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a desnacionalización del Cobre chileno y los 'Vendepatria'

Francisco Herreros El Siglo

En los 36 años que median desde el 11 de julio de


1971, bien llamado Día de la Dignidad Nacional,
Codelco le ha aportado al desarrollo del país
alrededor de 40 mil millones de dólares. Sólo en el
año 2006, las diez principales transnacionales que
explotan el cobre chileno, sacaron del país 22 mil millones por concepto de
utilidades, monto que supera el total de la inversión efectuada entre 1978 a la
fecha, período de la segunda desnacionalización del cobre, perpetrada en nombre
del mercado, la “modernización” y la globalización de la economía.

Ese crimen contra los intereses de la Patria, esa traición contra el legado del
Presidente mártir, y todos los patriotas que hicieron posible nuestra segunda
independencia, tiene nombre y apellidos.

Vergüenza eterna para ellos.

Los primeros ladrillos

Acaso el principal entre esta gavilla de sujetos, por ser el ideólogo y arquitecto de
la argucia que permitió iniciar la segunda desnacionalización del cobre, se llama
José Piñera Echenique, autor intelectual de la Ley Orgánica Constitucional 18.097
sobre Concesiones Mineras, de enero de 1982, como antes lo fue del Código
Laboral y del sistema privado de pensiones.

En términos sucintos, dicha ley establece la “concesión plena”, faramalla jurídica


que permitió evadir la disposición constitucional aún vigente, en el sentido de que
el Estado tiene el dominio “absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible» de
todas las minas”; concesión que fue revestida para todos los efectos como
“derecho de propiedad”, y protegida por condiciones de indemnización tan
favorables –al contado y al “valor de la totalidad del daño patrimonial
efectivamente causado, el cual equivale en el caso de la concesión de explotación
al Valor Presente de los flujos futuros de caja que ella puede generar”, como se
jacta el propio Piñera- , que en la práctica es inexpropiable.

La singular ley lleva la firma del jefe de Estado de facto y de los singulares
“parlamentarios” de la época, vale decir, Augusto Pinochet U., José Toribio Merino
C., Fernando Matthei A., César Mendoza D. y César Benavides E. Como Ministro
de Hacienda oficiaba Sergio de Castro S. y en el de Minería, lo hacía Hernán
Felipe Errázuriz T.

En grado de autoría directa, también cabe mencionar a Hernán Büchi B., Rodrigo
Alamos M. y Arturo Marín V., integrantes de la comisión redactora.

Grado de complicidad les cabe a José María Eyzaguirre E., Enrique Correa L.,
Enrique Ortúzar E., Eugenio Valenzuela S., Julio Philippi I., José Vergara V.

y José R. Larraín C., integrantes del Tribunal Constitucional que le dio la pasada a
la ley.

Las otras “hazañas”

Si se considera que el Código de Minería, de noviembre de 1983, le proporcionó


fundamentos reglamentarios y procesales a la dichosa ley, habría que agregar a la
galería de desnacionalizadores, a Samuel Lira O, Ministro de Minería y Jaime del
Valle A., Ministro de Justicia.

Asimismo, merecen una destacada mención Sergio de Castro S., Ministro de


Hacienda, y Enrique Valenzuela, Ministro de Minería, titulares de sus cargos en
1978, fecha en que ENAMI vende La Disputada de Las Condes a la transnacional
Exxon, en 98 millones de dólares, la primera enajenación de un mineral chileno
después de la nacionalización del cobre, en 1971.

Otra “hazaña” de la dictadura “nacionalista” que inició la desnacionalización del


cobre fue la cesión gratuita de la concesión de Escondida, hoy el mineral de cobre
a tajo abierto más grande del mundo, a Utah International en 1984, sociedad de
inversiones que financiaba prospecciones mineras en el desierto de Atacama.
Logró mantener el secreto del valor del mineral que había descubierto, hasta que
la ley Piñera le permitió vender los derechos a un consorcio extranjero, que tras
sucesivas operaciones de compraventa, quedó encabezado por BHP Billiton, la
principal transnacional del mundo.

