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• El mito de Heracles.

Esquema de la historia de Hércules


Alcmena es la esposa de Anfitrión, rey de Tebas. Zeus se enamora de
Alcmena y desea fervientemente unirse a ella, que ama a su marido y
no parece dispuesta a serle infiel.
Zeus, aprovechando que Anfitrión se ha marchado a guerrear contra
los telebeos, adopta su figura y acude al palacio. Alcmena, sin
sospechar nada, se une con el dios.
Apolo, para contribuir al placer de Zeus, obedece sus órdenes y alarga
la noche retrasando la aparición de la Aurora, la cual anuncia la
llegada del carro del Sol. En dicha unión Alcmena concibe un hijo,
que cree de su marido, puesto que ese mismo día regresa el verdadero
Anfitrión y también se une con su esposa. Fruto de esta última unión, nace Ificles, hermano gemelo de
Heracles.
Hera, esposa de Zeus, enterada de la aventura de su marido, se encoleriza y
trama la manera de vengarse. Cuando Heracles está aún en su cuna, la diosa
manda dos serpientes para que lo maten. Heracles, desde el momento de su
nacimiento, dio muestras de su gran fuerza y corpulencia, y consigue acabar
con las serpientes ahogándolas.
Heracles demostró ser, desde el principio bastante indisciplinado, lo que
obligaba a Lino, su maestro de música, a reprenderlo continuamente. En una
ocasión, Lino intentó castigarlo, pero Heracles montó en cólera y lo golpeó
con la lira, con lo que le causó la muerte.
Según algunas versiones, Anfitrión, temiendo el carácter irascible de Heracles, decidió confiar su
educación a Quirón, un centauro sabio y bondadoso, maestro de héroes (entre ellos, de Aquiles).
Cuando Heracles cumplió los dieciocho años, destacaba por su gran estatura. Su primera hazaña (rito de
iniciación) consistió en matar al león del monte Citerón, que causaba grandes estragos en la región.
En los cincuenta días que tardó en cazar y matar a este león, también dio muestra de su gran virilidad, ya
que se instaló en el palacio del rey Tespio, quien, deseoso de emparentar con un descendiente de Zeus,
cada noche ordenaba a una de sus cincuenta hijas que se metiera en la cama del héroe, el cual creía que
siempre era la misma. De estas uniones nacieron cincuenta niños, los Tespiadas.
En el camino de regreso, Heracles liberó a los tebanos de pagar un tributo al rey
de Orcómeno. Como agradecimiento, Creonte, el rey de Tebas, le dio en
matrimonio a su hija mayor, Mégara. Heracles vivió feliz con Mégara y tuvieron
varios hijos.
Según la versión de Eurípides, en ausencia de Heracles, Lico mata al rey Creonte y
se apodera del trono de Tebas, mientras Mégara y sus hijos se refugian en el altar
de Zeus para evitar la muerte. Cuando Heracles regresa, mata a Lico y se dispone a
abrazar a su esposa e hijos, pero sucede algo terrible. En un acceso de locura,
Heracles mata a su mujer y a sus hijos. Se disponía a suicidarse, pero Teseo, rey de
Atenas, lo disuade de tal acción. Para purificarse, tenía que expiar su
responsabilidad con alguna acción compensatoria. Por ello se pone al servicio de Euristeo, rey de Tebas, y
lleva a cabo los doce trabajos.

1. ¿Cuál es el nombre griego de Hércules?


2. ¿Cómo se llama la madre de Hércules?
3. ¿Quién es Ilitía?
4. ¿Por qué Hera odia tanto a Heracles?
5. Sitúa Argos en el mapa mudo del anexo.
6. ¿Con quién confunde Heracles a sus hijos en su locura?
7. ¿Quién pone fin al ataque de locura de Heracles?
8. ¿Con qué dos acciones demuestra Hera su enemistad con Heracles?
9. Sitúa Tebas y la ciudad de Atenas en el mapa del anexo.
10. ¿Qué está decidido a hacer Heracles después de matar a sus hijos y a su mujer? ¿Quién lo impide?

