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LAS CATEGORÍAS LINGÜÍSTICAS:ENTRE LA DEIXIS Y LA SUBJETIVIDAD.

Mabel Giammatteo (coord.)


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Autores:

Hilda Albano
Paula Bonorino
Mariana Cuñarro
Emiliano De Bin
Laura Ferrari
Adalberto Ghio
Mabel Giammatteo
Natalia Giollo
Andrés Kaller
Ana Marcovecchio
Carlos Muñoz Pérez
Guillermina Pagani
Augusto Trombetta
CAPÍTULO 1.
LAS CATEGORÍAS LINGÜÍSTICAS por Mabel Giammatteo

1. Introducción

Las categorías son los moldes a través de los cuales nuestra mente conceptualiza el mundo. Si
no fuera por ellas, nuestro contacto con la realidad sería caótico y

[...], no podríamos funcionar en absoluto, ni en el mundo físico ni en nuestras vidas sociales e


intelectuales. Entender cómo categorizamos es central para cualquier entendimiento de cómo
pensamos y cómo funcionamos, y por lo tanto central para entender qué nos hace humanos
(Lakoff: 1987: 6).
La categorización es “la manera principal en que entendemos la experiencia” (l.c.:XII). Se
trata de una operación mental por la que organizamos la información, ya sea a través de la
percepción, la acción, el pensamiento o la palabra.
La lingüística actual, especialmente la corriente que se conoce como gramática cognitiva, ha
puesto en el centro de sus intereses el problema de la categorización, considerado como la
habilidad de “juzgar que una cosa particular es o no es un ejemplar de una categoría
particular” (Jackendoff 1983: 78).
En este sentido, dado que el lenguaje es parte esencial de nuestra organización de la
experiencia, posee medios especiales de reflejar esa capacidad: las categorías lingüísticas.
Estas son tipos de categorías cognitivas (Lakoff: 1987) que, establecidas en el sistema de la
lengua, son empleadas como puntos de referencia para el pensamiento y tienen un papel en el
razonamiento, de modo que los contenidos y contrastes semánticos que expresan las
categorías ponen de manifiesto aspectos centrales de la cognición humana.
En la lingüística clásica, el término categoría se utilizó desde un punto de vista ‘nocional’,
considerando que estas eran universales “en el sentido de que son comunes a todas la lenguas”
(Lyons 1968: 270). Por otra parte, la denominación se aplicó tanto a las partes de la oración,
a las que en adelante me referiré como clases de palabras, como también a las categorías
gramaticales asociadas con ellas, tales como género, modo, tiempo, entre otras. Si bien los
conceptos relativos a la categorización son comunes a ambos tipos de categorías –léxicas y
gramaticales-, el objetivo de este libro es caracterizar las categorías gramaticales del
español – género, número, caso, persona, tiempo, aspecto y modo -, cuyo denominador
común es que todas tienen, además de otras formas de expresión posibles, manifestación
morfológica flexional, es decir, incorporada en la estructura interna de la palabra. Así, p. ej.,
en león-a-s la desinencia –as puede descomponerse en dos partes estructurales: -a-, que
manifiesta la categoría de género en su variante femenina, y –s-, que expresa número plural; y
en chateá-ba-mos1, la desinencia incluye la manifestación amalgamada de modo indicativo,
tiempo pretérito y aspecto imperfectivo –ba-, y la de número singular y tercera persona –mos.
Para la perspectiva clásica, que se basa en las categorías lógicas de Aristóteles, la
categorización se realiza sobre la base de propiedades compartidas por todos los miembros
que, en consecuencia, poseen rasgos idénticos. Para la lingüística cognitiva, en cambio, las
categorías se componen de propiedades interactuantes, que no necesariamente todos sus
miembros comparten.
El punto de partida que aquí proponemos es la consideración de que las categorías lingüísticas
se forman mediante asociaciones de rasgos universales, cuyas agrupaciones en las distintas
lenguas no son uniformes, como tampoco son idénticos los medios de expresión que eligen
para manifestarse. Por lo tanto, si bien el concepto de categoría gramatical tiene un nivel de
generalidad considerable, partimos del supuesto de que los contrastes específicos que cada
categoría manifiesta, así como el sistema de solidaridades e incompatibilidades que desarrolla,
solo pueden ser estudiados para cada lengua en particular. Consecuentemente, la
caracterización de las distintas categorías que se plantea en los distintos capítulos de este libro
tiene en cuenta cómo se organizan, qué significados principales y secundarios transmiten y
cómo se correlacionan y manifiestan en una lengua particular como el español.

2. De la concepción clásica a un enfoque cognitivo de las categorías.

2.1. Lo esencial y lo accidental

El término categoría proviene de una palabra griega que significa ‘predicación’, en el sentido
filosófico de atribuir propiedades a las cosas. En el siglo IV, desde la lógica, Aristóteles
distinguió entre la sustancia o categoría primera, que representaba al individuo o a la clase, y
las restantes categorías, denominadas, predicamentos –cualidad, cantidad, relación, lugar,
tiempo, acción, pasión2, posición y posesión-, que se le adjudicaban. En la concepción
1 En chateábamos la raíz, que es un préstamo del inglés chat, va seguida de la denominada vocal temática que
marca la clase conjugacional del verbo (v. infr. nota 8): en este caso –a, porque se trata de un verbo de primera
conjugación.
2 ‘Acción’ y ‘pasión’ hacen referencia a las dos subcategorías de ‘activo’ y ‘pasivo’, relacionadas con la
categoría de voz, que se trata, junto con el caso, en el cap. 9 de este libro.
aristotélica y su continuación en la tradición escolástica3, se asumía que las predicaciones
realizadas mediante las categorías manifestaban distinciones en el mundo real. Así, dado que
se consideraba también que la estructura del lenguaje reflejaba fielmente la del pensamiento,
se derivaba para los humanos la posibilidad de un conocimiento acabado de la realidad
circundante.

Las categorías de “ser”, “significar” y “comprender” eran congruentes entre sí; y esta
correspondencia de los tres conjuntos fue arbitrada para justificar la asociación íntima e
indisoluble de la filosofía, la gramática y la lógica. (Lyons 1968: 284).
Desde el punto de vista del lenguaje, cada una de las partes de la oración establecidas por la
gramática tradicional4 –sustantivo, verbo, adjetivo, etc.- representaba a la cosa de un ‘modo
esencial’, o sea mediante sus propiedades inherentes, y de un ‘modo accidental’, es decir,
según sus propiedades relacionales; estas últimas dadas a entender por sus diferentes
“accidentes morfológicos” –género, número, tiempo, etc.- expresados por las desinencias
flexionales de las palabras.

2.2. Categorías y clases de palabras

En la tradición occidental, la clasificación de las palabras partió del reconocimiento de dos


clases: la de los nombres y la de los verbos. Su identificación se adjudica al sofista Protágoras
de Abdera, que en el siglo V a. C., se valió de las categorías gramaticales que estas palabras
manifestaban para distinguirlas: el nombre era la palabra con género y el verbo la que
expresaba tiempo. Poco después Platón (s. V) diferenció ambas clases por su función en el
juicio lógico: el nombre se refería a la sustancia, categoría primera y fundamental, de la cual
el verbo predicaba. Aristóteles (s. IV) mantuvo esa distinción y añadió una tercera clase, que
englobaba a todas las partículas de enlace -o “palabras engranaje”, como las denominará
siglos más tarde Bosque (1990), tales como preposiciones y conjunciones.
Con ligeras variantes, las clasificaciones posteriores proceden de la de Aristarco,
hecha en el siglo II a C y transmitida por los gramáticos alejandrinos (ss. III a C - II d C), y
oscilan entre ocho y diez clases de palabras. En la famosa gramática de Dionisio el Tracio (s

3 La escolástica fue la corriente filosófica dominante en la Edad Media. Se basó en los postulados de la filosofía
clásica para explicar los conceptos del cristianismo.
4 Con la denominación de gramática tradicional hacemos referencia a las teorías y planteos sobre el lenguaje
basados en los estudios de los gramáticos griegos y latinos y que se mantuvieron vigentes hasta la primera mitad
del siglo XX, en que surge la gramática estructural.
II a C), p. ej., figura una lista con ocho clases: nombre, verbo, participio, preposición,
conjunción, artículo, adverbio y pronombre.
En opinión de Bosque (1990), en todas estas gramáticas las definiciones de las clases de
palabras5 estaban basadas “en una extraña mezcla de criterios” (op.cit: 23) amalgamados de
una manera imprecisa y poco consistente. De este modo, según la preminencia de uno u otro
factor, las clasificaciones resultantes podían variar considerablemente. Así, p. ej., Aristóteles
había colocado al adjetivo en la clase de los verbos por la función común de predicación, pero
gramáticos posteriores lo incluyeron con el nombre porque manifestaba género y número.
Asimismo, dado que consideraban que las clases de palabras eran universales, los gramáticos
latinos adaptaron las clasificaciones de los alejandrinos a su lengua, sin embargo, al advertir
que, a diferencia del griego, el latín no posee artículo, decidieron incorporar la interjección a
la lista para mantener el número de clases de palabras.

