas mujeres, los cuentos de hadas que
alguna vez has oído, y luego recuerda… que todo comenzó con un
núcleo, o tal vez sólo una parte de algo verdadero. Solamente alégrate
de que no te enamoraste de un vampiro.

El empujó otra patata frita en su boca, y luego se puso de pie,


estirando sus impresionantes pectorales y bíceps, y dijo:

—Jules…. ¿quieres dar un paseo por el lado salvaje?

Jules se limpio la boca con la servilleta y se puso de pie, llevando


su plato al fregadero.

—Gracias, Jeanne. Delicioso, como siempre. —Jeanne sonrió.

—¿Vincent, tu vienes con nosotros?

¿Vas a estar sola? Las palabras me vinieron a la cabeza. Sonreí.

—No, tú sigue con los muchachos. Parece que ellos podrían


utilizar a una niñera —le contesté con una sonrisa.

—De ninguna manera… ¿el acaba de hablar contigo en este


momento? —dijo Ambrose, con la boca abierta.

Asentí con la cabeza y sonreí.

—Hombre afortunado —me dijo Jules, se inclinó para besar mis


mejillas—. Lo que yo no daría por estar en tu cabeza. —En vez de los
habituales besos rápidos con aire, el tomo su tiempo besando mis dos
mejillas con ternura.

—Jules —jadeé, sintiendo ruborizarme.

Él se puso de pie, mirando hacia arriba en el espacio, y levantó


ambos brazos como señal de rendición.

—¡Está bien, está bien, hombre! ¡Manos fuera, ya lo tengo! Pero


no muy a menudo tenemos una humana joven y bonita en la casa. De
hecho, nunca. —Él se dio vuelta para irse, y luego me miró por encima
del hombro—. Adiós, Kate, y solo recuerda… yo estoy completamente
disponible para el siguiente par de días mientras que Vincent estará de
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otra manera indispuesto. —Me guiñó un ojo. Mi rostro ardía, me di la


vuelta, ignorándolo con esmero cuando salía de la sala.

—¿Qué fue eso? —preguntó Charlotte con curiosidad.


—Honestamente, no tengo ni idea —gruñí.

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Traducido por ro0

Corregido por Marce Doyle*

—¿T
e quedas a cenar? —preguntó Jeanne mientras
Charlotte y yo dejábamos la cocina.

—De hecho, no había pensado en eso,


pero sería lindo ver a Vincent… quiero decir, escuchar a Vincent —me
detuve, sacudiendo mi cabeza a la incomodidad de lo que había dicho—
cuando los chicos vuelvan. Sí, me quedaré. ¡Gracias!

Ella asintió, satisfecha, y volvió a animarse. Dejamos la cocina y


nos dirigimos hacia el vestíbulo.

—Voy a estudiar, Charlotte —dije, abriendo la puerta de la


habitación de Vincent.

—Está bien —dijo suavemente—. Pero si estar alrededor de un


chico muerto resulta ser demasiada distracción, siéntete libre de usar la
librería en el piso de arriba. O mi habitación, estaré abajo
ejercitándome.

—¿También haces esa cosa de las armas? —pregunté.

Ella asintió orgullosamente y dijo:

—Los chicos tienen más fuerza que yo, pero soy más rápida y
pequeña, por eso, y aunque puedo manejar una espada tan bien como
ellos, me concentro más en el karate.

—Wow. ¡Respeto! —dije.

—¿Quieres venir? —preguntó.

—No, no. Estudiaré en la habitación de Vincent. Casi se siente


tranquilizante tenerlo cerca —dije—. Aún cuando él no está… cerca. Lo
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que me recuerda, él no puede estar en dos lugares al mismo tiempo, ¿o


sí?
—Nop, él no va a espiarte mientras esté fuera con los chicos. A
menos que los deje para volver a casa. Lo que no hará —ella apretó mis
manos con las suyas antes de bajar por el pasillo y desaparecer en las
escaleras. Llamé a Mamie para hacerle saber que no cenaría en casa.

—Georgia está ocupada también —dijo—, así que quizás Papy y


yo tomemos esta oportunidad para salir. Si no estamos cuando llegues
a casa, ¡no nos esperes! —me reí por su voz aniñada.

Pase toda la tarde estudiando la Primera Guerra Mundial, la cual


parecía más interesante ahora que conocía a alguien que había peleado
en ella. Las horas pasaron rápidamente y cambié a literatura inglesa, la
que, tengo que admitir, era más placer que trabajo.

En cuanto al comentario de Charlotte, el cuerpo de Vincent


tendido a unos cuantos pies de mi no me distraía. Era tranquilizante.
Me golpeó nuevamente que el orfanato despojado de sus raíces y
desplazado a una nueva tierra. Me sentía centrada. Completamente.

Al tiempo que terminaba un Capitulo de escritores Victorianos,


escuché el tono del teléfono de Vincent viniendo de la cama. Extraño,
pensé. Todos los que conocían a Vincent lo suficiente para llamarlo
deberían saber que estaba dormido. Seguí el sonido hasta su mesa de
noche y abrí el pequeño cajón, sacando el teléfono. CHARLES, decía el
identificador de llamadas. Mi corazón se aceleró mientras apretaba el
botón de aceptar.

—¿Charles? Es Kate. ¿Estás bien? ¡Todos te están buscando!

Un sollozo vino del otro lado de la línea.

—¿Está Vincent?

—No, el está dormido. ¿Dónde estás?

—Está dormido —repitió Charles en voz alta, y entonces sus


sollozos se convirtieron en un áspero, jadeante llanto. En voz baja, dijo:

—Escucha. Dile a mi familia que lo siento, que no pretendía que


esto pasara de esta manera… —su voz fue cortada por el sonido
metálico de una espada dejando su vaina.
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Hubo un traqueteo al tiempo que es teléfono chocaba contra el


piso, y luego hubo silencio.
— ¡Oh, por Dios, Charles! ¡Charles! —grité en el teléfono, y luego
una voz baja, suave y fría como el hielo comenzó a hablar.

—Dile a Jean-Baptiste que si quiere el cuerpo de Charles, tendrá


que venir y conseguirlo.

—¿Qué es lo que quieres de él? —grité, mi voz entrecortada llena


de pánico.

—Estaremos esperando en las Catacumbas. A medianoche, el


joven Charles convirtiéndose en humo. —Y la línea murió.

La puerta se abrió y una Charlotte con la mirada salvaje irrumpió


en la habitación. Miró al teléfono en mi mano y lloró.

—¿Qué? ¿Qué pasó?

—Oh, Charlotte —sentí como la sangre se iba de mi rostro


mientras le pasaba el teléfono. —Llama a los chicos. Diles que vengan a
casa de inmediato.

—¿Es sobre Charles? —preguntó, empezando a temblar.

Asentí.

Ella pasó por los contactos de Vincent y marcó.

—Jules, ven ahora mismo. Es Charles —colgó el teléfono y dijo—:


Están casi en casa. Estarán aquí. Kate… —ella buscó en mi cara por
alguna razón de esperanza. No se la pude dar—. Está muerto —dijo.
Era una afirmación, no una pregunta.

—Sí.

—¿Y lo tienen los Numa?

—Sí.

Charlotte se hundió en el piso y abrazó sus rodillas contra su


cuerpo. Lágrimas bajaron por sus pálidas mejillas. Me arrodillé y puse
mis brazos a su alrededor, justo cuando la puerta se abrió
violentamente y Jules y Ambrose se apresuraron a entrar.
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—¿Qué pasó? —dijo Jules, lanzándose en frente de Charlotte.

—Pregúntale a Kate —sollozó—. Oh, Ambrose —dijo, lanzando


sus brazos al hombre agachado junto a ella. Él se sentó y enredo sus
brazos fuertes alrededor de ella, abrazándola cerca.
Era la primera vez que veía a esos dos interactuando, e incluso en
la mitad de este trauma, algo hizo clic en mi cabeza. Había algo ahí
entre Charlotte y Ambrose. Él la tocaba con cuidado, como si se fuera a
quebrar. Ella se sumergía en su consuelo como si fuera una esponja.

Él era el amor no correspondido que ella había mencionado aquel


día en el río. El que “no sentía lo mismo”. Ella no había estado
hablando de un humano. Había estado hablando de Ambrose. Tan
pronto ese pensamiento cruzó mi mente, supe que era verdad.

—¿Kate? —preguntó Jules, sacándome de mis pensamientos.

—Charles llamó al teléfono de Vincent —dije—. Él quería a


Vincent, y cuando le dije que estaba dormido, me dijo que les dijera que
lo sentía. Que no quería que las cosas pasaran así. Y luego… sonó como
una espada.

Charlotte dejo salir un gemido y Ambrose apretó su agarre.

—Alguien más agarró el teléfono y dijo que si querían el cuerpo de


Charles, tenía hasta medianoche para ir a la Catacumbas.

— ¡Las Catacumbas! —le dijo Jules a Ambrose, incrédulo.

—Figuras. Hemos buscado por todas partes —la voz de Ambrose


teñida de veneno.

Charlotte empezó a llorar más fuerte.

—Shhh —susurró Ambrose, bajando su cabeza hasta que su cara


tocó su mejilla—. Todo estará bien.

—Vincent dijo que teníamos que ir, diles a Jean-Baptiste y a


Gaspard —dijo Jules.

En el mismo segundo que me di cuenta que Vincent estaba en la


habitación, escuché las palabras, Estoy aquí, está bien. Di un suspiro
de alivio sabiendo que él estaba cerca.

Mientras caminábamos hacia las escaleras del pasillo, vi a


Gaspard salir de la habitación diciendo:

—Está bien, está bien, me estoy apurando, Vincent. ¿Cuál es el


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escándalo? —Y luego, viendo la cara torcida de Charlotte, susurró—:


Oh, Dios. Sí. Ya veo —y abrió la puerta cruzando la de él, guiándonos a
todos adentro.
El grupo llenó la habitación, y ésta lucía como si hubiera salido
de un castillo de Versalles. En un extremo de la habitación, cortinas de
terciopelo caían como cascadas desde el techo hasta los pies de la
cama. Espejos y pinturas alineadas en las paredes, y un enorme y
laborioso tapiz con una escena de caza ocupaba la mayor parte de la
pared frente a la cama.

Jean-Baptiste estaba en la mitad de la habitación, sentado frente


a un delicado escritorio caoba, escribiendo con una pluma.

—¿Sí? —dijo calmadamente, terminando de escribir su oración


para mirarnos.

Repetí literalmente lo que le había dicho a los otros minutos


antes.

—¿Y la segundo persona en el teléfono se identificó? —preguntó


Jean-Baptiste.

—No —respondí.

Vi a los otros mirarse con recelo.

—¿Pudo haber sido Lucien? —preguntó.

—Solo hablé con él una vez, en un club ruidoso. No podría saber


en realidad.

—Tiene que ser una trampa —dijo Gaspard, retorciendo sus


manos.

—Por supuesto que es una trampa —dijo Jean-Baptiste. Y


después de un segundo de silencio, lo vi asentir y dijo:

—Ya veo. —Levantándose de su escritorio y caminando a través


de la habitación para enfrentarme, dijo—: Vincent dijo que tu hermana
planeaba asistir al evento que Lucien organizaba esta noche.

Había olvidado completamente la fiesta.

—Por Dios, es verdad —jadeé, palideciendo al pensar en el peligro


en el que ella podría estar—. Es una gran fiesta que se celebra cerca del
Plaza Denfert-Rochereau. Un lugar llamado Judas.
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—¿Denfert? —soltó con una risa maliciosa Ambrose—. Así es


como lo llaman ahora. Solía ser el d’Enfer, “la Plaza del Infierno”. Justo
encima de las Catacumbas. El lugar perfecto para que se instale una
banda de demonios.

—Tiene sentido para Lucien y su clan acampar con los muertos —


añadió Jules—. Probablemente ellos son proveedores de la mitad de
esos huesos.

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Traducido por Auroo_J y Alexia Cullen

Corregido por Mlle_Janusa

H
abía estado en la Catacumbas antes en un recorrido
guiado para el público en general. Hechas de unas series
de minas medievales debajo de la ciudad, están llenas
con los huesos de siglos de muertos de París.

