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Las políticas del Consenso de Washington - privatizaciones, desregulación de las relaciones laborales y
de los servicios públicos, descentralización, disminución del gasto social, debilitamiento de las políticas
de cuño universal y promoción de las focalizadas- produjeron un debilitamiento de los estados de
“bienestar” o una intensificación de su “malestar”, junto a un creciente deterioro de los derechos
sociales como fuente de acceso a bienes y servicios. Las políticas macro económicas promovidas como
condición para el refinanciamiento de la deuda, deslegitimaron al estado como proveedor de
protección social, de derechos de los ciudadanos y como regulador de las relaciones sociales, del
mercado y de la cohesión social.
La concepción neoliberal hegemónica del estado mínimo redujo el gasto público en general y el social
en particular y, como correlato, se profundizó la privatización de servicios estatales básicos, junto a
una profunda transformación de las políticas sociales. Las transformaciones del estado neoliberal en
América Latina significaron el traslado al mercado, a las relaciones primarias y a la comunidad local,
del acceso a bienes y servicios básicos para la resolución de la “cuestión social. La transformaciones
del mercado de trabajo (aumento de la desocupación abierta, subempleo y las variadas formas de
precarización e informalización laboral), junto al deterioro de las escasas políticas de carácter
universalistas, ampliaron el ámbito de los potenciales demandantes de las políticas asistenciales, las
que dejaron de ser residuales, por configurar una de las principales estrategias de legitimación del
ajuste. Esto generò un movimiento de creciente desmonopolización del estado junto a una acelerada
monopolización de lo privado, una cada vez más amplia descentralización de las actividades y de la
ejecución, frente a lo que parece ser una mayor centralización y concentración de los recursos.
(Trogliero, Carlos, 1991)
Para el caso de la Argentina, según Golbert y Tenti (1994) los subsistemas de prestación de bienes y
servicios sociales existentes que exigen distintos requisitos de acceso: el dinero (bienes y servicios
privados); la calidad del trabajador formal (bienes y servicios de la Seguridad Social); la condición de
ciudadanía (hospital y escuela públicos) y, por último, el estado de pobreza (asistencia social en el
sentido estricto) se está redimensionando en base a tres tendencias principales: a) ampliación de lo
privado y lo asistencial, b) crisis de financiamiento y de la calidad y equidad de las prestaciones del
área de la Seguridad Social, c) vaciamiento de los sistemas públicos universalistas (salud pública y
educación).
Los procesos de privatización pueden ser de dos tipos. Los primeros tienen que ver con muchos de los
servicios que antes eran públicos que pasan a formar parte del espacio privado del mercado
adecuándose a su lógica: la ganancia y el lucro. En este caso la oferta de servicios se destina a los
sectores medios y altos y viene a sustituir parte de las políticas universales y las políticas de seguridad
social. La segunda forma de privatizacion es la progresiva “informalización” del riesgo social, a través
de procesos de desinstitucionalización o debilitamiento de las instituciones de protección social. En
esta forma predomina un viejo incentivo, el de la apelación a las solidaridades primarias. Esta
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estrategia está destinada a las poblaciones excluidas de la dinámica del mercado de trabajo y de
bienes.
La reforma neoliberal del estado en América Latina significa entonces, junto a los procesos de
descentralización, el traslado de las responsabilidades de la reproducción social de los pobres a
instituciones de la sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, de base, benéficas y
filantrópicas). Esto se funda en una concepción de la sociedad donde la pobreza es el producto de las
“incapacidades” de la gente para competir en el mercado y donde el estado debe ser prescindente de
la regulaciones laborales y de la provisión de servicios y bienes para la reproducción. Los programas
sociales asociados a las regulaciones del trabajo (de seguro) y a la ciudadanía se debilitan. El estado
desarrolla cada vez más programas destinados a regular y administrar la pobreza no ha erradicarla.
Estos últimos tienden a autonomizar a las poblaciones del estado y a compensar su débil, escasa o
nula relación con el mercado, así como a fortalecer sus capacidades de autosubsistencia y de
autogestión, basadas en relaciones no mercantiles.
La recomposición de las relaciones entre el estado, el mercado y la sociedad civil que funda las
transformaciones de los programas sociales y de las políticas focalizadas “pro pobres” produce una
serie de consecuencias en las concepciones y en las prácticas de su ejecución. Entre otras, podemos
señalar las siguientes: diversificación y estratificación de las instituciones encargadas de las políticas
sociales, recomposición de sus formas de articulación y de sus responsabilidades en las distintas
etapas de ejecución y entre los niveles involucrados (locales, municipales, provinciales, nacionales e
internacionales); descentralización en la ejecución y centralización en el diseño, financiamiento,
control, evaluación y monitoreo en los organismos públicos centrales y federales; un progresivo
traslado de parte de la coordinación, ejecución de las políticas para los sectores de bajos ingresos a
las organizaciones intermedias laicas y eclesiásticas y, finalmente, un fortalecimiento progresivo de
antiguas formas de beneficencia religiosa o de filantropía.
