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Crónica Gonzo del viaje de prácticas a Chiapas

Francisco G. Oliveros Morales

Introducción al periodismo gonzo


El género gonzo, es una vertiente del periodismo iniciada a finales de los años sesenta por
Hunter S. Thompson. El gonzo intenta centrar la nota en el que la está escribiendo y su
reacción y postura ante el suceso. Se mezcla la realidad con la ficción y muchas veces, (no
es un parámetro realmente establecido) se utilizan drogas (sobre todo las psicotrópicas)
como un recurso que realza la subjetividad y transforma la manera de percibir los sucesos.

El trabajo más reconocido del periodismo gonzo se encuentra en los artículos escritos para
la revista Rolling Stones, que después se recopilaron y se convirtió en el libro más famoso
de Thompson, “Miedo y asco en Las Vegas”. El libro parece más una novela de ficción que
una nota periodística, está lleno de diálogos, recuerdos y desorden. Este libro sirve
prácticamente como la única inspiración y referencia utilizado para el desarrollo del
proyecto de investigación.

Introducción a la crónica del viaje de prácticas

“No hay arte sin experimentación. No hay arte sin creadores capaces de ir a
contracorriente: forzar los códigos del género sin miedo a correr el riesgo de llegar al
absurdo; explorar los territorios que han sido abandonados por las exigencias del mítico
mercado desafiando el peligro de ser devorados por ellas; salirse de los caminos trillados
de las ortodoxias, ya sean vanguardistas o convencionales. El cine no es una excepción a
esta regla.” (Doria, A. 2009, pág. 12)

La siguiente crónica es una continuación del proyecto del viaje de prácticas. Surge de la
necesidad de continuar produciendo a partir de las experiencias del viaje, y de profundizar
sobre el tema que fue asignado y que pareciera que perdió sentido dentro de la evaluación,
la política. Es una continuación de la primera producción hecha para la exposición de
proyectos artísticos del viaje de prácticas.

Es una crónica que plantea un abordaje directo del objeto, llegando hasta el punto de influir
en él, donde la historia se cuenta a través del contexto y no del texto, y donde la técnica
narrativa queda rebasada por un plano subjetivo que solo permite contar el suceso visto
desde un punto en primera persona.
En la crónica de va desarrollando continuamente una postura hacia prácticamente todo,
desde la percepción que tengo de los compañeros y la comida; hasta la manera en que
entiendo la cultura mexicana y la relación con el ambiente.

1.

“La política es el arte de controlar tú entrono.”


-Hunter S. Thompson

Para cuando bajamos del camión en San Juan Chamula las drogas ya me habían puesto.
Minutos antes me estaba embarrando contra el respaldo de mi asiento para sentir el “rush”
provocado por la rueda. Me había comido un doble Candy-flip, que no es nada más que un
combo de rueda con cuadro, dos de cada uno, un regalo que había recibido de mi compa
Mágico, justo antes de subir al camión. Habíamos salido de San Cristóbal de las Casas
hacia como una hora, para ese momento yo ya estaba derretido.

Bajamos del transporte, nos dejaron donde parecía ser un estacionamiento para turistas,
todos los turistas que llegan a este “pueblo mágico” se estacionan ahí, y era ahí donde
empezaba la expedición a este casi parque temático al estilo Tzotzil.

Lo primero que vi fue las excursiones de gringos que se veían tal cual a como los turistas
occidentales se tienen que ver, ridículos, no hace falta describirlos ya que cumplían con
toda característica que los hace ser el cliché que son.

Lo que le seguía al estacionamiento donde nos dejaron era el panteón del pueblo. Parecía
que habían enterrado a muerto sobre muerto, no tenía orden, todo amontonado, parecía
hecho por el azar, lleno de basura, perros, aves, flores, flores marchitas, olía a muerte, era
muy bonito.

Empezábamos a caminar, yo ya no podía esperar para entrar a la iglesia del pueblo, así que
me dirigí directo a esta sin perder el tiempo en las trampas para turistas y otras
distracciones. Saqué mi pipa, que estaba cargada con una rica “Mango-Kush” y me di los
tres toques mañaneros, no tardarían en conectarse con el desayuno que me había regalado el
buen Mágico. Ya escuchaba como los indígenas empezaban a cobrar a los compañeros por
las fotos que les sacaban, y a los niños acercarse para pedir un peso. Una pequeña niña se
me acerco.

—¡No tengo monedas!— Le grite con furia antes de que pudiera hablar.

Se fue corriendo.
Ya estaba cerca de la iglesia. Estaba muy colocado. Estaba apunto de verlo.

2.

Todo había empezado unos días antes en la facultad de artes de la universidad del Estado de
México. Nos habían citado a una plática informativa con relación al viaje de prácticas
anual. Como todos los años, se nos dejó desarrollar un proyecto artístico a partir del mismo
viaje, yo solo esperaba que terminara rápido para poder salir a fumar. Janitzio hablaba y
hablaba sobre la cultura y el folclor, explicaba las diferencias que existían entre estos. Yo
solo pensaba en fumar.

—¡Política¡— decía el director—. Tienen que relacionar su proyecto artístico con la


política.

Esa palabra, política, yo no sé nada de la política, no soy más que un naco que jamás se ha
preocupado por sacar la credencial de elector.

—La política no es necesariamente un tema relacionado con los pinches güeyes que nos
gobiernan— Continuaba explicando mientras se acomodaba el copete detrás de sus
orejas—. La política es una postura, es la reacción que tomas ante algo después de
percibirlo y reflexionarlo, algo como el folclor y la cultura.

Me sentía igual de naco, yo no quería hacer un proyecto “artístico” del viaje de prácticas y
menos uno relacionado con la política ¿Qué iba a hacer? ¿Un performance sobre los
muertos de Ayotzinapa? ¿Una instalación con elementos folclóricos chiapanecos? ¿Una
animación sobre los Zapatistas? ¡No! Soy chairo, pero no tanto. Como quiera yo solo
pensaba en salir a fumar, y eso hice. Salí del aula de usos múltiples para llenarme de
nicotina, estaba feliz de hacerlo, justo en ese momento empezaba la sesión de preguntas en
“plática informativa”, ¡BLA, BLA, BLA! cosa que me desespera mucho, no es por menos
preciar a los compañeros, pero creo que no tengo tolerancia para sus preguntas relacionadas
con la cantidad de bronceador que tienen que llevar o con que si nos van a dejar tomar.

Faltaba una semana para el viaje y en la facultad solo se hablaba de eso, que cuanta droga
ibas a meterte, las pedas que se iban a poner, de que si no te tiras a alguien no eres cool.
x,x,x… No hablábamos del proyecto artístico o de las visitas culturales, lo importante es la
fiesta, eso es en lo que piensan los estudiantes de artes, no se piensa en las producciones
que tienes que hacer para pasar el semestre, se piensa en la cantidad de condones y
marihuana llevaras en tú maleta. Y yo, yo también pensaba en la marihuana que me iba a
llevar, no podría ser cualquier mota, tenía que ser mota buena, hidropónica o alguna kush-
especial/shit/you/know?. Yo tenía mi contacto para ese tipo de encargos, él era un
estudiante de ciencias políticas, nuestra facultad vecina. Acordé verme con Él en el
conocido como el parque de la filosofía, una de las áreas verdes de C.U. en donde los
estudiantes se reúnen para hacer todo tipo de actividades recreativas; desde jugar frisbee y
hacer malabares; hasta fumar mota y tomar pulque.