El Estado chileno no recibió un solo dólar por esas transacciones.

Para que se entienda la gravedad del asunto, Escondida registró cinco mil 325
millones de dólares de utilidades en 2006, con un 63,4% de rentabilidad sobre el
capital, mientras que sólo en el primer trimestre de 2007, se embolsó otros mil 135
millones de dólares. Esos guarismos la situaron como la tercera entre las
empresas latinoamericanas de mejores resultados, inmediatamente después de
las brasileñas Petrobras y Vale Río Doce.

La última trapacería de los desnacionalizadores en el período de la dictadura fue


la promulgación de la Ley 18.940, de febrero de 1990, que en esencia, modificó
las facultades de COCHILCO, quitándole atribuciones para fiscalizar a las
empresas transnacionales.

Programa traicionado

A contrapelo de su Programa Fundacional, que establecía “el derecho y el deber


de aplicar una política chilena del cobre para el desarrollo del sector”, y así
obtener “mayores recursos fiscales preservando la autonomía y soberanía
nacional en el manejo de los recursos”, en los hechos los gobiernos de la
Concertación han consolidado y profundizado el proceso de desnacionalización
del cobre, como lo demuestra el simple hecho que las inversiones mineras durante
la dictadura ascendieron a dos mil 399 millones de dólares, mientras que en el
transcurso del ciclo concertacionista, esa suma se empinó a la pasmosa cifra de
19 mil 976 millones de dólares. Con un agravante.

En una conferencia dictada en octubre de 2002 en la Universidad Católica, el


inefable José Piñera aseguraba que el “Estado puede asegurarse una legítima
participación en las utilidades y cuasi rentas de la explotación minera en forma
mucho más eficiente y menos riesgosa que con la actividad productiva estatal,
utilizando la herramienta tributaria, la cual es discrecional del mismo Estado”.
Agregó que a través de la política tributaria “se puede traspasar al Estado la
proporción de los beneficios de la explotación minera en la progresividad que se
establezca, con la restricción de no desincentivar el nivel óptimo de inversión” y
recordó que “la tasa total de impuestos que tiene que pagar un inversionista
extranjero sobre las utilidades es de 49.5%”.

Piñera sabía que eso es una falacia, y ahí están los números para demostrarlo.

Como está dicho, en 2006 las diez compañías transnacionales de la minería


expatriaron más de 22 mil millones de dólares en utilidades. Si las transnacionales
cancelaran lo que dicen Piñera y la ley, debieron haber tributado 10 mil 800
millones de dólares en 2006. Sin embargo, según datos del Servicio de Impuestos
Internos, cancelaron sólo dos mil 586 millones de dólares, es decir, 11,7% de las
utilidades.

En 2006, Codelco, con un tercio de la producción, tuvo excedentes por 9 mil 215
millones de dólares, la totalidad de los cuales traspasó al presupuesto nacional.
Esas cifras bastan para demostrar el “negocio” que ha hecho el país con la
desnacionalización encubierta del cobre.

La responsabilidad por la gigantesca elusión tributaria de las transnacionales -


posibilitada por mecanismos tales como excesivo endeudamiento con matrices
externas o financieras relacionadas, precios de transferencia, exportación de
cobre en forma de concentrados, pérdidas en mercados de futuros y gastos
superfluos en asesorías técnicas, jurídicas o de mercado, entre otros-, corre por
cuenta exclusiva de los gobiernos de la Concertación.
Galería de ilustres

Ejemplo de ello es la Ley 18.985 de junio de 1990. Para efectos de la


desnacionalización, esta ley es la que realmente la permitió, puesto que eximió del
impuesto a la renta la venta de pertenencias mineras, creó el costo de
pertenencia, que puede ser cargado como gasto y, fundamentalmente, cambió la
tributación de la gran minería desde renta presunta a renta efectiva, vale decir, se
paga tributación sobre las utilidades. En esta misma ley se aumentó el IVA de 16 a
18 %. A partir de esta ley llegaron en masa las transnacionales, generando
sobreproducción y la caída catastrófica para Chile del precio del cobre. La práctica
se ha encargado de demostrar que permite el principal subterfugio utilizado por las
transnacionales, puesto que utilizan todo el arsenal de facilidades que les otorga la
laxa y permisiva legislación chilena para maquillar sus balances, de forma de
ocultar utilidades.

