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John Rawls y la justicia social: el círculo cuadrado

Por Gorka Etxebarría

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Uno de los escasos pensadores de izquierdas que merecen cierta atención es, sin duda, el
norteamericano John Rawls. En 2002murió este filósofo norteamericano dejando un legado que,
sin lugar a dudas, podemos calificar de socialdemócrata. Sus obras, entre las que destacan, “La
teoría de la justicia” y “Liberalismo Político”, como veremos, intentaron justificar lo injustificable:
el estado del bienestar.

Sin embargo, y a pesar de las excelentes críticas que le han dedicado autores liberales de la talla
de Anthony de Jasay, Anthony Flew, David Conway, Eric Mack o Robert Nozick, hay quien aún
persiste en hallar un trasfondo pro-capitalista en este autor. Por ello trataremos de resumir las
ideas esenciales de Rawls, para concluir que, al igual que otros célebres socialistas, sus ideas son
ilógicas a la par que insostenibles.

Según Revel el motor que mueve el mundo es la mentira. En cambio, para el autor de “La teoría
de la Justicia”, es el estado del bienestar. Motivado por el deseo de justificar ese sistema
expropiatorio que quita a unos para dar a otros en nombre del bien común, Rawls se inventó un
escenario en el que testar sus ideas. Partió de un velo de la ignorancia, es decir, de una situación
en la que todos los ciudadanos desconocen su posición en la sociedad, en base a lo cual, deciden
qué normas deben regir la vida en común. En ese estado, supone, que las personas decidirán
aceptar una serie de principios que les protejan en caso de fracasar. En suma, adoptarán la
libertad pero con los condicionantes propios de la socialdemocracia. Como correctamente se cita
en el ensayo que criticamos, Rawls sostiene que “las desigualdades económicas y sociales han de
estar estructuradas de manera que sean para: a) mayor beneficio de los menos aventajados, de
acuerdo con un principio de ahorro justo (principio de diferencia) y b) unidos a que los cargos y
las funciones sean asequibles a todos, bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades”.

Por tanto, parece evidente que, si se aplicaran tales principios, se justificaría cualquier atropello al
derecho de propiedad y a la libertad. Pero aún asumiendo que no existiera contradicción en estas
ideas, cosa que me atrevo a poner en duda, habría que explicar cómo es posible que unas
personas que no saben nada de su futuro vayan a asumir unas normas que pueden ir en su
contra. Si un individuo se siente capaz aunque no sepa cómo acabará en la vida, es posible que no
acepte tales principios. Además, aun asumiendo que no se diera este caso y todos aceptaran los
principios rawlsianos, esto no conllevaría que las ideas de este autor fueran justas.

Para Rawls, los ciudadanos son meros peones que juegan al póker y eligen no apostar porque
creen que las cartas de sus compañeros de mesa son mejores que las suyas. Mas la vida no es un
juego de suma cero, donde cuando uno gana el otro pierde. Los que defendemos el libre mercado
sabemos que cada vez que alguien prospera hace partícipes a los demás de sus éxitos y les
permite mejorar su bienestar. Desde Edison hasta Bill Gates, todos los inventores del mundo nos
han brindado el resultado de sus mentes. En cambio, hay quien, como Rawls, todavía considera
que la libertad es dañina para la sociedad en la medida en que crea diferencias sociales y cercena
la libertad de oportunidades. Si alguien crea, produce o inventa, el resultado de su creatividad es
claramente suyo. Quien diga lo contrario, tiene que demostrar que esa idea o producto ha sido
robado a otro. De lo contrario, sólo debe callar a menos que quiera quedar ante los demás como
un envidioso.