Los 12 trabajos de Hércules

1. El león de Nemea.
Nemea El león de Nemea es un monstruo hijo de Ortro y Equidna, y nieto de Tifón. Es
hermano de otro monstruo, la Esfinge de Tebas. Hera lo educó –o tal vez la diosa de la Luna, Selene, que
lo habría entregado en préstamo a Hera– y lo llevó a la región de Nemea, donde asolaba el país,
devorando a sus habitantes y ganados. Este león tenía por guarida una caverna con dos accesos, y era
invulnerable. Heracles empezó por dispararle flechas, pero sin resultado; entonces, amenazándolo con la
maza, le obligó a entrar en la cueva y clausuró una de las entradas. Lo cogió luego entre sus brazos y lo
ahogó. Muerta ya la fiera, Heracles la despellejó y se revistió con su piel; la cabeza le sirvió de casco.
Cuenta Teócrito que el héroe estuvo largo tiempo perplejo ante esta piel, que ni el hierro ni el fuego
podían rasgar. Finalmente, se le ocurrió la idea de romperla con las propias garras del monstruo, con lo
que consiguió su propósito. Heracles llevó el león a Micenas, y Euristeo se asustó tanto del valor del
héroe, capaz de abatir un monstruo semejante, que le prohibió la entrada en la ciudad, ordenándole que,
en adelante, dejase su botín ante las puertas de ésta. Para perpetuar la hazaña de Heracles, Zeus puso al
león entre las constelaciones.
2. La hidra de Lerna.
Lerna Al igual que el león de Nemea, la hidra de Lerna es un monstruo, hija de Equidna y
Tifón. La crió Hera para que sirviese de prueba a Heracles, debajo de un plátano, cerca de la fuente de
Amimone. Se representa esta hidra como una serpiente de varias cabezas, cuyo número varía desde cinco
o seis hasta cien, según los autores. A veces, incluso se tenían por cabezas humanas. El hálito que salía de
sus fauces era mortal: quienquiera que se acercase, incluso mientras el monstruo dormía, moría
infaliblemente. Devastaba también las cosechas y los ganados del país. Para combatirla, Heracles utilizó
flechas encendidas; pero también se dice que le cortó las cabezas con una harpe (especie de cimitarra). Le
ayudó en esta hazaña su sobrino Yolao, ayuda muy necesaria, pues de cada cabeza cortada surgía otra
nueva. Para impedir que volvieran a salir, Heracles cauterizaba con fuego cada herida, lo que hacía
imposible que la carne creciera de nuevo. Una vez muerto el monstruo, el héroe empapó sus flechas con
la sangre de la hidra, que era venenosa, y de esta manera convirtió las heridas que causaban en
irremediablemente mortales.
3. El jabalí de Erimanto.
Erimanto Euristeo le encargó traer vivo un monstruoso jabalí que vivía en el monte
Erimanto. Heracles, con sus gritos, forzó al animal a salir a su encuentro; después lo obligó a ir hasta una
zona cubierta de una capa espesa de nieve, fatigándolo de tal modo que logró capturarlo. Con el animal
sobre sus espaldas, regresó a Micenas. Al verlo, Euristeo, aterrorizado, se ocultó en una tinaja. En Cumas
se enseñaban los colmillos de este jabalí, conservados como un exvoto.
4. La cierva de Cerinia.
Cerinia El cuarto trabajo que Euristeo impuso a Heracles fue la captura de una cierva que
habitaba en Énoe. Eurípides cuenta, simplemente, que era un animal de gigantesco tamaño que asolaba
las cosechas. Heracles la mató y consagró su cornamenta en el templo de Ártemis. Pero esta versión
presenta contradicciones con la leyenda tal como se cuenta generalmente, y tiene por objeto borrar del
ciclo lo que parecía un rasgo de impiedad del héroe. Esta cierva, según Calímaco, era una de las cinco que
Ártemis había encontrado paciendo en el monte Liceo. Todas tenían cornamentas de oro y eran mayores
que toros. La diosa se quedó con cuatro, que enganchó a su cuadriga; pero la quinta, por orden de Hera,
se refugió en el monte Cerinia, y con el tiempo sirvió como prueba a Heracles. El animal estaba
consagrado a Ártemis, y se dice que llevaba un collar con la inscripción «Taigeto me ha dedicado a
Ártemis». Matarla, e incluso tocarla, era, por tanto, un acto impío.
