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1.

SUFRIMIENTO

La persona sufre más que los animales por la autoconciencia. Sufre y sabe que sufre. Puede hacer partícipes a
amigos o familiares de sus sufrimientos, pero sabe también que el dolor es algo tan personal que cada uno tiene
que vivirlo responsablemente en su ser (Jairo, Vélez , & Krikorian, 2008).
Según Cassell define al sufrimiento como un “malestar generado por la amenaza inminente, recibida o actual,
a la integridad o la continuidad existencial de la persona”.
El sufrimiento requiere de unos atributos propios al ser humano como son:
- Conciencia de sí mismo; es decir, una percepción de la totalidad del sí mismo como ser y de los estímulos
que afectan.
- Sentido de futuro y de pasado, en tanto que el sufrimiento afecta a quien uno es en el presente, respecto los
que era en el pasado o respecto a lo que será en el futuro.
- Identidad personal, dada que el sufrimiento personal afecta la continuidad existencial, es necesario un
reconocimiento de quien se es, es decir una identidad conformada.
- Una preocupación por la conservación de dicha identidad.
En este sentido, el sufrimiento es personal en tanto que abarca la totalidad de la persona y las esferas que lo
conforman, e individual en tanto afecta al individuo como ser único en el mundo, dueño de una identidad y un
sentido de vida que le son propios.
Según Chapman y Gravin retomaron lo desarrollado por Cassell y amplian la definición del sufrimiento
considerándolo “un estado afectivo, cognitivo y negativo, que se acompaña de una sensación de amenaza a la
integridad, de un sentimiento de impotencia y del agotamiento de recursos para afrontar dicha amenaza”. Por ello,
el sufrimiento en tanto un daño percibido a la integridad del sí mismo, implica un constructo psicológico que
representa el sentido subjetivo de identidad y es por ello que la vulnerabilidad al sufrimiento depende de quién uno
es y qué hace en la sociedad. Los autores hacen un esfuerzo por esclarecer el concepto de sí mismo o self y
especifican las dimensiones que lo conforman:
- Self neurológico: Caracterizado por la representación mental del cuerpo o soma que tiene cada individuo
y que es o podría ser amenazado por múltiples eventos incluyendo la enfermedad, el dolor o la muerte.
- Self como agente: El individuo como un agente orientado al logro que interactúa con el mundo y el medio
social. Incluye los aspectos vocacionales, laborales, socio-familiares y culturales, así como la consecución
de las metas vitales o cotidianas más o menos explícitas.
- Self cognitivo: Referido al auto definición, a la conciencia de sí mismo. Incluiría la información contenida
en auto-esquemas como el auto-concepto, la auto-imagen, la auto-estima y quizás a aspectos más amplios
como la filosofía de vida, el sentido de la propia existencia y la trascendencia.
- Self dinámico: Referido a las transformaciones lo largo del tiempo que ocurren de manera natural (por
ejemplo, el paso por las etapas vitales de la existencia) o bajo la influencia de eventos inesperados.
Sin embargo, un interrogante que surge es respecto cómo diferenciar entre los conceptos de sufrimiento y
dolor dadas sus similitudes, en cuanto constituyen amenazas a la integridad del ser.

Sufrimiento y dolor

Los últimos estudios en las neurociencias sociales han demostrado que la neuromatriz nociceptiva (del
dolor) se activa también cuando las personas experimentan los llamados dolor emocional y dolor social, que
aparecen cuando las personas viven situaciones de rechazo o exclusión social. Este asunto se hace interesante dado
que la corteza del cíngulo es la zona neuronal más activa en las situaciones descritas, al igual que en la experiencia
dolorosa (Jairo, Vélez , & Krikorian, 2008).
Una investigación del 2011 sugiere que una red de regiones cerebrales que apoyan los componentes
afectivos pero no los sensoriales del dolor físico subyacen en ambas experiencias. Aquí demostramos que cuando
el rechazo es poderosamente provocado, haciendo que las personas que recientemente experimentaron una ruptura
indeseada vean una fotografía de su expareja mientras piensan en ser rechazadas, áreas que apoyan los
componentes sensoriales del dolor físico (corteza somatosensorial secundaria; ínsula posterior dorsal) se vuelven
activos. Demostramos la superposición entre el rechazo social y el dolor físico en estas áreas mediante la
comparación de ambas condiciones en los mismos individuos que utilizan la resonancia magnética
funcional. Además, demostramos la especificidad de la corteza somatosensorial secundaria y la actividad de la
ínsula posterior dorsal para el dolor físico mediante la comparación de las ubicaciones activadas en nuestro estudio
con una base de datos de más de 500 estudios publicados. La activación en estas regiones fue altamente diagnóstica
de dolor físico, con valores predictivos positivos de hasta 88%. Estos resultados dan un nuevo significado a la idea
de que el rechazo "duele". Demuestran que el rechazo y el dolor físico son similares, no solo porque son
angustiosos, sino que también comparten una representación somatosensorial común (Kross, Ethan; Berman, Marc
G; Smith, Edward E; Mischel, Walter; Wager, Tor D.;, 2011).
En resumen, el cerebro activa las mismas zonas ante un dolor nociceptivo (físico) y un dolor emocional.
Por lo menos se puede inferir que el sufrimiento producto de un dolor físico y el sufrimiento generado por un dolor
emocional o social son percibidos y modulado en las mismas zonas. Estas investigaciones plantean un nuevo
paradigma a esclarecer: para el cerebro, el sufrimiento y el dolor son expresiones de la actividad de las mismas
áreas topográficas, lo que podría indicar que son matices diferentes de una misma respuesta. Si bien, desde la
neurobiología parece claro que los conceptos de dolor y sufrimiento son intercambiables dada su afinidad en cuanto
respuestas humanas ante la amenaza y a las respuestas neuronales frente al daño (sea este real o imaginario), desde
la Psicología dichos conceptos no son considerados intercambiables.
Como bien lo especifican Chapman y Gravin, el sufrimiento, como amenaza a la integridad del sí mismo,
comprende una disparidad entre lo que uno espera de sí mismo y lo que uno hace lo es. Si bien el dolor se asocia a
la amenaza a la integridad física, el grado de dicha amenaza o el daño percibido a la integridad dependerá en gran
medida de la interpretación que cada individuo haga de su experiencia de dolor.
A modo de ejemplo, el dolor crónico genera limitaciones en el desempeño personal, dependiendo de la
severidad de la enfermedad que lo genere, del sitio anatómico de la lesión, pero también de las actividades diarias
de la persona que lo padezca y de sus estrategias para afrontarlo. Los autores antes mencionados consideran que
es la discrepancia entre las expectativas personales y el desempeño real lo que genera una amenaza al sí mismo y
la intensidad del sufrimiento. Mientras mayor sea dicha discrepancia, mayor será el sufrimiento que enfrente el
individuo. Cuando la persona logra disminuir esa distancia entre las expectativas y el desempeño (ya sea generando
alternativas de manejo y alivio del dolor o transformando sus metas personales), menor será su sufrimiento.
Puesto en un contexto más amplio, se puede decir entonces que el sufrimiento aparece ante algo que es
percibido por el individuo como una amenaza en este caso el dolor producido por una enfermedad médica y que
será la valoración cognitiva y emocional que haga de dicha amenaza, en conjunto con la ausencia percibida de
recursos para afrontarla, lo que indique el grado del sufrimiento. No deberemos olvidarnos, sin embargo, que este
proceso aparece inmerso en un conjunto de circunstancias e influencias (como el contexto cultural, el grado de
apoyo social, las condiciones de vida de ese momento, la funcionalidad previa, entre otras) que irán modulando
momento a momento la percepción de la amenaza y de los recursos (Jairo, Vélez , & Krikorian, 2008, págs. 1-5).

