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Žižek: La utopía de Piketty

El Capital en el Siglo XXI, es un libro esencialmente utópico. ¿Por qué? Por su modestia. Tomas Piketty
percibe la tendencia inherente al capitalismo a la desigualdad social, de tal forma que la amenaza a la
democracia parte del interior de la propia dinámica capitalista. Hasta ahí todo bien, estamos de acuerdo.
Él ve que el único punto luminoso en la historia del capitalismo fue entre las décadas del 30 y del 60,
cuando esa tendencia a la desigualdad era controlada por un Estado más fuerte, Welfare State, etc. Sin
embargo, reconoce que las condiciones para ello fueron –y he ahí la trágica lección del libro- Holocausto,
Segunda Guerra Mundial, crisis. ¡Es como si estuviera implícitamente sugiriendo que nuestra única
solución vendría con una nueva guerra mundial, o algo así!

¿Pero por qué digo que es utópico? De cierta manera no está equivocado. El intento de superación del
capitalismo del siglo XX en realidad no funcionó. El problema es que termina implícitamente
generalizando eso. Piketty acepta, como buen keynesiano, que el capitalismo es, al fin y al cabo, el único
juego en la cancha; que todas las alterativas a él acabaran en un fiasco, y que, por lo tanto, tenemos que
preservarlo. Es casi una versión social-demócrata de Peter Mandelson, el príncipe oscuro de Tony Blair
que afirma que en la economía somos todos tatcheristas, y que todo lo que podemos hacer es intervenir
en el nivel de la distribución, un poco más para la salud, para la educación y así en adelante.

Thomas Piketty es utópico porque supuestamente propone que el modo de producción permanezca igual:
vamos solamente a cambiar la distribución implementando –y no hay nada muy original en esa idea-
impuestos radicalmente más altos.

Aquí comienzan los problemas. No digo que no debamos hacer eso, sólo insisto en que hacer apenas eso
no es posible. Esa es su utopía: que básicamente podemos tener el capitalismo de hoy, que como
maquinaria permanecería fundamentalmente inalterada: “opa opa, cuando lucras billones, aquí estoy yo,
impuesto, dame 80% de tu factura”. No creo que eso sea factible. Imaginen un gobierno haciendo eso a
nivel mundial. Y Piketty está consciente de que eso debe hacerse globalmente, porque si se hiciere en un
solo país, el capital se dislocará para otro lugar, y así sucesivamente. Mi punto es que si podemos
conseguir imaginar una organización mundial en que la medida propuesta por Piketty pueda
efectivamente ser realizada, entonces los problemas ya estarían resueltos. Entonces ya se tendría una
reorganización política total, ya se tendría un poder global que puede efectivamente controlar el capital.
Es decir, ¡ya vencimos!

Entonces, me parece que en ese sentido Piketty se tropieza con las cartas: el verdadero problema es el
de crear las condiciones para que su medida aparentemente modesta sea actualizada. Es por eso que,
vuelvo a repetir, no estoy en contra de él, vamos a cobrar 80% de impuestos a los capitalistas. Lo que
estoy diciendo es que si fuera a hacerse eso, después caerían en la cuenta de que aquello llevaría a
cambios subsecuentes. Digo que es una verdadera utopía, y eso es lo que Hegel quería decir con
pensamiento abstracto: imaginar que se puede tomar una medida solamente y nada más va a cambiar.
Es claro que sería lo mejor tener el capitalismo de hoy, con todas sus dinámicas, y sólo cambiar el nivel
de la redistribución –pero eso es lo utópico-. Eso no puede hacerse, pues un cambio en la redistribución
afectaría el modo de producción, y consecuentemente la propia economía capitalista. A veces la utopía no
es anti-pragmática. A veces ser falsamente modesto, ser un realista, es la mayor utopía.

Es como –y discúlpenme el paralelo esdrújulo- si un cierto simpatizante nazista dijera: “Ok Hitler está en
lo correcto, la comunidad orgánica y todo eso, pero por qué él no se libra entonces de ese asqueroso
antisemitismo”. Y hubo una fuerte tendencia, inclusive dentro de los judíos –y eso es realmente una cosa
curiosa-, hubo una minoría de judíos conservadores que se dirigían a Hitler de esa manera: “¡Caramba!
Estamos de acuerdo con usted, unidad nacional y todo lo demás, pero ¿por qué nos odia tanto?
¡Queremos estar con usted!”. Eso es pensamiento utópico. Y es ahí que entra el viejo concepto marxista
de la totalidad. Todo cambia si se abordan los fenómenos con la perspectiva de totalidad.

*Extraído de la conferencia “Towards a Materialist Theory of Subjectivity“,” en el Birbeck Institute for the
Humanities. Traducción del inglés al portugués de Artur Renzo, para el Blog da Boitempo.
**Traducción de P. Valero.

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