Esta cierva era muy veloz. Heracles la persiguió un año entero sin alcanzarla; sin embargo, acabó
fatigándose y buscó refugio en el monte Artemisio. Como Heracles iba tras ella sin descanso, mientras
cruzaba un río, el héroe la hirió levemente con una flecha, después de lo cual le fue muy fácil apresarla y
cargarla sobre sus hombros. Sin embargo, cuando atravesaba Arcadia, se encontró con Ártemis y Apolo;
ambas divinidades quisieron quitarle el animal, que les pertenecía y, además, lo acusaron de haber
intentado matarlo, lo cual constituía un sacrilegio. Heracles salió del apuro cargando la responsabilidad a
Euristeo, hasta el extremo de que los dioses le devolvieron la cierva y lo autorizaron a proseguir su
camino. Píndaro da una versión mítica de esta persecución. Según él, Heracles siguió la cierva hacia el
norte, a través de Istria, el país de los Hiperbóreos, e incluso el de los Bienaventurados, donde Ártemis lo
acogió benévolamente.
5. Las aves del lago Estinfalo.
Estinfalo Las aves que vivían en una espesa selva a orillas del lago Estinfalo, en
Arcadia, habían huido en otro tiempo de una invasión de lobos. Se habían multiplicado en proporciones
extraordinarias, hasta el punto de convertirse en una plaga para los países vecinos. Devoraban los frutos
de los campos y destruían las cosechas; por eso Euristeo ordenó a Heracles que acabase con ellas. La
dificultad residía en obligarlas a salir de su tupido bosque. Para conseguirlo, el héroe recurrió a unas
castañuelas de bronce, que él mismo se fabricó o, en otras versiones, que le había dado Atenea,
elaboradas por Hefesto. El ruido de este instrumento asustó a las aves, por lo que abandonaron la
espesura, y Heracles pudo derribarlas fácilmente a flechazos.
Otras tradiciones presentan estos animales como aves de rapiña que devoraban incluso a las personas.
También se decía que sus plumas eran de acero, agudísimas, y que las disparaban como flechas contra sus
enemigos.
6. Los establos del rey Augias.
Augias Augias era rey de Élide, en el Peloponeso, e hijo de Helio (el Sol). Había
heredado de su padre. numerosos rebaños, pero no se cuidaba de quitar el estiércol que iba
depositándose en los establos, con lo que el suelo quedaba privado de abonos y el país condenado a la
esterilidad. Por orden de Euristeo, quien quería humillar al héroe imponiéndole un trabajo de esclavos,
Heracles tuvo que encargarse de limpiar estos establos. Pero antes de hacerlo, estipuló con Augias un
salario; según unos, el rey se comprometía, si Heracles conseguía realizar la limpieza en un día, a
entregarle parte de su reino; según otros, tenía que darle, en iguales condiciones, la décima parte de sus
rebaños. Heracles realizó la proeza concentrando en el patio del establo, tras desviarlos, el curso de dos
ríos, el Alfeo y el Peneo. Sin embargo, Augias le negó el salario convenido, y llegó incluso a desterrar al
héroe de su reino. Más tarde, éste emprendió una guerra contra él.
7. El toro de Creta.
Creta El toro de Creta es el animal que, según unos, había raptado a Europa por cuenta de
Zeus y, según otros, había sido amante de Pasífae, esposa de Minos, rey de Creta. Finalmente, una tercera
tradición lo presenta como un toro milagroso, salido del mar, un día en que Minos había prometido a
Posidón sacrificar lo que apareciese en la superficie de las aguas. Pero Minos, al ver la belleza del toro, lo
quiso guardar como semental y lo envió a sus rebaños, de forma que sacrificó al dios otro menos
precioso. Posidón se vengó volviendo furioso al animal.