Sufrimiento y tiempo

El sufrimiento posee una ligazón con el tiempo, así, la anticipación de la experiencia de dolor (frente al
diagnóstico de paramiloidosis, por ejemplo, en una persona que cuidó de un familiar muerto debido a esa
enfermedad neurodegenerativa) puede causar sufrimiento y raramente dolor. También puede anticipar experiencias
de sufrimiento: “si el dolor que tengo deriva de un cáncer, voy a morir”. El hecho de poder sufrir por lo que iremos,
supuestamente, a vivir en el futuro puede ser usado inversamente, es decir, podemos disminuir el sufrimiento
utilizando su estrecha ligazón con la dimensión personal. Así, por ejemplo, un enfermo terminal puede disminuir
su sufrimiento actual estableciendo pequeñas metas a corto plazo en el que realiza o ve acontecer determinados
hechos; por ejemplo, asegurar que los estudios de sus hijos menores puedan pagarse entregando ese dinero para
este fin a alguien de confianza. Es la noción de tiempo la que relaciona las imágenes (…) y la que les da la luz y el
tono que las marcan y las torna significativas. (…) Porque la memoria, según aprendí, es indispensable para que el
tiempo pueda ser no sólo medido sino también sentido (Batlle, 2014).

"La persistencia en el tiempo de una emoción o de un dolor, se debe a que no nos permitirnos
expresarlo"
Si no expresamos y aceptamos el dolor se convertirá en sufrimiento y este con el tiempo se convertirá en
la enfermedad de la queja “nunca voy a superar esto, es muy difícil, lo intentaré, pero nada puedo hacer, no depende
de mí…. Etc.
El sufrimiento es un conjunto de emociones y pensamientos que se entrelazan, adquiriendo mucha más
intensidad y duración que el dolor. De hecho, el sufrimiento puede durar indefinidamente, aunque la situación que
lo provocó ya se haya solucionado (Batlle, 2014).
Cuando una persona sufre, suele presentarse alguna de las siguientes características:
- No acepta el dolor o la situación y se rebela: "¿Por qué a mí?, no es justo, no debería ser así", etc.
- Se siente incapaz de hacerle frente, ya que está convencida de no tener los recursos necesarios para vencer
la amenaza, no cree que pueda solucionar el problema o acabar con el dolor de manera exitosa, por lo que
se siente indefensa.
- Vive un grado importante de incertidumbre y no sabe cuándo o cómo va a terminar su sufrimiento y en
ocasiones piensa que esa situación va a durar siempre.
- Cree que no lo va a poder soportar, predomina un sentimiento de impotencia y e no tener control sobre
lo que sucede e incluso sobre sí mismo, y eso se manifiesta en la intensificación de diferentes estados de
depresión, enojo, autocompasión, etc.
Podemos sufrir ante:
- Un hecho real, que está sucediendo en el presente.
- Un hecho imaginario, una situación que creemos que se va a dar en el futuro
Existen dos tipos de sufrimiento:
El consciente, es el que hace que la persona tenga claro lo que la hace sufrir y el inconsciente, qué es una
sensación de agotamiento y cansancio pero que la persona no identifica claramente su origen.
En todo caso, es muy importante saber que el dolor está ahí y duele, y el sufrimiento es un intensificador y
prolongador de ese dolor.

Cómo lo entiende la persona y cómo lo suele expresar

Se detallarán algunos aspectos que percibe la persona que sufre, sobre todo cuando tiene una enfermedad
terminal:
1- Las pérdidas
Pérdidas de todo tipo. Relacionadas con la presencia de síntomas y restricciones físicas y también pérdidas
psicosociales derivadas de la situación de aislamiento social al que el paciente se ve relegado. Charmaz describe
este proceso como una progresiva pérdida de la identidad personal: es el “yo” el que se pierde (Charmaz, 1990).
Entre las pérdidas que pueden experimentar los pacientes con enfermedad terminal se encuentran:
a. La pérdida de autonomía:
El progresivo deterioro que conduce a la dependencia, genera en el individuo sentimientos variados que
abarcan desde la vergüenza por tener que ser atendido en las actividades más básicas de la vida diaria, hasta la
culpabilidad por no poder seguir desempeñando el rol que hasta ese momento había desarrollado.

b. La pérdida del aspecto físico:


El aspecto físico, sufre multitud de agresiones como consecuencia de la enfermedad y los tratamientos (curativos
y/o paliativos) a los que se ve sometido.

c. La pérdida del entorno social


Los pacientes hospitalizados o institucionalizados sufren además, una ruptura radical con respecto a su
medio habitual. El hospital es un medio que puede resultar bastante hostil para pacientes y familiares. Los enfermos
crónicos experimentan además constantes ingresos. Algunos estudios afirman que el ámbito hospitalario hace que
el paciente y la familia experimenten la sensación de pérdida de control sobre el proceso de la enfermedad.