Y ya que mencionamos la envidia, en este sentido, podemos acabar el artículo citando al filósofo
George Walsh quien señaló que “aparte del estricto igualitarismo no existe otra teoría de la justicia
que se base más en la envidia que la de Rawls y, en consecuencia, de todas las defensas del
Estado del bienestar basadas en los principios de la igualdad no hay ninguna que simpatice más a
los intereses de la envidia o que más radicalmente promueva sus intereses”. No es de extrañar
que Walsh sostuviera esta tesis puesto que para Rawls, “la afirmación de que es justo para un
hombre exclusivamente poseer y beneficiarse del superior carácter que le permite hacer el
esfuerzo de cultivar sus habilidades es... problemática; porque su carácter depende, en gran
parte, de una familia afortunada y de circunstancias sociales sobre las que él no tiene ningún
control”.

El poso que deja el endiosado profesor de Harvard es desolador. Desprecia la libertad como otros
odian la vida. Pertenece por ello, a esa turba de enemigos de la libertad que arropados tras la
demagogia abrazaron la sumisión. Sus ancestros, Platón, Rousseau o Marx, seguro que le
hubieran recibido con los brazos abiertos. Entre los críticos de la sociedad abierta, no duden de
que Rawls tendría un lugar destacado. A pesar de la tristeza que produce soportar el discurso del
esclavismo, todavía nos queda la esperanza de que en sitios como en Red Liberal siga viva la
llama de la libertad y que autores como Hume, Hayek, Mises o Nozick sean leídos con el mismo
placer que se deriva de la búsqueda de la verdad y de una vida sin amos.

Rawls: Justicia como igualdad de recursos

Por Tibor R. Machan

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Traducción de Gorka Etxebarría. Cortesía de la revista Veintiuno (Fundación
Cánovas del Castillo).

Tibor R. Machan, nacido en Budapest en 1939, es actualmente profesor de


Filosofía en la Universidad de Auburn y prolífico autor. Se califica de neoliberal
seguidor de Aristóteles, Locke, Mises y Ayn Rand. Defiende la moralidad del
Estado mínimo y del capitalismo basándose, principalmente, en el derecho
natural. Recientemente ha publicado: "Generosity. Virtue in civil society" (Cato
Institute, 1998) y "Classical individualism" (Routledge, 1999). Este artículo1 es
un extracto de su obra "Individuals and their rights" (Open Court, ILL., USA.,
pp.199-201)2.

J. Rawls ha defendido el Estado de Bienestar sin demasiada relación con


alguna doctrina de derechos. Arguye que, a menos que vayamos a ayudar a los
necesitados en alguna forma excepcional, no se nos debería permitir disfrutar
de mayor bienestar que otros. Las desigualdades están moral y legalmente
justificadas si elevan a la gente en peor situación a una posición mejor en la
vida.

Como Rawls mismo puntualiza: "aquellos favorecidos por la naturaleza,


cualquiera que sean, pueden ganar de su buena fortuna sólo en términos que
mejoren la situación de aquellos que han salido perdiendo"3.

Pero ¿por qué debería eso ser así? Rawls también es muy claro acerca de este
problema: "La afirmación de que un hombre merece (que es justo para un
hombre exclusivamente poseer y beneficiarse de) el superior carácter que le
permite hacer el esfuerzo de cultivar sus habilidades es... problemática; porque
su carácter depende, en gran parte, de una familia afortunada y de
circunstancias sociales sobre las que él no tiene ningún control"4.

Por lo tanto, evidentemente, como Rawls indica, "nadie es merecedor por su


mayor capacidad natural ni por sus méritos de un punto de partida más
favorable en la sociedad"5, que es por lo que hemos de tener un sistema que
garantice la igualdad de recursos para cualquiera en la vida, a menos que se
espere que la desigualdad produzca mejoras de bienestar para "aquellos que
han salido perdiendo".

La esencia de la visión de Rawls consiste, por tanto, en que todos somos


producto de las fuerzas sobre las que no tenemos control individual; entonces,
cuando algunos de nosotros estamos mejor que otros, eso no puede ser justo,
no al menos como Rawls entiende el concepto de justicia6. En realidad, cuando
nosotros vemos la vida humana bajo este prisma, parece injusto que algunos
estén mejor que otros.

