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Congreso de Convergencia – Unidad Revolucionaria: Socialista, Feminista y Libertaria

UNIDAD REVOLUCIONARIA: SOCIALISTA, FEMINISTA Y LIBERTARIA

LA TESIS Y SU INVITACIÓN

En los siguientes párrafos expondremos una tesis política sobre el neoliberalismo en Chile,
y también una invitación a repensar nuestro país (y su contexto global) desde una perspectiva que
es a la vez socialista, feminista, ecologista, internacionalista y anticolonial. Se postula que la
superación del neoliberalismo en Chile requiere de una ruptura (i) en favor de la democracia, (ii) en
contra del patriarcado, y (iii) protagonizada por la clase trabajadora (o clases trabajadoras y
populares) en disposición feminista. Las transformaciones constantes impuestas por el
neoliberalismo al mundo del trabajo muestran que la explotación sexuada y racializada de este
último continúa siendo el eje de la acumulación económica y la dominación social.

Nuestra tesis asume entonces la centralidad del trabajo como dinámica histórico-concreta,
y no esencialista ni ontológica, del persistente orden capitalista.

I. Lectura del régimen y el periodo

a) Elementos centrales del régimen neoliberal en Chile

El neoliberalismo constituye a la vez una ideología y una modalidad específica de


acumulación capitalista. En su dimensión material, organiza una sociedad en donde se mercantilizan
las relaciones sociales. En su dimensión ideológica, despolitiza las relaciones sociales exacerbando
el rol de la individualidad, intensificando los elementos de división de la clase trabajadora
(sexogenéricos y etnoraciales, pero también religiosos y culturales, entre otros). Esta realidad se
encuentra circunscrita en un proceso mundial de transnacionalización de la propiedad, la
producción y el poder político, que responde a la necesidad expansiva de los monopolios. Este
proceso involucró la subordinación y asimilación de las fracciones de la burguesía industrial por
parte de la burguesía monopólico-financiera, comercial y exportadora, dando forma a un patrón de
acumulación de base primario exportador y especulativo-financiero.

El modelo se sostiene sobre la máxima explotación del trabajo asociada a la expansión de


la actividad económica y la transformación de los mercados globales con base en la presión a la baja
o remoción de restricciones impuestas a las relaciones laborales. De hecho, se impuso un marco de
relaciones laborales anclado en el derecho individual a nivel de empresa y la neutralización del
conflicto colectivo, que permitió la instalación de un esquema de fuerte flexibilidad y fragmentación
de las formas de trabajo, como la subcontratación, el suministro, el teletrabajo o el trabajo
autónomo, en contrapartida de la concentración por arriba de las facultades directivas en las figuras
de Grupos Económicos, de Empresas o Holding.

Asimismo, la clásica extracción de plusvalía en la fase productiva adquiere un carácter


ampliado a raíz de la apropiación privada del excedente destinado a la seguridad social en la fase
de circulación en forma de capital crediticio. Esta modalidad de acumulación “por desposesión”, se
expresa igualmente en la apropiación privada de los medios de vida de la población y de sus
recursos naturales o comunes a partir de su privatización y de los bajos estándares
medioambientales, que, sumado a la sobresaturación de la infraestructura productiva y energética,
dan lugar a zonas de sacrificio primario exportadores. Esta modalidad de apropiación se expresa
igualmente en la extracción de recursos y bienes públicos que fluyen hacia el mercado en forma de

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subsidios a la demanda de bienes y servicios, asociados a bienes intangibles como la salud y la


educación, lo que da cuenta del marcado carácter subsidiario de las políticas sociales que además
se encuentra circunscrita a la lógica de focalización del gasto social, contrastando con el aumento
progresivo de la brecha de la desigualdad.

El neoliberalismo descansa en una división sexogenérica y racializada del trabajo, división


que es de larga data pero de la cual el sistema se sirve de modo creciente. Se refuerza la división
del trabajo entre productivo y reproductivo y de cuidados, y éste último recae principalmente en
las mujeres: el trabajo de las mujeres produce a los obreros que producen el capital. Al mismo
tiempo, el neoliberalismo es una respuesta a las olas de integración de las clases trabajadoras a la
ciudadanía y el consumo, y en consecuencia se manifiesta como precariedad y empobrecimiento
creciente en las condiciones laborales de las mujeres (brechas salariales, precarización laboral,
segregación vertical y horizontal, inequidad de las pensiones y presencia en el trabajo informal).
Todo esto, sumado a la violencia sexual que, en un sistema crecientemente competitivo, no ha
hecho más que aumentar.

Lo anterior implica una reconfiguración del rol económico del Estado, expresado en el
cercenamiento de la intervención directa en la actividad económica como agente productivo, a raíz
del proceso de privatizaciones y política de concesiones públicas, a excepción de CODELCO. El Banco
Central, del cual depende tanto la emisión monetaria, como la regulación de la tasa de interés y de
encaje, queda en manos de paneles tecnocráticos ajenos a la intervención gubernamental. De igual
forma ocurre en materia de elaboración presupuestaria con la autonomía del Consejo Fiscal Asesor.
De esta manera se profundiza la brecha entre las funciones económicas y políticas, en que éstas se
subordinan exclusivamente a los equilibrios macroeconómicos y a la regla del superávit estructural.
Desde el punto de vista de la recaudación fiscal, la liberalización en materia de comercio exterior y
el incentivo a la inversión extranjera involucró la eliminación de las barreras arancelarias que
consolidó una estructura tributaria regresiva basada en el impuesto al consumo, en contraste con
la baja carga impositiva a las rentas del capital, y el incentivo a la concentración a partir del sistema
de integración impositiva.

El neoliberalismo está fuertemente blindado por instituciones heredadas de la dictadura,


perfeccionadas desde inicios de la transición pactada en el marco de la adscripción transversal de
la tesis del compromiso histórico entre el centro y la izquierda, sosteniendo como base política la
estructura de consensos con la derecha, que a su vez se encuentra plenamente subordinada a los
intereses geopolíticos de los Estados Unidos en la región. De esta forma el modelo de
representación política y los marcos institucionales de la Constitución de 1980, se evidencian
fuertemente compenetrados con los intereses de la elite económica y el capital monopólico
transnacional, basado en un esquema de democracia tutelada (a partir de enclaves autoritarios) y
restringida (a partir de cerrojos institucionales), destinada a eliminar toda forma de alteración
democrática al régimen neoliberal.

Desde el punto de vista de la gestión pública, el neoliberalismo no solo pone en marcha una
poderosa fuerza de corrosión y debilitamiento de la democracia, sino que redefine sus sentidos y su
funcionamiento. Al mismo tiempo se impone un esquema de control social asentado en los
mecanismos de la democracia liberal representativa, consistente en eliminar y bloquear los
canales y vehículos de representación y deliberación social, imponiéndose un modelo de
representación de intereses de clase en el Estado plenamente subordinado al poder económico.

