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El Equipo para la Batalla

“Toda la Armadura”
(Efesios 6:13–17)

Ya que peleamos contra enemigos en el mundo espiritual, necesitamos equipo especial tanto ofensivo como
defensivo. Dios nos ha provisto de “toda la armadura”, y no debemos atrevernos a omitir ninguna parte. Satanás
busca un área sin protección desde donde pueda tomar ventaja (Efesios 4:27). Pablo les mandó a sus lectores a
ponerse la armadura, tomar las armas y resistir a Satanás, todo lo cual hacemos por fe. Sabiendo que Cristo ya ha
vencido a Satanás, y que la armadura espiritual así como también las armas están disponibles, aceptamos por fe
lo que Dios nos da y salimos a enfrentar al enemigo. El día es malo, y el enemigo es malo, pero “si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31)

1.- EL CINTO DE LA VERDAD. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, (6:14a)

El soldado romano siempre llevaba puesta una túnica, una cubierta exterior que servía como su prenda básica.
Por lo general se elaboraba a partir de un pedazo grande y cuadrado de tela con aberturas para la cabeza y los
brazos.
Cubría con soltura la mayor parte del cuerpo del soldado, y como la parte más intensa del combate antiguo se
daba mano a mano y cuerpo a cuerpo, una túnica suelta era un impedimento y hasta un peligro en potencia. Por
ese motivo, antes de la batalla era fijada con esmero al cuerpo bajo un cinturón grueso y pesado de cuero
que mantenía ceñidos los lomos de los soldados.
El ciudadano común y corriente del cercano oriente tenía que resolver un problema similar con su manto.
Siempre que estaba apresurado o tenía trabajo pesado que hacer, o bien se quitaba el manto o lo ceñía
alrededor de su cintura.
 Al preparar Dios a los hijos de Israel para comer la cena de la Pascua antes de sacarlos de Egipto,
instruyó a Moisés para que les dijera: "Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en
vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de
jehová" (Éx. 12: 11). Con relación a su segunda venida, Jesús nos dice en sentido literal: "Estén ceñidos
vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas" (Lc. 12:35). Pedro empleó la misma expresión cuando
dijo: "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la
gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado" (1 P. 1:13).

Ceñir los lomos era un síntoma de presteza y preparación, y el soldado que era serio en cuanto a la guerra
siempre se aseguraba de mantener su túnica ceñida con firmeza a su cuerpo con el cinto.

El cinto que mantiene ceñidos a los creyentes y demuestra su apresto para la guerra es la verdad, se refiere
básicamente al contenido de aquello que es cierto y conforme a la realidad. El contenido de la verdad de Dios
es en absoluto esencial para el creyente en su batalla contra las estratagemas de Satanás.

Sin conocimiento de la enseñanza bíblica, está sujeto, como el apóstol ya lo ha indicado, a ser "llevado por
doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañasdel error" (4:14). En su primera carta a Timoteo, Pablo advierte que "el Espíritu dice claramente que
en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de
demonios" (1 Ti. 4:1). Las "doctrinas de demonios" enseñadas en sectas y religiones falsas tienen su origen en
los "espíritus engañadores" que Pablo llama en Efesios "principados, ... potestades, ... gobernadores de las
tinieblas de este siglo, ... [y] huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (6:12).
Estas tretas falsas de Satanás solo pueden contrarrestarse con éxito por medio de la verdad de la Palabra
de Dios.

Satanás es mentiroso (Juan 8:44), pero el creyente cuya vida está controlada por la verdad lo derrotará. El cinto
mantiene unidas las otras partes de la armadura, y la verdad es la fuerza integradora en la vida de un creyente
victorioso. Un hombre íntegro, con una conciencia clara, puede enfrentar al enemigo sin temor. El cinto también
sostiene la espada. A menos que practiquemos la verdad, no podemos usar la Palabra de verdad. Una vez que la
mentira entra en la vida de un creyente, todo comienza a desmoronarse. Por más de un año, el rey David mintió
acerca de su pecado con Betsabé, y nada le fue bien. El Salmo 32 y el 51 hablan del precio que pagó

2.- LA CORAZA DE JUSTICIA. y vestidos con la coraza de justicia, (6: 14b)

Ningún soldado romano salía a la batalla sin su coraza, una pieza sólida y sin mangas de la armadura que le
cubría todo el torso. En muchos casos se hacía de cuero o tela gruesa y se le cosían cortes superpuestos de
pezuñas o cuernos de animales y también pedazos de metal. Algunas se elaboraban con grandes pedazos de
metal que se moldeaban o martillaban para ajustarse al cuerpo. La función de esa pieza de la armadura es obvia:
proteger el corazón, los pulmones, los intestinos y demás órganos vitales.

