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Continente Americano
Historia y perspectivas del manejo de recursos
genéticos en el Nuevo Mundo
Agradecimientos:
Los autores y editores de este libro agradecen el apoyo recibido a lo largo de 10
años por la Escuela de Posgrado y la Maestría en Ecología Aplicada de la
Uiversidad Nacional Agraria La Molina, así como el Posgrado en Ciencias
Biológicas de la Universidad Ncional Autónoma de México. Paticularmente el gran
apoyo de la Dra. María del Coro Arizmendi y Lilia Espioza, quienes apoyaron
todas las gestiones para que los alumnos mexicanos del Posgrado pudieran asisitir
al curso. Asimismo, al CONCYTEC del Perú y al CONACYT de México por el
apoyo financiero que nos permitió afrontar aspectos fundamentales de la logística
el curso. El CONICET de Argentina brindó apoyo a la participación de nuestras
queridas colegas Lelia Pocettino, Ana Ladio y Verónica Lema al Simposio
Internacional en el que se basa esta publicación. En particular agradecemos al
CONACYT, México, su apoyo a los becarios mexicanos de posgrado, así como
diferentes proyectos de investigación que permitieron generar valiosa información
en México y en especial al proyecto CB-2008-01-103551, que ha apoyado
directamente la interacción académica entre mexicanos, brasileños peruanos,
venezolanos, colombianos y argentinos. Asimismo al Programa de Apoyo
Académico a proyectos de investigación ye innovación Tecnológica (PAPIIT,
DGAPA, UNAM (proyectos IN205111-3 y IN209214).
A veces, cuando estoy a punto de lucir mis hojas nuevas, me amenaza la mordida de algún
venado hambriento que quiere llenarse el estómago. Viene también el zorrillo a buscar lombrices
y ragao1; de tanto escarbar me saca de mi cobijo en el suelo. Entonces, por desquite, le cuento a
los picachitos y abejas que visitan mis flores lo hediondo que es el zorrillo y lo ingenuo también,
tratando de engañar a la gente parándose en dos patas y disfrazándose de señorita, aunque nadie
le cree.
Soy testigo discreto de la picardía del dominico: transformado en galante caballero seduce a las
más hermosas mujeres. Él devora en forma de ave los manjares que ellas le llevan a la cita. Las
jóvenes, desconsoladas, comprenden que no volverán a ver al galán más que cubierto de plumas.
Los ratones aprovechan todo momento para el festín y, astutos como son, penetran en los
almacenes subterráneos de piedra donde estoy guardada mientras espero la siguiente siembra.
Para distraerlos les pregunto si en otra vida tuvieron alas. Se mueren de risa ¿qué sentirá el
murciélago de que le hayan inventado una vida de ratón?
Cientos de hermanas tengo con diferentes nombres, colores y formas. Mi corazón rojo, mi
palomita roba corazones, tantas más. Nacieron también de esta gente. Viajan con ella
acompañándola a través de paisajes, mercados, platillos y fiestas.
Seguiré viviendo en la montaña con mis hermanas. Espero algún día encontrarlos a ustedes y
ofrecerles a probar un trocito de mi entraña, bien cocido en pachamanca 2, para que se vayan
contentos y lleven consigo las historias de este negro corazón de papa.
___________________________________________________________________________
1
Ragao o gallina ciega: Larvas edafícolas de escarabajo;
2
Pachamanca: Festín preparado por cocción dentro de un horno artesanal cavado en la tierra.
INDICE
Domesticación y agricultura en América: historia y perspectivas
del manejo de recursos genéticos en el Nuevo Mundo.
Una Introducción
Alejandro Casas, Juan Torres, Fabiola Parra y Aldo Cruz……………………………. 12
Introducción
También lo son porque hoy en día existen en esas regiones procesos vivos, vigentes, de
domesticación que involucran una alta diversidad biocultural y que son invaluables para entender
la diversidad de procesos antiguos y actuales que intervienen en la modelación de la diversidad
de los recursos genéticos que se encuentra en esas regiones. Brindan entonces la oportunidad de
conocer la variedad de causas que influyen en los procesos, las rutas que éstos adoptan, sus
resultados y perspectivas (Casas et al 2007, 2015; Aguirre-Dugua et al. 2012; Parra et al. 2010,
2012).
El principal propósito del presente texto es reunir un material de lecturas útiles para
apoyar el curso “Domesticación y Manejo in situ de Recursos Genéticos”, organizado desde 2006
por el Posgrado en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y la
Maestría en Ecología Aplicada de la Universidad Nacional Agraria La Molina del Perú. Pero será
sin duda un material útil para el público general interesado en estos temas. Está dedicado a
académicos, organizaciones sociales y civiles, e instancias gubernamentales que buscan analizar
y actuar en favor del aprovechamiento sustentable de los recursos genéticos (Casas et al. 2014).
El curso ha motivado el interés de todos estos sectores, quienes continuamente se acercan y
participan en él; y seguramente les será de utilidad. El curso “Domesticación y Manejo in situ de
Recursos Genéticos” ha convocado a colaborar a especialistas en temas de botánica, ecología,
etnobotánica, veterinaria, etnozoología, agronomía, antropología, arqueología, biotecnología,
economía y derecho ambiental, entre otros.
principal reto de la conservación de los recursos genéticos no es, en sentido estricto, mantener tal
o cual variedad de un cultivo sino, ante todo, las condiciones de la dinámica del proceso creativo
que, en contraposición a la erosión genética, permite continuar desarrollando nuevas variedades y
el incremento del potencial para atender nuevas y nuevas necesidades acordes con los cambios
socio-ecológicos que se viven en el mundo.
En 2005 ocurrieron paralelamente dos actividades que dieron origen al curso Domesticación y
Manejo in situ de Recursos Genéticos. Por un lado, en el Centro de Investigaciones en
Ecosistemas (CIEco) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se inauguró el
curso con este nombre en el Posgrado en Ciencias Biológicas; se trataba de un curso de carácter
teórico. Este fue el antecedente directo del temario del curso que hemos mantenido durante los 10
años del curso y al que haremos referencia y apoyaremos a través de este libro. Ese mismo año se
organizó una reunión de cierre del proyecto “Conservación in situ de cultivos nativos y sus
parientes silvestres en El Perú”, el cual en adelante denominaremos con el nombre corto
“proyecto in situ”, y que tuvo una duración de cinco años impulsado por el GEF (Global
Environmental Facility), contando con la participación de múltiples organizaciones
gubernamentales nacionales (Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, INIA y el Ministerio
del Ambiente, MINAM), internacionales (Centro Internacional de la Papa, CIP), organizaciones
civiles (Coordinadora de Ciencia y Tecnología Andina, CCTA; Instituto de Desarrollo y Medio
Ambiente IDMA, el Centro Andino de Educación y Promoción José María Arguedas, CADEP;
las Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, SPDA, y el Proyecto Andino de Tecnologías
Campesinas PRATEC) e instituciones académicas (especialmente el Centro de Investigaciones en
Zonas Áridas de la Universidad Nacional Agraria La Molina). Todas estas organizaciones
trabajaron con enfoques metodológicos en común en cientos de comunidades de las regiones
Costa, Sierra y Selva peruanas, como se explicará detalladamente en uno de los capítulos más
adelante (Velásquez-Milla et al. 2011). Justamente en el cierre de ese proyecto se organizó una
reunión de balance, y reflexión para analizar sus perspectivas, en la cual se invitó a académicos
del CIEco, de la UNAM a participar y a intercambiar experiencias y puntos de vista. La
participación de la UNAM se centró en el análisis de los procesos de domesticación como
procesos vigentes, de accionar continuo, generador de recursos genéticos y que, por ser vigentes,
pueden documentarse en la actualidad. Y de esa reunión surgió la importancia de incorporar al
marco conceptual del proyecto el análisis de los procesos de domesticación actuales, a través de
los cuales los grupos humanos desarrollan continuamente nuevos linajes de recursos; es decir, la
domesticación es un proceso generatriz de diversidad de recursos genéticos y, por lo tanto,
entenderlos desde el punto de vista cultural y biológico representa una condición indispensable
para desarrollar las perspectivas de cualquier proyecto de conservación in situ de recursos
genéticos (Casas y Parra 2007).
El otro gran tema fue el de los parientes silvestres de las especies cultivadas. La
exposición de la UNAM puso énfasis en que tales parientes existen invariablemente para toda
especie domesticada, y su identificación tomó buena parte de las investigaciones durante el siglo
XX; aun así, hay especies para las cuales tal identidad no ha sido claramente resuelta, mientras
que para otras los parientes silvestres son complejos que incluyen numerosas especies cuya
15
Desde 2006 organizamos el 1er. curso, concebido éste con una estructura modular en la
que se abordó y hasta el presente se abordan: (1) los conceptos básicos del significado de manejo,
recursos genéticos, su importancia actual y potencial, los procesos de pérdida (erosión genética) y
las opciones para su conservación; (2) el concepto de domesticación como un proceso generador
de recursos genéticos y su importancia en el diseño de estrategias de conservación in situ; junto a
este tema analizamos los procesos que originaron la agricultura y las áreas del mundo en donde
ocurrieron; (3) los métodos ex situ e in situ de conservación y manejo de recursos genéticos, sus
ventajas y desventajas (4) aspectos sociales y culturales relacionados con el manejo de recursos
genéticos, incluyendo los derechos de propiedad de los recursos, derechos de propiedad
intelectual, aspectos éticos y legales para la protección de tales derechos y (5) las perspectivas
para el manejo de recursos genéticos.
Las condiciones de este ejercicio son tales que el protocolo debe incluir preguntas,
hipótesis y métodos de investigación viables de contestarse, probarse y llevarse a cabo en tres
días consecutivos de trabajo de campo (Casas et al. 2016). La siguiente fase, generalmente
durante la segunda semana del curso, se lleva a cabo el trabajo de campo en la región de los
Andes Centrales, en comunidades de la cuenca de Warmiragra, municipalidad de Tomaykichua,
en el Departamento de Huánuco. Con la colaboración de campesinos, hombres y mujeres de las
comunidades de Armatanga, Chinchubamba y Tomaykichua se han realizado las investigaciones
de campo. Las investigaciones realizadas hasta el momento se ilustran en el Cuadro 1. La tercera
fase del curso es de análisis y escritura del reporte de las investigaciones en el formato de un
artículo científico, siguiendo las reglas editoriales de revistas reales. Paralelamente, el diseño de
presentaciones para exposiciones orales y materiales de difusión para complementar el ejercicio
de la exposición de los estudios y en su caso, materiales de divulgación útiles a la comunidad. En
este último caso generalmente los interlocutores han sido las escuelas de las comunidades en
donde se realizan los estudios.
El texto
Hemos organizado este texto en dos partes. La primera de ellas presenta un compendio de los
elementos conceptuales que se han revisado en los diferentes cursos hasta el presente.
17
Presentamos nuestra propia visión y múltiples referencias y experiencias directas que en cada
tema discutimos a lo largo de los años. Reflejan nuestra propia reflexión y conducen al lector a
aquellas referencias bibliográficas que generalmente acompañan los materiales de lectura del
curso en formato electrónico. Iniciamos por los conceptos básicos como manejo, recursos,
recursos genéticos, manejo sustentable. Discutimos el contexto de manejo sustentable en el
marco de la crisis ambiental global contemporánea y la importancia de los recursos genéticos
frente al cambio global. En el segundo capítulo discutimos la relevancia de los recursos genéticos
en la satisfacción de requerimientos de materias primas en los sistemas de producción y
particularmente en la búsqueda de seguridad y soberanía alimentaria. Discutimos la situación
crítica a la que ha llegado la sobre-producción y desperdicio de alimentos en el mundo, su
contribución al cambio global y la necesidad de re-orientar los sistemas de producción,
distribución y condiciones de consumo. Enseguida discutimos la problemática de la pérdida de
diversidad biológica en general y de recursos genéticos en particular, la denominada erosión
genética. Examinamos su magnitud y desarrollamos propuestas metodológicas para evaluarla.
Posteriormente analizamos al proceso de domesticación como un proceso evolutivo y su
contribución en el proceso de diversificación de los recursos genéticos. En el siguiente capítulo
examinamos las teorías sobre los centros de origen de la agricultura y de la domesticación y
desarrollamos algunas propuestas metodológicas que permitirán arribar a conclusiones más
vigorosas sobre este tema. Posteriormente presentamos un panorama de las estrategias
tecnológicas para la conservación in situ y ex situ de los recursos genéticos, sus alcances, sus
limitaciones, su carácter complementario y su perspectiva futura. Pasamos entonces a analizar los
problemas políticos, culturales y legales alrededor de los derechos de propiedad de los recursos y
la propiedad intelectual sobre éstos. Procuramos establecer la plataforma básica para la
protección de los principales actores domesticadores y discutimos algunas estrategias que desde
las organizaciones académicas, civiles y sociales es posible impulsar, así como el papel de las
instituciones gubernamentales al respecto.
mayores elementos para interpretar las hipótesis que distintas disciplinas han logrado desarrollar
hasta el presente.
Una de las intenciones generales del texto es unificar visiones, criterios metodológicos
entre los diferentes grupos de trabajo que confluyen en el curso y aquellos que eventualmente
consulte el texto. Ello facilitará el proceso de generar información, comparar entre regiones,
organismos y culturas, así como el análisis de patrones que permitan elaborar generalizaciones
que contribuyan a vigorizar la teoría sobre los procesos evolutivos en general, aquellos que
involucran la participación humana, y la interacción entre diversidad cultural y biológica que
contribuyan a entender mejor los procesos generatrices de la diversidad de recursos genéticos, sus
contextos de conservación y evolución in situ y su aporte potencial para la atención de problemas
tan serios asociados al cambio global.
Es esta la primera edición del libro y esperamos lograr convocar a otros grupos de
investigación sobre los temas que aquí se desarrollan, a compartir sus experiencias y reflexiones.
Pronto estaremos en condiciones de elaborar una segunda edición que sume los esfuerzos de más
instituciones académicas y organizaciones que permitan complementar el panorama que brinda
este primer intento de síntesis.
Literatura citada
Aguirre, X.; A. González; L. Eguiarte y A. Casas. 2012. Large and round: Morphological and
genetic consequences of artificial selection on the gourd tree Crescentia cujete by the
Maya from the Yucatán Peninsula, Mexico. Annals of Botany 109 (7): 1307-1316.
Boege, E. El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México. Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. México
Brush, S. B. y D. Stabinsky. 1996. Valuing local knowledge. Indigenous People and
Intellectual
Property Rights. Island Press, Washington D.C., E.U.A.
Brush, S. B. 2004. Farmers’ Bounty. Yale University Press. Sheridan Books, Ann Arbor,
Michigan, E.U.A.
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Casas A., A. Camou, S. Rangel-Landa, L. Solís, I. Torres, A. Delgado-Lemus, A. I. Moreno
Calles, M. Vallejo, S. Guillén, J. J. Blancas, F. Parra, X. Aguirre, B. Farfán-Heredia y Y.
Arellanes, E. Pérez-Negrón 2014. Manejo tradicional de biodiversidad y ecosistemas en
Mesoamérica: El Valle de Tehuacán. Investigación Ambiental, Ciencia y Política
Pública 6(2): 23-44.
Casas A., F. Parra, S. Rangel, S. Guillén, J. Blancas y C. J. Figueredo. Evolutionary ecology
and ethnobiology 2015. Albuquerque, U.P. Medeiros, P. y Casas, A. (Eds.) Evolutionary
ethnobiology. Springer. The Netherlands ISBN 978-3-319-19917-7, pp. 37-57.
Casas A., I. Torres, A. Delgado-Lemus, S. Rangel-Landa, L. Félix-Valdés, D. Cabrera, O.
Vargas, C. Ilsley, A. I. Moreno-Calles, J. Torres-Guevara, F. Parra, B. Farfán, A. Castillo,
B. Ayala, J. J. Blancas, M. Vallejo, L. Solís, T. Ortíz, A. Bullen. 2016. Ciencia para la
19
Version
N° Participantes Año
Título digital ppt
11 Intercambio de semillas de tuberosas Amy Snively-Martínez, Yaayé 2010 Si
nativas entre campesinos en Arellanes, Laura Cotrina, Zara
Armatanga, Perú Sánchez, María Luz Rojas
12 Uso y Manejo actual de las plantas Fiorella Eduardo, Erandi 2010 Si
tintóreas en la Microcuenca de Rivera, María José Valdivia,
Warmiragra. Una Aproximación José Luis Vásquez, Úrsula
Cernaqué, David Román,
Leticia Lajo, Giuliano Ardito,
María Verónica Jordán
13 Conocimiento tradicional sobre la Mariana Zarazúa, Isabel 2011 Si
fauna silvestre asociada a las chacras y Bueno, Evelyn Pérez, Gustavo
sus formas de transmisión en dos Lértora, Andy Callirgos,
comunidades de la provincia de Ambo, Mario Tenorio
Huánuco
14 Criterios de manejo y apropiación del Gabriela González, Verónica 2011 Si
espacio en la microcuenca de Lema, Mariana Vallejo,
Warmiragra Raquel Varela, Vincent
Hoogesteger
15 Dinámica del intercambio de semillas Cecilia Trillo, Aldo Cruz, Dora 2011 Si
de tuberosas nativas y su influencia Velásquez, Sandra Bueno
sobre la riqueza genética de oca (Oxalis
tuberosa) Molina en el valle de
Warmiragra (Huánuco)
16 Variación morfológica y herbivoría de Angie Burgos, Heydi Canales, 2011 Si
cultivos de Solanum tuberosum L. Christian Montes, Jorge
(Solanaceae) y Oxalis tuberosa Mol Monerris, Mónica Velásquez
(Oxalidaceae) en la microcuenta de
Warmiragra, Huánuco-Perú
17 Armatanga «Arma que empuja» Su Pilar Morales Moreno, 2012 Si
historia, formas de organización Gabriela López Barrera,
territorial y saberes campesinos Jessica Morote Guevara, Lucio
Díaz Marielle, Douglas Vera
Izurieta, Hilver Charca
Mamani, Renán Ramos Alva,
Jonatan Del Solar Velarde
18 Estudio preliminar de la flora silvestre, Javier Rendón, Susana 2012 Si
cultivada y variedades de maíz en la Dacosta, Carolina Larios,
Microcuenca de Warmira Laura Cáceres, Alex Blass,
Mónica Aguirre, Rodrigo
Orozco, Gabriel Arriaga,
Gerardo Aguiñaga
22
Version
N° Participantes Año
Título digital ppt
19 Interacciones bióticas del Chocho Wilman Avilés, Jackeline 2012 Si
silvestre (Lupinus mutabilis Sweet) y Cadenas, Massiel Corrales,
cultivado (Lupinus aff. ballianus Mariana Chávez, Carmen
Sweet), su percepción campesina Figueredo, Luis Montesinos,
Rachel Quispe, Pilar Suárez,
Inés Torres
20 El sistema alimentario de la comunidad Gabriela Martínez, Diego 2013 Si
de Armatanga: una primera Astorga, Natalia Petrucci,
aproximación Indira Alva y Laura Riestra
21 El territorio como espacio domesticado: Sofía Monroy, Tomás 2013 Si
comparativa entre Armantanga y Ticlavilca, Oscar Salmerón,
Chinchobamba, dentro de la Aída Castilleja
microcuenca de Warmiragra
22 Percepción campesina de cambios Saraí Salazar, Inés Torres, 2013 Si
ambientales y estrategias de manejo en Leeward Muro, Jorge Velez ,
las comunidades de Armatanga y Pío Chávez
Chinchubamba Marino Ticlavilca
23 Relaciones entre la composición de Esperanza Córdova, Iván A. 2013 Si
especies y factores económicos, Ortiz-Rodríguez, Violeta
ecológicos y de manejo en Sistemas Galicia, Nadia Campos
Agroforestales de Warmiragra, Perú
24 Los aliemtnso de Armatanga, María Guadalupe Casarrubias 2014 Si
Microcuenca de Warmiragra, distrito de Hernández, Aketzalli Olivera
Tomahquichua, provinciade Ambo Espinosa
Huanuco
25 Plantas silvestres manejadas en Violeta Furlan, Claudio 2014 Si
unidades domésticas de Armatanga y Melendez Gonzalez, Estela
Chinchubamba, Huánuco, Perú Mondejar Hernández, Selene
Rangel Landa
26 Percepción campesina de las plagas de Gonzalo Contreras N., 2014 Si
la papa en cultivos y almacén en Guadalupe Zitlalpopoca H.,
Huánuco, Perú Paulette Huelgas M.
27 Interacciones de los visitantes florales Lina Adonay Urrea Galeano, 2014 Si
entre las plantas cultivadas de Lupinus Yesenia M. Vega Sánchez,
mutabilis y un pariente silvestre Inés Torres Arias, Karen B.
Hernández Esquivel, Nancy
Garay Duran
28 Políticas agrarias y organización Rodrigo Zavala Vásques, 2014 Si
espacial, Análisis del impacto. Caso María Aurora Ganem Reyes,
microcuenca de Warmiragra, Distrito Milton Córdova Soto
de Tomayquichua, provicia de Ambo,
Huánuco
23
Version
N° Participantes Año
Título digital ppt
29 Evaluación de la diversidad Azalea Guerra García, Laura 2015 Si
morfológica y la reproducción sexual Trejo Hernández, Idalia Rojas
de las variedades de Mashua en Barrera
Huanuco, Perú
30 Inventario de los recursos vegetales Rafael Vargas Cotrina, Camilla 2015 Si
utilizado como combustible en Marques de Lucena, Bruno
Huánuco, Perú Vildoso, Adriana Alarcón
Alavez, Pablo David Márquez
Barco, Ana Lucia Mares
Castillo, Fabiola Parra,
Reinaldo Farias Paiva de
Lucena
31 Factores que influyen en la selección de Lastra Paucar Sphyros, 2015 Si
variedades de maíz en la microcuenca Oliveros-Galindo Oswaldo,
de Warmiragra Olivares Martínez Luis Daniel,
Peraza Villarreal Humberto,
Quispe Dennis, Báscones
Renato, Condezo Ángela
32 Importancia cultural de plantas Cach Pérez Manuel,Carrillo 2015 Si
medicinales en los huertos familiares en Galván Lupita, García Flores
los poblados de Chinchobamba y Juana, Montenegro Hoyos
Armatanga, distrito de Tomay Kichwa Angie, Ordoñez Buezo
Paloma, Polo Espinosa
Gabriela, Rodríguez Benavides
Jannet
33 Transmisión y apropiación del Chocce Pachas Nieves, 2015 Si
conocimiento de la flora y fauna en las Miramontes Trejo Rodrigo,
localidades de Armatanga y Oliva García Duhyadi, Vilchez
Chinchubamba en Huánuco, Perú Valderrama Malena, Zarazúa
Carbajal Mariana
34 Diversidad de recursos alimenticios y Berenice Farfán Heredia, Daily 2015 Si
diversidad gastronómica de las familias García, Gonzalo Álvarez,
de Armatanga, Huánuco Saulo Gonzalez, Mariana Soto,
Fatima Flores
24
Primera parte
Introducción
A lo largo de este texto los autores aspiramos a desarrollar teoría y a identificar las acciones
sociales, decisiones y políticas públicas que esa teoría puede aportar para proteger el patrimonio
biocultural (Maffi 2005, 2007, 2010, 2012; Toledo y Barrera-Bassols 2008; Boege 2008; Casas et
al. 2014) de los pueblos a escala continental. En particular, los recursos genéticos, los procesos de
domesticación a escala de poblaciones y paisajes, los sistemas de producción agrícola, pecuaria,
forestal y pesquera en los que ocurren tales procesos, la cultura y la diversidad biológica que
constituyen el motor y la base material que los sustentan (Casas et al. 2015a, b). Busca así aportar
reflexiones sobre la conservación de la diversidad biológica y cultural en diferentes regiones del
Continente Americano, y los grandes retos para promover un manejo justo, equitativo y
sustentable de la diversidad genética y la cultura asociada a su aprovechamiento.
Es, en consecuencia, imprescindible iniciar este texto con las definiciones básicas de los
conceptos que interesa analizar. Los primeros de ellos, quizás los conceptos centrales alrededor
de los cuales gira buena parte de la reflexión y el análisis a lo largo del libro, son los conceptos de
manejo, recursos genéticos y sustentabilidad. Manejar es una actividad eminentemente humana
pues se trata de acciones deliberadas para transformar o mantener sistemas, o elementos o
funciones de esos sistemas, e involucra un elevado grado de conciencia e intencionalidad (Casas
et al. 2014; 2015a). La Declaración de la Conciencia de Cambridge (Low, 2012), en la que
contribuyeron especialistas en diferentes áreas de la ciencia, incluyendo Stephen Hawkings,
concluyó que la conciencia, entendida como el reconocimiento de sí mismo y la intencionalidad
de acciones, es reconocible no sólo en seres humanos sino en diversos grupos de animales,
vertebrados e invertebrados. Sin embargo, es hoy en día claro que la intencionalidad asociada a la
transformación o adecuación del mundo, de acuerdo con un propósito explícito, transmisible y
socializado es una expresión humana, al menos en su grado más elevado (Casas et al. 2015a).
Esta definición general de manejo permite incluir una gran diversidad de prácticas
asociadas a: (1) el aprovechamiento, que involucra técnicas y estrategias dirigidas a obtener y a
utilizar los recursos, los procesos o sistemas, (2) la conservación, que incluye estrategias y
prácticas dirigidas a mantenerlos, (3) la restauración, que implica prácticas para recuperar
componentes, funciones o procesos del sistema o a los sistemas en su conjunto y (4)
ordenamiento, que implica poner en juego estrategias para planificar las acciones de manejo y el
destino de las distintas unidades que componen un paisaje o un territorio (Figura 1). Hoy en día
son ampliamente utilizadas las herramientas de percepción remota para este último propósito,
pero generalmente las comunidades rurales y urbanas tienen una noción clara de su territorio, de
las unidades que los componen, sus límites, sus atributos, entre otros aspectos, y planifican y
toman decisiones sobre el destino más adecuado de tales unidades ambientales con base en esas
nociones de su espacio, no necesariamente mediante mapas explícitos, fotografías aéreas o
imágenes de satélite (Figura 2).
Figura 2. El ordenamiento de los territorios de las comunidades es una estrategia antigua y vigente. Parte del
conocimiento que la gente tiene de los elementos del área que ocupan y los acuerdos comunes que se adoptan
para hacer uso de los espacios, los elementos, los recursos. La visión de perspectiva que brindan los pultos
altos del territorio son por excelencia estrategias usadas para visualizar y planear. Los interantes de una
comunidad generalmente tienen la visión de dibujar sus mapas territoriales y ubicar los destinos más
adecuados para llevar a cabo distintas prácticas. Las herramientas de percepción remota han venido a
fortalecer las capacidades comunitarias y hoy en día son una herramienta que combinada con la percepción
local logra resultados de gran utilidad para planear el uso de los territorios.
que esa especie elaboraba herramientas hace aproximadamente 2.5 millones de años (Leakey et
al. 1964; Casas et al. 2015a). Recientemente se encontró en Sudáfrica una nueva especie de
Homo, Homo naledi (Berger et al. 2015), aún más antigua que Homo habilis, pero aún no se ha
publicado información sobre indicadores de su capacidad para fabricar herramientas.
El manejo del fuego y la elaboración de herramientas son claros ejemplos del grado de
intencionalidad asociada a la humanidad. Elaborar herramientas es quizás el signo más antiguo de
transformación deliberada de un objeto natural (piedras, huesos o palos) con un propósito
humano. Elaborar una herramienta (por ejemplo tallar una piedra, un hueso o madera) es un
proceso más complejo que el uso de objetos disponibles en la naturaleza (por ejemplo, lanzar una
piedra o golpear con un palo, que pueden llevar a cabo diferentes especies de animales en la
actualidad) para alcanzar un objetivo. La humanidad aparece entonces asociada al manejo o el
manejo define a los organismos como humanos, y ambos, humanos y manejo son mucho más
antiguos que la existencia de la especie Homo sapiens (Casas et al. 2015a)
Los recursos naturales no se encuentran aislados sino que forman parte de ecosistemas naturales
y sistemas socio-ecológicos, los cuales pueden definirse como sistemas en los que los
ecosistemas y los procesos de los sistemas sociales tienen una alta integración (Casas et al., 2014,
2016). Todos ellos son sistemas complejos (Funtowicks y Ravetz, 1993; García, 2006), los cuales
se caracterizan por la diversidad o heterogeneidad de sus componentes, las interacciones que tales
componentes establecen entre sí, las cuales incluyen la interdeterminación, o relaciones
mutuamente interdependientes. Asimismo, los componentes y procesos que ocurren en los
sistemas complejos determinan propiedades emergentes, cualitativamente distintas a las de las
partes o a las de la suma de las partes, y que dependen de la integralidad del sistema (Funtowicks
y Ravetz, 1993; García, 2006; Morin 2006).
Figura 3. La visión sobre recursos naturales ha dado un salto conceptual a la visión de los servicios
ecosistémicos. En tal visión los recursos son parte de los sevicios de provisión, elementos materiales que
satisfacen requerimientos de las sociedades humanas. Pero los ecosistemas poseen funciones, procesos, todos
los cuales brindan también beneficios directos a las sociedades. Los procesos y funciones ecosistémicas son
manejables y esta visión permite pasar del manejo de recursos al manejo de ecosistemas y más aún, la visión
integrada de los ecosistemas y las sociedad permite el salto conceptual al manejo de los sistemas socio-
ecológicos.
tanto, para los propósitos de un manejo sustentable de recursos (incluyendo los recursos
genéticos) o funciones, es necesario contemplar la integralidad del sistema (Masera et al. 1999).
La trans-escalaridad de los procesos sistémicos significa que aquellos que influyen en una
dimensión temporal, espacial o de organización repercuten en otras dimensiones más generales y
también en otras más particulares (Kates 2001, Gunderson y Holling 2002). En el manejo de
recursos bióticos, por ejemplo, las acciones pueden dirigirse a individuos (la cosecha de frutos o
el corte de ramas u hojas de un árbol), conjuntos de individuos de una especie que constituyen
poblaciones (por ejemplo, la colecta de hojas de palmas de algún sitio), conjuntos de individuos
de diferentes especies en interacción que conforman comunidades (por ejemplo, la cosecha de
frutos de diferentes especies de árboles o arbustos en una o diferentes épocas de año), así como
elementos bióticos y abióticos que definen la naturaleza y función de los sistemas (por ejemplo,
la protección de la vegetación en el entorno de un aguaje para asegurar la disponibilidad de agua)
(Figura 4). En estos casos, los efectos sobre el individuo se proyectan a la escala poblacional, a la
comunitaria y sistémica y viceversa (Lindig y Casas 2013; Casas et al., 2014).
Figura 4. Escalas temporales y espaciales que pueden involucrar los procesos que de manejo de los recursos
bióticos con el fin de mantenerlos o permitir su renovabilidad (cuando se trata de recursos renovables). En el
caso de los recursos bióticos se involucran además diferentes escalas de organización, incluyendo individuos,
poblaciones, comunidades y ecosistemas.
De manera similar, el componente humano del manejo opera a distintas escalas. Hay
acciones que llevan a cabo personas individualmente, pero también, otras acciones se llevan a
cabo por unidades familiares, las unidades básicas de organización social. O bien, por las
comunidades que agrupan tales unidades familiares en un territorio, o en municipalidades,
distritos, estados, países o incluso hay iniciativas de acciones a escala global (Casas et al. 2014).
En cada uno de estos niveles, los seres humanos frecuentemente construyen acuerdos y reglas o
instituciones (Ostrom, 2009) que influyen la forma de tomar decisiones sobre el aprovechamiento
de recursos y sistemas desde el nivel local hasta la escala mundial (Figura 5). Desde esta
31
perspectiva, es comprensible la premisa de que las acciones locales tienen repercusiones globales
y viceversa (Chu et al. 2011).
Figura 5. Diferentes escalas en las que los seres humanos toman decisiones sobre cómo manejar y regular el
acceso a los recursos y servicios ecosistémicos. La base de tales decisiones está en los individuos que componen
un grupo o unidad familiar, las comunidades, las regiones, los países y las políticas o acuerdos a escala global.
Entender el contexto de las decisiones es un elemento fundamental para el éxito o fracaso de una acción de
manejo.
Complejidad y sustentabilidad
Los autores que contribuimos en esta obra tenemos en común el propósito de mostrar y analizar
dos expresiones específicas del manejo: la domesticación y el manejo de recursos genéticos.
Pasaremos entonces a definir en términos generales estos conceptos, pues dedicaremos un
capítulo completo al análisis de la domesticación como proceso evolutivo y analizaremos
diversas expresiones del manejo de recursos genéticos en varios capítulos del libro. Pero ante
todo resulta crucial advertir que tanto la domesticación como el manejo de recursos genéticos
ocurren en sistemas complejos, en las diferentes escalas y contextos como los referidos en los
32
párrafos anteriores. Estos conceptos no deben perderse de vista para una comprensión integral de
lo que son los recursos genéticos, de cómo operan los procesos que los generan, los que influyen
sobre ellos y cómo se pueden guiar las acciones de manejo para alcanzar diferentes metas en los
contextos que analizaremos a continuación.
Figura 6. Dimensión temporal de los grandes impactos sobre los ecosistemas por las actividades humanas. En
color verde claro se indican los cambios relativamente ligeros que se han determinado, mientras que en color
verde obscuro se indica el porcentaje de ecosistemas terrestres que han sufrido cambios severos que han
implicado cambios de estado y cuya recuperación constituirá un gran reto. Nótese que el crecimiento del
impacto tomó un particular impulso durante el siglo XX, especialmente en la década de los 1950’s, con el
surgimiento del nuevo orden económico posterior a la Segunda Guerra Mundial. El ritmo del impacto indica
que aproximadamente en los próximos años la mitad de los ecosistemas terrestres habrán cambiado
severamente su estado. Con base en Barnosky et al. (2011). Diseño: Ignacio Torres y Carmen Julia Figueredo.
conocida como Comisión Brundtland y que tiene como título Nuestro Futuro Común (Our
Common Future; UNEP, 1987). La premisa establece que la sustentabilidad implica satisfacer las
necesidades de las sociedades presentes sin comprometer las posibilidades de satisfacer las de las
generaciones futuras. Esta premisa dicha en términos tan simples tiene profundas implicaciones
no sólo en el ámbito del mantenimiento futuro de la base material que sostiene la vida de las
sociedades, sino en general en el sostenimiento de los procesos que permiten la vida en el
planeta. Por ello merece una atención reflexiva en distintos ámbitos, tanto ecológicos, como
económicos, políticos y tecnológicos. Así, a diferencia de la macroeconomía ecológica
mencionada anteriormente (Martínez-Alier 2015), la propuesta de la Comisión Brundland es
hacer viable un crecimiento económico sostenible, no tanto detener la visión de crecimiento y
menos aún plantearse el decrecimiento.
La propuesta de sustentabilidad, como principio rector del manejo y del quehacer humano
en general, tiene como base el reconocimiento de una gran crisis ambiental o socio-ecológica a
escala global que va más allá del calentamiento global y que diversos autores han denominado
cambio global (Vitousek, 1994). Esta crisis ha sido denominada por algunos autores crisis
civilizatoria por los grandes alcances y riegos que involucra (Toledo 2006). Tal crisis implica,
por un lado, la degradación severa de los ecosistemas, principalmente como resultado de (1) las
alteraciones de procesos biogeoquímicos globales como los ciclos del Carbono, Nitrógeno y
Fósforo, entre otros; principalmente asociados a procesos industriales y al uso intensivo de
combustibles fósiles, fertilizantes químicos también basados en hidrocarburos fósiles,
incentivados por los modelos industriales y agro-industriales; (2) el calentamiento global como
consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente CO 2, NH3 NO2 como
producto de las actividades industriales y los modelos de producción agropecuaria intensiva; (3)
la pérdida de cobertura forestal asociada a la expansión de los sistemas agropecuarios y urbanos,
así como a la sobre-explotación de recursos forestales; (4) la degradación de suelos, expuestos a
procesos erosivos asociados a las actividades referidas en los incisos anteriores; (5) la
contaminación de la atmósfera y de los cuerpos de agua dulce y de los ecosistemas marinos,
asociada a los desechos industriales y urbanos, el usos extensivo de productos no degradables o
de muy lenta degradación (plásticos, celofanes, entre otros); (6) la pérdida de biodiversidad como
resultado de la pérdida de los ecosistemas naturales y la alteración drástica de los nichos de
numerosas especies (Vitousek, 1994, 1999; MEA, 2005).
De manera similar, existe una dimensión humana de la crisis ambiental global que se
refleja en aspectos como: (1) el crecimiento de la pobreza absoluta y relativa, así como la
inequidad a nivel mundial; en tan sólo una década de 86 personas ricas que concentraban tanta
riqueza como la mitad de la población mundial, pasó a 61 personas, no obstante que en ese lapso
la población mundial creció en más de 1,000 millones de personas (véase OXFAM 2012); (2) el
incremento de la inseguridad alimentaria en sus diferentes dimensiones (producción,
disponibilidad de alimentos, acceso a éstos, contexto general de las condiciones de salud), así
como pérdida en la soberanía para decidir la forma de alimentarse; (3) la pérdida de culturas y
diversidad lingüística (el 95% de la población mundial habla el 5% de las lenguas existentes en el
mundo y numerosas leguas en el mundo tienen menos de 10,000 hablantes), (4) el aumento de
conflictos sociales asociados a la inequidad, confrontaciones socio-culturales, crecimiento del
narcotráfico, delincuencia organizada, guerras y expansión de la industria armamentista y su
acceso a los mercados civiles.
35
Son estas premisas algunas de las directrices fundamentales para orientar las acciones de
manejo. Las acciones intencionales sobre los sistemas o recursos pueden tener múltiples rutas. La
extracción ‘minera’ de recursos forestales y minerales, de acuerdo con la definición establecida
es una expresión de manejo, explícitamente de mal manejo, en el que la explotación y
agotamiento de los recursos es parte de la premisa del aprovechamiento de los recursos; pero no
es éste el tipo de manejo al que aspira el grupo que elaboró este libro. Es esta, como hemos dicho,
una expresión de mal manejo. El manejo de los recursos genéticos al que se aspira tiene una
directriz más afín con la búsqueda de sustentabilidad y ello ilustra que el manejo tiene un
componente ético fundamental basado en la colectividad y el bienestar social. La extracción
‘minera’ de los recursos tiene una base en la satisfacción del bienestar individual o de un pequeño
sector de las sociedades que lo practican, y su perspectiva temporal puede restringirse al de la
vida del individuo o un pequeño grupo que se beneficia de éste. En contraparte, la base ética del
36
manejo sustentable se funda en una perspectiva de beneficio de las colectividades a largo plazo.
Y el logro de esta perspectiva pone sobre la mesa los principios de equidad y del mantenimiento
futuro de los recursos utilizados en el presente y el respeto a las condiciones que permiten la
continuidad de la vida en la Tierra.
Los recursos genéticos, como discutiremos más adelante, son diversidad genética
aprovechable para múltiples propósitos (Casas y Parra 2007). En este caso, por ejemplo, el reto
principal del manejo sustentable de los recursos genéticos es asegurar el mantenimiento de la
diversidad genética a diferentes escalas de organización y tales estrategias pueden monitorearse
con base en indicadores específicos (Figura 7). El manejo sustentable de conjuntos de organismos
de una especie (poblaciones) implica asegurar la diversidad genética entre los individuos que las
componen. Asimismo, es importante el monitoreo del impacto de las actividades en la capacidad
de recuperar las poblaciones después de su aprovechamiento, conservación y/o restauración. En
este sentido, adquieren relevancia estudios sobre estructura y dinámica poblacional, incluyendo
análisis matriciales para evaluar la tasa de crecimiento (λ) cuyos valores inferiores a 1 indican
decrecimiento y eventual extinción, sus valores superiores a 1 indican crecimiento y los
significativamente cercanos a 1 indican equilibrio (Figura 8). Estos análisis son de gran utilidad
práctica para elaborar predicciones y escenarios que pueden contribuir a guiar las acciones con
referencias cuantitativas (véanse por ejemplo los estudios de Torres et al. 2013, 2015 y Torres
2016).
37
Figura 7. Ejemplos de poblaciones que con el paso del tiempo han tenido distintas directrices. En el esquema
superior, la población resultante después de algunas generaciones a lo largo del tiempo mantiene una
composición similar en organismos AA, Aa y aa con respecto a la población original. En las poblaciones
dispuestas en la parte inferior podemos apreciar que la misma población original en las siguientes
generaciones ha cambiado su composición. Son más abundantes los individuos AA y han disminuido
marcadamente los individuos Aa. Ha disminuido la diversidad genética. La situación del esquema superior
ilustra la meta del manejo sustentable de los recursos genéticos, mantener mediante distintas acciones los
niveles de diversidad genética.
Figura 8. El principal reto del manejo sustentable de poblaciones de organismos es mantener un crecimiento
estable de las poblaciones a lo largo del tiempo. La figura ilustra tres condiciones útiles para visualizar este
reto. El crecimiento exponencial teórico (a) es el comportamiento de una población ante condiciones
irrestrictas de espacio y recursos. Las condiciones reales presentan limitaciones en espacio y en recursos que
se ilndica con la línea que establece la capacidad de carga del ambiente. En el caso (b) la polación mantiene un
crecimiento estable, es decir cumple con la meta de sustentabilidad, mientras que en la condición (c) la
población decrece y es posible prever su extinción.
38
Figura 9. Se ilustran tres comunidades bióticas de las zonas áridas del Valle de Tehuacán. A la izquierda un
cardonal de Mitrocereus fulviceps; arriba a la derecha un matorral rosetófilo dominado por el izote Yucca
periculosa y abajo a la derecha un bosque de Polaskia chichipe. En este último ilustramos muestreos de
vegetación que permiten identifcar el número de especies, el número de indiciduos de cada especie, su biomasa
y su recuencia, parámetros todos que son útiles indicadores del estado de la diversidad de especies en una
comunidad. El diagnóstico de la diversidad, así como de las interacciones bióticas con polinizadores,
disersores de semillas, reclutamiento de plántulas, entre otros, son también elementos que permiten identificar
problemas para mantener la diversidad de las comunidades bióticas.
39
A escala de ecosistemas son relevantes los parámetros de la comunidad biótica, así como
también los procesos sistémicos que influyen componentes abióticos fundamentales. Los flujos
hídricos, por ejemplo, son primordiales. La magnitud de la precipitación pluvial y los cursos
hídricos superficiales y subterráneos, la textura que determina la magnitud de la infiltración, los
rasgos geomorfológicos, los sustratos rocosos, son todos factores que influyen en cómo se
distribuye la humedad en el espacio y el potencial hídrico que puede influir la germinación, el
establecimiento de plántulas, su supervivencia y crecimiento. La intensidad de radiación, la
temperatura, los ciclos de luz y obscuridad, la presencia de heladas, son todos factores que
influyen significativamente sobre la composición de la vegetación y la micro biota de los suelos,
la presencia de micorrizas y con ello los flujos del carbono, nitrógeno y fósforo en éstos. A escala
ecosistémica adquieren relevancia indicadores distintos a los mencionados en los párrafos
anteriores. Propiedades sistémicas tales como la productividad, la estabilidad, la adaptabilidad, la
resiliencia, la equidad del sistema socio-ecológico (Masera et al. 1999) son propiedades
asociados a los procesos o funciones que ocurren en el sistema y que en términos operativos
permiten evaluar el estado de salud de éste (ecosistema natural o socio-ecosistema) y puede
constituir una valiosa guía de acciones que pueden o no implementarse para mantener o restituir
tal salud del sistema en cuestión (Figura 10).
Figura 10. Algunas propiedades de los sistemas (ecosistmas y sistemas socio-ecológcos) que pueden
monitorearse con base en indicadores y con ello realizar diagnósticos del estado de sustentabilidad. El
MESMIS (Masera et al. 1999) es un ejemplo de herramientas de ran utilidad para efectuar procesos de
evaluación de sustentabilidad. Figura modificada del MESMIS (Masera et al. 1999)
40
Domesticar es un término que deriva del latín domus (casa) y puede significar “llevar a la casa” o
“construir la casa”; en consecuencia, hace referencia metafórica a formas generales de
apropiación de la naturaleza por parte de los seres humanos, de llevarlos a construir su contexto;
en otras palabras, de humanizar la naturaleza (Casas et al. 2015a). En un sentido amplio, la
domesticación es el resultado deliberado de manejar la naturaleza de acuerdo con propósitos
humanos. La domesticación puede incluir el acomodo de la naturaleza al propósito humano a
distintas escalas: (1) la variabilidad genética existente en variedades, razas o especies que
cumplen una función, un deseo o un gusto humano, (2) la composición de especies en parcelas,
paisajes o territorios, adecuando así el paisaje a la disponibilidad de recursos o funciones
(resguardo de suelo, agua, minerales) de acuerdo con los intereses humanos, y (3) la
composición, disposición, de elementos bióticos y abióticos en localidades, regiones, países o
continentes (Casas et al. 2015 a, b). A escala de territorios, los procesos nos conducen a analizar
la diversificación, transformación y conformación de ecosistemas y paisajes en los que los
humanos han sido agentes determinantes. A escala de poblaciones de especies particulares, la
idea de domesticación nos lleva a analizar conceptos clásicos de evolución cuyo desarrollo
teórico inició Darwin en el siglo XIX (Darwin 1859, 1868) y a los estudios que bajo esta
perspectiva se desarrollaron posteriormente. En este texto analizaremos el concepto de
domesticación desde la perspectiva del manejo de los ecosistemas y paisajes, así como desde la
perspectiva darwiniana a nivel poblacional.
La domesticación de los ecosistemas y paisajes es muy antigua (Terrell et al. 2003; Staller
2006; Parra et al. 2012; Casas et al. 2015a, 2015b). Hay vestigios arqueológicos de quemas, talas
e irrigaciones deliberadas de la vegetación varios miles de años antes del surgimiento de la
agricultura, aparentemente con el fin de facilitar el acceso o aumentar la disponibilidad de
algunos recursos (Casas et al. 1997). La domesticación de las poblaciones dio origen a la
agricultura y al pastoralismo hace entre 8,000 a 11,000 años, con el fin de asegurar cantidad y
calidad de recursos (Flannery 1986; Harris y Hillman 1986; Harris 1996). Estas últimas prácticas
41
Los recursos genéticos son diversidad genética aprovechable, qué significa este
aprovechamiento, para qué tal aprovechamiento y en concreto qué diversidad es esta que es
aprovechable. La diversidad genética que constituye los recursos genéticos es altamente
dinámica, como lo son los procesos biológicos que generan diversidad genética y como lo es la
cultura, la tecnología que se emplea en su aprovechamiento y manejo, así como los propios
ecosistemas en los que se encuentra tal diversidad. Ante tal proceso dinámico ¿el carácter
sustentable no confiere un carácter estático al manejo de recursos genéticos?, ¿no es una
contradicción o una inconsistencia hablar de manejo sustentable de un proceso que es altamente
dinámico? Comencemos por definir con mayor profundidad qué son los recursos genéticos y
posteriormente examinemos en qué consiste su carácter sustentable.
de lluvia, frío, viento, sequía), económico (las características que se demandan en los mercados).
La tecnología que se emplea para el manejo de seres vivos es biotecnología y los procesos de
manejo de recursos genéticos, la domesticación, el fitomejoramiento, la zootecnia, la ingeniería
genética y la genética de la conservación son en sentido estricto procesos biotecnológicos. Es a
través de tales procesos biotecnológicos que los seres humanos han dirigido el manejo de los
recursos genéticos para resolver alguno de los problemas dentro de los ámbitos mencionados.
Hoy en día podemos reconocer cuatro grandes formas de manejar los recursos genéticos:
(1) el manejo campesino tradicional que involucra procesos de domesticación a través de
selección artificial de variabilidad genética generada bajo procesos naturales (en el caso de las
plantas y microorganismos utilizados principalmente como fermentos) o semi-dirgidos (en el
caso de los animales cuya cruza de linajes puede ser controlada) (Darwin 1859, 1867; Casas et al.
2007); (2) el fitomejoramiento o la zootécnica, que consiste en un manejo deliberado de procesos
generatrices de diversidad mediante el uso de agentes mutagénicos que elevan las tasas iniciales
de mutación y por tanto de generación de variabilidad, así como el manejo sistemático de
procesos reproductivos y procesos de selección artificial dirigidos sistemáticamente (Darwin
1887; Evans 1993); (3) la ingeniería genética, que consiste en identificar genes de interés en un
genoma determinado e incorporarlos a un genoma distinto con el fin de conferirle a la progenie
atributos nuevos asociados a los genes incorporados (Izquierdo-Rojo, 1999; Sandel 2007) y (4)
genética de la conservación, la cual implica poner en práctica poner en práctica distintas
estrategias para mantener o recuperar la diversidad genética de poblaciones en contexto naturales;
tales estrategias pueden implicar el enriquecimiento de la variabilidad genética, la ruptura de
barreras de aislamiento reproductivo, el favorecimiento deliberado del flujo génico, el aumento
de los tamaños poblacionales y la reducción de procesos de endogamia (Avise y Hamrick 1996;
Höglund, 2009; Frankham et al. 2004, 2010).
Existen alteraciones del material genético que ocurren en porciones relativamente grandes
del genoma. Es el caso por ejemplo de las inversiones, deleciones y otro tipo de alteraciones que
ocurren en los cromosomas. Algunos de estos cambios son frecuentemente deletéreos, pero en
algunos casos implican cambios en la adecuación de los organismos. Una situación similar puede
apreciarse en las alteraciones en los números de cromosomas. En organismos diploides, por
ejemplo, en el que las células poseen pares de cromosomas homólogos puede ocurrir la pérdida o
43
la adición de algún cromosoma en alguno de los pares normales. Estos procesos se conocen como
aneuploidía y pueden ser deletéreos o modificar la adecuación de los organismos. Igualmente
existen diversos niveles de alteración de los juegos completos de los cromosomas. Estas
alteraciones se conocen como poliploidía y pueden ser triploides, tetraploides, pentaploides,
hexaploides, etc. cuando los organismos resultantes poseen en sus células tres, cuatro, cinco o
seis juegos de cromosomas homólogos, respectivamente. La poliploidía es muy común en
algunos grupos de organismos, tanto plantas como animales, y puede involucrarse en procesos de
especiación (Ridley 2005, Futuyma 2013). Confiere a los organismos variabilidad genética y
variaciones en la adecuación. En algunos casos, particularmente los números nones de los juegos
de cromosomas pueden involucrar la esterilidad sexual. En algunos organismos la poliploidía
favorece la hibridación entre organismos de diferentes especies.
Tales son los mecanismos básicos que generan variabilidad genética en los organismos
que componen una población. Y estos pueden exacerbarse o modificarse a través de mecanismos
como la reproducción sexual, el flujo génico, la endogamia, la deriva génica y la selección
natural o artificial, como se discute más adelante. Esta variabilidad genética puede evaluarse. En
los estudios clásicos de genética de Mendel y posteriormente durante la primera mitad del Siglo
XX los estudios clásicos se efectuaban a partir del polimorfismo de rasgos morfológicos (Ridley
2005, Futuyma 2013). Posteriormente fue posible desarrollar técnicas que permitían identificar
alteraciones en el peso molecular, carga eléctrica y otros atributos de proteínas mediante
electroforesis, Y, en las últimas décadas del Siglo XX y las primeras del Siglo XXI ha sido
posible analizar las alteraciones en fragmentos de ADN (RFLPs), alteraciones en las secuencias
de bases nucleotídicas de fragmentos específicos, y son cada vez más frecuentes los
reconocimientos de los genomas completos de organismos y las variaciones de regiones
específicas de éstos.
Todas estas alteraciones y su evaluación son ahora importantes indicadores del estado de
variabilidad genética y, por lo tanto de los diagnósticos de la cantidad de diversidad genética que
se encuentra en un stock de recursos genéticos. Volveremos a este tema más adelante. Por lo
pronto es importante decir que esta variabilidad genética confiere a las poblaciones de
organismos de una especie la propiedad de mantener un potencial evolutivo. En general, una
mayor diversidad genética confiere a una posibilidad mayor probabilidad de responder ante una
44
Cada especie tiene una historia evolutiva que ha influido en las condiciones de
distribución y abundancia sobre el planeta, sus características adaptativas, y otros atributos que
son de gran valor para los ecólogos. Es importante mencionar, sin embargo, que tal historia
evolutiva ha tenido una influencia en el estado en que se encuentra la diversidad genética de las
poblaciones de seres vivos, en algunos casos en términos de cientos de miles o millones de años.
También es importante decir que toda especie domesticada tiene sus orígenes en parientes
silvestres cuy evolución fue dirigida por seres humanos en algún momento de la historia. Esta
historia es parte del proceso de domesticación (Casas et al. 2015 a, b). Este discurso permite
argumentar que los mayores reservorios de diversidad genética de las especies domesticadas se
encuentran con mayor probabilidad entre sus parientes silvestres (Casas y Parra 2007). En los
centros de origen de la domesticación de una especie, generalmente las poblaciones domesticadas
interactúan genéticamente con las poblaciones silvestres. Es este flujo génico reconocido como
introgresión, una fuente directa d enriquecimiento genético de las poblaciones cultivadas. Desde
luego el intercambio genético ocurre en ambas direcciones: de las poblaciones silvestres a las
domesticadas y viceversa, pero frecuentemente los genetistas y los estudiosos de los recursos
genéticos ven la ventaja o desventaja del flujo génico desde las poblaciones silvestres hacia las
cultivadas. Más recientemente ha motivado mayor atención el proceso inverso del flujo génico,
sobre todo ante el posible riesgo de contaminación de poblaciones silvestres por organismos
genéticamente modificados (Casas y Parra 2007).
El hecho es que los grandes reservorios de diversidad genética aprovechable (los recursos
genéticos) son las poblaciones silvestres que constituyen un linaje parental o filogenéticamente
relacionado con una especie domesticada y que potencialmente puede aportar naturalmente o a
través de métodos artificiales variabilidad genética a una población de una especie domesticada.
He aquí el gran valor de los parientes silvestres como recurso genético cuya diversidad es tan
amplia debido al enorme tiempo evolutivo que ha ocurrido en sus poblaciones en comparación
con el tiempo evolutivo de sus poblaciones domesticadas. Hoy en día en los centro de origen de
una especie domesticada la gente reconoce los procesos de introgresión y en ocasiones los
favorece, reconociendo las ventajas que puede tener, en otros los desfavorece pues la interacción
puede afectar las cualidades de un recurso que recupera rasgos silvestres y, en muchos casos, la
gente simplemente ignora o no percibe el efecto de la intrgresión. Esto se debe a que las
características domesticadas de una especie generalmente involucran porciones muy pequeñas del
genoma y numerosos genes que provienen de las poblaciones naturales de los parientes silvestres
no siempre son identificables, aunque contribuyen a enriquecer la diversidad genética de las
variedades domesticadas y les confieren un elevado potencial evolutivo para futuros proceso
evolutivos naturales o artificiales.
El otro elemento fundamental del manejo de os recursos genéticos es la cultura que guía
el proceso evolutivo. En general podemos apuntar que el uso de una cualidad, de una
45
Literatura citada
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (ONU, 1992) definió a los recursos genéticos como a
todo aquel material de origen vegetal, animal o microbiano que contiene unidades funcionales de
la herencia o genes y que presente valor real o potencial. Esta definición es en términos generales
congruente con la definición que elaboramos en el capítulo anterior, en el que planteamos que los
recursos genéticos son diversidad genética aprovechable, actual o potencialmente, en procesos
biotecnológicos, entendiendo éstos en un sentido amplio como aquellos procesos que involucran
el manejo de seres vivos o elementos de sistemas biológicos (Casas y Parra, 2007; Casas et al.
2014). Vista desde esta perspectiva general, la biotecnología es un proceso antiguo que inició con
los primeros ensayos de domesticación de plantas y animales, y el aprovechamiento de cepas de
microorganismos usados en una gran diversidad de fermentos. Las primeras formas de
biotecnología involucraron selección artificial y otras fuerzas evolutivas que discutiremos con
detalle en otro capítulo más adelante. Este proceso tiene más de 11,00 años de antigüedad en el
Medio Oriente, región que se reconoce como la más antigua área en la que se practicó la
domesticación de organismos (MacNeish 1992; Zohary y Hopf 1993; Harris 1996), y entre 8,000
y 10,000 años en otras regiones del planeta reconocidas como centros de origen de domesticación
agricultura y pastoralismo (MacNeish 1992; Harlan, 2005).
gama de ‘biotecnologías contemporáneas’, todas las cuales hacen uso de la diversidad genética
con distintas estrategias para recombinar el ADN de organismos filogenéticamente muy distantes.
Estas técnicas contemporáneas tienen propósitos muy específicos, principalmente aquellos que
involucran paquetes tecnológicos que interesa vender a las grandes compañías que producen los
organismos genéticamente modificados (resistencia a herbicidas, resistencia a herbívoros Bt,
entre los más importantes). En este último caso la influencia biotecnológica en procesos de
domesticación es aún más rápida que bajo las otras técnicas de manejo, pues las características
deseables son directamente transferidas a un organismo (Kasuga et al. 1999; Paran y Van der
Knaap, 2007; Broothaerts et al. 2012) y los organismos exitosos son directamente seleccionados.
Finalmente, mencionamos como parte de las estrategias de manejo de recursos genéticos aquellos
que ocurren en áreas naturales protegidas y con especies o comunidades bióticas naturales que
han sido afectadas por las actividades humanas destructivas y que ameritan asistencia, manejo,
para mantener o recuperar in situ la diversidad genética como estrategia para mantener a tales
poblaciones y comunidades viables. Esta última estrategia comprende el campo de la genética de
la conservación (Avise y Hamrick 1996; Höglund, 2009; Frankham et al. 2004, 2010). La
influencia de estas herramientas es a escala de ecosistemas y paisajes. En este capítulo
revisaremos con mayor detalle cómo operan estas estrategias de manejo, su importancia,
problemática y perspectiva futura para atender grandes problemas de la actualidad como la
restauración de poblaciones y ecosistemas naturales, el manejo sustentable de recursos genéticos
frente al cambio global, particularmente en temas como el abasto de materias primas y seguridad
y soberanía alimentarias.
se clasifican en recursos renovables y no renovables (Naredo y Parra 1993). Es muy claro que la
renovabilidad de un recurso depende de las capacidades técnicas para recuperarlo por un grupo
social. Hay recursos para los que no existen los recursos técnicos para recuperarlos. Por ejemplo,
los minerales o el petróleo, así como los ecosistemas que se destruyen bajo los procesos actuales
de extracción de estos recursos, particularmente el caso de los grandes derrames de petróleo y la
minería a cielo abierto, quizás las actividades de producción más destructivas de los ecosistemas
que han inventado los seres humanos (Casas et al. 2016). Otros más pueden ser potencialmente
renovables, como por ejemplo, la recuperación de bosques tan complejos como los bosques
tropicales húmedos, frecuentemente considerados por algunos autores como recursos no
renovables debido a las dificultades técnicas para recuperarlos, dependiendo del grado de
perturbación al que fueron sometidos (Gómez-Pompa et al. 1972). Un recurso no renovable
eventualmente puede llegar a ser renovable cuando se desarrolla una técnica capaz de
recuperarlo. Y, finalmente, otros recursos son considerados renovables pues se cuenta con las
técnicas para recuperarlos después de utilizarlos. De nuevo, el carácter de renovabilidad es un
aspecto contextual. Asimismo, la definición de un recurso genético es contextual, de acuerdo con
las técnicas de aprovechamiento de la diversidad genética, pasemos a discutir este aspecto con
mayor profundidad.
Es claro que bajo este principio de manejo, un mayor espectro de variantes ofrece una
mayor gama de opciones para seleccionar para una también más amplia gama de necesidades.
Este es el concepto básico de potencial evolutivo, el cual se puede ilustrar de manera simple con
un experimento sencillo que realizó el genetista español Francisco Ayala (Figura 1, Ayala 1978),
quien utilizó cepas de moscas con mayor y menor diversidad genética a presiones ambientales
similares y encontró que aquellas con mayor diversidad genética tuvieron mayor capacidad de
mantenerse creciendo que aquellas con menor diversidad. La cepa con mayor diversidad tuvo
mayores opciones morfológicas o fisiológicas que permitieron aumentar su probabilidad de
soportar las presiones ambientales. Esta idea básica nos ayuda a ilustrar la importancia de la
diversidad genética asociada a los recursos genéticos. La disponibilidad de una mayor diversidad
genética potencialmente permitirá a los seres humanos encontrar soluciones a problemas de la
producción con mayor probabilidad. En contraparte, las actividades que empobrecen la
diversidad genética y que analizaremos en el siguiente capítulo, ponen en riesgo tal potencial
evolutivo y tal potencial de resolver problemas ante un mundo con problemas socio-ecológicos
53
cada vez más complejos que involucran una cada vez más elevada incertidumbre sobre su
comportamiento y capacidad de recuperación.
Figura 1. Ilustración general del significado de potencial evolutivo. Se puede apreciar el efecto de la
variabilidad genética sobre la tasa de evolución. En este caso Ayala (1980) trabajo con sepas de mosca de
Drosophila serrata. Ayala estudió dos tipos de poblaciones, una proveniente de una sola cepa (la de la línea
roja) y otra proveniente de la cruza de dos cepas (la de la línea verde), por lo que el autor consideró que
aproximadamente poseía el doble de variabilidad genética. Ambos tipos de poblaciones se colocaron n botellas
por 25 generaciones, en condiciones de alimento y espacio limitados. Ambos tipos de poblaciones lograron
adaptarse a las condiciones y crecer, sin embargo, es notorio que la capacidad de crecimiento de las
poblaciones con mayor variabilidad genética lograron un desempeño de crecimiento significativamente mayor
que las de menor variabilidad genética (modificado de Ayala, 1978)
Hacia la década de los 1990s, tan sólo hace un cuarto de siglo, encontramos definiciones
de recursos genéticos representativos de la visión técnica para aprovechar la diversidad genética
de ese tiempo. Así, por ejemplo, Bunting y Pickersgill (1996), definen como recursos genéticos a
las poblaciones de razas o variedades locales (landraces en inglés) que constituyen materia prima
para el fitomejoramiento. Uno año antes, Frankel et al. (1995) habían definido que los recursos
genéticos son variantes en poblaciones de plantas cultivadas y plantaciones forestales que sirven
de base a programas de selección y fitomejoramiento. En esta misma línea, el International Plant
Genetic Resources Institute (IPGRI, 1993; actualmente Consultative Group on International
Agricultural Research, CGIAR), como se denominaba el organismo de la FAO y otros institutos
y fondos internacionales encargado del estudio y manejo de recursos genéticos, definía a éstos
como material genético de plantas (sería análogo en el caso de animales y microorganismos) que
es de valor como un recurso para las generaciones presentes y futuras. Esta última definición
54
aunque tautológica, hace sin embargo más explícito lo que considera como tal material genético
aprovechable.
En las últimas dos décadas, adquirió un auge acelerado la ingeniería genética y con ella se
modificó también el concepto de recursos genéticos. La ingeniería genética surgió en 1971
cuando el grupo de investigación encabezado por Stanley Cohen y Herbert Boyer (Morrow et al.
1974) produjeron el primer organismo recombinando parte del ADN de su progenitor procarionte
(la bacteria Escherichia coli) con el de otro organismo eucarionte (la rana africana Xenopus
laevis). Tal recombinación de ADN es el principio básico de la ingeniería genética que tomó
impulso paulatinamente a partir de este primer resultado y el desarrollo de nuevas técnicas y su
adopción por grandes corporaciones industriales. En 1983 Luis Herrera Estrella y su grupo de
investigación (Herrera Estrella et al. 1983a, 1983 b; Zambrisky et al. 1983) publicaron la
producción de la primera planta transgénica de tabaco, utilizando como vector el plasmido Ti de
Agrobacterium tumefaciens. La universalidad del código genético significa que los mismos
55
tripletes de secuencias de bases nucleotídicas en un gen codifican para ciertos aminoácidos que
formarán parte de una cadena polipeptídica, y este código funciona igualmente en bacterias que
en plantas y animales (Ridley, 2005; Futuyma, 2013). De tal forma cualquier gen de cualquier
organismo puede potencialmente transferirse a otro organismo aun cuando sean
filogenéticamente muy distantes, digamos una bacteria, un árbol de caoba o un elefante. Con base
en este criterio, potencialmente cada gen de cualquier organismo puede ser transferido a otro y,
por lo tanto, la diversidad biológica en su conjunto pasa a constituirse en recursos genéticos.
Figura 2. Niveles de prioridad en el manejo de recursos genéticos vegetales. 1, primera prioridad, constituido
por especies domesticadas de mayor importancia económica a nivel mundial; 2, segundo nivel de prioridad,
constituido por especies domesticadas de importancia nacional o regional; 3, tercer nivel de prioridad,
constituido por especies bajo manejo silvícola y cultivo de baja intensidad con signos de domesticación
incipiente; 4, cuarto nivel de prioridad, incluyendo especies silvestres útiles. (Modificado de Casas y Parra
2007).
En un tercer nivel de prioridad se encuentran aquellas especies que han recibido alguna
forma de manejo por parte de los seres humanos a lo largo de su historia cultural y que presentan
signos incipientes de domesticación (Casas y Parra 2007). Por involucrar el manejo de lo
silvestre, estas formas de manejo pueden considerarse como manejo silvícola o bien, manejo
agrícola incipiente pues frecuentemente se involucran especies arvenses adaptadas a los sitios
antropogénicos (Casas et al. 1996, 1997, 2007, 2014). Este concepto lo discutiremos con mayor
profundidad en otro capítulo, por ahora basta decir que entre las prácticas de manejo que
determinan domesticación incipiente se incluyen:
(i) Tolerancia, que implica dejar en pie individuos de especies favorables cuando se
perturba la vegetación con algún propósito. Diversos estudios han documentado que
57
(iii) Protección, la cual puede incluir una gran diversidad de prácticas, como el control de
herbívoros, el aclareo de plantas competidoras, la realización de podas, la procuración
de sombra o, por el contrario, la procuración de mayor incidencia de luminosidad en
algunas especies, y otras formas de protección de plantas que representan alguna
ventaja utilitaria para los seres humanos. Estas prácticas ocurren también en áreas de
vegetación natural forestal o agroforestal o agrosilvopastoril, sometidas a perturbación
deliberada (Casas et al. 1996, 1997, 2007, 2014).
Pero existe también un conjunto de entre 600 y 700 especies de plantas nativas (y
calculamos que podrían ser más de 1200 especies, pero falta mayor investigación sobre el tema)
que han sido identificadas estar bajo manejo silvícola o cultivo de baja intensidad, con una
importancia económica y cultural a escalas regionales o locales. Estudios etnobotánicos,
ecológicos y genéticos en especies de “guajes” (Leucaena spp.), “nopales” (Opuntia spp.),
cactáceas columnares (Stenocereus spp., Escontria chiotilla, Polaskia spp.) como cactáceas
epífitas (Hylocereus spp.) “magueyes” (Agave spp.) y frutales (por ejemplo Annona spp.,
Spondias spp., Sideroxylon spp., Pouteria spp.) y verduras anuales o “quelites” (Amaranthus
spp., Crotalaria spp. Anoda cristata) han documentado que estas formas de manejo
frecuentemente incluyen procesos de selección artificial que favorecen la abundancia de
fenotipos con mejores atributos utilitarios y que determinan estados incipientes o intermedios de
domesticación. Sin embargo, para este amplio grupo de plantas la información es relativamente
escasa (Casas et al. 1994, 1996; Caballero et al. 1998; Casas y Parra 2007).
Los parientes silvestres de los organismos domesticados poseen una elevada diversidad
genética acumulada a lo largo de cientos de miles a millones de años de evolución natural, a
diferencia de los taxa domesticados, cuya diversidad genética es resultado de la adopción de
fragmentos de tal diversidad por parte de los seres humanos y su desarrollo en el contexto de
cientos o miles de años de domesticación (Maxted et al. 2013). Sin embargo, es frecuente que en
los centros de origen de un organismo domesticado ocurra flujo de genes entre poblaciones de
parientes silvestres y domesticados en las áreas donde coexisten, y tal flujo generalmente
enriquece la variabilidad de los organismos domesticados (Casas et al. 2007; Parra et al. 2010).
La continua incorporación de diversidad genética “natural” a las poblaciones de plantas
domesticadas constituye una fuente primaria de la agrobiodiversidad que los campesinos
tradicionales han venido manejando a lo largo de siglos de domesticación. Hoy en día uno de los
grandes retos de la conservación in situ de la agrobiodiversidad implica conservar tal flujo de
genes entre parientes silvestres y domesticados (Maxted et al. 2013). Los parientes silvestres se
han utilizado también en el fitomejoramiento técnico por más de un siglo y actualmente tiene una
considerable importancia económica (Heywood et al. 2007). Sin embargo, este hecho contrasta
con las escasas políticas de conservación de las poblaciones de estas plantas en las estrategias de
áreas naturales protegidas. En las regiones consideradas centros de origen de la domesticación,
como los son las regiones andina, mesoamericana y amazónica existen poblaciones de parientes
silvestres en interacción con las plantas domesticadas, y resulta urgente identificar tales parientes,
evaluar su estado actual y diseñar acciones para conservarlas. En particular, resulta de alta
prioridad:
60
Determinar qué taxa intercambian genes con las plantas domesticadas. Este es un
problema en el que los taxónomos, los estudiosos de la biología reproductiva de las plantas y los
genetistas de poblaciones pueden aportar información sumamente valiosa (Heywood et al. 2007;
Maxted et al. 2013).
plantas domesticadas (Casas et al. 2007; Parra et al. 2010; Figueredo et al. 2015; Félix-Valdés et
al, 2016). Esta información puede generarse a partir de estudios de genética de poblaciones. En
este tema tiene especial importancia conocer cómo se lleva a cabo la polinización y la dispersión
de semillas, pues estos mecanismos determinan cómo es el flujo de genes entre poblaciones.
Asimismo, identificar a los polinizadores y dispersores de semillas resulta crucial en el diseño de
estrategias de conservación in situ (Casas et al. 1999b; 2007)
Los altos niveles de variación en las poblaciones manipuladas están influenciadas en parte
a la existencia de altos niveles de flujo génico entre las poblaciones, favorecido por la
intervención de murciélagos en la polinización, y murciélagos y aves en la dispersión de semillas,
pero también al interés de la gente por mantener una gran cantidad de variantes con diferentes
atributos especiales, pues éstas les ofrecen ventajas diferenciales, lo que involucra una continua
introducción y reemplazo de materiales vegetales en las poblaciones manipuladas (Casas et al.
2006; Parra et al. 2010; Cruse-Sanders et al. 2013). En este caso, la tecnología tradicional de
manejo in situ de cactáceas columnares, así como su cultivo, son importantes estrategias que
apoyan la agricultura y la biodiversidad en una región. Tales métodos tradicionales reditúan
beneficios en la producción de cultivos básicos y protección de suelos, pero también parecen
pertinentes para el mantenimiento de importantes reservorios de diversidad genética de las
especies manejadas. Resulta entonces de primordial importancia documentar: el papel de la
diversidad de especies y de variantes de una especie en la cultura y en los patrones de
subsistencia campesina, así como las técnicas locales aplicadas en los sistemas de manejo que
permiten el mantenimiento de tal diversidad y el valor cultural y económico de la diversidad
cultivada así como la de los parientes silvestres (Casas et al. 2014). Esta información junto con la
señalada en al apartado anterior es de gran ayuda para diseñar estrategias de conservación in situ.
Obtenerla implica sin duda grandes retos que rebasan las capacidades de individuos aislados, y
por ello, para lograrlo la participación conjunta de instituciones campesinas, así como
instituciones de investigación, ONGs e instituciones gubernamentales es una necesidad.
62
Uno de los grandes problemas hacia los que dirigen su atención las agencias nacionales e
internacionales que trabajan en el tema de recursos genéticos es el de seguridad alimentaria.
Veremos que junto a este concepto el de soberanía alimentaria tiene particular importancia y
quizás con mayor contundencia es un tema relacionado con el manejo de los recursos genéticos
en el presente y en el futuro. Veamos un panorama de la problemática. De acuerdo con la FAO
(FAOSTAT, 2013), el análisis de la seguridad alimentaria debe contemplar los siguientes temas
fundamentales: (1) disponibilidad de alimentos; es decir, la existencia de cantidad y calidad
adecuada de alimentos para la nutrición de los seres humanos a diferentes escalas de organización
social. (2) Acceso; es decir, asegurar el derecho de los seres humanos a hacer uso de los
alimentos disponibles. Ello significa que aunque los alimentos están disponibles no
necesariamente pueden adquirirlos las personas. (3) Utilización, este aspecto se relaciona con el
contexto de otros servicios que son tan importantes como la provisión de alimentos. Ello significa
que tener alimentos suficientes y acceso a éstos no lo es todo, se requiere que las condiciones de
agua, salud, seguridad social y otros factores relacionados con el bienestar estén garantizados.
Finalmente, (4) estabilidad; no puede haber seguridad alimentaria si los aspectos anteriores no se
garantizan de manera sostenible, a largo plazo.
El concepto de soberanía alimentaria tiene que ver con el derecho de los pueblos a decidir
su forma de alimentación y la forma de producir sus alimentos. Es un concepto que plantea el
respeto a la cultura agrícola y culinaria, a los elementos que componen los alimentos, al gusto por
ellos y a los patrones de consumo. Es una estrategia planteada desde 1996 un tanto alternativa a
la idea de seguridad alimentaria, y va dirigida principalmente a proteger a los pueblos del
mercado de productos agrícolas excedentarios y al origen sano y sustentable de los sistemas de
producción y abasto de alimentos (Montagut y Dogliotti 2006). Los alimentos y sus
características son aspectos fundamentales de la cultura de un pueblo. Y en este contexto
adquieren un sentido especial los atributos de los elementos de la comida. Las cantidades y
calidades de los componentes, sus sabores, colores, texturas, técnicas de preparación, formas de
acompañar su consumo con otros alimentos y bebidas, horarios y ceremonias, entre numerosos
aspectos. Como veremos en los siguientes capítulos, los atributos de los alimentos son un motor
principal en los procesos de selección artificial y son, por lo tanto motivaciones principales en el
manejo de los recursos genéticos. El concepto de soberanía alimentaria plantea que no solo es
necesario garantizar la disponibilidad, el acceso, el contexto de bienestar y la estabilidad en estos
aspectos, sino que la gente coma de acuerdo con sus gustos, su cultura, sus tradiciones y con base
en los productos que derivan de sus propios sistemas productivos, con sus propias técnicas y sus
propias variedades.
Figura 4. Ejemplos de diferentes factores y procesos que influyen en el sistema de seguridad alimentaria. Para
que las personas satisfagan adecuadamente sus requerimientos nutricionales es necesario no solamente que
una sociedad tenga las condiciones básicas para la producción de alimentos, sino aquellas que permitan el
abasto y distribución justo, así como los contextos y servicios adecuados para una nutrición digna. Los
diferentes aspectos que se ilustran en esta figura muestran el carácter complejo de los sistemas de seguridad
alimentaria (Basado en Gregory et al. 2005, tomado de Casas y Moreno-Calles 2014 con autorización de
LEISA Revista de Agroecología).
Hoy en día no solamente existen suficientes alimentos para abastecer a la humanidad, sino que
además se desperdician entre 30 y 40% de los alimentos que se producen en el mundo (Godfray
et al. 2010). Y esto es especialmente dramático en los países desarrollados, en los que
diariamente se tira a la basura una elevada cantidad de alimentos. Así, el problema de satisfacer
los requerimientos de la alimentación actual y futura no se reduce al tema de producir alimentos.
Es ante todo un problema de abatir el desperdicio y desaparecer la asimetría en el acceso. Antes
que plantearse exorbitantes metas de elevar la productividad (la FAO estima que para el 2050
deberán duplicarse los niveles actuales de la producción mundial de alimentos con respecto al
presente, FAOSTAT 2013), es urgente resolver los problemas sociales, económicos y políticos
que hoy impiden que los alimentos se distribuyan adecuada y equitativamente entre la población
mundial o que se desperdicien absurdamente.
Un tema de gran preocupación actual a escala mundial es el cambio climático, el cual se expresa
en el aumento de la temperatura promedio de la superficie terrestre Panel Intergubernamental
para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés; IPCC, 2014). Este aumento se ha
documentado ampliamente por numerosos científicos y organismos internacionales como el
IPCC. No se trata de una suposición, sino de una realidad en la que influye el aumento en la
65
Cuando analizamos estos procesos a escala global, resulta obligado también considerar los
grandes cambios que implican el deterioro social planetario. La pobreza aumenta marcadamente
año tras año en términos absolutos, pero de manera más dramática, la desigualdad (OXFAM
2012). La pérdida de la diversidad de culturas es un hecho altamente preocupante (Maffi 2005,
2012). Todo ello nos obliga a pensar más allá del cambio climático en un cambio global de los
sistemas socio-ecológicos. Procesos todos que conducen a la reflexión del futuro planetario y de
la profunda crisis del modelo civilizatorio que ha desarrollado la humanidad. No es entonces
únicamente el cambio climático el que debe preocuparnos en un foro como este en relación con la
seguridad alimentaria. Es el riesgo socio-ecológico global el eje que debe articular la
investigación, las políticas públicas y las acciones ciudadanas para atender el futuro de la
alimentación mundial (Figura 5).
Figura 5. Algunas de las expresiones de los cambios socio-ecológicos que actualmente ocurren a escala global y
que deben considerarse en el análisis de los sistemas de seguridad alimentaria pues todos ellos influyen en los
procesos de producción, distribución, contexto alimentario y estabilidad futura en el mantenimiento del
sistema. Tomado de Casas y Moreno-Calles 2014 con autorización de LEISA Revista de Agroecología.
66
Los pueblos mesoamericanos y andinos son herederos de una profunda cultura que conoce
los ecosistemas locales, que ha adaptado a lo largo de miles de años de experiencia tecnológica
las acciones más pertinentes para las necesidades, condiciones ecológicas y posibilidades
técnicas. Hoy en día existe una amplia gama de técnicas de manejo agrícola que resumen la
creatividad de nuestros pueblos por varios siglos de experiencia. Los sistemas agroforestales
tradicionales son predominantes en los paisajes. Estos son capaces de reunir elementos forestales
y domesticados en sistemas integrados (Figura 6). No solamente permiten asegurar servicios
ecosistémicos que se pierden en los monocultivos intensivos. También permiten asegurar una
importante diversidad de productos que proveen a las familias campesinas de recursos para
reproducir su forma de vivir. Estos sistemas agroforestales tienen alta capacidad para conciliar las
necesidades de producir satisfactores para la vida humana, al mismo tiempo que permiten el
mantenimiento de la biodiversidad y la agrobiodiversidad (Perfecto y Vandermeer, 2008;
Moreno-Calles et al. 2010, 2012, 2013, 2016; Vallejo et al 2014, 2015).
Más que seguir abonando al callejón sin salida al que conduce la industrialización de la
agricultura, países como México y Perú deben voltear la mirada hacia sus sistemas de agricultura
tradicional. Entenderlos, mejorarlos y usarlos como alternativa para resolver los problemas de
abasto de alimentos sin recurrir a tecnologías de alto riesgo.
Seguramente hay mucho por hacer para lograr que estos sistemas logren los niveles de
productividad que nuestros pueblos necesitan para una soberanía alimentaria. Seguramente hay
mucho que hacer para optimizar las condiciones de conservación de suelos, agua, control de
plagas. Seguramente hay mucho por hacer para aumentar su capacidad de mantener cobertura
vegetal y conservación de biodiversidad dentro de ellos, así como dentro del paisaje en el que se
encuentran. Seguramente, pero las acciones de investigación, mejoramiento productivo desde las
organizaciones civiles, las organizaciones de productores y los gobiernos a distintas escalas
tienen en estos sistemas un importante desafío para construir un futuro más seguro que el de la
apuesta industrializada.
Ante el panorama de crisis civilizatoria y cambio global, son ya enormes los retos para
aprovechar, conservar y restaurar los ecosistemas, sus funciones y procesos y sus componentes.
En todos estos retos las acciones no puede esperar más. Hay cambios de estrategias económicas y
políticas fundamentales, como las del crecimiento económico y el uso catastrófico de
combustibles fósiles o la explotación minera, especialmente la de cielo abierto, con altos niveles
de rapacidad y que ha alcanzado grados brutales de destrucción.
68
Figura 6. Ejemplo de prácticas agroforestales documentadas en las zonas áridas del centro de México. Las
islas de vegetación, los linderos, los individuos aislados, las franjas contra la erosión permiten beneficios a la
parcela agrícola al mismo tiempo que facilitan la conservación de biodiversidad local. Para el caso ilustrado,
Moreno Calles et al. (2010) encontraron que los sistemas mantienen dentro de las parcelas cerca del 60% de
especies que se encuentran en la vegetación natural colindante y para algunas especies arbóreas cerca del 94%
de la diversidad genética. Tomado de Casas y Moreno-Calles 2014 con autorización de LEISA Revista de
Agroecología.
No hay futuro posible sin el freno a la voracidad de las empresas que anteponen su
ganancia a la permanencia de los ecosistemas y del planeta. Sin embargo, el nivel de catástrofe
plantea ya no sólo conservar los remanentes de ecosistemas que aún existen, aprovechar de
manera más amigable los paisajes que hoy se encuentran bajo aprovechamiento bajo visiones
como las de sistemas agroforestales agro-silvo-pastoriles que se discuten arriba. Quienes
cuestionan la viabilidad de estos sistemas lo hacen pensando en los ritmos de consumo y
acumulación de capital asociados a los modelos de crecimiento económico predominantes. Estos
deben cambiar, sin duda, y la innovación tecnológica debe seguir su camino y en ello los recursos
genéticos resultan estratégicos. Qué nuevas materias primas serán necesarias para nuevas formas
de vida sustentable y soberanía alimentaria, qué recursos podrán enfrentar los retos de la
producción frente al cambio climático. El cambio climático es ya una realidad, no es un
fenómeno que esperamos que ocurra, ya está operando y los agricultores ya están actuando. Sus
69
procesos selectivos están respondiendo ya a las nuevas condiciones asociadas a los cambios en
los suelos, a las nuevas plagas y amenazas asociadas a las catástrofes globales. La mejor manera
de enfrentar estos problemas es mantener vivos los procesos de innovación: la disponibilidad de
diversidad genética, la innovación que las culturas convierten en un proceso sumamente
dinámico, y la integración de las experiencias. Hoy en día el intercambio de experiencias dentro y
entre sectores de la sociedad permitirá potenciar la velocidad de los cambios que se requieren. Un
ejemplo de ello es el fitomejoramiento participativo. Nuevas técnicas puestas a la disposición de
los agricultores y criadores de animales y la autonomía de ellos para efectuar los ajustes de
acuerdo con sus propias visiones, gustos y requerimientos culturales. Son estos algunos
elementos novedosos que permitirán potenciar la soberanía no sólo alimentaria, sino la soberanía
en la definición del futuro de cada grupo cultural. Y en todo ello, los recursos genéticos son un
elemento clave. No sustituyen las grandes decisiones políticas y económicas que subyacen en la
gran problemática mundial, pero brinda herramientas que fortalece las capacidades de autonomía
de los pueblo para decidir su destino.
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abatimiento de diversidad biológica a distintas escalas, y constituye una de las grandes
preocupaciones de la humanidad a nivel mundial (Ehrlich y Wilson, 1991; Vitousek, 1994;
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genética existente en organismos individuales cuyos genomas son únicos, la de la diversidad
genética que existe entre los individuos que componen una población de una especie, o entre
varias poblaciones de esa misma especie, algunas de las cuales han alcanzado grados de
divergencia reconocibles como niveles taxonómicos intraespecíficos, tales como subespecies,
razas o variedades. También incluye la disminución o desaparición de especies que componen las
comunidades bióticas y los ecosistemas, en donde los ensambles e interacciones y adaptaciones
suelen ser también singulares (Dirzo y Ehrlich, 2003; Convention on Biological Diversity 2010;
Butchart et al. 2010). La unidad de estudio de la biodiversidad es frecuentemente la riqueza de
especies en una localidad, en una región o a escala planetaria (Cuadro 1). A la riqueza de especies
a escala local se le conoce como diversidad α (Dirzo y Ehrlich, 2003). Otros nivel se conoce
como diversidad β y se refiere al recambio de especies o a la composición diferencial de especies
y sus abundancias entre un sitio y otro contiguo, mientras que la diversidad gamma (γ) hace
referencia a la diversidad en regiones extensas o incluso a escala global (Rodríguez y Vázquez-
Domínguez, 2003). La erosión genética puede analizarse en todas estas escalas.
Cuadro 1. Número de especies de la Tierra descritas y total estimado (Fuente UNEP 2010).
Existen en la literatura científica diferentes trabajos que han realizado esfuerzos por
sistematizar y sintetizar información sobre el estado de la biodiversidad y de los ecosistemas
mundiales, entre ellos destacan los de Heywood y Watson (1995), Dirzo y Ehrlich (2003), los
reportes Millennium Ecosystem Assessment, MEA (2005) y el del United Nations Environment
Program, UNEP (2010). El recuento general de la biodiversidad que se reporta en todos estos
documentos es estimado, tanto el que se refiere a especies registradas como el que se refiere a las
especies potencialmente existentes, pues aún no existe una sistematización global confiable; y ha
sido con base en la información sobre la riqueza de algunos de los grupos de organismos mejor
conocidos, o con base en la información de las regiones del mundo en las que se han hecho
esfuerzos notables de sistematización con la que se han efectuado las estimaciones disponibles
(Dirzo y Ehrlich, 2003). Los cálculos sobre la diversidad global de especies que pueden
encontrarse en la literatura van de 12’000,000 a 100’000,000 de especies. Es sin embargo
necesario reconocer que hay grupos de organismos como los hongos, virus y procariontes para
los que existe un conocimiento muy limitado, y ello explica tan amplia varianza en los cálculos.
También existen zonas del planeta poco conocidos, como los fondos de los mares profundos, los
doseles de los bosques, los suelos y las cavernas profundas, en donde potencialmente se
registrarán numerosas especies actualmente desconocidas (Wilson 1992). Entre las estimaciones
más confiables por su rigor se pueden citar las de Lawton y May (1995), quienes calculan que las
especies registradas y descritas por la ciencia moderna es de alrededor de 1’500, 000 especies,
mientras que Hammond (1995) estima que los registros comprenden alrededor de 1’750,000
especies (Cuadro 1). La cifra sobre la riqueza de especies potencialmente existente más
ampliamente aceptada en la literatura, es de aproximadamente 14’000,000 de especies (UNEP,
2010). Con base en esta cifra es posible realizar estimaciones sobre la magnitud de especies que
se extingue en la actualidad. Así, diversos estudios sobre tasas de extinción estiman que
anualmente se extinguen entre 0.01 y 0.1% de las especies (UNEP, 2010), lo que significaría de
1,400 a 14,000 especies cada año, cifras que indican que las extinciones de especies están
ocurriendo de 1,000 a 10,000 veces más rápidamente que las tasas naturales de extinción (UNEP,
2010). Y los especialistas en estudios de biodiversidad reconocen que tales tasas se deben
preponderantemente a actividades humanas (Vitousek et al. 1997). Cifras como las mencionadas
son altamente preocupantes, pues cada especie que se extingue significa la desaparición de
información genética irrecuperable, producto de procesos evolutivos de millones de años (Dirzo y
Ehrlich, 2003).
fertilizantes químicos (Meffe, 1998; Lichatowich et al., 1999; Relyea, 2005; Nelleman et al.,
2008; Potts et al., 2010; Isbell et al. 2013). Nutrient enrichment, biodiversity loss, and consequent
declines in ecosystem productivity. Proceedings of the National Academy of Sciences, 110(29),
11911-11916.); (3) la invasividad de especies exóticas, las cuales desplazan y llegan a ocasionar
la extinción de especies nativas, así como alteraciones severas en la estructura y funciones de los
ecosistemas (Didham et al., 2007; McGeoch et al., 2010; Shochat et al. 2010; Powell et al. 2011);
(4) la sobre-explotación o eliminación deliberada de algunos recursos en particular, las sobre-
pesca, la sobre-extracción forestal, la sobre-caza de algunas especies (no necesariamente para su
aprovechamiento, sino para su erradicación, como es el caso de numerosas especies de
carnívoros, que han sido sistemáticamente erradicados por los ganaderos), han sido todas ellas
causas de extinciones locales o totales de algunas especies (Treves y Karanth 2003; Michalski y
Peres 2005 Ripple et al. 2014) también es el caso de arácnidos, principalmente motivados por
fobias (Nations 2008) y murciélagos, cuyas poblaciones de especies nectarívoras e insectívoras
han sido seriamente afectadas en la búsqueda del control de vampiros (Aguiar et al., 2010); (5) la
contaminación de suelos, agua y atmósfera por desechos industriales altamente tóxicos, la cual ha
ocasionado aceleradamente la pérdida de numerosas especies; los peces y anfibios han sido
particularmente vulnerables al desastre asociado a la contaminación de las aguas dulces y los
mares (Du et al. 2011), pero otros grupos de organismos como los polinizadores son
peligrosamente afectados por el sobre-uso de pesticidas, hoy en día la crisis de los polinizadores
es causa de alarma mundial (Ghazoul, 2005; Kluser y Peduzzi, 2007; Ashworth et al. 2009), y (6)
el cambio climático, que ocurre a tasas mucho más rápidas que el tiempo que requieren las
especies naturales para adaptarse a las nuevas condiciones (Thomas et al. 2004; Bellard et al.
2012; UNEP-GEO5, 2014).
tierra por procesos migratorios hacia las urbes, los cuales frecuentemente involucran la
interrupción de proceso culturales asociados a la domesticación. En el caso de los recursos
silvestres, la transformación de los ecosistemas naturales de los que hemos hablado anteriormente
es sin duda el factor preponderante de la pérdida de diversidad genética. Sin embargo, estos
factores preponderantes en cada caso sólo son eso, preponderantes, pero no únicos; como
analizaremos en cada situación en cada nivel se involucran procesos socio-eclógicos complejos,
multifactoriales, y entenderlos resulta clave para generar alternativas tecnológicas y políticas
públicas para detener los procesos de pérdida (Casas et al. 2014).
Las grandes jornadas de colecta de germoplasma las inauguró el propio Nicolai Vavilov
(Vavilov 1992, 1997; Kurlovich et al. 2000) y posteriormente, a lo largo del siglo XX los
colaboradores de los grandes bancos de germoplasma del mundo. En principio la estrategia
estuvo dirigida a mantener la variabilidad intraespecífica de las principales especies que sostienen
los procesos de producción agropecuaria y forestal en el mundo. Posteriormente se sumaron a la
estrategia los parientes silvestres, los cuales, como hemos discutido, son importantes fuentes de
diversidad genética. Sin embargo esta estrategia de conservación ha sido objeto de numerosas
críticas. En parte por su limitada capacidad para mantener la inmensa diversidad que se ha
generado y se continúa generando, aún en las relativamente pocas especies principales de
recursos que sostienen la economía mundial. Y en parte también porque la dinámica de los
procesos los convierte en reservorios de diversidad de momentos específicos. Además, por las
limitaciones técnicas que poseen para mantener viable el material que almacenan. Hay
estimaciones en el sentido de que en estos bancos un alto porcentaje del material almacenado es
ya inviable. Y dese luego, los altos costos de mantenimiento que requieren fondos constantes y
de gran magnitud. Hoy en día hay más de 1300 colecciones con más de 6 millones de accesiones
o muestras (FAO, 1996, Cuadro 2)
Cuadro 2. Bancos de germoplasma y muestras en las colecciones ex situ por regiones del mundo (Fuente: FAO
1996, con base en informes de los países y base de datos del SIAM). Cerca del 40% de las accesiones son de
cereales, cerca del 15% son leguminosas, el resto hortalizas, raíces, tubérculos, frutales y forrajes (menos del
10% cada grupo). Cerca de 48% son cultivares avanzados o líneas de mejoramiento, 36% son variedades
locales o cultivares antiguos y 15% son parientes silvestres o arvenses.
poblaciones domesticadas invariablemente cuentan con un sello de tal proceso selectivo. Sin
embargo, conforme se desarrolla el proceso agrícola, los domesticadores suelen incorporar
material genético de otras regiones, quizás experimentada o seleccionada por otros grupos de
domesticadores. Asimismo, al stock inicial de diversidad genética seleccionada inicialmente se
incorporan nuevos genes debido a procesos de flujo génico desde las poblaciones silvestres
contiguas. Este proceso puede mantenerse por siglos o milenios y enriquecer continuamente la
base genética de los organismos domesticados (Figura 1).
Figura 1. Pérdida y ganancia de diversidad genética en poblaciones asociadas a los procesos de domesticación
y el resultado neto de erosión genética asociada a la introducción de variedades mejoradas capaces de
desplazar en grandes extensiones agrícolas a las variedades locales. El esquema de la parte superior ilustra el
proceso normal de cuello de botella asociado a las primeras etapas de domesticación, en las cuales los seres
humanos hacen uso de una fracción de la diversidad genética existente en las poblaciones naturales,
generalmente aquella asociada a los fenotipos de mayor conveniencia para las sociedades. El esquema de en
medio ilustra que la riqueza existente en una población que ha sufrido un cuello de botella original puede
enriquecer su diversidad genética a partir del flujo génico con las poblaciones silvestres adyacentes, así como
la incorporación de nuevas variantes asociadas al intercambio de propágulos con sociedades humanas vecinas.
El esquema en la parte inferior indica a través de rectángulos la introducción de variedades mejoradas, las
cuales desplazan en el espacio a las variedades locales y eventualmente este proceso puede significar la
pérdida de tales variedades locales, es decir, erosión genética.
Procesos como los descritos arriba explican los mecanismos básicos de incorporación de
diversidad genética en las poblaciones domesticadas y los dinámicos procesos de diversificación
que puede documentarse en las áreas que son centros de origen. Al ocurrir de manera recurrente,
estos procesos en las áreas de origen potencialmente permitirán documentar altos niveles de
diversidad de recursos genéticos. Pero no puede adoptarse esta idea como una regla; hay áreas en
82
donde los parientes silvestres se encuentran ausentes pueden registrarse altos niveles de
diversidad genética en los cultivares. Este es el caso del maíz en la región andina, en donde existe
tanta diversidad de razas de maíz como en Mesoamérica, no obstante que las poblaciones de
teocintles son inexistentes en la primera región y permanecen en la segunda. Las culturas andinas
son representativas del excepcional valor por la diversidad. No sólo la heterogeneidad que
otorgan los pisos altitudinales motivan los procesos de diversificación, la cultura culinaria es de
las más diversas del mundo y en esa región operan procesos de diversificación muy activos lo
mismo para cultivos nativos que para otros introducidos, incluso para aquellos introducidos del
Viejo Mundo durante la Colonia (tales como Vigna spp. o Cajanus cajan, por ejemplo), en los
cuales los pueblos andinos aprovechan la diversidad disponible para exacerbar los procesos de
diversificación de una manera extraordinaria.
El proceso tiene como base la sustitución de las variedades nativas por variedades
mejoradas. En principio esta sustitución se encuentra asociada a un paquete tecnológico
desarrollado durante el proceso de cambios tecnológicos y económicos conocido como
Revolución Verde. Tal Revolución implicó la mecanización de distintos procesos agrícolas, por
ejemplo la labranza a partir del uso de tractores, sembradoras, cosechadoras, desgranadoras, todas
83
las cuales implicaban el uso de combustibles fósiles y ciertos atributos de los productos agrícolas
y de los sistemas agrícolas en general para poder aplicar el uso de la tecnología. Las superficies
planas eran altamente convenientes para la mecanización y las zonas con tales características
fueron prioritarias para el impulso de esa tecnología. Junto a la mecanización, el paquete
tecnológico de la Revolución verde contemplaba también la uniformización de la heterogeneidad
ambiental, particularmente en aspectos de nutrimentos del suelo, así como en la incidencia de
plagas. El paquete, en consecuencia contemplaba el uso de pesticidas y herbicidas con el fin de
controlar la incidencia de herbívoros y competidores arvenses.
paquete tecnológico y de los fenómenos sociales para adquirir los recursos financieros necesarios
para su utilización.