2. Incertidumbre respecto al futuro


Esta incertidumbre no sólo está relacionada con la dificultad de establecer un pronóstico.
3. La falta de control
La incertidumbre ante el futuro, la incomunicación con respecto a su familia, y la separación del paciente
de su entorno habitual, puede ocasionar que el paciente desarrolle sentimientos de falta de control sobre el propio
proceso de enfermedad. El paciente siente que no es consultado con respecto a decisiones importantes que atañen
a la evolución de la enfermedad, y eso le hace sentirse desvalorizado y poco importante.
4. Estados emocionales negativos
Como los siguientes:
a. Depresión
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM IV) la depresión se define
como un trastorno del estado de ánimo caracterizado por sentirse triste o vacío, haber perdido el interés por casi
todas las cosas, y falto de energía o cansado (López Ibor & Valdés Miyar, 2010).

b. Ansiedad
Es definida como una respuesta emocional que engloba tanto aspectos cognitivos de carácter displacentero,
como aspectos fisiológicos caracterizados por un alto grado de activación fisiológica, que conducen a
comportamientos escasamente adaptativos.

c. Endurecimiento
El primer estado se caracteriza por ser un proceso consciente y activo que requiere fuerza, voluntad y
trabajo por parte del sujeto. Soportar, aguantar, no rendirse son sinónimos.
Esta etapa está caracterizada por un fuerte sentido del deber para con los demás y una progresiva des-vinculación
emocional: el sujeto que sufre, “aparta” a sus seres queridos, mediante una actitud que podríamos describir como
“hacerse el fuerte”, en la que no tiene cabida la expresión de las emociones.

d. Sufrimiento emocional
Morse se caracteriza por todo lo contrario: la persona vive dominada, “desbordada” por sus emociones. En
este estado las emociones son liberadas en contraposición a la supresión emocional de la fase de endurecimiento.
La persona es más vulnerable que en el estado de endurecimiento.
En un primer estado, que describe como “de ruptura”, la persona endurece su carácter, tal y como describía
Morse en su modelo. Sin embargo, expone que en esta etapa de endurecimiento, hay un profundo deseo de tiempo
y espacio para expresar sentimientos profundos. Las autoras exponen la teoría de que el sufriente se “encierra” en
sí mismo, con el anhelo de poder “abrirse” en el algún momento. De acuerdo con este modelo, sólo a través de la
expresión de los sentimientos, el paciente consigue re-encontrar el equilibrio perdido.

