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(1979-2004)
Jacques Derrida
Edición y prólogo de
Gillette Michaud, Joana Masó y Javier Bassas
Traducción de
Joana Masó y Javier Bassas
EllagoEdiciones
Director editorial: Francisco Villegas Belmonte
Directores de la Colección Ensayo: Javier Bassas Vila y Joana Masó
© de la edición
Ellago Ediciones, S. L.
ellagoediciones@ellagoediciones.com / www.ellagoediciones.com
(Edicións do Cumio, S. A.)
Pol. ind. A Reigosa, parcela 19 - 36827 Ponte Caldelas, Pontevedra
Tel. 986 761 045
cumio@cumio.com / www.cumio.com
ISBN: 978-84-92965-29-8
Impresión: Gráficas Varona, S. A.
Depósito legal: VG 6-2013
Impreso en España
Indice
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Videor....................................................................................... 307
La danza de los fantasmas.
Entrevista con Marlc Lewis y Andrew Payne........................ 317
El cine y sus fantasmas.
Entrevista con Antoine de Baecque y Thierry Jousse............ 327
El Sacrificio.............................................................................. 351
Marx es alguien...................................................................... 365
El sobrevivir, el sobreseer, el sobresalto................................ 383
V. FILMOGRAFÍA..................................................................... 405
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Presentación de los editores
Durante tres décadas, las artes han sido uno de los lugares privile
giados de la deconstrucdón derridiana. Derrida elabora y cuestiona
la noción filosófica de visibilidad en estrecho diálogo con la pro
ducción artística mayoritariamente contemporánea: de La verdad
enpintura (con Valerio Adamiy GérardTitus-Carmel, 1978) ala ex
posición Mémoires d'aveugle (de la que Jacques Derrida fue el comi
sario para el Gabinete de dibujos del Museo del Louvre en 1990);
de “Lecture" de Droit de regards (conMarie-FranfoisePlissart, 1985)
a Demeure, Athénes (con Jean-Frangois Bonhomme, 1996); de “Lig-
nées” en Mille e tre, dnq (con Micaela Henich, 1996) a Atlan grand
format (con Jean-Michel Atlan, 2001), La connaissance des textes (con
Simón Hantal, 2001) y Artaud le Moma (2002).
Lo visible es, para Derrida, el lugar fundamental de la oposi
ción entre lo sensible y lo inteligible, la noche y el día, la luz y la
sombra. Asimismo, lo visible también es cómplice de todos los
valores del aparecer ontológico y fenomenológico — el fenómeno
(phainesthai), la teoría (theorein), la evidencia, la claridad o la ver
dad, el “des-velar”— , que instituyen una fuerte jerarquía filosófi
ca de los sentidos. Por ello, el filósofo denunciará lo visible cada
vez que el privilegio de lo óptico se presente como una pregunta
fundamental dominando la historia de la metafísica occidental.
En el gesto de la deconstrucción, las artes que solemos llamar
visuales serán un lugar importante para desarrollar no solamente
una interrogación propia de la Historia de la filosofía, sino para
dar a pensar otro visible articulado por el movimiento de la huella
y de la diferanáa, figuras derridianas de la escritura. Este es el
gran desplazamiento que lleva a cabo Derrida, el desplazamiento
de lo visible hacia lo escrito, presente en el conjunto de los textos
que editamos aquí bajo este título: no las artes visuales, sino artes
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PRESENTACIÓN DE LOS EDITORES
1 . Ja c q u e s D e r r id a , “ L a s a r te s e s p a c ia le s ” , te x to in c lu id o a i el p re se n te v o lu m e n , p . 2 5 .
JACQUES DERRIDA
2. Jacques Derrida, “Pensar hasta 110 ver”, texto incluido en el presente volumen, p. 55.
3. Jacques Derrida, “Las artes espaciales”, texto incluido a i el presente volumen, p. 35.
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FKESENTACION DE LOS EDITORES
The Spatíal Arts: An Interview wiih Jacques Denida. Esta entrevista es inédita
en francés. Entrevista realizada el 28 de abril de 1990 en Laguna Beadi,
California, y publicada originalmente en Deconstruction and the Visual Arts:
Art, Media, Architecture, Peter Brunette y David Wills (eds.), Cambridge,
New York, Oaldeigh, Cambridge University Press, 1994, pp. 9-32. Retoma-
mos, con ligeras modificaciones de puntuación y acentuación, la traduc
ción española de Javier Ariza, Graciela de la Huerga, Luis Garda-Ocho a,
Cliristine Harris, Juan Iribas, Andrés Muñoz y Miguel Olmeda, publicada
en la revista Acción Paralela. Ensayo, teoría y crítica de arte contemporáneo,
San Lorenzo del Escorial, 1995-1996, vols. 1 y 2, pp. 4-19. Entrevista ree
ditada en Jacques Derrida, No esciibo sin luz artificial, Valladolid, Cuatro
ediciones, 1999, pp. 149-184.
dayid wills1: Empezaremos con una pregunta indiscreta, una pregun
ta de competencia. Has mencionado más de una vez lo que llamas tu
“incompetencia” en varias áreas de trabajo. Por ejemplo, en tu entre
vista con Christopher Norris sobre arquitectura2tu mismo te declaras
“técnicamente incompetente” en ese campo; en nuestras discusiones
sobre cine has dicho lo mismo, pero nada de eso te ha impedido es
cribir sobre un amplio número de áreas que están fuera de tu forma
ción. Es como si quisieras definirlos límites de lo que aportas en cada
campo, sin saber exactamente dónde colocar esos límites.
1. David Wills (1953- ) lia traducido numerosos libros de Jacques Derrida, entre
los cuales: Donner la mort (The Gift of Death y Literatura in Secret, Chicago, The
University of Chicago Press, 2008), Droit d& regarás (de Marie-Frangoise Plissart,
Right of Inspection, Nueva York, Monacelli, 1998), La Contre-Allée (con Catheríne
Malabou, Counterpath, Stanford, Stanford, 2004) y L}animal que done je suis [The
Animal Thal Therefore I Am, Nueva York, Fordham Press, 2008). Especialista
en teoría literaria y teoría comparada de la University SUNY-Albany, es autor de
Prosth&sis (Stanford, Stanford, 19 95; París, Galilée, 1997), Matchbook (Stanford,
Stanford, 2005) y Dorsality: Thinking Back Through Technology and Politics
(Minneapolis, Minnesota Press, 2008). [N. de E.]
2. Jacques Derrida y. Christopher Norris, “Jacques Derrida in Discussion with
Christopher Norris”, en Deconstmction: Omnibus Volume, A. Papadalds, C, Coolce
y A. Benjamín (eds<), Nueva York, Rizzoli, 1989, p. 72.
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provocado a hacerlo. Por supuesto, podrías preguntarme enton
ces: ¿qué es una provocación? ¿Quién te provoca? Bueno, hay una
mezcla, un encuentro de azar y necesidad.
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Y cuando leo tu trabajo sobre cine5, lo entiendo, pero al mismo
tiempo solo pasivamente; no puedo reproducirlo o escribir acerca
de ello, por ejemplo.
Siempre me siento al margen de tales cuestiones y esto me
Ilustra — es realmente imposible para mí ser competente en ese
trabajo— , pero a la vez lo que me gratifica es que esté siendo rea
lizado por personas propiamente competentes y que hablan desde
dentro de un campo específico, con sus propias aportaciones y sus
propias relaciones con la naturaleza de ese campo, con su situa
ción político-institucional. Así, lo que tú haces está determinado en
su mayor parte por las aportaciones específicas de tu campo inte
lectual y también por toda clase de cuestiones relacionadas con la
escena americana, con tu perfil institucional, etc. Todo esto me re
sulta extraño y me mantiene al margen de ciertas cuestiones, pero
al mismo tiempo es extremadamente tranquilizador y gratificante,
puesto que el verdadero trabajo está siendo realizado. Estoy aparta
do de ese trabajo, pero este se realiza en otros lugares.
5» CE Peter Brunette y David Wills. Scmn/Pla-y: Dmida and Film Theory, Priiiceton,
Princeton University Press, 1989. [N. d. E.]
6. Jacques Derrida, La Taijeta postal De Freud a Lacan y más allá, tr. esp. de T.
Segovia, México, Siglo XXI, 1986, [N. d. E.]
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palabras, y aquí podemos reconocer un límite, a partir del cual ejerce
resistencia contra la autoridad del discurso, contra la hegemonía dis
cursiva. Existe en tal obra de arte muda un lugar auténtico donde —y
desde cuya perspectiva— las palabras encuentran su límite. Y de este
modo, acercándonos a este lugar podemos, en efecto, observar a la
vez una debilidad y un deseo de autoridad y hegemonía por parte del
discurso, especialmente a la hora de clasificar las artes —por ejem
plo en los términos de la jerarquía que hace que las artes visuales
estén subordinadas a las artes discursivas o musicales.
Pero, por otra parte, y esto es el contrapunto de la misma ex
periencia, siempre podemos hacer referencia a la experiencia que
nosotros, como seres hablantes —y no digo “sujetos"— , tenemos
de esas obras silentes, porque siempre podemos recibirlas, leerlas
o interpretarlas como posibles discursos. Es decir, que estas obras
silenciosas son, al mismo tiempo y en realidad, muy locuaces, pues
están llenas de discursos virtuales, y desde ese punto de vista la
obra muda se convierte en un discurso aún más autoritario — se
convierte en el lugar preciso de una palabra que es la más podero
sa por su silencio y que conlleva, igual que un aforismo, una vir
tualidad discursiva que es infinitamente autoritaria, en un sentido
teológico. Así pues, puede decirse que el mayor poder logocéntrico
reside en el silencio de una obra y que la liberación de esta autori
dad reside en el lado del discurso, un discurso que va a relaiivizar
las cosas, emanciparse a sí mismo y negarse a arrodillarse ante las
autoridades representadas por la escultura o la arquitectura. Es esa
misma autoridad la que intentará de algún modo aprovecharse, en
primer lugar, del poder infinito de un discurso virtual — siempre
hay más que decir y somos nosotros quienes le hacemos hablar
cada vez más— y, en segundo lugar, el efecto de una presencia
intocable, monumental e inaccesible. En el caso de la arquitectura,
esta presencia es casi indestructible o, en todo caso, pretende serlo,
dando lugar al efecto abrumador ele una presencia hablante. De
modo que hay dos interpretaciones —-y uno siempre se encuentra
entre las dos, sea cuestión de escultura, de arquitectura o'pintura.
Ahora bien, el cine es un caso muy particular. Primero, por
que este efecto de presencia se complica por la existencia del movi
miento, de la movilidad, de la secuencialidad, de la temporalidad;
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ix a o n is r ü u iA JL JíJa
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convenciones, las instituciones, del proceso de legitimación. Así que
no existe la obra firmada antes de la contrafirma, del refrendo. Y eso
funciona incluso para las más extraordinarias obras maestras, como
las de Miguel Ángel, por ejemplo. Si no hay contrafirma, refrendo,
la firma no existe. La firma no existe antes del refrendo.
ja c q u e s d e r r id a : No.
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es interesante y la dejamos a un lado —lo cual puede ocurrir, debe
haber ocurrido—, en ese punto la cuestión se acaba, allí no hay fir
ma. Así que todo empieza con la contrafirma, con el receptor, con
lo que llamamos el receptor. El origen de la obra reside a la larga en
el destinatario, que no existe aún, pero que está allí donde empieza
la firma. En otras palabras, cuando alguien da su firma a una obra
tenemos la impresión de que la firma es su iniciativa, que es en él
donde empieza, que él o ella produce una cosa y luego la firma. Pero
esa firma ya ha sido producida por el futuro perfecto de la contrafir
ma que habrá de venir a rubricar, a refrendar esa firma. Cuando yo
firmo por primera vez, significa que escribo algo que sé que quedará
únicamente firmado si los destinatarios llegan a contrafirmarlo, a
refrendarlo. Así que la temporalidad de la firma es siempre este fu
turo perfecto que instintivamente politiza la obra, que la entrega al
otro, a la sociedad, a la institución, a la posibilidad de la firma. Y creo
que aquí es necesario decir “política” e “institución” y no el simple
“alguien otro”, porque si existiese uno solo, si hipotéticamente exis
tiese solo un contrafirmante, entonces no existiría la firma. Esto nos
conduce de lo privado a lo público. Una obra solo puede ser pública,
no existe obra privada. Supongamos que yo firmo algo, una carta por
ejemplo: un posible destinatario la recibirá y la contrafirmará, pero
no será una obra hasta que una tercera persona, “la sociedad” entera,
la haya contrafirmado en un sentido virtual. No funciona con solo
dos. No sé si estarás de acuerdo, pero para mí no existen obras de
arte privadas y lo que acabamos de analizar respecto a la firma tiene
que ocurrir en un espacio público y, por tanto, político. Sin embargo,
tal vez sea verdad que este concepto de “espacio público” ya no perte
nece a una oposición rigurosa entre lo público y lo privado.
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dad que solo me interesan las palabras. Por razones que en parte
tienen que ver con mi propia historia y mi propia arqueología: es
verdad que mi dedicación al lenguaje es más fuerte, más vieja y me
divierte más que mi dedicación a las artes plásticas o espaciales.
Ya sabes que amo las palabras. Mi mayor deseo es expresarme con
palabras. Para mí la palabra incorpora el deseo y el cuerpo; para mí
la relación del cuerpo con las palabras es tan importante como lo
és con la pintura. Y esa es mi historia, la historia de mis intereses e
impulsos. A menudo se me reprocha que solo me gustan las pala
bras, que solo me interesa mi propio léxico. Lo que yo hago con las
palabras es hacerlas explotar para que lo no verbal aparezca en lo
verbal. Es decir, hago funcionar las palabras de tal manera que en
un momento dado dejan de pertenecer al discurso, a lo que regula
el discurso —de ahí los homónimos, las palabras fragmentadas,
los nombres propios que esencialmente no pertenecen al lenguaje.
Tratando las palabras como nombres propios, desorganizamos el
orden usual del discurso, la autoridad de la discursividad. Y si amo
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su firmante —esto es evidente en el caso de Artaud, incluso en
el caso de la fotógrafa Plissart. Hay palabras que funcionan en
ellos, lo sepan ellos o no; pues están precisamente en el proceso
de dejarse construir por esas palabras.
15. Jacques Derrida, Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente enfilosofía, tr.
esp. de Ana María Palos, México, Siglo XXI, 1994.
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puedo consumirlo —no es consumible; es una obra de arte. Esto
es lo que define la obra de arte: no ser consumible. Lo bello es algo
que despierta mi deseo al decir precisamente “no me consumirás”.
Así pues, toda obra de arte es una obra de duelo gozosa, incluso
aunque no haya obra ni luto. Por otra parte, si se trata de algo que
puedo consumir, entonces no es algo bello. Por ello, tendría más
problemas para decir que un cuadro o una pieza arquitectónica es
bella. Podría decirlo, pero, sin ser capturado por ellos, no me con
movería con el mismo sentimiento de belleza. Sin embargo, puedo
conmoverme en el caso de un discurso finito, donde aparecen seres
que hablan, o incluso en el caso de textos, un poema por ejemplo,
donde hay efectos de la voz que te invocan y se dan a sí mismos,
pero rehusándose. Todo lo que puedes decir es que es bello y que tú
no eres responsable. Puede ocurrir solo contigo —como en el caso
de la firma—, pero al mismo tiempo tú no tienes nada que ver con
ello. Por lo tanto, es como si estu ieras muerto; ocurre sin ti. Hay
una voz que solo puede ocurrir por ti, pero que prescinde de ti. Eso
es la belleza, es algo triste, doloroso. Podríamos tener, en un contex
to distinto, una discusión más académica sobre la belleza, pero aquí
estoy intentando decir algo distinto.
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discurso a vuestras expectativas—, pero es cierto de hecho que digo
“espacial” con mayor facilidad que “visual”: Debería dar la siguiente
razón: es porque no estoy seguro de que el espacio esté esencialmen
te dominado por la mirada. Obviamente, cuando digo arte espacial,
eso me permite, de un modo económico y estratégico, relacionar es
tas artes con un cambio general de ideas respecto al espacio, la pin
tura, el discurso... y también porque el espacio no es necesariamente
aquello que es visto, como lo es para el escultor o el arquitecto, por
ejemplo. Espacio no es solo lo visible, sino algo que abarca incluso
lo invisible —esto nos remite al texto sobre la ceguera18. Lo invisible,
para mí, no es simplemente lo opuesto a la visión. Esto es difícil de
explicar, pero en ese texto intento demostrar que el pintor o el di
bujante son ciegos, que ella o él escriben, dibujan o pintan, como
ciegos, que la mano de ese pintor o ese dibujante es la mano de una
persona ciega —que la suya es una experiencia de ceguera. De ma
nera que las artes visuales son también artes de la ceguera. Por esa
razón prefiero hablar de artes espaciales. Ello me permite más fácil
mente relacionarlas con las nociones de texto, espacio, etc.
En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, obviamente la pa
labra “pensamiento” no funciona para mí en su contexto normal,
excepto en algún momento en que yo pueda, como cuestión pura
mente utilitaria, emplearla en función de alguna distinción realizada
en algún otro lugar entre pensamiento y filosofía. El pensamiento no
se agota con la filosofía. La filosofía es solo un modo de pensamien
to y, precisamente en la medida en que este excede a la filosofía,
puede interesarnos aquí. Esto supone que existen artes espaciales,
prácticas, que exceden a la filosofía, que resisten al logocentrismo
filosófico y que no son simplemente naturales o, como algunos las
llaman, animales. No son simplemente del orden de las necesida
des inmediatas. En este punto me parece necesario decir que ahí
existe pensamiento, algo que produce sentido sin pertenecer al or
den del sentido, que excede al discurso filosófico y que cuestiona la
filosofía misma, que potencialmente contiene un cuestionamiento
de la filosofía, algo que va más allá de la filosofía. Esto no significa
18. Jacques Derrida, Mémoires d’aveugle. L’autoportrait et autres ruines, París, Réu-
nion des Musées Nationaux, 1990.
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“correcto” en japonés. De hecho, el editor invirtió el orden origi
nal de las fotos, pero eso solo confundió a los lectores japoneses,
pues las miradas continuaban sin poder relacionar unas fotos con
otras. De manera que lo que yo llamo la intraductibilidad del texto
se hizo evidente en el caso japonés.
Así que, en primer lugar, es difícil de traducir por razones
debidas al texto en sí mismo. Aparte de esto, en cualquier caso, si
apareció en inglés solamente en Australia imagino que fue ade
más por otras razones —no sé exactamente cuáles, aunque tengo
formada una opinión después de haber hablado con algunas per
sonas. Parece que, a pesar de todo, en el campo de las editoriales
académicas americanas la “obscenidad” de las fotografías es un
obstáculo. Quiero decir que mis editores americanos, las respe
tables editoriales universitarias, no quisieron publicar la obra ni
asociar mi nombre con fotografías de amantes lesbianas, y así
dijeron que la obra no les interesaba. Por ejemplo, una de las
editoriales, a través de un representante que decía saber algo de
fotografía, me comunicó que las fotos no eran interesantes. No
sé en qué basaban sus valoraciones, si estaban siendo sinceros o
no. Yo no soy quién para juzgarlo. Quizá este representante tenía
razón, pero la obra consistía en algo más que en las fotografías.
En este caso se dio un rechazo que no puedo explicar. Solo puedo
pensar que la resistencia a esta clase de imágenes en el campo
de las editoriales académicas es mayor de lo que creía. Fui muy
ingenuo porque, con la idea confusa que yo tenía sobre lo que
está pasando en los Estados Unidos, no pensaba que este tipo de
hipocresía todavía prevaleciera. Desde este punto de vista, este
país continúa siendo muy enigmático para mí. Coexiste un tipo
de libertad casi sin trabas junto a las más ridiculas prohibiciones
morales; la proximidad de ambas es difícil de comprender.
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abismal, el hiato de la destrucción”19. Apuntas este lugar afirmati
vo en tu obra, pero nunca lo nombras. ¿Puede ser nombrado?
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20. Jacques Derrida, “A letter to Peter Eisenman”, tr. inglesa de Hilary P. Hanel,
Assemhlage: A CHtical Journal of Architecture and Design Culture, Cambridge, MIT
Press, 12, agosto 1990, pp. 7-13.
21. Daniel libeskind (1946), arquitecto. Cf. “Response to Daniel Libeskind”, segui
do de "Discussion” con Daniel Libeskind, Jeffrey Kipnis 7 Catherine Ingraham,
Research in Phenomenology, Atlantic Highlands, NJ, Humaniües Press International,
vol XXII, n.° 1,19 9 2, pp. 88-94 7 95-102. [N. de É.]
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deconstructiva alternativa. Parece que, si se escribe siguiendo el
modelo deconstructivo más convencional, se cae en algo acadé
mico, ya realizado previamente. Pero si se escribe de un modo
más personal, o más abandonado al azar o los hallazgos fortui
tos, entonces los críticos se vuelven hostiles. Dicen que eso es
demasiado narcisista, o que está bien cuando lo hace Derrida o lo
hacía Barthes, porque ellos son Derrida y Barthes, pero que cuan
do otros lo hacen es autocomplacencia. Reconociendo el enorme
constreñimiento institucional sobre el discurso, ¿piensas que hay
algún futuro para esta clase de práctica?
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parece muy interesante, muy necesario; abre otro espacio que po
demos evaluar de una manera diferente. Podemos evaluarlo con
respecto a la deconstrucción —personalmente estoy incapacitado
para hacerlo— o con respecto a lo que yo he hecho, y la gente puede
o no estar de acuerdo con ello. Pero es necesario, además, plantear
una discusión autónoma acerca de esos objetos —televisión, tele
pedagogía y demás—, y es obvio que tales cuestiones van a produ
cir un nuevo discurso que un montón de gente, yo mismo incluido,
no entenderemos. De hecho, yo mismo no estoy seguro de haber
entendido a Greg Ulmer muy bien o de haber trabajado lo suficien
te sobre él como para saber lo que piensa. Lo veo desde lejos, como
en boceto, como en principio algo que va más allá de mí. Y eso
significa que el objeto llamado deconstrucción se ha desplazado y
que bajo su nombre hay ya muchas cosas que están ocurriendo y
que no tienen nada que ver en un sentido estricto con la palabra.
Y que, por lo tanto, su objeto está siendo desplazado y deformado.
Esa es justamente su condición de futuro. Si la deconstrucción va a
tener futuro, es a condición de no ser más “eso”, sino de producirse
en otro lugar. Está claro que la producción de nuevas capacidades
tecnológicas —en comunicaciones, por ejemplo— , que a mí mis
mo nunca me hubiera sido posible imaginar, desplazará completa
mente las cosas. La situación política está cambiando radicalmente;
lo mismo ocurre con los ordenadores, con la biología y con todo
aquello que producirá necesariamente discursos que no son total
mente trasladables a un código o lenguaje de la deconstrucción de
hace veinte años, o de hace diez años, o del tiempo presente. Perte
nece al futuro, por definición. Y, si hay un futuro, es precisamente
porque no podemos decir nada acerca de ello.
En los términos en que yo puedo predecir, desde lo que
tengo a mano, durante los años que vienen, la guerra sobre la
22. Gregory Ulmer, Teletheoiy: Gmmmatology in the Age of Video, Nueva York,
Routledge, 1989.
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L A S A R T E S E S P A C IA L E S
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J-iAfci AKThi'fc» ÜJaFACJiAljJUS
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Pasé el tiempo demostrando cómo este texto de Benjamin, Para
una crítica de la violencia, que establece una serie de distinciones
entre conceptos como “fundar la violencia” y “conservar la violen
cia”, deconstruye constantemente sus propias oposiciones con
ceptuales. Así que estuve todo el rato delineando las distinciones
benjaminianas y cuestionándolas. Para mí, una lectura solo es
soportable cuando cumple esa labor. Una vez dicho esto, no creo
que la deconstrucción sea esencial o únicamente aquella opera
ción que, como tú dices, destruye la producción de conocimiento.
No. O, mejor dicho, lo hace y no lo hace. Por una parte, puede
de hecho bloquear o interrumpir cierto tipo de obra, de trabajo
intelectual; pero, por otro lado, indirectamente produce conoci
miento, indirectamente produce obra. Tanto los que se conside
ran deconstruccionistas como los que se oponen a ella trabajan
a su modo y creo que eso, sin duda, acelera la producción de co
nocimiento. Por ejemplo, el Neohistoricismo, que se presenta
a sí mismo como un productor de conocimiento, aparece en el
mismo campo delimitado por la deconstrucción. Aunque reco
nozco que la deconstrucción puede paralizar la lenta y optimista
acumulación positiva de conocimiento, también pienso que es al
mismo tiempo productiva.
Luego me preguntas qué viene después. Para ser sincero, no
tengo ni idea. Yo no estoy aquí para cantar las alabanzas de la
deconstrucción, pero creo que es evidente que la deconstrucción
ya no se limita a lo que tú llamas la Escuela de Yale. Diciendo
eso, dejo claro que no estoy hablando de mi propio trabajo. Lo
que está ocurriendo en arquitectura, en las facultades de dere
cho, etc., muestra que la deconstrucción no se ha limitado a ese
contexto. Aun suponiendo que en un momento dado eso fuera
así —lo que no es estrictamente cierto— y la deconstrucción se
identificara con el grupo de “Yale”, eso se acabó. Y de hecho siem
pre fue de ese modo, incluso en Yale. Pero es necesario distinguir
entre el destino de la palabra “deconstrucción”, o de una escuela
así llamada —que de hecho nunca existió—, y otras cosas que
sin tal nombre o alguna referencia a la teoría se pueden desa
rrollar como deconstrucción. Para mí, la deconstrucción no se
limita a un discurso sobre el tema de la deconstrucción; para mí,
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Pensar hasta no ver
Penser a nepas voir. Esta conferencia fue pronunciada por Jacques Derri
da el i de julio de 2002 en Orta, Italia, y grabada y editada por Simone
Regazzoni. Se publicó en francés bajo el título "Penser á ne pas voir” en
Annali, Fondazions Europea dd Disegiio (Fondation Adami), 2005/1, Ama
lia Valtolina (ed.), Milán, Bruno Mondadori Editori, pp. 49-74.
Cuestión de lengua, antes de unas palabras de agradecimiento.
Esta mañana me preguntaba en qué lengua se dibuja, es decir,
puesto que estamos aquí para hablar del dibujo, si sería concebi
ble o paradójico imaginar que un dibujo, en vez de ser, como se
piensa generalmente, inmediatamente universal como la música,
así como pensamos que el dibujo y la música son inmediatamen
te universales e inteligibles más allá de la barrera de las lenguas,
me pregunto, me seguiré preguntando, y me iré parando por el
camino, si el dibujo, si el trazo del dibujo es totalmente indepen
diente de una lengua: por ejemplo, si Valerio Adami dibuja en
italiano o en otra lengua. Sabemos que en la obra de Adami hay
muchas palabras inglesas, francesas, alemanas. Pero ¿tiene algún
sentido preguntarse si dibuja en italiano?
Dejo en suspenso la pregunta sobre lo que enlaza el trazo del
dibujo con la lengua. ¿Cuál es la autoridad última, la del trazo o la
de la lengua? Pero, tras la presentación tan fértil y tan erudita de
Maurizio Ferraris1, esto será un divertimento, un impromptu. Antes
de lanzarme a ello, quisiera decir unas palabras de gratitud a los que
nos reciben aquí, a Valerio Adami a quien felicito por la iniciativa, no
solo para hoy, sino para el avenir de la institución del dibujo2que está
fundando y de la que esto es una especie de peregrinaje, de propósito
preliminar. Así pues, nuestras felicitaciones a la institución que él
lanza y con la que estamos y estaremos de todo corazón con él.