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b) Tendencias políticas centrales de la transición

1.- El primer ciclo político del proceso transicional que abarca los dos primeros gobiernos
de la Concertación dan cuenta de la movilización social y el reflujo del movimiento popular (y la
cooptación institucional del movimiento feminista), sobre la base del temor a la reversibilidad del
proceso democrático pactado; y la renuncia por parte de los partidos de la concertación a la
posibilidad de construir un sujeto encaminado a la superación del paradigma neoliberal. Esta
tendencia a la desmovilización y descomposición del campo social coincide con el fuerte
enraizamiento subjetivo del modelo económico neoliberal y patriarcal, basado en la Integración
de capas marginales por medio de políticas sociales focalizadas, de fomento al emprendimiento y
expansión del consumo mediante el endeudamiento, dando cuenta de un programa sustentado en
la administración del modelo y la promesa de humanizarlo en la medida que la expansión de la
economía lo hiciera posible. En el plano institucional a partir de 1989 se inaugura la política de los
consensos entre la centro izquierda y la derecha para la sustentabilidad del modelo neoliberal,
cristalizada en el plebiscito del mismo año, que termina por consagrar las componentes autoritarias
de la Constitución de 1980, expresados en la existencia de enclaves autoritarios (COSENA,
Senadores Designados, inamovilidad de los comandantes en jefe) y de cerrojos institucionales
(control preventivo del Tribunal Constitucional, quorum supra mayoritarios, materias de ley
elevadas a rango constitucional y Sistema electoral binominal).

2.- En el segundo ciclo político de la transición, que abarca el tercer y cuarto gobierno de la
Concertación, el régimen neoliberal alcanza su madurez dando cuenta de la consolidación del
consenso neoliberal, lo que da lugar al abandono paulatino de los militares del escenario político y
la consolidación de una democracia de baja intensidad. La Reforma Constitucional de 2005, elimina
los “enclaves autoritarios”, persistiendo los “cerrojos institucionales”, dando cuenta de una
tendencia a la normalización democrática, por arriba o sin ciudadanía, en el marco del régimen
neoliberal. En lo económico, la tendencia a las reformas infraestructurales de bajo alcance da cuenta
la legitimación del modelo económico en democracia, sin embargo, acrecienta la tensiones en la
centro izquierda. Ante la negativa-imposibilidad de introducir cambios y sin ser capaces de concertar
la promesa de “crecimiento con igualdad”, comienza un proceso de radicalización y masificación del
fenómeno de la protesta social en ciertas franjas sociales (mochilazo, allegados, deudores
habitacionales, pinguinazo, conflictos laborales en sectores exportadores) que no logran ser
procesados por la institucionalidad, definiendo el cuadro sin participación social. Ello coincide con
el paulatino proceso de descapitalización de la base electoral de la Concertación y el ascenso de la
derecha al gobierno en un marco de unidad política y programática, dando paso a la alternancia en
el poder entre fuerzas neoliberales.

3.- El tercer ciclo del proceso transicional atraviesa el primer Gobierno de la derecha y el
de la Nueva Mayoría. El eje transversal será la crisis de representación, en que se evidencia cuadro
general de malestar y desconfianza agudizado a raíz de los casos de corrupción. En 2001, este
escenario da lugar a la protesta social a raíz del conflicto estudiantil (se funde gobierno y modelo a
los ojos de la sociedad chilena) ampliándose las cifras de convocatoria y participación que
contrastan con la baja participación electoral. Se intenta contener institucionalmente el consenso
neoliberal a través de la Ley de inscripción automática y voto voluntario. La agenda de cambios
enarbolados por la movilización social significó un impulso a la alicaída Concertación, que la obliga
a dar paso a una nueva coalición con incorporación del PC, denominada Nueva Mayoría.

El programa de la Nueva Mayoría expresa la tendencia a reformas intraestructurales de


mayor alcance, combinando propuestas políticas de largo plazo (Nueva Constitución), con

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modificaciones de corto plazo como es el término del sistema binominal. Se expresa la tendencia a
la normalización democrática y contención institucional manteniendo los demás cerrojos
institucionales, aún a pesar de tener mayoría en ambas cámaras. Sin perjuicio de la subsistencia de
la movilización social anti neoliberal (Estudiantes, No más AFP), emergen en las calles expresiones
sociales de derecha y un empresariado que se auto representa en la escena pública ante la crisis de
la derecha política, junto con una agenda de medios que golpea las reformas del gobierno, lo que
da cuenta de la tendencia a la unidad de proyecto de la derecha. El gobierno se tensiona
internamente, acelerando la crisis de paradigma de la centro-izquierda y pavimentando el triunfo
de la derecha, produciendo la alternancia en el poder entre proyectos políticos neoliberales.

4.- El cuarto ciclo comprende la clausura del ciclo político abierto en 2011 y la consolidación
de la unidad de proyecto de la derecha como alternativa de gobierno en el marco de la alternancia,
sumado a la instalación de un ala neofascista de corte neoliberal; el vaciamiento del centro político
y profundización de la descomposición del arco de la centro-izquierda, la emergencia institucional
de un tercer bloque socialdemócrata y de izquierda, con un programa anti neoliberal coincidente
con una tendencia al reflujo parcial del movimiento social, carente de una direccionalidad anti
neoliberal.

En este cuadro, la derecha comprende que para construir una mayoría política que permita
defender y proyectar el modelo debe ser capaz de mantener unido el amplio espectro de
sensibilidades que la constituyen, pero asimismo asumir directamente las propuestas de reformas
infraestructurales, construyendo una alianza con sectores tecnocráticos y neoliberales del centro
político, en un contexto de abierta fragmentación de la ex Nueva Mayoría, de reflujo y
fragmentación del movimiento social, graves problemas de instalación de la tercera fuerza
socialdemócrata y de izquierda, que virtualmente involucra la inexistencia de oposición política.

En síntesis, el proyecto político general de la derecha tiene un marcado carácter restaurador


y de contención de la democratización del sistema político institucional y la devaluación del régimen
neoliberal en la ciudadanía acompañada de un fuerte relato conservador basado en el orden. Para
ello, refuerza una agenda orientada a corregir las reformas de mayor alcance del ciclo anterior,
deconstruir el consenso social sobre la historia reciente asociado a la legitimación del origen del
modelo, retomando asimismo una agenda conservadora en el plano valórico y liberal en lo
económico, recodificando los sentidos comunes instalados en el pasado ciclo.

II. Definiciones tácticas

Esta tesis corresponde a la dimensión de lo táctico siendo esta dimensión la que enmarca la
propuesta de Ruptura Democrática. Sin pretender extendernos sobre la estrategia (materia de otro
documento), debemos dejar claro que ésta tiene que ver con el desarrollo de una nueva correlación
de fuerzas (equilibrio estratégico) entre poder burgués y poder popular. Así, la iniciativa táctica
constituye condición de posibilidad de dicho cambio en la correlación de fuerzas.

a) Oposición

1. Marco mínimo para la construcción de la oposición

El ciclo político que se configura a partir de la consolidación de la unidad de fondo del


proyecto de la derecha contrasta con la fragmentación del bloque político que por razones de

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continuidad histórica estaba llamado a ser la oposición política al gobierno actual. La Nueva Mayoría
(NM), a partir de su derrota electoral, dejó de existir como proyecto, arrojando a sus partidos a una
profunda descomposición política y orgánica, evidenciándose cautiva de maniobras efectistas y de
corto plazo, totalmente carente de un relato y de programa que viabilice su restauración. No existe
en el horizonte mediato la posibilidad de un reordenamiento que permita abordar la disputa de la
agenda con el gobierno, lo que intenta ser compensado con la recomposición interna en miras de
las próximas elecciones.