París ha estado habitado desde hace milenios, entonces es


comprensible que para el siglo diecisiete todos los pequeños
cementerios de las iglesias estaban sobrepoblados. Algunos archivos
hablan de cuerpos flotando por la ciudad cada vez que el río Siena se
desbordaba. Finalmente, el gobierno ordenó a los pequeños cementerios
de la ciudad que sacaran los cadáveres de las tumbas existentes y
movieran los huesos a las cavernas debajo de las calles de París.

Las paredes de las catacumbas estaban forradas con los huesos


de los antiguos residentes, ordenadas en figuras decorativas como
corazones, cruces y otros patrones. Era el más espantoso espectáculo
que jamás haya visto. Y pensar que alguien realmente pasaba tiempo
allí… me estremecí, sin poder imaginar la clase de monstruo que se
sentiría atraído por ese lugar.

—¿Dijo a qué Catacumbas tenemos que ir? —preguntó Jean-


Baptiste—. Los túneles siguen por millas alrededor del área.

Sacudí mi cabeza.

Gaspard dejó el cuarto y regresó con un gran rollo de pergamino.

—Aquí está el mapa de las alcantarillas y las catacumbas —dijo


él.

—Está bien —dijo Jules—. Si Lucien quiere que nos unamos a él


en las catacumbas mientras está dando una gran fiesta, supongo que
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hay una entrada a través del club del que es dueño. Casi cada sótano
en el vecindario tiene escaleras que llegan a las catacumbas. Uno de
nosotros debe vigilar esos puntos de acceso.
—Quiero ir también.

El grupo se quedó en silencio y todos me miraron atónitos.

—¿Para qué? —preguntó Jean-Baptiste.

—Mi hermana está en peligro —mi voz se quebró por la emoción.

Jules puso su brazo alrededor de mí con ternura.

—Kate, tu hermana no está en peligro. Lucien y su pandilla


tienen un pez más gordo que atrapar esta noche. Estarán pensando en
cómo destruirnos. Una humana será la última cosa en sus mentes.

Ambrose asintió.

—Sin ofender, Katie-Lou, pero con tus habilidades de pelea eres


más una carga que un activo —echó un vistazo a Jean-Baptiste.

—Como sea, no deberíamos dejar el cuerpo de Vincent solo si el


Numa sabe que está aquí —Jean-Baptiste miró a Gaspard y asintió.

—Me quedaré —aceptó Gaspard, y luego extendió el mapa en la


mesa. El grupo se amontonó para verlo sobre su hombro, todos
contribuyendo con sus conocimientos para desarrollar el plan.

—Jeanne tiene la cena lista en la cocina —dijo finalmente Jean-


Baptiste—. Todos ustedes tienen que comer algo, o al menos tomar
algo. Necesitaran su fuerza para pelear.

Sobriamente, el grupo salió de la habitación. Toda la junta había


tomado menos de una hora. Pero casi eran las nueve, y la hora límite se
acercaba pronto.

Jules se quedo atrás y caminó conmigo fuera de la habitación.

—Vincent me está pidiendo que hable contigo por él, desde que su
comunicación aun está limitada.

Asentí.

—Dice que tiene que ir con nosotros. Necesitaremos su ayuda


para localizar a Charles. Dice que quiere que regreses a la casa de tus
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abuelos a esperar.

—No —dije obstinadamente, y luego lo repetí al aire—. No,


Vincent. Estoy muy preocupada por todos ustedes y Georgia, y quiero
estar aquí cuando regresen.
Jules escuchó y luego dijo:

—Concuerda en que estarás igual de segura aquí con Gaspard de


los que estarías en casa. Pero no quiere que te preocupes por Georgia.
Al menos no esta noche. Mientras ella se quede en la fiesta, estará
segura. Ellos nunca pelearían contra nosotros en frente de cientos de
personas.

Créeme, las palabras llegaron a mi mente.

—Lo hago —dije.

La siguiente media hora fue un caos controlado. Jeanne puso un


banquete de comida en la mesa y luego desapareció por las escaleras
hacia el sótano. La seguí por el gimnasio-diagonal-armería, y vi
mientras abría y cerraba las puertas de los armarios. Sacó pesadas
cajas de herramientas de los armarios y los regó en el suelo con la
misma eficiencia con la que sacaba croissants del horno.

—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté.

—Nada. Ya he terminado —dijo, mientras sacaba un enorme


estuche para contrabajo. Este se abrió para mostrar un cascaron vacío
con compartimientos incluidos dividendo su interior de terciopelo en
una docena de diferentes secciones. Viendo el tamaño y la forma de las
armas colgando de las paredes, no era difícil saber cuál era el propósito
del estuche.

Charlotte fue la primera en bajar las escaleras y empezó a tomar


armas de las paredes. Escogiendo un par de espadas, una daga,
algunos objetos raros con forma de estrellas ninjas y otras cosas que no
podría nombrar si tuviera que hacerlo; los ubicó en sus
compartimentos, en el estuche de una guitarra eléctrica.

Desvistiéndose en su sujetador y bragas, comenzó a capas:


primero una camisa negra de manga larga, luego pantalones de cuero
negro metidos en botas de cuero altas. Jeanne ayudó a su correa en lo
que parecía un chaleco antibalas y luego arrojó una sudadera oscura de
cremallera sobre el conjunto. Un chaleco negro de piel falsa con un
pasamontañas metido en un bolsillo, terminó su uniforme. Parecía la
mujer de la mano derecha de Atila el Huno. Parecía mortal.
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Su rutina completa de embalaje y cambio le tomó menos de cinco


minutos, y a la vez que ella lo hizo, Ambrose y Jules estaban abajo,
empaquetando sus propias maletas con armas.
Ambrose tenía la maleta del contrabajo y estaba llena con un
auténtico arsenal de hachas, mazas, espadas, navajas y otros de
aspecto peligroso. Jeanne puso fuera la ropa de los chicos y luego se
frotó las manos y miró alrededor con orgullo, mirando cada poco como
una abuela cariñosa enviando a sus nietos a la escuela.

—¿Así que todo este sistema militar sólo para ir a luchar contra
los numas? —pregunté a Charlotte, que había venido de pie a mi lado.

El miedo había comenzado a tomar terreno en mi estómago como


una anaconda en miniatura exprimiendo mis entrañas. No tenía miedo
por Vincent, dudando de que en su forma volant pudiera ser herido por
Lucien y su banda. Pero viendo los chalecos de kevlar y capas de ropa
de protección, reiteraban la idea de que mis nuevos amigos se estaban
poniendo en un peligro mortal.

—Mira quién está listo en primer lugar. Como es habitual —dijo


Charlotte burlonamente a Ambrose y Jules, y luego volvió a responder a
mi pregunta— No, Kate. Esto no es todo sobre los Numa. Salvar vidas
no significa simplemente saltar delante de las balas o empujar a
suicidas del camino de los trenes. Hemos estado en los equipos de
SWAT, actuado como guardaespaldas, servido en escuadrones
antiterroristas… — se rió de mi expresión dudosa—. Sí. Incluso yo. Lo
he hecho a los diecisiete años antes, y el maquillaje y corte de pelo
correctos añadidos a mi edad.

Jules tenía una ballesta y flechas atadas en una maleta amplia,


estaba superponiéndolas con dagas y espadas. Levantó la vista de su
embalaje y dándose cuenta de mi mirada, me dio un guiño coqueto.

—¿Por qué no utilizas armas de fuego? —pregunté, sorprendida


por su actitud despreocupada.

—Utilizamos armas cuando nos vemos obligados a hacerlo —


respondió Charlotte—. Si estuviéramos luchando junto a los humanos,
como en los casos que mencioné… guardaespaldas y similares. Pero las
balas no matan a los revenant —se detuvo— o a otros como nosotros.

Antes de que pudiera preguntarle para aclarar a que se refería


con los “otros”, Ambrose, atando algunas botas enormes con puntas de
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acero gritó:

—Además, Katie-Lou, tienes que estar de acuerdo… el combate


mano a mano es una forma más fría.
A mi pesar, me reí. Obviamente le gustaba la pelea.

—¿Cuántas veces has ido contra Lucien y su banda? —pregunté.

—Incontables veces. Todo forma parte de la batalla de nunca


acabar—respondió Charlotte.

—Bueno, eso quiere decir que vas ganando si todos están todavía
alrededor.

Nadie respondió. Y luego Jules rompió el silencio.

—Digamos que solía haber muchos más de nosotros.

La serpiente dentro de mí se contrajo con tanta fuerza que no


podía respirar.

—También solían ser ellos muchos más —exclamó Jean-Baptiste,


quien, con Gaspard, caminaba hacia la habitación.

Charlotte, Ambrose y Jules se pusieron de pie, como si se


pusieran firmes, cuando Jean-Baptiste caminaba entre ellos llevando a
cabo una inspección de sus armaduras y armas en las maletas.

—Lo tenemos todo —dijo finalmente, asintiendo hacia los tres con
aprobación. Sacó dos bastones de apariencia normal de un paraguas y
lanzó una hacia Gaspard. Con un movimiento rápido como el rayo,
Gaspard descorrió la espada del bastón e inspeccionó la hoja.

Ciertamente parecía un pequeño ejército, dirigido por un general


feroz. Pero individualmente, podrían pasar por músicos para una
actuación, es decir, si su banda hubiera tenido una inclinación por el
cuero.

Se dirigieron hacia el camino a través de las puertas dobles en el


final del gimnasio y hacia el patio de atrás, donde varios coches,
motocicletas y Vespas estaban aparcados. Jean-Baptiste se metió en un
sedán azul oscuro mientras que Jules y Charlotte tomaron un 4x4 de
tonos oscuros. Ambrose amarró su maleta en una Ducati enorme y puso
en marcha el motor de la moto con un rugido. Cuando los otros
vehículos arrancaron sus motores, agarré mis brazos sobre mi pecho y
apreté mis dientes. Esta no es mi lucha, pensé, es la de ellos. Pero no
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podía dejar de sentirme indefensa, como la damisela en apuros que


nunca quise ser.
Escuché a Vincent decir: cuando hayamos terminado, volveré
contigo.

—Ten cuidado —murmuré.

Nada puede pasarme, salieron las palabras. Mi cuerpo está aquí,


contigo.

—Cuida del resto de ellos, entonces —dije.

Adiós Kate, mon ange.

Los coches comenzaron a ir marcha atrás y salieron sin


problemas uno a uno a través de la puerta en la oscuridad de la noche,
más allá, se habían ido.

Página 259
Traducido por Bixillo

Corregido por Micca.F

G
aspard se disculpó y dijo que estaría en la biblioteca
mientras que Jeanne y yo caminábamos en silencio de
regreso por la escalera hasta la cocina. La miraba
mientras limpiaba la comida. Debe haber visto mucho en los últimos
años, y yo necesitaba una distracción.

—Cuéntame sobre Vincent.

Jeanne metió el repasador en su delantal.

—Déjame hacerte un café primero —dijo—. Si vas a estar


esperando hasta que regresen necesitas resistencia.

—Eso sería genial, Jeanne. Gracias. ¿Te tomarás uno conmigo?

—No, querida, tengo que ir a casa. Mi familia me está esperando.

Ella tiene familia, pensé, preguntándome por qué me había


sorprendido. También dividía su tiempo entre los vivos y los no
muertos. Por primera vez, sentí un vínculo con ella.

Dejó el café en la mesa con una jarra de leche y se sentó a mi


lado.

—Entonces, ¿qué puedo decirte sobre Vincent? —dijo—. Bueno…


yo tenía 16 años cuando empecé a ayudar a mi madre aquí, lavando la
ropa y planchando. Eso hace unos… —Hizo unos cálculos mentales—.
Unos 39 años. —Se recostó en su silla como si tratase de ver algo a lo
lejos—. Vincent era el mismo que el que es hoy. Más o menos un año. Y,
por supuesto, todos siguen la moda de la época para no llamar la
atención. Tenía el pelo un poco más largo la primera vez que lo vi. Oh,
pensé que él era tan guapo.
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Se inclinó hacia mí con un brillo en los ojos.