Pero la historia no siempre fue lineal y existe una gran diversidad de condiciones en las
que operaron los procesos y cuya comprensión es de alto valor para evaluar adecuadamente el
impacto de las variedades mejoradas, su efecto real en el proceso de erosión genética y las
políticas públicas que se requieren para resarcir los daños ocasionados por ese fenómeno socio-
eco-tecnológicos que ha motivado un gran debate a nivel mundial y que adquiere un excepcional
valor en el contexto de la evolución de las tecnologías para intensificar la producción agrícola
con base en los paquetes tecnológicos asociados a organismos genéticamente modificados.
Analizar la magnitud de la erosión genética y los factores causales del proceso es de alta
prioridad en la investigación dirigida a apoyar la formulación de políticas públicas que permitan
la conservación in situ de la diversidad genética. Por ello, dedicaremos este aparatado a algunas
reflexiones generales sobre estrategias metodológicas útiles para efectuar los diagnósticos del
problema, sus causas y efectos y posteriormente presentaremos un estudio de caso sobre
tuberosas andinas en dos regiones andinas del Perú: Cajamarca y Huánuco.
Frankel (1970) planteó que existen cuatro condiciones que hacen particularmente
vulnerables a las variedades locales. Son de distribución restringida, generalmente adaptadas a
contextos socio-ecológicos específicos; son estables, experimentando bajo recambio,
precisamente por su íntimo nivel de adaptación al contexto local; la tecnología moderna de
insumos químicos hace irrelevantes las adaptaciones locales al estandarizar las condiciones
ambientales de desarrollo del cultivo; ello determina que las variedades mejoradas sean
adoptadas por os campesinos pues responden de mejor manera al paquete tecnológico señalado.
Sin embargo, estas premisas no parecen ser ciertas de manera generalizada. Brush (2004), por
ejemplo, encontró en sus estudios sobre papa en Perú que si bien existen algunas variedades de
distribución restringida, adaptadas a ambientes específicos, existe un buen número de variedades
cosmopolitas, de amplia distribución y los campesinos suelen mantener ambos tipos de
variedades pues unas y otras representan distintas ventajas adaptativas. También encontró que el
recambio de variedades es muy dinámico. Y esto es así, porque los criterios de selección también
son dinámicos, los campesinos intercambian frecuentemente sus semillas y en periodos cortos
puede haber cambios muy notorios en la composición de la riqueza de variedades locales. Y
85
finalmente, Stephen Brush (Brush, 2004) y otros autores han documentado que frecuentemente
las variedades locales son preferidas por sobre las variedades mejoradas pues poseen un conjunto
de atributos que satisfacen requerimientos culinarios y gustos o necesidades muy específicas para
los pobladores locales. En la Figura 3, por ejemplo, se muestra un esquema general de diferentes
requerimientos culturales, tecnológicos y ecológicos para los cuales son seleccionadas diferentes
variedades locales de maíz en diferentes comunidades de Puebla y guerrero, en la Cuenca del río
Balsas en México (Casas et al. 1996).
Resulta de mayor utilidad efectuar estudios que permitan identificar qué tan significativa
es la pérdida de la diversidad de variedades o de variedad genética en las poblaciones cultivadas,
así como los factores que influyen en la pérdida de tal diversidad. Para estudiar estos procesos y
factores es primeramente necesario identificar la unidad de variabilidad que el investigador va a
diagnosticar. Hasta el presente se han puesto en práctica tres grandes aproximaciones: (1)
Variabilidad fenotípica con base en las variedades locales reconocidas y clasificadas por los
agricultores; esta es la variabilidad visible en términos de atributos morfológicos,
comportamiento temporal, desempeño en distintos tipos de suelos, altitudes y ambientes, como
los indicados en la Figura 3. Pero también involucra el reconocimiento de atributos como
texturas, propiedades asociadas a la cultura culinaria, propiedades organolépticas y otros atributos
de valor cultural difícilmente evaluables bajo los criterios de las aproximaciones que
86
Las diferencias en información que documentas las tres aproximaciones son muy
marcadas. Por ejemplo, en el Perú, el proyecto in situ y otros estudios han reconocido cerca de
9,000 nombres de variedades que identifican los expertos agricultores en distintas áreas del país.
Los expertos campesinos de distintas regiones reconocen en estos nombres atributos importantes
que no son evaluables bajo los criterios de los descriptores y menos aún bajo los criterios
bioquímicos y moleculares. Ha habido grandes esfuerzos por identificar la sinonimia (nombres
distintos utilizados para una misma variedad y viceversa, nombres iguales utilizados para
variedades distintas). Esta aproximación es particularmente útil en estudios locales o en regiones
relativamente pequeñas en las que es posible documentar un consenso acerca de la nomenclatura
de las variedades. Sin embargo, a escalas mayores implica retos metodológicos sumamente
complicados que requieren el involucramiento de los taxónomos y especialistas que hacen uso de
los descriptores referidos en el segundo grupo de indicadores morfológicos. Este segundo grupo
tiene una fuerte base taxonómica y aunque no puede incorporar el conjunto de atributos
percibidos por los especialistas campesinos del primer grupo, contribuye de manera importante
en la identificación de posibles sinónimos y ello permite estudios más detallados sobre tales
posibles sinónimos con base en los criterios del primer grupo de especialistas. En el caso de las
papas del Perú, los criterios de este segundo grupo de especialistas reduce el número de
variedades nativas a alrededor de 3,000. El uso de marcadores bioquímicos y moleculares se han
utilizado en algunos estudios y la caracterización de la diversidad de papas en el Perú con base en
estos marcadores se reduce a cerca de 1,000 variedades locales. Sin embargo, es importante
mencionar que estos marcadores son neutrales, basados en muestreos aleatorios del genoma y no
permiten identificar las regiones del genoma asociados a los rasgos caracterizados por el grupo de
expertos campesinos ni por el grupo de expertos botánicos. Por ello, esta aproximación es por el
momento limitada. Sin embargo, se encuentran en desarrollo métodos para caracterizar cada vez
con mayor rapidez los genomas de los organismos. Una vez que estos métodos sean lo
suficientemente baratos y accesibles será posible hacer una caracterización molecular más
apropiada en relación con las características binarias (de dos estados), multi-estado (de varios
estados) o cuantitativas (rasgos dentro de rangos continuos de variabilidad, también conocidos
como rangos métricos).
especie pero con una dominancia diferencial. Entre más dominancia haya de una especie, menor
será la diversidad, entre más repartida sea la proporción de las especies será más alta la
diversidad. Este mismo índice fue adaptado por Masatoshi Nei (Nei 1972) para calcular la
diversidad genética esperada. En este caso, Nei analiza para una muestra de loci el número de
alelos que existen en cada uno de ellos y la proporción que existe de ellos en una muestra de
organismos. Este mismo índice fue utilizado por Casas et al (2006) para calcular la diversidad
morfológica en muestras de cactáceas columnares cultivadas y silvestres. De manera similar al
razonamiento de Nei, la diversidad morfológica se calculó a partir del conocimiento de la
proporción de diferentes estados morfológicos en una muestra de individuos de las poblaciones
estudiadas (Figura 4). Este análisis permite visualizar tendencias asociadas al manejo.
Figura 4. Índice de Simpson. Surgido de la informática, este índice ha tenido un extraordinario uso en
ecología para la caracterización de la diversidad de especies en comunidades bióticas, o bien la diversidad
genética en poblaciones. Ha sido utilizado para caracterizar de manera multivariada la diversidad
morfológica de plantas silvestres y cultivadas de una misma especie (Casas et al. 2006). De la misma manera,
es una herramienta de gran utilidad para caracterizar la diversidad de variedades que maneja un agricultor,
así como la diversidad promedio que se maneja en una comunidad o cualquier escala de estudio que se
pretenda abordar.
permite identificar aquellas que son predominantes y aquellas que son escasas y por lo tanto, la
aproximación al estudio de la diversidad es limitada. Utilizando el índice de Simpson es posible
dar respuesta a estas preguntas. Permite hacer un cálculo más exacto de la diversidad y permite
identificar aquellas variedades más o menos vulnerables de acuerdo con su abundancia en las
distintas escalas de análisis. Para obtener esta información, lo más recomendable es partir de la
unidad familiar en el momento de cosecha. La cosecha total debe ser clasificada de acuerdo con
las variedades reconocidas localmente. Dependiendo del cultivo de que se trate, es posible
realizar conteo o peso de los tubérculos o mazorcas de cada variedad si se trata de tuberosas o
maíz, o bien, semillas, si se trata de variedades de trigo o frijol. Esta aproximación permite
calcular la proporción de cada variedad con respecto al total de la cosecha. Una muestra de
unidades familiares permitirá aproximarse a conocer el estado de diversidad que existe en una
comunidad, y una muestra de la diversidad en distintas comunidades permite calcular la
diversidad existente en una cuenca, en una región, y así sucesivamente. Los muestreos para los
descriptores botánicos implican realizar conteos in vivo en la parcela, así como en la cosecha de
productos. Los muestreos basados en marcadores moleculares pueden ser aleatorios o
estratificados, con base en el reconocimiento contrastante a priori de variedades marcadamente
distintas de los cultivos. En estos casos las muestras de tejido de hojas y su mantenimiento en
bolsas de plástico con sílica gel o en nitrógeno líquido son suficientes para posteriormente utilizar
protocolos de extracción de ADN y el uso de los marcadores disponibles.
Figura 5. Estimaciones de diversidad genética (heterocigosidad esperada de Nei (He) y morfológica (MD)
calculados con base en el índice de Simpson (véase la Figura 4 y el texto para una mayor explicación del
procedimiento). A excepción de Stenocereus stellatus, la generalidad de las especies muestran una disminución
en la diversidad genética de las poblaciones manejadas y cultivadas con respecto a las silvestres y una mayor
diversidad morfológica. Ambas tendencias ilustran que los cálculos de diversidad con uno y otro métodos no
arrojan resultados similares pues las diversidad genética se estimó con base en marcadores neutrales (véase
Casas et al. 2006)
90
Figura 6. Métodos de evaluación del estado de la diversidad de recursos genéticos en función de variables
socio-ecológicas, tecnológicas, culturales y económicas. El método diacrónico implica efectuar el diagnóstico
en distintos momentos a lo largo del tiempo (el eje de las x de la gráfica de la izquierda es el tiempo. El método
sincrónico consiste en evaluar la variable dependiente diversidad de recursos genéticos en función de
gradientes de indicadores socio-ecológicos.
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95
La región andina en general, y en particular la zona de confluencia entre Perú, Bolivia, Chile y
Argentina, ha sido reconocida históricamente como uno de los principales centros de
domesticación y diversificación de cultivos del mundo (Vavilov, 1951; Harlan, 1975; Brack
2003; Brush, 2004). La gran diversidad genética de los cultivos tradicionales y la presencia de
parientes silestres de un alto número de especies domesticadas han sido argumentos centrales
para sostener esta afirmación (Vavilov 1951); recientemente estos argumentos se han fortalecido
con la identifcación de afinidad haplotípica (mediante estudios de AFLPs) entre poblaciones
silvestres de papas Solanum brevicaule y domesticadas de Solanum tuberosum en la región del
Lago Titicaca (Spooner et al. 2005). Tan alta diversidad genética intraespecífica de los cultivos se
debe en parte a procesos evolutivos influenciados por selección natural, dada la alta variedad
ambiental de los ecosistemas de montaña locales, así como por los procesos de selección artificial
asociados a la domesticación. Las culturas andinas están particularmente enamoradas de la
diversidad, no solo por la diversidad de usos y ambientes que deben afrontar en sus técnicas de
manejo, sino también por el gusto y el prestigio que les otorga el manejo de variabilidad. Son
estas culturas las que han moldeado la diversificación de cultivos y en ello han influido los
factores socio-ecológicos mencionados, así como también su variable y cambiante cosmovisión,
conocimiento y tecnología a través de miles de años de historia (Brush et al., 1981; Zimmerer
1991; Brush 1992, 2004; Velásquez Milla, 2009; Velásquez-Milla et al. 2011).
La actual agricultura tradicional andina tiene su origen en los sistemas de manejo que
algunos autores han denominado “agricultura indígena clásica” (Monroe 1999) practicada en
tiempos precolombinos, la cual se caracteriza por utilizar numerosas estrategias de manejo del
riesgo (Murra, 1975, 1983; Monroe 1999). Estas estrategias aún pueden observarse,
frecuentemente mezcladas con elementos tecnológicos introducidos durante la Colonia (como por
ejemplo el uso del arado egipcio y la yunta de bueyes o caballos, por ejemplo), así como
elementos técnicos modernos (como el uso de maquinaria y agroquímicos, por ejemplo), entre las
comunidades indígenas a través de la montañas peruanas (Earls, 1989). Uno de los rasgos
distintivos de la agricultura andina por excelencia es el cultivo de diferentes especies productoras
96
de tubérculos comestibles que fue denominada por Morlon (1996) “agricultura de tuberosas
andinas nativas”. Estos sistemas de producción son altamente especializados, debido a la marcada
especificidad de ambientes y técnicas en los que se desarrolan los cultivos, en valles y pendientes
entre los 3300 y 4200 m de altitud. Los sistemas se organizan alrededor de la producción de
tuberosas nativas, que incluyen siete especies de papa (Solanum ajanhuiri, S. chaucha, S.
curtilobum, S. juzepzuckii, S. phureja, S. stenotomum y S. tuberosum; Morlon, 1996), las cuales
incluyen aproximadamente 3,000 variedades caracterizadas a través de descriptores botánicos
(Huamán y Spooner, 2002; Brack 2003). También son parte del sistema la “oca” (Oxalis
tuberosa), con al menos 50 variedades descritas técnicamente por los botánicos, el “olluco”
(Ullucus tuberosus) con 50 a 70 clones, y “mashua” (Tropaeolum tuberosum) con cerca de 100
variedades también descritas con base en rasgos mofrfológicos y fisiológicos caracterizados
desde el punto de vista botánico (Brack 2005).
Estos sistemas agrícolas son conducidos en ambientes considerados de entre los más
difíciles del mundo para la práctica de cultivo, principalmente debido a las altas elevaciones, las
heladas recurrentes y frecuentes, las pendientes pronunciadas y los tipos de suelos franco-
arcillosos, franco-arenosos y franc-arcilloso-limosos con una capa arable de 45 cm en promedio,
que caracterizan los ambientes altoandinos (Morlon 1996; Zimmerer, 2010). El sistema
comprende períodos cortos de cultivo que alterna con largos períodos de descanso, y rotación que
puede involucrar distintas especies de tuberosas en distintos años. De manera que el sistema de
cultivo de tuberosas involucra simultáneamente varias chacras pequeñas (0.25 a 1 ha) que
alternan y rotan sus cultivos. Es también tradicional el uso de una herramienta de labranza
llamada chaquitaqlla en quechua (Figura 1), adaptada para manejar los particulares tipos de
suelo de la región (Morlon 1996). Esta herramienta es en principio similar a la coa
mesoamericana, pero a diferencia de esta última, presenta una palanca con la cual puede ejercerse
mayor presión con el pie, y frecuentemente es también curva o arqueada, lo que le confiere
mayores posibilidades para remover con los brazos los densos suelos y la cobertura vegetal
herbácea cuando se labra un terreno de cultivo.
medio de los cuales los agricultores perdieron sus semillas. Un ciclo agrícola suspendido puede
tener importantes repercusiones en la pérdida de semillas de tuberosas andinas.
Figura 1. Diferentes tipos de chakitaqlla, herramientas usadas tradicionalmente por los agricultores andinos
para cultivar tuberosas nativas. La foto (tomada por Dora Velásquez, 2008) es del caserío de Monte Azul,
Kichki, Huánuco, en la chacra de Sabino Alejo.
Figura 2. Ubicación del área de estudio. Sierra Norte (Cajamarca): A) Cuenca de Chugzen, B) Cuenca de
Muyoc, C) Microcueca de Shitamalca. Sierra Central (Huánuco): Cuenca de Mito: A) Microcuenca de
Ragracancha, B) Microcuenca de Guellaymayo.
98
A través del monitoreo de numerosas unidades de producción durante los ciclos agrícolas,
de 2001 a 2005, el “proyecto in situ” documentó marcadas diferencias en la riqueza de variedades
campesinas tradicionales entre familias y regiones, e identificó una gran heterogeneidad de
condiciones socio-ecológicas aparentemente asociadas a tales diferencias. Se identificaron
familias que invierten un gran esfuerzo para mantener sus variedades y que incluso proveen de
99
Todas estas tareas son de gran importancia para diseñar estrategias de conservación in
situ. En particular, el estudio que presentamos en este Capítulo aspira a contribuir en el análisis
de los factores socio-ecológicos y tecnológicos que influyen en el mantenimiento y pérdida de la
riqueza de variedades. Particularmente nos interesa desarrollar metodologías que permitan
diagnósticos adecuados, monitoreos periódicos, su sistematización y un mejor aprovechamiento y
operatividad de las gigantescas bases de datos generadas por el “proyecto in situ”. En
consecuencia, el presente análisis se basa en una pequeña muestra de la información generada por
el “proyecto in situ”, con sus ventajas y limitaciones, como discutiremos adelante. Estuvo
100
dirigido a contestar las siguientes preguntas, las cuales constituyeron el eje rector de la
investigación: ¿Qué tan diferente es la riqueza de variedades campesinas tradicionales entre
regiones y familias?, ¿qué factores influyen sobre tales diferencias?, ¿qué factores determinan
que ciertas variedades tradicionales permanezcan constantes (es decir, son consideradas
“indispensables”), mientras que otras más comúnmente se pierden o son sustituidas por otras (son
consideradas “reemplazables”)?
Estas fueron y continúan siendo preguntas centrales en los diagnósticos realizados y por
realizar. En relación con estas preguntas, nuestras principales hipótesis fueron las siguientes: (1)
las diferencias en la riqueza de variedades campesinas tradicionales están asociadas a variaciones
ecológicas, tecnológicas y socioeconómicas de los contextos donde se cultivan; particularmente,
suponemos que aspectos tales como el rango de ambientes en los cuales las familias practican la
agricultura, el peso de la cultura tradicional que tiene arraigado el manejo del riesgo y el uso de
tecnologías tradicionales, así como el grado de dependencia de su subsistencia sobre sus propios
productos agrícolas, serían los factores más significativos que determinan en proporción directa
una mayor variación de cultivos; (2) las variedades tradicionales pueden ser consideradas
“indispensables o insustituibles” o “reemplazables” dependiendo de su papel indispensable o no,
respectivamente, en la subsistencia de las familias, y de su desempeño en contextos ambientales,
tecnológicos y culturales particulares. Nuestro estudio analizó estas hipótesis en una muestra de
familias de Huánuco y Cajamarca, con miras a identificar los factores que influyen tanto la
pérdida como la conservación de estos recursos genéticos vegetales.
Estrategias de investigación
respectivamente) que en los de Huánuco (9.1 ºC y 967.3 mm, respectivamente) (Felipe, 2002).
Los ecosistemas naturales son principalmente pastizales, con signos marcados de degradación.
Anualmente y durante cuatro años consecutivos (de 2001 a 2005), se registraron las variedades
campesinas tradicionales de papa (Solanum spp.), oca (Oxalis tuberosa), olluco (Ullucus
tuberosus) y mashua (Tropaeolum tuberosum) reconocidas y nombradas por los agricultores, en
parcelas cultivadas por una muestra de 28 familias campesinas. Las variedades campesinas
tradicionales son reconocidas con base en múltiples características morfológicas, fisiológicas,
fenológicas y ecológicas, así como por sus atributos tecnológicos y culinarios (textura, sabor,
color, resistencia al almacenamiento, formas particulares de preparación, tiempo de cocción,
entre otros atributos). Las variedades campesinas tradicionales no son equivalentes a las
variedades caracterizadas por los botánicos y agrónomos a través de descriptores morfológicos
estandarizados (e.g. Huamán et al 1977), ni tampoco a aquellas identificadas a través de análisis
con isoenzimas o marcadores genéticos neutrales (e.g. Quiros et al., 1990; De Haan et al., 2010).
Como explicamos en el Capítulo 3 la caracterización campesina, la botánica y la genética
molecular tienen principios distintos, con ventajas y desventajas cada una de ellas, aunque en
general las consideramos complementarias. Este estudio se basó en lo que los manejadores
reconocen, perciben y manejan en función de su experiencia.
llevado a cabo con personas de las familias estudiadas, consultándoles las dudas sobre la
identidad de las variedades confrontando los materiales vegetales e imágenes de tuberosas
diferentes con los mismos nombres y tuberosas similares con diferentes nombres. El proceso fue
respaldado con base en revisiones complementarias de nombres comunes registrados en las bases
de datos más completas de la colección de variedades de papa y otras tuberosas disponibles para
el Perú (Ochoa et al. 2004). También se basó en los datos de pasaporte de las colecciones de oca,
olluco y mashua (Arbizu et al. 2004a 2004b, 2004c) del “geneban ” del Centro Internacional de
la Papa. Además, se tomó en cuenta la información de estudios previos que revisaron los
nombres comunes de variedades locales de papa y oca en Huánuco (Egúsquiza, 2009; Medina,
2009).
Se utilizó un enfoque multifactorial para analizar los motivos del manejo y mantenimiento de la
diversidad de variedades en los campos de los agricultores, inspirados en las ideas de Zimmerer
(1991, 2010) y Brush (2004). Se documentó aspectos ecológicos, tecnológicos, culturales y
socioeconómicos de las 12 familias más profundamente estudiadas a través de la observación
directa y mediante entrevistas semi-estructuradas, como se explica más adelante. No es
información contenida por completo en la base de datos del proyecto in situ, lo que implicó
trabajo de capo complementario, aunque puede hacerse adecuaciones similares. La información
fue analizada a través de enfoques cualitativos y cuantitativos. Con respecto a los enfoques
cuantitativos, en algunos casos la información obtenida fue usada para construir índices que
integran información relacionada con tópicos particulares (Tabla 1), los cuales fueron analizados
a través de modelos lineales generalizados, regresiones múltiples y análisis estadísticos
multivariados, a fin de explorar el peso de los factores analizados en relación con la riqueza de
variedades tradicionales manejada por familia.
de la riqueza de variedades tradicionales en relación con la superficie total de parcelas que cada
agricultor dedicó al cultivo de tuberosas. Consideramos la distribución de parcelas en tres pisos
altitudinales (3000-3400, 3400-3800 y 3800-4100 msnm, y se calculó un índice de distribución
de parcelas IDP, vénase las Tablas 1 y 2), que son zonas significativas en la distribución espacial
de particulares especies y variedades de tuberosas en los Andes centrales peruanos, de acuerdo
con estudios en el valle del Mantaro (Mayer 1989; Velásquez-Milla, 2009; Velásquez-Milla et al.
2011).
Se realizaron entrevistas para obtener información sobre: (i) herramientas y prácticas que
representan la agricultura tradicional, incluyendo tecnologías tradicionales y ayuda mutua, (ii)
extension de tierra cultivada con tuberosas nativas, y (iii) estrategias para el mantenimiento del
flujo de semillas entre familias, incluyendo datos sobre el esfuerzo invertido en la búsqueda de
semillas y mecanismos de obtención de semillas. Con esta información se construyó un índice de
manejo agrícola tradicional (IMAT, véanse Tablas 1 y 2 y mayores detalles en Velásquez-Milla,
2009; Velásquez-Milla et al. 2011).
Patrones enconrados
Riqueza de variedades
Nuestro estudio documentó un alto número de variedades campesinas tradicionales de tuberosas
nativas entre las familias campesinas estudiadas. A nivel regional, la riqueza de variedades
tradicionales fue marcadamente mayor en Huánuco (1483 variedades campesinas tradicionales
nombradas) que en Cajamarca (507 variedades campesinas tradicionales nombradas),
predominando las variedades campesinas tradicionales de papa, tanto en riqueza como en área
cultivada (Tabla 4). Se registró significativamente más variedades manejadas por familia por año
en Huánuco (146.39±12.02) que en Cajamarca (44.55±9.26) (promedio ± S.E., F = 42.949, p <
0.0001), y marcadas diferencias en número de variedades por año entre familias dentro de cada
región (en promedio 78.25 a 246.50 en Huánuco, 7.50 a 144.00 en Cajamarca) (Tabla 5).
significa silvestre, p.e. “sacha papa”, ver Tabla 6), en tanto que se registró 6 especies de papa y
oca en Huánuco (8 reconocidas por la población local, incluyendo parientes silvestres de olluco y
mashua). Los parientes silvestres identificados son usados por la población para diferentes
propósitos (Tabla 6). Un agricultor señaló que algunas veces las plantas cultivadas se cruzan con
su sacha correspondiente, y es posible encontrar en las poblaciones silvestres variedades que
muestran características mezcladas de plantas cultivadas y silvestres. Agregó que de tiempo en
tiempo algunas de estas plantas son adoptadas para el cultivo como nuevas variedades (véase
Velásquez-Milla, 2009; Velásquez-Milla et al. 2011).
Figura 3. Aspecto de la diversidad de ocas (Oxalis tuberosum) y papas (Solanum spp.) registraas en el estudio
de Cajamarca y Huánuco. La validación de los nombres y la identificación de las especies de papa
involucraron un trabajo exhaustivo con campesinos y botánicos especialistas.
Condiciones ecológicas. De acuerdo a la percepción de los agricultores, las plagas más severas
que amenazan la agricultura en Cajamarca y Huánuco son el tizón tardío o “rancha”
(Phytophthora infestans) y el gusano blanco o “gorgojo de los Andes” (Premnotrypes spp.). Las
heladas también son consideradas un factor principal que afecta la agricultura. Adicionalmente,
106
Organización del área de cultivo. Se observó claras diferencias entre regiones y familias en la
superficie dedicada a cultivar las tuberosas nativas y en el número y distribución altitudinal de
parcelas (Tabla 7). La correlación entre la riqueza de variedades y el área cultivada fue
significativa en ambas regiones (Tabla 2) y el área cultivada fue una de las variables más
significativas en el análisis multivariado (Tabla 8). Las familias de Huánuco cultivaron más
tierra (de 3.9 a 8 ha) que los de Cajamarca (de 1.3 a 3.2 ha, con excepción del Sr. Huacc ha,
quien cultivó 6.4 ha y 17 parcelas). En Cajamarca, las correlaciones entre la variación de
cultivos y el índice de distribución altitudinal (IDIPAR véanse detalles sobre la construcción
de este índice en Velásquez-Milla, 2009; Velásquez-Milla et al. 2011) y el número total de
parcelas fueron significativos para cada ciclo agrícola (R = 0.888, p = 0.003) y todos los
ciclos agrícolas (R = 0.840, p = 0.006). En Huánuco, las familias cultivaron 6 a 9 parcelas,
mientras que en Cajamarca las familias cultivaron 4 a 7 parcelas. En ambas regiones las parcelas
se distribuyeron en zonas altas, intermedias y bajas, y la agricultura de tuberosas nativas es
practicada principalmente en las zonas más altas. Resumiendo, esta información indica que los
agricultores que usan más tierra cultivada (en ambas regiones) y más parcelas en más zonas
altitudinales (este último factor en Cajamarca), manejan una mayor riqueza de variedades
tradicionales de tuberosas.
familiares que han cultivado tuberosas por varias generaciones y esta práctica constituye la base
de su identidad cultural. Entonces, los agricultores con mayor identidad cultural son aquellos que:
i) usan el idioma quechua, ii) mantienen más tradiciones culturales asociadas a las actividades
agrícolas, tales como el yanamanchi o yanapanacushun (ayuda mutua), rituales y festividades
agrícolas como el allpa pagamanchi o alpata garapashun (un ritual para alimentar a la Madre
Tierra o pacha mama), la jircata garaicushun o cerrugpag ofrendapag (ofrenda a la montaña) y
el calendario agrícola, tal como el quillata o goillarta, o la observaman (“lectura" astronómica) o
señalcuna plantacuna y animalcuna mañucusheque climangpag (uso de plantas y animales
como señas para la predicción del clima), iii) aprenden la agricultura de tuberosas nativas más
jóvenes (12 – 18 años), iv) motivan y enseñan a sus hijos prácticas agrícolas, v) manejan una mayor
variación de tuberosas nativas (Tabla 7). Nuestro estudio encontró que los agricultores de Huánuco
tienen más características de la cultura tradicional andina que los de Cajamarca (véanse mayores
detalles en Velásquez-Milla, 2009; Velásquez-Milla et al. 2011).
Velásquez-Milla et al. 2011) y con el índice de fuerza laboral familiar (IFL véase Velásquez-
Milla, 2009; Velásquez-Milla et al. 2011) solo en Cajamarca para todos los ciclos agrícolas (R =
0.658, p = 0.031; R = 0.670, p = 0.029, respectivamente), mostrando que en esta región las familias
con más miembros y fuerza laboral familiar manejan más variedades tradicionales.
Las decisiones de los agricultores para el manejo de las variedades tradicionales toman en cuenta
los atributos técnicos y culturales de éstas (Figura 6). Las razones más frecuentemente
mencionadas por los agricultores para la selección y manejo de la diversidad de variedades
fueron la calidad del alimento y la buena productividad. Aquellas variedades tradicionales que
permanecieron constantes durante todos los ciclos productivos tuvieron los mejores atributos en
estas características. Otros atributos considerados fueron la forma, color y pulpa, así como las
propiedades de procesamiento de papa seca en Cajamarca y tocosh (una clase de papa
fermentada) y chuño (papa helada deshidratada) en Huánuco. Los atributos para la preparación
de estos productos son reconocidos específicamente en algunas variedades, la mayoría de ellas
109
permaneciendo constantes en los almacenes de semilla. El Sr. Sánchez fue la única persona que
señaló la conservación de la diversidad de variedades tradicionales en sí misma como la principal
razón para mantenerlas (véanse mayores detalles en Velásquez-Milla, 2009; Velásquez-Milla et
al. 2011).
Perspectivas
De acuerdo a Monroe (en prensa), los procesos de modernización capitalista que ocurren
en el Perú durante las últimas cerca de seis décadas no han disuelto la comunidad campesina
tradicional y sus intrincadas relaciones de reciprocidad. Sin embargo, es necesario reconocer que
como nuestro estudio ha documentado, las expresiones pre-modernas del manejo agrícola varían
marcadamente entre familias y regiones por la influencia de diferentes factores asociados a la
incorporación de los agricultores a la agricultura moderna.
En general, encontramos que a pesar que las familias estudiadas mantienen una alta
diversidad de variedades tradicionales de tuberosas nativas, algunos factores ecológicos y socio-
culturales afectan tal tarea. Las plagas, el cambio climático y la degradación de suelos son
considerados por los agricultores como los principales factores ecológicos desfavorables que
limitan el mantenimiento de la diversidad de variedades tradicionales. En concordancia con esta
percepción, otros estudios (Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología 2004; Felipe, 2004)
encontraron que la ocurrencia de cambios en el clima durante el período de 2002 a 2004
determinaron la pérdida de variedades tradicionales de tuberosas nativas en comunidades
campesinas de Cajamarca. Durante dicho período, los eventos atmosféricos afectaron la región
andina, disminuyendo la precipitación, condicionando la presencia de heladas (en Cajamarca las
heladas de enero causaron la pérdida de 70 al 100% de la cobertura del follaje de papa, oca y
olluco) y el incremento de la temperatura promedio anual (por ejemplo, en Cajamarca de 1 a 1.7
°C), que favoreció la incidencia de plagas (Felipe, 2004). A nivel regional, las tendencias de
riesgo ecológico -disminución del suministro de agua, pérdida de cobertura vegetal,
contaminación del río por minería y agroquímicos, erosión del suelo- están incrementando, de
acuerdo a recientes diagnósticos ambientales (Brack et al. 2008). Estas tendencias amenazan la
resiliencia de las unidades de producción y la conservación in situ de recursos genéticos. El
riesgo puede ser aun mayor de lo que se ha discutido en este estudio dado que la mayoría de las
familias en los caseríos estudiados conservan menos variación que las familias analizadas.
Todas estas tareas son de gran importancia para diseñar estrategias de conservación in
situ. Particularmente consideramos pertinente realizar diagnósticos periódicos sobre los estados
de diversidad genética en zonas críticas por su riqueza o pobreza en recursos genéticos. Las
instituciones de conservación ex situ pueden ser proveedores de germoplasma en las zonas de
empobrecimiento crítico, y así pueden desempeñar u papel significativo en los programas de
conservación in situ. También importante es la sistematización y un mejor aprovechamiento
operativo de las bases de datos generadas por el “proyecto in situ” y los diagnósticos
subsecuentes. Estas bases de datos son un importante patrimonio de información científica del
Perú que requiere mayor profundidad en el análisis.
Conclusiones
La calidad del alimento, el buen rendimiento y los atributos culinarios fueron los
principales criterios considerados por la población para el manejo y selección de sus variedades
de tuberosas, e influyen sobre las decisiones sobre qué variedades son prioritarias para que
permanezcan constantes.
Los índices diseñados en este estudio puede contribuir al desarrollo de análisis más generales
de la información generada en el “proyecto in situ” sobre los factores influyen sobre las
estrategias campesinas de la conservación in situ de recursos genéticos. Pero las propuestas
contra los riesgos de erosion genética requieren investigación holística y enfoques de
participativos para la mejora de la conservación in situ de la variación de cultivos y parientes
silvestres.
Las políticas públicas son relevantes para concertar visiones para apoyar la planificación y
acciones estratégicas orientadas al manejo integral de la agrobiodiversidad. En el Perú,
actualmente existe un contexto favorable para políticas públicas en los temas de conservación de
la agrobiodiversidad. El Plan Nacional del Ambiente y el Programa Nacional de
Agrobiodiversidad son instrumentos estratégicos para el registro e inventario de recursos
genéticos, así como para la identificación de zonas de agrobiodiversidad a los niveles local,
regional y nacional. La construcción de políticas públicas requiere el apoyo de diferentes sectores
de la sociedad peruana (agricultores, ONG, gobierno, científicos, entre otros). Se requiere
contribuciones en métodos de registro, monitoreo, sistematización y uso de información de
campo. La experiencia del “proyecto in situ” es indudablemente una fuente importante de
información y experiencia metodológica. Nuestro análisis actual de una muestra pequeña de
caseríos y agricultores sugiere rutas particulares para la sistematización y análisis de información
valiosa generada por ese Proyecto. Pero se requiere más reflexiones formales y acciones de todos
los actors del Proyecto para continuar construyendo un programa vigoroso para la conservación
de recursos genéticos vegetales en uno de los principals centros de domesticación de plantas del
mundo.
Agradecimientos
Los autores agradecen a la CCTA, el IDMA y el Centro IDEAS que nos facilitaron el acceso a la
información generada y a la zona de trabajo del Proyecto In Situ; al Programa para la Innovación
y Competitividad del Agro Peruano-INCAGRO del Ministerio de Agricultura del Perú, a Cosude
- Programa Regional BioAndes Perú por el apoyo financiero que permitió complementar la
información; al CONACYT (CB-2008-01-103551) y PAPIIT, (IN205111-3) UNAM, México,
que apoyó la colaboración con académicos mexicanos. Finalmente, agradecemos enfáticamente a
los agricultores de la zona de estudio por su enorme hospitalidad y disposición para colaborar con
el estudio.
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116
Cuadro 1. Índices construidos para integrar información obtenida por el poyecto in siu en el área de estudio, definiciones, y valores. Un mayor detalle en
la explicación de la construcción de los índices puede consultarse en Velásquez-Milla (2009) y Velásquez-Milla et al. (2011). Aquí hemos conservado las
abreviaturas de los índices en inglés para un fácil seguimiento de los publicados en el artículo referido.
INDICE DEFINICION ESCALA DE VALORES
INDICE DE DISTRIBUTION DE PARCELAS (IPD) = 0.45 x NPHEZ + 0.35 x NPIEZ + 0.2 x NPZB
- NPHEZ = Número de Parcelas de Zone de Mayor Altitud (3800 to > 4100 m)
- NPIEZ = Número de Parcelas de Zona de Altitud Intermedia (3400 to < 3800 m)
- NPLEZ = Número de Parcelas de Zonas de Baja Altitud (3000 to < 3400 m)
INDICE DE IDENTIDAD CULTURAL (ICI) = 0.4 x AAT + 0.25 x QL + 0.2 x AIA + 0.1 x SFA + 0.05 x SChA 1.0 = Total identidad
INDICE DE MANEJO AGRICOLA TRADICIONAL (ITAM) = 0.75 x SiCAgT + 0.25 x SiCFSm 1.0 = Total manejo tradicional
- CTA = Conservación de Agricultura Tradicional - ACNT = Area Cultivada con Tuberosas Nativas, por agricultor en relación con la mayor área 0.80 a < 1,00 = Muy fuerte manejo tradicional
cultivada por los agricultores documentados. 0.60 a < 0.80 = Fuerte manejo tradicional
0.40 a < 0.60 = Intermedio manejo tradicional
CTA = ACNT + TT + MH 0.20 a < 0.40 = Débil manejo tradicional
3 0 a < 0.20 = Muy débil manejo tradicional
- TT = Tecnologías Tradicionales, una relación de tecnologías tradicionales clave: (i) proporción de
tierra en descanso, (ii) Sistema de labranza (1 = raway, 0.5 = pampay, and 0.25 = furrowing), (iii) proporción
de bolsas de estiércol dung usadas en relación con el promedio usado por agricultor, y (iv) almacenamiento
tradicional de semillas (1 = coyona or saway -pilas de tubérculos cubiertos con paja-; 0 = plataformas /
redes / sacos).
- MH = Ayuda Mutua 1 = solo ayuda mutua, 0.5 =ayuda mutual y asalariados, y 0.33 = baja ayuda mutual y
alto pago de jornales.
- CSF = Conservation del Flujo de Semillas - SE = Esfuerzo de Búsqueda, el esfuerzo de búsqueda de cada agricultor en relación con el máximo
esfuerzo identificado, calculado como el product del área de búsqueda: 1 = solo local; 2 = solo regional; 3 =
solo inter-regional; 4 = local / regional; 5 = local / inter-regional; 6 = regional / interregional; 7 = local/regional /
CSF = SE + SOM inter-regional, y la intensidad de búsqueda como la suma del número de lugares visitados: No. lugares
2 locales + 2 x No. lugares regional + 3 x No. de lugares inter-regionales.
118
Table 2. Factores ecológicos, tecnológicos and socio-economicos analizados y sus valores de correlation (r) con la riqueza de
variedades campesinas. El símbolo * indica correlación significativa 0.01<p<0.05; ** indica correlación significativa con p<0.01.
Mayores detalles en la explicación metodológica y el significado de los resultados pueden consultarse en Velásquez-Milla (2009) y
Velásquez-Milla et al. (2011). Las abreviaturas de las variables las hemos mantenido en su traducción en inglés para faclitar el
seguimiento de los resutados analizados en el artículo de 2011.
Cajamarca Huánuco Ambas regiones
Ciclo agrícola Ciclo agrícola Ciclo agrícola
Factor (variable independente) Todos Todos Todos
2001-2 2002-3 2003-4 2004-5 los 2001-2 2002-3 2003-4 2004-5 los 2001-2 2002-3 2003-4 2004-5 los
años años años
Número total de unidades -0.093 -0.108 -0.143 -0.035 -0.026 -0.146 -0.146 -0.240 -0.239 -0.249 -0.018 -0.024 0.036 0.089 0.077
Extensión de unidades 0.131 0.519 0.735* 0.616* 0.443 0.175 0.174 0.234 0.252 0.200 0.164 0.396* 0.433* 0.457** 0.302*
Número de parcelas 0.480 0.866** 0.962** 0.926** 0.840** 0.342 0.349 0.521 0.428 0.460 0.169 -0.003 -0.056 -0.042 0.143
Superficie de tuberosas 2001-2005 0.218 0.485 0.603* 0.683* 0.558 0.476 0.473 0.399 0.323 0.308 0.440* 0.684** 0.702** 0.684** 0.614**
Indice de distribución de parcelas (IPD) 0.607* 0.883** 0.838** 0.829** 0.884** 0.071 0.075 0.362 0.447 0.408 0.260 0.011 -0.066 -0.0555 0.169
Indice de identidad cultural (ICI) 0.113 0.432 0.598* 0.702* 0.483 -0.170 -0.173 -0.244 -0.181 -0.203 0.174 0.444* 0.451* 0.311* 0.166
Indice de manejo agrícola tradicional
-0.016 0.314 0.580* 0.662* 0.360 -0.066 -0.061 0.245 0.301 0.293 0.222 0.479** 0.675** 0.681** 0.540**
(ITAM)
119
Indice de autosuficiencia (ISS) 0.237 0.226 0.072 0.376 0.374 -0.149 -0.148 -0.245 -0.232 -0.239 0.273* 0.457** 0.490** 0.403* 0.283*
Indice de tamaño familiar (IFS) 0.353 0.674* 0.706* 0.862** 0.658* 0.022 0.021 -0.183 -0.248 -0.238 -0.012 -0.067 -0.033 0.028 0.104
Indice de mano de obra famliar (ILH) 0.703* 0.629* 0.241 0.580* 0.670* -0.031 -0.032 -0.174 -0.242 -0.224 0.051 -0.092 -0.098 -0.071 0.034
Cuadro 3. Matriz de datos de las variables e índices usados en los análisis de conglomerados y components principales. Mayores detalles en la
explicación metodlógica y el significado de los resultados pueden consultarse en Velásquez-Milla (2009) y Velásquez-Milla et al. (2011).
Abanto P Abanto S Huaccha Carrera Rojas Cabrera Rosado Alejo Aquino Fernández Sánchez Antonio
Variables
C1 C2 C3 C4 C5 C6 H1 H2 H3 H4 H5 H6
Riqueza de variedades de papa 66 133 289 67 57 52 139 154 57 252 111 203
Riqueza de variedades de oca 13 16 19 16 17 10 54 41 24 56 28 59
Riqueza de variedades de ulluco 7 12 14 14 8 6 18 13 15 25 15 16
Riqueza de variedades de mashua 5 7 9 6 3 3 55 19 14 45 13 35
Cambio de condiciones ambientales a 2.75 1.5 3.5 3.75 3.5 3.63 3.63 3.75 3.75 3.63 3.88 3.75
Zonificación de la unidad de producción c 1 1 1 4 5 1 3 3 3 3 2 1
Número de unidades de producción 2 2 1 3 2 1 1 1 1 1 2 2
Area de la unidad de producción 4.5 5 15 12 5 3.5 6 50 8 108 28 12
Número total de parcelas 5 5 17 7 5 4 8 9 8 6 9 6
Area cultivada con tuberosas nativas 1.75 1.4 6.37 1.33 1.94 3.2 4.5 6.5 3.87 8 6.02 5.55
Número de parcelas en zona baja 0 0 0 3 5 0 0 0 0 0 0 0
Número de parcelas en la zona intermedia 0 0 0 4 0 0 8 9 8 6 5 0
Número de parcelas en la zona alta 5 5 17 0 0 4 0 0 0 0 4 6
Idioma del jefe de familia d 2 2 2 2 2 2 1 1 1 1 1 1
Edad a la quue el jefe de famlia se hizo 1 1 1 1 0.5 0.25 1 1 1 1 1 1
agricultor e
Número de variedades recibidas como regalo 9 35 15 35 5 35 90 50 30 50 50 250
Origen de la tierra cultivada f 1 0.25 1 0.5 1 1 1 0.5 0.75 0.75 1 1
Edad dl jefe de familia 33 41 48 56 57 36 41 55 56 50 39 29
Edad como agricultor independiente 25 23 17 23 25 24 22 18 24 22 18 12
Número de tradiciones agrícolas practicadas 0 1 3 2 1 2 1 5 2 2 6 3
Incentivos de practices agrícolas a los niños 2 0 2 0.67 0 1.33 2.33 3 3 3 3 1
120
CAJAMARCA
HUACCHA 289 19 14 9 331 65.3
ABANTO, S. 133 16 12 7 168 33.1
CARRERA 67 16 14 6 103 20.3
ABANTO, P. 66 13 7 5 91 17.9
ROJAS 57 17 8 3 85 16.8
CABRERA 52 10 6 3 71 14.0
RABANAL A., P. 44 12 6 3 65 12.8
RABANAL V., J. 44 5 2 3 54 10.7
VARGAS 28 20 2 2 52 10.3
MARIÑAS 32 9 3 3 47 9.3
MUÑOZ 32 4 2 1 39 7.7
MARIN 26 8 2 3 39 7.7
VÍLCHEZ 12 12 2.4
Total de variedades
402 62 27 16 507 100.0
diferentes
HUÁNUCO
FERNÁNDEZ 252 56 25 45 378 25.5
NOLASCO, M. 192 53 40 48 333 22.5
ANTONIO 203 59 16 35 313 21.1
ROSADO 139 54 18 55 266 17.9
HILARIO 177 31 29 17 254 17.1
GACHA, N. 160 27 19 28 234 15.8
ALEJO, S. 154 41 13 19 227 15.3
ALEJO, T. 139 42 12 16 209 14.1
SÁNCHEZ C., J. 138 15 15 6 174 11.7
SÁNCHEZ S., G. 111 28 15 13 167 11.3
SÁNCHEZ V, E. 128 13 11 13 165 11.1
NOLASCO, A. 125 12 7 6 150 10.1
JARA, E. 108 14 4 3 129 8.7
GACHA, Z. 77 28 10 14 129 8.7
AQUINO 57 24 15 14 110 7.4
Total de variedades 100.0
910 240 141 192 1483
diferentes
122
Cuadro 5. Riqueza de variedades tradicionales de tuberosas por ciclo agrícola, número de parcelas y área cultivada por familia
Número de variedades de tuberosas Riqueza Número de Promedio annual
Region Agricultor
Ciclo 1 Ciclo 2 Ciclo 3 Ciclo 4 promedio anual parcelas de área cultivada
Cuadro 6. Parientes silvestres de tuberosas nativas identificadas, sus nombres locales e información acerca de
su uso y manejo.
Cuadro 7. Valores de índices analizados como factores que influencian la riqueza de variedades de tuberosas. Mayores detalles en la explicación
metodológica y el significado de los resultados pueden consultarse en Velásquez-Milla (2009) y Velásquez-Milla et al. (2011).
Número Número Area de tierra Indice de Índice de Index of Índice de Índice de tamaño Índice de fuerz de
Extensi
de de cultivada con Distribució identidad Traditional autosufciencia familiar trabajo familiar
ón total
unidade parcelas tuberosas 2001- n de cultural Agricultural
AGRICULTOR de las
s de cultivada 2005 parcelas Management
unidade
produc s por (ha)
s (ha) IPD ICI Level ITAM Level ISS Level IFS Level ILH Level
ción unidad
CAJAMARCA
Alimarca ABANTO P 2 4,5 5 1,8 0.29 0.18 Very 0.44 Middle 0.06 Very low 0.36 Middle 0.36 Small
weak
Alimarca ABANTO S 2 5,0 5 1,4 0.29 0.21 Weak 0.45 Middle 0.22 Low 0.55 Numerous 0.55 Middle
Trascorral HUACCHA 1 15,0 17 6,4 1.00 0.43 Middle 0.63 Strong 0,44 Middle 1.00 Very numerous 1.00 Very big
Patiñico CARRERA 3 12,0 7 1,3 0.26 0.29 Weak 0.53 Middle 0.03 Very low 0.82 Very numerous 0.64 Big
Rambrán ROJAS 2 5,0 5 1,9 0.13 0.2 Weak 0.48 Middle 0.12 Very low 0.64 Numerous 0.64 Big
Carbón Alto CABRERA 1 3,5 4 3,2 0.24 0.29 Weak 0.53 Middle 0.32 Low 0.36 Middle 0.36 Small
HUÁNUCO
Monte Azul ROSADO 1 6.3 8 4,5 0.37 0.4 Middle 0.65 Strong 0,34 Low 0.91 Very numerous 0.91 Very big
Monte Azul ALEJO 1 50 9 6,5 0.41 0.69 Strong 0.55 Middle 0.49 Middle 0.73 Numerous 0.73 Big
Monte Azul AQUINO 1 8 8 3,9 0.37 0.46 Middle 0.62 Strong 0.63 High 0.91 Very numerous 0.91 Very big
Monte Azul FERNÁNDEZ 1 108 6 8,0 0.27 0.49 Middle 0.69 Strong 0.61 High 0.73 Numerous 0.73 Big
Huayllacayán SÁNCHEZ 2 21 9 6,0 0.46 0.77 Strong 0.59 Middle 0.6 High 0.36 Middle 0.36 Small
San Juan de Tingo ANTONIO 2 8 6 5,6 0.35 0.62 Strong 0.66 Strong 0.62 High 0.45 Middle 0.45 Middle
125
Cuadro 8. Eigenvectores de las variables más significativas en lost res components principales.
Figuras
Domesticación
En el Capítulo 1 mencionamos que el término domesticar proviene del latín domus que
significa casa, de manera que domesticar puede tener la acepción de llevar a la casa (domar,
llevar lo silvestre a la casa) o bien domesticar (hacer la casa, integrar algo como parte de la
casa). Ambos significados abren a su vez dos perspectivas igualmente importantes para el
análisis de la domesticación. Los dos conceptos significan “humanizar”, o incorporar a la
vida humana (domus es el término metafórico de ese proceso de humanización en última
instancia), a los elementos del entorno en un caso y al entorno mismo en el otro,
respectivamente (Casas et al., 1997, 2015a). La domesticación de especies en particular
opera con base en el manejo de la variabilidad que generalmente existe dentro de las
poblaciones de las especies que interesan a los seres humanos (Darwin, 1859, 1868;
Pickersgill, 2007; Casas et al., 2007, 2015a), mientras que la domesticación de ecosistemas
y paisajes involucra el acondicionamiento de los componentes y procesos del sistema
(Kareiva et al. 2007). En este último caso, por ejemplo, se puede alterar deliberadamente la
composición de las comunidades bióticas, incrementando la abundancia o la disminución
de algunas especies, así como determinar la presencia o la eliminación de otras, más o
menos favorables para los seres humanos, respectivamente (Casas et al. 1997; 2007). De
manera similar, los seres humanos pueden alterar la composición de elementos abióticos de
los ecosistemas; por ejemplo, pueden desviar el cauce de un río para desecar un área o para
inundar otra; o pueden modificar la topografía del terreno (terraplenes, surcos siguiendo
curvas de nivel o a favor de una pendiente para eliminar exceso de agua), todo ello con
propósitos específicos (Casas et al. 1997, 2014, 2015a, 2015b; Terrell et al. 2003; Staller
2006; Hoogesteger et al. 2016). A través de la domesticación del paisaje también se pueden
moldear procesos sistémicos; por ejemplo, se pueden establecer barreras para contener
agua, suelo o mitigar la incidencia o la fuerza del viento y con ello modificar las
condiciones de humedad, fertilidad de suelos, protección de componentes y otros aspectos
ecológicos del sitio de acuerdo con una intención (Blancas et al. 2010, 2013, Moreno-
Calles et al. 2010, 2012, 2013; Vallejo et al. 2013, 2014; Hoogesteger et al. 2016). Dijimos
también en el Capítulo 1 que la domesticación es un proceso deliberado; es decir, opera de
acuerdo con propósitos. Darwin (1859, 1868) distinguió entre selección artificial
“consciente” y selección “inconsciente”, pero ambos términos fueron expresados en un
sentido relativo. Darwin (1859, 1868) se refería como ‘selección consciente’ a los procesos
de cruza y selección sistemática que utilizaban los clubes de criadores de pichones, perros,
cerdos, gallinas, y otros animales domésticos, los cuales proliferaban en la Europa del Siglo
127
XIX, versus la lenta selección de animales o plantas seleccionados debido a sus mejores
atributos para determinar una nueva progenie en un contexto campesino. En los dos
procesos hay consciencia, intención, en una es más sistemática y explícita que en la otra, en
uno los resultados de la domesticación son más rápidos, en el otro más lentos. Pero en
ambos casos hay intencionalidad de ajustar la naturaleza a los requerimientos humanos.
Figura 1. Ejemplos de domesticación del paisaje. Arriba, domesticación de sistema lacustre para
establecimiento de asentamientos en islas flotantes ‘uros’ en el Lago Titicaca. Abajo, obras hidráulicas
en Tipón, Cusco que ilustran acondicionamientos del paisaje para domesticar una cuenca.
el momento de llevar a cabo el desgrane de maíz, cuando los actores del proceso (principalmente
mujeres) seleccionan los mejores atributos de los maíces que serán semilla de la siguiente generación.
Darwin y la domesticación
Charles Darwin fue el primer científico que elaboró teoría en torno a los procesos de
domesticación. El primer capítulo de su obra más famosa El Origen de las Especies a
Través de la Selección Natural (Darwin 1859) está dedicado a analizar los procesos de
variación bajo domesticación. La principal preocupación teórica de Darwin a lo largo de su
obra fue explicar los procesos que originaron la diversidad biológica que pudo observar en
su travesía por el mundo a bordo del Beagle. En efecto, el viaje en el Beagle permitió a
Darwin (1845, 1877) observar diferencias marcadas y sutiles entre un amplio espectro de
132
grupos de organismos. Son famosas sus observaciones sobre las características de los picos
de los pinzones en el archipiélago de las Islas Galápagos y su relación con sus hábitos
alimenticios, las de balanos y una gran diversidad de moluscos, entre otros. Los grandes
desafíos teóricos de Darwin eran explicar tanto el origen de tales variaciones y su relación
con las asombrosas adaptaciones que describió es sus obras y que aún maravillan a los seres
humanos que revisan su obra y observan la naturaleza.
de gen era algo difuso y mucho menos se tenía alguna idea acerca de su relación con esta
molécula. Mendel publicó sus trabajos clásicos en 1866, después de que Darwin publicara
El Origen de las Especies, pero Darwin desconoció los valiosos experimentos que acuñaron
las famosas leyes de Mendel, las cuales fueron valoradas hasta principios del Siglo XX con
los trabajo de Hugo De Vries (Jacob, 1989). Darwin reconoció que la herencia de las
características era parte fundamental para la comprensión de la transmisión de la variación
a lo largo del tiempo. La herencia como memoria de la variación. Se percató de que los
rasgos adquiridos (la pérdida de una estructura, por ejemplo) no se heredan, mientras que
otros rasgos pasan de una generación a la siguiente, pero su idea de la herencia era un tanto
confusa y especulativa, a diferencia de la evidencia empírica de Mendel.
Figura 3. Divergencia generada por selección artificial. En la parte superior una de las ilustraciones
presentada por Darwin en su libro Variación de Plantas y Animales bajo Domesticación. En la parte
134
inferior una mazorca de teocintle (Zea mays subsp. parviglumis) y a la derecha diferentes variedades de
maíz seleccionados como semilla por un agricultor en México (Foto: Ricardo María Garibay).
ambos tipos de procesos son relevantes para entender la evolución de los organismos en
general y los organismos bajo proceso de domesticación en particular. Hemos dicho ya que
la domesticación es un proceso evolutivo que ha contribuido a entender los procesos
evolutivos que operan en la naturaleza y desde los tiempos de Darwin hasta la actualidad
continúan aportando importante información para desarrollar teorías generales sobre
evolución biológica. De la misma manera, los estudios evolutivos bajo procesos naturales
han contribuido sustancialmente a entender la combinación de fuerzas evolutivas que
influyen en los procesos de domesticación. Las fuerzas a las que haremos referencia en los
siguientes apartados de este capítulo son: (1) selección, (2) flujo génico, (3) deriva génica y
(4) endogamia.
Casas et al. 1997, 1999a). En la selección natural se trata de atributos que permiten a los
organismos mayor probabilidad de escapar de un depredador, poseer mayor cantidad y
calidad de compuestos químicos que le otorgan capacidad de defensa contra el ataque de
herbívoros o la capacidad de soportar presiones de aguas profundas para alcanzar
alimentos. También se involucran atributos relacionados con la fecundidad, es decir, la
capacidad de dejar una mayor descendencia. Por ejemplo, hay organismos que producen
pocos gametos (espermatozoides o polen) o tienen mejores atributos para el apareamiento o
para la atracción de polinizadores (Casas et al. 1999b, Figura 5). Estas diferencias
constituyen variaciones en la adecuación y marcan pautas fundamentales en los procesos de
selección natural. De manera similar operan los mecanismos de selección artificial, pero en
este caso, son los seres humanos quienes con sus cuidados procuran la supervivencia y la
reproducción de los organismos de su mayor interés, de acuerdo con los atributos que desde
el punto de vista social, económico, cultural, ecológico y tecnológico resultan de su mayor
conveniencia. En ambos casos, los procesos selectivos involucran el favorecimiento de una
fracción de la variabilidad y el desfavorecimiento o eliminación de otra (Figura 6).
Figura 5. La selección, natural o artificial, opera sobre variaciones que afectan el éxito reproductivo y
la sobrevivencia. En la imágen superior se muestran diferentes especies de cactáceas columnares y sus
visitantes florales, los cuales pueden visitar diferencialmente las flores en función de su posición en las
ramas, la cantidad de polen, la cantidad de néctar que ofrecen a los visitantes como recompensa y su
variación en la adecuación se puede evaluar en términos de la proporción de flores que son polinizadas
o no y la proporción de óvulos que llegan a convertirse en semillas. La imagen inferior representa en el
círculo de la izquierda una población de trigo silvestre en la que predominan plantas cuyo raquis se
desarticula fácilmente y los frutos o cariópsides se liberan fácilmente. Se ilustra la presencia de un
fenotipo favorable para los seres humanos con frutos de mayor tamaño y cuyo raquis permanece sin
desarticularse tan fácilmente. Este trigo variante en condiciones naturales tiene pocas posibilidades de
reproducirse pues los frutos no se liberan fácilmente. Sin embargo, en un ambiente humanizado, este
fenotipo sobrevive y se reproduce más exitosamente debido a su preferencia por los seres humanos y,
en consecuencia el cuidado de su supervivencia y propagación y cuidado de sus cariópsides.
137
Figura 6. Esquema general de los procesos de selección artificial. El círculo de la izquierda representa
con distintos símbolos variantes existentes en una población parte de la cual resulta favorable para los
seres humanos por sus atributos utilitarios y otros criterios culturales, de manera que la población
resultante del proceso selectivo involucra una mayor frecuencia de los individuos o variantes
favorecidas y una menor frecuencia o incluso la eliminación de aquellas variantes que no le son
favorables a los seres humanos. Los procesos de selección artificial involucran favorecer la
sobrevivencia y reproducción de aquellos organismos de interés humano, un mecanismo análogo a la
sobrevivencia y reproducción diferencial determinada por factores naturales en los procesos de
selección natural.
animales. Pero entre estos extremos podemos identificar procesos de crianza incidental, por
ejemplo la adopción de cachorros que llegan a convertirse en mascotas. Numerosas
especies han sido adoptadas de esta manera por los seres humanos desde la antigüedad.
Pero la crianza sistemática similar a la de los Meliponini puede observarse en los restos
arqueológicos de Casas Grandes Chihuahua, en donde las excavaciones encontraron
estructuras con restos de guacamayas y pericos en distintas fases de desarrollo (Azúa 1996),
los cuales sugieren más que una adopción accidental, un manejo sistemático que, sin
embargo, no llegó a una domesticación con rasgos distinguibles de los parientes silvestres.
Figura 7. Ejemplos de selección artificial en vertebrados (a), el patrón más común es la selección de los
machos (sementales) y hebras reproductivas, procurando que posean los atributos más favorables de
acuerdo con su uso, gusto, costumbres y elementos culturales más generales. En los incisos (b) y (c) se
ilustra el manejo de organismos reproductivos (zánganos y reinas) en colonias de Apis mellifera. El
inciso (d) ilustra un mecanismos de crianza de abejas nativas de México sin aguijón (Melliponini) en el
que no se ha documentado un proceso selectivo como en Apis mellifera, pero sí su crianza con el
propósito de asegurar la disponibilidad de los recursos que producen (miel y cera). En este último caso
la investigación de procesos selectivos es un tema aún abierto a futuros estudios.
pescadores o forestales extraen los individuos de mayor talla, la presión selectiva opera a
favor de las menores tallas, lo que con el tiempo resulta inconveniente para quienes
aprovechan los recursos. Es quizás la consciencia de este proceso uno de los factores que
motivó la implementación de prácticas para procurar aumentar la adecuación de los mejores
recursos (Casas et al. 1997; Blancas et al. 2010, 2013; Torres et al. 2014). De esta manera,
en la recolección pueden presentarse estrategias para proteger a los mejores individuos
como reproductores. De manera similar, en la tolerancia la gente deja en pie selectivamente
aquellos fenotipos más convenientes de algunas especies, los cuales reciben algunos
cuidados especiales y mediante el manejo a partir de la promoción, estos fenotipos incluso
aumentan su densidad poblacional mediante distintas estrategias selectivas (Casas et al.
1997; Blancas et al. 2010, 2013). El cultivo, trasplante y propagación selectiva de estos
fenotipos, son todas estrategias de distinta intensidad que contrarrestan el posible efecto de
la recolección simple abatiendo la adecuación de los fenotipos favorables. Tales estrategias
de manejo en principio pueden operar, entonces, con el fin de asegurar la disponibilidad de
los mejores fenotipos (Casas et al. 1997; Blancas et al. 2010, 2013). Pero la selección
artificial brinda las capacidades para incluso aumentar la calidad de los fenotipos
favorables, exacerbando aquellos rasgos que son de interés humano. Tal selección puede
operar bajo una amplia gama de mecanismos. La más común, que opera en las plantas
anuales cultivadas, principalmente cereales y leguminosas, sobre las cuales se seleccionan
los atributos de los frutos y semillas, la selección opera apartando del stock del consumo los
propágulos sexuales más vigorosos o las de plantas con atributos vegetativos favorables
observados durante el proceso de cultivo y cosecha (Figura 8). La segregación de caracteres
puede estar presente, aunque en menor probabilidad que en plantas en las que predomina la
polinización cruzada.
En todos los casos, sean especies anuales o perennes, la naturaleza del sistema
reproductivo puede ser determinante en las estrategias de selección. La fijación de
características favorables se logra más fácilmente en organismos con autopolinización y
más directamente aún en aquellos organismos con propagación vegetativa (Casas et al.
1997, 1999b). En ambos casos, sin embargo, los agricultores deben enfrentar problemas
asociados con la disminución de la diversidad genética en sus poblaciones cultivadas. En el
primer caso la autopolinización o polinización cruzada entre individuos cercanamente
emparentados favorece la endogamia y por lo tanto el decremento de la diversidad genética.
En el caso de los cultivo con propagación clonal la diversidad genética puede ser
extraordinariamente baja. Son conocidas grandes catástrofes en la producción de cultivos
con propagación vegetativa tales como cacao, papa, vid, caña de azúcar, especialmente en
la segunda mitad del siglo XIX (Hawkes, 1986; Evans 2003). Pero los problemas son
vigentes, tan estrecha diversidad genética significa enormes riesgos en los cultivos por su
vulnerabilidad al ataque de patógenos, herbívoros y heterogeneidad ambiental.
práctica varios mecanismos de selección (Casas et al. 1997). Es frecuente que los
agricultores seleccionen semillas de los fenotipos madre más adecuados de acuerdo con sus
requerimientos y criterios culturales. Se practica un segundo nivel de selección en la
progenie en las etapas tempranas (plántulas o juveniles), adoptando como criterio selectivo
el vigor de las plantas de la progenie. Posteriormente, cuando las plantas longevas llegan a
ser productivas, los agricultores aprecian la calidad de sus productos y toman la decisión de
dejar o remover las plantas menor o mayormente convenientes, respectivamente (González
Soberanis y Casas 2004). En este caso la selección artificial opera en tres fases principales,
aunque los procesos suelen ser más complejos en algunas especies (Figura 8).
ilustra triples procesos selectivos en plantas de ciclo de vida largo (en el caso ilustrado Sideroxylon
palmeri, especie en la cual se seleccionan frutos de una planta madre apreciada por sus atributos, la
plántulas más vigorosas producidas y, finalmente, las plantas productoras de los mejores frutos al
alcanzar la madurez reproductiva (González-Soberanis y Casas 2004).
se le conoce como selección direccional. También puede ocurrir que los tamaños promedio
de una población sean los favorecidos y en este caso, aunque existe selección no se
apreciarán cambios en la distribución de frecuencias de los tamaños; a este mecanismos se
le denomina selección estabilzadora. Y finalmente, cuando la selección se dirige a
favorecer los extremos de valores de una distribución de frecuencia de caracteres,
pongamos por ejemplo un linaje de maíces con mayor cantidad de aceite y otro con menor
cantidad de aceite, encontraremos como resultado del proceso una divergencia a partir de
selección disruptiva. Los organismos domesticados se encuentran sujetos a presiones de
selección artificial que favorecen ciertos rasgos y a selección natural que favorecen otros.
Ello constituye un ejemplo de selección disruptiva (Figura 9). Pero junto a la selección,
otras fuerzas evolutivas también influyen en el resultado de la domesticación, como
veremos a continuación.
Figura 9. Tipos de selección. En general, las teorías sobre selección reconocen tres grandes patrones, la
selección direccional (a la izquierda) en la cual la fuerza selectiva opera favoreciendo a un rasgo, en el
caso que se ilustra, la flecha indica que la selección artificial favorece el tamaño mayor de la mazorca
de maíz, a lo largo del tiempo, el tamaño promedio poblacional de la mazorca incrementará (gráfica
inferior). La selección estabilizadora (gráficas de en medio, ilustran que la selección desfavorece a los
extremos y favorece a los tamaños promedios; como resultado, a lo largo del tiempo el tamaño
promedio de la mazorca mantendrá una distribución normal estable. La selección disruptiva (gráficas
de la derecha) indica que la selección favorece los extremos y desfavorece los valores promedio. En el
caso que se ilustra la selección favorece la menor y mayor cantidad de aceite en las semillas,
respectivamente, lo que da como resultado una divergencia en las calidades fenotípicas de las semillas a
lo largo del tiempo.
de las poblaciones cultivadas, y sus posibles inconvenientes para los agricultores cuando las
progenies presentan rasgos silvestres indeseables, los cuales comúnmente son eliminados a
través de selección artificial. Pero también hemos documentado los casos de cactáceas
columnares del género Stenocereus (Casas et al. 1999; Parra et al. 2009) en los que la gente
del Valle de Tehuacán, en México, transportan continuamente propágulos vegetativos de
plantas silvestres con atributos favorables a sus plantaciones domesticadas, o bien, dejan en
pie plántulas o plantas juveniles que se establecen en sus huertos transportadas en las heces
de aves pues ocasionalmente de esas plantas surgen variedades interesantes, entre ellos
híbridos de Stenocereus pruinosus y S. stellatus que tienen la particularidad de producir
frutos en las temporadas en las que lo hacen ambas especies (abril a mayo y agosto-
septiembre, respectivamente). También hemos hecho referencia a la relevancia de analizar
el flujo génico desde las plantas cultivadas hacia las poblaciones silvestres. Los rasgos
domesticados que pasan a las poblaciones silvestres confieren a la progenie que los
adquiere una baja adecuación y son en consecuencia eliminados por selección natural. Sin
embargo, hoy en día la mayor preocupación en este contexto se presenta en relación con
organismos genéticamente modificados, cuyas características pueden transferirse a las
poblaciones silvestres sin necesariamente afectar su adecuación y, por tanto, incorporar
genes artificiales en las poblaciones silvestres cuyas consecuencias son inciertas y pueden
representar riesgos para las poblaciones naturales. Hasta ahora son pocos los estudios de
estos procesos, pero existen registros de transgenes en poblaciones silvestres de calabaza
(Wegier et al. 2011; Cruz-Reyes et al. 2015). Y ante la incertidumbre de las consecuencias
potenciales, los conservacionistas han apelado al principio precautorio pues se desconoce la
magnitud que puede adquirir el daño a las poblaciones silvestres. El estudio del flujo génico
entre parientes silvestres y cultivos domesticados constituye, por lo tanto, un tema relevante
de bioseguridad. El flujo génico entre variedades domesticadas es muy frecuente y puede
ser favorecido o prevenido deliberadamente con la intención de explorar posibles variantes
nuevas o mantener linajes, respectivamente. El ejemplo del flujo génico dirigido
deliberadamente de propágulos silvestres a plantaciones domesticadas y el manejo a favor o
en contra ilustran que este proceso evolutivo es deliberado como la selección artificial, y
este flujo génico artificial debe considerarse como una fuerza evolutiva del proceso de
domesticación de suma importancia.
La deriva génica, como expusimos anteriormente es una fuerza evolutiva que puede
alterar la frecuencia de los genes en las poblaciones debido a procesos aleatorios de distinta
naturaleza. Por ejemplo, en la Figura 11 ilustramos un caso en el que dos espermatozoides
con genes distintos tienen la misma probabilidad de fecundar al óvulo que se ilusttra en la
figura, pero solo uno de ellos lo hará y el resultado de que sea uno u otro afectará la
frecuencia de los alelos y de los genotipos. El resultado de este proceso es la fijación o
eliminación aleatoria de un gen y, por lo tanto, el favorecimiento de la homocigosidad
(Ridley 2005; Futuya 2013). Al ser un proceso aleatorio, la fuerza con la que la deriva
génica puede influir en tales cambios es afectada por el tamaño poblacional, pues los
cambios son más notorios en poblaciones pequeñas. El tamaño pequeño de las poblaciones
puede deberse naturalmente a catástrofes, a colonizaciones de nuevas áreas, por ejemplo y
en ambos casos la muestra de genes que inician una nueva población puede diferir
sustancialmente a la que existía en la población original (Figura 11). Al manejar fracciones
de organismos en pequeños lotes o parcelas, las sociedades rurales frecuentemente generan
145
condiciones que favorecen la deriva génica. Sin embargo, es difícil afirmar que estos
procesos sean intencionales. Alcorn (1984) observó entre los huastecos o teenek de México
esta situación y es posible apreciarlo en el manejo de parches de vegetación y la
fragmentación del paisaje, así como en los huertos familiares. Pero no es posible establecer
que tal acción obedece a una intención relacionada con cambios percibidos en los
organismos así manejados. No lo es ni en el contexto de procesos de domesticación
campesinos ni en condiciones de domesticación asociada a técnicas modernas. Sin
embargo, la influencia de la deriva génica en los procesos evolutivos bajo domesticación es
de particular importancia pues el manejo selectivo de fracciones de la diversidad genética
de poblaciones de organismos determina cuellos de botella, principios fundadores y
tamaños pequeños de las poblaciones que influyen significativamente en los procesos
evolutivos.
146
Figura 10. El flujo génico involucra el movimiento de genes entre poblaciones a partir de
desplazamiento espacial de individuos reproductivos, gametos y propágulos. Puede haber movimientos
“unidireccionales” netos cuando están en interacción poblaciones numerosas y poblaciones pequeñas.
También pueden estar en contacto poblaciones distantes a través de poblaciones en posiciones
espaciales intermedias. El cuadro de abajo ilustra la evaluación de flujo génico indirecto entre
poblaciones silvestres y manejadas de especies de cactáceas columnares. Cuando el indicador Nm
(número de migrantes es mayor que 1 se considera un valor alto de flujo génico y baja diferenciación
genética entre poblaciones, cuando es menor a 1 el valor es bajo y se espera diferenciación genética
entre poblaciones o mayor estructura genética).
de los diferentes procesos han sido motivo de debate. En principio, el manejo tradicional
ocurre a las tasas más lentas y utiliza los genes que surgen naturalmente en las poblaciones
silvestres o cultivadas. Los genes silvestres presentes en organismos domésticos y que
resultan visibles y desventajosos, son eliminados por selección artificial; por el contrario,
los genes domésticos que se transfieren a las poblaciones silvestres y que afectan la
adecuación de los organismos que los presentan, son eliminados por selección natural. El
fitomejoramiento o la zootecnia involucran la manipulación de la variabilidad, la
reproducción y la selección de organismos y al hacerlo la domesticación es más rápida. El
paso de caracteres domesticados a poblaciones silvestres es eliminado de manera similar
por selección natural y puede pasar a enriquecer la diversidad genética de otras poblaciones
domesticadas. La mayor preocupación existe en torno a los genes que a través de la
ingeniería genética son transferidos de organismos filogenéticamente distantes y cuyos
resultados en términos de codificación de proteínas y caracteres fenotípicos puede alterar el
desempeño de la progenie sobre la salud de los organismos que consumen proteínas
desconocidas o capacidades que alteren ventajosa o desventajosamente su adecuación,
determinando riesgos en poblaciones, comunidades y ecosistemas.
Los retos de acelerar los procesos de domesticación son reales en la medida en que
los factores del cambio global son una realidad operando de manera más rápida que nunca
antes en la historia planetaria (Barnosky et al 2011; Bellard et al. 2012). En este contexto,
el mantenimiento de los mecanismos que generan variabilidad genética y la operación de
los procesos que la moldean de acuerdo con los nuevos contextos culturales y ecológicos,
es el principal reto para el manejo de recursos genéticos. Existen criterios valiosos del
contexto cultural tradicional que son determinantes en el mantenimiento y generación de
diversidad de recursos genéticos. El uso de la diversidad constituye un motor fundamental
para mantener vivo el proceso diversificador. Pero también existen herramientas tanto
tradicionales como modernas que permitirían elevar las tasas de diversificación. El
fitomejoramiento participativo, por ejemplo, consiste en poner a la disposición de los
seleccionadores tradicionales nuevas herramientas para continuar sus propios criterios de
selección y generación de diversidad empleando herramientas surgidas de las
aproximaciones modernas del fitomejoramiento y zootecnia (Brush 2004). Igualmente,
otros procesos biotecnológicos que existen en la actualidad podrían incluirse en programas
de fitomejoramiento participativo capaces de respetar la cultura, los ecosistemas, los
recursos genéticos nativos, al mismo tiempo que fortalecen las capacidades de los
manejadores de recursos genéticos Para enfrentar los grandes retos de seguridad y
soberanía alimentaria en el contexto de cambios globales tan severos que surgen de
procesos industriales asociados, entre otros procesos, a la propia producción de alimentos.
La sustentabilidad del manejo de los recursos genéticos se basa en mantener vivos los
procesos de domesticación y estos procesos tienen una base cultural, una ecológica y una
tecnológica fundamental. Más que mantener uno u otro recurso particular, la
sustentabilidad del manejo de recursos genéticos radica en mantener de forma sustentable
los procesos de domesticación.
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centros importantes de origen de plantas cultivadas: (a) China, (b) el suroeste de Asia
incluyendo Egipto, y (c) América Tropical. Propuso que las regiones de China y América
Tropical fueron centros claramente independientes entre sí y con una larga historia agrícola,
mucho antes de que sus cultivos fueran conocidos a Europa desde el suroeste de Asia.
Las propuestas de De Candolle fueron revisadas y analizadas por Vavilov (1922, 1926,
1951, 1992, Figura 1), un importante botánico y genetista ruso, quien buscó identificar los
centros de origen con base en criterios adicionales. Poniendo especial énfasis en algunos de
los argumentos de De Candolle, para Vavilov resultaba crucial la presencia los parientes
silvestres más probables reconocidos en su época, así como la evaluación de los patrones de
diversidad morfo-fisiológica de las plantas analizadas. Si bien De Candolle (1882)
consideraba que detectar la presencia de los parientes silvestres era fundamental para
identificar un centro de origen de plantas cultivadas, Vavilov (1926,1951) discutió que no
siempre es posible identificar a los ancestros directos de todos los cultivos, pues algunas de
estas especies solo se conocen en su condición domesticada. Hoy sabemos que para algunas
especies domesticadas su ancestro silvestre pudo haberse extinto o son de origen híbrido y,
frecuentemente, los ancestros no son claramente identificables con base en criterios
morfológicos. En casos como el maíz, por ejemplo, durante décadas se discutió su posible
origen híbrido entre especies del género Tripsacum y teocintles, alternativamente se
propuso por algunos autores un linaje propio de maíz cuyo ancestro silvestre se extinguió.
Para numerosas especies importantes ha sido hasta recientemente que la filogenia
molecular ha hecho posible corroborar o replantear la identidad de los ancestros silvestres,
por lo que el cuestionamiento de Vavilov tenía mucho sentido. De acuerdo con Vavilov,
algunos de los ancestros determinados como tales por De Candolle eran grupos reducidos,
con poca variación morfológica, aislados y que no podían explicar la amplia variación
encontrada en el taxón cultivado (Vavilov, 1926, 1951). Zohary (1970) discutió esta
reflexión de Vavilov y observó que un área de máxima diversidad de parientes silvestres no
necesariamente coincide con la magnitud de la diversidad de variedades en dicha región y
viceversa.
Figura 2. Los centros de origen propuestos por N. Vavilov (modificado de Vavilov, 1992). Se incluye
información sobre algunas de las especies domesticadas más representativas en el área y las
estimaciones de la antigüedad d los restos más tempranos de domesticación sistematizados en el trabajo
d MacNeish (1992).
Vavilov (1926, 1951, 1992) definió los centros de origen de plantas cultivadas como
regiones de máxima variación, que usualmente incluye características y formas endémicas,
y constituyen áreas focales de la formación de tipos. Plantea que en estos sitios, con
frecuencia se pueden hallar caracteres genéticos dominantes en la parte central de su rango
de distribución, diferenciándose de las de la periferia, que pertenecen generalmente a
formas recesivas. Los centros de origen de plantas cultivadas en general son los centros de
mayor diversidad de variedades específicas, pero Vavilov advirtió la distinción entre
centros primarios y secundarios de diversidad. A los primarios los definió como áreas de
aparición inicial de los cultivos, y a los secundarios como aquellas que también poseen una
alta diversidad intraespecífica, pero que se encuentran distantes de los centros primarios
donde se originó su domesticación. Estos últimos son resultado de la rápida y simultánea
dispersión de algunos cultivos a otras regiones en contextos ecológicos y culturales
diversos (Harris, 1990).
Siguiendo una propuesta similar, Zohary (1970) propuso distinguir entre “centros of
origen”, como áreas en donde se originó la domesticación de un cultivo (un concepto
análogo al de “centro primarios” propuesto por Vavilov, 1992), y “centros de diversidad”
(concepto análogo al de “centros secundarios” propuesto por Vavilov, 1992), los cuales
sucedieron a la domesticación de una especie. Los centros secundarios de diversidad
pueden identificarse a través de información genética, morfológica, lingüística,
arqueológica y etnobotánica. La diversificación morfológica es una consecuencia de la
domesticación (Pickersgill, 2007), y la presencia de numerosas variantes de una especie
cultivada refleja cuán activa ha sido la influencia de los procesos diversificadores humanos
y naturales, así como la intensidad de interacción genética con los parientes silvestres, los
160
cuales, como hemos dicho, suelen ser grandes reservorios de diversidad genética y tienen
una gran capacidad de introgresión con los cultivos (Ellstrand, 2003). Asimismo, cuenta
mucho en este proceso qué tan continuo es el movimiento e intercambio de semillas entre
agricultores, localidades, regiones y continentes (Pautasso et al., 2013).
I. El Centro Chino, para esta región Vavilov reconoció cerca de 140 especies diferentes, y
entre las más antiguas se cuentan arroz y mijo como cereales y legumbres, como la soya.
IIa. El Centro Indo-Malayo, que incluye Indonesia y Filipinas, donde se distribuyen además
de los cultivos comunes en toda la región cultivos particulares, como algunos tubérculos,
principalmente Dioscorea spp., Tacca, entre otras especies, así como también frutales, la
caña de azúcar, entre otras especies, reconoció 55 especies de cultivos.
161
III. Suroeste Asiático o el centro Asiático interior o (Tadjikistan, Uzbekistán, etc.), donde
se hallan trigos, centenos, y muchas legumbres herbáceas, así como raíces sembradas de
semillas, y frutales, alrededor de 40 especies.
IV. Asia Menor (incluyendo Transcaucasia, Irán y Turkmenistán), con trigo, centeno,
avena, semillas y legumbres forrajeras, frutales, entre otras más de 80 especies de cultivos
que identificó en el área.
VII. Centroamérica y Sur de México, importante por el maíz, diferentes, diferentes especies
de Phaseolus y cucurbitáceas. También reconoció que en esta zona se originaron otras 50
especies de cultivos.
VIII. Andes, Paraguay, Brasil o región Andina Sudamericana (Bolivia, Perú, Ecuador),
importante por ser centro de origen de las papas, otras tuberosas, raíces, granos andinos,
vegetales, especies, frutales y drogas (cocaína, quinina, tabaco, etc.). En esta zona
documentó el centro de origen de cerca de 45 especies.
VIIIa. El sub-centro chileno, sólo cuatro especies, fuera del área principal de
domesticación, uno de ellos es Solanum tuberosum, derivado del Centro Andino.
Durante la década de los 1930’s, la propuesta de Vavilov constituyó una importante fuente
de hipótesis para los arqueólogos interesados en rastrear los orígenes de la agricultura, la
vida sedentaria y la civilización, procesos todos que, de acuerdo con Gordon Childe
(Childe, 1936), debían estar concatenados. Los arqueólogos estadounidenses Robert John
Braidwood y Linda Braidwood, iniciaron sus exploraciones en el Medio Oriente en 1938,
en el valle del río Amuq, Siria, reconstruyendo una de las cronologías clásicas del origen de
la civilización en un conjunto de sitios en los valles de los ríos Tigris y Éufrates. Fueron de
las primeras cronologías indirectas, en ausencia aún de técnicas de decaimiento radiactivo
de Carbono 14. Las expediciones de los Braidwood se interrumpieron durante la Segunda
Guerra Mundial y fue en el periodo de posguerra que continuaron sus estudios y las
publicaciones relevantes del proyecto. En 1949 Willard Libby desarrolló la técnica de
162
Hoy en día, el Medio Oriente, en particular la zona conocida como Creciente Fértil,
es reconocida como la zona más antigua de domesticación y agricultura en el mundo, con
una antigüedad de alrededor de 11,500 años y en donde se domesticaron cereales como el
trigo, la cebada, la avena, leguminosas como la lenteja, el garbanzo, una gran variedad de
hortalizas, animales y microorganismos asociados a la elaboración del pan, cerveza y otros
alimentos. Es el centro civilizatorio más antiguo que se conoce, con numerosas ciudades
(civilización es un término que deriva del latín civitas, ciudad), entre las que destacaron los
núcleos mesopotámicos de Ur, Uruk, Eridu y Lagash que concentraron núcleos de entre
5,000 y 20,000 pobladores. Antes de estas ciudades, los primeros asentamientos sedentarios
se encontraron en Jericó, con una antigüedad de 11,500 años. Los estudios de Braidwood
(1960) encontraron evidencia de antiguas prácticas agrícolas en el Medio Oriente,
identificando trigo y cebada plenamente domesticados en estratos de aproximadamente
9,600 años antes del presente (Hillman y Davies, 1990; Zohary y Hopf, 1993).
A las expediciones del Creciente Fértil siguieron las de China, México, la Región
Andina de Perú, Ecuador y Bolivia y otras áreas, por otros investigadores, siguiendo en
todos los casos los sitios hipotéticos de los centros de origen propuestos por Vavilov. Harris
(1996) sugiere como sitio de origen de la primera economía basada en arroz y mijo
alrededor de 9500 antes del presente, en China. Para Mesoamerica, MacNeish (1967, 1992)
y Flannery (1986) identificaron los restos más antiguos de plantas domesticadas en estratos
de 9500 a 7000 años antes del presente; y entre las primeras plantas domesticadas destacan
especies de calabazas, chiles, el aguacate y amarantos. El maíz y los frijoles se
domesticaron aproximadamente 7000 años antes del presente (Hawkes, 1983). Estudios en
la región Andina identificaron restos de chiles y frijoles en estratos de 8500 a 8000 años de
antigüedad, así como algunas tuberosas, entre ellas las papas con cerca de 8200 años
(Harlan, 1975). Las primeras técnicas de fechamiento tuvieron amplios márgenes de error y
fueron criticadas por varios arqueólogos al asignar fechas equivalentes a todos los objetos
localizados en un estrato. Ya entre las décadas de los 1980’s y 1990’s muchas estimaciones
fueron calibradas con indicadores tales como el conteo de anillos en troncos de árboles, y se
desarrollaron nuevas técnicas como la espectrometría de masas que permitió hacer
fechamientos más precisos con pequeñas muestras de objetos individuales. De cualquier
manera las investigaciones de Vavilov y las que a continuación revisaremos, así como los
163
trabajos de los arqueólogos han sido fundamentales para contestar las preguntas de dónde y
cuándo pudieron iniciar los procesos de domesticación. Estos campos de investigación son
vastos y continuamente descubren nuevas piezas que permiten armar un inmenso
rompecabezas, pero hoy en día contamos con un panorama general de las dimensiones
espaciales y temporales de los orígenes.
Figura 3. La propuesta de centros (áreas punteadas A1, B1 y C1) y no-centros (áreas con líneas A2, B2
y C2) de origen de la agricultura desarrollada por Harlan (1971). Modificado de Harlan (1975).
164
Vavilov tuvo una gran influencia en los estudios de los orígenes de la agricultura, pero los
conceptos por él planteados continuaron evaluándose y discutiendo. Zohary (1970) planteó,
por ejemplo, que un centro de alta diversidad no es necesariamente un centro de origen de
plantas cultivadas como lo planteaba Vavilov (1926, 1951, 1992). Plantea que un “centro
de origen” corresponde al lugar donde se originó la domesticación (centros “primarios” de
Vavilov), que requiere diversas fuentes de evidencias; mientras que un “centro de
diversidad”, más directamente comprobable (centros “secundarios” de Vavilov), se refiere
puede ser un área de alta diversificación que puede ser o no el sitio deorigen de la
domesticación de una especie.
Cuadro 1. Centros nucleares y regiones de diversidad de plantas domesticadas (Con base en Hawkes,
1983).
Centros nucleares Regiones de Diversidad Centros menores
A. Norte de I. China 1. Japón
China
II. India 2. Nueva Guinea
III. Sureste Asiático 3. Islas Solomon, Fidji, y
Pacífico Sur
4. Noroccidente de Europa
Oriente V. El Cercano
Oriente
5. Estados Unidos, Canadá
VI. El Mediterráneo
6. El Caribe
VII. Etiopia
VIII. África 7. Sur de Chile
occidental
8. Brasil
C. Sur de
México
IX. Mesoamérica
D. Centro y
sur de Perú
X. Andes del norte
(Venezuela y
Bolivia)
Doebley (2006) propone que puede existir una amplia diversidad de centros de
domesticación, las cuales son regiones variables en su extensión geográfica, el número y
diversidad de especies domesticadas localmente y su potencial relativo como fuentes de
alimentos para los sistemas de producción de alimentos locales, regionales o mundiales, así
como en la velocidad en la que se desarrollaron economías basadas en especies
domesticadas y en qué tanto se expandieron a regiones adyacentes (Smith, 1998; Piperno y
Pearsall, 1998).
167
Figura 4. Centros de origen independientes y algunos cultivos representativos de las áreas referidas de
acuerdo con Doebley. Modificado de Doebley et al. (2006).
Para el Continente Americano, Piperno (2011) realiza una extensa revisión de los
sitios donde se han encontrado resto arqueológicos en las tierras bajas Neotropicales, que
son parte de las evidencias del origen independiente de la agricultura en esa región,
mostrando tanto los registros de cultivos de Mesoamérica y Sudamérica que datan de hasta
más de 10,000 años antes del presente para el caso de varias Cucurbitáceas, en el caso de
Las Vegas, Ecuador, o más de 9000 años en Siches y el Valle de Zaña en el Norte del Perú.
También registra el surgimiento de cultivos como el calabazo (Lagenaria siceraria),
pallares (Phaseolus lunatus), maní (Arachis hypogaea) entre otros (Cuadro 2).
Vavilov (1926, 1992) reconoció la importancia de las zonas montañosas como sitios
importantes de origen de plantas cultivadas, debido a la gran heterogeneidad ambiental y
diversidad de adaptaciones que influye la topografía montañosa. Identificó que tal
heterogeneidad no es únicamente debida a las condiciones ambientales sino también a
factores históricos, pues las grandes culturas que las conformaron se hallaban distribuidas
aisladamente. Vavilov identifica que los centros de origen de plantas cultivadas se
distribuyen principalmente en regiones montañosas de la región inter-tropical. Son los
casos de regiones que poseen gran diversidad de plantas que brindan alimentos, fibras,
medicinas a las poblaciones establecidas en zonas de Australia, el sur de África, o las selvas
tropicales de América del Sur, África y Asia, pero donde no hay indicios de domesticación,
o donde sólo algunas especies han sido recientemente manejadas y domesticadas (Hawkes,
1997). Las zonas con mayor diversidad de plantas silvestres no necesariamente han sido las
regiones de origen de plantas cultivadas. Esta alta diversidad se encuentra entre los 45-50º
de latitud norte y 35-40 ° de latitud sur. Sin embargo, sólo en ciertas áreas de esta región se
observan plantas que han sido domesticadas. En todos los casos orígenes de la agricultura y
la diversidad primitiva se produjeron en las regiones altas y complejos de montaña
(Hawkes, 1997).
Hawkes (1997) propuso que debido a la abundancia de recursos durante todo el año
en las selvas tropicales y la escasez de plantas comestibles en las llanuras y montañas del
sur de Europa, en estas regiones no se habrían domesticado plantas. Por el contrario, en las
altas montañas entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, se han domesticado la mayor
parte de los cultivos del mundo. Ahí las condiciones extremas de clima y altitud, la
marcada estacionalidad, la amplia variación de temperaturas y precipitaciones la
heterogeneidad fisiográfica habrían propiciado la diversidad de variantes dentro de especies
de cereales y legumbres cuyas semillas habrían sido muy apreciadas por los seres humanos.
En estas regiones los pobladores habrían ejercido constante presión de selección sobre estas
plantas y su interés habría resultado en la detección de variantes de fácil recolección que
posteriormente serían cultivadas y domesticadas.
168
De acuerdo con Zohary (1996, 1999), existen tres principales fuentes de evidencias
que contribuyen a contestar la pregunta de dónde se originaron los procesos de
domesticación de una especie: 1) la identificación de la ocurrencia e intensidad de efectos
fundadores; la mayor o menor intensidad en la reducción de diversidad genética bajo
cultivo con respecto a poblaciones silvestres puede reflejar un único evento de
domesticación, o múltiples eventos en diferentes sitios, respectivamente; 2) la
identificación de caracteres domesticados y cómo son genéticamente controlados; si en
diferentes variedades de un cultivo un carácter domesticado es influenciado por una o
varias combinaciones de genes, o por diferentes mutaciones, la información sugiere un
único o múltiples orígenes, respectivamente; y 3) la existencia de diversidad de especies
emparentadas con el cultivo; en este caso, si la fuente silvestre posee diferentes taxa
candidatos a domesticar, y solo uno de ellos es domesticado, la información sugiere un
único o muy pocos eventos de domesticación y viceversa.
Además del origen geográfico de una planta cultivada una pregunta que ha llamado
la atención en los estudios de domesticación es si la especie proviene de un único evento de
domesticación o si ésta fue domesticada varias veces en diferentes lugares (Diamond, 2002)
170
Existe una amplia gama de marcadores moleculares para diversas especies de cultivos que
permiten examinar la diversidad genética de éstos y sus parientes silvestres a un nivel muy
detallado (Olsen y Gross, 2008). Es un común denominador encontrar un patrón de
similitud genética de los cultivos con respecto a un espacio geográfico reducido donde se
distribuyen sus parientes silvestres, lo que se considera una evidencia de un único evento de
domesticación en una delimitada zona geográfica. El Creciente Fértil es uno de los centros
con mayores evidencias de orígenes de cultivos bajo patrones de único evento de
domesticación, es el caso de la mayoría de los “cultivos fundadores” ( adr et al. 2000;
Zohary y Hopf 1993). Sin embargo, son aún pocos los estudios filogeográficos o
filogenéticos que sustenten los orígenes por eventos únicos. Entre estos están el de Ozkan
et al. (2002), quien propone que el sitio de origen del trigo cultivado (Triticum aestivum,
T.dicoccum), coincide con el centro de origen de los “cultivos fundadores”. El origen de
este cultivo está definido en el sureste de Turquía, y respalda la hipótesis de que la
agricultura se originó en los alrededores de esa región, cerca de las riberas del Tigris y
Éufrates (Heun et al., 1997).
171
Allaby et al (2005) encontraron también evidencia del origen monofilético del lino,
Linum usitatissimum, a partir de L. angustifolium. Los patrones de distribución de la
variabilidad de esta especie muestran dos grupos, uno de Europa Oriental y Occidental, y
otro del Cercano Oriente y África. Sin embargo la muestra analizada es pequeña para
establecer diferencias significativas entre los grupos y definir con claridad el origen
geográfico del cultivo. Los caracteres ancestrales de la región del Cercano Oriente
sustentan el origen en esta región, particularmente el sureste de Turquía.
Para Lens culinaris Mayer y Soltis (1994) determinaron claramente que el pariente
silvestre es Lens culinaris subsp. orientalis, de distribución restringida en la región
Occidental de Asia, norte de África y el Mediterráneo.
La ubicación geográfica de los sitios de origen de algunos cultivos no siempre coincide con
los escenarios que revelan los restos arqueológicos (Olsen y Gross, 2008). Estudios con
nueva evidencia arqueológica y análisis de distribución pasada y presente de los parientes
silvestres de los “cultivos fundadores” en el Viejo Mundo sugieren que la ocurrencia de
eventos múltiples de domesticación es más probable de lo que se pensaba. Existe también
172
Para los cultivos americanos, el origen por múltiples eventos de domesticación suele
ser más común y está bien documentado en especies cercanamente emparentadas (Chacón
et al., 2005) como las diferentes especies de calabazas, el algodón (Gossypium hirsutum y
G. barbadense), y los amarantos (Amaranthus hypocondriacus, A. cruenntus y A.
caudatus). En el caso de Cucurbita spp., se han identificado hasta seis eventos
independientes de domesticación de estas especies, Cucurbita pepo habría sido
domesticada más de una vez (Sanjur et al., 2002). La zona potencial de domesticación C.
pepo subsp. ovifera, es el oriente de Esstados Unidos, extendiéndose hasta el noreste de
México. El probable ancestro silvestre es C. pepo subsp. fraterna y probablemente se
encuentra en el sur de México. C. moschata y C. máxima se domesticaron en Sudamérica, y
C. argyrosperma y C. sororia en México.
173
Los parientes silvestres del camote Ipomoea batatas, tienen una amplia distribución
y se han identificado dos linajes genéticos, uno en la región caribeña/centroamericana, y
otro en Sudamérica que sustentan un origen múltiple (Roullier et al., 2013). Sin embargo
los autores no logran proponer sitios precisos debido a la dificultad de identificar al
ancestro directo. Reconocen a I. trifida como el más cercano, y plantean la posibilidad de
que exista I. batatas silvestre, cuy hibridación podría haber originado este cultivo
poliploide. Asimismo, los resultados encontrados por Roullier et al. (2013) sugieren que los
dos grupos genéticos encontrados pudieron estar en contacto luego de la domesticación
producto del movimiento humano, lo cual se revela por la mezcla de marcadores
encontrados en las zonas de contacto.
ancestro es la misma especie silvestre, e identificaron dos grupos: uno ubicado en el oeste
de México Central y otro que va del Sur de México hacia Centroamérica, proponiendo que
esta especie se domesticó más de una vez en Mesoamérica. Destaca el hecho de que es
posible encontrar posibles centros de origen de cultivos en espacios geográficos
relativamente pequeños, y con mayor probabilidad en especies cuyos parientes silvestres
tienen una distribución continental.