2. Sufrimientos en diferentes etapas de vida

1. Niños (as)
a. Carencias Afectivas
Problema que repercute en el desarrollo emocional, físico y psicológico de los niños/as por la falta de
afecto, cariño, amor y protección de sus padres.
La carencia afectiva señala la situación en que se encuentra un niño que ha sufrido o sufre la privación de
la relación con su madre, o de un sustituto materno, y que padece el déficit de atención afectiva necesaria en la
edad temprana. La carencia afectiva o las alteraciones por carencia relacional se refieren a aquellas situaciones en
que la maduración de la personalidad del niño se interfiere por la falta grave de estimulación afectiva.
En el ser humano no existe la posibilidad de una maduración correcta sin el calor afectivo del amor, en
cualquier circunstancia cualquier persona puede sentir no haber amado lo suficiente o no haber sido amado de
forma adecuada. Estos sentimientos de malestar, que generalmente son transitorios, no constituyen el tema de la
carencia afectiva en su sentido estricto. La carencia puede manifestarse cualitativamente de distintas formas y a
través de diversas modalidades, sea por negligencia y abandono o bien por situaciones de ruptura debido a sucesivas
y repetidas hospitalizaciones, separación de los padres, etc (Solis, 2010).
b. Abuso sexual infantil
Los niños que han sido abusados se encuentran en grave riesgo de sufrir problemas de ajuste emocional
como depresión y ansiedad. Un estudio longitudinal y multi-informante reveló que la descripción de los problemas
de conducta en las víctimas de abuso variaba dependiendo del informante y que las predicciones acerca de la
relación entre abuso temprano y ajuste posterior fueron parcialmente confirmadas (Frías Armenta, Fraijo Sing, &
Cuamba Osorio, 2008).
El abuso sexual infantil es una de las formas más graves de violencia contra la infancia y conlleva efectos
devastadores en la vida de los niños y las niñas que lo sufren.
El abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin contacto directo
como el exhibicionismo, la exposición de niños o niñas a material pornográfico, el grooming o la utilización o
manipulación de niños o niñas para la producción de material visual de contenido sexual. (Orjuela Lopéz &
Rodríguez Bartolomé, 2010)
c. Desnutrición Crónica
El niño presenta un retraso en el crecimiento. Se mide comparando su talla con un estándar recomendado
para su edad. La desnutrición crónica indica una carencia de los nutrientes necesarios durante un tiempo prolongado
y provoca un retraso físico y mental en el desarrollo del niño. Aunque no aumenta el riesgo de mortalidad tanto
como la desnutrición aguda, es muy peligrosa porque tiene un impacto importante en la salud física y mental de la
persona a largo plazo. Si no se actúa antes de los dos años de edad, sus consecuencias son irreversibles. En el caso
de las niñas, la desnutrición crónica puede causar que en el futuro sus hijos tengan bajo peso al nacer, perpetuando
la desnutrición de generación en generación (UNICEF, 2011).
La desnutrición crónica aumenta el riesgo de contraer enfermedades, y frena el crecimiento y el desarrollo
físico e intelectual del niño. Al limitar su capacidad intelectual y cognitiva afecta a su rendimiento escolar y a la
adquisición de habilidades para la vida. Limita, por tanto, la capacidad del niño de convertirse en un adulto que
pueda contribuir, a través de su evolución humana y profesional, al progreso de su comunidad y de su país. Por
ello, cuando la desnutrición se perpetúa de generación en generación se convierte en un serio obstáculo al desarrollo
y a su sostenibilidad (UNICEF, 2011).
d. Violencia físico
Cualquier acción intencional producida por el uso de la fuerza que provoque daños físicos en el niño sean
estos visibles o no como quemaduras, golpes, fracturas, pellizcos, intoxicaciones, etc.
A nivel mundial, más del 80% de los niños y niñas ha experimentado alguna vez algún tipo de castigo físico
dentro del hogar, y entre el 20% y el 65% de los niños y niñas en la edad escolar han sufrido algún tipo de violencia
física o psicológica en la escuela. En el 2011 en Perú muestra que los niños tienen una mayor probabilidad en
experimentar violencia física. En cuanto a las consecuencias, se ha reportado que, mientras más pequeño sea el
niño se incrementa el riesgo de fatalidad como resultado de la violencia, debido a la mayor fragilidad de los niños
y niñas (Benavides & León, 2013).
e. Separación o divorcio
Los niños pueden reaccionar de diferente forma ante la separación o divorcio de sus padres, y aunque la
respuesta depende de muchos factores, existen dos que son muy importantes, que son la edad del pequeño y el
grado de conflicto que existe entre los padres, por lo que es un período muy estresante para los niños (Diez, 2013).
La separación de sus padres supone una gran sorpresa para los niños y generalmente experimentan muchos
de los sentimientos que sufren los adultos durante un tiempo largo, sintiéndose sorprendidos y confundidos al
producirse la separación, por lo que los niños pueden sentirse preocupados por la situación e inseguros (Diez,
2013).
Algunos niños se pueden sentir culpables, otros pueden sentirse muy enojados con alguno o con ambos de sus
padres y quieren culpar a uno de ellos. Por ello es importante tratar de entender el drama que los niños están
pasando, y tener en cuenta sus sentimientos, aunque siempre será mejor que se desintegre la unidad familiar, que
proporcionarle a un niño un hogar infeliz y un ambiente con gran tensión (Diez, 2013).
Los niños no siempre se comunican con palabras, ante la situación pueden expresarse con el comportamiento;
algunos se vuelven más retraídos, no hablando de la situación, ni del progenitor que no está, otros en cambio, los
más jóvenes, pueden llegar a ser muy pegajosos con el progenitor que les queda, por miedo a perderlo también
(Diez, 2013).
Algunos niños pueden retroceder en su comportamiento, hablando con un lenguaje infantil o no controlando
sus esfínteres; pueden tener pesadillas, ser rebeldes, agresivos incluso con sus padres y difíciles de manejar en
ocasiones, por lo que a veces se necesitará ayuda profesional (Diez, 2013).

f. Fallecimiento Parental
La muerte de unos de los padres podría considerarse como un acontecimiento «concreto», tras el
fallecimiento muchos niños experimentan diversos cambios en su vida diaria a los que también deben adaptarse, y
pueden desencadenarse una serie de adversidades potenciales.
La muerte del padre, en particular, a menudo supone una disminución en los ingresos familiares, podría
suponer un cambio de domicilio y, en este caso, un cambio a una nueva escuela y una pérdida de amigos, y la de
la madre implica con frecuencia una reducción tanto en la cantidad como en la calidad de los cuidados a los hijos.
Y lo que es más importante, está bien establecido que la adaptación psicológica final del niño está comprometida
si el acontecimiento tiene un intenso impacto emocional en sus cuidadores, en forma por ejemplo de un duelo o
depresión prolongados, de modo que la duración del trastorno psicológico del niño está relacionada con el estado
mental del padre sobreviviente, y se ha encontrado que la psicopatología en la edad adulta siguiendo a la pérdida
parental en la infancia se correlaciona con la adecuación de los cuidados tras dicha pérdida (Mazaira & Gago,
1999).
La aparición de alteraciones psicológicas precoces en los niños siguiendo al fallecimiento de alguno de sus
padres es muy frecuente, y entre estos problemas a corto plazo se han señalado en la literatura síntomas
emocionales, tanto depresivos (llanto, tristeza, trastornos del sueño) como ansiosos (miedos, ansiedad de
separación), alteraciones de conducta (inquietud, agresividad), problemas en el aprendizaje y rendimiento escolar,
trastornos de eliminación y síntomas somáticos. Tanto la edad como el sexo del niño se han visto relacionados con
la presencia de algunos síntomas. Así, en los niños más pequeños las reacciones a la pérdida tienden a ser
corporales (encopresis, pérdida de apetito, problemas de sueño), y se presentan con más frecuencia enuresis,
rabietas o conductas de ansiedad de separación, aunque también en ellos se han descrito reacciones depresivas,
mientras que en los de más edad tienden a predominar los trastornos de conducta, y son más relevantes la inquietud,
la agresividad o los problemas en el rendimiento académico (5, 7, 16, 27). En cuanto al sexo, se ha sugerido que
las niñas mayores muestran más depresión y síntomas internalizados, en contraste con las conductas externalizadas
más típicas de los niños siguiendo al duelo. Se ha señalado que en los niños pequeños las reacciones de duelo
tienden a ser más leves y más cortas (Mazaira & Gago, 1999).
g. Problemas de sueño
Uno de los problemas más frecuentes en bebés y niños pequeños es la falta de sueño. El niño puede tener
dificultades para conciliar el sueño o se despierta y quiere ver a los padres. Los niños muy pequeños suelen temer
el ser dejados solos por la noche. Esta “ansiedad de separación” es normal en esta edad temprana (Mediavilla,
2004).
Los terrores nocturnos afectan sobre todo a niños de edades entre 4 y 12 años y son completamente
diferentes a las pesadillas o ansiedades nocturnas. Los niños los sufren una o dos horas después de dormirse. Lo
primero que uno ve es que el niño grita de forma incontrolada y parece que esté despierto. En realidad, a pesar de
las apariencias, el niño está aún dormido. No será capaz de reconocerte, estará confuso y será incapaz de
comunicarse y generalmente difícil de tranquilizar. Es mejor no intentar despertarle, sino sentarse con él hasta que
pase el terror nocturno, normalmente después de 5 minutos (Mediavilla, 2004).
Los problemas del sueño son muy frecuentes. La mayoría suceden sólo de forma ocasional. No son graves
y mejoran solos con el tiempo. Si no lo hacen, es importante tomarlos en serio. Además de ser molestos, pueden
interferir con el aprendizaje y la conducta de tu hijo. Pueden esconder un problema de salud física o mental
(Mediavilla, 2004).

