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LA TESIS Y SU INVITACIÓN
En los siguientes párrafos expondremos una tesis política sobre el neoliberalismo en Chile,
y también una invitación a repensar nuestro país (y su contexto global) desde una perspectiva que
es a la vez socialista, feminista, ecologista, internacionalista y anticolonial. Se postula que la
superación del neoliberalismo en Chile requiere de una ruptura (i) en favor de la democracia, (ii) en
contra del patriarcado, y (iii) protagonizada por la clase trabajadora (o clases trabajadoras y
populares) en disposición feminista. Las transformaciones constantes impuestas por el
neoliberalismo al mundo del trabajo muestran que la explotación sexuada y racializada de este
último continúa siendo el eje de la acumulación económica y la dominación social.
Nuestra tesis asume entonces la centralidad del trabajo como dinámica histórico-concreta,
y no esencialista ni ontológica, del persistente orden capitalista.
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Lo anterior implica una reconfiguración del rol económico del Estado, expresado en el
cercenamiento de la intervención directa en la actividad económica como agente productivo, a raíz
del proceso de privatizaciones y política de concesiones públicas, a excepción de CODELCO. El Banco
Central, del cual depende tanto la emisión monetaria, como la regulación de la tasa de interés y de
encaje, queda en manos de paneles tecnocráticos ajenos a la intervención gubernamental. De igual
forma ocurre en materia de elaboración presupuestaria con la autonomía del Consejo Fiscal Asesor.
De esta manera se profundiza la brecha entre las funciones económicas y políticas, en que éstas se
subordinan exclusivamente a los equilibrios macroeconómicos y a la regla del superávit estructural.
Desde el punto de vista de la recaudación fiscal, la liberalización en materia de comercio exterior y
el incentivo a la inversión extranjera involucró la eliminación de las barreras arancelarias que
consolidó una estructura tributaria regresiva basada en el impuesto al consumo, en contraste con
la baja carga impositiva a las rentas del capital, y el incentivo a la concentración a partir del sistema
de integración impositiva.
Desde el punto de vista de la gestión pública, el neoliberalismo no solo pone en marcha una
poderosa fuerza de corrosión y debilitamiento de la democracia, sino que redefine sus sentidos y su
funcionamiento. Al mismo tiempo se impone un esquema de control social asentado en los
mecanismos de la democracia liberal representativa, consistente en eliminar y bloquear los
canales y vehículos de representación y deliberación social, imponiéndose un modelo de
representación de intereses de clase en el Estado plenamente subordinado al poder económico.
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1.- El primer ciclo político del proceso transicional que abarca los dos primeros gobiernos
de la Concertación dan cuenta de la movilización social y el reflujo del movimiento popular (y la
cooptación institucional del movimiento feminista), sobre la base del temor a la reversibilidad del
proceso democrático pactado; y la renuncia por parte de los partidos de la concertación a la
posibilidad de construir un sujeto encaminado a la superación del paradigma neoliberal. Esta
tendencia a la desmovilización y descomposición del campo social coincide con el fuerte
enraizamiento subjetivo del modelo económico neoliberal y patriarcal, basado en la Integración
de capas marginales por medio de políticas sociales focalizadas, de fomento al emprendimiento y
expansión del consumo mediante el endeudamiento, dando cuenta de un programa sustentado en
la administración del modelo y la promesa de humanizarlo en la medida que la expansión de la
economía lo hiciera posible. En el plano institucional a partir de 1989 se inaugura la política de los
consensos entre la centro izquierda y la derecha para la sustentabilidad del modelo neoliberal,
cristalizada en el plebiscito del mismo año, que termina por consagrar las componentes autoritarias
de la Constitución de 1980, expresados en la existencia de enclaves autoritarios (COSENA,
Senadores Designados, inamovilidad de los comandantes en jefe) y de cerrojos institucionales
(control preventivo del Tribunal Constitucional, quorum supra mayoritarios, materias de ley
elevadas a rango constitucional y Sistema electoral binominal).