El trato se hizo sin problemas, compré una onza de mango-kush por 1000 varos, vale la
pena, el viaje de una buena hierba siempre va a ser mejor que el de una panteonera de a 50
varos el tostón. Ganja, hierba, mota, marihuana para todos y para todo. Yo no me considero
un “junkie” que vive para la droga. Soy un “pothead”, un pacheco que se fuma dos porros
antes de fumar dos porros para luego fumar otros dos y en ocasiones especiales (como lo
era el viaje de prácticas) consume ciertas sustancias ,limitadas a psicoactivos como alguna
tacha, LSD, mezcalina, etc. Un joven sano que fuma mínimo una cajetilla de tabaco al día.

3.

Llegó el día, todos estábamos en rectoría, eran las 12 a.m., ya nos habíamos reunido con los
profesores designados y estábamos listos para salir, pero como siempre pasa, la
impuntualidad fue la protagonista de la inauguración del viaje, salimos tres horas después
de lo planeado, pero esas tres horas no fueron nada comparadas con veinte horas de viaje,
sin audífonos, en los asientos más incomodos y con cruel hedor de la juventud. Todo eso no
era tan malo comparado con el soundtrack protagonizado por Alejandra Guzmán y
similares, ¡fue una tortura! Me lo tomé personal, odié a los choferes todo el viaje. Lo único
que me confortaba era mi compañero de asiento, el Punk del salón, cuando no dormíamos
(si es que a eso se le puede decir a cerrar los ojos e imaginarte que duermes y que no estas
de lo más incomodo) platicábamos de los discos de los Ramones y de películas de serie-b.
También aprovechaba el tiempo para pensar en mi proyecto, ya se estaba cocinando, la idea
era documentar todo y a ver que salía. Bastante buena mi idea, me esforcé mucho, de eso se
trata el arte hoy en día, de esforzarse.

Llegamos a la ciudad de Palenque después de uno de los viajes más incomodos que he
tenido, eran algo así como las 9 p.m., bajamos del camión y de en un momento a otro ya
estaba en un cuarto hotel con los chicos populares (que son los que se drogan) fumando
mota y echando unas chelas, relax, tranquilos todos, era la primera noche y el largo viaje
no nos había dejado muy bien. La calidad de la hierba desmayó a dos morras, inexpertas
que creen que pueden fumar al ritmo de los negros, al ritmo de Bob Marley y el reggae.

Ya habíamos formado un grupo, este sería el grupo con el que estaría todo el tiempo, con
quienes compartiría cuartos de hostal y hotel, cigarros y porros, chelas y posh, chicas y
canciones. Estaba compuesto por una combinación de homosexuales, darks, raperos,
rastafaris, punks, hipsters, chairos, alcohólicos, conceptuales, y todos aristas. Pero había
una chica, X, una que me quería dar, sí, pero no solo eso, no es que crea en el amor y las
relaciones, pero no solo quería sexo.

4.
Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a la zona arqueológica de Palenque uno
de los destinos que más me emocionaba. Llegamos a la zona y antes de bajar del camión el
profesor Morales tomo lista, nadie faltaba.

—Jóvenes— dijo Morales—. El mundo esta hecho de sorpresas. Son cincuenta pesos para
su entrada.

Bajamos del camión, era el momento de colocarme, quería acido y sabía que alguien
vendía, compre dos dosis, que son dos cuadros.

—Son de LSA, es más fuerte que el LSD— me dijo el vendedor, que también es estudiante.

Para mi ácido es ácido, ya estaba en mi lengua y ya estaba entrando a Palenque. Y como en


cualquier parque temático, desde Disneylandia hasta las pirámides de Teotenango, se debía
aprovechar de la necesidad del turista de gastar su dinero en suvenires, en recuerdos que
materialicen la experiencia, en plástico, piedra y trapo en forma de recuerdo maya, que de
maya tiene un carajo. Había niños lacandones vendiendo puros.

—Compre cigarros güerito— decían los niños—. Los fumas y hablas con Pakal

—¿Con Pakal?— pregunté—. ¿El emperador maya?

—Sí, con él mismo— respondió— ¿Cuántos va a llevar?

—Yo quiero hablar con Pakal— le dije—. ¿Sabías que Pakal desayunaba caldo de Quetzal
todos los días?

El niño fijo sus ojos en mi como asustado.

—¿Cuántos va a llevar?— preguntó de nuevo.

—Dame dos—.

Cincuenta pesos, dos puros, prendí enseguida uno y guarde el otro para después. Ya
llevaba unas cuantas fumadas del puro, estaba mal prensado y nada maduro, sabía mal, pero
por lo menos me haría hablar con Pakal. La primera pirámide que vi fue precisamente
donde se encontraba la tumba de este rey maya, era la más fea, y no por otra cosa más que
por la horrible restauración que le habían proporcionado, se notaba el cemento y el tabique,
me recordaba a mis clases de historia del arte con Marcela donde ella hablaba de la
posmodernidad y los pastiches, eso era, un vil pastiche, una simulación barata de
arquitectura clásica maya hecha con el fin de entretener a los turistas.

Pero aún no hablaba con Pakal, seguía recorriendo la zona y me daba cuenta de lo mucho
que me gusta el lugar, sin tomar en cuenta la pirámide pésimamente restaurada, las demás
casi no habrían sufrido el toque posmoderno, se veían como se tienen que ver, ni los tours
de gringos me arruinaban el bello paisaje que los mayas habían edificado en otro bello
paisaje ya existente, la selva.

Definitivamente era la zona arqueológica más grande que había visitado, pirámides
enormes para donde voltearas, yo sentía la necesidad frenética de subir a todas ellas por lo
menos unas dos veces, y mientras subía a estas, bonitas imágenes, producto de mi
imaginación (o mi colocación psicotrópica) venían a mi mente. Al llegar a la cima de cada
pirámide imaginaba como los cuerpos de los sacrificados rodaban hasta los pies de la
pirámide, me llenaba de alegría esa escena, la violencia maya es de mis temas favoritos y
tenía que explotarlo ya que me encontraba en las ruinas de esa capital del clásico
prehispánico.

El puro ya no era más que cenizas sobre las pirámides y los pastos, seguía sin conocer a
Pakal y ya me sentía estafado, pero tenía mota, mucha mota, algo que no había sido una
estafa.

Subí con un pequeño grupo a la pirámide del sol o del conejo (nunca me quedó claro), la
más alta de todas, y forjé un porro, es raro que deje que alguien más forjé los porros, no
suelen hacerlo bien. Para cuando ya iba la mitad del porro recordé cuando trabajaba en la
librería y me ponía a ver libros de gran formato con el tema de ruinas arqueológicas, en las
fotografías se apreciaban ruinas de todo el mundo cubiertas con los mejores paisajes
naturales, entre ellas muchas ruinas mayas. Cuando veía esas fotos siempre pensaba en lo
chingón que sería poder estar en medio de esos lugares fumando un porro. ¡Y así yo estaba!

—¿Se dan cuenta de esto?— le dije al grupo —. Estamos fumando maría en uno de los
lugares más bellos del mundo.

—Ohh. Sí. Que chido carnal— Respondieron en bulla.


Pero no les parecía tan importante como a mí, tal vez estaba siendo muy romántico, o tal
vez el acido me afectaba, pero yo estaba disfrutando con basta emoción ese momento,
imaginando sacrificios y fumando mota en lo alto de la pirámide.

Cuando baje de la pirámide me encontré con X, estaba con el profesor Morales.