2. Adolescentes
a. Fallecimiento Parental
El joven vive en primera instancia un estado de shock o aturdimiento por la pérdida del padre. El golpe es
tan fuerte y repentino que no se percibe ni se comprende la magnitud de lo que ha sucedido (sobre todo en esta
fase cuando las pérdidas son experiencias nuevas). Muchas veces el joven permanece atónito, inexpresivo, y puede
parecer asumir una actitud de indiferencia ante lo sucedido (Hernández, 2012).
En una segunda fase nos encontramos frente al rechazo y la negación. Sin embargo, estas condiciones se
pueden presentar desde el shock y aturdimiento, pues es difícil establecer una linealidad en los procesos humanos
y más aún en las pérdidas. La negación podrá manifestarse desde el evitar hablar, pensar, evocar lo sucedido, hasta
hacer de cuenta que nada pasa o pasó y activar o intensificar actividades de escape a través de las amistades, las
interacciones sociales y esos grupos de referencia que vienen a ser fundamentales en este periodo (Hernández,
2012).
Las sensaciones que experimenta el joven son la del dolor y la rabia. Estas dos sensaciones pueden
intensificarse una vez transcurre la fase de aturdimiento pues se harán más evidentes con el tiempo en las
expresiones, actitudes y comportamiento del joven. La rabia, aunque no es regla, es común en este tipo de casos
puesto que el chico se enfrenta a una muerte repentina y algunas veces traumática, pues como describen Milanese
y Cagnoni (2010) “si es cierto que todas las muertes se viven como injustas, las muertes traumáticas repentinas,
para las que por definición no se puede estar preparado, lo son obviamente aún más” (Hernández, 2012).
El sufrimiento, como en cualquier tipo de pérdida es la sensación dominante principal, una tristeza profunda
acompañada de desasosiego, decepción.
A estas fases no se les puede asignar un tiempo o duración exacta, se puede por el contrario identificar que
una vez se han atravesado, y se ha elaborado el duelo, se puede llegar a la etapa de aceptación; aceptación que será
siempre acompañada por la nostalgia (Hernández, 2012).
b. Trabajo doméstico
Muchas de las adolescentes que trabajan como empleadas del hogar ven afectada su salud mental, porque
no viven vidas propias. Ellas juegan lo que otros niños quieren; viven las alegrías de los hijos de sus patrones y los
juguetes con los que juegan son de otros niños. No tienen sueños propios. El trabajo doméstico es un “trabajo
invisible”, porque se produce dentro del hogar sin ningún sistema de control. Muchas adolescentes viven aisladas
y afrontan graves problemas de autoestima y de salud, pues no tienen la posibilidad de compartir su vida con otros
como ellas.
Pierden su presente y sacrifican su futuro. Su presente porque en vez de dedicarse a estudiar y a jugar, se
ven involucrados en trabajos propios de los adultos. Sacrifican su futuro porque al no haber asistido a la escuela ni
haber recibido una educación adecuada, tendrán menos oportunidades de obtener buenos empleos y serán
probablemente los pobres del futuro, que utilizarán la mano de obra infantil para complementar los bajos ingresos
de las familias que formen en ese momento.