Desde los organismos internacionales “donantes” y de algunas concepciones académicas, los pobres son
vistos como carentes de capacidad para triunfar en el mercado y para movilizarse y demandar. Sin
embargo “poseen” recursos para resolver problemas a partir de las redes de proximidad y encarar la
subsistencia por medio de la autogestión comunitaria o familiar. Esta visión es como el espejo invertido
de los fundamentos de la “promoción comunitaria”. Antes había que promover capacidades que los
pobres no poseían para superarse y que eran causales de nuestro “subdesarrollo”. Ahora dichas
capacidades adquieren visibilidad para los ojos de la política y de la academia y se convierten en “la”
solución para el “ataque” a la pobreza, no en su causa como pregonaban las teorías desarrollistas en las
décadas de los 60 y 70.
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La denominada “reforma social” y la “lucha contra la pobreza” aparecen como resultado de la
preocupación de los organismos internacionales de cooperación técnica y financiera como el Banco
Mundial, el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Interamericano de
Desarrollo, la CEPAL, entre otros. La “reforma social” o las políticas denominadas de segunda
generación pretenden contrarrestar los efectos del ajuste de los 80, producto de las políticas del
Consenso de Washington sobre las poblaciones más pobres, y por otro producir reformas en las
políticas universales y de seguro tendiendo a su privatización, desregulación, y diferenciación de
beneficiarios según capacidad de pago. Esto lleva, en el caso de los sistemas públicos de salud, a su
progresiva asistencialización.
La idea misma de “reforma social“, es parte de las estrategias de legitimidad y un eufemismo para
neutralizar el descontento social y lograr el objetivo de la “gobernabilidad”1. No se pretende erradicar
la pobreza o luchar contra ella como el discurso propugna. Se trata solo de controlar y neutralizar el
descontento social. Esto se concreta con las denominadas políticas compensatorias, o de “bombero”
(para apagar el fuego allí donde estalla); de efecto "enfermería" (recoger los heridos que genera la
política económica); o capacitar para "enseñar a pescar" pero frente a un río sin peces." (García Delgado,
1995: 12)
Un documento relevante sobre la "reforma social" y la "lucha contra la pobreza" que recoge las
documentos y conferencias de un foro del mismo nombre organizado por el PNUD y el Banco
2
Interamericano de Desarrollo en 1993, expresa claramente esta cuestión (PNUD, 1993) . En la
1
En esta misma línea Lovuolo y otros (1999:107) plantean que la “gobernabilidad” es un eufemismo para aludir
a la preocupación de los organismos internacionales por los efectos que la pobreza y otros problemas sociales
tienen y los atributos de las instituciones del Estado para garantizar la estabilidad socio política y la continuidad
de los modos de funcionamiento social prevaleciente.
2
En febrero de 1993 se realiza este Foro. El análisis se centra en el documento que sirvió de base para las
discusiones denominado “Reforma social y pobreza: Hacia una Agenda Integrada de Desarrollo”, que fue
preparado por un equipo interagencial. Si bien en su introducción se consigna que el mismo “refleja la opinión
de los autores y no necesariamente la de las organizaciones patrocinantes”, versiones preliminares fueron
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“discutidas en reuniones de consulta con el personal superior y técnico del BID y el PNUD” (1993:9), por lo que
se puede considerar que a pesar de las salvedades realizadas, las refleja. La importancia del documento radica en
que da los lineamientos generales, argumentos y propuestas para iniciar la "construcción nacional y regional de
conferencia inaugural Enrique Iglesias presidente del PNUD afirmaba la siguiente. “No cabe duda que
la situación social de América Latina constituye un peligro detonante que alimenta inestabilidades
sociales y políticas que podrían minar los resultados mismos de las reformas económicas” 3. Luego el
documento afirma que a esta reforma se la considera como “un complemento ineludible de las
reformas económicas, toda vez que apunta a garantizar la viabilidad política y social de las mismas”
(PNUD, 1993: 11). “La exclusión económica sostenida se refleja en exclusión política que socava la
gobernabilidad. Y con una gobernabilidad progresivamente menoscabada se erosiona la
sustentabilidad de las reformas económica, se resiente el clima para las inversiones y el proceso de
crecimiento se vuelve efímero” (1993:16).