2.3. La cuestión de la universalidad La cuestión de la universalidad

Para los gramáticos clásicos, dada su vinculación con el pensamiento, las categorías se
consideraban universales, es decir, existentes en todas las lenguas y con las mismas
características. Al dar validez universal tanto a su existencia como a su manifestación por
medios formales determinados, por lo general, flexionales, la gramática tradicional no solo
reconoció un cierto número de clases de palabras para todas las lenguas, sino que también
supuso la misma relación entre las distintas clases y las categorías que manifestaban; p. ej.,
género y número con el sustantivo y el adjetivo; o bien tiempo y modo con el verbo. Esta
identificación entre clases de palabras y categorías gramaticales, no solo se encuentra en
Aristóteles sino que también se transmitió a los gramáticos alejandrinos –Aristarco (s. III a
C), Dionisio de Tracia (s. II a C) y Apolonio Díscolo (s. II d C)-, de quienes la tomaron los
romanos Donato (s. IV) y Prisciano (s. V), hasta que fue finalmente transmitida a las
gramáticas romances y quedó instalada en la tradición occidental.
Aunque al principio se aceptaba que las clases identificadas para las lenguas clásicas eran
universales, con el correr del tiempo y con el conocimiento de lenguas de muy diversos
orígenes, se fue admitiendo que no en todas existen las mismas clases. Por otra parte, tampoco

5 La historia de la clasificación de las palabras en un nivel introductoria se puede consultar en Bosque 1990: §§
2.1 y 2.2.; presentaciones más detalladas son Robins (1967 [2000]) o Lyons (1968). También la Gramática de
Alcina Franch y Blecua (1975) trae una “Introducción histórica y teórica” en la que trata el tema y Auroux
(1998) incluye un Apéndice con una “Cronología de la reflexión lingüística”, muy amplia.
las categorías morfológicas que se usaban para distinguir cada clase, parecen manifestarse
universalmente de la misma manera. Así, p. ej., mientras en las lenguas romances los nombres
sólo pueden expresar género -niñ-o/ niñ-a- y número -pez/ pec-es-, en algunas otras, como
griego, latín, alemán o ruso, los nombres también expresan caso -lat. ros-a (caso nominativo
para la función de sujeto)/ rosa-m (caso acusativo para la función de objeto)-, es decir, que la
palabra cambia su desinencia para indicar la función sintáctica que desempeña. Otras lenguas,
en cambio, tienen menos variantes: p.ej. en inglés, los sustantivos no tienen género
morfológico –teacher (maestro-a)- y solo flexionan en número -teacher-s (maestros-as) y en
japonés, los nombres no manifiestan ni género ni número -sensei (maestro-a-os-as)-. En esta
última lengua, además, una de las categorías morfológicas más tradicionalmente unida al
verbo, el tiempo, puede también manifestarse en algunas clases de adjetivos -kirei (lindo)/
kirei-deshita (era lindo)-. En ruso, en cambio, el verbo, además de sus categorías propias,
también manifiesta género –dal/ dal-a/ dal-o (dio (él)/dio (ella)/dio (ello)).
En la actualidad se reconoce que no existen asociaciones constantes entre clases de palabras y
categorías morfológicas, de modo que estas correlaciones deben ser planteadas para cada
lengua. Asimismo, tampoco las clases de palabras son universales, aunque posiblemente en
todas las lenguas existan dos categorías básicas sobre las que se articula la oración, más o
menos semejantes a nombre y verbo.
Por otra parte, según veremos, no solo no existe una asociación constante y universal entre
clases de palabras y categorías, sino que, además de la tradicional manifestación flexional, las
categorías se valen de otros recursos para su expresión en las lenguas.

2.4. La manifestación de las categorías

En las diferentes lenguas, las categorías –es decir los significados que cada una de ellas
transmite- pueden manifestarse por otros medios no morfológicos, como los sintácticos y los
léxicos. Al respecto, en español durante mucho tiempo se discutió acerca de la existencia de
una voz pasiva porque, a diferencia de las lenguas clásicas, como p.ej. el latín, que opone una
expresión morfológica de voz activa –amo (yo amo)- a otra de pasiva –amor (soy amado)-, el
español carece de pasiva morfológica. Sin embargo, la voz pasiva tiene en esta lengua una
manifestación sintáctica que se expresa a través de una forma perifrástica formada por el
verbo ser y un participio concordado con el sujeto –soy amado/a-.6
También puede suceder que una categoría no tenga manifestación en una lengua, como

6 El latín también utilizaba este recurso para los tiempos de perfectum -amatus sum (he sido amado)-.
sucede, también en español, con el caso –categoría morfológica que manifiesta la función
sintáctica de la palabra-, que no tiene en la actualidad manifestación morfológica en los
nombres y ha quedado restringida a su manifestación en los pronombres personales – p. ej. yo
(nominativo)/ me (acusativo/ dativo)/ mí (oblicuo)7-. Cuando una categoría no tiene
manifestación en una lengua determinada se dice que está encubierta (covert), por oposición a
las que se manifiestan (overt).También puede suceder que una categoría no tenga
manifestación en una lengua, como sucede, también en español, con el caso –categoría
morfológica que manifiesta la función sintáctica de la palabra-, que no tiene en la actualidad
manifestación morfológica en los nombres y ha quedado restringida a su manifestación en los
pronombres personales – p. ej. yo (nominativo)/ me (acusativo/ dativo)/ mí (oblicuo)8-.
Cuando una categoría no tiene manifestación en una lengua determinada se dice que está
encubierta (covert), por oposición a las que se manifiestan (overt).
Así como una categoría puede no tener manifestación en una lengua, o bien tener una
expresión reducida, como el caso en español, también puede suceder que una misma categoría
adopte más de un recurso para su expresión en una lengua determinada. Así, p.ej. sucede con
el género en español, que puede expresarse tanto morfológicamente, o sea dentro de la
estructura de la palabra, como en niñ-o/ niñ-a; como sintácticamente, a través de un contraste
como el que se da entre el dentista/ la dentista–; o incluso léxicamente, por un cambio de
palabra, como en toro/ vaca. Y lo mismo sucede con el aspecto, que puede manifestar su
oposición básica, perfectivo/imperfectivo, morfológicamente –cantó (perfectivo, sin mostrar
el desarrollo o estructura interna del evento)/ cantaba (imperfectivo, cursivo, en desarrollo),
pero también por recursos sintácticos como las perífrasis, que indican distintas fases del
desarrollo del evento –empezó a cantar (aspecto inceptivo)/ terminó de cantar (aspecto
culminativo)/ está cantando (aspecto progresivo)/ etc.,- o bien léxicamente, mediante los
significados que transmiten los verbos. En este sentido, p.ej., mientras entrar indica una
acción puntual, dormir se refiere a un evento durativo.

3. El enfoque cognitivo

7 El nominativo es el caso que corresponde a la función sujeto –Yo canto muy bien-; el acusativo, a la de objeto
directo –Me vio en la fiesta-; el dativo, a la de objeto indirecto –Me regalaron un piano-; y el oblicuo, también
llamado terminal o prepositivo, es el que se emplea después de preposiciones – Lo trajo para mí-.
8 El nominativo es el caso que corresponde a la función sujeto –Yo canto muy bien-; el acusativo, a la de objeto
directo –Me vio en la fiesta-; el dativo, a la de objeto indirecto –Me regalaron un piano-; y el oblicuo, también
llamado terminal o prepositivo, es el que se emplea después de preposiciones – Lo trajo para mí-.
Mientras en la concepción tradicional aristotélica cada categoría era considerada una especie
de recipiente que se llenaba con un conjunto de propiedades “necesarias y suficientes” que
servían para caracterizar a la categoría e identificar sus miembros, en años más recientes,
algunos estudios empíricos hechos desde la psicología cognitiva, entre los que destacan los de
Rosch (1973 y 1978), han alertado acerca de algunas falacias de esta interpretación.
Básicamente, estos experimentos han puesto de manifiesto que los miembros de las categorías
no tienen todos el mismo estatus, es decir, que existen mejores y peores ejemplos de cada una
y que, a diferencia de lo que sostenía la tradición aristotélica, las categorías no son
absolutamente independientes ni del sujeto que efectúa la categorización, ni de determinados
factores socio-culturales, ni de la manera particular en que la mente realiza la categorización,
es decir, de los esquemas mentales mediante los que se organiza la experiencia. En este
sentido, Jackendoff (1983: 24) sostiene que