2.- En el segundo ciclo político de la transición, que abarca el tercer y cuarto gobierno de la
Concertación, el régimen neoliberal alcanza su madurez dando cuenta de la consolidación del
consenso neoliberal, lo que da lugar al abandono paulatino de los militares del escenario político y
la consolidación de una democracia de baja intensidad. La Reforma Constitucional de 2005, elimina
los “enclaves autoritarios”, persistiendo los “cerrojos institucionales”, dando cuenta de una
tendencia a la normalización democrática, por arriba o sin ciudadanía, en el marco del régimen
neoliberal. En lo económico, la tendencia a las reformas infraestructurales de bajo alcance da cuenta
la legitimación del modelo económico en democracia, sin embargo, acrecienta la tensiones en la
centro izquierda. Ante la negativa-imposibilidad de introducir cambios y sin ser capaces de concertar
la promesa de “crecimiento con igualdad”, comienza un proceso de radicalización y masificación del
fenómeno de la protesta social en ciertas franjas sociales (mochilazo, allegados, deudores
habitacionales, pinguinazo, conflictos laborales en sectores exportadores) que no logran ser
procesados por la institucionalidad, definiendo el cuadro sin participación social. Ello coincide con
el paulatino proceso de descapitalización de la base electoral de la Concertación y el ascenso de la
derecha al gobierno en un marco de unidad política y programática, dando paso a la alternancia en
el poder entre fuerzas neoliberales.
3.- El tercer ciclo del proceso transicional atraviesa el primer Gobierno de la derecha y el
de la Nueva Mayoría. El eje transversal será la crisis de representación, en que se evidencia cuadro
general de malestar y desconfianza agudizado a raíz de los casos de corrupción. En 2001, este
escenario da lugar a la protesta social a raíz del conflicto estudiantil (se funde gobierno y modelo a
los ojos de la sociedad chilena) ampliándose las cifras de convocatoria y participación que
contrastan con la baja participación electoral. Se intenta contener institucionalmente el consenso
neoliberal a través de la Ley de inscripción automática y voto voluntario. La agenda de cambios
enarbolados por la movilización social significó un impulso a la alicaída Concertación, que la obliga
a dar paso a una nueva coalición con incorporación del PC, denominada Nueva Mayoría.
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modificaciones de corto plazo como es el término del sistema binominal. Se expresa la tendencia a
la normalización democrática y contención institucional manteniendo los demás cerrojos
institucionales, aún a pesar de tener mayoría en ambas cámaras. Sin perjuicio de la subsistencia de
la movilización social anti neoliberal (Estudiantes, No más AFP), emergen en las calles expresiones
sociales de derecha y un empresariado que se auto representa en la escena pública ante la crisis de
la derecha política, junto con una agenda de medios que golpea las reformas del gobierno, lo que
da cuenta de la tendencia a la unidad de proyecto de la derecha. El gobierno se tensiona
internamente, acelerando la crisis de paradigma de la centro-izquierda y pavimentando el triunfo
de la derecha, produciendo la alternancia en el poder entre proyectos políticos neoliberales.
4.- El cuarto ciclo comprende la clausura del ciclo político abierto en 2011 y la consolidación
de la unidad de proyecto de la derecha como alternativa de gobierno en el marco de la alternancia,
sumado a la instalación de un ala neofascista de corte neoliberal; el vaciamiento del centro político
y profundización de la descomposición del arco de la centro-izquierda, la emergencia institucional
de un tercer bloque socialdemócrata y de izquierda, con un programa anti neoliberal coincidente
con una tendencia al reflujo parcial del movimiento social, carente de una direccionalidad anti
neoliberal.
En este cuadro, la derecha comprende que para construir una mayoría política que permita
defender y proyectar el modelo debe ser capaz de mantener unido el amplio espectro de
sensibilidades que la constituyen, pero asimismo asumir directamente las propuestas de reformas
infraestructurales, construyendo una alianza con sectores tecnocráticos y neoliberales del centro
político, en un contexto de abierta fragmentación de la ex Nueva Mayoría, de reflujo y
fragmentación del movimiento social, graves problemas de instalación de la tercera fuerza
socialdemócrata y de izquierda, que virtualmente involucra la inexistencia de oposición política.
Esta tesis corresponde a la dimensión de lo táctico siendo esta dimensión la que enmarca la
propuesta de Ruptura Democrática. Sin pretender extendernos sobre la estrategia (materia de otro
documento), debemos dejar claro que ésta tiene que ver con el desarrollo de una nueva correlación
de fuerzas (equilibrio estratégico) entre poder burgués y poder popular. Así, la iniciativa táctica
constituye condición de posibilidad de dicho cambio en la correlación de fuerzas.
a) Oposición
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continuidad histórica estaba llamado a ser la oposición política al gobierno actual. La Nueva Mayoría
(NM), a partir de su derrota electoral, dejó de existir como proyecto, arrojando a sus partidos a una
profunda descomposición política y orgánica, evidenciándose cautiva de maniobras efectistas y de
corto plazo, totalmente carente de un relato y de programa que viabilice su restauración. No existe
en el horizonte mediato la posibilidad de un reordenamiento que permita abordar la disputa de la
agenda con el gobierno, lo que intenta ser compensado con la recomposición interna en miras de
las próximas elecciones.
