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Prof. Adjunto: Mg. Ramón Fica
Prof. Adjunto: Lic. Gustavo Brufman
JTP: Prof. Micaela Giuliano
Prof. (c/ HC): Prof. Mariana Castagnaviz
Adscripta: Prof. Ileana Sorgentoni
Ayudante alumna: María del Carmen Morel
Ayudante alumno: Lucas Biagetti
Octubre 2018
Introducción
Este informe parte de los Estudios Sociales de Género que se especializan en las
Disidencias Sexuales. Esta expresión se ha extendido en años recientes en los ámbitos del
activismo social como en los ámbitos académicos para nombrar y reivindicar identidades y
prácticas no alineadas con la norma socialmente impuesta de la heterosexualidad. Es un modo
de denominar lo que en la mayoría de los ámbitos, aún se denomina como “diversidad”.
En este sentido, val flores, docente de nivel primario, activista lesbiana y coordinadora
de talleres de escritura para maestros y profesores, resalta la fuerza de esta expresión frente a
la ya extendida diversidad: “Para mí, disidencia sexual es una práctica política epistemológica
y afectiva que tiene que ver con estar analizando permanentemente como funcionan las
políticas sexuales en articulación con las políticas económicas, culturales, sociales y estar
atenta a todos los procesos de normalización de la identidad sexual, genérica, racial, de clase o
como se articulan entre ellas en función de las diversas coyunturas históricas. Y disidencia
sexual no nombra una población específica, no es sinónimo de población LGTB, sino que la
verdad es una operación política y de problematización permanente. La diversidad sexual es
un término que viene de las políticas neoliberales y en el ámbito educativo se instaló como
inclusión, tolerancia, integración; que lo que hace es organizar, pacificar y homogenizar el
conflicto político que plantea las diferencias. Es decir, que vino a desnombrar las identidades,
con suerte se dice sexual” (flores, citada por BELTRAMO y SANTORO: 2017).
La debilidad del concepto de “diversidad” para dar cuenta de la complejidad del
entremado de identidad y cultura en las sociedades contemporáneas también es reafirmado
por otros autores como Peter McLaren. Este sostiene que se trata de una “noción liberal que
habla de la importancia de sociedades plurales pero administradas por grupos hegemónicos
que son los creadores del consenso (…) los que establecen quiénes entran en el nosotros y
quiénes en los otros” (McLaren, citado por DIÁZ y ALONSO: 2004, p.39) –la cursiva es nuestra-.
Entonces, la identidad constituye, no un constructo homogéneo, sino un “punto nodal” o
“polo”. Así lo considera Hernández Zamora, al sostener que “no se podría hablar de una
identidad del sujeto, sino de un sistema articulado de múltiples polos de identidad, asociados a
un mismo significante, a un mismo individuo” (HERNÁNDEZ ZAMORA: 1992, p. 199). La
identidad se conforma desde el nacimiento, a lo largo del trayecto vital, durante el cual el
sujeto va incorporando elementos del orden social como puntos referencia. Así, la identidad es
un constructo múltiple, precario (siempre incompleto) y abierto (susceptible de ser modificado
o reestructurado).
En este trabajo, abordaremos la identidad en diálogo con los conceptos de sexo y
género. El sexo puede ser definido como la diferencia orgánica y física, constitutiva del varón
y la mujer, relacionada a la biología, es asignado al nacer. Es una categoría biológica que se
clasifica en Macho, Hembra e Intersex. El género se refiere a las particularidades que se
establecen a partir de una construcción social y cultural. Se trata de role, comportamientos,
expectativas que se esperan y que se imponen a una persona de acuerdo con las categorías de
“varón” y/o “mujer”. Es, por tanto, histórico, social y cultural (DIRECCIÓN GENERAL DE
POLITICAS INTEGRALES DE DIVERSIDAD SEXUAL y PROGRAMA NACIONAL DE EDUCACIÓN
SEXUAL INTEGRAL: 2017, p. 4).
La identidad de género es definida en nuestro país desde lo legal por la Ley Nacional Nº
26.743 como “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la
cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la
vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la
función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que
ello se libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la
vestimenta, el modo de hablar y los modales”.
