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como las mantas, para acumular capital a costa de los indígenas zoques.
Pero, sobre todo, se sirvieron de la mano de obra para llevar cargas en
los desplazamientos comerciales.
No parece que a principios del siglo xix se modificara el panorama
en cuanto a presencia de población no indígena. El obispo Sanmartín
afirma, en una visita parroquial al partido de los zoques, que en 1820 la
misa ofrecida en Tapilula contó con la presencia de «un creciente número
de feligreses yndios, única clase de que componen los habitantes de este
citado pueblo» ^ Otro ejemplo lo ofrecen los informes parroquiales de me-
diados del siglo XIX, que remiten a un crecimiento demográfico precario
en Tapilula. El sacerdote consideraba que «debería tener un crecido nú-
mero de habitantes, según lo antiguo de su fundación; pero su tempera-
mento parece no muy bueno, y le saco causa de que solamente tenga
ahora 325 [habitantes]». Estos comentarios se producían en los prolegóme-
nos de la independencia mexicana, hecho que cambiaría lenta, pero de-
finitivamente, la fisonomía del municipio. Las transformaciones económi-
cas, las luchas por la tierra y la migración tienen en la actualidad no sólo
un reflejo estadístico sino que son perceptibles al visitante. Los datos más
recientes confirman la supremacía demográfica de Tapilula con respecto a
los municipios vecinos (Ixhuatán, Pantepec, Rayón y Tapalapa), y su mayor
índice de crecimiento.
Desde otra perspectiva, si hacemos caso de la lengua indígena hablada,
Tapilula tiene una clara desventaja. Sólo un 10,9% de su población habla
el idioma zoque, frente al 95,4% de Tapalapa o al 50,3% de Pantepec.
Con estas cifras del censo de 1990 se comprueba la transformación de un
municipio históricamente zoque a otro donde la presencia del zoque, al
menos en cuanto a idioma hablado, es sólo de una décima parte de su
población total. Pero este panorama actual no puede entenderse sin ha-
cer referencia a los aspectos históricos que conducen a esta supremacía
de Tapilula con respecto a los municipios vecinos, así como su progresi-
vo y acelerado abandono de la lengua indígena. Si hasta prácticamente el
siglo XIX los colonizadores habían utilizado las regiones de Mezcalapa para
la extracción de materias primas y de mano de obra para fines comercia-
les, desde mediados de dicho siglo las leyes y medidas liberalizadoras pro-
vocaron la creciente expansión y control de pobladores no indígenas so-
bre las antiguas tierras de indios y de la Iglesia ^.
deros. Pero progresivamente a partir de finales del siglo xviii, estos territorios vieron
la lenta pero penetrante llegada de poblaciones no indígenas, que se asentaban en
las poblaciones como artesanos y comerciantes, o como rancheros a las orillas del
municipio. En muchos casos las actividades comerciales estuvieron ligadas a la venta
de aguardiente, elemento imprescindible en las celebraciones festivas (Wasserstrom
1992: 157).
^ La finca «Zacualpa» en el municipio de Solosuchiapa fue invadida tras el levan-
tamiento armado zapatista, y comprada por el gobierno en 1994.
*' AHD, Correspondencia IV, D. 1, Tapilula. Informe de población del curato, 1851.
5 AHD, Asuntos Parroquiales IV, D. 1, Tapilula, 1858.
^ Como referencia a la existencia de los peones acasillados en Ixhuatán, Moisés
T. de la Peña (1951: 175) hace mención de un barrio nuevo de peones liberados en
1914.
[...] desde el año de 1894, es decir ase 39 años este pueblo está en poseción quieta
y pasífica de una superficie de 2.170 hectáreas de tierras, con el carácter de ejido,
cuya superficie fue deslindada y fraccionada por orden del Gobierno del Estado
en pequeñas posesiones ejidales que fueron adjudicadas en venta ^^.
7
AHD, Asuntos Parroquiales IV, D. 1, Tapilula, 1871.
AHD, Asuntos Parroquiales IV, D. 1, Tapilula, 1872.
9
AHE, Inventario Gral. de la Oficina General de Ejidos, Sección Fomento, III,
Expedientes 12 y 31, 1908.
^" AECAM, Exp. 450, 29 de abril de 1933, instauración del expediente para la do-
tación de Ejido dirigida al gobernador Victorico R. Grajales. Con fecha 10 de mayo
del mismo año se publicó la solicitud, efectuada el día 16 de abril en el Periódico
Oficial del Gobierno del Estado de Chiapas, tomo L, n° 19: 5-6.
" La compra no implicaba propiedad, sino la traslación del dominio, «con todas
las servidumbres y derechos que legalmente les pertenese». De los cuatro comprado-
res tres eran originarios de Tapilula, mientras el cuarto lo era de Copainalá. Destaca
de los mismos su relativa juventud, si tomamos en cuenta que la gerontocracia ha
sido uno de los temas recurrentes para hablar de la representación política de los
zoques: «los señores Rafael y Fermín Morales, José García y Juan Cruz Morales, el
primero como de treinta y tres años de edad, el segundo como de cuarenta, el ter-
cero como de veinticinco y el último como de cuarenta y cinco», AECAM, ibid.