Esta ley se la debemos principalmente al Presidente Patricio Aylwin A. y a su


operador personal, el Ministro Secretario General de la Presidencia, Edgardo
Boeninger K; a los ministros de Hacienda y Economía, Alejandro Foxley y Carlos
Ominami P y al Ministro de Minería, Juan Hamilton D.. Director de Presupuesto
era José Pablo Arellano y Javier Echeverry C., oficiaba de Director del Servicio de
Impuestos Internos.

Otro zarpazo de los desnacionalizadores en tiempos concertacionistas, fue la Ley


19.137 de mayo de 1992, que en esencia, permitió enajenar minerales de
reposición de Codelco, que no estuvieran en explotación, a mineras privadas.

Esta ley es la que, en la práctica, precipitó la avalancha de inversión extranjera en


la minería chilena, fenómeno especialmente agudo entre 1994 y 2000.

Para la galería de responsables de la segunda desnacionalización del cobre, a los


anteriormente nombrados hay que agregar a Iván Valenzuela R., Subsecretario de
Minería; Alejandro Noemí C., Presidente Ejecutivo de Codelco, Jorge Bande B.,
Vicepresidente de Desarrollo de Codelco y Laura Novoa V., Jefa de Asesoría
Jurídica de Codelco.

Como consecuencia directa de lo anterior, el junio de 1994 Codelco enajenó el


51% de la propiedad accionaria del mineral El Abra a la compañía Cyprus Amax,
perteneciente al Consorcio Phelps Dodge. Esta transacción agrega los siguientes
nombres a la galería de responsables de la desnacionalización del cobre: Eduardo
Frei R.T, Presidente de la República; Eduardo Aninat, Ministro de Hacienda;
Alvaro García H., Ministro de Economía; Benjamín Teplisky, Ministro de Minería;
Juan Villarzú R., Presidente Ejecutivo de Codelco; Juan Eduardo Herrera y Juan
Enrique Morales, directores de El Abra en representación de Codelco, y Edgardo
Boeninger, Presidente del Directorio de El Abra. Si hay nombres que se repiten, en
ambos lados del mostrador, no es simple coincidencia.
Actualmente, está en proyecto la enajenación del 25% accionario del proyecto
Gabriela Mistral, ex Gaby, uno de los minerales de reposición de Codelco.
Responsable de iniciar las negociaciones con la empresa china Minnmetals para
este efecto, es el ex Presidente Ejecutivo de Codelco, Juan Villarzú. En calidad de
cómplice en grado de tentativa, toda vez que ha continuado con las tratativas,
cabe consignar al actual Presidente Ejecutivo de la corporación, José Pablo
Arellano, de tan “lucida” participación en el conflicto de los trabajadores
contratistas. El actual Presidente Ejecutivo de Codelco ha manifestado, al menos
en dos ocasiones, que es partidario de privatizar Codelco, pero reconoce que el
clima político, por ahora, no lo permite.

En el prontuario de los desnacionalizadores concertados no pueden faltar los ex


presidentes Eduardo Frei Ruiz Tagle y Ricardo Froilán Lagos Escobar.

El primero por su participación en el grado de autoría directa del Tratado de Libre


Comercio con Estados Unidos, dudoso honor que comparte con la entonces
Cancillera, Soledad Alvear, y del Tratado Minero con Argentina, en virtud del cual
está a punto de entrar en producción el proyecto aurífero de Pascua Lama, con
desastrosas consecuencias económicas y ambientales.