De mantenerse el cuadro de descomposición en la oposición, la derecha podría proyectar


su gobierno para un segundo período, con la finalidad de terminar de consolidar un proyecto de
sociedad que transite hacia una democracia formal, liberal en lo económico y financiero y receptiva
del conservadurismo en lo social y moral. El sentido común, por tanto, se desplaza hacia la derecha:
hacia la naturalización de soluciones técnicas a problemas políticos.

El cuadro indicado plantea una imposibilidad en la conformación de una alianza amplia de


la oposición toda vez que predomina el consenso neoliberal transversal a los partidos de la ex NM
(con excepción del Partido Comunista) que se encuentran cómodos con una democracia de baja
intensidad y con la existencia de cerrojos institucionales destinados a dar sustentabilidad a un
modelo que ya hicieron propio.

En este contexto, la NM tiene escasas posibilidades de restauración, en parte por el


aislamiento de la Democracia Cristiana y su dificultad de recuperar el rol de referencia en el centro,
como por expresiones como la “Convergencia Progresista” (PR-PS-PPD), la cual carece de un relato
que sobrepase el discurso de vencer a la derecha en las urnas. El Partido Comunista se mantiene
aislado, fuera de las tensiones internas de la NM entre neoliberales y socialdemócratas, insistiendo
en una propuesta de alianza desde la DC hasta el FA.

El FA, conforme lo dicho, está obligado a definir un marco de entendimiento sobre la base
del escenario real y las escasas posibilidades de que se concrete una alianza amplia como la que
plantea el PC. Este marco debe estar situado en ciertos acuerdos puntuales de omisión en el ámbito
municipal o un acuerdo en torno a la segunda vuelta presidencial sobre la base de mínimos
compartidos.

En este cuadro, la izquierda del FA debe sostener como eje prioritario la superación de los
cerrojos institucionales de la Constitución pinochetista, enmarcado en una “agenda de mínimos
democráticos” que fije una línea entre las expresiones neoliberales/antineoliberales en el espectro
político, abriendo la puerta a las demandas de participación y cambio estructural esbozadas por el
movimiento social.

Estos mínimos contemplan la eliminación de las atribuciones que convierten al Tribunal


Constitucional en una tercera cámara, y un programa de reformas para una nueva política
democrática. El énfasis debe estar en la austeridad de la función pública, la lucha contra la
corrupción y el narcotráfico; una sociedad de derechos que ponga en crisis la lógica subsidiaria del
estado neoliberal; fortaleciendo la democracia económica mediante un Modelo de Desarrollo
inclusivo, sustentable y diversificado, con énfasis en la soberanía sobre la propiedad y gestión de
los recursos naturales; conducir y profundizar las demandas de participación política en los
territorios; proponer un nuevo trato con los pueblos originarios, contemplando el indulto
presidencial a los presos políticos mapuche como gesto unilateral para una solución política del
conflicto Estado Chileno-Pueblo Nación Mapuche.

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La centralidad debe situarse en las reformas político institucionales, orientandas


estratégicamente, por la vía de una “agenda de co-legislación social y de democracia territorial”
hacia la constitución política de sujetos colectivos, rompiendo la invisibilización del mundo social y
el bloqueo de la participación popular en la gestión y decisión de los asuntos públicos. Este aspecto
es clave en la apertura de una fase de confrontación democrática como expresión de un proceso
inicial de transición post neoliberal, cuya perspectiva estratégica estará en disputa permanente, de
cara a la consolidación de una izquierda que dialogue con el sentido estructural, clausurando salidas
socialdemócratas o reformistas.

2. Ejes diferenciadores con la herencia transicional

Estos marcos están orientados a poner fin a las tendencias regresivas del ciclo transicional
y revertir la carencia de orientación política en un escenario de retroceso de los gobiernos
progresistas y de izquierda en nuestro continente. Si la derecha (y la ultraderecha) se ha tomado
buena parte de la iniciativa política, no se explica simplemente por las deficiencias propias de cada
uno de esos gobiernos, sino por la siempre activa y eficaz intervención del imperialismo en las
agendas políticas locales.

Nuestro país se ha mantenido ajeno a esta convulsión política transnacional. La certidumbre


para los inversores ha sido dada por el marco regulatorio vigente que, acompañado de una
institucionalidad política democráticamente débil, permite campear a sus anchas al capital. Con
todo, el peligro que entraña esta nueva correlación geopolítica continental es que el gran
empresariado gozará de vasos comunicantes que, en lo político, viabilizan la profundización del
consenso neoliberal. La derecha chilena se inscribe a fuego en esta tendencia.

Lo que está en juego, en lo estratégico, no es la sociedad de derechos versus el mercado.


Esta contradicción coyuntural se sitúa en la necesidad de salidas tácticas que permitan que el
movimiento popular y sus expresiones políticas cuenten con mejores márgenes de maniobra, a
partir de una orientación socialista, libertaria y feminista.

La crisis de paradigma de la centro izquierda debe ser problematizada a partir de un trazado


táctico y estratégico, sin anular ninguna de estas dos dimensiones. Por ello, si la herencia
transicional fue la lógica de los consensos y la alteración periférica de los “excesos” del modelo, la
izquierda revolucionaria debe apostar por la ruptura definitiva en clave democrática, de los pilares
de dicho modelo y sus lógicas subyacentes. La disputa del sentido común pasa por encaminar, en
un primer orden de prioridades, las reformas políticas al régimen que faciliten la participación
popular en la administración del poder, ya no como un fin en sí mismo, sino como obertura de un
espacio de disputa que encarne, dialécticamente, la tensión social, política, económica y cultural
entre el neoliberalismo y la soberanía popular.

Es en la dimensión estratégica en donde se sitúa la diferenciación con el eje transicional,


puesto que sectores de la ex NM también ha respaldado iniciativas tendientes a la normalización
democrática de las instituciones, lo que nos sitúa en un plano superficial de acuerdos. La diferencia
está en el sentido estratégico de esos mínimos democráticos: administrar más eficientemente el
modelo económico o superarlo.

Finalmente, nuestro trazado debe contemplar el jalonamiento progresivo de estas


tendencias reformistas hacia un horizonte emancipatorio en clave socialista y feminista. Para ello,
iniciar un trazado en vías de conformar una Agenda Post Neoliberal que contemple, una batería de
medidas sobre el desarrollo (ya no como mero crecimiento económico); territorios (superando la

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situación colonial de los pueblos indígenas, propendiendo a la plurinacionalidad y la


autodeterminación); autonomías (territorializando la política); seguridad, justicia y control social
(problematizando la noción dominante del sistema carcelario, fortaleciendo el control civil sobre
las fuerzas de orden y alterando el carácter contrainsurgente del Estado); el régimen de propiedad
vigente (encaminando formas sociales y comunitarias), la autonomía de la banca y las finanzas; la
centralidad del trabajo y el rol político de sus agentes, entre otras.

3. Relación con el gobierno de la derecha

A partir de la instalación de la apertura democrática y las reformas políticas como un eje


central de un primer momento político, en perspectiva táctica de ruptura central con los pilares del
modelo (evitando su maquillaje periférico, por un lado, y la superación socialdemócrata, por otra),
nos es posible establecer que la polarización neoliberalismo/anti-neoliberalismo, marcará la
agenda política de los próximos años. La evidencia de esta polarización puede no tener la visibilidad
nominal y es altamente probable que se escude en contradicciones y conflictos de orden secundario
que, circunstancialmente, copen el sentido de la disputa en un momento político dado.