Desde esta base, podemos afirmar que cada persona desarrolla una identidad de
género. Si esta es distinta a la del sexo con el que fue asignada al momento de nacer se
denomina transgénero (trans- “a través”, “más allá”, “de un lado a otro”). En cambio si su
sexo asignado al momento de nacer coincide con la identidad de género que desarrolla se
denomina cisgénero (cis- del aleman “cisgender”, “del lado de acá”). En este trabajo, nos
interesa indagar en las biografías escolares de las identidades transgénero o “trans”. Esta
expresión engloba a una serie de prácticas y sujetos que se configuran como “una comunidad
social y politica que incluye transexuales, transgéneros, travestis y otros grupos de ´género
variable´, como drag queens y kings, lesbiana butch, así como mujeres trans que `pasan` (…)
también se ha usado para referirse a todas las personas que expresan el género de maneras no
asociadas tradicionalmente con su sexo, se identifiquen o no con el sexo de nacimiento”
(Whittle, citada por CORDOVA PLAZA: 2011).
Desde la esfera de las prácticas educativas, sumamos a esta multiplicidad de polos que
constituye la identidad, la que refiere a la vida estudiantil. Buscamos interpelar a los sujetos en
tanto estudiantes que atraviesan o atravesaron, en algún momento de su vida, una institución
educativa. La trayectoria estudiantil de estos sujetos es lo que nos interesa problematizar. Una
trayectoria es definida por Bourdieu como “la serie de posiciones sucesivamente ocupadas por
un mismo agente o un mismo grupo en un espacio en sí mismo en movimiento y sometido a
incesantes transformaciones” (Bourdieu, citado por PIERELLA: 2014, p. 61). En este sentido, el
paso por la escuela, y el paso por una carrera en el profesorado o en la universidad
constituyen hechos en los cuales se relacionan entre sí las vivencias pasadas, las instancias de
socialización, las condiciones socioculturales, las propuestas y oportunidades educativas y las
elecciones propias (Guerra Ramírez, citado por PIERELLA: 2014, p. 61).
En este caso, pretendemos dar importancia al relato en primera persona de ese
recorrido, a la experiencia educativa contada por los mismos estudiantes. Podemos definir
experiencia como “un saber que no está fuera del sujeto sino que tiene sentido en el modo en
que configura una forma humana singular. Si nos guiamos por la tradición aristotélica clásica,
la experiencia indica tanto la repetibilidad que es propia de la memoria (de muchos recuerdos
nace una experiencia), como el saber de lo singular. De aquí se deduce que la experiencia
remite al pasado de un sujeto, pero a un pasado que solo es significativo en cuanto sirve de
criterio para la decisión de cuestiones en el presente” (PIERELLA: 2014, p. 21).
Tomando las experiencias de los sujetos como afirmación de parte de su trayectoria
vital, consideramos que la noción de subalternidad está claramente vinculada a las
sexualidades disidentes. Entendiendo subalternidad, en términos generales, como aquello que
se opone a lo dominante o hegemónico, Ezpeleta y Rockwell, señalan a la escuela como lugar
de encuentro privilegiado de las clases subalternas y a la educación como una herramienta
necesaria para e sistema productivo, pero también para trascender la explotación y modificar
sus modos de vida (ROCKWELL y EZPELETA: 1983).
Desde esta dinámica de clases, consideramos que las instituciones educativas también
pueden ser interpeladas desde una perspectiva de género, preguntándonos sobre los modos
en los que circula el poder entre los sujetos y los sentidos que se imponen en cuanto a las
identidades sexuales. Tal como lo expresa Graciela Morgade, “la educación formal, de manera
contradictoria, silencia pero a la vez es un espacio de performance de los cuerpos sexuados:
las normas de vestimenta y apariencia aceptables y aceptables, el uso de cuerpo en clase y en
los recreos, etc.” (MORGADE: 2011, p.28).
Reflexiones Finales
Para finalizar, señalamos que esperamos poder cumplir con las intenciones enunciadas a
lo largo de este anteproyecto y que las mismas se vean plasmadas en el informe final solicitado
por la cátedra.