[…] quizás el resultado general más significativo de la escuela de psicología de Gestalt (ver
Wertheimer (1923), Kohler (1929), Kofka (1935)) fue su demostración de la extensión hasta la
cual la percepción es el resultado de la interacción entre el input del medio ambiente y
principios activos en la mente que imponen estructura sobre ese input.
En esta nueva perspectiva ya no se sostiene que percibamos el mundo tal cual es (v. supr.
§2.2), sino una construcción de él moldeada por nuestras capacidades cognitivas, a la que
Jackendoff denomina el “mundo proyectado”. En cuanto a la categorización, para este autor,
en primer lugar, los juicios que formulamos, si bien se producen por mecanismos automáticos
de los que no somos conscientes, no son absolutamente mecánicos, sino que se hacen
creativamente, en el sentido de que responden a reglas que vamos aplicando según los casos.
En segundo lugar, y en contra del principio lógico de bivalencia 9, Jackendoff sostiene que
nuestros juicios de categorización responden al esquema sí/ no/ no seguro, lo cual muestra
que la estructura interna de las categorías y conceptos lexicales por los que estas se expresan
no puede responder exclusivamente a un conjunto de condiciones “necesarias y suficientes”.
En tercer lugar, no son raras las instancias en que no podemos hablar de verdad o falsedad
absoluta, dado que se reconocen múltiples casos dominados por características graduales, que
han conducido a los estudiosos a adoptar un concepto como el de “límite difuso” (que
proviene de la teoría matemática de los conjuntos difusos (fuzzy sets), desarrollada por el
matemático Zadeh (1965) y popularizada en lingüística por Lakoff (1972)).
Junto con estos planteos, también debe considerarse el hecho de que ciertos atributos pueden
estar ausentes en algunos miembros de una categoría, lo que generalmente interpretamos

9 Según el principio de bivalencia de la lógica clásica, una proposición solo puede ser verdadera o falsa, no
existen valores intermedios de verdad.
como excepciones. Este tema ya había sido considerado por Wittgenstein (1953), quien, al
estudiar el significado de la palabra inglesa game (juego), reconoció que no se encuentra una
característica común a todos los miembros de la clase, que van desde juegos de salón, que
involucran habilidad, como el ajedrez; hasta competencias deportivas como el fútbol,
incluyendo otros casos donde no existe competencia, como la ronda infantil. Para explicar
esta amplitud en el interior de una misma categoría, Wittgenstein recurre al concepto de
“parecido de familia”, según el cual los distintos miembros de una clase, como los de una
familia, comparten características – color de ojos, altura, tono de voz, etc. -, aunque no
necesariamente todos posean las mismas.Junto con estos planteos, también debe considerarse
el hecho de que ciertos atributos pueden estar ausentes en algunos miembros de una categoría,
lo que generalmente interpretamos como excepciones. Este tema ya había sido considerado
por Wittgenstein (1953), quien, al estudiar el significado de la palabra inglesa game (juego),
reconoció que no se encuentra una característica común a todos los miembros de la clase, que
van desde juegos de salón, que involucran habilidad, como el ajedrez; hasta competencias
deportivas como el fútbol, incluyendo otros casos donde no existe competencia, como la
ronda infantil. Para explicar esta amplitud en el interior de una misma categoría, Wittgenstein
recurre al concepto de “parecido de familia”, según el cual los distintos miembros de una
clase, como los de una familia, comparten características – color de ojos, altura, tono de voz,
etc. -, aunque no necesariamente todos posean las mismas.
Frente a este panorama, en apariencia caótico, la respuesta de Jackendoff es que la
propiedades que deben ser consideradas son de tres tipos: 1) necesarias, como p.ej. el
concepto de “color” , que es indispensable para describir un término como rojo; 2)
graduales, que “especifican un valor focal o central” y permiten, p.ej., definir las tonalidades
de un color; y 3) típicas, que son todas aquellas que, como las rayas en los tigres o el color
rojo en las manzanas, son características, pero pueden faltar, lo cual permite dar cuenta de los
casos marginales y de las excepciones.
¿Cómo se conjugan los distintos tipos de propiedades? En la línea de las reglas de buena
formación propuestas por el psicólogo gestáltico Wertheimer (1923), Jackendoff propone
reconocer sistemas de reglas de preferencia, que seleccionan entre las opciones posibles
estableciendo una estructura preferida, que responde a la jerarquía de saliencia o prominencia
entre las propiedades. Cuando todas las posibilidades favoritas se conjugan, estamos frente a
un estereotipo de la categoría – una manzana roja, p.ej-. Al reunir la mayor cantidad de
opciones preferidas, estos casos son los que mejor se comprenden y recuerdan. En esta
concepción, los estereotipos surgen “como un fenómeno emergente del máximo refuerzo entre
las reglas de preferencia” (Jackendoff 1983:136). Si se inscriben en un marco/ guión
(frame/script) de referencia, las reglas de preferencia permiten reponer valores por defecto a
partir de lo que resulta más esperable para un determinado caso. Así, p.ej. al hablar de un
tigre, por defecto vamos a pensar en un animal “[…] de pelaje amarillento y con listas oscuras
en el lomo y la cola […] y, al igual que el DRAE en la definición que acabamos de transcribir,
no vamos a tener en cuenta que, aunque minoritarios, también existen los tigres blancos.
Las características expuestas hacen que los hablantes intuitivamente puedan reconocer la
pertenencia de los elementos a una clase y distinguir, en consecuencia, entre miembros
centrales y periféricos. Una conceptualización más amplia como la que estamos presentando,
permite considerar que las categorías no se presentan como cerradas, sino que exhiben una
estructura con límites borrosos, donde es posible ubicar los casos marginales o dudosos.

4. Las categorías lingüísticas en un enfoque cognitivo

Ahora bien, ¿qué nos dice la perspectiva cognitiva esbozada respecto de las categorías
lingüísticas? En principio, las categorías lingüísticas responden a las características generales
de la categorización que acabamos de presentar. Desde este enfoque, oposiciones del tipo de
‘objeto’ frente a ‘evento’/ ‘estado’/ ’actividad’; ‘masculino’ versus ‘femenino’ o ‘ahora’/
’antes’/ ‘después’, constituyen puntos de referencia cognitivos mediante los cuales
conceptualizamos algún aspecto de la realidad o del mundo y lo manifestamos
lingüísticamente.
Las categorías lingüísticas, tanto las mayores, como las clases de palabras, o las menores,
como sus “accidentes” o categorías gramaticales, también se interpretan mejor desde una
concepción que no reclame uniformidad absoluta entre sus miembros y permita distinguir
entre casos centrales y periféricos. Para la categoría “nombre”, p. ej., sustantivos como mesa,
libro o zapato serán mejores representantes que felicidad o producción, que aunque tienen
algunas de las características morfosintácticas de la clase, no se corresponden con su
significado prototípico relacionado con “nombrar personas, animales u objetos”. Desde el
punto de vista cognitivo, esto implica que los primeros – mesa, libro, etc.- en tanto responden
mejor al sistema de preferencias elaborado por la lengua para la clase, serán más fácilmente
percibidos como miembros por los hablantes, mientras que los segundos –felicidad,
producción-, que son de tipo abstracto, seguramente presentarán más dificultad. Al mismo
tiempo, palabras que pueden considerarse a caballo entre dos clases, como terminal – la
terminal de ómnibus (sustantivo)/ una enfermedad terminal (adjetivo) o cantar – A mí me
gusta cantar (verbo)/ El cantar de los cantares (sustantivo), sin duda, también resultan más
problemáticas para clasificar.
Así concebidas, internamente las categorías lingüística no solo se forman con miembros
centrales o focales, sino que también muestran efectos de gradación, asimetrías y marcación:
un miembro es tomado como neutro o no marcado –p. ej. el masculino en el género, que
puede abarcar simultáneamente lo femenino como lo masculino, como cuando decimos Los
leones (tanto machos como hembras) viven en la sabana africana, mientras que el otro
miembro, por defecto, se emplea solo cuando es necesario ser más específico: Las leonas
(solo las hembras) están preñadas.