No obstante, estos elementos de orden secundario (como puede ser la resistencia ante tal
o cual reforma de parte del gobierno) siguen siendo un campo de batalla ante lo cual se debe
anteponer una salida que supere tanto una aparente “vuelta atrás” al concertacionismo, como a la
agudización neoliberal de la derecha. A modo de ejemplo, “la reforma a la reforma” en materia
laboral, no nos puede situar en la defensa de la reforma de la Nueva Mayoría toda vez que ésta no
alteró el modelo de negociación colectiva circunscrito a la empresa (aspecto medular) privilegiando
cuestiones procedimentales y técnicas por sobre el diseño político del régimen laboral. Por tanto,
superar la dicotomía es abrir paso a una nueva manera de situar la contradicción al plano estratégico
de la superación del modelo.

Dicho esto, consideramos que asistimos a la existencia de dos estrategias de relación con el
gobierno: la estrategia de la incidencia y la estrategia de ruptura. La primera, pone énfasis en lo
técnico antes que en la proyección política; a lo más, se considera importante la generación de hitos
o la cristalización de una oposición “responsable” o “situada en contexto”.

La segunda estrategia, si bien se adentra en el debate técnico y se debe implementar


considerando la fuerza de las reformas que se orienten a conseguir los mínimos democráticos antes
señalados, no agota su despliegue en esta sola esfera, apostando por evidenciar, además, los
soportes estructurales del modelo, en tanto pilares políticos (cerrojos institucionales), económicos
(matriz neoliberal y disputa del sentido del progreso) y culturales (disputa del sentido común) con
el objeto de proyectar una salida posneoliberal de orientación socialista y feminista, lo cual implica
un cambio cualitativo en las correlaciones fuerza..

Con estas coordenadas, la disputa del Gobierno se sitúa en el plano técnico, político y
simbólico-cultural. Una tarea que requiere de una flexibilidad táctica que ponga las prioridades en
función de cuatro objetivos: a) mejorar la correlación de fuerzas de la izquierda; b) generar
condiciones de procesamiento institucional de las demandas del movimiento social c) fortalecer la
lucha social y las movilizaciones de masas y d) evitar a toda costa elementos que profundicen la
orientación neoliberal de la sociedad chilena

Ser gobierno en el próximo ciclo implica subordinar políticamente al arco de la centro


Izquierda, invitando a sectores del progresismo a poner su agenda política en sintonía con la ruptura
democrática y la perspectiva de superación del modelo.

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b) Frente Amplio

1. El tipo de política que queremos impulsar en el Frente Amplio (FA)

El FA es un esfuerzo de unidad táctico-estratégico, cuyo surgimiento se explica a partir de


los procesos de movilización social de la última década. Esta movilización evidenció un latente
malestar con el neoliberalismo a la vez que un proceso de rearme de las organizaciones sociales y
de la izquierda, superando el estancamiento, demostraron no solo una capacidad de movilizar a
millones de personas, sino también de articular propuestas concretas para la recuperación de
derechos sociales. La incapacidad de los gobiernos de derecha y ex Concertación de resolver las
demandas sociales, generaron un ciclo de conflictividad orientado a trastocar el orden vigente para
la creación de nuevos equilibrios. A ello, se suma la crisis de representación y los casos de corrupción
y colusión político empresarial, que motivan a parte de nuestro electorado a buscar alternativas
centradas en la renovación de la política y la democratización de la misma.

La construcción de dichas alternativas implica la disputa electoral y el copamiento de todos


los espacios en donde se diseñen e implementen políticas públicas. Esta incursión en el aparato del
Estado no es solo un recurso para el recambio de administradores estatales o para mantener una
tribuna de denuncia pública; es sobre todo, un esfuerzo para alterar la correlación de fuerzas -fuera
y dentro de la institucionalidad política- aprovechando la presión ejercida desde el campo social,
innovando en los circuitos de relaciones entre institución y comunidades, desarrollando procesos
virtuosos de retroalimentación que permite generar nuevas subjetividades y disputar el poder.

Por ello, el FA debe asumir la herencia de vocación transformadora, lo que involucra el


desarrollo de un eje orientado a concretar un proceso de ruptura del régimen político vigente que
permita tanto la integración de los sectores excluidos en la toma de decisiones, tanto en la esfera
del Estado como en la participación social de la propia gestión institucional. Este compromiso
permite encarnar el despliegue de una democracia sustantiva, como parte del proceso de
construcción de una sociedad distinta. En este marco, y sin dejar de considerar por ningún motivo
que el Estado es un aparato de dominación de clase, la apuesta estratégica por cambiar la
correlación de fuerzas nos orienta a transformar ese mismo Estado en la expresión de una
democracia actuante y efectiva, instrumento para la superación del mercado y la edificación de
nuevas relaciones sociales de producción y de vida.

En este desafío importa la elaboración y profundización de un programa de gobierno. En un


primer momento, debe apuntar a transformaciones en los dispositivos neoliberales de orden
sectorial y específico, intencionado transformaciones democráticas en el conjunto de la
institucionalidad que coadyuve al proceso de politización de la sociedad civil y a la disputa del
sentido común neoliberal imperante, a fin de facilitar la conformación de mayorías organizadas. Lo
anterior, involucra aceptar la existencia de una prioridad estratégica en el accionar del
conglomerado durante este ciclo, puesto que el FA no puede reducirse a ejercer un mero rol de
oposición política o sumar a los desencantados de los partidos tradicionales en un gobierno
eventual, promoviendo más bien la generación de condiciones para que la voluntad soberana
popular no sea escamoteada por instituciones desprovistas de legitimidad democrática.

En este contexto, la Asamblea Constituyente se sitúa como punto de llegada de un proceso


de politización y articulación social. Debe dejar de ser un fin en sí mismo para pasar a ser un vehículo
articulador de acuerdos que mejoren la correlación de fuerzas en un plan de normalización
democrática, esto es, reformar instituciones como el Tribunal Constitucional e impulsar cambios en

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la normativa de organizaciones sociales o de base, abriendo paso a una creciente participación


política de la sociedad en la institucionalidad.

2. Conducción del Frente Amplio

Además de dotar de robustez y profundidad al programa y al conglomerado, la convergencia


debe apostar por superar la lógica eminentemente electoral del FA, integrando democráticamente
tanto a los partidos como a aquellos que se vean referenciados en esta voluntad colectiva de cambio
social, generando una institucionalidad que haga madurar políticamente a la coalición.

A nuestro juicio, la deficiente estructura orgánica para procesar y resolver diferencias


políticas se origina en la falta de claridades comunes en orientaciones políticas de mediano y largo
plazo. Resituar la construcción política colectiva como el eje de la articulación del conglomerado,
subordinando a dicho eje a las distintas fuerzas e individualidades (superando los caudillismos)
posibilitará la organización conjunta en la toma de decisiones políticas. Si hoy la ciudadanía se inclina
hacia el mandato de orden, desde el FA debemos capitalizar dicha inclinación, disputando a la
derecha el sentido de dicho ordenamiento, generando nuestras propias nociones de estabilidad y
seguridad.