Este toro que, como algunos autores aseguran, lanzaba fuego por la nariz, era el que Heracles debía traer
vivo, por orden de Euristeo. El héroe pasó, pues, a Creta y pidió la ayuda de Minos; éste se la negó, pero
lo autorizó a apresar el animal a condición de hacerlo solo. Heracles capturó el toro, regresó con él a
Grecia y lo presentó a Euristeo, quien quiso dedicarlo a Hera. Sin embargo, la diosa se negó a aceptar un
presente ofrecido en nombre de Heracles y soltó a la bestia, que recorrió la Argólide, cruzó el istmo de
Corinto y llegó al Ática.
8. Las yeguas de Diomedes.
Diomedes Diomedes era un rey de Tracia, propietario de unas yeguas que se nutrían de
carne humana. Eran cuatro, y se llamaban Podargo, Lampón, Janto y Deino. De las dos tradiciones
relativas a esta leyenda, la más antigua cuenta que Heracles partió solo a Tracia por vía terrestre, y
entregó a Diomedes a la voracidad de sus animales, después de lo cual, éstos, saciados, se dejaron
conducir sin dificultad.
9. El cinturón de la reina Hipólita.
Hipólita A petición de Admete, hija de Euristeo, Heracles se dirigió al reino de
las Amazonas a la conquista del cinturón de su reina, Hipólita. Se dice que este cinturón era el del propio
Ares, que lo había entregado a Hipólita para simbolizar el poder que ella poseía sobre su pueblo. Heracles
se embarcó con varios compañeros voluntarios en una sola nave, y, tras numerosas aventuras, llegó al
puerto de Temiscira, el del país de las Amazonas. Allí Hipólita accedió de buen grado a cederle su
cinturón, pero Hera, disfrazada de Amazona, suscitó una disputa entre los hombres del séquito de
Heracles y las Amazonas. Se entabló una batalla campal, y Heracles, creyéndose traicionado, mató a
Hipólita. Otras tradiciones cuentan, por el contrario, que se rompieron las hostilidades con el
desembarco de Heracles y sus compañeros. Una de las amigas (o la hermana) de Hipólita, Melanipa, cayó
prisionera en la acción y, para rescatarla, Hipólita concertó una tregua, en la que entregó su cinturón a
cambio de la libertad de Melanipa.
10. Los bueyes de Geriones.
Geriones Geriones era un gigante monstruoso que poseía tres cabezas y un cuerpo
triple hasta las caderas. Era hijo de Crisaor y, por tanto, nieto de Posidón y la Gorgona Medusa. Tenía
grandes manadas de bueyes, que guardaba su pastor Euritión en la isla de Eritia. Euritión tenía como
auxiliar al monstruoso perro Ortro, nacido de Tifón y Equidna. Esta isla estaba situada en el occidente
extremo, y también en ella el pastor Menetes guardaba los rebaños de Hades. Euristeo envió allí a
Heracles, con la orden de traerle los preciosos bueyes. La primera dificultad era cruzar el Océano, y, para
resolverla, el héroe pidió prestada la copa del Sol. Era ésta una gran copa en la que el Sol se embarcaba
todas las noches, cuando llegaba al río Océano para regresar a su palacio situado en el oriente del mundo.
Pero el Sol no se la cedió espontáneamente. Mientras el héroe atravesaba el desierto de Libia, el calor
solar lo incomodó tanto que amenazó al astro con dispararle sus flechas. Éste le pidió que no lo hiciese, y
Heracles accedió a condición de que le prestase su copa para cruzar el Océano hasta Eritia; el Sol aceptó el
trato. Luego, una vez embarcado, el héroe tuvo que amenazar al dios Océano con sus flechas, ya que,
para ponerlo a prueba, lo sacudía con cierta rudeza sobre las olas. Esta divinidad tuvo miedo, de forma
que la travesía fue tranquila en lo sucesivo, hasta la llegada a Eritia. Allí lo vio el perro Ortro y se lanzó
contra él, pero Heracles lo abatió de un mazazo. Otro tanto le ocurrió al boyero Euritión, que había
acudido en auxilio de su perro. Luego partió con los bueyes. Menetes, el pastor de Hades, testigo
presencial de la escena, corrió a avisar a Geriones, quien se presentó al momento y dio alcance a Heracles
en las márgenes del río Ántemo, y le atacó, pero no tardó en caer bajo las flechas del héroe. Entonces
éste embarcó los animales en la copa del Sol y puso rumbo a la orilla opuesta del Océano, a Tartesos.