El FA, conforme lo dicho, está obligado a definir un marco de entendimiento sobre la base
del escenario real y las escasas posibilidades de que se concrete una alianza amplia como la que
plantea el PC. Este marco debe estar situado en ciertos acuerdos puntuales de omisión en el ámbito
municipal o un acuerdo en torno a la segunda vuelta presidencial sobre la base de mínimos
compartidos.
En este cuadro, la izquierda del FA debe sostener como eje prioritario la superación de los
cerrojos institucionales de la Constitución pinochetista, enmarcado en una “agenda de mínimos
democráticos” que fije una línea entre las expresiones neoliberales/antineoliberales en el espectro
político, abriendo la puerta a las demandas de participación y cambio estructural esbozadas por el
movimiento social.
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Estos marcos están orientados a poner fin a las tendencias regresivas del ciclo transicional
y revertir la carencia de orientación política en un escenario de retroceso de los gobiernos
progresistas y de izquierda en nuestro continente. Si la derecha (y la ultraderecha) se ha tomado
buena parte de la iniciativa política, no se explica simplemente por las deficiencias propias de cada
uno de esos gobiernos, sino por la siempre activa y eficaz intervención del imperialismo en las
agendas políticas locales.
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No obstante, estos elementos de orden secundario (como puede ser la resistencia ante tal
o cual reforma de parte del gobierno) siguen siendo un campo de batalla ante lo cual se debe
anteponer una salida que supere tanto una aparente “vuelta atrás” al concertacionismo, como a la
agudización neoliberal de la derecha. A modo de ejemplo, “la reforma a la reforma” en materia
laboral, no nos puede situar en la defensa de la reforma de la Nueva Mayoría toda vez que ésta no
alteró el modelo de negociación colectiva circunscrito a la empresa (aspecto medular) privilegiando
cuestiones procedimentales y técnicas por sobre el diseño político del régimen laboral. Por tanto,
superar la dicotomía es abrir paso a una nueva manera de situar la contradicción al plano estratégico
de la superación del modelo.
Dicho esto, consideramos que asistimos a la existencia de dos estrategias de relación con el
gobierno: la estrategia de la incidencia y la estrategia de ruptura. La primera, pone énfasis en lo
técnico antes que en la proyección política; a lo más, se considera importante la generación de hitos
o la cristalización de una oposición “responsable” o “situada en contexto”.
Con estas coordenadas, la disputa del Gobierno se sitúa en el plano técnico, político y
simbólico-cultural. Una tarea que requiere de una flexibilidad táctica que ponga las prioridades en
función de cuatro objetivos: a) mejorar la correlación de fuerzas de la izquierda; b) generar
condiciones de procesamiento institucional de las demandas del movimiento social c) fortalecer la
lucha social y las movilizaciones de masas y d) evitar a toda costa elementos que profundicen la
orientación neoliberal de la sociedad chilena
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b) Frente Amplio
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c) Movimiento Popular
Nuestro proyecto político se sustenta en una concepción del ser humano como sujeto
moral, universal y libre, esencialmente práctico y constructores de una subjetividad transindividual.
Esta relación involucra la concepción de la praxis en cuanto sustento de una ideología liberadora y
transformadora por la vía de la acción consciente, resultante de la interpretación de la realidad
material. Contraria a esta definición, emerge la particularización basada en el concepto de libertad
individual, según la conciben los ideólogos liberales, donde se otorga a la institución de la propiedad
el carácter de soporte de todas relaciones sociales.
Del mismo modo, esta idea de “sujeto” involucra distinguir dos momentos en los que este
se expresa. En el primer momento, el sujeto de cambio histórico que llevará las transformaciones
para la superación del modo de producción capitalista, lo entendemos como la clase trabajadora.
La organización de esta es el elemento central para la superación del capitalismo y el
establecimiento de un régimen socialista y feminista autogestionario, así como la defensa de los
logros obtenidos en el transcurso del proceso revolucionario.
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El segundo momento, dice relación con las expresiones concretas del “sujeto”, es decir, las
formas que toma en determinados contextos político-sociales. Esto se relaciona con los/as agentes
de la estrategia de Ruptura Democrática, entendidos como quienes generarán las transformaciones
democráticas que permitan condiciones para potenciar la reconfiguración de la clase trabajadora.