La denominada “reforma social” se basa en el supuesto que la mejora de la eficacia del gasto publico
se asocia a su "mejor distribución geográfica” en base a una “identificación y localización mas precisa
de las necesidades” y "a la transferencia de responsabilidades de administración directa de recursos
públicos y algunas responsabilidades de control de gestión a organizaciones de la sociedad civil, y la
movilización de recursos y potencialidades de esta ultima para complementar los recursos públicos“
(PNUD, 1993: 34). Para ello se debe “reorganizar las formas de prestación de los servicios públicos,
(...) articulando nuevas formas de gestión entre el Estado y la sociedad civil, y apoyando a las
organizaciones de esta última para que desempeñen un papel creciente en esta materia” (PNUD,
1993: 12). El “reforzamiento de la sociedad civil” se lo entiende en un sentido amplio, "incluyendo
tanto las diversas formas de organización local y comunitaria como el sector privado empresarial”
(PNUD, 1993: 12). Según Bustelo estas transferencias, se traducen en el paso del Estado de Bienestar
a un estado mixto con asignación de funciones específicas al sector publico, al privado, al no
gubernamental y al informal. En el caso de las Organización no Gubernamentales, las transferencias
se concentrarían principalmente en servicios sociales para los sectores de bajos ingresos donde es casi
imposible “recuperar costos” y el sector privado para los sectores de ingresos medios y altos (1995:
38-39).
Este cambio de modelo de régimen de estado de bienestar en la argentina 4, implicaría el paso de uno
coorporativo con incidencia importante de las políticas de seguro y universales, hacía el que Esping
Anderson (1991) denomina régimen liberal, donde predominan la asistencia a los comprobadamente
pobres y existen reducidas transferencias universales y modestos sistemas de seguro. La propia
Secretaria de Desarrollo Social, en la Argentina, denomina a las nuevas políticas sociales como un
sistema integrado de políticas sociales que reemplaza al Estado de Bienestar (SDS, 1995).
Las capacidades de “autosustentabilidad” y “autogestión” de los pobres se deben reforzar, para mejorar
las relaciones costo beneficio. Estas palabras son eufemismos para designar la capacidad organizativa y el
La descentralización y el traslado de la gestión de los programas a los propios pobres reforzando sus
capacidades autosustentables se traduce en una importancia creciente del incentivo a la “participación
popular” y a la “solidaridad” horizontal entre los pobres. Los programas son cada vez menos
gubernamentales y más privados. En el caso de la pobreza son por tanto cada vez más participativos.
Esto significa, en la práctica, que la propia gente, en forma asociativa, se hace cargo de sus
problemas. A nivel de ejecución se traduce en la necesidad de “construir capacidades de gestión entre
las comunidades locales” (build up management capabilities). La “participación popular”, antes
bandera de los movimientos de base de los 70 que propugnaban la participación comunitaria como
forma de lograr un “desarrollo inclusivo”, ahora es la estrategia que permite la privatización de lo
público. Veamos los núcleos más importantes de esta concepción en documentos de política del Banco
Mundial. En un documento denominado “monitoreando y evaluando la participación popular en los
proyectos asistidos por el Banco Mundial” (Uphoff; 1992: 135-136) plantea que se trata “de pensar y
trabajar en una manera menos centrada en el gobierno, de esta manera, con una apropiada
reorientación burocrática, las agencias gubernamentales pueden jugar un rol constructivo propiciando
un desarrollo participativo”. Esto implica, por otra parte, una nueva representación de la pobreza,
basada en capacidades positivas de los propios pobres.
El Banco Mundial define la participación popular “como un proceso por el cual las personas,
especialmente aquellas desventajadas, influyen en las decisiones que las afectan. El término “popular”
refiere no solamente a los pobres absolutos sino también esta dirigido a una abanico más amplio de
personas quienes poseen desventajas en términos de salud, educación, grupos étnicos y género”. Se
señalan los objetivos más importantes de la participación popular para las actividades de “desarrollo”
apoyadas por el Banco. Estos son el “empowerment”, que implica el desarrollo de la capacidad de las
personas para iniciar acciones por ellas mismas o influir en decisiones de actores de más poder. El
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segundo objetivo es el desarrollo de “capacidades de los beneficiarios” en relación a las operaciones
apoyadas por el Banco. Se dice que, de “esta manera los beneficiarios pueden compartir las
responsabilidades de gestión de la operación tomando responsabilidades por ellos mismos” y
contribuir a la sustentabilidad del proyecto. Están también la efectividad y eficiencia para el
cumplimiento de las metas del proyecto. Finalmente, un último objetivo, sin eufemismos plantea la
necesidad de “compartir costos” (cost sharing). “Así, se espera que los beneficiarios contribuyan con
trabajo y capital o hagan uso de la “autoayuda” para mantener el proyecto.” (Bhatnagar, Bhuvan and
Williams, Aubrey C (ed); 1992: 177-178)
Las formas de gestionar la pobreza en la Argentina se denominan políticas de “desarrollo social”. Dos
hechos marcan el quiebre con las formas de gestión anteriores, el lanzamiento de un plan social en
1993 y la creación en 1995 de la Secretaría de Desarrollo Social, durante el gobierno del Presidente
Menem. El mensaje presidencial del plan social lanzado en 1993 fue definido como la demostración de
“la decisión estratégica de asumir una opción preferencial por los pobres”, asumiendo una serie de