4.1 La identificación de las categorías

Hasta ahora hemos asumido la existencia de las categorías presentadas en la introducción (v.
§1). No obstante, creemos, ha llegado el punto en que resulta necesario justificar la lista
presentada. ¿Son solo esas las categorías pertinentes o existen más y las hemos dejado de lado
solo porque no tienen manifestación morfológica en español?
Para identificar las categorías más extendidas, Bybee (1985) se vale de una muestra de 50
lenguas representativas de las lenguas del mundo, que había sido recogida por motivos
independientes por Perkins (1980) y reunía lenguas no emparentadas genéticamente ni
pertenecientes a la misma área geográfica o cultural. Una vez examinados los datos, la autora
sostiene (1985: 13):

Cuando uno mira casualmente alrededor de las lenguas del mundo, uno queda
impresionado por el hecho de que las mismas o muy similares categorías flexionales
aparecen en una lengua tras otra. Los sistemas verbales muy comúnmente flexionan en
aspecto y/o tiempo, modo, y persona y concordancia en número con el sujeto. Algo
menos frecuentemente, parece, uno encuentra flexión para causativos, negación, voz y
concordancia de objeto. Para los nombres, número, género, y otros tipos de
clasificadores, caso y a veces deixis se expresan flexivamente. Estas listas no son
exhaustivas, por supuesto, pero el hecho de que es posible armar una lista relativamente
corta de elementos semánticos a menudo expresados flexionalmente indica que debe
haber algunos principios generales que gobiernan la expresión flexional (Trad. nuestra)

4.1. Principios generales

Según la mencionada autora, los dos principios que rigen la existencia de las categorías
flexivas son dos: relevancia y generalidad.
Para ser relevante, un contenido semántico debe afectar directamente o modificar el contenido
de otro. Para Bybee, además, la relevancia depende de la prominencia cognitiva o cultural.
Así, p.ej. el aspecto que “representa las diferentes maneras de considerar la constitución
temporal interna de una acción o estado” (Comrie 1976: 3) es más relevante para el verbo, que
el número, que solo indica la cantidad de personas que realizan la acción o estado. Para la
autora, este diferente grado de relevancia entre el aspecto y el número, también se refleja en el
orden de estos elementos en la estructura de la palabra, así en chateábamos, la desinencia
-ba que marca aspecto (además de tiempo y modo), está más cerca de la raíz chat-, es más
interna, que la desinencia de número (y persona) –mos. Por otra parte, el número, en cambio,
es relevante para el nombre, ya que las entidades que estos describen (al menos en la categoría
focal, de los sustantivos comunes y concretos) son esencialmente discretas y contables.
En cuanto a la generalidad, Bybee plantea que “una categoría flexional debe ser aplicable a
todas las raíces de la categoría semántica y sintáctica apropiada y debe ocurrir en el contexto
sintáctico apropiado” (op.cit: 17). Para ser general y aplicable a todas las raíces de una clase
de palabra dada, el contenido de la categoría debe ser mínimo, así p.ej. el número solo indica
cantidad de entidades afectadas de una forma muy general: uno (singular), más de uno
(plural), dos (dual), etc.; el tiempo, por su parte, solo señala si un evento sucedió antes,
durante o después del momento de habla o acto del coloquio. Si el contenido de una categoría
fuera muy específico no se podría aplicar a todos los miembros. Así, la persona es una
categoría que se aplica a todos los verbos y los que no se conjugan en todas las personas,
como los verbos impersonales –llover, granizar, acontecer-, se consideran defectivos, es decir
que constituyen casos periféricos o marginales, las “excepciones” de la teoría clásica, y lo
mismo sucede con los sustantivos que, por diversos motivos no varían en número y están
fijados en singular -cenit- o en plural –víveres, nupcias-. Según plantea Bybee, esta
generalidad de los contenidos transmitidos por las categorías es la que lleva diacrónicamente a
estos elementos a reducirse tanto fonológica como semánticamente hasta convertirse en
elementos desinenciales. Por otra parte, para que este proceso ocurra, el significado que la
categoría transmite debe ser “suficientemente útil comunicativamente para asegurar una gran
frecuencia de ocurrencia” (l.c.). Al tener un valor muy general y no idiosincrásico, el
significado que manifiesta la categoría es fácilmente comprendido por los hablantes, que no
vacilan en aplicar productivamente el proceso, así cada nuevo verbo creado en español, será
conjugado en tiempo, y a cada nuevo sustantivo, se le asignará la flexión en número, excepto,
que pertenezcan a un subgrupo marginal, al que no corresponda aplicar dichas categorías. De
estas características se deriva que las categorías flexionales son obligatorias y su significado
debe ser predecible.

4.2. El significado de las categorías

Más allá de los dos principios generales que rigen la existencia de las categorías en las
lenguas, cómo podemos acercarnos a lo que cada una de ellas particularmente transmite. ¿Es
posible identificar algún significado que englobe todos los sentidos en que es usada una
categoría determinada en las distintas lenguas, de modo tal que permita definirla en un sentido
universal? Smith (1991: 22) sostiene que “los sistemas aspectuales de las diferentes lenguas
son asombrosamente similares – aunque,..., también varían en formas sutiles y no sutiles”, lo
cual también puede aplicarse al resto de las categorías. Por eso, no obstante las semejanzas,
siempre ha sido sumamente difícil para los especialistas ponerse de acuerdo en cuanto al
significado básico o central de cada categoría, no solo en diferentes lenguas, sino incluso
dentro de la misma.
Con mayor o menor grado de complejidad, casi todas las categorías lingüísticas poseen más
de un significado, entre los cuales no siempre es sencillo establecer conexiones. Sin embargo,
si aplicamos una perspectiva cognitiva, muchas de estas cuestiones se vuelven más
comprensibles. Desde este enfoque, las categorías no tienen que tener un solo significado
compartido por todos los miembros que las manifiestan. Por el contrario, se acepta que están
constituidas por conglomerados de significados, puesto que lo que determina que una una
manifestación corresponda a una categoría dada es que exprese ciertos significados centrales
que se consideran típicos de esa categoría.
En principio, las categorías se organizan en sistemas con subcategorías contrastantes:
femenino/masculino, singular/plural, anterior/simultáneo/posterior, etc. Además, como ya
hemos visto, las lenguas no solo recurren a distintos medios para expresar las categorías, sino
que, también, en cada una de ellas, el conjunto de significados y oposiciones presentes se
combinan según reglas de preferencia distintas, de modo que, aunque todos pueden ser
encuadrados dentro de las posibilidades que ofrece el repertorio universal, los sistemas
resultan específicos de cada lengua. En cuanto a las oposiciones, tampoco todas las lenguas
manifiestan las mismas, así, mientras en español las dos subclases o variantes del género son
femenino y masculino, las lenguas clásicas y también otras, como el ruso o el alemán, cuentan
también con un género neutro, y ciertas lenguas africanas, americanas y australianas poseen
complejos sistemas de género que contemplan varias subcategorías en parte vinculadas con la
oposición semántica ‘animado’/ ‘-animado’ y en parte relacionadas con “propiedades salientes
de la entidad denotada como su forma y tamaño” (Katamba 1993: 235).
Aun cuando dos lenguas puedan expresar los mismos significados respecto de una categoría,
es posible que los articulen en forma diferente, ya que cada manifestación puede llegar a
sumar significados "aditivos", cuya combinación con los significados principales varía de
lengua a lengua. Así, p. ej., mientras en español es posible hacer una aseveración neutra en
indicativo, en otras lenguas no existe tal posibilidad, ya que el modo de la aseveración
siempre suma alguna otra calificación, que lo convierte en no objetivo (Lyons 1977).
Incluso dentro de una misma lengua, no todas las formas manifiestan o reúnen los valores de
la misma manera, así, en español, mientras las formas simples pueden ser, según el caso,
imperfectivas (presentan el evento en desarrollo) o perfectivas (presentan el evento
globalmente, sin mostrar su desarrollo o estructura interna), y las compuestas, manifiestan
aspecto perfecto (presentan el evento como concluido), las correspondientes progresivas,
suman a los valores aspectuales de las simples y de las compuestas, el significado adicional
de ‘actualidad’ o ‘acción efectivamente realizada’–estoy/ estaba/ estuve/ estaré/ he estado/
etc. cantando-. Otro ejemplo de significado “aditivo” puede ser el pretérito anterior del
español -hube cantado– que, al significado temporal de ‘anterioridad’, propio de las formas
compuestas, añade el valor de ‘inmediato o cercano’, referido al pasado10.
Todas estas cuestiones hacen que la caracterización y, sobre todo la diferenciación de cada
categoría sea una tarea sumamente compleja. Por tanto, aunque el concepto de cada
categoría, definido sobre la base no de uno, sino de un conjunto de significados, básicos y
derivados o principales y secundarios, sea universal, los sistemas que estas categorías
conforman deben ser especificados para cada lengua, es decir, constituyen un verdadero
“parámetro de variación”. Todas estas cuestiones hacen que la caracterización y, sobre todo
la diferenciación de cada categoría sea una tarea sumamente compleja. Por tanto, aunque el
concepto de cada categoría, definido sobre la base no de uno, sino de un conjunto de
significados, básicos y derivados o principales y secundarios, sea universal, los sistemas que
estas categorías conforman deben ser especificados para cada lengua, es decir, constituyen
un verdadero “parámetro de variación”.

5. La manifestación flexional de las categorías

10 Si bien se trata de una forma prácticamente desaparecida actualmente, excepto en algún uso literario o de la
lengua escrita. Al respecto, v. Rojo y Veiga 1999.
Dada la preminencia que le damos en nuestra selección de categorías a aquellas que tienen
manifestación flexional, en el siguiente subapartado vamos a introducir algunos conceptos
básicos que nos permitirán comprender mejor este aspecto de las categorías.