Para Eurasia, Zohary (1999) sugirió que los ancestros silvestres de los “cultivos
fundadores” (Zohary y Hopf 1993) trigo (Triticum turgidum subsp. dicoccum, T.
monoccocum, guisantes (Pisum sativum), lentejas (Lens culinaris) y el yero (Vicia ercilia),
fueron domesticados una o pocas veces entre Turquía e Irán. En esta región coexistieron
con trigos silvestres (Triticum urartu, T. boeoticum, T. dicoccoides, Aegilops tauschii;
Ozkan et al., 2002). En esta zona se encuentran las cebadas silvestres (Hordeum
spontaneum y Hordeum vulgare subsp. spontaneum) y centeno silvestre (Secale vavilovii),
por lo que después de la domesticación de los cultivos fundadores, ocurrió una rápida
expansión de la domesticación de otros cultivos. Los parientes silvestres de garbanzos
(Cicer arietinum) y de especies muy cercanamente emparentadas de Pisum, P. sativum
subsp. syriacum, que comparte su distribución con P. sativum subsp. eliatus, P. fulvum
tenían una distribución aún más restringida en el sureste de Turquía (Zohary, 1996).
Diamond (2002) propuso que la difusión de cultivos ocurrió sobre un eje Este- Oeste en
Eurasia, y que una vez que las plantas silvestres se domesticaron se expandieron
rápidamente. Los trabajos al respecto confirman este movimiento en el Cercano Oriente. Es
a partir de esta región que se difundió la agricultura hacia el occidente, sobre la cuenca del
Mediterráneo, y hacia el oriente, hacia el sureste de China y el subcontinente Indio. Como
menciona Harris (2005), el sistema productivo agropastoril y de gran balance nutricional
del suroeste asiático presenta el caso de mayor expansión, habiéndose difundido
latitudinalmente unos 5000 kilómetros, hacia el oeste, a las costas del Atlántico del
noroeste de Europa, y al este hacia el centro y sur de Asia. Los cultivos de China, como el
arroz y mijo, se difundieron mayormente en sentido longitudinal, e individualmente, en
contraste con los cultivos del sistema del suroeste asiático (Harris, 2005).
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182
Introducción
Desde hace aproximadamente entre 6 y 5 millones de años, los ancestros más antiguos del
linaje evolutivo de los humanos modernos, Orrorin tugenensis y Australopithecus spp.
(Johanson y Maitland, 1981; Senut et al., 2001; Casas et al., 2015a) vivieron de la
recolección de recursos vegetales, animales muertos y carroña dejada por los grandes
carnívoros (Heinzelin et al., 1999; Leakey, 2000). Hace aproximadamente 2 millones de
años Homo habilis y algunos australopitecinos fabricaban ya herramientas que les
permitieron eficientizar el aprovechamiento de recursos vegetales y animales y
posiblemente desarrollar técnicas de caza para alimentarse (Leakey et al 1964; Leakey,
1994; Leakey, 2000). Hace 1.8 millones de años Homo erectus utilizaba el fuego y
posiblemente lo empleó en estrategias de transformación de ecosistemas para obtener
recursos alimentarios vegetales y animales, así como para la cocción de alimentos. Las
herramientas líticas asociadas a sus restos incluyen puntas de flecha y de lanzas, lo que
sugiere que su actividad como cazador era claramente mayor que la de los homínidos que le
antecedieron (Dubois, 1894; Black, 1931; Anton, 2003; Fleagle et al., 2010). Las
herramientas líticas de Homo neanderthalesis y las de Homo sapiens incluyen un amplio
repertorio de elementos cada vez más refinados y especializados para la caza y la pesca, lo
que reflejan sin duda su gran actividad como cazadores y pescadores. Asociados a los
restos de estos humanos, existen puntas de flechas y lanzas con distintos atributos, tamaños,
materiales (piedras, huesos, madera y metales) y seguramente propósitos para las distintas
187
piezas de caza buscadas, anzuelos y otras herramientas para procesar carne y pieles que
progresivaente evolucionaron y se refinaron para fines específicos por un intervalo mayor a
200,000 años (Hublin, 2009; Harari, 2010). Los restos arqueológicos entre 15,000 y más de
100,000 años en distintas partes del mundo incluyen evidencias de consumo de plantas,
pero la dieta estaba constituida predominantemente por elementos que proveía la cacería
(MacNeish 1992, Figura 1).
Figura 1. Cambios temporales en la composición de la dieta de los pobladores del Valle de Tehuacán,
México, entre 9,000 y 3,000 años antes del presente. Esta reconstrucción se basó en la abundancia de
restos de plantas y animales siletres y domesticadas asociados a los estratos de las cuevas excavadas por
MacNeish y colaboradores (MacNeish 1967). Puede apreciarse que desde el poblamiento de la región
los seres humanos se alimentaron principalmente de a nimales de caza (megafauna), patrón que
representa el antecedente del patrón de subsistenca prediminante en los grupos humanos durante miles
de años que antecedieron este periodo. Con la extinción de la megafauna la caza continuó llevándose a
cabo, pero la recolección de plantas silvestres pasó a ocupar un papel paulatinamente más importante
hasta el incremento de la disponibilidad de plantas domesticadas asociadas a procesos agrícolas. (Con
base en MacNeish, 1967).
Barnosky (2008) estima que entre los últimos 50,000 y 3,000 años se extinguieron
dos terceras partes de los géneros y la mitad de las especies de mamíferos en promedio
mayores a 44 kg de peso, especies que en conjunto constituyen la denominada
‘megafauna’, dentro de la que se incluyen los propios seres humanos. Su análisis indica que
el aumento de la biomasa humana se correlaciona significativamente con el decremento de
la biomasa de la megafana de mamíferos hasta hace 12,000 años, lo que sugiere
fuertemente una relación entre la extinción de megafauna y la cacería, llevada a cabo por
188
han tenido gran relevancia en las culturas sedentarias. Así, por ejemplo, la crianza y
domesticación de microorganismos, incluye una gran diversidad de comunidades
bacterianas y de levaduras asociadas a numerosos tipos de fermentos que han sido parte de
la dieta humana por miles de años. La crianza de insectos, igualmente, ha significado una
fuente de alimentos, tintes y materias primas de gran trascendencia en la alimentación y la
cultura de las sociedades humanas.
Evidencia arqueológica
En el capítulo anterior revisamos los registros arqueológicos que han hecho posible saber
dónde y cuándo comenzó a practicarse la agricultura con mayor probabilidad. En el Medio
Oriente los restos de los cereales plenamente domesticados más antiguos (el trigo y la
cebada) han sido fechados entre 11,000 y 9,600 años antes del presente (Hillman y Davies,
1990; Zohary y Hopf, 1993) y su presencia supone etapas previas de manejo que
desembocaron en la plena domesticación de esos cereales (Hillman y Davies, 1990). En la
parte central de México, MacNeish (1967, 1992); Flannery (1986); Sanjur et al. (2002);
Pickersgill (2007); Ranere et al. (2009) y Piperno (2011) encontraron los restos más
antiguos de plantas cultivadas (aguacates, amarantos, calabazas, lagenarias, chiles y maíz)
en estratos de entre 10,000 y 8,000 años antes del presente. Fuller et al. (2009); Cohen
(2011), Zhao (2011) sugieren que la agricultura basada en arroz se desarrolló primeramente
en China, en las cuencas de los ríos Huang-Ho y Yangtse-Kiang hace aproximadamente
10,000 a 9,500 años, y proponen que posiblemente hubo un cultivo más temprano de taro
(Colocasia esculenta) en la región tropical del sur de China. Otras investigaciones
demostraron que la región andina Harlan, 1975; Pickersgill y Heiser, 1977; MacNeish,
1992; Chacón et al. 2005; Pickersgill 2007) y algunas áreas del sureste asiático también
fueron sitios en donde se originó la domesticación de plantas y la agricultura (Harlan, 1975;
Hawkes, 1983; Yen, 1989; MacNeish, 1992) en tiempos aproximadamente similares a los
mencionados. Todos estos estudios sugieren que la agricultura se adoptó
independientemente en algunas de las regiones mencionadas, y diversos autores han
asumido que la adopción ocurrió de manera relativamente simultánea, comparado con el
amplio intervalo de vida humana basada en la caza y la recolección. No obstante, como
discutimos en el capítulo anterior, existen teorías que tienen cada vez más sólidos
fundamentos científicos que ponen en entredicho la supuesta simultaneidad de los procesos,
y hoy parece que la difusión de la tecnología agrícola fue más importante de lo que hasta
190
hace unas décadas se consideró (Parra y Casas 2016, Capítulo 6). Sin embargo, aún quedan
grandes incógnitas sobre la magnitud de la difusión de la cultura y de la independencia
entre las experiencias agrícolas en las distintas regiones consideradas centros de origen,
tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo.
La mayor parte de los autores que han analizado los factores que motivaron el
surgimiento de la domesticación y la adopción de la agricultura han propuesto que
presiones en la disponibilidad de recursos, fueron los principales motivos que forzaron a los
humanos a producir alimentos y a controlar así su disponibilidad mediante el manejo
(Flannery, 1986; MacNeish 1992). Estudios etnobiológicos sobre la domesticación en la
actualidad confirman que aún en el presente una de las principales preocupaciones que
motivan manejar organismos es asegurar su disponibilidad (Casas et al. 1997, 2007;
Blancas et al. 2013, 2014), aunque también sabemos que hoy en día no es el único factor
que motiva el manejo. Se trata entonces de una necesidad de controlar la incertidumbre, la
domesticación del azar, un concepto que plantea y discute Ian Hacking (Hacking, 2006) en
distintos ámbitos de la vida humana. En el caso que nos ocupa, en la disponibilidad de
recursos, el principal móvil de manejar a los recursos. Y eventualmente, este manejo tuvo
un nivel de refinamiento que permitió distinguir variantes y propiciar aquellas de mayor
conveniencia, es decir, domesticar bajo el concepto darwiniano, seleccionando fenotipos y
determinando divergencias entre las poblaciones manejadas y silvestres.
Figura 2. ¿Cómo se originó la agricultura? Existen dos grandes corrientes de pensamiento. Una sugiere
que el cambio ocurrió en un intervalo relativamente corto, adoptándose también rápidamente, quizás
en unos cuantos siglos patrones de vida sedentaria. La otra propuesta sugiere que el ntervalo fue más
prolongado, en el cual se involucraron descubrimientos e innovaciones tecnológicas y un proceso
progresivo de adopción como forma principal de vida que involucró varios miles de años
192
Figura 3. La Revolución Neolítica en la visión clásica de diversos autores, entre los pioneros de ésta
Gordon Childe (Childe 1936) y Braidwood (1960). La domesticación significó el control sobre los
recursos de subsistencia y grandes cambios en los patrones de vida de los seres humanos. De la caza y la
recolección al cuidado de plantas y animales domésticos a través de prácticas agrícolas. Estas
actividades incentivaron un mayor sedentarismo que permitió asentamientos más prolongados,
progresivamente de mayor tamaño y complejidad organizativa.
Algunos autores han atribuido que las presiones sobre los recursos estuvieron
asociados a cambios ambientales (Childe, 1936; Wright, 1977; Henry, 1989; Bar-Yosef,
1991; Blumler, 1996; Hillman, 1996) o al crecimiento de las poblaciones humanas
(Vavilov, 1951; Anderson, 1952; Flannery et al., 1967; Cohen, 1977; Byrne, 1987). Sin
embargo, también es pertinente decir que para algunos, pocos, autores como Sauer (1952),
el manejo, la domesticación y la agricultura se originaron en aquéllas regiones en donde la
disponibilidad de alimentos era suficiente y permitía tiempo libre para desarrollar
experimentos de manejo de plantas y animales, los cuales eventualmente condujeron al
cultivo y a la crianza de animales y posteriormente a su domesticación. Otros autores como
Anderson (1952), Braidwood y Willey (1962), Smith (1967), Ladizinsky (1986); Blumler y
Byrne (1991) propusieron que la agricultura resultó principalmente de una evolución en la
tecnología de manejar plantas, y eventualmente el manejo de los mecanismos evolutivos de
las plantas favorecendo los fenotipos domesticables en las comunidades vegetales
silvestres. Un proceso similar es desde luego aplicable en el desarrollo de sistemas de
crianza sistemática y, eventualmente, selección artificial en animales. Otros autores han
propuesto modelos holísticos, complejos, pero más próximos a la realidad, pues los factores
que influyeron sobre el origen del manejo de plantas y animales y su domesticación
probablemente no tuvieron una sino múltiples causas y contextos (Blancas et al. 2010,
2013, 2014, 2016).
193
En estos modelos generalmente son significativas las presiones sobre los recursos
(tanto asociados a cambios climáticos como al crecimiento de la población humana), así
como el desarrollo de la tecnología para manejar plantas y animales. Como analizamos en
el primer capítulo de esta obra, manejar implica ajustar elementos y sistemas de la
naturaleza a requerimientos humanos; y para lograrlo es preciso conocer aspectos básicos
de su distribución, abundancia, comportamiento, propiedades y funciones asociadas a su
reproducción o propagación. Modelos holísticos como estos últimos pueden apreciarse en
las obras de Binford (1968), Harris (1977, 1989, 1996), Hassan (1981), Flannery (1986),
MacNeish (1992) y Blancas et al. (2013, 2015) (Figuras 4 y 5). Sin embargo, muchas de
estas propuestas son inferencias y requieren un mayor soporte de evidencias directas. La
similitud de los intervalos temporales en los que ocurrieron los eventos más tempranos de
domesticación en sitios independientes se ha propuesto como sustento de que los cambios
climáticos globales fueron fenómenos que generaron presiones similares sobre recursos en
distintas partes del mundo de manera sincrónica. Sin embargo, como hemos discutido en el
capítulo anterior, los orígenes de la domesticación y la agricultura no fueron tan sincrónicos
como se consideraba tan sólo hace unas décadas, y los modelos de difusión y de múltiples
eventos de domesticación tienen un sustento cada vez más sólido. El crecimiento de las
poblaciones humanas tiene una alta imprecisión. La capacidad migratoria humana, tanto de
Homo neanderthalensis como de H. sapiens, tiene una antigüedad y extensión considerable,
especialmente la de H. sapiens, y consecuentemente, la información disponible al respecto
confiere solidez a la propuesta de que las poblaciones humanas han tenido un crecimiento
neto a escala global desde hace decenas de miles de años (McEvoy et al., 2011). Sin
embargo, falta, un análisis más preciso de los crecimientos poblacionales preagrícolas a
nivel local durante la prehistoria; es justo este tipos de crecimiento demográfico el que da
un sustento claro a la hipótesis de presión sobre los recursos. Hay evidencia arqueológica
gruesa acerca de las técnicas de manejo asociados a los restos de herramientas talas o
incendios deliberados (Rose-Ines, 1972; Guillon, 1983; Groube, 1989), abundancia de
recursos en la estratigrafía explorada por los arqueólogos (MacNeish, 1967, 1992;
Flannery, 1986) que sugieren hipótesis muy interesantes y que analizaremos en este
capítulo.
Sin embargo, quedan aún muchas preguntas por contestar acerca de cómo y por qué
se adoptó la agricultura en las diferentes regiones del mundo, por qué en intervalos
temporales similares en algunos sitios espacialmente distantes entre sí y por qué en tiempos
disímiles en otros lugares cercanos entre sí. Asimismo, es necesario aclarar cómo y por qué
se extendió tan rápidamente la práctica de la domesticación, agricultura pastoralismo y
otras prácticas que favorecieron el sedentarismo. La evidencia arqueológica es una fuente
primaria de información para contestar estas preguntas, pero también lo son las
investigaciones etnográficas y etnobiológicas del presente que permiten analizar cómo
ocurren los procesos de domesticación en la actualidad (Casas et al. 1997, 2007, 2014,
2015b, 2016). En el mismo sentido, los estudios ecológicos, genéticos y filogeográficos
permiten aportar detalles para una comprensión detallada de procesos actuales y pasados
(Casas et al. 2015a, 2015b, 2016; Casas y Parra 2016). La información del presente resulta
clave para descifrar procesos que ocurrieron en el pasado y para los cuales existe
información fragmentaria recopilada en las excavaciones arqueológicas. De aquí la
importancia de integrar de manera interdisciplinaria los estudios arqueológicos,
194
etnobiológicos, ecológicos y evolutivos para lorar una mejor comprensión de los procesos
del pasado y del presente y para fortalecer la capacidad científica para afrontar los retos del
futuro.
silvícolas (por referirse al manejo de lo silvestre). Algunos autores han considerado que
este tipo de sistemas de manejo poco o nada contribuyeron a la domesticación de plantas y
al origen de la agricultura (véanse por ejemplo las opiniones de Harlan, 1975), mientras que
otros los han considerado como “preludios” o preámbulos del manejo agrícola o
“agricultura incipiente” (ver por ejemplo Harris y Hillman, 1989; Harris, 1996; Casas et al.
1997; Blancas et al. 2013, 2016). Por lo tanto, por su posible importancia para entender el
origen de los sistemas productivos y la domesticación involucrada en ellos, estos sistemas
de manejo inicpiente merecen una atención especial.
consideró que estas quemas estaban dirigidas a estimular la regeneración de las poblaciones
y a eliminar otras plantas competidoras, lo que permitía mantener y aún aumentar la
densidad de población de las garmíneas deseadas y, por lo tanto, la productividad de
semillas en las áreas sujetas a quemas. Las quemas podrían haber contribuido también a
incrementar la diversidad y productividad de forrajes consumidos por animales de caza, los
cuales podrían así ser más localizados en las áreas quemadas. Nuevamente, las quemas
podrían cumplir un doble propósito, estimular áreas de forrajeo de animales de caza y de
esa manera facilitar su encuentro, así como densidad de población para la cosecha de
semillas comestibles por los seres humanos. En otros casos, las quemas permitían tal vez
eliminar competidores y favorecer la productividad y propagación de plantas perennes tales
como encinos productores de bellotas comestibles, resistentes al fuego. En un sentido
similar, Shipek (1989) describió cómo los Kumeyaay en California usaban fuego para
promover el crecimiento de algunas plantas comestibles nativas.
Otras formas de manejo se basan en diversas estrategias para almacenar y dirigir los
cauces de agua. Por ejemplo, Steward (1938) logró describir cómo hasta los años 1920’s los
pueblos indígenas Paiute, de California, inundaban praderas silvestres mediante sistemas de
canales con el fin de aumentar la productividad de plantas utilizadas en forma principal en
su subsistencia. Estos sistemas de canales han sido estudiados por diversos grupos de
arquólogos y han logrado identificar su gran extensión entre California, Arizona y Nuevo
México, lo que revela su gran importancia e impacto en el manejo de los ecosistemas y
recursos. Por su parte, Campbell (1965) describió cómo pueblos de aborígenes australianos
habitantes de la cuenca del río Roper, construían represas en algunos escurrimientos
temporales con el fin de almacenar agua y humedad y mantener así el crecimiento de
plantas útiles durante la época de sequía.
Tomando ejemplos como los anteriores, parece claro que entre la agricultura y la
recolección es posible encontrar en el pasado y en el presenta una gama muy amplia de
sistemas de manejo, y que la dualidad entre agricultura como proceso productivo
contrapuesto a la recolección como cosecha de la naturaleza, es insuficiente para describir y
analizar la gran variedad de formas de de interacción entre humanos, plantas, animales,
hongos y microorganismos como los que hemos mencionado anteriormente. Resulta ese
esquema asimismo limitado para analizar las fases de la evolución tecnológica que
condujeron al origen de la agricultura, el pastoralismo, la piscicultura, la apicultura y los
cultivos de microorganismos asociados a la amplia variedad de fermentos. En este sentido
resulta útil analizar el modelo sobre origen de la agricultura propuesto por Harris (1977,
1989, 1996), el cual confiere un papel importante a los sistemas de producción no agrícola,
como un proceso de evolución tecnológico y asimismo discutir su posible validez para
explicar el manejo y domesticación de vertebrados e invertebrados, hongos y
microorganismos.
Al analizar posibles eapas de evolución del manejo de plantas, Harris (1989, 1996)
establece una distinción entre la recolección y lo que denomina “cultivo a pequeña escala”,
siguiendo su razonamiento, Harris habla de “cultivo a mayor escala” y finalmente
“agricultura”. Desde luego estas son etapas sumamente gruesas, posibles de identficar para
un arqueólogo y sumamente generales para un etnobiólogo que puede documentar etapas
intermedias más finas entre tales categorías gruesas (Blancas et al. 2010, 2013, 2015, 2016;
González Insuasti et al. 2011; Casas et al. 2015b; 2016a, 2016b, Capítulo 14 en este libro).
Discutamos primero estas categorías desde la arqueología y veamos después el aporte que
desde la etnobiología es posible precisar. En el concepto de “cultivo a pequeña escala”
Harris incluye actividades tales como aclareo de vegetación y la plantación o siembra de
plantas silvestres en pequeñas parcelas, con una labranza mínima, pudiendo incluir drenaje
y riego. La etnobiología contemporánea ha documentado numerosos ejemplos de que esta
forma de manejo existe ahora (Casas et al. 1996, 1997; Blancas et al. 2010; 2013; Moreno
Calles 2010; Larios 2013; Torres et al. 2015).
200
Figura 7, Ejemplo de crianza actual de abejas sin aguijón (meliponicultura en la región del río Balsas,
en el estado de Michoacán, México. Foto, cortesía de Alejandro Reyes. Aunque no hay evidencia de
domesticación, las abejas silvestres son mantenidas y cuidaddas en sitios adecuados para el
aprovechamiento de su miel y cera.
201
Figura 8. El sitio de Paquimé, en Casas Grandes, Chihuahua, México, en donde los arquólogos han
encontrado vestigios de criaderos de guacamayas y distintas especies de loros para el aprovechamiento
de su plumaje. No existe evidencia de selección artificial y por lo tanto de domesticación, pero sí de su
mantenimiento y producción. Esta forma de crianza, al igual que la de las meliponini de la Figura 7
ilustra fases de manejo comparables a formas de manejo de plantas no domesticadas, dirigidas a
asegurar su disponibilidad. Es posible encontrar un paralelismo entre las formas de aprovechamiento
desde la cacería (análoga a la recolección), la crianza (análoga a la tolerancia, fomento, protección,
descritos en plantas) y finalmente, la fase de domesticación asociada a sstemas de producción
intensivos.
202
Pero aún previo a esa fase de interacción, los etnobbiólogos han descrito formas de
manejo in situ que implican silvicultura, manejo de lo silvestre, en las mismas áreas en
donde se encuentran los organismos. Una de tales estrategias es la recolección.
Generalmente se tiene la idea de que la recolección significa cosechar los productos de la
naturaleza, pero hoy en día la etnobiología nos muestra que no es así. Existe una percepción
sobre qué recursos (especies) son más efectivos que otros para satisfacer un requerimiento
alimenticio, medicinal o de otro tipo. Pero también existe una percepción acerca de la
variación intraespecífica y las variantes que resultan más convenietes que otras para
satisfacer tales necesidades. Junto a esta percepción la gente construye esrategias de
recolección, acuerdos comunitarios para llevarlos a cabo y herramientas y niveles de
intensidad regulados (Blancas et al. 2010, 2013).
formas de cultivo a aún mayor escala y el uso de plantas domesticadas. Este conceptoo,
reconoce la escala espacial de la magnitud del manejo, la demanda de trabajo, la inversión
de energía y el impacto ambiental de las actividades humanas, asi como el pleno
reconocimiento del manejo de plantas domesticadas como importantes criterios para definir
el concepto de agricultura.
De acuerdo con el concepto de agricultura que propone Harris (1989, 1996), es claro que la
evolución de la tecnología que condujo al manejo agrícola y otros sistemas comparables
para el manejo de vertebrados, insectos, hongos y microorganismos involucró dos aspectos
cruciales del manejo: el manejo del ambiente, más precisamente hablando, ecosistemas,
paisajes y territorios, así como el manejo de la vaiabilidad de fenotipos y genotipos de
organismosbajo selección artificial, flujo génico y cruzas inducidas y hasta la generación de
condiciones propicias para resultados notorios de la deriva génica.
El modelo mesoamericano
Mesoamérica es una región cultural que incluye la parte meridional de México y la porción
norte de Centroamérica, hasta e noroeste de Costa Rica (Matos-Moctezuma, 1994). Se
caracteriza por ser el escenario de una diversidad biocultural de las más elevadas en el
205
planeta (Maffi 2005; Boege 2008; Toledo y Barrera Bassols, 2008; Moreno Calles et al.
2013) con una historia de 14,000 a 12,000 años de antigüedad (MacNeish 1992). En esta
región se han encontrado restos de las prácticas humanas más antiguas de cultivo y
domesticación de plantas del Continente Americano, así como la crianza de perros, pavos,
abejas, cochinillas y otros organismos. Entre las investigaciones arqueológicas más
importantes que han documentado la domesticación deplantas destacan las llevadas a cabo
por MacNeish en la Sierra de Tamaulipas (MacNeish, 1958); en la cueva de Santa Marta,
Chiapas (MacNeish y Peterson, 1962); y en el Valle de Tehuacán, Puebla (MacNeish,
1967). También son de destacarse los estudios de Niederberger (1976) en el Valle de
México, las de Flannery (1986) en Guilá Naquitz, Oaxaca, los de Pope et al. (2001) en la
cuenca del río Grijalva en Tabasco, los de Kwak et al. (2009) en la cuenca del río Lerma-
Santiago, y las de Ranere et al. (2009) y Zizumbo-Villareal y Colunga-GarcíaMarín (2010)
en la cuenca del río Balsas.
Figura 10. Principales etapas de innovación tecnológica, patrones de vida, formas de organización
social regstradas por MacNeish (1967) con base en los estudios arqueológicos de las cuevas del Valle de
Tehacán, Puebla. Los fechamientos registrados en este esquema han sido revisados y sujetos a discusión
conforme se desarrollaron técnicas más precsas de espectrometría de masas, pero la secuencia de las
fases de formas de vida son generalmente aceptadas.
La segunda etapa es propuesta con base en los restos de la fase El Riego (9,600-
7,000 años antes del presente) y fases contemporáneas en Guilá Naquitz, Oaxaca y la Sierra
de Tamaulipas. La cacería seguía siendo la principal actividad de subsistencia, pero la
recolección de un amplio espectro de plantas era más significativa que en la fase anterior.
En particular, la abundancia de restos de plantas tales como Setaria spp., chupandilla,
ciruela (Spondias mombin) y pochote (Ceiba parvifolia) sugiere que su recolección se
practicó intensamente y en forma especializada. En esta fase se han encontrado los
primeros signos de domesticación de plantas. En Tehuacán, MacNeish (1992) identificó
estos signos en calabazas (Cucurbita argyrosperma), aguacates (Persea americana),
chupandía (Cyrtocarpa procera) y amaranto (Amaranthus cf. Cruentus y A. cf.
208
En la tercera etapa, durante los tiempos de las fases Coxcatlán (7,000-5,400 años
antes del presente) y Abejas (5,400-4,300 años antes del presente) se incrementó el uso de
plantas domesticadas y se establecieron asentamientos humanos denominados por
MacNeish “aldeas hortícolas” (MacNeish, 1992). En éstas se practicaba una “horticultura”
o agricultura incipiente que consistía en el cultivo de plantas domesticadas en pequeñas
parcelas. Durante esta etapa se introdujeron a Tehuacán el coyol (Acrocomia mexicana), el
zapote blanco (Casimiroa edulis), el zapote negro (Diospyros digyna) y, muy
probablemente, el maíz (Zea mays).
(1) Recolección, que implica cosechar los productos útiles de las poblaciones arvenses
y silvestres. La mayor parte de las especies útiles registradas en los estudios
etnobotánicos son obtenidas mediante esta práctica. Se pueden incluir formas
incipientes de manejo tales como la obtención selectiva de algunos fenotipos, la
rotación de áreas de recolección, vedas y restricciones temporales a la extracción de
algunos recursos, etc.
individuos tolerados de especies útiles. Entre los mayas, diferentes autores, tales
como Lundell (1937), Puleston (1982), Illsley (1984) y Gómez-Pompa (1991) así
como entre los lacandones Nigh y Nations (1983) y los hustecos Alcorn (1983,
1984 han ilustrado cómo la gente frecuentemente propaga en los acahuales plantas
nativas útiles, principalmente perennes, sacando así provecho de las parcelas en
descanso. Esta forma de manejo tiene una influencia importante en los procesos de
regeneración de la vegetación y al parecer ha contribuído a la conformación de las
“selvas artificiales”. Aunque existe controversia al respecto, se ha sugerido que la
riqueza actual de especies de árboles útiles en las selvas cercanas a los sitios
arqueológicos de los periodos Pre-Clásico y Clásico en las tierras bajas de la región
Maya, constituye el efecto de prácticas de tolerancia o fomento de individuos de
estas especies en su hábitat natural por los antiguos mayas (Puleston, 1982; Lambert
y Anarson, 1982; Gómez-Pompa et al., 1984; Gómez-Pompa, 1987; Rico-Gray y
García-Franco, 1991). Se ha considerado que la promoción, tolerancia y cosecha de
árboles útiles en las selvas constituía en realidad una estrategia silvícola que, junto
con la agricultura, era la base de la subsistencia de los antiguos mayas (Miksicek,
1983). Voohries (1982) sugirió la existencia de un sistema de intercambio comercial
entre las tierras altas y las bajas del área maya durante el periodo Clásico, que
incluía una larga lista de frutos y productos de árboles silvestres. Entre los pueblos
indígenas mesoamericanos es muy común la práctica de dispersar intencionalmente
las semillas de plantas arvenses útiles dentro de los campos de cultivo con el fin de
aumentar su densidad de población. Ejemplos de esta forma de manejo pueden
encontrarse en Porophyllum ruderale, Amaranthus hybridus, Anoda cristata (,
Crotalaria pumila y Physalis philadelphica (Casas et al., 1996). En la Sierra Negra
de Puebla Blancas et al. (2013, 2016) documentaronn los casos de cerca de 30
especies bajo distintas estrategias de propagación y selección artificial.
Hemos acuulado indicios de selección artificial bajo formas de manejo in situ. La actitud
seleccionadora por parte de los campesinos puede observarse aún en las prácticas de
recolección. Así, aunque en el caso de algunas especies de plantas útiles, principalmente
anuales, éstas son recolectadas sin una preferencia especial, en otros casos, los individuos
cuyas partes útiles poseen diferentes atributos (sabor, textura, tamaño, color, cantidad
relativa de compuestos tóxicos, etc.) suelen ser distinguidos en las poblaciones por los
recolectores, quienes recolectan las de mejor calidad.
subsp. esculenta) los mixtecos de la Montaña de Guerrero distinguen tres tipos de árboles:
1) “guajes de vasca”, los cuales producen semillas tóxicas; 2) “guajes amargos”, cuyas
semillas son amargas y pueden ser tóxicas cuando se consumen en grandes cantidades, pero
que pueden consumirse sin problemas después de haber sido asadas; y 3) “guajes dulces”,
cuyas semillas pueden consumirse aún crudas. En el Valle de Tehuacán y la Mixteca Baja,
Casas et al. (1997, 1999) encontraron que los mixtecos, nahuas y popolocas distinguen
variantes de especies de cactáceas columnares tales como Stenocereus stellatus, S.
pruinosus, Escontria chiotilla, Myrtillocactus geometrizans, M. schenkii, Pachycereus
hollianus P. weberi, las cuales producen frutos con diferentes atributos tales como tamaño,
sabor, color, espinosidad y grosor del pericarpo. En todos los casos mencionados, la gente
recolecta principalmente los productos de los árboles “dulces” y “mansos”. En el capítulo
14 presentamos una evaluación morfométrica, reproductia y de genética de poblaciones que
sustentan la ocurrencia de procesos de selección artificial que han tenido efectos a nivel
poblacional y constituyen procesos de domesticación bajo manejo in situ o manejo
silvícola.
hombre, generalmente presentan una baja adecuación en las poblaciones silvestres y son
incapaces de sobrevivir en condiciones naturales. Por lo tanto, la única manera de asegurar
su sobrevivencia es a partir de su establecimiento, crecimiento y reproducción en ambientes
controlados artificialmente ex situ.
Estos dos modelos han sido desarrollados durante las últimas décadas y han sido
paradigmas muy útiles para analizar la información arqueológica y botánica sobre
evolución de plantas cultivadas. Explican satisfactoriamente el proceso de domesticación
de un número importante de plantas, sobre todo las anuales con sistemas de
autopolinización, que constituyen la mayor parte de las plantas cultivadas por semilla
(Zohary y Hopf, 1993), así como de las plantas anuales y perennes que se propagan
vegetativamente.
El caso de las plantas agamospermas, cuyas semillas son producidas sin la unión de
gametos, constituye un caso especial de seminicultura con características que caen más bien
dentro de las consideraciones expuestas para la vegecultura. Hasta el presente, estos casos
están escasamente documentados. Sin embargo, en Mesoamérica existe al menos el caso de
Leucaena leucocephala, la cual parece ser apomíctica según sugiere el análisis de los
electrofenotipos de isoenzimas hecho por Zárate (información no publicada), cuyo estudio
permitiría aportar importante información al respecto.
215
Junto a las características del sistema reproductivo, la duración del ciclo de vida de
las plantas pueden influir de manera crucial la tasa de fijación de las características
deseables. En plantas anuales, por ejemplo, es posible reconocer la progenie que mantuvo
las características deseables de la madre en tan sólo un año. A través de una eliminación
progresiva de los individuos no deseables y la siembra de semillas de fenotipos favorables,
éstos pueden llegar a ser dominantes en un número de generaciones (o años) relativamente
corto. Así, Zohary (1989) ha sugerido que la domesticación de plantas cultivadas anuales
con sistema de autopolinización puede haber ocurrido en un período de 20 años, una vez
que el mutante favorable se hizo presente. De manera similar, Ladizinsky (1987) ha
sugerido que la domesticación de las lentejas pudo haber ocurrido en alrededor de 25 años,
mientras que Hillman y Davies (1990) concluyeron que el trigo y la cebada pudieron
haberse domesticado completamente en 200 años, y quizás sólo en 20 o 30 años, sin
selección conciente.
De acuerdo con Zohary y Hopf (1993), en el Medio Oriente las plantas anuales con
sistemas de cruzamiento autoincompatibles y las plantas perennes con propagación
vegetativa fueron domesticadas después de las anuales con sistema de autopolinización,
probablemente incluyendo selección conciente aprendida durante las primeras experiencias
de domesticación. Sin embargo, este patrón es menos claro en Mesoamérica, donde las
plantas con sistema de cruzamiento autoincompatible y las perennes (con o sin propagación
vegetativa) parecen estar presentes entre los primeros cultivares (MacNeish, 1967, 1992;
Smith, 1967; Flannery, 1986). Este es el caso de plantas anuales tales como las calabazas
(Cucurbita spp.) y Lagenaria siceraria, con sistemas de reproducción abierta. Es también
el caso de plantas perennes que no se propagan vegetativamente y que presentan sistemas
de reproducción abiertos, tales como chupandilla (Cyrtocarpa procera), guaje (Leucaena
esculenta subsp. esculenta) y aguacate (Persea americana), las cuales se encuentran
también entre las primeras plantas cultivadas (Smith, 1967). La explicación de cómo se
fijaron las características deseables en estas plantas representa un importante reto a los
modelos presentados arriba.
Las dificultades pueden ser aún mayores cuando las plantas son de ciclo de vida
largo, pues el establecimiento de mutantes deseables de estas plantas puede ser muy lento,
no sólo debido al tiempo en el que las plántulas y plantas juveniles requieren para alcanzar
la madurez reproductiva, sino también debido al tiempo que se requiere para reemplazar los
individuos viejos por los nuevos.
Las formas de manejo silvícola tales como los descritos en los apartados anteriores,
ofrecen, en teoría, la posibilidad de resolver las dificultades para explicar la domesticación
de especies de plantas con polinización abierta y ciclo de vida largo. Así, con base en
216
Las formas de manejo in situ parecen ser, como se menciona aquí, muy comunes en
Mesoamérica, y aunque los efectos de selección artificial in situ han sido poco
documentados, los casos ilustrados en este artículo sugieren que también la domesticación
de plantas in situ podría haber sido una forma común de domesticación en el área. El
modelo silvícola, en consecuencia, podría ser de utilidad para analizar la domesticación de
un buen número de plantas en Mesoamérica y muy probablemente en otras especies del
Continente Americanos. Algunas comparaciones han sido posibles ya con especies del
nordeste brasileño que se han estudiado bajo propuestas metodológicas en común, pero el
mundo vegtal domesticado en el Continente Americano es inmenso y el tranbajo de
investigación y los patrnes por documentar son una gran puerta abierta al desarrollo de la
teoría evolutiva y al reconocimiento de la cultura en interacción con la biodiversidad.
Literatura citada
Alcorn J.B. 1981. Huastec noncrop resource management: implications for prehispanic rain
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227
Alejandro Casas
1
Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES), Universidad
Nacional Autónoma de México. Antigua Carretera a Pátzcuaro 8701, Col. ExHacienda de
San José de la Huerta, Morelia, Michoacán, México 58190.
Introducción
En capítulos previos hemos analizado que la base del manejo de los recursos genéticos es el
proceso de domesticación (Casas et al. 2015a, 2016). Hemos también planteado dos grades
contextos de la domesticación, uno que corresponde a la adecuación de los sistemas y
espacios que rodean a los seres humanos y sus sociedades, a la que hemos denominado
domesticación de ecosistemas, del paisaje o de territorios. En el otro contexto se involucra
la diversidad genética y su adecuación a los requerimientos socio-ecológicos, culturales y
tecnológicos humanos (Casas et al. 2015a, 2015b, 2016). La diversidad genética a distintas
escalas es lo que hemos definido como recursos genéticos y este capítulo centrará su
atención en las aproximaciones generales de su manejo y particularmente de su
conservación. Analizamos en capítulos previos la enorme importancia de los recursos
genéticos para hacer frente a los grandes problemas que plantea el cambio global en sus
dimensiones ecológicas y humanas. Y analizamos los mecanismos que determinan erosión
genética a escalas de extinción de especies, pérdida de variabilidad en poblaciones
naturales, pérdida de variedades cultivadas. Asimismo, la vulnerabilidad que significa para
el futuro tal pérdida de diversidad (Casas et al. 2016, Velásquez-Milla et al. 2011, 2016).
Por ello, el mantenimiento de la diversidad es la principal garantía para lograr la resiliencia
de los sistemas y, en consecuencia, el principal reto del manejo sustentable de los recursos
genético consiste en asegurar el mantenimiento futuro de la diversidad genética.
la práctica de selección artificial, generación tras generación de los recursos genéticos; (2)
el contexto moderno, dirigido al mejoramiento sistemático de plantas, animales, hongos y
microorganismos, y que se basa en el manejo de los proceso que generan variabilidad
genética, incluyendo su inducción dirigida, y los procesos reproductivos que permiten
elevar la probabilidad de obtener organismos con ciertos atributos deseables, así como la
intensificación sistemática de la selección artificial; (3) la ingeniería genética, que se basa
en la tecnología de ADN recombinante y que en términos generales involucra la dirección
de la variabilidad de acuerdo con intenciones humanas a partir de explorar organismos
resultantes de la inserción de genes con ciertos atributos conocidos; y (4) la genética de la
conservación, que consiste en atender problemas que en la naturaleza ocasionan pérdida de
diversidad genética asociada a perturbaciones humanas tales como la fragmentación de
hábitats naturales, deforestación, cacería, cambio de usos del suelo, contaminación, entre
otros factores. A continuación analizaremos las aproximaciones de conservación in situ y
ex situ en estos cuatro grandes contextos de manejo de recursos genéticos.
Conservación in situ
Los recursos genéticos son diversidad genética que se genera a partir de procesos como las
mutaciones y recombinaciones a escala molecular, puntual, así como a escala de cambios
en los organelos celulares que poseen ADN: los cromosomas en el núcleo así como en los
cloroplastos y las mitocondrias de los eucariontes, o en el citoplasma de los procariontes
(Ridley, 2005, Futuyma 2013). Hemos analizado en capítulos previos que estas fuentes
primarias de variación son moldeadas por fuerzas evolutivas, principalmente la selección,
la deriva génica, el flujo génico y la endogamia. El principal reto de la conservación in situ
consiste en identificar los procesos generatrices de la variación genética y garantizar su
operatividad (Casas et al. 2016).
que son atribuibles a la presencia de los parientes silvestres. Algunos campesinos optan por
remover los parientes silvestres de las áreas aledañas (Flannery, 1986). Sin embargo, en la
mayoría de los casos la incorporación de diversidad genética desde los parientes silvestres
hacia los cultivos es invisible, imperceptible para los manejadores. Es justamente cuando
los rasgos son visibles cuando la gente trata de eliminar a los parientes silvestres de su
proximidad a los campos de cultivo. Un trabajo de comunicación y educación para hacer
explícita la importancia de mantener los parientes silvestres es no solo posible sino
necesario (Casas et al. 2016). Es posible diseñar estrategias para comunicar la importancia
de las cruzas, no obstante los ocasionales inconvenientes que puedan causar a los
productores; tal estrategia sería de enorme ayuda para contribuir a la conservación y
recuperación de poblaciones perdidas de parientes silvestres.
Otros problemas del cambio global operan con mayor velocidad, como por ejemplo,
la contaminación de los mantos acuíferos por desechos industriales y urbanos (Vitousek
1994). Hoy en día es esta una de las grandes tragedias ambientales a escala global y ocurre
en tiempos mucho más cortos que el cambio climático. La elevada mortandad de
polinizadores por el uso de pesticidas, la pérdida de refugios de polinizadores y dispersores
de semillas, y en general la pérdida de biodiversidad asociadas todas a la deforestación, al
uso de herbicidas y otros procesos agro-industriales, son también más rápidos que el
cambio climático y requieren acciones a más corto plazo (Vitousek 1994). Esos son retos
de mayor envergadura, por lo tanto, y los estudios sobre recursos genéticos deben centrar su
atención a tópicos como estos. Cómo eliminar el uso de pesticidas, el de fertilizantes
químicos y la optimización en el uso de los recursos hídricos, son temas de enorme
trascendencia en el corto plazo. Lo son más aún que las respuestas que pueden predecirse
en torno al cambio climático. No es que el cambio climático no sea importante, evitemos
esa confusión. Desde luego que lo es, pero otros problemas del cambio global asociados a
los cambios de ciclos biogeoquímicos, a la contaminación de agua por desechos
industriales peligrosos y metales pesads, a los procesos de eutroficación, la pérdida de
cobertura forestal y la erosión de suelos tienen plazos más cortos que deben atenderse e
incluirse más urgentemente en la agenda de investigación sobre recursos genéticos.
(la cuenca del río Balsas, el Valle de Tehuacán, el Istmo de Tehuantepec, entre otras
prioridades) las de los andes con los parientes silvestres de las papas, particularmente las
zonas de puna alrededor del lago Titicaca. Y junto a áreas como estas, los son también las
regiones en donde se concentra la mayor diversidad de variedades nativas de todos estos
cultivos. En México se ha dicho en reiterados foros “todo México es centro de origen y
diversificación del maíz” y es esta una verdad incuestionable. No se requieren maíces
genéticamente modificados en un territorio con la mayor diversidad de maíces del mundo.
No sólo no se requieren sino que constituyen un riesgo potencial de contaminación que por
precaución debe evitarse. Un argumento similar puede emplearse en la región andina para
cultivos como la papa. Documentar y mapear las áreas de diversidad de variedades
domesticadas de los principales cultivos, de sus parientes silvestres y preservarlos y
protegerlos de políticas irresponsables es altamente prioritario desde el punto de vista de la
conservación in situ.
En resumen, entre las áreas de conservación in situ debemos contar: (1) las parcelas
de los agricultores en donde se propagan las variedades que desempeñan un papel
específico en la cultura y particularmente en los almacenes de semillas en donde se ha
filtrado las características socio-ecológicas que interesan a las familias de agricultores para
reproducir el siguiente ciclo agrícola (2) las áreas forestales manejadas, en donde se
mantiene parte del bosque y en particular los fenotipos de las especies más intensamente
aprovechadas con el criterio de mantener los individuos con mejores atributos para asegurar
su permanencia en la siguientes generaciones. (3) Reservas de diversidad genética in situ.
Son las áreas en donde se encuentran distribuidas naturalmente los parientes silvestres de
las especies de cultivos y amerita estrategias especiales de conservación. En parte las
medidas deben considerar el mantenimiento de las poblaciones que aún existen y en parte
programas de recuperación de las condiciones que permite el flujo génico con los parientes
cultivados. Y (4) áreas naturales protegidas, que incluyen áreas que mantienen
comunidades bióticas y ecosistemas que comprenden un amplio espectro de recursos
genéticos actuales y potenciales.
Conservación ex situ
o taxa infraespecíficos de parientes silvestres. De los frijoles del género Phaseolus hay
aproximadamente 105,000 accesiones, entre ellas 10% de las especies silvestres
emparentadas; de las soyas del género Glicina hay también cerca de 100,000 accesiones
entre ellas 30% de sus parientes silvestres. Otros cultivos importantes son las papas
(Solanum spp), con 40,000 accesiones, los tomates (Solanum spp.) con 32,000, los ajíes o
chiles (Capsicum spp.) con 23,000 y los camotes con 8,000 accesiones (Plucknet et al.
2004).
Figura 1. El mapa de Centros de Origen de Vavilov en relación con la ubicación de los Centros del
Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional, CGIAR por sus siglas en Inglés.
Los zoológicos tienen también una historia antigua. Los primero registros los
hicieron los conquistadores españolea al llegar a México. Moctezuma tenía un zoológico en
la Ciudad de México en el cual coleccionaba animales de diferentes sitios del territorio
mexica. Hoy en día los zoológicos contienen colecciones de animales vertebrados, así como
insectarios y acuarios. Mantienen 1,189 especies de mamíferos, 3,101 especies de aves,
1,275 de reptiles y 341 de anfibios. Sus objetivos son principalmente educativos pero
logran mantener especies altamente amenazadas o extintas en condiciones naturales.
Mantienen poca diversidad genética intraespecífica. De hecho uno de los grandes
problemas que enfrentan los zoológicos es el alto nivel de endogamia. Pero son sin duda un
espacio no sólo educativo sino que ofrecen la posibilidad de mantener y repoblar especies
extintas o altamente amenazadas.
Perspectivas
En varios de los capítulos de este libro abordaremos ejemplos particulares de los problemas
que enfrentan la conservación in situ y ex situ de recursos genéticos. Tales ejemplos
ayudarán a visualizar los grandes retos, los alcances y limitaciones de ambas estrategias,
pero sobre todo, ayudarán a visualizar el carácter complementario de ambas estrategias.
Literatura citada
(Capítulo pendiente)
244
(Capitulo pendiente)
245
(Capítulo pendiente)
246
Segunda Parte
Estudios de caso:
Charles R. Clement1
1
Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia, Manaus, AM. cclement@inpa.gov.br
de humanos e outros organismos para produzir. Outra vez um documento de ONU define:
“A variedade e variabilidade de animais, plantas e microorganismos usadas direta ou
indiretamente para alimentos e na agricultura, incluindo cultivos, pecuária, florestas e
pesca” (Pimbert et al. 1999).
Por que tantas definições extraídas de tratados legais e documentos oficiais? Porque
estes assuntos não são mais província exclusiva de biólogos, engenheiros agrônomos e
florestais, zootecnistas e melhoristas. São também de advogados, diplomatas, políticos,
empresários e até da polícia, tudo num esforço para garantir sua contribuição para o
desenvolvimento sustentável, que também exige a repartição equitativa dos benefícios deste
desenvolvimento.
E o que este tem a ver com Amazônia? Algo como 25 milhões de pessoas vivem na
Amazônia hoje, com 20 milhões somente na Amazônia brasileira. O sul e sudeste da
Amazônia são importantes produtores de alimentos e madeira. A maioria da produção é
baseada em cultivos exóticos, enquanto a quase totalidade da madeira vem de espécies
nativas, exploradas de forma extrativa. Mas é a biodiversidade que estimula a imaginação
das pessoas, pois é imensa B algo como 15% do total mundial B e supostamente cobiçada
internacionalmente. Observe o condicionante. No entanto, a biodiversidade amazônica
contribui com apenas 0,6% para o produto interno bruto do Brasil (Clement 2007), o que
ajuda entender porque está tão ameaçada. Se a biodiversidade amazônica tem valor seria
conservada, o que é um dos pressupostos da CDB, e seria lógico que seja cobiçado, até por
brasileiros e não somente por estrangeiros. Segue uma interrogação de certa forma ingênua,
porém pertinente: se é tão valiosa, por que estamos derrubando florestas para plantar pastos
e soja? É evidente, até para leigos, que isto não se constitui em uso sustentável da
biodiversidade. Será que a situação da agrobiodiversidade é diferente?
Figura 1. As regiões em que algumas plantas cultivadas começaram a ser domesticadas são conhecidas
e outras ainda são apenas hipóteses (nomes com ponto de interrogação) (Clement et al. 2010).
Observam que muitas espécies amazônicas familiares a todos os amazônidas não estão no mapa,
simplesmente porque não temos ideia de onde poderia ter iniciado sua domesticação.
Os primeiros povos a chegar à Amazônia 15.000 anos antes do presente (AP) foram
caçadores-coletores, mas já pré-dispostos a cultivar qualquer espécie útil, pois a 12.000 AP
estavam domesticando uma abobora nativa de Ecuador, Cucurbita ecuadorensis (Piperno
and Stothert 2003). Esta observação ajuda entender porque plantas nativas da Amazônia
aparecem entre 8.000 e 6.000 AP em sítios arqueológicos ao longo do litoral de Peru
(Pearsall 1992). A primeira planta nativa da Amazônia a aparecer nesta região de Peru foi a
mandioca, o que sugere que sua domesticação começou a pelo menos 9.000 AP, pois um
caçador-coletor não iria perder seu tempo levando plantas silvestres para o outro lado dos
Andes. Schaal et al. (2006) usaram vários marcadores moleculares para localizar a origem
da domesticação de mandioca em que hoje é Rondônia e áreas adjacentes de Acre, Bolívia
e Mato Grosso.
Cuadro 1. Números de espécies nativas e exóticas em diferentes graus de domesticação que estavam
presentes na Amazônia na época da conquista (Clement 1999a).
Incipiente Domesticada Semi-domesticada Domesticada
Nativas Exóticas Nativas Exóticas Nativas Exóticas
Famílias 17 6 21 11 13 19
Gêneros 27 9 22 13 16 26
Espécies 36 9 28 13 19 33
Espécies 45 41 52
A conquista europeia devastou os povos americanos em todas as regiões, pois eles não
tinham resistência às doenças europeias, cujos efeitos foram ampliados pelas guerras
incentivadas pelos europeus, a escravização e a missionização (Denevan 1992). Entre 1500
e 1750 aC, a população indígena despencou em 95% ou mais por essas causas. Além da
perda de vidas, perderam-se também conhecimentos acumulados ao longo de milênios e
recursos genéticos criados no mesmo período (Clement 1999a). É evidentemente
impossível saber quantos recursos genéticos foram perdidos, mas uma estimativa razoável é
igual à perda populacional, pois cada aldeia de cada sociedade simples e complexa teve
recursos genéticos próprios, na maioria dos casos as mesmas espécies de suas vizinhas. Por
exemplo, os povos dos principais centros de diversidade de recursos genéticos plantaram
muito milho (Zea mays) nas várzeas e nas terras pretas, certamente com dezenas de raças
adaptadas a estas condições em diferentes partes da região, mas praticamente tudo foi
perdido, restando apenas algumas raças de milho com sociedades mais simples na periferia
de Amazônia (Goodman 1976).
Figura 2. Biogeografia da Amazônia e áreas adjacentes em 1500 aC (Clement and Junqueira 2008).
Centros de Diversidade com grandes concentrações de plantas cultivadas: 1. Noroeste da Amazônia; 2.
Amazônia central. Centros menores de diversidade, com grandes concentrações em pequenas áreas: 3.
Ilha de Marajó; 4. Llanos de Mojos; 5. Médio Orinoco; 6. Guiana. Regiões de diversidade com
razoáveis concentrações de plantas cultivadas: 7. Estuário do rio Amazonas; 8. Rio Solimões; 9. Alto
Rio Negro; 10. Alto Amazonas; 11. Litoral das Guianas; 12. Rio Madeira.
252
A economia baseada nas drogas do sertão atingiu seu auge com o ciclo de borracha,
que começou em 1827 e se acelerou após a invenção da vulcanização em 1837. Em 1876, o
inglês Henry Wickham foi autorizado pelo governo do Grão Pará a levar sementes de
seringueira (Hevea brasiliense) para a Inglaterra, de onde foram remetidas para a Ásia, o
que resultou no colapso do ciclo de borracha 40 anos mais tarde (Gonçalves and Fontes
2009; Homma 2003). Infelizmente, pouca da riqueza gerada durante o ciclo de borracha foi
investida para apoiar o desenvolvimento do setor primário da região. Estes investimentos só
começaram após o colapso.
(IAN), também em Belém, em 1939. O IAN foi incluído no Serviço Nacional de Pesquisas
Agronômicas, em 1943, e passou a ser o núcleo de uma rede de institutos menores nos
principais centros da Amazônia (Homma 2003). Em 1946, Adolfo Ducke publicou seu
clássico estudo sobre as plantas de cultura pré-colombiana, que pode ser considerado o
primeiro levantamento sobre recursos genéticos indígenas. Como a maioria das instituições
brasileiras, o IAN teve uma história conturbada, com reflexos nas suas coleções de recursos
genéticos e nos seus projetos de melhoramento. O IAN passou a ser denominado de
Instituto de Pesquisa e Experimentação Agropecuária do Norte em 1962. Em 1969, o centro
do IPEAN em Manaus ganhou status de instituto independente, denominado o IPEAAOc.
Após a criação da Embrapa em 1973, o IPEAN e o IPEAAOc foram incorporados ao novo
sistema nacional de P&D agropecuária. Em 1975, o IPEAN passou a ser denominado de
Centro de Pesquisa Agropecuária do Trópico Úmido.
Em 1952, o Instituto Nacional de Pesquisas da Amazônia foi criado por decreto e foi
implantado em 1954. Em 1975, o INPA criou uma Divisão de Ciências Agronômicas para
estudar espécies nativas que não estavam recebendo a atenção do sistema Embrapa. O
INPA concentrou suas atividades na Amazônia Ocidental, onde a Embrapa teve uma
Unidade de Experimentação e Pesquisa de Âmbito Estadual – UEPAE e um Centro
Nacional de Seringueira e Dendê, e decidiu trabalhar principalmente com fruteiras e
hortaliças nativas.
Desde que o Brasil entrou na era de P&D agrícola no início do século passado, todas as
instituições envolvidas criaram coleções de recursos genéticos nativos e exóticos para
apoiar seus programas de melhoramento ou para fomentar o plantio local via
disponibilização de sementes e mudas. Mas foi somente a partir da criação pela Embrapa
do Centro Nacional de Recursos Genéticos – CENARGEN, em 1974, que a coleção e
conservação de recursos genéticos agrícolas passaram a ser uma prioridade nacional e até
receberam apoio de agências de fomento do exterior, pois a comunidade acadêmica estava
preocupada com a erosão genética, particularmente de recursos genéticos de cultivos
tradicionais em todo o mundo decorrente da Revolução Verde. Embora a Revolução Verde
original não tenha chegada ao Brasil, a própria Embrapa gerou os recursos genéticos e
tecnologias agrícolas que fazem com que a expansão do agronegócio no país seja uma
Revolução Verde Brasileira. As implicações da versão brasileira são similares à versão
original, com foco em commodities produzidos em monocultivo e menos atenção para
cultivos nativos na agricultura tradicional.
A resposta simples à última pergunta é não. Diversas destas coleções sofreriam de erosão
genética nas próximas duas décadas. A primeira a sofrer forte erosão genética foi a coleção
de seringueira, em decorrência do mal das folhas (Microcyclus ulei). As coleções de
fruteiras do INPA sofreram com os planos econômicos dos governos no período de 1985 a
1994. Todas as instituições brasileiras, em especial as sediadas na Amazônia, sofreram de
descontinuidades financeiras na década que antecedeu ao Plano Real, o que afetou a
255
A erosão dentro das coleções normalmente é escondida por acreditar que mostra
incompetência institucional, mas os fatores mencionados acima como influenciando a
erosão são geralmente fora do controle dos pesquisadores responsáveis e frequentemente
fora de controle das instituições também. Um dos poucos casos analisados foi o das
coleções do INPA, sem incluir o Banco Ativo de Germoplasma de Pupunha, mantido pelo
INPA em colaboração com a Embrapa, e a coleção de cupuaçu, então tratada como coleção
a parte da coleção geral de fruteiras. As perdas entre o auge em 1982 e o início do Plano
Real, quando deu para retomar um manejo adequado, foram de 63% das amostras (Figura
3), mas entre 20 e 80% das plantas dentro das amostras, para uma perda de entre 70 e 93%
da diversidade genética na coleção. A maioria dessas perdas foi devido a descontinuidades
institucionais causadas pelos planos econômicos do governo federal no período.
Figure 3. A acumulação de recursos genéticos e a erosão genética na coleção geral de fruteiras do INPA
entre sua criação em 1976 e a retomada de seu manejo em 1995 após as descontinuidades econômicas
da década 1985-1994.
256
apoiar o agronegócio dessa fruta, que atualmente é a fruta nativa da Amazônia de maior
consumo (Oliveira et al. 2009).
Estamos construindo uma sociedade global em que muito de nós não queremos viver.
Vimos isto claramente com o recente fracasso da conferência da ONU chamada de Rio+20.
Vimos isto claramente nas atuais discussões sobre o Código Florestal, quando tanto a
Câmara dos Deputados como o Senado simplesmente ignoraram as sugestões das
comunidades de C&T e P&D para compatibilizar a produção agropecuária com a
conservação da natureza brasileira.
Referências bibliográficas
Resumen
Es frecuente que nuestro país sea caracterizado como “el granero del mundo” debido a las
amplias superficies destinadas a la agricultura. Este sistema productivo se desarrolla a gran
escala –industrial- preponderantemente en la zona pampeana; la agricultura familiar queda
así relegada como una actividad prácticamente marginal. Sin embargo, la historia agrícola
de nuestro territorio es muy distinta, con importantes áreas de selección y domesticación de
variedades de plantas americanas de valor económico. A lo largo de la constitución del
país, primero como colonia, luego como nación, esta agricultura regional fue incorporando
cultivos exóticos, algunos de ellos apropiados y devenidos en patrimonio de las zonas
donde se cultivan, para luego ser desplazados por especies de mayor valor comercial y/o
para exportación. Dado el significativo ingreso que estos cultivos industriales representan
para el país, desde el sector oficial se promueve el incremento del área cultivada aunque, al
mismo tiempo, se origina legislación tendiente a proteger e incentivar la agricultura
familiar y la conservación de bosques nativos. La investigación y gestión de estos recursos
se generan desde universidades públicas y organismos oficiales. Sin embargo, las acciones
de estos sectores públicos pueden contraponerse entre sí, difiriendo por ejemplo en cuanto a
la viabilidad, incumbencias y términos referidos a los desarrollos tecnológicos a partir de
estos recursos. En esta contribución discutimos brevemente, y a través de casos clave, el
origen, destino y actores vinculados a los recursos genéticos en nuestro país, así como los
espacios que requieren una revisión en la legislación vigente.
La agricultura prehispánica
262
Figura 1. Distribución de grupos cazadores recolectores y grupos agricultores, horticultores o bien con
empleo de algún cultivo al momento de la conquista española.
La agricultura colonial
A mediados del siglo XVI, en el altiplano del Alto Perú (actual Bolivia) se dio la
mayor explosión demográfica de la época, a partir de la explotación de las minas de plata
de Potosí. Para abastecer a este nuevo centro, se refuerzan antiguas redes de comunicación
y comercio. En ese contexto, al igual que en buena parte del Perú y del Alto Perú, en lo
que hoy es nuestro país, tuvo lugar un proceso de especialización económica con miras a
dicho abastecimiento. Uno de los ejemplos de reconversión más frecuentemente
mencionados fue el de la zona de Córdoba, cuya industria textil artesanal se vio seriamente
afectada por la disminución de la mano de obra, y cambió a la cría de mulas en sus valles
(Fradkin 2000; Barsky y Gelman 2001).
1-Noroeste: Formado por las actuales provincias de Salta, Jujuy, Santiago del Estero,
Catamarca y Tucumán. En parte como continuación del desarrollo en época prehispánica,
por el temprano ingreso de simientes no americanas junto a la fundación de ciudades, por el
sojuzgamiento temprano y estratégico de poblaciones nativas, por la diversidad de
explotaciones posibles y además por su posición privilegiada con respecto al Alto Perú, ésta
265
fue la región con más desarrollo agrícola durante el período colonial. Es así que dentro de
este territorio se dieron a su vez especializaciones como por ejemplo el algodón en el actual
territorio de Catamarca (unido a la producción textil). En valles y quebradas de altura desde
muy temprano el trigo fue una producción de importancia junto al maíz (Capparelli et al
2005; Giovanneti y Lema 2005; Bugallo et al. 2014), acompañado por la cebada y los
frutales (principalmente duraznos, pero también manzanas, peras y vid), de introducción
temprana (Capparelli et al 2005; Lambaré 2015; Mendonça et al 2003). También las habas
fueron de importancia y con el tiempo reemplazaron a los porotos en algunas regiones
como las zonas prepuneñas de la provincia de Jujuy. En toda la región, el cultivo de alfalfa
fue de gran relevancia, vinculado al paso de mulas en el comercio entre las minas del Alto
Perú y el puerto de Buenos Aires (Quesada y Lema 2012) En pisos ecológicos más bajos,
los Jesuitas introdujeron a principios del siglo XVII el cultivo de la caña de azúcar, que se
expandió hacia fines del siglo XIX con nuevo germoplasma y sobre la base de una
explotación diferente, el latifundio con mano de obra ocasional.
Figura 2. Ubicación de las áreas con economía agrícola en época colonial (siglos XVI al XVIII). Las
divisiones corresponden a las empleadas en el texto.
2- Cuyo (Centro-Oeste): Abarca las actuales provincias de Mendoza, San Juan y La Rioja.
En esta zona se establece como principal actividad agropecuaria, el cultivo de vid, olivos y
frutales euroasíaticos, tradición agrícola que caracteriza en la actualidad a la zona, habiendo
registros para la ciudad de Mendoza de trigo, olivo, durazno, cebada, vid y avena en
momentos tan tempranos como los de contacto hispano-indígena (Mafferra 2009). Estos
266
primeros cultivos se introdujeron desde Chile, en algunos casos como contrabando por las
prohibiciones de la corona, estableciéndose rápidamente como productos típicos. Incluso se
generaron variedades locales, como por ejemplo las aceitunas de la variedad Arauco,
oriundas de La Rioja (Pochettino 2015). A fines del siglo XVI, Mendoza ya envía vinos a
Tucumán, y más tarde lo haría al Litoral y Buenos Aires. San Juan por su parte, se
especializa en la producción de aguardiente (Barsky y Gelman 2001).
3- Centro: compuesto por las actuales provincias de Córdoba y San Luis, como se dijo,
durante la colonia la actividad más importante de la región era la cría de animales de carga
para el Alto Perú, y se registraba una agricultura doméstica, de autoconsumo.
4-Noreste: esta región integrada por las actuales provincias de Misiones, Chaco y Formosa
estaba en parte integrada al Paraguay, pero durante el siglo XVII y buena parte del XVIII se
integraron al sistema productor y exportador de las misiones jesuíticas a través del cultivo
de la yerba mate que llegaba a todos los rincones del Virreinato del Perú y luego del Río de
la Plata. Esta especie nativa, comenzó a utilizarse a partir de poblaciones del monte, pero
los jesuitas promovieron diversas estrategias de cultivo, con el establecimiento de
plantaciones que llegan hasta nuestros días. También se producía algo de tabaco, ganadería,
textiles, pero sin la importancia del cultivo antes mencionado para otras regiones
(Garavaglia 1983; Mayo 1994; Barsky y Gelman 2001).
5-Litoral: Integrada por Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes. Esta era la región
menos poblada y menos desarrollada; si bien alrededor del puerto de Buenos Aires se
formó un pequeño núcleo comercial, su crecimiento estaba obstaculizado por el monopolio
comercial y su situación marginal con respecto a la producción en las zonas antes
mencionadas. En el interior de la región, la principal actividad era la ganadería bovina de
haciendas cimarronas que podían ser capturadas libremente y que se aprovechaban
íntegramente (carne, cueros, grasa.). Hacia mediados del siglo XVII comenzaron a
otorgarse licencias, lo que llevó al establecimiento de las vaquerías, con mano de obra
temporal: el gaucho. Asociado a esto existía una pequeña agricultura de autoconsumo
(Mandrini 1987, Barsky y Gelman 2001).
Hacia fines del período colonial se mantenían a grandes rasgos las características
productivas reseñadas y otros hechos sociales vinculados: desigual distribución de
población y riqueza, con un fuerte peso de la región centro-noroeste, y un Litoral
escasamente poblado pero en franco crecimiento a partir de la explotación y exportación
pecuaria. Además de las especializaciones mencionadas, y debido a los altos costos de
transporte, cada región producía también los recursos necesarios para su subsistencia
(carne, trigo, maíz). Las guerras por la independencia supusieron situaciones desiguales
para las distintas regiones: en el Noroeste, escenario de combates, se rompieron redes de
producción y comercio, mientras que en otras zonas como el Litoral se encontraron
oportunidades de desarrollo. La Patagonia, en cambio, estuvo ajena a esas vicisitudes por la
267
Todo el período de organización nacional, hasta bien entrada la segunda mitad del
siglo XIX (Figura 3), se caracterizó por la intensificación en la explotación ganadera en la
región pampeana, el establecimiento de los saladeros de cueros para exportación, el avance
de la frontera ganadera hacia la Patagonia con cría de ovinos y la consecuente pérdida de
importancia de las economías regionales como base de una economía nacional.
Particularmente, en Patagonia, las poblaciones locales entraron en contacto con los núcleos
hispánicos que llegaron a la región, pero mantuvieron su autonomía, y por ende,
aislamiento, hasta fines del siglo XIX. Hasta esa fecha, los registros arqueológicos y pre-
hispánicos dan cuenta de una gran diversidad de vegetales silvestres comestibles y de
plantas cultivadas que formaron parte de la dieta de los pueblos del sur de Argentina y
Chile. Se han descripto en la región patagónica, sistemas irrigados de cultivo de maíz (Zea
mays), papa (Solanum tuberosum), porotos (Phaseolus sp.), quínoa (Chenopodium quinoa),
zapallos (Cucurbita sp) y ajíes (Capsicum sp.), así como también, del cereal llamado
mango (Bromus mango, Poaceae) y la oleaginosa llamada madi (Madia sativa, Asteraceae),
estos dos últimos abandonados por completo luego de la conquista. La lógica del uso del
paisaje era de apropiación colectiva con normas vinculadas al intercambio y la reciprocidad
(Ladio 2011).
A fines del XIX, a partir de la campaña del desierto (Wingka Malón en lengua
Mapuche) -una fuerte embestida militar al mando del General Roca que generó el
genocidio de las comunidades originarias de la región y/o su desarraigo- es cuando las
tierras patagónicas entraron al sistema nacional. A partir de esa fecha, las tierras
comenzaron a recibir inmigrantes y/o colonos y fueron utilizadas aplicando las lógicas de
producción de alimentos propias del modelo europeo de áreas templadas. La usurpación de
las tierras se sustentaba con la ley del Hogar de 1889 dándole a los colonos tierras para
producción ganadera y de granos (principalmente trigo y cebada), destinados a la
exportación. En todo este período se produjo un afianzamiento de la partición del espacio
en base a la noción de propiedad privada y del acorralamiento y/o abandono de las lógicas
de uso de la tierra que poseían los pueblos originarios (Ladio y Molares 2014). Finalizada
la Campaña del Desierto, la del Nahuel Huapi y los Andes (1879, 1881 y 1885), los
establecimientos de los colonos ocuparon las mejores tierras de calidad forrajera y
ganadera, desencadenando el desplazamiento de los pequeños y medianos productores
caprinos hacia el este de la cordillera de los Andes, las zonas más secas de la región. A
fines del siglo XIX y principios del XX, se produce un gran auge en la zona de la
producción lanera desencadenando un proceso conocido como “Merinización” (ovejas de
raza merino) y convirtiendo a la Patagonia argentina en la principal zona con stock ovino
269
Figura 3. Consolidación de las economías regionales a fines del período colonial y durante la
organización nacional (siglo XIX).
270
Figura 4. Expansión de la agricultura industrial (fines del siglo XX y principios del siglo XXI).
Figura 5. Cambios históricos en la configuración del uso de la tierra y su impacto sobre el margen
bruto por hectárea (Tomado de Viglizzo 2004).
271
Poca atención se le ha dado a los sistemas que integran los pequeños productores que viven
en la Patagonia, muchos de ellos descendientes de los pueblos originarios y que se
sustentan por medio de economías de subsistencia y que ascienden en la región a más de
12.000 familias. Dichos pequeños productores se concentran principalmente en el Norte de
la Patagonia, en las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut (Muzi 2013).
invierno, ha sido para para varias zonas de la Patagonia un solución frente a la rigurosidad
ambiental, pero que también ha tenido implicancias en la diversidad de recursos vegetales
alimentarios consumidos (Ladio y Lozada 2009). Los estudios indican que esta práctica
está en grave retroceso y esto genera una disminución en la riqueza y variedad de especies
comestibles silvestres que son utilizadas por los pobladores (Ladio y Lozada 2004).
A lo largo del período colonial y hasta comienzos del siglo XX, las áreas del NOA aquí
tratadas, Quebrada de Humahuaca y Puna, constituían zonas caracterizadas por una
economía de autosubsistencia, si bien mantenían distinto grado de articulación con
mercados locales y regionales como resultado de su inclusión en el Marquesado de Tojo,
273
uno de los pocos mayorazgos que estableció la Corona española en territorio argentino.
Esta unidad productiva que abarcaba el Norte de Jujuy, Noroeste de Salta y sur de Bolivia
(Tarija) se consolida en 1708 y su unidad se prolonga más allá de la muerte del último
marqués en 1820 (Barsky y Gelman 2001). En esta vasta propiedad se encontraban diversos
pisos ecológicos y se observaba cierta especialización en cada uno de ellos: ganadería en la
Puna, vitivinicultura en Tarija, mientras que la Quebrada de Humahuaca tenía una
economía agrícologanadera, vinculada al tránsito de animales hacia el Alto Perú (Conti
1989; Teruel 2005; Reboratti et al.2003 ).
El panorama productivo descripto podía observarse aún a principios del siglo XX.
A partir de su introducción en el siglo XVI, varios cultivos europeos tales como alfafa,
trigo y habas prosperaban en territorio jujeño con distintos fines. La alfalfa, forraje de
primera calidad, y el trigo entraban en los circuitos de intercambio, mientras que las habas
pasaron a ser un alimento central en la dieta de los pobladores locales. Junto con esto, las
familias continuaba cultivando especies nativas, tales como distintas variedades de papa y
maíz., oca (Oxalis tuberosa), papa lisa (Ullucus tuberosus) y quínoa, junto con frutales
como duraznos, manzanas y peras, y en menor medida algunas hortalizas y legumbres de
introducción más tardía como cebolla, repollo, acelga (Beta vulgaris var. cicla) y tomate (
Arzeno 1999 en Bugallo et al 2014; Reboratti et al.,2003).
El censo agropecuario 2002 (INDEC 2002) muestra una distribución similar a la de fines
de la década del 90 en cuanto a los cultivos, pero con un gran incremento de hortalizas
(+6%,) y legumbres (+38%) En el presente, los agricultores familiares cultivan tanto
especies locales como introducidas. En zonas cercanas a la Puna, donde el pastoreo de
camélidos, ovinos y/o caprinos es preponderante, se ha relevado el cultivo en pequeñas
parcelas de habas, arvejas, trigo, variedades de papa, oca, quínoa blanca y rosada, cebada y
alfalfa en huertos a cielo abierto (Lema 2006, Fabron 2014). Con la introducción de viveros
en la puna se logra el cultivo de lechuga, tomate, zanahoria, acelga, cebolla, perejil
(Petroselinum crispum), ajenjo (Artemisia absinthium), menta (Mentha spp.), aloe (Aloe
spp.) y maíz (aunque este último llega a crecer tanto que rompe los plásticos del
invernadero y el espacio se convierte en un huerto a cielo abierto) entre otras (Lema 2006).
Las zonas de cultivo están constituidas por rastrojos de alfalfa, sembraderos para consumo
de la familia próximos o alejados de la casa y jardines o quintas anexas a las mismas
(Lema 2014). En la Quebrada, donde el sistema es agro-pastoril involucra circuitos de
movilidad que incluyen la puna, se registra un rango de especies que incluye algunas de las
ya mencionadas, junto a variedades de maíz, papa “abajeña”, duraznos, manzanas, peras
(Pyrus communis), vid, zanahorias, acelga, ají, zapallos (Cucurbita spp.) y flores (Fabron
2014: Lambaré 2015), siendo excepcional el cultivo de yacón, situado en una o dos
localidades. Pero también se observan en la Quebrada huertos destinados exclusivamente al
comercio, donde se cultivan unas 20-30 especies, entre las que destacan por la extensión
cultivada choclos, lechuga, ajo , acelga, haba y zanahoria (INDEC 2002). A diferencia de lo
planteado para Patagonia, quizás como consecuencia de una larga tradición agrícola son
muy pocas las especies silvestres usadas como comestible, con excepción de frutos de
algarrobo (Prosopis spp.) y varias cactáceas, aunque es elevado el número de aquellas
empleadas como condimenticias y medicinales, alcanzando una cifra similar de 200
especies (Scarpa y Arenas 1996; Martínez et al. 2000). El intercambio de semillas entre
familias y en ferias de intercambio locales sigue vigente, tanto a través de prácticas
tradicionales como impulsado desde organismos oficiales de promoción, organismos que
también se hacen presentes en las comunidades quebradeñas para aportar semillas –muchas
de ellas “curadas” con “remedio”- e infraestructura. En los últimos años, los llamados
“cultivos andinos” (tales como oca, papa lisa, yacón, quínoa, variedades de maíz) han
aumentado su salida comercial para una gastronomía local orientada al turismo y una de
exportación dentro del mercado interno para restaurantes gourmet (Arzeno y Troncoso
2012). Esta demanda ha sido en parte respondida desde los agricultores familiares locales a
través de su participación en cooperativas. Actualmente el uso de agroquímicos en el sector
central de la Quebrada para abastecer la demanda del mercado versus la mantención de
sistemas tradicionales a nivel familiar (como forma de aportar valor agregado a los
productos de comercialización) es una de las principales pujas que se dan en la región.
Con la llegada de los españoles (Siglo XVI) se repartieron las tierras de las Yungas en
grandes encomiendas (Rutledge 1987) y hacia finales del siglo se establecieron sistemas
reduccionales, primero jesuitas y luego franciscanos (Tommasini 1933). Hacia comienzos
del siglo XVII las tierras se dividieron en mercedes, lo que dio origen al sistema de
haciendas (grandes latifundios conocidos como Fincas en la región) (Vergara 1934), donde
los pobladores locales pasaron a ser arrendatarios u “ocupantes” con pocos derechos sobre
el uso del espacio. En este período se incorporaron nuevos productos agrícolas tales como
trigo, habas, arvejas, cebada y frutales como cítricos (naranja y lima especialmente),
durazno, ciruelos, manzanas y peras y se incorporó la cría ovejas, vacas y burros (Cartas
Anuas Compañía de Jesús 1690-1614, Reboratti 1996). Con la llegada de los españoles se
modificaron las redes de intercambio prehispánicas y la economía de los pueblos pasó a ser
mayoritariamente responsabilidad del grupo doméstico, a diferencia del anterior sistema
comunitario (Custred 1977;Karasik 1984; Hilgert 2007a).
En los poblados rurales de las yungas, que se distribuyen de modo heterogéneo desde la
ceja de monte en el pastizal de neblina, pasando por los valles húmedos y llegando al
pedemonte, se mantiene gran parte de la variabilidad ancestral de cultivares nativos y
criollos, y recientemente se enriquecieron con numerosas hortalizas, entre ellas acelga,
repollo y lechuga. No obstante, los cultivos más importantes en estos parajes siguen siendo
la papa, los zapallos y el maíz. A modo de ejemplo, de los 25 etnotaxa de maíces criollos
cultivados en distintos enclaves de yungas, se han identificado como factores que modelan
el mantenimiento de estos cultivos, la preservación del uso diversificado del ambiente –que
se refuerza con el mantenimiento de algún grado de trashumancia- (Hilgert y Gil 2005;
Ramos el al 2013), el mantenimiento de la identidad cultural y la religiosidad local (Hilgert
et al 2013). Se ha constatado, asimismo que este sistema productivo se nutre de nuevos
cultivares procedentes de intercambios entre agricultores de diferentes regiones (en parte
276
bolivianos) y que aún en la actualidad es un proceso dinámico (Ramos et al 2013). Por otra
parte, se ha demostrado que la trashumancia entre los agricultores fomenta una mayor
diversidad de cultivos y/o del uso de recursos silvestres alimenticios, aquellos propios de
cada piso altitudinal y de otros más versátiles, así como la conservación de técnicas de
manejo adecuadas a las características de cada sitio y del grupo cultural (Hilgert 2007b).
Sin embargo, los estudios muestran también que el abandono de dicha actividad
trashumante, la disminución de la actividad agrícola en distintos pisos altitudinales y la
incorporación de productos alimenticios foráneos contribuyen a la disminución de tal
riqueza. Dentro de los casos estudiados, en la provincia de Salta, se ha observado que el
elenco de cultivares está relacionado con el piso altitudinal y con la distancia a la casa del
espacio donde se cultiva. En los sitios próximos al hogar se encuentra todo aquello
destinado al uso cotidiano (especies que se consumen en estadios madurativos incompletos
–i.e. choclos-, condimentos, verduras, etc.) y en el resto de los sitios se cultiva aquello que
se cosechará maduro y se almacenará para consumo propio o venta (Hilgert, 1998; Hilgert
& Gil, 2005; Hilgert, 2007a). Estos espacios son huertos y jardines (ubicados en los
alrededores del hogar), con dos variantes ubicadas en sitios un poco más alejados pero con
un rol similar: los huertos vegetales (ubicados en los puestos del cerro, dentro de los
corrales donde pernoctan las ovejas, en un espacio separado por cercos transitorios) y los
huertos frutales (comunes en el valle y monte, donde predomina el cultivo de frutales, pero
además se producen otros elementos propios de estos ambientes) y los espacios de
agricultura migratoria (roza, tumba y quema) (Hilgert y Gil 2005).
El territorio del bosque atlántico, ha estado habitado por pueblos guaraníes desde hace unos
6000 años (Martínez Sarasola 1992). En esta región, la población aumentó
considerablemente durante el período colonial, con los jesuitas y a mediados del siglo XVII
fue la región más densamente poblada de Argentina (Belastegui 2004). Población que,
luego de la expulsión de la orden jesuita y de las guerras locales decae hasta la
promulgación de la Ley de Avellaneda en 1876, momento en que se inicia un programa de
colonización de la región con el fin de poblar el territorio e incrementar la producción
agrícola (Slutzky 2011). Colonización que se fue expandiendo desde el sur hacia el norte
del territorio; inicialmente en tierras fiscales y luego privadas –por la costa del río Paraná-
(Belastegui 2004). Más tarde, en la década de los 80’ del siglo XX hubo una nueva ola de
colonización siguiendo la costa del río Uruguay (Bartolomé 1982; 2000, Schiavoni 1995).
En la segunda mitad del S XX, entre 1960 y 1980, se destaca además un proceso de
ocupación espontánea de tierras fiscales, protagonizado por familias de agricultores auto-
organizados originarios de otras zonas de Misiones y de los estados vecinos del Brasil
(Schiavoni 1998).
de los años ´60 las reforestaciones pasan a ser monocultivos de pino resinoso,
quintuplicándose la superficie implantada de esta especie. Luego, en los años ’90 se
estimula la reforestación con pino resinoso en base a incentivos fiscales que se ampliaron a
partir de la ley 25.080 y que se mantiene en la actualidad. Este panorama convierte a
Misiones en la última frontera agropecuaria de Argentina- es decir con grandes latifundios
tierras fiscales disponibles-, donde se combina el uso de recursos forestales con el
desarrollo de la agricultura de autoconsumo (Galindo-Leal y Gusmão Câmara 2003;
Ferrero 2005; Izquierdo et al. 2010; Mastrangelo y Trpin 2011; Cariola et al 2013).
Ya por la década del 70 del siglo pasado se registraba una disminución en las
prácticas agrícolas de este grupo cultural, la que se fundamenta en el deterioro del
ambiente, la disminución de la superficie de las tierras que utilizan y la participación
temporaria en la cosecha de yerba mate y tabaco de las unidades productivas de los colonos
(Chase Sardi 1971; Pochettino 2007). En ese contexto, la diversidad de cultivares actual
viene sufriendo cambios, entre ellos los más relevantes: a) La desaparición de especies,
como el mangara (Xanthosoma sp.), b) La pérdida de variedades de algunos cultivos
tradicionales, entre ellos la batata , especie de la que se observaron 7 variedades locales y
una de reciente incorporación. Ésta última es la que se cultiva en mayor proporción, junto a
2 de las locales –en menor volumen- c) El abandono, o disminución del cultivo de
legumbres y maíz por la provista de estos elementos desde programas estatales. La
agricultura se complementa con actividad pecuaria de cría de larvas comestibles de
curculiónidos aramandái (Rhynchosporum palmarum) y otros coleópteros, producto del
apeo y manejo adecuado de palmeras, árboles y cañas locales, así como la cría de aves de
corral, cerdos y más recientemente ganado vacuno (Keller 2008).
La colonización de esta región desde fines del Siglo XIX basada en los distintos
tipos de explotación económica mencionados ha ido reduciendo y modificando las
características de este ambiente y, consecuentemente, el territorio y la horticultura de las
poblaciones aborígenes. Estos emprendimientos fueron fomentados por políticas
inmigratorias a nivel nacional, las que otorgaban tierras a los inmigrantes europeos,
“colonos”, los que se establecieron a través del sistema de concesiones en gran parte de los
territorios habitados por los Mbyá (Martínez et al. 2003). La actividad agrícola de los
colonos, en principio para el autoconsumo, luego se orientó al mercado, alentada en
algunos momentos de su historia por excelentes posibilidades económicas, por ejemplo el
Tung en la década de 1940, la yerba mate, el té (Chiffarelli 2010 a y b). Pero los vaivenes
en las políticas de promoción de distintos cultivos generaron incertidumbre en los colonos y
sus hijos convirtiéndolos en personas escépticas con relación a su futuro como productores
agropecuarios (Crivos et al 2005). El tabaco, en el centro y nordeste del territorio
misionero constituye la principal producción de los grupos domésticos (suele ser el único
producto que genera excedentes en efectivo) (Freaza 2000; Ferrero 2005). Por esta razón,
en el caso de los productos de la chacra y la huerta ya sea frescos o procesados - y los
derivados de la cría de ganado y aves de corral- en la actualidad los destinan tanto al
consumo doméstico como a la comercialización. Entran en el mercado a pequeña escala a
través de la venta en las ferias francas (pioneras en este emprendimiento, hoy de alcance
nacional y en ferias regionales en ocasión de fiestas comunales y/o a través de la venta
domiciliaria (Martínez et al. 2003). Con respecto a las especies utilizadas, el número es
muy elevado, llegando a unas 400 entre silvestres y cultivadas. Esto se debe tanto a la
diversidad biológica local, como a su característica pluricultural, con inmigrantes centro-
europeos, españoles, japoneses y actualmente una zona de tránsito de pobladores de países
vecinos, Brasil y Paraguay (Furlan et al 2013).
279
En la actualidad, dado el significativo ingreso que los cultivos industriales representan para
el país, desde el sector oficial se promueve el incremento del área cultivada aunque, al
mismo tiempo, se origina legislación tendiente a proteger e incentivar la agricultura
familiar y la conservación de bosques nativos. La investigación y gestión de estos recursos
se generan desde universidades públicas y organismos oficiales. Sin embargo, las acciones
de estos sectores públicos pueden contraponerse entre sí, difiriendo por ejemplo en cuanto a
la viabilidad, incumbencias y términos referidos a los desarrollos tecnológicos a partir de
estos recursos.
Conclusiones
Argentina se autoproclama como el gran reservorio de alimentos para el mundo durante los
próximos años a través de la agricultura industrial en las amplias llanuras centrales. Sin
embargo, esta agricultura, de carácter industrial y a gran escala, está hoy destinada a la
exportación en muchos casos con fines diferentes a la alimentación humana. Por el
contrario, los huertos y chacras de las distintas regiones del país forman parte de uno de los
eslabones principales de la vida de las comunidades locales, brindándoles autosuficiencia
alimentaria a pesar de que ocupan una situación marginal desde lo económico, y periférica
desde lo geográfico. La agricultura familiar se destaca por superar condiciones muy
exigentes de cultivo debido a las condiciones extremas en términos climáticos de algunas
regiones como la Patagonia, la Puna y otras regiones periféricas a la Pampa. Se destaca por
el predominio del trabajo manual sobre el trabajo mecanizado, la preponderancia del
policultivo (incluyendo variedades subespecíficas) sobre el monocultivo y la menor o nula
utilización de plaguicidas y herbicidas comerciales. En consideración de esta importancia
de la agricultura familiar, desde diversos sectores públicos se promueve y protege dicha
actividad con investigaciones interesadas en su caracterización y leyes tendientes a
garantizar su viabilidad y asegurar beneficios a los productores familiares, mediante
registro y regularización de su quehacer. El mismo fin tendría la regulación del intercambio
de recursos genéticos con el exterior y el establecimiento de diversos proyectos de
investigación referidos a cultivos típicos de distintas zonas del país. A pesar de lo dicho, y
como consecuencia del significado económico que tiene la agricultura industrial para la
economía del país, se promueve una ley de semillas que garantiza máximas ganancias a los
obtentores de nuevas variedades a escala de laboratorio y a través de manipulación
genética.
282
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285
Introducción
Mesoamérica es una región de alta diversidad biocultural (Maffi, 2005; Toledo y arrera-
assols, 2008; oege 2008), la cual se expresa de manera particularmente relevante en los
sistemas de manejo y domesticación de paisajes, plantas, animales y microorganismos. Los
estudiosos de la domesticación de plantas consistentemente han reconocido que
Mesoamérica es una de las áreas más antiguas y dinámicas en el manejo y domesticación
de plantas y en la diversificación de sistemas agrícolas del Continente Americano (Vavilov
1992, Harlan 1975, Haw es 1983, Smith 2006). Mesoamérica fue originalmente definida
por Paul Kirchoff (1943) como una región cultural con aspectos peculiares. De acuerdo con
Kirchoff (1943), Matos-Moctezuma (1994) y otros autores, en Mesoamérica es posible
identificar rasgos culturales distintivos de asentamientos, alimentación y cultura con
respecto a las regiones áridas y montañosas del norte de México y sur de Estados Unidos de
América, denominadas Aridoamérica, así como con respecto a las regiones amazónica y
andina en Sudamérica. Kirchoff (1943) propuso más de 40 elementos culturales que
distinguen Mesoamérica de otras regiones. Entre tales elementos destacan, por ejemplo, el
consumo de tortillas de maíz como eje principal de la alimentación, elaboradas a partir del
proceso de nixtamalización, que involucra la cocción de maíz con cal, la elaboración de
masa a partir de la molienda del grano cocido en metates o molinos de piedra y su cocción
final en planchas de barro denominadas comales. Son considerados también como propios
de Mesoamérica el pulque, una bebida alcohólica elaborada a partir de la savia fermentada
de agaves, y el juego de pelota, frecuentemente encontrado en las construcciones
precolombinas de Mesoamérica del que, ciertamente, no hay una versión similar en otras
regiones del Nuevo Mundo. Igualmente se incluyen otros diversos instrumentos y
alimentos. Con el tiempo, algunos de los elementos planteados por Kirchoff (1943) se han
confirmado y otros han sido refutados, pues investigaciones arqueológicas y antropológicas
posteriores a su trabajo las han identificado arraigadas desde la antigüedad en otras
regiones del Continente.
propuestas destaca la de Gordon Childe (Childe 1956), quien propuso la idea de Revolución
Neolítica, un salto tecnológico en un tiempo relativamente corto, principalmente asociado a
cambios ambientales. Posteriormente, Flannery (1986), Harris y Hillman (1989) y Harris
(1996) propusieron modelos más complejos que involucraron una combinación de cambios
ecológicos, crecimiento demográfico e innovación tecnológica para determinar un cambio
progresivo en la tecnología de producir recursos.
Nuestro grupo de investigación parte de considerar que, puesto que los procesos de
manejo y domesticación son vigentes, su estudio y comprensión en el contexto actual a
partir de diversas herramientas metodológicas pueden aportar elementos más detallados
sobre los procesos causales que permiten entender lo que ocurrió en el pasado. Algunas
técnicas moleculares, por ejemplo, están aportando valiosa información acerca del dónde y
cuándo se originaron y difundieron las especies domesticadas, complementando
significativamente los estudios arqueológicos y los fechamientos con isótopos. El estudio
sobre el origen y la difusión de estos recursos ha encontrado en la filogeografía una
herramienta de gran valor. Esta disciplina permite analizar las relaciones de parentesco y la
distribución espacial de linajes de genes, lo que lleva a corroborar aquellas áreas en donde
se iniciaron y difundieron las experiencias de manejar y domesticar los recursos. En
particular, este enfoque plantea nuevas preguntas e hipótesis más detalladas sobre las ideas
de los ‘centros’ y los ‘no centros’ propuestos por Vavilov (1992) y por Harlan (1975),
respectivamente, acerca del origen de los taxa y de su domesticación. Ha sido de alta
relevancia la articulación de enfoques etnobiológicos, ecológicos y evolutivos, los cuales
aportan valiosa información para analizar respuestas a cómo y por qué operan en el
presente los procesos de manejo y domesticación. Con tal información es posible apoyar
explicaciones más robustas sobre los procesos que pudieron ocurrir en el pasado.
Estrategia de investigación
El tema central de nuestras investigaciones es el manejo, pues éste es una expresión crucial
de las interacciones entre las sociedades y la naturaleza. A través del manejo las sociedades
obtienen sus satisfactores materiales y al hacerlo generan consecuencias sobre los
ecosistemas, sus componentes y procesos. Por ello, el estudio del manejo ofrece la
oportunidad de entender de una manera profunda y dinámica las interrelaciones entre
sistemas sociales y naturales. Entendemos por manejo las intervenciones intencionales (que
obedecen a propósitos determinados) sobre los sistemas naturales y artificiales, sobre sus
elementos (los recursos naturales), o inclusive sobre procesos que ocurren en los sistemas
(algunos procesos o funciones de los ecosistemas son reconocidos como servicios
ecosistémicos). Cabe mencionar que hay cambios accidentales o circunstanciales que
determinan cambios en los sistemas sin mediar un propósito, pero éstos no deben
considerarse propiamente como manejo sino como consecuencias incidentales de éste. El
manejo puede involucrar aprovechamiento (apropiación y uso), conservación
(mantenimiento), o restauración (recuperación) de recursos, procesos y/o sistemas (Casas et
al. 2007, 2014; lancas et al. 2010, 2013).
Figura 1. Regiones en donde se encuentran las cerca de 40 comunidades rurales estudiadas por nuestro
grupo de investigación. Se anotan los grupos étnicos a los que pertenecen las comunidades.
Figura 2. Estrategia general de la investigación que lleva a cabo nuestro grupo de trabajo. El objetivo
general es entender los procesos que influyen y son influidos por el manejo de recursos vegetales y de
ecosistemas, utilizando marcos conceptuales y herramientas provenientes de distintas disciplinas, según
las distintas dimensiones analizadas: socio-cultural, ecológica y evolutiva. Desde la perspectiva social,
examinamos el papel de la cultura, la organización social y procesos económicos en las estrategias de
manejo. Desde la perspectiva ecológica buscamos entender los factores ecológicos que detonan
respuestas de manejo y, asimismo, establecer bases para el manejo sustentable de recursos y
ecosistemas. Desde una perspectiva evolutiva tratamos de entender cómo el manejo determina procesos
de domesticación a escala poblacional y cómo se articulan éstos con los que ocurren a escala de paisajes.
uscamos entonces entender cómo influyen los procesos ecológicos en las formas
de manejar los recursos y vice versa ( lancas et al. 2013). Mediante estos estudios tratamos
de probar la hipótesis de que la disponibilidad espacial de los recursos de mayor valor
cultural es una motivación principal (no la única) del manejo. Su escasez y/o la
incertidumbre en su disponibilidad son aspectos relevantes. Desde esta perspectiva, son
importantes indicadores de la motivación del manejo aspectos biológicos de los recursos,
tales como la forma de vida y la duración de su ciclo de vida, la parte aprovechada y la
capacidad de los individuos para reponerse de la cosecha, el sistema de reproducción y la
forma en que la afecta el manejo, entre otros. Asimismo, es relevante determinar el balance
entre la escasez de un recurso y la intensidad de su aprovechamiento por un grupo humano.
Este balance depende de la distribución y abundancia del recurso, así como del valor de uso
y de cambio que posee, de la factibilidad de almacenarlo o de sustituirlo por otro recurso,
entre otros factores. El análisis de estos procesos es útil también para establecer las bases
297
La tercera dimensión de investigación que aborda nuestro grupo son los procesos
evolutivos asociados al manejo: la domesticación. El manejo determina ajustes en las
formas, las funciones y comportamientos de los organismos de acuerdo con las necesidades
humanas primarias, valores, costumbres, gustos y preferencias moldeadas por la cultura.
Estos ajustes en las poblaciones manejadas comúnmente determinan características
divergentes con respecto a los individuos que componen las poblaciones silvestres o sin
manejo. De manera similar, el manejo determina ajustes en la composición, fisonomía y
funciones de los sistemas y transforma los ecosistemas naturales en artificiales. Ambos
procesos, a nivel de especie y de ecosistema, son expresiones de la domesticación. A nivel
de especie, la morfometría, la genética, la fisiología y la biología reproductiva comparada
entre poblaciones silvestres y cultivadas nos permiten entender los procesos que guían la
domesticación y sus consecuencias y tendencias evolutivas en la escala de las poblaciones.
Entre estas consecuencias está la reunión de distintos linajes en las poblaciones y su
dispersión artificial entre poblaciones, modificando la estructura filogeográfica natural de
las especies bajo domesticación. La reunión de estudios de caso sobre la estructura
filogeográfica de algunas especies domesticadas, particularmente aquellas que tienen
distribución a escala continental, podrá por lo tanto arrojar mayor luz sobre la porosidad de
las regiones culturales, los intercambios materiales y culturales y la difusión de la
experiencia de manejar y domesticar recursos en el Continente Americano.
miles de años de manejo por las sociedades que han habitado el territorio (Moreno Calles et
al. 2010; lancas et al. 2010, 2013; Larios et al. 2013; Vallejo et al. 2014). Aloja además
una elevada diversidad biológica que comprende más de 25,000 especies vegetales (Toledo
y Ordóñez 1993; Villaseñor 2003), 1150 de aves (Navarro-Sigüenza et al. 2014), y más de
500 especies de mamíferos (Ceballos et al. 2002). Hay en el territorio mexicano además
una alta diversidad cultural, con 58 grupos étnicos indígenas hablantes de cerca de 290
lenguas (Toledo et al. 2001, De Ávila, 2008, Lewis et al. 2015). La interacción de las
sociedades tradicionales y la diversidad biológica de sus territorios (Casas et al. 2007;
lancas et al. 2010, 2013) han conformado por más de 10,000 años de historia de presencia
humana (MacNeish 1992), un importante patrimonio biocultural ( oege 2008).