—Todavía lo es. A pesar de que es todavía un adolescente y ahora


yo soy una abuela. —Se recostó sonriendo hacia sus adentros.
—De todos modos, aquí aparecieron más. Ellos fueron
dispersados por todo París en los edificios que la familia de Jean
Baptiste poseía. Ahora, ya que no hay muchos revenants aquí en París,
alquila los edificios. Hace una fortuna de sus bienes inmuebles. —
Suspiró y paró por un momento—. Conozco a Vincent desde 1970 y él
siempre ha sido… un niño torturado. ¿Supongo que ya te ha dicho
sobre Hèlene?

Asentí con la cabeza, y ella continuo:

—Bueno, después de la muerte de ella, y su propia muerte, por


supuesto... se cerró emocionalmente. Después de que Jean Baptiste lo
encontró, tomó el papel de un soldado raso. De acuerdo con lo que he
escuchado, nada era demasiado peligroso para Vincent. Literalmente se
lanzaba al peligro. Como si salvando a cientos de forasteros
compensaría a la persona a la que no fue capaz de salvar. Y ha seguido
así. Ha sido como ese robot vengador. Un hermoso robot, sabes, pero
todavía…

Parpadeó y me miro fijamente.

—Hace unos meses llegó a casa con una chispa de vida en sus
ojos. No podía ni imaginar qué ocurría. Y esto eras tú. —Jeanne se
inclinó hacia adelante y me rozó la mejilla con el borde de su mano,
sonriendo.

—Eres una niña hermosa. Le has dado una nueva vida a Vincent.
Él podrá ser fuerte de espíritu, pero es un alma tierna. Y tú lo has
tocado. Por el largo tiempo que lo conozco, su única motivación ha sido
la venganza y la lealtad, que puede ser porque es uno de los pocos
supervivientes. Pero ahora te tiene… —hizo una pausa, pensándose dos
veces lo que iba a decir, y se conformó con—: a ti.

Su sonrisa era compasiva.

—Para ti esta no será una relación fácil, querida Kate. Pero


insiste. Él vale la pena.

Jeanne colgó el delantal en la puerta del horno, me besó y empezó


a recoger sus cosas.
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—Caminaré contigo a fuera —le dije, comprendiendo de repente


que iba a estar en aquella enorme casa, con nadie más que un revenant
de 150 años y el cuerpo de mi novio muerto que me haga compañía.
—¿Estarás bien? —preguntó Jeanne.

—Sí —mentí—. Ningún problema. —Nos acercamos a la fuente de


granito que se encuentra en medio del patio, y me senté en el borde,
despidiéndome de Jeanne que salía por la puerta delantera. La cerré en
silencio detrás de ella. Miré hacia la estatua de la fuente del ángel que
sostiene a la mujer.

La primera vez que lo vi, no había tenido ni idea de qué era


Vincent. Nunca había oído hablar de un revenant... ya sea de la clase
asesino o de la clase de los que pasan su existencia salvando a la
humanidad. Incluso entonces, para mí la fuente se veía espeluznante.

Ahora, cuando miré la belleza de las dos figuras unidas… el


hermoso ángel, con sus duros y oscuros rasgos se centraban en la
mujer que estaba acunando en sus brazos, quien era toda dulzura y
luz… no podía omitir el simbolismo ¿El ángel era un revenant? ¿Bueno
o malo? ¿Y la mujer dormía en sus manos o estaba muerta? Di un paso
más cerca.

La expresión del ángel parecía desesperada. Obsesionada,


incluso. Pero también tierna. Como si estuviese mirando a la mujer
para salvarse y no al revés. Y de repente, el nombre de Vincent vino a
mi mente. Mi ángel. Me estremecí, pero no de frío.

Jeanne me había dicho que mi encuentro había transformado a


Vincent. Yo le había dado “nueva vida”. ¿Pero él estaba mirándome para
salvar su alma? Miré a la mujer. Una enorme fuerza irradiaba de sus
características, y la luz de la luna reflejaba en su piel el rostro del ángel.
Él parecía cegado por la luz. Había visto la expresión del ángel antes: en
el rostro de Vincent cuando me miraba.

Estaba abrumada por el torrente de emociones: la sorpresa de


que Vincent había encontrado en mi lo que estaba buscando, el miedo
de sus expectativas, la preocupación de que no fuera lo suficientemente
fuerte para llevar esa carga. Pero aun más fuerte era el deseo de darle
todo lo que quería. Estar allí para él. Mi destino podría incluir ayudarlo
para ver que su existencia sea más que venganza. Que puede haber
amor.
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Casi corrí a la habitación de Vincent, tirando de mi misma a su
cama hasta que estuve tumbada a su lado. Sus características frías no
mostraban ninguna expresión, y su exquisito cuerpo no era más que
una cascara fría.

Traté de imaginarlo como Jeanne lo había descrito... un soldado


violento, vengativo. Y aunque la imagen que instintivamente llegó a mi
mente fue sus ojos medios cerrados con la sonrisa sexy que siempre me
daba, era capaz de imaginarlo como un vengador furioso. Había algo
peligroso en él, como lo había en todos los revenants.

El hecho de saber que un fatal accidente podría estar a la vuelta


de la esquina, tiene que hacer a los seres humanos más cautelosos, un
rasgo que Vincent y sus compañeros revenants no poseían. Su falta de
temor a las lesiones, o incluso a la muerte, les daba una confianza
imprudente que era a la vez emocionante y aterradora.

Seguí sus rasgos con el dedo y pensé en la primera vez que lo


había visto. Su cuerpo muerto me repelía, pero ahora sentí una
creciente certeza de que podía manejar cualquier cosa que me diera.
Para estar con Vincent tendría que ser fuerte. Valiente.

Escuché el sonido de mi teléfono con un mensaje de texto y salté


de la cama para cogerlo. Era de Georgia:

Deja la fiesta. Necesito hablar contigo lo antes posible.

Yo: ¿Estás bien?

Georgia: No.

Yo: ¿Dónde estás?

Georgia: Fuera de la casa de Vincent.

Yo: ¿¿¿Qué??? ¿Cómo supiste que estaba aquí?

Georgia: Tú me lo dijiste.

Yo: No, no lo hice.

Georgia: Necesito verte. ¿Cuál es el código de acceso?


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¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Qué podía hacer yo? Era obvio
que me necesitaba, pero no podía darle el código.

Yo: No puedo dártelo. Iré fuera para hablar.


El timbre sonó. Corrí por el pasillo hacia la puerta principal y
pulsé el botón de la cámara de video. La luz de la cámara se encendió y
mirando hacia el objetivo estaba mi hermana.

—¡Georgia! —grité en el micrófono—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Cuando escucho mi voz, ella gritó:

—¡Oh, Dios mío, Kate, lo siento tanto!

—¿Qué ha ocurrido? —le pregunté, el pánico se notaba en mi voz


y vi el miedo y la angustia en su rostro.

—Lo siento, lo siento. —Se lamentaba, levantando sus manos


temblorosas a su boca llena de terror.

—¿Por qué, Georgia? ¡Dime! —grité.

—Por venir aquí —dijo en voz baja, y Lucien entró en la imagen y


puso un cuchillo en la garganta de Georgia.

—Abre la puerta o la mato. —Las duras palabras me afectaron


tanto como si Lucien estuviese de pie junto a mí en vez de a través de
un patio con la puerta cerrada.

—Lo siento, Katie —exclamó Georgia en voz baja.

Levanté mi dedo hacia el botón con el símbolo de una llave.

Gaspard comenzó a correr por las escaleras detrás de mí.

—¡No lo hagas! —gritó.

—¡Pero va a matar a mi hermana!

—Te doy tres segundo antes de que corte su garganta —dijo la voz
de Lucien sobre el altavoz—. Tres…

—Solo tengo mi bastón… espera hasta que llegue a la sala de


armas —gritó Gaspard, llegando a la parte inferior de la escalera y
precipitándose hacia mí.

—Dos…
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Miré de nuevo a Gaspard con desesperación y presioné el botón.


—Cierra la puerta detrás de mi Gaspard, y no lo dejes entrar.
Tienes que proteger a Vincent —le dije. Y entonces salté fuera, dando
un portazo detrás de mí y me volví para enfrentarme al demonio.

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Traducido por Anelisse

Corregido por rose_vampire

L
ucien se plantó en el patio delante de mí sosteniendo el
cuchillo en la espalda de Georgia.

—Buenas noches, Kate —dijo fríamente, incluso su


voz. Su expresión era asesina, y su cuerpo parecía dos veces más
grande ahora que se cernía sobre mí. ¿Cómo podría haber visto Georgia
seductor en este monstruo aterrador que estaba más allá de mí?

—Ahora serás una buena chica y me llevarás al interior.

—No puedo —le dije—. Está cerrado. No puedo hacer nada por
ahora, pero tú puedes soltar a Georgia. —Sentía como si hubiera
ganado esta ronda, pero yo no tenía ni idea de lo que vendría después.

—Gaspard, sé que estás ahí —gritó Lucien—. Ahora, sal o tendrás


la sangre de dos seres humanos en tus manos.

Antes de que pudiera terminar, la puerta se abrió y Gaspard salió,


sosteniendo su bastón-espada delante de él.

—¡No, no lo hagas, Gaspard! —grité. ¿Qué está haciendo?, pensé


salvajemente. Él tenía que permanecer encerrado en la casa protegiendo
a Vincent. Mi hermana era solo mi responsabilidad.

Gaspard no me hizo caso. Avanzando, le dijo de manera uniforme:

—Lucien, vil sanguijuela. ¿Que trae a tu putrefacto cadáver esta


noche delante de nuestra humilde puerta? —Él había recuperado el aire
noble que había usado el día que lo vi combatiendo con Vincent. El
poeta con tics y tartamudeos se había transformado en un formidable
luchador.

Lucien se acercó a él y cogí el brazo de Georgia y la aparté.


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—Vamos a correr de aquí —le susurré, manteniendo un ojo en los


hombres.
—Parece ser que no existas en esta noche, las armas, que triste
excusa para un inmortal —gruñó Lucien.

—Y a mí me parece que blandes igual que llevas el cuchillo del


pan, asqueroso gusano —dijo Gaspard, y se lanzó a Lucien con la
espada, haciendo un corte limpio en la mejilla del gigante.

A pesar de que un hilillo de sangre corría de ella, Lucien no se


inmutó.

—Igual, tal vez, que tú farsa como salvaguarda... Lázaro, pero por
eso me he traído una copia de seguridad —Él sacó una pistola de
debajo de su abrigo y le disparó entre los ojos a quemarropa a Gaspard.

El mayor reverberó y se tambaleó hacia atrás un par de pasos,


como si su frente absorbiera la bala. Luego, a cámara lenta, escupió y
tiró la bala, que chocó al rebotar contra el pavimento. Lucien utilizó el
par de segundos en los que Gaspard estuvo sorprendido para saltar
sobre él y empujarlo al suelo.

Tomé la mano de Georgia y comencé a correr con ella hacia la


puerta.

—Alto ahí o voy a dispararos a ambas —dijo Lucien, apuntando


con el arma en nuestra dirección mientras estaba a horcajadas encima
del cuerpo de Gaspard luchando. Nos quedamos heladas—. Ahora
caminad de regreso aquí. Vais a venir conmigo. —Él observaba, inmóvil,
mientras nos acercábamos—. Más cerca —ordenó. Una vez que
estuvimos dentro de alcance de su mano, él volvió a colocar la pistola
en su funda.

Luego, tomando un cuchillo enorme, lo hizo girar en el aire antes


de bajarlo como un machete al cuello de Gaspard. Georgia y yo gritamos
como una sola, un grito ensordecedor, y nos agarramos la una a la otra,
con lágrimas en los ojos escondidos en los brazos de la otra,
horrorizadas.

—¿Son un poco aprensivas, señoritas? Bueno, no hay más por


venir. Ahora al interior, ambas —dijo, sacando un pañuelo de su
bolsillo y limpiando la cuchilla antes de levantarla hacia nosotras.
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No podía soportar mirar hacia atrás y a Gaspard mientras


caminaba obediente hacia el vestíbulo. Lucien echó una rápida mirada
alrededor.
—Bonita plataforma tenéis aquí. —Sus ojos brillaron de nuevo
hacia mí con una mirada penetrante—. Ahora muéstrame dónde está.

—¿Quién? —le pregunté con mi voz temblorosa.