c. Crisis hormonales
El centro de recompensa en el cerebro del adolescente no se desarrolla completamente y por lo tanto
responde tan rápidamente como el del adulto. Además, esto explica por qué los adolescentes desarrollan un
comportamiento de riesgo como el uso de alcohol y drogas; ya que ofrecen una fuerte recompensa con poco
esfuerzo. Diversos estudios nos ratifican por tanto algo que muchos ya sabíamos, los adolescentes buscan la
recompensa de una forma muy distinta a la de los adultos y evidentemente también a la de los niños. Es por tanto
importante señalar que los cerebros todavía se están desarrollando, y no son sólo adultos pequeños. Los
adolescentes rara vez consideran consecuencias a largo plazo. Su sentido del futuro se procesa de forma diferente
al de los adultos. Trabajan mucho mejor con consecuencias a corto plazo, Es por esto que necesitan una recompensa
inmediata, por eso las metas deben ser a corto plazo y por eso las conductas adictivas son mucho más frecuentes a
estas edades (Benavente, 2011).
Por otra parte, es un tiempo de mucho tumulto, los sentimientos influyen en la percepción del mundo. Los
adolescentes son curiosos y quieren experimentar. Se sienten abrumados por los cambios de humor y los
hormonales y el alcohol les ayuda a cambiar su estado de ánimo». Ese sufrimiento del que hablamos y que forma
parte del momento evolutivo, se mitiga a veces con el alcohol que es una droga que como el cannabis, que modifica
el estado de ánimo, y por tanto su consumo está relacionado con las respuestas psicológicas positivas que
produce…
Al presentar sentimiento de inseguridad, el adolescente sufre a causa de sus propios cambios físicos que no
siempre van parejos con su crecimiento emocional, puesto que la pubertad, es decir la madurez física, siempre
precede a la psíquica, con lo que a veces se encuentran con un cuerpo de adulto, que no corresponde a su mente, y
por lo tanto no se reconocen, y desarrollan una fuerte falta de confianza en sí mismos. Existe una frustración
continua. Por una parte, le pedimos que actúe como un adulto (en sociedad, responsabilidad) y por otra se le trata
como un niño, se le prohíbe vestir de una u otra forma, o se reglamentan sus salidas nocturnas, etc.…
Dentro de la normalidad de un chico o una chica adolescente, pero por supuesto, dentro de unos límites. La
angustia, la depresión, la irritabilidad, el ir contra las normas, puede volverse patológico cuando es exagerado,
cuando vemos que el adolescente está sufriendo mucho y o hace sufrir a los demás, cuando vemos que se altera
toda su vida y que esos sentimientos le condicionan absolutamente, que de alguna forma le alejan en exceso de la
realidad (Benavente, 2011).
d. Embarazo adolescentes
Las chicas jóvenes experimentan sentimientos de soledad, de poca confianza en sí mismas que intentan
suplir con las relaciones íntimas con el otro sexo.
En investigaciones realizada en Manizales por Lugo, reportó que la experiencia central que viven las
jóvenes durante el embarazo es el sufrimiento, profundamente ligado a su identidad; la descripción de ese
sufrimiento se evidenció en desconsuelo y desilusión. Una investigación hecha en Cali encontró que para unas
mujeres el embarazo fue una noticia inoportuna, que generó sentimientos negativos, por los efectos en sus planes
futuros, la situación económica y la estabilidad conyugal. Otro estudio, realizado en la misma ciudad por Vanegas,
reportó que la mayoría de ellas tenía la autoestima baja, siendo el grupo de menor edad el de autoestima más baja.
De la Cuesta halló que el embarazo en adolescentes ocurre en el contexto de una relación amorosa que ellas
denominan "noviazgo en serio".
En el momento en que la adolescente se dio cuenta de su estado de embarazo emergieron en ella
sentimientos diversos, tales como: miedo, tristeza, dolor, sufrimiento, culpa, vergüenza, decepción, frustración y
baja autoestima. Estos hallazgos confirman lo manifestado por Ulibarrie, quien refiere que la maternidad no
programada frecuentemente genera tensión, dado que la capacidad biológica y psicológica de la joven se ve
fuertemente exigida, agudizándose más si ha sido rechazada por su familia y abandonada por su compañero
sentimental. La respuesta a esta tensión puede producir desesperación, miedo, dolor, culpa, rabia, pena, angustia y
podría incluso llegar a estados depresivos (Prías Vanegas & Miranda Mellando, 2009).
Las jóvenes también experimentaron momentos de dolor y sufrimiento ante el rechazo de personas que
tenían mucho significado afectivo para ellas, como sus padres. Lo perciben como un gran vacío, como el derrumbe
de su estabilidad y seguridad. Igualmente, pueden vivenciar su vida como un caos, sin vislumbrar alternativas que
logren restablecer la armonía personal y familiar. (Prías Vanegas & Miranda Mellando, 2009).
e. Depresión
"Es como si mi cerebro tuviera dos partes: una feliz y una que no lo es", le contó Jasmine a la BBC.

"La parte 'mala' ejerce presión hasta salir ganando. Sientes que estás perdiendo el control sobre ti misma
cada vez más. Y entonces te autoenvenenas".

Los jóvenes son uno de los grupos etáreos que presenta mayor probabilidad de sufrir depresión, ya que en
la etapa de la adolescencia se llevan a cabo procesos de cambio físico, psicológico, sociocultural y cognitivo, que
demandan de los jóvenes el desarrollo de estrategias de afrontamiento que les permitan establecer un sentido de
identidad, autonomía y éxito personal y social (Blum, 2000). Además, la adolescencia es el periodo de desarrollo
más importante para la adquisición y el mantenimiento de patrones de comportamiento saludable, que disminuyan
el riesgo y prevengan el desarrollo de trastornos clínicos durante este periodo y la edad adulta. En particular, se ha
encontrado que individuos con historias de depresión en la adolescencia presentan un alto porcentaje de
continuidad del trastorno depresivo mayor en la edad adulta (Pardo A., Sandoval D., & Umbarila Z., 2004).
Puede convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad
moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares. En el
peor de los casos puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800 000 personas, y el suicidio es la
segunda causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años (Salud, 2017).