En un recuento sobre la flora útil de México, Caballero et al. (1998) estimaron que
en el país existen entre 5,000 y 7,000 especies de plantas que son utilizadas por las diversas
culturas. Sin embargo, en los últimos años se han publicado inventarios etnobiológicos que
permiten proponer que esa cifra es subestimada. Por ejemplo, tan sólo en el Valle de
Tehuacán-Cuicatlán Casas et al. (2001) y Lira et al. (2009) registraron un inventario de más
de 1,600 especies aprovechadas actualmente por las culturas regionales, constituyendo
cerca de 54% de la flora regional. Un ejercicio similar en otras regiones permite calcular
que en promedio 39% de las especies de las floras regionales registran algún uso (Cuadro
1), lo que significa que de un total de 25,000 (Villaseñor 2003) a 30,000 (Toledo y Ordóñez
1993) especies de plantas vasculares existentes en el país, debería esperarse la existencia de
entre 10,000 y 12,000 especies con algún tipo de uso.
Cuadro 1. Total de especies de plantas registradas en la flora de distintas regiones de México, así como
el total y proporción que de tales floras son especies registradas con algún uso por los pueblos
regionales.
Diversidad de riesgos
Identificar cuáles son los recursos de mayor importancia para los pobladores en distintas
regiones, su consumo anual, la frecuencia de uso, las cantidades utilizadas y las
preferencias, cuáles son consideradas sustituibles y cuáles no, es información clave para
dimensionar el riesgo y el interés humano por asegurar su disponibilidad. Lo mismo aplica
para plantas comestibles que para medicinales usadas en la atención de enfermedades
específicas, así como para plantas forrajeras, ornamentales, y para aquellas con otros usos.
Algunos ejemplos que hemos documentado en distintas regiones se muestran en la Tabla 2.
Los estudios efectuados arrojan importante información sobre las especies bajo mayor
presión humana; y tales indicadores junto con información ecológica nos brindan
información útil para evaluar su vulnerabilidad natural y la asociada a actividades humanas.
300
Figura 3. Número de especies de plantas utilizadas por las distintas culturas de México, con base en
estimaciones realizadas por Caballero et al. 1998 la cual incluye información de la Base de Datos
Etnobotánicos de México BADEPLAM del Jardín Botánico, Instituto de Ecología, UNAM. Esta
información se actualizó con base en Casas et al. 2014 y con base en ambas fuentes se efectuaron los
cálculos que se presentan. Aproximadamente el 70% de la información tiene ya un respaldo de
ejemplares y registros en bases de datos.
Figura 4. Formas de vida de las especies de plantas utilizadas por las distintas culturas de México. La
información se basa en estimaciones realizadas por Caballero et al. 1998 con una muestra de
información de la Base de Datos Etnobotánicos de México BADEPLAM del Jardín Botánico, Instituto
de Ecología, UNAM. Esta información se actualizó con base en Casas et al. 2014 y con base en ambas
fuentes se efectuaron los cálculos que se presentan. Aproximadamente el 70% de la información tiene
ya un respaldo de ejemplares y registros en bases de datos.
301
Figura 6. Número de especies utilizadas por las culturas mexicanas, comparadas con aquellas que se
han registrado a nivel mundial. Los círculos muestran una escala de importancia económica y cultural,
así como aspectos de manejo. El círculo más pequeño, identificado con el número 1 representa el núcleo
de especies domesticadas y cultivadas de mayor importancia económica en México (a la izquierda) y en
el Mundo (a la derecha). El círculo con el número 2 indica un conjunto de especies de plantas
domesticadas que tienen importancia regional. El círculo con el número 3 indica aquellas plantas que
presentan manejo y domesticación incipiente, mientras que el número 4 muestra aquellas especies de
plantas silvestres que se obtienen bajo distintas prácticas de recolección y extracción forestal. Esta
figura presenta información actualizada que se basa en las publicadas por Casas y Parra (2007).
disturbio y las tasas de extracción, permite identificar qué recursos se encuentran en mayor
riesgo de desaparecer en asociación con su aprovechamiento. Ejemplos de estos estudios
pueden apreciarse en trabajos como los de Casas et al. (2008), Pérez-Negrón y Casas
(2007), Farfán et al. (2007), Camou et al. (2008), Arellanes et al. (2013), lancas et al.
(2010, 2013) y Delgado-Lemus et al. (2014a), entre otros. En una muestra de 11
comunidades campesinas estudiadas en diferentes puntos de México (Valle de Tehuacán,
Reserva de la iosfera Mariposa Monarca, Montaña de Guerrero y Sierra Tarahumara),
encontramos que en promedio 15% ± 4 de las especies registradas como utilizadas tienen
un alto valor cultural y económico, por lo que sobresalen significativamente en
comparación con el resto de las especies y están sujetas a las mayores tasas de extracción.
En estos casos, las especies de ciclo de vida largo, las que se extraen por completo, las de
distribución restringida y las escasas son las más vulnerables. En tales especies es de
esperarse que los esfuerzos de manejo estén especialmente dirigidos a las especies más
vulnerables y, en caso contrario, esas especies pueden llegar a extinguirse localmente.
Tabla 2. Ejemplos de evaluaciones sobre las cantidades totales, frecuencia de consumo y preferencia de
algunas especies de quelites, frutos comestibles y leña consumidas por unidades familiares de la
comunidad mestiza de origen cuicateco y mazateco de Quiotepec, Oaxaca (para mayores detalles véase
Pérez-Negrón y Casas 2007), la comunidad cuicateca de San Lorenzo Pápalo, Oaxaca (mayores detalles
en Solís-Rojas 2006) y la comunidad tarahumara o rarámuri de Cuiteco, Chihuahua (mayores de talles
en Camou et al. 2008).
Quelites
Quelite mostaza Brassica campestris 51.8 34.5 94.8
Wasorí Amaranthus hybridus 31.0 41.3 79.3
Verdolaga Portulaca oleracea 32.9 50.3 53.4
Chuyaca Chenopodium berlandieri 11.5 15.0 27.6
Medicinales
Hierba de la víbora Zornia reticulata 0.95 3.0 75.9b
Chuchupate Ligusticum porteri 3.78 3.3 22.4c
abiza Cosmos pringlei 2.87 3.3 27.6d
e
Leña
U´turi Quercus crassifolia 1207.0 -- 30.3
Achíchuri Quercus viminea 1402.0 -- 24.2
Amawi Quercus coccolobifolia 1023.0 -- 15.2
Mapa e Quercus arizonica 597.8 -- 15.2
Notas: a El índice de mención representa la frecuencia de menciones sobre el uso de una especie que y se considera
también como un indicador de la preferencia de uso sobre de otras especies. La valoración de la preferencia de uso ha sido
ampliamente desarrollada en otros trabajos (ver Camou et al. 2008), b Índice de Mención de la especie para el tratamiento
de la gripa; c Índice de Mención de la especie para el tratamiento de la tos; d Índice de Mención de la especie para el
tratamiento de la diarrea; e La frecuencia de uso de las especies aprovechadas como leña es diaria).
cuando la gente abre un terreno de cultivo y mantiene en pie algunos árboles o arbustos, o
bien, cuando la gente realiza desyerbes en la milpa y deja en pie plantas arvenses útiles (por
ejemplo, quelites y varias especies de tomates como Physalis y varias especies de Solanum,
chiles y cucurbitáceas como Melothria pendula o Cucurbita foetidissima). Otra forma de
manejo es la inducción, que implica propagar algunas plantas a través de sus semillas o
partes vegetativas con el fin de aumentar su disponibilidad. Ejemplos de este manejo
pueden apreciarse en especies de quelites y tomates como los descritos anteriormente, así
como la dispersión intencional de semillas, propágulos vegetativos o plántulas de arbustos,
árboles, cactáceas columnares, tunas o nopales, entre otras especies. Algunas plantas
reciben formas de protección especial, por ejemplo, la remoción de sus competidores, la
protección de herbívoros o parásitos, de la sombra o de la radiación solar excesiva. Todas
estas son interacciones in situ; es decir, que ocurren en el lugar donde se encuentran
originalmente los organismos.
Hay formas de manejo que ocurren fuera de su ámbito natural (manejo ex situ) en
lugares artificiales como los huertos y campos de cultivo. La gente lleva a estos sitios
numerosos ejemplares de plantas silvestres y bajo otras formas de manejo; por ejemplo,
suelen llevar orquídeas, cactáceas, agaves o magueyes, entre otras, y las manejan. En la
Figura 7 se puede apreciar que estas categorías de manejo están sujetas a distintos grados
de intensidad. Influyen en la intensidad de manejo características biológicas y ecológicas de
las especies, así como aspectos culturales, sociales y tecnológicos que marcan los ritmos de
la interacción. Tomando en cuenta la intensidad, las formas de manejo pueden expresarse
en una amplia gama de condiciones que merecen caracterizarse con tipologías detalladas,
las cuales no sólo son de valor teórico sino que permiten establecer una base metodológica
para caracterizar y diseñar estrategias de manejo en diversas áreas del país.
Uno de los efectos más importantes del manejo es la domesticación. En este proceso los
seres humanos modifican las formas y funciones de los organismos para satisfacer sus
necesidades (principalmente alimentarias, por ejemplo por medio de frutos más grandes y
más dulces, pero también necesidades estéticas, utilitarias y medicinales) principalmente
mediante selección artificial de los individuos más atractivos. Además de la selección
directa, el manejo de la variabilidad fenotípica y genética presente en las poblaciones
conduce la acción (deliberada o no) de otras fuerzas evolutivas como el flujo génico, la
deriva génica y la endogamia, pues la domesticación se acompaña comúnmente de cambios
en el tamaño efectivo de las poblaciones, su biología reproductiva y sus capacidades de
306
dispersión. Los mecanismos y criterios con los que opera la domesticación están
profundamente ligados a la cultura; por eso la domesticación es un problema de
investigación eminentemente biocultural. Importa documentar la diversidad de formas de
vida de los organismos que se domestican, la diversidad de atributos que la gente distingue
y valora, la diversidad de mecanismos a través de los cuales favorece o desfavorece la
abundancia de determinados fenotipos, así como la manera deliberada de favorecer
artificialmente otros mecanismos evolutivos.
Figura 7. Espectro de formas de manejo que se pueden identificar en distintas regiones de México. Las
formas de manejo o interacciones in situ y ex situ son categorías generales de clasificación de los tipos
de manejo. Estos pueden variar en la intensidad de acuerdo con aspectos ecológicos de recurso
manejado, el valor cultural o económico que éste tenga, la viabilidad de manejarse, la fuerza de trabajo
invertido en su aprovechamiento, la productividad y la práctica de selección artificial. Modificado de
Blancas et al. (2010).
307
Figura 8. (A) Relación entre el riesgo (evaluado a través de la escasez, la distribución restringida o
amplia, la parte de la planta aprovechada, la demanda en el mercado y su valor cultural) y la
intensidad de manejo (evaluada a través de la complejidad de prácticas de manipulación, la existencia o
no de prácticas de selección artificial, la cantidad de productos obtenidos por unidad de área y el tipo
de herramientas utilizadas) Modelo que explica cómo la intensidad de manejo está relacionada con
variables ecológicas y socioculturales, pero sobre todo es la interacción entre ellas la que explica esta
intensidad en plantas comestibles por comunidades nahuas de Coyomeapan, Puebla (Con base en
Blancas et al. 2013). (B) Relación entre el índice de riesgo y el índice de intensidad de manejo,
calculados ambos con base en los scores del primer componente principal de análisis multivariados de
factores ecológicos, culturales, económicos y tecnológicos para 33 especies nativas de Coyomeapan,
Puebla (Con base en Blancas et al. 2013).
308
situ se parecen más a las silvestres que a las cultivadas, pues tales poblaciones derivan
directamente de poblaciones silvestres. Pero si la selección artificial opera más
intensamente, la divergencia (tanto morfológica como fisiológica y genética) puede ser más
pronunciada (Figura 9). Lo anterior permite analizar el grado de selección artificial con
base en diferentes atributos, la diversificación morfológica, los montos de la diversidad
genética de las poblaciones silvestres y manejadas, así como los cambios en los sistemas de
reproducción y germinación.
Cuadro 3. Diferenciación morfológica (parte superior) y genética (parte inferior) entre poblaciones
silvestres y bajo manejo silvícolas y entre poblaciones silvestres y cultivadas de especies de cactáceas
columnares en el Valle de Tehuacán-Cuicatlán. Los índices se encuentran en escalas de valores entre 0
(ninguna diferencia) y 1 (total diferencia). Las especies se encuentran ordenadas de menor a mayor
intensidad de manejo en las hileras superiores e inferiores de la tabla, respectivamente.
puede tener la pérdida de alguna de las variedades que se han mencionado anteriormente, o
la pérdida del interés por cultivar y seguir practicando selección artificial. Los procesos
mencionados se encuentran integrados y debe hacerse un esfuerzo por entenderlos de
manera holística.
purpurea por Miller y Schaal (2006) Chrysophyllum cainito por Par er et al. 2010 y
Petersen et al. (2014), Manihot esculenta por Olsen y Schaal (2007) y con Euphorbia
pulcherrima por Trejo et al. (2012, 2015). La sistematización de estudios de caso en
distintas áreas del continente americano permitiría una aproximación más clara acerca de
los intercambios de materiales y experiencias de domesticación entre regiones del
Continente Americano y evaluar con mayor precisión el sentido de los ‘centros’ de origen.
Es más factible que las investigaciones encuentren una constelación de centros de origen
para las diferentes especies domesticadas, más que áreas discretas de las que partieron
conjuntos amplios de éstas. Pero por lo pronto esta es una hipótesis posible que requiere
mayor esfuerzo de investigación.
En México existe una gran variedad de sistemas agroforestales (Moreno-Calles et al. 2013),
y en ellos hemos encontrado una alta diversidad de especies manejadas ( lancas et al.
2010). Entre los estudios más detallados están los sistemas de milpa realizados en zonas
áridas (Moreno-Calles et al. 2010, 2012; Hoogesteger 2012), bosque tropical seco, bosques
templados, valles aluviales y huertos (Larios et al. 2013, Vallejo et al. 2014, 2015; Figura
11).
Figura 10. Composición genética de los árboles de Crescentia cujete presentes en los huertos (izquierda)
y en las poblaciones silvestres (derecha) en la zona este del estado de Campeche, en la península de
Yucatán (México). Con base en microsatélites de cloroplasto se identificaron en la región seis
haplotipos, uno muy abundante en los individuos de huertos (haplotipo A) y cinco característicos de las
poblaciones silvestres (haplotipos B-F). Los haplotipos silvestres se encontraron en baja frecuencia en
algunos huertos, señalando flujo génico de las poblaciones silvestres aledañas hacia las comunidades.
Como se observa en la red de haplotipos en la parte inferior izquierda de la figura, los haplotipos
silvestres se encuentran cercanamente emparentados entre sí, mientras que el haplotipo A cultivado es
muy distante genéticamente y no se encontró en las poblaciones silvestres locales, por lo que es probable
que haya sido introducido desde otra región. Elaborada con base en datos de Aguirre-Dugua et al.
(2012).
No obstante sus bondades, estos sistemas enfrentan una problemática que pone en
315
El conocimiento local tiene muchas virtudes pero también limitaciones. Las técnicas locales
están en continua construcción, son dinámicas, y frecuentemente los ritmos que se
requieren para atender un problema son rebasados. Reconocer las limitaciones de los
procesos tradicionales conlleva a visualizar el papel activo que puede desempeñar la
investigación como soporte a las estrategias que día a día construyen las personas y las
comunidades que aprovechan y manejan los recursos biológicos. Si logramos aportar
respuestas que sean acordes con las presiones, la gente y los recursos contarán con un
camino constructivo hacia el futuro, pero si no, hay un riesgo de que estos sistemas se
colapsen. Un ejemplo de estos procesos lo ilustra el maguey mezcalero Agave potatorum;
este maguey en la zona zapoteca de los Valles Centrales e Istmo de Tehuantepec se conoce
como ‘tobalá’ y con éste se produce uno de los mezcales más exquisitos. Este maguey se
encuentra también en Tehuacán, donde quizás están los remanentes más importantes de
poblaciones de esta especie. Actuar para la conservación de esta especie en esta región es
entonces crucial.
(d)
Figura 11. Recursos del sistema agroforestal de milpa-chichipera en el Valle de Tehuacán. En la imagen
se presenta la diversidad de recursos alimentarios, forrajeros y combustibles (por nombrar algunos de
los más importantes) a los cuales pueden acceder los campesinos que manejan el sistema agroforestal de
milpa-chichipera de la comunidad de San Luis Atolotitlán en Puebla, México. Este sistema involucra el
manejo de más de 100 especies de plantas, y varios animales e insectos silvestres bajo manejo in situ y
ex situ, así como una gran diversidad de plantas cultivadas y animales domésticos como es el caso de los
maíces criollos, los fríjoles enredadores, las calabazas, cabras, burros, caballos y bueyes en la misma
unidad de terreno, esta unidad comúnmente no supera las dos hectáreas. En el esquema se muestran
tres espacios que suelen estar en constante interacción. (a) El huerto, espacio junto la casa donde se
mantiene plantas y animales porque representan algún uso o valor para la familia campesina. (b) La
parcela agrícola, que mantiene prácticas agroforestales ya que brinda diversos beneficios ecosistémicos,
productivos, económicos y culturales. (c) El bosque (chichipera por la dominancia de la especie Polaskia
chichipe) de donde la familia campesina también obtiene parte de sus recursos y que es el espacio que
provee de plantas y animales a los sistemas agroforestales tanto huertos como parcelas. (d) Algunos de
los principales productos que la gente obtiene de los sistemas agroforestales. De izquierda a derecha, y
de la parte superior a inferior: ‘condachos’, larvas de lepidópteros cada una con un valor de $5.00
($0.25 centavos de dólares de Estados Unidos): frutos de cactáceas columnares (principalmente
Polaskia chichipe, P. chende, Stenocereus stellatus, S. pruinosus y Myrtillocactus schenckii, en el área
estudiada), ejotes (frutos tiernos de frijol, elotes y huitlacoche un hongo comestible que infesta al maíz),
rastrojo de maíz, uno de los sub-productos de mayor precio en el mercado local, forraje para el ganado,
principalmente plantas herbáceas y arbustivas colonizadoras en las áreas abiertas de los SAF, maíz y
frijol, que forman parte de la dieta básica de los campesinos de la región estudiada.
317
Las semillas de Agave potatorum son dispersadas por el viento, y esta especie es
polinizada por murciélagos. Estrella-Ruíz (2008) estudió la polinización y encontró que en
sitios donde hay pocos individuos reproductivos los murciélagos acuden muy poco a visitar
las flores. Es decir, en los sitios ya diezmados, la producción de semillas por individuo va a
ser más baja que en otros sitios menos perturbados. Otro tema importante lo abordaron
Rangel-Landa et al. (2015) y Torres et al. (2013), quienes estudiaron cómo germinan y
cómo se establecen los agaves. Encontraron que en el campo solamente entre el 7 y 8% de
las semillas que caen en sitios seguros logran germinar y de las plántulas que resultan
sobreviven unas cuantas. En cambio, si se germinan las semillas en laboratorio se obtiene
hasta 90% de germinación. Por lo tanto, en términos de un esfuerzo por recuperar a las
poblaciones vale la pena hacer propagación ex situ. Los campesinos en la comunidad lo
hicieron, en sus propios viveros. Pero el trasplante al campo fue llevado a cabo sin ningún
plan, y a los dos años murió el 66% de las plantas en espacios abiertos en comparación con
el 16% de mortalidad en los agaves trasplantados bajo el dosel arbustos. Nuestro
diagnóstico concluyó que estos agaves necesitan plantas ‘nodriza’, no pueden crecer en los
sitios abiertos. Esto resultó de un estudio ecológico que permitió identificar especies de
plantas nodrizas específicas que brindan microambientes particularmente favorables a estas
plantas. Finalmente, todo este rompecabezas ha ayudado a diseñar una propuesta de cómo
manejar el recurso del maguey tobalá con base en diversos criterios ecológicos.
aportaciones más valiosas. Todo ello contribuye de alguna forma a acortar caminos, a
reducir los tiempos en los que se construyen innovaciones técnicas para el aprovechamiento
sustentable.
Perspectivas y conclusiones
Agradecimientos
Los autores agradecen al PAPIIT, DGAPA, UNAM (proyectos IN205111-3 y IN209214),
así como al CONACYT (proyecto C -2008-01-103551) su apoyo financiero. En especial,
agradecemos la calidez humana de la gente de las comunidades campesinas en las que
hemos trabajado, quienes han compartido su sabiduría y han sido muy generosos durante
nuestra estancia en sus territorios. Agradecemos a GEA y CONTEC, organizaciones civiles
con las que aspiramos a consolidar alianzas de trabajo conjunto.
Literatura citada
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Botany 109: 1307-1316.
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manejo de plantas en pueblos indígenas de México. Estudios Atacameños 16: 181-
196.
320
Resumen
Es conocido que la zona andina es uno de los grandes centros de origen de plantas
cultivadas a nivel mundial, un denominado “centro vaviloviano”, con un gran potencial
genético. Para el Perú, la agrobiodiversidad presenta cifras como: 4400 especies vegetales
nativas utilizadas, 1700 especies cultivadas y 182 domesticadas. Entonces surge la
necesidad de desarrollar alternativas de uso sostenible de estos recursos genéticos, de tener
que ampliar nuestras miradas hacia nuevas formas biológicas aprovechables y así ampliar
la base alimenticia. Los conocimientos de las diversas culturas locales también contribuyen
a la seguridad alimentaria con estrategias de producción, modelos tecnológicos y esquemas
de nutrición apropiados a este potencial natural.
Introducción
Los conceptos al igual que las semillas cambian, viajan, y con ellos las instituciones y los
discursos, lo que hoy son recursos antes no necesariamente lo fueron y no hay garantía que
mañana lo sean o dejen de serlo. De esto trata este ensayo, de presentar una visión
panorámica de los recursos genéticos en un país de vieja tradición de relación con los
recursos naturales, en el cual hasta su leyenda fundacional como la de los “Hermanos
Ayar” tiene a uno de los hermanos llamado “Ayar Uchu” “hermano Ají”. Es consciente
que es pretencioso, aunque sea a nivel de ensayo, abordar este tema, por lo tanto tiene un
carácter aproximativo, de visión panorámica.
326
Con aproximadamente 10 mil años de agricultura, las andinas son culturas que
desarrollaron más que herramientas (ruedas, poleas, y otras herramientas), el arte de la
domesticación, de generar variedades vegetales, constituyéndolas en verdaderas culturas
biotecnológicas precolombinas. La historia económica del Perú es una historia de relación
con sus recursos naturales, desde los minerales, como el oro, el guano, la quinina, el
caucho, la anchoveta, la coca y ahora los minerales nuevamente. Todas ellas marcaron
épocas de auge económico, de violencia con las poblaciones indígenas y hasta conflictos
armados.
Estamos ubicados en un lugar donde el ser humano tiene una vieja relación con la
naturaleza inclusive previa a la existencia de nuestros actuales países, la evidencia en
cerámicas y gráficos fitomórficos de las culturas precolombinas así lo demuestran. El
objetivo de este es mostrar de una forma panorámica, a nivel de primera aproximación, el
recorrido de los conceptos, instituciones y discursos de los aproximadamente últimos 65
años en el que formaron parte de la historia del Perú.
Con numerosas publicaciones entre la que destacan “El mundo vegetal de los Andes
peruanos”, Augusto Weberbauer en 1945 establece las bases para un conocimiento botánico
científico y ordenado de la vegetación de los Andes. Entre 1922 y 1933 Fortunato Herrera
hizo importantes colecciones botánicas de la región sur del Perú, que le sirvieron de base
para el trabajo “El mundo vegetal de los antiguos peruanos” (1941). Un continuador de sus
trabajos es el botánico cusqueño César Vargas en los años cuarenta.
Por otro lado, el destacado agrónomo Carlos Ochoa especialista en papa en su obra:
“Las Papas de Sudamérica: Perú (Parte I)”, señala lo siguiente en relación al papel del gran
Profesor Nicolai Ivanovitch Vavilov en la historia de los recursos vegetales en el Perú:
“En 1925, siendo director del Instituto de Botánica Aplicada, el ilustre profesor Nicolai Ivanovitch
Vavilov, mundialmente conocido por sus grandes contribuciones sobre el centro de origen de las
plantas cultivadas, envió a América una expedición científica encomendada preferentemente a la
recolección y estudio de las papas cultivadas nativas y sus ancestros silvestres. Así, Sergei M. Bukasov
exploró y recolectó en México, Guatemala y Colombia (Bukasov, 1930), mientras que Juzepczuk lo hizo
en Perú, Bolivia y Chile (Juzepczuk y Bukasov, 1929). Aunque no se conoce un itinerario detallado de
sus viajes de recolección, Juzepczuk llegó a Lima a principios de 1927. Se sabe que concentró sus
trabajos de campo en los departamentos de Junín y Pasco, en la sierra central, y en el departamento de
Cusco, al sur del Perú.” [En 1933 Juzepczuk y Bukasov publicaron el libro “The potatoes of South
America and their breeding possibilities”.]
“A fines de 1932, el célebre biólogo N. I. Vavilov, después de hacer extensas recolecciones en América
Central y Ecuador, pasó al Perú, donde estuvo muy pocos días. En esa oportunidad y en compañía de
A. Weberbauer, visitó Lima y sus vecindades; entre las formaciones lomales cerca de Chorrillos
recolectaron tubérculos de una papa silvestre que poco tiempo después fueron reproducidos en
Leningrado, dando origen a una nueva especie silvestre que Juzepczuk y Bukasov describieron bajo el
nombre de S. vavilovii.” (Ibid)
1
“Si comparamos, las particularidades ecológicas de una serie de plantas cultivadas
“primarias” con las de las especies y variedades salvajes más emparentadas con ellas,
observaremos el importantísimo hecho de que generalmente las especies y variedades
salvajes más afines a las plantas cultivadas forman con ellas un solo grupo ecológico”
(Vavilov, 1951:105).
328
Los agrónomos
Los botánicos
En las últimas décadas han tenido grandes aportes las consideradas 3 escuelas botánicas
más importantes del Perú: las de la Universidad Nacional de San Marcos, la Universidad
Nacional San Antonio de Abad del Cusco y la Universidad Nacional de la Libertad-
Trujillo.
La biotecnólogos
Los biotecnólogos son otro grupo de investigadores que se inscriben en este proceso y
Marcel Gutiérrez Correa es su artículo: “El camino de la biotecnología en la Universidad
Nacional Agraria La Molina, Peru” (2012) señala que ya en 1973 surge la ingeniería
genética y con ella el advenimiento de la “ iotecnología” termino que había sido acuñado
en 1917 por el húngaro Karl Ereky. En los últimos 12 años los avances de ambas
disciplinas es espectacular afirma Gutiérrez Correa 2
Los antropólogos e historiadores
Entre los primeros registro bibliográficos en el que se usa el término “recursos genéticos”
en el Perú se encuentran estas dos publicaciones de 1976 registradas en la Biblioteca
Agrícola Nacional (BAN) de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM):
(1) Vincent, L.; Rawal, K.; Hersh, G.; April, J. 1976. El banco datos de germoplasma
de maíz del Exir. Informativo del maíz- Universidad Nacional Agraria La Molina.
Perú. (2): 51-57.
(2) Aste Tonsmann, J.; Salhuana Mackee, W.; Remy Pflucker, A.; Sevilla Panizo, R.
1976. El uso del lenguaje común en la formación y recuperación de información de
un banco de germoplasma. Informativo del maíz- Universidad Nacional Agraria La
Molina. Perú. (2): 58-65.
El libro “Recursos Genéticos Vegetales” de R. Sevilla y M. Holle (1995) es un gran
aporte al tema de los recursos genéticos.
Actualmente las investigaciones sobre Recursos Genéticos en el Perú entre los años 2010-
2012 suman 111 distribuidas de la siguiente manera: 29 artículos, 50 libros y 32 tesis
(Magaly Blácido 2012)
330
otro tipo que contenga unidades funcionales de la herencia”. (Secretaria del Convenio sobre
la Diversidad biológica. 2001. Convenio sobre Diversidad Biológica. Textos y anexos.
Canadá: UNEP.
A nivel nacional, entre las instituciones que son parte de la historia del tema de estudio de
recursos genéticos destacan la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), la
Universidad Nacional San Antonio de Abad (Cuco), la Universidad Nacional San Cristóbal
de Huamanga (Ayacucho), la Universidad Nacional de Puno (Puno) y la Universidad
Nacional de Cajamarca (Cajamarca) por citar a cuatro de las más destacadas.
Una institución de carácter internacional pero asentada en el Perú y que jugó un
papel importante es el Centro Internacional de la Papa, que inicia sus actividades en 1971 3
A los esfuerzos anteriores, a nivel andino se suman otros como el de 1978, año en el
que se construyeron los llamados “ ancos de Germoplasma de granos y tubérculos”; en
Bolivia 2 y en Perú 3, en Camacani (Puno), Kayra (Cusco), y en Alpachaca (Ayacucho) con
las respectivas universidades regionales. Participaron en la gestión José Esquinas Alcazar y
Mario Tapia, y por las Universidades Oscar Blanco, Luis Lescano, Julio Valladolid y
Fernando Barrantes. Cómo ya se ha mencionado anteriormente este proyecto aportó a crear
las condiciones para agregar al concepto de semillas el concepto de accesiones como
recursos genéticos.
A inicios del siglo XXI tiene un gran aporte el “Proyecto In situ”, un proyecto de
carácter nacional, interinstitucional e interdisciplinario, en con el que participa el IIAP,
INIA, PRATEC, CCTA, y ONGs del Cusco (Arariwa y CESA) y se inicia con fuerza el
3
Fue fundado y tiene su sede en Lima, Perú, desde 1971. es uno de los mayores centros
dedicados a la investigación científica en el mundo en papa, camote, yuca y otros
tubérculos y raíces, con el objetivo de obtener el pleno alcance de sus capacidades
alimenticias para beneficiar a los países en vías de desarrollo (http://cipotato.org/es/acerca-
del-cip/)
4
Los primeros trabajos de investigación en maíz se realizaron en 1950 por la Sección de
Fisiología Vegetal del Instituto de Botánica de la Escuela Nacional de Agricultura (ENA)-
La Molina, hoy Universidad Nacional Agraria. En 1953 en el mes de Mayo se crea el
Programa Cooperativo de Investigaciones en Maíz. bajo la Resolución Nº 4264 Escuela
Nacional de Agricultura - Fundación Rockefeller. Y se oficializó con el Decreto Supremo
7-1 en 1975. Con sede en la Universidad Nacional Agraria - La Molina. Apartado 456.
Lima - Perú.
( http://www.lamolina.edu.pe/Investigacion/programa/maiz/introduccion.htm#1)
5
Participa permanentemente en la búsqueda de soluciones tecnológicas para el
mejoramiento de la producción y de las raíces y tuberosas. Inicio sus actividades en
noviembre de 1965, bajo el liderazgo del Profesor, Ing. Carlos Ochoa. Es una unidad de
estudio, investigación, enseñanza y proyección social en raíces y tuberosas y en otras
especies afines, de la Facultad de Agronomía de la Universidad. Está integrado por
docentes, investigadores, graduados y
333
Lima: Herbario San Marcos (HSM). Desde 1918. Universidad Nacional Mayor de
San Marcos. Lima ( http://museohn.unmsm.edu.pe/index.php/div/bot)
Cusco: Herbario Vargas (HV). Desde ~1920. Universidad Nacional San Antonio Abad
del Cusco (http://bi.unsaac.edu.pe/herbario.php)
Los organismos relacionados con el tema han ido cambiando de razón social en las última
décadas así tenemos que el Instituto Nacional de Investigación y Promoción Agraria
(INIPA) de fines de los 80 (1987). El INIA Instituto Nacional de Investigación Agraria
de abril de 1988 a diciembre de 1990 que se ocupaba de hacer investigación de cultivos
agrícolas, luego el INIAA Instituto Nacional de Investigación Agraria Agroindustrial de
1991 a 1993 que realizaba labores de investigación en cultivos agrícolas e industriales y
finalmente el año 2008 que por medio del Decreto Legislativo N° 1060, el Instituto
Nacional de Innovación Agraria (INIA) es designado como Ente Rector del Sistema
Nacional de Innovación Agraria (http://www.inia.gob.pe).
Por otro lado, está la entidad pública encargada de los temas ambientales como lo
fue el Consejo Nacional de Ambiente (CONAM) en un inicio (2004-2008) y actualmente lo
es el Ministerio del Ambiente (MINAM) a partir del 2008 siendo el “Punto Focal
Nacional” del Convenio de Diversidad iológica (CD ) llevando adelante las políticas
relacionadas con el tema de los recursos genéticos entre otras responsabilidades
Si tuviéramos que graficar temporalmente como se fueron perfilando los conceptos en torno
al de los recursos genéticos en los últimos aproximadamente 65 años, comenzaríamos con
la “época” de los tubérculos, los “granos”, los bulbos, los rizomas, en los años 50; y luego
en los 60 las llamadas “variedades mejoradas”, si bien es cierto, como hemos visto, ya se
hablaba de la diversidad genética, lo que ocurre es que la velocidad de trasmisión de los
conocimientos científicos a la producción en nuestro medio, toma varios años y en este
proceso los agrónomos han tenido un papel muy importante, especialmente los
investigadores en maíz y papa. Los 80 son años de las semillas y de los bancos de
germoplasma y los 90 la década en la que se adopta con fuerza el tema de los “recursos
genéticos”, aunque se venía refiriendo a ellos desde los años 70. El siglo XXI es el inicio
del tema de los genes, del mejoramiento genético de una manera explícita, de los
334
En los últimos 15 años el concepto de recursos genéticos se ha ido relacionando con otros
que no existían, al menos explícitamente, en sus inicios en la década de los 50. Entre los
nuevos componentes asociados hoy al de los recursos genéticos tenemos entre los más
importantes a los siguientes:
1. Las culturas indígenas que hasta hace 3 décadas no tenían espacio en el tema hoy
están en la agenda de los recursos genéticos, sus conocimientos sobre las plantas,
materia prima de la rama de la ciencia más “prometedora” de este siglo: la
biotecnología, los pone en un papel muy importante para el futuro. En el país se han
identificado 76 etnias que pertenecen a 16 familias etnolingüísticas (INDEPA
2010).
3. Los recursos genéticos son parte de los estudios históricos incorporando el concepto
de domesticación, como la fuente de la agrobio-diversidad, para reforzar el de
conservación in situ.
Los recursos genéticos tienen un fuerte componente legal relacionado con los
derechos de propiedad, está involucrados en Convenio 169 de la OIT relacionado
con el respeto de las culturas, formas de vida e instituciones tradicionales de los
pueblos indígenas y
la consulta y participación efectiva de estos pueblos en las decisiones que les
afectan (http://intranet.oit.org.pe). De igual forma están relacionados con el artículo
“8j” del Convenio sobre Diversidad iológica 6 y con el Reglamento de la Ley
6
Que señala que: “...con arreglo a su legislación nacional; respetará, preservará y
mantendrá, los conocimientos, las innovaciones y prácticas de las comunidades indígenas y
locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la
utilización sostenible de la diversidad biológica y promoverá su aplicación más amplia, con
la aprobación y la participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y
prácticas, y fomentará que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos,
innovaciones y prácticas se compartan equitativamente (Convenio sobre Diversidad
Biológica).
335
5. Finalmente, los recursos genéticos surge como una estrategia fundamental para
hacer frente al ya aceptado cambio climático y en esa línea se ha ampliado la visión
de lo que pueden ser los recursos genéticos potenciales para ampliar la oferta
alimentaria incluyendo a : los parientes silvestres de las plantas domesticadas, las
arvenses especies acompañantes de las cultivadas y cualquier especie silvestre que
tenga un potencial alimentario
6. Los recursos genético se encuentran envueltos en el polémico tema de los OVM
considerados como una amenaza sobre todo en las áreas que centros de origen y
diversificación de planta cultivadas. A nivel nacional existe una ley de Moratoria
frente a los OVM : Ley que establece la Moratoria al Ingreso y Producción de
Organismos Vivos Modificados al Territorio Nacional por un Período de 10 años,
relacionada con los impactos potenciales sobre la biodiversidad nativa 8
7. Los nuevos Enfoques en relación a los recursos genéticos los consideran parte de
los servicios de un ecosistema y además se le incluye como parte de los bienes
7
Reglamento de la Ley Nº 26839: Precisa que las zonas de agrobiodiversidad “… están
orientadas a la conservación y uso sostenible de especies nativas cultivadas por parte de los
pueblos indígenas, no se pueden destinar para fines distintos a los de conservación de
dichas especies y el mantenimiento de las culturas indígenas”. De hecho, este sería el
mecanismo más importante de conservación in situ de la agrobiodiversidad. En este marco,
el Ministerio de Agricultura – MINAG viene coordinando la formulación de una propuesta
de reglamento para el reconocimiento y creación de las zonas de agrobiodiversidad, con un
enfoque promotor y de consolidación de estas zonas. (MINAM. 2011. Plan Nacional de
Acción Ambiental. Lima)
8
MORATORIA: ¿por qué es necesaria?: Falta un diagnóstico de necesidades y pertinencia
del uso de los OVM. Falta de línea de base de la biodiversidad que potencialmente sería
afectada. Fragilidad regulatoria-Falta actualizar el marco legal.Incompatibilidad con la
Visión de Desarrollo Nacional que se viene construyendo.
¿En qué consiste la moratoria?: Prohíbe el ingreso o producción nacional de OVM para
fines de crianza o cultivo (liberación al ambiente).Promueve:
i) la construcción de capacidades para una correcta evaluación de riesgos, y
ii) establecimiento de líneas de base de la diversidad biológica potencialmente afectada.
Marco regulatorio de la bioseguridad en el Perú: ley n⁰ 29811, ley que establece la
moratoria al ingreso y producción de organismos vivos modificados al territorio nacional
por un período de 10 años (2011).autoridad nacional competente y punto focal nacional:
Ministerio del Ambiente REGLAMENTO DE LA LEY N°29811: Decreto Supremo N°
008-2012-MINAM -
336
Referencias
Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco Herbario Vargas (HV).
http://bi.unsaac.edu.pe/herbario.php
Universidad Nacional de La Libertad-Trujillo Herbarium Truxillense (HUT).
http://bit.ly/1S1qx7r
Vavilov N. 1951. Estudios sobre el origen de las plantas cultivadas. Freier F. (Ed).
Buenos Aires: Acme Agency, Soc. Resp. Ltda.
Anexos
Entrevistas
337
Se puede mencionar que el año 1978, a nivel andino, se construyeron los locales de
bancos de Germoplasma de granos y tubérculos, en Bolivia 2 y en Perú 3, en Camacani,
Kayra, y en Alpachaca, Ayacucho con las Universidades. La gestión fue del Dr. Jose
Esquinas Alcazar y Mario Tapia. Y por la Universidades Oscar Blanco, Luis Lescano,
Julio Valladolid y Fernando Barrantes.
Informaciones complementarias:
Introduction
People domesticated plants for various purposes. These include food, flavouring,
beverages, stimulants and narcotics, containers, fibre and body paint. Food crops are
sources of carbohydrate, protein, fat or oil, vitamins and minerals. They supply some,
most, or all of the dietary calories depending on the subsistence system employed. In the
Americas, plants have been domesticated for all the purposes listed and contain all the
major human dietary requirements.
Grain crops, such as maize or quinoa, are grown for their seeds. These contain food
reserves for germination and early growth of the seedling, usually carbohydrate but
sometimes fat or oil, while the embryo contains significant amounts of protein. Pulses are
dried seeds of various legumes (Fabaceae), for example beans and peanut, and are
particularly rich in protein. Leafy vegetables are also good sources of protein but in the
Americas, leaves are usually gathered from wild or weedy plants, or harvested from crops
grown for other purposes, for example squash or sweet potato. Fruits used as vegetables
include those of tomato, the Mesoamerican tomatillo, and various species of Cucurbitaceae.
Root crops are generally low in protein but, because they store much carbohydrate, often
serve as dietary staples. Those domesticated in the Americas include manioc, sweet potato
and potato, although potato is technically a stem tuber, not a root. Herbs and spices add
flavour to a diet consisting mainly of starchy foods. The most important spice native to the
Americas is Capsicum pepper. Cacao, the source of cocoa and chocolate, is now grown
world-wide but is an American species, as are tobacco and coca (source of cocaine), both
notorious for their adverse effects on human health when misused. American species of
cotton provide the world’s most important plant fibre. This diverse array of species was
domesticated principally in three distinct regions within the American tropics:
Mesoamerica; the Andean region (including the Pacific coastal plain, the western and
eastern slopes of the mountains, and the inter-Andean valleys); and Amazonia.
New techniques for studying variation within and between populations are
suggesting more precisely in which regions particular crops were domesticated, while
improvements in recovery of archaeobotanical material and analysis of artefacts from
archaeological sites are providing better information on when domestication occurred.
Diversification may accompany or follow domestication and is in turn accompanied or
followed by improvement. Much recent research has focused on the genetic control of
changes associated with these processes. The molecular bases of these changes are
becoming understood, and similarities and differences in the suites of genes involved in
domestication, diversification and improvement are being investigated. Molecular
339
techniques are also providing new data relevant to possible multiple domestications of the
same species; to convergent versus parallel evolution within and between domesticated
species; and to the role of gene exchange with wild relatives. These topics will be discussed
as they relate to some of the crops domesticated in the American tropics.
Early studies used comparisons of morphology and ability to produce fertile hybrids with
the crop to identify wild populations or wild species similar to the crop. These were thought
to include the probable progenitor of the crop and their geographic distribution therefore
indicated where the crop was domesticated. However, these early studies usually provided
only a very general guide to where each crop had originated. Studies of molecular
polymorphisms have now made it possible to identify more precisely those living
populations genetically most closely related to their respective crops and hence to locate
more precisely the putative regions of domestication of those crops. The first such
polymorphisms to be extensively studied were storage proteins, followed by
polymorphisms in enzymatically active proteins (isozymes and allozymes), and more
recently by DNA polymorphisms.
The storage proteins most usually studied are those in seeds. An extract of the
relevant tissue is placed in a well in a gel of inert material and an electric current applied
across the gel. Different proteins migrate to different distances, depending on their size,
shape and net charge, and show up as bands when the gel is stained appropriately.
Problems may arise in both resolution and interpretation of the bands, but the sample with a
banding pattern most similar to that of the crop is considered to be the sample most closely
related to the crop.
DNA yields far more analysable polymorphisms than do isozymes and, in the case
of genome-wide polymorphisms, detects variation across the entire genome, so DNA is
now the molecule of choice for studies on crop origins and evolution. Genome-wide DNA
340
More recently, reduced cost and increased speed of DNA sequencing have made it
possible to compare sequences of individual genes, or parts of genes, in crops and their
presumed wild progenitors. Such studies involve a limited sample of the genome, like
studies of storage proteins, but may be targeted at genes directly affected by human
selection. As more gene and genome sequences are deposited in publicly available
databanks, it becomes possible to compare polymorphisms, such as single nucleotide
polymorphisms (SNPs), across multiple regions or even whole genomes of different
populations and/or species.
Molecular techniques may help to identify living wild populations most similar to
the progenitors of particular crops, but the distribution of these populations today is not
necessarily an accurate reflection of their distribution at the time that the crop was
domesticated. Climate change, changes in land use, and the introduction of new selective
pressures, such as those imposed by introduction to the Americas of sheep, goats and cattle,
have modified or restricted present-day distributions of wild relatives of many American
crops. Molecular data on where a crop originated often differ from archaeological data on
where that crop first occurs. Many of these discrepancies probably reflect the notoriously
incomplete archaeobotanical record, but hazards associated with extrapolating from present
to past geographic distributions should not be forgotten.
Table 1 shows probable regions of domestication, where known, of some of the crops
domesticated in Mesoamerica, together with what is currently the earliest archaeological
record of macroremains of each. Figure 1 shows the location of the geographic features and
archaeological sites mentioned in Table 1 and/or in the text.
Table 1 also shows that different types of molecular evidence may agree, disagree,
or prove inconclusive in indicating where a given crop was domesticated. For maize, all
341
lines of evidence agree that teosinte from the Rio Balsas basin of west-central Mexico is the
closest living wild relative of maize (Doebley 1990, Matsuoka et al. 2002, van
Heerwaarden et al. 2011). However, for common bean, studies on seed storage proteins
and SSRs indicated that populations from the Lerma-Santiago river basin, north of the
Balsas basin, are most similar to domesticated common bean (Kwak et al. 2009), but
sequences of parts of five nuclear genes suggested that wild beans from Oaxaca are those
most closely related to the crop (Bitocchi et al. 2012). Mallory et al. (2008) concluded
from studies on SSRs that Amaranthus hypochondriacus L. was domesticated in central
Mexico and A. cruentus L. somewhere from southern Mexico to northern Central America,
but their putative places of origin could not be located more precisely. In the cases of
Mesoamerican Cucurbita pepo L. and bottle gourd, absence of a plausible wild progenitor
precludes determination of where each was domesticated.
Table 1. Molecular and archaeobotanical data on place and time of domestication of some
Mesoamerican crops.
Species Probable places of Evidence and references Earliest macroremains
domestication (sites, dates and
references)
Grain crops
Zea mays L. Rio Balsas basin Isozymes (Doebley 1990); Guilá Naquitz cave, 5420 ±
(maíz) SSRs (Matsuoka et al. 2002); 60 and 5410 ± 40 B.P.
SNPs (van Heerwaarden et (Piperno and Flannery
al. 2011) 2001)
Amaranthus Central Mexico SSRs (Mallory et al. 2008) Tehuacán caves, c. 500
hypochondriacus L. B.P. (Sauer 1976)
(huahtli)
Amaranthus cruentus Southern Mexico / SSRs (Mallory et al. 2008) Tehuacán caves, c. 6000
L. northern Central B.P. (Sauer 1976)
(huahtli) America
Pulses
Vegetables
2006)
Sechium edule Veracruz AFLPs (Cross et al. 2006) Morelos caves, 3280-1880
(Jacq.) Swartz B.P. (Sánchez Martínez et
(chayote) al. 1998)
Root crops
Spices
Beverage
Containers
Fibre
Domestication in space and time of some major crops of the Andean region.
Table 2 shows probable regions of domestication, where known, of some crops
domesticated in the Andean region, together with what is currently the earliest
archaeological record of macroremains of each crop. Figure 2 shows the location of the
geographic features and archaeological sites mentioned in Table 2 and/or in the text.
Table 2. Molecular and archaeobotanical data on place and time of domestication of some crops of the
Andean region.
Lam. South America SSRs (Roullier et al. 2011) 4914-4287 B.P. (Ugent et
(camote) al. 1984)
Canna indica L. ? (Ugent et al. 1984) Huaynuná, coastal Peru,
(achira) 4914-4287 B.P. (Ugent et
al. 1984)
Pachyrhizus ahipa ? (Ørting et al. 1996) Los Gavilanes, coastal
(Wedd.) Parodi Peru (as Pachyrhizus
(ahipa) sp.), c. 4300-3480 B.P.
(Bonavia 1982)
Oxalis tuberosa Mol. S. Peru / N.W. Bolivia ISSRs (Pissard et al. 2008a) Paloma, coastal Peru, c.
(oca) Bolivia / N.W. AFLPs, nuclear gene 5500 B.P. (Quilter 1989,
Argentina sequence (Emshwiller et al. cited by León 2013)
2009)
Ullucus tuberosus Caldas S. Bolivia / N.W. Isozymes, RAPDs (Parra- Ancón - Chillón region,
(ullucu) Argentina Quijano et al. 2012) coastal Peru, c. 4000-
3350 B.P. (Hawkes 1989)
Tropaeolum tuberosum ? (Pissard et al. 2008b) Mantaro valley, Peru, c.
Ruiz and Pav. 1800 B.P. (Hastorf 2002,
(añu, mashua) cited by León 2013)
Spices
Capsicum baccatum L. S. Peru / Bolivia AFLPs (Albrecht et al. Huaca Prieta, coastal
(ají) 2012) Peru, c. 7600-6500 cal.
B.P. (Chiou et al. 2014)
Capsicum pubescens Bolivia (Eshbaugh 1993) Huaca Prieta, coastal
Ruiz and Pav. Peru, c. 7600-6500 cal.
(rocoto) B.P. (Chiou et al. 2014)
Stimulants and narcotics
Erythroxylum W. slopes of Andes, (Plowman 1984) Ñanchoc valley, Peru,
novogranatense (D. N. Peru to Colombia 7120±50 - 7080±40 B.P.
Morris) Hieron. (Dillehay et al. 2010)
(coca)
Nicotiana tabacum L. S. Peru / Bolivia / (Gerstel 1976) -
(tobacco) N.W. Argentina
Nicotiana rustica L. W. of Andes in Peru (Gerstel 1976) Calliicho, Bolivia, c.
(tobacco) 1700 B.P. (Bondeson
1972)
Containers
Lagenaria siceraria ? (Kistler et al. 2014) Quebrada Jaguay, Peru,
(Mol.) Standl. c. 8400 B.P. (Erickson et
(mate) al. 2005)
Fibre
Gossypium barbadense N.W. Peru / S.W. AFLPs (Westengen et al. Huaca Prieta, coastal
L. Ecuador 2005) Peru, c. 6800 cal. B.P.
(algodón) (Dillehay et al. 2012)
Andean region, were domesticated in both highlands and lowlands for their underground
storage organs.
Many of the minor domesticates of the Andean region have not been studied by
molecular techniques, and their wild progenitors and probable places of origin are not yet
known very precisely. However, as Table 2 shows, several species were apparently
domesticated in the southern part of the Andean region, i.e. the eastern slopes of the
mountains in southern Bolivia and/or northwest Argentina. These species include the
Andean races of common bean, peanut, probably Cucurbita maxima Duchesne and
Nicotiana tabacum L., and possibly Amaranthus caudatus L. Recent interest among
Argentinian archaeologists in preceramic subsistence in northwest Argentina (e.g. Lema
2015) may shed more light on the antiquity of plant domestication in this area, compared to
other parts of the Andean region, and on whether these species were all domesticated at
about the same time, or at different times.
Figure 2. Location of places in the Andean region and Amazonia mentioned in the text and/or in Tables
2, 3
There are many similarities between species domesticated in the Andean region and
species domesticated in Mesoamerica. This reflects parallels between the floras of these
347
semi-arid highland environments, which are ecologically somewhat similar, rather than
dispersal of the concepts of domestication or agriculture. In some instances the same
species was domesticated independently in both areas from a widespread wild ancestor.
Examples include common bean, lima bean, and possibly sweet potato. In other cases,
different species of the same genus were domesticated independently in each region, but for
the same purpose. Examples include species of Amaranthus, Cucurbita, Capsicum,
Pachyrhizus and Gossypium. These pairs of crops provide opportunities to compare
similarities and differences associated with independent evolution of the domestication
syndrome in each genus.
In Amazonia, many species are exploited and a significant number of these have
been manipulated to various extents by human populations (Clement 1999), but relatively
few qualify as fully domesticated. The most significant of these is manioc, which was and
is a major source of carbohydrate and of dietary calories. Fruits of the palm Bactris
gasipaes Kunth (pupunha or pejibaye) are also an important source of carbohydrate. In
contrast to both Mesoamerica and the Andean region, most of the species used by humans
in Amazonia are perennials, often woody. Annual crops such as maize, beans and squash
spread to Amazonia after domestication elsewhere. Many genera containing species
domesticated in Amazonia still need critical taxonomic study to establish the number, limits
and diagnostic characters of their species. Such studies are an essential prerequisite to
molecular studies on the origin and relationships of the domesticated species, needed to
provide data missing from Table 3.
348
Others have considered that traits related to domestication are often controlled by
many genes, with individually small effects. Olsen and Wendel (2013a) suggested that
most studies to date have involved sexually reproducing annual crops and mapping
populations derived from parents with strongly contrasting phenotypes. They argued that
this may have resulted in biased detection of large-effect genes.
349
Table 3. Molecular and archaeobotanical data on place and time of domestication of some crops of
Amazonia.
Recent studies provide some support for both views. In many crops, traits of the
domestication syndrome are indeed controlled by multiple genetic loci, known as
quantitative trait loci (QTL). However, one locus often has a disproportionately large
effect. For example, in tomato at least 28 QTL affect fruit weight, but alleles at just one of
these, fw2.2, produce a difference in weight of about 30% (Cong et al. 2002).
the more complex genetic control of the quantitative characters affected by domestication.
However, as Meyer and Purugganan (2013) pointed out, it is frequently difficult to
distinguish between domestication and diversification genes in practice.
Improvement often targets components of yield that were also targeted during
domestication. This raises the question of whether improvement by plant breeders has
affected the same genes as those selected by prehistoric farmers during domestication. Any
form of selection reduces genetic diversity, hence nucleotide diversity, in affected regions
of the genome. These regions can be identified by comparing DNA sequences from
genotypes that have or have not been subject to selection, while mapping studies and/or
sequence analyses can provide information on the genes located in these regions.
Reductions in diversity associated with human selection are known as domestication or
improvement sweeps, depending on whether these sweeps are detected in unimproved
landraces or in modern cultivars.
In maize, genome sequences from the presumed wild progenitor, teosinte, were
compared with sequences from Mexican landraces to identify regions associated with
domestication, and sequences from these landraces were compared with corresponding
sequences from modern cultivars to identify regions associated with improvement (Hufford
et al. 2012). The proportion of the genome affected by improvement was greater than that
affected by domestication (695 regions versus 484), but selection associated with modern
breeding was less strong than selection involved in the domestication of maize (selection
coefficient 0.003 versus 0.015). Nearly 23% of the regions affected by domestication show
evidence of subsequent selection during improvement so, as in tomato, initial domestication
and subsequent improvement targeted some of the same regions. In maize, regions
associated with domestication contain an average of 3.4 genes per region, suggesting that
351
about 1700 genes were affected by domestication. Most of these genes have still to be
identified and their functions are not yet known.
Much has been learned about the sorts of genetic changes favoured under human selection.
They include changes in genes encoding transcription factors, activity of transposable
elements, duplications, single nucleotide polymorphisms, and insertions or deletions.
In an early review of the molecular genetics of crop domestication, Doebley et al. (2006)
concluded that five out of the six domestication genes that had been investigated at that
time encode transcription factors. More recently, Meyer and Purugganan (2013)
considered that 37 out of 60 known domestication and diversification genes encode
transcription factors. Transcription factors bind to target genes, thereby regulating their
transcription and hence their expression. This in turn affects the phenotype produced.
Each transcription factor is likely to target several genes, and each of these target genes
may affect several traits. Any change in a gene that encodes a transcription factor (i.e. a
transcriptional regulator) is therefore likely to have multiple effects on the phenotype.
Zhao et al. (2011) identified a further eight genes encoding transcription factors that
showed evidence of selection during domestication of maize and examples are being
described from many other crops.
Transposable elements (TEs) are also known as transposons or selfish DNA. There are
many different kinds of TE, some only recently discovered, and much remains to be learned
about them. They make up a large proportion of the nuclear DNA of most plants, for
example over 70% of the DNA of maize, but are not part of the host genome. Some seem
now to be dormant, while others move around (transpose) and multiply in the host genome.
Most TEs move by either cut-and-paste or copy-and-paste mechanisms. If a TE inserts into
the coding region of a gene, it may inactivate that gene, while if it inserts into the promoter
of a gene, it may change expression of that gene. TEs may be activated by “genetic
shoc s” such as those produced by environmental stress, by interspecific hybridisation, or
by polyploidy. This provides new variation on which selection can act to develop
adaptation to the changed conditions. TEs could therefore have played a major role in
evolution under domestication. Meyer and Purugganan (2013) listed only 9 out of 60
domestication or diversification genes in which changes involve TEs, but this number
seems likely to increase as more is learned about recognition and activities of TEs.
The maize domestication gene tb1 has been affected by insertions of TEs.
Expression of tb1 is regulated by a control region upstream of tb1. This control region has
two components: one regulates basal branching of the plant, while the other regulates the
phenotype of the ear (Studer et al. 2011, Zhou et al. 2011). Two TE insertions are fixed in
maize: a miniature inverted-repeat TE (MITE) in the part of the control region regulating
basal branching, and a long terminal repeat (LTR) retrotransposon in the part of the control
region affecting the phenotype of the ear. Both insertions occur in teosinte, but never in the
same genotype (Zhou et al. 2011). MITEs inserted upstream of a gene often result in
increased expression of that gene (Zhou et al. 2011) and tb1 is indeed expressed more
strongly in maize than in teosinte. Insertion of a LTR retrotransposon can change the tissue
in which adjacent genes are expressed (Zhou et al. 2011) and tb1 is no longer expressed in
any female spikelet of maize, whereas it is expressed at the base of one of the female
spikelets of each pair in teosinte.
TEs have also been responsible for various changes associated with diversification.
For example, in some yellow-fruited tomatoes a TE named Rider has inserted into part of
the coding sequence of the gene Psy1, which controls early stages of synthesis of red
pigments in the fruit (Jiang et al. 2009). This renders Psy1 non-functional, so no red
pigments are produced and the fruits are yellow.
Duplications
Duplications may arise in diploids, for example through the activities of TEs, through
unequal crossing-over at meiosis, or through crossing-over in plants heterozygous for
chromosome structural rearrangements. These events affect single loci, or a few linked
353
loci. On the other hand, the entire nuclear genome is duplicated in polyploids. A
duplicated gene may suffer various fates. It may retain its original function; it may be lost
or inactivated; the duplicate may develop a new function; or the functions of the original
gene may be partitioned between the duplicates (Adams and Wendel 2004). These changes
are not confined to wild species, but have also occurred during domestication and/or
diversification.
Zea is an ancient tetraploid, but now behaves in most respects like a diploid. Messing et al.
(2004) reported that fewer than 50% of the genes of maize exist as two unlinked copies, so
many duplicate genes must have been lost or inactivated. However, maize does still retain
some duplicate pairs. One such pair is zfl1 and zfl2, which correspond to genes controlling
time to flowering in Arabidopsis. In maize, zfl1 has retained its original function, while
zfl2 is now primarily a domestication gene, responsible for increase in the number of grains
in the ear by controlling change from the two ranks of spikelets characteristic of teosinte to
the four or more ranks of spikelets found in maize (Bomblies and Doebley 2006).
of HaFT2 is the same in wild and domesticated sunflowers, so changes in regulation, rather
than in coding sequence, of this gene have apparently caused the changed response to long
days. The allele of HaFT1 found in domesticated sunflowers delays flowering. It contains
a change in coding sequence, resulting in a protein product that is longer than normal. This
altered protein appears to interfere with the action of the protein product of HaFT4 in a way
that delays flowering. The mutant allele is present in all elite cultivars and nearly all
landraces. HaFT1 is a transcriptional regulator, so pleiotropic effects on other traits may
explain why the mutant allele was almost fixed during domestication, even though delayed
flowering, and therefore later harvest, seem undesirable in the crop.
The functions of the original FT locus in sunflower are thus apparently becoming
divided among those duplicate FT loci that have remained active. These duplicates now
differ among themselves in the tissues in which they are expressed, in their responses to
daylength, and in their interactions with other genes.
Meyer and Purugganan (2013) found that SNPs are responsible for changes in phenotype
associated with more than half of the 60 domestication and diversification genes that they
surveyed. Most SNPs result in loss of function of the affected gene. However some SNPs
may change an amino acid in the protein product of the affected gene, and this may alter the
function of the gene.
In tomato, a mutation of the gene ovate produces elongated fruits similar to those
produced by the TE-mediated duplication of SUN. Normal and mutant alleles of ovate
were sequenced and found to differ by a single SNP. In the mutant allele, this produces a
premature stop codon and hence a non-functional gene product (Liu et al. 2002). Another
SNP in tomato, in the coding region of the gene Psy1, results in a mutation to yellow fruit
(Yuan et al. 2008), indistinguishable from that resulting from insertion of the TE Rider into
the coding region of Psy1.
In maize, grains are exposed on the surface of the cob instead of being enclosed in a
hard fruit case, as in teosinte. This trait is affected by the gene teosinte glume architecture1
(tga1), which has been considered the most important domestication gene in maize
(Dorweiler and Doebley 1997). It is another transcriptional regulator, affecting various
features of the female inflorescence (Wang et al. 2005, Preston et al. 2012). These include
depth of the cupule which contains the spikelets, length of the stalks of the spikelets, length
of the internodes between pairs of spikelets, and length and hardness of the lower glumes of
the spikelets. Maize and teosinte alleles of tga1 differ by a single SNP, which alters a
single amino acid in the protein product of tga1. This is apparently sufficient to convert the
phenotype of teosinte to that of maize for all traits under the control of tga1, though it is not
known exactly how all these different changes are brought about (Wang et al. 2005, Preston
et al. 2012).
355
These affect small segments of DNA. Indels in coding regions of a gene may cause
frameshift mutations that alter the amino acid sequence of the protein product of the gene
and thus impair its function. Indels in the upstream region that regulates expression of a
gene may disrupt its transcription so that there is no gene product. Meyer and Purugganan
(2013) found that 23 out of 60 domestication and diversification genes are affected by
indels.
In Capsicum annuum L., yellow-fruited bell peppers carry a deletion at the end of
the coding sequence of the gene Ccs that encodes the enzyme capsanthin-capsorubin
synthase (CCS). This enzyme catalyses the final step in the synthesis of red pigments in
the fruit. Peppers homozygous for the deletion produce no functional CCS, so have yellow
fruit (Popovsky and Paran 2000). Other deletions similarly associated with loss of gene
function are responsible for the change from pungent to non-pungent fruit (Stewart et al.
2005) and probably for loss of fruit dispersal in domesticated peppers (Rao and Paran
2003).
In maize, domestication has likewise resulted in loss of the mechanism for seed
dispersal. In teosinte, when the grain is mature, an abscission zone forms across each node
of the ear, which breaks up into segments, each containing a single seed. In maize, no
abscission zone develops and grains are retained on the cob until removed by humans. This
non-shattering trait is controlled by a number of genes, one of which is Sh1.1. Lin et al.
(2012) found that most lines of maize have a large insertion near the start of this gene. A
few lines that lack this insertion have a smaller insertion towards the end of the gene.
Teosinte lacks both insertions. Presumably the insertions result in a defective gene product,
preventing development of the abscission zone.
Simple traits like fruit colour may evolve repeatedly within a crop, although by different
means, as already described for fruit colour and fruit shape in tomato. This may provide a
tool for tracing dispersals of particular lineages within a crop. For example, in Capsicum
annuum, yellow fruit in bell pepper is caused by a deletion at the end of the coding
sequence of the gene Ccs (Popovsky and Paran 2000), but in a Chinese pungent pepper,
yellow fruit results from a SNP producing a premature stop codon in the coding region of
Ccs (Li et al. 2013). Both mutations may have occurred independently in pre-Conquest
Mexico, where yellow-fruited peppers figured in various Aztec dishes (Sahagún in Coe
1994). The different mutants may then have become associated with different lineages as
peppers spread to Europe and to Asia. Alternatively, the mutations may have occurred in
Europe and in Asia respectively, after inter-continental dispersal of C. annuum.
Traits favoured under human selection have usually been considered to be deleterious in the
wild, so alleles controlling such traits are expected to be rare or absent in wild populations.
This has been suggested as one reason why, in many parts of the world, a long period of
cultivation appears to have preceded appearance of fully domesticated crops (Purugganan
and Fuller 2010). However, although there are still relatively few critical studies, it now
appears that domestication may often start by selection of variation that pre-existed in wild
populations and that “domestication alleles” are not as deleterious as traditionally thought.
357
Maize provides some of the best-studied examples. The allele of tb1 with the TE
insertions that produce the phenotype of maize is fixed in domesticated maize, but both
insertions are also present, although in low frequencies, in populations of teosinte (Zhou et
al. 2011). Maize alleles at other domestication loci that, like tb1, affect branching (grassy
tillers1, RAMOSA1 and barren stalk1) are also thought to have been selected from pre-
existing variation in teosinte (Vann et al. 2015). Restricted branching may be
advantageous in shady conditions, such as occur in dense wild populations as well as in
crop populations. Other domestication traits in maize are loss of shattering, paired rather
than single grains and more than two ranks of grains. Each is controlled by several to many
QTL. Lauter and Doebley (2002) found that QTL contributing to the maize-like phenotype
for each of these traits are present in teosinte, but produce no effects when they occur
singly. Lauter and Doebley (2002) therefore suggested that many domestication traits in
maize evolved by selection of recombinant genotypes that brought together pre-existing
cryptic variants, rather than by selection of new mutants. One exception is the
domestication gene tga1. This affects whether grains are exposed on the surface of the cob,
as in maize, or each enclosed in a fruit case, as in teosinte. The maize allele of tga1 has not
yet been found in teosinte (Wang et al. 2005), so this major, possibly first, step in the
domestication of maize (Dorweiler and Doebley 1997), seems to have involved human
selection of a new mutation that presumably occurred in cultivated teosinte, rather than
selection from pre-existing variation in wild teosinte.
In tomato, the large-fruit allele of fw2.2, which is the major QTL affecting fruit
weight, is present in low frequency (2.6%) in wild Solanum pimpinellifolium, which was
the progenitor of weedy and domesticated S. lycopersicum, is polymorphic in cherry
tomato, which was the immediate progenitor of domesticated tomato, and is fixed in large-
fruited modern cultivars (Lin et al. 2014). The gene locule number affects the number of
carpels and hence size of the fruit. The allele that increases carpel number is, like the large-
fruit allele of fw2.2, present in low frequency in S. pimpinellifolium (Blanca et al. 2015).
When plants in the same population carry different alleles of QTL affecting traits of the
domestication syndrome, crosses between these plants may give rise to recombinants with
phenotypes that differ from the original wild phenotype and are more suited to human
requirements. This seems to have occurred for the domestication gene tb1 in maize, where
the two insertions that together produce the maize phenotype occur separately in plants of
teosinte (Zhou et al. 2011), so must have been brought together by recombination after
natural outcrossing. Lauter and Doebley (2002) suggested that other traits of the maize
domestication syndrome similarly arose by recombination following outcrossing. Such
outcrossing, followed by selection of some of the novel phenotypes that may result, was
perhaps more likely to occur in early cultivated populations than in wild populations.
Cultivated populations may have provided more opportunities for crossing between
different genotypes, and may have been subjected to closer human scrutiny, so that new
phenotypes were more likely to be noticed and selected. The long period of cultivation
before domestication, noted for many crops, may therefore relate, in part, to time required
for appropriate crosses, followed by selection, to occur, rather than to time required for the
origin of new mutants.
retention of this wild-type trait and also, in containers for some purposes, small size. Thus,
although intermediate forms have been interpreted as indicating gene flow within and
between the various members of the wild - weedy - domesticated complex in both
Phaseolus vulgaris and Cucurbita maxima, there is no convincing evidence that this has
delayed development of the domestication syndrome in either crop, at least in this region.
Papa et al. (2006) found that where domesticated and wild Phaseolus vulgaris occur
together gene flow is predominantly from crop into wild populations, producing beans that
have acquired traits of the domestication syndrome from the crop, along with local
adaptation from the wild populations. This has been termed “secondary domestication” of
the wild populations and may confuse studies of domestication of the crop. For example, in
Mesoamerica the four different races of domesticated common bean each have a
chloroplast DNA haplotype that matches a haplotype in local wild populations. This was
initially interpreted as evidence for independent domestications of common bean in
Mesoamerica (Chacón et al. 2005), but secondary domestication of local wild populations,
following a single domestication, is an alternative explanation that fits better with other
molecular data. In this case, hybridisation between domesticated and wild populations has
had a positive outcome for the crop.
The same applies to hybridisation between wild and domesticated potatoes. Both
diploid and tetraploid domesticated potatoes have crossed with cold-tolerant diploid and
tetraploid wild species. This has produced cold-tolerant domesticated clones at diploid,
triploid, tetraploid and pentaploid levels (Schmiediche et al. 1980; Johns et al. 1987).
These have extended the altitudinal range of potato up to 4500 m in the Andes.
There has been a recent upsurge of interest in plant domestication, both in its own right and
as a proxy for studies of evolution in general. This is illustrated by the number of recent
reviews, for example Olsen and Wendel (2013a, 2013b), Meyer and Purugganan (2013),
Gepts (2014), Doust et al. (2014), Larson et al. (2014). Much current interest concerns
molecular aspects of crop domestication. This results primarily from technical advances.
DNA sequencing now proceeds faster, as a result of so-called next-generation sequencing
techniques that enable millions of short fragments to be sequenced simultaneously, and cost
of sequencing has decreased by more than 10,000 times in the last ten years (Feuillet et al.
2011). Draft sequences of the entire genome are available for a steadily increasing number
of domesticated species. DNA sequences of various families of transposable elements have
been deposited in publicly available databases, so presence and location of TEs can be
readily detected when the genome of a previously unstudied species is sequenced. This has
fuelled interest in the role of TEs in generating genetic variation and thereby contributing to
evolution under domestication.
It is also now feasible to sequence large numbers of genotypes from the same
species (so-called re-sequencing) and thereby associate particular phenotypes with
particular changes in nucleotide sequences (genome-wide association studies) or identify
360
Techniques developed for the study of modern DNA are also being applied to
ancient DNA extracted from archaeological specimens (Gugerli et al. 2005, Palmer et al.
2012b). Relatively few studies have as yet been carried out on material from the Americas,
but those that have been published illustrate the potential of such investigations.
Palmer et al. (2012a) used DNA extracted from 3750-year-old seeds of cotton from
a site in coastal Peru and determined that these represent the Andean domesticate
Gossypium barbadense, not the Mesoamerican domesticate G. hirsutum. Seeds of cotton,
like archaeobotanical specimens of many other species, lack diagnostic morphological
features that enable them to be identified to species. If species-specific characters can be
found in ancient DNA, this will greatly improve the archaeological record of species
hitherto identified only to genus.
Kistler et al. (2014) studied a long sequence of plastid DNA from rinds of nine
archaeological specimens of bottle gourd from various sites in the Americas and modern
gourds from Asia and Africa. Bottle gourd is unknown in the wild in the Americas, but
present very early in sites in both Mesoamerica and South America (see Tables 1 and 2).
There has therefore been much discussion about the route by which bottle gourd reached
the Americas and the role, if any, played by humans in its intercontinental dispersal.
Phylogenetic analyses of the DNA sequences placed all the archaeological specimens in the
same lineage as African gourds, not Asian gourds. This contradicted an earlier conclusion,
also based on plastid DNA but using short sequences only, that the archaeological gourds
were more similar to Asian gourds, so had presumably spread with humans across the
Bering Strait (Erickson et al. 2005). The diversity of DNA sequences among the
archaeological specimens and the fact that they did not all group together led Kistler et al.
(2014) to conclude further that gourds reached the Americas from Africa by drifting on
ocean currents, rather than through spread by humans; that natural dispersal to the
Americas occurred successfully on several occasions; and that bottle gourd was
domesticated more than once in the Americas. Similar studies might shed some light on
other cases of intercontinental dispersals and possible multiple domestications of American
crops.
361
Jaenicke-Després and Smith (2006) amplified some genes of maize from cobs
ranging from about 4300 to 650 years old, from sites in Mexico and the American South-
west. All carried the maize allele of the domestication gene tb1, although the sample of
early cobs was too small to prove that this allele was already fixed in maize by 4300 B.P.
The archaeological cobs also carried alleles frequent in modern maize, but rare in teosinte,
at loci affecting seed storage proteins and gelatinisation of starch. This suggested to
Jaenicke-Després and Smith (2006) that grain quality was an early target of selection. Now
that candidate domestication genes are being identified in an increasing number of crops,
and sequences of “domesticated” versus “wild” alleles are being determined, it may
become possible to distinguish these alleles in ancient DNA and thus deduce the
phenotypes of archaeological specimens for traits of the domestication syndrome not
visible in the specimens themselves. This could ultimately provide a test of suggestions,
such as those of Larson et al. (2014), that different traits of the domestication syndrome
arose in different populations and were combined through hybridisation.
In conclusion, much has been learned about genetic control of traits involved in
plant domestication, diversification and improvement, and much is now known about
regulation and interactions of the genes concerned. However, much still remains to be
learned. This includes functions of many of the unexpectedly numerous genes that seem to
have been affected by domestication; the way in which many of these genes cause their
effects on the phenotype; the extent to which alleles of domestication genes existed in the
wild before species were taken into cultivation; and the frequency of multiple
domestications of the same species. The current pace of investigations based on both
modern and archaeological material is likely to continue, and probably to accelerate. In a
few years time, a review of plant domestication in the Americas will be very different from
this one.
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D.G. Debouck
Resumen
Nuestra especie entró al continente americano por Beringia hace 20-15,000 años y con
grupos humanos muy pequeños. Compartió con Siberia Oriental el chamanismo y con él la
búsqueda de plantas y hongos alucinógenos, y como consecuencia el conocimiento
detenido de la flora y el interés continuo en experimentar. Al entrar en el interior del
continente americano nuestra especie contribuyó, por la caza continua, a la extinción de su
megafauna. Una alteración climática hace 12-10,000 años (‘Dryas oven’) obligó a cambiar
un patrón de aprovechamiento de recursos naturales hacia la siembra consciente de las
especies silvestres más buscadas cerca de los asentamientos. El contexto americano es
singular por no contar con animales de tiro y pocas herramientas metálicas, dejando los
humanos como principal fuerza laboral. El fuego fue bastante usado para abrir espacios
para los cultivos. Más que el cultivo del ager predominó el cultivo de una huerta, donde
continuamente se experimentó y se introdujo plantas de varias partes hasta construir un
sistema policultivo. La necesidad de producir todo en un perímetro reducido hizo su éxito
agronómico y nutricional, y desde allí la difusión a través del trópico precolombino. El
manejo individual (en siembra y cosecha) de las plantas tuvo como consecuencia el
gigantismo y una variación extraordinaria de formas y colores de frutos y semillas. La
propia geografía física propició la diversidad dentro y entre los sistemas. Por lo tanto, en
contraste con otras partes del mundo, no se ve un centro de origen de los cultivos
neotropicales. Varios de los sistemas agrícolas pre-hispánicos permitieron el auge
demográfico y la especialización social, y desde allí las civilizaciones precolombinas
conocidas. Algunos sistemas no pudieron mantener la fertilidad de los suelos o manejar las
oscilaciones climáticas del Niño y sus civilizaciones terminaron. El entendimiento de la
domesticación de las plantas americanas jamás ha sido tan actual para seguir garantizando
la seguridad alimentaria en nuestros tiempos.
Abstract
Humans entered as small groups into the Americas through Beringia 20-15,000 years ago.
Shamanism was shared with eastern Siberia, and with it came the search for hallucinogenic
fungi and plants, and thus an in-depth knowledge of the flora and a continuing interest in
testing plants. Going southwards our species contributed to the extinction of the American
megafauna. A climate change 12-10,000 years ago (‘Younger Dryas’) forced people to
change the way natural resources were used from hunting towards the conscious planting of
372
preferred wild species close to the settlements. The American context is a special one given
the absence of draft animals and the reduced number of metallic implements, with people
being the main work force. Fire has been frequently used to clear the land for planting.
Rather than raising plants in a clean open field ager, a kitchen-garden was frequently used
with continuous trials and introductions from many parts up to building a polycrop system.
The need to produce all food and goods from a reduced size land contributed to its
agronomical and nutritional success, and therefore its diffusion through the pre-Columbian
tropics. The individual handling of plants (namely at planting and harvest) resulted into
gigantism and an uncommon diversity of shapes and colors in fruits and seeds. Physical
geography lead to diversity among and within systems. Consequently and in contrast with
other regions of the world, no center of origin of American crops can be seen. Several of
the pre-Columbian agricultural systems resulted in demographic growth and social
stratification, and from there the very famous civilizations. A few systems could not keep
up with soil fertility or manage the climatic variations of El Niño, and their civilizations
came to an end. Understanding the domestication of American crops has never been as
important as it is now, if it is to continue to ensure food security.
Por qué el sistema agrícola precolombino se parece más a una pequeña huerta de
policultivo cuando su contraparte en el Viejo Mundo es un campo grande? Por qué sólo se
veía gente con picos de madera mientras que en la Creciente Fertíl y en el Egipto Antiguo
se veían arados jalados por bueyes? Por qué se usaron metates por acá y grandes ruedas de
moler por allá? Por qué las papas andinas y los frijoles precolombinos son multicolores en
contraste con el trigo o la arveja? Por qué varios cultivos grano del Viejo Mundo fueron
sustituidos por los del Nuevo Mundo desde 1493 en adelante? Son algunas preguntas de
geografía histórica que trataremos de contestar a continuación.
enfocado en: 1) la relación entre los idiomas nativos americanos (hablados desde antes de
1492) con aquellos de la parte oriental de Siberia, y 2) la relación entre los mismos idiomas
nativos americanos (Greenberg 1987). Cabe mencionar la coherencia entre varios datos
físicos genéticos y un logro inmaterial (= el idioma), también la sincronía de la divergencia
genética con la de los idiomas. La primera migración Amerindia que llegó hasta América
del Sur es la más antigua y la que más se diversificó llegando a 583 idiomas (Cavalli-Sforza
et al. 1994). La segunda migración Na-Dene entró en América del Norte hace 8,000 años
a.P. y dejó huella en los pueblos Atabascanos (W de Canada y Alaska oriental), Apache y
Navajo, quienes no llegaron a América del Sur. No es descartado que esta segunda
migración fue por las costas del Pacífico (Wells 2007). La tercera y más reciente migración
Eskimo-Aleut concierne únicamente el norte de Canadá y Alaska; por quedarse en estas
latitudes extremas esta gente intervendrá poco en la domesticación de plantas americanas.
Si hay consenso que el poblamiento del continente americano antes de 1492 se hizo
a través de Beringia (Dillehay 2000; Wells 2007; Fagan 2011; Watson 2011), la fecha de
este poblamiento sigue objeto de discusiones. Un punto de intenso debate es lo de la fecha
de la primera migración. A favor de una migración reciente (~14,000 años a.P.) están las
evidencias genéticas usando ADN mitocondrial (Sykes 2001), o polimorfismo en el
cromosoma Y (Ruiz-Linares 1999; Wells 2007), incluyendo una reconsideración de la
diversidad de idiomas americanos (Nettle 1999) apuntando a una rápida diferenciación de
estos. Algunos hallazgos arqueológicos en Alaska central no muestran la presencia de
humanos antes de 14.5-13,000 años a.P. (Dale Guthrie 2006; Fagan 2011). A favor de una
migración temprana (~30,000 años a.P.) están algunas evidencias genéticas usando ADN
mitocondrial (Torroni et al. 1994), y también de modo indirecto los hallazgos de Monte
Verde cerca de Puerto Montt en Chile (Dillehay et al. 2008) y los de Pedra Pintada cerca de
Taperinha en Brasil (Roosevelt et al. 1996). Pero la migración – a pie – se hizo en un
período glaciar: el mar de Bering había retrocedido porque una enorme cantidad de agua
374
estaba fijada como hielo sobre el norte de Canadá y las Montañas Rocosas además de todo
el Ártico (Fairbanks 1989). El último período glaciar fue hace 18,000 años a.P. (Fairbanks
1989; Petit et al. 1999; Yokoyama et al. 2000; Graham 2011), o hace 26-20,000 años a.P.
(Clark et al. 2009). Sigue el debate pendiente de nuevos hallazgos arqueológicos,
considerando que se necesitaría un paso libre en Beringia y unos 3,000 años para cubrir la
distancia de Alaska hasta Chile (Stringer & Andrews 2012).
Una consecuencia del patrón de colonización humana en esta parte del mundo es una
población original muy pequeña y de composición genética bastante uniforme (Fagan
2011). En genética de poblaciones, esta situación de migración de unos individuos seguida
por una expansión geográfica y demográfica se conoce como ‘efecto fundador’ (Nei 1987;
Avise 1994). Los pueblos americanos precolombinos pagarán un alto precio por este efecto
fundador en el momento de la introducción de las enfermedades del Viejo Mundo, con alta
mortandad (Crosby 1991; McNeill 1998). La duración del contacto con el ganado hizo que
en el Viejo Continente la población humana tuviera la oportunidad de desarrollar
resistencia a enfermedades tales como la viruela o el sarampión (Crosby 2004; Mann 2011).
Esta situación no existió en el Nuevo Mundo hasta 1493 cuando llegaron el caballo, el
ganado vacuno, caprino y porcino (Bennett & Hoffman 1991; Crosby 2003). La caída
demográfica fue catastrófica (Borah 1992), y explica en buena parte la facilidad con la cual
desaparecieron los imperios azteca e incaico (McNeill 1998). La amplitud de esta catástrofe
demográfica conforta la hipótesis de la entrada original de poca gente al continente
americano y en pocas migraciones. Cabe recordar que en el momento de las migraciones a
través de Beringia estos mismos animales domésticos del Viejo Mundo aún no habían
llegado al oriente de Siberia (donde por igual provocaron después severas caídas
demográficas: Mann 2011). Cabe decir que el oriente de Siberia fue poblado hace 20,000
años a.P. (Wells 2007), mientras que estos mismos animales domésticos fueron
domesticados en Asia suroccidental hace 10,000 años a.P. (Larson et al. 2014). Entonces la
población humana que entró en las Américas jamás estuvo en contacto con los animales
domésticos del Viejo Mundo una vez que el mar volvió a ocupar Beringia (14-12,000 años
a.P.: Crawford 1998).
La entrada por Alaska hace ~15,000 años a.P. debido a los limitantes climáticos hace que el
patrón económico y cultural es la cacería. De hecho las condiciones climáticas de la zona
hasta hoy sólo permiten la caza como tipo de subsistencia y recientemente unas pocas
industrias extractivas. Y la gente migrando hacia el sur seguirá en este patrón, empujando
hacia la extinción gran parte de la megafauna americana con la ayuda de unas alteraciones
climáticas (Leakey & Lewin 1995; Dale Guthrie 2006). Al igual como pasó con la fauna de
muchas islas en el momento de su descubrimiento en los siglos 16-19 de nuestra era, por
ejemplo la extinción del dodo en Mauritius en 1598-1662 (Gill & West 2001), la fauna por
375
La entrada de los primeros americanos fue por Alaska, no por el oriente, y el destino del
continente podría haber sido distinto con una entrada por el Saint-Laurent, o por el Río
Amazonas o por el Río de la Plata. ¡Entraron por la parte más montañosa, y además
volcánica! En términos de geografía física, el continente americano en el lado Pacífico tiene
una comunicación norte-sur frecuentemente interrumpida por el relieve o el clima (e.g.
desiertos de Altar, Sechura, Atacama). La comunicación del oeste hacia el este tampoco es
fácil, con excepción de los grandes llanos de Norteamérica y de la pampa suramericana. Sin
embargo, los grandes llanos de Norteamérica son cada año expuestos a tornados
impredecibles y devastadores. El bosque boreal y la selva amazónica (Cabrera & Willink
1980) completan esta dificultad de comunicación longitudinal. Muchos de los ríos también
comunican en el sentido latitudinal (Misisipi, Cauca, Magdalena, Orinoco, Paraná), con la
excepción del río Amazonas. Cabe notar en el lado Pacífico el número reducido de grandes
ríos (Columbia, Sacramento, Colorado, Santiago, Balsas, Patía, Santa) y sus valles
atravesando empinadas cordilleras. América Central soló podría verse como corredor en sus
tres depresiones (Tehuantepec, Nicaragua, Panamá); por el resto tiene relieve quebrado con
muchos volcanes muy activos. La geografía americana no es entonces muy propicia a la
comunicación. No es casual que el Tahuantisuyu de los Incas que se extendió desde el río
Ancasmayo (Nariño, Colombia) hasta el río Maule (Región del Maule, Chile), logró esta
extensión territorial sólo en 1527, por ser el primero en implementar una red de caminos
(Lumbreras 1987). Como lo recordó Diamond (2002), el eje del continente americano es
norte-sur o latitudinal, y el movimiento de cultivos se hace en contra de un gradiente
376
Para complicar (!) las cosas, la zona Pacífica desde México hasta Perú puede ser
afectada por las oscilaciones climáticas del Niño, responsables de graves sequías en
América Central (las cuales tuvieron impacto en el colapso de la civilización Maya: Gil
2001) o de inundaciones catastróficas en la costa Pacífica de América del Sur (las cuales
contribuyeron en el fin de la civilización Moche: Fagan 1999).
Entre las industrias más significativas del progreso humano está el trabajo de los metales.
Otras especies animales usan herramientas (como los chimpancés: Hernández-Aguilar et al.
2007, o el pinzón carpintero: Wilson 1992), pero la metalurgia es marca de nuestra especie;
además deja huellas en el tiempo, pues los metales trabajados pueden mantenerse por unos
años, a veces muchos siglos. El trabajo de los metales es un evento tardío en la historia de
los pueblos americanos, aproximadamente hace 4,000 años a.P. para el cobre y el oro (Root
1963; Fagan 2004). Su papel en la agricultura ha sido por lo tanto limitado, desde allí la
escasez de hachas o palas con partes metálicas cortantes. El oro relativamente abundante en
las aluviones de ríos de América Central, Colombia y Perú (Root 1963; Burland 1976) no
dio lugar a herramientas duras (en escala de dureza 2.5 contra 5 para el hierro: Hodgman et
al. 1959), pero a piezas de adorno de excepcional belleza. El estaño y el plomo de
temperaturas de fusión más asequibles (232º C y 326º C, respectivamente, contra 1063º C
para el oro: Hodgman et al. 1959) son metales blandos (dureza: 1.5 para ambos: Hodgman
et al. 1959) no aptos para herramientas agrícolas. El hierro o sus aleaciones necesitan
temperaturas más altas (1515º C para el primero: Hodgman et al. 1959), conseguidas en
pequeños hornos con carbón vegetal y sopletes; estos hornos aparecieron más tarde en la
historia precolombina (Root 1963). La gente tuvo entonces que usar el fuego para dejar
libre un terreno para la siembra. Aparte de algunos árboles útiles salvados a propósito
(Hernández-Xolocotzi 1959) y preservados más o menos, la tumba y la quema eran
usualmente totales, tratando que el fuego no se salga de control. El uso repetido del fuego
contra una flora poco adaptada ha causado la erosión de muchos suelos del trópico
americano, desde tiempos precolombinos hasta hoy. Este uso ayudó a controlar las malezas
y a impedir el regreso inmediato de la vegetación original, y contribuyó al éxito de los
sistemas agrícolas. Sin embargo, trae un elemento intrínseco de inestabilidad: si el sistema
agrícola es exitoso, entonces alimenta a más personas, lo cual necesita más área bajo
cultivo o menor tiempo de rotación y descanso del suelo, y más quemas.
377
Por último, debemos notar un rasgo sociocultural compartido entre Siberia oriental y
Alaska: el chamanismo. El chamanismo existe en ambos lados de Beringia en el momento
del cruce hace 26-14,000 años a.P. (Clark et al. 2009; Graham 2011), pues entonces este
rasgo era común entre la misma gente (Watson 2011). Al migrar hacia el sur, el chamán
descubre una flora nueva jamás vista en Beringia en la cual busca mediante pruebas, errores
y gracias a su memoria las plantas que curan o que permiten sus ritos. Cabe notar que el
chamanismo existe mucho antes que la domesticación de plantas con fines alimenticios en
el Nuevo Mundo. Y el chamanismo ha perdurado hasta hoy en muchos pueblos amerindios
(p.ej. Huichol en Nayarit, México: Lumholtz 1902; Desana en el Vaupés, Colombia:
Reichel-Dolmatoff 1997; Shuar en Morona-Santiago, Ecuador: Bennett et al. 2002; Toba-
Pilagá en Formosa, Argentina: Arenas 1992). Este rasgo tendrá importancia en la búsqueda
de plantas y hongos alucinógenos, donde el Nuevo Mundo se revelará particularmente rico
(Schultes & Hofmann 1992) (Tabla 2). Cabe notar que es el uso por milenios hasta hoy que
ha revelado estas plantas, y desde luego es la demostración del detenido conocimiento de la
flora neotropical. Es posible que por su extensión territorial Eurasia y la Creciente Fértil en
particular cuenten con un número igualmente alto de plantas y hongos alucinógenos, pero
estos cayeron en desuso (La Barre 1970), mientras que miles de años después de los
primeros usos América del Sur cuenta con diez veces más plantas y hongos con uso
psicotrópico y mágico conocido.
Alrededor del duodécimo milenio antes de nuestra era, un cambio climático afectó la
disponibilidad de alimentos (Wells 2010). El interglaciar con temperaturas en aumento
progresivo es súbitamente interrumpido por un período caliente de 1,500 años seguido por
un período frío de 900 años (13,500-12,600 a.P) (Fairbanks 1989; Fagan 2005). Este
cambio es conocido como ‘Dryas Más Reciente’, por una planta rosácea Dryas octopetala
L. característica de la vegetación del Ártico (Ronning 1996), debido a una nueva expansión
de esta vegetación en la zona boreal. En paralelo, en los Andes vuelven a bajar el páramo y
los bosques andinos (Heusser & Shackleton 1994). El patrón de consumo extractivista
(colecta, cacería) permitió una expansión demográfica sostenida primero y luego acelerada.
El brutal regreso de temperaturas frías empujó este patrón al extremo y lo hizo tambalear.
En lugar de caminar lejos hasta las poblaciones de plantas preferidas cada vez más escasas,
alguien pensó que era más fácil de sembrarlas cerca de los campamentos. Fue la entrada de
algunas plantas en el domus (= domesticación), y significó la discontinuidad espacial,
temporal y biológica con las plantas de la población madre. Esta idea – sembrar -
378
reconocida con razón como un acto fundamental en el inicio de la agricultura (Harlan 1975)
puede haber ocurrido más de una vez y puede haber sido copiada, y explica en buena parte
el gran número de plantas domesticadas en las Américas en tiempos precolombinos (ver las
compilaciones de Clement 1989; Harlan 1992; León 1992; Smith 2006). Puede haber sido
la idea de una persona con poca movilidad (p.ej. anciano(a), mujer con niño pequeño), y de
paso el inicio de la vida sedentaria para ver el resultado del ‘experimento’.
Los datos arqueológicos (Tabla 1) y genéticos (p. ej. para fríjol común, hace 8,200 y 8,500
años a.P. en Mesoamérica y en los Andes, respectivamente: Mamidi et al. 2011) y otros
estudios (Tehuacán, Puebla, México: MacNeish 1967; Aguadulce, Coclé, Panamá: Piperno
& Pearsall 1998; Santa Helena, Guayas, Ecuador: Piperno & Pearsall 1998) permiten la
hipótesis de este inicio de la domesticación hace ~9,000 años a.P. Las fechas parecen
iguales en muchos sitios, en un principio no conectados, y las fechas implican a varios
cultivos, dejando entender que el problema de abastecimiento era común a través de varias
comunidades humanas, y que la respuesta tuvo la misma lógica sencilla: sembrar para
colectar cerca en lugar de ir a colectar lejos, porque la gente por su sentido de observación
ya había entendido la conexión entre la semilla germinada dando una planta adulta y luego
una futura cosecha. Cabe notar que muy probablemente se sembraron las mismas formas
silvestres que más adelante darán lugar a los cultivos. Es lo que se pudo ver con el teocintle
(Benz 2001), el fríjol (Berglund-Brücher & Brücher 1976; Kaplan et al. 2015), y la
calabaza (Smith 1997). La siembra de los silvestres explica la larga duración de esta parte
del proceso de domesticación (=eliminación de la dispersión natural), 11,000-8,000 años
a.P. (Fuller et al. 2014). Llama la atención que no se tienen documentados muchos
abandonos de este nuevo patrón de siembra-cosecha, dejando suponer que había una
ventaja definitiva en seguir el proceso de domesticación, quizás la seguridad de cosechar
algo. Igualmente, debía haber un medio para reconocer las plantas en el proceso de sus
parientes silvestres ancestrales. Como no se seleccionaba sobre el sistema reproductivo de
las plantas, entonces gracias al flujo de genes los caracteres silvestres dominantes tenían
todos los chances de regresar y arruinar el esfuerzo de domesticación. Pero el acto de
sembrar afuera (en el espacio y/o en el tiempo) del contacto con la(s) población(es)
madre(s) del pariente silvestre ayudó a avanzar en la domesticación y así lograr la
diferenciación.
Los marcadores moleculares que fueron tan frecuentemente usados para ubicar el
lugar de domesticación apuntan más bien a la población silvestre de la última cosecha
(Debouck 2016) – asumiendo que las formas silvestres aún tienen hoy la misma posición
geográfica que en esta época, mientras que la domesticación real tuvo lugar en otra parte.
Así como lo hemos visto, el maíz altoandino (Grobman et al. 1961) tiene su origen en la
cuenca mediana del alsas (Matsuo a et al. 2002), el fríjol de la raza ‘Nueva Granada’
(Singh et al. 1991) viene de los Andes centrales (Chacón-Sánchez et al. 2005), el ib maya
(Martínez-Castillo et al. 2004) viene del occidente de México (Andueza-Noh et al. 2013), el
cacahuate mexicano (Smith 1967) viene del Gran Cháco (Kochert et al. 1996) y la yuca
centroamericana (Dickau et al. 2007) proviene del suroccidente de la cuenca amazónica
(Olsen & Schaal 2001).
379
La imposibilidad de poder arar por falta de animales de tiro y de rejón metálico obligó a
otro manejo de las plantas cultivadas, es decir, un manejo individual debido a la siembra
por sitio. La atención del agricultor se concentró entonces sobre pequeños grupos de plantas
individuales, no sobre comunidades vegetales grandes. Las consecuencias en varios
cultivos americanos son el gigantismo de las partes cosechadas (Smartt 1988) (se trata de
minimizar el esfuerzo y de maximizar el beneficio), la variación estética (se seleccionan los
variantes de partes cosechadas como frutos, semillas, tubérculos, con colores muy
llamativos) (Hawkes 1983), y posiblemente de manera indirecta el valor nutricional. Cabe
notar que varias plantas americanas tienen un aporte calórico superior per superficie
sembrada en comparación a sus pares en el Viejo Mundo (Crosby 2003). El color muy
llamativo de varias papas andinas ayudó en el momento de la cosecha (selección
indirecta!), pero se puede pensar que era una búsqueda sistemática para variar una dieta
proclive a la monotonía. El gigantismo nos puede explicar el éxito del maíz en África
occidental contra los cereales locales (sorgo, mijos) (National Research Council 1996). Lo
mismo puede haber pasado en Chile donde los Mapuches adoptaron el maíz al lado de su
Bromus mango (Wilhelm de Mösbach 1992). Llama la atención que es en las Américas que
tenemos el mayor número de domesticaciones por género vegetal, con Capsicum (5),
Cucurbita (5), Phaseolus (7), y Solanum sección Petota (7) (Hawkes 1990; Debouck &
Smartt 1995; Heiser 1995; Pickersgill 2007). No se sabe si estos casos son fortuitos, pero se
nota que la gente precolombina no dejó perder estos recursos alimenticios.
Por otra parte, la única fuerza laboral, siendo la gente misma, hizo que no se pudo
modificar grandes superficies por ciclo; desde allí viene la necesidad de producir todo lo
necesario hasta la próxima cosecha en el mínimo perímetro (Anderson 1997). Aquí puede
estar la razón de las mezclas de cultivos. Nuevamente el agudo sentido de observación
ayudó: en efecto, no es raro observar en el occidente del Eje Neovolcánico de México el
fríjol común silvestre creciendo sobre el tallo del teocintle (Miranda-Colín 1967). Pero la
mezcla de cultivos (maíz-fríjol-calabaza-chile como cuadrilogía de base en Mesoamérica, o
papa-oca-quinua-tarwi en la zona altoandina) contribuyó a sistemas agronómicamente más
estables y nutricionalmente más balanceados. Esta verdadera innovación de añadir plantas
puede haber sido la iniciativa de una persona, pero el contexto hizo que el sistema
policultivo fuera adoptado en casi todo el mundo agrícola precolombino.