—¿Quién te crees? Tu amado muchacho —se burló, dando un


paso más cerca de mí y empujando Georgia entre nosotros.

—Él... él no está aquí —balbuceé.

—Ahh, eso es dulce. Tratar de proteger a tu novio zombie. Pero yo


sé que estás mintiendo, Kate. Charles me dijo que estaba dormido. Y mi
colega me acaba de decir que Jean-Baptiste y la empresa, incluyendo el
fantasma de Vincent, todo se presentaron en mi pequeña reunión en las
catacumbas. Así que vamos a dejar los juegos y llegar a los negocios.

—Yo no te llevaré a él —dije, dando un paso hacia atrás para


evitar a Georgia, quién él había empujado contra mí.

—Oh, sí, tu quieres —dijo Lucien con calma, sosteniendo el


cuchillo. Su hoja brillaba a la luz de la lámpara.

Georgia, gritó:

—¡No le digas, Kate! Dijo que lo iba a matar.

—Perra —gruñó Lucien y, agarrando a Georgia por el pelo, le echó


la cabeza hacia atrás y puso el cuchillo en la garganta.

Negué con la cabeza y le susurré:

—Prefiero morir que llevarte a Vincent —Pero al ver el pánico en


los ojos de Georgia, sentí como algo se deslizaba dentro de mí.

—Está bien —dijo Lucien—. Tenía la esperanza de que teniendo a


Georgia a salvo lejos de mí después de hacerte una visita, pero estoy
perfectamente dispuesto a dar cabida a un cambio de planes. —El
cuchillo brilló cuándo él lo pasó a través del blanco cuello de Georgia.
Ella gritó, pero él no soltó su pelo.

—¡Georgia! —grité, horrorizada, cuando vi cómo las gotas de


sangre se escurrían del corte que había hecho.
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—Cuanto más tiempo esperes, más la voy a cortar —dijo—. Eso


no duele, cariño, ¿verdad? —le preguntó, mirando de reojo a Georgia y
dándole un beso en la mejilla.
Sus ojos se giraron violentamente hacia mí, y le grité:

—¡Vale, vale! Solo para y te llevaré a él —Lucien asintió con la


cabeza, esperando, pero colocó el cuchillo con firmeza junto al cuello
tirante de Georgia.

Mi mente se aceleró en una docena de direcciones diferentes, la


manera de captar como llevarlo por mal camino. Yo lo podría llevarlo a
arriba o a una de las otras habitaciones pero, ¿esto no lo haría
enfurecer aún más?

—¡Muévete! —exigió Lucien, y fui por la puerta al pasillo de los


criados, mi mente seguía buscando una manera de ganar tiempo. Yo
caminaba tan lentamente cómo podía, pero no podía llegar a un plan en
el que la garganta de mi hermana no terminaría con una hendidura, o
más probablemente, con las dos asesinadas.

No había nada que pudiera hacer, salvo implorar en silencio que


Vincent volviera, sabiendo que eso era imposible: él estaba a medio
camino por la ciudad para ayudar a sus parientes.

Yo les conduje a través de la puerta de la habitación de Vincent, y


me aparté para dejar pasar a Lucien. Él lanzó Georgia y se paseó con
rapidez hacia la cama, riendo mientras se acercaba.

—Ah, Vincent. Te ves mejor que nunca —dijo—. El amor parece


estar a tu medida. Lástima que no pueda durar.

Echando un vistazo por la habitación, él fijó sus ojos en la


chimenea.

—Sentaos —nos dijo, señalando el sofá con el cuchillo. Él


comenzó a apilar madera y leña en el fogón y hacer una hoguera.

Con el rostro entre las manos, mi hermana comenzó a llorar y


apoyó la cabeza en mi hombro.

—Kate, lo siento, yo no te creí.

—Shh. Ahora no importa. ¿Estás bien? —susurré—. Déjame ver


tu cuello.
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Ella levantó la cabeza y le toqué la herida de cuchillo. No era


mucho más que un rasguño.

—No es tan malo —le dije, secándole una gota de sangre con el
dedo.
—¿Quién se preocupa por mi corte? —susurró—. Nunca vamos a
salir de aquí con vida. Sólo lo vimos asesinar a alguien. ¿Qué pasa con
Vincent, de todas maneras? ¿Por qué no se mueve?

—Está en una especie de... estado de coma —le respondí.

—¿Qué pasó? —preguntó, horrorizada.

—Georgia —le dije, mirándola fijamente—, ¿Lucien no dijo nada


cuando él te trajo aquí? No lo sé... ¿qué son?

Ella sacudió la cabeza, confundida.

No había manera de que pudiera evitar decírselo. Ya que nosotras


no vivamos por medio de la noche, no veía el sentido de ocultar lo que
debería haber sido obvio a estas alturas.

—Georgia, no son humanos... Vincent y Lucien.

—¿Qué son, entonces?

—Es complicado —comencé, y luego, al ver las lágrimas de


confusión comenzaban a brotar de sus ojos, tomé un respiro y dije—: Se
llaman aparecidos. Son no-muertos.

—Yo no lo hacen... No lo entiendo.

—No importa, Georgia —insistí, tomando sus manos más o menos


y obligándola a mirarme a los ojos. Dije las palabras lentamente, tanto
para mi beneficio como para el suyo—: No me importa lo que es
Vincent. No podemos dejar que Lucien le destruya.

Sus ojos escudriñaron mi rostro. Por una vez no me arrepentí de


ser un libro abierto. El desconcierto y el miedo dejaron la frente a
Georgia y fueron reemplazados por un aspecto de pura determinación.
Mi hermana siempre había estado allí para mí, y ella estaba allí para mí
ahora. Sin embargo, a pesar que las palabras que salían de mi boca,
sonaban como una locura, ella no duda de mí por un segundo.

—¿Qué podemos hacer? —susurró. Negué con la cabeza y observé


a Lucien utilizar un póker para mover los registros de alrededor. Las
llamas apresando y eliminando los de arriba, explotando en un incendio
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importante mientras el olor de la leña ardiendo inundó la habitación.

—Él va a tratar de quemar el cuerpo de Vincent —susurré—. No


podemos dejarlo.
Como si validara de todo lo que yo le había dicho, Lucien se
volvió.

—Es una pena tener que deshacerme del cuerpo de mi viejo


enemigo antes de darle la oportunidad de que vea con sus propios ojos
como mato a su novia. Sería la venganza apropiada para el rodaje de mi
esposa mientras yo miraba.

—¿Que salieras con Georgia no fue una coincidencia, verdad? —le


pregunté cuando de repente me sacudió la realización.

—¡Por supuesto que no! No hay coincidencias —él sonrió, cuándo


Georgia respiró fuertemente a mi lado—. Os vi, chicas, junto al río hace
unos pocos meses después de que Vincent salvara a ese triste
adolescente que saltó desde el puente.

—¡Tú fuiste el que salió a toda velocidad con un coche después de


que casi nos arrojara! —jadeé.

—Atentamente —miré de reojo y Lucien hizo una reverencia—. Así


que cuando vi a Vincent regresar del metro contigo en sus brazos
después del segundo suicidio seguido que me arruinó, me di cuenta de
que debías de ser alguien especial para él. Y después fue tan fácil de
averiguar todo sobre ti, como el hecho de que tu fiestera hermana era
un cliente habitual en varios de mis clubes nocturnos. Lo cual no es
mucha coincidencia o bien, ya que ella no es muy exigente acerca de los
lugares que frecuenta y de que las multitudes que se mueven juntas.

Sentí como Georgia se desinflaba al oír estas palabras, y Lucien


se rió entre dientes, disfrutando de su reacción.

—Me usaste para llegar a Kate —murmuró, sorprendida por la


revelación.

Lucien sonrió y se encogió de hombros.

—Sin ánimo de ofender, cariño.

—Pero, ¿cómo sabías que estaba aquí esta noche? ¿Cómo supiste
que incluir a Georgia sería tu pase humano?

—Me di cuenta de que Charles estaba hablando con un ser


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humano en el teléfono. ¿Qué otro ser humano contestaría al teléfono de


Vincent? Entonces me di cuenta de su voz. ¡Y eso me dio esta
maravillosa idea! —Hizo un gesto para incluir a la habitación y el
cuerpo de Vincent—. ¿Cómo crees que me convertí en un exitoso
hombre de negocios si no supiera cómo aprovechar una oportunidad
cuando ésta se sitúa justo en frente de mí?

—Oh, yo no lo sé —dije yo, disgustada por su irresponsabilidad—.


Mintiendo, engañando, matando... esa hubiera sido mi conjetura.

—¡Ah, aduladora! Es como música para mis oídos. — Apretó sus


nudillos con fuerza cuándo se dirigió a la cama, y luego, inclinándose,
recogió el cuerpo rígido de Vincent en sus brazos y le habló como si
estuviera allí.

—Es una pena que tengas que perderte el baño de sangre en tu


propio dormitorio. Me recuerda a mi propia muerte. Pero como tu
espíritu pasará a estar en otros lugares, cuando destruya tu cuerpo
tendrás el resto de la eternidad para flotar alrededor y reflexionar sobre
ello. —Luchando un poco con el peso muerto del cuerpo, comenzó a
caminar hacia la chimenea.

—¡No! —grité, saltando y corriendo a situarme entre Lucien y el


fuego.

—¿Qué vas a hacer, niña?¿Patearme en la espinilla?

Georgia saltó del sofá y corrió detrás de él, aferrándose a los


brazos. Dejó escapar un grito de rabia pura cuando lo agarró, con la
sola finalidad de detenerlo. Corrí hacia él y traté de empujarlo hacia
atrás lejos de las llamas. Pero incluso usando todas mis fuerzas, no
conseguí moverle.

—¡Bueno, escupir en mi tumba vacía... eso sí que no es el ataque


de las princesas de Disney! —gruñó, molesto, y agachándose para
colocar el cuerpo de Vincent sobre la alfombra, se dio media vuelta y
envió a Georgia volando hacia atrás con un movimiento de su poderoso
brazo.

Ella aterrizó en el lado de la cama, golpeando con fuerza con la


cabeza contra el marco de madera de la cama formando grietas. Se
acercó a ella y, haciendo una pausa hasta que se encontró con su
mirada, dijo: —Lamento tener que hacer esto —alargó su mano.
Escuché el asqueroso crujido los huesos justo antes de que ella gritara.
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—En realidad, no es que lo sienta —dijo, inclinando la cabeza


hacia un lado mientras la veía retorcerse. El dolor debía haber sido
terrible: sus ojos en blanco hacia arriba y se dejó caer otra vez,
inconsciente.
Recogiendo el pesado atizador de hierro de al lado del hogar
encendido, corrí hacia donde estaba y lo dejé caer con toda mi fuerza en
la espalda.

—¡Maldita seas, chica, dame eso! —gritó, y tiró el arma en mis


manos, tirándola como una cerilla en un rincón—. Si quieres golpear a
algo, puedes ayudar a cortar la cabeza de tu amado.

Levantándose, sacó una de las espadas que colgaban sobre la


repisa de la chimenea. La segunda espada cayó al suelo. Me precipité
hacia ella y la cogí por la empuñadura, tambaleándome hacia atrás bajo
su peso.

Lucien se puso de pie, sosteniendo su espada en una mano sobre


el cuerpo de Vincent, y me miró con una sonrisa divertida. Me esforcé
para levantar mi espada y con voz temblorosa le señalé.

—Aléjate de él —le dije.

—¿O qué? —escupió—. Si quieres morir antes de ver a tu novio


decapitado, todo lo que tenías que hacer era pedirlo. Pero espero que
me permitas un poco de calentamiento antes. Hace siglos que no he
matado a una mujer con mis propias manos.

Él se abalanzó sobre mí, rozando el hombro derecho con su


espada. Un pequeño chorro de sangre se derramó a través del corte en
mi camisa y corrió por mi brazo. Yo le miré por un segundo, sintiendo
náuseas, y luego volví a mirar el cuerpo de Vincent, yaciendo sin vida
en el suelo, y esto me devolvió la fuerza.

Con toda mi fuerza, levanté mi espada.

—Eso es todo —dijo con sarcasmo—. Tienes que poner un poco


más de músculo detrás de ello. —Él estaba jugando conmigo. Le
agradecería... si es que hacía un poco de esfuerzo, yo estaría muerta.
Pero en lugar de sentirme intimidada, su condescendencia me
enfureció.