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PENSAR HASTA ÜNTOVER
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P E N SA R H A STA NO V E R
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apoderarse de antemano. La anticipación es algo que, las más de las
veces, con la ayuda de las manos, se desplaza ante el obstáculo para
prevenir el peligro. Con el léxico de la anticipación, tenemos el de
la a-prehensión, el léxico manual, por decirlo así. Todo lo que digo
se desplaza entre la mano y el ojo, como el dibujo. El dibujo es el
ojo y la mano. Quizá incluso antes de servirse de nuestros ojos, la
anticipación se sirve de nuestras manos para mantener el peligro a
distancia, el obstáculo, la amenaza. Muchos dibujos de ciegos, es
decir, representando ciegos —como intenté explicarlo en mi texto
sobre los ciegos— describen el movimiento del ciego avanzando sus
manos a ciegas para prever sin ver lo que está ahí delante y que deben
tener en cuenta con sus manos, sin ojos. Pero con los ojos que ven,
los nuestros, también anticipamos; y en el léxico de la anticipación
tenemos el amplio espectro semántico de la percepción o del con
cepto, la percepción también es un coger manual, una manera de
coger, el Begtiff el concepto, Begi'eifen es coger, tomar para dominar
y, así pues, el concepto tiene esto en común con la percepción. Aquí
recupero el comentario de Maurizio Ferraris de esta mañana. Como
mínimo, el concepto tiene en común con el percepto, con la percep
ción, el hecho de implicar la mano que aprehende, la aprehensión.
El ciego avanza con aprehensión, es decir, con una especie de in
quietud que consiste en coger de antemano la cosa que necesita o
de la que necesita protegerse. Así pues, la vista también es aprehen
sión. No estoy diciendo que la vista solo sea eso. Pero la vista, los
ojos que ven y no los ojos que lloran, están ahí para prevenir, me
diante la anticipación, mediante la preconceptualización, mediante
la percepción: para ver venir lo que viene.
Pero he aquí una primera dificultad, una primera aporía, si
queréis, pues eso que viene, hacia nosotros, si debe constituir un
evento7, no debemos verlo venir. Un evento es lo que viene; la ve
nida del otro como evento solo es un evento digno de este nom
bre, es decir, un evento irruptivo, inaugural, singular, si no se le ve
59
PENSAR HASTA NO VER
6o
JACQUES DERRIDA
61
y mirantes. Si los veo como visibles, de algún modo me vuelvo cie
go a su videncia. No puedo ver simultáneamente ojos visibles y
videntes. Naturalmente —y sigo sin alejarme de lo que nos contaba
Maurizio Ferraris esta mañana—, nosotros construimos siguiendo
una interpretación no natural, nuestro intercambio de órganos; sin
duda sabemos que los ojos que miramos y que son visibles tam
bién son ojos videntes. Sin duda lo sabemos, pero no los vemos
simultáneamente como videntes y visibles. Es como la turbación del
espejo. En la experiencia de la mirada aflora esta indecisión. Cuan
do nos miramos en un espejo, debemos elegir entre mirar el color
de nuestros ojos y mirar el flujo, el influjo de la mirada con todas
las paradojas del autorretrato que quizá comentaré más adelante y
que he intentado tratar en otra parte. En cualquier caso, se trata de
una alternativa tan inquietante como de la que hablaba Maurizio
Ferraris esta mañana. Lo que me pregunto es en qué se convierte
esto en el caso de un dibujo —con los mismos efectos que el dibujo
que hemos visto esta mañana—, en el que el animal nos miraba
de cara y no oblicuamente o de perfil. Lo que vemos, y lo digo con
el dibujo ante los ojos, digámoslo, lo que vemos, pues, también
son unos ojos videntes. Hay animales de ojos visibles, pero no ani
males de ojos videntes. Es una cuestión de alternancia viva o de
alternancia instantánea. Tenemos dos: la alternativa de Maurizio
Ferraris de esta mañana y la mía de ahora. No es la misma. Pero,
en ambos casos, esas dos alternativas son alternativas de lo que po
dríamos llamar un point de vue10, con todo el equívoco, en francés,
de esta expresión: point de vue, es decir, según el punto de vista,
puedo ver o no tal animal, puedo ver o no a tal persona, sus ojos
videntes o visibles. El punto de vista es la perspectiva, es decir, la vi
sión de la mirada que, poniendo en perspectiva, selecciona. Hablar
de perspectiva quiere decir que siempre vemos las cosas, siempre
interpretamos las cosas desde cierto punto de vista, según un inte
rés, dividiendo un esquema de visión organizada, jerarquizada, un
esquema siempre selectivo que, entonces, debe tanto a la ceguera
como a la visión. La perspectiva debe volverse ciega ante todo lo que
62
esté excluido de la perspectiva; para ver en perspectiva, hay que ser
negligente, hay que volverse ciego ante todo el resto; esto ocurre
constantemente. Un ser finito solo puede ver en perspectiva, así
pues, de manera selectiva, excluyente, enmarcada, en el interior
de un marco, de un borde que excluye. Por ello, debemos rodear lo
visible puesto en perspectiva con una zona de ceguera. La perspec
tiva es igual de ciega que vidente. Asimismo, desde este point de vue
cierta ceguera es la condición de la organización del campo de lo vi
sible. Hay mil maneras —retomaré esto más adelante— de pensar
una ceguera intrínsecamente propia del ver mismo de la vista. Está
lo que decíamos antes de Narciso, del espejo o de la mirada cruza
da; después está la perspectiva, así como lo que llamamos el blind
spot, el punto ciego, ese foco de no-visión en torno al cual (neuro-
lógicamente, fisiológicamente) se organiza el campo de visión. Es
así para todos los animales que tienen ojos, un sistema cerebral
capaz no solamente de organizar el campo de la visibilidad, sino de
producir una visión monocular ahí donde hay al menos dos ojos. El
blind spot —se ha disertado mucho sobre ello—, el punto ciego, es
indispensable para toda visión, para toda visibilidad.
A partir de aquí, por lo que respecta al ver, pasamos al otro tér
mino de nuestro programa, es decir, pensar. Me siento mucho más
incómodo y, por ello, he empezado por la cuestión de las lenguas.
Porque la palabra pensar es una de las palabras más oscuras, más
enigmáticas. ¿Qué entendemos por pensar? El pensamiento no se
reduce ni a la razón, ni al saber, ni a la consciencia; hay pensamien
to inconsciente, hay un pensamiento irracional, hay un pensamien
to sin conocimiento: Kant distingue de manera muy rigurosa entre
el orden de lo pensable y el orden de lo cognoscible. Puedo pensar,
denken, muchas cosas que no puedo conocer. Kant identificaba este
orden de lo pensable con el orden de las ideas de la razón pura, pero
no tenemos por qué seguirlo en este terreno. En cualquier caso,
lo que es seguro es que “pensar”, esta zona, este punto ciego de
nuestro vocabulario, “pensar” a priori, no se reduce ni al saber, ni
al conocimiento, ni a la conciencia, ni a la razón. Y, de una len
gua a otra, lo que traducimos por pensar tiene un alcance semántico
distinto. En italiano y en francés, como es natural, como en latín,
etimológicamente, el pensamiento [pensée] remite al pesaje \pesée],
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PENSAR HASTA NO VER
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JACQUES DERRIDA
11. Cf. Martin Heidegger, La proposición del fundamento, tr. esp. de Félix Duque y
Jorge Pérez Tudela, Barcelona, Eds. del Serbal, 1991, pp. 88-89 (El texto citado por
Derrida no se encuentra literalmente en estas páginas, pero sí la argumentación,
N. de T.) [N. de E.]
12. “Preocupa” traduce el francés “importe”, aunque en la versión publicada se lee
“emporte”. [N. de E.]
65
estructura fonocéntrica es virtualmente universal. Ahora bien,
el logocentrismo es una especificación, yo diría griega-europea,
que no solamente privilegia la voz, sino el logos en general: en
el sentido de razón, en el sentido de discurso, en el sentido de
proporción, en el sentido de cálculo13. El logos es todo esto, las
explicaciones que se dan, logon didonai, es la razón, el discurso,
el habla, el cálculo, la proporción, la cuenta, como vatio en latín,
la cuenta, el cálculo y también, o mejor, antes que nada —y es
aquí donde Heidegger suele insistir en general— el legein es jus
tamente lo que reúne, versammdt, mantiene unido. Heidegger
insiste masivamente en el privilegio de la Versammlung, del Itgdn
o del logos; pues bien, la autoridad o la hegemonía del logos en la
cultura griega y especialmente en la cultura filosófica griega es
una autoridad que corre pareja con la autoridad de la phoné. Es
la forma específica que toma en el Occidente de filiación griega,
digamos, o evangélica, puesto que — ¿no es así?— en el evangelio
de Juan, en el principio era el Logos. En la cultura griega este privi
legio se vincula a una escritura alfabética, es decir, a una escritura
fonética, a un sistema de escritura que tiene una historia y fue
inventado por los fenicios. Este sistema se impuso gracias a su
economía técnica. Permitía escribir ordenando la propia escritu
ra según la simple transcripción del significante oral. Una escri
tura fonética confirmaba entonces el privilegio del habla, estaba
y sigue estando más que ninguna otra al servicio del habla, y se
diferencia estructuralmente de las escrituras jeroglíficas o ideo-
gramáticas, aunque sabemos que (sin querer ir demasiado lejos
en los detalles de este análisis) no existe la escritura puramente
ideogramática o jeroglífica. Incluso en las escrituras chinas, japo
nesas y demás, hay elementos fonéticos; pero, principalmente, el
elemento dominante en una escritura ideogramática o jeroglífica
es el dibujo, precisamente en el espacio, y no la transcripción
de un fonema. De ahí la consagración, de la que tenemos mu
chos signos a lo largo de la cultura de Occidente, empezando por
el Fedro de Platón, de una escritura que es el significante de un
13. Cf. Jacques Derrida, De la gramatología, tr. esp. de Oscar del Barco y Conrado
Ceretti, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, pp. 7-35.
66
significante, que representa un representante, que representa los
sonidos que representan el “pensamiento” interior. En el texto
del que hablaba Maurizio Ferraris esta mañana, en Aristóteles,
la escritura fonética es un significante de un significante: esta
significa o expresa un significante oral que expresa estados de
ánimo (pathemata), pasiones del alma. La escritura no es sino un
significante de un significante, naturalmente está destituida, es
secundaria, auxiliar, tiene el estatuto de un esclavo ante la mirada
del patrón; también tiene un valor de muerte. Mientras que el
habla está viva, la escritura está del lado de la muerte, del lado
del espacio, de la visibilidad, una manera de volver visible algo
que no es visible. El habla, en cambio, es ciega, desde este punto
de vista, cuando hablamos. La primera experiencia que hacemos
de la ceguera es el habla; vosotros no veis lo que estoy diciendo.
La experiencia del habla implica de manera estructural la cegue
ra, la no-videncia. Un cierto número de valores forman aquí un
sistema indisociable: del lado del habla viva, tenemos la phoné, el
logos, la presencia, el presente vivo, lo que acabará culminando
finalmente en la fenomenología husserliana en la expresión “le-
bendige Gegenwart”14, el presente vivo, la experiencia en el sentido
corriente del término; para el sentido común, la experiencia siem
pre se vive en presente, en presente vivo, no abandonamos el pre
sente, nunca abandonamos el presente; todo lo que nos pasa nos
pasa, por definición, en presente. La memoria, la anticipación, el
futuro, son modificaciones de un presente vivo que es originario.
Este pensamiento del presente vivo se ha distribuido de manera
muy compleja en la historia de la metafísica, de la ontología, de
la fenomenología,, cuyas raíces comunes veremos más adelante.
Cuando Maurizio Ferraris hablaba de ontología para nombrar de
algún modo el campo de la experiencia, se refería, naturalmen
te, a lo que en la ontología dice el logos del on, el logos del ente
presente, del ser determinado como ente presente. Es ahí donde
14. “Presente viviente”. Cf. Jacques Derrida, La voz y el fenómeno, tr. esp. de
Patricio Peñalver, Valencia, Pre-Textos, 2003, p. 144. C f también Jacques Derrida,
Introducción a “El origen de la geometría” de Edmund Husserl, Buenos Aires, El
Manantial, 2000. [N. de E.]
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PENSAR HASTA NO VER
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P E N S A R H A ST A NO V E R
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se dice que la transparencia, lo “diáfano” que vuelve las cosas vi
sibles, no es en sí visible16.
Si trasladamos esto al lado del dibujo, casi podríamos decir
que lo que el dibujo muestra como visibilidad es una mostración
de lo invisible. Los dibujantes, los pintores no dan a ver “algo”, y
sobre todo los grandes: dan a ver la visibilidad, algo que es com
pletamente distinto, lo cual es absolutamente irreductible a lo
visible, que permanece invisible. Cuando nos quedamos sin pala
bras ante un dibujo o ante una pintura es porque no vemos nada;
esencialmente, lo que vemos no es lo que vemos, sino de golpe la
visibilidad. Así pues, lo invisible.
Esta paradoja mantiene cierta relación con lo que decía antes
sobre los ojos videntes. Ver ojos videntes es tan peligroso como
ver el sol. Es ver lo invisible. En general, lo evitamos. Sabemos que
es lo que cuenta, ser mirado, pero da miedo, incluso ser mirado
por sí mismo. Queremos ver lo que es visible, pero no queremos
ver lo que nos mira. Y que es visible como vidente invisible.
Se ha convertido en un tópico: se dice que, en la pintura o en
el dibujo, una disimetría irreductible hace que ante un cuadro no
miremos, sino que somos mirados, aunque ese cuadro no sea ni
un retrato ni un rostro, aunque sea la montaña Sainte-Victoire:
somos mirados por la montaña Sainte-Victoire y esta mirada nos
concierne en todos los sentidos del término17.
Decía que, hasta estos últimos años, había creído que el pri
vilegio de la óptica en la filosofía era invariable y fundamental,
fundador. He dado el ejemplo del eidos, pero podría dar muchos
otros. Lo que llamamos una intuición, intueri, quiere decir ver, el
intuicionismo es una teoría del ver inmediato. El valor de fenómeno
(phainesthai) es lo que brilla, lo que se ve, también es un privilegio
de lo visible. El valor de evidencia, el valor de claridad, incluso el
valor de verdad, la aletheia o el des-velar, es la no-disimulación, algo
16. Cf. Aristóteles, Acerca del alma, tr. esp. de Tomás Calvo Martínez, Barcelona,
Gredos, 2000, 418 b. Citado por Jacques Derrida en su Introducción a “El origen de
la geometría” de Husserl, op. cit. [N. de E.]
17. Derrida se refiere al doble sentido del verbo francés urega rder“mirar” y “con
cernir”. [N. de T.]
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18. Cf. Jacques Derrida, El tocar, Jean-Luc Nancy, tr. esp. de Horacio Óscar Pons,
Buenos Aires, Amorrortu, 2011.
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PENSAR HASTA NO VER
19 . C f. Ihid.
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homogéneo a la ciencia, opone la percepción a la experiencia. La
experiencia implica el concepto, pero a partir de una receptividad
sensible: Kant nos explica que un ser finito, el hombre, por ejem
plo, es finito en la medida en que no crea sus propios objetos, es
decir, en la medida en que los recibe (es la intuición en el sentido
kantiano); no los crea. Es lo que llama intuitus derivatus, es decir, la
intuición derivada de alguien que, al ser finito, recibe esos objetos
pasivamente; mientras que Dios, del lado de lo nouménico, es in
tuitus originarius, lo que quiere decir que Dios produce los objetos
que ve: como ser infinito, crea el mundo. El intuitus derivatus, que
es la intuición finita del hombre, consiste en estar expuesto en su
pasividad a lo que está ahí y forma el contenido sensible de la ex
periencia. Esta oposición pasividad/actividad estructura toda la his
toria de la filosofía y de lo que estamos hablando es justamente de
una experiencia que es, como dice un cierto número de pensadores
de los que hoy me siento muy cercano, Levinas o Blanchot, más
pasiva que la propia pasividad: por ejemplo, en mi relación con el
Otro, lo que Levinas llama el Rostro donde justamente el otro me
habla, me mira y concierne, es infinitamente más otro que yo y
ante quien yo me siento responsable. Soy el rehén del otro en una
situación que es más pasiva que la pasividad, porque el concepto
de pasividad no es suficiente para expresar esta extrema pasividad,
esta paciencia, esta pasión que me entrega a lo que recibo y me
hace responsable de ello.
Desde el momento en que esta oposición sensible/inteligible,
pasividad/actividad se encuentra no descalificada (nada queda
descalificado en todo esto), sino en cualquier caso limitada en
su pertinencia, habría que hablar de otro modo, pensar de otro
modo, escribir de otro modo. Cuando digo trazo o espaciamiento,
no estoy designando solamente lo visible o el espacio, sino otra
experiencia de la diferencia.
Volvamos al dibujo, puesto que es nuestro tema. Hablo del
dibujo más que del color porque, en el dibujo, la experiencia del
dibujo (ahí donde se marca incluso en el color aparentemente
más homogéneo), se trata de la experiencia del trazo, de la huella
diferencial. Es la experiencia de lo que viene a fijar un límite entre
espacios, tiempos, figuras, colores, tonos, pero un límite que a
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PENSAR HASTA NO VER
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21. Héléne Cixous, “Sa(v)er” en Héléne Cixous y Jacques Derrida, Velos, op. cit
pp. 11-19.
Huella y archivo, imagen y arte
Diálogo
Trace et archive, image et art. Dialogue. Diálogo inédito en francés que tuvo
lugar en París, en el Collége iconique del Instituí national de l'audiovisuel
(INA), el 25 de junio de 2002.
Es un grandísimo honor recibir esta noche a
j e a n - m ic h e l r o d e s :
Jacques Derrida. Quisiera recordar que este encuentro, como la
serie de encuentros de los últimos quince días, marca los diez
años del depósito legal de la radiotelevisión. Ayer hicimos una
fiesta en honor a este aniversario y organizaremos otros actos.
No sé si Jacques Derrida se acuerda, pero en 1993 firmó un tex
to, junto con muchos otros intelectuales (Pierre Bourdieu, Ré-
gis Debray, Pierre Nora y otros que olvido), que permitió que
existiera este depósito legal y que dejara una huella importante
por cuanto se refiere a archivos en la radio y la televisión que
tenemos hoy. Así pues, es para nosotros un doble honor recibir
le esta noche. Para recordar las reglas del juego, empezaremos
viendo una película documental, seguidamente pararemos para
un refrigerio y continuaremos con una sesión de preguntas-
respuestas.
1. D 3ailhurs} D&irida, realizado por Safaa Fathy, La Sept ARTE, Gloria Films,
Francia, 1999, 67 min 57 s. [Salvo indicación contraria, todas las notas de este
diálogo son N. de E.]
8l
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
2. Nacida en 1958 en El Minya (Egipto), Safaa Fathy es cineasta y autora de tres vo
lúmenes de poesía, de entre los cuales destacan ...et une nuits (El Cairo, 1996) y Les
Petites Poupe'es en bois (El Cairo, 1998), y las dos obras de teatro: Terreur y Ordalie
(Editions Lansman, 2002). Directora del film documental D’ailleurs, Derrida, tam
bién dirigió Nom á la mer (29 min), film en el que Jacques Derrida lee sus poemas,
y De tout cceur (54 min) en el cual, en trois tiempos, este analiza el motivo del
corazón, principalmente en diálogo con Jean-Luc Nancy. Safaa Fathy también se
encargó de registrar una selección de lecturas públicas, conferencias, diálogos y
ceremonias de Jacques Derrida durante el período 2000-2004.
82
JACQUES DERRIDA
que me recibáis aquí, por darme todo este tiempo, por darme la
oportunidad de serviros de material más o menos pensante y por
compartir con vosotros una reflexión arriesgada. Me ofrecéis una
oportunidad temible, porque a la vez estaré expuesto a la imagen,
en condiciones en las que mi invencible e irreductible narcisismo
puede sufrir, estaré expuesto a la imagen y expuesto a la necesidad
8 3
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
3. Jacques Derrida, Mal de archivo. Una impresión freudiana, tr. esp. de Paco
Vidarte, Madrid, Trotta, 1996.
4. Jacques Derrida, Dar (el) tiempo I: la moneda falsa, tr. esp. de Cristina de Peretti,
Barcelona, Paidós, 1995.
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JACQUES DERRIDA
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HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
86
estar necesariamente en la escritura, o el querer demostrar no
está necesariamente en la escritura, a veces está más bien en el
querer demostrar. Aunque también podríamos invertir las cosas y
retomar la cuestión de la escritura y de la huella, y pensar que un
teórico de un sistema formal en axiomática, por ejemplo, también
es un hombre de escritura. Digamos que la escritura en el escritor
es de entrada una escritura sobre la escritura, aunque, claro está,
puede ser escritura sobre otra cosa. Llamaré a esto una escritura
a la segunda potencia. Asimismo, para el creador de imágenes,
la fabricación y el montaje de imágenes, ya se trate de imágenes
fijas o de imágenes en movimiento, pues bien, para el realizador
de imágenes... Podemos comprender bien esta palabra, “realiza
dor”, es el que realiza algo; ¿qué? podríamos preguntar: ¿se tra
ta de una imagen? ¿De una imagen de imagen? ¿O quizá de un
paso? El realizador es quizá aquel que permite a la imagen pasar
de lo real a la realidad, del inconsciente a la conciencia, del deseo
de imagen a su encarnación. En resumen, el que trabaja, el que
fabrica, el que hace el montaje de las imágenes y también trabaja
sobre la imagen. Así, una vez más, podríamos hablar de imagen
a la segunda potencia. Es decir, nos encontramos ante dos trayec
tos, dos trayectorias, dos dispositivos aparentemente paralelos: la
escritura sería escritura de escritura y la imagen sería imagen de
imagen. Pero todo esto es más complicado. Está tramado triple
mente porque toda imagen requiere las palabras y toda combina
ción de imágenes todavía más. Y aunque no tengamos palabra,
ante las imágenes hay una llamada. Asimismo, toda palabra está
cargada de imágenes y toda combinación de palabras todavía más.
Finalmente, el sujeto mirando la imagen o lo escrito es sujeto de
imágenes y de palabras, de palabras-imágenes y de imágenes-pa-
labras. Ante esta aparente imposibilidad de discusión, de relación
entre la imagen y la palabra, creo que se imponen dos cuestiones..
Primer problema, problema general, muy general: ¿qué proble
mas plantea lo escrito sobre la imagen, justamente a partir de
lo que hemos visto antes? ¿Qué queda de ella tras lo escrito? ¿Lo
escrito mata la imagen? Pregunta particular, más existencial que
personal, que le dirijo a usted como persona privada, íntima, pero
sobre todo a usted como persona filmada, en una película: ¿qué
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HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
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JACQUES DEERIDA
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ÜUJÜÍjLlA. X AKUJbilVU, IMACrJUJU Y AKTIU
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embaldosado, que es el embaldosado de la entrada de la casa donde
yo vivía. No sé si se ha visto, pero este embaldosado tiene una des
igualdad. Es de flores ajustadas geométricamente y el albañil debió
equivocarse, puso una baldosa de través, algo que me ha paralizado
durante toda mi vida. Cada vez que entraba en ese vestíbulo, veía
esa baldosa que no estaba puesta como tenía que estar. En el libro
que publicamos juntos tras la película, hablo de todo lo que esa
baldosa tenía como reserva de memoria, de palabra interrumpida,
de metonimia. Y ahí, en la imagen, había una reserva de palabra
infinita de la que puedo dar una rápida idea en el libro Rodar las
palabras [Toumer les mots]6. La expresión francesa “toumer les mots”
responde a su pregunta. Se trata de rodar alrededor de las palabras,
es decir, de evitar las palabras, de evitar la autoridad de lo discursi
vo, ascendiente que es una catástrofe para una película, filmando
palabras. Ella filmó palabras. Pues bien, mostrando esa baldosa dis
junta o mal rejuntada, ella filmó un discurso que, en mi cabeza, es
interminable. En relación con la música, lo mismo: en un momen
to dado, se ve el piano de mi madre, en la misma casa, y una vez
más está la reserva de un discurso interminable por lo que se refie
re a la circuncisión, etc. Y en cierto momento, siguiendo este regis
tro de lo interminable, hay en el breve discurso que improviso al
final sobre lo indecidible, sobre la aporía de lo indecidible que es la
condición de la decisión, que debe ser atravesada, no atravesada
como un momento, sino como un momento interminable, hay ahí
un discurso sobre el tiempo, sobre esa extraña experiencia del tiem
po que hace que ahí donde se detiene un momento, en el que debo
pasar de lo indecidible a la decisión, sin embargo lo indecidible
permanece. Así pues, el tiempo de lo indecidible continúa indefini
damente aun cuando ha sido interrumpido. Y esta palabra sobre el
tiempo, ya que antes usted ha hablado mucho y muy bien sobre el
tiempo, es una reserva de la película. En el tiempo de la película,
una hora, ih 08, hay intrusiones discursivas sobre el tiempo que
son interminables y que se han respetado como interminables. Por
ejemplo, en la escena de los peces, digo que cuando estoy con los
6. J. Derrida y Safaa Fathy, Rodar las palabras, tr. esp. de Antonio Tudela, Madrid,
Arena libros, 2004.
91
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
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JACQUES DERRIDA
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privada de lo público está constantemente reactivada. Creo que esta
distinción privado/público es una distinción que tiene una historia,
una historia relativamente reciente. La película no solamente plan
tea la cuestión filosófica, a saber, podríamos imaginar que enseña
mos esta película a estudiantes de filosofía como introducción a la
pregunta: "¿Qué quiere decir privado, qué quiere decir público?”.
¿Qué era privado o público en esta película? ¿Cuál es el criterio?
Podría funcionar así. Naturalmente, en todo lo que se dice, todo
lo que digo improvisando en relación con el “nosotros”, en rela
ción con el destinatario, en relación con el perdón, la hospitalidad,
donde en cada caso intento plantear la pregunta de un límite entre
por ejemplo una hospitalidad incondicional, pura, absoluta, que no
puede ser política, que no puede estar regulada por la ley, por leyes
políticas, por reglas políticas, entre esta hospitalidad incondicional
y la hospitalidad condicional, es decir, la inmigración, la acogida,
los pasaportes, la legislación; hay una distinción entre lo público
y lo privado. La hospitalidad absoluta, incondicional, no es públi
ca, no puede ser pública. Es secreta. Eso no quiere decir que sea
privada, sino secreta. Lo mismo pasa con el perdón, que no es ni
la amnistía, ni la prescripción, ni la excusa. El perdón puro e in
condicional no puede ser algo público, debe permanecer secreto.
Es lo que se dice en ese curso sobre el perdón. Y, así, la cuestión
público/privado es una de las cuestiones esenciales de la película, y
evidentemente no es simplemente el contenido de la película, es el
acta de la propia película, la cosa película que por esencia es públi
ca, porque la película se comercializa, se programa en una cadena
pública, es una película de televisión, coproducida por ARTE, así
pues, la película es pública, así como todo escrito publicado es pú
blico. Pero ¿qué ocurre cuando se publica, con el estatuto maximal
de la publicidad que hoy es el de la televisión o del cine, cuando se
publica algo que dice: esto es privado, esto es absolutamente priva
do, esto es secreto, cuando en definitiva se nos muestra una puerta
que se cierra ante un secreto que debe mantenerse, puesto que en
la película también hay un motivo político que consiste en acusar lo
político, no solamente el totalitarismo, sino lo político en general,
como una violencia contra el secreto y, así pues, contra lo privado?