Estos agentes que se observan en las coyunturas y los periodos políticos son múltiples, plurales, y
muchas veces contradictorios entre sí, expresándose en demandas anti-neoliberales que pueden
adoptar diversas maneras (organizaciones ecologistas, feministas, estudiantiles, de trabajadores/as
precarizados/as, de migrantes, etc.). Sin embargo, ellos/as sólo pueden tomar forma política a
través de la construcción de una identidad común que sea capaz de unificar tal diversidad ante un
enemigo común (la clase dominante, “los ricos”, un gobierno neoliberal, etc.), a esto denominamos
Pueblo.
Dicha identidad debe ser lo suficientemente amplia para integrar a todos los excluidos/as y
al mismo tiempo, lo suficientemente clara para articular demandas anti-neoliberales en un eje de
desarrollo de cambios estructurales de orientación socialista, democrática, feminista y libertaria.
Asimismo, dicha identidad debe ser lo suficientemente flexible para integrar diversas formas de
acción, y lo suficientemente clara a fin de entender que cualquier proceso de reforma en clave de
ruptura debe sostenerse en sectores sociales organizados.
Ello será posible en la medida que nuestro proyecto sea capaz de apelar al sentido común,
a partir un discurso que contemple condiciones de entrada, ante la fuerte matriz liberal en lo
subjetivo de la sociedad chilena, la ausencia de densidad del tejido social, escasos lazos colectivos y
bajos niveles de asociatividad, que expresan identidades fragmentadas ancladas en el temor y la
desconfianza. El espacio intersubjetivo está débilmente constituido a partir de valores tradicionales
asociados a la nacionalidad, el orden, la familia y la religión, por lo que nuestra política debe
sustentarse en contrarrestar la tendencia regresiva y disputarlos a la derecha, superando las lógicas
unilaterales de carácter patriarcales y conservadoras. Esta disputa debemos centrarla en la
cotidianidad de la mayoría nacional, de los trabajadores, inmigrantes y pueblos originarios que
constituyen una realidad plurinacional; desde las múltiples formas de familia y desde un
compromiso territorial que permita contener el avance de expresiones religiosas conservadoras y
reaccionarias. Igualmente debemos reivindicar a los trabajadores, como determinantes centrales
que permitan cimentar la conciencia sociopolítica oposicional.
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donde se enlazan las diversas realidades y en donde es posible gestionar la res publica mejorando
directamente las condiciones de vida de la población, a la vez de cimentar un ethos social alter
liberal y comunitario desde el cual alterar las correlaciones de fuerza para transformaciones
estructurales posteriores.
El carácter plural de los actores subalternos es el germen que constituye a los agentes de
cambios necesarios para la Ruptura Democrática; el “nosotros” necesario para constituir política y
socialmente el cuerpo social que la movilice. Sólo a través de este camino será posible sostener un
programa de reformas profundas que sean la base para la consecución de los objetivos históricos
de superación del capitalismo.
Chile está organizado sobre la base de un Estado unitario que no convence ni está preparado
para resolver las problemáticas más variadas de los territorios que componen el país, profundizando
con el tiempo un modelo centralista que ha dilapidado cualquier proyecto o intento de
descentralización con autonomía territorial. Durante los últimos años, hemos visto que se han
avanzado en reformas al nivel subnacional regional, como la elección directas de los consejos
regionales, sin embargo, en el plano local todavía no existen propuestas que vayan a subsanar la
crisis estructural de los municipios, tanto financiera como políticamente, que permita construir
gobiernos locales, y no solo una institucionalidad a cargo de administrar una porción acotada de
territorio, como está consagrado en la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades.
La crisis de los municipios tiene distintas aristas. Por una parte hay una escasez financiera
estructural, donde la mayoría de los 345 municipios del país tienen una alta dependencia del Fondo
Común Municipal, es decir, una baja capacidad de generación de recursos propios, por tanto, este
mecanismo redistributivo tiene que ser profundamente re-evaluado, ya que mientras más pequeño
el municipio menos recaudación tiene, más dependencia genera, y evidentemente son aquellos
municipios donde más necesidades de la población existen.
Por otra parte, existe toda una elaboración en torno a los “gobiernos locales”, que sin
embargo, la institucionalidad municipal convierte en meras corporaciones administradoras de
programas, servicios y espacios públicos que, en su mayoría responden a políticas públicas
ministeriales que no cuentan con financiamiento para su desarrollo y terminan siendo más carga
laboral y aumento de responsabilidades de los municipios y sus funcionarios.