3. Adultos
a. Timidez extrema
Los hombres que sufren timidez extrema no consiguen relacionarse con mujeres; la dificultad de muchos
hombres a la hora de relacionarse con mujeres que a su vez sufre algún tipo de rechazo social. Ha generado
depresión en muchas personas que padecen la timidez excesiva, complejos, falta de aceptación, de seguridad o
fobia social y muchos/as aun padecen estos problemas: no salen de casa, le dedican mucho tiempo a este tipo de
"ciber relaciones", buscan un apoyo en las redes cuando baja su autoestima o cuando se sienten hundidos/as acuden
a esta forma "rápida" de buscar un entretenimiento o solución a su problema que suele ser una "solución"
momentánea. Está muy bien, pero tiene partes buenas y partes malas, sobre todo cuando existen "ciber-
decepciones".
En muchas ocasiones estos problemas para relacionarse no surgen desde que nos hacemos adultos, la
mayoría de las veces ocurre desde la infancia siendo un problema crónico, que se arrastra y permanece en el tiempo
si no se superan los miedos (Association, 2017).
La elusión o la inhibición generan problemas tanto para quien sufre a causa de la timidez como para quienes
lo rodean (Association, 2017).
La elusión e inhibición incluyen:
- Cancelar compromisos sociales en el último momento.
- Evitar situaciones que ofrecen una interacción social positiva.
- Tener pocos amigos o ninguno.
- Evitar actividades que de otro modo resultan placenteras.
- Ser pasivo, pesimista y tener baja la autoestima.
- Generar preocupación en amigos, familiares, docentes y mentores.
- Usar excesivamente la computadora, que no es permite socializar por naturaleza, y no tener contacto
personal con los demás.
b. Perdida de un hijo
El individuo en duelo se ve abocado a enfrentarse al sufrimiento de su pérdida de una forma intuitiva sin
una planificación consciente. Ante el torrente de emociones que surgen se produce una desorientación, una
confusión debido al desconocimiento profundo del proceso. Debido a que la muerte ha arrebatado a ese ser querido.
Cuando sufrimos una pérdida importante, como la muerte de un hijo, se interrumpe nuestro proyecto de
vida esperado. No podemos seguir ese plan pues falta un protagonista importante.
La muerte por accidente es casi siempre violenta e inesperada. El impacto es tal que una de las primeras
reacciones de los padres es sentirse responsables de la muerte de su hijo, aunque las circunstancias que lo han
conducido a ella escapan completamente a su control. Paralelo a este sentimiento de culpabilidad aparece el dolor,
el sufrimiento, aunque parece que se mantiene en un discreto segundo plano.
El peso de la culpabilidad puede llegar a bloquear el desarrollo del duelo durante mucho tiempo. También
surge la búsqueda de un culpable que sea responsable de la muerte del hijo. Así, si apareciera el culpable que
pudiera pagar quizás algunos padres podrían elaborar el duelo y llegar a realizar la despedida. Expresar todos estos
sentimientos contenidos más que reprimidos –como la impotencia, la cólera, la rabia, etc- ayudará a soltar a la
culpabilidad, y aceptar lo absurdo que es este mundo y que escapa a nuestro control.
Cuando sufrimos una pérdida hay muchos asuntos inconclusos que cerrar. Asuntos concretos y prácticos y
asuntos emocionales. Los asuntos instrumentales tienen un momento y terminan pronto. Nos referimos a temas
como preparar el funeral, negociación con compañías de seguros, publicación de necrológicas, etc. Según las
circunstancias en que se produce la muerte, a veces uno ha comenzado a ocuparse de sus emociones y continuará
haciéndolo por mucho tiempo. En otras ocasiones los padres se encuentran en un estado traumático y no pueden ni
proporcionar ayuda a sus hijos (Peiró Ballestin, Corbellas Solanas, & Blasco Cordellat, 2009).
c. Dependencia emocional
Se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y
consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda
y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y
protección (Uhrich, 2011).
Cuando el vínculo es sostenido desde emociones como el TEMOR, esto genera sufrimiento en ambas
partes.
En quien controla el miedo a perder el control y quien es controlado sufre la pérdida de la libertad de acción
o la libre expresión de su SER.
El apego a otras personas es importante y necesario a lo largo de toda la vida. Desde que nacemos hasta
que morimos necesitaremos de otros para poder garantizar nuestra salud física y emocional. Todos necesitamos de
los demás.
El problema aparece cuando esa necesidad se transforma en ansiedad. Cuando sentimos que si nos dejan
solos volveremos a ser ese pequeño indefenso, que se queda paralizado frente a un mundo amenazante.
Para sortear esa ansiedad algunas personas pueden emplear diferentes estrategias. Una es aquella que ya
mencionamos en el apartado anterior: buscar una figura que sea portadora de esa imposible promesa “siempre
estaré ahí, nunca te dejaré solo”.
Otra posibilidad es optar por lo contrario: evitar a toda costa crear lazos de dependencia con otros, de modo
que jamás volvamos a sentirnos abandonados.
También podemos volvernos desconfiados, recelosos y excesivamente exigentes. Les pediremos a las
personas mucho más de lo que pueden dar. Y renegaremos eternamente de sus faltas, sus carencias, sus limitaciones.
Como si fuéramos un pequeño dictador frustrado por no poder controlar a los demás a nuestro antojo.
En todos esos casos, el sufrimiento va a ser la constante. Sufriremos para conservar a ese benefactor que
nos “adoptó”, bien sea una pareja, un jefe, un amigo, etc.
Sufriremos por la soledad de no poder establecer vínculos íntimos con los demás. Sufriremos al no ser
capaces de valorar a los demás seres humanos tal y como son (Sanchez, 2015).
d. Sobrecarga de trabajo.
Una sobrecarga del trabajo digestivo puede desencadenarlas.
La jornada de trabajo puede convertirse en un elemento que propicia desgaste y sufrimiento al trabajador;
cuando el contexto organizacional causa sufrimiento, el individuo busca desarrollar mecanismos de defensa para
intentar disminuirlo. Sin embargo, cuando hay intensificación de conflictos y el trabajador entra en estancamiento
con la organización, no más logrando dar salida a los deseos y procesos creativos/ incentivos, acabará adoleciendo
y los ambientes de las organizaciones pueden volverse estresantes a los trabajadores. Por otra parte, el trabajo es
una forma de ser del hombre y es posible sí que obtenga remuneración y satisfacción a través de su trabajo, evitando
o amenizando situaciones de estrés ( Almeida da Silva, Oliveira Cruz Mendes, & do Carmo Cruz Robazzi, 2014).
Los individuos con características de personalidad tipo A (altamente competitivos) y tipo B (demasiado
relajados) son los más proclives a desarrollar el SDPE. Debido a que quienes tienen personalidad tipo A, se relajan
con dificultad, es perfeccionista, ignora los signos de la fatiga, generalmente tiene expectativas irreales y tiende a
sufrir altos niveles de estrés. Y el tipo de personalidad B, tiende a evitar el conflicto, se resiste a nuevos retos, no
hace negociación de sus propias necesidades, busca complacer a todos, suele victimizarse, quiere impresionar a
otros y suele sentirse sobrepasado por el rito rápido y estresante (Social, 2011).