^^ «No desconocemos la conveniencia que hay en todos los pueblos del ensanche
de sus ejidos y Fundo Legal, pero esto es lógico que debe hacerse cuando se aveci-
ne la necesidad por razón del aumento progresivo de sus habitantes, lo que induda-
blemente tiene que suceder en este pueblo, pero será de aquí a largos años y no
hoy», AECAM, Exp. 450, 8 de junio de 1933, carta dirigida al gobernador Victorico R.
Grajales.
^^ AECAM, exp. 450, 18 de abril de 1939, carta del Presidente del Comité Ejecu-
tivo Agrario de Tapilula (Miguel Sánchez) al Presidente de la Comisión Agraria Mixta
del Estado.
mientras que, por otro lado, la misma persona puede enorgullecerse del
desarrollo de su municipio en comparación con el vecino: «...ahora es que
quieren alcanzarnos, pero el pueblito [Ixhuatán] no ha tenido mucha
ampliación, no como acá que se ha ampliado bastante» 0. G., 3-V-96). Esta
ambigua dicotomía entre población originaria del lugar y descendientes
de inmigrantes es similar a la que se aplica desde el exterior para dividir
a la población entre indígena y mestiza, o desde el interior para asentar
la separación entre pobres y ricos.
Lo mismo podríamos decir de la percepción que los habitantes del
municipio tienen de su composición o perfil étnico. En una encuesta efec-
tuada en un centro educativo a personas que oscilaban entre los 12 y los
49 años de edad, es perceptible esta ambigüedad. El porcentaje más ele-
vado de los encuestados, un 38%, creía que Tapilula era un municipio
mestizo; sin embargo el grupo siguiente es el marcado por aquellos que
no saben, con un 36,5%, y con un 12,6% se encuentran aquellos que lo
consideran indio y ladino.
Si nos remitimos a lo expuesto en trabajos antropológicos sobre los
zoques, podemos encontrar un hilo conductor, y éste no es otro que el
que lleva hacia la identidad étnica zoque, cualquiera que sea la temática
estudiada. Ciertas prácticas culturales y el idioma fundamentan estas afir-
maciones, que provocan un verdadero dilema epistemológico y, por qué
no, metodológico, al hablar de la etnicidad. Si la identidad étnica se
encuentra en la «superestructura recóndita de su cultura» (Velasco 1991:
254), en los «valores patrimoniales» (Báez-Jorge 1983: 384), o en las prác-
ticas religiosas, nos estamos remitiendo a una esencia cultural en la que
importarían poco los cambios históricos, porque serían subsumidos o
reinterpretados, y donde lo zoque parecería prolongarse en el tiempo como
una mónada. Esto se expresa en fiestas, prácticas religiosas y organiza-
ción social para dar como resultado, en este silogismo más bien
determinista porque parte de una premisa inamovible, la continuidad
identitaria zoque.
Si nuestro razonamiento no es el equivocado, o el menos errado den-
tro del enredo étnico chiapaneco, la premisa tiene como sustento una
clasificación tan colonial como la misma categoría de «indio» aplicada por
los colonizadores castellanos (Bonfil 1972). Es decir, si la identidad étnica
sólo es perceptible y constatable en aquellos individuos unidos a supues-
tas prácticas culturales tradicionales, no existe la posibilidad de construc-
ción de identidades étnicas a partir de otras premisas o de las mismas
premisas (lengua, folklore, organización social...) pero reformuladas; al
mismo tiempo que aquellos miembros del supuesto grupo étnico que
abandonan la lengua o que organizan su estar en el mundo de forma
Yo no le hago caso a esa gente; somos distintos; no podemos estar unidos. Como
campesino que soy sé que mi carácter no da para que yo me iguale con ellos...
^^ Aunque criticado por su labor indigenista, Aguirre Beltrán (1994: 139) sintetiza
estas ideas repetidas en la siguiente frase: «La cultura de ios pueblos étnicos se trans-
forma sin perder su identidad».
La gente rica se platica pura cosa grande: ganado, grandes dineros; nosotros
platicamos de nuestra pobreza, por eso no pegamos con ellos (M. T., 8-VI-95).
no todos podemos ser iguales, porque hay un cielo y una tierra, pero por lo menos
que todos tengamos que comer [...] Mi padre también me enseñó que el libro y
el camino hacen al hombre ladino, y por eso he procurado que en Tapilula no se
cerraran las escuelas (S. L. B., 17-1-96).
La persona que tiene escuela, roce social, tiene su criterio más bien formado. El
indígena se deja guiar por otros porque no tiene criterio, si uno le dice vamos a
matar a aquel va y lo hace sin pensar las consecuencias. La gente ladina, diga-
mos, tiene más criterio, ni el Gobierno puede con los de San Juan Chamula, ellos
tienen sus autoridades.
^^ Algo similar es expuesto por María Cátedra (1989: 43-44) cuando establece las
diferencias que se generan en el discurso entre los «vaqueiros de alzada» y los «aldea-
nos» en Asturias. Las diferencias son de grado, puesto que los defectos atribuidos a
los vaqueiros son iguales a ios que creen poseer ios aldeanos: «no son 'desconfiaos',
'falsos', o 'atrasaos', sino 'más' desconfiaos, 'más' falsos, 'más' atrasados que el aldea-
no, el cual lo es también en menor grado».
ABREVIATURAS
BIBLIOGRAFÍA CITADA