El diálogo sostenido a nivel de partidos es imprescindible para fortalecer a la Mesa Política


desde el punto de vista de la elaboración colectiva de la política, sintetizando posiciones que
permitan digerir y conducir el debate interno de manera virtuosa, evitando los exabruptos y salidas
de libreto que afecten la credibilidad de la coalición ante la opinión pública. En este sentido es
pertinente la construcción de una agenda legislativa y plan de acción común, toda vez que,
diseñemos canales expeditos para procesar las contingencias.

En síntesis, la convergencia debe tener como prioridad la generación de una propuesta


política desde la izquierda ecosocialista y feminista muy precisa, que permita visualizar en concreto
y con claridad, las orientaciones y principios del tipo de sociedad que aspiramos construir.

c) Movimiento Popular

1. Construcción de un movimiento popular

Nuestro proyecto político se sustenta en una concepción del ser humano como sujeto
moral, universal y libre, esencialmente práctico y constructores de una subjetividad transindividual.
Esta relación involucra la concepción de la praxis en cuanto sustento de una ideología liberadora y
transformadora por la vía de la acción consciente, resultante de la interpretación de la realidad
material. Contraria a esta definición, emerge la particularización basada en el concepto de libertad
individual, según la conciben los ideólogos liberales, donde se otorga a la institución de la propiedad
el carácter de soporte de todas relaciones sociales.

Del mismo modo, esta idea de “sujeto” involucra distinguir dos momentos en los que este
se expresa. En el primer momento, el sujeto de cambio histórico que llevará las transformaciones
para la superación del modo de producción capitalista, lo entendemos como la clase trabajadora.
La organización de esta es el elemento central para la superación del capitalismo y el
establecimiento de un régimen socialista y feminista autogestionario, así como la defensa de los
logros obtenidos en el transcurso del proceso revolucionario.

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El segundo momento, dice relación con las expresiones concretas del “sujeto”, es decir, las
formas que toma en determinados contextos político-sociales. Esto se relaciona con los/as agentes
de la estrategia de Ruptura Democrática, entendidos como quienes generarán las transformaciones
democráticas que permitan condiciones para potenciar la reconfiguración de la clase trabajadora.
Estos agentes que se observan en las coyunturas y los periodos políticos son múltiples, plurales, y
muchas veces contradictorios entre sí, expresándose en demandas anti-neoliberales que pueden
adoptar diversas maneras (organizaciones ecologistas, feministas, estudiantiles, de trabajadores/as
precarizados/as, de migrantes, etc.). Sin embargo, ellos/as sólo pueden tomar forma política a
través de la construcción de una identidad común que sea capaz de unificar tal diversidad ante un
enemigo común (la clase dominante, “los ricos”, un gobierno neoliberal, etc.), a esto denominamos
Pueblo.

Dicha identidad debe ser lo suficientemente amplia para integrar a todos los excluidos/as y
al mismo tiempo, lo suficientemente clara para articular demandas anti-neoliberales en un eje de
desarrollo de cambios estructurales de orientación socialista, democrática, feminista y libertaria.
Asimismo, dicha identidad debe ser lo suficientemente flexible para integrar diversas formas de
acción, y lo suficientemente clara a fin de entender que cualquier proceso de reforma en clave de
ruptura debe sostenerse en sectores sociales organizados.

2. Marco político de su relación con los espacios institucionales

La constitución de un “nosotros”, involucra la tarea fundamental de generar las condiciones


para la organización de sujetos perjudicados por el modelo neoliberal y patriarcal. Esto implica
construir una fuerza institucionalmente incidente para alterar las condiciones político-jurídicas que
regulan las relaciones sociales de los oprimidos, junto con propiciar procesos de politización de
masas que sostengan la incidencia institucional en clave de ruptura (lo institucional como
herramienta para agilizar cambios sociales de gran alcance).

Ello será posible en la medida que nuestro proyecto sea capaz de apelar al sentido común,
a partir un discurso que contemple condiciones de entrada, ante la fuerte matriz liberal en lo
subjetivo de la sociedad chilena, la ausencia de densidad del tejido social, escasos lazos colectivos y
bajos niveles de asociatividad, que expresan identidades fragmentadas ancladas en el temor y la
desconfianza. El espacio intersubjetivo está débilmente constituido a partir de valores tradicionales
asociados a la nacionalidad, el orden, la familia y la religión, por lo que nuestra política debe
sustentarse en contrarrestar la tendencia regresiva y disputarlos a la derecha, superando las lógicas
unilaterales de carácter patriarcales y conservadoras. Esta disputa debemos centrarla en la
cotidianidad de la mayoría nacional, de los trabajadores, inmigrantes y pueblos originarios que
constituyen una realidad plurinacional; desde las múltiples formas de familia y desde un
compromiso territorial que permita contener el avance de expresiones religiosas conservadoras y
reaccionarias. Igualmente debemos reivindicar a los trabajadores, como determinantes centrales
que permitan cimentar la conciencia sociopolítica oposicional.

Nuestra propuesta debe ser capaz de transmitir confianza y seguridad a la ciudadanía,


construyendo un discurso anclado en el Estado, para garantizar el establecimiento de procesos
capaces de abarcar toda la sociedad. Son las luchas sociales y la sociedad organizada la que debe
disputar el carácter del Estado, por lo que debemos erigir una alternativa de autoridad basada en el
esfuerzo, sin temor a la participación social y con fuerte anclaje en la transparencia y probidad, pues
solo desde la seriedad en el ejercicio de la actividad pública y social podremos irradiar orden,
rigurosidad y seguridad para conducir los procesos a escala nacional y comunal. Es en el territorio

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donde se enlazan las diversas realidades y en donde es posible gestionar la res publica mejorando
directamente las condiciones de vida de la población, a la vez de cimentar un ethos social alter
liberal y comunitario desde el cual alterar las correlaciones de fuerza para transformaciones
estructurales posteriores.

Finalmente, la disputa de la base material involucra integrar a la clase media profesional,


así como pequeños y medianos empresarios que tienen en común su subordinación cultural y
material al gran empresariado y sus representaciones políticas de clase. Para ello se deben
establecer medidas económicas y políticas que transformen a dichos segmentos en aliados del
proceso de cambio. Asimismo, la disputa del control económico implica potenciar el desarrollo de
un sector cooperativo o asociativo donde canalizar el gasto público, dado que posibilitan la
emergencia de relaciones sociales de producción autogestionada, distintas a las hegemónicas.
Finalmente, es necesario potenciar el desarrollo y expansión de empresas públicas en plano
territorial, municipal y nacional, dando lugar a motores de desarrollo anclados en la diversificación
productiva, la sustentabilidad socio-ambiental y la pertinencia territorial dentro de un plan de
desarrollo nacional.

El carácter plural de los actores subalternos es el germen que constituye a los agentes de
cambios necesarios para la Ruptura Democrática; el “nosotros” necesario para constituir política y
socialmente el cuerpo social que la movilice. Sólo a través de este camino será posible sostener un
programa de reformas profundas que sean la base para la consecución de los objetivos históricos
de superación del capitalismo.

d) Apuesta político electoral para las elecciones municipales

1. Caracterización de la apuesta político electoral

Chile está organizado sobre la base de un Estado unitario que no convence ni está preparado
para resolver las problemáticas más variadas de los territorios que componen el país, profundizando
con el tiempo un modelo centralista que ha dilapidado cualquier proyecto o intento de
descentralización con autonomía territorial. Durante los últimos años, hemos visto que se han
avanzado en reformas al nivel subnacional regional, como la elección directas de los consejos
regionales, sin embargo, en el plano local todavía no existen propuestas que vayan a subsanar la
crisis estructural de los municipios, tanto financiera como políticamente, que permita construir
gobiernos locales, y no solo una institucionalidad a cargo de administrar una porción acotada de
territorio, como está consagrado en la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades.