compromisos: 1) el “federalismo social”, que consistiría en la descentralización de la ejecución de los
programas sociales nacionales, 2) una “auditoría social” mediante el protagonismo de las
organizaciones no gubernamentales, 3) una “auditoría técnico administrativa” y 4) coordinación de las
acciones a través del funcionamiento de un “gabinete social federal” (Lovuolo, Barbeito, Pautassi,
Rodríguez; 1999: 181). A través del Secretario de Desarrollo Social, Amadeo su primer secretario,
intenta crear lo que denomina una “autoridad social” que contrarreste, se dice, el debilitamiento del
Estado de Bienestar y los efectos del ajuste, coordinado por un Gabinete Social. Se pretende
desarrollar una “ política social activa” y un enfoque integrado o “sistémico” de las políticas sociales
(SDS; 1995: 12). En un documento donde se fundamenta la creación del Sistema de Información,
Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales (SIEMPRO), se plantea que en Argentina es necesario
establecer un Sistema Nacional Integrado de Políticas Sociales “que reemplace al sistema del Estado
Bienestar, actualmente desarticulado y en crisis” 5 (SDS; s/f). La transformación del mercado de
5 7
El Estado de Bienestar en crisis “organizaba sus acciones en función del salario y por esta vía ofertaba
seguridad, integración y movilidad social a las familias. Disponía de un marco regulatorio claro de
funcionamiento (leyes, normas, etc.) y de mecanismos de transferencia de ingresos directos e indirectos hacia los
trabajo, el desfinanciamiento del Estado y la descentralización a las provincias de los servicios sociales
que prestaba, debilitaron este sistema. El sistema integrado vendría a reemplazarlo puesto que no
habría “un modelo de política social que acompañe al modelo económico”. Este sería el fundamento
para el diseño de un “nuevo Sistema de Políticas Sociales que se proponga definir y construir un
marco de institucionalidad clara para fortalecer la autoridad social y cuya misión fundamental estaría
dirigida al logro de la equidad. “A través del Gabinete Social, se intentaba alentar “la integralidad de
las políticas sociales”, brindando impulso a los programas intersectoriales.
Estos objetivos no se lograron puesto que el gabinete social terminó siendo coordinado por el
ministerio de Economía. La Secretaría de Desarrollo Social, no tuvo el rol protagónico que se
esperaba. Tampoco se concretó el “sistema integrado” e intersectorial. Sólo se consiguieron objetivos
a nivel de información y monitoreo. Los programas siguieron altamente dispersos y desarticulados. El
logro más importante fue el de “fortalecer la gestión del Estado” en un contexto de descentralización
y de “redefinición de su relación con las provincias y los municipios”. El estado nacional adquirió así un
lugar protagónico en el diseño y monitoreo de las políticas sociales que se había debilitado con la
descentralización. De esta manera se centralizaron los fondos federales y los provenientes de los
organismos internacionales. La asignación hacia provincias, municipios y organizaciones no
gubernamentales quedó en manos del poder central. A pesar de la incorporación de la lógica técnica y
de la focalización en la elección de regiones y grupos beneficiarios, en forma superpuesta, se mantuvo
una lógica clientelar que adquirió diversas formas 6.
La intención de crear una política social activa y una “autoridad social” inexistente, como producto de
las reformas neoliberales y la economización de lo social, tampoco se logró. Al contrario se trata de un
modelo estático y pasivo de regulación de la pobreza como plantea Lautier 7 (Lovuolo y otros, 1999:
104-106). Estos autores consideran, siguiendo a Lautier, que las políticas de atención a la pobreza en
América Latina son estáticas. En la práctica y en los hechos no hay ninguna pretensión de luchar o de
erradicar la pobreza, sino de gestionar el problema para que sea funcional al modelo social,
manteniendo su equilibrio. Se trata de administrar la pobreza no de erradicarla. Estaría prevaleciendo,
un modelo de gestión “tecno liberal” por sobre una visión tradicionalmente asistencial. Esta sería para
Lautier, una versión de la visión “modernista tecnocrática” de la pobreza, promovida por los
organismos internacionales de asistencia financiera y técnica, que propone que la situación normal
está por venir porque la enfermedad sería fundamentalmente el crecimiento económico. Desde aquí,
la solución para la enfermedad consistiría en una política económica “sana” que permitiría, a largo
plazo, que los pobres revaloricen sus “activos”; es decir, las riquezas que poseen y que por distintos
hogares más pobres. En el proceso de acumulación estaba inserto lo social.” (SDS; s/f)
6
La pérdida de control de los gobiernos provinciales sobre la asignación de los recursos, el diseño y ejecución de
los programas y la atomización de los programas sociales, aumentó las presiones de los gobernadores
provinciales sobre el entonces Secretario de Desarrollo Social, para lograr un mayor espacio de poder en su
control y gestión. (Alvarez Leguizamón; 2000)
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Lautier, B. (1998) “Représentations et régulations etatiques de la pauvreté en Amérique latine”, en Poulin, R. Y
Slama P. (eds), L!Insoutenable misére du monde, économie et sociologie de la pauvreté. Quebec, Etiditions
Vents d!Ouest.
razones no pueden ser valorizadas actualmente. Esto permitiría ejercer su libertad individual como
productores potenciales, ya sea en micro-emprendimientos o aumentando el valor de su “capital
humano” para ser más vendibles en el mercado de trabajo. Esta opción se traduce en un creciente
desarrollo de instancias formativas que instruyen sobre técnicas de gestión y administración de la
pobreza.