—Pueden llevarse unas piedras para luego venderlas a los entusiastas del new-age como
piedras cargadas de energía— dijo el profe.

—Yo lo que quiero es una iguana— Le dije.

—¿Una iguana?— pregunto sorprendido y algo molesto. — Los 50 pesos que pagaste
fueron para la protección de la fauna y tú ¿quieres comer una iguana?

Me quede pensando, ni sabía que le había dicho a Morales, sentí paranoia, que tal que le
había dicho algo de la mota, o del ajo (LSD), o de que me gustaba X. ¿X?, ya no estaba.
Tampoco Morales estaba, estaba solo, en la pirámide más alejada de todas, entre los arboles
de la selva. Me senté en una roca, no había nadie ahí, estaba completamente sola esa
pirámide. Empecé a escuchar un rugido, era muy fuerte, retumbaba en los arboles de la
selva a todas direcciones.

—¿Qué coño suena?— me pregunté— ¿Un jaguar? ¿Pakal? ¿Ó solo un loco de la selva?
Maldita intriga, que rugido, si que mola, es muy potente.

Saqué mi pipa y empecé a quemar, tal vez la ganja me dé respuestas.

—¡Joven! ¿Qué esta haciendo?—

Era una chica de seguridad o algo por el estilo, había salido de la nada, tenia un radio en su
mano y me miraba como con enojo.

—Señorita— le respondí—. ¿qué es ese sonido?

Me puse nervioso, era obvio que me había visto fumando mota.

—Son monos aulladores— me respondió—. ¿No esta haciendo tonterías verdad joven?

¿Tonterías? Solo estaba muy intrigado por ese sonido— Dije.


—Bueno, tenga cuidado hay cosas que no están permitidas aquí— dijo mientras colgaba su
radio en la cintura.

Me fui de ahí. Estaba nervioso y paranoico, pero no había tenido mayor problema y había
escuchado a los monos aulladores.

Ya estaba lejos y seguía escuchando a los monos, tal vez era la droga, me reuní con grupo.

Ya era hora de regresar a ciudad Palenque.

Llegamos al hotel, yo solo tenía ganas de bañarme y eso hice, al salir del baño en el cuarto
ya había una pseudofiesta, botellas de alcohol barato, porros encendidos y música rap. Me
les uní, aunque no soy tan bueno en las convivencias intentaba pasarla bien, mientras
tuviera marihuana no podría estar mal.

Después de unas horas y de que las botellas quedaran vacías la banda ya tenía una
apariencia y comportamiento muy distinto, todos gritaban, decían solo estupideces seguidas
de risas, las chicas se besaban entre ellas como para llamar la atención de los hombres, el
cuarto estaba lleno de humo, parecía un video de hip-hop. Yo ya empezaba a hastiarme.

Salí del cuarto, ya no aguantaba, bajé un piso, nosotros estábamos en el 2º, así que me
encontraba en el 1º, camine por el pasillo y me encontré con una banca larga de madera,
parecida a la de una iglesia, me senté en la banca, era muy incomoda, pero no importaba,
saqué un cigarro, lo lleve a mi boca y lo prendí, eran cerca de las 3 a.m., me sentía cansado,
no física ni mentalmente, más bien como cansado socialmente.

Frente a mi había una pintura, era grande, la típica pintura vieja de un hotel barato, al estilo
mexa-renacentista, en donde se apreciaba la esquina de una calle que podría ser la de
cualquier pueblito mexicano. Me quedé un buen rato contemplando la pintura, era fea, no
me gustaba nada. Me quedé dormido en la banca.

5.

Me desperté en el camión, tenía un plato de unicel en las manos.

—Es un tamal de chipilín— Me dijo Rafa mientras se sentaba a mi lado.

—¿Qué es el chipilín?— Pregunté.

—Es una hierba o algo así— Respondió—. Me gusta porque suena a pitilín.
Hiso una risa digna de una señora y se tapo la boca.

—Eres un mega joto— Le dije.

Solo continuó riéndose.

Las carreteras de Chiapas deberían de tener un especial en la serie de History Channel:


Carreteras mortales. Llenas de curvas cerradas y precipicios, me hubiera encetado
manejarlas, hasta le pregunté al chofer si podía hacerlo, él ni siquiera respondió.

Al costado de la carretera se veían casas de lamina y cartón, pero eso sí, a ninguna, y no
exagero, a ninguna le faltaba antena de VeTV, eso sí que es miseria, es de lo que está lleno
México, casas miserables, no por los pocos recursos que se usaron para construirse; más
bien por tener como prioridad una antena de televisión que solo empobrecen al mexicano,
lo vacían y lo vuelven miserable.

Llegamos a una parte en donde había como lo que parecía la obra negra de un puente en
construcción, el puente tenía grafiti, del que es común y nada impresionante, pero entre de
este destacaban las siglas: EZLN. No era la primera vez que veía uno en el viaje, de hecho
era como la sexta vez en lo poco que llevábamos, pero pensé en las paredes que aparecían
en la pintura del hotel y que tal vez ya había encontrado un mini proyecto, de esos que sí
me gustan, que no los hago por una calificación o para exponerlos.

Llegamos a nuestro destino.

—Jóvenes, el mundo esta hecho de sorpresas— Dijo Morales—. Son 100 pesos para entrar
a Bonampak.

La entrada a Bonampak fue muy parecida a la de Palenque: lleno de trampas para turistas:
locales vendiendo aretes, pulseras, collares y toda clase de chuchería al estilo maya. Otra
vez niños intentando estafarme.

—Tour mágico por la selva— anunciaban los morritos—. Te llevamos por hongos.

No iba caer en su estafa, ya me habían engañado antes con los puros que te hacían hablar
con Pakal. Aún tenía uno en mi mochila, lo saqué y lo encendí. Yo ya me había adelantado,
a veces soy muy desesperado, más cuando se trata de caminar en grupo, siento que los
tumultos de gente caminando tienen la misma agilidad que las vacas del ganado desfilando
al matadero.
Igual creo que me excedí, llegué a la pirámide y no había nadie, ni siquiera gringos, o
guardias de seguridad, se sentía muy diferente a Palenque, el pasto no estaba mantenido y
abundaban los mosquitos. Pero la mayor diferencia era que Bonampak consistía en una sola
pirámide y algo parecido a un monolito. Era muy modesto comparado con Palenque, pero
como quiera me sentía feliz de estar en otra gran cede de los sacrificios y matanzas.
Subí a la pirámide, justo en la mitad de esta se encontraba lo que parecía la atracción
principal de aquel lugar, murales hechos en el clásico maya, eran hermosos, narraban
escenas violentas de guerras y victorias, estuve contemplándolos hasta que se acabó mi
puro.

Continúe la subida y cuando llegué a la cima, fije mi vista en el horizonte, solo se veía la
inmensa y verde selva, todo era plano, no había montes, cerros o montañas, una geografía
muy distinta a la de Toluca, no estaba atrapado en un valle.

Aún no llegaba nadie, seguía siendo el único en la pirámide, así que me sentí libre de sacar
mi pipa y cargarla de kush.

—¿Has visto al Quetzal?— Sonó una voz

Tiré mi pipa del susto.

—No he desayunado— Dijo la voz.

—Mierda todavía no me he drogado— Pensé—. ¿Será Pakal?

—Sí soy Pakal— me dijo—. Trae al quetzal o rodará tú cabeza hasta los pies de la
pirámide.