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Debemos reconocer cuales son nuestras principales necesidades como comunas, y dentro
de nuestros municipios, tanto en el plano urbano como rural. En este último punto, debemos
reconocer que comunas equilibradas y armónicas, así como con múltiples capacidades de
construcción de proyectos transformadores, son aquellas que ven tanto en la urbanidad como en la
ruralidad espacios de convivencia necesarios y potenciales. En Chile no hay estrategias de desarrollo
ni instrumentos de planificación rural que den cuenta que este espacio también tiene un alto
potencial de desarrollo y construcción de sociedad post-neoliberal, y más aún es urgente pues son
los espacios donde mayor conflictividad hay por mega-proyectos industriales.
Nuestra apuesta política sobre los municipios debe ser estructural y coyuntural. Por una
parte, debemos saber reconocer la crisis que está viviendo esta institución y cómo poder apuntar a
subsanar su diseño en el mapa político-administrativo del país y sus mecanismos de financiamiento,
cambiando la Constitución y su Ley Orgánica Constitucional, aumentando el presupuesto nacional
hacia estos y sus posibilidades políticas, generando mayor capacidad de maniobra para decidir sobre
su territorio y aumentar los grados de co-gobierno local con las comunidades organizadas. Y, por
otro lado, debemos profundizando un proyecto de municipalismo comunitario que de cuenta de
que cuando podemos llegar a conducir un municipio (alcaldes/as) o incidir en su administración
(concejalías), tenemos un modelo, un proyecto y una voluntad a seguir, la cual se rige en los
fundamentos que se pasan a explicar.
i. Municipios para las comunidades: son las organizaciones sociales y la ciudadanía en general
que habitan las comunas, los principales actores que se beneficiarán de las decisiones de la
municipalidad en el plano de la planificación, la estrategia comunal de desarrollo humano-
ambiental y la ejecución de políticas públicas locales, tanto situando las políticas nacionales
como produciendo las propias según el territorio y sus necesidades. En este plano se debe
avanzar en la formación ciudadana para un nuevo municipalismo participativo y comunitario,
generando escuelas de formación y fortaleciendo o construyendo organizaciones,
cooperativas, corporaciones y empresas locales colectivas.
iii. Proyecto político comunal: en este punto debemos profundizar las políticas públicas locales
que queremos desarrollar en los territorios con una visión estratégica e ideológica, donde
imprimamos un sello a la gestión municipal, más allá de los mecanismos y la democratización
del municipio. En este sentido, debemos construir:
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iv. Trabajo plurinacional mancomunado con otros municipios de la provincia, región, país o en
el plano internacional: la generación de redes entre municipios es importante para
profundizar, compartir experiencias y entablar trabajos comunes para las comunidades y la
defensa territorial, estableciendo acuerdos de colaboración, proyectos comunes e
intercambio de funcionarios/as y políticas con otros municipios, tanto para la disputa de
proyecto político-administrativo a nivel nacional e internacional, como la generación de
capacidades propias y colectivas.
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nuevo partido tiene posibilidades reales de elección, asegurando las alcaldías de comunas
con mayor posibilidad e intentando copar lo más posible los concejos municipales de todo
el país.
Dicho lo anterior resulta relevante reconocer en un inicio las diversas tradiciones, prácticas
y concepciones de partido entre la militancia convergente. Asimismo, a las distintas perspectivas
tácticas y estratégicas como puntos de partida a la consolidación de una estructura de mayor unidad
política. En este plano, y en un primer momento, resulta necesario reconocer la existencia de
corrientes políticas internas que legítimamente condensen reflexiones y aspiren a la conducción del
partido, en cuanto expresen sus posiciones de manera abierta, fraterna y democrática hacia el
colectivo. No obstante, resulta imprescindible constituir espacios orgánicos comunes a nivel de
frentes sociales y estructuras de coordinación institucional así como estructuras territoriales
(direcciones regionales y comunales) que permitan el desarrollo del conjunto partidario y dé cabida
a quienes se vayan integrando, permitiendo una gradual consolidación de la unidad política.
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asignen por orden correlativo y entre las listas sobre la base del sistema D´Hondt o cifra repartidora.
Las direcciones regionales y comunales, también paritarias, pueden elegirse conjuntamente y en la
misma plantilla que la elección referida, o llevarse a cabo como elección separada.