Epílogo
La especie humana entró al Nuevo Mundo con conceptos del Viejo Mundo sin haber
entendido las complejidades de las Américas, especialmente por entrar por Beringia (y no
aplica también cuando entró por las Bahamas en 1492?!). Así la cacería puede haber
eliminado varios animales domésticos potenciales que hubieran facilitado varias
operaciones agrícolas o de transporte. Pero la entrada por Beringia trajo el chamanismo y
con él la búsqueda de plantas y hongos alucinógenos, y desde allí la curiosidad insaciable
de conocer la flora y las ganas de experimentar con las plantas. Este conocimiento y este
sentido de experimentación fueron quizás la salvación cuando golpio el ‘Dryas más oven’,
cambio climático que marcó el arranque de la agricultura en unos pocos focos del mundo.
La geografía física del continente complicó la migración del lado Pacífico, dejando
frecuentemente las comunidades humanas poco comunicadas. La geografía física del
continente por la ubicación de los yacimientos de metales y carbón también frenó el
desarrollo de una metalurgia aplicable en la agricultura.
Agradecimientos
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388
Abstract
Molecular analyses are providing new opportunities to decipher the origin, domestication
and dispersal of native Amazonian crops in an expanding archaeological context. Solid
molecular data are available for manioc (Manihot esculenta), cacao (Theobroma cacao),
pineapple (Ananas comosus), peach palm (Bactris gasipaes) and guaraná (Paullinia
cupana), while hot peppers (Capsicum spp.), inga (Inga edulis), Brazil nut (Bertholletia
excelsa) and cupuassu (Theobroma grandiflorum) are being studied. Emergent patterns
include the relationships among domestication, antiquity (terminal Pleistocene to early
Holocene), origin in the periphery and ample pre-Columbian dispersal for manioc,
pineapple and peach palm; the latter shows clear phylogeographic structure while manioc
does not. Cacao represents the special case of an Amazonian species traditionally thought
to have been domesticated in Mesoamerica, but molecular data suggests that it may also
have incipiently domesticated populations in Amazonia. Another pattern includes the
relationships among species with incipiently domesticated populations or very recently
domesticated populations, rapid pre- or post-conquest dispersal and lack of
phylogeographic population structure, e.g., Brazil nut, cupuassu and guaraná. These
patterns contrast the peripheral origin of most species with domesticated populations with
the subsequent concentration of their genetic resources in the center of the basin, along the
major white water rivers where high pre-conquest population densities developed.
Additional molecular genetic analyses on these and other species will allow better
389
examination of these processes and will enable us to relate them to other historical
ecological patterns in Amazonia.
Introduction
At least 138 crops with some degree of domestication were being cultivated or managed by
native Amazonians in various types of production systems at the time of European
conquest, including 83 crops native to Amazonia and immediately adjacent areas in
northern South America, and 55 exotic, i.e., from other Neotropical regions, such as
Mesoamerica and northeastern Brazil (Clement 1999). Among the 52 domesticates, 14 are
fruit or nut trees or woody vines (27%); among the 41 semi-domesticates, 35 are trees or
woody vines (87%); and among the 45 incipiently domesticated species, all but one are
fruit and nut trees. Overall, 68% of these Amazonian crops are trees or woody perennials.
In landscapes largely characterized by forest, a predominance of tree crops is perhaps not
surprising (Clement 1999). Nonetheless, the most important subsistence crop domesticated
in Amazonia is an herbaceous shrub, manioc (Manihot esculenta) (Schaal et al. 2006), and
several other domesticates are also root or tuber crops, most of which are adapted to
savanna-forest transitional ecotones with pronounced dry seasons (Piperno and Pearsall
1998). Patiño (2002) suggested that many Native Amazonian peoples depended more on
tree crops than on annual crops, especially in Western Amazonia, while Clement (2006)
suggested that this was likely during the early Holocene, but that the development of settled
farming villages and the expansion of the major Amazonian languages caused a transition
to dependence on annual crops, without abandonment of tree crops. Moraes (2015) suggests
that many pre-conquest societies were less oriented to production systems with
domesticated crops than to management of food producing species, especially trees, in
domesticated forests.
genotypic diversity and its phenotypic diversity varies only somewhat from the ancestral
wild population in the traits selected by humans. A semi-domesticated population has gone
through several sequential founder events that reduce further its genotypic diversity, but its
phenotypic diversity is enhanced by accumulation of diverse alleles for traits selected by
humans. Semi-domesticated populations tend to have more ample geographic distributions
than incipient domesticates, which may permit introgression with other wild, incipient or
semi-domesticated populations of the same species; in turn, such introgression may offer
additional alleles for selected traits, thus somewhat enhancing genetic diversity. The ample
geographic distribution may include areas where wild populations do not exist, which
reduces introgression of wild alleles and permits more rapid response to human selection. A
domesticated population has been further selected for adaptation to human-modified
landscapes, especially cultivated gardens and fields, and has lost its original ecological
adaptations for survival without humans, especially its original dispersal mechanisms and
survival capabilities (Clement 1999; Harlan 1992; Meyer et al. 2012). Observe that
domestication is a process that occurs at the population level, not the species level, so that it
is incorrect to affirm that a species is a domesticate, unless all wild populations have
become extinct, which is an uncommon occurrence; it is most generally correct to affirm
that a species contains domesticated populations. Exceptions to this generalization exist, for
example when the end-result of the domestication process is a new species; a particular
case of the latter is interspecific hybridization followed by chromosome doubling, resulting
in the formation of allopolyploids (Hancock 2012; Harlan 1992), as in guaraná (Paullina
cupana), discussed below. An aside is worth adding here: the term “proto-domesticate” is
often used, but protós is Gree for “first”, leading to definitions such as ‘original’ and
‘primitive’ (as in “first order”); in contrast, incipient is Latin for “in an initial stage;
beginning to happen or develop”, and is more appropriate for the beginning of a process.
Better ethnographic and historical information exists for more recent periods. The
crops in Amazonia at conquest were distributed in numerous centers, regions and micro-
391
centers of crop genetic diversity, located principally where Native Amazonian populations
were most abundant (Clement 1999; Clement et al. 2010; Clement 1999; Clement et al.
2015), i.e., along the principal white water rivers, but also in the upper Negro River, which
was and still is a major center of Amazonian linguistic diversity. Some tree crops, such as
Brazil nut (Bertholletia excelsa), are quite long-lived (500 to 1000 years), so that their pre-
conquest distribution can be mapped from their modern distribution (Shepard Jr. and
Ramirez 2011) when trunk diameter is sufficient (Schöngart et al. 2015). Balée (1989) used
this type of information to estimate that nearly 12% of the Amazon basin had been
modified by pre-conquest human activity. Unfortunately, few species permit this type of
analysis, but living plants can provide other information that permits inferences about their
origin, domestication and dispersal before and since European conquest. This information
is in their DNA and is accessed with different molecular techniques.
There are numerous types of molecular markers used in genetic analysis, each with
advantages and disadvantages, as well as different information contents (Avise 2004). In
plants, both nuclear DNA (diploid) and chloroplast DNA (haploid) offer important and
somewhat different information, with nuclear DNA subject to rapid change via
recombination and chloroplast DNA subject to less rapid change; the latter is generally
maternally inherited, which makes it especially useful for some kinds of analyses, such as
distinguishing seed dispersal from pollen dispersal. So called dominant markers are cheaply
and easily generated, but are less informative because they do not distinguish between
homozygotes and heterozygotes at a particular DNA locus; the primary marker cited here is
Random Amplified Polymorphic DNA – RAPDs, which are generated principally from
nuclear DNA. Co-dominant markers are often more expensive to generate, but are more
informative because they distinguish homozygotes and heterozygotes; examples are protein
polymorphisms, especially in enzymes, Simple Sequence Repeats – SSRs, and Restriction
Fragment Length Polymorphisms – RFLPs, the latter two can be either nuclear or
chloroplast. Direct sequencing of specific regions of DNA is also an important strategy to
study genetic variability (Schlötterer 2004); it can also be the most informative for
historical relationships if enough variation is present among individuals. Sequence
polymorphisms include insertions and deletions of base pairs or sections of DNA, as well
as substitutions in nucleotide sequences, called Single Nucleotide Polymorphisms – SNPs.
SNPs are now being generated in enormous numbers by various new “next generation”
sequencing methods. Although SNPs can have similar statistical power as SSRs or DNA
sequences, they also have broader genome coverage and may improve inferences on
evolutionary history (Luikart et al. 2003; Morin et al. 2004). Ideally molecular markers
should be selectively neutral to study distribution patterns, but information from markers
associated with genes subject to human selection also provide insights into domestication,
diversification and dispersals (Meyer and Purugganan 2013).
New research with these molecular tools attempts to identify origins and possible
dispersals via the patterns of genetic diversity in living populations of native Amazonian
crops, a field of study known as phylogeography (Avise 2000). Phylogeography is the
analysis of the geographic distribution of genetic variants, especially lineages of genes,
which is generally due to dispersal of organisms (seed dispersal in plants) and thus provides
insight into the history of a species. The same information permits inferences about the
392
domestication process (Emshwiller 2006; Zeder 2006; Pickersgill 2007) and can even be
used to estimate the approximate age of founder events, although this has yet to be
attempted with an Amazonian crop. This contribution reviews recent molecular studies of a
set of native Amazonian crops, some important, others less so, and identifies emergent
patterns that can be used to interpret crop domestication and dispersal before conquest.
The crops
Only nine of the 83 native Amazonian crops will be included, principally because the
number of crops examined is still quite small. Manioc is the most important subsistence
food crop domesticated in Amazonia and was one of the first studied with molecular
techniques. Cacao (Theobroma cacao) is arguably as important, although chocolate lovers
might place it first. Peach palm is the premier Neotropical tree fruit-crop and has recently
been the focus of considerable research. The Capsicum peppers are certainly the most
important Neotropical spices and at least one species appears to contain domesticated
populations of Amazonian origin. Pineapple (Ananas comosus) is often considered the
queen of fruits and is certainly the most important fruit crop from Amazonia. Inga (Inga
edulis) is a legume tree crop often called ice cream bean because of the edible aril around
the large seeds; it is currently an important agroforestry species, used principally for green
manure and shade for other crops. Guaraná is a stimulant that is gaining worldwide
popularity, although its principal use in Brazil is to flavor soft drinks. Brazil nut is the
emblematic Amazonian tree, whose edible seed is recognized around the world. Cupuassu
(Theobroma grandiflorum) is a cacao relative whose pulp is used for making fruit juices
and other products.
Manioc, peach palm, Capsicum, pineapple, inga and guaraná all have domesticated
populations, while cacao has semi-domesticated populations, and Brazil nut and cupuassu
have incipiently domesticated populations (Clement 1999). Eight of the nine are
outcrossing species, the exception being Capsicum, and two are generally vegetatively
propagated (manioc and pineapple). The available information concerning these nine
species is not uniform, as much remains to be done. Nonetheless, the information now
available and reviewed here provides fascinating insights into the origin and domestication
of native Amazonian crops, placing Amazonia squarely in the list of important centers of
crop genetic diversity.
Manioc
Manioc (Manihot esculenta Crantz, Euphorbiaceae) is the most important food crop that
originated in Amazonia and is grown throughout the tropics; it is the sixth major food crop
produced globally (Lebot 2009). The term manioc is derived from the Tupi word maniot,
while the term cassava comes from the Arawak words cassavi or cazabi, meaning bread
(Lebot 2009). Although some modern cultivars derive from modern breeding efforts,
manioc is mostly cultivated by indigenous and traditional farmers with few or no inputs or
mechanization, especially in Amazonia. Hence, manioc is extremely important to the food
393
The dichotomy also gave rise to the idea that sweet and bitter maniocs are the
outcomes of independent selections from an ancestor with intermediate toxicity, or that
sweet was selected first and then bitter, or vice versa (McKey and Beckerman 1993). The
394
idea that manioc was selected first to be sweet is compelling, since the first cultivators in
the late Pleistocene early Holocene were unlikely to have had sophisticated technologies for
processing. A first study of the cyanogenic glycoside content of ssp. flabellifolia found that
several populations in central Rondônia, near the center of the probable origin of
domestication of ssp. esculenta, are bitter to very bitter (Perrut-Lima et al. 2014). Arroyo-
Kalin (2010) argues that this occurred in home gardens, where sweet manioc is common
today, and much later bitter manioc was naturally selected as human populations expanded
and needed more starch that was produced in swiddens far from the home gardens – where
the plants could not be protected by their cultivators. This hypothesis is supported by a
recent molecular genetic analysis of a Brazilian-wide sample of manioc (Mühlen et al.
2013), which found that sweet varieties from the northern Cerrado are most closely related
to ssp. flabellifolia, followed by other sweet varieties and finally bitter varieties. A recent
study in Colombia found myths that associate the origins of manioc with terra preta de
índio (Peña-Venegas et al. 2014), which also originates in homegardens (Arroyo-Kalin
2010).
In general, bitter manioc cultivation is associated with the courses of the major
Amazonian rivers, as well as coastal Brazil, where population densities were highest before
conquest. On the other hand, sweet manioc is the main crop throughout the headwaters of
these same rivers in western Amazonia, including the whole length of the Ucayali and
Marañon Rivers in Peru, the southern periphery and up into Mesoamerica. It is also
commonly grown on a minor scale where bitter manioc is the major crop (McKey and
Beckerman 1993).
Cacao
Cacao (Theobroma cacao L., Malvaceae) is native to Amazonia, but is generally believed
to have been domesticated in Mesoamerica (Dias and Resende 2009; Thomas et al. 2012),
since this is the only region in which evidence of cultivation existed at the time of European
conquest (Patiño 2002). The name Theobroma, or “food of the gods,” was coined by
Linnaeus to honor the Aztecan belief in the divine origin of cacao. The specific name cacao
and the term chocolate are corruptions from Nahuatl, the Aztec language. The chocolate
that we are all familiar with is a European invention, generally made with sugar, and much
easier to accept as a “food of the gods” than that made with maize (Zea mays), chili peppers
(Capsicum spp.), vanilla (Vanilla planifolia) and annatto (Bixa orellana). Although the
Maya have been credited with its domestication, the name for cacao can be reconstructed in
proto-Zapotecan, a language spoken in southern Mexico by about 3350 BP, while proto-
Mayan is dated to about 2400 BP (Brown 2010), strongly supporting an earlier dispersal.
Until recently there were three hypotheses about the relationships among cultivated
cacao in Mesoamerica and wild cacao in Amazonia (Dias and Resende 2009): a south to
north dispersal; a north to south dispersal; and in situ development of types with no early
dispersal. These hypotheses attempt to explain the differences between the Criollo types
(subsp. cacao; Cuatrecasas (1964)) found from northwestern South America to
Mesoamerica, and the Forastero types (subsp. sphaerocarpum) found in Amazonia and
395
northeastern South America, while accepting the observation that cacao grows wild from
southern Mexico to the southern edges of Amazonia. However, cacao survives easily in
appropriate humid forest ecosystems when abandoned, which led Clement (1999) to
classify it as a crop with semi-domesticated populations, rather than with fully
domesticated populations.
One of the major implications of this study is that Cuatrecasas (1964) classification
of two subspecies is incorrect (Motamayor and Lanaud 2002), which also raises questions
about the usefulness of the Criollo-Forastero dichotomy, even though numerous molecular
genetic analyses have identified clear differences between these types. These conclusions
led to a search for a new intraspecific classification that would be useful for plant breeders
(Motamayor et al. 2008). With a very large data set (1241 plants; 96 SSR), the Structure
program (Pritchard et al. 2000) was used to identify genetic groups with no a priori
hypotheses, which also allowed identification of genebank errors and their elimination
(Motamayor et al. 2008).
Instead of the two traditional groups (Criollo and Forastero) and their hybrid
(Trinitario), ten genetically different clusters are strongly supported by Structure and
various other analyses (Motamayor et al. 2008). The greatest diversity is found in western
Amazonia (7 groups, including Nacional), although much more amply distributed than
suggested by Cheesman (1944). Three groups are especially important to our discussion:
Criollo, Nacional and Amelonado. These groups have been classified as traditional
cultivars (Motamayor et al. 2008), which suggests some degree of domestication. The
Criollo traditional cultivar is found in northwestern Ecuador, northwestern Venezuela
(around Maracaibo), northern and western Colombia, and throughout Central America to
southern Mexico, including the Maya heartland. The Nacional is a western Ecuadorian
cultivar that originated in southeastern Amazonian Ecuador (Loor Solorzano et al. 2012),
with close affinity to several populations in extreme northern Amazonian Peru and the
Curaray group in Amazonian Ecuador. The Criollo, Nacional and Curaray groups occupy
one major branch of the Neighbor Joining dendrogram, suggesting an Ecuadorian
Amazonian origin for both traditional cultivars. This is now supported by archaeological
396
evidence that suggests that cacao was used in southeastern Ecuadorian Amazonia by 4600
BP (Zarrillo 2012), based on seed starch gains in stone and ceramic vessels. The
Amelonado occurs in the lower Amazon basin and has less morphological variation than
other Amazonian cacaos, especially with respect to fruit characteristics (Dias and Resende
2009). Close scrutiny of the molecular information shows that these three traditional
cultivars have low numbers of private alleles (alleles that occur in only one group), while
the western Amazonian groups generally have high numbers, with one or two exceptions
that may be due to sampling (Motamayor et al. 2008). One way to explain these low
numbers is that they represent the genetic bottlenecks that accompany continued selection
by humans (Sereno et al. 2006), which is never doubted for Criollos.
Note also that the Criollo and Amelonado traditional cultivars are at the
northwestern and eastern extremes of cacao distribution in the Americas. The discussion of
Criollos has always included human-mediated dispersal, although clear records of
cultivation appear only in the northern half of its range, from Costa Rica to Mexico (Patiño
2002). The early chronicles from eastern Amazonia do not report cultivation. However,
Patiño (2002) cites Jacques Huber (1904) who refers to the lack of cacao east of Obidos and
Santarém and west of Marajó Island. Patiño (2002; 351) concludes that the cacao in eastern
Pará is probably the result of “ancient cultivation.” Ethnographic observations in French
Guiana also suggest that cacao has long been cultivated in the region by native peoples
(Barrau 1979). While both Huber’s and arrau’s observations are much too late to offer
assurance that cacao was cultivated before conquest, the relative uniformity of Amelonado
fruits and the low number of private alleles suggest that this traditional cultivar may have
been at least incipiently domesticated in eastern Amazonia. This hypothesis had been raised
by Sereno et al. (2006), based on a small number of populations and SSRs.
Using the excellent data set prepared by Motamayor et al. (2008), Thomas et al.
(2012) examined the hypothesis that both Criollo and Amelonado were selected and
dispersed by humans. As expected, the allelic richness of Criollo types diminished from
south to north, with the least diversity in Mesoamerica, precisely as expected by a sequence
of founder events between Ecuador and Mexico. The allelic richness of Amelonado types
also diminished from west to east, as expected by a sequence of founder events.
Interestingly, Amelonado has different genetic relationships with the ancestral populations
than does Criollo (Motamayor et al. 2008; Figure 2; Thomas et al. 2012). Amelonado is
related to nearby populations in French Guiana and to populations along the lower Marañon
River, Peru, and other populations between the Marañon and Solimões River in Brazil
(Thomas et al. 2012). Thus, not only does it appear that cacao was domesticated twice, but
that the ancestral populations were different.
possible that cacao could have been selected initially for its pulp. In fact, this is probably
the only way to get cacao from Amazonian Ecuador (the Curaray group) over the Andes
into western Ecuador (the Nacional traditional cultivar), then up the Colombian Pacific and
around to Maracaibo, before or simultaneously going north into Panama and Costa Rica.
Remember that there were no reports of cultivation in any of these areas, nor any reports of
chocolate, except the chorote in northwestern Venezuela.
Any sweet fruit can be fermented to obtain a mildly alcoholic beverage. Recent
chemical archaeology shows that several types of pottery vessels found in Honduras, part of
the Mayan heart-land, contain theobromine, a chemical compound found in Theobroma
spp. The earlier vessels have shapes that suggest they were used to serve a fermented
beverage, while the later vessels have shapes characteristic of those used with frothed
chocolate (Henderson et al. 2007). Interestingly, the earlier vessels date to 3500 BP, in
close agreement with the appearance of the word for cacao in proto-Zapotecan by 3350 BP
(Brown 2010). The authors suggest that the first uses for cacao in Mesoamerica were
similar to those in South America–the sweet pulp around the seed was consumed directly or
fermented–and only later did the fermented seed itself become an additional part of the
beverage, finally becoming the “food of the gods.” While there are no reports of the cacao
pulp beverage in South America, numerous other fermented beverages made from sweet or
starchy fruits and roots are mentioned (Patiño 2002).
For domestication to occur, there must be human selection and propagation, both of
which can be either intentional or unconscious (Clement 1999; Rindos 1984). Most
domestication events were surely initially unconscious and cacao is an ideal example of
how this might have occurred. Some variation in fruit pulp sweetness and juiciness exists in
any natural cacao population, and humans who collected cacao to suck on the pulp would
soon learn which trees offered the best fruit. These trees would be preferred for harvesting a
sack of fruit to take back to camp or along a trek into another river basin. At camp,
discarded seeds would germinate immediately and grow to reproductive age if
environmental conditions were appropriate; if they germinated and grew in dump heaps
they would even be less dependent on environmental conditions because of extra nutrients
and light (Anderson 2005). These new populations around camps would be more
homogeneous than the source populations, but would certainly contain progenies from
numerous seed trees, allowing for crossing among selected types, which in turn would yield
sweeter and juicier pulps in the next generation. If this occurred in western Amazonian,
cacao could be rapidly dispersed over the Andes or down the Amazon River, respectively,
without any cultivation, but with selection and propagation. Further genetic analysis can
certainly shed more light on this hypothesis.
Peach palm
The peach palm (Bactris gasipaes Kunth, Arecaceae) is the only Neotropical palm with
domesticated populations (Clement 1988). It may have been selected initially for its wood,
preferred for tool making, and later for its abundant oily fruits, and finally for starchiness in
the fruits, making them good for fermentation (Clement, Kalil Filho, et al. 2009). Peach
398
palm is currently an agribusiness for its hearts-of-palm. The species presents considerable
morphological and genetic variability in its wild and cultivated populations, due to
adaptation to different environments and different stages of domestication, respectively.
Thousands of years of domestication have resulted in landraces, each of which has common
morphological, chemical and productive characteristics due to a common genetic origin
(Mora-Urpí et al. 1997). These landraces are widely distributed in the humid Neotropics,
especially Amazonia.
Throughout the 20th century, peach palm was considered a cultigen, with no wild
ancestor. The revision of Bactris (Henderson 2000) gathered all cultivated populations of
peach palm into var. gasipaes and all wild populations (previously identified as species)
into var. chichagui (H. Karsten) Henderson. Within var. chichagui three types were
proposed, with little description of their fruits and without detailing their distributions,
which was done later (Clement, Santos, et al. 2009). Essentially, type 1 is equivalent to
what was once called B. dahlgreniana, type 2 to B. macana and type 3 to B. speciosa var.
chichagui. Nonetheless, this revision now permits phylogenetic hypotheses that can be
tested with genetic tools.
There is considerable speculation about the origin of founder event(s) that lead to
domesticated peach palm populations, with three hypotheses currently under consideration:
1) a single domestication event in southwestern Amazonia (Clement 1995), with some
morphological (Ferreira 1999) and molecular (Random Amplified Polymorphic DNA, a
dominant marker (Rodrigues et al. 2005)) evidence, and the occurrence of two wild types
(1, 3); 2) a single domestication event in northwestern South America, with archaeological
coincidences (Morcote-Rios and Bernal 2001) and the occurrence of a wild type (3); and 3)
multiple domestication events in the distribution of two wild types (1, 3) (Mora-Urpí 1999),
with coincidences in common SSR allele frequencies between var. chichagui and var.
gasipaes in some localities (Hernández-Ugalde et al. 2011). Determining the correct
hypothesis will require analysis of the landrace complex and its relationships with the
various populations of the three wild types, a complex task given introgression between
domesticates and wild plants (Couvreur et al. 2006).
Some of the landraces have been characterized morphologically and mapped (Mora-
Urpí and Clement 1988). The identification and classification of Amazonian landraces was
based on morphometric characterization and multivariate analyses using a descriptor list
designed for in situ and ex situ use (Clement 1986). A hierarchical classification based on
fruit size was proposed (Mora-Urpí and Clement 1988), with microcarpa landraces having
small fruit (< 20g; Pará, Juruá and Tembe), mesocarpa landraces having intermediate sized
fruits (20-70g; Pampa Hermosa, Tigre, Pastaza, Solimões, Inirida, Cauca, Tuira, Utilis,
Guatuso and Rama), and macrocarpa landraces having large fruits (> 70g; Putumayo and
Vaupés). The size of the fruit reflects the degree of modification due to human selection
during the domestication of peach palm (Clement 1995).
Several genetic studies have been conducted over the last decade to understand the
distribution of genetic variability within and among landraces. The first study used
isoenzymes (co-dominant markers) and found that the Pará landrace of eastern Amazonia
399
grouped with the Tembé population of northern Bolivia (once designated Guilielma
insignis Martius (Henderson 2000)), while the other landraces grouped on another branch
of the dendrogram (Rojas-Vargas et al. 1999). The authors proposed geneflow along the
Madeira River to account for this grouping, as well as geneflow through western Amazonia
to Central America.
Dominant RAPD markers have been used extensively to validate many of the
landraces in the Brazilian genebank. One study concluded that the Pará, Putumayo, Pampa
Hermosa and Utilis landraces are valid, while there is only one landrace in Central America
rather than three and the Solimões landrace is part of the Putumayo landrace in western
Amazonia (Rodrigues et al. 2005). This study also observed that the Utilis landrace had
lower polymorphism and heterozygosity than the Amazonian landraces. The dendrogram
using Nei’s (1978) genetic distances grouped the Pará landrace with a sample of var.
chichagui type 1 from Acre, Brazil, and the Putumayo, Pampa Hermosa and Utilis
landraces, with a sample of var. chichagui type 3 from western Amazonas, Brazil, in the
other group. Their dendrogram was very similar to that of Rojas-Vargas et al. (1999),
although with more landraces and populations. They proposed the most parsimonious
hypothesis: a single domestication event in southwestern Amazonia, with two dispersals,
one to the northeast and another to the northwest. A second study used the same markers,
the same landraces, as well as samples of the Juruá, Cauca and Vaupés landraces, and
samples of var. chichagui type 1 from the Xingu River, Brazil, and type 2 from the
Magdalena River, Colombia (Silva 2004). This study confirmed the previous validation
(Rodrigues et al. 2005) and the separation of the Pará landrace from the others, as well as
validating the Juruá landrace and eliminating the two wild populations as parents of
domestication events. A third study with the same markers, landraces and additional
populations (Cristo-Araújo et al. 2010) revalidated the landrace complex, confirmed the
Pará landrace as having affinities with the upper Madeira River, and further confirmed the
Western Amazonian complex as separate from the southeastern complex. The third study
also designed a core collection within the Brazilian genebank to stimulate further
morphological characterization, permit duplication and facilitate analysis of the
phylogeography and phylogenetics of Bactris gasipaes (Cristo-Araújo et al. 2015).
During the last decade, numerous microsatellite primers were developed and tested
(Martinez et al. 2002; Billotte et al. 2004; Rodrigues et al. 2004). Five of the first set were
used to examine relationships among seven wild and eleven cultivated populations
(Hernández-Ugalde et al. 2011). They detected considerable introgression among adjacent
wild and cultivated populations, as expected following the study in Ecuador (Couvreur et
al. 2006). They created a neighbor joining dendrogram from Nei’s minimum genetic
distance, which they interpreted as showing three domestication events, even though the
dendrogram’s topology was not much different from the first RAPD study (Rodrigues et al.
2005). Although quite intriguing, the small number of microsatellites does not permit much
precision.
After a decade of study, the origin of the cultivated peach palm is still speculative,
principally because of the numbers and types of markers used. A study with 17 SSRs
examined the relationships within the landrace complex represented in the newly created
400
core collection (Reis 2009), which has 40 accessions (Cristo-Araújo et al. 2015). This
phylogeographic analysis used the Structure program to revalidate landraces and Nei’s
(1978) genetic distance to create a neighbor joining dendrogram, which was quite similar to
the first and subsequent RAPD dendrograms (Rodrigues et al. 2005; Silva 2004; Cristo-
Araújo et al. 2010), as well as the first microsatellite dendrogram (Hernández-Ugalde et al.
2011). Relationships with two var. chichagui types suggest considerable introgression.
Using universal chloroplast DNA sequences (Shaw et al. 2007) the phylogenetic
relationships among cultivated and wild populations in the core collection, as well as the
closely related B. riparia and the more distantly related B. simplicifrons, both used as
outgroups, was examined (Cristo Araújo et al. 2013). Because the chloroplast genome is
generally maternally inherited, these sequences can identify the haplotypes within the
sample that pinpoint the wild populations involved in the domestication of the landraces.
The Pará landrace, the upper Madeira River populations, half of the var. chichagui type 1
accessions and B. riparia all have nearly the same chloroplast haplotypes, which are
different from all of the western landraces, var. chichagui type 3 and the other half of the
var. chichagui type 1 accessions, suggesting that peach palm was domesticated once in
southwestern Amazonia (Cristo Araújo et al. 2013) and dispersed as originally suggested
by Rojas-Vargas et al. (1999) and Rodrigues et al. (2005).
Capsicum peppers
The genus Capsicum (Solanaceae) undoubtedly originated in the Americas (Pickersgill and
Heiser 1977), although one species is named C. chinense, suggesting an Asian origin; in
fact, C. chinense is the most Amazonian of the Capsicum peppers (Reifschneider 2000;
Long-Solís 1998; Moses and Umaharan 2012). The earliest record of pepper use is from
archaeological excavations in the Valley of Tehuacán, Mexico, and date from about 8500
BP (Pickersgill and Heiser 1977). Starch derived from chili peppers and preserved on
artifacts from seven archaeological sites ranging from the Bahamas to Andean South
America appeared by 6000 BP (Perry et al. 2007). The peppers were present from the north
of Chile and Argentina to northern Mexico and the southern United States at the time of
European conquest (Reifschneider 2000; Long-Solís 1998; Chiou and Hastorf 2014, see
Figure 1). Today they are distributed worldwide and grown for use as spices, vegetables,
ornamental plants and medicine, in temperate and tropical areas (Reifschneider 2000).
then dispersed to different areas where they continued to be selected, resulting in distinct
morphological types. Domestication resulted in changes, especially in the fruits. The fruits
of the wild types are small, erect, red and deciduous, while fruits of domesticates are larger,
often pendent, not deciduous and varied in color. Domestication also resulted in changes in
reproduction and the level of pungency (Heiser 1995; Reifschneider 2000; Long-Solís
1998).
origin for C. baccatum (girl's finger, chili or ají) and its distribution was from western and
southwestern Amazonia into the South American subtropics (Chiou and Hastorf 2014, see
Figure 1). Dispersal into western Amazonia and dispersal into the South American
subtropics represent different genetic events (Albrecht, Zhang, Mays, et al. 2012; Albrecht,
Zhang, Saftner, et al. 2012). The earliest archaeological remains of C. baccatum are from
Huaca Prieta and Punta Grande, in the western Andean foothills of Peru, dated to before
4000 BP (Pearsall 1992), which is in good agreement with a linguistic reconstruction for
the southern branch of Arawak at about the same time (Brown et al. 2013).
Pineapple
At the time of European conquest, the pineapple (Ananas comosus var. comosus (L.) Merr.,
Bromeliaceae) was cultivated in all the Neotropical lowlands, from Mesoamerica and the
Antilles southward to Paraguay and the Pacific coast of Peru, and specific cultivars had
been developed for the Andean hillsides, where they are still important in Colombia,
Venezuela and Peru. Its Latin name is derived from the word nana and its derivatives, such
as nanas, ananas, or nanaí, which are widely distributed in most languages of South
America and the Antilles. Europeans first learned of this fruit when Columbus arrived on
the island of Guadeloupe in 1493. By the end of the 16 th century the pineapple was
pantropical and its development as a first-rank world fruit crop has been based on pre-
Conquest Native American cultivars (Coppens d'Eeckenbrugge et al. 1997; Beauman
2005).
Wild forms of A. comosus are found in all the Neotropical lowlands east of the
Andes, from the northern shores of South America to southern Brazil and Paraguay, with
the exception of the floodplains of the Amazon and Solimões Rivers and their southern
tributaries, where seasonal floods limit natural dispersal (Coppens d'Eeckenbrugge et al.
1997; Coppens d'Eec enbrugge and Duval 2009; Coppens d’Eec enbrugge, Sanews i, et
al. 2011). More morphological, physiological and genetic variation is observed north of the
Amazon River, with two wild botanical varieties, A. comosus var. parguazensis and A.
comosus var. ananassoides, while only the latter occurs south of the Amazon. A. comosus
var. parguazensis is distributed in the basins of the Orinoco River (the variety name derives
from the Parguaza tributary) and the upper Negro River. Similar morphotypes occur in the
Guianas, but they developed from a different genetic background (Duval et al. 2003).
Compared to var. ananassoides, var. parguazensis is restricted to more humid and shadier
habitats, due to its lower water use efficiency (Leal and Medina 1995). A. comosus var.
ananassoides prefers xerophytic edaphoclimatic conditions, thriving on sand dunes and
campinas, rocks and inselbergs, although it may also be found in denser forest. North of the
Amazon, it displays much greater morphological and genetic variation than in the south. In
particular, many northern clones exhibit appreciable growth of the syncarp after anthesis,
resulting in larger and fleshier fruit, while south of the Amazon the fruits are always small
and very fibrous, and the plants show ecological specialization, being restricted to open dry
habitats, from arid savannahs to cerrados (Duval et al. 1997; Leal and Medina 1995).
morphological (Duval et al. 1997), biochemical (Garcia 1988) and genetic diversity (Duval
et al. 2001), Coppens d'Eeckenbrugge et al. (1997) and Coppens d’Eec enbrugge and Leal
(2003) proposed that the north, and more specifically the Guiana shield, is also where the
pineapple was domesticated. Coppens d'Eeckenbrugge and Duval (2009) refined this
hypothesis to take into account recent data on chloroplast DNA variation (Duval et al.
2003). The eastern part of the Guiana shield contains considerable phenotypic and genetic
diversity, including wild phenotypes with relatively large and fleshy fruits that would have
attracted foragers, primitive cultivars and a wide range of large-fruited cultivars. The
practice of picking clones in the wild and transferring them to home gardens is still
common in eastern Guiana, and many primitive cultivars can survive under secondary
forest canopy. This long-term exchange between wild and cultivated populations is
confirmed by genetic studies: all four chloroplast haplotypes identified in cultivated
materials are present in the wild var. ananassoides, supporting the hypothesis that the
domesticated var. comosus was derived from var. ananassoides through selection among
those clones with markedly larger syncarps (Duval et al. 2003).
The domestication syndrome shows both human selection and correlated responses.
Greater fruit size resulted from selection for larger individual fruits (pineapple “eyes”) and
an increase in their number, which also changed their phyllotaxy. A larger number of
wider, and generally shorter, leaves provide energy, and a stouter and longer stem allows
greater starch storage capacity during the vegetative phase. The latter has been extended by
reduced susceptibility to natural flowering induction. Seed production has been reduced
through the combination of lower sexual fertility and stronger self-incompatibility
(Coppens d'Eeckenbrugge et al. 1993).
Coppens d'Eeckenbrugge and Duval (2009) proposed that var. comosus diversified
dramatically in western Amazonia, especially in the northwestern center of crop diversity
(Clement 1989) and along the lower Negro River; in both areas a great diversity of
advanced cultivars was developed in the absence of wild forms (Duval et al. 1997). The
peoples of western Amazonia demonstrated brilliant horticultural and plant breeding skills,
as this region is also an important center of domestication and diversification for many
other fruits (Clement 1999, 1989). There, pineapple is still a major fruit crop for peoples
like the Tikunas (Duval et al. 1997) and the Huitotos (Schultes 1991), who maintain a wide
diversity of cultivars, and it ranks among the primary culturally defined keystone species
for peoples like the Letuama. This type of keystone species is one whose existence and
symbolic value are essential to the stability of a cultural group over time (Cristancho and
Vining 2004).
The widespread distribution of the pineapple in the Americas at the time of the
European conquest, the diversity and quality of the cultivars, not surpassed after one
century of modern, intensive breeding, the diversity of uses, the economic and cultural
importance of the crop, all point to a very ancient domestication. However, archaeological
findings are rather late: 3,200 to 2,800 BP on the arid Peruvian Coast (Pearsall 1992); and
2,200 to 1,300 BP from the Tehuacán Valley caves (Mexico) (Callen 1967). A recent
analysis of the first written document in Mesoamerica, the Cascajal Block, associated with
the Olmec civilization and dated to 2800-3000 BP, suggests that pineapple was already
404
important at that time (Coppens D’Eec enbrugge, Uriza Ávila, et al. 2011). The
glottochronology of pineapple in Ancient Mesoamerica suggests that the crop was
significant by 2,500 BP (Brown 2010). Thus, domesticated pineapple was traded and
adopted as an important fruit crop on a continental scale more than 3,000 BP. Given the
rarity of sexual reproduction in A. comosus var. comosus, the development of tradable
cultivars was necessarily a long and slow process, certainly counted in millennia. Thus, a
likely time frame for the divergence between wild and cultivated pineapple lies between
6,000 and 10,000 BP.
Ananas comosus also was gave rise to curagua (A. comosus var. erectifolius [L.B.
Smith] Coppens & Leal), developed as a fiber crop via selection from A. comosus var.
ananassoides. It was commonly cultivated north of the Amazon and Solimões rivers, as
well as in the Antilles in pre-Columbian times. Its characteristic dense, erect and smooth
foliage are the likely result of selection for an abundance of long easily-extractable fibers.
Genetic affinity of the curagua with different lineages of var. ananassoides indicates
multiple and independent domestication events (Duval et al. 2001; Duval et al. 2003). Their
antiquity is probably variable, as some clones have reduced fruit production, while others
are remarkably fertile.
The genus Ananas is ideal for domestication studies, with multiple processes in time
and space, and specialization related to the major uses as a food or as a source of fibers.
Selection for fruit characteristics took place where the diversity and quality of spontaneous
materials allowed it. The fruit quality induced the crop’s dispersal, which in turn induced
further diversification and environmental specialization. The development of extremely
derived cultivars, in terms of both fruit size and quality, and more particularly the
secondary diversification in western Amazonia, despite the lower fertility of advanced
cultivars, inevitably raises the question of the capacity of native breeders to exploit sexual
recombination, because germination is not easy and seedlings are fragile and grow slowly.
The pattern is different for the production of fiber. The domestication process, involving
fewer morphological changes, was probably more straightforward for curagua, and could
be repeated more easily in time and space, on different lineages of the wild forms. The
curagua was widely dispersed, although not so widely as the fruit cultivars, possibly
because curagua is not transported/exchanged unintentionally with its propagules, while
fruits travel with their crown, and because of competition among domesticated lineages.
Inga
The genus Inga includes around 250 species throughout the Neotropics (Pennington 1997)
and a history of use by American peoples for at least eight thousand years, mainly for their
edible fruits (Piperno and Dillehay 2008). In Amazonia, Inga edulis Mart. (hereafter simply
inga) is certainly most important. This is a diploid legume, predominantly outcrossing and
pollinated by small birds, flying insects and bats (Koptur 1984). It is cultivated for its fruits
and wood in indigenous and traditional communities throughout Amazonia, and is
considered a priority in many communities of Peruvian Amazonia (Labarta and Weber
1998; Brodie et al. 1997; Sotelo Montes and Weber 1997). The history of cultivation of this
405
species is not registered, but morphological studies show that humans have selected inga
for a considerable period of time, creating several semi-domesticated populations (Clement
1989, 1999; Pennington 1997; Jamnadass et al. 2009). Trees planted in the Peruvian
Amazon bear some of the largest pods observed anywhere, and pods under cultivation are
much longer and thicker than those in wild populations (Pennington 1997). Due to these
traits, inga has become a model species to evaluate the efficiency of agroforestry systems
for the maintenance of genetic resources, as well as for identifying possible origins and
bottlenecks associated with domestication.
Hollingsworth et al. (2005) used five microsatellite loci to evaluate the maintenance
of the genetic diversity in five planted and five natural populations in the Peruvian
Amazon. They found less variation in the planted populations compared with the natural
[mean corrected allelic richness of 31.3 (planted) and 39.3 (natural), p = 0,009], exactly
what is expected in domesticated plant populations (Doebley et al. 2006). Although lower
levels of allelic variation occur in planted populations than in the natural populations, the
former still contain on average 80% of the existing allelic diversity found in wild
populations. The mean values of allelic richness (39.3 planted versus 31.3 natural) indicate
that they have not experienced extreme bottlenecks, possibly due to high tree density and
the size of the planted populations, and the contribution of pollen and seeds of adjacent
plantations and neighboring wild populations.
Nuclear microsatellites and chloroplast DNA were used to evaluate the origin of
five pairs of planted and wild populations in the Peruvian Amazon, with the intention of
determining whether these were derived from local wild populations (Dawson et al. 2008).
The cultivated populations did not have local origin. Nuclear and chloroplast diversity were
lower in the planted populations, ~80% and ~70% of the natural populations, respectively,
similar to the earlier study (Hollingsworth et al. 2005).
The genetic analyses confirm that inga is domesticated, although they do not
confirm its degree of domestication, which was suggested to be semi-domesticated
(Clement 1999). A broad phylogeographic study is needed to understand inga
domestication better and to identify the probable origin of the domesticated populations.
Guaraná
Guaraná (Paullinia cupana Kunth var. sorbilis [Mart.] Ducke, Sapindaceae) was
domesticated in the region between the lower Tapajós and lower Madeira Rivers in Central
Brazilian Amazonia by the Sateré-Maué, a people of the Tupi language stock (Atroch et al.
2009). The first European to mention guaraná was the Jesuit João Felipe Bettendorff (1990)
in 1669, who observed that the Sateré-Maué were the original cultivators of the vine; he did
not mention any other ethnic groups cultivating guaraná. The Mundurucu, another Tupi
language group, occupy the area immediately south of the Sateré-Maué and do not cultivate
guaraná traditionally (Monteiro 1965). Guaraná is important in Sateré-Maué mythology
because of its relation with their origin.
406
Onhiamuaçabê gave birth to a beautiful boy, and when the boy was old enough, she
took him to the enchanted place to eat Brazil nuts. An agouti noticed someone had made a
fire at the base of the Brazil nut tree to roast nuts and he reported what he had seen to the
brothers. They had guards posted at the enchanted place, and when the boy came the next
day to eat some more nuts they decapitated him. His mother heard his cries of anguish, but
it was too late. By the time she reached the enchanted place, he was dead. She plucked out
the boy's left eye and planted it. But the plant that germinated was no good; it was false
guaraná. She then plucked out the right eye and planted it; this grew into true guaraná. She
spoke out aloud, as if the child was still alive: "You, my son, will be the greatest force of
Nature; you will do good for all men; you will be great; you will free men from some
sicknesses and cure them of others". And out of the buried corpse of the boy arose the first
Sateré-Maué.
The meaning of this myth recently became remarkably clearer. The sorbilis variety
of guaraná grown by the Sateré-Maué is a high level polyploid, with 210 chromosomes
rather than the standard 24 for the genus; the numbers and morphology of the chromosomes
suggest the combination of a tetraploid and an hexaploid (Freitas et al. 2007), that may be
from different genera (Atroch et al. 2009). In essence, this myth captures the guaraná
domestication event, which occurred when the mythological woman recognized that a
special type of guaraná had become available to her, as distinct from the more common and
less useful false guaraná, and that it should be planted for the benefit of future generations.
True guaraná is remarkably different from the false guaranás (other Paullinia spp) that
grow wild in the Sateré-Maué territory, so much so that any observer can readily
distinguish the two morphologically by the larger fruit and seeds, and the brightly colored
fruit case of true guaraná. Sexually reproducing polyploids commonly show remarkable
morphological variability (Hancock 2012; Stebbins 1985), which has been observed in
guaraná (Atroch et al. 2009; Sousa 2003), and may have different ecological adaptations
(Stebbins 1985), which have also been observed in guaraná, since it is well adapted to
indigenous agroecosystems and does not survive long in second growth forests.
When might the domestication event have occurred? Food production systems
became more important than foraging after about 4000 years ago (Piperno and Pearsall
1998). This time frame corresponds to the expansion of the Tupi language trunk (Urban
2002), which started from what is now Rondônia in southwestern Amazonia. The Sateré-
Maué may have arrived in their current location about 2000 years ago, which provides a
reasonable maximum age for the domestication event mentioned in the myth, although a
407
Sateré-Maué elder thinks that it may have been only 600 years ago (Gina Frausin, pers.
com., 2009). Considering that other Tupi groups in the vicinity do not consider guaraná to
be as important as it is to the Sateré-Maué, it seems probable that the domestication event
occurred after the arrival of the Sateré-Maué in the present location. Supporting evidence
for a possibly later domestication is the lack of molecular genetic variability observed in the
sorbilis variety among samples collected in three areas of Central Amazonia, including
Maués (Sousa 2003), the municipality in which the Sataré-Maué live. In this study, Sousa
used 16 RAPD primers to generate 150 bands (mean 9.4 bands per primer; minimum 5;
maximum 13), which is reasonable for a diploid. For a high level polyploid to exhibit a
diploid range of bands, there must not have been mutation in the primer sequences since the
polyploid event, again suggesting that it is recent. The study examined 75 clones obtained
from Maués (47), Iranduba (6) and Manaus (22), and used the Dice similarity coefficient to
examine the genetic relationships among these clones. The Dice similarity dendrogram
showed most clones to be closely related (90% of the possible combinations had
similarities greater than 0.6) and there was no geographic structuring. The lack of
geographic structure suggests a recent dispersal from Maués, which is in agreement with
colonial period reports that initially only the Sateré-Maué cultivated guaraná (Monteiro
1965) and again suggests a very recent origin.
Brazil nut
The Brazil nut (Bertholletia excelsa Bonpl., Lecythidaceae) is Amazonia’s most important
extractive product, contributing to the livelihood and food security of thousands of families
in the interior of the region (Shepard Jr. and Ramirez 2011). Brazil nut occurs as both
scattered trees in upland forests and as anthropogenic stands, called castanhais (Balée
1989; Mori and Prance 1990). Müller et al. (1980) hypothesized that razil nut’s current
distribution is largely due to human dispersal, which is strongly supported by the
distribution of castanhais and the lack of old growth Brazil nut in some areas, such as part
of the municipality of Manaus (Nelson et al. 1985) and much of the Juruá River basin
(Bruce Nelson, INPA, pers. com.). Along the Purus River, in southern Amazonia, several
populations have quite large seeds, suggesting incipient domestication (Clement 1999).
razil nut’s most important modern non-human seed dispersal agents are thought to
be agoutis (Mori and Prance 1990), small forest rodents, which are the only animals known
to open the Brazil nut fruit. See Thomas et al. (2014) and Thomas et al. (2015) for
discussion of pre-Holocene dispersal agents. The choice of Holocene dispersal agents
allows the elaboration of two hypotheses about razil nut’s population structure in
Amazonia, as each agent has clearly different dispersal abilities. (1) If agoutis were and are
the most important dispersal agents, Brazil nut should show a fine grained population
structure, with numerous sub-populations along the interfluvials as well as through the
headwaters. (2) If humans were (and are) the primary dispersal agents, Brazil nut should
show a relative lack of population structure, because humans have only acted within the last
10,000 years or so, which is recent in terms of Brazil nut generations.
408
Two previous studies provide somewhat similar evidence. Buckley et al. (1988)
used several isoenzymes to examine genetic variation within and between two populations.
They found only 3.75% of the genetic variation between the populations, which were less
widely dispersed than the populations examined with chloroplast markers. Kanashiro et al.
(1997) used 47 RAPD markers to assess variation in five widely distributed populations,
and used Shannon’s H diversity index to estimate RAPD phenotypic diversity and to
partition this within and among the populations. They found 31.3% of the variation among
populations, considerably higher than the other studies. It is not clear why this among
population measure is so different, but it may be due to the RAPD markers and the
Shannon index. A new study with 11 SSRs (Sujii et al. 2015) found 12% of variation
among nine widely distributed populations. This study also identified genetic structure
across Amazonia, with two populations in the southwest quite different from the other
seven in the rest of the basin. Standard genetic diversity parameters were higher in the two
southwestern populations (mean number of alleles per locus (A) = 6.05; observed
heterozygosity (Ho) = 0.661; expected heterozygosity (He) = 0,645; inbreeding coefficient
(f) = -0.024) and the two northeastern populations (A = 5.65; Ho = 0.701; He = 0.674; f = -
0.049) than in the rest of the sample (A = 4.48; Ho = 0.764; He = 0.583; f = -0.335), with
significant excess of heterozygotes in these five populations, which are attributed to self-
incompatibility (Sujii et al. 2015). Thomas et al. (2015) suggest that this structuring
represents primarily a Holocene expansion of Brazil nut out of a northeastern Pleistocene
refuge and secondarily out of a southwestern refuge, as five of the low diversity
populations group with the northeastern populations, which also supports previous studies
of low diversity in many areas. The northeastern refuge is not far from the earliest
archaeological record on Brazil nut at Pedra Pintada, north of Santarém, Pará, at 11,200 BP
(Roosevelt et al. 1996).
The sum of these studies suggests that humans distributed Brazil nut widely during
the Holocene, strongly supporting Müller et al.’s (1980) hypothesis. The anomalies in
razil nut’s modern distribution also support this hypothesis, since only human preferences
can explain the absence of the species in some areas. The hypothesis of a northeastern
Amazonian refuge from which Brazil nut expanded and was dispersed looks promising and
deserves more work.
Cupuassu
In the mid-1700s, Padre João Daniel (2004) affirmed that cupuassu was not
cultivated by native peoples or colonists, and suggested that its cultivation would be
worthwhile. In the pre-Amazonian part of Maranhão, however, Balée (1994) observed
cultivation of cupuassu in Ka’apor homegardens, within the reputed center of origin of the
species, although it is not nown if cupuassu is a traditional crop among the Ka’apor. In the
mid-1900s, Adolfo Ducke (1946) commented that cupuassu was rare in western Amazonia,
although it was then being dispersed along the main rivers. In fact, most cupuassu in the
markets of Pará was derived from extractivism until the 1970s (Souza et al. 2009). These
somewhat conflicting observations suggest the need to reevaluate cupuassu’s incipient
domestication. Molecular evidence will help with this task, although only one study has
been conducted to date (Alves et al. 2007).
among inbred populations. The magnitudes of these genetic parameters may be a recent
phenomenon, however, as cupuassu may have been dispersed by now-extinct Pleistocene
megafauna (Guimaraes et al. 2008), whose larger size may have permitted greater dispersal
distances.
This molecular analysis and the conflicting information about cupuassu’s history
call into question cupuassu’s classification as a species with incipiently domesticated
populations, but are not sufficient to reclassify it as wild. As cupuassu’s importance
increases in modern Brazilian Amazonia, new germplasm collections are planned that will
hopefully permit future analyses to determine cupuassu’s status as a native domesticate.
Patterns of diversity
Although the number of species with molecular genetic analyses is still small, some
patterns are congruent with previous thinking about the origin, domestication and dispersal
of native Amazonian crops. The first important pattern is the antiquity of several important
Amazonian domesticates, such as manioc (more than 8,000 BP), Capsicum (more than
6,000 BP), pineapple (possibly more than 6,000 BP) and, perhaps, peach palm (possibly as
early as 10,000 BP). The first two have archaeological support from coastal Peru, while the
latter two are projections based on morphological differences among wild and fully
domesticated populations. No estimates of the dates of the primary domestication event
with genetic coalescence analysis have been presented to date, but this type of analysis will
certainly be attempted within the next decade.
The second important pattern is the relation between antiquity and origin. All but
one of the species examined originated in the periphery of Amazonia, rather than along the
major white water rivers where pre-conquest population densities were greatest (Clement et
al. 2010). The exception is guaraná, a very recently domesticated crop, although cupuassu
may be a similar case. The most important crops with domesticated populations are also the
oldest, and all come from the periphery: manioc, pineapple, Capsicum, peach palm,
411
tobacco, perhaps sweet potato. The importance of the periphery has been highlighted
previously (Piperno and Pearsall 1998), with emphasis on extreme northwestern Amazonia
and the adjacent Llanos of the Orinoco River basin, the Guiana shield and southwestern
Amazonia, especially the Llanos de Mojos, in Bolivia. Work on Amazonian fruits permits
the addition of numerous species with domesticated populations to the list, as well as
several semi- and incipiently domesticated populations (Clement 1999, 2006), without
changing the emphasis on the periphery, although this region has now been expanded to
include the Andean foothills and immediately adjacent lowlands in western Amazonia and
some of southeastern Amazonia.
Whether the peripheral origin of the earliest domesticated populations is due to the
plants themselves or to human activity is an interesting question. During the terminal
Pleistocene, when humans were already in Amazonia, much of western Amazonia is
thought to have been forested, while large parts of central and eastern Amazonia were open
forest that was quite different from current open forests (van der Hammen and
Hooghiemstra 2000; Mayle et al. 2004; Beerling and Mayle 2006). The drier areas along
the northern and southern peripheries probably expanded further into the basin than they do
currently. The crops that were domesticated early, e.g., manioc, peach palm, pineapple,
Capsicum, originated in these open ecosystems, some of which remain in place, others of
which have been transformed into more humid forest as this expanded during the Holocene.
Some of the difficulties in identifying origins may be due to forest expansion during the
Holocene, although better geographic sampling may resolve many of these difficulties.
Root and tuber crops generally originated in seasonally dry open ecosystems, where
they fill their starchy storage organs before the dry season, making them attractive to
hunter-gatherers during the dry season (Piperno and Pearsall 1998). This also makes them
well adapted to human modified niches in the landscape, such as dump heaps that later
became home gardens (Lathrap 1977) and incipient horticultural systems. Manioc was also
selected for growth in anthropogenic soils (terra preta de índio) (Arroyo-Kalin 2010; Peña-
Venegas et al. 2014), some of which also originated as dump heaps (Erickson 2003), and
floodplain soils (Fraser and Clement 2008; Fraser et al. 2012), although most landraces are
well adapted to nutrient poor upland soils. It is probable that the other root and tuber crops
also had some varieties adapted to floodplain soils, but they may have been lost in the post-
conquest wave of genetic erosion that accompanied population decline (Clement 1999).
A pattern whose explanation is less clear is why certain crops were widely dispersed
and others not. Crops with good adaptation to environmental variation, e.g., manioc, were
widely dispersed quite rapidly, appearing in the archaeological record of the dry Pacific
coast of Peru by 8000 BP or earlier (Pearsall 1992) and southern Mesoamerica by 5600 BP
at the latest (Dickau et al. 2007). Those with early adaptation to human disturbance, e.g.,
Capsicum, were certainly excellent camp followers.
Genetic evidence also sheds light on dispersal patterns. When a domesticate was
important and taken into cultivation early, generally clear genetic structuring occurs among
populations, such as the landraces of peach palm. When the crop was important, early and
also annual, numerous varieties were developed and spread locally, but less regional
structuring is evident, as seen in manioc, although superimposed on the bitter-sweet
distinction, and in Brazil nut, Capsicum and pineapple. When the crop is an incipient
domesticate or became important only recently, no clear genetic structuring occurs, as in
cupuassu and guaraná.
What is quite clear, however, is that the major pre-conquest population centers
concentrated crop genetic resources to guarantee their subsistence and trade. The major
centers and regions of diversity are along the major white water rivers and in northwestern
Amazonia, where ethnic diversity is extremely high (Clement 1999; Clement et al. 2010).
The minor centers are all related to areas where pre-conquest populations transformed the
landscape with earthworks of various types (Clement 1999). It may also be appropriate to
consider the upper Xingu River a minor center, given the intensity of landscape
domestication, complex social structure, and incipient domestication of local fruit trees,
such as Caryocar brasiliense (Heckenberger et al. 2007). The fact that the majority of
Amazonia is not included in these concentrations does not imply that crop genetic resources
413
were absent, but that they had not been concentrated to the same degree, principally
because population densities were lower.
The contrast between the presumed origins of native Amazonian crops in the
periphery and their concentration in the centers of pre-conquest population density is
dramatic. Clearly, centers of origin and centers of diversity are not equivalent concepts, as
Nikolai I. Vavilov (Vavilov 1951; Vavilov 1992) understood, although many students of
crop genetic resources throughout the 20th century claimed otherwise. Because crop
domestication began thousands of years before food production systems became important
(Rindos 1984; Piperno and Pearsall 1998), it is not at all surprising to see a dramatic
contrast such as that in Amazonia. As the archaeology of Amazonia becomes better
understood (Heckenberger and Neves 2009; Clement et al. 2015) and as the number of
species studied with genetic and phylogeographic methods expands, we will certainly be
able to clarify the patterns mentioned here and perhaps identify others.
Conclusions
The available information concerning the origin and domestication of manioc (Manihot
esculenta), pineapple (Ananas comosus), peach palm (Bactris gasipaes) and guaraná
(Paullinia cupana) is reasonably solid, while that of cacao (Theobroma cacao) requires
rethinking presuppositions about what domestication means in that crop. The information
available for hot peppers (Capsicum spp.), inga (Inga edulis), Brazil nut (Bertholletia
excelsa) and cupuassu (Theobroma grandiflorum) is growing and provides substantial clues
as to their origins and domestication. Emergent patterns include the relationship among
domestication, antiquity, origin in the periphery, ample pre-Columbian dispersal and clear
phylogeographic population structure, which often corresponds to phenotypic entities
recognized by cultivators, i.e., landraces (or groups of landraces), e.g., manioc, pineapple,
peach palm and Capsicum peppers. Another pattern is the relationship among crops with
incipiently domesticated populations, or very recently domesticated populations, rapid pre-
or post-Columbian dispersal and lack of phylogeographic population structure, e.g.,
cupuassu and guaraná. Additional molecular genetic analyses on these and other species
will allow better examination of these processes and will enable us to relate them to other
historical ecological patterns in Amazonia.
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423
Verónica S. Lema
Introducción
Los estudios que he realizado en los últimos años sobre las trayectorias del proceso
domesticación vegetal en el Noroeste de Argentina (NOA) se han montado sobre dos vías
analíticas que, lejos de ser paralelas, se han cruzado constantemente: una vía
etnobotánica/etnográfica y una vía arqueobotánica/arqueológica. La primera ha sido
principalmente fuente de reflexiones teóricas, generadora de marcos interpretativos y de
nuevas preguntas. La segunda, ha sido mi principal fuente de datos sobre las trayectorias de
cambio en las prácticas de manejo sobre el entorno vegetal en el pasado prehispánico de la
región. Cuando inicié mi doctorado, tenía una problemática que me inquietaba: el cambio
de modo de vida de grupos cazadores recolectores a agricultores en el NOA, siendo las
astas por donde tomar a este toro la domesticación y su detección a nivel arqueológico.
Como suele ocurrir con las investigaciones, a medida que uno las desarrolla se da cuenta
que el toro no es del todo el animal que uno pensaba y las astas no son el mejor punto por
donde sujetarlo; así, desligué una idea de causalidad lineal y unívoca entre domesticación y
orígenes de la agricultura y reubiqué el foco de mi investigación en el cultivo, antes que en
la domesticación, como un punto clave de inflexión en la historia de las prácticas de
manejo, una historia que se hacía cada vez más dendrítica y múltiple. Años después,
trabajos en profundidad a nivel etnográfico junto a colegas, me llevaron a un
descentramiento, esta vez epistémico, considerando el modelo relacional andino de uywaña
o crianza mutua como una teoría válida –al igual que cualquier otra generada en el ámbito
académico- a ser empleada y evaluada frente al registro arqueológico. Hoy lo veo no solo
desde el giro epistémico, sino también ontológico.
flancos, o bien si estamos definiendo a un animal en función de los flancos desde donde
procuramos asirlo.
Astas y paleoastas
¿Cuáles son las astas desde las cuales se suele asir al toro de la domesticación? ¿Cómo se
hace esto cuando se lo intenta asir desde el registro arqueológico? Tanto en uno como en
otro caso los abordajes para el entendimiento de este fenómeno relacional pueden agruparse
en:
(2) Ecológicos: el abordaje en este caso es desde una escala más amplia que abarca el
medio ambiente y el medio social en sus uniones e interdigitaciones más estrechas, las
cuales se reflejan a nivel de paisaje, tanto su evolución como su estructuración. En este
caso, los estudios se pueden centrar también en un taxón y la conformación, cambios e
interacciones de sus poblaciones en un espacio dado y con un grupo humano determinado.
Es por ello que los estudios poblacionales entran dentro de este apartado, al igual que los
estudios sobre paisaje, y fenómenos como selvas o bosques antropogénicos y “tierras
negras” (Casas 2001; Hather y Mason 2002; Gnecco y Aceituno 2004, Balee 2010).
También los estudios sobre manejo de malezas en relación a formas domesticadas, los
complejos silvestre-cultivado-domesticado, perfiles polínicos y estudios paleoambientales
entre otros. Desde este abordaje se encuentran definiciones de domesticación como un
proceso evolutivo que lleva a que poblaciones vegetales puedan prosperar en ambientes
creados por humanos, divergiendo sus rasgos morfológicos, reproductivos, fisiológicos y
genéticos de las poblaciones silvestres emparentadas (Hawkes 1969, Harlan 1992, Guillen
9
Las citas a lo largo del texto procuran ser más representativas de líneas de abordaje del tema de
domesticación, que un racconto exhaustivo de los antecedentes bibliográficos.
427
et al 2015, mi traducción). Este puede pensarse como el abordaje que se asocia al otro asta,
de las dos principales que tiene nuestro toro o animal/problema.
(3) Sociales: este abordaje ha sido característico de los estudios mayormente orientados a la
temática de “los orígenes de la agricultura” donde la incorporación de ésta como modo de
vida fue una problemática estudiada durante mucho tiempo de forma casi exclusiva por
arqueólogos. A diferencia de lo que ocurre en abordajes etnobotánicos o con poblaciones
actuales, ha sido recién en los últimos tiempos que se han desarrollado algunos estudios
arqueológicos que evalúan este factor en los derroteros de la domesticación, incluyendo
teoría de la práctica, “decisión ma ing” y género, entre otros (ver el número 50(5) de
Current Anthropology 2009 dedicado al tema y una reflexión sobre el mismo en Lema
2012). Parecería existir una tensión entre lo individual y lo social respecto a procesos de
cambio en las relaciones con el medio, que se traduce en la caracterización de los inicios de
la domesticación versus los inicios de la agricultura. La presencia de restos de plantas
domesticadas puede ir aparejada o no con la detección de un cambio general en los grupos
cazadores recolectores; de ser este el caso los mismos suelen caracterizarse como
“transicionales” considerando aspectos tales como el tamaño de la población, los circuitos
de movilidad y la tecnología asociada (Aschero y Hocsman 2011). A diferencia de la
agricultura, la domesticación por sí sola no marca un cambio notable en los modos de vida
de las poblaciones humanas; es por ello que, desde un punto de vista instrumental, es vista
como una técnica más que se suma al repertorio de herramientas (por ejemplo las prácticas
de intensificación o ampliación de dieta) aplicadas a la resolución de problemas vinculados
principalmente al modo social de vinculación con el ambiente (por ejemplo, fenómenos de
circunscripción, marcadores étnicos territoriales). Este puede pensarse como un abordaje
que ha sido menor, como si nuestro toro tuviese un pequeño cuerno en la frente cuya
sujeción no implica la sujeción del problema, quizá por eso de que: “El cultivo tiene
relación con actividades humanas, mientras que la domesticación se relaciona con la
respuesta genética de la planta o animal que está siendo atendido o cultivado” (Harlan
1992:64). Si se busca domesticación la evidencia está en las plantas y sus restos
arqueológicos, si se busca cultivo, la evidencia debe ampliarse a otros restos
materiales…aunque a veces la materialización de dicha práctica sea tan sutil que se genera
un “silencio arqueológico”.
(4) Relacionales: en este abordaje no se pone tanto el énfasis en uno de los dos grandes
polos o términos de la relación (plantas/gente), sino en la relación misma. En tanto este
abordaje puede entenderse como la cadena que se coloca entre las fosas nasales del toro
para sujetarlo mejor, implica a las tres astas antes mencionadas: lo taxonómico, lo
ecológico, lo social. Este abordaje tiene además una perspectiva diacrónica, ya que se
entiende que los distintos tipos de relación, o sus “intensidades”, generron distintas
trayectorias evolutivas e históricas de un taxa, de un paisaje, de un grupo humano. Aquí se
sitúan los estudios sobre prácticas de manejo sobre el entorno (Casas 2001, Lema 2009,a
2010a), los “grados de dependencia” (Harris 1989), la idea de cultivo sin
domesticación/cultivo pre domesticación (Hillman y Davies 1990), la domesticación en el
marco de procesos evolutivos (naturales, sociales), la domesticación en el marco de las
prácticas de intensificación u otros entendimientos de la relación humano/entorno, su
428
cambio, motores y engranajes. Veremos más adelante la carga teórica que este abordaje
posee.
(6) Ontológicos: este punto es quizá el más esencial y menos tratado y no hace solo a
definir la domesticación y otros términos, o a entender hasta donde llega una definición u
otra, o que teoría aplicar para entender la relación entre humanos y ambiente, sino a
repensar marcos de entendimiento más profundos como la relación naturaleza/cultura.
Repensar la ontología llevara a una nueva epistemología –es decir, como conocemos eso
que hemos conceptualizado- y a una nueva heurística –es decir, que herramientas usamos
para conocer- que son esenciales para definir a nuestro animal problema, al cual tenemos
que asir. En los últimos años se ha reivindicado un giro antropológico donde “se tornan
serias” las perspectivas nativas, en un proceso donde los investigadores se han expuesto a
una expropiación simbólica, un giro ontológico y una toma en consideración de las
epistemologías nativas en toda su completitud y complejidad. Ya que vamos a hablar de los
Andes, pensemos qué pasaría si el animal nunca fue un toro sino una llama, y quienes
trabajamos en la zona sabemos que la forma de sujetar a uno es muy distinta a la forma en
que se sujeta la otra…
Ahora bien, ¿hasta dónde se encuentran configuradas estas astas para el caso del estudio de
la domesticación prehispánica en el NOA?
1-Esta línea de estudios se ha centrado en abordajes morfológicos, anatómicos y
biométricos en macrorestos botánicos arqueológicos (Lema 2009a, 2011b) y en
microrrestos (Oliszewski y Babot 2015), procurando dilucidar la presencia de formas
domesticadas y silvestres. Los estudios en macrorrestos han permitido detectar la presencia
429
de ambas formas junto a morfotipos intermedios: ejemplares con rasgos novedosos respecto
a los registrados en la colección de referencia, con caracteres métricos en rangos de valores
intermedios –o en área de solapamiento- entre los registrados para las formas silvestre y
domesticada actualmente, o bien que combinan rasgos que se encuentran por separado en
estas dos y que podrían corresponderse con formas híbridas/ malezoides/ cultivadas no
domesticadas (Lema 2009a). Esta asociación se constató para Cucurbita maxima ssp.
andreana/ssp. maxima (semillas, pericarpios y pedúnculos) y Phaseolus vulgaris var
vulgaris/ var aborigineus (semillas y vainas) (Lema 2009a,2010a), junto a la presencia de
formas posiblemente intermedias de Capsicum baccatum/chacoense (frutos y semillas)
(Lema 2012). Situaciones similares han sido registradas para Chenopodium quinoa (granos
y tallo) (Calo 2010, Lema 2010b, Aguirre 2012, Arreguez et al. 2015, Babot y Hocsman
2015). En el último año estudios genéticos han dado resultados interesantes para este último
taxón (Andrade et al. 2014); a la vez que se encuentran en desarrollo nuevos proyectos de
estudio para los otro taxa mencionados. Tanto desde las aproximaciones morfológicas,
como desde las recientes moleculares, los complejos silvestre-cultivado-domesticado
(Altieri y Merrick 1987, Beebe et al. 1997, Zizumbo-Villareal et al. 2005) parecen ser
preponderantes y corrientes en la mayoría de los taxa para momentos cronológicos
tempranos, e incluso tardíos (Ratto, Lema y López 2014, Martínez et al. ms).
sabemos que ella no posee los mismos elementos que podemos recuperar en el registro
arqueológico ya que los taxa son resultado de relaciones históricamente situadas y por ende,
irreplicables. En el caso de los estudios de evolución de la forma, la ausencia de ejemplares
de referencia de carácter híbrido cuya historia de cruzamientos sea conocida representa un
gran obstáculo. Para sortear esta dificultad se han llevado a cabo cruzamientos
experimentales entre formas silvestres, espontáneas y domesticadas de C. máxima junto a
estudios fisiológicos tendientes a caracterizar la dormición en los híbridos y su biometría,
de modo tal que pueda rastrearse la presencia de formas híbridas y de conjuntos funcionales
con dormición diferencial en el registro arqueológico de la región (Martínez et al. ms).
Por lo tanto, se puede considerar que el lapso en torno a los 4000-3000 AP resultó
crucial en el inicio del cultivo y manejo de especies vegetales, al menos en algunos sectores
de puna del NOA; siendo el inicio del milenio (2000 AP) el momento de aparición masiva
de macrorrestos de especies –a primera vista-domesticadas a nivel regional. Los estudios
anatómicos en macrorrestos (Lema 2011b) permitieron apreciar mayor diversidad de la
10
Se transcriben las identificaciones botánicas tal como figuran en la bibliografía citada al igual que los
términos entrecomillados (para una discusión más desarrollada sobre las implicancias de los niveles de
resolución taxonómica en restos arqueobotánicos para la interpretación de prácticas de manejo ver Lema en
prensa a y Lema en prensa b)
431
3-Si bien hay evidencias de formas domesticadas (incluyendo al maíz, cuya “llegada” al
NOA es aún un tema sin resolver) desde ca. 4000 AP; es en el lapso de tiempo cercano al
2000 AP cuando se da una “explosión” de restos de especies domesticadas en el NOA. A
partir de los 4500/ 4000 AP se registra un marcado aumento de humedad y un incremento
en las evidencias de ocupaciones de “cazadores recolectores transicionales", con más sitios
ocupados al mismo momento en ANS (Oliszewski y Olivera 2009, Aschero y Hocsman
2011). En ese momento se incorpora la producción a pequeña escala de quenopodiáceas y
posiblemente razas de maíces de endosperma duro y tubérculos microtérmicos, (Aschero y
Hocsman 2011) Para el momento ca. 4500- 3000 AP, se establece un escenario de
circunscripción social, con reducción de la movilidad residencial -sin reducción de la
macromovilidad hacia ambas vertientes de los Andes- y la activación de dispositivos de
demarcación espacial, junto a la presencia de camélidos domesticados y ausencia de
pastoralismo pleno tanto en la puna de Catamarca, como en la de Jujuy y Salta (Yacobaccio
2001, López 2009, Aschero y Hocsman 2011). En el lapso 4000-3500 AP tanto camélidos
como especies vegetales domesticadas se incorporan a la economía, consolidándose el
pastoreo hacia ca. 3000 AP, incorporándose luego (ca. 2500-2000 AP) a éste -como
principal sustento- la agricultura, la cual se incrementara junto con la demografía a partir de
ca. 2000 AP (Oliszewski y Olivera 2009). En este inicio de la Era, el paisaje del NOA
cambia drásticamente y se reconocen estructuras agrícolas y sitios residenciales en sectores
de puna, prepuna y valles. Sólo en ANS la instalación de grupos agropastoriles plenos en el
1º milenio es interpretado como resultado del paulatino incremento en las prácticas
agrícolas intensivas y extensivas que dieron lugar a sitios residenciales de planta
subcircular asociados a campos de cultivo (Oliszewski y Olivera 2009, Pérez 2010). Los
estudios desarrollados sobre restos de Chenopodium para el Holoceno medio e inicios del
Holoceno tardío en la microrregión, poseen continuidad en las evidencias de microrrestos
recuperados en los cuchillos/ raederas de módulo grandísimo empleadas en la siega y
procesamiento post cosecha de ejemplares afines a Ch. quinoa/Ch. pallidicaule –y quizá
tubérculos microtérmicos- en el período ca. 1500-1100 AP (Escola, Hocsman y Babot
2013). Estos taxa podrían haber prosperado en espacios con rasgos materiales poco
433
contundentes, semejantes a los actuales huertos puneños, contrastando con los paisajes
agrarios con extensos campos de cultivo que están presentes en ANS en momentos
posteriores al 1000 AP (Escola, Hocsman y Babot 2013).
5- Desde fines de los ochenta y, con mayor fuerza, a partir de la década del noventa,
predominan en la arqueología del NOA las corrientes procesuales o posturas ecológico
culturales -sumándose luego posiciones ecológico evolutivas- donde se aplican modelos de
optimización de recursos, ecuaciones de costo-beneficio y estrategias del manejo del riesgo
para entender cambios y continuidades en las sociedades, entre ellas, la domesticación
(principalmente de camélidos) y la adopción de los primeros “cultígenos” desde una visión
racionalista, utilitarista y economicista de los ecosistemas e instrumental de las tecnologías
(Yacobaccio y Korstanje 2007, Lema 2008). A pesar de que hoy día resulta difícil encontrar
explícitamente la adscripción de un investigador a un marco teórico, los supuestos
subyacentes, o “de base”, de estas líneas de pensamiento son los que siguen preponderando
en el estudio y caracterización de los grupos cazadores recolectores transicionales. Una
única excepción a esta corriente dominante fueron los aportes de A. Haber acerca del tema.
El autor propone que la domesticación ya no debe buscarse en la modificación de los
435
esqueletos de los animales -donde puede no estar reflejada- sino en cambios al interior de la
estructura social, sobre todo en las reglas de acceso a los recursos ya que, desde una
perspectiva dialéctica, la domesticación, en tanto representaciones y prácticas de
dominación de la naturaleza externa, reproducen a y son reproducidas por las
representaciones y prácticas de dominación entre humanos, por lo tanto en la práctica
domesticación y dominación serían inseparables: la domesticación es entendida como
metapatrón en tanto es una nueva relación entre relaciones (Haber 2006). Esta
aproximación –que podríamos encuadrar dentro de las corrientes posprocesuales en
arqueología- la retomaremos en la sección siguiente.
cerros y al espacio mismo, a diferencia de la idea de “manejo” que les otorga un carácter
más pasivo (y más funcional a la idea de dominio). En este sentido la propuesta de Ingold
(2000) de que las acciones humanas en el ambiente son de incorporación, antes que de
inscripción resulta operativa. Al no ser de inscripción, las acciones no corresponden a una
manufactura, no se hace un artefacto a partir de un material preexistente, sino que la
agencialidad propia de las plantas11 establece condiciones para su cultivo, cuidado o
crianza. El autor sugiere fundir las categorías semánticas de “hacer/fabricar” (making)
propia del mundo inerte, con la de “criar” (growing) propia del mundo vivo, resultante del
compromiso mutuo de agentes activos en el “hacer”.
11
Agencialidad que es dada por la ontología local donde las plantas encuentran su lógica, adscripción y
definición; no referimos a una agencialidad en un sentido naturalista refiriendo a aspectos “activos” de las
plantas desde una ontología occidental de la modernidad (ciclo de crecimiento, principios activos,
propiedades físicas o nutricionales, entre otros, como en VanderVeen 2014)
438
alimentos, por medio del desecamiento, en el tratamiento de las semillas desde la cosecha a
la siembra, etc (Bugallo y Vilca 2011, Pazzarelli 2013,2014 , Lema 2014b, Pazzarelli y
Lema 2015). Dado que se crían y devoran las fuerzas vitales (interioridad) de todos los
seres que forman parte de la red, encausar correctamente estos flujos requiere de aspectos
técnicos precisos que operan sobre los cuerpos (exterioridad). En el ámbito de la crianza
volver algo “productivo”, “fértil”, conlleva aplicar de manera correcta una serie compleja
de dispositivos y operadores lógicos en un paisaje que se constituye como interlocutor y
comensal (relaciones de interfagocitosis) (Vilca 2009) y se encuentra habitado por, a la vez
que encarna a, diferentes alteridades no humanas con la que los humanos negocian la
productividad y fertilidad de lo que crían, incluyendo su propia vida, a través de series
constantes de “esfuerzos” (Lema y Pazzarelli 2015, Pazzarelli y Lema 2015) donde la
productividad, fertilidad y fecundidad, no están exentas de peligrosidad.
En este marco general, las plantas requieren ser criadas, sea por humanos, el cerro,
el monte, los Apu, o animales (como por ejemplo el zorro) y a la vez crían a humanos, a
sus hijos y a otras plantas (Valladolid Rivera 1994 Rengifo Vásquez, 1999, Lema 2013,
2014b). Las plantas son también sensibles a la desatención: abandonan a un criador y pasan
al ámbito de crianza de otro, lo cual se marca en una dicontinuidad de sus cuerpos
(morfología, sabor, propiedades: de alimenticia a medicinal por ejemplo) y amerita que las
personas las distingan anteponiendo el prefijo sacha, kita o yuta y se diga que se han vuelo
aparu o aparoma (Valladolid Rivera 1994, Lema 2006, Torres Guevara y Parra Rondinel
2008, Lema 2013, Lema 2014a,b). Este cambio en el plano exterior o exterioridad se da
12 Alpacas y llamas son hijas (no “como” hijas) del pastor y también son su madre (Quiso Choque, 1994). El
modelo de crianza mutua genera y reproduce las relaciones de parentesco del ayllu
13 Si bien uywa es la denominación para el rebaño de camélidos, su nombre ritual es panqara (flores), ya que, cual
una flor, en un momento puede procrearse bien y en otro desaparecer, por eso también puede tener el nombre
ritual de neblina o sombra
439
junto a una continuidad en la interioridad que define a toda planta: requieren ser criadas,
son sensibles a la desatención o suerte del criador, pueden negar la socialidad. Esto último
tiene implicancias fuertemente negativas tanto para humanos como para no humanos
manifestándose en la apariencia física y en el comportamiento: la negación de la socialidad
marca una discontinuidad en cuerpos “enviciados” que no dan “producto”, sino que “se van
en vicio” (Lema 2013, 2014a,b). Las discontinuidades empíricamente observables entre los
cuerpos son marcas de la socialidad de la crianza, la interioridad de las plantas que
requieren ser criadas y que crían a sus hijos o a otros seres, su capacidad de pasar de un
criador a otro o, bien, de enviciarse.
La crianza de plantas puede hacerse mediante riego, tanto en unidades del paisaje
creadas por las personas, como en el caso de los rastrojos de “alfa” (Medicago sativa),
como en otras que no lo son, tal como la crianza mediante riego de vegas (que en el algunos
casos cambian, significativamente, su nombre al de “potrerillos”) y poblaciones de
“espuru” (Sporobolus rigens) o la quema controlada de pastizales para la alimentación del
ganado (Quiso Choque, 1994, Haber 2006, Quesada 2007, Lema 2014b). Puede verse como
esto desdibuja una asumida frontera entre espacios “naturales” (en el sentido de no
intervenidos) y “construidos” (en el sentido de manufacturados, productivos). Plantas del
cerro presentes en los sembradíos, rastrojos y quintas son toleradas, eventualmente
erradicadas si se necesita el espacio, a la vez que se siembran plantas del cerro o del monte
en los sembradíos, chacras y quintas, principalmente medicinales (Lema 2006,2014a,b).
También en algunos casos se siembran plantas de las chacras humanas en el monte (frutos)
(Quinteros, 1999). Antes que formas silvestres, domesticadas o antecesores silvestres los
distintos tipos de plantas se caracterizan por una fluidez entre criadores humanos y no
humanos, siendo la señal de ello una discontinuidad y transformación en los cuerpos y/o
sus propiedades. Es la red de crianza y socialidad en que se ven insertas estas plantas lo que
marca un cambio, que no se refleja necesariamente en la espacialidad que ocupan las
mismas (Lema 2014a). Así como la casa es el espacio físico que alberga y reproduce a los
miembros humanos de una unidad doméstica, los espacios productivos de crianza
gestionados por estos (chacra, rastrojo, quinta, sembradío, corrales, potreros), son los
ámbitos que albergan y reproducen a los miembros no humanos de dicha unidad (Bugallo y
Tomasi 2010). En estos espacios también están presentes las plantas de criadores no
humanos, las cuales son amparadas e incorporadas, en ciertos casos, a la crianza humana:
los espacios domésticos no son ámbitos exclusivos para los criadores humanos.
Plantas cultivadas (antes que domesticadas) son lo que abundan, plantas que se
deslizan entre cultivadores y cambian su cuerpo por estar inmersas en los flujos de crianza,
aunque el cambio morfo-anatómico (lo detectable hasta ahora en el registro
arqueobotánico) no siempre sea el caso como cuando estamos ante plantas fomentadas,
440
como las que integran las vegas criadas, o toleradas como ciertas malezas y formas híbridas
en los huertos actuales del NOA. No hay un quiebre, un punto sin retorno, no se gana la
batalla del dominio sobre la naturaleza, porque tal cosa no existe conceptualmente
(Weismantel 2015). La crianza –antes que el dominio- como lógica de interacción y de
transformación (en distinto grado) de la “naturaleza” que otro cría, el ayllu -antes que el
domus- como urdimbre sobre la cual la trama relacional se desplaza, una lógica pendular
antes que de incrustación, nos llevan a pensar en términos relativos antes que absolutos, nos
llevan a replantear desde cuando las sociedades andinas han criado su entorno y en qué
medida seremos capaces de verlo en el registro arqueológico.
Recapitulando
Desde el Arcaico (ca. 4000-2500 AP) y el Formativo (ca. 2500-1500 AP) parece iniciarse
en el Noroeste argentino un modo de cultivar que no apunta a, o se cierra en, formas
domesticadas de manera exclusiva. En dichos periodos se daría inicio a un proceso de
crecimiento continuo, vegetal, de un modo de relación con el entorno que no resulta ser
propio de un momento o una “etapa” ¿será el inicio de ese modo andino de relacionarse con
el medio siguiendo la(s) lógica(s) de la crianza? Las plantas comienzan a ser cultivadas
posiblemente en espacios productivos gestionados por unidades domésticas, lo cual quizá
sea el motivo de una explosión de diversidad y la ausencia de una única corriente
homogénea de presiones selectivas que den como resultado un morfotipo único cultivado
y/o domesticado con baja diversidad. Los complejos silvestre-cultivado-domesticado
indicarían que los límites de esos espacios no constituían barreras, sino que eran porosos,
permitiendo que lo que estaba más allá de sus límites se cruzara con lo que estaba
contenido dentro de los mismos, algo propio de las estrategias hortícolas (Vogl, Vogl-
Lukasser y Caballero 2002). La presencia temprana –ca. 2000-1500 AP- de formas
silvestres antecesoras junto a formas domesticadas e intermedias (por ejemplo, sitio Pampa
Grande), o bien junto a otras especies domesticadas (caso de ssp. andreana en Cueva de los
Corrales; sugiriendo esta última situación que podría tratarse del desplazamiento del taxón
como maleza de cultivo) y en momentos posteriores la presencia de formas domesticadas
junto a intermedias (caso de sitos del Tardío –ca. 800AP- de Catamarca, Martínez et al.
ms), hablaría a favor de una persistencia de tal modo de criar la naturaleza, de domesticarla.
Lo que vemos es quizá el inicio de una ecosofía, una bio-tecno-lógica propia del NOA, de
los Andes, de una región cuyos límites son difusos aún; en el Arcaico y Formativo
comienza el cultivo y éste, fundado en estrategias diversificadoras, parece haberse
perpetuado en el tiempo, incluso, quizás, hasta el presente.
considerados nocivos (quizá los que manifestaran la presencia de principios tóxicos, aunque
podrían haber sido detoxificados mediante su exposición al fuego, considerando el tizne en
algunos restos; Lema 2011b) y aquellos híbridos que carecieran de uno u otro tipo de
carácter (deseado o nocivo) habrían sido tolerados, convirtiéndose eventualmente en
malezas. Por lo tanto, la especialización morfológica y los bajos índices de variación en
valores biométricos no parecen ser señal de domesticación o selección cultural en el NOA –
a diferencia de lo que se suele sustentar como evidencia de domesticación plena en otros
casos de estudios arqueobotánicos- y no parece serlo tampoco en los conjuntos cultivados
actualmente por campesinos de diversas partes de Sudamérica. Incluso los análisis que he
efectuado en ejemplares actuales de cultivares de C. maxima ssp. maxima del NOA
muestran índices elevados de variación, inusuales de acuerdo a lo que se espera para un
cultivar o variedad (Lema 2009 b, Lema 2010 c). Hasta el momento, las formas de crianzas
apuntaron y apuntan a la diversificación y al cruzamiento.
Si bien no sabemos aún hasta qué punto las formas hibridas del Formativo y del
Tardío pueden estar involucradas en estrategias de cultivo distintas o no, podemos asumir
preliminarmente que ambas están apuntando a generar y/o mantener diversidad de formas
con distinto grado de asociación con el Hombre, las cuales pueden ser vistas como
retardadoras de una domesticación plena (Hillman y Davies 1990), o bien como evidencia
de que la estrategia de manejo responde a otra visión de la interacción humano-planta
442
Coda
“Tornar serias” las concepciones nativas no es “adoptar el punto de vista del otro”,
considerar lo emic, ni –para el caso arqueológico particularmente- aplicar distintos tipos o
niveles de analogías entre el presente y el pasado (Lema 2012); tampoco es el eufemismo
de usar términos atractivos o de moda en la academia para seguir diciendo lo mismo, sino
dejarse permear –en tanto investigadores occidentales, modernos- por sus lógicas y su
episteme. En palabras de Viveiros de Castro (2002) consiste en tornar las ideas nativas en
conceptos y de allí el mundo posible que esos conceptos proyectan; poniendo la lógica
indígena a la misma altura que la lógica antropológica. Así “no se trataría solo, o apenas, de
la descripción antropológica del kula (en cuanto forma melanésica de socialidad), sino del
kula en cuanto descripción melanésica de la socialidad (como fórmula antropológica) (...)
es preciso saber transformar las concepciones en conceptos, extraerlos de ellas y
devolverlos a ellas” (Viveiros de Castro 2002: 122, mi traducción). Parafraseando entonces
a este autor, podríamos decir que no se trataría solo, o apenas, de la interpretación
antropológica de la crianza (en cuanto forma andina de domesticación), sino de la crianza
en cuanto interpretación andina de la domesticación (como fórmula antropológica). Una
vez dicho esto ¿Qué consecuencias se desprenderían de esta interpretación andina de la
domesticación?, pues hacia allí se orientan hoy nuestras reflexiones. En principio,
considerando estas lógicas distintas (Martínez 1976), nuestra mirada se amplía para abarcar
aspectos que, desde nuestra lógica, no tendrían relación con la domesticación y el cultivo –
como los textiles (Arnold y Yapita 1996) o los techos de las casas (Gose 2001)- pero que
resultan esenciales al reflexionar desde y como el otro.
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Capítulo 20. Ajíes or chile peppers (Capsicum spp.): history and biology
Barbara Pickersgill
Introduction
During his return from his successful first voyage, Columbus wrote an account of his
discoveries that ended with an appeal for “a little assistance” from King Ferdinand and
Queen Isabella of Spain to enable him to undertake further explorations. In return, he
offered “as much gold as they need, as great a quantity of spices, of cotton, and of mastic
… I promise also rhubarb and other sorts of drugs …” (translation by Major 1847). Some
of these promises could not be honoured, but Columbus already knew that he could
guarantee spices. In his Journal entry for 15 January 1493 he reported that, on the island of
Hispaniola, “… there is much axí, which is their pepper, and it is stronger than pepper, and
the people will not eat without it, for they find it very wholesome” (translation by Morison
1963, cited by Purseglove et al. 1981).
The Arawak name axí, now usually spelled ají, is today used for various species of
Capsicum L. in Spanish-speaking South America, partially replacing the Quechuan name
uchu. Chile, used in Mexico and other countries of Mesoamerica, is derived from the
Nahuatl word chil, meaning red (Andrews 1984) and is now employed throughout much of
the world to distinguish Capsicum peppers with pungent fruits from other sorts of peppers.
The Spanish conquistadors were soon followed by priests, who introduced to the
Americas crops grown in Spain, such as citrus, melons and grapes, and also sent seeds of
American crops, including chile peppers, back to Europe (Andrews 1984). Chile peppers,
like tomato and potato, were initially regarded by Europeans with suspicion, perhaps
because they were recognised as related to some very poisonous members of the
Solanaceae, such as deadly nightshade (Atropa belladonna L.), mandrake (Mandragora
officinarum L.) and henbane (Hyoscyamus niger L.), all of which were used in witchcraft
and black magic. Thus, the Italian physician Matthioli, writing around 1570, claimed that
Capsicum caused disease of the kidneys and liver, while in 1595 the Belgian physician
Dodoens cautioned that it was dangerous to eat Capsicum if one was bled often and “it
illeth dogs, if it be given to them to eat” (Andrews 1984; Somos 1984). Nevertheless,
Capsicum spread rapidly, reaching Italy by 1526, Germany by 1543 and the Balkans before
1569 (Andrews 1984). Initially the plants were grown in greenhouses, but it was soon
453
discovered that they could be grown outside in suitable climates, such as that of Portugal.
Chile peppers could thus be produced more cheaply than the imported, and therefore
expensive, black pepper (Piper nigrum L.), so their popularity increased rapidly. Faced
with losing a valuable monopoly in the trade of pepper, Portuguese spice merchants
organised prohibition of the cultivation of Capsicum and destruction of the plants.
The pungency of Capsicum fruits is due to a group of compounds called capsaicinoids that
are unique to Capsicum. They are synthesised in the epidermis of the placenta (seed-
bearing portion of the fruit). The fruit wall and seeds are therefore not in themselves
pungent, though the cells producing capsaicinoids may burst, causing capsaicinoids to leak
over the surface of the seeds and the inner wall of the fruit, so that these appear pungent
(Zamski et al. 1987). Kim et al. (2014) reported that all the genes involved in synthesis of
capsaicinoids are present also in tomato, but that at least three of these genes have
undergone rounds of duplication in Capsicum compared to tomato. In Capsicum, they are
expressed in the developing placenta, whereas in tomato they are not. Kim et al. (2014)
therefore concluded that the pungency of Capsicum originated through duplication of genes
that already existed, together with changes in the time and tissue in which these genes are
expressed.
The principal capsaicinoids, capsaicin and dihydrocapsaicin, are among the most
pungent compounds known. Humans can detect them by taste at dilutions of one part in
15-17 million parts of water. Pungency has traditionally been measured in Scoville heat
units and a taste threshold of one part in 16 million corresponds to 160 x 10 5 Scoville units.
The pungency of capsaicinoids is due to three features of the molecule: presence of a
vanillyl group, presence of an acid – amide bond, and length of the side chain (Fig. 1).
Pungency appears first when there are six carbon atoms in the side chain, peaks with a side
chain of nine carbon atoms, and then declines as the length of the side chain increases
(Maga and Todd 1975). Compounds responsible for the pungency of ginger possess the
vanillyl group and a long side chain, but lack the acid - amide bond, so are much less
pungent than the capsaicinoids (Fig.1). The pungent principle from black pepper lacks both
the vanillyl group and the acid – amide bond and has a short side chain with an aromatic
derivative substituted for one of the terminal hydrogen atoms (Fig. 1). Therefore, black
pepper also is much less pungent than chile pepper, as Columbus accurately observed.
454
Capsaicinoids are responsible for many of the physiological effects of hot peppers.
Burning and pain result from very specific effects on nerve cells, but repeated exposure
leads to desensitisation. Experimenters who applied a 1% solution of capsaicin ten times to
their tongues found that they could no longer sense pungency at dilutions greater than about
one in 3000 parts of water. Taste thresholds for other pungent spices such as ginger were
also affected, but not ability to perceive basic tastes such as sweet, salt, sour or bitter. The
desensitisation associated with habitual consumption of hot peppers is well-known to lovers
of Indian or Mexican food.
Scoville units
CAPSICUM (x 105)
vanillyl acid-amide side chain
group bond
capsaicin 160
dihydrocapsaicin 160
gingerol 0.8
shogaol 1.5
BLACK PEPPER
piperine 1.0
Figura1. Chemical structure of compounds responsible for the pungency of Capsicum, ginger and black
pepper and their pungencies measured in Scoville heat units.
Hot peppers increase perspiration, which may partially explain their popularity in
hot climates. They stimulate the flow of saliva and may help to overcome loss of appetite.
455
They also stimulate secretion of gastric juices, so may aggravate stomach ulcers. They
increase peristalsis, so have a laxative action. Capsaicinoids inflame the skin, induce
coughing and sneezing and have an extremely irritating effect on mucous membranes of the
eyes, nose and other parts of the body. Fruits of pungent peppers are used in manufacture
of some gargles and lozenges for sore throats and ointments for rheumatism, lumbago or
neuralgia. Some of their properties were known to and exploited by indigenous people of
the Americas. Thus, use of chile peppers to treat coughs is recorded for Mexico (Long-
Solis 1986), while various tribes of northern Amazonia use hot peppers to treat fevers,
including malaria (Nascimento Filho, Barbosa and Luz 2007). Long-Solis (1986) also
reported use of hot chile and salt to alleviate pain associated with tooth decay. She quoted
a cure for colic given by Fray Bernardino de Sahagún, who arrived in Mexico in 1529.
This involved treatment with a suppository consisting of lime, saltpetre, drops of
liquidambar sap and chile. Long-Solis (1986) commented dryly that such a remedy would
almost certainly cause a pain more intense than that of the original colic.
The burning and irritant effects of capsaicinoids were used in punishments for
children in various parts of the Americas. The Codex Mendoza, produced soon after the
conquest of Mexico, contains a drawing depicting a father holding his eleven-year-old son
over the smoke of a fire on which chile peppers had been thrown, while a mother threatens
her six-year-old daughter with the same punishment (drawing reproduced in Long-Solis
1986). Among the Macuxi of northern Amazonia, parents of disobedient children might
discipline them by inserting into the child’s anus a fruit of malagueta (Capsicum frutescens
L.), with the apex broken off so that the pungent juice could escape. Hot peppers, inserted
into the anus or rubbed into purposely-made cuts on the body, also figured in rites to ensure
that adolescent boys became brave warriors and hunters (Nascimento Filho, Barbosa and
Luz 2007). Hot peppers were used in chemical warfare by the natives of Santo Domingo.
They attacked the fort built by Columbus by lobbing calabashes full of wood ashes and
ground chiles into the fort (Castellanos, cited by Patiño 1964). This is a forerunner of
modern use of capsaicin in sprays sold for personal protection against muggers.
Many wild peppers have very pungent fruits, in which capsaicinoids seem to have a
dual function: preventing fungal infection of the fruit, and deterring mammalian seed
predators while not affecting the legitimate agents of seed dispersal, namely birds.
Tewksbury et al. (2008) found that, in a population of a wild species of Capsicum that was
polymorphic for pungency, over 90% of the ripe fruits were infected with a species of
Fusarium Link, introduced by hemipteran bugs that pierced the fruit wall while foraging on
the fruits. Fruits were infected regardless of their pungency, but infection of the seeds was
almost twice as high in non-pungent compared to pungent fruits. Laboratory experiments
showed that both capsaicin and dihydrocapsaicin inhibited growth of Fusarium in direct
proportion to their concentration in the growth medium. In other experiments, Tewksbury
and Nabhan (2001) and Levey et al. (2006) found that Capsicum seeds that had passed
through the digestive tracts of rodents (cactus mice and pack rats) all failed to germinate,
whereas seeds that had passed through the digestive tracts of birds known to be dispersers
of Capsicum germinated as well as seeds in a control sample. They concluded that rodents
are seed predators, whereas birds are seed dispersers. Levey et al. (2006) further found that
birds, unlike mammals, do not perceive capsaicin as an irritant, because birds and mammals
456
differ in the vanilloid receptors that interact with the vanillyl group of capsaicinoids to
produce pain. Field studies of wild chiles in Arizona and Bolivia showed that all fruits
removed during the day were taken by birds and that virtually no fruits were removed
during the night, when rodents are active. Taken together, these data support the view that
capsaicinoids provide chemical protection for fruits of pungent peppers.