4. Ancianos
a. Soledad
El empobrecimiento progresivo de todos los refuerzos sociales, familiares, culturales, la vulnerabilidad
frente a las enfermedades, los órganos de los sentidos, las funciones intelectuales, etc., desencadenan inestabilidad
y sentimientos de indefensión en el anciano, y es que la soledad puede tener graves consecuencias negativas sobre
la salud en el plano físico, psicológico y social.
- En el plano físico se muestra con: debilidad del sistema inmunológico, dolor de cabeza, algunos problemas
de corazón y digestivos, dificultades para dormir, etc.
- En el plano psicológico con: baja autoestima, depresión o alcoholismo, ideas suicidas. Según JL Sánchez,
la consecuencia de la pérdida de la pareja es la que más aumenta, especialmente, la posibilidad de
desencadenar trastornos psicopatológicos como la depresión o la neurosis.
- En el plano social presenta conductas como el uso de los teléfonos, prejuicios sociales y otros.
La salud deteriorada conlleva un mayor apoyo familiar, sobre todo con los hijos e hijas. Bazo afirma que
las personas sanas conviven en proporciones parecidas en compañía que las que viven solas (o en pareja), pero
cuando las personas se sienten enfermas, éstas viven en compañía en mayor proporción que las que viven solas.
Este hecho hace que las personas mayores piensen que enfermar es una solución para su soledad. Las propias
molestias se convierten en el centro de su atención y es la estrategia para atraer a sí a las personas queridas o a los
cuidadores profesionales.
- La crisis de pertenencia, experimentada por la pérdida de roles y de grupos a los que la vida profesional
y las capacidades físicas y de otra índole que afectan en la vida social.
En la vejez, se viven algunas experiencias especialmente duras que suponen una ruptura con la vida
anterior, son vivencias que pueden tener graves consecuencias emocionales.
- Unas relaciones familiares pobres
La escasez de relación con los hijos percibida por los ancianos, tanto en cantidad como sobre todo en
intensidad y calidad de afecto, representa un importante motivo de frustración en esta etapa.
El desarraigo o abandono de la familia origina en el mayor: sentimientos y deseos de desaparecer,
eliminarse. .. Y angustia profunda en todo su ser. «Tamo trabajo, esfuerzo. Por ellos y ahora verme así. » pérdida
del sentido de la vida y de las ganas de vivir

b. La muerte del cónyuge


La viudedad suele ser el principal desencadenante del sentimiento de soledad en las edades avanzadas. El
anciano se encuentra de pronto sin la compañía y la afectividad que tenía con su pareja, dando pie a problemas
personales de adaptación a la viudedad de tipo no únicamente emocional, sino también material y relativos a la
gestión del tiempo de las tareas propias del hogar y de la vida doméstica y social. Ussel opina que cuanto más
unida esté la pareja, mayor será el impacto emocional de la muerte de uno de ellos sin que la presencia de otras
personas alivie los sentimientos de soledad y tristeza. El modo como las personas viven el acompañamiento de la
pareja al final de sus días es una variable importante para la elaboración posterior del duelo y de la soledad.
c. La salida del mercado laboral
El otro suceso importante en la vida de las personas mayores es la salida del mercado laboral. Tras la
jubilación, las personas disponen de tiempo libre que, muchas veces, no saben en qué ocupar. La pérdida de poder
adquisitivo también restringe las posibilidades de disfrutar de estos momentos de ocio, así como el deterioro de las
relaciones sociales, pudiendo aparecer aislamiento social.
Para muchos adultos mayores, el cambio en la rutina que sobreviene a la jubilación suele resultar un
momento difícil de sobrellevar hasta que logran reacomodarse. “La jubilación es un momento de cambio. Es una
transformación que la realidad impone. A partir de esta nueva realidad se abre un tiempo diferente, un momento
de incertidumbre acerca del presente y del futuro y los intereses empiezan a desdibujarse” (Anonimo, 2015)
d. La falta de actividades placenteras
La realización de actividades lúdicas puede ser la respuesta al vacío que puede dejar el aumento de tiempo
libre provocado, por ejemplo, por la jubilación.
Mientras que para algunos la tercera edad puede significar el momento ideal para dedicarse a uno mismo,
para abocarse a las tareas que habían sido postergadas en otra etapa de la vida y aprovechar el tiempo libre para
descansar, para otros no resulta tan sencillo encontrarle el lado positivo. Y viven con pesar el proceso de
envejecimiento. Los trastornos médicos crónicos, la pérdida de amigos y la incapacidad para realizar actividades
que antes se disfrutaban, pueden generar tristeza, baja autoestima y ansiedad, entre otros trastornos que perjudican
la vida emocional (Anonimo, 2015).
e. Los prejuicios
En la sociedad actual existen una serie de prejuicios sobre la vejez, como son la de no tener vida productiva,
no tener experiencias ni necesidades sexuales, ser inútil, trasnochado y dependiente. Sin embargo, la experiencia,
la capacidad de relativizar las cosas, saber juzgar objetivamente, la sabiduría procedente de la experiencia, etc.,
podrían permitir a las personas mayores mantener un rol social importante (Martín, 2009).
f. Maltrato
En muchas partes del mundo el maltrato de los ancianos pasa casi inadvertido. Hasta hace poco, este grave
problema social se ocultaba a la vista del público y se consideraba como un asunto esencialmente privado. Incluso
hoy en día, el maltrato de los ancianos sigue siendo un tema tabú, por lo común subestimado y desatendido por
sociedades de todo el mundo. Sin embargo, cada día hay más indicios de que el maltrato de los ancianos es un
importante problema de salud pública y de la sociedad.
“El maltrato del anciano es una conducta destructiva, la cual es dirigida a una persona mayor; ocurre en el
contexto de una relación de confianza y es de suficiente intensidad y/o frecuencia para producir daño físico,
psicológico, social y/o efectos financieros de innecesario sufrimiento, heridas, dolor, pérdida y/o violación de los
derechos humanos y disminución de la calidad de vida para las personas mayores” (Sirlin, 2008).

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