La película lo dice. ¿Qué ocurre cuando se muestra públicamente
94
una película en una cadena pública donde se dice: la exhibición o
la manifestación, el acto que consiste en extorsionar un secreto (la
policía o lo político), es inadmisible, y se muestra eso, se muestra el
secreto? Esta película es una manera de mostrar, o cuando menos
así es como lo sentí yo, pero naturalmente esta es mi experiencia,
no sé si es la vuestra, pero yo sentí que esta película mostraba un
secreto que se mantenía en secreto, mostraba un secreto sin violar
lo. ¿Cómo puede mostrarse un secreto, fenomenalizarse, sin que
pierda su separación de secreto? Porque el secreto, esto es lo que
quiere decir, es la separación. Creo que si la película está lograda,
tal como me atrevo a creer, pero no lo digo gracias al actor que yo
soy ahí, pues ahí también soy un actor, sino gracias a la autora de
la película, si la película está lograda es en la medida en que ha
conseguido mostrar un secreto sin violentarlo, sin exhibirlo como
tal. ¿Puede un secreto exhibirse como secreto?
Entonces, respondiendo a la última fase de su pregunta, natu
ralmente, citándolo una vez más, creo no solamente que en nues
tro diálogo, y este es mi caso, estamos más allá o más acá, o en
todo caso fuera del saber, de la competencia técnica, estamos más
allá del saber, sino que justamente, lo que estoy intentando seña
lar es la discreción de esta película que, en el fondo, no nos hace
saber nada del secreto en cuestión. Usted me pregunta lo que ocu
rre cuando uno se vuelve a ver. Me he vuelto a ver muchas veces
porque he visto la película distintas veces. ¿Qué ocurre? Es muy
difícil de describir, no se lo voy a ocultar. Es muy difícil de describir,
naturalmente, pedimos perdón, como se dice en la película, sobre
todo en la situación actual: no solamente uno se muestra, sino que
está ahí en la sala con aquellos a quienes impone ese espectácu
lo; así pues, en realidad, y lo digo sin ninguna coquetería, uno se
siente muy culpable, esperando que aquellos que miran la película
no reprochen nada a la película o al actor, al personaje que habla
constantemente y que las más de las veces habla de sí mismo, y que
no reprochen nada al que, aquí, se está mirando con vosotros. Os
digo de entrada, cuando menos para tranquilizarme a mí mismo o
a vosotros, que todo esto me parece totalmente no reapropiable. Es
decir, en el fondo, lo que me permite soportar sin demasiado sufri
miento y sin demasiada gratificación experiencias como esta, la de
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HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
volverme a ver en esta película, es que no soy yo. Aunque soy yo, in
negablemente, pero al mismo tiempo lo que esta película muestra
es el punto en el que no soy yo, no es un punto de otro lugar, es el
veredicto implacable que impide que me reapropie nada de la pelí
cula y, en consecuencia, mirarlo si puedo decirlo así como si fuera
otro, justamente debido a la reserva de la que hablaba al empezar.
Es decir, que se me autoriza por lo que esta película es, por lo que
hace (lo que no sería necesariamente así en cualquier película so
bre mí), por la reserva de la película que, en el fondo, me permite,
sin tener que renegar de nada de lo que ahí digo, no sentirme ver
daderamente comprometido con lo que yo tengo más propio por
la película. Y ello también, y me detendré aquí porque no quiero
retener la palabra demasiado tiempo, ello también está dicho en la
película, no solamente por lo que digo, sino por lo que la película
misma dice y muestra, es decir, la circuncisión, la huella, el corte
como interrupción de la reapropiación. Corte para consigo mismo
que es la condición de esta experiencia, no solamente gracias a la
circuncisión en el sentido literal, sino también a lo que se dice en
un momento dado sobre una circuncisión que no es únicamente
propia de la cultura judía o de tal o tal otra cultura o religión abrahá-
mica, judía o musulmana, sino propia de una experiencia universal
que implica ese corte, esa no-reapropiabilidad del idioma. Aquello
que es absolutamente singular en cada uno de nosotros, lo que es
absolutamente idiomático, digamos la firma, es paradójicamente
aquello que no puedo reapropiarme. Me es absolutamente propio,
pero no puedo reapropiármelo, esta es la paradoja y es lo que una
película da que pensar. La película dice: no te puedes reapropiar
eso. El idioma, tu idioma absoluto, lo que eres, lo que piensas, lo
que dices desde tu primera circuncisión, todo lo que es tu idioma,
que es tu propio absoluto, pues bien, es un propio que solo aparece
al otro y que, así pues, no es reapropiable, no te puedes reapropiar
lo tuyo propio, lo tuyo propio pertenece al otro. Y la película, la ex
periencia de la película, es esto, esto no es mío, no solamente 110 es
yo, sino que no es mío y no puedo poseer esto, no quiero y no debo.
Y creo que esto tiene una relación con lo que se ha dicho sobre el
corte, sobre la circuncisión, sobre lo sublime, etc., y es que lo más
propio no se deja reapropiar. Es lo que en otro lugar he llamado
96
JACQUES DERRIDA
97
contradictorias? ¿No existen antinomias propias a toda imagen? Es
decir, que una imagen nos obliga por ejemplo a plantear, a la vez,
que lo real no puede ser dado por la imagen y que, sin embargo, el
problema de lo real, la relación que podemos establecer con él, ya
sea con o sin la imagen, no puede ocultarse. Podríamos decir que
la segunda antinomia es que la imagen posee su autonomía (lo
que usted comentaba antes), una especie de salida de la película y,
sin embargo, siempre es recibida por una conciencia imageante,
siendo la suya distinta de la nuestra porque no hemos vivido lo mis
mo en h película. Y la tercera antinomia o contradicción o cosas
que hay que unir: ¿cómo comprender que la imagen pueda estar,
a la vez, del lado de lo que podemos llamar, si tomamos categorías
muy simples, la imaginación reproductora y, por el otro lado, del
imaginario creador? En definitiva, ¿podemos reflexionar sobre es
tas antinomias ante una imagen, lo que podríamos llamar estos “a
la vez”? ¿Podremos dar respuestas así, como por arte de magia? O,
al contrario, ¿valdría quizá la pena intentar mantener estas antino
mias, transformarlas en problemas para extraer una problemática,
un horizonte, pero a la vez un horizonte de pensamiento (y pienso
en el trabajo de Safaa Fathy en la realización de esta película), un
horizonte de acción? En otras palabras, ¿una imagen nos obliga a
ponernos en una tensión a la vez reflexiva y artística, incluso quizá
técnica, todo ello so pretexto (nos detendremos en esto más adelan
te) de la creación? Así pues, no habría en la imagen misma, sobre
todo para aquel que piensa, que piensa con palabras pero quizá
también con imágenes, esta confrontación con algo que calificaría,
rápidamente, de antinómico?
98
es lo que debería hacer una película. En el fondo, la imagen solo
tiene un valor propiamente fílmico o icónico ahí donde prescin
de de lo que en un principio debería representar, de su referente,
como diríamos para entendernos. E intento imaginar —imaginar,
precisamente— lo que sería esta película o la experiencia de esta
película para personas que, en el fondo, no saben nada de mí. In
tentemos imaginar que presentamos esta película a personas que
no saben nada de mí — ¡en realidad hay muchísimas!— . ¿Quién
habla, quién es ese personaje? ¿La película seguiría teniendo inte
rés? Ello quiere decir que, de hecho, esta película solo ha podido
ser producida, financiada, mostrada, etc., porque presuponía que
cierto número de personas, un número limitado pero suficiente
mente grande, podría tener curiosidad de ver en imagen a alguien
del que sabemos esto o aquello, más o menos, un personaje pú
blico. Pero imaginemos una ficción en la que mostraríamos esta
película a alguien que no sabe nada de mí, digamos, y que mira
esto. Y primero debe entender la lengua (volveré a retomar la cues
tión de la lengua). Creo que el valor propiamente icónico y fílmico
de esta obra, que está clasificada como documento por Arte, es un
documento, pero enseguida dijimos: “Esto no es un documento,
no es un documental, también es una ficción”. Hay una ficción,
podríamos demostrar que ahí hay una ficción. Así pues, la gente
mira una ficción. No es un documental porque la película no pre
senta a la persona, no se dice: este es profesor, etc. Ni se pronuncia
mi nombre. Ni mi nombre, ni mi función, ni mi profesión. Así
pues, se mira como una ficción. Alguien hace zapping y encuentra
esta película en la tele, la mira, no reconoce nada, ¿se trata de un
documental o de una ficción? Para que la película tenga un valor
icónico, hay que partir de la hipótesis de que justamente alguien
pueda verla en esta situación, sin saber nada, ni del tipo de película,
ni sobre todo de lo que es el personaje, dicho con otras palabras, de
lo que la imagen en un principio representa. Esta imagen no repre
senta sino a sí misma, se presenta, hay palabras, hay imágenes, y
eso es todo. Entonces ocurre que, con otros aquí, he pasado años
y años meditando sobre esta cuestión de la mimesis, esta inmensa
cuestión de la mimesis, justamente sobre las paradojas y las aporías
de la mimesis, y ahora no voy a daros un curso sobre esto, sería
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HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
IOO
JACQUES DERRIDA
IOI
un desdoblamiento de personalidad que es interesante y que nos
conduce un poco a la idea del secreto de la que hablaba antes.
bien algunas cosas. Este corte entre imagen y palabra, por ejemplo,
se ejerce de mil maneras, no solamente porque algunas veces se
me ve, como usted dice, en reposo, sin hablar, sin abrir la boca, y
está mi palabra que resuena en off, algunas veces hay textos que se
leen mientras hago otra cosa; otras veces parece como si hablara,
pero no se me oye. Así pues, el corte no es uno, hay mil maneras
de servirse del corte. Y efectivamente da la sensación, que usted ha
descrito muy bien, de una inadecuación entre el gesto y la palabra,
o entre el cuerpo y la palabra. Y esta inadecuación, que finalmen
te es uno de los motivos de la película, dice algo del secreto. No
estoy ahí donde yo hablo, ahí donde ello habla, estoy en otra parte
y existe un habla más vieja que yo. No recuerdo muy bien en qué
momentos, pero hay momentos en los que me paseo, no se me ve
hablar y se oye mi voz. Hay un habla más antigua que yo, más vieja
que ese momento, que sigue hablando, que me precede, y es ese
cuerpo que corre tras su palabra o el habla que corre tras ese cuerpo
los que, efectivamente, dan la sensación de secreto, de interrupción
que prohíbe [interdit], que finalmente entredice [entredit].
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J A C Q U E S J J iU K ta U A
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r°4
JACQUES DERRIDA
da, una búsqueda del yo, una búsqueda esencializante del yo ahí
donde no hay yo esencial. Una vez dicho esto, y en esto estaremos
fácilmente de acuerdo, reconozco que en mi movimiento, bastan
te común, bastante banal, para constituirme una identidad propia,
sin demasiadas ilusiones, pero ciertamente con ilusión, esta pelí
cula y cierto número de otras cosas son evidentemente una parte
de mí. Son partes de mí, a la vez porque son fragmentos de mí,
pero cuando se dice “una parte de mí” quiere decir que esta par
te no es más que una parte, que hay una fragmentación. Cuando
decimos que no hay un yo, que hay que intentar esencializarlo, es
porque buscamos totalizarlo, cosa que no es posible. No hay tota
lidad, hay un esfuerzo por totalizar, un esfuerzo interminable por
totalizar un yo que no es totalizable. Así pues, hay partes, tenemos
partes. Pero, sin intentar abusar del lenguaje, diría que lo que dice
la película, en francés y en inglés, es naturalmente una parte de mí,
innegablemente, de este idioma que no puedo reapropiarme y que
la película muestra, me reenvía, pero también que ello parte de mí.
Ello parte de mí, es decir, procede de mí y, procediendo de mí, se
separa de mí. Por ello, precisamente, deja una huella. Yo puedo
morir en cada momento, la huella permanece. El corte está ahí. Es
una parte de mí que está cortada de mí y que, por tanto, parte de
mí en los dos sentidos de la palabra: procede, emana de mí, pero
106
al mismo tiempo separándose, cortándose, separándose de mí. Y,
así pues, esta parte de mí, la gano, la encuentro narcisistamente,
pero al mismo tiempo la pierdo. Es lo que quería decir antes: quien
pierde gana. La gano, porque como pequeño narcisista puedo estar
contento de verme ahí, etc., y al mismo tiempo sé que no soy yo,
que se ha ido y que me sobrepasa. Como lo digo en alguna parte
de la película, me gustan las cosas que no me necesitan, las huellas
que parten de mí. Y esta es la definición de la huella, puesto que la
huella es uno de los temas que habéis escogido para “reclutarnos”
a todos... La huella, tal es la definición de su estructura, es algo
que parte de un origen pero que, al punto, se separa de su origen
y permanece como traza en la medida en que se ha separado del
trazado, del origen trazante. Es ahí donde hay huella e inicio de
los archivos. No toda huella es un archivo, pero no hay archivo sin
huella. Así, la huella siempre parte de mí y se separa. Cuando digo
“permanece”, la huella parte de su origen —yo, por ejemplo— y
permanece como huella, lo cual no quiere decir que lo sea sus
tancialmente o esencialmente o existencialmente. En textos de los
que ahora aquí no puedo hablar, intento sustraer la semántica de
la palabra francesa “reste” [“permanece”, “resto”] a la ontología, es
decir, el resto no es una modificación del “ser” en el sentido de la
esencia, de la sustancia, de la existencia. La huella permanece, pero
ello no quiere decir que es sustancialmente o que es esencial. La
cuestión que me interesa es más bien la del permanecer, el restar
de la huella más allá de toda ontología. Pero eso, seguramente, nos
llevaría muy lejos.
ción del resto que supone la noción de objeto. Mire, aquí, si tu
viéramos tiempo, tenemos mucho tiempo pero, en fin, tampoco
tanto, no tenemos un tiempo infinito, habría que ver que todo
resto no tiene la forma de un objeto. Primero, el objeto es una
determinación del ser, hay ser como objeto, ser como sujeto, y la
objetualización es una de las formas del resto, objeto como algo
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nu ü jj-.ixa i - a i t u i i i v u , íM AtfJüN Y AKThí
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JACQUES DUKK DA
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je a n -m ic h e l r o d e s : Es un gesto de poder.
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n8
obras literarias sin genio y que permanecen, y sospechamos que ha
podido haber obras literarias, artísticas, pictóricas, cinematográficas
quizá geniales de las que no conservamos el archivo, cuyo archivo,
por una u otra razón, no ha sido o incluso ha sido destruido. Y, por
definición, nunca lo sabremos, porque se ha destruido. En mi traba
jo interrogo los corpus canónicos, está Platón, Descartes, Kant... Y
pienso que hay muchos menores alrededor que quizá eran incluso
más geniales que ellos y luego, Dios sabe cómo, la sociedad los “sui
cidio”, es decir, que desaparecieron. No se puede subestimar na
turalmente, ignorar u olvidar esta posibilidad, que es la condición.
Es un mal pero, al mismo tiempo, no es necesariamente un mal
porque, sin esta selectividad, no quedaría nada de nada. Para que
ciertas obras maestras sobrevivan, ha habido que matar Dios sabe
cuántas otras. Así, este modo selectivo de archivar, que siempre es
benéfico y monstruoso, ambas cosas a la vez, es una oportunidad
y una amenaza, no solo tiene validez en las instituciones sociales y
políticas, también tiene validez en el inconsciente, es lo que pasa en
el inconsciente, lo que pasa en nosotros. Conservamos un montón
de cosas, seleccionamos y destruimos. Para conservar, justamente,
destruimos, dejamos que se destruyan muchas cosas, es la condición
de una psique finita, que funciona con vida y muerte, que funciona
tanto matando como asegurando la supervivencia. Para asegurar la
supervivencia, hay que matar. El archivo es esto, el mal de archivo.
II9
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
xi. Se trata, más bien, de “Fors”, prefacio de Jacques Derrida al libro de Nicolás
Abraham y Maria Torolc, Ciyptonymie. Le Verbier de l’Homme aux loups, París,
Flammarion, 1998, pp. 9-73. L’Écorce et le noyau, volumen de textos de los mismos
autores, se publica en una edición aumentada con un prefacio de Nicholas Rand,
París, Flammarion, 1999.
12 . C f. Ja c q u e s D e r r id a , “ E l c a rte ro d e la v e r d a d ” , e n La Taijeta postal, op. cit
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JACOTES DERRIDA
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HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
1 2 2
en poner orden, sino que se interesa por el desorden. De ahí mi
interés, el interés doloroso, fascinado, etc., por esa baldosa mal co
locada y el interés del estilo deconstructor por las cosas que están
mal agenciadas, ahí donde se han solidificado. Sabe... mis padres
compraron esa casa y acabaron de pagarla justo antes de la indepen
dencia; se fueron cuando mi padre acababa de pagar la última letra.
No sé si esas baldosas estaban ahí antes de que compraran la casa
en 1933, pero no creo que fueran mis padres quienes hicieran el em
baldosado, aunque esto no tiene importancia. En cualquier caso, ese
desorden... estoy buscando la palabra... aquello que no funcionaba
allí estaba estabilizado para siempre y estoy seguro de que todavía
sigue ahí. Yo volví a esta casa en 1971, en 1984, y la baldosa seguía
estando ahí así. E imagino que los sucesores que viven en esa casa,
que además conozco, no lo desplazarán. Así pues, hay un desorden
que ha quedado estabilizado for ever. Pues bien, la deconstrucción
se interesa por esas cosas que no funcionan y que han quedado
selladas dentro del orden. Como sabéis, no solamente son cuestio
nes de política, de derecho, etc., son cuestiones del inconsciente, de
los desórdenes que están sellados. Las baldosas no son piedras, no
están en la naturaleza. Se trata de obreros a quienes se dieron unas
baldosas dibujadas geométricamente y que un día, en lo que fue
una historia, colocaron mal esa baldosa. Es una historia. Así pues, la
deconstrucción se interesa por aquello que, históricamente, consti
tuye un orden en el que, de algún modo, un desorden queda sellado
y fijado. Me dijeron —es una hipótesis, no sé qué pensar, pero es
interesante— que algunos artesanos argelinos lo hacen adrede, es
decir, que es una firma, hay que dejar algo, un signo de algo que no
está bien para conservar la memoria. Y no habría memoria sin esto.
Si en la memoria no hubiera verdaderamente un desorden, una ci
catriz, esa cicatriz de la que se habla en la película, la marca de una
herida, de algo que no está bien, no nos acordaríamos de ello. Bien
sabemos que la condición de la memoria es algo que no va bien.
123
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
hace que la voz sos-tenga o dé soporte a algo que quizá está cerca
de lo que usted intentaba situar antes como un punto de referencia
identificatorio, y que está del lado de la voz. Se instaura algo más
enigmático en el orden de la identidad, a saber, que usted no por
124
JACQUES DERRIDA
ja c q u e s d e r r id a : Yo no he dicho esto.
I25
Si hay algo de entre todas las cosas que Godard ha hecho y que yo
sería totalmente incapaz de hacer, es lo de hacerse filmar, flage
lar desnudo durante diez minutos... Ahí hay un límite. Aunque
pueda vivir peligrosamente, ¡no haría nunca esto! Y no solamente
por pudor, no solamente porque tendría vergüenza (es así), pero
no solamente por este motivo, sino porque tendría miedo de la
falta de exhibición, de la complacencia exhibicionista más que del
impudor que consiste en mostrarse. Así pues, sobre esto, resis
tencia absoluta. Por lo que respecta al otro aspecto de la película
de Godard y de lo que se dice en ella, yo también creo, como él,
que El Capital es una carta de amor. Evidentemente, somos po
cos, no lo pensamos muchos. En efecto, como él, creo que todo
texto, en cierto modo, es una carta de amor, pero en cambio no
he dicho que todo envío perdiera su destinación. Cada vez que
he podido extenderme un poco sobre este tema, principalmente
en una discusión de Lacan, el “Seminario sobre La cana robada”,
he insistido muy cuidadosamente en la diferencia que hay entre
“una carta nunca llega a su destino, pierde su destinación” y “una
carta siempre puede no llegar a su destino, puede no llegar”14. Y no
habría carta sin ese poder no llegar. Lo que no quiere decir que no
llegue. Puede no llegar, esta es su estructura de carta o de envío. Y
como puede no llegar, como dejo que una carta pueda no llegar,
ahí hay una posible traición. No necesariamente una traición, un
posible perjurio y una posible traición. Y aunque toda carta sea
una petición de amor o una declaración de amor, un envío amoro
so, hay traición porque este envío amoroso, siempre hay traición
posible, interminablemente, como posible interminable; hay trai
ción porque el destinatario o la destinataria de esta carta no solo
no son absolutamente determinables de entrada —y, desde el
momento en el que hay huella, puede caer en las manos de cual
quiera—, sino también porque implica, cuando escribo, que esa
carta va a constituir o a instituir al destinatario. Solo será el desti
natario o la destinataria de mi gesto de amor, de mi ofrecimiento
14. Cf. Jacques Derrida, “Envíos" y “El cartero de la verdad”, en La Tarjeta postal,
op. cit., y “Por el amor de Lacan”, en Resistencias del psicoanálisis, tr. esp. de Jorge
Piatigorsky, Barcelona, Paidós, 1998, pp. 75-81.
126
o de mi petición de amor, solo será el destinatario o la destinataria
de este amor el o la que reciba esta carta, quien comprenda la car
ta y que, así pues, en cierto modo no existe previamente. No solo
escribo porque escribo a alguien al que conozco o en un principio
conozco, sino que intento instituir, a través de la inscripción de
una huella nueva, que debe ser un acontecimiento, el destinatario
o la destinataria, dicho de otro modo, el otro. Puede ser alguien
que conozco, pero ese alguien que conozco solo será el destinata
rio o la destinataria de esta carta cuando la reciba, cuando la acep
te, cuando de algún modo la contrafirme. Así pues, quiere decir
que, en el momento en el que escribo, en cierto modo, el otro
todavía no existe. Y ahí hay una traición porque es como si dijera:
pues pongo una condición al hecho de que mi petición de amor,
mi ofrecimiento de amor llegue al otro, y es que el otro pueda
recibir, leer, descifrar y, así pues, contrafirmar este envío. Y esto
es una violencia, no puede no sentirse como una violencia. Y pido
perdón por esta violencia, es ahí donde quizá siempre hay una
traición posible. Dicho esto, quiero volver a la primera pregunta
sobre la voz y sobre “reconocer su propia voz o responder de lo
que se dice”. Estoy de acuerdo con usted: quizá la voz es lo más
identificante o identificable que hay para los demás, quizá es en
la voz donde se me reconoce mejor, más que en la imagen y en lo
que digo. Pero no para mí, puesto que, como seguramente usted
sabe y habrá experimentado, como yo y como todo el mundo, si
hay algo que no nos podemos reapropiar, incluso menos que la
imagen, es la propia voz. Algo que no se reconoce, que uno no
puede reapropiarse es la voz. Estoy seguro, pues, de que se me
reconoce mejor por mi voz que por otros signos u otros rasgos,
principalmente visuales, gestuales o lcinésicos, pero yo, mi voz,
no la reconozco. En todo caso, es lo menos reapropiable de todo.
La violencia de la expropiación depende más de la voz que del
resto. Y no solamente en la película. Aunque en esta película mi
voz no se me hizo insoportable. Pero a menudo mi voz me es
no reconocible e insoportable cuando, a diferencia de la película,
oigo grabaciones en las que hablo de manera magistral, en situa
ción de enseñanza, en las que hablo con autoridad. No solo no
reconozco mi voz, sino que me siento horrorizado por el acento
127
HUELLA Y ARCHIVO, IMAGEN Y ARTE
128
LA RETÓRICA DEL TRAZO
PINTURA, DIBUJO
Ilustrar, dijo él...
Ahora imagina, otra fábula, que un texto leído esté escrito, y de otra
manera, imagínalo transfigurado por el dibujo o el color. Transforma
do, cambiado en su línea o en sus formas, transportado a otro elemen
to hasta perder algo como su lugar y su relación a sí. Puede ocurrir
entonces (a veces) que parezca precedido por lo que lo secunda, como
doblado por su consecuencia —y una especie de paz viene a inmovili
zar de un solo trazo los dos cuerpos, el cuerpo de las palabras y el de
los espacios, el uno fascinado por el otro. Ambos fuera de sí mismos,
una especie de éxtasis. Tienes la sensación de que, éxtasis singular, el
organismo verbal ha sido radiografiado según el espacio a pesar del
espacio, atravesado al instante por los trazos del pintor o del dibujante,
quiero dedr filmado, fijado, sometido al revelador antes mismo del mo
mento de su producción, en la vigilia de su comienzo, avant la lettre.
133
ILUSTRAR, DIJO EL.
1. Cf. Jacques Derrida, Espolones. Los estilos de Nietzsche, tr. esp. de Manuel Arranz
Lázaro, Valencia, Pre-Textos, 1981. Debido a que este libro está agotado y es in
accesible en español, daremos las referencias de las páginas correspondientes a
la edición francesa, Éperons. Les styles de Nietzsche, con prólogo de Stefano Agosti,
dibujos y portada de Frangois Loubrieu, París, Flammarion, 1978, pp. 102-119. Se
publicó inicialmente en Venecia, Ediciones Corbo e Fiore, 1976, con prólogo de
Stefano Agosti y dibujos de Fran^ois Loubrieu, siguiendo un dispositivo cuatrilin-
güe (francés, italiano, inglés, alemán). [Salvo indicación contraria, todas las notas
de este texto son N. de E.]
x34
J A ' U ' o í U l i i G U H iJC tJtV X U 'Ji.
4. Ibid., p. 100.
5. Ibid., p. 68, p. 70.
135
ILUSTRAR, DIJO ÉL...
136
El dibujo del filósofo.
Entrevista con Jéróme Coignard
x39
EL DIBUJO DEL FILÓSOFO
140
JACQUES DERRIDA
141
y lo inteligible. La experiencia del dibujo es por excelencia una
muestra de esta invisibilidad, contrariamente a lo que se dice a
menudo, pues con frecuencia se presenta al dibujante como al
guien que ve.
142
A propósito, el dibujo
145
A ritU F U S IT U , ÜiL. D IB U JO
En el fondo, partiré del “nada que ver” —del “nada que ver”, a la
vez, en el sentido de la ceguera y en el sentido de la falta de relación.
Cuando decimos “nada que ver”, queremos decir “esto no tiene nada
que ver con eso” y, asimismo, es también una manera de dibujar el
campo de la incompetencia. A lo largo de estos quince años, he re
cibido en varias ocasiones ciertas provocaciones, por decirlo así, del
exterior —porque nunca lo habría hecho espontáneamente— para
que escribiera sobre el dibujo. Lo he hecho —y, bueno, perdonadme
estas indicaciones un poco autorreferenciales, pero estoy aquí, de
hecho, para exponerme y exponer mi relación con el dibujo— , lo he
hecho a la vez para exponerme y protegerme, es decir, que tengo la
sensación de que cada vez que he hablado del dibujo era para evitar
hablar de la pintura. En uno de los textos que recoge el volumen titu
lado La verdad en pintura, se advierte rápidamente que nunca hablo
justamente de la pintura, es decir, del color, de la mancha, sino de lo
que viene en torno: el dibujo, pero también los rebordes, el marco;
lo que, encontrándose fuera del dibujo, viene de algún modo a llenar
o determinar el adentro; lo que inscribe el dibujo en una superficie,
lo que bordea o, en el mercado de la pintura, del dibujo, lo que lo ins
cribe en especulaciones que son tanto especulaciones del mercado
del dibujo como también especulaciones teóricas, discursos. Bueno,
yo estoy del lado del discurso, es decir, cuando voy hacia las palabras
para hablar del dibujo o de la pintura es también una manera de huir
de lo que sé que no puedo decir sobre el dibujo mismo. Porque, en
el fondo —puesto que la cuestión que se nos plantea aquí a todos es
“¿Qué es el dibujo?”— , mi respuesta es: “No sé lo que es el dibujo”.