Impulsada por mi enojo, volví el arma masiva hacia él, y él salió a


un lado con agilidad cuando la hoja se estrelló contra el suelo con
azulejos de terracota, rompiendo una pareja por la mitad y enviando
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una gran parte de barro volando por el aire. Su espada brilló la luz del
fuego, y sentí una punzada ardiente en mi pierna. Miré hacia abajo y vi
que mis jeans se habían rajado y un chorro de sangre manaba de una
herida en la cara externa del muslo, justo debajo de mi cadera.
—¡Ahora esto se está poniendo divertido! —Dijo Lucien, con un
destello en sus ojos—. Tú tienes aún mas agallas que tu hermana.
Nunca lo hubiera imaginado. Sería vergonzoso matarte antes de saber
exactamente cómo puedes llegar a ser valiente. Quizás tendrías que
acompañarnos a mí y, desde luego, a la cabeza de Vincent, de vuelta a
mi casa para que podamos tener un poco de diversión.

Intenté de levantar la espada, pero fallé. Mis brazos no estaban


funcionando bien. Yo había usado toda mi energía en ese golpe, y sentí
a mis músculos como si fueran bandas de goma.

—Todo esto se acabará en apenas un segundo. Si te mueves una


pulgada, voy a pasar la espada a través de su hermosa cabeza —
advirtió, y luego se volvió y comenzó a

moverse alrededor del cuerpo de Vincent. Georgia comenzó a


gemir desde el otro lado de la habitación. Ahora tenía los ojos medio
abiertos, pero se quedó inmóvil en el suelo.

Luché contra una ola de desesperación y de repente me di cuenta


de que no le importaba si él me mataba. Lucharía contra él, incluso si
eso significaba mi propia muerte, incluso si finalmente no tenía una
pequeña diferencia. Debido a que sería mejor morir luchando que de
sobrevivir a esta pesadilla y vivir una larga vida, una vida lamentable,
con solo el recuerdo de Vincent al que aferrarme. Pidiendo hasta la
última gota de mi fuerza, levanté mi espada.

De repente escuché los crujidos, las estáticas palabras: «estoy de


vuelta». Mis ojos se abrieron cuando miré alrededor de la sala y me
aseguré a mi misma que la voz venía de mi interior. —Vincent —le
susurré.

«Rápido, Kate. ¿Me dejas entrar?»

—¿Entrar? —Frenéticamente me desconcerté por una fracción de


segundo y luego, dándome cuenta de lo que estaba pidiendo, dije— Sí.

De repente, mi cuerpo ya no era mío. Me sentía como si una


puerta se hubiese abierto en la parte posterior de mi cabeza, derramado
un poderoso aumento de energía a través de ella rebotando a través de
mí, llenándome hasta que sentí que iba a estallar.
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A pesar de que todavía estaba consciente, mis piernas empezaron


a moverse sin mi voluntad para ello, y yo levanté la enorme espada con
facilidad, moviéndola hacia arriba con ambas manos en una curva
elíptica. Se quedó preparada e inmóvil por un segundo, en el aire, hasta
que descendió con un barrido de gran alcance, cortando limpiamente el
brazo izquierdo de Lucien.

Él rugió de ira y dejó caer su espada, sujetándose la herida con la


mano. Girando sobre sus talones, me miró y luego, en estado de shock,
se abalanzó sobre mí con su brazo herido colgando a su lado y
chorreando la oscura sangre por el suelo de baldosas.

Salté a un lado como un gato, tirando de la espada hacia arriba


en posición vertical, y me agaché durante un segundo antes de correr
hacia Lucien, que se tambaleó de nuevo cerca de la espada cayendo en
el suelo. Llevando mi arma, la oscilé de nuevo hacia su lado derecho,
debajo de su brazo extendido. Él dejó escapar un aullido y se dio la
vuelta con la espada en la mano.

Se puso de pie por un segundo y me miró fijamente, sin


comprender, como la sangre brotaba de la herida en su costado. Luego,
con un paso tambaleante cargó contra mí, pero flaqueó en el último
segundo, perdiendo el equilibrio cuando tropezó con el cuerpo de
Vincent.

Salté a mi derecha, lejos de él, y luego, lanzándome de nuevo,


oscilando hacia su cabeza, faltando que se agachara para evitarlo. Saltó
fuera de su posición de cuclillas, entrecerrando los ojos mientras me
miraba, y luego, de repente, sus ojos se abrieron por la sorpresa.

—Vincent. ¿Estás ahí? —me preguntó con incredulidad.

Me sentí reír, y las palabras de Vincent salieron de mi boca, con


mi propia voz.

—Lucien. Mi viejo enemigo.

—No —dijo Lucien, moviendo la cabeza y empuñando la espada a


la defensiva con el brazo sano—. No es posible. Tú estás en las
catacumbas.

—Parece que estás equivocado —dijo Vincent a través de mí—.


Nunca fuiste uno de los zombies más brillantes del cementerio.
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Lucien rugió y cargó contra mí, pero salté con agilidad a un lado
cuando él tropezó consigo mismo al aprisionarse en la cama.

—Entonces, ¿qué estás tratando de lograr aquí? —dijo mi voz sin


problemas—. ¿Viniste a coger mi cabeza y llevársela a Jean-Baptiste
para a continuación ponerte a trabajar matando al resto de mis
parientes?

—Estoy terminando un viejo asunto —susurró Lucien—. Tus


parientes me importan un bledo, aunque ahora que lo mencionas,
podría ser divertido para celebrar una barbacoa revenant una vez que
haya matado a Kate y llevado tu cabeza para usarla como leña.

—Creo que encontrarás dificultad en la parte de “matar a Kate” —


me oí decir, mientras corría hacia él, sintiendo una fuerza correr por mi
cuerpo siendo varias veces la mía. Lucien levantó su espada a mi
encuentro, pero yo llegué más rápido de lo que él pudiera reaccionar.

—Esto es por todos los inocentes que traicionaste a su muerte —


dije, y la clavé profundamente en su lado derecho, ya herido.

Su espada cayó estrepitosamente al suelo, y él gritó, dando


bandazos hacia el fuego. La sangre goteaba en el fuego mientras se
inclinó sobre él, cayendo sobre sus rodillas para coger la daga que
había puesto al lado de la chimenea. Luego, con una velocidad
increíble, él se puso de pie y arrojó el cuchillo hacia mi cabeza. Salté
fuera del camino, pero no lo suficientemente rápido, por lo que la hoja
cortó limpiamente mi hombro derecho.

No grité. Yo no tengo tiempo para ello. Pasando la espada de mi


mano derecha a la izquierda, saqué el cuchillo de mi hombro. Entonces,
sin vacilar, lo tiré hacia él con una fuerza sobrehumana, haciéndole
retroceder un paso con la hoja clavada profundamente a través de su
ojo izquierdo hasta su cerebro.

—Y eso es por todos mis parientes que destruiste —me oí decir. El


ojo que le quedaba a Lucien rodó hacia arriba, y con la boca abierta,
tropezó hacia mí, como si fuera a cámara lenta.

Me di vuelta y salté sobre la mesa de café. Sosteniendo la espada


con ambas manos, giré en el aire y la llevé hacia abajo, hacia su cuello
con un barrido horizontal de gran alcance. Sentí como la hoja lo
rebanaba limpiamente, enviando su cabeza volando en un arco
ensangrentado.

El cuerpo sin cabeza se mantuvo en su posición durante un par


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de segundos, antes de caer al suelo en una pila.

—Arde en el infierno —dijo Vincent mientras recogía la cabeza por


el pelo y se dirigió con ella a la chimenea.
Justo en ese momento la puerta se abrió, y Ambrose irrumpió a
través de ella, gritando como un loco y moviendo un hacha de combate
en una mano. Su otro brazo había sido arrancado por una incisión
media, y sus ropas trituradas estaban manchadas de carmesí. Un
reguero de sangre corría por su cara desde una herida en el cuero
cabelludo.

Sus ojos enloquecidos se fijaron en el cuerpo decapitado de


Lucien y luego giró hacia el cuerpo de Vincent, acostado en una pila
junto a la chimenea. Me miró, de pie a unos pocos metros, sosteniendo
una enorme espada sin esfuerzo en una mano y la cabeza de Lucien en
la otro. Él asintió con la cabeza en silencio, y yo asentí con la cabeza
hacia atrás. Volviendo a la chimenea encendida, arrojé la grotesca
cabeza a las llamas.

—El cuerpo —le dije, y agarrando el cadáver de Lucian por los


brazos y las piernas, Ambrose y yo lo llevamos al fuego, moviéndolo
ligeramente hacia atrás antes de tirarlo a la parte superior de los
troncos ardiendo.

—Vincent, ¿estás ahí dentro? —dijo Ambrose, apartándose y


mirándome. Mi cabeza asintió—. Bueno, mejor que sea así, porque si es
solo, Katie-Lou, estoy oficialmente asustado —le sonreí, y él movió la
cabeza con incredulidad.

—Sal de ahí, Vin, me estás volviendo loco —dijo.

¿Lista?, me pidió Vincent.

—Sí —le contesté, y de inmediato sentí el silbido de la energía


saliendo por la parte posterior de mi cabeza. Mi cuerpo se sintió como
un globo que se desinfla, y Ambrose se acercó para cogerme mientras
caía. Él me puso con cuidado sobre el suelo.

¡Kate! ¿Estás bien? Las palabras de Vincent vinieron de


inmediato.

Asentí con la cabeza.

—Estoy bien.
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Tu mente. ¿Ninguna confusión? ¿Pánico?

—Vincent, yo no estoy diferente a antes, excepto que no creo ser


capaz de moverme por una semana, estoy tan cansada...
Increíble.

—El cuerpo de Gaspard está afuera —le dije, volviendo a


Ambrose.

—Lo hemos visto. Jean-Baptiste lo tendrá. Él va a estar bien.

—¿Qué pasa con todos los demás? —le pregunté, mirando la


sangre en su camisa.

Él asintió con la cabeza.

—Todos lo hicieron de nuevo.

Di un suspiro de alivio.

—¿Y Charles?

—Tenemos el cuerpo —respondió Ambrose, y luego, haciendo un


gesto hacia la cama, me preguntó—: ¿Qué está haciendo aquí tu
hermana?

—Oh, Dios mío, ¡Georgia! —grité y miré a mi hermana. Utilicé la


última gota de mi fuerza para arrastrarme hacia ella y tocarla sin
derramar sangre en su cara.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Yo creo que sí. Sólo me duele al moverlo —respondió ella con
voz débil.

—Ella necesita ayuda —dijo con urgencia a Ambrose—. Puede


tener una conmoción cerebral... realmente golpeó su cabeza con fuerza
y perdió el conocimiento por un tiempo. Y estoy bastante seguro de que
su mano también está rota.

Ambrose se inclinó sobre ella y, con cuidado de no mover su


cuello, la sacó de su posición y la puso acurrucada en el suelo.

—Tenemos que llevarla al hospital —le dije.

—Ella no es la única que necesita atención médica —dijo


Ambrosio, señalando mi hombro.
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Miré hacia abajo para ver mi camisa empapada en sangre.


Aunque yo no lo había sentido antes, un ardiente dolor se agolpaba en
mi brazo, explotando, ya que llegaba a la herida abierta. Agarré a mi
hombro, y luego, con la misma rapidez y haciendo una mueca de dolor,
solté la mano.

Al oír pasos resonando en el pasillo, miré a la puerta justo cuando


Jules irrumpió a través de ella.

—¿Kate? —preguntó con el pánico en su voz.

—Ella está bien —llamó Ambrose—. Cortes en el hombro y un


poco en la pierna, pero está viva.

Jules miró a su alrededor violentamente y vio la forma de Vincent,


cerca de la chimenea, cayendo de rodillas aliviado. Manteniendo las
manos en la cabeza, dijo en voz baja al aire:

—Vince, oh hombre, me alegro de que todavía estés aquí.

Un humo acre y penetrante empezó a salir de la chimenea cuándo


el cuerpo de Lucien se incendió. Buscando en esa dirección, Ambrose
dijo:

—Debemos salir de aquí si no queremos que el humo nos ahogue.