En el pensamiento judío de la antigüedad, el corazón representaba la mente y la voluntad, mientras que las
entrañas o Vísceras eran consideradas como el asiento de las emociones y los sentimientos. La mente y las
emociones son las dos áreas donde Satanás ataca con mayor fiereza a los creyentes. El enemigo crea un sistema
mundano y un ambiente pecaminoso con el cual nos tienta para que concibamos malos pensamientos y sintamos
emociones erradas. Quiere nublar nuestra mente con doctrina falsa, principios falsos e información falsa
con el objetivo de desviarnos y confundirnos. También quiere confundir nuestras emociones y de esa manera
pervertir nuestros afectos, morales, lealtades, metas y compromisos. Desea arrancar la Palabra de Dios de
nuestra mente y suplantarla con sus propias ideas perversas. Procura destruir la vida pura y reemplazarla
con inmoralidad, codicia, envidia, odio y todo vicio. Quiere que nos riamos del pecado y no que nos aflijamos
por cometerlo, sino que lo excusemos antes que confesarlo ante el Señor para recibir su perdón. Nos seduce
para que nos acostumbremos tanto al pecado en nosotros y a nuestro alrededor que ya deja de molestarle a
nuestra conciencia. La protección contra esos ataques de Satanás es la coraza de justicia.

Estar vestidos con la coraza de justicia consiste en vivir en obediencia diaria y momento tras momento a
nuestro Padre celestial. Esta parte de la armadura de Dios es la vida en santidad, para la cual Dios suministra la
norma y el poder, y para la cual también debemos suministrar nosotros toda nuestra disposición
voluntaria. Dios mismo nos viste con su justicia que nos es imputada, pero nosotros debemos vestirnos con
nuestra justicia práctica.
Lo que primero costará al cristiano si no está armado con la coraza de justicia es su gozo. La primera epístola
de Juan contiene muchas advertencias y mandatos a los creyentes, todos los cuales son dados al lado de las
demás verdades de la carta, "para que vuestro gozo sea cumplido" (IJn. 1:4). En otras palabras, la falta
de obediencia trae falta de gozo. El único cristiano gozoso es el cristiano obediente.

La vida carente de santidad no nos quita la salvación, pero sí nos quita el gozo de la salvación.
Hoy día la iglesia es muchas veces culpable de suministrar a los creyentes una armadura de papel que consiste
en sugerencias, programas, actividades, técnicas y métodos positivos, cuando lo que en realidad necesitan es la
armadura piadosa de una vida santa. Ningún programa, método o técnica puede traer salud y felicidad al
creyente que no está dispuesto a confrontar y abandonar su pecado.

En segundo lugar, el creyente que no está armado con justicia práctica en su vida tendrá como resultado la
infructuosidad. El cristiano desobediente es improductivo en las cosas del Señor. Cualquier logro que parezca
alcanzar será una cáscara ilusoria y superficial sin fruto espiritual por dentro.

En tercer lugar, la vida falta de santidad trae como resultado la pérdida de recompensas. Sin importar qué haga
el creyente mundano y carnal, siempre carecerá de valor y nunca será digno de alabanza celestial. No es más
que madera, heno y hojarasca en los ojos de Dios, y cuando esa persona se enfrenta al Señor cara a cara, su obra
sin valor será consumida por el fuego y perderá su recompensa (1 Co. 3:12-15).
En cuarto lugar, la vida no santa trae oprobio a la gloria de Dios. El mal más grande que acarrea el pecado de un
cristiano es lo que refleja en su Padre celestial. La falta de santidad frustra el propósito divino de que todos los
creyentes "en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador" (Tit. 2:10).

"Amados", implora Pedro, "yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos
carnales que batallan contra el alma" (1 P. 2:11). Los deseos carnales y todas las demás formas de pecado son
parte del arsenal de Satanás con el que libra una guerra a muerte contra nuestras almas. Por lo tanto, nuestra
armadura debe incluir la coraza de justicia, la santidad genuina del cristiano genuino que siempre está "llevando
cautivo todo pensamiento [suyo] a la obediencia a Cristo" (2 Co. 10:5), y cuya mente está siempre puesta "en
las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2). "La noche está avanzada", dice
Pablo, "y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz ...
vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Ro. 13:12, 14).