—Como quieres que te traiga un Quetzal— Respondí—. Los extinguiste todos, tú y tus
caprichos mayas.

—¿Con quien hablas?— Preguntó X

—¿X? ¿Como llegaste aquí?— Pregunte sorprendido.

Pensé que era el único en el lugar. Miré a mi alrededor y casi todos estaban ahí

—¿De qué hablas wey? Creó que si te pegaron esos hongos— Me dijo.
¿Hongos? ¿Comí hongos? !Esos niños y sus tours mágicos la verdad no recuerdo. Ya solo
me podía concentrar el lo molesto que eran los mosquitos.

6.

Llegamos a Ciudad Palenque por la tarde, quedamos de vernos con nuestro asesor de
proyecto en el centro de la ciudad alrededor de las 8 p.m.

Llegué al hotel, me bañé y salí a la terraza a fumar para esperar a los compañeros que
tenían el mismo asesor que yo e irnos juntos.

Estaba en la terraza fumando y al otro lado de la calle vi un letrero que anunciaba pollos
asados, caldos y molengue. No tenía idea de lo que era el molengue.

—¿Ya estas listo?— Sonó una voz detrás de mí.

Me di la vuelta y vi que era X.

—Siempre estoy listo— Le dije y sonreí.

—Cálmate mamón— Me respondió y rió —.¿De qué va tú proyecto?

—No sé— Respondí—. Tengo hambre ¿has probado el molengue?

Se rió, enseguida llegaron los demás. Ya estábamos listos para irnos.

Llegamos al centro, ahí estaba Nicolás, nuestro asesor, era muy simpático, siempre sonreía
y escuchaba con atención lo que le decías, de esos maestros con los que te sientes cómodo
al hablar. Esperamos un poco a que llegaran todos, después Nicolás empezó hablar, no se
podía poner mucha atención había algo así como una quermes del pueblo, con bailables de
alumnos de las primarias locales. En ese momento le tocaba bailar a los alumnos del grupo
1-A de tercero de primaria de la Escuela Primaria Emiliano Zapata. Bailaban una canción
de Manu Chao vestidos de Zapatistas.

Gracias a todo el ruido que había en ese momento, Nicolás opto por que fuéramos unas dos
cuadras “abajo” a un bar o algo parecido para poder escucharnos.

Llegamos a un lugar que era como un restaurant-bar, donde los precios eran pensados para
el turista común. De esos lugares que solo entraría con mis padres o abuelos porqué invitan.
Veía la carta, no necesitaba ver mucho, una cerveza ¡40 VAROS! Chale, por eso no voy a
antros o mamadas de esas, te estafan, puedo comprar una cerveza mucho más barata en el
oxxo y tomármela en mi casa, o en este caso en el hotel. Además en el lugar estaba tocando
un palenqueño la de lamento boliviano con su guitarra electro-acústica. ¡Que hueva! Me
dieron ganas de tocar, extrañé a mi guitarra y a mi ukulele.

Mientras me quejaba de todo esto con X, llegaron a la mesa cuatro metros de cerveza y
tarros para todos, invitados por Nicolás, me pareció perfecto, me serví enseguida, soy una
persona aplicada en ese tipo de situaciones. También Mágico, él y yo nos acabamos dos
metros cuando los demás apenas se habían acabado su primer tarro. Ya estaba flama, me
empecé a desesperar, ni siquiera podía escuchar los proyectos de los demás compañeros,
tomé a X de la mano y le dije que nos fuéramos.

Salimos a la calle.

—Vamos por tacos o algo— le dije.

Avanzamos una cuadra y escuche una guitarra. Estaban tocando la bamba, me acerque y
resultó ser un gringo.

—¡Hey! Play some Bob Marley YO— le dije.

—¡Wow! I never expect that— respondió—. A guy with a Cannibal Corpse t-shirt asking
for a Bob Marley song here in Palenque.

Empezó a tocar three little birds de Bob Marley, yo le ayudaba con la voz. Después le
pregunté que si podía tocar yo una, y me dijo que solo si le cooperaba para su amigo Juan
que venía de Honduras. Le dije que solo le iba a dar cigarros, no los acepto, pero me dejo
tocar.

—¡One, Two, Three, Four!— Grite.

Empecé a tocar “Blitzkreig Bop” de Ramones y el gringo la coreaba, luego el toco “hell
song “de Sum 41 y luego yo otra. Y así estuvimos tocando varias canciones de punk, lo
mejor es que estábamos fuera de un Burger King. Después de tocar hablamos un poco, él
resulto ser canadiense, pero seguía siendo un gringo para mí. No me creía que yo fuera
mexicano, en verdad no lo creía, la cultura gringa no sabe que México es un país mestizo
con distintas razas y clases sociales, y no le cabía en su mente un mexicano con una playera
de Cannibal Corpse pidiendo canciones de Bob Marley. Yo soy mexicano, bien pinche
mexicano, tanto como Pancho Villa y los narcocorridos. De todas maneras me la pasé bien
con él, y X también parecía estarla pasando bien, pero ya teníamos hambre así que nos
despedimos y nos fuimos.

Después de cenar fuimos al hotel, en el cuarto había una fiesta prácticamente igual a la de
la noche anterior solo que con el doble de personas y el triple de alcohol. Ya había muchos
que estaban pedos, gritaban y bailaban, otra vez chicas besándose y todos viendo como
perros, cada diez o veinte minutos llegaba un grupo de tres o cuatro personas, el cuarto ya
estaba a reventar, no solo de gente, había una nube enorme de humo, digna de un estudio de
hip-hop de Los Angeles. A mi no me interesaba hablar con nadie, solo con X, pero ella
estaba hablando con alguien más, siempre pasa en estas situaciones, todos los vatos
intentan ligar a la primera que caiga y las morras esperan a ser el centro de atención y
disfrutan de ver como los perros se abalanzan hacia ellas.

Me empecé a hartar y me acordé de la pintura y la idea del mini proyecto, saqué un sharpie
de mi mochila y salí del cuarto, cuando llegué a donde se encontraba la pintura destapé el
plumón y lo olí un poco, (siempre hago lo mismo cuando destapo uno, es como una mona,
pero muy suave e inofensiva) me estiré y en la pared que estaba pintada en el cuadro
escribí: EZNL.

¡Listo! No hacía falta explicarle a nadie mi relación afectiva con el acto, ni buscar
referencias para justificarlo, ni siquiera me lo tenía que explicar a mí.

Me senté en la banca y me puse a fumar. De repente llegó una morra, ya había tenido algo
alguna vez con ella, pero en realidad yo ya no quería nada. No dijo nada, se sentó en mí y
me empezó a besar.

—Espera— Le dije mientras la quitaba—. Ya habíamos hablado, no quiero nada contigo.

—¿No quieres esto?— Me pregunto y me desabrocho el cinturón.

Se inclino mientras me quitaba el pantalón.

—¡Hey! ¡Espera!— Exclamé—. Estamos a la mitad del pasillo, vamos a tu cuarto.

—Están dormidas mis compañeras— Respondió—. Pero bueno, nos metemos al baño.

Nos metimos a su baño, y pues pasó lo que tenía que pasar, la verdad yo no quería pero es
muy difícil negarse en esa situación, de hecho nunca me había pasado algo así. Salí de su
cuarto para regresar al mío, ya estaban todos dormidos menos el punk, el vato me decía que
quería estar más pedo, pero que ya no había alcohol luego le conté lo que había pasado.
También le conté que le había dicho a la morra que ya no quería que fuera a pasar lo mismo
otra vez.