Y estoy intentado constantemente reconducir el dibujo, en tanto que
dibuja algo y en tanto que identifica una figura, en tanto que está
orientado por el propósito [dessein], es decir, por un sentido o una
finalidad que permite la interpretación, siempre me siento tentado
de arrastrar el dibujo hacia lo insignificante, es decir, hacia el trazo.
Y así es como me he visto conducido, constantemente, a dirigir mi
preocupación por el dibujo hacia mi preocupación más antigua y
más general por el trazo de escritura, por la línea de la escritura en
tanto que consiste en red o sistema de trazos diferenciales.
El trazo diferencial —creo que retomaré esto más adelante—
es naturalmente el rasgo aparentemente visible que separa dos
146
plenitudes, o dos superficies, o dos colores, pero que, en tanto que
trazo diferencial, es lo que permite toda identificación y toda per
cepción. Así que, el trazo diferencial, metafóricamente, puede de
signar tanto lo que, en el interior de cualquier sistema, gráfico o no
gráfico — gráfico en el sentido corriente o no— , instituye diferen
cias, por ejemplo en una palabra, en una frase —es la lingüística
saussuriana— ; el trazo diferencial, el trazo diacrítico, es lo que per
mite oponer lo mismo y lo otro, lo otro y lo otro, y realizar distincio
nes. Pero el trazo en cuanto tal, el trazo mismo en tanto que trazo
diferencial, no existe, no es pleno. Por mi parte, había intentado
elaborar todo el pensamiento o la teoría de la huella sin referencia
esencial al dibujo —aunque, en De la gramatología, también plan
teé la cuestión del dibujo en Rousseau— ; no obstante, más allá del
dibujo propiamente dicho, la huella o el trazo designaría —esto es
lo que he intentado mostrar— la diferencia pura, la diacriticidad,
lo que hace que algo pueda determinarse por oposición a otra cosa:
el intervalo, el espaciamiento, lo que separa. Y lo que separa —el
intervalo, el espaciamiento— en sí mismo no es entonces nada, no
es ni inteligible ni sensible y, en tanto que nada, no es presente,
reenvía siempre a otra cosa y, por consiguiente, no siendo presente,
no se da a ver. En el fondo, la definición más general del trazo, tal
y como me ha interesado desde hace tiempo, es que en el fondo lo
da a ver todo, pero no se ve. Da a ver sin darse él mismo a ver. Así
pues, la relación con el trazo mismo —con el trazo sin espesor, el
trazo absolutamente puro— , la relación con el trazo mismo es una
relación, una experiencia de ceguera.
Sobre este fondo muy general, me he visto conducido en va
rias ocasiones, invitado —y diría que son todas esas invitaciones
en razón o en lugar de mi incompetencia las que trazan mi exis
tencia pública— a hablar del dibujo, de la pintura, del cine, de la
arquitectura, precisamente ahí donde me faltaba la competencia.
De modo que me he visto conducido, con ocasión de algunas ex
posiciones —pienso en la exposición de dibujos de Titus-Carmel3,
H7
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
1 4 8
JACQUES DERRIDA
149
de tierra o pone en reserva. Esta es la experiencia más reciente por
el momento, prácticamente inacabada7.
Volviendo a la experiencia del Louvre, explicaré la historia que
me sucedió y las preguntas que intenté, o bien plantear, o bien re
solver mientras la preparaba. Parece que todo empieza —pero, de
hecho, debía haber empezado antes, puesto que no es casualidad
que me invitaran a llevar la iniciativa de esa exposición— , todo
empezó un día en el que me encontré con uno de los conservado
res del Lonvre, en el Gabinete de Artes Gráficas del Louvre, Régis
Michel, el cual, en su nombre y en nombre de Frangoise Viatte,
directora de conservación del Gabinete de Artes Gráficas, me pro
puso inaugurar una serie de exposiciones de dibujos del Louvre
—dibujos pertenecientes a los fondos del Louvre que, como ya
sabéis, llegan hasta el siglo XX, hasta el umbral del siglo XX— ,
una serie de exposiciones de un nuevo tipo. Creo que el estatuto
mismo de esta serie es interesante, desde el punto de vista de
la historia de las exposiciones, y ello suscita algunos problemas.
Es la primera vez que un gran museo —al menos en Francia— ,
que un gran museo público, nacional, da esta libertad a alguien
que no tiene la formación de conservador, que no está, digamos,
legitimado por la institución, que no es forzosamente competen
te. Y sé que la iniciativa que tomaron Frangoise Viatte y Régis
Michel no fue respaldada por unanimidad, al menos al principio,
entre los conservadores del Louvre y todos los que gestionan esa
gran institución porque, como ya sabéis, en general, se encarga la
conservación y la exposición de los tesoros del Louvre a los llama
dos comisarios, que conocen bien las cosas, la historia del dibujo,
que conocen bien los dibujos, que tienen todas las competencias
necesarias y que, en general, evitan en la elección de los dibujos,
en la presentación, en la disposición de la exposición, toda inter
pretación que sea no histórica, no históricamente fundada, evitan
toda especulación, toda fantasía, toda libertad. Así que Frangoise
Viatte y Régis Michel corrieron el riesgo de inaugurar una serie
150
de “Parti pris” —este es el título, el nombre de la serie8— en la
que, cada dos años, alguien que proviene del exterior de la institu
ción museológica, museográfica, puede escoger con toda libertad
dibujos en el fondo del Louvre, escogerlos en función de un pro
pósito, de un tema, con vistas a una demostración, y escribe un
texto con ocasión de su selección de dibujos.
Así pues, tuve el privilegio de abrir esta exposición y debo de
cir que dudé mucho antes de aceptarla, por las razones que he
declarado al llegar aquí, a saber, que me sentía particularmente
desarmado e incompetente. Sin embargo, por... ¿cómo decirlo?,
debido a cierta despreocupación que resulta ser igual a la con
ciencia que tengo de mi incompetencia, acabé aceptando. Se fijó
entonces un encuentro, un primer encuentro. Explico esta his
toria en la obra que se publicó con ocasión de esta exposición
y que se titula Mémoires d’aveugle; explico esta historia y explico
toda la historia de la exposición, desde el inicio hasta el final; el
título Mémoires d’aveugle posee ese primer sentido de memorias,
es decir, la crónica de una exposición. Explico ahí lo que pasó y
también explico que se titulan Mémoires d’aveugle en el sentido
de que el ciego soy yo. Las Mémoires d’aveugle son, de entrada,
las memorias o el diario, por decirlo así, el diario de a bordo de
un ciego invitado a organizar una exposición en el Louvre. Otros
sentidos se superpondrán o se envolverán o se implicarán en este
título, Mémoires d’aveugle —volveré sobre ello más adelante. En
cualquier caso, el primer sentido de Mémoires d’aveugle es: “Aquí
están las memorias del ciego que soy y que he sido durante esta
exposición de dibujos”. Así pues, fijamos el encuentro, un primer
encuentro con Francoise Viatte, a la que todavía no conocía, para
hablar un poco de lo que podría ser la exposición, de las condicio
nes en las que tendría lugar, en las que se prepararía. Pero el día
fijado para el primer encuentro no pude asistir porque, unos cin
co o seis días antes, sufrí una especie de parálisis facial, de origen
viral, no grave, pero terrible en el sentido de que, de golpe, toda
mi parte izquierda quedó casi paralizada, no podía cerrar el ojo ni
8. “ Parti pris”, expresión francesa que aquí podría traducirse por “Posición de
partida”. [N. de T.j
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
9. Expresión francesa que puede significar “Louvre o no ver”, “Lo abre o no ver”
e incluso, por asociación fonética, pero ya no como estricta homofonía, “La obra
o no ver”. [N. de T.]
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JACQUES DERRIDA
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A PROPÓSITO, EL DIBUJO
T54
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T55
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
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JACQUES DERRIDA
10. Dihutades o el origen del dibujo (también llamado El descubnmiento del dibujo) de
Joseph-Benoít Suvée y Dibutades o el oiigen del dibujo (también llamado El origen
de la pintura) de Jean-Baptiste Regnault. Cf. Jacques Derrida, Mémoires d’aveugle,
op. dt., pp. 54-55. [N. de T.]
11. Georges Bataille (pseudónimo Lord Audi), Histoire de l’ceil, con ocho litografías
110 firmadas de André Masson, acabada con un capítulo titulado “Coincidences”,
París, 1928; nueva versión acabada con el capítulo “Réminiscences", Sevilla, 1940,
con seis aguafuertes de Hans Bellmer.
157
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
12. Cf. Jacques Derrida, Mémoires d’aveugle, op. cit., pp. 129-130. Jacques Derrida
también cita los versos de Marvell en “Circonfesión”, en Jacques Derrida, op. cit.
[N. de E.]
13. Cf. Mujer al pie de la Cruz, de Daniele da Volterra, en Jacques Derrida, Mémoires
d’aveugle, op. cit.} pp. 127 y 129.
158
JAUUUÜJfci 1Í1ÜKK1JJA
T59
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
160
JACQUES DERRIDA
161
dieu(x)” [historia de dios-es], etc.14)—. El anciano que es Isaac, sin
ver, tiene que bendecir a su hijo mayor que garantizará la poste
ridad de Israel. Y su mujer, Rebeca, que tiene cierta preferencia
por Jacob, siendo Esaú el hijo mayor — son dos gemelos pero,
como siempre en los gemelos, hay uno que nace antes que otro,
hay uno que es el mayor— , el mayor de los dos gemelos es Esaú
y es él quien tendría que haber sido bendecido. Y la astucia de Re
beca consiste en sustituir a Esaú por Jacob, puesto que el anciano
no ve, poniendo la piel de un camello o de... —sí, creo que es un
camello15— sobre la mano de Jacob para recordar la mano velluda
de Esaú. Y el viejo Isaac cree que bendice a Esaú cuando en reali
dad está bendiciendo a Jacob. Pero la astucia de Rebeca no es, por
otra parte, una astucia... ¿cómo decirlo?... condenable, puesto que
sustituye al mayor por el pequeño para cumplir las predicciones
de Dios, las previsiones, la previsión, la providencia de Dios. Y
hay muchas historias de hermanos —no voy a explicar más— en
esas historias de ciegos. De modo que, a título de historia de her
manos, he explicado mi propia historia de hermanos, a saber, que
mi inhibición ante el dibujo no era ajena a los celos heridos que
yo sentía por el talento de dibujante de mi hermano.
Así quería dar cuenta de ello, no ya para justificar mi ceguera,
sino en cualquier caso para dar cuenta del hecho de que, en el
momento mismo en que dibujaba, el dibujante es ciego no solo
porque no puede mirar al modelo y, al mismo tiempo, dibujar;
para dar cuenta de que, en cualquier caso, el dibujante dibuja de
memoria (incluso si el modelo está ahí, el dibujo mismo en tanto
que es reproductivo, representativo, está hecho de memoria: hay
algunos textos muy bellos de Baudelaire sobre el dibujo y la me
moria, textos que cito16); [para dar cuenta] de que el dibujo más
representativo nunca está ligado a la percepción, a la intuición,
14. El autor advierte cierta homofonía entre estas palabras francesas: aíeul/ceil,
Dieu/yeux, histoire d'ymx/ histoire de dieu(x). [N. de T.]
15. Jacques Derrida señala aquí una duda. De hecho, en la Biblia es cuestión más
bien de la “piel de cabritos” (Génesis 27,16).
16. De Charles Baudelaire, Jacques Derrida cita el poema Los ciegos y un fragmen
to de “El Arte mnemónico”. Cf. J. Derrida, Mémoires d’aveugle, op. cit., pp. 5 I_5 3 *
162
JA C U U 1US D E R R ID A
17. Maurice Merleau-Ponty, Lo visible y lo invisible, tr. esp. de José Escudé, Barcelona,
Seix Barra!, 1970, p. 297.
163
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
fuente de luz que vuelve aparentes las cosas y que permite que
lo visible aparezca, la fuente de luz en sí misma, no es visible.
Lo que hace que las cosas sean visibles, así pues, la visibilidad
misma de lo visible, no es visible. La luz no es visible. Lo que aquí
veo son, naturalmente, cosas visibles, son cosas luminosas, pero
la transparencia, lo diáfano — como dice Aristóteles, ya sabéis,
lo diáfano: lo que permite que la visibilidad misma aparezca— ,
lo diáfano mismo no es visible. Así pues, no vemos la visibilidad
de lo visible. Y esto hace que sea en un elemento nocturno, de
algún modo, de transparencia no visible, donde lo visible aparece.
O, dicho de otra manera, en este punto no hay oposición entre
lo visible y lo invisible, la visibilidad pura no se ve. La condición
de la vista, pues, no se ve. Y puesto que se dice que “la condición
de la vista no se ve”, puede decirse asimismo que el ojo no se
ve, que la condición para que el ojo vea es que no se vea. Una
reflexión que puede desplegarse también respecto a lo que se lla
ma el punto ciego, es decir, ese punto en el sistema óptico en el
que todo el campo de visión tiene que organizarse en tomo a un
punto localizable por la anatomo-oftalmología que se llama punto
ciego, la mancha ciega, el hlind spot Esta ceguera puede conducir
a la mancha ciega, pero también a una ceguera más infinita, in
definida, ilimitable, que cubre todo el campo. Todo el campo de
lo visible es un campo de invisibilidad y no hay oposición entre
visible e invisible. Hace falta entonces que él ojo no vea o no se
vea para ver. Arguyo — es la hipótesis que me guio, por decirlo
así, en esta exposición— que la experiencia intensa del dibujante
como deseo intenso de ver y mostrar, y de exponer, es decir, de
poner ahí delante, de mostrar lo que está expuesto y de exponerlo
a su vez delante, ante sí; que la experiencia y el deseo intenso del
dibujante no pueden no atender a esa ceguera, al punto ciego o
a esa ceguera esencial. El dibujante como vidente es alguien que
realiza, mejor que otro, la experiencia ejemplar de la ceguera y
busca no solo mostrar a ciegos, siempre, sino mostrarse a sí mis
mo, exponerse a sí mismo como ciego.
Esta temática me condujo entonces a hacer, de esa exposi
ción de ciegos, la exposición del autorretrato, es decir, a vincular
de algún modo el tema de las memorias de ciegos con el tema
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JACQUES DERRIDA
165
A PROPOSITO, EL DIBUJO
166
JACQUES DERRIDA
veo mis propios ojos, suponiendo que los vea. Así pues, imposi
bilidad de verse. Advertid también que, cuando intercambiamos
una mirada con alguien que ve, con un vidente, en la medida
misma en que vemos los ojos del otro viéndonos y en la medida
en que se produce esa extraña experiencia del cruce de miradas,
vertiginosa experiencia del cruce de miradas, vemos al otro vien
do y, por consiguiente, no vemos sus ojos. Vemos los ojos viendo
e intercambiamos un “viendo-viendo”, como se dice en francés
“donnant-donnant”18’, pero no vemos los ojos del otro. En cambio,
cuando los ojos del ciego están abiertos, los ojos de ciegos que
no nos ven, entonces sí que los vemos: los vemos como objetos,
podemos describirlos, etc., en la medida misma en que están
muertos y ciegos, entonces sí que vemos los ojos... En resumen,
solo los ojos de ciegos son visibles. Pero los ojos de videntes no
son visibles. Y esta experiencia en el autorretrato, y especialmente
en Fantin-Latour, de doble ceguera (intenta ver sus propios ojos
videntes viendo y, por consiguiente, no los ve; o bien, para verlos,
debe ver sus ojos como ojos de ciego y, en ese momento, verse a
sí mismo ciego), es esta experiencia terrible o angustiada cuyos
trazos, según creo, podemos presentir mirando eso.
Pero esto es relativamente secundario en relación con lo que
quería demostrar, a saber, que ningún análisis interno de un
dibujo llamado “autorretrato” puede probar que se trate de un
autorretrato. Cuando decimos: “Esto es un autorretrato de Fantin-
Latour”, pues bien, es así porque el señor Fantin-Latour dio por
título a esas obras Autorretrato. Pero, sin ese título, es decir, sin
esas palabras, o dicho de otra manera, esos acontecimientos de
discurso, sin esas cosas que están fuera del dibujo, fuera del cua
dro —que están en los bordes, que son parerga, por decirlo así,
exteriores de la obra [hors d ’ceuvre] que no pertenecen al adentro
mismo de la obra— , sin esos exteriores de la obra no podríamos
decir: “Esto es un autorretrato”. ¿Por qué? Pues porque el auto
rretrato, la definición del autorretrato es que solo se determina
como tal refiriéndose a alguna cosa que está fuera del retrato y,
por consiguiente, mediante un acto discursivo. Pero si analizáis el
18. Expresión idiomática que significa literalmente “doy yo y das tu”. [N. de T.]
1 6 7
A PROPÓSITO, EL DIBUJO
168
JACQUES DERRIDA
169
A PROPOSITO, EL DIBUJO
20. Tuvo lugar entonces un debate, no transcrito aquí, con los participantes del
seminario.
170
Pregnancias.
Sobre cuatro la vis de Colette Deblé
173
PREGNANCIAS
1 7 4
Nada que ver con un impresionismo. Rastros de agua y simiente de
las generaciones, huellas anegadas y trazos en transparencia. Con
vistas a sacar de nuevo a flote un cuerpo de la mujer.
(Esto podría ser, mucho tiempo después de la obra de Freud,
y de su título bien conocido, otra Introducción al narcisismo. Tesis,
hipótesis: Narciso es el Pintor.)
Olvidad la querella (quarell) que suscita, ella, con ellas, sin que
jarse jamás, sin inventarse historias pero sin clemencia, en silen
cio, la querella que suscita contra toda la historia de la pintura,
contra esos pintores patronos3, contra tantas manos y tantas ma
niobras de hombre, contra todos los maestros que han puesto en
escena y representado (ocultado, sublimado, elevado, violado, vela
do, vestido, desvestido, revelado, desvelado, re-velado, mitificado,
mistificado, denegado, conocido o desconocido, en una palabra
verificado, todo ello viene a ser lo mismo, la verdad): el cuerpo de
la mujer. Que lo ha soportado todo. Siempre la mujer soporte y
subyectil, la mujer-tema, la mujer habrá sido su tema4, no el de
Colette Deblé, a pesar de su apariencia. A través de las abrumado
ras capas de la memoria paterna (Veronese y Tintoretto y Tiziano
y Rubens y tantos otros maestros que han creado escuela, paten
tados mostradores y directores de escena), ella aguza una visión
sin ejemplo. Sin restaurar en ningún momento cuando saca de
nuevo a flote, tocando el original (está prohibido en los museos,
pero basta con que el vigilante esté de espaldas), la emprende con
el paradigma más venerable: estas, sus mujeres por fin liberadas,
mujeres que ponen el modelo en franquía, mujeres emancipadas
de la obra maestra capiterna que mantienen a distancia y, sin em
bargo, mujeres fieles, hijas y hermanas que ríen, amantes porta
doras de memoria (saben todo lo que están engañando), vírgenes
dispuestas o madres ligeras.
x75
PREGNANCIAS
176
JACQUES DERRIDA
desde qué punto de vista, con qué lenguaje, qué axiomas, qué archi
vo, qué otro cuerpo? ¿Quién sueña ahí? ¿Quién anda ahí? ¿Y por qué
no inventar otra cosa, otro cuerpo? ¿Otra historia? ¿Otra interpreta
ción?). En este sentido, puede oírse, a través del murmullo de estos
dibujos, una dulce y desarmada crítica a las autoridades sentenciosas
que presiden las grandes historias historiadoras de la mujer, incluso
de la representación de la mujer, las grandes narraciones seguras de
lo que estas cosas son, la historia y la representación, el hombre y la
mujer, y su aparición estabilizada en un cuadro, sin inquietud algu
na con respecto a lo que devienen el trazo o el color de una escena,
de un mito o de una historia cuando una mujer figura en ella de
otro modo que como figurante, cuando esta toma o también cuando
da figura, cuando se ve dibujada o pintada —y pintar o dibujar, lo
que puede significar, entre otras cosas, que, por supuesto, ella se ve
mirando hacia afuera, y al otro, por la ventana que también es un
espejo (pero no es ni voyeurismo ni narcisismo: pienso más bien
en una ecografía, en la astucia de Eco de la que diré unas palabras,
menos de una palabra, más tarde). Y, además, ella es una signataria
que pretende tan poco reivindicar la autoridad, el derecho de autor,
la patermaternidad, la propiedad legítima de las representaciones:
se mezcla con la muchedumbre, una entre otas en esta inmensa
historia de las mujeres como historia de la pintura.
Y, como si nada, perdida en la ola de las visitantes, trama algo
así como la Venus volada, entre mar y cielo.
Inventando otra lógica de la cita5, ella los cita, a esos grandes
capitanes de la representación, a esos pintores autorizados, pero
sin citarlos, pues, a ellos tampoco, sin citarlos a comparecencia,
sin que un gesto de justiciera redoble la violencia. Se burla suave
mente (tendríamos que decir a so capa) de la representación ma
gistral, burla su corpus familiar. Quizá homenaje irónico: habrá
que revisar todo eso. Esta teoría de las mujeres, solo la radiografía
(más precisamente, solo la atraviesa con rayos X, ya que su trabajo
siempre atraviesa) después de haberla desnudado riendo, siempre
5. Colette Deblé, Lumicre de l'air, op. cit., p. 15: "La cita pictórica no puede ser una cita
literal como lo es la cita literaria, porque pasa por la mano y la manera del citador”.
177
PREGNANCIAS
7. Ibid.
8. “Mi materia pintada está hecha de escurriduras, de salpicaduras, que confun
den la imagen y la constituyen al mismo tiempo [...]”, en Colette Deblé, Lumiére
de l’air, op. cit., p. 34. “Confunden” y “constituyen”, dice. Todo está dicho, fundir
y fundar, sobre el trabajo bullicioso de estas aguas: fundan, hacen y dejan fundir,
hacen la imagen deshaciéndola, la “constituyen” “confundiéndola”, la fundan, la
imprimen, la instituyen, le dan sus perfiles, y la hacen advenir en su aconteci
miento por lo borroso mismo que desplaza y tiembla la línea. En su impresión
húmeda, el cuerpo aparece allí donde tiene lugar, a través de su elemento, el ele
mento de ella, en el medio acuático del entre-dos: aquí es constituir confundiendo,
más allá, volveremos sobre ello, es borrar subrayando.
9. Me permito hablar inglés porque Colette Deblé se refiere a menudo a California
(“Los grandes cuadros vienen después de mis viajes a California” [ibid., p. 26] y a
menudo se ven pasar ahí, cerca de la costa, familias de ballenas”).
179
PREGNANCIAS
1 0 . Ibid., p. 2 8 .
180
JA C Q U E S D ER R ID A
11. En francés “averse”, que el autor escribe en cursiva para señalar el eco de "tr-averse”
(atraviesa); literalmente lo que hace Colette Deblé con sus kvís: hacer resonar en eco
y atravesar con lo líquido. [N. de T.]
12. En francés “signes et designes”, significando también literalmente "firmados y
des-firmados” [N. de T.]
181
PREGNANCIAS
13. Alusión a una nota de Sigmund Freud: “Psyché ist ausgedehnt: weiss nichts da-
vori’, “escrita el 22 de agosto de 1938, un año antes de su muerte” y publicada
postumamente en Schriften aus dem Nachlass, 1941, Gesammelte Werke, vol. XVII,
p. 152, pasaje que Jacques Derrida comenta detenidamente en El tocar, Jean-Luc
Nancy, op. cit., p. 31 y ss. [N. de E.]
182
JACQUES DERRIDA
14. Colette Deblé, Lumiere de Vair, op. cit., p. 15. (El subrayado es mío, J. D.).
15. Esta serie limitada a 888 lavis se ha convertido ya, según la artista, en una “infi
nidad”. [N. de E.]
16. Colette Deblé, Lumiere de Vair, op. cit., p. 15. La cursiva está en el texto. [N. de E.]
1 8 3
PREGrNAN CIAS
187
SALVAR LOS PHAINOMENA
188
JACQUES DERRIDA
189
afuera, la palabra “afuera” y la palabra “adentro”, el cuerpo y el alma
de las palabras, el afuera y el adentro en la frontera de todo lenguaje.
En suma, el nombre propio, lo veremos. Y cuando decimos el afuera
del discurso, no nos referimos a su apariencia exterior, sino a lo que
excede absolutamente. Metonimia, retórica del santo sepulcro en la
pintura del siglo XXI. La urna es la única que puede dar a pensar el
límite, el encierro, la exclusión, la separación, todo aquello que salva
perdiendo la voz. Ashbox es un presente, eso se ve, pero no da nada
que se presente. Se da a contratiempo así como opera el inconscien
te, la única condición de un don, si alguna vez lo hay: la cripta abso
luta de lo que nunca vuelve, la ceniza misma4.
4. Por homonimia, en francés “la cendre m'aime” puede significar “la ceniza me
ama [m'aime]” o “la ceniza misma [méme]’. [N. de T.]
190
¿No es así?
Habitamos, ¿no es así?, las cenizas de una historia tan antigua,
cuando con Sócrates y Platón, S. y P.5, lo pensable o lo inteligible
(noeton) se anunció en la figura de lo visible (eidos). Una figura
que quizá no es una metáfora. Paradoja únicamente aparente y
de la que justamente hay que salvar la apariencia: era la condición
planteada a lo que se podría llamar la logonomía, la ley misma del
logos. S. y P. pensaron el pensamiento bajo la luz del día y, sin em
bargo, esta asignación óptica no fue efímera. Durará hasta el fin
del sol, el cual, no lo olvidemos, no solamente da a pensar dando
a ver, no solamente engendra, sino que también quema y reduce,
lo reducirá todo a cenizas. ¿Se pueden salvar las cenizas del eidos?
¿Qué hay de nuevo bajo el sol, desde S. o P.? La pregunta resonará
sola en la noche de este laberinto.
Una obra como esta puede leerse de entrada, ¿no es así?, como un
homenaje fúnebre a la vieja pareja: no a S. y P„ sino a Dichtung und
5. Cf. Jacques Derrida, La Tarjeta postal, op. cit., donde “S.” y “P.” significan
“Sócrates” y “Platón”, pero también “sujeto” y “predicado”, Shem the penman y
Shaun the postman, Sword y Pen, sp (fr. “spéculer", idealismo especulativo), p.s.
(postal seivice). En definitiva, toda la “estructura postaleada de la letra (ibid.).
191
SALVAR LOS PHAINOMENA
En efecto.
6. Poesía y verdad. Derrida retoma esta expresión como una "traducción modesta,
anacrónica y torpe pero deliberadamente falseada" en Demeure— Maurice Blanchot,
París, Galilée, 1998, pp. 9-11: “ Dichtung und Wahrhdf, “Ficción y testimonio”.
192
JACQUES DERRIDA
7. En la expresión francesa “mon nom a l’&nv&rs” (mi nombre al revés), las palabras
“nom" (nombre) 7 “mon” (mi) son simétricamente reversibles 7 crean, por tanto,
trn. palíndromo. [N. de T.]
193
ttAijVAJK, u u d irrLfiJ.iNU'mjcji'jü
8. Martin Heidegger, “El origen de la obra de arte”, tr. esp. de Helena Cortés y
Arturo Leyte, en Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1996, p. 25.
194
JACQUES DERRIDA
J95
SALVAR LOS PHAINOMENA
9. Quizás se trate aquí de un error, pero también puede ser que Derrida esté ju
gando con la inversión de las letras S 7 P diseminadas en es te texto.