La crisis de los municipios tiene distintas aristas. Por una parte hay una escasez financiera
estructural, donde la mayoría de los 345 municipios del país tienen una alta dependencia del Fondo
Común Municipal, es decir, una baja capacidad de generación de recursos propios, por tanto, este
mecanismo redistributivo tiene que ser profundamente re-evaluado, ya que mientras más pequeño
el municipio menos recaudación tiene, más dependencia genera, y evidentemente son aquellos
municipios donde más necesidades de la población existen.

Por otra parte, existe toda una elaboración en torno a los “gobiernos locales”, que sin
embargo, la institucionalidad municipal convierte en meras corporaciones administradoras de
programas, servicios y espacios públicos que, en su mayoría responden a políticas públicas
ministeriales que no cuentan con financiamiento para su desarrollo y terminan siendo más carga
laboral y aumento de responsabilidades de los municipios y sus funcionarios.

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Al no existir un proyecto comunal y municipal de parte de la izquierda o de las fuerzas


políticas tradicionales, estas estructuras muy vinculadas a la realidad particular de cada territorio,
pierden capacidad de incidencia a nivel regional y nacional, anclándose sus autoridades a la
administración de bienes y servicios locales, muchas veces sin dinamismo ni capacidad de trabajar
mancomunadamente ni disputar, hacia arriba, las políticas que se deciden en el nivel central.

2. Construcción de relato de proyecto de gobierno local

Debemos reconocer cuales son nuestras principales necesidades como comunas, y dentro
de nuestros municipios, tanto en el plano urbano como rural. En este último punto, debemos
reconocer que comunas equilibradas y armónicas, así como con múltiples capacidades de
construcción de proyectos transformadores, son aquellas que ven tanto en la urbanidad como en la
ruralidad espacios de convivencia necesarios y potenciales. En Chile no hay estrategias de desarrollo
ni instrumentos de planificación rural que den cuenta que este espacio también tiene un alto
potencial de desarrollo y construcción de sociedad post-neoliberal, y más aún es urgente pues son
los espacios donde mayor conflictividad hay por mega-proyectos industriales.

Nuestra apuesta política sobre los municipios debe ser estructural y coyuntural. Por una
parte, debemos saber reconocer la crisis que está viviendo esta institución y cómo poder apuntar a
subsanar su diseño en el mapa político-administrativo del país y sus mecanismos de financiamiento,
cambiando la Constitución y su Ley Orgánica Constitucional, aumentando el presupuesto nacional
hacia estos y sus posibilidades políticas, generando mayor capacidad de maniobra para decidir sobre
su territorio y aumentar los grados de co-gobierno local con las comunidades organizadas. Y, por
otro lado, debemos profundizando un proyecto de municipalismo comunitario que de cuenta de
que cuando podemos llegar a conducir un municipio (alcaldes/as) o incidir en su administración
(concejalías), tenemos un modelo, un proyecto y una voluntad a seguir, la cual se rige en los
fundamentos que se pasan a explicar.

3. Definición de ejes programáticos centrales para la campaña electoral

i. Municipios para las comunidades: son las organizaciones sociales y la ciudadanía en general
que habitan las comunas, los principales actores que se beneficiarán de las decisiones de la
municipalidad en el plano de la planificación, la estrategia comunal de desarrollo humano-
ambiental y la ejecución de políticas públicas locales, tanto situando las políticas nacionales
como produciendo las propias según el territorio y sus necesidades. En este plano se debe
avanzar en la formación ciudadana para un nuevo municipalismo participativo y comunitario,
generando escuelas de formación y fortaleciendo o construyendo organizaciones,
cooperativas, corporaciones y empresas locales colectivas.

ii. Co-gestión municipal: debemos apuntar a construir decisiones en base a instituciones


abiertas a la comunidad, con mecanismos claros y certeros de participación y decisión
popular, con la generación de instrumentos conocidos que den cuenta de la posibilidad que
tienen las comunidades de aportar al desarrollo de la gestión municipal

iii. Proyecto político comunal: en este punto debemos profundizar las políticas públicas locales
que queremos desarrollar en los territorios con una visión estratégica e ideológica, donde
imprimamos un sello a la gestión municipal, más allá de los mecanismos y la democratización
del municipio. En este sentido, debemos construir:

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a. Una estrategia de las políticas en equidad de género, construyendo la transversalidad de


una política feminista en el territorio y la vida urbana y rural;

b. Un municipalismo comunitario tiene también una perspectiva anti-colonial, es decir,


reconoce en la diversidad, la solidaridad y la construcción de un relato de unidad de clase
transversal, sin prejuicios ni infantilismos, capaz de construir un relato popular de la
necesidad de avanzar con todos/as y que el municipio somos todos/as, pues la comuna
es nuestro espacio de convivencia y la construcción de comunidad es trascendental. En
este punto es importante contar con una política de pueblos originarios, migración,
juventud, adultos mayores, infancia, conocimiento propio (estudios locales), etc.;

c. El desarrollo de la soberanía comunitaria, pues son las comunidades quienes debieran


tener la posibilidad y los mecanismos de decisión y co-administración de bienes
comunes, co-planificación territorial participativa y la co-gestión comunitaria de espacios
públicos, sin lucro ni exclusión al resto de la comunidad.

d. Reapropiación y defensa de la ciudad y la ruralidad comuna: Es fundamental que la


comunidad considere al municipio como un espacio institucional que genere la capacidad
de poder vivir bien en el territorio donde estamos habitando. Esta posibilidad requiere
planificación, diseño y ejecución de políticas de habitabilidad armónica con el lugar
donde convivimos, mejorando los espacios comunes, el transporte, las redes de
organizaciones, la vinculación con el municipio y otras instituciones subnacionales.

e. Proyecto económico local: La disputa al modelo neoliberal en los territorios y espacios


comunales debe partir de la caracterización territorial y comunitaria, con base histórica
y estratégica, que posibilite y desarrolle la iniciativa popular de los trabajadores,
ciudadanos y miembros del mundo rural. En este punto consideramos necesario que los
territorios puedan aumentar su recaudación por impuestos locales a grandes empresas
que han marcado el desarrollo de su comuna/región, impactando en la economía local
(puertos, mineras, agro-negocio, forestales, empresas energéticas, salmoneras, etc.) y
decidiendo soberanamente sobre la vocación económica de sus territorios, debemos
transitar a la superación del extractivismo, para que ya no existan zonas de sacrificio ni
far west empresariales en diferentes territorios del país.

iv. Trabajo plurinacional mancomunado con otros municipios de la provincia, región, país o en
el plano internacional: la generación de redes entre municipios es importante para
profundizar, compartir experiencias y entablar trabajos comunes para las comunidades y la
defensa territorial, estableciendo acuerdos de colaboración, proyectos comunes e
intercambio de funcionarios/as y políticas con otros municipios, tanto para la disputa de
proyecto político-administrativo a nivel nacional e internacional, como la generación de
capacidades propias y colectivas.

v. Finalmente, es necesario recalcar que la disputa electoral en las próximas elecciones


municipales (2020) y subnacionales 2021 (parlamentarias, consejerías regionales y
gobernaciones regionales), se tienen que dar en un plano de análisis certero y claridad de
proyecto político que ofreceremos en cada uno de los territorios donde participemos.
Consideramos, en este sentido, que nuestra mejor forma de avanzar cualitativa y
cuantitativamente en el plano electoral municipal es diseñando una estrategia común entre
los distintos niveles de autoridades electas y los comunales donde el Frente Amplio y nuestro

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nuevo partido tiene posibilidades reales de elección, asegurando las alcaldías de comunas
con mayor posibilidad e intentando copar lo más posible los concejos municipales de todo
el país.