—¡Wey! ¿Le dijiste a una morra que ya no te la querías dar justo después de dártela?—
Preguntó mientras inhalaba su cristal—. ¡Eres una mierda!

—Chale— Dije mientras me metía a la cama—. Pues no pensé en eso.

—JAJAJAJA— Se rió.

Me quede pensando en la oscuridad del cuarto mientras escuchaba como el Punk inhalaba,
me sentía mal, luego pensé en X y me quedé dormido.

7.

— Jóvenes, el mundo esta hecho de sorpresas— Dijo Morales—. Son 70 pesos para la
entrada a las cascadas de Misol-Ha.

Me sentía lleno de energía, había desayunado dos Red Bull. Bajamos del camión y
empezamos a caminar hacia las cascadas, era un nuevo día, ya no me acordaba de la noche
anterior y estaba con X. Ni si quiera me molestaba caminar en grupo.

Llegamos a la cascada, estaba en medio de la selva, era un maravilloso lugar para fumar un
poco de la yesca del rey Salomón, así que no me tarde en hacer un porro, uno perfecto,
como todos los que hago, ninguna manualidad me sale bien a excepción de eso, tal vez es
por el amor y cariño que le pongo a hacerlo.

Era un muy bonito paisaje, a excepción de los compañeros que ya se había metido a nadar
en el traje de baño más practico del mundo, su ropa interior.

Estuvimos un par de horas ahí, no había mucho que ver además del agua cayendo sobre
más agua. Platiqué un poco con el maestro Villalobos, me hablaba de la meditación y
demás charlatanerías. Me aburrió un poco. Después nos fuimos.

El siguiente destino fueron las cascadas de agua azul y otra vez las sorpresas de las que está
hecho el mundo nos hicieron pagar 100 pesos.

El lugar parecía un balneario, gente en ropa interior nadando, y puestos de comida, lo


primero que hice fue ir con X a comprar una fruta rara la cual no recuerdo el nombre, no
me gusto mucho, era parecida a una granada, pero más insípida. Nos pusimos a recorrer el
lugar juntos mientras platicábamos.

—¿Crees que haya tucanes?— Le pregunté.

—Ranfástidos— Respondió.

—¿Qué?— Pregunté muy sacado de onda.

—Ranfástidos— Me dijo—. Es como se llaman, es el nombre de los tucanes, es como los


elefantes, son paquidermos. No creo que haya, según yo hay como de Costa Rica para
abajo.

Mierda, se me acelero el corazón, maldita sensación. X, me gusta mucho.

—Me gustan los tucanes— Me dijo sonriendo.

—A mí también— Le dije—. Seguro saben ricos.

— Estas loco— Dijo riéndose.

Después de recorrer casi todo el lugar, llegamos a la parte más alta de las cascadas, se podía
ver perfectamente la extensión de estas y el azul de las aguas resaltaba con el verde de la
selva. Me hacía pensar en lo mucho que me gusta México y todo su relieve tan variado, rico
y vasto.

Ya era casi hora de irnos, nos dio tiempo de comer unas muy ricas empanadas de pescado,
frijoles y papa. Veinte pesos por cinco empanadas, toda una ganga, no hay nada que me
guste más que la comida rica y barata.

Llegamos al camión y estábamos listos para ir a San Cristóbal de las Casas, donde íbamos
a pasar los siguientes días. Recordé que había olvidado ir a probar molengue al local que lo
anunciaba justo enfrente del hotel en Ciudad Palenque, ni pedo, para la otra.

8.

Llegamos a San Cristóbal en la noche, baje del camión y me reuní con mi grupo,
empezamos a caminar por las calles del pueblo buscando donde quedarnos, después de unas
tres opciones nos encontramos con un hostal llamado Papá Chango, se veía perfecto, estaba
muy padre, decoración muy chida, muchos cuadros y stickers buena onda. Los dueños del
lugar nos recibieron con mucha amabilidad. Era un chilango llamado Carlos y un neo
zelandés con rastas hasta las nalgas ,se llamaba Travis. Nos ofrecieron caguamas y nos
dijeron los precios. 50 pesos una hamaca y 100 pesos una cama. Me fui por la hamaca sin
pensarlo.

No tardamos mucho en dormir, estábamos cansados y al día siguiente nos levantaríamos


temprano para ir a San Juan Chamula.

9.

Y así empecé esta crónica, narrando justo el momento en el que estaba apunto de entrar a la
iglesia de San Juan Bautista en San Juan Chamula. No olviden que estaba bastante
colocado en ese momento, en todo el viaje no lo había estado más. Pensaba que no tenía
que llamar mucho la atención, que tenía que intentar pasar desapercibido, algo que se me
complica un poco.

Había unas chicas diciendo que no iban a entrar porque mataban animales. La noche
anterior las vi cenando tacos al pastor.

Me acerque a la entrada, el maestro Villalobos estaba justo ahí.

—Si te cachan no te salvo— Me dijo mientras sostenía mi brazo.

Yo llevaba mi cámara en mano, era obvio que tenía que documentar el momento, seguro
eso salva mi calificación, además no me sentía preocupado, mi cámara parece otra cosa.
Pagué mis veinte pesos y me dieron un boleto, como si fuera la atracción de una feria.

—¿Sabes en que año se construyo la iglesia?— Peguntó una chica que iba detrás de mi al
vato que cobraba.

—Yo no contesto ese tipo de preguntas— Contesto con frialdad—. Puedes buscar un guía
en el pueblo y pagarle para que responda tus dudas.

La gente del pueblo se sentía hostil, aún no sabía que tan violentos podían ser si te
cachaban grabando, pero desde que llegamos al lugar se percibía que los chamulos no eran
muy amigables, todo lo contrario, se veían como personas hostigadas y a la defensiva, tal
vez sea por que se sienten como fenómenos de circo, atracciones que se convierten en el
alimento del morbo turístico.
Entregué mi boleto en la entrada y me metí a la iglesia. Era una iglesia oscura, todo el piso
estaba cubierto de hojas de palma, era difícil caminar, el piso tenía aceite o algo parecido,
estaba resbaloso y ya que yo estaba colocado decidí caminar despacio.

Era la hora de algún ritual o algo parecido porque el lugar se encontraba lleno, los
indígenas se acomodaban desordenadamente por toda la iglesia, se encontraban arrodillados
frente altares improvisados en el piso, done acomodaban velas delgadas y largas en línea
recta, con una Coca o cualquier otro refresco a los costados. Parecía que le rezaban a la
Coca, al menos eso parecía.

Yo sentía mucho calor a causa de las drogas, mientras avanzaba sentía las miradas de la
gente viéndome, tenían miradas penetrantes y hostiles. Intentaba pasar desapercibido, pero
estaba cada vez más fascinado y confundido. Por un lado sentía pequeñas descargas de
placer en mi cuerpo y por otro el acido me estaba haciendo ver efectos visuales en el fuego
de las velas. Era otro mundo, se escuchaban cantos y rezos, todo el ambiente estaba
fumigado con variedad de inciensos y plantas aromáticas. A los costados se encontraban los
Santos, todos ellos llevaban un espejo en las manos, tenían una apariencia macabra, vaya
que me gustaron. Mi favorito fue San Pedro, tenía un sombrero y bigote, se parecía a
Zapata.

Seguía avanzando, intentaba pasar desapercibido, un señor se me quedo viendo y se acerco


hacia mí, me sujetó de los hombros y me dio media vuelta. Paranoia, confusión, miedo,
estaba punto de empujarlo y correr. Cuando dijo:

—Confiésate—.