Jules se puso en pie, abrió las ventanas, y luego se puso en


cuclillas a nuestro lado.

—¿Cómo está? —me preguntó, asintiendo con la cabeza en la


dirección de Georgia.

—Viva —le dije.

—¿Y tú? —dijo, sujetando mi rostro en su mano.

Las lágrimas me nublaron los ojos.

—Estoy bien —le dije, y rápidamente me limpié.

—Oh, Kate —dijo, e inclinándose hacia mí, me envolvió en sus


brazos. Esto era exactamente lo que necesitaba: un toque humano.
Bueno, no humano, lo que sea.

Desde que Vincent no estaba ahí para abrazarme, Jules fue el


sustituto más adecuado.
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—Gracias —le susurré.


—Hospital —dijo simplemente Ambrose, y se puso a tirar de
teléfono en bolsillo, caminó hacia el otro lado de la habitación para
hacer la llamada, y Jules me soltó para que lo siguiera.

Miré a mi hermana. Parecía aturdida.

—Vamos a un hospital. Todo va a estar bien.

—¿Dónde está él?¿Lucien? —preguntó, aturdida.

—Muerto —dije simplemente.

Ella me miró y preguntó:

—¿Qué pasó?

—¿Cuánto has visto? —le pregunté.

Ella me dirigió una débil sonrisa y dijo:

—Lo suficiente para saber que mi hermana es una ruda


espadachina.

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Traducido por Valentinaw33 y Alexiacullen

Corregido por Fher_n_n

L
os demás llegaron a casa justo cuando la ambulancia se
detuvo. Ambrose había llamado a su contacto de siempre,
que accedió a llevarnos a la clínica médica privada sin
llenar un reporte policiaco. Los paramédicos no querían mover la cabeza
de Georgia, así que le pusieron un collarín y la estaban llevando a la
ambulancia en una camilla. Después de que pusieron vendajes
temporales en mis heridas, Jules y yo nos subimos en la parte trasera
de la ambulancia, sentándonos junto a ella.

Tuve que preguntarme qué pensaban los paramédicos de


nosotros: dos chicas aparentemente demasiado frágiles que parecían
haber estado en una pelea de pandillas, y Jules vestido como alguien de
Matrix46. Estaba 100% segura de que si no hubiesen sido pagados,
estaríamos en camino hacia la estación de policía para ser interrogados.

Aún así, yo estaba muriendo por saber que pasó en las


Catacumbas, no hablamos, pues uno de los paramédicos se sentó junto
a nosotros. Él hacía preguntas obviamente discretas, y después de
echar un vistazo rápido a Jules para saber su aprobación, contesté
simplemente que Georgia se golpeó la cabeza muy fuerte en el poste de
la cama y que alguien le pisó la mano. Le dije que los cortes en mi
hombro y pierna eran heridas de cuchillo. Esperaba que dándole
información básica, sin adornos, sería suficiente, y a juzgar por su
inclinación de cabeza satisfecha, lo estaba.

Una vez en la clínica, examinaron a Georgia y afirmaron, estaba


bien, excepto por unos pocos huesos rotos en su mano. Mi herida en la
pierna no era profunda, pero la de mi hombro requirió una docena de
puntos de sutura. Después de probar la movilidad de mi mano, el
doctor dijo que tenía suerte, pues la cuchilla no tocó ningún nervio.
Página 281

Él siguió con un chequeo regular: luz en los ojos, presión


sanguínea y el gusto. Finalmente, suspiro y dijo:

46
The Matrix: Es una película de ciencia ficción.
―Madmoiselle, parece que usted sufre de agotamiento exhaustivo.
Su presión sanguínea está peligrosamente baja. Tiene una fiebre leve,
su piel esta pálida, y sus pupilas dilatadas. ¿Está tomando cualquier
otro medicamento o alguna droga?

Negué con la cabeza

―Cuando fue herida, ¿estaba usted haciendo… ejercicio físico


intensivo?

―Si ―dije, preguntándome que hubiese pensado si supiera


exactamente el tipo de ejercicio físico que hice.

―¿Siente debilidad, fatiga o náuseas?

Asentí con la cabeza

En realidad, desde que Vincent dejó mi cuerpo, me sentía como


una muñeca de trapo con apenas energías para caminar.

Sabiendo que el bienestar de ambas, el de mi hermana y el mío,


dependían de que yo fuera capaz de dar un paso delante de otro, era la
única cosa que me mantenía en marcha.

—Necesitas descansar. Tu cuerpo necesita recuperarse de lo que


sea que has estado haciendo. Tú y tu amiga. —Asintió con la cabeza a
la camilla en la que Georgia estaba tendida—. Han tenido bastante por
noche. Descansa y recupérate, o terminarás perjudicándote a ti misma,
lo que es peor.

Hizo un gesto hacia Jules y bajó la voz.

—Puedes contestarme asintiendo o negando con la cabeza. ¿Debo


permitirte salir de la clínica con este hombre?

Me di cuenta de lo peligroso que Jules parecía con sus botas de


puntas de acero, pantalones de cuero y capas de ropa protectora negra.
Susurré:
Página 282

—No fue él. Él es un amigo.


El médico me miró a los ojos durante un segundo más y
finalmente se convenció, asintió con la cabeza y me permitió bajarme de
la mesa.

Mientras Jules estaba hablando con el médico y entregándole


dinero en efectivo a cambio del tratamiento, susurré:

—¿Vincent?

Sí, vino la respuesta inmediata.

—¿Has estado aquí todo el tiempo?

¿Cómo podría dejarte en un momento como este?

Cerré mis ojos e intenté imaginarme sus brazos a mí alrededor.

Regresamos hacia la casa que se sentía como el cuartel general


después de la batalla. Hubo un movimiento sordo de una habitación a
otra mientras la gente se visitaba a uno y otro y ayudaban a atender las
demás heridas. Le había explicado a Georgia que teníamos que pasar la
noche en la casa de Vincent. No podíamos ir a casa de esta forma. La
llevé por las escaleras y la ayudé a entrar en la cama de Charlotte,
adivinando que el cuerpo de Lucien estaba todavía ardiendo en la
habitación de Vincent. Incluso si no estuviera, no podía imaginar volver
a la escena de ese sangriento baño de sangre. Aún muda por el shock,
Georgia estuvo dormida en el momento en que su cabeza se apoyó en la
almohada. Mi hombro estaba empezando a arder de nuevo ahora que el
anestésico utilizado para suturar la herida se estaba disipando. Me
dirigí abajo a la cocina por algo de agua, para tragar las pastillas para el
dolor que me habían dado.

¿Te duele?, llegó la voz de Vincent a mi cabeza.

—No mucho —mentí.

Jules caminó hacia mí por la puerta, pareciéndose mucho más a


sí mismo con pantalones vaqueros rasgados y una camiseta pegada al
cuerpo. Me dirigió una sonrisa que transmitía tanto ternura como
respeto.

—Reunión en casa —dijo— Jean-Baptiste quiere que estés allí.


Página 283

—¿Eso quiere? —dije con sorpresa. Jules asintió con la cabeza y


me entregó una camiseta limpia.
—Pensé que tal vez quisieras estar un poco más respetable —dijo,
señalando mis ropas empapadas de sangre.

Se puso de espaldas mientras yo me cambiaba rápidamente y


arrojaba la prenda arruinada al cubo de basura. Caminamos juntos por
el pasillo y pasamos el vestíbulo más allá de una habitación enorme con
techos altos y ventanas de dos pisos. Una atmósfera viciada de cuero
negro y rosas marchitas flotaban densamente en el aire. Una colonia de
sofás y sillones de cuero estaban organizados en el otro extremo
alrededor de una chimenea monumental. Cerca del gran fuego ardiendo
en la chimenea, vi a Charlotte tumbada en un sofá y a Ambrose estirado
sobre la alfombra persa en frente de la chimenea. Se había cambiado a
una camiseta limpia y unos vaqueros y, aunque sus heridas habían
sido limpiadas y no había sangre a la vista, tenía vendas suficientes
para calificarlo como una momia. Me vio mirándole y dijo:

―No te preocupes Katie-Lou, solo un par de semanas más de


descanso y estaré como nuevo.

Asentí con la cabeza, intentando cambiar mi expresión de susto a


tranquila.

―Aquí están ―dijo Jean-Baptiste, que se paseaba arriba y abajo


enfrente del fuego, sosteniendo un atizador en una mano como un
bastón―. Esperábamos a que Vincent y tú regresaran antes de empezar
─dijo, indicándome una silla con los ojos. Me senté.

—Hay algunas decisiones que tienen que tomarse, y necesito


escuchar qué sucedió, con detalles, de cada uno de sus puntos de vista.
Empezaré.

Dejó el atizador contra la chimenea y se quedó de pie con sus


manos detrás de su espalda, mirando cada poco, como un general
dando información a sus tropas.

Charlotte, Ambrose y Jules comenzaron a relatar partes de la


historia, con Jean-Baptiste “traduciendo”a Vincent. El grupo, con la
ayuda de Vincent, había recuperado el cuerpo de Charles antes de
encontrarse atrapados en el interior de las Catacumbas por un pequeño
ejército de Numas47. Un ejército sin un líder. Tomó un comentario de
Página 284

uno de sus captores para alertarles de lo que estaba sucediendo. Lucien


había prohibido a los Numas matar a cualquier revenant hasta que él

47
Numa: nombre Masculino de origen Griego. El que establece las normas.
regresara con “la cabeza”. Sospechando que “la cabeza” en cuestión era
la suya, Vincent fue desactivado en un momento.

Los revenant se aprovecharon de la vacilación de los Numa para


matarlos y lucharon a su manera, entonces se apresuraron a regresar
para ayudar a Vincent.

―No parece que fueran seguidos ─concluyó Jean-Baptiste―. Kate


―se volvió hacia mí con excesiva rapidez―. ¿Serías tan amable de
hacerte cargo de la narración aquí?

Le dije al grupo lo que había sucedido, empezando con los


mensajes de texto de mi hermana, hasta el momento donde Vincent
llegaba y se apoderaba de mi cuerpo.

―¡Imposible! ─exclamó Jean-Baptiste.

Le miré irónicamente.

—¡Bueno, seguro que no fui yo quien le cortó a un Numa gigante


la cabeza con una espada de un metro!

—No. No es posible que él te poseyera. Imposible que


sobrevivieras con tu cordura intacta —Jean-Baptiste estuvo en silencio
durante un momento y luego asintió—. Si tú lo dices, Vincent, pero sólo
que no veo cómo es posible para un humano experimentar eso y volver
en ella tan intacta como Kate parece estar. Además de unos cuantos
rumores antiguos y sin fundamentos, no hay absolutamente ningún
precedente. —Hizo otra pausa, escuchando—. Sólo porque puedas
comunicarte con su volant, no significa que todo lo demás sea posible.
O a salvo… —el viejo revenant regañó—. Sí, sí, lo sé… no tuviste otra
elección. Es cierto, si no lo hubieras hecho ambos os habríais ido.
─Suspiró y se volvió hacia mí―. ¿Así que mataste a Lucien?

—Sí. Quiero decir Vincent… um, el cuchillo que lanzamos


depositándolo en el camino hacia su ojo, se introdujo en su cabeza. Ese
es el golpe que debió haberle matado. Al final su cara parecía muerta.
Luego cortamos su cabeza con la espada.

—¿Y su cuerpo?
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—Lo quemamos en el fuego.

Ambrose tomó la palabra.

—Lo vi después de salir de la clínica. No queda nada.


Jean-Baptiste se relajó visiblemente y se quedó inmóvil durante
un segundo, sujetando su frente antes de mirar de regreso al grupo.

—Está claro, entonces, que el plan consistía en atraer al resto de


nosotros, con Vincent volant lejos de casa, despejando el camino para
que Lucien viniera aquí y dispusiera de su cuerpo. Conociendo a
nuestro viejo enemigo, probablemente planeó regresar con la cabeza y
quemarla delante de nosotros antes de destruirnos a nosotros también.
Esa es la única razón que puedo pensar de que no fuéramos
sacrificados tan pronto como llegamos a las Catacumbas.

La habitación se quedó en silencio.