Considero que esta visión de la pobreza incluiría también al capital social como activo de los hogares,
fuertemente promovida por los organismos internacionales financiadores. La conceptualización de la
pobreza deviene multidimensional y focalizada en el “capital social” o “activos intangibles”, como los
denomina la nueva jerga económica. En esta se valora cada vez más el uso y sustitución de otros
recursos por los activos intangibles basados en relaciones informales de la propia gente y menos los
activos tangibles que requirieron de patrimonio acumulado o acceso a dinero 8 (Alvarez Leguizamón;
2001). Caroline Mosser (1998:1), en un estudio propiciado por el Banco Mundial, incorpora la
categoría de capital social como activo de los hogares. Su estudio pretende "contribuir al debate
acerca de las estrategias de reducción de la pobreza a un nivel local sustentable que refuerza las
soluciones inventivas de las propias personas, mas que substituirlas, bloquearlas o no tenerlas en
cuenta”.
Se reconoce los efectos del ajuste y la responsabilidad del estado en compensar aquellos que “no
pueden participar de los beneficios del crecimiento”. La premisa fundamental es la de reforzar “la
iniciativa y participación de las personas, sea como individuos, sea dentro de sus comunidades y
asociaciones”. Este objetivo, se afirma, debe convertirse en una política de Estado, que no puede
lograrse de un día para otro; pero en la medida que “los ciudadanos sepan que existe una decisión –
e instrumentos- para fomentar lo solidario y para apoyar su vocación de organizarse, van a encontrar
8
La satisfacción de las necesidades básicas en las sociedades capitalistas requiere de ingreso corriente, derechos
de acceso, activos acumulados y tiempo disponible. Entre algunos rubros existirían posibilidad de sustitución y
elección, aunque en otros no (Boltvinik,1992).
9
“La Secretaría de Desarrollo Social, se propuso alentar un cambio en el modelo de gestión tradicional de las
políticas sociales y reemplazarlo por una gestión basada en resultados, en la que cada uno de los programas
pueda definir la situación que enfrenta y adonde quiere9llegar. Este nuevo modelo de gestión posibilitará saber
qué se está haciendo y cómo se está haciendo y, a su vez, que el gobierno rinda cuentas a la sociedad sobre los
resultados de su gestion “ (SDS, s/f)
nuevos incentivos a fin de encontrar por es vía la solución a sus problemas sociales”. (SDS; 1995: 10)
Los principios de las nuevas formas de gestionar la pobreza sintetizan las grandes líneas de las
políticas actuales que los organismos internacionales sugieren; 1) focalización, 2) integralidad, a partir
del desarrollo de múltiples acciones que ataquen la pobreza; 3) sustentabilidad, en términos de
condiciones administrativas y financieras adecuadas para asegurar su continuidad; 4) metas y control,
en términos de población objetivo y de resultados esperados y 5) fortalecimiento de la comunidad
(SDS; 1995). Se trata de la privatización de lo público y del traslado al mercado y a la sociedad civil
del “bien común”. Se dice que “pluralismo y participación” significan el reconocimiento de los actores
que están hoy interviniendo en este proceso: estado, sociedad civil, mercado y familia “instalando lo
público en lo privado y lo privado en el Estado”.
El desarrollo social es el nuevo rostro que adquiere el discurso asistencial en los 90, formando parte
del paradigma del desarrollo humano 12. El desarrollo de capacidades es constitutivo de la asistencia
estatal, desde su surgimiento, en la década de los cincuenta. La estrategia asistencial se diferencia de
los formas benéficas entre otras cosas por que más que moralizar y distribuir limosna realiza
“asistencia” para desarrollar capacidades (Tenti; 1989). Con estas prácticas se trataba de generar
10
“La Argentina presenta un riquísima realidad social, con organizaciones comunitarias trabajando exitosamente
en los más distantes confines, en temas tan variados como apoyo a la discapacidad, huertas comunitarias,
comedores escolares o vivienda autogestionadas; así como con Municipalidades con un alto grado de
participación ciudadana.” (SDS; 1995: 19)
11
“Asimismo, se ha de exigir que en todas las solicitudes de ayuda para problemas sociales a través de fondos
federales se incluya un alto porcentaje de ejecución a través de las organizaciones comunitarias”. Página: 10
Se trata por un lado de depositar en ellos la responsabilidad de atender a su subsistencia y protección por un lado y
por otro, “asegurar una más eficiente administración de los recursos financieros que se ponen a su disposición”.