Wild peppers show many adaptations for bird dispersal. Their fruits are small, so can be
swallowed easily by their dispersers. An abscission zone at the base of the fruit enables
ripe fruits to be removed readily from the plants. Fruits are borne in an erect position,
exposed above the leaves, so that, when ripe, they are easily seen. In the wild relatives of
the domesticated peppers, the fruits turn red when ripe. This is well-known to be a colour
attractive to birds. The red pigments of Capsicum fruits are carotenoids, chemically related
to the carotene of carrot, long recognised as a precursor of vitamin A. Capsicum fruits are
thus good sources of vitamin A, and also of vitamin C (they contain more vitamin C per
unit weight than citrus fruits). Today red peppers are often fed to intensively raised hens,
because carotenoids in the fruits are not bro en down in the birds’ bodies but enhance the
colour of the yolks of their eggs.
Domestication in chile peppers has resulted in loss of most of the adaptations of the fruits
to bird dispersal. The abscission layer at the base of the fruit is no longer present, so ripe
fruits are retained on the plant until harvested. Fruits are often borne in a pendent position,
hidden among the foliage, so no longer easily visible. Fruits have also increased
considerably in size, so entire fruits can no longer be readily carried away by birds that feed
on them. This increase in size affects also other parts of the plant (leaves, flowers and
seeds). The suite of characters affected by human selection during domestication is known
as the domestication syndrome. In Capsicum, this therefore includes loss of fruit dispersal,
increased size, especially of the fruit, and change in fruit position. One change that cannot
be seen, but may have been the first trait of the domestication syndrome to evolve, is loss of
seed dormancy (Pickersgill in press).
Changes resulting from human selection after domestication are often distinguished
as diversification. Charles Darwin (1875) observed that in domesticated plants, variation is
usually greatest in that part of the plant used by humans. In Capsicum, the part used is the
fruit. Fruits of domesticated peppers vary in size, shape, colour, position, pungency and
flavour, while there is much less intraspecific variation in vegetative or floral characters.
Variation in the fruits may have been selected for aesthetic reasons, since the different
colours found in ripe peppers are attractive in themselves, as well as in the colour that they
contribute to salsas and other dishes. Alternatively, variation in the fruits may serve to
distinguish different local types. Standley (1946) reported that indigenous people in
Guatemala believed that it was best to plant seeds grown locally, otherwise the plants
457
would never be happy; they would become homesick, pine away and the crop would fail.
This is an early description of what would now be called ecological adaptation. Another
possibility is that differences in fruit colour and shape act as markers for invisible
characters such as flavour or pungency. This is what Boster (1985) called selection for
perceptual distinctiveness.
We know from the writings of Europeans who settled in the New World soon after
the Conquest that peppers with fruits of different qualities, and hence uses, existed in
various parts of the Americas before the arrival of Europeans. Perhaps the most detailed
account is that for Mexico. The Franciscan friar Bernardino de Sahagún described the
chiles sold in the Aztec capital Tenochtitlán: “… mild red chiles, broad chiles, yellow
chiles, cuitlachilli, tempilchilli, chichioachilli. [The chile seller] sells water chiles,
conchilli; he sells smoked chiles, small chiles, tree chiles, thin chiles, those like beetles. He
sells hot chiles, the early variety, the hollow-based kind. He sells green chiles, sharp-
pointed red chiles, a late variety… Separately he sells strings of chiles, chiles coo ed in an
olla, fish chiles, white fish chiles…” (translation by Coe 1994). Sahagún also described the
dishes eaten by the Aztec nobility: “cazuela de gallina con chile bermejo, tomates y pepitas
de calabaza molidas; cazuela de gallina hecha con chile amarillo … muchos potajes de
chile; una manera de chilmolli, hecho con chiltécpitl y tomates, otra manera de chilmolli
hecho de chiles amarillos y tomates … usaban también comer peces blancos, en cazuela,
con chile amarillo y tomates y con pepitas de calabaza molida; axolotl con chile amarillo;
comían, también, una manera de pececillos colorados con chiltécpitl; y otra cazuela de unas
hormigas aludas con chiltécpitl … Los manjares más apreciados se consideraban el
pescado blanco iztimichi, preparado con chile y tomate y ajolote sazonado con chile
amarillo. También comían ranas con salsa de chile…” (quoted by Long-Solis 1986).
Sahagún’s description of the salsas served with these dishes is particularly vivid: “picante;
muy picante; muy, muy picante; brillantemente picante; extremadamente picante;
picantísima” (quoted by Long-Solis 1986).
aunque todo ají conviene en ser verde antes de madurar. La misma dicrepancia se halla en
la forma y hechura; porque uno es redondo; otro, prolongado, y otros, de otras muchas
formas. … El mayor de todos se llama rocoto … el ají desta planta es muy grande, del
tamaño de una lima, y aun como una mediana naranja, redondo, y alguno prolongado; uno,
de color verdinegro, y otro, muy colorado; no quema su cascara como la de los otros ajíes,
sino que se deja comer cruda, como si fuera otra fruta. Otro ají hay largo y grueso, mayor
que el más largo dedo de la mano, y éste se halla de muchos colores; uno es colorado muy
encendido; otro, verde oscuro; otro, morado, negro, amarillo, y otro, verde claro … Otro …
del tamaño y hechura de un dátil; otro ají hay como aceitunas, y todos ellos son de varios
colores. El más hermoso a la vista es uno tan parecido en el color, tamaño y hechura a las
guindas … Hállase otro ají muy picante y tan pequeño como piñones, Finalmente, son
tantas las diferencias que se hallan de ají en estas Indias, que pasan de cuarenta” (Cobo
1964).
The most distinct and least variable of the domesticated species is C. pubescens R. & P.,
easily recognised by its purple flowers and dark seeds. The fruits have thick walls, so are
used fresh, not dried. The ají named by Garcilaso as “rocot uchu” and by Cobo as “rocoto”
is almost certainly C. pubescens, still known as rocoto in Andean countries. This is the
most cold-tolerant of the cultivated species. It is found throughout the Andean region,
though Patiño (1964) considered that it did not reach Colombia before the Spanish
Conquest. It appears to have been introduced to Mexico between 1930 and 1940 and is
known there as manzana (Laborde and Pozo 1982). It has not so far been found in the wild.
Its closest relatives are two Bolivian wild species, C. eximium Hunz. and C. cardenasii
Heiser & P.G. Smith, both of which have purple flowers, though neither has dark seeds.
Although both produce fertile hybrids with C. pubescens, neither seems likely, on
morphological or molecular grounds, to be its immediate wild progenitor. Nee, Bohs and
Knapp (2006) noted that the eastern flank of the Andes in Bolivia is a rich region for
Solanaceae, in which several new and narrowly endemic taxa have recently been
discovered. This region is still botanically under-explored, so a wild progenitor of C.
pubescens may yet be found there.
hybrid seeds are inviable because embryo and endosperm break down early in seed
development (Pickersgill 1997). F1 hybrids between C. pubescens and both C. frutescens
and C. annuum L. have been produced by using techniques such as embryo rescue or
doubling the chromosome number of one parent, but these hybrids are extremely sterile and
have not been used any further in breeding programmes (Pickersgill 1997).
White flowers with yellow markings at the base of each corolla lobe and straw-
coloured seeds make C. baccatum easy to distinguish from the other domesticated species.
It includes some of the most popular ajíes of the Andean countries, such as escabeche of
coastal Peru, but is little known outside South America. It was domesticated from wild
peppers treated taxonomically as a separate variety within C. baccatum and distributed
from southern Peru to southern Brazil. Analysis of genome-wide DNA polymorphisms
distinguished two major groups within domesticated C. baccatum, suggesting to Albrecht et
al. (2012) that C. baccatum was domesticated more than once. However, both
domesticated groups seem to be most closely related to wild C. baccatum from the
highlands of Peru and Bolivia. Wild C. baccatum from Brazil apparently played no part in
the origin of domesticated C. baccatum and therefore constitutes an unexploited genetic
resource for future improvement of C. baccatum.
Both wild and domesticated C. baccatum can be crossed with the remaining three
taxa of domesticated Capsicum without the use of any special techniques. However, when
all domesticated and some wild accessions of C. baccatum are used as pollen parent, F1
hybrids show a virus-like syndrome of morphological abnormalities and are completely
sterile. This virus-like syndrome results from an interaction between an allele of a nuclear
gene from C. baccatum with the cytoplasm of the female parent. Reciprocal F1 hybrids are
morphologically normal but their fertility is greatly reduced because they are heterozygous
for various structural rearrangements of the chromosomes. This has so far precluded use of
C. baccatum as a genetic resource for improvement of other domesticated species of
Capsicum.
Pun1, which controls pungency, indicates that diversification for this trait has occurred
independently in each lineage. Non-pungent cultivars of C. annuum are homozygous for a
large deletion that spans the promoter and part of the coding region of Pun1, while non-
pungent C. chinense carries a smaller deletion near the beginning of the coding sequence of
Pun1 and non-pungent C. frutescens is homozygous for a deletion near the end of the
coding region (Stellari, Mazourek and Jahn 2010). It would be interesting to examine
sequences of alleles involved in other single gene traits, such as yellow or brown fruits, that
are assumed to have developed independently in each of the three domesticated taxa, to
determine whether each of these traits likewise involves different changes in the same gene.
The morphological and molecular differences between the three taxa, together with
their presumed incorporation of different segments of the gene pool of the ancestral wild
complex, so that they provide somewhat different genetic resources for the plant breeder,
provide the justification for recognising them as distinct. Those who favour treating them
as a single species emphasise the impossibility of dividing the wild complex satisfactorily
and the fact that all elements of the complex, both wild and domesticated, hybridise readily
in all combinations. Fertility of the hybrids varies considerably, but this applies also to
within-taxon hybrids, because there have been many structural changes in chromosomes
within and between taxa in this complex (Pickersgill 1991). In the remainder of this
chapter, the three taxa are treated as distinct species.
Wild versus domesticated are not discrete states in C. baccatum or in the C. annuum
complex, but opposite ends of a continuum connected by various intermediates: plants with
small fruits which no longer separate readily from the plant; plants with fruits larger than
those of typical wild peppers but which do separate readily from the plant; plants with
small fruits that are pendent, not erect; plants with small erect fruits of colours other than
red. These intermediates are described as semi-domesticated. Their existence contrasts
with the situation in crops such as maize, in which no intermediates between domesticated
maize and its presumed wild progenitor survive today. This has probably occurred because
461
human selection is less intense in Capsicum than in crops such as maize. In Capsicum,
fruits may be used while they are still green and unattractive to birds, so there is less
concern about loss of the crop and hence less strong selection for loss of dispersal than in
cereals or grain legumes, where it is important to farmers that mature seeds or fruits be
retained on the plant until harvested. Furthermore, Capsicum is not a staple crop. Latin
Americans may not be able to live without Capsicum, but they do not rely on Capsicum for
much of their dietary calories. Yield is thus less important in Capsicum than in a staple
food crop like maize. Selection for increased yield, i.e. larger fruits, was therefore probably
less strong in Capsicum than in maize or beans.
In Mesoamerica, the oldest specimens of Capsicum so far recovered come from caves in
the Tehuacán valley, in the state of Puebla, Mexico. These are said to be about 7000 years
old. However, cave sites present problems for archaeologists, since deposits may be
disturbed by falls of rock from the roof or the activities of rodents and other burrowing
animals. Occurrence of a specimen in a particular layer of a deposit is therefore no
guarantee that the specimen is the same age as other materials with which it is apparently
associated. Accelerator mass spectrometry (AMS) dating can be carried out on very small
samples, so it is now possible to date biological material directly, though the sample is
destroyed in the process. The Tehuacán caves were excavated before the development of
AMS dating and none of the Capsicum specimens has been directly dated, but direct dates
on putatively early maize and beans from these caves have shown that both crops appeared
significantly later than previously thought (Smith 2005). The earliest seeds of Capsicum
from Tehuacán are within the size range of modern wild C. annuum; there is no increase in
size throughout the various preceramic phases; and the one preceramic fruit that I have seen
is very similar to fruits of modern wild C. annuum (Pickersgill in press). Capsicum does
not occur wild in the Tehuacán valley today (Casas et al. 2001), but the specimens in the
caves could represent a trade item. Dried fruits of Capsicum are light, so easily
transported; retain their pungency; and do not deteriorate if kept in dry conditions.
Alternatively, the Tehuacán chiles could have been cultivated but not yet subjected to
sufficiently strong human selection to have developed features of the domestication
syndrome. Seeds of a size corresponding to those of modern domesticated C. annuum
appeared only after a gap of about 1500 years in the Tehuacán archaeological record. In
caves in Tamaulipas, north-east Mexico, coprolites (prehistoric faeces) containing seeds
identified as those of Capsicum and intermediate in size between those of modern wild and
domesticated C. annuum were recovered from levels dated about 6000-5200 B.P.
(Pickersgill in press). The archaeobotanical record of Capsicum in Mesoamerica is too
limited to show where, when or how many times C. annuum was domesticated. However,
the Tamaulipas coprolites and those from various levels of the Tehuacán caves do show
that chile peppers have been eaten by Mesoamericans for at least 6000 years.
Bernal Díaz, who accompanied Cortes on the conquest of Mexico, recorded that the
Aztec emperor Moctezuma drank chocolate flavoured with chile pepper and various other
ingredients. Chile pepper seems to have been a standard addition to chocolate over much
462
of Mesoamerica, including among the Maya, from whom the Aztecs obtained their cacao
(Coe 1994). Archaeologists have found that it may be possible to determine what plants or
plant products were cooked or stored in pottery vessels by analysis of the residues within
the vessels. Powis et al. (2013) therefore studied some 2400-year-old pottery vessels of
shapes associated with preparation or consumption of chocolate to try to determine whether
the practice of adding chile to chocolate existed 2400 years ago. Unexpectedly, no traces
of chocolate were found, but residue from one pot tested positively for dihydrocapsaicin
and four other pots showed traces of putative breakdown products of dihydrocapsaicin. All
were serving vessels from elite burial or cache offerings and none contained seeds or other
macroremains of Capsicum. Powis et al. (2013) therefore concluded that the vessels had
contained a sauce or paste of chile. They noted that Capsicum is included in a number of
Mayan herbal remedies, so the contents of the pots could have been intended for medicinal
use in the next world. They also noted that interior surfaces of pots are sometimes covered
with a mixture of chile and ash to repel insects, so capsaicinoids extracted from clay of the
2400-year-old pots could, alternatively, have been residues of attempts to preserve other
contents that failed to survive.
Recent excavations at Huaca Prieta and neighbouring Paredones, at the mouth of the
Chicama river on the north-central coast of Peru, have produced remains of Capsicum as
early as or earlier than the age claimed for the oldest chiles from the Tehuacán caves in
Mexico. One seed from Paredones was directly dated to 10,650- 10,430 cal. B.P. (Chiou et
al. 2014). Chiou et al. (2014) identified seeds of C. pubescens, C. baccatum. C. chinense
and C. frutescens in levels dated about 7600-6500 cal. B.P. but claimed that by about 5300-
4100 cal. B.P. C. pubescens had disappeared and C. baccatum had begun to dominate the
assemblage, while after 4500 cal. B.P. C. baccatum was the only species of Capsicum
present. None of these species occurs outside cultivation in coastal Peru today, so they
were presumably either traded in to Huaca Prieta and Paredones or cultivated locally,
following earlier cultivation and possible domestication elsewhere. The thick-walled fruits
of C. pubescens are unsuitable for drying, so this species is perhaps an unlikely trade item.
Chiou et al. (2014) therefore concluded that Capsicum has been cultivated in coastal Peru
for at least 8000 years.
Seeds, fruit stalks, fruits and fruit fragments of Capsicum are reported from many
other sites in the dry coastal region of Peru from preceramic times onwards (reviewed by
León 2013). Some intact fruits from preceramic levels are indistinguishable from fruits of
modern wild C. baccatum, while other specimens are clearly domesticated on the basis of
seed size or loss of dispersal, shown by retention of fruits on their fruit stalks (Pickersgill
1969). Contrary to the findings of Chiou et al. (2014) that C. baccatum was the only
species on the north-central coast after 4500 cal. B.P., C. chinense and probably C.
frutescens were present in the post-pottery sites of Pachacámac and Estaquería on the
central and south coasts (Pickersgill 1969), and León (2013) cites a report of C. pubescens
in both macroscopic remains and human coprolites from Huaca de la Luna, in the lower
Moche valley, with a date of about 2000 B.P.
of ají fruits on pots and textiles (Yacovleff and Herrera 1934, Towle 1961). Among the
Inca, fruits of ají may even have become a form of currency, analogous to cacao beans in
Mesoamerica. According to Valcarcel (1925), “… bajo el In a no se conoció moneda i que
ciertos productos preferidos como el ají eran quizáel rudimento de un sistema monetario.
Hasta hace pocos años se compraba en la plaza del Cusco con el llamado “Rantii”, o sea un
manojo de ají.” Yacovleff and Herrera (1934) stated that a rantii was a handful of six
fruits.
The religious significance of ají is shown by the fact that, among the Inca, as in
several other parts of the Americas, the strictest forms of fasting involved abstaining from
ají, while the form of the Inca creation myth prevalent north and east of Cuzco names the
four brothers who emerged at the beginning of the world as Manco Capac, who became the
first Inca, Ayar Cachi (cachi means salt), Ayar Uchu (uchu means Capsicum pepper) and
Ayar Sauca (sauca means pleasure). The allegorical interpretation given by Garcilaso de la
Vega is that “by the salt they say that the instruction that the Ynca gave in the rational life
is to be understood. The pepper represents the delight they received from this teaching; and
the word for pleasure is to show the joy and satisfaction in which they afterwards lived.”
(Mar ham’s translation 1871).
Since Garcilaso’s time, Capsicum peppers, both ajíes and chiles, have added interest
to bland, carbohydrate-rich diets, have provided a source of vitamins accessible to poor
people throughout the tropics and subtropics, since Capsicum can be grown easily on a
backyard scale, and have revolutionised cooking in parts of the world far removed from
their native Americas.
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Origen y evolución
Los camélidos sudamericanos se clasifican, junto con los camellos del viejo mundo, en el
Orden Artiodactyla Owen, 1848 o Cetartiodactyla Montegelard et al., 1997 y el Suborden
Tylopoda Illiger, 1811; y en la Familia Camelidae Gray, 1821 y Subfamilia Camelinae
Gray, 1821; pero a nivel de Tribu están subdivididos en Lamini Webb, 1965 y Camelini
Webb, 1965. Se reconoce la existencia de dos géneros, Lama y Vicugna en el nuevo
mundo, y un genero, Camelus, en el viejo mundo. El proceso de rumiar evolucionó por
separado en Tylopoda y en el suborden Pécora (Bohlken, 1960).Los camélidos se
caracterizan por: la ausencia de cuernos o astas, la presencia de verdaderos caninos
superiores e inferiores separados de los premolares por una diastema; la posición de la
arteria vertebral confluyente con el canal neural en las vertebras cervicales; el estomago
dividido en tres secciones; anatomía de las piernas posteriores que permite descansar sobre
el vientre con las rodillas dobladas y los garrones hacia atrás; y la presencia de una
almohadilla digital en lugar de cascos o pezuñas.
La tribu Lamini, representado por fósiles del genero Pleiolama Webb y Meachan,
2004 (previamente llamado Pliauchenia Cope, 1875), se origino en las grandes llanuras de
américa del norte hace 13.6 millones de años – M.A. (Harrison, 1985; Webb and Meachan,
2004;) (Tabla 2) donde dió origen a los géneros Alforjas (10-4.5 M.A.)(Harrison, 1979) y
Hemiauchenia (10-0.1 M.A.)(Webb, 1965, 1974). El primero, Alforjas, y su descendiente
Camelops (4.5-0.1 M.A.) nunca salieron de américa del norte (Harrison, 1979; Webb, 1965,
1974), mientras que algunos especies de Hemiauchenia migraron hacia américa del sur
durante la transición del Plioceno y Pleistoceno hace aproximadamente 3.3 M.A.
(Woodburne, 2010) donde a su vez dieron origen a Lama and Vicugna hace
aproximadamente 2 M.A. (López Aranguren, 1930; Cabrera, 1932; Webb, 1972; Harrison,
1985). También se han encontrado restos de un segundo genero, Palaeolama, (2.0-0.1
M.A.) en ambos continentes Webb (1974, Woodburne, 2010). Solamente Lama y Vicugna
sobrevivieron la transición al Holoceno h hace unos 10,000 años.
Antes del contacto Europeo, la distribución del guanaco se extendió de la costa del
Pacifico hasta los glaciares de los Andes, desde aproximadamente S 8° hasta las islas de
Tierra del Fuego y Navarino (S 55°); al este se extendió por el Chaco Paraguayo, las
Pampas y la Patagonia hasta la costa Atlántica (Torres, 1985; Tonni y Politis, 1980).
Raedeke (1979) ha estimado una población de 30 a 50 millones de guanacos en base al
calculo de la capacidad de carga de esta área. El numero de guanacos declino rápidamente
bajo el dominio europeo, llegando a 7 millones en el siglo diecinueve debido al impacto de
la cacería indiscriminada y la crianza de ovejas. En 1954, Dennler de la Tour alerto al
publico sobre la urgente necesidad de eliminar la caza de chulengos y establecer reservas
para proteger el guanaco patagónico antes de que desapareciera. En 1969, Grimwood
reporto que el guanaco Peruano se encontraba al borde de la extinción, y en 1971 el
gobierno peruano lo declaro especie amenazada. Según la lista roja de especies amenazadas
del UICN (IUCN - www.iucnredlist.org ), en 2015 la población del guanaco fue estimada
468
entre 535,750 y 589,750. La mayoría de los guanacos se ubican en sur, con un población de
aproximadamente 3,000 estimado en el Perú (Wheeler et al., 2006b).
y S 18 30’ en el Perú (Hoces, 1992) y el norte de Chile (Torres 1992) ; y el cuarto, L.g.
voglii Krumbiegel, 1944, vive en la vertiente este de los Andes Argentinos, el sureste de
Bolivia y el noroeste de Paraguay (Torres 1992) entre aproximadamente S 21 y S 32 S.
Las características físicas y la distribución de estas subespecies no están del todo claro y
hay poco información sobre la variación geográfica en la morfología de los guanacos. Las
poblaciones mas estudiadas son las del extremo sur mostrando una gran diferencia en la
morfología (mas grande y oscuro) (L.g. guanicoe) de los animales del extremo norte de su
distribución (mas pequeño y claro) (L.g. cacsilensis).
Recientemente Marín et al., (2008) han analizado la secuencia completa del citocromo-
b y parte del región control del ADN mitocondrial en muestras de los cuatro subespecies
propuestas. Sus resultados demuestran la existencia de solamente dos subespecies, el
norteño L.g. cacsilensis y el sureño denominado L.g. guanicoe que incorpora a L.g.
guanicoe, L.g. huanacus y L.g. voglii. Las poblaciones sureñas se caracterizan por una
reducida variabilidad genética que sugiere la posibilidad de haber sufrido un severo cuello
de botella genética ó un evento de extinción con recolonización en el pasado. Esta situación
contrasta con los altos niveles de diversidad genética en el norteño L.g. cacsilensis que
indica que han sido relativamente estables durante largo periodos que les ha permitido la
acumulación de niveles relativamente altos de diversidad genética.
Actualmente la vicuña habita elevaciones por encima de 3,800 metros sobre el nivel del
mar -msnm, entre S 9 30’ y S 29 en los Andes. Sin embargo, restos paleontológicos
procedentes de las pampas de Argentina documentan el origen del genero Vicugna en esta
región hace dos millones de años (López Aranguren, 1930; Cabrera, 1932; Webb, 1974;
Harrison, 1985), aunque Menegaz et al., (1989) concluyen que la vicuña evoluciono del
guanaco en las pampas al inicio del Holoceno. El análisis de ADN mitocondrial apoya una
divergencia de por lo menos dos millones de años entre vicuña y guanaco (Stanley et al.,
1994). Fosiles de Tarija, Bolivia en la vertiente este de los Andes, incluyen restos de vicuña
(Hoffstetter, 1986) fechados entre 97 y 73,000 M.A. (MacFadden et al., 1983) o 44,000-
21,000 A.P. (Coltori et al., 2007) documentando la expansión de la vicuña hacia el oeste.
Los restos mas antiguos de vicuñas procedentes de la zona alto Andino han sido fechados
en 22,220 ± 130 B.P. en la Cueva Rosselló, Perú (3,875 msnm) (Shockey et al., 2009),
pero el análisis de ADN mitocondrial realizado por Marín et al. (2007a) indica que la
distribución actual de la vicuña es aparentemente el resultado de un expansión demográfica
asociado al ultimo evento glacial del pleistoceno hace 14-12,000 M.A. No se ha encontrado
restos de vicuña ni en depósitos paleontológicos (Hoffstetter, 1986) ni en sitios
arqueológicos (Miller y Gill, 1990) en Ecuador y Columbia.
Uruguay; en la Patagonia de Uruguay, Argentina y Chile, así como en Calama, costa norte
de Chile (Cartagena et al., 2010). Estos fósiles aparentemente pertenecen a un genero
separado que desapareció durante la transición del Pleistoceno al Holoceno (Cajal et al.,
2010).
Los estudios de ADN nuclear (Wheeler et al., 2001, 2003; Dodd et al., 2006;
Wheeler y Laker 2008) y mitocondrial (Marín et al., 2007a), han validado los dos
subespecies, aunque Sarno y colaboradores (2004) opinan lo opuesto. En base del análisis
de 261 individuos procedentes de 29 poblaciones ubicados en Perú, Chile y Argentina,
Marín y colaboradores (2007a) encontraron evidencia que V.v. mensalis and V.v. vicugna
son linajes mitocondriales separados cuya actual distribución aparentemente es el resultado
de una expansión demográfica durante la ultima glaciación del Pleistoceno hace 14 a
12,000 años cuando se estableció una zona de aridez extrema, conocido como el diagonal
seco, entre S 22º S 29º (Wheeler y Laker 2008). En estas condiciones, V.v. vicugna, logró
sobrevivir y hoy demuestra evidencia genética de un aislamiento demográfica, mientras
que, al norte, entre S 18º y S 22º, en condiciones de mayor humedad, V.v. mensalis paso por
un rápido expansión demográfica, antes de registrar evidencia de los mas recientes
impactos antropogenicos en su genoma.
Tanto los resultados de los estudios arqueozoológicas como los de ADN (Wheeler
et al., 2006a; Kadwell et al., 2001; Bruford et al. 2003) indican que la domesticación de la
llama ocurrió en varias localidades en los Andes. En el noroeste de Argentina y el norte de
Chile, los esfuerzos de arqueólogos y arqueozoólogos han producido evidencia de la
domesticación de la llama (aumento en tamaño relativo al guanaco y cambio en los
patrones de asentamiento humano) en la puna seca a elevaciones superiores a 3,200 msnm
472
La crianza de ganado autóctono en los Andes casi desapareció con la llegada de los
españoles. En poco más de un siglo después de la conquista en 1532, los documentos
administrativos registran la merma de aproximadamente 90% de los camélidos domésticos
(Flores Ochoa, 1982) así como el 80% de la población humana (Wachtel, 1977, Mann,
2005). Los rebaños de la costa y los valles interandinos fueron los primeros en desaparecer,
desplazados para la producción de ovejas, cabras, vacas y cerdos traídos por los
conquistadores. En la puna este proceso fue más lento debido al impacto negativo de la
altura y el clima inhóspito sobre los invasores y sus animales, y esta región marginal se
convirtió hasta el día de hoy, en un refugio para las llamas y alpacas y sus creadores. Las
prolongadas guerras civiles y la imposición de tributos pesados, pagados en llamas o con
efectivo obtenido de su venta, llevo a una rápida reducción de los rebaños, y en 1615, las
llamas (y alpacas) habían casi desaparecido incluso en la cuenca del Titicaca (Flores
Ochoa, 1982) su antiguo centro de mayor producción (Murra, 1975). El impacto de esta
mortalidad catastrófica en la diversidad genética de los camélidos y las prácticas de crianza
es poco estudiado. Se estima que la población Andina actual de llamas es 3’776,793
(Wheeler, 1995). Existen pequeños grupos cerca de Pasto, Colombia (N 1º) y Riobamba,
Ecuador (S 2º). Al sur extienden hasta 27º en el centro de Chile, y al este en las provincias
de Jujuy, Catamarca y Salta del noroeste Argentina (aproximadamente OE 65º). Sin
embargo la zona de mayor producción se ubica entre S 11º y S 21º a elevaciones entre
3,800 y 5,000 msnm.
El nombre llama proviene del Quechua (Flores Ochoa, 1988) y se conoce como
qawra en Aymara (Dransart, 1991). Aunque no existen razas especificas de llamas, se
puede identificar por lo menos cuatro variedades: k’ara (Figura 3a), chaku (Figura 3b), suri
(Figura 3c, d) y llamingo (Figura 3e). La mayoría de las llamas en Perú, Bolivia y el norte
de Chile pertenecen a la variedad k’ara, (palabra Quechua y Aymara) caracterizada por
475
escaso crecimiento de fibra en el cuerpo y de pelo muy corto en la cara y las piernas. Al
este en Argentina la variedad lanuda o chaku es común y según Frank y Wehbe (1974)
existen siete tipos distintos de fibra. En estos animales la fibra es densa y se extiende a la
cara donde crece entre y dentro las orejas, pero no a la parte inferior de las piernas. La
palabra chaku es palabra Quechua (Flores Ochoa, 1988) y los criadores Aymara lo llaman
t’awrani (Dransart, 1991). Llamas con características intermedias entre k’ara y chaku
existen en toda la zona de su distribución. La variedad suri se caracteriza por su fibra larga,
organizada en ondas, que cae a ambos lados del cuerpo de manera semejante a la oveja
Lincoln. Igual que la alpaca suri, representan un pequeño porcentaje de llamas, pero han
existido desde la época preincaica (Wheeler et al. 1995, 2012). En Ecuador, el llamingo,
una variedad genéticamente distinta, pequeña y no lanudo, ha existido por lo menos durante
los últimos 2,000 anos (Miller and Gill, 1990).
La llegada de los españoles fue desastrosa (Gade, 2013). Los rebaños de alpacas y
llamas sufrieron de altas mortalidades, fueron desplazados de la costa, los valles
interandinos y la mayor parte de la puna por el ganado de origen europeo. Actualmente
sobreviven en áreas marginales de gran altura donde la producción agrícola es muy limitada
o imposible de practicar (Flores Ochoa, 1982). La distribución actual de la alpaca extiende
desde aproximadamente S 8º, donde han sido recientemente reintroducido en Cajamarca,
hasta S 20º cerca al lago Poopo en olivia, con pequeños poblaciones recientemente
introducidos en el norte de Chile, el noroeste de Argentina y en el sur de Ecuador.
sistemática, aproximadamente el 90% de las alpacas son huacayas (Novoa, 1989). Ponzoni
et al. (1997) sugirieron que el fenotipo suri podría ser producto de solo gen dominante, y
Renierei et al. (2009) han concluido que la fibra del suri es un rasgo cualitativo
determinado por uno o dos loci. Recientemente, utilizando microsatélites para examinar la
diferencia entre suri y huacaya en dos poblaciones altamente seleccionadas, La Manna et
al. (2010) han reportado la no existencia de diferenciación genética entre los dos. Los
criadores Aymara del norte de Chile no tienen suris y simplemente llaman sus animales
allpachu (Dransart, 1991). Los vellones de ambas variedades varían desde blanco, a negro
y marrón, pasando por todas las tonalidades intermedias, pero tienden a mayor uniformidad
y menor cantidad de manchas que las llamas.
Hibridación
La posibilidad de que existan, o pueden existir, llamas y alpacas cerriles que puedan
haberse cruzado con los camélidos silvestres ha sido poco investigado. Según Murra
(1978), en 1543 Xerez observó que en ocasiones el número de llamas era tan grande que
algunos escaparon del control humano, y en 1555 el mismo autor escribió que una vez al
año saltaron un número de llamas como ofrenda a los dioses para que vivieron como
silvestres. Se desconoce si estas llamas se asilvestraron o si se juntaron con los silvestres,
pero el consenso de opinión es que no existen grupos de animales cerriles en los Andes
centrales hoy. Sin embargo, en 1940 MacDonagh reporto la existencia de un grupo de
híbridos de guanaco con llama viviendo en estado silvestre en la Provincia de Córdoba,
Argentina. Estos animales eran producto de cruces naturales (sin interferencia humana) y
generalmente exhibían el fenotipo guanaco, aunque algunos de ellos tenían manchas de
blanco en la cabeza y el parte superior del cuello, mientras que otros eran casi
completamente blanco. No hay información sobre cambios en el tamaño del cuerpo o la
calidad de la fibra. El comportamiento de los híbridos era virtualmente idéntico al
comportamiento de los guanacos y vivian y reproducían sin problema.
ADN y Conservación
Desde que el descubrimiento de la estructura del ADN por Watson y Crick en 1953 dio
origen a la ciencia de genética molecular, la rapidez del avance tecnológico nos ha llevado
a la rutinaria secuenciación de genomas completas hoy. La información así obtenido
permita la reconstrucción de la historia evolutiva de especies, de otro modo inaccesible en
la mayoría de los casos, y en el caso de los camélidos sudamericanos esta información es
esencial para planificar su conservación, dado la historia de drástica reducción en tamaño
de las poblaciones en los cuatro especies.
En el caso del guanaco, análisis de las poblaciones andinas actuales (Marín et al.,
2008) ha encontrado que, contrario a la vicuña, existe considerable variabilidad genética en
ambas subespecies. Esta situación valida la estrategia de traslado de individuos para
repoblar áreas adyacentes y, por tanto, junto con investigación adicional sobre la genética,
puede facilitar medidas de conservación, sobre todo para la subespecie norteña, L.g.
cacsilensis, que esta en situación de peligro critico en el Perú (Decreto Supremo 004-2014-
MINAGRI; Wheeler et al., 2006b).
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494
Introducción
La vicuña (Vicugna vicugna) es una de las dos especies de Camélidos silvestres, que está
ligada a la Historia del Perú, habiendo jugado un rol importante desde la Época Pre-Inca,
hasta nuestros días. La domesticación de esta especie, ha estado en la agenda de criadores y
científicos, desde la mitad de siglo XVI hasta el día de hoy, motivados por la gran finura
del pelo de este animal (13 µ en promedio) y su valor comercial de las prendas hechas con
ella. Haciendo un poco de historia, se dice que a mediados del siglo XVI, los Jesuitas ya
tenían un rebaño de 600 vicuñas en la “Reducción de Indios” de uli, Puno (Pimentel
1954). Mas tarde, el cura Juan Pablo Cabrera del Distrito de Ayaviri, Provincia de
Macusani, Puno, dirigiendo el acoplamiento de un macho vicuña y hembras alpaca logró,
según reportes de la época, veinte paco-vicuñas, que pastaban mansamente bajo el cuidado
de un pastor, acción por la cual el Congreso de la Republica le otorgó en 1847, la Medalla
del Congreso y varios honores más.
“quiero enfatizar que la vicuña no ha sido domesticada nunca, a pesar de los múltiples
intentos llevados a cabo hace más de cien años” y añadía: “En Cala-cala, las vicuñas
han sido cruzadas con alpacas para producir los paco-vicuñas, que combinan la alta
finura de la vicuña, con la cantidad de fibra de la alpaca. Desafortunadamente, los
animales híbridos no estaban separados de las alpacas, por lo que los cruzamientos entre
ellos ocurrieron al azar, de manera que híbridos de diferentes generaciones se mezclaban
con animales vicuñas y alpacas puras. Para hacer la situación peor, se añadieron llamas
a este rebaño multiespecie.
Jungius enfatiza que ninguno de estos animales debe salir de este encierro, y el
Estado se hace responsable de ello. Dejaba en manos del Ministerio de Agricultura del
Perú, el futuro de Cala-Cala. Esta “advertencia” llegó tarde, ya que Cala-Cala suplió de
vicuñas a otras zonas del país, especialmente a la sierra central del Perú. Es así que en estas
circunstancias, el Ministerio de Agricultura recurrió al IVITA de la UNMSM, que se vio
involucrada en tratar de hacer lo mejor posible por Cala-Cala.
(Kadwell et al., 2001). Lo que me sorprende, fue que no hubo ningún comentario en el
Perú, que yo sepa, de tomar la pluma y decir que tal recomendación era el camino a la
catástrofe. ¿Sera que nuestros profesionales no saben leer inglés, o es que piensan que la
propuesta es correcta? Para más datos acerca de Cala-Cala, pueden leer el artículo del Dr.
Jungius, con información muy veraz sobre la composición y situación de los animales de
Cala-Cala.
Y así llegamos al Siglo XXI, con la idea de “domesticar la vicuña” con el “manejo
en semicautiverio”. La arqueozoólaga ane Wheeler (1995) nos dice que “existen fuertes
evidencias que la vicuña ha sido domesticada, dando como resultado a la alpaca (Wheeler
1995). Según ella, la domesticación de los camélidos domésticos, se originó en la puna a
elevaciones entre 4,000 y 4,900 msnm, alrededor de 6,000 años A.P., en lugares donde la
vicuña, guanaco y la taruca, fueron las presas principales de los primeros cazadores
humanos, y que éstos lograron un control sobre grupos de vicuñas, que posteriormente
fueron las primeras alpacas, y que sentaron las bases de una economía de subsistencia. Yo
desearía saber ¿de qué vicuña nos habla la Dra. Wheeler, de la que existió en el
Pleistoceno, o de la actual vicuña?
Jared Diamond (1981, 1999) científico muy famoso por sus investigaciones en Biología de
la Evolución, de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, dice que Tolstoy el autor ruso de
la obra Ana Karenina, nos puede enseñar algo sobre domesticación de animales, cuando al
inicio de su famosa obra, dice “que las parejas felices son todas iguales, y que cada pareja
infeliz, lo es a su manera. Nos dice también, que el ser humano busca simples explicaciones
a ciertos sucesos, pero evita pronunciarse sobre las posibles razones de las fallas”. Diamond
escogió a las cebras, como un ejemplo de las equivocaciones de muchos naturalistas de
mediados del siglo XVIII; como ejemplo, el millonario y gran naturalista inglés Walter
Rotschild, mandó a traer del África, cebras y someterlas al cuidado de expertos en amansar
y manejar caballos, a fin de ponerlas a jalar carrozas. Y así fue que logró poner a cuatro
cebras a jalar su carroza. Un día en que paseaba por las calles Londinenses, las cebras
entraron en pánico, se desbocaron, causando destrozos en las calles, varios muertos y
heridos, y ahí terminó el intento de domesticar a un animal peligroso y con tendencia al
pánico.
En Enero del 2012, recibí la propuesta que el Dr. William Vivanco, hacía del espinoso
problema de la vicuña, cuyo título era: “Carta abierta a quien salve a la Vicuña”. Dicha
Carta fue enviada a numerosos profesionales, que de una u otra manera, tenían que ver con
la vicuña, algunos de los cuales contestaron, dando sus puntos de vista. La carta me fue
reenviada, por un amigo, de manera que me enteré del contenido de la propuesta del Dr.
Vivanco, así como de los otros contactados. Pero, ahora en esta cita, por invitación de los
organizadores del presente Simposio Latinoamericano, aprovecho la oportunidad para
comentar dicha Carta, así como las opiniones de los otros consultores.
(1998), dicen que Zootechnics is the Science of breeding and rearing domestic animals , y
su sinónimo de zootecnia es Animal Husbandry. Vivanco, menciona que los “chacus de
Pachacutec” (palabras peyorativas) no son lo más adecuado para Salvar a la vicuña. Más
aun a los que defienden el sistema de “chacus”, los llama “absolutamente ignorantes, sean
estos ecologistas, antropólogos, sociólogos y diversos profesionales”. Continua Vivanco
diciendo que “la explotación en silvestría es un sistema perverso, que a la larga pondrá
nuevamente a la especie en extinción, que los Vicuñeros de explotación en silvestría, o
pseudo-vicuñeros deben desaparecer”. Para no cansar a mis lectores, terminare diciendo de
la conversación que tuvo Vivanco con un especialista Argentino en vicuñas, Ing. Francisco
Rigalt, sobre que en Argentina, habían logrado 1 kilo de fibra por vicuña adulta esquilada
cada dos años. Esto es una patraña, tratándose de la subespecie Vicugna vicugna vicugna,
cuyo manto de color canela, hace una curvatura a nivel de los costillares, dejando un vellón
blanco de poca finura (comparando a la producción de fibra fina de la vicuña peruana
Vicugna vicugna mensalis), cuyo cobertura de color es más grande. Rigalt (2011), contrario
a lo afirmado por Vivanco menciona en la parte correspondiente a Productividad y
Rentabilidad de los Sistemas, lo siguiente: “Los mayores rendimientos promedios se logran
en las poblaciones manejada en silvestría, en el 2010, en el que fueron esquiladas 1565
vicuñas con un promedio de producción individual de 416 g de vellón, duplicando a lo
producido individualmente en semicautiverio en el mismo año, que tuvo un promedio de
221 g de vellón por animal. Pregunto: ¿a quién creer, a Rigalt, o a Vivanco? En cuanto a las
opiniones de los otros profesionales consultados, de todas las respuestas, la más sensata e
inteligente, correspondía al Ing. Juan Chávez Cossío, quien dijo sin ambages que: “a la
vicuña hay que aprovecharla de una manera global y en su contexto natural”. No
comento las otras opiniones, ya que las considero, en algunos casos interesadas, y en otros,
inconsistentes, lo que nos dice de la falta de ideas y de conocimiento.
Existía en el pasado la costumbre que en los cuarteles del Ejército en las serranías,
haya una vicuña de mascota, que andaba libre en los cuarteles, con actitud muy agresiva
hacia los adultos civiles y en especial a los niños. Estos animales eran simplemente
amansados, mas no domesticados. La tendencia moderna, ecológica para la vicuña es
503
dotarles a estos animales de las llamadas “Cinco Libertades (Bonacic,y Gimpel, 2008) y
que son:
1.- Libres de hambre, de sed y de malnutrición.
2.-Libres de turbaciones e incomodidades
3.-Libres de dolor, lesiones y enfermedades
4,-Libres para expresar su comportamiento normal, y
5.-Libres de temor y peligro.
Conclusión
Queda claro entonces que las vicuñas ( Vicugna vicugna mensalis o Vicugna vicugna
vicugna), no pueden ser domesticadas.
Alimentación estratégica
En Suecia, existe un animal silvestre de muy buena carne que es el Moose o alce
nórdico (Alces alces) que hay que cazarlo en las temporadas y en el número que ha sido
estudiado por sus especialistas en ecología y forestería, y que representa el 30% del
consumo anual de carnes, en ese país de 10 millones de habitantes. Las poblaciones de
estos animales se mantienen estables, y se los alimenta en invierno con vehículos trineo que
van colocando heno de mezclas de leguminosas y gramíneas, sobre la nieve. Los animales
no bien ven a los vehículos de reparto, se acercan a pocos metros de los vehículos; de esta
504
4ª. Ensayar en alguna Comunidad que tenga vicuñas en cautiverio, con suplementación de
forrajes de buena calidad. Hay observaciones en animales mantenidos en zoológicos, y de
costumbres territoriales, que la sobreoferta de alimentos, evita las confrontaciones de
machos, y mejora notablemente los índices de natalidad.
Bibliografía
Introducción
Se supone que bajo conservación in situ las especies vegetales domesticadas en parte se
conservan pero a la vez siguen evolucionando, lo que es de gran trascendencia para la
humanidad entre otras cosas porque como Hernández-Xolocotzi (1971) indicó: hay
“necesidad de mantener una dinámica dialéctica en las exploraciones etnobotánicas. Es
decir, no se puede pensar en hacer colectas una sola vez. Hay que regresar y volver, y
regresar otra vez por nuevas colectas, en función de mayores conocimientos del material y
nuevas demandas genéticas del hombre”.
A principios de la década de los 50`s del siglo pasado se iniciaron en México las
campañas para adopción de semillas mejoradas, fertilizantes químicos, otros agroquímicos
y maquinaria agrícola y con base en los primeros éxitos obtenidos en el país en dichas
campañas, pero sobre todo con base en los éxitos que se estaban obteniendo en Estados
Unidos con los nuevos paquetes tecnológicos, afloró una prepotencia de los técnicos
relacionados a esos programas y un desprecio en relación a la técnicas y prácticas
campesinas tradicionales, entre ellas la selección de semilla. Una de las manifestaciones de
ello es el siguiente párrafo escrito por el Dr. Oscar Brauer, entonces Director del Colegio
de Postgraduados (Brauer-Herrera 1968): “el aumento de la producción sólo podrá
alcanzarse cuando se apliquen a la agricultura todos los conocimientos científicos máximos.
…. Si se estudia y se trabaja y los resultados se aplican al desarrollo económico de la
agricultura, la agricultura será progresista y los rendimientos de la tierra serán más altos. Si
la agricultura se sigue manejando con la idea que es un arte, o cualquier otra cosa, y que su
producción depende de la voluntad de Ceres o de Xipe, la producción seguirá donde estaba
cuando se adoraba a esas diosas”
Un aspecto que hay que resaltar es que cuando la familia prepara semilla para la
próxima siembra no sólo procura conservar las características de sus cultivares sino
mejorarlos, por lo que la conservación in situ y el mejoramiento son dos aspectos del
manejo in situ de los maíces nativos.
Son relativamente escasos los trabajos que han tratado de registrar los procesos de
mejoramiento de maíces nativos por agricultores e incluso por científicos, uno de los
objetivo de este ensayo es hacer una revisión de dichos trabajos para resaltar la importancia
de dicho mejoramiento y llamar la atención de la urgencia e importancia de que se
establezcan firmes políticas públicas que estimulen dicha labor, tanto por su valor para el
mejoramiento gene´tico futuro como por la importancia que tiene para los propios
agricultores que la realizan ya que les asegura: semilla de buena calidad; buenas
características de adaptación al ambiente natural y agrícola;, característica ligadas con
rendimiento y calidad del grano per se y de los alimentos que se elaboran con ellos, así
como mejores precios para la parte de la cosecha que comercializan.
mexicanos del Antiguo Instituto de Investigaciones Agrícolas quienes fueron obligados por
el gobierno mexicano a proporcionar dichos materiales a sus competidores, los
fitomejoradores de la Oficina de Estudios Especiales, esta última institución financiada en
parte por la Fundación Rockefeller.
Reforma Agraria
Conforme indica Villa-Issa (2011): “A principios del siglo pasado, México era un
país cuya economía dependía casi exclusivamente del campo; más del 72 % d ela población
estaba involucrada en ese sector. Sin embargo, la propiedad sobre lña tierra estaba
512
concentrada en muy pocas personas.., alrededor del 97 % era propiedad de una 830
personas o corporaciones. En contraparte, aproximadamente 3.5 millones de campesinos no
tenìan tierra”.
Con respecto a la Reforma Agraria, se calcula que entre 1915 y 1990 se dotó con
un total de 101, 523,669 hectáreas a 3,453,239 agricultores y campesinos (Tabla 2, basada
en Morett 1991), parte importante de las cuales se han dedicado al cultivo de maíz
principalmente dedicado al autoconsumo, ya sea en cultivos de solo maíz o asociado con
frijoles, calabazas y otras plantas en el sistema “milpa” .
Otro aspecto fundamental que cabe destacar es que no obstante el alto grado de
transculturación que ha tenido lugar en las comunidades indígenas, el número de hablantes de
lenguas indígenas incluso ha aumentado como consecuencia del crecimiento de la población, no así
su proporción de la población humana del país (Tabla 3). Esto es muy importante porque como
Hernández-Xolocotzi (1998) destacó como conclusión en uno de sus últimos trabajos: “La
persistencia de grupos étnicos con antecedentes prehistóricos y tecnología tradicional ha mantenido
el proceso de selección empírica en la domesticación de plantas y animales, lo que constituye un
importante modo de conservar in situ la diversidad de germoplasma existente en el país”. Boege
(2008) por su parte destaca : a) que gran parte de las razas de maíz de México está en territorios
indígenas ; b) que “la gran mayoría de los indígenas y campesinos pobres, que son el 80 por ciento
de todos los productores, mantiene el germoplasma nativo en condiciones tanto ambientales como
sociales muy difíciles”, en otra parte, el mismo autor indica “El inventario de los maíces en
territorios indígenas permite documentar las adaptaciones que hicieron los productores(as) en
condiciones agroecológicas extremas, como la sequía o la abundancia de lluvias, las altas o bajas
temperaturas durante el ciclo agrícola, la altitud, vientos, suelos someros, ácidos, alcalinos,
etcétera”. Ortega-Paczka (1973) reporta en Chiapas mayor diversidad de colores en los maíces de
los grupos indígenas que en las comunidades mestizas.
513
Por otro lado los indígenas están entre los sectores de población que más se han
desplazado a tierras nuevas llevando sus maíces a nuevas condiciones y/o adoptando
maíces de otras comunidades lo que favorece a la evolución bajo domesticación de
esa planta cultivada.
De 1950 a 1990, el gobierno federal impulsó el cultivo del maíz con toda una serie
de medidas que se enunciarán más adelante, esas medidas permitieron que se abasteciera el
consumo nacional de una población que crecía con gran rapidez y que parte considerable se
fue volviendo urbana. La creciente producción de maíz contribuyó bastante también a
proporcionar recursos para el desarrollo de otras actividades entre ellas la ganadería, la
construcción de carreteras, presas para riego y la industrialización. La autosuficiencia en la
producción de maíz duró un largo periodo, hasta que en 1965 por primera vez se tuvo que
importar 40,000 toneladas de este grano, cuando años antes era exportador (Villa-Issa
2011). A partir de mediados de la década d elos 80`s se fue dejando de apoyar a la
agricultura en general y a la campesina en lo particular, llegándose a modificar
considerablemente el marco legal agrario con las reformas del artículo 27 constitucional en
1992.
Entre las medidas de apoyo a la producción y abasto de maíz estuvo por ejemplo el
acopio de la cosecha con precio de garantía primero a través de la Compañía Exportadora e
Importadora Mexican S. A (CEIMSA), que a partir de una reestructuración en 1961se
transformó en la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), que
contaron con toda una red de bodegas de acopio propias y con apoyo de otras empresas
entre ellas Almacenes Nacionales de Depósito.
Cambios en el manejo agrícola del cultivo del maíz y en la procedencia del maíz que
consumen.
La mayor parte de las siembras de maíz ahora generalmente se manejan bastante diferente
que hace por lo menos 70 años cuando se empezaron a popularizar los agroquímicos y
cuando empezó a escasear la mano de obra agrícola al generalizarse la asistencia de niños y
adolescentes a las escuelas, a emigrar los jóvenes en forma estacional o para siempre a las
514
ciudades del país y a los Estados Unidos. Tal vez en la mayor parte de la superficie ahora se
aplican fertilizantes químicos y herbicidas y ya se ha reducido mucho la superficie de maíz
asociado con frijol, calabaza y otras plantas en el sistema milpa. Como los maíces nativos
evolucionaron bajo la fertilidad natural de los suelos, con las aplicaciones de fertilizantes
químicos crecen más y con frecuencia se caen por debilidad del tallo, el peso de las
mazorcas más grandes y los vientos. En las tierras que no se pueden roturar y que antaño se
preparaban por roza-tumba-quema y después de uno o dos ciclos de milpa se dejaba que se
recuperara la vegetación por diez o más años, ahora generalmente casi no se dejan
descansar y está prohibido quemar.
Como se verá más adelante, por escasez de mano de obra y porque ahora muchos
campesinos cuentan con mayores recursos monetarios provenientes de las remesas de sus
parientes en Estado Unidos y de subsidios gubernamentales contra la pobreza, ahora hay
tendencia a disminuir la diversidad de maíz, ya que antes necesitaban elotes y parte del
grano pronto, pero ahora cubren sus necesidades adquiriendo productos en las tienditas.
Desde por lo menos 1947, con la Fundación de la Comisión del Maíz, se han llevado a
cabo considerables esfuerzos gubernamentales por impulsar la siembra de maíces
mejorados y el uso de fertilizantes químicos, en un principio solo se contaba con variedades
de polinización abierta pero ya para 1958 dominaba la producción de semilla híbrida. Los
trabajos de difusión desde un principio estuvieron apoyados con subsidios para la venta de
semilla y fertilizantes de cerca del 50 % de su costo, pronto contaron con el apoyo de los
gubernamentales Banco Ejidal y Banco Agrícola para su venta a crédito (Anónimo 1958).
Otra estrategia para inducir el cambio de los cultivares tradicionales de maíz por mejorados
515
ha sido el “Programa ilo x ilo” que consiste en que agentes del gobierno intercambian
semillas tradicionales de los campesinos por semillas mejoradas.
Los maíces mejorados tanto de semilla certificada como sus generaciones avanzadas
han despalzado principalmente a maíces nativos d elas productivas razas Tuxpeño,
Tuxpeño Norteño y Celaya que están adaptados a Buenos suelos y adecuada
disponibilidade de agua, mientras que el resto de razas ha sido poco afectada porque no hay
híbridos para las condiciones agroecológicas en que se cultivan o porque son maíces de
especialidade es decir com características ciclo de vida corto, textura o color de grano para
usos especiales diferente al de tortillas.
Para este apartado se tomarán como indicadores: a) el número de razas a nível nacional y
por regiones o estados y b) la diversidade de cultivares a nível de comunidades.
En cuanto a número de razas de maíz que existen en el país, este ha ido en aumento
conforme se realizan nuevas colectas y estúdios, así: Wellhausen et al. (1951) describieron
25 y dejaron pendientes como “no bien definidas” a siete; Hernández-Xolocotzi y Alanís-
Flores (1970) describieron a cinco adicionales; Benz (1986), con base en otros postulados,
indica que son 30; Ortega-Paczka et al. (1991) indican 41 razas para el país. Sánchez-
González et al. (2000) parte para su estudio de 59 razas. Como resultado del “Proyecto
Global de Maíces Mexicanos”, coordinado por la CONA IO del año 2006 al 2012 se
establece que hay 64 razas de maíz en México ampliamente reconocidas por los
especialistas (CONABIO 2011); además otros autores, entre ellos Aragón-Cuevas et al.
(2006) y Carrera-Valtierra et al. (2012) han propuesto otras nuevas razas adicionales.
En varias partes del país casi han desaparecido los maíces nativos de grano amarillo
porque, como se indicó, la empresa acopiadora gubernamental la adquiría a menor precio
que los maíces de color blanco. En cambio, por lo menos en los alrededores de la Ciudad de
México ha cobrado mayor importancia comercial los maíces nativos de grano morado por
ser ahora apreciados para elaborar tortillas y antojitos de color azul. En un apartado
especial de este ensayo se analiza la gran expansión que ha registrado en los últimos años la
raza Ancho que se usa principalmente para el pozole*
No obstante la enorme importancia del tema, existen pocos estudios de campo en lo que
pasa con la diversidad nativa de maíz en México a raíz de la ocurrencia de sequías o
tormentas tropicales desastrosas ocasionales, así como lo que e stá pasando con el cambio
climático. En varias partes y a veces en el país en su conjunto se presentan con cierta
frecuencia sequías y en gran parte de la nación tormentas tropicales desastrosas. Entre las
sequías graves que se han presentado destaca la de 1957 particularmente en la región
templado semiárida que se extiende en los llanos del norte de Guanajuato al sur de
Chihuahua; la sequía general de pìs en 1882la sequía de 2007 a 2013 en el norte del país y
la de 2015 en la parte sur del país, esta última atribuida al fenómeno del “Niño”. Entre las
tormentas tropicales desastrosas destaca el huracán “·Gilberto”en 1988.
La crisis general que vive México por lo menos desde 1982 con frecuencia es más aguda en
el medio rural y repercute en la conservación d ela diversidad d emaíz y su evolución bajo
domesticación. Entre los problemas están: a) el aumento de la población de las
comunidades que lleva a con frecuencia a mayores fragmentaciones de la tenencia de la
tierra y a su uso más intensivo, b) como consecuencia del uso más intensivo d ela tierra, del
cambio climático, del uso ionadecuado d eagroquímicos y maquinaria y otros fenómenos ha
disminuido en general la fertilidad d elos suelos; c) por la necesidad de asistir a las escuelas
y otros procesos, la población infantil y de adolescentes ya poco participan en las
actividades agrícolas y la cultura rural sufre una considerable erosión; d) gran parte d ela
juventud emigra a las ciudades del país o a los Estados Unidos en busca de mejores
ingresos y nivel de vida, en mucha scomunidades rurales quedan pocos adultos,
predominando viejos y niños, lo que entre muchas otras cosas provoca escasez de mano de
obra agrícola; e) en la vida rural hay cambios sustanciales como la ahora existencia de
recursos monetarios producto de remesas de trabajadors, así como de subsidios, lo que
aunado a la ahora existencia de tiendas provoca que ya muchos productos se compren y no
haya necesidad de producirlos, entre ellos muchos productos d emaíz, en los últimos años
por ejemplo también en las áreas rurales se está desarrollando la producción semiindustrial
de tortillas y su distribución a los hogares por repartidores en camionetas, motocicletas y
bicicletas, está disminuyendo considerablemente el consumo de la propia cosecha d emaíz
en la alimentación humana. Todo lo anterior está amenazando seriamente la cultura
tradicional d ela milpa, incluída la diversidad de maíz y su evolución bajo domesticación.
Vega-Zaragoza (1973) encontró que en la región de los Valles Altos los rendimientos
promedio de los maíces criollos se incrementaron en 44% en veinte años (1953-1973) y
atribuyó ese aumento a la “influencia de las variedades mejoradas y la selección del
hombre”, como influencia de los maíces mejorados se refiere a la infiltración genética de
germoplasma de mejorados en los nativos originada por la llegada de polen de campos
vecinos cultivados con mejorados.
2. Diferencias en las áreas colectadas en diferentes periodos, así como de los criterios
para elegir las oblaciones de maíz a colectar y las técnicas de colecta.
4. Posibles cambios en las características del las accesiones guardadas en los bancos
de germoplasma por número reducido de lplantas que participaron en las
polinizaciones controladas y por efecto de la renovación de semilla en campos
experimentales bajo diferentes condiciones a las de los agricultores donantes.
Un tema muy interesante en mejoramiento genético en México son los antecedentes que se
han logrado recuperar de los maíces que han servido como material de partida en
mejoramiento gentico. Como refiere Limón-García (1945), en un principio los
fitomejoradores del Instituto de Investigaciones Agrícolas del la Secretaría de Agricultura y
Fomento intentaron usar germoplasma sobressaliente de la Faja Maicera de los Estados
Unidos como base para el mejoramiento genético del maíz en México, pero que esos
materiales no mostraron adecuada adaptación a los ambientes de México, entonces se
decidió buscar poblaciones nativas sobresalientes en rendimento y caracteres agronómicos,
habiendo logrado ubicar magnficos criollos para varios de los programas regionales de
mejoramiento, un hecho que es poco conocido es que por lo menos una parte importante de
los materiales sobresalientes que se han usado como material de partida en mejoramiento
genético procedieron de explotaciones agrícolas de vanguardia, tales son los casos de
Haciendas “Carmen de enítez” y “San uan de la Generala” en Tamaulipas; un agricultor
de apellido Capitaine en el norte de Veracruz, otro en Celaya, Guanajuato (Limón-García
1945), la variedada “Urquiza” de la Hacienda Obrejuelos, cerca de Querétaro” (Wellhausen
1951); agricultores menonitas en Zacatecas. En en algunos casos, como en la Hacienda San
Juan de la Generala, hay indícios de que en la hacienda se practicó selección con técnicas
Genética Moderna antes de ser colectada y pasar a formar parte del programa de
mejoramiento del Antiguo Instituto de Investigaciones Agrícolas.
Hace algunos años el autor de este ensayo se enteró de que un agricultor del área de
Amecameca, Estado de México, tenía uma poblaciónn nativa com mazorca muy larga, se
buscó a esa persona y se ha estado em contacto con el, nos ha donado varias muestras de su
población que hemos evaluado en comparación con otras resultando bastante sobressaliente
y la hemos incluído em el program de mejoramiento para el sureste del Estado de México,
al preguntarle si sabía de donde y como habían logrado um maíz tan sobresaliente, dicha
persona nos indicó que su padre durante muchos años seleccioné su semilla al parecer por
selección masal moderna.
A principio de la década de los 90’s del siglo pasado el primer autor de este ensayo
realizó una exploración etnobotánica para ver el estado de conservación de diversidad de
maíz en el centro de Tamaulipas, en donde varias de las haciendas que existían en la
primera mitad de dicho siglo habían sido la cuna de la mayoría de los materiales de partida
de donde se obtuvieron las líneas de maíz para las regiones subtropicales por parte d elas
instituciones de fitomejoramiento del gobierno mexicano, observando que los
descendientes de los agricultores que habían sido beneficiados con tierras de dichas
haciendas ya generalmente no prestaban gran cosa de atención a la conservación de
521
aquellos cultivartes élite que habían sido sustituidos en parte por generaciones avanzadas de
maíces mejorados.
Desde hace algunos años se viene investigando con cierto detalle la evolución de la
distribución de la raza de maíz Ancho (Perales, Brush, and Qualset 2003; Ron-Parra et al.
2006; Carrera-Valtierra, Ron-Parra y Morales-Rivera 2012; Aguilar-Juárez 2016), la
diversidad dentro de la raza (Aguilar-Juárez 2016), así como algunos cambios en las
características de las plántulas en poblaciones que se han introducido a una nueva área
(González-Regalado 2016). La distribución geográfica de e sta raza se ha expandido muho
en los últimos años (Ver Figura 2), lo que ha traído como consecuencias importantes
cambios en su morfología por selección ambiental y humana así como por cruzamientos
con maíces locales de las nuevas áreas de distribución (Aguilar-Juárez 2016 y González-
Regalado 2016), en algunas poblaciones de esta raza han sido tan importantes los cambios
que se ha propuesto la posibilidad de que se hayan generado nuevas razas (Aguilar-Juárez y
González-Regalado 2012 ; Carrera-Valtierra, Ron-Parra y Morales-Rivera 2012); sin
embargo, se ha comprobado que se trata de una sola raza, si bien una serie de poblaciones
han evolucionado a nivel de proponerlas como subraza y otra se propone como grupo
intermedio entre Ancho y Chalqueño por ser producto d s u cruzamiento y ulterior
selección (Aguilar-Juárez 2016).
Procedimentos que han seguido algunos agricultores para mejorar las características
de sus maíces.
Los agricultores, al efectuar selección de semilla dentro de sus poblaciones locales, no sólo
pretenden conservar las características de las mismas, eliminando mazorcas fuera de tipo o
granos con evidencias de que son cruzas con maíces diferentes vecinos, sino que buscan y
en gran parte consiguen mejorarlas conforme a modelos que tienen, un caso muy
importante de lo anterior es la introducción de cultivares de otras regiones y su adaptación a
nuevos ambientes. Un aspecto muy importante es que entre los materiales genéticos que
utilizan como material de partida, así como en las técnicas de hibridación y selección que
practican los agricultores y campesinos, es frecuente encontrar materiales y técnicas
copiadas o inpiradas en los trabajos que hacen los fitomejoradores.
Ortega-Paczka (1973) relata varios ejemplos de como agricultores de áreas tropicales de
Chiapas han comparado y combinado maíces nativos y mejorados.
mezcla por varias generaciones y fue seleccionando los granos tipo Ancho pero más
blancos.
Muchos de los campesinos de México que en las décadasde los 50’s a 70`s del siglo
pasado dejaron de sembrar maíces criollos amarillos por su menor precio en el mercado,
ahora se interesan en recuperarlos, tal es el caso de Don Pedro Cruz de Juchitepec, Estado
de México, quien no esperó a que obtuviéramos los fitomejoradores una variedad mejorada
amarilla sino que el seleccionó entre las mazorcas remanentes de un experimento de maíces
criollos y mejorados amarillos establecidos por nosotros unas doscientas mazorcas , formó
un compuesto, lo sembró y se puso a seleccionar semilla de la cosecha, desafortunadamente
después de un par de años desistió de seguir esa selección y adoptó un criollo amarillo de
otro agricultor de la región.
Conclusiones
México forma parte del centro de origen y diversidad del maíz y hay persistencia
del uso de mañces nativos con diferentes características para usos específicos;los
productores tienen sus parcelas de 0 a 3,400 metros sobre el nivel del mar y en lugares con
precipitaciones de 300 a 3000 mm de precipitación pluvial, la diversidad que conservan de
esa planta y que evoluciona en sus manos es enorme y tiene vital importancia para las
propias comunidades que la conservan, para el país y para el mundo.
Los maíces mejorados solo han sustituido en algunas áreas cálidas y de alturas
intermedias a la diversidad nativa y casi solo a maíces de grano blanco usados para tortillas,
sin igualarlos en calidad de los alimentos, en cambio casi no han sustituido a los maíces
nativos para usos especiales tradicionales, ni a los que se cultivan en amplias regiones con
limitantes de suelo o bajas temperaturas. Por otro lado en amplias regiones las generaciones
avanzadas de maíces mejorados combinados con maíces nativos forman parte del
patrimonio biocultural de las comunidades de agricultores, campesinos e indígenas que
manejan esas poblaciones como lo hacen con los maíces natrivos.
Recomendaciones
Literatura citada
Aguilar, J. A. 2006. Recuperación, conservación y aprovechamiento de la raza Jala de
maíz: Una alternativa para las razas en peligro de extinción. Tesis Doctoral,
Colegio de Postgraduados Campus Montecillo, Texcoco, Estado de México.
Aguilar-Juárez J., J. A. 2016. Diversidad genética de maíz ancho em México. Tesis de M.
C.
en Genética. Colegio de Postgraduados, Campus Montecillo, Mpio. de Texcoco;
Estado de México.
Aguilar-Juárez., J. A. y J. J. González-Regalado. 2012. Diversidad de maíces criollos y
524
http://site.inali.gob.mx/publicaciones/Proinali_2014.pdf
Introducción
Las plantas del género Agave L. son emblemáticas de Mesoamérica, región cultural
conformada durante el periodo prehispánico (Kirchhoff 1943) y que ha sido reconocida
como un centro primario de origen de agricultura y domesticación de plantas (Harlan 1975;
Hawkes 1983; Vavilov 1992). En esta área sus pobladores han desarrollado y mantenido un
núcleo de alta diversidad de cultivos de los cuales actualmente depende parte importante de
la humanidad. Siendo una de las principales cunas mundiales de agricultura, Mesoamérica
cuenta con una profunda tradición de domesticación de plantas de por lo menos 10,000
años (Flannery 1986; MacNeish 1992).
14
Dedicado a Catarina Illsley Granich. Amiga entrañable que con amor y alegría trabajó incansablemente a
favor de los mezcaleros artesanales tradicionales de México y el patrimonio biológico y cultural que nos han
legado. Gran ejemplo.
529
Agave es un género que de manera natural solo se distribuye en el área comprendida entre
el sur de los Estados Unidos de América y el norte de Sudamérica en Colombia y
530
Venezuela, incluyendo las islas del Caribe, siendo México su centro geográfico de origen y
diversidad (Gentry 1982). El 75% de las especies de este género crecen en México y 57%
de ellas son endémicas. Crecen prácticamente en todo su territorio pero son especialmente
representativas y especies clave de sus ecosistemas áridos y semiáridos (García-Mendoza
2011).
Los usos principales de los agaves han estado relacionados con sus características
biológicas más distintivas: (1) Almacenamiento de carbohidratos en los tallos, bases de las
hojas y savia de la inflorescencia al final de su ciclo reproductivo. Los agaves son plantas
rosetófilas, perennes, monocárpicas; es decir, se reproducen sexualmente solo una vez, al
final de su existencia. Esto ocurre, usualmente, después de un periodo de crecimiento entre
cinco y 25 años, o más, dependiendo de la especie y del ambiente en el que vive. Excepto
en unas pocas formas caulescentes, el tallo es grueso y abreviado. Éste, junto con las bases
de las hojas, imbricadas en espiral, forma una masa fibrosa que actúa como estructura de
reserva rica en carbohidratos que son utilizados de forma natural por la planta para el
desarrollo de la inflorescencia. La translocación de recursos de esta masa fibrosa a la
inflorescencia ocurre acompañada, en muchas especies, del flujo abundante de una savia
también rica en carbohidratos. (2) Hojas fibrosas, con saponinas y armadas. Sus hojas
poseen dientes laterales y una espina terminal, pero además contienen una alta
concentración de saponinas, que son metabolitos secundarios tóxicos e irritantes para los
humanos y otros animales. (3) Estructura de roseta y sistema amplio de raíces superficiales.
Tienen un sistema de raíces superficiales muy extendido que, junto con su forma de rosetas,
les permite captar agua de forma eficiente en ambientes de poca precipitación y retener
suelo en pendientes elevadas. Muchas especies son capaces de propagarse vegetativamente
a través de estolones, hijuelos axilares, hijuelos basales o bulbilos; una característica que
les permite formar manchones clonales y que ha sido aprovechada por los seres humanos
para propagar fenotipos deseables (Gentry 1982; Colunga-GarcíaMarín et al. 2007; Torres
et al. 2015b).
531
Debido a que los agaves son usados de forma muy variada entre los pueblos
mesoamericanos y que muchas especies tienen una distribución geográfica amplia, al
estudiar los síndromes o tendencias de domesticación de cada especie o variedad, podemos
encontrar que: (1) Su síndrome de domesticación refleja la interacción que sus diferentes
usos han tenido en las presiones de selección que los humanos han ejercido históricamente
sobre ella, (2) En una misma región geográfico-cultural coexisten variedades de una misma
especie con síndromes de domesticación diferentes, ya que han sido seleccionadas para
usos distintos, y (3) A lo largo de la distribución geográfica de una especie existen
síndromes diferentes de domesticación, según el contexto ecológico y cultural en el que han
sido usadas, manejadas y seleccionadas. Este aspecto se puede ejemplificar especialmente
con el caso de Agave angustifolia Haw., la especie de Agave con la distribución más
amplia, objeto de una gama extensa de usos y probablemente el ancestro silvestre de varias
especies cultivadas (Gentry 1982; García-Mendoza et al. 1993).
(1) Alimento. En este caso las características seleccionadas han sido el tamaño, la
concentración de carbohidratos y el sabor del tallo y del pedúnculo de la inflorescencia.
Estas estructuras morfológicas se aprovechan cuando las plantas, hacia el final de su ciclo
de vida, concentran en ellas una gran cantidad de energía (carbohidratos) para el desarrollo
de las estructuras reproductivas. La gente corta el pedúnculo de la inflorescencia antes del
desarrollo de las flores (es decir, castra a la planta), lo utiliza, y de la el resto de la planta in
situ durante meses o años, hasta que los carbohidratos (que de otra forma se hubieran usado
para la producción de flores y néctar) alcanzan su máxima concentración en el tallo. Es
entonces cuando les cortan las hojas (la base foliar queda prendida al tallo) y lo cosechan.
A esta estructura le llaman “piña” o “cabeza” por su similitud a la infrutescencia de Ananas
comosus (L.) Merr. Tanto los pedúnculos como las cabezas, asados u horneados bajo tierra,
han sido ampliamente utilizados como alimento desde hace al menos 11,000 años tanto en
Mesoamérica (Smith 1967) como en la región cultural denominada Aridoamérica, gracias a
que usando el fuego son fácilmente convertidos en un alimento muy dulce, palatable y
digerible. Las características de los carbohidratos complejos (fructanos) que contienen han
sido caracterizados y bautizados como agavinas por López et al. (2003). Se conocen
alrededor de 60 especies empleadas para este uso y cerca de 12 presentan claros signos de
domesticación. (v. gr. Agave tequilana F. A. C. Weber, A. americana var. oaxacensis
Gentry, A. angustifolia; Gentry 1982; Colunga-GarcíaMarín et al. 2007; Torres et al.
2015a). Este síndrome de domesticación está compuesto por: (a) Gigantismo en las partes
usadas (cabezas y pedúnculos) y (b) Mayor concentración de carbohidratos (azúcares) en
ellas.
(2) Fibra. Para este uso, las características seleccionadas han sido la longitud y ancho de las
hojas, la cantidad y resistencia de las fibras que contienen, y su calidad en relación al uso
para el que se seleccionen. La utilización de las hojas de agaves por su fibra es tan antiguo
e importante como el alimenticio. Hay evidencias arqueológicas de este aprovechamiento
de al menos hace 9,000 años antes del presente (A.P.) (King 1986). Este uso probablemente
se desarrolló, inicialmente, con la misma técnica arcaica: el asado al fuego. Existen
alrededor de 48 especies que se emplean para este uso y alrededor de 12 presentan claros
signos de domesticación (v. gr. Agave fourcroydes Lem., A. sisalana Perrine, A.
angustifolia) (Gentry, 1982; Colunga-GarcíaMarín 2003; Colunga-GarcíaMarín et al.
2007). Con las fibras se elaboran costales, sogas y cordeles, herramientas de trabajo que
fueron muy importantes en México hasta los años 1950, cuando empezaron a sustituirse
con plásticos. En la época prehispánica, las fibras de agave se usaban incluso para elaborar
vestimentas, ya fuera solas o combinadas con algodón (Kelly 1944; Coggins y Shane III
1989; García-Martínez 1987; Benz et al. 2006). Este síndrome de domesticación está
compuesto por: (a) Gigantismo en la parte usada (hojas) y (b) Mayor proporción de fibra en
ellas.
(3) Savia comestible, para elaborar bebidas sin fermentar (aguamiel) o fermentadas
(pulque). Aquí las características seleccionadas han sido la cantidad y calidad de la savia, lo
cual se logra seleccionando un mayor tamaño de la roseta y savia con mayor contenido de
azúcares y propiedades organolépticas deseables. El aprovechamiento de la savia que fluye
del tronco al pedúnculo floral es también un uso muy antiguo, pero las evidencias
533
materiales de su utilización son relativamente más recientes, de hace unos 3500 años A.P.
(Parsons et al. 1990). A esta savia se le llama “aguamiel” por su dulzor, y una vez
fermentada se le conoce como “pulque”. Existen alrededor de 18 especies en el país que se
emplean para este uso y cerca de diez especies cultivadas presentan evidentes signos de
domesticación, (Agave salmiana var. salmiana Otto ex Salm-Dyck, A. atrovirens var.
mirabilis (Trel.) Gentry, A. mapisaga Trel.) (Gentry 1982; Colunga-GarcíaMarín et al.
2007; Alfaro-Rojas et al. 2007; Mora-López et al. 2011). El pulque llegó a ser muy
apreciado en todos los círculos sociales de México, pero su abasto comenzó a disminuir
dramáticamente en el periodo posterior a la Revolución Mexicana, cuando las grandes
haciendas pulqueras fueron sujetas al reparto agrario (Álvarez 2015). Posteriormente, con
la expansión de la industria cervecera, después de la década de 1950, su comercio decayó
aún más (Álvarez 2015). Este síndrome está compuesto por: (a) Mayor cantidad de savia y
(b) Gigantismo en toda la planta.
Figura 1. Esquema de los síndromes de domesticación en especies de agaves, distinguiendo entre los
usos ancestrales y actuales y las características distintivas para cada caso. Se tomó como referencia las
especies A. inaequidens silvestre y A. hookeri domesticado (Diseño: I. Torres y C. J. Figueredo, Fotos:
Ignacio Torres).
534
Aunado a las características que conforman los tres aspectos del síndrome de
domesticación referidos anteriormente, las culturas que han aprovechado los agaves,
también han dirigido la selección hacia: (1) Variantes con dientes más pequeños y
espaciados, característica que los hace menos peligrosos para su manipulación durante sus
diversas formas de aprovechamiento y cosecha, (2) variantes con concentraciones bajas de
saponinas, y en el caso de especies de reproducción vegetativa, hacia (3) variantes con
mayor producción de propágulos (Colunga-GarcíaMarín 1998; Colunga-García Marín et al.
2007; Vargas-Ponce et al. 2007; Figueredo et al. 2014; Torres et al. 2015b).
Otras categorías de uso han sido también de gran importancia para los pueblos
originarios (Cuadro 1). Las huellas fenotípicas de selección humana relacionada con estos
usos no han sido estudiadas pero podría ser muy interesante. Tal es el caso de la posible
selección de variedades con escapos florales robustos para la construcción de viviendas en
áreas como los valles de Tehuacán y del Mezquital en México, en donde las viviendas de
los pueblos tradicionales tienen como componentes principales las hojas y los escapos de
varias especies (A. salmiana, A. marmorata Roezl., A. potatorum Zucc., entre otras). En
amplias áreas andinas Agave americana L es de los pocos recursos que brindan material
para la construcción y, por lo tanto, una de las especies más utilizadas con este propósito.
Hoy en día cerca de 107 taxa del género Agave son ampliamente usados en México,
en donde reciben 570 nombres diferentes en 26 idiomas nativos, además del español
(Colunga-GarcíaMarín et al. 2007).
producir biocombustibles como el etanol (Borland et al. 2009; Somerville et al. 2010). Así
como el potencial uso farmacéutico de las agavinas para la prevención o manejo de
enfermedades o padecimientos como el sobrepeso, el síndrome metabólico, la obesidad, la
diabetes y la osteoporosis (López y Urías-Silva 2007).
Cuadro 1. Categorías de uso generales de las especies de agaves en México, especificando la parte de la
planta que es empleada para cada propósito (Revisión I. Torres y S. Rangel-Landa).
Categorías de uso Parte utilizada
1. Alimenticio Tallo, bases foliares, escapo, savia, botones
florales
2. Bebida destilada Tallo, bases foliares, savia fermentada
3. Bebida fermentada Savia extraída del tallo
4. Medicina humana Hojas, savia, destilado
5. Medicina veterinaria Hojas, savia, destilado
6. Aislante y condimento (barbacoa) Hojas, cutícula
7. Material de construcción Hojas, escapo, fibras
8. Cerca viva Planta completa
9. Retención del suelo Planta completa
10. Obtención de utensilios Espinas, escapo, hojas
11. Ornato Planta completa, escapos y flores
12. Forraje Hojas, escapo y botones florales
13. Combustible Hojas, tallos y escapo seco
14. Elaboración de papel Hojas
15. Obtención de fibras Hojas
16. Jabón (Saponinas) Hojas
17. Carnada para cacería Escapo, flores
18. Delimitación de terrenos Plantas completas
19. Obtención de insectos comestibles Plantas completas, hojas
20. Elaboración de artesanías Hojas, escapos
21. Ceremonial Individuos completos, escapos, destilado
22. Juguetes Hoja, escapos, espinas
La palabra “mezcal” proviene del náhuatl, la lengua hablada por los aztecas y significa
“agave cocido” (Gran Diccionario Náhuatl 2016). En México esta palabra tiene tres
acepciones: (1) Las plantas de Agave usadas para cocer sus cabezas como alimento, (2) El
alimento obtenido de la cocción bajo tierra de sus cabezas, y (3) La bebida que se obtiene
de destilar los jugos y fibras fermentadas (mostos) obtenidos de las cabezas cocidas de los
agaves. La acepción más conocida es la de las bebidas destiladas de Agave, y es en ese
sentido en el que usamos aquí el término. En este caso el término hace una referencia clara
a la materia prima usada y a su uso más antiguo, el alimenticio, a partir del cual se
desarrolló su aprovechamiento para bebidas fermentadas y destiladas.
Figura 2. Regiones culturales de producción de bebidas alcohólicas en México, modificado a partir del
mapa propuesto por Bruman (1940). Se indica la gran área cultural en la que los agaves han sido
usados como alimentos y bebidas fermentadas. Se indican las localidades de los tres casos de estudio
mencionadas en el capítulo (Diseño S. Rangel-Landa).
humanas, pero la destilación no lo es, y no ha sido descubierta o inventada por todos los
pueblos. En el caso de los agaves, el destilado más común ha sido el del mosto (también
llamado tepache o tuba) obtenido de los jugos extraídos de las cabezas horneadas, pero
también puede destilarse la savia fermentada de la inflorescencia, el pulque.
Habiéndose originado los mezcales del uso alimenticio de los agaves, y evolucionado
con la selección de características similares, su síndrome de domesticación incluye muchas
de las características de los tres síndromes principales en agaves (Fig. 1). Está compuesto
por: (a) Gigantismo de la parte usada (cabezas) y (b) Mayor concentración de carbohidratos
en ellas, así como (c) Menor dentición de las hojas y (d) Menor cantidad de saponinas, para
favorecer la cosecha. Por otra parte, es posible que del uso de los agaves para bebidas
fermentadas y destiladas haya surgido una presión selectiva hacia asociaciones exitosas de
microrganismos con los mostos, las huellas que dejaron estas presiones selectivas no ha
sido estudiadas hasta ahora.
El primer caso que revisaremos son los estudios realizados dentro de la porción central del
área cultural del “Mezcal- ocote”, en donde Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal
(2007) plantearon la hipótesis de que ahí, por su historia y condiciones ecológicas, debía
ubicarse un núcleo importante de diversificación de agaves bajo manejo y selección
artificial tradicional (Fig. 2).
Figura 3. Especies de agaves de los tres casos de estudios indicados en este capítulo. A) Agave
angustifolia cultivado; B) A. cupreata silvestre; C) A. hookeri en cerca viva; D) A. inaequidens silvestre
en bosques de pino encino; E) A. potatorum silvestre (Foto A. Delgado-Lemus); F) A. rhodacantha
cultivado (Foto C. Lucio); G) A. tequilana (Fotos: I. Torres, excepto E y F).
541
Figura 4. Procesos de elaboración del vino-mezcal en Zapotitlán de Vadillo, Jalisco. A) Cocimiento bajo
tierra de las cabezas de agave llamadas “mezcal” (Foto: G. Carrillo), B) Mezcal fermentado conocido
como tuba para elaborar vino-mezcal, C) Destilación de la tuba (Foto: P. Colunga-GarcíaMarín), D)
Corroboración del grado alcohólico del vino-mezcal (Foto: I. Torres).
2012, 2014). Esto sugiere fuertemente que la diversidad de variedades locales usadas hoy
en día, incluyendo al agave azul, es el resultado de miles de años de selección humana
(Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal 2007).
La riqueza de variantes en las parcelas es favorecida por los agricultores como una
estrategia que les permite: (1) Producción continua de plantas maduras, ya que las
variedades tienen ciclos de vida de diferente duración; (2) Diversidad de sabores, adaptada
al gusto tradicional por mezcales elaborados con mezclas de diferentes especies y
variedades de Agave; (3) Menor ataque de depredadores y enfermedades, lo que evita el uso
de herbicidas e insecticidas, y permite su asociación con los cultivos tradicionales
alimenticios (Zizumbo-Villarreal et al. 2013).
ixtero amarillo es una variedad muy abundante en la región por su uso de triple propósito.
Además de utilizarse como cerco vivo, es el preferido para la obtención de mezcal, ya que
es la variedad que le da el sabor y olor distintivo a los mezcales de la región (Colunga-
GarcíaMarín et al. 2011; Zizumbo-Villarreal et al. 2013).
Nuestro segundo caso de estudio se encuentra en lo que Bruman (1940) llamó la sub-área
cultural del “Pulque”, contigua a la del “Mezcal-Jocote” (Fig. 2). Esta área se distingue
porque el pulque era la bebida predominante a la llegada de los españoles, aunque también
se producían bebidas fermentadas a partir del mezcal cocido y el jocote. Aquí revisaremos
los estudios realizados recientemente en Agave inaequidens Koch (Fig. 3 D) y A. hookeri
(Fig. 3 C) por Figueredo et al. (2014, 2015a, 2015b) y Torres et al. (2015b, 2016) en el
estado de Michoacán (Fig. 2).
Torres et al. (2015b, 2016) encontraron que actualmente en Michoacán esta especie
es usada principalmente para la elaboración de mezcal y que con este fin su
aprovechamiento ocurre en un gradiente de intensidad de manejo que incluye cerca de 13
prácticas distintas. Este gradiente abarca tres formas principales de manejo: (1) La simple
extracción de poblaciones silvestres sin ningún tipo de acciones intencionadas dirigidas a su
conservación (Fig. 6 C); (2) El manejo in situ de estas poblaciones, que puede incluir: (a) la
tolerancia de individuos de distintos tamaños (lo cual ha tenido ciertas repercusiones, como
se discutirá más adelante), cuando se desmonta el bosque, con la intención de que
produzcan y liberen semillas; (b) recolección y dispersión de semillas en sitios propicios
para su germinación y establecimiento, y el trasplante de plantas jóvenes de origen
547
vegetativo o sexual, a sitios con más posibilidades de éxito (Fig. 6 D y E); (c)
reintroducción de plántulas crecidas en viveros y (d) la suspensión de la cosecha por dos
años o más; y (3) Su cultivo ex situ, en parcelas, huertos o cercas vivas (Fig. 6 F ). Las
cercas vivas se construyen a través del trasplante esporádico de plantas juveniles silvestres.
Los cultivos actualmente se establecen con plántulas crecidas en vivero a partir de semillas
recolectadas de las poblaciones silvestres, en monocultivo y por lo general usando
agroquímicos. El cultivo en parcelas es una práctica relativamente nueva, de no más de 25
años, de acuerdo con entrevistas a los productores locales. Desconocemos la posibilidad de
un manejo bajo cultivo y selección artificial más antiguo; la revisión de fuentes históricas
podría ser reveladoras en este sentido.
Agave hookeri es otra especie conocida solamente de cultivo, con la cual se produce
pulque en esta región (Fig. 6 G), aunque esta práctica ha disminuido notablemente. En la
actualidad aún se encuentra cultivada como cerca viva en algunos poblados de la Meseta
P'urhépecha en Michoacán pero es progresivamente escaso. Debido a su similitud
morfológica con A. inaequidens, Gentry (1982) planteó que esta especie es su ancestro
silvestre más probable. Actualmente es posible encontrar cercas vivas donde están
mezclados individuos de A. inaequidens y A. hookeri con la posibilidad de
entrecruzamiento entre ellos, tal y como lo registró Gentry (1982) hace algunas décadas.
Además de su uso para producir aguamiel y pulque, prevalece su uso como cerca viva,
ornamental y para producir fibras, aunque existe pérdida de interés y conocimiento de esta
última práctica. Existe un disminución de sus plantaciones e incluso se le ha sustituido por
otras especies pulqueras reconocidas de otras zonas de México, tales como A. salmiana y A.
mapisaga.
Nuestro tercer caso de estudio también se encuentra en la subregión del pulque, y se trata
de las investigaciones realizadas por Torres et al. (2013, 2015a, 2016), Delgado-Lemus et
al. (2014a, 2014b) y Félix-Valdez et al. (2015) sobre Agave potatorum Zucc. (Fig. 3 G) en
el Valle de Tehuacán-Cuicatlán que se encuentra en los estados de Oaxaca y Puebla (Fig.
2).
Los resultados de Torres et al. (2013, 2015a, 2016) y Delgado-Lemus et al. (2014a,
2014b) indican que en el área de estudio A. potatorum es una especie altamente vulnerable.
Esto, no obstante que A. potatorum crece en una zona en la que los estudios arqueológicos
han demostrado una interacción entre humanos y agaves desde hace aproximadamente
12,000 años. También, a pesar de que este agave ha sido una especie multipropósito de gran
importancia económica y cultural para la que existe un amplio conocimiento ecológico
tradicional. Los autores de los trabajos referidos consideran que su alta vulnerabilidad se
debe a que: (1) No ha sido domesticada y su manejo es apenas incipiente, (2) Tiene una
distribución restringida; (3) Sólo se reproduce sexualmente, y (4) En algunas regiones
específicas sus poblaciones están siendo sobre explotadas para producir mezcal y no existen
acciones importantes para su conservación a futuro. Aunque se han producido mezcales
localmente desde hace unos 100 años, hace apenas unos diez que los pobladores han
iniciado prácticas de manejo incipiente de conservación del recurso (Torres et al. 2013).
Félix-Valdez et al. (2015) consideran que estos resultados deben tomarse con cautela.
El hecho de que no haya diferencias significativas en la diversidad genética entre las
categorías de manejo, solamente sugiere que el aprovechamiento no ha tenido
consecuencias sobre la diversidad genética de las poblaciones. Sin embargo, otros aspectos
poblacionales sí se han visto afectados, por ejemplo, la extracción sistemática de plantas ha
llevado a una baja densidad de individuos reproductivos, lo cual afecta la probabilidad de
visita de los polinizadores. Esta especie, depende casi por completo de la reproducción
sexual, ya que no presenta propagación vegetativa. Esto, aunado a la poca distancia
observada de dispersión de las semillas, ha llevado a una diferenciación o estructuración
genética alta de sus poblaciones (ϕPR = 0.36), mucho más de la que se espera en plantas con
características de historia de vida similar, incluyendo a sus congéneres. Los autores
consideran, además, que el escaso flujo genético que se observa entre las poblaciones, todas
ellas con valores significativos de endogamia en todos los loci (FIS = 0.25 – 0.31), está
comprometiendo la viabilidad de las poblaciones de A. potatorum en esta región.
Estos resultados son consistentes con los obtenidos por Aguirre-Dugua y Eguiarte
(2013) y Scheinvar (2008) con ISSRs para A. potatorum, así como para su pariente cercano
A. cupreata Trel. et Berger (Fig. 3 D), una especie que cuenta con una distribución más
amplia en los estados de Guerrero y Michoacán. Estos autores detectaron altos niveles de
diversidad genética en ambas especies (He = 0.30-0.31 y 0.32-0.36, en A. potatorum y A.
cupreata, respectivamente), lo cual consideran que refleja los patrones históricos de
retención de diversidad genética dentro de las poblaciones. Lo anterior, asociado a sus
largos ciclos de vida y altos niveles de polinización cruzada a corta y larga distancia
mediada por murciélagos (lo cual permite un flujo génico elevado). Aunque estos valores
también sugieren un manejo apropiado por parte de los productores, los autores consideran,
de manera similar a lo encontrado por Félix-Valdez et al. (2015), que la amenaza de
extinción de estas especies permanece, debido a la sobre-extracción de individuos
reproductivos adultos. Esto ha afectado notoriamente la tasa de crecimiento poblacional
(lambda) por la disminución en la cantidad de semillas disponibles para la regeneración de
las poblaciones (Torres et al 2013, 2015a). También reduce la probabilidad de visita de los
polinizadores debido a la poca oferta de recursos nectaríferos. La reducción de visitas de
polinizadores implicaría una disminución en el flujo genético entre poblaciones y mayores
tasas de endogamia (Estrella 2008). Esto afectaría a largo plazo la adecuación de estas
poblaciones que dependen enteramente de las semillas para su permanencia (como ya se
mencionó, no producen hijuelos ni bulbilos).
551
Los productores excluidos no pueden llamar a sus bebidas “Mezcal”, aunque sean
mezcales. Deben llamarlas, hasta hoy “Destilado de Agave”, con lo que el Estado
Mexicano los priva del uso de una denominación histórica que les pertenece. Pero el
despojo ha tratado de ir más lejos, buscando disminuir sus posibilidades de competencia en
el mercado nacional e internacional, dominados por grandes empresas transnacionales. Han
tratado de prohibirles el uso de la palabra Agave en la información comercial al
consumidor, para evitar que los pueda identificar como lo que son: destilados de Agave que
tradicionalmente se llaman “Mezcales” en México. En 2011 la Secretaría de Economía
(SE) junto con la Cámara Nacional de la Industria Tequilera (CNIT), el Consejo Regulador
del Mezcal (COMERCAM) y el Consejo Regulador del Tequila (CRT) presentaron el
proyecto de NOM-186 (Secretaría de Economía 2012a), que pretendía, entre otras cosas,
obligarlos a llamarse “Destilados de Agavácea” y prohibirles su elaboración usando el
100% de azúcares de agaves, como es su tradición. De forma simultánea, y para completar
las medidas propuestas en la NOM-186, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial
(IMPI) presentó el proyecto de declarar el término Agave como una marca registrada de uso
exclusivo de los productores de las DO tequila, mezcal y bacanora (IMPI 2011), violando la
legislación nacional e internacional en materia de propiedad intelectual.
En virtud de que dichas propuestas no fueron aprobadas, los mismos actores están
proponiendo actualmente el proyecto de NOM-199 (Secretaría de Economía 2015a) para
552
llamar “Komil” a los mezcales que se producen fuera de la DOM, un nombre sin ningún
reconocimiento ni arraigo cultural. En la detallada búsqueda de especies y nombres
comunes asociados a la producción de mezcales en México hecha por Colunga-
GarcíaMarín et al. (2007) y Torres et al. (2015a), en la que se encontraron 767 nombres
comunes, no se encontró ninguna referencia a este término. Adicionalmente, la NOM-199
pretende prohibirles informar al consumidor las variedades de agaves usadas si estas están
consideradas en alguna DO. Esto es contrario a la información científica que indica que la
distribución de las especies y variedades de Agave, y la de su uso para elaborar mezcales
tradicionales, son más amplias que lo reconocido por la DOM y no son históricamente
privativas de ella (CONABIO 2006; Colunga-GarcíaMarín et al. 2007). De forma paralela,
el Consejo Regulador del Mezcal ha hecho una nueva propuesta de NOM-070 (Secretaría
de Economía 2015b) en la que se autocensurarán de usar en el etiquetado del término 100%
Agave y lo sustituirán por 100% Maguey, esto claramente para favorecer a los productores
tequileros y en detrimento de los consumidores.
¿Qué implicaciones tienen nuestros hallazgos para el futuro de los agaves como
recursos genéticos? Pensamos que los casos revisados representan dos situaciones
contrastantes, con un denominador común.
Por un lado, dentro de la región cultural del “Mezcal- ocote”, encontramos un núcleo
antiguo y continuo de diversificación de agaves en el que se manejan tanto variedades
domesticadas antiguas como variedades en proceso de domesticación y poblaciones
toleradas, fomentadas y silvestres. Esto, dentro de una estrategia que a los agricultores les
ha permitido mantener alta diversidad y un proceso dinámico de selección y adaptación a
un ambiente ecológico y cultural cambiante. No obstante, este núcleo se encuentra
amenazado por el éxito de la agroindustria del tequila, que está poniendo en riesgo la
existencia tanto de las variedades domesticadas como la de las poblaciones silvestres a
través de: (1) La expansión del cultivo del clon agave azul; (2) La extracción desmedida de
poblaciones silvestres de agaves en las épocas periódicas de escasez del agave azul
cultivado y (3) las estrategias legales ya descritas para desplazarlas del mercado. En el
Valle de Tequila, el desarrollo de esta agroindustria ya fue la causa de la desaparición de
las otras variedades con las que se producía tradicionalmente la bebida (Valenzuela-Zapata
y Nabhan 2003; Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal 2007).
Algo semejante, pero de consecuencias aún mayores, ocurrió a principios del siglo 20
en la Península de Yucatán, cuando, con fines agroindustriales, se expandió el monocultivo
de una sola de las variedades de henequén (A. fourcroydes) aprovechadas para la obtención
de fibras, desapareciendo las otras que fueron seleccionadas por los mayas en la época
prehispánica (Colunga-GarcíaMarín 2003).
restaurar las poblaciones silvestres, ya muy mermadas, y de las cuales el sistema depende
para mantener diversidad genética a largo plazo.