5.1. La morfología flexiva.

La morfología es la parte de la gramática que se ocupa de la estructura interna de las palabras,


es decir, de cómo están conformadas y cómo se generan. Dentro de la morfología, se
reconocen dos áreas de estudio: la morfología léxica y la morfología flexional. La primera
tiene que ver con el incremento de vocabulario, con la creación de nuevas palabras -porque
las palabras derivadas constituyen otra palabra diferente de aquella de la que provienen- y
muchas veces incluso la derivación puede cambiar la clase de palabra a la que pertenece,
como cuando de una palabra como flor, que es un nombre, formamos el verbo flor-ecer. Pero
si en vez de florecer formamos flor-es no se trata de una palabra diferente: .flor y flor-es son
formas de la misma palabra, sólo que en flores la palabra ha sido flexionada para manifestar
número plural. Entonces, la diferencia entre la morfología flexional y la derivativa es que la
flexional no sólo nunca cambia la clase de palabra –flor es sustantivo y flores también-, sino
que tampoco cambia la palabra: es la misma palabra, que presenta, en este caso, dos variantes.
Si tomamos el ejemplo del caso en las lenguas que tienen esta categoría como flexional en el
nombre, como en latín, griego o ruso, las distintas variantes no son palabras diferentes, sino
solo formas que varían para indicar la función sintáctica (sujeto, objeto directo, etc.).
1. Rosa est pulchra (La rosa es bella)  Rosa está en caso nominativo porque funciona como
sujeto.
2. Video rosam (Veo la rosa)  Rosam está en caso acusativo porque funciona como objeto
directo.
Los sufijos flexionales no cambian la palabra y, además, como sostiene Bybee (v. supr. §4.1),
sus significados tienen un grado de generalidad muy amplio. Frente a significados más
específicos como el que pueden agregar los sufijos de derivación, como –ista en flor-ista
(‘persona que vende flores’), –ería en flor-ería (‘lugar donde se venden flores’), o –ero en
flor-ero (‘recipiente donde se colocan las flores’), etc., la flexión en cambio, aporta
significados mucho más amplios, como ‘más de uno’, que eso es lo que significa ‘plural’, o
‘anterior al presente’, que es lo que significa ‘pasado. Estos significados, justamente por ser
tan generales, tienen muy pocas incompatibilidades, y por eso se pueden unir a todas las
palabras de la clase que corresponda sin restricciones. Eso sucede con el ‘plural’, que
prácticamente lo podemos adjuntar a todos los sustantivos de la lengua. Hasta cuando
creamos nuevos sustantivos, como el caso de chat, podemos aplicarle el plural y formar
chat-s. A diferencia de los sufijos de derivación, que podríamos decir que son potenciales y
aleatorios –que formemos florería a partir de flor no significa que vayamos a poder derivar
de idea  ide-ería o de pared  pared-ería-, los sufijos flexionales, en cambio, son
obligatorios, excepto para casos de defectividad. Por ejemplo, todos los verbos se conjugan en
tiempo, persona, número, etc., pero algunos, como llover, en su significado meteorológico,
solo se emplea en tercera persona –no decimos yo lluevo, sino llueve-, pero a este tipo de
casos los consideramos defectivos porque lo esperable es que los verbos se conjuguen en
todas las personas. Lo mismo pasa con los sustantivos, lo habitual es que todos tengan
singular y plural. Sin embargo, algunos no varían en plural: por ejemplo lunes o tórax y todos
los terminados en sonidos sibilantes (/-s/, /-x/, etc.), de modo que, en estos casos, tenemos que
marcar la variación en número mediante el determinante: el lunes/ los lunes, el tórax/ los
tórax.
En síntesis, los sufijos de flexión añaden significados generales, abarcativos, y se agregan a la
clase que corresponda, es decir, el tiempo no se agrega a los sustantivos, sino a los verbos,
pero no a algunos, sino a todos, y los que no lo aceptan son defectivos. Por otra parte, también
señalemos que aunque no sea necesariamente así en todas las lenguas, en español la flexión se
manifiesta solamente por sufijos, al contrario de la derivación que se expresa tanto mediante
sufijos como prefijos.

5.2. Las funciones de la flexión

Veamos ahora qué funciones cumplen los sufijos de flexión. Ya vimos que no cambian la
palabra sino que simplemente ofrecen “una variante”. Si consideramos las clases de palabras,
vemos que algunas, como los sustantivos, los verbos y los adjetivos, son variables, mientras
que otras, como las preposiciones y las conjunciones, son invariables. ¿Por qué, entonces,
algunas palabras varían? Podemos partir de un ejemplo como (3):
3. El pasajero llegó a la estación.
Cuando queremos hacer referencia a varios pasajeros, no podemos decir:

4. *El pasajeros llegó a la estación.


sino
5. Los pasajeros llegaron a la estación
En (5) se puede observar una variación en número en el determinante –los en vez de el- y en
el verbo –llegaron en vez de llegó- ¿A qué obedecen esas variaciones? ¿Aparecen en las
palabras aisladas o cuando las relacionamos sintagmáticamente? Cuando vinculamos las
palabras tenemos que hacer “ajustes” para que armonicen o concuerden entre sí. Dado que
pasajeros en (5) es plural, el determinante singular el no puede mantenerse y debe cambiar a
los y también el verbo pasa a la forma de tercera persona plural llegaron. Podríamos,
entonces, decir que los sufijos de flexión son morfosintácticos. Son morfológicos porque se
manifiestan dentro de la palabra y sintácticos porque establecen relaciones sintagmáticas entre
las palabras de manera tal que si no las respetamos la oración resulta agramatical, como se
mostró en (4). Estas correlaciones entre constituyentes son necesarias para la buena formación
de sintagmas y oraciones, y por eso los sufijos de flexión son obligatorios.
Si comparamos flor-ero y su plural flor-ero-s, podemos observar que primero se añade el
sufijo de derivación -ero y luego, el sufijo flexional de plural -s. Esto es una constante en la
lengua: los sufijos léxicos o de derivación, dado que inciden sobre el significado que
manifiesta la raíz, son más internos dentro de la palabra, mientras que los sufijos flexionales,
que ponen en relación sintagmática las palabras, son siempre más externos porque van
conectando unas palabras con otras.

6. Una nueva propuesta para la clasificación de las categorías

De las categorías flexionales reconocidas por Bybee en su estudio, las presentes en español
son las siguientes: género, que se manifiesta solo en el nombre; número, en el nombre y en el
verbo; caso, en el pronombre; persona en el pronombre y en el verbo; y tiempo, aspecto y
modo, solo en el verbo. Asimismo en este libro también trataremos la deixis como significado
que remite a la situación comunicativa y está presente en las categorías de tiempo y persona;
así como también, al tratar el caso igualmente nos ocuparemos de la voz, ya que ambas son
categorías íntimamente relacionadas y de gran nivel de abstracción en español

6.1. La clasificación tradicional de las categorías


Dada la estrecha vinculación que siempre se consideró entre categorías y clases de palabras,
tradicionalmente se ha clasificado a las categorías teniendo en cuenta la clase de palabra en la
que se manifestaban. Esto ha llevado a una sistematización en dos grupos: categorías
nominales y categorías verbales, tal como se muestra en la Tabla 1.

CATEGORÍAS NOMINALES CATEGORÍAS VERBALES

Género Tiempo

Caso Modo

Aspecto

Persona Persona

Número Número

Tabla 1

La clasificación tradicional descansa excesivamente en la vinculación entre categorías y


fundamentalmente dos clases de palabras, lo cual, según ya vimos, no es universalmente
válido. Para dar un ejemplo, el tiempo, que se adjudica solo al verbo, hay lenguas, como el
japonés donde también se expresa en algunos adjetivos (v. supr. §2.3) e incluso en lenguas
aborígenes americanas puede ser común en los nombres la flexión para señalar tiempo
pasado o futuro, p.ej. en la lengua Yup’ik encontramos nuliaqa (mi esposa)/ nulialqa (la que
fue mi esposa, mi ex o anterior esposa)/ nuliarkaqa (la que será mi esposa, mi novia o futura
esposa). En el español, como se muestra en la Tabla 1, la distinción entre categorías
nominales y verbales pasa por alto que hay algunas, como la persona y el número, que
pertenecen tanto a la esfera nominal como a la verbal –si bien no exactamente con el mismo
valor-.
Considerando estas objeciones, ciertas clasificaciones buscan subsanar la distorsión anterior,
complementando la diferenciación entre categorías nominales y verbales, con una distinción
entre categorías inherentes, de concordancia y configuracionales (Katamba 1993). Adaptando
estos planteos al español, tendríamos el siguiente esquema, que se muestra en la Tabla 2.

