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ORDEN
Si bien es cierto que para todo relato existe una confrontación entre el tiempo del relato
(presentación lineal y consecutiva de los significantes) y el tiempo de la historia
(ordenación cronológica y causal de los significantes), esto se vuelve especialmente
complejo en relatos en que se pretende generar el efecto de simultaneidad entre la
enunciación y el enunciado. Cuando esto ocurre, el tiempo del relato suele superponerse al
tiempo de la historia. En mi opinión. esto es lo que ocurre en “Excesos”. Se trata de un
cuento en el que el protagonista nos relata su transformación en su amada a medida que
esto sucede. A continuación presentaré una manera de segmentar temporalmente el relato
para poder explicar mejor este y otros fenómenos:
(A)Antes, (B) ayer, (C) yo amaba a Irene. (D) Hasta ayer en que ella se fue,(E) yo la amaba
locamente.
(F) Ahora, que trato que la línea principal del párpado no se corra, dibujarla (G) como
siempre vi que ella la dibujaba, (H) un ojo ya terminado, el otro sin embargo que sospecho
(I) quedará un poco distinto, más oscuro, con la sombra menos violeta, tirando al malva (J)
(¡lo que es la inexperiencia!), (K) la raya menos dócil y ondulada y sobre todo de otro
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color (L) –me estiro el ojo con el índice de la mano izquierda mientras la otra mano tiembla
repasando el borde donde están plantadas las pestañas –sin saber por qué, (M) ya que he
utilizado el mismo lápiz para uno y otro ojo; (N) que parece que (Ñ) este arreglito va a
resultar un desastre, (O) parado como estoy sobre el piso mojado del baño y que sus
pantuflas de raso me oprimen salvaje los pies, equilibrándome entre resbalones pues me
tengo que inclinar hacia el espejo donde la luz es más fuerte y todo para que este ojo quede
en lo posible igual al otro, lo que dudo; que siento que el calor de la ampolleta funde la
crema base haciéndola gotear por la frente y las mejillas como un excesivo sudor que
amenaza también con inundar y echar por tierra el paciente trabajo de los ojos; que me doy
cuenta que (P) antes debí ponerme el pancake y los polvos ya que de este modo la piel (Q)
estaría ahora seca (R) y no chorreando esta especie de esperma: la siento correr silenciosa
por el cuello y es por esto que me quedo quieto, para no arruinarme el vestido: (S) las
manchas de grasa se impregnan para siempre en la muselina blanca; (T) que advierto, de
una ojeada, que las uñas me quedaron ásperas e irregulares y –lo más terrible– que no
tienen el mismo tono que (U) ella usaba; (V) que no sé cuándo (W) voy a terminar de darle
al ojo ese aspecto ensoñado que (X) ella conseguía cada vez que en el pasillo me decía
estoy lista; (Y) que, eso sí, recuerdo que (Z) en la misma comisura del párpado la línea
subía hacia la órbita, debilitándose, terminando en punta con una colita; (@) que, también,
debo apurarme porque debe faltar poco para que él llegue, tengo que (#) ir a sentarme a la
sala, encender la tele, repetir los movimientos que acompañaron nuestras últimas veladas
lentas y silenciosas; ($) que aún me falta ponerme los zapatos y todo por este ojo, que,
mierda(%) no va a quedar nunca igual al otro (&) y parece que será mejor dejarlo así;
ahora, sí, ahora soy Irene.
-: 1 -: 2 -: 3 -: 4 -: 5 (Conjetura) -: 6 -: Acronía
-F4, H4, L4, N4, O4, R4, T4, V4, Y4: isocronía.
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subrayados en celeste es a través de su ordenación en el relato: F, H, L, N, O, R, T, V, Y,
@, $, &. De hecho, si fuésemos más rigurosos, cada uno de estos segmentos debiese ser
subrayado con un color distinto, pues implican segmentos temporales distintos. En términos
de Genette, se trata de una isocronía, pues, como ya señalamos, el tiempo del relato y de la
historia se superponen. Es particularmente interesante que la transformación del
protagonista se produzca entre dos tiempos que gramaticalmente deben ser considerados
presente (“Ahora, que trato…” y “Ahora soy Irene”), pero que por la fuerza del relato se
transforman en dos instancias temporales distintas.
Otro fenómeno interesante es lo que comienza a ocurrir a partir de @4. El relato toma dos
direcciones temporales: por un lado, se mantiene en el nivel 4; por otro, relata lo que
ocurría en el nivel 1. Esto solo puede explicarse con claridad si atendemos al modo del
relato.
MODO
Genette distingue dos grandes categorías para hablar de “modo”: distancia y perspectiva.
Creemos que para este relato es más significativo analizar la perspectiva que la distancia. A
nuestro parecer, “Excesos” es un relato con focalización interna, pero que sin embargo
presenta una anormalidad bastante peculiar: se cambia de focalización sin cambiar de
personaje. Precisamente, a partir de @4 la focalización interna que estaba en el protagonista
pasa a estar en, llamémoslo así, el protagonista transformado. Así, se pasa a hablar de “yo”
para referirse al protagonista desde el foco interno del protagonista, a “él” para hablar del
protagonista desde el foco del protagonista transformado. Sin embargo, cabe destacar que
este paso de focalización es bastante inestable: “ir a sentarme a la sala, encender la tele,
repetir los movimientos que acompañaron nuestras últimas veladas lentas y silenciosas”
(cursivas propias). Ese “nuestras” genera un grado de ambigüedad: ¿Estamos focalizando
desde el protagonista y, por lo tanto, ese “nuestras” refiere a él y a Irene? ¿Estamos
focalizando desde el protagonista transformado y, por lo tanto, ese “nuestras” refiere a él y
al protagonista? Es aquí donde el texto exhibe la inestabilidad de la transformación.
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VOZ
CONCLUSIONES
¿Son necesarios todos estos elementos para poder dar cuenta de una interpretación de
“Excesos”? Sin duda, no. La interpretación literaria es un fenómeno sobredeterminado. No
me refiero a la “sobredeterminación semántica” riffateriana, sino simplemente al hecho de
que el texto literario presenta mucho más elementos de los que son necesarios para la
interpretación. Así por ejemplo, sin pasar por un análisis como el que acabamos de hacer,
un lector muy conservador podría interpretar que el cuento de Mauricio Wacquez es la
historia de un degenerado que quiere parecerse a su ex novia. Otro lector podría interpretar
que el cuento habla sobre la manera enfermiza que los humanos tenemos de enamorarnos.
Alguien podría decir que simplemente lee la expresión de dolor y desesperación por la
pérdida del ser querido. Y así podríamos seguir. Lo interesante es que en cada una de estas
interpretaciones se seleccionan solo algunos de los elementos constitutivos de la estructura
del texto y se atenúan o ignoran otros. Con todo, la lectura analítica estructuralista permite
multiplicar los factores que están disponibles para nuestra interpretación en la medida en
que hacemos de elementos abstractos (por ejemplo: “el protagonista de este cuento parece
estar hablándonos en el momento”) en categorías manejables y clasificables (“estamos en
presencia de una narración simultánea”). No se trata, por tanto, de descubrir lo que el texto
esconde, sino de hacer surgir elementos que sean manejables para la elaboración de una
lectura propia.
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BIBLIOGRAFÍA