Es por ello que una alternativa para enfrentar la amenaza de los sistemas de
comercialización masiva y sobre-explotación que llevan a la homogenización genética y
cultural, es promover el intercambio de experiencias de uso y manejo de los recursos de
agave entre productores tradicionales de diferentes regiones. Con ello se puede lograr un
manejo campesino de los recursos genéticos de Agave bajo la tradición mesoamericana de
mantener diversidad y núcleos dinámicos de domesticación. De esta manera se podrían
enfrentar las presiones de las agroindustrias del tequila y del mezcal, que están llevando a la
erosión de los recursos silvestres y cultivados, y con ello a la erosión de la cultura que los
sustenta y que a la vez, resulta de ellos.
(Casas et al. 2016). A principios del 2015 se llevó a cabo un importante intercambio de
experiencias entre distintas regiones mezcaleras del país en el marco de la primera Reunión
Nacional de Manejadores de Maguey Forestal (Torres 2015c).
Otra alternativa muy importante para enfrentar la amenaza que significan tanto la
comercialización masiva como la situación legal de los mezcales artesanales tradicionales
sobre su existencia y el patrimonio biocultural que representan, será la organización de
productores, académicos, consumidores y comercializadores para enfrentar legalmente, a
nivel nacional e internacional, a la DOM. Como ya mencionamos, esta DO es
discriminatoria para una buena parte de los pueblos nativos y mestizos que han mantenido
viva esta tradición, central de la cultura agroalimentaria de Mesoamérica y por tanto
Patrimonio Cultural Material e Inmaterial de nuestro país (Colunga-GarcíaMarín et al.
2010). Es necesario conjuntar toda la experiencia disponible para plantear no una DOM
como existe ahora, sino diversas DO que representen verdaderas indicaciones geográficas
que distingan los mezcales de las diferentes regiones bioculturales por sus variedades
distintivas, formas de cultivo y de elaboración.
Una situación legal no excluyente, sino una que reconozca la diversidad biocultural
de los mezcales de México, será un incentivo para que siga floreciendo un patrimonio
biocultural de una riqueza sin par en el mundo de las bebidas alcohólicas. A partir de su
aprovechamiento respetuoso podrán beneficiarse múltiples sectores económicos.
555
Se trata de una lucha en la que los principales protagonistas que ejercen presiones
hostiles son, por un lado, las grandes industrias tequileras y mezcaleras, varias de ellas ya
trasnacionales. Por el otro lado, el gobierno federal y los gobiernos regionales que se
ajustan a las demandas de los requerimientos comerciales de tales empresas y de los
intermediarios irresponsables que buscan abaratar el producto empobreciendo su calidad o
adulterándolo En contraparte, en esta lucha los productores y las organizaciones civiles que
los acompañan tienen un papel central para lograr objetivos de aprovechamiento
sustentable, pues son los principales actores del proceso productivo y la gestión de
mercados justos. Los académicos tienen mucho que aportar con sus investigaciones
etnobotánicas, ecológicas y sociales que contribuyen a resolver problemas técnicos para el
aprovechamiento sustentable y mejores condiciones económicas para los productores. De
manera particularmente importante, los consumidores conscientes resultan clave en la
cadena de producción y valor. Reconocer el valor real de los mezcales artesanales, su
consumo y el pago justo resulta fundamental, sin ello el sistema carece de un futuro
sustentable.
Conclusiones
Las evidencias discutidas en este capítulo indican que en México aún se conserva una gran
diversidad de recursos genéticos de agave bajo aprovechamiento, manejo, y selección
tradicional, y que esta diversidad es el producto de una relación milenaria de las culturas
mesoamericanas con estas plantas, bajo una racionalidad centrada en el uso múltiple, el
mantenimiento de complejos poblacionales bajo diferentes intensidades de manejo y la
conservación de altos niveles de diversidad en cada una de ellas.
Como producto de esta racionalidad, podemos encontrar para una misma especie,
variedades con diferentes grados de domesticación, desde aquellas en las que se observan
huellas morfológicas incipientes de su selección, hasta aquellas que ya han perdido su
capacidad de sobrevivir y reproducirse en estado silvestre. Este es el caso de A. angustifolia
bajo manejo y selección tradicional. De esta especie encontramos el aprovechamiento de
poblaciones silvestres, toleradas y fomentadas, de variedades con signos incipientes de
domesticación, de variedades con huellas claras de domesticación, como el ixtero verde
discutido en este capítulo, e incluso de especies derivadas de ella, como el agave azul (A.
tequilana var. azul). Esta última, al igual que el henequén (A. fourcroydes), también
derivado de A. angustifolia, solo se encuentran bajo cultivo y tienen una capacidad muy
reducida de reproducción sexual. Hasta principios del siglo 20, estas dos especies aún
formaban parte de complejos varietales con alta diversidad morfológica, pero su manejo
intensivo bajo esquemas agroindustriales hizo de ellas casos extremos de disminución de
diversidad genética por sobre explotación de una sola variedad.
556
México cuenta con una gran diversidad tanto de agaves como de otras tantas especies
útiles para la sociedad. Para salvaguardar estos recursos genéticos necesitamos tener un
conocimiento detallado de ellos. A pesar de lo esfuerzos de investigación ya realizados en
esta temática, las huellas fenotípicas y genéticas de selección humana relacionadas con un
conjunto de usos particulares no han sido estudiadas, por lo que es necesario contribuir al
conocimiento de estos usos y continuar la documentación de la relación humano-agave.
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564
Apéndice 1. Especies de Agave usadas como alimento, aguamiel y/o bebidas fermentadas, bebidas
destiladas y fibra. La última columna señala las especies que presentan claros signos de domesticación.
Especie Alimento Aguamiel y/o Bebidas Fibra Domesticada
bebidas destiladas
fermentadas
Agave aktites Gentry X
Agave albopilosa I.Cabral, Villarreal & X
A.E.Estrada
Agave americana L. X X X X X
Agave americana var. expansa (Jacobi) Gentry X X
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567
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línea, disponible en http://www.theplantlist.org). Consultado en mayo de 2016).
568
Introdução
A segunda área do Brasil que também merece destaque pelo número e endemismo
de espécies de cactos é o Brasil Meridional, representado pela região Sul do país. Nessa
região são encontradas 78 espécies nos domínios fitogeográficos do Pampa, uma região
pastoril de planícies, e da Mata Atlântica, onde mais da metade das espécies encontradas
nesses dois domínios fitogeográficos são endêmicas (Zappi et al. 2011a; 2015). Diferente
da Mata Atlântica do Brasil Oriental, onde são encontradas muitas espécies epífitas de
Cactaceae, na região Sul do Brasil, em especial no Estado do Rio Grande do Sul, o
destaque se dá para as espécies rupestres de Cactaceae globosas e curto-cilíndricas dos
gêneros Frailea Britton & Rose e Parodia Speg. (Zappi et al. 2011a; 2015). Muitas das
espécies desses gêneros são endêmicas da região Sul do Brasil ou ocorrem em um número
reduzido de populações que se distribuem pelos pampas gaúchos, do Uruguai e Argentina
(Zappi et al. 2011a; 2015).
Algumas espécies como, por exemplo, Cereus jamacaru DC. subsp. jamacaru, conhecida
popularmente no Brasil como mandacaru ou cardeiro, apresentam uma ampla distribuição
geográfica e são facilmente encontradas em mais de 10 Estados brasileiros. Por outro lado,
muitas espécies de cactos que ocorrem no Brasil são endêmicas e apresentam uma
distribuição restrita e pontual, como Melocactus sergipensis N.P. Taylor & M.V. Meiado, a
última espécie descrita para a família Cactaceae que possui apenas uma única população na
Caatinga e se encontra criticamente ameaçada de extinção (Taylor et al. 2014; Meiado
2015; Meiado et al. 2015a). Varias espécies de cactos, principalmente na região da Bacia
Hidrográfica do Rio São Francisco, no Brasil Central, também apresentam distribuições
restritas e pontuais como Melocactus azureus Buining & Brederoo, Melocactus
ferreophilus Buining & Brederoo, Melocactus pachyacanthus Buining & Brederoo subsp.
pachyacanthus e Melocactus pachyacanthus Buining & Brederoo subsp. viridis N.P.
Taylor. Essas espécies raras estão mais ameaçadas de extinção, pois contam com um menor
número de populações quando comparadas às demais espécies de cactos que ocorrem no
Brasil Central (Meiado et al. 2015b). Assim, a ocorrência dessas espécies deve ser utilizada
como indicativo para a criação de unidades de conservação, como é o caso da Área de
Proteção Ambiental Grutas dos Brejões, no Estado da Bahia, onde são encontrados
representantes de Melocactus ferreophilus Buining & Brederoo (Meiado et al. 2015b).
Além disso, projetos que visem o conhecimento acerca da biologia dessas espécies e que
garantam seu sucesso reprodutivo devem ser amplamente incentivados para promover a
manutenção das populações em seus ambientes naturais.
Entre as populações tradicionais, as cactáceas tem sido fonte para vários recursos,
tanto não madeireiro (alimento humano, forragem, mágico religioso, medicinal, ornamental
e veterinário) como madeireiro (combustível, construção e tecnologia) (Andrade-Lima
1989; Lima 1996; Albuquerque 2001; Albuquerque e Andrade 2002; Andrade et al. 2006a,
2006b; Agra et al. 2007; Araújo et al. 2008; Albuquerque et al. 2010; Lucena et al. 2012a,
2012b, 2012c, 2013, 2014, 2015) e, além disto, são consideradas como alimento
emergencial.
Uma das categorias de uso não madeireiro mais citada é alimento humano, em que são
utilizados os frutos e a polpa (miolo) de várias espécies (Andrade et al. 2006a; Lucena et al.
2013, 2015). Lucena et al. (2013) registraram, em uma comunidade rural no semiárido da
Paraíba, o uso do fruto in natura de oito espécies: Cereus jamacaru DC. subsp. jamacaru,
Melocactus sp., Nopalea cochenillifera (L.) Salm-Dyck, Opuntia ficus indica (L.) Mill.,
Opuntia stricta (Haw.) Haw., Pilosocereus gounellei (F.A.C.Weber) Byles & Rowley
subsp. gounellei, Pilosocereus pachycladus F. Ritter subsp. pernambucoensis (F. Ritter)
Zappi e Tacinga palmadora (Britton & Rose) N.P. Taylor & Stuppy. Já no semiárido da
Bahia, o miolo (parênquima aquífero) de Melocactus sp. é utilizado para fazer doce caseiro,
e a raquete (“folha”) da espécie exótica O. ficus indica é utilizada para alimentação humana
em forma de salada ou suco (Andrade et al. 2006a). A tendência do uso do miolo (polpa) de
Melocactus sp. também foi registrada no sertão da Paraíba, no município de Lagoa (Lucena
et al. 2012b). Ademais, na comunidade de São Francisco, no Cariri da Paraíba, um dos
572
cactos mais utilizados na alimentação humana é O. ficus indica, a qual serve para receitas
de doces, bolos, geleias, sopas ou servida com feijão, carne e arroz (Lucena et al. 2013).
Outra categoria de uso não madeireiro proeminente no Brasil é o uso forrageiro (Figura 2 e
3), pois a maioria das espécies é utilizada para alimentar caprinos, bovinos e ovinos do
semiárido (Andrade et al. 2006a; Lucena et al. 2012c, 2013, 2015; Nunes et al. 2015). As
cactáceas podem ser servidas aos animais cortadas em pedaços (com ou sem ração animal)
(Lucena et al. 2012a, 2012b) ou os indivíduos são queimados por completo para eliminar
os espinhos (Lima 1996; Lucena et al. 2013, 2015), como é realizado com a maioria das
espécies. Andrade et al. (2006a) citam que alguns residentes do semiárido baiano já
utilizam de maçarico para queimar os espinhos dos cactos e assim facilitar o manejo das
espécies que são servidas aos animais. O estudo realizado por Lucena et al. (2013) destaca
que o uso e manejo apropriado da espécie exótica O. ficus indica pode ser uma alternativa
para conservar espécies nativas como P. gounellei subsp. gounellei e P. pachycladus subsp.
pernambucoensis.
Figura 1. Algumas das espécies de cactos encontradas no semiárido do Estado da Paraíba, Nordeste do
Brasil. A. Cereus jamacaru DC. subsp. jamacaru; B. Melocactus zehntneri (Britton & Rose) Luetzelb.;
C. Nopalea cochenillifera (L.) Salm-Dyck; D. Opuntia sp.; E. Opuntia ficus-indica (L.) Mill.; F. Opuntia
dillenii (Ker Gawl.) Haw.; G. Pilosocereus chrysostele (Vaupel) Byles & G.D. Rowley; H. Pilosocereus
gounellei (F.A.C. Weber) Byles & G.D. Rowley subsp. gounellei; I. Pilosocereus pachycladus F. Ritter
subsp. pernambucoensis (F. Ritter) Zappi; J. Tacinga inamoena (K. Schum.) N.P. Taylor & Stuppy; K.
Tacinga palmadora (Britton & Rose) N.P. Taylor & Stuppy. Fotos: C. M. Lucena.
573
Figura 2. Pilosocereus gounellei (F.A.C. Weber) Byles & G.D. Rowley subsp. gounellei sendo utilizado
como forragem na comunidade Santa Rita, município do Congo, Paraíba, Brasil. Fotos: C. M. Lucena
pernambucoensis) para tratar 27 tipos de doenças e, uma das espécies mais citadas foi C.
jamacaru subsp. jamacaru, que é usada para tratar 15 enfermidades: colesterol, feridas,
furúnculos, gastrite, gripe, infecção do trato urinário, inflamação, problemas de coluna,
problemas da uretra, problemas nos rins, reumatismo, secreção vaginal, sinusite, tosse e
ulceras. A segunda espécie mais citada foi Melocactus sp., sendo utilizada para tratar 11
enfermidades: ameba, bronquite, cálculo renal, catarro, coqueluche, fadiga, gripe,
problemas na garganta e nos pulmões e tosse.
Figura . Opuntia ficus-indica (L.) Mill.; sendo utilizado como forragem na comunidade
Santa Rita, município do Congo, Paraíba, Brasil. Fotos: C. M. Lucena
575
Tanto nas categorias de construções rurais como nas domésticas, os cactos são
utilizados pelas populações rurais no semiárido do Brasil (Andrade et al. 2006a; Lucena et
al. 2013, 2015). Andrade et al. (2006a) relataram que no semiárido baiano a medula
lenhosa de C. jamacaru e de Pilosocereus catingicola (Guerke) Byles & Rowley são
transformadas em caibros, portas e janelas para as residências. Um uso interessante e ao
mesmo tempo positivo, registrado nessa região, foi a pintura das residências com a
mucilagem de O. ficus indica associada ao cal, e segundo os moradores a mucilagem de O.
ficus indica, além de auxiliar na fixação da cal, também ajuda a prevenir insetos como
Triatoma sp. (barbeiro) que causam problemas de saúde (ex. doença de Chagas) no
município (Andrade et al. 2006a). Com relação ao uso nas construções rurais, é comum no
semiárido brasileiro o uso do indivíduo completo de C. jamacaru subsp. jamacaru e P.
gounellei subsp. gounellei para a confecção de cerca vivas (Lucena et al. 2012a, 2012b,
2013, 2015).
Um dos gêneros que se encontra na maioria dos domínios fitogeográficos brasileiros (i.e.
Caatinga, Cerrado, Campo rupestres e Mata Atlântica) é Cereus, que está representado por
15 espécies sendo 8 endêmicas (Taylor e Zappi 2004). E, dentre as espécies que
576
representam tal gênero está Cereus jamacaru DC. subsp. jamacaru (subfamília Cactoideae,
grupo Cereoideae), um cacto colunar conhecido popularmente como cardeiro, jamacaru,
mandacaru, mandacaru-de-boi, mandacaru-facheiro, jamaracurú, jumucurú, mandacaru-de-
faixo, jumarucú, cumbeba e urumbeba (Zappi e Aona 2014). Tal espécie está presente em
todo Nordeste brasileiro, nos Estados de Alagoas, Bahia, Ceará, Sergipe, Minas Gerais,
Paraíba, Pernambuco, Piauí e Rio Grande do Norte (Hunt et al. 2006; Silva e Alves 2009;
Zappi e Aona 2014), são de porte arbustivo/arbóreo e se desenvolve em solos rasos, em
cima de rochas e solos pedregosos (Lima 1996; Rocha e Agra 2002).
Cavalcanti e Resende (2007) verificaram que tal espécie apresenta altura variando
entre 3,75 e 6,54 m. A partir do tronco principal ocorre brotações laterais, o caule apresenta
espinhos rígidos e no interior grande quantidade de água. Segundo Rocha e Agra (2002) os
frutos são do tipo baga (10-13 x 5-9 cm), ovoide, deiscente; róseo a vermelho, polpa branca
e mucilaginosa e sementes com 1,5-2,5 mm de comprimento.
As flores são de antese noturna, medem de 14-18 cm, são alvo esverdeadas,
isoladas, sésseis; possuem inúmeros estames, os filetes são inseridos no perianto e
apresentam anteras globosas, são visitadas por morcegos e mariposas e, geralmente, floram
de janeiro a agosto (Braga 1960; Rocha e Agra 2002). Os frutos são frequentes entre os
meses de fevereiro e setembro (Rocha e Agra 2002).
A propagação dos indivíduos pode ser realizada tanto de forma sexual, a partir de
sementes, como de forma assexual ou vegetativa, através de enxertia, brotos e estacas
(Correia et al. 2012).
consumo pode ser um risco a saúde devido ao “mito” que quando ingerida, as sementes
podem causar apendicite (Cruz et al. 2013).
Em vários Estados do Nordeste a espécie é citada para usos medicinais, como o uso
para tratar doenças renais no estado de Pernambuco (Albuquerque e Andrade 2002), para
tratar doenças respiratórias no estado da Paraíba (Agra 1996; Albuquerque 2001; Lucena et
al. 2012b, 2015), para tratar inflamação genital, sífilis e hemorroidas no estado da Bahia
(Andrade et al. 2006b), para tratar colesterol alto no estados de Ceará, Piauí e Paraíba
(Lucena et al. 2012b), para tratar úlceras de estômago (Agra et al. 2007; Lucena et al.
2012b) e problemas de excesso de fluxo sanguíneo na menstruação (Lucena et al. 2015) no
estado da Paraíba. Lucena et al. (2014) ao realizarem um estudo em quatro comunidades do
semiárido nordestino registraram que C. jamacaru subsp. jamacaru foi uma das espécies
mais citadas na categoria medicinal, sendo citada para tratar 16 problemas de saúde:
problemas de coluna, secreção vaginal, tosse, colesterol, feridas, gastrite, furúnculos,
infecção do trato urinário, gripe, inflamação, reumatismo, sinusite, problema nos rins,
problemas na uretra e ulcera.
Vale ressaltar que apesar dos vários potencias de uso que o mandacaru possui, são
escassos os estudos sobre manejo e domesticação da espécie. Com base em tais
informações, pode-se notar que C. jamacaru subsp. jamacaru é uma cactácea colunar
nativa interessante para se estudar o processo de domesticação assim como os aspectos
culturais e econômicos que envolvem a seleção artificial.
Sabemos que o mandacaru é uma espécie com vários usos, apreciada pelas
populações tradicionais do semiárido nordestino. Sabemos que se cultiva e que se esses
indivíduos cultivados podem produzir frutos de maior tamanho. Suponhamos que o cultivo
envolve seleção artificial por frutos de maior tamanho e galhos mais vigorosos. É possível
então que o manejo diferencial de fenótipos em áreas antropizadas determine diferenças
578
morfológicas com relação às populações silvestres. Podemos supor que tal diferenciação se
deve em parte ao manejo seletivo, mas é possível que diferenças em padrões reprodutivos
favoreçam a diferenciação, como se tem documentado em outras espécies de cactáceas.
Também hipotetizamos que a seleção artificial por uma maior abundância de fenótipos
desejáveis em áreas antropizadas determine mudanças na diversidade e estrutura genética
das populações. O propósito deste estudo de caso é, então, provar estas hipóteses: a) os
diferentes usos e manejos de mandacaru promove o processo de domesticação, sendo
possível registrar diferenças morfológicas e genéticas entre as populações silvestres e
cultivadas; b) indivíduos de mandacaru que possuem cladódio com maior diâmetro, frutos
de maior tamanho e com cores atrativas serão mais frequentes em populações manejadas e
c) o manejo de indivíduos de mandacaru afeta a fenologia da espécie devido a seleção
artificial que geralmente favorece os sistemas reprodutivos para uma maior produtividade.
Considerações Finais
Como foi visto no presente capítulo, no Brasil existe uma grande diversidade de cactáceas,
ao mesmo tempo que existem poucos estudos etnobotânicos avaliando a relação existente
entre populações humanas e os cactos, principalmente nas regiões semiáridas, as quais
sofrem maior pressão ambiental devido as mudanças na sazonalidades e diversas ações
antrópicas. Foi observado que já há registro pontuais apresentando a condição de espécie
ameaçada de extinção para determinadas cactáceas.
Estudos etnobotânicos já apresentam a diversidade de usos não madeireiros e
madeireiros para as cactáceas, assim como a importância cultural e econômica dessas
espécies para as populações rurais, contudo se fazem necessárias pesquisas que investiguem
o processo de manejo e possível domesticação dos cactos no Brasil.
Agradecimento
Referências Bibliográficas
Agra, M. F. 1996. Plantas da medicina popular dos Cariris Velhos, Paraíba, Brasil.
Editora União, João Pessoa.
Agra, M. F., G. S. Baracho, I. J. D. Basílio, K. Nurit, V. P. Coelho e D. A. Barbosa. 2007.
Sinopse da flora medicinal do cariri paraibano. Oecologia Brasiliensis 11(3): 323-
330.
Albuquerque, U. P. 2001. The use of medicinal plants by the cultural descendants of african
people in Brazil. Acta Farmacéutica Bonaerense 20(2): 139-144.
579
Resumen:
Introducción
Los seres humanos han sido cazadores y recolectores por aproximadamente 350,000
generaciones, agricultores por 600 generaciones, y la agricultura industrializada ha existido
por solo dos generaciones (Pretty 2003). En la actualidad, la colecta y consumo de plantas
silvestres alimenticias de ecosistemas agrícolas y no agrícolas han sido documentados en
múltiples contextos culturales, ilustrando su uso e importancia para la seguridad alimentaria
y diversidad nutricional de familias rurales en todo el mundo (Bharucha y Pretty 2010;
Cruz-Garcia y Ertug 2014; Scoones, Melnyk y Pretty 1992). Las familias rurales colectan
plantas silvestres alimenticias en ambientes desde altamente intervenidos como campos
agrícolas, pasando por sistemas mayormente de subsistencia como huertas, hasta en áreas
583
menos intervenidas como bosques. Sin embargo, ellas colectan estas especies cada vez más
en ambientes antropogénicos en vez de hacerlo en ecosistemas prístinos, debido a la
alarmante disminución de los bosques (Ogle y Grivetti 1985; Price 1997). Este es
ciertamente el caso de Ucayali, que es una de las regiones de la Amazonía Peruana con
mayores tasas de deforestación (Oliveira, Asner, Knapp et al. 2007), donde las poblaciones
locales están en una constante adaptación frente a la pérdida de biodiversidad. Bajo este
contexto, el manejo de las plantas silvestres alimenticias constituye una práctica esencial
para asegurar la disponibilidad y acceso a aquellas especies que son parte de la dieta local,
además de ser libres de costo para las familias.
Las plantas silvestres y domesticadas han sido dicotomizadas en el pasado. Esta dicotomía
fue desafiada en 1868 por Darwin, quien propuso en su libro ‘La variación de los animales
y las plantas bajo domesticación’ que la domesticación es un proceso dinámico. Sin
embargo, los científicos no mostraron tanto interés en los procesos de domesticación hasta
los 1960’s con el advenimiento de la teoría de sistemas y conceptos de ecología. Fue
entonces cuando científicos como Flannery, Binford, Harris, Jarman y Higgs empezaron a
desarrollar modelos gradualísticos explicando la transición de la caza y recolección a la
agricultura (Harris 1989; Harris 1996). Esto trajo consigo una gran transformación en el
estudio de la agricultura, derribando la distinción dicotómica entre cazadores-recolectores y
agricultores. Igualmente, estudios etnobotánicos han demostrado que sociedades cazadoras-
recolectoras pueden desarrollar actividades agrícolas, y que agricultores también cazan y
recolectan (Adaya, Bdliya, Bitrus et al. 1997; Harlan 1975; Ogle y Grivetti 1985).
Indudablemente, la colecta de plantas silvestres alimenticias por sociedades agrícolas
584
Cada vez hay más evidencia de que las plantas silvestres alimenticias constituyen un
componente esencial de la canasta global de alimentos (Bharucha y Pretty 2010),
ofreciendo una gran contribución a la seguridad alimentaria y diversidad nutricional de
cientos de millones de personas en el mundo (Heywood 1999). Por ejemplo, el uso y
manejo de estas plantas han sido documentados en Latinoamérica para las comunidades
Nahua y Mixtec de México (Casas, Del Carmen Vázquez, Viveros et al. 1996), en los
Andes Bolivianos (Vandebroek y Sanca 2007) y en Cuba (Volpato y Godinez 2007). En
África se ha documentado ampliamente la importancia de los vegetales silvestres (Chweya
y Eyzaguirre 1999), y el consumo de especies silvestres ha sido analizado para
comunidades Sambaa en Tanzania (Vainio-Mattila 2000) y en el Reino de Swaziland (Ogle
y Grivetti 1985). El consumo de plantas silvestres alimenticias es muy común en Asia, por
ejemplo en el Noreste de Tailandia (Cruz-Garcia y Price 2011), Vietnam (Ogle, Dao,
Mulokozi et al. 2001) y para los Rai y Sherpas en Nepal (Daniggelis 2003). Las plantas
silvestres alimenticias mejoran la calidad nutricional y el contenido de micronutrientes de la
dieta rural (Grivetti y Ogle 2000; Heywood 2011), y proveen de metabolitos secundarios
como aceites esenciales, alcaloides y fenoles (Heywood 1999; Johns 2007), además de ser
fuentes importantes de leña, forraje, madera y tener múltiples usos medicinales, domésticos
y culturales (Cruz-Garcia y Ertug 2014). Las plantas silvestres alimenticias constituyen un
recurso clave para las familias más vulnerables y pobres (Johns y Eyzaguirre 2006). Estas
especies son además importantes durante periodos de escasez, siendo parte de las
estrategias de adaptación de las familias rurales (Daniggelis 2003; Heywood 1999;
Scoones, Melnyk y Pretty 1992), y complementando la disponibilidad estacional de los
cultivos (Adaya, Bdliya, Bitrus et al. 1997).
A pesar de que cada vez haya más evidencia de la importancia de las plantas
silvestres alimenticias para las sociedades rurales, su conservación ha recibido muy poca
atención en bancos de germoplasma y agencias de recursos genéticos (Heywood 2011). De
la misma manera, las plantas silvestres alimenticias son considerablemente ignoradas por
programas de agricultura y extensión rural (Ogle, Tuyet, Duyet et al. 2003; Prasad Aryal,
Berg y Ogle 2009), así como en la planificación territorial (Cunningham 2000). La
importancia de estas plantas para la seguridad alimentaria es constantemente ignorada en la
investigación de sistemas y políticas alimentarias. Aunque estos alimentos estén ganando
cierta atención, esta es muy limitada (Aphane, Chadha y Oluoch 2003; Heywood 1999;
Scoones, Melnyk y Pretty 1992). Dentro del ámbito científico, las plantas silvestres y semi-
domesticadas no son comunes en la investigación agrícola (Chweya y Eyzaguirre 1999).
Como consecuencia, estas plantas son equivocadamente denominadas recursos vegetales
586
La Amazonía posee la mayor extensión de bosques tropicales del mundo, así como una
gran biodiversidad (Foley, Asner, Costa et al. 2007; Lu 2009; Malhi, Roberts, Betts et al.
2008). Después de Brasil, Perú es el país con la mayor extensión de bosque Amazónico (Lu
2009), sin embargo, tiene un estimado de 64,500 hectáreas deforestadas cada año, las que
están mayormente concentradas en los departamentos de Ucayali y Madre de Dios
(Oliveira, Asner, Knapp et al. 2007).
(INRENA) (INEI 2011c). Después del 2002, aumentó la proporción de madereros que
hacían tala de manera ilegal al perder sus permisos debido a cambios en las regulaciones
(Smith, Colan, Sabogal et al. 2006). Ciertamente, el 80-95% de la tala de árboles en el Perú
es ilegal (Cossío, Menton, Cronkleton et al. 2014; Sears y Pinedo‐Vasquez 2011). Se
calcula que en el año 2010 se llegó a deforestar el 9% del área forestal original de 8.7
millones de hectáreas en Ucayali (Porro, Lopez-Feldman y Vela-Alvarado 2015).
Pueblo Libre es una comunidad mestiza ubicada a la altura del Km. 60 de la carretera
Federico Basadre siguiendo 22 Km. por un desvío afirmado, a 174 msnm. (Figuras 1 y 2).
Fue oficialmente fundada en el año 1994 por los habitantes que ya llevaban mucho tiempo
en ese lugar. Pueblo Libre está habitada por pobladores cuyas familias migraron de la
serranía, costa u otras partes de la Amazonía. Tiene una población aproximada de 75
familias, con más de 350 personas. La mayoría de las viviendas cuentan con electricidad y
agua potable, también hay señal telefónica y un telecentro donde los pobladores tienen
acceso a internet (construido en 2013 por un proyecto financiado por USAID). La principal
fuente de ingreso de los pobladores proviene de plantaciones de palma aceitera, cacao y
plátano, y en menor grado ganadería. No hay terrenos de tenencia comunal en Pueblo
Libre, y el bosque, que es de propiedad privada, se encuentra fragmentado en los distintos
terrenos de los hogares. La mayoría del bosque es secundario (Vael 2015).
588
Figura 2. Fotografía de la comunidad mestiza de Pueblo Libre, Ucayali, Perú. Foto G.S. Cruz-García.
589
La lista final de plantas silvestres alimenticias fue construida usando los nombres
locales en español, que es el idioma principal de los pobladores de la comunidad de Pueblo
Libre. La identificación botánica de las especies fue llevada a cabo por la taxónoma vegetal
Maria Elena Chuspe Zans del Herbario de la Universidad Intercultural de la Amazonía
Peruana, ubicado en Pucallpa, donde los especímenes colectados se encuentran en
repositorio (seis especies no pudieron ser colectadas). En los grupos focales primero se
discutió la definición local de plantas silvestres alimenticias para entender el ‘dominio
cultural’ que corresponde a la categoría mental o sujeto de interés de la población local.
Borgatti (1999) define al ‘dominio cultural’ como el set de ítems que son todos del mismo
tipo o categoría correspondiente a un grupo socio-cultural. Asimismo enfatiza que la
definición del ‘dominio cultural’ es el primer paso en un estudio etnobotánico. Luego se
pidió a los participantes que listen las plantas silvestres alimenticias de la comunidad, y
finalmente se les pidió que detallen sus características, colecta y manejo, así como los roles
de género asociados. Con respecto a las características de las especies, se preguntó las
partes comestibles y forma de preparación. Los tipos de manejo evaluados fueron colecta,
trasplante (o siembra), riego, fertilización, desmalezado, poda, protección y acolchonado
(incorporación de residuos vegetales o ‘mulch’).
590
Tabla 1. Lista de las plantas silvestres alimenticias indicando familia botánica, nombre científico, nombre local, si es endémica o introducida, forma de
crecimiento, ciclo de vida, partes comestibles y lugar de colecta.
Familia Nombre científico Nombre Nativa o Forma de Ciclo de Partes Dónde se colecta Manejo
botánica local introducida crecimiento vida comestibles
Anacardiaceae Spondias mombin L./Spondias Uvos nativa Árbol perenne fruta monte
venosa Mart. ex Colla
Araceae Colocasia esculenta (L.) Schott Pituca introducida Hierba perenne tubérculo o monte/chacra T
(Australasia) raíz
Arecaceae Attalea phalerata Mart. ex Spreng. Shebon nativa Árbol perenne fruta monte
Bactris gasipaes Kunth Pijuayo nativa Árbol perenne fruta, chacra T, R, A, D
chonta
Mauritia flexuosa L.f. Aguaje nativa Árbol perenne fruta monte/chacra Po
Oenocarpus bataua Mart. Ungurahui nativa Árbol perenne fruta monte
Phytelephas macrocarpa Ruiz & Yarina nativa Árbol perenne fruta monte
Pav.
Astrocaryum sp. G.Mey. Huicungo nativa Árbol perenne Semilla monte
Euterpe precatoria Mart. Huasai nativa Árbol perenne fruta, monte
chonta
Asteraceae Smallanthus sonchifolius (Poepp.) Yacón nativa Hierba perenne tubérculo o chacra/huerta T
H.Rob. raíz
Bixaceae Bixa orellana L. Achiote nativa árbol perenne semilla chacra/huerta T
arbustivo
Dioscoreaceae Dioscorea cf. trifida L.f. Sachapapa nativa trepadora perenne tubérculo o chacra T
raíz
Fabaceae Inga edulis Mart. Guaba nativa Árbol perenne fruta chacra/huerta T
Inga sp. Shimbillo NA. Árbol perenne fruta monte
Pachyrhizus tuberosus (Lam.) Ashipa nativa trepadora perenne tubérculo o chacra/huerta T
Spreng. raíz
Icacinaceae Poraqueiba sericea Tul. Umari nativa Árbol perenne fruta chacra/huerta T
Malvaceae Matisia cordata Humb. &Bonpl. Zapote nativa Árbol perenne fruta monte/chacra/huerta T, Pr, R, A,
D
591
Marantaceae Calathea allouia (Aubl.) Lind. Dale dale nativa Hierba perenne tubérculo o monte/chacra T
raíz
Moraceae Artocarpus altilis (Parkinson) Pan de árbol introducida Árbol perenne fruta chacra/huerta T, D
Fosberg (Asia y el
Pacífico)
Myrtaceae Myrciaria dubia (Kunth) Mc Vaugh. Camu camu nativa árbol perenne fruta chacra T, R, A, D
arbustivo
Passifloraceae Passiflora acuminata DC. Granadilla nativa trepadora perenne fruta monte/chacra/huerta
La fruta es la parte comestible más comúnmente usada por los pobladores de Pueblo
Libre, llegando a un 80% de las especies de plantas silvestres alimenticias. El tubérculo o
raíz se consume en el 17% de las especies, mientras que la ‘chonta’ y la semilla son
consumidas en dos especies. La ‘chonta’ se define como la parte interna del tallo de una
palma. El 90% de las especies presentan solo una parte comestible. Con respecto a la forma
de consumo, todas las frutas son consumidas crudas, con la excepción de ‘camu camu’ o
Myrciaria dubia (Kunth) Mc Vaugh. que principalmente se consume como bebida. ‘Camu
camu’ es una fruta caracterizada por el gran contenido de vitamina C que posee (Rodrigues,
De Menezes, Cabral et al. 2001). El 23% de las especies son frutas que también son
consumidas como bebida (‘refresco’) ya sean crudas o cocinadas; adicionalmente dos frutas
son consumidas como ‘chupete’ (helado en agua). La ‘cocona’ o Solanum sessiliflorum var.
sessiliflorum Dunal es utilizada para preparar una salsa de ají que es típica de la Amazonía
Peruana, y el ‘ungurahui’ o Oenocarpus bataua Mart. se cocina en aceite. El 20% de las
especies (cinco tubérculos o raíces y una ‘chonta’) son cocinadas y consumidas como
‘carbohidrato’ junto con el pescado, pollo u otros alimentos. La ‘chonta’ de Euterpe
precatoria Mart. y Bactris gasipaes Kunth es consumida como verdura cruda, por ejemplo
en las ensaladas, y el ‘achiote’ o Bixa orellana L. es la única especie usada como
condimento y para dar color a la comida. El 23% de las especies es consumido de dos o
más formas distintas. Por ejemplo, el ‘pijuayo’ o B. gasipaes es consumido de cinco formas
distintas: su fruto se come crudo, se consume cocinado como ‘refresco’ o como
‘carbohidrato’, mientras que su ‘chonta’ se consume cruda como verdura o también
cocinada como ‘refresco’.
‘carbohidrato’, a excepción de la ‘cocona’ con la que ellas preparan salsa de ají para
acompañar los alimentos. Las plantas que son colectadas exclusivamente por los hombres
son árboles frutales, incluyendo todas las palmeras como Mauritia flexuosa L.f. o E.
precatoria, que requieren ya sea trepar el árbol para colectar los frutos, o tumbarlo para
colectar los frutos o extraer la ‘chonta’. Igualmente todas las especies que solo crecen en el
monte son exclusivamente colectadas por los hombres. Los niños gustan mucho de colectar
frutos de la ‘muyaca’ (P. angulata) y del ‘zapote’ (Matisia cordata Bonpl.), las cuales, de
acuerdo a los pobladores, hay en mayor cantidad que antes en la comunidad porque ‘crecen
como mala-hierba’. Todas las especies que son colectadas por ambos hombres y mujeres
son sembradas en la ‘chacra’ o ‘huerta’, en su mayoría son frutos que no requieren tanto
esfuerzo físico para ser colectados (por ejemplo, la mitad son trepadoras y árboles
arbustivos), con excepción de Passiflora acuminata DC. que no es sembrada porque crece
como ‘malahierba’.
Dos terceras partes de las plantas silvestres alimenticias tienen algún tipo de manejo aparte
de la colecta (Figura 3). De un total de 20 especies manejadas, 90% han sido trasplantadas
ex situ, mientras que dos especies que no han sido trasplantadas son podadas (M. flexuosa y
Manilkara bidentata (A.DC.) A.Chev.). El 35% de las especies manejadas son
desmalezadas, 20% fertilizadas, mientras que tres especies son regadas, otras tres son
podadas, una es protegida y ninguna es manejada en términos de acolchonado. Todas las
especies que se protegen, riegan, fertilizan y desmalezan son trasplantadas. El 65% de las
especies tiene un solo tipo de manejo, tres especies tienen dos tipos de manejo, tres
especies tienen cuatro tipos de manejo y una especie, M. cordata, tiene cinco tipos de
manejo.
Los detalles respecto a los roles de género para cada tipo de manejo se encuentran
en la Figura 3. En ella se puede observar que prácticas como el desmalezado y la poda son
realizadas exclusivamente por hombres, al igual que la protección de M. cordata, que es la
única especie a la que le hacen un pequeño cerco con palitos para protegerla de los pollos,
aunque consideren que ‘crece como mala-hierba’. Hay cuatro especies exclusivamente
sembradas por hombres (Theobroma cacao L., M. dubia, Inga feuillei DC. y B. gasipaes),
tres sembradas solo por mujeres (Pouteria caimito (Ruiz & Pav.) Radlk., Inga edulis Mart.
y Passiflora quadrangularis L.), cuando el resto de las especies son trasplantadas o
sembradas por ambos. La fertilización y el riego son realizados ya sea exclusivamente por
hombres o ambos, dependiendo de la especie. De esta manera, T. cacao y M. dubia, que son
especies comercializadas, son abonadas (y manejadas) exclusivamente por los hombres, y
B. gasipaes junto con M. cordata son abonadas y regadas por ambos.
En Pueblo Libre, las actividades agrícolas son realizadas mayormente por los
hombres, quienes son los principales responsables del cuidado de la chacra, y en ciertas
ocasiones por las mujeres. Esto se refleja en el hecho que el 27% de las especies que son
trasplantadas o sembradas en la ‘chacra’ son manejadas exclusivamente por hombres, el
resto por ambos, y ninguna especie sembrada en la ‘chacra’ es manejada exclusivamente
594
por las mujeres. Por otro lado, la mujer es la responsable del cuidado de la huerta, pero la
decisión de qué sembrar en la huerta es tomada por ambos. Esto se manifiesta en el hecho
que el 33% de las especies que son sembradas en la huerta son manejadas exclusivamente
por mujeres, las demás por ambos, y ninguna especie sembrada en la huerta es manejada
exclusivamente por los hombres.
Figura 3. Número de especies para cada tipo de manejo y de acuerdo a roles de género.
El Perú tiene reportadas un total de 782 especies de plantas alimenticias (Brack Egg
1999), y en 1994 se reportó para toda la Amazonía de Sudamérica un total de 131 especies
de plantas silvestres alimenticias, principalmente árboles y palmeras, consumidas por
595
La zona de estudio ha sido (y sigue siendo) muy afectada por la alta tasa de
deforestación (Miranda, Corral, Blackman et al. 2014; Porro, Lopez-Feldman y Vela-
Alvarado 2015; Smith, Colan, Sabogal et al. 2006). Ciertamente se ha reportado que
procesos como cambio de uso de suelos, deforestación, expansión agrícola y ganadera,
junto con el manejo insostenible y extractivo de recursos naturales, los que son comunes en
Ucayali, son causa de la disminución de biodiversidad y, consecuentemente, de las plantas
silvestres alimenticias (Daly 2014). La disminución de plantas útiles afecta directamente
(disponibilidad y acceso a alimentos) e indirectamente (modificación de factores
596
Agradecimientos
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601
Introducción
Las plantas son de los componentes más importantes de la biodiversidad; éstas han sido de
los elementos de la naturaleza que más tempranamente llamaron la atención del
conocimiento de los seres humanos, en buena parte debido a los recursos que proporcionan:
alimento, medicina, vestido, esencias aromáticas, leña y muchos otros productos que
satisfacen necesidades básicas de las personas. Yauri (2009) sostiene que la alimentación
de la humanidad en sus inicios fue principalmente herbívora. Por lo tanto, las plantas fueron
de entre los primeros organismos que se incorporaron a la cultura humana, y eventualmente
en ser seleccionadas de acuerdo a las necesidades. Luego pasaron por el proceso de
domesticación numerosas especies, muchas de las cuales conocemos hoy en día; y otras,
quizás miles de especies en todo el mundo, de las cuales se desconoce el estatus de manejo
y domesticación en el que se encuentran. El interés de la población andina por incorporar
nuevas especies en su dieta o salud, permite continuar hasta la fecha con actividades de
domesticación, no sólo continuando con la domesticación de las especies ya domesticadas y
que continúan bajo tal proceso evolutivo. También se incorporan continuamente nuevas
especies a estos procesos, los cuales se pueden apreciar en numeroso sitios de los Andes
peruanos, como si la historia de la humanidad se hubiera detenido o, por el contrario, como
si hoy en día se mantuviera la continuidad de antiguos procesos.
Las plantas aromáticas han llamado siempre la atención de la autora, y considero que
fueron y continúan siendo importantes en la vida cotidiana de las personas, las cuales tienen
la dicha de vivir en la Región Andina del Perú; es por eso que escribo algunas líneas sobre
este tema, con base en las experiencias y trabajos de investigación realizados en las plantas
aromáticas que se usan en la zona andina del departamento de Huánuco, con énfasis en una
de ellas, “la muña” (Minthostachys mollis), la cual representa la condición de numerosas
especies nativas de esta región milenaria. Iniciaré definiendo algunos términos referentes al
tópico, que son los siguientes:
Las sustancias o principios activos, pueden encontrarse en las hojas, tallos, bulbos,
rizomas, raíces, flores, semillas y frutos; ya sea en árboles, arbustos o plantas herbáceas.
Atecedentes
El Perú cuenta con ocho Regiones naturales, según la clasificación de avier Pulgar
Vidal. Once eco-regiones, según rac ; posee 84 zonas de vida, basado en el Sistema
Holdridge (ONERN, 1976). Según el Sistema Thornthwaite que maneja el Senamhi, el
Perú registra 28 climas. Posee tres cuencas hidrográficas: la del Pacífico, Atlántico
Marañón y del Titicaca. También numerosos ríos, riachuelos, lagos y lagunas. La región
andina es uno de los centros de origen y diversificación de cultivos a nivel mundial
idebntificado como tal desde los trabajo clásicos sobre origen de la agricultura y han sido
consistentes en las diferentes teorías que se desarrollaron durante el siglo XX y hasta el
presente (Vavilov, 1926 y 1951).
Las montañas andinas del Perú, imponen variados y numerosos hábitats, en los cuales se
encuentran diversas especies de plantas aromáticas, silvestres y cultivadas; desde micro
climas, en quebradas, cercanía de lagos, rocas, bosques, hasta macro climas, causado por
las montañas como barreras; desde los hábitats áridos y secos hasta los muy húmedos. En
cada una de las zonas de vida, se encuentran diversidad de especies que conviven con sus
criadores, los pobladores de los Andes peruanos (Torres y Parra, 2009).
Momias
Restos de muña (Minthostachys mollis) se hallaron en una momia de 6,000 años de
antigüedad que se encontraba en perfecto estado de conservación en el Perú; identificado
por Cornejo ouroncle, menciona el especialista en Paleopatología, osé Manuel Reverte
Coma (2016), quien sostiene que, por la calidad de conservación de sus momias, solo tiene
comparación con la de las momias de Egipto.
Cerámica
Como muestra de la importancia de una planta sagrada del imperio incaico “la coca”, que
abarcó geográficamente no solo el Perú, donde se ubicaba la capital del Tahuantinsuyo en la
ciudad del Cuzco, sino otros países actuales como Ecuador, Colombia, olivia, Chile y
Argentina; en Ecuador, se han encontrado muestras de cerámica con representaciones de
personas que se encuentran sentados sobre taburetes masticando coca. Esta planta era
consumida tal como lo hacen hoy los indígenas en los Andes. Claramente la coca fue un
recurso sumamente importante en la sociedad del incanato. En la actualidad, cuando uno
visita la región Andina del Perú, es notorio el consumo de la coca en el momento del
descanso (a media mañana), que es la hora de masticar coca (chacchar), para mitigar el
hambre y el cansancio, al mismo tiempo de tener fuerzas para continuar el trabajo del
campo (véase la Figura 2).
607
Una hortaliza y también planta medicinal es la caigua (Cyclantera pedata), que fue
representada en una cerámica (jarrón) de la cultura Mochica, en Perú, como importancia del
uso y los beneficios en la alimentación de esa cultura. Ver Figura 3.
Collcas
Fueron construcciones incas, que consistían en almacenes, ubicadas en las laderas de los
cerros, cerca de las ciudadelas incas; estas construcciones tenían un sistema adecuado de
ventilación y drenaje. Se almacenaba allí los granos de maíz, y también tubérculos, cada
uno de los productos tenían almacenes diferentes con características propias, de tal forma
que el alimento de las cosechas eran aseguradas para todo el estado del incanato. Es
608
probable que también emplearan plantas aromáticas nativas, como es el caso de la muña,
como medida de control de las plagas de almacenamiento de la papa, costumbre que hasta
la fecha se practica en las poblaciones de los Andes peruanos. Del mismo modo, se ha
encontrado en las collcas de Huánuco pampa (provincia de 2 de mayo, Huánuco) muñas en
las zonas donde se ubican las collcas, y según refieren los pobladores y guardianes de esta
ciudadela inca, hasta la fecha, la población va cada año a recoger muña de ese lugar para
guardar sus papas de consumo familiar, porque tiene una fragancia que protege de las
plagas de almacén (véase la Figura 4).
Formas religiosas
En toda la zona andina del Perú se continúan realizando algunas ceremonias religiosas como:
El pago a la tierra antes de la siembra, con ofrendas a la pacha mama, donde no pueden faltar las
hojas de coca (véase la Figura 5).
609
Figura 5. La coca (Erythroxylum coca) y usos. Pago a la tierra con hojas de coca, antes de la siembra.
Alimenticio
Los cronistas registran que las numerosas y variadas plantas con que se alimentaban los
indios del incanato le llamaban «yuyos». Las comían crudas y cocidas. Antúnez de Mayolo
(2011) señala que las plantas condimentarias, cumplían dos funciones: dar sabor a los
alimentos y digestivos. Las plantas que registran para este rubro son: chincho, challcallta,
chijchipa, huacatay, mangacaqui, muña, masasera, paico, pichuquita, rocoto, uchu, entre las
más importantes.
Al analizar el nombre de esta sopa y conociendo que todo Illa tiene un modelo que
lo origina, como refiere Yauri (2009). Esta forma tan antigua de preparación del caldo verde
de papas “illay” no es otra cosa que el arquetipo del “caldo verde”, que ahora saboreamos
en los departamentos de la Sierra Central, especialmente en Huánuco.
610
También, las plantas aromáticas son presentes valiosos o muestra de cariño entre
amigos y parientes. Si uno va a visitar alguna amistad, por lo menos debe coger algunas
ramas de plantas aromáticas, como la “muña”, pero éstas no pueden ser cualquier
morfotipo, debe ser uno que tiene aroma singular o diferente de los que abundan, como es
el caso de la muña “olor a toronjil” para entregar a los visitantes, o en otros casos se ha
observado que, se lleva, ramas o una plantita de alguna especie aromática, que está
domesticando en su huerta el caminante. Esta actitud, está presente en el diario vivir del
poblador andino. Por esos motivos, las plantas aromáticas mantienen importancia.
La interrelación permanente con su medio ambiente y las necesidades básicas que tiene
la familia andina, le ha obligado a explorar, estudiar e investigar sus recursos naturales,
especialmente los fitogenéticos, de su comunidad, conocimientos propios y únicos, que
constituyen la base de prácticas agrícolas, con un amplio rango de actividades que perduran
y mantienen a la sociedad (Pochettino, 2007). Los productos de este proceso milenario son:
Figura 7. Usos de la muña en Huánuco Perú. Hojas de muña y eucalipto para ahuyentar a
las plagas de almacén. Muña como saborizante en la comida.
En la salud
613
Infusiones o mates
Macerados
Asados
Emplastos
Masticados
En los cultivos
Macerados
Siembra junto con los cultivos principales
En el almacén
Ramas de plantas como cama y también para cubrir los productos(tubérculos)
Hojas en granos almacenados
B. Plantas introducidas
Las plantas aromáticas introducidas en la región andina están ampliamente distribuidas en
todo el país, forman parte de sus cultivos juntamente con otras aromáticas y hortalizas, las
cultivan no solo para el uso diario sino para comercializarlas, por tanto las parcelas de estas
especies, son grandes en comparación con las especies nativas. Las plantas introducidas
más utilizadas son las que se muestran en el Cuadro 2.
En la región Andina, las microcuencas son áreas de limitación geográfica, que se prestan
para estudiar los ecosistemas, que son irrigados por las fuentes de agua (lagunas), que se
ubican en la cabecera de esta zona; considerando las gradientes altitudinales que existen y
los paisajes que generan, es usual dividir transversalmente en tres franjas, denominadas:
parte alta, media y baja (Díaz, 2000). Cada uno de ellos, tienen paisajes y ambientes
similares, por tanto la flora que habita también lo es. A continuación se muestra un ejemplo
de la distribución altitudinal, de plantas aromáticas en la Microcuenca de Mito, Huánuco,
en el Cuadro 3.
Mariamata AM
Chilca negra AM
FAM. APIACEAE
Foniculum vulgare willd. Hinojo AM
Pimpinella anisum L Anis M
Parte de la microcuenca: A: Alta B: baja M. Media
Fuente: Elaboración propia.
El campesino, toma criterios simples, duales y antagónicos, para clasificar a las plantas, ya sea
dentro de la especie, como dentro de la variedad de las plantas aromáticas (Pestalozzi, 1998;
Yauri, 2009); estas son:
Al igual que el anterior grupo, estas plantas, las asemejan a la fortaleza de los
hombres, y son empleadas para el tratamiento de enfermedades, señalando los campesino
que, una planta “macho” de una especie, es la seleccionada para ese fin, por el aroma que
emite. En algunos casos se emplean los dos mofotipos y en otros uno solo, pero si por
alguna razón es dificil consegir uno de ellos se puede usar lo que se encuentra a la mano.
Los curanderos y médicos naturistas de los andes, son exigentes en seleccionar sus
617
Hay especies que tienen diferenciado el valor comercial en el mercado, por las
bondades que presenta cada uno de ellos; por ejemplo la “flor de arena”(Clinopodium
revolutum), pagan dos veces más a las hembras, que son las platas que crecen a mayor
altitud que los macho; favoreciendo el ambiente, en la fijación del aroma, que se almacena
en los aceites esenciales.
Figura 9. Papagora (Stachys arvensis L.) hembra, color verde y macho, color purpura.
La “pacha muña” presenta dos clases, las dos son lamiaceas, pero diferentes especies, como
se puede apreciar en la Figura 12.
Pacha muñá hembra (Satureja nubigena) Pacha muña macho (Minthostachys sp.)
Figura 12. Diferentes especies de “pacha muñá”.
620
Las observaciones detalladas, por periodos de tiempo largo y continuo, responde las
interrogantes del proceso de domesticación. Las plantas seleccionadas para su consumo y
por ende para ser domesticadas, pasan los siguientes lugares:
Los factores que se consideran o evalúan para el cultivo de una especie aromática son:
La accesibilidad
La frecuencia de uso
Tamaño de las poblaciones silvestres
La demanda en el mercado
Las plantas de mayor uso las “crían” en lugares juntos o cercanos a la casa, que sean de fácil
accesibilidad a la familia; estos lugares tienen diferentes denominaciones: huerta, corralón y/o
canchón. Las huertas familiares en las diferentes casas, son las “farmacias naturales” o
“despensas hortícolas y frutícolas”; en ella se encuentran: plantas aromáticas y/o medicinales,
algunas hortalizas o hierbas que se emplean para las ensaladas, sopas o aderezo, también algunos
árboles frutales nativos. En los huertos se desarrolla conocimientos para obtener medios de
vida, empleando la diversidad vegetal a través de las especies silvestres y domesticadas
(Valera, 2000).
El proceso de domesticación de las especies, tiene lugar en la huerta familiar, luego pasan al
campo adyacente a la casa, por tanto la huerta también funciona como un laboratorio de
investigación, que va en el siguiente orden: adaptación de las especies, determinar las formas de
propagación, cultivo, manejo fitosanitario y cultivo comercial; como se aprecia en la Figura 13.
Los campesinos “curiosos”, como denominan a aquellos que gustan o tienen interés por
la investigación autóctona, realizan una serie de experimentos y ensayos de formas de
propagación de las plantas en las especies de su interés, hasta lograr su objetivo; por tanto
los huertos constituyen centros de experimentación en el proceso de domesticación y
adaptación de las plantas aromáticas (Valera, 2000).
Figura 14. Recolecta de muña, para ser Figura 15. Hojas de muña secadas al sol.
comercializado.
Figura 16. Presentación de potajes preparados con productos nativos de la zona y sazonados con
hierbas del lugar, presentado en ferias locales.
Sobre la base del conocimiento adquirido, los pobladores andinos desarrollan otras
aplicaciones o experimentos para la salud y también para la alimentación. En este proceso,
formulan una serie de interrogantes como las que siguen:
¿Qué parte de la planta tiene más aroma o dónde se encuentra “su remedio”?
¿Cuál es la forma más adecuada de usar esta planta?
¿Si su aroma se parece a una planta conocida, entonces, ésta, también curará
enfermedades o dolencias similares?
¿Si junto varias plantas de aroma similar, sería más fuerte su poder curativo?
¿Dónde se clasifica esta planta, como caliente o fresca?
¿De repente ésta planta, puede bajar la fiebre?
¿Es probable que el aroma de esta planta ahuyente o mate a la plaga y/o
enfermedad?
¿Si mi ganado come ésta planta, y le hace bien a su barriga, entonces, a mí también
me puede hacer bien?
¿Si ésta planta cura tal enfermedad a mi hijo, también puede curar a mi animal?
20
M. mollis var. mollis
15
10 M. mollis var. mandoniana
Figura 17. Distribución de las variedades de Minthostachys mollis por altitud. Se muestra en forma
proporcional: Minthostachys mollis var. mollis (n=97); M. mollis var. mandoniana (n=22) y M. mollis
var. hybrida (n=12).
Fuente: Elaboración propia
- Ensayos de siembra.
- Establecer el protocolo de propagación masiva de plántulas
- Identificación del tamaño y número de días al trasplante definitivo.
- Determinación del distanciamiento en campo definitivo.
- Determinar el número de cortes o cosecha por año con y sin riego.
- Fenología de la muña.
- Extracción de aceites esenciales.
Conservación
La conservación de las plantas aromáticas, está estrechamente relacionada con la intensidad
de uso y la disponibilidad del recurso; también con la manera de enfrentar cada día nuevos
escenarios, nuevas necesidades y nuevas prácticas de extracción.
Las parcelas agrícolas, son una de las formas de conservación in situ, lo mismo que
la colección de plantas vivas en los huertos familiares; práctica tan antigua, que no solo
juega roles importantes para la familia andina, sino también para la ciencia; se ha estimado
un ahorro de 400% de inversión en la investigación de principios activos, en la industria de
semillas, agroquímicos y farmacéuticos, al utilizar los conocimientos tradicionales ligados a
los recursos genéticos, específicamente la etnobioprospección, gracias a la conservación y
práctica continua de la conservación y consumo de las plantas aromáticas (Valera, 2000;
Pochettino, 2007).
Bibliografía
Resumen.
En Mesoamérica se originó y desarrolló un sistema agroalimentario complejo alrededor del
maíz, los frijoles, las calabazas y los chiles, el cual, además, integró a cientos de plantas
con diferente grado de manejo agrícola (cultivo) y domesticación. Este sistema fue la base
económica y cultural de grandes culturas precolombinas. Aún es tema de debate dónde,
cuándo, cómo y quiénes generaron este sistema, así como las rutas de su difusión al sur.
Intentamos contestar estas preguntas, integrando evidencias paleo-ecológicas
arqueológicas, etnobotánicas y genético-moleculares. El sistema alimentario inicial se pudo
estructurar con especies de la selva baja caducifolia que resultaron favorecidas por el fuego
y que respondieron positivamente a la selección y al manejo humano. Pudo ser establecido
por grupos humanos que arribaron a Mesoamérica hace 11,500 a 10,500 años y que
presentaban una adaptación cultural basada en la recolección de granos y semillas. Se pudo
integrar a partir del uso de las poblaciones silvestres, utilizando piedras moledoras, fuego,
cenizas y hornos bajo tierra. El sistema inicial pudo favorecer el asentamiento humano para
dar inicio a la domesticación y agricultura tan temprano como hace 9,000 años. Las plantas
mesoamericanas domesticadas se difundieron hacia el sur, a través de la vertiente del
Pacífico donde se distribuían selvas secas, arribando a Panamá y la costa norte de
Suramérica tan tempano como 7,900 - 7,400 años, y a la costa sur de Ecuador y norte del
Perú entre 6,700-6,500 AP. La domesticación significó para las plantas dependencia a los
humanos para sobrevivir, y para los humanos un histórico alto costo social que aún no
valoramos. El estudio de su dinámica actual es fundamental para establecer estrategias de
conservación, y restauración, así como para evaluar el riego de escape de genes domésticos,
incluyendo transgenes. La alta diversidad de recursos fitogenéticos por miles de años,
generados en multitud de ambientes, presenta grandes amenazas a raíz de los cambios
sociales y económicos que está provocando la globalización de los mercados.
Introducción
Aún es tema de debate en dónde se presentaron las condiciones ecológicas y culturales, que
dieron origen al sistema agroalimentario mesoamericano, caracterizado por el cultivo y el
consumo del maíz, los frijoles, las calabazas y los chiles. Así mismo, es tema de debate
cuándo, cómo y quiénes pudieron estructurar este sistema, el cual posibilitó, en primera
instancia, la sedentarización de los grupos humanos recolectores-cazadores y,
632
posteriormente, el desarrollo de las altas culturas. Las respuestas son relevantes, porque el
sistema alimentario, y el cuidado y selección de los recursos biológicos asociados, llevaron
a la domesticación del paisaje natural y la de sus componentes biológicos.
¿En dónde y cuándo se domesticaron el maíz, los frijoles y las calabazas, y se pudo
establecer el sistema agrícola de la milpa?
Las evidencias arqueológicas sugieren que las poblaciones humanas arcaicas que
habitaron, la provincia Oaxaquense, se alimentaban principalmente con los granos del pasto
633
Setaria parviflora (Poir.) Kerguélen, con los tallos de varias especies de agaves, con las
semillas de la calabaza Cucurbita pepo L., y con los frutos de la ceiba (Ceiba parvifolia
Rose). La carne de animales pequeños como venados, pecaríes y roedores era también un
componente muy importante en su dieta (Callen 1967; MacNeish 1967; Flannery 1986;
Smith 2005). Las evidencias arqueo-botánicas sugieren, además, que en esta provincia se
pudo domesticar el pasto Setaria parviflora, la calabaza, Cucurbita pepo, y el chile
(Capsicum annuum L.) (Austin 2006; Smith 2006; Kraft et al. 2015). Sin embargo, no hay
registros paleo-ecológicos ni arqueológicos que sugieran la presencia de poblaciones
silvestres de maíz, y en el registro arqueo-botánico, el maíz doméstico aparece tardíamente,
hace 6,200 años ( enz 2001; Piperno y Flannery 2001). Estos dos hechos ponen en duda
que el sistema agroalimentario basado en la milpa se haya originado en esta provincia.
Los registros arqueológicos, lingüísticos y genéticos indican que a finales del Pleistoceno e
inicio del Holoceno, arribaron y poblaron América varios grupos humanos, con diferentes
rasgos culturales. Los primeros grupos que ingresaron, lo hicieron por la costa norte del
océano Pacífico utilizando pequeñas embarcaciones, y se difundieron hasta el sur del
continente hace aproximadamente 15,000 años. Estos grupos se fueron internando,
paulatinamente, de la costa al continente, a través de la desembocadura de los ríos,
siguiendo su lecho hasta sistemas lagunares intermontanos, ricos en megafauna gregaria.
Poseían rasgos tecnológicos de las tradiciones Nenana y El Jobo, caracterizados por sus
herramientas líticas de lascas simples, arpones elaborados con huesos y lanza arpones de
madera. Estos grupos humanos presentaban una adaptación cultural al ambiente centrada en
la recolección de productos del mar, la pesca y la caza de mamíferos marinos (Dixon 2001).
2001. Hacia el sur, ocuparon sitios cercanos a ríos y lagos intermontanos de Chiapas y
Guatemala (MacNeish y Peterson1962; Gruhn et al., 1977; Acosta-Ochoa 2010). La
distribución de sus campamentos sugiere su difusión hacia la costa del Caribe, a través del
lecho de los ríos Grijalva, Motozintla y Motagua. Ocuparon campamentos y refugios
rocosos en Belice, Quintana Roo y la costa norte de Yucatán (MacNeish y Nelken-Terner
1983b; Lohse et al. 2006, Acosta-Ochoa 2011; González et al. 2014).
Algunos pobladores de la provincia Balsas-Jalisco saben elaborar, aún hoy día, una
amplia gama de alimentos con granos, semillas y frutos de poblaciones silvestres de maíz,
frijol, y calabaza, utilizando tecnología pre-cerámica, incluyendo al menos seis grupos de
alimentos básicos: (a) Las “palomitas”, elaboradas al exponer a ceniza caliente los granos
y semillas de maíces, frijoles, calabazas, mezquites (Prosopis ssp.) y guanacaxtles o parotas
(Enterolobium cyclocarpum (Jacq.) Griseb.); (b) Los “pinoles”, elaborados al tostar y moler
los granos y las semillas de maíces, frijoles, calabazas, chía gorda (Hyptis suaveolens (L).
Poit.), mezquites y guanacaxtles; (c) Los “atoles”, elaborados al diluir en agua los “pinoles”
de maíz, frijol, calabaza, chía y guanacastle; (d) Los “tamales”, elaborados con los pinoles
de maíces, frijoles y calabazas, aglutinados con jugos de agave y envueltos en hojas de
varios árboles y cocidos en hornos bajo tierra; (e) Los “tepaches”, elaborados con los jugos
diluidos en agua y fermentados de ciruelas, mezquites, tunas y piñuelas (Bromelia spp.); (f)
Las salsas, elaboradas con los frutos frescos, secos o asados de chiles, combinados con
jitomates, tomates, guajes (Leucaena leucocephala (Lam.) de Wit. y ciruelas. Las
evidencias etnobotánicas señalan que más de 25 platillos pudieron conformar el sistema
alimentario inicial (Zizumbo-Villarreal et al. 2012).
Los restos botánicos asociados a diversos tipos de piedras moledoras indican que
fueron utilizadas por grupos humanos para la molienda y transformación de su alimento,
mientras que los análisis micro-morfológicos y genéticos de los restos botánicos de las
637
plantas asociadas a ellas, señalan que algunas habrían sido domesticadas tempranamente.
Estas plantas pertenecen a géneros o especies que están distribuidos naturalmente tanto en
Mesoamérica como en Suramérica, como son: Cucurbita; Phaseolus; Capsicum; Solanum;
Amarantathus y Chenopodium (Piperno et al. 2000; Sanjur et al. 2002; Piperno y Stothert
2003; Chacon et al. 2005; Piperno y Dillehay 2008; Piperno et al. 2009; Kraft et al. 2015).
Otros estudios indican la domesticación de plantas de géneros y especies con distribución
restringida a Mesoamérica o a Suramérica, como Agave; Zea, Setaria; y Spondias para la
primera y Manihot esculenta Crantz, Maranta arundinacea L., y Dioscorea trífida L. Para
la segunda (Perry 2002; Chandler-Ezell et al. 2006).
(e) ¿A través de que rutas y cuándo se pudieron difundir las plantas domesticas
entre Mesoaméricana y Suramérica?
valle medio del río Cauca en Colombia entre 8,000-7,700 AP y a la costa sur de Ecuador y
norte del Perú entre 6,700-6,500 AP (Dickau 2005; Dickau et al. 2007; Zarrillo et al. 2008;
Grobman et al. 2012; Aceituno y Loaiza 2014).
Para el caso del archipiélago antillano, los registros paleo-ecológicos señalan que el
paisaje de las islas fue modificado con el fuego entre 5,500 a 3,800 AP (Burney et al.
1994). Los registros arqueo-botánicos, por su parte, señalan la presencia del maíz hace
4,000 años y de la yuca hace 3,600 años, sugiriendo que la difusión del maíz y de la yuca
pudieron realizarse antes de la expansión Arawak por el Caribe con dirección de sur a norte
(Pagán-Jiménez et al. 2005; 2015). El chile habanero (Capsicum chinense Jacq.) es posible
que siguiera la ruta de las islas del Caribe siguiendo al maíz y la yuca, mientras que el
cacao (Theobroma cacao L.), el cacahuate (Arachis hypogaea L.), y el achiote (Bixa
orellana L.), se habrían difundido tardíamente, siguiendo, posiblemente, la ruta del puente
Panameño. La mayoría de estos cultivos llegaron a Mesoamérica antes de la Conquista
europea (Colunga-GarcíaMarín y Zizumbo-Villarreal 2004; Zizumbo-Villarreal et al.
2014).
(f) ¿Qué significó la domesticación para las plantas y para los humanos?
Para los humanos, ha significado un alto costo social, al hacer una gran inversión de
trabajo, año tras año, en: 1) la selección de variantes con mutaciones favorables a la
cosecha, el consumo y el manejo, 2) el cotejo del comportamiento productivo de las
variantes selectas, 3) los cuidados durante el almacenamiento del acervo genético
novedoso, y 4) la multiplicación de la semilla. En consecuencia, podemos decir que
tenemos una deuda histórica, no reconocida, con los campesinos que han generado,
conservado y mejorado a los cultivares año tras año, desde que éstos perdieron su
capacidad adaptativa a las condiciones naturales.
Jalisco y Neovolcanense, nos indican flujo genético activo entre las subespecies silvestres:
Zea mays subespecie parviglumis y Zea mays subespecie mexicana. Así como flujo
genético entre estas dos subespecies con los maíces domésticos. En las tierras bajas de la
provincia Balsas-Jalisco, donde se distribuye principalmente la subespecie parviglumis, el
flujo genético es mayor entre esta subespecie con los maíces criollos domésticos, pero en
las tierras altas, el flujo es mayor con la subespecie mexicana, en donde esta subespecie
predomina. El desplazamiento de los alelos domésticos por alelos silvestres en esta
provincia ha provocado que los maíces criollos muestren mayor identidad genética con la
subespecie mexicana que con su progenitor silvestre, la subespecie parviglumis
(Heerwaarden et al. 2011; Hufford et al. 2013).
En el caso del frijol común (P. vugaris) y el frijol lima (P. lunatus), los análisis
genético-moleculares y de estructura genético-demográfica, señalan flujo genético
significativo entre las poblaciones silvestres y las domésticas de las dos especies, a pesar de
que se consideran especies predominantemente autógamas. Este flujo genético es, además,
asimétrico, casi cuatro veces más grande del acervo doméstico al silvestre, con la
consecuente pérdida de diversidad en las poblaciones silvestres, por el desplazamiento de
alelos silvestres por domésticos en sus poblaciones (Papa y Gepts 2004; Payro et al. 2005;
Zizumbo-Villarreal et al. 2005; Martínez-Castillo et al. 2006; 2007).
Conclusiones y perspectivas:
641
Entre los principales retos que enfrentamos para la conservación de los recursos
genéticos mesoamericanos están: (a) La necesidad de monitorear el proceso evolutivo en
los enjambres genéticos silvestre-arvense-doméstico en cada una de las especies, a fin de
establecer las estrategias adecuadas de conservación, restauración y aprovechamiento; (b)
La necesidad de establecer programas de conservación participativa in situ que incluyan la
diversidad de la milpa; (c) La necesidad de establecer programas adicionales a los de
conservación ex situ; (d) La urgente necesidad de apoyar económicamente a las unidades
productivas tradicionales, para que conserven su germoplasma y lo mejoren.
642
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649
1
INIBIOMA.Quintral 1250-S.C. de Bariloche, Río Negro, Argentina. E mail:
ahladio@gmail.com
2
CIEMEP, CONICET-Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Roca 780,
Esquel (9200), Chubut, Argentina
Resumen
El paisaje patagónico debe ser pensado como una construcción cultural, causa y efecto de
distintas intensidades de manejo que dependen de la visión de las sociedades que lo
habitan. La Patagonia Norte se caracteriza por poseer una amplia población rural criolla y
Mapuche-Tehuelche con economías de subsistencia ligadas a la ganadería, horticultura y la
recolección. Nuestra premisa, es que en dichas poblaciones existieron, o existen en el
presente, concepciones, conocimientos y prácticas de uso del ambiente que brindan riqueza
de soluciones y que permiten la co-existencia de los habitantes y las especies de interés.
Nuestro grupo viene estudiando los conocimientos y prácticas albergados por 35
poblaciones de manera de distinguir y re-activar aquellas prácticas in situ y ex situ que
contienen componentes y mecanismos que generan redundancia, diversidad y
autosuficiencia. Desde una aproximación etnobiológica y cuali-cuantitativa basada en el
trabajo de campo con entrevistas (+1200), talleres comunitarios (20), relevamientos de
vegetación y bibliográficos, encontramos que el conocimiento local es redundante y
versátil (500 medicinales, 300 comestibles silvestres, 150 cultivadas). La redundancia
utilitaria parece depender de prácticas con distintas intensidades de manejo in situ y ex situ
que humanizan los ambientes de recolección, y que por ejemplo, en el caso de los bosques
de Araucaria araucana, podría representar un proceso de domesticación insipiente.
Diferentes normas sociales aseguran el aprovisionamiento de las plantas útiles y un uso
eficiente y solidario que evita su sobre-explotación. La visibilización de estos procesos es
crucial para arribar a acciones que promuevan la conservación bio-cultural de la región.
Introducción
La noción de paisaje como una construcción cultural, causa y efecto de un manejo o uso
por parte de las sociedades humanas es un concepto vertebral en etnobiología (Maffi 2005;
Lema 2013; Molares y Ladio 2014). Implica que en su construcción a lo largo del tiempo
hay una manipulación de sus componentes biológicos que depende directamente de la
visión de las sociedades que lo habitan (Toledo y Barrera-Bassols 2008). En los últimos
años, numerosos estudios han tratado de identificar aquellas prácticas locales que ayuden a
mantener o aumentar la sustentabilidad ambiental. Dicho interés surge como contraposición
650
Materiales y Métodos
Sitios de estudio
Este trabajo incluye a trabajos etnobotánicos realizados por el grupo de Etnobiología del
INIBIOMA en poblaciones rurales y urbanas en un área que abarca una amplia faja de
aproximadamente 800 km de oeste a este de la Patagonia Norte, que incluye a las
provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut (Argentina). Incluye una gran variación
ambiental involucrando a las provincias fitogeográficas Sub-antártica, Patagónica y Monte
(Cabrera 1976). Por ende, representa a un gran repertorio de plantas, pertenecientes a
distintas unidades fitogeográficas como bosques, estepas, montes y ambientes antrópicos,
así como también distintas sociedades en interacción. Se detalla por provincia cada una de
las comunidades que totalizan 35 diferentes (Fig 1): Provincia de Río Negro: La ciudad de
S.C. de Bariloche con 133.500 habitantes (INDEC 2010, www.censo2010.indec.gov.ar/) y
652
Figura 1. Mapa de las 35 comunidades rurales, semi-rurales y urbanas que participaron de estudios
del grupo de Etnobiología del INIBIOMA (Patagonia, Argentina).
Metodología
El trabajo de campo comenzó en 1997 y está en curso hasta el día de hoy en varias
comunidades, en todos los casos sigue la metodología etnobotánica: Métodos etnográficos:
Primeramente se procede a la obtención del consentimiento de las comunidades
involucradas y sus líderes locales para poder trabajar en el área y de cada una de las
personas intervinientes siguiendo los lineamientos del Código de Ética de la Sociedad de
Etnobiología (2006) y los de la Convención sobre la Diversidad Biológica (1992) y en la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20 (2012). Siempre
se instrumenta junto con cada una de las comunidades, las formas de devolución,
experiencias participativas y evaluación de los resultados desde el comienzo de la
investigación. Mediante entrevistas generales, en todas las comunidades se registraron
datos vinculados a las condiciones poblacionales, culturales y socioeconómicas de los
654
informantes (ej. sexo, edad, nivel educativo, bilingüismo, nivel de ingresos, métodos de
calefacción, nivel de producción en la actividad ganadera, práctica de trashumancia,
recolección, pesca, caza, etc.). Luego se prosiguió con el relevamiento del número de
especies conocidas y utilizadas como alimento y/o medicina (Ladio y Lozada 2004a). Esto
se efectuó principalmente mediante la triangulación de enlistados libres, entrevistas con
material de referencia y paseos junto a informantes (Albuquerque et al. 2010). Asimismo,
mediante entrevistas abiertas y en profundidad se trató de conocer en detalle las
concepciones y percepciones asociadas a la utilización de los diferentes recursos
biológicos, las dificultades con las que se enfrentan los pobladores para recrear y transmitir
sus prácticas tradicionales de uso y manejo involucradas. Métodos sociales participativos:
Se utilizaron distintas técnicas de actuación social con distintas dinámicas y materiales, que
facilitan el diálogo, la reflexión, la formulación de propuestas y las acciones en una
comunidad en forma horizontal, siendo aportes metodológicos que ayudan a visualizar la
diversidad al interior y exterior de la comunidad. Por ejemplo, recorridos comunitarios de
interpretación y talleres de evaluación rápida participativa (PRA) (Albuquerque et al.
2010). Además, participamos en la organización de ferias locales de venta y/o intercambio
de productos regionales, semillas y conocimientos, y en la confección de material didáctico
en talleres escolares, como una oportunidad más de visualizar, rescatar e intercambiar los
saberes comunitarios. Diseño de muestreo: Se incluyen en este trabajo los resultados de
1200 entrevistas de distintos trabajos etnobotánicos realizados. Esto corresponde a
aproximadamente 30 informantes (uno por unidad familiar) por comunidad rural, en
general representando al 80%-100% de la población (más detalles en: Ladio y Lozada
2004a,b; Lozada et al. 2006; Molares y Ladio 2012; Molares y Ladio 2014). En el caso de
las poblaciones urbanas, el diseño incluyó a más personas, se trabajó con 100-200 personas
por estudio de caso, principalmente habitantes y también maestros (más detalles en: (Ladio
& Lozada 2001; Ladio & Molares 2013). Las entrevistas fueron de distinta naturaleza y
duración, y en general involucraron varias visitas por informante a sus domicilios
particulares o establecimientos rurales, por ende se destinó un amplio espacio temporal para
cada una de ellas. Se realizaron talleres participativos de evaluación (4 en total) y
transferencia y/o devolución de resultados (16 en total) con una asistencia promedio de 10 a
30 personas, dependiendo del lugar. Colecciones biológicas: Se realizaron relevamientos
sistemáticos de campo en cada localidad, recolección de material vegetal y confección de
herbarios. Los ejemplares están depositados en el Herbario del Jardín Botánico de la
Patagonia Extra-andina-Centro Nacional Patagónico-CONICET, en el Herbario de la
Universidad Nacional del Comahue (BCRU- Index Herbariorum) y en el Herbario del
Grupo de Etnobiología, Laboratorio Ecotono. La nomenclatura utilizada en la
determinación botánica sigue a la base de datos del Instituto Darwinion (Zuloaga y
Morrone 2009, http://www.darwin.edu.ar/Proyectos/FloraArgentina/fa.htm) y del
International Plant Names Index (www.ipni.org). Las listas completas de las especies no se
encuentran en este capítulo pero pueden encontrarse en los trabajos originales. La
información relativa a la riqueza de especies totales también fue enriquecida con
bibliografía del trabajo de revisión de Rapoport y Ladio (1999) y Molares y Ladio (2009b).
Resultados y discusión
655
tareas del campo demandan muchas horas lejos del hogar, cuando los niños cabalgan hacia
las escuelas rurales, entre otros (Ladio y Lozada 2000; Ladio y Lozada 2001; Ladio y
Lozada 2003; Ochoa y Ladio 2014). Sin embargo, para muchas poblaciones su uso es cada
vez más esporádico debido a numerosos factores tanto sociales como ecológicos (Ochoa y
Ladio 2011a,b; Ochoa y Ladio 2014, Molares y Ladio, 2015).
Figura 2. Araucaria araucana (pewén), el pan de los Mapuche. B. Manejo y protección: torniquete
realizado por los habitantes Mapuches de Neuquén (Argentina).
659
Plantas hortícolas
que han perdido el interés por aprender sobre las plantas patagónicas, sus valores y
creencias asociadas (Richeri et al. 2013; Ladio y Lozada 2004a).
Prácticas de manejo
Cultivo ex situ: Las plantas nativas (semillas, propágulos, plantines) son llevadas a ámbitos
domésticos, como huertos y jardines y de esta manera los pobladores se aseguran del
cuidado y la provisión de las especies útiles cerca de sus domicilios. El caso principal es el
de la siembra intencional de semillas o renovales de A. araucana como por ejemplo en
comunidades Mapuches de Catan lil (Ladio 2001). Esto se complementa con las prácticas
de transporte y almacenamiento de piñones de las familias trashumantes descriptas
anteriormente que implican el enterramiento de los piñones en mallines o huertas durante
el invierno para que se mantengan frescos. Muchas veces esos piñones germinan y son
trasladados y cuidados en las huertas. La costumbre de cultivo esporádico que se encuentra
en la actualidad, y asociada a las largas distancias de trasporte de piñones que se describe
desde tiempos pre-hispánicos podría ser un elemento clave para comprender la influencia
humana en la distribución espacial de la especie hacia el este de la cordillera de los Andes y
objeto de futuros estudios (Ladio y Lozada 2000; Reis y Ladio 2012). Otras especies
nativas son cultivadas en estos ámbitos, como la siembra de bulbos de Oxalis adenophylla
(culle colorado) en la comunidad criolla de Villa LLanquín usada como especie medicinal y
ornamental (Ochoa y Ladio 2014), la siembra de esquejes de Baccharis sagittalis (carqueja)
663
y/o Buddleja araucana (pañil) en Pilkaniyeu y Pilkiniyeu del Limay siendo éstos elementos
sustanciales de la herbolaria local (Eyssartier et al. 2010).
Protección: El ejemplo más paradigmático es nuevamente el caso del Pehuén. Los relatos
demuestran que han existido desde tiempos pre-hispánicos hasta el día de hoy, prácticas de
protección y cuidado de los árboles en sus áreas de ocurrencia natural, además del cultivo
in situ y ex situ de semillas señalado previamente (Reis et al. 2014). La Fig 2 B por
ejemplo, muestra como un renoval de esta especie que ha sufrido un daño en su eje apical,
ha sido “curado” (se observa un torniquete que sujeta el tallo cortado parcialmente) por
algún habitante de los bosques de A. araucana de la comunidad Mapuche Puel de Villa
Pehuenia (Neuquén). Otro ejemplo es el cercamiento de especies útiles muy palatables
para el ganado, para lo cual las plantas son ingeniosamente protegidas con palos
entretejidos, alambres o cualquier otro material que impida su ramoneo, las drupas
carnosas del calafate (B. heterophylla), las ramitas medicinales del apio de campo (Apium
australe) y el cilantro nativo (Sanicula graveolens), son ejemplos de especies protegidas de
esta forma.
A nivel del paisaje, los mallines en las comunidades de estepa (humedales de origen
glaciar), son la principal reserva de agua, en estos se encuentra la mayor diversidad vegetal,
incluyendo los mejores pastos para el ganado. Los pobladores han manejado estas unidades
espaciales a lo largo del tiempo para su aprovechamiento racional, aprovechándolos para el
engorde de animales seleccionados (madres y destetados), canalizándolos para el riego de
664
Nuestros estudios han revelado que el cuerpo de conocimientos de las poblaciones rurales
está basado en una alta presencia de plantas versátiles, es decir que se utilizan para distintos
fines como los medicinales y comestibles pero también los combustibles, tintóreos,
forrajeros, ornamentales, mágicos, etc. Esta multifuncionalidad particularmente evidente en
las especies favoritas parece ser un atributo selectivo de los habitantes sobre su ambiente.
Por ejemplo, el caso de las comunidades de Lagunita Salada y el Escorial (Richeri et al.
2013), la herbolaria se compone de pocas especies (45 spp.), pero las plantas con mayor
importancia cultural, son las más versátiles como es el caso de “ñam ulawen” (V. carnosa)
y el “tomillo silvestre” (Acantholippia seriphioides) usadas para más de 5 dolencias
diferentes, ambas apreciadas como verdaderas panaceas vegetales.
Esto podría estar mostrando que por medio del amplio rango de prácticas
tradicionales como la recolección, el cultivo y/o la tolerancia de las especies, los pobladores
se aseguran la provisión de especies necesarias para combatir sus principales enfermedades
domésticas. También este proceso de manipulación del paisaje, podría implicar un
aumento de la redundancia, es decir la presencia en una mayor cantidad de especies que
pueden cumplir una misma función. Esta propiedad es clave porque no solo ofrece
mayores alternativas que disminuyen la presión sobre las distintas especies de plantas
(especialmente las nativas), sino también porque permite la absorción de disturbios
propiciando re-organización en el cuerpo de conocimientos, cuando por ejemplo, en el caso
que alguna especie se extinga localmente y pueda ser remplazada, u otras situaciones de
cambio socio-cultural (Berkes y Davidson-Hunt 2010; Júnior et al. 2011; Ladio 2011a). Un
ejemplo puede ser el caso de las afecciones hepáticas (una de las más prevalentes en la
medicina local) que pueden ser tratadas por Valeriana carnosa, el “ñam ulawen”, por
Dysphania ambrosioides y/o D. multifida “paico”, y por Artemisia absinthium “ajenco”
obtenidas tanto por recolección como cultivo (Richeri et al. 2013) y toleradas y protegidas
en ambientes silvestres y antrópicos (Eyssartier et al. 2013). Como puede observarse a lo
largo del texto, numerosas especies exóticas son valiosos recursos para la farmacopea y
flora alimenticia Mapuche. Distintos factores quimio-taxonómicos, socio-económicos,
como la particular trayectoria histórica de las comunidades rurales patagónicas favorecieron
la incorporación de estos recursos foráneos a la región, que por su alta disponibilidad y sus
características funcionales y organolépticas, se volvieron opciones alternativas viables al
conjunto de plantas utilizadas, compatibles con prácticas y preferencias culturales (Molares
y Ladio 2015).
En este sentido, cabe señalar que durante la práctica pastoril de las distintas
comunidades se desarrollan otras actividades mientras se cuidan los animales, como la
recolección de plantas comestibles (Ladio y Lozada 2004b; Ochoa y Ladio 2014), de leña
(Cardoso et al. 2010) y de plantas medicinales (Richeri et al. 2013). Los recursos silvestres
665
recolectados se complementan con los que se obtienen en las huertas para lograr una mejor
alimentación y una farmacia casera más completa (Eyssartier et al. 2011a). Por ejemplo, en
las poblaciones de la meseta de Chubut, el 70 % de las citas de plantas se obtienen por
recolección, mientras que un 30 % por cultivo, lo cual sería fruto de un conocimiento
ambiental extenso, que muestra por un lado una gran dependencia del acceso a los
ambientes de recolección y por el otro la articulación con la horticultura doméstica familiar
(Richeri et al. 2013). Por otra parte, nuestros estudios realizados en comunidades Mapuche
trashumantes del Neuquén también indicaron que la "veranada" en complementación con el
"piñoneo" es una estrategia adaptativa y eficaz, que brinda oportunidades de una dieta más
rica y nutritiva y un uso diversificado del ambiente de pastoreo, a pesar de que esta práctica
conlleve un desplazamiento que implique distancias superiores a los 100 km (Ladio y
Lozada 2004b, 2004b).
Conclusiones
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Resumen
Introducción
Área de estudio
La conurbación Buenos Aires-La Plata, con unos 5000 km2 y casi 14.000.00 de habitantes,
según el Censo Nacional del año 2010, es el área metropolitana de mayor extensión y
población de la Argentina. Incluye dos aglomeraciones urbanas contiguas, conformadas a
partir de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la capital del país, y de la ciudad de La
Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. La conurbación comprende áreas netamente
urbanas,
unos pocos sectores en la ribera del río de la Plata con vegetación espontánea remanente,
que incluye áreas naturales protegidas, y un sector periurbano o de transición con las áreas
rurales circundantes, con límites móviles según los ritmos de la urbanización (Barsky 2010;
Hurrell et al. 2011; Hurrell y Pochettino 2014; Pochettino et al. 2014) (Fig. 1.).
Los huertos familiares se definen como espacios de cultivo, por lo general de extensión
reducida, localizados en las proximidades de las casas. La producción se destina
mayormente al autoconsumo, y en ocasiones para su venta a escala local restringida, como
suplemento para la economía doméstica (Wagner 2002; Pochettino 2010; Hurrell et al.
2011; Pochettino et al. 2012, 2014). El estudio de estos huertos constituye un tema de
creciente interés en Etnobotánica, que aporta tanto a la conservación de la
agrobiodiversidad (en particular, a la infraespecífica) como a la preservación de la
diversidad cultural: las estrategias de manejo y la selección de especies y variedades no se
orientan por las reglas del mercado, sino por preferencias y usos culinarios ligados a
tradiciones familiares. Así, los huertos familiares pueden considerarse como verdaderas
respuestas adaptativas del grupo humano local, que surgen a partir de su propia experiencia
en el entorno. Esta temática ha motivado diversas contribuciones en distintas partes del
mundo (Nazarea 1998; Vogl et al. 2002; Wagner 2002; Watson y Eyzaguirre
2002;Albuquerque et al. 2005; Vogl-Lukasser y Vogl 2004; Das y Das 2005; Huai y
Hamilton 2009; Reyes-García et al. 2012; Pamungkas et al. 2013; Seta et al. 2013; Calvet
Mir et al. 2014; entre otros); y también en la Argentina, muchos de estos desarrollados por
una línea de investigación del Laboratorio de Etnobotánica y Botánica Aplicada (LEBA),
Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata, Argentina
(Martínez et al. 2003; Maidana et al. 2005; Lema 2006; Turco et al. 2006; Del Río et al.
2007; Buet Costantino et al. 2010; Hurrell et al. 2011; Pérez et al. 2008; Pochettino 2010;
Pochettino et al. 2012, 2014).
En el caso que aquí nos ocupa, los propietarios de los huertos periurbanos
vinculados a la agricultura familiar (denominados en el área “quinteros” y “quintas”,
respectivamente) son pequeños productores que destinan los cultivos obtenidos a la
comercialización; no obstante, por las características del área productiva (tamaño de las
parcelas, diversidad de cultivos, manejo y control de malezas y plagas) pueden incluirse en
la categoría de huertos familiares, y constituyen una instancia de diversificación en la
horticultura de la región.
Metodología
Resultados
Figura 2. Aspecto de una “quinta” del Cinturón hortícola platense (producción a campo, a la
izquierda grilo, a la derecha alcaucil).
1.2. Hinojo de cabeza gigante: Foeniculum vulgare es una especie originaria del
Mediterráneo y su difusión en todo el mundo está estrechamente asociada a la migración
italiana (Hurrell et al. 2009). Es una hortaliza menos consumida que otras, razón por la cual
su cultivo se realiza sólo en ciertas áreas. La variedad hortícola originada en el área de
estudio se denomina “hinojo de cabeza gigante” porque su principal característica
morfológica es el gran tamaño de sus partes comestibles: los cogollos tiernos. Tanto el
cultivo de esta variedad hortícola como su consumo parecen haberse transmitido desde los
descendientes de inmigrantes italianos hacia los “quinteros” de otras procedencias y, en la
actualidad, su cultivo es una práctica corriente en el Cinturón hortícola platense.
1.3. Acelga de penca verde: La “acelga”, Beta vulgaris var. cicla, es una variedad botánica
originaria del Mediterráneo, difundida en muchas partes del mundo. En la Argentina, a
diferencia de otros países, se utiliza ampliamente como sustituto de la “espinaca”, debido a
su mayor rendimiento, disponibilidad durante casi todo el año y menor precio. Existen
distintas variedades hortícolas de “acelga”, según las características del pecíolo (“penca”) y
la lámina. Las variedades de cultivo más modernas, divergentes de las formas silvestres,
son aquellas en las que el pecíolo alcanza gran desarrollo y es de color blanco, algo fibroso;
no obstante, resultan insípidos por su alto contenido en agua y deben cocinarse aparte de las
láminas, de consistencia diferente. La variedad hortícola originaria de la zona en estudio
presenta pecíolos reducidos, poco fibrosos y de color verde, al igual que la lámina. Por esta
razón, pueden cocinarse juntos y tienen el mismo sabor. Es valorada por sus características
morfológicas y, además porque puede consumirse cruda o bien, una vez hervida, se obtiene
30% más de producto que en los otros cultivares más difundidos. Asimismo, se aprecia su
disponibilidad: prácticamente todo el año, con excepción de la primavera. Por las razones
expuestas, además del consumo doméstico, los “quinteros” suelen venderla a distintos
establecimientos que elaboran productos alimentarios frescos.
1.4. Macetilla: Dianthus barbatus L. es una especie del Mediterráneo, donde aún crece
espontánea en algunos países. Su cultivo como ornamental perenne es muy frecuente en el
área de estudio, asociado a la actividad hortícola, y practicado en los mismos espacios. El
nombre vernáculo “macetilla” es una denominación para la variedad de cultivo local; en
otras zonas, otros cultivares de la especie se conocen como “clavel del poeta”. Se
comercializa por sus flores de colores diversos (blanco, rosado, fucsia, rojo), de larga
duración una vez cortadas. Además de ser apreciada por su valor ornamental para la unidad
doméstica, también representa una buena oportunidad de venta por vía directa, in situ o en
680
puestos vecinos, en los caminos. Así, el cultivar local se produce como suplemento para la
economía familiar. Este fue seleccionado en el sentido de obtener un período de floración
prologado. Por este motivo, se siembra en tres fechas claves: el 24 de diciembre, a fines de
enero y a fines de febrero, para cosecharlas respectivamente el “día de la primavera” (21 de
septiembre), el “día de la madre” (tercer domingo de octubre) y el “día de los muertos” (2
de noviembre, Día de los Fieles Difuntos según el Santoral Católico). Estas fechas son los
momentos de máxima venta de flores, y alcanzan el mayor precio del año.
2.1. Tomate verde vestido: Physalis ixocarpa Brot. ex Hornem se ha registrado en una
unidad productiva y fue obtenida mediante intercambio en una feria de semillas. A pesar de
su importante uso como comestible en Mesoamérica, en nuestra zona se cultiva más bien
como una rareza por su cáliz acrescente, y se mantiene debido al criterio innovador de los
productores.
2.2. Papa del aire: Sechium edule (Jacq.) Sw. es una enredadera de amplia difusión entre los
productores, si bien sus frutos no salen al mercado y se consumen en forma doméstica. Por
su alta productividad fue objeto de interés y difusión en distintos proyectos de extensión y
desarrollo, donde se promovía su consumo elaborado de distintas maneras. Sin embargo no
es muy apreciada y se conserva por costumbre.
2.3. Cayote: A veces el cultivo para autoconsumo responde a aplicaciones específicas; por
ejemplo, una familia procedente de la Provincia de Salta cultiva Cucurbita ficifolia Bouché
con el fin de elaborar “dulce de cayote”. Sin embargo, dada la popularidad creciente de esta
confitura, en los últimos años han comenzado a distribuir semillas entre productores
conocidos y proveen de “cayotes” a las verdulerías locales.
2.4. Cucuza: Vinculado a la cocina italiana, se cultiva una variedad hortícola de Lagenaria
siceraria (Mol.) Standl., conservada por “quinteros” inmigrantes de Italia que desde allí
trajeron las semillas. Se cultiva con fines alimentarios, consumiéndose el fruto cuando está
en sus primeros estadios y, una vez maduro, cuando se seca y ahueca, es utilizado para
confeccionar artesanías. En el total de entrevistas, esta planta se registró una sola vez, pero
la familia que la conserva sostiene que practica su cultivo desde “mucho tiempo atrás”.
2.5. Chaucha metro: Vigna unguiculata (L) Walp es una especie de Leguminosae de origen
africano, de relativa popularidad en América tropical entre los afrodescendientes; sobre
todo, V. unguiculata subsp. unguiculata, de la que se obtienen variedades de semillas
comestibles a modo de porotos, llamadas “poroto tape” o “caupí” (Hurrell et al. 2009). En
el Cinturón hortícola platense, hace unos 4 años, se introdujo V. unguiculata subsp.
sesquipedalis (L.) Verdc., llamada “chaucha metro” por sus legumbres muy largas, hasta de
681
2.6. Grilo: Brassica rapa L. var. rapa es una Brassicaceae de gran difusión, que provee
distintos órganos comestibles, en especial, las raíces carnosas conocidas como “nabos”. Las
hojas tiernas, llamadas “grilo”, “grelo” o “rapini”, se consideran un producto típico del
Cinturón hortícola platense, vinculado a la cocina italiana. Durante mucho tiempo se
mantuvo como cultivo relictual, pero ha retomado su popularidad en los últimos años,
principalmente en relación al desarrollo de proyectos de rescate y valorización de hortalizas
locales. Según el testimonio de un agricultor local descendiente de italianos: “(…) le das un
hervor, suavecito nomás, un hervor; después lo escurrís, a la sartén, con un dientito de ajo,
y le das un salteada (…). Es ¡riquísimo!
2.7. Maizón, maizón amarillo: Esta variedad hortícola de “maíz”, Zea mays L., es cultivada
por agricultores inmigrantes provenientes de Bolivia. Su principal uso es para hacer
“humita”, plato típico de la cocina boliviana, en el que se emplean tanto los granos como
las “chalas” (hojas modificadas que protegen la inflorescencia). Según los agricultores
bolivianos locales, no pueden hacer la “humita” con las variedades comerciales que
cultivan para el mercado. Una agricultora familiar boliviana comenta: “Maizón hacemos
(…) pero sólo para consumo de nosotros. El maizón es el maíz grande, choclo grande, que
es más carnoso. Los granos son más grandes y no son tan aguados, y con eso hacemos
humita (…)”.
Del total de semillas conservadas (128), el 80% corresponde a semillas cuyas vías de
obtención fueron los intercambios, herencias, regalos o que fueron distribuidas por
programas estatales, relacionadas a 9 criterios de conservación (Cuadro 1, Figura 4). El
20% restante corresponde a variedades o híbridos comerciales relacionados a 6 criterios de
conservación (Figura 5).