Don Froilán, como autor de la Ley Nº 20.026 de impuesto específico a la minería,


conocida como Royalty 2, que a pretexto de un impuesto específico a la gran
minería, lo que hizo en la práctica fue rebajarle la carga tributaria en 7 puntos
porcentuales.

Doble militancia

Un capítulo especial merecen los muchachos del CESCO, organización


independiente creada en 1984, para oponerse a la legislación minera de la
dictadura, y que desde 1990, se dedicó a consolidarla.

El Centro de Estudios del Cobre y la Minería, define su misión como “contribuir al


diseño y debate de las políticas públicas destinadas a permitir el mejor
aprovechamiento del potencial de la minería para el desarrollo de las economías
de los países productores de minerales y metales, en especial de Chile”. Sus
integrantes se desempeñan o han desempeñado indistintamente en cargos de
dirección y/o prestan o han prestado asesorías tanto en Codelco como en las
compañías mineras transnacionales; o han ocupado cargos en el aparato del
Estado o en organismos supervisores, como Cochilco. En la práctica, los
muchachos de CESCO forman parte de las cohortes de lobystas de las empresas
transnacionales, a las cuales suministran asesorías, información e influencias,
naturalmente no por bolitas de dulce.

Entre ellos cabe mencionar a Jorge Bande B, Juan Eduardo Herrera, Roberto
Souper R., Iván Valenzuela R., Patrick Cussen M., Carlos Vignolo, Owen Guerrini
G., Isabel Marshall L., Juanita Gana Q., Gustavo Lagos C., Joaquín Vial R., José
Luis Mardones Santander y Juan Carlos Guajardo.
Para muestra, solo algunos botones.

Iván Valenzuela Rabi fue Subsecretario de Minería entre 1990 y 1994, es decir,
participó en la elaboración de la Ley 19.137. Desde marzo de 1994 a marzo del
2000, desempeñó la Vicepresidencia de Exploraciones y Asociaciones Mineras de
Codelco, es decir, era el responsable de negociar las ventas de las pertenencias
mineras de Codelco, justo cuando se enajena El Abra. Luego, hasta 1999,
aparece figurando en el directorio de la Compañía Minera Los Andes, una
sociedad mixta entre Codelco y la transnacional AMP, dedicada a la exploración y
prospección de minerales en Chile, y desde ahí salta a otra empresa mixta público
privada, toda vez que en 2004 aparece como gerente general de Alliance Copper
Limited, un joint venture de Codelco y BHP, dedicado a la biolixiviación de
concentrados de cobre. O sea, no es que este señor haya alternado cargos a
ambos lados del mostrador, sino que los desempeñó de manera simultánea,
aparentemente con interesantes réditos personales.

Análogo es el caso de Patrick Cussen Mackenna.

En 1991, en tanto delegado de Aylwin en Cochilco, expresó, en una de las


reuniones del Consejo, su preocupación por la recomendación del Ministro de
Minería, Juan Hamilton, en el sentido de no permitir la exportación de
concentrados. Claro que, simultáneamente, era asesor financiero de La
Candelaria, un proyecto minero de Phelps Dodge y Sumitomo, que se
proponía…exportar concentrados. De hecho, en 2004 exportó 700 mil toneladas
de concentrados de cobre.

Pero acaso el caso más emblemático sea el de Jorge Bande Bruck. Ingresó a
Codelco en 1974, donde se desempeñó durante todo el período de la dictadura en
la Gerencia de Ventas. En el Gobierno de Aylwin fue promovido a la
Vicepresidencia de Desarrollo, desde la que participó en la elaboración de la Ley
19.137 y la enajenación del porcentaje mayoritario de El Abra. Expulsado de
Codelco a consecuencia del “davilazo”, pasó a ser gerente general de la filial AMP
Chile Investment, en cuya calidad participa en la creación de la Compañía Minera
de Los Andes, en asociación con Codelco. Luego, pasó al directorio de otra
empresa generada por la privatización de una dependencia de Codelco, como la
Central Termoeléctrica de Tocopilla, de la ex división Tocopilla, actual
Electroandina. No por ello ha abandonado su vocación por el “servicio público”.
Nombrado por Ricardo Lagos como Director de la Empresa Nacional de Minería,
la actual Presidenta, Michelle Bachelet lo repuso en el directorio de Codelco.