—Hubiera preferido que Charles estuviera aquí para unirse con


nosotros a la conversación —se detuvo, exhalando profundamente—
pero debido a las circunstancias, te lo dejo a ti, Charlotte, darle la
noticia a tu hermano de que les he pedido marchar.

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Capitulo 39 Traducido por Auroo_J

Corregido por amiarivega

T
odo mundo vio a los demás impactados.

—¿Qué? —murmuró Charlotte, sacudiendo su


cabeza como si no entendiera.

—Este no es un castigo —aclaró Jean-Baptiste. —Charles


necesita salir de aquí. Salir de París. Salir de esta casa. Lejos de mí. Él
necesita algo de tiempo para poner sus pensamientos en orden. Y París,
como consecuencia de esta batalla, esta… —buscó el termino
adecuado— declaración de guerra, si eso es lo que resulta ser, no es un
lugar seguro para alguien que aún no conoce su mente.

—Pero… ¿por qué yo? —dijo Charlotte, disparando una rápida,


mirada de alarma en dirección de Ambrose—. ¿Puedes vivir separada de
tu gemelo?

Ella bajó la cabeza.

—No.

—Creí que no. —Su cara se suavizó mientras Charlotte


comenzaba a llorar. Él se acercó y se sentó junto a ella en el sofá,
mostrando una dulzura que, en mi limitada experiencia de Jean-
Baptiste, parecía completamente fuera de personaje.

Tomando sus manos entre las suyas, dijo:

—Querida chica. Es sólo por unos cuantos meses mientras


averiguamos qué hará el clan de Lucien sin él. ¿Nos atacarán? ¿Su falta
de líder los forzará a pasar a la clandestinidad por un tiempo? No lo
sabemos. Y tener a Charles alrededor, confundido e indeciso, nos
debilitará cuando necesitamos ser fuertes. He obtenido casas por todos
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lados, sabes. Los dejaré elegir a dónde irán. Y regresarán. Lo prometo.

Charlotte se inclinó hacia adelante y tiró sus brazos alrededor del


cuello de Jean-Baptiste, sollozando.
—Shhh —dijo él, dándole palmaditas en la espalda.

Una vez que ella se calmó, él se paró de nuevo y, direccionando a


Ambrose y Jules, dijo:

—Cuando Gaspard se pueda comunicar, voy a conversar con él


sobre nuestros planes. Debemos invitar a otros para reemplazar a
Charlotte y Charles durante este peligroso momento. Son bienvenidos a
hacer sugerencias.

—En cuanto a ti, Kate —dijo Jean-Baptiste, volteándose hacia mí.


Me senté rígidamente en mi silla, no sabiendo qué vendría después,
pero preparándome para lo peor. No podía alejarme; no vivía bajo su
techo. Y no podía evitarme ver a Vincent; me negaría. Aunque jamás me
había sentido tan débil físicamente en mi vida, mi voluntad nunca
había sido tan fuerte.

—Te debemos nuestra gratitud. Protegiste a uno de los nuestros


arriesgando tu propia vida.

Me senté allí, aturdida, y finalmente dije:

—Pero… ¿qué otra cosa podría haber hecho?

—Pudiste haber tomado a tu hermana y correr. Vincent era a


quien Lucien perseguía.

Sacudí mi cabeza. No, no hubiese podido. Hubiese preferido morir


que abandonar a Vincent a su destrucción.

—Te has ganado mi confianza —concluyó formalmente Jean-


Baptiste—. Henceforth, eres bienvenida aquí.

Jules tomó la palabra.

—Ella ya era bienvenida aquí.

Ambrose asintió con la cabeza.

Jean-Baptiste los vio levemente.

—Ustedes dos saben cómo me esfuerzo por proteger nuestro


grupo. Y aunque confío en todos ustedes, no siempre confío en sus
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decisiones. ¿A alguien más le ha sido permitido traer un amante


humano a esta casa?

El cuarto estaba en silencio.


—Bueno, ahora con esto está dada mi bienvenida oficial.

—Y sólo necesitaste cercenar la cabeza de un zombie para


ganártelo —masculló sarcásticamente Ambrose.

Jean-Baptiste lo ignoró y continúo.

—Como sea, apreciaría si pudieras encontrar una manera de


explicarle a tu hermana que le impida tener acceso a todos nuestros
secretos. Y si tienes la más mínima sospecha de que ella está en
contacto con algún socio de Lucien, te pido que me digas
inmediatamente. En cualquier caso, no se le permitirá entrar a la casa
otra vez, por la seguridad de todos nosotros. Me doy cuenta de que era
en contra de su voluntad, pero su presencia permitió la única violación
de seguridad que hemos experimentado en nuestras puertas.

Asentí, pensando acerca de cómo Georgia había casi sido el final


de la historia para Vincent y para mí… para todos nosotros.

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Traducido por Elizzen

Corregido por Marce Doyle*

—¡O lé! —gritó Papy mientras el corcho salía disparado


de la botella como de una pistola haciendo que
todos saltáramos y brindáramos mientras él
vertía el champán en las altas y estiradas copas. Mantuvo su copa en
alto para poder brindar y el resto de nosotros copiamos su gesto.

—Me gustaría desearle un feliz decimoséptimo cumpleaños a mi


princesa Kate. ¡Espero que estos diecisiete sean un mágico año para ti!

—¡Eso, eso! —empezó a hablar Mamie chocando su copa con la


mía—. Por tener diecisiete otra vez —suspiró—. Esa fue la edad que
tuve cuando conocí a su abuelo. No es que él me prestará mucha
atención ese año o el siguiente —lo dijo flirteando.

—Todo eso era parte de mi plan —replicó él guiñándome un ojo—.


Y de todas formas, te lo he compensado por el tiempo perdido desde
entonces, ¿no es así?

Mamie asintió con la cabeza y se inclinó para darle un cariñoso


beso antes de chocar su copa. Me incliné para chocar mi copa con Papy
y me giré hacia Georgia, quien sostenía su bebida en su mano
izquierda, ya que la derecha todavía estaba escayolada.

—Feliz cumpleaños Katie-Bean —dijo sonriéndome cálidamente, y


entonces miró abajo hacia la mesa, como si estuviera avergonzada.
Georgia no había vuelto a ser la misma desde “el accidente”, como lo
llamaban mis abuelos. A pesar de que mis heridas se podían esconder
fácilmente debajo de la ropa de invierno, Georgia tenía que explicar por
qué llevaba escayolada la mano.

Como decía ella, estuvo en medio de una pelea en una discoteca y


fue arrollada y aplastada. Papy y Mamie estaban tan horrorizados que
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la habían prohibido salir a cualquier bar o club. Curiosamente, parecía


que no le importaba, y pasaba sus noches relativamente tranquila
saliendo a cenar a casa de alguien o al cine con un pequeño grupo de
amigos. Desde esa noche, Georgia había pasado totalmente de los
hombres, jurando apasionadamente no volver a confiar en sus
instintos, pero yo sabía que eso no duraría mucho.

Ella había venido a mi habitación algunas veces muy tarde en la


noche, despertándome, ya sea para llorar o para distraerla de sus
frecuentes pesadillas. Quería saber todo acerca de los revenants. Y yo
se lo dije. No me importaban las órdenes de Jean-Baptiste, sabía que
podía confiar en ella. Ahora que ya no había secreto entre nosotras,
Georgia me trataba con un recién descubierto respeto y actuaba como
si Vincent le hubiera regalado la luna.

—Este será un feliz año para las dos —le sonreí y me volví hacia
Vincent, quien estaba esperando su turno. Esta noche había aparecido
llevando un esmoquin negro estilo vintage, y yo casi me desmaye
cuando le abrí la puerta.

—Hum, ¿será que me he olvidado decirte que esta vez mi familia


no irá vestida de etiqueta para cenar? —Mi sarcasmo cayendo en plano,
ya que estaba deslumbrada por su apariencia. Parecía una estrella del
cine antiguo, su pelo negro flotando hacia atrás en ondas de su
cincelada cara. Él solo sonreía misteriosamente negándose a
contestarme.

Ahora nuestras copas chocaban. Vincent se inclinó para darme


un casto besito en los labios antes de decir:

—Feliz cumpleaños, Kate. —Sus ojos brillaron con picardía


mientras me miraba con esa mirada que siempre me derretía: como si
fuera comestible y él apenas podría resistirse de darme un mordisco.

—Ustedes chicos deberíais irse —dijo Mamie

—¿Ir a dónde? —pregunté confusa.

—Gracias por mantener mis planes de cumpleaños en secreto —


dijo Vincent dirigiéndose a mi familia. Entonces, volviendo a hacerme
frente, dijo—: Vas a necesitar esto primero —y sacó un paquete grande
y blanco de debajo de la mesa. Poniéndome roja, deshice el lazo y abrí la
caja para ver. Cuidadosamente, reposando entre capas de papel, seda
de color azul medianoche, bordada con un patrón asiático con
diminutas flores plateadas y rojas y también enredaderas. Me quede
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boquiabierta—. ¿Qué es esto?

—Bueno, ¡sácalo de ahí! —dijo Mamie


Saqué la tela para levantarla. Era un impresionante vestido de
fiesta sin mangas, largo hasta el suelo, con talle alto y tirantes que se
ataban detrás en la nuca. Casi se me cae, era tan exquisito.

—Oh, Vincent. Nunca había tenido algo tan precioso. ¡Gracias! —


le di un beso en la mejilla—. ¿Pero cuándo se supone que podre
llevarlo? — dije poniendo de vuelta el vestido dentro de la caja.

Él sonrió radiante.

—Bueno, esta noche, para empezar. Ve y cámbiate. Georgia me


dijo tu talla, así que debería quedarte bien.

Georgia tuvo su amplia sonrisa de engreída de nuevo. Era bueno


volver a verla como había sido antes, aunque solo fuera por unos
segundos.

—Iré contigo —me dijo, y las dos salimos hacia mi cuarto.

—¿Cuándo te preguntó Vincent acerca de esto? —le pregunte


mientras me sacaba la ropa y me deslizaba el vestido por la cabeza.

Georgia me abrochó el corpiño por detrás y ató los tirantes en mi


nuca haciendo un nudo detrás de mi pelo.

—Arriba, pienso yo —dijo, retorciendo mi largo pelo y sujetándolo


con horquillas detrás en un simple pero elegante recogido.

—Hace una semana. Él me llamó de este nuevo estudio de un


diseñador de moda y me preguntó por tu talla. Parece que se lo dije bien
—dijo, evaluando el vestido con evidente envidia. Tocó la cicatriz en mi
brazo y desapareció en su habitación volviendo con una fina torera—.
Esto lo esconderá —asintió dando su aprobación—. Santa vaca, esta
cosa es divina. —Pasó sus dedos por la seda mientras mirábamos mi
reflejo en el espejo.

—Vaya, viéndote así no puedo creer que seas la misma chica


quien hizo una convincente imitación de Uma Thurman-Kill Bill hace
menos de dos semanas. —La abracé cuando salimos de la habitación.

Vincent me estaba esperando en la entrada. El fuego de sus ojos


reveló exactamente lo que veía en mí.
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—Oh, cariño, ¡estás despampanante! —exclamó Mamie, sonriendo


mientras me pasaba un largo abrigo negro con capucha—. Lo
necesitarás para mantenerte calentita. Siempre fue demasiado grande
para mí, pero debería quedarte perfecto —murmuró.

—Eres preciosa, igual que tu madre —susurró Papy con afecto,


besando mis mejillas y diciéndonos que lo pasásemos bien. Georgia nos
dijo adiós con la mano y, cerrando la puerta, bajamos las escaleras.

Una vez fuera en el frio aire, estuve contenta por el abrigo de


Mamie, que estaba tan bien aislado que podía dejarlo abierto,
enseñando el vestido. A mitad de la manzana, Vincent se paró, se volvió
hacia mí y murmuró:

—Kate, me siento tan —se paró, como si le faltaran palabras—


tan horado por estar contigo. Tan afortunado, gracias.

—¿Qué? —dije sin creérmelo. Él se inclinó para besarme y yo me


acerqué para encontrarme con sus labios.

Mi cuerpo se amoldó al suyo cuando nuestros labios se tocaron.