III. Definiciones orgánicas

a) Espacios de militancia y dirección, constitución, atribuciones y contraloría política

Entendemos que el proceso de convergencia política se funda en acuerdo entre cuatro


organizaciones que han dispuesto su voluntad para transitar un camino de unidad política. Este
camino involucra un proceso progresivo de articulación en función del debate sustancial y de la
construcción de una estructura orgánica.

Desde el punto de vista orgánico involucra situar a la militancia en el centro de nuestra


concepción de partido. Esta debe tener por tanto una práctica que desborda la expresión
meramente deliberativa, lo que involucra una disposición activa, participativa, reflexiva y
transformadora en las diversas dimensiones de la actividad social. Un partido de militantes y no de
adherentes es lo que la izquierda requiere para dotar de conducción al proceso político chileno de
superación del neoliberalismo, así como la defensa y profundización de los cambios en un rumbo
estratégico común de orden socialista, libertario y feminista. Un partido como escuela formativa
que preparare a sus cuadros para asumir con altura el debate interno y las distintas
responsabilidades colectivas, superando las lógicas procedimentales de la democracia formal por
una democracia sustantiva.

Asimismo, nuestra propuesta refiere a un partido de carácter nacional y de orientación


internacionalista, fuertemente anclado en el territorio de manera de ser coherentes con una
estrategia de acumulación de fuerzas volcada a la construcción de sujetos y sujetas portadores y
promotores de una ética socialista y feminista militante, compenetrada en el desarrollo orgánico
del bloque social y político revolucionario. Nuestra concepción de la vocación de mayorías involucra
una apuesta por el salto de la cantidad a la cualificación política del campo social.

Dicho lo anterior resulta relevante reconocer en un inicio las diversas tradiciones, prácticas
y concepciones de partido entre la militancia convergente. Asimismo, a las distintas perspectivas
tácticas y estratégicas como puntos de partida a la consolidación de una estructura de mayor unidad
política. En este plano, y en un primer momento, resulta necesario reconocer la existencia de
corrientes políticas internas que legítimamente condensen reflexiones y aspiren a la conducción del
partido, en cuanto expresen sus posiciones de manera abierta, fraterna y democrática hacia el
colectivo. No obstante, resulta imprescindible constituir espacios orgánicos comunes a nivel de
frentes sociales y estructuras de coordinación institucional así como estructuras territoriales
(direcciones regionales y comunales) que permitan el desarrollo del conjunto partidario y dé cabida
a quienes se vayan integrando, permitiendo una gradual consolidación de la unidad política.

La dirección política, debe estructurarse paritariamente de manera integrada en el sentido


de que su elección se base en la votación por posiciones políticas colectivas vertebradas por cada
corriente interna. Se debe entonces poner por delante la elaboración teórico práctica por sobre el
componente individual. De esta manera, la votación debe llevarse a cabo por la opción única a una
de las listas paritarias, la que a su vez contiene las candidaturas a la Presidencia del Partido, el
Consejo Ejecutivo y al Comité Central; y en que la repartición de escaños al interior de las lista se

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asignen por orden correlativo y entre las listas sobre la base del sistema D´Hondt o cifra repartidora.
Las direcciones regionales y comunales, también paritarias, pueden elegirse conjuntamente y en la
misma plantilla que la elección referida, o llevarse a cabo como elección separada.

En cuanto a las atribuciones de los órganos de dirección son las propias que confieren la ley
de partidos políticos en cuanto a la deliberación entre congresos de materias no propias de éste,
por otra parte la contraloría interna corresponderá al Tribunal Supremo de composición paritaria,
sobre la base de los reglamentos de disciplina y conducta militante.

b) Definción de soberanías políticas de los espacios orgánicos comunes y de marcos de


democráticos de institucionalización democrática de tendencias

Sostenemos que el modelo de organización debe basarse en el centralismo democrático,


esto es, la subordinación de los órganos superiores tales como la Presidencia, el Consejo Ejecutivo
y el Comité Central a las definiciones colectivas adoptadas en el máximo órgano representativo de
las estructuras de base e intermedias del Partido: el Congreso. A su vez, consideramos
imprescindible la subordinación, también, tanto de las estructuras de base e intermedias como de
la Presidencia y el Consejo Ejecutivo a la determinaciones de la instancia superior entre congreso y
congreso, el Comité Central.

La autonomía de todos los órganos del Partido es relativa y se encuentra bajo la


supervigilancia y visado del órgano inmediatamente superior, donde el Órgano Ejecutivo Superior,
esto es el Consejo Ejecutivo, puede proponer al Comité Central el veto a una decisión de un órgano
inferior o intermedio. Finalmente, toda la militancia se encuentra sujeta a los reglamentos de
disciplina y conducta militante, con el objeto de garantizar la unidad del proyecto.

Las corrientes internas pueden constituirse en cuanto se configuren a partir de un


documento base que contenga sus posiciones político-ideológicas y propuestas de orden táctico y
estratégico. Cada corriente interna puede estructurarse orgánicamente con un número mínimo de
500 militantes que conste en un padrón conocido, resguardando criterios democráticos en su
ordenamiento interno y pudiendo administrar sus propias fuentes de recursos separados de los del
partido.

c) Marcos de democracia interna (modos de procesamiento de diferencias) y protocolos de


conducta militante.

El partido debe reconocer la democracia interna en los marcos del centralismo democrático
anteriormente descrito. El procesamiento de las diferencias debe basarse en la primacía de la
posibilidad de síntesis y, en el caso de no ser posible recurrir a mecanismo de votación, este último
basado en primer lugar en mayoría calificada del 60%, en todo nivel de las estructuras. En caso de
no alcanzarse la mayoría calificada, la aplicación de acuerdos por mayorías simples deberá siempre
ser revisado en instancia posterior, pudiendo ser sometido a re-evaluación.

En cuanto a la conducta militante, esta refiere a dos aspectos centrales: la promoción del
feminismo y la condena de prácticas atentatorias a sus principios y los controles militantes por falta
al régimen disciplinario, entre ellos, el control de la desviación política de los marcos de acuerdo
partidarios, con especial énfasis el control de los cargos de representación y vocerías políticas. Cada
uno de estos aspectos debe ser contenido en el reglamento de disciplina, cuyas materias son de
conocimiento del Tribunal Supremo de composición paritaria.

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d) Viabilización e implementación de una orgánica política

El levantamiento del movimiento social feminista ha promovido la discusión sobre las


prácticas patriarcales al interior de los partidos y organizaciones de izquierda, que no han estado
exentos de reproducir las lógicas opresora y patriarcales. Frente al reconocimiento de esta herencia,
vemos en conjunto la necesidad de promover acciones que erradiquen las prácticas segregadoras y
violentas, y promuevan el desarrollo de un quehacer político completamente feminista.