En cuanto a las atribuciones de los órganos de dirección son las propias que confieren la ley
de partidos políticos en cuanto a la deliberación entre congresos de materias no propias de éste,
por otra parte la contraloría interna corresponderá al Tribunal Supremo de composición paritaria,
sobre la base de los reglamentos de disciplina y conducta militante.
El partido debe reconocer la democracia interna en los marcos del centralismo democrático
anteriormente descrito. El procesamiento de las diferencias debe basarse en la primacía de la
posibilidad de síntesis y, en el caso de no ser posible recurrir a mecanismo de votación, este último
basado en primer lugar en mayoría calificada del 60%, en todo nivel de las estructuras. En caso de
no alcanzarse la mayoría calificada, la aplicación de acuerdos por mayorías simples deberá siempre
ser revisado en instancia posterior, pudiendo ser sometido a re-evaluación.
En cuanto a la conducta militante, esta refiere a dos aspectos centrales: la promoción del
feminismo y la condena de prácticas atentatorias a sus principios y los controles militantes por falta
al régimen disciplinario, entre ellos, el control de la desviación política de los marcos de acuerdo
partidarios, con especial énfasis el control de los cargos de representación y vocerías políticas. Cada
uno de estos aspectos debe ser contenido en el reglamento de disciplina, cuyas materias son de
conocimiento del Tribunal Supremo de composición paritaria.
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Las elecciones de la totalidad de los miembros de los órganos antes señalados, renovarán
con una periodicidad no superior a dos años. Sus integrantes no podrán ser electos por más de dos
períodos consecutivos en su mismo cargo. En la integración de los órganos colegiados previstos en
esta ley, se observarán mecanismos especialmente previstos en los estatutos que aseguren que
ninguno de los sexos supere el 60 por ciento de sus miembros. En caso de ser tres miembros, se
entenderá cumplida la regla cuando al menos uno de ellos sea de sexo diferente. En este punto es
necesario despejar la paridad del 50%.
Todos los miembros de los órganos señalados en el artículo anterior deberán ser electos
democráticamente. Los estatutos de cada partido político determinarán el sistema electoral y los
procedimientos para la elección de sus autoridades. El sistema de elección establecido será el
propuesto por voto con lista única referido en el punto 1, observando el carácter personal,
igualitario, libre, secreto e informado del sufragio.
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Las elecciones son una expresión de la disputa política que se desarrolla en el campo de la
lucha de clases, la correlación de fuerzas territoriales, nacionales e internacionales, así como la
expresión de las contradicciones patriarcales y neo-coloniales en el ámbito nacional, sub-nacional y
local.
En este horizonte tanto los municipios, consejos regionales, parlamento y gobierno, así
como otros organismos del Estado deben contar con programas y planes de desarrollo para
subvertir los limites impuestos en tiempos de la dictadura y la transición, remitidos a administrar
sin tensionar el modelo económico ni los pilares fundamentales de los enclaves autoritarios. En este
sentido, consideramos que las instituciones están desafectadas de las comunidades, la ciudadanía
o los pueblos, convirtiéndose en los cotos de la iniciativa y el poder popular, por ende, aspiramos a
subvertir esa lógica liberal del Estado como los representantes de las y los ciudadanos, para pasar a
una democracia con instituciones participativas, de soberanía popular y de control comunitario, en
una relación dialéctica y virtuosa entre Estado (en todos sus niveles) y organizaciones sociales y
políticas, sin suplantar al poder popular, sino siendo una herramienta de este.
En este sentido, para las próximas elecciones municipales (2020) y parlamentarias (2021),
consideramos pertinente poner énfasis en los siguientes aspectos:
- Aumentar las capacidades del Partido y del Frente Amplio en distintos territorios del país,
poniendo énfasis no solo en las elecciones sino en la construcción de expresiones populares
de organización, poder y emergencia política de diversos actores relevantes en el plano
nacional, regional y local, manteniendo relaciones estrechas con movimientos sociales,
pueblos originarios e iniciativas transformadoras al modelo neoliberal en los distintos
niveles territoriales.
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- La disputa electoral debe ser entendida como un proceso que no se agota en las siguientes
elecciones, sino que deben servir, por una parte, para ganar elecciones, pero también para
ejercitar la musculatura política de nuestra militancia y para articular el activo social y
político de los territorios, no en función de una figura o candidata/o, sino en estrecha ligazón
con la lucha anti-neoliberal, anti-patriarcal y anti-colonial que se desarrolla en cada
territorio, siendo la autoridad electa, en el caso de ganar, una herramienta de esta expresión
popular de organización amplia y combativa.
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