Durante este viaje de regreso de Heracles a Grecia, acontece la mayoría de las aventuras que se le
atribuyen en el occidente mediterráneo.
Cuéntase que, ya en el viaje de ida, había liberado a Libia de un gran número de monstruos, y que, como
recuerdo de su paso por Tartesos, había erigido dos columnas, una a cada lado del estrecho que separa
Libia de Europa: son las Columnas de Hércules (el peñón de Gibraltar y el de Ceuta).
11. El can Cerbero. El undécimo trabajo que Euristeo impuso a Heracles consistió en enviarle al Hades, el
país de los muertos, con la orden de que le trajese el perro Cerbero. Este monstruo tenía tres cabezas de
perro, un rabo acabado en una especie de dardo de escorpión y multitud de serpientes en su espalda. Se
dice que era hijo de Equidna y Tifón y, por tanto, hermano de Ortro, el perro de Geriones, de la hidra de
Lerna y del león de Nemea. Heracles, pese a su valor, no habría podido salir victorioso de esta empresa, si,
por mandato de Zeus, no le hubiesen ayudado Hermes y Atenea. Ante todo, se hizo iniciar en los
misterios de Eleusis, que precisamente enseñaban a los creyentes la manera de llegar, con plena seguridad,
al otro mundo después de la muerte. Según la tradición más generalmente admitida, Heracles, para bajar
a los Infiernos, tomó el camino del lago Ténaro. Pero los habitantes de Heraclea del Ponto creían que
había descendido y regresado por una misma boca: la boca del Infierno, situada cerca de su ciudad. Al
verlo llegar a su reino, los muertos sintieron miedo y huyeron; sólo dos le aguardaron: la Gorgona
Medusa y el héroe Meleagro. Heracles desenvainó la espada para acometer a la primera, pero Hermes,
quien le guiaba, le advirtió que era sólo una sombra vana. Contra Meleagro tensó el arco, pero él se le
acercó y le relató su muerte en términos tan conmovedores que Heracles no pudo contener las lágrimas.
Le preguntó si le quedaba alguna hermana; Meleagro le contestó que Deyanira aún vivía y el héroe le
prometió casarse con ella. Más allá encontró a Teseo y Pirítoo, que estaban vivos, pero Hades los tenía
encadenados por haber llegado hasta su mansión para llevarse a Perséfone. Heracles, con permiso de
Perséfone, libertó a Teseo, mas Pirítoo tuvo que quedarse en los Infiernos, como castigo a su audacia.
Para dar sangre a los muertos, quienes mediante libaciones sangrientas pueden recuperar un poco de vida,
Heracles ideó sacrificar algunos animales de los rebaños de Hades. Al verlo, el pastor Menetes trató de
oponerse, pero Heracles lo agarró por la cintura, de manera que le quebró varias costillas, y lo habría
matado de no interceder Perséfone por él. Finalmente, Heracles se presentó ante Hades y le pidió
autorización para llevarse a Cerbero. El dios accedió, pero con la condición de que debía dominar al
animal sin recurrir a sus armas habituales, revestido únicamente con su coraza y su piel de león. El héroe
atacó a Cerbero, luchó contra él a brazo partido, agarrándolo por el cuello y casi ahogándolo, hasta que
consiguió someterlo. Subió luego a la tierra con su botín, y salió por la boca del Infierno situada en
Trecén. Al ver a Cerbero, Euristeo experimentó tal terror que corrió a ocultarse en la tinaja, su habitual
refugio. No sabiendo qué hacer con el perro, Heracles lo devolvió a su dueño, Hades.