CATEGORÍAS NOMINALES CATEGORÍAS VERBALES

Inherentes De Configura- Inherentes De Configura-


Concordanci cionales Concordanci cionales
a a
Género Género Caso Tiempo Número Tiempo
Número Número Modo Persona Modo
Aspecto (Género)
Clase
conjugacional11
Tabla 2Tabla 2
Sin embargo, esta clasificación no evita las superposiciones. Así, en la esfera nominal tanto el
género como el número son categorías inherentes o propias del nombre, pero ambas se
consideran categorías de concordancia cuando sirven como marca que señala la vinculación
entre el nombre y el adjetivo o algún determinativo (6)-(7):

6. L-o-s atrevid-o-s expedicionari-o-s


Det. masc.pl. Adj masc.pl N masc. pl
7. L-o-s expedicionar-o-s son atrevid-o-s
Det. masc.pl. N masc.pl Adj masc. pl
La persona, que, recordemos, no se manifiesta en español en el nombre sino en el pronombre,
se considera categoría inherente. Sin embargo, tanto la persona como el número, cuando
aparecen en el verbo, señalando la vinculación con el sujeto, son clasificadas como categorías
de concordancia12 (8)- (9)
8. Yo llegu-é temprano.Yo llegu-é temprano.
Pron. 1ra. pers.sg. des. verbal de 1ra. pers.sg

9. Ellos ni siquiera vini-eron.


Pron. 3ra. pers.pl. des. verbal de 3ra. pers.pl.
Dentro de la esfera verbal, tiempo, modo y aspecto se consideran inherentes o propias del
verbo, sin embargo, el tiempo y el modo también establecen vinculaciones oracionales que los
convierten, en esos usos, en categorías de concordancia. En el caso del tiempo, su función de
concordancia se explica porque su presencia en el verbo finito o conjugado legitima o habilita
la presencia de un sujeto léxico (Bosque y Gutiérrez-Rexach: 2009) (10), a diferencia de lo
que sucede con la forma no finita del verbo que, al no estar temporalizada, rechaza la
posibilidad de un sujeto explícito (11).
10. Los manifestantes corren por las calles.
11. Llegaron para *ellos manifestar /manifestar su protesta.
En cuanto al modo, su consideración como categoría de concordancia se vincula con las
correlaciones que se establecen entre oraciones principales y subordinadas, lo cual puede
depender del valor modal de los verbos matrices. En (12), la oración es una declarativa

11 La clase conjugacional se refiere a las desinencias que toma el verbo en relación a la conjugación a la que
pertenece. Para el español, p.ej., existen tres clases conjugacionales señaladas, respectivamente por las vocales
temáticas: -a- para la primera conjugación –amar-, -e-, para la segunda –temer,- e –i- para la tercera –partir. Esta
clasificación implica diferencias en la conjugación entre las clases, p.ej. que los verbos en –a- forman el
imperfecto en –ba – amaba- y los en –e y en –i, en cambio, lo formen en –ía- -temía, partía.
12 En las lenguas como el ruso, en las que el verbo también concuerda en género con el sujeto, también se
consideraría a esta categoría, en esta función, como de concordancia.
independiente y el verbo está en indicativo; en (13), dado que el verbo matriz –dijo- es
declarativo, se mantiene el indicativo en la incluida; en (14), en cambio, como el verbo matriz
–pide- tiene valor exhortativo, exige subjuntivo en el verbo subordinado.
12. El trabajo está listo.
13. Juan dijo que el trabajo está listo.
14. El jefe pide que el trabajo esté listo temprano.
Por último, en cuanto al caso, solo se la considera una categoría configuracional en tanto sirve
para marcar a la palabra en relación con la función sintáctica que cumple en la oración en la
que está incluida.
Si bien estos aportes y distinciones nos parecen pertinentes y serán tenidos en cuenta en el
desarrollo de los distintos capítulos de este libro, como planteo básico para la presentación de
las categorías vamos a ofrecer una perspectiva distinta.

6.2. Un planteo lingüístico-discursivo para las categorías

En este libro vamos a ofrecer un enfoque que busca vincular el sentido y funcionamiento
lingüístico de las categorías con sus orígenes discursivos. Así es posible, creemos, hacer
extensiva a todas las categoría, la afirmación de Hopper (1982: 4) respecto del aspecto:
En cuanto a sus funciones, se derivan de su uso discursivo, que aporta una función central “en
cierto sentido universal y un conjunto de funciones aditivas que no son universales, aunque
algunas pueden ser comunes y…representan extensiones semánticas gramaticalizadas de la
función discursiva”
En función de estos planteos, consideramos que estas categorías gramaticalizan -es decir,
manifiestan mediante los recursos gramaticales de la lengua- aspectos que los hablantes
extraen de la situación extralingüística. La clasificación que aquí se propone considera la
vinculación estrecha que tienen las categorías con la situación comunicativa, la cual está en el
origen de la conceptualización que hace el hablante de la realidad que luego transmite
lingüísticamente.
La Tabla 3 muestra el reordenamiento de las categorías que proponemos en función de
una gradación que parte de aquellas fuertemente vinculadas con la situación comunicativa,
que incluye al hablante, al oyente y su entorno; pasa por las categorías que se centran en la
determinación de los eventos y entidades en torno a los que gira la comunicación; y llega
hasta aquellas que, ubicadas en un mayor nivel de abstracción, son las encargadas de la
representación del evento en la estructura oracional.

CATEGORÍAS GRAMATICALES
De la Situación Comunicativa Del Evento De la Escena Oracional
Persona Aspecto Caso
Tiempo Género
Modo Número
Tabla 3

6.2.1. Primer grupo: Categorías de la situación comunicativa

Si tomamos como punto de partida la situación comunicativa –escenario básico de la


interacción lingüística- sus componentes esenciales son el emisor, el receptor, el mensaje que
intercambian y el referente, que representa aquel estado de situación extralingüístico sobre el
que se habla. Tal como plantean Croft y Cruse (2008: 92): “Desde el punto de vista de la
comunicación, nos situamos como participantes en el acto de habla, el cual define nuestra
localización espacial y temporal y nuestros papeles en dicho acto de habla”.
A partir de este posicionamiento en la situación comunicativa inmediata, ¿qué categorías han
surgido? En primer lugar, la persona, que tiene claro origen deíctico. La deixis, a la que en
este libro se le dedica un capítulo que introduce el estudio particular de las categorías del
primer grupo, “es el fenómeno por el cual se hace uso de elementos propios de la situación del
sujeto (más específicamente el sujeto en tanto que hablante es un hecho de habla) para
designar algo en la escena” (op.cit.: 88) El término deixis proviene del verbo griego δείκνυμι
(‘deiknymi), que significa ‘señalar’ porque con el uso de estas categorías estamos realizando
un señalamiento hacia la situación comunicativa. Las tres personas gramaticales que se
reconocen en la mayoría de las lenguas son fácilmente identificables con las personas del
coloquio: la primera persona con el hablante, la segunda con el receptor y la tercera con el que
no es ni emisor ni receptor, que puede incluso no estar presente y puede no ser una persona,
en el sentido de que la tercera persona también remite a los objetos y demás entidades no
humanas del contexto extralingüístico. Por eso a la tercera persona, también se la conoce
como la no persona y se emplea en todos los usos vinculados con la impersonalidad: p.ej. si
queremos utilizar un verbo impersonal como llover, ya hemos dicho (cf. § 5.1. supr.) que no
decimos lluevo o llovemos (en primera persona) –salvo que estemos hablando en sentido
figurado-, sino llueve (en tercera persona) y también si queremos hacer referencia a un sujeto
indeterminado, como en Llaman a la puerta empleamos la tercera, en este caso, plural.
Tenemos, entonces, una primera categoría que emerge muy claramente de la situación
comunicativa, que es la categoría de persona.
¿Qué otros elementos lingüísticos se vinculan también con la situación comunicativa? Todos
los que hacen referencia al espacio, como los deícticos –aquí, allí, etc.- y los demostrativos
–este, ese, aquél-, que ponen en relación la noción de ‘distancia’ con la categoría de persona;
p.ej. en español el adverbio aquí o el demostrativo este refieren al entorno cercano al
hablante, mientras que ese remite al del oyente, y aquel o allá, se alejan de ambos y se sitúan
en el entorno de la tercera persona.
Pero si en la situación comunicativa reconocemos la persona y el lugar, a través de la noción
de ‘distancia’, no podemos dejar de considerar el tercer elemento de la tríada: yo, aquí…
ahora. O sea el tiempo que ubica al evento con respecto a una referencia temporal establecida,
que por lo general es el acto de habla (aunque también puede ser otro). Lo que resulta
simultáneo con este momento es el tiempo presente; lo anterior a ese momento se considera
pasado; lo posterior es visto como futuro (al menos en las lenguas que hacen una triple
distinción). Esas son las distinciones temporales básicas.
Entonces, la persona y el tiempo se vinculan claramente con la situación comunicativa,
por lo que se las considera categorías deícticas. Hay también otra categoría que podemos
relacionar, aunque más indirectamente con la situación comunicativa: el modo, ya que esta
categoría tiene que ver con el hablante –miembro central de la situación comunicativa-, y con
la actitud que este asume respecto de lo que dice, por un lado y, por el otro, con el grado de
verdad que le adjudica a sus dichos. Si alguien, por ejemplo, sostiene:

15. Un grupo de científicos argentinos está trabajando en una vacuna contra el mal de Chagas.
Esta oración constituye una afirmación y por lo tanto, se presenta en modo indicativo,
con lo cual el hablante está manifestando algo que corresponde a la realidad. Ahora, si alguien
dijera:
16. Me gustaría/ Ojalá que la vacuna contra el mal de Chagas estuviera pronto a disposición de los
afectados por la enfermedad.
Al emitir un deseo, el hablante, en (16), ya no se ubica en el plano de la realidad fáctica sino
en el de otra realidad virtual o posible, que pertenece, en este caso, al plano de su
intencionalidad. Este desplazamiento mental se logra, lingüísticamente, mediante el uso de
otra forma del modo indicativo, el potencial, o con el agregado de una adverbio modal como
ojalá en la oración principal y con el empleo del subjuntivo en la subordinada. Los modos
verbales y otros recursos de la modalidad permiten la instalación de situaciones en realidades
alternativas a las que efectivamente ocurren en el mundo percibido. Entonces, el modo tiene
que ver con el grado de realidad que adjudicamos a un evento. No obstante, a pesar de
ubicarla con las categorías de la situación comunicativa, el modo, que tiene una vinculación
menos estrecha con ella, no se considera deíctico. No es un señalamiento a la situación
comunicativa directo como el que realizan la persona y el tiempo, aunque sí es una categoría
vinculada, a través del hablante y su posicionamiento frente al evento que transmite, a la
situación comunicativa.

6.2.2. Segundo grupo: Categorías del evento

Según venimos planteando, las categorías que hemos denominado de la situación


comunicativa –tiempo, persona y modo- y que serán desarrolladas en los capítulos
correspondientes de este libro, tienen sus raíces en el contexto básico en el que ubicamos al
emisor, el receptor y el entorno espacio-temporal que los rodea. En ese contexto se produce el
intercambio lingüístico. Ahora bien, para acercarnos al segundo grupo de categorías que
hemos planteado, debemos centrarnos en este intercambio y preguntarnos ¿de qué trata la
comunicación? Cuando hablamos, no hacemos referencia a las cosas de modo aislado, sino
que nos referimos a eventos que suceden o que imaginamos, que pueden responder a
preguntas tales como ¿Qué pasó? o ¿Qué hizo X ? Así, todas nuestras emisiones dan cuenta
de una situación que existe o bien de un evento o suceso que ocurre, ha ocurrido u ocurrirá en
el mundo real o en algún otro mundo posible que nuestra imaginación quiera expresar
lingüísticamente. Asimismo, en todas esas situaciones, eventos o sucesos intervienen
diferentes entidades, reales o imaginarias, tales como personas, animales, lugares, objetos.
Veamos un ejemplo:
17. Los fanáticos del cantante rompieron la valla.
18. El paquete está sobre la mesa.
En (17), mediante el verbo romper, se refiere un evento de ‘acción’ en el que
participan dos entidades, una animada -[anim- que cumple el papel de Agente que realiza la
acción’ –los fanáticos- y otra inanimada -[-anim13-, cuyo rol es el de Tema afectado por el
evento –la valla-. En (18), en cambio, se da cuenta de un estado en el que intervienen dos
entidades [-anim]: la primera –el paquete- es el Tema que se ubica respecto de la segunda –la
mesa- que, introducida por la preposición sobre, funciona como Locativo14.
Ahora bien, en nuestros intercambios, no podemos hacer referencia ni a las entidades ni a los
eventos en que participan sin categorizarlos. Esta categorización implica que mediante el
lenguaje demos cuenta de cómo los percibimos. Con respecto a las entidades, nuestra

13 El guión delante de una palabra indica un valor negativo, así ‘–animado’ se lee ‘no animado’.
14 Para los papeles temáticos que cumplen los argumentos del verbo, v. nota 15 infr.
percepción de ellas es básicamente espacial y, al menos en sus orígenes, sobre todo en lenguas
indoeuropeas, se relaciona con distinciones que tienen que ver con conceptos tales como
‘±-animado’15 y, dentro del universo de lo ‘animado’ se solía aplicar una diferenciación
vinculada con la distinción sexual entre machos y hembras. No obstante, en otras familias de
lenguas se pueden advertir otro tipo de clasificaciones que tienen en cuenta, además de las
mencionadas, distinciones que consideran diferentes cuestiones, tales como el tamaño, la
forma y otras dimensiones en relación con los objetos o bien si se trata de vegetales o de
elementos de la naturaleza. Actualmente se considera que, el origen semántico del género es
residual y que se ha perdido la vinculación con la motivación inicial, de modo que los
hablantes no son conscientes de ella y se pueden dar situaciones como la que ocurre en el
alemán actual, en el que existen nombres de personas, como das Mädchen (la muchacha) o
das Kind (el niño), que tienen género neutro, por lo tanto, el género constituye básicamente
una distinción gramatical. No obstante, en todas las lenguas existen mecanismos que separan
los nombres en géneros o clases, que determinan su funcionamiento. Así, en (17) decimos los
fanáticos y no *las fanáticos; y en (18), usamos el para paquete y la para mesa. En (17) hay
referencia a una entidad animada, por lo que la manifestación de género es morfológica y
remite a la oposición entre ‘femenino’/’masculino’; en (18), en cambio, ambas entidades –el
paquete y la mesa- son [-anim]’ y su género es inherente, por lo que se manifiesta solo por la
concordancia con el determinante (el para libro y la para mesa). Según vemos, entonces, el
género es el clasificador nominal por excelencia, ya que divide a los nombres en clases
(femenino, masculino, neutro, etc., según las lenguas). Ahora bien, en nuestros intercambios,
no podemos hacer referencia ni a las entidades ni a los eventos en que participan sin
categorizarlos. Esta categorización implica que mediante el lenguaje demos cuenta de cómo
los percibimos. Con respecto a las entidades, nuestra percepción de ellas es básicamente
espacial y, al menos en sus orígenes, sobre todo en lenguas indoeuropeas, se relaciona con
distinciones que tienen que ver con conceptos tales como ‘±-animado’ 16 y, dentro del
universo de lo ‘animado’ se solía aplicar una diferenciación vinculada con la distinción sexual
entre machos y hembras. No obstante, en otras familias de lenguas se pueden advertir otro
tipo de clasificaciones que tienen en cuenta, además de las mencionadas, distinciones que
consideran diferentes cuestiones, tales como el tamaño, la forma y otras dimensiones en
relación con los objetos o bien si se trata de vegetales o de elementos de la naturaleza.
Actualmente se considera que, el origen semántico del género es residual y que se ha perdido

15 Los rasgos semánticos que componen las palabras se colocan convencionalmente entre comillas simples.
16 Los rasgos semánticos que componen las palabras se colocan convencionalmente entre comillas simples.
la vinculación con la motivación inicial, de modo que los hablantes no son conscientes de ella
y se pueden dar situaciones como la que ocurre en el alemán actual, en el que existen nombres
de personas, como das Mädchen (la muchacha) o das Kind (el niño), que tienen género
neutro, por lo tanto, el género constituye básicamente una distinción gramatical. No obstante,
en todas las lenguas existen mecanismos que separan los nombres en géneros o clases, que
determinan su funcionamiento. Así, en (17) decimos los fanáticos y no *las fanáticos; y en
(18), usamos el para paquete y la para mesa. En (17) hay referencia a una entidad animada,
por lo que la manifestación de género es morfológica y remite a la oposición entre
‘femenino’/’masculino’; en (18), en cambio, ambas entidades –el paquete y la mesa- son [-
anim]’ y su género es inherente, por lo que se manifiesta solo por la concordancia con el
determinante (el para libro y la para mesa). Según vemos, entonces, el género es el
clasificador nominal por excelencia, ya que divide a los nombres en clases (femenino,
masculino, neutro, etc., según las lenguas).
Además de la clasificación que impone el género, nuestra conceptualización de las entidades,
tanto [anim] como [-anim], las concibe como cuantificables. Así, la mayor parte de las
lenguas distingue mediante la categoría de número, entre el singular ‘uno’, en muchas lenguas
no marcado, y el plural o ‘más de uno’. También, como ya hemos dicho, muchas lenguas
presentan distinciones más finas que añaden nociones como dual (para dos), trial (para tres) o
paucal (para pocos), entre otras posibles. Además de ser una categoría nocional vinculada con
la cuantificación, en muchas lenguas, incluido el español, el número es también una categoría
de concordancia tanto en el sintagma nominal como en la relación entre el verbo y su sujeto.
En el verbo, tanto persona como número son categorías periféricas que no cuantifican el
evento sino que señalan cuántas y cuáles son las personas que intervienen en el evento.
Además de la clasificación que impone el género, nuestra conceptualización de las entidades,
tanto [anim] como [-anim], las concibe como cuantificables. Así, la mayor parte de las
lenguas distingue mediante la categoría de número, entre el singular ‘uno’, en muchas lenguas
no marcado, y el plural o ‘más de uno’. También, como ya hemos dicho, muchas lenguas
presentan distinciones más finas que añaden nociones como dual (para dos), trial (para tres) o
paucal (para pocos), entre otras posibles. Además de ser una categoría nocional vinculada con
la cuantificación, en muchas lenguas, incluido el español, el número es también una categoría
de concordancia tanto en el sintagma nominal como en la relación entre el verbo y su sujeto.
En el verbo, tanto persona como número son categorías periféricas que no cuantifican el
evento sino que señalan cuántas y cuáles son las personas que intervienen en el evento.
Así como las entidades se conciben espacialmente, los eventos, de naturaleza más abstracta,
se conceptualizan en su transcurrir. Las lenguas, en las que la categoría de aspecto es una de
las más extendidas, necesitan precisar de qué tipo de evento se trata –durativo, puntual,
repetido, etc.-, lo que se conoce como aspecto léxico o de situación, y también cómo lo enfoca
el hablante -en proceso, completado, en alguna de sus fases (inicial, terminal, etc) o en sus
resultados-, lo que constituye el aspecto gramatical o de punto de vista. Toda esta información
que el aspecto proporciona resulta esencial para nuestra comprensión de los eventos. El
aspecto nos dice de qué tipo de evento se trata y en ese sentido cumple la misma función que
el género en el ámbito nominal: es un clasificador del evento. No obstante, el aspecto también
está atravesado por la cuantificación que tiene en cuenta la pluralización de los sucesos e
informa si el evento es uno o múltiple, si se repite en forma habitual, etc. (De Miguel 1999,
Giammatteo 2004).