Otros ilustres integrantes del club de la doble militancia son Eduardo Loyola, que
de ex Subsecretario del Trabajo en el gobierno de Aylwin, pasó a Codelco, y de
ahí a la minería transnacional, donde llegó a ser Gerente General del Consejo
Minero; Nelson Pizarro, ex Gerente de División de Codelco, reclutado por el Grupo
Luksic, para su proyecto Los Pelambres; Juan Salazar, asesor internacional
Ministerio de Hacienda, que de Director General económico de la Chancillería,
pasó a la Vicepresidencia Regional de BHP Billiton; Francisco Tomic, quién desde
Cyprus Amax y el Consejo Minero pasó a Codelco; Sergio Jarpa, quién desde la
gerencia general de Minera El Indio, de Barrick Gold, pasó a la Vicepresidente de
Codelco Norte; Marcos Lima, que de Presidente Ejecutivo de Codelco, pasó a
vender servicios como asesor de compañías transnacionales, entre ellas,
Escondida, y la actual Ministra de Minería, Karen Poniachick, que llegó al cargo
impulsada por sus contactos con las transnacionales, adquiridos durante su
desempeño como Directora de Asuntos Empresariales y Financieros del Council of
the Américas, institución dedicada a promover el comercio y las inversiones entre
Estados Unidos y América Latina, y como Vicepresidenta Ejecutiva del Comité de
Inversiones Extranjeras durante el gobierno de Lagos.

La ruta de los denarios

Un caso notable es el de Gustavo Lagos C. director del fantasmal Centro de


Minería de la Universidad Católica, uno de los más tenaces lobbystas de las
transnacionales y descarado portaestandarte de la privatización de Codelco.

Al cumplirse el 36º aniversario de la nacionalización del cobre, publicó en su


columna habitual en el diario La Tercera, una oda a la privatización de Codelco,
escrita con lenguaje oblícuo y sibilino:

“Definitivamente, “small is beautifull” (pequeño es hermoso) no es la clave en la


industria minera de hoy. Son los grandes los que llevan la batuta y son
escuchados. (…) Para estar en la pista de alta velocidad hay que, primero, contar
con los recursos que se generan y, como todos saben, Codelco entrega los suyos
al Fisco; segundo, hay que poder levantar capital en el mercado, cuestión que
Codelco está impedida de hacer por restricciones del programa presidencial actual
y de los anteriores. La llave para que la principal empresa pública chilena aumente
la velocidad y se pase a las pista izquierda (¡SIC!) no la tiene Codelco, sino que
Chile y su gobierno. La disyuntiva para los chilenos hoy es contentarse con ser
100% dueños de de una empresa que vale US$ 30 mil millones, o intentar ser
dueños del 80% de una empresa que puede valer US$ 100 mil o US$ 150 mil
millones en los próximos años. Si Chile sigue aplicando restricciones ideológicas a
Codelco, esta será una empresa segundona dentro de pocos años. En cambio, si
nos atrevemos a aprovechar las oportunidades en el mercado, al igual que las
otras mineras, tal vez haya alguna posibilidad de desarrollar un gigante minero
mundial, haciendo de Chile un país más rico”.

Aparte de sus insostenibles contradicciones, y de representar un autorretrato


moral de los que se venden por unos pocos denarios de plata, sandeces como
éstas, repetidas como un mantra durante los últimos 30 años, son las que le han
cimentado el camino a la segunda desnacionalización del cobre de Chile.

Es hora de decirle a Lagos y al resto de los vendepatria: ¡Basta! Con el cobre


chileno ¡No!

Francisco Herreros es Periodista y director del semanario El Siglo (Chile)

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