12. Las manzanas de las Hespérides. Cuando aconteció la boda de Hera con Zeus, la diosa Gea (la Tierra)
había regalado a la novia, como presente nupcial, unas manzanas de oro, que Hera encontró
maravillosas, hasta el punto de haberlas mandado plantar en su jardín de las inmediaciones del monte
Atlas. Como las hijas de Atlante solían ir a saquear este jardín, la diosa confió la custodia del árbol
maravilloso con sus manzanas a un dragón inmortal de cien cabezas, nacido de Tifón y Equidna.
Asimismo, colocó como guardianas a las tres ninfas del atardecer, las Hespérides, llamadas Egle, Eritia y
Hesperaretusa, es decir, «la Resplandeciente», «la Roja» y «la Aretusa de Poniente», nombres que
recuerdan los matices del cielo cuando el Sol va hacia el ocaso. Las manzanas de este lugar son las que
Euristeo ordenó traer a Heracles.
El Jardín de las Hespérides se ubica tanto al oeste de Libia, como al pie del Atlas, o en el país de los
Hiperbóreos. La primera preocupación de Heracles fue la de conocer el camino que conducía al país de las
Hespérides. Para ello, partió en dirección norte y supo, por una ninfa, que sólo el dios marino Nereo
podría informarle sobre el país que buscaba. Las ninfas lo llevaron ante Nereo mientras éste dormía, y,
aunque el dios adoptó toda clase de formas, Heracles lo ató fuertemente y no consintió en soltarlo hasta
que le hubo revelado el lugar donde se hallaba el Jardín de las Hespérides. Realizó un complicado
itinerario que le llevó por Libia, Egipto, Asia Menor y Arabia, y desde allí, hacia el Norte, hasta el pie del
Cáucaso. Durante la ascensión de esta montaña, liberó a Prometeo, cuyo hígado devoraba un águila y se
regeneraba al momento. Agradecido, el titán le aconsejó que no cogiera con su propia mano las
manzanas maravillosas, sino que encomendara esta misión a Atlante. Heracles prosiguió su camino y
llegó finalmente al país de los Hiperbóreos; fue al encuentro del gigante Atlante, quien sostenía el Cielo
sobre sus hombros, y le ofreció aliviarlo de su carga el tiempo que necesitara para ir a recoger tres
manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides, el cual se hallaba contiguo. Atlante aceptó de buen
grado; pero, a su regreso, declaró a Heracles que él mismo llevaría los frutos a Euristeo, y entretanto el
héroe seguiría sosteniendo la bóveda celeste. Éste simuló consentir en ello; sólo pidió a Atlante que lo
descargase por un momento, el tiempo necesario para ponerse una almohada en los hombros. El gigante
accedió sin recelo, pero Heracles, tan pronto se vio libre, cogió las manzanas que Atlante había dejado en
el suelo y emprendió la fuga. Según otras tradiciones, Heracles no necesitó la ayuda de Atlante, sino que
mató al dragón de las Hespérides, o lo durmió, y se apoderó de los áureos frutos. También se cuenta que
las Hespérides, desesperadas por haber perdido las manzanas que debían custodiar, se transformaron en
árboles: un olmo, un sauce y un álamo, a cuya sombra se refugiaron más tarde los Argonautas. El dragón
fue transportado al cielo, donde se convirtió en constelación: la Serpiente. Heracles, en posesión ya de las
manzanas de oro, las llevó fielmente a Euristeo. Pero éste, cuando las tuvo en sus manos, no supo qué
hacer con ellas y las devolvió al héroe, quien las ofreció a Atenea. La diosa las restituyó al Jardín de las
Hespérides, pues la ley divina prohibía que estuviesen en otro lugar que no fuese aquél.

1. Identifica cada uno de los 12 trabajos de Hércules en la imagen del mosaico que encontramos al
principio.

