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¿Son nuestras decisiones verdaderamente libres?

¿Somos capaces de escoger, basados en


pensamientos espontáneos y creativos?

Carta de Einstein a Rabindranath Tagore

Dijo Einstein:

“Que si la Luna fuese dotada de autoconciencia estaría

perfectamente convencida de que su camino alrededor de la

Tierra es fruto de una decisión libre. Un ser superior dotado

de una inteligencia perfecta se reiría de la ilusión de los

hombres que creen que actúan de acuerdo con su libre

albedrío. Aunque los humanos se resisten a ser vistos como

un objeto impotente sumergido en las leyes universales de la

causalidad, en realidad su cerebro funciona de la misma

forma en que lo hace la naturaleza inorgánica.”

Einstein y el Libre Albedrío

La manera en que Einstein entiende a Dios y a la religión está

marcada por su determinismo radical. Para el determinista el


universo es un mecanismo que funciona de acuerdo con unas leyes

inmutables. Una vez que el universo se pone a marchar no hay

nada que pueda alterar este mecanismo. Todo está

predeterminado. No hay nada que pueda interferir o violar las

leyes de la naturaleza. Para Einstein todo el universo, incluso los

seres humanos siguen unas leyes y principios ya preestablecidos,

ni la voluntad de Dios ni la de los hombres puede modificar el

curso natural de los acontecimientos:

Todo está determinado, tanto el principio como el fin, por fuerzas

sobre las cuales no tenemos ningún control. Está determinado para

los insectos, así como para las estrellas. Seres humanos, vegetales,

o polvo cósmico, todos bailamos al son de una tonada misteriosa

entonada en la distancia por un intérprete invisible.

El determinismo de Einstein trae como consecuencia la

negación del libre albedrío. Una concepción determinista del

mundo no puede corresponderse con la idea de que el hombre es

libre de escoger su destino. Para Einstein los seres humanos

están tan causalmente determinados como el movimiento de las

estrellas. El hombre no tiene libertad para escoger como va a

sentir, pensar, como va a actuar. Su decisión ya está determinada

de antemano por su constitución física y psicológica. No hay nada


que pueda hacer para modificar su destino. Para Einstein

simplemente no existe el libre albedrío:

En modo alguno creo en el libre albedrío en sentido filosófico. Todo

el mundo actúa no solo bajo compulsión externa sino también de

acuerdo con una necesidad interna. Lo que Schopenhauer decía “un

hombre puede hacer lo que desee pero no puede desear lo que

quiera” ha sido para mí una verdadera inspiración desde mi

juventud, un consuelo constante frente a las dificultades de mi

vida tanto como la de los otros, ha sido una fuente incalculable de

tolerancia.

Pero entonces surge el problema: si todo ya está

predeterminado, si cualquier acción está justificada por,

digamos, nuestra carga genética ¿cómo introducir la

responsabilidad moral? ¿Cómo vivir en sociedad sin aceptar

responsabilidad moral por nuestros actos? De esta manera

cualquier barbarie o acto criminal estaría justificado: yo soy así,

mis genes me hicieron hacerlo.

Muchos científicos encontraron en la física cuántica la solución a

este problema. Para la física cuántica no hay certezas sólo

probabilidades. Bajo este esquema el hombre es capaz de

escoger su destino porque la realidad se está creando

constantemente. No hay nada predeterminado, todo está abierto.


Estamos constantemente construyendo nuestra realidad. No es

que bajo este esquema el hombre tiene libertad para elegir, es

que sencillamente NO tiene otra opción. Como dice Sartre, el

hombre está condenado a elegir, por lo que cada uno es

responsable moralmente por sus actos.

Sin embargo, siendo aún el propio Einstein el que sentó las bases

de la nueva física, nunca terminó de aceptarla, no podía concebir

la idea de un universo sujeto a probabilidades, “Dios no juega

dados con el universo” decía. La solución que encontró fue la de

vivir la vida “como si el libre albedrío de hecho existiera” a pesar

de saber que esto no es así. La moral aquí no sería más que

una conveniencia práctica, un requisito indispensable para

poder vivir en sociedad: actuar, en otras palabras, como si los

hombres fueran en efecto responsables por sus actos aun

sabiendo que sus acciones ya están predeterminadas: “Yo sé que

filosóficamente un asesino no es responsable por el crimen que

comete, pero preferiría no tomar té con él”.

Esta fue la manera que Einstein encontró para reconciliar su

determinismo con una vida moral.

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