196
JACQUES DERRJÜJA
197
SALVAR LOS PHAINOMENA
10. Guillaume Apollinaire, “Il pleut”, Sic, n.° 12, diciembre de 1916, retomado en
Calligrammes, 1918, y París, Gallimard, 1966, p. 64.
198
y esta, de golpe, ya no se oye. A través de las palabras, el
espacio no es mudo, ni ciego, pero se convierte en la celosía,
le blind. Entrevé: párpados medio cerrados de los vocablos,
con pestañas, cejas, pupilas, lentillas (lens). Los ojos, como
estas palabras, son color. De este cambian. Oídla.
¿Por qué hablar aquí de los simili-conjuntos de S. P.? No
les pongo este sobrenombre en memoria de Sócrates y
Platón, ni del Spiritus Sanctus, ni del Self-Portrait, ni de
la Scéne Primitive, sino del parecido formal de una letra,
W, con alas de avispa, Wespe. Sabemos, ¿no es así?, lo que
hizo el Hombre de los lobos para despojarla. Y dentro de
la obra pseudo-autobiográfica o pseudonímica de SP, reso
nando en francés como Ashbox, hay una “Vida de H. B ”
(1982-1983). Henry Brulard, alias Beyle, alias Stendhal,
con palabras inglesas, una fecha de diario quizá (“Monday
14”), otras “Memorias de egotismo” para este francés, este
italiano, este inglés, este sosias peninsular.
199
SALVAR LOS PHAINOMENA
2 0 0
El dibujo con cuatro rodeos
1. CE Louis Aragón, Henrí Matisse, román, París, Gallimard, 1998, p. 224. (El su
brayado es de I-Ienri Matisse). [Salvo indicación contraria, todas las notas de este
texto son N. de E.]
1
EL DIBUJO CON CUATRO RODEOS
2. Ihíd.} pp. 519-522. Cf. también Lotus Aragón, “Matisse parle" [1947], en CEuvres
completes, t i, Olivier Barbarant (ed.), prólogo de Jean Ristat, París, Gallimard,
2007, p. 1080.
204
JACQUES DERRIDA
3. A lu s ió n a la e x p o sic ió n e p ó n im a d e V a le r io A d a m i. C f. Ja c q u e s D e r r id a , “+ R
20$
Éxtasis, crisis.
Entrevista con Valerio Adami y Roger Lesgards
Extase, ciise. Entretien avec Valerio Adami, Jacques Derrida'et Roger Les
gards. Entrevista publicada en el catálogo Valerio Adami Couleurs el Mots,
París, Le Cherche Midi éditeur, “Couleurs et mots”, 2000, pp. 27-45.
La publicación de la entrevista iba acompañada de reproducciones
de las siguientes obras de Valerio Adami: litografía realizada por Valerio
Adami y Jacques Derrida, a partir de Glas; Ritratto di Jacques Dupin, dibu
jo, 3 de marzo de 1973; Música in casa, 1 9 8 0 ,1 9 4 x 2 6 1 cm, colección par
ticular, Hamburgo; Recital, 1 9 9 1 , 19 8 X 147 cm; Concerto a quatre mains,
1975, 243 x 365 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin; Trio,
198 x 147 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin; La teñe natale,
19 9 4 ,1 8 0 x 245 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin et Figura
in casa, 19 6 9 , 1 9 8 x 147 cm, colección particular, París; Circus perfomers,
1988, 147 x 198 cm; II molo delVartista e di rappresentare il trágico, 1976,
198 x 147 cm, colección particular, Hamburgo; L. T. (Tolstoi), 1 9 8 9 , 1 9 8
x 147 cm, colección Elen David Weil, Nueva York; La montee a VAcropole,
I 9 9 5 >I 9 4 x 260 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin; Viaggio
in treno, 19 91, 198 x 147 cm, colección particular, Milán; Attentato, 1971,
243 x 180 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin; Dr Sigmund
Freud, 19 7 2 ,19 8 x 147 cm, colección Fondo Adami-Institut du dessin.
209
ÉXTASIS, CRISIS
i. Jacques Derrida, Glas, op. cit., p. 219 b. “J ’oubliais. Le premier vers quej’aiepublié:
‘glu de Vétang lait de ma mort noyée'.” [Salvo indicación contraria, todas las notas de
este texto son N. de E.]
2 1 0
Beaubourg, titulada Le Voyage du dessin, y me propuso generosa
mente escribir el texto del catálogo. En este texto2, desarrollo un
análisis —más claro, más paciente— del arte de Valerio. Nuestra
amistad se consolidó, se profundizó, a medida que avanzaba este
trabajo en común —digo “trabajo en común”, pero era su trabajo,
lo repito, yo seguía como podía. En el verano siguiente pasamos
las primeras vacaciones en Arona, nuestras primeras vacaciones
italianas...
211
EXTASIS, CRISIS
Valerio adami:
Tenía muchas certezas sobre el arte, pero hoy
me he dado cuenta de los límites de mis conocimientos... Hace
algunos años, habría dicho que la pintura tiene una fascinante po
sibilidad de narrar —aunque, como tu mismo señalas, mi trabajo
nunca ha intentado narrar nada. El objetivo era más bien utilizar
signos que, por sí mismos, pudieran representar...
212
JACOTES DERRIDA
213
a la mano, como en el cuadro de Ribera en el Prado donde un cie
go acaricia una escultura clásica griega... Desde el momento en el
que se cierran los ojos y se empieza a tocar un objeto, se adquiere
otro conocimiento de él, diferente —quizá el verdadero conoci
miento del objeto, el que pasa por los sentidos táctiles. Así trabaja
el pintor. En el siglo XIX, un estudiante de Bellas Artes probaba
su talento dibujando una mano. La mano ha sido siempre una de
mis obsesiones...
214
JACQUES DEKKílJA
215
ÉXTASIS, CRISIS
2x 6
JACQUES DERRIDA
Valerio adami: Solo una voz interior me dice: “Vas por buen
camino, detente ahí".
217
EXTASIS, CRISIS
218
Se invierte en y se ocupa simbólicamente el espacio, lo mejor po
sible. Pero una vez encontrada la mejor forma y una vez asegu
rado el dominio máximo, se firma y se corta el cordón umbilical.
Entonces la obra deviene obra y prescinde de su creador. Es otra
satisfacción, que es dolorosa porque es el momento de partir, de
separarse: la obra se separa de su creador. Viene de él, puesto que
él es su autor, el signatario, y parte de él, en el sentido en que se
separa. Procede de él, liberándose, emancipándose.
219
ÉXTASIS, CRISIS
5. Cf. Jacques Derrida, De la gramatologCa, op. dt. p. 126: “En deno modo, 'elpensa
miento’ no quiere dedr nada.37. (Subrayado por el propio Derrida dentro del libro).
Del color a la letra
223
DEL COLOR A LA LETRA
cuestión del título. Un título debería, entre otras cosas, ttsugerir algo al
espectador, darle una indicación poética”1.
Gradas al título, Pentateuque, el soñador proyecta en la escena así ti
tulada una espede de zoología real, la visión, sí, la visión de una teo-zoolo-
gía política: un noble animal; un dios quizá, un señor soberano, un viviente
anhumano bien podría intentar, aunque en vano, de vacío, admirar su
rostro en algo pareado a un espejo sin imagen. Un espejo que podría tener
cautivo, pero no hace nada con su poder capturador—y no toma rehenes.
Es derío que a menudo el pintor habla de "captar”: no se trata de encarcelar
a alguien o algo, sino por ejemplo de una pintura que debería de "captar los
ritmos esendales”2. Y, por otraparte, ¡hay tantos espejos en Atlanl No ha de
jado de especular con la especularídad. El soñador sueña con convertirse en
sufiel, su huésped o su rehén. Sueña con convertirse, al menos en reladón
con la pintura, con esta, y para verlafinalmente, en un hombre defe.
¿Por qué cedería entonces al deseo de considerar Pentateuque, este,
filmado por Atlan, un pseudónimo? ¿ Un pseudónimo a fuerza de ver
dad? El título Pentateuque no sería una representadón, ni tampoco una
referencia o una cita, sino un sustituto metonímico: en este, un nombre
figuraría en lugar de otro, para más de algún otro, una parte por el todo,
etc. Estoy diciendo el Pentateuque, este, el Pentateuque de Atlan que solo
tiene lugar una vez, una vez por todas, el cuerpo insustituible de esta obra,
este alfabeto de antes del alfabeto, esasfranjas de letras entrelazadas, esos
quipus buscando sus palabras en la noche. Pentateuque se convertiría en
una metonimia entre otras, cierto, pero a favor de su desplazamiento el
1. Por ejemplo, Alian apunta en uno de los textos recogidos bajo el título “Les dits
du peintre" en Atlan, Premieres PéHodes, 1940-1954, París, Adam Biro, 1989, p. 192:
“Ciertamente, el problema de los títulos es irritante. En obro tiempo, di. Ahora vuel
vo a darlos. Algunas veces me ha dado pereza buscarlos. Pero el título es necesario.
Primero, por una razón práctica. Se da un título a una tela como se da un nombre a un
niño. Es más cómodo que un número. Después es más fácil de ver de qué tela se trata.
Además, el título sugiere algo al espectador, da una indicación poética. Sin hablar de
los cuadros ‘sobre temas’ donde el problema queda resuelto de entrada, ni de esa técni
ca un poco vista, fádl pero fastidiosa, del título pseudo-surrealista.. Habría, pues, una
es trategia retórica del título y del sin-título en Alian. Podría dar lugar a una taxonomía
sistemática (entre el significante simbólico ■—o motivado—■y el significante arbitrario
—o aleatorio, entre lo descriptivo, lo denotativo, lo connotativo, la metonimia, la sinéc
doque, la catacresis, etc.). “Sugiriendo” o dando “una indicación poética" se pueden
interpretar todos estos papeles, y muy cerca de mí, el soñador no se privará de ello.
2. Citado más adelante en la nota 4. (Ibid. p. 204) [N. de E.]
224
©Frangois Loubrieu, dibujo a tinta
©Colette Deblé, Díane découvrant la gi'ossssss
de. Calixto de Jean Daret, 40 x 30 cm, aguada,
colección particular
©Salvatore Puglia, Vid d& H. B 1982-1983,
24 x 30 cm, tinta'y collage sobre papel
©Valerio Adami, Viaggio in treno, 19 91,
198 x 147 cm, Milán, colección particular
©Jean-Michel AÜan, Sans titre, óleo sobre tela,
195 x 114 cm, París, colección particular, catálogo razonado n.° 299
©Gary Hill, Distúrbame Install i and 2, Montreal,
Musée d’Art contemporain de Montréal, 1998.
Foto de Richard-Max Tremblay
JACQUES DERRIDA
225
DEL COLOR A LA LETRA
3. “[...] para un pintor, lo importante no era la visión de la realidad sino, más bien, la
realidad de su visión”. “[..,] la labor esencial de la joven pintura consistirá en sustituir
la visión de la realidad por la autenticidad y la realidad de la visión” (ibid., p.179) [Las
cursivas son de Jacques Denida (N. de E.)j. “En este sentido, se ha dicho de mi obra
que era la de un visionario.”[Ibid., p. 205. Las cursivas son mías.)
4. Éxodo, 20,4,13. Cito de manera un poco arbitraria una'traducción [al francés] con
vencional, la de Segond. Bajo el título “La loi ou le Pentateuque", la traducción de la
Bibliothéque déla Pléiade (bajo la dirección de Édouard Dhormes, París, Gallimard)
introduce la palabra “ídolo" y borra la “piedra tallada”: “No te harás ningún ídolo,
ni ninguna imagen../' [...] “No matarás/' Por su parte, [la -traducción francesa de]
André Chouraqui vuelve a introducir la piedra bajo el modo de la “escultura": “No
harás para ti ni escultura ni ninguna imagen..." [...] “No asesinarás." Esta última
precisión es importante, pues distingue el matar o la matanza en general, el matar
en general, del asesinato. Dios podrá prescribir, poco después, matar al asesino, lo
que sería inconsecuente con un “no matarás" en general.
Me atrevo a pensar que estas cuestiones de -traducción también son claves para la
relación de la pintura (la de Alian en particular) con la figuración o con la no-figura-
dón, pero también con la vida que se da, con la vida que se quita. Cierto pensamien
to de la vida (así pues, de la psyche, del soplo vital, de la respiración acompasada)
anima en AÜan tanto su concepto del ritmo o de la danza como su desafío constante
a la pareja abstracción/figuración:
“[...] es el ritmo el que está en el origen del soplo y de la vida, puesto que es el ritmo el
que inventa las formas, es el ritmo el que insufla a la danza ese algo sagrado que tam
bién anima la pintura. [...] El pintor es ante todo un bailarín, un bailarín ‘abstracto1 que
se lanza al espacio de su tela y que no solamente pinta con sus ojos, sino con el movi
miento de su cuerpo y de sus músculos. Tanto el pintor como el bailarín deben captar
los ritmos esenciales, respirar con ellos. El ritmo, claro está, solo vive para nosotros
226
J A U U U i ü b JJUilXiXJJL»^.
no ha pedido a Moisés que transmita sus “juicios” (de entre los cuales,
la pena de muerte para el asesino: "Aquel que golpee a un hombre
mortalmente será castigado con la muerte”5).
De repente, entre estos dos momentos, como sí presintieran la veni
da de esas extrañas y aterradoras amenazas —la pena de muerte, en
suma, instituida por el Dios del “No matarás"—, los hijos de Israel ya
no quieren oír. En verdad, sí que quieren, pero ya no quieren oír la voz
sola, la sola voz de Dios, la única voz solo de Yahveh. Ya no oyen, de
ciden, están decididos —¡qué decisión están tomando, qué pasa con
esta decisión, qué les pasa!—, les parece que ya no oyen, dirigiéndose
directamente a ellos, apostrofándoles, la palabra de Dios. Claman su
decisión: “[...] pero que Dios no nos hable, por miedo a morir J ”6.
animando tina materia [...] esta materia pictórica también vive. Es la carne del cuadro",
Jean-Michel Atlan, “Lettre á des amis japonais", ihid., p. 204.
5. Éxodo, 21,12, tr. fr. de Segond. “Aquel que golpee a un hombre y este muera será
matado” (tr. fr. de la BiblioÚiéque de la Pléiade, op. cit). “Golpeador de hombre que
muera morirá, este morirá" (traducción fr. de A. Chouraqui). Sabemos que Dios apli
ca estas condenas a muerte bastante más allá y también amenaza a todo aquel que rap
ta a un hombre para venderlo, a todo aquel que mata o maldice a sus padre y madre.
6. Éxodo, 20 ,19, tr. fr. de Segond, “[...] ¡que Dios no hable con nosotros, por miedo
a morir!" (tr. fr. de la Bibliothéque de la Pléiade, op. cit). “¡Que Elohim no hable
con nosotros, con tal de que no muramos!" (tr. fr. de A. Chouraqui).
227
DEL COLOR A LA LETRA
primeras palabras que son órdenes y que parecen abrir una lucha a muer
te entre Dios y su pueblo? Por otra paite, no oír más no siempre significa
empezar a ver, a pintar, a anudar o a escribir.
2 2 8
JACQUES DERRIDA
8. Éxodo, 20, 18-19, tr. fr. de Segond. "Pero todo el pueblo veía los truenos y los
fuegos, el sonido del cuerno y la montaña humeante: el pueblo lo vio y temblaron
y se mantuvieron lejos. Entonces, dijeron a Moisés: ‘Habla con nosotros, tú, y
nosotros lo escucharemos; ¡pero que Dios no hable con nosotros, por miedo a
morir!'.” (tr. fr. de la Bibliothéque de la Pléiade, op. cit.). “Todo el pueblo ve las
voces, las antorchas, la voz del shophar, la montaña humeante. El pueblo ve. Se
mueven y se mantienen lejos. Dicen a Moshé: “Habla, tú, con nosotros y nosotros
escucharemos. Que Elohim no hable con nosotros, ¡para que no muramos!” (tr.
fr. de A. Chouraqui).
229
DEL COLOR A LA LETRA
9. Éxodo, 20, 20 y 21: “No os asustéis, pues Elohim ha venido para poneros a
prueba ]y para que su temor esté ante vosotros para que no pequéis” . “El pueblo
se mantenía alejado...” (tr. fr, de la Bibliothéque de la Pléiade, op. cit) “‘No os es
tremezcáis. Sí, Elohim ha venido para poneros a prueba y para que su temblor esté
en vuestros rostros, para que no cometáis una falta’.” “El pueblo está alejado...”
(tr. fr. de A. Chouraqui).
10. Tr. fr. de Segond. “Yahveh dice a Moisés: ‘Hablarás así a los hijos de Israel
[...] No haréis junto a mí dioses de plata y dioses de oro, no os los haréis...” (tr.
fr. de la Bibliothéque de la Pléiade). “Dirás así al Bendecido Israel [...] No haréis,
conmigo, Elohims de plata y Elohims de oro, no los haréis para vosotros.” (tr. fr.
de A. Chouraqui).
11. Está daro que la fuerza se despliega y se inscribe el acontecimiento de estas
obras más allá de cualquier temática. Y, ante todo, los colores o sus trazos. Pero
el peligro del tematismo acedía fatalmente todo discurso, soñador o no, sobre esta
pintura, sobre todo si tomamos los títulos como pretexto. Fatalmente, porque nin
gún discurso se liberará nunca de la tematización. Cada palabra, cada concepto
hace surgir un tema. Aunque también se puede actuar con astuda, se puede fingir
que se cede al tematismo para hacer otra cosa, otra cosa totalmente distinta. No-
tematizable. Como si se hablara del color a la letra, de sus formas y de su fuerza a
la letra. Como si, sin mimetismo, la palabra tomara color, se convirtiera en color
—o como si el color, con tina “voz de final de silencio”, tomara la palabra. A fuerza
de escritura y de composidón.
Le toca entonces al lector ver, oír y poner de su parte. Le toca a él arriesgar la
contrasignatura.
230
JACJColUJJJtí JÜ1ÜKKLUB.
231
DEL COLOR A LA LETRA
.
2 Desmesurar la grandeza
13. Libro de los Reyes 19, 11-13. Hemos citado, siguiendo este orden: otra vez,
Segond, la Bibliothéque de la Pléiade y Chouraqui.
2 3 2
JACQUES DERRIDA
dinámico, para activar por mi parte, con una sola palabra, las dis
tinciones kantianas. Aquí, habría que emplear estos conceptos para
analizar el “efecto Atlan”. Quedaría por saber si las oposiciones
kantianas (bello/sublime, sublime matemático/sublime dinámico)
resisten esta prueba. No voy a intentar esta prueba verdaderamente,
como tocaría hacerlo, sin embargo, en homenaje a un pintor que fue
primero un profesional y un profesor de filosofía. Esquema, esbozo,
a muy grandes trazos: el sublime matemático califica la grandeza
absoluta, más allá de toda medida, de toda comparación, e incluso
de toda evaluación sensible de la medida (grande o pequeña, por
ejemplo pequeño o gran formato: el sublime matemático requiere
un formato fuera de dimensión, absolutamente grande o infinita
mente pequeño; pero el “gran formato” puede indicar el “fuera de
formato” del sublime). Aquello de lo que tratan las obras de Atlan (su
“presunto” tema, su “tema” y no su acontecimiento, no su existencia
misma, su acto, su espacio, sus rasgos, sus colores) diré, todavía en
términos kantianos, que ello bascula a menudo entre lo prodigioso
(Ungeheuer), a saber, lo enorme, lo inmenso, lo excesivo, lo inaudito
y, por otra parte, lo colosal (kolossolisch14), a saber, la presentación, la
puesta en escena, la comparecencia de lo que parece “casi demasia
do grande para toda presentación” (derjur alie Darstellung beinahe
zu gross ist”13): casi impresentable. El “casi impresentable” sería una
categoría bastante adecuada, casi adecuada, para determinar aquello
por lo que, cada vez, se deja provocar Atlan. Pero yo habría privile
giado, para emplear esta categoría en cada obra de Atlan, lo sublime
dinámico, el que está vinculado a la idea de potencia (Macht). Vin
culado, más precisamente, al poder (Gewalt) que se impone sobre
la resistencia de lo que también posee potencia. Y asimismo habría
privilegiado, a la atención del soñador que acabamos de dejar, y muy
cerca de cada cuadro de Atlan, tres observaciones de Kant.
14. Me permito remitir aquí al análisis que dedico a ello en otra parte ("Lo colosal7’,
en el ensayo “Parergon”, en La verdad en pintura, op. dt.).
15. Emmanuel Kant, De la apreciación de las magnitudes de las cosas de la natura
leza, exigida para la idea de lo sublime, § 26, en Crítica del juicio [en la tr. de M. G.
Mórente, ed. Gredos, 2010, vol. II, p. 381, se traduce “Darstellung” por “exposi
ción”. N. de T.], citado por Jacques Derrida en “Parergon”, en La verdad en pintura,
op. dt., p. 132 y ss. [N. de E.]
2 3 3
DEL COLOR A LA LETRA
16. Emmanuel Kant, Crítica ddjuicio, tr. esp. de M. G. Morente, f 29, nota general,
p. 402. [N. de E.]
234
JA(J<oiUlíJ¡á DlÜKJtílDA.
17. Cf. Khora, tr. esp. de Diego Tatian, Córdoba (Argentina), eds. Alción, 1995.
Me autorizo este rodeo “platónico” a partir de lo que expone Kenneth White, en
el bello estudio que dedica a la vida de Atlan y que justamente lleva este títu
lo: “Une Atlantide picturale, essai de biographie” (en Kenneth White y Jacques
Polieri, Atlan. Catalogue raisonné de l’ceuvre compkt, París, Gallimard, p. 47). “Ya
en su clase de filosofía, Atlan se interesaba por Platón, por la imagen... y por la
Atlántida...” Cf. también p. 122.
18. Platón, Timeo, en Diálogos VI, tr. esp. de María Ángeles Durán y Franciso Lisi,
Madrid, Gredos, 1992, 22 d, p. 164.
235
DEL COLOR A LA LETRA
19. Comparemos, como mínimo a título de curiosidad, cierto pasaje del Timeo (25
c d, p. 168) —sobre el silencio de muerte, el silencio sin nombre que sigue al ca
taclismo— con el del Libro de los Reyes que citábamos más arriba para dar a enten
der la “voz de final de silencio": “Pero en el tiempo que siguió, hubo terremotos
espantosos y cataclismos. E11 el espacio de un único día y de una noche terribles,
todo vuestro ejército quedó engullido de un solo golpe bajo la tierra, e incluso la
isla Atlántida quedó hundida en el mar y desapareció. Por ello, pues, a día de hoy,
este océano de ahí abajo sigue siendo difícil e inexplorable, por el obstáculo de los
fondos cenagosos y muy bajos que la isla, hundiéndose, depositó."
23 s
JACQUES DERRIDA
237
DEL COLOR A LA LETRA
Por otra parte, en cambio, como debo decir, debo hablar, esas
telas me hacen hablar. Y hasta explicar historias. Uno acabará dán
dose cuenta de ello y, sin duda, quejándose. Tentación de lo que no
puede callarse. Entre todas, me gustaría reconocer, a través de estos
cuadros, una historia espectral de las religiones entre Asia, Grecia y
el Medio Oriente bíblico. No puedo ni debo guardar silencio sobre
ellos. Justo ahí donde, más allá de cualquier representación figural
asegurada, sobre todo humana, no llevan título, ahí donde no se
dejan llevar por un título, ahí donde no sobrellevan el título. Ah,
cuántas historias podemos explicar, solo para ver, ya sea sobre cada
cuadro de “gran formato” —a respetar en su soledad y su singu
laridad absoluta, la de un hápax—, ya sea sobre su configuración,
como si hubiera ahí una secuencia narrativa cifrada, como si hu
biera que reconstituir una narración, para conjugar en el mismo
relato tanto el nacimiento de los monoteísmos sobre el fondo de
un paganismo resistente para siempre jamás como cierto origen
de la pintura, incluso de todas sus filiaciones. Estas se habrían (re)
alzado con(tra) el fondo de una prohibición originaria de la repre
sentación, ya sea figurativa o abstracta. Pintura de lo sublime o de
lo colosal: véase más arriba, hada el Altísimo.
Desde el prindpio, directamente o no, hemos dado vueltas a
la cuestión de la talla, de la dimensión, de la medida, del formato.
¿Qué hace un pintor cuando escoge el formato de una tela, cuando
la enmarca así antes de todo marco? Siempre me lo he preguntado.
¿Qué dedde un pintor en reladón con esto, cuando su decisión
parece detenerse en tal o tal otra dimensión? ¿ Qué/'quién dedde en
tonces en él, qué personaje, qué novela de formación del formato?
238
Estamos pensando, claro está, en los casos en que esta dimensión
no viene impuesta, como se produjo tan a 'menudo, casi siempre,
en la historia de la pintura, debido a las limitaciones aparentemen
te externas de un encargo o de un lugar de inscripción.. Cuando un
pintor cree que escoge él mismo, por sí mismo, sin- necesidad exte
rior, el formato del cuadro, sin duda se le puede interrogar sobre
ello, y a menudo os dará explicaciones más o menos convincentes.
Os dirá por qué, conscientemente, creyó tener que detenerse en
tal o tal otra dimensión. Pero nada nos impide buscar, en la noche
del inconsciente, y sin contar nunca con una certeza calculable, un
vínculo secreto entre cierto “adentro” del cuadro (y no tiene que ser
necesariamente una figura o un “sujeto”) y sus dimensiones, véase
la inadecuación de la talla y del movimiento.
Puede que haya un secreto de la des-mesura. Atlan siempre
me pone en esta pista: el secreto de la desmesura. La mística de
este secreto alia, en su cripta, una medida con un nombre, un
nombre dicho o un nombre escondido.
Toda pintura, toda pintura como tal, e incluso si aparentemen
te porta y soporta, como su “sujeto”, un título, es decir, un nombre
(y los títulos sin sustantivo son poco habituales, si los nombres
son comunes o, como a menudo en este caso, si son propios, o,
aún más, si dudan entre lo propio y lo común, incluyendo siem
pre en todo caso algún nombre propio dentro del nombre común:
Le grand roi Atlante, Tanit, Calypso III, Baal Guenier, Pentateuque,
Le Tao, La Redoutable, Les Miroirs de l’Asie, Jérícho, Sodome, La
Kahena), toda pintura digna de este nombre, pues, como tal, tie
ne vocación de esquivar el nombre, quiero decir el título. Ahí se
expondría su esencia y su espacio, el espaciamiento mismo de
su espacialidad —y literalmente su color. De ahí la energía de
la danza y de su canto. Ahí donde, esquivando el nombre, de-
nombrándose, sigue llamando y da su lugar al nombre. Irresis
tiblemente. No se llama con tal o tal otro nombre, ella llama un
nombre. El Pentateuco también es la historia de un Dios único de
nombre impronunciable, de un Dios [Dieu] cuyo nombre, uno de
los nombres no deja de decir también el Lugar [Lieu],
Así pues, ¿no hay, desde ese momento, una teología negativa
obrando en la pintura que describe esta pintura de Atlan? Pintura
239
DEL COLOR A LA LETRA
20. Jean-Michel Atlan, “Les dits du peintre”, en Atlan. Premieres Périodes, 1950-
1954, op. cit. p. 192. [N. de E:]
240
JACQUES DERRIDA
241
JJJULt UÜJLOH A liA L E T R A
242
rehén”23* El huésped y su otro, el visitante o el invitado se convier
ten, entonces, uno por el otro, en rehenes.