Sentí el latido de su corazón cerca del mío, y un delicioso calor creció en
mi interior mientras le devolvía el beso. Vincent sostuvo mi rostro con
cuidado a la vez que sus labios presionaban contra los míos con más
insistencia. El calor en mi interior se transformó en un rio de lava.

Finalmente rompiendo nuestra conexión, me cogió entre sus


brazos.

—Más. Después —prometió—. Cuando no estemos en medio de la


calle. —Me miró como si fuera su propio milagro personal, y pasando su
brazo alrededor de mis hombros, me estrecho más cerca mientras
caminábamos hacia el rio.

Una vez allí, nos dirigimos por un largo tramo de escaleras hacia
el muelle. Me reí cuando reconocí una figura familiar de pie a unos
metros de nosotros—. ¿Qué estás haciendo aquí Ambrose, en mi
cumpleaños?

—Sólo soy parte del plan Katie-Lou. Sólo parte del plan —dijo
agachándose para besar mis mejillas—. Ahora, vamos a verte. —Dio un
paso atrás y silbó cuando dejé caer el abrigo hacia la mitad de mis
brazos para enseñar el vestido.
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—Vin eres un hombre con suerte —dijo, dándole un travieso pero


doloroso puñetazo en el hombro a Vincent. Éste masajeo el sitio riendo,
y dijo—: Gracias. Justo lo que necesitaba, una lesión corporal cuando
intento impresionar a mi novia.

—Oh, vas a estar impresionada —Ambrose sonrió—. ¡Más te vale!


— señaló el agua con una mano—. Mira de lo que he estado cuidando
para ti durante la ultima hora y media.

Un pequeño bote de remos, pintado de un rojo brillante,


balanceándose suavemente en las olas del río.

—¿Qué es esto? —me quedé boquiabierta.

Vincent sonrió y dijo:

—Normalmente habría dicho “las damas primero”, pero en este


caso…

Bajó los empinados escalones de piedra en el costado del muelle y


saltó ágilmente dentro del bote. Ambrose me ayudó a bajar la mitad del
camino, y en ese momento Vincent agarró mi mano y cuidadosamente
di un paso en la balanceada embarcación.

Ambrose nos saludo antes de irse.

—Mándame un mensaje si me necesitas, tío —gritó mientras se


hacía camino por los escalones hacia el nivel de la calle.

Vincent destrabó los remos y remó al oeste hacia las tenues luces
del Museo d’Orsay.

—Coge una manta —dijo, señalando una pila de cubrecamas y


colchas afelpadas esparcidas en el fondo de la barca. Él había pensado
en todo.

—¿Cómo… cómo has conseguido esta barca? ¿Ha sido algo legal?
— tartamudee.

Vincent asintió.

—Tan legal como cualquiera de los negocios de Jean-Baptiste.


Pero para responder a tu pregunta, si, el barco está censado en los
registro de París. No vamos a ser detenidos por ningún policía fluvial —
rió, y entonces dijo—: ¿Entonces cuando quieres abrir tur regalos?
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—Estás bromeando. ¿Vincent? No necesito más regalos. Este es el


regalo más increíble que haya recibido jamás. ¿Un paseo en barco por el
Sena? ¿En un increíble vestido de fiesta hecho de seda? ¡Tengo que
estar soñando! —Miré las luces brillando en los Jardines de Tullieries
mientras pasábamos un monumental edificio con columnas griegas,
dominando la orilla izquierda. Enormes estatuas de dioses y diosas
flanqueando el edificio. Sentí como si esta noche, con Vincent a mi lado,
perteneciera ahí arriba justo en el medio de ellos.

—Abre tus regalos —me urgió con una sonrisa sexy—. Están
debajo de las mantas. —Se quitó su pesado abrigo y siguió remando.
Busqué debajo de las colchas y saqué dos paquetes envueltos con un
papel plateado.

—Primero abre el grande —contestó suavemente. Él ni siquiera se


estaba quedando sin aliento por remar.

Lo abrí con cuidado y lo vi, acurrucado entre capas de papel de


seda, un diminuto bolso hecho de seda con un patrón asiático a juego
con mi vestido, atado en cada lado a una larga cadena. El cierre estaba
hecho con dos flores metálicas esmaltadas en rojo y plateado, haciendo
juego con los de la tela.

—Oh, Dios mío, Vincent, es precioso —susurré, pasando mi dedos


por el bolso.

—Ábrelo. — El brillo en sus ojos me dijo que lo estaba disfrutando


tanto como yo. Puede que incluso más.

Con cuidado, separé las dos flores para abrir el bolso y saqué
fuera un pequeño montón de entradas. Sosteniéndolas a la luz arrojada
por las farolas en el borde del río, vi el logo de la Opera Garnier.

Miré a Vincent de manera inquisitiva, y él dijo:

—Me dijiste que te gustaba la danza. Son entradas para la


temporada en la Opera Garnier, donde tienen lugar espectáculos de
ballet y danza contemporánea. Reservé un palco privado, será nuestro
para esta temporada. Para eso te regale el vestido, pero como el primer
ballet no es hasta dentro de unas semanas, no quería que tuvieras que
esperar para llevarlo.

No sabía que decir. Mis ojos se llenaron con lágrimas.


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Vincent dejó de remar.

—¿Qué pasa Kate? ¿Estás tristes? Dijiste que querías salir en


alguna cita normal, humana, y pensé que esto sería una buena idea.
Encontrando mi lengua al final, dije:

—No hay nada normal en unas entradas de temporada y un palco


privado en la Opera Garnier. Ni siquiera en un vestido hecho a medida
para que pueda ponérmelo para ir ahí. Vincent, no —negué con la
cabeza—. “Normal” no es la palabra.

Sus facciones se suavizaron al darse cuenta de que no estaba


triste, sólo abrumada.

—¿Así que cual sería la palabra? ¿Anormal?

—Excepcional. Extraordinario. El polo opuesto de normal.

—Bueno, querida Kate, como ya te expliqué una vez, te estoy


pidiendo que intercambies una vida normal por algo extraordinario. Así
que quiero compensarte por eso de una manera extraordinaria.

—Estás haciendo un buen trabajo.

—Todavía tienes uno más —dijo señalando la caja restante.

Abrí el papel y saqué una abisagrada caja de joyería, por el


tamaño podría ser un collar o una pulsera. Le miré alarmada.

—Vincent, es demasiado pronto para algo así —dije incómoda.

—Me gustaría pensar que te conozco lo suficiente —obviamente


estaba disfrutando de mi incomodidad—. ¿Crees que te asustaría
regalándote joyas demasiado pronto? Confía en mí, no es lo que
piensas.

Lentamente abrí la caja. Había una tarjeta en el interior. En una


letra diminuta y de aspecto antiguo estaba escrito:

Para Kate Beaumont Mercier, clases de esgrima


dadas por mí mismo, Gaspard Louis-Marie Tabard.
Numero de clases especificado por V. Delacroix:
tantas como puedas manejar.

—¡Oh, Vincent! —grité lanzándome para abrazarlo, casi volcando


el bote en el intento—. Esto es perfecto. —Me senté otra vez y sacudí mi
cabeza con asombro, mirándole reír y enderezar el barco—. Tú eres
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perfecto — murmuré, y él me contestó con una de sus increíbles


sonrisas, casi haciéndome caer al río por la borda.
—Ese regalo es mas como un agradecimiento por salvarme de
flotar alrededor como un fantasma incorpóreo por el resto de la
eternidad.

—Pero eres tú el que hizo todo el trabajo —protesté.

—No podríamos haberlo hecho juntos si no hubiese sido porque


tienes una voluntad fuerte. Ahora tendrás la habilidad para
acompañarlo. Espero que no tengas que usarlas en una situación real,
pero desde que aceptaste compartir una pequeña parte de mi vida —me
mostró una sonrisa cautelosa— me sentiría mejor si estuvieras
preparada para poder sobrellevar cualquier cosa que puede ponerse en
tu camino.

Las lágrimas que intentaba contener empezaron a correr por mis


mejillas.

—¡Kate! Se supone que no ibas a llorar —bloqueó los remos en


sus anillas. Se deslizó de su banco para sentarse en el suelo del barco,
enfrente de mí.

Flotamos debajo del Puente de Alexander III, el puente más bonito


de todo París, con guirlandas de piedra cubriendo alrededor sus arcos y
farolas de bronce y cristal brillando en su parte superior. Pero apenas
podía ver su opulenta belleza cuando nos envolvió y después no liberó
de su refugio en el otro lado. Porque el chico sentando en frente de mi
era lo único en lo que podría centrarme. Cerré mis ojos por miedo a ser
barrida por mis emociones.

Él quería estar conmigo. Lo suficientemente para cambiar su vida


por mí. Lo suficiente para lanzarse hacia un desconocido, inexplorado
futuro. Por mí.

Lo quiero. Había estado guardando estas dos palabras en mi


interior para protegerme a mí misma. Pero había terminado con eso de
la supervivencia, ahora mi corazón estaba abierto. Tenía miedo de que
ese amor pudiera hacerme vulnerable. En su lugar me sentía poderosa.

—Kate, ¿estás bien? —él quito las lágrimas de mi cara.

Subiendo mi vestido cuidadosamente hasta mis rodillas, me


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deslicé sentándome en frente en él. Cogió mis tobillos en sus manos y


envolvió mis piernas alrededor de sus caderas, hasta que estuve
sentada cómodamente entre sus piernas. Nuestras caras a pocos
centímetro la una de la otra.
Cuando me abrazó, descanse mi cabeza en su hombro y cerré mis
ojos. Dejé que el conocimiento de que lo amaba creciera hasta que me
envolvió con un calor que hizo que toda mi piel se sintiera en llamas.

Nuestro bote se balanceó en el agua cerca de una esquina del


muelle, y abrí mis ojos para ver la Torre Eiffel, río abajo de donde
estábamos nosotros, adornada con un millón de diminutas luces,
brillando como un árbol de Navidad. Su reflejo en la superficie del agua
brillaba como un universo de pequeños cristales.

—Oh, Vincent, ¡mira! —exclamé.

Él sonrió y asintió, sin tener que volverse viendo su reflejo en mis


ojos.

—Tu último regalo. Es lo que hemos venido a ver. Feliz


cumpleaños, Kate. Mon ange. — Y con un susurro tan leve que no me
podía imaginar dijo—: Mi amor.

A pesar de estar sentada en una barca sobre el Sena, flotando en


medio de un millón de puntos de luz, abrazada al primer chico al que
jamás amé, no podía evitar pensar en nuestras posibilidades.

Suerte, normalidad, destino… ninguno de esos parecía estar de


nuestro lado. Nosotros estando juntos, se salía de todos los pronósticos.
Lo único que sabía era que algo bueno había comenzado. Una llama
había sido prendida. Y el universo entero nos estaba observando,
mirando si la llama sería apagada.

Todo lo que podía hacer era aguantar la respiración. Y esperar.

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Kate y Vincent han superado todos los pronósticos y, por fin
están juntos en París, la ciudad de las luces y el amor.

Mientras su romance se profundiza hay una pregunta que no


puede pasar por alto: ¿cómo se supone que deben estar juntos si
Vicente no puede resistirse a sacrificarse para salvar a otros? Aunque
Vicente promete que él hará todo lo necesario para llevar una vida
normal con Kate, que significa: ¿dejar que personas inocentes mueran?
Cuando un enemigo nuevo y sorprendente se revela, Kate se da cuenta
de que más puede estar en juego y que la inmortalidad de Vincent está
en peligro.

En Die For Me, Amy Plum creó una mitología fascinante


paranormal con aparecidos inmortales y un exuberante establecimiento
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de París. Hasta que muera, está a punto de emocionar a los lectores con
más suspenso trepidante, el romance fascinante, y un final de suspense
que les dejará desesperado por la tercera novela y el final de la serie.
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Amy Plum, pasó su infancia en
Birmingham, Alabama, veinte años en
Chicago y París, donde vestía de negro y
bailaba todo lo que quería, y varios años más
en Londres y Nueva York. Se licenció en
Londres en Historia de Arte Medieval,
especializada en la pintura Sienesa Temprano
(1260─1348).

Harta de traslados, se estableció en el


Valle de Loira con su apuesto marido francés,
dos niños pequeños encantadores y su perro
rojo Ella.

Die for me es su primera novela.

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