(SDS, 1995: 19)
12
Es necesario señalar que el discurso del desarrollo humano, además del desarrollo social como el nuevo rostro
de la asistencia, incluye la promoción de los derechos denominados de tercera y cuarta generación. Entre estos se
encuentran los derechos ambientales, de minorías étnicas, 10 de género, de la niñez, entre otros. Estos elementos se
encuentran presentes también en las políticas de desarrollo social, en sus objetivos, en la selección de las
“poblaciones objeto”, por ejemplo.
actitudes positivas para el crecimiento y el desarrollo 13. En la etapa del desarrollo humano si bien se
sigue manifestando en el discurso que el crecimiento disminuye la pobreza, se ha constatado también
que el mayor crecimiento no disminuye las desigualdades, en algunas casos las agudiza. El mito del
rebalse se ha desmoronado. La representación de la pobreza mantiene el núcleo duro anterior, en el
sentido de que los pobres no tienen capacidades para competir en el mercado. Sin embargo, el
paradigma del desarrollo humano se diferencia del desarrollo comunitario. Por oposición a este valora
positivamente las capacidades relacionadas con las “energías solidarias” de las redes de reciprocidad
de base comunitaria o cooperativa. Estas permitirían compensar la identidad que otorgaba el trabajo y
la pertenencia a sistemas de protección estatales, además proveen bienes y servicios para la
autosustentabilidad o para complementar recursos monetarios escasos. Se deben reforzar esas
capacidades a partir de estrategias políticas de “fortalecimiento de la sociedad civil”. En la práctica, no
se trata de ampliar capacidades de decisión o garantías asociadas a la condición de ciudadanía. Sólo
aumentar capacidades de autosubistencia, autogestión y reciprocidad entre los pobres. No se trata de
una solidaridad entre clases que permita redistribuir la riqueza. Los incentivos actuales se caracterizan
por promover la “solidaridad entre los pobres y la competencia para los más “capaces” (Alvarez,
Sonia, 1999),
El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2000/1 para “atacar la pobreza” del Banco Mundial, parte de
una definición de pobreza que tiene en cuenta tanto los bajos niveles de ingresos y consumo como los
bajos niveles de logros en educación, salud y estado nutricional. También incluye la falta de poder y la
vulnerabilidad. “Esta concepción amplia de la pobreza está basada en las voces de los pobres mismos
y por el argumento filosófico de Amartya Sen y otros que ven a la pobreza como una deprivación de
capacidades básicas más que solamente bajos ingresos” (World Development Report, 2000/1). Sin
embargo, al mismo tiempo, se reconoce capacidades y virtudes funcionales a las modalidades
autogestionarias predominantes en la gestión de la pobreza que el “desarrollo social” propugna. Como
vimos, la promoción de la participación popular en los programas para pobres es parte constitutiva de
la reforma. “Las intenciones para promover un “mejor gobierno” y un más activo y productivo “sector
privado” son solo retórica si las capacidades locales para la autogestión y la autosustentabilidad no
son reforzadas” (Uphoff, Norman, 1992: 135-36). Se aprecia entonces que “los beneficiarios tienen
13 11
El desarrollo comunitario tendía a “lograr las condiciones previas al progreso económico: el ambiente mental,
los conocimientos teóricos y prácticos y la organización y elementos que hacen falta para que la repercusión
económica sea al mismo tiempo importante y duradera” (Naciones Unidas, citado por Tenti; 1989: 84)
más que trabajo y fondos para contribuir a que el proyecto sea efectivo. Ellos tienen inteligencia,
experiencia y habilidades de gestión para ser movilizadas y tomadas en cuenta para el logro de los
objetivos del desarrollo”. También, se afirma, tienen “buenas ideas” que hay que considerarlas. Existe
en esta representación una “expectativa en los potenciales humanos que deben ser movilizados para
la autogestión y la autosustentabilidad del desarrollo” (Uphoff, Norman, 1992: 143)
No se trata ahora de capacidades que hay que desarrollar o de trabas a superar, como en la concepción
del desarrollo comunitario de los 70. El problema no es crear capacidades, comportamientos, necesidades
sentidas que incentiven actitudes y prácticas positivas al trabajo y al mejoramiento individual. En la
representación del pobre no prevalece la indolencia como en esa época, aunque sigue presente de forma
más sutil. Se trata de capacidades existentes pero debilitadas por el “circulo vicioso de la pobreza”. A
partir de los estudios sobre estrategias de sobrevivencia y de la influencia cada vez mayor en el discurso
de los organismos internacionales y de las ciencias sociales sobre la importancia del capital social (Alvarez
Leguizamón; 2001), se ha constado que los pobres tienen capacidad de sobra, para generar