Reiteramos la consideración expresada en el anteproyecto previo, de atender al marco
brindado por las recientes legislaciones locales. A saber, la mencionada Ley Nacional Nº
26.743 de Identidad de Género, y la Ley Nº 26.150 que crea el Programa Nacional de
Educación Sexual Integral. Cabe destacar que las mismas fueron sancionadas producto de la
movilización y lucha de los movimientos de mujeres e identidades disidentes, cuya presencia
es cada vez más notoria en América Latina.
Por último, no queremos dejar de expresar que la elección de la temática responde a la
necesidad de reflexionar sobre la potencia de un grupo de subjetividades que consideramos
que se fortalece a pesar del contexto adverso y la necesidad de pensar y producir
conocimiento sobre las mismas desde el ámbito de las Ciencias de la Educación. Consideramos
que el “orgullo” que expresan los movimientos disidentes pueden ser aliados de los
movimientos pedagógicos emancipatorios que aún inspiran a muchos educadores. En
definitiva, no podemos desconocerlos en nuestra praxis quienes aún creemos en el potencial
transformador de la tarea educativa.
Que sea entonces un impulso para esta investigación la frase de cabecera de Lohana
Berkins, activista travesti argentina fallecida recientemente: “El amor que nos negaron es
nuestro impulso para cambiar el mundo”
Bibliografía
Díaz, R.; Alonso, G. (2004). Construcción de espacios interculturales. Argentina: Miño y Dávila
Editores.
Ezpeleta, J; Rockwell, E. (1983). Escuela y clases subalternas Cuadernos Políticos. N° 37,
México: ERA. Fica, R. (2002). Investigación cualitativa: una forma diferente de hacer ciencia.
Abordaje del método etnográfico desde el marco de una perspectiva cualitativa de la
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FATTORE, N. y SERRA, S. “Escuelas” en Explora. Las ciencias en el mundo contemporáneo.
Fasciculo N°3: La Escuela Argentina. Una aventura de tres siglos. Buenos Aires: Ministerio de
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Hernández Zamora, G. (1992). Ensayos sobre identidad e identificación. DIE CINVERSTAU.
Lischetti, M. (comp.) (1995). La construcción del concepto de cultura en las sociedades comp
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FLACSO-Homo Sapiens Ediciones.
MORGADE, G. (2011). Toda educación es sexual. Bs As. Argentina, La Crujía.
PIERELLA, M.P. (2014) La autoridad en la universidad. Vínculos y experiencias entre
estudiantes, profesores y saberes. Bs As. Argentina, Paidós.
SANTORO, E. y BELTRAMO, A., “Una puede leer sobre género y poscolonialidad pero es
fundamental intervenir en la práctica”. Entrevista a val flores. Revista digital Furias. Publicado
en http://revistafurias.com/val-flores-educacion-heteronorma/ (Consultado 01/07/2018)
Anexo
Testimonio de Keyli Gonzáles
Me llamo Keyli Regina Gonzáles. Soy nacida en Nogoyá. Tengo 25 años. Actualmente
estudio Comunicación Social en la Facultad De Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional de Entre Ríos, en Paraná.
Todo esto comenzó en la adolescencia. Yo inicié mi secundaria en la Escuela Normal de
Nogoyá como un chico. Todos sabían mi orientación sexual. Pero, la gente tiene que entender
que no me siento mujer porque me guste un hombre, sino porque me gusta vivir la vida como
mujer, me gusta desarrollarme como tal y ser plena de esta manera, en el sentido de la vida
integral de cualquier ser humano.
A los 4 años empecé a sentirme así. Recuerdo que le conté a mi mamá que me gustaba
un nene de jardín. Ella es cero intelectual, en el sentido de que es una súper ama de casa, una
mujer de pueblo. A esa edad yo jugaba a que era famosa, a que tenía una panza y le decía a
ella que quería tener hijos. Ella chocha, me decía “tráeme nietos”. Pero nunca pensó que yo me
quería ver con una panza. Ahí tal vez fue el primer gran impacto. Me dijo que los nenes no
podían tener hijos en su vientre. Eso, que parece tan tonto, en mi mentalidad, me hizo un click
que me dañó mucho.