Justo enfrente de mí quedaba el confesionario, en el, en vez de un padre para confesar,


había un espejo en donde me reflejaba. Entendí el mensaje, tal vez los santos llevan espejos
por la misma razón, para hablar contigo mismo, no con dios o con el padre.

Me vi en el espejo, lo primero que note fueron mis pupilas, eran enormes, luego vi mis
labios secos y ojeras, que parecían las de un mapache.

—¡Confieso que estoy drogado y que estoy grabando todo¡— Grite.

Tape mi boca, gire la cabeza a mi alrededor y vi que nadie me estaba prestando atención,
regrese mi cabeza al espejo y lo que vi enseguida me impacto, era causa de la droga, mi
reflejo ya no estaba, en su lugar se veía una mascara verde, de jade.

—¿Encontraste al Quetzal?— Preguntó.


—Es imposible encontrar a uno— Respondí—. No es como en tus tiempos donde
abundaban y todos los populares usaban sus plumas como accesorios.

—¡El Quetzal es mi comida¡— Gritó con furia—. ¡Lo necesito!

—¿Qué te hace pensar que te daría al Quetzal si lo encontrara?— Le pegunté—. Me lo


quedaría para mi, haría un caldo y lo comería, y usaría sus plumas como accesorio, y
entonces, yo sería un rey maya.

—Las confesiones son en silencio— me dijo una doña—. Y ya se tardo harto güero.

Cuando regresé la mirada al espejo ya no estaba Pakal, solo se veía mi reflejo, y me veía
aún peor que la vez anterior.

Me dirigí hacía el altar principal, frente a él estaba un grupo grande de indígenas, sus rezos
eran apasionados, lloraban y gritaban, de pronto sacaron una gallina de una caja y la
mataron, fue muy rápido, yo me imaginaba sacrificios más explícitos y grotescos, pero en
realidad no fue la gran cosa, solo rompían el cuello de la gallina, de un momento a otro
perdía la vida, sin sangre ni sufrimiento.

Me quedé mirando el ritual un buen rato, mi mente se perdió en el humo, las luces y el
aroma a copal. Estaba viajando a través de los versos que oraban en su dialecto extraño y
fascinante.

El tiempo se me fue, no me di cuenta cuanto tiempo llevaba ahí, pero cuando miré a mi
alrededor ya no se veía a nadie de la escuela, así que salí preocupado. Me encontré de
nuevo con Villalobos en la salida.

—¿Qué te pareció?— Me pregunto.

—Estuvo bien, esperaba más sangre— Le dije—. Pero eso de escuchar como rezan en
maya me encanto.

—¿En maya?— Pregunto exaltado y fijando su mirada—. Ellos no hablan maya, hablan
tzotzil.

—Tzotzil— Dije—. Chale, soy un naco.


Me di la vuelta y me fui, ya se me hacía tarde para llegar al camión y no iba a ser un
impuntual como Villalobos, empecé a caminar por la calle principal del pueblo que llevaba
hasta el panteón y el estacionamiento donde nos habían dejado. La calle estaba dedicada al
comercio turístico, como todos los otros parques temáticos a que habíamos visitado, yo
caminaba sin prestar atención pero de pronto escuché una señora decir que tenía tucanes.

—¿Tucanes?— Pregunté emocionado—. ¿Tiene tucanes?

—Sí güerito— Respondió mientras extendía su mano—. Mire, son de tela, a 5 pesitos.

Lo tome para observarlo.

—Esto no es un tucán— le dije desanimado.

—Claro que sí— me respondió, me lo arrebato de las manos y lo vio—. Oh, no, tiene
razón, esto es un pájaro carpintero.

—¿Y no tiene tucanes?— Le pregunté con un poco de esperanza.

Se puso a buscar entre todos los animales que tenía pero nunca apareció un tucán, como
quiera me gusto el pájaro carpintero, así que lo compré y continúe mi camino hasta el
camión, llegué a este y me senté.

Ya era hora de irnos, pero faltaba alguien, era X, la buscaba por la ventana y no la veía, me
entró ansiedad. Después de unos minutos la vi acercarse, venía con Villalobos, ella estaba
sonriendo, sentí celos, muchos, ya había notado como la miraba. X subió al camión y se
sentó a mi lado.

—¿Qué te pareció el lugar?— Me preguntó.

—Esperaba ver más sangre— Le dije.

La verdad me había parecido uno de los lugares más interesantes en los que jamás había
estado, estaba casi extasiado, no entendía cómo nunca me habían hablado de eso o
enseñado en la primaria, pero seguía muy colocado, y no quería hablar.

—Toma, te compré un tucán— Le dije mientras ponía el ave de tela en sus manos.

—Gracias— Me dijo.
Lo guardo en su bolsa y me sonrió.

10.

El camión arrancó, me di cuenta que el paisaje de la zona era muy diferente al de los
lugares cercanos a Palenque, aquí no era una planicie selvática, más bien se parecía mucho
a Toluca y sus alrededores, colinas y montañas cubiertas de bosques de coníferas y un
clima templado.

—Jóvenes, el mundo esta hecho de sorpresas— Anunció Morales sin perder la


costumbre—. Hemos llegado a Zinacantan. En este pueblo aprenderán algo que es conocido
como turismo vivencial.

Bajamos del camión y todos, como siempre, nos reunimos con nuestros respectivos grupos.
Enseguida se apareció una chica del lugar para invitarnos a su casa, a conocer sus
costumbres, las seguimos. Llegamos a su casa, parecía más una tienda de artesanías que
una casa, toda estaba llena con ropa artesanal. Entramos y nos dirigieron a un altar, empezó
hablar de su pueblo, nos dijo que éramos libres de sacarles fotos y que podíamos preguntar
lo que fuera, en contraste con Chamula la gente de ese pueblo era mucho más amigable y
no evitaban hacer sutiles comparaciones con su pueblo vecino.

—¡Ya llegó el tío borracho¡— Se escuchó una voz en la entrada.

Todos volteamos para ver, era Moz, ya venía pedo, entró a la casa y se unió al grupo.

—Prueba esto Pancho— De dijo mientras me jalaba del hombro—. Es posh.

Tomé la botella y le di un trago. Era delicioso, no era nada fuerte, sabía casi a agua, le di
otro trago, me gustó aun más. Ya todos estaban más interesados por la bebida que por la
plática informativa, en eso, salió una señora de un cuarto.

—De a cincuenta el litro de posh— Dijo la señora.

Todos hicimos coperacha, compramos 6 litros. Salimos de la casa contentos con nuestras
botellas, todos se aferraban para tomar, parecía que a todos les había encantado.
Caminamos hasta el centro del pueblo sin dejar de beber, nos reunimos en uno de esos
gimnasios al aire libre puestos por el municipio, ya todos estaban pedos, también yo.

Me senté en una banca y Mágico se sentó a mi lado.


—Que chido que en estos pueblos no dejen que se metan los Oxxos, ¿no?—. Le pregunté.

—Pues sí— Contestó—. Pero si dejan que se meta el PRI.

Era cierto, en todos los lugares que hasta ahora habíamos visitado se veía una fuerte
presencia del partido, manchaba los bellos paisajes y el ambiente de todo el estado.

11.