Al terminar los trabajos, Heracles se dispuso a cumplir la promesa que le había


hecho a Meleagro, por lo que fue a Calidón para pedir a Deyanira en
matrimonio a su padre Eneo. Sin embargo, la muchacha ya tenía otro
pretendiente. Tras residir un tiempo en Calidón, Heracles abandonó esta ciudad
con su esposa Deyanira. En el viaje utilizaron los servicios del centauro Neso,
quien ayudaba a los viajeros a cruzar el río Eveno. El centauro cruzó en primer
lugar al héroe, y, cuando transportaba a Deyanira, trató de violarla, lo que
Heracles impidió matándolo con una flecha envenenada. Agonizando, Neso le
dijo a Deyanira que recogiese su sangre si quería asegurarse el amor de Heracles.
Heracles y Deyanira se instalaron en la casa de Ceix, acogiéndose a su
hospitalidad, a cambio de la cual Heracles realizó varias expediciones guerreras
para él. En una de ellas, causó la muerte a Ífito, hijo de Éurito, rey de Ecalia, en un acceso de locura. Para
purificarse de este crimen fue de nuevo a Delfos, pero la Pitia se negó a contestarle. Heracles,
encolerizado, amenazó con saquear el santuario y robar el trípode sagrado. Apolo acudió en auxilio de su
sacerdotisa y se entabló una lucha entre ambos. Zeus, con un rayo, puso fin a este enfrentamiento entre
hermanos. La Pitia dijo a Heracles que, para expiar su crimen, debía servir un año como esclavo de
Ónfale, reina de Libia. Ónfale le obligó a realizar varias proezas, así como a vestirse de mujer e hilar la
lana, mientras ella se apoderaba de su maza y vestía la piel del león.
Una vez finalizado este nuevo periodo de servidumbre, Heracles volvió a Ecalia en busca de Yole, la hija
de Éurito, de quien se había enamorado. Como Éurito se negó a sus deseos, arrasó su ciudad, se apoderó
de Yole, la convirtió en su concubina y regresó a casa de Ceix, donde le esperaban su esposa Deyanira y su
hijo Hilas. Antes de llegar, se detiene para dedicarle un sacrificio a Zeus, como agradecimiento por su
victoria.
Cuando Deyanira sospechó que Heracles prefería la compañía
de Yole, untó unas ropas con la sangre de Neso. Licas, el sirviente de
Heracles, le llevó dichas ropas, y éste se las puso. En cuanto se
templaron sobre su cuerpo, el veneno que contenía la sangre
penetró en su cuerpo, provocándole un dolor insoportable. Heracles
tomó a Licas por los pies y lo arrojó al mar, intentando luego
quitárselas, pero se había pegado a su carne. Deyanira, al ver lo que
había hecho, se ahorcó. Heracles murió voluntariamente, pidiendo
que se le construyera una pira para acabar con su agonía. Nadie, sino
el amigo de Heracles Filoctetes, quería prender su pila funeraria, y por esta acción recibió su arco y sus
flechas, que más tarde necesitaron los griegos para derrotar a troyanos en la Guerra de Troya.
Tras su muerte en esta pira los dioses le hicieron inmortal, o alternativamente el fuego quemó la parte
mortal del semidiós, quedando sólo la parte divina, se reconcilió con Hera y se casó con Hebe, una hija
de ésta.

1. ¿Cuál era el otro pretendiente de Deyanira?


2. ¿Qué es lo que Deyanira teme de Yole?
3. ¿Cómo son los centauros? ¿Por qué se caracterizan? ¿Qué oficio desempeñaba el centauro Neso? ¿Por
qué mata Heracles a Neso?
4. ¿Es buena la intención de Deyanira al seguir el consejo de Neso? Razona tu respuesta.
5. ¿Qué pasó con las armas y atributos de Hércules?
6. ¿Dónde termina Hércules?
7. ¿Cuántas esposas tuvo Hércules y cómo se llamaban?
8. ¿Qué relación tiene Hércules con el nombre de la Vía Láctea?

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