Esto se traducirá en posicionar el movimiento feminista como un actor social relevante,


garantizando el debate y contenido en cada una de nuestras discusiones políticas, fortalecer el
liderazgo de compañeras y el trabajo feminista territorial, para ser una alternativa política con
enclave feminista de base.

La implementación de una orgánica política feminista debe centrar sus esfuerzos en el


combate de las herencias culturales que el machismo imprime a las lógicas militantes y las
actuaciones políticas en espacios comunes. Los mecanismos básicos son la composición paritaria de
los órganos de dirección a nivel superior, intermedio e inferior, la composición paritaria del Tribunal
Supremo, la formación constante de nuestra militancia, la promoción a la postulación de cargos de
elección popular de compañeras y la elaboración de un protocolo feminista interno para la sanción
de conductas atentatorias contra sus principios.

e) Relación de acople de la estructura orgánica con la institucionalización legal

La estructura orgánica definida en el pre congreso conforme lo propuesto en este apartado,


será adecuado a la legalidad, de esta forma el Partido podrán tener los órganos que sus estatutos
determinen, sin perjuicio de lo cual deberán al menos contar con los siguientes: a) Un Órgano
Ejecutivo denominado Comité Ejecutivo; b) Un Órgano Intermedio Colegiado denominado Comité
Central; c) Un Tribunal Supremo y tribunales regionales; d) Un Órgano Ejecutivo e Intermedio
Colegiado por cada Región donde esté constituido, denominado Consejo Ejecutivo Regional y
Comité Regional respectivamente.

Asimismo, conforme a la ley se establecerán frentes, comisiones y/u otras instancias


temáticas o territoriales y podrán celebrar congresos generales o nacionales conforme sus
estatutos. Los frentes serán sindical, estudiantil y feminista y en la escala territorial se constituirán
comunales. Entre las comisiones institucionales a nivel de congreso, municipios y gobierno regional;
así como temáticas: tales como comunicaciones, finanzas, formación.

Las elecciones de la totalidad de los miembros de los órganos antes señalados, renovarán
con una periodicidad no superior a dos años. Sus integrantes no podrán ser electos por más de dos
períodos consecutivos en su mismo cargo. En la integración de los órganos colegiados previstos en
esta ley, se observarán mecanismos especialmente previstos en los estatutos que aseguren que
ninguno de los sexos supere el 60 por ciento de sus miembros. En caso de ser tres miembros, se
entenderá cumplida la regla cuando al menos uno de ellos sea de sexo diferente. En este punto es
necesario despejar la paridad del 50%.

Todos los miembros de los órganos señalados en el artículo anterior deberán ser electos
democráticamente. Los estatutos de cada partido político determinarán el sistema electoral y los
procedimientos para la elección de sus autoridades. El sistema de elección establecido será el
propuesto por voto con lista única referido en el punto 1, observando el carácter personal,
igualitario, libre, secreto e informado del sufragio.

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IV. Criterio de acuerdo de plantilla electoral

Las elecciones son una expresión de la disputa política que se desarrolla en el campo de la
lucha de clases, la correlación de fuerzas territoriales, nacionales e internacionales, así como la
expresión de las contradicciones patriarcales y neo-coloniales en el ámbito nacional, sub-nacional y
local.

En el marco de esta democracia restringida y autoritaria, heredera de la transición post-


dictadura, las elecciones representan un aspecto dinamizador de la política nacional y local, pero
también una posibilidad de disputa en el campo de las ideas, la gestión, la administración y la
transformación que necesitamos en el Estado y sus instituciones, así como de las estructuras
político-administrativa del mismo, donde debemos construir condiciones y vocaciones de
transformación de los límites permitidos por la administración del Estado y sus expresiones sub-
estructurales, aspirando a mejorar la calidad de la democracia que tenemos, poniendo énfasis en la
participación social y la iniciativa popular económica, política, ambiental y cultural, cuestiones que
deben expresarse en una nueva Constitución Política, pero que debe saber navegar en la actual.

En este horizonte tanto los municipios, consejos regionales, parlamento y gobierno, así
como otros organismos del Estado deben contar con programas y planes de desarrollo para
subvertir los limites impuestos en tiempos de la dictadura y la transición, remitidos a administrar
sin tensionar el modelo económico ni los pilares fundamentales de los enclaves autoritarios. En este
sentido, consideramos que las instituciones están desafectadas de las comunidades, la ciudadanía
o los pueblos, convirtiéndose en los cotos de la iniciativa y el poder popular, por ende, aspiramos a
subvertir esa lógica liberal del Estado como los representantes de las y los ciudadanos, para pasar a
una democracia con instituciones participativas, de soberanía popular y de control comunitario, en
una relación dialéctica y virtuosa entre Estado (en todos sus niveles) y organizaciones sociales y
políticas, sin suplantar al poder popular, sino siendo una herramienta de este.

En este sentido, para las próximas elecciones municipales (2020) y parlamentarias (2021),
consideramos pertinente poner énfasis en los siguientes aspectos:

- Aumentar las capacidades del Partido y del Frente Amplio en distintos territorios del país,
poniendo énfasis no solo en las elecciones sino en la construcción de expresiones populares
de organización, poder y emergencia política de diversos actores relevantes en el plano
nacional, regional y local, manteniendo relaciones estrechas con movimientos sociales,
pueblos originarios e iniciativas transformadoras al modelo neoliberal en los distintos
niveles territoriales.

- Diagnosticar y priorizar diversos territorios con posibilidades concretas o importantes de


ganar las elecciones para concentrar esfuerzos militantes, recursos y dinamizar la política
dentro del nuevo partido, del Frente Amplio y esos espacios territoriales, con fines
electorales y de expresión popular con vocación de lucha contra el neoliberalismo y la
democracia restringida.
- Potenciar la democracia interna del nuevo partido, aumentando la calidad de los debates
con formación política, mejorando nuestros diagnósticos y planes de trabajo local, regional
y nacional, con el objetivo de preparar técnica, política, teórica e ideológicamente a nuestra
militancia para actuar de manera cohesionada, fraterna y clara desde el punto de vista
político e ideológico, sin rehuir de las diversidades dentro del marco de la unidad del nuevo
partido.

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- La disputa electoral debe ser entendida como un proceso que no se agota en las siguientes
elecciones, sino que deben servir, por una parte, para ganar elecciones, pero también para
ejercitar la musculatura política de nuestra militancia y para articular el activo social y
político de los territorios, no en función de una figura o candidata/o, sino en estrecha ligazón
con la lucha anti-neoliberal, anti-patriarcal y anti-colonial que se desarrolla en cada
territorio, siendo la autoridad electa, en el caso de ganar, una herramienta de esta expresión
popular de organización amplia y combativa.

- La construcción de programas de trabajo, campañas electorales y desarrollo de políticas de


autoridades electas, deben ser entendidas en el marco de las transformaciones tácticas y
estratégicas que buscamos en la sociedades, no con el objetivo de administrar las
instituciones públicas, sino transformarlas en objetos de disputa y herramientas de las
luchas de nuestros pueblos, aspirando a cambiar la legalidad o estar dispuestas/os de ir más
allá de lo que la norma o la tradición nos permite hacer, si esta no estuviera construida para
aumentar las capacidades populares sino hechas para restringirla. Queremos transformar
la sociedad y no administrar lo que nos dejaron.

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