(Aquí, sobre el fondo de estos rostros sin figura, y en memo
ria de la Ocupación o de la Resistencia, experiencia común para
ambos, yo acercaría a Atlan y al Fautrier de los Otages. Seguida
mente, intentaría desplazar esta terrible lógica del sujeto (del su
jeto “huésped” o “rehén”) hacia el suhyectil, a saber, el soporte de
una pintura, lo que le asegura su unicidad de obra insustituible,
sustraída tanto a la reproducción como a la sustitución. La hospi
talidad hace del huésped un rehén apostando con esta unicidad, es
decir, el cuerpo, es decir, el cuerpo del subyectil, a la vez cuerpo
propio y cuerpo objetivo, cuerpo en el mundo.)
Cuando, en relación con AÜan, Levinas habla de la “desnudez”,
sin duda está pensando en esta vulnerabilidad del huésped y del re
hén. Así como hay que inscribir cada uno de los “grandes formatos”
recogidos aquí en familias, si me atrevo a formularlo así, de congéne
res, pertenezcan o no a la misma época (por ejemplo, el grupo de las
Calypso o de Jéncho, Pentateuque, Sinai (1957) y tantos otros “sujetos”
bíblicos, luego los Miroirs de VAsie y tantos otros Miroirs, como por
ejemplo Miroirs magiques du roi Salomon (1959), luego Baal guenier;
Tanit y la serie de los Salamboo, luego La Kahena y Peinture herhére
(1954), etc.), de igual modo hay también que reinscribir la lectura de
AÜan por Levinas en la cadena de un discurso que a su manera llama
ético y que, más pronto y más tarde, piensa conjuntamente sin cesar,
en el mismo gesto, la desnudez y la vulnerabilidad, la exposición del
huésped y del rehén, la misericordia en el sentido propiamente bíbli
co de la palabra —y la obra de arte. Hay que leer así la conclusión del
ensayo sobre AÜan (“[...] el arte busca la cosa sin vestido [...] la belleza
de la cosa es su desnudez [...] Erotismo casto, ternura, compasión y
quizá misericordia que dan a pensar en la Biblia”2^). Estas últimas
23. Emmanuel Levinas, “La sustitución”, en De otro modo que ser o más allá de, la
esencia, tr. esp. de Antonio Pintor Ramos, Salamanca, Sígueme, 2003, p. 187-188.
Analizo estos fragmentos y esta “lógica” en Adiós a Emmanuel Levinas: palabra de
acogida) tr. esp. de Julián Santos Guerrero, Madrid, Trotta, 1998, p. 98 y ss.
24. Emmanuel Levinas, “Atlan et la tensión de Tart”, en Atlan, Premieres Périodes,
1940-1954, op. cit, pp. 20-21.
243
DEL COLOR A LA LETRA
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JACQUES DERRIDA
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JJJfcüia U U i - l U i C ü . JLiA. J L i J U T J ^ A
29. Atlan dijo un día: “Mis poemas solo preceden mi pintura de algunos meses.
Lo que me conmovía en la poesía era el lado de letanía y ritmos. Pasé de la poesía
a la pintura como un bailarín que descubre que la danza lo revela mejor que las
encantaciones verbales.” (citado por Kenneth White, en Jacques Polieri y Kenneth
White, Atlan. Catalogue raisonné de Vceuvre complet, op. cit., p. 73).
“Debajo” de la pintura, de la escritura y del
dibujo: soporte, sujeto, supuesto y suplicio
i. El autor pone aquí en cursiva los prefijos de estos términos porque significan,
precisamente, “debajo de”. Aprovechamos asimismo para señalar que el térmi
no “subyectil” es un neologismo en castellano que remite al trabajo del propio
Derrida sobre Artaud, en su texto titulado "Forcener le subjectile”, op. cit. En el
Trésor de la Langue Fraii^aise (TLF), “subjectile” sí que aparece y se define como
“la superficie exterior sobre la cual el pintor aplica una capa de pintura, de barniz,
etc.”. [N. de T.]
2 4 9
“DEBAJO” DE LA PINTURA, DE LA ESCRITURA Y DEL DIBUJO
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JAU'UUÜlb' JJiliKKJJLJÜ.
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“DEBAJO” DE LA PINTURA, DE LA ESCRITURA Y DEL DIBUJO
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leñoso de un cuadro, con la madera, con la sustancia pétrea o
metálica de una escultura. Ellos tienen, entre otras responsabili
dades, la responsabilidad, la celosa conservación de lo que en la
obra no se reduce a la superficie o al encima visible o legible de
la forma o de la representación. Hay obra, esa obra a la que se
consagran lugares como este, hay obra ahí donde hay unicidad
y singularidad, irremplazabilidad, no-reproducibilidad, es decir,
ahí donde lo que se impone, lo que marca la ley, es esa indisocia-
bilidad, esa irreductibilidad del debajo como cuerpo, ahí donde
esa imposibilidad, incluso esa prohibición de tocar el cuerpo del
soporte (para neutralizarlo, destruirlo, remplazado, reproducirlo,
disociarlo), ahí donde ese no-poder o ese no-deber-tocar el cuerpo
del suporte, ahí donde ese deber-no-tocar el cuerpo del soporte,
ese tacto, ese respeto absoluto, es el principio mismo, el comien
zo de esa experiencia, de una experiencia que se lleva a cabo junto
a la obra de arte, que le da por prueba una marca de respeto por la
unicidad absoluta de cada obra. Ahora bien, esta unicidad depen
de de la indisociabilidad de la que estoy hablando: sea cual sea su
materia, el cuerpo del soporte es una parte indisociable de la obra.
Amar el arte, dedicarse o consagrarse a él, como se hace aquí, es
ante todo saber que no debe separarse el soporte de la obra, que
esta no podría separarse de lo que parece sostenerla por debajo,
ese debajo del que no podemos separarnos.
Ahora bien, aquí habría como una doble inseparabilidad, una
sobrepuja en lo inseparable. Empezaré sugiriendo que lo insepa
rable mismo se divide o se multiplica. Se separa sin separarse de
sí mismo. ¿Cómo? No podemos separarnos de lo que, en el cuerpo
de una obra, no tolera la separación, no podemos y no debemos
separarnos de lo que sostiene y mantiene como inseparables esos
dos cuerpos que son, por una parte, la sustancia del soporte o del
subyectil (palabras que indican claramente lo subyacente de lo que
está debajo) y, por otra parte, el encima de la forma: la superficie,
el volumen, la representación, el trazo, el color, etc.
Antes de privilegiar dos motivos y dejarme guiar por dos pre
guntas en el campo inmenso de esta problemática —la singular
cuestión del papel, de entrada (de lo de abajo como papel, ya que
todos los debajos y todos los subyectiles no son de papel), y la
255
“DEBAJO” DE LA PINTURA, DE LA ESCRITURA Y DEL DIBUJO
256
JACQUES DERRIDA
257
•JJU iüA JU U1U L.A J^UNTUUA, UUJ J_iA ISHUUITUKA Y UHiL. J J it í U J U
258
Benjamín) y [a la vez] un volverse-mercancía aparentemente des-
acralizante —así pues, sacralizante y desacralizante, indecidible-
mente sacralizante-desacralizante cuando la sacralidad misma de
la obra proporciona la plusvalía y la sobrepuja especulativa a la ra
reza (y la unicidad del cuerpo del original, la unicidad del vínculo
con el debajo, es la rareza absoluta, es lo absoluto de la rarefac
ción: no hay nada más raro que lo único, lo singular; es la rareza
por excelencia). Todo esto es bien sabido, todo esto depende de un
“nunca desearé separarme de un inseparable, quiero permanecer
inseparable de lo inseparable, siempre uno con él o lo más cerca
posible de lo que le es lo más propio, etc.”, todo esto va de suyo y
no insistiré más. Lo que quiero subrayar ahora es lo que llamaba
la dramaturgia de la obra, la dramaturgia del ergon, el drama que
atormenta y actúa, el drama que opera en la obra (es lo que sig
nifica dramatui'gia, la urgía señala el trabajo, la energía del ergon
y la operación de la obra), la dramaturgia que opera directamente
en la obra misma, en el opus mismo, en la operación misma del
opus, en su producción misma originaria, a saber, la paradoja de
un pliegue que lo complica todo en la estructura de lo único. Y es
que, como es bien sabido, no todo lo que es único se valora, de
sea, fetichiza, sacraliza como tal simplemente porque es único; no
todo lo que es único es considerado raro. Lo que nos afecta, en eso
único que consideramos una obra, lo que se inviste de sacralidad
y de plusvalía, es justamente lo que viene permitido por el debajo
del soporte, a saber, una emancipación, un despegarse de la obra
que subsiste fuera de nosotros, subsistencia garantizada por cierta
sustancialidad autónoma que le permite desprenderse de nosotros,
que puede despegarse de nosotros, separarse de nosotros, sobrevi
vir a nuestra ausencia y a nuestra muerte. O dicho de otra mane
ra, ahí donde el debajo subyectiliano, ahí donde el soporte parece
implicar la inseparabilidad de todos los cuerpos (la inseparabilidad
entre el cuerpo del soporte y el cuerpo de lo que el soporte soporta,
la inseparabilidad también en el cuerpo a cuerpo entre el artista y la
obra, la inseparabilidad entre el admirador, el amante, el amateur
o el coleccionista que quiere conservar y no separarse de la obra),
ahí donde el debajo sella y funda todas esas inseparabilidades, pues
bien, paradójicamente, por ello mismo, ahí mismo se produce y
259
"DEBAJO” DE LA PINTURA, DE LA ESCRITURA Y DEL DIBUJO
4. C£, entre otros, Jacques Derrida, Glas, op. cít, pp. 231 a-236 a, y también “ Un
verme de seda”, en Velos, oprát., p. 80.
260
JACQUES DERRIDA
Pintura y dibujo
(caso especial para las litografías o serigrañas: multiplicidad
de originales)
Escultura
Música
Literatura: soporte: letra idiomática, intraducibie...
5. Cf. entre otros textos de Jacques Derrida, "La machine á traitement de texte”
[1996], “Le papier ou moi, vous savez... (Nouvelles spéculations sur un luxe des
pauvres)” [1997], en Papier Machine. Le ruban de machine et autres réponses, París,
Galilée, 2001, pp. 151-166 y pp. 239-272; y “Manquements —du droit á la justice
(mais que manque-t-il done aux ‘sans-papiers’?)”, en Marx enjeu, Jacques Derrida,
Marc Guillaume y Jean-Pierre Vincent, París, Descartes & Cié., 1997, pp. 73-91 y,
especialmente, pp. 82-85.
261
“DEBAJO” DE LA PINTURA, DE LA ESCRITURA Y DEL DIBUJO
6. No hay duda de que Jacques Derrida había previsto leer fragmentos fotoco-
piados durante su conferencia o llevar consigo los libros que quería citar. En el
dossier de TIMEC no los encontramos.
7. Sobre estas cuestiones, cf. Jacques Derrida, Artaud le Moma, op. ciL
262
III. ESPECTRALIDADES DE LA IMAGEN
FOTOGRAFÍA, VÍDEO, CINE Y TEATRO
Aletheia
Aletheia. Texto publicado en el libro “Nous avons vouénotre vie a des signes..",
Burdeos, William Blalce & Co. Edit., 1996, pp. 75-81. Esta era la nota de
presentación: “Inédito en francés, este texto se publicó primero en japonés,
en la revista Sincho (marzo de 1993). Estaba dedicado al volumen de foto
grafías publicado por As alai Press en febrero de 1993 en la serie Accidents
3. El autor del libro, Kishin Shinoyama, es tan célebre en Japón como su
modelo, Shinobu Otalce.
La edición original del volumen tenía un título inglés, Light ofthe Dark
Publicada en gran formato (31/24), presentaba más de cincuenta fotografías.
Dando las gracias a Kishin Shinoyama, a Shinobu Otake, a la editorial y a la
revista, que nos han conceddo su permiso, reproducimos en formato más
reducido las fotografías que Derrida menciona explícitamente.”
Es ella.
267
ALETHEIA
268
JACQUES DERRIDA
1. Junichiró Tanizald, Elogio d&la sombra, tr, esp. de Julia Escobar, Madrid, Siruela,
2003, p. 26.
2. Ihid, p. 45,
3. Ihid, p. 61.
4. Ihid, p. 70.
269
ALETJ3JBJIA
270
nada al respecto, lo que suspende la fotografía en el deseo y el deseo
en la fotografía). La fuerza del deseo es un ladrón irresistible. Pero
un ladrón que exige un testigo e instala una cámara ahí mismo don
de está desafiando la ley. Entonces la tekhne se convierte en la verdad
de la physis; y la historia de la fotografía, como lo recuerda esta obra
—esta obra singular y esta mujer de aquí de quien no se puede di
sociar, como se podría hacer con otros tipos de arte—, marca o hace
remarcar este acontecimiento. No la historia de la fotografía como la
historia de una técnica o como el tiempo de una prótesis ocular que
viene a sorprender una luz ya dada —para inscribirla seguidamente
en una imagen y para convertirla desde ese momento en un archivo
reproducüble. No, más bien la interposición de un dispositivo óptico
que viene a recordar que, ya en la physis, el intersticio se habrá abierto,
como un diafragma, para que la fotografía sea testigo de ello: para
que el testigo invisible como tercero (:terstis) vea y dé a ver, incluso ahí
donde ver está prohibido y se retira en secreto. En la physis ya la dife
rencia entre el día y la noche no podía aparecer más que invirtiendo
sus valores. No hay nada más negro que la visibilidad de la luz, nada
es más daro que esa noche sin sol (noche lunar, daro de luna: volved
a la primera fotografía, al archi-fotograma, la luna es ahí una luna
matridal): el “negativo” fotográfico que revelar, la inversión siempre
posible de la imagen proyectada, la desnudez del cuerpo desvelado
por el velo mismo que llama y suspende el deseo, he aquí algunos in-
didos o emblemas. Por muy extraordinario e irreductible que sea el
acontecimiento moderno, la mutación fotográfica pertenece, como
toda técnica, a la physis, marca la diferanda de la reladón para consi
go en una physis que se mira, una, única, sola con ella misma, ella que
viene y se aleja de ella misma durante el tiempo de verse y, así pues,
de cegarse a sí misma —y que se gusta. A quien le gusta esconderse,
como deda Herádito de la physis (kryptesthai phileP) y que, así pues,
como esa joven que me gusta (consecuentemente) tanto como a ella
misma le gusta, es dedr, cada vez más, mostrarse escondiéndose en
el umbral mismo de la luz. Toda sola, pero consigo misma, figura la
271
ALETBEIA
¿De dónde viene esta emoción? ¿De dónde me viene? ¿De ella?
Sé que está mantenida, ella, la emoción, por un no saber, sin duda,
nacida de una indecisión donde respira el deseo. Ya no sé, todavía
no sé, ¿conseguiré saber algún día si amo esta obra fotográfica o ya a
esta mujer de aquí, al borde del nombre que yo querría pero que ya
no puedo darle, el nombre con el que la llamo por primera vez como
si le diera a luz sin haberla visto jamás y sin ninguna oportunidad de
verla jamás, dándole así a luz (como se dice en francés [y en castella
no] para “parir”) pero dándole a luz en la noche de la que procede y
donde se alej a a la vez, nombrándola ciegamente con un nombre que,
s-in embargo, me prohíbo, por respeto a ella, darle? ¿De dónde viene
que, seguro de amarla, ya no sepa si amo esta obra (cada fotograma y
cada fotograma que se basta a sí mismo — completamente solo como
ella, puesto que ella está absolutamente sola mirando la cámara que
la mira y á la que ella se expone tan peligrosamente, se entrega de
manera tan seria, se niega de manera tan dulce, a veces al borde de
las lágrimas, a enturbiar la vista para mostrar los ojos, y en silencio
responde tan atentamente, siguiendo la espera de un acontecimiento
inminente, como un nacimiento que nunca llegará en el movimiento
6. Cf. Paul Celan, "Aschenglorie”, en Strette, tr. fr. de André du Bouchet, París,
Mercare de France, 1971. [N.* de E.]
272
JACQUES DERRIDA
7. Cf. Roland Barthes, La Cámara lúcida. Nota sobre lafotogmjia, tr. esp. de Joaquím Sala-
Sanahuja, Barcelona, Paidós, 1989. Sobre este texto, cf. Jacques Derrida, “Les morts de
Roland Barthes”, en Poétique, París, Seuil, 11o47, septiembre de 1981; republicado en
Psyché, op. cít, pp. 273-3047 en Chaquéfois unique, lafin du monde, Pascale-Aime Brault
y Michael Naas (eds.), París, Galilée, pp. 59-97, en particular, p. 76 et sq. [N. de E.]
273
A través de esta turbación, se acaba sospechando que el deseo,
el mismo amor nace siempre de cierto esbozo fotográfico. Don
de quiera que el amor se anuncie al deseo, es decir, a través de
la renuncia infinita, un acontecimiento de la fotografía ya habrá
sido llamado, se diría casi deseado. El deseo también es el deseo
de la fotografía. Desde siempre. Desde que hay physis, y aunque
sea muy viejo, la fotografía siempre habrá sido inminente, ince
santemente, la inminencia misma en el deseo. La inminencia es
fotografía, instantánea fotográfica, también inminencia del cli
ché, y podríamos ir jugando sin jugar a interpretar así toda esta
serie de poses: ella está esperando la fotografía, la fotografía que
se hace esperar; todos los signos de la inminencia que se leen
en el cuerpo de Ahtheía (venga, la voy a nombrar, esta vez, el
nombre griego de la verdad resuena de repente como un nombre
japonés en mi oído), todo lo que tenemos la tentación de desci
frar en su rostro a veces inquieto, interrogante, feroz, reservado,
atento, acogedor, esa espera sin horizonte, esa espera que no sabe
lo que viene a sorprenderla, pero que está a punto de querer, es
la inminencia del acto fotográfico. Este se convierte, no hay nada
fortuito en ello, en la metonimia de todos los actos posibles (en el
sentido del acontecimiento y en el sentido del archivo levanta acta
y conserva la memoria): el acta de amor, el acta de nacimiento,
el acta de matrimonio, el acta de defunción. Más precisamente,
esta metonimia en acto describe la inminencia de estas actas (el
amor, el matrimonio, el nacimiento o la muerte) a la vez en una
instantánea que fija el movimiento y en función del cliché que
esquematiza un tipo y vuelve posible así el juego de las figuras,
la retórica fotográfica. Estas "actas” no están ni separadas ni son
discretas. Cada una es también la figura de otra, lo que a la vez
encadena, anuda y anula toda narratividad posible. Esto explica
una historia "instantánea” de una serie de "instantáneas” o de
instantes paradoxales, de instantes imposibles, como hubiera di
cho Kierlcegaard, cuya fuerza decisiva interrumpe pero también
hace posible la historia.
274
esposa y de la muerta forman una sola, la luz blanca de las flores
del matrimonio sepulta a una niña, mientras que Aletheia también
puede, con los ojos cerrados, entregarse a la noche del sueño. Por
condensación y desplazamiento, esta lectura puede irradiar todos
los fotogramas que preceden o que siguen. Y la inminencia, que
califica la luz del día, el despuntar del día en la noche, de “light
of the darle", también firma todas estas instantáneas que son a la
vez movimientos e imágenes congeladas de una película que da
vueltas alrededor de todas las revoluciones, empezando por la del
día y de la noche, de light and dark, del nacimiento y de la muerte.
La inminencia es un movimiento de retención, un movimiento
sin desplazamiento, el suspenso de un soplo, la epokhe de lo que
llegará pero que todavía no llega, la historia que no ha empezado.
La fotografía, cuando es un gran arte, viene a sorprender el ins
tante de inminencia, lo atestigua y levanta acta para convertirlo
en un pasado irrecusable. El testimonio y la prueba, lo que sería
imposible, tienden a no hacer más que uno. ¿Cómo el "todavía
no” puede convertirse y permanecer como lo que es, "todavía no” ,
como lo que todavía no es, y no siendo todavía, un pasado? Es
Aletheia, la fotografía querida, Áletheía dispuesta a velarse la vista
de lágrimas.
2 75
ALETB3BXA
antes, pero con un soplo que siento directamente sobre sus senos y
directamente sobre lo que despunta en ellos. La punta de los senos
dicta cada una de estas palabras, pone las palabras en la boca y da
la razón de este espacio, ella da razón al espacio de esta mirada que
ella invita a la caricia, pero también al beso —del amante, del recién
nacido, de la muerte.
276
JACQUES DERRUIA
277
ALKTtlhlLA
278
[Revelaciones y otros textos.
Lecturas de las fotografías de Frédéric Breimer]
281
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
1. Cf. las fotografías de Frédéric Brenner, en Diaspora, op. cit., pp. 122-123. Lewi
Faez, seis años, en el taller de bisutería de su abuelo. El Hajar, Haidan, Yemen,
1983. [N. de E.]
2. “Farbrengen, reunión en casa del Rabí de Lelov”, Méa Shéarim, Jerusalén,
Israel, 1980, en ihiá., pp. 40-41. Indicamos al final de cada fragmento el título de
la fotografía comentada por Derrida. [N. de E.]
3. Soukkot —“Fiesta de las Cabañas” o “de las Tiendas” o “de los Tabernáculos”—
es una de las tres fiestas de peregrinaje por la Torá para conmemorar el Éxodo y
el fin del año agrícola. Dura siete días y tiene lugar en otoño, entre septiembre y
mediados de octubre. [N. de E.]
282
J A U U U J t ü f c j U l li i t J t t l J U 'A
misma, es decir, por una escritura de la luz. Esta actúa aquí, juega
con la inundación de la claridad, compone con una skiagraphia,
esa escritura de la sombra que calcula, para cargarla en la noche,
la luminosidad de los rostros detenidos alrededor del hogar, alre
dedor de los dos bailarines que son también dos patriarcas.
Ilustración y concentración. Ilustración no solamente en el sentido
en que el caso particular de un ejemplo vendría a ilustrar una ley
general, puesto que aquí cada cliché capta un acontecimiento único,
absolutamente singular: tal paso de baile, tal día, en tal lugar provisio
nal. Ilustración también por el resplandor glorioso de una luz cuyo
origen no vemos. ¿Emana esta luz de dentro del cuadro o del flash?
En todo caso, se concentra en la concentración: de todos esos hombres,
solo hombres, por supuesto. Ellos miran, inmóviles, serios, concen
trados, hacia el centro del cuadro, hacia el lugar resplandeciente que
recibe, refleja o secreta la visibilidad. La gravedad de los espectadores
contrasta con el destello que brilla, otra luz, en la mirada del patriar
ca, el que está de frente sonriendo. En este lugar de convergencia, el
paso de la danza está fijado, no está para nada interrumpido por la
instantánea. La luz resuena. Voz sin instrumento, música: junto con
la fotografía de Lewi Faez, esta es la única que suena.
Resistiendo a esta tentación, sintiéndome por otra parte incapaz
de ello, también me refugio, construyo mi “cabaña”. Así es como
se llamaba Soukkot en Argelia: la “fiesta de las cabañas”. Durante
un momento, resido en los refugios de mi memoria, mis moradas
provisionales, aleatorias y frágiles, de El-Biar (Argelia) a Jerusalén.
El-Biar: levantad los ojos hacia las hojas que apenas vemos
descender del techo, hojas de palmera, sin duda. Me recuerdan
las cabañas de Soukkot que, cada año, en su jardín, bajo su cena
dora, mi abuelo, Moise Safar, tejía, si se puede decir así, trenza
ba, ataba, ligaba, le gustaba sujetar en sus manos. Nosotros, los
niños, íbamos a cortar, incluso a robar para él cordeles de rafia,
cañas, ramas de árbol, flores. Luego comíamos, rezábamos, can
tábamos en una cabaña maravillosa, espaciosa, llena de rosas, de
jazmín, de lámparas de aceite, una cabaña respecto a la cual las
construcciones de Brooklyn, en el momento del Soukkot, esas ca
jas de madera ante las casas abandonadas, siempre me parecie
ron siniestras, trágicas, venidas a menos.
283
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
284
JACQUES DERRIDA
285
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
286
Me pregunto si Moses Elias (¡qué magníficos nombres!) fre
cuentaba la grande y vieja sinagoga de Calcuta que habían abier
to para mí aquella mañana de 1997. Estaba más limpia y mejor
cuidada, mejor “barrida”, menos llena de polvo que todo lo que la
rodeaba. Primero cerrada con candado, la acabaron abriendo ante
mi insistencia. Unos vigilantes que no eran judíos, un musulmán
y un hindi, me enseñaron la Torá. Imagino que no estaban autori
zados a hacerlo. Me dijeron que catorce fieles mantenían cada día,
a las seis de la mañana, el menian prescrito, a saber, el grupo de
diez hombres necesarios para cualquier servicio religioso.
Durante un buen rato miré los nombres de los donantes en las
placas. Y me resistí a tomar una foto. Es algo que no se le hace a
la ley, es la Ley.8
8. “Moses Elias, comerciante”, Calcuta, 1986, ibid., op. cit., p. 89. [N. de E.]
2 8 7
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
288
JACQUES DERRIDA
289
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
290
3- Lo he hecho, entre otras razones, porque creía saber que
uno de mis antepasados matemos era portugués14.
4. El nombre oculto de mi madre (toda mi “Circonfesión” .
gira en tomo a él) es, sigue siendo Esther15: "la primera
marrana, el arquetipo”, dice Yerushalmi16.
14. “[...] porque piensas entonces en ese joven, antepasado por parte de madre,
cuya prima te dijo que un día, a principios del siglo pasado, llegó de Portugal,
estoy seguro de que te pareces a él [...]”, ihid., p. 234. La página está ilustrada con
una “circuncisión en Portugal” (Ámsterdam, 1723). Yerushalmi apunta: “Se aban
donó completamente la práctica de ciertos ritos judíos, demasiado peligrosa. Por
ejemplo la circuncisión, que significaba una sentencia de muerte, puesto que todo
hombre detenido por la Inquisición se veía sometido a un examen físico antes de
su interrogatorio. Hubo, por supuesto, excepciones [...]. Algunos adultos, lo cual
es asombroso, consiguieron incluso circuncidarse a sí mismos”, F. Brenner et Y.
H. Yerushalmi, Mananes, op. cit., pp. 27-28.
15. Cf. entre otros, “Circonfesión”, en Jacques Derrida, op. cit., pp. 175, 211 etpassim.
16. Ihid., p. 31. Y precisa: “En el libro de Esther [...] los marranos encontraron una
parábola profética de su propio destino. ¿Acaso Mardoqueo no había exhortado a
Esther a disimular que ella era judía (pp* 30-31 [Jacques Derrida había trans
crito “destino” en vez de- “situación”. (N. de E.)]) “Y la santa reina Esther se erige
como uno de los pilares de la fe marrana”.
17. Ihid., p. 39.
18. Ihid., p. 42.
291
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
19. Mário Soares, antiguo Primer Ministro socialista de Portugal, pidió perdón
a los judíos de España y Portugal por las persecuciones que habían sufrido en
marzo de 1989 (cf. uSoares pede perdao ajudeus perseguidos”, Diario de Noticias, 18
mars 1989). [N. de E.]
20. Les Demiers Marranes, film documental de Stan Neumann y Frédéric Brenner,
Francia, Les Films d’id-Canaan production, 1990, 64 min. [N. de E.]
21. “Marranos celebrando la Pascua en secreto", Belmonte, Portugal, 1988, en
Photographies, op. di., p. 144, {N. de E.]
292
JACQUES DERRlDA
293
REVELACIONES Y OTKOS TUATUS
23. Alusión al texto de Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, tr. esp. de
Arturo Leyte y Helena Cortés Gabaudan, Madrid, Alianza, 2010. [N. de E.]
294
En reserva, un pro et contra Hegel. Demostrando una vez más
que no ha entendido nada ni del judío ni del egipcio, Hegel escri
be efectivamente en su Estética24:
24. La cita que sigue no es de la Estética de Hegel, como dice Derrida en Glas,
donde retoma este fragmento, sino de las Lecciones sobre lafilosofía de la religión. La
cita intercalada es de Proclus. Agradecemos la ayuda de Jean-Luc Nancy y Héléne
Nancy, que nos han permitido precisar esta referencia. [N. de E.]