6.2.3. Tercer grupo: Categorías de la escena oracional

Todo lo que los hablantes conciben en sus intercambios se plasma lingüísticamente en el


contexto oracional. Así, del contexto de situación que enmarca al coloquio pasamos a la
reproducción de la situación o evento dentro de la estructura oracional. Según se advierte,
entonces, en las categorías vamos viendo un proceso de abstracción. El primer grupo está
conformado por categorías como persona, tiempo y modo, que tienen su raíz en la situación
comunicativa. Las categorías del evento –género, número y aspecto- ya presentan un mayor
grado de abstracción, en tanto nos hacen considerar tanto a las entidades como a los eventos,
en sí mismos, fuera de la situación, para clasificarlos y cuantificarlos. En cuanto al caso, tiene
un grado de abstracción mayor aún, ya que está mucho más alejado de la situación
comunicativa y claramente vinculado con su representación en la oración. El caso permite la
representación oracional de los papeles que cumplen los participantes y enlaza los aspectos
semánticos de nuestra representación mental del evento con su funcionamiento sintáctico.
Este señalamiento se realiza en el contexto oracional mediante distintos recursos, que van
desde marcas morfológicas, como las desinencias nominales del latín (19), el uso de
preposiciones (20) o el orden de palabras (21):
19. Flavi-a Petr-um amat.
(caso Nom. morfológico. Función Sujeto) (caso Ac. morfológico. Función OD)
20. Pedro ama a Flavia
(caso Nom, posicional. Función Sujeto) (caso Acus preposicional. Función OD)
21. Flavia loves Peter
(caso Nom. posicional. Función.Sujeto) (caso Ac. posicional. Función OD)
Asimismo, junto con el caso, también incluimos en este grupo a otra categoría que en el
español no tiene manifestación morfológica, que es la de voz/diátesis17. Ambos conceptos
están estrechamente relacionados con la forma en que el evento es representado
oracionalmente. La diátesis se refiere a “los distintos modos de concebir las relaciones entre el
predicado y el conjunto de sus argumentos” (García-Miguel 1995: 107). Por tanto, recibe el
nombre de diátesis cada una de las construcciones gramaticales que permiten expresar de
manera diversa los argumentos de un verbo18, por lo que se habla de distintas diátesis o de
alternancias de diátesis (Rodríguez Ramalle 2005). Si bien el ejemplo más conocido es la
alternancia que se da entre la voz activa y la pasiva (22), también existen otras “alternancias”
o formas de manifestar la relación entre un predicado y sus argumentos, tales como la
alternancia locativa (23) o la causativa (24), entre otras (este tema se amplía en el capítulo 9
dedicado a caso y diátesis).
22. a.El profesor explicó el tema a los estudiantes. (Ag,19 20Tema21)a.El profesor explicó el tema a
los estudiantes. (Ag,22 23Tema24)
b. El tema fue explicado a los estudiantes por el profesor. (Tema, Ag.)b. El tema fue explicado
a los estudiantes por el profesor. (Tema, Ag.)
23. Juan untó mermelada en el pan. (Ag.-Tema- Locativo25)
b.Juan untó el pan con mermelada. (Ag.-Tema- Instrumento)b.Juan untó el pan con
mermelada. (Ag.-Tema- Instrumento)
24. .La inflación subió los precios. (Causa, Tema)
b.Los precios subieron por la inflación. (Tema, Causa)

17 Más específicamente el término latino voz (vox) se utiliza para hacer referencia a la manifestación de la
diátesis en la morfología verbal, sin embargo, en este libro se ha optado por utilizar ambos términos, latino voz-
y griego diátesis- indistintamente. (v. cap. 9).
18 Los argumentos del verbo representan los distintos participantes que intervienen en el desarrollo del evento.
P. ej., un verbo como leer, involucra dos argumentos: alguien (Agente) que lee algo (Tema); hablar, sólo pide
uno (agente) y poner exige tres: alguien (Agente) pone algo (Tema) en algún lugar (Locativo).
19 El argumento Agente representa al participante que voluntariamente causa y realiza una acción, como Juan
en Juan estudia mucho. El agente es típicamente ‘animado’. Cuando el causante de la acción no tiene el rasgo
‘animado’ se identifica como Causa o Fuerza, como la inundación en La inundación anegó la ciudad; o como
Instrumento - el medio u objeto empleado para realizar la acción -, como Luis cortó el pan con el cuchillo.
20 Convencionalmente, el papel temático que se enlaza con la función sujeto se subraya.
21 El argumento Tema representa al objeto efectuado, afectado o trasladado o cuya existencia o posición se
predica, como el libro en Esteban lee un libro.
22 El argumento Agente representa al participante que voluntariamente causa y realiza una acción, como Juan
en Juan estudia mucho. El agente es típicamente ‘animado’. Cuando el causante de la acción no tiene el rasgo
‘animado’ se identifica como Causa o Fuerza, como la inundación en La inundación anegó la ciudad; o como
Instrumento - el medio u objeto empleado para realizar la acción -, como Luis cortó el pan con el cuchillo.
23 Convencionalmente, el papel temático que se enlaza con la función sujeto se subraya.
24 El argumento Tema representa al objeto efectuado, afectado o trasladado o cuya existencia o posición se
predica, como el libro en Esteban lee un libro.
25 El argumento Locativo es el que designa una ubicación en relación con el evento, como la silla en María se
sentó en la silla.
Las alternancias manifiestan diferentes posibilidades –puntos de vista – para dar cuenta en la
estructura oracional de una situación extralingüística determinada y, en ese sentido, permiten
al hablante “construir” distintas representaciones del evento en función de sus intereses
comunicativos. Así, mediante el uso de una u otra estructura –activa, pasiva, media, entre
otras-, el hablante puede tanto focalizar, es decir, destacar algún participante determinado, o
por el contrario, sacarlo de escena, desfocalizarlo hasta eliminarlo.
25. a.El uso excesivo agotó los recursos. (Se destaca la Causa)
b. Los recursos se agotaron por el uso excesivo. (Se destaca el Tema)
c. Los recursos se agotaron (solos). (Se elimina la Causa y se sugiere una lectura de proceso
según la cual el agotamiento de los recursos se produjo “naturalmente”)

7. A modo de conclusión. De la deixis a la subjetividad

Por último, no está de más destacar que detrás de la manifestación lingüística de la situación
comunicativa y de sus participantes, de los eventos que suceden en ella, así como las
entidades que intervienen y las maneras en que las lenguas los representan en la que hemos
denominado la escena oracional, siempre está el hablante. La presentación que este hace de
los sucesos está siempre atravesada por diversos contextos – discursivo, social, histórico-
cultural, entre otros – que traspasan su hic et nunc, a partir de los cuales, sirviéndose de las
categorías que le provee la lengua, presenta los sucesos desde una perspectiva determinada,
que puede ser más o menos subjetiva. Así “[t]odas las conceptualizaciones relacionadas con la
perspectiva son el resultado de “nuestro estar en el mundo” en una determinada localización y
de una determinada manera” (Croft y Cruse 2008: 92) tanto como de contemplar la situación
presentada desde un determinado punto de vista. Así en toda comunicación, junto con unos
hechos definidos siempre estamos transmitiendo nuestra propia visión de los mismos.

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