Llegamos a San Cristóbal de las Casas alrededor de las 7 p.m. Se había organizado salir de
fiesta con la mayoría de los facultad, nos quedamos de ver como a eso de las 10 p.m. afuera
de un bar que alguien ya conocía. Pero primero teníamos que ir al hostal, para bañarnos y
descansar un poco. Fui el primero en estar listo (como siempre) y me quedé en la pequeña
sala de estar del hostal. Una de las muchas cosas que me encantó de ese lugar, además de
las hamacas por 50 pesos, era que tenían una guitarra, me divertía en esos largos momentos
que tenía que esperar para que los demás estuvieran listos.

Estaba tocando “Just like heaven” de The Cure, una chica, pequeña, muy linda y rubia, que
también se hospedaba ahí, se acercó.

—Que buen tema— Me dijo con un inconfundible acento argentino.

Se sentó y nos pusimos a platicar, resulto ser muy interesante y buena onda, me gustó,
resulta que se había venido desde argentina sola, de mochilazo y estaba recorriendo
México. Teníamos muchas cosas en común, libros, pelis, música. Fumamos un porro y
después de un rato me dijo que se iba a descansar, al día siguiente iría a las pirámides de
Palenque, le advertí de los niños y sus cigarros, luego nos despedimos.

Me quedé un rato más tocando, esperando para partir.

Llegamos al lugar pasadas las 10, no era un bar, era más bien un antro, era de esos lugares
que no soporto, cervezas a 45 varos, la peor música y un ambiente basado solo en conseguir
llegar a un estado etílico más que razonable.

Pedimos unas cervezas, pasó muy poco tiempo y pidieron un pomo de Bacardí, a mí no me
gusta nada esa bebida. Quería estar con X, pero ella platicaba y se divertía con otros. Cada
vez me hastiaba más, no entendía como todos los compañeros, que se decían
“alternartivos”, se la estaban pasando tan bien. Fui a la barra y pedí un shot de mezcal,
luego pedí otro, y luego un par más, ya estaba pedo, pero seguía aburrido y enojado con el
lugar, viendo como todos bailaban y se divertían.
Estaba apunto de largarme, pero antes le quería decir a X si quería irse conmigo, la
encontré y en el momento que la vi sentí un fuerte golpe en el pecho, por más anti cursi o
anti romance que quieras parecer, ver a la chica que te gusta besándose con un pendejazo
duele, más si estas pedo.

Dejé el lugar, tenía un sentimiento feo, me sentía estúpido. Siempre me he mentalizado


para no ser dependiente a alguien, para que no duelan esas cosas, pero creo que soy muy
tonto. Llegué al hostal y me quedé dormido en mi hamaca.

12.

Al día siguiente me levante temprano, pensé que el sentimiento de la noche anterior se iría
con el alcohol y en cierto grado fue así, pero me seguía no me sentía del todo bien. Salí
para llegar puntual al camión, ese día iríamos al Cañón del Sumidero. Me subí al camión y
me senté, la mayoría no había llegado, tal vez era culpa de la fiesta. Estaba pensando si X
se sentaría a mi lado como en los últimos días. De pronto, en mi mano aparecieron dos
pastillas, tenían un corazón grabado, eran anfetaminas. Me las comí.

Llego el resto del grupo, entre ellos X y se sentó a mi lado.

—¿Por qué desapareciste ayer?— Me preguntó.

—Me la estaba pasando muy mal— Respondí, al mismo tiempo hacía muecas causadas por
la amargura de las tachas—. No me gustan ese tipo de lugares.

No tardamos mucho al llegar al destino, bajamos del camión y aún no sentía el efecto de las
tachas. Nos formamos en grupos para subirnos a las lanchas y dar el tour por el cañón.

Me senté y otra vez a mi lado se sentó X, no tenía muchas ganas de platicarle. El conductor
de la lancha nos dio la bienvenida y se presentó. De un momento a otro arrancó, y fue gusto
en ese instante cuando las patillas hicieron efecto, sentía como el aire acariciaba mi piel
provocándome un placer in explicable, el sonido del agua atravesaba mis oídos como
lanzas, y veía todo como en cámara lenta, parecía un sueño. En un momento el lanchero
dijo que fijáramos nuestra vista en la orilla del cañón para ver a un cocodrilo, y
efectivamente había uno, pero había más basura que cocodrilo. Yo quería verlo más de
cerca, pero el lanchero no se acerco más. De pronto ya estábamos en tierra firme, a veces
cuando te drogas las cosas pasan muy rápido.
Llegamos al camión para regresar a San Cristóbal de las Casas y X se sentó a mi lado otra
vez.

—Ayer me dolió— Le dije sin pensarlo.

Me pasa mucho, hay veces que creó que me falta un filtro o algo así, estoy atado a hacer
ridículos.

—¿Qué te dolió?— Preguntó, se podía notar que sabía a que me refería.

—Me gustas, me gustas mucho— Le dije.

—A mí también me gustas— Me dijo mientras tomaba mi mano—. Pero en este momento


no quiero nada serio, acabo de terminar una relación muy larga y por ahora solo me quiero
divertir.

Solté su mano, me habían aplicado el viejo truco barato, el básico no eres tú, soy yo. Por lo
menos ya sabía que no habría nada con ella, era mejor no seguir haciendo ridículos así que
me contuve.

Llegamos a hostal, otra vez todos se habían organizado para salir de fiesta, esta vez yo no
iría, no quería pasarla tan mal como la noche anterior así que hice planes conmigo mismo
de quedarme tocando guitarra. Todos se fueron del hostal y yo me quede tocando, sentado
el la sala, fumando un porro e intentando disfrutar los últimos efectos de la tacha.

De pronto llego la argentina.

—¿No saldrás hoy?— Preguntó.

—No tengo muchas ganas— Respondí.

—¿No me quieres acompañar a un bar aquí cerca?— Preguntó—. Va tocar una banda que
dicen que es muy buena.

—¡Vamos!— Le dije con entusiasmo.

Llegamos al bar, era como los que me gustan, no había fresas pretenciosos con su camisita,
ni música genérica basada en un solo beat monótono. Había murales con tendencias punk
por todos lados, muy chido el lugar. Nos acercamos a la barra y pedí una caguama al igual
que la argentina. ¡30 pesos! Eso si me gusta, cerveza a un precio decente.
La banda empezó a tocar, eran buenos, me gustaron mucho, eran como una mezcla extraña
de dub-step con rock progresivo al estilo de Pink Floyd. Estaba disfrutando de la banda y
de pronto la argentina tomó mi mano, la volteé a ver y sonrió.

—Re copan estos pibes— Me dijo gritando para que la pudiera oír.

Tenía mucha razón, vaya que copaba esa banda.

Después de un rato vi como entraba al bar mi grupo de amigos de la facultad, entre ellos X.
Se me quedo viendo, vio que estaba de la mano con la argentina y se volteó bruscamente.
Me sentí algo incomodo, pero X ya me había bateado sutilmente unas horas antes así que
pensé que no tenía nada por que incomodarme.

Terminaron de tocar y salí del bar con la argentina, cenamos unos tacos y nos regresamos al
hostal. Nos quedamos un buen rato en la sala platicando, fumando porro y tocando y
cantando canciones de The Cure y de Joy División. Después se acurrucó en mí.

—Mañana me voy temprano a Playa del Carmen— Me dijo—. Será mi última parada en
México, después de eso volveré a la Argentina.

En ese momento supe que lo más probable sería que en mi vida la volvería a ver. Ella se
acercó a mi y me beso, fue un beso corto. Después se fue. Me quede solo en la sala, estaba
muy oscuro, ya casi acababa el viaje

13.