295
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
Cámaras y galerías.
Esto se llama una cámara. Pensemos en todos los otros usos
que puede hacerse, por ejemplo en francés, de la palabra cámara
[chambre] (habitación donde se duerme, música de cámara, cá
mara de aire, ayudante de cámara, cámara de los diputados —y
también cámara oscura, la camera oscura del aparato fotográfico).
Aquí la cámara de gas (Gas Chamber) habrá sido tratada,
como dispositivo técnico (toda cámara es un hábitat construido,
un artefacto tecnológico), en la intimidad de una camera oscura,
esa máquina que Leonardo da Vinci y otros pintores utilizaron
para producir un ojo sin punto de vista, la ilusión de una mirada
absoluta de Dios: sin perspectiva. Marx, Nietzsche, Freud tuvie
ron en cuenta la figura, al menos, de ese proceso de la imagen
invertida en la “cámara oscura". Mi amiga Sarah Kofman ha es
crito un libro sobre ello, Cámara obscura. De la ideología2<s. Ahora
bien, el rabino que fue su padre murió en Auschwitz y, en cierto
modo, ella no habrá podido sobrevivirle. Podemos releer Paroles
sujfoquées2?.
25. “The Hebrew Academy delante del hotel Luxor”, Las Vegas, Nevada, Estados
Unidos, 1994, en Photogmphies, op. cik, p. 174-175. [N. de E.]
26. Sarah Kofman, Cámara oscura, de la ideología, tr. esp. de Anne Leroux, Madrid,
Taller de eds. Josefina Betancor, 1975.
27. Gf. Sarah Kofman, Paroles sujfoquées, París, Galilée, 1987: “[...] si Auschwitz
110 es ni un concepto ni una-pura palabra, sino un nombre sin nominación [„.]
296
JACQUES DEBBEDA
297
resuene de manera pontificadora, ni siquiera un habla teológica,
conserva intacto ningún derecho después de Auschwitz”30.
El poeta:
Niemand
zeugtjur den
Zeugen.v
31. "Nadie / testifica / por el testigo”, Paul Celan, “Aschenglorie”, en Strette, op.
dt., p. 51 (“Nul / ne témoigne / pour le témoin”). [Este comentario se relaciona con
“Supervivientes de la Shoah en la sala del Testimonio, the Simón Wiesenthal
Center, Beit ha-Shoali Museum of Tolerance”, Los Ángeles, California, Estados
Unidos, 1994, en Photogmphies, op. dt, p. 176-177. (N. de E.)].
JiK Jío lU ü iD X-rJiX^XXiXJL-rJa.
299
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
300
JACQUES DERRIDA
301
HE VELACIONES Y OTROS TEXTOS
34. Zacarías 4,1-10. (Traducimos a partir de la tr. fr. de André Chouraqui que da el
autor. (N. de T.)J. Este texto es una referencia esencial en la larga y compleja histo
ria de la menorah o del candelabro de siete brazos, símbolo de la fe judía (tradición
cuyo origen podría ser prejudío —como la historia de Esther).
302
testis, terstis), atesta y testifica ejemplarmente la universalidad de
una ley, de una condición, de una verdad. Se dirige, para tomarlo
a su vez como testigo, al mundo entero, al “globo” del que ha
bla quizá Zacarías. Globalización: mundialización del testimonio.
Cuando se presenta como lo que pretende ser, el judío se avan
za así: testigo ejemplar y responsable de una ley universal. En el
mundo ante todo el mundo.
Y como lo que atesta, como lo que contesta, una protesta presta
testimonio. Aquí, los rasgos y los cuerpos singulares de esta ma
nifestación pacífica deben concentrar nuestra atención sin hacer
nos olvidar que responden a un tipo, a una estructura universal
de la que son también la figura metonímica. Por todas partes en
el mundo, cuando no-judíos quieren protestar, denunciar y dar
testimonio, ante los desencadenamientos del odio antisemita en
su propio espacio cívico o nacional, siempre hacen, simbólica
mente, el mismo gesto: identificarse según el caso a una comuni
dad minoritaria oprimida, la misma que ya habla en nombre de lo
universal: “¡Todos somos judíos alemanes!”, dicen los no-judíos.
“¡Llevemos todos la estrella amarilla!”.
Ampliación sin medida del símbolo, mise en abyme de la
metonimia. Los protestatarios parecen querer decir: todos nos
identificamos, universalmente, a una minoría, a una comunidad
minúscula que se identifica desde siempre, por la conciencia de la
elección, con la humanidad o la fraternidad universal.
Ética o política, esta universalización redoblada del testimonio
no debe hacernos olvidar las historias singulares que se encuen
tran aquí archivadas por un testimonio fotográfico: la menorah
que todos llevan muy alto, el candelabro de siete brazos (y no la
estrella amarilla de David) recuerda un acontecimiento particular,
una violencia local — el ladrillo lanzado desde la calle a través de
una ventana, el 2 de diciembre de 1993, contra ese símbolo de
la fe judía. ¿Acaso no se ha tomado la foto, como sugeríamos al
empezar, desde el punto de vista de esa ventana, a través del roto
mismo del cristal? ¿Desde el lugar de la violación?
Al fondo, vemos the American Flag. La gran bandera estrellada
recuerda, a la vez, la vocación de testigo universal (multiétnico,
multicultural, etc.) de una nación que, a pesar de los racismos y
303
REVELACIONES Y OTROS TEXTOS
d je r b a , q u iz á la c o m u n id a d ju d ía m a s “v ie ja ” d e la c u e n c a m e
d it e r r á n e a .
Tantos “matrimonios” sellados por esta “ceremonia entre jóve
nes esposos —manteniendo cada uno, como en cualquier unión
clásica, su identidad (por ejemplo sexual): matrimonio judeo-árabe
o judeo-musulmán entre los hábitos y los vestidos, lazo conyugal
entre culturas, religiones, lenguas, alianza también entre genera
ciones. Pero, si todo esto tiene lugar durante una ceremonia, ¿qué
es entonces una ceremonia? ¿Una ceremonia familiar? Para aguzar
3 °4
JACQUES DERRIDA
3°5
caso de casi todas las fotografías reunidas aquí: hay un valor
litúrgico añadido, incluso producido por el acto mismo de la
fotografía, por el protocolo, la pose o la puesta en escena que
exige, prepara y fija —justo cuando el momento fotográfico
no formaría parte intrínsecamente del ritual.
4. Ya que, en fin, y eso es lo que ilustra esta imagen, hay ca
sos en los que el instante fotográfico parece exigido por el
desarrollo mismo de la ceremonia. Se requiere el momen
to fotográfico de la ceremonia, responde a un uso, incluso
a una necesidad imperiosa, a una regla instituida en el Oc
cidente moderno. Nada de boda, por ejemplo, y este es aquí
el caso, sin fotografía-de-boda.
Pero este trasplante cultural, esta prótesis del momento foto
gráfico, vemos que fotografía ya (a su vez o en mise en ahyme) todo
tipo de trasplantes conyugales: los esposos respetan la conven
ción del vestido de ceremonia de tipo europeo, incluso cristiano,
pero el esposo lleva la kippa (estamos en una sinagoga) y calceti
nes blancos sin zapatos (como si estuviéramos en una mezquita).
La esposa vestida de blanco exhibe alheña en la mano derecha
(como los árabes). Respecto a los padres, y sin duda como la ge
neración a la que pertenecen, llevan el vestido local tradicional
(arabo-magrebí). Más “occidental” parece, en cambio, la levita del
que identificamos más fácilmente como el padre o el suegro.
En mi familia, los judíos de Argelia, una foto de este mismo
tipo habría sido posible y habría revelado simbiosis culturales
como mínimo análogas —pero, más probablemente, en las ciuda
des y más bien a finales del siglo pasado. Cuando yo todavía vivía
en la Argelia colonial (1930-1949), el matrimonio ya estaba más
occidentalizado respecto a los vestidos y la lengua. Pero la música
arabo-andaluza, la alheña, los you you (gritos de júbilo proferidos
por las mujeres) todavía recordaban afinidades judeo-magrebís.
Miro fotografías que muestran a mi padre (miembro de una cor
poración encargada, entre otros, de los ritos conyugales) en el ins
tante en que da una cuchara de sopa ritual a una joven casada de
Argelia que se parece a esta misma36.
36. “Nuevos esposos”, La Ghriba, Túnez, 1981, ihid., p. 249. [N. de E.j
306
Videor
Nacido en Santa Mónica (California) en 1951, Gary Hill es uno de los ar
tistas actuales de referencia en la exploración del soporte vídeo. Partiendo de
su formación de escultor, empieza a trabajar con el sonido y el vídeo a prin
cipios de los años 70 y desarrolla su trabajo en instalaciones y performances
en colaboración con coreógrafos y poetas. Sus obras intermediales exploran
aspectos físicos del lenguaje, los enigmas de la sinestesia y de la percepción,
el espacio ontológico y la participación del espectador, el cual queda integra
do en este dispositivo. La idea de traducción está muy presente en su trabajo,
donde el lenguaje es profundamente performativo. Gary Hill no se define
como videasta y prefiere concebir su trabajo como el de un artista que explora
las especificidades del medio en el cual trabaja, en instalaciones que crean un
nuevo espacio de interpretación de la imagen para el espectador.
Un gran número de museos le han dedicado exposiciones indi
viduales: la Fondation Cartier pour l’art contemporain de París, el San
Francisco Museum of Modern Art, el Centre Georges Pompidou, el Gug-
genheim Museum S0H0 de New York, el Museum für Gegenwartskunst
de Basilea, el Macba-Museu d'Art Contemporani de Barcelona o, entre
otros, el Kunstmuseum Wolfsburg. Su trabajo ha recibido distintos pre
mios y distinciones, como el Lion d’Or de la Sculpture en la Biennale
de Venecia (1995), el John D. and Catherine T. MacArthur Foundation
Fellowship Award (1998), el Kurt-Schwitters-Preis (2000), así como los
doctorados honoris causa de la Academy of Fine Arts de Poznan (Polonia,
2005) y del Cornish College of the Arts de Seattle (2011).
— [...] Diríase. Me parece, al menos, que es así: operaciones muy
singulares, cada vez más numerosas, ponen por "obra" el nuevo
poder “vídeo", la posibilidad llamada, de manera aparentemente
empírica, “vídeo". Pero digo "me parece que...": no estoy seguro
de disponer de un concepto adecuado para eso que hoy llamamos
así, el vídeo, y sobre todo el arte del vídeo. Creo que deberemos es
coger entre tres “especificidades" rigurosamente incompatibles;
para abreviar, utilizando nombres corrientes, digamos: i. la espe
cificidad del vídeo en general; 2. la del arte vídeo; 3. la de determi
nadas obras o realizaciones de una técnica general que llamamos
“vídeo". Tanto si es compartida como si es propia a cada una de
estas tres posibilidades, dicha especificidad implicaría la deter
minación de un rasgo interno y esencial. O, pese a los trastornos
actuales, el uso de una técnica diferente o de nuevos soportes...
3 ° 9
VIDEOR
310
me vi involucrado recientemente, desde que tuve la oportunidad
de participar, o más bien de figurar, en Disturbance, de Gary Hill.
Mejor dicho, desde que me parece ver (videre videor, como diría
Descartes1) cómo mi simulacro solamente pasa, arriesga unos
pasos sin saber adonde los iba a conducir otro. Deriva del narci
sismo. Esta oportunidad la debo, pero no solo como se debe una
oportunidad, sino como uno debe dejarse implicar por otro, sin
saberlo, sin preverlo, en una experiencia que mezcla con tanta in
ventiva la suerte con el cálculo y la tukhe con la ananke. Ahora bien,
por esta misma razón yo no estaba en condiciones de hablar de
esta oportunidad y, en el fondo, tampoco me apetecía. El pasante
ciego apenas fue un figurante y, por lo que puede decirse, otros lo
han conseguido con mayor éxito de lo que yo podría intentar, en
concreto Jean-Paul Fargier, en Magie Blanche2. Lo que, en cambio,
no se puede decir y queda encriptado en el cuerpo a cuerpo con
otro simulacro, con un texto que me habían dicho y que yo creía
que era "apócrifo” hasta el último momento (las elecciones más o
menos improvisadas que me dicté, casi sin ver, una única vez, me
dejé dictar en realidad, como la verdad de los síntomas oraculares
en el espacio de mi propia gnóstica familiar hecha harapos, esos
fragmentos inconexos del Evangelio según Tomás que Gary Hill
puso en mis manos, las premeditaciones interrumpidas y el azar
de la improvisación, el cruce precipitado de las repeticiones en el
transcurso de una escena irreversible, es decir, sin repetición, en
directo pero sin dirección, en un directo que iba a desbocarse a
sí mismo en el transcurso de un simulacro de presentación, una
presentación que siempre había de revelar que no hay, que nunca
ha habido presentación en directo, ni siquiera como cuando Viri-
lio se arriesga a expresarlo en un bellísimo texto, "presentación”
1. Descartes, segunda Meditación. Citado por fean-Luc Nancy en Ego Sum, tr. esp.
de Juan Carlos Moreno Romo, Barcelona, Anthropos, 2007, p. 55. Que en su aná
lisis apunta: “ El videor es la ilusión que, por una torsión o perversión inaudita,
fija la certeza en pleno abismo de ilusión. El lugar del videor es la pintura, el re
trato, a la vez el más fáctico y el más fiel de los rostros, el ojo más ciego y el más
clarividente.”
2. Jean-Paul Fargier, “Magie Blanche”, en Gary Hill, Disturbance (among thejars),
Villeneuve-d’Ascq, Musée d’art moderne, 1989.
311
VIDEOR
3. Véase Paul Virilio, “La lumiére indirecte”, Communications, n.° 48, número
especial dedicado al vídeo, París, Seuil, 1988, p. 45 y ss. Se trataría de abrir un
debate centrado en nociones tan interesantes pero tan problemáticas como “tele
presencia”, “ telerealidad en ftiempo real1, que suplanta la realidad de la presencia
del espacio real..,”. Siendo ya conceptos problemáticos respecto al vídeo en general
(objeto principal, véase único, del análisis de Virilio), creo que lo serían todavía
más respecto a la puesta en obra del vídeo~“arte” —y por el tipo de simulacro que
lo estructura.
312
JACQUES DERRIDA
313
VIDEOS.
3x4
con otras palabras, a esa prótesis técnica inaudita que, desde el
nacimiento de un arte, trasplanta una orej.a en un ojo o en una
mano, llevándonos de inmediato a dudar sobre la identidad, el
nombre o la clasificación de las artes. Pero también es uno de los
pocos, no digo que sea el único “videoartista” que ahora trabaja, si
es que no lo ha hecho siempre, no solamente con el discurso, con
mucho discurso (he aquí un arte visual "nuevo” que parece de los
más discursivos, primer enigma), sino con formas textuales hete
rogéneas entre ellas, literarias o no (Blanchot, los Evangelios por
ejemplo), que en este punto parecen reacias a una puesta por obra
como esta, a lo que creemos que debería ser el "vídeo”-arte, sobre
todo si, como parece, son cualquier cosa salvo el simple pretexto
afectado del videograma.
315
VIDEOR
— Pero entonces haría falta otro nombre para esto, otros nom
bres para todo esto, me parece...
316
La danza de los fantasmas.
Entrevista con Mark Lewis y Aiidrew Payne
i. Ghost Dance, film de Ken McMullen (dir.), Looseyard Producüons para Channel
4, Zweites Deutsches Femsehen (ZDF), Gran Bretaña y Alemania del Oeste,
1983, 94 min. Jacques Derrida se interpretaba a sí mismo en compañía de la
actriz Pascale Ogier, muerta poco después del rodaje del film, el 25 de octubre de
1984. [Todas las notas de esta entrevista son N. de E.]
3*9
LA DANZA DE LOS FANTASMAS
320
JACQUES DERRIDA
321
ha esperado al teléfono o la televisión para marcar el lenguaje y la
escritura. Así pues, diría, no resistir a este irresistible movimien
to, pero al mismo tiempo intentar cultivar el libro, cultivar una
cultura libresca que no debe ser simplemente sobrepasada, sino
reinscrita en el nuevo conjunto.
322
Están aquellos que resisten a este nuevo "cuerpo”, dicien
do que simplemente se trata de un monstruo, o también están
aquellos que dicen: "Hay que desarrollar absolutamente la cine
matografía, la videografía por todas partes, pero sin cambiar las
formas mismas que rigen, regulan y ordenan la reproducción.”
(Es ahí donde, personalmente, yo podría resistirme a las nuevas
tecnologías, y hay un aspecto en cierto modo conservador en mi
respuesta.) Serían aquellos que insistirían, por ejemplo, en ver la
cara de los autores: “ Se han acabado esos autores que se cobijan
en el secreto aristocrático de su torre de marfil. ¡Hay que verles
la cara! Pero ¿cómo vamos a verles la cara? Pues bien, vamos a
tomar fotografías de identidad que pondremos detrás del libro”.
En otros términos, se pretende reproducir la vieja ideología aña
diendo nuevas técnicas. O bien sé dirá que hay que introducir la
videografía en los seminarios, pero ¿qué vamos a hacer? Vamos
a poner una cámara y dejaremos que el seminario se desarrolle
como se desarrollaba ayer. En este caso, yo digo más bien: "No a
la cámara.” Yo creo que si la cámara debe entrar en la universidad,
hace falta que cambie todo el espacio. Hace falta que aquellos que
son responsables de la docencia, tanto los docentes como los estu
diantes, tengan en cuenta el hecho de que está esta máquina. Que
no sigan simplemente hablando como antes diciendo que hay una
máquina de archivar que inscribe lo que está ahí sin transformar
el espacio. Yo creo que hace falta cambiar los códigos.
Personalmente, ya que me estáis filmando, solo voy a hablar
por mí. En mi pequeña historia, definiendo mis relaciones públi
cas con todas estas máquinas, tuve un período muy negativo. Pu
blico desde los veinticinco años. Por entonces, prohibía cualquier
fotografía. Rechazaba todas las grabaciones y entrevistas, y practi
caba una especie de ética. Dado lo que escribía, no quería dejarme
representar. Esto no quería decir que yo estuviera en contra de la
fotografía (siempre he estado a favor y me he interesado por esta
última), pero estaba en contra de los códigos de representación
que regían estas tomas de vistas. Es decir, que los editores nos
decían: “Bien, vamos a hacerle unas fotos y, luego, el periódico
publicará una foto suya escribiendo con un montón de libros
detrás”. Pues bien, yo decía: “No, no quiero saber nada de estos
323
LA DANZA DE LOS FANTASMAS
3. Cf., entre otros textos, Jacques Derrida, '“II n’y a pas le narcissísme’ (autobio-
pliotograpliies)”, en Points de.suspensíon, op. cit, p. 209 y sq.
324
JACQUES DERRIDA
original era producir una nueva literatura que pudiera integrar es
tas tecnologías. Me contaron que una vez habían decidido escribir
una novela, juntos. Creyeron ingenuamente que podrían escribir
una novela que tendría una forma absolutamente innovadora. Se
dieron cuenta de que, de hecho, habían reproducido una novela
realista del siglo XIX con estas máquinas extraordinarias.
Esto es exactamente lo que quería decir antes. Con estas nue
vas máquinas, se pueden reproducir fácilmente formas comple
tamente clásicas y estereotipadas. Ahora vigilan, al mismo tiempo
hacen investigaciones literarias sobre las formas literarias y se
preguntan cómo, con esta nueva situación técnicosocial, podrán
escribir nuevos textos, textos que tendrán una estructura nueva
en vez de reproducir novelas de Balzac.
Esta es una problemática interesante que conduce a la aplica
ción de nuevas tecnologías a viejas formas, y una reflexión sobre
la transformación de las formas y de las imágenes.
325
LA DANZA DE LOS FANTASMAS
326
El cine y sus fantasmas.
Entrevista con Antoine de Baecque
y Thierry Jousse
Entretien. Jacques Derrida. Le cinema et sesfantómes. Entrevista editada por
Antoine de Baecque y Thierry (ousse, publicada en los Cahiers du cinema,
n.° 556, abril 2001, pp. 74-85. La entrevista fue realizada el 10 de julio
de 1998, en París, por Antoine de Baecque y Thierry Jousse y, seguida
mente, el 6 de noviembre de 2000 por Thierry Jousse. Retranscripción y
configuración de Stéphane Delorme.
Este párrafo presentaba la entrevista: "Cuando un filósofo confiesa
una 'fascinación hipnótica’ por el cine, ¿es casual que su pensamiento lo
lleve a encontrarse con los fantasmas de las salas oscuras?
»Entrevistar a Jacques Derrida para una revista como los Cahiers
no es algo que vaya de suyo. Ante todo, porque durante mucho tiempo
Jacques Derrida solo parecía interesarse por el fenómeno de la escritura,
por su huella, por el habla, por la voz. Seguidamente, hubo algunos libros,
Mémoires d ’aveugle en torno a una exposición en el Louvre, Ecografias -de
la televisión, conversación en torno a este medio de masas con Bernard
Stiegler, libros que mostraban un interés nuevo por la imagen... Y luego
una película, D'ailleurs Derrida, dirigida por Safaa Fathy, y un libro, Rodar
las palabras, coescrito con la autora de la película, abordando, finalmente,
de frente, la experiencia del cine. Era todo lo que necesitábamos para ir a
plantearle algunas cuestiones a un filósofo que, aunque confiesa no ser
cinéfilo, tiene, sin embargo, un verdadero pensamiento del dispositivo
cinematográfico, de la proyección y de los fantasmas que todo espectador
normalmente constituido siente el deseo irresistible de abordar. Así pues,
la palabra de Derrida, que resuena en la entrevista que sigue, no es ni la
de un especialista, ni la de un profesor que habla en alto desde un saber
dominante, sino simplemente la de un hombre que piensa y que vuelve a
la ontología del cine, iluminándola...”
c a h ie r s d u c in e m a : ¿Cómo entró el cine en su vida?
329
JtLíJLi UUVIHi Y «US FANTASMAS
330
se movían con cuerpos <¿no?> reconocibles, enseñaban paisajes e
interiores impresionantes para un joven adolescente como yo, que
nunca había cruzado el Mediterráneo. El cine era, pues, la escena
de un aprendizaje intenso en ese momento. Los libros no me apor
taron lo mismo: ese transporte directo e inmediato a una Francia
que me era desconocida. Ir al cine era un viaje inmediatamente or
ganizado. Por lo que se refiere al cine americano, para mí, que nací
en 1930, representó una expedición sensual, libre, ávida de tiempo
y de espacio por conquistar. Fue en 1942 cuando el cine america
no llegó a Argel, acompañado de lo que también tuvo muy rápida
mente poder (incluso poder de ensueño) —la música, el baile, los
cigarrillos... El cine quería decir, de entrada, “América". Luego el
cine me siguió a lo largo de mi vida de estudiante, que era difícil,
angustiada, tensa. En este sentido, a veces actuaba en mí como una
droga, la diversión por excelencia, la evasión inculta, el derecho a
la salvajería.
medida que las demás artes, una relación “no cultivada” entre
espectador e imagen?
331
EL CINE Y SUS FANTASMAS
332
JACQUES DERRIDA
333
no tiene equivalente, pero es la única que puede hacer compren
der a través de la experiencia lo que es una práctica psicoanalítica:
hipnosis, fascinación, identificación, todos estos términos y estos
procedimientos son comunes al cine y al psicoanálisis, y ahí está
el signo de un pensar conjuntamente” que me parece primordial.
Además, una sesión de cine solo es un poco más larga que una
sesión de analisis. Nos psicoHnalizamos en el cine, dejando que
aparezcan y hablen todos nuestros espectros. Podemos, de manera
económica (en relación con una sesión de psicoanálisis), dejar que
los espectros nos visiten en la pantalla.
334
JACQUES DERRIDA
335
EL CINE Y SUS FANTASMAS
3 3 6
JACQUES DERRIDA
337
EL OBSTE Y SUS FANTASMAS
4. Shoah, film documental de Claude Lanzmann, 1983, 613 min (Francia), 503
min (Estados-Unidos).
338
jacques derrida: Es una película-testimonio. Pero otorga a
los testimonios un papel verdaderamente- mayor porque rechaza
sistemáticamente las imágenes de archivos para entrevistar a los
testigos en presente, su palabra, su cuerpo, sus gestos. Así pues,
también es una gran película de la memoria, que restituye la me
moria contra la representación y contra, daro está, la reconsti
tución. El presente impide la representación y creo que, en este
sentido, Lanzmann ilustra muy bien lo que puede ser la huella en
el cine. Shoah recoge improntas sin cesar, huellas, toda la fuerza
de la película y su emoción vienen de esas huellas fantasmales
sin representación. La huella es el “eso ha tenido lugar ahí” de la
película, la supervivencia. Porque todos estos testigos son super
vivientes: vivieron eso y lo dicen. El cine es el simulacro absoluto
de la supervivencia absoluta. Nos explica aquello de lo que no se
vuelve, nos explica la muerte. Por su propio milagro espectral,
nos designa lo que no debería dejar huella. Es, así pues, dos veces
huella: huella del propio testimonio, huella del olvido, huella de
la muerte absoluta, huella de lo sin-huella, huella del exterminio.
Es el salvamento, a través de la película, de lo que queda sin salva
ción, la salvación de los sin-salvación, la experiencia de la super
vivencia pura que testifica. Creo que frente a “eso” , el espectador
queda sobrecogido. Esta forma encontrada para la supervivencia
es irrecusable. Seguramente es una ilustre ilustración del cine
matógrafo parlante.
339
EL CINE Y SUS FANTASMAS
5. Jacques Derrida,. Feu la cendre, París, Des femmes, 1987, acompañado del CD Feu
la cendre, lupar Vauteur et Carde Bouquet, París, Des femmes y Antoinette Fouque,
1987. Michelle Muller realizó la grabación integral del texto (76 min).
6. En Jacques Derrida, op. cit. Michelle Muller también se encargó de la grabación,
en cuatro casetes, en la que Derrida leyó la integralidad de este texto en 1993,
París, Des femmes y Antoinette Fouque, junto con obras musicales (Le Pont sacre,
The Boston Camerata, dirigido por Joel Cohén, Erato, y La Musique de la Bible
révélée, por Suzanne Ha'ik Vantoura, Harmonía Mundi, en una puesta en “espacio
sonoro” de Marie-Louise Mallet).
340
JACQUES DERRIDA
341
en cierto modo, hay una oferta o una demanda de deconstrucdón
inigualada, tanto en la escritura como en el cine. De lo que se traía
es de saber qué hacer con ello. El corta-pega, la recomposición de
los textos, la inserción cada vez más rápida de dtas, todo lo que
permite el ordenador, acerca cada vez más la escritura al montaje
cinematográfico, e inversamente. Hasta tal punto que el cine se está
convirtiendo, paradójicamente —cuando la tecniddad incrementa
mas—, en unadisdplina más "literaria”, e inversamente: es eviden
te que la escritura, desde hace algún tiempo, partidpa un poco de
cierta visión cinematográfica del mundo. Deconstrucdón o no, un
escritor siempre ha sido un montador. Hoy, lo es todavía más. ’
342
actor. Creo que esta experiencia le ha llevado a pensar sobre el
funcionamiento de la máquina cine (en términos de rodaje o de
montaje) y sobre el cine en general.