También me acuerdo de que cuando era chica, como me gustaba correr maratones, me
querían llevara futbol y comprarme botines. L a pasaba tan mal cuando mi papá me decía “te
voy a comprar unos botines blancos re lindos”. Pero yo soñaba con tacos altos de cristal.
Pero a los 14 años manifesté mi inclinación sexual, asumí que me gustaban los hombre. Y
no solo eso, sino que me sentía mujer. En ese momento, le conté a mi mamá por mensaje de
texto, porque estaba peleada con ella. Como diciéndole “acá tenés a tu nene”. Como pensando
que la iba a dañar. Pero fue solo ignorancia mía. Después de eso tuvimos una charla. Si ella no
hubiese estado, todo me hubiese costado más. Ella siempre estuvo cuando necesitaba un
hombro donde llorar. En ese sentido fue excelente.
En el secundario, pasé un proceso que fue bueno porque mis compañeros me supieron
acompañar finalmente. Pero, en parte, también me sentí muy discriminada porque los otros no
me entendían. Cuando empecé era “la mariquita”, era el hazmerreír de la escuela. Pero yo me
sentía fuerte. Me decía “yo quiero y debo”. Por mi misma. El otro lo único que tiene que hacer
es respetarme. Cuando estaba en 4º año, dije “ya fue todo”, y les conté a mis compañeros que
en las vacaciones me iba a empezar a vestir como mujer.
A fines de ese año, en 2009, inicié un proceso con un abogado para ver qué trabas podía
haber en el colegio si iba vestida de mujer. Me dijo que no tenía que haber ningún problema,
porque lo que debía primar era el derecho a la educación. Lo cual me dejó tranquila. Pero yo
quería fundamentar formalmente para prevenir. Ese verano, ya era 2010, fui a la escuela
cuando solo estaban los directivos y expliqué mi situación. No fue una sorpresa, pero si un
desafío, porque estuve con ellos más años como “él”, como Lautaro (mi nombre de
nacimiento), que como “ella”, como Keyli.
Yo me había esmerado por acceder a la bandera, por conformar el grupo de chicos y
chicas que eran abanderados y escoltas. Logré entrar en sexto lugar como segunda escolta de
la bandera provincial. Por primera vez, accedí a un acto al igual que las demás chicas. Me
presenté con un guardapolvo tableado, medias largas y zapatos. Al final de ese año, cuando
tenía que recibir el diploma de egresada, abracé a mi mamá y me cayó la ficha. Era el primer
caso de una graduada trans de secundaria que se visibilizó en Latinoamérica y no me había
dado cuenta.
En el colegio nunca lloré porque no les quería hacer sentir el miedo a los demás. No
quería que vean que me habían vencido. Hoy llevo la vida que puedo y más o menos la que
quiero. Pero no me ha sido fácil. Muchas veces, de más chica, anduve con zapatillas rotas,
pidiendo en la calle. La vida no me ha sido buena, así que trato de ser buena con los otros,
comprender. Se que a veces soy hiriente, tengo una mala manera de decir las cosas cuando veo
que algo no es justo, y no puedo no manifestarlo. Pero sigo adelante. Tengo una familia de
hierro, que se ha tenido que bancar todo: insultos, que se hable en los medios de mi
genitalidad, que se diga que me he acostado con alguien cuando no era cierto.
Ahora estoy viviendo en Paraná. Estoy cursando la carrera que me gusta. Tengo más
amistades. Disfruto más de lo que no disfruté en la adolescencia. Puede hacer uso de mi
nombre. Ahora soy Keyli para todos. Me siento más cómoda.
A la sociedad le digo que me gustaría no ser tan señalada por ser quien soy. Pero creo
que la mayoría lo hace por ignorancia. Entonces, tampoco puedo señalar con el dedo a la
sociedad que me discrimina, cuando la educación recién se está abriendo a la diversidad. Solo
eso va llevar a que todo cambie.