Según Rawls, estamos realmente de vuelta de lo que Keynes dijo: es injusto, o


no equitativo, dejar a la sociedad que se gobierne sobre el principio de perder o
ganar. El Estado de Bienestar es el remedio para esto. No destruye totalmente
la libertad; por tanto, en lo que respecta a algunas materias, la gente tiene
justificación para actuar autónoma e independientemente en sus vidas. Pero
ellos tienen un derecho a cualquier cosa de mayor valor sólo si alcanzándolo
también mejora la suerte de los necesitados.

La posición de Rawls es problemática por varias razones:

Primero: hay una paradoja en la teoría de que nuestro carácter moral es algo
que obtenemos, en su mayor parte, por accidente. Esencialmente, nuestro
carácter es lo que explica nuestros actos mejor o peor elegidos.

Una persona, a menudo, actúa correctamente por su carácter –su auto-


desarrollada habilidad para el discernimiento moral–. El carácter es algo que
nosotros mismos cultivamos. Si simplemente lo adquiriéramos por nuestras
circunstancias, entonces nuestros buenos o malos actos no serían realmente
algo de lo que nosotros fuésemos responsables.

En definitiva, la visión de Rawls excluye, al menos implícitamente, cualquier


mérito debido al esfuerzo individual y al talento, y de esta manera deniega la
posibilidad de diferentes estatus de bienestar que pueden haber sido obtenidos
por esa diferencia de méritos.

Con todo, en el terreno moral, Rawls exalta los méritos de su sistema y se


apoya en todos nosotros para llevar a cabo su credo. Por tanto, todos nosotros
no somos sustancialmente libres de elegir ni de alcanzar crédito moral. Por otro
lado, deberíamos elegir (y, por tanto, deberíamos estar agradecidos) estar en el
lado de la justicia tal y como lo entiende Rawls.

Pese a que Rawls no dice que la gente no es libre, su visión del carácter y de
las implicaciones morales y políticas que la acompañan, lo que sostiene, no
deja espacio al libre arbitrio ni como prerrequisito de la elección moral.

Ya que Rawls cree que no hay necesidad de una fundamentación metafísica y


epistemológica de las teorías morales, quizá no deberíamos discutir estos
rasgos desdeñados de su filosofía pero, de hecho, no pueden excluirse de un
razonable y completo cálculo de la situación moral y política que los seres
humanos encuentran en sus vidas.

Segundo: ¿somos realmente libres para elegir hacer algo con nuestras vidas?
Como ya hemos visto, hay razones para creer que somos bastante libres: todo
esfuerzo para averiguar las respuestas a cuestiones descansa en nuestra
libertad para buscar y encontrar dichas respuestas. Ello presupone que no
somos prisioneros de nuestros prejuicios, predisposiciones y simples opiniones.

La diversidad de la vida humana, la extraña repetición de la noción del bien y


del mal en ella, se explica con más éxito aceptando que los individuos tienen
control sustancial sobre cómo se conducen a sí mismos.

Hay evidencias científicas […] para considerar que los seres humanos tienen la
clase de cerebro que hace posible la conducta autogenerada, autoiniciada y el
autoconocimiento o introspección, lo que prueba la certeza de la libertad
personal.
1Reimpreso con autorización de Open Court Publishing Company, división de
Carus Publishing Company, Peru Il, del libro "Individuals & their rigths" de Tibor
R.Machan (copyright 1989 por Open Court)
2Nota: Las tres obras pueden adquirirse a través de Laissez Faire Books, 938
Howard St, S. Francisco, CA., USA, a 8.95, 24.95 y 14.95 $ respectivamente.
3Nota del autor: A Theory of Justice. P. 104.
4Nota del autor: Ibidem.
5Nota del autor: Ibidem.
6Nota del autor: Esta es la tesis política central de la teoría de la justicia de
Rawls, a saber, que la justicia es equidad.

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