343
EL CINE Y SUS FANTASMAS
344
JACOTES DERRIDA
funden los unos en los otros, comparten los rasgos que tienen en
común California del Sur, España, Argelia, lugares litorales, me
ridionales; y el único momento en el que podemos identificarlos
por un nombre propio es algo que se lee en silencio en un cartel
de la calle. Es una experiencia que se presenta como propiamen
te cinematográfica y que, sin embargo, 110 sacrifica el discurso
sometido a la ley fílmica. A menudo en la película se trata de la
cuestión del dirigirse, de la destinación, de la indeterminación
del destinatario. ¿Quién dirige qué a quién? Lo que cuenta en
la imagen no es simplemente lo que es inmediatamente visible,
sino también las palabras que habitan las imágenes, la invisibi-
lidad que determina la lógica de las imágenes, es decir, la inte
rrupción, la elipsis, toda esta zona de invisibilidad que apremia
la visibilidad. Y en esta película, la técnica de la interrupción es
muy erudita — a este respecto, hablo a menudo, y Safaa Fathy
también, de anacoluto. Esta interrupción de la imagen no inte
rrumpe el efecto de la imagen, lleva más lejos la fuerza a la que la
visibilidad da un impulso. La secuencia interrumpida se vuelve
a encontrar en otro momento de la película, o no se vuelve a en
contrar, y es el destinatario, al que llamamos espectador, a quien
incumbe encontrarse o no, dejar pasar, seguir el hilvanado o no.
Por consiguiente, la imagen en tanto que imagen está trabajada
en el cuerpo por la invisibilidad. No forzosamente la invisibilidad
sonora de las palabras, sino otra invisibilidad, y creo que el ana
coluto, la elipsis, la interrupción forman quizá lo que la película
mantiene de propio. Lo que se ve en la película tiene sin duda
menos importancia que lo no-dicho, lo invisible lanzado como al
azar, relevado o no (es el destinatario quieil debe responder) por
otros textos, por otras películas.
Es una película sobre la muerte (la muerte de los gatos, la
muerte de mi madre) y es una película enlutada de sí misma. En
toda obra, hay un tal sacrificio. No obstante, en la escritura de un
texto o de un libro, aunque también sea necesario tirar, sacrifi
car, excluir, las limitaciones son menores, son menos exteriores;
cuando se escribe un libro, no se está sometido como en este caso
a una ley comercial o mediática tan dura, tan rígida. Por ello, el
libro fue una especie de respiración.
345
cahiers du cinema:Lo que usted dice sobre su experiencia de
la película remite a conceptos m ás generales sobre el cine y la
televisión, como la cuestión del espectro.
346
JACQUES DERRUIA
7. Robert Antelme, La &sp&á& humana, tr. esp. de Isidro Herrera, Madrid, Arena,
2001. Cuando se publicó en 1947, este testimonio de la experiencia de los campos
pasó casi desapercibido hasta el momento de su reedición diez años más tarde, con
un prefacio del autor. Dedicado a la memoria de su hermana, resigue la vida de un
comando (Gandersheim) del campo de concentración alemán de Buchenwald.
347
EL CINE T SUS FANTASMAS
348
JACQUES DERRIDA
349
El Sacrificio
353
filosofía. A este respecto, Daniel Mesguich propone, tanto en su
libro L’étemel éphémére como en su teatro, lugares de resonancia
donde entender y pensar las relaciones entre el teatro y la filosofía.
De entrada, Mesguich es uno de esos inventores paradójicos
que sabe hacer del libro, o de un libro, una escena, "un volumen
teatral”, y encargar (se) constantemente, y de manera complicada,
(d)el libro. Pone en juego una alianza del teatro y del libro: contra
la imagen, contra cierta interpretación de la imagen. Su teatro
es iconoclasta en este sentido, juega contra la imagen. Más bien
contra las imágenes que, bajo una forma mediática, se apoderan
hoy en día de cierto espacio público. Naturalmente, el libro del
que habla no es una totalidad cerrada, sino que hay ahí que estar
atento a lo que esta alianza del teatro y del libro puede engendrar
en relación con el giro radical de perspectivas respecto a la idea
que tenemos de la relación entre teatro y filosofía.
En L’étemel éphémére, Daniel Mesguich esboza, de manera más
fácilmente identificable, dos analogías parciales entre teatro y filo
sofía. La primera podemos entenderla siguiendo la huella de lo que
yo sugería al empezar, es decir, de cierta autoridad de la mirada:
2. Daniel Mesguich, L’étemel éphémére, op.cit., p. 112 (todas las cursivas son del
autor).
354
[...] el filósofo, el escritor, el pintor, el escultor, incluso el cineasta
dejan una obra. Pueden permitirse no ser “hom bres de su época” .
El teatro que actúa, por decirlo así, entre el periodismo y la
obra que dura no perm ite, o lo hace tan indirectam ente que ello
deviene desdeñable, hablar “para m añana” .
Com o el filósofo, el hom bre de teatro no es el hom bre del
siglo. Pero tampoco es hom bre de obra. No siendo sino escucha
de la de los dem ás, perm anece en la linde de la obra: está después
y antes de ella.3
3. Ibid., p . 13 7 .
355
EL SACRIFICIO
Tragedia
Tragos, chivo, y oide, canto. •
¿Era la tragedia el bello canto que acompañaba el sacrificio ri
tual de un chivo en las fiestas de Dionisos o el canto atroz de este
chivo en el momento en el que el arma lo atravesaba? ¿O bien el
acuerdo impuro de los dos cantos?
Por el lado de los griegos allí no había sino símbolo; por el lado
del chivo...
La tragedia es cuando uno, torturado, grita verdaderamente
. “¡NO!”, mientras que otros, espectadores, no oyen sino la vertien
te melódica del “¡NO!”,.bailan sobre esta “música” o aplauden.
356
JACQUES DERRIDA
4. Ihid., p. 118.
5. I b id p. 32. Las citas intercaladas son del psicoanalista Daniel Sibony, que
Mesguich apunta sin más referencia.
357
asegura la puesta en juego, se pone a sí misma en juego y se desins
titucionaliza, cada vez, cada día, en cada estreno. Es una délas dife
rencias en relación con la filosofía, al menos con esta filosofía que,
desde el s. XIX, define el concepto de Universidad occidental. Pero
Mesguich también tiene en cuenta la cuestión de la institución,
que es indisociable de todas aquellas que hemos visto: "... El teatro,
como la Universidad, sostiene un discurso, propone una interpretación,
pero, a diferencia de la Universidad, no se detiene en él, no se mantie
ne en él, solo adhiere al discurso de manera provisional. Para cieña
Universidad, se trata de un crimen supremo ...”6.
6. Ihid., p. 96.
358
está excluido o imposibilitado para estar ahí, simplemente des
plazado o deportado, sino aquello que es ‘impresentable por estar
absolutamente quemado por el fuego.
En L’étemd éphémbrz, Mesguich propone aquello que llama
un espectáculo de la represión, en todos los sentidos del térmi
no, represión tanto política como psíquica, un espectáculo que
no levantaría únicamente esta represión, sino que liberaría una
presentación, una puesta en presencia o una representación de
la represión. Elló parece paradójico e imposible, pero él nos pro
pone un teatro de la paradoja. En la representación teatral, lo no
representable, lo irrepresentable-, por estar reprimido, vendría a
acordarse. En cierto modo, se trata de un teatro de lo reprimido.
Pero ¿y si el arte del teatro fuese tanto el del velar como el del
desvelar [así pues, de la verdad como de la no-verdad, o de la ver
dad de la no-verdad]? ¿Y si fuera también a este espectáculo de la
represión al que se invitaba la Ciudad7?
7 . Ibid.j p . 9 1 .
359
EL SACRIFICIO
8. En francés, se.utiliza la palabra "répétition" para designar tanto cada uno de los
"ensayos” que sirven para preparar el estreno de una obra teatral como la "repe
tición”, en el sentido de "repetir”. De allí el juego del autor entre "repetición” y
"ensayo”, que hemos traducido con perífrasis que conservan ambos significados.
[N. de T.]
360
JACQUES DERRIDA
n . Ibid., p p . 4 5 - 4 7 .
362
coups de théátre en filosofía, instantes que se parecen a lo que Kier-
kegaard describía cuando decía: “el instante de la decisión es una
locura”12. Estos instantes forman parte indisociablemente del teatro
y de la filosofía, de la filosofía en el teatro o del teatro en la filosofía.
No hay teatro sino teatros, hay obras que, en lo que concierne a la
represión, a la identificación o a la creencia en el teatro, crean obra
diferentemente. Así como siempre se podrá interpretar —y esto
queda infinitamente suspendido— la puesta en juego del sacrifi
cio, de la identificación, de la creencia, de la represión o de la forclu-
sión, como promesas sacrificiales o identificatorias, sacrificios del
sacrificio, de igual modo nada podrá asegurarnos nunca que estas
economías no son al mismo tiempo puestas en juego. Mesguich
cita en L’étemel éphémére una frase muy bella de Mannoni con la
que me gustaría concluir:
Y Mesguich concluye:
12. Frase de S0ren Kierkegaard, Migajas filosóficas, tr. esp. de Rafael Larrañeta,
Madrid, Trotta, 1999, p. 63; citada por Jacques Derrida en “Cogito e historia de la
locura”, en La escritura y la diferencia, op. cit.
13. Octave Mannoni, "Le théátre du point de vue de Pimaginaire”, en Un si vif
étonnement. La honte, le rire, la morí, París, Seuil, 1988, p. 17, citado por Mesguich
en L’étemel éphémére, op. cit., p. 115.
363
EL SACRIFICIO
364
Marx es alguien
367
MARX ES ALGUIEN
Así pues, ¿qué quiere decir aquí llevar [poríer], llevar un nom
bre, un apellido y un nombre, y llevar una máscara de Marx, un
cuerpo también a veces, un cuerpo sin cabeza, como veréis en la
obra, un cuerpo decapitado? ¿O des capitalizado? Como la esta
tua gigantesca y muda, espectral, el monumento desmesurado,
el monumento decapitado, guillotinado si queréis, el gran árbol
descabezado del que solo vemos las piernas y los pies, y que desde
arriba de su altura, de su superyó, vigila todas las palabras del úl
timo acto. Pues bien, nunca el nombre de Marx ha resonado para
mí de manera tan extraña como en este lugar y, por consiguiente,
nunca me ha parecido devolvernos de manera tan ineluctable la
pregunta: pero ¿quién es, pues, ese Marx finalmente? ¿Marx en sí
o Marx para vosotros? ¿Para nosotros? ¿Quién es, pues, ese Marx
voluminoso e interminable, ese Marx incansable y del que sabe
mos que, en cierto modo, está muerto? Pero ¿qué quiere decir
Marx está muerto? ¿Qué quiere decir Marx? ¿Quién es Marx y qué
quiere decir Marx, qué llamamos con ese nombre? ¿Quién nos
llama con ese nombre?
Hoy, en este momento singular de la historia que vivimos,
¿es legítima esta pregunta? ¿Esta pregunta molesta, perturba o
no el orden público, el orden político, el orden teatral? Un cierto
orden, y eso lo han recordado muy bien Viviane Forrester y Marc
Guillaume1, un cierto orden parece hoy llamar y prohibir a la vez
el nombre de Marx, es decir, conjurar este nombre, volverlo inevi
table e ilegítimo a la vez.
Quisiera, para empezar, prolongando o llevando a mi vez la
palabra de este hijo ilegítimo de Marx, así pues, interpretando
a mi manera el heredero ilegítimo y en perdición de Marx, que
veréis o habéis visto morir más o menos en la última escena, qui
siera volver a plantear esta cuestión de la legitimidad. Esta cues
tión, con la del contratiempo, del duelo, atraviesa o atranca todo el
espectáculo. O dicho de otro modo, la cuestión es: ¿qué es justo y
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JACQUES DERRIDA
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xvi n t i A j ü a B Ju u -U JL tíiiN
2. WiUiam Shakespeare, Hamlet, en Comedias, op, Acto II, escena 2, p. 95: “[...]
FU have grounds / More relative than this—the play }s the thing / Wherein FU catch the
conscience ofthe King”.
3. Ibid., Acto III, escena 2.
370
dAUto¿UliiS JÜ H iltltJÜ JA
de parte a parte — como sabéis— , trata del poder del rey, de los
conflictos de poderes, de la herencia del poder, de la guerra, de
los extranjeros —los extranjeros, el problema de Francia hoy—,
de un crimen que también es una usurpación de la cabeza del
Estado, de un crimen político, etc.
Así, el teatro dentro del teatro es cosa política de parte a parte,
pero también una cosa familiar — algo que la obra muestra muy
bien. Karl Marx es alguien, tiene una familia, extraña, pero una
familia. Creo que es Ernest Jones4 quien, desarrollando ciertas
propuestas de Freud y de Ranlc en relación con Hamlet y la filia
ción, planteaba una hipótesis de la que él es responsable y que
me interesa aquí, a saber, que cada vez que hay “play within the
play”, actuación dentro de la actuación, obra dentro de la obra,
teatro dentro del teatro, estamos ante unos celos o un voyeurismo
edípico. Un niño escondido en la obra, tras las cortinas —la obra
dentro de la obra—, un niño mira y sueña en secreto la pareja pa
terna. Entonces, ¿cómo puede ese teatro dentro del teatro familiar
introducirnos, recordarnos directamente pero ineluctablemente
la cosa política? He aquí una de las preguntas que nos plantea,
que nos obliga a plantearnos el acontecimiento inédito de Karl
Marx Théátre inédit, puesto que Jean-Pierre Vincent ha escogi
do, inscribiendo su obra dentro de la obra dentro de la obra de
Shakespeare, hundiéndose a su vez, y nosotros con él, en la gran
tradición del abismo sin fondo de la herencia shalcespeariana,
cada vez renovada por acontecimientos, producciones teatrales
inéditas, la herencia shalcespeariana que domina toda la memoria
de nuestro teatro, Jean-Pierre Vincent ha escogido, pues, entrela
zar dos hilos/hijos \fils] en la misma trenza en cierto modo. ¿Qué
hilo/hijo?
Por una parte, lo político. ¿Qué hay de Marx hoy? ¿Quién lle
va el nombre de Marx hoy? ¿Quién puede ser su heredero legí
timamente o ilegítimamente? ¿De qué está hecho hoy el teatro
del espacio político, del poder y del orden mundial, de la llamada
mundialización, del capital — de la nueva forma del capital— ,
del trabajo, evidentemente, de lo que se sigue llamando con este
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MARX ES ALGUIEN
5. "Héléne” en el texto.
6. Fredericlc Lewis Demuth (1851-1929), hijo natural de Helene Demuth, emplea
da en la casa de Marx.
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JACQUES DERRIDA
37 S
un mal que es más que una crisis, un mal de la representación.
No se trata de hacer un anti-parlamentarismo —yo sería el último
en hacerlo—, ni de olvidar que la crisis de la representación pre
liminar no es cosa de hoy. Como mínimo, empezó justo después
de la Primera Guerra mundial, cuando los medios, la prensa, las
radios empezaron a competir despiadadamente con las formas
parlamentarias del debate, de la deliberación, véase de la decisión
política en sus relaciones con la opinión pública, con los sondeos,
etc. Así pues, no olvidemos esta dramática historia de la repre-
sentatividad formal parlamentaria sobre la que Marx nos habrá
dicho cosas muy interesantes y no todas anticuadas, como las que
había dicho —Marc Guillaume lo ha recordado— sobre la prensa
y sobre la técnica, sobre las teletecnologías del momento. Pero
debemos estar atentos al hecho de que, por razones demasiado
largas de analizar, pero en particular debido a la transformación
del espacio público por parte del poder mediático, debido a la con
centración y también al mercado del poder mediático, el esfuer
zo tradicional de la representación parlamentaria, pero también
partisana, profesional corporativa o sindical, ha entrado en una
mutación a la vez peligrosa e irreversible.
Ahora bien, en esta nueva situación de la representación so
cial y política, el teatro, que también padece desde hace mucho
tiempo de cierto mal de representación, un mal con mil síntomas
sobre el que algunos, yo entre otros, escribimos hace tiempo, el
teatro, pues, se ve llamado a interpretar, creo, un doble y ambiguo
papel.
Que actúe aquí. Por un lado, y sobre todo cuando se trata de
teatro público, puede tener la vocación de dar lugar a la palabra
y a la acción políticas, a la responsabilidad política, de abrir otro
espacio en el momento en que esta responsabilidad política ya no
encuentra su aliento, a la vez su palabra y su visibilidad. De darle
lugar, inventando otro lugar, otra escena, de manera original e
inédita y sin sustituir los lugares necesarios, los lugares estatu
tarios, el parlamento, las asambleas, los partidos, los sindicatos y
luego, también, los medios. No se trata de sustituir los medios, la
democracia necesita los medios. En principio. Aunque también
se deba, desde el teatro, cuestionar ciertos poderes económicos y
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JAUUUJtÜS Uüi'KKUJA
375
MARX ES ALGUIEN
Pero, por otra parte, esta nueva provocación teatral que noso
tros esperamos y que nos viene en particular de aquí no debe ple
garse al orden de la representación tradicional, es decir, a aquello
que antes llamábamos teatro político y que venía a entregar un
mensaje, un contenido a veces revolucionario, sin cambiar la for
ma, el tiempo y el espacio del acontecimiento teatral. Hay que
cambiar la escena, cambiar el tiempo, el orden del tiempo y es
lo que pasa en Karl Marx Thédtre inédit, donde la violencia de la
construcción afecta justamente al tiempo, la desarticulación del
tiempo, al hecho de que no todo puede aglutinarse en un presen
te homogéneo. Y ello en la tradición reinventada de Hamlet y de
lo que Hamlet dice cuando dice que el tiempo está out ofjoint,
designando así a la vez la temporalidad y ese tiempo, ese mundo
salido de sus goznes y, por tanto, disjunto. Aquí se trata de hacer
llegar algo en presente, cambiando el orden y el tiempo. Quizá
Karl Marx Thédtre inédit hace llegar algo en presente.
¿Qué quiere decir hacer llegar algo en presente? Es decir, hacer
llegar a través del teatro, no re-presentando, ni imitando, ni po
niendo sobre la escena una realidad política que tiene lugar en otro
lugar, siguiendo la necesidad de revelar un mensaje o una doctrina,
sino haciendo venir la política o lo político dentro de la estructura
del teatro, es decir, también dislocando el presente, alertándonos
sobre el hecho de que un presente no se aglutina. No hay sincronía,
se trata de una obra sobre la anacronía, la discronía.
Así, hacer llegar algo en presente. A través del teatro o como
teatro. Una amiga que también es la traductora al inglés del libro
Spectres de Marx me decía, me recordaba, en verdad me hacía saber
que Beaumarchais, gran autor de teatro francés —que, por otro
lado, militó mucho, por ejemplo a favor de la independencia de
América—, Beaumarchais, pues, en cierto momento, cogió o robó
piedras de la Bastilla deconstruida para levantar un teatro. Cogió
piedras de la cosa política en deterioro para hacer un teatro inédi
to. Y es esta idea la que me interesa aquí. Hoy hay piedras, están
las piedras del muro de Berlín: ¿qué hacemos con la herencia del
muro de Berlín derrumbado, qué hacemos con Marx? ¿Qué tea
tro construir con esto? Es este presente desafectado, pero también
afectado por el evento teatral, lo que me interesa aquí. Este evento
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JACQUES DERRIDA
8. “Bio-ingenería” en el texto.
MARX ES ALGUIEN
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JACQUES D]ERRIDA
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MARX ES ALGUIEN
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JACOTES DERRIDA
385.
y al cabo (un “escritor” — “Los escritores nos responden”, decís—,
quizá un escritor discutible, pero bastante conocido, creíble o acre
ditado, digno de figurar en La Qimzaine): no un cualquiera, pues.
Os lo agradezco. No habríais planteado esta pregunta a cualquiera
y, es más, nunca habríais propuesto publicarla. Así pues, ello me
permite en todo caso evitar hablar de lo que me importa, ante todo,
en la vida pública y mis publicaciones. Todo esto, se supone que lo
conocéis, así pues, no diré más. Primera confesión: tiendo en demasía
a tomarme solamente por aquel por quien se me toma, a coger algo
de mí ahí donde me han cogido, cuando los demás me han cogido,
sobrecogido, encogido y, así pues, a cambiar a mis ojos mi propia
imagen a merced de la que me reenvían: en mis familias, en las que
ya tengo más de un rostro, en casa de los amigos y las amigas, de un
individuo a otro, del bebé al anciano, en los ambientes profesionales
y en las numerosas instituciones de las que formo parte, en los públi
cos, extensos o restringidos, de la cultura filosófica, literaria, política,
en Francia, en París o en el extranjero. Así pues, muchas imágenes.
Además, las diferencias entre la Francia parisina, las provincias y el
resto del mundo son aquí, puedo dar testimonio de ello, masivas. Un
análisis de todo esto desbordaría ampliamente las 4 hojas que me
habéis dado para esta cuestión abismal. “Tiendo en demasía”, decía,
a tomarme por aquel por el que se me toma y tal como se me toma.
Me toman antes de que yo me tome. Intento a cualquier precio, pero
en vano, escapar a esta reflexión, en mí, de la imagen que el otro
me reenvía, resistirme, orientarlos análisis hada aquello que, en mí,
no tiene nada que ver con mis “rostros”, con la imagen pública que
algunos se hacen de mí o que querrían, debido a múltiples intereses,
hacerse o hacer acreditar a mi respecto. Esta resistencia empezó muy
pronto, ya en la adolescencia, un lector sensible y refinado podría
encontrar estas huellas en todo lo que hago, digo o escribo. A los
catorce años, creía reconocerme (¡de ahí mi admiración por él!) en
el Gide que se definía como “proteiforme”3 (de él aprendí quién era
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JACQUES DERRIDA
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EL SOBREVIVIR, EL SOBRESEER, EL SOBRESALTO
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4. Alusión al libro de Luc Ferry y Alain Renaut, La Pensée 68. Essai sur l’anti-huma-
nisme contemporain, París, Gallimard, 1985. Sobre el libro, cf. Jacques Derrida, De
quoi demain... Dialogue, con Élisabeth Roudinesco, París, Fayard y Galilée, 2001,
p. 21 y Apprendre á vivre enfin. Entretien avec Jean Bimbaum, París, Galilée, 2005,
pp. 25 y 29.
5. Cf. Louis Althusser, VAvenir dure longtemps seguido de Lesfaits. Autobiographies,
nueva edición aumentada de Olivier Corpet y Yann Moulier Boutang (eds.), París,
Stock/IMEC, 2007.
380
del salto, o al menos lo supongo, y la fuerza para continuar, para
burlar todos los espejos que me tienden. Para conservar mi infan
cia y mi deseo con vida. Con la sensación, a veces desengañada y
llena de esperanza, que todavía no he empezado...
20 de mayo de 2004
390
IV. BIBLIOGRAFÍA SOBRE ARTE
Textos de Jacques Derrida sobre arte no contenidos en este
volumen.
(N. B.: los títulos precedidos por una “A" tratan más específi
camente de arquitectura.)
Libros y catálogos
3Q3
BIBLIOGRAFIA. SOBES AJRTB
394
et al, Épreuves d'écriture, publicado con motivo de la exposición
“Les Immatériaux” (28 de marzo-15 de julio de 1985, Pa
rís, Centre Georges Pompidou), Jean-Frangois Lyotard y
Thierry Cbaput (comisarios), París, Éditions du Centre
Georges Pompidou, 1985; reed. parcial en la Revuephiloso-
phique de, la Frunce el de VÉtranger, número especial “Derri
da”, n.°2, abril-junio de 1990, pp. 269-284.
[Traducción en: italiano.]
395
BIBLIOGRAFÍA SOBRE ARTE
396
JACQTJES DEKREDA
Rodar las palabras, con Safaa Fathy, tr. esp. de Antonio Tudela
Sancho, Madrid, Arena Libros, 2004 [2000],
[Traducción en: italiano (parcial), japonés, español.]
3Q7
JtíJUá JLJLU (jKAJTJLa. JáU JtíJK Jtíi AU TÜi
Artículos
398
JACQUES DERRIDA
399
BIBLIOGRAFÍA SOBRE ARTE
“..... ”, Les Cahiers du Grif (París, Descartes & Cié,), nueva serie,
n° 3, “Sarah Kofman”, textos reunidos por Frangoise Collin
y Fran^oise Proust, 1997, pp. 131-165; reed. en francés en
Jacques Derrida, Cada vez única, el fin del mundo, op. cit.,
pp. 205-232, donde hay un comentario de La clase de anato
mía del doctor Nicolás Tulp (1632) de Rembrandt
[Traducción en: inglés.]
Entrevistas
400
JACQUES DERRIDA
401
B IB L IO tiK A F IA SUBKÜJ AKTJU
402
3
23, 2002, 9- ° PM]”> en Kirby Dick y Amy Ziering Kof
man (dir.), Screenplay and Essays ón the Film Derrida, ensa
yos de Nicholas Royle, Kirby Dick y Amy Ziering Kofman,
prefacio de Geoffrey Hartman, Nueva York, Routledge,
2005, pp. 110-117.
403
V. FILMOGRAFÍA
Las referencias no precedidas de un asterisco han sido verificadas
(documentos visionados).
El asterisco simple * indica las grabaciones a las que no he
mos tenido acceso, pero que hemos encontrado referenciadas en
bibliografías y catálogos de fondos de bibliotecas.
El asterisco doble ** indica los programas de la web de la
Inathéque en la que un "catálogo da acceso a las entradas docu
mentales de programas de radio y de televisión recogidos por el
INA-Institut national de l'audiovisuel a partir de 1995 en el mar
co del depósito legal. Las bases de datos en línea presentan una
descripción simplificada de los programas” (página principal del
catálogo): retomamos aquí algunos elementos de las entradas de
las emisiones, así como los números de documentos del INA.
Siguiendo el mismo criterio que hemos seguido en el aparta
do bibliográfico, la referencia precedida por una “A” indica una
intervención sobre arquitectura.
Por último, señalemos que algunas grabaciones de vídeo pue
den consultarse en los archivos de Jacques Derrida en la Universi
dad de California, Irvine (“Jacques Denida Papers. MS-C01. Spedal
Colhctions and Archives, The UC Irvine Libraries, Irvine, California”).
El catálogo está disponible en línea en esta dirección:
http:/ /hy dra.humanities .uci. edu/derrida /uci.html.
407
FILMOGRAFÍA
* Big Words... Small Worlds, Ian Potts (dir.), David Lodge (au
tor y narrador), Brolcen English, Inglaterra, 1987, 64 min. Con
sultable en línea en el sitio web de “ Keywords Project” (University
of Pittsburgh/Jesus College, University of Cambridge) en esta di
rección: http://lceywords.pitt.edu/videos/video_6.html.
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409
FILMO GRAFÍA.
410
JACQUES DERRIDA
** "La guerre qui vient: i ére partie”, Le Monde des idées, progra
ma presentado por Edwy Plenel, La Chaine Info, 15 min.
[Número: 15244.036; primera emisión el 8 de febrero de 2003
en LCI.]
411
FILMO GRAFÍA
412
NOTA SOBRE LOS EDITORES
javier bassas es filósofo y trabaja como profesor de teoría y
práctica de la traducción en la Universidad de Barcelona. Ha
realizado numerosas ediciones y traducciones de escritores y
pensadores franceses, especializándose en la fenomenología de
Jean-Luc Marión así como también en la teoría política y estéti
ca de Jacques Ranciére. También ha traducido libros y películas
de varios directores (Godard, Duras, Alcerman, Marlcer, Straub-
Huillet, entre otros). Codirige la colección "Ensayo” en Ellago
Ediciones y es director de la colección "Pensamiento Atiempo”
en Ediciones Casus belli. Organiza anualmente las "Jomadas fi
losóficas” en el Arts Santa Mónica de Barcelona, en colaboración
con el Instituto francés.
415
g i n e t t e m i c h a u d es catedrática en el Departamento de literatu