682
Cuadro 1: Criterios que sustentan la conservación de semillas hortícolas por agricultores familiares
del Cinturón hortícola platense.
Criterio Descripción
Afectivo Semillas vinculadas a la historia familiar, a personas por las cuales se
siente afecto, a semillas que se les perdieron o, simplemente, al lapso
que se las guarda.
Culinario Semillas de plantas con tradición culinaria en la zona de origen de los
agricultores locales o provenientes de recetas familiares. Muchas
veces, las plantas conservadas por este criterio se cultivan sólo para
autoconsumo.
Innovador Semillas conservadas por una actitud innovadora de los horticultores,
en cuanto a la predisposición a incorporar semillas “raras” o
desconocidas por ellos, o bien semillas que conocen pero que no
sembraban; o simplemente por experimentar en la conservación.
Muchas de estas semillas son obtenidas en espacios de intercambio
locales o en ferias de semillas.
Independencia Semillas conservadas con el fin de independizarse del hecho de tener
que comprarlas.
Curativo/ Plantas conservadas por sus propiedades medicinales.
medicinal
Diversificación Semillas conservadas para incrementar la diversidad en la “quinta”.
Morfológico Semillas conservadas por los caracteres morfológicos u organolépticos
(color, sabor, olor, textura) de los productos hortícolas. Estas
características pueden ser buscadas tanto por criterios personales como
impuestos por el mercado.
Productivo Semillas conservadas por los servicios ecológicos que aportan las
plantas dentro de los sistemas productivos.
Económico Semillas conservadas con el sentido de ahorrar el dinero que implica
su compra. La decisión de conservar por este criterio está mediada por
el precio de las semillas en los comercios (semillerías).
Comercial: Subyace a los anteriores, dado que la venta del producto de la “quinta”
es parte de la lógica de mercado de los horticultores familiares.
Fig. 4. Porcentaje de citas de los criterios que sustentan la conservación de semillas obtenidas por
intercambios, regalos, herencias o programas estatales, según los agricultores familiares del Cinturón
hortícola platense.
Fig. 5. Porcentaje de citas de los criterios que sustentan la conservación de variedades, incluidas las
híbridas, de origen comercial, según los agricultores familiares del Cinturón hortícola platense.
684
Tabla 2. Destino de los productos hortícolas: Dulces elaborados con productos de primavera-verano
Productos elaborados Origen de la Origen de la receta Modificación de la
materia prima receta
Dulce de moras Recolección de Aportada por la En la cocción, las moras
plantas ancianas técnica/Relación son trituradas o
Morus alba L.
cultivadas como pulpa-azúcar. permanecen enteras
ornamentales Bibliografía
presentes en el
área
Dulce de tomate Cultivos propios Aportada por la Relación azúcar/pulpa.
productora, receta Agregado de esencias de
Solanum lycopersicum L.
familiar tradicional vainilla, clavo de olor o
pimienta negra. Se
tritura el tomate
durante la cocción
Dulce de ciruelas Compra a los Aportada por la Se trituran las ciruelas
viñateros de la técnica/Relación durante la cocción, o se
685
Tabla 3. Destino de los productos hortícolas: Dulces elaborados con productos de otoño-invierno
Tabla 4. Destino de los productos hortícolas: Dulces que se pueden elaborar todo el año
Discusión y Conclusiones
Los estudios realizados han permitido identificar prácticas y características similares a las
registradas en los huertos familiares, destinados casi exclusivamente al autoconsumo
(Pochettino et al. 2012, 2014):
1)Se observaron criterios de selección y prácticas de manejo propias de la unidad
doméstica, a pesar de la incidencia del mercado en la decisión de qué y cuándo cultivar.
2) Los huertos familiares son ámbitos de innovación y experimentación tal como queda
demostrado por la presencia de variedades hortícolas típicas, valoradas por los horticultores
como símbolo de identidad local, al mismo tiempo que se mantienen cultivos de
importancia familiar y se introducen innovaciones para su establecimiento en el repertorio
hortícola local.
De este modo, el conocimiento botánico local orienta las prácticas hortícolas según
diversos criterios de selección, y estas mismas prácticas (no sólo las conservadoras de la
biodiversidad sino también las que la incrementan), ajustan el conocimiento que las originó
a las nuevas circunstancias (en esto reside su valor adaptativo). Así, la recursividad entre
conocimientos y prácticas hace posible la evolución del sistema hortícola local, en su
compleja dimensión biocultural.
Se concluye que, al igual que los huertos familiares, los huertos comerciales
estudiados constituyen reservorios de variedades vegetales con distinto grado de
asociación con las personas, y también reservorios de prácticas culturales de manejo.
Destacar este carácter es relevante en un momento en el que la agricultura familiar es
objeto de legislación y regulación en la Argentina.
Agradecimientos
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690
Domesticación
1) Domesticación de cultivos por semilla, en particular los cereales. En este grupo el blanco
de la selección humana es la semilla. Algunas características importantes de su síndrome de
domesticación son: gigantismo en la semilla, pérdida de la dehiscencia y pérdida de la
dormancia, entre otras. Aquí se puede encontrar al maíz, trigo y arroz, entre otros (Meyer y
Purugganan, 2013).
693
2) Cultivos propagados de manera vegetativa, como los tubérculos y raíces (p. ej. Manihot
esculenta Crantz). Dado que el blanco de la selección humana son estructuras vegetativas
(p. ej. tubérculos, rizomas, plantas completas), estas plantas invierten más energía en su
propagación vegetativa y suelen destinar menos recursos a su reproducción sexual, por lo
tanto, esta selección, puede ocasionar una disminución en la fertilidad. Esta característica es
un componente importante del síndrome de domesticación de este grupo, además,
dependiendo de la finalidad de selección de la planta, puede estar compuesto por cambios
en el sabor, cambios en el contenido de almidón, reducción de compuestos tóxicos, etc.
(Meyer y Purugganan, 2013; McKey et al., 2010).
Los modelos arriba descritos se refieren a plantas cuya finalidad es alimenticia, pero
existen otros modelos de domesticación (dentro de la vía de propagación vegetativa) para
plantas con otros fines. Por ejemplo, Colunga-GarcíaMarín (1996) documenta el síndrome
de domesticación de los agaves productores de fibra (Agave fourcroydes Lem.); los
componentes que lo conforman son: gigantismo en hoja, alta cantidad relativa de fibra y
menor espinosidad.
Sin embargo, hasta el momento existen pocos estudios que documentan el síndrome
de domesticación de plantas medicinales aromáticas (Blanckaert et al., 2012). La mayoría
de los trabajos concernientes a estas plantas están enfocados a encontrar compuestos
activos que puedan ser utilizados en la industria farmacéutica para el tratamiento de alguna
enfermedad (Lewis, 2003; Duke et al., 2002).
2) Amplia variabilidad morfológica. Estas plantas cuentan con una gran variabilidad
morfológica (Melito et al., 2016; Kokkini, 1992; Lawrence, 2007). Ésto las hace un blanco
para la domesticación ya que esta variabilidad es la materia prima en la cual opera este
proceso. Para saber si una planta se encuentra en proceso de domesticación, se requiere
probar que la variación morfológica observada se deba a que el humano ha estado
ejerciendo selección y manejo sobre sus poblaciones y no es producto de la respuesta
exclusiva a la variabilidad ambiental (Bajalan y Pirbalouti, 2015). Para comprobarlo se
requiere de estudios detallados y se han realizado pocos en plantas medicinales (Blanckaert
et al., 2012; Rendón y Núñez-Farfán, 2000; Rendón et al., 2001).
694
Rivera y Obón (1992a) realizan una revisión de las evidencias arqueobotánicas de plantas
aromáticas en el Viejo Mundo, en particular de la familia Lamiaceae. Estas evidencias
ilustran la antigüedad de la interacción de estas plantas con el humano. Se presume que su
uso posiblemente fue alimenticio y/o medicinal. En este mismo trabajo citan a Zeven y
Zhukovsky (1975), quienes encuentran nueve centros de diversidad de plantas cultivadas en
el Viejo Mundo (Apéndice 1). Entre estas plantas se registran varias especies de lamiacéas.
Rivera y Obón (1992b) mencionan el uso actual de muchas plantas de dicha familia. A
continuación se muestra un breve resumen de estos tres aspectos:
(i) Creciente Fértil: Se han encontrado registros que datan del periodo Neolítico (6000 a.
C.- 3000 a. C.) en la región comprendida por Turquía, Siria, Iraq, Iran y Caucaso.
Estructuras como núculas (fruto seco indehiscente) carbonizadas de Ajuga chamaepitys (L.)
Schred. subsp. chia Arcang, Ziziphora sp. y Teucrium botrys L. se han encontrado en
695
yacimientos que tienen una antigüedad de aprox. 5200 a. C. (Helbaek, 1970; Van Zeist y
Buitenhuis, 1983).
(ii) Centro Mediterráneo: En países como España y Portugal se han encontrado restos
pertenecientes a Salvia verbenaca L., Satureja obovata Lag., Teucrium sp. y Thymus
vulgaris que también datan del Neolítico. En estos países, además de Italia, Grecia, Israel y
Egipto, se han encontrado restos de plantas silvestres de Lavandula dentata L., Rosmarinus
officinalis L., Teucrium sp. y Thymus sp. que datan de la Edad de Bronce (1700 a. C.- 800
a. C.) (Hopf, 1979; Rivera et al., 1988).
(iii) Centro Europeo Siberiano: Se han encontrado registros, que datan del Neolítico, en
Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Holanda, Suiza, Austria, Alemania, Checoslovaquia
(actualmente Republica Checa y Eslovaquia), Polonia, Dinamarca y Hungría,
principalmente de Mentha arvensis-aquatica Timb.-Lagr., Origanum vulgare L., Ajuga
reptans L., Satureja vulgaris (L.) Fritsch, Lycopus europaeus L. Se infiere que varias de
estas especies fueron cultivadas en terrazas bordeando los lagos (Tomado de Rivera y
Obón, 1992a).
Varías especies de la familia Lamiaceae se utilizan como hierbas culinarias y/o como
medicinales. R. officinalis es usada para aliviar irritación de la piel y /o dermatitis alérgica,
fue reportada en Turquía. Varías especies de Thymus, igual que la especie anterior, se
utilizan para tratar irritación en la piel o dermatitis en Turquía. En España ha sido descrita
además como vermicida. Algunas especies del género Teucrium son usadas para tratar
diarrea. Algunas especies del género Mentha tienen propiedades analgésicas como por
ejemplo M. x piperita L., M. arvensis, las cuales son utilizadas para aliviar dolores
gastrointestinales, algunas otras son altamente tóxicas como M. australis R. Br., M.
saturejoides F. Muell. (Ribera y Obón, 1992b).
La colonización se representa como número de individuos por área. Los espacios vacíos indican que no
hay datos disponibles (Tomado de Rivera y Obón, 1992a).
Menta
El nombre genérico Mentha es derivado del griego Minthi. En la mitología griega, el dios
del inframundo Plutón (equivalente al dios Hades) se enamora de una ninfa llamada Minthi
y para protegerla de su esposa Perséfone, la transforma en un planta de menta (Kokkini,
1992). El hecho de que las mentas se encuentren inmersas en la mitología griega da
evidencia de la gran importancia de estas plantas desde periodos antiquísimos.
Como se menciona anteriormente, los híbridos de Mentha son muy importantes para
su domesticación, ya que al ser parcial o completamente estériles la propagación vegetativa
es su principal mecanismo reproductivo. Esta es una ventaja para su domesticación debido
a que permite fijar genotipos a una mayor velocidad en comparación con la reproducción
sexual (Mckey et al., 2010; Vargas-Ponce et al., 2007; Elías et al., 2007; Colunga-
GarcíaMarín, 1996). Estos híbridos se cultivan de manera vegetativa mediante rizomas, se
ha reportado que estas estructuras suelen ser muy vigorosas (Harley y Brighton, 1977).
Cuando se tienen evidencias a priori del origen híbrido de algún taxa de Mentha (p.
ej. morfológicas, citogenéticas, etc.) los marcadores moleculares como RAPD (Random
Amplified Polymorphic DNA) ó AFLP (Amplified Fragment Length Polymorphism) han
ayudado a corroborar las hipótesis sobre el origen híbrido de muchas especies de Mentha
(Shasany et al., 2005; Gobert et al., 2002; Khanuja et al., 2000).
Actualmente hay un gran interés en la industria por los híbridos de M. x piperita por
sus compuestos químicos presentes en su aceite esencial, principalmente por mentofurano,
el cual es uno de los principales compuestos que le confiere el aroma a esta planta. Éste es
altamente tóxico y se encuentra en mayor cantidad cuando las plantas están en etapa floral,
momento en el que son cosechadas para fines industriales (Kumar et al., 2014). Debido a la
gran demanda de este taxa a nivel mundial y a su propagación exclusivamente vegetativa,
se ha reportado que este híbrido cuenta con una baja diversidad genética, lo que puede estar
relacionado con su defensa limitada ante el ataque de patógenos (Fenwick y Ward, 2001).
Dado el alto interés industrial en el aceite esencial de este taxa, se han realizado esfuerzos
699
Manzanilla
La manzanilla (Matricaria recutita) es una planta herbácea anual, diploide (2n=18), nativa
del Sur y Este de Europa, que ha sido utilizada de manera milenaria como remedio
medicinal en Egipto, Grecia y Roma (Singh et al., 2011; WHO, 1999; Das et al., 1998). Es
cultivada en países como Hungría, Rumania, Alemania, España, Italia, entre otros. Sin
embargo, Hungría es el principal productor; en este país la manzanilla crece en suelos
pobres y es un recurso que genera ingresos muy importantes para las familia de escasos
recursos de este país (Svab, 1979).
Raal et al. (2003) realizaron un estudio donde muestran que existen variaciones en
cuanto a la concentración de los compuestos del aceite esencial mencionados arriba, en
diferentes cultivos de M. recutita provenientes de distintas partes de Europa. Ellos
encuentran que la manzanilla cultivada en Gran Bretaña contiene mayor concentración de
β-bisabolol óxido (25%), en Hungría de α -bisabolol (24%), en Bélgica y Francia de α-
farneseno (5-7%). En este sentido, estudios han demostrado que la temperatura tiene un
mayor efecto sobre la variación en la concentración de los componentes del aceite esencial
que el tipo de suelo en el que se encuentran cultivadas las plantas (Karami et al., 2009).
El número de capítulos también varía respecto al espacio que se deja entre una
planta y otra en el campo de cultivo, entre más espacio (10, 20, 30 cm) mayor número de
capítulos producidos (Pirzada et al., 2011).
a dejar los brotes que aún no están listos para cosecharlos posteriormente (Singh et al.,
2011).
Actualmente debido a la gran demanda mundial del aceite esencial para la industria
alimenticia, cosmética, perfumería y aromaterapia, la cosecha se realiza de forma
mecanizada, la cual permite tener mayor producción de aceite esencial pero de menor
calidad (Singh et al., 2011). La adición de fertilizantes en los campos de cultivo también
provoca variación en la concentración de los compuestos en los cultivos de manzanilla
(Ghaedi et al., 2015; Emongor et al., 1990).
2014; Blanckaert et al., 2012; Blancas et al., 2010; Ankli, et al., 1999a; Heinrich, 1998;
Argueta et al., 1994; Bye et al., 1995).
Algo interesante que mencionan estos autores, es que las plantas frecuentemente
usadas como medicinales son consideradas dulces (p. ej. Pachyrrhizus erosus Urb. var.
palma), astringentes o de buen olor: aromáticas (Psidium guajava L.). Sin embargo, existe
un porcentaje similar en plantas usadas como medicinales y también como no medicinales
que son consideradas como amargas (Crossopetalum gaumeri (Loes) Standl.), agrias
(Critus aurantifolia Swingle), picantes (Piper amalago L.), mal olientes (Zanthoxylum
caribaeum Lam.) o de olor fuerte (Dysphania ambrosoides). La inclusión o no de plantas
para fines medicinales, con estas características, probablemente está asociada a que estas
particularidades también son indicadoras de toxicidad.
aromáticas y amargas; para disentería plantas con poco aroma o sabor amargo, y para dolor
y fiebre plantas aromáticas o mal olientes.
Los estudios anteriores dan evidencia acerca de los criterios de selección que
pueden influir en el proceso de domesticación de las plantas medicinales aromáticas. Sin
embargo, cuando se habla de domesticación, como se menciona al inicio, se hace referencia
a un proceso evolutivo, por lo que se deben considerar los cambios genéticos,
morfológicos, fisiológicos y reproductivos que han sufrido las plantas domesticadas
comparadas con sus ancestros. Un buen ejemplo de domesticación de una planta medicinal
aromática en Mesoamérica probablemente es el “toronjil blanco” (Agastache mexicana
subsp. xolocotziana R. Bye, E. Linares y Ramamoorthy) y el “epazote” (Dysphania
ambrosoides).
703
Toronjil blanco
El proceso evolutivo mediante el cual se pudo originar aún se desconoce, ya que sólo
existen poblaciones cultivadas (Fig. 3). Como una hipótesis, Bye et al. (1987), sugieren que
probablemente es producto de la hibridación entre Agastache palmeri (B. L. Rob.) Standl.
704
Figura 3.Cultivo de toronjil blanco (A. mexicana subsp. xolocotziana). Santiago Mamalhuazuca,
Ozumba, Estado de México.
Epazote
El estudio realizado por Blanckaert et al. (2012) en el Municipio y Ciudad de Santa María
Tecomavaca, Oaxaca (parte de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán) documenta el
705
Para recabar evidencia etnobotánica, Blanckaert et al. (2012) evaluaron los criterios
de selección del “epazote blanco” y el “epazote rojo” en distintos grados de manejo
mediante entrevistas semi-estructuradas. De estas dos variantes existen poblaciones
silvestres, de manejo incipiente y además la primera también se encuentra bajo manejo
intensivo. Encontraron que aunque el epazote es considerado como un cultivo menor, estas
variedades son ampliamente conocidas como condimento por los pobladores entrevistados
en la comunidad (N=90), además de ser reconocidas y usadas como plantas medicinales
(por el 78% de los entrevistados) contra parásitos intestinales, picaduras de animales, entre
otras. La mayoría de los informantes tienen en sus jardines o campos de cultivo la variedad
blanca y los criterios de selección están dirigidos hacia las características organolépticas y
morfológicas de las plantas (olor, sabor y color de la planta).
Todo lo anterior indica que las variantes morfológicas en el epazote están asociadas
a un gradiente de intensidad de manejo y parecen estar asociadas a la intención de mejorar
la palatabilidad, lo cual está correlacionado con una baja defensa química de la planta al
706
disminuir los compuestos tóxicos para los humanos. Al mismo tiempo, la toxicidad
presente en estas plantas ayuda a combatir los parásitos intestinales, motivo por el cual se
utiliza como medicamento. Los autores discuten el número de tricomas en la plantas del
“epazote rojo” silvestre que es menos preferido que el “epazote blanco cultivado” no
difiere, por lo que no se ajusta a un modelo de domesticación general (pérdida de defensas
físicas). Sin embargo probablemente, la persistencia de los tricomas es un mecanismo de
defensa necesario ante la pérdida de defensas químicas, ya que la variante roja no cuenta
con ellos, pero sí con una mayor abundancia en los compuestos que le dan al olor y sabor a
la planta.
Por último, Blanckaert et al. (2012) concluyen que la evolución del epazote se
ajusta a un modelo simple de colonización dentro de un agroecosistema, el cual no induce a
la modificación notable de métodos de dispersión de semillas. Sin embargo, el síndrome de
domesticación está conformado por gigantismo de las partes útiles y la reducción de
defensas químicas para el consumo humano. Este modelo es uno de los pocos que cuenta
con diferentes evidencias para documentar el proceso de domesticación de una planta
aromática medicinal.
Conclusiones y perspectivas
C) Para lograr domesticación completa en estas plantas parece ser que la hibridación inter-
específica es muy importante y en este sentido,
morfología son buenas herramientas para documentar el proceso evolutivo en éstas plantas,
como lo muestra el estudio de Blanckaert et al. (2012).
Agradecimientos
Al Dr. Manuel Jesús Cach Pérez, a la Dra. Patricia Colunga-GarcíaMarín, al Dr. Alejandro
Casas Fernández y al Dr. Sol Cristians Niizawa por sus comentarios a la versión final del
capítulo. Al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica
(PAPIIT) y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por el apoyo otorgado.
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710
Apéndice 1
1. Chino-Japonés
Elsholtzia Willd., Mentha L., Perilla L. y Stachys L.
2. Indo-Chino-Indonesio
Ocimum L., Orthosiphon Benth. y Pogostemon Desf.
3. Australiano
No hay reportes
4. Indostán
No hay reportes
5. Asia Central
Lallemantia royleana (Wall. y Benth.)
6. Cercano Oriente
Lallemantia iberica Fisch. y Mey.
7. Mediterráneo
Melissa officinalis L., Mentha aquatica L., M. longifolia (L.) Huds., M. pulegium L.,
Origanum majorana, O. syriacum L., Rosmarinus officinalis, Salvia officinalis L., S.
sclarea L., S. viridis L., Satureja montana L., Teucrium chamaedrys L., Te. marum L.
Thymus serpyllum L. y Th. vulgaris, Th. zygis.
8. Siberiano Europeo
Mentha x gracilis Sole, M. x piperita L., M. x rotundifolia (L.) Huds., M. spicata L., M.
suaveolens Ehrh., M. x villosa Huds., Nepeta cataria L. y Origanum vulgare.
9. Africano
Aeollanthus suaveolens Mart. ex Spreng., Hyptis Jacq., Ocimun L. y Orthosiphon Benth.
714
Introduction
All plant species and natural environments are affected directly or indirectly by human
activities. Natural landscapes reflect the technological innovations, the economic
constraints and the cultural aspirations of their human inhabitants (Whitney 1994). Factors
independent of the biology of plant species can have enormous evolutionary implications
that range on a scale from global climate change to population level processes, including
fragmentation.
Understanding how human activities impact the pattern and distribution of genetic
diversity in plant populations is important, not only for documenting the process of
domestication and forest product management, it is essential for conservation planning.
Intentional, as well as unintended consequences of human management of plant genetic
resources, is ongoing and evolving. It can involve several selective steps that are both
natural and artificial. These steps impact micro-evolutionary patterns among populations
that, in turn, will affect larger macro-evolutionary patterns for the species. The motivation
for human management of plant species results in a continuum of management intensity for
plant species with consequences for distribution of genetic diversity and its conservation.
Large scale patterns for the distribution of neutral genetic diversity within and
among populations have been used for inferring histories such as centers of domestication,
resource use and exchange, as well as recommended conservation approaches
(Doulati_Banehe et al., 2015; Hardigan et al., 2015; Forsberg et al., 2015; Gaut et al., 2015;
Parra et al., 2015; Santos et al., 2015). If motivation for management impacts management
intensity for a plant species, then how does management intensity impact evolutionary
potential and distribution of genetic diversity within a species? The management intensity
resulting from varying human use of plant species potentially results in changing micro-
evolutionary patterns and accumulation of differences among populations or, alternatively,
gene flow and hybridization. To understand this further, we looked at three case studies that
illustrate different examples of management intensity and how they have impacted micro-
evolutionary patterns within plant species:
Non-timber forest products (NTFPs), including medicinal plants, are recognized for their
role in influencing strategies for managing forests for diversity and sustainable
commodities (Ticktin and Johns 2001; Teel and Buck 2002). Over 80% of human
populations depend on wild extracted plants as an important source of medicine and a key
part of rural health care (Sheldon et al., 1997). Furthermore, many people in countries
where wild collected plants are not the main source of medicine, use herbal remedies and
the source of many herbal remedies continue to be wild populations. The sustainability of
harvesting wild plants requires that extraction rates do not exceed capacity for populations
to recover demographically or genetically.
The intensity with which wild products are harvested depends on the economic
needs of the collectors, employment opportunities, time available for harvest and market
value of the products (Bailey, 1999; Crook and Clapp, 2002). The social and cultural
context associated with wild products also influences the frequency with which wild
resources are tapped (Bailey, 1999; Crook and Clapp, 2002; Pilz and Molina, 2002).
In the deciduous forests of eastern North America several species are vulnerable as
a result of their medicinal value. Plants such as American ginseng (Panax quinquefolius),
yellow root (Xanthoriza simplicissima), bloodroot (Sanguinaria canadense), golden seal
(Hydrastis canadense), and wild leek (Allium tricoccum) suffer reduced populations due to
716
over collection (Nantel et al., 1995; Sheldon et al., 1997; Robbins, 1998; Hackney and
McGraw, 2002). These species represent a suite of slow-growing, long-lived climax forest
herbs whose populations are often extracted to low numbers or to extinction. Mature
hardwood forests, where most populations of these species are found, are also threatened
with habitat alteration as a result of suburbanization and logging. Yet this process, which
has occurred for more than 250 years when human populations were much higher in areas
that are now covered in federally managed lands of the National Forests and National
Parks, has not lead to the total extinction of wild sourced, economically important plant
species. This leads to several questions: What are the evolutionary impacts of NTFP
extraction? Considering the long-term interactions between human harvesters and
economically important plants, we might also ask, What is wild? American ginseng is one
of the most heavily traded medicinal plants from North America. To study the effect of
human management on a wild medicinal plant, we can look more closely at this species.
American ginseng produces a non-clonal, root with a single rhizome. The root,
which is often branched, can sometimes take on the appearance of a human figure, giving it
value in Traditional Chinese Medicine. Because the root is non-clonal, when a plant is
removed from the population it means that an entire individual, a genet, is lost from the
population. At the start of each growing season in April a single stem with a whorl of one
to four (rarely five) palmately divided leaves arises from the rhizome. At the end of the
growing season, by September, the stem and leaves turn a golden yellow color and dehisce
from the rhizome leaving a scar for that year’s growth.
It is possible to estimate the age of a plant by counting the number of stem scars
along the rhizome. Demographic studies for this species indicate that natural populations of
ginseng have a size structure that reflects the age classes of the population (Anderson et al
1993). The youngest plants, one to two years old, in the population produce a plant with a
single leaf. Plants that are three to six years old produce two leaves (also called prongs).
Plants that are seven to nine years old produce three prongs, and plants 10 years old or
older produce four prongs. Usually plants must have three or more leaves before they
produce an umbel of tiny white flowers from the center of the stem. In other words, it is the
oldest plants in the population, seven years and older, with three or more leaves, that make
the greatest contribution to the next generation. If the flowers are pollinated, usually by
generalist insects, the plants will produce one to many red berries with one to three seeds
per berry. Research shows that seeds that are dispersed and buried at approximately 2.5 cm
in depth have the highest percentage of emergence (McGraw et al., 2005).
717
The genus Panax, one of the most important medicinal plant genera within
Traditional Chinese Medicine, consists of twelve species. Two species are found in eastern
North America and ten in Asia. The two North American species, P. quinquefolius and P.
trifolium, are hypothesized to have arrived from Asia via two dispersal events (Wen and
Zimmer, 1996). Panax quinqueifolius, American ginseng (2N=48), is a tetraploid, while P.
trifolium, dwarf ginseng (2N=24), a diminutive spring ephemeral is diploid (Wen and
Zimmer, 1996). Panax ginseng, Oriental ginseng has been used s a tonic and curative in
Asia for at least 2000 years. It has now largely disappeared from the wild, but its original
distribution extended from northern China, to Korea, Manchuria, northern Japan, and
Siberia.
Early in the eighteenth century a Jesuit missionary living among the Iroquois tribe
reasoned that the vegetation in eastern Canada was similar enough to the habitat of Oriental
ginseng that ginseng might also be found in North America (Goldstein, 1975). Soon after,
P. quinquefolius was discovered in deciduous forests near Montreal and a lucrative ginseng
export business to China was established by French fur traders. By 1752, the price of
ginseng had risen so steeply that ginseng hunters began to export roots in large quantities
without regard for the size of the roots (Goldstein, 1975). By the late 1800s, ginseng
collectors were reporting that the plant was increasingly scarce.
The market for American ginseng fluctuated throughout the twentieth century,
steadily increasing since the 1960s. The majority of exports were to Hong Kong (about
90% or more), but the U.S. also exported ginseng to Australia, Malay, Chile, and Canada
(Robbins, 1998). The price for wild harvested roots was significantly higher than for
cultivated roots, ranging in price from $60 USD per kg to $480 USD per kg or more for
wild roots, and rarely more than $10 USD for cultivated roots. In 1977, the U.S. Fish and
Wildlife Service implemented Convention on International Trade in Endangered Species
(CITES, Appendix II) regulations to protect wild ginseng’s continued existence in its
natural habitat. CITES regulations extend to both cultivated and wild roots. By the early
2000s the U.S. supplied approximately 60 metric tons of wild roots per year, equivalent to
26.4 to 39.6 million harvested plants annually (Robbins 2000). Morphological studies of
ginseng herbarium specimens collected over 150 years provided evidence for a decline in
stature of American ginseng for this period, presumably as a result of humans collecting out
the largest plants from the populations (McGraw, 2001).
The cultural patterns of use for American ginseng followed certain trends among the
states where it was harvested. It was generally “hunted” by men who were also game
hunters or fur traders. Under state regulations, there was a season for collecting and selling
ginseng. The season, which varied among states, from August to December was intended to
allow the plants to set seed for the next generation before they could be collected out of the
population. In practice, what this meant was a collector could harvest plants from almost
anywhere, but only sell them in states where the season was open. There was competition
for the plants and the location of a wild ginseng patch was a closely guarded secret.
Ginseng hunters would display prize ginseng roots, often in a jar of moonshine liquor (Fig.
1). Much like with other forms of hunting, ginseng collectors were expected to obtain a
permit with a quota for harvesting ginseng from public lands. The market for ginseng roots
718
varied throughout the season and the price depended on whether the roots were fresh or dry.
At some point in the season, the price for roots would spike, but once ginseng dealers
obtained a sufficient harvest for export, the price for roots would drop.
Figure 1. Wild American ginseng, Panax quinquefolius, roots. A collection of roots that show the
morphology of wild roots with twists and wrinkles that are valued in Traditional Chinese Medicine. A
highly valued ginseng root in the shape of a human body stored in moonshine. In general ginseng is
“Hunted” by men as part of a secretive, fur and ginseng cash economy. There is a season for collecting
and prize roots are put on display. When it is collected the entire plant removed and stewards of
ginseng plant seeds back into the population.
At the beginning of the Twenty-first Century, the USFWS mandated that only the
largest plants, those with three prongs and above, should be harvested from wild
populations for trade and export. The intention was to leave plants in natural populations
until they were large enough, or old enough, to produce flowers and fruits. Harvest was also
restricted from certain forests, including National Parks and wilderness areas where
collecting ginseng was illegal and laws were enforced to protect wild populations. In some
cases, such as the Great Smokey Mountain National Park, populations were protected since
the 1940s.
The more striking result was how genetic diversity was distributed among
populations as a result of harvest. Approximately 50% of the total genetic diversity for the
species was due to differences among populations (Gst = 0.479; Cruse-Sanders and
Hamrick 2004). This estimate is much greater than average for plants with similar life
histories (Gst = 0.15-0.25; Hamrick and Godt, 1996). However, the differences among
unprotected populations accounted for the high genetic structure (Gst = 0.491) compared to
genetic structure among protected populations (Gst = 0.167; Cruse-Sanders and Hamrick,
2004). This was also true of comparisons between states across the sampled range of the
species, 12% and 8% of the total variation respectively.
To test these ideas, a single generation culling simulation program estimated the
impact of different harvesting regimes (Cruse-Sanders et al., 2005). The harvest scenarios
that were tested included random harvest at varying levels, legal limit random harvest and
legal limit adult harvest. The legal limit, percentage of plants to remove before
recalculating diversity, was determined by the proportion of adult plants in each population.
Non-choosy collectors, those that would harvest randomly across the population regardless
of age of the plant were predicted to reduce genetic diversity significantly within the
populations. The variation among estimates of within population genetic diversity increased
with random harvest, meaning that it would become increasingly difficult to predict the
impacts of harvest on genetic diversity. However, overall the trend was for a reduction in
genetic diversity even when harvest levels were kept below a percentage of legally
harvested individuals (Cruse-Sanders et al., 2005).
In the case of American ginseng, harvesting plants out of wild population both
significantly reduced evolutionary potential, as measured with neutral genetic markers and
increased differences in genetic diversity among populations. Most likely the increase in
720
differences among populations where harvest occurred resulted from the impacts of genetic
drift, with different alleles randomly left in different populations as those populations
became smaller. If the trend in American ginseng collection leads to fewer traditional
collectors and more random non-choosy collectors, outside of long standing traditions of
ginseng hunting, the negative evolutionary impacts are expected to increase.
Mesoamerica and South America are important domestication centers for traditional
and non-traditional crops used around the globe. These include plant crops that fit into well
accepted models of domestication: maize, squash, beans, and peppers (Pickersgill and
Heiser, 1976; Escalente et al., 1994; Harris 1967; MacNeish, 1967; Harlan, 1975;
Whitmore and Turner 1992), as well as other crops that do not, Phasiolus, occa, potato,
amaranth, cactus. Some species, including semi-domesticated plants, require new models
for domestication (Casas et al., 1997; 1999a; 2007; Blancas et al., 2010; Parra et al., 2014).
Many of these species are perennial, and often obligate outcrossed, plants that require
selection on existing traits. Management in situ and vegetative propagation have been
documented as important to the management histories for these plants (Casas et al., 1997;
1999). We explore this process more closely through the example of the columnar cactus,
Stenocereus stellatus.
domestication also suggests that cultivated populations found in backyard gardens in towns
are derived from propagated seeds or cactus stems from managed in situ populations or
through exchange from other cultivated gardens. As a bat pollinated and obligate
outcrossing species, wild, managed and cultivated populations of S. stellatus are potentially
connected by pollen or seed movement (Casas et al., 1999b; Horner et al., 1998; Arias-
Coyoti et al., 2006).
There was evidence to support strong selective pressures on S. stellatus that have
led to significant changes in morphological traits. Fruits of cultivated plants were larger
with fewer spines, and more pulp with a wider variety of colors; fruits of managed
populations were intermediate (Casas et al., 1999a). Casas et al., (2006), further analyzed
23 vegetative and reproductive characters, including fruit shape, pulp color and number of
spines, from 20-50 individuals from 19 populations and found evidence that human
management has enhanced diversity. Morphological diversity indices per population were
based on average Simpson’s diversity statistics (D) for both quantitative and categories of
qualitative traits. This measure was significantly higher in managed and cultivated
populations compared to wild populations in both regions (Casas et al., 2006). Average
morphological diversity was higher in wild populations of La Mixteca Baja compared to
Tehuacan Valley, however there were no significant differences in average morphological
diversity indices between regions. As a species under incipient domestication in
Mesoamerica, S. stellatus was further along on the continuum of human management
intensity.
conservation action should include maintaining diverse ex situ collections and restoring
diverse populations into appropriate natural environments.
At least 75 per cent of known threatened plant species conserved in situ (Target 7).
70 per cent of genetic diversity of crops including their wild relatives and other
socio-economically valuable plant species conserved, while respecting, preserving
and maintaining associated indigenous local knowledge (Target 9).
Carefully planned conservation strategies should take into consideration the existing
population genetic variation to direct how best to source material for restoration. When the
objective is to restore plant species to existing natural levels of genetic variation, genetic
monitoring of natural and restored populations is necessary (Ramp, 2006). Conservation
strategies that artificially select or mix genotypes may potentially be best for the overall
success of the restored species, but they impact the evolutionary trajectory of the population
(Smulders et al., 2000). For example, inbreeding is considered an important factor to
consider, potentially influencing potential for populations in the short-term, whereas long
term success is impacted by genetic drift (Booy et al., 2000). Across multiple populations,
genetic drift and selection can lead to a loss of variation and an increase in genetic
724
Rhus michauxii Sarg. (Anacardiaceae), dwarf sumac or Michaux’s sumac, is a small shrub
found on dry, sandy/rocky, sub-mafic substrates in the Piedmont ecoregion of the
Southeastern U.S. This imperiled species is one of the most threatened plants in the region
and it is protected under the U.S. Endangered Species Act. Leaves on this species are
seasonally deciduous on short, hairy stems that form colonies in ruderal open habitats that
are often fire maintained or disturbed by other means. R. michauxii is dioecious and male
and female dwarf sumac plants respond differently to vegetative competition in their
community (Emrick and Jones 2008). This species is pollinated by generalist bees, but
there is evidence to suggest that receptivity of female flowers doesn’t always correspond to
when pollen is available. Seeds collected from natural populations, or produced ex situ
through hand pollination, usually have low germination rates.
The natural range for R. michauxii is the Inner Coastal Plain and Piedmont of
Georgia, North Carolina, Virginia, and South Carolina, where believed to be extirpated
(USFWS 1993). Rhus michauxii is rare throughout its range and has sustained significant
habitat loss, at least in part due to fire suppression and habitat conversion. Most of the
remaining populations of this species are of only a single sex and at a considerable distance
from other populations, and thus are able to reproduce only clonally. Like many other
dioecious species, it has been significantly impacted by habitat fragmentation (USFWS,
1993).
On a local level, it was historically recorded from five counties in Georgia. By 2007
R. michauxii was found in only two single sex populations (one male, one female)
separated by more than 160 km (Chafin 2007). The male population was found in the Broad
River Wildlife Management Area (BRWMA) in Elbert County in eastern Georgia, and it
represented the only truly naturally occurring population left at the southernmost reach of
its distribution. The female population (BH) occurred at the base of a water tower in
Newton County, Georgia. The female population was once extirpated and recovered with
cultivated material derived from the original female population.
725
A natural question that followed was whether this increase in R michauxii stems
within the male population after fire represented clonal propagation from the two remaining
individuals (with a maximum of two multilocus genotypes) or recruitment from plants that
persisted in the population underground until the correct ecological conditions returned
(representing more than two multilocus genotypes). A genetic study was undertaken to
determine the evolutionary impacts of conservation action for this species.
To establish the relationship between the male and female populations and determine how
the male population has recovered from a population bottleneck we compared multilocus
genotypes for the plants based on allozyme analysis for samples collected from the male
population at BRWMA in Elbert Co. (N = 51 plants), female plants at BH in Newton Co.
(N = 52 plants) and the outplanted female R. michauxii at BRWMA (N = 19 surviving
plants; Cruse-Sanders, Hamrick, et al., in prep). Allozyme analysis was performed
following the methods of Sherman-Broyles, et al. (1992). Of the 24 loci that were resolved,
five were polymorphic, however two of these were omitted from the analysis because they
were not reliably resolved in all samples. Three loci were used for comparisons of
multilocus genotypes. Overall the male plants sampled at BRWMA had 10 multilocus
genotypes (Fig. 3; Cruse-Sanders, Hamrick, et al., in prep). The female plants outplanted at
BRWMA had half of the number of MLG found in male population. The same MLGs that
occurred most commonly in the male population was also the most common in the samples
of female plants from the two locations. The results of the genetic survey indicate that the
population of 150 male R. michauxii plants that rebounded after the habitat was managed
with prescribed fire had to re-sprout from a minimum of 8 different plants that were
dormant under ground.
726
160
140
Number of stems
120
100
Male plants
80
Female plants
60
40
20
0
0 08 0 09 0 09 -0
9
-10 -10 l -11 -1
2
2 2 2 a y b n u a y
e- b. ar
. M Fe 4-Ju 3-
J
-M
pr F e M 1 1 0
3
Figure 2. The numbers of dwarf sumac, Rhus michauxii, stems at a natural population in Georgia USA
after restoration.
The number of multilocus genotypes in the male population was higher than any of
the nine R. michauxii sampled from North Carolina in a previous study (range from 1 to 7
with a mean = 4.1; Sherman-Broyles, et al., 1992). However the species level genetic
diversity based on % polymorphic loci detected for populations in Georgia is less than half
the level detected in other parts of the range for R. michauxii (Percent polymorphic loci =
0.21 and 0.47 respectively; Sherman-Broyles, et al., 1992). The difference in these two
measures is likely based on more even allele frequencies being present in the BRWMA
population before it crashed.
727
Figure 3. Genetic diversity in restored dwarf sumac, Rhus michauxii, populations in Georgia USA.
Different colors represent unique multilocus genotypes present within each population: Newton Co.
females (six genotypes) was the original female population. BRWMA male plants (10 genotypes) was
the original male population, and BRWMA females (five genotypes) were the 22 female stems
translocated from Newton co. to BRWMA.
Based on the similarity in neutral genetic diversity between the male and the female
population there was good reason to mix the plants from the two locations. Genetic
evidence from this study also supports the methods used for transplanting material from
one population to another. The subsample of female plants moved from BH to BRWMA
captured most of the genetic diversity that existed in the female population. This study
provides support for introducing additional genetic variation to the Georgia populations to
increase both the evolutionary and reproductive potential for this species at the
southernmost edge of its range. Studies with other rare plants in prairie restoration
experiments with Cirsium dissectum and Succisa pratensis indicated that combining plants
from more than one source population introduced significantly more genetic
polymorphisms, and took advantage of the diversity that exists among naturally occurring
source populations (Smulders et al., 2000).
728
Figure 4. Gradient of management intensity resulting from a gradient of manipulation of plant species
from simple gathering plant products to incipient domestication, to selective manipulation and
domestication, ex situ cultivated plants, to permanently cultivated plants (after Blancas et al., 2009).
Different management intensity impacts micro-evolutionary patterns within populations, including
selection, fragmentation and gene flow. Photos gathering plant products from the wild, augmenting
propagated plants into restored habitats, cultivated garden of Stenocereus stellatus.
Increasingly, the connectivity between ex situ plant genetic material and in situ
management emerges as a conservation strategy, and concern. Whether management is
directly connected to ex situ collections, as in the case of plants that are cultivated and
those that are safeguarded for conservation, or indirectly as is the case for medicinal species
729
that will increasingly depend on supplemental “wilding” or wild simulated efforts, our
understanding of how human management impacts evolutionary patterns in plants is
essential. Historically some efforts have considered the impact of cultivation on the genetic
diversity of species (Vander Mijnsbrugge et al., 2010; Dolan et al., 2008; Menges et al.,
2004; McKay et al., 2005; Primack 1996). For example, restoration efforts of American
beachgrass, Ammophila breviligulata, in North America resulted in reintroductions that did
not resemble natural populations. Plant material derived from nursery stock lacked the
same amount of diversity that was in natural populations, and presumably lacked the ability
to adapt to future climate change (Neale, 2012). Seed source impacted the amount of
diversity available for restoration in a cultivated stock of Ariaucaria nemorosa (Kettle et
al., 2008). There was evidence of a genetic bottleneck in plants grown from seeds collected
from trees. Plants cultivated from seeds collected off the forest floor had higher levels of
genetic diversity but was inbred compared to the source populations (Kettle et al., 2008).
However research is calling for new guidelines that address not only genetic considerations
for restoration, but also planning for future climate change (Havens et al., 2015).
Seed sourcing for restoration in anticipation of climate change would mean focused
collections that maximize samples from extreme conditions in addition to collecting overall
genetic diversity Havens et al., 2015). One prediction for shifting climate estimates that the
climate profile for plant species may move 500 km to toward the poles or 500 m in
elevation in the coming century (Thuiller, 2007). Seed banking is one of the strategies
outlined in the GSPC (CBD 2012). Seed banks provide an important source of material for
ecological restoration and compliment in situ conservation of wild plants (Leon-Lobos et
al., 2012; PCA 2015). However, according to the second report on the State of the World’s
Plant Genetic Resources, genetic vulnerability of crop species was a concern for 60
countries even as the number of ex situ crop collections grew by 20% from 1996-2008
(FAO 2010; Leon-Lobos et al., 2012). Although Brown and Briggs (1991) recommend
collecting seed from at least 50 individual plants across a population to capture an
estimated 95% of neutral genetic variation in rare species, more research is urgently needed
on variation in species to delineate seed zones and seed transfer guidelines for seed banks
and restoration plans (PCA 2015).
As evidence accumulates for the changes in genetic diversity that result from
management at varying intensities, we can both look forward and backward. Future
conservation plans can be developed that incorporate future climate change and appropriate
micro-evolutionary processes for crops, rare plants and species used in restoration.
Historical inferences can also be refined for patterns of use and impact of the process of
domestication. More research is needed so that we can map the genetic changes that are
predicted to occur along the continuum of management intensity.
730
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El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.
rmariaca@ecosur.mx
Resumen
El traspatio, solar o patio tiene tres componentes importantes: el humano, el vegetal y el
animal. La fauna del solar es una respuesta a la interacción entre el ser humano, su cultura y
el ambiente. Este trabajo es producto de recorridos de campo y recopilación bibliográfica a
lo largo de la región sureste de México con una predominancia de climas cálido húmedo y
subhúmedo. Hemos encontrado un total de 17 especies de fauna doméstica, la mayoría
exógena y de raza mestiza, así como una cantidad importante de especies silvestres, la
mayoría llevada en forma de cachorros, polluelos y huevos desde los montes circunvecinos
desde tiempos prehispánicos. Hemos contabilizado 14 especies de mamíferos silvestres, 53
de aves silvestres y 12 de reptiles. Estas pertenecen a las siguientes categorías
antropocéntricas de uso: (1) alimentación; (2) de trabajo; (3) de protección; (4) de ornato o
recreación; (5) para venta; (6) mascota, (7) medicinal. Quedan fuera animales
perteneciente a: (8) inocua, propia del huerto y; (9) fauna dañina. La mayor parte es
atendida por las mujeres y existe un trato diferencial. Normalmente la fauna del traspatio
tiene una función económica incluyendo el autoconsumo, pero también para la satisfacción
familiar. La cría y atención de la fauna incluye aspectos relacionados con conocimientos
autoecológicos empíricos, etnotaxonomías locales, etnomedicina, arquitectura vernácula,
así como con la cosmovisión familiar. También tiene que ver con un proceso de doma
permanente, no descartándose que en muchos de los procesos de domesticación animal el
traspatio haya estado presente.
Introducción
El subsistema vegetal está dado principalmente por las plantas cultivadas por la
familia así como otras toleradas y unas pocas arvenses y plantas silvestres, éstas últimas en
la parte trasera cuando el terreno es lo suficientemente grande o no se ha terminado de
acondicionar. Martínez Alfaro (1990) recopiló 39 categorías antropocéntricas de uso,
definidas como aquellas donde un grupo humano da un valor utilitario o nocivo a los
vegetales, también se hace según productos que se obtengan. La mayoría están presentes en
los traspatios: (1) abonos verdes; (2) las que causan alergias; (3) alimenticias o comestibles;
(4) aromáticas (saborizantes, perfumes, etc.); (5) para artesanías; (6) arvenses o maleza;
(7) bebidas refrescantes o alcohólicas; (8) ceras; (9) cercas; (10) ceremoniales (amuletos,
mágicas, ritos o con tabúes); (11) colorantes; (12) anticontaminantes; (13) para
construcción (muebles o casas); (14) control biológico (insecticidas, fungicidas,
herbicidas); (15) cortinas rompevientos; (16) cosméticos; (17) usos domésticos (cocina,
envolturas, tendederos, pegamentos, etc.); (18) drogas (alucinógenos, enervantes,
tranquilizantes); (19) edulcorantes o dulcificantes; (20) emblemas con significado
simbólico; (21) energéticos (carbón, leña, petróleo); (22) antierosivas; (23) especias o
condimentos; (24) estimulantes; (25) fibras (textiles, cordelería y cestería); (26) forrajes y
ramoneables; (27) Gomas y látex; (28) industriales: antioxidantes, plásticos, explosivos,
etc.; (29) instrumentos musicales; (30) herramientas: agricultura, ganadería, caza y pesca;
(31) medicinas (hombre y animales domésticos); (32) melíferas; (33) oleaginosas (aceites
comestibles o industriales); (34) ornamentales o estéticas; (35) purificadoras de agua; (36)
resinas; (37) taninos; (38) tóxicas (venenosas al hombre y sus animales domésticos); (39)
urticantes.
(5) la fauna mascota; (6) la fauna medicinal y simbólica; (7) la fauna dañina; (8) la fauna
sin uso directo que son parte de la estructura del agroecosistema.
Tanto la flora como la fauna cuentan con elementos endógenos como exógenos,
estos últimos llegados desde el siglo XVI hasta la fecha. Al hacer una revisión bibliográfica
sobre el tema, probablemente más del 95% de los estudios realizados se han enfocado en la
vegetación, ignorando al ser humano y a la fauna, así como a los factores del
microambiente.
Observaciones de campo, nos indican que con excepción de las familias más pobres,
hay al menos alguna gallina, de tal manera que la gallina (Gallus gallus domesticus) es el
animal más frecuente (99.5%) en los huertos familiares del sureste de México. En parte por
ser de bajo precio, su fácil cría, su alta tasa de reproducción y su utilidad. Asimismo, la
presencia del pavo o guajolote (Meleagris gallopavo) y del cerdo (Sus scrofa) representan
alguna condición de ahorro e incluso bonanza familiar.
Si bien el traspatio familiar pudo estar presente entre los primeros sistemas de Tehuacán,
Puebla, área de origen de la agricultura (McNeish 1967), se ha podido determinar que entre
los olmecas prehispánicos, una de las funciones de los huertos de traspatio eran ser un
importante centro de atracción de fauna silvestre que era cazada o capturada para consumo
(Vanderwaker, 2006).
los perros de España y engendran, y los mestizos que de ellos proceden ladran y
tienen pelo, y también los comen los indios como a los demás; y también los
indios tienen otra suerte de perros que tienen pelo, pero tampoco ladran y son
del mismo tamaño que los demás. (Relación de la ciudad de Mérida: 78).
[…] y perros que los indios crían que llamamos perro de la tierra, que no tienen
ningún pelo y cómenlos los indios en sus fiestas, que lo tienen por muy principal
comida, y dicen que tiene el sabor de un lechón muy gordo (Relación de Mama
y Kantemo: 114).
Asimismo, crían en sus casas, perros naturales de la tierra… también crían
perros de Castilla y los comen (Relaciones de Motul: 273).
4. keh, wakna’,yuk’ [Venado] (Odocoyleus virginianus y Mazama mazama) ,
[…] y crían otros animales domésticos de los cuales dan el pecho a los corzos,
con los que los crían tan mansos que no saben írseles al monte jamás, aunque
los lleven y traigan por los montes y críen de ellos [...]; (Landa 1983 [1566]: 66).
5. chu [coatí] (Nasua nasua),
Hay un animal que llaman Chu a maravilla travieso, tan grande como un
perrillo, de hocico como lechón. Críanlo las indias, y no les dejan cosa que no
les hozen y trastornen, y es cosa increíble que son a maravilla amigos de burla
con las indias, y las espulgan, y se llegan siempre a ellas, y no pueden ver al
hombre más que a la muerte. Hay muchos de éstos y andan siempre a manadas
en hilo, uno tras otro, encajados los hocicos (de) los unos debajo de la cola de
los otros, y destruyen mucho la heredad de maíz donde entran (Landa 1983
[1566]: 149-150).
6. huh [iguana] (Iguana iguana; Ctenosaura sp.),
[…] muchas iguanas, [...] ponen huevos en mucha cantidad y andan siempre
cerca de la mar y de donde hay aguas, indiferentemente se guarecen en el agua
y en la tierra, ... péscanlas los indios con lazos, encaramadas en los árboles y en
agujeros de ellos, y es cosa increíble lo que sufren el hambre, que acaece estar
vivas, después de tomadas, veinte y treinta días sin comer bocado y sin
enflaquecer; y he oído que hay experiencia hecha, que si les frotan las barrigas
con arena engordan mucho. El estiércol de éstas es admirable medicina para
curar nubes de los ojos, puesto fresco en ellas (Landa 1983 [1566]: 137).
7. kut’sa, kutsil ximbal, kuts ha’ [pato cairina, pato de indio, pato perulero]
(Cairina moschata)
También crían patos naturales de esta tierra que aprovechan de su pluma para
tejer en sus vestidos, y también los comen, y es buena comida (Relación de la
ciudad de Mérida:81)
Crían para la pluma cierta casta de anadones blancos grandes que creo les
vinieron del Perú, y así les pelan muchas veces las barrigas, y quieren aquella
pluma para las labores de sus ropas (Landa 1983(1566): 145).
8. pato (sin mayor descripción, salvo de que hay tres tipos)
744
[…] también crían patos de dos o tres suertes, naturales de esta tierra y de
fuera de ella, y se aprovechan de solamente la pluma para su vestido
(Relaciones de Motul: 274).
9. maxix –mixix significa pato pequeño-
Hay otros anadoncitos pequeños y de mucha hermosura que se llaman Maxix;
son muy mansitos y se crían en casa, y no se saben huir (Landa 1983 [1566]:
147).
10. pixixeh, pihihi [pijije] (Dendrocygna autucmalis)
Hay unas aves en todo semejantes a las perdices de España, salvo que son de
muy altas piernas, aunque coloradas y tienen ruin comer; son, empero, a
maravilla domésticas, si se crían en casa (Landa 1983(1566): 146).
11. tso’, ulum [pavo doméstico] (Melleagris gallopavo),
[…] crían en sus casas mucha cantidad de gallinas de la tierra, que son como
pavas […]; (Relaciones de Motul: 274).
[...] y a asimismo muchas gallinas de Castilla y de la tierra que los indios llaman
ulum, y lo mismo a las de Castilla (Relaciones de Sucopó: TII-119).
12. kuts [pavo silvestre o pavo de monte] (Agriocharis ocellata),
Hay muchos pavos que aunque no son de tan hermosas plumas como los de acá
de España, las tienen muy galanas y son a maravilla hermosos, y tan grandes
como los gallos de los indios y de tan buen comer. A todas las grandes matan
los indios, en los árboles, con las flechas, y a todas les hurtan los huevos y los
(empollan) sus gallinas, y se crían muy domésticas (Landa 1983 [1566]: 146).
[…] hay muchas pavas en las montañas que difieren poco a las de España, cosa
de muy buen comer, aves muy medrosas; y sale un indio con dos perros, y en
ladrando el perro se sube encima de un árbol y el indio con una cerbatana la
derriba por grande que sea. (Relaciones de Tekit: 288).
13. k’ambul [hocofaisán, faisán] (Crax rubra),
[...] ave grande y hermosa que suelen criar los indios (Diccionario Motul, siglo
XVI, en Diccionario Maya-Cordemex (1980: 377).
Hay un pájaro grande como las gallinas de allá que llaman Cambul, muy
hermoso a maravilla y de gran denuedo y buen comer (Landa 1983 [1566]:
146).
14. nom [perdiz de Yucatán (según Pearse), gallina de monte] (Tinamus major
percatus Van Tine, Crypturellus cinnamomeus goldmani Nelson, C. boucard,
C.soui),
Crían los indios en sus casas gallinas o gallipavos que llaman en España, y
danse en muy gran cantidad, porque se crían sin agua, y si la beben les es
dañosa, que se les hinchan las cabezas y mueren. (Relación de la ciudad de
Mérida: 80-81).
[…] perdices que se llaman nom […].Todos estos animales que he dicho, comen
los indios (Relaciones de Titzal y Tixtual: 240).
745
15. (ah) ki’ tsutsuy, (ix) kukutkib, ukum, akpakal, tsutsuy, k’ankab [ paloma]
(Columba flavirostris Wagler (silvestre de pico rojo), Columba speciosa (paloma
real, chukib), Leptolila verreauxi fulviventris (Lawrence) (paloma silvestre),
Oreopelia montana ¿Columba passerina? ¿Claravis pretiota?),
[…] también crían palomas de España y las hay de esta tierra, pero son más
pequeñas [...]; (Relación de la ciudad de Mérida: 81).
16. Tortolita mukuy, k’ancab mukuy y sakpakal Columbigallina passerina
pallescens (tórtola), y Zenaida asiática (tórtola de alas blancas)
[…] hay dos castas de tortolillas muy saladas, y las unas muy chiquitas y
domésticas para criar, mansas [...]; (Landa 1983(1566): 145-146).
17. bech’, (ah) sul [codorniz (de cuello negro y de cola corta)] (Colinus
virginianus, C. nigrogularis (Gould). Dactylortyx thoracicus Sharpei y,
Odontophorus guttatus),
Hay muchas codornices a maravilla, y son algo mayores que las nuestras, y de
singular comer; vuelan poco y tómanlas los indios con perros, encaramadas en
los árboles, con lazos que les echan al pescuezo, y es muy gustosa caza (Landa
1983(1566): 146).
[…] y en dicho pueblo se crían codornices […] de los que los indios se
sustentan y mantienen […] aunque en unos pueblos hay más cantidad que en
otros (Relación de Tiak y Tieb: 321).
18. k’ota’, (ix) k’an, moo’/ op/ t’ut’, x-op’ [papagayos o guacamayo/ loro yucateco/
loro de cabeza amarilla/ loro de cabeza blanca] (Ara militaris / Amazona
xantholora/ A. albifrons/ A. ochrocephala),
Hay tres o cuatro castas de papagayos pequeños y grandes y tantas banda(da)s
le ellos, que hacen mucho daño a las sementeras (Landa 1983(1566): 146-147).
19. cox [cojolita] (Penélope nigra; P. purpurascens),
Hay otro que llaman Cox tan grande como él, de furioso paso y meneo, y son
los machos negros todos como un azabache, y tienen unas coronas muy lindas
de plumas, crespas, y los párpados de los ojos amarillos y muy lindos (Landa
1983 [1566]: 146).
20. bach, (ah) koba’, tso bach’ [chachalaca] (Ortalis vetula),
Hay muchos faisanes pardillos y pintados y de razonable tamaño, y no tales para
comer como los de Italia (Landa 1983 [1566}: 146).
21. lxyalchamil [ ] (¿?),
Hay un pajarito pequeño, de tan suave canto como el ruiseñor, que llaman
lxyalchamil; anda en las paredes de las casas que tienen huertas y en los
árboles de ellas (Landa 1983 [1566]: 146).
22. k’uk, (ah) k’uk’um [quetzal] (Pharomachrus mocinno),
Hay otro pájaro grande y muy lindo, de color verde muy oscuro, que no tiene en
la cola más de dos plumas largas, y con no más de la mitad, y al cabo, (unos)
746
La fauna introducida por la población española al solar maya del siglo XVI, el
número de especies mencionadas fue reducido: cerdos (Sus escrofa), gallinas (Gallus
gallus), perros distintos a los mesoamericanos (Canis familiaris), gatos (Felis catus) y
palomas (Columba sp.). También llegaron especies que no estaban destinadas al solar
indígena pero que con el paso del tiempo lo hicieron (caballos (Equus caballus), asnos
(Equus asinus), vacas (Bos taurus, B. indicus). Hubieron también especies que por su
naturaleza no se adaptaron a estos climas, como aconteció con los borregos (Ovis aries) y
cabras (Capra aegagrus hircus).
En el caso de las ovejas sabemos que, desde su introducción, generaron varios
problemas de adaptación al clima y no prosperaron en la península de Yucatán:
También hay cantidad de caballos alanos y muy ligeros, vacas, carneros,…,
puercos, gatos, perros y todo se cría y hay muy bien [...] (Relación de la
ciudad de Mérida: 81.
Dase bien en esta tierra y críase el ganado vacuno y porcuno, yeguas,
cabras…; [...]; (Relaciones de la Villa de Valladolid: TII-43).
[...] aunque el ganado ovejuno, por la aspereza de la tierra, no se da tan bien
como los demás, y la falta de agua es la mayor ocasión de no ser mucho el
multiplico [...]; (Relación de la ciudad de Mérida: 81).
Con respecto a los animales que entraron al solar, las fuentes consultadas no ofrecen
información sobre cómo lo hicieron, sin embargo no es aventurado hacer algunas
conjeturas. El perro español llegó con los hispanos desde los primeros tiempos y fue
aceptado entre los indígenas en la medida en que se convirtió en un medio de defensa de la
unidad familiar y era entrenable para la caza. Dado que la población maya comenzó a
comerse a los perros mestizos, producto de la cruza de los locales con los traídos por los
españoles, pronto se prohibió el consumo de todo tipo de perro. El gato, seguramente causó
extrañeza en la medida de su parecido a los felinos locales, pero a diferencia de ellos, era
domesticado y ofrecía protección contra alimañas.
747
Sobre las aves tenemos en primer lugar las gallinas, de gran importancia porque
existía entre los mayas la cultura de crianza del pavo, de las gallinas de monte y
seguramente del cambul, teniendo éste la ventaja de ser más productivas y menos
problemáticas para lograrse, ocurriendo algo semejante con las palomas traídas del Viejo
Mundo, porque ya también se criaban palomas y tórtolas autóctonas.
Tienen aves domésticas y que, crían en las casas como son sus gallinas y
gallos en mucha cantidad, aunque son penosos de criar. Hanse dado a criar
aves de España, gallinas, y crían muchas a maravilla, y en todos los tiempos
del año hay pollos de ellas. Crían algunas palomas mansas, de las nuestras, y
(sé) multiplican mucho [---]; (Landa 1983 [1566]: 51).
Otro caso interesante es la abeja italiana (Apis melífera) que aunque fue introducida
siglos después, no fue rechazada, en mucho porque además de ser más productiva que la
abeja nativa, existía también la cultura de su crianza. Claro que la población apicultora
debió acostumbrarse a su agresividad.
Finalmente, las fuentes permiten apreciar que el trabajo del huerto maya estaba a
cargo de la mujer, dentro de la organización familiar:
[Las mujeres]... son grandes trabajadoras... de ellas cuelgan los mayores y más
trabajos de la sustentación de sus casas y educación de sus hijos, y paga de sus
tributos, y con todo esto, si es menester, llevan algunas veces carga mayor
labrando y sembrando sus mantenimientos. Son a maravilla granjeras, velando
de noche el rato que de servir sus casas les queda, yendo a los mercados a
comprar y vender sus cosillas. Crían aves de las suyas y las de Castilla para
vender y para comer. Crían pájaros para su recreación y para las plumas, con la
que hacen sus ropas galanas; y crían otros animales domésticos de los cuales
dan el pecho a los corzos, con los que los crían tan mansos que no saben írseles
al monte jamás, aunque los lleven y traigan por los montes y críen de ellos....
(Landa 1983(1566): 66).
4. Fauna ornamental: animales con función estética que muchas veces se encuentran
cautivos: cotorros (Amazona albifrons, A. autumnalis A. farinosa A. ochrocephala),
cenzontles (Mimus polyglottus), coatíes (Nasua nasua), pjijes (Dendrocygma
autumnalis), mono arañas (Ateles geoffroyi), ardillas (Sciurus sp.) entre otros.
5. Fauna dañina: son los animales que afectan negativamente la calidad de vida de
los integrantes del huerto familiar, ya sea comiéndose los granos y otros alimentos,
devorando huevos y a la fauna aviar: ratas (Rattus rattus, Neotoma sp.), ratones
(Mus musculus), serpientes, tlacuaches (Didelphys marsupialis) y felinos como
gatos silvestres (Felis catus) y tigrillos (Felis wiedii). también podrían entrar
algunos insectos y aves frugívoras que dañan parte de la producción al madurar los
frutos: zanates (Cassidix mexicanus) y loros.
6. Fauna sin uso directo que son parte de la estructura del agroecosistema:
animales que viven en los árboles y plantas, entre las piedras, bajo tierra, dentro de
las estructuras humanas, así como la que migra cotidianamente usando al huerto
como sitio de alimentación, o de estancia temporal. esta fauna generalmente no
afecta significativamente a los miembros productivos del huerto, pero son parte de
las redes tróficas y de las interacciones bióticas naturales: artrópodos, pequeños
mamíferos, reptiles, anfibios, aves y murciélagos.
Nuestro recorrido por alrededor de 200 huertos familiares del sureste de México,
nos ha permitido distinguir 17 especies de animales domésticos (Cuadro 1) distribuidos
más o menos homogéneamente, exceptuando a los animales de carga que están casi
ausentes en tabasco y a las abejas sin aguijón que casi han desaparecido de Tabasco y
Chiapas, aunque ocasionalmente se encuentre un tronco meliponario en alguna vivienda.
Llama la atención que los animales silvestre en su mayoría son considerada como
fauna de ornato o recreación (un lujo, un adorno, alegran la casa), algunos son
considerados como mascotas cuando son juveniles, ya que al convertirse en adultos se
vuelven agresivos terminando por ser sacrificados (para alimentación o no) o soltados en el
campo. En ocasiones son encerrados de por vida y en pocos casos se les asigna una pareja
para reproducirse.
Cuadro 1. El subsistema fauna domesticada presente en los solares del sureste de México
Otro aspecto importante a considerar dentro de la fauna silvestre, casi inabordado a la fecha
es su función ecológica, donde se dan interacciones bióticas entre: fauna-fauna, fauna-ser
humano, vegetación- fauna, ser humano-vegetación-fauna.
Por otro lado, las instalaciones donde viven los animales o bien, se refugian por las noches
o cuando están en proceso reproductivo –nidos, gallineros, corrales, chiqueros, cercos-,
variarán de región a región debido entre otras cosas a los materiales disponibles y a la
economía familiar, al clima, al tipo de amenazas que tienen los animales, a los perjuicios
que pueden ocasionar estando libres, a las tradiciones locales y a las innovaciones que han
demostrado ser adaptativamente exitosas.
751
Cuadro 6. Fauna silvestre mantenida en algunos solares rurales del sureste de México
Euphonia sp
Avispillas Trigona sp. 1, 7 (su miel)
Mico de noche 4, 6 en estadios juveniles
Pelícano 4
Categorías antropocéntricas de uso: (1) alimentación; (2) de trabajo; (3) de protección; (4)
de ornato o recreación; (5) para venta; (6) mascota; (7) medicinal tradicional; (8) inocua,
propia del huerto; (9) dañina.
Otro tema que comienza a desarrollarse de manera puntual, son los medios por los
cuales las población de cada región se vale para curar a sus animales con los medios de que
disponen y sin acudir a medicamentos o remedios de patente. Esta información pasa de
generación a generación y se alimenta por la múltiple experimentación empírica realizada a
lo largo y ancho del territorio y en ocasiones al transferir experiencias exitosas en una
especie a otra, de tal manera que algunas plantas medicinales utilizadas para el ser humano
se usan para los animales.
En este mismo tenor, las criadoras locales casi siempre han desarrollado etno
taxonomías para clasificar a sus animales, principalmente cuando son animales mestizos o
de raza indefinida, conocidos localmente como “criollos”. Tal vez el caso más frecuente en
con la aves de corral, presentándose a continuación tres casos de gallinas:
1. Doña Carmen, experta criadora de gallinas, según la gente de Huimango 2ª sección, en
Cunduacán Tabasco (Mariaca, 1997): (1) "sapo"(de patas cortas); (2) "morisca" (de plumas
erizadas); (3) "barbona" (con la papada con plumada); (4) ”gringa" (de pescuezo desnudo);
(5) "cambuja" (decarne ypielmoradas); (6) “corunga" o "corundunga" (de rabadilla muy
753
corta o sea, "sin tiz" o con la rabadilla "como caída"); (7) "copetona" (con un mechón de
plumas finas sobre la cabeza), y; (8) "lorigada" (de color jabado o blanqui-negro).
2. En Suclumpa’, comunidad Ch’ol del municipio de Salto de Agua, Chiapas, Tina Lerner
(20017) encontró 24 tipos distintos de gallinas: (1) I’ik’patch (blanca con alas negras); (2)
I’ik’ bak (carne negra); (3) T’atch (colocha); (4) Y’shem (color cenizo ); (5) Chu chuk ba
(colorado medio amarillo ); (6) Boch’ol (copete de plumas en cabeza ); (7) T’zelem
(jaspeada blanco con negro);8) P’ilos (jaspeada sin plumas en nuca); (9) Tsinbik’ muty
(marrón con cresta pequeña y pecho y cola gris); (10) I’ik ‘(negra); (11) (negra y carne
blanca); (12) ík bucyal (negra y carne negra);(13) Vik, shubitana (nuca pelona);(14) Murus
(nuca pelona y cabeza negra); (15) Xu xu’esh (plumas en las patas); (16) C’nken(roja
pequeña); (17) Ch’chuc (rojiza); (18) Tzilem k'kamb (jaspeada amarilla); (19)
Tzilem(jaspeada gris); (20) Ij’lis(jaspeado blanco); (21) Ix biram (pelón); (22) Xi’xix
muc(rojo).
3. La Sra. Patricia Pérez Jiménez, ama de casa de ascendencia tsotsil y habitante de San
Juan Chamula, nos identificó 13 tipos de gallinas: (1) i ’ me’ (negra); (2) sa ’ me’(blanca);
(3) tsoj’ (roja) tsoj me’; (4) ’on me’ o ’anal me’ axlan (amarilla, buena ponedora); (5)
p’utum (pinta blanca con negro); (6) sararin (matizados de color gris y gris oscuro); (7)
uchul me’ (colores de gris y gris oscuro con una textura uniforme, siendo muy escasos); (8)
t’ax nu ’ (pescuezo pelón); (9) moro (con plumas rizadas); (10) : tots jol (copetonas); (11)
tson ok (con plumas en las patas) y; ex jol (cresta punteada en forma de corona).
Estas etnoclasificaciones las hemos encontrado en patos, pavos y cerdos (Lerner, 2007).
Para el caso de los gallos, se encontraron 18 términos para igual número de biotipos.
Por comunidades, se encontraron: siete biotipos de gallinas en Pantelhó, 11 en San Lorenzo
Zinacantán, 14 en Santa Martha, Chenalhó (todas de ascendencia tsotsil), 15 en Yochib,
Oxchuc, 16 en Huixtán (las dos tseltales) y 18 en San Juan Chamula (tsotsil). Si dejamos a
un lado a las gallinas de Chamula, lo anterior implica que al hacer una comparación entre el
número de biotipos identificados entre etnias, se aprecie una ligera tendencia a ser mayores
entre los tseltales que entre los tsotsiles: para gallinas 21 y 17 y para gallos 15 y 11
respectivamente. Si se descarta algún error de muestreo, la causa podría atribuirse a que los
tsotsiles viven en tierras frías y los tseltales comparten tierras frías con cálidas, razón por
las que tendrían animales adaptados a más condiciones ambientales y por tanto un mayor
número de biotipos.
San Juan Chamula rompería la tendencia anterior, sin embargo, al considerarse que
se trata del municipio indígena que más recursos ha recibido históricamente en Chiapas, y
que también históricamente los chamulas migran temporalmente a muchas partes del estado
y del país, su conocimiento sobre fenotipos de gallinas es mayor, sin que ello quiera decir
que todos los fenotipos mencionados estén presentes en el municipio. Volviendo a la
exclusión del conocimiento chamula, y tratando de observar una mayor diversidad de
biotipos entre tseltales que entre tsotsiles, ésta propuesta podría tener más apoyo en el
754
hecho que en la comunidad tsotsil de Santa Martha, al compartir las dos condiciones
climáticas (climas Cw2 y Aw2, con sus intermedios C(A) W2 y A(C)w2), se encontraron
14 biotipos, cifra apenas inferior a las 15 encontradas en Yochib y 16 en Huixtán, que son
tseltales (los chamulas mencionaron 15). Otro dato importante que sale a flote al comparar
los nombres asignados en cada comunidad, es que hay variantes dentro de cada lengua e
incluso dentro de cada pueblo. Esto seguramente se debe a que pertenecen los pueblos a
diferentes variantes dialectales dentro de la lengua, de tal manera que entre los tsotsiles se
encuentra siete (de San Juan Chamula, de Zinacantán, de San Andrés Larráinzar, de
Huixtán, de Ch›enalho, de Huitiupán y de Venustiano Carranza) (Patishtán, 2012) y entre
los tzeltales seis (de Oxchuc, de Tenejapa, de Amatenango, de Aguacatenango de Bachajón
y de Ocosingo). Esto último es de importancia capital para el futuro estudio de procesos
sociales y etnobiológicos asociados a grupos étnicos ya que, como ejemplo en este estudio,
el concepto tsotsil o tseltal es lingüístico y enmascara las diferencias que hay entre los
diferentes pueblos que por el hecho de compartir afinidades idiomáticas y mismas bases
cosmológicas, no quiere decir que no tengan diferencias en rituales, agrícolas, en
costumbres.
Al colocar los huevos en el Para que los Cuando una gallina está
nido debes hacerlo de dos en pollos salgan “echada” (en su nido) y estas
dos para que “nazcan” gordos debes preparando las tortillas, no
parejas, es decir obtengas el comer antes de debes dejar que el comal se
mismo número de machos y colocar a la queme por que los pollitos se
hembras. gallina en su pegarán en el cascaron.
nido.
1. Cuando se construye una casa, se hace un ritual en la siembra del primer horcón y
otro al finalizarla. En ambos habrá una ofrenda y sobre todo el segundo será
realizado por un sacerdote, por ejemplo el ilol entre los tsotsiles y tseltales y el
hmen entre los yucatecos. Se acostumbra enterrar en el centro una cabeza de gallina,
pavo, borrego, vaca o una cabecita de muñeca para “dar de comer a la casa” y así
evitar que ésta se vaya a comer a alguno de los niños de la familia. También se
esparce caldo del animal sacrificado en los cuatro horcones.
2. La curación de animales del solar o loh corral entre los mayas peninsulares se
realiza cuando animales del solar enferman y su dueña considera el problema puede
salirse de control. El papel del mhen es fundamental.
3. Para protección de las abejas sin aguijón, koole cab o xunan cab (Meliponas sp.) se
realiza un ceremonial dirigido por el hmen pidiendo protección al Dueño de las
abejas, donde se ofrecerá sa a’ al Señor de las abejas.
756
Muchas de las enfermedades del ser humano, son causadas por un mal
comportamiento de éste o por brujería, entonces los dioses de la tierra o los demonios, se
apoderan del animal acompañante y la persona se enferma. Para poder curar al paciente y/o
protegerlo, se desarrollan rituales de curación casi siempre dirigidos por un rezador o
curandero de los que hay tres categorías, según su especialización y poder: el ts’a o
huesero, el i’lol y el me’santo, quien además tiene el don de la predicción. En todos los
casos, son iniciados e instruidos a través de sueños, por los espíritus superiores. Al
enfermar una persona acuden a un curandero, quien procederá a elegir la especificidad del
tratamiento, una vez que se le toma el pulso al paciente y determina cuantas de las 13 partes
en que esta dividida el alma, ha sido capturada por los Dioses de la tierra. El ritual podrá
desarrollarse dentro de la iglesia, en la casa del enfermo o incluso en algún sitio sagrado,
donde se supone se perdió el binomio alma-animal compañero. Los elementos curativos
presentes, junto con las oraciones del curandero donde trata de explicar a los dioses las
razones que tuvo el enfermo para obrar indebidamente, son: velas de cera de diversos
colores para ofrecer a los Dioses del cielo y a los ángeles, velas de cebo para ofrecer al
señor de la tierra; copal o incienso, aguardiente de caña, conocido localmente como pox y
que es indispensable para que los dioses estén contentos, uno o más refrescos que es donde
el alma será devuelta, si es en la casa, plantas ceremoniales y finalmente gallinas. En ese
caso, la gallina o gallo, dependiendo del sexo y edad del enfermo, será escogido por el i’lol
o el me’santo, pudiendo ser de color negro, si el problema es grave.
Para los tsotsiles de Santa Marta y sus alrededores, la gallina juega un papel dual, ya
que mientras que por un lado representa al paciente mismo que se ofrenda ante los dioses
que han capturado al animal compañero, por otro, es también la carne y el espíritu que se
les ofrece para que a modo de intercambio, dejen libre el espíritu. Por ello la gallina es
muerta y en ocasiones desangrada durante el ritual. Posteriormente se prepara y será
consumida por el enfermo, sus familiares y el curandero o bien desechada. Por otro lado, se
sabe que durante el puerperio, algunas mujeres son alimentadas, frecuentemente con caldo
de gallina para recuperarse, esto cuando hay recursos económicos suficientes.
757
(a) La gallina blanca. Sakil alak o sakil mut, tiene básicamente cuatro usos:
(1). Curativo: en San Juan Chamula se encontraron dos formas. La primera es en la iglesia,
donde el o la i’lol, que es el médico o médica tradicional, cura el mal del 36 Etnobiología
11 (1), 2013 ojo y el espanto; para ello pide que le asistan cuatro mujeres, dos viejas y dos
jóvenes, con un pollo blanco, colocándose tres filas de 15 a 20 velas encendidas alrededor
de la persona enferma. Una mueve al pollo a modo de cepillo, de arriba para abajo para
limpiarle el cuerpo, entonces el i’lol le toma el pulso al enfermo (para escuchar “la voz del
corazón”) y repite la limpia con los huevos. La otra manera, se refiere al uso del huevo de
la gallina blanca, que sirve para remediar los corajes o espantos, para ello se toma crudo
con una coca-cola (u otro refresco con gas) y al parecer hace eructar al que la toma,
expulsando así a los malos espíritus, o lo que le estaba provocando el daño (Información de
los señores Patricia Pérez Jiménez, Pedro Entzin Hernández, Manuel Gómez Portillo y
Mateo Gómez López). En Abasolo, municipio de Ocosingo y en Huixtán, la señora Paulina
Velázquez Méndez y el señor Domingo López Ton respectivamente, mencionaron su uso
para curaciones, o en ocasiones para hacer rituales de paz, armonía o salud.
(2). Para trajes de novia: en San Lorenzo Zinacantán, la señora Juana Hernández Pérez
indicó que las plumas se usan en la elaboración del Huipil emplumado, que es el traje típico
de la mujer en su boda.
(3). Para la construcción de casas: en Bochil, don Abigail Girón Díaz, mencionó que
utilizan a la gallina blanca cuando van a construir una casa, entonces llega el i’lol y hace un
ritual propiciatorio para que la construcción quede bien y no le pase nada, para ello le corta
la cabeza a la gallina y la entierra en medio de la casa para que tengan fuerza los cimientos
de ésta. En San Juan Chamula, don Manuel Gómez Portillo comentó que se usan un gallo y
una gallina de cualquier color. Se hacen por lo general tres rituales a la casa, el primero al
iniciar la construcción, el segundo cuando se pone la primera tijera y el tercero al terminar
la casa. En los tres se come el “caldito” y se entierran las cabezas y las patas en el centro de
la casa; en la tercera se comparte, esto es, se deja caer un poco de caldito con las esquinas,
cada tijera y la puerta. En Santa Martha, Chenalhó, con información de las señoras Claudia
Ruiz Pérez, Manuela Álvarez Álvarez, María Hernández Hernández, María Hernández
Pérez, Marta Sántiz Méndez, María Hernández López, Teresa Álvarez Jiménez y María
Ruiz Jiménez, se obtuvo información de dos rituales donde se ofrendan para asegurar que
“los dioses de la tierra no penetren a su interior y causen daño”.
Con excepción de un gallo negro que se guarda para enterrarlo después en el hoyo
central, se les degüella… y se deja que la sangre escurra en el hoyo… las cabezas y las
plumas, se entierran con la sangre como ofrenda al Señor de la Tierra. El chamán sahúma
entonces al gallo negro, lo mata… Después lo entierra entero “en la tumba” del centro, con
la cabeza hacia el poniente… también vierte caldo de pollo y aguardiente sobre los cuatro
postes de las esquinas y en el centro de las cuatro paredes. Ayudantes trepan a las viguetas
del techo y “alimentan” al techo…[al final] se reza en la tumba central del gallo [sobre la
que antes se sembró una cruz que después será usada en la milpa]. Si no se hacen estas
ofrendas, algún día el Señor de la Tierra capturará las almas de los habitantes de la casa y
los hará trabajar como esclavos por muchos años. En el caso de los maya yucatecos, antes
de construir una casa consultan al sacerdote maya o hmen, cual es el día indicado para
iniciar la construcción, este al parecer tiene que ver con su oráculo, pero además el
propietario buscará que sea una fecha en la que los trabajos de la milpa han disminuido y
además son importantes ciertas fases lunares para poder cortar la madera y los bejucos
previamente a el inicio de esta, el propietario además de haber avisado a la parentela y
amigos, guardará 37 Mariaca Méndez.
Con respecto a los actuales Chontales, Incháustegui (1987) menciona que antes de
construir una casa se da también aviso a familiares y amigos para que ayuden, a su vez será
importante iniciar en determinada fase lunar, de acuerdo con la época apropiada para el
corte de la madera, aunque esto más que religioso tiene sentido práctico, ya que de ello será
factor importante para que esta dure más, no apolillándose. El propietario proporcionará
tamales y chorote (pozol con cacao). En algunas comunidades ha sido observado como el
propietario de la casa ofrece ésta a un santo, que a su vez será el patrono de esta. La será
759
imagen será consagrada y entra en primer término, una vez terminada ésta, colocándose en
un altar, en el cual ofrendan chorote y tamales. También el encendido del fuego merece
atención especial, pues este siempre permanecerá encendido, con excepción de casos de
muerte o grave enfermedad (Vázquez Dávila, et al, 1987).
(b) La gallina negra. I ’al ala o i’ al mut se usa en rituales asociados a asuntos donde la
maldad está presente, ya sea para evitarla o curar el problema generado, o bien, para
generar algún tipo de brujería. Las entrevistas en campo arrojaron la siguiente información:
En el caso de Chamula, doña Patricia Pérez Jiménez comentó que sirven para curar alguna
enfermedad echada por la brujería negra, a la vez que también lo utilizan para hacer algún
mal; el señor Pedro Entzin Hernández afirmó que son usadas especialmente para curar en la
medicina tradicional, particularmente en el tratamiento de las enfermedades asociadas a la
brujería, el mal de ojo, la pérdida del alma, el aire, el susto, y, al mismo tiempo, retirar la
enfermedad del individuo. El señor Manuel Gómez Portillo, por su parte mencionó que
están asociadas con el inframundo, lo diabólico, lo oscuro, lo maligno; además de sus
huevos, se utiliza todo su cuerpo con fines medicinales, o bien como componente simbólico
importante en las distintas ceremonias mágico-religiosas restablecer la salud, en particular
para los casos de pérdida o captura del alma. También dijo que cuando son usadas para la
brujería, la gallina negra se degüella viva, en una cueva de la comunidad o lugar retirado
donde no sea vista; con la sangre que derrama se hace un circulo y se pone la inicial de la
persona a la que se le está haciendo el mal y se le prenden siete velas negras y se hacen
oraciones. Don Mateo Gómez López afirmó que sirve para hacer limpias, (komel). Agregó
que tanto con las gallinas blancas como con las negras, en San Juan Chamula, existe la idea
de que si el vendedor se entera que su gallina se usará para curar, él tiene el derecho de
ponerle el precio que desee, ya que si el comprador le pide alguna rebaja, la cura no
funcionará. Por último, la señora Andrea Díaz Gómez del paraje Majomut de este
municipio, dijo que son utilizadas para hacer limpias, tomando al animal por las patas y
pasándola por todo el cuerpo comenzando en la espalda, de la cabeza a los pies y en pocos
minutos el animal debe morir, porque si no es así, el trabajo no funciona.
la señora Paulina Velázquez Méndez de Abasolo, Ocosingo, mencionó que los gallos o
gallinas negras no se dan mucho, amén de que por lo general no los consumen.
(c) La gallina roja. Ts’ajal ala ’ es usada en Huixtán en el proceso curativo ceremonial
para sanar la locura, según don Domingo López Ton, en tanto que el gallo colorado o tsajal
tatmut es utilizado en el ritual de encendido por primera vez de un temazcal, ya que se cree
que con un gallo rojo, dará mucho calor, sin la necesidad de tanta leña, al decir de la señora
Paulina Velázquez Méndez de Abasolo, Ocosingo. El señor Ricardo Gómez de Oxchuc,
menciona que debe usarse en el temacal para evitar los mareos y asfixia producto de la falta
de oxígeno dentro del temazcal nuevo.
(d) Otras gallinas. Existen al menos cuatro rasgos más entre las gallinas de la región de
Los Altos, que suelen llamar la atención de la población tsotsil y tseltal, dada su relativa
ausencia. Los dos primeros provienen de San Juan Chamula, donde el Sr. Manuel Gómez
Portillo mencionó que las patas de gallina (o gallo) o Ya an ots /me’ ala ’ no se les debe
dar a los niños, ya que entonces no sabrán hacer nudos al ser mayores; también comentó
que para que una persona no sea celosa, se les debe dar de comer la cresta o Xterex kots de
un gallo. El tercero se refiere a las aves de pescuezo pelón, t’ax nu ’ o timinu ’ ya que
cuando nace un pollito así, se considera como una señal de buena suerte para la familia,
debido a que este pollo traerá abundancia de gallinas a la parvada. Cuando llega el
momento de sacrificarlas para consumo o para alguna ceremonia, acostumbran darle un
masaje en el pescuezo para que no vaya a romperse la piel ya que de otra forma brotará
sangre, situación, por demás desagradable por ser mal augurio. El cuarto rasgo son los
pollos de seis dedos o uaquim, cuando uno aparece en la parvada, significa un año de
mucha abundancia (señora Juana Hernández Pérez, de Zinacantán). Para concluir, Barba
(1987) afirma que la propiciación de la tierra con sacrificio de aves, personas y sahumerio
era una práctica mesoamericana, en tanto que Olavarrieta (1977, citado por Zolla y
Argueta, 2009) afirma que la vigencia mágica que reviste la gallina negra proviene de la
tradición europea en la que prácticamente todas las partes de su cuerpo, incluyendo sus
huevos son utilizadas por la medicina mágica, a la vez que es asociada, junto al gallo del
mismo color, con la figura del diablo, en tanto los huevos tienen funciones protectoras
761
contra diablos, brujos y toda clase de desgracias. En cuanto a la sangre, este autor menciona
que su uso ritual es prehispánico, simbolizando el líquido vital cuya fuerza se transmite por
el solo contacto.
Bibliografía
Introducción
El contacto de las culturas del hemisferio norte con las del sur aparentemente
ocurrió muy tempranamente, como lo muestran la presencia de plantas como el maíz
originario de Mesoamérica en la región Andina, y la presencia de los frijoles pallares
(Phaseolus lunatus) originarios de la region Andina en Mesoamérica en estratos de cerca de
7,000 años de antigüedad. Ello da cuenta de la extraordinaria movilidad humana durante la
prehistoria. Nos maravilla la evidencia de la presencia de elementos marinos en las zonas
montañosas y, con mayor razón, los elementos propios de un hemisferio en otro. Desde
764
luego hay muchos más ejemplos que se podrían mencionar y que a lo largo del texto han
surgido con mayor detalle y hay aún numerosos sitios aún por estudiar que permitirán
precisar el panorama histórico sobre el origen y disfusión de la domesticación y de la
agricultura y prácticas pecuarias. También se irán precisando las estimaciones cronológicas,
las cuales resultan cruciales para la reconstrucción histórica. Las técnicas arqueológicas de
fechamiento y de interpretación e identificación precisa del material hoy en día nos proveen
de una literatura con huecos y ambigüedades considerables, que pare el lector no versado
en el tema resultan altamente confusos. Ambos aspectos, la precisión de los relojes para
precisar la dimensión temporal de los eventos, así como la identificación precisa de los
restos arqueobotánicos y arqueozoológicos son quizás de los mayores restos en la
investigación arqueológica ampliar las zonas de estudio. Resulta de primordial importancia
también el estudio del manejo y domesticación de invertebrados (en especial moluscos e
insectos) y microorganismos que fueron utilizados desde tiempos muy antguos son parte de
los randes desafíos de la investigación sobre el manejo de los recursos genéticos y el origen
de las civilzaciones. Incursionar con estudios arqueológicos en aquellas regiones que los
estudios ecológicos zoológicos, botánicos y genéticos sugieren tener particular relevancia, y
regresar a revisar nuevamente los sitios y las colecciones exploradas previamente, nos
hablan de la gran tarea que tiene por delante la investigación arqueológica.
Hasta ahora, todo parece indicar que las áreas primarias identificadas en
Mesoamérica y en los Andes por De Candolle y Vavilov, así como por otros estudiosos del
origen de la agricultura son correctas. Pero la trama se vuelve progresivamente más difusa
conforme se conoce más de cerca cada una de estas áreas. También se torna difusa la
historia conforme avanza en el tiempo el desenvolvimiemto de las civilizaciones y
conforme avanzó en el tiempo la experiencia de domesticar plantas, animales y otros
organismos menos estudiados. Paradójicamente, los centros de origen se tornan más difusos
y complejos conforme avanza el conocimiento sobre el origen de las civilizaciones y
conforme se desarrollan métodos de investigación más precisos para el estudio sobre el
origen de la domesticación. Hoy en día los escenarios son progresivamente más complejos
conforme avanza la obtención de información y tal complejidad plantea la necesidad de
desarrollar nuevos métodos de investigación que permitan conectar la interpretación de los
procesos que se pueden documentar sobre el pasado y aquellos que pueden documentarse
en el presente. A la transescalaridad espacial de los procesos debe incluirse la aproximación
trans-tenporal, es decir la transescalaridad en el tiempo, ambas aproximaciones contribuirán
765
a descifrar más precisamente cómo ocurrienron los procesos. De una fase de esquemas
relativamente simples que se inauguró con las primeras hipótesis de De Candolle y que
logró un desarrollo sustancial con el uso de técnicas de los fechamientos con Carbono 14,
deberá transitarse a una fase de mayor precisión y al mismo tiempo de mayor extensión en
escalas espaciales y temporales y, por lo tanto, de mayor complejidad. Ello posiblemente
significará el tránsito de una visión de centros específicos a escenarios más difusos, pero al
mismo tiempo más congruentes para explicar la gran movilidad humana, de la cual se sabe
que en pocos milenios fue capaz de poblar el planeta y diversificar enormemente sus
culturas (Maffi 2005). Comprender tales estados y procesos es ya hoy en día el gran reto a
esclarecer por las nuevas técnicas de investigación en arqueología, genética y ecología que
han demostrado gran capacidad potencial para abordar tales preguntas de manera holística.
respecto. A diferencia de regiones del Viejo Mundo como el Medio Oriente y China, en
Mesoamérica y en la región Andina el surgimiento de la domesticación tienen momentos
más próximos entre sí y, posiblemente, factores causales similares. Sin embargo, las áreas
de origen parecen más difusas de lo que originalmente pensaron los teóricos sobre el origen
de la domesticación y la agricultra. Así, Mesoamérica, conforme se amplía la información
arqueológica y filogeográfica aparece como un entramado de experiencias de
domesticación para diferentes especies. Aunque el maíz parece tener sus principales
poblaciones silvestres (Zea mais subsp. parviglumis) en la región sur de la Cuenca del río
Balsas, son de extraordinaria importancia áreas como la península de Yucatán, la porción
norteña y media de la Cuenca del río Balsas, así como el Valle de Tehuacán, regiones que
aparecen como importantes sitios de surgimiento de experiencias tempranas de
domesticación y receptoras del maíz domesticado. En Tehuacán, por ejemplo, Setaria
geniculata fue un cereal muy importante recolectado y posiblemete manejado por los
pobladores locales antes de la adopción del maíz, cultivo que desplazó el aprovechamiento
de Setaria.
De manera similar, la región andina es muy extensa como para plantear una zona
nuclear de origen de experiencias de domesticación. Los grupos humanos de cazadores y
recolectores eran sumamente dinámicos y sus movimientos muy probablemente permitían
la rápida difusión de innovaciones tecnológicas, especialmente aquellas que determinaban
alguna ventaja en la supervivencia de los pueblos. No obstante, el desarrollo temprano de
las experiencias de domesticación aparece ahora como un rompecabezas que requiere el
acomodo de piezas sueltas. Sin duda, la arqueología, la genética, la ecología y la
filogeografía contriuirán significativamente a acomodar estas piezas en las principales
regiones y, más aún entre el hemisferio norte y sur. Son estos de los retos actuales que
permitirán a los estudios sobre domesticación una reconstrucción histórica más precisa de
dónde se originaron las experiencias de manejar y domesticar plantas y animales y cómo se
difundieron e intercambiaron.
Igualmente abiertas siguen siendo las preguntas de cómo y por qué se detonaron el
manejo y la domesticación de planas y animales. Los procesos actuales que continúan
incorporando nuevas especies al proceso, y continúan innovando rutas de domesticación
resultan clave para entender los procesos originarios. Las presiones por la disponibilidad de
recursos son, y muy probablemente lo fueron en el pasado, detonadores primarios. El
manejo como una estrategia para lidiar con la incertidumbre y los riesgos de perecer ante la
ausencia o escasez de recursos, y la domesticación como una estrategia de dominar el azar
y exacerbar los rasgos morfológicos y fisiológicos de los recursos bióticos son reacciones
humanas que permitieron y aún permiten en el presnte incrementar tanto cantidad como
calidad de recursos y optimizar el esfuerzo de manejo. Pero los estudios sobre manejo en el
presente indican que no solamente funcionan las presiones (actualmente marcadas por la
incertidumbre en la producción agrícola o la insuficiencia de productos para atender la
demanda en el mercado por ciertos productos forestales). También se involucra el interés
por facilitar el acceso a recursos que naturalmente se encuentran distantes a los sitios de
asentamiento, el aprecio por la belleza y la búsqueda del embellecimiento del entorno, el
valor ritual de los elementos bióticos, los cuales también reciben manejo, el control y
eliminación de organismos considerados nocivos y, por el contrario, el respeto y
767
procuramiento de aquellos elementos vegetales y animales que no causan daño, que son
parte de la naturaleza y que tienen derecho a existir. Es decir, se involucran criterios
utilitarios, estéticos, éticos y otros considerados de afectación negativa como disparadores
de la motivación por el manejo. Igualmente se involucra como detonador del manejo la
curiosidad humana. Es la curiosidad por experimentar, por apreciar el comportamiento de la
germinación, el establecimiento, la propagación vegetativa, la sobrevivencia de los
cachorros y polluelos, la de las orugas y capullos, l del desarrollo de las cepas de
microorganismos. El manejo no necesariamente resulta de la atención de una necesidad
inmediata, sino también es parte de la experiencia de conocer y experimentar lo que en
algún momento puede resultar útil.
Los detalles de cómo se detonan estos procesos, cómo se llevan a cabo, cómo
determinan modificaciones en los ecosistemas y en los elementos bióticos que los
componen, son muy importantes. Son expresiones de la diversidad biocultural, y hoy en día
existe un conocimiento con avanes significativos en distintas regiones del continente. Pero
con todo, son aún limitados ante una realidad tan vasta y compleja. El esfuerzo que hemos
hecho en el curso y el simposio que anteceden al presente texto por conocer el diagnóstico
de los recursos a escala nacional nos reveló un conocimiento limitado de lo que se ha
logrado documentar. Sabemos mucho de los procesos de domesticación de poco más de
100 especies de plantas y de unos cuantos vertebrados. Pero el universo es de cerca de
7,000 especies de plantas domesticadas a nivel mundial y posiblemente otras cerca de
10,000 especies con formas de manejo incipiente y con grados incipientes, intermedios y
avanzados de domesticación, pero en general muy poco conocidos. Hemos documentado
muy poco acerca del valor de la crianza de vertebrados e invertebrados en la vida de los
pueblos. Conocemos algunas técnicas agroecológicas y de manejo forestal que han
desarrollado por siglos o milenios los pueblos de América. Pero tenemos claro que la
amplitud de estas técnicas y la importancia de su impacto hacia el futuro rebasan nuestra
imaginación. Son todas estas, expresiones claras de la pobreza de nuestro conocimiento
biocultural actual y de la extraordinaria importancia que tiene reforzar los estudios para
documentarla.
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El curso domestación y manejo in situ de recursos genéticos y el presente texto abren una
puerta en la búsqueda de una unificacón conceptual y metodológica para guiar las acciones
de investigación disciplinaria, interdisciplinaria y transdisciplinaria sobre los recursos
genéticos en los diferentes países del Continente Americanos. Aspiramos a construir una
agenda común con problemas y aproximaciones similares que prmitan sistematizar
769