—Jóvenes, el mundo esta hecho de sorpresas— Dijo Morales—. Hemos llegado a Toniná.
Son 100 pesos para entrar.

Bajamos del camión, no tenía muchos ánimos, solo pensaba en la chica de argentina, y en
cómo y porqué es que siento esas cosas tan maricas. Maldita evolución, nos dio la cualidad
de enamorarnos, todo para mantener nuestra especie, esa es la razón de porque nos
enamoramos, es la consecuencia evolutiva para preservar nuestros genes, creemos que
amamos a alguien, pero en realidad solo nuestra materia gris evolucionada nos los hace
creer para cumplir la finalidad de cualquier especie, reproducirse, eso es el resultado final,
no somos más que bichos buscando aparearse.
Al entrar a la zona arqueológica nos hicieron pasar a una especie de auditorio donde
proyectaron un video informativo del lugar. El video parecía una producción de Televisa de
los años 90´s, ósea, estaba chafísima, no me dieron ganas de prestarle atención, estaba
pensando en los Andes y en el tango. Lo único que rescaté del video fue que en Toniná se
encontraba la pirámide más alta de México.

Salimos del auditorio me reuní con unos cuantos para fumar Mango-Kush, ya quedaba muy
poca, fumamos un porro y nos dirigimos a la pirámide. Si que era alta, alrededor había unas
4 pirámides que se veían diminutas comparadas con la principal. Empecé a subir la
pirámide, los escalones eran más angostos de lo normal y entre cada peldaño había una
altura considerable, costaba trabajo subirla, aunque bajarla fue peor. Llegué a la mitad de la
pirámide, allí había algo así como en descaso y unas pequeñas entradas al centro de la
pirámide, eran unos pasillos angostos y oscuros que se extendían a muchos metros dentro
de la pirámide, después de recorreros continué la subida a la cima.

Llegué hasta arriba, y me senté a contemplar, por todos lados se veía a mis compañeros
artistas y empecé a pensar en lo raros que eran. Unos llevaban mascaras, otro iban casi
desnudos, muchos dibujan, otros se drogaban en lugares que según ellos nadie los veía,
otros subían las pirámides con tacones. Todos ellos comprometidos con sus respectivos
proyectos artísticos. Pero el que se llevo el día en cuanto actitudes extrañas para un turista
regular, fue el maestro Mariano, que se encontraba comiendo algún combo de Burger King
en la cima de la pirámide y estaba feliz disfrutando el rico sabor del capitalismo en aquel
lugar maya. Hasta me regaló unas papas.

Fue bueno saborear las papas de Burger King en lo más alto de la pirámide más alta de
México, bajo el preciado efecto de una buena marihuana.

14.

Era la última tarde en Chiapas, el viaje estaba por terminar, creo que se me borraron
muchas cosas, tenía un tatuaje nuevo que ni supe cuándo y cómo me lo había hecho, ni si
quiera me gustó. En mi mente había lagunas mentales, tal vez tenían que ver con las
Lagunas de Montebello, porqué todos juraban que habíamos ido pero yo no me acordaba.
Que lastima.

Quería aprovechar las ultimas horas en San Cristóbal, así que salí a caminar por el pueblo
antes de que oscureciera. San Cristóbal sí que era un pueblo mágico y no por el titulo que le
otorga el gobierno federal que sirve como recurso folclórico y turístico necesitado por el
estado para generar capital y luego robarlo descaradamente, es un pueblo mágico
principalmente por el posh y la caguama a buen precio, es mágico porque te tatúas y no te
acuerdas, porque te enamoras tres veces en un día, y por que puedes fumar mota y parece
como si nadie lo notara.

Llegué al centro y me encontré con el diablo. Estaban reunidos ahí una gran cantidad de
indígenas a los que les estaban repartiendo playeras de nada más y nada menos que de el
PRI. Maldito PRI, manipulando a las masas ignorantes que ellos mismos crearon.

Camine por el tumulto y me encontré con una señora que no podía no llamar mi atención.
Era una indígena tatuada, sus brazos estaban decorados con un par de brazaletes tribales, las
iniciales SSS y mi numero favorito, 666. Eran tatuajes de mala calidad, justo como los que
me gustan, sucios, feos, parecían de cárcel y no dudo que los obtuviera en esta

No pude evitar entrevistarla con mi cámara, enfocando principalmente el 666, haciéndole


justo el tipo de preguntas que nos molesta tanto a los tatuados que nos hagan:

—¿Dónde se los hizo? —

—¿Quién se los hizo?—

—¿Hace cuanto?—

—¿Le dolió?—

—¿Por qué se los hizo?—

—¿Qué significan?—

Obtuve la misma respuesta para todo, ella solo respondía con una palabra a todas mis
preguntas: prosperidad, esa era su respuesta, sentí que ni siquiera me entendía, seguro la
hostigue.

Llegó la noche y era hora de la última fiesta, fuimos a un lugar llamado Mandala, era como
una bodega amplia con un pequeño jardín, vendían caguamas y pizza artesanal a un precio
muy decente. Poco a poco el lugar se llenaba de personas, parecía estar toda la facultad más
decenas y decenas (sin exagerar) de hippies, rastudos y cosmo-mayas de diferentes
ciudades y países. Aunque no soy entusiasta del new-age y esas cosas era una fiesta muy
buena, la música no estaba mal y se respiraba mota en el ambiente. Alguien me dio una
botella de dos litros de Coca cola llena de posh, empecé a tomar. El lugar estaba lleno con
murales con temas ecológicos y frases como: “aquí pura buena vibra” y “los celos no son
amor, son violencia”.
Había una chica pelirroja, me acerque a ella y le ofrecí un poco de posh y empezamos
platicar, ya estaba pedo y ella era muy linda, decía ser de Morelia. Platicamos unos minutos
cuando de pronto vi que X se acercaba a mí, me tomo de los brazos y me llevó a la entrada
del lugar.

—No quiero que beses a nadie— Me dijo.

—No besaré a nadie— Respondí y le di un trago al posh, que ya se estaba acabando.

—Enserio me gustas— Me dijo, también estaba algo peda—. Ayer cuando te vi con la
argentina no me gusto nada lo que sentí, y hoy no quiero que pase otra vez.

Así son las mujeres ¿No? Tal vez si me hubiera quedado insistiendo nunca le hubiera
interesado.

—¿Qué pasó con que solo te querías divertir?— Le pregunté mientras le di los últimos tres
tragos al posh—. A mí me gustas enserio, ya te lo había dicho.

—Creo que solo quiero divertirme contigo— Me dijo sonriendo—¿Y si nos vamos a
dormir?

Creo que ese fue el momento más feliz del viaje, por más decepcionante que me parezca,
siempre intento no basar mi felicidad en alguien más, pero fue inevitable, me había
enamorado de X, y había desarrollado un vínculo afectivo hacia ella, de verdad la quiero.

Salimos del Mandala, muy pedos los dos, apenas podíamos caminar pero gracias a la
calentura pudimos llegar a hostal, esta vez no dormiría en mi hamaca, dormiría en la cama
de X. Nos acostamos y lo que sucedió después fue algo digno como para escribir una
canción, de hecho hasta ya hay una la cual narra mi situación en ese momento, esa canción
se llama: “Too drunk to fuck”, es de una de mis banda favoritas: Dead Kennedys.
Demasiado pedo para coger, pero al menos dormimos juntos.

Ya estaba amaneciendo, no había más Mango-Kush, ni posh, todo se había acabado.

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