innumerables estrategias para proveerse de servicios mínimos. La pobreza en esta concepción no es
sólo un problema de recursos monetarios obtenidos en el mercado sino de privación de otras
12
capacidades. El tema es cuál capacidad determina la adquisición de las otras. El foco en las
capacidades y no en las condiciones estructurales de desigualdad que provocan la pobreza, acerca
esta visión a la de la “cultura de la pobreza” aunque más modernizada. (Alvarez Leguizamón; 2000b)
A modo de reflexiones finales, seguidamente se propone una tipología de programas para gestionar la
pobreza en la argentina, fuertemente vinculada con la representación de la pobreza predominante y
con las capacidades que los programas pretenden fortalecer. Esta tipología forma parte del modelo
tecno liberal y gerencial predominante. La gestión de la pobreza descentralizada, autogestionaria y
paticipativa, al incorporar a la sociedad civil (organizaciones no gubernamentales laicas, benéficas y
filantrópicas y organizaciones de base) en diversos grados y funciones, constituyen nuevas
articulaciones entre los distintos actores e instituciones intervinientes. Estos cambios modifican las
relaciones sociales y van constituyendo nuevos entramados de configuraciones y vínculos cuya
combinación nos permite pensar en tipologías del nuevo modelo de gestionar la pobreza. La primera
dimensión a tener en cuenta sería la forma de articulación, relación jerárquica y funciones asignadas a
las distintas instituciones participantes (organismos gubernamentales federales o nacionales,
provinciales y municipales; comisiones asesoras - intergubernamentales, intersectoriales o
interinstituciones-, organismos internacionales financiadores; organizaciones no gubernamentales).
Otra dimensión fundamental es la manera en que se asignan y canalizan los fondos a los destinatarios
y la relación y responsabilidad de las instituciones intervinientes. Esta es una variable fundamental
que define la correlación de fuerzas entre los sectores sociales vinculados al campo de las políticas
sociales. No es lo mismo que los fondos lleguen directamente a los beneficiarios, intermediada por
una comisión asesora provincial, o una organización no gubernamental sin relación de dependencia
con el gobierno estadual, que una dependencia provincial asigne los fondos y decida sobre los
destinatarios.
Si bien estas dimensiones son muy importantes, consideramos que la representación que tiene el
programa de la pobreza es la variable más significativa para definir tipologías de gestionar la pobreza.
De esta representación dependerá la forma que asume el componente “participativo” del programa,
que constituye la tercera dimensión. Este componente estaría compuesto por el tipo y características
de “capital” requerido a los beneficiarios (humano y/o social) directamente vinculado con las
“capacidades” que se pretende fortalecer. Se pueden señalar tres tipos de capacidades que estos
programas intentan fortalecer. Dos de ellas tienen que ver con las representaciones del modelo de
14
gestión “tecno liberal”, utilización de los “activos”, básicamente el “capital humano” y el capital
13
14
Usamos esta categoría no por que adscribamos a la Teoría del Capital Humano sino por que es la
social15. El tercer tipo de capacidades que se promueven, serían aquellas vinculadas con el acceso a
derechos especiales (de género, de étnia, de edad, ambientales, etc.).
Los programas que refuerzan el capital humano, promueven formas de trabajo que permiten sobrevivir
en forma residual a la dinámica capitalista. Se trata de la generación o fortalecimiento de diversas
actividades poco productivas, ya sea como trabajador informal, como campesino o como trabajador de
una microempresa. Estos programas se destinan básicamente a población pobre rural. El componente
asistencial es menor y si bien incluyen objetivos de fortalecimiento de capacidades asociativas (capital
social) financian básicamente actividades productivas. Las capacidades a fortalecer no promueven una
integración al “desarrollo” como se pensaba en las concepciones desarrollistas de la pobreza. En esa
época, la informalidad era consideraba una patología que había que erradicar para alcanzar el desarrollo.
Aquí la representación del pobre se vincula al buen trabajador improductivo/informal. La gestión de la
pobreza responde a una visión menos asistencial. Si bien los modelos de gestión que se derivan pueden
incentivar la cooperación comunitaria o de grupos, por ejemplo campesinos asociados, el eje esta puesto
en la capacidad de producir del individuo. A pesar de que apoyan proyectos productivos que generan
ingresos genuinos, a través de préstamos, mantienen su carácter focalizado. Modelos de gestión de
este tipo se pueden observar en el Programa Social Agropecuario y en el Fondo de capital social
(FONCAP). Seguidamente se describe las características sucintas de estos programas para poder
ejemplificar.