3.- EL APRESTO DEL EVANGELIO DE LA PAZ. y calzados los pies con el apresto del evangelio de la
paz. (6:15)

Hoy día tenemos zapatos disponibles para todo tipo de actividad que se pueda imaginar. Hay zapatos para
vestidos finos, zapatos de trabajo, zapatos para relajarse; en cuestiones atléticas hay zapatos especiales para
cada deporte y a veces diferentes tipos de calzado para ciertos deportes.

Los zapatos de un soldado son más importantes todavía que los de un atleta, porque su vida misma puede
depender de ellos. Al marchar sobre caminos ásperos y ardientes requiere de mucha protección para sus pies
porque tiene que pisar rocas filosas y espinos, y debe atravesar corrientes de agua con superficies irregulares y
llenas de obstáculos inadvertidos. Un soldado cuyos pies estén ampollados, cortados o hinchados no puede
combatir bien y con frecuencia ni siquiera es capaz de mantenerse de pie, lo cual se constituye en una situación
de gran peligro en la batalla. No puede manejar muy bien su espada ni su escudo, y no puede avanzar con
rapidez o tan siquiera emprender la retirada.
Además de ser hecho con materiales resistentes y durables para proteger sus pies, el calzado o las botas de un
soldado romano se escaldaban en la suela con incrustaciones de metal o puntillas para darle mayor agarre al
subir una cuesta resbalosa, y mayor estabilidad en el combate sobre cualquier terreno.

El calzado espiritual de un cristiano es igualmente importante en su guerra contra las asechanzas del
diablo. Si ya ha tenido cuidado en ceñir sus lomos con la verdad y vestirse con la coraza de justicia, pero no ha
calzado sus pies de manera adecuada con el apresto del evangelio de la paz, está destinado a tropezar,
caer y sufrir muchas derrotas. Hetoimasia (apresto) tiene el significado general de preparación y alistamiento.

En Tito 3:1 Pablo emplea el término para exhortar a los creyentes: "que estén dispuestos a toda buena obra". Un
buen par de botas le permite al soldado estar siempre listo para marchar, escalar, combatir y hacer todo lo que
resulte necesario. Cristo exige a su pueblo esa misma actitud de preparación pronta. Puesto que Pablo citó
Isaías 52:7 en el contexto de la predicación del evangelio (¡” Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la
paz, de los que anuncian buenas nuevas!” Ro. 10:15), muchos comentaristas también interpretan Efesios
6: 15 como una referencia a la predicación. Sin embargo, en el texto de Efesios Pablo no está hablando acerca
de predicar o enseñar sino de librar batallas espirituales. Además, no está hablando acerca de desplazarse a un
lugar sino de estar firmes (vv. 11, 13, 14). Su tema no es la evangelización de los perdidos sino la guerra de los
santos contra el diablo.

En este pasaje evangelio de la paz se refiere a las buenas nuevas de que los creyentes están en paz con Dios. La
persona no salva carece de esperanza y piedad, está en pecado y es enemiga de Dios (Ro. 5:6-10). La persona
salva, por otro lado, está reconciliada con Dios mediante la fe en su Hijo (vv. 10-11). Como Pablo había
proclamado unos versículos antes: "tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (5:1).
"Ya vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras",
explicó Pablo a los colosenses, "ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para
presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él" (1:21-22).

El evangelio de la paz es la verdad maravillosa de que en Cristo ahora estamos en paz con Dios y somos uno
con Él. Por lo tanto, cuando nuestros pies están calzados con el apresto del evangelio de la paz, nos mantenemos
firmes en la confianza plena del amor de Dios por nosotros, su unión con nosotros y su
compromiso para pelear por nosotros.

El creyente que se mantiene firme en el poder del Señor no tiene necesidad de temer ningún enemigo, ni
siquiera Satanás mismo. Cada vez que el enemigo viene a atacarnos, nuestros pies están arraigados con firmeza
en el terreno sólido del evangelio de la paz, por medio del cual Dios pasó de ser nuestro enemigo a ser nuestro
defensor. Nosotros que antes fuimos sus enemigos ahora somos sus hijos, y nuestro Padre celestial nos ofrece
todos sus recursos para "fortalecernos en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Ef. 6:10). "Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?" pregunta Pablo. "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados,
ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Ro. 8:31, 37-39).

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