El FONCAP S.A. (Fondo de capital social) es una iniciativa del Ministerio de Desarrollo Social y Medio
Ambiente. Apunta a “crear un esquema de financiación, autosustentable y perdurable, destinado a
apoyar activamente al sector de la micro empresa de menores recursos económicos”. Su modelo de
gestión es a través de una Sociedad Anónima que administra un fondo fiduciario. El Directorio está
integrado por el Sector Público, a través de los Ministerios de Desarrollo Social y Medio Ambiente, de
Economía, y de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos; y por el Sector Privado,
representado por Asociaciones Empresarias y Organismos involucrados en el desarrollo de la micro
empresa. Tiene como misión “eliminar las barreras de acceso al crédito para el sector de la micro
empresa de menores recursos económicos, apoyando la organización representativa y su articulación
con los demás sectores de la sociedad”. Los objetivos son “favorecer el protagonismo de los
trabajadores y sus organizaciones, la labor voluntaria y permanente de las iglesias, y la participación
de las Ong´s que desarrollan actividades con micro empresarios”. Intervienen en el programa el
Banco Mundial, a través del “Programa de Pequeñas Donaciones para las Organizaciones de la
Sociedad Civil” y una fundación denominada EMPRETEC, que nuclea al Banco de la Nación Argentina,
el Banco de la Provincia de Buenos Aires, la Confederación General de la Industria, la Unión Industrial
Argentina (FONCAP; 2001).
La segunda modalidad de capacidades a fortalecer son aquellas que apuntan más al capital social de los
comunidades locales y no de los individuos. Se trata de reforzar formas de reciprocidad que permitan la
autegestión y autosustentabilidad de los programas y la cohesión de los grupos. Si bien la representación
de la pobreza aquí se diferencia de la indolencia que primaba en la visión del desarrollo comunitario, se
mantiene una valoración negativa basada en carencias “espirituales” u organizativas que no generan
autoestima. Sin embargo, como veíamos anteriormente, se ha producido un importante descubrimiento.
15
Los pobres son “inteligentes”, tienen “ideas interesantes”, “experiencia y habilidades de gestión para ser
movilizadas y tomadas en cuenta para el logro de los objetivos del desarrollo”. Acorde con la
característica intrínseca de este capital social (reciprocidad entre grupos de base territorial), los
programas basados en el incentivo a estas capacidades desarrollan modelos de gestión, donde las
unidades no son los individuos sino las comunidades. Están destinados, generalmente a proveer
equipamiento comunitario por medio de la participación de los propios beneficiarios en su construcción y
gestión del programa, a partir de su trabajo gratuito. Se destinan primordialmente a población pobre
urbana y tienen un componente fuertemente asistencial aunque un discurso ciudadano. La
representación de la pobreza se basa en una dialéctica que va de la incapacidad para competir en el
mercado a la valoración de capacidades para la organización comunitaria y la autosustentabilidad.
Ejemplos de modelo de gestión de este tipo son el programa FOPAR, el de capacitación de animadores
comunitarios, Desarrollo Juvenil, entre otros.
El Programa de Fortalecimiento del Desarrollo Juvenil, se inicia de acuerdo con los lineamientos del Plan
Social 1995 de la Secretaría de Desarrollo Social de la Nación. Se propone “dar un espacio a los
jóvenes como sujetos del desarrollo, impulsando y apoyando las prácticas solidarias de los grupos
juveniles que tengan como objeto el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores sociales en
situación de pobreza estructural y/o de vulnerabilidad social”. Es a partir de la potenciación de los
trabajos voluntarios y de las iniciativas juveniles solidarias que se pretende alcanzar la “responsabilidad
social como tarea de todos" 17. El programa trabaja “desde una gestión asociada: Estado y Comunidad,
implementando un modelo de descentralización técnico-administrativa a través de Organizaciones No
Gubernamentales que coordinan actividades con los Estados Provinciales para trabajar con grupos
juveniles. El principal objetivo de este modelo de gerencia social es fortalecer las formas democráticas
17
“La perspectiva del ejercicio de una ciudadanía plena es el fundamento desde el cual está concebido nuestro
programa. Ciudadanía entendida como conjunto de prácticas jurídicas, políticas, económicas, sociales y
16
culturales que definen a una persona como miembro pleno de una sociedad. Pero también en el marco de una
concepción que supone un sustrato valorativo, al implicar la responsabilidad social como tarea de todos”. (SDS;
1996)
de participación social y favorecer, de este modo, la forma federal de gobierno.” (SDS; 1996)
BIBLIOGRAFIA
18
En la evaluación ex post se comprobó que los aportes17locales reales elevaron su participación en el costo total
de los proyectos estudiados del 11.3% ex ante, al 20.1% ex post. El 87% de los proyectos cumplió o superó el
compromiso de aporte comunitario. (SDS; FOPAR)
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RESEÑA BIOGRÁFICA
Licenciada en Trabajo Social y Magister en "Sociología del Desarrollo", doctorando del programa de
Doctorado “Relaciones interétnicas en América Latina: pasado y presente” de la Universidad de
Sevilla, España,
20